Clavería Centenaria

LA CASA DE LOS CLAVEROS CRÓNICAS, RELATOS Y ENTREVISTAS María Elena Solórzano

Delegación Azcapotzalco Consejo de la Crónica de Azcapotzalco Otoño de 2016 Primera edición de la Delegación Azcapotzalco, 2016

Coordinación editorial: Pablo Moctezuma Barragán

Editado por la Delegación Azcapotzalco Castilla Oriente esq. 22 de Febrero, Col. Azcapotzalco Centro. Ciudad de México, 02008

D. R. Ma. Elena Solórzano Obra registrada en INDAUTOR

Consejo de la Crónica de Azcapotzalco [email protected]

Créditos de fotografías: las fotos de algunos sitios y calles fueron tomadas en 2010 por María Elena Solórzano; las fotos de Parroquia, Prefectura y Tranvías de mulitas fueron cedidas por el Lic. Martín Sandoval Cepeda; las tarjetas postales y fotos antiguas pertenecie- ron a María Esquivel; las fotos de la familia Gutiérrez fueron cedidas por Marisol Gutiérrez; las fotos de la construcción de la Refinería 18 de Marzo fueron cedidas por Martha Díaz.

Distribución gratuita

La producción de este libro se realizó conforme a lo establecido en la Ley de Desarrollo Social para el Distrito Federal:

“Este programa es de carácter público, no es patrocinado ni promo- vido por partido político alguno y sus recursos provienen de los im- puestos que pagan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa en el Distrito Federal, será sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente”

Impreso y hecho en México presentación

La Delegación Azcapotzalco, interesada en di- fundir la crónica local y la obra de sus principa- les cronistas, hace un esfuerzo por editar el libro que tienes en tus manos que trata sobre una co- lonia chintolola de gran tradición: Clavería. El texto de la cronista de Azcapotzalco, María Elena Solórzano, contiene amplia información histórica y vívidos relatos de la vida local de gran interés, no solo para Clavería y sus alrededores sino también para la Ciudad de México en su totalidad. Esperamos que la lectura de este texto sea un disfrute para todos como lo fue para nosotros su edición.

Pablo Moctezuma Barragán diciembre 2016

ÍNDICE

AGRADECIMIENTO...... 11

MEDIO GEOGRÁFICO Un clima ideal ...... 13 LA FUNDACIÓN DE AZCAPOTZALCO Varias versiones sobre la fundación de Azcapotzalco ...... 15 LA BATALLA DE AZCAPOTZALCO En Azcapotzalco se libró la última batalla de la Guerra de Independencia ...... 18 ÉPOCA REVOLUCIONARIA Azcapotzalco y la Revolución...... 23 Llegada del general Venustiano Carranza...... 26 Entrada del general Pablo González...... 30 Y…curaba la alferecía ...... 31 Mi abuela fue soldadera...... 34 LA CASA DEL CLAVERO Significado de la palabra clavería...... 38 Palacio de Clavería...... 39 LA HACIENDA DE CLAVERÍA San Antonio Clavería...... 42 IPADE Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresas...... 46 AMPLIACIÓN DEL IMPARCIAL Folleto de ventas...... 49 Ubicación de la colonia...... 52 ALGUNAS CALLES Moreras...... 53 Nilo huelas...... 55 Corazón de roca ...... 56 Egipto...... 61 La Refinería 18 de marzo La gente la nombró Refinería Azcapotzalco ...... 64

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DEL TRANVÍA DE MULITAS AL METROPOLITANO La calle de La Posta...... 66 El Metropolitano ...... 69 Los tranvías y los camiones...... 70 Jamaica, La Merced y anexas...... 72 PARQUES Parque de la China...... 74 Jacaranda ...... 76 El artesano de la luz...... 78 Parque de los vagos ...... 81 Se deshoja la flor ...... 82 Glorieta de Clavería...... 85 Paseo a Chapultepec ...... 87 HERMOSAS CASAS Mi antigua casa...... 89 La casa de mi tía Chelo...... 91 LA PARROQUIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN Una iglesia moderna...... 95 LIBRERÍA PARROQUIAL ¿Qué pasó con el mural?...... 97 CAMINITO DE LA ESCUELA Jardín de niños “Niños de México”...... 99 Jardín de niños “Profesor Ángel Salas”...... 100 Escuela “Clavería”...... 101 Escuela primaria “Estado de Nuevo León”...... 102 Instituto “Estado de México”...... 103 Escuela primaria “José Arturo Pichardo”...... 104 Colegio “Font Bonne”...... 106 Escuela primaria “República de Polonia”...... 108 EL CAMINO DE LA GLOTONERÍA La zona comercial de la Avenida Clavería ...... 109 LOS CINES Cine Clavería ...... 120 Cine Cuitláhuac...... 121 TRADICIONES Y COSTUMBRES Los viudos...... 124 Día de reyes ...... 125 Día de reyes con Mario Dosamantes...... 127 Clavería Centenaria 9

Día de la Candelaria...... 128 Gotita de lluvia...... 130 Serenatas...... 133 Semana Santa...... 134 Desfile de primavera ...... 135 Día del niño...... 136 Los santitos...... 137 Los juguetes...... 139 Diez de mayo ...... 141 Un regalo inolvidable ...... 143 Día del padre...... 145 Las inscripciones ...... 145 Desfile del 15 de septiembre...... 146 Día de la Raza...... 149 Los animeros de San Juan Tlilhuaca...... 149 No quiero zopilotes...... 152 Fiesta de la Inmaculada Concepción ...... 153 12 de diciembre...... 153 Entren santos peregrinos...... 154 Noche Buena...... 157 Último día del año...... 158 LEYENDAS La casona de Azcapotzalco ...... 160 Nocturno...... 164 Sombras y susurros...... 166 Danzón dedicado a Mirna...... 167 Se escuchan pasos ...... 170 Un chorrito de frescura...... 171 PERSONAJES Por aquí anduvo “el pachón” ...... 176 Tulio Hernández ...... 178 Carlos Díaz Dufoo ...... 178 Luis Herrera de la Fuente...... 179 Germán Butze...... 182 Gustavo Sáinz...... 183 Bernardo Ruíz ...... 184 Eduardo Luis Pareyón Moreno...... 185 Lupe Vélez ...... 186 Lupita Tovar...... 188 Mario Moreno “Cantinflas”...... 188 Chema y Juana...... 190 Julieta Velázquez Arciniega “Vilma Traca”...... 190 10 María Elena Solórzano

Toño Lamadrid y los hermanos Lamadrid...... 193 ...... 194 José José ...... 194 Marco Antonio Vázquez...... 196 Trío tamaulipeco ...... 198 Otros artistas de la radio y la televisión...... 198 ENTREVISTAS Alberto Arenas (26 de agosto 1998)...... 200 Alicia Quiroz...... 202 Veteranos del café ...... 205 Una maestra inolvidable ...... 214 Marco Antonio Morales Salinas...... 226 La hija del general...... 230 Señora Garner de Aguilar...... 241 Olga Pareyón ...... 247 Dolores Josefina González Osorio...... 256 Yolanda Pareyón...... 259 Rosa del Carmen Lara Compeán ...... 260 Familia Islas López...... 262 AGRADECIMIENTO

Existe un documento que nos da fe de la promoción de la colonia con el nombre de Ampliación del Imparcial con fecha de 1907, tomando en cuenta la fecha de este pro- mocional, la colonia Clavería cumplió cien años en 2007. Al llegar la época revolucionaria todas las actividades económicas se paralizaron y era casi imposible realizar transacciones comerciales pues cada caudillo emitía sus billetes, en ocasiones parecían de juguete pues eran simples cartoncillos recortados manualmente y con un sello, lo que daba lugar a frecuentes falsificaciones, es quizá por esta razón que volvemos a tener noticias de este asentamiento hasta los años veinte, en que se pacifica la Nación, entonces toma el nombre de la hacienda Clavería a la que pertenecieron los terrenos que son vendidos a particulares pertenecientes a la clase media y media alta. Los vecinos de Clavería son gente con anhelos de su- peración, sus modestos bienes los han adquirido con el esfuerzo y dedicación en su trabajo. Aman el lugar donde viven y siempre están dispuestos a cooperar para el me- joramiento de su entorno. Les gusta el orden y la limpieza, la mayoría lleva muchos años de convivencia y desgraciadamente los colonos fundadores poco a poco van desapareciendo. Esta publicación trata de rescatar esa historia cotidiana del pasado siglo XX.

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Las crónicas y relatos de este libro son en su mayoría vivencias y recuerdos personales de aquel Azcapotzalco tranquilo y provinciano que ya se nos fue; otros son relatos de los vecinos de esta demarcación. Faltan muchos datos, anécdotas y narraciones, sea esta publica- ción una invitación para seguir investigando acerca de Clavería y tener una historia cada vez más completa. Agradezco a las personas que tan amablemente me abrieron las puertas de su hogar para hacer reminiscen- cias y abrir el arcón de nuestros recuerdos.

María Elena Solórzano

NIÑA CON FLORES Tarjeta postal de 1930 MEDIO GEoGRÁFICO

Un clima ideal Antonio Urdapilleta Pérez (2002) en Cápsulas históricas de Azcapotzalco, Tepanecahtlatolli expone:

El antiguo territorio de la Villa de Azcapotzalco forma par- te de la entidad federativa conocida como el Distrito Fede- ral, ubicándose en la parte noroeste de la misma, limita al norte y poniente con los municipios de Tlalnepantla y Naucalpan, Estado de México, al sur con las delegaciones Miguel Hidalgo y Cuauhtémoc, mientras que por el orien- te con la Gustavo A. Madero, según consta en el decreto del 29 de diciembre de 1970 (Urdapìlleta, 1994a:2). Cuenta con una superficie de 34.51 km2, equivalente a 2.3% del territorio del D.F. El terreno es plano con un ligero declive ascendente hacia el oeste. El relieve de Az- capotzalco es sumamente suave, lo forma la llanura alu- vial del antiguo lago de Texcoco… tiene una altitud de 2240 a 2250 m.s.n.m. y una latitud de 19º 29´ norte. Este territorio comprende diez tipos de suelos que se extienden de poniente a oriente, dichos suelos están for- mados por acarreos de tierra de las partes altas o aluvio- nes así como antiguos suelos de origen lacustre del lago de Texcoco. Estas provincias o tipos de suelo son: Auexo- tlán, Tetecala, Tlilhuaca, Rosario, Azcaputzalco (parte central), Clavería, Xochimanca, Tezonapa, Coltongo y Xocotitla… (Sánchez, 1974).

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Debido a la altitud y latitud de Azcapotzalco, su clima se clasifica como templado subhúmedo (Cw), corres- pondiente al mesoclima denominado tropical de monta- ña, con una precipitación anual de entre 600 1100 mm. La temperatura anual fluctúa entre los 4º y los 30º C. con un promedio de entre 20 a 30 días con heladas anuales. Se distinguen dos estaciones climáticas muy definidas: estiaje (noviembre-abril) y pluvial (mayo-octubre).1

JACARANDAS, CALLE CAIRO Foto tomada con cámara digital en 2010

1 Urdapilleta Pérez, Antonio, Solórzano, María Elena. Voces tepanecas: Tepanecacaht- latolli, Cápsulas Históricas de Azcapotzalco, D.F. Azcapotzalco en la Cultura, A.C. México 2002, pág. 5. LA FUNDACIÓN DE AZCAPOTZALCO

GLIFO DE AZCAPOTZALCO. Hormiga rodeada por arena y 13 granos de maíz. (Según Códice Mendocino)

Varias versiones sobre la fundación de Azcapotzalco Cuando los mexicas derrotan a los tepanecas, queman sus templos y destruyen sus códices, esa es la razón por la 15 16 María Elena Solórzano que la historia de Azcapotzalco es tan pobre en cuanto a documentos prehispánicos en los cuales los historiado- res se puedan apoyar para reconstruir el pasado de este gran señorío. La información que se ha recabado provie- ne casi siempre de fuentes externas, que no siempre na- rran con fidelidad los acontecimientos tepanecas. En el estudio realizado por José Antonio Urdapilleta Pérez (2002) en Cápsulas históricas de Azcapotzalco, Tepane- cahtlatolli anota:

Uno de los relatos dice: el Hormiguero fue fundado y debe su nombre a un rey llamado Ixputzal (Sánchez, 1974:79), tal y como también ocurrió con Tenoch y Te- nochtitlán. Otra historia cuenta que los tepanecas son uno de los siete linajes que salen de Chicomostoc (Lugar de las sie- te cuevas) posterior a los xochimilcas y chalcas, fundan- do su ciudad en Azcapotzaltonco (San Pedro) y Tlilhua- can (San Juan): …los cuales asimismo poblaron quieta y pacíficamente la orilla de la laguna. Estos tomaron el si- tio que cae a la parte del occidente, extendiéndose tanto por toda aquella parte que, y crecieron en tanto número que a la cabecera de su provincia llamaron Azcaputzalco que quiere decir hormiguero por la mucha gente que tenía… (SEP, 1975:11). Finalmente tenemos la versión tezcocana que dice que estando establecido el chichimeca Xólotl en Tenayuca y 52 años después de la destrucción de Tula, en el año de 1220 d.C. (Carrasco, 1979: 254)1 se presentaron ante él tres caudillos que guiaban a tres naciones provenientes de delante de Michoacán: los otomíes, los acolhuas y los tepanecas, estos últimos eran conducidos por Acolhua, el más principal, a éste, Xólotl le otorga a su hija Cuetlaxó- chitl y le da por ciudad y cabeza de señorío a Azcapotzal- co, con otras muchas tierras y provincias que poblaron sus vasallos, los tepanecas (Alva, 1975, vol. I:229). Clavería Centenaria 17

Otras fuentes históricas dan distintas fechas a partir de cuando fueron escritas, así tenemos que fray Juan de Torquemada escribe que hace 1561 años había ocurrido el suceso, Torquemada escribió lo anterior hacia 1591 d.C. por lo que más o menos da el año 30 d.C. (Córdoba, 1989) y que se encuentra en el Archivo de Indias de Se- villa se puede leer que Azcapotzalco fue fundado hacia 1155 d.C. En los Anales de Tlaltelolco narran que cuando los mexi- cas ocupan el islote de Tenochtitlan en el año de 1325 d.C., hacía 170 años que existía el reinado de Azcapotzal- co, el que fue fundado por Matlaccóhuatl y su esposa Azcuéitl. […] algunos investigadores proponen que Azcapot- zalco fue fundado a la caída de Teotihuacan por la no- bleza de ese lugar, sin embargo, hoy sabemos que no es así y que Azcapotzalco es más antiguo que Teotihuacan. Las exploraciones dentro del área de Azcapotzalco han aportado algunos datos sobre la ocupación tolteca en la localidad, dándosele el año de 900 d.C. el centro de Az- capotzalco (Luis Córdoba, 1989). Estos datos concuerdan con lo que se narra en las fuentes históricas, ya que los primeros pueblos en donde se asentaron los chichimecas fueron Azcapotzalco, Tena- yuca, Tacuba, Quiyohuacán y Coatlichán, mismos que fueron fundados anteriormente por los Culhua, se supo- ne que los culhuas son toltecas o sus descendientes, por lo que estas ciudades son de origen tolteca (Córdoba, 1989:2). LA BATALLA DE AZCAPOTZALCO

Atrio de la Parroquia de los Apóstoles Felipe y Santiago en Azcapotzalco, lugar donde se realizó la última batalla de la Guerra de Independencia. Fotografía tomada en 1929.

En Azcapotzalco se libró la última batalla de la Guerra de Independencia La situación de Azcapotzalco durante la Colonia era igual que para el resto de la Ciudad de México, nulas garantías individuales para los naturales, explotación, miseria e insalubridad originaron gran descontento en-

18 Clavería Centenaria 19 tre la población, y los azcapozalquenses se alistaron en las sangrientas batallas de los insurgentes. Al transitar por la calzada de Azcapotzalco a la altura de la parroquia, podemos ver una placa colocada en el muro del atrio que reza así:

1821-1921 En este atrio tuvo lugar la última acción de armas de la Guerra de Independencia Nacional se efectuó el 19 de agosto de 1821.

José Antonio Urdapilleta Pérez (2002) en Cápsulas his- tóricas de Azcapotzalco, Tepanecahtlatolli anota:

Sin embargo, esta inscripción guarda una verdad a me- dias, ya que en realidad no fue sólo en el atrio de la pa- rroquia de Azcapotzalco donde se libro la Última Batalla de la Guerra por la Independencia de México, sino que, tal como su parte oficial lo dice, fue en varios puntos de Azcapotzalco. (Sedena, 1821 y Ferrer, 1939). En este apartado queremos mencionar estos lugares donde se libraron los diversos enfrentamientos entre el Ejército Imperial de las Tres Garantías, al mando de Luis Quintanar y Anastasio Ruíz de Bustamante contra el Ejército Realista, bajo las órdenes de Manuel de la Con- cha y Francisco Bucelli. La mayoría de los sitios citados aún existen en Azcapotzalco. Después de enfrentarse los dos ejércitos en Tepozo- tlan, el general de la Concha decide continuar su retira- da hasta la ciudad de México, llegando a Tacuba se acan- tona en la Hacienda de la Clavería. Los trigarantes avan- zan hasta la Hacienda de Santa Mónica donde establecen su cuartel, de ahí sale una expedición para conocer el campo y saber cómo están dispuestas las fuerzas de la Concha, mientras tanto, Bustamante recorre las hacien- 20 María Elena Solórzano

das de Careaga, El Cristo y Echegaray. El primer enfren- tamiento se realiza entre Azcapotzalco y la Clavería, en el puente llamado El Rosario (calzada de Azcapotzalco y Heraldo), retirándose los realistas hasta Tacuba y los tri- garantes a la Hacienda de El Cristo. Posteriormente hay un enfrentamiento en el mismo punto, replegándose para Azcapotzalco los independentistas, hasta donde son perseguidos por los realistas, alertado por los disparos, Bustamante corre a apoyar a sus tropas obligando a sus enemigos a retirarse hasta Clavería. Conseguido este triunfo, marcha con sus soldados rumbo a Santa Mónica, siendo atacado cerca de la Ha- cienda de Careaga (Unidad Habitacional El Rosario) por las fuerzas de Bucelli en el puente hoy denominado de Guerra (antiguo camino de Azcapotzalco a Tlalne- pantla hoy llamado Aquiles Serdán). Bustamante contra ataca con fiereza y empuja al enemigo hacia Azcapotzal- co, donde se parapetan en el atrio de la parroquia, el convento y algunas casas principales, los trigarantes en- tablan combate y después de un nutrido fuego y con un cañón emplazado en la Plazuela del Zacate, dieron cuen- ta de los artilleros que defendían la plaza. La lucha dura hasta el anochecer, llueve y los campos inundados impiden obrar a la caballería de Bustamante, éste ordena la retirada y que el cañón fuese removido a cabeza de silla por los de a caballo, operación que lleva- ron a cabo el viejo insurgente el “Pachón” Encarnación Ortiz y el teniente Manuel Arana perteneciente a los Fie- les de San Luis, ambos son acribillados al tratar de sacar la pieza atascada en Tecompa (antiguo camino de Azca- potzalco a Tlalnepantla y San Mateo). La muerte del “Pa- chón” exacerbó a los independentistas quienes atacaron a sus agresores tomando las casas en las que se parapeta- ban. (Por estos hechos, con fecha del 26 de junio de 1923, el recinto parroquial es declarado Monumento Nacional Histórico y Artístico, ratificándose el 15 de fe- brero de 1932. Ferrer, 1939; INAH, 1987). Clavería Centenaria 21

Bustamante ordena sepultar a Encarnación Ortiz en el atrio de la parroquia de Azcapotzalco y al resto de los muertos en los atrios de las iglesias del barrio de Santa María Xocoyohualco y del pueblo de San Lucas Tepetla- calco en su paso por Santa Mónica. Después de la Batalla de Azcapotzalco los realistas abandonaron Clavería, Ta- cuba, Popotla y San Jacinto, para establecer su avanzada en el Hospicio de Santo Tomás. Según las consejas, de Santa Mónica pasan los trigarantes a la hacienda de Ca- reaga en espera de la llegada de Agustín de Iturbide y de Vicente Guerrero, en este sitio permanecen hasta su en- trada triunfal a la ciudad de México.2

El 27 de septiembre de 1821 avanzó el Ejército Imperial, entre ellos iba la décimo quinta compañía de caballería formada por los Dragones de Azcapotzalco, marcharon por la calzada de la Verónica y el camino de México a Tacuba. Iturbide atravesó la ciudad hasta el Palacio Virreinal y desde el balcón principal presenció el desfile de las tropas. Con esta parada y un tedéum concluye la lucha libertaria. Al día siguiente, 28 de sep- tiembre, se firmó el Acta de la Independencia, nacien- do así el Imperio Mexicano con Iturbide como su primer emperador. En Azcapotzalco ondeó por primera vez la bandera trigarante, lugar donde Agustín de Iturbide estableciera su cuartel general el día 5 de septiembre de 1821. Después de la guerra de Independencia las condicio- nes de la ciudad no mejoraron en lo absoluto y Azcapot- zalco fue ignorado, pues tenía poca población y su movi- miento comercial era escaso y poco relevante.

2 José Antonio Urdapilleta Pérez, Solórzano, María Elena. Voces tepanecas: Te- panecahtlahtolli. Cápsulas históricas de Azcapotzalco. D.F. Consejo de la Crónica de Azcapotzalco, México 2002, pág. 29, 30, 31. 22 María Elena Solórzano

Fue hasta el 1º de septiembre de 1854 que don Antonio López de Santana Anna le otorga el título de Villa. Una villa pobre, débil, con pequeños poblados apenas comu- nicados por angostas veredas. El gran señorío de Azca- potzalco quedó reducido a unas cuantas haciendas, las tierras de los naturales se repartieron entre los españo- les, pues Hernán Cortés faltó a su palabra de restituir las tierras a sus antiguos dueños: los habitantes del señorío de Azcapotzalco. Casi todos los terrenos labrantíos pasaron a formar parte del inventario de bienes de los conquistadores. LA ÉPOCA REVOLUCIONARIA

Azcapotzalco y la Revolución Cuando un pueblo no satisface sus necesidades prima- rias: comida, vestido y techo se convierte en un animali- llo herido al que ya no le importa la vida, si va a morir lentamente de hambre, mejor morir de un balazo, es menos doloroso y humillante, las condiciones de los peones que trabajaban en las haciendas eran iguales o peores a la esclavitud, y la libertad era sólo una palabra, la mujer sufría los malos tratos de los patrones y del com- pañero, siempre fue un secreto a voces que en las ha- ciendas de México existía el derecho de pernada y con- sistía en que el patrón pasaba las primeras noches con la desposada, el marido recibía a su mujer con resenti- miento, ese es uno de los motivos que dan origen al des- precio del varón por la mujer, “todas son iguales” pues todas han sido violadas. No hay un relato directo sobre la vida de los peones en las haciendas de Azcapotzalco, pero no ha de haber sido muy diferente a las del resto del país, aunque aquí siquiera eran menos crueles. Martín Oyamburú (descen- diente de vascos) afirma, así se lo contaron sus antepasa- dos: “en las haciendas había galerones, jacales donde vivían los peones, y llegó a existir una escuela de primeras letras”.

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John Turner nos narra cómo eran las condiciones de vida de los peones:

—¿Se retiene a todos los esclavos hasta que mueren? —¡A todos! Y cuando mueren, los amos no se toman la molestia de enterrarlos: los arrojan a las ciénagas don- de los caimanes los devoran. En la hacienda “Honduras de Nanche”, son arrojados tantos a los caimanes que en- tre los esclavos circula la expresión de ¡Échenme a los hambrientos!— dijo Hernández. Se llamaba Ángel Echavarría; tenía veinte años y era de Tampico. Le ofrecieron pagarle $ 2.00 diarios en la finca, pero fue vendido como esclavo al propietario de la hacienda “Santa Fe”. A los tres meses de trabajo empezó a agotarse por el inhumano trato que recibía, y a los cua- tro un capataz llamado Agustín le rompió un sable en las espaldas. Cuando volvió en sí, después de los golpes, ha- bía escupido parte de un pulmón. Después lo azotaban con más frecuencia, porque no podía trabajar con la misma intensidad y varias veces se desmayó en el campo. Morirá tosiendo y pidiendo limosna. —Yo estoy preparado para proporcionarle cualquier cantidad de trabajadores, hasta cuarenta mil por año, hombres, mujeres y niños, y el precio es de $50.00 cada uno. Los trabajadores menores de edad duran más que los adultos; le recomiendo usarlos con preferencia a los otros. Le puedo proporcionar a usted mil niños cada mes, menores de catorce años. Usted no paga los $50.00 hasta que tenga en su poder a los niños con sus papeles de adopción.3

Este inhumano sistema de contratación en las hacien- das, en el que el amo pagaba míseros jornales, obligaba al trabajador a endeudarse cada vez más y trataba al peón

3 Turner, John K. México Bárbaro, Editores Mexicanos, México, 1983, p. 86. Clavería Centenaria 25 como a un animal al que podía golpear y disponer de su vida, todas estas injusticias tuvieron como consecuencia la Revolución. Los de Azcapotzalco también se incorporaron al movi- miento revolucionario, y cuenta alguna gente anécdotas sobre estos hechos, como la que platica el señor Ramón Flores León:

Cierta tarde junto con Trinidad Soriano, sin previsión alguna fuimos a ver el tiroteo que había entre carrancis- tas y zapatistas allá por el rancho de “La Naranja”, que era propiedad del Lic. Ángel Zimbrón. Caminábamos sin advertir el peligro, cerca de la Av. Azcapotzalco, cuan- do de pronto surgieron cinco o seis jinetes a galope fu- rioso. Cuando los vimos nos paramos; seguramente eran buenos para tirar, nos aventaron de balazos, afortunada- mente no nos tocó alguno, porque de pronto nos senta- mos sobre un “pollito” (así llamaban a unos asientos de adobe), fuera de la tienda “Estrella del norte” y solamen- te nos cayó la tierra de la pared. Ellos venían corriendo de sur a norte y nosotros corrimos hacia la casa de Trini- dad Soriano, quien vivía a una cuadra de donde estába- mos. Ya dentro todavía escuchamos cómo pasaron echando balazos a diestra y siniestra. Ya más tarde nos aventuramos a salir; nos fuimos cami- nando hasta la cabecera de Azcapotzalco y casi llegando a la casa de don Modesto Paredes, nos salieron cuatro zapatistas que nos dijeron “¿Quién vive?” y Trinidad So- riano replicó “Gente buena, gente buena”. “Vamos a lle- varlos con mi general”, exclamaron, y al llegar a unas dos cuadras de donde está la Delegación vieja, frente a la tienda “Del sol” había otros soldados zapatistas que for- zaron la puerta a culetazos, ya con ellos vimos a Hermi- nio Zermeño. En el momento en que violentamente abrieron la puerta tocaba la campanilla del teléfono y contestó el que la hacía de jefe en ese momento, dicien- 26 María Elena Solórzano

do: “Dígale que aquí estoy en representación de mi ge- neral Genovevo de la O (zapatista), con cinco mil hom- bres esperando a los carrancistas” y aventó la bocina; empezaron a agarrar botellas y a saquear la tienda. Uno de los soldados destapó una botella de tequila y cuando salió con ella en la mano encontró a un borracho y se la dio para que tomara, éste se echó un buen trago y hasta limpió la boca de la botella para regresársela al soldado, quien le dijo: Hombre, acábela de una vez, entonces, con una carabina 30-30, le disparó al estómago. La parroquia estaba abandonada, pues días antes ha- bían entrado los carrancistas hasta dentro de la iglesia con todo y caballos.4

Los relatos sobre la vida que llevaban los peones de las haciendas durante el porfiriato son realmente sobreco- gedores, sin embargo aquí en Azcapotzalco, dicen la gente mayor sobreviviente a esa época, no fue así, cuenta que las condiciones de los peones no eran tan terribles y que tenían por lo menos su jacal y sus animales y que no eran azotados como en otras partes, no hay escritos sobre el asunto y pues sólo estos testimonios tenemos como datos de la época. Los habitantes de Azcapotzalco también se enrolaron en las luchas revolucionarias para luchar por un México mejor, no sabemos cuántos héroes anónimos ofrenda- ron su vida, los tepanecas siguen luchando porque Azca- potzalco sea próspero, pero ahora con diferentes armas.

Llegada del general Venustiano Carranza En el diario de la mañana El País del jueves 20 de agosto de 1914 aparece la noticia de la llegada de don Venustia-

4 Varios autores. Semblanzas y perfiles de Azcapotzalco, México, 1983, p. 86. Clavería Centenaria 27 no Carranza a la prefectura de Azcapotzalco, el día 19 de agosto. Se dice que la entrada del Jefe constitucionalista fue triunfal y que el día 20 de agosto a las 8:00 saldría para la ciudad de México. Se le hizo una calurosa recep- ción al entonces Jefe del Ejército Constitucionalista. Con muchas horas de anticipación la población prove- niente de los diferentes barrios de Azcapotzalco esperaba ansiosa la llegada del jefe máximo del movimiento cons- titucionalista. Con muchas horas de antelación, desde que el sol despuntó en el horizonte empezó a llegar la gente con el anhelo y la curiosidad de mirar y conocer al señor Carranza, en muy poco tiempo la población se arremolinó frente a la Prefectura (hoy Casa de Cultura Azcapotzalco).

Prefectura de Azcapotzalco. Foto de los años veinte. 28 María Elena Solórzano

Todas las calles y plazas aledañas se encontraban ocupadas por las tropas que formaban parte del Ejército Constitucionalista. La gente, a la menor provocación, corría de un lado a otro, sobre todo cuando escuchaba algún toque de clarín, creían estaba por llegar don Ve- nustiano, El edificio de la prefectura fue engalanado y se acon- dicionó para recibir dignamente a tan célebre persona- je, el Primer Jefe del Ejército Constitucionalista pernoc- taría con toda su comitiva en esa breve estancia en Azcapotzalco. Como en todos los actos cívicos no faltaron múltiples comisiones, representantes de algunos clubes y de los profesores. Todos estos gentiles se encuentran dentro de la Prefectura esperando pacientemente la llegada de don Venustiano Carranza, ya que se había difundido la noticia de que llegaría en las primeras horas de la mañana. A pesar de la tardanza, nadie abandonaba su lugar, la espera se hacía cada vez más pesada, serían las 15:00 cuando de pronto un toque de clarín puso en alerta a toda la muchedumbre, la gente corrió para buscar el mejor sitio para ver mejor, pero solamente arribó la escolta de caballería al mando del coronel Urquizo, de todos modos en esos tiempos era un espectáculo mirar las maniobras militares y admirar los hermosos caballos que montaba el ejército, así como escuchar los marciales sonidos de los clarines y trompetas. A las 16:20 la gran multitud que llenaba las calles y los jardines de Azcapotzalco se volvió a inquietar, pues se corrió la voz que ahora sí, arribaría el señor Carranza, que ya se encontraba en las goteras de la población, y que en cuanto descansara unos minutos reanudaría su marcha. Clavería Centenaria 29

Después de esa noticia, la espera ya no fue tan larga, al poco rato llegó hasta la plaza, frente a la Parroquia y la entonces Prefectura. El señor Venustiano Carranza desmontó frente a la puerta principal de la Prefectura a las 16:25. La multitud era, más que en ningún otro momento, compacta y se atropellaba a las puertas del edificio, ansiosa de ver al primer jefe de la revolución triunfado- ra. El gentío estalló en las más imponentes ovaciones y vítores que no cesaron en largo rato. El señor Venustiano Carranza llegó acompañado de los generales Alberto Cabrera Torres, Rafael Buelna, José Santos Coy y de sus dos ayudantes, el mayor y el capitán primero Dávila. Saludo a la multitud y enseguida desmontó, se acercó mucha gente, querían saludar personalmente al general y Primer Jefe del movimiento en ese momento triunfador. Dentro del edificio esperaban numerosas personas que en representación de diferentes clubes políticos li- berales, iban a dar la bienvenida y a felicitar al señor don Venustiano Carranza. Con algunos trabajos, por el gran número de gente que había en el edificio, lograron las personas que acom- pañaban al Supremo Jefe Constitucionalista, llegar hasta el local designado para que recibiera a las personas que le querían hablar, y que era el salón de sesiones de la Prefectura. En la calle no cesaban los vítores al Primer Jefe del movimiento, rompiendo con frecuencia la multitud en atronadores aplausos, a gritos pedían que el señor Carranza saliera al balcón para ser visto y saludado por las personas que no lograron entrar al edificio. Acce- diendo a los deseos del gentío, el señor Carranza salió al 30 María Elena Solórzano balcón principal, saludando al pueblo que, delirante contestó con una ovación sin precedentes. En el edificio que ocupaba la Prefectura en Azcapot- zalco pernoctó don Venustiano Carranza para hacer al día siguiente su triunfal entrada a la Ciudad de México y ser aclamado por el pueblo reunido en la plaza de la Constitución en el balcón de Palacio Nacional acompa- ñado de los generales: Álvaro Obregón, L. Pesquiera y otros jefes militares. Desde ese histórico balcón el señor Carranza presenció el desfile de las tropas constituciona- listas Los enfrentamientos siguieron y ya eran tomadas las poblaciones por los villistas o por los zapatistas. El si- guiente artículo así lo muestra.

El Pueblo. Diario de la mañana. H. Veracruz, martes 3 de agosto de 1915.

Entrada del general Pablo González a la urbe capitalina Villa de Guadalupe a 1º de agosto de 1915. COMUNICADO: El general Abraham Cepeda, con fuerzas del general Sánchez, tomó hoy a las 11:00 la plaza de Tlalnepantla, tras reñido combate, haciendo al enemigo cien muertos y noventa heridos y recogiéndole cien caballos, ciento tres monturas, noventa y cuatro armas de distintos cali- bres. Fuerzas del coronel Nuncio y del mayor Márquez per- tenecientes también al general Cepeda tomaron hoy Az- capotzalco, persiguiendo al enemigo hasta Tacuba. Estoy esperando las partes de estos jefes para conocer las bajas habidas en este encuentro. Clavería Centenaria 31

Comunicarme el general Lechuga que en el curso de los combates habidos, ha sido tiroteado desde algunas casas particulares. Hoy ha quedado establecido aquí en Azcapotzalco el cuartel general, mañana se hará la entrada de todas las fuerzas de México, pero como antes digo, la plaza ya está dominada por nosotros y me honro en ponerla a las ór- denes de esa Primera Jefatura. Conforme a sus disposiciones ya se están proporcio- nando provisiones al pueblo. Hónrome en felicitar a usted por esos nuevos triunfos de nuestras armas y de la causa constitucionalista. El General en Jefe.

Y…curaba la alferecía Anastasia era su nombre y todos la llamaban Tacha, ori- ginaria de San Buenaventura, Chihuahua. Se casó muy joven con Santos Carbajal, tuvieron ocho hijos, la me- nor, Juliana, mi mamá. Mi madre contrajo matrimonio con Roberto Solórzano y los dos se vinieron a vivir al Distrito Federal en la colonia Clavería y después a San Lucas Atenco, donde murieron y ya se hermanan con el polvo en el panteón de San Isidro. Mi mamá contaba que mi abuelo anduvo con Pancho Villa y que murió en una emboscada. Los revolucionarios llegaban al rancho de mi abuela, mataban tres o cuatro reses, ese día todas las mujeres de la casa preparaban la carne y las tortillas de harina para darle de comer a toda la tropa. Cuando se terminaron los granos y las reses, cocinaron patos y gallinas, hasta que el rancho quedó sin nada, seco, totalmente empo- brecido y además sin hombres que trabajaran la tierra, mi abuela no se daba abasto con la siembra. 32 María Elena Solórzano

Niño Roberto, el día de su bautizo. Foto tomada en 1911.

De pronto Anastasia se encontró en la miseria y con ocho hijos pequeños que mantener, fue todavía peor cuando le avisaron que su esposo había emprendido el viaje para buscar a sus antepasados. Ella montaba bien, sabía de las veredas y caminos de los alrededores, donde las víboras tenían sus nidos y bajo qué piedras yacían los alacranes, era una norteña muy bragada. La abuela quedó viuda muy joven y muy guapa, ella había prestado muchos servicios a los villistas y era muy respetada por todos, con ellos aprendió a curar, a quitar Clavería Centenaria 33 el mal de ojo, les ayudaba con los heridos, tenía buen temple para mirar tripas y los listones rojos de la sangre. Cuando la tropa llegaba al rancho venían hombres heridos y mujeres a punto de dar a luz, así aprendió a curar y asistió a muchas mujeres en el parto, con un mínimo de elementos, las heridas las desinfectaba con agua hervida y sal, pues no había medicinas. Poco a poco fue identificando las hierbas curativas. Lavados de intes- tino con cocimiento de hierbabuena, para limpiar la matriz: agua con una cucharada de vinagre. A las partu- rientas lavados con cocimiento de romero para apretar los tejidos. Entre los muchos remedios caseros que aprendió, recuerdo: poner tomates asados en las plantas de los pies para bajar las anginas, el té de canela bien caliente para cortar el resfrío, té de borraja para la calen- tura, el epazote para las lombrices, comer pepitas de calabaza crudas y en ayunas para sacar la solitaria, la va- leriana para los nervios y la pasiflora para el insomnio. Se convirtió en la curandera del pueblo y resultó muy buena en esa profesión que la miseria la obligó a seguir, la gente le pagaba con un pollo, con maíz, con lo que podía y algunas veces no le podían pagar, pero algo era mejor que nada. La situación fue mejorando, las monedas aliviaron su precaria situación, de esa forma logró sacar adelante a sus ocho hijos. Doña Tacha montada en su caballo iba y venía de un rancho a otro, ora atendía a una parturienta, ya le sacaba el espanto a un niño con friegas de alcohol o haciéndolo sudar dándole a tomar un té caliente, ora curaba de empacho al bebé sobándole la pancita con tibia grasa de res, para el cólico de la señorita tenía una infusión de orégano. Un día iba a atender un parto, ya era mayor, la juventud iba quedando atrás, el arrojo y la fortaleza también, ahora iba en una carreta jalada por un caballo, era 34 María Elena Solórzano tiempo de lluvias, el arroyo llevaba muy poca agua, atra- vesarlo no representaba ningún riesgo, pero al pasar se vino una creciente y por poco la arrastra con todo y carreta, todavía fue a atender a su paciente, pero el susto que llevó fue tan grande que desde ese día ya no fue buena. Gracias a sus remedios sobrevivió veinte años más, murió del corazón, ella decía que el susto se lo dañó, la verdad es que se cansó de latir tan apresurada- mente, pues doña Tacha no tenía ni un minuto de des- canso. Cuando yo la conocí ya era una ancianita de blancas trenzas, muy serena esperando la muerte. Decía: “Mi misión en esta vida está cumplida”. El día de su entierro mucha gente la fue a llorar, allí estaban a las que había ayudado a bien parir ya con los hijos hechos hombres, algún veterano al que le había salvado las piernas, las señoritas convertidas en abuelas...Tacha, siempre te recordaremos. Yo también abuelita, porque en lugar de sentarte a llorar tu suerte, montaste en tu caballo y fuiste a buscar el pan para tus hijos.

Mi abuela fue soldadera Hace algún tiempo conocí a doña Natalia, vive en el barrio de Santo Domingo. Es abogada. Su vocación se decidió cuando la abuela Juanita le contó su historia en la Revolu- ción. En el estudio de Natalia adorna la pared un rebozo. —¿De quién es ese rebozo?— pregunto.

—De una soldadera que anduvo en la bola. Después, ya mayor aprendió a leer y a escribir; le gustaban mucho los libros y la lectura era su pasatiempo favorito. Mamá gran- de me contaba: Yo quedé huérfana a los quince años. Andaba buscan- do trabajo de sirvienta, cuando un hombre se acercó y Clavería Centenaria 35

me dijo: —Oye tú, ¿andas buscando trabajo? Vente para Oaxaca de cocinera o de criada, allá pagan muy bien—. Varias nos fuimos. ¡Híjole, no sabíamos la que nos espe- raba! Puro engaño, ni buena paga, ni buen trato, mucho trabajo y todas muertas de hambre. Antes de la Revolu- ción la mujer era considerada menos que un perro, y si era humilde tenía que acceder a los deseos de los patro- nes en el momento que ellos lo dispusieran. “Recordemos que en las haciendas de México existía el derecho de pernada. El patrón costeaba la fiesta de bodas, pero en realidad lo que festejaba era la desfloración, pues a él le correspondían las primeras noches con la novia; quizá de ahí surgió ese resentimiento del marido, ese des- precio hacia la esposa, pues llegaba devaluada a su lecho (todas las mujeres eran iguales, es decir, todas habían sido del patrón). Y después el arrepentimiento, porque también sabía que no era culpa de ella; simplemente era la costumbre que se hizo ley. Octavio Paz hace alusión a la mujer partida, abierta, a merced de todos los infortunios. Es en la Revolución cuando la mujer ya no va detrás del hombre, camina junto a él, no sólo como hembra sino como soldadera, defendiendo con la misma vehemencia la noble causa. La Revolución la eleva al rango de compa- ñera: trota, monta, trepa a los trenes, y junto a su Juan se lía a balazos con los pelones. Esa lucha enciende la luz de la esperanza para lograr un mejor trato: a igual trabajo, igual salario; mismos derechos, mismas obligaciones. To- davía falta una mayor equidad entre los géneros.

Y la mujer se lanzó a conquistar la calle, a librar mil obstáculos. Se cortó el cabello, estudió y dejó de ser: un hermoso animal de cabellos largos e ideas cortas. Mi abuela decía:

Las mujeres en la refriega paríamos a campo abierto. Fueron hijos del fuego y de la tierra, pero también de la 36 María Elena Solórzano

Niña con muñeca. Tarjeta postal de 1926.

libertad. Después de la esclavitud en Valle Nacional, nunca antes me había sentido tan libre. Allá paríamos entre los surcos y a las pocas horas, a trabajar otra vez como bestias; el niño cargado por la espalda en el rebo- zo (la cuna del pobre). Mujeres y hombres dormían en jacalones y no sabía una quién era el padre de la criatu- ra. Estabas sola con tu niño, haciendo jornadas de sol a sol, prematuramente madre, prematuramente envejeci- da, sin vislumbrar solución: ese era tu destino, y lo acep- tabas resignada. Después, junto al rebozo iban las cananas; junto a la leche de los pechos, las balas; el niño cobijado con el Clavería Centenaria 37

rebozo, y tú luchando por la libertad, por un pedazo de tierra, por una vida mejor para tus hijos, por el mañana, por el nuevo mexicano que no acaba de nacer. Dios dis- puso que me salvara, pues cuando nació mi´jo me pasa- ron a la cocina. Una vez llegó el ama, le gustó cómo ha- cía el guiso y por eso me dejaron allí, porque si no, quién sabe, me hubiera muerto junto con mi criatura. Cuando vino la bola todos nos fuimos a echar balazos.

Ese mágico rebozo está allí, para acordarme siempre de la mujer revolucionaria, de mi abuela la soldadera.

Para amarte yo vivo. Tarjeta postal de 1942. LA CASA DEL CLAVERO

Significado de la palabra clavería Según el Diccionario enciclopédico UTEHA, Unión Ti- pográfica Editorial Hispanoamericana, México 1953. Tomo III pág. 210. Clavería: Dignidad de clavero en las órdenes militares. En México, oficina que en las catedrales se entiende con la recaudación y distribución de las rentas del cabildo. Clavero, llavero, persona que tiene a su cargo la cus- todia de las llaves de una plaza, ciudad, iglesia, en algunas órdenes militares, caballero a cuyo cargo estaba la custodia y defensa de su principal castillo o convento. Clavero (de clave, llave) m. y f. Llavero, ra, persona que tiene a su cargo la custodia de las llaves de una plaza, ciudad, iglesia, etc. En algunas órdenes militares, caba- llero que tiene cierta dignidad, a cuyo cargo estaba la custodia y defensa de su principal castillo o convento. En México, en la catedral, cada uno de los dos capitulares que recibían de los jueces hacedores el producto de los diezmos y cuidaban del tesoro de la iglesia. En España el encargado de la llave de la caja de caudales de un regi- miento o batallón. En España es muy común el uso del sustantivo clavero, actualmente se aplica para designar a la persona que se ocupa del resguardo de una imagen y de los bienes de la

38 Clavería Centenaria 39 cofradía, es generalmente un cargo de honor, al que aspiran las gentes más ilustres de la agrupación o pueblo. Clavería es la residencia del clavero, o el lugar donde se reúnen o se localizan los claveros. También es el lugar donde se guardan las llaves o los bienes.

En España la palabra clavero es muy usada para designar a la persona o personas que se harán cargo de una con- gregación: sus fondos, sus bienes, sus festejos, etc. Es equivalente a lo que entendemos en México como ma- yordomía, nombramiento honorario de un individuo que se encarga de los mismos menesteres que el clavero.

Palacio de clavería En España, el Palacio de Clavería, del siglo XVI, desde el punto de vista histórico-artístico, es uno de los monu- mentos más importantes de la orden de Calatrava. La villa de Aldea del Rey fue residencia de los frailes de la Orden de Calatrava, moradores del Convento de Calatrava hasta 1217, y separada por Felipe II de la Mesa Maestral dándole la Dignidad de Clavería. Su función era la guarda del Convento, cuando residían en ellos Maestres y los Caballeros, de ahí el oficio de clavero. Por este motivo se construyó una casa encomienda conocida con el nombre de Palacio del Norte o Palacio de la Clavería, donde vivió el Cardenal Infante.

El Palacio de Clavería, era el lugar de residencia del Cla- vero, cuarta dignidad de la Orden de Calatrava después del Comendador Mayor de Aragón; de aquí el nombre con que se conoce el monumento. Se construyó en Al- dea del Rey porque las dignidades de la Orden, como la del Clavero, residían normalmente en los lugares cuyos beneficios usufructuaban por ser inherentes a su cargo. 40 María Elena Solórzano

Niño con juguete Tarjeta postal de 1921.

El Clavero, como su nombre indica, tenía a su cargo la custodia de las llaves; era responsable de guardar y de- fender el castillo y convento mayor de la Orden, Calatra- va la Nueva.

…La residencia del Clavero se encontraba en Aldea del Rey. Junto a ella existía una huerta, la “de palacio”, y varias tierras de pan llamadas “de las Huelgas” o “de las fuelgas” y cuya explotación se reservaba el Clavero. En Clavería Centenaria 41

Aldea del Rey, el Clavero tenía una serie muy extensa de fuentes de ingreso, como los diezmos del pan y de las otras “semillas”; los diezmos del vino y de la fruta, y los de pollos, lechones, ansarones, corderos, queso y lana; las rentas correspondientes a los derechos sobre los ras- trojos; la veintena de las compraventas; las peñas y caloñas; los “moros horros de peones”, otro rescate de prestaciones personales que recaía, en este caso, sobre la población musulmana y la renta llamada “del mes del vino”. La Clavería compartía con el Priorato del Con- vento el señorío de la villa de Aldea del Rey. Incluida en el inventario de bienes de 1563 se encon- traba una relación de esclavos, algunos de ellos, con sus respectivas familias, en la residencia del Clavero. También correspondía a la Clavería el derecho de la pesca del Jabalón hasta el término de sus dehesas, y los pontazgos de ganado serrano en dicho río, así como los diezmos del vino de Miguelturra, la montaracia de los lugares de la Orden de Sierra Morena y los Diezmos de frutas y hortalizas de los mismos lugares. Por Decreto 17/1992, de 19 de febrero (D.O.C.M. del 4 de marzo de 1992), se declara bien de interés cultural, con la categoría de monumento el inmueble correspon- diente al Palacio de la Clavería. LA HACIENDA DE CLAVERÍA

San Antonio Clavería Perteneció a Tacuba, en esta hacienda se cultivó maíz, trigo, frijol, cebada y se criaba excelente ganado vacuno, pues Azcapotzalco era un importante centro lechero. La finca donde ahora se ubica el IPADE es del siglo XVII, se conserva en buen estado y actualmente es una escuela para altos ejecutivos. Se tienen noticias que el primer dueño fue don Juan Antonio Clavería Villarreales, antes de venir a México fue tesorero de la Real Hacienda de la Nueva España en 1701. Actualmente sólo se conserva el casco con sus puertas de madera con talla de la época colonial. Los escudos que ostenta no son del apellido Clavería sino son los escudos de la familia Bustamante que fue la que conservó durante más tiempo la propiedad. En el oratorio hay un pequeño altar de estilo barroco dedicado a San Antonio de Padua, patrono de la hacienda. Había una huerta muy extensa, una de las entradas se encontraba donde hoy está un restaurante entre Cuitlá- huac y Heliópolis. Contaba con caballerizas, un patio amplio en el que lucían los portales, corrales para aves y ganado vacuno, bodegas y viviendas para la servidumbre.

42 Clavería Centenaria 43

La hacienda la heredan Juan, Sebastián y Silvestre que la venden al capitán Francisco Marcelo, cuando pasa a Don Juan Domingo de Bustamante se le llama Palacio de los Bustamante. En el siglo XVIII la familia Bustamante vende Clavería, San Antonio, Cahualtongo y la Noria. Durante la Guerra de la Independencia, de 1820 a 1821 el general de la Concha con su ejército realista se instala en la Hacienda de San Antonio Clavería y de ahí partían para sus batallas y escaramuzas. (Una de ellas se libra en donde ahora cruzan las calles de Heraldo y Av. Azcapotzalco). Los Condes de la Cortina venden a Condes de Selva- nevada y en 1869 la adquiere el Marquesado de Morantes. La familia Manterola Echave fracciona los ranchos: San Lucas, Las Moreras, La Puerta Azul y San Álvaro. En 1907 se fraccionan los terrenos de la hacienda de Clavería para formar la colonia Ampliación del Impar-

Este desolado aspecto tenía el interior de la Ex Hacienda Clavería. Foto de 1945. 44 María Elena Solórzano

Escudo de la familia Bustamante en la entrada a la Hacienda de Clavería.

Entrada principal de la Hacienda Clavería en un grabado de Ducoing, nótese la calle empedrada y como transitaban por allí burros y caballos, ahora una barda se levanta varios metros antes de lo que fue el acceso. Ahora la calle se llama Benito Juárez. Clavería Centenaria 45 cial y que más tarde, en 1924, tomará el nombre de la hacienda Clavería. En 1960 se restaura el casco para establecer el IPADE. Datos históricos proporcionados por el Arqueólogo José Antonio Urdapilleta Pérez, 2008. IPADE

Instituto panamericano de alta dirección de empresas El Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empre- sas (IPADE) se funda en 1967 en el casco de la antigua Hacienda de San Antonio Clavería, México, D.F., es una institución privada, escuela de negocios de la Universi- dad Panamericana, fue fundada por un grupo de empre- sarios mexicanos. Cerca de 20 000 egresados, tanto de compañías mexi- canas como extranjeras, han pasado por las aulas del IPADE. Su objetivo es sobre todo formar líderes empre- sariales. Su cuerpo docente está formado por un selecto grupo de profesores de México, docentes invitados de otras escuelas de negocios de América latina y Europa. Su filosofía tiende a definir con puntualidad las obli- gaciones y desempeños de un hombre de negocios. El IPADE tiene una estrecha relación con el catolicismo y con el Opus Dei. El IPADE basa su aprendizaje principalmente en el uso de casos empíricos en el ámbito del liderazgo. Los cursos son impartidos en distintos puntos de la geografía del país: México, Monterrey, Guadalajara, Aguascalien- tes, Tijuana, Chihuahua, Ciudad Juárez, Hermosillo y San Luis Potosí.

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Desde su fundación, el IPADE ha promovido el diálogo internacional, involucrando en esta tarea a varias de las más prestigiadas escuelas de negocios: IESE Business School, University of Navarra en Barcelona, España, y Harvard Business School de los Estados Unidos. El IPADE además ha contribuido de manera decisiva a la puesta en marcha y funcionamiento de escuelas de negocios homólogas en Latinoamérica (Guatemala, Ecuador, Colombia, Argentina y Perú) e incluso en Europa (Sevilla, España). Entre sus principales objetivos se encuentran: la pro- fesionalización del quehacer directivo en México, inte- gración del aprendizaje en una cultura internacional de las empresas, la promoción del sentido de responsabili- dad social del empresario y de una visión ética en el ámbito de la vida familiar y personal. El IPADE5 cuenta con un Centro de Investigación para la Mujer en la Alta Dirección, dirigido a empresarias y directivas.

5 Datos tomados de la página web del IPADE. AMPLIACIÓN DEL IMPARCIAL

Folleto de ventas En el año de 1907 el periódico El Imparcial promueve la formación de la colonia Ampliación del Imparcial, que contaba las condiciones con higiene y comodidad para gente de clase media. Se eligió la municipalidad de Azca- potzalco, tanto por reunir excelentes condiciones higié- nicas como por encontrarse muy cerca de la ciudad de México, pues a principios de siglo la ciudad estaba lejos de otros poblados. Además recibe el aire puro de las montañas y no el aire viciado del centro como acontece con otros lugares menos sanos. El agua es muy pura. El paisaje pintoresco y hermoso desde la calzada Tacuba- Azcapotzalco. Por todos los motivos expuestos resulta un excelente lugar para vivir.

Portada del folleto6

COLONIA DE “EL IMPARCIAL” Y SU AMPLIACIÓN

Gerente Ing. P. García Galán

6 Documento proporcionado por el arqueólogo José Antonio Urdapilleta Pérez. 48 Clavería Centenaria 49

Oficina: 2ª. De las Damas No. 4, 1er. Piso Talleres Topográficos y Fotográficos EL MUNDO ILUSTRADO 1907 Folleto con la propaganda sobre la Ampliación de la colonia El Imparcial, firmado por el Ing. P. García Galán, Gerente.

Niña con vestido de fiesta. Postal de 1927. 50 María Elena Solórzano

El señor Manterola y el licenciado Ángel Zimbrón dueños de los terrenos, dieron grandes facilidades a los compradores por medio de los bancos, pues el propósito no era especular con la tierra sino proporcionar casas unifamiliares funcionales y bellas. Después del éxito de la colonia El Imparcial, algunas personas solicitaron al señor Manterola los terrenos de la Ex hacienda Clavería y éste entregó los terrenos a la empresa constructora de la colonia El Imparcial para realizar la 2ª parte, con amplias calles de 20 m de ancho, con guarnición de piedra y adornadas con diferentes tipos de árboles. Se destinó un predio de 3 000 m. para jardín en el centro de la colonia. Los precios relativamente bajos permitieron que los lotes se vendieran rápidamente. Las condiciones para la compra de los predios fueron las siguientes: “—Dejar un pequeño jardín frente a la fachada. —10% de enganche del valor total del lote y el resto pagaderos a tres años, una vez firmado el contrato y cubierto el enganche el comprador tiene el derecho de tomar posesión de la propiedad. —El comprador puede adquirir uno o varios lotes. —El precio de los lotes según la ubicación dentro de la colonia será de $2.00 a $4.00 el metro cuadrado. —En las compras al contado se hará un descuento del 10%. —A las personas que adquieran lotes al contado se les dará un préstamo para que la compañía les construya su casa, pagaderos a diez años en abonos mensuales con réditos de banco. —La construcción la hace el interesado completa- mente a su gusto y solo tiene que sujetar el proyecto a la empresa para que sea del mismo estilo de las ya existen- Clavería Centenaria 51 tes. La constructora maneja el Sistema Garza, casas de cemento armado más resistentes que las que usan otros materiales. Para informes y ventas dirigirse a segunda calle de las Damas No. 4, 1er piso de 10:00 a 12:00. En la colonia en la casa de cemento armado, los domingos y días festivos de 9:00 a 12:00

Ubicación de la colonia Clavería La colonia Clavería se localiza al sur de la delegación, teniendo por límites: Al norte las calles de Heliópolis, Salónica y el Eje 3 Norte Calzada de Camarones. Al sur las calles de Abisinia, Egipto e Itaca Al oeste la Avenida Azcapotzalco Al oriente Eje Tres Norte Avenida Cuitláhuac. 52 María Elena Solórzano

Mapa donde aparece la delimitación de la colonia

Plano de la demarcación de Azcapotzalco (Sep. del 2000) Arquitecto José Gustavo Manrique Zermeño. ALGUNAS CALLES

Moreras Cuenta la vecina de más años que habita en la calle de Moreras que recibió ese nombre porque aquí abunda- ban los árboles llamados moreras. Árboles muy especia- les en los que se anidaban los gusanos de seda, las orugas destilan una baba que son los hilos de seda con los que construyen sus capullos, más tarde son utilizados para fabricar la seda natural con la que se construyen prendas finas y muy caras pues se necesitan muchos capullos para fabricar una tela. La avenida Atzcapotzalco fue el trazo original del camino Tacuba-Azcapotzalco. La colonia El Imparcial se puede decir que empezaba en la calle de Primavera hasta la Calle de la Rosa. Siendo el dueño de la parte Poniente de Av. Azcapotzalco el señor Ángel Zimbrón (Secretario de don Porfirio Díaz y también Secretario de Comunica- ciones). Gente prominente como los Reyes Espíndola, Díaz Dufoo, los Maza de origen español y que eran dueños de Molinos-Silos, los muchachos Domínguez, el señor Juan Z. Domínguez accionista de Líneas de Camiones Azca- potzalco, Tlalnepantla y anexas. En la Av. Azcapotzalco todavía se encuentran algunos afrancesados palacetes de principios del siglo XX y que formaron la colonia El Imparcial. 53 54 María Elena Solórzano

A principios del siglo XX todo lo que venía de París estaba de moda, los que se preciaban de tener alguna distinción seguían los dictados de la Francia, tanto en las costumbres, en el vestir, como en la construcción y menaje de las casas. Don Porfirio Díaz gustaba de pernoctar en una casa de la Avenida Azcapotzalco, (dicen donde hoy se en- cuentra la preparatoria Azcapotzalco).

Parada Clavería La famosa Parada Clavería (avenida Azcapotzalco esqui- na con avenida Clavería; actualmente en esa esquina se ubica la pastelería “El Globo”), fue construida y diseña- da por el entonces incipiente Ingeniero Civil Jerónimo Domínguez Flores, sobrino del accionista de la Línea de Camiones, don Juan Z. Domínguez que, a petición de los camioneros de la Línea Azcapotzalco, Tlalnepantla y anexas, fue construida y donada por don Juan por los años treinta del siglo pasado. En los años sesenta choca un camión y destruye la tradicional parada. Datos proporcionados por los hijos del Ing. Jerónimo Domínguez, a través de doña Guadalupe Domínguez.

Nilo huelas Así se referían a la calle de Nilo debido a los gases y ma- los olores que despedían las coladeras desde la avenida Azcapotzalco hasta la avenida Cuitláhuac, fuimos testi- gos cuando volaron las cubiertas de las coladeras debido a la acumulación de gases que al buscar salida empuja- ban con furia las tapas y volaban por los aires como dis- paradas por un potente cañón, afortunadamente nunca hubo heridos. En el año de 1961 se produjo una gran Clavería Centenaria 55

Parada Clavería. Dibujo del maestro José González. explosión en la Refinería 18 de marzo, fueron muchos los muertos y toda la colonia estuvo en peligro de volar por los aires, se escuchaban las sirenas y las campanas de las iglesias tocar para alertar a todos, se pensaba en eva- cuar a los vecinos, afortunadamente fue controlado el incendio y no llegó a mayores. En la esquina con Novedades se encuentra la farmacia San José, una de las más antiguas de este rumbo y el sitio de taxis, la calle de Nilo divide al Parque de los Vagos en dos partes. En la esquina con Texcoco se ubica el Acalli Club la única escuela de natación que existe en la 56 María Elena Solórzano

Novios. Tarjeta postal de 1921. colonia, donde han aprendido a nadar muchas genera- ciones de claveros.

Corazón de roca En la miscelánea de la calle de Cairo se escucha por la radio la canción “Corazón de Roca”; esa música crea un Clavería Centenaria 57

Grandes amigas. Tarjeta postal 1926. ambiente cursilón, sobre todo para los que llevan diez o doce “cheves” entre pecho y espalda. Las jovencitas que por necesidad tienen que comprar algo, soportan los pi- ropos de jóvenes y cincuentones. —Señor, no le cobre a la señorita, yo pagó. —No, yo traigo pa’ pagar. —Faltaba más, estando aquí “tu servilleta”. —Bueno... Si usted quiere. —Además pida un chocolate...Oiga chula ¿cómo se llama? 58 María Elena Solórzano

—Mi nombre de pila es Juvencia y de cariño me dicen Juve. —Me permite acompañarla. —P’os, no sé... Juvencia es sirvienta, veinte años y dos hijos que le habían hecho “tenorios de bicicleta”. Agraciada, de carácter alegre y muy trabajadora. Su vida había transcu- rrido entre penalidades y desgracias que ella atribuía a su mala suerte. Casimiro era un hombre de mediana edad, cincuenta y cinco años; obrero especializado, viudo, con los hijos ya casados, gozaba de cierta holgura económica, vivía solo y siempre andaba en busca de romances. —¿Aquí trabajas reinita? —Sí. Gracias por el chocolate. —De nada. ¿Nos veremos otra vez? —A mi patrona no le gusta que salga. —No necesitamos vernos a diario. El sábado, el día de tu descanso, vamos al cine, a cenar... —Así sí. —Bueno Juve, nos vemos el sábado, vengo por ti. Ya estaba el hombre puestísimo, esperando en la esquina más próxima. Ese día Juvencia se emperifolló tanto que nada más faltaba colgarle el molcajete. —Buenas tardes, muñeca, ¡estás realmente despampa- nante! —Buenas, Casimiro. —Tengo un regalo para ti, un cassete con la canción “Corazón de Roca”. —¿Le gusta esa canción? —Claro que sí, no te acuerdas que la tocaban ese día... en la tienda. Tú tienes el corazón así, de roca... de roca... no comprendes mis penas. Clavería Centenaria 59

—Señor... no diga eso. Gracias por el cassete, pero no tengo grabadora, a ver si me dan permiso de tocarlo. —No me hables de usted, para ti soy Casimiro. —No quiero ser igualada con una persona de respeto. —¡Qué respeto ni qué respeto! de corazón soy más joven que tú. —Es que me da pena. —Ya, ya, que sea menos... —Bueno...está bien... —Tengo un programa a todo dar...Primero vamos a comer unos tacos a una fonda y después al cine... Pasan una película de Chente, me gusta mucho como canta ¿y a ti? —Me cuadra, me sé casi todas sus canciones. Comieron en una fondita y después se encaminaron al cine. —Mi amor, ¿qué quieres? Un helado, palomitas, refresco, tú nomás pide. —Un refresco y unas palomitas, por favor. Juvencia se sentía consentida como una reina. Dentro del cine, el otoñal tenorio posó el brazo sobre los hombros de la mujer mientras pensaba: —Taruga, se cree muy merecedora, si no fuera porque ando “urgido de vieja” me buscaba una mejor, pero ni modo, “a falta de pan, buenas son tortillas”. Trabajo fácil, dos semanas... unas chacharitas y ya “estufas”. Viéndolo bien no está tan mal. —No te mandes, apenas hace ocho días que nos cono- cemos. —Pa´ mí hace una eternidad...déjame...comprénde- me... “Corazón de Roca” —Po´s...sí entiendo...pero...es muy pronto... —Tienes unos encantos... —Ya, quieto... 60 María Elena Solórzano

—Estos eran los pensamientos de Juvencia: —Desgraciado, qué rápido vas; te voy a sacar muchas cosas por estos favorcitos, él cree que me trae muerta. Lo veo picadazo, puede que hasta me pida casorio. Un viejo solo, busca quien le guise los frijoles. —A la siguiente cita llegó con una grabadora de segunda mano —¡Corazón de Roca mira lo que te traje! —¿Es pa´ mí? —Claro, mi reinita, pa´ ¿quién más? —¡Híjole, te volaste la barda! —Yo cuando quiero a una mujer no ando con tacañe- rías. —Gracias...pero un regalo así... yo no puedo darte nada. —¿Y quién te está pidiendo algo? —¡Qué bueno eres! —Oye “Corazón de Roca”. —¿Por qué me dices así? —Porque estoy seguro, que me vas a negar lo que te voy a pedir... —¡Cómo eres adelantado! —Primero vamos a la feria para comprarte todo lo que tú quieras. —¿De veras Casimiro? —¡Claro, para eso tienes hombre! —Juve... vamos a un lugarcito privado...discreto...¿si? —No sé... —Yo sí sé, tú quieres lo mismo, a poco ¿no? —Juvencia pensaba: —A este viejito me lo amarro. Llegó al Registro Civil con una niña en brazos, recién nacida. —Su nombre y lugar de nacimiento, señora. Clavería Centenaria 61

—Juvencia García Pérez. Nací en San Felipe de los Plátanos, Estado de México. —Nombre de la niña. —Jaqueline García. —Nombre del padre. —No tiene. —¿Cómo que no tiene? —Po´s sí tiene, pero dice que la criatura no es de él. —Tiene que venir el padre para registrarla. —¿Y cómo lo traigo si no quiere? —Ese es su problema. ¿Por qué no la registro en el hospital donde se alivio? —Es que no me alivié en hospital sino en casa de doña Gertrudis, la partera. —¿Cómo sabemos que dices la verdad? —Traigo a la partera. —Ya dije: llena la solicitud de registro, el padre y dos testigos. Ella salió de la oficina de gobierno. A lo lejos se escu- chaba la canción “Corazón de Roca”, se detuvo unos momentos para escuchar mejor, una lágrima rodó por su mejilla, con el dorso de la mano la secó con rabia, apresuró el paso. Ahora sí, se le iba a hacer el corazón de roca —pensó. Muy de madrugada, una figura de mujer se acerca si- gilosamente a una de tantas iglesias de la ciudad y deposita justo en la puerta una caja de cartón, mira para todos lados y se retira apresuradamente. Es domingo, el sacristán abre las puertas de la parroquia, escucha un llanto, ¿de dónde viene? Se acerca a la caja, la abre y con sorpresa exclama: ¡Aquí hay una criatura recién nacida. 62 María Elena Solórzano

Egipto Esta calle se dividía por un camellón que estaba sembra- do de palmeras, comienza en el IPADE y termina en la avenida Cuitláhuac, tiene varios comercios en el tramo de Texcoco a Cuitláhuac. REFINERÍA 18 DE MARZO

La Gente la Nombró: “Refinería Azcapotzalco” El antecedente de la Refinería 18 de marzo lo tenemos en la Mexican Eagle Petroleum Company, que ocupaba parte de los terrenos del rancho de la Naranja. Tiempo después se construyó la nueva refinería, que se inaugura el año de 1946 en los terrenos del rancho El Oro y en el rancho de la Naranja. La presencia y cercanía de la refi-

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En el año de 1931 se inició la construcción de las instalaciones de la Refinería 18 de marzo Fotos cortesía de doña Martha Díaz. nería influyó en el desarrollo socioeconómico de la colo- nia Clavería, pues muy cerca en el lado poniente se abrieron restaurantes, fondas, tiendas y otros comercios para atender la demanda de los trabajadores. Los oleo- ductos recorrían varias calles, sobre todo la calle de Nilo, toda la zona olía a los gases que se despedían durante los procesos de refinación. Las pipas que transportaban die- sel, aceite o petróleo al pasar hacían estremecer las ca- sas, nosotros nos acostumbramos a esos retumbes del suelo y a los olores, pero cuando llegaba de visita gente de otros rumbos de la ciudad, de inmediato notaba el movimiento del suelo cuando pasaban los vehículos y el olor desagradable. Estábamos sobre una bomba, pasamos verdaderos sustos, por ejemplo en 1961 hubo una explosión muy fuerte y el fuego amenazaba extenderse y alcanzar los tanques de almacenamiento, eran unas llamas tan Clavería Centenaria 65 grandes que se alcanzaban a ver desde el edificio delega- cional. Mucha gente tomó sus papeles y pertenencias más in- dispensables y huyó en carros particulares, otros nos pusimos a rezar pidiendo a Dios que controlaran el fuego, pues de otra manera volaríamos por los aires como muñecos de cartón. Afortunadamente podemos contarlo. Toda nuestra niñez la vivimos paralelamente a la refi- nería: el silbato de las seis nos despertaba para preparar- nos para nuestras labores cotidianas, El de las dos la comida, el de las diez el fin de la jornada. Temíamos escuchar la sirena pues nos indicaba que algo malo sucedía, si no volvía a tocar, el peligro había pasado. También sufríamos las épocas de elecciones sindicales, había enfrentamientos entre los diferentes grupos y a veces nutridas balaceras. En el año de 1970 la refinería pasa a la delegación Miguel Hidalgo, según explicaron: Una parte está en terrenos de la Miguel Hidalgo y otra parte en Azcapot- zalco, por cuestiones administrativas no puede estar dividida. Así que la Refinería Azcapotzalco pasó a ubicarse totalmente en la delegación Miguel Hidalgo. Ahora ya solo nos queda el recuerdo, en 1997 se clausura, paulatinamente las actividades cotidianas desa- parecen, destruyen las hermosas casas que conformaron la colonia de los ingenieros, quedan enterrados kilóme- tros de tubos, la explicación que dieron fue que las insta- laciones eran viejas y obsoletas y que salía más caro repa- rarlas que hacer una nueva refinería. Y… dirás que es absurdo, pero la extraño. DEL TRANVÍA DE MULITAS AL METROPOLITANO

La calle de La Posta En el año de 1900 la Calle de Morelos no tenía empedra- do, sólo tierra aplanada, antiguamente la llamaban de La Posta, antes de que existieran los tranvías eléctricos, allí llegaban los trenes de mulitas para cambiar los ani- males por otros más frescos. Después del recorrido que hacían, las bestias llegaban cansadas, con la lengua de fuera y echando espuma por el hocico, eran sustituidas por otras más descansadas.

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Esos tranvías eran muy pintorescos y pertenecían a una compañía inglesa que más tarde adquirió el licenciado Uruchurtu.

Los tranvías de mulitas dejaron de circular en 1930 Los pasajeros que utilizaban este vehículo era de la clase popular, se transportaban productos agrícolas. La pri- mera parada era frente a la iglesia. Las señoras con sus faldas largas hasta el tobillo, los adolescentes espiaban que se alzaran un poquito las faldas para verles el tobillo, las mujeres cubrían la cabeza con el imprescindible re- bozo, los señores (sobre todo si eran de ascendencia indígena), vestían camisa, calzón de manta y ceñidor donde anudaban el dinero; algunos traían un cinturón hueco que le nombraban víbora, ahí en el cinturón es- condían las monedas de oro y plata (el dólar estaba dos por uno), así es que para robarlos los tenían que matar. Mucha gente iba o venía a comprar mercancía; el pasaje costaba cinco centavos a Tacuba y diez centavos al centro. Recorría la avenida Azcapotzalco, subía y bajaba pasaje en la parada Clavería, calle Nilo y Heliópolis. En 1905, aproximadamente, una compañía inglesa presenta al general Porfirio Díaz un proyecto para cons- truir un ferrocarril subterráneo, proyecto que no se con- solidó. En 1907 los tranvías eléctricos vinieron a agilizar el transporte. Partían de un costado del jardín Hidalgo hacia el centro de la ciudad de México y el retorno lo realizaban por la calle de Centenario, por lo que fue ne- cesario derribar gran cantidad de árboles para despejar todo ese tramo que ahora conforma esta avenida. 68 María Elena Solórzano

La Posta y sus alrededores cambiaron tanto que parecía otro lugar. La calle de Jerusalén era un vergel, había peras, manzanas y otros árboles frutales, un ojo de agua, los niños atrapaban acociles para asarlos, todo des- apareció para guardar los tranvías.

Boda de Guadalupe y Severiano. La foto data de 1911. Clavería Centenaria 69

El Metropolitano En el año de 1969 se inaugura oficialmente el tren sub- terráneo que la gente bautiza como “Metro”, pues Me- tropolitano es muy largo. Por aquí se comentó acerca del suceso:

Parece que bajas al centro de la tierra. Se siente mucho calor porque la gente está más cerca del infierno. Las horas pico son las preferidas por solteras y viuditas. Sin quitarte los zapatos te quitan los calcetines. Falta el aire y algunas señoras se desmayan. Que las menopaúsicas no aguantan el sofocón y salen despavoridas. Le pedía a mi sobrino nieto: Hijito quiero conocer el “Metro” y siempre me respondía: “No Tita, tú ya no estás para esos trotes”. Un día me armé de valor, tomé una “combi” y me bajé en la estación Popotla. Toda emocionada traspuse la entrada, fui bajando las escaleras de mármol. ¡Qué limpio! ¡Qué apantallador! Me sentí en otro mundo, en un cuento de ciencia ficción. Cuando llegué al andén ¡guau!, un túnel tan largo que se perdía en la oscuridad, no se veía el fin. La gente tímidamente se acercaba a la línea amarilla. Teníamos el temor de que si nos acercá- bamos demasiado podíamos crepitar como chinanpinas. Allá, a lo lejos venía el tren de color naranja, instinti- vamente extendí el brazo para hacerle la parada, un joven en tono burlón me dice: “Este tren para solito”. El convoy se detuvo exactamente en al andén, se abrieron las puertas, entré en un vagón, me senté, no sentí nada, las señoras decían: “Que les faltaba el aire, que les subía la presión”. Puras figuraciones, lo único 70 María Elena Solórzano que sentí fue una gran emoción, pues a mis setenta años estaba por gozar de un viaje inolvidable. Arrancó, en diez minutos, en una exhalación llegué a mi destino. ¡Ula, ula, ula! Este es un tren que vuela.

Los tranvías y los camiones Olga Pareyón cuenta que en los años cincuenta el tran- vía pasaba por toda la Av. Azcapotzalco y después tomaba la Av. México-Tacuba, Popotla, San Cosme hasta el Zóca- lo. Después cambió de ruta, partía de Azcapotzalco, en- traba por Nilo, daba vuelta sobre Floresta y continuaba su recorrido por la calle de Grecia hasta Franklin para entroncar con Juárez y pasar a Mar Egeo, hasta Nextitla, Los Gallos, Agua Prieta y continuar su camino por Santa María la Ribera. Ese tren no corría, esperaba a que uno se bajara, tenía sus paradas, no se detenía a cada rato como ahora lo hacen “las peseras”. Costaba diez centavos el camión y el tranvía veinticin- co centavos. Se usaban unas planillas, con las que se aho- rraban algunos centavos. Yo todavía me encontré unas planillas de aquella época. Olga Pareyón nos dice: “Me mandaban en el tren hasta el centro, a la panadería La Vasconia”. A mí me tocaron los tranvías para todo, para ir a la preparatoria, y después estudié en el Palacio de Minería. Nosotros fuimos la última generación. Había una línea de camiones que tenían su terminal exactamente frente al Palacio de Minería, iban desde Clavería, los llamaban los “correo”. En aquel entonces había camiones de “primera” y de “segunda”, como el Jamaica, la Merced y anexas. En ésos me iba a la Escuela de Educación Física que estaba en la delegación Venus- tiano Carranza, la terminal era en Carretones. Los de Clavería Centenaria 71 segunda traían cobrador que pasaba a pedir el costo del viaje a cada uno de los pasajeros y daba un boletito. Los de “primera” ya tenían su caja para depositar el pasaje. Nosotras hacíamos trampa, juntábamos mucha mo- rralla para que se escuchara mucho ruido y depositába- mos menos, pero eso era cuando éramos estudiantes. Nos reuníamos una compañera y yo, ella vivía en Nextenco, yo lo tomaba en Nilo, otro compañero en la colonia Roma y de regreso le dábamos todo el dinero a él, pero no iba completo aunque hacía mucho ruido. En la tarde tomábamos clase en una primaria por el cine México, a la salida se nos ocurrió ir a comer churros y nos íbamos caminando hasta San Juan de Letrán. La línea San Rafael-Artes-Asturias circulaba por Allende, daban la vuelta al Parque de la China y conti- nuaban su recorrido por la Obrero Popular. Otro era el Circuito Hospitales, entraba por avenida Azcapotzalco, daba vuelta en Clavería hasta Allende y continuaba por Norte 83 en la colonia Electricistas. Había otros camiones que les decían “Los posterga- dos” Pasaban por Tacuba, después seguían por la avenida Azcapotzalco, por la parada Clavería, eran color café. Les decían “Los postergados”, porque tuvieron un problema sindical y los hicieron a un lado y se les quedó “Los postergados”. También circulaba el “Circuito colonias” y unos que iban hasta Pantitlán, eran de color gris, nos llevaban hasta los balnearios como: El Bahía, El Costa Verde, El Olimpia, Agua Azul… Había muchas líneas de camiones. Esta zona se ha ca- racterizado por su buena comunicación. 72 María Elena Solórzano

Jamaica, La Merced, Azcapotzalco y anexas Subirse a uno de estos camiones era como hacer peni- tencia para el perdón de todos tus pecados, les llamaban “los guajoloteros” porque venía mucha gente del merca- do de Jamaica o del mercado de la Merced con costales de elotes o de verduras, con pollos y hasta con guajolo- tes. Iba uno entre la bola y de pronto se le paraba en la cabeza un pollo o una gallina, cua-cua-ra-cua-cua, cua- cuara-cua-cua, se armaba gran alboroto, la gallina hacía equilibrios sobre las testas de los pasajeros, aleteaba, pa- saba al hombro, otra vez a la cabeza, total un relajo, se abría paso entre el pasaje el dueño del pollo o del guajo- lote y lo rescataba, y ya sabes los insultos le llovían: órale güey cuida tus pinches pollos... Siempre repleto y así seguía pues casi todo el pasaje venía para Azcapotzalco, a poco se iban a bajar los mar- chantes en la colonia Anzures, no hombre, ni cuándo, ellos se apeaban hasta acá a poner sus puestos pa´ la raza. Teníamos una amiga muy bien dotada anatómicamen- te, ella vivía por la Merced y no había otro transporte que le acomodara para llegar hasta aquí, cuando tenía que reunirse con nosotras, las de este rumbo, para estudiar o realizar algún trabajo. Nos contaba todo lo que le sucedía en esos grasientos camiones. No le gustaba usar sostén, tenía un busto muy bonito. Pues resulta que una vez entre los apretones se le abrió la blusa, quedó en medio de varios hombres, le dieron una manoseada... Carmela repartía golpes y arañazos, pero no se libró, bajó llorando de coraje y desde ese día usó el sostén. En otra ocasión regresaba a su casa como a las nueve de la noche, a esas horas iba más despejado el camión y ¡lotería! Encontró al fondo un lugar para sentarse, muy Clavería Centenaria 73

El nene se va a dormir. Postal de 1926. quitada de la pena se acomoda, al rato empezó a sentir unas patitas de araña que le caminaban por el tobillo. “Será un insecto”, se tocó las piernas y nada. Al rato otra vez unas patitas le subían “¡ay jijo esto ya está raro!” le dio temor... fuera un alacrán o algo así, se quedó muy quieta y empezaron a subir desde el tobillo hasta la rodilla, bajó la mano muy rápido y ¡zas, le pesca los dedotes al fulano que venía sentado junto a ella!, quedó tiesa de miedo, mejor bajó del camión casi en movimiento. Los borrachitos la seguían como las moscas a la miel, le hacíamos burla: “a ver cuándo te conocemos uno con zapatos”. Muy enojada, nos contestaba: “con las amigas que tengo para qué quiero enemigas”. LOS PARQUES

Parque de la China Contaban los abuelos que el parque de la China era un bosquecillo, en el fondo se encontraba una puerta que era la entrada a una hortaliza donde vendían toda clase de verduras y flores de diferentes géneros, las flores fue- ron adquiriendo fama, pues con el esmerado cultivo se lograron hermosas variedades, las señoras acudían a comprar amapolas, nadie se imaginaba que algunos años más tarde sería un delito cultivarlas y tenerlas en un flo- rero adornando la sala. Las amapolas eran hermosas, flores grandes con los estambres y el pistilo negros resaltando entre los sedosos pétalos rojos, rosas o blancos. Las semi- llas negras son las malignas, pero en aquel entonces has- ta las niñas jugaban con ellas sin sospechar su peligroso contenido. La hortaliza, dicen, pertenecía a una familia de japone- ses de apellido Matzumoto y que se dedicaban sobre todo a cultivar flores, de ahí que al bosquecillo se le empezó a llamar el parque de la China, años más tarde se puso de moda una canción que se llamaba “En el parque de la China” y todos los de por aquí la cantábamos pensando que el compositor se había inspirado en ese rinconcito de Clavería, pero solo fue una coincidencia. Alguien decía: el nombre se lo debía a una chinita que era esclava y la habían comprado y traído a este conti- 74 Clavería Centenaria 75

Parque de la China. Foto tomada en 2010. nente, esta versión no está comprobada. Cuando las sombras cómplices cubrían las frondas, los enamorados desgranaban promesas de amor, todas las bancas ocupadas por parejas que mutuamente se contaban las pestañas o se besaban furtivamente. ¿Dónde nos vemos? En el Parque de la China. A este parque llegaba Alfredo con su cajón de bolero a las 8:00, se venía caminando de su casa, al llegar daba una vuelta al parque, compraba un tamal, un vaso de atole, resolvía un crucigrama y después se instalaba para empezar a dar bola, las exiguas ganancias las guardaba en un botecito y a veces se lo robaban, así transcurrió su vida hasta los ochenta años, se enfermó de la vista y los vecinos se cooperaron y le mandaron a hacer unos lentes 76 María Elena Solórzano para que mejorara su visión. Cuando murió todos lo ex- trañaron pues se convirtió en parte imprescindible de la vida diaria. Por allí en la avenida Cuitláhuac había una fotografía que se incendió. Todos los señores del rumbo iban a recortarse el pelo con don Efrén, después se cambió a la calle de Egipto a seguir trasquilando ovejitas y recortando bigotes. Cerca del parque se encuentra uno de los comercios más antiguos de la colonia, la tintorería Alameda, abrió sus puertas en 1940. En otra de las esquinas se encuentra el expendio de nieves y paletas llamado “La Michoaca- na”, al principio lo atendió una señora que siempre andaba vestida de negro. Muy ricas las nieves y paletas. En los días calurosos está muy concurrido.

Jacaranda Esa tarde puso especial cuidado en su arreglo personal, se pondría el vestido azul, le sentaba muy bien, había adelgazado y se untaba a su cuerpo con naturalidad, un discreto escote permitía ver el nacimiento de sus senos de regular tamaño, blancos y firmes. Las arracadas de oro en los lóbulos de las orejas agregaban un toque de coquete- ría. No sabía de qué color eran sus ojos, pues cambiaban de tonalidad según fuera la prenda que vistiera: azul, ver- de o morada. Ahora procedía a maquillarse, en los sesen- ta se usaban sombras azules o verdes y sendas rayas que les daban a las pupilas una mayor profundidad. El peina- do sería un chongo tipo “calipso”. El espejo le devolvía la imagen de una mujer joven y bella. Medias de seda y unas zapatillas de medio tacón completaban el atuendo. Él la citó en el parque de la China a las seis de la tarde. La emoción era muy grande, era su primera cita de amor Clavería Centenaria 77

Niña con flores. Postal de 1927. y no sabía cómo comportarse. Llegó antes y fue necesa- rio dar una vuelta a la manzana para hacer tiempo, pues era mal visto que la señorita llegara primero. Volvió al parque y él ya estaba esperando. Hola, ¿hace mucho que llegaste? Le preguntó fingiendo indiferencia. No, hará cinco minutos, contesta el joven. Se sientan en una 78 María Elena Solórzano banca, platican, se miran, se toman de las manos. Por fin, él pregunta ¿qué pensaste? Ella responde: ¿acerca de…? ¿Quieres ser mi novia? La emoción le impide res- ponder. Le vuelve a preguntar ¿Quieres ser mi novia? Ella responde con un hilito de voz… Sí. Él la abraza y le dice: te voy a besar. La besa apasionadamente. Ella no sabe qué decir. Fue su primer beso y su primer novio. Después le canta al oído: “Te quiero por bonita y por tu pelo negro/ te quiero por tus ojos de jacaranda en flor/ te quiero de quererte desde la noche aquella/ que me hicieron tus labios conocer el amor”. Dicen, “la novia del estudiante rara vez es la esposa del profesionista” y así fue, un día se separaron, él fue a radicar a provincia para realizar su servicio social como médico, al principio las cartas llegaban una tras otra, después escasearon, un día llegó una muy especial en la que su novio le informa- ba que contraería matrimonio con una joven de la ciudad donde residía, tenía que cumplir como caballe- ro, que lo perdonara. Fue un terrible golpe para ella, lloró como jamás había llorado, pero el tiempo cicatrizó las heridas. Se enamoró de otro hombre, formalizaron su relación y al poco tiempo se casó. Ahora ya es abuela, pero cuando pasa por el parque de la China, recuerda su primera cita de amor. “Te quiero por bonita y por tu pelo negro/ te quiero por tus ojos de jacaranda en flor/ te quiero de quererte desde la noche aquella/ que me hicieron tus labios conocer el amor.”

El artesano de la luz La noticia sobre la muerte de Rufino Tamayo la recibió Clavería con honda pena, en una de las ceremonias luc- tuosas realizadas en el parque leí el siguiente texto: Clavería Centenaria 79

Muchacha con arpa. Tarjeta postal de 1927.

Tamayo, hacedor de mundos y de lunas, el rojo de tus sandías se apagó con el sepia, las buganvilias han cam- biado de tono, la luz del amarillo se la comió una torcaz, del verde jade de tus hojas se fue el sol, se consumió tu fuego. Pero... ha quedado tu universo mágico, a través del prisma de una lágrima se agigantará tu obra, ha queda- do tu esencia en la feria de colores que nos brindas en todos los grados del magenta, en la escala cromática del 80 María Elena Solórzano

verde-amate, en el azul cobalto de las campánulas silves- tres o en el violeta que escribe la palabra lejanía. Estás en el residuo de la tinta con aroma de albahaca o mejorana; en el color que huele a campo, a mazorca tierna, a te- quezquite, a los aires marinos de Oaxaca, a sur y a norte, a tehuana, a cántaro de barro negro-abismo. El cosmos atrapado entre las telas o murales rebela: la noche y sus estrellas, el alba y sus moribundos luceros, la ignición del hombre y su salto mortal hasta los soles. Todo está allí: los girasoles; el verde tierno que era espiga, el pincel trasmutó en bosque o en palmera. Por los cinco dedos de la mano se te escapó el alma converti-

Señor joven de la época. Foto de 1939. Clavería Centenaria 81

da en aceite nigromántico, en trazos verticales, en un horizonte con crepúsculo de cobre y cielo de cobalto; por tus cinco dedos escurrió todo el trópico, el sol cani- cular del istmo, las arenas doradas, el sabor del mar con- dimentó la piel de tus mujeres con los senos al aire y las caderas generosas, por tus dedos se trasminó tu vida. Como buen alquimista sigues mezclando lo blanco con lo negro, descomponiendo la luz en abanico, así en la tierra como en el cielo.

Parque de los vagos El nombre de este parque es Margarita Eustaquia Maza de Juárez, (el nombre le fue impuesto en el año de 1972, así lo indica la inscripción del pedestal), sin embargo, todo mundo lo conoce como Parque de los Vagos. ¿De dónde vino este nombre? Por los cuarenta todavía no existía la colonia Lotería Nacional, en su lugar había un llano, desde Nilo hasta Heraldo, un pequeño bosquecillo ponía su nota de verdor, muchos niños se reunían en ese descampado para jugar béisbol, sobre todo sábados, domingos y en las vacaciones escolares. Las risas y gritos infantiles infla- maban de vida y alegría esa parte norte de la colonia Clavería. Las señoras que habitaban cerca de allí decían cuando llegaban los beisbolistas: ¡Sagrado Corazón de Jesús, ahí vienen los vagos! Esos niños fueron y son hombres de bien, trabajadores honrados unos, ilustres profesionistas otros, todos abuelos, algunos ya recibie- ron el llamado de la tierra y descansan en paz. A ese parquecillo se le empezó a llamar el Parque de los Vagos y así lo conocemos todos los que vivimos por aquí. 82 María Elena Solórzano

El nombre del parque es Margarita Maza de Juárez.

Se deshoja la flor Ring, sonó el teléfono. Cerré el libro y puse el separador en el poema titulado: Se dehoja la flor. Tus pétalos tras- tocan en ceniza/ la savia ya no bulle por tu tallo/ el vino de la tierra ya no sustenta tus carpelos… —Hola, habla Mayra. —¿Qué Mayra? No te recuerdo, si me platicas un poco dónde nos conocimos. —Fuimos muy amigas, éramos adolescentes. Clavería Centenaria 83 Equipo de futbol Clavería. 84 María Elena Solórzano

—¡Qué milagro, me alegra escucharte! —A mí también. Cuéntame qué ha sido de tu vida. —Parece que nos quedamos en el capítulo de las nupcias. —Sí, pues nos casamos casi al mismo tiempo. —A mí me envolvió un torbellino de actividades: con los hijos, la casa, el trabajo, etcétera. —Nos podemos ver algún día, he regresado a vivir por estos rumbos. —Claro que sí. —Te parece el viernes a las cuatro de la tarde en el café que está frente al Parque de los Vagos. En el establecimiento solo había una persona, en una de las mesas estaba una septuagenaria, con la espalda encorvada, el pelo ralo y completamente blanco, me resistía a pensar que aquella mujer con el rostro surcado de arrugas era Mayra, la hermosa Mayra, la que yo recor- daba tenía una cara preciosa con unas mejillas colorea- das por el rubor de la juventud y los ojos de tigre en acecho; con el pelo castaño ensortijado y abundante, de senos que luchaban por escapar de la blusa. Esa mujer no era Mayra, era lo que quedaba de Mayra. Yo no tenía el pelo cano y pocas estrías cruzaban mi piel, pero estaba casi ciega y por la artritis caminaba con dificultad ayudándome con un bastón. La vi de lejos, tampoco me reconoció, la observé un rato y discretamente me retiré, no quería que me viera camino a la decrepitud, prefería que me recordara como me había conocido en mis años mozos, cuando le servía de alcahueta para que se entrevistara con el novio, cuando decíamos que íbamos a la biblioteca y nos íbamos a bailar al Salón Riviera, cuando atrancábamos la puerta de mi recámara y nos poníamos a ensayar todos los pasos de mambo habidos y por haber, cuando fumar estaba Clavería Centenaria 85 prohibido para “las niñas buenas” y veníamos a echar humo aquí en el Parque de los Vagos, cuando soñába- mos en un mundo nuevo y maravilloso…

Glorieta de Clavería Miles de veces hemos cruzado esta glorieta, ¿cuántos ni- ños se han tomado una foto aquí? Cientos, miles, todos tenemos una foto con este escenario. Recuerdo hace años, cuando las niñas íbamos a ofrecer flores a la iglesia, vestidas de blanco atravesábamos la glorieta para asistir al rosario, de lejos nos veíamos como avecillas a punto de levantar el vuelo con los tules agitados por la brisa vespertina. Los jóvenes escuchaban la misa bajo las palmeras, es- peraban impacientes a que las muchachas saliéramos de misa para cortejarnos.

Marisol y Marcela Gutierréz en la Glorieta de Clavería. Foto tomada en 1961. 86 María Elena Solórzano

Al salir de la iglesia mi abuelita nos compraba algodo- nes de azúcar y nos sentábamos a saborearlos en una de las bancas, veíamos desfilar a todos nuestros vecinos y los que nos conocían saludaban cordialmente. El Domingo de Ramos era especial, se vendían ramos de romero con palmas trabajadas primorosamente, com- prábamos uno de los grandes y una cruz. Para darle realce a esa hermosa ceremonia, al final el sacerdote bendecía todas las palmas. Cuando llegábamos a la casa poníamos una crucecita de palma en la puerta de entrada para protegernos de los malos espíritus y se ponía el ramo en un florero, cuando caía una tormenta se quemaba un trozo de palma bendita para que amainara la tormenta. El centro de la colonia es la Glorieta que guarda imágenes y recuerdos de una época que ya se fue.

Familia Gutiérrez. Foto tomada en 1961. Clavería Centenaria 87

Paseo a Chapultepec Chapultepec quiere decir en el cerro de los chapulines, el glifo que lo representa es un chapulín verde. Uno de los paseos preferidos era ir a Chapultepec. Gozar de la frescura de los árboles y visitar el zoológico, que ofrecía a chicos y grandes un muestrario de diferentes animales. Allí podíamos admirar: leones, tigres de bengala, enor- mes elefantes dándose un regaderazo con su larga trom- pa, altivas jirafas sostenidas en largas y delgadas patas que parecía se quebrarían en cuanto empezaran a cami- nar. Desde luego los que más se divertían eran los meno-

Domingo en Chapultepec. Foto de 1922. 88 María Elena Solórzano res les encantaba mirar a los changuitos haciendo gra- cias. Hacíamos fila para subir al tren que recorría todo el bosque. No podía faltar la visita al lago para ver los cisnes y los patos. Y los niños imaginaban que podían estar en- cantados por una hechicera y que solo en las noches ad- quirían forma humana y se convertían en príncipes que partían a todo galope en hermosos caballos. Los paseantes tenían hambre y había que buscar un lugar sombreado para comer las deliciosas tortas que había preparado mamá para la ocasión y beber con ansiedad el agua de jamaica que calmara la sed. El regreso se hacía largo y tedioso, cansados de tanto caminar deseábamos llegar a casa a reposar en la sala, mientras abuelita escuchaba la XEW, con su programa dominical patrocinado por la Sal de Uvas Picot. Burbuji- tas, burbujitas/ de la Sal de Uvas Picot/ Burbujitas, bur- bujitas para mala digestión/ burbujitas, burbujitas de la Sal de Uvas Picot. También escuchábamos “El grillito cantor” ¿Quién es el que anda ahí? Es Cri-cri, es Cri-cri… ¿Y quién es ese señor? El grillo cantor. HERMOSAS CASAS

Mi antigua casa Rosalba nos platica de la hermosa casa en la que vivió allá por los cincuenta, fue demolida tiempo después, se ubicaba en Egipto y Norte 81. Al transponer la entrada nos encontrábamos con un enorme jardín, en el que azaleas, cipreses y jacarandas esplendían con su verdor y hermosas flores. La construcción era de ladrillo rojo y los techos de concreto. Los pisos de duela barnizada, cálidos y fáciles de limpiar. Contaba con una chimenea adornada en la parte superior con unos iridiscentes vitrales emplomados. La chimenea continuaba a la recámara principal. Los dor- mitorios tenían armarios de cedro y se abrían y cerraban por medio de puertas corredizas. La estancia medía diez metros cuadrados y los muebles eran de fina madera adornados con bejuco. Al segundo piso se accedía por una escalera que remataba en abanico en la parte de abajo. La cocina tapizada de azulejo blanco con un filo color negro, el fregadero de peltre y muebles de lámina que tenían agarraderas de metal plateado, en esos muebles guardábamos los trastos, cucharones, coladeras y otros utensilios. La estufa de gas daba un aire de modernidad, pues apenas empezaba a usarse este combustible. 89 90 María Elena Solórzano

Casa con influencia europea de principios del siglo XX. Foto con cámara digital tomada en 2010.

Niña con canasta de flores. Tarjeta postal de 1932. Clavería Centenaria 91

El baño recubierto de azulejo verde claro con blanco, tina y lavabo de peltre, y regadera. Calentar el agua era un poco tardado, pues el calentador era de leña y la tubería de tubo galvanizado. El garage con unas columnas redondas, piso rojo y unas jardineras del mismo color. Este lugar guardaba un elegante Ford cincuenta y cuatro.

La casa de mi tía chelo Me gustaba ir de visita a la casa de mi tía Chelo, era de las primeras casas que se construyeron en la colonia. El te- rreno era de aproximadamente 500 metros cuadrados. En el frente una reja de hierro clausuraba la entrada, por la noche una gruesa cadena y un candado cerraban

Tipo de construcción de una casa de principios del siglo XX. 92 María Elena Solórzano el portón, durante el día solo se emparejaba la puerta para que no entraran los suspiros. Mi abuelito iba seguido a visitar a mi tía y a su esposo, de nombre Antonio. Después de trasponer la reja subíamos cinco escalones para llegar al corredor adornado con bellos macetones de barro tachonados con trozos de espejo, todos lucían frondosos helechos, las verdes pínulas se desbordaban en cascada dando un toque de frescura y alegría. Este pasillo permitía acceder a todas las habitaciones. Primero a mano derecha se encontraba la sala, los muebles eran de caoba con los respaldos de bejuco, (decían que eran de una fábrica que se llamaba La Malinche), la mesita de centro estaba cubierta por una carpeta blanca tejida a gancho, las paredes cubiertas con un papel tapiz de pequeñas flores y algunos retratos de familia. En las esquinas unas repisas en las que se colocaban adornos o algún florero de porcelana con flores de seda o naturales. En la pared principal la foto de la boda de los tíos; de niña me daba risa mirar a mi tía Chelo: muy seria, muy moderna con su vestido blanco tipo chemisse, corto (abajo de la rodilla), lo que permitía admirar sus lindas piernas, el velo acomodado de tal forma que parecía un gorro sobre la cabeza y alrededor una diadema de azahares, en el rostro resaltaban sus hermosos ojos de jade y hierbabuena, completaba el ajuar un gran ramo de azucenas blancas. El novio en pose de “perdonavi- das”, con el cabello relamido y un abundante bigote. Ahora me encantaría volver a contemplar esa preciosa foto en color sepia. Enseguida estaban las recámaras que según la costum- bre se comunicaban entre sí, grandes postigos las oscu- recían casi totalmente, durante el día se plegaban para permitir el paso de la luz y el aire oloroso a hierba y flor. Clavería Centenaria 93

El comedor de cedro con una vitrina que exhibía copas y vasos de todos los tamaños, las sillas tapizadas con terciopelo guinda. Seguía la cocina grande y cuadrada con una mesa larga para ocho comensales. Los alimentos se prepara- ban en una estufa de petróleo que llenaba de tizne y olor todo el recinto. Este era el lugar más cálido de toda la casa, donde se tomaba el café y se charlaba sobre los acontecimientos familiares. Todos los chamacos nos arracimábamos alrededor de la mesa cuando mi tía hacía buñuelos o preparaba el dulce de coco que era su espe- cialidad. Al fondo estaba el corral donde se criaban pollos y gallinas, muchas veces recogí los huevos todavía calienti- tos; además de las aves había conejos de varios colores, los grises eran hermosos, les decían “chinchillas” y vendían las pieles para hacer sacos y estolas. Antonio se dedicaba a la impresión de todo tipo de escritos: recibos, facturas, invitaciones, bolos, etc. El cuarto contiguo al corral fue ideal para instalar su taller, ahí guardaba sus herramientas de trabajo, una máquina para imprimir, una guillotina y otros enseres. Quedaba mucho desperdicio de papel, nosotros lo utilizábamos para dibujar, hacer pegotes o canicas. Siempre me fascinó el olor a tinta fresca. En una ocasión Chelo me regaló un conejito blanco precioso, llegué a casa muy feliz, tenía cinco años y para mí era un juguete, se me olvidó que era un ser vivo. Lo acostaba, el pobre animal iba, venía, subía, bajaba. ¡Lo vas a matar! Gritaba mi abuelita. No hice caso y seguí jugando con mi conejo como si fuera de trapo, de pronto ya no se movía, en efecto maté al animalito. Lloré des- consoladamente. Mi abuela apesadumbrada me dijo: Te dije que lo ibas a matar. “Tanto quiere el diablo a su hijo 94 María Elena Solórzano hasta que le saca un ojo”. Mi abuelo lo enterró bajo el chabacano para que sus frutos fueran más dulces.

Veinte años. Foto de 1961. PARROQUIA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN

Una iglesia moderna Primero se construyó un jacalón de madera a donde asis- tían los fieles. Después se edificó la capilla del Sagrado Corazón y, desde, luego fue insuficiente, en esa capilla bautizaron a mis hermanos, la iglesia de la Inmaculada se fue construyendo poco a poco con las aportaciones de todos los vecinos de la comunidad. En sus tiempos fue una construcción de vanguardia y preferida por muchas parejas para sus bodas. Mis hijas pertenecieron durante algún tiempo al coro, fue uno de los primeros que tocaron cantos sacros a ritmo de rock, las misas estaban siempre a reventar. A los jóvenes les encantaban. Un aire juvenil y desenfadado circulaba por la nave. La batería era buena y las guitarras eléctricas se acoplaban con las voces frescas de los joven- citos, resultando un todo muy armónico. Varios años se sostuvo este conjunto de voces y guita- rras que acompañaban a la liturgia de los domingos e inclusive interpretaban varias piezas durante la celebra- ción de bodas y otras importantes ceremonias.

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Parroquia de la Inmaculada Concepción. Foto tomada en 2010.

Boda del Capitán primero Salvador Gutiérrez Navarro, celebrada el 18 de mayo de 1950 en la Parroquia de la Inmaculada Concepción. Foto cedida por Marisol Gutiérrez. LIBRERÍA PARROQUIAL

¿Qué pasó con el mural? La librería parroquial empezó a funcionar en un anexo de las oficinas de la Parroquia, al principio era muy pe- queña y solo vendía folletos y libros de carácter religioso, después se cambiaron a una casita que estaba en la esqui- na de la Glorieta y creció considerablemente, después ocuparon (en la contra esquina) otra propiedad, la li- brería ya era bastante grande y se podía encontrar casi cualquier título. En la barda semicircular del inmueble el artista Daniel Manrique Arias pintó en el año 2000 el mural “Renacimiento del hombre”, hermoso, de gran valor artístico, cuando la librería se cambió a Floresta cubrieron la barda con vinílica y esta obra de arte desa- pareció. La persona o personas que la borraron segura- mente ignoraban el gran valor de este mural, realizado por el creador del movimiento cultural Tepito Arte Acá y pintor internacionalmente reconocido, cuya obra se guarda celosamente en Estados Unidos de Norteaméri- ca, Argentina, Canadá y Francia. Daniel Manrique Arias nació el 28 de noviembre de 1939, en el barrio de Tepi- to, D.F.

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Daniel Manrique.

Estampa religiosa del año de 1906. CAMINITO DE LA ESCUELA

Jardín de niños “Niños de México” Este jardín se encuentra en la calle de Egipto casi esqui- na con la calle de Tebas, es uno de los más antiguos de la colonia. Primero prestó sus servicios en la calle de Ale- jandría, dicen los vecinos que después se trasladó a la calle de Egipto, ocupa una casa tradicional, aunque se le han hecho algunas modificaciones todavía conserva al- gunas características de las construcciones de aquellos años, cuando se edificaron la mayoría de las casas. La entrada tiene al frente un pequeño espacio que debió ser un jardincillo, la puerta es de hierro y adornada con una filigrana del mismo material, la segunda puerta es más grande y da acceso al resto del inmueble, también es de hierro con filigrana del mismo dibujo de la puerta exterior. El mosaico que cubre el piso es antiguo con un hermoso dibujo, se conserva en buenas condiciones a pesar del paso del tiempo. Hace tres años tomó el cargo como directora de la institución la educadora Ana Lilia Rodríguez, quien lleva por buen rumbo esta hermosa embarcación cargada de dulces angelitos. La casa que ocupa el jardín era de unos particulares, después la adquirió la SEP, ojalá no se les ocurra demolerla en nombre de la modernidad.

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Jardín de niños profesor “Ángel Salas” Se ubica en Allende, a un costado se encuentra el Par- que de la China, este colegio ocupa una construcción que fue propiedad del señor Bravo, antes del sismo la SEP rentaba el inmueble, después el dueño lo vendió a la misma Secretaría. La casona está pintada de amarillo y la herrería es ar- tística, es una bella residencia, la entrada tiene enfrente un cobertizo con arcos, había un chapoteadero para los niños y todavía se conserva un arenario. Es una de las escuelas para párvulos más bonitas y con un gran patio para juegos. Tiene fama de ser un buen jardín, desde que inició hasta la fecha han desfilado muchas genera- ciones, algunos niños de aquel entonces ya son los abuelos y padres de ahora que llevan a sus hijos y nietos a la misma institución donde ellos asistieron. Clavería Centenaria 101

En la entrada hay una placa que nos indica que el 26 de abril de 1966 inició sus labores esta institución, reza:

Jardín de Niños profesor Ángel Salas La profesora Beatriz Ordoñez Acuña Directora general de Educación Preescolar Develó esta placa nominativa El día 26 de abril de 1966

La señora Angela de la Cruz, conserje del colegio, dice que lleva treinta y seis años laborando en ese lugar. “Llegué el 1º de septiembre de 1973, muy joven, aquí nacieron mis hijos, quiero mucho este lugar, el día que me jubile será muy difícil vivir en otra parte. He visto desfilar muchas generaciones, algunos son brillantes profesionistas, amas de casa, hombres y mujeres de bien, no hemos sabido de gente negativa.”

Escuela “Clavería” Los vecinos coinciden en que la primera escuela fue “Clavería” fundada en 1932. La profesora Guadalupe nos dice de una casona que se encontraba frente a la panadería El Globo, donde se estableció la escuela, pero era un lugar insuficiente para la gran cantidad de alumnos que asistían. La casa de dos pisos, tenía una escalera de madera para acceder a las habitaciones de la planta alta donde se encontraban las recámaras adaptadas para salones de clase, en la planta baja también se habían habilitado todos los espacios como aulas. El patio de recreo un pequeño espacio donde se hacinaban los niños para jugar o más bien para estirar las piernas. 102 María Elena Solórzano

La familia Carranza vivió anteriormente en esta casa, familia muy conocida por estos rumbos. La profesora Trinidad Galindo fungía como directora, muy exigente, la escuela tenía una disciplina casi militar.

Escuela primaria “Estado de Nuevo León” Fue fundada en 1940 en un terreno donado por el inge- niero Elías Corral de la Hoz. La primera directora fue la profesora Consuelo Delgado. En los primeros tiempos no tenía barda y los niños salían a jugar a los llanos cer- canos, había muchos espacios sin casas y muy poco tráfi- co. La escuela se ubica en la calle de Nilo, escuela oficial con buena reputación. Por los años cincuenta la pobla- ción escolar aumentó en forma considerable por lo que fue necesario agrandar la escuela. En los años cuarenta el profesor Salvador Licona organizó el primer desfile que recorrió la Av. Azcapotzal- co desde Nilo hasta la antigua Delegación instalada en la actual Casa de Cultura. En los años posteriores siguieron los desfiles y hasta la fecha. Había “pique” entre las escuelas y todos querían ganarle a la Nuevo León, pues las tablas gimnásticas que presentaba eran muy buenas, en aquellos tiempos destacó en varios deportes, además la posición socioeconómica de sus alumnos permitía que se lucieran con los vestuarios, recuerdo una ocasión en que casi toda la escuela desfiló con unos trajes típicos preciosos. Actualmente el alumnado ha disminuido con- siderablemente, como en todas las escuelas, pues los maestros han hecho muy buena labor en lo que se refiere a las campañas sobre el control de la natalidad. En la actualidad esta institución pertenece al programa “Escuelas de calidad”. Cuenta con modernas computado- ras, valiosos auxiliares en la modernización de la enseñanza. Clavería Centenaria 103

Profesora Guadalupe Solórzano Carbajal con el grupo 3º “B”, en la Escuela Primaria Estado de “Nuevo León. Foto tomada en 1991.

Instituto “Estado de méxico” El Instituto Estado de México se establece en una cons- trucción en malas condiciones ubicada en la Av. Azca- potzalco, los cuartos que formaban esa casa se adaptaron para salones de clase. Los primeros alumnos se inscribie- ron al comienzo del ciclo escolar de 1951. El Instituto, tal como ahora lo conocemos, se cambió a la calle de Floresta, se construyó un edificio en un terreno que vendió en abonos el señor Salas. En ese tiempo era exclusivamente para varones; los maestros muy exigentes; había mucha disciplina y mucho trabajo, por esa razón era elegido por los padres de familia, pues sabían que sus hijos egresarían al terminar su primaria 104 María Elena Solórzano con una sólida preparación y con los hábitos y destrezas necesarios para realizar otros estudios. El maestro fun- dador de la escuela de varones fue el profesor Antonio Vargas. En 1991 se hizo cargo la profesora Leticia Ortiz. En la actualidad sigue formando generaciones bien pre- paradas y que continúan sin dificultad sus estudios en los ciclos posteriores.

Escuela primaria “josé Arturo Pichardo” Ante el aumento de la población escolar la SEP buscó otra casa más grande donde se estableció la escuela “José Arturo Pichardo”. Este precioso palacete en Nilo y Otoño, perteneció en su época de esplendor a Octavio Reyes Spíndola, Director del diario “El Imparcial”. Casa afrancesada, así lo dictaba la moda de principio del siglo XX. La planta baja tenía pisos de parquet, a la planta alta se subía por una hermosa escalera, las ventanas eran unas ascuas de luz de diferen- tes colores, pues lucían hermosos vitrales emplomados, algunas paredes con tapices y artísticos enyesados. Desta- caba el enorme vitral que se encontraba en el techo del recibidor. Las terrazas con macetones pletóricos de flores y que se encontraban estratégicamente distribui- das por toda la finca le daban un bello y romántico aspecto a la construcción. La mansión estaba rodeada de jardines que deleita- ban con su frescura y verdor. En el fondo se cultivaban hortalizas. No tenía barda, la propiedad se delimitaba por una cerca tubular que tenía en la parte superior unas esferas metálicas. Más tarde se instaló un orfanatorio, los niños vestían un triste uniforme gris, la casa estuvo muy bien cuidada por esos infantes desamparados, éstos fueron traslada- Clavería Centenaria 105

En esta foto tomada en los años cuarenta se observa la hermosa escalera de cantera y se alcanza a ver la baranda con sus pilares de piedra. Algunas alumnas posan con sus trajes típicos después de participar en el festival del Día de las Madres. dos a otro lado y la casa quedó sin voces y risas infantiles, el abandono la deterioró y la patina del tiempo dejó su huella. La Escuela José Arturo Pichardo se instaló en ese palacete que ya no tenía toda la belleza de sus primeros tiempos, pero era más amplio que el domicilio anterior. Yo asistí a esa escuela, tuve el privilegio de conocer la escalera de mármol y algunas de las hermosas cosas que guardaba. De los jardines ya no quedaba nada, solamen- te los frondosos árboles que amortiguaban el calor de la canícula. En uno de sus sótanos se daban funciones de cine y todos los chamacos nos emocionábamos con aquella 106 María Elena Solórzano película de un viaje al centro de la tierra donde florecía una civilización que quería acabar con los habitantes de la superficie. También recuerdo que la maestra Juanita nos llevaba a la hortaliza para sembrar rábanos, ¡ah, como nos gustaba esa actividad! teníamos nuestras he- rramientas de jardinería, creo que fue allí donde me nació el amor por las plantas, el día de la cosecha íbamos muy contentos a casa con nuestro manojo de tiernos ra- banitos. Pero, como decía mi abuelita, “todo por servir se acaba y acaba por no servir.” Y en lugar de restaurar esa casona de tanta prosapia decidieron demoler ese tesoro arqui- tectónico y construir dos edificios con un patio central. Ahora son dos escuelas la José Arturo Pichardo y la Te- pochcalli, las autoridades se vieron en la necesidad de di- vidirla por asuntos sindicales, surgieron dos grupos anta- gónicos: los “institucionales” y los “othonistas”, por los constantes enfrentamientos y conflictos las autoridades decidieron dividir la escuela en dos partes poniendo barda de por medio, ubicando a los docentes en una u otra escuela según su filiación sindical. Ese conflicto quedó en el olvido. Los maestros actuales ni saben por qué hay dos escuelas pequeñas, una junto a la otra, cuando lo lógico sería una sola con dos alas de construcción. Como sea, han contribuido a formar muchas generacio- nes con mejores armas para defenderse en la vida citadina.

Colegio “Fotn Bonne” Esta escuela fue considerada la mejor de Clavería y como somos malinchistas nos encantaba el nombre en francés. Las monjas supieron engrandecer y prestigiar ese cole- gio, era exclusivamente para niñas, el orden y la discipli- na eran indiscutibles. Clavería Centenaria 107

Este colegio se empezó a construir en 1945 y se terminó de construir en 1946, fue todo un acontecimiento pues lo inauguró el Arzobispo de México, Monseñor Luis María Martínez. La primera directora fue María Guada- lupe Carpio Candas En aquel entonces no se les exigía a las religiosas que tuvieran títulos de maestras, se habilita- ban como tales, después se les pidió que se prepararan como docentes si su voluntad era ser profesoras. La construcción era funcional, con buena ventilación y muy iluminada. Los jardines pletóricos de árboles y flores que daban un ambiente primaveral a todo el conjunto. Tenía tres patios, casa para las hermanas, y una hermosa capillita. Atendía tres niveles: Jardín de Niños, Primaria y Se- cundaria. Las órdenes religiosas evolucionaron y muchas de ellas se inclinaron a prestar un servicio social a los más desprotegidos y a pesar que el colegio admitía niñas de escasos recursos pues pagaban un peso mensual, la con- gregación de las Hermanas de San José de Lyon decidie- ron cerrar la escuela en 1975. El gobierno del D.F. adquirió el predio y el INFONA- VIT construyó en esos terrenos unos condominios. La religiosa fundadora del Fontbonne en 1961 forma otra escuela en la calle de Salónica y camino de San Lucas, en la colonia El Recreo, la que tomó más tarde el nombre de María Guadalupe Carpio Candas. Mucho tiempo funcionó un dispensario atendido por una exce- lente médico Evelina Islas, quien daba consulta desde las 8:00 hasta las 11:00, atrás del colegio, en la calle de Axopilco. Actualmente ya retirada. 108 María Elena Solórzano

Escuela primaria “República de Polonia” Es la escuela de más reciente creación, ubicada en la ca- lle de Floresta, desde un principio fincó su prestigio en la puntualidad y el trabajo tanto de sus profesores como de sus alumnos. En uno de sus muros hay una placa que nos indica la fecha en la que se inauguró la escuela y otra la fecha en la cual se le impuso el nombre.

El C. Agustín Yañez El Exmo. Embajador de Polonia Ryszard Majchrzax La Directora Profra. María R. Huerta de M. Descubrieron esta placa de la escuela Polonia 26 de abril de 1967

El C. Presidente Lic. Adolfo López Mateos El C. Jefe del departamento del D.F. Lic. Ernesto P. Uruchurtu Y el C. Secretario de Educación Pública Dr. Jaime Torres Bodet Inauguraron esta escuela primaria el día 2 de octubre de 1967 EL CAMINO DE LA GLOTONERÍA

La zona comercial en la Avenida Clavería La avenida Clavería empieza en la calzada Azcapotzalco y para distinguir la parada se construyó una banca de cemento con su techo de dos agua recubierto de teja, desde ahí se podía mirar toda la avenida que lucía un camellón con palmeras, la singular construcción ya no existe y el camellón fue retirado para dar paso a su ma- jestad el automóvil. Es el corredor comercial de la zona, desde luego hay más establecimientos de diferentes gi- ros, pero sería muy largo enumerar todos los comercios de la colonia. La mayoría de los establecimientos son co- mederos. Partiendo de la Avenida Azcapotzalco encontramos: —Panadería El Globo. Los ojos me hacen circo cuando miro en sus anaqueles: conchas, chilindrinas, gendar- mes, polvorones de almendra, crujientes orejitas, novias con un velo de azúcar glass y otras exquisiteces prohibi- das para el consumo diario y para mis sesenta kilos que deben ser cincuenta. —Livinsgton. Colegio particular de mucho prestigio y abultadas colegiaturas, no apto para pobres. —La Parrilla. Aquí se venden ricas ensaladas y baguet- tes, cuando quieras, únicamente un “tente en pie”. —La Gasolinera. Esquina con Floresta. Dicen los que manejan que en esta gasolinera dan los litros completos, 109 110 María Elena Solórzano

Avenida Clavería. Foto tomada en 2010. la gasolina muy limpia y los carros no cascabelean como maraquero trasnochado, es la preferida de muchos. —Banamex. Aleluya, aleluya, se necesitaba una sucursal en esta zona. Antes había un restaurante llamado El mesón de la clavería que no sobrevivió. —Casa Toño. En un pequeño local en la calle de Floresta (junto a la Librería Parroquial), empezó a vender su exquisito pozole y demás antojitos mexicanos, el lugar fue insuficiente y el dueño adquirió otro local Clavería Centenaria 111 más grande, donde estaba otro restaurante, María Bonita de características diferentes y que un tiempo tuvo cierto éxito porque presentaba algunos fines de semana con- ciertos con tenores que interpretaban diferentes tipos de obras: zarzuelas y boleros antiguos. Ahora Casa Toño tiene un local más apropiado para su clientela. Ojalá sus alimentos tengan siempre la calidad que los ha distinguido pues esa ha sido la base de su éxito. —Taller Mecánico Jarana. Para cuando a su limusina le pase lo que a la cucaracha y ya no quiera caminar, seguro que aquí lo ayudarán con mucho profesionalismo. —Una Y Ya. (Esquina con Cairo). Solo tortas, de sal- chicha, jamón, huevo, queso de puerco acompañadas con su respectivo veneno embotellado (léase refresco). Pero recuerda una y ya. —Las Ardillitas. (Sobre Cairo). Jardín de niños parti- cular, uno de los más antiguos del rumbo. —La Elegante. Miscelánea donde se encuentra desde una aguja hasta una torta de queso de puerco o milanesa aderezada con su chilito serrano, jitomate y lechuga, la puedes acompañar con un rico café. —Tato. Aquí encuentras todo para la fiesta infantil, piñatas gigantes representando diversos personajes: Hombre Araña, Superman, Cenicienta y otros más. —Notaria 165. (Casi esquina con Tebas). No dejes pleitos, redacta tu testamento. —La Moderna. Una de las tiendas de abarrotes y vinos más antiguas de la colonia. Aquí encuentras hasta latería española, a mi abuelito le encantaban las angulas, nos convidaba y no nos gustaban porque parecían lombrices blancas. —Árbol de la Vida. Institución privada que presta ayuda psicológica, sobre todo a los enfermos terminales. 112 María Elena Solórzano

—Café Galicia. Ha crecido mucho este establecimien- to, por su magnífico café y la buena atención para con los clientes. Sus molletes son riquísimos. —Pato Mojado. Vasos, platos, adornos para fiestas in- fantiles, payasos y muchas cosas más. El mojado sólo es el pato. —Tato. Piñatas de diferentes diseños: Animales o per- sonajes de las caricaturas, encanto para los niños. —Stylos. Estética para cambiar de look, puedes teñirte el pelo color zanahoria o negro azabache. También sacan los puntos negros del cutis, tan antiestéticos en las chavas. —Dr. G. Rojas de los Cobos. Uno de los médicos más antiguos y más prestigiados. Todo un ícono de Clavería. —Casa Representativa. Hermosa construcción, en la esquina con Nubia, donde vivió hace mucho tiempo la familia Flores. —Sporting Dog Store. Ya no aguantas al apestoso de tu perro, pues llévalo a que lo bañen, le hagan un corte de pelambre de acuerdo a su personalidad perruna, le pulan las uñas, le laven los dientes, lo perfumen y verás que hasta te quieres dormir con él. —Lupita. Lonchería o fonda, como quieras llamarla, recuerdo cuando la Tapatía atendía este negocio ya hace bastantes “ayeres”, este lugar era muy famoso por su ex- quisita cocina, la dueña hacía un mole que no he vuelto a probar en mi vida, unas dobladillas de pancita guisada para chuparse los dedos y unos frijoles negros riquísi- mos. Aquí venían seguido Enrique Guzmán y José, José. —Refaccionaria. Accesorios de automóviles, sobre todo tapetes y tapones. —Su Sazón. Restaurante con comida de todo tipo. —Wrasp´S. Otro comedero. —El Greco. Fotografía, estudios nupciales, de niños y todo tipo de fotos. Este estudio tiene mucho tiempo, Clavería Centenaria 113 desde los sesenta. Ya se modernizaron y usan cámaras digitales. Pero te peinas para que salgas bien en el retrato que tu chamaca llevará en la cartera. —Coffee. Cafetería con servicio a domicilio, se sirve buen café. —Casa Tere. Miscelánea que ha venido a menos, en los cincuenta muy concurrida por los jóvenes de la época pues podían tomar su Coca-cola, su cervecita y fumar un cigarrillo mientras veían desfilar a las rorras que salían de misa.

El joven Roberto. Foto tomada en el año de 1931. 114 María Elena Solórzano

—Mayordomo. Restaurante con una comida exquisita y un toque italiano sensacional. Su dueño le ha dado un ambiente europeo que recuerda a los que existen cerca de la fuente de Trevi en Roma. Hacía falta un comedor así. —Diseño. Sastrería que realiza diferentes labores, trajes para niños, vestidos para damas. Si no hay un traje o vestido que te quede bien, no sufras, mándalo a hacer a tu medida. Ya deja de ponerles grapas a tus dobladillos, lleva tu ropa para que te la arreglen como Dios manda. —Map. Moda Ana Paola. Bolsas de diferentes diseños y accesorios que te darán ese toque especial. —Odontología Integral. Si tu dentadura ya se mueve y suena como maraca, si no duermes por ese dolor de muela, ya es hora de que visites al dentista. —Salamandra. Restaurante que sirve unos desayunos muy ricos, desde chilaquiles hasta carnes. —Voluntad por Aída. Difusión y prevención del glaucoma. Es una de las enfermedades que causan, en gran proporción, la ceguera en México. —Óptica Air-Craf. Examen de la vista para saber su graduación, gran variedad de modelos. Lentes para sol con filtro de rayos ultravioleta, modelos bastante “maya- tivos”. —Tamales. Riquísimos tamales, de todos los sabores y colores. Los de piña exquisitos, no te resistas, mañana recorres a paso veloz desde avenida Azcapotzalco hasta Cuitláhuac, al volver a pasar por ahí cierras los ojos para no caer otra vez en el pecado de la gula. —El Taquito. Como su nombre lo indica, se venden tacos, carnes al carbón (no trastocar la palabra), costillas con tortilla caliente, cebollitas tatemadas, salsa verde o roja y tu “chesco”, porque con agüita como que no saben. —Óptica Coroides. Una más, no importa, el sol sale para todos, las personas encargadas son muy amables, si ya te Clavería Centenaria 115 conocen te arreglan los desperfectos de tus armazones “de a grapa”, buen detalle ¿no? —Michoacán. Y desde luego tenía que ser paletería. —Centro De Varios Comercios. Belleza facial y corporal. Homeopatía. Audiología Prados. Medicina General. Sergio Berumen. —Irma. Pastelería, una gran variedad de pasteles. —Etrusca. Buen café y bocadillos. —Genéricos. Farmacia con medicinas, lo mismo pero más barato, según reza la propaganda. Claro que sirven, de lo contrario todos los pobres ya estaríamos en el cam- posanto y… aquí andamos todavía midiendo el asfalto con el calcetín. —Marco Polo. Pionero en eso de las pizzas, no hay otras tan sabrosas como las de Polo, ¿es la concha, es la salsa?, ¿qué es? Quién sabe, pero tienen su toque especial. Cuando se popularizaron las pizzas en México, pronto se hizo famoso y el local insuficiente para la cantidad de gente que se agolpaba en la entrada esperando su turno para saborear especialidades de la comida italiana que eran inigualables. —La Universal. Panadería con un pan riquísimo, las pastas están muy buenas, si se toman con un café caliente engordan menos. La Rosca de Reyes y el Pan de Muerto son los preferidos y vuelan como “pan caliente”. Unos bolillos crujientes son los ideales para hacer una torta de bacalao o aunque sea de frijoles con queso blanco, ahora les llaman molletes. —Video. Para pasar una tarde deliciosa, mirando pelí- culas antiguas. Qué tal con tu nena a un lado, con calor humano puesss. —La Ostionería de La Chata. Todos recordamos a la Chata, una jarocha muy trabajadora. Primero tenía un puesto en el mercado de Tacuba donde vendía produc- 116 María Elena Solórzano tos del mar, después puso una ostionería en Av. Clavería esquina con Irapuato, por último abrió un restaurante en un local ubicado en la Glorieta que al poco tiempo cerró. A propósito de la Chata, una de sus sobrinas es la famosa actriz Cynthia Klitbo. —El Paisa. En el mismo lugar donde estaba la ostione- ría se instaló con sus ricos tacos y platillos el famoso “Paisa”, especialista en comida “dietética”: tacos de buche, costilla o maciza acompañados por unas salsas pi- cositas para chuparse los dedos “compañero del mismo dolor, ya no llores”. Son varias taquerías del mismo dueño repartidas en la avenida Clavería, y también hay una sucursal en Cairo y Aquiles Elorduy, en la colonia El Recreo. La especialidad son los tacos al pastor, se sirven con unas tortillas delgadas. Tomas tu tortillita, la visualizas, dejas que el aroma de la carne te inunde, le agregas un poco de limón, cebolla y cilantro picados, un poco de salsa roja o verde, según ande tu ánimo y tu gastritis, y de una mordida das cuenta de medio taco. Lleva tu cuenta porque a la hora de pagar sin sentir ya te engulliste la cantidad de veinte, se resbalan como mantequilla. —El Mercado. El mercado de Clavería no tiene mucha variedad de productos, sin embargo se ha sostenido por muchos años. Es famoso un señor al que nombran Pinocho y que vende toda clase de semillas, la comida que se cocina en los diferentes locales es de tipo casero. —Eleven. (Esquina con Irapuato). Súper, bastante aceptable, muy surtido a pesar de lo pequeño, encuen- tras de todo, excepto codornices o carne de tapir. —La Viña del Sol (Antes Casa Salgado). Extenso surtido en abarrotes y vinos: desde el populachero y atarantador aguardiente hasta un cogñac francés. Clavería Centenaria 117

—Toy. Tortas de diferentes olores y sabores. Recaude- ría y frutas del tiempo. —Rosa. Miscelánea, se defiende entre tanto comercio. —El Mesón del Abuelo. Comida tradicional mexicana, para una buena hambre. —Farmacia del Ahorro. Todo tipo de medicinas. —Toys. (Esquina con Texcoco). Centro de diversiones, gimnasio y juegos para niños. —El Asadero. Costillitas, parrilladas, gaoneras, quesos. Comida recomendada por su bajo contenido en calorías y cero colesterol. —Plaza Versalles. Muy pequeña para ser plaza, hay varios comercios, entre ellos un café y una lavandería —Del Parque. (Esquina con Maravatío). Extenso surtido en quesos, cremas, moles, mermeladas, jamones, salchichas y todo tipo de embutidos. Muy buenos precios. —Michoacán. Adivinaste, es otra nevería, en época de calor todo mundo compra paletas, las de limón son las mejores. —Scarlet. Salón de belleza, colocan uñas postizas, de esas que les dibujan o les ponen figuritas y rayas. Las amas de casa no se han podido adaptar a usarlas pues en la primera friega de trastes se les doblan o rompen. Quizá se inventen metálicas para que resistan todos los remolinos de la lavadora y todos los embates de los que- haceres domésticos. —San Antonio. Farmacia, famosa porque vende modelos a escala de carros y aviones. —Coronado. Pays y pasteles de todo tipo. —Nico. Ubicado en Avenida Cuitláhuac 3002. Cuenta con cocina mexicana e internacional. Lugar muy acogedor y en el que se degusta y come muy bien. Desde los años cuarenta presta sus servicios. 118 María Elena Solórzano

Entre los platillos especialidad de la casa: Sopa seca de natas, pulpo a la antigua, mixotes de cordero, filete a la pimienta, chocolate de metate, atole de limón. El dos de febrero preparan tamales muy ricos. Festejan las diferentes cocinas de la república. —El bajío. Este comedero está ubicado en Av. Cui- tláhuac 2709, en la colonia Obrero Popular, antes se llamaba Tacamba y aunque se encuentra ubicado en otro barrio todos lo consideramos como nuestro. Para bailar la bamba se necesita una poca de gracia y otra cosita. Para comer en el Bajío se necesita tener hambre de pelón de hospicio porque realmente todos sus platillos son exquisitos. Su fundadora doña Carmen Ramírez ha publicitado las tradiciones culinarias de México a través de su restau- rante. Entre las especialidades de la casa tenemos: Mole, carnitas, frijoles caldosos con huevo flotante, barbacoa con salsa borracha, por mencionar sólo algunos.

Tarjeta postal de los años veinte. Clavería Centenaria 119

Hermosa señorita. Foto de 1941. LOS CINES

Cine Clavería Donde se ubicó el cine Clavería y la calle de Salónica había una ladrillera. Los hornos que cocían los tabiques soltaban unos humaredones tremendos y los obreros tra- bajaban en condiciones infrahumanas. Mis hermanos y yo asistíamos frecuentemente a ese salón, mi mamá nos preparaba varias tortas y una can- timplora con agua de limón o de jamaica para el maratón de cintas. El cine Clavería era muy famoso entre la chamacada. La entrada costaba un peso, proyectaban dos cintas. Magníficas películas como: “Magnolia”, “Los Diez Man- damientos”, “Escuela para Sirenas”, “Sansón y Dalila”, etcétera. La matineé empezaba a las 10:00 y terminaba a las 13:00. En la tarde la función empezaba a las 16:00 y ter- minaba a las 21:30. A este cinito asistió muchas veces el actor Enrique Guzmán. Muchos romances iniciaron en la penumbra del salón y culminaron en matrimonio. El cine parecía escuela pues la mayoría de los espectadores eran niños y jóvenes, nunca se supo de algún suceso des- agradable como robo, secuestro, pleitos o lesionados. Alboroto sí, los muchachos anunciaban su llegada a gritos para que todo mundo se enterara que había llegado el mero-mero petatero. 120 Clavería Centenaria 121

Vestido formal, la moda en los cincuenta. Foto de 1952.

Cine Cuitláhuac Se construyó el cinema en los terrenos que ocupaban las trojes de la Hacienda Clavería. Por los años sesenta el cine de moda por estos rumbos era el cine Cuitláhuac, un cine enorme, muy elegante. Tenía un mural muy her- moso, elaborado a base de pequeños mosaicos que iban conformando motivos prehispánicos muy estilizados y donde se representaba al gran guerrero Cuitláhuac en una de sus batallas. Eran famosas sus matinés, los jovencitos asistían cada domingo a la exhibición de las películas con las estrellas 122 María Elena Solórzano del momento. Los niños usaban los pasillos como pistas de carreras. Junto al cine había un local donde se vendían finas artesanías y hermosos cuadros realizados con diferentes técnicas: óleo, acuarela, pastel, etcétera. En el año de 1975 se estrenó en varias salas del D.F. la película “Girón” y se exhibía para conmemorar el 22º. Aniversario del asalto al Cuartel Moncada en Cuba, las autoridades temían acciones terroristas y dispusieron que fueran vigiladas todas las salas cinematográficas en las que se exhibía dicha película, uno de estos cines era el Cuitláhuac. Por lo que ese día: 26 de julio de 1975 se apostaron varios vigilantes para observar alguna rareza entre los asistentes. Detectaron a dos mujeres y un hombre que entraron con un bulto de aproximadamente cincuenta centíme- tros. A las mujeres se les pidió que vaciaran sus bolsas de mano, a lo que se negaron rotundamente, en ese momento el varón sacó una pistola y disparó contra el sargento Benito Morales, hiriéndolo en el tórax, por la confusión lograron escapar un hombre y una mujer, solo fue detenida a la que llamaban la Morena y que después declaró que pertenecía a la Brigada Roja de la Liga Co- munista 23 de Septiembre. En la calle de Cairo, en un pequeño departamento, vivió una pareja de estudiantes de Economía, ella se llamaba Lourdes y era chihuahuense, a él le decían Petit y venía de San Juan del Río, Querétaro, eran muy correc- tos y amables, en las fiestas y reuniones que realizaban los vecinos siempre estaban presentes, les gustaba convivir con todos, después les perdimos la pista pues no dijeron a dónde se irían a vivir, la razón que daban era que les quedaba muy lejos la universidad. Un día los re- conocimos en las fotos de un periódico, habían sido Clavería Centenaria 123 aprendidos porque se les involucraba en el asalto a un banco. Nunca nos imaginamos que eran activistas perte- necientes a la Liga 23 de Septiembre. Ese cine en los años noventa empezó a decaer como muchos otros de la capital, por fin cerró sus puertas y quedó abandonado, unas águilas hicieron su hogar en este sitio, cuando el cine fue demolido se refugiaron en los árboles de la glorieta. Todavía se les mira por allí. TRADICIONES Y COSTUMBRES

Los viudos A principios del siglo XX la soltera que ya no era virgen se casaba con un vestido de cualquier color, excepto blanco y las viudas por dobletear, de negro. Las bodas de los viudos eran tristes, la novia no podía vestirse de blan- co, no era señorita, no era pura pues ya había sido toca- da por un varón y sabía de las artes amatorias. La iglesia no se adornaba, a la pareja la acompañaban en la ceremonia algunos familiares. La contrayente se presentaba vestida de negro, el traje muy discreto, sin escote, las mangas largas hasta la muñeca, peinado sencillo, con escasas joyas, si acaso unos aretes de plata o de oro. El novio, como de costumbre de traje negro. Después de la discreta ceremonia (en la que se ponía un lazo, se entregaban anillos y arras), generalmente no se ofrecía fiesta o banquete, como se acostumbraba con las doncellas, que ofrendaban su virginidad al hombre que había de disponer de su destino. A la reunión, después de la boda, solo asistían los pa- rientes más cercanos. La gente se iba enterando poco a poco que fulanito se había casado con la viuda. El retrato de bodas reflejaba la discriminación que existía para la mujer que había compartido el lecho con otro hombre, la viuda.

124 Clavería Centenaria 125

Bodas de unos viudos. Foto de 1930.

Día de reyes Aquí en Azcapotzalco se establece un tianguis muy gran- de de juguetes, abarca desde el Eje Aquiles Serdán hasta la calle Capilla de los Reyes. Se exhibe una gran variedad de juguetes, desde un automóvil de baterías hasta los más modestos, también hay puestos de ropa y zapatos de regular calidad. La gente va a chacharear, a mirar, a pre- guntar, a darle ambiente pues. —¿Me acompañas al tianguis de juguetes? —Sí, yo también quiero comprar algunos. Este año está difícil para los Reyes Magos. Las listas son extensas y los presupuestos muy limitados. 126 María Elena Solórzano

—Pues vamos a ver qué pueden comprar Melchor, Gaspar y Baltasar. —Llevaremos las listas para ir checando lo que sí se puede comprar. Son las doce de la noche, hoy no durmieron los chin- tololos esperando a los Reyes Magos.

El mercado está repleto, apenas se puede caminar. ¡Juguetes, juguetes y más juguetes por todas partes!, sobre las banquetas, sobre las calles... —En esta cartita la niña me pide un payasito... hum... ¡Este payasito está precioso!, gira en un barril, al mismo tiempo mueve una pelota con la nariz y da vuelta a unos aros con las manos, todo en perfecto equilibrio —dice Melchor. —Raúl pide un balón de fútbol, ¡pero ha de ser como los oficiales que utilizan en sus partidos las “Chivas del Guadalajara”. Ahora sí me le pusieron difícil— dice Baltasar. —Carmela pide una muñeca que diga mamá, camine y baile... En ese puesto hay unas muñecotas como la... que me solicitan... y están... —¡Pásele Gaspar, pásele! —Véalas, por ver no se paga y para los Reyes Magos hay una rebaja, pásele, pásele... —¡Qué muñecotas! —Dice Gaspar, como la que... me... pidió Carmelita. Y como los Reyes Magos también comen, no faltan los puestos de atole, tamales, taquitos y hasta buñuelos, brrr... con este frío se antoja lo calientito. ¡Pobres monarcas van a pasar la noche en vela! Ojalá todos los chiquitines tengan un juguete y que mañana los Santos Reyes miren complacidos unos ojitos brillantes y una sonrisa luminosa en cada uno de los niños. Clavería Centenaria 127

Día de reyes con Mario Dosamantes Lupita es una dulce ancianita y cuenta que ella fue novia de Mario Dosamantes, un charro muy enamorado, de unos ojos verdes, con los que cautivaba a jóvenes y viejas, a solteras y casadas. Él se sabía hermoso, el día del desfile del 15 de septiembre vestía su traje de gala, montaba un brioso caballo, al que dominaba a la perfección, lo hacía bailar, caracolear y toda clase de suertes para lucirse ante sus múltiples admiradoras apostadas a lo largo de la Av. Azcapotzalco. Todas gritaban con fervor ¡Mario, Mario! La gente lo quería y lo admiraba, pues además de galán era un hombre muy generoso. Yolanda Pareyón en una de sus crónicas nos cuenta:

Hace frío, sin embargo en la esquina que hacen la Av. Azcapotzalco y la calle Cinco de Mayo hay una casa de dos pisos pintada de gris, con una pequeña barda, sus ventanas dan a las dos calles. Arriba están los corredores por los que se accede a las habitaciones de la familia, en la planta baja hay infinidad de cosas. Desde muy tempra- na hora una larga fila se ha formado, llega hasta la calle de Floresta, la forman niños mal vestidos, delgados, páli- dos, mal comidos, pero que saben que ese día es especial para ellos, ya que otro rey mago, Mario, les dará ropa y juguetes. Los niños pudientes no se forman pues a ellos nada les falta. Los niños vienen de las colonias de Santa Lucía, Santa Cruz, Santiago, San Pedro, San Lucas, Nex- tenco, etc. Dentro de la casa Mario, su mamá, su herma- na y sus trabajadores reparten regalos con ahínco. El Día de las Madres hacen lo mismo, las mujeres muy necesita- das tocan las puertas de esa casa, no lujosa, pero sí llena de bondades, por ejemplo, la leche de sus vacas llegaba varias veces a las monjitas y a los pobres. Las bendiciones le llegaban a Mario desde muchos rumbos. 128 María Elena Solórzano

Pero su personalidad también tenía otra cara. Amaba los caballos, pero lo perdían las mujeres, tenía muchas novias y en sus entrevistas con ellas a veces se le amonto- naban, por lo que también dejaba plantada a alguna. Era muy dado a llevar serenatas acompañado de los maria- chis, lo que era un deleite para ellas y también para los vecinos, aunque las malas lenguas, que siempre han exis- tido, decían que Mario tenía predilección por ir a cantar a una de tantas privaditas del rumbo aquella canción tan popular: “Por una mujer bonita la vida me han de qui- tar”, acompañado de sus consabidos mariachis y se oían varios tiros disparados al aire, las habladurías afirmaban que el marido ofendido no tenía más remedio que escu- char la serenata y algo más. A veces se veía a Mario galopar en uno de sus caballos, siguiendo a un camión de pasajeros y piropeando a una dama que no tardaba en ser su novia. En dos o tres casas había retratos de bodas en los que Mario figuraba como el principal protagonista, La muerte terminó su vida tempranamente, las cosas que más le gustaban se unieron para su trágico fin: las mujeres, los caballos y las copas. Para conquistar a una bella, metió su caballo Rayo a una panadería, la que esta- ba frente a la gasolinera, en la Av. Azcapotzalco, se resba- ló rayo su caballo, se resbaló la bestia y la cabeza de la silla lo hirió de muerte. Mario Dosamantes, un hombre que se volvió leyenda.

Día de la candelaria El día dos de febrero es costumbre llevar a la iglesia las imágenes de los niños dios y también a los niños vivos. Las mamás visten a los bebés con diferentes atuendos: San Martín de Porres, San José, San Francisco, de pastor- cito… Clavería Centenaria 129

Niño milagroso de Azcapotzalco esculpido en madera con una antigüedad de 200 años. Foto digital tomada en 2010.

Los niños dios los llevan las madrinas, que son las que encontraron el muñeco en la Rosca de Reyes. Los trajes son de lo más variado. El primer vestido del niño debe ser blanco como el ropón de un bautizo, al año siguiente lo pueden vestir como: el niño pescador, el niño de las palomas, el niño de la paz, el niño de la salud, el santo niño de Atocha, el niño de la cosecha, el niño de las suertes y hasta de futbolista. Las pequeñas esculturas son llevadas en una canasta llena de flores y sentadas en sillitas que se fabrican para la ocasión. El sacerdote bendice a los niños después de la misa solemne que se oficia por la mañana. 130 María Elena Solórzano

Por la noche en las casas se degustan unos ricos tamales con atole de diferente sabor: fresa, vainilla, champurra- do, cajeta. Muy buena ocasión para que la familia departa y pase un rato de alegría y esparcimiento.

Gotita de lluvia —Abuelita ¿qué haces? —Aquí leyendo este libro de poemas y escuchando este CD de boleros. —Bonitas canciones, me gustan ¿cómo se llama la in- térprete? —María Luisa Landín. —Te traje unos chocolates, promete no abusar. Bueno, me despido porque tengo examen. Adiós y cuídate. La joven se acerca y besa la mejilla de la anciana. Todavía bella a pesar de las arrugas.

La petición de mano. Tarjeta postal de 1927. Clavería Centenaria 131

Toma un chocolate, le quita la envoltura, viene a su mente cuando de niña coleccionaba “los oritos” que en- volvían esa golosina: verdes, azules, dorados, plateados, rojos con diversas figuras, las niñas intercambiaban los papelillos para enriquecer la colección y los guardaban celosamente. Los chocolates le traen muchos recuerdos. En sus tiempos el 14 de febrero los galanes obsequiaban a la novia un gran ramo de flores y una caja de chocolates Lady Baltimore. Después de tres o cuatro meses de noviazgo la novia aceptaba ir al cine y el novio la besaba, en el colmo del atrevimiento. Cuando estudiaba medicina, fue a la Lagunilla a buscar un instrumental, regateaba el precio, de pronto se acercó un morenazo de grandes y expresivos ojos negros. —¿Estudias medicina? —Sí, contestó tímidamente, entornando sus ojos verdes. Compró el instrumento de segunda mano y lo guardó en su bolso. —Te acompaño. —No gracias, no acostumbro relacionarme con desco- nocidos. —Creí que eras más moderna. Estamos en el año de 1955. Me llamo Fernando y tengo una tiendita de ropa aquí adelante, así que ya no soy “un desconocido”. —Mucho gusto, yo me llamo Jani. —Nunca había escuchado ese nombre. —En zapoteco significa “gota de lluvia”. —¡Qué bonito! Así eres tú, como una gotita de lluvia. La tomó de la mano y la condujo dentro del cubo de un zaguán de las muchas vecindades que había por ese rumbo, la fue acercando a una pared y quedó presa en 132 María Elena Solórzano sus brazos, tomó su cara entre sus manos y la besó apasio- nadamente. Su boca sabía a chocolate, la de él a tabaco, los sabores se confundieron, sintió su avasalladora virilidad, disimu- ladamente bajo la vista y observó la erección bajo el pantalón de casimir, él se dio cuenta de su observación, discreto se limitó a decir: “me vuelves loco”. Su presen- cia la atontaba, perdió la noción del tiempo, por fin logró deshacer el abrazo y le pidió abandonar ese lugar. Caballeroso accedió. —Prométeme que nos volveremos a ver. —Te lo prometo, mis padres me esperan y no quiero angustiarlos. —Está bien, me gustas mucho, me encantan tus besos. Nos vemos a las seis de la tarde en la entrada del cine Roble ¿te parece bien? —Sí allí estaré. —Mira te doy mi tarjeta, este es mi teléfono, cualquier imprevisto, me llamas. —Desde luego. Hasta la tarde. La acompañó hasta su destartalado “vocho”, tardaron cinco minutos en despedirse con un último y prolonga- do beso. Por el camino repasó uno a uno los momentos vividos, sintió otra vez sus labios, la forma como aprisionaba su boca entre sus dientes y como la mordía suavemente, después su lengua juguetona, la mareaba, nunca había sentido tanta excitación. Decidió no acudir a la cita, entrevistarse con él signifi- caba cambiar su proyecto de vida. Tuvo miedo de sí misma, sabía que terminaría siendo su querida y ella soñaba casarse de blanco. No lo volvió a ver. ¡Jamás, jamás la volvieron a besar igual! Si en aquel entonces no hubiera sido tan cobarde, Clavería Centenaria 133 pero eran otras costumbres, la mujer no podía darse esas libertades: como el andar besándose por los rincones o en la oscuridad de los cines así nada más porque sí. Jani voltea hacia la pared y mira su amarillento título de médico, mientras saborea con fruición el último cho- colate.

Serenatas Hermosas serenatas nos llevaban los compañeros de es- cuela, el día del santo, del cumpleaños o nomás porque sí, por gusto. Se sentía “a todas margaritas” escuchar de pronto en la noche las notas de una canción romántica, acompañada por guitarras: “Despierta dulce amor de mi vida”. Te sentías ¡sooñaada!, no que ahora: “Quiero una novia, pechugona”... Dan ganas de contestarles: “pechu- gona tu abuela”. Acostadita en tu cama, entrecerrabas los ojos, soñabas... ¡Cursis, cursis! ¿Románticas?, ¿quién puede delimitar dónde acaba lo romántico y principia lo cursi? Dentro de treinta años “la novia pechugona” pudiera conside- rarse cursi. Para el año 2050 quizá las enchiladas, los pambazos con chorizo, la memelas y los sopes se consi- deren puro romanticismo. La estufa, tan familiar, total- mente fuera de uso. A lo mejor sólo tienes tu repisa con tubos que guardan extractos de alimentos, medidos exactamente con los requerimientos diarios vitamínicos y proteicos. Adiós llantotas... Todavía allá por los cincuenta, los noviazgos eran muy fresas. La novia se sacralizaba, era la “mujercita, santa y pura, la futura madre de la prole”; la madre y la novia eran aparte. Ya lo decía Acuña: “los dos una sola alma, los dos un sólo pecho, y en medio de nosotros, mi madre como un Dios”. Almibarados como la melcocha, así 134 María Elena Solórzano somos los de aquella época. Cursis hasta la pared de enfrente. Los piropos que los hombres dirigían a las mujeres eran frases bonitas: —“¿Quién se murió en el cielo que los ángeles andan de luto?” —“¡Por donde pisas brotan flores!” —“¡Esos no son ojos, son luceros!” —“¡Ay, mamacita soy huerfanito!” —¡Qué bien le sienta a usted el luto! Vámonos que- riendo bien y olvidemos al difunto. Había ingenio, así homenajeaban la hermosura o simpatía de una mujer; con uno de estos piropos eras feliz hasta por una semana, pero ahora... —“¡Nenorra prestas o das, te me bañas!” A veces son verdaderas majaderías y francamente te sientes infeliz, degradada, un objeto sexual. Bola de pelados...

Semana santa Una de las cosas que recuerdo del padre Ferreira, hacía- mos ejercicios espirituales para señoras y al final llevába- mos una cena, se ponía una mesa larga y allí poníamos todo. Oíamos la misa, después de la bendición, cenába- mos, pero no de lo que cada quien llevaba sino de la comida que llevaban las otras personas y de repente en- traban los mariachis, era una convivencia muy bonita. Algunas señoras llevaban unas ollotas de atole o de café y platicábamos y se rompía la piñata, pero ahora ya nadie quiere cooperar. La Semana Santa siempre se había celebrado de esta manera: tapaban los santos con una tela morada, no había misas, el Jueves Santo, cuando es el lavatorio, los Clavería Centenaria 135 padres elegían a los señores que querían participar, no todos deseaban participar; esa ceremonia era penosa, porque aparte que les lavaban los pies a los doce “após- toles”, después los besaban y los secaban. El padre traía unos cantantes e interpretaban pedazos de ópera, a veces un quinteto de música de cuerdas con un nostálgi- co chello, con violines y tocaban música clásica, toda esa semana pasaba el padre Ferreira, (empezando desde el Lunes Santo hasta el Viernes Santo), todas las transpa- rencias que había traído desde Tierra Santa y nos plati- caba sobre los lugares que había visitado y nos mostraba las mejores basílicas que había conocido, de 8:00 a 9:00 todos los días. Las ceremonias terminaban con la crucifi- xión de Jesús y entonces se hacía una cena, ya no se realiza, el viernes se bajaba la cruz se daba el pésame a la Virgen de los Dolores, antes se abría la gloria a las diez de la mañana del sábado, se quemaban los “Judas” en el parque o en el estacionamiento de la iglesia y otra vez se repartía fruta, dulces, agua fresca, ahora ya no hay nada de eso.

Desfile de primavera El 21 de marzo, los jardines de niños acostumbran orga- nizar un desfile con los pequeñines por las principales calles. Los papás se afanan por presentar el triciclo o ca- rrito mejor adornado, algunos lucen hermosas flores de papel crepé, hay un carro que llama mucho la atención. Es una calabaza y dentro va la Cenicienta que saluda al pasar, los niños de a pie van disfrazados de: ropavejeros, espantapájaros, ratones, leones, osos, Superman, el Hombre araña. Las niñas de: Caperucita roja, Cenicien- ta, brujas, hadas, Blanca Nieves, flores y princesas. Es un 136 María Elena Solórzano bonito desfile, todos los niños se ven preciosos y las ma- más orgullosas también desfilan junto a sus retoños.

Día del niño Todas las escuelas están de fiesta, adornadas con globos y piñatas, es Día del Niño, las maestras han organizado diferentes juegos: desfile de disfraces, ¿quién gana la si- lla?, carreras de encostalados, la gallinita ciega, baile de relevos y otros. Siguen las rondas: La víbora de la mar, La rueda de San Miguel, Doña Blanca y más. Se rompen las

Niño pensativo. Tarjeta postal de 1925. Clavería Centenaria 137 piñatas. Por último pasan a cada salón a disfrutar del pastel y las viandas que se han preparado para tan im- portante fecha. Los niños salen muy contentos con su gran bolsa de dulces, ningún día del año consumen tan- tos antojos, al otro día muchos enferman del estómago. La mamá: ¡te dije que no comieras tantas golosinas!

Los santitos Los vecinos del barrio de San Lucas Atenco (contiguo a Clavería): viejos, adultos, jóvenes y niños éramos fervien- tes admiradores del famoso luchador llamado “Santo, el enmascarado de plata”. En este tiempo se popularizó tanto la lucha libre que se convirtió en el juego favorito. En los patios de las casas y vecindades, en las calles, en los parques, todo espacio se convertía en un ring donde luchaban por el campeo- nato de la calle o la colonia. Todos los chamacos sabían cuáles eran las llaves más difíciles o más efectivas para someter al rival: la catapulta, el martillete, la huracanada (inventada por el Huracán Ramírez) las patadas volado- ras, la quebradora, etcétera y cómo se tenía que montar al contrincante para que diera con la espalda en la lona o en el piso y se le contaran las tres y vencerlo. Las niñas también le entraban al ajo, éramos especia- listas en los piquetes de ojos, digo éramos porque yo era una candorosa “Hija de María” vestida de largo y de blanco para ofrecer flores a la Virgen. Con todo y vestido de gala le entrábamos a los fregadazos, a veces el vaporoso velo terminaba hecho jirones En los principios de los cincuentas salió a la venta, en los más importantes almacenes de la ciudad, el espejo mágico de la televisión, las transmisiones eran en blanco y negro, estábamos fascinados con este maravilloso 138 María Elena Solórzano invento, en el que podíamos ver películas, teatro, revistas musicales, a nuestros artistas favoritos y desde luego el box y la lucha libre. Mi familia era de las pocas que contaba con una televi- sión, no éramos ricos, pero a mi papá le gustaba tanto la lucha libre que sacó un aparato en abonos. Él era muy generoso con los vecinos, invitaba a los niños a mirar las transmisiones que se hacían desde la Arena Coliseo. Mi padre, además de deportista, era “chelero” de fin de semana, todos los viernes se reunía la palomilla en el estanquillo de las “Señoritas”, ubicado en la esquina de mi casa. El principal tema de conversación era la lucha libre y sus figurones como: Santo, Blue Demon, El Caver- nario Galindo, El Médico Asesino, Enrique Llanes, Mil Máscaras, por mencionar algunos. Indiscutiblemente, el más famoso y de mayor arraigo en el fervor popular era “Santo, el enmascarado de plata”. Fue tanta la devoción que mi padre profesó a su gla- diador favorito que, cuando ya tenía cuatro o cinco “cheves” entre pecho y espalda, decía que él era el “Santo”, lo curioso es que la gente lo daba por cierto. Le ayudaba su físico, ya que era alto, sin panza, dobladote, le gustaba hacer ejercicio y conservarse en forma. Ya más entrado en materia se convertía en maestro y les enseñaba cómo aplicar correctamente cada llave y cómo quitárse- las. En fin, se la pasaban de lo más entretenido. A las diez cerraba el tendajón y mi progenitor regresaba a casa con una cauda de admiradores gritándole: ¡Santo, Santo…! La ficción crecía, les contaba historias de sus supuestas luchas con sus adversarios, de sus entrenamientos y mil supercherías más, escuchaban estupefactos, a poco todos tenían la fortuna de estar parados frente al meritito “Santo”. Clavería Centenaria 139

La fantasía corrió por todo el barrio. A nosotros nos decían “Los Santitos”, nadie nos tocaba un pelo, los vecinos nos cuidaban como a las niñas de sus ojos. Nos llamaban así porque el autor de mis días, de nombre Roberto, pregonaba por todo el barrio que él era nada más y nada menos que el famoso luchador el “Santo”. A veces pasábamos por momentos difíciles cuando nos preguntaban: ¿dónde guarda tu papá las capas y las máscaras? No sabemos, es un secreto. Y de ahí no nos sacaban. Una vez llegó mi papá y estaban pasando las luchas y participaba precisamente el “Santo”. Rafa, uno de los niños le dice: ¡ejelé, usted no es el “Santo”! Y responde muy serio: claro que sí soy el “Santo”, el que miran en la tele es mi doble, hoy me tocó descanso. Tomó una silla y se sentó tranquilamente a ver a su ídolo “Santo, el en- mascarado de plata”.

Los juguetes Los juguetes de los años cuarenta eran muy diferentes a los de ahora. Todos requerían del ingenio para que fun- cionaran. Algunas veces eran los infantes quienes los ela- boraban. Los carritos eran de hojalata o madera, se les amarraba un hilo para remolcarlos a lo largo de un patio o una banqueta. El balero exigía mucha destreza, había verdaderos campeones que rara vez fallaban en la difícil tarea de meter el palito en el hoyo. El trompo era otro de los juguetes que exigía concentración y habilidad para bailarlo, eran muchas las suertes que se hacían: el dormilón, tres vueltas y el clásico bailado en el piso. Los papalotes se ponían de moda en febrero por los fuertes vientos que favorecían su elevación, había muchos lla- nos, los niños corrían velozmente llevando el papalote 140 María Elena Solórzano hasta que conseguían elevarlo, se vendían en los merca- dos o se fabricaban en casa. El yo-yo era la novedad, pero pronto todo mundo aprendió a jugarlo. Una pequeña rueda con una ranura en medio donde se enredaba un hilo y después se soltaba, pero el chiste era subirlo por medio del hilo una y otra vez, también tenía muchas suertes: el columpio, duérmete Cachita o el dormilón, vuelta y media, el tres-cuatro y otras más. Las niñas también tenían sus juguetes, una gran variedad de muñecas de trapo y de cartón, no hablaban, ni cerraban los ojos, pero eso no tenía importancia, pues eran las nenas las que hablaban por ellas y entablaban riquísimos diálogos entre dos o tres niñas. Se trataban

Juguetes mexicanos. Foto digital tomada en 2010. Clavería Centenaria 141 asuntos de suma importancia para la familia: qué hacer con los niños enfermos, con los niños flojos que no querían estudiar, qué comidas preparar para que los niños crecieran gordos y chapeteados. Entre los juguetes favoritos de las niñas estaban las ollitas y cazuelitas de barro, imitación perfecta de las que usaba mamá. También aprendían a confeccionar los vestidos de sus muñecas bajo la dirección de la abuela o la “jefecita”. Los juegos de aquel entonces permitían que los niños se movieran y los músculos y huesos se fortalecieran con el constante ejercicio. Las carreras, brincar la cuerda, las escondidillas, los encantados, las rondas (que además se cantaban) como: Doña Blanca, La rueda de San Miguel, Pares y nones, Naranja dulce, y tantos otros. Los niños obesos eran muy raros. Ahora juegan oprimiendo un botón y no hay actividad física ni intelectual, todo es muy mecanizado. Son juegos interesantes de acuerdo con la época electrónica y cibernética que vivimos. Había un calendario de juegos, según determinada época del año se ponía de moda el balero, el trompo, la matatena. Nadie sabía qué era lo que impulsaba a los niños a cambiar de actividad, pero de repente todos bailaban el trompo o el yo-yo. Lo ideal sería que se com- binara lo moderno con lo antiguo. Y que no se relegaran en el olvido los hermosos juguetes mexicanos.

Diez de mayo Rafael Alducín, director del periódico Excelsior, lanzó una convocatoria para celebrar en el mes de mayo el Día de las madres y a partir del 10 de mayo de 1922 se rinde homenaje a las mamacitas mexicanas. De los años cuarenta a sesenta, años más o años menos, las niñas elaboraban con mucha anticipación el regalo 142 María Elena Solórzano

Julia con su pequeño hijo. Foto tomada en 1931. para las madres. Las alumnas de primero y segundo hacían una servilleta para las tortillas con estambres de colores, ensartaban el estambre en una aguja y hacían hilvanes alrededor del cuadrado de tela. Fundas o carpetas eran adornadas con diferentes motivos por las jóvenes de cuarto. Las de quinto año tenían que terminar un mantel para la mesa del comedor. Las niñas que cursaban el sexto año aprendían a tejer agujas o ganchi- llo y confeccionaban con estambre un chal para la abuelita o la mamá. Y viene el festejo. El mejor regalo es ver bailar, declamar o cantar a su vástago. En los días próximos al día 10 de Clavería Centenaria 143

Niños juegan. Tarjeta postal de 1918. mayo se ven por las calles a los niños vestidos: de jarochos, norteños, charros, rancheros y a las niñas de adelitas, tehuanas, chinas poblanas, etc. Los festivales son emo- cionantes para los infantes, pues es la única ocasión que bailan frente a un público y para las madres es un recuerdo inolvidable y conservan como un tesoro la foto donde aparece el hijo con su traje regional.

Un regalo inolvidable Mi primer trabajo docente fue en la escuela “Adalberto Tejeda”, de nueva creación en el año de 1960, era tan 144 María Elena Solórzano joven que me confundía con las niñas que asistían a sex- to grado. El grupo que me asignaron fue el primer año y tenía ochenta alumnos, mi salón parecía un panal don- de no cabía una abejita más, los niños de escasos recur- sos, con pobre vestimenta, mal comidos, algunos sin cal- zado. Insuficientes pupitres, otros llevaban una silla y el resto se sentaba en el suelo, todavía no había luz, tenía- mos agua corriente y mi salón contaba con un pizarrón, el patio era grande y encementado, peleados con las plantas los arquitectos que diseñaron la escuela no deja- ron ni un triste árbol. Enseñarlos a leer, escribir y a realizar las cuatro opera- ciones elementales me parecía una labor titánica, efecti- vamente, así fue, la atención personalizada era un sueño guajiro, el Método Montessori es ideal para diez niños aproximadamente, Decroly no alcazaba a cubrir las ne- cesidades de unos niños con hambre. Pero desarrollas tus propios métodos, más intuitivos que científicos. La primera condición para ser profesor es tener un gran amor por la profesión y por los niños, un gran sentido de responsabilidad y estar consciente de que es- taremos en un nivel de vida bastante modesto, nuestros estímulos serán papelitos que nos entregan los niños el Día del Maestro o al final del año, donde han escrito “Te amo”, o una tarjeta con dibujos, pero nunca serán cheques. Aceptando estas condiciones no nos sentire- mos frustrados al mirar a otros profesionistas más prós- peros en el aspecto económico. Recuerdo el Día del Maestro de ese año de 1960, tenía un alumno que se llamaba Federico, Fede le decían sus compañeros. Un niño muy pobre, iba descalzo y con un suéter raído que apenas lo cubría. Ese día llegó radiante, bañado, con unos huaraches nuevos y con una sonrisa de oreja a oreja me entregó un envoltorio amarrado con Clavería Centenaria 145 un hilo blanco y me dijo: “Maestra le traje un regalo, me abrazó con mucha ternura y me dio un beso en la mejilla” Al terminar el turno puse en una bolsa los regalitos. Tenía curiosidad por saber que contenía el envoltorio que me había dado Federico. Desaté el hilo y rompí el papel de china, lo que encontré me conmovió profunda- mente, dos kilos de plátanos. Ha sido uno de los obse- quios más valiosos que he recibido, pues me regaló parte de su comida. Al otro día le obsequié a mi niño una rica torta con huevo guisado.

Día del padre Muchas escuelas realizan la fiesta del padre el sábado o el domingo, para que puedan asistir los papás. Los seño- res también se emocionan cuando ven interpretar a su hijo algún poema o canción y cuando bailan para ellos. El regalo que se prepara para él es diferente, un trabajo manual, como forrar un botecito para que guarde sus lápices o hacer un portarretrato con la foto del niño, el papá lo lleva a su oficina o taller para recordar en las horas arduas del trabajo a su pequeño hijo. En la casa mamá prepara el platillo preferido del jefe del hogar, cuando los hijos ya son grandes, el padre or- gulloso y satisfecho departe con sus vástagos.

Las incripciones Agosto es el mes de las inscripciones, los pequeñines del jardín ya están listos para su primer día de clases, los de nuevo ingreso lloran con desconsuelo, pues será la pri- mera vez que se separan de su mamá por varias horas, a los pocos minutos cesa su llanto y empiezan a involucrar- se en los juegos que les tienen preparados las educado- 146 María Elena Solórzano ras, viene la hora del recreo y les encanta jugar con sus compañeros. Muy pronto se adaptan a la vida escolar y después de varios días salen sonrientes al encuentro con mamá que los espera a las doce en la puerta del colegio, muestran orgullosos sus trabajos manuales de iluminado y pegado. En las escuelas primarias les dan la bienvenida al nuevo ciclo escolar, los niños se presentan impecables con el nuevo uniforme, pues el del año anterior ya no les queda. Emocionados esperan la lista de útiles, los papás acompañados de sus hijos recorren las papelerías para completar los implementos de trabajo. La abuelita recuerda que ella en cuarto año aprendía el uso del manguillo y la tinta. El manguillo tenía la plumilla que se humedecía en la tinta contenida en un tintero. Con sumo cuidado iba trazando las letras que al principio quedaban feas, gordas y manchadas. En sexto año ya dominaba la escritura, casi dibujaban las palabras, los egresados de la primaria tenían una hermosa letra. Ahora los alumnos no tienen buena letra, pero qué hábiles son para manejar la computadora, que ya es in- dispensable para el estudio.

Desfile del 15 de septiembre de 1990 En el Parque de los Vagos se reúnen los contingentes que van a tomar parte, en la parada, poco a poco van llegando niños, jóvenes y adultos para saber en qué or- den irán avanzando. Calle de Nilo y Av. Azcapotzalco, aquí estamos espe- rando que comience el desfile, las familias han colocado algunas sillas en las afueras de sus casas, para observar con más comodidad. ¡Ya vienen, ya vienen! Clavería Centenaria 147

Al frente están los motociclistas de tránsito, son los que abren el paso. Se suben a la moto, se bajan, “se dan su taco”, “los tamarindos” lucen el uniforme y las largas botas de cuero reluciente. —Mamá, ¿las pistolas que traen son de verdad? —Claro que sí Paulina. Enseguida de las motos se encuentra la banda que toca sin parar, el ambiente se alegra, las notas de la marcha a Zacatecas llenan el aire de marcialidad, después de la banda, las autoridades de la delegación esperan la orden para avanzar, el señor Delegado, licenciado David Jiménez González, encabeza la comitiva. Avanza tránsito, la banda, las autoridades, don David con la mano en alto contesta los saludos de la gente. Desfile del quince, ¡qué bonito desfile! Este desfile me gusta porque no es bélico, es una fiesta para el pueblo. Allá está la abuelita, la mamá, los tíos, los hermanos, los primos de los chamacos, hay que echarles muchas porras. —¡A la bio a la bao a la bim, bom bam, la Chulis, la Chulis, ra, ra, ra. —Mira allí van los de la “Rosas Moreno”. —¡Qué parejitos, bonita tabla! Se lucieron los maestros. —La secundaria 193 trae hasta matlachines con tepo- naxtle y sonajas. ¡Ay, qué bonito! Se ven re’te bien los jovencitos vestidos de aztecas. —¡Ay comadre! Pues cómo no se van a ver bien si están jovencitos y delgaditos, pero nomás vista así a su compadre Pantaleón y... ¡No comadrita, por favor! —Ya vio a las niñas con sus trajes típicos ¡qué chulas! —Ahí va su hijita. —¡Arriba mi Bety, arriba! La niña voltea y le sonríe a su mamá, se siente muy importante. 148 María Elena Solórzano

La secundaria 54 impresiona con su banda de guerra y sus vistosos uniformes. Se presentan varios carros alegóricos: el de la colonia Tezozómoc, Cosmopolita, el de los comerciantes, etcétera. Muy bien puesto el que representa a doña Josefa Ortíz de Domínguez con su pechera de encajes, peinada con un chongo rematado con una peineta. Les toca el turno a los “chicos” del INSEN, qué con- tentos van, en sus bocas de gastados dientes se dibuja una sonrisa y en los ojos se prende una chispa de alegría que los rejuvenece. Adiós, adiós van diciendo al caminar, agitan las manos en alto como palomas maltrechas, la vida palpita dentro de sus almas. —Pero mira nada más, estos futbolistas, ya ni la amuelan, parecen prófugos, despeinados, con unos uni- formes que dan lástima y no porque estén viejos sino por sucios, los zapatos de fútbol traen la tierra de todos los campos. —Éstos sí que desentonan, si no pueden lavar y planchar los uniformes mejor que no desfilen, echan todo a perder. El pentatlón llega, sus muchachos intrépidos hacen pirámides, algunos saltan encima de otro que trae un cuchillo, uno de ellos resbala y...¡Oh! se escucha la excla- mación general, pero no pasó nada, todo quedó en el susto. ¡Bravo! Los aplausos no se hicieron esperar. Los últimos en desfilar fueron los charros. —¡Guau! ¡Qué guapos!, dice una muchacha. —A mí me gusta el de bigotito, con ese traje de charro se ve... —comenta otra—; las amazonas montadas a la antigua... los caballos caracolean... ¡Córrele, ya terminó el desfile. ¡Córrele! Ahí vienen las barredoras y nos van a polvear. Clavería Centenaria 149

Día de la Raza Se recuerda el Día de la Raza, es la fecha en que Cristó- bal Colón tocó la tierra que más tarde se llamaría Améri- ca. Las representaciones que se realizan en las escuelas primarias recuerdan ese arribo en las tres carabelas: La Niña, La Pinta y la Santa María. En la Plaza de Armas, en el centro de la ciudad se realizan ceremonias y danzas prehispánicas para recordar nuestras raíces que nunca debemos de olvidar El encuentro de dos mundos trastoca todo el conti- nente americano. Los conquistadores trataron de imponer su cultura y religión y borrar las culturas que ya existían y no lo lograron del todo, así surgió un sincretis- mo tanto cultural como religioso.

Los animeros de San Juan Tlilhuaca “El día de muertos” es una tradición que se recuerda los días primero y segundo de noviembre, esta festividad data de la época Prehispánica, se suspende con la llega- da de los españoles y, según las crónicas, se reanuda en el año de 1563, por fray Sebastián de Aparicio, en la ha- cienda de Careaga, después llamada hacienda del Rosa- rio, donde hoy se encuentra la unidad habitacional más grande de América Latina. Se recuerda a los seres queridos instalando una ofrenda, los animeros además de recolectar fruta y ali- mentos, en cada hogar rezan y cantan a las ánimas del purgatorio. En el pueblo de San Juan Tlilhuacan la ceremonia de los fieles difuntos se realiza de la siguiente forma: Se inicia el día 31 de octubre a las doce del día, con el repicar de las campanas que anuncian la llegada de los 150 María Elena Solórzano espíritus de los niños, el día primero de noviembre se repica nuevamente a las doce horas para despedir a las almas de los infantes, después las campanas doblan en señal de las ánimas de los adultos. El día primero de noviembre salen de la iglesia dos o tres grupos de personas, la gente los llama “Los Animeros”. Ellos recorren el pueblo, cantando y diciendo estrofas a las ánimas, portan un ayate y una campana que suenan durante el recorrido, se tocan las puertas de los vecinos y todos pasan hasta donde está instalada la ofrenda. Se recuerda a los seres queridos colocando una ofrenda, los animeros además de recolectar fruta y ali- mentos, en cada hogar rezan y cantan a las ánimas del purgatorio.

Animero visitando una de las ofrendas. Foto tomada en 2005. Clavería Centenaria 151

En el pueblo de San Juan Tlilhuacan, la ceremonia de los fieles difuntos se realiza de la siguiente forma: Una vez en el interior de la casa se reza el rosario, se pide por las ánimas de los difuntos de la casa y por las ánimas benditas del purgatorio, cuando termina esta sentida ceremonia, “Los animeros” se retiran, no sin antes recoger la limosna, las velas, los cirios, fruta de temporada, dulce de tejocote, calabaza, pan. Todo es en- tregado en la iglesia para enriquecer la ofrenda mayor. Posteriormente se oficia la misa el día dos de noviembre. Al terminar el recorrido “los animeros” y sus familias ofrecen a la comunidad que está presente: atole, tamales, pan, café y Aguardiente, para las personas mayores. Mencionamos a “los animeros” de aquellos tiempos, ya en su mayoría difuntos: Señor José Castillo, señor Victoriano Castillo, señor Musio Martínez, señor Pedro Castillo, señor Ursulo Campiña, señor Carmen Campiña, señor Epifanio Torres Contreras, señor José Contreras, señor Antonio Zárate, señor Cleofas González, señor Guillermo García, señor Mauro Oliveros, señor Pedro. Todavía con vida: Pedro Vargas Aguilar, señor Tomás Oliveros. Joaquina González, Clotilde Castillo y Gabriela Picazo tenían por encargo proporcionar a los vecinos que parti- cipaban atole, tamales, café y aguardiente, para los adultos. A continuación transcribimos algunas de las estrofas que se cantan y el nombre de las personas que nos hicieron el favor de proporcionarlas. Madre llena de dolores, / los misterios del rosario, / por aquí pasan las ánimas / del purgatorio llorando. Sr. Rafael Castillo. 152 María Elena Solórzano

Madre llena de dolores /acuérdate cuando espiremos, / nuestras almas estreguemos / por tus manos al señor. Srita. Sofia Arroyo I. Madre llena de dolores /acuérdate que en la cruz, / te llamó tu hijo Jesús / madre de los pecadores. Sr. Sixto Castillo Vargas. Salgan, salgan / ánimas en pena /que el santo rosario / rompa sus cadenas. Sra, Alicia Oliveros.

No quiero zopilotes A esas horas de la madrugada todo era silencio en aquel velorio. He asistido a muchos, pero en ninguno había sentido esa tristeza y pesadez de ánimo. La familia era abstemia, ni una gota de alcohol, el café era del mejor que se producía en el estado de Veracruz. De vez en cuando circulaba una bandeja con ricas galletitas. Un coro de monjas entonaba cantos sacros que hacían más melancólico el ambiente. La difunta había pedido antes de morir que nadie fuera vestido de luto. Había dicho: “No quiero a nadie vestido de negro, parecen zopilotes planeando alrede- dor del ataúd y prestos a destrozar la carne tumefacta del muerto, por favor, que todos asistan con ropa blanca”. Cuando se avisó de su deceso a parientes y amigos se les hizo tan singular petición: “Se pide que asistan vistiendo ropa blanca.” La sala de velación se veía muy rara, era la primera vez que asistía a un velorio en que las mujeres parecían enormes palomas desmadejadas en sus asientos. Como es costumbre se rezaron varios rosarios, después de cada uno se leía un breve discurso donde se deseaba que el alma encontrara el camino de la luz para llegar al Señor. En eso estábamos, cuando intempestivamente se endereza la muerta, todos gritamos de miedo, con los ojos Clavería Centenaria 153 cerrados la difunta abre la boca y vomita una especie de gelatina color verde, enseguida vuelve a la misma posición. Los familiares llamaron al médico que la había atendido toda su vida, el doctor Reyes ordenó que la sacaran del ataúd y la colocaran en un sofá para auscul- tarla. Con toda minuciosidad revisó si tenía algún signo vital, para cerciorarse de su estado. Su diagnóstico fue que estaba muerta. A veces los cadáveres por los gases que se forman se enderezan, pero no es un acto de vida sino mecánico. Martita Vera fue colocada otra vez en el ataúd, cerraron la tapa y no la volvieron a abrir hasta el momento en que fue metida al crematorio. Mientras era cremada los ma- riachis tocaron las piezas que a ella le gustaban y los pre- sentes las cantaron como solían hacerlo cuando vivía. Los momentos más tristes que he vivido en un sepelio de amigos, desde luego de seres queridos te llegan mucho más. Todos vestidos de blanco, los mariachis tocaban, pero en nuestra mente aparecía un cuerpo retorciéndose entre las llamas. ¿Y si todavía estaba viva sin poder gritar?

Fiesta de la inmaculada concepción La fiesta de la parroquia es el ocho de diciembre, día que se celebra a la Inmaculada Concepción de María. Se le llevan Mañanitas a la virgen con mariachis o con ban- da. Se celebra una misa solemne, y afuera hay algunas vendimias de buñuelos.

12 de diciembre Hace algún tiempo cuando los jóvenes podían pasear a deshoras de la noche o en la madrugada sin ningún pe- ligro se reunían para llevar serenata o mañanitas a las 154 María Elena Solórzano

Violetas y rosas. Tarjeta postal de 1950.

Lupitas. El nombre de Guadalupe era muy popular y la verdad es más bonito y sonoro que Joana que traducido quiere decir Juana. Las del santo preparaban arroz y un mole de antología. Ya sabíamos que ese día lo disfrutába- mos con una de nuestras más queridas amigas: la Lupe.

Entren santos peregrinos Corría el año de 1950, nos preparábamos para celebrar las posadas, en esa época eran muy bonitas. Convocaba el padre Cantú, varias señoras y jóvenes se ofrecían para diversas actividades. Primero se rezaba el rosario y des- pués el jolgorio. Los peregrinos se elegían entre los niños más aplica- dos y bien portados de la doctrina. Las mamás los vestían de acuerdo a los personajes: la Virgen María con túnica Clavería Centenaria 155 blanca y manto azul. San José con túnica verde, manto amarillo y barbas de color castaño. Los pastores llevaban calzón y camisa de manta, jorongo y sombrero de palma. El ángel, túnica blanca con galones dorados y sus alas de albas plumas extendidas como queriendo volar. El ángel representaba un papel muy importante pues era el que acompañaba a los santos peregrinos. Para darle mayor ambientación conseguíamos un burrito para que la virgen hiciera el recorrido montada en el manso animal. Partíamos de las puertas del templo del Sagrado Corazón de Jesús, situado en la calle de Grecia (colonia San Álvaro), dábamos vuelta a la manzana, durante el

Piñatas. Foto tomada con cámara digital en el mercado de Azcapotzalco en 2010. 156 María Elena Solórzano trayecto se entonaban alabanzas a la Virgen, cada feligrés llevaba una velita (hasta los infantes), a lo lejos se veía una columna de luz que avanzaba lentamente, era hermoso. Cuando llegábamos a la entrada de la iglesia, encontrába- mos cerrada la puerta principal y entonces entonábamos las estrofas para pedir posada. Unos cantaban afuera y otros contestaban desde el interior. Al finalizar los cantos se abría la puerta, entraban los santos peregrinos, los acompañantes y todos entonábamos con singular ímpetu:

Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón, aunque es pobre la morada, la morada la ofrezco de corazón.

Por último rompíamos la piñata, las catequistas nos explicaban que la piñata en forma de estrella con siete picos tenía su significado: los siete picos representaban los siete pecados capitales, al apalear la piñata tratába- mos de aniquilar el mal, limpiar nuestras almas y quedar libres de todo pecado.

No quiero oro, ni quiero plata yo lo que quiero es romper la piñata.

Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino. ya le diste uno, ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó.

Por fin se rompe la panza de la piñata, los dulces, la fruta y el confeti caen sobre todos los participantes. ¡Qué algarabía! Los muchachos grandes ganan más y los chi- quitos lloran porque solo lograron atrapar un dulce. La Clavería Centenaria 157 derrama de frutas y golosinas representa las gracias y bienes que Dios otorga a los hombres. Nueve días de alegría en las casas de los diferentes barrios.

Noche Buena Adornan el pequeño jardín hermosas flores de Noche- buena o Cuetlaxóchitl (nombre en náhuatl). Esta planta es originaria de México, ahora se cultiva en todo el mun- do y se ha convertido en uno de los íconos de la Navidad, en 1825 Joel Roberts Poinsett la lleva a EUA y en su ho- nor recibe el nombre de Poinsettia. Los arbustos están pletóricos de luces blancas. Todos se preparan para celebrar con la familia la Noche Buena. En la sala el nacimiento y el árbol lleno de adornos y foquillos contribuyen a dar ese ambiente tan especial. La mesa luce un albo mantel de encaje, los hijos y los nietos llegan muy elegantes para acompañar a los ancianos padres que, a pesar de las limitaciones de su edad, se han esmerado para recibirlos en esa casita cálida y llena de recuerdos. Pero, ¡qué tanto hace que el hijo mayor correteaba por el pasillo, qué tanto hace que la nena arrullaba a la muñeca y ahora ya casados con sus propios hijos! ¡Qué alegría tenerlos a todos juntos! La felicidad se derrama en cada copa de sidra. Mamá grande guisó un bacalao exquisito y un pavo con un relleno que sólo ella sabe preparar, nadie más. Suenan las doce campanadas y todos se abrazan y besan con tanto amor que ya no cabe en los corazones y entre risas escapa una que otra lágrima. ¡Feliz Navidad! 158 María Elena Solórzano

Último día del año Menos familiar es la cena de fin de año. Se reúnen algu- nos parientes y amigos para esperar el nacimiento del año nuevo. Se hacen listas de buenos propósitos, con toda la intención de cumplirlos al pie de la letra. Hace frío, el ponche ya está listo para tomarlo y así entrar en calor, sobre todo si le agregamos un chorrito de ron. La piñata espera ser apaleada y regar sus dones. La piñata clásica es la estrella de siete picos, se dice que su origen es chino, después pasó a Italia y posteriormen- te a México, traída por los frailes evangelizadores. Esperamos con impaciencia las doce campanadas de la Parroquia, tenemos que comer doce uvas una con cada campanada pidiendo un deseo, si te atrasas ya perdiste. Cenamos tamales, pozole o una rica pierna de cerdo al horno. Brindamos por que el año que empieza nos traiga salud, amor y trabajo. Nos divertimos con varios juegos: Usar ropa interior de color rojo para que no falte el amor. Aventar moneditas hacia arriba para que nos llueva el dinero. Poner lentejas en la cabeza para la abundancia. Y el más divertido: salir corriendo con una maleta y darle la vuelta a la manzana para viajar todo el año. Un año empieza y la esperanza por un mejor futuro se renueva. Clavería Centenaria 159

25 Año nuevo, vida nueva. Tarjeta postal de 1960. LEYENDAS

La casona de Azcapotzalco María Teresa Manzano contó la siguiente historia. Vaya lío en que estoy, tengo que encontrar un domici- lio en la avenida Azcapotzalco, colonia Clavería. Es una avenida larga y hermosa, se erigen grandes casas de estilo afrancesado, construidas a principios del siglo XX. En fin, ahí estaba, buscando el domicilio que tenía en encomienda, pero los números no son progresivos, están en desorden, voy y vengo, regreso otra vez y no logro dar con el número, pregunto a varias personas, pero dicen no saber porque cambiaron la numeración cuando cons- truyeron los condominios. No sé qué hacer, termino por desistir ese día, pero tendré que regresar, si es que quiero cumplir uno de los últimos deseos de mi abuelo, entregar una carta y una cajita a la señorita Mónica Chardonne- ret. Mi abuelo, al sentirse enfermo y presentir su propia muerte, me hizo prometerle que yo entregaría personal- mente su encargo. Mi abuelo en su juventud fue músico, integrante de la orquesta Sinfónica de México, tocaba el oboe, un instrumento parecido a la flauta que se toca verticalmente. El director de la Sinfónica era francés y un día tuvo que partir de México con urgencia hacia su tierra natal, por eso le pidió le entregará esa carta y esa cajita a la señorita Mónica, que había sido cantante de la 160 Clavería Centenaria 161

Yolanda García Bustos “La Catrina”, Foto tomada en 2009 en la Casa de la Palabra “José Emilio Pacheco”.

Sinfónica, pero mi abuelo nunca le dio importancia, no cumplió con el encargo y terminó por olvidarlo, a mi abuelo en su lecho de muerte le vino ese recuerdo y sintió la necesidad de cumplirlo. Estoy nuevamente en la avenida Azcapotzalco, volví a preguntar casa por casa, por fin, alguien me llevó a una vieja casona, en sus buenos tiempos debió haber sido una casa muy hermosa, pero el tiempo y el descuido de muchos años la habían deteriorado, tenía dos torres con pequeños ventanales que simulaban dos ojos apacibles, 162 María Elena Solórzano su techo era de tejas verdes y en mal estado, en la entrada unos escalones llevaban a un pórtico que era sostenido por dos columnas de cada lado, al nivel del piso estaban cuatro enormes macetones, estrellados y con hierbas sil- vestres. La entrada y la fachada de la casa habían sido invadidas por la hiedra, se apreciaba que la mano del hombre hacía mucho tiempo que no la acariciaba. Tenía una pequeña fuente en el centro del patio sosteniendo un jarrón del que ha tiempo salía un chorro de agua cristalina que con su suave chasquido invitaría al relaja- miento y la contemplación. Salí del ensimismamiento, busqué el timbre, pero no tenía, ¿alguna campanilla de la que pende un cordón? Tampoco. La reja de la entrada tenía una cadena con candado, además de la cerradura. Tuve que gritar: ¡Hola, buenas tardes! Pero nadie me contestó ni salió a mi llamado, esperé un buen rato y una vecina me comentó que curiosamente nunca había visto salir ni entrar a nadie desde que ella llegó a vivir a esa colonia, y de esto ya hacía treinta años. Este comentario me desanimó y le di las gracias por su información. No tenía caso regresar, me resignaba a no cumplir el encargo de mi abuelo, le eché un último vistazo a la casona y con sorpresa vi que alguien me estaba observan- do detrás de la cortina sucia y corroída de la ventana de una de las torres, volví a gritar para llamar su atención, pero nada, pensé que tendría una razón poderosa para no salir, decidí regresar por la noche ya que así podría darme cuenta si vivía alguien en esa casa, ya que tendrían que encender alguna luz. Allí estaba frente a la reja oxidada y verde, eran las nueve de la noche, estuve mirando algún tiempo y de pronto por la misma ventana, donde me habían estado Clavería Centenaria 163 observando por la tarde, pasó una silueta iluminada por la luz de unas velas de un candelabro que sostenía con la mano, pasó una y otra vez, era una mujer de cabello largo. Lancé una pequeña piedra tratando de que golpeara la ventanilla sin romper el cristal y al primer intento lo logré, la silueta se detuvo y se fue alejando de la ventana, creí que ya no tendría oportunidad de hacer contacto con ella, estaba pensado eso cuando cerca de la fuente vi a la mujer. Ella se acercó lentamente, vestía un camisón largo, de gasa blanca. Su rostro era hermoso, muy pálido, casi transparente y con un halo de tristeza. Le pregunté si vivía allí la señorita Mónica Chardon- neret, asintió con la cabeza y le entregué la carta. Sentí un alivio pues ya había cumplido. Le daba explicaciones contándole mi odisea, pero parecía que no me escucha- ba o que no le interesaba lo que le decía, así que mejor me despedí, al llegar a mi casa me di cuenta que se me había olvidado entregarle la cajita. ¡Oh no, tendría que regresar! Volví al otro día por la mañana, pues me urgía terminar con el asunto. Al llegar estaba la puerta abierta y varios hombres trabajaban en el patio con maquinaria de cons- trucción, traspuse la entrada, pues nadie me lo impidió y le pregunté a uno de los trabajadores por la dueña de la casa y me dijo que a ellos los había contratado una constructora para derrumbar esa casona, que allí no habían encontrado a nadie. Me pregunté cómo haría para contactar a la mujer que había visto la noche anterior. Al disponerme a salir vi tirada la carta que yo le había entregado, entre las piedras y hojas del jardín, me pregunté ¿por qué estaba la carta allí? 164 María Elena Solórzano

Por principio yo tenía que leer esa carta. En ella se hablaba del gran amor que sentía Phillip Le Blanc por Mónica, supongo que en ese entonces era el director de la Sinfónica, le explica de la premura con que tiene que dejar México, pues el gobierno francés requiere su pre- sencia urgentemente, pero que él regresaría para casarse con ella y que en prueba de su amor le dejaba un anillo de compromiso con un diamante en forma de corazón, despidiéndose de ella como mi pequeña Chardonneret. Todo esto me inquietó y fui a la embajada francesa a investigar y recopilar más datos, así supe que el director había fallecido en un accidente en el barco que venía de regreso a México. Solo me quedaba aclarar lo de la familia Chardonne- ret, tuve suerte pues el responsable de la constructora que estaba al frente de la obra me dijo: la familia que me contrató es de apellido Domínguez y hacía mucho tiempo la casa estaba deshabitada, que allí vivió y falleció una señorita muy joven sin razón aparente, se comenta- ba que se dejó morir de tristeza, de esto hace sesenta años. Su familia no quiso vender la casa porque ella les pidió que no lo hicieran porque esperaba el regreso de un ser amado. Sentí un escalofrío que recorrió mi cuerpo, después de unos días supe que el significado de la palabra francesa chardonneret es jilguero. Mónica Domínguez fue una cantante sobresaliente mexicana y de Azcapot- zalco.

Nocturno —Mira Mariana, este es tu tío Virgilio, dicen que murió de melancolía. —¡Ay, abuelita! ¿es eso cierto? Clavería Centenaria 165

—Pues verás... él era un hombre muy sensible y ro- mántico, debió haber vivido en el siglo XIX. Escribía poesía y le fascinaba Chopin, aprendió a tocar el piano, pero no tenía facultades para ser concertista y apenas llegó a teclear algunas piezas. Fue en esta casa de Av. Azcapotzalco donde se hizo hombre, tenía veinticinco años cuando murió. Un día vi a tu tío más callado y triste que de costum- bre, grandes ojeras circundaban sus ojos verdes y por las tardes al llegar de su trabajo pasaba horas encerrado en su habitación. A eso de las ocho de la noche bajaba a la sala, contemplaba por unos minutos el piano de cola que lucía sus brillantes maderas en medio de la estancia, empezaba a tocar con sentimiento las melodías que había logrado dominar a medias. En una ocasión las notas del “Nocturno” de Chopin inundaban la casa, la pieza era ejecutada con verdadera maestría. Salí de mi recámara para cerciorarme si era Virgilio quien tocaba. Vi a mi hermano sentado al piano interpretando esa hermosa melodía, me extrañó pues desde niño no la tocaba y ahora lo hacía como un verda- dero virtuoso. Así sucedió durante muchas noches. Espiaba constantemente a Virgilio, pero nunca observé nada anormal, excepto que él que siempre fue tan torpe ahora interpretaba como los propios ángeles. Un día me preguntó. —Hermana, ¿tú crees en los fantasmas? —Claro que no, le contesté, esas son fantasías. ¿Por qué me lo preguntas? Virgilio contestó —Yo sí...tengo que contarte algo. Todas las noches se me aparece una hermosa mujer, allí sentada frente al piano y un deseo irresistible de tocar se apodera de mí, al sentarme en el taburete me fusiono con ella, con sus 166 María Elena Solórzano manos, con las notas. Las melodías nos embriagan y tocamos y tocamos. Desde que eso pasa ya no vivo en paz. Su imagen me persigue, escucho las notas del piano a todas horas, el piano, el piano... —Después de hacerme esa confesión, adelgazó, no comía bien, no dormía, lo vieron médicos y psiquiatras. Todos opinaron lo mismo: Virgilio sufría de una extraña obsesión. Le recetaron calmantes y muchas medicinas. Nunca pudo sanar de esa melancolía. Una madrugada de invierno encontré a tu tío inclina- do sobre el piano... estaba muerto, murió feliz, yo digo, pues una sonrisa permanecía todavía en su boca. Un infarto fulminante cegó su vida.

Sombras y susurros Lilia es mi sobrina, es una hermosa muchacha de unos ojos negros increíbles, vive en Av. Clavería y me cuenta lo siguiente: “Tía, anoche los volví a ver. Estaba en mi recámara, tenía la puerta abierta y vi pasar las sombras y al niño que deambula por el pasillo”. Siempre escucha susurros o mira cosas que otros cris- tianos no pueden ver. Antes de morir la abuelita la visitó, mi mamá estaba ya en agonía, ella estaba en la cocina y desde allí se mira la puerta que en aquel entonces tenía descubierta la rejilla y se observaba la calle, Lilia miró hacia la reja, pues observó que alguien estaba junto a la puerta y cuál no sería su sorpresa, que miró a su abuela parada fuera de la reja y que la observaba, en el momento que ella hizo el intento para salir y abrir la puerta, la abuelita desapareció, lo único que acertó a decir fue: “Mi abuelita se vino a despedir de mí” y empezó a llorar desconsoladamente. Eso no fue todo, al otro día en la Clavería Centenaria 167 noche se disponía a descansar, un poco después de un cansado día de trabajo así poder dirigirse al lugar donde estaba la abuela muy enferma. La volvió a mirar parada en la puerta de su habitación, eran las nueve de la noche, en ese momento el médico nos decía que el fallecimien- to de mi madre era cuestión de minutos.

Danzón dedicado a Mirna Sus padres murieron en un accidente en la carretera, a pesar de tener treinta años se sentía huérfana y desam- parada, hacía tiempo que había estudiado una carrera comercial, trabajaba como secretaria en la pequeña em- presa familiar y ahora se veía al frente del negocio que fuera de su padre, sus estudios sobre administración le facilitaron el manejo del mismo. Para llenar su soledad se dedicó en cuerpo y alma a acrecentar su patrimonio. Pronto pudo dejar el departamento y comprar una casa, a ella le encantaban las fincas viejas, de finales del siglo XX, encontró una así en la colonia San Álvaro. La mandó restaurar y quedó preciosa, con el señorío de las construcciones antiguas y las comodidades de la época actual. Por fin se mudó, los primeros días gozó su nueva morada, pero a la semana de haberse instalado empezó a escuchar ruidos y una voz… Mirna, Mirna… ven… es- cuchaba que la llamaban cuando estaba sola, venía de todas partes y de ninguna, era una voz que flotaba en el aire, en otras ocasiones se revelaba como un soplo cerca de su oído, un soplo helado que le erizaba los vellos de los brazos, Mirna… Mirna oía muy cerca. Le encantaba ir a bailar danzón, ese descanso se lo daba cada ocho días, a las seis de la tarde dejaba todo, abordaba el “opelito” para dirigirse al Salón Riviera, pues en aquel entonces tocaban orquestas tan famosa 168 María Elena Solórzano como la de Carlos Campos, Acerina y su danzonera, In- geniería, Luis Arcaraz, etc., además le fascinaban las pe- lículas de rumberas y nomás de pensar que pisaba la catedral del meneo tropical se emocionaba, su pareja de baile era un viejo cincuentón, se entendían bien cuando de danza se trataba, ella se dejaba llevar dócilmente por las manos que sabían dar órdenes con leves movimientos sobre su cintura; en otros aspectos eran diametralmente opuestos, pues a sus treinta años tenía una forma de pensar menos patriarcal, pues no dependía económica- mente de ningún hombre. —No te distraigas, ya perdiste el paso —decía Raúl. —Fue la voz… —¿Cuál voz? —La voz que siempre escucho, de día o de noche, en todas partes, ahora mismo, parece que se entremete en las notas de la música para decirme: Mirnaaa, Mirnaaa. —¿Andas pacheca o qué? —No, tú sabes que no me gusta la “Juanita”, ni nada. —Alguien te trae cacheteando la banqueta. —No, no, tampoco. —Entonces, muñequita, ¿qué te pasa? —Hace meses que escucho una voz… —De hombre o de mujer. —De hombre. —¡Ah ya! Un fantasma se ha enamorado de ti. —¡No bromees, esto es serio! —En serio lo estoy diciendo. —¿Tú crees? —Claro, cuando nos morimos, yo creo que no nos vamos, únicamente nos volvemos invisibles, los demás son los que no nos ven, pero nosotros sí. —Pero… ¿qué hago? Clavería Centenaria 169

—Él quiere manifestarse y hacerse visible de alguna manera y tú lo tienes que ayudar. —¿Cómo? —A las doce de la noche vístete de negro, la boca muy roja y el pelo suelto, siéntate frente a una ventana que dé a un jardín, espera las doce campanadas y con cada cam- panada come un granito de sal, diciendo: —¡Manifiéstate y pídeme lo que deseas, yo te compla- ceré lo juro! Las notas del danzón inundaron la estancia y hasta las paredes sintieron ese ritmo y sensualidad, la joven se dejó llevar por la cadencia de la música y empezó a dibujar unos pasos sobre el mosaico pulido. Se sentó en un sillón frente a la ventana, las campana- das empezaron a sonar, al mismo tiempo la voz se escu- chaba cada vez más desesperada: Mirna, Mirnaaa, después un largo gemido cortó el aire. La joven con cada campanada comía un granito de sal, mientras decía: ¡Noble varón manifiéstate y te juro que sea cual sea tu deseo lo cumpliré al pie de la letra! Después de decir esto apareció junto a ella un joven de treinta años de edad aproximadamente, vestido a la usanza del siglo XIX, alto, excesivamente delgado, de tez apiñonada, pelo negro y rizado, unos ojos que a pesar de ser pequeños eran hermosos de tan expresivos, sucumbió ante el deseo de aquella boca sensual de espeso bigote. Bailaron abrazados, mirándose a los ojos, así pasaron algún tiempo, la fue despojando de sus vestidos para poseerla en un acto de amor que nunca se volvería a repetir. Él la acunó en sus brazos, ella durmió plácida- mente. No habían pronunciado palabra alguna, ni fue necesario. Mirna colocó en la consola nuevamente el disco con los mejores danzones de Acerina y su danzonera y 170 María Elena Solórzano empezó a bailar con su amado, poco a poco se fue esfu- mando, de repente se dio cuenta que estaba bailando sola. La mujer siguió su vida de siempre, atendiendo su negocio, solamente el primer martes de cada mes, año con año, Mirna invoca a su amante, pero jamás se ha vuelto a materializar. Hoy, el primer martes del mes de marzo de 2002, una anciana introduce un cassete en la radiograbadora, con la esperanza de que vuelva a ocurrir aquel milagro. Y con cada campanada come un granito de sal, deja la ventana abierta, nada sucede, ella baila, baila, baila al compás del danzón “Nereidas”.

Se escuchan pasos Mi amiga Queta, que habita en la Unidad del INFONA- VIT (construida donde antes se ubicaba el Colegio Font Bonn) dice que algunas veces ya avanzada la noche se escuchan pisadas y taconeos de gente que camina con prisa sobre la acera que la circunda, se asoman y no se ve absolutamente nada, aunque al abrir la ventana se siente un vientecillo frío que pone la carne de gallina. En otras ocasiones se miran sombras como de enlutadas que ca- minan rumbo a la calle de Heliópolis. Ella investigó que por allí había unas ladrilleras, que hombres, mujeres e incluso niños trabajaban en pésimas condiciones y que algunos enfermaban de los pulmones y al poco tiempo morían. Ella me dice: Han de ser almas en pena que recuerdan los sufrimientos que en vida tuvieron por aquí. Clavería Centenaria 171

Ofrenda Casa Cultura Azcapotzalco 2010. Foto con cámara digital tomada en 2009.

Un chorrito de frescura Es de las mejores vecindades de San Álvaro, La vivienda de doña Tere es cómoda: baño, cocina y dos piezas gran- des. La familia llegó por los años cuarenta, tan proletaria como todas las de por aquí. Hoy está de luto y se ve más gris y tiznada que de cos- tumbre, por aquí todo se tizna por las emisiones de los automóviles que cada día aumentan. Las casas y edificios los pintan una y otra vez y quedan muy blanquitos y al 172 María Elena Solórzano rato negruscos por el hollín, pero a todo se acostumbra el pobre menos a no comer. La puerta principal luce un gran moño negro. —¡Se fue Tere! —¡Sí Mati, ya entregó cuentas al Señor! —¡Tonta, echó a perder su vida! ¡Tan bonita de faccio- nes y con esos ojos “chinos”! —Sí, nadie sabe por qué le dio por “empinar el codo”. —Sólo Dios, tenía un esposo cumplidor y sus hijos tan buenos y aplicados. —“Caras vemos, corazones no sabemos”. —¡Qué triste! Si el alcohol es malo para un hombre, en una mujer es peor. —Imagínese doña Mati, ¿qué voy hacer con Martín tan borrachote? —Usted ha tenido mucho aguante, pero… no todas, ya ve… Doña Tere era alcohólica, nadie supo cuándo empezó a beber. Muy de mañana, ya estaba con su tesito de hojas de naranjo con alcohol, así iniciaba, bebía de todo: pulque, vino, cerveza... El vicio la trituró, su garganta con sed de siglos, nunca se saciaba y desde la primera copa se encendía en sus ojos el fuego de la glotonería, más, más, más, hasta caer sin sentido. Ahí quedaba como una venada herida, toda desmadejada, entre los sopores del sueño y muy cerca de la muerte. Muy temprano se reunían los teporochitos, beber y soñar era lo mismo, surgían y se apagaban esas luces de bengala, brillantes y efímeras. Al tesito de hojas de naranjo seguían los pulques, olas olorosas de espuma atravesaban sus labios en una inter- minable cascada de sabor. A las doce pasaba al estanqui- llo, pues seguía la cerveza: una, dos, tres, perdía la cuenta. Llegaba a su casa ya pasadita. Les hacía de comer Clavería Centenaria 173 a sus chamacos como Dios le daba licencia, la sopa se convertía en la laguna donde zozobraban sus anhelos, entre la salsa del tomate surgían los rostros acusadores. Había días lúcidos, a secas, cuando iba a la Villa a “jurar” de rodillas y bañada en lágrimas pedía perdón a la Virgen de Guadalupe, parecía la puritita verdad. Siempre quebrantó su juramento. La sed abrasadora de todos los desiertos la quemaba, tenía que salir a buscar la frescura de un oasis. La femi- nidad de Tere naufragaba con los vapores del licor, el brillo de sus pupilas se convertía en la mirada de un bovino moribundo, el guiño coqueto en una mueca, las faldas ya no se movían con donaire sino con torpeza y descuido, la cara un borrón, un alma soñadora se diluía entre las natas del pulque o la cerveza. ¿Era mejor el mundo que ella se construía entre los tornillos de neutle y el aserrín del piso de la pulcata? Así es la vida, no sabemos cuándo ni por qué algo soterrado sale a la luz y nos atormenta, entonces caemos, caemos. Su enfermedad empeoró. Llegó a dormir sobre las banquetas, los muchachos se acercaban y le hacían cos- quillas en la nariz con una ramita y los más atrevidos le- vantaban su vestido para verle las piernas. Más tarde padeció el tormento del “delirium tremens”. Unas veces sentía cómo cientos de tarántulas araban su piel, en un intento por quitarlas de encima se arañaba. Otras ocasiones era una enorme víbora que la apretaba en un abrazo sofocante, estrellaba su cuerpo contra la pared tratando de matar al animal. Veía rostros, escucha- ba voces y si dormía era presa de pesadillas. Congestión alcohólica, diagnosticó el médico. Ya reposa para siempre. Como esculpida en cera, recostada en su antigua cama de latón, una hermosa colcha tejida con ganchillo la cubre parcialmente. 174 María Elena Solórzano

Las mujeres de la casa lavan su cuerpo con una toalla impregnada de agua jabonosa, la secan, la perfuman. Le ponen pantaletas, sostén con adornos de encaje, medias de seda, el traje que ella guardaba para estrenarlo en una ocasión especial y le calzan zapatos blancos de tacones altos. Peinan sus ondulados cabellos, la maqui- llan con sumo cuidado, como si fuera a una fiesta. Cruzan sus brazos y dejan entre sus manos un crucifijo. Los vecinos retiran cubetas y tendederos, lavan las baldosas con detergente de olor. Sacan las sillas que tienen disponibles; para la gente que va llegando. Los hombres compran aguardiente, cervezas y cigarros, pues la noche es larga. Colocan una olla con vinagre para que el cáncer que todo cadáver tiene no se les pase a los vivos. Clemencia pone en el nicho de la entrada un vaso con agua bendita y a los lados flores blancas en transparentes floreros. Las señoras amigas de la difunta preparan café de olla. En medio del patio se coloca la caja, con un cirio en cada esquina y la rodean con gladiolas blancas. Debajo del ataúd dibujan una cruz de cal y en el zaguán un ramo de flores blancas para atajar a los demonios. Ahí está doña Tere, dentro de su cajón forrado de seda gris, durmiendo la última “mona”. Los rosarios se susurran uno tras otro: Padre nuestro... sin pecado con- cebida... puerta del cielo... perdónala Señor... descanse en paz. A las siete de la noche llega a hacer guardia ante el ataúd un teporochito con una banda de música. —Adiós Tere, a ti te gustaba tomar, como a mí me gusta, pero eras buena y te encantaba la música, por eso te la traje por última vez. Órale muchachos, toquen, toquen: “Morir por tu amor” y “Viva mi desgracia”. Todos los presentes quedaron mudos. Un violín desa- finado, un acordeón y dos guitarras llenaron el aire con Clavería Centenaria 175 sus notas. El hombre, mientras el grupo tocaba, perma- neció de pie junto a uno de los cirios y gruesas lágrimas resbalaron por sus mejillas. En verdad deseo que cuando yo muera alguien vierta unas lágrimas tan sinceras como ésas. En la calle los hombres narran cuentos colorados y toman café negro con licor, a eso de las tres de la mañana, los “machitos” lloran a lágrima viva, igual que las mujeres, el alcohol termina por ponerlos sentimentales. A las 11:00 parte el cortejo, todo el barrio la acompaña a su última morada, al llegar la carroza fúnebre bajan la caja, que es cargada por su esposo y sus hijos. La fosa parece un abismo donde se perderá para siempre. Mientras desciende, un trío entona algunos boleros, las lágrimas se entremezclan con las melodías: ...“sin ti no podré vivir jamás. / y pensar que nunca más / estarás junto a mí. Las guitarras también lloran. Todo mundo dice: “Era muy simpática ¡Lástima!” Al caer la última paletada de tierra, toda la gente empieza a aplaudir. ¡Adiós Tere, hasta pronto! En el patio de la vecindad se reúnen todos los vecinos para recordarla y rezar los nueve días por la salvación de su alma. Al final se sirve café de olla acompañado por un exquisito pan de dulce. Dicen que en el quinto rosario la vieron asomar por la ventana de su vivienda, quizá anda penando por eso de la tomadera, quizá su alma sedienta busca mitigar sus penas con un chorrito de frescura. PERSONAJES

Por aquí anduvo “El Pachón” Nació en el rancho La Pachona, en Guanajuato o Zaca- tecas, de ahí el sobrenombre de “El Pachón, del mismo modo nombraban a sus hermanos, “Los Pachones”. Muy jóvenes se incorporaron a las filas insurgentes bajo las órdenes del doctor José María Coss. En los aguerridos combates que se realizaron en las haciendas de la Vede- la, con la valentía que siempre lo caracterizó, derrotó al general realista Ignacio Suárez. Más tarde, en junio en 1814, en el pueblo de Santa María del Río venció al ejército realista. La lucha necesi- taba armas, balas y cañones. Encarnación, en su afán de ayudar a la noble causa, instala con sus hermanos una fundición de cañones y una fábrica de pólvora. Siguie- ron los triunfos: en Villa de Encarnación arremetió contra Bernardino Díaz de Cosío, un principal cabecilla realista. En los altos de Ibarra se enfrenta con el coman- dante Marcos Vagues, quedando en el campo muertos 200 de sus soldados y 65 prisioneros. En 1817, en el pueblo de Dolores ataca a los realistas, quedando con gran cantidad de bajas.

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El Pachón se incorpora al ejército de Javier Mina* Francisco Javier Mina llega a México y busca a los cabeci- llas de la lucha insurgente, se le unen a la causa los jefes insurgentes Pedro Moreno y Encarnación Ortiz, luchan- do denodadamente causan innumerables derrotas a las fuerzas realistas. La respuesta virreinal es constante y al poco tiempo quedan atrapados en pequeños reductos de donde son desalojados por los españoles. Para defen- derse Encarnación Ortiz construye cerca de San Felipe Guanajuato, el Fuerte de los Caballos, fiera es la defensa, pero al fin son sitiados y vencidos, el fuerte es destruido y Ortiz logra salvar la vida. Reaparece con más bríos du- rante el sitio del fuerte del Sombrerete, interviene en la lucha demostrando gran valor y determinación. Cuando las circunstancias son tan adversas que es inútil seguir luchando logra escapar, Mina y Pedro Moreno mueren en ese lugar a manos de los realistas. Después de la muerte de sus entrañables amigos y de varios de sus hermanos, Encarnación se ampara bajo el indulto que ofrece el virrey y decide retirarse a la vida civil y atender sus modestas posesiones, pero cuando Agustín de Iturbide proclama el Plan de Iguala, en el cual se rebela contra el virreinato español incorporando a los jefes que se mantenían en sus garitas, el Pachón decide alistarse nuevamente en la lucha independentis- ta, esta vez bajo las órdenes de su antiguo rival en los campos de batalla, el general Ignacio Bustamante. Juntos toman Querétaro y avanzan a la ciudad de México el 17 de agosto de 1821.

* Nieto, López Rigoberto, Tríptico, Personajes Ilustres de Azcapotzalco, Edición de autor. México 2000. 178 María Elena Solórzano

Tulio Hernández Gómez* Nace en el estado de Tlaxcala el 26 de mayo de 1938. En Azcapotzalco desempeña el cargo de delegado de 1976 a 1979. Vivió algún tiempo en la calle de Allende en la colonia Clavería. Siempre ha pertenecido al PRI, ingreso en 1953, fue Gobernador del estado de Tlaxcala de 1981 a 1987. En Azcapotzalco realizó las siguientes obras: Par- que Tezozómoc, Estación de bomberos, Foro cultural y algunas otras. Es egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también estudio la carrera de leyes, obte- niendo el título de abogado, fue catedrático de la máxima casa de estudios. Ha ocupado numerosos cargos políticos. En 1964 fue electo Diputado Federal por el I Distrito Electoral Federal de Tlaxcala a la XLVI Legisla- tura, Delegado en Azcapotzalco, Oficial Mayor de la Se- cretaría de Gobernación, en 1980 fue postulado candi- dato del PRI a Gobernador de Tlaxcala, triunfó en las Elecciones de ese año y ejerció el cargo de 1981 a 1987. Posteriormente de 1989 a 1990 fue Presidente del PRI en el Distrito Federal y luego Diputado Federal plurino- minal a la LVII Legislatura de 1997 a 2000.

Carlos Díaz Dufoo (1861-1941) Nació en Veracruz en 1861. Desde muy temprana edad vivió en España y colaboró en las publicaciones El Globo y Madrid Cómico. De regreso en México (1884), escribió en La Prensa y en El Nacional. En su estado dirigió El Fe- rrocarril Veracruzano y La Bandera. Regresó a la ciudad de México, donde colaboró en El Siglo XIX y en El Universal.

* Fuente: Azcapotzalco en la Cultura, A.C. Clavería Centenaria 179

Con Manuel Gutiérrez Nájera fundó la Revista Azul (1894) y con Rafael Reyes Spíndola, El Imparcial. Dirigió la Revista Azul, El Imparcial, El Mundo y El Economista Mexicano, colaboró en Revista de Revistas y fue editorialis- ta fundador de Excélsior. Escribió obras de teatro: “Padre mercader”, “Entre vecinos”, “De gracia”, “La fuente del Quijote”, “La jefa”, etc.; ensayos de temas económicos: “México y los capitales extranjeros”, “Una victoria financiera”, “La cuestión del petróleo”, etc.; narrativa: “Cuentos nerviosos”. Publicó una biografía de Ignacio Torres Adalid y otra de José Ives Li- mantour. Murió el 5 de septiembre de 1941, en su casa de la Avenida Azcapotzalco, colonia Clavería, México, D.F. “Los Cuentos nerviosos” de Díaz Dufoo pertenecen a los últimos años del siglo; a las atmósferas de ese cierre dedicó sus cuentos, que son más bien piezas de prosa poética. El libro es un estudio del spleen, el hastío de la vida moderna repartido en sus distintos mitos: el suicidio, el alcoholismo, la prostitución, el engaño, la decepción amorosa, los burdeles, el amor cansado y la fatiga de la vida diaria. Sus personajes son sombras perdidas en el recodo del diecinueve, hombres y mujeres envueltos en la noche del siglo. Una prostituta, un burdel, un amor que solo se realiza con la muerte, un último encuentro en una autopsia, un hombre que mató a su madre y algunas historias de bulevar fueron los estudios a los que consagró su prosa.

Luis Herrera de la Fuente* Uno de los personajes más importantes que han vivido en Clavería ha sido sin duda alguna Luis Herrera de la

* Fuente: Relatos modernistas.com 180 María Elena Solórzano

Fuente. A continuación se transcribe su biografía, que nos da muestra de lo que puede lograr la inteligencia cuando se cultiva y cómo el ser humano puede sublimar- se hasta grandes alturas por medio del arte. Nació en 1939 en la Ciudad de México. Compositor y director de orquesta, inició a edad temprana su educa- ción musical, al lado de su padre Alfonso de Elías, con quien estudió piano, teoría y composición musical. Si- multáneamente realizó actividades corales (Sociedad Musical Mozart), e inició los estudios de flauta dulce y música antigua (R. Rivera), violín (D. Saloma) y órgano (Juan Bosco Correro). En 1982 realizó una extensa gira por Polonia, dirigien- do varias orquestas sinfónicas en las Ciudades de Bialys- tok, Bydgoszcz, Torun, Wroclaw y Varsovia; con obras propias, de repertorio mexicano y europeo. Ha dirigido prácticamente todas las orquestas profesionales de su país y se ha presentado como director huésped en Francia, Suiza, Bélgica, Polonia, España, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador y Argentina, entre otros países. Siempre activo como compositor, cuenta con un catálogo de más de 160 obras de muy diversos géneros, que van de la música para un instrumento hasta el complejo sinfónico-coral con solistas, y del uso de instrumentos antiguos hasta el empleo de medios electroacústicos. Varias de sus obras han sido registradas fonográficamente. En su doble desempeño como compositor y director de orquesta, ha participado en festivales como: Intera- mericano en Washington y Nueva York; Chartres en Francia. Bienal y Estival de París, Año de América en Fra- meries Mons, Bélgica, Semana de México en Bruselas. Internacional de Música Contemporánea en España, Sonidos de las Américas en Nueva York, Foro de Compo- sitores de Centro América y el Caribe, Encuentro Inter- Clavería Centenaria 181 nacional de Compositores Rosario, en Argentina; Festival de Música Contemporánea de El Salvador. Festival Lati- noamericano de Música en Caracas, Foro Internacional de Música Nueva, Cervantino en Guanajuato, Encuentro Latinoamericano de Música en Morelia, etcétera. En 1990 fue nombrado miembro de la Sociedad Mexicana de Musicología y el mismo año proyectó e inició una profunda reforma académica para el Conser- vatorio de las Rosas de la ciudad de Morelia, desempe- ñándose simultáneamente como Director General y maestro de composición musical, orquestación, direc- ción de orquesta y música de cámara. En ese sentido, a lo largo de su vida musical, ha tenido un lugar importan- te el renglón pedagógico, por lo que ha escrito música para niños y jóvenes, ha formulado programas de estudios, asesorado a instituciones educativas y ofrecido numerosos cursos y clases en escuelas y conservatorios diversos, como conferencias y clases maestras dentro y fuera de su país. En 1991 se hizo cargo de la Dirección de la Coordina- ción Nacional de Música y Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes. En noviembre de ese año fue nombrado Académico de Número de la Academia de Artes y poco después fue distinguido con la Medalla Mozart. Al año siguiente recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes 1992, máximo galardón que confiere la nación en su género. Desde 1993 pertenece al Sistema Nacional de Creadores en calidad de Creador Emérito. En 1995 fundó y fue designado Presidente del Consejo Mexicano de la Música, afiliado al Consejo Internacio- nal de la Música, con sede en la UNESCO, París y ese mismo año, su Sonante N° 11 fue la obra sinfónica con- temporánea seleccionada durante la VII Tribuna Musical de América Latina y el Caribe. 182 María Elena Solórzano

Entre 1998 y 1999 crea el Colegio Latinoamericano de Compositores de Música de Arte, con el fin de promover profesional y sistemáticamente la obra de algunos de los compositores latinoamericanos vivos más significativos. Por su trayectoria y quehacer en favor de la música mexicana, el compositor y director de orquesta Luis Herrera de la Fuente recibió un diploma del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). El acto se realizó la tarde del domingo en la sala Manuel M. Ponce, donde la Orquesta de Cámara de Bellas Artes ofreció un concierto especial con obras del autor mexicano.

German Butze Argumentista prolífico, con una imaginación inagotable —en la que Acapulco ocupó un espacio— y un enorme talento como dibujante, Germán Butze Olivier fue el creador de diversos personajes de historietas mexicanas de sano y fino humor, entre ellos Los Supersabios, cuya carrera comenzó en 1936 y culminó a principios de los setenta, con el decaimiento de su salud. Germán Butze Olivier nació en la ciudad de México, descendiente de alemanes e ingleses, desde pequeño mostró sus aptitudes para el dibujo. Publicó en la revista “Chamaco” y continuó aparecien- do en las tiras diarias del periódico, hasta que en 1953 apareció por primera vez como revista independiente “Los Supersabios”, en la que se publicarían aventuras originales. Muere en 1974. “Mi padre murió en 1974, después de que le había dado un infarto, dada su afición al tabaco, y cuatro años después, se hizo una película de aventuras con Los Su- persabios, dirigida por Anuar Badin y en la que aparecen Clavería Centenaria 183 las voces de actores como Jorge Arvizu y Carlos Riquelme, para dar vida a algunos personajes”. Realizó trabajos para una llantera, un linimento, un antiséptico, una compañía chiclera y una fábrica y tienda de ropa, para la que diseñó dos personajes: Memo Migaja y Pinito Pinole”, especificó el diseñador. “En 1936, mi papá trabajaba en esa agencia de publici- dad, cuando llegó el director de Novedades, el señor Ignacio Herrerías, buscando un dibujante, quien le ofreció hacer la tira cómica para su periódico ‘sin com- promiso alguno’, le dijo que si pegaba bien y si no, que conservara su trabajo en la agencia. Sin embargo, al comenzar a publicarse la tira, el periódico comenzó in- mediatamente a subir en su circulación, lo mismo pasó con la revista “Mujeres y Deportes” que quintuplicó sus ventas con la aparición de Los supersabios en su última página”. También publicó en la revista “Chamaco” y continuó apareciendo en las tiras diarias del periódico, hasta que en 1953 apareció por primera vez como revista indepen- diente “Los Supersabios”, en la que se publicarían aven- turas originales. Su gran talento lo hizo merecedor, a principios de los años setenta, a recibir el Tlacuilo de Oro, presea que se entrega a los dibujantes y argumentis- tas más destacados.

Gustavo Sáinz Nació en la ciudad de México el 13 de julio de 1940. En- sayista y narrador. Estudió Leyes, Filosofía y Letras en la UNAM. Ha sido asesor editorial de la SEP; fundador de la colección SEP Setentas, el calendario Ramón López Ve- larde y “La Semana de Bellas Artes”; profesor en la FCPyS de la UNAM y la University of New ; jefe del Depar- 184 María Elena Solórzano tamento de Ciencias de la Comunicación de la UNAM. Obra publicada: Antología: Antología de la poesía erótica (en colaboración con Miguel Donoso Pareja), Orientación, 1972. || Jaula de palabras (nueva narrativa mexicana), Gri- jalbo, 1980. || Corazón de palabras (cuentos eróticos), Gri- jalbo, 1981. || Los mejores cuentos mexicanos, Océano, 1984. || Autobiografía: Gustavo Sainz, Empresas Editoriales, Nue- vos Escritores Mexicanos del Siglo XX Presentados por sí Mismos, 1966. || Ensayo: Autorretrato con amigos, s.p.i., 1967. || Novela: Gazapo, Joaquín Mortiz, Serie del Volador, 1965. || Obsesivos días circulares, Joaquín Mortiz, Novelistas Con- temporáneos, 1969. || La princesa del Palacio de Hierro, Joa- quín Mortiz, 1974. || Compadre Lobo, Grijalbo, 1977. || Fan- tasmas aztecas (un pretexto), Grijalbo, 1982. || Ojalá te mueras y otras novelas clandestinas mexicanas, Océano, Bar- celona, 1982. || Paseo en trapecio, Edivisión, 1985. || Mucha- cho en llamas, Grijalbo, 1987. || A la salud de la serpiente, Grijalbo, 1991. || Retablo de inmoderaciones y heresiarcas, Joa- quín Mortiz, 1992. || La muchacha que tenía la culpa de todo, Ediciones Castillo, Más Allá, 1995. || Salto de tigre blanco, Joaquín Mortiz, Narradores Contemporáneos, 1998. || Quiero escribir pero me sale espuma, Plaza & Janés, 1998. || La novela virtual, Joaquín Mortiz, 1999. || Con tinta sangre del corazón, Plaza & Janés, 2000. || A troche y moche, Alfaguara, 2002. || Varia invención: El juego de las sensaciones elementa- les: Autobiografía a cuatro dedos (en colaboración con Eduar- do Mejía, Nueva Imagen, 2006.

Bernardo Ruíz* Nació en México, D.F., en 1953. Estudió Lengua y Litera- tura Hispánicas en la UNAM. Fue profesor fundador de

* Fuente: literatura.inba/gob.mx/literaturainba/diccionario Clavería Centenaria 185 la UAM Azcapotzalco (1975) y posteriormente dirigió el Departamento Editorial de la Dirección de Difusión Cul- tural de la misma universidad. Impartió diversos talleres de creación literaria para el INBA y la UNAM. Entre 1995 y 1998 fue director de Difusión Cultural de la Uni- versidad Autónoma Metropolitana. Actualmente es pro- fesor de la Sociedad General de Escritores de México, A.C. (SOGEM). Ha publicado obras de varios géneros. Libros de cuento: Viene la muerte (1976), La otra orilla (1980), Vals sin fin (1982) y La sangre de su corazón (1999). Entre sus poemarios: La noche y las horas (1978), El tuyo, el mismo (1986), Controversia de sombras (1990), Juego de cartas (1992), Memorial de Erinia (1994) y Pueblos fantasmas (2000); novelas: Olvidar tu nombre (1982) y Los caminos del hotel (1991). Reina de las sombras (1996) son recuentos, Luz oscura (1999) teatro, y Cielos, tierra e infierno (1999) es una antología personal, y Antes y después de Drácula (1998) también es una antología, pero en este caso, es acerca del origen del vampiro.

Eduardo Luis Pareyón Moreno** Olga Pareyón Moreno nos platica acerca de su célebre hermano y dice que su afición a la arqueología surgió aquí en Azcapotzalco, cuando salía con su padre a reco- rrer caminos y veredas y a su paso encontraba múltiples vestigios de la cultura tepaneca. Por estos lugares se en- contraban frecuentemente vestigios y bastaba con escar- bar un poco para encontrar más. Empezó a recolectar todo lo que encontraba y formó una pequeña colección de guijarros y una que otra figurita prehispánica. A con-

** Testimonio Olga Parellón. 186 María Elena Solórzano tinuación mencionamos algunas importantes activida- des que realizó en su quehacer como arqueólogo, las que le valieron reconocimientos tanto nacionales como internacionales. Exploraciones Arqueológicas en la Ciudad Vieja de Quitopec. VII Mesa Redonda Sociedad Mexicana de An- tropología. Ms. (IWO). México 1957. Exploraciones Arqueológicas en Ciudad Vieja de Quiotepec. RMEA Vol. 16. (IWO). México 1960. “Excavaciones en la zona arqueológica del Cerro del Tepalcate, San Rafael Chamapa, Estado de México”, ENAH, Maestría en Arqueología, México 1961, 141 p. Las pirámides de doble escalera. In Religión en Meso- américa. XII Mesa Redonda, Sociedad Mexicana de An- tropología, edited by Jaime Litvak King, and Noemí Castillo Tejero, pp. 117-126. Sociedad Mexicana de An- tropología, México 1972. Objetos maqueados. In La Garrafa: Cuevas de La Garrafa, Chiapas: estudio y conservación de algunos objetos arqueológicos, editado por María Elena Landa y el Gobierno del Estado de Puebla y Centro Regional de Puebla, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Puebla; México, 1988, pp. 183-209.

Lupe Vélez Su nombre completo es María Guadalupe Villalobos Vé- lez; nace en San Luis Potosí el 18 de junio de 1906 y muere en los Los Ángeles, 1944. Circuló la versión de que se suicidó al quedar embarazada de un hombre ca- sado y que se negó a divorciarse para contraer matrimo- nio con ella. Actriz de cine, de nacionalidad mexicana, de belleza incomparable. Hija de un coronel del ejército y de una soprano, siempre mostró inquietud para el bai- Clavería Centenaria 187 le y la actuación. Al morir su padre, busca trabajo para ayudar a su familia. Participa en una obra teatral en Mé- xico, con cierto éxito, por lo que se anima a probar suer- te en Hollywood. Su carácter jovial le ayuda a abrirse ca- mino rápidamente, pues es muy sociable y pronto tiene amigos por todas partes. Algunos la conectan para alcan- zar su objetivo: actuar en el cine. Asiste a todas las salas de fiestas y locales del entorno de Hollywood. Su rostro se hace popular y es llamada por algunos empresarios, como Florenz Ziegfeld, pero ella prefiere trabajar en cine. La oportunidad se la ofrece el director y productor Hal Roach, en alguno de los cortos de Stan Laurel y Oliver Hardy. Su primera película: El gaucho (1928), de F. R. Jones, al lado de Douglas Fairbanks. Después intervendrá en El canto del lobo (1929), de Victor Fleming, en donde trabaja al lado de Gary Cooper, colaboración que generó nume- rosos comentarios en la prensa cinematográfica de la época en torno a un posible romance. La transición del mudo al sonoro le lleva a participar en varias películas producidas por Carl Laemmle, en las que no solo habla en inglés sino que también interviene en las versiones españolas correspondientes. Son los casos de Oriente y Occidente (1930), de George Melford, Resurrección (1931), de Edwin Carewe, y Hombres en mi vida (1932), de David Selman, su versatilidad le permite interpretar una oriental, una pobre campesina o una rica heredera. En México interpreta La sandunga una de las primeras películas de la llamada época de oro del cine mexicano. Fue una de las primeras divas de Hollywood, después bri- llaría con luz propia Dolores del Río. 188 María Elena Solórzano

Lupita Tovar* Dice la gente que Lupita vivió algún tiempo en la Av. Azcapotzalco. Nació en Oaxaca en el año de 1911. Su primera intervención en el cine norteamericano se re- monta al año de 1931. Se hizo famosa al realizar la ver- sión en español de la película Drácula, que se filmó en la ciudad de los Ángeles por la Nacional Pictures. Fue des- cubierta por Roberth Flaherty en la cuidad de México, cuando la vio por primera vez quedó impactado por su belleza. Llega a Hollywood en 1929. Realiza una serie de estudios en forma intensiva y que tienen como propósito prepararla como estrella del celuloide, estudia guitarra, danza, actuación, inglés. Es poseedora de una gran inte- ligencia y rápidamente asimila las asignaturas, tiene gran facilidad para el idioma inglés. Entre las películas que filma allende el Bravo: El exilio, María Montez, Adiós, La voluntad del muerto, El gato y el canario, Drácula… En México interviene como la protagonista femenina en la primera película sonora que llevó por título Santa. Si vivió o no en Clavería, está difícil de probar. Pero todos los claveros de aquellos años disfrutaron de sus ac- tuaciones y de la primera película sonora Santa. Fue una mujer de extraordinaria belleza, la primera diva que triunfó en Hollywood.

Mario Moreno “Cantinflas” Vivió durante algún tiempo en Clavería en la calle de Oasis. Fortino Mario Alfonso Moreno Reyes, más conocido como Cantinflas, nació en Santa María La Redonda,

* Fuente: www.bio y vidas. Clavería Centenaria 189

México, D.F. el 12 de agosto de 1911 y murió el 20 de abril de 1993. Era el sexto de doce hermanos, hijo de Pedro Moreno Esquivel, cartero, y, Soledad Guízar Reyes de Moreno. Además de ser denominado como Cantinflas, fue conocido también como El Mimo o El Cómico de la Ga- bardina. De origen humilde, tuvo que sufrir la pobreza durante su infancia. Creció en el barrio Tepito. Para salir adelante supo utilizar su audacia y los trucos callejeros que sabía. Se matriculó en la Facultad de Medicina de la Universi- dad de ciudad de México para complacer a su padre, pero durante los estudios comienza a realizar sus pinitos profesionales como bailarín e imitador. También se dedicó por un tiempo al boxeo profesional, antes de in- cursionar en el mundo del espectáculo. Trabajó en el circo y pronto sus grandes dotes para la interpretación, su ternura y su visión optimista del mundo le llevaron a recrear el tipo de “pelao” (hombre vulgar y pobre de México, el cual caracterizó con panta- lones caídos, camiseta haraposa, corbata atada al cuello...) y de este modo nació “Cantinflas”. Cierto día acudió a una cita con un empresario del teatro de varie- dades de Jalapa (Veracruz) para que lo viera bailar pero por un incidente ocurrido en el local Cantinflas tuvo que salir a escena y calmar los ánimos del público. Los nervios no le permitían hablar con fluidez y su forma entrecortada de charlar hizo reír al público. Así inició su carrera de cómico. El 27 de octubre de 1936 se casó con Valentina Ivanova Zubareff, cuyo origen era ruso; el matrimonio duró hasta que ella fallece en 1966. Aunque con Valentina no tuvo hijos, ella adoptó un niño que había tenido Mario en 1961, al cual llamaron Mario Arturo Moreno Ivanova. 190 María Elena Solórzano

Alcanza la fama con la película Ahí esta el detalle. Las décadas de los 40 y 50 fueron las más productivas para Cantinflas, tanto así que en 1946 rechazó trabajar con compañías mexicanas y firmó contratos con Columbia Pictures. Fue miembro del Sindicato de Actores y, al sustituir en la dirección de dicha institución a Jorge Negrete, fundó de forma benéfica la Casa del Actor. En 1952, haciendo gala de la generosidad que lo caracterizaba. El estilo inconfundible de Cantinflas, basado princi- palmente en su rápida jerga cómica improvisada, ha sido imitado por otros cómicos no sólo en México, sino a lo largo y ancho de Latinoamérica, consiguiendo pasar al cuadro de honor del cine.

Chema y Juana* Los intérpretes radiofónicos de Chema y Juana jamás se caracterizaron como tales, pues sus intervenciones eran en la radio y sólo se necesitaban sus voces. Anunciaban la famosa Sal de Uvas Picot. Vivieron muchos años en la calle de Nilo. Por todo México se repartían los cancione- ros Picot que periódicamente publicaban las canciones de moda.

Julieta Velázquez Arciniega “Vilma Traca” (Todavía vive en Clavería) Vilma Traca es su nombre artístico, es una estrella de la improvisación, su carisma y simpatía le han valido per- manecer durante décadas en diversos programas. Su ca- rrera empieza en los 60´s, siendo su primera aparición

* Testimono de su abuela que vivió en Nilo. Clavería Centenaria 191

Chema y Juana los famosos personajes vivieron en la calle de Nilo. radiofónica en la legendaria XEW con Carlos Pickering y Luis Ignacio Santibáñez. Su primer protagónico en T.V. lo obtiene al participar en los cuentos de Ernesto Alonso “Cachirulo” con la in- terpretación de Blanca Nieves. A los trece años entra a formar parte del programa el Club del Hogar, que se realizó sin scrip durante treinta y cinco años, lo que le valió estar como algo excepcional en Record Guinness. En el Club del Hogar trabajo con figurones como: Daniel Pérez Alcaraz, Madaleno y Toño Lamadrid (director artístico y productor) con quien contrae matrimonio. Lamadrid es su maestro en el arte de la improvisación, le 192 María Elena Solórzano enseña también la constancia en el trabajo y a ofrecer en la televisión una imagen blanca y de calidez humana. Ha actuado con la mayoría de las grandes estrellas de la actuación en México: Alejandro Changueroti, Borolas y Fernando Luján en “Las pulgas” (de Sonia Furió); en un estelar con Silvia Pinal en la serie “Y ahora qué” y “Casos de la vida real”; con Jorge Ortiz de Pinedo en “Doctor Cándido Pérez” y “Los comediantes”. Ha participado en más de cinco mil emisiones de pro- gramas de televisión, entre ellos más de treinta telenove- las y cien programas unitarios, siendo sus más recientes apariciones en: “Un gancho al corazón”, “Central de abastos”, ” y “Muévete”. Ha actuado también con: Manolo Fábregas, Ignacio López Tarso, Carmen Montejo, Angélica María, José Elías Moreno, Ángel Garaza, Marga López, Libertad Lamarque, Joaquín Cordero, Mauricio Garcés, Miguel Galván, Yuri, Chayanne, Verónica Castro, Maribel Guardia, entre mu- chos más. Ella posee una educada voz de mezzosoprano de bello matiz y sensibilidad, ha realizado sus interpretaciones, con gran éxito, ante presidentes tanto nacionales como extranjeros. Actualmente es actriz exclusiva y vitalicia de . Conductora y productora de su propio programa: “El matracazo”, en Televisa Puebla y Veracruz. Con este programa lleva ocho años al aire y donde hace gala de su improvisación y su humorismo blanco con sketches y en- trevistas. Realiza una encomiable labor social llevando apoyo, costeando cirugías y vestidos de quince años. Además de proporcionar diversión gratuita a comunida- des de escasos recursos. Estas acciones las lleva a cabo a través de su asociación civil: Vilmatraca & Lamadrid, A.C., en la colonia Clavería, delegación Azcapotzalco. Clavería Centenaria 193

Una gran mujer, que tiene como motivaciones: el trabajo, la constancia, la disciplina y realizar el bien por medio de su Fundación Vilmatraca & Lamadrid. A.C. Orgullosamente, Vilma de Clavería.

Toño Lamadrid y los hermanos Lamadrid Antonio Lamadrid, destacado periodista y caricaturista, director artístico y productor del programa “Club del Ho- gar”, único en su género y que muchos han tratado de imitar sin éxito. Su visión y talento para crear un progra- ma fresco, ameno y sin ningún guión, en el que la impro- visación era el eje alrededor del que se construían diálo- gos y situaciones chuscas, dio una verdadera cátedra al respecto. Se tuvieron que conjuntar muchos talentos: Da- niel Pérez Alcaraz, Madaleno, Vilma Traca y todos los que de una u otra forma intervinieron para hacerlo posible. El grupo inicia formalmente en 1970 y termina en 1975, formado por los hermanos, Antonio Lamadrid (batería), Carlos Lamadrid (guitarra de acompañamien- to y voz), Héctor Lamadrid Sánchez (bajo), Eduardo Angulo Sánchez (teclados) y por Ignacio Barajas Ilhica- tzin (requinto y voz). En el año de 1973 grabó su primer disco con cuatro canciones. All you can get, Olvida, There’s not chance y Puede ser, en el sello Peerless, posteriormente, otro, con dos canciones, Ven ya y la Quinta de Beethoven; en Orfeón. Y un L.P. que ya no se dio a conocer, grabado en Orfeón con canciones como Cisco kid y otras, del cual los integrantes del grupo no conservan copia. El grupo tocó en varios programas de TV, como El Club Del Hogar durante casi dos años con Madaleno, Daniel Pérez Arcaraz y Toño Lamadrid, padre de tres integrantes del grupo. 194 María Elena Solórzano

También participó en la Hora Cero con Verónica Castro, La hora de los Locutores, Hoy Sábado, 24 Horas y otros programas de TV más.

Susana Dosamantes Nació el 9 de enero de 1948 en México D.F. Susana Rue Riesta debutó en el cine en 1968, en la película Remolino de pasiones. Luego trabajó en la televisión y el teatro. Es- tuvo casada con Enrique Rubio, matrimonio que acabó en divorcio y con quien procreó dos hijos, la cantante y ac- triz Paulina Rubio y Enrique. Filmó muchas películas, por mencionar algunas: Remolino de pasiones, Siete Evas para un Adán, Matrimonio y sexo, Flor de durazno, Confesiones de una adolescente, Río Lobo, El juego de la guitarra, Duelo al atardecer, Jalisco nunca pierde, El imponente, Hermanos de sangre, Más negro que la noche y muchas más. Intervino en muchas telenovelas una de las más im- portantes fue “Corazón salvaje”, también sobresalen: “Amada enemiga”, “El amor no tiene precio”, “Marina” y “El Juramento”.

José José José José es el primogénito de José Sosa Esquivel, famoso tenor de ópera y de la concertista de piano Margarita Ortiz. El futuro Príncipe de la Canción (como se le llama) comenzó a definir su carrera como cantante en los ini- cios de los años 50, cuando participó en el coro de su colegio y en los festivales escolares. Posteriormente, aprende a tocar la guitarra y continúa su educación for- mal. Su padre no permitía que en su casa se tocara músi- ca popular, lo cual le permitió a José José cultivar una Clavería Centenaria 195 vasta cultura musical a través de la música sacra, la ópe- ra. Cuando su padre abandonó el hogar, en marzo de 1963, el joven José formó un trío musical con su primo Paco Ortiz y su amigo Alfredo Benítez, dando así inicio a su carrera como cantante a los 15 años de edad.

Nace José José Aunque nuevamente su situación económica volvía a ser precaria, su madre lo apoya en su intento artístico, abriendo un pequeño restaurant, y él vuelve a grabar nuevamente. Entra al estudio de RCA Víctor en la ciu- dad de México y, bajo la supervisión de los compositores Rubén Fuentes y Armando Manzanero, edita su primer álbum LP en 1969. A partir de este LP, José Sosa adopta como seudónimo artístico “José José”: el primer “José” por su primer nombre y el otro, por su padre, quien ha- bía muerto en 1968. El 14 de marzo de 1970 participa con el tema “El triste”, de Roberto Cantoral, y “Dos” de Wello Rivas en representación de México en el II Festival de la Canción Latina (predecesora del Festival OTI), obteniendo el tercer lugar, “El triste” se convirtió inmediatamente en un gran éxito internacional, lo que le permitió iniciar sus presentaciones por todo el continente. Tal fue la re- levancia de esta canción, que se editó en países tan lejanos como Rusia, Japón e Israel.

Los años 70 y los primeros éxitos Durante toda la década de los 70, siguió colocándose en el gusto del público latinoamericano con canciones como “Es que te quiero”, “Vive”, “El Príncipe” y “Todo es amor”, entre otras. Justamente, con uno de estos temas se le bau- 196 María Elena Solórzano tiza como “El Príncipe de la canción”. En abril de 1970 viaja a Los Ángeles, Estados Unidos, a recibir su primer Disco de Oro. En 1974 firma contrato con una nueva disquera, Ariola (cuyo catálogo hoy forma parte de Sony-BMG) que recién iniciaba operaciones en México. Con esta nueva empresa, se consagra con la producción Reencuentro (1977), de la cual se convierten en éxitos temas como “Gavilán o paloma”, “Buenos días, amor” y “El amar y el querer”, con la cual obtiene discos de Oro y de Platino, en lo que fue su primer trabajo con el productor español Rafael Pérez Botija, después, en los 80, se consolida como “El Príncipe de la Canción”.

Marco Antonio Vázquez Nació el 17 de Febrero de 1938, en Santa Julia, México, D.F. Fueron sus padres, Antonio Vázquez Hernández y Martha Barreiro de Vázquez. Ha vivido en casi toda la República Mexicana, y parte de los Estados Unidos, como Los Ángeles, San Francisco y varios lugares más del estado de California, y en Nueva York, Chicago, y en varias ciudades de Texas. Estudió primaria y secundaria, esta última en el poli- técnico Wilfrido Massieu. Realizó también algunos estudios en la Escuela Superior de Música, aproximada- mente un año y medio. Su inicio dentro de la música y la composición fue en la ciudad de México, en 1959; su primera obra fue “Creo”. Influenciado por su padre con aptitudes de poeta y por su madre por el gusto al canto, fue desde pequeño como él mismo dijo ave nocturna, pues los vecinos de la vieja vecindad, recuerdan las serenatas que con su solitaria voz los desvelaba románticamente. Su guitarra ha sido siempre Clavería Centenaria 197 su compañera inseparable, ya que desde temprana edad la abrazó con cariño, tratando de sacarle sus primeros acordes, armonías de las canciones que su emocionada voz plantó bajo los balcones de la noviecita propia y las de los amigos serenateros. Él se recuerda entre sus vecinos de Santa Julia, las serenatas del día de las madres y las tra- dicionales Mañanitas del 12 de diciembre a la Virgen de Guadalupe. Con el grupo que obtuvo mayores logros fue con el dueto Los Andariegos, vestidos de charro y ento- nando canciones rancheras, quedándose más tarde como solista por diferencias con su compañero, cantando por las noches y acompañado por esa su fiel compañera: su guitarra; y por el día haciendo adaptaciones del inglés al español de rock & roll, para grupos como Los Apson Boy —Pócima de amor—, Los Juniors, Los Reno, etc. El lanza- miento de su primer LP fue en enero de 1966 con su canción “Creo”, la cual para su fortuna tuvo bastante éxito, las primeras probadas de la miel del triunfo como compositor e intérprete. Sus canciones han sido interpre- tadas por grandes cantantes reconocidos: Bienvenido Granda, Flor Silvestre, Vicente Fernández, Los Freddys, Magda Franco, Los Socios del Ritmo, Los Caminantes, los Mueca, Los Randall, Fito Olivares, Los Sonors, Grupo Belem, entre otros. A finales de 1979 tiene el estelar de la película De Cocula es el mariachi, comedia musical que tiene entre sus coestelares a Adalberto Martínez Resortes, Jorge Rivero, Norma Lazareno y Sonia Amelio. Año tras año anda en constante gira, recorre la provincia mexicana de sur a norte, de este a oeste, sin dejar de grabar discos y componer canciones, considera que tiene un bache en su carrera por el tiempo que ha tenido sin promoción, con- secuentemente sin éxitos en los medios de comunicación. Entre los trofeos y reconocimientos que ha recibido están El Discómetro de Oro, en 1966, 1967, 1968 y 1969; 198 María Elena Solórzano el Heraldo, en 1970; el Kanguro Radio Mil, en 1969 y 1970; también recibió un Disco de Oro de Hollywood, cinco trofeos Macuilxochitl, el Micrófono de Oro, el Ca- lendario Azteca.

Trío tamaulipeco* El Trío Tamaulipeco estuvo integrado por los hermanos Guillermo, Rafael y Ernesto Samperio. Debutaron en el año de 1938 en la radio mexicana XEQ y seis años des- pués emigraron a la poderosa XEW, “La Voz de América Latina”, donde permanecieron en programación duran- te muchos años. Hicieron gira por América Hispana y visitaron Puerto Rico y Cuba, y California, EUA. “Ya se va la embarcación” fue uno de sus éxitos; se especializaron en música tradicional; mexicana. Participaron en innu- merables películas del cine mexicano. El criollo (1945), Camino de Sacramento (1945). La malagueña (1947), Cuan- do lloran los valientes (1947), Los tres vivales (1948), Flor de caña (1948), La última noche (1948), La novia del mar (1948), La mujer del otro (1948), El charro y la dama (1949). Solo Veracruz es bello (1949), entre otras. Hicieron giras por toda América. Con orgullo difundieron la música mexicana.

Otras artistas de la radio y la televisión* Entre las estrellas de radio y televisión que han residido en este lugar podemos mencionar: Las hermanas Brambila. Rosalba Brambila se hizo famosa por el célebre desnudo que hizo en la película

* Fuente: www.unaplauso.com ** Fuente: www.meliafire.com/trío tamaulipeco Clavería Centenaria 199

“El Rincón de la vírgenes”, todos los jóvenes se enamora- ron de su espléndido cuerpo, sin silicones, ni prótesis, completamente natural. Las hermanas Núñez (Miriam y Sonia), cantantes que tuvieron mucho éxito, nos deleitaron con sus armonio- sas voces interpretando melodías como: “Clemencia”, “Colorcito de sandía”, “Complejo de amor”, “Convéncete”, “Cuando te vayas”, “El tren pasajero”, “Indecisión”, “Mi barquita de madera”, “Mi loca pasión”, “Por qué te conocí”, “Presentimiento, “Te traigo en mi cartera” y su éxito más grande: “Reconciliación”. Vivían, si mal no recuerdo, en la calle de Irapuato.

Retrato de novia. Foto de 1908. ENTREVISTAS

Alberto Arenas (26 de agosto 1998) Conocí a Alberto Vázquez en la calle de Egipto, en la que residía su familia, allí vivía él, pero personalmente no lo traté mucho. Luis Herrena de la Fuente fue un músico virtuoso del piano, estudiaba muchas horas, te- níamos buena amistad. Jugábamos tenis enfrente de su casa. Él vivía en la calle de Oasis. Era muy cordial, un jovencito delgado, bromista, nos conocimos por el de- porte y nos tratamos muchos años. También José José vivió por aquí, su mamá se llamaba Margarita, era muy alegre, tenía una voz muy bonita y cantaba ópera. A José lo conocí de niño, después nos dejamos de ver. Enrique Guzmán también vivió por aquí. Se decía que los dueños de la Hacienda Clavería eran los Manterola, un vecino me dijo que Paty Manterola es pariente de aquellos Manterola, pero no lo puedo asegurar. Era una hacienda muy grande, desde la avenida Clavería que tocó parte de las torres, donde había caña- verales, sembrados, alfalfares y milpas. Por los años cincuenta el padre Ferreira tenía la misa de doce, sus sermones muy elocuentes y muy fervorosos. Recuerdo que en el año 1963 hubo un incendio en la refinería, se veía el cielo rojo, hubo muchos muertos, muchos quemados que fueron los que se acercaron a 200 Clavería Centenaria 201 cerrar las válvulas, para impedir que el fuego se exten- diera a los barrios circunvecinos. En los primeros tiempos, cuando llegamos teníamos una amistad muy estrecha con el señor Flores Domín- guez, la amistad que teníamos era bonita y nos reunía- mos a tocar guitarra y a bailar. Entre las canciones que interpretábamos, estaban un sinnúmero de boleros: “Amor que se va”, “Llévame”, “Desesperadamente”, “Contigo”, y otras; también algunas rancheras como “Guadalajara”, “México lindo y querido”, “Ella”, “Anillo de compromiso”, etcétera. Nosotros bailábamos muy diferente a como se baila ahora. Se bailaba conga, que era uno, dos, tres, qué paso tan chévere; danzón, huaracha, rumba, swing. Mi trabajo me gustaba, en aquel entonces había oficios y profesiones, y no se distinguían los herreros, los electri- cistas, de los licenciados. Había buenos artesanos, ahora veo que son menos formales y dan muchas largas para entregar un trabajo. Empecé a trabajar como profesor de pueblo en el barrio de San Martín Xochináhuac; el padre de la iglesia me prestó una salita para que yo diera clase. Está por camino a Puente de Vigas. Todo era pura milpa y el puente era de vigas, por eso se le quedó ese nombre. Después me pasaron a la Hacienda del Rosario, muy grande, había cerca de cuatrocientas vacas y los toros paseaban alrededor de la hacienda. Yo daba clase en un cuartito que improvisaron y teníamos la visita frecuente de vacas y becerros. Posteriormente me trasladaron a la escuela del Reloj en Santa Julia. Ese barrio tenía la fama de ser muy bravo; pero yo trabajé algunos años ahí y nunca tuve mayor problema. Después fui adscrito al Politécnico donde laboré desde 1933 hasta el 68, y también trabajé en algunas escuelas 202 María Elena Solórzano particulares de gran prestigio. Cuando trabajé en el Poli lo hacía con verdadera pasión, los alumnos también eran muy entregados a sus labores. No había bulling ni violencia, travesuras sí, la alegría de los estudiantes a veces se desbordaban. Había mucha pasión respecto al fútbol americano. La violencia que se va presentando creo que se debe a la falta de valores, ya somos incontro- lables por el número excesivo de ciudadanos. El Politécnico empezó en el Casco de Santo Tomás y se llamó Instituto Técnico Industrial (ITI) y después escuelas pre vocacionales y vocacionales. Las primeras desaparecieron. Un ingeniero conocido me invitó a desempeñarme como subdirector y luego me dijo que estaríamos en la Wilfrido Massieu. Hicimos un plan de trabajo ya que éramos hombres con mucho amor a México. Así se fundó el Politécnico Nacional. Tiempo después muere el Ing. Yañez y me llamaron y me dijeron: está usted nombrado como director de la Wilfrido Massieu. Ahora vivo jubilado, con la satisfacción de haber luchado desde mi trinchera por un México mejor.

Alicia Quiroz Mi familia llegó a Clavería en 1926, en la manzana co- rrespondiente a Nilo y Tebas, estaba muy despoblado, en Pirámides y Cairo sólo había una casa, otra casa en Nilo y Tebas perteneciente a la familia Ramírez-Castro. El Jardín de los Vagos tenía los arbolitos de un metro de altura, se le llamó así porque un grupo de jóvenes se reunían por las tardes para cantar boleros, acompaña- dos de melodiosas guitarras, a semejanza de los tríos tan en boga en esos tiempos. Un señor apellidado Jasso era Clavería Centenaria 203 tranviario y vivía en Pirámides, pasaba por ahí todos los días y al mirarlos cantando, tocando las guitarras y maracas les decía: “son ustedes unos vagos”. Y se le quedó ese nombre, después iban los chiquillos a jugar béisbol y con mayor razón fue llamado El Parque de los Vagos. En 1950 le fue impuesto el nombre de Margarita Maza de Juárez y se colocó su busto en uno de los prados. Existían camellones sembrados con palmeras en las calles de Avenida Clavería y Egipto. En las esquinas de la Avenida Clavería había pequeñas glorietitas, lo que le daba un toque muy especial a la colonia. Una de las primeras tiendas de abarrotes que existió fue “La Aurora”, los dueños eran unos españoles que eran hermanos, uno se llamaba Eduardo y el otro Remigio, era punto de reunión de los señores, se encon- traba donde ahora está el Banco Banorte. Hubo otras pequeñas tiendas: La Guadalupana en Nilo, El Faro al final de Tebas. En Avenida Clavería Y calle de Tebas existió una tlapalería que perteneció al señor Baca y que antes fue de los papás de Margarita, mamá de José José. Nosotras íbamos a jugar al llano que estaba frente a mi casa y donde después se construyó la colonia que llamaron de la Lotería Nacional, pues allí se edificaron las casas para los empleados de esa institución. También alguna época del año se sembraban con alfalfa o maíz. Los vaqueros de los establos cercanos sacaban a las vacas a comer del rastrojo o pasto que quedaba. Los chiquillos las toreaban y más de uno se llevó un buen susto cuando era correteado por algún becerrillo juguetón. En la glorieta había una nevería muy famosa que duró mucho tiempo, después ahí se abrió una tiendita perte- neciente a la famosa señorita llamada cariñosamente “Tocha” y que sabe la vida y milagros de todos los vecinos, 204 María Elena Solórzano cuentan que durante mucho tiempo fue punto de reunión de muchos jóvenes que iban a platicar, tomar un refresco y fumar un cigarrito, ya que en esos tiempos los hijos menores de veintiún años no fumaban delante de los padres. Había dos farmacias en Clavería y Floresta, una pequeña atendida por Estercita y la otra más grande atendida por un médico y después por la señora Piedad. También contábamos con una farmacia homeopática, ubicada cerca de la glorieta atendida por el señor Rojas. Los chochitos tenían mucha demanda. El mercado se inauguró más o menos en el año de 1944, en los terrenos donde estaban los bebederos de los animales cuando existía la hacienda. Antes de que se construyera la parroquia asistíamos a misa a una capillita que ahora se destina para depositar las cenizas de los difuntos en los nichos que previamente han adquirido los familiares. La parroquia se terminó en el año de 1944 cuando estaba el padre Javier Escontria. Entre los personajes que conocí están Chema y Juana que aparecían en las portadas de los cancioneros patro- cinados por la Sal de Uvas Picot, estos cancioneros nos ponían al corriente de todas las canciones que andaban de moda, así la muchachada cuando escuchaba la radio podía cantar a dúo con sus cantantes favoritos, Chema y Juana se hicieron tan populares que todo México los conocía por sus caracterizaciones. ¡Qué canciones las de entonces! “Desesperanza”, “Bésame mucho”, “Me acuerdo de ti”, “Llévame” y muchas otras. Esta colonia siempre ha tenido sus calles muy arbola- das. En ella han vivido diversos personajes: Cantinflas, Luis Herrera de la Fuente, la mamá de Paty Capoy, José, Clavería Centenaria 205

José, Enrique Guzmán, que asistía de chamaco al cine Clavería, por mencionar solo algunos. En Camarones había una zanja que transportaba los desperdicios de la refinería “El Águila”, que después de la expropiación fue llamada “18 de Marzo”. Muchos de nosotros íbamos a la escuela Juan N. Méndez (que se consideraba rural) y que todos la conocían como “Pinitos” pues había unos pinos enfrente. En la calle de Oasis había una escuelita muy prestigiada, al frente estaban las señoritas Santiesteban. Muy famosa la peluquería del señor Raymundo, “Mundo”, para los cuates como él decía, los niños entraban con un greñero y salían con el clásico casquete corto, que odiaban a muerte, los chamacos le decían a la mamá: no mamá, con los misioneros no, casquete corto no. En la Avenida Clavería se levantó el primer edificio de departamentos, “Edificio Clavería”, donde tuvo residen- cia temporal Cantinflas. El Primer condominio se cons- truyó entre Pirámides y Nilo. De la gente que conocí ya quedan muy pocos, yo viví muy tranquila en este lugar, he visto cómo ha cambiado, físicamente no mucho, pero las costumbres son diferentes.

Veteranos del café José Luis Luna de la Rosa, nació en la calle de Oasis No. 91, casa que habita desde hace sesenta y cuatro años. En aquel tiempo había una Junta de Mejoras Materiales o Asociación de Colonos y que encabezaba don Francisco Sánchez Terán, que vivía entre Tebas y Nubia y el señor Espinosa, que vivía en Alejandría y Tebas. Don José Luis nos cuenta: “Entre los personajes que conocí están el licenciado Manuel Camacho Solís, cuyos familiares vivían por aquí, el señor Trejo, cuñado de Tata 206 María Elena Solórzano

Nacho (músico y compositor) y algunos otros que se me escapan. Esta colonia era prácticamente un pueblito, los límites llegaban a la Av. Clavería, Egipto, Irapuato y Nilo. La calle principal era la Av. Clavería que tenía un camellón y había glorietitas donde se alzaban majestuosas palmeras, otra calle que tenía camellón y palmeras era Egipto. Posteriormente se quitaron los camellones, se abrieron drenajes especiales para Pemex, porque se decía que la colonia apestaba mucho y se pusieron en la Av. Clavería y Nilo para absorber los desechos de petróleo crudo, gasolinas que venían de la Refinería 18 de Marzo. También la rodeaban campos donde se sembraba maíz, calabaza y varios vegetales más. Había un aguaje donde ahora es el llamado Parque de la China, el que cuidaba todo aquello era un caporal llamado Pantaleón y cuando nos metíamos a robar las calabazas y las mazorcas, él con sus peones nos agarra- ban y nos metían a bañarnos en el aguaje donde bañaban a todos los animales, así es que salíamos bastante apesto- sos sí, esto era un pueblito. Antes de que se construyera esta iglesia había una ca- pillita de madera, el párroco de entonces era el padre Escontria, él empezó la construcción de la iglesia y la continuó el padre Bracho. En el Club Deportivo Clavería jugábamos futbol, béisbol. Tenía varios equipos casi todos pertenecientes a la Acción Católica y asistían jóvenes y adultos. Uno de los eventos más importantes era la misa de doce, allí todo el mundo llegaba con sus mejores galas, los muchachos para ver a las muchachas. Ahí nos cono- cimos muchos y algunos hasta nos casamos, ahora ya somos abuelos. Tengo sesenta y cuatro años, nací el die- cisiete de septiembre de 1934. Clavería Centenaria 207

A la misa de las 13:00 o 14:00 no alcanzaban a entrar todos, pues venía mucha gente a oír esa misa y entonces pues muchas personas se quedaban en la glorieta, disque oyendo la misa, mirando ya los coches, ya las muchachas que pasaban. Desde niño, después de adolescente he visto a la colonia transformarse. Asistí a la Secundaria Cuatro y después a la Vocacio- nal. Soy ingeniero Mecánico, tengo un doctorado en Ad- ministración, trabajé cuarenta años en Educación Pública y desempeñé algún tiempo el cargo de Jefe de Enseñanza Tecnológica, también trabajé como perito en ingeniería mecánica y como asesor, he hecho estudios y proyectos para la industria. Escribí un libro donde afirmo que somos unos vasallos de los Estados Unidos, planteo la propuesta de que no se trata de trabajar más sino poco y mejor, ser más productivo. Todos conocimos a Cantinflas, el papá y la mamá vivían en Oasis. El papá de Cantinflas iba a tomar la copa al llamado entonces pueblo de Tacuba y regresaba haciendo eses en su bicicleta. Durante la Segunda Guerra Mundial vinieron a vivir aquí alemanes y japoneses. A Benitez le decíamos el “Charal”, él fue presidente de la tienda “París-Londres”, vivió en Oasis, allí se quedaron a vivir sus papás y él se cambió a la calle de Heliópolis. El ingeniero Arnoldo Semaresi fue tesorero de CANACIN- TRA. También vivió por aquí Heriberto Monroy, que fue Jefe de la Especialidad de Historia por parte de la SEP, sus suegros fueron maestros de mi papá, muy famosos pues pertenecían al Ateneo de Saltillo. Luis Fernando Cortés González, nació en el estado de Campeche, vivió en la colonia desde 1938, Su padre vino 208 María Elena Solórzano aquí para que sus hijos siguieran sus estudios. Luis Fernando es Ingeniero Civil Hidráulico. Proviene de una familia de maestros, después estudió para profesor de primaria y secundaria donde profesionalmente se desenvolvió. Su padre fue un gran maestro, muy destacado, seguidor de John Dewey el gran pedagogo e investigador de moda, en aquel tiempo, se hospedó en su casa. Su padre fue de los fundadores de la escuela rural mexicana. Aquí era una provincia, nos conocíamos, nos llevába- mos bien y procurábamos ayudarnos en todo. Hubo un deportivo en la calle de Floresta, eran dos canchas de tenis, fue, posteriormente en la tienda “El Progreso” que un licenciado (que no recuerdo su nombre) organizó los equipos de béisbol, el de los casados y el de los solteros, había juegos muy interesan- tes, bastante interesantes y jugadores que destacaron en el béisbol, posteriormente el padre Escondria formaría equipos de fútbol. Existió un club que se llamaba deportivo Clavería y jugábamos contra el equipo del padre que era de semi- naristas, destacamos en el fútbol jugando en diferentes ligas, cuando no jugábamos en la liga mayor de fútbol participábamos en el Clavería. También hubo buenos equipos de béisbol, aquí mi compañero “Miki” fue diri- gente de algunos, “El Gallo” jugó en esos equipos, su hermano “Chano” fue un beisbolista distinguido. En cuanto a la evolución de la colonia, en el año cuarenta se metió el drenaje y desapareció el camellón en la calle de Clavería, en esta misma calle y en Tebas organizábamos carreras con patines o polo en patines pues no pasaban vehículos. Muchos niños de la colonia jugábamos fútbol en el “Parque de los vagos”, sobre todo en vacaciones, las Clavería Centenaria 209 señoras decían que no teníamos quehacer, que éramos unos vagos y de allí vino el nombre, ahora se llama Mar- garita Maza de Juárez. El parque de la China era una arboleda y por allí estaba la entrada a las hortalizas y sembradíos de flores de unos orientales, los Matzumoto que cultivaban hermosas flores y que después se hicieron famosos, pues todas las damas ricas recibían flores de Matzumoto, su elegante y exclusiva florería se encontraba en la calle de Colima casi esquina con Córdoba en la colonia Roma. Para que los muchachos traviesos, como nosotros, no se atrevieran a entrar a ese lugar les pintaban a los perros guardianes el esqueleto con pintura fosforescente y como eran de pelambre negro en la noche se veía el puro esqueleto y así ya no íbamos a robar las flores. Había diversos sembradíos en los alrededores, del lado poniente alfalfares y del norte maizales, calabaza y jitomate. En el terreno del cine Cuitláhuac se encontraban las bombas del agua, Barba Azul las custodiaba, nunca supimos su nombre. En lo que ahora es el mercado estaban las caballerizas, allí íbamos a atrapar búhos, luego, aquí adelante del mercado las casas de los peones que cuidaban: “Barba Azul”, “El Mocho”, Pantaleón y Margarito. ¿Por qué le decían “Barba Azul”? Pues alguna gente decía que cometía incesto con sus hijas, pero yo no sé, ni puedo afirmar una cosa tan terrible. Una anécdota que recuerdo es que en una ocasión a uno de nuestros amigos, los vigilantes lo golpearon y los padres se metieron a defender al hijo, los vigilantes y todo el mundo a la delegación, eso lo aprovecharon los burreros para hacer un saqueo de alfalfa durante toda la noche. 210 María Elena Solórzano

Han vivido aquí personajes de la política como: la hermana de Miguel Alemán, los parientes de Ávila Camacho que vivían en Cairo, uno de ellos Manuel Camacho, Manuel Aguilera, diputado Del Bosque y muchos más. Octavio Ortiz Alonso, tiene 68 años de edad, primero vivió en la calle de Nilo 101, que era la última calle de la colonia. Siempre ha vivido aquí, nunca ha pensado irse para otros rumbos, aquí ha compartido alegrías y tristezas. Entre Nubia y Tebas, estaba “la calle internacional”, porque en esa calle vivían familias rusas, peruanas (Carmen Novelty, Carmelita y Ma. Antonieta Gleasen, una de ellas fue la reina de la fresa en Irapuato). En ese tiempo reunían a todos los niños de esa calle a represen- tar a papá Noé. “El Gallo” y Rey que es tío de Eduardo Palomo hacían travesuras, jugaban pelota caliente y le pegaban a las “Rositas”, aventaban la pelota y si caía en un agujero la agarraban y le tiraban a las personas, les ponían a esas jovencitas la espalda bien roja. Mi padre fue un buen político, de los que ya no hay, mi papá tiene 97 años, él es yucateco, mi padre vive en Heliópolis 105. Se me pasó mencionar una cosa muy im- portante: él fue uno de los precursores de los estatutos jurídicos de los trabajadores del estado, fungió como se- cretario general del Sindicato de Hacienda, es el único reglamento que hay hasta ahora. “El Gallo” y yo convivimos mucho, su padre fue ferro- carrilero, murió en un accidente, él era maquinista. Pos- teriormente Manuel Aguilera fue mi amigo, vivía en la calle de Cairo esquina con Oasis, hemos andado en las “duras y las maduras”. Conocí a Jaime Navarro, que fue delegado en Cuajimalpa y que vivió en Nilo. Clavería Centenaria 211

Formamos un equipo y allí en Alejandría 49 pusimos un piso y acondicionamos un local para nuestras reunio- nes, hacíamos nuestras fiestas, ese sitio desapareció y después se fundó la Liga Satélite y allí está registrado el Equipo Clavería. Roberto Medina, que jugó en el León, salió de las filas del Equipo Clavería. Su hermano y su primo jugaron en Borregos, fueron beisbolistas y hay una placa en el de- portivo. Por aquí vivió también el árbitro profesional Javier Galindo. Yo fui integrante de la primera generación que egresó de la Escuela Estado de Nuevo León. El profesor Enrique Vélez fue presidente del PRI. Estelio Galindo fue un buen hombre, como político, trabajó en la Delegación en el equipo del licenciado David Jiménez, el día de su sepelio no cabía la gente. Enrique Mendoza y Arturo Brisio también vivieron por aquí. El profesor Licona fue el que fundó las Ligas Deportivas de Azcapotzalco, en la calle de Libertad, en la colonia San Álvaro. Clavería jugaba con la sección 15, en lo que ahora es el mercado. Jorge Bermejo escribió “los hermanitos Galindo metieron un gol en los campos del bosque de la China”. Edgardo Pérez Ilizarrutierri, nació en 1932. Tengo 66 años toda mi vida la he pasado aquí, yo nací en Floresta, allí conocí a muchas personas, a un general llamado Quiñones y también a su hija, en la esquina vivía Ramón Díaz, los Pinochos, la familia García, la casa de la familia Beltrán tenía alberca. Un amigo de toda la vida ha sido Emilio Chao, hasta la fecha he convivido con él. Después nos cambiamos a Nilo 53, la casa de la palmera. Otro de mis grandes amigos es Raymundo Estrada, tío de Eduardo Palomo. 212 María Elena Solórzano

Yo asistí a la escuela “José Arturo Pichardo”, que yo no sé por qué tiraron esa casa tan hermosa, allí estudié la primaria, en las vacaciones nos íbamos a jugar allá por las torres de alta tensión, a los llanos que hoy ocupa la colonia de la “Lotería Nacional”, mañana, tarde y noche, regresábamos, todos mugrosos, pero fue una infancia muy sana y muy bonita, toda la gente se conocía, y nosotros los niños de aquel entonces nos seguimos reu- niendo aquí en este café. Ahora todo es muy diferente hay mucha gente nueva y ya no se conocen. Yo trabajé en Petróleos Mexicanos, soy jubilado. De jóvenes nos gustaba mucho bailar y escuchar música, nos gustaba salir de chambelanes con las quinceañeras, nos divertíamos muy sanamente, no había drogas como ahora. Bailábamos: swing, mambo, guaracha, danzón, varios de nosotros vamos al INSEN a bailar danzón, pero aquella fue una vida muy bonita y muy tranquila, ya varios han fallecido. El Chero murió hace tres años, era el más bravo, el “Chino Aguilar” muy deportista... No, no me gusta cómo es ahora, cierto que antes había varias palomillas, pero no agredíamos, solo éramos tra- viesos, grupitos de chamacos en Floresta, en Tebas, en la tienda, en la Glorieta, pero principalmente nos reunía- mos para el deporte. Miguel Domínguez es mi nombre, nací en 1932, tengo 76 años, nací en la gran colonia Clavería, todos somos compañeros, condiscípulos, juntos hicimos tantas trave- suras, vivimos tantas aventurillas… Teníamos seis o siete años y venían a pasar funciones de cine con cintas de caricaturas, allí en la mera esquina de Floresta con Av. Clavería, nos pasábamos unas tardea- das de cine muy buenas, también se ponía una feria en Clavería Centenaria 213

Floresta con juegos mecánicos: caballitos, volantines, rueda de la fortuna, nos gustaba mucho jugar tiro al blanco. En 1942, cuando México le declaró la guerra a Alemania, cuando el hundimiento de los buques petro- leros llamados “El Potrero del Llano” y “Faja de Oro”, se escaseó la tractolina, el petróleo, las pipas se paraban en cualquier parte de la colonia y decían las mamás: “corre a comprar cinco litros de tractolina”, en aquel entonces las estufas eran de petróleo. Estando de presidente el li- cenciado Miguel Alemán Valdés, los trabajadores de pe- tróleos hicieron huelga y que les mete el ejército para que manejaran las pipas y un jeep atrás con soldados para evitar problemas con los líderes sindicales. En la calle de Cairo había una alberca en la que nos divertíamos y era de la familia Gil, la entrada costaba 10 centavos. Por los años 50´s hicieron unos estudios de cine en Abisinia y Egipto, un día me invitaron y conocí escena- rios muy bonitos. Allá por las calles de Heraldo vivían unas sobrinas de Lupe Vélez y trabajaban de tiples en el teatro Río. A ese teatro fui con “El Gallo”, empezaba Clavillazo, casi íbamos a diario, hacíamos nuestro grupo, otro que empezaba era Pérez Prado y lo íbamos a ver a la carpa “Margo”, de la oriental Margo Su, y que después fue el Teatro “Blanquita”. Pero también vivimos sucesos trágicos, como la noticia de los asesinatos cometidos por Goyo Cárdenas, él era un estudiante brillantísimo de la escuela de Ciencias Químicas, que estaba en la colonia San Álvaro, por las vías del ferrocarril. En esa época acaparó las noticias. Ha habido gente célebre, allá por los años 50´s, aquí en Nilo casi esquina con Allende, vivió el general Jesús 214 María Elena Solórzano

Campos, fue gobernador de Sinaloa; en la calle de José F. Gutiérrez vivió el que fue gobernador de Colima, el señor González Lugo. Mi familia compró una casa en la Av. Azcapotzalco, en aquel entonces se llamaba “El Imparcial”, esa casa fue domicilio de Victoriano Huerta. En Nubia y Nilo vivían los hermanos Marín, también vivieron por aquí los integrantes del famoso trío “Ta- maulipeco”, los “hermanos Samperio” y otros.

Una maestra inolvidable Los que tuvimos el privilegio de tratar a la maestra Espe- ranza Marín opinamos lo mismo, ha dejado una honda huella en Clavería y un grato recuerdo, poseedora de una gran personalidad, su presencia imponía respeto, toda una dama de nobles sentimientos. Soy profesora de piano, mi nombre Esperanza Marín. Llegué a esta colonia en 1932, siendo mis padres telegra- fistas, vivimos desde entonces en Av. Clavería No. 103, ahí residí desde niña, había una sola escuela la “Clavería”, donde cursé toda mi primaria, las mujeres estudiaban sólo comercio, era muy raro que estudiaran una carrera universitaria, pocas estudiaban la secundaria. Hice mi carrera de Comercio en una escuela que está en Tacuba y que ahora se llama la escuela “Morelos”, antes era San Antonio. En la colonia Clavería estaba la ex-hacienda, todavía está el casco, que aún se conserva en la calle de Floresta, donde ahora está el IPADE, allí vivían los Manterola, uno de ellos se llamaba Rafael y estaba cuidando siempre lo que hoy es el parque de “La China”, así se llegó a llamar porque allí vivían unos japoneses que tenían unas parcelas, sembraban verduras y amapolas, entonces ni se Clavería Centenaria 215 sabía que tenían droga, las señoras iban a comprar sus amapolas y las ponían en su casa de adorno. Para llegar al parque de “La China” tenía uno que pasar el arroyo que corría por toda la calle de Irapuato. En el terreno que ocupó el cine Cuitláhuac, era la troje y donde está el mercado se guardaban las vacas y allí acababa la colonia, hacia el sur la colonia San Álvaro. Había muchos llanos, desde la casa se veían las vías del ferrocarril de Tacuba, todo era llano, nada más unas casas blancas que eran las vecindades de San Álvaro y una que otra casita, allá por Cuitláhuac, puras milpas, había una bajada donde quizá hubo un río y había muchos tejocotes, en toda la colonia había muchos árboles frutales en todas las calles, sobre todo en Cairo, en Oasis, en Moreras había muchos de estos árboles por eso se llamó así esta calle. En la Av. Azcapotzalco estaban las casas de los ricos, personas con casas de descanso, residencias, palacetes, todavía hay algunos que tienen estucado de yeso con hoja de oro, preciosos, casas bellísimas que tenían sus capillas, los terrenos eran de mil metros o mil doscientos. De chicos íbamos a ver las casas de la Av. Azcapotzalco. Tuvimos la suerte de tener muchos artistas del celuloi- de, entre ellos Susana Dosamantes, que vivió en esta calzada. Luego José-José, que fue compañero de mis hijos en la escuela, desde chiquito ya recitaba y cantaba, su madre cantaba en la iglesia y su padre también. Él fue cantante de ópera y lo mismo Margarita (su mamá), su papá se fue para el norte y su mamá se quedó. Marco Antonio Vazquéz vivió en Oasis, antes vivió en la colonia Santa Lucía. En esos tiempos pasaba un trenecito, un tranvía que costaba 10 centavos, iba hasta México, decíamos, y era el centro, íbamos a Bellas Artes en el tren, pasaba por toda la Av. Azcapotzalco y después tomaba la Av. México-Tacu- 216 María Elena Solórzano ba, Popotla, San Cosme hasta el Zócalo, después se fue por la calle de Floresta para salir a la México-Tacuba y se iba por todo San Cosme hasta Bellas Artes; de regreso se iba por la calzada México-Tacuba y después tomaba la Av. Azcapotzalco y nos dejaba en la Av. Clavería. Íbamos a los bailes de Bellas Artes, uno de mis tíos, el Dr. José Bermejo, era el pagador, entonces teníamos la facilidad de entrar a Bellas Artes como a nuestra casa. Yo fui una de las niñas, pues mi tío nos hizo el favor de re- galarnos las entradas. Allí se festejaron los veinticinco años de las bodas de mis tíos, ¡imagínense! Otras veces nos invitaban a los bailes en otros salones o en las terrazas, que son preciosas y que a lo mejor ustedes no conocen. Salíamos a las dos o tres de la mañana y todavía circulaba el tranvía que nos dejaba en la calzada, vestidas de largo, con pieles, con estolas y bolsas de pedrería nos veníamos por la Av. Clavería con una seguridad que ya la quisiéra- mos ahora. Me acuerdo muy bien, yo que era tan baila- dora, me quitaba los zapatos y me venía descalza hasta la casa de mis padres, ni quien nos molestara, pasaba el sereno con su silbato y tocaba en cada esquina, pero nos cuidaba muy bien, nunca nos pasó nada a esas horas de la madrugada. Cuando llegué aquí no había iglesia, había un jacalón de lámina, construido con esos tabicones blancos que parecen estar hechos de semillas de alegría, allí íbamos a misa, ya más grandecita era yo catequista, daba la doctrina, entre los niños que asistían iba un hermanito de Mario Moreno Cantinflas, a este muchacho yo lo conocí porque iba por su hermano, que fue mi compa- ñero de primaria. Allí se daba la doctrina, en ese jacalón, yo vi nacer la iglesia de “La Inmaculada Concepción”, acarreábamos ladrillos, arena, grava para la construcción. Clavería Centenaria 217

Hace sesenta años esa capilla era para darnos cine, el padre Escondria hizo la iglesia grande, hacíamos unas kermeses en lo que ahora es el IPADE, allí se jugaba tenis e iban todos los niños popis de aquí, las hacíamos para reunir dinero para la construcción de la iglesia, pedíamos prestado el carro de la basura que era tirado por dos mulitas, le pusimos al carro unas varas e hicimos una tienda como la de los gitanos y las chiquillas de aquí nos metimos de gitanas con panderos y toda la cosa, parába- mos en todas las esquinas y nos daban dinero por bailar. Bailábamos estilo español sobre el carro de la basura y apestaba re’feo, pero qué nos importaba, si íbamos de gitanas. Ya entonces existía una orquesta que se llamaba de los hermanos Marín y que fue muy famosa aquí por estos rumbos, todas las fiestas las hacíamos allí en el IPADE, con esa orquesta, ya todos murieron. Al correr los años la segunda escuela que hubo aquí de mucho prestigio fue la escuela Font Bonne, que fundó la madre Lupita. Lo mismo, acarrear arena, tabiques para que se hiciera esa escuela, entonces ya me había casado y creo que ya había nacido mi segundo hijo. Allí estudiaron dos de mis hijos, fue una escuela preciosa, llegó a tener kínder, primaria y secundaria. Teníamos en esa escuela un foro, como cualquier teatro, con butacas, estrado y telón, allí se hacían los festejos, hacíamos fiestas de la primavera y kermesses para seguir agrandando la escuela y la casa de las madres que allí vivían. La madre Lupita siempre optó por ayudar a las niñas pobres; y eran dos escuelas: las que pagaban y las que no pagaban, las que pagaban daban $100.00 las que no pagaban $1.00, pero no había distinción, el uniforme era una bata de cuadritos rosas y blancos y les enseñaban 218 María Elena Solórzano a las niñas inglés y francés, bonita escuela, con el tiempo llegué a trabajar como maestra y tengo unos recuerdos hermosos. Pero el gobierno nos la quitó, cuando me fui de vacaciones ya no teníamos empleo, ni los niños tenían escuela, de la noche a la mañana nos la quitaron, quedamos sin nada, hicieron unos condominios, nadie nos pudo explicar, recurrieron a todo, hasta al Presiden- te de la República y nunca nos dijeron por qué ni a dónde fueron las madres, ni nada, el gobierno se quedó con esos terrenos y desde entonces no ha habido otra escuela de tanto prestigio como ésa, existe la primaria Estado de Nuevo León, que ya tiene más de cincuenta años, pero esa es oficial, muy buena también, mis hijos más grandes allí estudiaron, yo fui de la Sociedad de Padres y tengo un diploma de la Secretaria de Educa- ción Pública, porque las protecciones de todas las ventanas, que todavía están, yo las puse con el dinero de los niños, pero yo las mandé hacer y las mandé poner. Siempre he andado en las escuelas, atrás de mis hijos, atrás de mis hijos. En otra época, cuando era más chica y no me había casado, recuerdo a un señor don Chema, venía todas las tardes, sin fallar, ni domingos ni nunca, venía con su nieve, que era famosísima, yo no sé cómo hacía esa nieve, pero era deliciosa y todos como moscas nos parábamos con don Chema, para que vendiera nieve de limón le teníamos que comprar nieve de leche, porque la más de- liciosa era la de limón, por eso teníamos que comprar de mamey, chocolate, nuez o vainilla y después toda la que quisiéramos de limón, esa era la más rica, fue toda una tradición ese don Chema, cómo lo extrañamos. En esa época se acostumbraba llevarle gallo a la novia, yo tuve la dicha de que me dieran serenata con un piano arriba de un camión de redilas. El ejecutante, nada Clavería Centenaria 219 menos que el chamaco Domínguez, fue de sueño, yo me sentí como una reina. A veces era con un trío o con mariachi, pero lo del piano fue único, con ese señor que me llevó al chamaco Domínguez fue con el que me casé. En esta colonia tuvimos la dicha y el orgullo de que aquí vivió Luis Herrera de la Fuente, muchos fuimos dis- cípulos de él, de aquí salió para la Sinfónica Nacional, si ustedes recuerdan ahora es el gran músico y aquí cuatro o cinco chamacas tomamos clases con él, nos presentó por primera vez dando un conciertito de niños. José José vivió desde muy chico por aquí, hizo su primaria en el colegio Estado de México y fue compañe- ro de uno de mis hijos, de muy privilegiada voz, con un corazón de oro, digan lo que digan. En mi casa era como otro de mis hijos, tanta amistad hemos llevado, que el cantó en todas las bodas de mis hijos, en los quince años de mis nietas y hasta la fecha seguimos viéndolo. He de haber tenido diez años cuando se hacían las nueve posadas, se hacía una en cada casa. No se ponía arbolito de Navidad, se ponía nacimiento, todavía no nos invadían las costumbres gringas, mi madre ponía un nacimiento en toda la sala, con unas figuras hermosísimas y se paraba la gente a ver el naci- miento, pues era muy bonito. Cuando nos tocaba la posada, la cantábamos, salíamos a la calle con las velitas, se rezaba y llevábamos los peregrinos, unos afuera y otros adentro. Nos disfrazábamos, las muchachas nos moríamos por ser la virgen María, nos alquilaban una burra que entonces había en el casco de la hacienda, se hacía todo con la burrita, la representación de los pere- grinos (la virgen María y José), se pedía y se daba la posada, se quebraba la piñata y no se bailaba, no había baile, el chiste era romper las piñatas y nos dábamos el lujo de dar la colación en juguetes de porcelana china, 220 María Elena Solórzano en cada casa nos daban juguetes con la colación, había canastitas, carritos, muchas figuritas, nada de papel. La familia Sánchez Terán, tenían capilla en su casa, la familia Téllez vivía en el que llamábamos “el castillito” (que ya demolieron). Casi todas tenían su capilla, esas eran de las familias más ricas, nos daban cena, ponche, tostadas. Las muchachas nos juntábamos en los quince años y se usaba que se bailara el vals, teníamos chambelanes, pero el novio no se aparecía, el novio se veía a escondi- das, el joven que entraba a la casa era con el que una se iba a casar, nada de que te traigo un amigo y luego otro amigo, no, con el novio ya se formalizaba, le daban de plazo un año, a la semana o a los quince días, no, ni cuando. El día de los novios nos llevaban unos ramotes de pre- ciosas rosas, dulces y chocolates de Lady Baltimore. Los muchachos ya no son muy obsequiosos, pues las muchachas ya no se hacen del rogar, no se dan su lugar, valíamos las mujeres, pero muchísimo, aunque fueras prieta, chaparra, horrorosa, eras mujer y te daban tu lugar, no sólo en el amor, sino saliendo con ellos te daban la acera, te cogían del brazo, te bajaban de la banqueta, lo mismo para subirte a un camión o a un coche. Cuando íbamos a un baile teníamos un carnet, una libretita e ibas anotando, tal fecha, tal baile. Yo iba seguido al Casino Militar, yo me sentía Sissi, fulano de tal, tal pieza a tal hora. Y decíamos yo ya tengo todo el carnet, las muchachas nunca se quedaban sentadas, ¡qué emocionante! y veíamos nuestros carnets: oye ¿cuántos tienes?, yo quince y tú, yo nada más tengo tres. Muy diferente, ahora pagan ellas porque las bailen, pagan $400.00 y a ver quién les hace la caridad de sacarlas a bailar. No, en mis tiempos valíamos mucho. Clavería Centenaria 221

Los bailes en el Casino Militar eran los jueves a las cinco de la tarde, daban permiso de que entraran las muchachas, aquí en el Casino de Popotla, muy hermoso, lleno de espejos y con unas orquestas, no te imaginas y los cadetes con su uniforme, a las ocho los papás iban por nosotras, los militares no salían. ¡Qué bailes, qué orquestas, qué pista, los cadetes de gala, te sentías muy halagada al bailar con los cadetes; y nada de alcohol, sólo refresco, nada de vino, todo serio, formal, romántico. Para que un hombre pidiera un beso se necesitaba tiempo, teníamos tres meses de novios y ni siquiera te apretaban la mano y era cierto que llegabas virgen al ma- trimonio, y sí merecías el traje, ahora los hijos le llevan la cola del vestido a la mamá. El noviazgo era a escondidas, yo veía al novio a las siete de la mañana, antes de entrar a la escuela. Nos juntábamos varias para ir a misa y no entrábamos, nos íbamos a bailar a “Loma Linda”, que ahora es la “Tablita”, empezaba la música a la una de la tarde hasta las cinco de la tarde y nos íbamos de parejas a danzar con las orquestas de Luis Arcaraz o de Agustín Lara y bailábamos hasta las tres, y decíamos que veníamos de misa, ¡qué tiempos aquellos! Ellos eran los que pagaban todo. Íbamos también a Kikos de Santa. María la Ribera, frente a la alameda donde está el kiosko morisco, tomábamos un eskimo de vainilla, nos íbamos a pie platicando por todo el camino, ese era el noviazgo de entonces, con el tiempo ha cambiado todo. —Mi marido me pretendió cuatro años. Mis amigas me decían: Ese muchacho te sigue. ¡Ay no, tan horroro- so! Te está siguiendo a ti. Nunca pensé que me iba a casar con él. 222 María Elena Solórzano

En 1938 era una chamaca, los bailes se hacían en el casco de la hacienda y nos juntábamos las chicas y allí íbamos a bailar de “cooperacha”, una llevaba los refres- cos, hacíamos las tortas y entre todos pagábamos la ma- rimba-orquesta de los hermanos Marín, íbamos con la mamá o con la tía, solas nunca. En ese casco todavía están las carretas y las pinturas, dentro es como un convento con sus ventanales y pasillos, lo han sabido conservar. Había un cinito, que es ahora la iglesia de Clavería, cinco centavos la entrada, de las 16:00 a las 18:00, y mi mamá decía: ¿cómo cinco centavos por entrar al cine?, pero sí nos dejaban ir, sábados y domingos de 16:00 a 18:00 y se cerraba el cinito. Exhibían películas de Sherley Temple, de Fred Astaire, películas muy musicales. Cuando mis hijos crecieron iba yo con ellos a los bailes; y se casaron todos, así como me casé yo y mis amigas, las García, las Téllez, todas nos casamos, se quedó solterona una como de quince. Había un tranvía que venía de Azcapotzalco, entraba por Floresta y terminaba su carrera en el Zócalo. Para ir a Liverpool nos teníamos que poner sombrero, los guantes, íbamos muy elegantes y tomábamos el tren aquí en la Av. Clavería y Floresta y... por allí iba el tren, cinco centavos costaba el tren, pura gente elegante iba en el tranvía. Pero no había tanto tráfico ni tanta gente, solo había una línea de camiones que se llamaba Azcapotzalco-Cla- vería, salía de Azcapotzalco, daba vuelta a la glorieta, daba vuelta otra vez en Palestina y de allí hasta el Zócalo. Después se usaron las planillas, costaban veinticinco centavos, comprábamos nuestras planillas para que nos saliera más barato. Ese tren para mí fue la gloria, ya casada trabajaba en una escuela de San Cosme en Santa. Clavería Centenaria 223

María la Ribera, se llamaba México, City School y el tranvía me dejaba en San Cosme, ahí me bajaba, caminaba dos cuadras y allí estaba la escuela, una precio- sidad el tranvía, ni corría, ni se iban correteando como los microbuses, todo mundo se respetaba y se esperaban a que uno se bajara, tenían sus paradas, no se paraban a cada rato como ahora. Para todo había más orden, no cualquiera se subía al tranvía, porque era, así como para gente más pulida, “al tranvía no —decían— porque van puras rucas”, yo era ruca, je-je. En aquella época que yo era niña (diez o doce años) mis padres trabajaban en el telégrafo, mi padre era ra- dio-telegrafista y mi madre solo telegrafista, todavía les pagaban con oro, llevaba mi padre sus monedas, yo siempre fui delicada del estómago y para que me tomara la purga, mi papá me regalaba una moneda, un centena- rio y con tal que me lo diera, me tomaba todo, junté varios en una cajita, que todavía conservo sin las monedas, porque ya les di en la torre a los centenarios, mamá siempre tenía de esas monedas, por mi casa circuló el oro y nosotros éramos una familia de tantas, no crean que popis, no hombre, qué popis ni qué nada, pero en esos tiempos yo vi el oro en monedas, se pagaba con oro, no con tepalcates como ahora, ¿qué se hicieron? ¡quién sabe! pero yo vi el oro en mi casa. La mamá de Mario se llamaba Cholita y su papá traba- jaba en el correo, mi madre y mi padre ya trabajaban de telegrafistas, antes había mucha comunicación entre te- légrafos y correos por eso conocí a los papás de Mario, después se vinieron a vivir a Oasis, les compró su casa, allí vivió Cholita, ya se había separado de su esposo, después se llevó a su madre a vivir a Las Lomas de Cha- pultepec, le hizo un caserón precioso, también conocí 224 María Elena Solórzano esa casa porque mi suegra era muy amiga de Cholita, mandaba al chofer con el carro por mí y yo recién casada iba con mi suegra a esa casa a platicar con Cholita, no con Mario, a él casi ni lo veíamos, pues ya era el gran personaje. En la casa de Oasis murió su papá, Esperanci- ta, su hermana, después se fue a vivir con su mamá, Espe- ranza todavía vive, la otra hermana ya murió, tenía otros hermanos: Roberto, Enrique, Juan, Lalo, ya solo vive Lalo. Ahora ya todos muertos, hasta Mario. Mario era un bárbaro, nos encantaba que fuera por Enrique a la clase que dábamos para que hicieran la primera comunión, pues siempre estaba con ocurren- cias, pero todo lo decía serio, serio, jamás se reía y a nosotras nos tenía muertas de risa, era de un ojo muy alegre. Yo era muy chamaca y él era ya un joven, muy oportuno para decir sus cosas y sin llegar a la majadería ni faltar al respeto, ni en la carpa, hacía sus chistes blancos con cierta picardía, pero no caían mal, no tan gruesos como ahora, a mí por eso me dejaban ir a la carpa, costaba veinte centavos y yo jamás pagaba, ¡cómo, si era la maestra de su hermano Enrique, aunque fuera una mocosa. La carpa estaba a un costado de la iglesia de Tacuba y se llamaba Ensueño. Allí conocí a la que fue su esposa y a su hermano, se apellidaban Shilinsky. Su mamá doña Cholita, era una señora muy linda, con su pelo medio blanco, rizado y unos ojos azules, azules, de piel muy blanca, una mujer muy dulce, muy queren- dona, apapachaba mucho a sus hijos, siempre les daba la razón, iba para allá y para acá con sus muchachitos. Le puso Mario una casa muy preciosa en Las Lomas de Cha- pultepec. Tenía un despacho para recibir a las personas, porque ayudaba a mucha gente, sin saber nadie todo lo que hacía, Mario regalaba casas y casas, colegios y colegios, Clavería Centenaria 225 todo lo daba, recibía a toda la gente pobre que iba pedir ayuda. Allí tenía a su madre, casi como a la virgen de Guadalupe, en un óleo que le mandó a hacer, hasta el último momento que vivió su madre él la amó. Ayudó, ya no se diga a toda su familia, a sus hermanos, a sus sobrinos y a pesar de eso hablan mal de él, porque eran encajosos, querían que les diera el mar y todos los pescaditos. Mario ayudaba también a otros, a él le gustaba ayudar a la gente más humilde, pero a su gente nunca la dejó pobre, más a su sobrino Lalo que quería como a su propio hijo. En esa época, en treinta y tantos, pasaba el carrito de la basura, pero no crean que de motor, sino de mulas. Salíamos a tirar la basura, no se pagaba nada, porque ahora paga todo el mundo, ese carretón recorría la colonia todos los días a las diez de la mañana, nunca supimos dónde era el tiradero, pero salía de la casa de los Manterola. En la casa de los dueños del casco había canchas de tenis y frontenis, nos daban permiso para hacer fiestas, pero teníamos que pagar, se ocupaban también los patios, en una ocasión al carro de la basura le pusimos techo, nos disfrazamos de gitanos y uno de ellos, que en paz descanse, era el que adivinaba la suerte, se puso barbas, nos parábamos en cada esquina a adivinar la suerte. Adentro ya estaban con los puestos, costaba veinte centavos la entrada, había puestos de comida, helados, confeti, el registro civil, la cárcel, si te gustaba un muchacho le decías: “te vas a casar conmigo” y si no quería llamabas al policía y se lo llevaba a la cárcel y tenía que pagar, Para bailar se ponía un tablado y tocaba la marimba y nos sacaban a bailar, pero tenían que pagar. Todo el dinero que se juntaba en la kermesse era para edificar la iglesia, por ese dinero y por el padre Calva, Escondría tenemos esa iglesia, tan bonita. 226 María Elena Solórzano

Han sido muy famosos los padres de Clavería sobre todo el padre Ferreira, él es cultísimo. Se las sabe de todas, todas, ha dado clase en muchas universidades de Teología, de Filosofía, etc. Un tiempo estuve encargada de la biblioteca y ahí me di cuenta de los libros que tenía, no se lo imaginaban porque nadie entraba, esa bibliote- ca era para los sacerdotes, yo tuve mucha amistad con él porque quiso mucho a uno de mis hijos, el más grande entró al grupo alpino que tenía el padre Gallegos y se iban a escalar el Popocatépetl o el Iztaccíhuatl, muy bonito porque los tenía ocupados y se pasaban dos o tres días por allá, llegaban a la cumbre, tengo las películas donde mi hijo subió en esas excursiones y cuando regre- saban les hacían una fiesta y las muchachas ya los estaban esperando.

Marco Antonio Morales Salinas Nací el 1º de abril de 1941, en la calle de Zacatecas, colo- nia Roma, mis padres se vinieron a radicar por estos rumbos en el mismo año, así que llegué a esta colonia cuando tenía un mes de nacido. Mis primeros estudios los realicé en la Escuela Primaria Estado de México, que en aquel entonces se encontraba en la Avenida Clavería y la Avenida Azcapotzalco. El cuarto y quinto los cursé en la Escuela Primaria Árbol de la Noche Triste. Recuerdo el desayuno que nos daban, era muy bueno: un emparedado con una rebanada de mortadela o pastel de pollo, un cuarto de leche envasado en botella de vidrio y una fruta del tiempo. Las escuelas particulares se van convirtiendo en buenos negocios, todo se cobra y todo se raciona exage- radamente. El padre de familia observa que ya no los enseñan, que no hay disciplina, pues el maestro ya no los Clavería Centenaria 227 puede corregir y entonces inscribe al niño en una escuela privada. Antes queríamos mucho a los maestros, se dedicaban con celo a sus labores, había mucha disciplina, no estaba permitido decir groserías, las niñas menos, ahora veo con tristeza que las niñas les ganan a los hombres en lo grueso de su vocabulario. En la escuela reflejábamos la educación que recibíamos en el hogar. Había unos concursos de bandas de guerra fabulosos, todos nos involucrábamos y hacíamos lo posible por ganar o por lo menos hacer un buen papel. Las tareas seguían los temas de los libros de texto que teníamos y de esta manera los íbamos leyendo y estu- diando poco a poco, la televisión y la computadora ter- minaron con la educación. Nuestra infancia transcurrió de una forma muy distinta, gran respeto a los padres y personas mayores. No había niños obesos porque en nuestros juegos hacíamos mucho ejercicio, como en las carreras, el burro castigado, los encantados, las rondas, etcétera. Existía la amistad entre los vecinos, muchos se casaban con vecinas de la colonia, también se hacían compadres, generalmente todos nos llevábamos bien, gente honrada que vivía de su trabajo. Nos reuníamos para ponernos de acuerdo y organizar paseos a La Marquesa, Acapulco, Cuernavaca, por mencionar algunos lugares, esa bonita costumbre ya se perdió. Cuando niño me reunía con veinte muchachos en la calle de Heliópolis, construíamos pequeñas carreteras por donde deslizábamos carritos de metal o de madera. En mis tiempos no se usaban drogas, ahora hasta niños de primaria las consumen. En las casas se hacían fiestas y cobraban cinco pesos y nos daban un emparedado y un refresco, yo también llegué a organizar fiestas. 228 María Elena Solórzano

Organicé varias tardeadas, eran para muchachos más grandes, a las nenas las llevaban sus papás y a las nueve y media o máximo diez de la noche iban por ellas. Cuando entré a la vocacional se pusieron de moda los cafés cantantes, en los que solo se vendía café o refresco. En las fiestas para jóvenes menores de veintiún años no se permitía el consumo de alcohol, así que lo único que se nos subía era el gas del refresco. Entre los cafés fue muy famoso el Plain Sole. Los cafés los amenizaban: Javier Bátiz, Dugs, dugs, Five Fingers, Three souls in my mind y algunos otros grupos. Cuando Uruchurtu mandó cerrar los cafés, uno de los grupos de rock más famosos era el Three souls in my mind, de Alex Lora. Había un grupo muy famoso, La Congregación, de Armando Campos, organizaban bailes y cobraban veinti- cinco pesos, tocaban en fiestas familiares, eran músicos de Bátiz; pasando el tiempo se dedicaron a otros queha- ceres y los perdimos de vista. En la pista de hielo Revolución hacían grandes bailes, a mi generación le gustaba mucho bailar. Recuerdo también una discoteca en Satélite que se llamaba La Jirafa. Después de los veintiuno ya se decía que éramos mayores de edad y podíamos entrar a los cabarets como: Los Globos (en Insurgentes Sur); La Fuente, El Señorial (en la Zona Rosa que ahora es roja), La Vía Láctea en la calle de Bucarelli y muchos otros en los que nos divertía- mos sanamente. En todos se presentaba una variedad con las llamadas vedettes: Rosy Mendoza, Amira Cruzat, Zulma Fayad, Olga Breeskin y muchas más. Hacían su show con música, baile, coreografía, esplendoroso ves- tuario, maquilladas cuidadosamente. Clavería Centenaria 229

También llegué a ir al King-Kong (a la vuelta del teatro Blanquita), un galerón con mesas metálicas, lo único que tenía imponente era el nombre. A los centros nocturnos, a veces, íbamos con la pareja, sobre todo a bailar y a ver el show. En Tacuba teníamos al Paricutín y donde están los juegos el tugurio ¡Oh, qué bueno! Las relaciones de noviazgo se iniciaban, algunas veces, en una forma muy ingenua, hacíamos reuniones y jugá- bamos a la botella, la dama señalada por la botella tenía que decir cuál era el galán que le gustaba y así elegíamos pareja. En las tardeadas también entablábamos amistad y después nos hacíamos novios. Era una costumbre que los jóvenes nos reuniéramos a las 13.00 en la Glorieta de Clavería para esperar a las muchachas que iban a misa a esa hora. Al terminar los oficios tomábamos compañera y caminábamos de la glorieta hasta el Parque de la China, el varón le compraba un helado o una paleta, mientras consumíamos la golosina y entre plática y plática la invitábamos al cine con todo y amigas o con su hermana. La mamá era la que decidía si podían ser novios o no y si decía que sí, al pretendiente le daban permiso de ir a la casa y platicar con la señorita. Me gustaba pelear y era muy bueno para los trancazos, pero peleábamos como hombres, a puño limpio, sin trampas y mucho menos con armas, eran pleitos de mu- chachos que nos servían para gastar las energías que nos sobraban. Después del intercambio de golpes, terminá- bamos siendo amigos. Viví muy feliz en la colonia Clavería. Cuando íbamos a las fiestas en San Álvaro nos regresábamos caminando. Todavía conservo algunos amigos de aquella época. De todos mis vecinos de la calle de Allende sólo quedan 230 María Elena Solórzano cinco. Al llegar otra gente con otras costumbres cambia- ron las relaciones. En 1967 pusieron el alumbrado público, antes estaban unos postes muy coloniales, cuando encendieron el nuevo alumbrado lo celebramos jugando un partido de fútbol soccer, pues no había tránsito por esa calle. Trabajé mucho tiempo en la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, hace tiempo me jubilé. Mi pasatiempo favorito es cantar. Primero cantaba baladas, me gustaba “Tus Ojos”; después canté ranchero y ahora me inclino por el bolero. Actualmente tomó clases de canto y he mejorado mis interpretaciones. Cuando hay una reunión y llegan los mariachis canto con ellos varias melodías.

Nota: A todos los vecinos les consta que el Lic. Marco Antonio Morales es un magnífico cantante, es modesto y no lo presume, pero a todos nos gusta escucharlo.

La hija del general Soy la señora Virginia Veytia vivo en Cairo 223, pero mi infancia y juventud la pasé en la calle de Heraldo, esa casa la mandó hacer mi papá con el dinero que les die- ron a los revolucionarios, porque mi papá fue militar, a los trece años ingresó al Colegio Militar, que todavía es- taba en el castillo de Chapultepec, a los quince salieron los cadetes para acompañar a Madero hasta Palacio, la historia ya es conocida. Mi mamá era mujer de pueblo, del rumbo de Texcoco, hija de español e india, igual mis tías, es decir mestizas, pero muy guapas, mi mamá se parecía mucho a una hermana de mi abuelo. Clavería Centenaria 231

Mi abuelo construyó una casa preciosa al estilo de España en la Purificación, cerca de Texcoco, Esa propie- dad se la obsequió a mi abuela, aunque había mucha diferencia por la raza, educación, etc., mi abuelo la adoraba, porque ella fue muy inteligente, siempre la admiré. La casa muy bien hecha, con lucimientos enormes, con sus típicos balconcitos a los lados, con su escudo, todavía existe, muy bien arreglada. Ellos sufrieron los estragos de la Revolución, el más chico de los tíos, en la época en que ordenaban a todo el mundo que no saliera para nada, sale el más pequeño de mis tíos a una tiendita que estaba adelante de la casa y lo cazaron, allí en la calle quedó el pobre tío. A mi abuelo le exigían que diera dinero, como era la mejor casa del pueblo, estaban bien económicamente y la abuela fue muy lista para ayudar al abuelo. Los revolucionarios le exigían el dinero, ¡qué les diera el dinero! Se lo llevan a un patio, lo pararon allí y los revolucionarios alrededor y la familia gritando y pidiendo que lo perdonaran, mi mamá corrió, se le abrazó y fue tan emocionante el momento, tan conmovedor, que lo perdonaron, ya desis- tieron de matarlo, se olvidaron de ello, esto me lo plati- caron una y otra vez. Papá me decía: “tú naciste en plena Revolución”. Se hizo poca justicia a los revolucionarios, no fue poco lo que hicieron y sobre todo tan jovencitos, pero antes los muchachos desde muy chiquitos ya eran muy formalitos, muy hombres, de carácter, uno de ellos fue mi papá. Así las cosas, mamá fue otra “Adelita”, porque dicen, por ejemplo, que si papá estaba designado a hacer guardia en algún sitio, ella se iba con comida y daba con el lugar, a veces era un monte, un cerro, mi papá comía, ella con el fusil en la mano vigilando; otras veces papá caía en cama y tenía la consigna de hacer ronda con dos o tres 232 María Elena Solórzano oficiales, se quedaba en la cama e iba mi mamá, imagína- te, ella tan joven, (tengo fotografías), era muy buena para montar a caballo, pues vivió en un pueblo donde no había más que carretas, prefería el caballo, ella montaba a caballo hasta estando embarazada, yo anduve con mi mamá a caballo, por eso mi papá decía: “tú naciste durante la Revolución”, pero lo decía como un triunfo, oíamos en las tardes de lluvia, a mí me arrulla- ban con su ruidito: croac-croac, y me quedaba dormida profundamente, porque además corríamos mucho, nos atravesábamos el alfalfar cuando terminaban de cosechar, ya había caminitos que usaban las personas y por allí co- rríamos mi hermana y yo hasta el cansancio, caíamos muertas, más el arrullo de las ranas, ya no abríamos los ojos hasta el otro día—. Ya que terminó la Revolución, le dieron a los militares una cantidad de dinero en oro, antes esa era la moneda que circulaba y con eso mandó hacer esa casa de Heraldo, en uno de los nuevos fraccionamientos, era la colonia “El imparcial”, mi papá le agregó piezas. Muy grande la casa, también éramos siete, cinco hermanos, mi papá y mi madrastra, mi mamá ya había muerto. En esa casa pasé gran parte de mi niñez, corría el año de 1925, tenía siete años cuando llegué a Heraldo, aquí frente a la que fue mi casa había llanos y sembradíos y se alcanzaban a ver a lo lejos las luces de un caserío que después se llamó la colonia Clavería, de Nilo a Heraldo había un llano grande, “El parque de los vagos” era un bosquecillo, todo esto era bosque, fíjate que papá tenía dos caballos, por aquí paseábamos a caballo, pero no podíamos pasar por aquí por Cairo porque estaba una cerca de alambre de púas, pasábamos por “El Camino del Recreo”, allí nos dábamos la vuelta, pero por aquí por donde está mi casa no se podía pasar. Clavería Centenaria 233

Por aquí cerca había ladrilleras, la más cercana estaba aquí, por las torres de alta tensión, donde ahora está la Tienda de Petróleos y nosotros todo el tiempo veíamos la humareda de los lugares donde hacían los ladrillos y en época de lluvias eran pozos, pues se llenaban de agua, por años vivimos con esas ladrilleras alrededor, donde trabajaba gente en condiciones infrahumanas. La primera colonia fue “El imparcial”. Has visto las casas de un lado y otro de la Av. Azcapotzalco? Son casas muy antiguas, las habitaban gente muy aristócrata, eran como Las Lomas. Les llamaban palacetes, uno de mis tíos, vivía en uno de ellos, que todavía existe, de Heraldo para acá, eran muy bonitos, preciosos, de un estilo afran- cesado de principios de siglo. Después Clavería era de las más modernas. Había una tienda que se llamaba de don Remigio, fa- mosísima la tienda, porque era la única, cuando necesi- tábamos algo y no podíamos ir a surtirnos al centro acu- díamos a don Remigio, esa tienda estaba en la calle de Floresta, ahora está una carnicería, es una esquina truncada, allí estaba la tienda de Remigio, no me acuerdo cómo se apellidaba, era español y muy ocurrente. También aquí en Heraldo, saliendo rumbo a donde está ahora la armadora de Sanyo, estaba la tienda de Sarita, ella conoció a todo Clavería y toda esta colonia tiene recuerdos de Sarita, todo el mundo llegaba a comprar y siempre te platicaba lo que le pasaba a ella y a su familia y luego despachaba. A mi hermana Emma la admiraba, ella era muy blanca, salió al abuelo, mi papá nos acostumbró a bañarnos con agua fría antes de irnos a la escuela y ¡qué bueno! porque fuimos muy sanos, yo no conocí enfermedades de chamaca, hasta ahora por razón natural, entonces llegaba con mi hermana recién bañadita a hacer las compras, después del baño le venían 234 María Elena Solórzano unos colores en la cara, pero preciosos, se distraía, dejaba de despachar por estar admirando a la muchacha. ¡Pero mira nada más, a esta niña parece que la pintan! —decía— y la tiendita llena de gente, ella muy parsimo- niosa para despachar. Hacía unas tortas riquísimas. Antes se usaba más el queso de puerco que el jamón, yo recuerdo que las tortas se hacían con queso de puerco. Bueno, pues Sarita hacía sus tortas de queso de puerco y queso blanco, riquísimas, tenía su estilo, dicen que el detalle está en aplastarles el centro, se le aplasta la tapadera, pero yo no creo, es más bien lo que lleva dentro, muchachos de las mejores familias de Clavería venían a comprarle tortas a Sarita, allí duró mucho tiempo esa señora, hasta que se hizo grande, vinieron las enfermedades, como nos pasa a todos. De Clavería, te puedo decir que tenía una calle muy ancha, Floresta, no estaban las calles pavimentadas, algunas de Clavería tenían pavimento mal hecho, pero al fin pavimento, pero más acá era tierra suelta, en una ocasión papá mandó poner tepetate, se veía precioso, las calles amarillas. En tiempo de lluvias batallábamos mu- chísimo porque se hacían charcos por todas partes, sobre todo por las ladrilleras, que se llenaban de agua y después los moscos; había muchas ranas y las que nos desperta- ban al día siguiente. Por donde quiera había establos, estábamos rodeados de establos, vieras qué rica leche tomábamos, al voltear Heraldo, hay una casa grande, muy bonita, pues fue preciosa, tenía un estilo como el del castillo de Chapul- tepec y atrás su establo, en tiempo de lluvias se llenaba de pasto y hierbas, sacaban a las vacas a pastar, yo les tenía pánico, imaginaba que me encontraba enfrente de una vaca, que me sorprendía y daba yo la vuelta y ahí venían las vacas, ¡ay qué susto! Una vez iba yo hacia Azca- Clavería Centenaria 235 potzalco y unos señores, al llegar a Sanborn’s comenta- ron: En esta esquina estaba un establo enorme. Así es que estábamos rodeados de establos. Para hacer algunas compras que no fueran de tendajón o estanquillo, como les llamaban antes, había que echarse la caminata hasta el mercado de Azcapotzalco. En 1930 Clavería estaba rodeada de jacalitos, lo mismo Heraldo. Si necesitabas que te ayudaran en algún trabajo, pronto encontrabas gente, ahora no encuentro quién me venga a ayudar, es difícil, albañiles o pintores; y como ahora no se puede meter a cualquier gente a la casa, pues allí está el trabajo, esperando a ver cuándo, así las cosas. De Clavería ha salido gente muy famosa, Chava Flores vivió por aquí, un día me lo encontré en el tianguis, iba con unas niñas, serían sus nietas. Chava Flores, todo un personaje, ¿verdad? No recuerdo, no supe dónde vivía, yo nada más lo vi por aquí. Las muchachas Brambila, “Costuritas” aparecía en la televisión anunciando máquinas de coser. Causó sensa- ción Rosalba Brambila cuando sale desnuda en la película “El Rincón de las Vírgenes”, aparece en una escena como Dios la trajo al mundo. La juventud de mi tiempo muy tranquila, yo no me explico cómo nos pasábamos el día leyendo alguna revista o libro rosa, que era uno de los pasatiempos, todavía no había radio, el primero que trajo una radio fue mi papá, era de audífonos, para que toda la familia escuchara y se divirtiera con la radio pasaba medio día y todavía mi mamá invitaba a sus vecinos, después vinieron los aparatos como los que tenemos ahora y fueron una novedad, oír música en tu casa era una emoción, hasta hacía una el trabajo con gusto. 236 María Elena Solórzano

Muy tranquilos los muchachos, nos conformábamos con un poco de distracción y mira que mi papá procuró pasearnos; aquí en la ciudad: el circo, el teatro, los cines, cuando tenía siete años fui al famoso cine Goya, por las calles de Guerrero. En 1925 fue cuando viví en la calle de Heraldo, hoy tengo ochenta años. Me veo muy bien pero por dentro quién sabe, he tenido muchas operaciones. Fuimos muy sanos, porque llevamos una vida muy sana, tomando leche cruda, nada de preocuparse porque estuviera pausterizada; respirábamos el aire ideal; nos bañaban con agua fría y nos traían marcando el paso, porque papá no parecía que tuviera hijos sino un ejército. Fuimos muy bailadoras, papá era muy bailador, desde la época de la Revolución, cuando ganaban hacían sus bailes, en esa época se bailaba mucho, yo también salí muy bailadora, pero me conformaba con los bailes que organizaban aquí en la casa, mi papá seguido organizaba bailes con diferentes pretextos: cumpleaños, una fecha histórica (15 de septiembre, por ejemplo), me confor- maba con bailar con mi tíos calvitos, para mí lo impor- tante era bailar. Se bailaba sobre todo pasodoble, foxtrot, dicen que había muchos bailes por esta colonia, pero yo no me enteré, solamente en las reuniones familiares era donde se conocía una con otras personas, hijos de los familia- res, así era, en la calle, en el cine, los novios se conse- guían caminando por las calles o en una reunión familiar. A papá lo mandaban fuera de México, por eso también conocimos varios lugares. Yo empezaba a estudiar el primer año de secundaria cuando viene una salida de papá y me internaron, por cierto fue una época de mi vida muy bonita. Clavería Centenaria 237

El Morelos está en Tacuba, antes se llamaba San Antonio, pero como el gobierno prohibió que llevaran nombres de santos, le tuvieron que poner Morelos. Qué lindas monjitas, qué congregación tan bonita, mucho orden, desde que va una a dormirse hasta que se levanta, las monjas a las siete de la mañana ya vienen de misa, yo allí aprendí más de la religión católica, que es tan bonita. Allí estuvo la destacada maestra y humanista Emma Godoy, cuando yo estaba en primer año, Emma estaba en segundo año, era una lumbrera, toda la escuela la admiraba, porque era muy inteligente, la muchacha prometía y así fue, descolló bastante, inquieta, tocaba la guitarra y cantaba, también ella quiso mucho al Colegio. La directora era la monjita Isidra Camargo, muy finita, muy chistosa, le gustaba pararse con los pies cruzados, frente a todas, casi nunca se le veía, en el año que estuve allí interna solamente la vi tres veces, siempre recluida en sus habitaciones, en la oración y pendiente de la di- rección de la escuela. El ambiente del colegio era cordial, una que otra que no encajaba bien o que la traían de encargo; y lo mismo entre las monjas, todas eran unas santas, pero hablaban de una parejita, una flaquita y otra gordita, decían que eran muy rebeldes y no se llevaban con las demás, ellas eran maestras de primaria. Allí hice mi primera comunión, porque mi madrastra no hacía caso. Se acostumbraba que en los salones había dos escrito- rios, uno grande para el maestro que daba la cátedra y otro hasta atrás donde se sentaba una monja que cuidaba constantemente, nunca estaba un maestro solo, qué presión para los pobres maestros, así es que se tenían que portar bien. 238 María Elena Solórzano

Teníamos una maestra de Civismo, hablaban de que había estado en Rusia, ya se me olvidó el nombre, era muy bonita, muy blanca, yo siempre le admiré su pelo, precioso, con rizos. Un día una de las muchachas traía un gorro, antes cuando le daba a una persona tifoidea la rapaban, entonces le dice: “Quítese el gorro”. Y no quería la muchacha. “Se lo tiene que quitar, si no, no sigo la clase. A ver a qué hora se quita el gorro, si usted se quita el gorro, yo me quito la peluca.” El pelo que yo le había admirado, ¡ay vieras qué sensación! Nadie la obligaba a quedar pelona, una peluca muy bien hecha, a mí nunca me pasó por aquí que fuera peluca, se veía tan natural, ya no recuerdo si la muchacha se quitó el gorro o no. La maestra se empezó a poner roja, pero ¿quién la obligó? Yo estaba en primero de secundaria cuando entré al Morelos, Emma estaba en segundo año, subía y bajaba muy rápido, muy activa, lo que nunca le gustaron fueron los deportes, su familia era de Tacuba, sus sobrinos muy bien parecidos, muy guapos, ella no era tan agraciada, pero ¡qué cabeza! Después supe que estuvo como cate- drática en la Escuela Nacional para Maestros y en la Normal Superior de México, cómo defendía la religión católica, porque ella después de terminar su carrera se fue a la Sorbona de París a estudiar religión. En una ocasión la escuché platicar en una reunión de intelec- tuales hablando sobre religión y cuando le tocó a ella ¡qué bonito! “Yo fui a estudiar y saqué en conclusión que la religión católica es la verdadera y la más bonita.” Y sí, es la más bonita porque nosotros festejamos Navidad y Semana Santa y esas fechas vienen acompañadas de ricos platillos que una saborea, es muy bonita, las celebracio- nes a la virgen de Guadalupe son todo un espectáculo, qué hermosas las misas, etc., mi visita anual no falla, Clavería Centenaria 239 cuando estaba en el colegio íbamos a pie desde Tacuba hasta la Basílica, todavía asistíamos a la antigua Basílica. Cuando ya había nacido Sergio, organicé en dos veces peregrinaciones a la Basílica y decía: A ver si llega Sergio está muy chiquito, y qué hacía el malvado muchacho, —le decía: no trotes mucho, no corras— echaba la carrera para adelante y se regresaba, pues caminó doble, porque echaba la carrera varios metros y luego se regre- saba con nosotros. En aquel tiempo ya habían pasado las faldas largas, la falda se usaba a media pantorrilla, además sacaban una tela y le ponían nombre, según la época y la canción de moda, hubo una tela que se llamó “Cuatro milpas”, con rayas verdes y de varios colores y todo mundo se confec- cionó un vestido con la tela “Cuatro milpas”, porque había una canción del mismo nombre. En aquel entonces se usaba también un sombrero al que le decían “el carrete”, un sombrero de paja que se usó en la época del Charleston (1920-1930). Mi papá era muy especial para vestir, le gustaba vestir bien. Pues se vestía con el carrete o sombrero. Todavía de joven usé mucho el sombrero, le gustaba mucho a papá que usáramos sombrero, venía una época, llegaba el verano y donde quiera veías sombreros y ropa adecuada para verano. Ahora no, ahora pantalones aguados, playeras anchas por fuera, puras fachas, No, antes, no, sobre todo cuando se iba al teatro, últimamente, cuando me han llevado al teatro, me sorprende cómo viste la gente, en aquel entonces llevábamos nuestras mejores ropas: sombrero, vestidos formales, guantes y zapatos de vestir, pon tú que no lleven sombrero y guantes, pero sí con un vestido de calle, pero no, van como quieren. La falda se usaba a media pierna y el talle largo, ya después vino la moda de Estados Unidos, se usaba el 240 María Elena Solórzano abrigo para salir, traje sastre, bolsa, guantes y zapatos, todo haciendo juego, muy bien presentados, ya eso pasó, se desprestigió mucho la moda. Los paseos eran de preferencia a Chapultepec, un bosque muy bonito, muy limpio, no tenía los mismos ser- vicios que tiene ahora, pero era muy limpio y el follaje hermoso, los árboles muy verdes. Entonces eran muy im- portantes los días de campo, porque allí también se conocían los muchachos y las muchachas, más bien eran organizados para que los muchachos se relacionaran, pero no creas que iban en fachas, no, iban con sus vestidos, sombrilla, sombrero, muy elegantes, aunque esa fue la moda de mis abuelos, yo todavía la alcancé. Los vendedores salían a ofrecer sus frutas y verduras en canastos y gritaban, se acostumbraba que el vendedor gritara su mercancía, en la mañana pasaban unos, a medio día otros, como no teníamos mercado cerca, en la mañana pasaban vendiendo pan, después frutas de todas: manzanas, guacamote (parecido al camote), a medio día chicharrón de puerco y puerca —decían— todos traían su forma de gritar y le metían alguna cosa chusca, en la tarde gelatinas, todo lo que se vendía en el mercado. Desde que yo era chica recuerdo las fiestas de Santa María Malinalco, que eran fiestas para el pueblo, las personas católicas de posibilidades cooperaban para la virgen, iban a misa, la feria era para la gente del pueblo, así que nos llevaban a la feria. Las misas eran en latín, no se hacían tan suntuosas como ahora, hoy ponen un arco de flores en la puerta de la iglesia, yo tenía siete u ocho años cuando asistía, pero no podíamos pasar por aquí por esta calle de Cairo, rodeábamos y se me hacía muy largo el camino y mira ahora a dos cuadras, pero todo muy bonito, a mí me gusta vivir por aquí. Clavería Centenaria 241

Admiro a Azcapotzalco, digo que es de las delegacio- nes más sanas. Mi papá me dijo un día: “la persona que alquilaba la casa se va y tú si quieres vete para allá”. Nunca he querido salir de mi rumbo.

Señora Garner de Aguilar Soy la señora Garner de Aguilar, le voy a platicar un po- quito, porque ya soy una vieja de 78 años, ya voy para atrás, ya voy a la caja, ya mero le echamos una palada a la tierrita. Mi abuelo era yaqui, primero de una tribu yaqui que había en Sonora, a mi abuelo se le nombraba: pre- fecto político, entonces era como un gobernador. Mi abuela montaba muy bien a caballo, con su fuete frena- ba a los peones o a las tribus, como la llamaran ellos, nomás blandía el fuete, corrían todos y se le agachaban. Esa fue mi abuelita, con ella me críe y con mi abuelo, tenía un tío que quise muchísimo y le decía papá-tío, porque yo fui huérfana, se murió mi padre cuando yo tenía diez años, me acuerdo muy bien cuando murió mi padre, un inglés, estoy orgullosa de mi madre, era yaqui, mi padre la conoció descalza, fea, porque entonces había villistas, revolucionarios. Mi mamá me platicaba que el comedor se lo hicieron leña, para poder calentar y comer, iba mi mamá, chiquilla como de unos seis años, con los soldados a pedirles maíz, y le daban bolsitas de maíz para llevar a la casa. Mi abuelita tuvo catorce hijos, porque entonces no había cosas que los evitaran, mi abuelita todos los días dale y dale, ahí está el niño, catorce hijos, yo conocí doce, murieron en la Revolución, los mataron; los otros murieron de enfermedades; pero sí sé de mi tío José María, que era general y murió, lo mencionan, el Gral. Meza, ese era mi tío, aunque me veas con los ojos así 242 María Elena Solórzano grandotes es la verdad que te estoy diciendo, Yo adoré a un hijo de mi abuela, que se llamaba Reyes T. Meza. Se ponía la T. Porque mi abuelito se apellidaba Tovar, y el Meza es por su marido y mi tío le cambió, se puso el Meza y la T. era de Tovar. Era un gran hombre, precioso, murió joven, dicen que lo mataron, porque yo lo vi, cuando lo vio el doctor Pernans de aquí y le dijo: y decían que lo mataron los masones, porque mi tío Reyes era grado 33, el mayor de todos; y tenía una queridilla y por eso lo mataron, porque tenía una queridilla, con la cual tuvo un hijo, cuando él murió, en 1939 o 1940, yo lo adoraba. Así de muchachas iban a mi casa, a visitar a mi abuela, por mi tío, queriendo casarse con él, pero él era muy raro, guapísimo, moreno, de ojos verdes, creo que fue el primer amor de mi vida, a mi tío lo quise tanto, yo digo que fue mi primer amor, yo lo abrazaba y él me abrazaba y me besaba, la mitad del pueblito andaba detrás de él, todas, unas le llevaban a mi abuelita gelati- nas, otras las manzanitas, la fruta, cositas, se murió mi tío y jamás volvieron, un día le dije a mi abuelita —oiga ya no viene nadie— y me dijo: ya se murió... ya no vienen las viejas. En ratos soy media yaqui, saqué la cara de mi madre, un poquito, no me parezco mucho, pero el carácter sí lo tengo, igualito al de mi mamá, ella era como la fregada, nos daba unas palizas con chicote. Había un muchacho muy guapo, que lo quise mucho, Raymundo Allende se llamaba, lo encontré en la calle lo agarré y lo besé, mi mamá venía y que me ve, me meto corriendo al excusado, mi mamá me alcanzó y que me dice: “no quiero... aquí en mi casa, aunque estés en el excusado, ahorita te agarro, mejor encuerada. Y se metió al baño, yo estaba nomás haciéndome güaje, ni ganas tenía, allí me pescó y me desmayé, fue una cosa horrible, no tuvo conciencia para golpearnos, a mí me pegaba Clavería Centenaria 243 como animal, no tenía cultura, pobrecita, sabía leer y escribir, pero de allí no la sacabas, de su tribu sí sabía mucho. Antes de que mataran a mi papá, en la segunda elección, ya éramos ricos, porque antes éramos muy pobres, mi padre era el superintendente del Sudpacífico de México de Mazatlán a Sinaloa, hasta Nogales, Arizona, él mandaba toda esa línea, así es que estábamos muy ricos y teníamos un carro especial, que hoy usan los pre- sidentes. Yo me críe en los mejores pañales, yo me críe en riqueza, tenía diez años cuando mi padre murió, íbamos en el tren y Obregón le dijo al maquinista: “oiga por qué no le dice a la señora Garner que nos deje ir en su carro”. Y el maquinista le dijo a mi mamá: “señora, dice el señor Obregón que si no lo deja ir en su carro.” “Cómo no”, dijo mi mamá. Obregón y su comitiva se instalaron en nuestro carro y ya para llegar a Sonora, Obregón me dice: “Oye nena, cántame ‘Las cuatro milpas’”. “No, porque estás mocho”, ya tenía su brazo amputado, y que le da mucho coraje a Obregón. Luego pararon el tren los yaquis y dijo mi mamá “ahorita me bajo y yo los arreglo.” Y se bajó mi mamá con Obregón, porque él también era de Sonora, pero no era yaqui, él era de las familias ricas allá de un lado de Sonora. Mi mamá se bajó y Obregón me cargó y me dijo: “Sí estoy mocho, pero aquí te vienes conmigo.” Y me cargó con su brazo que tenía bueno, Mi mamá les habló en su idioma “...por qué van a atacar al señor Obregón, si es también paisano de ustedes, hermano de ustedes, yo soy yaqui, hija de Natividad Meza (se pusieron todos los yaquis en orden) y esta es mi hija, me casé con un inglés”. Porque mi mamá andaba acarreando agua, cuando mi papá la conoció, andaba tirando el ferroca- rril y les dijo: “lo que deben hacer es pedirle, al Sr. 244 María Elena Solórzano

Obregón que si llega a Presidente de la República les mande maíz, frijol, harina”. Y si les mandó. El señor Obregón se fue por su rumbo y nosotros nos dirigimos a Los Ángeles y nos fuimos a la casa de una tía que allí vivía. Un día le llegó un ramo hermoso de flores a mi mamá, pero precioso, lo llevaban dos soldados. “Que aquí le manda el general Obregón estas flores a la señora Isaura Meza. Mi mamá dio las gracias. Luego le mandó un anillo con un brillante precioso. Llegó a Mazatlán y le dijo a mi papá: “Mira el regalo”, se puso celoso el inglés. Yo te regalo mejores cosas que el Presidente. A mi papá lo agarró Villa y se lo llevó, porque era el único telegrafista que había, mi padre era muy inteligen- te, le llegó un telegrama a Villa, no sabía leer, lo sé porque mi padre lo contó, agarró el telegrama y dijo: “¿quién de ustedes sabe algo de telégrafos?” Ya estaba mi papá formado en línea para fusilarlo, no dejaba gringo ni chino. Necesito contestar el telegrama, quiero que me lo lea y me lo conteste”. Mi papá dijo: “Yo soy telegrafis- ta” ¿Eres telegrafista?”, preguntó Villa. Sí, le dijo mi papá, lo agarró, lo subió en un caballo y vámonos, se lo llevó. Un año estuvo con Villa, mi papá quería al General y decía que con él fue muy bueno, lo trataba de: señor Garner para allá, señor Garner para acá. En las películas siempre aparece un gringo junto a Villa, pero allí lo ponen gordo y feo, mi padre es ese gringo que aparece junto a Villa, pero mi padre era hermoso, de ojos verdes, alto, ni dicen el nombre, ese era mi padre, el gringo que traía Villa con él, ese era mi padre. Les iba a contar que Villa perseguía a todos los chinos, hizo una matazón de chinos que no quedó ninguno, había mucho chino, a todos decía “ajusílenlos”, hablaba mal, él mismo se hizo general. Cuentan que venía un chino, con su mujer en una carreta y lo pararon los Clavería Centenaria 245 soldados de Villa y le preguntan ¿a quién le vas? Y el chinito “tú plimelo” y le responden “yo a Villa”, y responde el chino “pues yo también” y lo dejaron pasar, pero se lo fregaron, lo mataron después, mi abuelita contaba esa anécdota. En el año que yo nací, en 1921, se acabó la guerra, en Mazatlán hicieron un hoyo muy grande, allí guardaron muchas cosas, camas, mercancía, antes de que vinieran los revolucionarios. Uno de mis tíos tenía una tienda muy grande en el pueblo, allí había de todo: sombreros, zapatos, botica… llegaron los villistas y no le dejaron nada. La volvía a poner y volvían a entrar, tres veces lo dejaron casi en la calle. Tenía tres hijas, dos se ahogaron en el río, andábamos echando clavados, yo sí conocía el río, Margarita Tarabay que fue muy buena amiga mía, Blanca Domínguez, ya todas mis amigas se han muerto, pero no la quise, a la otra sí la quise, a la árabe, ella me enseñó a fumar y hasta la fecha, tengo sesenta años fumando. Saliendo de la escuela íbamos al río, me echaba unos clavados, pero ya le sabía, ellas emocionadísimas se querían meter al río y yo les decía: “No se metan porque el río es traicionero y se van a dar un fregadazo, yo no las voy a poder sacar.” Entonces me dijeron ellas: “No, si nomás en la orillita.” Yo echaba el clavado de un mango que estaba por allí, y ahí van al mango, en el mango estaban sentadas y me dijeron: “Nos vamos a echar cuando tú te eches, detrás nosotras”, se aventaron las dos, entonces el río se las llevó, se las llevó, esas muertes las tengo en mi conciencia. Yo llegaba a la casa y me decía mi abuela: “Ya te fuiste al río”, a pesar de que me echaba tierra para disimular, ¡ay siempre me cachaba! Ya después de muchos años, le pregunté: ¿Oye abuelita y por qué me conocías que me 246 María Elena Solórzano iba al río?, y decía mi abuela: “Pues por la nariz” me echaba tierra en todo el cuerpo, en la cara, menos en la nariz, se me ponía colorada y mi abuelita era rete inteli- gente, viejita yaqui, le gustaba mucho leer, tenía una bi- blioteca grandísima, yo me acuerdo mucho de mi niñez y de mi juventud. Yo tengo dos hermanas, mi hermana Olga de Muñiz es la madre de Coque Muniz, el cantante, es mi sobrino carnal, Coque Muniz es muy buen cantante, me gusta más que el papá, el papá es famosísimo, mi hermana tiene cinco hijos de él, se separaron hace tiempo. Paco, su hermano me dice tía-mamá. Mi otra hermana está casada con un gringo, ella vive en La Joya, es multimillonaria, mi cuñado era un hombre muy bueno, con mi marido fue muy fino y con nosotros también, mi hermana Elvia es la que acaba de quedar viuda, es la que vive en La Joya en Estados Unidos. Tengo dos hermanos, uno millonario y otro pobre, Alberto, que es el más inteligente, fue periodista de Ex- celsior, el más inteligente de los cinco, sabe de todo, Alberto Garner, te recita desde los aztecas hasta el actual presidente, las vidas de los grandes hombres, fechas, y lugares, todo. A esta colonia se vino conmigo, cuando me vine de Jalapa, porque mi esposo murió en Jalapa, yo no viví en Jalapa, viví cuarenta y dos años en estos rumbos, cuatro en la calle de Cairo enfrente del “Jardín de los Vagos” en una casa sola, fui muy feliz de casada, cinco hijos primo- rosos. Ahora está más bonita la colonia, antes estaba medio triste, el sur no quiere a Clavería, porque somos gente muy pobre según ellos, mis hijos se fueron todos al sur, mi hija se casó con un muchacho apellidado Luna, le dicen el “Gasolina”, lo han de conocer. Clavería Centenaria 247

Olga Pareyon Viví en Clavería, eran dos privadas y nos llevábamos muy bien todos los muchachos, nos dividía la Av. Azcapotzal- co, paseábamos en bicicleta, jugábamos a la roña, a los encantados, a los patines, béisbol, había un vecinito que jugó en las ligas mayores como pitcher. Salíamos con la familia Domínguez, no sé cómo cam- bíamos en un carro tan pequeño, íbamos al Plan Sexenal, nos cogíamos de la defensa y era una cola, todos ahí pa- tinando, no había ni tele ni nada, en cambio ahora, las maquinitas, los nintendos, ya cambió la forma de jugar, inclusive los juguetes. Antes la reata, las canicas, los huesitos, cuando niña jugaba una a la comidita, ya las niñas no juegan a la comidita se entretienen en la televi- sión, en las computadoras. Se hicieron a un lado esos juegos, los de ahora por un lado son buenos y por otro no, porque ya los están automatizando, el niño ya no piensa ni razona. Las muñecas eran muy especiales, unas tenían el cuerpo de trapo y nada más la cabecita y las manos de pasta, se dedicaba una a hacerles vestiditos, mi mamá me enseñó a hacer los moldes y yo recortaba las camisitas bajo su dirección. Esa era una enseñanza para las niñas, desde chiquitas ya teníamos nociones de cómo se hacía una prenda, aprendíamos a coser. Las niñas ya no saben usar o ensartar una aguja, hay máquinas para pegar botones, en fin todo se ha facilitado, inclusive para la comida, todo está muy simplificado, ya no es lo mismo de antes. Ahora por ejemplo le dan a una el jitomate molido, ya preparado, antes había que molerlo en el molcajete, no había licuadoras y todo era más laborioso. 248 María Elena Solórzano

Asistí a la escuela “José Arturo Pichardo”. Precisamen- te la otra vez me encontré a la hija de la señora Santies- teban, esta señora era muy conocida en Clavería, porque inclusive, cuando había festivales en la escuela, ella pre- paraba los bailes, porque tocaba el piano. Las sobrinas de Lupe Vélez vivían por la avenida Azcapotzalco, ellas se dedicaban al arte, nos ponían los pasos y coreografía de todos los bailables. La Pichardo estaba en una casa muy antigua, donde ahora está una iglesia Bautista, frente al “Globo”. Era un edificio antiguo y después se cambió a una casona en la Av. Azcapotzalco y Nilo, era una casa preciosa, muy hermosa, tenía una escalera de mármol, anteriormente fue la casa de los Reyes Spíndola, después la derrumba- ron para hacer dos edificios modernos para dos escuelas. Me acuerdo que a las Galindo les tenía un pavor, primero estuvo Trinidad Galindo que era muy enérgica, después estuvo su hermana Irene, me acuerdo que a los chamacos cuando hacían travesuras, ella los jalaba de las patillas. Ya llovió, hace mucho que fui alumna de esa escuela, quizá hace sesenta años. A las Galindo las llamaban “las muerteras” decían que algunos habían muerto de la bilis que les hicieron pasar y por eso les pusieron así. Eran dos edificios uno grande donde estaban los salones y otro chico donde estaba la dirección, había una huerta, una caseta de bombas o algo así. Los niños sembraban en la parcela, se sembraban hor- talizas y se cosechaban. Después pasé a la escuela secundaria anexa a la Escuela Nacional de Maestros, allí cursé dos años, el tercero lo cursé en la escuela secundaria No. 15 y cuando terminé me fui a la escuela de Educación Física. Clavería Centenaria 249

Conocí al maestro Rómulo Dinteri, que fue maestro de mi papá en esgrima, entonces, tuvo cierta dedicación conmigo para la esgrima, en una ocasión fui a meterme a la clase de las alumnas de tercero, yo estaba en segundo y que regaña al grupo porque no tomaban bien el florete y ya tenían varias clases, me hizo la invitación que cuando no tuviera clase fuera allí con él, ya después me tocó a mí y entonces tuvo mucha dedicación conmigo, terminé y dimos unas exhibiciones, tenía sus galas de armas para ocasiones especiales. Después me fui a trabajar a la Escuela Nacional de Maestros, trabajé un tiempo y después el maestro me fue a buscar para participar en torneos y desde ese entonces me dediqué a la esgrima. Participé en muchas competencias, en varias ocasio- nes estuve propuesta para olimpiadas, pero iban grupos muy limitados, entonces iba uno o dos o no iba nadie. Tuve muchas participaciones a nivel nacional. Entré a Novatas, de ahí pasé a Primera fuerza y de ahí para ocupar un buen lugar en las competencias y seguí parti- cipando. Al primer lugar que salí a una competencia interna- cional fue a Nueva York, a un campeonato mundial, fuimos muchos, logré pasar a semifinales, me estuvieron observando, éramos bastantes y entonces se dio cuenta un doctor Heik que yo iba a pasar a las semifinales en el grupo que me había tocado, mi rival fue una rusa, afor- tunadamente la vencí y pasé a semifinales. En Kinsgton ocupé el quinto lugar, a pesar de que llevaba una lesión, un desgarre y ya no me permitió avanzar todo lo que yo quería, en otra ocasión también en Santa Mónica era la selección para ir a Japón y ahí también pasé a la final. La competencia fue donde se entregan los Oscares, inclusive los jueces iban de smoking y estaba la cosa muy elegante, allí estuvieron elementos 250 María Elena Solórzano muy seleccionados, pues había campeonas de Estados Unidos, afortunadamente pudimos estar. Hay que tener mucho ojo, mucha agilidad, mucha destreza y analizar detenidamente al adversario. Vi que la campeona de la Olimpíada tenía lesionada una mano, entonces la empecé a mover a mover y de repente salía yo con una flecha y ya no la pueden a una detener... Tengo muchos y muy hermosos recuerdos de esas competencias y además puse muy en alto el nombre de México. También me dediqué al basquetbol. Jugábamos las tres hermanas: Elsa, Yola y yo. La maestra Fany me dio clases en la Escuela Nacional de Maestros y competimos por la Normal, después pasamos al equipo que ella re- presentó: el Deportivo Internacional y entramos a segunda fuerza y de allí algunas ocasiones me prestaron para reforzar algunos equipos y después pasé a formar parte del Equipo de Gobernación de primera fuerza, in- ternacional, venían equipos de Estados Unidos y había que competir más duro. Tengo algunos premios y medallas, la otra vez revisan- do papeles me encontré unos de la confraternidad del basquetbol donde aparezco. Recordando lo de la esgrima, tuve la oportunidad en una competencia llamada “Ramón Font” que se realiza en Cuba en la que estuvimos representando a México, de mujeres nada más, íbamos Pilar Roldán y yo, entonces terminamos nuestra competencia a las cuatro de la mañana, ya estábamos rendidos, y nos avisaron que nos estaba esperando Fidel Castro. Él estaba en un gimnasio jugando basquetbol y que nos invita, llegamos allá, y luego un compañero del pentatlón moderno me estaba picando para que yo pidiera permiso para poder echar una cascarita. Fidel accedió, cuando ya nos vio le expusi- Clavería Centenaria 251 mos que queríamos hacer dos equipos con ellos y nosotros, entonces yo formé el equipo con el capitán Almada, el que fue rector de la U.A.M., un suizo, un alemán, entonces ya quedamos más o menos parejos con el equipo con el que estaba jugando Fidel Castro, entonces nos detuvo y dijo: “ustedes completen su equipo y que la señorita venga a jugar acá con nosotros, préstenle una camiseta”. Y pasé a integrar el equipo de Fidel, ya después me felicitó, porque dijo que había jugado muy bien, un jugador, que era polaco, me dijo: “primera mujer en el mundo que juega con un mandata- rio”. Así que yo me sentía soñada. Posteriormente tuvimos una cena, me dieron las foto- grafías que habían tomado, esas fotografías son de archivo, históricas. He tenido mucho amor por el deporte. Tuvimos Yolanda y yo mucha facilidad para practicarlos, no todas las personas tienen esa facilidad ni capacidad para los deportes, hay gente que sale a jugar canicas y se tuerce los dedos, hay personas que ya tienen predisposición para el deporte. De jovencita era muy tímida, gracias al deporte, a la esgrima adquirí más seguridad, me quité ese problema que es pesadísimo pues de todo me daba un miedo terrible. Yo nada más tenía dos amigas, Rosa Ruiz y Enriqueta Silva, eran con las que me llevaba, yo pasé de noche en el trato con los demás jóvenes. Se ha dado un gran cambio, digamos en la época en que trabajé de maestra al actual, hay una desenvoltura tremenda. Antes los muchachos eran más tímidos. Sin embargo, yo conocí a muchos chicos que no eran tanto, iban los muchachos de la primaria cuando yo estaba dando clase y les preguntaba: ¿a ver que estás 252 María Elena Solórzano haciendo acostado en el prado? Y me contestaban: “Es que les estoy viendo las piernas a las muchachas.” ¡Pues, te me vas de aquí, inmediatamente! Y eso que eran chi- quitos. Cuando todos subían, los muchachos se colocaban junto a la escalera, para verles el calzón a las niñas. ¡Cómo se emocionaban con eso! Las muchachas corrían pegadas a la pared para evitar que les vieran el calzón. Ahora ya no se recogen la falda para cuidarse y no ser vistas, y como la traen muy corta, pues ni se puede. En mis tiempos en Educación Física exigíamos diez centímetros arriba de la rodilla para la falda y aparte llevaban sus shorts que eran bombachos, bien aguados y con resortes en las piernas para que no se despegaran y se viera algo más. Todo ha cambiado, en diciembre, en mi casa forrába- mos una olla y hacíamos una piñata muy grande, nos juntábamos las dos privadas, cantábamos la letanía, pedíamos posada, ahora son bailes, en aquel entonces se seguía toda la tradición, los peregrinos, el recorrido, las velitas y se cuidaba una que no le fueran a quemar el pelo, nada más se oía chus, ¡ay, ya me quemaron el pelo! En el cine intervine doblando a la artista Irasema Dilian en un lance de esgrima, fuimos varias compañe- ras, tomaron en cuenta la estatura y el parecido con la actriz y me seleccionaron a mí, me pusieron peluca, claro que la cara no se veía por que la ocultaba la careta. Eran dos hermanas que tenían un duelo y me tocó tener el duelo con Nadia Haro Oliva y estuvimos tirando, el actor era Jorge Mistral. Mi papá nos traía caminando por todos estos caminos, porque antes eran caminos, veníamos a un batallón que era el Sexto Batallón de Caballería. Clavería Centenaria 253

Mi papá era militar, invitaba mucho al dueño del cine Balmori, fuimos a pedir prestados unos caballos, nos prestaban los caballos de polo, con los que jugaban en el ejército, íbamos mi papá, mi hermano Enrique y hacíamos recorridos por Echegaray, que eran sembra- díos y alfalfares; y por donde está la colonia Tierra Nueva estaban unas ladrilleras, por Los Ahuehuetes salíamos a la Hacienda de Echegaray. A veces nos deteníamos en la hacienda, allí estaban unos americanos y se ponía a platicar en inglés con ellos y hasta les corregía el vocabulario, lo hablaba bien, era profesor de inglés, mientras Enrique y yo recorríamos y nos echábamos unos clavados en la alfalfa, de allí salían unos carros cargados con la verdura, muy bonitos. Caminábamos mucho, en Semana Santa hacíamos un recorrido por todas las iglesias del rumbo, por todos los barrios. Clavería llegaba hasta el parque de la China, el límite era hasta la refinería. Por cierto por allí había un ranchito de la familia Páez a donde íbamos a nadar. En la Av. Azcapotzalco vivía el general Ricardo Topete que fue director de las Islas Marías, donde es hoy una universidad, el T.U.M. Mi hermano Enrique Pareyón Moreno estuvo en las Islas Marías, haciendo un estudio de rehabilitación de reos. Él es un personaje. Aquí fue donde le nació el amor por la Arqueología, aquí juntaba un montón de tepalca- tes. Por donde está Gigante había una zanja, donde está la iglesia, había unos canales y allí en los canales salían muchos idolitos, ese fue el inició de mi hermano como arqueólogo, dejó la arquitectura por la arqueología, el famoso doctor Eduardo Luis Pareyón Moreno. 254 María Elena Solórzano

Esos canales estaban a los lados de lo que ahora es la calzada de Cuitláhuac, Camarones también era una calzada con zanjas a los lados y corría agua en ambos lados. Mucha gente piensa que se llama así, porque allí había camaroncillos o acociles, pero no, se llama así porque había un rancho que se llamaba Camarones. Pero en los cuarenta no eran calzadas, eran puras zanjas para el riego, ni había casas, ni nada, ni la calzada de Mariano Escobedo. También eran sembradíos la colonia Azpeitia, donde ahora está Gigante, pues Azpeitia era un rancho. ¡Cómo ha cambiado todo este rumbo de Clavería, es fantástico! El cambio ha sido notorio. La población se tenía que acomodar en algún lugar. Esos recuerdos, de verdad, ¡qué agradables! No sé ahora la juventud ¿qué recuerdos tendrán? Del smog o qué. Ahora hay muchas materias suspendidas en el aire porque los vientos vienen de norte a sur. Acabaron con los árboles, porque me acuerdo que veníamos caminando desde Clavería hasta acá y recolec- tábamos fruta, en las orillas del río de los Remedios había capulines y tejocotes, llegaban hasta Echegaray, todo eso era de tejocotes. Clavería tenía muchos naranjos, donde ahora está el bosque de la China y la colonia Popular, allí había una granja de orientales, tenían muchos árboles frutales. En Parque Vía todavía hay algunos árboles de los que bordeaban los canales que venían desde Camarones, había riachuelos que encontrábamos a nuestro paso por Puente de Vigas y había tomas de agua que desahogaban en los canales para regar. A algunos jóvenes quizá les interese saber cómo era antes todo y lo que se perdió del Azcapotzalco provinciano. Clavería Centenaria 255

Ahora lo práctico, si hay un árbol lo tiran porque . estorba, a eso hemos llegado. Un día un árbol será una muestra, como las vacas, que los niños las conocen en retrato, sólo en estampita. Como en una película que hablan de un animal que se llama el turicato. ¿Y cuál es el turicato, ya no lo cono- cemos, ¿existió realmente? No lo sabemos. Como el dodo, hay un relato del dodo, ¿quién conoció al dodo? desapareció y ya nada más quedó en los libros. Trajeron unos manatíes para limpiar el lago de Xochi- milco y los mataron, la gente no los conocía. Hace tiempo por el Desierto de los Leones yo llegué a ver el venado cola blanca, ya no hay, se los echaron. Por aquí me acuerdo que había muchos zopilotes y ya sabíamos que había algún animal muerto, ya no se ven los zopilotes, eso quería decir que había otros animales y por eso veía una los zopilotes que eran los que limpia- ban, hace mucho tiempo que ya no se ven. Ya sólo las escandalosas urracas, se anidan aquí en los árboles de Parque Vía, raro que ahorita estemos viendo los coli- bríes. Me admira que en mi jardincito vuele el colibrí, ya se adaptaron a la contaminación, como el gorrión inglés o las coquitas. Son pocos los animales que quedan por aquí. Gatos, cucarachas, ratones hormigas. Las hormigas no podían faltar. Antes en los charcos había muchos re- nacuajos, por el mes de agosto también había chapuli- nes. Me mandaban en el tren a la panadería La Vasconia y me decían: “y te vas en el tren”. Ya sólo me quedan los recuerdos de la Clavería que viví en mi juventud. 256 María Elena Solórzano

Dolores Josefina González Osorio Mi nombre es Dolores Josefina González Osorio, actual- mente tengo 80 años. Llegué a esta colonia en el año de 1941, ya tenía 29 años, desde entonces estoy aquí en Nu- bia, antes era una casa con un jardín muy grande. Las casas, las calles, las costumbres han cambiado, por poner un ejemplo: las mujeres no usábamos pantalón, el vesti- do, las faldas eran las prendas que vestíamos. Yo usé tobi- lleras hasta cerca de los dieciocho años, me iba a trabajar con zapato bajo y de tobilleras, hasta los quince años nos daban permiso de pintarnos la boca y usar medias de vez en cuando, tacones y medias hasta los dieciocho. Nos dejaban ir a las fiestas acompañadas de una persona ma- yor y el regreso era a las diez de la noche y desde luego ni fumábamos ni bebíamos alcohol. Mi generación fue muy bailadora, estaban muy de moda los pasodobles, nos deslizábamos casi inmateriales llevadas por el galán, atravesábamos el salón realizando unos pasos de baile increíbles, se bailaba precioso, los muchachos ensayaban con los amigos todos los giros y cómo se debía conducir a una mujer en los salones. Las señoritas ensayaban cómo debían comportarse con la pareja, no debían apretarte demasiado, para evitarlo ponías el antebrazo y la mano enfrente, sobre el pecho del varón, y si se quería acercar demasiado lo frenabas con tu antebrazo y la mano, esto le parecía muy bien y sonreía maliciosamente, pues estaba ante una muchacha que se sabía conducir sin alocarse por la cercanía de un hombre. La mano que el hombre ponía en la espalda era la que conducía hacía donde quería llevarte, aprendíamos a interpretar esas señales, de tal manera que bastaba un delicado movimiento hacia un lado u otro para que la mujer cambiara rumbo y se dejara Clavería Centenaria 257

Doña Dolores Josefina González Osorio. Foto tomada en 1942. conducir. Cómo nos divertíamos bailando, sin parar, todas las piezas que tocaba la orquesta. Estudié comercio en el Instituto Esperanza, escuela exclusiva para señoritas, los padres procuraban que las hijas asistieran a escuelas de mujeres, no consideraban conveniente la convivencia de ambos sexos, eran otras formas de pensar y ver la vida. Los muchachos preten- dían por meses, y a veces por años, a las muchachas, pre- paraban una declaración de amor después de haber hecho muchos méritos, nada de que con un chiflido y ahí vas, no señor, la declaración era muy formal y la joven le daba la respuesta después de varios días, el preten- diente se pasaba tronándose los dedos, pues temía ser rechazado, sus amigos lo animaban diciéndole: “No te preocupes, seguro que te da el sí.” Trabajé durante mucho tiempo en una fábrica de am- polletas que ya desapareció, se ubicaba en la calle de Centenario. Pedí permiso de ausentarme un tiempo, 258 María Elena Solórzano tenía veinte años y me fui a España a visitar a mis parien- tes que residían en Madrid, nos fuimos en barco, tardamos dieciocho días en llegar y de regreso dilatamos un mes y eso que hizo muy buen tiempo. En la empresa donde trabajaba, el día 12 de diciembre ofrecían una misa donde se cantaban Las Mañanitas a la Virgen de Guadalupe y después una comida a la que asis- tíamos todos los empleados, en un espacio que alquila- ban por el rumbo de Tlalpan. En Navidad les compraba juguetes a mis hermanos y un regalito a mi mamá, íbamos a la iglesia a dar gracias y cenábamos tranquilamente en familia. En ese tiempo se usaban las estufas de tractolina, las carbonerías eran sustituidas paulatinamente por expen- dios de petróleo, las amas de casa acudían con unos botes que tenían un servidor para llenar los pequeños depósitos de las estufas, la flama debía ser de color azul, para que no ahumara más de lo propio, por eso las estufas tenían una perilla que se movía para controlar la cantidad de combustible y que la dichosa llama fuera de color azul. A una de mis amigas le gustaba ir a los toros, las tardes de los domingos no fallaba a la temporada de corridas, algunas veces la acompañaba y me tocó ver torear nada menos que a Manolete, el hombre era un fenómeno como torero, cuando murió ella se puso de luto. De los mexicanos, Arruza y Silverio Pérez estaban entre los mejores. El ambiente de los toros era muy especial, todo muy ordenado, no aventaban cosas ni líquidos. Asistía la alta sociedad, artistas, políticos; y a los tendidos de sol y galería desde luego el pueblo, que era el que le daba sabor al caldo con sus gritos, unas veces oportunos y otras veces irrespetuosos. Hace mucho que no voy a una corrida, no sé cómo sea el ambiente en la actualidad, en Clavería Centenaria 259 mis tiempos muy bonito y lleno de colorido. Las mucha- chas nos arreglábamos con esmero, nos vestíamos de gala, de pipa, guante y sombrero, y las más pudientes llevaban pieles carísimas y aderezos de brillantes, era un desfile de modas soberbio.

Yolanda Pareyón En este ir y venir escribiendo crónica conocí a Yolanda, profesora de educación primaria y médico de profesión. Inmediatamente nos identificamos pues ella también se dedicaba a lo mismo. Nos reuníamos en mi casa Yola Pa- reyón, Antonia Zempoaltécatl y yo para elaborar en for- ma artesanal la modesta revista que llamamos con el rim- bombante nombre de “Los cronistas”. Pasábamos a máquina los artículos a publicar, conseguíamos ilustra- ciones o fotos, recortábamos, pegábamos. Ya que el “do- mit” estaba por lo menos aceptable, íbamos a sacar las copias para repartir en las bibliotecas y entre los vecinos, el tiraje era de cien ejemplares pues el costo lo cubría- mos entre las tres. Cuando Yola murió la extrañamos mucho, no lo podíamos creer si apenas dos días antes nos habíamos reunido como siempre. Yolanda nos platicaba de sus vivencias en Clavería, pero dejemos que ella misma nos cuente a través de una de sus crónicas. “Más allá de la Glorieta de Clavería, la mirada se perdía allá a lo lejos, por entre terrenos divididos por verdes y esponjadas moreras que flanqueaban caminos, los que servían para separar parcelas sembradas cuidadosamen- te de col, lechuga, nabo, rábano, coliflor, zanahoria, etc. Cultivados y cuidados por laboriosos japoneses, propie- tarios de esas extensas hortalizas, las cuales llegaban 260 María Elena Solórzano hasta las acequias que estaban a lo largo de la vieja calzada Camarones, camino muy antiguo que iba direc- tamente hasta el fabuloso mercado de Tlaltelolco en la época prehispánica. Los japoneses llegaron desde su lejano imperio a esta Clavería señorial. No sólo cultivaron hortalizas, sembra- ron moreras a granel, pues sintieron que el clima de este lugar era propicio para la cría del gusano de seda y tal vez, quisieron que cambiáramos tilmas y rebozos por de- licados kimonos de seda. Pero esto no se logró y cuando menos pensaban los eficientes agricultores japoneses, llegaron los fraccionadotes, arrasaron con los hermosos sembradíos, acabaron con las moreras y prolongaron la colonia a otras cinco manzanas más hacia el oriente. Se les conmovió el corazón y respetaron el terreno sembrado de árboles para que funcionara como jardín. Entonces los colonos bautizaron este lugar con el nombre de: el parque de “La China”.

Rosa del Carmen Lara Compeán Fuimos compañeras en la escuela Rafaela Suárez, era una niña muy bonita, llamaba mucho la atención por ser pelirroja. Después de cursar el cuarto año mis padres me inscribieron en la escuela José Arturo Pichardo, pues cambiamos nuestro domicilio en San Álvaro al barrio de San Lucas Atenco. Al cambiar de escuela nos dejamos de tratar. Más tarde entré a estudiar a la Secundaria anexa a la Escuela Nacional para Maestros, cursé el primer año, el segundo y en tercero se anota en mi grupo una nueva compañe- ra: Rosa del Carmen. Nos volvimos a encontrar y nos hicimos buenas amigas, recuerdo con mucho cariño a su mamá doña Carmen Compeán, tocaba el piano y yo le Clavería Centenaria 261

Rosa Lara con vestido blanco, los señores Lara y otras compañeras de estudios de la Secundaria Anexa a la E.NM, atrás la famosa torre ya desaparecida. Foto tomada en 1956 pedía que tocara alguna pieza, la escuchaba con fascina- ción, ella siempre fue muy amable conmigo. Su papá, el profesor Lara, siempre pulcro y bien presentado, portaba traje de casimir, gabardina y un sombrero de fieltro como se usaba en esa época, todo un señor. Nos reuníamos para estudiar y para platicar de nuestras inquietudes juveniles, sus papás me invitaban algunas veces a las fiestas a las que asistía Rosa y ahí iba como parche mal pegado. Ella también iba frecuentemente a 262 María Elena Solórzano mi casa, así la pasábamos: estudiando, escuchando los discos de moda. Tenía mucha presencia, era alta, delgada y bonita, hubiera querido ser como ella. La familia Lara vivía en una de las típicas casas de la colonia, pequeña y bien distribuida, de un piso. En el frente un pequeño jardín, a la entrada se encontraba la sala y el comedor. Rosa del Carmen tenía su recámara muy bien puesta, el tocador adornado con una coqueta de tul color de rosa. Seguimos con nuestra preparación, al pasar a la profe- sional, nos tocó en diferentes grupos y nos volvimos a separar. Ocasionalmente nos reuníamos, además ella se había convertido en una espléndida mujer, desenvuelta, admirada y con muchos pretendientes. Se casó, tuvo un hijo y una hija. Fue profesora distinguida en la escuela primaria Estado de Nuevo León. Amaba Clavería. Aquí pasó su niñez, juventud y llegó a la edad dorada digna- mente, ya descansa con los suyos.

Familia Islas López Esperanza y yo somos amigas desde niñas. Sus padres lle- garon a vivir a ampliación Clavería, como se le llamó un tiempo a esta parte de la colonia El Recreo. Su papá don Juventino López Reyes, originario de Ocotitlán, Estado de México, aprendió el oficio de orfebre en un taller que se localizaba en Sadi Carnot, en la colonia San Ra- fael, con su dedicación e inteligencia logró asimilar to- dos los secretos de la orfebrería, lo que le permitió mon- tar su propio taller, al abandonar este mundo material ese arte lo han continuado sus hijos. En Azcapotzalco había magníficos orfebres que traba- jaban el oro y la plata, se ubicaban en la época prehispá- nica en el barrio de San Miguel Amantla (en el lugar de Clavería Centenaria 263 los artesanos o amantecas), se cuenta que en este lugar se elaboraban los penachos de plumas de quetzal y otras aves, montados en diademas de oro, con incrustaciones de jade y turquesa; brazaletes, ajorcas y otros adornos de este metal precioso. Posteriormente hacían las joyas para los virreyes y nobles de la Nueva España. La fama por su habilidad y arte para trabajar el oro y la plata, llegó hasta España. Don Juventino revivió esta tradición en Azcapotzalco y en su taller se elaboran verdaderas obras de arte, tanto en adornos y utensilios para el hogar, así como joyería, lo que les ha valido ser acreedores de algunos premios y reconocimientos por la magnífica calidad de sus piezas, también participaron varias veces en la Feria de la Plata en Taxco. Sus operarios lo apreciaban, les enseñó con gran generosidad todos los secretos del oficio, para que más tarde pudieran trabajar en otra parte o fundaran a su vez su propio taller, algunos ya son prósperos artesa- nos. El taller primero se ubicó en la calle de la Rosa No. 10, después se instalaron en Camino del Recreo, San Lucas Atenco, Azcapotzalco, ahí sigue laborando, tiene una sala de exhibición con diferentes piezas que son ver- daderas obras de arte, pues los orfebres de la plata de Azcapotzalco son reconocidos por la creatividad y belleza de sus obras inclusive en el extranjero. Recuerdo que en Navidad y Santos Reyes, la señora Esperanza Manrique Martínez, esposa de don Juventino, se hacía acompañar de sus hijos y de algunos empleados, (mi amiga “Pera”, así le decíamos cariñosamente, siempre iba con ella), para llevar despensas, ropa, dulces y juguetes a zonas marginadas del Estado de México. El día de Reyes en su casa repartían bolsitas con dulces a todos los niños del barrio de San Lucas Atenco. 264 María Elena Solórzano

Después cambiaron su domicilio cerca de la avenida Clavería, aquí vive Esperanza López Manrique con su esposo Miguel Islas Ortiz de Rosa y sus hijos Esperanza y Miguel Islas López que siguen el camino de trabajo y rectitud trazado por ese abuelo inolvidable que todos re- cordamos con cariño. Don Juventino, padre, abuelo, artista, ejemplo de hombre íntegro, trabajador y generoso, querido y respe- tado por todos sus trabajadores, no dejó de laborar ni un solo día, ahora quisiéramos tener muchos hombres con ese temple y muchas mujeres con la calidad humana de doña Esperanza, su esposa. SEMBLANZA CURRICULAR

María Elena Solórzano.

Nace el 9 de abril de 1941 en la Cd. de Delicias Chihuahua, México. Jubilada por la SEP desde 1992. Poeta y Cronista de Azcapotzalco, CDMX. Email [email protected]. Red Social: Academia Literaria de la Ciudad de México, Club de Escritores Pluma del Ganso; Red Mexicana de Estudios y Cultura Funerarios, A.C.; Asociación de Cronistas del D.F y Z.C.; A.C., Consejo de la Crónica de Azcapotzalco; Asociación de Mujeres Cronistas de México, A.C. Profesora de Educación Primaria), Bióloga (ENSM), Pasante Letras Hispánicas (UNAM). Cronista de Azca- potzalco y la Cd. de México. Trabaja poesía, crónica urbana, rescata microhistorias y leyendas de los barrios de Azcapotzalco, da pláticas sobre Azcapotzalco en casas de cultura, en bibliotecas y escuelas.

Poesía 22 poemarios publicados. Los más recientes: Los secre- tos del enebro, Tintanueva, México 2007, Arena lumino- sa, Colectivo Cultural Morelia, México 2007. Fridamari- 266 María Elena Solórzano posa, TINTANUEVA 2007. Los transtextuales en México, Urdimbre de Conjuros, Literalia Editores, México 2009. Peces de ceniza y vidrio, Versodestierro editores, México 2013. Los enigmas de la Esfinge, Tintanueva, México 2014. En la Artesa del sueño, Edit. Floricanto, México, 2015. Briznas de metalenguaje, Tintanueva 2016, Mexi- co D.F. Incluida en diversas antologías internacionales y na- cionales. Ha obtenido varios premios tanto en México como en el extranjero, el más importante: La presea COATLICUE otorgada por COMUARTE INTERNACIONAL y entregada en la Sala Manuel M. Ponce, Palacio de Bellas Artes, el 29 de marzo de 2014.

Narrativa Libros: San Lucas Ateco, Los oficios de los abuelos, Cla- vería Centenaria, Panteón Vecinal de San Juan Tlilhua- can. Participa en cerca de un centenar de antologías y libros colectivos. Ha obtenido varios premios en narrati- va en México y en el extranjero. La Asociación de Cronistas del D.F. y Z.C. le otorga la presea Coyolxauhqui por su trayectoria como cronista en 2014.

Clavería Centenaria de María Elena Solórzano se terminó de imprimir en diciembre de 2016

La edición e impresión estuvo a cargo de SM, Servicios Gráficos [email protected] (0155) 5341 7480

La impresión fue realizada a 1 tinta en Bond Ahuesado de 75 Forros en selección de color en cartulina Sulfatada de 12 puntos Encuadernación rústica pegada El tiro consta de 3000 ejemplares