La Guerrilla Antifranquista En Talavera Y En La Comarca De La Jara (Toledo)
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1 LA GUERRILLA ANTIFRANQUISTA EN TALAVERA Y EN LA COMARCA DE LA JARA (TOLEDO) BENITO DÍAZ INTRODUCCIÓN Se necesitaba un marco geográfico propicio para que la guerrilla –que, fundamentalmente, se dio en el medio rural- pudiese desarrollarse; este marco, en la provincia toledana, lo proporcionaron las sierras de las comarcas de La Jara, San Vicente y Los Montes de Toledo y su prolongación por Las Villuercas y la sierra de Altamira, que separa las provincias de Toledo y Cáceres. Aunque la guerrilla se dio fundamentalmente en el ámbito rural, hubo ciudades como Talavera que resultaron esenciales para el desarrollo del movimiento guerrillero, pues sirvieron como lugar de enlace y de coordinación de los diferentes grupos que actuaban por las sierras de la zona centro. Existen varias fases bien diferenciadas a la hora de valorar el fenómeno de la guerrilla en la provincia de Toledo: un primer periodo, de huidos, que va desde marzo de 1939 hasta el otoño de 1944; a partir de ese momento comienza la fase que podemos considerar propiamente como de guerrilla, que se extiende hasta finales de 1946. 1. El medio físico y humano La comarca de La Jara ocupa la zona suroccidental de la provincia de Toledo, la cuenca meridional del Tajo y el sur del partido judicial de Talavera de la Reina. Abarca una extensión de unos 2.000 kilómetros cuadrados, con una distancia máxima de norte a sur -desde el Tajo hasta Los Alares- de 55 kilómetros y de 44 kilómetros de este a oeste1. En esta comarca se aprecian dos formas serranas: Los Montes de Toledo, que terminan en la depresión de El Campillo-Aldeanueva de San Bartolomé, y la sierra de Altamira, que une aquellos con la sierra de Guadalupe. En la sierra de Altamira, que ofrece un aspecto macizo, aunque luego sus alturas no sobrepasan los 1.300 metros, se abren los puertos de San Vicente, de 736 metros de altura, y del Rey, de 600 metros, que dan paso a la provincia de Cáceres. La Jara estaba escasamente poblada, pues en 1940 sólo tenía 40.902 habitantes. Los únicos núcleos de población que superaban los 4.000 habitantes eran Los Navalucillos y Belvís de la Jara2. Las principales fuentes de riqueza de esta comarca eran la agricultura de secano y la ganadería. Eran estas unas tierras aisladas, olvidadas, desvertebradas y con pocas y muy malas vías de comunicación. Cumplían todas las características que se dieron en las zonas en que se desarrolló la guerrilla: espesos montes y sierras, poco surcadas por caminos importantes, grandes dehesas y encinares, mucha ganadería, pocos habitantes y una escasa red de comunicaciones3. Desde siglos atrás, estas formaciones vegetales de monte alto y bajo, con gran riqueza cinegética, sirvieron de refugio a bandoleros y desertores del ejército. Fernando Jiménez de Gregorio cuenta que en estos montes se refugiaron los desertores y 1 Jiménez de Gregorio, F., Comarca de la Jara toledana. Toledo, Diputación Provincial, 1982, p. 6. 2 González, E., y Pillet, F., Geografía física, humana y económica de Castilla-La Mancha. Ciudad Real, Biblioteca de autores y temas manchegos, 1986, pp. 149-174. 3 Díaz Carmona, A., Bandolerismo contemporáneo. Madrid, Compi, 1969, p. 114. 2 rezagados de la batalla de Las Navas de Tolosa, donde, “protegidos en las risqueras de las sierras, en el bosque y en el copioso matorral, forma[ro]n cuadrillas de forajidos”4. Hacia 1870 surgieron en la zona varios grupos de bandoleros, que se dedicaban al “peligroso oficio de asaltar diligencias, despojar reales de arrieros, atracar recaudadores y propietarios y asesinar a escopeteros y guardias”5. Entre estos bandoleros sobresalieron Los Juanillones, en cuyas filas estaba Bernardo Moraleda, una especie de Robin Hood toledano, que abandonó las cabras y empuñó el retaco con el que robaba a los ricos y se mostraba generoso con los necesitados. Recién terminada la Guerra Civil, grupos de huidos republicanos buscaron refugio en los montes y sierras de esta comarca, con el objetivo de escapar a la terrible e indiscriminada represión que se estaba poniendo en práctica desde el bando vencedor. Estos huidos serían el embrión de lo que con el paso del tiempo se convertiría en la 1ª Agrupación Guerrillera del Ejército de Extremadura y Centro. 2. La represión de los vencidos La derrota del Ejército republicano significó la desmovilización de miles de soldados. Algunos de los integrantes de la XLVI Brigada Mixta, o Agrupación Tajo- Extremadura, buscaron refugio en las zonas montañosas de las provincias de Toledo y Ciudad Real. Sin embargo, la inmensa mayoría de los soldados republicanos derrotados regresaron a sus casas, creyendo que no habría represalias y que sólo serían juzgados aquellos que estuviesen implicados en delitos de sangre. Pero el nuevo régimen no estaba dispuesto a favorecer la reconciliación nacional ni a permitir la inserción de los vencidos en la sociedad. Francisco Franco había dejado muy claro que el adversario era el enemigo a aniquilar: “Con los enemigos de la verdad no se trafica, se les destruye”6. Nada más regresar a sus casas, muchos de los vencidos fueron recluidos en cárceles, la mayoría de ellas instaladas en locales improvisados: escuelas, dependencias municipales, antiguos conventos, almacenes o viejas fábricas. A los detenidos se les dispensaba un trato humillante y vejatorio, con palizas periódicas, escondiéndose en numerosas ocasiones, bajo un maquillaje político, viejas rencillas personales y también motivaciones económicas, que los vencedores, en una posición notoriamente ventajosa, intentaban saldar a su favor. Era la aplicación en toda su intensidad de la política del revanchismo, sustentada legalmente por el bando franquista en la Ley de Responsabilidades Políticas de 9 de febrero de 1939, aprobada antes incluso de haber conseguido la victoria definitiva, y en la Ley de Represión de la Masonería y el Comunismo de 1 de marzo de 1940. Se dio la enorme paradoja de que los soldados republicanos fueron juzgados por auxilio y apoyo a la rebelión, cuando eran precisamente los integrantes del bando vencedor los que habían protagonizado el levantamiento militar contra un gobierno elegido democráticamente en las urnas. Para Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco y uno de los hombres más duros y severos del nuevo régimen, los consejos de guerra sumarísimos en los que se juzgaba a los republicanos representaban “la Justicia al revés”, y Ángel Suárez los define como “la más profunda subversión desde ética a semántica de la historia”7. 4 Jiménez de Gregorio, F., El alfoz de Talavera y sus montes. Talavera de la Reina, Ayuntamiento, 1981, p. 11. 5 Quilez Vicente, J., “Aún vive el último bandido de los Montes de Toledo” en Estampa, (Barcelona, 193?). 6 Abella, R., La vida cotidiana en España bajo el régimen de Franco. 3ª ed., Barcelona, Argos Vergara, 1985, p. 206. , 7 Citado en Serrano, S., La guerrilla antifranquista en León, (1936-1951). 2ª ed., Madrid, Siglo XXI, 1988, p. 90. 3 3. Formación de la partida de Quincoces Jesús Gómez Recio, Quincoces o Lamio, apodo este último con el que era conocida su familia, había sido elegido concejal por el PSOE en Aldeanueva de San Bartolomé, su pueblo, en las elecciones municipales de abril de 1931. Un año después, el 9 de abril, fue designado alcalde. Tenía 30 años y se dedicaba a la trata de ganado. En 1934 se trasladó a la zona en la que se estaba construyendo el pantano de Cijara, donde abrió una tienda de comestibles y una taberna, al tiempo que ejercía también labores de ganadero8. Tras el estallido de la Guerra Civil se alistó en el Ejército republicano, en el que ejerció funciones de abastecimiento en el frente Sur del Tajo-Extremadura. Al finalizar la guerra volvió a su pueblo y fue encarcelado, acusado de haber trasladado a 32 personas desde el pueblo cacereño de Alía hasta El Puerto de San Vicente, en la provincia de Toledo, donde fueron fusilados9. Jesús Gómez Recio, Quincoces, y su hermano Saturio Gómez, Quijote se escaparon de la cárcel en julio de 1940, junto a varios presos más. A su embrionaria partida se unieron hombres de toda la comarca de la Jara, y en especial de su pueblo, que fue el que más efectivos aportó a la lucha guerrillera de toda la zona Centro. Al principio, los componentes de esta partida se movían por las sierras de Guadalupe y Altamira, a caballo entre las provincias de Toledo y Cáceres, y mantenían frecuentes contactos con sus familias, que les proporcionaban víveres y pertrechos, llegando a pernoctar en ocasiones en sus propias viviendas. 8 López Recio, J., “Figuras de nuestra Historia: Jesús Gómez Recio, Quincoces” en Trenza, nº 25 (Aldeanueva de San Bartolomé, Agosto, 1997), p. 6. 9 SHGC, “Historia de la 104 Comandancia de la Guardia Civil. Relación en la que se trata de los bandoleros El Quincoces y El Soria, autores de numerosos delitos y destacados marxistas”. En esta relación se dice que fueron 52 las personas asesinadas, pero en el Procedimiento sumarísimo de urgencia nº U-771 incoado a Saturio Gómez Recio, se repite varias veces que fueron 32, y en ningún momento se le atribuye a Quincoces una participación directa en estos fusilamientos (Primera Región Militar, Procedimiento sumarísimo de urgencia, nª U-771. Causa contra Saturio Gómez Recio, nº 37.787). 4 Los integrantes de esta partida tenían como denominador común el haber huido de la fuerte represión que el régimen franquista estaba poniendo en marcha, represión sin la cual ni el fenómeno de los huidos primero, ni después la guerrilla organizada, habrían alcanzado relevancia. Fueron muy pocos los que se incorporaron a la sierra con un espíritu auténticamente guerrillero y de oposición armada al franquismo. No es de extrañar, por ello, que en los primeros años la actividad de esta partida se redujera a los secuestros y a los robos de víveres y provisiones en labranzas y en fincas.