Daniel Paul Schreber, profesor de José María Álvarez y Fernando Colina

Introducción a: Sucesos ras un calvario dramático, Daniel nueva raza. Frente a tan indigna misión, memorables de un en- Paul Schreber murió en la clínica sabemos que Schreber emprendió en fermo de los nervios T (1900-1902). Edición en de Dösen el 14 de abril de 1911. Con- su imaginación una tarea titánica cuyas español, Madrid: AEN, vertido en un ser hermético, permane- consecuencias afectaban directamente 2003, Madrid. ció encamado durante los últimos me- no sólo al destino de los hombres sino ses, gimiente y sumido en un mutismo al del Universo entero. Tal es, somera- apenas roto por risotadas. Junto al mente, el corazón del sistema delirante cuerpo yaciente del otrora insigne doc- edificado por este magistrado sajón, tor Schreber, el personal del asilo halló cuyo desarrollo hallamos en este in- un pequeño bloc de notas en el que, no comparable libro. sin esfuerzo, pueden descifrarse sus úl- timas palabras: «fresas / no comer», «in- A fin de facilitar la lectura de su relato, vestigar las causas», «permaneced eter- procederemos a exponer algunos datos namente / confiando en nuestro Señor», relativos a la familia Schreber, dado que y, naturalmente, «inocente». Inocencia el director de la edición original, Oswald con la que reafirmó por última vez su Mutze, presionado quizá por los allega- posición ante la incesante persecución dos, suprimió el capítulo III en el que al a la que su Dios, según pensaba, lo ve- parecer el propio Schreber glosaba nía sometiendo . Hostiga- ciertos hechos referentes a «otros miento de un Dios que le exigía trans- miembros de mi familia». formarse en mujer para procrear una

Átopos 103 Paul Schreber, el hombre y Sidonie– murieron solteros, otros dos –Paul y Klara– se casaron pero no tuvie- Se dice con razón que el «caso Schre- ron descendencia, y sólo Anna y su ma- ber» es el más célebre de la psiquiatría rido Carl Jung engendraron seis hijos. y del psicoanálisis en materia de psico- Promotor de la gimnasia como medio sis. Desde que Freud le dedicara su bri- de fortalecimiento de la salud física y llante ensayo de 1911 se han venido mental, la vida de Moritz Schreber su- sucediendo un sinfín de investigacio- frió un inesperado contratiempo en nes, unas centradas en los aspectos clí- 1851. A raíz de un accidente sufrido en nicos y otras destinadas a precisar la el gimnasio –una pesada escalera de historiografía de este hombre y su fami- hierro le cayó sobre la cabeza– comen- lia. De este modo, hoy contamos con zó a padecer una cefalea crónica y un siete datos altamente fiables sobre sus humor depresivo profundo, que pare- avatares personales y profesionales, so- cen ser la causa del voluntario retiro en bre las crisis que padeció, los vínculos el que se sumió. Apartado de la vida familiares que mantuvo y el entorno so- familiar y desinteresado por su práctica cial en el que se inscribió su drama. En médica, Moritz intensificó entonces la la ciudad sajona de Leipzig, a orillas del actividad intelectual y literaria, compo- Elster Blanco, se asentaba desde hacía niendo la mayor parte de su obra en el varias generaciones la familia Schreber. último tramo de su vida, en la que des- Y también en Leipzig nació Daniel Paul taca el muy difundido Ärtzliche Zimmer- Schreber, el día 25 de julio de 1842. Su gymnastik [Gimnasia médica casera, familia contaba entre sus ascendientes 1855]. Lo cierto es que el ensimisma- con renombrados abogados, profeso- miento en el que Moritz Schreber vivió res y médicos, como lo era su padre, el sus últimos años ha dado pie, desde los Dr. Daniel Gottlob Moritz Schreber, es- trabajos pioneros de F. Baumeyer y los pecialista en ortopedia y rehabilitación de W. Niederland, a juicios clínicos en de afecciones de la columna vertebral, los que se le tilda de «tirano domésti- y también prolífico autor de una singu- co», de «sádico», y se le atribuyen «re- lar obra destinada a la educación de presentaciones obsesivas con impulsos niños y jóvenes. asesinos». Al hilo de estas consideracio- nes, fundadas en impresiones más que Moritz Schreber había contraído matri- en datos contrastados, algunos estu- monio en 1838 con Louise Henriette diosos se empeñaron en vincular al Dr. Pauline Haase, hija del rector de la Uni- Moritz Schreber con la patogenia de versidad de Leipzig. Desde el inicio de muchos de los síntomas padecidos por su convivencia, Moritz y Pauline se ha- su hijo Paul. Otros, incluso, le conside- bían instalado en una gran casa, sita en raron el causante directo de su psicosis. la calle Zietzer, donde el joven médico Pero la lista de calificaciones psicopato- tenía además su clínica ortopédica. Allí lógicas se amplía y recrudece cuando nacieron sus cinco hijos: Daniel Gustav los investigadores valoran sus publica- (1839-1877), Anna (1840-1944), Daniel ciones sin la menor perspectiva del con- Paul (1842-1911), Sidonie (1846-1924) y texto en el que se elaboraron. «Publicó Klara (1848-1917); dos de ellos –Gustav un gran número de libros, cuyos títulos,

104 Átopos dejando de lado su contenido, nos indi- nes de una cierta normalidad, hecho can inmediatamente que se trataba de este que no invalida la perspectiva es- un excéntrico, por no decir un chiflado», tructural según la cual la psicosis se escriben I. Macalpine y R. A. Hunter («In- configura bajo una dificultad específica troduction», «Notes and Discusion », en de la función paterna. D. P. Schreber, Memoirs of my Nervous Illnes, 1955); en la misma línea, H. Kohut Moritz murió repentinamente en no- (The Analysis of the Self, 1971) estimó viembre de 1861 de una apendicitis que Moritz presentaba una estructura aguda. Su hijo Paul contaba entonces psicótica del carácter y comparaba su diecinueve años y cursaba el segundo psicosis con la de Hitler. No obstante, el año de sus estudios universitarios de cenit de este estilo de consideraciones Derecho. En vida su fama apenas fran- se alcanza, sin duda, con la monografía queó las lindes de su Leipzig natal, pero de M. Schatzman (Soul Morder: Perse- tres años después de su entierro, uno cution in the Family, 1974) cuando afir- de sus muchos seguidores, Ernst Haus- ma sin el menor rubor: «Las ideas del Dr. child, fundó la primera de las Asociacio- Schreber son precursoras de las de los nes Schreber que con el correr de los nazis, manifestadas ochenta años des- años fueron adquiriendo terrenos y ex- pués, que mataban a la gente en nom- tendiéndose por todo el territorio ale- bre de la ‘higiene’ y la ‘salud de la raza’». mán. Aún hoy en día, los lugares de re- Todo ello basándose en una errónea creo para la práctica de la jardinería y la interpretación de los supuestos méto- gimnasia siguen conservando el nom- dos coercitivos empleados por Moritz bre de Jardines Schreber (Schrebergär- Schreber para corregir posturas y reme- ten), y en el paisaje de los alrededores diar desviaciones de columna. de esa ciudad de Sajonia permanecen esas minúsculas parcelas rectangulares A la luz de otros estudios sobre la cues- que sirvieron de entretenimiento a los tión, hoy sabemos que las tan aireadas aficionados a la horticultura. «torturas» a las que supuestamente so- metía a sus jóvenes pacientes no fueron Controvertida ha sido, asimismo, la tales, como podemos leer, por ejemplo, semblanza que se nos ha transmitido en G. Richter (Geschichte des ältesten de la longeva Frau Pauline Schreber. Se- Schrebervereins, 1864-1939: Festschrift gún Baumeyer era una mujer pasiva y zum 75 jährigen Bestehen des Klein- afectada de una severa depresión, aun- gärtnervereins Dr. Schreber, 1939): «Los que tan apresuradas conclusiones se instrumentos de tortura (sic) utilizados apoyaban únicamente en la contempla- en otro tiempo por los ortopedistas ción de sus fotografías. No menos lejos desaparecieron de la clínica de Schre- llegó con sus interpretaciones el analis- ber». Frente a la tendencia a denostar al ta kleiniano Robert B. White, quien la Dr. M. Schreber, la historiografía más imaginó pidiendo permiso a su esposo reciente, especialmente la elaborada para darle el pecho a Paul. por Z. Lothane y también por H. Israëls, vuelve a ubicar la figura de tan contro- Está probado, por otra parte, que tras la vertido personaje dentro de los márge- muerte de su marido, Pauline consintió

Átopos 105 en la utilización del apellido Schreber después, el 5 de febrero de 1878, Paul para nombrar con él las Asociaciones Schreber y Ottilie Sabine Behr contraje- que paulatinamente fueron creándose ron matrimonio en su ciudad natal. Sabi- para honrar la memoria de su difunto ne, que contaba veintiún años y era esposo. Y de especial importancia para quince más joven que su esposo, prove- el rumbo de la locura de Paul, como se nía de una familia vinculada al mundo verá, resulta el destino de estas Asocia- del teatro. Año y medio después el ma- ciones Schreber. trimonio Schreber se instaló en Chem- nitz, donde Paul había sido destinado en También han merecido la atención de el Tribunal de Gran Instancia. los comentaristas la vida y avatares de los hermanos de Paul Schreber, y de Ya presentó Schreber ciertas ideas hi- modo particular los de Gustav, el pocondríacas en el momento de su ca- primogénito,que se suicidó en mayo samiento, como recoge escuetamente de 1877. Como era frecuente en aque- F. Baumeyer (Der Fall Schreber, 1955). llos años, se dijo sin pruebas que Gus- Por lo que sabemos, realmente la salud tav Schreber estaba afectado de paráli- lo acompañó hasta finales de 1879. Se- sis general (sífilis), y lo mismo se diría gún destaca la prensa de la época, su de su hermano Paul y de tantos otros, buen hacer jurídico y su verbo envol- sin olvidarnos de Nietzsche, cuyo com- vente le auparon hasta ser nombrado portamiento se alejaba del ideal de candidato a las elecciones al Reichstag normalidad. por la Unión de Conservadores y Nacio- nal-liberales. La campaña fue dura y Pese a estas atribuciones infundadas hubo de batirse repetidamente con el sabemos, gracias a Israëls (Scheber, abogado Harnisch y sobre todo con el père et fils, 1986), que Gustav conserva- socialista Geiser, quien finalmente ha- ba la razón y acababa de ser nombrado bría de derrotarlo por amplia mayoría. para un puesto muy elevado en Berlín Extenuado y abatido, al día siguiente cuando se suicidó. No es desdeñable de las elecciones el doctor Schreber, este dato para tratar de entender el que contaba cuarenta y dos años, partió desencadenamiento de la segunda cri- en compañía de su joven esposa hacia sis psicótica de Paul Schreber, sobreve- el Sonneberg, una clínica de descanso nida en similares circunstancias. Por lo donde esperaba recuperarse pronto demás, conviene anotar que tras la del malestar que le aquejaba. Pasó allí muerte del primogénito sólo Paul podía cuarenta días sin hallar mejoría alguna, transmitir el apellido Schreber. de manera que nuevamente regresaron a Leipzig para consultar con el Dr. Fle- Entretanto, la carrera profesional de Paul chsig, uno de los neurólogos más famo- Schreber iba viento en popa, ascendien- sos de Alemania. do rápidamente todos los escalafones profesionales hasta conseguir ser nom- Lo que sucedió más adelante rompe brado en 1870 juez con categoría de por completo con la mirífica progresión Consejero en la Corte de Apelación en profesional de este hombre, en quien el Landesgericht de Leipzig. Ocho años sus próximos y colegas veían al futuro

106 Átopos Ministro de Justicia de la querida patria vo, hechos ambos que habrían de sajona. adquirir una desproporción inusitada en la segunda crisis de 1893. Paul Schreber, el profesor de psicosis Casi un año después del ingreso en la Tres crisis psicóticas experimentó Paul Clínica de Flechsig, el Dr. Schreber fue Schreber a lo largo de su vida. dado de alta y reemprendió sus queha- ceres profesionales. Durante su conva- Las dos primeras nos son muy conoci- lecencia se le destinó al Tribunal de Pri- das por ofrecernos de ellas detallada mera Instancia de Leipzig, asumiendo información en sus Sucesos memora- sus competencias de Presidente el pri- bles; la última sólo recientemente esta- mer día del año 1886. Como él mismo mos en condiciones de conocerla y va- reconoció, los ocho años que siguieron lorarla en sus justos términos. los pasó en compañía de su esposa, fe- liz y lleno de honores. Pero su felicidad Sobrevino la primera tras las elecciones no fue ni mucho menos completa, pues al Reichstag, en 1884. Schreber mani- estuvo empañada por la repetida frus- festó entonces ideas hipocondríacas tración de no poder engendrar un hijo. recurrentes y una gran labilidad emo- Hoy sabemos que Sabine era diabética, cional, tratando de darse muerte en dos y que en el transcurso del matrimonio ocasiones. Diagnosticado de «grave hi- tuvo seis gestaciones infructuosas. pocondría» abandonó el Sonneberg y regresó junto a Sabine a Leipzig. Allí Cuando contaba cincuenta y un años, consultó con el neurólogo Prof. Dr. Paul Paul Schreber recibió del Dr. Schurig, Emil Flechsig, quien recomendó el in- Ministro de Justicia, el nombramiento mediato ingreso en la Clínica Universi- de Senatspräsident (Presidente de una taria que él dirigía. A pesar de su buen de las Cámaras en la Corte Suprema del estado de salud somática, Schreber, se- Land de Dresde), ascendiendo así a la guro de padecer una enfermedad incu- más elevada instancia judicial del país. rable, tenía la convicción de que moriría Cuanto habría de suceder después a de un ataque al corazón. Su historial tan destacado juez constituye la parte clínico recoge distintos trastornos: la esencial de las experiencias y pensa- persistencia de ideas hipocondríacas, el mientos elegantemente relatados en estado depresivo profundo, la hiperfa- sus Sucesos memorables. Poco des- gia, la astenia, un nuevo intento de sui- pués del nombramiento soñó que re- cidio, la hiperestesia auditiva, el deseo caía en su antigua enfermedad, pero repetido de «hacerse fotografiar seis más le sobrecogió aún una fantasía hip- veces», y la irreductible convicción de nopómpica en la cual, contra todos sus haber perdido unos quince o veinte ki- rectos principios morales, se le presen- los. Todos estos fenómenos, asentados tó el siguiente pensamiento: «Debía re- en un humor francamente melancólico, sultar muy placentero ser una mujer apuntan sutilmente al desmembra- cuando se entrega en el coito». Y, cier- miento de la imagen del cuerpo y la in- tamente, lo que Schreber vivió en ade- minencia del desfallecimiento subjeti- lante no fue más que un desarrollo deli-

Átopos 107 rante y unas experiencias referenciales Dada la evolución progresiva de la psi- de ese fantasma primordial. cosis, pese a los tratamientos con yodu- ro potásico, morfina, hidrato de cloral, Pese a estas primeras conmociones, el bromuro, sulfonal, hidrato de amilo y día 1 de octubre de 1893 asumió las fun- otras drogas, el Dr. Flechsig decidió ciones de presidente de Sala. Algunas trasladarlo al cabo de medio año a un semanas después, sumido en un desbor- manicomio estatal para enfermos cróni- dante trabajo, comenzó a sentir los pri- cos, como era usual en aquella época meros «síntomas de agotamiento men- cuando un paciente no se curaba o me- tal». Las noches de pertinaz insomnio se joraba sustancialmente. Mientras Schre- acompañaron, nos dice, de un «fenóme- ber se hundía de este modo en el perío- no notable» de tipo intrusivo, un ruido o do más esquizofrénico de su psicosis, crujido que parecía provocado «por un Flechsig se mostraba exclusivamente ratoncito» pero que tiempo después preocupado por su carrera profesional y supo que era obra de milagros divinos. por la fama que ésta podía depararle. Al cabo de unos días consultó nueva- Se ocupaba en esos momentos de pre- mente con Flechsig, quien decidió ingre- parar el discurso del Rectorado de la sarlo en la Clínica Psiquiátrica y Neuroló- Universidad de Leipzig, el cual, amplia- gica de la Universidad de Leipzig el 21 de do e ilustrado con cortes y dibujos del noviembre de 1893. Inmerso en una «tris- cerebro, terminaría por convertirse dos teza infinita», asaltado sin tregua por alu- años después en su más célebre contri- cinaciones, ideas delirantes hipocondría- bución a la neurobiología, Gehirn und cas y persecutorias, apenas alcanzó a Seele [Cerebro y alma]. Nunca sabre- entrever otro consuelo que no fuera pla- mos hasta qué punto buena parte de nificar e intentar el suicidio. Tres meses los términos («nervios», «lenguaje de después comenzó a evitar las visitas dia- los nervios», «enfermo de los nervios», rias de su esposa, cada vez más persua- etc.) con los que Paul Schreber tejió su dida de la locura del marido. delirio, fueron tomados de su médico mientras era considerado, por otra par- Para entonces, el universo en el que ha- te, su principal enemigo. bitaba Schreber ya no era ni parecido al de meses atrás, pues había sufrido una Sus buenas razones, no todas deliran- completa transformación, un desgarra- tes, tendría Schreber para acoger con dor crepúsculo, de carácter, a su juicio, resuelto beneplácito el anuncio del sobrenatural. Ni siquiera los hombres le traslado a un manicomio estatal, dejan- parecían ya verdaderos sino meras apa- do atrás a Flechsig y su Clínica, pues, riciones de hombres «hechos a la lige- como él mismo escribió, en «ningún lu- ra», animados por obra de milagros. Al gar del mundo podría estar peor que en mismo tiempo, el antaño admirado la clínica de Flechsig». Así, el 29 de ju- neurólogo Flechsig habría comenzado nio de 1894 Schreber fue trasladado a la a actuar, según sus sospechas, con mal- Casa de Salud Real de Sonnenstein, pa- dad y a manifestar intenciones nada pu- sando transitoriamente una breve es- ras, como probaba la «conexión nervio- tancia en la clínica del Lindenhof sa» que había trabado con él. (Coswig), dirigida por el Dr. Pierson. El

108 Átopos manicomio de Sonnestein, muy elogia- tad?»– hicieron también del «caso do por Griesinger y por Kraepelin, aco- Schreber» un referente en los debates gió a Schreber durante los siguientes entre psiquiatras y juristas. A este res- ocho años. Situado en Pirna, muy cerca pecto, en 1903 la Reunión Psiquiátrico- de Dresde, la antigua fortaleza de Son- Forense celebrada en Dresde le dedicó nenstein había albergado en sus inicios una sesión en la cual Weber volvió a ra- a criminales y locos furiosos. Años des- tificar su posición: «Aunque sea verdad pués se reconvirtió efímeramente en un que los paranoicos puedan resolver a asilo para incurables, y posteriormente menudo sus asuntos, llegará el día en el se destinó al tratamiento especializado que se produzcan conflictos en la vida de pacientes agudos, alcanzando en diaria. Tampoco puede excluirse que al- 1900 una población de 620 pacientes, gún día los trastornos perceptivos de 330 de los cuales eran hombres y 290 ese tipo de enfermos puedan ejercer mujeres. una influencia nefasta. En mi opinión, tampoco en este caso [Schreber, aquí Más que a la mera reclusión, el Son- llamado Señor N.] puede excluirse esta nenstein estaba destinado esencial- posibilidad». Cuando, en diciembre de mente a tareas terapéuticas, siguiendo 1902, Schreber salió del manicomio de la tradición instaurada por su primer Sonnenstein había alcanzado una nota- director Ernst Pienitz. Contaba entre sus ble estabilización. Fue a finales de 1894 instalaciones, junto a las habituales sa- y principios de 1895 cuando paulatina- las de duchas e hidroterapia, una sala mente apaciguó su frontal oposición al de billar, jardines, una habitación con ignominioso imperativo de Dios por el tres pianos para interpretar y escuchar que debería, muy a su pesar, ser trasfor- música, y una pequeña biblioteca. Años mado en mujer, dejarse fecundar por después de su ingreso, en esta misma rayos divinos y procrear así una nueva biblioteca habría de preparar el Dr. raza. Al tiempo que redactaba sus Suce- Schreber la célebre apelación contra su sos memorables, su inicial confrontación internamiento. El 14 de julio de 1902, con Dios fue dando paso a una posible finalmente, la Corte de Apelación Real «reconciliación» (Versöhnung), término de Dresde resolvió a favor del deman- muy destacado por Lacan en su inter- dante, a pesar del diagnóstico de «pa- pretación del caso. Fue precisamente ranoia crónica» y de la oposición de en esta inflexión favorable del delirio Weber que, además de ser su nuevo donde Freud captó la función autocura- médico, actuó como forense ante los tiva que el delirio atesora, tesis que Tribunales. como sabemos planteaba, a su juicio, «el golpe más atrevido contra la psiquia- Los avatares del proceso y la impoluta tría» –tal como escribió a Jung el 18 de defensa esgrimida por el propio Schre- diciembre de 1910–, la cual quedaría di- ber –en especial el texto «¿Bajo qué su- vidida desde entonces en dos orienta- puestos es lícito recluir en un estableci- ciones abiertamente enfrentadas. miento de salud a una persona considerada mentalmente enferma, en Temido por su mujer y con la carrera contra de su expresa y declarada volun- profesional arruinada, este hombre al

Átopos 109 que no se le conocen amigos había de- suerte que ponga a su disposición, sú- jado para siempre a sus espaldas la cel- bitamente, ese caudal de sentido ame- da y los corredores del Sonnenstein nazador pero confortante. El delirio donde aullaba cada noche. Mas no con- constituye siempre un trabajo donde cluyeron ahí las desdichas del Dr. Schre- los psicóticos se desenvuelven con más ber. Junto a Sabine y Fridoline, una jo- o menos lentitud y bajo un talento ma- ven de trece años que entretanto su yor o menor. Los grandes temas schre- esposa había recogido del orfanato y berianos, esto es, la transformación en terminaría por ser adoptada, Paul mujer, el nuevo orden del universo, la Schreber trasladó su residencia a Dres- crisis en los reinos de Dios, la lengua de. Allí vivirían juntos hasta 1907, cuan- fundamental o el asesinato del alma, no do se desencadenó la última crisis que son hallazgos que sucedan sin esfuerzo. lo llevaría definitivamente al asilo de Si concebimos la psicosis como el hun- Dösen, muy próximo a Leipzig, el 27 de dimiento del universo simbólico del su- noviembre de 1907. Se venía atribuyen- jeto y el surgimiento inmediato de un do este tercer episodio a la muerte de vacío de significación, el delirio se nos su nonagenaria madre Pauline (14 de presenta bajo la necesidad de encon- mayo de 1907), o a veces al ataque de trar un nuevo sentido a cualquier pre- apoplejía que sufrió Sabine seis meses cio. En esa tarea se afana el delirante después. Sabemos actualmente que el con éxito o sin él. Entendiendo en este debate sobre el uso del apellido Schre- caso el éxito del delirante no como el ber que venía enfrentando a algunas de desvanecimiento del delirio que sana al las Asociaciones Schreber constituyó el psicótico y confirma su curación, sino disparador de la última y definitiva crisis como la adquisición de un aglutinante psicótica. En una atmósfera rancia, los de la identidad que impide la disgrega- partidarios del padre se habían dividi- ción más intensa del yo. Pues si en algu- do, instando a Paul para que decidiera nos casos el psicótico mejora cuando cuál de las Asociaciones podía llevar le- desaparece el delirio, en otros empeora gítimamente el apellido Schreber. Des- si no da con él. mintiendo cualquier partidismo, el Dr. Schreber redactó una declaración Schreber comenzó la redacción de su (Erklärung über Schreberverein) el día 1 libro en febrero de 1900, seis años des- de noviembre de 1907, tomando posi- pués de su internamiento, pero su labor ción ecuánime sobre el destino del se vio precedida de una lenta prepara- nombre de su padre. Veintiséis días ción que da cuenta de su esfuerzo. Él después ingresó para siempre en el úl- mismo nos informa sobre su tesón en la timo manicomio que escucharía sus car- tarea de transcribir experiencias, reali- cajadas y aullidos. zar anotaciones o redactar libretas don- de va recogiendo sus pensamientos. Y El Libro cuando se pone ya decididamente a desarrollar su libro, nos comenta que Schreber no escribió sus Sucesos me- algunos de sus contenidos van surgien- morables de un tirón. Ningún delirante do en el acto mismo de escribir. En este inventa su delirio bajo un golpe de sentido se ha sugerido en ocasiones

110 Átopos que el cauce natural del delirio es la es- logía consecuente. Más allá del estudio critura, cuyo soporte facilitaría la elabo- del caso, los Sucesos memorables po- ración de esa racionalidad tan particular seen esa importancia tan singular, la de que identifica al psicótico. Del mismo ser el compendio de todos los conteni- modo, ha podido sostenerse que todos dos delirantes, expresados con una los psicóticos, pese a las variaciones que agudeza, penetración y riqueza expresi- podamos encontrar entre los diversos va incomparables. Despertándonos la delirios, leen en el fondo de un mismo sospecha, a través de su perfección, de Libro, donde van encontrando los con- que la finalidad autocurativa de Schre- tenidos comunes a todos ellos como si ber –y con él la todos los delirantes–, no se tratara de los ingredientes de un de- es otra que volver a cerrar de nuevo el lirio único y universal: lo divino y lo origi- Libro abierto por el delirio a fuerza de nario, la catástrofe y el fin del mundo, la reescribir una copia del mismo. pluralidad de mundos, la animalidad, la redención, el mesianismo, el amor, la Tal sería el éxito curativo del escritor. El desposesión y la imposición, el enemi- libro de Schreber es una enciclopedia go, el perjuicio y la persecución, la filia- de psicopatología que merece la pena ción y el linaje. De tal modo que si las ser leída de principio a fin. Pocos trata- variaciones les identifican, y a cada deli- dos sobre la locura pueden igualar su rante le es dado su delirio, el Libro los riqueza y su capacidad de sugerencias unifica, y todos los delirantes vendrían a inagotable, incitándonos a una inter- decir de un modo u otro lo mismo. pretación constante. Sus explicaciones, sus ocurrencias y sus giros lingüísticos Pues bien, el escritor (Schreiber) Schre- constituyen un sabio manual para todos ber es un delirante de genio, tan capa- nosotros. Por otra parte, el testimonio citado para el fastidioso arte de delirar personal de Schreber no sólo nos ofre- que consigue transcribir la totalidad de ce pistas insustituibles sobre la génesis ese Libro virtual que parece vivir cerra- de la locura y la comprensión que adeu- do en cada uno de nosotros y que sólo damos a los psicóticos, sino que consti- se abre para que vayamos copiando de tuye también un ejemplo a favor de la él cuando nos psicotizamos, como si se lucha por la emancipación de los enfer- tratara de una providencial reserva de mos mentales y, por extensión, de todo sentido. Pocas manifestaciones deliran- ciudadano. Nadie como él ha consegui- tes podemos encontrar en nuestra do encarnar, en un gesto único, la auto- práctica de lectores clínicos de delirios defensa de su libertad ante los tribuna- que no veamos reflejadas en el texto de les con la autodefensa ante sí que Schreber. Pocas elaboraciones nos pue- define desde Freud al delirio. Proteger- den ser contadas por los psicóticos que se de la locura y defenderse de la opre- no podamos referir a su escrito, para sión constituyen las obligaciones inse- encontrar entre sus páginas alguna ana- parables de un mismo destino.

Átopos 111