Redalyc.Del Barrio a La Academia. Introducción Al Dossier Sobre Timba
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Trans. Revista Transcultural de Música E-ISSN: 1697-0101 [email protected] Sociedad de Etnomusicología España López Cano, Rubén Del barrio a la academia. Introducción al dossier sobre timba cubana Trans. Revista Transcultural de Música, núm. 9, diciembre, 2005, p. 0 Sociedad de Etnomusicología Barcelona, España Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=82200901 Cómo citar el artículo Número completo Sistema de Información Científica Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto Del Barrio a la academia Revista Transcultural de Música Transcultural Music Review 9 (2005) ISSN:1697-0101 Del barrio a la academia [1] Introducción al dossier sobre timba cubana Rubén López Cano “pa’ qué te montaste si tú sabías lo que había… …pero no me hables con la boca llena, mami, edúcate, televisión [universidad] para todos”. Por qué te montaste José Luis Cortes, El tosco 1. Y llegas al muro donde acaban todos, donde empieza el mar…[2] El 9 de noviembre de 1989 el otrora infranqueable muro de Berlín se desmoronaba ante el asombro, los saltos y las manos de los alemanes de ambos lados. La cortina de hierro que dividió al mundo en dos durante los años de la guerra fría se ahogaba ahora en una estruendosa fiesta que terminaría por reducirla a miles de pequeños y costosos souvenirs para turistas. Octavio Paz (1914-1998), pletórico y con el Nobel seguro, publicó por entonces su Pequeña crónica de grandes días (1990). Siempre confió en la desaparición de los regímenes del bloque socialista pero nunca imaginó que vería con sus propios ojos su definitiva clausura histórica (un regalo inapreciable para su autobiografía). Paz no fue el único que puso a Cuba en la mira durante esos días “grandotes”. En la isla, Carlos Varela cantaba a ritmo tecno y sobre un viejo discurso del líder soviético Nikita Kruschev (1894-1971): “ahora que los mapas están cambiando de color… cementerio chino/ creo que esta vez veo tu destino/y abrirán tus viejas puertas de una vez”.[3] Los “estados totalitarios” caían como fichas de dominó: “¡están tumbando las estatuas del osito Misha!!“.[4] La Unión Soviética, por fin, se disolvía oficialmente en diciembre de 1991 al tiempo que Varela se lamentaba: “en este juego de la historia sólo pasamos ficha”.[5] Para su fortuna, el ideólogo conservador Francis Fukuyama nos informaba también por esos días del “fin de la historia”. Willie Chirino, salsero cubano de Miami, desenchufaba literalmente el himno de la internacional socialista para cantar sobre sus ecos desinflados y a ritmo de son: “ya todo el mundo lo está esperando... nuestro día ya viene llegando… ¡Cuba nos espera!…”.[6] Dentro de la isla, Varela oteaba el futuro: “tiras tres monedas al aire / y le preguntas al I Ching/ ¿Cómo será el fin?... tal vez, tal vez, un milagro baje”.[7] ¿Y el milagro?... http://www.sibetrans.com/trans/trans9/cano.htm (1 of 17) [13/07/2007 9:15:20] Del Barrio a la academia Los noventa echaron a la orfandad económica e ideológica al régimen cubano quien inició una crisis sin precedentes. Con el bloqueo estadounidense endurecido y sin el apoyo del antiguo bloque, se declaró el “Periodo especial en tiempo de paz”. La población debía prepararse para lo peor: “la opción cero”. El gobierno, incapaz de proveer de lo más fundamental, tuvo que hacer concesiones: aceptó la inversión extranjera en áreas estratégicas como el turismo, permitió el trabajo por cuenta propia y más adelante legalizó la tenencia del dólar. Tuvo también que flexibilizar el rigor ideológico y hacerse de la vista gorda frente a las miles de estrategias emergentes que usaron los cubanos para sobrevivir: “Hablaban siempre de dinero/ y planeaban asaltar un banco./ Mas al llegar otro febrero / soñaban con fugarse en un barco”.[8] El hambre apretó a principios de los noventa cuando la gente podía tener dinero pero no había prácticamente nada que comprar (ni siquiera en las tiendas para extranjeros). Pero al avanzar la década, mientras muchos perdían o abandonaban sus empleos, otros tuvieron acceso al dólar vía el contacto con turistas extranjeros o familiares radicados en el exterior, principalmente en Miami. Ya había cosas que comprar (en dólares) cuando se comenzaba a dibujar el rastro de una sociedad dividida en nuevas clases sociales. Problemas que ya existían antes de la crisis se potenciaron con la apertura turística. Es el caso del fenómeno del jineterismo, eufemismo con el que se designan múltiples y en ocasiones complejos modos de prostitución (“no es justo que se le nombre con una mala palabra” [9]), y de ciertas formas de discriminación racial y económica: “yo sé que la divisa hace la economía como hace el pan al trigo,/ pero lo que no entiendo es que por el dinero confundan a la gente / si vas a los hoteles por no ser extranjero te tratan diferente”. [10] Las relaciones por interés con extranjeros, percibidas como una vía legítima de supervivencia, transformaron el sistema de las relaciones y las reglas del pacto amoroso entre los jóvenes cubanos (sobre todo de las clases más desprotegidas). Chicos y chicas aprendieron a “tolerar” las relaciones de sus parejas con turistas. En ocasiones hasta se beneficiaron económicamente de ellas. Eran prácticas que se aproximan mucho a las de la prostitución formal sin llegar a asimilarse del todo en la mayoría de los casos. Muchas chicas despreciaban a los jóvenes cubanos para preferir a los extranjeros y sus dólares. El plazo de las relaciones entre cubanos lo determinaba el matrimonio de uno de los miembros de la pareja con un(a) extranjero(a). Sólo los viejos dioses sincréticos de las religiones afrocubanas permanecieron fieles. Se incrementaron entonces las prácticas de la Santería, pero también las de otras religiones más institucionales como la católica: “Oh Dios, qué quieres de mi,/ desnúdate nena que vengo por tí, / hoy seguramente que nos cortan la luz / y no hay otra cosa que jugar al vudú”. [11]. El único país oficialmente ateo de América Latina vive entonces un boom religioso y se prepara para recibir al Papa en enero de 1998. Un cúmulo de contradicciones irresolubles asaltaron la cotidianeidad y atacaron especialmente a una generación de jóvenes escépticos ante las promesas de la Revolución: “yo recuerdo que a finales del setenta,/ no me dirías lo que hoy./ Tal vez pintamos el mundo de un nuevo color/ y sin querer nos dimos cuenta de que no”. [12] La dura realidad cubana se convirtió “más fácil de vivir que de explicar”, declaró en su momento el escritor Senel Paz.[13] Los jóvenes, principalmente de las clases más desprotegidas, en su mayoría negros, se enfrentaban inermes a un mundo ignoto, resistente a cualquier conjugación en futuro y con una sola estrategia de supervivencia: su cuerpo, su ritmo, su picardía, su belleza, su ardor: “uno se hizo maricón,/ el otro se hizo marino mercante./ Aquél cree en la Revolución / mientras su hermano es un traficante”. [14] http://www.sibetrans.com/trans/trans9/cano.htm (2 of 17) [13/07/2007 9:15:20] Del Barrio a la academia Miles de estrambóticas y barrocas historias de supervivencia, de amor, estafa, revueltas, picardía, engaños, ira, estallidos de violencia, sexo y dólares, retumbaban en los sordos muros del malecón de la Habana. Historias “que no son cuentos, es la contrahistoria de la historia oficial. La antihistoria. La suprahistoria” (Gutiérrez 2002b: 59). ¿Dónde están ahora esas historias? Según el escritor Camilo Venegas: …Cuba vivió graves momentos; esa larga crisis y los traumas que supuso en todos los niveles de la población, no quedaron en la prensa, si uno vuelve a la bibliotecas no sabrá de qué hablan los periódicos de esos años. La isla real, el país que sobrevivía, está en la literatura y en la música bailable (Venegas 2000: 15). La timba es la memoria, el guión, la banda sonora y el aroma impregnado de tabaco, ron, sudor y sexo, de esos días en que los cubanos se sintieron más solos que nunca: “cuando Robinson abrió los ojos y vio que estaba sólo en una isla… sólo en una isla… como tú y como yo”. [15] 2. Timba: de la Academia al Barrio Si la timba constituye un género propio o si se trata de un intergénero (González y Casanella 2002), un espíritu, una sensibilidad, una actitud, etc., [16] es un tema en discusión. Digamos entonces que la timba es un modo de ser de la Música Popular Bailable (MPB) [17] cubana que se caracteriza por mezclar elementos de la música afrocubana con música pop, en especial aquélla de origen afronorteamericano. La timba es un ejercicio de exploración, apropiación y fusión de elementos tradicionales provenientes del son clásico, de géneros derivados de la rumba así como de música afro-religiosa como cantos yoruba, etc.; con elementos del funk, el soul, el rhythm and blues, el hip hop, el jazz, el rock, el reggae, el reegaeton, etc. No olvida tampoco otros géneros latinos como la balada romántica, la balada cursi (como las sintonías de los culebrones latinoamericanos), el bolero orquestal y de carácter (como los de Olga Guillot), y otros géneros caribeños como la cumbia, bomba, etc. La timba no constituye la primera ni única excursión de las MPBs cubanas hacia un proceso de hibridación con géneros afro-norteamericanos. Se observan casos similares en el danzón de principios del siglo XX y de los años treinta, así como en las fascinantes músicas de la prehistoria del mambo, es decir, los géneros híbridos que desarrollaron diversas orquestas cubanas en Nueva York y en la Habana durante los años cuarenta y que desembocaron en la creación del jazz latino y el mambo.