La Niñez Herida (Sebastian Leon)
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la niñez herida Sebastián León La niñez herida 155.4 León, Sebastián L La niñez herida / Sebastián León. – – San- tiago : RIL editores, 2019. 1012 p. ; 23 cm. ISBN: 978-956-01-0712-1 1 psicología infantil. 2 psicoterapia. La niñez herida Primera edición: septiembre de 2019 © Sebastián León, 2019 Registro de Propiedad Intelectual Nº 306.278 © RIL® editores, 2019 Sede Santiago: Los Leones 2258 cp 7511055 Providencia Santiago de Chile (56) 22 22 38 100 [email protected] • www.rileditores.com Sede Valparaíso: Cochrane 639, of. 92 cp 2361801 Valparaíso (56) 32 274 6203 [email protected] Sede España: [email protected] • Barcelona Composición, diseño de tapa e impresión: RIL® editores Impreso en Chile • Printed in Chile ISBN 978-956-01-0712-1 Derechos reservados. Índice Decálogo a modo de prólogo ...................................................... 9 I. Nuestras heridas emocionales infantiles ................................. 11 II. Cortar la cadena del dolor .................................................. 197 III. La niñez herida y la psicoterapia ........................................ 355 IV. La infancia robada ............................................................. 539 V. Los huérfanos emocionales .................................................. 699 VI. La adultez herida ............................................................... 843 Decálogo a modo de prólogo 1. Todos cargamos con heridas emocionales infantiles. 2. Algunas de estas heridas son leves y circunstanciales, mientras que otras son graves y crónicas, como aquellas que responden a experiencias de maltrato infantil: violencia física, violencia psicológica, abuso sexual, negligencia parental, abandono. 3. Estas heridas emocionales infantiles, al estar abiertas y no suficiente- mente cicatrizadas, suelen afectar, obstaculizar o interrumpir la vida adulta. 4. Una psicoterapia con adultos bien puede comprenderse, desde su raíz, como el proceso conjunto de curar las heridas emocionales infantiles. 5. Hablar de la niñez herida es reconocer a la infancia como el período más importante en la construcción emocional de una persona. 6. Esto no quita considerar, también, heridas emocionales cuyo origen remite a la adolescencia o a la adultez. 7. Las heridas emocionales infantiles suelen tener como contexto las relaciones tempranas con los padres o cuidadores, así como con los hermanos y otras figuras de la familia nuclear. También es necesario agregar el escenario escolar. 8. La niñez herida hace especial referencia al trauma relacional complejo, esto es, a dolores o sufrimientos intolerables y crónicos que acontecen cotidianamente durante el desarrollo y con frecuencia en el contexto de relaciones interpersonales cercanas y significativas. 9. Si la niñez herida es una infancia maltratada, entonces su opuesto es una niñez bien tratada. 10. Una crianza basada en el buen trato y una educación para la no vio- lencia son pilares fundamentales de la salud mental. 9 I. Nuestras heridas emocionales infantiles 1. EL ETERNO RETORNO DE LA NIÑEZ HERIDA: UN ELOGIO DE LA VULNERABILIDAD (charla ted, 11 de marzo de 2017) El lema de estas charlas TED es «Deconstruir la realidad». ¿Qué tiene que ver lo que voy a hablar con deconstruir la realidad? Quizás la respues- ta está en el cuestionamiento de nuestra cultura adultocéntrica porque lo que me interesa es poder reconceptualizar la figura del niño. Me interesa repensar la niñez. Y al mismo tiempo, interrogar el lugar del adulto. Me pasó algo curioso: cuando recibí la invitación a participar de este evento me puse a buscar charlas TED en Internet, básicamente para tener una idea del asunto. En vez de relajarme, me abrumé: había cientos o miles de páginas y videos dedicados a cómo hacer la charla TED perfecta. Había incluso páginas con gráficos acerca de cuándo introducir el humor o cuándo apelar a la emoción. Y me abrumó la idea de hacer algo tan «perfecto», tan rígido, tan robótico. Me dije que prefería no preparar algo tan mecánico, sino tener apenas un punteo de ideas e improvisar el resto, de manera más auténtica y espontánea, porque de lo que voy a hablar es coherente con eso: se trata de la vulnerabilidad. Se trata del niño, de la vulnerabilidad y de la creatividad. Nietzsche tiene en su libro Así habló Zaratustra una parábola muy linda que siempre me ha ayudado en mi ejercicio como psicoterapeuta. Voy a traducirla al lenguaje coloquial y también al psicológico, reformulando la jerga filosófica. Él dice que los seres humanos tenemos tres etapas o transformaciones. En primer lugar, los seres humanos somos camellos: vamos por la vida de manera cansina y sumisa, arrastrando las cargas de los mandatos sociales y familiares, dominados por el peso de la tradición y de la violencia. Decimos que sí a lo que nos llega. Si nos va bien, podemos pasar a una segunda etapa y nos volvemos leones: el león es el que ruge, el que dice «no, no quiero esto, no quiero lo que tú me das». Siendo leones, por primera vez nos liberamos y dejamos de ser lo que el otro nos exige ser, soltando lo que nos trae la tradición: «Eso no lo quiero para mí.» El león dice que no, mientras que el camello dice «Sí, señor». Pero el león pasa toda la vida rugiendo. Nosotros podemos pensar en personas que viven más al modo camello y personas que viven al modo león. La tercera y última etapa, dice Nietzsche, es el niño. Fíjense qué interesante paradoja: el niño no está pensado como la primera etapa, como una fase de inmadurez, sino como figura o arquetipo de la culminación del desarrollo emocional del ser humano. El niño es quien le dice «sí» a la vida, pero a la propia vida, a la vida auténtica y personal, a nuestro propio deseo, a la creatividad, sin 13 Sebastián León dejar de lado la vulnerabilidad. Ya no es el «sí» sumiso del camello ni el «no» del león que vive para rugir. La psicoterapia tiene que ver con parte de estas transformaciones. En mi oficio como psicoterapeuta, me toca acompañar a muchas personas en su tránsito hacia el contacto con lo que podemos llamar su «niñez herida». Quizás porque he tenido la oportunidad de trabajar con niños y también con adultos, he podido mirar de frente tanto al niño exterior sufriente como al niño interno en el adulto. Si hay algo que me ha quedado claro en mi trabajo clínico es que no podemos avanzar en nuestra vida adulta si nuestra niñez herida sigue doliendo. Esa es la idea central que les quiero transmitir. Si no escuchamos, acogemos y sanamos la niñez herida que todos tenemos y que encarna nuestra historia real, corremos el riesgo de quedarnos detenidos y congelados en nuestra vida adulta, repitiendo los errores de nuestros padres o abuelos, haciendo síntomas y padeciendo do- lores físicos, depresiones y angustias. La psicoterapia, entonces, consiste en poder facilitar que ese adulto tome contacto emocional con su niñez herida (lo inconsciente, la sombra, la polaridad, el verdadero self). Sucede que, en estricto rigor, los psicoterapeutas sabemos que no existe la psicoterapia con adultos: el adulto que tenemos al frente es aquel que lleva de la mano al niño que fue y que sigue siendo dentro de él. Quiero contarles ahora una historia personal. El año 2001 tuve la fortuna de visitar Cuba, donde conocí a una hermosa mujer argentina. A poco de verla, me aproximé a conversar con ella. Lamentablemente estaba pololeando, así que hubo buena onda, pero ella no dejó avanzar más allá el asunto. Eso sí, después de Cuba nos seguimos escribiendo por casi dos años. Luego de unos meses, ella terminó su relación y me buscó, pero yo estaba emparejado con otra persona. Sin embargo, a fines del 2002, los dos estuvimos solteros nuevamente y disponibles. Entonces nos organizamos para vernos. Y nos encontramos en Mendoza, en diciembre de ese año, con la idea mutua de un touch and go, es decir, de sacarnos las ganas –perdonen la confianza– acumuladas durante dos años. Juntarnos en Mendoza fue algo bastante audaz, porque en Cuba nos habíamos visto apenas por tres días, hacía ya casi dos años. Pero luego de eso nos habíamos escrito mucho, entonces sabíamos todas nuestras historias, nuestras alegrías y tristezas. Podríamos llamarlo una especie de «cita a tuertas»; no era a ciegas, pero tampoco éramos verdaderos conocidos, al menos de manera presencial. Nos reunimos un fin de semana largo, por cuatro días. Y lo que iba a ser un mero touch and go se transformó en una relación que lleva ahora quince años: acá, sentada en primera fila, está Agustina, la hermosa cordobesa que se convirtió en mi mujer y en la madre de nuestros dos maravillosos hijos. 14 La niñez herida La nuestra es una historia muy linda, pero como toda historia real, también tiene sus claroscuros, que nos llevarán de vuelta al tema del niño interior. En efecto, durante el año 2003 tuvimos un pololeo a distancia o a semi-distancia, porque Córdoba no queda tan lejos de Santiago –apenas una hora en avión– y entonces nos podíamos ver una vez al mes, turnando los viajes. Luego de algún tiempo, planificamos que viviríamos juntos a partir del 2004 en Santiago: ella estaba terminando de estudiar en Argentina y yo ya estaba trabajando de manera más consolidada en esa ciudad, sin contar la inestabilidad económica y política que por entonces vivía nuestro país vecino. Una vez tomada esa decisión, ya a mediados de año, empezamos a comprar de a poco los muebles para el departamento que arrendaríamos. Y sucedió algo del todo imprevisto: cuando fuimos con Agustina a comprar nuestra futura cama me tomó por sorpresa una angustia que jamás en mi vida había sentido. Me tuve que ir del local comercial. No sabía qué me estaba pasando; sentí un fuerte dolor en el pecho que me era absolutamente desconocido y aterrador. Afortunadamente yo estaba en psicoterapia, en mi propio proceso terapéutico. En ese momento intenté explorar por todos los ángulos posi- bles lo que estaba sintiendo; aun así, me empecé a venir abajo, muy abajo.