ogía de as torres panario barrocas en Navarra

JosÉ JAVIER AZANZALÓPEZ *

os siglos del barroco fueron propicios para la erección de torres campana- Lrio en Navarra, al igual que sucede en otras regiones españolas como Ara- gón, La Roja, Vascongadas, Castilla, Levante, Galicia o Andalucía'. En efec- to, a lo largo de los siglos XWI y XWII -y muy especialmente durante la pri- mera mitad del setecientos- muchas localidades navarras, incluso las de me- nor entidad, dotaron a sus parroquias de este importante elemento arquitec- tónico que contribuyó a definir su silueta urbana y que servía tanto para identificar una población en la lejanía como de orientación para cuantos las divisaban en la línea del horizonte2. En los relatos de los viajeros que atrave- saron en siglos anteriores la geografía navarra hallamos continuas referencias a la presencia monumental de las torres que se destacan sobre el resto del ca- serío, y así don Pedro de Madrazo, al describir la villa de Mendigorría, sefia- laba que cctiene en lo alto su iglesia de Santa María, cuya torre, de elegante estilo borrominesco se divisa desde lejos destacando sobre el azul del cielo la caprichosa silueta de los pináculos que flanquean su cuerpo octógono supe-

* Universidad de Navarra ' A juicio de Cantera Montenegro, el período barroco del siglo XVIII es junto con el románico el más rico de nuestra historia del arte en lo que a la ejecución de torres campa- nario respecta. CANTERAMONTENEGRO, J., El campanario barroco: el estilo riojano. Tesis doctoral sustentada en la Universidad Complutense de Madrid. Disentimos en esta ocasión de Santiago Alcolea, quien en 1971 afirmaba que las to- rres erigidas en el siglo MII en Navarra "son de poca importancia y en número escaso". AL- COLEA,S., "Un aspecto de la arquitectura del siglo XVIII en las Vascongadas: las torres cam- panario", Homenaje a don José Esteban Uranga, , Ed. Aranzadi, 197 1, pp. 3 11-23. josÉ JAVIER AZANZA L~PEZ rior" (Lám. 1). Más adelante aludía a la parroquia de Santa Eufemia de Vi- llafranca, de la que destacaba su cc ingente. torre de tres cuerpos que seííorea todo el pueblo y que es un verdadero primor de construcción y decoración de ladrillo". Y en la parroquia de Santa María de la villa de hacía mención a "su altísima torre, que sobrepuja en elevación a todos los cerros del contornon3. En definitiva, la torre campanario fue un punto de referencia esencial en la configuración de la ciudad barroca, y recibe un tratamiento especial, orientada siempre que resulta posible hacia espacios abiertos y llamando la atención de los transeúntes; gracias a su belleza plástica, el exterior de los templos adquiere mayor prestancia y magnificencia.

Las torres campanario son elementos que dominan todo el paisaje, con- virtiéndose en el lugar más alto de la población desde el que puede contem- plarse cualquier punto de ésta y de sus alrededores. A este respecto debemos recordar que el tracista carmelita descalzo fray José de San Juan de la Cruz escogió el emplazamiento más idóneo para la construcción del convento de carmelitas descalzas de Lesaca subido a la torre parroquial, ya que desde la misma se dominaban "todos los montes, vegas y términos de la circunferen- cia de esta villa"* (Lám. 2). Buena parte de los campanarios construidos en este período vienen a sustituir a las primitivas torres o espadaíías medievales que se encontraban sumamente deterioradas y amenazando ruina, con el consiguiente peligro para los fieles que acudían al templo, a la vez que causa- ban "notable fealdad a la estructura exterior del edificio. Así, en el caso de , a finales del siglo XWI se hacía necesaria la construcción de una nueva torre, ya que la primitiva en la que se alojaban las campanas era "un torreón antiguo que deforma la iglesia y está muy indecenten5.Igualmente, en 1735 el abad de la parroquia de Arellano solicitaba permiso para erigir una nueva torre en la parroquial por cuanto la anterior "se alla tan maltrata- da que se teme una ruina, por estar fundada sobre unos pilares déviles, de tal suerte que se hallan las campanas sin uso, por el miedo de la dha ruinayy6.Por su parte en 1745, el abad y primicieros de la parroquia de Mues pedían li- cencia al obispado para construir una torre puesto que "dha yglesia no tiene torre ni campanario, y solo se sirve de una espadaíía antigua y desproporcio- nada, por lo que se halla yndezente, y también hace considerable falta la to- rre así para la seguridad de las campanas como su manejon7. Sin embargo, en la construcción de estas torres no deben tenerse en cuenta exclusivamente aspectos estéticos o de seguridad, sino que además

MADRAZO,P. de, España. Sus monumentos y artes. Su naturaleza e historia. Navarra y Logro60, t. 111, Barcelona, Ed. de Daniel Cortezo y Ca, 1886, pp. 5, 6, 337 y 492. ADP (Archivo Diocesano de Pamplona). A124-No 4. Declaranon jurada del Ynge- niero Arquitecto fi.loseph de San luan de ¿a Cruz. 14 de abril de 1767. Arch. Parroq. Villafranca. Año 1692. Permiso del Sr Vicdrio generalparafdbricar la torre. ADP. Olio. Cl1603- No 5. ' Ibídem. 0110. C/l.605- NO22. TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA cumplían una función de reloj organizando la vida de la colectividad, ya que con el sonido de sus campanas marcaban los momentos más importantes del día y avisaban a los fieles del comienzo de los oficios religiosos; el toque de campanas anunciaba también el rezo de determinadas oraciones, como por ejemplo el Ángelus en los tres momentos principales del día, al amanecer, al mediodía y al anochecer, o el instante de la Consagración en la misa8. Esta faceta de la torre resulta determinante en el contexto de una sociedad como la navarra, arraigada en una sólida e inquebrantable tradición religiosa en la que la asistencia a misa los domingos y fiestas de guardar era obligación gra- ve, por lo que su presencia en los núcleos de población era imprescindible9. En consecuencia, la necesidad de las torres quedaba justificada también por razones de carácter litúrgico, ya que en caso de no escuchar las campanas los parroquianos tenían dificultades para asistir a los oficios divinos. Dicha circunstancia, que aparece reflejada con suma frecuencia en la documenta- ción de la época, constituye un dato relevante que nos permite adentrarnos en la mentalidad del hombre barroco. Por ejemplo, en 1662 los patronos de solicitaban licencia al obispado para construir una torre en la parro- quia aduciendo que

"ademas de la fealdad que causa el edificio de la yglesia por care- cer de la dha torre, los vecinos y parroquianos dejan de acudir con la puntualidad que quisieran a misa conbentual, bisperas y demas officios dibinos por no poder oyr las campanas que están oy en la ante yglesia, en mucha distancia de la dha parroq~ia'"~.

La misma causa argumentaban en 1706 el alcalde, jurado y vecinos de Aranaz para destinar diversos legados recibidos de Indias a la construcción de una torre; afirmaban éstos que

"en la dha yglesia parroquia1 ay precissa y inescusable necesidad de que se aga una torre y campanario, porque las campanas que ay están metidas dentro de la pared principal de la dha yglesia, y por esta causa no se oyen sino de poca distancia, y dha villa tiene mu- chos caseríos y casas muy distantes, donde avitan muchos vecinos y moradores, y por no poder oir las campanas, puede acontecer y ha- brá acontecido el quedar muchos sin oir misa, de que resulta pade- cen grande desconsuelo, y si estubieran en torre y campanario se evitarían dhos inconbenientes y la dha yglesia quedaría con mas or- nato y decencia"' ' .

Tal y como afirma José Manuel Ramírez, "las campanas, hoy tan despreciadas, con- figuran un mundo rico en relaciones. Se distribuyen en los huecos del campanario con arre- glo a su tamaño y disponen de su propio lenguaje para ordenar la vida de la colectividad, según se acostumbra a recoger en las Ordenanzas de cada ciudad". RAM~REZMART~NEZ, J.M., Torres y conjuratorios de La Rioja, 1988. Un completo estudio de las funciones litúrgicas de las campanas y las torres campa- nario es el de URSÚAIRIGOYEN, I., Campanas y campaneros en nuestrds iglesias, Col. Diario de Navarra, no 30, Pam~lona,Ediciones y Libros, 1987. 'O ADP. 0110. C/913- No 7, fols. 922-33. l' Ibídem. 0110. Cl1452- No 3. josÉ JAVIER AZANZA LOPEZ

De igual forma, en 17 11, el cabildo de la parroquia de San Pedro de Via- na decidió aumentar la altura de la torre campanario en un cuerpo que sobre- pasase el nivel de los tejados de la iglesia, ya que "aviéndose levantado éstos en tiempos pasados más de lo que estavan los antiguos, an quedado mas vajas las campanas, de forma que aunque son muy grandes y sonoras no se goza de ellas, con grande sentimiento de los parr~chianos"'~.Y afios más tarde, en 1742, los patronos de la parroquia de Piedramillera determinaban levantar una nueva torre "por allarse la actual indecente y peligrosa, y espuestos los ve- cinos por no oir las campanas a quedarse sin misa los días festivos"13. En las torres campanario se colocaban también los relojes mecánicos que sustituyen a los relojes de sol, puesto que ya estaba en la conciencia de las gentes que eran estos edificios los que regulaban su vida, y además, al ser la torre el lugar más alto de la población podía verse dicho reloj desde casi todos los lugares de ésta. La necesidad del reloj queda de manifiesto en una declaración emitida en 1748 por el concejo de , mediante la cual, <

l2 LABEAGAMENDIOLA, J.C., "La torre parroquia1 de San Pedro de Viana", Principe de fina, no 165 (1982), pp. 103-125. l3 AGN. Prot. Not. Arróniz. Diego Remírez de Acedo. 20-6-1742. Esra y condiziones de la obra de la torre de la Ygd de Piedramillera en fdvor dejosepb del Castillo. l4 Ibídem. . José Ruiz de Ubago. Desojo y enero, a 14 de 1751. Podery reso- lucion del Conzejo de dba villa para hazer el relox. No 14. TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA vez que amenazaba un nublado se llevaba "la imagen de Nuestra Señora con reberencia a la puerta de la yglesiay'; y lo mismo acontecía en las localidades de Mélida, y MurilloI5..No obstante, también las torres servían a veces como conjuratorios, utilizando por lo general el propio piso del cam- panario, con ventanas abiertas a todas las orientaciones y tocando las campa- nas "a nublado hasta que la nubada había pasado". Así lo hacía constar Fran- cisco Fratín en 1602 al afirmar que el campanario que debía construirse en la parroquia de Úcar <

l5 ADP. Carro. C/192- N07. l6 URSÚAIRIGOYEN, I., Op. cit., p. 37. l7 Ibídem, p. 42. l8 JIMENOJURÍO, J.M., voz "conjuro" en Gran Enciclopedia Navarra, t. 111,Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, pp. 370-71. l9 ADP. 0110. C/756- NO 15. 0110. C/ 774- NO 12. Treviño. C/253- NO 18. Nuestro agradecimiento a don José Luis Sales y a don Isidoro Ursúa, archiveros del Archivo Dioce- sano de Pamplona, y al licenciado Félix María Segura Urra, por la información facilitada. TOSÉ TAVIER AZANZA LOPEZ sencilla bóveda de crucería, e incorpora en su muro frontero un arco fuerte- mente apuntado en el que se inscribe un retablo, que primitivamente consti- tuyó el ingreso al pórtico que se abría en el cuerpo inferior de la torre medie- val (Lám. 3). Igualmente, en la parroquia de Santa María de , ya en las capítulas para su ampliación redactadas el 7 de mayo de 1731 por Juan de Larrea y Fermín de Acha se especificaba que una de las cinco capillas que se debían abrir a la nave quedaría alojada en el interior del primer cuerpo de la torre, comunicada con aquélla mediante un arco de medio punto y cubierta con bóveda de media aristaz0.También el primer cuerpo de la torre queda a veces horadado para albergar en su interior un pequefio pórtico que cobija la puerta de ingreso al templo; esta circunstancia se produce fundamentalmen- te en las torres de localidades septentrionales navarras, como Garzáin, Iruri- ta, Lesaca o Gaztelu, en las que la torre campanario queda adosada al muro de los pies, en el centro. En definitiva, las torres, con sus múltiples funciones y significados, constituyen una estructura arquitectónica con una entidad propia perfecta- mente definida, independiente del edificio al que quedan adosadas, en mu- chas ocasiones de época anterior. Su emplazamiento varía, aunque en general se localizan a los pies del templo, bien unidas al último tramo de la nave por el lado meridional, bien centradas en el muro hastial, mas en ningún caso totalmente exentas. No obstante, también es posible encontrarlas en otros espacios, y así en Mendigorría forma parte integrante de la fachada por el la- do septentrional; por su parte, en Villafranca, la torre queda encajada entre el pórtico y el brazo del crucero del lado de la Epístola. En el santuario de la Virgen de Codés se erige junto a la cabecera por el lado de la Epístola, en tanto que en la configuración original de la parroquia de Aranaz la torre quedaba adosada al cuerpo de la nave por el lado del Evangelio, alojándose en su cuerpo inferior la sacristía. En su ejecución se emplean los materiales predominantes en el área geo- gráfica en la que se levantan, de manera que se convierten en una prolonga- ción del paisaje, armonizando con sus colores, matices y texturas. De esta manera, el ladrillo rojizo del Valle Medio del Ebro da paso al color dorado de la piedra de sillería de la Zona Media, sustituida, ya en los valles septen- trionales de Baztán y Cinco Villas, por el gris de sus canteras. En numerosas ocasiones el perfil superior de las torres venía definido por airosos chapiteles, consistentes en un armazón de madera forrado al ex- terior con hojas de plomo, pizarra o lata, en cuyo vértice se colocaba una bo- la, cruz y veleta de hierro. El interés que despertó esta estructura entre los maestros de obras se pone de manifiesto en el viaje realizado por Vicente de Arizu a Madrid en 1760, donde le llamaron la atención los chapiteles madri- lefios, "todos emplomados desde el faldón, linternas y abujas, y las loberillas, que sirven de adorno", de manera que tomó apuntes de aquéllos que le pare- cieron "los más airosos de Madrid"21(Fig. 1). Sin embargo, estos materiales

20 Ibídem. C12.088- NO2, fols. 7 y SS. En efecto, el primer cuerpo de la torre queda abierto al interior, convirtiéndose en la capilla bautismal cubierta por bóveda de arista. 21 AZANZALOPEZ, J.J., "El manuscrito de arquitectura de Vicente de Arizu, maestro de obras del siglo XVIII", Anuario del Departamento de Historia y Teorh del Arte, 1998. De hecho, la linterna y chapitel bulboso que remataban el cuerpo de campanas de la torre de TIPOLOG~DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA

Fig. l. Manuscrito de Vicente de Arizu. Borrador de chapiteles madrileños. TOSÉTAVIER AZANZA LOPEZ resultaban sumamente frágiles y con frecuencia quedaban destruidos por los efectos de los incendios o de las tormentas, tal y como sucedió en Tudela y Villafranca; también el chapitel de la torre parroquial de Sesma se vino abajo en 1731 "a resulta de un rayo o centella que lo abrasó", siendo sustituido por otro diseñado por Blas García y cuya ejecución remataba en 1732 el maestro albaiiil José Fuentes en la cantidad de 600 ducados22(Fig. 2). Algunos de es- tos chapiteles eran rehechos tomando como base el esquema anterior, otros sustituidos por cubiertas más simples. Por todo ello, la seguridad de las fábri- cas obligó a replantear la naturaleza del chapitel para asegurar su permanen- cia, y de ahí que en algunas torres fuese sustituido por un coronamiento de piedra de forma semiesférica. En este sentido, resulta ilustrativo el hecho de que en 1760 Antonio Barinaga propusiera al patronato de la parroquia de la sustitución del chapitel de madera que culminaba la torre que es- taba construyendo por uno nuevo de piedra ya que, según el parecer del maes- tro,

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Las torres más destacadas del siglo XVII se levantan en el último tercio de la centuria, localizadas principalmente en el Valle Medio del Ebro. Se trata de torres ejecutadas casi siempre en ladrillo -circunstancia motivada por con- dicionamientos geográficos- cuya estructura no se encuentra arquitectónica- mente incorporada al edificio de la iglesia, sino que muestra su factura desde la base hasta la cúspide como un edificio independiente, siendo un añadido a la iglesia y no parte integrante de ella. Se componen de una planta cuadrada que comprende aproximadamente las tres cuartas partes de la altura total de la torre, dividida en un número indeterminado de cuerpos, por lo general dos o tres, el último de los cuales se convierte en ocasiones en el de campanasz4.

Sartaguda, cuya traza fue diseñada por el propio Vicente de Arizu en 1766, guardan estre- cha relación con algunos modelos que tuvo oportunidad de observar en su viaje a Madrid, como el cimborrio y linterna de la capilla de San Isidro y el chapitel del convento de las Sa- lesas Reales. 22 ADP. C/3237- No 5. También el veedor eclesiástico Juan Antonio San Juan había facilitado traza para el chapitel; sin embargo, habiendo encargado los patronos el análisis de la traza a don Martín Hermoso de Mendoza y al tracista capuchino fray Luis de Tafalla, és- tos pusieron varias objeciones a la misma, por lo que finalmente se decantaron por el dise- ño de Blas' García. 23 Ibídem. Villava. Cl2.192- NO 11. 24 Esta circunstancia aleja a las torres de estilo bajorriojano de las torres de estilo vasco o riojano-alavés, en las cuales el cuerpo de campanas se localiza en el cuerpo octogonal. Por contra, permite relacionarlas con las torres de estilo salmantino-vallisoletano y gallego, que también colocan el cuerpo de campanas en el último cuerpo de planta cuadrada.

josÉ JAVIER AZANZA LÓPEZ

Sobre esta primera parte se alza una segunda, de planta octogonal y formada por un único cuerpo, en cuyas caras se abren arcos de medio punto corona- dos por óculos; dicho cuerpo octogonal busca más un efecto decorativo que funcional, pues en realidad confiere a la torre una apariencia más ligera, evi- tando la pesadez de las torres que desde la base hasta la cúspide desarrollan una planta cuadrada. En su cubrición se emplea una sencilla cubierta a ocho aguas de poca altura, que sustituye muchas veces al chapitel originario que las remataba. Predomina en ellas la sobriedad decorativa, conseguida tan só- lo por los propios elementos arquitectónicos de formas cerradas, que acentú- an la gravedad de su masa; no obstante en ocasiones incorporan unas labores ornamentales de carácter geométrico de tradición manierista a modo de ca- denetas inscritas en cuadrados y rectángulos que se distribuyen sobre su su- perficie. A este esquema se ajustan las torres de la catedral de Tudela y de la parroquia de Santa Eufemia de Villafranca. La empresa arquitectónica más importante de la Colegiata de Tudela en el siglo xv11 fue la torre, construida junto a la fachada principal por el lado del Evangelio. La primitiva torre se encontraba sumamente deteriorada, ra- zón por la cual en 1676 se concertaban los reparos necesarios con Juan Mu- iíoz y Francisco San Juan, maestros albaiíil y carpintero respectivamente; ambos percibieron el primer tercio de los 1.170 ducados en que se había concertado la fábrica, pero ésta se vino abajo y no pudieron proseguir en su labor. Tras el hundimiento de la torre, el Cabildo de la Colegiata acordó la construcción de una de nueva planta, para lo cual acudieron a los más desta- cados maestros de obras aragoneses y riojanos del momento; de esta manera, enviaron sendas cartas a Borja y Zaragoza al arquitecto Felipe de Busifiac y B~rbón~~,quien había construido el convento de San Ildefonso de Zaragoza e intervino en la nueva fábrica del templo del Pilar; también se remitió una carta a Aldeanueva de Ebro al arquitecto Juan Martínez, cuyo proyecto fue definitivamente seleccionad^^^. En efecto, el 6 de julio de 1677 el cabildo tu- delano pagaba al maestro riojano 532 reales "por la ocupacion que tubo en esta ciudad de los mapas de la torren2' (Fig. 3). Una vez realizadas las labores de desescombro y acondicionamiento del terreno a cargo del maestro albaiíil de Arguedas Joseph Bienzobas, en 1683 Domingo Gil se obligaba a plantar los cimientos y levantar el primer cuerpo de la torre; como fiador actuó José Ezq~erra~~,quien en 1685 era nombrado maestro albaiíil de la Colegiata, tras lo cual colaboró con Gil en la fábrica de la torre. El primer cuerpo de la misma estaba finalizado para 16932?A partir de este momento, las obras quedaron interrumpidas durante algún tiempo, reanudándose en 1697, aiío en el que el cabildo determinó el reconocimien- to de lo ya ejecutado en piedra, así como la sustitución de este material por

25 Arch. de la S.I.C. de Tudela. Libro de Cuentas de los Procuradores de Santa Maria y San Julián, I603-1786. Año 1676, fol. 100. Memoria de los gastos después que se cayó la torre. Tal y como constaba en una de las partidas de la memoria, "gasté en un propio que fue a Borja y Zaragoza con cartas de la ciudad por Felipe Borbón, 28 reales". 26 Ibídem. "Y al mismo que fue por Juan Martinez a Aldeanueva, 12 reales". 27 Ibídem. Ano 1677, fol. 102 vO. 28 Ibídem. Libro de Actas Capitulares. I672-1693. Fol 143 vO. 29 Ibídem. Fol. 268 vO. Vista de la torre concluida. DE LAS TORRES CAIMPANARIO BARROCAS EN .NA VARRA

Fig. 3. Juan Martínez. Traza para la torre de la Colegiata de Tudela.

11 11 TOSE TAVIER AZANZA LOPEZ el ladrillo para el resto de la fábrica30. Este mismo afio se llegaba a un acuer- do con José Ezquerra para construir los dos cuerpos superiores y el chapitel de remate3'. Las obras se extendieron hasta 1712, ano en que se procedió a su reconocimiento para comprobar si Ezquerra las había realizado conforme a lo capitulad^^^. Todavía en 1715 el maestro tudelano percibía 499 ducados como fin de pago por la fábrica de la torre". La torre de la catedral tudelana (Lám. 4) consta de tres cuerpos, el pri- mero de los cuales, de planta cuadrada y ejecutado en piedra, presenta un al- to basamento con cajeamientos decorados por cardina y alto fuste de dobles pilastras cajeadas de orden gigante y capitel compuesto, sobre las que monta un friso de modillones de follaje, muy plásticos, sucediéndose en sus frentes dos ventanas rectangulares con frontones triangulares y curvos respectiva- mente, que descansan en modillones laterales y coronados por vasos con bo- las. Los dos cuerpos superiores son de ladrillo, cuadrado con esquinas acha- flanadas el segundo y octogonal el tercero, articulándose ambos por pilastras toscanas cajeadas y por cornisas de piedra con modillones; se remata el Últi- mo por balaustrada asimismo de piedra. En sus frentes se abren ventanas rectangulares, cuyos enmarques de piedra cuentan con potentes frontones con vasos y óculos por lo que respecta al cuerpo intermedio, y arco de medio punto más óculo al superior. Se concluía la torre con un chapitel de madera, forrado de plomo, de 25 varas de altura, que se incendió el 29 de septiembre de 1747 mientras se estaban soldando sus deterioradas bolas34. En el caso de la parroquia de Santa Eufemia de Villdfinca, en 1692 los cabildos secular y eclesiástico, patronos de la iglesia parroquial, solicitaban al arzobispado la correspondiente autorización para erigir una torre de nueva planta que sustituyese a la medieval. Las trazas y condiciones fueron facilita- das por Santiago Raón, en pago a lo cual recibió 200 reales35.No obstante, surgió algún problema con el proyecto del maestro francés, razón por la cual los primicieros don Juan y don Bernardino de Peralta hicieron un viaje hasta Calahorra para discutir algunas cuestiones con Raón, quien se encontraba in- merso en la fábrica de la parroquia de Santiag~~~;no se llegó a un acuerdo en- tre ambas partes, ya que finalmente se optó por la planta entregada por Pedro de Aguirre el 5 de noviembre de 1694. De acuerdo con las capítulas de la mis- ma, no debía demolerse por completo la torre primitiva, sino tan sólo el cuer- po superior que alojaba las campanas, mientras que el resto del fuste quedaría forrado por los dos cuerpos inferiores de ladrillo de la nueva estr~ctura~~.

30 Ibídem. Libro de Actas Capitulares. 1694-1717. Fol. 55 vO. 1-2-1697. 3' Ibídem. Fol. 62. 27-7-1697. " Ibídem. Fol. 261. vO. 15-10-1712. 33 Ibídem. Fol283 vO. 1-9-1715. 34 Ibídem. Libro de Actas capitulares. 1734-1755. Fol 208 vO.30-9-1747. El hecho es re- cogido también por MADRAZO,P. de, Op. cit., p. 359, aunque señala el año de 1748 para dicha contingencia. 35 Arch. Parroq. Villafranca. Libro 3O de la Primicia, 1679-1718, fol. 137 vO. Un estu- dio de la torre villafranquesa ha sido realizado por AZANZALOPEZ, J.J., Arquitectura barroca religiosa en Villafranca. Memoria de licenciatura sustentada en la Universidad de Navarra. 36 Arch. Parroq. Villafranca. Libro 3O de la Primicia, 1679-1718, fol. 153 r. " ADP. Echalecu. C/1356 - NO 22, fols. 2-3. TIPOLOG~ADE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA

El propio Pedro de Aguirre se adjudicó la obra de la torre, cuyos dos primeros cuerpos, así como el pórtico adosado a la misma, finalizaba para 1696, siendo tasados por Juan Martínez y José Ezquerra en 9.681 reales y medio38.Sin embargo este mismo aíío, cuando el maestro corellano se apres2 taba a continuar con el resto de la fábrica, las obras se paralizaron por falta de dinero para continuarlas. Además, alguna desgracia personal debió de su- ceder a Aguirre, quien se vio obligado a ausentarse de Navarra y refugiarse en los "Reinos de Castillay',llevándose consigo la planta de la torre. De esta manera, cuando los patronos dispusieron nuevamente de recursos económi- cos se vieron obligados a encargar una nueva para la culminación de la obra, la cual fue proporcionada por José Ezquerra, a la que añadió algunas condi- ciones fray José de Falces3" A finales de 1699 se obtenía la licencia para cons- truir el tercer y cuarto cuerpos de la torre conforme a la planta y condiciones de José Ezquerra. Su ejecución material corrió a cargo de los hermanos An- tonio y Blas Olea, aunque el principal responsable parece ser el primero de ellos, ya que a él se efectúan la mayoría de los pagos, los cuales se suceden desde 1699 hasta 170440.El tercer cuerpo estaba finalizado para 170 1, año en que fue reconocido por fray José de , y el cuarto en 1702, encargándose de su tasación el veedor de obras eclesiásticas Juan Antonio San Juan4'. Al año siguiente se compraron las maderas necesarias para la ejecución del cha- pitel, obra que el propio San Juan se ofrecía a hacer por 408 ducados; sin embargo no tuvo ocasión de efectuar la obra, al tener que trasladarse a Pam- plona con motivo de la construcción del cimborrio, linterna y media naran- ja de la capilla de San Fermín en la iglesia de San Lorenzo, por lo que final- mente corrió a cargo de José de Ezq~erra~~. La estructura de la torre villafranquesa consta de un primer cuerpo de planta cuadrada sobre el cual asienta otro octogonal que casi llega a ser cir- cular, ligeramente retranqueado respecto al anterior, rematado en una ba- laustrada que acentúa aún más la verticalidad de la torre; la cubrición se lleva a cabo mediante un sencillo tejado a ocho aguas para adaptarse a la planta del cuerpo y de poca altura (Lám. 5). Para que la evolución del cuadrado al octógono sea visualmente progresiva y a la vez sirva de amparo al cuerpo, se coloca un pretil de planta cuadrada siguiendo la del cuerpo inferior, de ma- nera que se atenúa el brusco tránsito. La parte cuadrada está dividida en tres pisos de proporciones en disminución articulados por pilastras toscanas que multiplican los elementos que las configuran buscando sobresalir del muro, sobre las que corre un entablamento formado por arquitrabe, friso con trigli- fos y metopas, y salediza cornisa; presenta además la particularidad de que el

38 Arch. Parroq. Villafranca. Libro defábrica de la Yglessid Purroquial de Santa Eufemia de la villa de Villfianca de el Reino de Nauarru, que empieqa el año de el Señor de mil seis- cientos nouenta y quatro. fol. 9. 39 Ibídem. Libro 30 de la Primicia, 1679-1718, fol. 239 9. 40 Ibídem, fols. 250, 254 9,260 vO,262, 264, 271 y 293 vO. 4' Ibídem, fol. 272 vO. 42 Así se desprende de una carta que remitía Juan Antonio San Juan a don Antonio de Vitoria, el 13 de agosto de 1705, en la que afirmaba: "me alegro el que caiga en tan buenas manos el chapitel dessa Torre, como es Joseph de Ezquerra". MARTINEZSAN CELEDONIO, F.M., Historia de Vilkzfianca de Navarra, Villafranca, 1983, p. 300. JOSÉ JAVIER AZANZA LOPEZ cuerpo de campanas está situado en el tercer piso y no en la parte octogonal que queda sobre él. Este tercer cuerpo resulta más airoso que los anteriores, por cuanto se eleva por encima de los tejados de la iglesia y queda completa- mente exento con las cuatro caras despejadas. Tanto los elementos que arti- culan cada uno de los cuerpos como las labores decorativas que incorporan están encaminados a la animación y dinamismo de las superficies de ladrillo evitando su monotonía, así como a la consecución de juegos de luces y som- bras. Otro conjunto de torres de localidades navarras emplazadas a lo largo del curso medio del Ebro presenta algunas semejanzas con las anteriores, por lo que pueden enmarcarse en este mismo grupo; es el caso de la torre de la parroquia de Nuestra Sefiora de la Asunción de Lerín, cercana a la de Villa- franca tanto por su cronología como por la intervención de los mismos maes- tros canteros, ya que en su ejecución tomó parte Antonio de Olea, quien en 1694 emitía una declaración del coste que tendría la obra43.Y todavía a me- diados del siglo XVIII seguía vigente el modelo de torre de Tudela-Villafran- ca, como puede observarse en la torre de la antigua parroquia de San Juan Evangelista de Peralta. Dicha parroquia había estado a punto de ser demoli- da en 1715, ya que según un dictamen firmado por los maestros de obras Juan Antonio San Juan, José Raón, Pedro de Ayanz y el tracista capuchino fray Luis de Tafalla, se encontraba "muy quebrantada, con muchas aberturas y caminando a total ruina y de poca duracion ... y es preciso hacerse nueba parrochia en sitio proporcionad^"^^; sin embargo, dos aííos más tarde los ma- estros de obras de Zaragoza Blas Jiménez y Juan Sánchez redactaban un in- forme en el que afirmaban "no estar tan arriesgada como dicen la fabrica de dha yglesia, y que se puede reparar con grandissima facilidad ejecutando los reparos combenientes para la subsistencia de dha fabricayy,consistentes en la- bores de estribación en las paredes norte y mediodía45.Ya en 1743, el Regi- miento de la villa encargaba el reconocimiento de la torre a José Raón, quien hacía constar que "dha torre es mui bieja, de quatro paredes de tierra y yeso todo mui tosco, con mui fatal escalera para subir a las campanas", por lo que proponía su derribo y la construcción de una nueva con arreglo a la traza y condiciones que había formado. El condicionado especificaba que la torre debía constar de un basamento de piedra "para la maior seguridad y perma- nencia", sobre el que se elevarían tres cuerpos de ladrillo, el primero abierto por ventanas, el segundo de menor tamafio c

4%GN. Prot. Not. Lerín. Francisco Bernedo Roldán. 1694, no 45. 44 Ibídem. Peralta. José Antonio Zapata. Peralta y Marzo, 10. Afio 1715, no 69. 45 Ibídem. Peralta. José Antonio Zapata. Peralta y Marzo, 18. Año 1717, no 39. Las la- bores de reparación se estaban ejecutando en 1722, afio en que eran reconocidas por fray Luis de Tafalla e Isidro Sánchez. 46 Ibídern. Peralta. Ramón Escudero. Peralta y Abril, 15 de 1743, no 36. TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA

Las obras dieron principio inmediatamente, merced a la licencia que obtuvo el Ayuntamiento para tomar a censo mil ducados pertenecientes a la capellanía fundada en Berroeta por don Juan de Goyeneche, y que fueron destinados a la fábrica de la torre parroquia14'. Para agosto de este mismo aíío el maestro cantero Ambrosio Gazpio había realizado el basamento de piedra, momento en el cual José Raón y Blas García redactaban un nuevo conjunto de capítulas que explicitaban con mayor detalle las anteriore~~~.No obstante, todas ellas fueron sustituidas por la traza y condiciones facilitadas el 4 de marzo de 1744 por los maestros vecinos de Pamplona Martín de Ascárraga y Manuel de Olóriz. En realidad este nuevo proyecto no difería mucho del an- terior salvo en aspectos concretos, caso de la ubicación de la escalera interior; se mantenían los tres cuerpos de ladrillo, el primero de los cuales estaría fi- nalizado para octubre, en tanto que el segundo y el tercero debían ejecutarse

47 ADP. Villanueva. C/21 11- No 10. 48 AGN. Prot. Not. Peralta. Ramón Escudero. Peralta y Agosto, 14 de 1743, no 81; y I'eralta y Septiembre, 4 de 1743, no 88. 49 Ibídem. Peralta. Ramón Escudero. Peralta y Abril, 12 de i 744, no 5 1. 50 IIAMÍREZMART~NEZ, J.M., Op. cit. josÉ JAVIER AZANZA LOPEZ en 1704 facilitó las trazas para la torre de la iglesia parroquia1 de Herce, y también se le atribuye la torre de Bergasa. Por su parte, en las torres de San Miguel de Rincón de Soto y San Miguel de Alfaro se documenta la interven- ción del maestro de obras Antonio de Olea, a quien se atribuye igualmente la autoría de los cuerpos octogonales que coronan las torres de la iglesia de San Francisco de Alfaro. Su análisis pone de manifiesto la pervivencia, en el curso medio del Ebro, del modelo herreriano, con cierta influencia de las to- rres campanario de San Lorenzo de El Escorial hasta las últimas décadas del siglo XVII, e incluso durante las primeras de la centuria siguiente.

Pero 'sin duda el gran momento de las torres se produce en las décadas centrales del siglo XVIII; satisfechas para este momento otras necesidades pa- rroquiales -retablos, ajuar litúrgico, ornamentos-, la sucesión de construccio- nes es tal que permite una cierta especialización a los arquitectos, que desa- rrollan en este período una incansable actividad. Atendiendo a la zona geo- gráfica en la que se localizan las torres y las influencias que reciben de regio- nes limítrofes pueden establecerse tres variedades tipológicas diferentes: Zo- na Media, Valle Medio del Ebro y valles septentrionales. Se trata en todos los casos de torres únicas, aunque existió algún proyecto de torres gemelas que no se llevó a efecto, caso del plan de Vicente de Arizu para la parroquia de Mendigorría.

3.1. Torres de la Zona Media En la Zona Media de Navarra, principalmente en la merindad de Este- lla -y en algunas localidades de la de -, se construyó en este momento un elevado número de torres relacionadas con obras del mismo tipo de la Rioja Alta y Rioja Alavesa5', ya que los maestros que trabajan en ellas son con frecuencia los mismos: Francisco de Ibarra, José Raón, Francisco de Sa- rasúa, Juan Bautista de Arbaiza, Martín de Arbe y sobre todo Martín de Be- ratúa, maestro natural de Abadiano, el más importante constructor de las to- rres denominadas de estilo ri~jano~~.Se trata de altas torres en cuya ejecu- ción se emplea la piedra de sillería, generalmente adosadas al templo por el lado de la Epístola, aunque también puede constatarse el caso de torres que quedan a los pies. Están configuradas por un fuste prismático de dos o tres

5' En efecto, este conjunto de torres navarras se encuentra íntimamente relacionado con el grupo altorriojano, compuesto por ejemplares riojanos, entre los que destacan las to- rres de Santo Tomás de Haro (construida por Juan Raón en el último tercio del siglo XVII, que marcará la pauta para las demás); San Esteban de Ábalos, realizadas entre 1735 y 1740 con toda probabilidad por Juan Bautista de Arbaiza; las torres de la catedral de Santa María la Redonda de Logroño, la Asunción de Briones, la concatedral del Salvador y Santa María de Santo Domingo de la Calzada, Nuestra Señora de la Antigua de Baños de Ebro, y San Asensio; y alaveses, como las torres de Santa María de Oyón, San Miguel de Labraza, San- tiago de Arrieta, San Andrés de Orbiso y la Inmaculada Concepción de Salinillas de Bura- dón, ésta última preludiando ya la estética neoclásica merced a su depuración ornamental. 52 La primera llamada de atención sobre la figura de Martín de Beratúa corresponde a Alcolea, quien calificaba al maestro de obras vizcaino como "uno de los más destacados en estos decenios centrales de la centuria". ALCOLEA,S., Op. cit., p. 317. TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA cuerpos con las esquinas remarcadas por pilastras, el superior en ocasiones perforado por amplios vanos, y un cuerpo de campanas octogonal con me- dios puntos entre pilastras abiertos en la totalidad de sus caras y óculos supe- riores; la transición entre ambos no se realiza de manera brusca, sino me- diante una balaustrada en cuyas esquinas se disponen templetes o pináculos que sirven para amortiguar el paso de la planta cuadrada a la octogonal, a la vez que sirven de refuerzo al cuerpo de planta cuadrada. Como cubiertas se emplean cúpulas de ocho pafios de poca curvatura rematadas en linternas octogonales. En estas torres destaca la decoración, pues a la belleza intrínseca de sus líneas suele unirse otra a base de elementos añadidos que se concen- tran principalmente en el cuerpo superior de planta cuadrada, en el cuerpo octogonal de campanas y en la cúpula que lo remata, consistiendo en pilas- tras, frontones, óculos con formas barrocas, placas recortadas, aletones y vo- lutas, machones, balaustradas, pirámides y otros elementos ornamentales co- mo pináculos o templetes sobre las esquinas superiores del último de los cuerpos de planta cuadrada, así como la colocación de jarrones y flameros sobre las aristas de la cúpula, etc. Como ha sefialado Weisbach, las formas barrocas se manifestaron en la geografía española especialmente-propicias para decorar los remates de las torres y concluirlas libremente en lo alto53. Numerosos ejemplos de la Zona Media navarra se ajustan con mayor o menor fidelidad a esta tipología; en ellos puede apreciarse una evolución desde modelos más sencillos, todavía con cierta influencia herreriana, hasta aquéllos en los que la decoración disuelve las estructuras arquitectónicas ya en la segunda mitad del siglo XVIII. El punto de partida de esta evolución lo constituye la torre del santuario de San Gregorio Ostiense de Sodada, para la cual facilitaba la traza y condicionado en 1713 el maestro de obras Juan de Larrea, quien se encargó también de su construcción a partir de 171854.Se trata de una robusta fábrica de cantería de tres cuerpos ligeramente decre- cientes en altura delimitados por pilastras en sus extremos, las del tercero de orden toscano, cuyo entablamento está tomado directamente de los modelos propuestos por Serlio en su Tercery Quarto Libro de Arquitectura. Sobre ellos se eleva el cuerpo de campanas octogonal dispuesto encima de un pequefio basamento, elemento más propio de las torres vascas que riojanas cuya pre- sencia aquí no debe extrafiar si tenemos en cuenta el origen vizcaino del maes- tro; el campanario queda estructurado por pilastras con capiteles corintios entre las que se practican arcos de medio punto alternativamente abiertos y cegados, todos ellos coronados por óculos. Remata el conjunto una media naranja de piedra entre pirámides con bolas, carente de linterna.

53 WEISBACH,W., Historia delArte Labor: Arte barroco, vol. XI, Barcelona, Ed. Labor, 1934, p. 17. En el remate a candela celebrado en 1713, la fábrica recayó en el guipuzcoano Igna- cio de Ondarza; no obstante, las fianzas presentadas por éste no fueron admitidas por los patronos, quienes además recibieron informes negativos de diferentes maestros de obras acerca de su capacidad y pericia para poder llevar a cabo la obra, por cuanto aseguraban que "no es capaz de ejecutar semejante obra, que es muy primorosa y dificultosa, sino otras mas ordinarias". En consecuencia, el Vicario General del Obispado decretó la impugnación del remate de las obras y la celebración de una nueva subasta; en la misma, la obra recayó en Juan de Larrea. AZANZALOPEZ, J.J., "La biblioteca de Juan de Larrea, maestro de obras del siglo XVIII",Prhcipe de Viana, no 21 1 (1997), pp. 300-301. josÉ JAVIER AZANZA LOPEZ

Fig. 4. Firma de Francisco de Ibarra.

Contemporánea de la de es la torre de la parroquia de San Emeterio y San Celedonio de , ejecutada por el maestro cantero Francisco de Ibarra (Fig. 4), quien en 1712 manifestaba "haber echo y ejecu- tado toda la fábrica de la torre campanario de la parrochial conforme la planta y traza de ella, por cantidad de mil y doscientos ducados en que se concertó, según la planta y traza de ellayy.El propio Ibarra aiíadió diferentes labores y adornos que no figuraban inicialmente en la traza, concertando verbalmente su precio en 450 reales; no obstante, una vez finalizada su labor, los cabildos secular y eclesiástico, patronos de la parroquia, accedieron a pa- garle únicamente 300, lo que motivó el correspondiente pleito entre ambas partes55.La torre, de buena sillería, queda adosada a los pies del templo y consta de cuatro cuerpos, tres de ellos cúbicos y el cuarto ochavado, culmi- nado por una cúpula semiesférica rematada en linterna moderna (Lám. 7). El cuerpo inferior, encuadrado por pilastras dóricas que apoyan en ménsulas suspendidas a medio muro, alberga un arco que permite el ingreso a la iglesia, en tanto que el segundo se articula con pilastras de capitel compuesto en las esquinas y el tercero se decora con arcos de medio punto ciegos; finalmente el cuerpo ochavado queda estructurado mediante pilastras en los ángulos y en ellos se practican arcos de medio punto rematados en óculos que en los lados diagonales albergan las campanas. La división de los distintos cuerpos viene marcada por una cornisa muy moldurada que adquiere gran desarrollo en las esquinas, sobre la que montan pirámides culminadas en bolas. Una cronología más avanzada que la anterior presenta la torre de la pa- rroquia de San Andrés de , aunque su esquema resulta todavía deu- dor de modelos herrerianos. La traza y condiciones de la torre fueron facili- tadas por José Raón en 1728, en tanto que su ejecución material corrió a car- go de Francisco de Ibarra, y de Francisco García a partir de 1732 por muerte del primer maestro. El propio José Raón fue el encargado de tasarla a su conclusión en 1735. La torre se eleva sobre un amplio basamento y consta de un gran fuste articulado por un orden gigante de pilastras que culminan en cornisa moldurada; en los frentes del fuste se superponen dos vanos adinte- lados con orejetas y un óculo. Sobre el primero apoya un segundo cuerpo de campanas de planta cuadrada y traza similar al anterior pero de escala más reducida, cuyos frentes presentan arcos de medio punto con frontones trian- gulares sobre triples ménsulas, y en su vértice, un óculo. Remata la torre una pequefia cúpula semiesférica culminada en una linterna cilíndrica neoclásica. En torno a estos aiíos se erigió también la torre de la parroquia de San Andrés de Villamayor de Monjdrdzn, adosada a los pies de la iglesia románica

55 ADP. Echalecu. C1 1407- NO34. TIPOLOGfA DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA por el lado de la Epístola. Con motivo de un pleito entablado en 1728 entre Manuel de Ezcurra, maestro herrero vecino de Estella, y el presbítero y bene- ficiado de la localidad, acerca de la colocación de dos campanas en la torre parroquial, acudía a testificar el maestro de obras Francisco de Ibarra, quien al presente residía en la villa de y declaraba tener 62 aiios de edad. En su testimonio afirmaba haber ejecutado el pórtico y sacristía de la iglesia, además de diversas labores en el presbiterio, y haber realizado la traza y con- dicionado para la nueva torre que iba a con~truirse~~.Al parecer en estos mo- mentos todavía se mantenía en pie la torre levantada en el siglo XVII por el maestro cantero Pedro de Urbieta, pues según hacía notar Miguel de Ezcu- rra, "se ha viciado notablemente la fabrica de dha torre, la qual amenaza rui- na''. Es muy posible por tanto que ante esta amenaza de ruina, la nueva torre fuese levantada a partir de 1729 por el propio autor de las trazas, Francisco de Ibarra, dada la evidente relación que guarda con otras obras suyas docu- mentadas. En su ejecución aprovechó parte de las estructuras de la torre eri- gida en el siglo XVII por Pedro de Urbieta. La torre (Lám. 8) se compone de tres cuerpos de sillería, el primero macizo, en tanto que el segundo, subdivi- dido por una imposta, presenta columnas adosadas en los extremos y se arti- cula por pilastras cajeadas; queda horadado en sus frentes por ventanas con molduras mixtilíneas. Finalmente, el cuerpo de campanas octogonal presen- ta las caras frontales abiertas por arcos de medio punto coronados con óculos y las diagonales cegadas. Cúpula y linterna rematan la estructura. En 1735, ante la ruina que amenazaba la torre de la parroquia de San Román de Arellano, los patronos de la iglesia solicitaron el parecer de Pedro de Rentería, maestro cantero vecino de , quien tras efectuar el re- conocimiento de su fábrica declaraba "estar muy espuesta a caerse a plomo, por lo que es preciso derribarla y hacerla de nuebo desde los fundamentos". A la vista del informe, los patronos encargaron la confección de una traza a don Martín Hermoso de Mendoza, presbítero y beneficiado de la parroquia de Arróniz, "de conocida y pública havilidad. Sin embargo, habiéndose des- plazado el veedor de obras eclesiásticas Juan Antonio San Juan a la localidad para comprobar el estado de la torre campanario, decidió desestimar la traza de Hermoso de Mendoza "por disponerla en mal paraje, y ser de mucho dia- metro y ser mucha su elevazion, lo que le haze ser de mucho coste a la dha yglesiay', y sustituirla por una traza propia, acompafiada de sus correspon- dientes capítulas y condiciones. Una vez obtenida la licencia de obras, se co- locaron carteles en las localidades de Estella, Puente la Reina, Allo, Dicasti-

56 Ibídem. Villanueva. C/ 1787- No 28. Éste es el testimonio de Francisco de Ibarra: "Ytem el dho Francisco de Ybarra mro de fabricas vecino de la villa de Los Arcos y allado al presente en ésta de Villamayor, testigo presentado y jurado de edad que dijo ser de sesenta y dos aiios poco más o menos... dixo que con el motivo que lleva expressado de ser tal mro de obras aver trabajado el Pórtico y Presviterio y Sachristía de la Yglessia Parroquia1 de esta villa, y aver reconocido la torre de ella para fin de hazerse de nuebo, para cuio efecto hizo el que depone traza y condiciones, lo que puede decir es que desde que así la reconoció dha torre, como también después de aversen enyugado las dos campanas, y oy el infraescrito dia averla reconocido a su entera satisfacción nuebamente, el que depone no a reconocido aya echo el más leve movimiento las paredes ni arcos que mantienen dhas campanas, que quan- do sacó la traza y condiciones...". josÉ JAVIER AZANZA LOPEZ

Fig. 5. Firma de Francisco de Sarasúa.

110, Arróniz y Lodosa anunciando el remate de candela para el primer día de marzo de 1736; en el mismo, la fábrica recayó en Francisco de Sarasúa (Fig. 5), quien se comprometió a ejecutarla por la cantidad de 8.333 reales. A la muerte del maestro la obra fue continuada por los oficiales que trabajaban a su cargo, dándola por finalizada para 1744. Inmediatamente se procedió a su tasación, para la que fueron nombrados el tracista bernardo fray Pascual Galbe y Gabriel de Aranceta por parte de los patronos y la viuda de Sarasúa, Catalina de Zumeta, respectivamente. Sin embargo, al disentir los patronos de la valoración de las mejoras llevadas a cabo en la fábrica, solicitaron una nueva estimación, que en esta ocasión recayó en fray Pascual Galbe y en Fer- nando de Muzquiz5'. La torre de la parroquia de Arellano consta de tres cuerpos de sillería; los dos inferiores presentan planta cuadrada, y quedan articulados por pare- jas de pilastras en los ángulos, culminando el superior en una balaustrada con florones. El cuerpo de campanas es octogonal, con pilastras dobladas en los extremos, abriéndose los frentes mayores por arcos de medio punto coro- nados por veneras. La cubierta piramidal, jalonada por bolas, culmina en una pequeña linterna decorada con bolas y volutas (Lám. 9). Un esquema prácticamente idéntico presenta la torre de la parroquia de Santa María de Desojo, construida con casi toda probabilidad por Juan Bau- tista de Arbaiza, quien según noticias documentales efectuaba en 1737 diver- sas obras de remodelación en el templo58.Un año más tarde continuaban las labores en la iglesia, por cuanto Gregorio José Pascual y su mujer Manuela Irigoyen, vecinos de Los Arcos, hacían entrega de un censo de 300 ducados "a favor de la fábrica de la parrochial de esta villa de Dexojo o su maiordomo por ser como son pertenezteS a la fundación que en ella fundó y dejó Dn Manuel de vez0 de Guaxaca en las Yndias Oczidentales y natural de esta villa de De~ojo"~'.Las obras finalizaron con anterioridad a 1748, año en el que don Juan de Argonz, canónigo de 12 catedral de Calahorra, con moti- vo de su visita pastoral, advertía "ser essencialisimo un relox para adorno de la Fabrica de dha Parrochial ateniendo a su hermosura y coste que havía te- nido"; dicho reloj debería asentarse en la torre parroquialbO.Se trata de una

57 Ibídem. C/1603- No 5. 58 Arch. Parroq. Desojo. Libro m de Fdbrica desde 1737 a 1764. 59 AGN. Prot. Not. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Los Arcos a Desojo, Junio a 25 de i 738. Esra censal de trescientos ducados de vellon de Gre orio Joseph Pasqual y su mujer veP de la villa de Los Arcos a fabor de la fdbrica de la Parroq Igde h villa de Dexojo. NO35. " IIhídem. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Desojo y enero, a 14 de 175 1. Esra de Con- cordia sobre el relox entre el cavildo y vilh. No 25. TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA esbelta torre de planta cuadrada adosada a la iglesia por el lado de la Epísto- la, compuesta por un largo y macizo fuste ceñido por pilastras en los ángu- los, sobre el que monta el cuerpo de campanas octogonal articulado por pi- lastras dobladas, entre las que se inscriben medios puntos finalizados en ócu- los superiores, más cúpula y linterna (Lám. 10). El repertorio decorativo de la torre se localiza principalmente en el cuerpo octogonal, compuesto por una balaustrada de piedra con jarrones en sus extremos en la zona de unión con el fuste prismático, nuevamente jarrones rodeando el perímetro de la cú- pula, y pirámides alternando con volutas en la linterna de remate. Por tanto, la torre de Desojo constituye uno de los más tempranos ejemplos en los que se hace evidente la influencia de las torres altorriojanas en cuanto a la inclu- sión de elementos decorativos. Mayor sobriedad presenta la torre de la parroquia de San Zoilo de San- sol, cuya ejecución corrió a cargo de Francisco de Sarasúa a partir de 1740 con arreglo a su propia traza y condiciones; el cantero debía dar por finaliza- da su labor en el plazo de dos años, y por la misma percibiría la cantidad de 2.400 pesos6'. De planta cuadrangular se adosa a los pies del templo por el lado del Evangelio y desarrolla en altura un largo fuste de cantería sobre el que monta el cuerpo de campanas octogonal, con los ángulos marcados por pilastras y abiertos en el centro por medios puntos; remata en una cúpula y linterna con decoración de pirámides con bolas (Lám. 11). El 19 de mayo de 1742 el tracista bernardo fray Pascual Galbe facilitaba la traza y condiciones para la erección de la torre de la parroquia de Santa María de Piedramillera, advirtiendo que debía ejecutarse "con aquella perfec- ción que pide el orden de cantería y que aconsejan los A~tores"~'.Por la pri- mera de las condiciones, la parroquia debía hacer entrega del material apro- vechable de la torre vieja al maestro que rematare la fábrica, quien a su vez tenía obligación de "colocar las campanas debajo de algún qubierto de ma- nera que se puedan tocar durante el lebantar la nueva fabrica y apear el reloj y depositarlo en alguna parte de manera que no se descompongay'.Galbe es- timaba su coste en 15.200 reales. Al remate de candela concurrieron varios canteros, entre ellos José del Castillo, quien rebajó en 1.000 reales la canti- dad propuesta por el religioso; sobre ésta ofreció postura Martín de Salsa- mendi, rebajando otros 500 reales. Sin embargo, el Visitador General del Obispado de Pamplona, don Joaquín de Larrainzar, no admitió esta última rebaja "porque haviendo ablado largamte con fr. Pasq 1 Galve en asunto a la torre, se explicó con bastante avertura y claridad en este asunto

6' Ibídem. Arróniz. Domingo Urrea. Año 1740, no 14. Obligacion y$anza de Franco de Sarasua y SU muger y dn Ambrosio Arellano para ¿a obra de . 62 En esta frase fray Pascual Galbe evidencia su formación teórica y el conocimiento de los tratados de arquitectura. De hecho, dos afios antes, con motivo de la ampliación de la iglesia de Otiñano, citaba el Arte y Uso de Arquitectura de fray Lorenzo de San Nicolás para justificar la planta de cruz latina: "he tomado la nueba idea por ser mas conforme a las reglas de Arquitectura y modo de edificar templos en forma de cruz, que así lo trae el agus- tino en su primer tomo de Architectura ...". Ibídem. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Torral- ba y Otiñano, y Julio a 18 de i 740. EsYa de Ob¿igazn de la fdbrica de ¿a parroq l de Otin'ano, hecha a fabor de Martin de Bastaran. No 41. TOSÉ TAVIER AZANZA LOPEZ

y semejantes revajas son de detrimento de la Yglesia por no poderse fabricar la obra con la seguridad y perfeccion necesaria, a mas que la esperiencia enseiía ser zierto esto y que resultan a las yglesias mu- chos daiíos de semejantes temas".

En consecuencia, la obra fue concertada con José del Castillo en 14.200 reales63.Se trata de una sólida fábrica de cantería adosada a los pies por el la- do de la Epístola, compuesta por un macizo fuste prismático articulado por pilastras angulares donde apoya una cornisa moldurada; el cuerpo segundo, que repite la disposición del primero, remata en un friso de triglifos y meto- pas que incorporan una decoración de rosetas y bucráneos de inspiración serliana. En sus ángulos se sitúan pequeiíos volúmenes cilíndricos que sirven de transición al cuerpo de planta octogonal con los frentes abiertos por me- dios puntos, el cual culmina en una cubierta apiramidada con pequeíía lin- terna y remates de bolas (Lám. 12).

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Fig. 6. Firma de Sebastián Sáez de Larramendi.

También corresponde a este momento la torre de la parroquia de Santa Eugenia de Mues, cuyas trazas fueron encargadas en 1745 al maestro de obras Sebastián Sáez de Larramendi (Fig. 6), sobre las que el veedor de obras ecle- siásticas José Pérez de incluyó alguna modificación "para maior per- feczion y seguridad de dha torre". Larramendi calculaba su coste en 19.500 reales, cantidad por la que se ofrecía a ejecutarla; pero finalmente se adjudi- caron las obras a Martín de Bascarán, maestro perito en obras de cantería re- sidente en la villa de Sorlada, quien rebajó su postura hasta 13.500 reales64. Conforme al contrato firmado por ambas partes el 31 de julio, el maestro debía dar principio a la fábrica el primero de marzo de 1746, y tenerla finali- zada para 1749, tras lo cual sería reconocida por maestros peritos. Aunque en septiembre de 1745 el cantero José del Castillo realizaba una rebaja de 500 reales y solicitaba la celebración de un nuevo remate de candela, su oferta no llegó a ser admitida. Martín de Bascarán daba principio a la obra el primero de marzo de 1746 y cumpliendo con los plazos previstos finalizaba su labor en 1748, afio en el que se procedió a su tasación; para tal efecto fueron nom- brados Joseph Yloro, maestro cantero vecino de la villa de , y fray Pascua1 Galbe, por parte de Bascarán y la parroquia respectivamente. Según el dictamen de ambos peritos, la fábrica se encontraba ejecutada "conforme a Arte y perfectamte concluida, buena y estable, sin aver reconocido en ella

63 Ibídem. Arróniz. Diego Remírez de Acedo. 20-6-1742. Esra y condiziones de la obra de la torre de la Y$: de Piedramillera en fdvor de Joseph del Castillo. " ADP. Olio. C/1.605- No 22. TIPOLOG~DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA el más leve vicio, antes bien, está sumamente ermoseada y arreglada en todo a la enunciada traza y con exceso más por lo que a mejorado". En efecto, Martín de Bascarán había introducido numerosas mejoras en la torre enca- minadas a su mayor seguridad y ornato, estimadas por los tasadores en 4.200 realesG5. La torre de Mues consta de alto fuste de grandes dimensiones, articula- do por pilastras y con balaustrada en su remate, sobre cuyas esquinas se ele- van jarrones. Su cuerpo de campanas es octogonal con pilastras plegadas de orden toscano y entre ellas arcos de medio punto, alternativamente abiertos y cerrados, con óculos superiores; el entablamento está formado por arqui- trabe, friso decorativo con cartelas, flores de diez pétalos, estrellas de ocho puntas y rostros humanos, y cornisa. Culmina en cubierta bulbosa con lin- terna, enriqueciendo su silueta múltiples pirámides con bolas y volutas (Lám. 13). Una leyenda refiere lo siguiente: IHS ESTA TORRE SE HIZO SIE(N)DO AB(A)D EL S(E~O)RD(0)N IOACHIN GUERRA SU M(AEST)RO MAR(T1N) BASCARAN: 1746. Guarda gran similitud con los anteriores ejemplos la torre de la parro- quia de la Santa Cruz de Aguilar de Codés, localidad que en el siglo XWII per- tenecía a la diócesis de Calahorra-La Calzada. Ante el deterioro que ofrecía la torre parroquial, en 1746 los patronos determinaron solicitar la presencia de Juan Bautista de Arbaiza para que procediese a su reparación; personado éste en la villa, tras el pertinente análisis de la fábrica comprobó que ésta amenazaba ruina, por lo que consideraba como solución más idónea cons- truirla de nueva planta con arreglo a la traza y condiciones por él mismo en- tregadas. Una vez obtenidas las oportunas licencias, en el posterior remate de candela la obra fue ajustada con el propio Arbaiza en la cantidad de 41.000 reales de vellón castellanos. Arbaiza ponía como fiador a Martín de Beratúa, "residente en la ciudad de Logrofio en la construccion de las obras de la Yn- signe Colegiata de aquella CiudadnG6. Sin embargo, Juan Bautista de Arbaiza murió pocos meses después67, por lo que apenas tuvo tiempo de dar inicio a su labor y las obras de la torre quedaron paralizadas, con el consiguiente contratiempo que esto suponía para el funcionamiento normal de la vida de los vecinos al hallarse la primi- tiva torre desmontada. De esta manera, el 9 de marzo de 1747 los patronos de la parroquia afirmaban que

"con el motivo de allarse desmontada la torre de la Parroq 1 desta villa se alla deforme esta y sin el uso regular para el predho cavildo

65 AGN. Prot. Not. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Mues y Noviembre, a 9 de 1748. Escripra de entrega de la torre de el lugar de Mues y reconocimiento por mros nombrados en fd- vor de Marth de Bascaran mro cantero. No 28. Ibídem. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Aguilar y Oion, y Agosto a 22 de 1746. Es- del ajuste de la fdbrica de la torre y reparos de ella entre el eclco maiordomo y Juan ~aup~~ de Arvaizar mro de obras. No 18. " La escritura de convenios entre los patronos de la parroquia y Juan Bautista de Ar- baiza se firmó el 22 de agosto de 1746, y éste debió de fallecer al poco tiempo, pues el 12 de noviembre de este mismo ano un documento se refiere a él como "maestro cantero ya di- funto". josÉ JAVIER AZANZA L~PEZ

y vezS, de que resulta grave perjuicio pa el regimen y govierno poli- tic0 de ambas comunidades y al mismo tiempo la falta de adorno con que deven existir los templos dedicados al serbicio de Dios nro Sr, en atencion a lo qual y para su erección y fabricarla de nuebo se an tomado varias providencias presentadas en el tribunal eclCOdes- te obispado. .."Gx.

Días más tarde volvieron a encenderse candelas para la construcción de la torre, siendo en este caso el rematante el propio Martín de Beratúa (Fig. 7) por el precio de 32.000 reales de vellón castellanos. Beratúa se obligaba a construir la torre en el plazo de tres aiíos, dando principio a la misma a me- diados del mes de abril de 1747 y "arreglándose en todo a la traza, planta y condiciones dadas por Juan Baupta de Arbaiza mro de cantería ya difunto". Uno de los fiadores de Beratúa era el también maestro de cantería Martín de Arbe, avecindado en la villa de OyónG9.

Fig. 7. Firma de Martín de Beratúa.

La torre de Aguilar de Codés (Lám. 14) es obra de sillería y consta de dos cuerpos cúbicos, el segundo de los cuales, con pilastras angulares de es- caso resalte, culmina en una sencilla balaustrada con remates de pináculos en sus extremos. Sobre ellos se eleva un cuerpo de campanas octogonal con pi- lastras en los ángulos y vanos de medio punto coronados por óculos en los frentes mayores; remata el conjunto una cúpula semiesférica coronada por una linterna cilíndrica articulada por vanos entre volutas y jarrones7'. En 1747, hallándose el obispo de Pamplona don Gaspar de Miranda de visita en la localidad de , concedió licencia para construir un nuevo cuerpo de campanas en su torre parroquial, dado que el anterior se encontraba sumamente deteriorado. La traza y condiciones fueron facilitadas por Sebastián Sáez de Larramendi, en tanto que el ajuste de la fábrica se rea- lizó en febrero del aiío siguiente con Martín de Bascarán, maestro cantero residente en el lugar de Mues, quien se comprometía a ejecutarla en el plazo de dos anos por la cantidad de 4.550 reales pagaderos en tres plazos, al prin-

A.G.N. Prot. Not. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Aguilar y Marzo, a 9 dias del aiío de 1747. NO7. 69 Ibídem. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Aguilar y Oion, y Marzo 25 de 1747. Esra de Ajuste de h torre de ¿a fabrica de L? parq' de ¿a P de Aguijar en favor de Martin de Bera- tua mro de obras. NO9. 70 GARCÍAGAINZA, M.C., HEREDIAMORENO, M.C., RIVASCARMONA, J. Y ORBESI- VATTE, M., Catd'logo Monumental de Nfivfirrtr, t. II*, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1982, p. 54. TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA

cipio, mitad y final de la obra7'. Bascarán se ajustó a los plazos establecidos, pues el 8 de diciembre de 1749 se procedía a su tasación por parte del propio Sebastián Sáez de Larramendi, nombrado de común acuerdo por ambas par- tes. Tras desplazarse a la villa, Larramendi emitía una declaración en la que encontraba la torre perfectamente ejecutada, incluso con algunas mejoras "precisas y necesarias para la estabilidad de dha torre y ermosura de ella", cu- yo coste calculaba en 903 reales; entre éstas se encontraba la necesidad de re- parar el fuste de la torre anterior "por aver encontrado la pared bieja demoli- da y sin subsistencia para poder cargar sobre ella", así como la colocación de ocho estribos con sus bolas en el arranque de la obra72.En efecto, en la zona de unión de la fábrica medieval con la barroca se observan las mejoras intro- ducidas por Bascarán, consistentes en la colocación de dos pequeííos cuerpos a modo de basamentos cuyos extremos vienen marcados por estribos rema- tados en bolas. El cuerpo de campanas es octogonal irregular con arcos de medio punto abiertos en las caras anchas alternando con otros apuntados ciegos; remata la estructura una cúpula decorada con bolas y jarrones. Más avanzada que las anteriores se muestra la torre de la parroquia de San Miguel de Lavaga, construida aproximadamente a partir de 1748, aiío en el que el visitador del obispado mandaba reconocer la primitiva torre de- bido a su mal estado. Aiíos más tarde, el maestro cantero Antonio Barinaga se obligaba a "construir la nueba torre de su Parrochia a los precios y condi- ciones que consta la esra, con la traza que v.s. le dio, hasta la conclusión del cuerpo ochavado, desde el qual deve subir el chapitel, el que según se de- muestra en la traza deve hazerse de madera aforrada de plomo, pizarra o la- ta"; la cantidad en la que fue rematada su fábrica fue de 44.000 reales. Para febrero de 1760 Barinaga había levantado la torre casi en su totalidad, ya que se encontraba finalizando el cuerpo de campanas ochavado. En este momen- to, el maestro presentó un proyecto al patronato de la Parroquia por el que proponía sustituir el chapitel que lo culminaba por uno nuevo de piedra, lo cual resultaría de mayor seguridad para la fábrica parroquial, pues así no es- taría expuesta a los rayos de los nublados que habían causado destrozos en numerosas iglesias. Conforme a la traza y condiciones de Barinaga, el nuevo remate de piedra constaría de una cúpula semiesférica sobre la que se elevaría una linterna octogonal articulada por pilastras y cubierta igualmente por cú- pula, todo ello adornado con bolas. Barinaga calculaba el precio aproximado de la obra en 700 ducados. Para asegurarse de la conveniencia y viabilidad del proyecto, el Patronato presentó el diseno y condicionado de la obra a Juan Miguel de Goyeneta, maestro de Pamplona, quien redactó un informe favorable a la sustitución del chapitel de pizarra por el de piedra; a la vista del mismo se solicitó el correspondiente permiso al Obispado, que fue con- cedido el 18 de marzo de 1760. Todavía tardó Antonio de Barinaga un aiío

7' AGN. Prot. Not. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Mirafuentes a Mues, y febrero 6 de i 748. Esra de hacer la torre de el lugar de Mirafientes a fdvor de Martin de Bascardn mro cantero. No 68. '' Ibídem. Mendaza. José Ruiz de Ubago. Mirafuentes y diciembre, 8 de 1749. Esra de entrega de la torre del lugar de Mira&entes a favor de Martín de Bascardn mro cantero. No 102. JOSÉ JAVIER AZANZA LOPEZ en dar por finalizado el cuerpo de campanas, tras lo cual se produjo el reco- nocimiento de la torre, en el que tomaron parte los canteros Antonio Benito Urrizola y Francisco Emeterio Aguirre. Una vez realizada la tasación, el 12 de marzo de 1761 se firmó un nuevo contrato con el maestro por el cual se comprometía a realizar la obra del nuevo chapitel en el transcurso del pre- sente ano7'. La torre de Larraga consta de tres cuerpos prismáticos decrecientes y otro octogonal, rematado en cúpula bulbosa con linterna calada (Lám. 15). El primer cuerpo presenta una especie de portada de medio punto, entre pi- lastras toscanas con un balcón superior, también con pilastras y frontón cur- vo, flanqueado por jarrones. En el segundo se abre otro balcón, en este caso adintelado y con tímpano triangular, rematado en óculo. El tercero se cons- tituye en el cuerpo de campanas, el cual se distingue por la articulación de pilastras pareadas, enmarcando los medios puntos centrales. El octógono su- perior mantiene las pilastras, pero adaptadas a los ángulos, y los medios pun- tos con óculos sobre ellos, alternando los abiertos en los frentes principales y los ciegos en los diagonales. El tránsito de la planta cuadrada a la octogonal se realiza mediante altas pirámides con placados geométricos; también pirá- mides con bolas y volutas se repiten en la cúpula y linterna del coronamien- to, elementos ornamentales que enriquecen la silueta de la torre. Gran interés presenta también la torre de la parroquia de San Pedro de Mendigorría, de compleja historia constructiva. En 1772 Vicente de Arizu, maestro de obras vecino de Tafalla, presentaba un diseno de fachada a los pies del templo embellecida con la presencia de una torre, que sustituía al pórtico proyectado por Manuel de Espinosa; a la vista del mismo, los patro- nos determinaron encargarle una segunda traza en la cual fuesen dos las to- rres que flanqueasen el frontis principal74.Se conserva el borrador que el pro- pio Arizu realizó de este segundo proyecto (Fig. 8), según el cual la fachada - en la que se aprecia una vuelta al clasicismo, merced a la disposición de dos cuerpos enlazados por aletones- constaba de dos monumentales torres de si- llería emplazadas en sus extremos, sobre las calles laterales. Estaban formadas por tres cuerpos -en realidad eran dos, porque el primero lo constituía la ca- lle correspondiente del cuerpo principal de la fachada- rematados en un cha- pitel con linterna octogonal. Tanto el segundo como el tercer cuerpo presen- taban forma cúbica, delimitados sus extremos por pilastras cajeadas; para ali- gerar la pesadez de sus muros proponía abrir ventanas de medio punto en sus cuatro frentes, alojándose en las del superior las campanas7j. En dicho

'"DP. C12.192- NO1 1. 74 Así se desprende de una carta que Vicente de Arizu escribía el 15 de septiembre de 1775 al Patronato de la parroquia: "Me acuerdo que quando llevé las primeras trazas alinia- das con una torre solamente, me mandó dho Patronato que trazase el frontis con dos to- rres, porque en la sachristia se les hizo patente lo disfigurado que haría el quedar la fachada con una torre sola; y por eso les hize un borrador con dos torres, y luego me mandaron que la hiciera con dos torres". En efecto, Vicente de Arizu, después de revisar la traza de Ma- nuel Espinosa para el pórtico, confeccionó dos trazas en los meses de septiembre y octubre de 1772, por las que percibió 60 pesos. A.D.P. Navarro. Cl2.307- NO1. 75 Vicente de Arizu dedica un apartado de sus capítulas íntegramente a la forma en que se han de ejecutar las torres de la fachada. Estas quedarían situadas en los extremos del TIPOLOGIÁ DE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA

Fig. 8. Vicente de Arizu. Alzado para la fachada de la parroquia de Mendigorría.

proyecto quedaba de manifiesto la influencia de los modelos madrilefios que Arizu había tenido ocasión de comprobar en su viaje de 1760, los cuales co- pió en su cuaderno de apuntes76.

lienzo de la fachada, de tal modo que una vez planteados los cimientos de ésta, se había de ir elevando "hasta la altura del primer cuerpo, que es hasta la cornisa de debajo de la benta- na del coro; y sobre el primer cuerpo se han de plantar las dos torres, como están demostra- das, con quatro pies y medio de grueso ... y sobre el segundo cuerpo se ha de plantar el ter- cero con quatro pies de grueso ... y sobre el tercer cuerpo de las torres se ha de armar con maderas de pino de Aragón en cada torre sus quatro tijeras, cada una de dos mazas sobre ti- rantes, que tengan a lo menos pie y medio en quadro". ORBESIVATTE, M., "Estudio histó- rico-artístico de la parroquia de San Pedro de Mendigorría", Prtncipe de Vidna, no 165 (1982), pp. 48-9. 76 En concreto, el esquema a base de dos cuerpos de planta cuadrada que se elevan so- bre el cuerpo principal de la fachada se inspira en la disposición de las esbeltas torres del templo de San Cayetano de Madrid, perteneciente a los teatinos, cuya ejecución fue inicia- da por Marcos López en 1672 y finalizada por Pedro de Ribera en las primeras décadas del siglo XVIII. Por su parte, el chapitel troncopiramidal finalizado en linterna octogonal que las IOSÉ TAVIER AZANZA LÓPEZ

Sin embargo, un aiío más tarde el proyecto de Vicente de Arizu fue sus- tituido por otro disefiado por Juan Bautista de en colaboración con Antonio Barinaga; esta decisión fue tomada por el maestro de obras de Pam- plona José Pérez de Eulate, el cual tras estudiar ambas trazas llegaba a la con- clusión de que "se deverá executar la que se halla firmada por dho Oteyza, por ser mucho más vistosa, segura y arreglada a el arte que la de Vicente de Arizu". El disefio de Oteiza introducía innovaciones significativas en lo rela- tivo a las torres, ya que juzgaba oportuno erigirlas de mayores dimensiones que las de Arizu; además el cuerpo de campanas se realizaría de forma ocha- vada y no cúbica como figuraba en el disefio del maestro tafallés, y para do- tarle de mayor altura, se colocaría elevado sobre un pedestal. Por su parte, el chapitel de remate debía ser sustituido por una media naranja, una linterna y un cascarón, todo ello adornado con bolas y otros motivos decorativos. Aunque en la traza de Barinaga y Oteiza figuraban dos torres, finalmente los primicieros determinaron construir tan sólo una. El encargado de ejecutar la fábrica fue inicialmente el propio Antonio Barinaga, pero éste se apartó muy pronto de las obras, aduciendo que "por la devilidad y trastorno de la cabeza que padeze no puede continuar con ellas"77.En consecuencia en 1776 se fir- maba una nueva escritura con Juan Antonio de Uzcudun, Lorenzo y Pedro de Machiandiarena, Felipe de Ugalde y Fermín de Tapia, todos ellos maes- tros canteros vecinos de la villa de Tolosa, quienes se obligaban a construir la torre y demás obras de ampliación del templo; el contrato especificaba tam- bién que la torre que se debía construir era la del lado del Evangelio. Las la- bores de construcción de la fachada con su torre se extendieron por espacio de cinco afios, quedando finalizadas en 17817'. El costado izquierdo de la fachada, en el que se practican tres vanos -el inferior ciego y los dos superiores a modo de balcones, todos ellos con en- marques y frontones mixtilíneos- sirve de basamento a la torre que se eleva a gran altura ajustándose a los planteamientos de Barinaga y Oteiza (Lám. 16). De esta manera sobre él se dispone el gran cuerpo prismático del reloj con triples pilastras en los ángulos, las cuales continúan el impulso vertical de las del basamento; no obstante en el friso correspondiente se sustituyen los tri- glifos de aquél por placas recortadas, pinjantes y en cada uno de los frentes hay pequeiías ventanas enmarcadas por volutas sobre placas recortadas y con

remataba sigue con fidelidad el de las mencionadas torres de San Cayetano, así como el chapitel de la torre de la iglesia de San Fermín de los Navarros. AZANZALOPEZ, J.J., "El manuscrito de arquitectura de Vicente de Arizu, maestro de obras del siglo XVIII", Anuario del Departamento de Historia y Teoría del Arte. 77 El verdadero motivo por el que Antonio Barinaga abandonó las obras fue que se percató del hecho de que resultaría imposible llevarlas a cabo por la cantidad en que las ha- bía rematado, ya que éstas importaban una cifra mucho más elevada a los 10.000 pesos acordados en la escritura con los patronos de la parroquia (según una declaración del maes- tro Sebastián de Ondícola, no serían menos de 16.000 pesos). Acuciado por las deudas que tenía con otras parroquias -Sesma y Mendavia-, Barinaga se había visto obligado a contratar a la baja la fábrica de Mendigottía, circunstancia que le produjo tal turbación que lo dejó incapacitado para ejercer su ~rofesión. 78 ADP. Navarro. C12377- No 6. Un cantero que trabajó al lado de los tolosanos fue Juan Antonio Echeverría, vecino de Mendigorría, quien tomó parte en la erección de la to- rre parroquial. TIPOLOG~ADE LAS TORRES CAMPANARIO BARROCAS EN NAVARRA frontones curvilíneos, rotos por remates piramidales en su centro. El cuerpo de campanas, elevado sobre un amplio basamento, adquiere forma ochavada y destaca por su profusión decorativa que enmascara la estructura arquitec- tónica; presenta pilastras angulares culminadas en pirámides con bolas, y ar- cos de medio punto para las campanas, rematados en frontones mixtilíneos. Como cubierta se utiliza una cúpula de complejo diseño, elevada sobre un podium ochavado y articulada por arcos mixtilíneos y abundantes jarrones, pináculos y bolas; remata en pequeiía linterna circular con arcos de medio punto entre pilastras, coronada por una gran bola de piedra. En definitiva, la torre parroquia1 de Mendigorría adquiere un marcado carácter rococó, mer- ced al conjunto de elementos ornamentales que se concentran en los vanos y en el cuerpo superior. El modelo de torre altorriojano se mantendrá todavía en el último cuar- to del siglo XVIII en el remate de la torre de la parroquia de Santiago de Puente La Reina, diseiíado en 1776 por Santos Ángel de Ochandátegui (Lám. 17). El proyecto del maestro vizcaino fue aprobado por el veedor eclesiástico Manuel de Larrondo, pese a que "no es de tanto adorno" como los presenta- dos por Manuel de Espinosa y Bernardino Ruiz de Azcárraga. En efecto, la torre se mantiene en la línea de los ejemplares barrocos de esta zona ante- riormente reseiíados, pero se observa en ella un planteamiento diferente orientado hacia unas formas más simples y depuradas; Ochandátegui elimi- na todo ornato superfluo logrando como resultado una torre que si bien no es estrictamente neoclásica -el cuerpo ochavado todavía presenta reminiscen- cias barrocas en la articulación mediante pilastras jónicas y el empleo de frontones-, da testimonio de la transición que estaban llevando a cabo los discípulos de Ventura Rodríguez de acuerdo con la arquitectura academicista que irradiaba de Madrid7'. Otras torres dieciochescas de la Zona Media mantienen puntos de con- tacto con el grupo anterior, pero sin someterse totalmente a su esquema. Es el caso de las torres del santuario de Nuestm Sen'ora de Codés (Lám. 18) y de la parroquia de Santa María de TafiLLa (Lám. 19), de cuatro y tres cuerpos de sillar respectivamente, articulados por órdenes de pilastras; en ellos se abren vanos enriquecidos con balaustradas, marcos de molduras mixtilíneas y fron- tones de remate. La estructura de ambas torres es prismática, desde la base hasta la cúspide, convirtiéndose el último cuerpo en el de campanas. No obstante, noticias documentales confirman que la torre tafallesa remataba en un cuarto cuerpo de planta octogonal cargado de ornamentación, el cual no llegó a ejecutarse, probablemente por las dificultades que surgieron con los cimientos de la torre, abiertos en 1730 por Gregorio Barco, y que aconseja- ron no cargar con excesivo peso la obra en previsión a un posible derrumba- mientos0. Igualmente podrían ponerse en relación con el grupo riojano-alavés las torres construidas a lo largo del siglo XWII en diversas localidades de la Ba-

" LARUMBEMART~N, M., El academicismo y la arquitectura del siglo XIX en Navarra, Pam~lona,Gobierno de Navarra,i990, pp. 165-68. ADP. C12.087- NO2, fol. 46. CABEZUDOASTRÁIN, J., "Iglesia de Santa María de Tafalla", Príncipe de Vidna, no 67-68 (1957), pp. 424-26. i291 36 1 TOSÉIAVIER AZANZA LOPEZ rranca, más familiarizadas en todo caso con ejemplos alaveses en los que la decoración de los cuerpos superiores no es tan abundante como en los rioja- noss'. Entre ellas destaca la torre de la parroquia de San Miguel de , de buena cantería, adosada al templo por el lado de la Epístola. Consta de dos cuerpos, cada uno de los cuales se ejecutó en diferentes etapas constructivas. El inferior se debe a Martín de Iturmendi, quien lo realizó a comienzos del si- glo MI paralelamente a la fábrica del templo; constituye un potente basa- mento de planta prismática que alcanza la altura de los tejados, apenas hora- dado por saeteras. Sobre éste se eleva el cuerpo de campanas, para el cual faci- litó traza y condicionado en 1727 Ignacio de Gorriarán, maestro de obras de San Sebastián, el cual se encargó también de su ejecución material, dando por finalizada su labor para 1733 (Fig. 9). El propio Gorriarán introdujo en 1731 una mejora digna de mención en el remate de la torre, en palabras del maes- tro "algo nunca visto en espaina: una giralda dorada con su trompeta en la boca para que suene con toda clase de aires, su bandera y su lanza". No es po- sible determinar si se llegó a realizar, por cuanto en 1806 se llevaron a cabo la- bores de reforma colocándose la bola y la cruz actualess2.El cuerpo de campa- nas, de planta cuadrada algo más estrecha que el inferior se compone de un pequeiío pedestal con decoración escultórica de gran plasticidad a base de un águila bicéfala coronada en los frentes y dos cabezas de león a modo de mén- sulas en cada uno de los extremos, sobre las que asientan medias columnas de fuste estriado y capitel dórico que estructuran el cuerpo propiamente dicho; entre ellas se practican arcos de medio punto para albergar las campanas. Por encima corre un quebrado entablamento decorado con cabezas de ángel ala- das protegidas por una venera y florones sobre pedestales en los ángulos. Co- rona el conjunto una pequeha cúpula de paiíos sobre la que se dispone un templete rematado por bola y cruz. Dicho cuerpo de campanas, por su tipo- logía de planta cuadrada elevado sobre un basamento y columnas estructu- rando sus frentes, puede ponerse en relación con las torres de numerosas loca- lidades de la llanada occidental alavesa, aunque la mayoría de éstas se constru- yeron en las décadas finales del siglo. en un claro avance hacia el neoclasicis- mo, con una mayor depuración ornamental que en el caso de la navarra.

3.2. Torres del Valle Medio del Ebro Por el contrario en la zona del Valle Medio del Ebro abundan las torres de ladrillo, con altos fustes prismáticos divididos en varios cuerpos, a veces

8' Numerosas torres se construyeron en Álava a lo largo del siglo XVIII, fundamental- mente en la llanada occidental alavesa. Se trata en general de torres esbeltas y elegantes, de planta cuadrada tanto en el fuste como en el cuerpo de campanas, el cual acostumbra a ele- varse sobre un pequeño basamento, y presenta una sobria decoración de flameros, jarrones o pináculos culminados en bolas; remata en cúpula con linterna cilíndrica y chapitel pira- midal. El esquema se mantiene casi sin variantes durante toda la centuria, hasta alcanzar su mejor plasmación en el período neoclásico, a partir del cual se incluye un orden de colum- nas que articula el cuerpo de campanas. En este grupo pueden citarse las torres de Arróyabe (1717-22), Oreitia (1763), Guevara (1771-80), Arriaga (1789) y Alegría (1792). W.AA., Ca- túlogo Monumental de la Diócesis de Vitoria, t. IV. La llanada Alavesa Occidental, Vitoria, Caja de Ahorros Municipal de Vitoria, 1975, pp. 160, 265, 276,441 y 560. s2 ,N., "E1 devenir histórico de la iglesia parroquial de San Miguel de Itur- mendi", Príncipe de Viana, no 195 (1992), pp. 11-13.

10SÉ TAVIER AZANZA L~PEZ

construidos en el siglo XM, y cuerpos de campanas octogonales, con arcos de medio punto coronados por óculos. Este tipo de torre se encuentra estrecha- mente relacionada con ejemplares aragoneses y riojanos de su misma área, in- corporando a menudo una decoración geométrica común a la que no son aje- nos modelos mudéjares que se entremezclan en ocasiones con otros motivos ornamentales de tradición clasicista. Uno de los ejemplos más significativos es la torre de la parroquia de San Julián y Santa Basilisa de (Lám. 20), erigida a los pies del templo y compuesta por un fuste cúbico de ladrillo divi- dido en cuatro cuerpos, obra de Pedro de Izaguirre a finales del siglo XVI,y un cuerpo de campanas octogonal también de ladrillo ejecutado por el maestro Juan Ángel de Igaregui en 1752. Articulan los frentes del cuerpo pilastras ca- jeadas dispuestas en los ángulos, entre las cuales se abren arcos de medio pun- to coronados por óculos. Se cubre mediante cúpula poligonal de ocho paiíos rematada en pequeha linterna circulars3.A un planteamiento similar obedece la torre de la parroquia de San Miguel de Cárcar, de ladrillo, adosada al tem- plo por el lado de la Epístola. Presenta un alto fuste cúbico del siglo xw de cuatro cuerpos, el inferior de planta troncopiramidal; el cuerpo superior del fuste articula sus frentes con parejas de medios puntos rematando en sencilla balaustrada con bolas en las esquinas. Sobre ella se alza un cuerpo de campa- nas octogonal del siglo XWII, coincidiendo quizás con las labores de amplia- ción del templo llevadas a cabo por Juan Antonio San Juan a comienzos de la centuria. Presenta pilastras cajeadas en los ángulos y arcos de medio punto culminados por óculos en cada uno de sus frentes. Sirve de remate un chapi- tel apiramidado de traza moderna que culmina en bola con cruz. También puede incluirse dentro de-este grupo la torre de la iglesia pa- rroquial de , cuya fábrica fue reconstruida a partir de 1730 por el maestro de obras tudelano Juan de Estanga al amenazar ruina la primitiva torre del siglo m; para tal fin aiíadieron un conjunto de capítulas a las faci- litadas inicialmente por los fabriqueros fray Bernardo de San José y Juan An- tonio Marzal, en tanto que la planta y perfil del cuerpo de campanas fueron firmados por fray José Alberto Pina en compaiíía del propio MarzalS4.La to- rre, adosada al tramo de los pies por el lado meridional, consta de dos cuer- pos: el inferior, de planta rectangular y sillería, y el superior, octogonal y'de ladrillo, con machones en los ángulos y decoración de tipo mudéjar. Más avanzada resulta la torre de la parroquia de San Addn (Lám. 21), de planta cuadrada con un alto fuste prismático al que se superpone un cuerpo de campanas también cuadrado, con sus frentes formados por un arco de me- dio punto entre pilastras angulares cajeadas con decoración geométrica de la- bores de cadeneta característica de la construcción de todo el Valle del Ebro; le sirve de remate un friso con decoración romboidal donde apoya una ba- laustrada en cuyos ángulos se disponen pirámides con bolas. Sobre este cuer- po se alzan otros tres decrecientes de planta octogonal, el mayor con vanos de medio punto enmarcados por pilastras dobladas, rematando el conjunto un chapitel poligonal con sus lados marcados por pirámides con bolas.

83 GARC~AGAINZA, M.C., HEREDIAMORENO, M.C., RIVASCARMONA, J. y ORBESI- VATTE M., Catd¿ogo Monumentalde Navarra, t. II*, p. 167. s4 APT. Cascante. Pedro Ximenez. Año 1730, fols. 150-62. Año 1733, fols. 305-6. TIPOLOGIADE LAS TORRES WPANARIOBARROCAS EN NAVARRA

3.3. Torres de los valles septentrionales Una tercera variedad tipológica de torre barroca navarra del siglo XVIII queda configurada por aquéllas levantadas en la zona septentrional de la co- munidad, emparentadas tanto por su emplazamiento como por su configu- ración arquitectónica con las soluciones empleadas en Guipúzcoa y Vizcaya, por lo que podríamos calificarlas de torres de estilo vasco85.Se trata de torres de gran altura divididas en varios cuerpos y construidas con piedra de sillería de buena labra. La mayoría se sitúan a los pies del templo, en el centro, por lo que sirven de acceso a la iglesia, pues en su cuerpo inferior abierto se alo- jan las portadas en el muro del templo; de esta manera, además de convocar a los fieles, tienen la finalidad de actuar como pórtico de entrada a las igle- sias teniendo acceso a ellas por su parte inferior mediante un arco. Este siste- ma se empleó con asiduidad, pues poseía la utilidad de resguardar de las in- clemencias del tiempo, y da lugar a la torre-pórtico, que ya había sido adop- tada por Siloe en Santa María del Campo (Burgos) y por Rodrigo Gil de Hontaííón en San Benito el Real de Valladolid; también se empleó en Nava- rra en la parroquia de Los Arcoss6.En tierras vascas, su aplicación más nota- ble es la torre parroquia1 de Alegría, aunque con anterioridad se había recu- rrido a ella en otras localidades como Aulestia, Abando o Tolosas7. Su esquema compositivo consta de dos partes bien diferenciadas, una cuadrada y otra octogonal, o en algunos casos cuadrada achaflanada. La par- te de planta cuadrada suele dividirse con suma frecuencia en dos cuerpos que llegan hasta la altura del tejado del templo. Una constante en las torres guipuzcoanas es la,apertura de un balcón sobre el cuerpo bajo que sirve de tribuna para la contemplación de actos públicos y religiosos, sobre el que se coloca el escudo de armas de la villa, elementos que no aparecen en las nava- rras. La segunda parte de la torre se divide igualmente en otros dos cuerpos; el primero, de poca altura, viene a ser como un pedestal o basamento del se- gundo, y presenta indistintamente planta octogonal o cuadrada con las es- quinas achaflanadas, las cuales aparecen en la mayoría de los casos decoradas con algún motivo ornamental. Lo que sí constituye norma general es que es- te cuerpo queda ya prácticamente por encima de la techumbre de la iglesia; sobre el mismo se eleva el de campanas de planta idéntica a la del pedestal. En él, en las cuatro caras que se corresponden con las del cuerpo inferior de planta cuadrada se abren vanos de medio punto para las campanas, en tanto

85 Bajo la denominación de estilo vasco puede agruparse un nutrido grupo de torres, entre las que se encuentran las guipuzcoanas de Santa María de Zumárraga, San Bartolomé de Elgóibar, Nuestra Señora del Manzano de Fuenterrabía, la de Villarreal de Urrechua, la de San Pedro de Vergara y las de Escoriaza, Andoáin y Usúrbil; y las vizcainas de Santa María de Portugalete, Santiago de Ermua, San Nicolás de Bari y San Antón de Bilbao, San Severino de Valmaseda, Santa María de Arnorebieta, Santo Tomás de Olabarrieta de Cebe- rio, San Juan Evangelista de Bérriz y Santa Marina de Ochandiano. Todas ellas tienen cier- ta dependencia del modelo herreriano de torre. CANTERAMONTENEGRO, J., Op. cit. AS- TIAZARAIN ACHABAL,M.I., Arquitectos guipuzcoanos del siglo XKIZZ, t. 1, San Sebastián, Dipu- tación Foral de Guipúzcoa, 1988, pp. 68-69. 86 Ibídem. 87 ANDRÉSORDAX, S., "Arte" en Pais Vasco, Col. Tierras de España, Madrid, Ed. No- guer, 1987, p. 263. JOSÉ JAVIER AZANZA LOPEZ que las otras cuatro de disposición diagonal son ciegas; este factor constituye una clara diferencia con respecto a las torres de estilo riojano, pues en ellas son ocho los vanos que se abren, uno por cada frente, y además quedan co- ronados por óculos, elemento que no aparece en las torres vascas. Remata la estructura una cúpula semiesférica o más bien algo apuntada, dividida en ocho paiíos por medio de aristas, rodeada por jarrones o pirámides con bolas que contribuyen al ornato de la torre. En ocasiones corona la cúpula una lin- terna que incorpora una bola y una cruz metálica. El modelo más sencillo lo encontramos en la torre de la parroquia de San Martín deGardin, formada por un fuste cúbico del siglo XVI al que se superpone un cuerpo de campanas del XVIII sobre pedestal, de planta cuadra- da con las aristas achaflanadas y pirámides con bolas en los extremos. En el interior del fuste se abre un espacio porticado cubierto por bóveda de arista que alberga la puerta de ingreso al templo, de arco de medio punto con el intradós con motivos decorativos geométricos y flanqueada por pilastras ca- jeadasg8.La torre de la parroquia de San Martín de Lesaca data de los aiíos treinta del siglo XVIII,momento en el cual se acometieron las obras de la na- ve, torre y pórtico del templo. Aunque en primera instancia se solicitaron trazas a Sebastián de Lecuona8', llegando incluso su sobrino Juan José de Le- cuona a desplazarse hasta la villa navarra para tomar medidas y estudiar el te- rreno, el retraso del maestro de obras guipuzcoano en su entrega Ínotivó que el proyecto definitivo fue diseiíado en 1730 por el arquitecto vecino de Her- nani Andrés de Zabalag0.Una vez aprobado, el 18 de diciembre de 1730, los cabildos secular y eclesiástico de la parroquia concertaron las obras de cante- ría con Juan Bautista de Inchaurandiaga, maestro cantero natural de Alquiza y residente en San Sebastián. La escritura de convenios entre ambas partes constaba de cuarenta capítulas, una de las cuales seiíalaba que la piedra de si- llería debía ser traida del monte Jaizquibel de la Jurisdicción de Fuenterrabía. Inchaurandiaga dio por finalizada su labor en 1737, tras lo cual se procedió a su tasación; ésta corrió a cargo de los maestros Ignacio de Ibero y José de Li- zardi, quienes tras desplazarse a la villa dieron su visto bueno a la obra. La fábrica parroquia1 fue sufragada por don Juan de Barreneche, natural de Le- saca y vecino de la ciudad de Santiago de Guatemala en Indias, quien envió en los aiíos sucesivos diversas remesas de dinero que alcanzaron la cantidad de 15.000 pesos9'. La torre, emplazada a los pies en el eje del templo (Lám. 22), se compo- ne de un fuste prismático estructurado en dos cuerpos, el inferior abierto por tres arcos apuntados en cuyo interior se cobija la portada barroca de in- greso al templo; su cubierta es una bóveda estrellada que incorpora en su cla- ve una inscripción: ME COLOCARON ANO/ DE 1736. Dicho cuerpo

GARCÍAGAINZA, M.C., ORBESIVATTE, M., DOMENOMART~NEZ DE MORENTIN, A. y AZANZALOPEZ, J.J., Catd'logo Monumental de Navarra. Merindad de Pamplona, t.V*, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1994, p. 371. g9 ASTIAZARAINACHABAL, M.I., Op. cit., p. 195. 90 GARCÍAGAINZA, M.C., ORBESIVATTE, M., DOMENOMART~NEZ DE MORENTIN, A. y AZANZALOPEZ, J.J., Catálogo Monumental de Navarra. Merindad de Pamplona, t.V**, Pamplona, Gobierno de Navarra,l996, p. 288. '' ADP. Almándoz. Cl1941- NO19. TIPOLOGÍA DE LAS TORRES CMPANARiO BARROCAS EN NAVARRA presenta también una hornacina barroca, de acuerdo con una de las capítulas que indicaba que en el frontis de la fachada se abriría "un nicho capaz para el bulto del santo patrono San Martín", y el segundo dos ventanas rectas. Sobre éste se eleva el cuerpo de campanas de planta cuadrada con las aristas acha- flanadas, articulado por pilastras entre las que se inscriben medios puntos para las campanas; descansa sobre un basamento ochavado con un reloj en su frente y cuatro imágenes pétreas en los cuatro ángulos del fuste, que re- presentan a la Virgen del Carmen y la Virgen del Rosario, y a Santa Agueda y Santa Bárbara, todas obra de Pedro Joaquín de Alquizalete. Remata el con- junto una cúpula de paííos en cuyas aristas se disponen pirámides con bolas. Por su parte, la torre de la parroquia de San Salvador de Irurita (Lám. 23) fue construida a partir de 1738 conforme a la taza y condicionado de Miguel de Ezcurra, oficial cantero residente en el lugar de Arizcun". Queda adosada al muro hastial, y se compone de un fuste prismático subdividido en tres cuerpos por impostas lisas en los que se abren ventanas de medio punto, al que sucede un cuerpo de campanas octogonal sobre potente basa- mento, ambos decorados con pirámides con bolas en sus extremos; remata en alero de piedra moldurado y balaustrada también con pirámides con bo- las. Corona la estructura un chapitel bulboso con linterna octogonal. En el nivel inferior de la torre se abre un espacio porticado entre arcos apuntados cubierto por bóveda de crucería, cuyo interior alberga la portada de ingreso al templo. La construcción de la torre, al igual que la del resto de la fábrica parroquial, fue posible merced al legado de 5.000 pesos que envió desde Po- tosí el indiano don Agustín de Gamio. Más sencilla en cuanto a su estructura resulta la torre parroquial de Santo Domingo de Gaztelu, construida entre 1770 y 1773 por los maestros canteros Francisco de Beratarrechea y Juan Bautista de Berasueta conforme a las trazas del veedor de obras eclesiásticas Manuel de Iribarreny3.Adosada al muro hastial de la nave, conforma un fuste prismático dividido en tres cuer- pos, en el inferior de los cuales se abre un pequeíío pórtico al que se accede por una puerta de medio punto; está cubierto por una bóveda de crucería. En su interior se localiza la portada de ingreso al templo, la cual debía ejecu- tarse "a la echura y semejanza de la que se alla echa en el Palacio del Seííorío de Bertiz"; presenta forma de arco semicircular sobre pilastras cajeadas al igual que la rosca. Sobre este primer cuerpo se superpone el siguiente, con dos saeteras, separado del tercero -el cuerpo de campanas- por una línea de impostas moldurada; en éste último nivel se abre un vano semicircular en ca- da frente para las campanas. Finalmente, también el proyecto diseííado en 1764 por el maestro de obras guipuzcoano Andrés de Goicoechea para la re- modelación de la parroquia de San Martín de contemplaba la erec- ción de una torre adosada a los pies, cuyo cuerpo inferior quedaba abierto por dos arcos a través de los cuales se accedía a un pórtico que cobijaba la puerta de la iglesiay4.Sin embargo, el veedor de obras de cantería del Obispa-

92 Ibídem. 0110. C/1607- No 2. 9%GN. Prot. Not. Santesteban. José Martínez. 2-12-1770. Esra de combenios otorgddu entreJTanCode Beratarrechea, natural y reside de La vilkz de Sumbilkz, y Juan ~aup~~de Bera- sueta, ve9 del lugar de Oronoz, pa Ia execuzn de la oba de canteria de la Parroql del de Gaztelu. 94 ADP. Navarro. Cl2.306- No 7. TOSÉTAVIER AZANZA.L~PEZ do Esteban de Múzquiz, en un informe posterior, modificó la estructura del cuerpo inferior de la torre, ya que era partidario de rnacizar dichos arcos y construir una escalera lateral para ascender a una puerta en el cuerpo de la torre por la cual se entraría al piso del ~01-0~~.

La torre campanario constituye una de las tipologías arquitectónicas más im- portantes del barroco navarro; numerosas localidades erigieron en este perío- do una nueva torre o modificaron la anterior, convirtiéndose en un claro re- ferente de su pujanza económica y de la religiosidad de sus habitantes. Aun- que ya en el último tercio del siglo XVII se construyeron torres tan importan- tes como las de Tudela o Villafranca, su verdadero auge se produce en las dé- cadas centrales del siglo XVIII. Dependiendo de la zona geográfica en la que se localizan, pueden establecerse tres variedades tipológicas: torres de la Zona Media, emparentadas con obras del mismo tipo de la Rioja Alta y Rioja Ala- vesa, ya que los maestros que trabajan en ellas son con frecuencia los mismos; torres del Valle Medio del Ebro, relacionadas con ejemplares aragoneses y riojanos, incorporando en ocasiones una decoración geométrica común; y to- rres levantadas en los valles septentrionales de la comunidad, emparentadas tanto por su emplazamiento como por su configuración arquitectónica con soluciones empleadas en Guipúzcoa y Vizcaya.

The be11 tower is one of the most important architectonic typologies in the Baroque Navarrese: in this period many localities built a new tower or modi- fied the previous one, becoming a clear reference of their financia1 strenght and the re~i~iousnessof their iñhabitants. Although in the last third of the 17th century towers as important as the ones from Tudela or Villafranca we- re built, their true development takes place in the middle decades of the 18th century. Depending on the geographical zone were they are placed, we can establish three typological varieties: towers from de Middle Zone, related to works of the same kind from the Rioja Alta and Rioja Alavesa, as the archi- tects working in them are frequently the same; towers from the middle va- lley of the River Ebro, reationed with examples from Aragon and Rioja, in- corporating sometimes a common geometrical decoration; and towers raised in the northern valleys of the region, related, because of their emplacement as well as of their architectonic configuration, to solutions employed in Gui- puzcoa and Biscay.

95 Ibídem."Y advirtiendo que la torre está dispuesta en su asiento con dos arcos, por donde se ha de introducir la gente por otra puerta a dha yglesia, soi de sentir que quitando los dos arcos de dha torre, se macicen, y por dha puerta se introduzcan al cuerpo de la to- rre, formando en él una escalera de ladrillos y yeso con su cimiento de mampostería, por la que se entrará al piso del coro por la puerta que está demostrada a nibel de dho coro".

arga hi vicisitudes de de Navarra

l. LAS CASAS l>i:L, <:ONSL;,IO a pamplonesa plaza del Consejo albergó a los ministros del Consejo Real Lprácticamente sin solución de continuidad a lo largo de los siglos, al me- nos desde 14832,salvo raras excepciones, como el último año del siglo xw y primeros meses del xv11 debido a la peste que asolaba el reino; en el siglo MII los tribunales se vieron obligados a trasladarse a Corella en 1795 debido a la guerra de la Convención3. En 1525 se obligó a los jueces del Tribunal a residir en Pamplona, y ejercer sus funciones en una sala de la Casa de la Ciudad que se estaba edifi- cando, aunque parece que todo el proceso se demoró un poco, ya que data de 28 de mayo de 1535 una cédula real enviada por el emperador a Diego Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete y virrey de Navarra, para que

* Doctora en Historia l Analizado en MARTÍNEZARCE, Ma D., El Consejo Real de Navarra en el siglo WII. Tesis doctoral defendida en el Departamento de Historia Moderna de la Facultad de Filo- sofía y Letras de la Universidad de Navarra en 1994, de próxima publicación. Brevemente se trató este tema en MARTÍNEZARCE, Ma D., Pamplona en el corazón. Recuerdos de algunos personajes ilustres de los siglos XKZ, XKII Y XKIII Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 1996. Colección Breve de Temas Pamploneses, no 33. 2 AGN, Guerra, legajo 1, carpeta 14. MART~NEZARCE, Ma D. "Entre la ciencia, la fe y la superstición. Epidemias de peste en Navarra durante la época Moderna", en Cuadernos de Etnologh y Etnograya de Navarra, no 70 (julio-diciembre, 1997), pp. 243-254. MA~ÚADOLORES MARTÍNEZARCE nombrasse sitio y lugar en esta ciudad para casa de Chancillería donde se tubiesse agora y a perpetuo las Audiencias Reales de Corte y Consejo, ya que sea dexado de hazer a causa que los vezinos de la dicha ciudad no están conformes en el lu- gar y sitio donde sea de edzficar. Finalmente se eligió como sede definitiva la casa del alcalde Daoiz4. El edificio del Consejo constaba de tres plantas. La planta baja estaba acondicionada para albergar todo le referente a criados y elementos de trans- porte (carruajes, animales). La primera planta comprendía las dependencias del Consejo: Sala Primera y Sala Segunda, donde se llevaban a cabo las acti- vidades judiciales; además de la Sala de Audiencias y la Capilla. Mientras que en la planta superior el espacio se repartía entre la Real Corte Mayor, y la vivienda del presidente del Consejo, cuya denominación en la época era habitación del Regente. Adosado al edificio del Consejo estaban las Cárceles Reales. No obstante, hubo algún intento de cambiar su emplazamiento. En 1555 por una real provisión del virrey duque de Alburquerque se trasladaron los Tribunales Reales (Consejo, Corte Mayor y Cámara de Comptos) a Tafa- lla durante unas semanas5.Los albores del siglo XVII encontraron a los Tribu- nales reales fuera de Pamplona debido a la epidemia de peste, que desde 1599 se extendió por el reino pirenaico. En 1675 hubo oficios del virrey Prín- cipe de Parma para trasladar los Tribunales al Palacio virreinal, medida que se suspendió por la oposición del Ayuntamiento y los barrios de San Cernin, San Lorenzo y San Nicolás de Pamplona6, posiblemente para evitar un exce- sivo peso del "alter ego" del rey en las decisiones de los jueces. El texto de la carta enviada por Parma a la muy noble y leal ciudad de Pamplona era el si- guiente:

...Haviendo considerado por maior seruicio de S.M. y bien de todo este reino que combenía a la causa pública traer los Conssexos a este Real Palacio y dado principio a la fábrica de las salas, se me a hecho la representación del memorial adjunto que acompaiía los papeles que cita por parte de las parroquias y barrios de San Cer- nin, San Lorenzo y San Nicolás, y sin embargo de que tengo enten- dido se a faltado a algunas circunstancias de la formalidad y estilo de las Juntas, y que los instrumentos que por copia exiben no son fehacientes por no venir legalizados, siendo esta materia del conoci- miento de VS. y quien yndiferentemente deve mirar por las causas de sus vecinos, me a parecido remitírselo para que con su vista me diga lo que se le ofrece, esperando que en su celo de VS. prevalezca el bien común al ynterés particular, como lo acostumbra su grande atención, mientras es el único motivo que me a movido a esto y no puede haver otro fin en mis deseos del maior acierto. Pamplona, 4 de marzo de 16757.

AMP, Obras municipales. Chancillería o Audiencias, legajo único, 1535-1675. AGN, Tribunales reales, Archivo Secreto, título 7, fajo 1, no 1l. AMP, Obras municipales. Chancillería o Audiencias, legajo único, 1535-1675; AGN, Fueros, privilegios..., legajo 4, carpeta 1. AMP, Obras municipales. Chancillería o Audiencias, legajo único, 1535-1675. UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEn REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA

El regimiento pamplonés contestó por escrito 22 días después, y el vi- rrey emitió una segunda misiva sobre el tema:

...he visto lo que V.S. me representa en su papel de 26 de marzo tocante al informe que pedí con la remisión del memorial y papeles que las parroquias de San Cernin, San Nicolás y San Lorenzo con sus burgos dieron motivando las causas que no devía tener effecto la mudanza de los Tribunales del puesto donde están a este Real Pa- lacio y respecto de que por el fin que VS. tiene de que con toda yndiferencia y desinterés se miren sus operaciones en negocio que es de tan suma ymportancia, lo a considerado y conferido V.S. con sus abogados y examinádose los papeles, sentencias y demás zédulas que ay en su archivo tocante a esto, con cuio parezer le es ynescusa- ble a VS. el volverme los papeles y sentencias fehacientes conforme a los originales para decirme (como haze) que deve asistir a la re- presentación hecha por las referidas tres parroquias ynsistiendo en lo mismo conforme juzga de su obligación para que en las senten- cias no se haga novedad; y, mientras, de todo e dado quenta a S.M. para esperar sus reales hórdenes, me a parecido decir a VS. que en caso que se conforme con su sentir en quanto a que no se haga no- vedad estimaré que me proponga los medios que la suma prudencia de V.S. puede discurrir para acudir al reparo de los ynconvenientes que siente y experimenta la causa pública en la buena administra- ción de la justicia, pues con esto se logre de qualquier suerte que sea havré satisfecho el zelo que me asiste por el maior servicio de S.M. en el bien de sus vasallos, que deviendo ser ygual en VS. co- mo caveza de todo el reyno satisfará también a la obligación que le corre por una y otra circunstancia en que S.M. deverá la mayor parte a VS. Pamplona, 6 de abril de 1675*.

11. OBRAS EN LOS bX1Il;IC:IOS I)fi:L, t:ONSEJO Evidentemente, durante los siglos distintos jueces fueron sucediéndose en los cargos de regente, oidor y miembros subalternos de los Tribunales, pe- ro también los edificios sufrieron cambios y renovaciones motivados por las necesidades de espacio y por los efectos del paso del tiempo9. Una de las más imperiosas necesidades fue la de acondicionar un lugar idóneo donde guardar los documentos de las instituciones judiciales nava- rras. Ya en la visita realizada 1613 a los Tribunales reales para juzgar su actua- ción, el cargo 46 del visitador denunciaba que a fiscal y patrimonial les co- rrespondía pedir que se pusieran en el archivo de la Cámara de Comptos los procesos $nidos tocantes al patrimonio real, y cuando lo advierten se prove- yera y mandasen poner con otroslo.

AMP, Obras municipales. Chancillería o Audiencias, legajo único, 1535-1675. Ver especialmente AGN, Actas de Diputación, libros 4, 5 y 6. 'O ~T~NEZARCE, Ma D. "Ultimos juicios de Visita a los Tribunales Reales de Na- varra: 1613 y 1678", en Príncipe de Viana, no 209 (septiembre-diciembre, 1996) pp. 561- 602. MARÍA DOLORES MART~NEZARCE

Parece que el problema de espacio era importante, y las obras para acondicionar un lugar adecuado se fueron alargando durante toda la segun- da mitad del siglo MI, aprovechando en algún momento para reparar otras dependencias. La legislación de las Cortes se ocupó del tema en 1645. En su Cuaderno de Leyes encontramos la disposición 22, que recogía el problema de encon- trar un lugar para acoger los registros de escribanos y los procesos judiciales, por esta disposición -de carácter temporal- se concedían diferentes expedien- tes para las obras de los archivos por un tiempo de 8 aiíos, cuyos importes pasarían al vínculo del reino según ciertas condiciones. Su texto es enorme- mente elocuente:

En los archivos establecidos para la conservación de los pleitos finidos en los Tribunales Reales deste reino, de que depende el ho- nor y hacienda de nuestros naturales, se han reconocido, y recono- cen tan grandes daiíos por la mucha humedad del sitio, en que se fabricaron que nos consta estar perdidos muchos de los procesos que hai en ellos. Y aunque nuestra atención há muchos años que reconociendo ésto há deseado conseguir su remedio, la tenuidad de nuestro vínculo há imposibilitado la execución de nuestro afecto, pues los mayores que atiende nuestro desvelo es la conveniencia del bien público de que nos há parecido ser la mayor el dar forma co- mo se pongan en lugar más conveniente a su conservación; y el que se ha juzgado más idóneo es las Salas de Corte, donde estarán libres de los daiíos experimentados. Y para que el Tribunal de la dicha Corte pueda tenerlas con la decencia debida, se podrán disponer en el sitio que ocupan los dichos Archivos, de suerte que se consiga con la autoridad la conveniencia que se dexa conocer en estar los Tribunales de Corte y Consejo inmediatos, y contiguos para la me- jor disposición del concurso y junta de los jueces de ambos tribu- nales en la más breve expedición de los negocios. Y con el deseo de que en ellos se logre el mayor alivio y más .breve despacho de los li- tigante~,teniendo la assistencia de sus advogados y ministros conti- gua a los mismos tribunales para las lecturas, escritos y recobrar los processos de demás despachos, hemos acordado se hagan los estu- dios que cupieren en la capacidad del sitio de las casas de los dichos tribunales, para que assistiendo en ellos tengan más pronto y fácil despacho.

Para conseguir el monto preciso propusieron siete condiciones que esta- blecían, por ocho anos improrrogables a partir de la publicación de la ley, que se pagase un real por cada sentencia definitiva favorable, y real y medio de las declaraciones e incidentes, obteniéndose de los litigantes que fueren condenados a pagar las costas; y si no hubiere condena se cargaría a ambas partes. La cobranza de este expediente correría por cuenta de los secretarios de Consejo, escribanos de Corte y de Cámara de Comptos, cada uno por turno semanal, quienes lo entregarían al Depositario del Vínculo, aiíadiendo una relación jurada de las sentencias y declaraciones de aquella semana. Ha- cer la obra, concertarla y pagarla, quedaba a disposición y orden de la Diputa- UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSETO REAL DE NAVRRRA EN PAMPLONA ción, quien daría las libranzas precisas y llevaría anualmente cuenta de los gastos. Para comenzar la dicha obra era preciso dar alguna cantidad conside- rable a los maestros de ella que se sacaría tomándola a censo sobre el Vínculo1l. La Diputación se hizo cargo de todo, pero pronto se supo que muchos secretarios del Consejo y escribanos de Corte no acudían puntualmente con el dinero para la obra de los archivos, y acordaron que el barón de Beorlegui informara de ello al regente para que se procediera con normalidadlZ. El ba- rón dijo que había hablado con el regente sobre si eran excesivos los dere- chos de las obras, y sefialó que procuraría por cuantos medios pudiera que se pagasen con puntualidad13. Dos afios después, en 1647 se acordó hacer rela- ción de las sentencias y declaraciones de Corte y Consejo para saber lo que correspondía para la fábrica de los archivos14. En 1649 las obras no habían concluido y los diputados decidieron que para guardar los procesos de Corte y Consejo, durante las obras, se alquilase la casa de Miguel de Itúrbide durante dos afios, y se hicieran estantes para ellos, todo por cuenta de la Diputación, comisionando a Pedro de Navarra para llevarlo a cabo15; se le libraron 1.500 reales en agosto16 y otros 500 en septiembre17; además de 153 reales al archivero por el traslado de todos los pro~esos'~. En 1650 la actividad fue frenética, implicando en las obras la residencia del presidente del Consejo. Por quanto a parezido conbinienzid el poner en arrendazión a remate de candela el deshazer y hazer la pared de cantería de los quartos nuebos de la Cassa del Regente, que cae a la calle Nueba, que estún para caerse con manzfzesto peligro, por lo qual cessa la fúbriCd de las nuebas salas de Corte; quedó acordado se ponga en candela la dicba obra el sávado primero, que se contad diez y nueve delpresente mes, a las tres de la tarde". Se hizo, se pre- gonó y salió Francisco de Arazuri, albaiíilZ0;dos días después se hizo el últi- mo remate para canterosz1,también se pagaron a Juan de Barrandegui, maes- tro cantero, 65 ducados, un tercio de los 195 de las obras de la pared de la casa del regente, conforme a las condiciones del rematez2,y al diputado del reino -Pedro de Navarra- 852 reales para pagar las obras del archivo de plei- tos, y 600 por el alquiler de 2 afios (300 reales por afio) de la casa donde es- tán los pleitosz3.En junio el cantero acabó la pared de cantería de las casas del Consejo -se nombró al albafiil Arazuri para reconocerlo-24y se le libraron 65 ducados al maestro cantero Juan de Barrandegui como pago final de los

11 Novísima Recopilación, libro 1, título 11, ley LXXXIV.

l2 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 108v (1-diciembre-1645). l3 AGN, Actas de Diputación, libro 30, fol. 109 (2-diciembre-1645). l4 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 163v (30-abril-1647). l5 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 261v (28-julio-1649). l6 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 262v (3-agosto-1649). l7 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 272v (27-septiembre-1649). AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 277 (21-octubre-1649). l9 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 301v (16-marzo-1650). AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 301v (19-marzo-1650). 21 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 302 (21-marzo-1650). 22 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 302v (24-marzo-1650). 23 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 315 (30-abril-1650). 24 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 330v (23-junio-1650). MARÍA DOLORES MARTÍNEZARCE

195 ducados en que se valoró la obra de cantería de la pared de las casas del Consejo y nuevas salas de Corte, por haber acabado la obra25.También las obras de los archivos iban a buen ritmo y se libraron sucesivamente al car- pintero Juan de Galarreta 200 ducados primero26,y 100 después; al tiempo que se recordaba al regente que del expediente de los reales y medios reales de las sentencias y declaraciones no se habían cobrado 500 ducados2'. Tam- bién se pagaron 200 ducados a los oficiales de la fábrica de los archivos a cuenta de lo que se les debía28. El tiempo pasaba y no se concluían las obras. En diciembre de 1651 se envió al licenciado Azpilicueta para ajustar con Juan de Galarreta la fábrica de las nuevas salas de Corte, la forma y cómo se habían de disponer los nue- vos estudios para los curiales, la cochera y pajera que debían hacer en la casa del Regentez9.Los últimos toques se dieron pocos meses después, porque sa- bemos que en abril, durante una sesión de las Cortes, en la sala de la precio- sa se trató de la forma y puesto en que a de ser la puerta principal de las nuebas salas de Corte; y habiendo hecho vista ocular los sen'ores de la Diputación, se acordó que la puerta se aga en el puesto que dora está y que se le ponga su cangel porparecer más combiniente el que se aga en estaformdO.Con esa misma fecha se libraron 150 ducados al carpintero Galarreta, por cuenta de la obra de las nuevas salas de Corte, y poco después 200 ducados31, aunque no se concluirí- an definitivamente hasta unos anos más tarde. En el cuaderno de leyes de 1652-54, la ley 46 decidió la prorroga, por un plazo de 10 afios, de la ley 22 de 1645, porque sólo se habían recaudado 7.197 reales, cuando la suma de gastos ya se elevaba a 2.775 ducados. Se pi- dieron 10 afios más y se establecían dos condiciones: laque pagase medio re- al quien obtuviere el mandamiento posesorio; 2" que se tomase razón, y pa- gasen todas las sentencias, aunque fueran dadas en las casas de oidores del Consejo y alcaldes de Corte. E1 decreto sólo afiadió que la persona que reco- giera los autos, declaraciones y sentencias, fuera en el Consejo uno de sus se- cretarios, y en la Corte uno de los escribanos, a elección del reino o su Dipu- ta~ión~~. En 1656 se emitió una provisión acordada por virrey y Consejo sobre el dinero que se recogía de las sentencias y declaraciones que se pronunciaban, para que se cumpliera lo dispuesto por las leyes y se ajustaran las cuentas33; fue reiterada en autos posteriores del Consejo3*.También se emitió un auto

25 AGN, Actas de Diputación, libro 3", fol. 344v (12-agosto-1650). 26 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 336v (1 1-julio-1650). 27 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 350~-351. 28 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 367v (5-mayo-1651). 29 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 405 (4-diciembre-1651). 30 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 422-422v (23-abril-1652). 31 AGN, Actas de Diputación, libro 3O, fol. 432 (12-julio-1652). 32 AGN, Actas Cortes, tomo 111,fol. 136, 200v, 206, 281; Novísima Recopilación, Li- bro 1, título, 11, ley m. 33 AGN, Tribunales Reales, subsección tercera, libros de gobierno y administración, autos acordados, libro 41, fol. 41 y fol. 125v; libro 42, fol. 87v (15-diciembre-1656). 34 AGN, Tribunales Reales, subsección tercera, libros de gobierno y administración, autos acordados, libro 41, fol. 180v, libro 42, fol. 128 (20-mayo-1661);y libro 41, fol. 241v, libro 42, fol. 172 (7-septiembre-1668). UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEJO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA acordado del Consejo para que se recogieran todos los procesos que estaban en poder de los abogados, relatores, procuradores y otras personas y se pusie- ran en el La reunión del reino de 1662 presentó una nueva petición sobre el tema y se decidió prorrogar la ley 46 de las anteriores Cortes, sobre el expediente para la fábrica de los archivos por 10 años más, pero con carácter temporal, hasta las próximas Cortes36. Aún en 1669 el Consejo emitió dos autos acordados; uno para que los secretarios de él, escribanos de Corte y secretarios de Cámara de Comptos, acudieran al depositario del Vínculo del reino con los importes del derecho de la obra de los y otro mandando que los secretarios asentasen en un libro o cuaderno que para ello se pondría en el Consejo -semanal o men- sualmente- las sentencias y declaraciones para poder controlar el cobro de los derechos de la fábrica de los archivos38. Conservamos copias simples de algunos nombramientos de cobradores del expediente de los archivos de los tribunales hechos por el Consejo:

- 22 de agosto de 1672, Lucas Virto, ujier del Consejo, acudió a Juan de Iturria, depositario general, para darle el dinero de las fá- bricas y no lo había recibido. Pidió que se depositase en la persona que vuestro Consejo fuere servido. El Consejo nombró depositario del. dinero a Felipe de Errazu. - 7 de marzo de 1673, muerte de Miguel de Balanza y se nom- bró a Jerónimo de . Miguel de Gayarre, procurador de la diputación, pidió que Virto y Errazu entregasen a Aranguren las cantidades cobradas para las fábricas. El Consejo así lo mandó el 20 de febrero de 1673. El 7 de marzo se le notificó a Errazu. - 13 de abril de 1673, Jerónimo de Aranguren, secretario de la Diputación, informó que había muerto Lucas Virto y no existía quien se ocupase de la cobranza del expediente de la fábrica. Supli- có el nombramiento de otro y pide justicia Miguel de Gayarre. El decreto del Consejo nombró a Pedro Sarratte, ujier del Consejo, con la condición de que diese 6 ducados al año al ujier Martín Se- rrano, y todos los meses presentase en el Conseja las cartas de pago de haber entregado los derechos de la fábrica al dep~sitario~~.

Un auto acordado del Consejo daba instrucciones para la mejor conta- bilidad del expediente aplicado a la fábrica de los archivos de los Tribunales Reales. Alegaba que en la paga de estos derechos hubo mucha omisión y se es-

35 AGN, Tribunales Reales, subsección tercera, libros de gobierno y administración, autos acordados, libro 41, fol. 163; libro 42, fol. i 16v (19-agosto-1659). 36 Ley 49 de 1662. 37 AGN, Tribunales Reales, subsección tercera, libros de gobierno y administración, autos acordados, libro 41, fol. 26%; libro 42, fol. 187v (8-agosto-1669). 38 AGN, Casa de Galera, cárceles, archivos, salas de los Tribunales y habitación del regente, legajo 1, carpeta 13 (12 de febrero de 1669). 39 AGN, Casa de Galera, cárceles, archivos, salas de los Tribunales y habitación del regente, legajo 1, carpeta 14. MARÍA DOLORES MARTÍNEZARCE tá entendiendo se deven cantidades considerables. Se nombró a Sebastián Mon- ter0 de Espinosa, del Consejo, con comisión para que disponga el que se ajus- te lo que se a cobmdo y devido cobrar para la dicha fd'brica de ias dichas senten- cias y declaraciones (...) y lo entregue al depositario. Lo que fbere cobrado se entregaría cada cuatro meses al Secretario Marcos de Echauri, para tomar ra- zón de las sentencias y declaraciones que se pronunciaren. Montero de Espinosa decidió nombrar a Pedro de Arrastia, procurador de las audiencias reales y vecino de Pamplona, para que reciba y cobre todo lo que importaren las senten- cias y declaraciones que se pronunciaren en los dichos tribunales, con un salario de 24 ducados por afio40. Esta decisión dio lugar, en las Cortes de 1677-78, a la petición de reparo de agravio que se decretó a gusto del reino4'. Además, en esta reunión del reino se legisló que el expediente de la fábrica de los archivos se pudiese arrendar, ya que era del Vínculo del reino42. Afios después hubo problemas entre el Tribunal y el reino por el pago de todas las obras realizadas. En 1688 el Consejo, en el pleito entre el fiscal y la Diputación del reino, sentenció que ésta pagase 620 reales por los reparos hechos en el archivo. En la sentencia de vista dictada el 12 de junio de 1688 el Consejo declaró que correspondía a la Diputación sufragar los costos. Pos- teriormente en la sentencia de revista de 9 de octubre de 1688 se reiteró la misma decisión43. En las Cortes de 1691-92, se decidió pedir por reparo de agravio haber obligado a la Diputación a pagar las obras de reparación de la casa del regen- te, cuando por la ley sucesivamente prorrogada -como hemos visto- se esta- bleció un expediente sobre las penas pecuniarias para pagar las obras del ar- chivo, y por el que la Diputación sólo debía correr con los gastos de los ar- chivos. El decreto concedió las demandas del reino y anuló la sentencia dada por el Trib~nal~~. Después de todas estas obras de acondicionamiento, a lo largo del siglo XVIII las reparaciones fueron mínimas. La ley Paccionada de 1841 abolió el Consejo Real y sus atribuciones se repartieron entre la Audiencia y la Dipu- tación; pero el edificio duró unos anos más, y fue demolido por orden del Ayuntamiento pamplonés el 4 de octubre de 1909.

En demasiadas ocasiones se habla del Consejo, de la Capilla, Salas Pri- mera y Segunda del Consejo, Sala de Audiencias, sin conocer exactamente

40 AGN, Tribunales Reales, subsección tercera, libros de gobierno y administración, autos acordados, libro 41, fol. 308, libro 42, fol. 21 1; AGN, Casa de Galera, cárceles, archi- vos, salas de los Tribunales y habitación del regente, legajo 1, carpeta 15 (28-marzo-1676). 41 Ley 20, AGN, Actas Cortes, tomo IV, fol. 86, 403; Novísima Recopilación, libro 1, título 11, ley LXXVI. 42 Ley 90; AGN, Actas Cortes, tomo iv, fol. 253, 256v, 294v, 298, 299, 301v, 305v, 306, 307, 309v, 313,325,326v, 327,328, 343v, 344, 373. 43 AGN, Casa de Galera, cárceles, archivos, salas de los Tribunales y habitación del regente, legajo 1, carpeta 18. 44 Ley 9, AGN, Actas Cortes, tomo V, fol. 75v, 86v, 106; Novísima Recopilación, li- bro I título 11, ley LXXXWI. UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEJO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA dónde estaban, o qué contenían. No obstante, se ha conservado una fuente documental fundamental para subsanar estas lagunas, son los inventarios de efectos. De fi~lalesdel siglo conservamos el inventario de efectos de la capi- lla, que varía un poco con las relaciones del MI; por ejemplo, aparecen un retablo de la Adoración de los Tres Reyes Magos, dos Crucifijos -luego sólo se hablará de uno pnde deplata-, un cajón grande para los ornatos, que no se vuelven a citar; pero, es de suponer que con el tiempo desaparecieron unos enseres y se fueron aiíadiendo otros nuevos (casullas, corporales, amitos.. .) . Engloba tres relaciones: dos de las Salas de Corte, elaboradas por el ujier Juan de Idiazábal el 31 de mayo de 1582 y el 10 de enero de 1584, res- pectivamente; además del inventario de la Capilla y salas del Consejo realiza- do por el ujier Juan de , fechado el 20 de diciembre de 1583 y firmado por el Regente Dr. Amézqueta, y consejeros presentes Licenciados Ollacariz- queta, Liédena, , Ibero y Corral. Con un aiíadido posterior en forma de declaración jurada que lleva fecha de 3 de enero de 1594. El segundo de estos inventarios es de la segunda mitad del siglo MI, y, a diferencia del anterior, son relaciones más generales y elaboradas en varios momentos distintos. El de Lucas Virto, ujier del Consejo, lleva fecha de iO de octubre de 1659. El fechado el 4 de diciembre de 1673, del ujier Martín Serrano. Y, por último, la relación presentada por Graciosa de Arce, hija del ujier Miguel de Arce, entregado a Pedro de Azpilicueta, ujier del Real Con- sejo, que no está datado45. Sobre las Salas del Consejo, las relaciones de efectos son muy similares en ambos, con el mobiliario imprescindible: mesas y bancos para relatores y secretario, el lugar donde se colocaban el regente y los consejeros, escribanías, y g~adamacíes~~;aunque en el segundo inventario no aparece el dosel de ter- ciopelo carmesi y damasco colorado con su escudo de amasy dos columnas de hi- lo de oro con letras que dicen 'Plus U&': El cambio más interesante de uno a otro es el relacionado con los libros citados. Juan de Betelu sefiala cuatro libros devotos, ocho libros grandes y pe- queños en la mesa de los señores del Consejo y seis libros grandes y pequeños que son el "Código" e 'Ynstitutamytres libros de 'Digestis) y otro que está rubricado

45 Esta relación fue elaborada para entregarla al nuevo ujier, sucesor de Miguel de Ar- ce, Pedro de Azpilicueta, que a su muerte fue sustituido por Lucas Virto, y, éste, a su vez, lo fue por Martín Serrano; por lo que la relación de Graciosa de Arce es anterior a las otras dos. 46 Según el Diccionario Corominas: Vocablo originario del Arabe, generalmente era aplicado para signtJ?car esta chse de obras en cuero. MADURELLMARIMON, José María, El an- tiguo arte del Guadamecty sus artt;fices, Vich, Colomer Munmany, S.A., Fábrica de curtidos, 1973, analiza este arte y destaca la importancia que la confección de pieles curtidas, doradas y grabadas, cobró en los siglos XVI y XWI. Los guadamecíes tuvieron muchas aplicaciones que van desde manufacturas de calzado, sillas de montar, cojines, estuches para guardar di- ferentes objetos, así como en el religado de libros. Tanto es así que BRUGALLA,Emilio, "La encuadernación suntuaria, arte tradicional espafiol", introducción al libro de PASSOLA,José María, Artesanta de la piel. Encuadernaciones en Vicb, siglos XZ-XI/,Vich, 1968, sefiala su in- fluencia en las encuadernaciones medievales. Pero una de sus utilidades más frecuente~,y a lo que se refieren los inventarios, era como cortinas y tapicerías para palacios e iglesias, frontales de altar, retablos y otras piezas similares. MA& DOLORES MARTÍNEZARCE

'Ymperatoris Iustinianii Sacratissimi Principis Autenticorum Liber', mientras que en el inventario de Juan de Idiazábal aparece un "Memorial de los Li- bros" y con los Códices de Legislación navarra: Fueros -El Fuero Viejo de la Corte y El Fuero Reducido- las Ordenanzas del Reino de Navarra, leyes de Cortes del Reino de Navarra desde 1558 hasta 1580, la Recopilación de leyes del Reino de Navarra de Pasquier y Un Derecho Civil en cinco cuerpos, todos ellos ya en un cajón con cerraja. Los tres que conservamos del siglo MI (de Graciosa de Arce, Lucas Vir- to y Martín Serrano), son muy semejantes, siguen prácticamente el mismo orden en la redacción, y no diferencian entre los objetos de la Capilla y Salas del Consejo. No obstante, el más pormenorizado es el de Martín Serrano, que relata de modo exhaustivo los ornamentos litúrgicos -pafiitos, manteles, amitos, cíngulos- más que en las otras dos relaciones. Muy similar a éste es el de Graciosa de Arce, aunque vemos que en esta relación faltan algunos objetos destacados del inventario de Serrano, como una efigie de un Santo Cristo de bulto en el Altar, un lavabo nuevo con su puerta, o un alba nueva con seis pun- tas, posiblemente objetos que se fueron incorporando con el tiempo. El in- ventario realizado por Lucas Virto es el más breve, limitándose a algunas pertenencias de la Capilla del Consejo, aunque faltan cosas notables, como un cuadro grande de la Madre de Dios y el Nin'o Dormido y San Juan, que sí fi- gura en las otras dos relaciones. En la declaración jurada que se hizo 10 anos después, en 1594, observa- remos que las nuevas adquisiciones que aquí se detallan aparecen en los in- ventario~del m~,salvo el reloj. La mayor parte del mobiliario es similar en los inventarios del xv~y m~,aunque da la impresión de que aumentó la dotación de la Capilla y se mantuvo la de las Salas del Consejo, con ligeros cambios en el número y co- lor de algunos objetos. Con relación al siglo XVIII, hay algunos cambios significativos. La Capi- lla estaba presidida por un cuadro de San Juan Bautista, había bolsas de da- masco para guardar los corporales, el altar tenía un frontal de damasco soste- nido por un marco dorado, contaba con velos de tafetán para cubrir el Cáliz, y se separaba de la Sala Primera con una cortina de sangalem. En las Salas del Consejo se incorporaron bancos forrados de lana roja para los miembros del Tribunal, tapete de damasco para la mesa de los relatores, y un marco dorado donde se guardaba el almanaque. Además en la Sala de Audiencias, según aparece en los inventarios del siglo XVIII~~,había una mesa de encerado negro, con caídas de damasco de seda, donde se firmaban los acuerdos; en esta sala figura una estantería -superado ya el cajón con cerradura del MI- donde se guardaban dos tomos de la Novísima Recopilación y otros 18 libros de leyes. Un dato anecdótico interesante es el de los relojes. En las relaciones del ujier Juan de Betelu y de Juan de Idiazábal aparece dos relojes de arena entre las pertenencias de las Salas del Consejo; de ellos se dice en la declaración ju-

47 AGN, Archivo Secreto, Título 7, fajo 3, no 62 (1787), 83 (1792); fajo 4, no 10 (1795), 26 (1798). UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEJO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA rada de 1594 que uno se había desbaratado. En los inventarios del MI no se cita ninguno, aunque sabemos que en el siglo MII sí había, al menos uno, en las Salas del Consejo, sin embargo ya no debía de ser de arena, y uno de los ujieres tenía como misión cuidarlo y manejarlo. IV ANEXO Inventarios de efectos del consejo

1. Inventarios de fines del siglo XVI~~

Capilla - Primeramente un retablo de la Adoración de los tres Reyes Magos. - Un Crucifijo con su cortina de guadamaci con franjas coloradas. - Tres guadamacis que hay puestos dentro de dicha capilla. - Un Crucifijo de plata. - Un Cáliz con su patena de plata. - Un par de vinajeras de plata con su platillo de plata. - Dos candelabros altos de tornillo de plata para el servicio de la dicha Capi- lla. - Tres manteles de altar de tela. - Un pafio de brocado viejo bordado. - Dos frontales, el uno de raso blanco con una Cruz colorada, y el otro de terciopelo negro con una Cruz de hilo de oro en medio; y dos casullas de lo mismo con sus estolas y manípulos. - Un alba con su amito y cinta. - Dos misales, el uno nuevo y el otro viejo, y un cendalviejo para el porta pax. - Tres paííos estrechos de tela para las manos. - Una campanilla de brosno. - Dos bancos pequefios. - Un cajón grande donde se ponen los ornatos y otras cosas de la dicha Ca- pilla. - Una escobilla. - Dos bocagis largos colorados para cubrir la capilla. - Una alfombra vieja que se suele poner al pie del altar.

Casa y Salas del Consejo - Primeramente en la Sala de la Audiencia un dosel de brocado y terciopelo carmesí con sus armas en medio. - Cuatro guadamacis nuevos. - El principal asiento de los seiíores del Consejo, están cubiertos de cueros colorados y los dos escalones bajos.

48 En el documento aparece como Inventario de los efectos existentes en .la Capilla y Sa- las del Consejo, fechado el 20 de diciembre de 1583, por el ujier Juan de Betelu. Regente Dr. Arnézqueta, consejeros presentes Ldos. Ollacarizqueta, Liédena, Subiza, Ibero y Corral. El de las Salas de Corte, de 31 de mayo de 1582 y 10 de enero de 1584, ujier Juan de Idiazábal. AGN, Archivo Secreto, Título 7, fajo 1, no 24. MARÍA DOLORES MARTÍNEZARCE

- Una mesa y su banco donde se sientan los secretarios. - Un banco donde se sientan los ujieres. - Una escalera larga. - En la Sala Primera del acuerdo, un dosel de terciopelo carmesí y damasco colorado con su escudo de armas y dos columnas de hilo de oro con letras que dicen Plus Ultra. - Cinco paiíos de raz de figuras grandes que están puestos en las paredes. - Una sobremesa de damasco colorado y con fajas de terciopelo con su cu- bierta de cuero que está sobre la mesa para los seiíores del Consejo, y en ella ocho libros grandes y pequeiíos. - Cinco alfombras viejas y nuevas. - Un cajón grande que sirve de mesa para los relatores con su banco y sobre- mesa de paiío verde. - Seis libros grandes y pequeiíos que son el Código e Instituta, y tres libros de Digestis, y otro que está rubricado Imperatoris Iustinianii Sacratissimi Prin- cipis Autenticorum Liber. - Una caja. - Un banquillo pequeiío para los acuerdos con su sobremesa verde. - Una campanilla de plata. - Dos escribanías, la una para los señores del Consejo, y la otrá para los rela- tores. - Dos candelabros de plata y otro de peltre. - En el hogar, hazfuego de hierro y dos morillos, y unas tenazas y una paleta de hierro vieja. - Un banco grande de nogal nuevo. - Un reloj de arena. - En la Segunda Sala del Acuerdo están un dosel de terciopelo azul oscuro con sus fajas de terciopelo verde. - Están colgados tres paiíos de raz de la historia de Lot, y tres paiíos de figu- ras, y un guadama~ilviejo. - Una mesa para los seiíores del Consejo con su sobremesa de paiío verde con fajas de terciopelo verde. - Una campanilla de plata. - Un reloj de arena. - Cuatro alfombras. - Doce almohadillas de terciopelo negro. - Una mesa para los relatores con su sobremesa vieja de paiío verde. - Dos escaiíos y dos bancos. - En la chimenea, un trasfuego viejo y dos morillos y una tenaza. - En el aposento de la carbonera, una caja grande, y en ella seis guadamagis nuevos. - Dos guaddmaqis viejos que, con el que está colgado en la Sala Segunda, son tres. - Cuatro libros devotos. - En el dicho aposento hay cuatro bancos de respaldo. - Cuatro esteras viejas. - La escalera del púlpito y el púlpito están en el archivo de Corte por man- dado del Seiíor Regente, según dicho ujier Betelu. UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEIO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA

Salas de Corte49 - Primeramente, en la Sala de la Audiencia un dosel de terciopelo verde con sus cenefas de terciopelo colorado. - Otro dosel en la Sala de Consulta, de terciopelo negro con sus cenefas de terciopelo colorado. - Dos campanillas de plata. - Dos candeleros sencillos de plata, y un par de tijeras para despabilar. - Un candeleros de ayofdr. - Una sobremesa de damasco verde. - Tres sobremesas de paiío verde. - Otra sobremesa de paiío verde para la mesa de la Sala de la Audiencia. - Otras tres alfombras y las dos más raídas. - Quitapan'os que al presente están en la Sala de la Audiencia. - Tres paiíos que están en la Sala de la Consulta. - Otros dos paiíos que están en la Segunda Sala de la Consulta; todos los nueve paiíos arriba dichos son viejos raídos. - Cuatro piezas de guadamayiles para la Sala de la Consulta. - Otros dos guadamayiles de abara de arriba dichos. - Una arca de roble para los relatores. - Otra arca vieja de pino en la Segunda Sala para las cosas de la Corte. - Dos bufetes de nogal en la Sala de la Consulta. - Un brasero de hierro. - En la Segunda Sala de la Consulta, dos mesas, una es de pino. - Una mesa larga de pino con su banco también de pino en la sala de la Au- diencia. - Dos bancos de respaldo de nogal, digo, que son cuatro. - Dos bancos de pino algo largos en las dos Salas de Consulta para los rela- tores. - Cuatro banquillos de pino. - Un par de morillos de hierro con un escudo de hierro en la chimenea, y una pala de hierro. - Tres tinteros con sus cajones. - Dos relojes de arena. - Una salvadera. - Dos esteras viejas para la Sala de la Consulta. - Unos barquinos. - MEMORIAL DE LOS LIBROS - El Fuero Viejo de la Corte. - El Fuero Reducido. - Un libro de Ordenanzas del Reino de Navarra. - Otro libro de leyes de Cortes del Reino de Navarra del aiío 1558 hasta el aiío 1580. - Otro libro de Pasquier, en Recopilación de leyes del Reino de Navarra. - Un Derecho Civil en cinco cuerpos. - Un cajón con su cerraja para los libros.

*' Fechado el 3 1 de mayo de 1582 y.10 de enero de 1584, elaborado por el ujier Juan de Idiazábal. MARÍA DOLORES MARTÍNEZARCE

- Los estrados de la Sala de la Audiencia y los de la Segunda Sala; los cueros colorados que están enclavados en los asientos de los estrados de los seiío- res.

Aiíade en declaración jurada de 3 de enero de 1594: - Se ha hecho un dosel nuevo de terciopelo carmesí con sus cenefas de tela de oro con su escudo en medio que está en la Sala de la Audiencia. - Los otros dos de este inventario están en las dos Salas de la Consulta. - Se han hecho también dos morillos de hierro para la segunda chimenea. - Unas tenazas de hierro. - Un a~ásfiegode hierro. - Un banquillo de pino con su paiío verde para decretar las peticiones de la visita de la cárcel. - Uno de los relojes de arena se había desbaratado, y dos esteras, de las que se le dio por descargo.

2. Inventarios del siglo XVII~O

Relación de Graciosa de Arce51 - Primeramente cuatro tinteros de plata, dos campanillas y dos salvaderas de lo mismo. - Cuatro bujías de plata. - Dos candeleros de pie alto, para la Capilla donde se dice Misa, de plata. - Tres vinajeras de plata con su platillo de los mismo, para la dicha Capilla. - Una pila de agua bendita de plata, con su dosel de lana azul, y una Cruz pequeiía con un Santo Cristo de plata y remate de lo mismo. - Dos pares de morillos de aqofdr con SUS hierros. - Unas tenazas con su pala de hierro, para las cocinas del Consejo. - Unos barquines pequeiíos viejos. - Un Cáliz con su patena de plata, para decir Misa en [el] Consejo. - Nueve paiíos de ras, para colgar [en] las dos Salas del Consejo; uno peque- iío. - Cinco alfombras; las cuatro para respaldo de los asientos de los señores jueces del Consejo, y la otra para delante de la mesa del Tribunal donde se sienta el seiíor regente. - Dos sobremesas; la una de damasco carmesí con sus franjas, y la otra, vieja, sobre la puerta de la carbonera, aforrada con bocari. - Una casulla blanca de damasco con su bocari azul, con su estola ;manípu- lo blanco con dos borlas. - Otra casulla de damasco morado con estola y manípulo. - Otra casulla verde con su manípulo y estola de lo mismo. - Otra casulla de damasco carmesí con su estola y manípulo de lo mismo, forrada en bocari.

50 Inventario de los efectos y alhajds de hs Salas y Capilla del Consejo. AGN, Archivo Se- creto, Título 7, fajo 1, no 91. 51 Hija del ujier Miguel de Arce; entregado a Pedro de Azpilicueta, ujier del Real Consejo. UNA LARGA HISTORIA: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEIO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA

- Dos albas con sus amitos, muy andados. - Un pafiico de manos para limpiarse el sacerdote las manos antes de decir Misa. - Una almohada de terciopelo verde pequeiía. - Una Cruz de plata grande que está en el altar. - Un brasero de cobre con su caja, para la Audiencia. - Doce almohadas de terciopelo negras, muy andadas. - En la segunda Sala, una sobremesa de carmesí con su franja y carpeta enci- ma. - En la Segunda Sala una sobremesa azul. - En la Sala Principal, una sobremesa azul con su franja azul, con su carpeta. - En la Sala de la Audiencia, una sobremesa verde de paiío. - Dos corporales. - Dos trasfuegos de hierro, para las dos cocinas del Consejo. - Un frontal de damasco carmesí. - Otro frontal de damasco aforrado en bocuri, con cenefa de terciopelo car- mesí. - Dos cajas; la una del Cáliz, y la otra de laca de plata. - Catorce cuadros de Sibilas. - Un cuadro grande de la Madre de Dios y el Niiío dormido y San Juan. - Una cartera de terciopelo verde. - Tres tafetanes para cubrir el Cáliz; blanco, colorado y morado. - Dos Misales. - Tres bancos rasos; los tres iguales, y los dos pequeííos.

Relación de Lucas Virt~~~ - Primeramente, cuatro tinteros de plata, dos salvaderas y dos campanillas de lo mismo. - cuatro bujías de plata. - Dos candeleros de plata de pie alto, para la Capilla donde se dice Misa. - Unas vinajeras de plata con su platillo de lo mismo, para la dicha Capilla. - Una pila de tener agua bendita de plata, con un dosel de lana azul, y una Cruz pequeíía con un Santo Cristo de plata y remates de lo mismo. - Un Cáliz con su patena de plata para decir Misa en la Capilla. - Una Cruz de plata grande que está en el altar donde se dice la Misa. - Una casulla blanca de damasco forrada de bocari azul, con su estola y ma- nípulo, y un cíngulo blanco con sus borlas. - Otra casulla de damasco morado con estola y manípulo. - Otra casulla verde con su estola y manípulo. - Otra casulla de damasco carmesí, forrada en bocari, con estola y manípulo de lo mismo. - Dos paños de damasco para limpiarse el sacerdote las manos, nuevos. - Dos corporales, más uno nuevo, y cuatro purificadores nuevos. - Tres tafetanes de colores blanco, colorado y morado para cubrir el Cáliz; más uno verde y otros dos, uno blanco y otro morado. - Dos Misales.

52 Ujier del Consejo, 10 de octubre de 1659. Sustituyó a Pedro de Azpilicueta. MARÍA DOLORES MARTÍNEZARCE

- Un frontal de damasco morado, forrado en bocari, con cenefa de terciope- lo carmesí. - Nueve pafios de raz para colgar [en] las Salas del Consejo, y uno pequeño. - Cinco alfombras; las cuatro para respaldo de los asientos de los señores jueces, y la otra para adelante la mesa donde se sienta el señor regente.

Relación de Martín Serrano53 - Primeramente cuatro tinteros de plata, dos salvaderas y dos campanillas de lo mismo. - Cuatro bujías de plata. - Dos candeleros de plata de pie alto, para la Capilla donde se dice Misa. - Unas vinajeras de plata con su platillo de lo mismo, para la dicha Capilla. - Una pila de plata para tener agua bendita, con un dosel de lana azul y una Cruz pequeiía con una efigie de un Santo Cristo de plata y remate de lo mismo. - Un Cáliz con su patena, para decir Misa en la Capilla. - Una Cruz de plata gande que está en el altar donde se dice la Misa. - Una caja de plata para tener Hostias. - Una casulla de damasco blanco forrado en brocado colorado, con su estola y manípulo, y un cíngulo blanco con sus borlas. - Otra casulla de damasco morado con estola y manípulo. - Otra casulla de damasco verde con estola y manípulo. - Otra casulla de damasco carmesí aforrada en bocari con estola y manípulo. - Dos pafios nuevos para lavarse el sacerdote. - Tres corporales; los unos nuevos, y los otros dos andados, y cuatro purifi- cadores nuevos. - Seis tafetanes de colores, blanco, colorado, morado y verde; los tres nuevos y los otros tres andados, para cubrir el Cáliz. - Dos misales. - Un frontal de damasco carmesí. - Otro frontal de damasco morado forrado en bocari, con cenefa de tercio- pelo carmesí. - Nueve pafios raz, para colgar en las salas del Consejo, y uno pequefio. - Cuatro alfombras para el respaldo de los asientos de los sefiores jueces del Consejo, las tres de ellas; y la otra, delante de la mesa donde se asienta el sefior regente. - Dos sobremesas, la una de damasco carmesí con sus franjas, y la otra vieja, que cubre la puerta de la carbonera forrada de bocari pardo. - Una almohada de terciopelo verde, pequefia. - Doce almohadas de terciopelo, buenas. - En la Segunda Sala, una sobremesa de damasco carmesí con su franja, y una carpeta encima. - En la misma Sala, una sobremesa de pafio azul. - En la Sala Principal, una sobremesa de pafio azul con su franja y una car- peta encima.

53 También ujier del Consejo, 4 de diciembre de 1673. Sustituto de Lucas Virto y Az- pilicueta en este cargo. UNA LARGA HISTOlU4: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEJO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA

- En la Sala de la Audiencia, una sobremesa de pafio verde. - Catorce cuadros de Sibilas. - Un cuadro grande de la Madre de Dios y el Nifio dormido y San Juan. - Una cartera de terciopelo verde. - Tres bancos de respaldo. - Cinco bancos bajos; los tres iguales, y los dos pequeíios. - Un brasero de cobre con su caja, para la Audiencia. - Dos pares de morillos de a~ofdr. - Unas tenazas con una pala de hierro para la cocina. - Dos trasfuegos de hierro que están en las dos chimeneas. - Dos cajas, la una para tener el Cáliz, y la otra, la Cruz de plata grande. - Tres albas, una nueva con puntas, la otra mediana también con puntas, y la otra muy andada; y cuatro amitos. - Dos manteles de ruan, andados. - Tres pafiitos para limpiar las manos en el altar. - Tres pafiitos para sobre la patena. - Cuatro cíngulos, dos nuevos y dos viejos. - Una efigie de un Santo Cristo de bulto en el altar. - Un alba nueva con seis puntas. - Un mantel de ruan, andado. - Un lavabo con su puerta. - Tres pafios para sobre la patena. - Dos amitos. - Un cíngulo.

3. Inventarios del siglo XVIII~*

- Equipo completo de casullas (roja, blanca, negra y morada) de damasco con galones de oro falso, todas ellas contaban con sus estolas y manípulos correspondientes. Las albas, los purificadores y los amitos eran de ruan. - Pafios para el lavabo. - Los corporales se guardaban en bolsas de damasco y los cíngulos eran de li- no. - El altar tenía un frontal de damasco, sostenido por un marco dorado, con una cara roja y otra blanca, que se cambiaba según el tiempo y la fiesta li- túrgica. - Dos candeleros de plata. - La Cruz, con Crucifijo también de plata. - Un cuadro de San Juan Bautista. - El cáliz se cubría con velos de tafetán del color del día. - Vinajeras, aguabenditera y ostiario de plata. En 1792 la aguabenditera se había convertido en un lavabo y de ella se había sacado la plata para hacer las sacras del altar. - Misal. - Dos cortinas de sangaletta en 1787, que cinco aiíos más tarde ya habían si- do sustituidas por una grande de color rojo.

54 AGN, Tribunales reales, Archivo Secreto, Título 7, fajos 3, 4 y 5. MARÍA DOLORES MARTÍNEZARCE

- Las Salas contaban con un solio nuevo, forrado de terciopelo rojo, con de- coración de escudos. - Mamparas. - Tapiz que servía como alfombra. - Bancos, forrados de lana roja y con respaldo. - Un tapete para la mesa de los relatores de damasco carmesí con forro de sunguletta y franjas de seda. - Un marco dorado donde se aguantaba el almanaque. - Desde 1798 cortinas de lienzo y cáfiamo. - Un solio. - Un tapiz a guisa de alfombra. - Bancos de esta sala que estaban forrados de algodón rizado. - Una mesa de encerado negro, y tenía caídas de damasco de seda. - Dos candelabros de plata, más pequefios que los de la capilla. - Estanterías, donde se guardaban dos tomos de la Novísima Recopilación y otros 18 libros de leyes, entre los que se encontraban las Ordenanzas del Consejo, el Fuero y el Código. - Un banco con ocho cajones para guardar las capas de los consejeros. - Una barandilla de madera y dos alfombras que se ponían en el convento de San Francisco cuando se tenían los sermones de Cuaresma. - Un brasero de nogal y utensilios de cobre con adornos de bronce. - Dos mantones de paiío negro que utilizaban los secretarios y escribanos cuando había ajusticiamientos. - Tres tapices que se empleaban como alfombras. - Un reloj -que debía ser de pared- que estaba a su cargo; el ujier debía cui- darlo y manejarlo.

El Consejo Realy Supremo de Navarra, como aparece citado en los documen- tos de la época, fue una institución peculiar dentro de compejo sistema poli- sinodial de los Austrias espaiioles; peculiaridad que continuó con los -teórica- mente- reformistas y centralizadores Borbones. Su mayor diferencia respecto al resto de los Consejos de la Monarquía Hispánica radicó en su ubicación, ya que fue el único que jamás residió en la Corte, cerca del Monarca; su con- tinua residencia en los confines del Reino navarro le confirió un importante grado de autonomía. Evidentemente, durante los siglos, distintos jueces fueron sucediéndose en los cargos de regente, oidor y miembros subalternos de los Tribunales, pero también los edificios sufrieron cambios y renovaciones motivados por las ne- cesidades de espacio y por los efectos del paso del tiempo.

The Royal Supreme Council of , as born witness to in period documents, represented a peculiar institution within the Spanish House of Austria's complex multi-councilled system: this peculiarity continuing throughout the reign of the -theoretically- reformist and centralizing Bourbons. In contrast to the rest of the Spanish Monarchy's Councils, the most important difference lay in its location, its being the only one never to take up residence in Court at the Monarch's side; its always being housed UNA LARGA HISTORL4: VICISITUDES DE LA SEDE DEL CONSEJO REAL DE NAVARRA EN PAMPLONA

within boundaries of the Kingdom of Navarre conferred upon it a great deal of autonomy. Over the centuries, as is obvious, a succession of judges took up the posts of Regente, Oidor and subordinate members of the Law Courts. The buildings used also undenvent changes and modifications, due to both the growing need for space and the effects caused by passing of time. La cofradía de a de Suso

as cofradías eran asociaciones corporativas que se fueron desarrollando a L1 o largo del siglo NI. Éstas estaban integradas por personas del mismo rango o actividad para su mutua protección y la defensa de sus intereses co- munes', pero no todas cumplían íntegramente con esta función. Muchas, como la que vamos a estudiar en el presente trabajo, tan sólo tenían un ca- rácter estrictamente espiritual. El origen de estas cofradías o hermandades, en la Edad Media, se debe englobar en el "instinto asociativo" que imbuía al hombre de esta época en su relación con sus congéneres. El carácter solidario de este tipo de organiza- ciones y principalmente en las comunidades rurales, como es en este caso2,se entrelazaba entre la parroquia, el concejo y la familia3. La marcada convivencia del hombre medieval, en primer lugar desde un punto de vista familiar y luego con sus vecinos, generaba unos derechos y obligaciones comunes que desembocaban en "lazos de solidaridad entre sus

Cfr. Gran Enciclopedia de Navarra (voz cofradía). El documento más antiguo que hemos encontrado está guardado en los fondos del Archivo Parroquia1 de Iráizoz cuya localización es: API, Libro Antiguo de ¿a Cofrddid de U¿- zama, lib. 028. El hallazgo de este interesante documento ha sido posible gracias a los traba- jos de ordenación e inventario que con la ayuda del Gobierno de Navarra se han venido re- alizando, a lo largo del año 1997, en los archivos parroquiales de Olagüe, Arizu, Etuláin-Le- azcue, Lizaso, Gorronz-Olano, Udoz, Guerendiáin-Cenoz, Iráizoz, Larráinzar, Auza, Elza- buru e Ilarregui-Juarbe. J. A. SESMAMUÑOZ, "Cofradías, gremios y solidaridades en la Europa Medieval", CoJrddías, gremios, solidaridades en ¿a Europa medieval,^^^ Semana de Estudios Medievales. (Estella 1992), Pamplona, 1993, p. 29. FERNANDO SERRANO LARRÁYOZ

miembros que estaban compilados en las propias normas consuetudinarias o escritas que regían la vida de esa comunidadn4. Desde un punto de vista cuantitativo, las cofradías de carácter rural pa- rece ser que eran mucho menos cuantiosas si las comparamos con las surgi- das en el interior de las ciudades o villas. Las causas son fáciles de deducir, principalmente influyó de manera considerable el aumento demográfico y el factor socio-económico5. Las epidemias, el hambre, las pestes del siglo XIV, según J. Carrasco, acrecentaron los sentimientos de solidaridad de décadas anteriores. Duran- te la Baja Edad Media el número de cofradías de devoción se mantuvo es- table, mientras que aumentaron el número de las asistenciales y las de ofi- cios6.

1. El, 1,If;tiO AN'I'IGUO DI: l,A COE'KA~>~Al>ll UL,%AMA Los primeros estatutos de la denominada Cofradía de Ulzama de Suso se guardan en un libro de tamaiío 190 x 140 mm. Consta de veintitrés folios, de los cuales los once primeros son de pergamino y los restantes de papel. Las ordenanzas originales se encuentran asentadas en los ocho primeros folios. En el noveno hay unas oraciones de difuntos y en los restantes, hasta el folio dieciocho, nos encontramos con diversas anotaciones del siglo XVIII. El resto está en blanco y el último se conserva muy deteriorado. El libro se encuentra encuadernado en piel y decorado con motivos mudéjares. Su estado de conservación es bueno aunque los efectos de la hu- medad se empiezan a dejar notar. Se ha comprobado que en la redacción de los estatutos participaron dos manos. Mientras la primera redactó las ordenanzas en su integridad, la se- gunda, de escritura más cursiva, lo que hizo fue numerar los capítulos7y rea- lizar una serie de puntualizaciones a la segunda ordenanza. No existe ninguna mención de cuando fueron redactados, pero la escri- tura, gótica libraria redonda, y el tipo de encuadernación nos permite fechar el manuscrito, en una primera aproximación, en torno a finales del siglo xv y principios del xw . También, hemos intentado acotar el texto en relación al sistema mone- tario que los miembros de la hermandad suelen utilizar en diferentes ocasio- nes. Las referencias a los florines de oro, sueldos, cornadas, dineros y blancas (vellón blanco) nos permite corroborar las fechas indicadas anteriormente.

J. 1. RUIZDE LA PERA SOLAR,"Las solidaridades vecinales en la corona de Castilla (siglos XII-xv), Cojkdías, gremios, solidaridades en ¿a Europa medieval,^^ Semana de Estu- dios Medievales. (Estella 1992), Parnplona, 1993, pp. 51-52. M. H. DA CRUZCOELHO, "As confrarias medievais portuguesas: espacos de solidari- dades na vida e na morte", Cofiadias, gremios, solidaridades en ¿a Europa Medieval, XIX Se- mana de Estudios Medievales. (Estella 1992), Pamplona, 1993, p. 15 1. J. CARRASCOPÉREZ, "Mundo corporativo, poder real y sociedad urbana en el reino de Navarra (siglos XIII-XV)",Cofiadias, gremios, solidaridades en la Europa Medieval, XIX Se- mana de Estudios Medievales. (Estella 1992), Pamplona, 1993, p. 238. Se puede ver como hay un error en la numeración de los capítulos. Así, se pasa del capítulo 14 al 18. LA COFRADÍA DEL VALLE DE ULZAMA DE SUS0

De todas formas, hay que puntualizar que este sistema monetario perduró a lo largo de bien entrado todo el siglo m8.

2. ¡,A CC)I;IIAI>~A131: UI,%AiMA S'IIC;ÚN 1,OS 1:S'IA'I'U'I'OS IZN'T~C;UOS Los miembros de la Cofradía de Ulzama de Suso, instituida en la iglesia de S. Martín de Iráizoz, tenían dispuesto que, por el bien de los cofrades vi- vos y por las almas de sus miembros fallecidos, tanto hombres como muje- res, se celebrasen una serie de misas, por valor de 3 florines, en los lugares de Iráizoz, Arráiz y Alcoz, aportando para cada parroquia un florín anual9. En palabras de J. M. Jimeno Jurío, nos encontramos ante "una asociación de so- corros mutuos, instituida fundamentalmente para ayudar a las ánimas de los socios difuntos y socorrer a los vivos enfermos o empobre~idos"'~. Contaban con un alcalde y un abad o prior, pero nada se menciona so- bre la duración de sus cargos ni el modo de su elección. Tampoco se especifi- ca de cuantos mayorales se componía dicha cofradía. Sólo se anota que este cargo tenía una duración temporal de dos afios, y que una vez finalizado, ca- da mayoral antiguo nombraba a tres hombres de los lugares de Iráizoz, Arráiz y Alcoz. Posteriormente, reunidos en capítulo, el alcalde, prior "y los otros electores" confirmaban en su función a los que consideraban más apro- piados para el puesto. Para cobrar el dinero de las multas que se impusieran a los miembros se creó el cargo de portero, que como requisito debía ser del lugar de donde era el alcalde. Sin embargo, habrá que esperar al afio 1768 para que con motivo de las reformas de las ordenanzas antiguas se anoten to- dos los cargos. Éstos eran: un alcalde, un prior, seis mayorales y un guarda- puertas o portero. No parece que este último tuviera mucho peso en el buen funcionamiento de la hermandad, y por considerarlo ineficaz se eliminó. No obstante, la necesidad de úna persona de toda confidnza" en quien depositar el dinero hizo necesaria la creación de otro puesto con una duración igual a la de los demás, es decir, dos afios. La elección de todos los cargos se realiza- ba 'j.iguiendo la norma que se a acosttumbrado de que nombre cada cargo a SU equibalentte sucesor'' l. Cuando algún miembro, en extremo grado de pobreza, caía enfermo y quedaba sin recursos, el abad, alcalde y los mayorales eran los encargados de pedir limosna para el afectado. En el momento que moría algún cofrade, los

C. JUSUÉSIMONENA y E. RAM~REZVAQUERO, La moneda en Navarra, col. Panora- ma n.O 9, 1987, pp. 56-64. La fundación de cofradías para ayudar a los gastos tanto de las honras funerarias co- mo por el alma de los difuntos se hizo común en la gran mayoría de las comunidades rura- les. Para J. Carrasco, los aspectos funerarios junto con la sociabilidad eran los más sobresa- lientes de las hermandades y cofradías, en "Mundo corporativo...", p. 249. En las labores de ordenación que se han realizado en los diversos pueblos citados anteriormente, hemos ha- llado documentación relativa a este tipo de cofradías en Larráinzar y Olagüe, pero cuyas menciones más antiguas se remontan al siglo Mii. 'O Un estudio de una cofradía similar lo podemos encontrar en, J. M. JIMENOJuRÍo, "Eunate y su cofradía. Ordenanzas antiguas", Principe de Viana, (57), 1997, pp. 99- 100. " API, Libro de Cuentas de La Cojkdía de Legos de Ulzdma, lib. 031, fol. 16 r. FERNANDO SERRANO LARRÁYOZ demás hermanos debían ir de vigilia a la puerta o casa del difunto y poste- riormente a misa y al entierro. Cada integrante debía aportar dos cornados para la compra de cera, de la cual se hacían cuatro cirios por difunto. Se estableció que el día de la fiesta de la cofradía se celebrara el primer domingo de septiembre, prolongando la celebración, también, al día si- guiente. El primer día todos los miembros debían oír misa y sermón en la iglesia de San Martín de Iráizoz. Una vez concluida la eucaristía cada "her- mano" iba en procesión portando velas o cirios hasta la casa de la cofradía. Allí, los que querían ingresar en la hermandad tenían que prometer el cum- plimiento de las ordenanzas. Posteriormente, en dicho lugar, se hacía una re- fección entre todos los miembros. Al día siguiente, también en la iglesia de Iráizoz, los cofrades se reunían para celebrar una misa de réquiem en honor de los hermanos difuntos. Al fi- nalizar se realizaba una procesión donde, primero los clérigos y posterior- mente los demás miembros én orden': iban con las candelas por la iglesia y el cementerio. Una vez finalizado el servicio religioso se volvían a reunir para comer donde el día anterior. El segundo día de fiesta, después de la comida, el abad tenía la obliga- ción de leer los estatutos. Cuando la lectura había terminado, tanto el alcal- de como los mayorales; que habían sido los encargados del aprovisionamien- to de los alimentos para las dos comidas, pedían el dinero que debía pagar cada uno, puesto que cada comensal pagaba su parte (dscot'j, a excepción de ciertos pobres, cuyo número podía llegar a ser hasta doce, y que eran in- vitados a comer durante estos dos dia~'~. Después de comer, el primer día, el abad pronunciaba un sermón para 'Yoa~a Dios y los sanctos': Una vez finalizado éste, se cantaba un responso en honor a la Santísima Trinidad. El segundo día, también después de la comi- da, se volvía a cantar un responso y se decían una serie de oraciones por los difuntos. Cuando terminaban los rezos, el abad, alcalde, mayorales y servi- dores se marchaban y comenzaban su comida aparte. La preocupación por el cumplimiento de la abstinencia de comer carne, que obligaba la Iglesia en días seiíalados, hizo que con posterioridad a la re- dacción de los estatutos se aiíadiera una anotación, indicando que, en caso de que la festividad del nacimiento de la Virgen María cayera en martes, la fiesta de la cofradía se debía realizar el último domingo de agosto, puesto que en la víspera del nacimiento de María se debía guardar el ayuno corres- pondiente, y por tanto, si se realizaban dos comidas, -una el domingo y otra el lunes-, éste no se podía cumplir. Las ordenanzas son poco explícitas sobre el tipo de alimentos que se tomaban en estas reuniones. Solamente sabemos que se adquiría vino y car- ne.

l2 Como hemos podido ver hasta ahora, la organización y el funcionamiento de esta "hermandad" no difiere en nada con las cofradías medievales que hoy en día conocemos. Según J. Carrasco, las comidas de cofrades precedidas de procesión con estandarte y ser- món, y las comidas de los pobres eran algunas de las manifestaciones más frecuentes, en "Mundo corporativo...", pp. 247-248. El trabajo más reciente sobre este tipo de cofradías y con el que mejor podemos comprobar las similitudes lo podemos encontrar en J. M. JIME- NO JUIÚO, "Eunate y su cofradía...", pp. 87-1 17. LA COFRAD~ADEL VALLE DE ULZAMA DE SUS0

No debían ser las comidas entre "hermanos" un remanso de paz y tran- quilidad, puesto que se castiga a quien iniciase '>contención o pelea" con 5 sueldos. Es de suponer, que el vino en exceso provocaría continuas borrache- ras que degenerarían en comunes peleas entre vecinos13. También se desprende, según se anota en los estatutos, que era muy ha- bitual el incumplimiento de los compromisos por parte de sus miembros. Las continuas referencias a sanciones por falta de asistencia a los diversos ofi- cios divinos y a las comidas anuales, la creación de un portero para cobrar estas penas y la obligación, con multa incluida de 100 sueldos, para que los mayorales recién elegidos cumplieran su función y no renunciaran al cargo, nos reafirma en esta opinión.

3. LA (~:Of;~~)í/-lDESDE EL SIGLO XVIII AL SI<;LO XX

No será hasta el primer decenio del siglo xv11 cuando volvamos a tener más información de esta hermandad. En diciembre de 1610 obtuvieron del pa- pa Paulo V la bula de jubileos y en febrero del afio siguiente los delegados de la Santa Cruzada les concedieron licencia para ganar las indulgencias14. El 25 de julio de 1721, debido a un mandamiento otorgado por Diego Benito y Soria, Visitador General del obispado de Parnplona, durante su vi- sita al valle de Ulzama, por el cual se mandaba extinguir 'kotodds las cofidías, reglas y estatutos" que no estaban confirmadas, se reunieron los cofrades, y dbiéndoles dado a entender ttodo su contenido de capítulo en capítulo en su len- gua bascongada" por Juan de Labayen y Aguirre, escribano, las aceptaron y ratificaron, solicitando su confirmación a la autoridad eclesiástica. Ésta fue concedida el 29 de julio del mismo afio por Bartolomé García Delgado, Go- bernador y Vicario General del obispado de Pamplona, con la excepción del capítulo 10, disponiendo que en caso de que fuese necesario alterar las orde- nanzas, no las realizasen ellos como antiguamente estaba establecido, sino que fueran presentadas a la jerarquía eclesiástica para que éstos decidieran lo más conveniente a seguir. A pesar de todos los esfuerzos no parece que las reglas se cumplieran con la regularidad deseada. En la visita del afio 1724 se ordenó que se asenta- ran en un libro tanto las cuentas como la forma de nombramientos de los diversos oficios de dicha cofradía. Tampoco se debió tener muy en cuenta este mandato, ya que en 1727 el visitador vuelve a quejarse de que no se ha- bían cumplido las órdenes anteriores. Las quejas de éste fueron en aumento y volvió a ordenar que las contribuciones anuales de los cofrades así como los gastos y multas se anotaron en un libro 'Zefolio" bajo pena de 'éxcomu- nión maior y de diez ducddos de multa': Desconocemos si fue el temor a una posible excomunión, pero la ame- naza tuvo su efecto, puesto que en el archivo parroquial de Iráizoz se conser- va el segundo libro de la cofradía que se inicia con la copia de los primitivos estatutos y la visita de Felipe Antonio de Lazcano y Calatayud en 174515.

l3 Los incidentes en este tipo de celebraciones debían estar a la orden del día. Cfr. J. CARRASCOPÉREZ, "Mundo corporativo...", p. 248. l4 API, caj. 003, n.O 28 y API, caj. 004, n.O 06. l5 API, Libro de Cuentas de La Cofiadía de Legos de Ulzdrna, lib. 03 1. FERNANDO SERRANO LARRÁYOZ

Con el paso del tiempo los antiguos estatutos fueron perdiendo su vi- gencia. Así, en septiembre de 1768 "los sen'ores capellanes, alcalde, prior y de- más cargos': con el consentimiento de los demás "hermanos", decidieron rea- lizar una serie de reformas en las ordenanzas. El primer punto atañe a la reducción de dos a uno los días de fiesta de la cofradía. Se consideró que bastaba con celebrar el lunes tanto la misa co- mo la comida anual. Se ordenó, también, que cuando muriese algún "her- mano" se dieran cinco pesos a Sus deudos e interesados" para ayuda de las funciones religiosas. Se anuló la obligación que todos los "hermanos" tenían de ir a los fune- rales de cualquier cofrade difunto, permitiendo que sólo asistiese un miem- bro de cada familia en representación de ésta. También se encargó que los mayorales de cada población cuidasen de la asistencia de los "hermanos" de sus lugares respectivos, y se impuso una multa de 18 maravedís a quien falta- ra sin la debida excusa. En caso de que los mayorales no cumplieran con su cometido se les multaba con el doble por cada "hermano" que faltase. Se revocó el mandato del capítulo octavo de las antiguas ordenanzas que obligaba a cada miembro a dar dos cornados para cera. Se estableció que aparte de los cinco pesos que debían entregar para el sufragio, se obligaban a proporcionar dos libras de cera que se acostumbraba de antaíío. En caso de que los funerales se hicieran fuera del valle, la cera debía quedar en la iglesia donde el difunto había entrado por cofrade, mientras que si se realizaba en el valle pero fuera de los lugares de la cofradía, ésta debería arder en la iglesia donde se estaba realizando el funeral. En este último caso, la que sobraba se debía entregar al lugar de donde era cofrade. El incumplimiento por parte de los miembros parece evidente. No de- bían acudir con la regularidad que las normas lo mandaban a las misas can- tadas que se celebraban por los difuntos a lo largo del año. Así que, se per- mite que a estas misas sólo vayan los residentes en el lugar y no los demás, multando a cada uno que faltase, sin motivo aparente, con 18 maravedís. Del mismo modo, las comidas que se realizaban en los días de la fiesta de la cofradía debían dar lugar a diversos excesos, como ya anteriormente hemos dejado entrever, por lo que se regularon las cantidades que debía recibir cada "hermano" durante la refección anual. Cada cofrade recibía una pinta y 18 onzas de carnero. Los cargos, debido a sus 'preocupaciones y necesidddes"recibí- an 2 cántaros y 2 libras de carnero. El alcalde 'por su ocupazión': la criada y la cocinera cobraban 6 reales, el prior por conseguir las especias, carbón y leña, 12. Los mayorales que se encargaban de transportar el vino, por cada carga percibían 8 reales fuertes y por cada cántaro que trajeran de más podían co- brar hasta un máximo de 16. Otros mayorales, encargados de cuidar el carne- ro, cobraban 8 reales. Éstos tenían la obligación de trinchar y repartir la carne. Por último, el que se encargaba del asador de la carne recibía un real. Todos los "hermanos" estaban obligados, asistieran o no, a pagar la comida, y se establecieron una serie de perjuicios para quienes faltaran injustificada- mente. Como última reforma, se obligó a cada persona que quisiera ser cofrade a pagar una cantidad propuesta por los capellanes, alcalde y prior, teniendo en cuenta la edad y circunstancias del que quería ser admitido. Estas últimas modificaciones fueron aprobadas en el aíío 1772. LA COFRADÍA DEL VALLE DE ULZAMA DE SUS0

En 1790 se acordó un auto por el cual hasta los 25 aiíos, de 'éntnitico': se debía pagar una peseta, desde los 25 a los 30 cumplidos un real por cada aiío de haber superado la edad de 25 aiíos, desde los 30 hasta los 35 una pe- seta por cada aiío, desde los 35 hasta los 40 tres reales por aiío, de los 40 a los 45 dos pesetas por aiío y en adelante 'áproporción'16. Estos mandatos no de- bieron ser puntualmente cumplidos porque en 1836, por medio de otro au- to, se asienta una normativa contra los morosos, que literalmente dice: lpor auto de este día, cinco de septiembre de mil ochocientos treinta y seis, que todo individuo que al cuarto afio de escote vencido no se presente con su contingente el día que se celebre esta cofidía, sea borrado y escluido de la lista.. . "17. En 1850 las tarifas debían haber quedado obsoletas y propusieron cam- biar las cuotas que los << hermanos" tenían que pagar1*.Cuarenta y seis aiíos más tarde volvieron a establecer nuevos acuerdos. Se redujo el límite de edad desde la primera comunión a los 20 anos para los miembros que quisieran pertenecer a la cofradía, teniendo que abonar una peseta de entrada más una peseta y veinticinco céntimos de cuota anual. En el caso de que hubiera al- guna persona que deseara ingresar, y superase los 20 años, debía pagar lo an- teriormente seiíalado más una peseta y veinticinco céntimos por cada aiío que hubiera pasado de esa edad. Se creó la función del 'kargoha6iente"en cada pueblo, con una duración de dos aiíos, siendo uno de ellos el '~eposita~o"económico.Éste daba cóm- puto de todas las cuentas a la Junta de Celebración de la Cofradía. Del mis- mo modo, se creó un ddministrador"encargado de poner a rédito el capital que la Junta dispu~iese'~. Si fallecía algún cofrade, dicha Junta se encargaba de pedir la cuota del fallecido a sus familiares, pero sólo cuando el difunto no la hubiera pagado. A partir de 1912 se cobró una peseta y veinticinco cintimos por cada aiío que el futuro miembro superase los 16 aiíos. Se estableció que para la refracción de los capellanes y demás cargos se gastasen 80 pesetas, se pagasen 60 al posadero y 20 al párroco de Iráizoz, y se convino que el celebrante de la misa del día de la fiesta de la cofradía recibie- ra 100 pesetas. En el aiío 1981 se acordó incrementar la cuota de cada miembro a 10 pesetas y la de fallecimiento a 1.000. Posteriormente, en 1996 se propuso au- mentar la aportación a 25 pesetas2'. En la actualidad, la pervivencia de dicha cofradía parece residir en la iner- cia de tiempos pasados. Se continúa realizando la misa anual, el día de la fiesta de la cofradía, y un refrigerio en el atrio de la iglesia. Los cargos se renuevan

l6 API, Libro de Cuentas de La CofidZa de Legos de Ulzama, lib. 031, fol. 27v. l7 Ibídem. API, Libro de Cuentas de la CoJTddía de Legos de Ulzama, lib. 031, fol. 68 r. l9 La Junta la componían los párrocos de Iráizoz, Arráiz y Alcoz, un administrador y tres "cargohabientes", uno de ellos llamado "depositario". Cfr. API, Libro de Cuentas de la CoJrddía de San Martín de Iráizoz o CoJrddía de Legos, lib. 032, fol. 24 r. Actualmente la for- man el párroco de Iráizoz y un representante de cada lugar. Uno de éstos posee el cargo de depositario económico. 20 API, Libro de Cuentas de la CoJTddia de San MartZn de Iráizoz o CoJLFddía de Legos, lib, 032, fol. 90 r. FERNANDO SERRANO LARRÁYOZ cada dos arios. A modo de curiosidad, debemos serialar que por primera vez a lo largo de toda la historia de la cofradía, la totalidad de miembros de la Junta elegidos el ario 1995 fueron sólo mujeres.

Estatutos de la Cofiadia de UZzama API, Libro Antipo de la Cofiadía de Ulzarna, n.O 028, fol. 1-8.

"Deus cbaritas est, et qui manet in cbaritate in Deo manet et Deus in eo, et maneamus et uivamus cum eo.

Aquí comiencan los statutos de la confradría de Ulcama de Suso. Capítulo 1. Primeramente han stablecido y ordenado salvando la fe y Señoría Real contra qual no sea ninguna cosa hecha. Et tienen por bien que por los confradres desta sancta con- Ifoi '. fradría se hagan dizir tres florines de missas cada anyo perpetuamente en las tres yglesias parrochiales de Yráycoz, Alcoz et Arráyz, en cada yglesia sendos florines por las almas de los confradres y confradresas desta sancta confradría finados, et por la salud de los vivos y por todos los bienfechores desta sancta confradría. Capítulo 2. Item, han stablescido y ordenado et tienen por bien que los confradres se congreguen en el primer domingo de septiembre a celebrar la confradría y ha receuir la ref- fectión charitativa. Siempre que la natividad de Nuestra Señora noJZlere en martes, por el aiu- no se dize esto. En tal caso será último domingo de agosto. 1'0' lv. Capítulo 3. Item, han stablecido y ordenado et tienen por bien que en el día de la di- cha confradría, que sean los dichos confradres e vengan et hayan ha venir a la yglesia del Se- ñor Sant Martín del lugar de Yráycoz todos honestamente, et que hayan a oir su missa so- lempnemente y sermón. Et de la dicha yglesia en fuera hayan de ir a la processión todos clé- rigos de la dicha confradría con su perpelicios et con sus candelas en la mano. Et los confra- dres et confradresas por orden, con sendas candelas de cera, alumbradas en la dicha proces- sión hayan de ir de la dicha yglesia de Sanct Martín, saillendo a la casa de la confradría. Et allá los que Ifoi confradres querran entrar; con la benditión de Dios entren hecha la obe- dientia primero y prometan de guardar las ordenancas y statutos de la dicha confradría. Et que dallí en fuera tornen et vengan a la dicha yglesia de Sanct Martín, et qui no será et fa- llescia a la dicha processión, missa et sermón si legíttima scusación no mostrava que pague 3 sueldos, et en el dicho día mesmo los confradres de la dicha confradría hayan a comer en una en la casa de la confradría. Capítulo 4. Item, han ordenado et tienen por bien que el otro día que If0'2v habrán co- mido en uno los dichos confradres, como dicho es2', digan et hayan a dezir honradamente missa alta de requiem en la yglesia y altar de señor Sanct Martín del lugar de Yráycoz por las almas de los confradres e confradressas defunctos et por todos los bienfechores de la confra- dría dicha, et que los confradres et confradresas hayan a yr dicha la missa et fagan proces- sión honradamente los clérigos con su perpellicios et los confradres et confradresas por or- den, et passen la processión con candelas por la yglesia et cimiterio de Sanct Martín. Et qui no fuere a la dicha missa et processión no oviendo legíttima excusatión que pague dotze di- neros Ifo' 3. sin ninguna merced. Et fecha la dicha processión et en dicho segundo día los confradres de la dicha confradría hayan a comer en una a la dicha casa de la confradría, assí como en el mesmo día cada uno [a] su expenssa como es costumbre antiga, et qui non fuere

21 dicho es repetido.

420 LA COFRAD~ADEL VALLE DE ULZ4MA DE SUS0 a los dichos comeres no oviendo legíttima excusación, seyendo en la valle de Ulcama que pague todo el scot, et si oviere legíttima excusatión que pague medio scot. Capítulo 5. Otrossí, han ordenado et tienen por bien que ninguno de la dicha confra- dría mientre comen ni en tiempo alguno mueva contención nin pelea ni rebuelta alguna, et si alguno moviesse contención o pelea alguna seyendo en mesa que 3v. pague cinquo suel- dos sin merced ninguna et haya de demandar perdón a todos los confradres y capitol. Capítulo 6. Otrosí, han ordenado et tienen por bien que en el domingo de la confra- dría y en el segundo día que los confradres comen, los mayorales hayan de dar de comer a dotze pobres o a los pobres que allá venran en aquellos dos días en remenbranca de los dot- ze apóstoles et reverencia de las cinco plagas de nuestro señor Jesuchristo y reverentia de los siete gozos- de'nuestra señora la Virgen- et de las siete obras de misericordia. Capítulo 7. Otrosí, han ordenado e tienen por bien que todo confradre et confradressa quando será fina- do vayan et ayan de ir a la vigilia a la puerta o casa del defuncto o de- functa que será, et qui no fuere a la vigilia et a la missa et al enterrorio non ouiendo legítti- ma excusatión que pague dies soeldos sin merced ninguna. Capítulo 8. Otrossí, han ordenado et tienen por bien que quando algún confradre o confradressa será finado hayan a dar e pagar cada dos cornados para cera cada confradre, et de aquella cera fagan quoatro cirios por cada defunto y queden los dichos cirios en la yglesia a donde el confradre defunto sea sepultado, et quien primero pagará meior será. Capítulo 9. Otrossí, ordenan y tienen por bien 1'0' 4v que en el día del capitol que esley- rán mayorales nuevos, que cada maioral vieio esleya cada tres hombres de cada lugar, et aquellos que el alcayde y prior y los otros electores ternan por bien que sean esleydos et ha- yan ha servir en los dos años que ellos son tenidos y serban, et si no querrán ser et servir, aquel que no quisiere ser obediente que pague de pena 100 sueldos. Et pagada la dicta pena o no pagada haya de ser et servir en el dicto año con sus conpanyeros. Capítulo 10. Assí bien, estas ordenancas porque a todos sea notorio et todo será me- nester según los tiempos et el mundo como será, el abbat de la confradría, los confradres et capi- tol pueden con conseio de los más sabios de la confradría probeer. Capítulo 11. Otrossí, han ordenado et tienen por bien que para executar las penas con- tenidas en estas ordenancas, sea un portero o executor elegido por el alcalde, maiorales y ca- pitol, y será el dicho executor daquel lugar que el alcalde será. Et si oviere alguno que no quisiere obedecer pagar o dar prenda por las penas contenidos quando el portero fuere a pe- dir que quite de gaies, a la parte que no obedecerá 10 blancas y esto si durare en su pertina- cia o inobediencia de ocho en ocho días sea executado pechado de cada 10 blancas. Pagada la dicha pena o no Ifo'5v pagada sean compelidos los rebelles a tener y observar las orde- nancas y statutos de la confradría, y las dichas penas serán para la obra o fábrica de la dicha confradría. Capítulo 12. Otrossí, han ordenado et tienen por bien que si a dalgún confradre o confradressa pobre impotent le venía alguna enfermedat et no oviesse de que soccorrer en su enfermedat, que haya de requerir al abbad, alcayde et mayorales que por tiempo serán, et ellos vista aquella su pobreza que lo hayan de soccorrer según a ellos bien visto será et reque- rir a los confradres de fazer almosna a su confradre. Capítulo 13. Otrossí, han ordenado et tienen por bien que en esta 1"' "icha confra- dría non sea recevido por confradre ni por confradressa ningún hombre ni muger enemista- do, peleados, excomulgado, ni de mala conversatión, ni de adulterio, ni de mala fama. Et esto sea a conocimiento del prior et maiorales por la obediencia que fecho han. Capítulo 14. Otrossí, han ordenado et tienen por bien que si algún confradre se ovies- se uno con otro que no se fablassen unos a otros por palabras que fuesse contecido entre ellos, que assí como el abbat, alcayde y maiorales et capitol les manden que fagan buena paz en presentia de capitol, et aquel que IFo'6v tienen por bien que en el segundo día al fin de co- mer el abbat les lea y declare a los confradres cada año los statutos y ordenancas que en la confradría tienen. Capítulo 18 (15). Otrossí, leídas y declaradas las constituciones, el abbat faga silentio, et como el alcayde con los mayorales habrán avisado de la provisión et gastos, el alcayde fará su pronunciatión general de lo que cada uno pagará, et por los maiorales presentamente sea cogido. Capítulo 19 (16). Et esto fecho, el abbat por guardar el uso y buena costumbre faga FERNANDO SERRANO LARRÁYOZ una collatión por ma- Ifo'' nera de sermón a loar a Dios y [sus] sanctos, et porque reverentia son los dichos confradres plegados; esto en el día de la confradría. Capítulo 20 (17). Item, fecha la collatión sea cantado bien honestamente un responso de la Sancta Trinidat. Es a saber: Benedicat nos Deus. El qual punctado con verso et con ora- ción propia de la Sancta Trinidat será scrito aquí de iusso en este libro; esto en el día de la confradría. Capítulo 21(18). Item, después de comer al segundo día sea cantado por los defunctos un responso con oraciones scritas de iusso. Ifo' Capítulo 22 (19). Et esto fecho, el abbat haya a render gratias, las quales dichas iranse et darán lugar porque el alcalde, maiorales et servidores puedan comer su refectión. Capítulo 23 (20). Item, han ordenado [et] tienen por bien que si algún servidor llama- dos maiorales que tiene cargo de traher vino, comprar carne o desque trahídas las provisio- nes en la dicha confradría uviere alguno que haya hecho pagar o contat más de lo que se le ha costado tanbién uviese furtado en la dicha confradía pague de pena un florín de oro y pi- da perdón a todos los confradres en la confradría." Ifols.

1768, septiembre, 18. Iráizoz

Nuevas constituciones de la Cofiadía de UZmma API, Libro de Cuentas de la CoJTddia de Legos de Ulzarna, n.O 031, fol. 14v-19v.

"En el lugar de Yráizoz y casa llamada de la Cofradía que se compone de éstte, el de Alcoz, Arráiz, Orquín y Lozen, a diez y ocho de septiembre de mil settecientos sesentta y ocho, hallándose juntos los señores capellanes, alcalde, prior y demás cargos de que se com- ponen, dixeron que el día de oy por presencia y testtimonio de Vizente Larumbe, escribano real, an otorgado autto de resoluzión enttre aquellos, y de consentimiento y conformidad de los demás hermanos de que se compone dicha cofradía, el reformar éstta tan solamente a un día respectto de que antteriormente se celebrava en dos por algunos incombenienttes que se an esperimentado, haviendo levantado para el buen govierno y punttual obserbancia nuebas consttittuciones con adittamiento a las antteriores, que se allan al principio de estte libro a las quales se remitte el referido autto, el qual y dichas consttittuciones quedan en insttru- mento aparte, y para que conste y se puedan comfirmar en donde corresponda se pone por traslado al pie de estte encabezamiento. la. Primeramente, se pone por nueba consttittuzión que las dos funciones de la yglesia y las dos comidas que se an acosttumbrado hacer en cada afio los primeros domingo y lunes de septiembre se reduzan sólo a lo del día lunes, omittiendo absoluttamente todo lo del día domingo a causa If0''** de que sube mucho el gastto con las dos comidas, y deseando no mi- nore de lo espiritual, anttes su aumento, en recompensa de la misa cantada del domingo se ordena que quando muriere algún cofrade se dé precisamente a sus deudos e interesados pa- ra aiuda de las funciones cinco pessos de los efecttos que según escotte de hermanos sobrara, a más de las dos libras de zera acostumbrada y sufrajios de asisttencias y rezos, pues assí se considera grande alivio para las almas y espezialmente para los pobres. 2. Iten, en orden al capítulo siette de las consttittuciones anttiguas, que dice que cada cofrade asistta al enttierro de cada cofrade difunto, no sea observado bien y se considera im- practticable por su mucho gravamen, se ordena para de oy en adelante que de cada familia uno tenga obligazión de asisttir, y al que sin lexítima escusa falttare se le pone en diez y ocho maravedís en favor de la cofradía, y que de estta asisttencia tengan cuidado los maiora- les de cada lugar de sus respectivos lugares, y que si esttos fueren omisos en cuidar, paguen ellos doble pena por cada uno que falttare. 3. Iten, en attención al capíttulo ocho de las constittuziones anttiguas que dice que quando muera algún cofrade se escotte a dos cornados por cada uno para contribuir con quattro cirios, no sea prectticado así sino que escottando de una vez a una con todo lo de- más de gasttos se aiude con dos libras de cera, que se suponen en el primer capíttulo de estta reforma, y la misma norma se desea en adelante, pero se abiertte que si al cofrade difunto Ifo1l5 se le hicieren sus funerarias fuera de este valle de Ulzama, que la dicha cera deve que- LA COFRADIÁ DEL VALLE DE ULZAMA DE SUS0 dar y sea para la yglesia del lugar donde enttró por cofrade, y si dichas funciones se celebra- sen denttro de estte referido valle aunque sea fuera de los lugares de la cofradía, en tal caso, durante dichas funerarias deverá arder la cera en la yglesia que assí se le hiciesen las tales funciones, y la que sobra se enttregue a la del lugar de donde se consttittuyó por cofrade, y lo mismo se enttienda la asisttencia personal reciprocamente al enttierro y misa cantada que adelante se dirá. 4. Iten, en observancia del capítulo primero de las consttittuciones anttiguas se an cele- brado en cada año sesentta y seis misas por doze ducados de limosna que a estte fin se les a dado a los tres capellanes, y éstos ad libitum las decían enttre año a ecepción (sic) de que quando moría algún cofrade algún día que a discreción señalavan los capellanes, cantava la misa el cura del respectivo lugar, asisttiendo los otros curas a su celebrazión y los demás co- frades a oirla, pero porque en estto abía mucha omisión y se considera imcumplible, se or- dena para de oy en adelante que a la misa canttada asisttan los cofrades de aquel lugar don- de ocurriere y los capellanes a canttarla, pero que los de los otros lugares sólo tengan obliga- zión de oir la misa de su respectivo lugar, que será el mismo día u otro que el cura a su dis- creción señalare, y que al que fuere omiso y no tubiere lexítima escusa se le pene en diez y ocho maravedís de que también deven cuidar los maiorales respecttivos, y se entienda que cada cofrade deve IL5'asisttir y no de cada familia uno. Y cuando el cofrade se entterare fue- ra de los tres lugares,- la misa cantada será en el lugar de donde estubo por tal. 5. Iten, que han esttablecido en estta cofradía nuebe cargos asta aquí, que son: alcal- de, prior, seis maiorales y un guoarda puertas, pero se ordena para de oy en adelante quitar el último por considerar inútil, y siguiendo la norma que se a acosttumbrado de que nom- bre cada cargo a su equibalentte sucesor, se acuerda ahora de conformidad que aya un nue- bo cargo, una persona de toda confianza en quien se depositte el dinero que ocurriere ha- ver, y es necesario aia para acudir a los piadosos sufragios que ban espresados, y que a éstte les ayan de nombrar los señores capellanes, alcalde y prior para los dos años como los de- más cargos, y que qualquiera cofrade que así fuere nombrado sea obligado a llevar dicho cargo. 6. Iten, por evittar toda ignorancia y sospecha de desconfianza de que se pudieran ori- ginar algunos disturbios, se tiene por combiniente señalar la prevenzión que se deverá hacer de oy en adelante para mientras no se tomare otro acuerdo, y también lo que se les deve dar a los cargos o los que se ocuparen en esttas disposiciones. Pues, se ordena que a cada cofrade se le dé una pinta de vino y diez y ocho onzas de carnero, lo que deverán disttribuir con to- da fidelidad, y por las muchas ocupaciones que los cargos tienen en esttas disposiciones se les conzede dos cánttaros de vino y 1"' 'doslibras de carnero. Y que el alcalde por su ocu- pazión, criada y cozinera tenga cada año seis reales, el prior por la espezería, carbón y leña doze reales, los maiorales vinatteros por porttes de una carga de bino ocho reales fuerttes y por cada cánttaro que demás se traxere un real de porttes hastta que llegue a diez y seis rea- les, pero no se dé más aunque traigan dos cargas, lo que apenas suceder. Los maiorales que cuidan del carnero ocho reales, siendo de su cuenta el trinchar y reparttir. El que que andu- biere el asador un real, y si más quisieren cargar no se les tome en quenta, y si se esperi- menttare algún fraude se prozeda según lo dispuestto en el capítulo veintte y tres de las consttittuciones anttiguas y porque no todos asistten a dicha comida y suele haver altterca- dos sobre distribuir a ésttos. Se adbiertte para en adelante que asisttan o no assisttan, pa- guen todos igualmente, y a los que no asistten con lexítima escusa se les dé lo mismo que si asisttieren, pero de los que no asisttieren y no tubieren lexítima escusa no se les dé vino la mitad y la otra mitad se le abone a la cofradía, y la causa conozcan los señores capellanes, al- calde y prior sin asisttencia de otra persona. 7. Iten, se ordena igualmente que de oy en adelante el que quisiere ser cofrade aya de pagar por entrático /&"16. lo que dispusieren los señores capellanes, alcalde y prior, sin inter- benzión de ningún otro cofrade, trattando enttre ésttos la edad, gajes y circusttancias del enttrático, y no pagando lo que así dispusieren no sea admittido, y la misma faculttad ten- gan los sobredichos capellanes, alcalde y prior assí para sefialar el escotte que cada hermano cofrade a de pagar cada año y otras qualesquiera disposiciones que ocurran en lo subcesivo por considerar que ésttos obrarán con madurez mirando el esttado del fondo de dicha cofra- día y que de estta suertte se hevittarán todos los mottivos que pudiera haver de trattarse con los demás de dichos hermanos cofrades en punto a cuesttiones. FERNANDO SERRANO LARRÁYOZ

[Auto de resoluzión de la cofradía] En el lugar de Yráizoz y denttro de la casa llamada de la Cofradía de Legos de los lugares de Arráiz, Orquín, Alcoz, barrio de Lozen y estte de Yráizoz, a diez y ocho de septiembre de mil settecientos sesenta y ocho, por testimonio de mí, el escribano real, y testigos que abaxo serán nombrados, se junttaron y congregaron los capellanes, cargos y demás hermanos de que se compone dicha cofradía para el efecto de que se ará espressión en el presentte autto, y según hicieron relación de las tres parttes las dos y más, y renunciando por sí los ausenttes y benideros la capción de ratto ptto ett yu- dicttum solbendo que doy fee yo, el dicho escribano, averlos certtifi- 1'0'. l7 cado de la disposi- ción que nombradamente son don Martín Esttevan de Zenoz, don Francico Anttonio de Lanz y don Pedro Fermín de Yráizoz, presvíteros abades de las parroquiales de dichos luga- res y como tales capellanes de la cittada cofradía, Pedro de Yráizoz, alcalde, Joseph de Ba- rreneche, prior, Miguel Lorenzo de Erviti, Juan de Yráizoz, Juan Esttevan de Zenoz, Joseph de Guelbenzu, Esttevan de Yzurdiaga, Juan de Ylarregui y Juan Martín de Ygoa todos los cargo avienttes de que se compone dicha cofradía que por escusar proligidad no se nombran los demás hermanos, pero algunos de ellos consttarán de sus firmas al pie de estte autto. Y esttando assí juntos nemine discrepante propusieron que con el motivo de que astta el últti- mo año de sesentta y siette se celebrava dicha cofradía en dos disttinttos días junttandose y tomando en comunidad una colazión o comida, y considerando los crecidos gasttos que se acían, aunque de propios efecttos y otros incombenientes que se esperimenttavan se quiso reformar dicho año últtimo para el acttual reducirlo tan solamente a un día por algunos de dichos cofrades, a lo que se opusieron otros sobre lo que a avido diferentes recursos 1'0' 17. en el Tribunal Eclesiástico de estte obispado, que por sus decrettos probeidos en esta razón sea servido mandar que el presente año se agan las funciones correspondienttes de yglesia, y echo que se juntten y congreguen todos los hermanos y lo que la maior partte detterminare se execute pidiéndose la comfirmazión y presenttando el Libro de Consttittuciones de dicha hermandad en el referido tribunal con lo demás, que conttendrán los pedimenttos dados por unos y por otros en él y sus decrettos a los quales para maior justtificazión se remitten los consttittuientes, y para darse esactto cumplimiento a lo así mandado y saverse quienes y quanttos son los que desean se aga dicha reforma y los que se oponen a ella se trattó en di- cha juntta acer espressión de personas para obrar con claridad, y esttando así trattando por considerar los incombenienttes que se an esperimenttado de azerse en dos días dichas comi- das, ya por el esceso del gastto y ya porque no concurrían los hermanos cofrades con la punttualidad devida a dichas funciones, y reconociendo que es mucho mexor el que se cele- bre anualmente la cittada cofradía en un solo día, de un acuerdo y muttuo consenttimiento de todos los hermanos detterminan el reducirlo assí Ifo1l8 observando y teniendo efectto las nuebas consttittuciones que por adittamento a las antteriores que se allan en dicho Libro de Cofradía las an formado y esttán anottado en el que se pida comfirmazión de ellas, dando por estte medio por inútiles, nulos y ningunos los cittados decrettos probeídos y dados en esta razón, y con que los opuesttos conttribuían con la mittad de gasttos originados a los que deseavan dicha reforma. Por lo que mediante estta comformidad dixeren los referidos capellanes, alcalde y prior, cargos y demás hermanos que se obligan en toda forma de dere- cho a tener en todos tiempos por firme y esttable estte autto de resoluzión y lo dimidiado en él y a obserbar entteramente lo que conttienen las cittadas consttittuciones antteriores y las formadas para dicha redución por adittamento a aquellas con que se pida dicha comfir- mazión, y para el efecto piden y suplican al Ilustrísimo Señor obispo de estte obispado, su procurador y vicario general u oficial principal o señor visittador que fuere desttinado a est- te partido se sirvan y dignen de confirmar dichas nuebas consttittuciones y lo resueltto en estte autto, y en caso de pidir dicha comfirmazión en el tribunal y para acer la presenttazión y practticar las lfo' diligencias conduzentes, así judiciales como estrajudiciales, dan otor- gan y confieren todo su poder cumplido a Miguel Moreno, procurador de dicho Tribunal Eclessiásttico, con la faculttad de susttittuir si fuere necesario, y para que sean compelidos a la obserbancia de estte autto y a lo conttenido en dichas consttittuciones en justticia, pro- rrogan jurisdición cumplida a los juezes y justticias de su Real Magestad que de ello puedan y devan conozer en forma de rejudicatta a cuia jurisdición se sometten y renuncian su pro- pio fuero, juez, jurisdición y domicilio y la ley si combenerit de yuris divine omnium yudicum y así lo otorgaron siendo tesstigos Martín de Yráizoz maior y menor residenttes en estte lu- gar, y firmaron los siguientes que sólo dixeron savían, y en fee de ello yo, el escribano, don Martín Esttevan de Zenoz, don Francisco Anttonio de Lanz, don Pedro Fermín de Yráizoz, LA COFRADIÁ DEL VALLE DE ULZRMA DE SUS0

Esttevan de Beruette, Martín Gurbindo, Joseph de Barreneche, Juan de Ziganda, Juan de Larráinzar, Martín de Ziganda, Pedro Juan de Barbería, Juan de Yráizoz, Miguel Lorenzo de Ervitti, Juan de Zenoz, Martín de Yráizoz. Ante mí, Vizente Larumbe, escribano. Léanse los enmendados: no se les o señor. E yo el dicho escribano doi fee que este traslado concuer- da bien y fielmente con las constituziones y autto original que en my poder If0'19. y rexistros quedan, en cuia zertificazión signo y firmo como acostumbro. En testimonio (signo) de verdad Vizente Larumbe, escribano, (rúbrica)".

3.

1896, agosto, 31. Iráizoz

Adiciones a las constituciones de la Cofradía de San Martín de Iráizoz o Cofradía de Legos API, Libro de Cuentas de la CofFddía de San Martin de Ird'izoz o CoJTadía de Legos, n.O 032, fol. 23r-24r.

"En el lugar de Iráizoz a treinta y uno de agosto de mil ochocientos noventa y seis, reunidos todos los individuos que componen la Junta de la Cofradía establecida en el indi- cado lugar, que en la actualidad son don Bernardino Guerendiáin, párroco de Iráizoz, don Francisco Lazcoz, párroco de Arráiz, don Justo Albizu, párroco de Alcoz, don Tomás Lasa- ga, vecino de Iráizoz, don José Lucas Baraibar de Arráiz, don Benancio Berasáin de Alcoz y don Francisco Saralegui de Arráiz, en conformidad absoluta de los concejos de los tres pue- blos arriba indicados de los que se compone dicha cofradía, para el mejor régimen y benefi- cio de la misma han acordado lo siguiente: lo. Admitir en dicha cofradía desde la primera comunión hasta la edad de veinte años inclusive a todas las personas que lo soliciten, ya sean de los tres pueblos de los que se com- pone la cofradía como de puntos extraños a éstos, abonando primero una peseta de entráti- co más la cuota anual de una peseta y veinticinco céntimos, cuya cuota obliga al individuo desde el año que se haga miembro de la cofradía inclusive; advirtiendo que si el individuo deja de abonar la cuota anual cuatro años consecutivos se le excluirá de la cofradía sin dere- cho de reclamar las cuotas abonadas y otros privilegios. 20. Serán admitidos así mismo en dicha cofradía y en h forma indicada todos los que soliciten después de haber cumplido veinte años, pero con la condición precisa de abonar además de la peseta de ingreso una peseta y veinticinco céntimos por cada año que hubiere transcurrido desde que cumplió veinte años hasta la edad en que el pretendiente se halla. En caso de duda acreditará su edad por medio de una nota de su partida de bautismo con la fir- ma del párroco o por medio de una persona que inspire confianza a la Junta. 30. Destinar cada año de los fondos de la cofradía aquella cantidad que la Junta crea indispensable para abonar la cuota que a la misma le parece equitativa a los l[fo'23rlherederos del cofrade que durante el año falleciere. 40. Nombrar en cada de los tres pueblos aludidos un cargohabiente sustituyendo éstos de dos en dos años como hasta la fecha se ha acostumbrado, con la diferencia de que un car- gohabiente sea depositario alternativamente en cada uno de los tres pueblos, de modo que al dejar de ser cargohabiente dejará de ser depositario, recayendo este cargo en el cargoha- biente del pueblo que por turno tocare. 50. Al depositario se le entregará el día de la cofradía la cantidad que para efectuar los pagos y gastos se reserva, y éste dará cuenta a la Junta de la cofradía todos los años el día de la cofradía de la cantidad invertida en pagos, y si algo faltare se tomará de los fondos que es- tán en poder de los cargoshabientes. 6O. Nombrar también con carácter permanente un administrador para el capital rema- nente deducido el que se destine cada año para llevar las condiciones que se hace mención en el artículo precedente. 70. Dicho administrador impondrá a rédito el capital aludido en el lugar que la Junta de Cofradía dispusiese, y todos los años el día de la cofradía dará cuenta del capital y réditos a la Junta para que esta disponga lo que más conveniente sea en beneficio de la cofradía, advir- tiendo que no será de rigor que el capital esté impuesto a nombre del administrador sino que la Junta se reserva el derecho de nombrar la persona en cuyo nombre ha de estar el capital. FERNANDO SERRANO LAR~YOZ

80. Siendo todos los cargos mencionados gratuitos no tendrán los interesados derecho a retribución de ninguna clase, y por tanto si por cualquiera circunstancias imprevista y sin culpa manifiesta de los depositarios o administrador se perdiese el capital de la cofradía que en poder de alguno de ellos estubiese o administrare, quedan éstos libres de toda responsa- bilidad. Pero, si alguno de dichos capitales se perdiese por culpa manifiesta de alguno de los depositarios o administrador, entonces, la Junta de Cofradía reclamará por todos los medios que la ley le concede al depositario o administrador por cuya culpa /[fO' 23v1 se ha perdido, y si puestos todos los medios no pudiera recuperarse no será la Junta quien pierda si no toda la cofradía. 90. Aún cuando haber sido nombrado el administrador con carácter permanente, se re- serva la Junta no solamente en pleno sino también estando en mayoría el derecho de distri- buir de su cargo con causa que esto cree justo y razonable, y de nombrar en lugar del desti- tuido a otra persona que la Junta juzgue ser idónea para desempeñar que se le encomiende. 100. Asimismo, queda la Junta con derecho de no admitir la renuncia de los cargo ha- bientes; depositario y administrador, siempre que éstos no funden su dimisión en causas que la Junta estime suficientes, en cuyo caso serán atendidos. 110. Desde esta fecha se compondrá la Junta de Cofradía de los párrocos de Iráizoz, Arráiz, Alcoz sean éstos propios o interinos, un administrador y tres cargohabientes, uno de ellos depositario como queda dicho en el artículo cuarto de este escrito, con exclusión de to- da otra persona, sin embargo, si la Junta cree según las circunstancias introducir alguna mo- dificación respecto de este particular queda con derecho de hacerlo. Es cuanto se ha acordado por la Junta de esta Cofradía, y para su validez firman todos los miembros que la componen en Iráizoz a 31 de agosto de 1896. Bernardino Guerendiáin (rubricado), Martín Francisco Lazcoz (rubricado), Justo Albizu (rubricado), José Baraibar (rubricado), Tomás Lasaga (mbrz'cado), a ruego de Francisco Saralegui firma Venancio Bera- sáin (rubricado), Joaquín Huárriz (rubricado).

LA COFRA.D& DEL VALLE DE ULZAMA DE SUS0

En el presente trabajo se estudia la cofradía de Ulzama de Suso, denominada así en la documentación del siglo W, y posteriormente, ya en el XWII, Cofra- día de San Martín de Iráizoz o Cofradía de Legos. El origen de esta herman- dad hay que situarlo al final del siglo xv y principios del WI. Debido a que se ha conservado, en gran medida, la documentación que generó, hemos podi- do indagar la evolución de ésta a lo largo de los siglos hasta la actualidad.

In this article we are studying the Ulzama de Suso íconfraternity, in this way nominated in the documentation of the 15th century, and after, in the 18th century, Cofradía de San Martín de Iráizoz o Cofradía de Legos. The origin of this confraternity we can find it at the end of the 15th century and the be- gining of the 16th century. Thanks to the documentation that has been con- servated, we have been able to investigate its evolution through the centuries to the present. d u os dscu entos p"i)- * en Na~arradurante a etapa os Austrias

a incorporación política de Navarra a la Corona de Castilla realizada por X~Fernando el Católico en las Cortes de Burgos de 15 15, tuvo consecuen- cias en todo el ámbito de la administración y desde luego en la expedición del documento público. La cancillería entendida como organismo responsa- ble de la expedición de los documentos intitulados a nombre del rey y sella- dos con su sello, se había complicado desde el siglo XIII tanto en Navarra co- mo en otros reinos europeos, por la especialización que requerían las tareas de gobierno. La evolución de la administración pública a lo largo de la Baja Edad Media, en un proceso generalizado en toda Europa que trata de subdividir el trabajo, potenciando organismos con la finalidad de descargar en lo posible al Consejo real y a la cancillería de las acrividades propias del ejercicio de la justicia contenciosa, y de lo referente a la administración de la l~acienda,irá dejando en segundo plano a las cancillerías que sustentaban el trabajo buro- crático en los siglos precedentes. La cancillería, entendida como organismo responsable de la expedición de los documentos intitulados a nombre del rey y sellados con su sello, deja- 1-á paso a otras instituciones, en el caso de Navarra la Corte mayor y la Cá- mara de Comptos, que soportarán el peso de las tareas administrativas en el

* Dpto. de GeograHa e Historia. Universidad I>ública de Navarra. ámbito judicial y hacendístico, generando un volumen creciente de docu- meiitación, de forma que la cancillería propiamer~tedicha queclara reservada para los documentos solenines de gracia y merced y los documeritos disposi- tivos del tipo ordenallza o pragmática. Por otra parte a lo largo del siglo XV, irá adquiriendo u11 mayor papel la secretaría personal del monarca, encarga- da de expedir aquellos documentos firmados de su propia mano. En el caso de Navarr-a se da otra peculiaridad, y es que las hecuentes au- sencias reales, ocupados corno estaban los monarcas en atender intereses que afectaban a sus dominios franceses, repercutirá e11 el funcionamiento de la cancillería real, poco activa en estas ocasiones, pues como es lógico, los asun- tos importantes de la gobernación del reino quedaban encomendados a los lugarteriientes reales nombrados para suplir a los soberanos. En sentido proporcional al tamaíío del territorio y al volumen de su po- blación, hay que decir que el orgariigrama de la cailcillería real navarra fue siempre sencillo, bastando con un canciller, y en ocasiones un vicecailciller, además de un número no elevado de riotarios de plantilla y meritorios. Des- de la entronización de la dinastía fireux eran sobre todo notarios de la Cor- te mayor, que compatibilizaban sus tareas en los tribunales y en la cancille- ría. Además de los secretarios reales de origen francés o riavarro, que viajaban con los reyes formando parte de su secretaría particular. Tenemos constancia, por lo menos desde el primer tercio del siglo XIV, de la utilización de varios tipos de sellos reales: el gran sello mayestático, el sello nlenor de carácter armorial, el sello secreto tambien de carácter armo- rial, y el signet que hacía las veces de contrasello'. Se trata de sellos céreos circulares con anverso y reverso, en cuyo borde la leyenda hace mención de tos dominios de las distintas dinastías. Los sellos reales estaban siempre cerca del soberano, de forma que pue- de decirse que durante las ausencias reales se utilizaba en su lugar el sello personal de los gobernadores que tenían amplios poderes de gobierno, o el sello real instituido en la Corte mayor, que desde los Evreux representará a los monarcas. En cuanto al canciller, como sucedía en otros reinos europeos, era uno de los oficiales de rango rnás elevado en la corte, y además de responsabili- zarse de la custodia y correcto empleo de los sellos reales, formaba parte del Goilsejo real. Excusa decirse que el cargo recayó hasta mediados de siglo xv en dignidades eclesi6sticas in-iportantes, llegando a serlo en ocasiones los obispos de diócesis de los dominios reales en Francia, o de la sede pampio- r-iesa. La división del reino entre agramonteses y bearnonteses tras la guerra civil de mediados de siglo XV, hizo que el oficio de canciller hera detentado por miembros de ambos sectores, según los avatares políticos inclinaran la balanza del poder hacia una u otra ficción. Tras la entrada de las tropas cas- tellano-aragonesas en el verano de 15 12, y consolidada la posición de Fer- nando el Católico tras el fracaso del intento de recuperación de Navarra por

(;AK< IA L,AIIRAC,UI 1 A, S; o\I 01A/A E1 IlONí)O, M. 1: ''1,as cancilkrias y cl docu- mento regio navarro. Escacio de la cue5riónn: Bol. de La Sorredad <,astellonerzse (,'ulturd, t. 58, julio-Sepbre 1982, pp. 395-469. los Albret, se dispondrá que tanto el Consejo corno la Corte mayor, el sello y la chancillería, residan en la ciudad de Pamplona por ser cabeza del reino2. No se hace en esto riovedad, aunque sí en la persona que detente el car- go de canciller, destituyendo a Juan de Bosquet partidario de los Albret, para nombrar a Luis de Beaumont, tercer conde de Lerín' y condestable del rei- no. Era la maiiera de desagraviar a su padre que anos antes había presionado para que Juan y Catalina de Mbret Le proveyeran del oficio, a cambio de faci- litar la coronación real que se celebró en Z'amplona en 1494'. El poderío del jefe beamontés quedaba resaltado, pues el título de can- ciller llevaba aparejada la presidencia de Consejo de Navarra, que su sucesor el tercer conde de I,erín ejercerá en los difíciles momentos posteriores a la muerte de Fernando el Católico. De ello nos da cuenta el bando agramontés que por medio del mariscal de Navarra presenta un extenso memorial al cor-idestable de Castilla, quejándose de la precipitación con que obró el con- destable navarro al forzar la sucesiór-i del reino a favor de la reina dofia Juana, aunque lo hiciera siguiendo la Legalidad: 'que quoando falta -y ata que el sucessor fuga los antedichos cumplimien- tos (juramento ante las Grtes), queda la juridicion en el Consejo, y como sea ca- beca del Consejo agora el condestable deste Regno por ser chanyeller.. " había im- pulsado al virrey Fadrique de Acuna para poner bajo su obediencia las forta- lezas del reino, antes de que Carlos de Habsburgo prestara juramento como era preceptivo yuntados algunos del Consejo con sabiduria del mesmo condesta- ble y alyzlnos sus otros secuaces.. .sin que &ese sabidom la ciudad (de I'dwzplona) ni nenguno del Rqyno como se dehia fdzev, tomaron acuerdo que la sucession es de la reyna don'a Johana y la juridirion se exercitase en su nombre': Termina el memorial lamentándose "como en nuestro nombre pueden re- cevir el cuqlirniento devido nuestros fueros e leyes yzae es razon los jure elprinci- pe en persona u otro en su poder", y solicita del condestable castellano infor- rnación sobre lo dispuesto en el testamento de Fernando el Católico sobre la sucesión de Navarra y Gastillaí. Es evidente que la queja agramontesa era interesada, ya que se estaba preparando el 20 inrento de recuperación de Navarra por sus reyes legítimos, el cual fracasó por su mala organización y la intervención de las tropas caste- llanas enviadas por el regente Cisneros, en especial las del coroilel Villalva, que en esos difíciles momentos tuvo la energía suficiente para mantener el orden en los reinos hispánicos. Ikro las extensas atribuciones cancillerescas que fuero11 de tanta utilidad en rnomentos conflictivos para la sucesión castellana en Navarra, resultaban excesivas pasados unos anos cuando el poder de los Habsburgo se mostraba incontestable. Las reformas que se introdujeron en Navarra tras la primera

Doc. de 20- 12- 15 12, AGN, Comptos; reg. 54 1, ff. 225-27v. ' Doc. de 3-08- 1 5 1 3, AGN, Procesos, 9.044. DOC.de 1493-12-6.- Sauveterre AGN, Procesos, 9.044. AGS, Estado, leg. 345, ff. 309-314. Fechado en Barásoain el 13-02-1516, el memorial del marqués de Falces refleja el desconcierto que produjo la sucesibli de Fernando el Gatóli- co, que se decanró hacia su nieto mayor, pues en marzo de ese aiío el cardenal regente Cis- tieros consiguió de los grandes de Castilla que la herencia espafiola f~ierapara Carlos, eri lu- gar de Fernando que era el favorito de su abuelo. Navarra enviaba una embajada a Bruselas en julio de I 516, ante la que el elegido juró respetar los fueros y leyes del reino. Md ISABEL OSTOMA visita encargada por el Emperador al Ldo. Valdés entre los anos 1523-1524 producirán importantes efectos en la administración pública, en la que se tratará de poner orden y racior-ialidad. De alguna forma se busca una conexión entre las instituciones del reino y las de Castilla, para lo que se reforzará el poder del Consejo de Navarra, que además de sus competencias en la administración de la justicia conten- ciosa, asumirá otras similares a las de los consejos castellanos, convirtiéndose en el principal órgano asesor del virrey, e informador de los demás consejos de la corte y de la propia secretaría real. No interesaba de ninguna manera que la presidencia del consejo, implí- citamente ligada a las preeminencias cancillerescas, continuara en manos de persona tan mediatizadora de la política navarra como lo era el conde de Le- rín. La pacificación del reino, la asunción efectiva del gobierno por los virre- yes castellanos, la organización gubernativo-administrativa polisinodal de los territorios de la monarquía espafiola, no concordaban con banderizaciones nobiliarias en franca decadencia al reafirmarse el poder soberano. Probablemente a consecuencia de los informes de Wdés, la Corona re- bajará las atribuciones del canciller de Navarra, situándolas estrictamente en el nivel administrativo que tenían los cancilleres castellanos. Así el 3 de abril de 1530 el emperador confirmará desde Mantua el título de canciller de Wa- varra que ostentaba el condestable de Navarra, adjudicándole los derechos y emolumentos del registro y sellado de los documentos públicos". Hay que decir que como era habitual en estos casos el designado no ejercía personalmente el oficio sino por medio de lugartenientes, que proba- blemente y a tenor de lo reflejado en pleitos posteriores, se limitaba a cobrar las tasas sin intervenir directamente en las tareas administrativas7.

En funcióil de la organización político-administrativa de los Austrias, sabemos que hubo dos sedes donde se realizaba el registro y sellado de los documentos emitidos a nombre del soberano: la corte real, y la ciudad de Pamplona como sede del Consejo de Navarra y de Los tribunales. Era necesario que una de las matrices del sello real estuviera e11 la corte, para validar las provisiones einitidas desde allí. Probablemente estuvo depo- sitado en el Consejo y Cámara de Castilla pues entre la documentación de este organisnlo aparece con cierta frecuencia la mención "registro del sello de Navarra en la corte", cuyos derechos correspondían asimismo al condestable del reino. No parece que fueran elevadas las cailtidades recaudadas, que se limita- rían probablemeilte a los derechos de registro y sellado de aquellos docu- mentos de gracias y mercedes solicitadas por particulares, especialmente refe- rentes a la provisión de oficios o a la concesión de mercedes económicas con cargo a las rentas de reino. En ellos es frecuente el anuncio:

AGS, Cámara de Castilla, Libros de Navarra 249,f. 013~. AGN, Procesos rio 9.044,de los ailos 1540-1545. (,A NCILLEK~AY REC;ISIXO DE LOS DOCUMENTOS PÚBLICO~Sf;N NA VAKKA

'Sellada con nuestro sello de la chancilleria del dicho Reyno de JVdvarra. Dada en Valladolid..': sobre todo en el reirlado de Carlos v y prirnei-os anos de Felipe 11 o "ellada con nuestro sello de la chanzilleria del dicho fieyno que reside en nuestra corte. " que es habitual desde el reinado efectivo de Felipe 11, a su vuelta de Inglaterra. Entre los anos 1543-1564 lo llevaron miembros de la familia Cruzat, descendientes de Diego Cruzat recibidol- de la villa y merindad de Sangüesa, nombrado lugarteniente de canciller en 1543, que al mismo tiempo se ocu- paban de lo referente al sello real utilizado en la chancillería navarra. A partir de 1565, se mencionan distintos personajes que actúan como lugartenientes del car-iciller, sin ninguna conexión con el entorno navarro8. La otra sede del registro y sello real estuvo en Pamplor~a,y durante bas- tante tiempo en la propia casa del condestable hasta que construidas las au- diencias reales, un auto del Consejo emitido en 1560 ordena su traslado a dependencias de la cl~ancillería.En las provisiones del Consejo de Navarra y en Las acordadas y firmadas por el virrey y Consejo aparece el anuncio: "Dada en la ciudad de fimplona, so nuestro relb real de este nuestro Reyno de Naua~ra':..,o 'Sellada con el sello de nuestra chancillerh. Dada en la nues- lird ciudad de I"dn2plona':.., expresión esta última más frecuente a partir de la instalación de registro y sello en la chancillería. También estuvo ejercido por delegación, y en ocasiones arrendado a personas emparentadas con miembros del entorno judicial pamplonés. Hay que advertir que aunque los títulos de chanciller y registrador del reino co- rrespondían al conde de Lerín, en la práctica y desde la visita de Valdés, las tareas de registro fueron realizadas por escribanos relacionados con las activi- dades del Consejo, la Corte mayor, e incluso la audiencia del mercado de I)amplona, mientras que el cobro de los derechos de registro y sello fue defe- gado por el canciller de Navarra en persona de su confianza, utilizando en ocasiones el sistema de arriendo de tales derechos. Pronto se manifestaron discrepancias entre el canciller y el Consejo de Navarra a propósito del ejercicio de las tareas de registro documental y sellado. Un pleito promovido por el lugarteniente de canciller contra el Ldo. Liédena, nombrado registrador del reino por el virrey Juan de Vega en 1543, aporta in- teresante iilformación sobre la forma en que se llevaban a cabo estas tareas. El procurador de la parte demandante declara que aunque desde la pri- mera visita del reino (Ldo. Valdés), se vio conveniente que el oficio de regis- trador se separara del de canciller, no podía hacerse tal cosa sin perjudicar al condestable, y de hecho hasta el 25 de febrero de 1543 en documento emiti- do en ~am~lona,no se había nombrado registrador de reino. Sin embargo e1 nombramiento virreinal ratificado por el príncipe Felipe en Valladolid a co- mienzos de marzo de 1544, no hacía sino seguir las instrucciones remitidas por su padre desde Cremonay, aunque al no producirse más nombramientos

Kecorden~osque en 1565 se produce el matrirnoriio entre Brianda de Beaumont, lie- redera del condestable navarro, y Diego Álvarez de Toledo, segundogénito del duque de Alba. F-leredariri el mayorazgo a la muerte del primogénito, por lo que en lo sucesivo el tí- tulo de canciller de Navarra recaerá en la casa de Alba. '' AGN, Procesos, no 9.044, celebrado en el Consejo entre los aííor 1540-1545, y que por la complejidad del asunto tuvo que ser remitido al Consejo de Castilla, sln que nos conste que fuera sentenciado. en fechas posteriores, hemos de siiponer que la C:orona dio nlarcba atrás, respetando los derechos del condestable de Navarra. Idadeclaración de uno de los testigos de la parte demandante nos aporta datos importantes para conocei- cómo se llevaban a cabo las tareas del regis- tro documental. En efecto, Juan de Ategui, oficial del lugarteniente de canci- ller y registrador Martín de Larraya, que además era secretario del Consejo de Navarra, explica cómo llevó a cabo su cometido entre los anos 1526-1532. Manifiesta "que el dicho MarLzn de Larraya usaba el oficio de chanceller por el dicho condestable, y como tal sella ba y sello to-odas las provisiones y ue se des- pachaban en la chancelleria por el Gonsejo, o el alcalde de Corte, y las registraba en un libro todas.. . ad longum " En otro libro encuadernado, en formato de papel de marca mayor, re- gistraba de forma abreviada "las provisiones con los nombres de los jueces y no- tario o secretario que las despachaban, y la causa sobre que, y los nombres de las partes con did, mes y ano si hera sentencia definitica.. .y se registraba ad longum el tenor de la sentencia con la pronunciaciorz, sin dejdr de registrar palabra nin- pna desde el comienzo de la sentencia asta el fin de la provision': Los títulos y mercedes de oficios o de otra calidad "e registraban aparte en sus pliegos, y tambien las dichas sentencias que tienen declara& y se haxen de- /los registros por si y envoltorios, y se goarddban en una cuxa". Había por tanto 3 categorías de registros documentales: El registro in extenso: para los documentos dispositivos, ordenarizas de gobierno y administración dirigidas a todo el reino, que no pagaban registro por coi~siderarseasuntos de oficio, aunque en función de que su destinatario fuera persor-ia particular o institucional sí pagaban derechos de sello. Proba- blemente de este registro se sacaron las Ordenaxlzas del Consejo publicadas en Pampfona en 1622"'. El registro abreviado: para procesos seiitenciados, con copia íntegra de la seíitencia. Pagaban tasas de registro y de sellado. El registro en pliego de papel: para docuxnentos de gracia y merced, que pagaban tasas de registro y sellado. El registro de la documentación procesal era realizado en estos primeros tiempos por la secretaría del Consejo y por escribanos de la Corte mayor. En 1583 uri auto acordado del Consejo ordena que se pongan cubiertas de per- gamino a Los procesos, y se guarden con especial cuidado las probanzas do- cumentales y las cartas de poder. En 1617 se ordena que no se formen libros de más de 300 páginas, de forma que si los procesos i'uerari más extensos se continí~enen otro tomo". Los documentos de gracia, especialmente los de nombramientos de ofi- cios o de mercedes económicas con cargo a Las rentas reales en el Reino, así co- rno los de exenciones fiscales, fireron registrados siguiendo las ordenanzas de visita de Fonseca y Anaya, por los notarios de la Cámara de Comptos, confor- mando la extensa serie de Libros de Mercedes reales conservada en el AGN".

'O Ordenanzas de Consejo real de Navarra, Pamplona, Nicolás de Assiayn, 1622. 11 Ordenar~zasdel Consejo, 1. 1, tít. 1 5, no 52, 53. " A partir de 1542, Ordenanzas del Consejo, 1. 2, tít. 1, ord. 50: "Asientense en a1 Cá- mal-a (de Cornpros) las mercedes, privilegios, ejecitciones de exencioiles, hidalguías, mayo- razgos y otras de calidad si las partes quisieren, mandandolo el Consejo que debe primero reconocer si so11 pí~blicasy auténticas y si se deben asentar o no". Aranceles y tasas: Las tasas del registro y sellado de los docrimentos pú- blicos estaban fijadas e11 al-anceles, de los que el primero, referido exclusiva- mente al registro documental, corresponde a los tiempos de la visita de Val- dés, aunque fue publicado en 1526, entre las conocidas Ordenanzas del obis- po de 'Ly. Rarificado por el Emperador en 1543, estuvo vigente hasta 157 1, feclia en la que se ernite un nuevo arancel, en este caso de registro y sellado de los dociirner~tos,qiie incre~nentalas tasas para hacerlas más acordes con los tien~pos'i. En el arancel más antiguo del registro se dice en su primer capítulo: "ya registro de las probisiones que emanaren del Consejo o de los almldes de la Corte, o de los jueces comisarios, o de los oydores de Gorrzptos': y aunque parece referirse solamente a los documentos procesales, en fu11ción de la informa- ción aportada por el pleito anteriormente mencionado, no cabe duda de que tambien heron registradas las ordenanzas y provisiones de gobierno, y las de gracia y merced. l,a cobranza de estas tasas parece que se realizo sin problemas en los anos siguientes a la expedición del primer arancel. Así Juan de Ategui, oficial del lugarteniente de registrador y canciller especifica que los documentos del registro "in extenso" no pagaban tasas de registro aunque sí de sellado, mien- tras que los documentos del registro "in esentia" y los pliegos de la docu- mentación de gracia y merced, pagaban registro y sello: 'Zasprobisiones que se registraban y ~zsentabanen el libro no llez~bandre- chos ningunos del registro dellas ecepto los drechos del sello. .y se sellaban y regis- traban las pro bisiones y despachos de la chancelleria, llebando los drechos del re- giste de las dichas mercedes, titulos y de las sen kncias definitivas que se registm- han aparte fuera del libro'14. Pasados unos arios comexizaron las dificultades para los arrendadores del registro y sello, de forma que en 1557 se ernite una provisión acordada por el virrey y el Consejo, porque 'huchas personas assi deste Reyno como de fuera del traen muchas probisiones al sello, y aquellos se sellan y registran con pensar que an de bolber por ellas, y Las dexan sin llebar, concertandose muchas vezes con las partes contra quienes llevaban dichas provisiones y causas': por lo que se ordena a Los porteros de las merindades que actúen por vía ejecutiva contra los morosos relacionados en el rolde que acompaha al mandamiento, y si no tuvieren recursos económicos los pongan en prisión, además de co- brarles 1 fibra, 2 sueldos y 8 dineros de multai5. Habla rnuclias personas e instituciones exentas del pago de derechos del sello (entre ellos los funcionarios reales de jusricia y hacienda en el ejercicio de sus oficios; el condestable y el mariscal del reino; los cargos palatinos, el obispo de Pamplona y los ~l~onasteriosy convenros del reino, las provisiones acordadas por el virrey y Consejo, y las referentes a la gente de guerra)".

" I'irhlicadas en lar Ordenarl~asdel Consejo de 1622, en e! 1. 1, tít. 8, riO 12-14, hay clue decir que oruiteri la fecha de su elaboracltjn, aunque rio cabe duda de que cortespon- den a la época de Valdés. ' AGN, Procesos, 11~~9044. " AGN, l'~ocesos, n<>27.21 1 I'roviwír~ acordada original de 25-2-1 557 "' Orderrair~ardel C;orisejo de 1622, l. 1, tít. 8, ord. 15. MJ. ISABEL OSTOUZA

Tampoco el virrey pagaba tasas, pues tenía su propia secretaría y colocaba en los documentos su firma y sello personal. Poco debía de recaudarse por tanto de los derechos de registro y sello. En Navarra quedaban reducidos casi exclusivamente a su aplicación en la do- cumentación procesal, por lo que no tiene nada de particular que se ocupa- ran de la tarea escribanos relacionados con la administración de justicia. Sin embargo la cuantía de su arrendamiei~tofue subiendo de forma proporcional a La carestía de los tiempos, pasando de 300 ducados en 1540, a más de 750 ducados en 1614". En la corte por el contrario se cobraban tasas sobre todo en los documentos de gracia y merced, emitidos desde la Cámara de Castilla. La queja de los arrendadores de tales derechos se expresará dc forma rei- terada a lo largo del tiempo. Así las de Juan de , registrador de las au- diencias reales en 1614, cuyos procuradores presentan un agravio ante el Consejo, porque "lasprovGiones de libran= de trigo y otros bastimentos se dan sin acudir al sello real': y lo mismo sucede con las 'brdenanzas reales y leyes de visita que se publicar2 el did de las ordenanzas en cada un ano" cuya vigencia se reitera a través de autos en lugar de provisiones, y solo pagan 3 tarjas por se- llo y 112 tarja por registro. El dictamen del Consejo en este último caso es negativo: "'No ha lugar lo que pide por no ser negocios de justicia ni entre partes, sino antes (negocios) extraordinarios de gobierno9'''. La réplica de los procuradores del suplicante aluden a las ordenanzas re- ales del reino, y en particular a la referente al canciller, sello y registro, que disponen "que quoalquier letras abiertas y patentes que sean dejusticia o de otra qualquier forma que sean otorgadas y mandadas haxei; ayan de ser y sean sella- das de los sellos de vuestra real chancilleria... La qual (hordenanza) comprende ansy cajon de justicia como de govierno y qualguiera otra calidad, sin que excep- te sino solos los negocios secretos de vuestra realperssona que fueren selladas con sello secreto". El Consejo en auto de revista de 21 de febrero de 1615 se ratifi- ca en su dictamen, interpretando correctamente el articulado, pues registrar y sellar las provisiones no implicaba necesariamente cobrar sus tasas, como en muchas de oficio puede apreciarse. En cuanto a la sede del registro y sello real en Navarra, el Consejo en auto de 26 de marzo de 1560, ordena su traslado desde las casas del condes- table a las del Consejo, donde se habían preparado aposentos para poner los procesos sentenciados, y el sello y registro, por lo que el condestable del rei- no por boca de su procurador presenta un agravio, por habérsele ordenado '$que dentro de 8 dias se pase el sello y registro a la casa de nuestra chancillerzd, en la piega que para ello esta diputada': El fiscal Obando responde poco des- pués que no hay excusa ninguna, porque el objetivo que se pretendía era que Los jueces y los litigantes pudieran despachar brevemente sus negocios, sin que en ello hubiera intención de disminuir ni ocasionar ningún perjuicio en los derechos del registro y sello'". La dependencia de registro y sellado al parecer era compartida con los procuradores de la ciudad de Pamplona, lo que provocará fricciones con el

1' AGN, I>rocesos, no 9.044 y 1.557 respectivamente. '' AGN, I>rocesos, no 1.557, afio 1615. '" AGN, Procesos, no 27.347,arlo 1560. C:ANCZLI,ER~ Y RE(iILS7'IZ0DE LOS DOCUMbNTOS I)K~BI_ICOSEN NAVARKA administrador del registro y sello, que en 1604 pedirá al Consejo que revo- que el auto del regimiento pamplonés, que ordenaba meter en dicho recinto un arca para guardar las alegaciones y pleitos de la ciudad, junto con las go- rras y espadas de sus procuradores. Hay que tener en cuenta que desde 1563 por lo menos y hasta comienzos del siglo XVII, los registradores de los docu- mentos, habían sido comisarios receptores o escribanos de la audiencia de al- caldía del mercado de Pamplona, es decir del juzgado de justicia ordinaria de la ciudad. De esta hrma confluían en la misma persoila las tareas de registro de los contenciosos ordinarios, y de tos planteados ante los tribunales reales. El Consejo responde que no había para tanto, pues el nlencionado apo- sento tenía 2 cámaras, y sólo la interior estaba ocupada por el registro y sello, por lo que no parecía procedente atender a la reclamación del administrador del registro y sello, pues %o es bien que en cosas de tan poca monta se contmdi- ga al dicho regimiento, cuando en tantos an'os no se habia encontrado ningun incon~eniente"~~)- Con el paso del tiempo, será sobre todo la documentación procesal la mayor fuente de ingresos de registro y sello, U así continuará incluso en el si- glo XIX, bajo el gobierno constitucional de Isabel 11, del que nos ha Llegado el único Libro de asientos de registro del sello, o por lo menos el único conser- vado en el Archivo General de Navarra2'.

Hay que decir que ha sido difícil encontrar ejemplares lo suficiente- mente bien conservados como para estudiar la impronta y leyenda que los identifique. En primer lugar por el escaso número de documentos originales existente entre la documentación del periodo. En segundo lugar porque se trata de sellos de placa, cuya cera roja es frágil especialmente en Los emitidos en Navarra que son de menor tamaiio y grosor que los de la corte, y por tan- to con menores posibilidades de que las imágenes y leyenda queden grabadas de forma consistente. Sin pretender aportar una relacion exhaustiva, si podemos decir que a tenor de los analizados, pueden establecerse dos etapas que podríamos llamar de introducción y de consolidació~idel formato, impronta y leyenda. a) Sello depositado en la corte Reinados de Fernando el Católico y de Carlos V: Corresponderían al primer periodo. Sólo en un doculnento de 1536 hemos encontrado el sello armorial imperial, de 98 mm. de diámetro, con el campo dividido en cuatro grandes cuarteles con las armas de los dominios europeos, que dejan espacio a un escudo cuartelado central con las arrnas de los reinos hispánicos, de for- ma que Navarra aparece en el superior derecho entre Gastilla y León. La le- yenda en doble cartela, intitulada a nornbre de doha Juana y don Carlos, contiene toda la relación de reinos y seiioríos del emperador".

"' AGN, l>ro~esos,no 20.557, afio 1604. " AGN, Gobierno y Administración, Triti>unales,rrv 196 (xfios 1834-1842). '' AGN, Cortes, Documeritación General, leg. 3, carp. 78. Probablemente desde la visita de Anaya y la publicación de las corres- pondientes leyes de visita (1 5421, se volverá a exnplear el sello de Fernaiido el Católico, de cuya inlprorlta hemos encontrado ejemplares eri los arios 1547, 154") ,550, 1552 y 1553". Se trata de su sello arn~orialde placa, de 78 mm. de diámetro, con el campo dividido en 4 cuarteles; el superior izdo. e irife- rior dcho. con las armas de Castilla y León, el inferior ido. con las armas de Aragón y Sicilia, y el superior dcho. cori las de Aragón, Navarra, y la Cruz de Malta. Su leyenda dice:

t.bKI>INANI>US:I).C:Kkt.X:ARAGC~NUh4:NAVAlifif :U I IIIIJSQUt,:SI<,II~IE,:IHI* K. Una segunda etapa durante el reinado de Felipe ir (nos referirnos al 1-4- nado efectivo, tras el parél-ncesis de su n~atrimoniocon María Sudor, reina de Inglaterra). Inicia lo que Llamarnos 20 periodo. Hernos enco~itradoejempla- res en docunlentos de 1564, 1567, 156") 1572, 1575, 1579, 1582, 1585. 1533, 1596J4- Se trata del sello armorial de placa, de 78 rnm. de diámetro, de impron- ta similar al anterior, aunque cambia la leyenda que incorpora Las rnenciories de Castilla y León en la forma: I'Hli,il>I~US:I>.C;:C:AS71 t;L,LAE,:I L<;IONS:AlIAGONLJM:NAVAKKAk:i -1: U 1 IIXU.5- QUi :S[<'¡¡,: Rk>X

En los reinados siguientes de la Casa de Austria, no se producen nove- dades formales. Sólo que desde Felipe rrr es frecuente que el sello se coloque eii la cara de documentos en formato pliego de papel, y protegido por una pieza de papel rornboidal, cuyas puntas se doblan hacia el interior para pro- teger la impronta, La leyenda sin variaciones salvo el cambio de la expresión Sicilie por CICILIE. Con Felipe IV, y desde la creación de la tasa del papel sellado, las provi- siones reales se expedirán en papel del sello cuarto, sin que haya novedades en La irnpronta y Leyenda con relacióri al reiriado anterior. Otro tanto sucede con el de Carlos 11.

h) Sello depositado en el Reino de Navarra Se conservar1 menos ejemplares, y en peor estado, pero suficientes para poder indicar que no se producen variaciones con respecto al sello deposita- do en la corte, salvo en el camano que en el caso de Nwarra se reduce hasta los 50 mm. de diámetro". Se pueden seríalar los mismos 2 periodos del sello de col-te, empleándo- se en el 10 el sello de Fernando el Católico, y en el 20 el que lleva la leyenda a nombre de Felipe rí e introduce en ella a los reinos de Castilla y León. Su aposición se anuncia con la fórmula "ellado con el sello de la nuestm chanci- lleria del dicho nuestro Reyno':

" AGN, Cortes, Documentaciór-i General, kg. 2, carp. 1, 8, 18, 28, 35 respectivamen- te. ''"AGN, Cortes, 1)ocumentación General, jeg. 2, carp. 77, 97, 11 1, 113. kg. 3, carp. 3, 12, 17, 19, 21, 76 respectivamenre. 2' AGN, Arcllivo del Reino, Montes y Bar denas, leg. 1, no 7, 14, 18; Archivo Secreto del Conselo, tít. 7,faxo 1, no 8 y 13; Cortes, Documentación general, leg. 2, no 71. C 1 OS !:N /VA VAKRA ANCiI I FRIA- Y II~(I(U(KOL)F LOS [)O( 1JMtN I>¿/BI I(,OS

Hay que decir que aur-ique Las Cortes de Navarra solicitaron en rcpeti- das ocasiones a Lo largo de) siglo XVI que tarlto en la intitulacion corno en el sello empleado en las provisiones expedidas en el reino, la menciór-i del mis- mo se colocara inmediatamente después del de Castilla para expresar la vin- culacióri política a este teri-itorio, esto sólo se consigui6 en la fóririula proto- coIaria que recogía los títulos reales, pero no e11 el sello. Las Cortes de Pamploa-ia de 1586, basándose en las de Sangüesa de 1561, consiguen por reparo de agravio otorgado por el virrey rnarqués de Al- mazán, que 'én las provisiones reales que vinieren despachadas de fuera del di- cho Keyno para el, selladas con el sello de la chancilleria del reyno de Castilla, se mande R los secretnrios y qficiales de S M que tras el reyno de Castilh re pon@ el de Navarr~i... Y en cuanto a las provisiones que en el dicho Kqno de Navarra se despacharen por el visorrey y su C,'onsej;o del, lo mesmo que hcistu a y ui se ha he- cho. Y respecto de las armas reales del dicho Reyno de Navarra en los sellos, y en las dernas partes donde se huvieren de porzer, deipues de las arma de cartilla se pongan en rnej;or lugar las de Navarr~~"'~~. Las Cortes de 1530 tuvieron la pr-etensión de que en la documentación a nornbre del rey expedida y sellada en Navarra, la mención de este reino precediera al de León, a lo que Felipe II se niega, respondiendo que se siga lo dispuesto en el aiío 1586, de forrna que en la intitulación se expresara "rey de CasLilla, de León, de Navarra" sin rzinguna otra mencibn. Y que el sello no se vark"' . Nada pues se consiguió respecto al formato y leyenda del sello, como por otra parte era previsible desde la perspectiva regia, pues ilunca se estable- cieron distinciones para los diferer-ites reinos de la monarquía hispánica. c) Relación de lugartenientes de registro y sello real No preteride ser una relación exhaustiva, sino sacada de una prirnera bíisqueda ent-re los fondos de Procesos, Reino, y ?liTibunales del AGN, ade- más de documentación de las Ordenarizas del Consejo de Nav~rrade 1622.

Sello depositado en la Corte 1526. Orbina, por cbanziller 1536. Andueza, por chanciller 1545, 1547. Bautista Grrizat, por chanciller (hijo de Diego Cruzat, recibidor villa y merix-idad Sangüesa, en 1552 patrimonial del Reino) 1 553-1 564. Fermín Cruzat, por chanciller (hijo de Diego Cruzar, en h 546 ensayador de la Casa de la Moneda de I1aamplona) 1567. Juan de Salvatierra 1569. Pedro de Guernica, vicecanciller 1572- 1583. Nonso de Vargas 1585-1 593. Gabriel de Arriaga 1595. Urbina, por canciller 1 596- 16 1 1. Agustín de Vidarte 162 1- 1627. Juan de Mugarte

'%AKM~-N»,IKIL, Kecopzlaczón de Las Leyes de Navarra anterzor~sa 1612 (sin portada) -> - AGS, Cámara de Castilla, libros de Navarra, 6.3%)~-392. Md ISABEL.. OSTOI,AZA

1644- 1646. Juan de Olóndriz 1652. Francisco de Urrutia

Sello depositado en La chancillerzá de Navarra 1526-1532. Juan de Ategui, registrador, oficial de Martín de Larraya, lugar- teniente de canciller y secretario del Consejo. 1540. Miguel de Arbizu, notario de la Corte mayor, registrador 1543. Ldo. Liédena, alcalde Corte mayor, registrador nombrado por el virrey Juan de Vega 1543. Diego Cruzat, recibidor villa y merindad Sangüesa, lugarteniente de canciller nombrado por el conde de Lerín 1545. Miguel de Ecay, registrador 15 5 1- 15 53. Iííigo de Ategui*, recibidor villa y merindad de Sangüesa, re g i s - trador 1556-1557. María de Balanza, viuda, arrendadora derechos de registro y sello. 1557. Cosme de Ustegui 156 1 . Juan de Ostabat*, registrador, escribano meritorio Corte mayor 1563-1565. Juan de Latasa*, cornisario receptor audiencia mercado P a m - plona, vicecanciller y registrador 1 568. Miguel l,ópea de Azcrie, vicecanciller y registrador 1572. García de Lizasoain, registrador 1573. Juan de Ostabat, registrador 1576. Juan de Santesteban, registrador 1580. Pedro de Garro, registrador 1582-1586. Juan de Arróniz*, escribano audiencia mercado Pamplor-ia I 593. Pedro de Huarte, registrador 16 15. Juan de Huarte, registrador audiencias reales18. c) Apéndice documental 1493-12-06. Sauveterre

Juan 11 y Catalina de Albret, reyes de Navarra, conceden el título de canciller y presidente del Consejo real, a Luis de Beaumont, conde de Lerín y condestable del Reino. AGN, Procesos, no 90441 Copia.de 1543. Dot~Johan por la gracia de Dios rey de Navarra, duc de Nemox, de Gandia, de Montblanc, de I"eniafie1, conde de Foix, seííor de Biarn, conde de Vigorra e de Rivagorqa. de Pontiebre, de Peyragorch, vizconde de Limo- ges, seííor de la ciudad de Balaguer e par de Francia, e doha Catalina por la mesma gracia reyrla propietaria del dicho Reyno, duquesa de los dichos du- cados, condesa, seniora e vizcondesa de los dichos condados, seííorios e viz- condados, a quantos las presentes veran e oyrar-i, salud. En quien es verdadera salud, entre las otras virtudes por las quoales la bonrra de los princiges singularmente enxalcada y el principiado de su inpe-

"Los ciatos sobre otros oficios ejetcidos por estos iugartenieiltex, se han \acaclo de los fondos de Simancas, Libros de Cámara de Castilla referidos a Navarra C'ANC/Z~LEKÍAY IZf:'C;/STRODE LOS DOClJMENTOS I'I!BL/COS EN NA VAIZKA rio gloriosamente enoblecida, aquella que mayormente es notada quando los regnos e tierra qiie por Dios rigen e goviernan son esplendor de justicia mantenidos. El quoal es principio e finidamiento de todos los reynos e por aquellos son prosperamente conservados, e por consiguiente a servicio de Dios nuestro sehor y esso mesmo nuestro Reyno, subdictos son de oppresio- nes y vexaciones preservadas, quando en aquella instituymos presidentes y regidores justos e providos oficiales, e tanto mas la carga de nuestro inperio e regimiento es de algunos trabajos relevada. E porque la carga de tanto regi- miento, de quoal a Dios devernos dar razon, porque mejor aquella podamos soportar, y es a nos cosa nezesaria que ayamos cerqua nos ministos e assisten- tes circunspectos, providos y expertos, que el pacifico estado de nuestro Rey- no en nuestro servicio y honor amen con intrinseca devocion, voluntad y amor. Fazernos saber que nos certificamos plenamente de la lealdat(sic), dis- crecion, prodomia e deligencia e de otras loables virtudes de ques dotada la persona del egregio, noble e bien amado primo nuestro Don Luis de Bea- mont, conde de Lerín e condestable de nuestro Reyno de Navarra. E por la buena debocion, voluntad e afecion que el ha servicio e honor nuestro, mo- vidos por las cosas susodichas e por que los biienos meritos suyos le requie- ran al dicho Don Luis de Beamont, condestable e primo nuestro, de oy data de las presentes, havemos instituydo e cieddo, imtit~liymose cmmospor chnnce- IZer nuestro e de nuestro Reyno de Navarra, e por presidente de nuestro Consejo, a los honores, drechos, preeminencias, probechos, emolumentos e prerroga- tivas a los dichos oficios de chanceleria e presidente de nuestro Consejo per- tenecientes. Al quoal habernos encomendado e dado, encomendamos e da- mos los sellos de la dicha nuestra chanceleria, e la administracion, regimien- to e gobernamiento de aquellos. El quoal dicho Don Luis de Aeamont, chanceler nuestro e del dicho nuestro Reyno, e presidente del dicho nuestro Consejo, ante que use del di- cho oficio, fara e prestara juramento sobre la cruz e santos evangelios, por el reverencialmente y manualmente tocados en manos nuestras o de las gentes de nuestro Consejo, que bien e lealmente exrrcera e regira e administrara el dicho oficio de chanceller, thomando y recebiendo los drechos de todas las provisioties que en aquel bernan, segunt tenor a las hordenancas, estatutos, costumbres de la dicha chanceleria para registrar en cada ano. EII el quoal por su bicechanceler e clerigo fara registrar aquellos, en conservacion su de- recho de las partes a quien tocan e pertenescen a perpetua memoria. E assimismo nos consejara bien y verdaderamente, todo odio, amor e favor poSpueStos a todo su real poder, e segun su buena conciencia e juicio natural, alcancara, guoardara nuestro onor e servicio e de la nuestra corona real, e del bien comun de la cosa publica del dicho nuesto Reyno, guoardara r-iuestros drechos e terna secreto. Exercera, regira e ministrara el dicho oficio de chanceler en todas las cosas a la dicha cl-ianceleria pertenecientes, segun que chanceler nuestro e del dicho nuestro Reyno fazer pertenece, e los otros chanceleres ante del ataqui han seydo cada uno en sus tienpos, lo an obido y fecho, regido y aministrado. E si algunas cosas supiere que sean a dafio e de- sonor de nos e de nuestra coror-ia real, e del bien de la cosa publica del dicho nuestro Reyno, aquellas non sellara ni encubrira, ante luego que a su noticia bernan, las inagnifestara. Mandarnos por las presentes expresamente a todos e quoalesquiera r-iuestros oficiales e subdictos, e a nuestros amados las gentes del nuestro Coilsejo, alcaldes de nuestra Corte mayor, procurador patrimoniai e fiscal, e aquoalesquier otros a quien pertenesce, que al dicho Don Luis de Bearnont rluestro clianceler tenga11 e conozcan e guoarden por chanqeler nuestro e del dicho nuestro Reyno, e preside~~tedel dicho nuestro Consejo, e le obedezcan en todas las cosas al dicho oficio de ci~ancelere presidente del dicho rluestro Consejo pei-tenescientes. En testimonio de lo quoal, marldamos dar las presentes firrnadas e sella- das de nuestras manos, e selladas en pendiente con el sello de nuestras armas en ausencia del sello de nuestra cbanceleria. Dada en niiestro castillo de Sal- vatierra, seysetlo dia del mes de Dcziernbre, ano Mil quatrocientos e nobenta y tres. Joan, Catalina. Por rrlandado del rey e de la reyna, J. de Gascante.

'l'ras la incorporación de Navarra a <:astilla, el título de canciller del rcino volverá a recaer en la casa del condestable de Navarra. Aunque e! títiilo de canciller aparejaba adernás la presidencia del Consejo real, tras la primera visi- ta de reformación de los tribunales clel reino realizada por el 1,icenciado Val- dés eritre los arios 1523-1524, se reducen sus coinpetencias, lirnitándolas a las punnxrire administrativas del registro y sellado de los docuinentos reales, co- mo sucedía con la cailcillería castellana. A partir de 1565 tras la unión por vía matrimonial de las casas de I,erín y de Alba, el título cle canciller de Navarra recaerá en los duques de Alba hasta la desaparición del Antiguo Régimen. En realidad el cargo era ejercido por lugarteriientes que frecuenterneilte arrendaban los correspondientes derechos de registro y sello, tanto de los do- cunientos expedidos en Navarra (fundanientalmerite docrirnentacióii proce- sal y sentencias del Consejo de Navarra), como los de la corte (documentos judiciales y sobre todo documentos de gracia expedidos por los C:onsejos dc Castilla y Cámara). [,os aranceles de registro y las tasas de sellado se establecí- an oficialmente, coiiservándose los de los arios 1 526, i543 y 1571.

After Navalre's iiicorporation within Castile, the title of Chaii~ellorof the Kingdom fe11 once more on the house of the I-lead <:onstabíe of Navarre. Although the presidency of the Koyal Chuncil carne alolig with the titie of CI-iancellor, after the first refornl of the kingdorn's law courts as perforrneci by Licenciado Valdés betweeri rhe years of 1523 and 1524, its responsibilties were reduced, as ocurred with tlie Castilian Chancellery, to the merely administrative ones of registeririg and sealing roya1 documents. After 1565, tlie liouses of Lerín and Alba having been united by marriage, the title of Chancellor of Navarre wotild fa11 upon the Dukes oEAlba rigllt up iintil the disappearance of the 01d Regime. 111 fact, these duties were carried out by deputies that frequently leased the pertinent registration and sealing rights for both documents issued in Navarre (rnaii~lyconsisting of procedural documents ancl Gouncil of Navarrc sentences) and Court document-s (judicial docunients and, above all, pardons as issued by the Gastilian and Ghan~berCouncils). The registration tariffs and sealirig rates were off;cially set, those from tlie years 1526, 1543 and 1 571 still known today. *""S sobradamente conocida en la historia vasca del Antiguo Régimen la 4 --daparición y recurrencia progresiva -en el discurso político e bistoriográ- fico de esos ahos- de un denso complejo de mitemas y supuestos históricos muy característicos, que tiene11 que ver con el relato de los orígenes y con el de otros hechos estirnados decisivos en el proceso de constitución y sal- vaguardia de ta originaria independencia del país'. Se halla, ante todo, el del origen tubalino del primer pobla~nientodel país, tema sobre el que se articu- lan otros tan característicos como el de la aritecedencia de aquél en el po- blargliento de Espafia, el del origen, también tubalino, del euskera y de los usos y costumbres que singulariza11 a aquél en lo social y político, el tema vasco-ibérico, el del rnonoteísmo primitivo de los vascos (legado precioso que Súbal habría confiado a sus descendientes de Las montafias pirenaicas), etc. Referidos a horizontes históricos más cercanos al nuestro, se hallan te- mas corno el del vascocantabrismo y el de la batalla de Arrigorriaga: temas todos, que, junto a otros más, conformarán en adelante el repertorio simbó-

" Urilver sidad del País Vasco. E,HU ' Cfr. EI ]A\ i>t TEjA1>4, F., ElSellorÍo de Vzzcay~~(hasta 18121, Madrld 1963; ¡A\ i>b Fr~~~~)~,F. y PI II( t>r>O,6., La provzncla de Gutpztzcoa, Madrid 1965; MANAKII'IJA,A. E., NtstorzograJZd cíe Vzzrayu (desde Lope Garcia de Sulazar a Labuyru), Bilbao 1 97 1 , part pp 143-65; CAROBAKOJA, J., Los vascos y la hzstor~aa travis de Gurzbay (Ensayo de bzogr~tS;/tan- t-iopológz~a),San Sebartiin IW~,C)IA/U, A., El "zgunlztun~mo"vas60 m~toyrealzdad, S. Se- bastián 1973, EFKNANDEI AIKALAL)I.JO, r'., La crzsts del Anlzguo >men en (;uzpzkzcoa, 1766-1833 C,kmbzo e~onórnzcoe hzstorza, Madrid 1975; JUAKIJII LINAC~KO, J., Euskaruren tdeologzak (0,San Sebastián 1976; ID., "La gnosis renacentista del euskera", en LAKAKRA, J A. y RUILARZALLUL, 1. (eds.), Memorzae L. Mztxelena Magtstrz sucrum. Pars Przor, Donos- tia 199 1, PP. 1 17-60; Ir,., Vestzgzos de Babel Para una arqueologia de los naczonalzsmos espa- ñoles, Madlid 1902; TOVAK,A. , Mtologfd e zdeologia sobre la lengua vasta Nzstorza de los es- tudzos sobre ella, Madrid 1 980; ARANLADI,J., Mzlenarzsmo vasco Edad de oro, etnza y nutzuzc- mo, Madrid 198 1; MARIINE/ GC)I¿RIA~UN,C., Casa, provzncza, rey (Para una hzstorza de la cultura delpoder rn el Paz? Vasco). knsayo, [San Sebastián] 1993; GOYHLNLILHL, J., Les Bas- qua et leur hz~tozreMythe~ et réulztés, Bayona-Donostia 1993, etc. etc. lico y de representaciones, desde el que indefectiblemente afrontará el país en el futuro la defe~lsade sus peculiaridades en lo sociopolítico y adminis- trativo. El fenómeno sehalado de aparición y recurrencia progresiva de mi- temas y supuestos históricos es visto, por otro lado, como reflejo del proceso de alumbramiento y afirmaciór-i de una nueva conciencia o imagen de sí, que viven a la sazón ciertos sectores de la sociedad vasca, conciencia o imagen de sí, que, en la medida en que supone referencias al pasado, condiciona una nueva manera de tratar los temas referidos al mismo y, en concreto, los de los orígenes. Entre los condicionantes epocales que cabe sehalar como rnás decisivos en la génesis de la nueva imageri o conciencia de sí, que el país empieza a proyectar en los comienzos de los tiempos modernos, se halla, a nuestro mo- do de ver, cuanto tiene que ver con el final traumático de la sociedad bande- riza, por un lado, y con el r-iacimiei~toy desarrollo de los modernos Estados nacionales, por otro. Resulta, empero, que la moderna historiografía ha sido mucho más proclive a ver y resaltar lo que en el nacimiento de la nueva conciencia o imagen de país se le antoja, con razón, reflejo de la peculiar sa- lida que se cobró por estas latitudes la crisis bajomedieval (sonada derrota del sistema de linajes y triunfo de la villa y del campesinado medio, con el consiguiente auge de las tesis igualitaristas, etc.), que lo que en esa imagerl y en su traducción historiográfica puede justamente ser visto, a nuestro mo- desto entender, corno reflejo de actitudes defensivas ante el mundo exterior, representado aquí más concretamente por los modernos Estados nacionales. Es por eso por lo que, aun estando básicamente de acuerdo con los que con Z? Fernández Albadalejo, J. Aranzadi o más recientemente C. Martínez Go- rriarán5nsisten en ver la mitografía de nuestros tratadistas del siglo xvr co- mo un intento de apuntalamiento y legitimación del nuevo orden social y político resultante de la quiebra de la sociedad banderiza (e. d., como acto reflejo de defensa de la nueva sociedad igualitaria frente a sus enemigos inte- riores, Parientes Mayores y allegados)', estimamos, con todo, necesario po- ner asimismo de relieve lo que en esa misma mitografía parece traducir los recelos o prevenciones de las provincias -mejor, de sus élites dirigentes- frente a posibles peligros exteriores, entre los que, por supuesto, se cuenta la sombra "utelar' del nuevo Leviatán, el moderno Estado nacional en ciernes. Un hecho que, por otro lado, olvidan subrayar ciertos estudiosos de la produccióil mitográfica vasca del Antiguo Régimen, es que el desvario fd- bulador que evidencia11 nuestros tratadistas no es fenómeno peculiar o priva- tivo de la sociedad vascongada, sino algo que se enraíza en las formas de ba- cer de otros pueblos o comunidades nacionales de rnás nombre, y que aquí

V. referencias de la nota anterior. A la opinión de esos autores cabría quizá aproximar la de J. JUARIS~Ique estima po- der interpretar el nacimier-ito de la ideología vasco-cuntabrista -al igual que el del goticismo asturiano- como expresión de la pugna que libran los naturales de estas regiones frente a los castellanos para hacerse co11 parcelas de hegemonía en la administracióri imperial ("La gnosis renacentista del euskera ...", pp. 119-21). Segúri él, la ideología tubalina y cantabrista de nuestros tratadistas habría respondido al propósito de asegurar a la clase e~cribavascon- gada una posición de privilegio en la administración imperial frente a los antiguos detenta- dores de La misma, los judeocoi~versos((bid., part. pp. 122-27). se copian con mayor o menor fortuna. Es de sobra conocido que el proceso de nacimiento y desarrollo de Los modernos Estados nacionales se acompafia normalmente por otro de búsqueda o 'recuperación' -más o menos cons- ciente- de los referentes ideológicos que vienen a constituir como las senas de identidad de la nueva ""ilación"-Estado, y que a su manera contribuyen a la cohesión del conglomerado nacional (proceso de búsqueda que cabe pen- sar es indiicido por la necesidad de mitigar o atajar de algún modo la desa- zón que se le deriva al cuerpo social por el vacío espiritual subsiguiente a la quiebra de los viejos sistemas de representacióil). Lo que sea de esto último, lo cierto es que no resulta tan difícil seguir Los pasos por los que en los co- mienzos de los modernos Estados nacionales van definiéndose los varios ele- mentos que acaban conformando el repertorio simbólico y de representa- ciones, constitutivo de la idea o imagen de si, de que se provee la nueva co- lectividad: mitos de origen, revindicación del propio idioma (al que puede extenderse o no el halo ennoblecedor que dimana de aquéllos, pero que, en todo caso, será proclamado como vehículo válido de comunicación y cultura para la comunidad, y aun a veces como instrumento providencial del impe- rio,..", repertorio más o menos nutrido de representaciones ylo dichos en que, como en las laudes clásicas, sustancia una comunidad el sentimiento de la propia autoestima, etcétera5. La búsqueda de "antiguedades nacionales" y "pasiones nacionales" es rasgo comYn en la historiografía europea del siglo XVI, y va íntimamente ligada al proceso de consolidación de La nueva figura del Estado. Huelga decir que en el lento trabajo de "recuperación" de las se- fias de identidad propias el recurso al pasado cumple un papel insustituible. Italianos, tudescos y espafioles, no menos que los franceses, se dirían deseosos de envejecer, y es justo a la sazón cuando Pasquier descubre ante los ojos de los connacionales "sus ancestros, los galos", o cuando los tudescos recuperan del desván de los viejos relatos genealógicos la figura del IlUischen descen- diente de Noé y antepasado de las naciones germánicas, y fijan, por otro la- do, la idea de que los Germanos son los únicos aborígenes de Europa, y es- tán destinados por Dios al imperium mundf. Es de sobra conocido que tales esfuerzos nacionalizadores o de homogeneizacióil ideológica de la masa social se saldan con éxito desigual y no necesariamente satisfactorio en todos lados, de que son expresivos los problemas de identidad irresueltos y los episodios de irredentismo que ensombrecen la historia reciente y no tan reciente de di- versos Estados europeos.

4 Cfi A~EN~IO,E., "'La lengua compañera del Imperio" Revzstu de Fzlologia Espnfiola 43 (1960), pp. 39-411. V., por ej., por lo que hace al Laso espafiol, Tnr r , R. B., "Kodrtgo Sánchez. de Aré- valo (1404-1470) and his 'Cornpendiosa Hi\toria Hispanica"': Nottz~gbamMedzezul Studze~ 4 (116O), 58-80; ID.: "An Apology for Monarchy. A Study of an Unpublished 15th Century Castilian Historical Parnphlet": RPb 15 (1 5)61), 11 1-1 21,y otros estridios del autor, que jun- to con los dos anteriores se recogen traducidos en ID.: Ensayos sob~ela hzstorzogrdfla pe- nzn~ulardel JZ& XV, Madr~d:Credos, 1170; v también CATALAN,D , &sayo zntroducto- rzo , pp 38-45), en que se hallarán otras referencias. " CAKKONEII , CH.-O., Nz~torzo~aphze,Paris 1981, pp. 62-65 (cit. por SAN

' Es conocido que las teorías de la hidalguía universal y del pactismo y los dogmas concomitantes tuvieron en los territorios Losteros y en ciertas zonas de Álava y de Navarra su tierra privilegiada de mariifestación. Pero hallan, también, un eco -siquiera con sordina- a riivel más general del país, y sólo falta que una investigacibn rigurosa determine de una ver. lar diferencias que puedan obscrvatse al respecto, e indague sobre las razone\ que eve~itualme~~tehayal1 podtdo condi~iot-iarlas. V. CAROAAROJA, J., los u~zcco~y La /m-torza , sobre todo, en el cap Ir. "Del régimen de linaje5 y bandos a la burgueiía buroc~ática"(pp. 41-69, part de la 57 en adeiaiite) CAN /AKKI,IMO FN &'A VAKKA cierno, y su 'complicación' en la política de expansión de las respectivas mo- narqnías ~lacionalesno se hace sin algún tipo de reserva. Siguiendo una pau- ta de comportarnierito, de que seguramente se hallarán paralelos en otras partes, la clase dirigente del país tratará de conciliar las enormes ventajas que se le derivan de su participacióii en el proyecto imperial del Estado respecti- vo, con la preservación de su propia parcela de poder y de los particula- rismo~locales. U es como intento de justificación de ese tour deforc.ce como pensamos debe interpretarse en parte ese proceso de alumbramiento de una nueva conciencia o imagen de país, a que nos referíamos más arriba, proceso de alumbramiento que, entre otras cosas, supone la revisión o reelaboracián de la propia historia en fiinción de los clisés interpretativos que imporie la hora. hrqiie el éxito de la ideología igualitarista o "solariega' -como gusta de etiquetarla alguno9- traduce sin duda la salida peculiar que cobra en el país la crisis tardomedieval y, en concreto, el éxito de la fórmula de alianza que hace posible la victoria de villas y campesinos contra los Parientes Mayo- res (alianza coyuntural, amasada de compromisos y frágiles equilibrios entre los varios agentes sociales en liza, sin duda, al principio; pero cuya preserva- ción interesa igualmeirte a todos como garantía para el éxito del nuevo orden social resultante); pero esa misma ideología traduce, también, en alg~inosde sus elementos los recelos que provocan en las sociedades rurales -o, mejor, en sus élires dirigentes- las formas y evoluciones del moderno Leviatán. Pero, antes de pasar adelante, convellga quizás insistir en un par de consideraciones. Parece claro que la actitud de los dirigentes locales -ma- yormente compartida, según cabe pensar, por la masa autóctona, a juzgar por la relativamente baja conf-licrividad social que registra el país en los siglos XVI-XVII'O- obedece a un claro intento de situarse no precisamente en des- ventaja a la hora de competir en el fabuloso mercado de trabajo, que supone la creación de los imperios coloniales. En tal sentido, se trataría de hallar la homologación, en el rriarco de los mismos, a Los avances que, en lo social y por lo que respecta al estatuto jurildico de la persor-ia individual, se logran en el país durante la etapa tardomedieval, avances que apenas tienen paralelos (y de ello se es consciente) a nivel general de las respectivas monarquías. Sólo que tal pretensión viene a significar de hecho la aceptación del caso vasco co- nlo realidad singulai- o excepcional en el marco de las mismas, Lo que no puede dejar de suscitar recelos y contradicciones. U a atajar éstos, y a sancio- nar de algún modo la fór-mula peculiar de inserción -el peculiar estatuto- de los colectivos afectados en el cuerpo general de las respectivas monarquí- as, mira también el referido proceso de alumbramiento de una riueva imagen o conciencia de sí, que se documenta en el seno de la sociedad vasca en esos atíos. No extrahará, por otro lado, que en tal proceso veamos reproduci~e miméticamente los mismos o parecidos tics, que los que nos eran dados ob- servar en el de elaboración de las mitologías cuasi oficiales de los modernos Estados nacionales; y es que, a la postre, responden a urgencias o condi-

'' MARIINPZ GOIIKIAKAN,C., Gsa,provzncta, rey ..., p. 21 y pa~szm. "' V. en cualquier caso MADAKIAGAORAEA, J., "'Conflictos sociales de los siglos XVI- XVIII":Gran Atlas H~stórzcude Eurkal i-iérnn, Bilbao 1995, pp. 161 -1 76, en que se hallarán las referencias bibliográficas esenciales. Coinl->lementospara el caso navarro, en REGLJ~IW, l., "De la conquista de Navarra a la Kevoltición Francesa": Jbíd., pp. 145-760. cionamientos de partida bastante similares. Si, para unos, se trata de asegurar de algún modo la cohesión del complejo multiétnico o multinacional (de borrar las evidencias de pasados no poco dispares, que perviven aún en el consciente e inconsciente colectivos, para hacer comulgar en la idea de un común destino providencial, fijado por la propia historia), es indudable que lo que los otros buscan es justamente no dejarse diluir o despersonalizar en ese conglomerado multii~acional-o marcar, cuando menos, sus distancias frente al mismo-, quizás porque se sospecha que de la dilución incondi- cional en é1 puedan resultar menoscabados, ciertame~iteLas posiciones de privilegio de los grupos dirigentes, que habrá11 de renunciar a algunas de sus parcelas de poder, mas tambikn los avances que, en lo social y por lo que ha- ce al estatuto jurídico de las personas, consagran el final traurnático de la etapa banderiza en el país, avances que, como va dicho, apenas tienen para- lelos en otras áreas de los respectivos Estados nacionales, y configura11 el caso vasco como algo notoriamente singular o excepcional. Lo que sea de ello, ve- remos -según lo dicho- repetirse aquí parecidos tics o reflejos que los que nos era dado collstatar, al tratar del nacimiento de las ideologías cuasi oficia- les de los complejos estatales modernos: la misma obsesiva manía de ennoblecimiento de los fastos fundacionales de la colectividad (mitos de ori- gen que buscan por lo común situar los comienzos de la misma en una luz lejana, genesíaca, casi metahistórica); el mismo afán vindicativo de la su- perior alcurnia y de las excelencias consiguientes de la propia lengua; el mis- mo tipo de lectura, conmovedora e ingenuamente providencialista, de las vicisitudes de la propia historia -real o imaginada-, en la que, como es natural, resultan temas de predilección los que se estima determinan y fun- dan la propia singularidad o excepcionalidad en lo social y político dentro del marco general de la Corona; el mismo o parecido repertorio de dichos y representaciones simbólicas, en que expresa una comunidad el sentimiento de la propia autoestima y afirma por otro lado su fe en el propio destino providencial, etc. Al hablar arriba de ciertos rasgos comunes en el posicionamiento de los territorios históricos (o de sus élites dirigentes) ante la nueva situación que precipita el advenimiento de los modernos Estados nacionales, insistíamos también en la necesidad de no perder de vista los matices dzfrenciadores que a no dudar se dan en la forma como enfoca cada territorio ese decisivo mo- mento. Tales matices diferenciadores vendrían determinados en general por las peculiares peripecias vividas por cada uno de ellos en etapas históricas an- teriores, peripecias que se traducen en situaciones más o menos peculiares también en el plano cultural, linguístico o de identificación emocional con una determinada línea dinástica, etc. En todo caso y lo que sea de esto íílti- mo, no resulta difícil coilstatar diferencias por lo que hace al hecho, ritmo y grado de aceptación e implantación, en los varios territorios, de ciertos gran- des temas que configuran el imaginario colectivo vasco del Antiguo Régi- men. Si un tema como el del origen tubalino de la primera población del pa- ís (y dejando ahora de lado los peculiares desarrollos que se cobra el mismo en la pluma de los tratadistas vascos del siglo XVI: antecedencia del país en el poblamiento de Espaíía, dogma vascoiberista, origen tubalino del euskara y de los particularismos forales, monoteísmo primitivo, etc.), halla pronta y casi general acogida en los diversos territorios históricos -y ello debido, a CilNTABR1,SMO EN NA VA RRA no dudar, a que en germen la especie se gesta de algún modo en la tradición medieval hispana-, otros, entre los que alguno de los enunciados en el pa- réntesis, se abren camino de forma más lenta y no sin vacilaciones, cual si les costase concitar el asenso de las diferentes partes del país. Tenernos, ante todo, que el dogma tubalino es clamorosamente silen- ciado en la Notitia utriusgue Vasconiue de A. d'oihenart, siendo así que en no pocos momentos de sil discurso (así, al tratar de la cuestión vascoibérica) el mauleonense ha de abordar temas que, a los ojos de los tratadistas del tienlpo, se hallan íntimamente relacionados al nombre de Túball'. Ahora bien, un tal proceder, habida cuenta de la importancia de esos temas en la literatura coetánea relativa al país, no parece sino que debe ser interpretado corno actitud de reserva crítica frente a los mismos: actitud de reserva crítica, a la que sólo el temor de incurrir en las iras de los paisanos, atacando puntos tan sensibles del mundo de representaciones de éstos, impide presumiblemente cobrar expresiones más tajantes. Y si Oihenart olvida el nombre del 7-úbalfindado-, no es de extrafiar que tampoco sepa nada de los dogmas concomitantes -los que afirman la antecedencia del país en el po- blamiento de Espafia, el origen babélico del euskara y del derecho con- suetudinario del país, o el monoteísmo de los vascos precristianos, etcéteraiz-: temas todos que, sin embargo, en la óptica de los Martínez de Zaldibia, Garibay o B. de Echave, vienen a ser, según se sabe, derivaciones o desarrollos naturales del dogma tubalino. Pero es que tampoco el dogma vascoiberista -al menos, en la versión desaforada de los Poza, Garibay, Echabe, etc,- deja de tropezar con reticencias entre los hijos del país, de que pueden ser indicadores las expresiones más matizadas que se cobra el mismo bajo la pluma del ya citado A. d'Oibenartl' y, en menor medida, de J. MoretI4.

" Notztza utrzg~queVasronzae, tum Iberzcae, tum Aquztan~cae,Parts 1638; 2. ed., "e- meridata et aucta", Paris 1656. De esta 2d edición existe reproducción facsímil (Vitoria-Gas- teir 1992). Para las rekreilcias a la obra de Oihenart, puede verse nuestro trabajo "Oihenart y el tema de los orígenes vascos": Vasionza Cuadernos de Hzsturza-Geograja (Donoítia) 24 (1996), 115-43, aquí concret 123s Que yo sepa, el nombre de Túbal no aparece citado 111 una sola vez en el texto de la Notztzn Y dectriios con toda intención lo del texto de la Notz- tza, porque es obvio que, aun sin nornbrársele, la sombra del patriarca biblico planea en más de una ocasióri sobre el discurso de la obra, condictonando el tratamiento tan aséptico que ue cobran ciertos ternas bajo la pluma del mauleonense. bn inteligente y hábil regate, éste se liuita a tenlas sensibles de orígenes y prinleros poblarnientos, para situar el comlenzo de su telato allí donde llegan las escuetas ref-esencias documeritales de los escritores clásicos sobre los lugares y grupos ttnicoí, que afectan a la Vasconia sobredimensionada de los días altomedievales. 1' V. referencias precisas en LARIWNA(,AEI OKZA, K., "Oihenart y el tema ..", pp. 127- 130 y 132-137 " Cfr. I,AKIIANAC,AELORZA, K., "Orhenait y el tema...", pp. 124-127. l4 J. [)t. MoI~~.1, notablemente al día de las riiievas ma~ierasque, en materia de crítica histórica, se están abriendo paso en Europa tras la obra de Maurinos, Aolandistas, etc., se revela más cauto que los Poza y Echabe ante las expresiones que cobla la teoría vasco-ibe- i ista (v. sus Inuestzgaclones hzttbrzctzs de lns antzpedndes del Reyno de Nauarrtz, Pamplona 1665, cap. V del L. 1. "De la antiguedad de la leng~iade los Vascones, y si fue en España la primitiva, y corníin a ella" [en la ed. de Pamplona de 1766, uíada aquí, pp. 96-1 171). Así, rio t~enenlayor reparo en aceptar, ar~riqrieeche mano

Eritrado el siglo XVI, según se cree, el anónimo apostillador de una co- pia de Las bienandanzas efirtunas de L. García de Salazar parece linzitar aún

Guipítrcoa, Vi~~~iya,y Áiava, sea irirnernor~al,primitiva, y originaria en estas Regiones des- de Ia piimera I'obiación de F,spa6a" (Ib, p %) Y ello, porque en apoyo de esta opinión ve interv~enerlno 5610 "conjetiiras verisíri~rlesy prudentes", sino argumento, de "eficacia ma- yor", cual ptiede ser la pervivencia del euskara en el área desde lo.; tiempo\ más remotos, y no constar riada, por otro lado, de movimientos de gentes, a los que pueda hipotéticaniente imputat.;e su in~plantaciónen la misnia (lb,pp. 97-101). Está también su convencimiento del "orrgei-i vascóii~~o"del nornbrc del río kbio a paitii de la redu~ciónIbero = Urbero, puesta en circulacii,n por E,cliabe y otros (lb,pp 101-101) 1 o que, para J r>r Motir I, re- sulta niucho más proble~-náticoy difícil es "~omprobar,si he común de todos los Fspa- ñoles" Aiiilque también eri ese punto 5e mostraría d~.;~uestoa adniitir, un poco como Oihenart, que "coirió Lomo Lengua común en n~u~hasRegiones de España", y ello -se- ñala- "porque se hallan en grande extensión Pueblos, y Regiones llarriados en lo muy antr- guo con norribres manifiestamer-tte vascónicos", como \e encaiga de demostrailo recur- riendo a lor llltberrzs, I/larcurzs, d'ra~curz~,Laccetanz (= latzetanz), Gracz~rrzs,etc (Zb , pp 104s), que venlos ya aparecer en los Poza, E,chabe, etc Al cabo, J. MORLI se diría dispuesto a aceptar conio op~niónque avalarían "más que conjetura y verisimilitud" la que hace del euskara lengua "coiníln y general de toda España, antes que la entrasseri Geiites advenedl- as" (íbzd , p L 17), mas en sus dudas y vacilaciones represeiita, de todos modos, un nuevo e~tiloy una nueva sensibilidad, como eii el caso de A d'Orhenart, aiite las objeciones que la crítica coetánea suscita ante los dogmas históricos vascos. En Gngresszones ap~(~étzcarso- bre ¿a veráad de las Investzgaczones hzs~órzcasde la) antzgued~~de~del reyrzo de Navarra, I3am- plona 1678, concr. en la Congr. XV~."De la población y lengua primitiva de Espafia", Mo- ret vuelve sobre el tema para responder a las objccioneí suscitadas a raíz de la publicación de sus Investzga~zoneshzstóncas, y lo hace para reafirmarse básicamente en sus conclusrones iniciales (ed. de Paniplona dc 1766, pp. 521-558, pat. 556-558). 15 C:fi. I,ARK~NAC,AEIO~~LA, K., "Oihenart y el tema.. ", pp. 130-32. Es sab~doque en el dogma vascocantabrista, además de lo de la ident~ficaciónde vascongados y cántabros, se conjugaban a menudo otros temas, como el que afi~mabaque el país nunca había sido so- juzgado del todo por las armas romanas, y que, mediante pactos de adlznnza y confederanón entre la poblactón autG~tonay la aclministrac~ónirnperiai, pudo aquélla seguir desarroilan- do libremente sus viejas formas de vida, heredadas de I'úbal (derecho consuetudinario, mo- noteísmo, euskara ..). Pueden hallarse algunas referencias principales sobre los desarrollos o desl~zamielitosque al coirer de los años ha conocido la tesis vascocaritabiista, en LARRANA- LA ELOK~A,K., "Vascocaritabrisriií) y Arq~ieología". Veleza (lW8) (en prensa). la Cantabria por este lado a sólo el sefiorío de Vizcaya, como también, a fi- nales de dicho siglo, A. de Poza, el que no ignora, sin ernbargo, corren otras opiniorles al respecto entre sus paisarios'"- En cualquier caso, el Sefiorío se yergue en reducto eserrtcial y aventajado del vascocantabrismo desde las xnás tempranas formulaciox~esde la teoría en el primer tercio del siglo XVT. A re- cordar aquí, aparte de los citados, la así llarriada Crónica de Vizcaya de 1404, C;. Pena y Galdocha, la Crónica de Ibnrgüen-Gnchoi~ín,Martín de Coscojales, Antonio Adán de 351-zay Larretegui, etcétera' . Pero es sabido que, con la acquiescencia o no de A. de Ibza y de quie- nes -coino é1- se revelan de criterios rnás estrictos a la hora de otorgat- a otros carta de naturaleza en la Cantabria-cuna de la originaria nobleza espa- hola, el dogma vascocá~ltabrova prenctiendo con fuerza y celeridad en los di- versos territorios del país, hasta contagiarse a la práctica totalidad del mismo. Un éxito así se entiende mejor si se repara en que el dogma, al llegar -o re- lativizar- la realidad del dominio romano er-r el país, viene de hecho a ser un eslabón esencial en la cadena de prueba que garantiza la posesión ininte- rrumpida de la tierra por los desce~ldientesdel Túbal bíblico, y, por lo mis- mo, la verdad de lo que se decía sobre la nobleza originaria del país, y de que éste jamás había abdicado de su primitiva condición independiente y de sus formas de vida. Lo que sea de las razones que explican el éxito del invento, el hecho es que éste, como dicho, prende con inusitada fuerza en todo el país. Hacia 1560, el guipuzcoano J. Martínez de Zaldibia no duda de que la anti- gua Cantabria incluía al merlos Guipúzcoa y aun, según parece, Navarra y Rioja. A esa opinión se suma poco después el rnondragonés E. de Garibay, generoso ert su ensanchamiento de los límites de Cantabria, que los extien- de, no sólo por Vizcaya y Guipúzcoa, sino aun por "las montaiias de Nava- rra, que confinan con Guipúzcoa, y con tierra de Vascos de Francia7'. Y con Garibay puede decirse fijada en sustancia la tradición historiográfica guipuz- coana, que vincula la suerte de la pl-ovincia con la de la Cantabria antigua. Álava, inclusa ya en las vagas delimitaciones que de ésta ofrecían algunos au- tores foráneos o locales, no desperdicia la ocasión que se le presenta para re- clantarse de la familia, y desde fines del siglo XVI, cuando menos (J. Pérez de Elazarraga, J. de Arcaya, M. Alonso de Sarria, etc.), compite con las provin- cias hermanas en alardes de cantabrismo. La manía, al socaire de Las hipergenerosas delilnitaciones que ofrecán de Cantabria ciertos autores, aca- ba contagiándose al cabo a la misrna vertie~ltenorpireriaica del país''. Si S.

'6 V. las reieiencias precisas e11 Id~~~~~~~z~ELORZA,K , "W vori Humboldt y el p~o- ceso de definictóil de Euskal i-lerria corno sujeto del d~scuisob~storio~ráfico": RIEV41, 2 (IW61, 477-510,concr. pp. 4x2s~.Cabe aIiadir a lo allí consignado que en De La3 untzguas poblacrone~de Las Espagas con los nombres y sztzo~que al presente les corresponáen, al tratar de la localización del Arractllum de las f~ientesclásicas, A. rlr I>o/A, e11 contra de la opiriión de E. de Garibay que lo situaba eri Reizama (Guip.), lo sitúa en Ariazola (Vizc.), agrrnando que "cua~idosucedió lo de Arracillo, ya estaban domados los Vascos y Bardulor, naciones que en nuestra Era se llanian Navarros, y Guypuzcoarios" (ed. de RO»RLC,UELT-ltli~f KO, A , Madrid, 1959,f. 3v.) " Sobre las expreaones que se cobra el vasco-cantabrismo entre los autores vizcaíno\, además de la o c de MANAIIICUA, A E , cfr. EI 145 DI- 7 EJAI>A,E., 15lSeE:e~orhde Vzz~ayrz '' I,a erpecle que ielaciona a los vascos de Ipnrlnlde con el hogar común cántabro se do~umentaal menos, por lo que herrlos llegado a saber, desde antes de mediados del s xvir. de Dissaneche -que firma una de las Aprobaciones del Gero de Axular (1642)- describe a éste como personaje de gran fama "in nostra Cantabria", y el mismo Axular, en la Gomendiozko karta con que se abre el Gero, saluda al baigorritarra Bertrand d'Etchaux, arzobispo de Tours, como cantabres ~5- n'a, naturala eta eguiazcoa ("cántabro pundonoroso, auténtico y verdadero"), una nota aiíadida h. 1700 a un manuscrito de la Gramdtica vasca de Pierre de Urte presenta a éste como "ministre du St. Evangile natif de st. Jeandeluz de la Province de Labour, dans la Cantabrie franqoise ditte vulgairmernt pais de basque ou biscaye Escalherria ou bizcaya" (sic, en el original)'"; y nos ce- iíimos a los testimonios más antiguos conocidos, obviando los que se prodi- gan desde el siglo xvrrl y en el período romántico o post-romáiltico2". Hay algo, sin embargo, sobre lo que queremos Llamar aquí la atención, y es el hecho de que la manía cantabrista no es en absoluto exclusiva de los países que se vinculan al euskara. Valga como botón de muestra lo que a fi- nes del XVII escribe el riojano Mateo de AnguianoL'.Para el fraile capuchino, la antigua nación cantdbricu surge en torno de la "celebrada ciudad de Cantabria, cuyas ruinas y nombre han quedado junto a Logroho". Ahora bien, "con el plausible nombre de Cántabros" ve "corrieron por largos siglos, no sólo los Naturales de la Rioja L...], sino también las Asturias, o Montahas de Santillana, la Bureba, el Sefiorío de Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y Navarra la Alta, que es la contigua a la Rioja, y aun la Gascuna, que es Navarra la Ba- ja". No ignora que la nación cantdbrica ha visto recortados sus límites al paso de los anos; pero ve en ello la consecuencia de "las crueles y dilatadas gue- rras" a que la obligaron los Romanos, de que resultó que "los que quisieron mantenerse en su antigua libertad se fueron retirando a los cerros y montes más altos y ásperos". Pero, en todo caso -recalca el riojano-, "se engaiían los que sólo hacen Cantabria o al Seiíorío, o a Guipúzcoa, Alaba, la Rioja, o a Navarra: pues no era suficiente ninguna de estas provincias para resistir por sí sola a tanto poder, y a tan continuas guerras". Y todo lo más que en este punto está dispuesto a admitir -dejando de lado el tema irresuelto de "si por último fueron conquistados todos los Cántabros, o si se entregaron por buenos pactos, dejándolos los Romanos con sus trajes, leyes y lengua"- es que fue hacia la zona de habla vasca adonde "se fueron retirando cuantos Cántabros quisieron gozar de su antigua libertad", siendo por eso allí donde

V. recogidos los testimonios del anónimo autor de El Tordo Vzzrair~o(escrito h. 1638) y de J. Moret, en LARRANA(,AELORLA, K., "W. von Humboldt y el proceso...", p. 495. Lri ese mismo trabajo (pp. 492-496) se hallarári, por otro lado, las referencias pertinentes a cuanto se afirma en este párrafo. 1

Por lo que hace en concreto a Nauarra, no sería difícil traer a colación textos de autores medievales y modernos, que relacionan al viejo reino pire- naico con Cantabria. J. DEMorer menciona a los Lucas de Tuy, Juan Marga- rit [El Gerundense], el Príncipe de Viana, A. de Guevara, Pero Antón Beu- ter, Paulus Merula, Pauliis Jovius, Bernardino Gómez, etc. entre los que esta- blecen tal relación, aur-ique le "parece que [tales autores] hablaron más como quien supone por cierta su doctrina, que como quien la comprueba y apura la verdad3"'. En todo caso, lo que resulta indudable es que, al proceder así - y salvo quizá en algíin caso como el de A. de GuevaraL" y sin duda alguna en los de B. Gómez MiedesLSo I? A. Beuter2Ljdichos autores no hacen sino prolongar un tema cuyas primeras formulaciones conocidas remontan al si- glo xrr y que, por supuesto, nada tienen que ver e11 su inspiración e implica- ciones ideológicas con el vascocantabrismo propiamente dicho. Se trataría, por el contrario, de identificaciones Naz~arra-Cantabriay Navarros-Cúnta- bros nacidas -se sospecha- de los gustos arcaizantes de cierto cronista de ascendencia rnozárabe, que, sin apurar en exceso la justeza de las aproxima-

22 El tenia vascocántabro se asocia en Anguiano col1 un tubalismo que parece calcado en el de Garibay y otros autores vascos del Barroco: Túbal instruye a las gentes de Espaíía en el culto del verdadero Dios; enseiía Teología -"debajo del conocimiento de un solo Dios, Trino y 110"-, Jurisprudencia, Medicina, Filosofía, Astrología, Música, Poesía y de- más ciencias ... ("[ ...] se hace creíble que desde los tiempos de Tuba1 hubo escuelas en Espa- Tia, y grandes filósofos") (Ibid., p. 14). 2 1 huestigaciones históricas.. . , p. 1 18. lwejando de lado las disputas sobre la patria de origen del futuro obispo de Guadix y Mondoííedo (no son pocos los que han defendido la oriundez aiavesa de A. de Guevara [c. 1480-1545]),lo que sí parece puede afirmarse es que el autor del Relox de I)rincipes pudo estar eriterrido, por las peculiares circuristancias por que atravesó su vida, de lo que en el or- den de las ideas pasaba en 1;i tierra de sus antepasados más o menos remotos. Lo que sea de esto, hay riri pasaje, en sus Epistolas familia (1539), en que se alude a un templo de Pro- serpina, que "estaba en Cantabria, que agora se llama Navarra" (n. 28, en BAEXIII:kpisto- Iario espagol. Colección de cartas de espagoles ilaslres antiguos y modernos, t. r, Madrid 1945, p. 120). Puede quizá ayudar a entender ese enigmático pasaje lo que el mis1110 A. 11s GCJE- VAKA escribe en el cap I de la parte que en la Década de Césdres dedica a Trajano (v. Obr(zs complrtas de fray A. de Guevara, edición de E. BL.AN(:o,Madrid: Turner 19!?, 1, pp. 359- 361). Si es que no Le hemos entendido mal, el sitio originario de Canrabria, para él, "fue una legua de la ciudad de Logroíio, de aquel cabo de Ebro, en un alto do están agora mu- chas viíías" (p. 359). Mas esa Cantabria, tras una larga guerra cuyos últimos momentos des- cribe de forma emotiva el franciscano (rranscribe el tenor de una carta que los cantabrios cercados habría11 supuestamente dirigido a Artgiisto, negándose a la rendición [pp. %Os]), he al cabo toniada y destruida por aquél ("la postrera cosa que los romanos ganaron en Es- paña"), y es por eso que, como "a la ciudad de Numancia succedió Soria" y "a la ciudad de Istóbriga succedió Mérida, [y] a la ciudad de Ytálica succedió Sevilla" (casos de otras famo- sas ciudades resistentes de la España antigua...), "a la ciudad de Cantabria succedió 'I'itdela de Navarra" (p. 35')). l5 V. infin el texto relativo a la nota 57. "' V. irzfrd el texto relativo a las notas 30 y 58. KOI I>O LARRANAC;A EL,OR%A ciones que planteaba, echaba mano de nombres de resonancias clásicas (he- rica, Lusitania, Ckllaecia...) para referirse a realidades político-administrati- vas de tietnpos posteriores (proceder, por otro Lado, éste, que, para el caso de las equivalericias Navarra-Cantab& y Navarros-Cdntabros, no parece podía tener más justificación, según sospecha E. Flórez", que et hecho de que el reino pirenaico incluía desde el siglo x a una zona de la Kioja que sí se docu- merita asociada desde mediados de dicha cet~turiaal nombre de CantabriaLH). Lo que sea de esto último, el primer caso corlocido de asociación de los G;;tn- tabri o Cantabrienses a los Nauarri y de Cdntabria a Navarra veidría a ser la Crónica Silense, del sig10 XII,y sería de ésta de donde pasaría alChmnicon mundi de Lucas de 'Tuy, del siglo xlir, para Luego contagiarse a autores tardo- niedievales y renacentistas". Lo de la ausericia de trasfondos vascocantabristas en ciertas identifi- caciones renacentistas de Caritabria y Navarra, como las sefialadas arriba, se deduce, asimismo, por lo que hallarnos en la Cru'nica de los Reyes de kvarra, de Carlos de Aragón, más conocido como Príncipe de Viana3".Digamos, de entrada, que éste no sabe nada de ciertos temas característicos que afloran indefectiblemente en el contexto de la teoría vascocantabrista (supuesta an- tecedencia del país en el hecho general del poblamiento tubalillo de Espafia, pretendidos orígenes babélicos del euskara -ve más bien en él un legado de los alanos, que pueblan 'Xlaba e toda la tierra vascongada" en los tiempos de Teodosio-, monoteísmo primitivo, etc.). De los dogmas clásicos, sólo se hace eco del que se refiere al general origen tubalino de la población espafio- la, y del que atribuye origen apostólico a la iglesia de Pamplona, si11 que, empero, tales dogmas se cobren eri él la intención que revelan en la tradición historiográfica vasca de un tiempo después. Por otro lado, se halla tan lejos de asociar -tal como los vascocantabristas- La nobleza hispana y de sus re- yes a brumosos orígenes bíblicos, que sin dudas la hace remontar a los go-

" La Cantabria, disertación sobre el sitio y extensión que tuvo en tiempo de los Romanos la región de los Cantdbros, con noticia de las Regiones confinantes, y de varias polaciones an- tiguas,.Madrid i 768, P. 187. 28 La existencia, junto a 120groño, de un enclave denominado Cantabria -fueran los que f~teranel origen y época fundacional del misino (v. en este punto las disquisiciones de J. »E MOKE.I.en I~~uestigacioneshistóricas ..., p. 140)- y el hecho de que ese nornbre se exten- di6 a toda tina zona -al menos- de la Rioja en torno de dicllo enclave, están plenamente confirmados desde el último cuarto del s. X, en que el continuador de la Crúnica Albeiden- se habla de la conquista de Cantabria por el rey Sancho Garcés I desde Nájera hasta 'l'udela ("iste cepit Cantabriam a Nagarensi urbe usque ad Tutelam omnia castra"), no faltando documentos coetáneos o algo posteriores que se hacen eco de reyes navarros reinando "in Pampilona, ve1 in Cantabria", y de caballeros que detentan la tenencia cantabriense (v. refe- rencias pertinentes en MORE-r,J. de: o. c., pp. 137-140; v. también C~N~ÁL~EZE<;HE<;ARAY, J., "La 'nota de Cantabria' del c6dice emiliariense 39 y las citas medievales de Cantabria": Altamira 40 (1976-19771, 61-94, part. pp. 85-87). 2' V. al respecto CONZÁLEZECI-IEGARAY, J., "La 'nota de Cantabria' ...", pp. 92s. ."' Crónica de los Reyes de Navarra. Edición preparada por 1. Yanguas y Miranda. Ir~dices realizados por A. Ubieto Arteta, Valencia, 1971; OK(:ASTEC;UIGROS, C., La Crónica de los Reyes de Navarra del I1rínc+e de Vidnd (Estudio, Juentes y edición crítica), Pam plona, 1978 (las referencias a la obra de Don Carlos se harán según esta edición, de no mediar aviso en coritrario). De OKC:AS?'EC;UIGROS, L., puede verse luego "l,a nlernoria histórica de Navarra a fines de la Edad Media: la hi~torio~rafíanacional": Homencje a José MarZa Lacrzrra, 11, I>a~rploria:Institución Príncipe de Viana, 1986, pp. 591-606. dos. En fin, Con Carlos -de familia principesca de origen ultrapirenaico él- no parece sentirse tentado a reclamar para sí o el colectivo humano con el que se identifica la gloria de ser el descendiente de aquellos indómitos vas- cones que durante siglos hicieron frente a godos y francos, y todo lo que de- xnuestra saber del asunto es que nabarros e vuscongados, al no querer "ser soz- rnetidos a imperio ageno, vastecieron una celada" a Carlos en los Pirineos, de que resultaron "mucho quebrantados, e abatidos" los Franceses". Genidos al tema concreto que nos ocupa, a tal punto es ajeno Carlos al mundo de preo- cupaciones que revela el vascocantabrisrno, que afirma sin ambages y con ~laturalidadel hecho del dominio general de Roma en Espana". Hay que de- cir, sin embargo, que no le resultan extrahas ciertas aproximaciones Navarra- Cantabria, que vienen registráridose en la tradición historiográfica hispana. De Sancho Abarca sabe, así, que "conquistó de Tudela fasta Cantabria, e de Cantabria fasta Nagera, e de Nagera fasta montes d'Oca", y que en una ac- ción de armas se hizo acornpanar de "gentes de Cantabria e de su regno" pa- ra atacar a los moros que tenían cercada a Pamplona, afiadiendo, líneas ade- lante, que "tornó muchos lugares en el ducado de Gantabria entre los quoa- les había uno que oy llaman Sancho Abarca"". De Sancho el Mayor sabe también que "no solamente synoreó Navarra, Castilla e Aragón, mas senno- reó el ducado de Cantabria e todas las tierras de su aguelo el rey don Sancho Abarqua"". Sólo que sales aproximaciones Cuntabriu-Navarra tienen poco que ver, segí~nse echa de ver, con el dogma vascocantabrista, y parece deben ser interpretadas a la luz de las atestaciones medievales que, desde la segunda mitad del siglo x cuando menos, hablan de una región y de una ciudad de nombre Cantabria, sitas e11 la Rioja, en torno a Logroíío, y conquistadas por los reyes de Pamplona en el primer cuarto del siglo X. El adicionador de la Ciónicu Albeldense, que escribe h. el ano 976, registra, en efecto, que Sancio Garseanis (Sancho Garcés 1) conquistó Cantabria desde Nájera hasta Tudela ("iste cepit Caritabriarn a Nagarerisi urbe usque ad Xtelam omrriia castra")", y tampoco faltan testimonios coetáneos o un poco posteriores que presentan a reyes navarros reinando "in I'ampilona, ve1 in Cantabria", o a caballeros que detentan la tenencia '~antabriense'~'. %do lo cual vendría a reafirmai-nos en nuestra apreciación de que las asociaciorles Cuntabria-Navarra que se registran en los autores tai-doniedie- vales y aun en algunos renaceritistas citados por Moret, no responden a una óptica propiamente vascocantabrista", sino que son reflejo erudito de esas

" V., sobre todo esto, precisiones y referencias correspondientes, en I,ARKANAC~II EI OK/A, K., "W. von Hurnboldt y el proceso...", concr. 485s. 32 La Crónzca.. ., cap. i (edzr. czt , p. 78). 3 3 lbid, cap. IX (edzc. c~t, p. 104). 14 (bid., cap. xr (edzc. czt., p. 108). '5 Cfr. LAC,AKKA,J. M., "Sextos navarros del Códice de Roda": Estudzos de kdadMe- dza de la Corona de Aragón 1 (1 945), 133-28 3, concret. p. 259; item, Crónzcas asturzanas. Crónzca de AAonso //I (Rotense y '2 Sebasaan '3. C,'rónzca Albelden~e(y 'i>~o&?tzca'~.Introduc- ción y edición ctítica de J. GILFEIINANL>~/.. Ttaducción y notas de J. 1,. Mori~rE](). E,stu- dio preltrnir~arde Juan 1. Rur/ DE. IA 1'1 NA, Oviedo 1985, p. 188. 3 o V referericias pertinentes en MOKP1, J. de, o c , pp. 1-18-140; v. tarnbiéri GON- /ALL/ kd

lo hace J. CAROBAKOJA (Los vascos y la historia ..., p. 186 nota 71)- a un Lucas de Tuy (t1349) o a un Alonso de Palencia (1423-1490),porque en algún que otro punto de su rela- to presenten al rey de Navarra conlo "regem Cantabriae", y como cdntabros, el primero, a los súbditos montaiíeses de aquél. S8 Notitia ..., p. 12. " De hecho, en su Primera parte de la Crónica general de toda Espaca, y especialmente del Reyno de Valencia, Valencia 1604, p. 134, RI;.UI.BK escribe: "Este sojuzgó los Navarros que se levaritaran contra Roma, y edificcí a Zaragoza [...l. Y fue una cosa de notar, que des- pués de vencidos los Navarros con grandes pérdidas de gentes cerca de la ciudad Segisama retruxéronse a Belgica [sic] otra ciudad, y perdida la batalla siibiéronse muchos en el monte Vinio, que es a manera de corona una pena tajada, según dize don Charlos Rey de Navarra que desto escrivió, y está entre Amescua y Eulate, y de allí se dixeron Navinios, y después Navarros en tiempo de los Moros, porque llamaron al monte Navaia, y por esso les dixeron Navaios a los que en él estaban, de donde vino el nombre de Navarros que hoy tienen, y es cerca de Peralta. En este monte fueron presos por los Romanos lo que nunca se creyera. Otros se retruxeron en Aracilo que piensan algunos que es la que hoy se dize Yerri, y siendo cercados, y encerrados con fossas, determinaron todos de matarse, o con hierro, o con fue- go, o con ponzoíía que de los árboles Texos hacían, y assí lo hizieron". 40 Los XI, libros del Compendio historial de las cfironicas y universal historia de todos los reynos de ESpaGa (4 vv., Amberes 1571; 2" ed., 4 w., Barcelona 1628, aquí utilizada, de no mediar aviso en contra) Libro VI, cap. 27 (ed. de 1628, p. 178). También Garibay consigna lo de que Reuter había hecho suya la especie del Príncipe de Viana, pero sin indicar -como Oihenart- Libro y capítulo de la obra. de Garibay u Oihenart, al hacerse eco de la supuesta opinión de don Carlos, ni precise los pasajes de la Crónica en que se habría expresado en tal sentido". Todo lo cual nos lleva a preguiltarnos si es que Garibay y Oihenart, sobre to- do, y tal vez también Moret -concienzudos ailotadores, todos tres- se equivocaron, al hacer hablar así al I'rír~cipe, o si es que habrá que pensar que se valieron de copias interpoladas de la Crónica, en que se había ya producido el contagio vascocantabrista. La hipótesis no es descabellada, si tenemos en cuenta lo que en el siglo XVI sucede con otra obra capital de la historiografía vasca tardo-rnedioeval: Las Bienandanzm e Fortunas de L. García de Salazar". Conlo es bien sabido, la obra del banderizo encartado, en su versión original, se presenta exenta -no menos que la del I%íncipe Carlos- de cuallto sabe a vascocantabrismos y dogmas concomitantes4'. Resulta, empero, que la copia más autorizada de la misma que poseemos -la que hacia las postrimerías del siglo xv hizo Cristóbal de Mieres por encargo de un nieto del mismo I,ope"- lleva una nota marginal en el folio 68, en que se hace profesión ex- presa de la nueva fe". ;De qué copias"" de la Gónica de Don Carlos se valen

41 Investigacio históricas.. ., p. 1 1 8. *' Lm Bienandfinzrzs e Fortur2a~.Códice del siglo XV, edición de Ronuít;u~:.zHEIIKERO, A., 4 VV.,Bilbao, 1967. 4.3 Por lo que hace al dogma tubalino, se limita a recoger lo que venía repitiendo la tradicióri hispana desde R. Ximénez de Rada, que asociaba el primer poblamierito tubalino con un entorno circumpiretiaico (Las Bienandanzas..., L. XIII:ed. cit., 11 , p. 358), pero sin que el tema se cobre bajo su pluma los desarrollos que conoce más adelante, criando se rela- cione directamente al patriarca bíblico col1 el poblamiento de las provincias costeras, el ori- gen del euskara, etc. El mundo iiobiliario que se agita en las páginas convulsas del banderi- zo riada quiere saber del mito del Túbal poblador cuando busca embellecer el relato de sus orígenes familiares, sino que prefiere entroncar, en cualquier caso, con unos godos llegados el 740 desde Escancia a Santoña (Ib., L. XIII:ed. cit., 11, p. 391-394). En firi, le resultan tan ajenas la manía vascocantabrista y la mitología asociada a ella, que consigna sin el menor ti- tubeo que "quedó toda España so el Ynperio Romano" (lb., L. XIII: ed. cit., 11, pp. 369s). V., sobre esto, ulteriores precisiones en LARKANACAELORZA, K., "W. von Humboldt ...", concr. 483-85. 4"fr. MANAKI<:UA,A. E., HistoriopaPa de ViZcc~ya... Bilbao, 1971, pp. 56s. 45 Bienandanzas e Fortunas ..., Lib. 8: ed. cit., 11, p. i 14. La apostilla, escrita en el mar- gen superior del fol., dice así: "las rno~itañasy bizcaya murierori sus naturales por 110 perder sus Leyes y costurnbres no queriendo tomar las leyes de los emperadores Romanos que atisj en estas probincias quedó el lenguaje antiguo que hera vascuen[ce.] En españa re abl6 ro- mance". Es sabido que no es ésta la única interpolación que se reconoce en la obra, no hl- tando otras que responden al mismo mundo de preocupaciones de que es reflejo el dogma vascocantabrista (v., por ej., la nota margina1 inserta en el L. XIII, folio 217, relativa a1 ha- llazgo cie la sepultura de la sierva de Dios Vilella en Vizcaya (ed. de RC>L>R~<;UEZHEKIIEIIO, A., 11, p. 384). "" Tanto J. YANGUASY MIRANLIA(1)rólogo de la ed. cit., pp. is y X) como C. (IIICAS- TEC;UI (Introducción, pp. 25-46) se hacen eco del estado de alteració~ique presentaba el tex- to de La Crónica en las múltiples copias que de ella manejaron para preparar su edición res- pectiva. Se habla de omisiones, yerros, malas lecturas ..., y también de adiciones posteriores. ¿Habrían respondido las observaciones de Garibay y Oihenart a alguna de esas supuestas interpolacio~lesposteriores, cfenunciadas por los modernos editores de la C'rbnicu? A sefia- lar, por último, que ya en sus días llamaban la atención tarito D. RAMIREZIIE ÁVAI.OSI>E I.AZ~SC~NA (v. la transcripción del Prólogo de su Crónica cn OR(:AS.~.EGU,C., "La memoria histórica...", p. GOS), como E. DE GAKIBAY(Los XL libros del C,'ompendio historial. .., Libro XXI,cap. I [ed. de 1628, 111, p. 21) sobre el estado de alteracióri que ofrecía el texto de la Cró- nica del Príncipe -"muy mal tratada, y por falta de escritores de su origen desviada", sc quejaba el primero de ellos-. Garibay y Oihenart, pasa poner eri boca del Príncipe las precisiones detallis- tas que le atribuyen en punto al escenario de las luchas cántabras, o J. de Moret, para incluirlo entre los que "comprehendieron" Navarra en Canta- bria? Al margen de eso, no faltan desde el siglo xvr testimonios que dan a pensar en una asociación Navarra-<,dntabria, que sería ya reflejo de una ópti- ca senaladamente vascocantabrista. Vamos a dejar aquí de lado un texto de las EpzStolas familiares (1539) de fray A. de Guevara, en que el célebre autor del Relox deprhcipes alude a un templo de Proserpina, que "estaba e11 Canta- bria, que agora se llaxna Na~arra"~';o lo que sabemos de la atribución coe- tánea de la naturaleza cdntabra y vizcaína a Pedro Navarro conde de Oliveto (-f1528), que era, como es sabido, originario del Roncal4'. Y vamos a dejar de lado tales testimonios, porque, en ctiatlto al primero, puede suscitarse alguna duda de si responde a esas asociacior-ies Navarra-Cantabrk que vienen pro- duciéndose, según hemos visto, desde La etapa medieval; y, por lo que hace al segundo, porque cabe sospechar que lo de atribuir la oriundez cdntabra y viz- caha al conde de Oliveto pueda tener algo que ver con el hecho de que el jo- ven hidalgo roncalés se inicie a la vida marinera en el litoral vasco4' y, de ahí, pase a estimárselo equivocadamente como wizcaho y cántabrosO.Vamos a de- jar de lado, también, el hecho de que en el B~eviariumTolossanum, según re- coge J. de Moret, se considere a S. Honorato como uno de los cántabros que bautizó San Saturnino en I1amplona, o el de que de ésta se haga ciudad prin- cipal de los Cántabros5'. Donde resulta ya más difícil soslayar las implicacio-

N. 28, en HA1 XIII: i.pzstolarzo eqañol (iolecczón decartasdeespañoleszlustresantzguos y moderrzos, t 1, Madrid 1945, p. 120. La fecha de 1 539 en absoluto pede decirse extem- poránea por lo que hace a 1'1 manifestacióii de rndrcios de contagio vascocaritabrista entre los autores, si hacemos cuenta de que J. I)E VAIIXS,en su Dzálogo de la lengua eíclito h. 1515, afirma ya "que se tiene casi por cierto [entre los "curioso\ destas coras"] que aquella nación [la vizcaína] ~onservójuntamente con la libertad su primera lengua". Y es que - precisa líneas arriba- "las armas de los romanos, quando conquistarori la kspaña, no pu- dieron passar eii aquella parte que Ilamasios Vizcayan (ed. de Lo111 RLANCH, J. M., Madrid 1969, p. 51). Remontando en el tiempo a la búsqueda de reflejos claramente vascocanta- bristas, cabría aíitl citar a Alvar Gutiérre~de 'Torres, que eri bl sumarzo de las maravzllosas y espantables cosas que erz el mundo han acontesczdo (Toiedo, 1524; ed. facstmilar de la Acade- mia Espaiíola, Madrid 1952, fol < VII r.) se refiere a los "aiios después de que los vzzcaynos por Augusto fueron oprimidos" (el subrayado es nuestro; testimonio recogido ya por CARO BAKOJA,J., Los vascos y Id hzstorza , p. 186 nota 71). Sobre A. de Guevara, v. luego lo que escr~bíarnosmás atriba (nota 24)

+' Cfr. YANC,~JA\Y MIRANDA,J., Dzcczonnrto de Anttgukdes del rezno de Navarra, i>aarnplonn 1964, t 111, p. '363; ?OIIKE, L. de, "Pedro Navarro": Roletíyl dc la Comzszón de Monumentos H'tstórzcosy Artístzco~de Navarra 4 (191 3), 27-34 y 100-106, aquí p. 27 4<> Es especte que recoge fray P. 1>E SANI>OVAI(ffzstorza de la vzda y he~hosdel empera- dor Curlos v, Libro XVII,cap. xx (ed. de IJAJI,t. 81, Madrid, 1955, p. 325), y parece fundada. >o Es un hecho, en cualquier caso, que pocas décadas después de morir en prisión el célebre ron~alés,éste pasa en algunos medios como guipuzcoano, es decir, vzzcaív2o y cánta- bro (cfr. GAKIBAY,E. de, Los XI lzbros del (>mpendto hzstortal , Amberes, 1571, 11, p 1 425). si Investzgacíone~hzstórz~ai , p. 2 12. Cabría enlazar esto con lo que en otro lugar afir- ma el rnrsmo padre Molet sobre la costu~nbreque "en parte oy dura eii Francia [de] llamar Cántabros a los Vasco[ne]s, y Labortanos, sitos de la otra parte del Pyrlneo", aunque al ca- so relacioria e1 corrimiento onornástico con hechor que acaecen en la segunda mltad del s. VI (Annalri; dcl Reyno de Navarra, 5 vv, i'arrtplona, 1766 [reiri-rpr facsíinrl, Bilbao, 1969- rles vascocantabristas, es en textos conlo los de E. de Garibay, en que, al pro- ceder a la delimitación de la Cantabria antigua, junto a vizcaínos, guipuzcoa- nos y otros pueblos, incluye expresamente en ella "a los de las nlontaíías de Navarra, que confinan con Guipúzcoa, y con la tierra de Vascos de Fran- cia""; o, refiriéndose a la lengua navarra en que el arzobispo don Kodrigo X- ménez de Rada se habría expresado en el concilio de Letráil del aíío 121 5, se- iíala que es la ""lamacla de otra nlanera Gantabra, que comunmente dezirnos Rascongada, la qual era su natural y materna lengua"". No mucho antes, ha- cia 1560, el guipuzcoano J. Martínez de Zaldibia, vascocantabrista confeso él, desempolva cierto texto algo enrevesado del Gerundense 1142 1 - 14841 (pe- ro a interpretar, en todo caso, en línea con la nlás genuina tradicion medie- val)'"ara recordar que el reino de Navarra se incluía en la atltigua Can- tabriaí5. A fines del siglo XVI, J.-A. de 'rhou, en sus Nistoriarum sui temporis libri, presenta a la reina de Navarra, Juana de Albret, ocupándose del adoctri- namiento -en su propia Lengua '~ascó~-iicao cantábrica"- de sus vasallos de la "Cantabria iuris Nauarrici provincia' [sic], enviando al efecto predica- dores e impulsando la traducción e impresión de diversos escritos, entre los que el Nuevo Testamento [de LeizarragaI5

1971j, t. 1, p. VI; v. item pp. 82s). Las letras entre corchetes so13 de nuestra cosecha, pero justificadas, en todo caso, por la reducción Vascos = Vascones que establece Moret en la p. 83 del texto citado. 5' Los XL libros del Compendio historial..., libro VI,cap. XXVI~(1, p. 175). Líneas arriba asevera que Cantabria "es provincia Septentrional de Espana, que declina a Oriente, te- niendo al Septentrión al Oceano llamado Caritábrico, y al Occidente las Asturias de Sanri- llana y al Mediodía, las aguas del río Ebro, con los llarios que desde la ciudad de Logroño corren por Navarra, hasta los montes Pirineos, y al Oriente a Francia" (Ibíd., i, p. 174). (bid., 11, p. 1GO (libro XII, cap. xxxvrrr). Nbtese que E. de Garibay, aunque sin afir- mar expresamente en este pasaje la inclusión de Navarra en la Cantabria clásica (tema sobre el que se riluesrra más explícito en el reierenciado en la nota anterior), asocia de hecho la lengua navarra a la cántabra o bascongada. '/' En el lib. t del I->arulipomenor~Hispaniue venia a a decir: Ad interiora Mediterrar~ei Cantabria est, continens Regnum Navarrae, habens populor tres, Vardulos, Vascones ntque Re- tones [error por Berones, presunriiblement~.En el lib. IX volvía a incidir en la reducción C'antabri-Nuvarri, tratando de un episodio de las guerras civiles romanas. í5 Suma de las cosas cantábricas y guipuzcoanas, ed. de F. AROCENA,San Sebastián 1945,5f. 15. Libro LI, referido al ano 1572. Cit. por VINSON,J., Essai d'une biblioYraphie de la lungue basque, i1aris, 1891, pp. 27s. Suena así el texto eii la parte que nos afecta: "Itaque, pnecer ingentia bella, quae quantum in se f~iit,summis impendiis gessit Uoharixla, scil.], i~i Cantabria iuris Navarrici prouincia ut eam doctrinam pronlulgaret, Pastores linguam pa- rriam, quae a nemine fere vicinorum capitur, neque vero scribi posse antea credebatiir, edoctos niisit, et novum Christi foedus, Cathechismum et preces in Geneuensi ecclesia usurpari solitas in linguam Vasconicam seu Cantabricam transferri et elegantissimis typis Rupellae excudi curauit". '' En De uita et rebus ge~tisjacobi I. Regis Arqonum, cognomento expugnatoris, libri xx (Valencia 1582), escribe: "Sunt enim Navarrenses et eorum propinqui Vizcayni [...] 11on modo in comm~tnibusac frequentibus praeliis, sed in singularibus concertationibus valen- res, industrii ac perpugnaces ab insita genti natura vi no11 a Gothis Hispaniae, ut quida11-i suspicantur, enata. [...] Ira quippe Navarri coiitinuis olim tum Romanorum turn Sarrace- norum praeliis assueti, brevirare ac inopia serrnonis repressi, fortiores atque in bellum pro- KOLDO LARRANA~~AELORLA

Más arribaíHha quedado consignado lo que P. A. Beuter, manejando, por lo que parece, una copia interpolada de la Crónica del Príncipe de Viana, dice de los Navarros y sobre localización de ciertos episodios de las guerras cánta- bras en tierras de Navarra. Avanzado el siglo xvrr (c. 1638), el anónimo autor de El Tordo VizcaZno comprende en la Cantabria superior no vencida a "parte de las montafias de Navarra", además de a Vizcaya, Lipuzcoa (sic) ""yaun los bascosní". Finalizar-ido la centuria, encontramos testimoi-iios como el de MA- TEO DE AN(;UIANO,del que dejamos constancia en otro contexto"". Ya en el siglo XVIII , M. de Larramendi habla de una Cantabria comprensiva de las Asturias de Santillana, montafias de Burgos y de Santander, el Sefiorío de Vizcaya, provincias de Alaba y Guipúzcoa, Navarra, Bureba y Rioja"'. Hacia mediados de dicho siglo, y en una publicación especialmente vinculada a los fastos conmemorativos del viejo reino, el padre fose Francisco de Isla califica a Navarra como parte nowble de GantabriaoL.Me permito, en fin, recoger aquí, por lo que sugiere de aproximaciones (a Navarra) del mundo de ideas que confluyerl e11 el vascocantabrismo, lo que el capuchino italiano Fr. Filip- po de Fiorenza escribía en 1704, en su relación de la visita que un superior general de la Orden, acompafiado de otros hermanos, giró a los conventos de la zona a comienzos de 1693. Tras seííalar que el área del vascuence -il lin- guagio Biscuglino- se extendía "de Tafalla para acá"", y encarecer la dificul-

pensiones semper fuerunr f...]. Sed quamquam eorurn Kegnurn non admodum latum est, plusque robore, quam numero vicerunt, adeo tan-ien res maxirnas totque praeclara domi fo- risque facir-iora ediderunt, deque devictis toties l-iostibus amplissirr-ie rriumpharunt ut non in postremis quidern illud collocandum sit, quod propias ipsi sedes montanas saltem tam strenue tutati sunt ut ab eis numquam depulsi f~ierint"(Libro VII~.Cit. por A. I)'()IHENAIW: Notitia ..., pp. 131s). Repárese en el tópico del valor guerrero que atribuye a Navarros y Vizcainos (valor guerrero -característica de la nobleza- que les viene, por SU- puesto, no de los Godos, según quieren algunos, sino del propio ser originario); repárese, luego, en lo que dice sobre sus constantes lucl-ias con Romanos (sic) y Sarracerios; repárese, en fin, e11 lo que refiere de la vigorosa defensa que los Navarros han hecho de sus montañas nativas, lo que les ha valido el que nunca nadie haya conseguido arrojarlos de ellas... Resta- ría por saber a través de qué vías han llegado llasta B. Górnez esas especies que parecen cla- ro reflejo de las teorías vascocantabristas, aplicadas a1 caso de Navarra. 5X V.supra nota 39. ''' Ed. de MANAKI<;CA,A. E., Bilbao 1976, p. 115. Debe de haber alguna errata u orni- sión en la transcripción del texto del Tordo vizcaho, que se ofrece en la edición de A. de Mafíaricúa (v. l. c. ), porque es notorio que la división entre Cancabria ir2Sprior y superior se iritroduce para distinguir a la Cantabria llana y sometida (infirior) de la mor-ituosa y nunca sojuzgada (superior), que es la que justamente incluye a Vizcaya, Guipúzcoa, mt>ntafias de Navarra y "los bastos" transpirenaicos. V. Ibld., p. 123. 60 V.sqra el texto referido a las notas 21-22. "' Discurso histórico sobre la antigua-furnosa Cyantabria, Madrid, 1736, p. 4 13. " Triurzfo del Amor, y de la Lealtad. Dia Grande de Navarra en la festiva, prontu, g-k>- riosa Aclamación del Serenissimo (ktholico Rey D. Fernando II de Navarra y VI de Cmtilld. Executada en la Real Imperial Corte de I'amplona cabeza del Reino de Navarra por su Ilustris- sima Diputación, en el dia 21 de Agosto de 1746, Pamploria, 1746 (tuvo varias ediciones ese mismo año en Zaragoza y Valencia, y al siguiente, corregida y aumentada, e11 Madrid); re- ed. por Mintzoa, Pai-itplona, 1983, p. 46. "-' En el original, da Tajulld in qua (a señalar que en 'Safalla había uri convento ca- puchino desde 1658). Idaliteralidad del rexto da pie a pensar qiie el buen fraile debió de re- coger la información para esa parte de su Relazzione hallándose en la zona de habla vasca nl norte de Tafalla. Al tiempo había, en esa dirección, conventos capuchirios pertenecientes a CAN illBRI\SMO EN NA VARM tad de entenderlo, destacaba la persuasión en que se hallaban los BiscagZini de ser su idioma "la vera lingua Spagnola antica, per non essere stata corrota n&da'Komani II& da'Mori, i quali gih rnai s'impradonirono di questi luoghi; e percib dicono che il loro [sic] siasi conservato nella sua purith 11 vero lin- guaggio Spagnolo"". Y no vamos a insistir acumulando testimonios de auto- res del período romántico o post-romántico, sobre todo de Ultrapuertos -el chevalier de Bela, J.-B. Sanadon, D.-J. Garat, I? Massein, J. A. de Zamácola, I> D'lharce de Bidassouet, A. Chaho, J. M. Hiribarren, J. Duvoisin, P. Haris- toy, etcéterab5-, todos los cuales se revelan tocados por la especie que esta- blece la ecuación euskaldun = cántabro y, por supuesto, incluyen a La Nava- rra de habla euskérica en la antigua Cantabria, sea que entiendan ésta en su acepción geográfica rigurosa, o, como Haristoy, al modo largo de los histo- riadores. Habrá podido observarse que todos los testimonios aducidos hasta abo- ra, en que desde una óptica vascoantabrista se relaciona a Navarra co~~Can- tabria, se deben a autores de fuera del viejo reino pirer-raico, sean o no vas- congados, si hacemos abstracción del que supondría -caso de que al cabo se probara- la supuesta interpolación del texto de la Crónica del Príncipe de Viana en el siglo xvi6%Resulta más problemático hallar e11 autores nava-

la misnla provincia religiosa en Pamploiia (casa matriz, fundada ex1 1606), Keritería (funda- da eri 1612) y Hondarribia (fundada en 1667). Ya en Francia, estaba el convento de Bayo- na, en activo desde 1615. Cfr. CH~,ES-I'INO[>E ANORHE, La antigua prnzjincia capz~chinade Navarra y (kntabria (1 578- 1 900), vol. 1: Desde los orígenes hasta la revolz~ciór~hancesa (1578- 178,9), I'amplona, 195 1. "4 Kel~~zzionedel VEagio jutto dal M. R. P. Bernardirzo dxrezzo e suoi cornpagni in oc- casinne di visitare la Religione dei Capuccini rnentre era Generak della medesima, divisa in quattro parti. Parte prima, cbe contiene il Viagio di Spagna. Hemos recogido la noticia en ANSELMO»E LEC;AR»A[BACAICOA SAN%, F.], "E1 licenciado 1). Juan de Beriáin, abad de y escritor vasco": Boletín de Ia Real Sociedad Bascorzgada de los Amigos del País 14 (ISíX), 17-37, aquí p. 36 nota 85. La transcripción del pasaje que se ofrece en el Boletín no es correcta del todo, al repetirse por error tipográfico una línea y eliminarse a cambio otra parte del texto, según podrá co~nprobarloel lector. Repárese, por lo demás, en la sinto- mática conjunción de temas y especies en torno del euskera (es "la verdadera lengua antigua espafiola"; 110 ha sufrido merma en su primitiva pureza; "jamás Romanos y Moros se adue- fiaron de estos lugares"...). Resvaría por precisar a qué localidad concreta se refería ese ir2 qua del original, para acabar de saber dónde había escuchado el cap~lchinoitaliano tan pe- regrinas especies. ¿Al convento de Pamplona, casa matriz de la provincia (en cuyo caso lo más probable es que hubiese escuchado tales especies a su paso por el viejo reirio), o en al- guno de los conventos de la costa guipuzcoana? V. al respecto GOYHENE~.<:F~E,J., Les basques et leur bi-rtoirc.... pp. 150-223; refereil- cias más esenciales, en LAKKANACAEL,C)K%A , K., "W. von Humboldt ...", p. 496. h6 ,rarnpoco entendemos a quién o a qué se debe el que u11 Emunctorium cronica- ruw~...circa illustrissirnam navarrorum regun progeniern, escrito en latín por Diego Kamírez de Avalos de la Piscina, se titule o inscriba, en la copia existente en el fondo de mariuscritos de la Biblioteca Nacional de Madrid (ms. 6144, del s. XVI, de 92 ff.), Cantabrica Historia 13e hecho, hemos repasado los capítulos iniciales del Emunctorium, y nada hemos hallado en ellos que justifique iina aproximaciór-i del discurso historiográfico de Lliego Kamírez a los supuestos vascocantabristas. Es rnás, en el I-"rólo;gnque escribió para su nueva crónic~~de los muy excelerztes reyes de Navarra, si bien no olvida al 'I'úbal pctblador, entiende, citando a M. Antonio Savélico, que Navarra "fue poblada de nueva nación por- Vaseo, capitán de ger~testroyanas, las quales, después de grandes trabajes sufridos por la rnar, alegrándose con la buerra tierra, la llamaroil Nabeara, darido a entender que el uso de las naves se convertía rros a-frrmacioiaes parejas de caritabrisnao, referidas a su propio solar. ;Será por lo que escribíainos en otro lugar"', de que Navarra o la vieja Vascoiiia - eiaaltecida por tina brillante ejecutoria de lucha por su independencia desde el período fraiico-visigótico, co~astituidaen espacio político independiente casi desde los días en que surge la monarquía asrur, y dotada, en Gil, desde antigilo de una ley fundamental del reino con artículos orgánicos que prevéri disposiciones específicas en el dominio del ejercicio de tos poderes públicos y del funcionamiento de las ins~itucionespolíticas- "parece necesitar menos de semejantes artilugios ideológicos para preservar a sus hijos y, sobre todo, a sus clases dirigerltes el mantenimiento de Los status consagrados antes de La salida de ia crisis bajomedieval"? De lo que, de todos modos, 110 parece pue- da dudarse es de que el caso navarro resulta en principio algo diferente -in- cluso tras la ariexión del viejo reino a la corona de Castilla- del de los de- más territorios vascos. Dejando por ahora al margen el tellia de las razolies, el hecho es -repetimos- que no abutidan tanto en autores navarros afir- maciones de vasco-cantabrismo, refer-idas a su solar, como las que se pro- digan coetáneamerate entre sus paisanos de los otros territorios. Pero no deja de haber algunas trazas. Martín de Azpilcueta (1492-1586), el célebre Doctor N~VUTTO,en un es- crito de índole apologética, hace confesiói-i gozosa de su condición de riava- rro y cántabrs, reconociendo ser "descendiente de aquella gente a~ltigua,ob- servantísirna de la fidelidad, principalmente para con los Reyes", que fueron "los postreros de los Espaíioles que se agregaron a los Romanos" e igualmen- te "los í~ltimosque los desampararonvox.Martín de Vizcay, para despertar la

en arar" (v. transcripción del Prólogo de la Crónica en OK(:AS~~EC~;I,C., "Ida memoria histó- rica...", p. 605): interpretacióri del nombre de Navarra y de su poblarniento, que se halla muy lejos de los supuestos vascocantabristas. Hemos de añadir que lo de Cantabrica Histo- ria no aparece en el encabezado inicial del man. matritense, encabezado que suena así: Emunctorium cronicarum a jaco bo Kemirio í>iscivzinoAbalino circa ilhstrissimam rzavarromm regun progeniern serio non minus quam diligenter editurn. Sólo al introducir el libro r viene lo de Cantabricae historiae liberprimus, para luego seguir figurarido en el margen superior de cada folio Cdntabricae historiae liber prim us (secundus, tertius, etc.) . " Cfr. LAIIRANAGAEL,OIZL.A, K., "W. von Hurnboldt ...", p. 494. 08 <latina iri vira Jo- annis VI, Gantabros et Astures, qui omnium Hispanorum postrenli Komanis adhaeserut~t, ultixnos eos deseruisse" (Carta apologética del Doctor Navarro al Duque de Albuquerque. Agosto de 1570, reproducida en AKICXI-AI,ASA, M., El doctor Navarro Don Mnrtin de Aqil- cuetiz y sus obras. Estudio histórico-critico, I'amplonri, 1896 [=Navarros ilustres, 11, pp. 6 15-32, conci-. 622s). Puede tener interés señalar aquí -para seguir los iritrincados pasos por los que la teoría vascocantabrista se va detinieiido y tornando cuerpo- que el Platina que cita Azpi- licueta en su apología es un hu~naiiistaitaliano, de nombre Bartolomeo Sacchi, que vive entre 1421 -1481 y escribe, entre otras cosas, una Historia l...]de vitis I-'ontiJLcum Komano- rurr~(Venezia 1479), cuyo testimonio invoca en su alegato el jurista navarro. El texto de Natina suena así: "Hi eniin [scil., Astures et Caiitabri] sicuti ~tltirnifuere in Hispania quos Komanuni subigeret Imperiurn, ultimi quoque, qui ab eo deficerent: soli postremo, qui Visigothorurn a se discuterellt jugum: ita nunc dernurn accepta Christi fide et religiotle ar- mis se a perfida Sarraceriorum gente constantissirne tutati srint" (cit. por AKIC;I-¡'A,M., o. c., p. 239 nota 1). Como se ve, una forniulación bastante aséptica, en la que difícilmente se re- c~)i~ocerá~~co~illotaciones ~ascocailtabristas, pero que, a través de la identificación vascuen- ce = idiorna cantabricuni, será traducida por el jurista navarro a clave vascocaiitabrista o conciencia de sus connacionales, que, olvidadizos de las raíces de su origina- ria nobleza, se pliegan tan fácilmente, cuando exnigran del reino, "a Los ofi- cios viles y mecár-iicos", les rectierda que es gracias a la institución del mayo- razgo corno "se ha conservado el reno~nbrede aquellos I'amosos cornpaneros cfe Tubal, primeros pobladores de Cantabria, de cuyos solares los grandes, poderosos y ricos de Espaia se tienen por honrados deduciendo su desceil- dencia y limpiezci'. Pero es que no sólo se trataría de Los nobles; también ""los Reyes Católicos de Espafia se preciaron mucho -asevera Vizcay- de la na- turaleza y aritigiiedad que traían de Navarra, por ser ésta una ilación que rneIlos se ha mezclado con otras ~laciones,de las muchas que e11 Espafia han encrctdo""": temas, éstos, de la nobleza originaria y de la no contaminación por mezclas con gentes extrahas, que afloran entrelazados entre los sostene- dores del dogma vascocantabrista, segúil se sabe, el que, por otro lado, viene aquí sugerido por la referencia a "los prirrleros pobladores de Cantabria". El pedagodo Juan de Sada y Amezqueta (segrinda mitad del siglo XVI-mediados del XVI 11, en la Historia apologética y descripcio'n del Rey no de Navdrm, que da a las prensas bajo el seudó~iimode García de Góngora y Torreblanca'", no sólo hace suyas las expresiones más conmovedoras del tubalismo aplicado al txoko riata17', sino se revela también coxnulgando de Iletlo con el mito vasco- cantabrista, escenificado aquí por L~IIOS"Cántabros Navarros3' que sostienen las Itltinmas embestidas del ejército romano "en la valle de Araquil en Nava- rra" '. Salvatus de Dissar-ieche, firmante de una de las Aprobaciones del Gero de Axular (16421, describe a éste, natural de Urdazubi (Navarra) --según se

muy próxima a ella. Es sabido que la corifesión de Azpilicueta Fue recogida por JUAN I>E GOYENE(:HE en su Executoria de la nobleza, antigüedad y blasones del valle de Baztán, Ma- drid, 1685 (en los preliminares sin pagin. de que hace preceder la edición de la Ejecutoria propiamente dicha, &. 5). Aparre eso, M. ARI(;I-I'ALASA (Ibz'd., p. 238) rranscribe otro pasa- je de M. de Azpilicueta, en que éste se hace eco de especies parecidas y aun de la teoría vas- coiberista: hablando de la resistencia que opuso España a los Rornanos, "pertiniicissirne quoad ejus fieri potuit -escribe-, repugnarunt Romariis, praesertim Viriato Duce Lusitani, et riatura loci riluriiti Navarri ac Caritabri, qui suurn, et totius Hispaniae antiquuin idioma (quod nunc appelant Vasconicurn) in huric iIsclue diern servant, nec unquarn admiserunt Rornanrim, adrnittente illud rota reliqua Hispania, simul et Gallia" (Relectio cdp. Novit. de iz~diciis,Lugdi~rium 1576. Según hace saber Arigita, la relectio fiie pronur-rciada en Coirnbra en 1 548). "" Derecho de natzualcz~~,que los naturales de la rnerindad de S~tnJuan del Pie del Puer- to tienen en los Reynos de la Corona de Castilla. Sacado de dos sentencias ganadas en juicio co~- tencioso, y de otrm escrituras auténticas, Zaragoza, 1621, pp. 2s. Historia apolog&tica, y descripción del Reyno de Naz/urra,y de su mucha arztiguedad, no bleza, y calidades, y reyes que dieron principio a su real casa, y procuraron sus acrecentamien- tos, y de la duración delh, y sucessos, y hechos heroycos y JAmosos de sus naturales, en armas y conquistas. Dividida en 111. Libros con un ikatado a la postre de las cuatro ciencias, y artes Matbemdticas. Dirigida al Reyno de Navarra, Parnploria, 1628. " V. fOl. 3 v. (la lengita "Cántabra Bascongada, que es la rnatriz y primitiva, que el Patriarca Tuval su fundador trajo"), 4 r. (Pamplona, Tudela y Tafalla, fundaciones tubali- nas), 6 v. , ff. 9 v., 14 r. y v., 14 bis, 15 (el origen tubalino, fundamento de la mayor ariti- giiedad y nobleza de Navarra), etc. etc. " V. íb., ff. 18 v. - 1 h.Por supuesto, para Sada el euskera es la lengua Ga'ntabra Ras- congada, hablada "eri la mayor parte del Reyno, sin mezcla de otra ninguna, donde se ha corlservado siempre, excepto en SLI ribera y lugares fronterizos de Casrilla y Aragbn, que se habla sólo el liornance" (fol. 3 v.). sabe-, como personaje de gran fama "iil nostra Cantabria"". El mismo Pe- dro de Aguerre y Azpllicueta ["hular"] (1 5 56- 16441, en la Gomendiozko kar- ta con que se abre el Gero, saluda al baigorritarra -y, por ende, navarro- Bertrand d'Etchaux, arzobispo de Tours, como cantabres fin's, naturala eta eguiazcoa ("cántabro pundonoroso, natural y a~téntico")'~.En el nihil obs- tat que el obispo de Bayona, el bajo-navarro Jean de Olze, otorga para la edi- ción del Ama Birginarcn oficioa de C. de Harizmendi (16581, el euskara pasa como el idioma cantábrico, y los euskaldunes, como cárrtabro~'~. Resulta un tanto compleja la posición de J. de Moret. No obstante mos- trarse sensible a tos argumentos de Zurita, Oihel-iart y otros contradictores del dogma vascocailtabrista, y hablar, en consecuencia, de una Gantabria de alcance geogrd6co riguroso, que habría sido testigo de los avatares bélicos re- cogidos por los autores cLásicos, habla también de otra -de sentido mds lar- go y al "estilo familiar de los historiadoresn- que se documentaría también, según él, en los textos que relatan los azares de la célebre guerra, siendo, al cabo, de opinión de que en ésta se vieron implicadas "muchas de las gentes que corrían desde la rigurosa Gantabria, hasta el Pyrineo, y algunas por lo menos de la Aquitania que le toca"76.Moret hace suya, por otro lado, la iden- tificación lengua vascónica-lengua cantdbrica, no dudando "fuese la misma"'-;

" V. el texto de la aprobación en cualquier edición del Gero. Podría quizá atenuarse el valor de este testiinoilio dicierido que, pues Axular ejercía en Sara (Laburdi), lo de "vir niagni nominis iri nostra Cantabria" pudiera enteriderse, no referido a la Navarra natal del famoso predicador, sino al tertitorio en que ejercía como tal. Pero no debe olvidarse que, eri la óptica de Axiilar y de sus conipaiíeros de fatigas de la diócesis lapurde~lse,el ser cánta- bro se expresa -por las trazas- en el hecho idiomático vasco (v. ¡bid. la otra aprobación del doctor Theolagus l'etrus D'Utthubie, en que cantabricum idioma equivale a vascuence), cori lo que la Navarra euskaldun no precisaría de ~tlteriorestítulos para poder decirse parte de esa Cailtabria. V. en este mismo sentido el testimonio de Axular referido a Bertrand d'Etchaux, de que nos hacenios eco en el texto. 74 Gero, ed. de VILLASANTE,L., p. 5. A destacar que Axular no califica a Rertrand d'Etchaux conio euskaLdunjLiña, sino corno cintabresjña, etc. Es decir, que al caso el autor del Gero se ofrece, no ya buscando -como otros autores contemporáneos- una for~nulamás o nienos feliz para traducir al latín o al romance términos como euskaldun o euskera, sino asumiendo de algiina forma el mito vascocaritabrista eri lo que tiene de característico. Sen- cillamente, porque de lo contrario podía haberse limitado a decir que era uii euskaldunjña. 75 "1 ...] Oficium B. Mariae, carltabrico versu a Christophoro de Harizmendi [...] in Can- iabtorun? utilitatem elaboratum" (v. edic. de VINSON,J., Chdon-sur-Sdne 1901, Appendire, p. 11 5). Corivendría ral vez señalar aquí que el calificar al euskara como lengua cantd'brica sin niás es práctica bastante habitual desde el siglo XVI, de que se hallarán no pocas constataciones en el Essai d'u~zebibliogr(1phie de le languc baque, de VINSON,J.: v., por ej., pp. XIII ("Post- scriptum"), 18, 20, 21, 22, 25, 27, 28, etc., etc. Según escribe el autor, "la manie d'appelet Cari- tabres les Rasques a fait [...] que Liqarrague a été regatdé coinme rin Espapo1 et que son Nou- veaii Testament figilre daiis la Bibliotheca Hispana nova de d. Nicolas Antonio" (Ibid, p. 25). 76 lnz~estigdcioneshistóricas ..., pp. 117-149, palabras entrecomilladas, p. 146. En los Annales se cine a afirmar que en la célebre guerra, y por lo que parece, "el iiiovimiento fue cornúri de todas las gentes del lado Septentrional de Espafia, y costa del Océano desde (;a- licia al Pyrineo", incluidos los Vascoiles (Annales del Reyno.. ., t. 1, p. 17). -,-. " investigaciones históricas..., p. 108. Por supuesto, para MOKE'I'-que piensa que en la cornposiciór-r de las palabras romance y vascuence entra el eriskérico antne, entendido conlo modo o fornia- vascuence "vale lo mismo que modo o forma del Vascón" (cfr. (Jov~gressio- YLM apologéticas sobre la verdad de Las investigaciones históricas de las antigüedades deL reyno de Navarra, Pamplo~ia,1766, p. 548). tampoco duda de que fuese la '"antigua y propia de Espana", salvada del nau- fragio de lenguas peninsulares en el lado Septentrional de Espan'a por el hecho de '"haberle entrado más tarde los Romanos, y frecuentádole poco como país montuoso y áspero, y a cuyos moradores parece dexaron vivir con sus cos- tumbres y Lengua, conter~tándose,con que reconociessen su Senorío, y vivie- sen quieto^"'^. No es que el jesuita navarro deje de reconocer el hecho del do- minio universal de Roma en la península. Lo reconoce, y paladinamente, en su obra más madura, los AnnaZe3". Pero textos como el de las Congressiones apologéticas, citado antes, en que trata de hallar explicación al hecho de la su- pervivencia del vascuence, echando mano de fórmulas que harán fortuna en boca de vascocantabristas de tiempos posterioresX",o lo que, referido al rno- mento posterior al término de las operaciones bélicas, se inclina a pensar - sobre la base de un pasaje de EstrabónM- de que no todos los pueblos que- daron, al cabo, ""del todo allanadosnx',dan niargen a la sospecha de que Mo- ret no se halla tan libre del contagio vascocantabrista como pudiera parecer a simple vistax'. Se une a eso que el historiador navarro se muestra enorme- mente sensible frente a otros temas del imaginario vascongado de la época. No podemos menos de recordar, a este respecto, la calurosa defensa que del vascuence y de sus calidades hace, herido "en punto de naciónnx4,frente a J.

Congressiones apologéticas..., p. 558 (Congression xvr: De la población, y lengua pri- mitiz~ade Epan'a, pp. 523-558); v. también Investigaciones históricas..., pp. 96-1 17. 79 En punto al deseillace de las guerras cántabras, escribirá que al cabo "allanó Augus- to todo el lado Septentrional de Espafia desde el Pyrineo hasta el Océano Occidental de Galicia", y que, como resultado de la misma, "se siguió en España L...] uno como sueno de sosiego universal y muy continuado, propio del ingenio Espafiol, duro en admitir la suje- ción, tardo en sacudir la admitida" (Annales..., i, p. 19s). ") Pueden hallarse referencias precisas a ese respecto en un artículo nuestro titulado Vascocantabrismo y Arqueologh, a aparecer en breve en Veleia. 3, 3, 8. Investigaciones históricas..., p. 146s. Le daba pie a ello, además del hecho de las precauciones defensivas tomadas por Augusto frente a los pueblos del Septentrión hispano -precauciones de que se hace eco el citado texto estraboniano-, la lectura plhn Touivsoi del origilial griego del mismo, que hace suya l. CASAUBON,el autor de la edición marlejada por Moret (Strabonis rerum ge~~raphicarumlibri XV/I [pece et latine], Paris 1620), y que sonaba Tuisis exceptis en latín (v. e11 nota marginal de las pp. 146s de sus Investigaciones históri- cas...). A partir de ahí y de la semejanza ciel nombre con el Turissa (= Iturissa) dei Itin. Ant. (Wess. 455, 6) -a situar, tste, sin género de dudas en el ámbito vascón-, la conjetura podía buscarse un cierto margen para inferir que, "aunque no havía fuerzas para la guerra abierta, no estaba toda la tierra del todo sossegada" (Ibz'd, p. 148). Y eso aun dejando de lado cierto rumor que sabe corre por "estas montañas", sobre que "Augusto César 1-10 acabó de sujetar del todo a los Gántabros", rumor que "algunos Escritores de menos nombre han cebado demasiado", según le parece, dando foi-ma a extran'eas "manifiestamente apócrifas y sólo inventadas para granjear aplauso popular" (Ibz'd., p. 146). A señalar, sin embargo, que en Moret apenas se hallará huella de los temas de pactos y confederaciones entre Romanos y Cántabros, que llenan las páginas de otros tratadistas vascos del Antiguo Régimen. 83 Dicho sea con perdón de A. GAMP¡C>N,para quien, gracias a "su macizo buen senti- do", Moret, "aunque nabarro, y nabarro entusiasta, no incidió en el yerro de cantabrizar a sus compatriotas" ( Origenes del pueblo euskaldun. 11 parte: testimonios de la Geografd y de la Historia clásica, e11 ID., Obras completas, vol. XJ, Iruña, 1985, pp. 84-91, pal. entrrcornilla- das, p. 90). Lle hecho, el "sustancioso" cap. VI del libro i de las Investigaciones históricas, que Campión recomienda leer (v. Ibid., n. I), y otros pasajes de la obra del jesuita navarro, per- miten, según enteildemos, hacer lecturas más matizadas de su pensamiento. 8.i Conpsiones ~ipoligéticar..., Prólogo (si11 pag.), n. 3 1 . de Mariana y otros ingenios de Eqana, a Los que tacha de "templados a la pe- regrinidad" y "grandes estimadores de lo que vino de lejos, con menosprecio de lo que nació en casa"". Tampoco podemos dejar de subrayar la distancia que separa al jesuita navarro del castellano en lo que hace a la valoración del episodio visigodo en los destinos de la historia de Espaíía, o en La forma de enfocar el origen de la nobleza hispánicab".Así, no entiende Moret que Ma- riana, tin'endo de hiel su pluma, pueda calificar de gente@roz y bárbara a los Navarros por el hecho de que se resistían a los Godos, cuando lo que hacían es defender su originaria libertad y la libertad de todos contra 'unos Bárbaros advenedizos' que ni en ingenio, ni en valor mili&r, ni en policía de buenas costumbres, llegaban de lejos a igualar a aquéllos; ni entiende la boga que co- noce en Espaíía la manía de buscarse ancestros godos para ennoblecer los fas- tos familiares8': el jesuita pamplonés cree, en efecto, poder afirmar que, "ha- blando generalmente, muy poca sangre [de los Godos] puede tener hoy Es- pana", si se exceptúa tal vez a los mismos reyes, en los que reconoce algún componente menor de sangre góticaxx.Ahora bien, el del originario espafiol, resistente a Romanos y Godos, y noble por su arraigo secular en la tierra he- redada de Túbal, es tema que aflora con más o menos énfasis, como se sabe, en el cortejo de la teoría vascocantabrista. Tras MoretH",sabemos de otros navarros tocados por la manía vascocan- tabrista. En la Executo* de la rioblexn del Baztán"", de Juan de Goyeneche

Investigaciones históricas..., pp. 115-1 17. No se olvide, por otra parte, que Morer se siente dispuesto a aceptar como opinión que avalaríarr "más que conjetura y verisirnilittid" la que hace del euskara lengua "coniún y general de toda Espaiia, antes que la entrassen Gentes advenedizas" ((E>., p. i 17), pareciendo, en cualquier caso, sil vascoiberismo menos circunspecto que el de A. »'OI~-IENAKI.(cfr. Notitia ..., Lib. I, caps. xrr y xirr, pp. 37-56). '" Hemos tratado más por rneiludo del tema en un trabajo titulado "Mariana y Mo- ret: dos lecturas distintas del episodio de la domi~~acióngoda en la Historia de Espaiía", que daremos en breve a la prensa. En él se hallarán referencias precisas al respecto. " Sobre las vicisitudes de lo que se conoce corno goticisrno, además del largo capít~iloque MAKAVAI~L,,J. A., dedica al tema en 22 concepto de EpaGa en lit E&d Medid (1954; reed. Ma- drid 1981, pp. 29'1-337), pueden verse los siguiente inás recientes trabajos: Ruc:(&J(I¡, A., "Les Wisigoths fondement de la 'nation Espagne"': Fc>N-SA~NE,J. - PELL,IS~KANI>I, CH. (edits.): L Europe héritiere de lEspagne wisigothique. Colloque international du C. N R S. tenu d h Fon- dation Sin'ger-1301ipac (13aris, 14-16Mai 1990, Madrid, 1W2, pp. 341-352; REDONDO,A., "Les divers visages du thkme (wisi)gothique dalis l'Espagne des XVI~et XVIFsi&clesn, Ibid., pp. 353- 364; Mrr.~

91 La hora navarra del XVIII (Personas,fltmilias, negocios e ideas), Pan1 plona, I 969). '* En las hojas preliminares sin paginació~~,dirigiéndose '2 los muy nobles y ari- ticluísimos Españoles" del valle de Baztán, se muestra tocado por el mundo de ideas y tópi- cos que confluyen en el vascocantabrisino. Bajo el epígrafe "Executoria de la nobleza, anti- güedad y blasones del valle de Baztárt", en el 81. 1, escribe: "[ ...] desde que Subal, primer patriarca de los Espaiíoles, pobló de sus hijos este antiquísima Patria, se han conservado in- victos sus moradores hasta estos tiempos, sin haber mudado sitio, ni costumbres, ni mezclddose con la barbaridad de otras Naciones, de que es prueba evidente el haber conservado en su pu- reza la lengua primitiva de los Cdntabros, con tanta propiedad, que si los 'I'ubelos bolviesen otra vez a! mundo, 1x0 necesitaran de intérprete para entenderse con los Vascongados". &íd., en el &. 111, prosigue: "No pudo la$derza de ~arztasNaciones Bdrbaras, como inunda- ron a EspaNn, formr las impenetrables murallas de sus montes, ni doblar [sic] los robustos es- fuerzos de sus brazos: y lo que es más, ni los ir~dustriososhalagos de los Griegos, ni las po- derosas cautelas de los Cartagitieses, ni el artifz'cioso poder de los Romanos pudo persuadir al temor, ni reducir aquellos ánimos invictos al desaire de rendidos, ni al huniilde dispendio de tributarios" [las cursivas que aparecen en el texto 110 son del autor, sino que responden a nuestro objeto de subrayar conceptos o palabras claves]. (Quién diría no escuchar e11 todo ello el eco de !o que afirmaban los B. de Echave, etc.? Un apunte rnás: en el &. V llama a San Francisco Xavier "compañero" de San Ignacio de Loyola y "consorte, no nienos en la patria y e11 la lengua Vascongada, que en el espíritu con que fundaron [...] la Compaliía". "' Discurso histórico sobre la antigua farnosa Cantabrin. Questión decidida si kzs provin- cias de Bizcaya, Guipúzcoa y Alaba, estuvieron cowzprehendidas en h. Antigua Cantabria, Ma- drid, 1736. "",stima A. de Goyeneche, en el texto de la Aprobación, que, de la misma forma que la Iglesia llama a S. Ignacio Gántabro, siendo quipuzcoano, "de la niisma suerte, y con la misma propiedad piidiéramos llamar a su grande Hijo y Apóstol de las Indias San Francis- co Xavier: pues aquella parte de Navarra, donde nació este nuevo Sol del Oriente, en !a opinión del autor, y mía, pertenece a la Cantabria, que terrniila en ella por la Costa Orien- tal, que rnira al Pyrineo" (dos últimas pág., siri numer.). V. asimismo lo que escribe inás adelante: "'A ninguna nación tiene que envidiar la nobleza y primores de su lengua la Bas- co~lgada,por ser la más noble de todas por su antigüedad, que no se la niegan los que con no despreciables fundamentos suponen que el primer Fundador de la Nación Española, el Patriarca Subal, entrando por los Pyrineos, la dejó como herencia viilculada en aquellos primeros Bascongados, que después la han coilservado en su primitivo ser, a pesar de la mezcla de otras Lenguas, que inundaron a España. No fuera el Oro rey de los metales, si no se resistiese a su mezcla". En fin, según el jesuita Goyeneche, "a los primeros Señores y Próceres de España se les trasluce su nobleza en el origen que traen de la leng~iaCantábrica o Bascongada, como son los Velascos, Mendozas, Zuñigas, Bazanes, Riberas, Colonas, y otros". "5 El título de la obra sonaba así, en su primera aparición impresa: Origen y antigüe- dad de ,?u levzgua bascongada y de la nobleza de Cantrzbria, sacnda a luz por el capitdn don Juan de Perochegui, comissario ordinario de la Artillerzá de España. En que se hace ver que di- cha leng2sla fue la primera que se habló en el mundo, y la misma que traxo Tuval a Espan'a, en fialar es que la especie que vinculaba el origen de la nobleza espafiola y de sus reyes con Súbal, primer poblador de Espafia, venía a resultar extraíía pa- ra los autores que escribieron del país hacia las postrimerías de la Edad Me- dia -tal, Don Carlos de Viana o L. García de Salazar, declaradamente "goticistas" uno y otro1"'-, y empezó de hecho a cundir y a hacer fortuna en el país en el contexto de las corrientes de ideas que ligaban teoría tubalina con vascoiberismo y todo ello con lo que venía a ser el colofón de tan singu- lar construcción intelectual, el vascocantabrismo"". Otra circunstancia que merezca tal vez atención es la de que este E de Navarra, ligado por naci- miento"" a la más encumbrada nobleza navarra del bando agramontés, man- tuvo relaciones de alumno a maestro con Martín de Azpilicueta"'" agramon- tés de encopetada familia también, y que curiosamente se documenta tocado por la mania vascocantabrista.

No parece tan difícil atinar con las razones que determinan el éxito del vascocantabrismo y dogmas concomitantes en el Antiguo Régimen a lo largo y ancho del país. Es incuestionable que la peculiar interpretación del pasado que suponen la teoría tubalina y el complejo entramado de dogmas nuclea- do sobre él sirve a halagar y fortalecer el sentimiento de autoestima del co- mún de las gentes y aun de las élites directoras de los territorios concernidos. U no es sólo que halague el sentimiento de autoestima del común de las gen- tes. En tan peculiar construcción ideológica hallan también éstas, a falta de títulos más tangiblesHJí,el inapreciable elemento de prueba que necesitan en sus pretensiones de legitimación de ciertas conquistas de índole social y polí- tica (estatutos colectivos de hidalguía, regímenes políticos de excepción...), que se revelan de notables cor-isecuencias a nivel individual y comunitario. Siendo ello así, como parece, no es de extrafiar, según sefialábamos, el éxito de aceptación que conocen el mito tubalino y dogmas concomitantes a nivel de todo el país.

hecho de que el navarro escribiese tanto la historia de España, como la crónica de Navarra, no obsrarite que Garibay no lo cite en la lista de historiadores navarros que ofrece en el li- bro XXI, cap. I (ed. de 1628, t. rir, pp. 1-3) de su Compendio historial. Sobre este Francisco de Navari-a decimos algo más en el artículo referenciado en la nota 86. "" V. referencias de la nota 99. Sobre lo que se conoce como goticismo, v. [as referen- cias recogidas en la nota 87. "" Según quedó señalado en su 1rigar (v. el texto referido a las notas 86-88), Moret se pronunciará de forma parecida un siglo más tarde. "'.' Era hijo de Pedro de Navarra, vri mariscal de Navarra y IV de este linaje (v. AKIC;I- TA Y L,ASA, M., El Ilmo. y Excmo. Señor Don Francisco de Navarra ..., pp. 53s). "'"fr. AKI(;I.I.AY LAXA,M., El /&o. y Excmo. Señor Don Francisco de Navarra ..., pp. 110-113 y 313-317. 105 Se dan casos de valles (Raztán, lioncal ...) y de otras comunidades políticas, que go- zan de privilegios de exencióri o infianzonía por concesióri regia, datable en un monlento deterniinado de la Baja Edad Media. Pero iilclitso eii estos casos la referida construcción ideológica puede servir para situar en una luz todavía más lejana e inaccesible la raíz o el punto de arranque de la propia condicióri nobiliaria: cual si la concesión regia no fuese sino el reconocimiei~too la sarición de lo que correspondía por nacimiento o derecho inrnerno- rial. Pero hay otra razón que parece decisiva a la hora de explicar el contagio del mito vascocantabrista a ciertos territorios del país, de habla vascuence, que, como Navarra o las provirlcias de Ultrapuertos, tienen de veras muy di- fícil, en razón de las precisiones geográficas cor-itenidas en los textos clásicos sobre los Cántabros y pueblos de su vecindad, fundamentar de forma míni- mamente creíble su pretensióri de cantabrismo. Y es La peculiar interpreta- ción que se hace de La preservación del euskara como símbolo de una actitud resistente. Ahora bien, si el hecho cántabro, según entiende la más genuina tradición historiográfica hispana"'", ha de ser interpretado e11 clave de resis- tencia frente al romano ir-ivasor (actitud resistente que, para un J. de Moret, a la busca de explicaciones del hecho de la pervivencia de la lengua 'cantábri- ca o vascónica', habría sido en cierto modo tolerada por aquél, al dejar a los cántabro-vascongados "vivir con sus costumbres y lengua, contentáiidose con que reconociesserl su Senorío, y viviessen quietos"""), nirlguno de los pueblos de la franja norte peninsular exhibe de hecho en sil historia ulterior indicios más palpables de haber mantenido tal actitud (preservación del idioma autóctono, costumbres y formas de vida peculiares, etc.) como el pueblo que se vincula al euskara, lo que hace que todos los territorios que en su pasado más o menos reciente miiestran indicios de su vinculación a aquél se sienten por igual legitimados a reclamar para sí la actitud resistente que hizo posible su preservación (y la de los otros rasgos culturales que definen el hecho diferencial vasco) y, en consecuencia, sentirse cántabros. La ecuación cantabrismo-ez~skrd,que en harto temprana hora se docu- menta entre los autoresLoh,traduciría de forma sintética la línea argumenta1 a través de la cual tratará de justificar cada uno de los pueblos del vascuence su pretensión de pertenencia a la comunidad cántabra. De ello resultará, por un lado, un sobredimensionamiento de la Cantabria clásica, lo que, al fin y al cabo, podrá parecer hasta comprensible; por otro, lo que sin duda no lo pa- recerá tanto, una progresiva suplantación de la Cantabria originaria por otra advenediza en un proceso cuyo síntoma viene a ser el uso cada vez más fre- cuente que se hace de la voz Cantabria, cefiida a designar principalmente -si no en exclusiva- Las tierras del euskera: "como si la vieja Cantabria -sena- lábarnos eri otro lugar-, en lo que suponía de actitudes más características (resistencia al invasor, apego a las formas de vida y de orgax-tización geculia- res, mantenimiento del habla autóctona), hubiera venido a reducirse al cabo a Los territorios que se ren~itenal mundo del euskara (e. d., a Euskal Herria)"'O". Pero si, como decían los tratadistas del Antiguo Régimen (y aceptaban comúnmente los autores), ta pervivencia del euskara viene a resultar la prue- ba más definitiva de la actitud resisterite en que se mantuvo Cantabria y, por la misma razón, La conservación de ese habla, la demostración más palpable de la pertenencia de un país a la primitiva Cantabria, per obliquum y reba-

106 Cfr. ya OROSIO6, 21, 1, que subraya lo que a Roma vino a costarle ("per ducerltos annos") la total sumisión de la peínsula. lo' Congressioncs apologéticas.. ., p. 558. 'O8 V. algunas referencias precisas al respecto en LARIUNA(;AELORLA , K., "W. vol1 Humboldt ...", concr. pp. 496s nota 108. lo'" Ibid.,p. 497. sarido quizá el originario alcance sigrlificativo del dogma vasco-cantabrfsta, se cor~vierteGantabria, ante el vascong:ido que no dispone de un equivalente romance del sintagma Euskal Herria, en el primer punto de encuentro de una embrionaria conciencia nacional vasca. Divididos en reinos difereiltes y en territorios con tradiciones y destinos asimismo un tanto diferentes - decíamos también en ese ~nismotrabajo-, "los vascos acabarán al cabo por descubrirse como hermar-tos der-itro de los términos de esa fantasmal Ganta- bria que con fines muy concretos se inventan los autores renacentistas y ba- rrocos"' 'O. Quiere ello decir que el mito vascocantabrisra, además de ser un esla- bón esencial eri la cadena de prueba que avala la posesión ininterrun~pidade la tierra por los descendientes de Túbal (y, por lo mismo, la verdad de cuan- to se afirnlaba sobre la nobleza origirtaria del país, y de que éste niinca había abdicado de su primitiva condición independiente y de sus fornias cle vida, según se indicó arriba), curnple aún otra función, y es la de constituir, en el momento en que empiezan a despuntar y definirse los nacionalismos euro- peos, el espacio imaginario de reunión que se inventa la conciencia eus- kaldun dispersa por tierras de varia obediencia política. En la gesta de la Cantabria sofiada por nuestros tratadistas -tierra de elección habitada por aquellos hijos del bíblico 'I'úbal, qiie, orgullosos de la herencia recibida de éste (euskara, monoteísmo primitivo, fornlas de vida y gobierno peculia- res...), se resistieron a mezclarse con otras gentes y a dejarse avasallar, abdi- cando de su primitiva condición independieme-, se sintió interpretad; de la forma más eficaz el sentimiento de autoesrima del colectivo que se remitía al euskara. A ello se debe, sin duda, el éxito de aceptación, en las tierras de habla vasca, de la ecuación euskara (= lengua de 'I'úbal) = lengua cantábrica, ecuación que, por otro lado, conoce amplia difusión en los círculos eruditos europeosHi.El mito de Cantabria -y el conglomerado de dogmas de que forma parte- viene a ser al cabo un lazo de unión o un imaginario espacio de encuentro entre los vascos, en la misma medida en que lo es el saberse bablantes de una misma lengua ("compatriotas de La lengua vascongada", di- ría A. de Poza"2) y exponentes de unos mismos hábitos culturales que los di- ferencian en mayor o menor grado de otros colectivos étnicos.

Ahora bien, si parecen bastantes claras las razones que explican el éxito del dogma vascocantabrista y mitología asociada a nivel general del país, no parece se pueda decir otro tanto de Las que hacen que el mismo se revele me-

"" Ibid. Ahí niisrno (pp. 497s) hallará el lector algunas referencias precisas en punto al avance en la asociacibn icónica de lo cántabro y vasco (e. d., de Cantabria y Euskal Her- ria). "' V. algunas referencia5 en I,AIRI~,LJI/ H t - RO, A , Madrid, 1")9, f. 44 1. (sin pag. ~ontii1uadae11 la edic.). nos pujante (o incluso no se produzca en absoluto) en determinadas zonas del mismo. Porque lo cierto es que el vascocantabrismo, que reconoce como tierras de elección -por lo temprano y definitorio de sus expresiones- pri- mero Vizcaya y, luego, por este orden, los territorios hermanos de Guipúz- coa y Álava, se revela algo más tarde en tierras de Ultrapuertos y como con sordina en el reino de Navarra, territorio, éste, en que no resulta difícil deli- mitar amplias zonas que, a juzgar por lo que nos ha sido dado ver, se mues- tran avaras y aun ayunas del todo de referencias al tema consabido. De he- cho, la plasmación cartográfica de las evidencias de contagio vasco- cantabrista reunidas hasta el momento para el viejo reino revela a las claras que el dogma halla acogida sobre todo en la mitad norte del mismo, al tiem- po que las demostraciones escasean -o se hacen desear- en la amplia zona que se extiende al Sur de la cuenca de Pamplona. Que la falta de éxito en esas zonas poco tiene que ver con escrhpulos de orden crítico, como los que impulsan a A. d'oihenart a rechazar la ecuación Cántabros-Vascongados"', parece estar fuera de toda duda. Razones de ese tipo, en efecto, se revelan de escasa eficacia a la sazón, y fácilmente neutrali- zables -como lo prueba el caso mismo de las zonas afectas al dogma vasco- cantabrista-, cuando una comunidad tiene interés en sacar adelante la tesis contraria y cuenta con argumentos -más o menos válidos o especiosos- para cohonestarla. El hecho de que las evidencias de contagio se concentren en la mitad norte del reino -en las zonas de habla vasca, o con evidencias irrefragables de práctica euskérica hasta tiempos bien recientes- parece darnos una pista sobre dónde puede hallarse a la sazón el límite que no es lícito traspasar, al haber de responder a las referidas objeciones de orden crítico. En efecto, Vizcaya, Álava y Guipúzcoa tienen que hacer frente, aunque quizá en menor medida que Navarra, a muy serias objecioiles de ese tipo -puestas de relieve por los Zurita, Sandoval, Oibenart, etc., para hacer mínimamente creíble su pretensión de pertenencia a la Cantabria de los días clásicos. Pero cuentan, al menos, para paliar sus deficiencias de cobertura por ese flanco, con el argu- mento suplementario que significa la preservación del euskara -expresión antonomásica de la actitud resistente que caracteriza a Cantabria ...-, para, a partir de ahí -y valiéndose de que ni los textos de Los clásicos son tan uní- vocos al respecto, ni la tradición historiográfica hispana tan uniforme en lo que hace a La ubicación de tan celebrada patria-, instrurnentar la defensa de un cclntabrisrno que, a despecho de sus muchos flancos débiles, logra conci- tar por muchos años el asenso razonable de los autores. Ahora bien, la situa- ción, mutatis mutandis, es la misma, o casi, para las zonas de práctica vas- cuence del viejo reino, y, caso más extremo aún, para las tierras de Ultra- puertos, lo que explicaría, a nuestro modo de ver, Los corrimientos de la teo- ría vascocantabrista registrados en esa dirección. Pero ¿explica ello todo? Dos casos paradigmáticos. El arizkundarra Juan de Goyer-ieche -el fundador, en 1677, "del primer periódico espafiol con vida regular y rnonta-

11 i V. sz~prareferencias de la n. i 5. C;4N7ABRZkSM0EN NA VARRA do, hasta cierto punto, a la moderna""" publica en 1685 en Madrid la Exe- c~toridde la nobleza del Baztán, que se revela solidaria en un todo con el mundo de sentimientos e ideas que caracterizan por esos anos a un vasco- cantabristaii5.Apenas veinte afios después, Francisco de Elorza y Rada (t1717), nacido, como M. de Azpilicueta"" en un Barasoáin que a comien- zos del siglo xvrrr se muestra aún de insobornable solera vascuence"', publica un Nobilidrio de la Va1dorba""er.i el que no hay ni rastro de Túbal ni, desde luego, de los vascocántabros, y en el que el tema de los orígenes de la noble- za del valle parece cefiirse a un estrecho horizonte histórico, definido por la "pérdida de Espafia" y la retirada de los descendientes de los "antiguos Espa- iioles" a "las ~nontafiasde León, Obiedo, la Vizcaya, Navarra y sus montes T~yreneos""".Y juno que creía que el abad de Barasoáin difícilmerite podría haber hallado mejor ocasión para dar cauce a su fe de vascocantabrista -ca- so de serlo, naturalmente-, que la que le brirldaba este libro ... ! En otro lugar, al tratar de explicar en clave de historia social el hecho de que un A. d30ihenartno sólo renunciase a echar mano de ciertos mitos de gran boga entre sus paisanos, para aderezar con ellos -según práctica de en- tonces- el relato de los orígenes patrios, sino que incluso los criticase, rios preguntábamos si no tendría nada que ver en ello el que el autor de la Noti- tia fuese al cabo '"reflejo de un rnedio social en el que las casas nobles e in- fanzonas se alternaban con las de 5vatiers y botoyers (para no hablar de las de los cugots...)", y se sintiese por eso mismo "menos condicionado L...] por eventuales sentimientos localistas a la defensa a ultranza de supuestos estatu- tos colectivos de hidalg~ía"'~~'.A la verdad, pueden haber mediado razones de ese tipo en el caso de Navarra que, como sabido, no llega al umbral de los

114 CAROHAKOJA, J., La hora navarra ..., p. 101. Il5 V. supra el texto relativo a !as notas C10-02. 116 V.supm e1 rexto relativo a la nota 68. "' Cfr. MUNÁKKIZUKI.ASUN, E. »E, "El ~ascuericeen la vieja Navarra": RIEV 15 (19241, 22-28, concr. 26s. '18 Nobiliario de el valle de la Valdorba, illustrada con los escudos de armas de sus palu- cios y casa nobles. Con el extracto de la conquista dt. el Itza en La Nueva Espan'a por el Conde de Lizarragd- Vengoa, natural del vrzlie. Y ex~)ressióndel rigrzzjcado de todk suerte de armas y sus ewzpressas, I>amplona 17 14. 11'1 Al cornienzo de un apartado sin paginació~i,encabezado De varios nombres de los hijos-da&, y Antigüedad de los Palacios de la Valdorbu, Elorza y Rada se expresa así: "Los bi- jos-dalgo se apellidan Infanzo~ies,C;eritiles-Honil->res, y Fscuderos: nombres, que demiles- trar-i lo que es ser noble, sin alterar su esencia, y substancia: esto es, su desceilciencia de los aritiguos Españoles, que en la pérdida de Espaiia se retiraron a las montafias de León, Obie- do, la Vizcaya, Navarra, y sus montes Pyreneos: donde en algunos Fuertes que edificaron, se defendieron valerosamente de los Arabes, que nunca los encontraron. 1,os quales, visto que había muerto el rey Don Kodrigo, alzaron por su rey y señor natural al infante Don Pelayo en las Asturias [...l. Y en los Pyreneos elevaron a la Corona de Pamplona al ínclito Garci Ximériez, Seiíor de Abárzuza y Amezkoa y del Palacio de Viguria, según el Padre Moret" Y al final de ese mismo apartado escribe: "De el autor citado, Piscina [D. liamirez Avalos de la Piscina] se colige la noble naturaleza de los palacios de este parrido, y de sus I)ot31adores los aritiguos Vascoiies, que habitaron con los Godos, y Czántabros, igualmente ilustres que las nobles hrnilias de las Asturias, Montahas de Burgos, la Vizcaya contigua a Navarra, y Sohrarbc de Aragón: sigr-tificada vulgarmente su estimación con cl renombre de <,dsas dc. Parientes Mayores, y desde los tiempos precedentes" (todo sin paginacicín). '") Oihennrty eltemadelosor~enes..., p. 122. tiernpos nlodernos con el mismo bagaje colectivo de cor-rquistas de orden so- cial y político o con el mismo nivel de igualación social, que algunos de los territorios hermanos, lo que, eri su caso, hace menos verosímil se produzca esa alianza estratégica de clases, que se suporle posibilita el lal-izamiento y difusión de mitos igualitaristas como el que aquí estamos estudiando. Pero, en cualquier caso, talnpoco conviene olvidar que la existericia de agotes en el valle del Baztán -no tan alejado, por cierto, de la Zuberoa natal de Oihe- Iiart- no supone, por lo visto, ningúr-i obstáculo insalvable para que los hermanos Coyer-reche se declaren tubnlinos y aun vascocantabristus confe- soS'L' Cabría aún explorar otra vía explicativa en relación con lo anterior. Na- varra, que no prescrita en el umbral de la Edad Moderna el mismo bagaje colectivo de logros de alcance social y político que algunas de sus hermarias, presenta, si11 embargo, un nivel de desarrollo y solidez institucional, que pa- ra sí quisiera La clase dirigente de éstas. Provista, en efecto, desde antiguo de una ley fundamental del reino, con artículos orgánicos que prevén dispo- siciones específicas en materia de ejercicio de los poderes públicos y de hn- cionamiento de las instituciones políticas, Navarra, tras su anexión a la Go- rona de Castilla, contiriúa todavía ofreciendo a sus élites dirigentes un esta- tuto y un marco de actuación claramente definidos y privilegiados, por cuya conquista no habrán de pelear, como sus congéneres de las Vascongadas, mezclándose en tratos con las clases subordinadas y, si preciso, transigiendo con ellas. Siendo eso así, no parece un despropósito pensar que la élite diri- gente del reino se sienta menos proclive que la de las Vascongadas a cornul- gar con mitos ennoblecedores como el de ñúbal o el vascocáritabro, mitos que, si sirven a preservar un espacio de poder local o regional, lo hacen a costa de rebajar las preeminencias del grupo dirigente propiamente dicho dentro de una masa universalmente hidalga. Eso explicaría, según notá- bamos en otro lugar"', que la aceptació~iprácticamente general de los mitos legitimadores de la autonomía política o condición exenta de los diversos territorios (el de la batalla de Arrigorriaga, en Vizcaya; el de la entrega volun- taria a la corona de Castilla, en Alava y Guipuzcoa; o el del origen electivo de la realeza, que consagra el Fuero de Navarra: mitos, todos ellos, de ine- quívoca inspiración aristocrática, al menos en origen ...) no se traduzca en to- dos los casos en la defensa de otros que sancionen a título general el estatuto de libertad individual de los moradores de los diferentes territorios. ;Por qué será que soi-i, sobre todo, vizcaínos y guipuzcoanos --universalmente hidat- gos, según presumen- y ciertas comunidades de valle o villa del resto del país, que, como el Baztán o el Roncal, gozan signiGcativarnente de similares ejecutorias de hidalguía, los que se corlstituyen en principales apologistas del complejo entramado de leyendas y postulados históricos que prueban la pe- culiar fórmula de inserción de los vascos en el marco de las respectivas monarquías, mientras que otras zonas parecen asociarse a esa corrieiite de ideas con retraso y diríamos aun que sin el ardimiento apologético de los primeros?

'" V.supra el texto referido a las notas 90-92 y 94. '" Oihennrty el tema de los orígenes..., p. i 2 1. Como se ve, se trata tan sólo de formular preguntas, para las que -no tenenlos erxlpacho en reconocerlo- no hemos hallado de momento las res- puestas siificientes. Pero, en cualqriier caso, lo que revela el mim de Canta- b~ides que, no obstante la división de Euskal Herria en territorios con regí- nienes diferenciados y cle obediencia política distinta, es un hecho la elabo- raciórl y asunción -por la mayor parte del mismo- de rin Corpus ideológi- co que, nacido quizá e11 origen co~~otro objeto, sirve tambiéri, cuando arre- cian las embestidas del moderno Leviatbán contra los parricularismos locales y los regímenes de excepción, para reunir y aglutinar a una cierra conciencia nacional dispersa. U en ese proceso, aunque en mellar nledida quizá que otras porciones del país -en razón de su peculiar andadura histórica coino reino a se-, participa también Navarra en cuanto parte principalísima de tina historia común ligada al hecho del euskera, Zirzgua Nauarrorum, sí, pero también lingua cantdbkca.

Es conocida la boga que conocen en el discurso político e historiográfico vas- co del Ancigrlo Régimen ciertos mite~nasy supuestos históricos caracte- rísticos, qiie tienen que ver con el relato de los orígenes propios. No pocos de esos miten-ras (el del origen tubalino, el vascoiberismo, etc.) hallan Mcil aco- rixodo en el reino de Navarra; pero alguno, como el vascocantabrista, se diría en dificultades para arraigar en él, en razó~ide la extorsión que el mismo sii- ponía a lo ya conocido por las f~ienteshistóricas acerca de la antigua Canta- bria. Aun así, el mito vascocantabrista no dejó de contagiarse a ciertos auto- res navarros, y es de recoger alguna evidencia delatora de tal contagio, de lo que se ocupa el autor en su artículo.

Ir 1s well known that the political ancil liistor~ographicaldiscourse of tlle Bas- que ancierit ieginle was attached to certain rnyths and h~storttala3suinptions that were corinected with the account of the Uasclue origlns Several of thew rnyths (that of the Tuballan orlgrn, oi the so called vasco-zber~~m,for instan- ce) found their way into tlne kingdoru of Navarre easily, but sorne, and mole specifically what is known as vasco-cl~nt~bnsm,seem to have cncountered more serious obsta~iesro be ac~eptedoii it, because they were very hardly ~ornpatihlewith what was already knowri about old Canrabria thiough the lilstori~alsources. kveri so, the Basque-<:antabrist dogma did find some sup- post froni certain authors from Navarre, and ~t 17 tlie alrn of this paper, to gi- ve evtdence of it ncron* f de Leise esr

r"a egún indiqué en 5 2.1 O, expongo ahora las principales desviaciones res- L*B pecto del latín registradas por los documentos legereilses en el plario mor- fosintáctico, tanto por lo que dei-iuncian sobre el abandono de un sistema lingüístico, cuar-ito, sobre todo, por lo que permiten suponer con fundamen- to o revelar con claridad acerca de la protohistoria de uno nuevo, el románi- co, que inicia su andadura escrita. En este capítulo, a diferencia del anterior, no cabe, por razones de espacio, proceder con la pretensión de registrar to- dos los fenómenos surgidos y observados, sino sólo los más característicos o acusados, ni tampoco ta de inventariar la totalidad de incidencias de cada uno de ellos.

Sus~antivo 4.1. Flexión y función Como inicialmente previne y se habrá percibido, la morfología nominal se conserva con aceptable corrección por lo general, guardada la normal co- rrespondencia entre La forma clásica de los casos y su función sintáctica. In-

* Universidad de Navarra cluso se ahorman a la Bexión latina nombres, predominailtemeiite propios, vascos, germánicos y árabes: Ondossem, 11. 5, 912-2a XII,real; Ruderici, n. 20, 1022-fines XII,real; (fice) de Aspurcl, n. 72, 1064-fines XI (aquí hipercaracteri- zada la función por ia preposición de, según la tendencia que acabará elimi- liando la Rexión, frente a &e de Aspurz, n. 69, 1063-1"-xrr); mupm, magas, n. 73, 1064-la XII; alJondepm, n. 155, 1097-2" xrr; aliak, n. 236, 1 110-1a x11; Undosse, n. 294, h. 1125-Id XII; (lohar~nes)Qik, 11. 295, 1127-2" XII (junto a íohanne de QiLCI); Chalataium, n. 307, 1134; dompno regi Garsie, n. 31 8, 1141-inicios XIII; etc., aun cuando enseguida ilustraré el proceso inverso, es decir, La degradación que experimenta el sistema casual. Pues, e11 efecto, para presentar ur-ta situación más ajustada a la realidad, ha de afiadirse que no son escasas las ma~lifestacionesde variada índole, por diversos motivos, en contra de la fijeza formal y de la indicada correspondencia.

Una anomalía patente, ampliamente extendida, ha de atribuirse al sen- sible incremento en el uso de las preposiciones, que no pocas ocasiones acompaílan a casos distintos de los previsibles (anticipo la salvedad de que, a veces puede tratarse en realidad de estos últirnos, tras su evolución fonética, como, verbigracia, -o por -um; 0 por -em; etc.), incluso al nominativo (sin función de sujeto) y al genitivo: ad uir, n. 8, h. 771-la XII; per consilio, n. 9, h. 971-1" xr1, real (junto a per consilium); post certaminis, ib.; habitant in hanc uillarm, n. 11, 991-fines XI, real; cum coniux, ib., y n. 13, 997-1" XII,n. 72, 1064-fines XI (5 veces, y también de coniux, junto a de coniuge); cum sms boues, n. 12, 991-la XII; sinefinem, n. 13, 797-1" XII, real; cum omnes elech, ib.; depresbiter, n. 14, 1002-laXII; ex individue sancte Trinitatis, ib.; pro reme- dium (junto a pro metu), ib.; in intercessio, n. 27, 1037-1" XII; ad rex, n. 37, 1046-1c5XII; de rex, n. 38, 1046-la XII; de txs suos filios, n. 44, 1048-1" XII;de senior, ib., y n. 139, h. 1085-la XII;super uia, n. 49, 1055-1" XII,y n. 198, 1102-1'1xrr; ad senior, n. 89, 1071-Id XII; cum suum corpus, ib.; totum deci- mum [...] in ums, n. 205, h. 11 10-1a X11; de meu pars, n. 102, 1076-la X11; cum istas totas oferenhs, n. 239, 1 110-la xri; iuxta uadó, n. 257, 1 15-la XII; pro anime mee, n. 320, 1144-2a XII. Manifestaciones anómalas idénticas a las anteriores podrán observarse a través de testimonios que, por distintas razones, recojo luego en este mismo capitulillo y también en 5 4.2, donde parte de ellas quedará, espero, suficien- temente explicada. Llama la atención, a juzgar por los testimonios observados -de los que he consignado sólo una parca muestra-, la irlvariabilidad que, con reitera- ción, revisten estas palabras: coniux, presbiter, rex (a los testirnonios expuestos afiádanse el genitivo jlio rex, n. 52, 1 057- 1 XII,y el frecuente regnante rex, n. 34, 1043-1"-XII, y passim), y senior, aunque se docume~ltanasimismo con la oportuna flexión. Así, por ejemplo, la primera de ellas presenta la forrna co- niuge, tanto en función de sujeto, n. 79, 1066-la XII,como en función de complemento circunstancial, n. 73, 1064-la XiI: ;palabras propensas a la in- movilización casual por su reiterado empleo forrnulario?;Por la divergencia, valga estimarla de este modo taxi impreciso, que ofrece su lom mi nativo res- pecto a los restantes casos, en comparación con los paradigmas más comu- nes? Si11 excluir la conlpatibilidad de anlbas causas, me inclino por la prime- ra solució~-t,a la vista de construccioiies colno Las siguientes: supradictos Sanc- LA FUMON DE LEiRE EN LA GI?NESZS Y DIFUSI~NDE% ROMANC:E NA VARRO

cio rex et Urraca regina [...] non desistat sancta karitas, n. I 1, 991-fines XI,real; propter dilectiones fiatrzs aostri et karissimus noster domino Ranemirus rrex, ib.; etc. De no pocas discordancias entre preposición y caso, corno las siguien- tes, similares a otras recién enumeradas: inter illo orto maiore et illo molino, n. 8, 970-1" XII; perforcia, n. 104, 1079-la XII; iuxtafonk, n. 227, 1109-1" XII; etc., cabe pensar con casi plena certeza que son más aparentes que reales, se- gún poco antes advertí, pues el constituyente nominal del grupo no debe in- terpretarse tanto como ablativo, sino mejor como forma resultante de la nor- mal alteración fonética del acusativo. La inestabilidad de empleo entre las variatñtes flexivas inalteradas y las evolucionadas ocasiona su copresencia en un mismo grupo nominal, espe- cialmente llamativa cuando el sustantivo lleva varios determinantes, según patentizan las siguientes construcciones: in monasterio Legiorensem, 11. 9, 991-1" XII; cum omni edzfcia, ib.; coram hos tesnbus, n. 33, 1042-1" XII,real; uobis, prepositi ac monach, n. 34, 1043-la XII; Sancto Salunton Leierensis, n. 110, 1083-1" XI~;patris m& dompno Marcelk, n. 23 1, 11 10-1" XII; i/h alia parte dent, n. 275, 1120, probable original; de i~nsf~emsmalos prenominatis, n. 31 0, 1136-2" XII; cum totis suis fdxinares, n. 355, 1193, original; de Ma- thais nostm filius, n. 356, 1194, original; damus isto suprascripto campo tutuni, n. 365, 1194, original; etc. Asimismo ocurre en sintagmas bimembres: cum Christo et omnes amici, n. 13, 997-1" XII,real; ad Sancio Acenariz, suo germano et meo, et patre de domino Acenari, n. 84, 1068-1" XII; cum tota sua radice et terras, n. 195, 1102-la XII;flius mas Petms de Martin et Petm Sanz, nps mas, n. 358, 1196, original; etc. Cuando la anomalía afecta al plural -así ocurre en algunos de los testimonios precedentes-, posee una justifica- ción, según explicaré en 4.2. Manifestaciones corno las expuestas en los párrafos precedentes consti- tuyen una magnífica revelación sobre la vigencia y amplitud alcanzadas por la espontánea tendencia evolutiva y, al mismo tiempo, de su envks, la artifi- ciosidad necesaria para mantener con corrección el sistema casual latino. Apenas he encontrado cambios en la adscripción a los modelos flexivos clásicos. Véanse algunos: votibus, por votis (pese a ir precedido de sacris), n. 9,933-1.1 XII,y n. 11, 991-fines XI; demonibus, n. 13, 997-1" XII,real; in terri- torie, n. 14, 1002-1".XII; (cum ompzibus suis) aiacentfis, n. 23, 1032-la XII,real, y n. 30, 1042-1" XII,puede estar provocado por confusión de adiacentia, -ium "alrededores' con adhcentia, -ae 'buena disposición'; o, sencillamente, se ha tenido por sustantivo de la primera declinación y se ha Bexionado según ella, como ocurre en libaminam (S, 4.2), originariamente neutro, razón por la cual tambiéri aparece como libamim, n. 9, 99 1-fines XII;(ex propinquis sud pa- ren&, n. 36, 1046-1". XII; molinibus, n. 153, 1096-1a XII;terminibus, n. 168, 1098-1" XII; altano, n. 275, 1 120, probable original. l,a existencia de (diem) Lunis (y aquí en presencia de martis), n. 192, 1102-la XII,origen del actual /u- nes, se remorita a muchos siglos antes; (mlibus) ausitibus, n. 209, 11 04-la XII. Cuestión diferente y de mayor ~ñovedadpor cuanto se suele tener por exclusiva de los nombres propios, presenta sufiagiones, n. 61, 1060-1".XII, es decir, SUI-<(I~)IW(;IUMrehecho sobre el modelo -o, -onis. Llama tambiér-i la atención, a primera vista, su género femenino, denunciado por ia presencia de su adjunto sacra. Au11que compleja, creo encontrar una explicación, que encuentra apoyo eri lo sucedido a regimene (S 4.3). Como otros muchos sus- tantivos neutros, a partir del plural (-a) pasaría a fenlenino y así, en atención al nuevo género, se habrá ekctuado la concordancia, aunque la forma gra- matical no facilitara esta adscripción. En funciór-i de sujeto, el singular de los sustax-rtivos suele conservar con algrina constancia (mucho menor el plural, $I 4.2) la correspondiente termi- nación de rioíninativo. Claro que para los de la segunda y tercera declina- ción en numerosas ocasiones aparecen asimisino formas sintácticamente anómalas que han de remontarse al acusativo: quandofuit sacracione de ,Sane- tu Maria, 11. 36, 1046-1"-XII; intmibit episcop dompno Sancio, n. 52, 1057-1" XII; guod debuit Dominim, n. 65, 1 062-Id XII; quam coínparauimus dompno Blasm Sanz et sua germana, n. 8 1, 1067- 1 XII; istos titicos dompno Enneco de Necola dedit nobis, n. 90, d.1071-ld XII; dedit domna Solsimica, n. 124, 1087-1" xrr; quae-abeatfilio suo Petm, n. 221, 1 108-ld XXI;ficio ego Gta dona et Petm, meo f-ilio, n. 268, h. 1110-la XiI; ilh una pane uadat, n. 275, 1120, original; teneat idos meo germano, n. 294, h. 1 1 25-1 a Xi1; sunt testes [. ..] : Petm Aresa et Arpa, maiodomo, et Caxal, et ilb abbate et huid, merino, n. 308, 136, original; ego don Ferrem Domini~o,n. 356, 1194, original. La presencia de sujetos bajo forma de aciisativo de plural (S 4.3) ha debido de provocar que excepcionalmente ocurriera lo mismo en singular, como acaba de verse, y aún cabría aducir más testimonios corno éste: alicui non adueniat contumeliam, n. 74, 1064-1" XII. A veces, su aparición ha podido srlscitarse por analogía sintagmática: unas mugas sunt in monte l...] et aliam mugam stat in oterum, n. 73, 1064-1" XIi. El genitivo, con diversas funciones, es suplantado a veces por la prepo- sición de (ya he aducido algunos testimonios) ante ablativo o acusativo pro- bablemente evolucionado o no: consilio de regina, n. 8, h. 971-1" XII; anima de meo germano, n. 12, 991 -1" XII; uita de rege, n. 14, 1002-la XII; parte de sua ligna, n. 48, 1055-la XII, real (S 4.3); licenciam de ilbs abbates, n. 117, 1085-la XII (junto a potestate illorum fiatrum); nullus de tuos dies, n. 153, 1096-1" XII; uineam de decem argenzahs, n. 159, h. 1097-1" xir; kafikos de tritim, n. 294, h. 1 125-la XII; hec est debita de don Rodrip, n. 358, 1196, ori- ginal. De la equivalencia entre el sistema latino y el evolucionado son buena prueba testimonios no escasos como el siguiente: signum de senio~Orti Or- tiz. Signum uxoris eius, donzpne Aurie, n. 226, 1 109-1" xrr. No es raro que la función de genitivo se preserite hipercaracterizada, mediante la preposición de y la Rexión de genitivo: JTdtres de Sancti Salaato- ris, n. 38, 1046-1". XII; illi de Sancti Saluatoris, n. 82, 1068-1" XII; uinea de Sancti Martini, n. 103, 1076- 1" XII; etc. Pero también, contradictoriamente, desprovista de toda marca, bien flexiva o analítica: corpora Nunilonis et Alodia, n. 9, 991-1"-XII; carta C...] mutationis ilh hereditas, n. 79, 1066-la XIX; voluntate domina Urraca, n. 99, 1075-2a XII; seminatura rzIz uel zv kafices, n. 148, 1095-2" xrr (próximo a seminatura de kafice et medio); signum senior Eneco, n. 204, 1 104- 1 a XII; etc. La naturaleza del contenido (ventas, donaciones, herencias, etc., e11 considerable número de documentos) propicia la abundante presencia de complenlentos indirectos. I,a expresión de éstos se rr-tanitiesta habitualmente por medio de la morfología casual de dativo: dono domui illi de Iriberri deca- nias, n. 105, 1079-1" XII; pero quizá quizá en no menos ocasiones mediante ad más acusativo, secuencia que -irlteresa apuntar- incrementa su aparición con el paso de tos anos: dederunt totum precium ad ilbs uenditores, n. 38, 1046- 1 XII; hereditate quem donabit aita Enrzeco ad suos nepoks, n. 52, 1057- 1" xrr; donationis quam facio [...] ad .Sarzcturn Saluatort-m de Leior, 11. 117, 1085-1" xlr; illas uineas f...] non remaneant rzegue ad uxozrn meatn neque ad filios meos, n. 2 1 7, 1 107- 1 a xtr; dabo Jideliter decimam prefate hereditatis ad predictam helewzosinam, n. 247, 1 1 12- 1 XII; quam ficio ego L...] ad te et ad tmm uxorem, n. 259, 11 15-1" XII; quam deditad pnemm suurn, ib.; dederunt ad abbatein [.. .] sex argenzatas, 11. 269, h. I 11 0- 1a XII; ad flllium mmrn dono medietatem, 272, 11 10- 1 XII; do las ad meos filios, n. 294, h. 1 125-1 xIr; etc. En otros testirnonios (5 4.18), la preposición se encuentra ya con su signifi- cante evolucionado, es decir, a. Con rnenor frecuencia ad aconipafia al sustantivo bajo una forma que, en función del modelo flexivo, puede considerarse, una vez más, acusativo evolucionado fonéticamente o supervivencia del dativo originario: petibit l...]ipsa terra L...] ad neta, 11. 8, h. 971-1" XII;placuit ad regina, ib.; donauimus uilla ad cenobio, n. 12, 991-1" XII, real; dedit ilhm ad domino, n. 84, 1068-la XII; tomm meam radicem F...] dimitto [...] ad JrdtAbus, n. 136, 1 092-ln XII; guae conmutauit dompnus Regimundus [...] ad Eneco, 11. 269, h. 1 1 10-1 a XII; nlid parte dent ad captiuos [. ..] et donet illa medietate ad illó altario [. ..] et illu alia medietate ad illó &)spitak [...] et suas armas de suo corpore remaneant ad suo filio maioz (pero, en plural: alias remaneant ad sms filios; y, también, dono Deo [. ..] hoc), n. 275, 1 120, probable original; do las ad mea germuna, n. 294, h. 1125-1" XII; do las ad meo filio maiore, ib.; mandod ad Garsias sm criam VIII kajikos, ib.; etc. El pronombre personal (S 4.5) y el relativo (S 4.7) conocen también es- tas construcciones de adcoli dativo o con acusativo. Algunos complementos indirectos complejos, por cuanto cabe distin- guir en ellos varios constituyentes léxico-sintácticos, admiten una diversa ex- presión para cada uno, la analítica y la sintética: uendimus ad te emptori nostm [...] uinea nosm, 11. 43, 1048-la XII; Enneco L...] dedit etiam sorori suae ad dompna Sancia de Uart alidm uillarm, n. 166, 1098-1a XII. El rnismo fenó- meno se puede producir en los de estructura bimembre: carta [...] ad abba- tem ceteAsquefiatAbus, n. 156, 1097-1" XII. En éstos, la carerlcia de cualquier niarca identificadora de su verdadera función en el primer componente constituye una disposición excepcional: dono filios meos et ad filids meas illas uineas, n. 255, 11 13-laXII.

Es relativamente raro qiie el complemento directo no esté representado por el acusativo inalterado, aunque cabe espigar no pocos testimonios en los cuales, como antes noté, se ofrecen con apócope de la forma flexiva normal: findet ilh terra, n. 8, 871-1 a xrr; tenet ilb uno capo, ib.; dedimus una bacacr, ib.; dona~sentilh teyra, n. 9, h. 971 -1" XI~;donauimus uilh suprascripta, n. 12, 991-1 a XII, real; illó uino in cqa mitere, ib.; illó iuncco [...] adducere, ib.; tra- didi term, n. 14, 1002-1" xrr; uendimus uinea nostm, n. 37, 1046-la XII,y n.

LA I~CJN(:IONDE LEIIiE EN LA (;ÉNI::

4.2. Número Varias de las incidencias expuestas en el punto anterior se aclaran o sirn- plifican notoriamente cuando se observan las formas propias del plural (de las cuales, no obstante, también he aducido allí algunos testimonios, que ahora incrementaré). En ellas se observa con mayor nitidez la tendencia a la generalización del acusativo como caso único para cualquier furición y, por consecuencia, con cualquier preposición. En realidad, pues, su supervivencia rnorfológica se orienta a marcar el número gramatical, con sincretismo fun- cional. Aunque corno sujeto su empleo es más escaso, tampoco resulta insólito: toas uicinos [...] testes sunt, 11. 8, h. 970-la XII; illo iuncco debent ilhs uidzas mulienss addzkcere, n. 12, 99 1- laXII; gms emtoEs dederunt totum precium, n. 38, 1046-1" XII; ego Dominico Sotmalo et uxor mea Maria etfilios mms uendi- mus, n. 43, 1048- 1a X11; &erunt [...] IIIIor germanos et dms germanas, n. 8 1, 1067- fa XII; remaneant casas nostms, n. 138, 1092- 1" XII; sint istas heredita~s supradictas, n. 144, 1094-la XII; casas, domos, terras, uineas, ortos, [...] et corpus et anima sua L...] intrent etpermaneant ~YLeternum, n. 195, 1 102-la XII; uadant nostras bestias pascere, n. 196, 1 102-la X~I;guae habeant ambos germanos, n. 221, 1108-Id xrr; si uenerint alios Jiatms aud soro~s,ib.; audito- res uero sunt [...] ornnes uicinos, n. 248, 1112-1" x11; toas ilhs armas alias re- maneant, n. 275, 1120, original; toas meos uiderunt uicinos, n. 288, 1 124-la XI~;suosJilios den, n. 294, h. 1125-1" XII; mms$lios [...] ilhs mesquinos abe- ant, ib.; istas afiontaciones includunt, n. 356, 11 94, original; etc. Junto a testimonios como los recién citados, advierto que persisten con superior incidencia los nominativos Latinos, cuyo elenco reduzco aquí de modo rajante: istum pretium acceperunt$li, n. 44, 1048-la XII; possidednt illi monach, n. 82, -1068-1" xrr; aborruerunt me germani m4, n. 108, 1080-1" xrr; cleri~idecantent, n. 149, 1035-1" xxr; etc. Por la razón expuesta inicialmente, la fornla del acusativo de plural se extiende con amplitud acornpafiada de distintas preposiciones propias e im- propias de ella, en decrinlento de los restantes casos: curn &tres mms, n. 9, h. 971-1" XII; de aum audiuimus [...] et de occulos uidimus, n. 43, 1048- XII; cie manus nostras roburauimus, n. 102, 1076-1" XII; de illos abbates, n. 1 17, 1085-1 XII; cuni suas terlms et uintzas, ortos, montes, fontes, nzolinos, pratns [...], saiinas, n. 123, 1087-1" XII; de ilhs meschinos, n. 194, 1102-la XII; de aguas usgue ad herbas, n. 22 1, 1 108- t XII; cum suas tapias et cun~sms gu- tens, n. 236, 11 10-lAXI~; uinea de duos nrienzos, n, 223, 1109-la XII; cum omnias 4.1 O] decanias, n. 100, 1075-la XI1, real; cum sms inmdás, n. 356, 1194, original. A estos testimonios pueden sumarse, pues se encuentran en plena coincidellcia con ellos, varios expuestos con anterioridad en diversos FERNANDO GONZÁLEZ OLI,E

momentos (S 4.1), que quise adelantar como muestras de un proceso gene- ral; aquí obtienen un inmediata explicación adecuada. La proclividad al acusativo queda aún más patente cuando en enumera- ciones cuyos miembros iniciales llevan preposición propia de ablativo ante sustantivos ajustados a este caso, incluso repetida para cada uno de ellos, se abandona dicho caso por el acusativo, mantenida la preposición: cum terris, cum vineis, cum ortos, curn molinos, uel cum omnes suos terminos, n. 13, 997-la XI1; cum terris, cum uineis, cum ortos, cum molinos, cum suos puertos uel cum omnes suos terminos, n. 26, 1034-1 a XII;curn omnibus suis exitis et in- troitis ac molinibus, fontibus uel paludibus, pratis, pascuis, ecclesias, domos, tems, uineas ac molinos, n. 39, 1047-la XII; etc. No resulta excepcional una secuencia tan alternativamente anómala como ésta: cum suis ortos et molen- dinis et fontibus et terras et uineas et paduhbus, uel exitu et introitu, uel cola- ms de uilla omnino cum suas cans, pomems uel molendinis uel ortos, n. 222, h. 1108-la Xi; etc. Las palabras ajenas al latín pueden adoptar diversas marcas para la ex- presión del plural. Mencionaré las que afectan a una de muy alta presencia. Frente al casi absoluto predominio de kafices, encuentro kafikos, n. 60, 1059- la XII;n. 201, 1103-la XII;n. 203, 1104-1" XII;n. 294, h. 1 125-1" XII; kajcios, n. 350, 118") kaficia, n. 342, 1178. Mientras que queda invariable karapiz, n. 37, 1046-la XII,salvo si adopta otra terminación consonántica. Como nombre de sustancia contable, sin indicación de clase, se admite el plural en: istos triticos f...] dedit nobis, n. 90, d. 107 1-1" XII. De algunos otros aspectos del número me ocupo en el apartado si- guiente.

4.3. G enero' Está documentado desde fecha temprana un buen número de neutros cuya forma originaria de plural se ha interpretado como femenino singular, según un proceso analógico bien conocido, tras el cual pueden desarrollar su nueva forma de plural: (Baratrz] antra (dimersus), n. 30, 1042-la XII;Iloza, n. 39, 1047-la XII, (in loco que dicent) Pozas, n. 102, 1076-la XII; (de sua) lea, n. 48, 1055-1" XII,real; secularia dampna, n. 53, 1057-1" XII (ablativo agente de sit ~Jlictus);agua et lea et herba, n. 122, 1087- 1 XII;pignoms (factas), n. 195, 1102-la XII; (plurimas) pingoms, n. 205, h. 1100-la XII, (multas) pignoms, n. 219, 1 108-laXII (cf. infra peos); testimonias, n. 300, 1130-2" XII; etc. Frente al recién citado caso de pignora, del mismo sustantivo también sobrevive su singular, interpretado probablemente de manera inmediata como plural masculino: (super nostros) pignos, n. 150, 11 12-la XIi, mientras que en este otro testimonio se produce una verdadera creación morfológica: (nostros proprios) signos, n. 9, 991-1" XII, n. 11, 991-fines XI, n. 13, 997-1."XII, reales. Insisto en mi advertencia general a todo el estudio presente: las peculia- ridades apuntadas no marcan una pauta uniforme ni mayoritaria; suponen manifestaciones más o menos extendidas de una innovación respecto de la presencia y comportamiento gamatical de las formas neutras, es decir, poza, ligna, pignora, pignus, signa, etc. La misma suerte que los sustantivos corren unos cuantos participios de varia especie (y un adjetivo, S 4.4) en un proceso implicado con su sustanti- vación, según muestran los contextos: (cum omnz] arentia (sua), n. 3 1, 1 042- U F~JNCI~NDI? LEIKE EN LA GÉNESZSY DZFUS16N DkL ROMANCE NA VAKKO fines Xi, real; (cum omnia eius) pertinentia, n. 39, 1047-1" XIJ, real, n. 72, 1064-fines XI; (hec) scripta (indisrupta), n. 53, 1057-1" XII; (istas totas) oferenAs, n. 239, 11 10-1" XII (mientras que su predicación se reviste de for- ma neutra: suntfaca omnia); (nostras) laboranps, n. 332, 1173, original; etc. Peculiar es la flexión de libaminam, antes examinada (S 4.1), ya que a partir del plural neutro en -a, el sustantivo ha sido tratado, al igual que los recién expuestos, como si perteneciese a la prinlera declinación latina; pero también como de la segunda: libaminum, n. I 1, 99 1 -fines xrx. Para sufragio- nes, femenino, Cj 4.1. Según se ha podido observar, la mqor parte de las palabras aducidas a propósito del cambio de género acusa una sensible transformación fonética. Habrá de suponerse que ambos fenómenos están estrechamente relaciona- dos; mejor aún, que no constituyen sino manifestación única, reflejo de una profunda acomodacibn experimeritada en la lengua oral.

Desarrolla moción fernenina infanta, n. 233, 11 10-1 a XII (2 veces), n. 235, 11 10-1"-XII (2 veces), n. 294, h. 1125-1" XII, tanto primario como adjun- to a un antropónimo. De esta última clase de sustantivos, la adopta también (domina) Maiom, n. 15, 1014-2" XII (donde también aparece sin ella, Maior), n. 16, 1044-2" XII (2 veces), mientras que la forma etimológica, &!&ore, se emplea en n. 23, 1032-1" XII. Adquiere la terminación característica de su género, por congruencia se- mántica, notrip, n. 355, 1193, original (comp. nutrix, n. 228, 1109-1" XII). No puede afirmarse lo mismo, en cuanto a su circunstancia temporal, de socra, n. 220, 1108-1" XII,cuya motivació~~se debe a socrus, conocidos sus re- motos precedentes. Como también estimo diferente de las dos anteriores la innovación de proienia, n. 153, 1096-1" XII, uno de tantos sustantivos de la quinta declinaciin rehechos según la primera. Por su peculiar, aunque no excepcional, desinencia geriérica, apunto la presencia de abatisa [sic] etprioressa, n. 207, 1104- 1a XII. Indicios de diversa naturaleza permiten deducir que el descendiente de UAL,LIS conserva su género etimológico femenino: I/alliscosa, n. 3, 880-2" XI; de ualle quae, n. 17, 1015-fines XI, real; Ualmorta, n. 120, 1 086-ld XII, real; mediam uallem quae, n. 196, 1102-la X~I;Ualeilh, 11. 280, 1123-1" XII.Inclu- so quizá se produce un cambio de terminación para adaptarlo mejor al géne- ro: Ualhm maiorem, ualh maior, n. 3, 880-2a XIi. 1nsegtlridad de género acusa dotem unum, frente a hanc dotem, n. 53, 1057-1" XII,real, en líneas consecutivas. También, en un mismo sintagma, die dominica et totum diem; líneas después, die sancto, n. 192, 1102-1" XII,en- tre otros varios testiinonios que muestran la ambigüedad de dies, según do- cumento: hac die, n. 36, 1046-1" XII, 11. 47, 1052-ldXII, n. 204, 1104-1" XII; die dominico, n. 36, 1046-1" XII; hcdie, n. 84, 1068-1" XII; unum diem, n. 200, 1I 03, coetáneo; hodierno die, n. 332, 1 173, original. En (mea) regimine, n. 39, 1047-la XII,el paso de neutro a femenino puede estar provocado desde el plural, un caso más de los ya vistos (en especial, sufigiones, 4. l), o indu- cido por imitación de éstos. Cambio de género, sin modificar el significante, se advierte en (mea) amore, n. 320, 1144-2a XII,muestra de la variedad de comportamiento expe- rimentada por los sustantivos latinos en -or según los diversos ámbitos romá- FERNANDO CONZÁI,EZ OLLL nicos. En contraste con ipmm honorem, n. 118, 1085-1" XII;paterno honore, 11. 146, 1094-la XII;etc., que se repite innumerables veces con su género eti- mológico, se encuentran aisladamente ilhm honorem, n. 125, 1087- 1 XII; prefdte honoris, n. 132, 1090-1" XIJ.Arbor conserva el género etimológico en arboresfiuctuosas uel inpuctuosas, n. 141, 1 093-la XII,pero arbores nostms, n. 196, 1102-1" XII;totos arbores, n. 215, h. 1106-1" XII.También labor lo con- serva, según se percibe, por ejemplo, en: magno labore y tantus labor noskr, n. 143, 1094-1" XII. Sin estar ausente el significante clásico para 'sobrino', representado por el ablativo de plural, nepotibus, n. 18, 1015-1" XII,real, n. 47, 1052-1" XII,re- al, y passim hasta n. 295, 1 127-2" XII,el femenino neta, n. 8, 970-1" XII,y pas- sim, con simpfificación de -PT- originario, se impone a aquella forma del masculino, que aparece en ablativo como neptis, n. 13, 997-1" xrIa, real, n. 27, 1037-1" XIi, nepto, n. 14, 1002-1" XII, nieto, n. 82, 1068-1" XiI, neto, n. 200, h. 1125-la XII,n. 300, 1130-2" xil, etc. Reveladora de la colifusión susci- tada es la subsistencia de testimonios como el ablativo de plural nepotis, n. 26, 1034-1" XII,el cual, de modo esquemático cabe interpretar como cruce de nepotibis y neptis. A la vez, queda al menos un testimonio del significante femenino alterado por el masculino, como es (mee) nepote (nominate), n. 212, 1105-inicios xrrr.

4.4. La invariabilidad formal de género a que llegará el descendiente de FIKMUS,-A tiene un antecedente en el cambio de modelo casual atestiguado en el siguiente pasaje: carta istafirmis, 11. 38, 1046-la XII,frente al habitual sintagma carta firma, n. 43, 1048-1" X11, y n. 207, 1104-1" XII. Como tam- bién, varias veces, en el modo de derivar el correspondiente adverbio: jrmi- ter, n. 111, 1084-1" XII. l,a tendencia, antes examinada respecto del sustantivo (S 4.2), favorable a que en plural el acusativo invada las funciones sint6cticas de los restantes casos, queda confirmada en el adjetivo. Baste comparar la divergencia exis- tente entre: nobis supradicms junto a nos supranominatos, en el mismo docu- mento, n. 11, 991-fines XI; la allomalía de que a una forma de dativo prono- minal, en su específica función de coinplemento indirecto, se le adjunten acusativos, se vuelve a encontrar en otros varios momentos cotno éste: uobis tuas meos, n. 320, 1 144-2" xr1, real. Communia, 11. 359, 1197, ha conocido la misma suerte que algunos sus- tantivos neutros en plural (S 4.2) y aparece convertido en sustantivo singular femenino Quizá ocasionalmente por atraccióx-i de su término primario, cambia la terminación del adjetivo: similo modo, n. 266, 1120-1" XII.

Se prodigan los superlativos sintéticos, cuya presencia es alta, pero no exclusiva, rnedida puede vincularse a expresiones formularias: sanctissimo, n. 24, 1033- 1dx11,real; fidelissimo uel amandissimo, n. 32, 1042-1 XII, real; fir- missima, n. 34, 1043-1" XII;pulcherrimas, n. 45, 1047-fines xr; inlustissinzo, n. 53, 1057- Id XII; aldissimi piisimique, n. 61, 1060-1a X11; uedustissirni? n. 77, 1066-la XII; preciosissima, n. 93, 1071-la XIl; infidissimi, n. 106, 1079-1" XIT; 1-4 FU~ONDE L EIRE EN LA (;I?NESlS Y D1FU.510~DEL ROMAN(;'E NA VA RRO pulcherrimos, ib; dzficillima, ib. ; dulcissima. n. 2 52, h. 11 12- 1a XII; celeberri- mam, n. 321, 1145-2" XlI; etc.

Pronombre

4.5. Personal El promotor de la actio jurídica (venta, donación, permuta, prohíbi- ción, etc.) suele dirigirse al destinatario -si no es el propio monasterio de Leire, como con frecuencia ocurre- rnediante la utilización del oportuno an- tropónimo, titulación personal, etc. Sólo una porción escasa de documentos recurre para declarar la identif-icación de aquél, al uso de pronombres perso- nales de segunda persona'. Ésta se expresa según una doble forma de trata- miento, tu o vos (acompafiados no pocas veces en su contexto por los corres- pondientes posesivos y forntas verbales), con referencia anafórica a los cita- dos sustantivos o seguidos de éstos, por lo común como aposición. Predomina de modo claro el tuteo (40 documentos) frente al voseo (1 5 documentos). La herencia etimológica, favorable al primero de ambos usos, sería causa suficiente para explicar la desproporción recién apuntada, arnén de particulares motivos de los que ahora prescindo. Por otra parte, no cabe establecer con valor general ni siquiera caso por caso el factor o factores de- terminantes de la elección entre tu y vos, es decir, formular el criterio prag- mático operante, en cuanto que no se ofrece asequible descubrir con preci- sión las implicacior-ies subjetivas interpersonales (gratitud, elogio, coilmina- ción, enojo, etc.) atinger-ites a los sujetos de la actio, si es que realmente in- fluyen y se manifiestan en textos de la naturaleza de los analizados. Por ello, debo limitarme a enmarcar la variedad pronominal en la diversidad jerárqui- ca de la tipología social, ésta sí iriequívoca, tal como se revela, de modo nece- sario, a través de los datos (simplificados aquí), fehacientes en los documen- tos: rey, obispo, abad, noble, clérigo, suscribiente sin ningún título, pariente. Según este criterio, selecciono y trascribo algunas muestras documenta- les representativas, sin pretensiones de exbausrividad, pero con la precisa re- ferencia a algunas otras equivalentes. La aparición del tuteo se produce entre los siguientes pares de actores: Rey a obispo: priuilegium quod ego Sancius, Dei gmtia rex, facio [... ] ti- bi, domirzo et magistro meo, Sancio, episcopo [...]. Tibi, supradicto domino et magistro meo, Sancio, episcopo, deuota mente concedo C...]. Gastituas [. ..] , adimplas t.. .l. ?Tu L...] satq decenter disponere [.. .] , ut [.. .] merearis. Post obi- tum uero tui, n. 20, 1022-fines ~1.Idéntica tipologia de actores del proceso, en n. 31, 1042-fines X1, n. 33, 1043-1" XII, n. 39, 1047-ld XII, n. 76, 1066-la XII. Para esta misma situación tambiéri se registra el voseo (cf. infra). Rey a abad y a prior: Concedo firmitatem [...] tibi, domno Belmio, abbn- ti, et donzpno Atho, priori, n. 62, 1 060-XIII. Rey a noble? Garsea, gratia Dei rex [...], tibi, fidelissimo uel amantissimo

' Para uii examen más detenido de la cuestión, remito a F. Gon~ále~0116, "'Tuteo y vowo en documentos navarros altomedievales", de próxima aparición. Clase social que aparece identificada niediante las designaciones de senzor, domzrzus y domznn antepuehtas a un antropónimo Cf. S. Guijarro C;onzález, "El vocabular~oindicador senior Fortunio Lopiz [...], dono tibi L...] quod ei pertine~;ut habas tu uel qui te fuerint, n. 32, 1042-ldXII; carta quam facio ego Sancio [...], rex F...], tibi, se- niori Leioar Eneconi, [...] de duas casas quas fdctas habes [...], ut habeas eas E...] tu etfilii tui [...]. Inter me et te, aut interfilios meos et tuos, aut si quod tu uaahs ad alium E...], mittas [.. .] quod te constringas, n. 1 19, 1086- 1a XII. Idén- tica tipología de actores del proceso, en n. 33, í 043-1 a XII, n. 50, 1056-la XII, n. 70, 1064-2" XII, n. 120, 1086-1" XII. Abad a abad: cartam quam fa&mus ego, Garsias, abbas, et omnis conuen- tus [...] tecum, dompno Acenario, abbate, una cum uoluntate omnium clerico- rumm [. ..] Sancte Engracie [. ..] , ut illas decanias quas in his partibus habmri- tis, n. 292, 11 25-1" XIX (la aparente anomalía en la adecuación gramatical del último verbo no contradice el tuteo, sólo rnanifestado por tecum, pues, se- gún manifiesta a continuación el documento, los clérigos de Santa Engracia pasan a convertirse también en destinatarios). Abad a noble: Regimundus, abbas SancL-i Saluatoris [...], tibi, senior Por- tunio Iohannis de Cingitu. Placuit tibi [. ..] pro illo alode tuo [...] quem habes [...l. Quantum ibi abes et abere debes l...],redahs tu et posteritas tua, n. 168, 1098- la XII; Regimundus, abbas [...], ad te, domina Zta Sanz de Lizassoain [...l. Donamus namque tibi L...] piegas de terra L...] ubifdcias aream C...] iuxta ortum tuum [...]. ficimus tibi hoc L...], quia tu, dompna, ahs [...] terram tuam [. ..] quam mater tua posuit [...l. Querimonias quas faciebas de nobis, fe- cisti nobiscum concordidm, n. 223, 1109- 1a XII; carta comutdtionis guam facio ego, Regimundus [. ..] , ad te, senior Garsias Aceariz, [. ..] de tua terra L.. .] , ut tu abea uineam, n. 270, 11 10-la XII; ego, abbas, dono tibi L...], senior Acenar Garceiz [...], prescripto palacio, ut habas, tenas etpossideas tu etfilii tui, si habueris [. ..] , et omnis posteritas tua C.. .] , n. 29 1, 1 125- 1a XII. Idéntica tipolo- gía de actores del proceso, en n. 170, 1099-1" XII, n. 178, 1100-la XII,n. 269, h. I i 10-1. XII. Abad a clérigo: Regimundus, abbas Leierensis E...], tibi, Munio, sacerdoti. Colligimus namque te in societatem [. ..], conmendantes tibi illam nostram de- caniam [...], si autem tu uoluntarie dimiseris [.. ..]. Habas et teneas in uita tua [.. .] , nisifeceris culpam per quam perdere debeas [. ..] . Si uolueris efici [.. .] , cum anima et covore tuo, n. 187, 1 10 1-la XII; Garsias, abbas Sancti Saluatoris [.. .), tibi, Santio, capelZano de Sancto Iachobo de Naiera, n. 297, 1 129-1a XII. Abad a destinatario intitulado: Regimundus, abbas Sanct; Saluato~is[. ..] ,

del rango nobiliar en Navarra en los siglos x al XII". í Congre~ogeneral de historta de Nava- rra. Parnploria, 1988, 1x1, 41-56. Sus fuentes son los mismos documentos de Leire, más los de otras varias colecciones, como las de Irache, , L,a Oliva. Añado por mi cuenta que n. 47, 1052-la XI~revela la eminencia social qiie comporta senzor, en esta frase distributivn: ne quis [...] aud senior aud aliquis horno. Y recomiendo la lectura de n. 69, I 063-la XII para observar los tratamientos nobiliarios entre personas de una misma familia: domna Tota Lopiz, con consentimiento de sus hijos senioris Garsie Enneconts et Eximino Enecones, y de sus hijas, domne Andregoto Enneconis et domna Billite, títulos que se repiten cada vez que vuelven a ser nombradas tales personas. Opino que también deberán iricluirse en la nobleza quienes ostentan el título, vas- cuence, de jaun y, probablemente, de aita y de andere. Pero, válida o no mi propuesta, la aparición de tales titulaciones, escasa en términos absolutos y relativos, no afecta aquí a la clasificación ebtablecida, pues los clocumentos en que figuran, carecen de manifestaciones del uso pronominal examinado. LA FUN(,'/~NDE L EIRE EN LA c;~NESES(SY IJIFC~SIÓNDEL ROMANCX?NA VAKRO

tibi, Curdello, n. 134, 1090-2" XII; abbas Sancti Saluutoris Leiorensis, ud te Lu- pe et ad tuam uxorem, n. 25 9, 1 1 1 5- 1 a xrI; Gursias, abbus Sancti Saluutoris, fd- cio tibi, Scemeno Lopiz de Zuloetu, ipsum palutium L...], ut ubas et teneas et possidas tu et omnis posteritas tua [...l. Ideo uutem fdcio tibi hunc donutiones, quid tu dedisti et comutasti, n. 3 12, 1 138-2" XII. Idéntica tipología de actores del proceso, en n. 297, 1129-ldXII, n. 355, 1193, n. 356, 1194. Noble a abad: Ego, dompnus Sannus Renimiriz [. ..], tibi, donzpno Eximi- no, ubbuti C...], n. 330, 1171. Noble a destinatario intitulado (tanto varón como mujer): ego, senior Suncio Eximinionis de Uilloriu, j%cio tibi, Suncio Acenuriz [...l. Concedo num- que tibi illum heredidutem L...] in tua potestutem [...l. Fucio tibi istum curtum quid uccepiprecium de te, n. 122, 1087-la XII; curta quod ego fucio tibi, domp- nu Sanciu de Odietu ud Suncio Fortunionis de Artungu, de ipsos molinos quu- tuor quodfecisti [...], duos per te c...]. Quod nullus de tuos dies C...], non tibi necpost te, uenientibusfiliis tuis uelproieniis cui tu dekris [...l. Fado tibi car- tu, n. 153, 1096-laXII; ego, dompnu Oriu Acenuriz de Gorruiz, tibi udArrasu- bia Fortuniones. Dono tibi [...] illos cusules [...], ut abeas L...] tu etfilii filiorum tuorum, n. 1 54, 1096-ldxi1. Clérigo a abad: Puginu quam ego firtunius [...], sucerdos, fucio tibi, dompno Eximinio, ubbate de íruniu, de illo meo monasterio [...l. Ut seruias eis post meum obitum, concedo tibi ut habas et possideas [...] in tuo dominio [...l. Quidquid ex eo fdcere uolueris seu dure conaberis licentidm ud tributum habas [...l. Si quis contru te surgere, n. 80, 1067- 1" XiI. Suscribiente intitulado (tanto varón como mujer) a noble: curta donu- cionis quum ego, Suncia Orioliz, fucio tibi ud senior Auriol Sanchiz E...]. Possidas tu etposteritas tua, n. 89, i 07 1 - 1 a XII; ego, Xemen Gurindiz [. ..] , uen- derem tibi, dompno Eximino, uinea meu l...]. Accepiprecio de tibi l...] et non remunsit [.. .] contru tibi pro dure [. ..] in tua parte, n. 102, I 076- 1 a XII; ego, To- tu Fortunionis, sic uendo una uinea [...] ud tibi, dompno Xemeno, n. 103, h. 1076- 1 a XII. Intitulados a su hermana, también intitulada: nos, Gursius Mdnz et Ene- co Mdnz, ambo fiatres, tibi, Suncie, germane nostre C...], in uita nostra et tua et post mortem tuam, similiter filiis et filiubus tuis quos uel quus ubes L...], ut tenas tu et omnis posteritas tua C...]. Vetumus uutem tibi f...] isturn donutionem [...] partire uudeas f...].ItufdC tu et mundá filiis tuis, cum exieris, n. 252, h. 11 12-la XII.

La aparición del voseo se produce entre los siguientes pares de actores: Rey a obispo: Suncius, gratiu Dei rex C...], fucio uobis, domino meo etpre- sul sunctissimo dompno Suncio, hunc curtum [...] de unius uilla: quue uendidi uobis [. ..] , et uccepi de uobis precium [. .], et dono uobis illu, n. 24, 1033- la XII; plucuit mihi, regi Suncio [...], propter multa seruicia que michi fecistis et C...] mulas pretiosus quus michi dedistis [...], ut durem domino meo, episcopo Fortu- nio, illud monusterium L...] cum suis decuniis [...], ut teneatis eus [...l. Dum uobis uitu fuerit comes, hubatis illu F...], et fuciatis de eis quicquid fucere uo- lueritis. Post excessum uutem uestrum [...], pro unimu uestra, remuneunt Deo l...].Item do uobis, n. 9 1, 1071-2" XII. Idéntica tipología de actores del proce- so, en n. 92, 1071-laXII, n. 100, 1075-la X11. Para esta misma situación tam- bién se registra, como se vio, el tuteo (cf.supra). Rey a abad: hec est carta donationis quam ego, Sancius rex, fano 1. ..] uo- bis, domino Acenario, abbati de Lurrassoain, n. 96, 1072-1" XII. Rey a noble: curta donationis quam ego, Santio rex L...], Jdcio uobis, se- nior Eximino Gurceiz, de $su uillu [. ..]. Ingenuo uobis cum suos exitus, n. 83, 1068-1" XLI. Rey a destinatario intitulado: ego, Adefnsus, Dei gra2-ia rex, Jkcio hanc cartam donationis uobis, Fortungo CTdrcez F...]. Propter seruitiu que mihi ficis- tis et cot;idiefacitis, dono uobis Alcorata C...], sicut uos entis inde tenente [...] , quod habeatis et possideatis totum [. ..] ad uestram propriam hereditatem [. ..] , etfdcere totam uestram uoluntatem uos etfilii uestri et [...] poskritas uestra, 11. 282, 1124. No sólo existe idéntica tipología de actores del proceso, sino que se trata de las mismas personas en n. 283 y n. 284, 1124-2" XIX. Con la parti- cularidad de que estos tres documentos revelan de manera inequívoca, por varios indicios, el agradecimiento regio. Es éste el único caso, entre los anali- zados, en que, sin prescindis- de la relaciósl jurídica, manifestada aquella mo- dalidad afectiva, debe tenerse en cuenta a la hora de juzgar el uso pronomi- nal elegido. Abad a rey: Petrus, grdtia Dei abbas [.. .] , uobis, dompno regi Gursie l...]. Donamus itaque uobis i n concilio ilhm ecclesiam [. ..] , ut abeatis et possidatis L...]. Nos accipimus a uobis illam uiZZam, n. 3 18, 1 1 4 1-inicios xirr. Abad a noble: carta quam fucio ego Garssias, abbus [...], uobis, don Ochoa [..] . Mitto namque uobis in pignus prescriptum hereditakm [. ..] , ut uos tamdium teneatis, n. 349, 1188. Noble a abad: carta donationis quam ego, domina Santia Fortunionis, pro anima mea [...] facio uobis, abbati dompno Acenario [...], et concedo uobis [...l. NulZus F...] ausus sit inquietare iios, n. 57, 1057- 1 X~I.Idéntica tipología de actores del proceso, n. 358, 1 196, original. Noble a su cuiíada, asimismo noble: dornpna Lupa, una cum filiis l...], uendimus [sic, por jemimus!] uobis, dompna Urraca, nostm cognata, medieta- tem de illd cumera que est superportam uestram, et medietutem de illa quoqui- na uestra l...]. Et-per ZSta compam dono uobis CL solidos, n. 280, 1123-1" xlr. Vecinos anónimos a monje: Nos, becinos de Sancta Maria [. ..] , uendere- mus ad uos, don Roman, Jiater de Leior, terra nostra [...l. Abeatis et teneatis uos, dompno Romano, Jiatrer de Leior, 11. 46, 1050-1" XII.

Insisto en que a la interpretación del total de tratamientos registrados -parclalrnetlte aducidos- no puede otorgársele un valor absoluto, por cuanto el recuento opera con un número muy bajo de incideilcias y, adeniás, eil ellas no se documentan todos los posibles tipos de relaciór-i. Cabe, empero, obser- var algunos rasgos peculiares: las relaciones de rey a obispo, de rey a abad, de rey a noble, en el ser~tidoexpuesto, constituyen las únicas que registran tanto el tuteo como el voseo. Ambos usos, ahora en su doble sentido, se producen entre abad y noble. Las restantes relaciones interpersonales trascurren según uno u otro cauce, según he ido atestiguando para precisarlas en cuanto cabe. Siguiendo el criterio expuesto de jerarquización estamental -el único asequible con seguridad para la totalidad de situaciones registradas-, la asun- ciósi de que el tuteo corresponde al recurso expresivo del rey para dirigirse a personas de cualquier posición -como en efecto ocurre en elevado número de ocasiones-, se ve afectada de raiz en cuanto a su validez general, porque se observa igualmente que vosea a miembros de todas las clases sociales. Vol- veré enseguida sobre este punto. La conducta Iingüística del abad se muestra más constante y unívoca: tutea y vosea a nobles; tutea a los restantes dcstinatarios(no hay mención de obispo ni intitulado entre ellos), menos al rey, a quien vosea. En los nobles se percibe un rasgo muy destacado: si bien tutean y vose- an al abad, sólo emplean el primer tratamiento para los intitulados. Asimis- mo considero relevante que voseen a un pariente también de clase nobiliaria. De intitulados, que se tutean entre sí, mientras que vosean a monje, merece destacarse que tutean a nobles. Queda así la imagen de que, sobre la base de la escala social como único factor fijo y a falta de conocer otros móviles de distinta naturaleza, la distri- bución de uno y otro pronombre responde a diferencias de encumbramiento entre los interlocutores: tu se adscribe con preferencia en el sentido de supe- rior a inferior; vos, en el inverso. Los individuos de clase alta prefieren, entre sí, vos, Los de clase inferior, tu. No faltan, en verdad, manifestaciones que no se ajustan a la disposición expuesta. Si bien pueden responder, en el caso de tu, como anticipé, a mera aplicación o continuación del sistema gramatical latino, también cabe pro- poner, para el empleo de vos, algún factor ajeno a la relación estamental esta- blecida, como es una accidental motivación afectiva. En este orden de cosas, estimo que La aportación de mayor interés presentada se encuentra en unas precisas manifestacioiles de la conducta lingüística del rey. Caracterizada por el claro predominio del tuteo generalizado, varias donaciones suscitadas por el agradecimiento (cf. supra) provocan el tratamiento de vos al beneficiado, perteneciente a la clase llana.

El complemento indirecto de los prononlbres personales se expresa in- distintamente con las correspondientes formas flexivas o con ady acusativo, hasta el extreino de que una misma frase admite ambas construcciones, y también La forma propia del dativo va acompafiada de aposición nominal en acusativo (incluso evolucionado y aun con ub) o, de modo excepcional, en nominativo, mientras que la de acusativo la admite en dativo: uenit nobis uoluntas aut necessitus ut uendimus ad te, emptori nosPo L...], uinea, n. 43, 1048-3" XII; qui pertinent ad illum, n. 68, 1063-1" XII; fdcio tibi, amubihs etfi- delissimus serms Dei uel hominibus, presbikr Gursiuni, n. 88, 1071- la XII; do- nationes quam [...] @no tibi, ad senior Auriol Sanzoiz, n. 89, 1071-1" XII; par- tem que pertinet ad nos [...] et damus uobis, n. 93, 1971-1a XII; dedit mibi Deus infirmitatem, n. 108, 1 080-la XII; quam facio [...] tibi, ad Arrasubia fir- tuniorzis, n. 154, 1096-la XII; quamfucio l...] ad te, seniomrn Lupum, n. 170, 1099-1 XII; mihi uuxilium prebeunt, n. 176, 1093-2" XII; dono uobis [...] et donamus [...] ad uos, n. 177, 1102-1". xrr; quamfacio ego [...] ad te et ad tmm uxo~m,n. 259, 1 1I 5-Id XII; dederunt ad ilhs unam terram, n. 269, h. 11 10- XII; quamfucio ego C...] ad te, n. 270, h. 11 10-1. xri; ad nos omnia redeant, n. 291, 1125-1" XII; ad illas pertinentem, 11. 315, 1141-1" XII; uobis, toas meos barones de Arronchal, et ad uos, totos de Sarasaz, sinlutes, 11. 320, 1144-Zd XII, real; etc. Por supuesto, el alto número de mariifestaciones como las recién atesti- guadas no excluye la presencia de otras que acreditan la correcta concordan- ciae: tibi, dornpno Xemeno, n. 103, h. 1076-1" XII;tibi, Cardelb, et$lio tuo clerico, n. 134, 1090-2" XII; tibi, Santio, capellano L...], et tibi, Santio Piscato- ri, n. 297, 1 129-1" XIi; etc. La hipercaracterización del complemento indirecto con ad ante dativo, examirlada a propósito del sustantivo (S 4.1), ocurre también con los pro- r~ombres:uendo [...] ad tibi, n. 103, h. 1076-1" xrr; y se reitera en n. 356, 1194, original: damus ad uobis (3 veces), anticipo del posterior uso de cual- quier preposición con las formas pronominales tónicas, como ocurre en: ac- cepi precio de tibi L.. .] et rzon remansit aliquis debitus contra tibi, n. 102, 1076- 1" XII; qui per uobis tenet ilhm ecclesiam, n. 356, 1194. Alguna vez la forrna de dativo pronominal funciona como complemen- to directo: qui tibi inquietare uoluerint, n. 32, 1042-1" XXI;quislibet homo uo- bis inquietuuerit, n. 36, 1046-1" xri (frente a la expresión habitual: inquietare uoluerit te, 11. 88, 1071-1" XII);non reputet rnihi, n. 105, 1079-1" XII;insurre- xerunt seducentes mihi, mientras que la de acusativo actúa de complen~ento itldirecto: iam me eas abetis redditas, n. 100, 1075-1't XII.

Las formas oblicuas ejercen distintas funciones, por medio de las opor- tunas preposiciones, pero sólo si se admite -lo cual no aparece fácil, a juzgar por la situación observada a propósito del nombre- el uso correcto de éstas, resulta posible identificar, para el singular, si se está ante el acusativo o el ablativo. En cualquier caso, salvo la construcción corl ad, recién examinada, estos sintagmas son escasos: testamerztum de me etfiliis meis uel guis ex post me fierit, n. 32, 1042-1" XII,real; accepi de te, n. 33, 1043-1" XII; accepi de uos precio, n. 34, 1043-1" XII; fuctum ante me, n. 62, 1060-XIII,real; generitio- ne post nos, n. 74, 1064-1" Xií, y n. 1 1 1, 1084-1" XIi; quis contra te, n.80, 1067-1 a XII; intercedat pro me, 11. 105, 1079-1" Xrr; oretpro me, n. 108, 1080- 1" XII; post me nullus audeat, n. 11 1, 1084-1" XII; non tibi nec post te, n. 153, 1096-1" XII;concorddtum fst inter nos, n. 219, 1108-1" XII; uliquis homo per me, n. 265, 1120-ld XII; boni homines concordauerunt t...] inter nos et illos, n. 273, 1121-1'~XII; cunzpo de nos, n. 356, 1194, original; etc. Cf. 4.6, de meo. En el uso recién examinado, para el plural -que acabo de documentar en acusativo- prevalece el ablativo: accepi de uobis precium, n. 24, 1033-1" XII; ingenuatum a nobis, n. 10 1, 1976-1" XII;qualis ex nobis, n. 132, 1090- 1" XII; fdciebus de nobis, ri. 223, 1109-1" XI~;quas de uobis habuimus, n. 297, 1129-1" xrr; quas a uobis [...] accepi, n. 3 14, 1141, original, real; accipimus a uobis illam uillam, n. 3 18, 1141-inicios XIII;a nobis percepte, n. 353, 1192, original.

Como pronombre de tercera persona predominan probablemente las diversas formas Aexivas de is, pero seguidas muy de cerca por las de ille, a Las que limito, según la finalidad perseguida, mi atención. Afiado que muchos pasajes muestran la absoluta equivalencia de uno y otro pronombre. Destaco la presencia de illi en función de sujeto, masculino singular, que se desprende de contextos como los siguientes: iussimus nobis tradere om- nes possessiorzes quas illi dinoscebatur habere, n. 9, 99 I - 1 XII,repetido de ma- nera idéntica en n. 1 1, 99 1-fines XI; iudicatzkm est L...] illi ut iumsset, n. 195, 1102-1" XII (si se admite prolepsis), y en algún otro más. Su presencia encie- rra interés en cuanto a ser neto precedente remoto de la forma pronominal IA I.~JN(,~~NDE LkIUt: EN 1-A C;&Né:S1.5 Y L>IFUSI(>N DkL RCIMANC'E NAVARRO elli, característica en época posterior plenamente románica. Por supuesto, también el significante ille, pronombre personal, está bien documentado; baste aducir, entre varios, pasajes como éstos: dedit ilhm ad dornino ErZi L...]. Et ille dedit eum ad Sancio, n. 84, 1068- 1'"1t; quia ille conparauit unam casam, n. 195, 1 102-1" XII; possedit eam ille, n. 204, 1 104-ldXII. IIli se encuentra regularmente conlo complemento indirecto: que illi pertinent, n. 15, 10 14-2" XII; erat illi placidus seruus, n. 45, 1049-fines XI; gra- tias ago illi, n. 78, 1066-2" XII; etc., en alternancia con ad illum, ad illam (cf. supra). &m, complemento directo ~nasculinosingular aparece en: confirma- mas illum, n. 48, 1055-1" XII; propio iure sic illum [nlo~~asteriolum]habmnt, 11. 74, 1064- 1 X1; $si terminauerunt illum, n. 196, 1 102- 1"- XII; etc. Illa(m) es asimismo claro pronombre personal, femenino, sujeto y com- plemento directo, referente de persona y cosa: gentem barbaricam, ad expe- llendam ijlam, n. 17, 1 O 1 5-fines XI, real; concedo tibi uilla [...] et dono tibi illa, n. 33, 1042- Id XII; dono [.. .] illam uineam de Unsi [...] et ofero iIlam in eccle- sia Sancti Salvatoris, n. 66, 1055-1 xrr; teneat illam kasdm L...] tamdiu llla uiua fuerit, 11. 72, 1064-fines xr; scribere hanc cartalam ut sit mihi et omnibus illam audientibus in testimonium, n. 2 12, 1 105-inicios XIII; censu quem debe- bat dare illa et infdntes sui, n. 242, 1 1 1 1-1" XII; uel illa uel posteritas sud, ib.; dono [...] hereditatem de Tota Oriola, excepto guod illam engenuo ut non uadat ad labor sicuti alii, n. 277, 1125-1" xrr; ego habeo ilh, n. 282, 1124, origitlal, real. Illis se encuentra asimismo regularmente corno complemento indirecto plural: placuit illis, n. 104, 1079- la x11; nemo sit contrarius illis, n. 106, 1079- 1. XII; dono namque illis L...] hereditatem, n. 198, I 102-1" XII; etc., en alter- nancia con ad illos, ad illas (cf.supra). íh,sujeto y complemento directo masculino plural: guem donabit aita Enneco ad suos nepotes, ut fuissent illos sine querella, n. 52, 1057-1" XII; mitti- mus illos ad Sanctum Saluatorem, 11. 82, 1068-1" XII; possideatis illos in seruicio, n. 250, 11 12-la XII; absoluo illos, n. 310, 1 136-2. XI~;etc. IlLas, complemento directo femenino plural: posideant illas [pertinen- tias] usyue in aeternum, n. 78, 1066-2"-XII; damus illas [ecclesiarn et uillam], n. %, 1071-1" XII. Su ausencia corno sujeto, a diferencia de lo recién consig- nado para el masculino, no puede extrahar, por falta de oportunos referen- tes. Cuando el pronombre va acompahado de preposición, lo comúr-i es que, en singular, se presente bajo las formas illo, illa, las cuales, segUn el cri- terio antes expuesto para los pronombres de primera y segunda per-sorla, ha- brá que considerar conlo persistencia del ablativo o como acusativo evolu- cionado. Para el plural, en esta disposición, de modo análogo a como ocurre en las dos primeras personas, resulta excepcional que no se prefiera illis, salvo el uso de ad y acusativo con función de complemento indirecto (ciC supra). Véanse testimonios: una enim de illis, n. 21, 1023-la XII; abeat potestatem ex illis, n. 1 1 1, 1084-1 a XII; accepi de illis, n. 163, 1098-1a XII; retinemus ibi de illis, n. 178, 1100-1 a XII; et cum illis, duabus uineis, n. 228, 1109-1" ~11;con- cordauerunt [...] inter nos et dios, n. 273, 1121-3" XIX; alter ex illis, n. 281, h. 1 115, origix-ial; de illis de Sancta Gristina [. ..] comparauit, n. 295, 1 127-2" XLI;etc. FERNANDO <;ONZÁI,EZ OLLÉ

La tercera persona presenta también varias formas muy evolucionadas fonéticamente: li, para complemento indirecto masculino; la, para comple- mento directo femenino; lis, para complemento indirecto masculino plural; los, para complemento directo masculino plural; las, para complemento di- recto femenino plural. Las expondré enseguida, con su contexto, a propósito de la redundancia pronominal, ahora menciono: dono L...] una pieza [...] que la habeat senior Acenam, n. 5 1, 1056-1" XII; facen illo ke lis mando, n. 294, h. 1 125-1" XII.

La anteposición, muy general, corno cabe suponer, del complemento directo al verbo, no suele ocasionar ninguna repercusión sintáctica: illo iunc- co debent illars uiduas mulieres adducere, n. 12, 99 1- 1" XII; istum precium acce- peruntjlii de senior Lope, n. 44, 1 048- 1 XII; etc. Pero en ocasiones -creo ha- ber agotado el elenco- provoca la reproducción de aquél mediante un pro- nombre correferencial: illapiezd [...] adjrmotla, n. 51, 1056-1" XII; illas casas de Undosse cum hereditate do las ad mea germana, n. 294, h. 11 25- 1.1 xir; ilhs hereditates de Morelo et de Aiubare do las ad meos jfzlios, ib.; meos JZlios [. ..] ilh mesquinos [...] abeant illos et l...] partan Los, ib.; e ros misquinos teneat illos meo germano, ib. Duplicidad que, en este otro pasaje del mismo docume~lto se produce también con el complemento indirecto, muy distanciado respec- to del sustantivo anaforizado: ad mea germana L...] den li in ilLa uinea, n. 294, h. 1125-1" XII. Obsérvese que la redundancia pronominal ocurre siem- pre con formas fonéticamente evolucionadas, salvo con illos, pero incluso co- rreferencial de los en sendas oraciones coordinadas. Huelga aiíadir que en to- dos los testimonios citados el pronombre redundante se encuentra pospuesto al verbo. Con verbos modales, el pronombre complementario del infinitivo pue- de situarse en el campo sintáctico del principal, en un orden netamente ro- manico: Quicumque C...] illam [. ..] voluerit tollere, n. 5, 9 12-2" XII.

4.6. Posesivo Forma evolucionada de la tercera persona: sos, n. 239, 11 1 0- XII (varias veces, en alternancia con suos), para iin poseedor. Para varios, pese a cons- trucciones habituales como: &ter meus [. ..] uel germana mea [. ..] quesierint de sua parte [...], acc$iant $si suam parkm, n. 90, d. 1071-la XI~;abbas L...] et prior [....] , secundum posse suum, mihi auxilium prebeant, n. 176, 1099-2" XII; etc., parece prelridiarse en varios documentos la innovación mediante geniti- vo de plural del correspondiente personal: regnante Garsea in kmpilona [...], Jraterque eius Ranimirus rex in Aragone [...], illorurn Jiater Ferdinandus rex in Legione, n. 35, 1044-1a XII; mons noster et mons illorum [...], uadant nostras bestias pascere ad montem illorum et bestias illorum ad nostrum montem, n. 196, 1102-1" XII; Lope Garceiz et domna Maria uxor sua pro illorum animas destinauerunt omnia que habebant post obitum illorum (en clara distinción con el anterior sua, y con: si migrat senior Lope Garcez ante C...], una parte uadat cum suo co-ore [...], et suas armas de suo corpore remaneant ad suo ji- lio), n. 275, 1120, probable origi~lal;etc.

El posesivo puede enfatizarse mediante artículo. Los testimonios son numerosísirnos, presento una breve muestra: dono [...] illarn rneam uillulam, Id4 FUN(IIÓN fib I,EIRI:' EN 154 C~VESIISY DIFUSI(~N DEL ROMANCE NAVARRO n. 41, 1047-1" XI~;donamus [...] unum monasterium l...J cum illa mea parte, n. 72, 1064-fines Xl; iIlo rneo monasterio, n. 80, 1 067- 1" X11; kmus illis nostris meschinis, n. 11 1 -1" XII; totos illos meos meschinos, n. 162, 1098-1" XII; uendo uobis illam mearn partera, 11. 203, 1104- 1a XII; palacium [. ..] cum illos suos cu- bilares, 11. 235, 1í 10-la XII; carta [...] de illa mea hereditate, 11. 286, 1124-1" XII; dono vobis C...] totos illos nostros dreitos, n. 324, 1154-2".XI~; illas meas ca- sade firo, n. 327, 21. 1167-fines XII; donatiuum [...] de illa mea z~illaLegarda, n. 348, 1188, original; etc. Como es sabido, esta construcción afecta con pre- ferencia al posesivo correspondiente a la primera persona, y así ocurre en la presente documentación. Algunos de los testimonios recién copiados pueden suscitar dudas sobre si ille realiza una deixis extratextual; de esta naturaleza o textual, la ejercen bastantes casos más de ille y posesivo, naturalmente no in- cluidos aquí. Sí he admitido los anteriores dudosos para que pueda observar- se la capacidad de la dúplice función en una misnla secuencia. Son muestras de doble determinacibn posesiva: Exirninones, suo germa- no de domina Santia, n. 49, 1055-1" XII; suam partem de dompna Sancia, n. 70, d. 1071-1" XII; sua mulier de senior Garsia, n. 139, h. 1085-1" xrr; suos fi- lios de Auria Galindiz, n. 194, 1102- la XII; suo neto de senior Garsias, .ti. 290- XII; debet rendere sua mulier de Garsia, n. 294, h. 1125-IdXI~; post suos dies de mea germana, ib.; etc. A cruce ocasional, sin mayor trascendericia histórica, de la expresión posesiva mediante de y pronombre personal (S 4.5, de nos) con pronombre posesivo, cabría atribuir la aparición de meo en: quicquid [...] jGerit de meo, totum dono, n. 206, 1104, original, que, en cualquier caso, documenta de modo nítido la naturaleza nominal del posesivo. Ahora bien, la presencia en asturiario (y en gallego)', con testimonios que remorltan al siglo XIII, de la se- cuencia poseedor + de + pose&, aunque obviamente no idéntica a la aquí descubierta, abre más remotas posibilidades comunes, sobre las que ahora, según mi propósito, no trataré, pero sí he juzgado oportuno advertir.

4.7. Demostrativo Para el primer grado predomina hic, pero conoce la competencia de iste desde los comienzos. Fcícilmente se observa la mayor presencia de aquél en expresiones formularias (baec est carta, hanc cartamfieri iussi, hacfdcta carta, etc.) que abren o cierran los documentos, mientras que iste prevalece en su interior de manera libre: uendimus uinea nostra [...l. EiSt namgue uinea ista in uilla, n. 37, 1046- 1 a XI1. Del priniero, su nominativo ferneniiio adopta en una ocasión la forma analógica hac, n. 42, 1047-1" xIr, mientras que en otras hec es acusativo, n. 41, 1047-1a XIT, n. 42, 1047-1" XII,o ablativo, n. 10, 991-ld XII. Sumadas a las anteriores, algunas otras anomalías conlo abeo hoc eguum, n. 33, 1043-1" XII, parecen revelar poca soltura en el uso de este pronombre, es decir, marcar su decadencia, aunque se rnantenga ampliamente por la condición formularia, según dejo advertido, de muchas de las expresiones en que se Iliuestra.

X. 1,1. (;arcia Arias, "l)os notes de sintasis diacrónica n'asti~riano".Arch?vz~m, 1980, 30, 535-45. Elel segundo, iste, constituye estos, 11. 235, 11 10-Idxrr, su primera mani- festación fonéticamente evolucionada. Ambos, con fur-ilcionesfóricas textuales y extratextuales, concurren a ve- ces en un misnlo clocurnento, sin que quepa establecer diferencias entre ellos: hec estnoticia /...l. ínisto mercflto, n. 8, h. 971-1

4.8. Relativo Se conservan bien a través de toda la documentación las formas flexivas del relativo, aunque afectadas por constantes y graves anomalías en cuanto a su empleo sintáctico. Ejemplifico, sin pretensiones de exhatistividad, la utili- zación de aquellas formas que tendrán mas relevancia en el futuro o que sue- len aducirse para la explicación etimológica de que (relativo y conjunción), la gran novedad en este campo. Aiíado antes que, sin ser desconocidas ni mucho menos (cf. infra), La preser-icia, sintácticame~ltecorrecta, de guae; guam (bajo la forma qua, n. 300, 1 130-2" xrl); quos (sujeto en: uendirnus adFatres de Sdnclri Saluatoris [...], quos emtores dederunt totum precium, n. 38, 1046-1.1XII); guas (sujeto en: uineas de quas Juerunt de senior Eneco, n. 144, 1094-la xrr; hereditates quas in eadem uilln mihi perhnent, n. 21 2, 1 105-inicios XIII); y guibus, queda en ocasiones suplantada por algunas de las que detallo a continuación. Qui, se presenta en los siguientes contextos: - Sujeto, con antecedente masculino (o neutro, originariamente) sir-igu- lar: monasterio [. ..] qui est in termino de Aoiz, n. 32, 1042-1 a XII, real; cenobio qui uocitatur ..., n. 34, 1043-1" XII; in loco qui dicitur ..., ib. (sintagmas estos dos últimos presentes en otros muchísimos documentos); Roman, Btri filius, qui hanc carta scribere mandaui, ib.; gratias ago illi qui exnudiuit, n. 78, -1066- 2"- XII; terminum qui est de Uilhtorta, n. 104, 1079-la XII; orto qul est inter ambas, n. 227, 1109-1" XII; ca;inpum qui fuit de illa muliere, n. 295, 1 127-2a XII; meo patre qui iacet, n. 3 19, 1 142, coetáneo. i A i.I/N( ION lli i h/Ri I:N /A Ni+JI(,Y Ll/f-i/,5l(j~DI i KOMAIVC f NA VAKRO

- Sujeto, con antecedente masculino plural: molinos qtii sunt in Oya, n. 19, 1019-1" XI~,real; ad monarhos qui ibidem [...] comorantur, n. 61, 1060-le* xii; illi filitres qui seruiunt, 11. 77, 1066-1" MI; monachi qui seruierint, 11. 82, 1068- 1 'i Xir; teste5 et totos de ilh unlle qui sunt, n. 97, 1072-1" XIl; parentes nos- tros qui sunt, n. 99, 1075-2.' ~11;testes prci;entes qui ibidem fierun~;n. 102, 1076-1.1 xri; fiatribus qui sub eius regimine degunt, n. 156, 11137-1"-XII; defiuc- tibus qui inde exierint, n. 201, 1 103-1 xri; monacb~iqui sunt in ,Saluamre, 11. 268, h. 1 1 10-l'l XII; k~.os$deros ciebent dare qul superius sunt descrq~lri,n. 310, 1136-2cq11; testes sunt qill adJuerun2; 11. 350, 1 18% ,original; omnes qui uide- rint, n. 356, 1194, original. - Sujeto, con antecedente femenino singular: 11. 13, 99 1-1'1 XII, real; uia qui transit, 11. 14, 1002- 1.1 XII;pnrdirza qui dicitur, n. 39, 1047-1" xii; uilla qui dicitur AldU~zatt;n. 83, 1068-1" XiI; uinea qui est in loco, n. 227, 1 109-1" XI; potesStasqui eo ternporefuerit, n. 276, 1 12 1-1" Xi1; mea matre qui iacet, n. 3 19, 1 142, coetaneo. - Sujeto, con antecedente femenino plural: relique qui [...] ibidem re- corzdite surzt, n. 9, 99 1 - 1 d ~ii,real, y n. 12, 99 - 1" XII; ad sarzct~ismartires qui ibidem requiescurzt, n. 1 56, 1OW- 1** xr i; illas casas de Undosse [.. .] qui Jurrunt de illa dona Oneca, n. 294, h. 1 125-1.1 XII.

Quodse presenta en los siguiexltes coIlrextos: - Sujeto, con ar-itecedente mascullrlo (o neutro, originariamente) singu- Lar: precio [....] quod nos bene complacuit, n. 34, 1043-1 a XII; Sancti Saluato~is, quod est uerus Filius Dei, n. 35, 1044- 1 '1 ~11,y n. 36, 1046-1'1 xri; monasterium quod est constructum, n. 130, 1090- 1" XXI; loco quod uocatur Esquaiz, n. 153, 1096-1 a XIi; uno cauullo quod sit uestrum, n. 324, 1 1 54-2"-XIi. - Sujeto, con antecedente masculino plrlral (o neutro, originariamente): terminis quod pertinent, n. 74, 1064- Icl XII. - Sujeto, con antecedente kmerlino singular: omni parte quod in ilhs molinos sitfacta, n. 153, 1096-l'*XXi. - Sujeto, con antecedente femenino plural: uin~asprescriptasquod erant in termino de Lerda, n. 205, 1094-1" XII. - Complemento directo, con antecedente x-ilasculir-io (o neutro, origina- ria~nente)singular: monasterium quod fecimus, n. 36, 1046-1" XII; de uino quod Deus dederit, n. 128, 1088-1" XII; molino rotario quod edzficuuimus, n. 138, 1 092- 1 XII; cambio quod facio ego, n. 238, 1 129-iillciss XIII; monaste- rium [...] quod dbbas [...] donauit, n. 353, 1192, original; caw~purnquod ha- bemus, n. 356, 1194, original. - Compleinento directo, con antecedente masculino plural: molinos guatuor quodfecisti, n. 153, 1 096-1" XIi. - Complemento directo, con antecedenre femenino sirigular (o neutro plural, originariamente): zpsa terra quod suprascribsimz~s,n. 9, h. 97 1-1"-XII; illa peita quod debuit, n. 65, 1062- 1 XI~;couinienza quod fecistis, n. 10 1 , 1076-1"-XII; carta quod egojl'dcio, n. 153, 1096-1"-XiI. - Complemento directo, con antecederite fen-renino plural: uineas meas proprias quod antea emeram, n. 34, 1043-1" XII. La capacidad de quod sujeto o complemento, para reproducir antece- dentes de cualquier género y número, según acabo de exponer, corno tam- bién para actuar de conjunción (S 4.19, se revela casi plena en breves líneas de un mismo documento; me refiero al siguiente pasaje: Hec est carta quod ego facio [. ..] de Zpsos molinos quatuor quod ficisti in loco quod uocatur Es- quain [. ..], quod nullus iniuriam non [.. .] faciat [. ..] ab ornni parte quod in Filos molinos sitfacta, n. 153, 1096-laXIi.

Quem se presenta en Los siguientes contextos: - Sujeto, con antecedeilte masculino (o neutro, originariamente) singu- Lar: nullus sit quem excuset nec contmdicat, 11. 10, 99 1-1" XII, real; locus quern uocitatus est, n. 58, 1058-1 X11.

- Complemento directo, con antecedente masculino (o x-ieutro, orlgir-ia- riamente) singular: monasurium quem abuimus, n. 27, 1037-1" XII,n. 73, 1064- 1" xrr; equus quem dedi ilh militi, n. 45, 1049-fines xi; Santio [...] quem interfecerun2; n. 106, 1079- 1a XII;ipsum honorem quem aquisiui, n. 1 18, 1085- la XII; in loco quern uocant Noniain, n. 163, 1098- 1" XII; alodem meum quexn habeo, n. 201, 1103-1" XII;Jilium meum quem ipsi elegerint, n. 224, 1 109-1" XII; seruiciuwz quem mihi debetfacere, n. 277, 1121-1'1 X~I:locum [...] quem mutauit, n. 295, 1 127-2&Xii. - Complemento directo, con antecedente femenino singular: carta [...] quem iussi scribere, n. i 4, 1002- 1" XII; illa hereditate quem donabit, n. 52, 1057-1 XII (la frase se repite con que en vez de quem); uinea mea l...] quem abeo, n. 103, 1076-Id XII; prolem quem adoptet, n. 1 1 1, 1084- 1" xrr; illam ho- norem quem habeo, n. 125, 1087-Id XII. - Complemento directo, con antecedente femenino plural: cdsds quem habui, n. 26, 1034-1" X~I;hereditates quas habeo F...] uel que adquirere poturero, n. 201, 1 103-1" X11.

Que (rara vez escrito ke), la forma evolucionadai, de pronta presencia, se muestra tanto sujeto como completo directo y, en ambas funciones, con an- tecedentes de cualquier característica gramatical: - Sujeto, con ailtecedente masculino (o neutro, originariamente) singu- lar: in monasterio que dicitu~,n. 2, h. 850- 1 XII,real; monasterium que est in terra de Saresano, n. 26, 1034-IdXII; precio que inter nos bene conplacuit, n. 46, 1050- 1 ~11;seniore Beila que fuit in Harrariain, n. 79, 1066- 1" xr1; monasterio que apeliatu~n. 80, 1067-1" XII; in ilh monasterio [...] que uocatur ecc-lesia Sancti Stephnni, n. 1 17, 1085-la XII; in locurn que dicitur, n. 154, 1096-1" XII (2 veces); campo que (ost in uia, n. 280, 1123-1" X11; etc. - Sujeto, con ancedente masculino (o neutro, originariamente) plural: ornamentis [...] que ibi&ei.int, n. 130, 1090-la XII, y n. 286, 1124-1" xlr; de cunctisfiugibus que pertinent [...] ad monasterium, n. 140, 1093- 1" XII;partern in omnibus bonis que JZunt, n. 286, 1124-ld XII; cum totis suisfminares [...] que ad illam pertinent, n. 355, 1193, original; ea que [...] statuuntur, n. 359, 1197, original; etc. - Sujeto, con antecedente femenino sii~gular:intercessio [...] que ibidem celebratur? n. 27, 1037-1" XII; uinea que est in loco, 11. 34, 1043- 1 a XIT; terram

S La craxxipción mantiene la existericia de quae bajo forina de que con r ~ai~dada. Aquí no puedo conservar esa representactón, pero, claro es, la dist~n~o,sin abreviarla, de que sln ningún slgno diacrítico, a todos los efectos del análisis.

504 [221 LA (.i/N('ldN L)t. I b/RI. f N IA í;hNt.SIJ Y L)II.IíC5IÓ~t9kL.i KOMANC,F NAVARRO que est in loco, n. 60, 1059- 1"- XII; dom1)na Sancia Sanz, que tenebat prefaatdm uillam, n. 1 10, 1083- 1 XII; dompna Sancia sor06 que hit germana predicti, ib.; uineam adermatam que est iuxrrd terminum, n. 127, 1088-1'1 XII; casam L...] que est prope ecclesia, n. 202, 1 103-1 '"Xl uia que passat, n. 236, 1 1 10- 1"- xrr; albergarid que est in medid uia, n. 286, 1 124-1" XII; super uiam que tendit ad Alagon, n. 295, 1127-2.1 XTT; uillam irzeam que dicitur , n. 328, 1 170, original; etc. - Sujeto, con antecedente fenrenino plural: terris et uineis que +erunt de domno Gentule, 11. 45, 1049-fines XI; hereditatibus que pertinent dicto pala- tio, n. 99, 1075-2"-XII; illas baccas que sunt, n. 115, 1085-ldXI1; terras que sunt in termino, n. 176, 1093-2" xli; uineas [...] que sunt iuxta uineas regis, n. 199, 1 102- 1^ ~11;cms que sunt iuxta ecclesiam, n. 254, 1 113-fines X11; baccarum mearum que tunc superfuerint, 11. 264, 11 19-Id XII; de duabus cassis que fue- runt de ilh mauro, n. 295, 1 i27-24 X~I;dum piezas de terra ct una aren inde que sunt super ecclesiam, n. 296, 1 129-la XII; domibus suis que pertinent ad ilhm hereditatem, n. 307, 1134-xv11;ecclesiis que sunt in montanis, 11. 359, 1 197, original. - Complemento directo, con antecedente nlasculino (o neutro, origina- riamente) singular: monasterium que abuimus, n. 72, 1064-fines XI; in loco que dicent Pozas, n. 102, 1076-1 a XII; illo ke lis mando, n. 294, h. 11 25-la XI~. - Complemento directo, con antecedente masculino (o neutro, origina- riamer-ite) plural: cum omnibus que ibi babeo, n. 41, 1047-1"- XII, y 11. 286, 1 124- 1" xri; multa seruicia que michifecisti, n. 9 1 , 107 1-2" XII;palatios nostros que rzos habemus, n. 99, 1075-2a XII; hnec omnia que do, n. 125, 1087-1"-XII; seruiciis que facere debent, n. 203, 1 104-1"-XII; omnia que habebant, de latroci- niis que fdciunt ipsi, n. 256, h. 1 110- 1" XII; destinauerunt omnia que habebant; n. 275, h. 1120, probable original; pro omnibus bonis que facit, n. 288, 1124- ldXII; seruicia que feci et multa dona y ue dedi, n. 307, 1 1 34-XVII;coZLazos que ibi abeo, n. 3 19, 1 142, coetáneo; priuilegid que habet, n. 359, 1 137, original. - Complemento directo, con aritecedente femenino singular: oblatio L...] que L...] ofirimus, n. 13, 997-1" XIi; terra que conparaui, n. 14, 1002-1 a XII (4 veces); casa que comparot, n. 25, h. 1033-1" XII; hereditate que donauit, n. 52, 1057-Id XII (como poco antes indiqué, la frase se repite con quem en vez de que);partem que pertinet ad nos, n. 93, 1071 -Id XII; sud radice que ha- bet in Altunet, n. 195, 1 1132-1"-~11; cartula [...] que misit dompna Andregoto, 11. 239, 1 1 10-1"-xr1; carta qiie dedit Gldrcia, n. 30 1, 1 1 30-2a XII); partem que peteret, n. 348, 1188, original. - Complemento directo, con antecedente feme~linoplural: eas que ha- beo comparat~zs,11. 60, 1059-1" XI~;hereditates que abernus, n. 72, 1064-fines xi; causas que [...] abui, n. 288, 1 124-1" XII;roturas que L...] uillani nostrifece- runt, n. 349, i 188, original.

Con perfiles más o rnerios netos respecto a unas que a otras de Las for- mas recién seriadas, se descubren enseguida algunas normas o, mejor, ten- dencias que prefigurart. su uso y distribución. Antes de er-iunciarlas, se hace inlprescindible advertir- que de acluellas cor-istr~iccionesde las que no l-ie cata- logado más de 5 testimonios, éstos corlstituyen los úriicos encontrados (bien es cierto que he podido incurrir- en omisiones involuntarias. I'ero, en cual- quier caso, me atrevo a asegurar que una nueva revisión 110 incrementaría de marrera relevante su inventario). Idas que pasan de 5, suponen, er-i cambio, que la recogida ha experimentado una sensible selección cuarititativa antes de ser presex~tadaaquí. El dato niás Irriportante en cuanto a la morfosintaxis de los relativos es el predominio sobre las otras de la forma que, es decir, La representante de La innovación evolutiva. Predominio atribuible, sin duda, a la u~liversalidadde su LISO gramatical, rasgo que no ofrece, corno ha habido ocasión de observar, ninguna de las restantes formas. No deja de extrafiar, sin embargo, su Iimita- da aparición como complemento directo con antecedente masculino singu- lar o femenino plural (cf.supra). Volveré sobre esta cuestihn. Como característica establecida con mayor diafanidad, sin excepción al- guna, la exclusiva adscripción de qui a la función de sujeto, col1 antecede~lte de uno u otro género y número (escaso el femenino plural), a la vez que su absoluta 1-esistencia a actuar de complemento directo. Así se manifiesta de manera ejemplar en el siguiente pasaje, correferer-iciales qui y quod, sin inter- ferencia alguna, por tanto, del género gramatical: campum quod habemus in termino de Arraual, qui habet afiontdciones, 11. 356, 11 94, original. Esta caracterización sintáctica de qui se corrlpadece bien con la de guem, forma del relativo no sólo la más escasamente usada, entre las vistas, como sujeto, sino que apenas puede adjudicársele el cumplimiento de tal función (en 2 ocasiones únicas). Sí documentada con mayor o menor fre- cuencia (sólo de manera amplia con antecedente masculino singular), según los condicionamientos de género y número, como complemento directo, es decir, concorde con su étimo. Para esta última función complementaria cuentan además, en grado di- verso, pero casi siempre precario o limitado, las otras formas antes expuestas, pero todas superadas rotundamente por las etimológicas guum, quos y quas. La extendida presencia de estas dos últimas formas denota que en el re- lativo se respeta aún con firmeza la marca de numero (por eso llegan, aun- que excepcionalmente, a actuar de sujeto, como documenté al conlenzar este capitulillo), al igual que ocurre con el acusativo de plural en el nombre (cf. 4.2) y, sin duda, en correspondencia sintagrnática con él. También, en menor escala, los relativos se atienen al género (quem 110 actua con antecedente femenino, salvo apenas en plural, pero sí gui en sin- gular), de ahí, asimismo, la ya aludida frecuencia de guam. Otro dato, en es- te mismo orden, es la amplia incidencia de quae como sujeto femenino, sin- gular y plural, en competerrcia con que. Nueva manifestación de respeto a la persistencia del género -ésta con carácter excepcional- es la siguiente cons- trucción, que desdobla, en atención a aquél, un relativo cuyo antecedente es- ta formado por sustantivos de distinto género coordinados: confissorum uel uiqinum innumerabilium quorum quarumgue nomina [...] sunt; n. 106, 1079-1 a XII; similiterfiliis etfiliabus tuis, quos uel quas abes, 11. 252, h. 1 112- 1 a XII; omnes campos et omnes uinms qui queue ibi sunt, n. 361, 1201, original (en este pasaje, probablemente que deberá entenderse por guae), frente a la construcción general: illorum uel ilhrurn qui easdem decanias obtulerunt, n. 143, 1094-1" XIi. El conjunto de las observaciones precedentes permite aclarar, si 110 jus- tificar, las dos aparentes discrepancias sefialadas pocas Iír~easantes a propósi- to de que. Su casi ausencia como complemento directo masculino singular habrá de entenderse provocada por la vitalidad de quem eri su can-ipo sintác- rico etimológico. Idéntica detlcie~lciacomo co~^r~plementodirecto ferrlenino plural, por faltarle la marca de rzúnlero. Cui ofrece la particularidad, comiir-i con r-iotnbres y otros pronombres, ~01110ya he ido dcjarido constancia, de llevar la preposición ad para la hil- ción de complenlento indil-ecto, si bien en este úr-iico pasaje: ad cui nos tra- dimus ktum rnonasterium, n. 48, 1055- 1" XIJ,real. Los relativos se presentan con cierta frecuencia acompafiados de las di- versas formas flexivas de iííc en f~~nclónde antecedentes: czlm illo qtii uocatur, n. 83, 1068-1" XII; illa clliae est de S(i.ncto, n. 220, 1108-1" xtr; facint ille qui te~~ueritin fidelitate, n. 247, 11 1 2- 1'1 xrr; pro iIla qilae est inferiore, 11. 248, 11 12-1" XII; &crn illo ke Iix mando, n. 294, h. 1125-1. xrr; etc. AL nlerlos en un pasaje, +se ciesempefia la misma función (S 4.1 1 ). Cuando van, alguna vez, muy distanciados de su antecedente, la fun- ción de los relativos resulta entonces más bien deíctica, al iniciar tina oraci61-i itldependiente: mdgister rqis Sanctii [. ..] cmt illi placidus seruus [...l. Qui pe- tiit a domino suo quendarn montem, 11. 45, 1049-fines xi.

Frecuente es, en cambio, que se documerire el relativo de generaliza- ción: qui talia ~onmiserit~sit anathematizatus, 11. 36, 1046-le1xrr; qui uoluerit tallere ei, L~~~beatpar-tem, ti. 90, 1071 - i XII; abbns et inonachi [. ..], quern [. ..] dignum inuenerint, decanum constitunnt, 11. 93, 1071 - 1" xr i; qui autenz uolue- rit disrumpere, 11. 104, 1079-1" XII; non sit qui eum eripiat, n. 105, 7 079-1 a XII; ut plantent uineas qui uolunt plantare, n. 11 1-1 a XII;qui prior obisset, 11. 127, 1088-1a XII; qui ista carta dissipare uoluerit, 11. 153, 1096-1d XII;qui fecerit [...] forza, peitabit, n. 320, 1 144-2.l XX~I;ecc. En fu11ci6n de relativo adjetivo, ellcuentro testirnonios con las diversas variailtes expuestas: quos emtores drderunt &tum precium, n. 38, 104C;-1.i XII (frase que acredita además la peculiaridad, ya advertida, de guos conlo sujeto en plural); cum suis pertinentiis, que perti~~entiesunt Arguillay, Orradre et Cortes, n. 99, 1075-2" xlr; dorzo L...] domum de Murugan~n[....l. Que uilla Murugarrem est circa de Ponte Av,11. 1 18, 1085- l XH; etc.

4.3. Numeral Excepcional manifestación de apócope so11: un carnero, n. 14, 1002- 1" xrr; un aniulo, ib.; un Rafiz, 11. 150, h. 1097-1" XII (jirnto a: uno kafiz), y n. 167, 1098-1" XII,donde también se ve: un arrobo. Quingenti ha sido reanalizado en yuinyuecentos, n. 70, 1064-2" X~I. Destaco por su temprana datación (1~iegoserá construcción usual para designar parte numéricamente iridividualizada de un conjunto, tanto irnplí- cito como explícito) el empleo de artículo ante cardinal en: temt ille tino cn- po, n. 8, h. 971 -1" XII;donot illa una pieza nd senior Acenare, n. 5 1, 1056-la XiI. Cf: otras construcciones setnejantes en 4.10.

4.10. Indefinido Omnis se maiitier-ie con su sigrlificado específico, pero siempre padece la seria competencia de totus qiie tiende a desplazarlo: totos uicinos, n. 8, h. 971-1^ XII;totos sumus testes, n. 43, 1048-lcl XIi; totuni remnneat, n. 117, iA FiJNC ION I)¿ Lt*ilZk FN IA (ri NI.Si,S Y Ijii.lJ.5iON I)kI KOMAN( f NAVARRO habrá de entet~derseprovocada por la vitalidad de quem en su campo sintác- rico etimológico. Idéntica deficieiicia corno con~plementodirecto femel-tilio plural, por faltarle la marca de niírnero. &Ui ofrece la particularidad, común con rlornbres y otros pr-ono~~~bres, como ya he ido dejando constancia, de llevar la preposición ad para la fun- ción de complemento indirecto, si bien en este único pasaje: ad cui rzos tra- diwzuj istunz ?izo~zctste?*iunil,n. 48, 1 0 5 5- 1 XII, real. Los relativos se preselitan con cierta frecuencia acompal"tados de las di- versas formas Rexivas de ille en I'unción de antecedentes: czrm illo qui uocatur, n. 83, 1068-1" Xii; lila quae e~tde Sancto, n. 220, 1108-1a XI1; faciat ille qui tc.nuerit inJidelitnte, nn.247, 11 1 2-1c3 XiJ; pro lila quae est inferiore, n. 248, 11 12-lcL~ii; fulcen illo ke lis mando, n. 294, h. 1125-]a ~ii;etc. Al nleilos en u11 pasaje, pse desempella la i~lisrnafunción (S 4.1 1 ). Cuando van, alguna vez, muy distanciados de su antecedente, la f~in- ción de los relativos resulta entonces más bien deictica, al iniciar una oracióil ir~dependiente: raagister regis Sdnctii [. . .] erat illi pllzcidus seruus [. ,.l. Qui pe- tiit a dornino suo quendam montem, n. 45, 1049-fines XI.

Frecuente es, en cambio, que se documente el relativo de generaliza- ción: qui tulid conmkerit, sit nnathematizatus, n. 36, 1046- 1" MI; qui uoluerit tolLere ei, habeat partera, n. 90, 1071- 1" xlr; dbbas ed mondchi l...],querxl L...] dignum inuenerint, decanum constituant, n. 9,1071-1'1 XII; qui autem uolue- rit disrumpere, n. 104, 1079-1" X11; non sit qui eurn eripiut; n. 105, 1079-1."XII; ut plantent uineas qui uolunt plantare, 11. 11 1-1 a XII; qui prior obisset, n. 127, 1088-1" XII; qui ista carta dissi;uare uoluerit, n. 153, 1096-la XII; clui ficerit [...] forza, peitabit, n. 320, 1 144-2d ~11;etc. En función de relativo adjetivo, elicuentro testin~onioscon las diversas variantes expuestas: quos emtores dederunt totum preciurn, n. 38, 1046- 1'1 XII (frase que acredita además la peculiaridad, ya advertida, de quos como sujeto en plural); cum suis pertinentiis, que pertinentie sunt Arguillog, Orradre et Cortes, n. 99, 1075-2" xir; dono l...]doiizunz de Murugarren L....]. Que uilla Murugurrem est circa de Ponte Arga, n. 118, 1085-1. xrr; etc.

4.3. Numeral Excepcional manifestación de apócope son: un carnero, n. 14, I 002-1" XII; un aniulo, ib.; un kufZZ, 11. 159, h. 1097-la XII (junto a: uno kafix), y n. 167, 1098-1a XII,donde también se ve: un arrobo, Quingenti ha sido reanalizado en quinguecentos, n. 70, 1064-2. x~. Destaco por su teinprarla datacióri (luego será corlstrucción usual para designar parte numéricamente individualizada de un col-ijunto, tanto implí- cíto corno explícito) el empleo de al-tículo ante car-dinal en: t-enet ille uno ca- po, n. 8, h. 971-1" xrr; donot illa una piem ad senior Acerzare, n. 51, 1056-1" Xtf. Cf. otras construcciones semejantes en 4.10.

4.10. Indefinido Omnis se mantiene con su sigriificado específico, pela siernpre padece la seria competencia de totus que tiende a desplazarlo: totos uicinos, n. 8, h. 971-1" XIt; totos sumus testes, 11. 43, 1048-1" XII; totum remaneat, n. 1 17, FERNANDO C;ONZÁL,L:% 0L.L.g

1085- 1" xrI; cum totis suisfaxinares, n. 355, 1 193, original; etc. Suplaritación que puede eii alguna ocasión provocar la inversa: in omnia Kastella, n. 72, 1064-f nes XI.La forma evolucionada, todos, n. 280, 1 123- 1" XII. En coincidencia con el orden nominal, corno se ofrece eii el testinio~lio recién citado, el neutro omnia, se comporta como femel-iino singular en múltiples pasajes: in omnia eorum causa, n. 23, 1032-1" XiX, real; in omnia cau.~,n. 36, 1046-1" XIX; etc. Del arraigo de esta forma y función así estable- cidas constituye buena prueba el que se desarrolle su correspondiente plural analógico: cum ornriias decanias, n. 100, 1075- 1" XII. La tendencia, cambié11 observada en el nonibre y otros proriombres a qtie prevalezca eri plural el acusativo sobre todos los restantes casos, se mani- fiesta en construcciones como: cum diabuh et ornnes arzgehs, n. 26, 1034-ld xrr, y en otras con similares discordancias. La natriraleza Iildefinida de urzus se percibe indistintamente en: uerzdat uni de suis uicinis, y uod si non potest reperiri in uicinis aliqui~qui emere uelit, potest 1.. .] uendere alicui ex debitoribzis, n. 11 1, 1 a xrr; cornpnrauit in jaca unas casas, n. 236, 1 1 10- 1 a XII; etc. Eri expresiones distributivas pronorniiiales unus sustituye en numerosas ocasiones a alius como primer rniembro (claro anuncio de la diversificación léxica que acabará triunfando sobre la repeticiór-i de un niismo indefinido en latín): habeo l...]unani terram [...] et aliam, n. 60, 1059-1'1XII; de una parte, et de alia parte, n. 65, 1062- la XXi; unas magas sunt in monte L...], et alianl mu- gam stat in oterum, n. 73, 1064- l.* XI r; tinas intus castellum, et alias ad portas de ecclesia, n. 120, 1086-1" Xrl, real; una super uia, alia suhtus uiam, n. 199, 1 1 02-1" XII; una est uia que uadit L...] , alia est uia que pnss~22;n. 236, 1 1 10- 1.1 XII; yuantum unus et alius dederit, n. 250, 11 12-1" XII; unus qui est iuxta do- mum, et alius ex illaparte, n. 271, 11 10-laxrr; etc. Ambos pronombres pueden llevar artículo, en correspondencia con el uso examinado en S 4.9: palatio suo de Grriz et illo alio de Arranca, n. 228, 1109-1" XI~;et illa una parte uadat [...] et illa alia parte dent, n. 275, h. 1 120, probable original; illas cmL...] de Iucef[.. .] et illas alias quefierunt Abyeith, n. 265, 1120-la xrr; et ifla una parte uadat f...] et ifla alia parte dent, 11. 275, 1 120, probable original. La forma de plural, unas, en varios de los pasajes copiados, ratifica su recién explicada condición de prononlbre iildefinido. Los indefinidos negativos se acompahan a veces del adverbio de nega- ción: nullus miles non ndmit~ztur,frente a: nullus abbas nudeat, en el mismo documento, n. 1 1 1, 1084-1" X~I;nullus [...] iniuriam non tibi [...] fariat, n. 153, 1096- 1 a xIr; nullus non requirat, iib. Estos mismos prorionlbres coiiocen el uso potencial: si nullus humo uult istarn cartam disrumpere [. ..] , pnrtem ha-

beat cum hda, n. 144, 1094-1J. XI~.

Artículo 4. L 1. Desde los primeros docun~eritosiegerenses, y a través de todos ellos, Las diversas fbrrnas correspondientes al paradigma de illr ejercen inequívoca- mente función de artículo, por lo general con marca correcta de género, núrne- ro y, no tanto, de caso: Noticia [. ..] de illa tewa de donna Nuriia que est inter illo 1A FUN(,Z~NDE Li"(Kb I:I N LAG~NF~ISY DILIJSlnN DEI KCIMAN6,E NAVARRO

orto maiore et illo molino, etjndet llla terra de Lisabe así comienza n. 8, 970-la XlI; illa uinea de Tduare potare [...] et illo uino in cupa mitere, n. 12, 99 1-Id XIl, real; dedi pro illa temz, n. 14, 1002-1 XII; sunt in Oya, ad illo uado, la. 14, 10 f 9- Id XII; mitant illa cibarid in orreo, ib.; dederunt totum precium ad illos uenditores, n. 38, 1046- La XlI; trddo [...] illo monLio, n. 57, 1057- 1a XII; nzedietak de ilit-is ka- sas, scedula de illa coua guam cop~~parauZ,n. 65, 1062-1" XM;concedimus uobis illuni nionasteriurn que abuimus, n. 72, 1064-fines XI; teneant eas illi @tres, 11. 77, 1066- 1 XII; licenciam de 1110s abbates de Leiore, 11. 1 17, 1085- 1" XII; et illas glandes de nostro monte non colligdn~n. 196, 1 102- 1" XII; concedo [...] illam do- mum ubi habitabat Blrl~co,n. 25 1, 1 1 12- I XII; uendimus [...] medietatem de illa camera [...] que est super pormm et medietatem de illa guoquina uestra [...]et me- dietatem de iIla pezd de Uakilla et illa terra de costa [.. .] et medietatem de illo carn- po que est in uia, n. 280, 1 1 23-la XII; caqum guifiit de illa muliere de Exep, n. 295, 1127-2" XII;etc. Son todos testimonios carentes de anáfora textual. En cuanto a su origen, es minoritaria la supervivencia de nominativo y de acusativo inalterado; sólo por la preposición, pero sin certeza, conocidas las anomalías de su presencia, podría analizarse para cada testimonio si se atribuye al acusativo evolucionado o al ablativo. La aparición del artículo se ve notablemente favorecida ante el sustanti- vo con algún determinante, según ha podido percibirse en el elenco presen- tado, de manera especial si lo complementa una oración de relativo, como ratifico con nuevos testimonios: illa casa que comparot, n. 25, 1033-ld xrr; illurn monasterium quod fecimus, n. 36, 1046-la XII; guae est sud illa fize de Apurz, n. 69, 1063-la XI~;abeant illa medietate de illas casas, n. 72, 1064-fi- nes XI; illa hereditas de seniore Beila, n. 79, 1066- ld XIJ; cum illo orto qui est inter ambas uillas, et cum illa integra uinea qui est in loco, n. 227, 1 109-1 a XII; in Budizu, illas casas de Lainu, 23 1, 1 1 10- 1" XII;illa uinea que est in Mugaza- bal, ib.; illam partem nostram quam habemus, n. 238, 11 10-1" xrr; in I)ipapho- na illas casas que sunt iuxta ecclesiam, n. 254, 11 13-fines XII; illas decanias quas in his partibus habueritis, n. 292, 1 125-la XII; illa peza quam dedit, n. 356, 1 194, original; etc. Ante nombres propios lo encuentro, con función anafórica, en: Iben Azarrage l...],sicut ille Iben Azarrage fkit inde, n. 284, 1124-2" xrr; suo neto [...],nomine Orti Ortiz. Similiter dedit ille Orti Ortiz de sua parte, n. 200, h. 1 124-laXil. Conlo artículo primario, comparauerunt illos de Leior ilhs molinos, n. 44, 1 048-14 X~I,n, 49, 1055-Id Xlf, n. 124, 1087-1" XII; placuit adillos maiores, n. 52, 1057-1" xir; illi de Sancti Saluatoris, n. 82, 1068-1" XIX; ego L...] pignora- bam iugiter illos de Altunnt, n. 158, 1097-1" xrr; misck~inosquos habeo ibi meos proprios et illos de Sancto Saluatore, n. 264, 1 1 19- 1 XII;etc.

Las formas fonéticamente reducidas en su consonantismo tardan en apa- recer y su presencia resulta siempre escasa: estos C...] son los cubilares, n. 235, 1 1 10-1" XII; dono [...] la casa de Bita, n. 277, 1 125-1" xri; laun Oxoa e(n) (e)l lbme de Reginn, n, 313, 1 139-2" XII; Ortiz okl hnt, n. 348, 1 188, origlrial.

Corno ya anticipé (S 4.7), ipse funciona a veces como artículo, adjunto a s~istantivosno mencionados previainerite: concedo ipso monasterio guod di- citur Cenepreta [...] et ipsos molinos qui sunt in Oya, n. 1 ") 10 19-1.1x11, real; pro ipso monasterio nominato Sarzcti Sdlmtoris, n. 32, 1042-1" XLI; uendimus ad te [. ..] et de ipso precio quod inter nos bene cornplacuit, In 443, 1048- 1a XII; et ipsos palatios guos comparaui, n. 60, 1059-1" XII; hec est carta gua [...] Jracio de ipsis uineis, n. 248, 11 12-1" XIi. Pero lo común es que conserve su f~inci6i-i ar-iafórica, según la cual identifica un nombre ya mencionado. Rara vez +se actúa como antecedet-ite del relativo: et ipse qui tenuerit hurzc honorem, n. 32 1, 1 1 45-2" xir.

Particular interés suscitan Las formas de artículo que presento a conti- riisación (en algunas de sus apariciones, f~lx-ididascon una preposición): era casa, n. 25, h. 1033-1" XII (sintagma inser-to en una larga enumeración nomí- nal cuyos restantes miembros Llevan illa como determinante); partes &r agua, n. 21 5, h. 1106-1. xli (3 veces este mismo sintagnla completo); una te- rra soro ponte, n. 22 1, 1 108- 1" Xil; e ros [sic en ef ms.] misquinos tenea8 ilbs meo germano, n. 294, h.1 125-ld XII (e11 el mismo documento, varias veces illos mfiquinos). La excepciox~alidadde estas forrnas en territorio navarro (por cuanto alcar-izo a saber, ni siquiera Las atestiguan los documentos occita- 110s redactados en dicho ámbito) me mueve a prescindir del criterio adopta- do a lo largo de mi exposición para dedicarles un breve comentario que es- pero ampliar en una próxima ocasión. Menéndez Pidal (Orígenes) detectó la presencia del artículo ero, era, eros, eras en un documento de Sobrarbe datado hacia 1090, parcialmente continuada hasta época contemporánea en pu~itosdel Pir-ineo aragonés. A su parecer, por :lo reflejar la r de esas hrmas "la fonética local, hemos de atri- buirla a influeiicia gascona", acaso apoyada por la influencia del vasco, "don- de es comunísimo el cambio entre ly ?'. Advierte, sin embargo, que "el mas- culino (e) ro no existe en el gascón ni responde a su fonética". Al revisar la iri- formación precedente, Kohlf-s (Le gascon) no estimó segura del todo -sin du- da basado en la última razón expuesta -inaceptable para un especialista co- mo él- la atribución de gasconismo. Por mi parte, descarto la influeiicia vasca: si es cierta, segúr-r bien dice IVenéndez Pidal, la evolución lat. L > vasco r, como en páginas anteriores he mostrado (5 3.24), aquí, puesto que el punto de partida -las diversas varian- tes flexivas del demostrativo latino- cuenta con doble Lr*, no cabe invocar tal evolución. En efecto, los préstamos latitios con lateral geniinada no condu- cen en vascuence a r sino a k CASI kl,l UM > gaztel u, IJAI,1 AI UM > palatu. No es éste el lugar oportuno, a la sola vista de las pocas formas del artí- culo descubiertas, en la ignorancia de que puedan existir o no nuevos datos coincidentes, para examinar y decidir si el latín de una zona periférica nava- rra conoció una evolución autóctona I,L, > r. Como tampoco quiero hurtar mi opinión sobre los testimonios de Leire, avanzo una escueta interpreta- ción: serán imputables a más de un escriba o a un copista (el mismo o diver- so en cada documento) que tuviera por propias de su idiolecto dichas formas y las deslizara e11 la redacción latina. Tal conclusión puede parecer obvia, pero estimo que no es posible ir más allá (naturaleza idiomática del escriba), como sería deseable, de modo seguro. Sin embargo, con el cotejo de lo que más abajo deduzco sobre otra variedad, lo, del artículo, pienso que las formas con -r- proceden de una con- taminación, desde un uso oral o documental, pues hoy por hoy no se cuenta con más pruebas para sriponer que en Leire -desfavorable se presel-ita, por cuanto se sabe de ella, la sitiración aragones2t- corresponde a una evoluciórm autóctona. Se trataría de una impronta personal: por el misrno proceso, mi- noritario, que algui-tos escribas exteriorizan formas de artículo con simplifi- cación de r,r (cf. supra), según su código oral, otros habrían exteriorizado su particular fonética. Afiádase todavía que los datos Lingüísticos son insuficien- tes para asegurar el establecimiento más o menos firme en Leire o en su en- tori-io de ininigrantes ultrapirei-iaicos. Aunque tar-r-rpoco cabe rechazarlo, an- tes bien, resultai-ía verosímil, conocida su penetración surena (cf. cz~lliberti,en VC)(:ARUIAIIIO). En última instancia, no constituiría ningún hecho extraor- dinario la incorporaciór-i al monasterio de Leire y SLI convivencia en él de un hablaxite occitano, como podría serio el monje Ikdro de Mailhac, menciona- do varias veces. Una última cor-isideración: la existencia de ero, aur-rque no se identifica con la evolución fonética gascona (según la cual, para el masculino sir-tgular, a partir de su étimo la evolución previsible es llegar y, de hecho, así sucede, a la iforrna et), r-io supone ninguna dificultad desde cualquier punto que se mi- re. La presencia, ésta sí normal, de era, eros, eras con Facilidad yudo suscitar La creación analógica ero, es decir, la forma con -r-, antietirnológica y analó- gica.

Otra variedad más del artículo: Dalin Dat lo alkad 11. 236, 1I 10-la xti, supone un caso totalmente diverso del anterior, puesto que tal artículo, mas- culino singritar, se presenta de manera usual en los textos occitanos redacta- dos en Navarra, y asimismo aparece, de mariera esporádica, pero no inusual, en los idiomáticamente navarros (fenómeno que argumenta a favor de la contaminación antes supuesta para el artículo del tipo con -Y-).Estimo im- prescindible advertir que el documento aducido para la registra la compra de una casa a un tal Pedro de Limoges (repárese en la procedencia del vende- dor), precisamente en Jaca, ciudad tan marcada por la colonización franca.

Para el artículo con posesivo, 5 4.5; con relativo, 5 4.8; con numeral, 5 4.9; con indefinido, 5 4.1 O.

Verbo

4.12. rferminacio~~es Se conservan, inalteradas, con las escasísimas salvedades que a continua- ciOn mel-iciono: Para la tercera persona del sir-igular -t aparece como -den el presente ta- llad, n. 83, 1068-la XII,resultado más notable en el caso de los perfectos: tan- guod, n. 44, 1048-1~XII, y manhd, n. 294, h. 1 125-la XII, dado que ofrecen ya la normal evolución vocálica. Para otros perfectos en -o, 5 4.15. Conserva la -t, habiendo experimentado asimismo la correspondiente evolución de su vocal final, el presente tanget, n. 72, 1064-fines XI. Para La tercera persona del plural, -t se apocopa en los presentes son, n. 235, 11 10-1" XII; ficen, n. 294, h. 11 25-la XII; den, ib.; y en el perfecto retor- naron, n. 52, 1057-1" XXI. 4.13. Cambio de modelo L,a variación verificada en el vocalisxno de la tercera persona de plural del presellte indicativo en los verbos procedentes de la tercera conjugación latina, tanto si pasan a la segunda como a La tercera, se revela aquí en dos de ellos: dient, n. 102, 1076- 1" XH,y el recién citado, fdcen, n. 294, h. 1 125- 1" xii, que preludian su forma posterior y la generalizacibn atingente a todos los demás. De modo similar, el participio compllms, n. 21 5, h. 1 106-Id xlr, avisa de su paso a la tercera conjugación. Raro ha de resultar, en cambio, el futuro perdébir, n. 320, 1144, real (2 veces), si bien la termitiaciór-i adoptada iilforma sobre su inclusión en la se- gunda conjugación Latina.

4.14. Voz pasiva Ampliamerite usada en forma sintética, se inanifiesta también con arixi- liar, no sólo en fórmulas de execración, donde está muy arraigada: hic et in Juturo [...] sit separatus, n. 50, 1056-1" XIi; siat a Domino nequiterpunitus, n. 53, 1057-1" xrr; secularia dampna sit aflictus, ib.; locus quem uocitatus est [...] Urddsacu, n. 58, 1058-1" XII; sit a Deo reprobus ac maledictus, ib.; sit a Deo f...] condernpnatus, n. 50, 1058-1" XII; siat nomen eius L...] ablutum, n. 61, 1 060-la XII; accepta a inm dicto rege uoluntate [...] esse cognoui, n. 62, 1060- XIII; reliquie L...] sunt recondite in monasterio, n. 68, 1063-la XII,n. 72, 1064- fines XI (el valor de presente queda asegurado por la predicaciótl de reliquie también con quiescunL.),11. 73, 1064-la XII; per aliquam susurrationem impe- ditus fuerit, n. 75, 1065-2~xir; in infernum uoragine sir dimersus, ib.; cuncta creata [...] erunt redacta, n. 77, 1066-la XII; sit separatus de limitibus n. 78, 1066-2a XII; sunt ibidem sancte relique constitute, n. 80, 1067-1" XII; in perpe- tuum sit ablata de nostro iure, n. 84, 1068- la XII; si repertus fuerit l...],alium ponant, n. 93, 107 1 - 1a XH; si aliquis homo L. ..] compulsauerit [. ..] , siat desco- municato, ib.; des hodie l...]sic zpsa uirzea de mea pars exita et in tua pars con- firmara, ii. 102, 1076-1a XII; sir a Deo [...] iudicatus, n. 104, 1079-1" xrr; quic- quid fuerit inuentrrm [...], tntum remanertt, n. 117, 1085-1" XII; vrbus que [...] inuenta fuerint, n. 130, 1090-1 xir; fdciant quod eis preceptum f~ierit,n. 134, 1090-2a XII; unde fuit iudicatum ut redderet, n. 142, 1094-1" XII; si aliquando fuerint laborate [...], sint confirmata, n. 168, 1098-1.1 XII; ibi fuerinr inuenti, 11. 187, 1 101-la XTI; si l...] rzon fuissent redditi predicti CC solidi, n. 1911, 110 1-1" xir; ne uidear esse deceptus, n. 228, 1109-1" xr1; oferendas que sunt Facta omnia, n. 239, 11 10-IJ-XII; sit n nostra potestate ablatus, n. 250, 11 12-1" XII; post mortem meam l...] fuerir~tibi inuenta, n. 286, 1 124-1" XII; si aliqua bestia eorum intrauerit l... ] et ibi capta fuerit, n. 3 10, 1 136-2.1 XII; unde fuerat dotata mnter eius, n. 313, 1130-2" XII; si k~omicidiumperpetratum frierit, n. 36 1, 1 20 1 , original; etc. La pasiva con se queda atestigua en: oratiorzes quae ibi se fecerint, 11. 54, 1057-1" ~11.No es posible decidir entre pasiva con se o activa impersonal en: brazal unde se regar, n. 356, 11 94, original.

4. f 5. Tiempos La confusión de las gral-las 6 y u, en que iilcurre un gran núrnero perfec- tos, tales como petzbit, n. 8, h. 971 -Id XII, n. 3, h. 971-1" xIr; audzbimus, n. I 1, 39 1-fines XI , real, ecc., puede igualar -y así ocurre con cierta frecuencia- algurlas personas del perfecto y del futuro de la prinlera conjugación. Co- rresponden al perfecto formas tales como migrabit, n. 9, 991-1" xi, real; donabit, n. 52, 1057-1"-XII (en el mismo documento, donmit); exdrdbit, n. 154, 1096-la XII,n. 278, 1125-1 a XII;etc. Ahora bien, los escasos futuros con- tenidos en los documentos presenta11 siempre - b-.

Precisamente la tercera persona de singular del perfecto es, entre las afec- tadas por la evolución, la forma que se atestigua con Inayor frecuencia y la que más acusa el cambio en el vocalismo desinencia1 (con conservación, debi- litada o no, de la consonante final, según he indicado poco antes, 4 4.12). És- ta es la totalidad de casos hallados: compan>t,n. 25, h. 1033-1" XII; tangmd, 1.1. 44, 1048-1" XLI; donot, 11. 5 1, 1056-1" XII;adfirmot, íb.; manhd, n. 294, h. 1 125-1" XI~.En plural, con evolución regular, los testirnonios son todavía más escasos: aduoluntamn, n. 32, 1042-1" Xi1; retornamn, n. 52, 1057-1" XI1.

La primera persona del futuro de subjuntivo, realizada según su alo- morh procederice del futuro perfecto de indicativo latino, se presenta ya inequívoca en estas frases y mrrchas más: si ego ante oblero que mea coniux, n. 72, 1064-fines XI; ubicumque rnoriero, ista hereditas habeat Sanctus Salua- tor, n, 90, d. 1071-1" xir; habeo uel habere potuero, n. 117, 1085-1" XII, n. 156, 1097- 1 XII; addo etiam et huic donationi ilLanz uillam [...] , si defendere potuero eam, n. 176, 1099-2.1 xrI; si superuixero eam, n. 200, 1103, coetáneo; dum uixero, n. 247, 11 12-1" ~11;si migrauero, filie mee reperiantur, n. 358, 1196, origi~lal(2 veces); etc. Claro es que igualmente se atestiguan con pro- fusión las restantes personas del mismo tiempo (por ejemplo, en el último documento citado, si forre iste filius meus migrauerit) , pero en ellas no cabe distinguir su procedencia morfológica.

También se encuentran varias muestras de tiempos compuestos: sicut habui cogitato [...], compleo, n. 59, 1 058-ld XII;casa de ERai guam habui comparatarn, ib.; ofero eas que habeo conlparatas terras, n. 60, 1059-1" ~11; illas baclls guas uobk abui comendatas l...], iam me abetis redditas, n. 100, 1075- la XII; cartam de duas casas guus factas habes in Argedas, n. 1 19, 1086-1" xrr, real; conuenientia guam abebat cum Sancto Saluatore facta, n, 259, 11 15- la XII; etc, El verbo auxiliar casi siempre va inmediato al principal y, por lo general, antepuesto a 61; e1 participio concuerda en género y número con el conlplernento directo. A diferencia de los testimonios anteriores, actúa esse como auxiliar para verbos instransitivos de movimiento: ir2 illo tempore erat salito Lope Lopiz c...] ad terra de mom, n. 44, 1048-ld XII; uocabuhm sorti- tum est, n. 58, 1058-1" Xíi. Infinitivo complementario, con preposición: ore et opere ad adimplere st-udui, n. 39, 1 047- I XII; non remansit aliguis debitus [...] pro dare, n. 102, 1076-13 XII; quinque dies in arare, et quinque dies in seccare, et quinque dies in cauare, n. 134, 1090-2" XXI; terra [...] per plantare uineam, n. 144, 1094-1" Xlil; comparaui una terra per uineas plantare, n. 21 5, h. 1 106-la XIT; dent pro mis- sas cantare, n. 275, 1120, probable original; fiancum [. ..] per uendere et do- nare et facere, n. 282, 1124, original, n. 283, 1 124-2" X11, real, y n, 284, 1124- 2" XII,real; sit uestrum pro uendere et permutare et facere uestram propriam uolunirdtem, n. 324, 1154-2" XII; saluum l...]per dare et per uer~dereet per impugnare et per towm uamm uohntntcm facere, 11. 356, 1194. El infinirivo también puede expresar sin pr-eposició~llos diversos valores observables en los sii~tagrnasrecién copiados: @it [.. .] depredare, 11. 166, 1098- 1" XII; uadant nostras beslcias pascere dd montem, n. 196, 1102- 1" XII; uniuersi ziecini ueniant coquere, n. 3 10, 1 1 36-2" Xit; etc. De los testin~oniosanteriores se desprellde cómo el infinitivo sriplanta arnpliarnente al gerundi(v)o latino en f~~ncionesque eran propias de este úl- timo, es decir, las que ayui muestran tanzbién secuencias de los siguientes ti- pos: consuetudinem ir-rcidendi lea, n. I 30, 1090-1 a XII; uenerit ad disrum- pendum, n. 160, 1097-1" X~I,n. 200, 1 103, coetáneo; debet rnitere ad missas celebrandas, n. 19 1, 1102- 1a XII; domos ad habitandurn uelfocum faciendum, n. 223, 1 109- 1" XII; propter uitam eternam possidendan-i, n. 226, 1 109- 1'1 X~I; ad recreandos pauperes, n. 247, 1 1 12- 1" XI~;teneat L...] ad meliorandum et construendum, n. 276, 1121-1" XII; pro rernovenda de medio discordilx [...], ficimus, n. 322, 1150-inicios xrl!; ueniatis nobis ad laborandum, n. 329, 1171, original; pro concordia inducenda et cor-rseruanda inter aliguos statuuritur, n. 359, 1 1W, original; jfdcere pro recuperandis quibusdam ecclesiis, ib. Obsérvese la variedad de preposiciones admitidas, mientras que su ausencia resulta ex- cepcional: uillam quam donauerat yossidendant, n. 348, 1 188, original. El carácter susta~ttivodel infinitivo, observado poco antes por su fun- ción corno coniplemento prepositivo, queda ratificado en los casos siguien- tes por la adjunción de determinantes: unusquisque secundum suu~nposse, n. 143, 1094-1 XII; secundum posse que mihi in iurzcitd Ji~erit, n. 145, 1094-la xti; abbas [...] etprior [....], secundum posse suiim, mihi auxilium prebrídnt, n. 176, 1099-2" xlr. Pet-o con los testimonios aducidos no cabe generalizar la va- lidez del criterio expuesto, al documentarse únicamente el infinitivo de u11 mismo verbo y siempre con la misma preposición. Ha de concluirse que los pasaje citados atestigua11 una expresión forrnularia -con variantes sin rele- vancia sintáctica al efecto presente-, si bien revelan la posibilidad de la cons- trucción anunciada.

El participio de presente conoce un copiosísimo empleo, que, como es sabido, se contiriuará en época románica: ego ndmque Enneco [. ..] ,-uidens ea, n. 1, 842-1" XII,real; ilhs exorantibus, ib.; ep Gulgesendus episcopus, rnonente me atqur precante, ib.; me uiueiite uel moriente, ib.; hanc suscriptionem faci- mur, eam super alta= [...] ponentes, n. 6, 9 M-2" XII,real; Leior, reliquas fe- rente Sancti Saluatoris, 11. 35, 1044-l.i XII;duas mulas [...] ualentes mille soli- dos, 11. 9 1, 1071-2. XII, real; in uiduitate consistens, n. 106, 1079- 1" XII; hoc firmiter mandanres ut nullus miles non admitairur, n. 11 1, 1084-1 XII; mona- chis in monasterio Leierense habitantibus, n. 1 30, I 090- 1 " XII; confirmante dompno Regimundo, abbatr dicto, atque recoljigente tres clericos ibi rnanentes, ib.; recognoscentes semper $si [...] quia terminas +se de fiauso est, n. 133, 1090-1 XII; post te uenientibus filiis, n. 153, 1096- 1" XII; remanentibus sacra- mentis, consiliantibus senioribus [...], definiuit illas uineas, n. 158, 1097- 1" XII; conrnendantes tibi illam nostram decaniam, n. 187, 1 10 1 -id XXI; signum l...] Fort-unionis hanc cartam confirmantis, n. 204, 1 104-1 a XIT;unum mulum ua- lentem CL solidos, n. 21 9, 1 108-Id X1i; itaque nolentes nec ualentes nos, pres- crzptifiat-res, agere, n. 273, 1121-1" XIi; ego nolens de.qtruere, n. 291, 1125-ld XII; ego autem plus tinlens Deum L...], plus iusticiam [...] diligens, n. 348, 1 188, original; quidam insurrexerunt seducentes mihi et [. ..] asserentes, n. LA FIINCIC~Ní>F IbIKb IiN /,A C;I.'NFS/S Y I>IFIJSI~NDi51 KOMAN('b NAVA RIZO

350, 1189, original; uestris successoribus canonice intrantibus, n. 354, h. 1193- inicios xrtr; zpsi.rprelatis inuentibus, n. 359, 1 197, original; significante abbati et abbate n-iandante clericos, ib.; rege sibi concedente, ib.; mandantes quod episcopus [...] habeat concessiones, ib.; etc. Entre los precedentes testimonios quedan atestiguadas varias constriic- ciones absolutas, a las cuales el participio activo se presta con tanta facilidad como el pasivo, del que no estimo necesario aducir ejemplos. 13x0 véanse to- davía unas xnuestras muy notables del activo: yuae, me uiilente uel rnorier-rte, in alterius dominio sunt uentura, n. 1, 842-1" xrr, real; consequaenti uero tern- pow, repugnar~tibusac resistentibus mclesie ilam dicte cLericis donalionemgue regis aun agnoscentibiis, tiílndem ad hanc uenimus concordiam, n. 292, 1 125-1" XII; etc. Sobre el acusativo absoluto, 4.1.

4.16. Algunos verbos en particular 'Ser', además del indicativo son, n. 235, 11 10-1" XI~,testimonia varias veces el presente de subjuntivo sia(n)t, n. 53, 1 057-Id XII,n. 61, 1060-1" XII, n. 102, 1076-1" XII,n. 221, 1 108-la XII (en algunos de estos pasajes enmiendo la lectura &L). 'Estar' descubre de modo inecluívoco el co~nienzode sri ampliación se- mántica locativa en detrimento de ser, a juzgar por el paralelismo del si- guiente pasaje: unas mugas sunt in monte [...], aliam mugam stat in oterum, n. 73, 1064-la XII.Sin La presencia del primer miembro, la naturaleza Asica del r-eferer~tede mupm, muy idónea para La predicación con stare, no me permitiría haber formulado el juicio inicial. 'Ir' muestra bien la condición politemática de su paradigma en el si- guiente enunciado: non uadat ad labor sicuti alii, si non fuerit cum bona uo- luntate, n. 277, 1 121-1" XII.El perfecto se atestigua también con claridad en: ante fui ad Iherusalem, n. 161, 1097- 1" XII; quando rex I'etrus fuií cum magna exercitu militum depredare sarracenos, n. 166, 1098-1" XII; etc. El presente de indicativo, uia quae uadit, n. 169, 1099-ld XII, n. 109, 1102-id XII; etc. E1 presente de subjuntivo, uadas ad alium seniorem, n. 119, 1086-1 XII; riadant nostras bestias, n. 196, 1102-1 XII; etc., sin que falte la forma clásica: set eat in locum, n. 51, 1056-1" XI1, ypassim. 'Hacer' regulariza el vocalismo del perfecto según el presente, en este texto: cartam quam $ci, n. 146, 1094-la xir. Arriba quedó constancia de la forma plenainente avolucionada$ren, n. 234, h. 1125-1. X~I. 'Escribir', cuyo perfecto se reitera normalmente como scripsi, presenta, por debilitación de la corisonante implosiva (S 3.27) o por cruce con formas del ten-ia de presente, scrzbsi, n. 63, 1061-fines XI, n. 94, 1072-fines XI, y n. 114, 1085-2" XI, real; scrzbsiz; n. 206, 1104. Pero, con anterioridad, admite la completa regularizacióri, según aquél: scrzbi, n. 15, 10 14-2" X11, y n. 16, 10 14- inicios XIII, real. Caso similar, en cuanto a solucióri de compromiso, audsus, n. 58, 1058- 1" XII, sin constancia aún del triunfo de uno de los temas en competencia so- bre el otro. A pesar de ello, cabe siiponer la regularización plena de todo el paradigma según el terna de perfecto, a la vista del innovador participio au- sata, n. 62, 1060-XIII,si bien la variación sólo se testimonia en la terminación de esta última forma. Mantmgat, n. 332, 1173, no debe interpretarse, a mi entender, por la presencia de g, como efectiva epéntesis de esta consonante (que la igualaría con su correspondiente forma castellana actual), sino como marca gráfica de palatalizaclón (representada por el dígrafo ng, frecuente eil otras palabras, tal uinga 'vifía') de la consonante nasal, efecto normal de la yod etimológica. Un equivalente, constringas, 11. 1 19, 1086- 1 a XII.

Adverbio 4.17. Con evolución consumada se presentan: suso, n. 62, 1060-XIII;sus, n. 280, 1123-1" xrr; iuso, n. 103, 1076-1" xrr; ioso, n. 121, 1086-1" XII, n. 221, 1 108- 1 a XII. En varios pasqes ambos se emplean precedidos o seguidos de una preposición, que les confiere función de tal. Prope es un caso similar: que est prope de Vhuarl; n. i 98, 1 102--1. XII; qui est prope de Fontelas, n. 282, 1 124, original. Por el contrario, de post, n. 5 1, 1056-1" XII es sólo adverbio. Se atestiguan plus y magk, pero ambos con mínima aparición: plus ti- mens Deum quam parentes, plus iust.iciam quum falsitatem diligens, n. 348, 1188, original; pro remedio anime mee f...] magis magisguepro anima sororis, n. 254, 11 13-fines XII. En algunas funciones es amplius, muy usado, el adver- bio que hace sus veces. Como adverbio pronominal, guando lleva antepuesto alguno de muy variados sustantivos de significado obviamente temporal: in uice quando te- nuit senior Lope, n. 65, 1062-la XII; in die quando ista cartafuitfacta, n. 265, 1120-1" XII, y n. 284, 1124-2" XII; in @so malo quando uenit, n. 275, 11 20, probable original; in anno illo quaildo primum fiitfacta illa populacione, n. 282, 1 124; in die quando fii cqtus, n. 307, 1134-XIII;etc. Hic, adverbio temporal: excomunicatus hic et in fituro, n. 50, 1056-1" XII, n. 83, 1068-1"-XII. Antea se refuerza con in en varias ocasiones: in antea, 'en adelante', n. 278, 1124-1 XII, n. 287, 1 124-1" Xtl, n. 319, L 142, original; eíc. El nuevo sistema de formación adverbial, sin perjuicio del más general sintético (-e, -iter), se manifiesta desde los primeros documentos: promta mente, n. 9, 99 1-1" XII; deuota mente, n. 20, 1022-fines XI, real; ofero grata- que mente reddo, 11. 45, 1049-fines XI; etc. EL segundo constituyeilte presenta diptongo y -r- epenrética en: nompnadamientre, n. 235, 1 1 10-1" XII. Preposición 4.18. Au~iqueaún no sea general, han adquirido ya su forma definitiva, a (< AD, cf. infra); en, n. 14, 1002-l5 XII, n. 272, 3 1 10-la XII; por, n. 233, 11 10-1" XII,con igual función que las varias irlcidetlcias de pro en el mismo documento; tras (cf. infra). A, en la larga enumeración que comienza: a Miquel Sanz, CC solidos; a dona Marid, C solidos, y continúa con la misma disposición nominal, n. 358, 1196, original, la preposición aparece bajo este significante ante 13 de sus miembros; ad, una sola vez. Con anterioridad se encuentra LZ en estos pasa- jes: perrexit usque a Somorba, n. 2, h. 850- 1 " XII; hereditatem [.. .] mandauit se- nior a Maria suafilia [...], afilia sua donna Albira uno cule [...], in illurielo a filio suo Sancio [. ..] , a Petro suo filio urzo mesqzaino, n. 22 1, 1 1 08- 1" XII; pre- cium quod dompnus Augerius dedit a supradictos uenditom, n. 236, 1 1 1 0- 1" XII; comparaui a Sancio Garcein de Gorriz duas uineas, n. 248, 1112-1" XII (aunque aquí cabría tambiéil suponer la preposición Latina A como étimo de a, testimonios paralelos con AD inclinan hacia esta última atribución). A (< A) y de se presentan equivalerites en varios contextos, según revela de modo rotundo el siguiente: quas a uobis et de monasterio Sancti ,Sauatoris accepi, n. 3 14, 1 14 1, original, real. Hay escasas apariciones de ultra, que perdura en el uso romance de si- glos posteriores: ultra agua de Hualdea, n. 159, h. 1097-1" XIl; ultra aquam et ultra omnes uineas, n. 223, I 309-la XI1 (c6 infra otros testimonios), pero tam- bién se emplea tras, con esta forma: uinea tras agua, n. 21 5, h. 1106-1.-11; duas piezas [. ..] tras sierra, n. 285, 1 124-1 xrl. En vez de iuxta (para iusta de, cf. infra), repetidl'simo por su presencia en muchos de los numerosos complemeritos locativos existentes, aparecen con parquedad sus f'uturos herederos: guod est iunctum palacium, n. 264, 1 1 19-1" xrr; ipsa koua de circct de seniore Enneco, 11. 65, 1062-Id XII (2 veces); alium [locum] circa istum, 11. 295, 1127-2" XII (varias veces, alternando con otras tantas de alium iuxta istum). Sin el éxito de las anteriores innovaciones, una más: yui fuerunt in Argote ad iunctarn de senior ,Sancio, n. 238, 11 10- 1 a XII. Para prope de, cif, 4.17. Inte-er,además de otras relaciones más extendidas, denota conjunto: dono L...] daos kaficos inter [terras] eremas et laboratas, n. 2 10, 1 104-1" XII; duode- cim hominibus suis inter monachos et hicos, n. 21 3, 1 106-la XII; @es mesuras inter panem et uinum, n. 256, h. 1 1 10-1" xrr. La discutida interpretación de inter en compafiía del sujeto se manifiesta en: carizpiamus inter me et Tota, n. 267, h. 11 10-1"-XI~; concordduimus inter nos et uos, n. 278, 1121-1" XII. Se encuentra ya excepto inmovilizado, con función prepositiva, según se despreride de la falta de concordancia en varios pasajes: de omnibus l...], ex- cepto ilh excusata, n. 272, h. 11 15-1" XII; excepto quod ilhm engenuo, n. 277, 1 12 1- 1 xrr, frente a La utilización general en su función propia: excepta uo- juntate, 11. 62, 1060-~111;exceptatarn earn, n. 273, 1121-1" XIi; excepta una uinea, n. 276, 1121-la XiI, y n. 280, 1123-1" XIl. Rara vez se acumulan preposiciones y menos llega11 a fusionarse gráfica- mente, pero algur-ias de esas agrupaciones presagian aglutinaciones estables que acabarán imponié~~doseen el futuro: sub in, n. 23, 1032-1" XII,real; ex post, n. 32, 1042-1" XII; de post; n. 51, 1056-1" xrr, n. 52, 1057-1" X11, y n. 221, 1 1 08-Id XII; contra ad, n. 52, 1057-1" Xri; de sub, n. 60, 1057-1" XII; circa de, n. 65, 1062-1"-XII (2 veces); de ultra, n. W, 1072-1" XlI; des, 11. 102, 1076-1" xrr; prope de, n, 198, 1102-1'3 xrr; per in, n. 221, 1108-1" XII; de ante, ib.; de io- so, ib.; iusta de, n. 272, 1 11 0-1" XI~. Preposiciones coordinadas: dbebas ultra et supra ecclesiam, n. 170, I 099- 1" XlJ. Sobre el desarrollo sintáctico en el ernpleo de las preposiciones, 4.1.

Conjunción 4.1 9. Co~riocaháa esperar, su diversidad, a diferencia de las preposicio- nes, se ha reducido considerablemei~te.Rasgo destacado, desde el punto de vista de la evolución forrrlal y funcional, es la presencia de que, bajo este sig- nificante (raramente escrito ke), acreditado pronto y con cierta frecuencia (pero notablemente inferior a su uso como relativo) para introducir subordi- nadas de distinta naturaleza, como más adelante ilustrar-é. Et aparece sin consoriante sólo en este pasaje: argenzo e medio, n. 270, h. 1 i 10-1. XII. La conjul-ición eticlítica -que está empleada con prodigalidad, pero de su decadencia y artificiosidad da indicios claros el hecho de que no pocas ve- ces, por la copreser-icia de et, resulte expletiva: inseparabilis et compleque, n.

11, WC)]-fines xr, real; possuerunt [...] et possuerunque, n. 49, 1055- 1d xrl; ecc., o el que sir uso iricurra en otras anomali'as irrelevantes. Nec admite la presencia de otra negación preverbal: nec uigila aut alia j2cendera ne fi~ciat,n. 24, 1 033-1" XII; nec ego nec infante?-mei l...] non rqui- ramus, n. 25 1, 1 1 12- 1. XII; nec ille nec filrosfiliorum suorum neque de ruix ge- nerationibus non requiran~;n. 290, h. 1 124-1 XII; Plius meus non uendut nec non habeatpotestatem, n. 358, 1196, original; etc. En oraciones completivas y finales se observa muchas veces la previsible sustitución del infinitivo por la construcción personal, para La cual se recurre al empleo, notoriamente amplio (lo cual no obsta para que unas cuantas ve- ces aparezca con el significante z&, $ 3.32), de la conjunción ut, aun en las que desempefian hnción de sujeto: placuit mihi l...]ut facerem hnnc cartam, n. 1 19, 1086- 1" XII; interrogando [. ..] ut sine mendacio dicerent ueritatem, 11. 162, 1098-1" Xlt; precepit rex T...] ut aliguarvz partem daret, 11. 169, 1099-1" XIi, real; placet nobis iit habeas liberam potestatem, n. 20 1, 1 125- 1 XII; etc. Quod ($ 4.8) y, sobre todo, quid, son las conjuilciones preferidas para introducir oraciones completivas (y de otras especies) : nulli sit ignotum 1.. .] quod ego [...] labom, n. 45, 1049-fines XI; dixerit quod nonfecimus, n. 104, 1079- 1 XII; notum sit [., .] quia ego prefata uelim, n. 105, 1079- 1 a XII; manda- mus quod [...] non presumant, ib.; notum est quia pater meus dedit ilhd mo- nasteriu~n,n. 149, 1075- 1 a XII; recognouerunt quia supradicta ecclesia r...] recii piebant sacerdotes, n. 162, 1098-1'1 XII; manzfestum est enim quia rex [...] dedit f...] illud monasterium, n. 169, 1099-1" XII; recoposeo f...] quia comparaui L...] unam casam, 11. 243, 1 111-1" XII; sciatis quod uidi clamante illo abbate, n. 320, 1144-2" X~I,real; promitto quod [...] erofidelis, n. 354, h. 1193-inicios XIII; concedit monasterio Legerensi quod habeat eccIe5ias, n. 351, 11 97, origi- nal; etc. Quam, al menos en una ocasión: recoposeo enim quam illa uilla [.,.] fuit [. ..] predicti cenobii, n. 204, 1 104- 1 a XXI. La equivalencia de ut y quodse descubre bien en n. 358, 1 196, original, en que alternan varias veces mando ut y mando quod, con predominio de la segul-ida construcción. He consignado las observaciones precedentes con el fin de realzar una novedad, arriba anunciada, de superior importancia: la incipiente competen- cia ejercida por que con las anteriores conjunciones: placuit ad illos [...] que tornassent illa hereditate, n. 52, 1057-1" XII. También corno final: donot iZZa una pieza [. ..] que la habeat, n. 5 1, 1056- 1 a XII; donauit ad suos nepotes alias terras et uineas, que non Rerellassen, n. 52, 1057- 1 a XII (pero en el mismo do- cumento: hereditatem guem donabit [. ..] ut fikissent illos sine querella). Como comparativa: si ego ante obiero que meu coniux, n. 72, 1064-fines XI. En: tam presentibus quem fut-uris, n. 216, 1 107-1 a XII, si no es error por quam, la for- ma de la conjunción deberá explicarse como ultracorrección de que. Aunque discutida su naturaleza, que considero de relativo, con todo es- timo oportuiio inventariar aliora su presencia para la cor-istr~icciónconsecu- tiva: in tali conuenientia que teneam ilhm, n. 3 13, 1 142, coetáneo, puesto que ut es su precedente histórico, según aquí se docunienta reiteradamente: tule conuenienciafdgo [...], ut intret, n. 72, 1064-fines XI; in tali conuenic.nti~~ ut t...] donetis, 13. 323, 1171, original; taii pacto L...] uc ecclesia L...] teneat, n. 342, 1178, original, y tambiéx-i lo es yuod al n-ienos en estas ocasiones: in tali modo [...] quod f...] de Matheus nostro fiIius remnneat, 11. 356, 1 194, origlr-tal; t-dlipacco quod due$lie mee rerpinntur, n. 358, 1 136, origiiial.

Sintaxis oracional 4.20. Acabo de expoller eri el apartado anterior una cuestión capital so- bre esta materia: el uso de coriiri~iciones(coi1 el incipiente desarrollo de que) para remplazar en amplia escala la subordinación con infinitivo. En los pre- cedentes be examinado también otras varias cuestio~~esde naturaleza básica -por cuanto suporien de evolución o innovación-, que n-ie lirnito a repetir aquí, en breve enuxiciación, agi-upadas para su consideración conjunta: EL extendido uso de preposiciones en detrimento de las variaciones ca- suales (o coexistiendo con ellas). La clara propensiór-i a expresar el comple- mento indirecto mediante ad y acusativo (o dativo y aun otro caso), cons- trucción que alcanza excepciorialmente a1 complemento directo de persona. El desarrollo sintácrico (acompafiado o no de evolucióri. ~norfológica) de ille, en varias de sus formas flexivas, para las funciones tanto de pronom- bre personal cuanto de artículo. Como prot-iombre, puede resultar redun- dante, correferencial de un complemerlto directo antepuesto al verbo. Ue- pendiente de un infinitivo, admite su colocación en el campo sintácrico del verbo principal. Conlo artículo, además de uso primario, acompafia a pose- sivos, relativos, indefinidos y numerales. Se da la doble determinación posesiva de sustantivos, mediante pro- nombre y complemento preposltivo. La forma evolucioilada, que, del relativo prevalece sobre cualquiera de las otras variantes de caso, género y número propias de su paradigma origi- nario, sean cuales sean las categorías de su antecedente. Se documentan bastantes testimonios de voz pasiva mediante ser. Con rnenor frecuencia se atestiguan tiempos compuestos mediante haber, en los cuales el participio concuerda con el complemento directo. Esos tiempos compuestos se valen de ser en el caso de verbos intransitivos. El infinitivo ad- mite ser término de una relación prepositiva, a expensas del gerundio. Tanto el participio activo, con altísimo índice de utilización, como el pasivo origi- nan numerosas construcciones absolutas. A las anteriores cuestiones, ya examinadas de modo detenido en su pro- pio lugar, conio dije, aííado a continuación algunas nuevas.

4.21. Dentro de las variadas apariciones de anacoluto, merecen desta- carse las reiteradas ocurrencias de nominat-iuuspendens, similares a éstas: nos, becinos de Sancta Maria, uenit ad nobis uoluntax uel neccesitas ut-uenderemus, n. 46, 1050-1" XII; ego Xemen Garindiz, spontanea mea uoluntate, placuit mnibi c...] ut uenderem, n. 102, 1076-1a XII; etc. 4.22. La vinculación gramatical entre sujeto y verbo conoce bastantes manifestaciones anómalas. Establezco Linos cuantos tipos que, en última ins- tancia bien pueden justificarse unitariamente por la tendencia a la concor- dancia ad sensum o a la espontaiieidad exp1-esiva:

- Sujeto nominal singular, referencialxnente colectivo, presenta verbo en la persona de plural: totn concilio de Santa Maria f...] audivirnus, n. 43, 1048-IdXII. - Sujeto pronominal singular de lapersona, con complemento de com- pahia, presenta verbo en Id persona de plural: iussimris Jieri ego, Garsk Xe- menones, una cunl coniuge mea, n. 73, 1064-l.i XII; carta donacionis quam ego, Mancius Acenarz, et curn Jiliis meis [. ..] $eri iusslinus, n. 84, 1068- 1" XII; ego, senior Marcelhs, curn coniuge mea [...], iubemns, 11. 93, 1071 -la XII.; ego, Garsias Sancii [...], cuni uoluntate domina Urraca, uxor mea, facimus, n. 99, 1075-2" xrr; faGimus ego, senior Exemeno L...], una cum uxore mea, n. 227-1" XII; etc. - Sujeto singular de 3a persona, con complemento de compahía, pre- senta verbo en persona de plural: ilh abbate don Kemon de Leiore curn to- tos socios suos uendidérunt, n. 125, 1087- 1 a XII; concordduerunt predicas abbas Regimundus cum iam dicto seniore, n. 146, 1094- 1 XII - Sujeto bimembre, pospuesto al verbo, lo presenta concertado sólo coi1 el primer componente: tenuisset easpredichis abbas [...] et successoyes eius, n. 127, 1088-1" xrr; procura abbus et monachi, n. 140, 1093-1"-XII; sk meschinus @se et posteritas eius 11. 187, 1 10 1-1"- XII;possedit eam ilk et nos, n. 204, i104- la XII; facio ego Eta et Petm, meo @io, n. 268, h. 11 10-1" XII; teneas tu et omnis posteritas tua, n. 252, h. 11 12-1" xrt; abeas, tenem et possideas tu et omnis poskrita tua, 11. 3 12, 1 1 38-Zd XII. - Sujeto trimembre, pospuesto al verbo, lo presenta concertado sólo con el priiner componente: carta [. ..] quamfdcio ego, senior Garcia hecones, et uxor mea, dompna Vrracha, et infdntes nostri, n. 208, 1104-1" XII. Pero las predicaciones siguientes de ese sujeto aparecen en la persona de plural: con- mutmus, habmus, habea~xlus,donamus, no sir1 que reaparezca entre ellas el singular haba, debeo, aun sin presencia explícita del sujeto. En este tipo de vacilaciones baso la explicación supuesta inicialmente para las discordancias recién examinadas. Pese a los testirnoi~iosanteriores y a otros muchos, predomina la correc- ción gramatical en la concordar-rcia entre sujeto y verbo: ego Garsias [...], ab- bas Leiorenis, curn omni congregdcione SancN Saluatoris iussl $eri, n. 104, 1079-1 a XLI; quamfdcio ego [...] curn coniuge mea, n. 132, 1090-1" XIi; seruía- mus omni tempore ego et infantes mei etposterita eorurn, n. 187, 1 10 1 - 1 a XI1; @se abbas iam dicas et monachi eius donant, n. 210, 1 104-1 xrr; etc.

4.23. La enunciación aislada de Los fenómenos hasta aquí analizados 110 debe preterir la observación unitaria de la disposición oracional y de la for- ma de sus constituyentes, que trasparentan con nitidez, por doquier, rasgos propios de una sintaxis románica. Así ocurre, huelga declararlo, por la acu- mulación de las innovaciones, según cabe percibirla a La vista de algunos es- pecímenes, nada excepcionales, extraídos de diversos documentos, que pre- sento irimediatamente: IA /~IJNC,IONL)k LFIKI' I N LA dFN(.SI5 Y L)I~(/<~IC>NL)f:I fIOMANí,f. NA VAKKO

Erat salito Lope Lopin, germano maiore, nd terras de moros, et sua parte accepit &lindo Lopiz, 11. 44, 1048-ld X11. Scedzala [.. . J quem ficit aita Enneco pro remedio anime sue. Et donnuit tc- rras et uineas ad @sn ecclesia. Et donauit ad suos nepotes alias terras et uineas, que non kerclZassent de post sun morte. Et quando tmnsiuit aitn Enneco, abuit suo &recto illo monasterio L...]. Quum introihit episcopo do;~npnoSancio maiore in illo monasterio qui dicitur Sancti Angeli, tulit per fircia +sa hereditate que donauit aita Enneco ad suor nepotes [...l. Et uenerunt lllos nepotei de aita Enne- co cum kerella de zpsa hereditate ad illo rege et ad illo episcopo, et mandauit illo rex et illo episcopo iudicio directo. Et placuit ad illos maiores de Leiorensh que tornasxent illa hereditate quem donabit nita En neco ad suos nepotes, utfuissent illos sine querelzn, n. 52, 1057-1'i Xli. ,"iicut habui rogitato, sic etiam, Dea adiuuante, cor~zpleode facm t...], et rvzitto mecum illam casnm quam i~abuico~~~paratarn cum tota sud heredtnte L...], de seniore ,Tancio Garceiz, n. 59, 1058-1" xii. Hec narzque casa in primis fuit cubile de Mancio Sanz de Ezaurrieta, et de- dit ilhm ad domi~zoETiz Akutiz, suo nepote et discipulo, et ille dedit ei duos boues. Et fecit ibi monnsteriolum pro sua anima. Et quando uenit ad hora mor- tis, dedit illum ad domino Eriz Aceuriz, szdo nepote. Et ille dedit eum ad 3ar2cio Acenariz, suo germano et meo, etpatre de domino Acenari, n. 84, 1068-1" xrr. Dedi mihi L>eus infirmitdtem longdm, et aborruerunt me germani mei et omnes parentes mei, nisi dompnus Gomiz, monachus de Leior, germano de dompizo Lope de Subizn. Leuauit me ud 1,eior et guhernauit me quornodo opus mihi fuit in uita. Etpost morkm meam, sepeliat me in sua mercede, et oretpro me in Sancto Saluatore, et abeat ZStas terras, 11. 108, 1080-1 Xli. Dono uobis Retro Aznares de Sores et ad uestmm generationem illas herbas et illa aguda et totos illos nostros dreztos de illa uilla que dicitur , pro uno cavalb, guod sit uestrum pro uendere et permutare et (icere uestrum propriam uoluntutem, n. 324, 11 54-2ei xrr, real. En un somero examen se percibe enseguida un cúmulo de rasgos que apuilran hacia la fifiaciór-i sintáctica romarice: el desplazamiento del verbo desde la posición final a otras más adelantadas, antepuesto o pospuesto al su- jeto, pero inmediato o próximo a él; la utilización de tiempos compuestos; el conlplernento indirecto expresado rnediaiite ad, en contraste con el directo; las correspondientes marcas preposi tivas, de, ad, pro, de pos6 in, per, cum, si- ne, de otros complementos según su ilaturaleza, en detrimento, varias veces, de la Rexión; la aparición del prononlbre de tercera persona, procedente de ille, en varias de sus carregorías y fiinciones gramaticales; 1a determinación con el artículo, de igual procedencia; la extensión del posesivo de tercera persona; la creación de la conjuncióri que, con distintos tipos oracionales; el funcionanliento de ese misrrio sigriitlcante cambié11 conlo pronombre relati- vo, desvinculado dc género y níiniero; la sustitución del gerundio por el infi- riirivo prepositivo. No hace falta proseguir el análisis para comprobar la caracterizacton Irii- cial: la imagen arrromarizada que la corifiguración superficial, sobre un fon- do latino, proporciona de r-i-iuchos pas4es y aun documeritos entez-os de la colección legereilse. L,a firialidad anunciada en la primera parte del estudio continúa aquí con la exposicióri de las características gramaticales. Varios rasgos morfológicos y, sobre todo, sintácticos, permite11 descubrir claras huellas romances.

?'he purpose stated in part one of this paper is followed wich tbe presenta- tion of grarnrnatical cbaracteristics. A number of morphologica) and syntacti- cal features allow LO identify unrnistakable romance traces. 1.1. Variedad del romance en Navarra a Navarra medieval se nos muestra tanto lingiiística como culturalmente L.dentro de una variedad tal que se la ha llegado a considerar' como un verdadero mosaico idiomático. En efecto, junto al euskera llablado por los pecheros de la mayoría del pueblo de las zonas media y norte del reino, en su mayoría dedicados a la agricultura y al pastoreo y que alcazaría a una gran parte de la población, pero de muy escasa relevancia social y económica; las gentes asentadas en las villas de los cursos medio y bajo de los ríos Ega, Arga, Aragón y Ebro se expresarían en rornance de Navarra, que a partir del pri- mer tercio del siglo XIII sirvió a la Corte y a los notarios corno medio de ex- presión escrita2. La población aucóctona de habla romance, asentada en las villas realen- gas pertenecientes a la clase de labradores del rey o ruanos, pasó a ser a partir del siglo XIV la fuerza más representativa del reino, alcanzando su lengua el estatus de lengua oficial del mismo, al menos, a partir de 1329'.

' Cf. GC)N%AL.EZOI.L~, F., "El romance navarro", Revista de Filología Espagola, r.111 (1970), PP. 45-93 * La modalidad de esta variante románica presenta una progresiva similitud con el castellano en la zona occidental del reino, en oposicióri a la ofrecida por los textos de la oriental, más próxin~aal aragonés de la scripta medieval. Gf. CIEKRIL)~,R., "Plurilingüismo histórico en Euskal Herria", Fontes Liriguae Vasconum, 56, Pamploria, 1990, pp 158-160. Cf. AMP, no %, documento en el que se trata de la Sesión de Cortes, celebrada en Olite, el 15 de mayo de 1329. En dicho doc. se dice: "... mostro un escripto en lengoage frances, el quoal contenia en lenguage de Navarra esta forma: Este es el acuerdo que...". Si- No parece que se identifiquen totalmente navarro y aragonés antigrios, ya que se detectan algunas divergeilcias entre ambos, debicio entre otras ra- zones a la multisecular convive~~ciadel euskera con la variante roixlánica na- varra por un lado, y por otro a su coexisrex~cíacon el occitano, especialmente en Pamplona y Estella. El aragonés a SU vez estuvo más próximo al catalán, hasta el punto de que ambos, junto con el gascón, constituyeri una unidad lingüístico-románIca p irellaica". Se observa que los textos correspondientes al siglo xrir corresponden a un estado de lengua con rasgos hiléticos niás dialrctales y a partir del siglo XIV muestran una progresiva afi~~idadcon el castellario, bien debido a una evolución similar, bien a tina castellanización, hasta el punto de que a partir de mediados del siglo xv no perviven sino escasos restos y un heterogéneo sisten~agráfico relacionado con la representación de ciertos foi-iemas coriso- nánticos.

1.2. Variedad rornánica occitana de Navarra Como resultado de la inciativa real llevada a cabo entre el último tercio del siglo xr y primeras décadas del x11 especialmente por los reyes navarroara- goness Sancho Ramírez (1063-1094) y Alfonso r e1 Batallador (1 104- 1 134) y de su principal colaborador, el obispo Pedro de Andouq~le(1083-1 115)', su- cesivas inmigraciones de gentes orlu~ldasdel sur de Fra~lciade habla occitana se fueron asentando en las villas del Canino de Santiago a su paso por Nava- rra, corno Sangüesa, Pamplona, Estella, Puente la Reina y el Burgo de Ron- cesvalles o Burguete, dar-ido lugar a u11 tipo de población de habla occitana que se sirvió de un occitano unificado a nivel de Leng~iaescrita y bablada ininterrumpidamente desde cornierlzos del siglo xirr basta fines del siglo xiP. La lengua occitana de los (ifzncos navarros se caracterizó por su carácter netamente arcaizante con respecto a La hablada durante los siglos XIII y XIV en los centros conlerciales del Midi, corno 'Gulouse, Rorcleaux o Montpe- llier, debido a que las ir-imigraciones radicadas en Navarra databan de fines del siglo xi y del X~I,y experimentó, como era de suponer, irxflujo del roman- ce de Navarra, particularn~enteen las grafías.

1 -3.Variedad gascona En la Edad Media &e considerada coino lep.~gnt~ees~ranh en relacíóri con el languedociarto y las ""leys d'amor" Lo asimilaron al fancés, inglés, cas-

mílarmente tenernos idéntica afirmación coi1 inotivo de la corr)rtacií>ride los ieye\ Carlor rr (1150) y Carlos III (1 3~),donde se pioriiiriua la i-iírriirrla dc acepracibn de 1'1 Lolona zn ydzomate N(~vizrreterre ('el romance de Navarra'). (:f. (;ON/AI I / 01i i , F., "Kecot~octrillen- to del romance riavarro bajo Carlos ir", I"rinrzpe de Vzizna, 48 (1987), pp. 705-707 4 <:f. POR~, R., Estudio /zngz~;;Jtz~~de La ci'oc~imeurtaizónrncdzezial en lerig-un ocittarin de Navarra. Bilbao, 1988. tellano y lombarda. Su origir~alidadse debe, en parte, al parentesco Lingiiísti- co que guarda por un lado con el altoaragonés y catalán y por otro con el euskera, especialmente en lo relacionado con la fonética y el léxico. La razón de su adopción en los territorios vascos al norte de La cordille- ra pirenaica -Laburdi, Basse-Navarre y Ziibero- y en San Sebastián, Pasajes y Fuenterr-abía, estriba en su prestigio como variedad románica ernpleada en la redacción de documentos públicos y privados, así como en las relaciones orales entre euskaidur-ies y románico-hablantes desde mediados del siglo XII llasta bien entrado el siglo XVI,por lo que se refiere al País Vasco continei-ital y hasta el siglo XIX e11 torno al Bidasoa y al Urur-ilea; simltarmente a cuarito se oberva en la Vasconia periinsular con el romance de Navarra y el castella- no. Tanto la documentación sefiorlal como la eclesiástica y municipal se sir- vieron a partir del siglo xlr del gascón. En lo referente la Baja Navarra alter- nan los textos en romarice de la tierra y en gascón, contabilizándose eri esta segunda variante más de 400 docunientos pertenecientes a los siglos XIV y xv7. El gascón he la lengua de uso cotidiano y exclusivo de las gentes afin- cadas en las villas de Bayona y Riarritz, como lo prueban los textos conserva- dos y paso a ser lengua de prestigio y riiedio de coniunicacióri entre coinet-- ciantes y posiblemente artesanos de los centros urbarios, incluso dentro del país, como Saint-Palais, Sair~t-Jean-de-Pied-de-Port,Tardetz y Maiileon, donde repostaban comerciantes y peregrinos carnino de Santiago de Com- postela. A lo largo de los siglos los Iírnites entre gascóri y euskera se mantuvie- ron en el País Vasco contirieiiral similarmente a lo ocurrido al Sur entre el romance navarro y el euskera, constituyendo ambas modalidades romárlicas -gascótl y romance de Navarra- como una defensa frente al francés y al caste- Ilano. Al desaparecer ambos dialectos, el retroceso del vascuence se hizo cada vez más intenso debido a la presión de dichas lenguas estatales.

2.1. Grupos Qu-, Gu- en los textos medievales navarros Son muy frecue~~teslas ~iltracorreccionesde una u epentética de solo valor gráfico, no f'onético, después de q y gen los textos redactados en ro- niaxice de Navarra desde principios del siglo xrrr hasta fines del siglo xV, coincidiendo con lo expuesto por M. Alvar para los textos aragoneses de los siglos xrir al XV". Menéndez Pidal"' hace observar que la hipercorrección de

Cf. CIIIIKII)F, R. y SANI ANO, l., Oolerczón dplomátzcn de docmrmentu~y(lscone.c de lu Nula Navnrru (szglos XIV-XV). Vol. i, kdit. Eusko Ili , R.,PTIYYICTOS dorz~mentos riazinrms en romcznce (1198-1230) I'antplona 1 972, pp. 1 7- 18; I~~verzturzode btenfrir d~ Olzte (1 496). I'amplona, 1 9778, p. 4 1 . '' Cf. El dzahcto arag(~nés.Edir. (;recios, Madrid, 1053, p. 24; "Do~umentosde Jaca ( i 362-i ~OL)",Arrk,zvo de &?zFilohRiaAragoize.uz, X-XI. Zaragoza, 1958-59, pp. 197- 198. "' (:f. Origenes del espanoi. Edit. Espasa, 4'1 ed. M'ldrtd, 1956, p. 46 una u indebida tras q se debió a la pérdida de la u en los diptongos Latinos qua, quo ya en latín vulgar imperial. Der-itro del gran número de ejemplos que podrían citase, baste con: quada, quarpinr+ero, quasa, coquus de vino, cer- qua, quoto, fianquo, Enequo, etc.; traguados, triguo, Domengua, etc. Similarmente se observa en la documentación occitana nledieval nava- rra, tanto por lo que se refiere a la scripta administrativa, como a la literaria: publiqua, nunqua, prenguatz, enguun, aguost, etc. Son menos frecuentes los casos registrados e11 la scripta gascona de Navarra", como: toquar, enquura, quom, etcétera.

2.2. Grupos Qu-, Gu- seguidos de a tónica Menéndez Fidal" refiréndose a este punto hizo notar en su comentario al Cantar de Roncesvalles que: "... en Los documentos navarros del siglo XIV, lo mismo que en el Fuero de Navarra, es casi general la grafía quoa, cod, goa...". Otro tanto viene a decir M. Alvari3refiriéndose a Navarra, indicando que dichas grafías se registran en todas las épocas. El bigrafema oa de tos grupos quoa, coa, guoa, gou se ha explicado diver- samente, atendiendo en unos casos a la influencia vascaI4, en otros a una fór- mula de compromiso entre las formas latinas guo-co y qua-ca, de tal modo que quoa sería el cruce de quo-ca y goa sería una imitación de quoalí y final- mente como debido a la scripta occitana'" de los escribas asentados en Nava- rra. El poema de Guilhem Anelier" ofrece un solo caso entregour, derivado de la forma navarra tregoa. Los ejemplos navarros son abundantísimos desde 1205 hasta el siglo XVI.Dicho rasgo no es inusuaal en los documentos gui-

i 1 Cf. CIEKBIDE,R., coordinador, Pirenaico naz~arro-aragonés,gascón y euskera. Bilbao 1987, pp. 21 0-21 1 l2 Cf. L'H~~z~e~valleS.Un nuevo cantar de gesta espaíiol del siglo XIII",Revista de Filolo- glu Española, JV, 19 17, p. 11 8. " Cf. Doc. de Jaca, cit., p. 193. 14 Cf. YNI>UKAIN,F., Contribución al estudio del dialecto navarro-aragonés antiguo. Za- ragoza ,1345, p. 49 l5 Cf. AI.VAR,M., El dialecto aragonés, cit., p. 26. A dicha teoría se podría objetar qiie de ser cierta tendríanios que encontar la solución oa en los demás romances. Lo cual no ocurre, a excepción de las variantes navarra y bearnesa y puntualmente en la aragonesa. Ex- cepcionalrnente se registra en el ms. de los Estatutos de la Orden de San Juan de Jerusalén (versión catalana) de 1450. A.H.N. de Madrid, sección de Códices, sig. 583-B. '"f. SARAL.EC;UI,C., dialecto navarro en los documentos del monasterio de Irache (355-1397). Pamplona, 1977, p. 55; L,~BANO,A., El romance navarro en los rnnnz~scritosdel Fuero Antiguo del Fuero General de Navarra. Pamplona, 1977, p. 76. Parece muy razonable dicha teoría, pero cabría objetar simplemente que en languedociano común, tanto medieval como moderno, la solución oa no se registra nunca. Solamente se da en la scripta beurnesa y ello desde el siglo XIII, coincidiendo con la aparición de textos en romance de Navarra (1205). No cabe duda de que constituye uno de los rasgos más característicos de la scripta navarra. Para más información Cf. J. SANTANO,"Occitano y romance de Navarra en el l'o- ema de Guilhern Anelier La Guerra de Nazurra, siglo XIII", Actes du III~Congres Internatio- nal dEtudes Occitanes, Vol. I, Montpellier 1990, p. 365. En la scripta occitana navarra de los siglos XIII-XIV solo se registra la solución otz puntualmente, como: agoardar (1293), goar- des (1314), treguoa, trepoes (1287). Dichos casos se explicarían por la influencia del roman- ce navarro. Cf. R. Cierbide, Estudio, pp. 52-53 y nota 3, p. 52. l7 Cf. SAN-1-ANOJ., art. cit. p. 365. NO 1A.í (JRÁ~l~O-~~~I:'110~5SOBRE ZAAL)OCUMENIAC~~(~)N M~l)lf. VA1 NA VARI2A puzcoanos y alaveses correspondientes a los siglos xv y XVI.Así tenemos: quoanto (1 25 l), quoales (1235, passim), quoam, guoabue (1254, passim), quoando (1353), quoartel (siglo XIII),etc.; Ikscoa, coalquiere (1345, passim), coanto (1234, passim), etc.; ugoa (1301, passim), mengoa (1373, passim), testi- goado (1 386, passim), geguoas, goaridor (1359, passim), etc. En el gascón de Navarra tenemos abundantes muestras de su constanciai8,como: quoau 1305), quoant, quouus (13081, saubeyoarde, goarda- xera (13 13), etcétera.

2.3. Palatdes sonoras /J/ y /p/ 2.3.l. Palatal lateral sonora G/ Dada la diversidad de grafías atestiguadas en la scripta medieval navarra y la diferencia notable respecto de su coetánea aragonesa, expondré con al- guna precisión el estado de la cuestión. a) li es mucho más frecuente que su inversa ildurante los siglos XI al XIV, como puede observarse en casos como: Zfilid (1 083), Novalids (1 102), Pulie- ra (1 2 13), culio (siglo XIII), a/ienar (1307), etc. Por el contrario il solo se cita una vez: %fuila (1 164) y seis veces entre 1220 y 1230: Tiilo, corneil, mailuelo, aqueiln; nuil-nuila. A título de excepción dicho dígrafo se registra en la docu- mentación occitana de Navarra: conseil(1232),juil(1254), muiler (1 269), etc. b) k se registra en cuatro ocasiones: Zfalff.a (1098), t~i'karemos,taketis (1 120), Castekon (1141). C) l. Dada la frecuencia con que se consigna dicha grafía en los docu- mentos navarros anteriores al siglo XIII (20%), no cabe pensar que se deba a un simple lapsus del escriba. Véase: Pitela (1 139), Corela (1 157), Culipenyo (1 166), colido, cavaleros, galego, capelun, cebolo, mayanielo, etc. d) ll. Se registra tanto en voces léxicas, como en topónimos: filo (1252), concello (1253), allenar (1264), mellor (1216), muller (1268), etc.; Andosiella, E rriyiella, Ca baniellas, Cuscullos, Novella res, etc. e) yl. Se documenta esporádicamente en los siglos xIrr al XV: ayllenar (1 263), fiyleztm (1 330), etc. No se registra la inversa h. f) lli. Contrariamete a Aragón, donde se documenta a título de excep- ción, es relativamente abundante en Navarra, si bien en inferior proporción a ill, que es la más común: mullier (12 12), allimas (1247), etc.; aqueillos (1 234), toiller (1243), saillada, saillo (1 276), sieillo (1243), muiller, ceillero (12291, coillazo (1226), etc. Igualmente en la documentación occitana de Navarra: astillada, millorien ( 1269), muiller ( 1232), truillar (1237), guereilla (1 254), vuill, vuillan, genoilla (1 269), vailh (13 lo), etc. g) yll. Es la más frecuente a lo largo de los siglos XIII al XV, al contrario de lo que se advierte en la documentación aragonesa, pudiéndose afirmar que es una de las gafías más típicamente navarras. Así tenemos: conceyllo, deyllos, tayllado, maylZadu, coscoylZo, muyller, etcétera'".

IX Gf. CIEKRII)E,R., "Documentación gascona de san Sebatiári y de Baja Navarra du- rante los siglos XIII y xiv. Comeritario lingüístico", pirenaico ndvdrro-drdgonés, cit., p. 210. '" Cf. CIF,HAIDE,R., "Notas lingüísticas al Registro del Concejo de Olite (1224- i533)", Studid in honorem R. Lapesa, Vol. 111. Edit. Gredos, Madrid, 1972, p. 152; C. Sara- legui, op. cit., pp. 59-60 y nota 15, p. 60 2.3.2. ('alatal nasal sonom /$/ El romance de Navarra se equipara con el aragonés y cori el castellano en la representación gráfica de la palatal iiasal sonora, sirviéndose de los dí- grafos ni e in: estranios, estrania (1335), epaniol (S.XJJ),Maniero (siglo xrr), etc.; seinor, enpeinar (1219), coinado (1 21 9), aino (1 229), leina (1300), etc. Coir-icide cori el aragonés eiz el uso de las grafias ya, ny, ng, gn, asociada ésta última con la i: coynado (siglo XIII), seynores, seynalaron (siglo xrrl), etc.; cenydd, manyana, acorzpanyar, duenya, etc. Estas últimas grafías se registran con cierta profusión en los siglos XiIi y Xlv; gn es más frecuente que ng du- rante el siglo XIll: erzpegnur, scgnor (1 2721, testimognas (12RO), espacq-nol (1 169), Fortugno (1224), etc. Solo pur-itualmente se registran en el siglo XIV. Las graflas nn, inn, nni las encontramos desde el siglo XII hasta el siglo XV. De todas ellas, las más ~isadasfueron yn, ynn y nn. No se halla un solo caso de nh de origen occitano. En los textos occitanos de Navarra la grafía más usada es ynn, seguida de yn, inn, in: bayntz (12551, costreyniment (1293), estayn (13 131, etc.; lueyne- merzt, acompaynnat, seinner, puinndor, etc. Solamente en la scripta bearnesa se registra11 inh, ynh: seinher ( 1328), seynhau (1305).

2.4. Bilabial y labiodental sonoras /b/, /Y/ En el conjunto de la scripta navarra se advierte una gran confusión grá- fica 6-u, tarzto en posició~zinicial, como irttervocálica, prueba evidente de la inexitencia del follema labiodental sonoro /VI, desde fines del siglo xir basta fines del siglo XV, sierido más frecuente el grafema b a fines de la Edad Me- dia. Así entre 1200 y 1230 tenernos junto a: bon, bono, beneficio, etc., bestir, bierten, bielia, bolver, buelta, etc. y en 1496: baler, bebieron, biejo, byno, bazia, rzobenta, cebada, posaba, nuebo, etcétera2". Igualmente en la scripta occitana de Navarra: bolis, boldria, ba (1254), bos (1273), biure (13 181, enbimtes (1273), enbestent, desbe3-tenc (1302), nobelas (1258), etc. y en la bear~zesa:enbiron, conbenis (1 273), desbestit (1304), mos- traben (1 3 15), abantatge, biencut (13 16), etc. A. GrafstromL' refiriéndose al sur y este de la Occitania considera que la b y la u se confunden muy fiecuentmente en una 6, que se pronur-icia más relajada en posición intervocálica. Otro tanto tenemos en la scripta occital-iia de Aragón. Todo lo cual con- firmaría la tesis sostenida por 1)- Alonso, según el cual la equiparación &u es un fenórnerio compartido por el castellano norteno, riojano, navarro, ara- gonés, la mayor parte del catalán, norte de Portugal, gallego, astur-leonés y en sur de Francia, desde el gascón al provenza12'. v v 2.5. Dorso-palatales sorda y sonora /S/, /zl 2.5.1. Dorso-dental fricativa sorda /S/. La documentación medieval na- varra registra dicha articulación tanto en voces rornánicas, como no románi- cas con el grafema x.

LO CT. CI~KI%IIX,R., Jnue~itarzo, p. 43. '' C f. Etude sur la paphze des plus anczerlnej chnrtes k~znguedoc~ennesauec $6~ejsuz d i~ztr- p~étaaonpho~~i~zque.. Upsala 1958, pp. 137-138. '' Para más inbr~naciónCf. CI~Kllll)f, R., f:studzo, pp. 62-61 NOTA5 GKAFZCO-I;C)NÉ~I(IASSOBRE LA DOC(JMIiNZZC1m MEDIEVAL NA VAUM

a) Procedente del grupo latino /-ski-e,i/: conoximiento (1340), faxsa (1251),faxinas de leyna (1369),conoyxenqa (1340),axadon, axada, fdxa, axue- la (1496)~'- En la scripta occitana de Navarra se registran las grafías iss, yss de forma constante: conoyssm (12581, conoyssq (1309), nayssut (1290), a-das (1313), etcétera2'l Idéntico resultado tenemos en el poema de Guilhem Anelier": co- noyssens, naysso, naisser, etc. La scripta bearnesa sigue la pauta del aragonés y del catalán x: naixer (13 13), naxer (1 305). Con carácter puntual tenemos ch: conoi~hen~a(1328). v b) El grupo latino /ks/ ofrece la solución /S/ con dos variantes gráficas xs y x laxo (1221, passim), dixieron (1241, passim), exir (1248, passim), sexantzL (1283),sixanta (1328), truxo, coxines, quixotes (1496), etc.; SS, iss, yss propias de Ia scripta occitana: leyssaron (1247), leisso (1222, passim), eissidas (11571, aduss- siere (siglo XIII), lessar (1266), relassamos (1321),lesso, dessassen (1496),etcétera. Igualmente en la scripta occltana: issir (1253, passim), eyssidas (126 11, laissa (1269), etc. En la scripta occitaria aragonesa tenemos únicamente x exir, laxar, exiria, etc., al igual que en la bearnesa"'. v c) El grupo lati110 /ps/ presenta la solución /S/,grafía ix en el demostra- tivo erieix (1248), y variante xs en el onornástico Caxsal (1140). La variante iss probablemente refleja dicha articulación en: eko, eissas (1222). Es frecuente la solución castellana esse (1 280). La scripta occitana de Navarra ofrece de forma sisteiliática las grafías iss, ys en voces como: eyssament (13091, eissament (1252), heissement (12731, me- deyssas (1309), etc., frente a la aragonesa x: medexa, metex, medeix, etc. La scripta bearnesa de Navarra presenta x y sch: medix, medixe (13 16), medische, ischemens (1253, 1328). En voces prerromanas, preferentemente vascas, tellemos diversas grafías, así junto a ss en: Essemen (1190), Essaverri (1 192), Iraseta (1190), Barrenessea (11 m), Essalecu (1 192), etc.; se registra x en: S~PZXO,Sanxa, Sanxonea (106 11, Eximinus (1220), Exaverri (119O), Oxoa (1 230), etc. Senemo casos aislados de xss y variantes en: Exssebacoiz, Exsimino ( 12 lo), Esch~averri(1 220), etc. Los casos de Xoane, Ximon y Xurb (1496) son variantes hipocorísticas de Joane, Sirnon y Ario (var. Spria, 1277). v 2.5.2.Dorso-palatal fiicatiua sonora /n/ a) Conlo es bien sabido'., la articulación dorso-yalatal fricativa sonora procedente de los grupos /Ij/, I-k'l-1, 1-t'l-l, es propia del castellarlo aritiguo,

" 'Cf Gri RBIL>i , R.,El romance rzavarro antzguo, 17. 54; SCIHAIi <,bI, C., op. t1t , p. 147 La solrtción ~astcllana/U, grafías g, c, sc, es la más fietriente en el romance de Navaira, Cf itca& (1496), jazhcen, acaescer, t resczan, ~omples~er(13 1O), pascer (1 307), pertenesczente~( 1288),etc. l4 (3.CII KKIIIE, R., Estudzo, p. 08. Por el contrario en la scripta occitana de Aragón, C'f Ordenanws delaca, tenemos la giafía x, al igual que en el romante de Aragbn, ej. tono- xen rn, conoxenla, naxer, L rexcCr,etc. '' (:f. SANIAN~, J., art. cit., p 370. "' Cf. CIIRI~II)~, R., Docurner2taczbn gascona, p 21 5 L=n los documerltos Irnguisticos publ~cadospor i'omás Navarro 110 se registra la gafia 13s y variasites. M. Aivai afirma que 5ólo apareLe tres vete\ en lo? docunlentos de Sancho Kamíre/ y do\ en los publrtados poi J Md Lacarra. -ran sblo e11 el siglo xv tenemos vasszelh (1435). " Cf. MIN1 NDI / PIIIA~,R , Orígenes, pp 57-58 ya que en el área navarro-aragonesa dichos grupos evolucionaron a /$l. No obstante en el navarro tenemos testimonios con la misrna solución que en el castellano desde comienzos del siglo XII: conceio (1 141, passirn), concejo (1 157), tegero (1 2 161, ualeio, cornea, etcétera". C. Saralegui") considera que no se da preferer-tcia o i~iclinaciórlhacia una u otra solución según las pala- bras, ya que junto a filld, tenemos igualmente fio, z~ieyiLa-z~i+a,conceyllo-con- ceio, muyller- muger, aylenar-aiennr, etcétera. En la scripta occitana de Navarra los citados grupos consonánticos ofre- ceri invariablemente la solución /y sin excepcióii: conseill, filla, vieiia (1232), ameillorament (1296), despuylh (1258), genoylla (1261), surrayles (1287), sorti- llament (1 306), etc. Igualmente en la bearnesa: filhes, muiher (1296), meillor, barroll(i304), tribayls, aureylks (13181, etc. b) Al igual que en las áreas occitaiia, catalana y aragonesa la docurnen- ración inedieval navarra nos niriestra la solucibii /X/, grafías g, j, i ante e, i pi-ocedente del latín g+e, i, j- e11 voces como: genero (1243), jenero (1204), ja- nero (12 16), iermano (1 167), genoylla, jelada, etc., frente a ermano, ita~,etc. En la scripta occitana 110 se da una sola excepción a lo largo de los siglos XIII y XIV: ierman, germana, genoilla, gener, gitada, etc., al igual que en la be- anlesa: geta~,getatz ( 1316), etc. En posición interior tenemos la solución galorromáriica en voces como: jujge, ddoage, mege, co nserge, porteger, ba rcdge, gages, messatge, testirno n iage, lintzge, moneduge, eetétera.

2.6. Dento-alveolares africadas sorda y sonora /S/, /Z/ La scripta navarra tanto auctóctona, como occitana con excepción de la Guerra de Navarra"' muestra una notable confusión entre sorda y sonora, pero nunca entre dento-alveolares y ápico-alveolares, al contrario de lo ates- tiguado en el languedociano común del siglo XIII, donde se había consuma- do ya el proceso de desfonologización de las dento-alveolares africadas (Cf. La Cdnsó de la Cmsuda).

2.61. Derito-alveolar afiicada sonom /G/ Frecuentemente se registra la grafía z en posición intervocállca proce- dente de /-k+e,i-1, I-tj-1: dizent (12541, uezindat (1255), plazerzkria (1 287), dkia (1301), coziner (1254), plazer (1273), dodze (12531, seze (1351),Jizieron, Jiziere, etc. desde 1200 hasta fines del siglo XV.

2.6.2. La articulación sorda [S], grafías e, la encoiirramos en voces cul- tas, corno: iustici~z,bendicion, etc. y en aquellas proceder-ices de voces latinas que tenía11 /cons.+tj, kj/: alear, contece, fianya, infdncon, tiierca, bracero, marp, sierco, esleicion, fuerca, etc.

'"f. '"f. GIERBII)E,R , Z1?zmeros do~urnentos,pp 21 y 45 ") <:f. EIDzuIecto ~lu2/r~rm,pp. 149-151. Más ~nfor~nac~ónpuede conslllrarre en CI~ri- ~il>t,K , Notas Izrzguz'stzcus, p 151. El resultado castellano es mayorlcario en la documenta- ción navarra a partir de fines del siglo XV. Cf. conselo, bermqo, bzqo, puja, ub9a, etc. laven- turzo de bzenes, p. 45 30 Cf. SANI ANO, J., C)ccz~noy romuno?, pp. 368-369, ebpecialrilente en yosic1011final. ~rotz-cros,ramztz-cumrs, granc-grans, etc. NOTAS GRA'FICO-FONÉTICAS SOBRE LA DOCUMENTACI~N MEDIEVAL NAVARRA

La confusión de grafias y por lo tanto de articulaciones se registra espe- cialmente en los manuscritos del Fuero General de Navarra31 correspondien- tes al siglo xv y es tal que se considera que fonológicamente estaba comple- tándose la neutralización de sorda y sonora. Idéntica situación se advierte en la documentación aragonesa coetánea. Por lo que se refiere a la scripta occitana, los textos navarros ofrecen dos resultados netamente diferenciados según se trate de las variantes languedo- ciana y bearnesa, donde comúnmente se distinguen las grafias z [nZ] (< -k+e,i, -tj-) y c [e] (

2.7. Apico-alveolares sorda y sonora /S/ y /z/

2.7.1. La S- se mantiene como tal tanto en romance de Navarra, como en la scripta occitana, al igual que en las demás lenguas iberorrománicas: sa- benqa (1287), sayelar (1298), sebeliment (1309), seda (1313), etcétera. Solo en unos casos determinados se da el cambio S- > q-: Sant Calvador (1278), Sant Cerni (< Sancti Saturnini), qozprior (1258)~Garrar (< serare, 1310). En la voz sierqo - var. ocitana serq (1270) tenemos el caso contrario.

2.7.2. En posición intervocálica la geminada -SS-se mantiene en los im- perfectos de subjuntivo de forma generalizada a lo largo de los siglos XIII al XV, como: fiesse, oviesse, entrasse, fiziesse, viniesse, saylliesse, toviesse, etc. En las copias del Fuero General son frecuentes los casos de -S- por -SS-: alpsen, moriese, fose, etc. Son igualmente frecuentes los casos de confusión gráfica en el Registro del Concejo de Olite (1224-1533)~~~como: ossado (f.

31 Cf. LÍBANO,A., El romance navarro en los manuscritos del Fuero antiguo del Fuero General de Navarra. Pamplona, 1977, pp. 77-78. 32 Cf. SANTANO,J., art. cit., pp. 368-369. 33 Cf. CIERBIDE,R., Registro del Concejo de Olite (1224-I533). Notas y texto paleográf;- co. Pamplona 1974, pp. 153-154. RICARDO CIERBIDE

101r), misas (f. 99v), fuese (f. 35r), presa (f. 15v), cossas (f. 32v), etc. Otro tan- to se advierte en la scripta occitana de Navarra34,donde tenemos -S- por -SS- en casos como: obrasen, fisen, volisen (1256), havisen (1287), fazisen (1309), etcétera Por lo que respecta a la scripta bearnesa se registran confusiones muy frecuentes de graf'ías -z- por -S-: prezent, cauza (1328, passim), etc.; -SS- por - S-: paussant (1308), tressaurer (1377), caussa (1365), etc.; y -6- por -S-: pengion (1396).

Parece bastante claro, después de examinados los textos, que la modali- dad autóctona románica de Navarra se expandió a partir de la cancillería real con el reinado de Sancho WI el Fuerte (1198-1234) de manos de los notarios y escribas, al mismo tiempo que la importada de Occitania a fines del siglo XI por la inmigraciones de gentes del Midi y que se convirtió coetáneamente en scripta de los burgos de francos de San Cernin y San Nicolás de Pamplo- na, Estella y Burguete y en menor grado de Sangüesa y Puente la Reina, lle- gando a ser utilizada por la propia administración del reino en la segunda mitad del siglo XIII. Ambas scriptas se sirvieron del mismo sistema gráfico que se diferenció de sus contemporáneas aragonesa y castellana. Por su parte la scripta gascón- bearnesa, importada de Gascuíía y utilizada por lo notarios de allende el Pi- rineo, fundamentalmente en los núcleos urbanos de Sain-Jean-de-Pie-de- Port, Saint-Palais, Garris, Mauleon, Bayona y Biarritz, así como de San Se- bastián, Fuenterrabía y Pasajes, compartió su función con la scripta de Nava- rra y con la castellana en las villas guipuzcoanas situadas a la orilla del Bida- soa y del Urumea, sirviéndose de un sistema claramente gascón. Parece razonable que a partir de mediados del siglo XIII o comienzos del XIV la neutralización de las articulaciones b=v, así como de las ápico-alveola- res y dorso-palatales era ya un hecho muy avanzado, confundiéndose entre sí las articulaciones de cada par, pero nunca entre pares distintos, en oposición de lo que estaba ya consumado en el poema de Guilhem Anelier, que si bien fue redactado de acuerdo con el sistema gráfico navarro, pertenece, no al sis- tema del occitano de Navarra, sino al de Toulouse. Por lo que respecta a la scripta occitana navarra de los siglos XIII y XIV, ésta refleja un occitano unificado de carácter marcadamente arcaizante en comparación con el de la Occitania propiamente dicha de la misma época.

RESUMEN La sociedad medieval navarra se expresó tanto en euskera, como en romance, en sus variantes navarra y occitana, pasando a ser el romance navarro la len- gua oficial del reino, al menos, a partir de 1329.

34 Cd. CIERBIDE,R., Estudio, cit., pp. 59-60; "Fonética y fonología diacrónicas de las articulaciones sibilantes en la documentación medieval navarra: Estado de la cuestion", Ac- tas del I Congreso Internacional de Historia de la Lengua Espan'oh. Cáceres 1987, pp. 86-87. NOTAS GRÁFICO-FONÉTICASSOBRE LA DOCUMENTACI~NMEDIEVAL NAVARRA

Sus características gráficas le distinguieron de las variantes castellana y arago- nesa tanto en lo referente al grupo oa tras qu- y y-,como en lo tocante a la representación de los fonemas palatales, labiales, dorso-dentales y dorso-alve- olares. En lo referente a la scripta occitana de Navarra, ésta refleja un estado arcai- zante en comparación con el de la Occitania de la misma época.

The languages used by the medieval population in Navarre were Basque as well as romance, in its Navarrese and Occitane variants. The romance from Navarre became, at least since 1329,the oficial language of the Kingdom. The peculiarities of its spelling distinguished it from the Castilliam and Ara- gonese variants not only in the qu- and gu- + oa group, but also in the repre- sentation of the palatal, labial, dorso-dental and dorso-alveolar phonemes. The extant records in the Navarrese Occitane variant reflect its archaism in comparison to the coeval French Occitane. b.De dónde bebió a reina? \r Tradiciones y fuentes de

Heptaméron- de Margarita de Navarra'

Ce pendant que la Cour mes ouvrages lisait, Et que la soeur du Roi, lhnique Marguerite, Me fdisantplus d'honneur que n2tait mon mérite, De son bel oeil divin mes vers favorisait, UneJureur d'esprit au ciel me conduisait Dhne aile qui la mort et les siecles évite, Et le docte troupeau qui sur Parnasse habite, De son feu plus divin mon ardeur attisait (: ..)

Joachim diBellay, Regrets, WI

Desde que P. Jourda publicara en 1930 su tesis monumental sobre Mar- garita de Navarra, el interés por la personalidad artística y literaria de la reina no ha dejado de incrementarse, y, evidentemente, han sido muchos los estu- dios consagrados al análisis del Heptaméron, quizá su obra más conocida. En estas aportaciones, la denominada Quellenforscbung ocupa un lugar nada desdeííable, por lo que nuestro estudio, lejos de partir de cero, pretende más

Este trabajo aparecerá también publicado en el Anuari de Filalogid XY~D8 (1997) de la Universitat de Barcelona, bajo el título "La tradición grecolatina, una de las fuentes del Heptaméron de Margarita de Navarra". MONICA MIRO 1 VINAIXA bien presentar el status quo de un tema que todavía no está zanjado, por ser el estudio de las fuentes del Heptuméron una cuestión difícil de resolver. Pre- tendemos, en el contexto general de la siempre válida querelle entre antiguos y modernos, rastrear las huellas que la tradición clásica luto sensu dejó en esta obra. Nuestros objetivos son, pues, modestos pero, a la vez, no exentos de cierta dificultad, ya que llegar a conclusiones definitivas resulta harto com- plicado, quizá por el empeiío de la propia Margarita en ocultar sus focos de inspiración. No en balde pretendía que todas sus historias eran verdaderas -aunque, como veremos, también en esto hay mucho de tópico. Entramos, pues, en un terreno áspero, en la medida en que la imitatio es, a menudo, un proceso inconsciente, en el cual reminiscencias y analogías no siempre tienen un valor relevante. Sin olvidar, por otro lado, un hecho innegable: que, más allá de todo "fondo común", de toda tradición o "patri- monio universal", existe siempre un contexto único, moderno, un gran Te- ma en el que de nada o de poco sirve saber lo que otros han dicho antes. Tradición y Modernidad corren siempre parejas. En definitiva, quizá Mon- taigne se equivocaba cuando decía que un autor era sólo el intérprete de las interpretaciones. Siempre hay algo más. Y, en Margarita de Navarra, hay bastante de "propia cosechay'.En consecuencia, abordaremos desde esta ópti- ca el estudio de las fuentes del Heptuméron con especial atención a la tradi- ción grecolatina. Sicper uspera itur -ut opto- ud ustra.

Reina cierta incertidumbre en cuanto a los orígenes del Decumerón francés. En el prólogo, Margarita de Navarra reconoce su deuda hacia Boc- caccio y da a entender que fue la traducción que de esta obra hizo Antoine Le Macon en 1545 la que le dio la idea de organizar sus relatos en un con- junto comparable al que dos siglos antes había imaginado el toscano. Pero, ¿qué ocurre con sus cuentos? Es más que posible que su afición a escribirlos hubiera nacido mucho antes. Sí, a escribirlos. Pues las anécdotas nacidas es- pontáneamente del placer de contar o de oír contar serán explotadas por el talento de un escritor. Y no hay que olvidar que el componente de oralidad se combina magistralmente con una técnica narrativa elaborada, todo dentro de una estructura original y novedosa. Allende las características propias de la transmisión oral que afloran con frecuencia en el relato escrito, el fondo temático de la colección de Margarita de Navarra seiíala sin ambigüedad la existencia de verdaderas fuentes. En es- te sentido podríamos preguntarnos hasta qué punto hay que creer al pie de la letra las constantes afirmaciones, puestas en boca de los interlocutores, so- bre la autenticidad de las historias que van a explicar. En cualquier caso, uno debe abstenerse de separar drásticamente lo que la reina toma de los libros y lo que la misma vida le propone. Precisamente la creación literaria reside en saber disponer correctamente los datos que recibe de la tradición, enrique- ciéndolos con nuevas aportaciones personales. Margarita de Navarra subraya con especial tesón la autenticidad de los relatos que transmite y tal vez por ello no quiera hacer alusiones explícitas a las fuentes que le sirvieron de ins- piración. Además, el cuento -aunque sea ya novelado- es en cierto modo patrimonio de todos los que lo contaron y lo modificaron a su manera. Así, ;DE DONDE BEBHLA REINA? TMDICJOiVES KRUENTES DEL HEPTAMÉRON .. . preferimos hablar, de tradicion~présentes en el: Hepaméron, :dejando .. a un lado la palabra f'fsientJ'::quk, en,,nuestra opini&n,implica una intertextuali- dadio una!pre-textualidad :no1siempre eomp~obableen el caso. que nosi QCU- pa. Analicemos,1 pues, xaiunqde sea someramente, kestas.itradiaiones,empezan- do por la que .tal vez sea ;una de las.+más: la tradición.grecoiatina. .Ainuestror.módo de v;$r se ha-dado ,poca importan~iaa la presencia de elementos >temáticas;estilísti~os, y narrativos heredados direccarnen,te.de la tradiciián grecolatina en h obra,de Margarira de Navarra Quizárestose-debá a una creencia.bastarite. dihndida entre los estudio~os~delaVrrar~ati.va.breve segh la;cual la tradición grecolacina fue recogida pa~la tradición medieval en+su:boblevertiexige cristiana:y, pagana. 2SIn embargo, no hgy-quepaiail, por &o que la visión xenpcentista de &aAntigüedad poco tienes que ver can la vi- sión*medieval de 'los clásicos. Y en Margarica las dos. visiones se hallan más ,o menos.presentes. . uno.de: los 'aspectos más. estudiados del Hqtaméron es la influencia del platonismo .o .del neoplaronismo en algunos de las comentarios o relatos. de esta obra. Se trata-da-ufiacuesti6n candente todavía,nb resuelta de-forma sa- tisfaaoria, puesto que, junto a quienes han creído-ver una huellaievidente de Platón en el pensamiento de-Margarita de Navarra, norpiocos han negado. la existencia -de esta i.mpronta2.Pkatón sustituye, a ,menudo::a Aristóteles en la adhitación de los humanistas, ya que es El el ~Glósofodel a1ma.y de sus aspi- raciones. El-humanismb itidiano, desde el principio; es decir, desde Dance y Petrarca, .habfa lprestado aténcióin. al interior hmanodEl descubrimiento del individitci qiue, según Burcld-rardt;, constituye el gran hallazgo del \Renaci- rnient.0 encuentra su máxima y más pcrEetecta expresión en el neoplatonismo cristici.nizado, aunque tarnbiéd las Cori'fesiones de San.Agustín hahian servido de mucho en este sentido. ,Entre las.obras antiguas, resucitadas poriel ,Humanismo, Platbn,. cuya .in- fluencia,fue inmensa, ser rehace en. un contexto, religioso cristiano, :La filosofía platónica ES en Margarita de Navarra,: al ,igud que en Rabelais, úna especie de teología que permite ordenar las cosas y los kspírit& de las cosas entreDios conmsprincipio- p,tDioscomo fin. ' Margarita de, Navarlra,. coma han seiíalado Lefranc, Jowrda y Telle3,ve3eri Platóniun caminokperfecto que,predisporie a 1á aceptación e induso a la cornprensiónidel Cristianismo. En 61 hallan explica* ciones 7 de la creencia :en la Providencii, en.la inmo~didadda alipa, en d eterno combate entre carne y. espíritu4. El platbnism; segun la; interpreta-

Véase,sobire todo A. LEFRANC;'<'Margueríte de Navarre er le plat~nis~ede la Re- naissame'?, Grdndj écrivains de Li Renaissaízce; ,París,- Champion3 i 94, bp. 13.9c249, y Ch. MARTINEAU,"Le Platonisme de Marguerite de Navarre?", Bulletin de l2ssociation d'Etude sur l'Humanisme, la Réforme et la Renaissance, (R.H.R.), 4 novembre 1975, pp. 12- 35. LEFRANC,op. cit. pctssim; P. Jourda, Murguerite~d'AngoulPmt,duchesse dxlengon, rei- ne de Nauar~e(11492-I549J; &tude-biogrdpbique3et ligkraire, París, Champion, 1930 (2,vol.); E, ,V. TeMe, L'Oe~vre.de Mar-erite dZdgazllerne, ~eine~deN~ivdrre, et la Querde,des Femmes, Toulouse, Lian, 1337. * El combate contra la lujuria es el protagonista del quinto relato. Estos debates entre caine y espíritu Son frecuentes duscinte ,toda la Edad Media, La iconografla represenka a me- nudo las luchas entr'e vici~s'y~virtudes,'enu-ecarndlitm y piri&d/itas. Unbuen ejemplo de esta diatriba nos la ofrecen los poemas didáctico-moralizantes medievales: El libro,de Bueñ ción de Marsilio Ficino y de sus discípulos, permitía conciliar la ciencia y la fe, algo que la escolástica medieval inspirada en Tomás de Aquino jamás ha- bía podido conseguir. En Margarita de Navarra hallamos a menudo reminis- cencias de las ideas platónicas expuestas en el Banquete, por ejemplo. Es el caso del relato 24, que nos ofrece la imagen platónica del amor pobre y des- nudo, o del no 19, donde encontramos ecos de la teoría ficiniana del amor, doctrina que es parodiada en el no 35, y "evangelizada" en el no 36. El relato 34, además de constituir una denuncia clara del pecado de hybris, cuenta una anécdota referida a Platón y a Diógenes Laercio tomada de las Vidds de este último, y de las filosofías cínicas y estoicas. El no 8 contiene una alusión al mito del Andrógino y al sistema político ideado por Platón en La República. Por último, la "nouvelle" 28 transmite una cita de la Apología de Sócrates de Platón. Es la célebre frase "sólo sé que no sé nada", que se ha convertido en proverbial5. Desde el punto de vista formal, la estructura del Heptaméron re- cuerda bastante al género literario del simposio6: pretexto para exponer las más diversas cuestiones, a través de personajes tipificados, con alternancia de tonos y temas. Sin embargo, debemos afirmar que Margarita de Navarra no había leído sistemáticamente los Diálogos de Platón, sino que los conocía in- directamente y de modo incompleto, mediatizados por comentarios y sumas. Es curioso también constatar cómo el siglo xv~resucita a muchos dioses y a muchas ninfas. Goza apasionadamente de todo cuanto la Antigüedad le había enseííado: el éxtasis de vivir pero, sobre todo, la agonía de vivir, en el sentido etimológico del término. En efecto, la'vida es un "agon", una lucha, y, en nuestra opinión, pese a lo que muy a menudo se ha dicho, la influencia clásica no lleva al arte sólo equilibrio y tranquilidad, sino más bien agitación y patetismo. La violencia de la "nouvelle" 32, la escena sórdida del asesinato de Médicis o el lamento fúnebre de la esposa desesperada de la "nouvelle" 23 nos parecen una clara muestra de este patetismo. El firor trágico, desenfre- nado, la incontinencia amorosa, el mal devorador que abrasa y confunde la razón -no olvidemos que la locura amorosa está tipificada como una de- mencia de origen divino en el Banquete de Platón-, la pasión que lleva a la muerte son los protagonistas de muchos relatos del Heptaméron: los no 9, 33, 37 y 70, por citar tan sólo algunos ejemplos. Nicole Cazauran ha senalado también la significación sociológica y moral de la rivalidad que en el Hepta- méron opone a hombres y mujeres, honor y amor, seducción caballeresca y castidad pasiva. En este conflicto, en este dilema, el lenguaje, como ocurría en la tragedia griega, juega un papel fundamental. Los humanistas del siglo xw celebran la posición privilegiada del hombre, que se levanta en medio de la creación como un ser completo, que puede mirar bien alto y bien lejos. Exaltan su poder creador, la vivacidad de su inteligencia.

Amor del Arcipreste de Hita nos ha legado un apasionado e ilustrativo combate entre Don Carnal y Doña Cuaresma, inspirado en un fabliau francés anterior. Por otro lado, las sen- tencias de los Padres del Desierto, que podían leerse en las Vitae Patrum, transmiten a me- nudo remedios contra estos ataques de lujuria y contra otras enfermedades de la carne. Apología de Sócrates, 21 d. El género literario del simposio ha sido estudiado por J. ~TIN,"Symposion, die Geschichte einer literarischen Form", Studien zur Gescb. und Kultur des Altertums, t. XVII, 1-2, Paderborn 1931. ;DE D~NDEBEBI~ LA REINA? TRADICIONES Y FUENTES DEL H EPTAMÉRO N .. .

Admiran la belleza de su cuerpo: "Le corps humain de son simple regard monstre du premier coup un ouvrage tant singulier que l'autheur mérite bien de nous estre en admirati~n"~.Margarita de Navarra muestra a lo largo del Heptaméron una misma sensibilidad por el alma y por el cuerpo, y recomienda a menudo que no se menosprecie la belleza del cuerpo. Su lema parece ser el clásico mens sana in corpore sano. Al mismo tiempo, sin embargo, el "conócete a ti mismo" de Sócrates constituye una invitación a la mesura y al respeto de la condición humana. El oráculo repetía: hay que pensar a escala humana, no hay que olvidar la condición humana. Margarita de Navarra critica a menudo el "cuider" de la presunción humana, una nueva versión de la hybris, tan presente entre los historiadores (Heródoto, por ejemplo) y los trágicos griegos (básica- mente Eurípides y Sófocles). El "cuider" es un defecto del corazón y de la inte- ligencia, una actitud del espíritu que se cree capaz de llegar solo a la salvacións. El mundo de los sueños, de las apariciones nocturnas (los "hóramata" y <

CALVINO,Institution chrétienne, 1, 5, 3. Margarita de Navarra desarrolla este tema en la Fable du Faux Cuyder y también en el relato 30 del Heptaméron. Comentarios sobre la veracidad de las fuentes históricas aparecen con cierta frecuen- cia a lo largo de los relatos que componen el Heptaméron. En este orden de cosas cabe seiía- lar que los Commentarii del propio Julio César no merecen a los ojos de uno de los interlo- cutores el más mínimo crédito si se comparan con la auténtica verdad revelada por los Evangelios (nouvelle 44). más que' perpetuar la Ijoga.del .teatro cómico plautina, fuente principal de los cuentistas devtodas. las Cpocas: B~terecordar abras .plautina+smx-no Memech.mi; Amphitrno, PseudoZus o M& gloriosas para darse-cuenta de hasta qué .punto-los ckctos ,c&micosdé. ,la, cuentistica medieval y: renacentista.son deudores de la cohédia romana. Lzsa Met.dm~fo~i~'de Ovidio: conoiierbn una ejrme \di$usión durante toda la época medieval, y f~eron;~videntemence, una. de 'las fbentes'que más contribuyeron1al. cono~imientode dar mito1ogía:grecolatina. aEn,el Rinaci-, miento raros son los -amores que aa .se inspirenAen :&&'obra $ aunque -las alusiones mit~~ógicas~en el'Heptarntron nqosean demasiado frecuentes, de vez en cuando encontrqmos algiiín detalle que revela-esta,inspitación,Es d casa del relato np 6i;en:el queakfargaritarde Navarra aludesa-lasflechas doradas y de plomo l~zadaspor Gupidol?. Otras obras ovidianis como,el An Amato- ria, los .Medicca&inafacieio el.ArrAmandi.influyen también indirectamen;e en nuestra colecci6n de relatos, %ya.que sólo en3el contexto de, la-temática inaugurada por estas-obras cabe entender la serie de "&cm", y "hechizos" necesarios para -conseguiLr.el.objeto amoroso, A menúd-o Margarita del Nava rrat parece ironizar a:prop0sito de algunas de-estas técnicixs, puesto-que, a su parecer, supersticiones de esta índole son las que)impiden*llegar al único amor rverdade~o:lel 'espiritual que ,I'levaxhacia-Dios, El xabú del incesto, presente en 1- Metamokfisis de-ApuleyoL',,es,; entre otross.temas;el protagdnista~dela novela n0333. .Si .Margarita de Navarra ha- bía iefdo o no El-Asno de Oro quizá. no lo sabremos nunca, pmo'las historias de filrros mágicos,. ~nuenenamientos~~y pócimai amorosas, tan Srecuentes en este auto); postclásico -JZ -en la- elegía eróxica aomana en general, +aparecen(en algunos relatos del Heptaméron, como en el no 68. La)finalidad !básica:del Héptaméron -1s dice Margarica -de ;?tavar.ra de manera más o menos explíciza- ,es la de deleitar,e instruir. Estos propósitos constituyen poir sí aolos una de los tópicos de la literatura universal más maif tados desde que Horacio lo formulara en su Ars Poeticu,-y\des.dequelLucreb cio-lopusiera en ptáctim en su. De.lreruin Natum. El .tó.piico: de la.:cZemmtia-de los príncipes, :repetido h~sta~la saciedad en toda la l?ireratura'p~fiegí~rica imperial (en Rlinio el Joven, por *ejemplo)es' de? sar;rol1adaJene1':relata 17 .del:Heptamérbn, que thage -apología de .la piedad y clemencia del rey Francisco, hermqno deMargarita de Navarra,:har=ia'elcon- de Guillerrno. Las fábulas de Esopo, retomadas a menudo por ~Fedro,aparecen1 con cierta frecuencia en la n~velísticadel -siglo XW. El ,relato 53 del Hepaméron recoge una alusión a la fábula detla zorra y las avas; una de .las más conocidas en la divulgacióh y t~ansmisi6nde la literatura moralizante. En el tercer relato del Heptaméron, un rey de Nápoles abusa de la mujer

lo OVIDIO,Metamofosis, 1, w. 470-471. A Baco se alude en la "nouvelle'~48 y :en la 71; a Girce en la 70; a Diana en la 71; a Venus en:la 48. l l APULEYO,iMetamo$osis, x, 2- 12. l2 Es inrer-esante aí respecto el articulo de N. .FICK,"Les histoires d'empoisonnement dans les Métarnorphoses d',Apuléen,que llegó a ser casi un lugar .común, repetida,hasta la saciedad. Ot~a'de las mani- festaciones de esta leyenda se encuentra en Procopio de Cesarea (f'565). I?ro- copio1*explica que Vdentiniano 111 sperseguia sin hito a 1amujel;:del seaador Máximo: Arraués de una maniobra mezquina y desprecíablé consikliih 11eL varla a palacio .y, tras haberla conducido al gineceo, .Vale~tinianola fok#zó,.,La ultrajada contó todo el asunto a su marido;:qúien enfurecida aconsejb~falsci: mente%alempernd~r-:~ lo, mató. El historiadcir del; siglo:_^^ Fredegaria cuenta algo muy semejante en:~elacióncon iotra traición e, invasihn. ,El\ lujuri&o emperador-Avito, que deseaba a la [mujer del~senadorLuLio; .fingió ,estar en- fermo y ordenó a\las mujeres-de,los senaddresSquele visitásen! Cuando llegó. la mujer de Lucio la violó. Entonces, Lucio, furihundo y encólerizado,. hi-zcr que los f~anrostomaran la ciudad de Tréxris, ,A menudo ~ir~aritade Navarra sorprende por. el tono-subido de sus anécdotas ,que cualquier espíritu delicado' c~nsidecaríaincluso de mal gusto: Faltaría ver si susbcuentostienen corno única-finalidad hacer, reír o sir en reai lidad, disimulan alguna*intencian- didáctica o satfrica.1 -Es muy probable qui= esta segundalhipó-tesissea>ka acertada, y que Margarita deJ4avarra personifi- que el espíritu,,humanista que, en. una perspectiva crítica; asuma todos los ccclichés"clásicos y,medievales como pretexto .de-discusiones más elevadas y de problemas más serJosl5. Este- equilibrio compensatorio- encre las diversión narrativa-y las reflexiones suscitadas por la narración va más allá :de los sim- ples "propos de table" y recuerda, bastante la técnica de-otras obras similares como El Satiricón de Petronio (especialmente en el*episodio de la [Cena Tri- nealcbionir o en el relato de la Matrona de Éfeso), LOS Saturnaliade Macro; bio, o las Quaertiones convivales de Plutarco. El Heptaméron.sedestaca entre los relatos contemporáneos por ~na~riqueza,de colores y tonalidades poco usual, tal vez'bajo la influencia de lcis obras citadas.) Sin duda podríamos decir muchas otras casas sobre la posible presen~ia de elementos que remontan a la tradición gredatina en el. Heptam&on\de Margarita de Navarra, pero no deseamos extendernos 'demasiado>,ya .que pa~

l3 El nomb1e.de Lucrecia es mencionado como modelo ,de actuacign-en los rejatgs 42 y 62 del Heptamérun. l4 Bella, 111,4, 17 SS. l5 Uno de lo6 "devisants" subraya pérfectamente'Iá manéra de pi-oceiier de ~ai~arita de-Navarra cuando se exclama: "Regardons de la oh nous sommes venus: enApartant d'une rres grande folie, nous sommes tombés en la Philosophie et Théológie". MONICAMIRO 1 VINAIXA ra comprender toda la riqueza de esta obra es necesario también considerar la influencia de otras dos tradiciones: la medieval y la renacentista, contem- poránea a la autora. En cualquier caso seremos también en esta ocasión con- cisos y breves, más aún teniendo en cuenta que es ésta una temática que ha sido objeto de un estudio más detallado. Muchos de los géneros menores característicos de la Edad Media se transmiten y se transforman entre los autores renacentistas. El exemplum, narración esquematizada ad usum de los predicadores, se mantuvo durante mucho tiempo aunque sufrió una evolución, a veces con- virtiéndose en una simple ilustración moralizante, otras veces olvidando su verdadera función y consagrándose únicamente al relato, acompañado in j- ne por una rápida justificación moral, que más parecía una convención que otra cosa. Así el deleitar se unía al instruir, como ocurre en Margarita de Na- varra. El fdblidu, un cuento gracioso en verso -según Bédier-, impregnado de realismo y de espíritu satírico, es un género más o menos muerto desde mediados del siglo XV. Pero el gusto por la pintura de una realidad próxima, el tono incisivo, ácido o jovial que lo caracterizaba, se podrá encontrar de nuevo en las formas narrativas del siglo XW. Así, por ejemplo, el fdbliau del Meunier dzrleux sirve de modelo al relato octavo del Heptaméron. El lai medieval, que trataba una aventura fabulosa, ccnovelescay' con fon- do sentimental, ofrece otro modelo al relato cortés. La ccnouvelle"47 parece inspirarse en el Lai del Gavilán. El ideal de fe y de caridad, la humildad de corazón que los Evangelistas predican chocaba de entrada con la actitud desenfrenada de muchos clérigos. Los ataques contra los monjes presentes en las obras de Erasmo, Rabelais, Marot o Margarita de Navarra retoman una tradición que data de época me- dieval, y que seguirá siendo un tópico durante el Barroco. Sin embargo, las quejas lanzadas por la reina de Navarra no se limitan a caricaturizar una con- ducta vieja y archiconocida. Sus intenciones son, en nuestra opinión, mucho más profundas: además de plantearse el porqué de la existencia de unos monjes cuya vida aporta poco a la comunidad, el Heptaméron representa un cambio capital en las actitudes mentales de la época ya que, al celebrar con Erasmo el matrimonio cristiano, revaloriza el estado laico. En el siglo xw la necesidad de conocerse a sí mismo no obedece siem- pre a la misma exigencia. Entre los evangelistas, en Margarita de Navarra, es- te conocimiento se presenta como una constante diatriba entre la carne y el espíritu, entre la carnalitas y la spiritualitas, las caídas frecuentes del cuerpo y los anhelos y esperanzas del alma. Esta discordia entre la carne y el espíritu hace más difícil el paso del amor humano al amor divino, y supone, sobre todo, la necesidad de que la gracia de Dios intervenga, hecho que constituye una divergencia considerable con respecto a la filosofía platónica interpreta- da por Ficino, pero que parece responder más a una tradición medieval. La Edad Media se había complacido en simplificar la imagen de la mu- jer en una especie de retrato-tipo que ponía de relieve básicamente su frivoli- dad, su coquetería, su poder seductor y su lujuria. En este proceso monóto- no, la sátira del matrimonio se había convertido en un "topos" literario, en un lugar común y recurrente. El cambio decisivo se operará en el Renaci- miento a favor de la mujer, bajo la influencia del Humanismo, de la Refor- ;DE D~NDEBEBI~ LA REINA? TRADICIONES YFUENTES DEL HEPTAMÉRON ... ma y de la vida social en general. Aparece así una "Querelle" en nombre de la mujer y en ella Margarita de Navarra jugará un papel decisivo, ya que se hará eco en sus relatos de toda esta tipología de la mujer, para rebatirla des- pués a través de las animadas e ilustrativas discusiones de sus "devisants". Una de las mayores originalidades del siglo XVI consistió en querer con- ciliar amor y matrimonio. La influencia de Erasmo es aquí preponderante. En su Institutio mutrimonii christiuni, donde, retomando las palabras de san Pablo, exhorta a los maridos a "amar a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia", Erasmo anuncia ya la espiritualidad de los evangelistas franceses, es- pecialmente de Briconnet y de Margarita de Navarra. La influencia de la Re- forma se conjuga con la del Humanismo, en la medida en que se dirige tan- to a las mujeres como a los hombres, y muestra así la probabilidad de una vi- da cristiana en el seno del matrimonio. De este modo, Margarita de Navarra exige para la mujer el derecho al amor, no a un amante platónico sino a un marido. Es feminista en la medida en que reclama la fidelidad del hombre tanto como la de la mujer. Pero siempre se trata de un paso previo para acce- der al verdadero amor, al amor de Dios. El influjo de Erasmo, directa o indi- recta, se deja notar. El Cortesano de Baltasar de Castiglione ejerce también una considerable influencia sobre algunos de los relatos del Heptuméron. Es el caso del no 10, donde se insiste en la importancia de los ejercicios deportivos en la educa- ción del cortesano. Se puede detectar también en esta historia un eco de las novelas de caballería e incluso de la épica más primitiva, al presentar la muerte del héroe como algo glorioso, como una victoria.

Desde Marot hasta Desportes y d'Aubigné todos los poetas (y, en el fondo, Margarita de Navarra lo es) tienen su momento petrarquista16. Pero no todos expresan ni analizan el sentimiento amoroso del mismo modo. La inspiración petrarquista aureolaba a la dama de todo tipo de gracias y talen- tos, y exigía la búsqueda de una forma culta, capaz de expresar con profu- sión de matices un sentimiento inexpresable17.Sin embargo, en Margarita de Navarra bajo esta forma "preciosay'existe un sentimiento intenso: el de la vir- tud purificadora del amor, idea puesta sobre todo en boca de Dagoucin. En un lenguaje platonizante afirma que el amor retira al hombre de su prisión mundana y le permite llegar a la contemplación de la belleza. En la "nouve- lle" 19 Margarita define así a los "parfaicts amants": "J'appelle parfaicts amants ceux qui cherchent en ce qu'ils aiment quelque perfection, soit beau- té, bonté ou bonne grace, tousjours tendans la vertu, et qui ont le cueur si hault et si honneste qu'ils ne veulent, pour mourir, mettre leur fin aux cho- ses basses que l'honneur et la conscience réprouvent". Margarita se separa, pues, de Ficino cuando piensa que el amor precede al sentimiento de perfec- ción. En esto reside la gran novedad: nuestra autora no piensa que la belleza del cuerpo sea el reflejo de la belleza del alma. El alma, transformada por el

l6 Es especialmente interesante al respecto el estudio de J. VIANEY,Lepétrarquisme en France au xvre siecle, Montpellier, Coulet, 1909. l7 El motivo petrarquizante de la imagen de la dama grabada en el corazón de SU amante aparece en el relato 24. amor; transforma a su vez ~~doel cuerpo. E1 amante debe ir en seguida más allá de la contemplaci6q de. la- belleza física, o, 4,e :la con-trarbo, esta pondcá trabas, o la v~rdaderafinalidad de pdo: la búsqueda .y encuento de Dios. - E1 amor debe ser-un, des60 de,virtud, no de, belleza. Eso separa el*petrarquismo puro, eL.platonismo, del e~angelismo~~~is,ticznode.la reina.

. , Lds.-a@isis -de la .critica han: reducida. ,la..ikpoi;tancia.de la influenQa que las 1zevellie~i'5mitadoresde_ ,Bri~caccioejer~iex~n en la redacción de! Heptmnéro~,ya. que la mayoría, no fuaon ,editados hasta el siglo, MI. Si~i embargo,,. la; influénaia de ~occaccioparece clara tanso en la estructura (aun, que endella hay ,mucho de originalidad) co~o,en el marw

nión., t , La vena novelesca, fabulosa; anun~iada,porla Fiume~dde,Boccaccio es' tá muYipresen&en-las letras francesas desde que en 1539 Hélisenne de Gren- ne ,publicara Les.Angoysse~dowl~ureuses quipic~cedent ddeoulcc. El relato, ~rági- co yseutimental ocupa- tambiénun lugar muy,importante ,en el Hep,tuméron. ,, En cuanto -9 las noyelística%de los siglos xv y m-"anterior a, Margarita de Navar.ra,~,la.~xíti~,cree que debe darse a su influscncia ;sobre el Heptuméron merios' importancia de la que se: imaginabasenun principio. En.cualquier caso, resulta difícil saber hasta. qué pun&o,Margai.itade Navarra es deudora de las Cent Nouvelles nouvelles o de Pogge, Philippe de Vigneolles, Bonaventure des

ls Quien más se ha ocupado del tema es :P. TOLDQ,Co~~ibuto~allo,studio del¿@ novella finbese del xv e xvz secolo c~nsiderutaspeczizlmente nelle JU- attinenze con, la let;ter~turaitalia- na, Roma, E. Loescher, 1895. ¿DE DONDE BEBI~LA REINA? TRADICIONES YFUENTES DEL HEPTAM~~RON...

Périers, Noel Du Fail, etc. Todos beben de las mismas fuentes, todos son par- tícipes de una misma tradición y todos, en el fondo, se proponen algo similar. No comparten, en cambio, un mismo contexto: no en vano vivieron en mo- mentos distintos con problemáticas diferentes y públicos también diversos.

Llegados ya al momento de hacer balance de todo lo expuesto nos ve- mos obligados a insistir de nuevo en nuestras limitaciones. Abrazar con una sola mirada el conjunto de la producción abundante y diversa presente en el Heptaméron de Margarita de Navarra para intentar detectar las distintas tra- diciones o fuentes de las que bebió la reina no es nada fácil. ¿Hay que hablar, como hacía Frazer en su Rama dorada, de supervivencias, o deberíamos, en cambio, admitir que el alma humana es universal y no conoce ni espacio ni tiempo? Sea como fuere, nuestras pretensiones no han querido ir más allá de ofrecer una especie de tormenta de ideas, dar unas pinceladas que permitan entender la riqueza y complejidad del Heptaméron. Saber cómo procedió Margarita de Navarra en cada caso es casi imposi- ble, aunque la novela no 70, la historia de la Cbatelaine de Vergi, que se refie- re explícitamente a un arquetipo, puede ser de alguna utilidad a la hora de esclarecer la génesis de algunos relatos. En efecto, una rápida comparación contrastada entre el relato 70 de Margarita de Navarra y la versión de uno de los más célebres poemas de la literatura medieval francesa, en el que proba- blemente se inspira, nos permite situar con bastante precisión los límites de la imitación: más allá de los préstamos superficiales y evidentes, la personali- dad de la reina conforma toda la historia hasta el punto de modificar radical- mente el valor inicial. Existe, pues, un patrimonio universal y regresar a él no es un síntoma de falta de imaginación sino una muestra del temperamento creador que se complace en dejarse tentar por la obra de, otro, sabiéndose a la vez deudo e innovador. Así avanza la literatura: sobre un pasado firme se construye un futuro que también en su día sirá tradición. Alteridad y Modernidad se dan, pues, la mano y, al fundirse, se confunden, para goce y desespero de los que siempre buscan explicaciones a todo.

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El objeto de este trabajo es analizar las fuentes literarias del Heptaméron, la obra más conocida de Margarita de Navarra. En el marco de la denominada Quellenforschungy teniendo en cuenta el contexto general de la todavía válida querella entre antiguos y modernos, el autor examina tanto los tópicos y ana- logías que pueden establecerse entre Margarita y sus fuentes, como las diver- gencias que sin duda existían en el plano formal y de contenido. La tradición grecolatina es objeto de un análisis detallado, si bien se toman asimismo en consideración otras fuentes en que pudo inspirarse la reina.

The present paper attempts to examine the literary sources of the Heptamé- ron, the most well-known work written by Marguerite of Navarre. By inter- preting her stories under the so-called Q~ellenforschun~and taking into ac- count the general context of the always valid quarrel between old and mo- dern, the author underlines some "clichés" and meaningful analogies, as well as some divergences, between Marguerite and her sources. The article pays special attention to the classical tradition, even though the influence of other sources is also briefly discussed. La prsducciOn narrativa de Mariano Arrasate

La obra narrativa del escritor navarro Mariano Arrasate Jurico consta de dos novelas, La expósita (1929) y Macario (1932), y dos libros de relatos (en realidad, dos series distintas de un mismo libro) titulados Cuentos sin espinas (1932), a los que prestaré mi atención preferente en este trabajo. No se trata de una obra extensa, ni de excesiva calidad literaria, pero abordo su estudio movido por dos razones fundamentales. En primer lugar, el análisis de sus relatos se enmarca en un proyecto de investigación más amplio que he desa- rrollado sobre la Historia del cuento literario en Navarra gracias a una beca post-doctoral del Gobierno de Navarra. En segundo término, porque consi- dero que resultan imprescindibles los acercamientos de este tipo, por medio de estudios puntuales a diversas obras y autores concretos, de cara a la elabo- ración de una Historia literaria de Navarra, acerca de la cual existen algunas aproximaciones muy valiosas, pero hasta la fecha parciales e incompletas1. Mariano Arrasate nació en el 17 de octubre de 1877 y murió en Pamplona el 18 de noviembre de 1935. Además de escritor, fue político (diputado foral por Aoiz de agosto de 1926 a mayo de 1928 y desde entonces a marzo de 1930). Su deseo de promover las buenas lecturas le llevó a donar a la iglesia local su hacienda en Lumbier y los pueblos de alrededor, gracias a lo cual se instaló un centro cultural y la casa parroquia1 en la que fue natal del escritor. Estos pocos datos biográficos de que disponemos los proporcio- na, sobre todo, Fernando Pérez 01102.

* Universidad de Navarra l Me refiero fundamentalmente a las obras de Manuel Iribarren, Escritores navarros de ayer y de hoy, Pamplona, Gómez, 1970; José M." Corella, Historia de ¿a literatura navarra, Pamplona, Ediciones Pregón, 1973; y Fernando González Ollé, Introducción a la historia li- teraria de Navarra, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1989. 2 En el artículo ((ArrasateJurico, Mariano)) de la Gran Enciclopedia Navarra, tomo 11, CARLOS MATA INDURÁIN

Es Arrasate un escritor con unas técnicas narrativas y una intención di- dáctico-moralizante que bien podrían calificarse como decimonónicas. Así lo ha visto el citado Pérez 0110, quien, tras resaltar el profundo valor educativo de sus obras, lo sitúa en el siguiente contexto:

Arrasate puede encuadrarse en la escuela costumbrista y regional [. . .] pero es ya un anacronismo, recargado de idealismo arcádico -las costumbres y relaciones sociales del mundo rural son siempre limpias- y de evidente facilidad en los esquemas y perfiles: basta leer, por ejemplo, la declaración de Florencio -personaje de Maca- rio- a Gabriela, para advertir la irrealidad3.

Efectivamente, el regionalismo de Arrasate se echa de ver tanto en la pintura de tipos, costumbres y escenarios navarros como en la inclusión de palabras y expresiones de claro sabor local4. Tendremos ocasión de compro- barlo al comentar sus Cuentos sin espinas; pero antes dedicaré unas líneas a sus dos novelas.

Son dos, La expósita y Macario. Las dos fueron publicadas en Pamplo- na, en 1929 y 1932, respectivamente, y ambas se presentan con el significati- vo subtítulo de «Novela de tipos y costumbres de Navarra)). Examinémoslas brevemente:

Ya el mero título nos hace sospechar que esta novela, si no es de tono plenamente folletinesco, presentará cuando menos algunos tintes melodra- máticos. En la cubierta, junto a los datos de edición, figura una nota que nos anuncia que los beneficios que produzca se destinarán a una iniciativa de ca- ridad social: «El producto de la venta de esta edición será entregado a la Jun- ta de Homenaje a la Vejez de Navarra para el fin de pensiones a los ancianos pobres». Sigue un prólogo del autor (pp. V-111),en el que presenta esta obra pri- meriza, ni «medianeja» ni «monumental»,y aclara que su fin inicial no era

Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1990, 58-59. Iribarren y Corella, en las obras cita- das (pp. 38-39 y 225, respectivamente), se limitan a indicar la doble dedicación política y li- teraria del autor y a enumerar los títulos de sus obras. Pérez 0110, op. cit., 58-59. * ((Arrasatesitúa sus acciones y personajes en lugares inexistentes de Navarra, pero por las descripciones y lenguaje parece deducirse que se trata de la zona que mejor conocía, que es la de su villa natal, de la que utiliza palabras -no recogidas en vocabularios y lexico- nes- cuyo significado explica. Los navarrismos léxicos más notorios -chilindrón, fritada, chandrío, chirriar- van definidos en notas» (Pérez 0110, op. cit., 59). La expósita. Tipos y costumbres de Navarra. Novela por Mariano Arrasate Jurico, Pamplona, Talleres tipográficos La Acción Social, 1929, 427 pp. Hay dos ejemplares en la Biblioteca General de Navarra, signaturas 6-3 / 172 y 6-3 / 246. El primero lleva una dedi- catoria escrita a la pluma: «A la "Tertulia de Amigos del Arte" de Portugalete, como expre- sión de viva simpatía. / Mariano Arrasate)). LA PRODUCCIÓN NARRA TIVA DE MARLANO ARRASA TEjURICO escribir una novela: «El fin o la idea principal ha consistido en hacer un mo- desto trabajo descriptivo de tipos y de costumbres de Navarra; y la novela, el medio para efectuarlo)). Estas palabras preliminares son, pues, interesantes para comprender las características de las obras de Arrasate. En efecto, a con- tinuación explica que le interesan más las situaciones, las escenas, los tipos y las costumbres que las formas constructivas y las tramas: ((Soypartidario en- tusiasta de los libros que versan sobre tipos ejemplares y costumbres senci- llas)), porque ese género se presta a que un buen autor cree libros «no sólo amenos, sino muy instructivos y altamente educadores)). Esos autores, que no son muchos, hacen un gran bien «llevando o trayendo a la lectura popu- lar un caudal cultural y educativo de valor y trascendencia inapreciables)) (p. ~II).Por esta razón se ha decidido a incluir ciertas alusiones a problemas so- ciales y morales ajenos al asunto, pero de interés, porque llevan al lector a meditar, si se consigue sacudir su espíritu: ((El libro, pues, puede perder un poco de belleza, pero ganará, sin duda alguna, en valor educativo)) (p. WII). Las motivaciones del autor no pueden ser más claras, hasta el punto de reco- nocer expresamente que le importa más el contenido que la técnica y el esti- lo, el fondo más que la forma. Toda una declaración de intenciones extensi- ble al resto de su producción narrativa. Al iniciarse la novela, la acción se sitúa en Ezpelegui, un pueblo de la zona media de Navarra. Tras una descripción del mismo, el narrador presen- ta a los lectores la rica familia de los Areta, formada por Antonio, su esposa Marta, sus hijos Fermín y Pedro Miguel (hay también una hija religiosa) y el abuelo, a los que hay que afiadir el personaje de Juana, criada de la casa. Se habla después de la familia Arbayún, ((católica a machamartillo)), de buena posición, pero venida a menos, a la que pertenece la esposa. Se cuenta la his- toria del noviazgo y matrimonio de Antonio y Marta, todo ello como ante- cedente de la historia, para que el lector pueda seguir adelante:

Y como con lo dicho tenemos todos los datos que por ahora ne- cesitamos saber acerca de Ezpelegui, de la familia Arbayún y de Juana, pasaremos adelante, dando entrada en escena a un personaje que quizá en la sociedad pasaría por ínfimo, y que sin embargo es figura importante, según esta novela (p. 68).

En efecto, los Areta están pasando la Navidad en Pamplona y un día, cuando están todos reunidos, aparece por casa una muchacha de unos veinte anos «vestida modestísimamente, pero con gran limpieza e irreprochable ho- nestidad)); al principio no la reconocen, pero al final caen en la cuenta de que es Alejandra, a la que apodaban «la brujilla)) (p. 77). En este punto, esta acción se interrumpe por completo y se deja paso a la historia de la joven:

Dejaremos por ahora tomando café a la muchacha de Areta en unión de Juana y de la joven a quien llamaban Alejandra [. . .] para dar noticias de esta joven. El lector necesita esas noticias porque di- cha joven es el personaje principal en esta novela: es «la Expósita)), cuya condición da nombre a la novela y cuya vida constituye la na- rración (p. 82). CARLOS MATA INDURÁIN

Así pues, según las indicaciones del narrador (que va guiando de la ma- no al lector, con el que entabla diálogo, al más puro estilo del m),debemos retroceder hasta el día en que un maquinista descubrió un lío de ropas sobre la vía del ferrocarril; afortunadamente, pudo detener la máquina a tiempo, para descubrir con sorpresa que se trataba de una niiía recién nacida; Fran- cisca, una mujer que iba en ese tren, esposa de Manuel, la recoge y la cría con su hijo Rufinico en el pueblo navarro de Otearán. Tras hablar con don Vicente, «el Americano)),los esposos deciden ir a América para mejorar su si- tuación económica y, en efecto, marcha primero Manuel para buscar trabajo. Francisca conversa con don Evaristo, el secretario del Ayuntamiento del pue- blo, quien le hace ver que es difícil que pueda llevar consigo a Alejandra, da- da su condición de abandonada. No obstante, Francisca es mujer decidida y marcha a una localidad portuaria para embarcarse. Se aloja con una antigua amiga, la sefiora Bernarda, que tiene allí una casa de huéspedes. Pero le fal- tan los boletos o billetes para embarcarse. Mientras trata de conseguirlos, lle- ga un día el sargento Vázquez de la Guardia Civil, porque reclaman desde Navarra a Francisca. La niiía es llevada a la Inclusa de Pamplona, donde se cría con las Hermanas de la Caridad. Francisca es acusada de intentar robar a una niiía y ha de presentarse ante el juez, pero pronto queda en libertad al demostrar que ella ha sido quien ha educado a la niiía. Visita a la superiora de la Inclusa, pero le dicen que no puede retirar a la niiía. En fin, marcha a América con su hijo Rufino, en tanto que Alejandra permanece en la Inclu- sa, donde crecerá y recibirá una esmerada educación. Cuando la niiía tiene doce aiíos, Clemente y Carlota, unos labradores pobres que no tienen hijos, se la llevan a Ezpelegui. Para ayudar a la familia, Alejandra se dedica a vender los productos excedentes de la huerta en el mer- cado, donde escuchará algunos rumores sobre su misterioso origen: se siente inferior al desconocer a sus verdaderos padres. Un día que tiene una discu- sión con una verdulera, se interesa por ella Marta Arbayún, que la lleva a su casa, donde los Areta, nobles y caritativos, se ocupan de la joven expósita. Si- guen las rifias con otras verduleras, que tratan de aprovecharse del carácter apocado de Alejandra para robarle la clientela, pero este momento de prueba hace despertar su carácter enérgico: un día acude armada con una navaja pa- ra enfrentarse con Gervasia, la vendedora de peor carácter, a la que pone en fuga. Llevada de nuevo a la casa de los Areta, Marta la reprende carifiosa- mente (pronuncia un verdadero «sermón»reprochándole su actitud, que de- be mudar por una disposición de perdón y amor). Pese a todo, Alejandra de- sea vengarse, pero no puede poner en ejecución sus planes porque la recla- man de la Inclusa y debe regresar a Pamplona, donde pasará varios aiíos más. En este punto la acción vuelve a conectar con el inicio de la novela, es decir, con la visita de Alejandra a los Areta en su casa de Pamplona, por Navi- dad (p. 77). Y así lo destaca el narrador: «No estará de más que recordemos, querido lector.. .» (p. 347). Se cuenta, pues, lo ocurrido en esos arios de sepa- ración: pese a su inicial carácter adusto, la joven se ha educado en la Inclusa, destacando en las labores; tanto es así que puede ganar algún dinero dando clases a unas seiíoritas. Marta comenta a la joven que Simona, una hija de Gervasia, es criada de la casa y Alejandra dice que pedirá perdón públicamen- te por su anterior conducta, a lo que sigue otra lección moral de la buena es- posa de Areta. A todo esto, Francisca ha regresado de América. Allí la familia LA PRODUCC~NNARRA TZVA DE MARIANO ARRASA TEjURJCO ha prosperado y propone a la muchacha que vuelva con ella y se case con su hijo Rufino, que todavía la recuerda con carifio. Alejandra responde que solo podría amarle como a un hermano; además, ha decidido consagrar su vida a Dios y al prójimo, en una decisión -se especifica- totalmente libre y espon- tánea. Francisca, buena cristiana, acepta y respeta esa decisión: ((Tienesrazón: tú debes ser monja, porque eres demasiado buena para nosotros)) (p. 415). En unas páginas finales, que funcionan a manera de epílogo, vemos a la joven profesar como monja de la Caridad, rodeada de las personas queridas, incluidos Francisca y Manuel. Afios después, Sor Alejandra muere suave y dulcemente, casi como una santa, en un Hospital de incurables, a los que ha atendido con abnegación en el ((heroicoejercicio de la caridad)) (p. 423). La novela acaba con un canto a la caridad (p. 426) y la afirmación de que Ale- jandra esperará a sus seres queridos en el Cielo. Como vemos, se trata de un relato un tanto almibarado, con grandes dosis de candidez e ingenuidad en su desarrollo argumental, lo que se corres- ponde, en otro plano, con la sencillez de sus técnicas narrativas: el narrador es de lo más convencional, y realiza apelaciones continuas al lector, de forma que no se pierda cuando hay un salto temporal que rompe el orden lineal de la narración. Además, el hilo de la acción se ve interrumpido frecuentemente por comentarios moralizantes como estos:

¡Paz del espíritu: tú eres realmente la vida; y aunque no fuera más que por poseerte, que poseerte es vivir, deberíamos los hom- bres ser juiciosos y buenos! (p. 99) Las personas que se olvidan de sus familias o que de algún modo demuestran que no les tienen carifio, no saben cuánto hacen sufrir a los suyos (p. 124). Nada pone más de manifiesto la pequefiez del ser humano que ese egoísmo que todos llevamos como si lo arrancáramos del vien- tre materno antes de salir al mundo (p. 179).

Ese tono se extiende a algunas anécdotas relatadas: por ejemplo, cuando era nifia, en el pueblo, un día Alejandra acompafió a unas muchachas a co- ger unas frutas de una huerta, y comentando este suceso, que no pasa de ser una travesura infantil, el narrador apostilla: «¡Cuidado con dar el primer pa- so en el mal camino, porque una vez dado puede hacerse dificil retroceder!)) (p. 267). E incluso, varios anos después, Alejandra decide que debe restituir el valor de aquellas frutas que robó siendo tan joven. Sigue una extensa di- gresión sobre el hurto y el robo (pp. 269-73), en la que el narrador-autor (aquí es difícil separar ambas entidades) aboga por la creación de institucio- nes en las que se pueda acoger a los jóvenes que se descarríen, reconociendo paladinamente a propósito del largo excurso:

Y por eso, finalmente, no me ha parecido muy fuera de tiesto ese parrafejo [. . .] que en último término nos ha servido para llenar algunas páginas (p. 273).

En la misma línea, hay otras consideraciones sobre los padres abando- nados por el egoísmo de los hijos (p. 259; puede relacionarse con el relato i51 553 CARLOS MATA INDuRÁIN

«En el pecado.. .», de Cuentos sin espinas) y sobre las personas expósitas, que merecen el mismo respeto que las demás (pp. 283-87). En cuanto a los personajes, son tipos, como ya anuncia el subtítulo y es el propósito declarado del autor: Alejandra, la expósita, es nifia traviesa, con cierto genio, pero que finalmente sacrifica la posibilidad de un matrimonio económicamente ventajoso para dedicarse a la caridad, de la misma forma que otras personas la han ejercido con ella; su carácter bondadoso se manifiesta, por ejemplo, al desear que la merienda que van a preparar los Areta para cele- brar el reencuentro se haga en la Inclusa para que puedan disfrutar de ella sus compafieras. Marta, que lleva el peso en las intervenciones moralizantes, que- da descrita desde el comienzo al decírsenos que es «la inocencia y la bondad, y un alma generosa y nobilísima)) (p. 37). Casi todos los personajes aparecen re- tratados con simpatía, porque todos son bondadosos: Juana, la respetable no- driza de Antonio; la amable sefiora Bernarda; el bueno de don Ramón, el ex- pendedor de billetes de la compaííía naviera. Los únicos personajes vistos ne- gativamente son las verduleras; pero, paradójicamente, son las escenas de la plaza del mercado, que ellas protagonizan, con sus continuas grescas, las más animadas de la novela, las que tienen más vida (cfr. pp. 247 y SS.). Como apunte estilístico, cabría destacar la presencia de vulgarismos y expresiones coloquiales (higa paz, a buenas horas, maugas verdes), algunas de las cuales pueden pasar por navarrismos léxicos (mocete, mocé, chirrinta 'de- seo', chilingarse 'colgarse', chandrío 'estropicio', borte 'expósito'; aparecen ex- plicados en nota al pie) o morfológicos (como los frecuentes diminutivos en -ico, -ica: hijica, carica).

La segunda novela de Arrasate lleva un prólogo de Gabriel de Biurrun (pp. I-VIII),en el que se recuerda qúe esta obra fue primer premio en el con- curso abierto por el Patronato de la Biblioteca Olave en 1931. La técnica utili- zada por el autor -se dice- consiste en pintar en la primera parte un fondo de costumbres y tipos, para luego presentar a los personajes en acción, en va- rios momentos de vida palpitante. Según Biurrun, el autor se asimila a Pereda en el tratamiento regional, alejándose de los novelistas seguidores de Freud que cubren «su sensualismo con una falsa psicología, más cientifista que cien- tífica» (p. 111); frente a ellos, Arrasate pertenece a la ((estirpede novelistas lim- pios de corazón» (p. IV). Y afiade que el autor «no sabe, o no quiere saber, de trucos de técnica, y su prosa fluye fresca y saltarina, creando escenas a veces de una ingenuidad deliciosa y que quizá por su riqueza descriptiva dibuja en demasía el tipo» (p. IV). Así pues, y a tenor de las palabras del prologuista, va- mos a encontrar una obra de características similares a las de La expósita. Frente a la anterior novela, que no presentaba división en capítulos (aunque sí se separaban tipográficamente algunas secuencias), Macario inclu- ye doce capítulos, con su correspondiente título: «La cuadrilla de Macarion,

Macario. Novela de tipos y costumbres de Navarra. Por Mariano Arrasate Jurico. Pri- mer premio de la Biblioteca Olave en el concurso de 1931, Pamplona, Imprenta y Librería de J. García, 1932, 228 pp. El ejemplar de la Biblioteca General de Navarra, signatura 8-2 / 109, lleva también dedicatoria de su puño y letra: «Al Círculo Integrista, de Pamplona, con mi afectuoso saludo. / Mariano Arrasate)). LA PROD UCCION NARRA TIVA DE MARLANO ARRASA TE JURLCO

((Salsa de meriendas)), «En plena campaña)), ((Contrariedades y satisfaccio- nes)), ((Firmezaideológica y amistosa)),«Complicación inesperada)),«Pavoro- sa perspectiva)), ((Conflicto peliagudo)), «Se remacha el clavo)), «El temido compromiso», «Acuerdo tremendo))y ((Consecuencianatural)). La acción se inicia en 1873, ya comenzada la segunda guerra carlista, y podemos imaginar que transcurre en localidades navarras, aunque no se pre- cisan demasiado las referencias espaciales para dar al relato un valor univer- sal7. Puede resumirse en pocas palabras: Macario, jefe de una partida carlista, vota por el candidato liberal, según ha pactado con don Apolonio, para así salvar la vida de su hijo José, que había sido detenido por haber dado muer- te, en justa defensa, a Hipólito, un pendenciero que le atacó. Se convierte de esta forma en traidor al carlismo y sufre el anatema de sus compañeros, lo que le hace enfermar y, finalmente, perder la razón. El interés de esta segunda novela no reside tanto en los tipos y costum- bres que pinta (centrados en la familia y la cuadrilla de voluntarios de Maca- rio), sino en el análisis del caso de conciencia de su protagonista: Macario sa- crifica los sentimientos ideales de la bandera tradicionalista -Dios, Patria y Rey, representados por la persona de don Carlos de Borbón y Austria-Este (Carlos WI)-, ofreciendo su ayuda al enemigo para salvar a cambio la vida de un ser querido: triunfa el sentimiento natural frente al deber ideológico, el amor a la propia sangre se antepone a los compromisos políticos adquiridos; sin embargo, las consecuencias son negativas para Macario: locura y desespe- ración entre el desprecio generalizado de sus antiguos correligionarios tradi- cionalistas, los que mejor podían apreciar el valor de la familia, pero que, sin embargo, no podían perdonar -no era fácil en el revuelto panorama del si- glo xx espaiiol- lo que para ellos era una deserción (y resulta factible supo- ner que* el autor conocería la existencia de casos reales, -si no idénticos, si- milares- que pudieron inspirar en su imaginación esta abstracción). Por lo demás, ni los restantes personajes ni las técnicas narrativas resul- tan especialmente llamativos o interesantes. Como en La expósita, se inclu- yen algunas expresiones localistas, anotadas al pie: chilindrón, rebote 'fron- tón', moskorra 'borrachera', bizoco, usual 'aguardiente', tirria, chandrío; y otras coloquiales: cuasi, réndite, puntiau. El tono coloquial se aprecia además en la inclusión de algunas coplas como: «Para aprender la guitarra / no se ne- cesita cencia 1 sino listeza en los dedos / y mucha perseverencia» (p. 1O). En fin, hay otras que aluden a la situación política del país: ((Esostunantes / de liberales / traen los males / de la Nación: / no quieren curas, / no quieren frailes, / ni tienen pizca / de Religión))(p. 25).

Este libro incluye siete cuentos, sin numerar: «Cambio de papeles)) (pp. 3-18); ((iElpobre Aquilino!)) (pp. 19-29); «Fierabrás» (pp. 30-34); ((La de los

Ya lo sefialó Pérez 0110, op. cit., 58: «Esta historia se desarrolla sobre fondo intem- poral cuya única referencia, cuando los personajes son mozos, es la tercera guerra carlista)). Utilizo una edición de Cuentos sin espinas, por Mariano Arrasate Jurico, s. l., s. a., 86 pp. (Biblioteca General de Navarra, signatura 2-2 / 14) formada por recortes encuadernados del folletín de un periódico. CARLOS MATA INDURÁIN dos apodos)) (pp. 35-52); ((Cerillapreciosa)) (pp. 53-62); ((Disgustotremendo)) (pp. 63-68); y «En el pecado...)) (pp. 69-86). En ellos vamos a encontrar la misma serie de características ya apuntadas para sus dos novelas: sencillez na- rrativa, tono coloquial (vulgarismos, frases hechas), tipismo navarro.. . y, la más destacada, el marcado tono moralizante. En este sentido, el título de la recopilación resulta bastante significativo: se trata de cuentos sin espinas, es decir, narraciones en las que no hay nada acre ni punzante, ningún abrojo en los que se pueda desgarrar la conciencia del lector, nada peligroso desde el punto de vista moral; más bien al contrario, son cuentos en los que, quitadas las espinas, queda, por así decir, la flor, o mejor todavía, el Jruto, en forma de valiosas enseñanzas morales implícitas a veces, pero muchas veces también explícitas en las propias palabras del narrador o de los personajes. Estos Cuentos sin espinas, sin demasiadas pretensiones literarias tampoco (de nuevo el contenido es más importante para el autor que la forma), tienen en cierto modo la categoría de ejemplos o apólogos y presentan la misma sencillez (de técnicas narrativas, de caracterización de personajes, etc.) que las dos novelas anteriores. Los comentaré a continuación, uno a uno, prestando más atención al primero de ellos, que me parece el más interesante.

3.1. ((Cambiode papeles» Teodoro, un niíío de la Montaiía de Navarra, queda huérfano a los trece anos y es recibido por su tío, que consigue colocarlo de maca en un estableci- miento de tejidos de Pamplona, siendo ascendido a los dos aiíos, por su bue- na disposición, a la categoría de dependiente. En la tienda conoce a Luisita, hija de un rico indiano, que va a hacer allí pequehas compras, y se enamora de ella, aunque no le dice nada. Anos después, Teodoro ha trabado amistad con un vecino, Carmelo. Un día que pasean juntos ven a Luisa; Carmelo se da cuenta de que su amigo siente algo por la joven y le aconseja que la pida en matrimonio cuanto antes, pues le consta que varios pretendientes solicitan su mano. Dándoselas de maestro en lides amorosas, quiere que Teodoro le escriba una carta apasionada y redacta un par de modelos, pero el tímido montaiíés prefiere entregar una más sencilla y comedida. La secuencia final nos presenta el día de la boda de Teodoro y Luisa, un par de aiíos después. Luisa, que conoce las cartas originales, pues Teodoro se las enseiíó, confiesa que no habría aceptado su proposición de recibir aquellas vibrantes epístolas, ya que no las hubiera tomado en serio. Carmelo aprende la lección y se de- clara discípulo de Teodoro (a esto alude el título), pues ninguna de las seiío- ritas a las que ha escrito cartas similares ha aceptado ser su novia. El cuento se articula en tres secuencias: 1) El momento inicial en que se cuenta la historia de Teodoro, que abarca varios aiíos9, desde que queda huérfano hasta que conoce a Carmelo en la ciudad (incluyendo su ascenso en la tienda y la amistad con Luisita). Comienza el relato con cierto tono

El narrador va indicando los lapsos temporales: al cabo de dos años Teodoro ascien- de a dependiente; pasan otros dos años con las visitas de Luisita a la tienda y el proceso de enamoramiento del joven; luego se dice que ((corrieron insensiblemente los años» (p. 7), hasta que Teodoro cumple los veintitrés; en fin, entre la escena de las cartas y la boda trans- curren dos años más. LA PROD UCCT6N NARRA TIVA DE MANANO ARRASA TE]URíCO melodramático: el niño ha perdido a los trece afios a sus padres y a sus dos hermanos, víctimas de una ((terrible epidemia.; se dice Que sus desgracias inspiraban compasión, etc.; pero afortunadamente luego se abandona esta tendencia, que solo sirve para presentar el desamparo del protagonista. 2) La escena concreta en la que los dos amigos preparan la carta con la declaración amorosa. 3) El desenlace el día de la boda con la ensefianza explícita. El A brusco cambio de la secuencia segunda a la tercera se marca tipográficamen- te con tres asteriscos; supone además un nuevo salto temporal: «Dos años después de haber ocurrido esta escena, se celebró con mucho rumbo la boda de Luisa y Teodoro)) (p. 16). El diálogo tiene cierta importancia en las tres partes, a saber, en la conversación del tío con Teodoro, en la de éste con Car- melo y en el comentario de las cartas, respectivamente. El tono didáctico es claro; aparece, por un lado, en el diálogo del tío con Teodoro, en el que le muestra que debe ser obediente y formal, estudiar, tener un oficio para convertirse en un hombre de provecho. Como así lo ha- ce, al final recibe el justo premio: pese a ser huérfano, con su trabajo honra- do puede ganar el corazón de una muchacha de familia acomodada (es hija de un indiano) y casarse con ella. Además, hay otra moraleja: el personaje de Carmelo, visto en cualquier caso con simpatía por el narrador, recibe un es- carmiento ya que sus excesos románticos le han llevado a quedarse sin novia. El género del cuento, en el que no son posibles los análisis psicólogicos profundos de los personajes, se adecúa bien al estilo del autor, que ya hemos visto prefiere los tipos aun en las novelas. Así, Teodoro es un personaje tími- do y bonachón: «el chico era, como buen montafiés, seriote y parco de pala- bras» (p. 5); al crecer, se transforma su cuerpo, pero no su carácter: «Seguía siendo sencillo de maneras y de trato, seriote, retraído y sobrio de palabras)) (p. 7). No sabe reconocer que su sentimiento es amor (para él solo ha habido trato y amistad); cuando Carmelo le cuenta que Luisita tiene tres preten- dientes se inmuta, pero es su amigo quien tiene que quitarle la venda de los ojos: «Amor se llama esa figura)) (pp. 9-10). Como él explica, la carta seria que escribe responde a su manera de ser; ,y aunque su amigo no la cree ade- cuada («Este montañés es más duro y más soso que los robles y las peñas que hay en los montes de su pueblo», p. 14), veremos cómo el tiempo le da la ra- zón. Luisita, por su parte, tiene toda la inocencia y la bondad de una cole- giala:

Luisa era espigadita, esbelta, airosa para andar, de cara bonita y graciosa de maneras y de expresión. Sabía llevar la ropa con una modestia y elegancia a la vez, que con todos los trajes, incluso con el sencillo de las colegialas, resultaba bien vestida y guapísima. Era «una flor linda», como decían algunos americanos amigos de don Rafael (p. 6).

Carmelo, en fin, es espíritu opuesto al de Teodoro, ((alegre, expansivo, amigo de chistes y bromas de palabra, y hablador incansable)) (p. 7). Quiere ser maestro en lides amorosas: «tengo práctica en estos delicados meneste- res»; «aunque decirlo sea un poco inmodesto, soy maestro en estas cosas y conozco sus detalles desde el principio hasta el fin» (p. 11). No obstante, al final se verá que no es así, y tendrá que reconocer su error. CARLOS MATA INDURÁIN

Abundan las frases coloquiales, presentes tanto en la voz del narrador como en las réplicas de los personajes, algunas de las cuales se marcan gráfi- camente con comillas, pero otras no: andar a tres menos cuartillo 'con poco dinero', lo comido por lo servido, de tarde en tarde, un mozo hecho y derecho, no trates de pegdrmela, engañar como a un chico, estar mal de la cabeza, reír a mandíbula batiente, quedarse a la luna de Valencia, estar en sus glorias, llevar la batuta en músicas amorosas, en un santiamén, salir disparado, estar fiera de tiesto 'ser inadecuado', no se la mando aunque me maten, poner cara deJeremí- as 'huraiía, concentrada, estar aviado, contestar que nones a escape, recibir ca- laba~,parecer miel sobre hojuehs, tener echado el ojo a algo, la vez de marras, sin chistar, o exclamaciones como ;Hola, hola!y ;hombre! para denotar sorpre- sa. Se aprecian otros rasgos navarros o coloquiales: para que no te se olvide nada (aunque puede ser mera errata, ya que la edición no es muy cuidada); camastrón 'calaveray;zorricos 'malas prendas'; tozudo; y es de notar también cierta abundancia de diminutivos afectivos: suavecica, adornadita, Luisita, es- pigadita, ligerita. Gusta mucho el autor de las series trimembres: «ese celo para desempe- iíar su cometido o ese talento o esa suerte de hacerse apreciado))(p. 5); «En- tre Luisita y Teodoro nació pronto cierta confianza o cierta simpatía o cierta amistad)) (p. 6); ((Juntospaseaban durante toda la maiíana, juntos iban a to- mar café y juntos pasaban el resto del día (p. 8); «un afán tremendo, que lo turbaba mucho, que se lo comía, que lo levantaba en el aire)) (pp. 10-11); «la entregará con diligencia, seguridad y discreción)) (p. 11); «Es una carta con- cisa, fría, insípida))(p. 15); Otra nota característica es el tipismo provinciano, manifiesto en los sa- ludos (Teodoro se quita la boina para saludar a Luisita y su madre); un per- sonaje se fuma un puro «de a real));a propósito de los matrimonios de las se- iíoritas, se comenta que quizá Luisita se case con Fernando, un pretendiente, si su familia queda deslumbrada por el título y la posición de éste, etc. Hay además ciertos rasgos de humor: cuando Carmelo se da cuenta de que Teodoro siente algo por Luisita y de que la muchacha le corresponde, piensa que ella ha saludado a su amigo con un «Te adoro)) en vez de con «Teodoro» (p. 8); más tarde le dice: «Estás más enamorado de ella que Don Quijote de Dulcinea)) (p. 10); la carta de Teodoro le parece una carta «mon- taiíesa)),«de montaiía nevada)),por lo fría (p. 15), mientras que sus cartas es- tán redactadas en estilo ((completamentevolcánico, con fuego, con rugidos, con trepidaciones, hasta con estampidos capaces de subyugar, no un cora- zón, sino toda la bella mitad del género humano)) (p. 17). Copio el primer borrador redactado por Carmelo:

Adorada Luisa: Imposible es ya mantener ocultas dentro de los reducidos límites de un pecho humano las sacudidas de un corazón inflamado que pugna con extraordinarios esfuerzos por dilatarse. Pretenderlo supondría tanto como pretender impedir la erupción de un gran volcán colocando las manos sobre su enorme cráter. Porque en realidad, adorada Luisa, mi corazón es un volcán: un volcán en plena y portentosa actividad que arde, que ruge, que se levanta gigantesco y arrollador. .. (pp. 12- 13) LA PRODUCCI~NNARRATALA DE MARIANO ARRASA TE TURICO

Algo menos fogoso -aunque no mucho menos- es el segundo borra- dor:

Encantadora Luisita: Desde el día venturoso y memorable en que tuve el honor y el placer de conocer a Vd., mi corazón vive conmovido, agitado y anheloso de exteriorizar sus intensos senti- mientos en expresiones vibrantes de apasionadísimo amor (p. 14).

En fin, otros rasgos humorísticos se observan también cuando Carmelo sentencia con tono solemne que es amor lo que siente su amigo, por los sín- tomas que le describe (p. lo), cuando dice que treinta camastrones andan ((rompiendo zapatos tras de la hermosa muchacha)) (p. 11) o cuando habla en tono dramático: ((¡Ah, traidor! ¡Este montafiés es un traidor!)) (p. 16; se re- fiere a que ha mostrado las cartas a Luisa).

3.2. ((iElpobre Aquilino!), Un guarnicionero llamado Aquilino es dado a la juerga: le gusta beber, comer cosas perjudiciales, fumar, y todo ello le lleva a descuidar su trabajo. Un día tiene un aviso serio al sufrir una fuerte hemorragia; su esposa Teresa llama al médico, don Nemesio, quien al ver el estado alcoholizado de Aquili- no le insta a abandonar el tipo de vida insano que lleva: puede beber, pero con moderación; y debe ser constante en el trabajo, para que eso no le lleve al vicio. Le visita su amigo Natalio, otro parrandero, a quien el médico le ha dicho lo mismo, pero comenta que él no le hace caso. Teresa, que escucha la conversación, despacha al amigo que le da tan mal ejemplo. A partir de en- tonces cuida a su esposo y está continuamente a su lado para evitar que re- caiga en la bebida. Un día, paseando, ven a un borracho tirado en un banco. Teresa cree que verle en semejante estado será un buen ejemplo, pero sucede al revés, pues Aquilino comenta que le gustaría estar como él. Otro día se encuentra con Simplicio, un amigo al que no ve hace mucho tiempo, y van a una taberna a celebrarlo. A él también le pasaba lo mismo con un médico viejo, «de sistema antiguo)), pero ahora le trata un médico «modernista» que le permite, y aun le aconseja, que beba cuanto quiera. Aquilino recae en la bebida y al poco tiempo muere, dejando en la indigencia a su ((excelentees- posa» y a sus cinco hijos pequefios. Aquí el mensaje es claro: el cuento es un ataque al vicio de la bebida (cfr. la descripción muy negativa del hombre borracho, que lanza gruñidos «muy parecidos a los de un cerdo», del que se burlan los chiquillos, p. 26); pero además de presentar la degradación, la deshumanización a que conduce el alcohol, se censuran las nefastas influencias que a veces suponen los malos amigos, cuyos consejos negativos pueden llevar a una familia a la perdición y la miseria. En este sentido, el título tiene mucho de irónico: «iPobreAquili- no!» es la frase que comenta todo el mundo; pero en realidad, él muere por- que se lo ha buscado; quienes verdaderamente merecen lástima y compasión son los miembros de su familia. Por lo demás, el cuento está sembrado de las típicas afirmaciones moralizadoras del autor-narrador:

Pero Aquilino estaba dominado por un vicio; y en las personas que se han dejado dominar por un vicio, no suele regir la voluntad y CARLOS MATA INDURÁIN

la dignidad, sino el vicio, que, a la menor coincidencia o circunstan- cia favorables, las arrastra y las hace rodar hasta el abismo (p. 27).

Se insiste en lo mismo: ((Aquilinosucumbía víctima de sus vicios y de los malos consejos de sus amigos», vicios, se dice, «que revelan la ausencia de una voluntad recta y firmen y que ((suelenser fatales» (p. 29). En fin, el relato concluye con estas palabras:

Aquilino, dejándose dominar por sus vicios, en los mismos mo- mentos en que bebía, cantaba y celebraba tonterías con sus amigos, había cometido un múltiple y horrendo parricidio (p. 29).

Dionisio, el «ministrante»de un pueblo (hace de barbero, practicante y sacador de muelas), es un personaje locuaz y simpático, aunque temible en su práctica médica, pues arranca los dientes o maneja la lanceta sin ningún tipo de contemplaciones, hasta el punto de ganarse entre sus paisanos el apo- do de «Fierabrás».Es más, a los que se quejan del trato con lamentos los lla- ma «gallinas».Pero un día él, que hasta entonces había tenido una magnífica salud, ve que se le ha podrido la raíz de la uña de un dedo del pie y que hay que arrancarla. Comienza a sentir miedo e incluso tiene una pesadilla. Pos- pone varias días la cura, hasta que finalmente un compañero se dispone a arrancar la uíía mala. En ese momento, el fiero barbero se desmaya. Como vemos, se trata de una narración muy sencilla en la que se fustiga a aquellas personas que, por así decir, ven la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio: Dionisio, sano, moteja de cobardes a los enfermos que se que- jan de sus males; pero su reacción es la misma, o todavía más exagerada, cuando padece el mal en su propia carne. Y, aunque no se dice, podemos su- poner que desde ese momento la actitud del barbero será más comprensiva con los demás.

3.4. «La de los dos apodos» Laura Ámbar es una chica de familia acomodada; como su hermana, re- cibe una educación perfecta, pero su carácter agreste le lleva a ser inobediente y soberbia: solo desea hacer su voluntad, tiene malas inclinaciones, se da a malas lecturas; el resultado es que a los dieciocho aííos se ha convertido poco menos que en una perdida. Mueren sus padres, el último freno de respeto que la detenía; entonces rechaza a su tío como tutor y se marcha a otra po- blación. Hermosa y sana, lleva una vida licenciosa que le hace ganar el apodo de «la bella ambarina)):alterna con hombres y se hace una ((prostituta com- pleta»; pero además de escandalosa e inmoral, su mente depravada le lleva a ser corruptora de otras personas virtuosas. Un día en que se exhibe en un sa- lón de una localidad veraniega, sufre la picadura de una mosca; como la heri- da se infecta, tiene que ser atendida por el doctor Oyarde, quien le dice que es algo grave: ha estado a punto de perder la mano y aun la vida. Esa noche las pesadillas no la dejan dormir; la experiencia le hace reflexionar.. . y se produce su conversión. A falta de una estampa religiosa, reza ante la cruz de LA PROD UCCI~NNARRA TIVA DE MARIANO ARRASA TEJURICO

una iglesia que ve desde la ventana de su hotel. Vuelve entonces a su ciudad, donde lleva una vida ejemplar de devoción y recato, y gana así el segundo apodo: «la arrepentida)).Dos señoras, doiía Carmen y doña Catalina, charlan al verla salir de la iglesia y se acercan a ella. Laura les comenta que no conoce la alegría: feliz solo lo es completamente la mujer buena y virtuosa que jamás se ha extraviado, no la que ha pecado y después se ha arrepentido. Laura marcha a casa llorando porque todavía se siente «infame y despreciable)). Vemos con este ejemplo (ejemplo que evitar) cómo una mala educación y unas malas lecturas pueden descarriar a una persona, incluso tratándose de una muchacha de buena familia. La novela que lee Laura a los catorce o quince aiíos «Era una novela sumamente inmoral, indecentísima, que cual- quiera chica de su edad hubiera rechazado o quemado horrorizada)) (p. 36). Recordemos que todavía por esa época la novela era un género moralmente desprestigiado, considerado altamente pernicioso para la juventud, y sola- mente se salvaban algunos títulos limpios y honestos como los seleccionados por el Apostolado de la Prensa en su serie de Lecturas Recreativas. En este cuento se observa cierta exageración melodramática, con frases folletinescas, como esta que resume la actitud de Laura (cuando todavía no ha salido de SU casa):

En suma, a los 18 aiíos, Laura tenía ya las ideas completamente depravadas y el corazón corrompido, prostituido (p. 36).

Hablando de su perversidad y afán «diabólico», indica el narrador que «Un demonio en figura de mujer hermosa no lo hubiera hecho peor que ella» (p. 37). Aparecen igualmente algunos rasgos «tremendistas» al describir cómo, tras la picadura de la negra mosca, toda la mano presenta el aspecto de una masa de «carne oscura y sanguinolenta)) y cómo de la herida brota «sangre negra mezclada con pus» (pp. 40-41). Obvio es decir que tal podre- dumbre física es trasunto de la podredumbre del alma de Laura; y el autor no ahorra esos detalles para producir la repugnancia en el lector. En ese momento, el cuento adquiere un tono reflexivo al darse cuenta la protagonista de que la vida humana es quebradiza y que la picadura de un pequeíío insecto puede bastar para acabar con ella. La rápida conversión la explica la propia protagonista (que reflexiona en voz alta) «porque, aunque anestesiada la conciencia, no han desaparecido las creencias religiosas que, gracias a Dios, me inculcaron cuando era niiía» (p. 43). Como en muchos cuentos del siglo XX, vemos que un suceso aparentemente insignificante o trivial cambia por completo la vida de una persona. En fin, cabe destacar cierta participación de la naturaleza en esa conver- sión; la mañana del día en que se produce se anunciaba con buenos presa- gios: «Uno de aquellos días amaneció con un tiempo magnífico: con un cie- lo limpio y de azul purísimo, y el sol esplendoroso, inundando todo de luz y de alegría));y lo mismo sucede por la noche, que invita a la reflexión:

La noche era hermosísima: el cielo estaba limpio y de un azul magnífico; y la luna, en su plenitud, inundaba la tierra de luz blan- ca y suave. La dorada cruz de la iglesia se dibujaba en el espacio, brillante y majestuosa, augusta (p. 44).

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La propia protagonista reconoce: «me parece que estoy en un templo inmenso y riquísimo, formado por el Universo, y cuyo altar central, diminu- to comparativamente, es esa colosal iglesia)) (p. 45). Sabemos que desde en- tonces «su vida es un ejercicio continuo de piedad y de caridad)) (p. 48), de ((abnegaciónadmirable)) (p. 49). La ensefianza es clara: Laura se ha reforma- do, pero es mejor no conocer el pecado, que conocerlo y arrepentirse des- pués. De ahí las amargas lágrimas que todavía, muchos años después, sigue vertiendo.

El abogado Antero Igarreta recibe la visita de su compafiero de carrera Joaquín Oscáriz. Joaquín le pregunta por un objeto que ha llamado su aten- ción en su cuarto: una cerilla usada guardada en un marco de oro. Antero le cuenta su historia: al acabar la carrera y antes de empezar a trabajar, sus pa- dres quisieron premiarle con un veraneo en la ciudad que él eligiese. Allí se encontró con un conocido, Paulino, quien le invitó a visitar el Casino. Tras una ligera resistencia, comenzó a jugar y, en una afortunada racha, ganó va- rios miles de pesetas, pero su amigo no quiso retirarse. Un muchacho se le acercó a encenderle el puro y como no tenía cambios (y tampoco deseaba parecer mezquino), hubo de gratificarle con un duro: desde entonces conser- va la cerilla, no solo por el alto precio que le costó, sino también como re- cuerdo de los sucesos que siguieron. En efecto, incitado por un gancho del local, Antero volvió a jugar y lo perdió todo, el dinero ganado y las dos mil pesetas que le habían dado'para los gastos del viaje. Para poder regresar, ven- dió su reloj, diciendo a sus padres que se lo arrebató, con todo el dinero, un atracador, aunque más tarde les contó la verdad. Desde entonces siente páni- co por el juego, aunque se trate de una simple partida de mus, tresillo o do- minó. En este relato, en el que está bien descrito el ambiente del Gran Casino (los jugadores que hacen sus apuestas, los ludópatas que no pueden detener- se aunque pierdan elevadas sumas, las damas de rumbo que se acercan al ca- lor del dinero), la enseñanza es de nuevo clara: se fustigan las malas conse- cuencias de otro vicio, el juego (igual que en «iPobreAquilino!)) era la bebi- da). Y si allí se calificaba de «parricidio» la actitud del protagonista, pues la bebida le lleva a la tumba, aquí se considera el juego casi como un crimen:

-Porque comprendo que aquella noche yo, desconcertado, alu- cinado, hubiera jugado la fortuna de toda mi vida si la hubiera te- nido en la mano. Como que solo el acercarse a mesas de juego en que se cruzan fortunas o en que se puede comprometer el bienestar de la familia y hasta el propio honor, lo considero una insigne locu- ra, cuando no un crimen. ¡Tan peligroso me parece! (p. 62).

Antero supo controlar esa pasión fatal, que solo le cegó por unos mo- mentos, y ahora es un prestigioso abogado y conserva aquella cerilla como recuerdo de lo sucedido aquella noche: la cerilla es preciosa por lo que costó, pero sobre todo como recordatorio para él de lo que no se debe hacer. En es- te sentido, podría calificarse como un típico «cuento de objeto pequeño)), a LA PROD UCCI~NNARRATIVA DE MARIANO ARRASA TEJURICO la vez evocador y de valor simbólico, según la tipología establecida por Ba- quero GoyanesIo.

3.6. ((Disgusto tremendo)) Germán ha vuelto a su pueblo tras permanecer cuarenta afios en Améri- ca, donde ha conseguido hacer fortuna. Una tarde que habla con Luis, ve pasar a una persona del pueblo apodada «el zurdo de Carrasperas)) y esa vi- sión suscita en el recién llegado el recuerdo de una anécdota de su infancia: un afio, por su santo, su tío Doroteo le dio un ochavo, toda una fortuna pa- ra un chiquillo; en lugar de guardarlo con varios nudos en el paiíuelo, como le aconsejó su tío, fue por el pueblo mostrándolo a todo el mundo. Entonces apareció el zurdo, joven algunos anos mayor que él, y se apoderó de la mo- neda; él regresó a casa enfadado, con un ((disgustotremendo)), y hasta quería que se llamase a la Guardia Civil, pero su tío le replicó que lo tenía bien me- recido, por no haberlo puesto a buen recaudo, y le prometió dar otro ochavo al ano siguiente si se enmendaba. Tras oír la historia, Luis comenta al final que su amigo tuvo, en efecto, bien presente la lección, refiriéndose a que ha hecho fortuna. Y el indiano apostilla:

-Eso sí: aprendí a atar y a asegurar los ochavos, es decir: a ad- ministralos debidamente. Y también aprendí esta idea: que muchas veces no importa perder dinero si se gana experiencia. Esto a condi- ción, naturalmente, de que apliquemos juiciosamente la experien- cia en el desenvolvimiento de la vida; porque si no la aplicamos, habremos perdido el dinero sin compensación alguna (p. 68).

De nuevo la intención didáctica es clara. A veces, las digresiones de este tipo interrumpen el hilo de la narración: por ejemplo, al recordar los interlo- cutores los métodos del viejo maestro don Epifanio, frente a la educación que se da hoy a los jóvenes:

-Aquello era educar con juicio, y así crecían los muchachos sin vicios ni peligrosas costumbres de tirar dinero. En cambio, hoy, desde que abren los nifios los ojos se encuentran llenos de dinero y de costosos juguetes, y se acostumbran a vivir como ricos. Es un desatino criarlos así porque les hacen desgraciados: los chicos cria- dos así no se conforman con nada cuando llegan a mayores. -Es cierto, pero sigue con el disgusto de nuestro zurdo, porque en estotro no vamos a remediar nada. -Sin embargo, no me cansaré de decirlo porque es un mal gra- ve. Mas, volviendo a nuestro cuento.. . (pp. 65-66).

'O Cfr. el capítulo XII, «Cuentos de objetos y seres pequeños)), de su libro El cuento es- pañol en el siglo = Madrid, CSIC, 1949, 491-521. El cuento de Arrasate podría relacionar- se con «Por un piojo.. .», del P. Coloma, en el que un conde regala a su esposa Teresa un piojo encerrado en un precioso estuche: es el que saltó a la mantilla de la caritativa joven, al pararse a atender a unas ancianas pobres. En ambos relatos, un objeto insignificante o un minúsculo parásito (pero de gran carga evocativa y simbólica) se conservan en un marco de enorme valor material. CARLOS MATA INDURÁIN

3.7. «En el pecado.. .» Una tarde de invierno, el anciano don Ulpiano acude a don Regino, el párroco del pueblo, para contarle su grave problema: en casa, su hijo y su nuera le hacen la vida imposible, le tratan con un frío glacial, sin ningún ras- tro de amor o carifio; lo mismo hacen sus nietos, imitando el trato y la indi- ferencia de sus padres. Está desesperado y hasta ha pensado cometer una lo- cura para poner punto final a su situación. El cura le tranquiliza y le comen- ta que hablará con su hijo. Acude, en efecto, a charlar con Sotero y Eugenia, pero la conversación, en lugar de arreglar las cosas, las empeora: la nuera, una mala pécora, reprende a su suegro por ir con los cuentos de casa al pá- rroco. Ante el nuevo maltrato y la situación de tensión agravada, el anciano toma la decisión de acudir a un asilo, pero el mal tiempo y una fuerte neva- da le impiden poner en ejecución su plan. Para no encontrase con Eugenia, se retira varios días a su habitación sin comer o sin cenar. Una de esas noches muere de frío. El médico verifica la muerte, que ha ocurrido veinticuatro ho- ras antes sin que nadie en la casa se diera cuenta. Desde ese momento, el hasta entonces pusilánime hijo toma las riendas de la situación: la mujer, odiada por su marido, pierde el control de la casa, lo que más ansiaba; ade- más, a ella le atormenta la duda de que el anciano se dejara morir adrede. Desde entonces, tanto Sotero como Eugenia llevan en el pecado la peniten- cia (refrán al que alude el título). Abundan en estas páginas las reflexiones bienintencionadas sobre la ve- jez, puestas siempre en boca de don Regino. Así pues, en este caso, el tono moralizante está en cierto modo justificado, porque es un sacerdote (una persona cualificada para transmitir ese tipo de ensefianzas) quien ofrece esos consejos, ya al anciano, ya a sus familiares. Veamos:

-El que una persona se haga anciana no es motivo para perder- le el carifio y para tratarle mal. Por el contrario, es motivo para amarla más y para extremar con ella las atenciones, los cuidados, la afabilidad. .. (p. 72). -Pero es que los ancianos, mi buena Eugenia, necesitan más atenciones y más carifio que los demás. Los ancianos son unos en- fermitos, unos enfermitos naturalmente tristes, porque saben que su enfermedad -que es la ancianidad con todos sus desmayos y achaques- no ha de curar ni mejorar, sino que ha de agravarse ca- da día (p. 77). -Un anciano es algo muy delicado que necesita y requiere el mayor cuidado (p. 78).

Aunque eso no impide que también el narrador explicite al lector la en- sefianza que se encierra en el relato:

Si las cosas se hicieran dos veces, es seguro que Eugenia y Sotero hubieran procedido de muy distinta manera con don Ulpiano y hubieran hecho de él el viejo más atendido y hasta mimado del mundo. Pero las cosas se deben hacer bien a la primera, porque muchas veces no caben rectificaciones, o son deficientes (p. 86). LA PRODUCCI6N NARRATIVA DE MRIjlNO ARRASA TEJUNCO

3.8. Valoración Como hemos podido apreciar, los Cuentos sin espinas de Mariano Arra- sate responden perfectamente al título bajo el que se agrupan: en ellos no hay espinas, sino buenas ensefianzas morales. Evidentemente, más que por su importancia o su calidad literaria estos relatos nos interesan como exponente de una etapa, de una forma de hacer cuentos que tiene todavía mucho de decimonónica, pues el autor no ha conseguido desprenderse de la pesada carga didáctica que encorseta al relato y le impide volar hacia el campo de la pura ficción. Los personajes no ofrecen actitudes vivas sino que están al ser- vicio de lo que se quiere ensefiar; todos están vistos, más que con simpatía, con cierta actitud paternalista, incluso los más negativos (Laura, el zurdo que roba el ochavo, Eugenia), pues de ellos se puede esperar su regeneración moral. Hay algún caso de onomástica elocuente (así, el amigo que da malos consejos a Aquilino se llama Simplicio). Nótase en estos relatos cierto prosaísmo, patente en la abundancia de frases hechas y expresiones coloquiales (ser un juerguista de marca mayor, no contar con la huépeda, @mar como una locomotora, cortar por lo sano, equivo- carse de medio a medio, ponérsele a uno un buen temple, estar en lo que se cele- bra, tomar elpelo de lo lindo, hacerse rogar, andarse con chiquitas, meter el mie- do en el cuerpo, coger una pítima 'borracheray, estar más alegre que una gaita, estar hecho una uva, poner el grito en el cielo, conocer al dedillo, ser simpático como él solo, no dar algOJrZó ni calor 'dejar indiferente', estar a punto de cara- melo, despachar un asunto en un periquete, estar de buen temple, vivir a sus an- chas, tener la mano como una bota 'hinchaday,parecerse como un huevo a otro huevo, echar a aZguien a cajas destempladas, dejdr con la boca abierta, estar he- cho un basilisco, ser un cero a la izquierda) y términos coloquiales (a palo seco, a renglón seguido, a la primera de cambio; Natalio, el amigo de Aquilino es un mal trabajas, jrechu$a!, parrandero, endina 'enfermedad, molestiay,petardo 'cosa molestay, correntón 'calaveray). Aparecen ciertos diminutivos afectivos: defectillo, cuidadito, veladorcito, historie&. Algunos rasgos son navarrismos, ya léxicos, ya morfo-sintácticos: demasiau poco (dice Teresa, p. 20); mujericas (p. 31); falso 'cobardey (p. 31); «Si Vd. tendría el dolor, puede ser que estaría más mansicon (p. 3 1); mocetes (p. 64); peloticas (p. 65); zambaco 'modalidad de juego de pelotay (p. 64, anotado al pie por el autor). Además de en el lenguaje, cierto tipismo hay también en el reflejo de algunas costumbres: los vecinos de los pueblos, montafieses y riberefios, que acuden a Pamplona para vender sus productos (p. 20); la mención de los me- dios (los medios vasos de vino, los «chiquitos») que toman Aquilino y sus amigos en las tabernas; los escaparates de la capital provinciana donde se ex- hiben ((sedas,lanillas, pieles, sombreros, medias y zapatos»; la salida de la mi- sa, y la importancia del qué dirán en una ciudad donde todo el mundo se conoce; los veraneos en ciudades costeras para las clases acomodadas (San Sebastián, Santander, Biarritz.. .); los indianos que regresan enriquecidos al pueblo tras pasar muchos afios en América; la mención de algunos juegos in- fantiles (el marro, justicias y ladrones, los bolos y la pelota). .. Otro rasgo característico es el humor: aunque no se puede hablar de cuentos humorísticos, la nota cómica se hace presente en forma de ligeras pinceladas: a Aquilino le gusta beber ron de Jamaica.. . o de China (p. 20); un reumático echa a correr para escapar de las friegas de Dionisio el barbero (p. 31). .. Recuérdese además todo lo dicho a propósito de «Cambio de pa- peles)). En el plano estilístico, lo más destacado es la presencia de construc- ciones trimembres, que a fuerza de repetidas llegan a cansar". En definitiva, los Cuentos sin espinas coinciden con el resto de la corta producción narrativa de Mariano Arrasate en una serie de rasgos, que podrí- an resumirse en dos: el carácter eminentemente moralizador y el tipismo re- gional; desde el punto de vista técnico, se trata de una narrativa anquilosada, sin novedades, de tono sentimental (y a veces sensiblero), anclada todavía en el regionalismo de finales del siglo XX.

Hay otra serie de cuentos de Mariano Arrasate, publicada bajo el mismo título, que incluye tan solo cuatro relatos12: «Las médicas en casan (pp. 5-33), «El espejo del sefior Bias» (pp. 35-50), «Los disgustos de una novia» (pp. 51- 92) y «La alegre "Tina"» (pp. 93-124). Las características temáticas y narrativas son muy similares a las de los relatos ya resefiados de la serie anterior. Veamos:

4.1. «Las médicas en casa» La acción ocurre en Otaegui, que carece de médico; sí lo hay (médico, veterinario, farmacéutico y practicante) en una villa cercana, distante tres le- guas. El narrador afirma que al final de la vendimia «ocurrió lo que voy a contar al curioso lector)): Ramón sufre una indigestión de acelgas, por las muchas que ha comido para celebrar la buena cosecha de uva; le duele el es- tómago, y el narrador comenta irónicamente:

¿Qué tenía Ramón? / No lo sabemos de seguro, porque no cons- ta concretamente ni en las Actas concejiles ni en las Hojas clínicas de Otaegui; pero creo que podemos deducirlo apoyándonos, no só- lo en razones de lógica, sino también en testimonios de autoridad científica (p. 9).

Faustina, su hija, ha sido sirvienta en una casa donde ha visto a la sefio- rita usar el termómetro, así que se decidió a comprar uno para su familia. Ella y la madre, Práxedes, meten en la cama a Ramón; le ponen el termóme-

I1 Por ejemplo: «a unos por razón de la cirujía, a otros por razón de la barbería, a otros por razón de la odontología)) (p. 30); «era duro, despiadado, terrible)) (p. 31); «fatua, simple e insoportable)) (p. 31); «Así vivió una porción de años, escandalizando, perturbando, triun- fando)) (p. 37); «Estaba Laura en la plenitud de su juventud, de su belleza y de su salud)) (p. 37); «le parecía no habían de quebrantarse jamás su salud, su juventud ni su belleza)) (p. 37); «iEsto es inicuo, infame, criminal!))(p. 43); «si no puedo, si tengo mucho que hacer, si

me esperan. . .» (p. 54); «para extremar con ella las atenciones, los cuidados, la afabilidad. . .)) (p. 72);«¡Dios mío!, qué soledad, qué desamparo, qué atroz sufrimiento)) (p. 74);«el alivio de sus congojas, la alegría que ilumina sus desalientos, la felicidad)) (p. 77);«está profunda- mente disgustado, alterado y acobardado)) (p. 78); ((molestarlo,maltratarlo y desatenderlo)) (p. 85); ((reconocerla suya [su culpa], cargar con ella y deplorarla))(p. 86), etc. 12 Mariano Arrasate Jurico, Cuentos sin espinas, Pamplona, Torrent-Aramendía Hnos., 1932, 124 pp. Manejo un ejemplar de la Biblioteca del Archivo Municipal de Pamplona, signatura K-1; en la cubierta se lee: Cuentos sin espinas (jocoserios), primera serie. LA PROD UCCIÓN NARRA TIVA DE IMAIUANO ARRASA TE]URíCO tro, y como marca 38 grados, le dan un fuerte purgante; además, acuden a otros remedios caseros: le ponen un ladrillo rusiente en el estómago y unas alpargatas calientes en los pies, colocan un brasero en la habitación y seis mantas en la cama, dejando la habitación sin ventilar; Ramón tiene que su- frir esta calurosa tortura durante varios días (en los que padece además ham- bre y sofoquinas), pero el termómetro marca siempre igual. Emeterio, el hijo, va a buscar al médico, que manda al practicante, gran jugador de tresillo; éste ordena ventilar la habitación y quitarle tanta ropa al enfermo, indicando ade- más que beba leche y que le den un bafio. Entonces llaman a don Lucas, se- cretario y maestro del pueblo, porque no saben dónde baiíar a Ramón, y se le ocurre meterlo en una comporta, con tan mala suerte que queda atascado. Por fin viene el médico, que se da cuenta de que el termómetro estaba estro- peado: Ramón no tenía nada, pero ha pasado trece días en la cama, sufriendo las torturas de las «médicas»y, además, sin sembrar los campos. La ensefianza que se desprende de esta divertida anécdota es harto clara: es mejor que no haya termómetros en las casas de quienes no saben usarlos y que no se practi- quen remedios que pueden resultar perjudiciales para el enfermo, sino que se llame al facultativo cuando sea necesario. El caso presente servirá de lección, y el propio Ramón se encargará de que no se repita, al menos en su familia.

4.2. «El espejo del sefior Blas» Comienza con la descripción de la localidad de Iturraga (que significa 'muchas fuentes'), un lugar ameno, con coquetas casa blancas, rebosante de felicidad; pero también hay en el pueblo familias que sufren, por ejemplo la del sefior Blas: sufre sobre todo él, anciano de setenta y dos afios, ya que su hijo, el labrador Hilario, su nuera y los nietos le tienen antipatía y le tratan sin carifio. ¿Cuál es la razón? «No lo sabemos, ni el que lo ignoremos afecta en nada al fondo de nuestro objeto» (p. 39). Quizá -se apunta- sea cues- tión de los parentescos políticos, que son un invento diabólico. Los hijos se meten con el abuelo azuzados por la madre (igual que en uno de los cuentos de la otra serie, «En el pecado.. .»). El maltrato llega incluso al extremo de darle poca comida a don Blas. Hilario, se explica, era bueno con él hasta que quedó imposibilitado para el trabajo; ahora, agobiado por penalidades y pri- vaciones, lo ve como una carga, aunque todavía se hace respetar: si el padre está en casa, hay paz; pero cuando sale al campo, todos la emprenden con el abuelo; por eso don Blas se suele alejar paseando (está mejor solo que mal acompafiado). Llega a la conclusión de que sería mejor para todos que él in- gresase en el Hospital Provincial y, en efecto, un día marcha a Pamplona en un carro con su hijo Hilario; paran en una alameda junto a una fuente para almorzar. Entonces don Blas cae de rodillas rezando a Dios: han ido a dete- nerse en el mismo sitio donde él paró a almorzar cuando llevaba a su padre al Hospital, pues también lo consideró en su momento una carga inútil; la historia se repite ahora con su persona; el anciano siente tardíos remordi- mientos y considera que lo que le pasa es un castigo de Dios. Por otra parte, la ensefianza que saca Hilario viene indicada por el narrador:

No era tonto, y pronto dedujo ensefianzas: aquello era un casti- go para su padre y una lección soberana para él (p. 47). CARLOS MATA INDURÁIN

Vuelven ambos a casa, porque también Hilario es presa de remordi- mientos y decide imponer su autoridad: el pan, poco o mucho, se repartirá entre todos y habrá paz en la familia; consciente de haber sido mal hijo y mal cristiano, entona el mea culpa y se propone enseiíar a sus hijos la recién aprendida lección, por la cuenta que le trae para el futuro. Blas vive desde entonces mimado, aunque muere poco después. En definitiva, el tono didactico es también patente en este cuento, in- sistiendo en el respeto y cariiío debidos a los mayores; además, todo hecho, bueno o malo, de nuestras vidas constituye una lección de la que podemos aprender algo positivo. Al final hay una nota del autor indicando que este caso lo oyó referir en Navarra, pero que ha sucedido igualmente en Jaca, en Calahorra, etc.:

De cualquier modo, el hecho -haya sucedido donde quiera- es tan educativo, que no he tenido inconveniente en recogerlo, darle la forma literaria en que lo presento y traerlo a este librito (p. 50).

4.3. «Los disgustos de una novia» Rosita es una joven bella y culta, hija única de padres ricos; varios pollos la pretenden, pero ella quiere a su novio, el médico Ignacio Orgaiz. Sin em- bargo la muchacha no es feliz, sufre porque su padre, don Cástor, se opone a la relación con el facultativo:

Todo lo que la hija le encontraba de inteligente, bondadoso, cir- cunspecto y distinguido, le encontraba el padre de atrevido, vulga- rote, zopenco y zascandil (p. 54).

Asistimos a un diálogo entre padre e hija en que discuten al respecto (don Cástor no duda en llamar a Ignacio mediquin y pobretón). Rosita deci- de poner en ejecución una idea, compinchada con su abuela: hay un amigo del padre, don Zoilo, de cincuenta aiíos, que hizo un mal matrimonio13 y quedó viudo a los treinta; Rosita habla con él y le pide una cita para tratar de una boda; don Zoilo dice que una boda es siempre algo importante: «en la boda se decide el porvenir y hasta la manera de ser de las personas» (p. 66); es una cuestión capital, quizá la más grave de la vida; defiende que la li- bertad que tienen los hombres para elegir pareja, también deben tenerla las mujeres: el derecho a buscar ellas el compaiíero con quien compartir su vida. El cincuentón cree que ha sido elegido como compaiíero por Rosita, pero ella le cuenta que ama a un médico joven, que es todo un caballero, pese a la contraria opinión paterna. Don Zoilo, recuperado de la plancha inicial, dice que intervendrá en su favor. Visita a la familia (la forman, además de Rosita y don Cástor, doiía Clara, la abuela, y doha Clotilde, la madre) una tarde de lluvia y, al final, cuenta que un médico, Ignacio, ha curado a su primo Ra-

l3 De hecho, entre los amigos corrió el rumor de que quiso poner en el epitafio: «En 18.. . pasó a mejor vida la costilla de don Zoilo.. . Desde dicha fecha descansan la costilla y don Zoilo)) (p. 59). LA PROD UCCI~NNARRA TIVA DE MRLANO ARRASA TE JURICO món, operándolo del riííón. Otro día pasean los padres y don Zoilo; don Cástor no sabe por qué no le gusta Ignacio: cree simplemente que las tres mujeres están confabuladas contra él para imponérselo. Don Zoilo rompe de nuevo una lanza en favor del muchacho: «Le tengo por buen católico y por hombre caballeroso y de intachables costumbres))(p. 89). La madre ha hecho sus averiguaciones y también sabe que es ((sólidamentecatólico», un modelo de jóvenes. Así pues, el padre cede: Rosita e Ignacio se casan y don Zoilo asiste como invitado, recordando para sí la debilidad de haber pensado que Rosita se había enamorado de él.

4.4. «La alegre "Tinay'» Carlos llega a una ciudad donde va a pasar tres días en un hotel; quiere una habitación grande y fresca, pero solo está libre la del doctor Gaudencio Pestillas, que la tiene reservada. Carlos finge conocerlo y afirma que no hay problema en que le den su habitación. Ya instalado, se bebe su vino y fuma varios de sus cigarros. Esa noche escucha los gritos de una mujer alojada en la habitación de al lado, que, víctima de sus vicios, sufre terribles pesadillas. Al día siguiente Carlos habla con Jerónima, una muchacha de su pueblo que trabaja en el hotel, quien le informa de que se trata de una mujer perdida, que bebe y viste indecentemente, aunque no en el hotel. Él cree que tiene al- go de bueno, porque, al menos, se oyen sus lamentos; al día siguiente la ve en el comedor; es una joven de treinta aííos, pero está ajada por los vicios, circunstancia que sirve para introducir la correspondiente dosis moralizante:

Parece mentira que haya personas que empleen y destruyan de modo tan inicuo los dones preciosos de salud y belleza que Dios con- cede, y se reduzcan a sí mismos a una despreciable miseria (p. 1 11).

Al marcharse, Carlos da una propina al encargado para que no se entere Pestillas de que ha ocupado su habitación, porque no le conoce de nada. Je- rónima manda con Carlos cincuenta duros y un paquete de ropas a su fami- lia (hecho que sirve para elogiar los «santos afectos))de la familia). Carlos re- gresa al hotel unos meses después y le cuentan que Tina murió, completa- mente sola, en su habitación. El doctor Pestillas, que encontró el cadáver con el rostro desencajado, explica que Tina sufrió una crisis al corazón: los viciosos llegan a este «suicidio moral y físico)) (p. 121); las luchas interiores les hacen parecer siempre mucho más viejos de lo que son: Tina, al morir, parecía que tenía sesenta aííos. Además -se insiste- falleció sin auxilio de nadie, sufriendo padecimientos terribles, porque a los libertinos se les aviva la sensibilidad y su agonía se convierte en una cruel tortura; y no solo se ha- cen dano a sí mismos, sino también a la sociedad. El relato termina con el concluyente comentario de Carlos:

La verdad es que la vida licenciosa, con sus anejos y derivados, por cualquier lado que se mire constituye un mal negocio y una de- testable carrera (p. 124).

Como podemos apreciar, en estos cuatro relatos se observa el mismo di- dactismo que en la serie anterior. Respecto al estilo, lo más destacado vuelve CARLOS MATA INDURÁIN a ser el empleo de palabras coloquiales (vulgarismos, y algunas palabras que son navarrismos), que suelen ir destacadas en negrita o entre comillas: cubi- co, aparatb, ir a escape, calentita, practicanta, marchar como un reloj, rusien- te, melico 'ombligo', jicarica, echando chispas, tiempo de perros, batiaguas 'pa- raguas', chirriau, JTzó morrocotudo, vasico, masa&, presente (de la matanza), pollada, la saca (del vino), a hacer cuentas, penau, esgarra, chismico, hogaril, dejarse de dibujos, tullina 'paliza', navaral (en nota se explica su significado, 'boyero'), peloteras 'enfados', andar a tres menos cuartillo, caérsele la casa enci- ma, meter en vereda, no poder ver ni en pintura, atravesado en el estómago, charla que charla, canastos, otrd que te pego, masturzo, zamueco, zopenco, zas- candil, hacérsele Za boca agua, camueso, sorber el seso, perder la cbaveta, plancha 'sorpresa, decepción', seguir en sus trece, echar una parrafada, sudar tinta, estar de morro 'enfadado', cubrirlo de elogios hasta el cogote, estar chocha con algo, más alegre que unas castan'uelas, callandito, salir algo a pedir de boca, dormir como un len'o, mocica, fdldica, mesica, pocospecaus y buenos bocaus, durico, más contentos que unas Pascuas, cosica, hatico, canastos. . .

Este artículo constituye un estudio de la producción narrativa del escritor Mariano Arrasate Jurico (Lumbier, 1877-Pamplona, 1935), que consta de dos novelas, La expósita (1929) y Macario (1932), y de dos series de Cuentos sin espinas (1932). Todas sus obras destacan por las notas de regionalismo na- varro (tipos, paisajes y localismos lingüísticos) y por la presencia de un tono marcadamente didáctico, especialmente patente en sus cuentos.

This article studies the narrative work of the Navarrese writer Mariano Arra- sate Jurico (Lumbier, 1877-Pamplona, 1935)' which is formed by two no- vels, La expósita (1929) and Macario (1932), and by two series of Cuentos sin espinas (1932). Navarrese regionalism (characters, lanscapes and linguistic characteristics) and didactic mode are especially significant notes of these works.