maquia. Pero, después de su fallecimien­ Ensayo to, se encontraron unas cuartillas inéditas, preparatorias de un libro, Paquiro o las corridas de toros. Unos apuntes sobre la Toros en televisión fiesta; un brindis que no llegó a pronun­ ciar en un homenaje a Domingo Ortega: una carta que tampoco arribó a su destino y que pensó enviar a José Ma de Cossio José María Rodríguez Tejerina con motivo de haber publicado éste el primer tomo de su libro, Los toros. Nadie se imaginaba hace unos lustros, Es harto curioso que Ortega se declare luego del fracaso de aquella primera re­ en esos papeles, "no ser aficionado a IOÍ transmisión , que asistiríamos a las princi­ toros", cuando lo eran por entonces otro: pales corridas de toros que se celebran intelectuales muy amigos suyos: Gregori en España y en Hispanoamérica, sin Marañón, Ramón Pérez de Ayala, José M movernos de nuestras casas; gratuita y de Cossio. Mas, asegura, presuntuoso cómodamente sentados en un sillón. Y que que conoce la historia del toreo "mejor qu llegaríamos a comprender, gracias a las nadie". Don José admiraba las corrida? doctas explicaciones de los locutores de "este espectáculo que no tiene similarida turno, los misteriosos ritos de la llamada con ningún otro", "una realidad de prime "fiesta nacional". En qué consiste, por orden en la historia española de los últ ejemplo, entrar a matar "recibiendo", quie­ mos siglos". Desde 1650 hasta nuestro to el diestro con los pies juntos, o en el días. Y se asombra del arcano que supe menos dificultoso lance del "volapié", que ne el que la especie bovina del toro brav inventara Costillares. Y, sabríamos dife­ se haya perpetuado en España, mientra renciar la muerte del cornúpeta "en la desapareció en el resto de Europa. suerte natural", es decir, dándole salida al El Sos Primigenius, el toro salvaje, e toro hacia el del ruedo, o "en la auerochs de los alemanes, el thur de lo contraria" haciéndolo camino de la barre­ polacos, el que viera y cazara Julio Cesa ra. Podemos, además, observar en prime­ en su viaje a las Galias y al que denomine ros planos, los rostros de los matadores, uris, fue un animal enorme, de aparatos; tensos, preocupados, cuando se disponen cornamenta, peligrosísimo. Que pobló lo; a realizar el paseíllo. Y, volvemos a verlos bosques europeos hasta la Baja Edac después, durante la brega, pálidos, sudo­ Media. ¿Por qué extraños caminos arribi rosos. esta arcaica especie zoológica a la Penín Decía Antonio Diaz Cañábate que los sula Ibérica y se afincó en ella? toreros suelen reflejar en su semblante, Apunta Cossio unas discutibles hipóte "una melancolía rayana en la tristeza". sis; el Bos Taurus Celtius habría existido Sonríen fugazmente, ríen, a veces, con en España, ya en la Prehistoria, como estrépito. Mas, tienen siempre los ojos atestiguan las pinturas rupestres halladas mustios, ausentes. Debe ser angustioso en una caverna de Candamo y las encon­ tener que jugarse la vida tarde tras tarde, tradas en unas cuevas de Albarracín, y desafiando los afilados pitones de un toro. las cabezas de toro, unas estatuillas, Esta lucha entre la verticalidad de un rescatadas en Costitx, Mallorca. Luego, hombre vestido con un absurdo "traje de este Bos Taurus Hispánico, se cruzaría luces", y la embestida de la sombra oscu­ con una raza, también brava, procedente ra, ciega, horizontal, de un morlaco. de Egipto, corpulenta, de una capa más Pocas veces dio a la imprenta don José oscura, negra retinta o colorada, grandes Ortega y Gasset noticias sobre la tauro­ cuernos, lomo ensillado, algo cóncavo; el

100 Sos Taurus Africano. Especie que, a su color rojo, quizás por ser este color el de vez, se mezclaría con el auerochs euro­ mayor longitud de onda en el espectro. peo dando lugar, definitivamente, al Sos La muy antigua historia del toreo a pie Taurus Iberucus, el actual toro de lidia. ha pasado por diversas fases; de estado y Cuya cría, para dedicarlo a espectáculos transición. Son sus hitos más conocidos taurinos, comienza a partir del siglo XVIII. los toreros, Pedro Romero, Joaquín La casta fundacional más conocida es la Rodríguez, Costillares, José Delgado, de Vistahermosa. Y se atribuye a Pepe- Pepe-Hillo, Francisco Montes, Paquiro, Hillo un primer tratado sobre tauromaquia, José Redondo, Chiclanero, Francisco a pesar de que éste diestro apenas sabía Arjona, Cuchares, Rafael Molina, Lagarti­ escribir. Un libro más extenso lo escribió, jo, Sánchez, Frascuelo, Rafael ambién presuntamente, Francisco Montes, Guerra, Guerrita... Sin olvidarse de don °aquiro, en él aconseja que, "el toro ha de Luis Mazzantini, Antonio Sánchez el Tato, ener casta, edad, libras, buen pelo, sa- ud, y que no haya sido toreado nunca". Antonio Carmona, el Gordito, Ricardo Torres, Bombita, Vicente Pastor; y tantos El apellido, según Ortega y Gasset, más otros. Y, en la "época de oro", Juan Bel­ antiguo de torero que se conoce, con una monte y José Gómez, Joselito. jien adiestrada y disciplinada cuadrilla, no ue el de un andaluz, sino el del vasco Damos un brinco en la Historia y, en ^aracondego. Aunque cuenta la leyenda nuestros días, nos encontramos con que ^ue la actual suerte del toreo a pie, surgió una televisión rudimentaria, en blanco y in día , en Ronda, Málaga, en el campo negro, inaugura, en 1948, sus pruebas con le equitación de la Real Maestranza de una novillada que se celebra en la plaza Caballería, a comienzos del "dieciocho". de , en . La experiencia Jn noble que, a caballo, "a la jineta", que se presenta en el Círculo de Bellas alanceaba un toro bravo, como lo hicieran Artes de la capital de España, previo pago iempos atrás, el Moro Gazul, el Cid de la entrada, no resulta; apenas si se ve Campeador y Carlos V, fue derribado y nada y el público reclama le devuelvan el quedó aprisionado bajo su montura. Un importe del billete. Años después, sin aprendiz de carpintero, Francisco Rome­ embargo, el 20 de mayo de 1964, la "tele", ro, logró, agitando su sombrero de ala más perfeccionada, nos permite conocer ancha, atraer al astado. Francisco, abuelo a un nuevo mito del firmamento taurino; del celebérrimo Pedro Romero, inventaría Manuel Benítez, el Cordobés, en el coso después la muleta, "el engaño" que, con de las . Es una tarde lluviosa y el sus movimientos oscilantes, es capaz de discutido torero sufre una grave cogida. provocar la embestida de los toros de La magníficas corridas de toros que nos casta. La muleta, el principal instrumento ofrece hoy la televisión nos acercan, sí, al de la lidia, es un palillo con un pincho en conocimiento detallado de la lidia. Pero uno de sus extremos, del que pende una nos apartan de su fascinante contempla­ capa encarnada que utiliza el maestro para ción "en vivo"; del placer de vivir su "poner en sazón" al toro y poder consumar ambiente, cálido, populachero, obsesio­ "la suerte suprema"; estoquear con éxito a nante. Que enloquecía a nuestros mayo­ la res. La muleta, en un principio, era un res hasta el punto de inducir a los frailes trapo blanco, de lino, cáñamo o algodón. a colgar los hábitos para hacerse toreros; Mas tarde de franela, de un tejido seme­ a empeñar los muebles y el colchón a los jante a la lana. Y de variados colores; rojo, menestrales, ávidos de sentir el contacto, amarillo, azul. Que se escogían según casi sensual, de los artífices de la fiesta; conviniera a la embestida del toro. Final­ de vibrar con los compases de El gato mente se emplearía ya, sólo, la muleta de montes; de vociferar frenéticamente, y

101 emborracharse, en fin, de , pasión, Inmolar, con una espada y "sosegada sangre; sed de gloria. prisa", a una feroz bestia milenaria. La pequeña pantalla, detrás de su frió El poder contemplar, desde nuestros cristal, nos muestra, lejano y aséptico, el hogares, merced a la moderna televisión espectáculo bárbaro, inimitable, de la en color corridas de toros, es una asom­ "fiesta nacional". Vislumbramos las silue­ brosa conquista de la ciencia. Pero que, tas impalpables de unos varones disfraza­ con certeza, dejaría visceralmente insatis­ dos con prendas de colores bordadas en fechos a los vehementes aficionados de oro y plata, que ofician el rito cruel de antaño.

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