UNA COMPARACIÓN DE LA HIBRIDACIÓN DEL PÍCARO COMO

ESTRATEGIA DE SOBREVIVENCIA EN EL CANILLITAS Y ÁNGELES

DEL ABISMO

______

A Thesis

Presented to the

Faculty of

San Diego State University

______

In Partial Fulfillment

of the Requirements for the Degree

Master of Arts

in

Spanish

______

by

Gerardo Arteaga

Spring 2013

iii

Copyright © 2013

by

Gerardo Arteaga

All Rights Reserved

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DEDICATORIA

Para mi madre y abuela que han desplegado el papel de madre y padre a la vez. Me

educaron a no temerle al trabajo y de no culpar a los demás por mis infortunios. Me

prepararon con las herramientas necesarias para valorar la educación y el trabajo. No puede

faltar la musa que me embulló a escribir esta tesis y aún sigue inspirándome en todos los

aspectos de mi vida, mi esposa Lisandra. A mis bebés, Alejandra y Gabriel Enrique que

algún día leerán este trabajo y espero que les persuada a apreciar la lectura. Me tomaría toda esta página para poder nombrar a todos los que estuvieron conmigo en este camino, a los malos por no estar ahí y con los cuáles aprendí de los errores, y a los buenos por seguir conmigo y que me apoyan en todo igual que yo los apoyo a ellos.

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Considerar la picaresca como un evento del pasado es pedante y erróneo. -Claudio Guillén

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ABSTRACT OF THE THESIS

Una comparación de la hibridación del pícaro como estrategia de sobrevivencia en El canillitas y Ángeles del abismo by Gerardo Arteaga Master of Arts in Spanish San Diego State University, 2013

The picaresque novel has long been regarded as one of the paramount genres of literature. Throughout the novel the main character portrays society’s ills during fifteenth century Spain and its colonies. The main character, having a questionable family background seems harmless as he circulates throughout the city and exposes the amoral qualities of society. The main characters’ mishaps exemplify the difficulties most of the Spanish and colonial societies went through in order to fit in and live a decent life. In this work, the main objective is to compare the traditional picaresque novels, such as Lazarillo de Tormes and El canillitas with the contemporary picaresque novel, Ángeles del abismo and prove the hybridization process the main character goes through in order to survive. The present thesis consists of five chapters. The first chapter introduces the literary genre that is researched and its meaning. The second explains the origin of the picaresque literary genre and the importance it had on society during the fifteenth century. The third describes the urban setting the main character must get through in order to survive. The fourth chapter focuses on the hybridization the main character goes through in order to survive the Minotaur at the center of the urban labyrinth, which in the case of the colonial city, the main plaza. The fifth and last chapter concludes the thesis with a brief summary of the research.

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ÍNDICE

PÁGINA

ABSTRACT ...... vi

RECONOCIMIENTOS ...... viii

CAPÍTULO

1 INTRODUCCIÓN……………………………………………………………………1

2 LA GÉNESIS DEL PÍCARO Y LA PICARESCA…………………………………..4

3 EL ESPACIO URBANO DEL PÍCARO…………………………………………….19

4 LA HIBRIDACIÓN DEL PÍCARO EN EL LABERINTO…………………………28

5 CONCLUSIÓN………………………………………………………………………39

OBRAS CITADAS…………………………………………………………………………..41

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RECONOCIMIENTOS

El desempeño de este proyecto no hubiera sido posible sin el apoyo de mis profesores

y mentores. En mi desarrollo académico y profesional están y estarán sus valiosas

recomendaciones y sabios consejos y, por eso, les estaré perpetuamente agradecido.

Agradezco a la Dra. Magdalena Altamirano por aceptar ser directora de mi comité y por sus

acertados consejos y correcciones para la ejecución de este proyecto. De la misma manera,

agradezco al Dr. Antonio Crespo por su valiosa asesoría y ayuda. Agradezco también a la

Dra. Rebecca Moore por sus recomendaciones y sugerencias. Además, agradezco al personal

del Departamento de Español y Portugués, Alicia García y Margaret Posner, por darme una asesoría en cuestiones administrativas indispensables. Por último, agradezco al Dr. Mario

Martín Flores que influyó en mi decisión de hacer este proyecto.

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CAPÍTULO 1

INTRODUCCIÓN

El motivo esencial de la novela picaresca, desde su creación, fue socavar y criticar las

normas sociales que existían en la Península Ibérica en el Siglo de Oro. Durante el transcurso

de la novela, el autor, a través del pícaro, nos permite ver la realidad social que vivía la

mayoría de la población. La novela picaresca logró cruzar el océano Atlántico durante la

Conquista y colonización de América y siguió con la crítica de la sociedad, ahora la

novohispana, que estaba siendo impuesta por los conquistadores y colonos. Este orden social,

establecido en las grandes urbes de las ciudades novohispanas, se podría comparar con un

laberinto, ya que sólo las personas allegadas al Rey o las personas que probaban su pureza de

sangre podían mejorar su estatus social.

La novela picaresca sigue causando interés al lector, a pesar de haber sido introducida

al público hace aproximadamente quinientos años. La vida familiar del pícaro reflejaba el

caos que vivía la sociedad en general, tanto en la Península Ibérica como en el Nuevo

Mundo, en el deseo de prosperar en una sociedad estructurada a favor de la nobleza y sus

allegados. La novela picaresca sirvió de fusil para proyectar la represión social de una manera sutil y satírica, utilizando a un personaje que cuestionaba los comportamientos morales que exigía el orden social; el mismo orden que criticaba la falta de ética moral estando él mismo carente de ella.

La novela picaresca fue la primera protonovela escrita antes que El Quijote e instauró personajes imperfectos, igual que la sociedad en general, llenos de deterioros morales y físicos. El pícaro refutó con su sátira el personaje epopeico de la novela de caballerías, donde

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el protagonista siempre era victorioso y era elogiado por el pueblo. El pícaro de la novela

picaresca tradicional representaba a más del noventa y ocho por ciento de la población

española durante el Siglo de Oro. El pícaro tiene un papel híbrido porque permuta entre héroe

y antihéroe para dejarle saber al lector el verdadero comportamiento de no sólo el ser

humano sino también de la sociedad que exige los comportamientos aprobados. El pícaro

proviene de un linaje deshonroso, reflejando el verdadero origen de la mayoría de la

sociedad; este linaje lo invalidaba para obtener cualquier puesto decente dentro de la corte o algún virreinato. Durante ese siglo el orden social promovía los valores reflejados por los caballeros en las novelas de caballerías y la novela picaresca se enfocaba en la falta de valores utilizando al pícaro de antagonista para impulsar la realidad social.

Si pudiésemos comparar la novela picaresca con otro género literario, este sería la literatura testimonial. Elena Poniatowska, citada en un resumen de internet escrito por Arturo

Jiménez donde menciona una conferencia de ella, dice:

La literatura testimonial hace visible la sociedad e informa acerca de lo que no sabíamos o de aquello que nos negábamos a saber. No hay literatura testimonial sobre la riqueza porque los magnates siempre tienen un escritor fantasma o un amanuense a quien dictarle su autobiografía. La historia oral está relacionada con la pobreza porque es fundamentalmente una denuncia y una acusación. (Jiménez, “Elena Poniatowska reinvindica el papel de la literatura testimonial”)

La novela de Poniatowska que mejor refleja el testimonio de un personaje picaresco es Hasta no verte, Jesús mío. La protagonista, Jesusa Palancares, se queda huérfana, inmediatamente entra el caos en su vida– no puede existir el pícaro sin él – y empieza a deambular por las urbes de México intentando mejorar su vida. Ángel Rama expone, en su libro La ciudad letrada, la construcción en forma de damero de la ciudad ordenada, cuya función era el impedimento del medro de la sociedad indigente en todas las ciudades novohispanas. Incluso la edificación de Tenochtitlán, antes de la Conquista y colonización, limitaba el espacio

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urbano del pícaro debido a su estatus fuera de la jerarquía azteca. Los pícaros de las dos novelas que analizamos, Crisanta y Tlacotzín, de Ángeles del abismo, y Félix Vargas, de El

canillitas, deambulan por estas edificaciones exteriorizando los obstáculos que deben

sobrellevar para sobrevivir.

La plaza, o el centro del laberinto, gozaba de un minotauro que mantenía el orden

social usando su poder y en sí exhibía la inseguridad de la estructura, ya que el pícaro

deambulaba por dentro y por fuera de la plaza, y así lograba exponer la desigualdad social

que existía dentro de la sociedad novohispana. Como veremos el minotauro tenía varias

cabezas, las cuales representaban las jerarquías del orden social. Entre estaban: la

iglesia, representada por la catedral; la Corte del Rey, representada por los edificios

administrativos; la milicia, representada por el arsenal y, por último, la burguesía,

representada por las residencias edificadas en el entorno de la plaza. Esta estructura era

difícil de socavar, porque, aunque el minotauro era uno sólo, cada cabeza tenía su propio

laberinto. Tanto Lazarillo como Félix, personajes de la novela picaresca tradicional, son

adoptados por el minotauro y manifiestan la dificultad en derrotar al minotauro, en sí

convirtiéndose en adminículos del minotauro. En la novela picaresca contemporánea, los

personajes Crisanta y Tlacotzín, logran medrar porque no se convierten en utensilios del

minotauro, sino que deambulan enmascarados dentro del orden social.

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CAPÍTULO 2

LA GÉNESIS DEL PÍCARO Y LA PICARESCA

Una de las formas más arcaicas de desahogar y criticar la represión social es

utilizando a un personaje de bajo calibre, o más bien de poca credibilidad social, y así lograr

que el picotazo de la crítica no sea percibido como amenazador. Durante la colonización de

las Américas empiezan a llegar personas que vienen en busca de una mejor vida y

prosperidad, pero la mayoría no logra el mejoramiento de vida porque las mismas estructuras

sociales impuestas en el reino de España se están desarrollando en las colonias, lo cual

imposibilita el mejoramiento de vida y prosperidad que buscan. Ángel Valbuena Prat revela

que el empobrecimiento de España en el siglo XVI, al producirse la emigración a América de

nuestros conquistadores y colonos, creaba una tendencia al parasitismo y la holgazanería que

a su vez conlleva al engaño de la mayoría de la población (14). De hecho mientras el poder y la gloria de España aumentaban, según Alexander Blackburn, “las semillas de la decadencia ya habían sido sembradas” (31). El parasitismo llegó a crear en España una clase social llamada “los pretendientes”, cuya única meta era conseguir un puesto en la corte o en algún

virreinato y, mientras esperaban, el gobierno les daba un tipo de beca o salario de desempleo;

como describe Francisco de Quevedo en El buscón don Pablos, eran en realidad miembros

de cofradías de pícaros. La espera para conseguir cualquier puesto consistía en una

investigación gubernamental, ya que el verdadero linaje del solicitante era extremadamente

importante, como establece Alexander Blackburn:

Era una responsabilidad de un español del siglo XVI dar informes de su linaje, presumir de su origen, pero si su linaje, ante los ojos de la Inquisición, estaba manchado, intentaba engañar a la sociedad creando un linaje ficticio y proclamando honores cuestionables. La fachada de nobleza era un producto

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comercializable… el hambre física y espiritual exigía la adquisición de honor de cualquier manera posible. (Blackburn 12)

La primera protonovela fue la picaresca, casi sesenta años antes que El Quijote. Se

crearon en las novelas del Siglo de Oro personajes “novelescos”, en el sentido de Lukács,

son personajes que fallan y traicionan durante su búsqueda de medrar. La crítica social de la

novela picaresca constituía un reflejo de las estructuras impuestas por el orden simbólico a la

mayoría de la población, como era el caso también de la ciudad virreinal. La novela

picaresca, de una forma burlesca, denunciaba la estructura arbitraria de la sociedad urbana

que sólo favorecía a la burguesía y permitía que el pícaro se desarrollase de tal manera que se

llegaba a percibir como antihéroe, porque luchaba en contra del orden social utilizando

métodos antisociales y amorales, al tener que satisfacer sus necesidades; a la vez, actuaba

como héroe porque denunciaba las desigualdades sociales que existían. La novela picaresca

servía también como antítesis de las obras de caballerías. La novela picaresca exaltaba el espejismo del antojo de obtener alguna promoción social y, a su vez, señalaba el fingimiento del supuesto valor que debía tener un ciudadano ejemplar, la honra. La otra característica que funcionaba como antítesis del libro de caballerías era el hecho de que el pícaro siempre perdía, a pesar de que se empeñaba en corregir su condición social. Según Claudio Guillén, el contexto de la novela picaresca gira alrededor de situaciones:

La novela picaresca revela la vida del protagonista y cómo se va desarrollando con el desenlace del tiempo histórico. En español, la palabra clave es vida, la cual tiene un lugar en los títulos de las novelas picarescas: La vida de Lazarillo de Tormes, y de sus fortunas y adversidades. La novela picaresca brinda el proceso conflictivo entre el individuo y su entorno, autorreflexión y experiencia, en el cual ningún elemento se puede percibir sin el otro. (Guillén 77-78)

Es importante hacer notar que el siglo en el cual salió la novela picaresca es el del auge de la hegemonía española y coincidió con la decadencia de la iglesia católica.

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Alexander Blackburn establece que “la novela picaresca emergió casi al mismo tiempo que

Martín Lutero pedía una reforma a la iglesia católica” (14). La novela picaresca, con sus

personajes ejerciendo puestos de clérigos y mostrando avaricia, lujuria y gula, -los cuales son

pecados capitales- empieza a poner en duda la verdadera caridad que ofrecía la iglesia.

Los pícaros pertenecían al estrato social más bajo tanto en España como en el Nuevo

Mundo. Según Alexander Blackburn, “los picaros eran almas angustiadas que se conformaban con una sociedad putrefacta y se enmascaraban en sí mismos” (11). Blackburn también afirma que varios escritores de la novela picaresca, como Mateo Alemán, “eran miembros de una casta conversa lo cual implica que tuvieron que renunciar a sus creencias para poder encubrir su ‘honor’ ante la sociedad” (10). La mayoría de los españoles era extremadamente pobre durante el Siglo de Oro, que fue el período más próspero y repleto de riquezas para España. Sólo el dos por ciento de los seis millones y medio de habitantes, para ser aún más claro, ciento treinta mil habitantes, gozaban de las riquezas traídas de las colonias. Esta cruel realidad hacía que muchos padres, al no poder satisfacer las necesidades de sus hijos, los abandonaran en las calles o los vendieran. Claudio Guillén afirma que

Lazarillo de Tormes fue la primera novela que desarrolló el mito del huérfano… su deshonra y necesidad lo lleva a romper todo vínculo con su ciudad natal (79). Margarita Morreale, citada por Alberto Blecua, afirma que los pícaros, huérfanos que vagabundeaban mendigando limosna o sirviendo en calidad de mozos, eran, por desgracia, espectáculo tan cotidiano que las gentes los contemplaban con absoluta indiferencia (17). En varias ciudades peninsulares o en las más importantes de los virreinatos, a causa de esta extendida clase mendicante se legislaba para impedir su circulación libre. Alexander Blackburn, citando a Claudio Guillén,

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indica que “el pícaro exponía la relación dinámica entre el individuo y su rol en el ambiente

social y económico” (18).

Los colonos que pertenecían a las cortes virreinales estaban automatizados a ver

pícaros mendigando sin ningún sentido de culpa. Los veían como personas desafortunadas en la vida que tenían que existir y los caracterizaban como una pieza de rompecabezas que no entraba en ningún lado, no porque no cabían sino porque no eran parte de la jerarquía social.

El pícaro en las novelas picarescas sirve como espejo de una sociedad instituida pero a su vez incongruente. El pícaro tiene dos caras, el de héroe y antihéroe social que expone las fallas de las ciudades más importantes, europeas y coloniales. George Lukács comenta que el héroe epopeico nunca es un individuo, sino que se piensa tradicionalmente que una de las características de la epopeya es el hecho de que el tema no es un destino personal sino el

destino de la comunidad (66). El pícaro es un antihéroe social y representa a la mayoría de la

sociedad. Es un antihéroe porque relata su vida denunciando a la misma sociedad en la que

vive y es partícipe de dichas imperfecciones para sobrevivir. Sus valores van en contra del

heroísmo porque sustituyen los valores heroicos: la infidelidad en lugar de la fidelidad, la

astucia en lugar de la sabiduría, la venganza en lugar de la justicia y la resistencia en lugar de

la valentía. Al mismo tiempo que el pícaro propicia actos antiheroicos, se puede suponer que

el pícaro también tiene rasgos heroicos porque Lukács, en la siguiente cita, nos deja ver que

el héroe también puede caer en la tentación de entrar al mundo antiheroico, “el héroe de la

novela es el producto de un extrañamiento del mundo externo. Cuando el mundo es

internamente homogéneo, el hombre no difiere cualitativamente de los demás… hay héroes y

villanos, hombre píos y criminales, pero hasta el héroe más grande es sólo una cabeza más

alto que el prójimo” (66).

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Según Claudio Guillén, el pícaro se distingue por no pertenecer a los tres arquetipos

de héroes literarios:

El vagabundo, el bufón y el carente. El vagabundo – de Odiseo al caballero andante – tiene raíces greco-romanas y semitas. El pícaro es un vagabundo parcial. El bufón es un personaje importante en el arte y la vida renacentista y está relacionado a la comedia latina y la novella italiana. Sin embargo, el pícaro no se puede confundir con el héroe feliz de las obras como Falstaff. El carente empezó a revelarse en la literatura renacentista al saturar el mundo del hampa y compararlo con la sociedad. (Guillén 75)

Profundizando en la cita, se deduce que el pícaro es una fusión de los tres arquetipos literarios; vaga de amo en amo “arrimándose a los buenos”, hace reír con sus fechorías durante el medro y revela su carencia económica y moral a través de la obra. Guillén le agrega otras características que lo convierten en un personaje aún más multifacético, “es reflexivo e introspectivo porque el héroe se convierte en pícaro al aprender de su ‘enredo’ con las vicisitudes económicas y sociales” (77). El pícaro, según Blackburn, es “un ser sin identidad social; dominado por el hambre, es un vagabundo donde no existe ni el bien ni el

mal; un alma que engaña a los demás o que lo engañan a él mismo” (12). La falta de

identidad, como explica Blackburn, hace que el pícaro no tenga ningún deseo de contribuir al

mundo ya que viendo a la misma sociedad egoísta quiere todo para él mismo.

La novela picaresca suele ser una autobiografía que está dividida en tres unidades;

narrativas como lo explica Blackburn, “la novela picaresca significa un juego intercalado

entre el presente y el pasado que le da un diseño confesional: el descubrimiento del pasado es

la revelación del presente. Teniendo esto en mente se puede dividir el Lazarillo, El canillitas

y Ángeles del abismo en tres partes: , la educación, la madurez” (32). En la primera

parte de la novela picaresca se suele revelar el nefando linaje del pícaro. El vergonzoso linaje

del pícaro justifica la necesidad de medrar sin importar los medios a los que tiene que recurrir

9 para mejorar. El linaje también sirve para que el lector sienta lástima por el protagonista y a su vez justifique sus actos antisociales y amorales.

El linaje del personaje picaresco más famoso, Lazarillo de Tormes, es un ejemplo en el cual podríamos apoyar nuestro argumento anterior. Lazarillo fue hijo de una lavandera,

Antonia Pérez, que al morir el padre sirviendo a un caballero se junta con un morisco negro.

El padre, Tomé González, fue molinero y fue metido en prisión por robarle el trigo a los que venían al molino (Rico 9). Este linaje bochornoso, según el discurso de la España del siglo

XVI, era un desafío social y anticlerical. El padre era un ladrón y la madre una cualquiera por meterse con un morisco negro para mejorar su estado de vida. Al saber el desenlace del padre y la relación de la madre con Zaide, Lazarillo comenzaba a notar las ventajas que había al asociarse con personajes amorales porque satisfacían sus necesidades. Al principio de la nueva relación de su madre, se percibía un rechazo de Lazarillo hacia el negro; ese rechazo reflejaba la ideología de la sociedad española, pero como nos comenta Lazarillo en la siguiente cita, “mas de que vi que con su venida mejoraba el comer, fuile queriendo bien, porque siempre traía pan, pedazos de carne y en el invierno leños, a que nos calentábamos”

(Rico 11); por beneficio propio la sociedad es capaz de justificar lo amoral. Lazarillo aprende, al ver las acciones amorales de su madre al aceptar un morisco negro en casa, que se pueden hacer a un lado los valores con tal de satisfacer sus necesidades. Guillén afirma que

“el conocimiento del pícaro es precoz y empieza sin tener un desarrollo personal ni moral y a su vez la familia no ha satisfecho su función fundamental” (79). Este desarrollo se aplica a las jerarquías sociales arcaicas, como lo establece Karl Kerényi, citado por Blackburn:

Las jerarquías sociales arcaicas son extremadamente estrictas. Ser arcaico no significa ser caótico. Al contrario: nada demuestra el significado de un orden social controlador más impresionantemente que el reconocimiento religioso, lo

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cual evade este orden, en un personaje que es gobernado por deseo y hambre, siempre chocando con el dolor y el hambre. (Blackburn 13)

El orden social establecido en España era el mismo que estaba siendo impuesto en las colonias. El desorden o el caos que existe de vez en cuando en la vida de cualquier ser humano es reflejado por el pícaro dada la jerarquía social impuesta.

Al adentrarnos a la progenie de los protagonistas de las dos novelas picarescas mexicanas que analizaré veremos una similitud con el origen de Lazarillo. Félix Vargas, el pícaro de El canillitas de Artemio de Valle-Arizpe, proviene de un padre llamado Serapio el

Mochilón, “ladrón corriente y moliente, además albañil, claro está que más ladrón que albañil” (Valle-Arizpe 11). El padre de Félix pertenecía a la clase más baja y las normas sociales de la época establecían que los hijos se mantenían en el mismo estrato social que los padres. La madre se llamaba María la Brincos, “hembra de líos, emberrenchinada y siempre con un vigor nuevo, por eso nadie la aguantaba… Era la Brincos peor que las tres de la tarde en Acapulco, que es la hora más caliente en esa ciudad costera” (Valle-Arizpe 17). Jorge

Ibargüengoitia, citando a un afamado antropólogo, dice que el único defecto de los hijos de mexicanos es que son igualitos a sus padres (232).

Tlacotzín, el pícaro de Ángeles del abismo de Enrique Serna, pertenecía al nivel más bajo de la jerarquía colonial. El linaje deshonroso de Tlacotzín contenía la señal más deshonrosa que cualquiera podía tener en la Nueva España, sangre indígena. En el caso de

Tlacotzín, al igual que en el de Lazarillo, existe un desconcierto familiar en cuanto a la religión, que era uno de los pilares de la estructura social en las colonias. El padre de

Tlacotzín adoraba a los dioses ancestrales mientras que su madre, aun siendo indígena, era una conversa católica que recibía en casa muy a menudo al fraile de su comunidad. La inquietud y el trastorno que sentía Tlacotzín durante las discusiones de sus padres reflejaban

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lo que se vivía en el México colonial como indica la cita siguiente, “angustiado por la

aspereza del altercado, Tlacotzín hubiera querido esconder la cabeza en la tierra… una vez

más la religión enfrentaba a sus padres y él quedaba en el centro de la pelea, con el corazón

partido por la mitad” (Serna 32). Tlacotzín tenía, aparte de su bajo lugar en la jerarquía

social, un caos religioso propiciado por un dogma impuesto por los colonizadores, caos que

logra que Tlacotzín se separe de sus padres y, así, mantenerlo, al igual que al pueblo, abajo

en la estructura social. Tlacotzín, al igual que Lazarillo, sirve a un miembro del clero que

aparte de ser codicioso y ruin, tiene tendencias homosexuales1.

Crisanta, la pícara de Ángeles del abismo, comparte con Félix Vargas un linaje

híbrido, es hija de un criollo y una madre mestiza. El padre de Crisanta era un tramoyero

borracho que nunca tenía trabajo y su mujer, la madre de Crisanta, era una actriz de teatro

que lo abandona por un actor (Serna 16). Podemos contemplar el físico de Crisanta con la

siguiente cita, “le gustaba el contraste del cabello claro con su piel apiñonada y no entendía

por qué las madres de sus amigas se afanaban tanto en protegerlas del sol… ¿qué tenía de malo el color moreno, si era tan lindo?” (Serna 15). En la descripción que nos brinda Serna,

Crisanta, al igual que Félix Vargas, representa el contraste o la hibridación del Viejo Mundo,

el cabello claro, y el Nuevo Mundo, su piel trigueña.

A pesar de esas características físicas, Crisanta vive un desorden familiar, también

reflejado en el linaje de Lazarillo y Tlacotzín. Tal desorden lleva a los pícaros a actuar ante la

adversidad empleando la astucia; ellos, a su vez, sirven como conductores denunciantes de la

sociedad novohispana. Esta condición social hace al pícaro un hijo de puta, en un entorno

1 En el caso de Lazarillo sigue siendo una hipótesis que aún se puede discutir.

12 donde el matrimonio es una institución desechable bajo la práctica de adulterios, abandonos, fraudes y engaños, sobre todo si la mujer es la culpable.

En la segunda parte de la novela picaresca se delata la educación o la formación del pícaro. Lazarillo aprende muchas cosas de la vida sirviéndole al ciego. Peter Dunn afirma que “la conexión con desarrolla el prototipo de vida que seguirá Lazarillo toda su vida” (22). Lazarillo despierta de su inocencia infantil y como representante del pueblo español necesita un duro golpe para saber exactamente dónde se ubica en la jerarquía social y hacer todo lo posible para sobrevivir:

Y como sintió que tenía la cabeza par de la piedra, afirmó recio la mano y diome una gran calabazada en el diablo del toro, que más de tres días me duró el dolor de la cornada, y díjome: necio, aprende, que el mozo del ciego un punto ha de saber más que el diablo… parecióme que en aquel instante desperté de la simpleza en que, como niño dormido, estaba. Dije entre mí: verdad dice éste, que me cumple avivar el ojo y avisar, pues solo soy, y pensar en cómo me sepa valer. (Rico 13)

Analizando bien la cita se puede deducir que Lazarillo, el mozo, representa a la sociedad española en general; el ciego a los seguidores de las leyes y el diablo al productor de las leyes. La sociedad, para poder sobrevivir debe saber cómo evitar ser obstruidas por dichas leyes. El ciego, como maestro de Lazarillo, le ayuda a vivir bajo las leyes que él mismo conoce, “comenzamos nuestro camino, y en muy pocos días me mostró jerigonza. Y como me viese de buen ingenio, holgábase mucho y decía: yo oro ni plata no te lo puedo dar; mas avisos para vivir muchos te mostraré” (Rico 14). Lazarillo con hambre física e intelectual mostró mucho entusiasmo en el tiempo que duró con el ciego, aprendiendo todo lo pudo, “y fue ansí, después de Dios, éste me dio la vida, y, siendo ciego, me alumbró y adestró en la carrera de vivir” (Rico 14). Al final del Tratado I, Lazarillo se venga del ciego y se puede deducir que el aprendiz supera al maestro. Lazarillo ya sabe lo que tiene que hacer para sobrevivir en una sociedad hipócrita, la cual se burla de él.

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Félix Vargas, el protagonista de El canillitas, también logra obtener una educación al

morir su madre doña María la Brincos. Félix tuvo la mala suerte de pasar a manos de una prostituta:

Recogió a Felisillos, por pura lástima, una prostibularia de ésas, no exenta de caridad, que entendía por la Grititos, porque los daba muy melindrosos y finos entremezclados con ardientes suspiros y lamentos cuando ejercía su noble oficio, y éstos eran tales que si hubieran llegado a poner un huevo enfrente de la boca, lo habría cocido en el acto… aprendió el muchacho lindas, excelentes cosas que sirvieron en su bachillerato de pícaro y luego en su doctorado. Lo industriaron desde niño en virtudes de grande. (Valle-Arizpe 24)

Al igual que Lazarillo, Félix es instruido por una persona indeseable ante la sociedad.

La crítica que hace Félix hacia el Santo Oficio hace notar la hipocresía que había hacia la

herejía y la prostitución; hasta los señores del Santo Oficio “comprendían su indiscutible

valía de esos serviciales a varones” (Valle-Arizpe 24). Según Blackburn, la erudición del pícaro es una enseñanza basada en falsedades porque “existe un contrapunto irónico en la aparente iluminación del pícaro por alguien que le es negada la luz” (38). Esta cita explica la realidad de los maestros de los pícaros; no son capaces de instruir al pícaro porque ellos también se encuentran fuera del círculo social, de la iluminación. Durante la educación del pícaro se trasmite un mensaje anticlerical; el ciego de Lazarillo da sermones que él no seguía;

Félix le encendía velas a una estampa de San Blas y San Roque para asegurar “los parroquianos de buena paga” (Valle-Arizpe 24). Según Blackburn, “la parodia hacia la religión deforma la percepción que tiene el pícaro hacia ella” (38). Analizando la cita, se concluye que la religión es sólo un vehículo para adquirir cosas materiales y a su vez ejemplifica el deseo espiritual que tienen los personajes de las novelas picarescas; de hecho, dice Alexander Blackburn, “el hambre en realidad no sólo es física sino que es una metáfora de la vida espiritual” (40).

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Crisanta, posee una educación diferente a la de Félix; el padre de Crisanta siempre le recuerda que su madre es una puta porque los abandonó y él es quien le otorga su educación.

Pero la educación de Crisanta se culmina cuando el padre la viola al confundirla con Dorotea, su madre:

– ¡Has vuelto, puta! ¿Cómo te atreves a profanar este hogar? Crisanta intentó decir, – soy yo, papá – pero su padre la calló con un mandoble. Al verla sangrar del labio superior, la alquimia de las pasiones transformó su cólera en lubricidad, y con la urgencia de un apetito largamente aplazado le planteó un beso en la boca. Paralizada por la brutal embestida, por los dientes que le mordían la lengua y, sobre todo, por la sorpresa de envejecer diez años en un parpadeo. (Serna 27)

Al igual que Lazarillo y Félix, Crisanta madura de la noche a la mañana por los hechos que vive. La religión también juega un papel erróneo con Crisanta porque el padre Justiniano, el confesor de su padre, le aconseja a Onésimo que no le pida perdón a su hija porque puede pecar en pensamiento. Esta idea va en contra de las enseñanzas religiosas porque, según la doctrina católica, se debe pedir perdón cuando hacemos algún mal.

Tlacotzín adquiere una educación que se asimila a la de Lazarillo porque él se instruye por medio de fray Gil de Balmaceda, un franciscano descalzo que mostraba una verdadera devoción religiosa; él es quien convierte a la madre del pícaro al catolicismo.

Tlacotzín continúa su educación con fray Juan de Cárcamo y Mendieta, un franciscano que calzaba gruesos zapatos de cuero con hebilla de plata y mostraba una avaricia inhumana. Esa misma paradoja es lo que tiene a Tlacotzín en constante crisis espiritual. Fray Gil, “sostenía que para inculcar la fe y la humildad a los naturales era preciso renunciar a las sedas y al brillo de los metales preciosos, pues sólo la pobreza debía resplandecer en la casa del Señor”

(Serna 105); mientras que Fray Juan, “creía necesario revestir los objetos del culto con oros y pedrerías para que los indios quedasen suspensos ante la grandeza de Dios” (Serna 105).

Estas perspectivas diferentes es lo que tiene a los personajes picarescos en constante caos;

15 tratan de seguir el buen camino pero ven que las cabecillas jerárquicas, en este caso el clero, utilizan métodos antirreligiosos para obtener su objetivo.

En la tercera parte de la novela picaresca se desarrolla la madurez del pícaro, dentro la cual el protagonista exhibe su comportamiento tal y como ha observado durante su transcurso en el laberinto social y de ahí empieza a escalar socialmente poco a poco en su medro. Lazarillo, después de servirle al fraile se va a Toledo y empieza a servirle a un buldero, “los bulderos eran clérigos que predicaban las bulas de la Cruzada y recaudaban su producto” (Rico 67). Lazarillo ve cómo se mofaba el buldero de la gente y esta vez es

Lazarillo quien lo deja:

Cuando él hizo el ensayo, confieso mi pecado, que también fui dello espantado y creí que ansí era, como otros muchos; mas con ver después la risa y burla que mi amo y el alguacil llevaban y hacían del negocio, conoscí cómo había sido industriado por el industrioso y inventivo de mi amo. –¡Cuántas déstas deben hacer estos burladores entre la gente inocente! – (Rico 73-74)

Alexander Blackburn afirma que en esta etapa el pícaro está completamente formado porque

“suele reaccionar negativamente a acontecimientos” (45). El pícaro empieza a independizarse; como en el caso de Lazarillo, después de dejar al buldero, le sirve a un capellán y lo deja después de servirle cuatro años y se vio “en hábito de hombre de bien”

(Rico 76).

Félix Vargas, el pícaro de El canillitas, al salir de la iglesia por su propia cuenta volvió por el camino picaresco pero con un currículum más extenso. Al igual que Lazarillo,

Félix empieza a independizarse al rechazar por completo la respuesta que le da la fregona al viandante en el mesón:

Uno de los viandantes pidió jamón, y le contestó una fregona que no lo había ya por la casa, porque era cuaresma y nadie deseaba comerla a esas alturas para no perjudicar su alma con un pecado, pero Félix de ojo avisor siempre, había visto un suculento pedazo, rojo y mantecoso, colgado de una estaca clavada debajo de un

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vasar, y para que otra vez que lo pidieran los caminantes no mintiesen las criadas, negándolo, pues sabía que la mentira era grave y fea cosa, lo robó, aprovechándose del fácil descuido de la guisandera, y ya así, si otra ocasión aseguraban las maritornes que no lo había en el establecimiento, no dirían sino la pura verdad de Dios. (Valle-Arizpe 63)

Analizando el fragmento de El canillitas vemos la sutileza que tiene Félix al defender su robo echando de cabeza las mentiras de las mesoneras. El pícaro suele justificar sus fechorías señalando al prójimo, en este caso, Félix se asegura de que ya no mentirán porque en realidad ya no hay jamón.

Crisanta, la pícara de Ángeles del abismo, cae en el mismo oficio del buldero, burlándose no sólo de los fieles religiosos sino de la aristocracia de la Ciudad de México. La pícara, al desarrollarse por completo, obtiene aún más autonomía que el pícaro, dice Anne

Kaler:

Lazarillo es afectado más por la sociedad de lo que él la afecta; la pícara adapta el resplandor de su autonomía para sobrevivir en la sociedad. Ella controla su destino. Los pícaros pueden servir a amos pero la pícara jamás es una amante nunca lo es, al menos que la beneficie económicamente. El cristianismo encontraba la sexualidad de la mujer un arma muy poderosa para la sociedad. (Kaler 21)

Crisanta logra adaptarse a la sociedad que la rodea, especialmente cuando entra a la casa de los marqueses. Don Manuel se encuentra con un gran dolor en la espalda porque padece de infección renal; doña Pura, su esposa, va en busca de Crisanta que llevaba un tiempo haciéndose pasar por beata. Este disfraz le permite hacerse invisible ante los ojos de la sociedad. Según Kaler, “la pícara, como un camaleón, cambia su exterior para engañar al público… en las sociedades donde la religión entabla una gran importancia es donde surge tener más efecto” (161). Crisanta toma el rol de dos entidades importantes:el de la religión y la sociedad. La religión guía a la sociedad, que es ciega en su fe y necesita ser iluminada por representantes de Dios.

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Tlacotzín, el pícaro de Ángeles del abismo, madura bajo el mando de fray Juan de

Cárcamo y Mendieta al percatarse de los robos que el fraile cometía contra los indios.

Tlacotzín, al igual que los demás pícaros, ve la paradoja que existe en la iglesia y eso hace

que se individualice en vez de seguir a la mano de Dios:

Por tratarse de reunir fondos para una obra pía, al principio no vio nada censurable en el hecho de que el prior Juan abriera una carnicería en un anexo del claustro, para vender en ella los chivos, los cerdos, las gallinas y los guajolotes depositados por los indios en el altar de la iglesia… empezó a sospechar que algo andaba torcido cuando Cárcamo, distrayendo los materiales comprados para erigir la torre, empleó a la cuadrilla de indios que trabajaban en la obra para ampliar un ala del convento, casualmente la que albergaba su despacho y su celda. (Serna 105)

Lo interesante de la avaricia de fray Juan es que Tlacotzín es beneficiando también

porque le es concedida una habitación para él solo, un lujo que jamás se hubiese imaginado.

Su madurez y benevolencia se demuestre en la siguiente cita, “pero no podía felicitarse por

su buena estrella, sabiendo que debía ese privilegio al sufrimiento de los albañiles forzados a

trabajar sin jornal para cumplir un deber religioso” (Serna 106). El pícaro demuestra a través

de sus experiencias que la realidad se encuentra a través de la religión. En el caso de los pícaros que estamos analizando, todos están involucrados de alguna manera en un ambiente eclesiástico, del cual ellos se burlan, se benefician o abandonan.

En este primer capítulo hicimos hincapié en lo que es una novela picaresca y en los componentes narrativos de los cuales se forja. La novela picaresca es una autobiografía de seres que se encuentran en el rango más bajo de la jerarquía social, ya sea por clase o raza.

Charlotte Morgan, citada por Anne Kaler, dice:

Los historiadores trazan el origen de la novela picaresca a la desintegración del código caballeresco. La acusan de ser la última etapa de la caballería, un caballero sobrante que pavoneaba a través del horizonte en la luz desahuciada del feudalismo. La novela picaresca es un retroceso literario en contra de la

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inoperancia de los ideales caballerescos de honor decadentes en España. (Kaler 12-13)

Anne Kaler dice que no hay mucha diferencia entre el pícaro y la pícara, “ambos

buscan una identidad propia, pero sólo la pícara participa en su búsqueda de supervivencia.

Ella posee la fuerza varonil de la aventura pero le falta la masculinidad; en cambio, puede ser

la Caos femenina pero no tiene el aspecto maternal” (136). Al ponerle atención a los nombres

de nuestros pícaros vemos una relación burlesca al respecto: Lazarillo, el hombre que

resucitó Jesús o el mendigo leproso; Félix, que en latín significa feliz o afortunado; Crisanta,

una conjunción de los nombres Cristo y Santa, y Tlacotzín, referente al consejero de

Cuauhtémoc y Moctezuma, quien fue bautizado Juan Velázquez Tlacotzín y fue nombrado

sucesor de Cuauhtémoc, pero más bien fue el títere de Hernán Cortés. A través de los pícaros

se demuestra al lector cómo sobreviven los personajes, según Kaler, “por medio de la

hipocresía, el falso orgullo, la depravación humana y al final terminan en una posición estable pero cuestionable” (14).

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CAPÍTULO 3

EL ESPACIO URBANO DEL PÍCARO

Las novelas picarescas permiten observar la estructura impuesta por un orden simbólico a la mayoría de la población, como es el caso de la construcción de la ciudad

virreinal. La pobreza e hidalguía, como afirma José Luis Romero en Latinoamérica: las

ciudades y las ideas, “eran parte del mundo efervescente y en el que la pobreza parecía

patrimonio de las clases sometidas, engendrando un tipo particularmente dramático de picaresca” (78). La sociedad urbana es estructurada de una manera arbitraria porque sólo

favorecía a la burguesía y permitía que el pícaro se desarrollara de tal manera que se puede

llegar a percibir multifacético: héroe y antihéroe. El pícaro por medrar forcejea contra el

orden social al tener que satisfacer sus necesidades y, a la vez, actúa como antihéroe por

tener que utilizar métodos antisociales y amorales para satisfacerlas; esos actos antiheroicos

sirven de reflejo de la misma sociedad que lo rechaza. Lukács en su Teoría de la novela nos

permite ver que el pícaro, al igual que la sociedad, también puede caer en la tentación de

entrar al mundo antiheroico. Las circunstancias en las que se encuentra el pícaro lo empujan

a que actúe de una forma bellaca, “el héroe de la novela es el producto de un extrañamiento del mundo externo” (66). Ese extrañamiento es causado por la estructura impuesta por el

orden social elaborado desde España hacia las ciudades novohispanas y cuyos orígenes

comenzaron como un experimento; afirma Ángel Rama en La ciudad letrada:

Desde la remodelación de Tenochtitlán, luego de su destrucción por Hernán Cortés en 1521, hasta la inauguración en 1960 del más fabuloso sueño de urbe de que han sido capaces los americanos… la ciudad latinoamericana ha venido siendo básicamente un parto de la inteligencia, pues quedó inscripta en un ciclo de

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la cultura universal en que la ciudad pasó a ser el sueño de un orden y encontró en las tierras del Nuevo Continente, el único sitio propicio para encarnar. (Rama 17)

El propósito de encarnar este orden en tierras nuevas fue establecer aún más poder en tierras vírgenes, cuyos nativos ya habían desarrollado una estructura jerárquica, la cual se asemejaba a la estructura peninsular conocida por los conquistadores; la jerarquía a su vez, facilitaba establecer esta estructura urbana nueva. Esta estructura nueva no podía ser efectuada en

España a causa de “la totalidad de poder que ejercía una corte, a partir de la cual se disciplinaba jerárquicamente la sociedad” (Rama 17). La lejanía del Nuevo Mundo del mando de las cortes imperiales hizo que los conquistadores se apartaran de la estructura de la ciudad europea e inventaran una metrópolis que favorecía aún más su sostenimiento del poder. Rama afirma:

La palabra clave de todo este sistema es la palabra orden, ambigua en español como un Dios Jano (el/la), activamente desarrollada por las tres mayores estructuras institucionalizadas (la Iglesia, el Ejército, la Administración) y de obligado manejo en cualquiera de los sistemas clasificatorios (historia natural, arquitectura, geometría) de conformidad con las definiciones recibidas del término: “Colocación de las cosas en el lugar que les corresponde. Concierto, buena disposición de las cosas entre sí. Regla o modo que se observa para hacer las cosas. (Rama 19)

El espacio urbano donde se desarrolla el pícaro refleja las necesidades que se viven en ese sector de la ciudad; como afirma Margarita Luhrs, “el territorio reflejaba la identidad del individuo o del grupo; pero encierra muchos otros sentidos… el territorio que se vive, percibe, apropia y construye evoca muchos aspectos de la relación social” (38). La estructura social impuesta por la burguesía, la clase que estaba emergiendo como la clase media hace que el pícaro pueda vagar entre comportamientos binarios. El espacio que más reflejaba la estructura jerárquica era la plaza central. La plaza jugaba un rol muy importante en la ciudad novohispana porque tenía doble función; como explica Setha Low:

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Las interpretaciones estéticas y macropolíticas no abastecen la importancia de la plaza; aunque su ubicación promovía el movimiento urbano, intercambios económicos y conversaciones informales, se excluían las perspectivas indígenas y el pasado étnico de la colonia. Se difundían ideologías eurocéntricas, las cuales forjaban el modo de gobierno, expresión social y, aún más importante, la identidad cultural. (Low 32-33)

Lo ideal era mantener un espacio céntrico donde se podía controlar el discurso favorable a la burguesía y cesar la difusión de ideas anticoloniales, haciendo tribunales públicos donde los delincuentes y herejes podían ser castigados delante de espectadores. Ángel Rama en La ciudad letrada señala que “la misma experiencia colonizadora iba imponiendo su racionalización y sistematización, respondiendo ya no a modelos reales, conocidos y vividos, sino a modelos ideales concebidos por la inteligencia; de su concepción organizativa sistemática” (11).

En cuanto a la construcción del espacio urbano es necesario exponer que los conquistadores no siguieron el pensamiento renacentista, como argumenta Ángel Rama:

El modelo frecuente que se empleaba durante la época renacentista se derivó de la lección de Vitruvio, según la exponen las obras de León Battista Alberti, Jacopo Barozzi Vignola, Antonio Arvelino Filareta, Andrea Pallacio, etc., fue circular y aún más revelador del orden jerárquico que lo inspiraba, pues situaba al poder en el punto central y distribuía a su alrededor, en sucesivos círculos concéntricos, los diversos estratos sociales. Obedecía a los mismos principios reguladores del damero: unidad, planificación y orden riguroso, que traducían una jerarquía social. (Rama 21)

La forma en que los conquistadores lograron construir el espacio urbano del Nuevo Mundo consiguió cerrarle el paso al medro de la sociedad indigente. Es importante añadir que la construcción de Tenochtitlán y otras ciudades coloniales fue en forma damero y los conquistadores simplemente aprovecharon aún más la marginalización que existía en el

Nuevo Mundo a su llegada. La marginalización existente en la sociedad azteca maravilló a

Bernal Díaz del Castillo al entrar a la ciudad de Ixtapalapa porque pudo comparar la

22 estructura citadina con las ciudades mágicas de la novela de caballerías Amadís de Gaula. El espacio urbano constituye una construcción de intelecto superior al resto de la población indigente; como afirma José Luis Romero:

Partícipes de la construcción del espacio urbano novohispano fueron los intelectuales que se formaron en muchas ciudades con mayor o menor brillo. Ciertamente, muchos de sus miembros pertenecieron al clero. Aficionados a las letras o inclinados al estudio, clérigos y laicos reivindicaban la mejor tradición de la aristocracia intelectual. Pero la sola posesión de una sólida cultura revelada en obras o en la enseñanza prestaba un testimonio de superioridad que confirmaba la superioridad jerárquica. (Romero 77)

El espacio urbano donde se desarrollan los protagonistas de las dos novelas que analizamos, Ángeles del abismo y El canillitas, es la Ciudad de México, la antigua capital de los aztecas. Los españoles mantuvieron la planificación antigua de la ciudad porque se asemejaba al patrón centralista europeo, “fue trazada como un cuadrilátero, se consagró el lugar del templo cristiano aproximadamente en el mismo sitio donde había estado el santuario indígena” (Romero 52). El levantamiento de la catedral sobre el santuario indígena fue uno de los primeros actos que hicieron los conquistadores siguiendo las órdenes del rey y de la iglesia. Ángel Rama enfatiza:

Pero aún más importante es el principio postulado en las palabras del Rey: con anterioridad a toda realización, se debe pensar la ciudad, lo que permitiría evitar las irrupciones circunstanciales ajenas a las normas establecidas, entorpeciéndolas o destruyéndolas. El orden debe quedar estatuido antes de que la ciudad exista, para así impedir todo futuro desorden, lo que alude a la peculiar virtud de los signos de permanecer inalterables en el tiempo y seguir rigiendo la cambiante vida de las cosas dentro de rígidos encuadres. Es así que se fijaron las operaciones fundadoras que se fueron repitiendo a través de una extensa geografía y un extenso tiempo. (Rama 21)

Ese orden se pudo establecer a causa no sólo de la conquista terrestre sino también de la conquista celeste. La imposición drástica de la religión conquistadora repercutió en el rápido dominio de los nativos.

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Tenochtitlán, después conocida como la Ciudad de México, resultó ser una estructura integralmente diseñada por los aztecas para mantener la estructura jerárquica donde se mantenían al margen las clases bajas. Rama en La ciudad letrada afirma que “las tierras vírgenes de un enorme continente, cuyos valores propios fueron ignorados con antropológica ceguera… tal comportamiento permitía negar ingentes culturas, aunque ellas habrían de pervivir e infiltrarse de solapadas maneras en la cultura impuesta” (11). En otro fragmento de

La ciudad letrada, Rama cita las instrucciones que el rey le da a Pedrarias Dávila en 1513 para la conquista de Tierra Firme: “habréis de repartir los solares del lugar para hacer las cosas, y estos han de ser repartidos según las calidades de las personas y sean de comienzo dados por orden… porque en los lugares que de nuevo se hacen dando la orden en el comienzo sin ningún trabajo ni costa quedan ordenados y los otros jamás se ordenan (Rama

12).

El rey dictaminaba la repartición de solares de acuerdo al orden o clase social. Al establecer las jerarquías sociales es necesario centralizar a las personas que están en el poder primero, para después imponer con firmeza la marginación de individuos. Una vez ordenada la estructura social, la clase mercantil que está adquiriendo riqueza económica a la que provoca un desorden social para mantener a las otras clases fuera del poder bajo su dominio.

Este desorden, ya sea a través de vivienda, comida o religión, logra que los pícaros, representantes del pueblo marginado, se preocupen por satisfacer sus necesidades y no tengan tiempo para desestabilizar el orden jerárquico impuesto por la burguesía. Romero afirma que “sólo las clases altas sabían cuál era su sitio y, en consecuencia, cuáles eran las normas que regían” (139).

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La construcción de la ciudad novohispana y su funcionamiento permitían que el pícaro deambulara por sus calles sin temor a ser visto y lograra desarrollarse en las afueras de la ciudad, como un depredador cuando ve su presa. En el centro de la ciudad viven los que dictaminan el orden social y a la vez marginan a las clases subordinadas, excluyéndolos de ese círculo de poder. Esta marginación hace que se empiecen a crear suburbios: “la clase alta ocupaba el centro de la ciudad mientras que los meandros de mala vida se ocultaban en las afueras del centro tal y como las casas de juego, los lupanares, y las tabernas… el suburbio cumplía un papel de etapa y la población que resultaba de esa amalgama se caracterizaba por su inestabilidad y por su marginalidad, lindante a veces con la mala vida” (Romero 146).

La burguesía, con el decreto del rey, establece los lugares donde pueden vivir las clases subyugadas. El apoyo que recibía la clase mercantil ascendiente novohispana de parte del reino español prevalecía sobre todas las cosas; también había decretos que se inventaban los burgueses aprovechándose del analfabetismo que existía en los barrios populares. Los conquistadores no eran tan educados como los miembros del clero pero, al ser instruidos por ellos, lograron difundir su control porque pertenecían al círculo de poder: “los siglos de la

Colonia muestran reiteradamente la sorprendente magnitud del grupo letrado que en su mayoría constituye la frondosa burocracia instalada en las ciudades a cargo de las tareas de transmisión religiosa y monárquica entre la metrópoli y las sociedades coloniales, por lo tanto girando en lo alto la pirámide en torno a la delegación del Rey” (Rama 27).).

Los pícaros de las novelas que analizamos, El canillitas y Ángeles del abismo, habitaban fuera del centro de la ciudad. Félix, el pícaro de El canillitas, crece dentro de una casa que reflejaba la verdadera sociedad en la que vivían los miembros de las clases bajas,

“entre pestilentes inmundicias y constantes bofetones y punteras pasó Félix sus primeros

25 años… andaba siempre por los rincones de su casa-pocilga como un animalillo temeroso”

(Valle-Arizpe 23). La referencia escatológica sirve para reflejar no sólo el lugar de desarrollo de Félix sino el que todos los miembros de esa clase tenían que vagar entre excremento para lograr obtener algún tipo de beneficio. La casa-pocilga ilustra la ciudad y los rincones, refleja los lugares de la ciudad donde caminaban los miembros de la clase social subordinada, temerosos de los constantes insultos y desaires que les aplicaba la jerarquía social. José Luis

Romero afirma que:

Consustanciados con la vida de la ciudad, factores decisivos en ella, estos sectores populares de variada extracción y con diferentes expectativas se amasaron a lo largo del tiempo en un conjunto que iba cobrando diversos grados de homogeneidad. Fueron el “populacho”, según la designación despectiva de la “gente decente”, y aun había que agregar el grupo de los vagos y mendigos, blancos o pardos, cuya cofradía mejicana describe tan bien Fernández de Lizardi en el Periquillo Sarniento. (Romero 132)

Félix en su estatus social siempre estaba rodeado de personajes cuestionables que caracterizaban a la “gente decente” que menciona Romero en Latinoamérica: las ciudades y las ideas en la cita anterior; pero lo interesante es que el pícaro es quien divulga las fechorías que hacían sus amos mientras él los servía, una especia de disculpa porque lo hace porque los demás también lo hacen. En el próximo capítulo veremos cómo el pícaro, en el transcurso de hibridación, divulga las inmoralidades de la sociedad y a su vez se libra de toda culpa.

Crisanta, la pícara de Ángeles del abismo, habita dentro de la ciudad, al igual que

Félix, pero afuera del área privilegiada, al salir de casa hacia la escuela la descripción de sus alrededores constituye su lugar en la jerarquía social: “caminó por el borde de la acera sorteando a brinquitos los grandes charcos donde nadaban mangos podridos, ratas muertas y bostas de vaca… se cruzaba con verduleras, aguadores, vagabundos y criadas de familias

26 ricas” (Serna 19). Lo más que podía ella acercarse a las familias ricas era al tratar con las criadas que tenían familia en esos rumbos de la ciudad.

El espacio urbano de Crisanta no la dejaba aproximarse a los blancos, ya que ella era considerada mestiza, pero al momento que empezó a mostrar arrobos, logra que los miembros que ejercían el poder se acerquen a ella. El hecho de que los que imponen la jerarquía social se acercaran a Crisanta afirma lo que dice Anne Kaler: “la pícara que se hace pasar de santa lo hace por dos razones: le sirve para enmascarar el rechazo social hacia ella y para prevenir las necesidades que suelen ocurrir en la vida de los pícaros… pero también lo hace para provocar la lujuria de sus clientes” (171). Crisanta utiliza sus atributos de mujer para socavar la jerarquía social y mantener hipnotizados a los fundadores del espacio urbano en el cual habitaba, en este caso al marqués de Selva Nevada:

Crisanta se acostó boca abajo y cuando se puso de pie tenía el sayal subido hasta el muslo y advirtió un destello libertino en las pupilas de don Manuel. Viejo pícaro, con un pie en el estribo y todavía se aferraba a los placeres del mundo. Había visto la misma chispa salaz en los ojos de los hombres que contemplaban sus luchas con el demonio, y como daba por segura la muerte del carcamal, decidió concederle una postrer alegría. Tomó su mano desfalleciente y se la llevó al pecho, permitiéndole palpar a sus anchas la circunferencia del seno. (Serna 235)

La pícara al utilizar sus atributos logra fascinar al marqués de Selva Nevada y apoya lo que dice Anne Kaler: “la pícara logra sobrevivir al personificar a una beata y también la agilidad de Crisanta dentro del espacio urbano se debe a su camuflaje verbal que utiliza con versos religiosos, los cuales logran esconder sus engaños” (141). Crisanta logra engañar a las familias adineradas entrando a su círculo de la misma manera que la iglesia lo había hecho, sólo que ella tenía un arma aún más poderosa, sus atributos femeninos.

Tlacotzín vivía en las faldas del cerro, fuera de la abundancia y riqueza de la ciudad lo cual reflejaba la escasez y pobreza de las castas bajas a las que pertenecían los indígenas

27 de la Ciudad de México novohispana. La constante lucha entre la cultura indígena y española se refleja en la estructura del espacio urbano y la diferencia que hay entre el estar dentro del laberinto o fuera:

Tlacotzín siguió a su padre por la vereda angosta y resbaladiza que serpenteaba hacia la cañada. Bajo la tilma de algodón tenía los brazos ateridos de frío, pero no se los frotaba por temor a despertar la cólera de Axotécatl, que lo reprendía con severidad a la menor señal de flaqueza. Era un padre adusto, con un rostro pedernal donde nunca se reflejaban las emociones. Parco en el hablar, prefería comunicarse con señas y gestos, como si la palabra fuera un despreciable adorno mujeril. A lo lejos, el olor de los frijoles con epazote que venía del jacal les despertó el apetito, saliendo de la choza con un fraile franciscano que a últimas fechas merodeaba mucho por esos rumbos. (Serna 28)

El pícaro de Ángeles del abismo, Tlacotzín se encuentra en una constante lucha, reflejando tanto el hambre que vive su pueblo como el disgusto que les provoca el roce con los evangelizadores de la religión católica. Esa lucha lo atosiga y lo mantiene distraído de la subyugación en la cual se encuentra, tratando de proteger su estilo de vida. Su madre lo convence de que sirva al fraile y su aceptación del orden jerárquico hace que su padre lo vea como un traidor a sus raíces y costumbres.

Tlacotzín, al servir a fray Cárcamo se percata de todas las inmundicias de la ciudad desde el punto de vista eclesiástico. Tlacotzín se encuentra en una de las cabezas del minotauro que veremos en el próximo capítulo. El espacio donde se encuentra Tlacotzín está lleno de hipocresía y avaricia, los cuales pisotean al pícaro al no dejarle mejorar su estilo de vida, y mantenerlo como sirviente. El indio, representante de la casta más baja, está constantemente siendo atormentado sin poder hablar en su lengua, sin representar su cultura y está en una constante disputa interna para entender la fe católica y la estructura jerárquica impuesta por los clérigos. Esa disputa interna que tiene el pícaro refleja la misma disputa que sucede clandestinamente dentro del espacio urbano establecido por la jerarquía.

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CAPÍTULO 4

LA HIBRIDACIÓN DEL PÍCARO EN EL LABERINTO

La ciudad novohispana se manifestaba como un laberinto para los pícaros porque

tenían que medrar en él para poder alcanzar las migajas que dejaba obtener el minotauro: los arquitectos de la edificación social que viven en el centro de la ciudad. Este minotauro de la

ciudad novohispana tenía varias cabezas. La burguesía centralizaba todos los bienes y

limitaba y controlaba el flujo de estos. Así se mantenía el orden social necesario para

conservar el poder. Setha Low, citando a Dora Crouch, Daniel Garr y Axel Mundingo, afirma

que “la plaza central consistía en la catedral, los edificios administrativos, el arsenal y

después las residencias de la burguesía… al igual representaba la doble jerarquía del estado y

la iglesia, lo cual representaba los vehículos propagandistas, simbolizando y encarnando la

civilización” (84)2. Las cuatro entidades que menciona Low pertenecen a las cuatro cabezas del minotauro, haciendo más difícil derrotarlo porque se tenían que matar las cabezas, una

por una, para lograr desestabilizar el orden social. Fernando Henrique Cardoso, citado por

Alan Gilbert en The Latin American City, dice:

La ciudad que fue establecida en las Américas por el imperio ibérico fue una ciudad de oficiales más que una ciudad de mercaderes… ni el mercado ni los consejos locales tenían la autoridad de oponerse a las cortes reales, las regulaciones coloniales, ni a los intereses de la Corona o resistir la explotación colonial que llevó a la realeza ibérica y la burguesía a ejercer el rígido molde del mercantilismo capitalista. (Gilbert 23)3

2 Las traducciones de las citas de Setha Low son mías. 3 Las traducciones de las citas de Alan Gilbert son mías.

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La Ciudad de México, a pesar de haber sido destruida por Hernán Cortés, logró ser reconstruida por sus destructores. La ciudad azteca ya poseía los planos de urbanización europea en cuanto a la marginalización social. Michael Smith, citado por Setha Low, presenta el hecho de que la ciudad de Tenochtitlan no seguía el patrón azteca en cuanto a su planificación urbana:

Los caciques de Tenochtitlan no siguieron los patrones normales en cuanto a su construcción, sellaron los templos y santuarios en una ciudad dentro de la misma ciudad y construyeron los palacios cerca de ese centro… así limitando el acceso público al lugar sagrado. Deduzco que la ciudad fue construida según los principios políticos, religiosos y pragmáticos. (Low 113)

La religión y el orden jerárquico azteca hicieron que la ciudad de Tenochtitlan fuera una ciudad laberíntica. Al llegar los conquistadores, vieron cómo la ciudad dificultaba el acceso al círculo de poder para los habitantes. La planificación urbana facilitó la conquista de

Tenochtitlan al centrarse el poder en un sólo lugar. El laberinto jerárquico fue construido intencionalmente para enredar a quienes querían quebrantar el orden social. Ángel Rama en

La ciudad letrada afirma:

La ciudad bastión, la ciudad puerto, la ciudad pionera de las fronteras civilizadoras, pero sobre todo la ciudad barroca, constituyeron la parte material, visible y sensible, del orden colonizador, dentro de las cuales se encuadraba la vida de la comunidad. Pero dentro de ellas siempre hubo otra ciudad, no menos amurallada ni menos sino más agresiva y redentorista, que la rigió y condujo. Es la que debemos llamar la ciudad letrada, porque su acción se cumplió en el prioritario orden de los signos y porque su implícita calidad sacerdotal contribuyó a dotarlos de un aspecto sagrado, liberándolos de cualquier servidumbre de las circunstancias. (Rama 32)

El minotauro que se encontraba en el centro del laberinto tenía en sus cabezas un orden social complejo. Los minotauros no sólo establecían el orden jerárquico dentro del laberinto sino que dentro de sus cabezas existían jerarquías por socavar. Por lo tanto, la hibridación del pícaro era más compleja para lograr competir con las jerarquías fuera del laberinto y en el

30 centro. El centro de la ciudad equivalía a otro laberinto dentro del mismo como lo afirma

Ángel Rama:

En el centro de toda ciudad, según diversos grados que alcanzaban su plenitud en las capitales virreinales, hubo una ciudad letrada que componía el anillo protector del poder y el ejecutor de sus órdenes: Una pléyade de religiosos, administradores, educadores, profesionales, escritores y múltiples servidores intelectuales, todos esos que manejaban la pluma estaban estrechamente asociados a las funciones del poder y componían lo que Georg Friederici ha visto como un país modelo de funcionariado y de burocracia. El grupo letrado, que en su mayoría constituye la frondosa burocracia instalada en las ciudades, se hacía cargo de las tareas de transmisión entre la metrópoli y las sociedades coloniales, por lo tanto girando en lo alto de la pirámide en torno a la delegación del Rey. (Rama 32-33)

Cada cabeza del minotauro tenía su propio laberinto que dictaba el orden centralizado. Ese control se establecía de una forma sobreprotectora que en sí reflejaba la inseguridad del minotauro. Siempre estaba imponiendo su poder para no mostrar su verdadera debilidad. El centro de toda ciudad era vulnerable a cualquier enemigo, por lo mismo se protegía el centro:

Varias causas contribuyeron a la fortaleza de la ciudad letrada. Las dos principales fueron: las exigencias de una vasta administración colonial que con puntillismo llevó a cabo la Monarquía, duplicando controles y salvaguardias para restringir, en vano, el constante fraude con que se la burlaba, y las exigencias de la evangelización (transculturación) de una población indígena que contaba por millones, a la que se logró encuadrar en la aceptación de los valores europeos, aunque en ellos no creyeran o no los comprendieran. Esas dos inmensas tareas reclamaban un elevadísimo número de letrados, los que asentaron preferentemente en los reductos urbanos. (Rama 34)

Cabría añadir que la evangelización o transculturación mencionada por Ángel Rama se podría también llamar “hibridación” porque ambos actos implican un comportamiento o efecto de adaptación o ajuste.

La hibridación del pícaro o la adopción, por parte de él, de la ideología perteneciente a una de las cabezas del minotauro logran socavar la capacidad de dominio y control que ejerce el minotauro. Los pícaros Crisanta y Tlacotzín de Ángeles del abismo y Félix de El

31 canillitas al vagar por el laberinto, en su búsqueda de mejora, consiguen mostrar la ambivalencia que existe en cada cabeza del minotauro. Los pícaros alcanzan a adentrarse en las cabezas del minotauro por su picardía, la cual les permite ver los signos necesarios para poder transitar dentro del laberinto de la ciudad novohispana. Pero también, la hibridación que logran los pícaros es impulsada por la ambición, la cual nacía del roce que tenían con los privilegiados de la jerarquía social. El pícaro refleja los impulsos que tenía la mayoría de la sociedad pero, como explica Alan Sillitoe, el pícaro tenía ambiciones erróneas:

El pícaro es consumido por ambiciones falsas que no son más que metas. Esos impulsos lograban que el pícaro fuera arrastrado por la ambición, la cual lo llevaba al desastre aunque el pícaro no tenía que tener claridad en cuanto a su ambición, simplemente sentía que una ventaja rápida lo llevaría más cerca a obtener lo que quería. El pícaro nunca veía sus percances como desastres, simplemente los miraba como un contratiempo y hacía lo necesario para tener éxito en su . (Rama 13)4

La hibridación tenía mucho que ver con la crianza del pícaro, como mencionamos en el

capítulo primero, el linaje del pícaro era cuestionable y deshonroso. Esa inestabilidad

permitía que el pícaro no lograra prosperar. El pícaro quería romper el círculo vicioso que

trae consigo la inestabilidad familiar creyendo en el orden social impuesto pero al vagar en el

laberinto se da cuenta de que la misma jerarquía no valora sus propias doctrinas; como afirma Sillitoe, “el pícaro es inteligente y flexible pero su explotación no le permite valorar a la sociedad porque ve cómo se adquiere el dinero fácilmente. Se convierte en un ladrón, no sólo de obsequios sino de ideas” (13).

El golpe en la cabeza que sufre Lazarillo, por culpa del ciego, inicia su etapa de hibridación y su apertura de ojos hacia la realidad, hacia lo que él creía correcto. La falta de

4 Las traducciones de las citas de Alan Sillitoe son mías.

32 caridad, como explica Georgina Sabat de Rivers, es una realidad que estimula la hibridación de Lazarillo:

Lázaro, entonces ingenuo, todavía no sabía cómo eran las cosas, todavía no había tomado conciencia de su persona y el mundo… Una vez lanzado en el mundo y sólo frente a él, Lázaro empieza a conocer a través de sus amos lo que es la hipocresía y la falta de caridad... Para Lázaro, la caridad es importante y que está consciente de ella está claro por el empeño que pone en acentuar su falta y por hacer práctica de ella en su relación con el escudero. (Rivers 240-241)

La relación con el escudero le permitió a Lazarillo intentar estabilizar su vida y actuar correctamente. Pero la sociedad de nuevo lo obligó a actuar de una forma inapropiada e inestable y vuelve a tener que adaptarse para poder sobrevivir. Al final, la hibridación de

Lazarillo hace que se una a la cabeza eclesiástica del minotauro y logre llegar a ser el pregonero oficial de Toledo, uno de los oficios más menospreciados en aquella época. Al casarse con la sirvienta del arcipreste (en realidad era su amante y ya había parido tres hijos) se une a la sociedad que tanto daño le había hecho. Lazarillo a través de su proceso de hibridez sólo logra hacer un círculo y caer en el mismo lugar, ahora con “prosperidad y buena fortuna” (Rico 80). En un tropo del Lazarillo el pícaro comenta de su vida:

En el cual día de hoy vivo y resido a servicio de Dios y de Vuestra Merced. Y es que tengo cargo de pregonar los vinos que en esta ciudad se venden, y en almonedas y cosas perdidas, acompañar a los que padecen persecuciones por justicia y declarar a voces sus delictos: pregonero, hablando en buen romance. Hame sucedido tan bien, yo lo he usado tan fácilmente, que casi todas las cosas al oficio tocantes pasan por mí mano; tanto, que en toda la ciudad, el que ha de echar vino a vender, o algo, si Lázaro de Tormes no entiendo en ello, hacen cuenta de no sacar provecho. (Rico 77)

Lazarillo al cumplir su hibridación vive su momento culminante porque logra “acercarse a los buenos” como le había aconsejado su madre. Lazarillo llega a un estatus de provecho pero eso no le permite ser inmune a la crítica social, por ser pregonero, un oficio bochornoso,

33 y por ser un hombre que deja que su mujer lo engañe con el arcipreste; como afirma

Ricapito:

Lázaro se convierte en un hipócrita al igual que sus amos. El propósito de Lázaro es reflejar la cumbre de la hipocresía, lo que sucede cuando contrae matrimonio con la sirviente del Arcipreste; pero lo peor es que se enfoca en los engaños de la deshonra de sí mismo… la crítica más aguda es hacia la práctica religiosa hipócrita. (Ricapito 57)

Al final, incluso dentro del laberinto y sirviendo al minotauro, Lazarillo no logra ser nada más que un asco y una burla, lo mismo que la iglesia. Este suceso continúa dentro de la hibridación que viven los pícaros que estamos analizando.

La hibridación del pícaro de El canillitas comienza con el robo que ejerce contra el padre Benito Arias. Félix, durante su etapa de monaguillo, socava la imagen benévola y piadosa de la iglesia: “el padre Benito Arias le propuso a Félix darle medio real por cada peso de los que reuniera. Creyó el plébano que a todo rigor le tocarían cuatro o siete reales, o un duro cuando más” (Valle-Arizpe 32). La que muestra Félix en realidad es un reflejo de la cabeza principal del minotauro, la iglesia católica, que durante la época colonial sustraía limosnas de sus fieles seguidores para llenar sus cofres y satisfacer sus lujos. Félix aunque recibe todo del padre Arias, comida y vestido, no es tan bien visto por la criada del padre, la señora Gerónima; ella es la representación de una sociedad insegura de las intenciones del prójimo. Están más preocupados por cuidar lo poco que tienen que por ayudar a los menos afortunados ya que su asistencia puede ser aprovechada de mala manera y en vez de auxiliar al prójimo lo pueden echar a perder:

El padre Benito Arias tomó bajo su protección y amparo al jovenzuelo. La señora Gerónima, mujer muy remilgada y redicha, llena de repulgos, con una honesta pulcritud de monja, que deseaba echase al rapaz al arroyo, a la buena fe de Dios. Ella, por su gusto, le iría guiando a palos hasta la calle, pero don Benito oponíase constantemente, negaba su voluntad y le cubría con el manto de su compasión. (Valle-Arizpe 34)

34

La inconsistencia del ser humano ante la sociedad se refleja en el comportamiento de la señora Gerónima. La inestabilidad es una función activa en una de las cabezas del minotauro; por lo mismo aplasta a quien se quiera acercar a ella.

Al final, Félix logra dejar la bebida con la que el minotauro lograba enviciar a la sociedad. Lo hace sirviéndole al padre Liborio Liébana, que es miembro de una cabeza del minotauro. Al igual que Lazarillo, Félix le sirve a la cabeza eclesiástica del minotauro, una de las más poderosas. La hibridación de Félix lo vuelve a llevar al mismo lugar donde empezó su hibridez; el lugar refleja la desdicha de no poder mejorar su estatus social sin tener que rendirle servicio al minotauro:

Ya era abstemio el Canillitas. Ya no sepultaba su razón en el vino. No quería caer de la idea que tenía encasquetada. Le pedían sus amigos que catase aunque fuera un dedalillo de lo blanco, que es la leche de los viejos, o uno del tinto y flojo, ya bien bautizado por el tabernero tramposo, y de una vez por todas cerraba la puerta a la petición. Félix pasaba muchos de sus ocios, que eran muy numerosos, con el padre Liborio Liébana en su casilla de la verde Ribera de San Cosme, y en ella encontraba anchura, silencio y paz. (Valle-Arizpe 283)

Al final, Félix Vargas encontró dentro del laberinto un espacio donde pudo descansar de los atracos de la vida cotidiana. Sólo bajo la tranquilidad impuesta por el minotauro logró encontrar una apariencia de estabilidad que no consiguió encontrar fuera del laberinto.

La hibridación de Tlacotzín, el pícaro de Ángeles del abismo, se desarrolla en el mismo oficio que Félix y le sirve de monaguillo a fray Juan de Cárcamo y Mendieta.

Tlacotzín se da cuenta de la ambivalencia que existe en la cabeza eclesiástica del minotauro al ver cómo su amo utilizaba los sufragios a su antojo y vendía las ofrendas que los indios llevaban a la iglesia en los días de fiesta, para poder edificar una torre de la iglesia; el fraile después usaba esos mismos fondos para su propia comodidad y satisfacción. Este comportamiento reflejado por fray Juan muestra la codicia del minotauro:

35

La iglesia ya era un ascua de oro, pero a juicio de Cárcamo le faltaba magnificencia, y se propuso añadirle una torre. Como las rentas no alcanzaban a sufragar la obra, se valió de todos los medios a su alcance para conseguir obvenciones, desde torcerle el brazo a los hacendados de la comarca…El prior Juan abrió una carnicería en un anexo del claustro, para vender en ella los chivos, los cerdos, las gallinas y los guajolotes depositados por los indios en el altar de la iglesia… distrayendo los materiales comprados para erigir una torre, empleó la cuadrilla de indios para ampliar un ala del convento, casualmente la que albergaba su despacho y su celda. (Serna 105)

Estos actos anticlericales lograban que la hibridación de Tlacotzín se efectuara de una manera más rápida en contra de la cabeza eclesiástica del minotauro. Las normas sociales del laberinto hacían que algunos pícaros miraran más allá del centro laberíntico, lo cual causaba que perdieran la fe:

Tlacotzín exhaló un suspiro, y con franqueza que sólo había tenido en sus confesiones con fray Gil de Balmaceda, le narró todos los infortunios que había padecido al servicio de Cárcamo, explicándole con detalle todas sus corruptelas y abusos contra los indios. Al verlo cometer tantas iniquidades había perdido la fe en la iglesia católica, pero aún guardaba cierto respeto a la Virgen María, cuya bondad le inspiraba ternura. Lo que no alcazaba a comprender era por qué toleraba de buen grado el imperio de la maldad. (Serna 138)

Tlacotzín exhibe los ideales de un pícaro sin fe y representa el entre el hombre y la naturaleza; como explica Ricapito, a propósito de los personajes picarescos, “los pícaros son historiadores amargos y crudos que divulgan la hipocresía de la sociedad” (293). No había forma de derrotar al minotauro sin antes dejarle saber al pueblo las atrocidades que cometía y así lograr un despertar de los vagabundos laberínticos.

En el laberinto novohispano, la ideología del minotauro rechazaba a la mujer, la que de ninguna manera era aceptada más allá de sus labores domésticas. De hecho, la metáfora de la mujer dormida implica que, entre más lejos esté la mujer, menos daño le puede hacer al minotauro. Aristóteles afirmó que “la mujer lo es debido a una falta de cualidades” y santo

Tomás de Aquino creía que la mujer era un “hombre imperfecto” (Selden 151). Cabe notar

36 que los conquistadores, siguiendo el dogma griego y también las eclesiásticas de Aquino, establecieron una jerarquía favorable al sexo masculino, similar a los países de los cuales eran oriundos en Europa, en el Nuevo Mundo. Crisanta en algunas ocasiones fingía entrar en un estado de inconsciencia, el cual se podría interpretar como la mujer dormida que describe

Octavio Paz, “la mexicana simplemente no tiene voluntad, su cuerpo duerme y sólo se enciende si alguien lo despierta” (173).

La hibridación de Crisanta ocurre después de que su padre le roba su inocencia al confundirla con su propia madre. Ella logra fingir arrobos y consigue engañar a la burguesía e incluso a la misma iglesia, dos cabezas del minotauro. Crisanta logra enmascararse fingiendo ser una de las cabezas del minotauro al tener arrebatos religiosos. Al lograr ser parte del minotauro obtiene riquezas y satisface sus necesidades:

Tu hija Crisanta. Si es verdad que se priva con los ángeles, podemos hacer una fortuna con sus arrobos. A continuación pasó a exponerle su plan: primero correrían el rumor de los arrobos de la niña, que era una beata milagrera, después invitarían a la gente a verla y con los donativos que dejaran los curiosos tendrían para irla pasando. Cuando se hiciera fama de santa, le buscarían un protector acomodado, de ésos que donaban fortunas para obras pías, y entonces sí, a darse la gran vida administrando la dote de la futura monja; la mulata se encargó de proponer el negocio a Crisanta, la invitó a comer en un figón sopa de médula y conejo en pipián y espero hasta traer su postre preferido, tortitas reales en almíbar, para hacerle la oferta final. (Serna 92)

Crisanta acepta engañar al minotauro para mejorar su estatus social, no el de su padre y

madrastra. La hibridez que Crisanta proyecta durante toda la novela construye su trayectoria

durante los cambios de posición social. En sí, la estructura de la novela Ángeles del abismo

es híbrida porque se ve a lo largo de la novela cómo Crisanta y Tlacotzín medran durante la

evolución de la obra, algo que los otros pícaros, Félix y Lazarillo, no logran en su trayectoria.

La hibridación de Crisanta, a diferencia del personaje pícaro, goza de ambición

excesiva y vanidad al entrar a su última etapa de hibridación, como afirma Kaler:

37

La pícara en su etapa culminante ha logrado mejorar económicamente, tanto que el hambre ha sido sustituida por una avaricia excesiva. Ella ve las riquezas como la única forma de salvación; el pícaro debe proveer sólo suficiente comida para sostener su vida, mientras que la pícara, en una sociedad más sofisticada, necesita bienes permanentes (ropa, casa, joyas) para sostener su estilo de vida. Su autonomía alienta su avaricia y es forzada a buscar bienes permanentes en lugar de comida. (Kaler 66)5

Crisanta no está satisfecha con los bienes que ya ha acumulado y sigue engañando al

minotauro hasta que es descubierta por él mismo. Al haber penetrado una cabeza del minotauro, Crisanta refleja el comienzo del mercantilismo, del cual sale la clase media, y logra encabezar en su época una socavación económica que limita el poder del minotauro.

La inmovilidad que manifiesta Crisanta durante sus arrobos hipnotiza al minotauro y en sí refleja la nueva cultura novohispana que necesita sobrevivir en un laberinto difícil de ambular. La leyenda de la mujer dormida tiene un significado cultural profundo ya que se transmite lo indígena y el trasfondo histórico novohispano. Crisanta engaña al minotauro, hipnotizándolo mientras intenta escalar una de sus cabezas y mejorar su posición social, “su cuerpo profundamente dormido puede interpretarse como alegoría de la época colonial en la que tras la conquista espiritual y el establecimiento del virreinato no ocurrieron transformaciones ni acontecimientos de mayor importancia” (Seydel 34). En otras palabras, las estructuras jerárquicas siguieron marchando mientras que ella se movía dentro del laberinto. Ella en sí era la esperanza que dormía hasta el momento preciso para despertar y socavar la estructura dominante.

La hibridación de los pícaros en las novelas picarescas tradicionales no lograba llevarlos a un estado de autonomía porque jamás lograban socavar el orden impuesto por el

5 Las traducciones de las citas de Anne Kaler son mías.

38 minotauro. Al unirse a él, Lazarillo y Félix se convertían en otro adminículo de la jerarquía; ellos mismos imponían el orden dictaminado por el minotauro. A ellos, al igual que al minotauro, sólo le importa proteger su propio bienestar y sus intereses. La adopción de los pícaros por parte del minotauro es el final de la etapa de hibridación de ambos y refleja las dificultades que conlleva derrotar al minotauro. Tlacotzín y Crisanta, los pícaros de la novela picaresca contemporánea, logran medrar por medio de su hibridación aunque tienen que huir al final. Ellos logran su objetivo porque no se convierten en adminículos del minotauro, sino que se enmascaran e imponen el orden utilizando su antifaz minotaurino.

39

CAPÍTULO 5

CONCLUSIÓN

En el presente proyecto examinamos la génesis de la novela picaresca y su forma de

vociferar las vicisitudes de la sociedad, entre ellas la hipocresía de la iglesia. La misma

iglesia que sermoneaba al prójimo en contra de la avaricia y el egoísmo participaba en esos

mismos comportamientos hacia el pícaro; le negaba comida y lo utilizaba para que llevara a

cabo los gastos grandiosos, caprichos de la iglesia, con los bienes de los feligreses. La

denuncia subliminal del pícaro en contra del orden social fue fundamental para este género.

Los autores de las novelas que analizamos usaron al pícaro, un niño – el cual refleja

inocencia – para manifestar su crítica hacia la estructura social. La ciudad, tanto en España

como en el Nuevo Mundo, fue edificada con el propósito de impedir el acceso a los

indeseables; en España a los que no podían comprobar su pureza de sangre y en el Nuevo

Mundo a los indígenas y mestizos.

El pícaro ejercía el papel de héroe y antihéroe, reflejando las dos caras de la sociedad.

Era la antítesis del protagonista de los libros de caballerías, el caballero gozaba de su trabajo, mientras que el pícaro se convertía en sinvergüenza debido a la enseñanza que recibía al ver a sus amos y prefería vivir de su astucia en vez del trabajo íntegro durante su medro. Al final los pícaros, como comenta Anne Kaler, “terminaban en una posición estable pero cuestionable” (14). El personaje del pícaro con su linaje deshonroso reflejaba a la sociedad peninsular y novohispana. Lazarillo y Félix representaban a los personajes de la novela picaresca tradicional, los cuales se convertían en adminículos del minotauro que estaba en el

40 centro del laberinto. Al no poder hibridar dentro de las jerarquías, los pícaros conseguían medrar administrando lo que imponía el orden social sin cuestionarlo. Tlacotzín y Crisanta, los pícaros de la novela picaresca contemporánea, lograron el proceso de hibridación porque engañaron al minotauro y sus cabezas. Crisanta fingía tener arrobos, con los cuáles hipnotizaba tanto a los miembros del clero como a la burguesía; Crisanta deambulaba con más facilidad llevándose bajo el brazo a su amado, Tlacotzín, quien estaba aún más debajo de la jerarquía social por ser indígena.

En el análisis de ambas novelas, El canillitas y Ángeles del abismo, logramos ver la estructura de la novela picaresca y el desarrollo de sus personajes principales. Todos eran miembros de la clase social baja y lograban medrar de vez en cuando. En el caso de la novela picaresca tradicional, Félix Vargas, de El canillitas, al igual que Lazarillo, consigue un trabajo cuestionable y se somete al minotauro. En la novela picaresca contemporánea,

Crisanta y Tlacotzín, de Ángeles del abismo, logran engañar al minotauro y usar una máscara para aparentar estar de lado del orden establecido.

Este estudio nos ha permitido comparar la novela picaresca tradicional y la novela picaresca contemporánea. El tiempo no ha cambiado el enfoque del pícaro porque sigue viviendo, después de quinientos años, los mismos obstáculos y vicisitudes que hicieron de la novela picaresca una crítica hacia la sociedad. El canillitas y Ángeles del abismo nos brindaron el lente del pícaro durante la colonización del Nuevo Mundo. Las dos novelas exponen que el tiempo construye barreras dentro de las sociedades que mantienen una burguesía retrógrada, la cual defiende su propia estabilidad en vez de a la sociedad en general.

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