ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA

ARQUEOLOGIA SUL-AMERICANA

Volumen/volume 6, Números 1-2, Enero/Janeiro 2013

Editores: Cristóbal Gnecco y Alejandro Haber

Departamento de Antropología, Universidad del Cauca Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca

1 2 EDITORIAL

El primer número de Arqueología Sura- canzamos “siquiera a imaginar;” termi- mericana apareció en 2005. En el edi- namos promoviendo y difundiendo la torial de ese número dejamos clara la arqueología en Suramérica pero el énfa- intención de la revista, señalando que sis en una “perspectiva crítica” y en “es- “pretende promover y difundir la pro- pacios dialógicos” quedó poco menos ducción de la arqueología y disciplinas que en declaración de principios. En vez afi nes en Suramérica con énfasis en una de trazar una política editorial más espe- perspectiva crítica que promueva espa- cífi ca, dejamos que los hechos trazaran cios dialógicos con representaciones esa política: salvo artículos muy des- sobre el pasado que han estado tradicio- criptivos y no analíticos, la revista publi- nalmente marginadas de espacios acadé- có casi de todo, como en botica. Publicó micos como éste.” También escribimos lo que era la arqueología suramericana, que esperábamos que ese editorial fuera no lo que queríamos que fuese. Así las “leído, a la distancia, como una primera cosas, dejamos que la revista muriera, huella en un sendero cuyas ulteriores di- insatisfechos con su destino. recciones no hemos alcanzado siquiera Ya han pasado tres años desde que a imaginar.” La revista fue publicada, decretamos su muerte y ha llegado la juiciosamente, dos veces anuales duran- hora de revivirla. Mejor: ha llegado la te cinco años. A su manera, y pese a los hora de que viva otra vida. De ahora en problemas de distribución, llegó a con- adelante, trazaremos una política edito- vertirse en un referente de la arqueología rial más clara: no publicaremos artículos en esta parte del mundo. Publicó cuaren- exclusivamente preocupados por temas ta artículos yochenta reseñas. Cubrió disciplinarios sino sólo aquellos que una gran variedad de temas, tiempos y también discutan el contexto contempo- regiones y quiso posicionar dos seccio- ráneo —ya sea mostrando la relevancia nes, una de lecturas recuperadas y otra de la refl exión arqueológica para la ac- de diálogos sur-sur. Se convirtió en un tualidad, bien sea porque la actualidad medio de divulgación que llenaba un va- se imponga sobre la refl exión arqueoló- cío y convocó a toda una generación de gica. Esta vez estaremos seguros de que arqueólogos, esa misma que ha sosteni- el énfasis sea crítico (no menos con la do con ahínco las reuniones de teoría ya disciplina que con la cosmología de la por seis ocasiones. que tradicionalmente participa) y de que Esto, que parece un obituario, es un los espacios dialógicos que tanto promo- obituario. Esa revista, la que publicamos cionamos esta vez sí encuentre un lugar durante cinco años, ya no apareció en cierto en sus páginas. Pero este número 2010. Algo pasó en nosotros, los edito- aún no cumplirá con ese propósito en res, que nos llevó a perder entusiasmo y, su totalidad debido a compromisos que fi nalmente, a no seguir con su publica- quedaron pendientes. Esperamos que el ción. Eso que nos pasó puede ser diag- ajuste en la dirección de la política edi- nosticado leyendo el editorial del primer torial se deje ver a partir del próximo nú- número: nos perdimos en las “ulteriores mero. Este texto es también una invita- direcciones” que, evidentemente, no al- ción a presentar a textos que se escriban

3 en esas direcciones. También convoca- compilados, a la manera de dossiers o mos potenciales conjuntos de textos ya números temáticos.

4 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA / ARQUEOLOGÍA SUL-AMERICANA 6, (1,2) Enero/Janeiro 2013

EL TIEMPO EN LA MURALLA: MARCAS RUPESTRES EN LAS CARCELES SECRETAS

Raúl Molina Otarola1

Este ensayo es un aporte a los estudios de la Arqueología de la Represión, que indaga sobre los lugares de detención utilizados por las dictaduras militares en América Latina, las que especial- mente en las décadas de los setenta y ochenta usurparon el poder civil a través de golpes de Estado, destinados a frenar el movimiento social e implementar un modelo económico neoliberal. Para ello, impusieron la represión colectiva y selectiva, creando centros de detención, interroga- torio, tortura y desaparición de personas. Este escrito transita entre el relato en tercera y primera persona, relevando la memoria y la refl exión acerca de la experiencia vivida. Es una “arqueología del acto” que nos acerca a la comprensión de cómo prisioneros y prisioneras intentaban contar el tiempo en las cárceles secretas y las evidencias que de estos actos quedaron marcadas en las paredes.

Palabras Claves: Arqueología, represión, cárceles secretas, tiempo.

This paper is a contribution to the Archaeology of Repression´s studies, which explores the places of detention used by the Latin American military dictatorships who in the 70s and 80s of the last century usurped power through coups d’états, to curb the social movement and implement a neo- liberal economic model. To do this, the dictatorships imposed collective and selective repression, established centers for the detention, interrogation, torture and disappearance of people. This es- say moves between a story in third and fi rst person, revealing memories and refl ections about these experiences. This essay is an “archaeology of the act”, that brings us closer to understanding how prisoners tried to count the time in secret prisons and the marked evidence of these events that they left on the walls.

Keywords: Archaeology, repression, secret prisons, time.

Este trabalho é uma contribuição para o estudo da arqueologia da repressão, que explora os lo- cais de detenção utilizados pelas ditaduras militares na América Latina, especialmente na década de setenta e oitenta civil, usurpou o poder através de golpes d ‘Estados, destinada a conter o movi- mento social e implementar um modelo econômico neoliberal. Para isso, impôs repressão coletiva e seletiva, a criação de detenção, interrogatório, tortura e desaparecimentos. Este ensaio se move entre a história em terceira pessoa e primeira, aliviando a memória e refl exão sobre a experiência. “Arqueologia é um ato” que nos leva mais perto de compreender como os prisioneiros e prisio- neiros tentaram contar o tempo em prisões secretas e evidências marcada deixados nas paredes.

Palavras-chave: Arqueologia, repressão, prisões secretas, tempo. 1 Geógrafo, Magíster en Geografía, Diplomado en Investigación Agraria y Doctor en Antropología, Universidad Católica del Norte-Universidad de Tarapacá. Observatorio Ciudadano. raul. [email protected] 5 La arqueología podría encontrar en las pa- pecho y me entregan una venda. Sin po- redes de algún sótano marcas con motivos der levantar la vista, veo en mis manos un geométricos, grabados en bajo relieve, muy trapo verde oliva desteñido, grueso y tie- parecidos a una representación simplifi ca- so, debido a las innumerables manchas de da de un quipu Inca o semejantes a la escri- sangre seca que contiene. Pienso, no soy el tura del alfabeto Ogam de los antiguos ir- primero, han pasado muchos por este lugar, landeses. Estas marcas efectuadas sobre las y adivino lo que me espera. Vendado y con pátinas de cemento, yeso o directamente en un nudo atado fuertemente tras mi cabe- un muro de ladrillos, corresponderían a for- za, me conducen por un pasillo a una pe- mas geométricas abstractas compuestas por queña celda con luz artifi cial, cerrada por varias líneas pequeñas dibujadas en forma una pesada puerta de hierro. Me obligan a vertical, algunas de ellas cruzadas por una desvestirme, quedo desnudo, se llevan mi línea oblicua u horizontal, sobre seis o siete ropa y zapatos, y me arrojan un buzo de rasguños alineados verticalmente, que apa- mecánico color azul y unas zapatillas. Es rece tajándolas a modo de término de un ci- mi uniforme de detenido. clo. Otras marcas simplemente aparecerán Sentado en el taburete construido en en sucesión, sin líneas horizontales que las obra y que sirve de litera, miro la ampolleta crucen, en las que se podrán contar varios mortecina que protegida tras una pequeña trazos que pueden alcanzar a más de una reja alumbra las paredes de la estrecha cel- decena. Otras representaciones rupestres da de 1.5 por dos metros. Observando las estarán separadas cada cuatro, cinco, seis paredes, me doy cuenta que existe un área o siete hendiduras. ¿Qué signifi cado pue- con innumerables marcas esculpidas sobre den tener estas líneas?, ¿Quién las hizo? la pintura y hundidas en la pátina de yeso. ¿Para qué las esculpió?, son preguntas que Son líneas cortas dispuestas en forma pa- pretendo responder a modo de lo visto y lo ralela. Las cuento. El dibujo rupestre con oído, como diría un cronista español, pero menos líneas posee cuatro hendiduras, en además como intento de autor de algunas el más extenso alcanzo a contar 14 trazos y de estas marcas. quizás más. Percibo intuitivamente que se 1º de Julio de 1985, en el invierno de trata de un cronómetro de días, que puede Santiago de Chile, el día estaba amenazan- ser un calendario, para no perder la noción te de lluvia. En una esquina agentes de la del tiempo, una especie de ayuda memoria. policía secreta de la dictadura del General Me pregunto ¿Cuántas líneas deberé mar- Augusto Pinochet Ugarte me tienden una car?, e imagino el rango de días que estaré emboscada. Se abalanzan, me lanzan al en las sesiones de interrogatorio y tortura, y suelo y me apuntan con sus armas. Soy evito pensar en cuándo saldré de esta situa- detenido y luego de allanar mi casa, me lle- ción, ello debilita y desespera. Mi consuelo van vendado en una dirección que adivino temporal es el máximo de marcas. corresponde a un cuartel de la Central Na- Se me agolpa en la cabeza la idea de cional de Informaciones, CNI. Desciendo que las marcas corresponden al tiempo del vehículo con la cabeza agacha y con de prisión y que han sido realizadas más o unos anteojos a los que le han pegado pa- menos calculando 24 horas, pero no sé en peles para impedir la visión. Me llevan a qué momento del día o de la noche. Evito un subterráneo del viejo edifi cio. Abajo, pensar en lo que guarda cada uno de esos soy recibido con el rito de rigor. Me quitan rasguños cotidianos en la pared de una los anteojos y me piden que con la cabeza celda sin domicilio; sufrimientos, dolor, inclinada extienda las manos a la altura del miedos, maltrato, humillación. Sentado en

6 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 5-10; 2013 la litera, me veo esperando el turno para escucho voces en los pasillos, no hay gri- continuar con las sesiones de apremios fí- tos, está todo tranquilo. Me alimento para sicos y sicológicos, algunos sofi sticados y recuperar fuerzas, pero no consumo el pan, sistemáticos y otros brutales, aplicados casi lo he transformado en un símbolo de resis- sin tiempo. Imagino también que confun- tencia y que luego me servirá para tapar didos entre esos sentimientos, debe haber la luz de la ampolleta y las rendijas por la estado la tranquilidad y la fortaleza de las que me vigilan. Nuevamente escucho pa- convicciones de los torturados. Aparecen sos que se acercan. En la puerta una voz en mi memoria las numerosas personas me dice ¿terminaste? Respondo, sí. Voy que supe pasaron por ahí, pero los alejo de a entrar, -ponte la venda- dice la voz. El mi mente. Solo me preparo para mi turno. carcelero me pide que extienda las manos, Me pregunto ¿Qué objeto usaron para ha- me examina la parte inferior del metacar- cer esas marcas sobre la pared, algunas de po, en la eminencia hipotenar y pregunta; ellas profundas? Paso mi mano sobre la pa- ¿practicas kárate? Percibo en el carcelero red y siento su dureza. Tampoco advierto a un cierto temor o precaución con los de- mí alrededor algún objeto que pueda haber tenidos. Al recoger la bandeja, comen- servido para esculpir estas hendiduras. ta ¿No comiste el pan? Le señalo que no Después de la larga sesión de interro- tengo más apetito, pero deseo conservarlo gatorios y tortura del primer día, me llevan para después. Se lleva la bandeja, cierra la nuevamente a la celda. Allí, con las vías puerta y escucho que cruza el pesado pes- respiratorias secas y con algunos dolores tillo. El guardia se ha llevado la cuchara, el en mi cuerpo que apenas advierto, alguien instrumento que a modo de raspador, buril golpea la puerta. Una voz, dice ¡…Amárra- o cincel sirve para efectuar las marcas en te la venda que voy a entrar! Huelo el olor la pared. Antes de dormir repaso las pre- a comida. Me preguntan si tengo sed o si guntas del interrogatorio, me imagino que tengo resecas las vías respiratorias. Señalo las harán nuevamente mañana o en los días que si. Y el carcelero contesta,…-entonces siguientes y me preparo para las sucesivas no te dejaré el agua, pues vas a quedar con sesiones venideras. La luz mortecina no se estertores por varios días producto de la co- apaga, y uso el pan para tapar algunas de rriente eléctrica-. Escucho que la puerta se las rendijas de la plancha de metal que tapa vuelve a cerrar. Bajo la venda de mis ojos, una pequeña ventana ubicada sobre mi ca- llevándola hasta el cuello. Observo la ban- beza y que da al pasillo, por la cual, cada deja amarilla que contiene una ración de cierto tiempo el carcelero viene a observar- legumbres, un pan y una cuchara. Tomo el me, abriendo una puertecilla de latón, que cubierto en mi mano e instintivamente me cierra la conexión con el pasillo. acerco a la pared para intentar hacer una Avanzan las horas, a veces rápido a ve- primera marca con el mango de la cuchara, ces lento, alcanzan los días, ya comienzo pero me desisto de seguir profundizando la a capturar las regularidades de la cárcel pequeña raspadura. Calculo que ya es de secreta. En la mañana, muy temprano el noche. Debo llevar unas cinco o seis horas edifi cio vibra y se siente el ruido de gran- en el cuartel secreto, y nuevamente intento des camiones que transitan por una calle realizar el rito de la marca rupestre, lo hago aledaña, debe ser la madrugada. Más tarde, por impulso, casi sin pensarlo, pero vuelvo llegan los agentes y torturadores, algunos a desistir de la idea, me resisto, me debili- cantando una especie de canción tropical, ta comprobar que estoy preso, y la marca tipo merengue, que decía – ¿Mami que para mi es evidencia del encierro. Ya no será lo que quiere el negro?... Yo, en silen-

Raúl Molina Otarola 7 cio respondía; ¡Que se vaya Pinochet! Se sión ofi cial acudía a estos lugares a repor- escuchan voces mañaneras, los sonidos se tear las muertes con un libreto entregado emiten desde un hall central del cual se dis- por los organismos represivos. ¿Recuerdan tribuyen por los pasillos a las celdas, y lle- cuántas veces nos sorprendimos con los gan hasta las habitaciones donde se practi- extras de los noticiarios, lanzando despa- can los interrogatorios. Calculo que son las chos en directo en horas de la noche o del siete, ocho o nueve de la mañana. Antes de día, anunciando el montaje de la tragedia? iniciar las sesiones de apremios, me sirven Desde la celda de la cárcel secreta, todo un té. Recostado sobre la litera de cemen- comenzaba a tener una regularidad en los to, adivino cuando vienen a interrogarme. tiempos y las horas. Cada ruido, cada vi- En el piso superior se sienten pasos sobre sita, cada observación a través de la ren- lo que podría ser un piso de madera, cami- dija, cada bullicio interno o de aquellos nan resueltos por encima de la celda y a los que llegaban de más afuera, lo asociaba minutos llegan hasta la puerta de la celda con un horario. Adivinaba cuando llega- donde me encuentro. Concluyo que arriba ba la hora del interrogatorio y la tortura, están los analistas de información que en- y cuando el descanso. La regularidad me tregan las preguntas a los torturadores, los hizo desistirme de mis intentos de ensayar que bajan raudos al sótano donde me en- actos rupestres, aunque también fue ésta cuentro. Estos practican los interrogatorios una decisión conciente para no sentirme hasta lo que podría ser la hora de almuerzo, preso, para mantenerme en libertad a pesar y nuevamente reinician los apremios en la del reducido espacio de mi encierro. Con- tarde. Pasadas unas horas se alejan del lu- centré mi atención en descansar pensando. gar y la cárcel secreta comienza a quedar La venda me permitía aislarme de la luz de tranquila, sin bullicio. Presumo que son las la ampolleta, mantener los ojos cerrados 6, 7 u 8 de la tarde o de la noche. En medio y repasar una y otra vez el interrogatorio, del ajetreo, el carcelero ha llevado la co- preparándome para una especie de “diálo- mida en la bandeja. Refl exiono ahora, las go en desventaja”. Dejaba así que el tiem- marcas rupestres en la pared, pudieron ser po se ausentará, y no dormía hasta haber grabadas en la mañana cuando servían el evaluado todo. Me esforzaba en concen- té o en la tarde cuando llevaban la ración trarme y no desesperar, para así enfrentar a y eventualmente al término del día. Había los interrogadores y ganar tiempo. Me dije regularidad en el accionar de estos agentes entonces que esa covacha era mi hogar, del Estado, casi se comportaban como fun- que la ropa de prisionero eran mis prendas cionarios públicos que trabajaban de ocho de vestir, que no importaba cuanto tiempo a seis de la tarde, en labores de interroga- permaneciese en el lugar, solo sabría que torio, vigilancia, seguimiento y detención estaría fuera de allí cuando las evidencias de personas, o bien realizando allanamien- fueran las sufi cientes para alcanzar la cer- tos y fabricando montajes de inteligencia. teza. Pensaba que desesperar mostraba al La jornada y las horas extraordinarias, las enemigo mis debilidades, pues las más evi- ocupaban muchas veces en los trabajos de dentes las había logrado ocultar con éxito. eliminación de compañeros, simulando en- No supe como logré un estado en que solo frentamientos armados. Estos generalmen- había presente, el breve segundo o minu- te ocurrían en las horas del crepúsculo o de to, el futuro de las próximas horas solo las la noche, en una calle solitaria o al interior adivinaba y estando en el presente llegué de alguna vivienda ubicada en un barrio a adelantarme al interrogatorio, aunque en alejado del centro de la ciudad. La televi- un par de ocasiones fui sorprendido por el

8 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 5-10; 2013 interrogador y debí echar mano a reaccio- prisioneros las hicieran incorporándole nes instintivas que me permitieron ganar además este sentido histórico. tiempo, y de paso, ganarme un paliza extra. La gráfi ca de estas marcas en las pa- Debo decir, que los modos de resistencia redes de las celdas, acudían a formas ele- en los interrogatorios fueron diversos y mentales de contar. Se expresaban como constituyen un mundo insondable en cada un racconto a los tiempos de niñez, cuando uno de los compañeros y compañeras que aprendíamos a sumar con palitos o contan- pasaron por ese escabroso camino de las do con los dedos de la mano. Las marcas cárceles secretas y la experiencia de la tor- son un acto simple y primordial, una grá- tura. fi ca rápida, un graffi ti natural colmado de Sin embargo, este relato me permite contenidos. Las marcas del tiempo debían aventurarme a decir que las marcas rupes- ser elementales y sencillas, pero represen- tres en las celdas secretas poseen muchas tativas, rápidas de ejecutar en la soledad de lecturas y constituyen un mundo inescru- la celda y ocultos a los ojos del carcelero. table de la condición humana y la expe- Las marcas en la pared pudieron constituir riencia vivida. Cada marca tiene el sello una forma de resistencia, de mantener a y la historia de quien la efectuó, posee un favor el tiempo de resistencia y esperanza. tiempo de dolor y de esperanza. Cada trazo esculpido en la pared separa el paso de un día a otro, señala una forma de sobrevivir, de seguir vivos. Una forma de dejar atrás un día de prueba, de resistencia, de auto- control, de inteligencia, un día de aciertos y errores. Constituyen la bisagra que separa y une dos tiempos, un pasado y un presen- te, una transición a nuevas horas, a nuevas sesiones de apremios, un día más que se contabiliza para estar más cerca de la liber- tad. Quizás también cada marca representa Dibujo aproximado de las “Marcas de el sentido de aferrarse al mundo, al exterior Tiempo” observadas por el autor en las de la mazmorra, al tratar de mantener la co- paredes de una de las cárceles secretas nexión con las cotidianidades con los seres durante su detención. queridos que se ocultaban durante la tortu- ra, y que aparecían levemente en el descan- Situándonos frente a un panel de mar- so solitario, y solo cuando no los habíamos cas rupestres de una cárcel secreta, pode- logrado borrar del todo de nuestra mente. mos pensar que éstas fueron realizadas por Las marcas rupestres eran una opción, un algunos de los prisioneros, pues la cantidad modo de manejar y controlar el tiempo, de estas manifestaciones siempre será infe- para no perder de vista la cotidianidad. En rior al número de hombres y mujeres que si, constituyen un acto, una acción, una de- permanecieron en estas pocilgas esperando cisión de grabar el tiempo cargándolo de las sesiones de tortura. Enseguida, pode- contenidos por quien las efectuaba. Tam- mos dar cuenta que algunas de ellas están bién representan una demarcación en la completas y señalan los días efectivos de memoria, un deslinde a diario. Observadas permanencia en las cárceles, otras fueron desde fuera, son un testimonio de la repre- dejadas inconclusas y otras nunca se hicie- sión y la tortura, y es probable que muchos ron. Es muy probable que muchas de ellas

Raúl Molina Otarola 9 se efectuaran con instrumentos de ocasión, Este ensayo para una arqueología del algunas con las uñas o con algún pequeño acto, de la introspección y la memoria, objeto de circunstancia o llevado discreta- plantea cuestiones que están indisoluble- mente. Pero todas ellas mantienen un pa- mente unidas, como el sentido, el signifi - trón de varios trazos cortos sobre el muro, cado y la expresión humana. Al auscultar dispuestos de modo vertical y en algunos los contenidos más profundos de los textos casos cruzados por una línea horizontal y lenguajes de estas dicciones “rupestres” que cerraba la contabilidad de una semana en las cárceles secretas establecidas por de encierro. Algunas fi guras efectivamente las dictaduras militares que han asolado a podrán representar los días exactos, otros nuestros países en América Latina, no solo solo serán aproximaciones más o menos hacemos ciencia, también un homenaje a cercanas, en virtud de las percepciones del la vida, la verdad y la memoria de nuestros prisionero. Pero todas ellas, sin excepción, amigos-as y compañeros-as. son un testimonio arqueológico-histórico, de profundo contenido humano, repleto de Comunidad Ecológica Peñalolén, sensaciones, pensamientos y resistencia, 3 de Septiembre de 2008 ocurridos durante los días de prisión y tor- tura.

Santiago de Chile. Cuartel General Borgoño, Calle Borgoño 1470. Desde mayo de 1977 fue conocido por los agentes de la represión con el nombre de “Casa de la Risa”. En este lugar se ubicaba la sede central del mando operativo del los servicios de seguridad de la dictadura de Pinochet, usado como centro de detención y tortura. Pasaron por este recinto cientos de hombres y mujeres, dirigentes sociales, de partidos y movimientos políticos clandestinos, trabajadores, dueñas de casa, estudiantes, profesionales, artistas e intelectuales que luchaban contra la dictadura y a favor de la libertad y la democracia. Muchos de ellos se encuentran hoy desaparecidos.

10 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 5-10; 2013 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA / ARQUEOLOGÍA SUL-AMERICANA 2, 2, Mayo 2013

CHACHACO’A, HUMITO QUE SE VA PA’L CERRO. Problematizaciones sobre la arquebotánica a partir de un caso de estudio en la Puna catamarqueña, República Argentina.

Ivana Carina Jofré Luna Escuela de Arqueología, Universidad Nacional de Catamarca.

El trabajo arqueológico está sujeto a las fragmentaciones propias del pensamiento moderno, por eso refl exionar sobre ellas es necesario para poder generar conocimientos amplios que puedan involucrar a los signifi cados comprometidos en las relaciones que las sociedades entablaron con las plantas. Sobre esto mucho nos han enseñado y enseñan las comunidades tradicionales que remiten sus conocimientos a una esfera de subjetividades no racionales en términos de una lógica moderna, en las cuales las simbolizaciones del entorno natural son constitutivas de sus modos de vida e indisolubles de las esferas de lo religioso, económico y político, entre otras. En este espacio refl exionaré sobre algunas de estas implicancias teó- ricas de la práctica arqueobotánica en relación a estudios realizados en la Puna catamar- queña. Palabras claves: arqueobotánica - Puna catamarqueña - Tebenquiche Chico Introducción construcción del conocimiento científi co local, lo cual es coherente también con La elección no es, pues, entre el saber un sistema académico-científi co nacio- particular, preciso, limitado y la idea nal que estimula las formaciones cada general abstracta. Es entre el Due- vez más especializadas. En esta oportu- lo y la búsqueda de un método que nidad quisiera refl exionar en torno a este pueda articular lo que está separado tema desde el estudio de las relaciones y volver a unir lo que está desunido entre las plantas y los seres humanos en (Morin 1993: 28). el pasado-presente. Para ello desarrollo Este trabajo es producto de una refl exión algunas de mis ideas respecto a los pro- orientada a desmontar algunos de su- blemas teórico-prácticos que acarrean puestos teóricos que subyacen corriente- estas abstracciones disciplinares funda- mente en la arqueología, particularmen- das desde los límites impuestos por ló- te en aquellas llamadas sub-disciplinas gicas de orden colonial. Un caso de es- arqueológicas, tales como la arqueobo- tudio localizado en la Puna Atacameña tánica, paleoetnobotánica, paleobotá- Argentina sirve como encuadre ejempli- nica. Con cada vez mayor fre-cuencia fi cador de algunos de estos argumentos muchos profesionales se defi nen desde en contra del disciplinamiento que opera una especifi cidad técnico-científi ca en en un pretendido campo de conocimien- algún campo de conocimiento de la ar- to arqueológico técnico-neutral. queología, ello nos informa acerca de las visiones fragmentarias que asisten en la

11 El debate ferentes de las posiciones adoptadas por los/as arqueólogos/as sudamericanos/as dentro de estudios. Llama mi atención que más reciente- La arqueobotánica y la paleoetnobo- mente muchos de los/as arqueólogos/as tánica, dentro de la arqueología, son las sudamericanos/as dedicados/as a los es- ramas especializadas en el estudio de los tudios arqueobotánicos, paleoetnobotá- restos vegetales del pasado. Para algu- nicos y paleobotánicos gastan mucho de nos autores/as la arqueobotánica hace su tiempo y esfuerzo intelectual en es- referencia, más específi camente, al estu- tablecer y defi nir los límites disciplina- dio de las interrelaciones de las pobla- res y subdisciplinares de sus campos de ciones humanas con el mundo vegetal estudio. Un ejemplo de ello fue la mesa en la investigación arqueológica (Buxó de discusión denominada: “¿Integración 1997; Ford 1979; Pearsall 1989; Popper o especifi cidades disciplinarias?: la ar- y Hastorf 1988). Para Ford (1979), Pop- queobotánica en la encrucijada teóri- per y Hastorf (1988), la arqueobotánica ca” en el marco de la IV Reunión de es el estudio de los restos vegetales re- Teoría Arqueológica en América del Sur cuperados en contextos arqueológicos. (4TAAS), llevada a cabo en Catamarca Para ellos, estos restos proporcionan (Argentina) recientemente en Julio de información sobre las pautas culturales 20071. En aquella mesa de discusión del pasado, aunque también sirven para he propuesto otro modo de enunciación resolver problemas inconexos con la ac- de esta problemática, la cual entiendo tividad humana, como la paleoclimato- como “una discusión acerca del discipli- logía, la dendrocronología, etc. Su ma- namiento del conocimiento de las rela- yor tendencia fue la de explotar técnicas ciones entre las sociedades y las plantas específi cas que le permitieran abordar en el pasado”. Creo que su propio plan- el estudio físico de los restos arqueoló- teo como tema central de discusión nos gicos encontrados, ya sea polen, carpo- advierte sobre la racionalidad moderna rrestos, fi bras, carbones, etc. implicada como elemento fundante de Por su parte, Archer y Hastorf et al. este debate; por ello considero que sería (2000) señalan que la paleoetnobotáni- meritorio tratar de apuntar a la crítica de ca debiera estudiar el vacío conceptual estos pilares de conocimiento y razón a que existe entre el papel de las plantas en partir los cuales pensamos y hacemos de los grupos sociales actuales y el rol que forma recursiva el pasado y presente con jugaron estos conocimientos en el pasa- nuestra teoría y práctica arqueológica. do. La paleoetnobotánica se caracteriza Veamos un poco más detenidamente al- por una marcada disparidad teórica a su gunos supuestos de este debate al interior interior, y es conocida por el uso de téc- de nuestra disciplina de la mano de algu- nicas tomadas de la etnografía y de la et- nos autores ya clásicos en la arqueología nohistoria, porque tiende, por ejemplo, a y que usualmente son tomados como re- recopilar datos sobre los usos y termino- 1 Gran parte de las ideas vertidas en este trabajo logías botánicas en grupos etnográfi cos formaron parte de una presentación, con el e históricos. mismo título, que se realizó en esta mesa En el orden de lo estrictamente téc- de discusión. Los tópicos y presentaciones nico ambas subdisciplinas hacen alusión desarrollados allí pueden consultarse en al estudio de los vegetales en el pasa- las actas de las sesiones y resúmenes del IV do humano. Entonces, las diferencias TAAS, 2007. 12 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 teórico-metodológicas entre la paleoet- neo-colonial. nobotánica y la arqueobotánica no son La búsqueda de un cuerpo disciplinar más que el refl ejo de diferentes intereses consensuado forma parte de las lógicas respecto al presente-pasado, que no se del pensamiento moderno que estable- contraponen, sino que se complemen- cen un “deber ser” en el mundo a partir tan. Una se preguntó acerca de los usos y del cual se construye el “yo” individua- prácticas culturales asociadas a las plan- lista y segmentado que piensa y mira al tas en el pasado, mientras que la otra se mundo en consecuencia. En contra de preguntó de qué manera los/as arqueó- esto considero que la militancia por la logos/as podían interpretar las huellas descolonización de las disciplinas debe e indicios encontradas en los restos ar- intentar la transformación de las rela- queológicos vegetales. Y es aquí donde ciones de poder instauradas en y por el estas dos líneas de investigación llegan conocimiento científi co. a una encrucijada que une sus caminos, Finalmente me gustaría referirme a puesto que no es posible entender los un tema relacionado a este pensamiento restos materiales vegetales sin hacer in- simplifi cante y disciplinado al que me ferencias más generales de los contextos he referido. Este es la justifi cación del en los que fueron producidos y, de igual desarrollo de la arqueobotánica como forma, no es posible hacer inferencias de un cuerpo de técnicas independientes los contextos de producción sin entender del desarrollo teórico de la arqueología, la naturaleza de los restos vegetales en- idea misma que se fundamenta en la se- contrados (Jofré 2004). paración estricta entre ciencia y técnica, De esta forma sostengo que las ra- y que resulta ser un rasgo característico mifi caciones de estas subdisciplinas de del pensamiento racionalista moderno. la arqueología, demuestran la compleji- Estos lastres espistemológicos subya- zación de las problemáticas arqueológi- cen frecuentemente entre quienes pro- cas a medida que se introducen nuevas mueven el desarrollo de técnicas como preguntas (que pueden ser producto de la dendronocronología, el análisis de la introducción de nuevas técnicas de fi tolitos y carporrestos, la antracología, investigación y que a menudo implican paleo-palinología, entre otras, sedimen- cambios sustanciales en los paradigmas tando un visión positivista de la arqueo- de interpretación, o viceversa y en for- logía, en tanto conocimiento del pasado ma recursiva) acerca de los restos ve- solamente mediado por la técnica. getales arqueológicos y de las prácticas Pero para comprender la expansión socioculturales implicadas en su produc- de esta racionalidad instrumental2 en ción, uso, y signifi cación. La inversión nuestra disciplina debemos remontarnos de tiempo y esfuerzo en establecer los límites disciplinares en el marco de la 2 Fue Max Weber quien introdujo el concepto creciente complejización de este cono- de “racionalidad” para referirse a la activi- cimiento arqueológico es infructuosa. dad económica capitalista, diferenciándo- Esto no hace otra cosa que reproducir un privado burgués y de la dominación buro- pensamiento simplifi cante con una ideo- crática (Habermas 1986). Desde entonces logía que atenta contra cualquier proyec- la discusión acerca de la expansión de la to de descolonización de las disciplinas racionalidad instrumental como caracte- que suponga subvertir las relaciones de rística del Occidente moderno se puso en poder instauradas por la modernidad el centro de la discusión entre ciencia y téc- nica.

Ivana Karina Jofré Luna 13 a la década de 1960, ya que fue en esa cisión del/la arqueólogo/a de abordar su época cuando los aspectos técnicos co- estudio como algo meramente técnico braron mayor relevancia dentro del cam- desvinculado de la teoría implica una po disciplinar de la arqueología. Una elección acerca del mundo, habla acerca consecuencia directa de la así llamada de las formas en que aquel/lla recorta la “Nueva Arqueología” fue la marcada se- realidad. Allí radica el carácter peligroso paración de la técnica como una esfera de la separación entre ciencia y técnica, autónoma de lo social y la división del dado que ninguna de ellas está libre de trabajo intelectual al interior de la ar- consecuencias y, por lo tanto, no pueden queología. escapar de una refl exión crítica de su fi - Un fenómeno relacionado y relati- nalidad última. vamente reciente en nuestra disciplina es la proliferación de los llamados es- tudios arqueométricos, o directamente, El caso de estudio: Las prácticas de arqueometría, que introducen a la ar- quema y sahumado de plantas arbus- queobotánica dentro de sus fi las, enten- tivas en grupos sociales collas-ataca- diendo a esta última como una técnica meños de la Puna de Atacama Argen- analítica proveniente del modelo de las tina. Ciencias Naturales aplicable al estudio de los materiales arqueológicos y a sus Este estudio fue realizado hace algunos contextos naturales. Es claro que para la años entre los años 2001 y 2004 en el si- arqueometría la técnica está más allá de tio arqueológico de Tebenquiche Chico la teoría, y no sólo en el ámbito social, I, el mismo está ubicado en la quebrada ya que supone que sus propias técnicas homónima en las adyacencias del Salar analíticas pueden ser aplicadas indepen- de Antofalla en el Departamento de An- dientemente de otras consideraciones tofagasta de la Sierra, Provincia de Cata- teóricas. Es decir, esta línea de pensa- marca, República Argentina (Figura 1). miento afi rma que en la medida en que El estudio fue abordado como una se apliquen correctamente los estándares “Arqueología del Fuego” orientada a la que demandan tal o cual técnica analíti- interpretación de las prácticas domésti- ca se torna innecesaria la refl exión-crí- cas relacionadas al fuego en pequeños tica teórica-metodológica. Las técnicas grupos puneños que habitaron la quebra- sólo son una acción material sobre el da de Tebenquiche Chico entre los siglos mundo. Y fi nalmente, otra consecuencia III y XVII de la era cristiana (Jofré 2004, de la separación entre ciencia y técnica 2005, 2007). La breve presentación que puede ser traducida como la separación aquí realizo sobre un aspecto de aquel entre teoría y praxis (Habermas 1997). trabajo pretende proporcionar un ejem- Es así como la arqueobotánica, en tanto plo a partir del cual puedan ensayarse técnica, para algunos se ha constituido algunas de las ideas vertidas en el debate en nuestro campo disciplinario como inicial planteado en este artículo. una esfera autónoma de conocimiento Mi objetivo es poder dar cuenta de un abstraída de la refl exión critica de su abordaje teórico-metodológico que no se producción y consecuencias. impone los límites del modelo predicti- La supuesta autonomía de la técnica vo y que opera en la misma lógica com- presume la neutralidad en la aplicación pleja ofrecida por las redes de la inte- de la misma. Y del mismo modo la de- racción social atacameña. Estas últimas

14 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 Figura 1: Mapa geopolítico con la ubicación de la Quebrada de Tebenquiche y Cuenca de Antofalla en la región Atacameña. se presentan como tradicionales, pero a son articuladas en torno a un argumento la vez como dinámicas y cambiantes en con consecuencias políticas que también relación a sus propios contextos de pro- informa las representaciones sociales ducción social. Esta complejidad asu- construidas en torno a las sociedades mida en el propio estudio arqueológico atacameñas tradicionales. Por su parte, planteado busca desmontar los supues- la quema de chachaco’a en estos gru- tos que consideran necesario hacer visi- pos sociales involucra una concepción bles los limites disciplinares implicados, integradora de los diferentes ámbitos de en este caso, el análisis antracológico3 y la vida sociopolítica de los grupos cam- el etnográfi co. Ambos estudios retroali- pesinos atacameños, esto nos permite mentan las interpretaciones puestas en también vislumbrar los contornos de las juego en la investigación y participan construcciones culturales asumidas en activamente en una cadena de signifi - nuestro propio pensamiento científi co caciones pasadas-presentes, las cuales disciplinado y disciplinante. 3 La antracología es una técnica por la cual se realizan análisis miscroscópicos de carbones de estructura vegetal y Antofalla que comprende también su posterior El poblado de Antofalla se encuentra ubicado sobre la sierra homónima en antracológica se basa en el hecho de que una quebrada adyacente a 16 km de la estructura interna del leño vegetal varía Tebenquiche Chico, al oeste del De- según las especies y, además, se conserva a partamento Antofagasta de la Sierra. El pesar de que la madera haya sido sometida poblado se emplaza en el fondo de la a combustión (Badal García 1994; Piqué i quebrada cerca de la ladera occidental, Huerta 1999; Smart y Hoff man 1988).

Ivana Karina Jofré Luna 15 casi en la desembocadura, muy cerca del El derecho a la propiedad de la tie- cono aluvial4. El actual poblado de An- rra, y por ende, el acceso a los recursos tofalla cuenta con una población estable vitales que de ella derivan -agua, culti- cercana a las 50 personas. vos, animales y leña les fue concedido Los pobladores realizan la ocupa- a estas familias en virtud del parentesco ción de espacios geográfi cos diferen- y se remontan en el tiempo a los prime- ciales, aprovechando la diversifi cación ros ocupantes del lugar. Sin embargo, la zonal que ofrece el paisaje atacameño hegemonía de dicho discurso sobre la altiplánico. El poblado se divide en unas legitimidad de la pertenencia posee un pocas familias que componen cuatro uni- vacío de signifi cados factible de ser dis- dades domésticas integradas por dos y, a putado en las prácticas cotidianas (Piza- veces, tres generaciones. Pizarro (2002) rro 2002). ha explicado la constitución y los proce- Los criterios locales de diferencia- sos de espacialización y pertenencia que ción social en Antofalla no residen en estructuran las familias (hogares) y las una diferenciación de clase (económico- unidades domésticas en Antofalla. Para productiva) ni de legitimidad jurídica esclarecer esta distinción, la autora ha (socio-política), sino más bien, residen defi nido al hogar como el grupo de per- en el criterio de identifi cación y clasifi - sonas que come de la olla, por lo menos cación (nuestro-de ellos) proporcionado una vez al día, y a la unidad doméstica por las relaciones de parentesco Pizarro como el grupo que comparte la propie- (2002). Dentro de este marco de relacio- dad de ciertos rastrojos, corrales, hacien- nes sociales, el paisaje de Antofalla: da y sembradíos pero que no come de la “(…) es concebido como espacio social misma olla. o ambiente natural domesticado a tra- “Los límites de las unidades domés- vés de sucesivas prácticas sociales que ticas estan dados por las actividades ponen en acto y materializan cierta ar- de domesticación de animales, plantas, ticulación de pautas culturales de perte- tierra y agua (que implican la natura- nencia. Las maneras particulares en que lización de los derechos de acceso, uso el mundo real ha sido domesticado por y propiedad sobre dichos recursos). En sujetos que habitaron la zona anterior- cambio, las pautas de interacción en los mente mediatizan y, a la vez, son signifi - grupos sociales concebidos como ho- cadas, transformadas y/o reproducidas gares se basaban en las actividades de por las prácticas de los Antofalleños en transformación de los alimentos y re- la actualidad. De esta manera, el paisa- producción de la vida familiar” (Pizarro je es condicionante y, a la vez, es resul- 2002: 210). tado de las prácticas sociales cotidianas Esto último signifi ca que existe una de los pobladores de Antofalla” (Pizarro superposición de derechos y deberes, 2002: 214). heredados y adquiridos en las relaciones Es necesario mencionar que, re- de parentesco por consanguinidad/ads- cientemente, los pobladores de Antofa- cripción y/o alianza. Lo cual dinamiza lla se han organizado como Comunidad las estrategias de reproducción social de Indígena bajo la adscripción étnica de los grupos sociales en el contexto de la collas-atacameños, obteniendo de parte práctica. del Estado Nacional Argentino el otor- gamiento legal de su personería jurídi- 4 Una descripción más amplia puede encontrarse ca y, con ello, el reconocimiento de su en Haber (2006a).

16 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 derecho de propiedad comunal sobre las ría de rituales tradicionales que se llevan tierras que tradicionalmente ocupan5. a cabo durante las celebraciones en el Mis observaciones etnográfi cas fue- poblado. Sara guarda antiguas memorias ron realizadas durante prolongadas esta- que le fueron transmitidas por sus padres días en el poblado de Antofalla durante y abuelos, las cuales pone en acto en sus el periodo 2001-2004. Las mismas fue- enseñanzas cotidianas a sus hijos, nietos ron producto de una relación cercana y vecinos a través de narraciones de his- con los pobladores, compartiendo los torias, adivinanzas, rituales y prácticas quehaceres diarios en una unidad do- artesanales que demuestran un acabado méstica particularmente. Allí pude parti- conocimiento de las relaciones sociales cipar de faenas tales como la búsqueda, puneñas en el marco de sus vínculos con selección y recolección de leñas, plan- la naturaleza. Otra buena parte de mis tas medicinales y rituales, encierros de interpretaciones fueron construidas a ovinos, caprinos y camélidos, encendido partir del análisis de los diarios de cam- y cocinado en hornos de barro, tejidos po confeccionados en la segunda mitad en telares, etc. Muchas de mis observa- de la década de 1990 por la antropóloga ciones en relación a los signifi cados de Cynthia Pizarro y su equipo de trabajo6. las plantas locales provienen de largas charlas mantenidas con Sara Vázquez, la mujer más anciana de la comunidad y Chachaco’a, humito que se va pa’l ce- quien ofi cia de madrina en la gran mayo- rro En Antofalla, las prácticas vinculadas a 5 A partir de la reforma de la constitución la explotación de plantas arbustivas son argentina llevada a cabo en el año 1994 en donde se elaboró el articulo 75 inciso el producto de una sedimentación de sig- 17 en donde el estado nación argentino nifi cados sociales. Muchas prácticas ex- reconoció la “prexistencia de los Pueblos presan una memoria cultural que se pone Originarios en el territorio”, y luego de la en evidencia en algunos criterios de se- promulgación de la ley indígena nacional lección por sobre algunas plantas (Jofré N° 23.302, en el país se inició un proceso 2004, 2007). Es decir, que en la medida mayor alentando la recuperación de tie- en que el paisaje natural es signifi cado rras comunales por parte de comunidades en relación a las prácticas de recolec- indígenas que por siglos habían sido des- ción, también refl eja antiguas percepcio- pojadas de cualquier posibilidad de acción nes heredadas de padres a hijos, de abue- como “sujetos de derecho”. En la provincia los a nietos, en un continuum temporal de Catamarca, la Comunidad Indígena de que ayuda a comprender la confi gura- Morteritos-Las Cuevas fue pionera en esta materia, al iniciar el primer pedido de res- ción en el tiempo de este espacio habi- titución de tierras comunales en el Norte tado. Así, por ejemplo, las explotaciones del Departamento Belén, a la cual le siguió de leña dependen en gran medida de las años más tarde en el 2006-2007 la comuni- características organizativas del gru- dad de Antofalla en el Departamento veci- po, de sus motivaciones económicas de no de Antofasta de la Sierra. Actualmente subsistencia y de sus relaciones sociales otras comunidades en la misma provincia intragrupales, las cuales son posibilita- han iniciado también sus propios recorri- das también por las capacidades técnicas dos políticos para obtener derechos legales 6 Estas investigaciones desarrolladas por Piza- sobre sus tierras amenazas por los diferi- rro en Antofalla estuvieron orientadas ma- mientos impositivos y los megaproyectos yormente a indagar sobre la organización mineros, ente otros. social de la comunidad campesina rural.

Ivana Karina Jofré Luna 17 de las familias y unidades domésticas. Parastrephia terestuiscula, Fabiana Las familias optan por estrategias de squamata, Fabiana bryoides, también explotación de combustibles asociadas algunas especies de los géneros Displos- estrechamente a los intereses de su or- tephium y Borreira. Esta variabilidad de ganización campesina, dirigida esta a la taxones –según la región- es interpretada producción de medios de subsistencia en por los autores como signifi cativo de la un espacio puneño socializado. verdadera relación que existe entre una Dentro de la cosmovisión andina las planta particular y su nombre. Siguien- plantas arbustivas también son agentes do a Munizaga & Gunckel (1958), el activos en la producción y reproduc- nombre otorgado a una planta es el que ción de discursos ritualizados. Es decir, le otorga verdadero poder, de ahí que se las plantas son un vehículo a través del le atribuya el mismo nombre a varias cual se corporizan simbologías en ritos especies diferentes de un mismo o de específi cos. Los rituales en los que par- diferente género. En relación a esto, la ticipan las plantas se relacionan con la información obtenida en Antofalla sobre propiciación y festejo de buenos augu- la combustión de plantas arbustivas en rios y fertilidad sobre los recursos fun- prácticas rituales también coincide con damentales necesarios para la reproduc- la registrada para la zona atacameña de ción física del grupo social. “Dentro de Chile. Allí también se denomina “coa” las comunidades andinas existe una es- o “koa” al humo de la planta empleada trecha asociación entre las actividades para sahumar (Villagrán et al. 1998b). productivas y las rituales, vínculo que En Antofalla, Parastrephia quadran- transforma a las fi estas y ceremonias gularis es la planta preferida para sahu- como extremadamente importantes para mar los animales durante la señalada o la reproducción del sistema comunita- fl oreamiento de animales, también se la rio...” (Villagrán et al. 1998b:31). utiliza para sahumar las calles durante el En Antofalla se emplea la plan- 1ero. de Agosto, día consagrado a la Pa- ta arbustiva denominada “chacha” o chamama y, durante el ritual agrícola de “chachaco’a” (Parastrephia quadrangu- limpieza de canales, entre otros eventos laris [Meyen] Cab.) para la realización privados y comunitarios. También pue- de ceremonias rituales. A esta especie de emplearse el humo de “chachaco’a” se le atribuyen propiedades místico-re- en algunas ocasiones especiales de cu- ligiosas, capaces de mediar entre los hu- ración. Se informó que, en caso de no manos y las divinidades naturales, y su haber esta planta a disposición se pue- uso ritual esta ampliamente difundido en de utilizar para el sahumado: “pata de el área atacameña (Aldunate et al. 1981; perdiz” (Fabiana bryoides [Phil]) y, Villagrán et. al. 1998a; Villagrán et al. excepcionalmente, pueden sahumarse 1998b) y en otras áreas de los . los burros y los rincones de la casa, por Existe una discusión en torno a la uti- ejemplo, con “lejía” (Baccharis incarum lización ritual de varias especies identi- [Wedd.]). A partir de esta información, fi cadas en el área andina como “koa”, se puede interpretar que en Antofalla “coa”, “q’oa”, “koba”. Según Villagrán también existe una idea de reemplazo et al. (1998b), en algunas regiones de de los elementos botánicos integrantes Chile, , Perú y Argentina se iden- del ceremonial, tal como lo menciona- tifi can con este nombre a varias especies ra otros autores para la región andina- distintas: Parastrephia quadrangularis, altiplánica (Munizaga & Gunckel 1958;

18 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 Villagrán et al. 1998b). pastos reverdezcan para multiplicar los El concepto de “transformación” está animales. Esta plegaria no sólo se hace implícito en el acto de sahumar, incluso, en caso de sequías, sino que también se para algunos autores como Flores Ochoa la realiza para competir con otra unidad (citado en Villagrán et al. 1998b), la pa- doméstica. Cuando los animales de la labra “koa” o “coa” signifi ca: “lo que se familia empiezan a disminuir en núme- transforma en otra cosa”. Parastrephia ro, o están muy delgados para su carneo, quadrangularis sufre una transforma- o cuando los cultivos sufren heladas, etc. ción física, que simboliza la transfor- (mientras que los animales o cultivos del mación ritual. Tal como lo ha señalado vecino no se ven afectados), se realiza Sara: “... la chacha se convierte en co’a un sahumado de estos elementos para cuando se quema. Se vuelve humito que exorcizarlos o limpiarlos y propiciar así se va p’al cerro...”. su curación. El humo se destaca en el ritual an- Haber ha explicado algunos signifi - dino. La acción de sahumar puede re- cados quechua-aymaras de estas rela- presentar, según el contexto, un acto de ciones domésticas como alternativa al limpieza, una forma de exorcismo espi- énfasis indoeuropeo en la domesticación ritual y/o curación o, un medio para la como el control y dominación de la na- elevación de plegarias. Este humo tiene turaleza por los humanos: poderes divinos que son capaces de co- “El término andino que describe las municar y unir en el ritual los mundos. relaciones domésticas es uywaña; vie- No obstante, las prácticas de sahumado ne de la raíz uyw- y refi ere a ser dueño con arbustivas no forman parte de un de animales, no en el sentido de domi- fenómeno esencialmente vinculado a la narlos sino en una relación de cuidado, reproducción espiritual tradicional de crianza, respeto y amor (Martínez 1976, este grupo social. Es decir que, los sig- 1989; Castro 1986; van Kessel y Condo- nifi cados de estas prácticas tradicionales ri Cruz 1992; Dransart 2002); también no preexisten al grupo social, sino que se aplica a las relaciones entre padres e solamente tienen sentido en el escenario hijos y entre la gente y el cerro en cuan- en el cual son creadas las relaciones so- to dueño y criador de la tierra o la tierra ciales. como dueña y criadora. Otros términos Las plegarias para la obtención de relacionados refi eren a lugares sagra- permisos para la realización de actos dos, cultos a los ancestros y a diversos de crianza, cuidado y amor expresados aspectos de la tecnología productiva en la siembra de la tierra, la señalada de como, por ejemplo, hacer que el agua animales nacidos, la confección y man- riegue los sembradíos. El mismo tipo de tenimiento de canales, etc., ponen de relaciones entre pastores y animales se manifi esto que el ritual del sahumado espera entre aquellos y sus hijos y entre acompaña a la construcción de relacio- el cerro y la gente; incluso el bienestar nes sociales entre los sujetos en el mun- de la familia (es decir, la protección que do y, por supuesto, con las divinidades se espera del cerro) es causa y conse- del mundo: la Pachamama, los cerros, cuencia del bienestar de sus rebaños y etc. También, por medio del acto de sa- sus niños. ¿Cuál es lugar de las vicu- humado se elevan plegarias de fertilidad, ñas, como “objeto natural sin dueño”, de bonanza para los cultivos y anima- en el marco que ofrece la constelación les. Se le pide a la Pachamama que los conceptual de uywaña? (…) El cerro es

Ivana Karina Jofré Luna 19 el principal dueño de los seres humanos combustibles vegetales de la propia que- y no humanos. Pero así como una per- brada, y sobre las prácticas de limpieza y sona es dueña de sus llamas y el cerro vaciado de las estructuras de combustión es dueño de su gente las vicuñas son el dentro y fuera de la casa, entre otros. rebaño del cerro. El cerro (o, igualmen- Todo esto en las dos habitaciones de la te, la tierra) es considerado un agente casa y durante sus diferentes épocas de con el cual se espera que los humanos ocupación, desde comienzos del primer negocien su producción y reproducción milenio de la era hasta el siglo XVII. (uywaña) (…) La diferencia entre ambas No obstante, fue la recurrente “ex- relaciones reside en la agencia de apro- cavación de pozos” en los pisos de las piación de la tierra, o propiedad/crian- habitaciones de TC1 lo que proporcionó za, que es, respectivamente, la familia y indicios acerca de los signifi cados impli- la gente o el conjunto de familias. Esta cados en la quema de plantas en ciertos diferencia no es de oposición mutua sino contextos arqueológicos que formaron de niveles anidados ya que todos los ha- parte activa del entramado de prácticas bitantes de la aldea son criaturas del desarrolladas en el ámbito doméstico mismo dueño” (Haber 2006b: 97). (Figura 2). Según lo dicho en Antofalla, las prác- ticas socioculturales mencionadas remi- ten a una conciencia de la naturaleza que no es atitética a la sociedad o relaciones sociales contruidas en relación y con los seres de la naturaleza. Estos últimos son objetivados como sujetos con los cuales hay que entablar relaciones de amor y cariño, tal y como se hace con un hijo o familiar cercano, puesto que estos no son parte de un mundo distinto y sepa- Figura 2: Dibujo en planta de las áreas ex- rado del grupo social humano. Las ca- cavadas del recinto habitacional del com- tegorías collas-atacameñas en este caso puesto doméstico TC1, formado por las operan como códigos analógicos antes habitaciones A1 y A2, un pasillo de comuni- que como oposiciones binarias7. cación entre ambas habitaciones y un patio de entrada a la habitación A1 (en el extremo La casa de Tebenquiche Chico 1 (TC1) sudeste). (Figura tomada de D’Amore 2002).

El estudio realizado en la casa TC1 en Especialmente cuando la información el yacimiento arqueológico de la quebra- etnográfi ca de los usos y signifi cados de da de Tebenquiche Chico, en la misma las plantas locales me proporcionaba un cuenca de Antofalla, proporcionó varia- marco de interpretación que involucra da información respecto a las prácticas prácticas de recolección selectivas, algu- de combustión, prácticas selección de nas vinculadas a signifi cados religiosos 7 Similares interpretaciones, aunque con estrechamente relacionados a la repro- variaciones sustanciales, han sido mani- ducción física y social de las unidades domésticas (Jofré 2004, 2007). san sobre sociedades tradicionales de otras Todo indica que la reproducción de geografías, tal es el caso de Hviding 2001 y esta práctica doméstica -la de excavar Descola 2001, 2005, entre otros. 20 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 pozos dentro de las habitaciones-, a lo del ritual colectivo, sino la importancia largo de todo el 1er. período de ocupación de la casa en la defi nición de las unida- de la casa estaba vinculada al manteni- des sociales de apropiación de los recur- miento de la misma y a la contención de sos productivos” (Haber 2006b: 101). brasas para calefaccionar los ambientes internos, para cocinar e, inclusive, para sahumar la casa durante la realización de eventos rituales (Figura 3).

Figura 3: Dibujo en planta pozos excavados en el piso de ocupación [19] de la casa TC1. El pozo [36] contiene el relleno [19h] inter- pretado como combustión in situ. Los demás pozos contienen rellenos interpretados como restos de prácticas de vaciado y limpieza de combustiones dentro de la habitación (Figu- ra tomada de D’Amore 2002).

Tal como lo sugiere un contexto ri- Figura 4: Parastrephia quadrangularis tual asociado a la construcción de la (Meyen), Cabrera. tr. 100x. Familia Compo- vivienda de TC1. El mismo fue hallado sitae. Nombre vernacular: “chacha”, “cha- bajo los muros de fundación de la casa y chakoa”. Muestra de Herbario N° 65. Corte estaba compuesto por un pozo excava- Transversal: Porosidad difusa. Disposición solitarios y en series radiales. Se observa do conteniendo restos de combustiones parénquima asociado a vasos. Corte Tan- de Parastrephia sp. (“chachaco’a”) (Jo- gencial: Sistema radial homogéneo. Radios fré 2004, 2007), depósitos de cerámica multiseriados. Vasos de lumen pequeño, pla- y un neonato humano prematuro (Haber ca de perforación oblicua. Descripción y 2006a) (Figura 4). fotografías de la autora (Jofré 2004, 2007). Respecto a esto, Haber ha sugerido la A partir de este caso de estudio ar- siguiente interpretación: “Todo esto no queológico y su relación con la informa- sólo refuerza la idea de la importancia ción etnográfi ca obtenida de las pobla- ciones actuales de la cuenca de Antofalla,

Ivana Karina Jofré Luna 21 es posible interpretar los usos y signifi - puede decirse que la delimitación de los cados asociados a la “chachaco’a”. Qui- campos disciplinares y subdisciplinares zás, como un elemento de la naturaleza persigue solamente fi nes pragmáticos. que también media en “las relaciones de Esto es así porque la investigación cien- domesticidad, es decir en la estructura- tífi ca se organiza alrededor de objetos ción mutua de las relaciones sociales so- construidos que no tienen relación algu- bre la tierra y las relaciones con la tierra” na con las unidades delimitadas por la (Haber 2006b: 97). Un elemento princi- percepción ingenua. Este confl icto de pal en la actualización de las tradiciones límites entre ciencias vecinas es propio en el contexto de la práctica. Así mismo de una epistemología positivista que “se expresa concepciones no dicotómicas, ni imagina la división científi ca del traba- fragmentarias, en donde las plantas no jo como división real de lo real” (Bou- forman parte de un mundo natural domi- rdieu, Chamboredon y Passeron 2002: nado a través la recolección programá- 52) tica y estratégica solamente funcional a En razón de lo expuesto sostengo que la supervivencia física del grupo social, la creciente complejización del conoci- sino que integran un mundo de signifi - miento arqueológico, manifestada en caciones más amplias y complejas en el proliferación de subcampos de estudio campo de la estructuración social de las o subdisciplinas, es congruente con la sociedades atacameñas del presente y complejización de los campos de inte- del pasado. racción social en los que la arqueología se inscribe actualmente. Allí las pregun- A modo de refl exiones fi nales tas ya no son las mismas y se han diversi- fi cado enormemente a partir de la propia El establecimiento de los límites disci- diversifi cación de los procesos de inte- plinares como forma de ordenación del racción, mestizaje y de interdependencia conocimiento es un problema histórico que actúan en las sociedades complejas y cultural (Morin 1995)8, de esta manera (Maffesoli 1995). Esto no implica el in- 8 “En la escuela hemos aprendido a pensar volucramiento de algún sentido de evo- separado. Aprendimos a separar las lución lineal de complejidad en las so- materias: la historia, la geografía, la ciedades, me refi ero a un cambio en las física, etc. ¡Muy bien! Pero si miramos interacciones sociales locales y globales mejor, vemos que la química, en un nivel que constituyen nuestras propias sub- experimental, está en el campo de la jetividades a partir de las cuales com- microfísica. Y sabemos que la historia prendemos y percibimos el mundo de siempre ocurre en un territorio, en una manera diferente que hace 20 o 50 años geografía. Y también sabemos que la atrás. Dichos cambios suponen transfor- geografía es toda una historia cósmica a través del paisaje, a través de las montañas partes. Queremos eliminar el problema y llanuras… Está bien distinguir estas de la complejidad. Este es un obstáculo materias pero no hay que establecer profundo, pues obedece al arraigamiento de separaciones absolutas. Aprendimos muy una forma de pensamiento que se impone bien a separar. Apartamos un objeto de su en nuestra mente desde la infancia, que se entorno, aislamos un objeto con respecto desarrolla en la escuela, en la universidad al observador que lo observa. Nuestro y se incrusta en la especialización; y el pensamiento es disyuntivo y, además, mundo de los expertos y de los especialistas reductor: buscamos la explicación de un maneja cada vez más nuestras sociedades” todo a través de la constitución de sus (Morin 1995: 423-424). 22 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 maciones de las propias refl exividades dos los espacios de las experiencias de teóricas involucradas en la producción los sujetos y grupos sociales puneños, a de conocimiento científi co, es decir, no través de las cuales se perciben y cons- se trata de una complejización externa a truyen las heterogéneas redes de interac- nosotros, si no que nos incluye y contie- ción social. A partir de esto remarco la ne también como sujetos complejos. De manifestación de un mundo social que ahí que nuestras preguntas por el pasado no distingue esferas opuestas o separa- deberían también permitirse pensar so- das. No existe una limpia separación u ciedades complejas, con sujetos comple- oposición entre los dominios cultural y jos en realidades que involucraron inte- natural, existen “relaciones anidadas racciones sociales complejas. Esta sería de inclusión mutua de las diversas re- una forma de poder reconocer de manera laciones” (Haber 2006b: 97). No existe, explícita que nuestro conocimiento del por ejemplo, un signifi cado económico pasado se constituye a partir de nuestras independiente u opuesto de un signifi ca- propias experiencias en el mundo, para do religioso, por el contrario, existe una dejar así de reproducir los estereotipos complejidad estructural que opera de del pensamiento simplifi cante. manera recursiva en la construcción de En relación a esto, en este trabajo la sociedad y la cultura a través de la ex- he intentado plantear dos cuestiones, la periencia individual y colectiva con los primera, que la necesidad del estableci- objetos y elementos del habitat. De esto miento de los límites entre la arqueobo- último se desprende otro punto a señalar, tánica, la paleoetnobotánica y paleobo- este alude a la importancia de la práctica tánica y/o arque-etnobotánica es funcio- social en la construcción de los marcos nal a una creciente diferenciación pro- de tradición, los cuales no pueden ser fesional acorde con un campo de com- nunca soportes rígidos en donde se lleva petencia del aparato científi co-técnico. a cabo la acción de individuos progra- Y la segunda cuestión, relacionada a la mados para actuar mecánicamente. El primera, es que esta delimitación discur- cambio está implícito en la propia repro- siva de los subcampos del conocimiento ducción, lo que signifi ca la implicación arqueológico es una batalla librada en el de una práctica social rutinaria, pero campo de la razón orientada a fi nes (o nunca repetitiva (Giddens 1984, 1987). razón instrumental o funcional), y que A partir de este caso es posible re- por eso tiene poco que ver con el cono- fl exionar acerca del modelo de ciencia cimiento como tal, porque alude princi- que opera en nuestras propias metodolo- palmente al modo en cómo se utiliza el gías e interpretaciones diseccionadoras conocimiento, “su dominación” (Haber- de las realidades de las cuales pretende- mas 1986). mos dar cuenta. Este modelo de ciencia Ahora bien, el caso de estudio pro- privilegia a la racionalidad instrumental porcionado pone de manifi esto la com- como único sistema de conocimiento po- plejidad de las lógicas de reproducción sible y légitimo para explicar el mundo. de los grupos sociales collas-atacame- De ahí que la transformación de los/as ños. Las mismas integran a los animales arqueólogos/as especialistas en estudios y a las plantas en una metáfora social arqueobotánicos, por ejemplo, postule inscripta en la tradición y actualizada la necesidad de “especializar” su cono- (signifi cada) en tiempo y espacio por la cimiento para igualarlo a la producción práctica social. Esta metáfora copa to- técnica de un discurso científi co abstraí-

Ivana Karina Jofré Luna 23 do de las problemáticas socioculturales cas mayormente preocupadas por una del pasado-presente que se les presentan economía eminentemente ganadera, en para su estudio. Posiblemente la im- detrimento de otro tipo de recursos, ta- portancia del conocimiento etnográfi co les como los vegetales, considerados en la más reciente producción de la ar- de bajo impacto en la reproducción de queología sudamericana no sea puesta los grupos sociales de los oasis pune- en duda por los colegas, pero lo cierto ños (Haber 2006b). En consecuencia es que con cada vez mayor frecuencia las escasas investigaciones realizadas en nuestro país estamos asistiendo a una en la región sobre la recolección y uso formación académica que nos aleja pro- de vegetales, mayormente enfocadas en gresivamente de la mirada etno-gráfi ca contextos arqueológicos de cazadores– integradora y compleja para acercarnos recolectores tempranos, han producido a investigaciones centradas en la identi- interpretaciones de sujetos afectados por fi cación taxonómica, su cuantifi cación y las inclemencias del habitat ecológico y ordenación acorde en los contextos ar- motivados por racionalidades económi- queológicos de recuperación. Para dar cas que muchas veces son incongruentes cuenta de ello baste con repasar algunos dentro de los propios marcos interpreta- de títulos de los artículos relacionados al tivos planteados, tal como lo ha señala- tema botánico expuestos en las mesas de do Ingold (2001) en su análisis de este trabajo del último XVI Congreso Nacio- tipo de narraciones arqueológicas. Estas nal de Arqueología Argentina (2007). interpretaciones ejemplifi can el tipo de Aceptar que el modelo de ciencia y conocimiento de las sociedades del pa- técnica que conocemos es consecuente sado imperante en nuestra arqueología con un aparato de dominación de la na- local, el cual opera a partir de la dife- turaleza y la sociedad propio del mun- rencia ontológica entre sociedad y natu- do occidental moderno es encauzar la raleza, entre cultura y biología, etc., en critica refl exiva hacia las formas que concordancia con un pensamiento sim- empleamos para pensar el mundo. Esto plifi cante que se distancia, secciona y último signifi ca –especialmente en la reduce la realidad para poder compren- Arqueología Sudamericana- una res- derla e interpretarla. ponsabilidad por sobre la producción Como alternativa, algunos autores de signifi cados sociales y culturales con tales como Morin han propuesto el cam- una potencial fuerza de ruptura con una bio hacia una “epistemología de la com- visión colonialista del mundo. plejidad”. Ello implica el abandono de Finalmente, otro punto importarte nuestras seguridades cartesianas, para que deseo destacar en este trabajo es la enfrentar, de este modo, las difi cultades importancia de las plantas en la simbo- que se nos plantean en la práctica de logía asociada a la reproducción de los nuestra teoría y en la teoría de nuestra grupos campesinos de la región. Esto re- práctica. Como se ha explicitado aquí, la sulta especialmente importante de desta- separación discursiva de las disciplinas car para un área en la que ha predomina- es un instrumento de poder erigido en el do por largo tiempo el supuesto preteóri- mismo corazón de la razón instrumental co de la Puna de Atacama como catego- para recortar la realidad y forzarla den- ría geográfi ca (Haber 2006a, 2000, Jofré tro un modelo establecido a priori “sin 2004, 2007), lo cual ha acarreado, entre tomar en cuenta la vida en su comple- otras cosas, investigaciones arqueológi- jidad, la vida polisémica y plural que

24 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 no se acomoda, o apenas lo hace, a las cialmente quiero retribuir a Sara por las ideas generales y otras abstracciones largas charlas y cariño manifestado. Su de contornos mal defi nidos” (Maffesoli amistad me hizo crecer profesionalmen- 1995: 35). Tal como sostiene Morin, la te y encaminarme hacia los intereses de característica esencial del pensamiento investigación que hoy me ocupan lejos racional occidental es su ineptitud para de la Puna Catamarqueña y que repre- integrar la idea de lo complejo. “Con la sentan mis aspiraciones personales más palabra complejo no estamos dando una genuinas. Un reconocimiento especial explicación, sino que señalamos una di- merecen mis compañeros de trabajo fi cultad para explicarlo. Designamos durante mi participación en el grupo de algo que, no pudiendo realmente expli- investigación del Laboratorio 2 de la Es- car, vamos a llamar complejo” (Morin cuela de Arqueología de la Universidad 1995: 421). La complejidad como tal se Nacional de Catamarca. Agradezco a resiste a ser comprendida por un pen- su director el Dr. Alejandro Haber que samiento simple, reduccionista y frag- acompañó el proceso de formulación mentario; se presenta por ello como su y maduración de mi investigación de- antinomia, como su rival. Por que, justa- venida en tesis de licenciatura, y a mis mente, la complejidad alude a un pensa- compañeros de trabajo por aquellas épo- miento en el cual estará presente siempre cas: Leandro D´Amore, Marcos Quesa- la difi cultad, es decir, es intrínsecamente da, Gabriela Granizo, Marcos Gastaldi, “indisciplinado”. Claudio Revuelta, Enrique Moreno y Guillermina Espósito. También agradez- co las observaciones y correcciones rea- Agradecimientos: lizadas por los evaluadores de esta revis- ta en el presente trabajo. Por último, las Deseo expresar mi inmensa gratitud interpretaciones vertidas en este trabajo con los pobladores de Antofalla, espe- son de mi entera responsabilidad.

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28 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 11-28; 2013 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA / ARQUEOLOGÍA SUL-AMERICANA 6, (1,2) Enero/Janeiro 2013 ANCESTROS, STATUS Y AGENCIA LOCAL EN LAS PRÁCTICAS FUNERARIAS DEL PERÍODO INTERMEDIO TEMPRANO Y EL HORIZONTE MEDIO DEL SITIO DE ÑAWINPUKYO (AYACUCHO, PERÚ)

Juan Bautista Leoni CONICET- Instituto de Arqueología, Universidad de Buenos Aires/Escuela de Antropología, Universidad Nacional de Rosario

En este trabajo se aborda la cuestión de la variabilidad formal y temporal en las prácticas mortuorias ayacuchanas al discutirse un caso de estudio específi co, un conjunto de enterra- torios del sitio de Ñawinpukyo, que abarca la parte fi nal del Período Intermedio Temprano (ca. 200 a.C.-600 d.C.) y el Horizonte Medio (ca. 600-1000 d.C.). Estos entierros presen- tan similitudes claras con otros sitios contemporáneos de la región pero también muestran especifi cidades que los diferencian, con variantes no conocidas hasta el momento en otros sitios. Estas características específi cas incluyen un énfasis creciente en la individualidad de las personas fallecidas, una ausencia signifi cativa de evidencia de reapertura frecuente de las tumbas y un foco claro en torno a una peculiar estructura funeraria superfi cial. Si bien los análisis de la funebria ayacuchana existentes suelen enfatizar las diferencias de status como elemento principal para interpretar la variabilidad formal existente, se argumenta aquí que los entierros de Ñawinpukyo documentarían un proceso diacrónico en el que la agencia de los habitantes del sitio sería fundamental para dar cuenta de las instancias de recombinación y resignifi cación de las formas y prácticas funerarias existentes, refl ejando tal vez maneras locales de construir identidades y subjetividades.

This paper addresses the issue of formal and temporal variability in Ayacucho mortuary practices by discussing a specifi c local case study, an assemblage of burials from the site of Ñawinpukyo that spans the late part of the Early Intermediate Period and the Middle Horizon. This set of burials presents similarities with contemporary sites in Ayacucho but also peculiarities that set it apart from them. These peculiarities include an emphasis on the individuality of the deceased, a notorious absence of periodical grave reopening, and a clear focus around a peculiar above-ground funerary structure. While existing studies of Ayacucho funerary practices commonly resort to status differences as the main way to interpret variability in mortuary treatment, it is argued here that the Ñawinpukyo burials discussed would document a diachronic process in which the agency of the site inhabitants would be key to account for the instances of rearrangement of existing burial forms and funerary practices, perhaps refl ecting local ways of constructing social and individual identities and subjectivities.

Palabras clave: prácticas funerarias, Ayacucho, agencia, ancestros, Período Intermedio Temprano, Horizonte Medio / Palabras clave: práticas funerarias, Ayacucho, agência, an- cestros, Período Intermedio Temprano, Horizonte Medio Keywords: funerary practices, Ayacucho, agency, ancestors, Early Intermediate Period, Middle Horizon. 29 Introducción de la compleja sociedad Wari2 sobre la base del sustrato local de la cultura Hua- Importantes cambios socioculturales se rpa precedente. Las prácticas funerarias produjeron en el valle de Ayacucho ha- mostraron cambios acordes, con una cia fi nales del Período Intermedio Tem- proliferación marcada de variedades prano (PITemp) (ca. 200 a.C.-600 d.C.) formales de entierros cuyos signifi cados y durante el Horizonte Medio (HM) e implicancias sociales sólo se compren- (ca. 600-1000 d.C.),1 con el desarrollo den parcialmente en la actualidad. Si bien los análisis sistemáticos y específi - 1 “Período Intermedio Temprano” y “Horizon- cos de la funebria ayacuchana se hayan te Medio” son dos de las principales unida- recién en sus comienzos, la mayor parte des cronológicas del gran esquema de cro- de los trabajos disponibles hasta el mo- nología relativa de John Rowe (1960) para mento han enfocado la interpretación de los Andes Centrales. La cronología especí- la notoria variabilidad presente en los fi ca para el PITemp fi nal y el HM fue ela- enterramientos Wari fundamentalmente borada por Dorothy Menzel (1964, 1968). en torno a la expresión de diferencias de A pesar de su uso extendido por los arqueó- status, prestigio y poder político de los logos andinos, pueden encontrarse en la li- fallecidos y los grupos sociales a los que teratura discrepancias signifi cativas acerca pertenecían. Si bien parece claro que las de las fechas absolutas de inicio y fi nal de diferencias de status efectivamente in- cada período, así como de las épocas y fa- ses en que éstos se subdividen. Un punto de fl uyeron en las expresiones mortuorias desacuerdo importante se relaciona con el de los grupos ayacuchanos del PITemp comienzo del HM, que según Menzel está y el HM, y que parte de las diferencias dado por el arribo de infl uencias estilísti- en forma, magnitud, elaboración y con- cas Wari al valle de Ica. La escasez fecha- tenido de las tumbas puede obedecer a dos radiocarbónicos le impidió a Menzel las diferencias de rango y status de los (1964) asignar más que fechas tentativas en fallecidos, también parece claro que es- su estudio fundacional de la cerámica del tas últimas tampoco alcanzan a explicar HM, y estimó que éste se extendió entre el por sí mismas todo el rango de variabi- 800 y 1100 d.C. (Menzel 1964:3 y Plate I). lidad presente en las prácticas funerarias En trabajos posteriores estas fechas fueron del valle en esos tiempos. ajustadas, con un inicio hacia 550/600 d.C., En este trabajo se aborda la y un fi nal hacia 900/1000 d.C. (e.g. Menzel 1977: Chronological Table; Rowe y Men- problemática de la variabilidad y los zel 1967: Chronological Table), y estas son cambios ocurridos en las prácticas mor- las fechas que muchos autores siguen en tuorias ayacuchanas, a través de la dis- la actualidad (e.g. Isbell 2000, 2004, inter cusión de un caso de estudio local espe- alia; Isbell y Cook 2002; Isbell y Schreiber cífi co, una secuencia de en terramien- 1978; Tung y Cook 2006). Por otro lado, tos que se extiende desde la parte fi nal otros investigadores sitúan los comienzos del PITemp hasta bien entrado el HM del HM hacia 700/750 d.C., basados so- identifi cada en el sitio de Ñawinpukyo. bre todo en fechados radiocarbónicos de Este caso comparte aspectos formales la región de Nasca (e.g. Carmichael 1994; similares con otros sitios conocidos pero Schreiber y Lancho 2003: Table 1.1). A los 2 En este trabajo sigo la propuesta de Isbell fi nes de este trabajo, considero los inicios (2001a), de emplear el término “Huari” del HM hacia 600 d.C., coincidiendo ma- para el sitio arqueológico y “Wari” para la yormente con el presunto surgimiento del cultura y estilo artístico generales. estado Wari en Ayacucho

30 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 también presenta especifi cidades que lo dos e incluso contradicciones en torno a diferencian. cuestiones como el grado de constreñi- Si bien se toma en cuenta la posible miento estructural que se atribuye a los expresión de aspectos de status y presti- sujetos o agentes, la importancia de la gio en las formas funerarias, la interpre- motivación e intencionalidad en la ac- tación se realiza mayormente en térmi- ción humana frente a quienes enfatizan nos de práctica y agencia, describiendo el los aspectos no discursivos y las conse- caso de estudio a través de una narrativa cuencias no previstas de la acción, la es- que enfatiza la conformación de una ge- cala de análisis apropiada para el análisis nealogía material y el énfasis en formas de la agencia (individual o grupal), entre de subjetividad que contrastan con la de otros puntos signifi cativos (ver Dobres y los principales sitios Wari contemporá- Robb 2000; Dornan 2002; Hodder 2007; neos, tal vez como forma de afi rmación Joyce y Lopiparo 2005). de una identidad local frente a la crecien- En mayor o menor medida, la apli- te centralización y hegemonía presumi- cación de la agencia a la interpre-tación blemente impuestas por el estado Wari de casos arqueológicos halla su inspi- durante el HM. ración en las teorías de la práctica de Bourdieu (1977) y de la estructuración Agencia como herramienta interpre- de Giddens (1979, 1984). Si bien existen tativa en arqueología puntos de divergencia importantes entre ambas, así como maneras diferentes de La aplicación de los conceptos de agen- interpretarlas y aplicarlas a los casos de cia y práctica en la interpretación de ca- estudio (Dornan 2002:305-308), ambas sos arqueológicos ha ganado una gran coinciden en general en el propósito de relevancia en los últimos años, aunque contrarrestar modelos deterministas de su uso no es siempre inequívoco y ni la acción humana, reconociendo que las siquiera existe un consenso general- personas actúan y alteran intencional- izado entre quienes lo emplean acerca mente o no el mundo externo a través de de su signifi cado, alcance e implican- sus acciones, jugando un rol importante cias teóricos y metodológicas (Dobres y en la construcción de las realidades so- Robb 2000:3; Dornan 2002:304; Hodder ciales en las cuales participan. Sin em- 2007:32; Pauketat 2001:79). Más allá bargo, ésta no es una acción totalmente del intento de rescatar la importancia de libre similar a la acción estratégica de la acción humana, individual y colec- agentes plenamente racionales y con- tiva, tanto en la reproducción como en scientes. Por el contrario, los agentes se el cambio de las estructuras sociales y encuentran constreñidos en buena me- condiciones de existencia en las cuales dida por las estructuras sociales y sus se desarrolla la vida de las personas, y de expresiones materiales e ideológicas. De su inspiración originaria en los desarro- esta manera, se establece a través de la llos teóricos de autores como Bourdieu práctica una relación dialéctica entre los (1977), Giddens (1979, 1984) y Ortner agentes (sujetos sociales condicionados (1984), entre otros, el uso que se ha dado pero no absolutamente determinados) y a estas categorías en arqueología difi ere la estructura (condiciones y confi gura- grandemente en las maneras en que se ciones perdurables que resultan de la in- las defi ne y aplica a los casos específi - teracción entre los individuos y grupos) cos. Así, se pueden encontrar desacuer- (Dornan 2002:305).

Juan Bautista Leoni 31 Más allá de cierto consenso general esto no los convierta en estrategas racio- en torno a las cuestiones básicas arriba nales. En particular, consideramos en mencionadas, el uso de la categoría de este caso de estudio, la acción intencio- agencia en arqueología se caracteriza por nada como parte de esfuerzos si no de su gran diversidad (ver por ejemplo tra- resistencia al menos de diferenciación bajos en Dobres y Robb 2000, y revisión y/o negociación de parte de un grupo lo- en Dornan 2002:308-314), por lo que se cal frente a tendencias y presiones ma- hace necesario intentar defi nir algunos yores provenientes del surgimiento y de los puntos básicos que guían su uso expansión del estado Wari (e.g. Pauketat en este trabajo. Fundamentalmente, en 2001), por lo cual muchas de las accio- este trabajo recurrimos a agencia como nes descritas se interpretan en función un recurso analítico para reinterpretar de afi rmar y expresar diferencias en el datos desde una perspectiva distinta, que contexto de negociaciones políticas a es- permita en este caso concreto una visión cala regional, aunque compartiendo un menos mecánica de la relación entre la fondo cultural más o menos común u ho- variabilidad formal y el signifi cado de mogéneo. En este sentido, coincidimos las prácticas funerarias ayacuchanas. en que la meta última de cualquier uso Un tema de contención principal en de agencia es la de entender la relación los debates acerca de agencia en arque- dialéctica a largo plazo entre la acción ología, y sobre el cual no hay un acuerdo humana y la estructura como parte de un generalizado es el de la escala de acción proceso único del que ambas son parte y análisis más correcto para el estudio de indivisible y por el cual la sociedad se la agencia. Así, algunos autores han en- recrea y transforma a través del tiempo fatizado la agencia individual mientras (Hodder 2007:34; Joyce y Lopiparo otros se han inclinado por la agencia col- 2005:365). ectiva o grupal (Dobres y Robb 2000:11; Dornan 2002:315-317). En nuestro caso de estudio, si bien se reconoce que la El Período Intermedio Temprano y el agencia puede ser ejercida tanto por in- Horizonte Medio en Ayacucho dividuos como grupos, en la interpre- tación queda expresada principalmente El PITemp en Ayacucho se caracterizó a un nivel grupal más que individual, por el desarrollo de la cultura arque- como la acción de un grupo específi co ológica denominada Huarpa, aunque es de habitantes de Ñawinpukyo (tal vez poco lo que se conoce de ésta al presente. un grupo de descendencia o parentesco), La mayoría de los trabajos disponibles fundamentalmente por las limitaciones se refi eren sobre todo a su cerámica, que que plantea la información empírica dis- muestra típicamente motivos geométri- ponible, que hace difícil discriminar ac- cos y lineales rojos y negros sobre un ciones indivduales con mayor precisión. fondo blanco mate. Si bien se describió Si bien se reconoce que la acción hu- originalmente a Huarpa como una socie- mana está condicionada y constreñida dad compleja de nivel estatal con una estructuralmente por la trama de relacio- capital urbana en el sitio de Ñawinpukyo nes e instituciones en que se insertan los (Lumbreras 1974), reevaluaciones pos- individuos, se asume que la intencionali- teriores con-sideran que en esos tiempos dad y motivación de los agentes es rele- existían en Ayacucho varias entidades vante para entender dicha acción aunque políticas de pequeña escala, centradas

32 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 en torno a uno o varios asentamientos como Azángaro (valle de Huanta) se (Isbell 2001b; Isbell y Schreiber 1978; ubicaban un escalón por debajo, y un Leoni 2006; Lumbreras 2000; Schreiber gran número de sitios menores, tales 1992). Las prácticas mortuorias pare- como Aqo Wayqo, Tunasniyoq, Muyu cen haber incluido principalmente for- Orqo, entre otros, ocupaban los niveles mas simples, como entierros primarios inferiores. Ñawinpukyo, por su parte, se individuales o múltiples en pozos sim- habría ubicado por su tamaño y trazado ples con poco o ningún ajuar funerario. interno en una posición intermedia en- Se suele interpretar esto como el cor- tre los grandes centros urbanos y los relato de la existencia de poca diferen- pequeños asentamientos rurales. Según ciación social y política (Isbell 2000:45; la lógica interpretativa tradicional de los Lumbreras 1974:112-114; Tung y Cook estudios de patrones de asentamiento, 2006:75-77). esto indicaría que el sitio ocupaba un El advenimiento del HM en Aya- lugar relativamente bajo en la estructura cucho suele asociarse con el surgimiento político-administrativa del estado Wari. de la cultura y el estado Wari. Un proce- so de cambio cultural comenzó a desen- volverse en el valle hacia los siglos VI y VII d.C., como resultado tanto de desar- rollos locales como de infl uencias pro- venientes de Nasca y Tiwanaku (Isbell 2001b; Lumbreras 2000; Menzel 1964; Schreiber 1992). La cultura Huarpa fue reemplazada por nuevas formas de iden- tidad cultural y política, a medida que se intensifi caban la diferenciación social y la centralización política. Se ha identi- fi cado un desarrollo estilístico gradual en los estilos cerámicos correspondien- tes al PITemp fi nal y al HM que refl eja este proceso de cambio cultural (Bena- vides 1965; Knobloch 1983; Lumbreras 1974; Menzel 1964), aunque la forma y el ritmo que tomó este proceso en otras dimensiones sociales y culturales per- manecen aún poco conocidos. Durante el HM se desarrolló una Figura 1 compleja jerarquía de asentamiento multinivel en el valle de Ayacucho, que Las investigaciones arqueológicas refl ejaría la existencia de una sociedad han revelado una gran variedad de for- de nivel estatal (Isbell 2001b; Isbell y mas de enterramiento durante el HM, Schreiber 1978; Schreiber 1992:85-93) incluyendo entierros primarios indi- (Figura 1). En esta jerarquía de asen- viduales o múltiples en pozos simples, tamiento los centros urbanos de Hua- cavidades subterráneas cavadas en la ri y Conchopata ocupaban la cima, los roca con estructuras superfi ciales para centros administrativos especializados ofrendas, así como elaboradas estructu-

Juan Bautista Leoni 33 ras megalíticas y galerías subterráneas gobernantes y sus familias (Isbell 2004). como las halladas en los sectores Cheqo Enfocándose específi camente en en- Wasi y Mongachayoq del sitio de Huari tierros hallados en el sitio de Conchopa- (Isbell 2004). Varios trabajos recientes ta, Charlene Milliken (2006) desarrolló han abordado específi camente el estudio un exhaustivo análisis estadístico mul- de las prácticas funerarias Wari, y esta tidimensional del ajuar funerario con- extensa variabilidad de formas de enter- tenido en los distintos tipos de tumbas, ratorios ha sido comúnmente interpreta- que le permitió identifi car cuatro grupos da en general como un refl ejo de las cre- de entierros que representarían distin- cientes diferencias sociales y políticas tos niveles de status. Dos de ellos cor- (e.g. Isbell 2004; Isbell y Cook 2002; responden a entierros múltiples de per- Milliken 2006; Tung y Cook 2006). Así, sonas (adultos y niños) de alto status, William Isbell (2004) ha propuesto una poseen orifi cios y estructuras superfi cia- tipología de ocho tipos principales de les para ofrendas funerarias. Asociados tumbas, en los cuales la forma, elabo- con los restos humanos se hallan objetos ración y contenido refl ejan más o menos considerados indicadores de alto status, directamente el status político y social tales como fragmentos de Spondylus, de sus ocupantes. Estos tipos son, de artefactos de turquesa y metal, fi gurinas menor a mayor status: pozos simples in- y vasijas cerámicas en miniatura, entre dividuales; entierros múltiples en pozos; otros. Un tercer grupo corresponde a los entierros en cistas; entierros en cavi- entierros de bajo status, generalmente de dades subterráneas en la roca madre; adultos con poco o ningún ajuar funer- entierros en cuartos mortuorios; entier- ario enterrados en contextos domésticos. ros en paredes; entierros de grupos sac- Finalmente, el cuarto grupo representa rifi ciales; y cámaras megalíticas subter- a los niños e infantes, posiblemente de ráneas reales. Un noveno grupo estaría alto status, enterrados en “banquetas” o conformado por los entierros de niños estructuras superfi ciales. Estos grupos en “banquetas” o estructuras funerarias coinciden mayormente con las conclu- superfi ciales, sin correlatos aparentes en siones propuestas por Isbell en su es- términos de status. Los primeros dos ti- tudio, aunque el análisis estadístico de pos tendrían sus orígenes en el PITemp Milliken no apoya la distinción que hace y corresponderían a individuos de bajo Isbell entre nobles menores en cavidades status que no se convierten en ancestros de la roca madre, y gobernantes y nobles venerados. Las cistas y entierros en pa- superiores en cuartos y estructuras espe- redes representarían un escalón superior cializadas. en la estructura social, correspondiendo Tiffi ny Tung y Anita Cook (2006) a los residentes ordinarios de las ciu- también analizaron los entierros de Con- dades Wari. Las cavidades en la roca chopata, incluyendo tanto información madre, por su parte, corresponderían a bioarqueológica como aspectos formales la sepultura de nobles menores, conte- y contenido de las tumbas, discutiendo niendo grupos familiares con variado cuestiones de status y género como va- ajuar funerario y presentando orifi cios riables relevantes. Las autoras destacan para introducir ofrendas. Finalmente, el manifi esto incremento en tipos forma- los cuartos mortuorios especializados les de tumbas a partir de la parte fi nal del y las cámaras megalíticas subterráneas PITemp y durante el HM, refl ejando una habrían contenido a la alta nobleza, los mayor diversidad de estratos sociales.

34 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 Se concentraron principalmente en las Ñawinpukyo en el Período Intermedio cavidades subterráneas en la roca y en Temprano y el Horizonte Medio los cuartos mortuorios especializados, interpretándolos como sepulcros de gru- El sitio de Ñawinpukyo se ubica sobre pos de parentesco de elite en los cuales una colina rocosa a unos 5 km al sureste las mujeres mayores detentaban un gran del centro de la ciudad de Ayacucho, en poder y prestigio. el sector sur del valle (Figura 1). Antes Por su parte, Lidio Valdez y colabo- que la reciente construcción de vivien- radores (Valdez et al. 2006) han plantea- das sobre el sitio tuviera lugar, una densa do que las verdaderas implicancias de la concentración de restos arqueológicos evidente variabilidad formal de las tum- se localizaba sobre la cima de la colina, bas Wari son de una naturaleza comple- mientras que restos variados se halla- ja, incluyendo aspectos de género y edad ban también esparcidos sobre las lade- tanto como cuestiones de diferenciación ras y partes bajas de la colina. Si bien social y status, así como otras dimensio- fue mencionado por primera vez en los nes aún no determinadas. Así, discuten años treinta y cuarenta por investigado- los los entierros hallados en varios si- res ayacuchanos (Lumbreras 1974:22- tios en Ayacucho (Seqllas, Posoqoypa- 23), las investigaciones arqueológicas ta, Marayniyoq), que incluyen cámaras sistemáticas no comenzaron hasta la funerarias subterráneas de diferente gra- década de 1960, cuando arqueólogos de do de elaboración y entierros en cistas, la Universidad Nacional de San Cris- y argumentan que al menos algunas de tóbal de Huamanga efectuaron inves- estas tumbas podían reabrirse periódi- tigaciones limitadas (González Carré camente para introducir miembros de 1972). Luis Lumbreras (1974) condujo diferentes generaciones de un grupo de investigaciones más intensivas en 1971, parentesco específi co. Sin embargo, no interpretando los restos sobre la cima de han propuesto interpretaciones alterna- la colina como pertenecientes a la cul- tivas específi cas, más allá de reconocer tura Huarpa. Investigaciones adicionales que la variabilidad presente excede las tuvieron lugar en los años ochenta y no- meras distinciones de status. venta sobre la ladera oeste y las partes En todo caso, y más allá de las dife- bajas de la colina, revelando diversos rencias interpretativas entre los distintos restos de ocupaciones correspondientes autores, suele reconocerse que los an- al Período Formativo, PITemp y HM tiguos Wari interactuaban activamente (Cabrera 1998; Machaca 1997; Ochato- con sus muertos, alojándolos dentro de ma 1992). las áreas residenciales, propiciándolos Nuestras investigaciones en el sitio a través de ofrendas e incluso reabrien- se concentraron en la parte este y cen- do periódicamente sus tumbas, en lo tral de la cima de la colina, defi niendo que parecen constituir manifestaciones 32 cuartos y/o estructuras diversas (de- claras de la existencia de prácticas de nominados “Espacios Arquitectónicos”) veneración de ancestros (Cook 2001; distribuidos en cuatro sectores arquitec- Isbell 2004; Milliken 2006; Tung y tónicos principales (Figura 2). Las ex- Cook 2006; Valdez et al. 2006). cavaciones permitieron identifi car una secuencia ininterrumpida de ocupación de por lo menos cinco o seis siglos, con componentes pertenecientes tanto al

Juan Bautista Leoni 35 PITemp como al HM. que su ocupación cesaba a principios El centro de la ocupación Huarpa de del HM (Menzel 1964:69). Las inves- la colina era un conjunto ceremonial, tigaciones, sin embargo, mostraron que denominado Plaza Este, ubicado en la la mayoría de los restos de arquitectura parte más alta de la colina, que contenía sobre la cima de la colina pertenecían al varios edifi cios y estructuras de propósi- componente Wari del sitio y que su ocu- to ceremonial que sirvieron al parecer pación se extendió mucho más allá de la como escenario de intensas prácticas parte inicial del HM (Leoni 2008, 2009). rituales comunitarias entre los siglos IV La transición al HM implicó grandes y VI d.C. (Leoni 2006). El resto de la transformaciones en el trazado del asen- ocupación Huarpa es menos conocida, tamiento, con la construcción de varios en parte porque posteriores conjuntos conjuntos de cuartos irregularmente arquitectónicos del HM se construyeron aglutinados, comenzando tal vez hacia encima de los restos de las ocupaciones comienzos del siglo VII d.C. Identifi ca- anteriores dejando sólo evidencias muy mos por lo menos tres de estos conjun- fragmentarias de los edifi cios más tem- tos, denominados Grupos Arquitectóni- pranos. Existían, al parecer, núcleos de cos Noreste, Sureste y Central (Figura ocupación residencial inmediatamente 2). Estos conjuntos se asociaban direc- al norte y sur de la Plaza Este, así como tamente con terrazas y terrenos de cul- a corta distancia al oeste (Figura 2). tivo situados a su alrededor, pero no se Tradicionalmente no se había consi- identifi caron evidencias de edifi cios ce- derado a Ñawinpukyo como un sitio im- remoniales o administrativos, como los portante del HM, e incluso se argumentó templos en forma de “D” o la arquitectu-

Figura 2

36 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 ra ortogonal que respectivamente carac- y entierros humanos, debajo de pisos y terizan a la religión y a la administración paredes. estatal Wari. Los grupos arquitectónicos de Ñawinpukyo se caracterizaban por la El Grupo Arquitectónico Sureste disposición no simétrica de los cuartos y patios, representando un ejemplo de El Grupo Arquitectónico Sureste arquitectura acumulativa semi-planifi ca- (GASE) se localizaba al sur de la Pla- da; es decir, que se construían en una za Este (Figura 2), extendiéndose sobre serie de adiciones sucesivas más que un área de unos 1700 m², a juzgar por siguiendo un rígido plan previo (Isbell la acumulación de escombros superfi cia- 1977:17, 52). Los artefactos y contextos les. Podría haber incluido unos 60 o más hallados en estos conjuntos arquitectóni- cuartos y patios irregularmente aglutina- cos indican que la mayoría de los cuartos dos. Un conjunto de seis cuartos inter- excavados correspondían primariamente conectados (designados EA-10, 11, 17, a espacios residenciales y domésticos, 21, 22, 23) fue completamente excavado en los que se desarrollaron activida- dentro de este sector (Figura 3). des cotidianas (preparación y consumo La construcción progresó a partir de de alimentos, confección y reparación un número de estructuras centrales en de herramientas, etc), así como diver- torno a las cuales se construyeron otros sas prácticas rituales evidenciadas por cuartos de manera secuencial. Cada es- la presencia de ofrendas de Spondylus, pacio disponible entre las construccio- partes de animales (camélidos y cuyes) nes originales fue ingeniosamente apr-

Figura 3

Juan Bautista Leoni 37 ovechado, creando nuevos cuartos con EA-21 pertenecen también a esta fase. la sola adición de unas pocas secciones EA-17 era un gran cuarto cuad- de muros de piedras adosadas a las es- rangular con un único acceso (hallado tructuras preexistentes. Este crecimiento bloqueado) en su esquina noroeste. Su acumulativo fue un proceso complejo, tamaño y la ausencia de un piso bien que incluyó tanto el agregado como la preparado podrían indicar que se trataba clausura de espacios. Se documentaron de un espacio abierto. En él se halló un varias instancias de bloqueo de puertas, entierro secundario en un pozo bajo el así como de rellenado de cuartos con muro oeste (Figura 3) conteniendo los roca diatomita blanca molida y tierra. Si restos desarticulados de tres adultos y un bien la mayoría de este grupo arquitec- niño,3 cubiertos por varios fragmentos tónico parece haberse construido hacia de cántaros estilo Kumunsenqa (un es- fi nes del PITemp o comienzos del HM, tilo típico del PITemp). la información estratigráfi ca, artefactual EA-11 era un cuarto rectangular que y los fechados radiocarbónicos mues- incluía rasgos arquitectónicos como un tran que al menos algunos de los cuar- ducto de ventilación a nivel del piso, tos permanecieron en uso hasta bien un nicho y una plataforma elevada que avanzado el HM, durante unos dos o tres contenía una ofrenda de camélido. Dos siglos por lo menos. accesos lo conectaban con un cuarto al norte y con un pasillo al este; un gran ac- Los entierros ceso posteriormente bloqueado lo vincu- laba originalmente al área funeraria EA- Se hallaron quince entierros en el GASE, 21. El cuarto parece haberse usado para la mayoría de los mismos en el cuarto propósitos primordialmente domésticos EA-21, que parece haber funcionado y fue rellenado con diatomita molida y como un área funeraria especializada tierra al abandonarse. Un fechado radio- (Figura 3). Estos entie-rros documen- carbónico de un trozo de madera depo- tan una secuencia que se extiende desde sitado sobre el piso antes del rellenado fi nes del PITemp y comienzos del HM fi nal brindó una fecha de 886-975 cal. (ca. siglo VII d.C.) hasta los siglos IX o d.C. (calibrado a 1 sigma con el pro- X d.C., y la cerámica asociada con ellos grama CALIB 4.3 [Stuiver et al. 1999]). incluye tanto estilos Huarpa como Wari, Se hallaron dos entierros en este cuarto: mostrando una clara continuidad entre el entierro primario #11-1, en un pozo ambas ocupaciones del sitio. A contin- bajo el piso conteniendo los restos de un uación se los describe brevemente; las niño asociado a un cántaro estilo Huarpa características generales de los mismos (Figuras 3 y 4a), y el entierro múltiple se han resumido en la Tabla 1 (ver Leoni #11-2 bajo el muro oeste del cuarto (Fig- 2009, para más detalles). El análisis de uras 3 y 5). Este entierro contenía cuatro los restos esqueletales humanos fue re- infantes/niños y dos adultos depositados alizado por Marc Lichtenfeld (2002). en, al menos, dos fases de inhumación Varios de los entierros están relacio- diferentes. La primera fase consistió en nados con la fase temprana de construc- un entierro secundario de dos adultos y ción y ocupación del GASE, en tiempos de la transición entre el PITemp y el 3 Las categorías de edad son discriminados HM. Se ubican en los cuartos EA-17, como sigue: infante 0-3 años; niño 4-14 EA-11 y EA-23; dos de los entierros en años; juvenil 15-19 años; adulto 20-49 años; adulto mayor +50 años.

38 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 un infante; la segunda fase (separada de la primera por tres grandes lajas) con- tenía un cántaro con dos infantes dentro (Figura 4b izq.). Otro niño fue colocado sentado junto a la vasija asociado con un cuenco (Figura 4b der.), y grandes fragmentos de cántaro cubrían todo el conjunto. EA-23 era un cuarto cuadrangular, al noroeste de EA-21 (Figura 3). Sólo poseía un acceso y mostraba enlucidos y pisos blancos de buena calidad. Al igual que EA-11 este cuarto también fue rellenado intencionalmente con tierra, Figura 4 piedras y diatomita molida. En él se hallaron dos cistas o pozos cilíndricos subterráneos revestidos con piedras pla- nas, selladas bajo dos niveles de piso. La primera (entierro #23-1) contenía los restos mal preservados de un adulto y fragmentos de textil. Sobre su tapa esta- ban colocadas las patas traseras y frag- mentos de mandíbula de un camélido así como un gran fragmento de Spondylus trabajado, posiblemente ofrendas pues- tas luego del cierre de la tumba. La otra cista (entierro #23-2) contenía también los restos mal preservados de un adulto envueltos en textil mayormente decom- puesto. Figura 5 EA-21, por su parte, parece haber funcionado como cuarto funerario espe- cializado, conteniendo nueve entierros depositados a lo largo de un lapso tem- poral extenso, así como evidencias de prácticas relacionadas posiblemente con fi estas funerarias. Este cuarto fue uno de los primeros en construirse, a juzgar por la secuencia de adosamiento de las paredes (Figura 3). Tenía originalmente dos puertas, aunque la que comunicaba con EA-11 fue bloqueada. La presencia Figura 6 de tres niveles sucesivos de piso en este cuarto sugeriría que al menos por un incorporación de entierros habría termi- tiempo fue utilizado como un espacio de nado por transformarlo en un espacio habitación o doméstico, pero la continua exclusivamente mortuorio. Si bien nin-

Juan Bautista Leoni 39 guno de los entierros estaba perturbado, para los ocupantes de estos edifi cios, era los restos humanos y orgánicos conteni- una estructura de paredes de piedra de dos en ellos no se preservaron bien. forma semicircular, con una tapa de lajas Los entierros más antiguos corre- dispuestas en falsa bóveda. sponden a una estructura superfi cial Contenía los restos muy mal preser- (entierro #21-8) ubicada en la esquina vados de un individuo de sexo y edad sureste (Figura 6) y una cista cilíndrica no determinados, asociados con un tupu subterránea (entierro #21-9), similar a de cobre.4 Esta tumba no mostraba evi- las halladas en EA-23. La primera, que 4 Este tipo de artefacto es generalmente iden- era la única tumba claramente visible tifi cado en los Andes como de uso femeni- no (e.g. Gero 1992:18-19), aunque esto no

40 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 dencias de reapertura o algún conducto en sus lados, en las que se colocaron los que permitiera introducir ofrendas al restos humanos consistentes de fardos interior. La cista, por su parte, contenía funerarios con los huesos envueltos en los restos de un individuo adulto de sexo textiles y cuerdas, asociados con con- femenino asociados con 31 cuentas de juntos de tres pequeñas vasijas cerámi- turquesa. No pudo determinarse, dada la cas cada uno. Todos los restos óseos pobre conservación, si se trataba de un de estos enterratorios estaban muy mal entierro primario o secundario. Sobre preservados. Luego de que las pequeñas la tapa de la tumba, que estaba sellada cavidades individuales fueran cerradas por los pisos del recinto, se hallaron dos con paredes de piedras, el pozo mayor pequeños fragmentos de Spondylus de- fue rellenado con tierra y grava. El en- positados probablemente como ofren- tierro #21-5, que ocupaba una cavidad das. El fechado de un fragmento de car- al noreste del pozo mayor, contenía los bón hallado en el interior de la cista dio restos de un adulto masculino y algunos 640-670 cal. d.C. (calibrado a 1 sigma de los huesos presentaban pintura roja con el programa CALIB 4.3 [(Stuiver et (Figura 10e). El entierro #21-6, ubicado al. 1999]). al noroeste del pozo mayor contenía los Posteriormente, y bien entrado el restos de un niño depositados sobre una HM, tres entierros individuales (entier- superfi cie preparada con grava negra y ros #21-5, #21-6 y #21-7) fueron colo- lajas de diatomita blanca (Figura 10d). cados en EA-21, en una gran cavidad Un fechado radiocarbónico sobre frag- subterránea excavada en la roca madre mentos de textil produjo un resultado de (Figuras 6 y 7). Esta gran cavidad con- 685-780 cal. d.C. (calibrado a 1 sigma tenía a su vez tres cavidades menores con el programa CALIB 4.3 [Stuiver et al. 1999]). El entierro #21-7, por necesariamente implicaría que la persona su parte, ocupaba la cavidad al sur del en la tumba era una mujer.

Figura 7

Juan Bautista Leoni 41 pozo mayor (proyectándose por debajo los restos de un niño (Figuras 8b y 10a), de la estructura funeraria superfi cial) y dos vasijas (un cuenco y un vaso; Fi- (Figuras 7 y 10c) y contenía los restos gura 9) acompañaban a los cuerpos. El de un individuo adulto masculino cuyo entierro #21-3 contenía un individuo cráneo estaba pintado de rojo. Las tres juvenil en posición sentado con piernas inhumaciones poseían un ajuar funerario fl exionadas hacia el pecho, mirando al compuesto por tres vasijas, que corre- noreste (Figura 10b). Un cuenco de es- spondían en general a cuencos, vasos y tilo Huamanga se encontró en posición pequeños cántaros pertenecientes a vari- invertida a unos 20 cm por encima de la antes estilísticas propias del HM épocas cabeza (Figura 9). 1B y 2 según la conocida cronología También se encontró en EA-21 evi- cerámica de Menzel (1964) (Figura 9). dencia de un pequeño festín, tal vez par- Finalmente, una tercera y última izquierdas, tal vez como resultado de algún fase de cuatro entierros primarios ocu- tipo de interacción violenta y/o accidente. rrió algún tiempo después que el gran pozo en la roca madre fuera rellenado completamente (Figura 8b). De hecho, los entierros #21-2 y #21-4 se deposita- ron directamente en el relleno de dicho pozo. Los entierros #21-1 y #21-3, por su parte, se colocaron en pozos simples que rompieron los pisos originales del recinto. El entierro #21-2 contenía un individuo femenino adulto en posición sentada con las piernas fl exionadas mi- rando al noreste (Figuras 8b y 10b). Su brazo derecho se extendía junto al cuerpo mientras que el izquierdo estaba fl exionado sobre el pecho con la mano apoyada en el hombro derecho. La base de un cántaro grande cubría la cara, tal vez colocada para proteger el rostro de la difunta o para sostener la cabeza en posición erguida. El entierro #21-4 (Fi- gura 8b) contenía un niño sentado con las rodillas fl exionadas y los brazos cru- zados sobre el pecho, mirando al norte. El entierro #21-1 se ubicaba en un pozo de forma oval y contenía un individuo adulto masculino yaciendo sobre su lado derecho con la cabeza hacia el sur y las piernas fl exionadas y los brazos cruza- dos sobre el pecho.5 A su lado estaban 5 Este individuo es el más completo hallado en el sitio, con todos sus huesos representados. Es Figura 8 interesante destacar que presentaba el tercer molar impactado, y fracturas en la tibia y ulna

42 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 vacío. Los restos de tres niños fueron hallados dispersos a su alrededor sobre el piso del recinto, sugiriendo que el en- tierro fue perturbado poco antes de que el cuarto fuera defi nitivamente abando- nado y rellenado.

Discusión de la evidencia funeraria de Ñawinpukyo

Los entierros hallados en el GASE muestran gran variedad en sus caracte- rísticas constructivas y contenidos, re- fl ejando prácticas funerarias variadas y complejas. El conjunto de tumbas per- mite también observar algunas tenden- cias de cambio a través del tiempo. Sin embargo, todos tienen en común el estar Figura 9 integrados en diferentes espacios arqui- tectónicos que formaban parte de un complejo residencial mayor. Casi todas te de rituales funerarios asociados con la las tumbas consisten en inhumaciones última fase de entierros o con prácticas subterráneas, con la notable excepción de veneración de ancestros (Figura 8c). de la inusual estructura superfi cial del La misma consistía en fragmentos de cuarto funerario EA-21. Esta última pa- cántaros grandes (incluyendo sus bases) rece haber servido como el foco para la así como cinco cuencos (Figura 9), to- construcción de una memoria social, ar- dos pertenecientes a variantes estilísticas ticulando enterramientos y prácticas fu- comúnmente atribuidas al HM épocas nerarias a través del tiempo, conectando 1B y 2 de la seriación de Menzel (1964), así diferentes generaciones de habitantes así como un pozo en la esquina suroeste de Ñawinpukyo. Se discuten a continu- del recinto que contenía restos de camé- ación los entierros hallados según su su- lidos y cuyes (Figura 8b), representando puesta fi liación temporal y comparándo- tal vez restos de comida asociados con los con entierros similares de otros sitios los rituales mencionados. Es interesante ayacuchanos contemporáneos. destacar que el pozo contenía también 17 dientes humanos, pertenecientes a Entierros del Período Intermedio por lo menos dos adultos. Temprano fi nal/Horizonte Medio ini- Por último, otro entierro se localizó cial en el cuarto EA-10, un recinto rectan- gular con dos accesos (Figura 3) usado La información arquitectónica y es- principalmente como área doméstica e tratigráfi ca indica que los entierros más intencionalmente rellenado cuando su tempranos en esta secuencia son aquellos uso cesó. El entierro #10-1 se encontró ubicados bajos los muros de EA-17 y 11 en la parte sur del cuarto y consistía en (entierros #17-1 y primera fase de en- un pequeño pozo circular, que se halló

Juan Bautista Leoni 43 tierro de #11-2), las cistas subterráneas ta (Isbell 2000:31), Aqo Wayqo (Ocha- (entierros #23-1, #23-2 y #21-9), la es- toma y Cabrera 2001:82-86) y Muyu tructura funeraria superfi cial (entierro Orqo (Berrocal 1991), así como en la #21-8), así como el pozo simple en el parte baja de Ñawinpukyo investigada cuarto EA-11 (entierro #11-1). Todos es- por Machaca (1997:70) (ver también tos casos datarían de fi nes del PITemp discusión de las cistas Wari en Cook y/o comienzos del HM. 2001:145-149). Estas cistas muestran Los entierros en pozos bajo los mu- una amplia gama de variabilidad en re- ros no tienen paralelos conocidos en lación tanto a la presencia de ajuar fune- otros sitios de Ayacucho y dos aspectos rario y ofrendas como a la edad y sexo los diferencian del resto de los entierros de los individuos depositados en ellas, y tratados aquí. Primero, son entierros se- al menos algunas poseían orifi cios para cundarios múltiples que contienen los realizar ofrendas a los difuntos (Cook restos mezclados de adultos y subadul- 2001:149; Isbell 2004:8-10). Si bien se tos. Segundo, el entierro #11-2 constitu- las ha interpretado en términos de status, ye el único ejemplo claro de reapertura no hay acuerdo acerca de su supuesta co- de tumbas hallado en Ñawinpukyo, con rrelación con la estructura social. Según por lo menos dos fases de inhumacio- Isbell (2004:27), representan “typical nes bien representadas. Es interesante residents of Wari cities, neither powerful señalar que luego de una primera fase nor impoverished” (“los típicos residen- de entierros secundarios, en esta misma tes de las ciudades Wari, ni poderosos tumba se incluyeron posteriormente en- ni pobres”; traducción del autor). Por su tierros primarios de niños, coexistiendo parte, Ochatoma y Cabrera (2001:82-85) así diferentes tipos de inhumación en piensan que la cista que hallaron en el una misma tumba. pequeño poblado rural de Aqo Wayqo Las cistas (pozos cilíndricos revesti- representa a un individuo de alto status. dos con piedras planas seleccionadas y A su vez, Anita Cook (2001:149; Tung tapados con lajas), por su parte, repre- y Cook 2006:77-78) argumenta que las sentan las más elaboradas de las tumbas cistas eran originariamente parte de las subterráneas halladas, aunque no nece- prácticas funerarias de la elite urbana sariamente las que requirieron mayor es- Wari y que fueron luego reproducidas en fuerzo y trabajo. Su construcción parece sitios secundarios y pequeños poblados ser temprana en la historia de uso del rurales, algo que explicaría su amplia GASE. Al haber sido selladas por uno o distribución en una gran variedad de si- varios niveles de pisos y no presentar in- tios en Ayacucho. dicadores superfi ciales de su existencia, El entierro primario en EA-11 (#11- no parecen haber sido diseñadas para 1) es, por su parte, similar tanto a los una reapertura o acceso periódico. To- entierros pre-Wari como a los entierros das contenían los restos de adultos con Wari más simples (Isbell 2004:8; Tung y poco o ningún ajuar funerario (ver Tabla Cook 2006:76). La presencia de una va- 1), pero dada la pobre preservación es sija Huarpa en este entierro ubicado en imposible discernir si se trataba de en- un cuarto que permaneció en uso hasta tierros primarios o secundarios. muy tarde en el HM indica una continui- Ejemplos parecidos han sido halla- dad bien defi nida entre los componentes dos en otros sitios de Ayacucho, como Huarpa y Wari del sitio, y parece apoyar Huari (Isbell et al. 1991:41), Conchopa- la idea de que el surgimiento de la for-

44 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 mación social e identidad cultural Wari los miembros del grupo pueden pasar a fue un proceso de transformación gra- formar parte de una categoría colectiva dual que implicó cierta continuidad con general de ancestros luego de fallecidos. el pasado Huarpa (Lumbreras 2000:21). Como Catherine Allen (2002:99) obser- Este conjunto de entierros tempra- vara en Sonqo, Cuzco, “individuals pass nos en el GASE muestra un recurrencia through their separate lives only to lose en la inhumación de personas de todos their physical identity in the cemetery’s los sexos y grupos de edad dentro de collective heap of bones, and to merge las habitaciones, lo que indicaría que their social identities in the collective se trataba de miembros de las unidades ancestral category of Machula Aulan- sociales que residían en ellas y que per- chis” (“los individuos pasan por sus vi- manecían así en los lugares donde sus das separadas para terminar perdiendo vidas habían transcurrido. De esta forma su identidad física en la pila de huesos coexistían con sus parientes y descendi- del cementerio colectivo, y para fundir entes vivos, aunque con una visibilidad sus identidades sociales en la categoría reducida o incluso nula. Sin embargo, ancestral de Machula Aulanchis”; tra- no es claro qué implicaban las notorias ducción del autor). diferencias formales entre estas tumbas Por otra parte, y contrastando clara- y si esta disparidad en el tratamiento mente con esta supuesta disolución de de los muertos podría explicarse sólo identidades individuales en la muerte, en términos de dimensiones específi cas ciertas personas recibieron un trata- como el status de los difuntos. Así, las miento muy distinto al ser colocadas diferencias formales mencionadas po- individualmente en elaboradas tumbas drían refl ejar tanto diferencias de status subterráneas, una tendencia que parece entre las personas como el hecho de que volverse más popular en Ñawinpukyo algunas de ellas fueran consideradas con el paso del tiempo. En Ñawinpukyo como ancestros. Esto último podría tal las cistas individuales parecen haber vez dar cuenta de la evidente diferen- sido reservadas para adultos, aunque ciación entre tumbas individuales y gru- esto no necesariamente implica que eran pales, quizás más relevante aún que las personas de alto status. La estructura fu- diferencias de forma y contenido de las neraria superfi cial, por su parte, con su tumbas, y refl ejar maneras diferentes de alta visibilidad y carácter único, podría concebir las subjetividades individuales haber contenido los restos de una perso- dentro del grupo social. na más importante o diferente. Se parece Así, los entierros múltiples bajo los formalmente a una pequeña chullpa, muros muestran una afi rmación de lo y no tiene paralelos conocidos en Aya- colectivo, tal vez un énfasis en grupos de cucho. Si bien se han encontrado estruc- parentesco y descendencia. Los huesos turas de diversas formas asociadas con de individuos diferentes eran mezcla- grandes cámaras subterráneas en sitios dos, presumiblemente disolviendo sus como Conchopata (Isbell 2004; Milliken individualidades en una clase más anón- 2006; Tung y Cook 2006), su propósito ima de ancestros colectivos o miembros era el de recibir ofrendas y no servían fallecidos del grupo social (Parker Pear- como depositarias de los restos humanos son 2000:105). Signifi cativamente, estu- mismos. Las chullpas, por otro lado, no dios etnográfi cos han mostrado que en son un elemento común en los paisajes comunidades andinas contemporáneas funerarios del HM en Ayacucho (Isbell

Juan Bautista Leoni 45 Figura 10

1997:187-188).6 sólo a una persona respetada o de alto La estructura funeraria superfi cial de status, sino también a un ancestro im- Ñawinpukyo es presumiblemente con- portante o al fundador/a de un grupo de temporánea con las cistas subterráneas descendencia. Sin embargo, la tumba no y los entierros bajo muros, pero a dife- presenta los atributos que los arqueólo- rencia de ellos fue construida con el gos típicamente consideran como nece- propósito específi co de ser visible para sarios para defi nir la presencia de prác- los vivos. Su carácter conspicuo podría ticas de veneración de ancestros en con- interpretarse como una afi rmación acer- textos andinos. Así, no posee orifi cios ca de la individualidad de su ocupante, o conductos que permitieran introducir su prestigio o rango social, así como de ofrendas al interior y el cerramiento las diferencias que lo separaban de las de la estructura no habría facilitado un personas enterradas en cistas y pozos. acceso fácil a los restos en su interior, Todo esto podría indicar que los restos aunque por supuesto esto no excluye que que contenía esta tumba pertenecían no prácticas de veneración de ancestros de 6 Se han reportado chullpas en Hornochayoq y otro tipo se hayan desarrollado en torno Piruruyoc, ambos lugares ubicados cerca del a la estructura funeraria y la persona de- sitio de Huari (Pérez 2001:258-261), aunque positada en ella. su fi liación temporal Wari es aún tentativa.

46 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 Entierros del Horizonte Medio trabajos existentes (Isbell 2004:26-27; Milliken 2006:282-283; Tung y Cook Cambios conspicuos ocurrieron en las 2006:77). A pesar de su simplicidad, prácticas mortuorias en Ñawinpukyo ya sin embargo, la intención de asociarlos bien entrado el HM, con la proliferación con los entierros previos y especialmen- de entierros individuales en un cuar- te con la estructura funeraria superfi cial to mortuorio especializado (EA-21) en parece muy evidente. clara asociación física con la estructura funeraria superfi cial. Como se discutió arriba, una sucesión de entierros tuvo lu- Prácticas funerarias en Ñawinpukyo: gar, con la excavación de una gran cavi- status, ancestros, agencia local dad subterránea conteniendo tres cáma- ras menores para entierros secundarios Trabajos previos sobre la funebria Wari individuales. en Ayacucho han destacado dos ten- Las tumbas en cavidades subte- dencias principales (Cook 2001; Isbell rráneas cavadas en la roca madre son 2004; Isbell y Cook 2002; Milliken bien conocidas en sitios de Ayacucho, 2006; Tung y Cook 2006; Valdez et al. más notablemente en Conchopata, 2006). Primero, una marcada diversi- donde generalmente contienen los res- fi cación en las prácticas funerarias con tos de grupos de parentesco de elite mul- respecto al PITemp precedente, que se tigeneracionales asociados con variados suele in-terpretar como un refl ejo direto ajuares funerarios, y muestran eviden- del incremento en la diferenciación so- cias de aperturas periódicas tanto para cial y política durante el HM. Segundo, introducir como para retirar cuerpos y/o que los entierros múltiples se vuelven partes esqueletales (Isbell 2004:10-13; más populares durante el HM, posible- Tung y Cook 2006:78-83). Como en el mente enfatizando un rol creciente de caso de las cistas, el ejemplo de Ñawin- los grupos de parentesco y descenden- pukyo muestra características distinti- cia en la sociedad ayacuchana, algo que vas. Primero, si bien comparten una también estaría asociado con una mayor cavidad mayor, todos los entierros son popularidad de las prácticas de venera- individuales. Segundo, si bien la reaper- ción de ancestros. Esto último parece tura pudo haber sido posible durante un indicado por la presencia más común en tiempo, el rellenado defi nitivo del gran las tumbas de elementos que permiten pozo o cavidad habría impedido cual- una comunicación fl uida con los difun- quier acceso posterior a los difuntos. tos. La ubicación de las tumbas dentro Los cuatro entierros fi nales en EA-21 de los espacios residenciales y de traba- tuvieron lugar posteriormente, algunos jo indicaría también que la convivencia de hecho siendo enterrados en el relleno de vivos y muertos era un aspecto cen- de la cavidad anterior. Todos se caracte- tral de la vida cotidiana Wari. Esta ubi- rizan por su relativa simplicidad compa- cación, por otra parte, implicaba que el rados con los en-tierros anteriores, tra- acceso a los difuntos estaba restringido tándose de pozos no estructurados, con mayormente a los miembros de los gru- poco o ningún ajuar funerario. Como ya pos de parentesco más que abierto a un se señaló, los entierros de este tipo son despliegue público ante grandes audien- generalmente interpretados como perte- cias. Finalmente, se suele reconocer que necientes a personas de bajo status en los no todos los difuntos eran reverenciados

Juan Bautista Leoni 47 como ancestros, y que la mayor parte de no principal con evidencia de la presen- la gente común e incluso algunos miem- cia de un signifi cativo sector de elite, y bros de los grupos de la elite eran ente- de actividad ceremonial y administrativa rrados acompañados por pocos o ningún estatal Wari), los entierros en Ñawin- objeto y sin marcas especiales para sus pukyo muestran una tendencia desde tumbas. Estas características generales los entierros colectivos, en los cuales de las prácticas funerarias Wari se en- los individuos eran presumiblemente tienden generalmente como maneras de fusionados en una identidad grupal ge- enfatizar nuevas formas de afi liación so- neralizada, hacia un reemplazo gradual cial y política, especialmente por parte por un tratamiento más individualizado de los grupos de elite de los sitios prin- de los difuntos. La creación de un área cipales de Ayacucho, en un contexto de funeraria especializada, EA-21, que apa- negociaciones y competencia por el po- rentemente contenía varias generaciones der en el marco del desarrollo del nuevo de un grupo de descendencia, por otra estado Wari (Cook 2001; Isbell 2004; parte, mostraría una intención de afi r- Milliken 2006; Tung y Cook 2006). mar materialmente una conexión genea- Es interesante que la evidencia fu- lógica de algunos de los habitantes del neraria de Ñawinpukyo documenta un GASE con la persona depositada dentro proceso diacrónico con indudables si- de la estructura funeraria superfi cial. La militudes formales con respecto a los evidencia de probables festines funera- sitios contemporáneos del valle pero rios en este espacio podría relacionarse que muestra también diferencias signi- con este proceso de afi rmación de ge- fi cativas, agregando más variabilidad nealogía, resultando ya sea de rituales al cuadro conocido e indicando que los mortuorios desarrollados al momento de procesos culturales en Ayacucho durante las inhumaciones, de fi estas en honor de el HM eran aún más complejos de lo que los parientes fallecidos, o de prácticas de se reconoce habitualmente. De hecho, veneración de ancestros. En cualquier algunas de las formas funerarias Wari tí- caso, representan eventos rituales ínti- picas están presentes en Ñawinpukyo así mos en los cuales probablemente sólo como formas no conocidas previamente, participaban los miembros del grupo de en ordenamientos que a la vez se pare- parentesco, de manera similar a las prác- cen y se diferencian de aquellos descrip- ticas reportadas para Conchopata (Isbell tos para sitios contemporáneos como el 2004:28; Milliken 2006:306, 309). Pero cercano Conchopata. Tal vez esto ilus- por otro lado también es importante tra instancias de agencia individual y/o señalar que si bien el cuarto EA-21 es grupal en las cuales prácticas mortuorias comparable por su aspecto multigenera- comunes fueron reelaboradas localmen- cional a los típicos entierros colectivos te, como parte de un proceso de negocia- Wari en cavidades rocosas subterráneas, ción de identidades locales y regionales, cuartos mortuorios especializados y cá- donde los habitantes de Ñawinpukyo maras subterráneas que se han reportado buscaban posicionarse frente a otros si- en otros sitios ayacuchanos, el énfasis en tios y a la estructura de poder que ema- la individualidad de las personas inhu- naba de los centros principales del nue- madas (con la sola excepción del entie- vo estado Wari. rro #21-1) se mantuvo a través del tiem- A diferencia de lugares como Con- po, en claro contraste con los otros casos chopata (un centro urbano o semi-urba- conocidos en Ayacucho.

48 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 Resulta interesante que los entierros pus de cobre y fragmentos de Spondylus, de Ñawinpukyo, y especialmente aque- todos atributos generalmente señalados llos en EA-21, muestran la ocurrencia de como típicos (aunque no exclusivos) de variación formal a través del tiempo (en las tumbas de elite Wari (Isbell 2004; tipo y ubicación de entierro, colocación Milliken 2006; Tung y Cook 2006). Por del cuerpo, ajuar funerario). Si interpre- un lado, la relativa ausencia de muchos táramos esto estrictamente en términos de estos elementos en la fase fi nal de en- de diferencias de status, ateniéndonos tierros en EA-21, en coincidencia con la por ejemplo a la tipología de jerarquía simplicidad de estas tumbas, podría apo- de entierros propuesta por Isbell (2004; yar una línea interpretativa basada en ver supra), estas variaciones deberían las diferencias status y reforzar la idea entonces refl ejar cambios en el nivel so- de que este grupo social particular ex- cial del grupo a través del tiempo, alcan- perimentó un descenso en status y pres- zando sus miembros un pico de prestigio tigio en la parte fi nal del HM. Por otro con la construcción de la cavidad subte- lado, ajuares funerarios similares han rránea y luego declinando marcadamen- sido hallados en otros sitios menores te en status como indicaría el cambio ha- (poblados rurales) del HM en Ayacucho cia entierros en pozos simples no estruc- (Ochatoma y Cabrera 2001:82-98), lo turados. Si bien esta es una posibilidad que sugiere que muchos de estos ítems intrigante, es preciso tener en mente las eran accesibles fuera de los centros Wari advertencias planteadas hace ya mucho principales. Su presencia en los entierros tiempo por Peter Ucko (1969) acerca de Ñawinpukyo, entonces, podría refl e- de la variabilidad formal de prácticas jar un intento por parte de sus habitantes funerarias y de la posibilidad de que de legitimarse a sí mismos adoptando e éstas refl ejen una gran cantidad de pro- imitando las prácticas de la elite Wari, cesos sociales aparte de las diferencias algo que según Tung y Cook (2006:77- sociales y/o políticas. Como este autor 78; Cook 2001:149) hicieron las elites sostuvo basado en evidencias etnográfi - de Conchopata y otros sitios menores. cas, una sociedad puede no sólo incluir Asimismo, podría refl ejar simplemente más de un tipo de tumba sino también una amplia distribución de ciertas prácti- puede ocurrir que sus miembros no las cas funerarias enraizadas en tradiciones perciban como diferentes o hagan dis- culturales locales, así como un acceso tinciones signifi cativas entre ellas (Ucko mayormente irrestricto a la mayoría de 1969:276). De aquí que las diferencias los artefactos usualmente interpretados en forma, elaboración y contenido po- como artículo suntuarios de alto status. dría no refl ejar directamente la estructu- De nuevo, las clásicas advertencias de ra social y política vigente en el momen- Ucko (1969:265-266; ver también Par- to específi co de las inhumaciones. ker Pearson 2000:11) vienen a la men- Asimismo, los ajuares funerarios te. En su opinión, los ajuares funerarios asociados con estas tumbas de Ñawin- pueden tener signifi cados múltiples y su pukyo no son signifi cativamente dife- ausencia no refl ejaría automáticamente rentes a aquellos reportados de sitios la pobreza del individuo enterrado: “all contemporáneos como Conchopata, tomb offerings are bound to have been e incluyen vasijas de los estilos Hua- socially selected, according to criteria manga, Negro Decorado y Wari Negro, that remain unknown today… It follows cuentas y otros objetos de turquesa, tu- that the richness or poverty of offerings

Juan Bautista Leoni 49 may in no real sense refl ect either the ac- res de trabajo cotidiano, pero la manera tual material conditions of a society or de hacerlo parece haber variado con el the actual wealth of any individual, for tiempo, refl ejando aspectos cambiantes these may both be subordinated to social en las subjetividades e identidades indi- and ritual sanctions” (Ucko 1969:266). viduales y grupales. La construcción de (“todas las ofrendas funerarias habrían un área funeraria especializada donde sido socialmente seleccionadas de acuer- ciertos miembros del grupo eran ente- do con criterios que desconocemos hoy rrados y donde se desarrollaban fi estas en día… Por lo tanto, la riqueza o pobre- en su honor marca un punto de infl exión za de las ofrendas podría no refl ejar real- al respecto. Parece que al menos algu- mente ya sea las condiciones materiales nos de los habitantes de Ñawinpukyo reales de una sociedad o la riqueza de buscaron afi rmar su afi liación social e algunos individuos, dado que ambas po- identidad grupal construyendo un espa- drían estar subordinadas a sanciones so- cio mortuorio especializado y erigiendo ciales y rituales”; traducción del autor). una llamativa estructura funeraria super- En todo caso, parece claro que las inter- fi cial dentro de él, para contener los res- pretaciones que dan cuenta de las dife- tos de un miembro destacado. Esta per- rencias formales y de contenido entre las sona podría tal vez haber sido investida tumbas como expresión directa de las con la posición de ancestro fundador y diferencias de status y prestigio de sus la construcción de su peculiar tumba ocupantes ofrecen sólo una explicación podría estar marcando materialmente el parcial y algo limitada de la variabilidad punto de origen o de fi sión de un lina- formal que observamos en Ñawinpuk- je o grupo de descendencia de un grupo yo y que se debe recurrir a otras líneas mayor (ver Parker Pearson 2000:17). De interpretativas para intentar describirla allí en más, y aparentemente durante un más adecuadamente. largo lapso del HM, más individuos, tal vez miembros de distintas generaciones Consideraciones fi nales de sus descendientes, fueron enterra- dos en directa asociación física con su En suma, la evidencia funeraria recupe- tumba. Genealogía y memoria social ha- rada en Ñawinpukyo presenta una se- brían sido afi rmadas de esta manera. La cuencia de entierros que tuvieron lugar continuidad y perpetuidad del grupo se a lo largo de varios siglos en un grupo afi rmaba materialmente, reforzando el limitado de cuartos interrelacionados. sentido de pertenencia de sus miembros Los cambios formales en las inhumacio- en eventos funerarios que, al recordar y nes evidentes en esta secuencia proba- actualizar los lazos con la persona inhu- blemente expresen un proceso en el cual mada en la estructura funeraria superfi - se habrían manifestado tanto instancias cial, actuaban como conmemoraciones y de continuidad cultural como de cambio jugaban activamente en la construcción social, coincidiendo con la transición del de una memoria social. Contribuían asi- PITemp al HM y desarrollándose aún mismo a fortalecer la cohesión del grupo más durante este último. en un contexto local y regional en que La convivencia con los muertos pare- las tendencias centralizantes emanadas ce haber sido una costumbre extendida, del poderoso estado Wari presumible- con el frecuente entierro de las personas mente produjeron un reacomodamiento fallecidas dentro de habitaciones y luga- profundo de la estructura social y políti-

50 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 29-56; 2013 ca ayacuchana. sos contemporáneos conocidos del valle. Los habitantes de Ñawinpukyo po- Tradicionalmente se ha recurrido a las drían haber imitado las prácticas fune- diferencias de status como vía de inter- rarias de los centros Wari principales y pretación principal para la variabilidad sus respectivas elites, las que refl ejaban funeraria ayacuchana de estos momen- nuevas formas de organización y afi lia- tos, pero el caso aquí discutido indicaría ción social, así como un nuevo orden de que éstas no bastan para dar cuenta de poder en el valle. Pero presumiblemen- las diferentes maneras de disponer de los te hicieron esto manteniendo, al menos muertos identifi cadas en un lugar como hasta cierto punto intencionalmente, un Ñawinpukyo. Una narrativa interpreta- grado de autonomía y originalidad que tiva en que se concibe a los habitantes los diferenciaba de sitios como Huari y de Ñawinpukyo, o al menos a parte de Conchopata. Por ejemplo, preservar la ellos, actuando intencionalmente aun- individualidad de las personas falleci- que constreñidos estructuralmente por das enterrándolas en tumbas individua- su fi liación cultural, étnica, política, etc, les más que en sepulcros colectivos fue para construir y afi rmar la genealogía de juzgado de gran importancia, y en este un grupo de parentesco aunque al mis- respecto se diferenciaban no sólo de sus mo tiempo manteniendo subjetividades contemporáneos en Huari, Conchopata, e identidades individualizadas, parece Marainiyoq y otros sitios, sino también ser más adecuado para dar cuenta de lo en cierta medida de sus propios predece- que seguramente fue una compleja diná- sores en Ñawinpukyo. Esto no implica mica social y cultural en un período de necesariamente una ruptura completa, marcados cambios en el valle de Ayacu- ya que la evidencia muestra que los en- cho. Sin embargo, debemos reconocer tierros anteriores eran invariablemente que el signifi cado último de estas dife- respetados y los mismos cuartos utiliza- rencias o maneras de hacer específi cas dos durante varios siglos, pero es un in- manifestadas en el registro funerario de dicador sugerente de una forma distinta Ñawinpukyo permanece mayormente de construir la subjetividad individual y desconocido, más allá de probablemente grupal en el sitio durante el HM. Si bien representar instancias de agencia y tra- las razones para estos cambios permane- dición locales. Sólo más investigacio- cen poco conocidas, podrían vincularse nes en Ayacucho permitirán determinar con negociaciones de poder desarro- si situaciones comparables a las aquí llándose en el sitio en relación con los descriptas ocurrían en otros sitios con- cambios generales que tenían lugar en el temporáneos así como entender más ple- valle durante el HM, a medida que los namente las implicancias sociales de la distintos grupos de descendencia necesi- extensa variabilidad manifestada en las taban afi rmar su posición en los contex- prácticas mortuorias de Ayacucho. tos local y regional. En suma, se ha presentado un caso de Agradecimientos estudio específi co y local con el propó- sito de ampliar el conocimiento actual El trabajo de campo en Ñawinpukyo fue de las prácticas funerarias en Ayacucho autorizado por el Instituto Nacional de durante el PITemp y el HM. Este caso Cultura del Perú (Resolución Directo- presenta tanto similitudes como especi- rial Nacional Nro. 781, 31/07/2001). La fi cidades formales en relación a otros ca- investigación se fi nanció con una Doc-

Juan Bautista Leoni 51 toral Dissertation Improvement Grant Walter López, Teresa Limaylla, Manuel (#BCS-0105252) de la National Science Lizárraga, Irela Vallejo, Ismael Men- Foundation, EEUU. Una beca de Sig- doza, Edgar Alarcón, Diana Tamburini, ma-Xi, the Scientifi c Research Society, y los trabajadores que participaron en ayudó a solventar en parte los fechados las excavaciones. Agradezco especial- radiocarbónicos. El apoyo fi nanciero de mente a William Isbell, José Ochatoma Binghamton University (State Univer- y Alberto Carbajal por su colaboración y sity of New York) y la Fundación An- asesoramiento constante a lo largo de to- torchas (Argentina) fue esencial para das las etapas del proyecto. Se agradecen completar la tesis doctoral en la que este las observaciones críticas de Alejandro trabajo se basa. Agradezco a Aparicio Haber y de dos evaluadores anónimos, Medina por la autorización para trabajar a las que se ha intentado responder en en su propiedad, y a los participantes del las versiones revisadas de este trabajo, Proyecto Arqueológico Ñawinpukyo, en aunque seguramente el producto fi nal especial Martha Cabrera (codirectora), diste mucho del por ellos deseado.

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Juan Bautista Leoni 55 56 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA / ARQUEOLOGÍA SUL-AMERICANA 6, (1,2) Enero/Janeiro 2013

EL TIEMPO DE LOS ANCESTROS: TEMPORALIDAD, IDEOLOGÍA SEMIÓTICA Y PODER EN CRUZ VINTO (NORTE DE LÍPEZ, BOLIVIA) DURANTE EL PERIODO DE DESARROLLOS REGIONALES TARDÍO (1200 – 1450 DC)

José María Vaquer1 CONICET - Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA

En este trabajo interpreto la relación entre la temporalidad y el poder en Cruz Vinto, un pukara del Periodo de Desarrollos Regionales Tardío (1200 – 1450 DC) en el Norte de Lípez (Potosí, Bolivia). Propongo que la ancestralidad, como un conjun- to de prácticas sociales que tiene a los ancestros como referentes, constituyó una ideología semiótica que fi jó ciertos signifi cados en la cultura material. A su vez, esta ideología semiótica decantó a través de las prácticas en un habitus corpora- tivo que constituyó agentes sociales orientados hacia el grupo. Este proceso operó principalmente a partir de homologar el tiempo habitual de la vida cotidiana de los agentescon el tiempo público en términos de una estructura referencial para la acción. Al ser Cruz Vinto un asentamiento de principios del Periodo de Desarrollos Regionales Tardío, conformó una de las primeras objetivaciones de la relación entre el tiempo público y el tiempo habitual.

Palabras clave:Cruz Vinto; Temporalidad; Ideología Semiótica; Habitus; Poder.

In this paper I interpret the relationship between temporality and power in Cruz Vinto, a pukara from the Late Regional Developments Period (1200 – 1450 DC) in Northern Lípez (Potosí, Bolivia). Ancestor worship, as a set of social practices that had the ancestors as referents, constituted a semiotic ideology that fi xed certain meanings in material culture. This semiotic ideology decanted through practice in a corporate habitus that constituted group oriented agents. This process operated mainly through a homology between habitual time and public time in terms of a referential structure for action. Being Cruz Vinto one of the earliest settlements from the Late Regional Development Period, it constituted one of the fi rst objectivations of the relationship between public and habitual times.

Key Words: Cruz Vinto; Temporality; Semiotic Ideology; Habitus; Power.

1 CONICET - Instituto de Arqueología, Facultad de Filosofía y Letras, UBA.25 de Mayo 217 – 3er Piso. CP (1002 ABE) – Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina. Correo: [email protected]

57 Introducción signifi cación es un proceso práctico. Por lo tanto, la semiótica provee un Durante los últimos años la semiótica de campo fértil para analizar las relaciones Peirce fue utilizada por varios autores entre los sujetos y los objetos a partir de para entender las relaciones de signifi ca- la signifi cación. El proceso mediante el ción de la cultura material (Keane 2005; cual se constituyen los sujetos y los ob- Lele 2006; Nielsen 2007b; Pinney 2005; jetos es denominado objetivación (Mi- Preucel 2006). Las ventajas de este en- ller 2005; Tilley 2006). La objetivación foque sobre otros que se centran en el es un proceso que nunca termina, y sus signifi cado (por ejemplo Hodder 1990, resultados son “apariencias” que consi- 1992) es que considera a la signifi cación deramos objetos o sujetos. Los autores un proceso práctico que se desarrolla en enfatizan que no es posible defi nir una las actividades cotidianas de los agentes categoría sin la otra. Para el positivismo sociales con el mundo material. De esta que dominó la ciencia occidental, la di- manera, la semiótica supera las críticas ferencia principal entre los sujetos y los que recibieron las posturas teóricas ba- objetos es que los primeros poseemos sadas en la semiología de Saussure con agencia – la capacidad de alterar un cur- respecto a su objetivismo y el énfasis so de eventos (Giddens 1998) – mientras en la estructura (Bourdieu 1991; Preu- que los segundos, no. Por lo tanto, los cel 2006), dejando poco lugar para las sujetos son considerados activos mien- acciones de los agentes en la interpre- tras que los objetos pasivos (sin embar- tación de los signos. Otra crítica es que go, para una postura diferente ver Latour la semiología de Saussure considera al 2007). Varios autores han cuestionado lenguaje como el sistema principal de la esta división ontológica, ya que es el comunicación humana, sin considerar producto histórico de la tradición acadé- que la cultura material posee caracterís- mica Occidental desde Descartes en ade- ticas distintivas que operan en niveles de lante (por ejemplo Fowler 2004; Mes- signifi cación diferentes que la lengua. kell 2004; Thomas 1996; Tilley 1994). La semiótica de Peirce parte del su- Los autores mencionados sostienen que puesto que las relaciones de signifi ca- la división entre sujetos activos y obje- ción son prácticas e inagotables, ya que tos pasivos no se sostiene en regímenes un signo puede convertirse a su vez en de materialidad diferentes al nuestro, un signo de otra cosa. Esta propuesta le por lo que el proceso de objetivación se da importancia a la cultura material, ya constituye en un campo de estudio para que los signos dependen en gran medi- la Antropología y para la Arqueología. da de las características sensuales de sus En este trabajo interpreto el régimen referentes. Otra ventaja que ofrece es de materialidad que estructura a la cultu- que considera a la signifi cación como un ra material en Cruz Vinto, un pukara lo- proceso tríadico compuesto por el obje- calizado en la Península de Colcha “K” to, el signo y el intérprete. Peirce consi- (Norte de Lípez, Bolivia) que sostuvo dera a la signifi cación como la relación ocupaciones durante el Periodo de De- entre estos tres elementos, destacando al sarrollos Regionales (desde ahora PDR) intérprete como una respuesta potencial, Tardío (1200 – 1450 DC). Las socieda- una capacidad de acción sobre el mun- des Tardías del Norte de Lípez fueron do. Este último punto implica, como interpretadas como sociedades corpora- mencioné en el párrafo anterior, que la tivas, donde el grupo se constituyó en la

58 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 unidad básica de apropiación de recur- manera contingente y secundaria a aque- sos (Nielsen 2001a, 2002, 2006a, 2006b, llas resaltadas por una signifi cación par- 2008). En otros trabajos interpreté cómo ticular. Esta característica de los ob-jetos las prácticas sociales y el paisaje de Cruz denominada bundling por Keane (2005) Vinto se encuentran referenciando a los es una de las causas por las que las ideo- ancestros en tanto eje focal de los grupos logías semióticas son siempre inestables corporativos (Vaquer 2009, 2010, 2011: y abiertas a nuevas interpretaciones, Vaquer et al. 2010). En esta oportunidad, conformando un proceso esencialmente me focalizo en los procesos semióticos dinámico. que estructuran a la cultura material y Este proceso de confrontación de las prácticas sociales de los agentes en ideologías semióticas puede ser en- tanto generadoras de poder social. Para tendido como un proceso de lucha por ello, utilizo el concepto de “ideología el control del capital simbólico en tér- semiótica” (Keane 2005, 2007) referido minos de Bourdieu (1977, 1999). Este al contexto cultural de signifi cación de autor considera al poder como poder los signos. Este contexto es el producto simbólico, la capacidad de imponer es- de las luchas de poder donde los dife- quemas de acción, percepción y aprecia- rentes grupos sociales intentan imponer ción (el habitus) propios de un sector o su sentido a los objetos para objetivar clase de una sociedad como naturales y una perspectiva particular y convertirla fuera de cuestionamiento.El habitus se en general. Por lo tanto, la constitución conforma a partir de la incorporación de de las ideologías semióticas se encuen- valores sociales; proceso que se lleva a tra íntimamente relacionada con las cabo más allá del ámbito consciente de relaciones sociales de poder. Son estas los agentes sociales y, en gran medida, ideologías las que defi nen los regímenes a partir de la interacción corporal de los de materialidad “válidos” y “correctos” agentes con el mundo material. La prin- para cada momento histórico específi co cipal diferencia entre los conceptos de y por lo tanto determinan las apariencias habitus e ideología semiótica radica en resultantes del proceso de objetivación que el primero opera a nivel corporal y mencionado anteriormente. constituye una fuerza altamente conser- De acuerdo con lo expuesto ante- vadora en las sociedades, ya que es el riormente, la ideología semiótica domi- producto de la tradición. Las ideologías nante en cada momento defi ne qué son semióticas, producto de los intereses de sujetos y qué son objetos, y qué grado grupos determinados, son más volátiles de agencia les corresponde a cada uno. y abiertas a cuestionamiento en ciertos Las ideologías semióticas, a pesar de contextos sociales. que intentan fi jar los signifi cados, siem- A continuación desarrollo los con- pre se encuentran abiertas a discusión y ceptos de ideología semiótica, capital a cambios, debido a que la signifi cación simbólico y habitus para interpretar la es un proceso práctico llevado a cabo construcción del paisaje en Cruz Vinto. por agentes entendidos. Independiente- Propongo que la ancestralidad funcionó mente de la voluntad o capacidad de los como una ideología semiótica en el Nor- agentes y colectivos para cuestionar una te de Lípez durante el Periodo de Desa- ideología semiótica particular, los mis- rrollos Regionales Tardío. Al ser Cruz mos objetos, referentes de los signos, Vinto una de las primeras manifestacio- poseen capacidades que se asocian de nes del “fenómeno pukara” en la región

José Maria Vaquer 59 (Nielsen 2002; Vaquer 2011), representa que trae rasgos del pasado al presente y una primera objetivación de un paisa- crea proyecciones hacia el futuro (Gos- je estructurado en torno a los ancestros den 1994) y el tiempo cotidiano de los como referentes de los grupos corpora- agentes sociales. Al enfocar este último tivos. En este paisaje se cruzan signifi - hacia el tiempo mítico de los ancestros, cados materiales que se relacionan con el tiempo cotidiano es naturalizado, co- los ancestros y con la igualdad de los locándolo en una esfera fuera del cues- grupos que conforman la sociedad. Este tionamiento y de las contingencias de la mecanismo semiótico se refuerza con la Historia. Según Gosden: incorporación de un habitus corporativo “La creación a largo plazo del tiempo a partir de habitar un espacio domésti- es la más oculta, la más aceptada y por co estructurado en base a los mismos lo tanto la arena social más poderosa principios. Las prácticas sociales desa- de todas. El tiempo de larga escala re- rrolladas en el sitio y en el paisaje cir- presenta un conjunto poderoso de fuer- cundante se encontraban enmarcadas zas, que, bien manipulado, puede crear por la ancestralidad, por lo que los an- aceptación al orden de las cosas, pero tepasados siempre formaban parte de las mal manejado puede iluminar la arbi- mismas, explícita o implícitamente. De trariedad de las fuerzas sociales y la esta manera, se produjo una homologa- necesidad del cambio. El largo plazo se ción entre el tiempo público, entendido encuentra íntimamente conectado con el como una fuente grupal de recursividad poder […]” (Gosden 1994: 138).

Figura 1. Mapa del Norte de Lípez. Modifi cado de Nielsen (1998).

60 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 Cruz Vinto y el Norte de Lípez permite interpretar una ceremonialidad vinculada al culto de los ancestros, con El Norte de Lípez es la región com- la presencia de plazas o espacios públi- prendida por la margen Sur del Salar cos en los sitios principales relacionados de , el Salar de Chiguana, los ríos con torres – chullpas (estructuras circu- Quetena y Alota junto con el cauce in- lares o rectangulares de piedra con techo ferior del Río Grande de Lípez (Nielsen en falsa bóveda y un vano que permite 1998) (Figura 1). En esta zona, localiza- interactuar con su contenido) que cor- da entre los 3600 y 4000 metros sobre el porizan la presencia de los ancestros nivel del mar en un ambiente de puna, (Nielsen 2006a, 2008). se desarrolló en el pasado y se desarrolla La ancestralidad, con las relaciones actualmente una agricultura basada en la de parentesco que supone, provee la quinoa (Chenopodium quinoa) y la papa lógica bajo la cual se entienden las re- (Solanum sp). En algunas quebradas laciones entre los grupos sociales e in- más reparadas se cultivan actualmente cluso entre los grupos y el paisaje, tanto algunas hortalizas. Otro recurso impor- en el pasado como en el presente. Los tante en la zona son los camélidos. Los cerros, las lagunas y los rasgos salientes comunarios poseen rebaños de llamas del paisaje como formaciones rocosas y (Lama glama) y también existen tropas cuevas, son interpretados como ances- de vicuñas (Vicugna vicugna), camélidos tros o relacionados con los ancestros, silvestres que, aunque actualmente no haciéndolos presentes enmarcando las son cazadas, constituyeron el principal actividades desarrolladas (ver Bernard recurso cárnico antes del advenimiento 2008 para la relación entre cerros, lagu- de la domesticación (Yacobaccio 2001). nas y cuevas). La sacralización de lugar- Los salares de la zona proveen la sal que es “naturales” se relaciona para Tanta- se explota hoy en día y en el pasado a leán (2006) con el concepto de paqari- través de las caravanas de llamas. na, lugar de origen de los seres humanos La cultura material más visible y y al que eventualmente retornarán. En presente en el paisaje corresponde al este sentido, las paqarinas, en el caso de Periodo de Desarrollos Regionales Tar- los Inkas, se encuentran representadas dío (1200 – 1450 DC), donde surgen por cuevas (Urton 1990). grandes asentamientos conglomerados Las relaciones entre el paisaje y la con más de 200 unidades habitaciona- ancestralidad se ven reforzadas durante les (Bajo Laqaya) y pukaras con más de el PDR Tardío en el Norte de Lípez con 100 (Alto Laqaya y Cruz Vinto) (Nielsen la construcción de torres – chullpas en 2006a; Nielsen y Berberián 2008). Otra los campos de cultivo, asociadas a los de las características distintivas de este cursos de agua o dispersas en el en- periodo es un estado de confl icto en- torno. De esta manera, una sola forma démico, indicado por los asentamientos arquitectónica emblemática referencia fortifi cados localizados en zonas de- a los ancestros y relaciona contextos fendibles y el aumento de indicadores de de prácticas diferentes bajo una misma violencia tanto en el registro bioarque- lógica (Nielsen 2008). Junto con las to- ológico como en los artefactos líticos rres – chullpas, la homogeneidad de la (Ávalos 2007; Nielsen 2002; Mercolli y cerámica, de los grupos domésticos y el Seldes 2007). Junto con estas evidencias espacio construido en general también de confl icto, la cultura material también estarían creando un discurso material

José Maria Vaquer 61 basado en la igualdad de los grupos, un ra provenientes de momentos posterio- código cognitivo que coloca al grupo an- res (Vaquer 2009, 2010, 2011; Vaquer y tes que al individuo (Blanton et al. 1996; Pey 2010; Vaquer et al. 2010). Nielsen 2001a, 2006b). El sitio se encuentra emplazado en un Cruz Vinto (Figura 2) es un asenta- promontorio rocoso elevado 100 metros miento fortifi cado o pukara con fecha- del terreno circundante, sobre la margen dos que lo ubican en el PDR Tardío. del . Al tratarse de un periodo de aproxima- Esta localización permite un ex- damente 200 años de duración, no es celente control visual del Salar y su en- posible determinar estadísticamente el torno, con un ángulo de visión de 180°. momento preciso de su ocupación. Sin Los accesos al sitio son difíciles debido embargo, hay ciertos indicadores mate- a la pendiente del promontorio rocoso. riales que la sitúan a inicios del perio- En los puntos más vulnerables, los ha- do. Entre ellos puedo mencionar la baja bitantes construyeron una muralla que densidad de cerámica estilo Mallku, la protege el acceso. En el acceso Sur, el cerámica emblemática del PDR Tardío más cercano al Salar, la entrada al sitio (Arellano y Berberián 1981; Nielsen y se encuentra protegida por una muralla Berberián 2008), la planta de los recin- que presenta troneras para observación. tos que en su mayoría es circular, lo cual Una vez franqueada esta primera línea es una característica de las viviendas del de defensa, los afl oramientos de roca PDR Temprano (Nielsen 2001a) y la au- madre actúan como una segunda mu- sencia de estilos cerámicos o arquitectu- ralla. Los recintos comienzan más arriba

Figura 2. Plano de Cruz Vinto.

62 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 de los afl oramientos rocosos y las úni- pansión del concepto de “ideología del cas estructuras presentes entre ellos son lenguaje” desarrollado por la Antropo- puestos de observación. logía Lingüística. Este último se refi ere El asentamiento se desarrolla en dos a las creencias que los agentes poseen terrazas, siendo la superior la que posee con respecto al lenguaje. Según Irvine la mayor densidad edilicia y un espacio (1989: 255 citada en Keane 2007): “[La central abierto a modo de plaza. En la ideología del lenguaje] es un sistema de terraza inferior encontramos solamente ideas culturales sobre las relaciones so- algunos recintos que, por sus caracterís- ciales y lingüísticas, junto con su carga ticas arquitectónicas, debieron funcionar de intereses políticos y morales”. Un como lugares de actividades sin techar, punto destacable es que las ideas que una cantera de andesita explotada como la componen responden a las experien- materia prima de los recintos, y varias cias del lenguaje que poseen los agentes. torres – chullpas, una de ellas doble. En Keane (2007) destaca tres aspectos de cambio, la terraza superior comprende las ideologías del lenguaje: primero, esta 140 recintos organizados en 80 Unida- capacidad de los agentes involucra al des Arquitectónicas (desde ahora UA). menos una forma incipiente de objetiva- La categoría de Unidad Arquitectóni- ción del lenguaje. Segundo, la concien- ca se refi ere a recintos que comparten cia del lenguaje es siempre parcial debi- al menos un muro en común, pero sin do a la localización del hablante dentro implicar que se encuentran relaciona- de campos de diferenciación social. En dos funcionalmente (Vaquer 2004). Los este sentido, las ideologías del lenguaje recintos forman grupos de hasta seis no solamente expresan las diferencias unidades, y también hay casos de UA sociales entre hablantes, sino que juegan conformadas por un solo recinto. Con un rol crucial en la producción de las ca- respecto a las plantas, la mayoría co- tegorías mediante las cuales las diferen- rresponde a plantas circulares (ver más cias sociales son entendidas y evaluadas. adelante para las proporciones). En este Tercero y último, el concepto de ideo- asentamiento realizamos varias campa- logía no remite a la idea de “falsa con- ñas que comprendieron el relevamiento ciencia”, sino a los productos efectivos total del material presente en superfi cie, de la conciencia refl exiva. Por lo tanto, un relevamiento de la arquitectura y ex- las ideologías del lenguaje juegan un rol cavaciones en espacios externos y cinco crucial dentro de las transformaciones recintos que por sus características ar- históricas internas del lenguaje. quitectónicas no poseían techos (Vaquer Habiendo defi nido el concepto de 2010; Vaquer et al. 2010). El trabajo en ideología del lenguaje y sus propieda- el campo se complementó con un aná- des, me voy a centrar a continuación en lisis de las características sintácticas de las ideologías semióticas. Keane (2007) los espacios externos (Vaquer 2009; Va- propone que la objetivación es una pre- quer y Nielsen 2011). condición de la conciencia refl exiva, lo cual implica que no es el fi n de los pro- cesos dinámicos de signifi cación, sino Herramientas Teórico–Metodológicas un momento de los mismos. En una tó- nica similar, Miller (2005) sostiene que Keane (2007) propone el concepto de los sujetos y los objetos son apariencias “ideología semiótica” como una ex- que surgen del proceso de objetivación,

José Maria Vaquer 63 el cual se encuentra permanentemente en juego múltiples “economías de repre- en operación. sentación”, con sus diferentes elementos Las ideologías del lenguaje son una sujetos a diferentes lógicas y tempora- instancia especial dentro de un principio lidades causales. La ideología semiótica más general de refl exividad dentro del une y alinea las ofertas de las diferentes proceso de creación y transformación de economías, involucrando supuestos bá- los fenómenos sociales, donde la refl exi- sicos sobre qué tipos de seres habitan el vidad peculiar del lenguaje tiene un pa- mundo, cuáles cuentan como posibles pel principal en la regulación de los de- agentes y cuáles son las precondiciones más dominios semióticos. Sin embargo, y las consecuencias de la acción moral. un enfoque basado en la materialidad no En resumen, las ideologías semióti- debe tomar a los objetos como indicado- cas son un refl ejo y un intento de orga- res de “algo más” como el lenguaje, sino nizar la experiencia de los agentes sobre intentar contar historias a partir de los la materialidad de las formas semióticas. objetos mismos (ver Pinney 2005 para Cualquier elemento que sea incluido una postura crítica). Por lo tanto, hay en una práctica semiótica funciona den- que considerar la forma en que la cultura tro la experiencia perceptible en virtud material trabaja independientemente, o de sus propiedades materiales, por lo en contradicción con, el ambiente dis- que las ideologías semióticas estabilizan cursivo que la rodea. los signifi cados en formas repetibles que Una de las propuestas de Keane son la condición mínima para su recono- (2007) es que las ideologías semióticas cimiento, su circulación por el espacio superan a las ideologías del lengua- social y su capacidad de extensión tem- je porque la distinción entre lo que se poral. Por lo tanto, la habilidad de los considera lenguaje y lo que no, en una agentes de reconocer estas formas como sociedad particular, se construye ideoló- “lo mismo” y actuar en consecuencia gicamente y difi ere entre contextos so- depende de cómo se encuentran enmar- ciales e históricos. De esta manera, las cadas, ya que la materialidad siempre ideologías semióticas se centran en las se encuentra abierta a otras posibilida- relaciones entre las palabras y las co- des de signifi cación. Este último punto sas, teniendo en cuenta que las ideas y es importante, ya que es el elemento de las prácticas que involucran no poseen cambio presente en las ideologías se- solamente consecuencias lógicas, sino mióticas. también efectos causales entre sí en un De acuerdo con Keane (2005), las rango amplio de campos sociales apa- cualidades sensuales de los objetos se rentemente distintos. Para ello, introdu- encuentran asociadas de manera contin- ce el concepto de “economía de la repre- gente, y son las ideologías semióticas las sentación” (Keane 2007: 18) que impli- que enfatizan una cualidad particular. ca las prácticas e ideologías asociadas en Esta copresencia de características sen- una relación dinámica y dialéctica. Esta suales o bundling es la que permite que “economía de la representación” sitúa las cualidades presentes en un mismo a las palabras, las cosas y las personas objeto adquieran un valor relativo en re- (junto con otros seres con agencia) en el lación al contexto. En este sentido, cual- mundo, defi niendo las propiedades de quier objeto puede parecerse potencial- cada uno y su relación mutua. En un con- mente a otro, es decir, funcionar como texto social determinado se encuentran signo, sugiriendo usos o interpretaciones

64 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 futuras que no están contempladas en un Según Gosden (1994), el tiempo no estado determinado de las cosas. La de- es una entidad abstracta, sino una cuali- terminación de los rasgos que se tienen dad de la relación de los seres humanos en cuenta en una relación semiótica in- con el mundo. El pasado, el presente y volucra cuestiones de autoridad y valor el futuro poseen una relación comple- social. Por lo tanto, esta “apertura de las ja, y el presente es signifi cativo porque cosas” a futuras consecuencias amena- retiene elementos del pasado y anticipa za permanentemente la estabilidad de el futuro. Propone la existencia de tres las ideologías semióticas. El signifi cado temporalidades que se encuentran mez- es dentro de esta propuesta, histórico y cladas en las prácticas sociales de los contingente, y funciona en virtud de una agentes: un tiempo personal, la duración meta – semiosis que opera en los proce- de la vida de los agentes sociales; un sos sociales. tiempo habitual o de la práctica cotidia- na y el contexto material donde se desa- Materialidad, temporalidad y poder rrolla; y fi nalmente un tiempo público de símbolos y signifi cados que son manipu- En los últimos años, la relación entre la lados conscientemente. materialidad y la temporalidad se cons- Con respecto a la relación entre el tituyó una línea de investigación dentro poder y la temporalidad, para Gosden de la Antropología y la Arqueología (por (1994) uno de los mecanismos de poder ejemplo Barrett 1999; Bradley 2002; más importantes es la manipulación de Gell 1996; Gosden 1994; Ingold 2000; la temporalidad, la imposición del tiem- Jones 2007; Lucas 2005). Los autores po institucional en el tiempo cotidiano proponen interpretar la construcción de de los agentes sociales. Según este autor, la temporalidad en las sociedades del pa- existe una tensión entre estas dos tem- sado a partir de su cultura material. Una poralidades, ya que el tiempo cotidiano de las temáticas más desarrolladas son es el que se experimenta directamente y los usos del pasado en el pasado, es de- depende de las maneras en que se utiliza cir, la manera en que las sociedades del el cuerpo humano y las habilidades in- pasado interpretaron los restos arqueo- corporadas a través de la vida. Estas ha- lógicos de las sociedades preexistentes. bilidades no se desarrollan aisladas, sino Jones (2007) propone que la materia- que dependen de la interacción entre el lidad de los objetos y la performance de cuerpo y el mundo. El tiempo institu- los recuerdos se encuentran íntimamen- cional o tiempo público es una estruc- te ligados, operando juntos para facilitar tura referencial consciente a través de la los actos de recuerdo u olvido. La cultu- cual el tiempo y el espacio se crean de- ra material provee a las personas y a las liberadamente. Este tiempo se encuentra sociedades de “seguridad ontológica” abierto a la manipulación, aunque surge (Jones 2007: 50), situándolos y organi- a partir del tiempo habitual y debe estar zando un orden temporal. De esta mane- en concordancia con el mismo para ser ra, a través de las prácticas de recuerdo percibido como natural. se conforman en algunas sociedades las identidades. La objetivación del tiempo estructura recursivamente tanto el am- biente ma-terial como las experiencias corporales.

José Maria Vaquer 65 Desarrollo conformando en algunos casos (por ejemplo en Chucuito) verdaderos cen- La Ancestralidad como Tradición en tros ceremoniales donde las poblaciones los Andes Meridionales circundantes realizaban peregrinaciones y ceremonias vinculadas con el culto a Isbell (1997) propone que las manifes- los ancestros (Kesseli y Pärssinen 2005; taciones materiales relacionadas con la Stanish 2003). ancestralidad, que para este autor son De acuerdo con Kesseli y Pärssinen los “sepulcros abiertos”, surgen du- (2005), las prácticas funerarias prehis- rante el Periodo Intermedio Temprano pánicas de los pueblos andinos tenían (200 – 600 DC) en la Sierra Norte del un fuerte contenido identitario. Para los Perú. Según Isbell (1997), la aparición autores, las chullpas tenían dos fi nali- de los sepulcros abiertos sería un indi- dades: como un símbolo del status del cador material de la presencia de grupos personaje muerto; y como símbolo en corporativos tipo ayllu, y el sepulcro memoria del muerto constituyéndose un representaría el surgimiento del culto a lugar de culto o huaca. De esta manera, los ancestros en tanto eje de los grupos la chullpa constituía el lugar donde se corporativos. interactúa con los muertos y se los con- En una interpretación sugerente, pero servaba presente para las interacciones que a mi entender necesita mayor susten- sociales de la comunidad. Abercrombie tación empírica, Isbell (1997) sostiene (2006) reconoce estos monumentos fu- que la ancestralidad, considerada como nerarios como lugares de interacción en- un conjunto de prácticas relacionadas tre el mundo de los hombres y el infra- con el culto a los ancestros, surge en res- mundo, y como marcas en el paisaje que puesta a las tendencias centralizadoras constituyen parte de la memoria social de los estados incipientes como los Mo- de los grupos. Junto a las chullpas, iden- che. El culto a los ancestros es, dentro tifi ca también la importancia (para el de este marco, la manera de resistir de caso de los Inkas) del sistema de ceques, los grupos familiares ante las imposi- los quipus y los textiles como soportes ciones estatales. Durante el Horizonte de la memoria social, que se entrelaza- Medio (600 – 1000 DC) y con la hege- ban en ceremonias performativas donde monía Wari – Tiwanaku, las tendencias se bailaba, se cantaba, y se challaba a centralizadoras tomaron nuevas fuerzas los ancestros. El tipo de ceremonia que haciendo desaparecer la cultura material se realizaba en las chullpas incluía la in- relacionada con la ancestralidad. Isbell teracción entre los vivos y las mallquis o (1997) se aventura un paso más y propo- momias, a través del compartir alimento ne que ignorar la organización en base al y bebidas. Estas interacciones tenían lu- parentesco e intentar imponer un gobier- gar principalmente en las plazas de los no centralizado fue una de las causas de asentamientos de primer orden o llactas. la caída de Tiwanaku. Allí, en los eventos de las celebraciones Más allá del papel de la ancestra- con los antepasados, se negociaba el sta- lidad en la caída de Tiwanaku, a partir tus de los grupos de parentesco (Isbell del año 1000 DC contemplamos el auge 1997; Nielsen 2006b, 2007b; Tantaleán de los sepulcros abiertos en forma de 2006). torres – chullpa. Las primeras de ellas Retomando la relación entre chullpas e surgen en la cuenca del Lago Titicaca, identidad, Kesseli y Pärssinen (2005) pro-

66 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 ponen que ciertas características de las to- ancestralidad es que toma formas parti- rres se relacionan con rasgos identitarios de culares en cada contexto. Estas particu- los grupos sociales que las construyeron, y laridades son el producto de las historias de esta manera, operaron también como in- locales, y de cómo cada sociedad inter- dicadores territoriales. Las chullpas ayma- pretó la ancestralidad en función de las ra tienen como rasgos principales ser entie- tradiciones preexistentes y de las elec- rros múltiples, y tener la abertura orientada ciones de los agentes sociales que cons- hacia el Este, dirección del sol naciente y tituyeron los colectivos. En la Quebrada de la vida. Identifi can un grupo de torres en de Humahuaca, el culto a los ancestros Qiwaya, Isla Cohani, en el Lago Titicaca estuvo vinculado a las pretensiones de que no responden a esta característica, en ciertos linajes o grupos de posicionarse particular a la orientación de las aberturas. diferencialmente en las redes de inter- Además, las torres se encuentran disper- cambio extra locales (Nielsen 2001b), sas entre las casas, comparten las mismas mientras que en el Norte de Lípez cons- características arquitectónicas del espacio tituye una forma material utilizada para doméstico y no confi guran cementerios negar u ocultar las diferencias sociales separados. Los autores relacionan estos entre los grupos sociales de parentesco o rasgos con identidad uru o puquina de los ayllus (Nielsen 2001a). habitantes, que se manifi esta de manera La ancestralidad se encuentra asocia- diferencial a la aymara (ver Wachtel 2001 da en todos los ámbitos a un clima social para una situación similar en los Chipaya). de confl icto manifi esto o latente (Arkush Más adelante retomo este punto, porque la 2006, 2009; Nielsen 2002). Junto con las situación de las chullpas en Cruz Vinto es torres – chullpas aparecen en la cultura muy parecida. material de las sociedades tardías ele- Para el año 1200 DC, las torres – chull- mentos relacionados con el confl icto, pas se encuentran distribuidas por una siendo el más notorio de ellos los asen- amplia zona geográfi ca hacia el sur del tamientos fortifi cados o pukaras. En este Lago Titicaca, siendo sus manifestaciones sentido, el corporativismo y el confl icto más australes la Quebrada de Humahuaca pueden ser considerados dos fenómenos (Nielsen 2001b), el Río San Juan Mayo en relacionados (Nielsen 2007b; Vaquer la frontera argentino – boliviana (Krapovic- 2010). kas et al. 1978), el Norte de Lípez (Nielsen Ahora bien, ¿a qué me refi ero por an- 2006a; Vaquer 2010) e incluso en algunas cestralidad? Podemos defi nirla como un quebradas del Norte de Chile (Castro et al. conjunto de prácticas sociales que tie- 1991, Rivera 2008). A pesar de no existir nen a los ancestros como referentes. Las la torre – chullpa como forma arquitectó- prácticas vinculadas con la ancestralidad nica en el Valle Calchaquí Norte, Provincia se encuentran, al igual que las torres – de Salta, Acuto (2007) también propone, a chullpas que corporizan al ancestro, en partir de la arquitectura y la organización diversos campos sociales, desde cere- de los asentamientos, la presencia de socie- monias realizadas en espacios públicos, dades corporativas o comunales. en el espacio doméstico, en el espacio La dispersión de esta forma arquitec- productivo y en el paisaje cotidiano tónica nos tienta a interpretar a las socie- (Nielsen 2008). Los ancestros, dentro dades tardías de la región Circumpuneña de esta lógica, son la corporización y en los mismos términos, pero una de las los ejes de los grupos corporativos or- características más sobresalientes de la ganizados de acuerdo al parentesco. Es-

José Maria Vaquer 67 tos grupos son denominados ayllus en Ancestralidad y Materialidad en el la literatura etnográfi ca y etnohistórica Norte de Lípez (por ejemplo Abercrombie 2006; Go- doy 1985; B. Isbell 1978; Urton 1990). Teniendo en cuenta las características de Sintetizando, la organización andina en la ancestralidad descriptas en el apartado ayllus supone la división en segmentos anterior, en esta sección voy a considerar cada vez más inclusivos, teniendo cada los referentes materiales de la ancestrali- uno de ellos una autoridad y un ancestro dad en el Norte de Lípez. Como mencio- como referente. Los ayllus conforman, né anteriormente, durante el PDR Tardío en algunos casos, dos mitades (una mi- (1200 – 1450 DC) hacen aparición en tad alta o Hanansaya en quechua y una la cultura material de las sociedades del baja o Hurinsaya) y se encuentran atra- Norte de Lípez elementos relacionados vesados por una división jerárquica tri- con la ancestralidad y el confl icto. Con partita en Qollana (principal), Payan (la respecto a los primeros, los más impor- del medio) y Kayaw (menor). A su vez, tantes son las torres – chullpas, que en las mitades conforman una federación, este caso son estructuras de piedra de y varias federaciones pueden confor- planta circular o rectangular, dependien- mar un grupo étnico (ver Isbell 1997 y do de su cronología, de 1,60 m de alto en Nielsen 2006b para una descripción más promedio, muros dobles, techo en falsa detallada). bóveda y una abertura o “ventana” en Por lo tanto, los ancestros aglutinan uno de sus lados que permite interactuar y dan sentido a esta organización seg- con el contenido. Más allá de su función mentaria. Cada uno de los segmentos específi ca, la principal característica de que componen a la sociedad, como men- estas estructuras es constituir una for- cioné anteriormente, posee un ancestro ma arquitectónica emblemática que une como referente, y la relación entre los contextos de la práctica diferentes, cor- diferentes ayllus es entendida en térmi- porizando y haciendo presente a la fi gura nos de las relaciones de parentesco entre del ancestro en ellos (Nielsen 2008). La los ancestros de cada uno. Esta división presencia de las torres – chullpas en di- genealógica también es un principio de versos contextos homologa las prácticas jerarquía, ya que los ancestros que se en- realizadas en los mismos y constituye a cuentran a menor distancia de parentes- los ancestros como referentes de todas co del ancestro principal o wak´a princi- las actividades. A través de su presencia, pal del grupo son los de mayor jerarquía. los ancestros se convierten en una fuen- Esta jerarquía se construye y refuerza te de recursividad que forma parte del también en el patrón de asentamiento de signifi cado de las prácticas sociales. Las las sociedades, ya que los poblados prin- torres se localizan en los asentamientos, cipales o llactas son los lugares de ve- fl anqueando las plazas, sobre y próxi- neración de los ancestros principales de mas a las murallas de los pukaras y dis- los grupos y presentan espacios públicos tribuidas entre los conjuntos domésticos. acordes para desarrollar las ceremonias También las hallamos aisladas o en gru- (Nielsen 2006a, 2007a). po en los campos de cultivo o dispersas en el paisaje. Con respecto a la presencia de mo- mias en las torres – chullpas, en el caso del Norte de Lípez es difícil de deter-

68 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 minar. Solamente en una de las más demos mencionar es el caso de Laqaya, de 300 torres – chullpas de Laqaya se donde Nielsen (2006a) detectó la pre- identifi caron restos humanos. En Cruz sencia de tres torres en el lado Este de la Vinto, de la excavación de una de las plaza, que poseían tres tamaños diferen- torres – chullpas asociadas a la plaza, tes. El autor remite la situación a la di- se recuperaron fragmentos cerámicos visión tripartita de los ayllus en Qoyana, de un contenedor y restos de bolsas de Payan y Kayaw. lana. Las demás chullpas se encuentran En el caso de Cruz Vinto, no hay vacías. En la base del promontorio ro- tres chullpas al lado Este de la plaza, coso donde se emplaza el sitio hay una sino que detectamos un total de 5 sin un cueva con chullpas en su interior, que patrón aparente. En el total del asenta- fue saqueada. Los habitantes de Colcha miento y en los alrededores del promon- “K” me contaron que había momias en torio detectamos un total de 101 torres la cueva, pero que “un cura chileno se – chullpas. Otra característica es que las las llevó y ahora están en el Museo de mismas se encuentran emplazadas entre San Pedro de Atacama”. los recintos, o formando parte de la Uni- De acuerdo con lo observado en la dades Arquitectónicas, y fueron cons- cueva de Cruz Vinto, y de otras en la truidas utilizando las mismas técnicas zona, parece que los entierros se rea- que las viviendas. lizaban en estas oquedades naturales, La temporalidad de las torres – chull- construyendo chullpas en su interior. El pas se determinó relativamente en su re- tipo de entierro era colectivo, y en una lación con las estructuras de vivienda y de ellas excavada por el equipo en la co- el material cerámico relacionado. Niel- munidad de Atulcha, cercana a Colcha sen (2001a) propone una evolución de “K”, detectamos la alternancia entre el espacio doméstico desde viviendas con almacenaje de quinoa y la función de plantas circulares en el PDR Temprano entierro. Por lo tanto, y de acuerdo con (900 – 1200 d.C.), plantas ovales en el los contextos excavados y observados PDR Tardío y plantas rectangulares en en la región, existen al menos dos mane- el Periodo Inka e Hispano Indígena. La ras de enterramiento, siendo la principal planta de las torres – chullpas acompa- o la más extendida el entierro en cuevas. ña este proceso, cambiando la forma en Esta situación podría responder también relación con los cambios en la vivienda. al vaciamiento de las torres en la época Por lo tanto, resumiendo las carac- colonial y a la extirpación de las idola- terísticas principales de las chullpas de trías. La pervivencia de los entierros en Cruz Vinto, las mismas no tienen una las cuevas se debería, dentro de este es- orientación determinada, poseen las cenario posible, a la poca visibilidad de mismas características arquitectónicas las mismas. que los recintos y se encuentran disper- A diferencia de otros casos, como en sas entre ellos, sin formar cementerios la cuenca del Titicaca (Kesseli y Pärs- separados. Las plantas son circulares u sinen 2005; Stanish 2003; Tantaleán ovales. Estos rasgos pueden relacionarse 2006), no encontramos en el Norte de con la situación descripta por Kesseli y Lípez diferencias sustanciales entre las Pärssinen en Qiwaya, y, a modo de hipó- torres – chullpas. No existe la voluntad tesis, podemos sugerir que los habitan- de distinguir materialmente algunas de tes del Norte de Lípez pertenecían a una ellas. Tal vez la única diferencia que po- parcialidad de habla puquina o urus. Sin

José Maria Vaquer 69 embargo, la única fuente de la que dis- en oposición a los grupos agricultores de ponemos para la zona, la “Carta del fac- la cuenca del Salar. Sin embargo, esta tor de Potosí Juan Lozano Machuca (al situación todavía debe comprobarse em- virrey del Perú Don Martín Enríquez) en píricamente. que da cuenta de cosas de aquella villa y Otro problema con que contamos de las minas de los Lipes” del año 1581 es que la población actual es de habla hace alusión a que los habitantes de la quechua, y se reconocen diferentes de zona eran aymara, e identifi ca como los grupos aymara que habitan el Norte “Colcha” a uno de los pueblos principa- del Salar de Uyuni. Por lo tanto, posi- les, pero también reconoce la presencia blemente en épocas inkaicas o españolas de urus: hubo un movimiento de población que “El repartimiento de los Lipes que está aún no tenemos determinado. en Corona de Su Majestad. Tendrá de Otro de los elementos vinculados con box (?) el contorno y término de lo que la ancestralidad en el Norte de Lípez es se intitulan los Lipes trescientas leguas y la cerámica de estilo Mallku. Este estilo habrá como cuatro mil indios aymaraes, cerámico, constituido en su mayoría por antes más que menos, y éstos están por escudillas con una decoración en forma reducir, divididos en muchas partes y de guirnaldas cerca del borde, era utili- pueblos muy distintos y apartados unos zado para prácticas de consumo (Arella- de otros en las poblaciones siguientes: no y Berberián 1981; Nielsen y Berbe- Colcha, que es pueblo donde reside el rián 2008). La distribución de este tipo sacerdote, y el pueblo de Chuquilla y de decorado en los asentamientos es uni- Queme, Cheucha, Becaya, Ojas, Tucas, forme, lo que Nielsen (2001a) interpreta Pala, Patana, Abana los cuales son los como una homologación entre el ámbito pueblos principales del dicho distrito público (las plazas) y el ámbito domésti- […]” (Lozano Machuca 1992 [1581]: co (las casas). 30). El tercer elemento vinculado con la “[…] Demás de los cuatro mil indios ancestralidad lo constituye la arquitec- referidos habrá en ese repartimiento tura. En los asentamientos del Norte de otros mil indios urus, gente pobre que Lípez, no existen diferencias signifi cati- no siembran ni cogen y se sustentan de vas entre la estructura de los grupos re- caza de guanacos y vicuñas y de pesca- sidenciales. La forma de los recintos, la dos y raíces que hay en ciénagas, que distribución y las técnicas constructivas las llama coroma […]” (Lozano Ma- son homogéneas, lo que crea un “pai- chuca 1992 [1581]: 31). saje corporativo” que objetiva la igual- Más allá de que esta división puede dad entre los grupos que conforman la responder a las etno-categorías aymara, sociedad. El efecto de esta objetivación donde los urus representan a los pasto- es homologar los escenarios donde se res y a las sociedades sin agricultura en realizan las prácticas sociales, y de esta general (Bouysse – Cassagne y Harris manera, crear una temporalidad similar 1987; Duviols 1973; ver también Mas- independientemente de la actividad que ferrer Kan 1984), considerados infra se esté realizando (Ingold 2000). Junto humanos, la carta citada menciona la con este efecto de la arquitectura, la pre- presencia de urus en la región. Esta si- sencia efectiva de las torres – chullpas tuación podría responder a la presencia en el espacio doméstico localiza a los en el Sur de Lípez de grupos de pastores, ancestros como referentes de las activi-

70 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 dades realizadas. partir de los fechados radiocarbónicos. Otro indicador de la temporalidad de Paisaje construido y prácticas sociales Cruz Vinto es su arquitectura. De acuer- en Cruz Vinto do con la propuesta de Nielsen (2001a) las plantas de las viviendas del Norte de Como mencioné anteriormente, ciertos Lípez cambian desde una forma circular indicadores materiales sitúan la ocupa- en el Periodo de Desarrollos Regiona- ción de Cruz Vinto a inicios del PDR les Temprano, a una forma elíptica en el Tardío. Entre ellos se encuentra la baja PDR Tardío y a una forma rectangular proporción de cerámica estilo Mallku en el Periodo Inka e Hispano Indíge- presente en el asentamiento tanto en su- na. En el relevamiento de la arquitec- perfi cie como en excavaciones. La cerá- tura que realizamos en el sitio, 83% de mica decorada corresponde en su mayo- los recintos posee planta circular (117: ría al estilo Cruz Vinto, representado por 140) seguido por los recintos de planta escudillas formalmente semejantes a las “herradura” (recintos circulares con un de estilo Mallku, pero con decoración en lado recto) con un 9% de la muestra (12: forma de chevrones y una pasta menos 140). También posee recintos con planta compacta. En las excavaciones llevadas “mixta” (recintos rectangulares con los a cabo en el basurero de Laqaya, sitio ángulos redondeados) en menor propor- próximo a Cruz Vinto, la cerámica Cruz ción, con un 5% de la muestra (7: 140). Vinto aparece en un nivel estratigráfi co Finalmente, 3 recintos poseen planta anterior a la Mallku. Por lo tanto, el esti- rectangular y uno planta trapezoidal (Va- lo Cruz Vinto es anterior al Mallku, aun- quer et al. 2010) (Figura 3). que debido a la poca duración del PDR Esta forma de las plantas ubicaría la Tardío no es posible discriminar esta- ocupación más densa del asentamiento dísticamente la diferencia cronológica a en la transición entre el PDR Tempra-

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Figura 3. Distribución de las plantas por tipo en Cruz Vinto (n=140)

José Maria Vaquer 71 no y el PDR Tardío, alrededor del año sin restricciones impuestas por la estruc- 1200 DC. Finalmente, otros indicadores turación del espacio. A su vez, los patro- de la cronología del sitio son la ausencia nes de circulación también enfatizan los de arquitectura y la muy baja frecuen- encuentros entre los habitantes y las to- cia de estilos cerámicos posteriores. Por rres – chullpas, debido a que las mismas ejemplo, no detectamos la presencia de se encuentran localizadas próximas a las estructuras con técnicas constructivas de vías de circulación (Figura 4). fi liación inkaica, y solamente recupera- Realizamos también un análisis de mos en las excavaciones 29 fragmentos las características de performance del de un total de 4540 pertenecientes al es- espacio construido. Para ello, conside- tilo Inka Chicha, y todos correspondie- ramos a todo el asentamiento y su em- ron a una misma pieza (Vaquer 2011). plazamiento como un gran “objeto”. De- Por lo tanto, a pesar de no contar con terminamos, a partir de la generación de fechados precisos que localicen la ocu- coberturas con el alcance de los sentidos pación a principios del PDR Tardío, la en un Sistema de Información Geográfi - cultura material del sitio apunta a que ca, las modalidades sensoriales que ac- fue construido y ocupado alrededor del tuarían en un recorrido hipotético por el 1200 DC. En este sentido, representa asentamiento. Los resultados apuntaron uno de los primeros asentamientos que a que a lo largo del recorrido se favore- objetivan la nueva organización en base cen los sentidos próximos, como el olfa- a los ancestros. Sin duda, aunque en este to y el oído. Era posible escuchar y oler momento no podemos probarlo, la an- las actividades que se desarrollaban en cestralidad estuvo presente en el PDR los distintos sectores del asentamiento, Temprano, pero su visibilidad era mu- por lo que los habitantes participaban de cho menor. De acuerdo con lo planteado las mismas de manera directa o indirec- por Nielsen (2001b) para la Quebrada de ta. Del mismo modo, la homogeneidad Humahuaca, los sitios conglomerados de la arquitectura con respecto a las téc- del PDR Tardío fueron organizados so- nicas constructivas, plantas y superfi cie bre un esquema de parentesco ya exis- (variables que determinan la forma que tente, pero que tomó, sin embargo, una los recintos se presentan ante la visión) escala y unas dimensiones sin preceden- también enfatiza una experiencia sincró- tes. nica e indiferenciada del espacio. Por lo Con respecto a la arquitectura y el es- tanto, desde un punto de vista formal, la pacio construido, a partir de la sintaxis arquitectura y el uso del espacio en Cruz espacial en Cruz Vinto identifi qué un Vinto presentan al sitio como homogé- patrón de circulación con un alto grado neo a la percepción visual; y un espacio de axialidad, es decir, con una facilidad donde las actividades desarrolladas por de movimiento dentro del asentamiento. los habitantes pueden ser percibidas por Los espacios externos del asentamiento todos utilizando una combinación de se ordenan formando anillos constitu- modalidades sensoriales próximas, todo yendo un sistema distribuido asimétrico, esto enmarcado por la presencia perma- por lo que no existen espacios externos nente de las torres - chullpas (Vaquer segregados a la circulación. Esta dispo- 2009, 2011; Vaquer et al. 2010). sición del espacio enfatiza los encuen- De acuerdo a lo descripto en el pá- tros entre los habitantes, ya que es po- rrafo anterior, caractericé al espacio de sible acceder a cualquier punto del sitio Cruz Vinto como un “espacio corpora-

72 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 Figura 4. Vías de circulación de Cruz Vinto y las torres – chullpas asociadas. tivo”, donde las actividades llevadas a recintos con defl ector para canalizar el cabo eran percibidas por todos los habi- fl ujo de humo, un fogón y desechos de tantes del asentamiento sin restricciones. facto producto de actividades de con- Esta percepción crearía en los agentes sumo, almacenamiento y reparación de sociales un sentimiento de inclusión que artefactos. Posteriormente, y en el marco estructuró, desde la infancia, un habitus de mi tesis doctoral, excavamos 36 son- corporativo que situaba al grupo por en- deos en los espacios externos del asen- cima del individuo. Según la propuesta tamiento (Vaquer 2010) y cinco recintos de Bourdieu (1977) presentada anterior- que tenían como característica distintiva mente, el espacio doméstico es al ámbito la carencia de defl ector. El objetivo de principal de producción y reproducción las excavaciones fue determinar qué tipo del habitus a partir de habitar un espa- de actividades se desarrollaban en los cio estructurado de acuerdo a principios espacios externos (vías de circulación o mítico rituales que produce y reproduce espacios convexos) y en los recintos que las lógicas que se construyen y ponen en no estaban techados. práctica en los diferentes campos de la En las excavaciones de los espacios sociedad. convexos no detectamos la presencia Con respecto a las actividades de- de actividades. El material recuperado sarrolladas en el asentamiento, Nielsen correspondió a depósitos secundarios (2001a) y su equipo excavaron tres re- de material rodado de los recintos sin cintos completos, uno en forma parcial y defl ector. Debido a esto último, exca- una torre – chullpa de la plaza. A partir vamos cinco recintos localizados pen- de las excavaciones, reconocieron que la diente arriba de los espacios externos vivienda se encuentra conformada por excavados previamente. En los mismos

José Maria Vaquer 73 recuperamos materiales asociados con constructores del sitio los están hacien- actividades de consumo, almacenaje y do presente en todas las actividades de- reparación de instrumentos líticos. La sarrolladas en el asentamiento. En últi- estructura del registro nos permitió in- ma instancia, observando o participando terpretar que las actividades desarrolla- directamente, las torres – chullpas en el das en estos recintos eran similares a paisaje se constituyen una fuente de re- las realizadas en las viviendas, con la cursividad para todas las acciones de los excepción de la cocción de alimentos ya agentes sociales. De acuerdo con las ca- que no detectamos evidencia de estruc- racterísticas del emplazamiento de Cruz turas de combustión en los recintos sin Vinto y de la presencia de murallas pe- techar (Vaquer y Pey 2010). Por lo tanto, rimetrales, la función más “obvia” pare- propuse que la vivienda se encontraba ce ser la defensa. Pero considero que de conformada por los recintos con techo y igual importancia, aunque actuando de defl ector y los recintos sin techar asocia- manera implícita, corporal, se encuentra dos. Las actividades de cocción se reali- como función objetivar y “dar forma” zaban en los recintos techados, mientras a un nuevo paisaje social basado en la que el consumo, en los recintos sin te- ancestralidad. Como sugerí, el corpora- char (Vaquer 2011). tivismo y el confl icto representan dos fe- nómenos íntimamente relacionados, por DISCUSIÓN lo que el pukara no solamente objetiva la presencia de los ancestros en el paisa- Ancestralidad y Materialidad en Cruz je, sino también la situación de confl icto Vinto en la que se vieron inmersas las socieda- des Tardías del Norte de Lípez. En las secciones anteriores describí al- De esta manera, tenemos un primer gunos elementos de la cultura material conjunto de signifi cados que se asocian del Norte de Lípez en general y de Cruz materialmente ancestralidad y confl icto. Vinto en particular que podrían aso- Por un lado, tenemos la presencia de las ciarse con la ancestralidad. Ahora bien, torres – chullpas localizadas en el es- ¿cómo se relacionan la ancestralidad y pacio doméstico. En el caso de Laqaya, la materialidad en Cruz Vinto? En esta donde hay un pukara con un poblado sección ensayo una interpretación para bajo asociado, un conjunto de torres – esta pregunta. chullpas se localiza en la barranca que Uno de los primeros puntos que voy separa a los dos, formando una “barrera a retomar se vincula con la temporalidad simbólica” y protegiendo a los habitantes de la ocupación del asentamiento. Como del asentamiento. También es notoria la argumenté anteriormente, la ocupación presencia de torres – chullpas formando del pukara puede ubicarse en los inicios parte de las murallas defensivas (Nielsen del año 1200 DC. Esto es importan- 2002). Por otro lado, tenemos los puka- te porque el sitio representa una de las ras como evidencias físicas y tangibles primeras objetivaciones de un espacio del confl icto. Combinados ambos ele- estructurado en torno a los ancestros, y mentos en el paisaje, se relacionan. In- por lo tanto, al corporativismo como un dependientemente de las explicaciones conjunto de prácticas sociales. Al situar posibles para esta situación, por ejemplo a los ancestros en el espacio, y particu- que “los ancestros nos defi enden”, la larmente en el espacio doméstico, los asociación se realiza de forma material.

74 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 Figura 5. Perfi les de las escudillas Cruz Vinto recuperadas en las excavaciones.

Ambos elementos se constituyen como Otro elemento relacionado es la ar- parte del paisaje, están ahí, presentes quitectura. Las técnicas constructivas, como un recurso del espacio en las inte- las plantas, formas y superfi cies de los racciones de los agentes sociales. recintos son similares. Esta homoge- El segundo conjunto de signifi cados neidad de la arquitectura objetiva la se relaciona específi camente con los igualdad entre los diferentes conjuntos elementos que conforman la ancestrali- domésticos y al mismo tiempo niega las dad. El más obvio de ellos es la torre – diferencias jerárquicas entre los grupos. chullpa. No me voy a extender sobre las Construye un paisaje similar, donde la mismas, ya que Nielsen (2008) dedica repetición de las formas arquitectónicas un trabajo específi camente a ellas. Uno domina el recorrido por el asentamiento. de los puntos a destacar es la omnipre- Las características visuales de los recin- sencia de las torres – chullpas homolo- tos, que son el producto de las técnicas gando diferentes campos de la práctica, constructivas, estructuran una percep- particularmente el espacio público, el ción semejante. espacio doméstico y el espacio produc- Las evidencias de las prácticas de- tivo. Me voy a detener en la relación con sarrolladas en los espacios externos del el espacio doméstico. Como mencioné asentamiento se relacionan con el consu- anteriormente, en Cruz Vinto las torres mo de alimentos, realizado en su mayo- – chullpas se encuentran asociadas a las ría en piezas cerámicas con un alto gra- principales vías de circulación del asen- do de estandarización con respecto a su tamiento, por lo que transitar por el lugar forma y decoración. A título de ejemplo, era una experiencia marcada por el en- las escudillas de estilo Cruz Vinto que cuentro con los ancestros. representan la mayor proporción de ce-

José Maria Vaquer 75 rámica decorada en el asentamiento, pre- neidad de los habitantes. Esto ocurre en sentaron un diámetro de boca que oscila un espacio por el que se circula libre- entre los 17 cm y los 21 cm, una altura mente, y donde las actividades realiza- máxima entre los 6 cm y los 8,5 cm y das son perceptibles, por la vista, el oído un volumen entre los 0,75 l y 1,67 l. Por y el olfato. El consumo, práctica social lo tanto, a nivel formal, las escudillas que determina las relaciones de paren- Cruz Vinto son uniformes. Con respecto tesco en la Región Andina, es realizado a la decoración, los patrones decorativos en recintos sin techar, donde los habitan- reconocidos se basan principalmente en tes compartirían directa e indirectamen- chevrones formando guirnaldas en el te la comida de todos, a la vista de los borde. Detectamos cierta variabilidad en ancestros corporizados en las de torres – la decoración con respecto al número de chullpas. Las prácticas de consumo son chevrones que conforman cada guirnal- llevadas a cabo utilizando un conjunto da, incluso hay variaciones en una mis- cerámica uniforme, tanto formal como ma pieza. decorativamente. Las escudillas Cruz Vinto se encuen- Hasta ahora describí mi interpreta- tran también asociados a escudillas de ción de las actividades desarrolladas en estilo Alisado, que son semejantes en el asentamiento y su relación material forma pero carecen de decoración. No con la ancestralidad. Uno de los objeti- existe un patrón reconocible en la distri- vos de este trabajo es relacionar la ma- bución espacial de la cerámica decorada, terialidad con el poder. En el apartado tanto en la superfi cie como en los recin- siguiente vinculo el escenario interpre- tos excavados. Por lo tanto, la decora- tativo planteado con la ideología semió- ción y la forma de los cuencos también tica y el poder social. es parte de los elementos que homoge- neízan las actividades desarrolladas en La ancestralidad como ideología se- el asentamiento. Estas últimas, como miótica mencioné anteriormente, se encontraban divididas en los recintos que conforma- Como expuse en las secciones de este ban las viviendas. Los recintos techados trabajo, la ancestralidad como un con- con defl ector funcionaban como cocinas junto de prácticas que tienen a los ances- y lugares de descanso y almacenamien- tros como referentes puede ser rastreada to, mientras que los recintos sin techar desde el Periodo Formativo en la Región eran los lugares de consumo, y según la Andina Meridional. Su visibilidad en evidencia recuperada en las excavacio- la cultura material es variable, depen- nes, también de almacenaje (ver Vaquer diendo de cada contexto particular. Es y Pey 2010 y Vaquer 2011 para una des- durante el Periodo Intermedio Tardío, cripción detallada del conjunto cerámico o Periodo de Desarrollos Regionales y sus asociaciones). (1000 – 1450 DC) donde la ancestrali- A partir de la evidencia mencionada, dad se hace evidente en la Región Andi- podemos establecer un conjunto de aso- na Meridional. Ahora bien, en el Norte ciaciones que operaron materialmente en de Lípez vimos que alrededor del 1200 Cruz Vinto. DC aparecen en la cultura material las La arquitectura, distribución de los torres – chullpas, las plazas y los esti- recintos y la estructura de las viviendas los cerámicos emblemáticos, junto con crean y refuerzan la noción de homoge- evidencias de confl icto social. Esto no

76 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 implica que la organización familiar no los ancestros. Algunas de ellas fueron haya existido previamente, sino que a recuperadas en las excavaciones de las partir de este momento se conformó en viviendas de Laqaya, y siguen siendo la ideología semiótica dominante. veneradas por los comunarios como re- La ancestralidad determina una serie presentaciones de los ancestros. de relaciones entre los agentes socia- Uno de los componentes principales les y entre éstos y los objetos. En este de la ancestralidad como marco simbó- sentido, estructura una serie de campos lico es entender las relaciones entre los semánticos alrededor de la fi gura del an- seres que pueblan al mundo en término cestro (Nielsen 2007b) y desafía las no- de relaciones de parentesco. Así, las re- ciones de agencia propias de la Moder- laciones entre los distintos grupos de pa- nidad. Dentro de este marco de sentido, rentesco o ayllus que conforman los gru- los ancestros tienen agencia e infl uyen pos sociales dependen de la distancia de directamente en la reproducción de los parentesco al ancestro común o wak´a sistemas sociales. Ellos son los dueños de mayor orden o jerarquía. Con el pai- últimos de los recursos, que son explo- saje ocurre lo mismo: los cerros son ve- tados por las comunidades siempre y nerados de acuerdo a la distancia de pa- cuando se cumplan las ceremonias indi- rentesco con las comunidades (cada una cadas (Nielsen 2006b). Ciertas prácticas reconoce uno como el más importante, o sociales pueden infl uir en la manera en sea, como el ancestro directo); e incluso que los ancestros se comportan con los las relaciones entre los cerros también grupos. Si se los alimenta y se les de- son relaciones de parentesco o afi nidad muestra respeto, los ancestros proveen. (tal cerro es el hermano; tal la esposa) En el caso contrario, pueden enviar fe- (Martínez 1989). nómenos climáticos, como heladas y De acuerdo con lo planteado en este granizo, que atentan contra las cosechas trabajo, esta organización social (y es- y también pueden enfermar a los ani- quema clasifi catorio) habría tenido su males. Por lo tanto, los ancestros son auge en el Norte de Lípez durante el considerados agentes sociales. Sus ma- PDR Tardío (1200 – 1450 DC), siendo nifestaciones materiales son varias: por Cruz Vinto una de sus primera manifes- un lado las torres – chullpas ya mencio- taciones y objetivaciones. nadas, pero también son de gran impor- La materialidad de las prácticas pue- tancia los cerros y lagunas. Aún hoy, los de ser entendida en términos de tres ele- comunarios del Norte de Lípez suben en mentos relacionados: la temporalidad, el mes de Noviembre a pedir por lluvias la espacialidad y el ser social o agencia. a los cerros. En el caso de Colcha “K”, la Los tres elementos se encuentran pre- ceremonia se realiza en el cerro Lliphi, sentes en toda práctica social, ya que las mientras que en Santiago “K” en el ce- mismas tienen varias temporalidades (el rro Qaral Inka (Gil García 2008). Entre momento y la duración de la práctica, las estos cerros existe una rivalidad por el prácticas pasadas de donde obtienen la amor del cerro Wawalli, cerro femenino recursi-vidad y el signifi cado, y la pro- en cuya falda se asienta Cruz Vinto. En yección hacia prácticas futuras); varias la cima del Lliphi se guarda el “tesoro espacialidades (la extensión espacial de de la comunidad”, que es contado cada la práctica mientras se desarrolla, la re- vez que se sube. También hay rocas de- ferencia hacia otros espacios) y el ser nominadas wak´as que representan a social o agencia (por defi nición, para ser

José Maria Vaquer 77 social una práctica debe referirse a otro, orientada hacia el tiempo mítico ances- presente o ausente). Este último punto tral. Como una primera objetivación es importante porque los referentes de de la ancestralidad, constituyó un lugar las prácticas no tienen que ser necesa- donde el tiempo habitual de lo cotidiano riamente humanos, sino cualquier ser se fundió con el tiempo público. Las ho- dotado de agencia. Por lo tanto, al desa- mologías entre el espacio doméstico y el rrollarse las prácticas sociales ponen en espacio público, la arquitectura y el uso práctica todo el bagaje de conocimien- del espacio crearon una estructura de to social en términos del habitus de los recursividad que referenciaba al tiem- agentes y de las representaciones que po de los ancestros en las prácticas so- constituyen un régimen de materialidad. ciales. Al realizar las actividades en un La relación entre los tres elementos, paisaje homogéneo, generóuna analogía además de ser principalmente corporal, con las temporalidades de las activida- se encuentra determinada y es determi- des. Según Ingold (2000), el taskscape nante de una ideología semiótica y, por se encuentra compuesto por una serie de lo tanto, se encuentra estructurada de actividades que se relacionan entre sí de acuerdo a relaciones de poder. manera secuencial o en paralelo. Al rea- Me voy a focalizar particularmen- lizarse las mismas en un marco de refe- te en la temporalidad, ya que conside- rencias presentado como homogéneo, se ro que la ancestralidad en términos de elimina el efecto secuencial y se “acha- ideología semiótica, sitúa a las prácticas tan” los tiempos de las actividades entre sociales de los agentes en un tiempo fue- sí, enfatizando el paralelismo. Esto no ra del tiempo, en el tiempo mítico de la implica considerar que las actividades creación dominado por los antepasados. paralelas y las secuenciales representan Al situar el accionar de los agentes en dos polos opuestos, sino que se tratan un tiempo que se percibe como circular, de un continuum donde la temporalidad niega la posibilidad del cambio social y estaría acentuando la percepción de las la contingencia de la Historia. A su vez, mismas como paralelas independiente- en la Región Andina, el tiempo y el es- mente de sus características particulares pacio se encuentran ligados de tal mane- (Vaquer et al. 2010). ra que no es posible entender uno sin el En relación con el desarrollo teórico otro (Bouysse – Cassagne y Harris 1987; del trabajo, propongo interpretar a la an- Wachtel 2001). Por lo tanto, el espacio y cestralidad como una ideología semió- el tiempo refuerzan la idea de un tiempo tica que fue consolidada y objetivada ancestral así como de un “espacio cor- alrededor del siglo XIII, y que perdura porativo”. Siguiendo a Giddens (1998), incluso hasta nuestros días. Esta ideolo- el espacio y el tiempo son las principales gía semiótica reguló las relaciones entre fuentes de recursividad de las prácticas los agentes sociales y los ancestros, y es- sociales y funcionan como condiciones tructuralmente or-ganizó las relaciones estructurantes. de poder entre los diferentes grupos cor- porativos o ayllus que componían a las El tiempo de los ancestros: materiali- sociedades tardías del Norte de Lípez. dad y poder Proponer que las sociedades tardías del Norte de Lípez eran sociedades cor- Cruz Vinto, en tanto “paisaje corpora- porativas no implica que en las mismas tivo”, también creó una temporalidad no existían diferencias de jerarquías,

78 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 sino que las mismas se producían entre de hipótesis, podemos aventurar que el grupos y no entre individuos. En este poblado principal se encontraba donde sentido, el punto focal y la representa- actualmente está el pueblo de Colcha ción emblemática de los ayllus eran los “K”, que aunque completamente des- ancestros, por lo que las jerarquías entre mantelado, aún posee material en super- ancestros estructuraban diferencias entre fi cie y restos de algunas torres – chull- grupos. pas. Parte de la población se instaló en Ahora bien, a partir de las interpre- Cruz Vinto, constituyendo una primera taciones presentadas sobre la cultura línea de defensa. El sitio se encuentra material de Cruz Vinto, propuse que el emplazado junto a una quebrada que paisaje del asentamiento era un “paisaje permite el acceso al centro de la penín- corporativo”, donde las diferencias entre sula de Colcha “K”, donde se localiza los grupos se encontraban encubiertas una amplia vega. Además, es posible por una arquitectura común, por una dis- controlar visualmente el Salar y detectar tribución uniforme de los tipos cerámi- la presencia de grupos que se acerquen. cos emblemáticos y por las característi- Por lo tanto, la funcionalidad defensiva cas de performance del espacio construi- del sitio fue doble: por un lado cubrir el do. No encontramos en la plaza del sitio acceso a la vega mediante la quebrada; y las tres torres – chullpas orientadas hacia por el otro como puesto de observación el Este, que sí se encuentran presentes ante potenciales invasiones provenien- en Laqaya o en el sitio próximo Churu- tes del Salar. La ausencia de indicado- pata (Nielsen 2006a). Tampoco es evi- res materiales de momentos posteriores dente una formalización del espacio. Por podría relacionarse con que el pukara lo tanto, y debido a la indeterminación cayó en desuso una vez que las fronteras de las dataciones comentada más arriba, fueron expandidas hacia el Sur. Este he- consideramos que este sitio fue cons- cho también explicaría la baja densidad truido y utilizado a principios del PDR de material recuperado en las excavacio- Tardío. Refuerzan esta interpretación nes. la ausencia de cerámica o arquitectura Según esta hipótesis, Cruz Vinto con posible fi liación inkaica y la baja constituyó una de las primeras obje- frecuencia de cerámica Mallku, estilo tivaciones del nuevo orden basado en emblemático del Norte de Lípez duran- la ancestralidad que fue plasmado en te el PDR Tardío. La arquitectura, con el paisaje. Como tal, fue construido de recintos de planta predominantemente acuerdo con la lógica de la ancestralidad circular (ver Figura 3) también indica presente en las llactas o centros ceremo- que el sitio pudo ser construido a inicios niales de primer orden. Como propuse del PDR Tardío (ver Nielsen 2001 para más arriba, existen una serie de homolo- la relación entre cronología y forma de gías estructurales y estructurantes entre las plantas). Otra característica de Cruz el espacio público, lugar de celebración Vinto que lo separa de los sitios “típi- de las ceremonias de comensalidad, con cos” del PDR Tardío del Norte de Lípez el espacio doméstico. Es en este sentido es la ausencia de poblado bajo asociado que la ideología semiótica basada en la al pukara (Nielsen 2002). ancestralidad produjo relaciones de po- Todas estas características permiten der: el tiempo cotidiano, marcado por el interpretar que Cruz Vinto fue uno de los ritmo de las actividades diarias, se desa- primeros pukaras de la región. A título rrollaba en un espacio estructuralmente

José Maria Vaquer 79 homólogo al espacio público, arena de CONCLUSIONES las negociaciones entre los diferentes grupos de parentesco. De esta manera, Este trabajo fue un ensayo interpretativo y de acuerdo con la propuesta de Gos- de cómo la cultura material se encuentra den (1994) explicitada anteriormente, el estructurada a partir de signifi cados que tiempo institucional se impone dentro son interpretados corporalmente por los del tiempo biográfi co de los agentes. agentes sociales. Más allá de proponer Este tiempo institucional se encuentra dicotomías como corporal vs mental, o representado por la fi gura de los ances- tiempo habitual vs tiempo público, el tros y el tiempo mítico de la creación, objetivo fue entender estas categorías por lo que la temporalidad cotidiana como complementarias. Parte del cono- de los agentes es presentada como una cimiento social se encuentra localizado estructura mítica, la continuación del en una hexis corporal que constituye la mito de creación original. Este tiempo base para las acciones y las percepcio- mítico es un tiempo que se sitúa “fuera nes. Junto con él, se encuentra el conoci- del tiempo”, y por lo tanto, fuera de la miento objetivado en diversos soportes, historia y de la contingencia de la acti- que es traído a la luz en ciertas ocasio- vidad humana. Las relaciones de poder nes sociales. Pero es importante tener en contenidas en este tiempo mítico fueron cuenta que ambos operan reforzándose presentadas como eternas, relacionadas mutuamente, y que si existen diferencias con el origen, y por lo tanto, inmutables entre ambos se producen cuestionamien- y necesarias. tos del orden social. Lo más importante del proceso de- El concepto de “ideología semióti- lineado en el párrafo anterior es que es ca” resulta rentable para interpretar la un proceso que dependió de la materia- estructuración de los signifi cados en la lidad y operó de forma no discursiva a cultura material, a partir de ciertas ca- través de habitar un paisaje estructura- racterísticas sensibles de los objetos. do de manera coherente con el sistema Las torres – chullpas, el emplazamiento mítico. El poder operó de dos maneras: defensivo, las prácticas sociales desarro- por un lado, los agentes socializados en lladas junto con su materialidad en Cruz este entorno tienen la disposición de re- Vinto, se encontraban referenciando a producir las mismas estructuras de las un tiempo fuera del tiempo, situándolo que son producto (el habitus), y por el fuera de cuestionamiento. Este mecanis- otro, creando una ideología semiótica mo de poder, que actúo materialmente, que intentó estabilizar los sistemas de se encontraba en sintonía con el habitus signifi cados en torno a la ancestralidad. de los agentes, por lo que fue sostenido La institucionalización de la ancestrali- más allá del PDR Tardío. dad como ideología semiótica que actuó Habitar en Cruz Vinto era vivir en materialmente y las estructuras estructu- un paisaje marcado por la presencia de rantes del habitus se reforzaron mutua- los ancestros y de los grupos corporati- mente para crear una “disciplina corpo- vos que representaban. La arquitectura ral” o “tecnología del ser” en términos doméstica homogénea, la presencia de de Foucault (2004). las torres – chullpas en el espacio do- méstico, el espacio público y el espacio productivo; el consumir alimentos en ti- pos de vasijas similares; el circular por

80 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 57-86; 2013 un asentamiento sin restricciones a los una sola cara de la moneda, los signifi ca- sentidos, estructuraron corporalmen- dos que son objetivados y perduran en el te un habitus corporativo. A su vez, la tiempo. Si consideramos que las prácti- participación en ceremonias en los espa- cas son recursivas, y que en ellas se pro- cios públicos, y las ceremonias llevadas duce y reproduce la estructura, entonces a cabo en distintas ocasiones de la vida al acceder a la estructuración de la cul- de los agentes objetivaron la presencia tura material estamos viendo el produc- de los ancestros como un punto focal to de esas prácticas y cómo las mismas en la vida social de los colectivos. Los cambiaron o perduraron en el tiempo. agentes se encontraban inmersos en este universo material de los ancestros des- AGRADECIMIENTOS de la infancia, criándose en un espacio doméstico estructurado de acuerdo a Los trabajos de campo en Cruz Vinto los mismos principios que fueron obje- fueron posibles gracias a un convenio tivados en las ceremonias públicas. Por con el Vice Ministerio de Cultura de lo tanto, podemos considerar que exis- Bolivia, y, principalmente, por la ayuda tió una continuidad y coherencia entre y colaboración brindada por la Honora- la esfera pública y la esfera privada, el ble Alcaldía Municipal de Colcha “K”; tiempo habitual y el tiempo público. Y así como la Comunidad de Colcha “K”. esta continuidad fue creada y reforzada Don Andrés Basilio y Doña Santusa nos a través de los signifi cados de la cultura hospedaron y nos hicieron sentir como material. Propuse que el principal meca- en nuestra casa. nismo que produjo esta continuidad fue Las campañas fueron fi nanciadas con la homologación de la temporalidad, a una beca doctoral del Consejo Nacional partir de realizar las prácticas en un pai- de Ciencia y Tecnología (CONICET) de saje homogéneo, y a través de estructu- Argentina, y con un subsidio de la Agen- rar el tiempo habitual de manera similar cia Nacional de Promoción Científi ca. al tiempo público. Finalmente, quiero agradecer a to- Como mencioné anteriormente, no dos los que participaron en los trabajos creo posible interpretar las percepcio- de campo y laboratorio, y a los dos eva- nes particulares de los agentes. Las he- luadores anónimos que contribuyeron a rramientas teórico – metodológicas con mejorar sustancialmente el trabajo. que contamos nos permiten interpretar

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LA ARQUEOLOGÍA EN EL RELATO OFICIAL DEL ESTADO NACIONAL. EL CASO DEL PUCARÁ DE TILCARA (JUJUY, ARGENTINA)

Clarisa Otero Instituto Interdisciplinario Tilcara, FFyL –UBA

En este artículo se analiza el discurso y la acción profesional de los primeros arqueólogos que llegaron a la Quebrada de Humahuaca, provincia de Jujuy, Argentina. Para ello se ha seleccionado el lapso temporal en el que transcurre el desarrollo de las investigaciones pro- movidas por la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) en el Pucará de Tilcara, a partir de los trabajos de los Dres. Ambrosetti, Debenedetti y Casanova. A través de la lectura y la revisión crítica de sus publicaciones y manuscritos, sumadas al análisis de sus intervenciones en este sitio, en este trabajo se discute la manera en que la práctica profesional de estos dos últimos investigadores, particularmente de Casanova, respondió al complejo proceso de construc- ción de la identidad nacional, en el cual el conocimiento arqueológico se constituyó en parte como una fuente de inspiración para el desarrollo cultural y económico de la región. Palabras Claves: Estado nacional - Pucará de Tilcara

Las últimas décadas del Siglo XIX y una serie de programas que incluían la las primeras del XX representan para erradicación de la pobreza nacional y la la antropología argentina un momento supuesta integración de los grupos in- histórico cargado de matices ideológicos dígenas (Lagos 1998; Trinchero 1998). que desembocaron en la constitución de Para ello se implementaron políticas la disciplina al servicio de la política es- educativas las cuales tenián por objetivo tatal tendiente a la transformación de la la formación del ciudadano estatal mo- sociedad nacional. En el terreno fértil, derno (Montenegro 2010), a través de la legado por los ideales nacionalistas de supresión de las lenguas y las formas de la generación de los ´801, se generaron vestir nativas, y en algunos casos, de la imposición de la formación religiosa o 1 Se denominó generación del ´80 a un conjunto de personalidades que se destacaron por hombres consideraban que debían resolver la compartir una misma ideología. Si bien se los cuestión indígena dadas sus implicancias en la consideró como una generación en realidad inestabilidad del amplio territorio argentino. se trató de no más de 200 o 300 hombres que Una de las medidas para erradicar los malones condujeron y respaldaron un proyecto de indígenas que, arrasaban las poblaciones país basado en políticas civilizadoras a partir instaladas en las zonas periféricas para de 1880. Quizás una de las más destacadas, promover la producción agropecuaria fue la más allá de la consolidación del Estado Campaña al Desierto. Así se exterminaron Nacional, fue la apertura de las fronteras para y desplazaron gran parte de las poblaciones que llegasen hombres de trabajo, capitales e nativas, ganando a su vez miles de leguas de incluso ideas desde el exterior. Para lograr tierra que fueron repartidas entre los allegados esta apertura y garantizar las inversiones, estos al gobierno (Romero 1987). 87 del servicio militar como obligatorios en fi nes del Siglo XIX, estos museos repre- pos de la civilización y el progreso. sentaban ser un importante elemento de Las investigaciones sociales forma- legitimidad dentro del proyecto liberal ron parte del aparato ideológico nacional del Estado Nacional. Si bien las grandes implementado para erradicar los rasgos exploraciones extranjeras o las fi nancia- culturales que defi nían la marginalidad das por capitales privados continuaron, de estas poblaciones. De allí que para desde el Estado se promovieron nume- este período se destaque el trabajo de los rosas expediciones a diferentes puntos viajeros y folkloristas, y se creen diversas del país. El Museo Etnográfi co, creado instituciones nacionales de antropología en 1904, destinó sucesivas campañas a y etnografía (Fernández 1979/1980). No los yacimientos arqueológicos de mayor obstante, en ningún caso los resultados envergadura ubicados en el Noroeste ar- de estas primeras investigaciones fueron gentino (NOA), mientras que el Museo utilizados para transformar las relacio- Nacional de La Plata dirigió sus investi- nes entre los pueblos originarios y el gaciones a las exploraciones de la Pam- Estado con el propósito de lograr su in- pa y la Patagonia (Ramundo 2008). tegración en un plano de igualdad. Lejos La gran mayoría de los arqueólogos, de esto, al desposeerlos de sus medios de que regenteaban estas campañas, forma- subsistencia se mantuvo su condición de ban parte del grupo de intelectuales que marginales. se involucró con la elite política y social, A diferencia de otros países latinoa- principalmente radicada en Buenos Ai- mericanos, como México o Perú donde res. De allí que en las distintas esferas de el indigenismo cobró fuerza propia tem- pensadores se compartiera una ideología pranamente (Stavenhagen 2002), en la común útil para el desarrollo y la promo- Argentina no existió una política estatal ción del Estado Nacional. Partícipe de donde se considerara al indio como una este momento, Juan Bautista Ambrosetti parte integrante de la identidad nacio- (1865-1917) fue uno de los representan- nal. Concluida la Campaña al Desierto tes más destacados de la arqueología ar- y por lo tanto considerándose resuelto el gentina. Su desempeño en el mundo de problema indígena en el sur, en las déca- las ciencias hizo que su reconocimiento das siguientes para la clase dirigente la traspasara los límites de la Academia. En existencia de estos grupos pasó a ser un este sentido, la labor de este investigador tema desconocido o un asunto que debía resulta ser uno de los puntos de partida tratarse de forma secundaria, como algo para el análisis histórico contextual del exótico y anacrónico (Lagos 1998). En desarrollo de la arqueología como dis- este contexto la antropología argentina, ciplina en las primeras décadas del siglo como parte del conjunto de la intelectua- XX. En el caso del sitio arqueológico lidad moderna de la época, colaboró en conocido como Pucará de Tilcara (Pro- gran medida con esta visibilización ne- vincia de Jujuy, Argentina), las tareas ar- gativa. queológicas que allí desempeñó dieron A su vez, la arqueología solo se con- paso a una diversidad de actividades y solidó como una fuente proveedora de hechos históricos de los que fueron par- vestigios culturales indígenas que eran tícipes sus discípulos, los Dres. Salvador necesarios para conformar los grandes Debenedetti (1884-1930) y Eduardo Ca- museos nacionales (Tarragó 2003). Tal sanova (1903-1977). como plantea Pérez Gollán (1995), para Con el propósito de demostrar la

88 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 manera en que el conjunto de tareas El Pucará de Tilcara y su puesta en que realizaron estos dos últimos inves- valor tigadores fue el resultado de una fuerte idiosincrasia nacionalista se realizó una detallada lectura de sus publicaciones y Las primeras excavaciones arqueológi- manuscritos referidos a sus trabajos en el cas en el Pucará de Tilcara comenzaron Pucará de Tilcara. Para ello se revisaron en 1908, cuando desde el Museo Et- las libretas de campo de Debenedetti2, nográfi co de la Facultad de Filosofía y conservadas en el Archivo Fotográfi co Letras (UBA) se impulsaron las investi- y Documental del Museo Etnográfi co gaciones en la región. Estos trabajos es- “Juan B. Ambrosetti” (FFyL, UBA) y el tuvieron dirigidos por Ambrosetti, quien material de archivo inédito de Casanova en aquel momento era el Director del que se encuentra en las Bibliotecas de Museo. Debenedetti participó en ellas la Facultad de Humanidades y Ciencias al igual que lo había hecho en las cam- Sociales (UNJU) y del Instituto Interdis- pañas arqueológicas al sitio de La Paya ciplinario Tilcara (FFyL, UBA). A través (Salta)3, también dirigidas por Ambro- de la revisión de este material fue posible setti. analizar la forma en que la difusión de la No obstante estas investigaciones, identidad nacional no solo se plasmó en las primeras referencias sobre el Pucará los intereses de sus proyectos de inves- se deben al arqueólogo sueco Eric Bo- tigación sino que también se materializó man (1868-1924). En su viaje de 1903, en los proyectos de restauración del Pu- el cual tenía por objetivo describir las cará y, con Casanova, en la construcción tradiciones culturales de la región, re- de dos monumentos conmemorativos en corrió diversos destinos, entre ellos la la cima de este poblado y del Museo Ar- Puna Jujeña y la Quebrada de Huma- queológico. Si bien en este trabajo pre- huaca. En 1908, año en que publicó los valece la mirada de este último investi- resultados de esta expedición, mencionó gador, el relevamiento conjunto de estos brevemente al Pucará de Tilcara, al que hechos permitió dar cuenta, por un lado, describió como “antiguas construccio- de las formas de apropiación y uso no nes de formas y dimensiones variadas” académico del discurso arqueológico en ubicadas en una “montaña, por encima diversos momentos del Siglo XX, y por del poblado de ese nombre” (Boman el otro, del proceso de consolidación de 1908: 779). Pese a lo señalado por Bo- la autoridad científi ca, considerando las man, en la revista científi ca Antiquitas características del programa de desarro- de 1965, Casanova remarcó que el méri- llo y divulgación de las ciencias sociales to por el descubrimiento real del Pucará que llevó a cabo la Facultad de Filosofía se debía a Ambrosetti, ya que había sido y Letras (UBA) en un enclave instala- el primero en explorar y estudiar de for- do a más de 1700 km de distancia de la ma sistemática el yacimiento. misma.

3 En ese año, Debendetti logró la designación de 2 Debido a la escueta descripción de su trabajo en el Pucará de Tilcara no se ha podido más tarde obtuvo un cargo en la Secretaría de incluir información extraída de los registros esa misma institución. Este último cargo y su constante presencia en el Museo hicieron que de campo de Ambrosetti. suceda a su maestro en la dirección.

Clarisa Otero 89 Con la simple atribución a Ambroset- los visitantes, principalmente en los in- ti del descubrimiento de este sitio se pue- vestigadores que concurrieran al XVII den comenzar a desentramar ciertas dis- Congreso Internacional de Americanis- putas que concuerdan con lo que ocurría tas, que se realizaría ese año en Buenos al interior de la arqueología argentina Aires. Desde allí se había planifi cado un en sus inicios. Un ejemplo de ello es la viaje a Bolivia para recorrer las ruinas recurrencia con la cual los investigado- de Tiwanaku, pasando por la Quebrada res argentinos resaltaban la labor de sus de Humahuaca (Debenedetti 1930). Para compatriotas sobre la de los extranjeros. ese Congreso se esperaba la presencia De allí que Casanova, a pesar que habían de numerosos americanistas, como Max pasado más de seis décadas desde el paso Uhle, Franz Heger y Eduardo Seler, en- de Boman por la Quebrada, sostuviera tre otros, pertenecientes a los más desta- reiteradamente en sus escritos que el ha- cados centros internacionales de inves- llazgo del Pucará se debía a su maestro, tigación. En este contexto, el Pucará de nacido en la Argentina. De esta manera Tilcara se exhibiría como una muestra restaba importancia a las exploraciones de la riqueza arqueológica nacional. De francesas en la región, fortaleciendo la allí que, posiblemente, la intención prin- fi gura de Ambrosetti ante la de Boman, cipal de Ambrosetti y Debenedetti por quienes durante años habían mantenido desarrollar la restauración parcial del marcadas diferencias en la controverti- sitio fuera la de enmarcar a la arqueo- da disputa sobre la dominación incaica logía argentina dentro de los estándares del Noroeste argentino (Podgorny 2004 internacionales. b). Tal como señala Haber (2007), este Debenedetti menciona en su publica- debate quizás respondió a la necesidad ción que, aunque no pudieron recorrer de no claudicar ante la idea de un su- el Pucará, desde la base del poblado los puesto origen peruano de ciertas eviden- participantes del viaje a Bolivia pudie- cias arqueológicas. De este modo se le ron comprender la posición estratégica otorgaba un fuerte sentido nacionalista de este yacimiento ya que “en los tiem- a la ciencia, quizás alejado de la propia pos prehispánicos estuvo en los deslin- nacionalidad de los investigadores. Pero des de culturas distintas y encontradas” en términos generales, tanto la cultura (Debenedetti 1930: 137). Esta expresión material como los arqueólogos debían resulta acorde a uno de los principales ser argentinos. Es posible que Casanova objetivos nacionales de la época: la deli- haya sostenido esta idea sintiéndose par- mitación del territorio. Tal como lo seña- te de una genealogía de arqueólogos que la Zaburlín (2006), no es casual que las trabajaron en la Quebrada de Humahua- tradiciones culturales prehispánicas de ca, y más específi camente en el Pucará la Argentina se delimitaran de la misma de Tilcara. forma en que se demarcaban las fronte- En relación a la restauración de este ras políticas. Estas tradiciones, concebi- sitio, durante el desarrollo de la terce- das como locales por estar circunscritas ra campaña arqueológica en 1910, De- al territorio nacional, dieron sustento al benedetti propuso a Ambrosetti iniciar imaginario de una historia con profun- estas tareas. Para Debenedetti, además das raíces americanas, que aunque poco de ser las primeras ruinas restauradas tenían que ver con el presente indígena en la Argentina, este emprendimiento justifi caban el trazado de dichas fronte- produciría una importante impresión en ras.

90 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 Retomando la idea de restauración la retórica que se observa en todos sus del sitio, para Debenedetti también re- escritos5, en el siguiente párrafo extrac- presentaba otros benefi cios. Sumado tado de una de sus libretas de campo, a su importancia como yacimiento ar- se expresa este parecer que claramente queológico debido a su riqueza material, coincidía con la ideología dominante de el Pucará se valorizaría ampliamente aquellos tiempos: con estas tareas ya que serían útiles a los “Yo, en esta soledad augusta de mi cam- fi nes didácticos de la disciplina (Debe- pamento, la comparo con el Pucará y nedetti 1930: 142). Asimismo se gene- deduzco que los tiempos tienen poca raría un importante aporte al desarrollo infl uencia en los avances de la civiliza- económico de la localidad de Tilcara. ción. Son los hombres de pensamiento Para Debenedetti, el Pucará se converti- los que dan impulso a las cosas. Las ría en un atractivo espacio de recreación masas de por sí son estériles. La exclu- para los numerosos turistas, que año tras siva acción material detiene y estanca; año, llegaban en mayores proporciones la idea, el espíritu fomentan el desarro- aprovechando el ferrocarril4. A pesar llo de la vida de todos. Tilcara vegeta de esta afl uencia turística durante los sosteniendo un deseo que no concreta y meses de verano, en este punto es váli- en una aspiración que no puede precisar do considerar las impresiones que este porque no sabe, precisamente, puntuali- autor tenía acerca de esta localidad y en zar…” (Debenedetti 1928: 4) especial de su gente. En sus diarios de campo de 1929, tras años de no visitar En este relato, que resulta ser tan ex- la Quebrada de Humahuaca, afi rmó que plícito, las percepciones de la realidad al llegar a la región notó que Tilcara no que ofrece Debenedetti no sólo refi eren había perdido su “fi sonomía de pobla- a la necesidad de promover el avance ción indecisa”. Estas impresiones lo lle- y la civilización de un pueblo que pa- varon a refl exionar sobre su desempeño rece sostenido en el tiempo, sino que como intelectual de la época, haciendo además se orientan a rescatar el valor que una de sus principales preocupacio- preciso de los intelectuales de la época nes fuera qué medida debía tomar ante la como responsables y gobernantes del idea de impulsar el progreso que, según saber necesario para instalar el progre- sus propios términos, aunque Tilcara no so. Siguiendo estos propósitos, Debe- lo esquivaba sí lo contenía. Acorde a nedetti, en 1928, al continuar la obra de reconstrucción del Pucará, logró que 4 Tilcara, junto a los poblados vecinos de Maimará y Humahuaca, desde 5 Debenedetti, además de arqueólogo, fue principios del siglo XX, funcionó como poeta y periodista. Antes de inclinarse villa veraniega de las numerosas familias por completo a la arqueología fue acaudaladas pertenecientes a los sectores redactor de la “Tribuna” y otros órganos dominantes de las provincias de Jujuy, periodísticos de la provincia de Buenos Salta y Tucumán (Karasik 2007). Al igual Aires y la Capital Federal. Por otro lado, que en otros sectores del país (Podgorny según menciona Casanova en uno de 2004 a), para esta época la arqueología los numerosos homenajes a su maestro, regional comienza a cobrar peso en la en su juventud Debenedetti fue un industria del turismo. Las antigüedades miembro activo del Partido Radical. Lo pasan a ser importantes objetos de que implicó que en 1909 le negaran la consumo en la promoción de la identidad designación de una cátedra dentro de la nacional. Facultad de Filosofía y Letras. Clarisa Otero 91 el carácter científi co de la arqueología hicieron que su proyecto se volviera trascendiera los límites de la disciplina mucho más ambicioso que el hecho de para ser en parte generadora de recursos lograr la reconstrucción parcial del an- materiales ostensibles que enaltecieran tiguo poblado. Así en el plazo de cuatro el pasado histórico de la Nación. Con- décadas consiguió alcanzar su principal vencido que esta era una “ruina argenti- objetivo, el de generar un importante na de indiscutible importancia e interés” centro de estudios regionales en Tilcara. (Debenedetti 1930: 141), estaba fi rme- A continuación se desarrolla parte de su mente decidido a completar la obra de obra, la cual estuvo impregnada por una restauración que había planifi cado con fuerte ideología nacionalista y fue am- Ambrosetti. En sus escritos señala que pliamente respaldada por los sectores su maestro consideraba a la restauración dominantes del gobierno nacional y pro- del Pucará como una “iniciativa fecunda vincial de Jujuy. de lo que habrá que hacerse en pro de nuestras ruinas, al igual que se hace en El Pucará como retrato nacionalista otras partes del mundo civilizado” (De- benedetti 1930: 138). Es notorio como En las décadas de 1920 y 1930 aún re- ambos investigadores, aprovechando la sonaban los ecos de ciertos intereses propuesta de restauración del sitio, re- nacionalistas por crear una cultura pro- crearon un fuerte espíritu nacionalista al pia que diferenciara a la Argentina de remarcar el sentido de pertenencia de los sus países vecinos y que, a la vez, diera sitios, que a su vez daba pie al valor de la cuerpo a la integración de un territorio arqueología en la construcción del pasa- sumamente amplio y regionalmente di- do. Por otro lado, si se considera que el símil. A las identidades regionales se les auge de la restauración de los sitios y su sumaba la difi cultad de “nacionalizar” explotación turística en México, recono- política y culturalmente a las grandes cido como uno de los centros arqueoló- masas de inmigrantes que, lentamente, gicos más importantes a nivel mundial, eran despojadas de su idiosincrasia e transcurrió entre fi nes de la década de identidad de origen para ser trituradas 1920 y 1950 (Schávelzon 1990), con por la maquinaria estatal de homoge- esta propuesta iban a la vanguardia de neización y construcción de ciudadanía los planteos generados en el interior de (Puiggrós 2006). En este contexto se la disciplina. destacaron numerosos personajes que La repercusión de la restauración fue formaron parte del mundo intelectual de tan grande que incluso Debenedetti lo- la época y brindaron el soporte ideoló- gró que se presentara un proyecto de ley gico a un país que acentuaba su interés para su fi nanciación en la Cámara de Di- en la consolidación de una identidad putados de la Nación (Casanova 1968). nacional homogénea y única. Algunos Con su fallecimiento en 1930, el carác- arqueólogos de la época colaboraron en ter de esta empresa se trasmitió marca- esa empresa y, a pesar de que un gran damente a Casanova. Como parte del número de ellos desarrolló su práctica homenaje que años más tarde rindió a científi ca desde instituciones estatales, sus antecesores, además de reanudar las debieron contar con el respaldo de sus tareas de restauración del sitio, comenzó vínculos de parentesco, grupos políticos con su reconstrucción. Asimismo llevó a y clubes de elite para concretar sus ac- cabo una diversidad de actividades que ciones (Podgorny 2004 a).

92 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 Ese fue el caso de Eduardo Casano- argentino, pionero en la creación del arte va, quien luego del fallecimiento de De- nacional. Junto a Ángel Guido y Héctor benedetti, presidió una Comisión de Ho- Greslebin buscaron un estilo arquitectó- menaje orientada a perpetuar la memoria nico que fuera característico de nuestro de sus maestros mediante la creación de país, apuntando como fuente de inspi- un monumento en la cima del Pucará, ración a la revisión de los estilos pre- inaugurado en 1935 con la ayuda del go- colombinos y del pasado colonial o del bierno de Jujuy (Casanova 1968). Con el renacimiento español (Tomasi 2006). propósito de concretar estas tareas apeló Dentro de este movimiento, caracteriza- a la participación y apoyo de distintas do por un espíritu modernizador, Martín personalidades e instituciones reconoci- Noel se inclinó en un primer momento, das a nivel nacional. De la información entre 1914 y 1930, hacia la corriente escrita y de lo que se logró materializar neocolonial (Gutman 1987). En su obra de este proyecto se desprenden nume- desarrollada en el Pucará, que es poste- rosos aspectos históricos e ideológicos rior a ese período, parecieran converger que resultan de interés explicar más que diversos rasgos arquitectónicos prehis- describir, para reconocer las formas me- pánicos. diante las cuales Casanova concretó sus Con el propósito de homenajear a objetivos vinculándose con los sectores Ambrosetti y Debenedetti, en la cima sociales más infl uyentes de la época. del poblado, a manera de monumento, En primera instancia, uno de los pun- se construyó una pirámide trunca de tos más sobresalientes quizás sea el de grandes dimensiones (Figuras 1 y 2 a/b). los actores sociales que intervinieron en Al levantar esta pirámide se destruyeron las tareas de homenaje. Karasik (2007) numerosas viviendas y talleres arqueo- ha descrito en profundidad las personas lógicos (Zaburlín 2006), que en un eufe- e instituciones provinciales y nacionales mismo Casanova describió como “esca- que participaron en las distintas celebra- sos restos de construcciones antiguas” ciones y actos conmemorativos tanto (Casanova 1950: 41). Esta pirámide fue en 1935 como en 1945. En su trabajo confeccionada en grandes rocas y ce- se plasma el carácter político de la par- mento. El alto total del monumento al- ticipación de los grupos dirigentes y la canza los cuatro metros, lo que permite elite jujeña, quienes buscaban la conso- que se vea notoriamente desde diversos lidación de su tradición para la construc- puntos del Pucará así como desde el pie ción de un relato provincial en el cual se del poblado y de la Ruta Nacional que destacara el rol de Jujuy en el pasado de circunda el sitio. Lamentablemente, no la Patria. Es por ello que los diversos ac- fue posible contar con los planos elabo- tos realizados durantes los homenajes a rados por Noel ni con el proyecto y las los pioneros de la arqueología resultaran anotaciones registradas por Casanova en útiles para la constitución de ese relato y los momentos previos a la construcción la reafi rmación de la memoria nacional. de este monumento. Hasta el presente Junto a la participación de la elite se desconoce el paradero de estos docu- jujeña, quizás uno de los puntos más so- mentos que podrían dar cuenta del mo- bresalientes haya sido la intervención de tivo por el cual se seleccionaron deter- Martín Noel para el diseño y construc- minadas características estéticas para su ción del monumento. Noel (1888-1963) construcción. Sin embargo, a partir de la fue un destacado arquitecto e historiador individualización de algunos rasgos ar-

Clarisa Otero 93 quitectónicos es posible suponer que en bina. En esta obra se resumen algunos ella se pretendió materializar al nuevo aspectos del buscado nuevo estilo de la estilo arquitectónico nacional. época, concretando las ideas de creación Posiblemente, emulando a los tem- de una estética particular que contribu- plos mesoamericanos, Martín Noel yera a la restauración nacionalista, que construyó a la pirámide de cuatro caras en este caso nada tenía que ver con las sobre una gran plataforma, que a su vez características constructivas prehispáni- presenta una importante escalinata para cas de la Quebrada de Humahuaca. acceder a la cara frontal de este monu- En los aspectos de índole cultural, mento. Allí se encuentra ubicada una quizás el principal protagonista de la placa recordatoria de la labor de Am- restauración nacionalista haya sido Ri- brosetti y Debenedetti. Esta gran placa cardo Rojas (1882-1957). A un siglo de se sostiene en un marco en sobrerrelieve la Revolución de Mayo, Rojas proponía trabajado en piedra, creando así la ima- revalorizar y defender la especifi cidad gen de un portal que pareciera simular cultural argentina que zozobraba ante los ingresos de los grandes templos ma- las oleadas de inmigrantes y el creciente yas. Este tipo de sobrerrelieve, de líneas cosmopolitismo (Romero 1987). Para un rectas, también se registra en algunas país que aún no estaba fuertemente con- puertas incaicas como las que presentan solidado, este literato infl uenciado por varios recintos del sitio arqueológico de la obra de Rodó, defensor de la Histo- Ollantaytambo en Perú. Asimismo, las ria como formadora de conciencia, de la ventanas ubicadas en el frente de este educación nacionalista y de una estética monumento, sin llegar a ser trapezoida- moderna, dio las bases fundamentales a les, recuerdan a las aberturas y nichos dicho movimiento a través de diversas que se encuentran en numerosos de los obras como La Restauración Naciona- grandes poblados incaicos de los Andes lista de 1909 y Eurindia de 1924 (Toma- centrales. si 2006). En esta última, Rojas presentó Siguiendo las propuestas de su movi- numerosos aspectos e ideas que posible- miento, Noel priorizó en esta obra la uti- mente, años más tarde, resultaron ser de lización de las características artísticas inspiración para Martín Noel al momen- y arquitectónicas de las grandes civili- to de diseñar el monumento en el Pucará. zaciones precolombinas, como la maya, Rojas defi nió al término Eurindia azteca e inca. De esta manera, y tal como como la expresión de una ambición ori- lo expresó en el Congreso de America- ginada en el deseo de crear una cultura nistas de 1922, en el cual participó como nacional que fuera a su vez fuente de ci- delegado de la Argentina, la arqueología vilización. Para este autor, Eurindia era debía trascender su carácter científi co el resultado de la amalgama entre Europa para vivifi car el valor de las “edades y las Indias Occidentales. Así se creaba fenecidas […] despertando su propia una entidad única con la refundición de esencia como una promesa del porve- dos corrientes espirituales (Rojas 1951). nir” (Citado en Podgorny 2004 a: 162). A diferencia de los aspectos políticos, Por ello, en estos términos, no resulta en los cuales prevalecían los valores absurdo como homenaje a los pioneros del “exotismo” propios de Europa, en de la arqueología la selección y el diseño lo referente a la estética el “indianismo” de una pirámide que presentara una mix- proveía la cuota necesaria para el creci- tura de rasgos de la América precolom- miento de un arte nacional en el cual no

94 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 Figura 1. Plano del Pucará de Tilcara (Modifi cado de Zaburlín, 2009). se resaltaba ni a la barbarie gauchesca todas las artes y, a su vez, extender ese ni a la cosmopolita (Rojas 1951). A su arte a todo lo americano (Schávelzon y entender se podía lograr una unidad de Tomasi 2005). Con respecto al naciona-

Clarisa Otero 95 lismo en la arquitectura proponía que no dentes históricos profundos, “dignos de se debía simplemente copiar las decora- una Nación”, llevó a que los arqueólo- ciones incaicas, aztecas o calchaquíes, gos tuvieran un lugar destacado en su entre otras, sino que se debía “crear, sin obra. En su alegoría simbólica, en la que desdeñar la arqueología, pero sin olvi- narró el desarrollo de la formación cul- dar la naturaleza” (Rojas 1951: 204). tural argentina mediante la metáfora de Para ello indicaba que la solución se un árbol, él consideraba que las raíces hallaba bajo las normas de Eurindia, representaban a los “primitivos”, los que “en una colaboración de todas las artes habían alcanzado “el subsuelo de la más sintetizadas por la conciencia total de la profunda tradición local” (Rojas 1951: vida americana” (Rojas 1951: 204). 112). Los coloniales conformaban el Para Rojas, como para otros intelec- tronco; los patricios las ramas y los mo- tuales de la época, el Imperio Incaico era dernos la fronda de hojas. Dentro de los la máxima expresión y el referente de modernos incluía a los intelectuales, des- la “tradición primitiva”. Precisamente tacando la obra literaria de historiadores comparaba a los incas con las raíces de y arqueólogos, como Ambrosetti, ya que un árbol por haberse nutrido de la tierra a través de ella la sociedad argentina ad- nativa. Esta necesidad de buscar antece- quiría conciencia de sí misma. Asimis-

Figura 2 a y b. Vista de la pirámide construida en 1935 en homenaje a los arqueólogos Ambrosetti y Debendetti.

96 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 mo subrayaba la acción profesional de a Casanova a erigir este monumento en Martín Noel al considerarlo como uno la cima del Pucará, para lo cual destru- de los forjadores de la escuela argentina yó una gran parte del poblado. A pesar de arquitectura. Además de estas refe- de ello, es posible imaginar que su obra rencias, que demuestran el alto grado de respondió a los parámetros de aquella estima que Rojas tenía por la labor de es- ideología fuertemente instalada para la tos intelectuales, se debe mencionar que constitución del ser nacional y la erradi- entre los mismos existía un estrecho lazo cación de toda diversidad cultural. Esti- profesional. Tanto Ambrosetti como Ro- mulado por las ideas de la época, pare- jas y Noel participaron en el primer nú- ciera que esta primera obra de Casanova mero de la Revista de Arquitectura del en el sitio, considerando que la desarro- Centro de Estudiantes de la Universidad lló en la década de 1930, respondió a la de Buenos Aires. Esta revista, editada propuesta utópica de Rojas de construir en 1915, tenía la intención de difundir un gran templo, el Templo de Eurindia, las ideas de creación de un nuevo estilo en el que todos los grandes protagonistas arquitectónico nacional (Tomasi 2006). de la historia tuvieran un lugar. En este En esta publicación, Ambrosetti ofrecía sentido y tal vez de modo conjetural, al Museo Etnográfi co como fuente de posiblemente concibió al Pucará como información e inspiración para la crea- parte de la “fábrica espiritual de la pa- ción de elementos decorativos que im- tria”, parafraseando la idea de Rojas de primieran un sello americano (Ambro- simbolizar mediante este Templo la for- setti 1915). Este trabajo también posee mación artística del país, que concebía un fuerte tinte nacionalista que revela como el corazón de la historia social. claramente su visión como miembro Rojas imaginaba que este templo, el de la generación del´80, distinta quizás cual se componía por numerosas naves, del espíritu que por entonces promovía presentaba “reminiscencias de todos los Rojas. Su devoción patriótica lo llevó estilos; pero nada hay allí que no sea a expresar, al describir el diseño de los alusión a las tradiciones de América” ponchos pampas que se conservaban (Rojas 1951: 267) (Figura 3). en el Museo, que eran “los mismos que En la nave de los “primitivos” ubi- usaban y fabricaban los indios que no caba a las fi guras de los incas peruanos, hace muchos años habitaban el sur de la los caciques indios y los caudillos gau- Provincia de Buenos Aires, y que tanto chescos, por ser quienes habían confor- trabajo dieron que hacer al país hasta mado las raíces de su simbólico árbol. que el General Roca con su Campaña Mencionaba como sus representantes a del Desierto concluyó con esa verdade- Viracocha, Atahualpa, Viltipoco, Obe- ra pesadilla” (Ambrosetti 1915: 16). rá, Facundo y Rosas. En la nave de los Por otro lado, Ricardo Rojas fue coloniales incluía a los conquistadores Decano de la Facultad de Filosofía y españoles, los evangelistas cristianos y Letras entre 1921 y 1924, y Rector de los fundadores de las ciudades; repre- la Universidad de Buenos Aires entre sentados por Almagro, Caboto, Aguirre, 1926 y 1930. Resulta plausible, pues, Garay Solano y Bolaños. En la nave de que sus ideas se hayan difundido en el los patricios ubicaba a los héroes liber- ámbito académico de la arqueología. En tadores, los tribunos revolucionarios y la actualidad resulta sumamente com- los organizadores de la República, como plejo establecer las causas que llevaron San Martín, Belgrano, Moreno, Gorriti,

Clarisa Otero 97 ampliar las obras en la cima y construir un ancho camino de vehículos para ac- ceder a esta área (Figura 1). En la revis- ta Antiquitas de 1969 fi gura una breve mención de este proyecto. Se describe a la estatua como un símbolo para Tilcara en el que se representaría a la “raza au- tóctona” de los que poblaron el Pucará. Casanova deja por escrito en distintas notas personales que para lograr esta representación “autóctona” su intención era que el indio vistiera un uncu, una vincha con un tocado de plumas y lleva- ra ojotas como calzado (Figura 4).

Figura 3. El templo de Eurindia según Ricardo Rojas (1951). Ilustración de Alfredo Guido. Urquiza y Mitre. La última nave perte- necía a los modernos, constituida por los gobernantes, los sabios y los artistas. A pesar de los “muchos hombres repre- sentativos de la raza” (Rojas 1951: 269) solo incluyó en esta nave a Avellaneda, Roca, Ameghino, Ambrosetti, Andrade y Obligado. Al igual que Rojas, quien considera- ba a su templo como un lugar de con- templación, como un “monumento de Figura 4. En un principio, el diseño de Ca- armonías morales, simbolizadas por las sanova contemplaba la estatua de un indio artes plásticas” (Rojas 1951: 269), la de cuatro metros de alto que sostenía en una obra de Casanova no sólo tuvo por obje- de sus manos un arco y fl echa, mientras que tivo homenajear a Ambrosetti y Deben- con la otra, apoyada en la frente, avizoraba detti. Casi veinte años más tarde de la el horizonte. Cuando el escultor Vergottini construcción del monumento, al oeste de se encarga del proyecto, por falta de recur- la pirámide, realizó otra gran plataforma sos diseña una fi gura de solo dos metros de como basamento para sostener una im- altura. Tal como se ve en esta fotografía de ponente estatua de bronce de un indio, el la revista Antiquitas de 1969, y según como cual iba a estar intensamente iluminado, lo describe Casanova, fi nalmente el indio para que también se lo contemplara des- presentó los brazos levantados al cielo en de distintos puntos, incluso por la noche. señal de invocación a los dioses o adoración Lamentablemente, en esta ocasión nue- al sol. vamente destruyó parte del poblado al

98 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 20133 Luego de casi una década de gestio- nes, fi nalmente no logró concretar este proyecto por falta de recursos. Para 1975 sólo se había fundido la mitad superior de esta fi gura6. En su registro epistolar son notorias las múltiples trata- tivas que realizó para intentar concluir- la. Por ejemplo, a fi nes de la década del ´60 acudió al gobierno de la Nación7. El general Juan Carlos Onganía, quien era presidente de facto, después de una visi- ta al Pucará dispuso por Decreto del Eje- cutivo tomar las medidas necesarias para erigir el “Monumento al Indio” (Figura 5). En este decreto se afi rmaba que: “el Pucará de Tilcara-Jujuy, es un mo- numento histórico que atesora valiosos Figura 5. Fotografía registrada en 1967, elementos antropológicos que docu- durante la visita de Onganía al Pucará de mentan la vida y evolución de la sufrida Tilcara. En la imagen, Casanova aparece raza americana que pobló los macizos inclinado sobre el vano del edifi cio incaico andinos, estimándose en consecuencia reconstruido que tradicionalmente se cono- que constituye el lugar adecuado para ce como “La Iglesia”. la erección de un monumento destinado En todas las manifestaciones que an- a su homenaje y recordación”8 teriormente se han descrito es notoria la concepción que se tenía del Pucará. 6 En la actualidad se desconoce el paradero Desde el momento en que Casanova de esta parte de la escultura ya que, con organizó la construcción de la pirámide la muerte de Casanova, nunca se llegó a y décadas más tarde del Monumento al colocar en el Pucará. No obstante, algunos Indio, este antiguo poblado, a pesar de pobladores de Tilcara mencionaron ser uno de los sitios arqueológicos más que esta pieza se conserva en el taller estudiados del Noroeste argentino, pasó artesanal de un familiar de Vergottini, a tener mayor relevancia como escenario ubicado en el Gran Buenos Aires (Walter de distintos homenajes. Esta concepción Apaza, comp. pers.) 7 Debido a su orientación política, afín a la quedó claramente plasmada en uno de extrema derecha, por décadas sostuvo sus escritos inéditos en el que recordaba a Ambrosetti. Allí expresó: “sin duda es- tanto del gobierno nacional como tas venerables ruinas restauradas sirven provincial y de las Fuerzas Armadas. para ser testimonio perenne de su gloria Estos vínculos lo respaldaron ante científi ca, prestando el adecuado marco diversas peticiones y momentos al monumento que perpetúa su memo- históricos disruptivos. Así, haciendo uso ria”. Abruptamente dejó de manifestarse de sus amistades, en varias oportunidades la riqueza científi ca del Pucará para dar paso a la valorización del sitio como un el desarrollo de numerosos proyectos. espacio de carácter sagrado, evocativo 8 Decreto n° 6517 del Poder Ejecutivo de la de importantes fi guras. Al parecer no Nación, 1968. bastó con que los restos arqueológicos

Clarisa Otero 99 fueran testimonio de los antiguos habi- no hizo más que plasmar las ideas que tantes o que los trabajos arqueológicos promovieron éste y otros intelectuales realizados por Ambrosetti y Debenedetti de comienzos del Siglo XX. De allí que dieran cuenta de su accionar profesio- consagrara y rindiera culto a aquellos nal. Para Casanova fue más importante investigadores de forma continua, que y necesario materializar estas fi guras, tal como afi rmó con la placa ubicada en inmortalizarlas espacialmente de mane- la pirámide dieron “eco al silencio” “de ra signifi cativa, logrando de una manera un pueblo muerto” (Figura 6). A su en- u otra preterizarlas mediante un gesto tender un pueblo desaparecido que sólo simbólico que a su vez construyera y re- resucitaba con el trabajo de los arqueó- forzara su propio linaje científi co. logos, tal como también lo mencionara De allí que la construcción de estos Rojas (1951) “con la exhumación de sus monumentos pareciera responder a la huesos y de sus artes”. Este tipo de afi r- idea de Rojas de edifi car el Templo de maciones dieron fuerza a que, a lo largo Eurindia. Tal como en este Templo, Ca- de casi todo el Siglo XX, se sostuviera sanova hizo visible la presencia de Am- la discontinuidad de los derechos de brosetti y de la fi gura de un Indio para los pueblos indígenas contemporáneos, representar con ella el tiempo de los resolviéndole con su negación a las cla- primitivos, de los caciques, particular- ses dominantes una importante cuestión mente de Viltipoco. Incluso, sobre este (Karasik 1994). último, durante la obra teatral y ballet En este sentido, la obra de Casanova titulada Viltipoco, es crita por el poeta es el fi el refl ejo de aquella ideología na- jujeño Marcos Paz, y que se presentó en cionalista en que el pasado sólo se recu- el Pucará en 1970, Casanova mencionó peraba para dar fuerza a las bases patrió- en el discurso inaugural: ticas y construir una memoria común. A “este viejo pueblo indígena, hoy en par- tal punto perduró su espíritu patriótico te restaurado para hacerlo revivir como a través del tiempo que en el verano de era en sus días de esplendor cuando Vil- 1952 realizó un gran acto cívico en la tipoco, el gran último de los caciques de cima del Pucará para inaugurar un más- los Omahuacas, tenía en él uno de sus til que enarbolaba la bandera argentina. principales reductos. La historia de los Como era costumbre en dichos actos últimos tiempos del Pucará está muy li- participaron el gobernador de la pro- gada a la del cacique: los estudios ar- vincia de Jujuy y la guardia de honor de queológicos han demostrado que estuvo soldados, entre otras fi guras. En esta ins- habitado hasta los primeros días de la tancia nuevamente el Pucará se cargó de conquista y que fue abandonado des- símbolos propios de la idea de Nación. pués de la desaparición del gran jefe de Así se sumaba a la pirámide la “enseña la Quebrada”. patria fl ameando en el mástil del monu- mento” (Casanova 1968: 45). Si bien se podría decir que el nacio- El resultado de estos proyectos hizo nalismo que promulgaba Casanova se que en sólo una pequeña fracción de su diferenciaba del de Rojas, o por lo me- largo tiempo de existencia el Pucará su- nos esto fue así en las décadas posterio- friera una gran transformación, con la res a la construcción de la pirámide ya que se logró hacer del sitio arqueológico que su perspectiva política se refugió en un retrato nacionalista. A través de sus el nacionalismo franco-fascista, pare- intervenciones, Casanova posiblemente ciera que en toda su obra en el Pucará

100 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 Figura 6. Placa colocada en homenaje a Ambrosetti y Debenedetti. pretendió refl ejar su propia visión de la Nación y de la arqueología. Por esta ra- zón, en la actualidad ya no sólo es fuente de información del pasado prehispánico sino que también es el refl ejo del desa- rrollo de esta disciplina, que como cien- cia se fortaleció con el servicio al Esta- do. El Pucará no sólo sufrió incontables saqueos durante el período en que Debe- nedetti falleció y Casanova reorganizó las reconstrucciones, sino que también sufrió el despojo y la usurpación por Figura 7. Placa ubicada en uno de parte de los arqueólogos que hicieron los laterales de la Pirámide al momento del poblado un verdadero Mausoleo; no de depositar los restos de Debenedetti. sólo porque albergaba los restos de sus antiguos pobladores sino porque tam- bién en 1968, en la pirámide, se incluyó mamente investigados. En el Pucará se una urna con las cenizas de Debenedetti dieron sucesivos eventos para enaltecer mediante una ceremonia celebrada por a los pioneros de la arqueología, que a su un Obispo de la Prelatura de Jujuy (Fi- vez sirvieron para consolidar la autori- gura 7). dad científi ca de los mismos y en última Es por este tipo de intervenciones instancia la de Casanova. En incontables que este sitio arqueológico se diferencia actos conmemorativos éste exaltó la de otros sitios argentinos también su- acción profesional de sus maestros, ha-

Clarisa Otero 101 ciendo que en defi nitiva también se con- La segunda etapa de reconstrucción sagrara su labor por tener una fi liación del Pucará y la creación del Museo directa con ellos. A manera de ejemplo Casanova retoma la iniciativa de res- decía: “pieza descripta por Ambrosetti tauración de Debenedetti poco tiempo es pieza salvada al porvenir”. Pero más después que la actividad privada en la allá de su práctica arqueológica también arqueología fi nalizara para dar paso al en sus discursos destacaba su fi gura apoyo científi co a través del sector pú- como prototipo patriótico de la genera- blico, en algunos casos mediante la in- ción del ´80, por el modo en que había tervención de las universidades estatales impulsado el progreso científi co, inte- (Bonnin 2008; Ramundo 2008). Si bien lectual y cultural en el país. Incluso en en 1948 gestionó satisfactoriamente la el homenaje con motivo del centenario donación a la Facultad de Filosofía y de su nacimiento, demostró el contacto Letras de la Universidad de Buenos Ai- que Ambrosetti tuvo con los intelectua- res de las tierras del Pucará por parte del les de aquella época, haciendo énfasis en gobierno provincial de Jujuy, es en 1949 que su mujer había sido la hija del na- cuando el rector de la Universidad de- turalista Holmberg. También la destacó signó una Comisión para la toma de po- al decir que “fue la esposa ideal para un sesión de las tierras, en la que participa- hombre de ciencia” y que gracias a ella ba Casanova. Mediante un acto frente a pudo “efectuar la extraordinaria obra la pirámide del Pucará, el gobernador de que enorgullece a la Argentina”. Por Jujuy entregó el acta de transmisión del otro lado, en relación a Debenedetti, en dominio (Casanova 1950). A partir de un importante homenaje que se realizó ese momento se comenzaron a desarro- décadas después de su muerte en el Ins- llar diferentes actividades para lograr la tituto Nacional de Antropología, señaló reconstrucción del sitio, la creación del la trascendencia internacional que tuvo Museo Arqueológico y la habilitación de este arqueólogo como representante de una residencia universitaria. la Argentina. Para ello hizo referencia al Las gestiones de Casanova fueron prólogo escrito por Paul Rivet en la obra constantes. Tal es así que previo al inicio póstuma de Debenedetti, “La antigua ci- de la reconstrucción del poblado, pidió vilización de los Barreales del Noroeste la colaboración del Instituto Geográfi co argentino”, quien allí había expresado Militar para relevar la zona mediante que su prematuro fallecimiento resulta- aerofotografía. Asimismo logró que la ba ser una grave pérdida para los ame- Dirección de Industria Minera enviara ricanistas. un topógrafo para levantar un plano par- No obstante los diferentes recono- cial del poblado. Convencido de tener el cimientos que Casanova realizó a sus conocimiento certero sobre las caracte- antecesores, acerca de Debenedetti, a rísticas que habían tenido las antiguas quien consideraba su amigo personal, viviendas, desarrolló de manera siste- expresó: “creo que el homenaje que más mática lo que para él resultaba ser una grato debe haber sido a su espíritu es el reconstrucción fi dedigna de los distintos haber restaurado el Pucará de Tilcara, sectores del Pucará (Casanova 1950). proyecto que él acariciara durante tan- Para ello focalizó la reconstrucción en tos años y que se proponía iniciar a la varios sectores del poblado, techando vuelta de lo que fue su último viaje”. más de cincuenta recintos, recuperando cien sepulcros del cementerio este, más

102 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 de 2000 metros de caminos y casi una parte del Museo Arqueológico Regional docena de grandes corrales. No confor- de Tilcara, al que consideraba como el me con la reconstrucción de los recintos, “lógico complemento de la restauración sus planes incluyeron la instalación en del Pucará” (Casanova 1950: 44). distintos lugares del sitio de esculturas Para lograr la creación de este Mu- de indígenas a tamaño natural, represen- seo, el Decano de la Facultad de Filoso- tando tareas de la vida cotidiana. En sus fía y Letras (UBA) designó a Casanova distintos escritos repitió su interés de como asesor de todas las actividades. En convertir al Pucará no sólo en un foco de un primer momento se había conside- atracción para especialistas y estudian- rado construirlo al pie del Pucará, jun- tes sino también en un centro cultural to a una residencia que albergara a los para personas de todas clases (Casanova docentes y estudiantes que llegaran a la 1950). Quebrada de Humahuaca para realizar A pesar que a mediados de la década sus investigaciones. En 1952 se comen- de 1950 se produjo una apertura teóri- zó la construcción de esta residencia y a ca en el campo de las ciencias sociales su vez se habilitó una casa en la entrada y de la disciplina arqueológica (Tarragó del sitio para instalar a un cuidador y así 2003), Casanova continuó ejerciendo su evitar los saqueos. Finalmente, el Museo práctica profesional bajo los lineamien- no se pudo construir, pese a los reclamos tos de la Escuela Histórico Cultural9. del gobierno de Jujuy a la Facultad de Al igual que otros colegas de su época Filosofía y Letras para que cumpliera principalmente siguió interesado en el con el compromiso asumido en ocasión acopio de grandes cantidades de obje- de serle donadas las tierras. tos completos que servían para defi nir Sin embargo, catorce años después, las distintas culturas prehispánicas de la la señora Carlota Aparicio de Colombo región y, a la vez, para ampliar las co- dona una antigua casona para su armado lecciones de los museos nacionales. De frente a la plaza principal del pueblo de allí que durante la reconstrucción del po- Tilcara (Casanova 1968). Para obtener blado realizara una amplia “limpieza” de los fondos necesarios para acondicionar numerosas viviendas y talleres arqueo- este edifi cio y ampliarlo, Casanova de- lógicos (Casanova 1970). Las piezas que bió recurrir a sus vínculos sociales más de allí extrajo, años más tarde formaron estrechos de la elite jujeña y porteña. Así obtuvo importantes sumas de dine- 9 En el ámbito académico se alineó con ro del Gobierno Provincial, la Dirección investigadores como José Imbelloni y Marcelo Bórmida, quienes en Nacional de Turismo, la Universidad innumerables ocasiones respaldaron de Buenos Aires y de Rebeca Molinelli sus proyectos. Incluso en el expediente Wells, mujer del arqueólogo Fernando en que se registra la donación de las Márquez Miranda, quien trabajara en la tierras por parte de la provincia de Jujuy región. a la Facultad de Filosofía y Letras, allí Asimismo logró que el gobierno Pro- vincial proporcionara los fondos necesa- arquitecto Mario Buschiazzo, como rios para armar las vitrinas y traer desde uno de los responsables de la Comisión el Museo Etnográfi co de Buenos Aires Especial conformada para el estudio de tres mil piezas arqueológicas que com- la reconstrucción del Pucará (Archivo pondrían al nuevo Museo. Una comisión compuesta por Casanova como futuro UBA). Clarisa Otero 103 Director de este museo, Difrieri como sobre todo turístico de la región. Incluso delegado de la Facultad, y Bórmida, en Casanova lo expresa en una de sus notas, aquel momento Director del Instituto de para él la creación del Museo represen- Antropología, seleccionó la gran mayo- taría otro importante atractivo que ofre- ría de estos objetos (Casanova 1971). cerles a los visitantes de la Quebrada de Lamentablemente dividieron numero- Humahuaca. Asimismo, el alcance que sas colecciones del Noroeste argentino tenía este tipo de práctica arqueológica y Andes Centrales y Meridionales las se vuelve evidente con la declaratoria cuales quedaron repartidas entre Buenos de Tilcara como Capital Arqueológica Aires y Tilcara10. En la inauguración del de Jujuy en 1967, también promulgada Museo, en 1968, participaron el Secreta- mediante decreto provincial. Ante esta rio de Cultura y Educación de la Nación, mención, Casanova elaboró un largo el Gobernador de la provincia, el Rec- discurso para expresar su gratitud, a la tor de la Universidad de Buenos Aires, vez que justifi có tal designación por ser el Decano de la Facultad de Filosofía y el “Pucará de Tilcara la más preciada Letras, varios representantes del Ejér- joya de nuestro patrimonio prehistóri- cito Nacional, directores e integrantes co”. Incluso en esa misma oportunidad, de distintos centros científi cos del país, como plantea Achúgar (2001), no faltó miembros de las Secretarías de Turismo el elemento imprescindible del discurso Nacional y Provincial y el Obispo Dio- de la memoria nacional, es decir la men- cesano de Jujuy, entre otros. ción del carácter liberador de las guerras La presencia de estas personalidades de independencia. En una breve descrip- en la inauguración y la forma como se ción histórica de la Provincia de Jujuy recaudaron los fondos para crear el Mu- planteó lo siguiente: seo demuestran dos aspectos de aquella “transcurrieron apacibles los largos realidad histórica. Por un lado, la manera años de la colonia y luego vinieron las en que Casanova estaba involucrado con tempestuosas décadas de la lucha por ciertos círculos de la elite política y so- la Independencia en las que indígenas y cial, tanto a nivel nacional como provin- criollos lucharon juntos, heroicamente, cial11. Por otro lado, la trascendencia de para crear la Patria nueva y consoli- estas actividades, que da cuenta del lugar darla. A principios de este siglo, cuan- que ocupaba la arqueología como cien- do la ciencia procura revivir el pasado cia al servicio del desarrollo cultural y de los pueblos desaparecidos se inician los estudios arqueológicos en Jujuy. En Tilcara está la única ruina prehispánica tual contextualización de las piezas recu- reconstruida de todo el país”. peradas en las numerosas excavaciones En esta cita también se destacan va- de distintos sitios del NOA, ya que, ade- rios argumentos que dan cuenta de la más de los materiales que durante años postura ideológica de Casanova. A partir salieron del país mediante canje a Mu- de su mención sobre los años de la co- seos Internacionales, este nuevo traslado lonia, descritos como pacífi cos, se com- de objetos representa hasta el presente un entorpecimiento más para la identi- prende como su imaginario del mundo moderno/colonial respondía a una vi- originales. sión romántica y negadora de todo tipo 11 Vale mencionar que Casanova se casó con de confl icto al interior de una sociedad una distinguida mujer de la alta sociedad donde, en lo particular, se reconoce que jujeña, la señora Elvira Helguera Graz. 104 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 existieron rebeliones y confrontaciones antropología como la arqueología, has- indígenas que llegaron a involucrar a ta varias décadas después, continuaron los criollos (Mignolo 2005). Asimismo desarrollándose sin un compromiso so- resulta llamativo el uso de la presencia/ cial con su “objeto de estudio”. De allí ausencia de los pueblos indígenas en que durante años, el hecho de que no se el derrotero histórico. Primero aclama presentaran críticas al sistema permitió su valor en la lucha junto a los criollos que muchos trabajos de investigación para constituir la tan preciada “Patria continuaran con los pocos fondos que nueva”, aunque luego sostiene que sólo generalmente se destinaban desde el go- la arqueología podía revivirlos, dando bierno. a entender que con el surgimiento de la En el caso de Casanova, para el de- República súbitamente habían desapa- sarrollo de todos sus proyectos, aunque recido. En este sentido, también con su contaba con el respaldo de la Facultad proyecto en el Pucará, sostuvo esta ne- de Filosofía y Letras, en ciertas ocasio- gación de la existencia de los pueblos nes le valieron más sus vínculos y amis- indígenas en el presente al inmortalizar tades que el apoyo de la universidad. A su presencia sólo a través de lo que sería tal punto que gran parte de la reconstruc- el Monumento al Indio. Pero esta visi- ción del Pucará la hizo con la ayuda del bilización negativa no sólo se mantuvo Ejército, quien brindó mano de obra, y en el discurso de Casanova a lo largo de de sus contactos con el gobierno de Jujuy toda su trayectoria. Si bien a mediados el cual otorgó numerosos subsidios para de la década de 1940, el nacionalismo- el desarrollo de distintas investigacio- popular del peronismo, con la afi rma- nes. También, a manera de ejemplo, en ción de la Nación ante el Imperialismo, 1973, cuando en Tilcara prácticamente consideraba la revisión de la historia no había calles asfaltadas, logra median- ofi cial y la incorporación de la cultura te otro decreto del gobierno provincial la popular y de los grupos indígenas en las pavimentación del camino que conduce prácticas educativas (Márquez 1995), es a este sitio. En este sentido y retomando necesario resaltar que en realidad desde lo propuesto por Karasik (2007) acerca toda la práctica de las ciencias sociales, de los propósitos de los sectores domi- al igual que desde dichas políticas po- nantes de Jujuy de construir su propia pulistas gestadas para la erradicación memoria y tradición, Casanova perma- de la exclusión, no se llegó a incluir neció comprometido por décadas con las necesidades del indígena12. Tanto la estos grupos; lo que quizás signifi có la clave del éxito de su proyecto. Asimismo respaldó el accionar de los General Perón, quien en 1945 por medio sectores dirigentes más fuertes de esta de la Secretaría de Trabajo y Previsión lo- provincia, inclusive el de los militares gra obtener del Poder Ejecutivo el Decre- to-Ley 9658 mediante el cual se prohibía la tenencia de tierras, que aunque des- el desalojo de las comunidades indígenas de siglos ocupaban sus familias, debían mensualmente pagar costosos arrenda- ejemplo de las limitaciones de estas po- líticas fue el caso del “Malón de la Paz”. gobierno de Perón no respondió favora- En 1946, desde la Puna Jujeña partieron blemente a este pedido. Incluso, paradó- cientos de campesinos, que caminaron jicamente, hospedó a aquellos jujeños en durante dos meses hasta Buenos Aires, el “Hotel de los Inmigrantes” de la Capi- con el propósito de reclamar ante Perón tal Federal. Clarisa Otero 105 durante los tiempos de la más extrema Biblioteca se agruparon bajo el Institu- dictadura en el país. En sus archivos to Interdisciplinario Tilcara en 1972. De queda el precedente de la copia de una esta manera, la Facultad de Filosofía y carta escrita al Coronel Bulacios, Jefe de Letras cohesionó y formalizó legalmen- la Guarnición de Jujuy, meses antes del te los trabajos que se venían desarrollan- inicio del llamado “Proceso de Reorga- do en Tilcara bajo la mirada atenta de nización Nacional”. En esa misiva hace Casanova13. llegar su pésame por los soldados juje- A pesar del paso del tiempo, como di- ños caídos en “defensa de la Patria”. A rector del nuevo Instituto, continuó sos- su vez concluye diciendo: “con plena so- teniendo el valor de las ciencias sociales lidaridad con la obra que realiza el Ejér- en la construcción de la identidad nacio- cito reciba las expresiones de mi más nal. Iniciados los ´70, en las memorias alta estima”. Esta postura de extrema institucionales y en sus propuestas de derecha llevó a Casanova a enfrentarse investigación dejó plasmados estos in- con diversos investigadores que llegaron tereses. En sus escritos propuso que los a radicar sus investigaciones en el Insti- trabajos desarrollados en Tilcara debían tuto Interdisciplinario Tilcara. A su vez, enmarcarse bajo la fi gura de un proyec- en 1974, por un breve lapso, presentó la to que tuviera por objetivo el estudio renuncia a su cargo como director, cuan- integral de la Quebrada de Humahuaca. do en la Facultad de Filosofía y Letras Así consideraba que se debían abordar asumieron nuevas autoridades afi nes a diversos aspectos históricos, geográfi cos líneas políticas distintas de las que él se- y folklóricos, además de arqueológicos, guía. No obstante esta breve suspensión, con el propósito de generar el conoci- mantuvo su cargo hasta su fallecimiento miento necesario para el desarrollo de la en 1977. región y para lograr “elevar el nivel de Al revisar su gestión en Tilcara es no- bienestar social que la zona reclama en table como, en pocas décadas a partir de este momento de reconstrucción general aquel proyecto que aparentaba ser solo y liberación nacional”. un simple homenaje a sus maestros y Como si fuera parte de una tradición, continuar su obra en el Pucará, Casano- al igual que para sus maestros después va logró concretar un plan de múltiples de su fallecimiento uno de los aspectos ambiciones. Así, a más de 1700 kilóme- de su obra que más se destacó fue el es- tros de Buenos Aires, generó la estructu- píritu nacionalista. El profesor emérito ra necesaria para desarrollar un enclave Federico Daus, quien era el Decano de universitario a la distancia. Un espacio la Facultad de Filosofía y Letras, resaltó institucional que trascendió la investiga- este aspecto en su discurso fúnebre, di- ción arqueológica y su divulgación para convertirse además en un centro de pro- 13 Incluso, a partir del testimonio de algu- ducción científi ca de diversas discipli- nos empleados del Instituto Interdisci- plinario que trabajaron con él, se podría nas. Hacia 1971, cuando existían desde comparar su desempeño como director hacía tiempo las secciones de Restaura- con el de un estricto patrón de Estan- ción del Pucará, Museo Arqueológico y cia o de Ingenio azucarero y tabacalero, Residencia Universitaria, se les sumaron tan extendidos en la zona. Esto le dio un el Centro de Estudios Regionales Tilca- fuerte carácter colonialista a dicha insti- ra y el Jardín Botánico, construido al pie tución que durante décadas impactó ne- del Pucará. Todas estas secciones y la gativamente en la comunidad local.

106 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 87-112; 2013 ciendo que todos sus ideales habían sido arqueólogos y su forma de desarrollar la por “el bien de la Patria, el progreso de práctica profesional en la Quebrada de la ciencia y la elevación de los valores Humahuaca no fue ingenua, ya que estu- culturales de los pueblos”. Una vez más vo fuertemente estimulada por las ideas en la historia de la ciencia, se repetía el de constitución de la identidad nacional deseo de consagrar a la personalidad de y la delimitación de las fronteras. Es por los arqueólogos por ser un ejemplo de ello que en este trabajo, además de resal- la lucha y trabajo para el benefi cio de la tar el cariz nacionalista de los proyectos Nación. Una Nación que sólo requería arqueológicos e institucionales llevados de la arqueología para dar sustento a las a cabo en Tilcara, se pretendió, por un razones que mantuvieran inconclusa una lado, ilustrar cómo fue parte de este pro- problemática social que venía siendo ceso y, por otro lado, lograr un antece- postergada por siglos. Así, la arqueolo- dente para futuras propuestas de análisis gía, por tener que revivirlo y exhumarlo, y prácticas de trabajo. daba cuenta de la inexistencia de aquel Es de esperar que el estudio profundo “objeto de estudio”, que solo se traía al de la comunidad académica que se insta- presente como testimonio del pasado ló en Tilcara después del fallecimiento pero no del presente indígena. de Casanova, permita comprender en re- trospectiva la forma en que los arqueó- logos se vincularon con la comunidad Refl exiones fi nales local, particularmente con los grupos La trascendencia del trabajo de Ambro- originarios. De esta manera, en el mar- setti, Debenedetti y Casanova, en dife- co regional, se podría contribuir desde rente medida, lleva más a la refl exión del una línea de trabajo a la resolución de proceso de producción histórica que de las fuertes tensiones que existen entre la la naturaleza propia de las representacio- disciplina y los diversos miembros de nes del pasado (Gnecco 2009). Esta idea las comunidades indígenas. Quizás, esto encuentra un espacio argumentativo en demuestre que es hora de romper con la la apropiación del discurso arqueológico clave de lo que fue el éxito de Casanova; para un uso no académico por parte de ya no hay espacio para una arqueología la clase dirigente jujeña. En este caso su tradicional, en el sentido de la práctica uso claramente no fue descolonizador, profesional clásica. El desafío parte en sino que sirvió para legitimar los espa- gran medida en hallar la forma de arti- cios de poder de los grupos dominan- cular la amplia pluralidad de discursos tes y, de manera simbiótica, reforzar la que se plantean en torno a la práctica ar- autoridad científi ca a través de diversos queológica y, en este caso, en relación a eventos académicos (Angelo 2009) y la puesta en valor y manejo del Pucará frecuentes actos cívicos. La construcción de Tilcara, ya que se balancean distin- del discurso acerca de la arqueología lo- tos aspectos que hacen que este antiguo cal estuvo fuertemente mediada por re- poblado se reposicione como un punto laciones diferenciales que establecieron de interés para distintos sectores, por su los arqueólogos con los diversos actores valor como espacio de referencia iden- sociales según los sucesivos contextos titaria o por sus posibilidades económi- sociopolíticos ocurridos en la región y cas, como destino de interés turístico. En a nivel nacional. De allí que se podría la actualidad, tal como lo plantea Ende- plantear que la llegada de los primeros re (2007) acerca de la realidad de este

Clarisa Otero 107 sitio arqueológico, desde los distintos nica Zalazar, y a los compañeros de la actores locales se escuchan una diversi- Biblioteca del Instituto Interdisciplina- dad de voces que se entrecruzan. Ante rio Tilcara, Mónica Giménez y Santos esta pluralidad de discursos, en ocasio- Aramayo, por permitirme la completa nes enfrentados, desde la arqueología revisión del material de archivo inédito de hoy nos interesa contribuir a generar de la Colección Casanova. A Gabriela un espacio multivocal, donde los diver- Karasik y María Amalia Zaburlín por sos actores puedan sentirse parte de la brindarme bibliografía y diferentes pun- construcción del pasado, y donde las in- tos de vista sobre esta problemática. A vestigaciones arqueológicas representen Cristóbal Gnecco por sus comentarios, ser sólo una de las numerosas vías del y por incentivarme a publicar este tra- desarrollo participativo de dicho pasado. bajo; el cual fue elaborado en el marco del seminario de doctorado “Arqueolo- gías Latinoamericanas”, que él dictara Agradecimientos en el Instituto Interdisciplinario Tilca- ra (FFyL-UBA). A los evaluadores y a A Marisa Scaraffoni, del Archivo Fo- Alejandro Haber por sus acertadas su- tográfi co y Documental del Museo Et- gerencias. Por último, especialmente a nográfi co “Juan B. Ambrosetti” (FFyL, Mónica Montenegro y Jorge Tomasi, por UBA), por enviarme copias del expe- responder a mis reiteradas consultas y diente sobre la donación de las tierras por proporcionarme muchísimo material del Pucará a la Universidad de Buenos bibliográfi co que resultó ser indispensa- Aires. Al personal de la Biblioteca de ble para el desarrollo de este trabajo. No la Facultad de Humanidades y Ciencias obstante, lo vertido en este manuscrito Sociales de la Universidad Nacional de es de mi entera responsabilidad. Jujuy, Rubén Adi, Alicia Tolay y Mó-

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Clarisa Otero 111 112 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA / ARQUEOLOGÍA SUL-AMERICANA 6, (1,2) Enero/Janeiro 2013

LA POÉTICA DEL EXTRAÑAMIENTO: EL DOMINIO INCAICO COMO DELEGACIÓN, PÉRDIDA, CAPTURA, ENTREGA Y NEGACIÓN DEL SER. UN REPASO DE LA ARQUEOLOGÍA DE ALTA MONTAÑA SURANDINA.

Pablo Mignone Becario doctoral CONICET. Centro Promocional de Investigaciones en Historia y Antropo- logía, Universidad Nacional de Salta.

La arqueología de alta montaña busca perfi larse como una disciplina autónoma con sus propias metodologías, aproximaciones teóricas y técnicas. Para ello ha creado una forma de estudiarel pasado incaico descuidando las relaciones interétnicas suscitadas durante su expansionismo y el rol de las comunidades no estatales. La arqueología a secas es entendida por esta corriente como una actividad cómoda y fácil, mientras que la especialidad de montaña, a fuerza de piernas, es la única cuyo desarrollo aporta no al estudio del pasado en sí, sino a la relación entre los “incas y la montaña”, de la misma forma en que se suceden uno a uno escritos donde lo que resalta es la relación íntima que se establece entre “el arqueólogo con la montaña”, el “arqueólogo con el inca” y, en conclusión necesaria, “del arqueólogo consigo mismo”. Planteamos luego de un estudio de las principales obras de referencia de esta especialidad en Argentina, que la “arqueología de alta montaña” es, en algunos casos, antes que un estudio del pasado, un refl ejo del exitismo del montañismo del presente, situando la temática dentro del campo de los deportes extremos antes que de los desafíos intelectuales de la arqueología o de la antropología.

Palabras claves: Incas - Alta montaña

Amar es ser para dejar de serlo, dor, ser constructor, ser campesino, ser pues se pierde el ser al entregarlo, vencido, etcétera), y logrará compendiar y a aquél perdido ser, recuperarlo, en un verso gran parte de las proposicio- con aquél ser que nos llevó a perderlo. nes teóricas sobre la presencia incaica en los Andes Meridionales y la invisibi- Clara Saravia Linares de Arias lidad del ámbito local dentro de los es- critos respectivos. Introducción Una vez hecho esto, considere que muchos estudios se centran en el domi- Salvando la distancia de la analogía, nio Inca y la variedad de matices que aunque poniendo en peligro las reglas de toma en el sur andino, dejando de lado la métrica, cambie el lector el verbo en la capacidad de acción del dominado a infi nitivo por un adjetivo en voz pasiva nivel teórico (1ª negación), la falta de a elección, tomado de la adjetivación del importancia del registro material que dé otro dentro del discurso arqueológico de cuenta de ella (2ª negación) y la relativa alta montaña en Argentina (ser domina- a la ontología del mundo material-mon- do, ser esclavo, ser obrero, ser trabaja- taña y paisaje, tomados como productos

113 de una construcción social (3ª nega- de resistencia a la dominación. La evi- ción). En consecuencia necesaria, una dencia arqueológica que se interpreta revisión del discurso científi co arqueo- como diagnóstica, es el resultado de ex- lógico muestra que lo local no existe cavaciones de tumbas (cuerpos humanos por su propio valor, sino porque el Inca y objetos suntuarios). llegó, conquistó y el arqueólogo estimó Los inicios de esta historia, se carac- conveniente su estudio. terizan por escritos centrados en la des- Este vacío ha sido ocupado por una cripción de la arquitectura y los objetos gran producción escrita sobre objetos, encontrados, acompañados de algunas patrones arquitectónicos y momias in- interpretaciones sobre el origen cultural cas, de proferida-preferida suntuosidad de estas manifestaciones. y de férrea salvaguarda en el ámbito pa- Pertenecen a estos momentos las trimonial, mientras que, provenientes de contribuciones de San Román en sus ta- los mismos contextos y más numerosos, reas de peritaje para establecer las fron- la evidencia de la presencia de grupos teras entre Chile y Argentina. Si bien su autóctonos se vuelve alóctona en el dis- formación de geógrafo y sus disquisicio- curso Cuzco-céntrico y se pierde en la nes sobre geología, recursos naturales y intemperie de sitios saqueados y en los ambiente forman el grueso de su obra de humedales de las colecciones ignotas. 1896, relata un ascenso a la cumbre del El repaso tomará en cuenta el discur- cerro Chuculai (5.420 m.), ubicado en la so científi co desde fi nes del siglo XIX Puna de Salta, a 10 kilómetros al norte hasta la actualidad, evaluando la manera de Llullaillaco, donde encuentra un cu- en que la matriz explicativa tradicional chillo de cobre, relatando su hallazgo de en arqueología de alta montaña ha es- la siguiente manera: tado centrada en la monumentalidad, el Larga i penosa fue la ascensión, i una exitismo deportivo y la valorización es- vez mas, al llegar a la cumbre, tuve oca- tética de los objetos materiales. sión de comprobar lo ántes dicho res- pecto de lo frecuente que es encontrar Arqueología de alta montaña en Ar- signos de la presencia del hombre indí- gentina. Clave crítica. gena aun en las mas inesperadas altu- ras, siendo, en esta ocasión, un cuchillo Con respecto al paisaje arqueológico, la de cobre el objeto encontrado (San Ro- historia de la arqueología de alta monta- mán 1896: 145). ña muestra un predominio (salvo excep- Seis años más tarde, Eric Boman pu- ciones que marcaremos) de estudios en blica un artículo llamado “Hallazgo ar- las cumbres; en lo que respecta al marco queológico á 6100 metros de altura” que histórico-temporal, su visión es predo- trata sobre el Nevado de Chañi (Salta- minantemente sincrónica, centrada en Jujuy, Argentina), en donde relata los re- el Estado incaico, aunque hace uso de sultados alcanzados por sus compañeros estudios etnográfi cos, pero para señalar de la expedición sueca en su ascensión las reminiscencias de las prácticas cul- a dicho cerro y el hallazgo de material turales introducidas por los cuzqueños. cerámico decorado que lo lleva a afi rmar En cuanto a la teoría social, se sostiene sin lugar a dudas la fi liación precolom- el predominio del poder desde el Estado bina de las construcciones de su cima, hacia las comunidades locales, matizado realizadas para adoración del sol (Bo- con interpretaciones sobre experiencias man 1903, en Vitry 2003). Sobre esta

114 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 expedición Eric von Rosen publicará en hasta la cumbre. Los indios del lugar 1916 “En förgangen värld” (Un mundo aseguraron, además, que la poderosa que se va), relatando el ascenso al Chañi diosa Pachamama tiraba bloques de por parte de algunos miembros de la ex- piedra sobre el que trataba de subir… pedición sueca (Rosen 1957). (Rosen 1957: 134). Podemos situar en este último el co- Los aportes a la disciplina se sucede- mienzo de los lugares comunes del dis- rán por las excavaciones de afi cionados curso académico sobre la arqueología en las cumbres. Durante la misma época de alta montaña, remarcando ante toda Federico Reichert descubre en las lade- posibilidad, el carácter “supersticioso” ras del volcán Socompa (en 1905 a 6.031 aborigen y la rígida estructuración so- m. en Salta) “una gran pila de madera cial sobre la cual aparenta asentarse el dura”. En el mismo año, en el Nevado ritual: de Chañi, el Teniente Coronel E. Pérez, Es posible que la cima más elevada del ubica un enterratorio con el cuerpo mo- Chañi haya sido un lugar de sacrifi cios, mifi cado de un niño de aproximadamen- ya que tanto los muros de piedra, como te 5 años, junto a piezas textiles (dos la leña de cardón, los fragmentos de al- ponchos, dos fajas tejidas en colores, farería y la cuenta así lo indican. Tam- una bolsa adornada con plumas) un pei- bién el miedo supersticioso con que la ne de caña, un tubo de madera con deco- población actual mira a esta cumbre, ración pirograbada y un disco de barro es un indicio que habla a favor de esta cocido (Beorchia Nigris 1984: 210). suposición. Pero un lugar de sacrifi cios A comienzos de los años 1920 se pro- ubicado a tal altura y de tan difícil acce- duce en Salta, en el Nevado de Chuscha, so no debe haber sido destinado a todo el hallazgo de un enterratorio demarcado el pueblo. Seguramente ascendieron hasta por muros en la cima. Tras dinamitar el allí solamente los miembros principales de espacio, lugareños descubrieron el cuer- la tribu para hacer sus ofrendas y sus roga- po de una niña junto a piezas de cestería, tivas en fechas memorables (Rosen 1957: textiles, plumas, colgantes de caracoles, 143). peines y piezas de oro, plata y bronce Otro elemento de interés que acom- (Schobinger 2004). paña a lo largo de la historia de la dis- Volveremos a ver las consideraciones ciplina es el exitismo deportivo, por el vertidas por los autores de los hallazgos cual el meritorio aporte del hallazgo es como resultado de la expedición al Cerro su originalidad: el haber sido el resulta- Morado de Iruya realizada por Eduardo do de la primera vez en que un cerro es Casanova, dirigiendo a su vez la exca- ascendido por un explorador europeo o vación a 5.200 msnm de construcciones europeizado, en contraste con la supers- que presentaron asociados fragmentos tición de los lugareños: de cerámica y piezas incaicas, además Antes de la llegada de nuestra expedi- de láminas de oro y plata y 30 cuentas de ción ningún explorador europeo había collar de malaquita y lapislázuli. Aunque logrado llegar hasta la cumbre del al- somera lo más interesante de su obra es, tísimo cerro de Chañi. Algunas tenta- según nuestra perspectiva, su inferencia tivas habían fracasado y se consideraba sobre el origen local de la evidencia ar- que el aire muy enrarecido en las altas queológica: cimas del mismo, sería un obstáculo “Dejando sentada nuestra opinión de invencible para quien tratara de llegar que la cima del Cerro Morado, ha sido

Pablo Mignone 115 utilizada para rendir culto a dioses pri- los incas. Quizá superpuesto a un san- mitivos y celebrar ceremonias religio- tuario prehistórico, mucho más antiguo. sas, agregamos que, a través del mate- Con fuegos de sacrifi cio, con animales rial extraído y de su comparación con sacrifi cados, “Intis”, más cercanos al el de los yacimientos de la Quebrada dios Sol (Rebitsch 1966: 58). de Humahuaca, surge la idea de que se Es también notable en él la génesis trata de culturas muy semejantes –qui- del pensamiento contemporáneo sobre zá idénticas- especialmente con el tipo los santuarios de altura, en lo que res- Pucará; probablemente, (dados los ha- pecta a la asociación entre lo “histórico” llazgos en Titiconte, que ya tienen otras con lo Inca y lo “prehistórico” con lo no características), esta zona del Morado Inca, independientemente de su contem- marca el límite oriental de las civiliza- poraneidad. Es de pensar que la ausencia ciones de la Quebrada de Humahuaca” de escritura en ambos mundos no es óbi- (Casanova 1930: 40). ce para negar, en el autor, la inclusión de Muy posteriormente, en 1966 se pu- la capacidad organizativa del estado en blica un resumen de las expediciones la historia: realizadas por Mathias Rebitsch, mon- …¿Qué llevó al Indio a estas alturas, tañista austríaco, desde 1956 hasta 1965 donde la respiración se hace casi im- en montañas de Argentina como Llullai- posible y el frío casi nunca sobrepasa llaco, Gallan, Ojos del Salado. También los cero grados? ¿La fuerza religiosa, relata hallazgos arqueológicos en el o también razones militares? ¿Transmi- cerro Azufre o Copiapó, éste último en sión de noticias?¿La inapelable orden Chile. del Inca? (Rebitsch 1966: 63-64). Es este autor quien rompe con la “tra- Para su erección eran necesarios -¿jun- dición” localista cuando ésta se encon- to a las fuerzas de la fe?- también un or- traba en su estado germinal e infl uencia den infl exible y una organización, de las de ahí en más la construcción discursiva cuales suponemos que solamente los In- acerca de la preeminencia incaica en la cas había sido capaces (Rebitsch 1966: organización y realización del culto a los 77). cerros. Remarcaremos algo que también, Vemos en sus consideraciones sobre adelantamos, podrá leerse de aquí en los restos materiales cumbreros y pre- más en el discurso académico como ape- cumbreros de las montañas en cuestión, lación a lo extraordinario para valorar la la certeza de su origen estatal, reforzada cultura material cuzqueña: por la consulta que realiza a especialis- Después del regreso, las fi guras fue- tas de esa época: María Delia Millán de ron examinadas por destacados científi - Palavecino, quien además publica en el cos. Los hallazgos fueron considerados, mismo volumen que Rebitsch sus im- entre otras cosas, como “extraordinaria- presiones sobre el origen de los textiles mente valiosos para la historia de la cul- encontrados, y Osvaldo Menghin, quien tura”, y su origen incaico y mi hipótesis caracteriza como cuzqueña la cerámica de un lugar de sacrifi cio fueron confi r- que este afi cionado le entrega. mados (Rebitsch 1966: 58). Nuestra tarea está cumplida; en el Comienza aquí el mito del estado estado en que fueron encontradas, las fundacional, quien inaugura una nueva construcciones fueron, según todos los época del mundo andino: una cultura indicios, un santuario sencillo y local de extraordinaria, de arte valioso, de orde-

116 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 namiento político infl exible y de organi- chaeological material culture followed, zación efectiva; fundamento de un linaje used as late as the 1960s and 1970s2 de hombres que anteceden, incluso, a los (Curtoni y Politis 2006: 100). europeos en sus escaladas de altura: La dicotomía centro-periferia tras- En realidad, se ha iniciado un nuevo ca- cenderá pero con altibajos. Por ejemplo, pítulo en la historia del andinismo. ¡Las matizará esta postura la labor del Dr. altas cumbres de la Puna de Atacama Juan Schobinger, quien interpretará los fueron escaladas ya siglos antes de que hallazgos desde su trasfondo fi losófi co, despertara el alpinismo entre los euro- buscando la noción de regularidad y uni- peos! (Rebitsch 1966: 65). versalidad del fenómeno religioso. Nos han hecho notar1 certeramente la Pone entre paréntesis el desarrollo relación entre este discurso y el llamado anterior para inaugurar un nuevo giro “racismo cultural involuntario” que Cur- discursivo donde incluirá a las comuni- toni y Politis (2006: 99-100) identifi can dades locales como forma plausible de como característico de la mayor parte de la explicación del hallazgo, gracias al la arqueología americana del siglo vein- hallazgo y estudio de la momia del Ce- te, llegando incluso hasta los años de rro El Toro en 1964 y su publicación en 1960 y 1970. conjunto. En la obra actuaron por igual Caracteriza esta postura la dicotomía estudios textiles, fi losófi co-culturales y entre el centro y la periferia o el área biomédicos (Schobinger comp. [1966] marginal. El centro o núcleo cultural fue 2008), como antecedentes metodoló- visto como el origen de toda innovación gicos y teóricos más relevantes para el gracias al mayor desarrollo social y eco- desarrollo posterior. nómico de las culturas superiores y más La participación de Schobinger en civilizadas de los Andes, en oposición a el estudio de los hallazgos del Toro, del las tribus marginales y rudimentarias: Aconcagua y del Chuscha, le permitirá The technological and material culture encontrar entre ellos cierta variabili- of the marginal people was rudimen- dad material difícilmente atribuible a tary and ‘generally lacked the deve- 2 La cultura material y tecnológica de los loped agriculture, building arts, and pueblos marginales era rudimentaria y manufacturing processes found among “carecía generalmente de agricultura de- other South American Indians’ (Steward sarrollada, arte constructivo y procesos 1949: 672). On the contrary, the cen- de manufactura encontrados entre otros tral Andean people (‘civilized’) had the indios sudamericanos” (Steward 1949: most developed agriculture systems, the 672). Por el contrario, las poblaciones densest population, most effi cient trans- andinas centrales (“civilizadas”) tuvieron portation, true urban centres, metallur- los más desarrollados sistemas agrícolas, gy: ‘excellence of its products, and fi ner la población más densa, los transportes goods were produced by special cra- nos, metalurgia: “los artesanos especia- ftsmen for the upper classes’ (Steward lizados produjeron para las clases altas 1949: 674). This form of organizing ar- para las clases altas” (Steward 1949: 674). 1 Agradecemos la recomendación de un Esta forma de organizar la cultura mate- evaluador anónimo de incluir la lectura rial fue continuó siendo usada tan tar- del artículo de Curtoni y Politis, errónea- díamente como los años de 1960 y 1970. mente obviado en la versión original de Traducción nuestra. este escrito.

Pablo Mignone 117 la usanza cuzqueña, como la edad de Debemos hacer un alto en este re- muerte de los individuos (joven adulto cuento, y remontarnos hacia el pasado en el caso del cerro El Toro), los textiles nuevamente para estudiar otra fi gura de con motivos Chancay (presentes en la la arqueología de alta montaña, el mon- momia del Aconcagua) y los artefactos tañista italiano naturalizado argentino de difícil adscripción incaica (momia del Antonio Beorchia Nigris. Chuscha), guiándolo inicialmente a defi - Uno de sus aportes más conocidos es nir los dominios de lo local dentro de la la excavación y posterior publicación de expansión estatal. hallazgos del “cementerio”, un conjunto Sin embargo, queda esta esfera sub- de construcciones cercanas a la base del sumida a lo estatal y el eje centrado en volcán Llullaillaco (4910 m snm) halla- las momias, siendo el ritual concebido das en el año 1972 por una expedición como una imposición incaica, signo re- del Club Andino Tucumán. ligioso de la apropiación espacial que Beorchia excava el lugar en 1974 reproduce costumbres estatales: junto a otros miembros del CIADAM …se escogió a un andino para revestirlo (Centro de Investigación de Alta Monta- de galas de origen costeño, con algunos ña, San Juan), exhumando 16 individuos agregados selváticos (material pluma- junto a piezas textiles, cerámica y made- rio) y altiplánicos (piedras del collar), ra (Beorchia 1984). acompañado de estatuillas de factura De este y otros estudios, en los que típicamente cuzqueña, y luego llevarlo se conjugan experiencias personales, al extremo sur del Imperio para ser sa- publicaciones de otros investigadores y crifi cado en la contraparte montañosa comunicaciones personales, Beorchia del santuario colla-incaico del Accon- (1984) reúne en una sola fuente (posee cahua… (Schobinger 2001: 415). otras publicaciones, aunque esta es la Por eso también es que, a fi nes del más completa sobre santuarios de altura) siglo XV, la extensión del Imperio hacia la información relativa a 113 montañas nuestras regiones meridionales relativa- de todo el ámbito andino, convirtiéndose mente “subdesarrolladas” era considera- en una fuente de consulta ineludible. da como la toma de posesión de las mis- De su lectura se desprende que, si mas por parte de la divinidad solar (por bien no podemos negar la presencia es- intermedio de sus “hijos”), trayendo con tatal en la evidencia material en monta- ello ese nuevo orden socio-económico y ña, existe una gran variabilidad en ella, religioso califi cado a veces como la pax que debiera llamarnos la atención sobre incaica. Como signo visible de ellos es la inclusión de poblaciones autóctonas que se erigían los santuarios de altura, en los rituales. en particular aquellos que coronaban sus Así, por ejemplo, su obra nos muestra ritos con el sacrifi cio de un “elegido”… que de casi 70 santuarios de altura que Dicho brevemente, se trataría de un sig- fl anquean el límite occidental de nuestro no visible de la presencia efectiva del país ni siquiera el 10 por ciento presen- dios imperial, quien para cumplir plena- ta cuerpos humanos entre sus ofrendas. mente con su función protectora, orde- Presentan, sin embargo estatuillas antro- nadora y fecundadora, debe recibir las pomorfas y zoomorfas, atados de tron- ofrendas más valiosas de los hombres en cos, roedores, (cuya presencia en esos los lugares más altos accesibles por és- contextos es difícil de dilucidar), ties- tos (Schobinger 2001: 431-432). tos cerámicos, textiles y demás. A los

118 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 ojos de los investigadores, todos estos cos que sí encontramos en otros eventos hallazgos han presentado determinadas ceremoniales como los del Llullaillaco y características distintivas (como los rec- Sara-Sara. tángulos ceremoniales del cerro el Toro, En 1985, en Aconcagua, es excava- Llullaillaco, Misti, el Plomo, Quimal, do un semicírculo del que se extrae el Nevado Tambillos, cerro Tórtolas, entre cuerpo de un niño, junto a él dos bolsas otros) además de objetos de neta fi lia- tejidas conteniendo leguminosas, más ción incaica como miniaturas y sus fi nos seis estatuillas incas, envuelto el cuerpo atavíos, prendas textiles cumbi, que per- en textiles de lana y algodón; calzaba mitieron corroborar los escritos de las sandalias (no mocasines como en Plo- fuentes históricas y su directa relación mo, Llullaillaco y Ampato) y tenía en su con las prácticas religiosas del Inca. cuello dos collares, uno de semillas y el Sin embargo, no existió una única otro de malaquita (Gentile 1999). manera de disponer los objetos en las El conjunto fue terminado con los tumbas, algunas de las construcciones textiles cubriendo el cuerpo a modo de no siguen los llamados patrones arqui- fardo, siendo cubierto por dos camisetas, tectónicos típicos (plataforma o “expla- mantos lisos y con guardas, tres uncu ra- zo” ceremonial) e incluso es numerosa yados, dos taparrabos, un segundo par la presencia de objetos no incas dentro de sandalias y dos cordones, uno de ellos de esta, paradójicamente considerada, con una borla de pelo humano; todo ello “ceremonia totalmente regulada por el cubierto con un manto de plumas rojas y estado inca” (Ceruti 2003). amarillas (Gentile op. cit.). Es así como la niña encontrada en el Dicho niño presentaba un golpe y Nevado de Chuscha (Salta-Argentina) fractura de sus costillas, probable cau- contaba con una vincha y penacho nada sa de muerte. Su cuerpo fue pintado de femeninos (según la indumentaria incai- rojo y estuvo más de un día sin probar ca) de plumas multicolores, un collar con alimento (a diferencia de los niños del cuentas de malaquita, ónix y rodocrosi- Llullaillaco que comieron hasta un poco ta, bolsas pendiendo de su cuello conte- antes de su muerte). Lo único que ingi- niendo hojas de coca y trozos de peines, rió fue una sustancia roja, preparada con cañas atadas en cruz, un cesto tejido de achiote (Bixa orellana L.) (Gentile op. fi bras vegetales, una pinza de depilar de Cit.). metal, 28 caracoles marinos en un puco, El volcán Galán (Catamarca-Argen- restos de un tejido Chimú de algodón, tina) presentaba en su cima, además de con restos de un bordado de monos en tumbas sobreelevadas de 1,3 m x 1,6 m y lana animal (Schobinger 2004). 1 m de altura, 3 estatuillas antropomor- Este cuerpo, junto con las ofrendas fas, 1 zoomorfa de spondylus y 3 hachas fue encontrado dentro de un espacio pir- líticas, similares a las que Grete Mostny cado semicircular de 6 m de diámetro. relaciona con la propiciación de la ferti- A diferencia de los niños del Llullailla- lidad en campos de cultivo de Atacama co, ésta niña murió de una herida fruto (1958 en Beorchia Nigris 1984). de punción en el tórax que pudo haber El típico “explazo” ceremonial está provocado la fractura de costillas (Cruz ausente en Guana Guane (5050 m, Ata- 2004: 96). cama-Chile), y en su lugar se encontró Junto con los objetos mencionados, una plataforma elíptica artifi cial de 9,3 se pusieron textiles y materiales cerámi- m x 5,8 m. También en Illakata (4327 m,

Pablo Mignone 119 Nazca-Perú), la cima fue coronada por de 0,2 m, un paralelepípedo de piedra de una plataforma circular, y un triángulo 0,18 m (similar a las deidades de los cul- ceremonial, de 3,8 m dos de sus lados tivos ya mencionadas) y un cuchillón de y 4,1 su base, en el volcán Isluga (5530 madera (Beorchia Nigris op. Cit.). m, Atacama-Chile) (Beorchia Nigris op. Algo semejante presenta el Neva- Cit.). do Mercedario (6770 m, San Juan-Ar- Tampoco se lo encuentra en el cerro gentina) a 6500 m, en el extremo E de Janatalla (4700 m, Iquique-Chile), don- una plataforma. Un pequeño monolito de fue hallada una pirca circular de 0,65 de piedra blanda, rojiza, clavada en el m de altura y 2,4 m de diámetro, además suelo y pintada de blanco. Posee desde de una pirca de una sola hilera de piedras su base un torzal lana que se extiende al y una rectangular con una roca afi lada muro que forma la contención. A él se y recta dispuesta de manera vertical al le adosan 2 círculos ceremoniales. En centro de la construcción. Brilla por su estos conjuntos fueron hallados también ausencia en el volcán Pili (6060 m, Ata- plumas, pasto y totora (Beorchia Nigris cama-Chile) por ejemplo, y no presenta op. Cit.). una plataforma sino cuatro unidas entre La piedra parada central de los espa- sí a modo de trébol. Presenta también, cios ceremoniales vuelve a repetirse en maderas, restos de postes, mechones de el cerro Tórtolas (6323 m, San Juan-Ar- pelo, mariposas y dos estatuillas antro- gentina), de la cual se desprendían tres pomorfas, una femenina de plata y una hiladas de piedra hasta dividir la plata- masculina de Spondylus (Beorchia Ni- forma en tres sectores; también corona gris op. Cit.). la cima del volcán Antofalla (6100 m, Volviendo a las piedras centrales er- Salta- Argentina), en una plataforma ar- guidas, lejos de ser excepcionales, se tifi cial elíptica, de 6 m de diámetro, con repiten también en el volcán Licancabur un centro formado por tres piedras ver- (5921 m, Atacama-Chile), donde tam- ticales yuxtapuestas, y sobre el conjunto bién fue hallada una piedra volcánica un “menhir” (Beorchia Nigris op. Cit.). pulida similar a la del volcán Galán, in- Por su parte, el cerro Huanacauri terpretada como deidad de los cultivos; (4089 m), en Cuzco, presentaba cerá- en el Paniri (5946 m, Atacama-Chile), mica Chanapata, pre-Inca, en su cumbre de 11 estructuras de la cumbre, una te- (Reinhard 2005). nía en su centro una roca de río; en el Hacia el Este del anterior, en Arequi- nevado Tambillos, en san Juan (5747 pa, Perú (5596 m), la cima presentaba m), un círculo de la cumbre presentaba una cuenta de jade, una piedra blanca también en su centro una roca, cubrien- alisada, de río con trazos de ocre y un do una camiseta andina, la cual envolvía envoltorio de tela fi na con hojas de coca plumas blancas atadas a sogas vegetales picada, además de una estatuilla antro- y sustancias aromáticas de color oscuro pomorfa femenina de oro (Beorchia Ni- sin identifi car. Muy cerca de dicho con- gris op. Cit.). junto, una pirca elíptica, de 5 m x 6 m También en Arequipa, del Misti, de poseía otra piedra central (Beorchia Ni- 5596 m, junto a los rectángulos ceremo- gris op. Cit.). niales, se recuperó una piedra volcánica, A estos conjuntos se le suman una rojiza y cilíndrica, de 15,5 x 9 x 7 m, plataforma a 60 m de la cumbre, de 7 x similar a las propiciadoras de cultivo an- 12 m, un idolito antropomorfo de piedra, teriores. Reinhard (2005) destaca también

120 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 la presencia de objetos “amontonados” al Estado Inca (Beorchia Nigris op. Cit.; costado de un fardo funerario: dos minia- Schobinger 2008). turas de camélidos, de plata y oro, además Continuando con la lista de objetos de proyectiles de cuarzo y piedras redon- recuperados de santuarios de altura, una das. Fueron ofrecidos en su cima un niño llamativa alineación de piedras esféricas, y una persona mayor. Por encima de ellos de distinto tamaño, fueron encontradas una mujer, un adulto y un bebé (Reinhard en la cima del cerro Académico, situado Nigris 1984). en Chile. Estas piedras se encontraban Ya en Chile, en el Plomo (5425 m, alineadas en orden decreciente según sus Santiago), al célebre hallazgo del niño y diámetros (Beorchia Nigris 1984). los objetos “claramente incaicos” se le Lo mismo fue visto en el cerro Bis- suma un petroglifo dispuesto sobre su marck (4670 m, Santiago-Chile): esfe- cabeza cuyo análisis no ha trascendido ras de piedra de diferente diámetro, 9 por lo que desconocemos mayores de- en total, puestas en orden decreciente, talles del mismo (Beorchia Nigris op. encontradas muy cerca de la cima, en Cit.). una pirquita de 0,3 x 0,4 m. Fueron in- En el mismo país, en el cerro Los terpretadas como posibles bolas de caza Puntiudos (2000 m, La Serena) fue recu- (Beorchia Nigris op. Cit.). perado un collar de 36 láminas discoida- Por su parte, el Nevado de Acay les de plata, de 15 mm de diámetro, con (5950 m, Salta- Argentina), presentaba agujeros de suspensión, cuyo origen es puntas de proyectil en superfi cie, sobre incierto, junto a estatuillas de valva, dos su ladera oriental (Beorchia Nigris op. femeninas y masculina la tercera (Beor- Cit.). chia Nigris op. Cit.). En Perú, el Nevado Ampay (5224 También en Chile, el cerro Quimal m) tenía al borde de una morrena (5000 (4300 m, San Pedro de Atacama), pre- m) un hacha de piedra, en ausencia de sentaba en su cumbre pircas, miniaturas otras evidencias, lo que lleva a Beorchia de camélidos de plata, 6, 7 de valva y 2 a dudar en califi carlo como santuario antropomorfas masculina y femenina, de de altura. El Quéhuar (6130 m, Salta- valva también, junto a una “petaquita” Argentina) contaba, en construcciones de cuero de 0,1 x 0,01 x 0,04 m y 6 pe- cercanas a la plataforma de la cima, con queños envases de piedra blanca, identi- estatuillas antropomorfas de cerámica, fi cada como liparita, con tapas del mis- una roja y otra negra; un paralelepípedo mo material (Beorchia Nigris op. Cit.). de arenisca (0,15 x 0,1 x 0,07 m) de base El cerro Toro (6380 m, San Juan- plana, similar usado en los sembrados Argentina), lugar del hallazgo de un para ritos propiciatorios; un grano de cuerpo humano en los años 1960, poseía maíz y espigas de trigo (Beorchia Nigris la característica de un pircado rectan- op. Cit.). gular de 7 x 12 pasos y 0,5 m de alto, En una estructura oval cercana a di- con sus lados mayores con orientación cha construcción, fueron enterrados dos norte-sur. En la esquina norte, un círculo fardos, uno contenía el cuerpo de una de piedras contenía el cuerpo en su cen- niña, y otro contenía 2 pares de sanda- tro. Este hallazgo se aleja de la norma, lias, 2 pequeñas bolsas de tela, 1 vasija debido a las características mismas del con pedestal con restos de alimentos co- acompañamiento mortuorio con ausen- cinados, 1 jarra pequeña, 1 par de platos cia de cualquier elemento vinculante al de cerámica, 1 plato de madera y una cu-

Pablo Mignone 121 chara de madera, 1 peine, carbón, maíz y gos no-incas y de difícil adscripción rea- chile (Beorchia Nigris op. Cit.). lizados en el marco de expediciones no El cerro Morado (5130 m, Salta- científi cas (San Román 1896). Argentina), poseía en los conjuntos de Existe por tanto una amplia variabi- construcciones de la cima, 8 vasos de lidad de objetos y espacios elegidos: en cerámica, de forma globular con asas la- relación a la forma de disponerlos dentro terales, junto a 40 fragmentos del mismo y fuera de los fardos; las construcciones material. Estos conjuntos muestran la de diverso tipo conteniendo ofrendas, predominante presencia de estilos de la no todas ellas son la clásica plataforma Quebrada de Humahuaca, del tipo reti- rectangular (esta incluso no albergaba en culado. Algunos fragmentos correspon- algunos casos las ofrendas); a veces en den a aríbalos. También campanitas de la cima, otras veces en las laderas y pre- oro y fragmentos de vinchas metálicas cumbres, otra en una cueva; la forma (Casanova 1930). de terminar con la vida de los ofrecidos El cerro Huaracante (5360 m, Are- tampoco es homogénea, ahorcamiento, quipa-Perú) continúa la lista con 12 golpes, laceraciones, embriaguez y po- piedras de río subidas hasta la cumbre. sible entierro en vida y demás. Reinhard (2005), menciona la presencia Tal diversidad, es para Beorchia Ni- de un mazo estrellado de bronce, al cual gris, un factor desconcertante en cierto se lo relaciona con la forma de ultimar a grado porque le induce a suponer que las golpes a las personas ofrecidas. comunidades aborígenes locales tuvie- En el Nevado Hualca Hualca (6025 ron un rol fundacional en los rituales de m, Arequipa-Perú), cien metros antes de montaña: la cima se encontró un cuero de puma ¿Podemos afi rmar que los santua- con tres garras y sus uñas adheridas, rios de altura se construyeron todos en cosido a modo de bolsa conteniendo tiempos del incanato?...Afi rmarlo sería semillas de coca. Reinhard (op. cit.) no temeridad. registra construcciones notables, solo De allí que el título de este libro diga pedazos de madera, una piedra de mor- “…santuarios indígenas de alta mon- tero, pedazos de huesos y alineaciones taña” y no “incaicos”…Si los Incas rústicas de piedras. ordenaron o nó la construcción de los El Chañi (6060 m Salta-Argentina) primeros santuarios de altura, como lo fue conocido por el hallazgo de un indi- sugiere Reinhard, es un detalle que pasa viduo infantil acompañado de dos “pon- a segundo plano. Lo que interesa es de chitos”, uno rojo y otro claro, dos fajas dónde y cuando surgió la idea del culto de colores, un peine de caña, una bolsa a las montañas. con coca engarzada en plumas, un canu- Ciertamente no fueron los Incas to de caña con decoración pirograbada, quienes las veneraron por primera vez, un disco de barro cocido y fragmentos pues, como muchos han demostrado, fue de tejido. En construcciones cumbreras, una costumbre anterior a ellos (Beorchia cerámica Inca, Isla y Saxámar (Reinhard Nigris 1984: 408). 2005). Un año después a la publicación de El hallazgo cumbrero de una lámina este libro, en 1985, se produjo en el Con- de cobre en forma de cuchillo (tumi) en trafuerte Pirámide de Aconcagua el ha- el cerro Chuculai (5420 m, Salta-Argen- llazgo de un niño de aproximadamente tina), termina con la lista de los hallaz- 8 años acompañado por tres estatuillas

122 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 antropomorfas, conjuntamente con otras nitomorfos; los objetos anexos, metáli- tres de llamas sin carga (Schobinger, cos o en valvas de molusco; entre otros; Ampuero y Guercio 1985; Gentile 1999; la situación geográfi ca del cerro del ha- Schobinger y Ceruti 2002). De su recu- llazgo en relación con los otros “santua- peración y estudio participó Schobinger rios” y relictos similares de este sector y un equipo interdisciplinario cuyos del Collasuyo; entre otros (ibid., 1988b) resultados se plasmaron en una publi- (Bárcena 2001a: 118). cación de conjunto (Schobinger comp. La peculiaridad del hallazgo, un sa- 2001). crifi cio ritual humano en una “huaca” de Se incorporan a partir de este hallaz- altura –“santuario de altura”, y de la ce- go técnicas específi cas de análisis de ob- remonia cuyos vestigios reputamos rele- jetos materiales como metalografía, mi- vantes para la interpretación contextual, neralogía y espectrometría, entre otros. permiten avanzar explicaciones más allá Ejemplo de ellos son los trabajos de de las concernientes a la época y marco Bárcena (Bárcena 2001 a, b y c), don- global cultural de la ofrenda –incaicos, de se plantea una visión contextual de y de la apreciación del signifi cado gene- la montaña en relación a su marco geo- ral de ésta. Es así como inscribimos los gráfi co. El culto también es integrado trabajos en una línea concordante con dentro de la lógica expansiva estatal y nuestra hipótesis sobre la procedencia se señala la necesidad de trabajos siste- –o “representatividad”- del sacrifi cio y máticos de excavación en los contextos respecto del marco socio-político-reli- rituales (Bárcena 2001 d): gioso de la ceremonia en la organización La composición del collar, cuya dis- estatal incaica (Bárcena 2001a: 159). posición de cuentas excede la intencio- En este nuevo momento, se abandona nalidad estética, ha seguido un patrón, progresivamente el estudio del trasfondo observándose regularidades según un religioso y fi losófi co común para las Al- ordenamiento que atiende a la cantidad, tas Culturas Americanas para acceder a al volumen y al tipo de materiales de las la particularidad de la formación social, cuentas. Posiblemente esta selección y económica y política del Tawantinsuyu, ordenamiento estuviera también infl uida dejándose de lado también las conside- por el uso ritual y la signifi cación de los raciones particularistas de las momias y tres materiales, o de dos de ellos fren- la atención centrada en las cimas, enfa- te al tercero: piedra/concha (Bárcena tizando en su lugar en la interdisciplina 2001c: 320). para lograr una visión de conjunto que Los indicadores, variados y com- permita la inclusión de estos estudios en plejos, permiten diversas conclusiones un marco regional: según que atendamos (en un marco Los lugares ceremoniales enclavados teórico-metodológico siguiendo las ver- en altos cerros, por encima de los 4300 tientes arqueológica y etnohistórica- m en nuestra área, adquieren importan- Bárcena 1988a) la perspectiva del ajuar cia en el registro arqueológico dada la en su conjunto- tipo de vestimenta que concentración de rasgos y su signifi cado implica; la preparación mortuoria, tan- en el marco institucional estatal incaico, to en relación con la disposición de las sobre todo cuando se trata del hallazgo, prendas como con la pose y aderezos del como es el caso que abordamos, de un sacrifi cado; los motivos decorativos de fardo funerario en uno de los contrafuer- algunas telas, como por ejemplo los or- tes del Cerro Aconcagua, y de las esta-

Pablo Mignone 123 tuillas antropo y zoomorfas asociadas, Así se observa por ejemplo, la ads- que abrió un campo de investigación cripción al “enfoque teórico del confl ic- fecundo, explorado en este trabajo en al- to” (Ceruti 1997 y ss.), concebido como gunos de sus aspectos que, siendo de por heredero del “modelo de estructuración sí muy particulares, adquieren un sig- de Giddens”, de los aportes de Bourdieu, nifi cado mayor, contextual, a poco que en relación a la violencia simbólica y de en el análisis confl uyan las indagaciones la contribución de Foucault, “al estudio desde la Arqueología y la Etnohistoria de la disciplina en la creación de sub- (Bárcena 2001a: 158). jetividades normales” (Ceruti 1997: 19). En el caso particular de los vestigios Sin embargo, deja entrever un acer- de la presencia incaica develados en las camiento más a la “teoría del confl icto” alturas de los Andes, se muestran ade- de la sociología norteamericana de los más con fuerza no sólo las característi- años 1970, la cual representó un intento cas de la religiosidad andina, que en esta desde el materialismo histórico de des- oportunidad particular registra antece- prenderse de la idea de orden del funcio- dentes regionales y supervivencias pos- nalismo estructural (aunque sin éxito), incaicas, sino también las propias de la acentuando al fi nal el énfasis sobre las organización estatal incaica, que hace de estructuras sociales, sin ahondar en los los altos cerros lugar de culto con una ar- actores, sus pensamientos y sus acciones quitectura y ceremonial ad hoc (Bárcena (Ritzer 1993: 72). 2001d: 362). La teoría del confl icto en arqueolo- La historia de la arqueología de alta gía de alta montaña, entonces, y como se montaña evidenciará en su época más verá en adelante, no se fundamenta en la reciente, una amalgama heterogénea de “teoría de la estructuración” de Giddens, todas las posturas interpretativas antes porque no da cuenta de la agencia, tam- vista, a lo que se suma la adopción de al- poco de Foucault, ya que entiende al gunas consideraciones teóricas surgidas poder como un instrumento usado desde en el seno de la sociología contemporá- una clase hacia otra en asimetría insalva- nea, como la teoría de la estructuración, ble, ni de Bourdieu, al negar el principio la teoría del confl icto o bien, la lectura relacional del análisis social. estructuralista dentro de la arqueología Podemos partir de la idea de que el del paisaje. pensar la arqueología de alta monta- Pero, como veremos, el componente ña como el estudio exclusivo del mun- funcionalista no abandonó del todo la ar- do incaico es una limitación al estudio queología de alta montaña, al predomi- de las relaciones sociales (que siempre nar consideraciones volcadas exclusiva- incluyen por lo menos dos individuos mente sobre el orden social de los Incas o grupos en interacción), es además la y sus intereses, cosmovisión, política, simplifi cación de las relaciones políticas economía y cultura material, mientras y de la complejidad de las relaciones hu- se mantienen en la oscuridad los grupos manas, al reducir la experiencia social a con los cuales interactuaron. No se man- la oposición binaria dominación-resis- tiene ya el enfoque espacial-regional y tencia, defi niendo el poder monolítico diacrónico que lo antecediera con los de un extremo, que pone al ruedo una escritos pioneros de principios de siglo ideología dominante para legitimar su XX y sobre todo, con los aportes de posición ante la masa, y al otro extremo, Schobinger y Beorchia Nigris. una masa indiferenciada sin capacidad

124 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 de agencia o acción (Given 2004). La proposición del otro como objeto El lugar donde las relaciones huma- desconoce en el mundo de lo local la po- nas se desarrollan, lejos de ser el esce- sibilidad de acción y su natural capaci- nario donde la opresión toma lugar (la dad de socialización, de un ser social en cumbre de la montaña en este caso), es lucha por sus propios intereses o en re- en realidad un paisaje, una “arena” don- sistencia a los poderes internos y exter- de puede haber actores y espectadores, nos que lo constriñen. Esta “derogación pero a pesar de la posición social que del actor lego” (sensu Giddens 2005), ocupen, su participación se manifi esta inhibe al objeto de discernir situaciones materialmente (Given 2004: 18). de violencia y subyugación, mientras En oposición a ello los grupos no que, al mismo tiempo, se remarca el ac- incaicos van a ser mostrados como ca- tivo, consciente y efectivo dominio ejer- rentes de capacidad de acción o reacción cido por el Inca ante la inefable dominación cuzqueña; Desde una perspectiva del “confl icto sin ser considerados tampoco como su- social”, como la anteriormente reseñada, se jetos, como se observa en Human Bodies asume que el ritual puede ser una instancia as Objects of Dedication (Ceruti 2004), en la que se materialicen estrategias de do- el cual asimila en título y contenido minación y resistencia. Se puede legitimar los cuerpos momifi cados de los miem- la dominación, contribuyendo a la acepta- bros de comunidades étnicas a objetos ción de la posesión de bienes costosos y del materiales, de la misma manera en que monopolio de la violencia física por parte se enlistan para el sacrifi cio por Cobo del grupo dominante, a través de la mani- [1653] 1964) en un mismo conjunto con pulación y exhibición de esos bienes, y me- camélidos, hojas de coca, cuyes, ropa diante la ejecución de sacrifi cios humanos, en miniatura, fi gurillas humanas de oro en el ámbito sacralizado del ritual; donde y plata, maíz, plumas, conchas de mar el sentido de participación generado en- enteras, en fi gurillas o molidas, cumbi, tre los asistentes (dominados) actúa como madera y demás: mecanismo ideológico, promoviendo la The most important mountains in these aceptación de dichas asimetrías. Además, territories were selected to be scenes for la instancia del culto permite encubrir las the ritual performance of human sacrifi - ces and their burials, together with tex- territorios fueron seleccionadas para ser tile and ceramic offerings in distinctive escenas del despliegue ritual de sacrifi - Inca style. The extraordinary preserva- cios humanos y su enterramiento, junto a textiles y ofrendas cerámicas en un estilo tion of the bodies and organic mate- Inca distintivo. La extraordinaria preser- rials in the cold, dry environment of the vación de los cuerpos y los materiales high-altitude shrines provides excellent orgánicos en el frío y seco ambiente de bioanthropological and artefactual evi- los santuarios de altura proveen exce- dence for the study of Inca offering as- lente evidencia bio-antropológica y ar- semblages. In addition, they are among tefactual para el estudio de las ofrendas the few pieces of material evidence of Incas. En adición, se encuentran entre las the Inca religion that have survived the pocas piezas de evidencia material de la greed of the Spanish conquerors and religión Inca que sobrevivió la codicia destruction by the Catholic extirpators de los conquistadores españoles y la des- of idolatries (Ceruti 2004).3 trucción de los extirpadores de idolatrías católicos. Traducción nuestra. 3 Las montañas más importantes en estos Pablo Mignone 125 desigualdades de poder que allí se reprodu- tereses, el Inca y la montaña; el primero cen, representándolas como relaciones con toma posesión de ella a partir de un acto lo sobrenatural (Ceruti 1997: 21). fundacional, la construcción y la ofrenda …el análisis de los atributos relevantes de ritual, la segunda, resiste con su impron- la evidencia (funcionalidad y capacidad ta, aunque al fi nal de la contienda, sólo de los sitios, visibilidad y perdurabilidad uno predomina: decidido, deportista, há- de las estructuras, costo de los artefactos, bil, trabajador y bien organizado… transportabilidad de los ecofactos, causa Parece que la mayor parte de las cul- de muerte en los individuos sacrifi cados) a turas pre-Incas se conformaban con adorar la luz del marco teórico explicitado, permi- las montañas altas desde lejos, no sola- te inferir distintas estrategias sociales de mente por las difi cultades de escalarlas y dominación, tales como el disciplinamien- el temor a los lugares que creían estaban to de mano de obra en la construcción de habitados por dioses. La construcción de los santuarios, la eliminación ritual de sus sitios sobre las cimas y su uso continuo bienes suntuarios, el control del acceso implicaba un trabajo considerable y habi- físico y visual de los asistentes a la cere- lidades logísticas y de montañismo, única- monia, o el encubrimiento ideológico de la mente alcanzables por pueblos decididos y violencia sacrifi cial (Ceruti 1997: 14). bien organizados (Reinhard y Ceruti 2000: Ignorar al dominado trae aparejado 80). obviar un principio sociológico fun-da- Las montañas que rodean a la Laguna mental: “la realidad es relacional” (sen- Brava no quedaron fuera de las hazañas su Bourdieu 1997), es decir que la vida andinísticas y ceremoniales con las que social humana es inherentemente rela- los Incas plasmaron el avance de su do- cional (Thomas 2005: 17), por lo tanto minio en los territorios meridionales del se debe abandonar la “realidad” sustan- Collasuyu… La construcción de un san- cial de individuos o grupos (Bourdieu tuario de altura pudo haber sido presen- 1997: 3), favoreciendo el estudio de las tada ideológicamente como un gesto de relaciones humanas. Al buscar estudiar homenaje del emperador inca hacia las relaciones sociales de dominación mien- huacas locales y como parte del culto al tras se niega la existencia social de un Sol (Ceruti 1999). miembro, lógicamente derivará la nece- El otro es supersticioso, inhábil, in- sidad de suplantarlo por otro: el rol va- genuo y se amedrenta por su propio há- cante es ocupado por el Inca, el arqueó- bitat. Es tal el dominio del medio am- logo y la montaña… biente natural (la montaña y las tierras Teniendo en cuenta su aislamiento y la altas inhóspitas) y social (el Inca y su falta de evidencia de la presencia pre- inefable control), sobre él que no tiene incaica en Llullaillaco, las ruinas pro- mayor escapatoria que la muerte, o vo- porcionan una oportunidad única para cación para otra cosa: examinar las formas en que los Incas Hace cinco siglos, los Incas fueron concebían e interactuaban con una mon- el primer grupo humano en atrever- taña sagrada (Reinhard y Ceruti 2000: se a escalar las cumbres más altas de 11, resaltado nuestro). la cordillera de los Andes, enfrentando Debido a que nadie más llegó a las los rigores extremos del entorno de alta cimas antes o durante la época incaica, montaña y trasponiendo la barrera psi- la relación social transmutada involucra cológica del temor a las colosales cimas, ahora dos agentes en pugna por sus in- que hasta entonces habían sido adoradas

126 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 por los pueblos andinos desde prudente (2005), Cristian Jacob e Iván Leibowicz distancia (Reinhard 1983). Su hazaña no (2007), por citar algunos. logró ser repetida sino hasta medio mi- El mérito de descentralizar el espec- lenio después, con el desarrollo del mo- tro desde el cual se analiza la realidad derno montañismo (Ceruti 2003b: 69). del pasado, desde la visión occidental Los individuos enterrados en el ce- sesgada hacia una comprensión local menterio podrían ser trabajadores que no cartesiana (Acuto y Zarankin 2008), murieron por alguna de estas causas [en- pronto cosifi ca la naturaleza, la somete fermedades de montaña], en el cumpli- al predominio de una elite y atiende más miento de sus tareas de construcción o a su estudio que a cualquier referencia abastecimiento de las instalaciones del sobre las poblaciones locales. Se hace complejo ceremonial (Reinhard y Ceruti hincapié pronto en la transformación 2000: 69). del mundo físico y social por los Incas, En consecuencia, se desprende que como expondremos en detalle más aba- los únicos que mueren en esta tragedia jo. Entonces, la ontología del objeto (el andina son los individuos sacrifi cados, mundo físico en este caso), desaparece los trabajadores y el ambiente. Restan como idea y como materia, cambiadas tres únicos sobrevivientes: el arqueólo- sus facciones en la mente y en las accio- go por su capacidad de someter el me- nes humanas. dio físico para descubrir los misterios Se lleva a cabo una enajenación del del pasado, la montaña, por fuerza de mundo material y del campesino local, su egregia constitución telúrica y por análogo a la alienación que Thomas sobresalir en el paisaje, y los Incas, por (2005) identifi ca en la Ilustración, con la capacidad organizativa para construir la separación por ella producida entre el en él. trabajador y el producto de su trabajo, y Se ha buscado, a veces como reac- entre los seres humanos con el mundo ción a esta postura, romper con la con- de los objetos materiales (Thomas 2005: cepción occidental del espacio y de la 12). cultura material, vistos como pasivos El peso de la dominación y del poder y externos al individuo, como marco y cuzqueño recae sobre la geología, trans- límite de su acción, mientras que una formándola desde su rol inicial de mar- perspectiva desde el actor y sus expe- co material; la naturaleza es modifi cada riencias próximas (Geertz 1994) permite en el paisaje donde los Incas despliegan acceder a distintos contenidos de con- su poder, es reconstruida y resignifi ca- ciencia que otorgan vida al mundo físico da a guisa del Cuzco, dependiente en y a la cultura material, con sus propias conse-cuencia del poder absoluto del biografías y de una gran participación en Tawan-tinsuyu. Esta visión de una geo- la vida social (Acuto 2005). grafía vencida y creada, suplanta el rol Se introduce así, idealmente al me- de las comunidades locales; su carácter nos, una visión dialéctica en cuanto a que inexpugnable, su impronta intemporal las espacialidades son creadas por las es, de suyo, mayor que el alcance de lo acciones sociales, pero al mismo tiempo no-incaico, dimensión invisible empíri- las acciones son constituidas y construi- camente antes, durante y después de la das por las espacialidades. A esta línea ceremonia incaica. se adscribe parcialmente Ceruti (2007), La emancipación propugnada por la Christian Vitry (2000 y ss.), Félix Acuto arqueología del paisaje, queda trunca

Pablo Mignone 127 en su vuelta a la mente de un construc- El Inca despliega su poder sin visa tor, de un ideólogo, o varios, que actúan del hombre ni del ambiente. La resisten- conscientemente en esta modifi cación cia queda anulada teóricamente, anulan- sustancial del mundo. El espacio prís- do también los fundamentos de la liber- tino es para dejar de ser, delegando su tad: la acción dentro de una situación de existencia al Inca y su poder, como se opresión. Como las montañas, las comu- observa en Acuto (2005): nidades locales son observadores pasi- Through the formal conquest of the- vos sin capacidad de veto, ajenas incluso se sacred mountains, the Inka claimed a una comprensión propia de la situación a monopoly over the connection with de dominación a la que están sometidas. the supernatural world, the appropria- La geografía reluctante por orgullo ted local gods and mythic history, and invencible de centurias es sojuzgada claimed a direct association with local por los Incas, cambiada su fi sonomía, ancestors. Now the Inka themselves di- resignifi cada, reconstruida, reinterpre- rected ceremonies to and worshipped the tada. No queda entonces nada más por mountains, and their connection with ser vencido: el natural oponente humano these places was even better than that no existe ya, tampoco la prístina confi - established by local groups. The Inka guración de los Andes. Un triunfo polí- could reach the sacred summits, mate- tico, moral y físico del Inca al trasponer rially formalize their rituals, and feed los linderos del sur andino, de la tierra the mountains with the greatest offe- indómita y de la Historia, para otros es- ring possible, children of the Sun. The quiva y mezquina. Se asimila la monta- ancestors and the mountain gods belon- ña con lo no-Inca y ambos desaparecen, ged now to the Inka. Furthermore the el dominado bajo el dominante y en la Inka became the ancestors themselves, pluma del arqueólogo, la montaña como they now lived and emerged from the res fue aún mejor que la establecida por same places as the ancestors and gods. I los grupos locales. Los Incas podían ac- would say that through the symbolic and ceder a las cumbres sagradas, formalizar material appropriation of these sacred materialmente sus rituales, y alimentar a places, mythical histories and pacari- las montañas con la mayor ofrenda posi- nas, the Inka claimed they had always ble, los hijos del Sol. been there, that they were part of the na- Los ancestros y los dioses de la monta- tural order of things, part of nature and ña pertenecen ahora al Inca. Más aún, the supernatural order. They positioned los Incas se convierten en los ancestros, themselves as the natural continuum bet- ahora viven y emergen desde los mismos ween the past and the present, seeking lugares que los ancestros y los dioses. Yo to transform local beliefs and history diría que a través de la apropiación sim- (Acuto 2005: 229, resaltado nuestro).4 bólica y material de estos lugares sagra- dos, las historias míticas y pacarinas, los 4 A través de la conquista formal de es- Incas sostuvieron que siempre estuvieron tas montañas sagradas, el inca reclamó allí, que siempre fueron parte del orden un monopolio sobre la conexión con el natural de las cosas, parte del orden na- mundo sobrenatural, los dioses locales y tural y sobrenatural. Se posicionaron así mitos históricos apropiados, y reclamó mismos como el continuum natural entre una directa asociación con los ancestros el pasado y el presente, buscando trans- locales. Ahora los Incas personalmente formar las creencias y la historia local. dirigirían ceremonias y adorarían a las Traducción nuestra. montañas, y su conexión con estos luga- 128 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 limitante física y espiritual por acción paces de someterla, el Inca y el arqueó- del Inca y del alpinista-científi co.Cons- logo: trucciones humanas ambas que caen por Las ideas que los inkas traían consigo, la voluntad de su misma causa efi ciente. las nuevas relaciones sociales, políticas Lo local deja una imagen de sí en la y económicas que promovían, su cos- memoria, falible y mutable, a dife-rencia mología, eran impuestas sobre las po- de la roca perenne, donde el Inca escri- blaciones locales y se comienzan a ver be su paso. Los dominios de la oralidad, como naturales. Así prácticas sociales fundamento de la memoria colectiva, vinculadas al poder e ideología impe- son llevados por el viento, el tiempo y riales obtienen su correlato material en el olvido, mientras que el testimonio del estos nuevos espacios, rituales y edifi ca- Estado sobrevive 400 años: ciones (Jacob y Leibowicz 2007: 543). Desde que se extinguieron las últimas ho- Por lo anterior, se deduce que el paisa- gueras encendidas por los incas en las al- je visto de esta forma es una imagen del tas cumbres de los Andes, aquel sagrado Inca sin el otro, del Inca y la montaña, del mundo de las cimas no volvió a ser visi- arqueólogo con el Inca y, en el fondo, del tado por seres humanos sino hasta cuatro arqueólogo consigo mismo. La relación siglos después, cuando geógrafos y alpi- entre la montaña y el Inca se convierte nistas extranjeros comenzaron a desa-fi ar en una parábola (o expresión psicológica nuevamente las grandes alturas (Ceruti de la proyección, quizás), una historia sin 1999:13). tiempo, del vínculo entre el macizo inex- Ni siquiera el cambio de marco físico pugnable y el arqueólogo que lo enfrenta para las investigaciones lleva a la inclusión hábil, bien preparado, decidido, organi- del vencido. Jacob y Leibowicz, (2007) le- zado, como fueron sus antepasados en la gítimamente preocupados por el excesivo aventura. énfasis de la arqueología de montaña en Es, por tanto, una triple conquista: las cimas, el exitismo del hito andinista moral, física e intelectual, por parte del y las momias, centran su atención en las científi co. El arqueólogo de alta monta- bases, en este caso, la base del Nevado de ña llega adonde sus colegas no llegan, Cachi, Salta: adonde sólo los incas llegaron y, en uso Debemos destacar que salvo aisladas de técnicas y métodos que sólo él ma- excepciones no se ha trabajado en los neja. Además, y en virtud de lo anterior, sitios que se encuentran a alturas me- entiende la historia como nadie antes nores que los santuarios…Es por ello que él. No son los incas los que reinter- que la idea que nos guía es la de no sólo pretan, resignifi can, reconstruyen y to- registrar los sitios de altura, sino obte- man posesión del espacio, sino que es el ner datos de cómo vivían las personas arqueólogo quien lo hace: a 4800 metros, como era su vida coti- [La arqueología de alta montaña] ha co- diana, cuales eran sus percepciones del brado un fuerte impulso en los últimos paisaje. Conocer sobre las personas que años, habiendo llegado a convertirse en habitaron estas alturas y entender la di- una de las ramas de investigación más námica de estos asentamientos (Jacob y promisorias de la antropología. Enfo- Leibowicz 2007: 539) ques interdisciplinarios, técnicas espe- Más adelante, sin embargo, la monta- cialmente desarrolladas, mayor rigor en ña vuelve a ser a la vez marco y testigo las excavaciones, sistematicidad en las del encuentro de los dos únicos seres ca- prospecciones, cuidadosos estudios de

Pablo Mignone 129 laboratorio y procedimientos de con- Por último, citamos a Vitry (2000, servación, han permitido realizar infe- 2004 y 2007), adscrito a la tendencia rencias más profundas y exactas acerca interpretativa que concibe el espacio de la naturaleza de los rituales que se como construido subjetiva e inter-subje- realizaban en las cimas (Ceruti 1999:11, tivamente, que limita a la vez que es do- resaltado nuestro). minado, dejando en claro el concepto de En detrimento de sus adelantos, acce- paisaje como resultado de interacciones der a una historia “secreta” durante casi sociales, incluyendo en el análisis a los medio milenio sin incluir en ella la his- mitmacquna a partir de la identifi cación toria local, debería hacer de la arqueolo- de patrones arquitectónicos. gía de alta montaña una sub-disciplina Al respecto pensamos que las dife- en formación más que una especialidad rencias constructivas pueden estar rela- acabada. Sin embargo, la infravalora- cionadas con una diferenciación social ción del dominado no es por limitación y/o jerárquica, entre los inkas y los posi- de la técnica, sino por demérito del obje- bles mitayos encargados de la construc- to de investigación. Sus limitaciones en ción, mantenimiento y abastecimiento vida justifi can su desaparición a partir de de edifi cios y caminos en momentos pre- su muerte, cuando no su asesinato. vios a las peregrinaciones y durante el La sucesión de eventos desde el he- desarrollo de las ceremonias de ofrendas cho histórico en la montaña, hasta su en el volcán (Vitry 2004: 15). estudio científi co, tiene la gran ausencia La reconstrucción e interpretación del dominado y la gran presencia de la de los paisajes arqueológicos a partir técnica y de quien la posee. Dominarla, de la descripción de los procesos socio- permitió a los Incas conquistar la monta- culturales, busca descubrir los procesos ña y, al científi co, conocer las caracterís- históricos que conformaron las diversas ticas de esa dominación. dimensiones del entorno socio-cultural y La técnica es, por último, la fronte- las interrelaciones ambientales, sociales ra entre lo propio y lo ajeno. Lo local- y simbólicas (Criado Boado, 1993). Esta propio (el campesino, el obrero, el otro) interpretación de los paisajes no puede en el pasado no la tuvo, por lo que no prescindir de la historia reciente ni del pudo dejar su impronta en las cimas de presente en cada uno de los lugares por los macizos andinos. Lo local-propio donde atraviesa el Qhapaq Ñan, ya que (el poblador actual, baquiano, colla, lu- existen numerosas comunidades que aún gareño) en el presente no la posee, por le rinden tributo a los apus de las mon- lo tanto, en 400 años no llegó a dar con tañas ya sea desde la base o bien ascen- la verdad de la conquista ritual Inca. En diendo hasta la cima de los montes. Los consecuencia, la técnica es prerrogativa trabajos etnográfi cos e históricos son de lo local-ajeno (el Inca) y de lo ajeno fundamentales para poder comprender (el arqueólogo), ambos descubridores la complejidad de los paisajes culturales y conquistadores de lo único desafi ante andinos enmarcados en la geografía sa- del Kollasuyu: la montaña5. grada del pasado (Vitry 2007:22). 5 Paradoja o contradicción lógica del em- El estudio sobre el Nevado del Chañi pleo hasta el hartazgo del término Kolla- (zona limítrofe Salta-Jujuy, Argentina) suyu, que es menos un topónimo que un evidencia esta perspectiva, ubicándo- antropónimo, como muchas de las cate- se en él más de 10 sitios arqueológicos gorías incaicas que designaban grupos relacionados a través de un camino an- humanos más que geografía. 130 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 113-136; 2013 tiguo, cubriendo un desnivel de 2000 Se olvida que puede discutirse aún m y un proceso histórico que atraviesa la presencia tajante del estado como momentos precerámicos, incaicos, jesui- órgano rector de las vidas y muertes tas, con la explotación minera moderna ocurridas a más de 4.000 m.snm y que de corolario, complejidad que no puede la evidencia también nos habla de una tomarse de soslayo (Vitry 2007). participación local, de otros actores so- ciales igualmente visibles en el registro Palabras fi nales arqueológico. Creemos que mientras el objeto de Este recuento nos ha servido para esbo- estudio esté circunspecto geográfi ca- zar el génesis y desarrollo de las prin- mente a la cima de las montañas y re- cipales ideas que pueblan la arqueolo- dunde en objetos suntuarios y momias gía de alta montaña en Argentina. Una vistosamente ataviadas, “el vencido” no historia donde los “estamentos negati- podrá hacer su merecida entrada en la li- vamente privilegiados”, en términos de teratura científi ca. Weber, y su “lógica de existencia por Mientras la ciencia arqueológica delegación”, ahora con Bourdieu, está mantenga sus gustos de anticuario y se a merced de tres fuerzas combinadas: la limite a resaltar la belleza, perfección, historia estatal cuzqueña, el arqueólogo preservación y originalidad de la cultura montañista y la montaña. material incaica, limitada de por cierto Vimos de qué manera se produjo la en su número y extensión, estará impe- construcción de la fi gura del otro, en dida de dar cuenta de la norma dentro de oposición a la identifi cación entre el todo registro arqueológico: lo fragmen- montañista y el Inca. La forma en que el tario, escueto, común y normal depósito lugareño, el local, el extraño, por sí solo material con el cual todo arqueólogo se no sobrevive la geología, el clima, la his- relaciona. toria (como paso del tiempo) o la His- Si el arqueólogo debe ser consciente toria (como estudio del pasado). Toda que su visión del mundo afecta su visión su participación en esta obra pasa a un del pasado e infl uye sobre el conoci- difuso no lugar de la memoria colectiva. miento que la sociedad tiene de ese pa- La obviedad del elemento autóctono sado. Si la práctica arqueológica no so- en esta historia es el resultado de su in- lamente responde a una particular ideo- capacidad de ser a pesar de las circuns- logía, refuerza una ideología dominante tancias. No subió a las montañas antes, o la confronta, sino que además produce durante o después que los Incas por ser ideología, debemos preguntarnos como supersticioso y poco dado a superar los profesionales ¿qué ideología debemos constreñimientos ambientales. Ante esta crear? (Mc Guire 2008: 16). ausencia solo pueden encontrarse en la Seguramente, no será aquella que montaña el Inca y el arqueólogo. se sustente en la prescindencia de la in- La montaña es así el espacio físico y formación sustantiva que nutre nuestro simbólico donde se relacionan dos mo- discurso, ni en el abandono del pasado y mentos de la historia de la humanidad: la negación del presente o su sustitución la época de las grandes civilizaciones por el predominio de la tecnología para perdidas y la era del conocimiento, con la exhumación y conservación de obje- el Inca como arquetipo del primero y el tos atractivos y exóticos sin historia. arqueólogo como modelo del segundo.

Pablo Mignone 131 Agradecimientos corresponden, también al Dr. J. Roberto Bárcena por aceptar ser el director del Quiero agradecer al Dr. Cristóbal Gne- mismo y por su apoyo constante para cco por las valiosas sugerencias vertidas su avance, al Lic. Christian Vitry, por a la versión original de este escrito. A los aceptar la codirección de la propuesta de dos evaluadores anónimos de este escri- doctorado, a los miembros de la Unidad to, quienes con agudeza notable y no de Antropología del Centro Científi co y menor indulgencia dotaron gentilmente Tecnológico de Mendoza, a la directo- de los medios necesarios para mejorar el ra del Museo de Antropología de Salta, trabajo. Lic. Mirta Santoni, al director del Mu- Al Consejo Nacional de Investiga- seo de Arqueología de Alta Montaña de ciones Científi cas y Tecnológicas de Salta, Miguel Xamena y al personal de Argentina por el fi nanciamiento del laboratorio y conservación de la misma doctorado al cual estas investigaciones institución.

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Pablo Mignone 135 136 ARQUEOLOGÍA SURAMERICANA / ARQUEOLOGÍA SUL-AMERICANA 6, (1,2) Enero/Janeiro 2013

DIACRONÍAS EN NEGATIVOS DE CAMPAÑA: UN RECORRIDO POR LA HISTORIA DE LA ARQUEOLOGÍA ARGENTINA DEL NOROESTE ARGENTINO A TRAVÉS DE SUS FOTOGRAFÍAS DE TRABAJO DE CAMPO ENTRE LOS AÑOS 1905 A 1930

María José Saletta AIA-CONICET

Este artículo se propone indagar el proceso de conformación de la arqueología argentina, como disciplina así como de su objeto de estudio, mediante el análisis de su desarrollo his- tórico en el Noroeste argentino (en adelante NOA) entre 1905 y 1930, a partir de las foto- grafías que registraron el trabajo de campo de trece expediciones organizadas por el Museo Etnográfi co de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En ellas se busca rastrear si, durante el período relevado, hubo variaciones en las prácticas de los investigadores que indiquen el inicio de la aplicación de principios derivados del positivismo y del razonamiento inductivo. En trabajos previos (Saletta 2010, 2011) se presentó un análi- sis del total de la muestra de imágenes de trabajo de campo de las expediciones organizadas por el Museo Etnográfi co durante ese mismo período. En ambos artículos se buscó rastrear la existencia de un habitus de visión disciplinar y, de existir, si éste refl ejaba la objetivación del artefacto arqueológico por sobre sus relaciones contextuales. En cambio, en la presente investigación el objetivo consiste en analizar si durante los veinticinco años analizados se inició el proceso de sistematización -el disciplinamiento de la arqueología- en los métodos de trabajo de campo registrados en las fotografías y en el uso de la misma como registro “objetivo” de ese trabajo de campo.

El objetivo de este artículo es indagar través de las cuales se buscó identifi carsi sobre proceso de conformación de la durante el período relevado se produjo arqueología argentina como disciplina así el iniciodel proceso de disciplinamiento como también la de su objeto de estudio, de la arqueología. Como indicador de en la región del Noroeste argentino (en dicho disciplinamiento se consideró adelante NOA) entre los años 1905 y que se evidenciaría diacrónicamente 1930. Para ello se analizaron, cuantitativa un aumento en la estandarización y y cualitativamente,165 fotografías que sistematicidad del trabajo de campo fueron tomadas en trece expediciones arqueológico - el qué se registraba- y del organizadas por el Museo Etnográfi co registro visual de dicho trabajo- el cómo de la Facultad de Filosofía y Letras de se registraba-. Los resultados indican la Universidad de Buenos Aires en ese que solo puede corroborarse, para ese lapso a dicha región. Las 165 imágenes periodo,el inicio de estandarización de trabajo de campo arqueológico fueron de la toma fotográfi ca arqueológica analizadas utilizando 18 variables a evidenciado por la menor variabilidad

137 de tipos de toma registrados - el cómo e) prolegómenos de la arqueología cien- del registro visual del trabajo de tífi ca (1949-1960) y f) la arqueología campo-. Sin embargo, no se demostró científi ca o profesional (de 1961 en ade- una mayor sistematización del método lante). La etapa relevante para nuestro de excavación arqueológico -qué era lo artículo es la denominada arqueología registrado- ya que no se evidenció un en la universidad (1901-1925). Ésta se aumento de imágenes que registrasen caracterizó por: (a) la creación de mate- contextos y métodos de excavación. rias relacionadas con la arqueología -en Tomado en conjunto, esto sería un general, dentro de la carrera de Historia, indicador de que la discusión teórico- (b) la formación de institutos y museos metodológica aun no había llegado a de antropología y arqueología depen- imponer criterios de disciplinamiento dientes de universidades, (c) investiga- que fueran registrados en la fotografía. dores mayoritariamente argentinos, y (d) fi nanciación estatal de las instituciones, Antecedentes y conceptos teóricos investigaciones y campañas (Fernández 1982). Historia de la arqueología argentina Fernández también articuló cada una de las etapas mencionadas con el peso Varios autores han examinado la historia relativo que las corrientes de pensamien- de la arqueología argentina en el NOA to “historicista o papelista” y “naturalis- (Fernández 1982, Madrazo 1985, Ha- ta” habían tenido en cada una de ellas ber 1994, Olivera 1994, Nastri 2004a (Fernández 1982: 48). Según el autor, la y 2004b, Ramundo 2007). Cada uno de corriente historicista o papelista puso ellos se ha concentrado en ciertos as- más énfasis sobre el estudio de las cróni- pectos del desarrollo de la arqueología cas como apoyo de los estudios arqueo- como disciplina científi ca (cronología, lógicos. En cambio, la corriente natura- producción académica, publicaciones, lista dirigió su atención a los métodos inserción institucional, contexto socio- derivados de las ciencias naturales, en político, desarrollos teóricos, etc.). Dada particular la geología y la estratigrafía esta pluralidad de intereses, al analizar y, según Fernández, partía de postula- la historia de la arqueología estos apor- dos evolucionistas. De manera acertada, tes pueden considerarse como comple- Fernández no realizó un corte deter- mentarios. minante entre las corrientes de pensa- Fernández (1982) distinguió seis miento de cada etapa, sino que marcó la etapas de desarrollo a partir de: (a) las continuidad entre algunas de ellas y las prácticas de los propios investigadores, articuló como períodos o modalidades lo que el autor denominó “la suma me- que permiten observar los matices que todológica” (Fernández 1982:15) y (b) cada uno de los autores presenta en su el tipo de organismo o institución -si lo producción arqueológica. Pero, tal como hubo- en el que se desarrolló la investiga- explicó Fernández -y cómo se verá en el ción arqueológica. Dichas etapas son: a) caso bajo análisis- la separación entre arcaica o documentativa (1516-1871), etapas no es neta o absoluta sino que los b) la arqueología heroica (1872-1900), límites pueden ser superpuestos, difusos c) la arqueología en la universidad y las características de una etapa pue- (1901-1925), d) de consolidación uni- den continuar en la próxima (1982:16). versitaria o transicional (1925-1949), Es por esto que, cuando sea necesario,

138 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 nos referiremos a la continuidad de fac- rica (1930-1955), c) de modernización tores desde las etapas anteriores y hacia universitaria y creciente apertura teó- las etapas posteriores. A los efectos de rica (1955-1966), d) de censura (1966- circunscribir el período estudiado, Fer- 1972), e) de subordinación a la práctica nández resulta, pues, pertinente sobre política (1973-1974), f) de ataque fron- todo por la importancia que le otorga a tal a las ciencias sociales (1975-1983). los ámbitos académicos (universitarios) Para caracterizar la primera etapa para el disciplinamiento de la arqueolo- -que toma un rango temporal muy am- gía argentina. plio-, Madrazo analizó la parte teórico- En su trabajo, Fernández no tomó en práctica y el sustrato político, ideológico cuenta las condiciones sociales, políticas y social que hicieron posible el desarro- e ideológicas imperantes en Argentina llo de la antropología y la arqueología en cada una de las etapas, lo que impide como disciplinas científi cas. Respecto situar el desarrollo científi co como parte de esta etapa, que incluye el periodo del avance de la sociedad en su conjun- tratado en este artículo, Madrazo seña- to (Bourdieu 1990). En nuestro país la ló que las perspectivas ideológicas de la creación de disciplinas científi cas –entre época respondieron a los lineamientos ellas la antropología y la arqueología- liberales e individualistas enrolados en tuvo una estrecha relación con el pro- la concepción de progreso cultural unili- ceso de formación del Estado–nación, neal y que consideraban a Europa y Oc- ya que el contexto de generación de su cidente como la culminación más exito- campo de conocimiento era político e sa de ese proceso. Para este autor, la falta ideológico, además de científi co. Era de un desarrollo teórico explícitamente político porque respondía a intereses de arqueológico fue suplida con el uso de las elites nacionales sobre el poder y la las ciencias naturales en su variante po- apropiación de un espacio físico, en este sitivista más ingenua, como modelo del caso el del NOA. Era ideológico, porque método científi co. Fue este método, en esa apropiación física contemporánea a conjunción con la aplicación de la teoría las expediciones científi cas tenía su co- de la evolución, lo que le confi rió un es- rrelato de justifi cación en la apropiación queleto teórico-metodo-lógico a la prác- simbólica del pasado que se debía asen- tica de la arqueología (Madrazo1985). El tar sobre bases científi cas y de progreso autor insiste en señalar que en un principio acumulativo de conocimiento (Podgor- la práctica de la antropología y la arqueo- ny 1999, Pegoraro 2005). logía se produjo dentro del campo de las Otro autor que incorporó la dimen- ciencias naturales, regidas en ese entonces sión política, ideológica y económica a por una concepción epistemológica empi- su estudio de la historia de la arqueolo- rista en la que primaba la observación de gía argentina es Madrazo (1985). En él, lo concreto y la descripción minuciosa del Madrazo presentó una articulación de la mundo “real”. Sin embargo, como tam- práctica arqueológica vinculada direc- bién señalan Haber (1994) y Fernández tamente con los avatares de la historia (1982), tales principios epistemológicos política, social e ideológica de nuestro empiristas y positivistas no fueron aplica- país. En su disección de la historia de dos homogéneamente por todos los inves- la arqueología argentina analizó las si- tigadores de la etapa, sino que fueron parte guientes etapas: a) de signo positivista de un proceso lento de sedimentación de (1865-1930), b) de orientación histó- los límites disciplinarios; como veremos

María José Saletta 139 en este trabajo, la fotografía fue en parte darlo de manera comprensible. Dichos protagonista de este proceso. límites pueden tener cierto grado de arbi- trariedad pero necesariamente deben tener Sucesos de la arqueología argentina un anclaje empírico sostenido por la infor- mación bajo estudio (Kuhn 1971; Hempel La mayoría de los autores que han hecho 1978). periodizaciones de la historia de la arqueo- En consonancia con lo arriba expuesto, logía argentina establecen el carácter mu- consideramos –junto a otros autores– que cho más científi co de la disciplina recién a la creación del Museo Etnográfi co de la partir de la década de 1950, con la intro- Facultad de Filosofía y Letras de la Uni- ducción del carbono 14 como método de versidad de Buenos Aires marcó el inicio datación (Fernández 1982, Madrazo 1985, de una etapa diferente (Haber 1994, 1999, Haber 1994, Olivera 1994, Nastri 2004a Podgorny 1999, Pegoraro 2005). Después y 2004b, Ramundo 2007). Sin embargo, de su fundación en 1904, ordenada por los primeros investigadores argentinos a Norberto Piñero, entonces decano de fi nes del siglo XIX y principios del XX la Facultad de Filosofía y Letras de la hacían ciencia según los cánones de la Universidad de Buenos Aires, el Museo época y su método se reducía a realizar Etnográfi co comenzó a organizar las pri- observaciones rigurosas sobre el mundo meras expediciones arqueológicas. Juan real guiados por una epistemología de Bautista Ambrosetti fue nombrado su carácter inductivo, empirista e interpre- director y dirigió las primeras ocho cam- tativo. Por otra parte, en ese momento la pañas. A su muerte en 1917, su único formación científi ca no estaba unida in- discípulo directo Salvador Debenedetti eludiblemente a la formación universita- asumió la dirección del museo y de las ria. Un científi co no debía ser, de manera expediciones hasta su repentino falleci- obligatoria, un graduado universitario de miento en 1930. Ambrosetti dirigió ocho una carrera afín al tema de investigación y Debenedetti diecisiete, lo que suma y se podían encontrar científi cos autodi- veinticinco expediciones en el lapso de dactas (como lo fue Florentino Ameghi- veintiséis años. Las expediciones fueron no a fi nes del siglo XIX). De hecho, la integradas, con preferencia, por profe- carrera de antropología no se fundaría sores y estudiantes de la Facultad, que en la Facultad de Filosofía y Letras de cursaban materias de arqueología (Pod- la Universidad de Buenos Aires y en la gorny 1999). Además, sus expediciones Universidad de la Plata hasta cincuenta tuvieron la particularidad de estar abo- años después (1958). cadas exclusivamente a la arqueología Como otros autores ya han señalado (excavar sitios, recolectar artefactos y (Ramenofky y Steffen 1998) la delimi- restos humanos) sin conjugarlas con in- tación del objeto de estudio es uno de lo tereses geológicos o paleontológicos. La primeros pasos en la constitución de una meta de estas expediciones arqueológi- disciplina científi ca, aunque este no es cas era el conocimiento de las poblacio- un hecho que suceda repentinamente y nes indígenas anteriores a la llegada de de una vez para siempre sino que forma los europeos (Pegoraro 2005). parte de un continuo dentro del transcu- La elección de los sitios donde se rrir de la ciencia. Sin embargo, es posible realizaban las expediciones estaba suje- establecer dentro de este proceso ciertos ta a una serie de factores entre los que límites analíticos que nos permitan abor- se pueden enumerar: las noticias de

140 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 descubrimientos de sitios y/o objetos ny 1999) han llamado los naturalistas arqueológicos, información proveniente viajeros, entre ellos Carlos Ameghino y de fuentes históricas y fi nanciamiento Antonio Pozzi o, en tiempos anteriores, externo a la universidad -mecenazgo de Francisco Moreno o Estanislao Zeba- personajes políticos o coleccionistas pri- llos. Se denominó así a los investiga- vados- (Podgorny 1999). Por ejemplo, dores que eran enviados por los museos la primera expedición a Pampa Grande para recolectar piezas o fósiles sólo con (1906) se realizó luego de que Indalecio el fi n de aumentar las colecciones. Esto Gómez, un político y diplomático ar- sucedió sobre todo en los museos dedi- gentino, donara al Museo una colección cados en gran parte a las ciencias natu- de objetos que habían sido extraídos de rales, como el Museo de La Plata y el de ese sitio que se encontraba dentro de su Historia Natural de Buenos Aires. Otras propiedad. La expedición fue promovi- colecciones se integraban a los museos da por este mismo coleccionista, quien por medio de mecenas que fi nanciaban también brindó parte de los recursos ne- expediciones y donaban parte de sus co- cesarios para el fi nanciamiento de dicha lecciones a los museos, como el mencio- expedición (Fernández 1982; Podgorny nado Gómez o Benjamín Muñiz Barreto, 1999, Pegoraro 2005). otro conocido coleccionista (Fernández Las expediciones realizadas por el 1982, Haber 1999, Podgorny 1999). museo tenían como objetivo principal Podemos establecer entonces una re- la recolección de objetos arqueológicos lación entre la creación del Museo Etno- (Fernández 1982, Podgorny, 1999). Es- gráfi co, el inicio del proceso de delimita- tos objetos servían a dos fi nes. El prime- ción de un campo de trabajo disciplinar, ro era científi co y académico: conocer la necesidad de conocimiento científi co más sobre el pasado prehispánico. El se- del pasado precolombino, la gestión de gundo, de carácter más político y social, las expediciones dirigidas hacia donde tenía que ver con el prestigio del Museo ese pasado se hacía más tangible para Etnográfi co y con la posibilidad de inter- los observadores de ese periodo históri- cambio institucional con otros museos. co (1900-1930) y la necesidad de recu- En efecto, el tamaño de la colección del perar ese pasado en la forma de objetos museo estaba en directa asociación con arqueológicos, que además justifi caran su prestigio y el de sus miembros (Pe- la existencia del museo recién creado. goraro 2005). Además, poseer gran can- En la práctica de las expediciones, tidad de piezas arqueológicas permitía “…lo que a nosotros nos importa es intercambiar con otros museos del mun- considerar la vida extinguida en esa do y así lograr la exhibición de la his- comarca apartada, detenernos cuida- toria humana en toda su extensión “uni- dosamente sobre sus ruinas, extraer los versal”. Así mismo, el tamaño de estas tesoros de sus ciudades muertas, sacar colecciones no sólo aumentaba con las a la luz del día sus yacimientos funera- expediciones y el intercambio de piezas rios y, procediendo á su estudio, desen- con otros museos, también se adquirían trañar entre sus confusiones caóticas el piezas mediante la compra a coleccio- alma de sus pueblos que, como nido de nistas y la donación de colecciones por cóndores, se asentaron un día sobre la parte de privados. Algunas de estas co- cumbre de los cerros fragosos cuyas la- lecciones eran provistas al museo por deras carcome y derrumba en constante algunos autores (Haber 1994; Podgor- trabajo el Río Grande de Jujuy.” (Debe-

María José Saletta 141 nedetti, 1910:5). ciones subjetivas, tal como fue conce- Tal era la función de los arqueólogos: bida en sus inicios, cuando se la creía desentrañar lo que ya no estaba median- capaz de representar objetivamente la te el estudio de los objetos y llegar al realidad (Gernsheim 1986). La evalua- “alma” de unos pueblos que, supuesta- ción crítica de la fotografía debe pasar mente, ya se habían extinguido en esa por contemplar a todos los actores rela- tierra. cionados con la toma de una fotografía: Nos proponemos analizar las varia- quien la toma, qué o a quién/es se retra- ciones diacrónicas y el proceso de dis- ta, así como la situación de retrato y para ciplinamiento de la arqueología argenti- quiénes/qué público se la realiza; de otro na durante ese período entre 1904 con modo se corre el riesgo de caer en una la fundación del Museo Etnográfi co de interpretación de la fotografía que consi- la Facultad de Filosofía y Letras y la dere a los sujetos (fotógrafos, retratados muerte de su segundo director Salvador y público) como pasivos y a quienes se Debenedetti en 1930. Durante este lap- les niegue su capacidad de acción (Fiore so el museo realizó 25 expediciones ar- 2002, 2005; Kossoy 2001). queológicas a diferentes partes del país, Varios autores han trabajado con la de la cuales hemos podido relevar las teoría de la fotografía (Barthes 1995, fotografías de 13 de ellas (ver apartado Bourdieu 1998, Kossoy 2001, Fiore Metodología). Si bien estos 26 años son 2002); sin embargo, a los fi nes de este sólo un fragmento menor dentro de un artículo mencionaremos sólo a Bourdieu proceso más largo, consideramos que (1994, 1998, 2007), quien se ocupó de dichos años conforman el período de la examinar especialmente la relación entre constitución inicial de la arqueología en objetividad y realidad en la fotografía y el ámbito académico y universitario. A los usos sociales de las visiones fotográ- su vez, pensamos que es posible, durante fi cas (Bourdieu 1998). Según este autor, este lapso, observar en las fotografías el una primera aproximación revela que inicio de un proceso de delimitación de “…la fotografía fi ja un aspecto de lo real la arqueología como disciplina científi - que nunca es el resultado de una rela- ca. ción arbitraria y, por ello mismo, de una trascripción: entre todas las cualidades Conceptos teóricos desde de la foto- del objeto, sólo son retenidas aquellas grafía [cualidades] visuales que se dan en el momento y a partir de un punto de vista La fotografía es un artefacto de cultura único; estas son transcriptas en blanco material (Ruby 1996; Fiore 2002; Al- y negro [sic] generalmente reducidas y varado 2007) y, en cuanto producto del siempre proyectadas en el plano.” (Bou- quehacer humano, se la puede analizar rdieu 1998: 135). desde una perspectiva arqueológica. Es decir, el carácter “verdadero” y Como todo producto humano, la fo- “real” atribuido a la fotografía en sus co- tografía no es ingenua ni se encuentra mienzos se debe a la manera de encua- despojada de intencionalidad y signifi - drar las imágenes según las normas de cado, por lo que para su análisis nece- la perspectiva renacentista, que emplea sariamente se debe adoptar una postura las leyes tradicionales de la ortometría. crítica. En otras palabras, no se la debe Para Bourdieu, las imágenes que no res- considerar una tecnología libre de posi- ponden a esta lógica son generalmente

142 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 descartadas por la mayoría de los fotó- consensuado de representación fotográ- grafos, no porque no sean menos “rea- fi ca de la evidencia material arqueoló- les” que las otras, sino porque no con- gica. Implica todas aquellas maneras, cuerdan con las reglas tradicionales de tácitas y explícitas, de capturar en una representación visual de Occidente. Así imagen el proceso de trabajo arqueoló- pues, la visión plasmada en la fotografía gico en el campo y en el laboratorio, y responde a la visión clásica y hegemóni- determina qué se debe mostrar y cómo. ca del mundo. En arqueología, el habitus de visión con- Según Bourdieu, de acuerdo con las solidado pasa a formar parte del método normas sociales que orientan la práctica del registro arqueológico. fotográfi ca, la mayoría de los fotógrafos Para este autor, “el análisis estético capta el mundo del modo en que lo ve. de la gran mayoría de obras fotográfi - El carácter de “objetivo” que el realismo cas puede legítimamente reducirse, sin ingenuo otorgó a la fotografía proviene caer en el reduccionismo, a la sociología de que las reglas mismas de composi- de los grupos que las producen, de las ción fi jadas en las tomas corresponden funciones que les asignan y de las sig- a una defi nición social de cómo debería nifi caciones que les confi eren, explícita ser la visión “objetiva” del mundo (Bou- y, sobre todo, implícitamente.” (Bour- rdieu 1998). A ello se suma su génesis dieu 1998: 23). De esta manera, en este mecánica, el otro aspecto de este acuer- artículo se analizará de qué manera se do social sobre la supuesta objetividad puede observar la incipiente formación atribuida a la fotografía en sus inicios. disciplinar en el modo en que los inves- La defi nición social de la visión ob- tigadores decidían representar el trabajo jetiva del mundo es parte de lo que Bou- de campo científi co a través de un ha- rdieu (2007) denomina habitus (esto es, bitus de visión, identifi cable a partir del el conjunto de prácticas estructuradas y análisis de sus fotografías de campo. Al estructurantes de una sociedad). El pro- mismo tiempo, se indagará cuáles de los pio autor utiliza este concepto (Bourdieu elementos de la epistemología positi- 1994) para referirse al campo científi co. vista/empirista y de la base de su razo- Según Bourdieu, cada campo cientí- namiento inductivo se tradujeron en las fi co/disciplinar genera sus principios imágenes tomadas del trabajo de campo, organizadores de representación de sus y si es posible rastrear la variación dia- prácticas, según aquello que el consenso crónica producto de la discusión entre entre científi cos considera pertinente re- los investigadores. presentar. Por lo tanto, a medida que la constitución de una disciplina se va tor- Conceptos teóricos desde la arqueo- nando más estructurada, sus participan- logía tes consensúan y legitiman ciertas for- mas de representación de la práctica por Para Haber (1994), el carácter más sobre otras. En la fotografía científi ca, palpable del comienzo del autorrecono- esta legitimación se expresa en lo que cimiento de la arqueología como disci- denominamos aquí habitus de visión – plina científi ca sucedió en 1905, cuando una amalgama del habitus de Bourdieu y el Museo Etnográfi co (dependiente de la la noción de visión del mundo– de deter- Facultad de Filosofía y Letras de la Uni- minado campo disciplinar. Este habitus versidad de Buenos Aires) condujo la de visión se puede defi nir como el modo primera de las expediciones a la región

María José Saletta 143 del Noroeste dirigida por su director, para decir. Este enfoque empirista iba Juan Bautista Ambrossetti. Este museo acompañado por una postura que iden- fue el primero dedicado únicamente a tifi caba, de manera exclusiva, al hecho colecciones etnográfi cas y arqueológi- que produjo al objeto con su realidad cas y funcionó, además, como un centro material y no se cuestionaba la valora- de formación universitaria en antropo- ción ontológica que se encuentra implí- logía (Podgorny 1999). Se diferenciaba cita en cualquier afi rmación científi ca así de otros de los museos de la época (Clark 1993). Es nuestro objetivo deter- (el Museo de La Plata y el de Historia minar si durante el período analizado en Natural de Buenos Aires), pues separaba este artículo la fotografía del trabajo de el estudio de materiales culturales del de campo fue capaz de registrar esta exter- materiales naturales y se dedicaba con nalidad del objeto y cuál fue el papel que exclusividad al estudio y exhibición de jugó la imagen fotográfi ca dentro de este los “objetos etnográfi cos”, según consta proceso de consolidación de los límites en el decreto del decano Norberto Piñero disciplinares. de la Facultad de Filosofía y Letras (pu- Juan Bautista Ambrosetti poseía una blicado en Podgorny 1999). formación científi ca general habiendo Esta institucionalización de los sabe- abrevado del método de las ciencias na- res es una de las maneras de rastrear la turales pero también del estudio del fo- formación de los límites entre discipli- lklore (Ambrosetti 2005 [1893], Haber nas (Foucault 2000). El Museo Etnográ- 1999, Nastri 2003). Por lo tanto, en su fi co representaría así el primer paso en la práctica arqueológica Ambrosetti tuvo construcción institucional de la discipli- una base epistemológica empirista e na arqueológica, tanto en sus prácticas inductiva que conservaba de su breve de exhibición de objetos como en sus contacto con la botánica. Consideraba prácticas de campo, orientadas a la ad- que los patrones observados en la evi- quisición de estos. dencia arqueológica eran intrínsecos a En otro trabajo, Haber (1999) analizó ella misma y que sólo a través de una también la construcción epistemológica de cuidadosa observación por parte de los la arqueología argentina y su ruptura meta- investigadores estos podrían ser deve- física entre la arqueología y la historia. El lados (Ambrosetti 1906). Por lo tanto, autor postuló que la arqueología defi nió metodológicamente, Ambrosetti era un su objeto de estudio como si su natura- arqueólogo de la observación. Esto se leza estuviera dada por la “la completa puede corroborar en sus publicaciones, autonomía de objeto respecto del sujeto marcadamente descriptivas, sobre Pam- cognoscente” (Haber 1999:130), lo que pa Grande (Ambrosetti 1906) y La Paya denominó la externalidad del objeto. (Ambrosetti 1907), sitios ubicados en la Esto se complementa con lo menciona- provincia de Salta. Estas publicaciones do anteriormente por Madrazo (1985) constituyen inventarios de objetos ar- para la misma época, sobre el empleo de queológicos encontrados durante la ex- una epistemología empirista-objetivista. cavación. Esta epistemología presuponía que la La marcada presencia de la descrip- cuidadosa descripción, medición y ob- ción no le restó lugar a la interpretación servación del objeto en su realidad ma- de esos hallazgos, basada en ideas implí- terial externa al investigador, era lo que citas y aplicación de fuentes históricas; permitiría “descubrir” lo que éste tiene sin embargo, primó siempre la idea de

144 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 que una mayor cantidad de información gráfi co. Haber, para quien se trata de una -traducida en mayor cantidad de obje- etapa predisciplinar o liminar (entendi- tos- permitiría aumentar el conocimien- do este último término como sinónimo to. Los objetos se clasifi caban sobre la de prólogo de la formación disciplinaria base de atributos estilísticos y morfoló- de la arqueología), analizó los supuestos gicos, realizando valoraciones estéticas teóricos y metodológicos de entonces, ancladas en las tradiciones europeas. La así como la demarcación del objeto de ausencia de formulación de hipótesis a estudio de la disciplina en formación contrastar también da cuenta de un em- (1994: 31). Según este autor, hubo una pirismo ingenuo. La inducción operaba baja autorrepresentación de los investi- al considerar que los datos obtenidos gadores, fenómeno evidenciado por la eran inherentes a los objetos en sí, lo poca discusión sobre los diversos enfo- cual les permitía “hablar” por sí mismos. ques teóricos propuestos por cada uno De esta manera, la base epistemoló- de los ellos en sus producciones acadé- gica positivista, empirista y la utiliza- micas escritas. Esto sería el resultado de ción de un razonamiento inductivo del una disciplina en estado de génesis en la primer director del Museo Etnográfi co le que todo, o casi todo, podía ser admitido debió haber impreso a las expediciones (Haber 1994: 33). y al registro de imágenes del trabajo de Más allá de la época contemplada campo los principios derivados de estas por el autor –previa, como ya dijimos, a corrientes de pensamiento. Entre ellos, la analizada aquí- cabe retomar su pro- se debe haber destacado la preeminencia puesta para comprobar si el corte entre del registro de los materiales arqueológi- lo predisciplinar y lo disciplinar fue tan cos (artefactos, ecofactos y estructuras) abrupto como pareciera indicar el co- y la realización de excavaciones siste- mienzo de la institucionalización, o si máticas acordes con los más avanzados hubo elementos que permanecieron (y, métodos de excavación utilizados hasta en ese caso, cuáles fueron relevantes el momento. De hecho, la utilización del para el período 1905-1930). sistema de seriación de Petrie –utilizado para la datación relativa de tumbas en Mirando el tiempo pasar. Expectativas Egipto y considerado entonces como el e indicadores de los procesos de forma- más confi able– le permitió a Ambrosetti ción de un habitus de visión realizar la primera seriación de la ce-rá- mica del NOA (Fernández 1982). Teniendo en cuenta lo arriba planteado, Sin embargo, al igual que cualquier durante los veinticinco años de expedi- progreso en las ciencias, el proceso de ciones del Museo Etnográfi co al NOA disciplinamiento no debe ser analizado consideramos que se habría producido el como producto de un quiebre instantá- inicio hacia una delimitación disciplinar, neo, sino que debe haber tenido su dia- producto de un aumento de la discusión cronía. Lo propuesto por Haber (1994) metodológica entre los investigadores. para la arqueología de Catamarca en el Dicha discusión habría implicado la pro- período 1875-1900 (previo al que abar- moción hacia una mayor sistematización ca este trabajo) puede otorgar una herra- en la aplicación de los métodos de tra- mienta conceptual más para analizar la bajo de campo. Este proceso pudo haber preeminencia del empirismo/positivis- infl uido en el uso de la fotografía en dos mo en las expediciones del Museo Etno- aspectos complementarios (Fiore 2007):

María José Saletta 145 (a) qué es lo que se registraba en las fo- Esto permite registrar fotográfi camente tografías de trabajo de campo (específi - el estado de los restos arqueológicos en camente, la excavación), y (b) cómo se el estado en el que se encontraron origi- hacía ese registro, es decir, la estandari- nalmente; zación de las tomas fotográfi cas hechas b3) y en sentido inverso, la explicita- durante dicho trabajo. ción visual de la superfi cie total excava- Se plantean las siguientes expectati- da y de la delimitación de la excavación. vas: Esto implica un reconocimiento de la a) Inicio de una estandarización de importancia de la superfi cie total exca- la fotografía como herramienta del mé- vada con respecto al total del sitio lo que todo de registro del proceso de trabajo permite registrar visualmente el contex- de campo. to elegido para excavar en su posición Indicadores de estandarización de la original respecto del sitio. toma fotográfi ca: a1) disminución progresiva de la Muestra y método cantidad de tipos de situaciones docu- La muestra mentadas por expedición: pasando de documentar situaciones cotidianas y ac- Se ha podido relevar las fotografías de cesorias al proceso de trabajo en el cam- trece expediciones que con seguridad po a registrar los sitios, excavaciones y fueron al NOA de las veinticinco que se la ubicación del sitio en el paisaje. Esto llevaron a cabo durante la etapa analiza- implica la limitación concreta del regis- da. En la tabla 1 se presenta un listado tro visual del trabajo de campo arqueo- de los números de campaña, año, sitios lógico al método de excavación: visitados y cantidad de fotografías toma- a2) aumento del uso de los planos das. enteros y primeros planos con objeto de Las fotografías fueron relevadas en el registrar el proceso de excavación en de- Archivo Fotográfi co y Documental del talle; Museo Etnográfi co (en adelante AFyD- a3) aumento de la explicitación vi- ME) y la Biblioteca “Augusto Cortazar” sual de las técnicas y métodos de exca- (en adelante BAC), ambos dependientes vación: presencia de escalas (me-tros, del Museo Etnográfi co de la Facultad de regletas), fl echas de posición, delimi- Filosofía y Letras de la Universidad de tación de cuadrículas, etc. Esto implica Buenos Aires. La creación del AFyDME el registro fotográfi co de la rigurosidad data del año 1994 (Spoliansky, Pegora- empleada en el contexto de excavación. ro, Piaggio s/f) y el corpus fotográfi co b) Inicio de sistematización de los y documental fue hallado en 1988 en un métodos de excavación registrados en altillo del edifi cio del museo. Estas fo- las fotografías. tografías se encontraban referenciadas a b1) inicio/aumento de artefactos y un catálogo que nunca fue encontrado, estructuras fotografi ados in situ. Esto se por lo que en la actualidad no se sabe encuentra relacionado con la necesidad la pertenencia precisa de cada una de de dar a conocer cómo fue el proceso de las imágenes. Es a partir del trabajo del excavación y permite someter la eviden- AFyDME que muchas de ellas pudieron cia a otros investigadores; ser recatalogadas como pertenecientes a b2) aumento de primeros planos y expediciones del Museo o a investiga- planos enteros a artefactos excavados. dores que trabajaron para la institución.

146 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 Sin embargo, debido a la antigüedad de AFyDME para hallar las coincidencias muchas fotografías, algunas de ellas no y evitar las repeticiones. Esta compara- pudieron ser adscriptas a ningún inves- ción también permitió localizar fotogra- tigador particular o pertenecientes al fías inéditas comprobando las similitu- Museo. Como se muestra en el próximo des (una misma escena fotografi ada de apartado, este hecho constituyó un desa- distintos ángulos o con ligeras variacio- fío al momento de armar la muestra bajo nes) con las imágenes publicadas, en los análisis. casos en los que no se conocía exacta- mente la procedencia concreta por me- Tareas en archivo dio de los datos del catálogo del archivo. De esta manera, se creó una serie Las tareas realizadas para la obten- inicial de 297 fotografías de trabajo de ción de la muestra consistieron en visitas campo obtenidas en el Museo Etnográfi - al AFyDME para consultar las fotogra- co halladas en el AFyDME y en la BAC, fías, primero las digitalizadas, luego las de la que se seleccionó una muestra de copias en papel y los negativos en vi- 165 tomas para ser analizadas en este drio. Los criterios de investigación en el trabajo. Esta selección fue el resultado archivo incluyeron el relevamiento del de la aplicación de criterios más estric- catálogo del AFyDME de aquellas foto- tos que los de la muestra inicial. Cada grafías que pudieran pertenecer al perío- una de las fotografías debía responder a do bajo estudio. Para ello se precisaron los siguientes criterios1: los siguientes criterios de selección: 1 Si bien no son variables que han sido con- ● Fotografías de campaña o trabajo sideradas relevantes para contrastar la de campo; hipótesis propuesta, se debe mencionar ● Fotografías de paisajes del NOA; que Debenedetti -a partir de la Expedi- ● Mención de Ambrosetti, Debene- ción de 1906- fue el autor de 34 fotogra- detti, o algún otro investigador relacio- fías del total de 165, Cervini lo fue de 5 nado con el Museo Etnográfi co de la y Enrique Holmberg (h) de 2 imágenes. Facultad de Filosofía y Letras durante el Del resto de las fotografías se desconoce período bajo estudio; el autor. En cuanto a los tipos de cáma- ●Mención del período 1905 - 1930; ●Mención de alguno de los sitios vi- se conoce que 21 de las 165 fotografías sitados durante las 25 expediciones. fueron hechas con una cámara estereos- cópica. Dicha cámara posee unos lentes Se examinaron las fotografías ya di- duales separados a igual distancia que gitalizadas por el archivo y se fotografi a- los ojos humanos, logrando que las dos ron los negativos que aún no habían sido imágenes resultantes posean una ligera digitalizados, a los cuales luego se los variación. Cuando se ve estas fotografías transformó a positivo mediante el uso de con un visor especial, este tipo de técni- programas de manejo de imágenes digi- ca le otorga un aspecto tridimensional a tales (Adobe Photoshop 7.0). la imagen. Debenedetti es el autor de 17 Al mismo tiempo, se relevaron todas de este tipo de fotografías, todas pertene- las publicaciones referidas a las expedi- cientes a las expediciones de 1906 y 1907. ciones del Museo entre 1905 y 1930. Se En ambas expediciones se ha detectado copiaron digitalmente todas las fotogra- el uso de al menos dos tipos de cáma- fías que estuvieran en ellas publicadas ras: una estereoscópica y otra de un solo objetivo. Se podría suponer, aunque no y se las comparó con las halladas en el de esa cámara, ya que es a partir de su María José Saletta 147  Pertenecer al período bajo estu- mentos retratados. Estas bases de datos dio registraban variables relativas a, por  Pertenecer a alguna de las expe- ejemplo, la materia prima de los artefac- diciones del Museo Etnográfi co tos (cerámica, óseo o lítico), su estado  Representar imágenes de traba- (fragmento, fracturado o entero), etc. jo de campo o tareas relacionadas con Este tipo de bases de datos (que registran los trabajos de campo en arqueología información sobre distintas unidades de Método de laboratorio: variables de análisis a distintas escalas y posibilitan análisis la “relación uno a varios” porque a un Para analizar las fotografías se selec- registro de una escala mayor pueden cionaron 18 variables2 siguiendo algu- corresponderle varios registros de una nos de los criterios mencionados en Fio- escala menor, Fiore 2002) permite reca- re (2002b, 2006). Estas variables fueron bar información tanto sobre los aspec- incluidas en una base de datos Excel tos generales de la fotografía completa general por fotografía (Fiore 2002b, Sa- (donde la foto es la unidad de análisis de letta 2008 ms). También se crearon otras escala mayor) como sobre los múltiples bases de datos para recoger la informa- elementos (tales como los artefactos, los ción pertinente a los sujetos y objetos implementos de trabajo arqueológico, fotografi ados, indicando las característi- las estructuras y las personas retratadas cas de cada uno de los artefactos, restos en las fotos) que la componen (y que son humanos, estructuras, personas e imple- unidades de análisis de menor escala): ingreso a las expediciones que aparecen por lo tanto al registro de datos genera- este tipo de negativos y la mayoría de las les de una foto le corresponden varios vistas estereoscópicas son de su autoría. registros de menor escala. Esta suposición obtiene un refuerzo adi- En ciertos casos -las II-III, las IV-V- cional si se considera que la cámara de VI-XXIV y las XI-XII expediciones- no vistas estereoscópicas fue muy popular fue posible distinguir a qué año en par- ticular pertenecía cada una de las foto- y principios del XX (Gernsheim 1986), a grafías, pero sí fue posible adscribirla a la cual pertenecía la familia del investi- esas expediciones y a un sitio en particu- gador. lar. Esto sucede, por ejemplo, en el caso 2 Las 18 variables seleccionadas son: nú- de las fotografías pertenecientes a las mero de fotografía de registro en base de datos (Nº RBD); número de fotografía IV-V-VI-XXIV expediciones. Como la del archivo (Nº AFyDME); nombre del publicación respectiva a ese sitio -el Pu- fotógrafo; fecha de la fotografía; núme- cará de Tilcara- toma los resultados de todas las expediciones realizadas y en el y/o soporte utilizado; ubicación geográ- AFyDME no se contaba con la informa- ción sobre el año o la expedición precisa documentada en la fotografía; presencia a la que cada fotografía correspondía, se de personas en la fotografía; cantidad de las analizó sin poder disociarlas. En el personas en la fotografía; presencia de caso de las 2 fotografías publicadas de artefactos arqueológicos en la fotografía; la expedición II a Kipón (Figura 1) se presencia de implementos de campo ar- agrupan en el análisis junto con las 29 queológicos: presencia/ausencia de im- imágenes de las expediciones II-III a La plementos de campo; estructuras; proce- dencia de la fotografía; lugar y fecha de Paya. Kipón fue un sitio visitado de ma- publicación; epígrafes; comentarios (Sa- nera anexa durante la expedición II de letta 2008 ms). 148 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 Figura 1: Cantidad de fotografías por expedición

1906 a La Paya. Debido a que en este Pucará de Tilcara. trabajo lo que se presenta es un análi- sis diacrónico, la unidad de análisis es el Análisis de las principales variables año de la expedición y no el sitio visita- por expedición3 (Figura 2) do. Lo mismo ocurre con las 6 imágenes de la expedición IV a La Isla (Figura 1) Estas variables son: que quedan agrupadas en el análisis con 1) Tipos de planos utilizados: tipo de las de la expediciones IV-V-VI-XXIV al toma que encuadra a la fotografía. Los

Figura 2. Cantidad de fotografías según las variables de análisis 3 Referencias de tabla: PP: primer plano; cultivos, campos de cultivos; Pa: paisajes; PE: plano entero; PG: plano general; Pan: Tradsc: trabajadores descansando en un panorámica; Sitio: localidad arqueológica; alto de la excavación; Coti: situaciones Cotex: contexto de excavación; Cul: cotidianas del campamento arqueológico.

María José Saletta 149 estados pueden ser: primer plano (PP), cia (27%) plano entero (PE), plano general (PG) y La similitud entre la frecuencia de panorámica (Pan); fotografías con presencia de artefactos, 2) Situaciones documentadas en las estructuras e implementos de trabajo fotografías: implica el tipo de actividad implica que se le otorgaba gran impor- documentada. Presenta los siguientes tancia a estos tres elementos al momen- estados: trabajadores descansando, cam- to de componer una fotografía. La alta pos de cultivo, cotidianas, sitio, contexto frecuencia de contextos de excavación de excavación y paisaje; indica un interés de los investigadores 3) Presencia de personas: si hay o no por registrar todo el proceso de trabajo personas en la fotografía. El estado pue- de campo, implicando que la fotografía de ser sí o no; funcionaba tanto como parte del pro- 4) Presencia de artefactos arqueoló- ceso de registro de procedencia de los gicos: si hay artefactos arqueológicos artefactos hallados y legitimadora de su fotografi ados. El estado puede ser sí o origen como de la probidad de los inves- no. Si por estado de la fotografía hay al- tigadores. guna duda, se coloca indeterminado; 6) Presencia de estructuras arqueoló- Expediciones II-III, 1906-1907: La Paya gicas: presencia o ausencia de estructu- y Kipon 1906-1907 ras arqueológicas en la imagen. Su es- tado puede ser: sí, no o indeterminado  Tipo de tomas: predominan los (esto último si no se puede determinar planos generales (49%). con exactitud si se tratan de estructuras  Situación documentada: mayoría por el estado de la fotografía); de imágenes de sitios (35%) y de 7) Presencia de implementos de tra- contextos de excavación (34%) bajo arqueológico: su estado es sí o no.  Presencia de personas en las foto- Tabla 2. Cantidad de fotografías se- grafías: menor cantidad de foto- gún las variables de análisis grafías con personas (26%)  Presencia de artefactos arqueoló- Expedición I ,1905: Pampa Grande, gicos en las fotografías: poca re- Salta presentación (13%)  Tipo de tomas: predominan los  Presencia de estructuras arqueo- planos generales (58%). lógicas en las fotografías: poca  Situación documentada: mayoría representación (71%) de contextos de excavación (45%)  Presencia de implementos de tra-  Presencia de personas en las foto- bajo arqueológico: baja frecuen- grafías: mayor cantidad de foto- cia (13%) grafías con personas (55%) El predominio de imágenes de si-  Presencia de artefactos arqueoló- tios, de contextos de excavación, la poca gicos en las fotografías: poca re- presencia de artefactos y el uso planos presentación (35%) generales por parte de los investigado-  Presencia de estructuras arqueo- res indica que había cierto interés en el lógicas en las fotografías: poca registro del trabajo de excavación pero representación (41%) seleccionando tomas con poco detalle.  Presencia de implementos de tra- bajo arqueológico: baja frecuen-

150 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 Expediciones IV-V-VI-XXIV, 1908-1909-  Presencia de implementos de tra- 1910-1929: La Isla de Tilcara y Pucará bajo arqueológico: nula frecuen- de Tilcara cia (0%) El predominio de fotografías de pla-  Tipo de tomas: predominan los nos generales, de paisajes y de estructu- planos generales (66%). ras (aunque en bajo porcentaje) implica  Situación documentada: mayoría que estas imágenes registran los lugares de imágenes de sitios (53%) en donde se realizaron las expediciones,  Presencia de personas en las foto- pero no dan detalles de los sitios que se grafías: menor cantidad de foto- excavaron sino únicamente de lugar a grafías con personas (32%) donde se dirigieron los investigadores.  Presencia de artefactos arqueoló- gicos en las fotografías: poca re- Expedición XIII, 1917: El Alfarcito, Ju- presentación (14%) juy  Presencia de estructuras arqueo- lógicas en las fotografías: poca  Tipo de tomas: predominan los representación (85%) planos generales (80%).  Presencia de implementos de tra-  Situación documentada: mayoría bajo arqueológico: baja frecuen- de imágenes de paisajes (80%) cia (21%)  Presencia de personas en las foto- Dado el predominio del registro de grafías: poca cantidad de fotogra- situaciones de sitio y paisaje y la pre- fías con personas (20%) sencia de estructuras, podemos inferir  Presencia de artefactos arqueoló- que los investigadores estaban interesa- gicos en las fotografías: nula re- dos en registrar el sitio y sus entornos presentación (0%) así como la distribución de estructuras  Presencia de estructuras arqueo- antes que otros materiales arqueológicos lógicas en las fotografías: alta re- hallados. presentación (60%)  Presencia de implementos de tra- Expediciones XI-XII, 1914-1916. Valle bajo arqueológico: no hay foto- de Calingasta, San Juan grafías con artefactos. Por las tendencias observadas en las  Tipo de tomas: predominan los fotografías la intención denotada por los planos generales (56%). investigadores era registrar en imágenes  Situación documentada: mayoría la ubicación geográfi ca y parte del rele- de imágenes de paisajes (56%) y vamiento del sitio, con muy poco deta- sitios (31%) lle.  Presencia de personas en las fo- tografías: no hay fotografías con Expedición XIV, 1918: Perchel, Campo personas Morado y La Huerta.  Presencia de artefactos arqueoló- gicos en las fotografías: poca re-  Tipo de tomas: predominan los presentación (12%) planos generales (83%).  Presencia de estructuras arqueo-  Situación documentada: mayoría lógicas en las fotografías: poca de imágenes de paisajes (83%) representación (37%)  Presencia de personas en las fo-

María José Saletta 151 tografías: no hay fotografías con Expedición XXV, 1929-1930: Titiconte, personas Salta  Presencia de artefactos arqueoló- gicos en las fotografías: no hay  Tipo de tomas: predominan los  Presencia de estructuras arqueo- planos enteros (55%) y los planos lógicas en las fotografías: alta re- generales (45%) presentación (67%)  Situación documentada: mayoría  Presencia de implementos de tra- de imágenes de sitios (36%) y bajo arqueológico: no hay paisajes (36%) Las tendencias muestran una reduc-  Presencia de personas en las foto- ción en la cantidad de tipos de planos grafías: poca cantidad (18%) usados y en la cantidad de tipos de si-  Presencia de artefactos arqueoló- tuaciones documentadas que puede estar gicos en las fotografías: no hay implicando el inicio hacia una estan-  Presencia de estructuras arqueo- darización de la toma de fotografías. lógicas en las fotografías: alta re- Sin embargo, en éstas sólo se incluyen presentación (80%) estructuras. La ausencia de personas e  Presencia de implementos de tra- implementos de trabajo arqueológico in- bajo arqueológico: baja frecuen- dica una mayor prolijidad en las tomas cia (18%) pero también marca la falta de de escalas En esta expedición hay una tendencia que expliciten la dimensión de los obje- a fotografi ar los sitios y los contextos de tos fotografi ados. excavación con planos más de detalle. La ausencia de implementos de trabajo Expedición XVIII, 1922: San Juan que pudieran haber servido de escala Mayo, Jujuy hace que las composiciones sean más prolijas pero que los objetos pierdan di-  Tipo de tomas: predominan los mensionalidad. planos enteros (56%). En la siguiente sección discutiremos  Situación documentada: mayoría las variaciones de estas variables a medi- de imágenes de sitios (56%) da que transcurrieron las expediciones.  Presencia de personas en las fo- tografías: poca presencia de foto- Variación cronológica en las expedi- grafías con personas (11%) ciones  Presencia de artefactos arqueoló- gicos en las fotografías: no hay En esta sección compararemos cronoló-  Presencia de estructuras arqueo- gicamente las expediciones a partir de lógicas en las fotografías: menor las variables mencionadas en el aparta- representación (44%) do anterior.  Presencia de implementos de tra- Estas siete variables (tipo de toma, bajo arqueológico: no hay situación documentada, presencia de En esta expedición se muestra un artefactos, presencia de estructuras, predominio de fotografías de planos en- presencia de personas y presencia de teros y de situaciones de sitio que retra- implementos) se consideran diagnósticas tan estructuras. El uso de planos enteros para evaluar el inicio hacia el proceso de implica una mayor atención a los deta- estandarización de la fotografía como lles de los objetos de la fotografía. parte del método de registro visual del

152 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 trabajo arqueológico y de la sistematiza- ras expediciones hubo preferencia por el ción de los métodos de trabajo de cam- uso de planos generales, lo cual marca po. Ambos procesos son parte del disci- una tendencia a la utilización de planos plinamiento científi co de la arqueología. con poco detalle. Este dominio se man- Algunas de estas variables evalúan las tiene en una proporción constante, con características de ciertos elementos de ligeras variaciones diacrónicas hasta las composición de la fotografía (sujetos expediciones XVIII y la XXV en las que y objetos retratados) que pueden dar el predominio pasa a los planos enteros. cuenta de una mayor representación De los diez primeros planos de toda de los métodos de trabajo en el campo la muestra, la expedición I concentra el (presencia de personas y presencia de 40% de ellos, siendo la campaña con implementos de trabajo, tipo de situa- más cantidad de fotografías de gran de- ciones fotografi adas, presencia de ar- talle. A partir de ese momento se eviden- tefactos o estructuras). Las otras varia- cia un descenso diacrónico en el uso de bles empleadas en este trabajo (tipo de primeros planos, lo que implica que los toma empleada y cantidad de situacio- investigadores perdieron interés en to- nes documentadas) permiten evaluar los mar imágenes en donde los elementos cambios en el uso de la fotografía como de la composición fotográfi ca (sean ma- parte del registro visual estandarizado y teriales arqueológicos o implementos de que remiten al proceso de creación de un trabajo) se encontraban en el centro de habitus de visión y de una metodología la escena. A partir de la expedición XIV disciplinar. ya no se usan más los primeros planos. Esta tendencia contradice las expectati- Variación diacrónica del uso de planos vas generales de cambio hacia una ma- yor utilización de los primeros planos en Las expediciones I, II-III y IV-V-VI- el registro visual del trabajo de campo. XXIV presentan la mayor diversidad en Pese a esto, se debe examinar la varia- el uso de planos (Figura 3). Ellas con- ción en el uso de las demás tomas en el centran el uso de los planos enteros transcurso del tiempo y, de esta manera, (PE), de los planos generales (PG) y de explicar cómo esta disminución en el los primeros planos (PP). En las prime- uso de los primeros planos se encuentra

Figura 3 Variación del uso de planos entre expediciones

María José Saletta 153 relacionada con la utilización de otros representadas en todas las expediciones tipos de tomas. bajo estudio. La situación de paisaje En las dos últimas expediciones -la es la que se mantiene más estable dia- XVIII y la XXV- predominan los pla- crónicamente en todas las expediciones nos enteros (55,5% y 54,5%, respecti- indicando que el interés por fotografi ar vamente). Podemos interpretar esta ten- los alrededores de los sitios para deno- dencia al aumento de los planos enteros tar su posición geográfi ca permaneció por sobre los generales como un mayor constante a lo largo del tiempo. El regis- interés de los investigadores en seleccio- tro visual de sitio muestra un aumento nar planos que mostraran las estructuras durante las primeras seis expediciones y con un poco más de detalle. luego decae para estabilizarse en las dos últimas campañas. Variación diacrónica de las situaciones Respecto de los contextos de exca- fotografi adas (Figura 4) vación, las primeras expediciones con- Las situaciones de sitio y de paisaje son centran este tipo de situaciones. Luego las más representadas a lo largo del pe- del interés inicial en fotografi arlo en la I ríodo analizado y ambas se encuentran expedición, este tipo de situaciones fue

Figura 4 Variación de situaciones documentadas cada vez menos registrada hasta que su la necesidad de que la fotografía actuara uso desaparece luego de la expedición como un juez que legitimase la proce- XI-XII y no fue vuelto a utilizar hasta la dencia de los artefactos arqueológicos. expedición XXV. Esta disminución en la En los siguientes acápites veremos la frecuencia de contextos de excavación relación de esta inferencia con las otras registrados contradice nuestras expecta- variables. tivas y pudo haber estado estar vincula- La expedición XXV continuó con la do con el mantenimiento de la tendencia tendencia a fotografi ar situaciones de si- a fotografi ar situaciones de sitios que tio, pero experimenta una leve disminu- parecerían haber compensado parcial- ción que puede ser explicada si se toman mente la ausencia de fotos de contexto en cuenta el 27,2% de sus fotografías de de excavación. Pareciera que la alta fre- contexto de excavación, situación que cuencia de primeros planos en la expe- no fue registrada en la XVIII expedición. dición I se encontraría relacionada con Esto fortalece la idea de que la elección

154 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 entre las situaciones de contexto y de si- cantidad de fotografías por expedición tio era inversamente proporcional y que se evaluó la posibilidad de que esta re- posiblemente eran tomadas como equi- ducción fuera efecto del tamaño de la valentes. Esto puede estar justifi cado muestra. Sin embargo, el descenso en la por el hecho de que ambas situaciones cantidad de tipos sigue un patrón deter- pueden refl ejar el trabajo de campo, minado, ya que los tres tipos de situacio- con la diferencia de que en el contexto nes documentadas en cada expedición de excavación éste es el tema principal no presentan un patrón azaroso: siempre de la fotografía y que en la situación de aparecen las mismas tres situaciones sitio el trabajo de excavación quedaba -sitio, contexto de excavación y paisaje- más diluido y se convertía en uno más sin importar la cantidad de tomas regis- de los varios temas de la composición de tradas en cada campaña. Esto puede ser la imagen. Esto implica que, si bien se analizado como parte del proceso, lento registró una baja en el registro de imá- pero continuo, hacia la estandarización genes de las excavaciones per se, dicha del registro de aquellas situaciones que disminución puede ser explicada si se la hubieran refl ejado el lugar donde se analiza en conjunto con el aumento de realizaba el trabajo de campo haciendo la importancia de retratar el lugar de la que se privilegiara la representación de excavación dentro de la localidad ar- los sitios y los paisajes por sobre el res- queológica -situación que corresponde to de las situaciones3. La fl uctuación en a sitio-. En este sentido, se puede in- la frecuencia de imágenes de contextos terpretar que en el primer momento de de excavación (que implica altibajos en consolidación de la arqueología como su selección positiva) puede explicarse disciplina científi ca ambas situaciones debido a la indeterminación disciplinar pueden haber tenido igual importancia y propia del período bajo estudio. por lo tanto, deberían ser analizadas de manera conjunta. Variación diacrónica de la presencia de Por otra parte, a medida que trans- personas en las fotografías (Figura 5) curren las expediciones la variedad de situaciones documentadas fue cada vez De las 47 fotografías que retratan indivi- menor: se partió de seis tipos de situa- duos de las 165 que componen la mues- ciones en la primera expedición y se re- 3 Tal vez el repertorio de situaciones docu- dujo a tres tipos en la última expedición. mentadas hubiese sido mayor si se conta- Como al mismo tiempo se disminuyó la ra con las fotografías que no fueron selec- cionadas para ser publicadas.

Figura 5 Variación presencia de personas en las fotografías

María José Saletta 155 tra, el 91% de ellas se concentra en las personas estarían cumpliendo una fun- expediciones I (16 imágenes, el 34%), ción de escala en las fotografías y que II-III (8 imágenes, el 17%) y IV-V-VI- luego habrían dejado de cumplirla. De XXIV (19 imágenes, el 40%). Es decir ser así, otros elementos de la composi- que durante los primeros cinco años de ción fotográfi ca deberían haber reempla- campañas hubo un claro interés por fo- zado esta función de escala potencial- tografi ar personas durante las expedicio- mente cumplida por las personas: en el nes, interés que fue decreciendo con el apartado donde analizamos la presencia correr del tiempo. Las expediciones XI- de implementos de trabajo veremos si XII y XIV no tienen ninguna imagen que hubo o no un reemplazo en ese sentido. registre la presencia de personas. Respecto de la cantidad de individuos Aunque la expediciones IV-V-VI- por fotografía (Figura 6), de las 23 foto- XXIV concentren la mayor cantidad de grafías con un solo individuo de toda la fotos con personas (19 del total de 47 muestra, 10 son de la expedición I (43% fotografías con personas de la muestra), de las 23). De manera insólita, las ex- es la I expedición la cuenta con la mayor pediciones II-III no tienen fotografías de proporción de fotografías con personas individuos únicos y sólo presentan foto- por expedición, con 16 imágenes con grafías grupales. Las expediciones IV- personas por sobre el total de 29 para esa V-VI-XXIV siguen a la expedición I en campaña (el 55,1%). Esto muestra que orden decreciente, con 9 (39,1%) de las la expedición I se interesó mucho más 23 fotografías de la muestra que retratan en tomar imágenes en cuya composición un solo individuo. se encontraran personas, lo que podría Le siguen la expedición XIII con una fo- interpretarse en principio como que las tografía, la expedición XVIII con una y

Figura 6 Variación cantidad de personas por fotografía la expedición XXV con dos imágenes, todo en las primeras expediciones, lo el resto de las expediciones (salvo la XI- cual sería esperable en un contexto de XII y la XIV, ver arriba) tienen sólo fo- formación disciplinar en donde no se tografías grupales. Sin embargo, a partir han establecido aun los parámetros de de las expediciones XI-XII desaparecen representación visual de la evidencia y las imágenes que retratan a grupos de se los copia de otras disciplinas (en este personas. Entonces, si las personas fun- caso, la geología). Sin embargo, aún en cionaron como escala, esto sucedió en este momento la baja proporción de imá- menos de la mitad de los casos y sobre genes con una sola persona confi rmaría

156 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 que su uso como escala de dimensión no sólo en nueve de ellas se fotografi aron era positivamente seleccionado. En vista artefactos arqueológicos, sumando un de estos resultados podemos pensar que total de sólo 20 tomas con artefactos en las fotografías con un solo individuo lo las 165 imágenes de toda la muestra y habrían incluido como escala en la pri- que se dividen de la siguiente manera: mera expedición, pero que esa función la expedición I (50%), las expediciones decayó en las subsiguientes expedicio- II-III (20%), las IV-V-VI-XXIV (20%) nes. Se corroboraría así la expectati- y las XI-XII (10%). va sobre la desaparición gradual de las Al analizar la cantidad de imágenes personas en las fotografías, ya sea para con artefactos por campaña se eviden- su uso como escala o para registro del cia que la I expedición tiene la mayor trabajo de campo grupal, en pos de una proporción de sus fotografías con arte- imagen en la que se registre sólo el sitio, factos (34%), seguida por la expedición los materiales arqueológicos y el uso de II-III (13%) y las expediciones IV-V- escalas de medida apropiadas -metros, VI-XXIV (7%). Se observa que luego reglas, regletas, etc.-. Esto lo veremos en de un fuerte impulso inicial se produjo los siguientes apartados sobre presencia un descenso en la frecuencia en la que de artefactos, estructuras e implementos. los artefactos eran fotografi ados. Esta disminución es aún más marcada si se Variación diacrónica de la presencia de tiene en cuenta que las expediciones artefactos (Figura 7) IV-V-VI-XXIV representan las fotos de cuatro campañas en una misma muestra, De las trece expediciones analizadas, con lo cual su desagregación individual,

Figura 7 Variación en la presencia de artefactos en las fotografías de ser posible, indicaría un descenso aún mente recuperados en cada una de las mayor de frecuencias de fotografías de campañas. Cuando el Museo Etnográfi - artefactos por expedición. co se fundó en 1904, su colección ini- Estos valores contrastan notable- cial constaba de 359 piezas. Para 1910, mente con la cantidad de artefactos real- es decir para el término de las primeras

María José Saletta 157 seis expediciones, el museo contaba con triz sedimentaria. Más aún, esta falta de 8000 objetos y para 1912 había subido a interés aumentó con el tiempo a medida 12556; la mayor parte de estos materia- que se sucedían las expediciones, mos- les había sido obtenida durante el trans- trando la inexistencia de un protocolo de curso de las campañas (idem: 72). Salvo fotografías de campo relativo a los arte- la expedición I, en donde el 34% de sus factos a lo largo de todo el período ana- 29 fotografías tiene artefactos arqueoló- lizado. Pareciera como si el registro del gicos, es llamativa la posterior falta de trabajo de campo durante estos 25 años interés de registrarlos en los contextos analizados estuviera en un proceso de (lato sensu) en que fueron hallados. Esta constitución del método y que la expe- falta de interés puede estar mostrando dición I hubiera registrado los artefactos que para los investigadores, luego de la arqueológicos no por un afán de “riguro- expedición I, fotografi ar los artefactos sidad contextual” sino por una necesidad en el momento en que eran recuperados de legitimar el origen de los objetos y la no aportaba ningún tipo de información pericia de los excavadores. ni constituía parte del trabajo de campo a registrar fotográfi camente. Es decir, Variación diacrónica en la presencia de hubo una selección negativa en elegir estructuras arqueológicas (Figura 8) documentar visualmente el momento de la extracción de un artefacto de su ma- A diferencia de lo que sucede con los

Figura 8 Variación de presencia de estructuras arqueológicas en las fotografías artefactos, todas las expediciones foto- 45,3% de las 108) las que más cantidad grafi aron estructuras: 108 fotografías de de fotografías de estructuras presentan. toda la muestra retratan estructuras (el Cuando analizamos la proporción de 65,4%), siendo las expediciones II-III imágenes con o sin estructuras por ex- (22 casos, el 20,3% de las 108) y las ex- pedición vemos que en la expedición I pediciones IV-V-VI-XXIV (49 casos, el hay una relativa paridad entre fotogra-

158 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 fías con y sin estructuras. Es a partir de artefactos, puede considerarse como re- la II-III expedición que se observa un lativamente constante durante todas las aumento en la proporción de fotografías campañas revisadas, evidenciando una con estructuras. selección positiva de estos rasgos del re- Las expediciones IV-V-VI-XXIV son gistro arqueológico, y las que tienen más cantidad (49 casos) b) la diferencia entre las proporcio- y las que tienen la mayor proporción nes de fotografías con y sin estructuras (84,4% de sus 58 imágenes) de fotogra- entre las diferentes expediciones podría fías de estructuras4. La expedición que haberse debido a la naturaleza de los si- le sigue en proporción es la XXV, que tios visitados (que tuvieran más cantidad cuenta con que el 81,8% de sus 11 tomas y/o mayor variedad de estructuras). tienen estructuras en su composición. De todos estos datos surgen dos im- Variación diacrónica en la presencia de plicancias: implementos de trabajo arqueológico a) el interés por fotografi ar estructu- (Figura 9) ras, a diferencia de lo que sucede con los Del total de 165 fotografías, las tomas

Figura 9 Variación de presencia de implementos de trabajo arqueológico en las fotografías que tienen implementos de trabajo ar- II-III (15,3%), las expediciones IV-V- queológico representan el 15,7% de VI-XXIV (46,1%) y la expedición XXV la muestra y fueron obtenidas sólo en (7%). Los instrumentos que aparecen cuatro de las trece expediciones: la ex- en las imágenes son mayormente picos pedición I (30,7%), las expediciones y palas, no apareciendo nunca regletas, metros o escalas. Esto implica que apa- 4 Recuérdese que estos son los datos per- recen sólo aquellos implementos de tra- tenecientes a cuatro diferentes expedicio- bajo dedicados a la excavación propia- nes, por lo tanto la alta frecuencia puede mente dicha y no hay representación de estar aumentada por dicha sumatoria. aquellos que sirven a la medición.

María José Saletta 159 La tendencia a fotografi ar implemen- sobre la disminución de la presencia de tos de trabajo arqueológico -sobre todo instrumentos de trabajo arqueológico en dentro de las primeras campañas- decre- las fotografías como un paso más en el ce en proporción a lo largo de las expe- camino hacia el disciplinamiento me- diciones. En la expedición I el 27,5% todológico del registro del trabajo de de sus 29 tomas tienen implementos, en campo. Si así fuera, el porcentaje de im- las II-III hay un 12,9% de 29 casos y en plementos de medición o escala debería las expediciones IV-V-VI-XXIV hay un haber permanecido constante o aumen- 20,6% de 58 casos. En las posteriores tar a lo largo de las expediciones. Esto es expediciones investigadas no se vuelven precisamente lo que no sucedió. a fotografi ar implementos hasta que vol- La ausencia de escalas, fl echas indi- vieron en la expedición XXV, en el total cadoras del Norte, regletas, metros, etc. de 11 fotografías apareció un 18,1% con en las fotografías no debe ser interpreta- implementos. da como una falta de sistematicidad en Este descenso diacrónico de la pro- el trabajo científi co de campo, dado que porción de implementos de trabajo en algunas de ellas sí eran usadas aunque la composición fotográfi ca podría ser no fueron registradas visualmente. La considerado como un índice de que el ausencia de tales elementos en las tomas registro visual del trabajo de campo implica que en la imagen fotográfi ca que estaba adquiriendo rigurosidad meto- se tomaba del trabajo de campo no im- dológica y, por lo tanto, se eliminaban portaba registrar el método con que los los implementos de la composición fo- objetos arqueológicos eran recuperados. tográfi ca para aumentar la prolijidad. La De hecho, que nosotros observemos en disminución de implementos de trabajo las fotografías la falta de estos instru- arqueológico en las fotografías de las mentos de trabajo es la consecuencia excavaciones podría interpretarse como directa de la discusión que se tiene en la un indicio de que los investigadores en actualidad sobre la rigurosidad que debe el trabajo de campo eran cada vez más tener el registro del método de recupe- sistemáticos y metódicos en el intento de ración de las evidencias arqueológicas. registrar contextos arqueológicos “lim- Los investigadores en las primeras eta- pios” de implementos foráneos a ellos. pas del siglo XX no ponían en discusión No obstante, debemos recordar que su método de excavación y, por lo tanto, dentro de la categoría implementos de no lo registraban en las fotografías. En el trabajo se encuentran las escalas, los me- contexto de un campo científi co en for- tros y otros elementos de medición. La mación, no tenían que mostrar –visual- ausencia de estos instrumentos en las fo- mente– ninguna justifi cación de cómo su tografías no debe ser interpretada como trabajo era científi co. Así como no había un índice de que los investigadores no una discusión metodológica en la pro- los utilizaban, ya que otros tipos de re- ducción escrita, tampoco había un con- gistros (las publicaciones, las libretas de senso sobre el método de registro visual campo) dan cuenta del uso de escalas y del trabajo de campo. En este momento metros. El problema es que simplemente predisciplinar (sensu Haber 1994), los no los fotografi aban. ¿Por qué? Porque métodos de excavación, recuperación y aparentemente no interesaba que en la la situación del material arqueológico al fotografía apareciera ese dato. Este he- momento del hallazgo no eran discutidos cho contradice la idea arriba sugerida ni en los textos (sin embargo, ver Haber

160 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 1999) ni en las fotografías tomadas para con artefactos están acompañadas, o registro del trabajo de campo. por implementos o por personas. De las 11 fotografías con estructuras hay 9 de Artefactos, estructuras, implementos ellas que se encuentran acompañadas por de trabajo y personas ¿Cuáles de ellos alguno de estos elementos. Esto implica aparecen juntos? que se incluyeron elementos que pueden ofi ciar de escala en las fotografías. En la Figura 10 podemos ver cómo en En las expediciones II-III a La Paya, cada expedición se combina la presencia de las 4 fotografías con artefactos, 3 se de artefactos, estructuras, implementos encuentran acompañadas por implemen- de trabajo arqueológico y personas. Esta tos y/o personas. En cambio, de 22 foto- comparación permite ver cuántas de las grafías con estructuras sólo 4 de ellas se fotografías en las expediciones presen- encuentran acompañadas por personas tan estos elementos en la composición y/o implementos. Esto indica que en esta de la imagen fotográfi ca para analizar campaña ya comienza a decaer el uso de cuándo aparecen juntos o separados, si las personas y/o implementos como ele- es que lo hacen y si hay algunos de ellos mentos que otorguen una escala en la fo- que se combinen con más frecuencia. tografía cuando el objetivo principal era En la expedición I las 10 fotografías fotografi ar una estructura.

Presencia Presencia Presencia Nº de Presencia de de expedición artefactos de personas Estructuras Implementos Total Parcial Total general SI SI NO NO 3 SI NO SI NO 1 SI NO NO SI 2 SI NO NO NO 2 SI SI NO SI 2 NO SI SI NO 5 I NO SI SI SI 3 29 SI SI SI SI 1 SI SI NO SI 1 SI NO SI NO 1 II-III NO SI SI SI 2 31 SI SI SI SI 1 SI NO SI SI 2 SI NO SI NO 1 NO NO SI SI 10 IV-V-VI- NO SI SI NO 12 XXIV NO SI SI SI 7 58 XI-XII SI NO SI NO 1 16 XIII NO SI SI NO 1 5 XIV NO NO NO NO 0 6 XVIII NO NO NO NO 0 9 NO NO SI SI 1 XXV 1 11 NO SI SI SI Figura 10 Cantidad de fotografías que presentan artefactos, estructuras, implementos de trabajo y personas en una misma composición fotográfi ca

María José Saletta 161 En las expediciones IV-V-VI-XXIV, rización en la toma de fotografías de las de las 4 fotografías con artefactos en 3 estructuras implica una falta de discu- hay personas y/o implementos. De las sión sobre cómo registrar el método de 49 fotografías con estructuras, en 33 excavación en las fotografías del trabajo de ellas se encuentran personas y/o im- de campo. plementos de trabajo. Las restantes 16 Estos indicios son claros tanto si se aparecen en solitario. En este caso, po- muestra la presencia de personas e im- demos deducir un interés activo en fo- plementos (siempre y cuando éstos sean tografi ar a las estructuras acompañadas las palas y los picos como en estos ca- por algún elemento que pudiera haber sos) como si se registra su ausencia. Si ofi ciado de escala. las personas y los implementos forman La única fotografía de la expedición parte de la composición de la fotografía XIII que combina personas y estructu- de manera aleatoria y sin ningún tipo de ras no responde a la tendencia de usar patrón que explique su presencia, enton- personas como escalas, ya que la estruc- ces responden más a una falta de riguro- tura se encuentra en un tercer plano, por sidad en la presentación de la evidencia lo que no es el objetivo central de la fo- arqueológica en su contexto de hallazgo. tografía. La ausencia de personas en este caso es Por último, en la expedición XXV mucho más proclive a ser interpretada de 9 fotografías con estructuras hay 5 como el intento de mostrar la evidencia de ellas en las que se observan personas libre de la intervención del investigador. y/o implementos, sugiriendo que las es- De la misma manera, la presencia de im- tructuras se fotografi aron con elementos plementos de trabajo de excavación, sin que permiten aportar una escala de di- un patrón de frecuencia que los muestre mensión. siempre junto a estructuras y/o artefac- Como pudimos ver, los artefactos en tos, puede ser interpretada más como re- la mayor cantidad de los casos no se fo- sultado de cierta desprolijidad a la hora tografi aban aislados sino que siempre se de preparar la composición de los ele- incluyó algún otro elemento en su com- mentos de la fotografía que como su pre- posición. Esto es similar en todas las ex- sencia en ella sirviendo de escalas. Este pediciones, por lo que podemos inferir es, por consiguiente, un indicio de que la que este criterio de cómo fotografi ar los arqueología argentina en el período bajo artefactos no varió con el tiempo y tuvo análisis se encontraba aún en una etapa un cierto criterio de estandarización. predisciplinar y que en el transcurso de Las estructuras, en cambio, han sido los 25 años analizados existió una muy fotografi adas de manera aislada o com- leve tendencia a registrar visualmente la binadas con otros elementos. De las 13 metodología de campo y a estandarizar expediciones relevadas, en 4 de ellas el modo de presentación de la evidencia (XI-XII, XIV, XVIII) no se las fotogra- arqueológica en las fotografías. fi ó junto con personas, implementos, artefactos. En las expediciones I, II-III, Discusión IV-V-VI-XXIV, XIII y XXV se las foto- grafi ó con personas y/o implementos. La La hipótesis propuesta en este artículo presencia de personas o implementos no partía de la posibilidad de detectar en fue un prerrequisito cuando se fotogra- las fotografías tomadas en el campo el fi aba una estructura. Esta baja estanda- inicio de un progresivo aumento de la

162 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 discusión metodológica que, de existir, una de las expediciones. La cantidad de se vería refl ejado en la estandarización fotografías por expedición es menor a lo en la toma fotográfi ca y en el registro vi- largo del tiempo, pero la disminución en sual intencional de los métodos de exca- la diversidad de tipos de situaciones do- vación. La fotografía formaría parte del cumentadas no responde a cuestiones de desarrollo hacia la sistematización y la azar. Cuando comienza a decaer la can- rigurosidad de la disciplina, producto de tidad de situaciones documentadas, los la discusión teórico-metodológica más tipos que se encuentran representados amplia entre los investigadores sobre son los mismos, implicando una selec- cómo se debía representar visualmente ción diferencial a favor de registrar pre- la evidencia arqueológica y los métodos cisamente esas situaciones y no otras en de trabajo de campo. las fotografías: sitio, paisaje y, en menor Los cambios a lo largo del tiempo medida, contexto de excavación. Esta referidos al uso de la fotografía como baja paulatina en la diversidad de situa- parte del método de registro del traba- ciones documentadas se relaciona con jo de campo se encuentran relacionados un patrón que se hace explícito a partir con la expectativa de estandarización de de la XI-XII expediciones. Esto puede la toma fotográfi ca que incluyen varios ser producto de un proceso lento pero indicadores: continuo de estandarización del registro El primero de ellos sería la disminu- visual de ciertas situaciones por sobre ción de la diversidad de tipos de situa- otras que pudieran refl ejar todo el tra- ciones documentadas por expedición: bajo de campo privilegiándose a la larga pasándose de documentar situaciones los sitios y los paisajes por sobre el res- cotidianas y accesorias al proceso de to de las situaciones. Al mismo tiempo, trabajo en el campo a registrar exclusi- muestra la importancia de la fotografía vamente el sitio, excavaciones y la ubi- como parte del método de registro del cación del sitio en el paisaje. trabajo de campo. Este indicador se corrobora parcial- La expectativa marcaba un aumen- mente para el caso de la disminución de to en el detalle del registro del trabajo la diversidad de situaciones documen- de campo, lo cual se habría expresado tadas. Durante las expediciones I a IV en mayor cantidad de las fotografías de se registraron la mayor diversidad de contextos de excavación. Lo que sucede situaciones documentadas, seis en to- es lo contrario, ya que la I expedición tal. A partir de las expediciones XI-XII es la que mayor cantidad y proporción se observa un descenso drástico en esta de contextos de excavación tiene (13 diversidad, pasando a documentar sólo fotografías de 29 totales, 44%). Este es tres situaciones: paisaje, sitio y contex- el porcentaje más alto de fotografías de to de excavación, en orden decreciente contextos de excavación para todas las de frecuencia. Como se mencionó ante- expediciones. Siendo una expedición riormente, si bien es coincidente la re- que documentó una gran variedad de ducción en la diversidad de situaciones situaciones, la alta frecuencia de con- documentadas con una baja en la canti- textos de excavación denota un interés dad de fotografías por expedición esto explícito en los mismos. Desde la expe- no puede ser interpretado como el re- dición XIII a la expedición XVIII vemos sultado de la representación diferencial que los contextos de excavación desapa- de la cantidad de fotografías entre cada recieron y que recién en la última expe-

María José Saletta 163 dición (la XXV) volvieron a aparecer en dibujos de Hernández en Santa María5. las fotografías (Figura 4). Consecuente- Una vez establecida la probidad de los mente puede inferirse que en la primera investigadores, la necesidad de legitima- expedición organizada por el Museo Et- ción visual (el registro fotográfi co de los nográfi co hubo un interés explícito por contextos de excavación) desapareció registrar visualmente los contextos de (Haber 1994: 36) y no volvió a ser intro- excavación, lo que puede ser explicado ducida hasta mucho después del período por un interés por parte de los investi- bajo estudio (González 1985). gadores de demostrar que el trabajo de Un segundo indicador es el aumento campo arqueológico se realizaba y cómo del uso de los planos enteros y primeros se realizaba. Cuando ya no fue necesario planos con objeto de registrar el proce- que las expediciones se afi rmaran insti- so de excavación en detalle. Lo que co- tucional y académicamente, los inves- rroborado por lo datos presentados en el tigadores dejaron de registrar fotográfi - Figura 3. camente cómo se realizaba el trabajo de En las primeras expediciones vemos campo (contextos de excavación) y pri- una neta predominancia de planos ge- vilegiaron el registro del lugar en dónde nerales sobre enteros. Sin embargo, a ser trabajaba (situaciones de sitio y de partir de la expedición XVIII se produjo paisaje). una inversión de la relación y pasaron a Por ende, la presencia del elevado predominar los planos enteros (56%) por número de fotografías de contexto de ex- sobre los generales (44%). Esta tenden- cavación en la I expedición puede expli- cia se mantuvo en la última expedición, carse sin que se invalide este indicador la XXV. Esta inversión diacrónica de la de manera total. Hay dos razones plau- proporción entre planos generales y pla- sibles para el elevado número de contex- nos enteros, a favor de los segundos ha- tos de excavación en la I expedición. La cia el fi nal de las expediciones, implica primera es que hayan sido producto de que los investigadores mostraron interés la falta de estandarización del registro en aumentar el grado de detalle y reso- visual de la evidencia arqueológica. De lución de las fotografías del trabajo de esta manera, la gran cantidad de contex- campo. Al mismo tiempo, esta tendencia tos de excavación estaría sustentada por implica también una estandarización de la gran diversidad de situaciones docu- la variedad de planos utilizados a partir mentadas en dicha expedición producto de las expediciones XI-XII, que dismi- de la falta de protocolo de fotografía, ya nuye hasta usar dos de los tres principa- que al no tener una pauta clara de qué les de la fotografía: el plano general y el situaciones fotografi ar se fotografía todo plano entero. y en gran cantidad. La segunda razón En el paulatino aumento del uso de se acercaría a lo expuesto en el párrafo primeros planos se observa lo contrario anterior: institucional, disciplinaria y a lo esperado: su uso está casi restringi- académicamente, los investigadores ne- do a la I expedición (que tiene el 80% de cesitaban demostrar en la primera cam- primeros planos de toda la muestra). En paña el origen arqueológico de los arte- las últimas dos expediciones que pueden factos. En esta ocasión, la cámara parece 5 Debo agradecer profundamente al haber funcionado del mismo modo que evaluador tres por haber sugerido la el juez que en 1877 llevó Inocencio Li- berani para notariar los hallazgos y los manera de juez que legitimase el trabajo de los arqueólogos. 164 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 ser analizadas individualmente, la XVIII ser interpretada como un proceso de es- y la XXV, no quedaron registrados. Es tandarización de la toma de una fotogra- decir, que mientras se obtenía un grado fía con fi nes científi cos. de detalle más alto aumentando la fre- Los cambios en la metodología de cuencia de los planos enteros por sobre excavación registrada en la fotografía se los generales, no se consideró necesario encuentran relacionados con el inicio de aumentar la cantidad de primeros pla- su sistematización y disciplinamiento en nos y por ende de la resolución de las las expediciones y la necesidad de que fotografías. Esto puede deberse -como la fotografía funcione como parte del mencionamos en el apartado Variación método de registro visual del trabajo de diacrónica del uso de tomas fotográfi - campo. cas- a que los investigadores considera- Los indicadores que responden a esta ron intercambiables los primeros planos expectativa son: con los planos enteros en la fotografía ● Inicio/aumento de artefactos y es- en el terreno, y por ende seleccionaron tructuras fotografi ados in situ. los segundos porque les otorgaban ma- ● Aumento de primeros planos a ar- yor profundidad de campo que los pri- tefactos excavados. meros. En este sentido, se puede consi- ● Explicitación visual de la superfi - derar que la expectativa ha sido corro- cie total excavada y de la delimitación borada parcialmente: el grado de detalle de la excavación. varió positivamente en el transcurrir de ● Inicio/aumento de fotografías que las expediciones, pasándose de registrar muestren perfi les de excavación y meto- planos generales a enteros. Sin embargo, dología estratigráfi ca. no se consideró necesario registrar vi- La expectativa sobre el cambio en la sualmente mucho más detalle por lo que metodología de excavación no se corro- los primeros planos dejaron de usarse, bora con los datos obtenidos. así cómo se dejan de registrar los con- La mayor cantidad de artefactos fo- textos de excavación y los artefactos in tografi ados y de contextos de excavación situ. se produce en la I expedición. De 10 fo- Un tercer indicador sería el aumento tografías con artefactos sobre 29 foto- de la explicitación visual de las técnicas grafías de la expedición I (34%) se pasa y métodos de excavación: presencia de a 4 fotografías sobre 29 totales (13%) en escalas (metros, regletas), fl echas de las expediciones II-III, todas primeros posición, delimitación de cuadrículas, planos. Pero si bien en estas expedicio- etc. Esta expectativa no se corrobora. nes el artefacto se encuentra en el lugar Como se puede observar en el Figura 9, en el que fue hallado, aparece desvincu- la presencia de implementos de trabajo lado de otras posibles asociaciones con arqueológico, sin bien con ligeras va- otros materiales arqueológicos, que po- riaciones inter-expediciones, desapare- drían aportarle una mayor signifi cación ció a partir de las expediciones XI-XII contextual a la composición fotográfi ca. y recién volvió a aparecer en la XXV. Es signifi cativo que sea la expedición I Sin embargo, como ya se ha señalado, que aporte la mayor cantidad de prime- estos artefactos no eran reglas, regletas, ros planos de artefactos. Como mencio- escalas ni fl echas de posición sino im- namos anteriormente, esto parece estar plementos para excavar, como palas y relacionado con una tendencia a la uti- picos; por lo tanto su presencia no puede lización de la fotografía como registro

María José Saletta 165 de la veracidad del trabajo arqueológico Conclusión de recuperación de los artefactos, fun- cionando en este caso como notaria de La hipótesis de este trabajo planteaba la evidencia (más allá de su contexto, que a lo largo de los veinticinco años que también era altamente fotografi ado del período en estudio habría ocurrido en esta campaña). La última expedición un inicio de proceso hacia la sistemati- con un artefacto fotografi ado in situ y cidad tanto en el disciplinamiento de los que usó un primer plano fue la XI-XII (2 métodos de trabajo de campo como en casos con artefactos de 16 totales, 10%), su registro visual fotográfi co. Esto sólo luego no se volvieron a fotografi ar arte- pudo ser corroborado en lo referido a factos in situ en el campo ni tampoco a los cambios relacionados con la estan- usar primeros planos. Como se evaluó darización de la fotografía como registro cuando analizamos la posibilidad de un del proceso de trabajo de campo, estan- cambio hacia la estandarización de la darización evidenciada por la disminu- toma fotográfi ca, los primeros planos no ción de tipos de planos registrados con aparecieron después de la XI-XII expe- predominio del uso de planos enteros y dición. Por lo tanto no se evidenciaría generales, y por la disminución de si- un cambio hacia el registro fotográfi co tuaciones representadas, predominando de la metodología de excavación en las las que denotaban el lugar en donde se últimas expediciones. realiza el trabajo de campo, como son La explicitación visual de la super- las fotografías de sitios y paisajes. Sin fi cie excavada y de la delimitación de embargo, no fue posible corroborar en el la excavación y el inicio/aumento de registro fotográfi co el cambio hacia una fotografías que muestren perfi les de ex- mayor sistematización en el re-gistro del cavación y metodología estratigráfi ca no método de excavación. se encuentra corroborada en la muestra. En otros trabajos (Saletta 2010, Las expediciones XVIII y XXV, no po- 2011) hemos analizado la ausencia du- seen ningún tipo de fotografía que de- rante estos veinticinco años de un ha- muestre la demarcación del área a exca- bitus de visión propio de la disciplina var y de la metodología de excavación. que se encuentra expresado en la baja Si bien predominan los planos enteros y sistematización y estandarización de la situaciones de sitio documentados para toma fotográfi ca: no se observan patro- estas dos expediciones lo que puede nes específi cos de representación visual estar indicando un interés de los inves- de contextos, actividades de excavación tigadores por registrar visualmente el ni artefactos. La fotografía como mé- lugar físico en donde se realizaban las todo del registro del trabajo de campo excavaciones, no hay fotografías en nin- arqueológico parece haber estado rele- guna de las expediciones que indiquen gada a documentar dónde se trabajaba un cambio hacia el registro visual de la y no cómo trabajaban los investigadores sistematización y rigurosidad de la me- (Saletta 2011). Sin embargo, el análisis todología de excavación. Todo parece diacrónico de las fotografías a lo largo apuntar entonces a que la fotografía se de los veinticinco años denota que hacia habría constituido en un registro de la el fi nal del período estudiado se comien- experiencia de campo y no del método za a notar un cambio, que implicaría el de la excavación. comienzo del disciplinamiento de la ar- queología en lo que se refi ere al cómo

166 Arqueología Suramericana / Arqueología Sul-Americana 6, (1,2), 137-170; 2013 se registraba visualmente el trabajo de de un análisis que incluya otro de sus campo: Esto se evidenciaría en la in- productos de su proceso de formación. cipiente estandarización de las tomas Si por un lado los textos científi cos son fotográfi cas como parte del inicio de la analizados por los interesados en diluci- formación de un protocolo regulado y dar su epistemología, por el otro, incor- reproducible de registro visual de la ex- porar un artefacto cultural como lo es la periencia de campo. fotografía de campañas en el estudio del Dado que cada paradigma científi co devenir la arqueología, puede otorgar un (Kuhn 1972) establece sus propios cri- campo de visión mucho más amplio a terios de rigurosidad y sistematicidad la hora de generar conocimiento sobre para organizar y representar el trabajo la ciencia que se dedica precisamente al científi co, identifi car el comienzo de es- estudio de los artefactos culturales y sus tandarización de la toma fotográfi ca es contextos sociales de producción. importante ya que puede marcar el inicio de un cambio en el habitus de visión de Agradecimientos los investigadores al interior de su cam- po disciplinario. Dicho cambio se puede Este artículo no hubiera sido posible encontrar refl ejado en la aparición de sin la inestimable guía, dedicación, con- nuevos criterios de registro del trabajo tinua enseñanza y apoyo de mi directo- científi co que se llevaba a cabo en el ra Dánae Fiore. También hemos conta- campo (Kossoy 2001). do con los sabios y oportunos consejos De esta manera, discutir con nuevas de Luis Orquera, quien también nos ha evidencias el posicionamiento metodo- brindado la Asociación de Investigacio- lógico de los investigadores en las pri- nes Arqueológicas (AIA) como lugar de meras tres décadas del siglo XX respec- trabajo. Al AFyDME y Biblioteca del to al trabajo de campo constituye una Museo Etnográfi co en donde accedí al vía de acercamiento a la problemática material que me permitió hacer la tesis sobre cuándo y por qué los nuevos mé- de Licenciatura de la cual se desprende todos fueron introducidos y si existió éste artículo. A CONICET. A los eva- concomitancia con un desarrollo teórico luadores, en especial al evaluador tres, y metodológico de la arqueología. Las quien hizo sensibles comentarios en di- fotografías tomadas en el campo tienen versas secciones que mejoraron el tra- la ventaja de hacer explícita la forma en bajo notablemente. A mis padres, Alicia que se realiza el trabajo de campo pro- y Rubén, y a mi hermano Juan Manuel, piamente dicho y, por lo tanto, son un por su cariño y apoyo continuo. A mis excelente material de análisis alternativo amigas y amigos que han sido mi familia a la producción escrita de los investiga- en Buenos Aires. A Mariela. A Federico dores (sean libretas de campo, informes Rubí, que hizo una corrección del ma- manuscritos o trabajos publicados). nuscrito. A mis compañeras Pili y Mer- El estudio de la historia de la arqueo- cedes por su compañía de todos los días logía como disciplina científi ca puede en la AIA. generar nuevo conocimiento a partir

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DOCTORADO EN ANTROPOLOGÍA Resolución Resolución 5291 de 2005 del Ministerio de Educación Nacional

Informes: Instituto de Posgrados en Ciencias Sociales Universidad del Cauca Calle 4 No 3 - 56, Popayán, Cauca (Colombia) Telfax: 57 + 2 8244656 / 8240050 Ext. 118. Correo Electronico: [email protected] Página web: www.unicauca.edu.co

171 Secretaría de Ciencia y Tecnología Universidad Nacional de Catamarca con un tiraje de 50 ejemplares Junio de 2014

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