MartínezAnálisisBarrio:de su labordel radicalismopolítica ena tresla moderación.momentos

importantes de la Segunda República

MARÍA ISABEL FERNÁNDEZ ALoNso

«Un partido republicano, en cuanto instrumento de la democracia li- bre tiene por misión ser freno para las impaciencias de la izquierda y acicate para el inmovilismo de la derecha». (Palabras de Diego Martí- nez Barrio en su última intervención pública, poco antes de morir.)

INTRODUCCION

La Dictadura de Primo de Rivera fue la última esperanza de perviven- cia del sistema canovista. Tras lo que Ortega definió como «El error Be- renguer» viene la única alternativa que queda: la república, una república que adoptó un modelo definitivamente fracasado, el de Weymar. El desprestigio de las clases política y militar hace que los intelectuales adquieran protagonismo. La soñada alianza entre élites intelectuales libe- rales y movimiento obrero se produce en 1931. Es lo que Machado había llamado «España de la rabia y de la idea». «Se iba a dar la enorme para- doja de que una generación como la del 14, sumida durante la década de los veinte en esa profunda crisis de confianza que denunciaba Ortega y que parecia haberla descartado para las grandes empresas, pasaba a convertir- se en el eje moral.que vertebraba la reacción del país contra el sistema y en favor de la regeneración nacional» En este artículo pretendo demostrar que el papel jugado por el políti- co sevillano Diego Martínez Barrio, que no era en absoluto un intelectual, durante la «mítica» Segunda República, fue bastante positivo, sobre todo silo comparamos con el de muchos de los hombres que formaron parte de los sucesivos gobiernos del período 1931-1 936. Para ello analizaré la intervención del mencionado político en tres mo- mentos importantes de la que Azorín llamó «República de los intelectuales».

FUENTES, Juan Francisco. «La Generación de 1914: la rebelión de las élires>s, en Ín- sola, septiembrc de. 1993, p. 2.

His,oria y Comunicación Social, 1. servicios Publicacioncs Uni0ersidad Complutense, , 1996 14 María habel Fernández Alonso

En primer lugar veremos la labor realizada por Martínez Barrio al fren- te del Consejo de Ministros del último gobierno del bienio social-azañista, entre octubre y diciembre de 1933. Después me centraré en su separación del partido de Lerroux tras el pac- to de los radicales con la CEDA en 1934. En septiembre de ese mismo año funda la Unión Republicana y en abril de 1935 Azaña, Sánchez Román y el propio Martínez Barrio firman un importante documento en nombre de sus respectivos partidos —Izquierda Republicana, Partido Nacional Republica- no y la citada Unión Republicana—, que fue el germen del Frente Popular. El último aspecto que reflejaré con cierta profundidad es su intento de formar un gobierno de conciliación el 18 de julio de 1936. Antes de detenerme en los temas que acabo de mencionar, quiero rea- lizar dos puntualizaciones. La primera es que he consultado periódicos de diversas tendencias para evaluar la labor política de Martínez Barrio. El hecho de que aparezcan en este artículo más referencias de prensa de iz- quierdas obedece únicamente a que se ocupa mucho más de la figura que estudiamos y de sus actividades concretas. También influye la presencia de más diarios liberales en el mercado. En segundo lugar, quiero indicar que el personaje no circunscribe su actividad política al período republicano. En su trayectoria se distinguen cuatro etapas en las que ocupó cargos muy diversos. La primera se desarrolla en su ciudad natal. De origen muy humilde, Martínez Barrio inicia su carrera política en 1910 al ser elegido concejal re- publicano del Ayuntamiento de Sevilla. Contaba entonces 27 años. En 1920 concurrió, también con éxito, alamisma concejalía y dos años después fue nombrado vocal de la Comisión organizadora de la Exposición Hispanoa- mericana. Por estas fechas inicia su amistad con Manuel Giménez Fernán- dez y merece mención el que un destacado miembro de la masonería como fue Diego Martínez Barrio y un católico tan convencido como Giménez Fernández mantuvieran una relación tan afectuosa durante toda su vida. En 1923 se presentó como diputado a Cortes y, aunque el resultado le fue favorable, la Junta del Censo y el Tribunal Supremo lo anularon y fue proclamado diputado Juan Ignacio Luca de Tena, que se negó a tomar po- sesión del cargo. Más tarde fue elegido Presidente del Partido Republicano de su pro- vincia natal y durante el régimen primorriverista dirigió en Andalucía oc- cidental la oposición al dictador. Ya en 1930 formó parte del Comité Re- volucionario que surgió del Pacto de San Sebastián. La segunda etapa en la trayectoria del político sevillano abarca el pe- riodo republicano. Martínez Barrio fue sucesivamente Ministro de Comu- nicaciones, Ministro de Gobernación, Presidente del Gobierno, Ministro de la Guerra, nuevamente Ministro de Gobernación, Presidente de las Cor- tes y Jefe del Estado durante poco más de un mes tras la destitución de Al- calá Zamora el 7 de abril de 1936. Martínez Barrio: del radicalismo a la moderación 15

La Guerra Civil delimita lo que se puede considerar el tercer período de su carrera política. En la noche del 18 de julio de 1936 intentó un go- bierno de conciliación ante el alzamiento militar. Fracasada la tentativa fue nombrado Presidente de la Junta Delegada del Gobierno para la región de Levante. El 17 de agosto del mismo año ocupa la presidencia del Comité de Reclutamiento del Ejército Voluntario, origen del Ejército Popular Re- gular que releyó a las milicias en la lucha contra el bando rebelde. Media- da la Guerra fue designado Presidente de la Junta Central de ayuda a las poblaciones españolas. Realizó varios viajes al extranjero presidiendo delegaciones españolas que acudían a reuniones internacionales, como la de la Liga Mundial con- tra la Guerra y el Fascismo, en abril del 37, ola Conferencia Internacional de Paz celebrada en Paris en julio de 1938. Además presidió las siete se- siones de Cortes que se celebraron durante el conflicto civil. Entre 1939 y 1962 transcurre la última fase de su quehacer político: el exilio. El 25 de noviembre de 1943 fue nombrado en México Presidente de la Junta Española de Liberación, primer paso para agrupar a los republi- canos exiliados. El 17 de agosto de 1945 presidió las Cortes que se reunie- ron en el Salón de Cabildos del Palacio del Gobierno ,cedido por México, alaque asistieron más de 200 diputados. Más tarde fue, otra vez, presidente interino de la República y siempre colaboró activamente en la reorganiza- ción del Estado español, primero en México y luego en París, hasta que en 1947 comenzaron a escasear los recursos económicos. Se puede advertir que una dedicación política tan intensa da pie a múl- tiples investigaciones. Como indiqué anteriormente, en este articulo sólo voy a referirme a una parte de su labor política durante la Segunda República.

MARTíNEZ BARRIO EN LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO

Alcalá Zamora afirma en sus Memorias que el gobierno presidido por Martínez Barrio fue el mejor recuerdo del período 1931-33. «Alcalá Za- mora utilizó, en efecto, a Martínez Barrio como instrumento para tratar de moderar la oposición obstruccionista radical que el mismo político sevilla- no admite que se estaba convirtiendo en desatinada y contraria a los ele- mentales intereses del régimen republicano (...). Martínez Barrio, autori- zado por Lerroux para presidir el gobierno que realizó las elecciones de 1933, pensaba que éste no tenía otra razón de ser que sacar al régimen del callejón sin salida donde lo habían metido las pasiones encontradas de los diversos partidos políticos»2

TUSELL, Javier. «Diego Martínez Barrio: Memorias inéditas. ¿Por qué tracasó la Rc- pública?», en Historia. 16, nY 93, yy. 25. 16 María Isabel Fernández Alonso

Eduardo de Guzmán matiza la interpretación de Tuseil: «Para la ma- yoría del país Don Diego es una figura un tanto desvaída que no suscita animadversiones entre los socialistas ni en ninguno de los diversos secto- res republicanos. Tan sólo la extrema derecha monárquica y católica ve con recelo y desconfianza su ascensión por el simple hecho de ocupar —según rumor persistente— un elevado puesto en la masonería. Pero aún siendo masón, la oligarquía española lo considera cien veces menos peligroso pa- ra sus intereses que puedan serlo sindicalistas, comunistas y socialistas e incluso que los demagogos del radicalismo, de la Esquerra catalana o del federalismo histórico»>. Y su actitud como Presidente del Consejo de Ministros fue, en este sen- tido, tendente alaimparcialidad, como lo demuestra el que permitiera la fundación de Falange en un teatro de Madrid el 29 de octubre, y como lo demuestran también la limpieza de las elecciones de noviembre y la au- sencia de represalias gubernamentales ante el movimiento revolucionario anarquista que, tras el resultado desfavorable de los comicios, se extendió por Zaragoza, Cataluña y Andalucía.con repercusiones en Galicia, Extre- madura y . Además, en su breve mandato, creó la Junta Permanente de Estado pa- ra que hubiera continuidad en la política internacional de la República. Antes de analizar con más detalle algunos aspectos de la labor del go- bierno presidido por Martínez Barrio vamos a ver cómo fue recibido por la prensa. El Liberal, que junto al Heraldo de Madrid y La Libertad, es un diario de clara tendencia republicana, manifiesta su entusiasmo ante la solución alacrisis que supone el nombramiento de Martínez Barrio.

«(...) ¿Tendremos necesidad de decir nosotros, que tanto sufríamos con las desavenencias, la alegría que en este momento nos invade?. Nues- tros lectores saben que no tenemos que hacer nueva profesión de una fe que no nos ha abandonado nunca. ¡Adelante, a continuar la obra co- múnpor España y por la República»4. Por su parte El Debate, diario católico del cardenal Herrerá Oria, cen- tra su análisis del día 8 en la no participaéióñ del partido socialista en el nue- vo gobierno y no hace ningiin comentario de la figura de Martínez Barrio.

La fundación de Falange Ruiz de Álda eligió la denominación Falange Española para la organiza- ción fundada el 29 de octubre de 1933 en el madrileño teatro de La Comedia.

‘DE GUZMAN, Eduardo. La Segunda República fue así. : Planeta. 1977. «La república está de enhorabuena», en El Liberal, 8 de octubre de ¡933. p. 1. Martínez Barrio: del radicalismo a la moderación 17

El periódico Informaciones, en su número del día 30, decía del acto fun- dacional:

«Con el teatro lleno de un público entusiasta se celebró ayer en La Co- media el mitin organizado por los elementos fascistas que aún sin lía- marse así, aunque tendrían perfecto derecho a hacerlo, mal que pese a los salvajes que quieren ahogar la libre expresión del pensamiento ajeno, sustentan ideales directamente inspirados en la organización del Estado italiano». El 2 de noviembre fue asesinado el militante falangista José Ruiz de la Hermosa. Se inicia así una lucha sangrienta en la que Falange Española acabó actuando como un auténtico grupo terrorista, financiado incluso por Renovación Española y a través de la Embajada italiana.

El giro a la derecha del electorado Las elecciones de noviembre del 33, en las que la CNT desarrolló una fuerte campaña en favor del abstencionismo, registraron una participación del 67,46 por 100, incorporándose en ellas el voto de la mujer. Martínez Barrio decidió suspender la Ley de Defensa de la República durante el período electoral al estimar que el Gobierno debía prescindir en aquel momento de las facultades coercitivas que aquella le otorgaba. El político sevillano se refiere en sus Memorias aun hecho desconoci- do hasta el momento en que éstas fueron publicadas: una propuesta de «pu- cherazo» de Manuel Azaña. Según Martínez Barrio, el presidente de Iz- quierda Republicana le propuso, en una reunión celebrada en el Ministerio de Marina pocos días después de la celebración de los comicios, «suspender la reunión de Cortes, constituir otro Ministerio en el que estén representa- das todas las fuerzas de izquierda y hacer una nueva consulta electoral». Martínez Barrio relata en el mismo texto cuál fue su reacción: «Sin va- cilar un instante dije qué no podía suscribir ni allanarme a tales propósitos. Las elecciones se habían desarrollado normalmente; el resultado en cuan- to a la legalidad de las operaciones electorales, no había sido discutido por nadie, y si la aplicación de la ley se revelaba desfavorable a los partidos de izquierda, culpa era de ellos, pues habían presentado candidaturas diver- sas frente a las homogéneas de los poderosos núcleos de derechas»5 El político sevillano reproduce en sus Memorias una carta que le en- viaron inmediatamente después de este encuentro el propio Azaña, Mar- celino Domingo y Casares Quiroga, insistiendo en la petición que indica- mos líneas atrás. También reproduce su contestación, en la que reitera su

MARTíNEZ BARRIO, Diego. Memorias. La Segunda República española vista por uno de sus principales protagonistas. Barcelona: Planeta, 1983, p. 211. 18 María babel Fernández Alonso negativa, y cuenta que cuando Alcalá Zamora conoció ambos textos apro- bó la actitud del Presidente del Gobierno. La riqueza ideológica de la República de los intelectuales se puede ob- servar viendo el elenco de partidos que obtiene representación parlamen- taria. Aunque la Confederación Española de Derechas Autónomas (CE- DA) era la fuerza mayoritaria salida de las urnas, sabía que si intentaba formar gobierno los partidos republicanos se unirían contra ella, al no dis- poner de una mayoría absoluta. Así que Gil Robles decidió acercarse a los radicales y apoyó un gabinete presidido por Lerroux, con la condición de que respetara las principales demandas de la derecha. Muchos radicales es- taban de acuerdo y así se aceptó. Sin embargo, otros como Martínez Barrio no compartían esta postura y, aunque en principio colaboraron en el nuevo gobierno, unos meses des- pués optaron por separarse definitivamente del Partido Radical.

El movimiento anarquista Para Julio Merino «que el 14 de abril la mayoría de los españoles qui- siera el cambio ala izquierda y en 1933 casi toda España votase el cambio a la derecha... y que en febrero de 1936 otra vez se girase a la izquierda, só- lo puede entenderse desde la falta de una concienciación política, econó- mica y cultural»6. Pero, en cualquier caso, los anarquistas alentaron tras los resultados del 33 levantamientos en las distintas zonas que hemos referido anterior- mente, y Martínez Barrio tuvo que solventarlos antes de dar el relevo a Lerroux al frente del Consejo de Ministros. Jesús de Lozano asegura que ~

‘MERINO, Julio. Los socialistas rompen las urnas -1933. Barcelona: Plaza y Janés, 1986. p- 310. ‘LOZANO GONZALEZ. Jesús. La Segunda República. Barcelona: Ediciones Acervo, 1973. p. 129. ‘BRAVO MORATA. Federico. Historia de la República. Barcelona: Daimon, 1977, p. 364. Martínez Barrio:del radicalismo a la moderación 19

Dirección General de Seguridad, el 2 de noviembre, y que el Estatuto vas- cose sometió a plebiscito el 5 del mismo mes, siendo aprobado por 459.255 votos frente a 14.196, con la abstención de tradicionalistas, republicanos y socialistas. Asimismo, se produjo la fuga de Juan March de la cárcel en que se encontraba recluido, lo que provocó la dimisión del Ministro de Justicia, Juan Botella Asensi. A continuación veamos la opinión de la prensa ante el cambio del lla- mado gobierno-puente del político sevillano por el de Lerroux. Para El Liberal la solución sólo podía ser Lerroux o Martínez Barrio

«De las dosopciones que tenía el Jefe del Estado ha hecho una, y cuan- do este nuevo gobierno fracase, oseda el poder a una situación Gil Robles-Martínez de Velasco —¡que sería lo que nos faltaba ver!— o se disuelven las Cortes para ir a la revisión constitucional, que es por donde se debió empezar»’.

Por su parte, El Debate también acoge favorablemente al gobierno de Alejandro Lerroux:

«Quisiéramos que ese gobierno fuese estable, firme y duradero. Y cre- emos que puede serlo, no tanto por la solidez de su base parlamenta- ria, cuanto por el interés de todos en que dure. A prolongar decorosa y fecundamente su vida han de ayudar, sin duda, la experiencia, el tac- to y las dotes políticas del señor Lerroux»’>.

El Sol publica en portada el 17 de diciembre unos consejos de Martínez Barrio a Alcalá Zamora tras abandonar la presidencia del Gobierno-puente:

«(...) Gobierno a base del partido radical con la colaboración de gru- pos y personalidades inequivocamente republicanas. Realización de un programa que consta: en lo social, aplicación imparcial de la legis- lación votada y reforma de aquellos preceptos notoriamente contra- rios al mejor trato y resolución de los conflictos obreros. En lo político, apaciguamiento de las luchas de los partidos por medio de disposiciones generosas,sin mengua de la justicia y del respeto que a la República se debe. Paralelamente una acción perseverante enca- minada a restablecer la cordialidad ente los partidos republicanos. Me- didas legislativas y gubernativas que acaben con el triste espectáculo de unos núcleos sociales en armas contra su Estado. En lo económico, inmediata organización de nuestros servicios agrícolas, industriales y comerciales con la orientación de que se afirmen los derechos legíti- mos del productor, bien necesitado de esta doble garantía: tranquili- dad interior y mercado exterior».

‘«Lerrnux-Martínez Barrio», en El Liberal, 17 de diciembre, p. 1. “«Tras la doctrina, la conducta’>, en El Debate, 17 de diciembre de 1933, p. 1. 20 María Isabel Fernández Alonso

Pero ni el gobierno de Lerroux ni ninguno de los que le sucedieron an- tes de julio del 36 supo seguir estas líneas. La moderación de Diego Martí- nez Barrio fue algo demasiado aislado en nuestra Segunda República.

LA RUPTURA CON EL PARTIDO RADICAL

En una entrevista publicada en Blanco y Negro el 4 dc febrero de 1934, Martínez Barrio afirma que

«Creo firmemente en una política de izquierdas dentro de la más pu- ra democracia, con sometimiento absoluto a la ley, impregnada de un sentido dejusticia social, resolvería múltiples problemas que están aho- ra mismo planteados en España y lograría el ascenso de una enorme masa de opinión. Lo que sucede es que la izquierda hasta este momento se movió a impulsos de un criterio estrecho y sectario, con modos que la sensibilidad refinada del pueblo español no aguantan».

Aunque en esta misma entrevista afirma su fidelidad a Lerroux, lo cier- to es que tres meses después Martínez Barrio abandona el Partido Radi- cal. Las razones se atisban en la cita reproducida anteriormente: Don Die- go es un hombre de izquierdas y el jefe del partido radical no parece ir en esa línea. En palabras del propio político sevillano «el inicio de las diferencias y su desarrollo surgió en cuanto alatáctica que el partido debía seguir des- de el poder. Yo acentué públicamente la necesidad deque nuestro partido realizara una política en consonancia con los postulados de su doctrina, con la trayectoria de su vida, con las esperanzas que había despertado en la opi- nión republicana y en la misma del país»”. He analizado cómo se refleja en la prensa esta escisión del partido de Lerroux. El Liberal la aplaude y titula el editorial dell 8 de mayo «La actitud del Sr. Martínez Barrio es la que corresponde a una conciencia republicana bien esclarecida». Para este diario

«El Sr. Lerroux no ha creído oportuno rectificar la política que viene haciendo en colaboración con agrarios y populistas. Y los que fueron sus más íntimos amigos de toda la vida. republicanos tan totalitarios corno el Sr. Martínez Barrio, se han visto obligados alaseparación pa- rano ver deformada, contrahecha, su formación espiritual».

Distinta es la reacción de El Debate, como puede advertirse en el ar- tículo «Una ruptura saludable», que aparece en portada el 17 de mayo:

“MARTINEZ BARRIO, Diego. Op. ch., p. 223. Martínez Barrio: del radicalismo a la moderación 21

«Es inútil, pues, entretenerse en contar de nuevo las fuerzas guberna- mentales, que nada sufren con esta ruptura ni en la cantidad ni en la ca- lidad. Al contrario: porque gana el Gobierno y gana el partido radical al encontrarse con una situación neta y precisa y sin el embarazo que el grupo disidente representaba para seguir la voluntad del país, expre- sada en las elecciones. Y, por otra parte, el Sr. Martínez Barrio perte- nece, y se incorporó ayer de modo oficial, a lo más anticuado, lo más negativo, lo más antinacional que existe: ese izquierdismo rancio y es- téril, hecho a base de vacuas declamaciones de corte oficial, de anti- clericalismo y de furorjacobino para suplir a la energía y alajusticia». Lo cierto es que toda la prensa de izquierdas aplaude la actitud del vi- cepresidente del partido radical. Veamos ejemplos: Luz, el 16 de mayo, afirma, en palabras de José de la Flor, que «Los que hablan de su traición a Lerroux no saben de la veneración de Martínez Barrio por el amado maestro. Pero, ¿cómo reprocharle que por encima de su cariño, de su admiración por D. Alejandro, ponga su amor a la República?».

Por su parte, Heraldo de Madrid titula a toda página el 17 de mayo «El partido que se va a construir bajo la presidencia de Martínez Barrio tendrá como misión fundamental formar el frente único republicano que HE- RALDO ha defendido». Los comentarios de La Voz, en el editorial «La escisión del partido ra- dical», del 17 de mayo, son muy duros con la labor política del presidente del partido en el poder: «El Sr. Lerroux, y con él la inmensa mayoría de los que aún sin empa- cho se denominan radicales, no ve inconveniente en que unos hombres que en noviembre recorrieron la nación gastando dinero monárquico, abominando de la República y prometiendo destruir su constitución legal se apoderen de los mandos del régimen. Y no sólo no ve incon- veniente en ello, sino que se brinda a facilitar la operación en el Par- lamento y en otrOs lugares. D. Diego Martínez Barrio y sus amigos (...) hicieron el gesto digno que les correspondía. Quizá muy tarde. Pero más vale tarde que nunca». Para concluir este repaso al aplauso que la prensa liberal da alaruptu- ra de Martínez Barrio con los radicales, recogemos «la esperanza» que El Sol expresa en el articulo «La escisión radical» el mismo 17 de mayo de 1934: «Si el Sr. Martínez Barrio lograra concentrar en torno suyola masa re- publicana de izquierda mesurada y reflexiva que, desengañada, se ha quedado al aire, sin jefes y sin organizaciones, y con ella esa adhesión difusa de los espíritus liberales, no seria pequeño el servicio prestado a la República, desequilibrada hoy por faltarle casi la mitad de su ser». 22 María Isabel Fernández Alonso

Alejandro Lerroux manifestó en múltiples ocasiones lo profundamen- te afectado que se sintió por la marcha del político sevillano. Al mismo tiempo criticó la política electoral de Martínez Barrio, alaque antes me he referido, y justificó su acercamiento aladerecha en estos términos: «Para conquistar la República habíamos tratado y pactado con orga- nizaciones obreras comunistas, socialistas, separatistas, regionalistas, reformistas que anduvieron yendo y viniendo de la República alaMo- narquía; y con monárquicos de ayer a quienes generosamente eleva- mos a la más alta magistratura del Estado ya la Presidencia del Con- sejo. Y para conservarla y gobernarla, ¿había de repugnarnos entrar en nobles inteligencias, a la clara luz del día, con elementos de origen socialmente conservador, cuya mayor parte no había profesado antes en ninguna disciplina política? (...) En el período de mis cien días de gobierno sólo dos asuntos pudieron suscitar los escrúpulos de la con- ciencia republicana de Martínez Barrio: los haberes del Clero y la Am- nistía. Pero se trataba de compromisos de partido, pregonados en la campaña electoral, aceptados por todos los radicales y hasta creo que votados en el Parlamento por el propio disidente»

La Unión Republicana y el origen del Frente Popular En la línea que antes trazaba El Sol, D. Diego fundó en septiembre del mismo año 34 el partido Unión Republicana. El Debate no recoge este hecho, pero lo hace, lleno de entusiasmo, El Liberal el día 29:

~

Las convicciones que el político sevillano compartía con Azaña y Sán- chez Román los llevaron a firmar el 12 de abril de 1935 un importante do- cumento en nombre de sus respectivos partidos: Unión Republicana, Iz- quierda Republicana y Partido Nacional Republicano. Este documento fue el germen del Frente Popular, pues a este núcleo se sumaron más tarde el Partido Socialista Obrero Español, la Unión General de Trabajadores, la Federación Nacional de Juventudes Socialistas y el reducido Partido Co-

LERROUX, Alejandro. La pequeña historia de España. 1930- 1936, Barcelona: Mitre, 1985. Martínez Barrio: del radicalismo a la moderación 23 munista, que Largo Caballero impuso a los republicanos y que aceptaron Azaña y Martínez Barrio y rechazó Sánchez Román, quedándose así fue- ra del pacto del Frente Popular que tuvo lugar el 15 de enero de 1936. Volviendo a los dos periódicos que estoy tomando como referencia de- bo indicar que El Liberal publica íntegro el referido documento el 13 de abril. En él se demanda la adopción de diversas medidas. Entre ellas el res- tablecimiento inmediato de las garantías constitucionales, especialmente las que afectan alalibertad personal, ala propaganda política y alainmu- nidad parlamentaria; cumplimiento de la legalidad en el trato a los presos políticos y sociales; readmisión de los obreros despedidos por motivo de huelgas; etc. Referentes a este pacto tripartito son significativos dos editoriales uno de ElDebate —«Los enemigos de la revisión»— publicado el 14 de abril de 1935, como reacción ante el manifiesto que venimos comentando y otro de El Liberal —«No puede oir hablar de Unión Republicana»—, que apare- ce dos días después en respuesta a los comentarios del diario católico. La dureza de ambos textos es fiel reflejo de la escisión de las dos Es- pañas. Sirvan como ejemplo dos párrafos, el primero del periódico de He- rrera Oria: «Tres políticos de izquierdas (...) con su disidencia, con su retraimien- to o con su complicidad estimularon en octubre la criminal aventura de los latrofacciosos. Hoy se ponen también al servicio de los que per- manecen en actitud de rebeldía. Aprovechan, por lo que se advierte, todas las ocasiones que creen propicias o todos los momentos de con- fusión para, diseminados unas veces en guerrillas y agrupados otras en un sólo frente, medrar sin comprometerse, a costa de la sangre y del delirio ajenos».

Pero el diario republicano no desmerece el tono anterior:

«¡No cabe duda: los que así hablan y escriben, descienden directamente de los que crucificaron a Jesús de Nazareth! (...). No pueden oir hablar de Unión Republicana. Y si se le ponen unas gotas de conjunción, en- tonces delirium tremens. Es inevitable. La verdad está en marcha. Lo que no ocurre en prima- vera sucederá en otoño. Cuantomás tarde, peor para las derechas, por- que se habrán gastado más». Triste fue el desenlace de esta lucha que, para muchos, ya no tenía mar- cha atrás, aunque otros argumentos avalan la posibilidad de haber evitado la guerra. Desde luego, la pasividad de Casares Quiroga contribuyó al triun- fo del alzamiento. Pero aún hubo un intento de última hora para convencer a los insu- rrectos de las tremendas consecuencias que podría acarrear su actitud. Y ahí estaba, una vez más, Diego Martínez Barrio. 24 María babel Fernández Alonso

EL GOBIERNO DE CONCILIACION DEL 18 DE JULIO DE 1936

Casares Quiroga había presentado la dimisión a Azaña yelPresiden- te de la República, después de consultar a Sánchez Román yaLargo Ca- ballero, decidió negociar con los sublevados: ya no cabía una postura in- flexible.

«Se formaría un gobierno de compromiso, en vista de lo cual el Presi- dente encargó su constitución a quien, a lo largo de los años se había ido erigiendo en la baraja política republicana como el rey del com- promiso: Diego Martínez Barrio»’3. El gobierno se formó al tercer intento. El primero no fructificó por la negativa a colaborar del partido socialista. El segundo fue interrumpido por la noticia de Casares Quiroga que hizo temer que no se sostuviera la lealtad de la guarnición de Madrid, lo que fue una falsa alarma. El carácter moderado de Martínez Barrio provocó la indignación de las izquierdas: si el anterior presidente del gobierno no había dado armas al pueblo, menos lo haría el político sevillano. El delegado gubernamental en Melilla, Fernández-Gil, informaba so- bre cuáles eran las guarniciones que podían apoyar el alzamiento. Don Die- go, con estos datos, telefoneó a una serie de jefes militares y les prometió un cambio en el trato que venía recibiendo el Ejército. Los generales Pat- xot y Campins desistieron en su idea de sublevarse. Pero el problema era convencer a Mola. Para ello, según algunos his- toriadores, le ofreció el Ministerio de Guerra, que acababa de ocupar Mia- ja, el luego cabecilla de la heroica defensa de Madrid. La Gaceta de Tenerife defiende esta tesis en su número del 26 de julio de 1936; pues titula en primera página y a seis columnas: «El Gobierno de Madrid, ya en la agonía, ofrece al General Mola la formación de un go- bierno y la cartera de Guerra». Para Gómez Ortiz la negativa de Mola a aceptar la cartera de Guerra determinó el hundimiento del gobierno de conciliación: «Poco después de las cinco de la madrugada, comenzaba a verse claro el fracaso de la ma- niobra sugerida por Sánchez Román. El gobierno que los socialistas lla- maron de la capitulación y los republicanos moderados de la transaccion hacia aguas por todas partes. Ni las masas estaban dispuestas a capitular ante el golpe militar, ni los militares y los sectores comprometidos con el alzamiento estaban dispuestos a negociar, ni siquiera con un gobierno tan moderado como lo era el de Martínez Barrio»’4.

“GOMEZ ORTIZ, J. M. Los gobiernos republicanos. España 1936-1 939. Barcelona: Bru- guera. 1977. p. 39. ‘460MEZ ORTIZ. 1. M. Op cit., p»16. Martínez Barrio: del radicalismo a la moderación 25

Sin embargo, el político sevillano en sus Memorias niega haberle ofre- cido el mencionado Ministerio al General Mola y en una carta a Salvador de Madariaga culpa a los que se negaron a colaborar el 18 de julio del fra- caso del gobierno de conciliación: «En ningún momento se buscó el con- curso de los rebeldes. Creímos que ellos, al observar el cambio de política, cambiariañ, a su vez, de actitud. Y que no estábamos descaminados lo de- muestra el hecho de la pasividad de Mola durante las 24 horas que se es- tuvo hablando del gobierno Martínez Barrio; la indecisión de Aranda en Oviedo, sublevado luego de conocer la noticia del fracaso de mi tentativa, yelcambio de frente del General Patxot en Málaga, quien después de ha- ber proclamado el estado de guerra, metió las tropas en los cuarteles, al sa- ber que yo había sido nombrado Presidente del Consejo. El Gobierno de Martínez Barrio murió a manos de los socialistas de Caballero y de los co- munistas. Y de algunos republicanos irresponsables»’5. Lo cierto es que el radicalismo improcedente de Largo Caballero no se puede negar. Basta acercarse a las páginas de su órgano de expresión, Cla- ridad. Así, el 22 de agosto podemos leer en este diario:

«La guerra y la revolución son una misma cosa. No sólo no se exclu- yen o eliminan mutuamente, sino que se complementan y apoyan. La guerra necesita la revolución para triunfar, del mismo modo que la re- volución necesitó la guerra para tomar cuerpo (...). El púeblo no lucha por la España del 16 de julio».

Martínez Barrio, el día del alzamiento, había redactado un documento que leyó al Presidente de la República y pensaba dirigir por radio al país. Lo recoge en sus Memorias y decía asi:

«Españoles: acaba de confiárseme la penosa tarea de constituir go- bierno. He aceptado el encargo por dos razones esenciales, para evi- tar ami patria los horrores de una guerra civil y para poner a salvo la Constitución e instituciones de la República. No llegará a feliz término esta obra si la gran masa de españoles, an- siosa de seguridad y tranquilidad, es remisa en colocarse detrás del po- der constituido, asistiéndolo con su apoyo y fuerza moral. Eso espero de todos vosotros y singularmente de quienes tienen com- prometido su honor en defensa de la patria y de la República. El único programa cuyo cumplimiento puedo ofreceros es el de resta- blecer la paz pública, haciendo por igual justicia y devolviendo a Es- paña la confianza en sus destinos. Inmediatamente hablarán por el gobierno las obras. Yo invito a los es- pañoles a que se sostengan en el mareo de la ley, y a los que se salie- ron de ella a que vuelvan a su mandato, sin otra dilación ni espera.

Carta reproducida en la cuartaedición del libro de Madariaga España, editado en Bue- nos Aires en 1943. 26 María Isabel Fernández Alonso

Españoles: por la patria y la República, por la paz social, base de la prosperidad de los pueblos, ayudad al nuevo gobierno, representante legítimo de la legalidad constitucional y de la voluntad popular. ¡Viva España! ¡Viva la República!».

A la mañana siguiente, cuando presenta su dimisión a Manuel Azaña, le argumenta que «la política que desean hacer ciertas organizaciones no era la mía, y, aún cuando apareciera impuesta por la necesidad, corres- pondería a persona distinta y no amiencabezaría y desarrollarla»~’ Tras la dimisión de Martínez Barrio se formó un gobierno que armó al pueblo. Si esto se hubiera hecho el 17 de julio osiclEjército hubiera conseguido alzarse en toda España, probablemente se habría evitado la guerra. Para concluir este punto, voy a referirme aundiscurso pronunciado en el Centro Español de México por Martínez Barrio el 30 de mayo de 1942. En él analiza en un sentido más genérico las «Causas del hundimiento de la República», y las circunscribe a tres:

«17 Superestimación de nuestras fuerzas al implantarse la Repúbli- ca, y subestimación de las fuerzas adversarias. 2.> tmpericia y vacilaciones al abordar los grandes problemas nacio- nales. 3.> No haber suspendido temporalmente las luchas de los partidos, hasta la consolidación del régimen republicano».

CONCLUSIONES

Las masas se encontraron a partir dc 1931 más cómodas detrás del so- cialismo que del reformismo propuesto por los intelectuales. La Genera- ción de 1914 se disgregó en aquellos años: Ortega y Araquistáin se situa- ron en posiciones políticas antagónicas mientras Azaña intentaba encarnar un centro imposible. Algo parecido le ocurrió a Martínez Barrio. Con el término modera- ción se podría definir su quehacer político, pues si una actitud no estaba abocada al tremendo conflicto civil que sobrevino esa fue la suya. Ejemplo de esa labor de acercamiento de las dos Españas fue su traba- jo al frente del gobierno-puente, entre octubre y diciembre de 1933. Como he indicado, en su breve estancia al frente del Consejo de Ministros, ga- rantizó la limpieza de las elecciones. Además, por un lado permitió la Fun- dación dc Falange, y por otro no tomó represalias ante los movimientos anarquistas que sucedieron alavictoria de la derecha en los comicios.

“MARTINEZ BARRIO, D. Op. cit., p. 367. Martínez Barrio: delradicalismo a la moderación 27

Ello no quiere decir que no tuviese unos ideales políticos firmes. Los tenía y los defendió al romper con el partido de Lerroux y los corroboró al fundar la Unión Republicana y al pactar con Azaña y Sánchez Román. Enfrentado a la intransigencia revolucionaria de Largo Caballero acep- tó la responsabilidad de negociar con los insurrectos al iniciarse el alza- miento. Pero la pasividad anterior de Casares Quiroga había sido decisiva.