DON JUAN MAIN UEL VII CENTENARIO

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ACADEMIA ALFONSO X EL SABIO

DON JUAN MANUEL VII CENTENARIO

DON JUAN MANUEL VII CENTENARIO

m 11 .1 UNIVERSIDAD DE ACADEMIA ALFONSO X EL SABIO d . i~ En la realización'y coordinación de este libro han participado, junto a la Academia Alfonso X el Sabio, el Vicerrectorado de Investigación, los Departamentos de Literatura Española y de Historia Medieval y el Secretariado de Publicaciones e Intercambio Científico de la Universidad de Murcia,

Edición conjunta de la Universidad de Murcia y la Academia Alfonso X el Sabio Imprenta: Tipografía San Francisco - Murcia Dep. Legal: MU-610-1982 ISBN: 84-86031-19-2 Murcia, 1982 ¿Pensaba en sí mismo don Juan Manuel, y que no quedaría olvidado, cuando cambió el sentido del refrán «murió el onbre et murió el nonbre» por «murió el omne, mas non murió el su nonbre» en el exemplo XVI del Conde Lucanor?

No podía quedar en el olvido el VII Centenario del nacimiento de don Juan Manuel para la Universidad de Murcia y para la Academia Alfonso X el Sabio, ya que en múltiples aspectos la relación Murcia-Don Juan Manuel fue estrecha y continuada . - Lo sería en el orden políticq, pues desde 1284, cuando sólo contaba dos años de edad, iba a ser nombrado adelantarlo ma- yor del reino, oficio que desempeñaría con alternativas muy dispares hasta 1339, en que deja paso a su hijo Fernando, que le sucede en el cargo. De su actuación controvertida, especialmente en su permanente enfrentamiento con los ciudadanos murcianos, iba a provocar cuestiones y choques que dejarían profunda huella y que motivarían el tener que prestar atención permanente a una situación de difícil arreglo. Unido a ella está el aspecto que pudiéramos denominar señorial, pues no fue sólo su extenso señoríó de , integrado por entero unas veces o par- cialmente otras en el ámbito territorial del reino murciano, sino la posesión de gran número de comarcas y poblaciones cuyo señorío mantuvo por causas muy diversas, ya que si unas lo eran en propiedad, tenencia ofianza de pres- tamos, otras fue su simple ocupación, justificada por razones peculiares al tanto de las circunstancias, lo que le permitiría escribir al rey de que con excepción de Mula y la capital todo el reino estaba bajo su dominio. Y relación personal qué se suma a las del político y señorial por sus largas es- tancias en el adelantamiento y señoríos, así como por su incansable andadu- ra por las tierras murcianos. El Libro de la Caza es el mejor exponente de su conocimiento personal de un territorio que recorrió en todas direcciones, de- jando amplia memoria de las posibilidades cinegeticas que ofrecía. A estas razones históricas; «murcianasn, que entendemos coma de obli- gada iniciativa de la Universidad y de la Academia, se unen otras aún más poderosas por cuanto supuso su obra literaria, tanto en la aportación perso nal o transmisiva de otras foráneas, como las de iniciativa o apertura a nuevas formulaciones literarias . Y a todas ellas dedican sus variados estudios la larga lista que ofrecemos de quienes han querido celebrar con nosotros es- te Centenario : hispanistas y españoles, que con entusiasmo acudieron a nuestro llamamiento y con admirable exactitud cumplieron compromisos y plazos. La Universidad de Murcia, a través de sus Departamentos de Historia Medieval y de Literatura Española, y la Academia Alfonso X el Sabio, al ofrecer este libro homenaje, agradecen a todos los que han colaborado en el, su generosa aportación y al mismo tiempo-manifiestan su esperanza de ha- ber cumplido su propósito de un mejor conocimiento de la vida y obra de don Juan Manuel.

Francisco Abad LUGAR DE DON JUAN MANUEL EN LA HISTORIA DE LA LENGUA

Don Juan Manuel no es sólo nuestro primer cuentista en el tiempo, sino también nuestro primer conceptista . J. M. BLECCTA (1)

I. Don Juan Manuel era un hombre de recelo hacia los demás y pru- dente (esto es, avisado) ante las cosas del mundo; le importaba estar atento a guardar su estado, y asi es un representante doctrinal de la concepción orga nicista de la Edad Media, según la cual la sociedad es un todo orgánico en el que a cada miembro cabe un papel y por ello un puesto en esa totalidad so- cial (2) . Con razón decia Menéndez Pidal que ni don Juan Manuel ni Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita, alardeaban de más ciencia que la ciencia de la vida (3), y cómo asi don Juan se preocupa en sus escritos por declarar la eter- na verdad objetiva de las cosas (4).

(1) JosE MANUEL BLECUA : La vida como discurso, Zaragoza, 1981, pág. 119. (2) Cfr. A . D . DEYERMOND : Historia de la literatura española . La Edad Media, Barcelona, 1973, págs . 241-245, y j . A . MASAVALL : «La sociedad estamental castellana y la obra de don Juan Manuel», Estudios de historia del pensamiento español, Madrid, 19732, págs . 483-503, referen cias tenidas en cuenta en el texto. El artículo de Maravall, a su vez, toma como punto de partida un libro importante que ha de considerarse: Luciana de Stéfano: La sociedad estamental de la baja Edad Media española a la luz de la literatura de la época, Caracas, 1966 . (3) R . MENENDEZ PIDAL : «De Alfonso a los dos Juanes. Auge y culminación del didactismo», Studia. . . Lapesa, I, Madrid, 1972, págs. 63-83 ; pág . 76 . (4) Ibíd., pág. 79.

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Además de su lucidez y sabiduría mundanas, don Juan Manuel se halla- ba preocupado de veras por la fama literaria ; ese afán de reputación litera- ria le lleva a mostrar su propia conciencia de estilo, de modo que en el Libro de los estados incluye estas palabras referidas a otra obra suya, el Libro del cavallero et del escudero: «Sabet -dice- que ., . todas las rrazones que en el se contienen son dichas por muy buenas palabras et por los más fermosos la- tines que yo nunca oí dezir en libro que fuese fecho en romançe» (5) . Igual- mente procede -nos parece- de tal anhelo de logro artístico el empeño (que notó María Rosa Lida) en borrar al escribir las huellas «de taller», es decir, en omitir las referencias a fuentes para que el discurso aparezca como obra madura y original (6) . A la vez creemos coherente con la ambición humana y literaria de nuestro autor su vocación didáctica, pues quien se siente seguro en el domi- nio de las cosas y deseoso de una obra artistica lograda por su individualidad y perdurabilidad es lógico que tienda a exponer su saber . La vocación didac- tica de don Juan Manuel -interpreta Maravall, matizando nosotros la letra del aserto- es concomitante con su afán de dominio (7) .

II . ¿Qué caracteriza a don Juan Manuel en la historia de la lengua lite- raria? Por una parte, la crítica ha subrayado su afán de una prosa didáctica, sin equívocos (8), atenta por ello a acumular en el periodo trabazón lógíca; insiste -en efecto- en el encadenamiento lógico del discurrir del pensa-

(5) D . JUAN MANUEL: Libro de los Estados, ed . de R . B . Tate - I.R. Macpherson, Oxford, 1974, pág. 185 . Y en El Conde Lucanor, como es muy sabido, ruega a los lectores vean el manuscrito de sus textos corregido por él «de su letra» si encuentran algún pasaje de sentido poco nítido . Vid. El conde Lucanor, ed. de J.M. Blecua, Madrid, 1969, págs. 47-48 y n . 14, en la que Blecua reproduce la declaración concordante del «Prólogo generab> de sus obras. (6) Cfr . M . R. LIDA: «Tres notas sobre don Juan Manuel», Estudios de literatura española y comparada, Buenos Aires, 19692, págs . 92-133; págs . 128-129 . (7) MARAVALL; loe . cit ., pág. 491 . (8) «En contraste con la prosa del siglo XV (escribe María Rosa Lida), prendada del adorno latino, la de don Juan Manuel, prolija a puro deseo de resultar absolutamente inequívoca -didáctica, en suma, y no estética- parece haber tomado como modelo el latín escolástico, todo claridad y sin pretensión de belleza, de la Summ¢ Theológica, por ejemplo» (Loc . cit ., pág. 126 n .)

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miento (9) . Nuestro autor aspira a dar su razonamiento por completo, con diafanidad y nitidez, sin necesidad de descender al dato complementario o el detalle; asi lo expresa en varios pasajes concordantes del Libro de los esta- dos (caps . LXI y ss ., XC, XCVIII), en los que en esencia se pronuncia por expresarse declarada y cumplidamente, y a la vez sólo con las palabras justas para ello (10) . Pero no aspiró a escribir solamente asi don Juan Manuel, pues mantuvo también otro ideal estilistico de oscuridad, según se ve en El conde Lucanor. Oponiéndose con buen sentido a Menéndez Pelayo, cuando afirmaba que el cuentista castellano se halla libre de todo amaneramiento retórico, la propia Maria Rosa Lida supo percibir muy bien -aunque no llegó a la ejemplifica- ción concreta- cuál es el lugar en la historia del estilo y de la lengua litera- riacastellana de nuestro autor; don Juan Manuel, decia, fiel a la pauta de Alfonso el Sabio, muestra aun más clara conciencia de la autonomia lingüistica del castellano, y asi intenta reproducir en el romance el orna- mento preconizado por las artes dictaminas, aunque (por otra parte) procede en el léxico con riguroso purismo (11) . Podemos interpretar esto asi : don Juan Manuel escribe según un ideal de oscuridad que ha de entenderse como dificultad vencible por el entendimiento, dificultad creada a partir del uso del castellano mismo (esto es,sin necesidad de acudir a la latinización lexi- ca, etcétera) . En convergencia con Maria Rosa Lida, Fernando Lázaro ha expresado por su parte con notoria claridad la significación lingüistica de don Juan Manuel en estos párrafos : Se preocupa -e insiste en ello- por ser completo y breve, claro y escueto. De todas estas cualidades, prefiere la claridad, lo cual le obliga a no dejar ningún cabo suelto, aunque tenga

(9) R. MENÉNDEZ PIDAL: Antología de prosistas españoles, Madrid, 19699, págs. 29-30, y Poesía árabe y Poesía europea, Madrid, 19635 , págs . 150-157; R. LAPESA: Historia de la lengua española, Madrid, 1981 9, pág. 249 . (10) «En tal que lo dixieSedes declaradamente -escribe en un momento-, que fuese en las menos palabras que vós pudiesedes» (Libro. . ., pág. 118; semejantemente, vid. pág. 185) . (11) M . R . LIRA: loe . cit ., págs . 130-131 . O dicho a modo de fórmula: «En lugar de echar mano del latín como auxiliar léxico, supresión de latinismos aunque, a la vez, imitación del orna- mento estilistico latino» (¡bid., pág. 133) .

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que repetirse una y otra vez. Con ello, resulta no pocas veces prolijo. Comparte con Alfonso X una misma tendencia casticis- ta: evita en lo posible el latinismo. . . En gran parte, la importan- cia de don Juan Manuel en la historia de nuestra lengua reside en su acusado interés por proporcionarle una total independen- cia respecto del latín . . ., en hacerla apta para el raciocinio, la dialéctica y la abstracción. . . Realizó, además, experimentos estilísticos tendentes a crear una expresión difícil, que dieran al castellano categoría artística comparable a la del latín . : . Para ello, no recurre al procedimiento de latinizar la prosa -como se hará en el siglo siguiente-, sino que crea la dificultad dentro del castellano mismo . Fuera de esas experiencias -concluye Lázaro- la claridad fue su nor- ma, y -siempre que le pareció posible- la concisión (12) .

111 . Las partes segunda, tercera y cuarta de El conde Lucanor ofrecen el deseo manuelino de hablar «oscuro», cae tal manera que en algunas cosas «converná de aguzar el entendimiento para las entender» (13) . Los artificios mediante los que construye el discurso son distintos; en primer lugar, la pro- sa se presenta con ritmos marcados . He aquí ejemplos respectivos de los tipos -/-, --¡-1- , --¡_¡--/-, -/_/ /-/-, --/-/-/ 1- y -/--1-1-1 1- c - Los que non creen verdaderamente en Dios, razón es que non sean por el defendidos . -. Quanto es el orrine mayor, si es verdadero omildoso, fallará más gracia ante Dios .

(12) F. LAzARo CARRETER : Lengua Española: Historia, Teoría y Práctica, Madrid, 1975, 1, págs. 112-113. He aquí un caso de esas repeticiones prolijas que se dan en nuestro autor: «-Señor, assí contesçió que un omne bueno avía un fijo, commo quier queera maga segundsus días, era asaz de sutil entendirniento. Et cada que el padre alguna cosa quería fazer, porque po- cas son las cosas en que algún contrallo non puede acaesçer, dizíal el fijo que en aquello que él quería fazer, que vega él que podría acaesçer el contraria» (El cande,, ., págs . 62-63), (13) El conde. . ., pág. 280.

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- Todos los omnes se engañan en sus fijos et en su apostura et en sus vondades et en su canto. - Qui cuyda aprender de los omnes todo lo que saben, yerra; qui aprende lo aprovechoso, açierta . - Usar la verdat, seer fiel, et non fablar en lo que non apro- vecha, faz llegar a omne a grand estado . - Largueza en mengua, astinenvia en abondamiento, castidat en mançebia, omildat en grand onra, fazen al omne mártir sin escarnimiento de sangre (14) . Y aún hay ritmos marcados más complejamente (15) . Otras veces aparecen lo que podemos llamar anacrusis sintácticas más dos cláusulas rimadas o paralelas, a saber : - Non es de buen seso el que cuyda entender por su entendi- miento lo que es sobre todo entendimiento . - Paresçe la vondat del señor en quáles obras faze, quáles le- yes pone. Don Juan Manuel hace uso también de antítesis ; - El mejor pedaço que ha en l'omne es el corapon ; esse mismo es el peor. - Todo omne es bueno, mas non para todas las cosas, e igualmente de juegos de palabras : - El seso da seso al que non ha seso. - Vida sin vida, non es vida . Otras figuras presentes en su estilo son estas :

(14) Todos los ejemplo en El conde. . ., págs. 263-283. (15) Vid, las sentencias cuarta de la pág. 271 y segunda de la pág. 272; la cuarta de la pág. 276; la séptima de la pág. 282; etc.

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a) paradojas: - El que sabe, sabe que non sabe; el que non sabe, cuyda que sabe . - Lo caro es rehez, lo rehez es caro . b) derivaciones: - Qui ama más de quanto deve, por amor será desamado . - El rey rey, reyna; el rey non rey, non reyna, mas es rey- nado .

c) gradaciones:

- Espantosa cosa es enseñar el mudo, guiar el ciego, saltar el contrecho; más lo es deçir buenas palabras et fazer malas obras. d) paralelismos: - Todas las cosas nasçn pequeñas et _creçen; el pesar nasçe grande et cada día mengua. - Qui non a vida non da vida; qui es vida da vida . e) amplificaciones:

- El yerro es yerro; del yerro nasçe yerro; del pequeño yerro nasçe grand yerro; por un yerro viene otro yerro; si bien biene del yerro, siempre torna en yerro ; nunca del yerro puede venir non yerro . f) recurrencias: - Si el poder es grand poder, el grand poder ha grand saber . Bien se ve que algunos de estos proverbios (o los restantes que podríamos haber citado) sirven para ejemplificar a la vez más de un artificio. Por ulti- mo haremos notar cómo don Juan Manuel altera a veces por completo el orden de palabras, dando así oscuridad a la sentencia :

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- De mengua seso es muy grande por los agenos grandes tener los yerros pequeños por los suyos.

IV . Conclusiones. La consideración de la bibliografia disponible, así como la lectura y análisis concreto de los textos del príncipe don Juan Ma- nuel, nos llevan a establecer estas conclusiones acerca de su lengua : 1 . Don Juan Manuel opta por la claridad y toda la posible concisión . El suyo es un discurso deseoso de resultar inequívoco y persuasivo ; de ahí que pueda desprenderse del mismo una cierta prolijidad, prolijidad también exigida por la probable transmisión oral de sus obras en lectura ante audien- cias analfabetas . 2. Ensaya asimismo un ornamento estilístico valiéndose para ello de so- lo el castellano, por lo que su léxico es de un riguroso purismo y con apenas latinismos. 3. Esa ornamentación dota al discurso de «oscuridad» que resulta ser una dificultad superable . 4. En definitiva don Juan Manuel_se preocupa por construir una len- gua estilísticamente valiosa por ella misma y apta para el raciocinio y la dialéctica (*) .

(') Estando ultimando este articulo me llega la noticia del fallecimiento de Ignacio Prat. Permítaseme dedicarlo a la memoria del amigo querido ycrítico excepcional, como io llamó don José Manuel Blecua.

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Reinaldo Ayerbe-Chaux DON JUAN MANUEL Y LA CORONA DE ARAGON, LA REALIDAD POLITICA Y EL IDEAL DE LOS TRATADOS

El cuadro social y político que del sistema estamental presenta don Juan Manuel constituye un todo armónico con la armonía propia de las creaciones de Dios . Tres estados: los oradores, encargados del bien espiri tual; los defensores, encargados de gobernar; y los proveedores : mercaderes, campesinos y artesanos (1) . Como regalo de Dios, el hombre nace en deter- minado estado y su honor social se deriva en parte de la estirpe pero más que nada del cumplimiento de los deberes de su estado . Existen jerarquias en cada uno de ellos y en el de los defensores, que es el que más preocupa a don Juan Manuel para la salvación de su alma (2), están el rey a la cabeza y la nobleza. Entre la nobleza ocupan un puesto singular y difícil los hijos de in- fante ya que por su estirpe pertenecen a la realeza . Ello les da privilegios y responsabilidades especiales. El sistema no es fortuito sino establecido direc- tamente por Dios para el bien de la sociedad y permanece en sí inmutable y bueno. Los tratados de don Juan Manuel y en especial El libro de tos estados contienen la exposición doctrinal más completa sobre la organización de la

(1) JUAN MANUEL: Libro de los estados, ed. R . Brian Tate y Ian R. Macpherson, Oxford at the Clarendon Press, 1974, pág. 192. RUTH MOHL : The Three Estates in Medieval and Renais- sance Literature, New York, 1933 . (2) R . BRIAN TATE: «The Infante don Juan de Aragón and Don Juan Manuel», en Juan Ma- nuel Studies, ed. Ian R. Macpherson, London, Tamesis, 1977, págs. 169-179.

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sociedad y el papel del noble en ese sistema de los estamentos (3) . Pero dicha doctrina puede representar más un ideal, una abstracción que una realidad . Comenzamos a descender del ideal a la realidad cuando ese orden se rompe por la falta del rey o del noble en el cumplimiento de sus deberes, cuando «deber» y «privilegio» dejan de diferenciarse y se vuelven uno, por ejemplo, al insistir don Juan Manuel en «la guarda de la fazienda, de la anca et del es- tado» . En este homenaje con ocasión del septimo centenario de su nacimiento, he creído importante hacer un examen de la correspondencia o colección diplomática publicada por Andrés Gimenez Soler (4) para buscar en ella cuál fue la realidad política que vivió don Juan Manuel. Ello nos dará un as- pecto de su vida no suficientemente señalado por los biógrafos, aspecto que puede considerarse clave para entender no sólo ciertas acciones de su vida si- no su misma producción literaria. Al leer la correspondencia de don Juan Manuel, lo primero que salta a la vista es que no existia la unidad armónica presupuesta por la organización estamental . La España del siglo XIV no era un reino sino básicamente dos reinos cristianos, dos reyes unidos par alianzas familiares y «posturas» cuyo poder y protección podía contraponerse en juego en momentos de crisis. Nada más contrario al cuadro de armonía básica que brindaba el ideal delos tratados . Don Juan Manuel a ciencia y conciencia rindió vasallaje a )aime II de Aragón más bien que fidelidad a su rey natural. Los Infantes de la Cerda hablan donado el territorio de Murcia a la corona de Aragón y en un docu mento fechado el 26 de junio de 1289 (doy nuestra nomenclatura) renovaron dicha donacïóñ en favor de Jaime II (5) . Ante esta violación de sus derechos, don Juan Manuel, joven e inexperto, aprobó la declaración de hostilidades

(3) LUCIANA DE STEFANO: La sociedad estamental de la baja edad media española ala luz de la literatura de la época, Caracas, Universidad Central, 1966, pág. 9. (4) ANDRÉS GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítico, Zaragoza, 1932 . (5) A. GIMENEZ SOLER : op. cit., pág. 221. De aquí en adelante las citas de las doe~scnentos irán en paréntesis incluidas en el texto, con las iniciales GS, el número del documento en cifras romanas y la página.

18 por mar con una galera armada contra la corona de Aragón, bajo el pretexto de que Jaime 11 había roto la promesa de matrimonio con la hija de Sancho IV: «Ya sabedes de como el Rey daragon ovo de casar con la fija de nuestro sennor el Rey Don Sancho et teniendola en Aragon et en su po- der sabet que es ydo casar con la fija del princep (así se refiere a Blanca de Anjou) e desempara la fija de nuestro sennor el Rey» . (10 de nov. 1295 . GS 111, 223) . Al dar este paso- no había medido el poder de su adversario y con impo- tencia vio venir sobre Alicante las fuerzas aragonesas . Caida Alicante, fue atacada Elche en 1296, que era lo mejor de su patrimonio en Murcia ya que se hallaba en tierra que no dependia jurídicamente ni de Castilla ni de Ara- gón y por lo tanto no requeria juramento de fidelidad a ninguno de los dos soberanos. Al capitular, don Juan Manuel perdió la jurisdicción en Elche, pero le fue posible conservar la propiedad. El documento de capitulación prometia la ayuda a don Juan Manuel de veinte caballeros encabezados por don Jaime de Xerica y entre los que se encontraba don Pedro señor de Ayer- be, si el rey no guardaba los términos del tratado: t

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«Et pues vos esto fallades por derecho ruego uos que tengades por bien de mandarlo guardar así a los vuestros vassallos que algo an en el reyno de Murcia» . (Marzo de 1298 . GS XVI, 239) . Es sólo un ejemplo (6) pero revela en qué forma don Juan Manuel prepa- raba con destreza su pacto de Jativa con el rey de Aragón, dándole pruebas de su poder y llevándole a la convicción de que era mejor tenerle por aliado que por enemigo. Murcia estaba en poder de Aragón y aunque la reina doña María de Molina organizó una campaña para desalojar a los aragoneses de ese territorio castellano, ésta fracasó (enero de 130(3) . Creo que ello conven- ció definitivamente a don Juan Manuel de la necesidad de aliarse con el más poderoso . En los primeros años del siglo XIV las relaciones entre Castilla y Aragón se hallaban en peligrosa tensión. Un grupo de nobles castellanos disidentes escogió a don Juan Manuel para iniciar conversaciones con Jaime II y se entrevistaron en Játiva. Don Juan Manuel aprovechó la oportunidad para negociar lo suyo y obtuvo del rey un pacto por el cual: 1 . Obtenia la mano de Constanza su hija; 2, Elche y demás territorios le eran devueltos ; 3. Jaime II, su futuro suegro, se comprometía a defender a don Juan Manuel contra cualquier enemigo, especialmente contra el rey de Castilla . No es difícil medir la trascendencia de este pacto de vasallaje por el cual don Juan Manuel se pasaba literalmente al reine contrario, Reconocía a Jaime II como su señor natural y como rey del territorio de Murcia. A esto se si- guieron las vistas de Ariza en las cuales tomaron parte también otros nobles castellanos levantiscos como el Infante don Enrique (el del cuento del león de Túnez del exemplo IX del Libro del conde Lucanor) y don Diego López de Haro, señor de Vizcaya (G$ LXVIII, 280) . Los intereses privados del noble se anteponian a los intereses del rey y del reino de Castillla ; y todo, cuidadosamente manipulado por la corona de Aragón . No vale la pena juz- gar a don Juan Manuel. Lo que importa es reconocer la realidad de un

(6) Véase, por ejemplo, la carta de Bernardo de Sarria a Jaime II, en la cual expresa su te- mor ante las hostilidades de don Juan Manuel en Murcia (GS XXVI, 245) . El mismo rey le escri be a don Juan Manuel quejándose de que ha quebrantado los térrnin" del tratado: con gran gente de cauallo e de pie entrastes en el reyno nuestro de Murcia e aqui talando logares fegiestes muytos daynos e males e matastes homnes partida e leuastes ende muytos homnes catiuvs» (GS XXX, 247) .

20 mundo político complejo y conflictivo que no podemos percibir claramente en la abstracción de sus tratados ni en los bocetos biográficos que se dan sobre su vida . Fernando IV de Castilla, enfurecido, intentó hacerle asesinar pero don Juan Manuel fue avisado afortunadamente por Gonzalo García, emisario del rey de Aragón, octubre de 1303 (GS LXXXIV, 292) . Consideremos ahora otro aspecto importante en estos cambios de va- sallaje . Los vínculos de parentesco político establecidos por el matrimonio eran más serios y más fuertes que el vinculo natural entre noble y rey. En carta del 2 de julio de 1304 informa don Juan Manuel a Jaime II que acaba de acceder a los planes del rey de Castilla pero con el fin de ayudar los inte- reses de Aragón : «E esto guise entendiendo que uos podría seruir alla en al- gunas cosas». Y el 12 de septiembre : «et sennor lo que es uuestra uoluntad que yo faga enuiatmelo mandar e faserlo e muy de grado» (GS CIII, 306) . La correspondencia de don Juan Manuel con Jaime II está llena de expre- siones semejantes que, a pesar de su carácter formulario, revelan claramente el puesto primordial que tenían para él los intereses de la corona de Aragón . Por su parte, Jaime II se mostraba generoso y leal para con su yerno . Al hacerle favores le agradecía no sólo el beneficiado sino el rey de Castilla por haber ayudado a calmar las exigencias de un súbdito tan poderoso. Por ejemplo, debido a la intervención de su suegro, don Juan Manuel había to- mado posesión de Alarcón en marzo de 1305 . Vale la pena citar las reac- ciones favorables en cartas al rey don Jaime. De don Juan Manuel, 30 de abril de 1305 : «Et enbio uos lo desir por que se que uos plasera e ueredes uos sennor que por quanto fisiestes en este pleyto que desto e de lo que he de todo uos uerna seruiçio» . (GS CXVIII, 314) . Del sacristán de Tarazona, mayo de 1305 : «Con don Johan Manuel faule e tiene que uos lo acedes heredado de Alarcón e diçe que así vos sera mandado siempre como faria a su padre» . (GS CXX, 316) . Del Infante don Juan a nombre de Fernando IV, 29 de mayo de 1305 : «Sabed que uos gradesce mucho el Rey porque mandastes librar fecho de Cartagena ca tien que fesiestes mucho en esto por el en

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guisardes [sic] vos como fincasse don Johan Manuel asosegadamiente en el su seruipio. Et otros¡ uos lo tiene don Johan Manuel en merced ca tiene que por vos es el heredado de Alarcon. Et sed vierto que por esto sennaladamiente finca asosegado don Johan Manuel para ser siempre a seruiç¡o del Rey de Castiella e uuestro, e de seer siempre otros¡ mío amigo e en la mi ayuda» . (GS CXXIII, 317) . Las relaciones de don Juan Manuel con Jaime 11 no carecieron de ten- siones pero nunca llegaron al rompimiento como con el rey de Castilla. Al recrudecerse las hostilidades contra el'reino de Granada, la infanta doña Constanza, prometida de don Juan Manuel, estaba en Villena . A petición del rey, don Juan Manuel hizo abastecer el castillo, pero en carta del 7 de mayo de 1310 se queja de que sus repetidos ruegos para trasladarla a lugar más seguro no hayan sido escuchados (7) . Aún más, su carta a Guillén Palacin el 18 de julio (GS CCX, 381), negándose a recibirle como enviado del rey de Aragón, culpa al soberano de favorecer a sus enemigos y de ha- cerle mal deliberadamente . Ello motiva una de las cartas más duras de la co- lección en la que dice Jaime II : «no conviene que nos alonguemos la respuesta e assi a lo primero que desides que fasta aquí manáfiestament entendiades en como nos obrauamos contra uos que agora muy a oía lo veyedes. Maravellamos nos mucho que obras son aquellas que uos entendedes que nos contra uos au¡amos fecho que no son buenas. Ca nos por tal nos tenemos que nuncha fisiemos sino buena cebra a qui la ociemos de faner. E s¡ vos conosiessedes o vos acordassedes quales cebras avemos fechas contra vos non diriades tal rasan ni auriades acido sospecha de nos sino de

(7) «Et uossennor dixiestes me que nona oíaporque auer ningun recelo en V¡llena et que te- niedes por bien que fincase así el pleito et como quier que me peso ende mucho pues que vi que uos as¡ lo quisiedes ouelo a pasar pesó (síé porpero] que finque depues aca con grand rreçelo ende et segund los fechos se yo que se can parando ueo que cada día es mas mester et non se deue tar- dar et quando los fechos estan en tal estado non deue omne fablar encubierta mente . Et porque yo non fallo otra carrera porque la infanta sea bien segura et uos et yo estemos sin ningun recelo uos pido por merced que tengades por bien que uenga la infanta aalgun lagar de los m¡os quesea bien alongado de la guerra. Et todas las cosas que uos quisieredes que yo faga por que Dos seades seguro que la vuestra onrra et de la infanta et quanto yo he puesto conuusco sera todo guardado faserlo he muy de grado». (CS CCVI, 375) .

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todo bien que si en sospechas quisiesemos entender mas con razon nos podriemos auer de uos» . (GS CCXII, 382) (8) . Una de las razones de disgusto era el matrimonio de la infanta aragone- sa, doña Juana, con el infante don Pedro, hermano del rey de Castilla. Esa alianza matrimonial entre los dos reinos despertaba los celos de don Juan Manuel, quien en Castilla queria ser el único aliado matrimonial de la coro- na de Aragón . El rey en la antedicha carta sólo dice al respecto : «a cada que nos conoscamos que se pueda faser en guisa que cumpla, no avemos por que lexarlo» . La sagacidad politica de Jaime II al arreglar dicho matrimonio iba a dar sus frutos en los años siguientes ya que la influencia de don Pedro en los asuntos de Castilla fue notable hasta su muerte . La animosidad entre los dos yernos tuvo sólo breves treguas, casi todas ellas forzadas (9) . Muerto don Pedro, Jaime II exhorta a don Juan Manuel a que se cuide del reino: «Lunes XVI dias andados del mes de julio sopiemos este desauentu- rado caso que es acaescido de la muerte del infante don Pedro e del in- fante don Johan. E touiemos que complia de'escriuir uos rogando uos as¡ carament como podemos que agora parecca la uuestra bondat e de- des a entender qui sodes e de qual lugar venides. Porquefase menester don Johan que uos prendades en tal guisado los afferes del Rey don Al- fonso uuestro sobrino que es muy moco». (GS CCCXLVII, 478) . La carta está fechada el 17 de julio de 1316, un día después de haber re- cibido la noticia de la muerte de los dos regentes . Asi como don Jaime había podido mantener una influencia innegable en la corte castellana por medio de don Pedro, su intención era conservarla ahora por medio de don Juan Manuel.

(8) Otra carta fuerte del reyes motivada por el hecho duque donJuan Manuel había arres- tado al Maestre de Calatrava cuando éste había ido a verle a nombre de Jaime II. (GS CCLXXXIX, 443) . (9) En febrero de 1314 se hace un pacto de concordia por el cual don Juan Manuel reconoce como tutores del rey Alfonso a doña María de Molina y a don Pedro. En cambio, se le reconoce a el como adelantado de Murcia y Mayordomo del rey. «Otrosi que don Johan e don Pedro sean amigos de amigos et enemigos de enemigos» . (GS CCLXXXVI, 440) . Sin embargo, en no- viembre del mismo año don Jaime tiene que escribir sendas cartas a sus yernos tratando de impe- dir el rompimiento (GS CCCXIV, 460) . En febrero de 1316, el infante don Juan le escribe al rey de Aragón acerca de sus esfuerzos para hacer avenir a los dos yernos : «Pero que tengo que esta carga que fuera vuestra de tomar. Et de uos enxetar en ello pues que amos son nuestros yernos e an tan buen debdo convusco» . (GS CCCXXVIII, 468) .

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Sólo en este cuadro de influencias politicas y de la importancia que en ellas adquirian las alianzas matrimoniales se comprende lo que significó para don Juan Manuel la propuesta de matrimonio de Alfonso XI can su hija. Se podria pensar que su ambición le cegó y le hizo tomar por definitiva una simple conversación o propuesta del rey. Sin embargo, la corresponden- cia de estos meses revela que se trataba de unos esponsales en forma. Don Juan Manuel los anunció a las autoridades de Murcia (10) ; y a su suegro en carta del 13 de octubre de 1325 : «E estepleito es ya firmado por cartas e por arrehenes» . (GS CCCC, 517) . Constanza le escribe a su abuelo especifican- do el lugar y la fecha: «Facemos uos saber que loado sea Dios somos ya casa- da con (el Rey de Castiella) e casamos en las Cortes de Valladolit jueves veynte et ocho dias de nouiembre era 1363» . (GS CCCCV1, 523) . En julio de 1326 le escribe nuevamente dándose el titulo de reina de Castilla y de León : «De mi donna Constanza por essa misma gracia Reyna de Castiella et de Leon salut como a Rey et a abuelo para quien querria mucha vida con sa- lut et mucha onrra» . El mismo rey Alfonso en un documento fechado el mes anterior dice: «Et nos el sobredicho Rey don Alfonso regnant en uno con la Reyna donna Constanza mi muger» (GS CCCCXVII, 531) . Las «posturas», pactos, negociaciones y concesiones fueron dejadas de lado . Alfonso XI, en una serie de represiones y golpes audaces, quiso no sólo quebrantar el poder de don Juan Manuel, sino, en mi opinión, romper sobre todo la cadena de influencia aragonesa en los asuntos de Castilla. Es muy significativo que fuera doña Juana, la viuda del infante don Pedro, quien anunció a su padre que don Juan, hijo del infante don Juan, había sido asesinado por el rey en Toro . Cuando era claro que Alfonso rompía los esponsales, el rey don Jaime- no lo pudo creer: «E nos non creemos en ninguna manera quel Rey de Castiella fi- ziesse lo de que vos dubtades de lexar la reyna vuestra filla e nieta nuestra. Porque en esto faria desonrra muyt grant a vos qui sodes de la su casa de Castiella e a nos e.sso mismo e ahun que seria obra muy mala», (GS CCCCXXXIV, 541) . El año de 1327 termina para don Juan Manuel con el repudio humillante

(10) GS GCGGI, 51&.

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de su hija y las muertes de su esposa y de su suegro . El andamiaje de alianza política se había derrumbado. Don Juan Manuel, de acuerdo a las leyes de Castilla, podía declararse en rebeldía contra su señor natural y así lo hizo (11) . Ya que no había lugar para las negociaciones el camino lógico era el de la violencia . Las hostilidades se rompieron cuando don Juan Manuel entró en negociaciones con los moros de Granada. El rey interceptó a los mensaje- ros y los hizo castigar con increíble crueldad sacándoles los ojos. La tensión política llegó a tal punto que hubo de intervenir el Papa y, llegados por fin a un acuerdo, nunca se pudo borrar la mutua desconfianza entre señor y súbdito. Lo que he expuesto intenta resaltar la importancia de la división de la Península entre Aragón y Castilla para poder interpretar el juego politico del siglo XIV español . Este dependía en gran parte de si el fiel de la balanza se inclinaba hacia Aragón o hacia Castilla y de la agresividad y audacia de cada uno de los dos soberanos . Los nobles, y en especial don Juan Manuel, comprendieron las alternativas y que las obligaciones del súbdito natural podían fácilmente suplantarse por la libre elección del vasallaje (12) . Pero hay un aspecto más que vale la pena subrayar y es el problema tan .- tas veces debatido acerca de la relación entre la vida del escritor y su obra li- teraria. Nada más ajeno a mis convicciones que el autobiografismo simplis ta: tratar de ver detalles de la vida de don Juan Manuel como puntos de par- tida, por ejemplo, de algunos de los cuentos de Patronio en el Libro del con- de Lucanor. El exemplo 5-de la zorra y el cuervo como representación del engaño de Alfonso XI en los esponsales de Constanza ; la alianza de los pode- rosos del exemplo 22 entre el león y el otro para referirse a las tensiones de la alianza entre el autor y Jaime II de Aragón . Lo gratuito de tales teorías per- mite fantasear y fantasear indefinidamente . La verdad es que don Juan Ma- nuel, cuando se refiere en sus escritos a experiencias de su vida, lo declara así específicamente como lo hace (sólo un ejemplo) en el capitulo LXX de

(ll) Escribe don Juan Manuel en El libro de los estados, pág . 178: «Et, sennor infante, se- gund la costunbre de Espanna, si el sennor faze cada una destas tres cosas contra el su natural et gelo afruenta ante los mayores omnes de su casa, [et] nol faze aquella emienda que fallare por de- recho quel deve fazer, dende adelante puedese desnaturar déb . (12) Estados, pág. 175 .

25 El libro de los estados (13) . El problema al cual me refiero aqui es muy dis- tinto. Hablo de la disparidad que inicialmente indiqué entre el ideal politico social que trazan los tratados y el caos que en realidad vivió el autor . En tiempos de crisis personal o social la elite intelectual se escapa al nivel ideológico bien para desarrollar una filosofía de la vida que explique la con- fusión viviente, bien para resucitar un ideal ya pasado, ya ido y, como ido, inobtenible . El breve cuadro politico que he trazádo basándome unicamen- te en la correspondencia de don Juan Manuel lleva a comprender la génesis de sus tratados, en especial de El libro de los estados, en el cual hace vivir un ideal de vida no sólo en lo referente a la doctrina del origen y objetivo del ser humano sino de la divina organización social en que deberá funcionar en es- ta vida . La gran producción literaria de don Juan Manuel tiene lugar preci- samente en los años tormentosos que siguen al derrumbamiento de su anda- miaje político. Su famosa sintesis doctrinal revela esa penosa antinomia: or- den divino estático y realidad. humana cambiable y contradictoria .

Syracuse University, New York, USA Febrero de 1982

(13) Estados, pág. 132.

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Mariano Baquero Goyanes

PERSPECTIVISMO EN «EL CONDE LUCANOR»

1. El engaño visual.

La presencia, en El conde Lucanor, de no pocos efectos perspectivisticos confiere a la colección de dan Juan Manuel una coherencia y compacidad posiblemente superiores a las de otros fabularios de la época e, incluso, pos- teriores . De esos efectos, los más están referidos a conductas, moralidades e inten- ciones, escaseando, en cambio, los basados en el tan manejado recurso dei error óptico, del deficiente o equivocado punto de vista . En una colección como el Calila, abundan los cuentos de engaños vi- suales como el del perro que pierde la tajada que lleva en la boca por coger la reflejada en el rio, o el del león a quien una liebre hace combatir contra el supuesto rival oculto en el pozo, que no es otro que su reflejo en el agua, o el del ánade que confunde el brillo de la luna en el agua con la palpitación de un pez, etc. En El conde Lucanor no aparece ningún relato de este tipo, y tan sólo el ejemplo XXXII, De lo que contespio a un rey con unos burladores que fi- zieron el paño, guarda relación con una modalidad de autoengaño visual, que lo es, sobre todo, de cara a la opinión pública, pero que, en realidad, no implica confusión alguna, allegable a las del perro, el león o el ánade del

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Calila. El rey y sus cortesanos saben sobradamente que no hay paño alguno que ver ni admirar, aunque otra cosa finjan para quedar a salvo de la san- cion moral anunciada por los «burladores» . Distinto es, en un plano asimismo dominado por lo visual, el caso de doña Vascuñana, la esposa de Alvar Háñez, tal y como se nos cuenta en la segunda historia incluida en el ejemplo XXVII, De lo que contesçió a un em perador et a don Alvar Háñez Minaya con sus mugeres. Lo que aqui fun- ciona es una suerte de autoengaño visual muy diferente al fingido del cuento de los burladores quefizieron el paño. Casi cabria hablar, en el caso de doña Vascuñana, de una perspectiva del afecto, de la confianza, de la fe; tan ciega ésta, que lleva a la esposa a entender que «todo lo que don Alvar Há- ñez dizía et fazia, que todo ello tenia ella verdaderamente que era lo mejor» (1), y esto no por- halagar al marido, sino por no admitir doña Vascuñana posibilidad alguna de error en el. Como es sabido, Alvar Háñez prueba, ante su sobrino, esta fe de la esposa, al insistir en que unas vacas son yeguas, y unas yeguas, vacas, o al asegurar que un rio que da en un molino fluye contra corriente. Doña Vascuñana acepta siempre la palabra de su marido, viendo realmente lo que éste dice ver, sin fingimiento alguno : «Et quando doña Vascuñana esto vio, commo quier que ella tenía que aquéllas eran vacas, pero pues su cuñado le dixo que dizía don Al- var Háñez que eran yeguas, tovo verdaderamente ella, con todo su en tendimiento, que ellos erravan, que las non conosçían, mas que don Alver Háñez non erraría en ninguna manera en las conosper; et pues dizía que eran yeguas, que en toda guisa del mundo, que yeguas eran et non vacas» (2) . No se contenta doña Vascuñana con ver lo que su marido afirma, sino que, con la mayor habilidad y elocuencia, trata de demostrar a los demás que la verdad está de parte de don Álvar Háñez y que son los otros los que se engañan. Obviamente, el cuento guarda una clara relación con el tan famoso ejemplo XXXV, De lo que contesçió a un mancebo que casó con una mujer

(1) DON JUAN MANUEL: El conde Lucanor, ed . de J . M. Blecua, Castalia, Madrid, 1969, pág. 162. Todas las citas se referirán a esta edición. (2) Id., pág. 164.

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muy fuerte et muy brava, según lo explica la lección moral que Patronio extrae del relato: «cumple mucho que para el primer día que el omne casa, de a entender a su muger que el es el señor de todo, et quel faga entender la vida que an de pasar en uno» (3) . Y otro tanto proclaman los versos finales : «En el pri[mer]o día que omne casare deve mostrar qué vida a de fazer o commo a de pasar» (4) . Con lo cual, los engaños visuales que pueda padecer doña Vascuñana, se dirían el resultado de un hábito, aprendizaje o doma, no demasiado distante de la que el mancebo del otro cuento ensaya, recién casado, con su brava mujer . Distinto -pero allegable- es el caso de aquel religioso que, en un cuen- to del Calila, compra un ciervo «para facer sacrificio», y es engañado por tres astutos individuos; los cuales, apostándose en diferentes lugares del ca mino por donde el religioso ha de pasar con el ciervo, le preguntan, uno tras otro, por el can que lleva tras sí . Después del tercer encuentro, el religioso acepta que es can y no ciervo, el animal que lleva, poniéndolo en libertad; circunstancia que aprovechan los engañadores para tomarlo, degollarlo y repartírselo (5) . El religioso ha ido perdiendo la fe en la información que sus ojos le pro- porcionaban, para ir aceptando, encuentro tras encuentro, la suministrada por las ajenas miradas, que acaban por merecer más crédito que la suya pro pia. A doña Vascuñana le es suficiente el punto de vista proclamado por don Alvar Háñez, para renunciar al suyo . El ritmo ternario, tan característico

(3) Id ., pág. 168. (4) Ibid. (5) Puede verse el cuento en la ed. del Calila y Dimna, de A. G. Solalinde, Calleja, Madrid, 1917, pág. 166,-Luis Galindo recogió en sus Sentencias filosóficas y verdades morales (1660-1668) un cuentecillo semejante, el del labrador que «estando en un mercado vendiendo un lechoncillo, se juntaron cuatro estudiantes, y llegó cada uno separadamente a ponérsele un pre- cio, diciéndole que cuánto quería por aquel ganso . Riose del primero, y porfió con el segundo . Mas cuando oyó que el tercero y cuarto le decían cada uno que era ganso el que vendía, metiose debajo del capote y llegóse a otros compañeros, casi persuadido y ya dudoso, y preguntóles : -Amigos ¿éste es ganso o lechoncillo?» .

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del cuento tradicional, de los sucesivos encuentros con los tres engañadores, fue necesario para que el religioso viese un can donde venia viendo un cier- vo . Un solo encuentro no habria bastado, a diferencia de lo que le ocurre a doña Vascuñana, capaz de ver, al momento, yeguas donde había visto va- cas, tan pronto como así lo proclama su marido . Una situación, en cierto modo, relacionable con la del religioso del Cali- la, es la que encontramos en el último cuento -el Ll- de la primera parte del Conde Lucanor, el ejemplo de Lo que contespío a un rey christiano que era muy poderoso et muy soberbioso . Sabido es que este rey, tan soberbio como para suprimir del Magnificat el verso Deposuit potentes de sede et exaltavit humiles, es castigado por Dios en ocasión de estar en unos baños, haciendo que un ángel tome sus ropas y le suplante. El desposeído monarca ha de vestirse con unos «pañizuelos muy biles et muy rotos» que el ángel dejó, intentando recuperar su trono, sin con- seguirlo nunca, escarnecido y tomado por loco por todas las gentes de su reino -incluso la reina- que han aceptado al ángel como monarca . Tal vez, el momento más patético del relato es aquel en que el rey despojado em- pieza a aceptar, ante el ángel, que él, efectivamente, es un loco, ya que tan- tas gentes así lo proclaman : «Digovos, señor, que yo veo que so loco, et todas las gentes me tienen por tal et tales obras me fazen que yo por tal manera ando gran- de tiempo a en esta tierra. Et commo quier que alguno errase, non podría seer, si yo loco nonfuese, que todas las gentes, buenos et malos, et grandes et pequeños, et de grand entendimiento et de pequeño, to- dos me toviessen por loco» (6) . Los estudiantes que hicieron dudar al labrador de si pretendía vender un ganso o un lechoncillo, o los engañadores que convencieron al religioso de que portaba un can y no un ciervo, tienen aqui su equivalente en todas esas gentes que han tomado por loco al rey despojado, hasta convencer a éste de que tal es, realmente, su condición. Con todo, aquí fue necesaria una mi- lagrosa suplantación para que un ángel con la apariencia del rey, redujese a éste a esa condición, tan patéticamente asumida.

(6) Ed. cit., pág. 260.

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Lo de menos, en definitiva, es el engaño visual colectivo . Lo importante es el desengaño experimentado por el monarca, capaz, con tal suceso, de cu- rarse para siempre de su soberbia. Y fuera de estos casos, pienso que no cabria hablar ya de engaños ópti- cos,vinculables a los antes recordados del Calila . Lo que si hay son errores de interpretación, como el padecido, en el ejemplo XIII, por aquellas perdi- ces que han caido en una red y son apresadas por el cazador: «Et asst como las yva tomando, matávalas et maavalas de la red, et en matando las perdizes, dával él viento en los ojos tan regio que/faría llorar. Et una de las perdizes que estava bina en la red començó a dezir a las otras: -¡Vet, amigas, lo que faze este omnel ¡Commo quiera que nos mata, sabet que a gran duelo de nos, et por ende está llorando/» (7) . Obsérvese bien que la perdiz no se equivoca respecto a lo .que ve -llanto de un hombre- y si tan sólo en la interpretación de su origen o causa. No es un error óptico tan grosero como el del perro del Calila que confunde la ta- jada reflejada con la real, o el del ánade que identifica el centelleo de la luna en el agua con el movimiento de un pez. Ni tan siquiera es un error óptico, puesto que no hay sustitución o deformación alguna de lo visto . Sin embargo, la errónea interpretación de un gesto puede acarrear con- secuencias tan fatales como las que se nos presentan en el ejemplo XLII, De lo que contesció a una falsa veguina. Recuérdese cómo opera ésta para enci zañar y destruir un matrimonio . Aconseja a la mujer que para recuperar el amor de su marido, se haga con unos pelos de la barba con los que, después, realizar un encantamiento . Al marido le descubre que su mujer ha pensado matarle mientras duerme, degollándole con una navaja . Asi queda prepara- da la terrible escena siguiente: «Quando el marido esto oyó, tuvo por cierto lo quel dixiera la falsa beguina, et por provar lo que su muger faría, echose a dormir en su regaço et començó de dar a entender que dormía. Et de que su muger tovo que era adormido bien, sacó la navaja para le cortar los cabellos,

(7) Ed, cit., págs. 103-104 .

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segund la falsa beguina le avía dicho. Quando el marido le vio la na- vaja en la mano cerca de la su garganta, teniendo que era verdat lo que la falsa beguina le dixiera, sacol la navaja de las manos et degolló- la con ella» (8) . Ocurre, pues, que esa especie de femenino Yago que es la hipócrita be- guina, ha operado con la distinta interpretación asignable a un gesto, que igualmente puede considerarse como pacifico e inofensivo -cortar la barba- o rotundamente mortal -cortar el cuello- . El error interpretativo que el marido comete, engañado por la beguina, desencadena el trágico crescendo de muertes que da fin al relato. Asi las cosas, se ve claro que, aunque este cuento no tenga nada que ver, temáticamente considerado, con el de las perdices, si presenta, como curiosa coincidencia, la del error interpretativo en que puede incurrir una mirada al buscar el origen de un gesto o de una actitud. Y esto es todo lo que da de si -me parece- el motivo de lo visual -como fuente de engaño- en El conde Lucanor: fingir ver lo obviamente invisible -tejedores del paño mágico- ; ver de verdad y sin simulación al guna, unas vacas como yeguas o viceversa, por razón de fe ciega en lo que otra persona dice ver, verse a si mismo como lo ven los demás, según le ocurre al rey tomado por loco; o ver, simplemente, algo que es real en cuan- to estricta información visual, equivocando, sin embargo, su lectura, su in- terpretación . Pero lo que, en definitiva, nos presenta don Juan Manuel en El conde Lucanor, no es un laberinto óptico, sino moral, y siempre descifrado como tal laberinto. El repertorio de errores visuales de que hemos hecho mención es sólo un indicio, un aviso que nos prepara para situarnos, adecuadamente, frente a una problemática que, en lo esencial, transcurre almas adentro . II . Perspectivismo de la opinión . Obviamente El conde Lucanor está presidido por el signo del dualismo, y a ello alude ya la doble mención o titulación con que la obra suele conocer- se: Libro de Patronio o del Conde Lucanor.

(8) Ed. cit., págs . 210-211 .

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Resulta, pues, que los dos personajes que dan titulo a la ficción están presentes, siempre, en el marco de los cuentos, señalando una dualidad, un sostenido juego de puntos de vista ; de los cuales uno se caracteriza por lo du bitativo -el de Lucanor-, en tanto que el otro, el de Patronio, se configu- ra como rotundo y decisorio a la hora de dar consejos frente a tal o cual problema de moral o de conducta . Si el más conocido biógrafo de don Juan Manuel, A. Gimenez Soler, pudo ver en el escritor a un hombre contradictorio y hasta antagónico (9), no puede sorprender demasiado la configuración literaria que este modo de ser alcanza en la dualidad y aun oposición Patronio-Lucanor. Con todo, esa posible oposición no llega a funcionar como tal, ya que la fe del conde en su ayo es tan grande como para no permitirle nunca dudar de los consejos que Patronio le da, aceptándolos y poniéndolos en obra con excelentes resul- tados. El conde casi siempre se muestra, en sus consultas á Patronio, como hombre desconcertado, indeciso, agobiado por la incertidumbre, mal acon- sejado por gentes indeterminadas . Frente a tales indecisiones, Patronio ac- túa, en sus consejos, con claridad y decisión. Cabria hablar, entonces, de un cierto perspectivismo de la opinión, de un constante fluctuar y cambiar -de puntos de vista, correspondientes a las estimativas y actitudes de unas gentes, de una confusa colectividad; frente a la cual el unipersonalismo de Patronio supone toda una lección de coheren- cia moral, de bien mantenido, nitido y responsable punto de vista . Obsérvese que, muy frecuentemente, el conde Lucanor se siente descon- certado por la confusa multiplicidad de consejos que recibe de gentes inde- terminadas, que le hacen dudar de sus propios y posibles puntos de vista . Es lo que sucede en el arranque o marco del ejemplo XXXIII, De lo que contesçió a un falcón sacre del Infante don Manuel con una águila et con una garca:

(9) «Don Juan Manuel es uno de los hombres contradictorios de si mismos: entre su vida y su obra hay una oposición enorme, antagonismo completo . Donde mejor se observa este hecho, por ser el más constante y más visible, y aun el más aparatoso, es en el aspecto guerrero queofre ce su biografía» (A . GtMENEZ SOLER : Don Juan Manuel, biografía y estudio crítico, Zaragoza, 1932, pág. 119) .

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«Fablava otra vez el conde Lucanor con Patronio, su consegero, en esta manera, -Patronio, a mí contenció de aver muchas vezes contienda con muchos omnes; et después que la contienda es pasada, algunos con- seianme que tome otra contienda con otros. Et algunos conséianme quefuelgue et esté en paz, et algunos conséianme que comience guerra et contienda con los moros. Et porque yo sé que ninguno otro non me podría conseiar meior que vos, por ende vos ruego que me conseiedes lo que faga en estas cosas» (10), En estas introducciones suele aludirse, con frecuencia, a muchos omnes, muchas gentes, etc. ; es decir, una amorfa e indeterminada masa o colectivi- dad, caracterizada por el juicio inseguro, por la pluralidad y aun oposición de opiniones ; o bien, por la pluralidad de interpretaciones, de soluciones, de matices . Recuérdese, en el ejemplo XLII, De lo que contesció a una falsa veguina, cómo el conde formula a Patronio la consulta que dará lugar al re- lata: «Patronio, yo et otras muchas gentes estávamos fablando et pre- guntávamos que quál era la manera que un omne malo podría aver para fazer a todas las otras gentes cosa porque más mal les veniesse . Et los unos dizían que por seer omne reboltoso, et los otros dizían que por seer omne muy peleador, et los otros dizían que por seer muy mal fechor en la tierra, et los otros dizían que la cosa porque el omne malo podría fazer más mal a todas las otras gentes que era por seer de mala lengua et assacador. Et por el buen entendimiento que vos avedes, ruégovos que me digades de quál mal destos podría venir más mal a to- das las gentes» (11) . En este caso, Patronio, tras narrar el exemplo, se inclinará por la última de las propuestas citadas por el conde : la de quienes juzgaban que el peor hombre era aquel «de mala lengua et assacador» . En tal categoría parece quedar incluida la «falsa veguina», de acuerdo con la conclusión de Pa- tronio:

(10) Ed. cit ., pág. 183. (11) Ed. cit., pág. 207.

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«el pior om, ne del mundo et de que más mal puede venir a las gen- tes, sabet que es el que se muestra por buen christiano, et por omne bueno et leal, et la su entenpión es falsa, et anda asacando falsedades et mentiras por meter mal entre las gentes» (12) .

Muy significativo es, asimismo, el ejemplo XV, De lo que contespió a don Lorenpo Suárez sobre la perca de Sevilla. También aqui la introducción refleja el desconcierto de Lucanor ante la conveniencia de mantener o de romper la paz con un «rey muy poderoso», al que tuvo por enemigo: «Et al- gunos, también de los suyos commo de los mios, metenme muchos miedos, et dizenme que quiere buscar achaque para ser contra mi» (13) . Patronio, antes de contar la historia de don Lorenço Suárez, se hace car- go de la gravedad de la cuestión y pasa revista a los diferentes consejos que el conde puede recibir, y a las distintas intenciones e interpretaciones que cabe asignar a los mismos:

«-Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, éste es muy grave conseio de dar por muchas razones: lo primero, que todo omne que vos quiera meter en contienda ha muy grant aparejamiento para lo fazer, ca dando a entender que quiere vuestro servicio et vos desengañe, et vos apercibe, et se duele de vuestro daño, vos dirá siempre cosas para vos meter en sospecha; et por la sospecha, abredes a fazer tales aperpibimientos que serán comienpo de contienda, et omne del mundo non podrá dezir contra ellos; ca el que dixiere que non guardedes vuestro cuerpo, davos a entender que non quiere vuestra vida; et el que dixiere que non labrades et guardedes et bastescades vuestras for- talezas, da a entender que non quiere guardar vuestra heredat; et el que dixiere que non ayades muchos amigos et vasallos et les dedes mucho por los ayer et los guardar, da a entender que non quiere vuestra onra; nin vuestro.defendimiento; et todas estas cosas non se fa- ziendo, seriades en grand periglo» (14) .

(12) Ed . cit., pág. 211 . (13) Ed . cit., pág. 107. (14) Ed . cit., pág. 108.

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Este es, posiblemente, uno de los pasajes más significativos con referen- cia a la dificultad que supone el tener que orientar la conducta y el adoptar decisiones, tras escuchar los variados consejos que emanan de la opinión pública . Reiteradamente Patronio habla de sospechas, de dar a entender, consiguiendo así una adecuada imagen del desconcierto humano ante la plu- ralidad de.opiniones, y la rectitud o doblez de las intenciones que tras ellas puedan subyacer . Ocurre, además, que el exemplo narrado por Patronio, en que tres ca- balleros cristianos participan en un arriesgado hecho de armas contra los moros de Sevilla, funciona también perspectivísticamente; por cuanto las diferentes actitudes de los tres caballeros suscitan una especie de juicio, pre- sidido por el rey Fernando . Perseguidos los tres caballeros por una muche- dumbre de moros, uno de ellos -cuyo nombre no es capaz de recordar Patronio-, en vez de huir, los acomete, en tanto que los otros dos, don Garcia Pérez de Vargas y don Lorengo Suárez Gallinato se «estudieron quedos» . Al acercarse más los moros, Pérez de Vargas «fuelos ferir; et don Lorengo Xuárez estudo quedo, et nunca fue a ellos fasta que los moros le fueron ferir ; et desque comengaron a ferir, metióse entrellos et comengó a fazer cosas marabillosas d'armas» (15) . De manera semejante a cómo en un cuento del Sendebar los sabios del rey discuten acerca de quién es responsable del fallecimiento de unas gentes que tomaron leche envenenada, por haber caído en ella unas gotas de la ponzoña contenida en la culebra que llevaba un milano : si éste, la culebra, la moza que llevaba la vasija de leche descubierta sobre la cabeza, etc. ; de forma parecida, en este relato del Conde Lucanor, el rey Fernando, «mandó llamar quantos buenos omnes eran con el, para judgar quál dellos [es decir, de las tres combatientes] lo fiziera mejor, Et desque fueron ayuntados, ovo entre ellos grand contienda: ca los unos dizían que fuera mayor esfuerco el que primero los fuera ferir, et los otros que el segundo, et los otros que el tercero. Et cada unos dizían tantas buenas razones [que] parescían que dizían razón derecha: et, en ver- dad, tan bueno era el fecha en sí, que qualquier podría ayer muchas

(15) Ed, cit  pág. 11Q .

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buenas razones para lo alabar, pero, a la fin del pleito, el acuerdo fue éste. que si los moros que bintan a ellos fueran tantos que se pudiessen vençer por esfuerpo o por vondad que en aquellos cavalleros oviesse, que el primero que los fuesse a ferir, era el meior cavallero, pues comenpava cosa que se non podría acabar; mas, pues los moros eran tantos que por ninguna guisa non los podrían venper, que el que yva a ellos non lo fazía por venperlos, mas la vergüenpa le fazía que non fu- yesse; et pues non avía de foyr, la quexa del corapón, porque non podía soffrír el miedo, le fizo que le(s) fuesse ferir. Et el segundo que les fueferir et esperó más que el primero, tovieron por meior, porque pudo sofrir más el miedo. Mas don Lorenzo Xuarez que sufrió todo el miedo, et esperó fasta que los moros le ferieron, aquél iudgaron que fuera meior cavallero» (16) . Obsérvese que, desde la pluralidad de opiniones, se llega a la convergen- cia de las mismas y a la conclusión de considerar a Lorenzo Suárez como el «meior cavallero» . Ello, tras una serie de razonamientos lógicos que han ser- vido para ir unificando los, inicialmente, dispares puntas de vista . Como quiera que sea, en los dos planos del relato -introducción y exemplo- cabe advertir la presencia del que venimos presentando como perspectivismo de la opinión pública; inspirador asimismo del más significa tivo de todos los cuentos de este tipo, contenidos en El conde Lucanor, el ejemplo II, De lo que contespió a un omne bueno con su filo. Sabido es que el padre y el hijo que van al mercado de la villa, llevan consigo una «vestia sin ninguna carga», y yendo ambos a pie, van teniendo sucesivos encuentros con gentes que opinan de forma distinta sobre la conve niencia o inconveniencia de su caminar así; procediendo, pues, a montar el hijo en la cabalgadura, luego el padre, seguidamente ambos, para volver a la disposición inicial . El resumen -y subsiguiente moraleja- de lo ocurri- do es puesto en boca del padre : «-Filo, bien sabes que guando salimos de nuestra casa, que amos veníamos de pie et tragamos la vestia sin carga ninguna et tú dizías

(16) Ed . cit ., págs. 110-111 .

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que te semejava que era bien . Et después, fallamos omnes en el cami- no que nos dixieron que non era bien, el mandé[te] yo subir en la vestía et finqué de pie; et tu dixiste que era bien . Et después fallamos otros omnes que dixieron que aquello non era bien, et por ende despendiste tú et subí yo en la vestía, et tú dixiste que era aquello lo mejor. Et por- que los otros quefallamos dixieron que non era bien, mandete subir en la vestía comigo; et tú dixiste que era mejor que non fincar tú de pie et yr yo en la vestía. Et agora estos quefallamos dizen quefazemos yerro en yr entre amos en la vestía; et tú tienes que dizen verdat. Et pues que asst es, ruegote que me digas qué es lo que podemos fazer en que las gentes non puedan travar; ea ya fuemos entramos de pie, et dixieron que non fazíamos bien; et fu yo de pie et tú en la vestia, jet] dixieron que errávamos, et fu yo en la vestía et tú de pie, et dixieron que era yerro; et agora ymos amos en la vestía, et dizen quefazemos mal. Pues en ninguna guisa nos puede ser que alguna destas cosas non fagamos, et ya todas las fiziemos, et todos dizen que son yerro, et esto fiz yo por- que tomasses exiemplo de las cosas que te aeaesViessen en tu fazienda; ca Vierto sey que nunca faras cosas de que todos digan bien» (17) . La recapitulación peca, posiblemente, de reiterativa y prolija, pero se diría que, en la mecánica del cuento, tenía que funcionar así, para que, a través de tan machacón repaso a lo ocurrido, quedara patente el riesgo que supone una aceptación demasiado ingenua de la opinión pública, dado lo cambiante y aun contradictorio de ésta . Baltasar Gracián, tan buen lector de don Juan Manuel (18), pudo inspirarse en este relato para transportar la situación, nada menos que al comportamiento de la Muerte, en sus primeros años de actuación entre los hombres; cuando, cualquiera que sea la víctima elegida -el mozo o el viejo, la mujer bella o la fea, el sabio o el necio, el rico o el pobre, etc .-, nunca creerá acertar, tales son las reproches que sus ac- tuaciones merecen a la opinión publica (19) .

(17) Ed. cit ., págs. 65-66 . (18) Vid. ERASMo BUCETA : «La admiración de Gracián por el infante don Juan Manuel», en Revista de filología española, X, 1924, págs, 63-66. (19) Sobre este punto, vid. mi estudio «PErspectivismo y sátira en El Criticón», incluido en el libro Temas, formas y tonos literarios, Prensa Española, Madrid, 1972, especialmente páginas 39-41 .

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Obsérvese que, en el cuento del Conde Lucanor, don Juan Manuel, a di- ferencia de otros relatos en los que maneja igualmente la pluralidad de opi- niones, no se inclina por una u otra, ni tan siquiera llega a una convergencia y unificación de estimativas -según ocurre en el cuento de don Lorenzo Suárez Gallinato-, limitándose a presentar como plausibles y aceptables -desde la perspectiva del mozo que viaja con su padre- todas las sucesivas opiniones que las gentes van formulando,, a lo largo del viaje. El mismo no desemboca en ninguna conclusión escéptica, como tal vez cabría sospechar, sino en la recomendación de que el mozo ajuste su conducta a su conciencia, sin sentirse trabado o condicionado por el «dicho de las gentes» . Claro es que, entonces, el problema se conecta con el tan sustancial de poseer una conciencia recta, para cuya consecucïán bueno parece contar con algún educador, orientador o consejero como el propio Patronio resulta serlo con relación a su amo, el conde. Justamente porque éste es un ser fre- cuentemente indeciso y hasta desconcertado, necesita de ese constante apo- yo y brújula que suponen los consejos y los exemplos de su ayo . En cierto mo- do, los propios protagonístas del ejemplo 11, el padre y el hijo, funcionan co- mo (in eco o duplicado de la dualidad Patronio-Lucanor . El conde es adoctrinado por su ayo, a través de los exemplos que éste le proporciona . El mozo lo es, igualmente, por su padre a través de un exemplo en acción. Este pasa a convertirse de vivido en narrado, cuando se articula en el marco de los personajes equivalentes al padre y el hijo: Patronio y el conde . El perspectivismo dual parece, pues, conectarse claramente con el otro, el que hemos llamado de la opinión pública o de la pluralidad de opiniones. Sobre estas dos bases se asienta la estructura del Conde Lucanor, sólida, sen- cilla y extraordinariamente eficaz. A esta luz, no deja de ser significativo el que, en la Segunda parte del libro, puedan encontrarse sentencias o aforismos, caracterizados precisa- mente por su configuración dualista, v. gr. : «-Del fablar biene mucho bien; del fablar biene mucho mal. -Del callar biene mucho bien; del callar biene mucho mal» (20) .

(20) Ed . cit., pág. 270.

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Alguno de ellos podria haber funcionado como cierre o moraleja de un determinado ejemplo . Asi, la afirmación que «del fablar biene mucho mal», bien podria haber sido utilizada como corolario del cuento de la «falsa ve- guina» .

III . Ser y parecer .

Por este camino, el del dualismo y el de casi la paradoja -«Del fablar biene mucho bien ; del fablar biene mucho mal»-, Patronio puede llegar, en la Segunda parte del .libro, a formulaciones tan complejas como la si- guiente: «-Todas las cosas paresçen bien et son buenas, et paresçen mal et son malas, et paresçen bien et son malas, et paresçen malas et son buenas» (21) . Tan paradójicas aseveraciones no deberían sorprender demasiado al lec- tor que ha llegado a esta parte del libro, tras haber leido, en la anterior, al- gunos cuentos que ejemplificaban adecuadamente el sentido y alcance de lo ahora dicho por Patronio . Todo gira en torno al conflicto ser-parecer, que tanto juego ha de dar, manejado literariamente, en la época barroca, y que acabó por convertirse en eje y sustancia del Quijote cervantino (22) . Por supuesto, en la obra de don Juan Manuel, tal conflicto carece de las sutilezas y complejidades -y, sobre todo, de las intenciones- que cabe per- cibir en la de Cervantes; pero, con todo, resulta evidente la presencia en El conde Lucanor de un perspectivismo relacionable con tal oposición; la del ser y el parecer. Un ejemplo muy significativo a este respecto es el XXVIII, De commo

(21) Ed. cit ., pág. 271 . (22) A este respecto, recuérdese lo dicho por AMERICO CASTRO : «En Cervantes, por ejemplo, el verbo parecer, en torno al cual se articula su estilo, no refiere a la distinción entre fenómenos y esencias racionales, sino a algo como esto: dado que soy así, o estoy en tal situación, tal objeto se me aparece en tal forma . Una existencia seria el resultado de una indefinida serie de pareceres. Se procede en la vida según parece que hace al caso, sin aislar nunca el caso de la vida» (A. CASTRO : España en su Historia, Losada, Buenos Aires, 1948, pág. 434) .

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mató don Lorenco Suárez Gallynato a un clérigo que se tornó moro en Gra- nada. La paradoja reside aquí en cómo la mejor obra que el protagonista pueda haber hecho, ante los ojos de Dios, tiene toda la apariencia de un terrible pecado : «-Señor conde -dixo Patronio-, don Lorenco Çuárez bivía con el rey de Granada. Et desque vino a la merced del rey don Ferrando, preguntol un día el rey que, pues él tantos deservidos fiziera a Dios con los moros et su ayuda, que nunca Dios avríe merced del et que perderte el alma. Et don Lorenco Çuáres dixol que nuncafiziera cosa porque euyda- se que Dios le avría merced del alma, sinon porque matara una vez un clérigo misacantano . El el rey óvolo por muy estraño; et preguntol cómo podría esto ser» (23) . En la explicación de esta paradoja -cómo el renegado vuelve, en cierto modo, a la fe cristiana, al jugarse la vida, entre los moros, matando al cléri- go, más renegado aún, que profanara una hostia consagrada- consiste todo el cuento, cuya moraleja resume bien la oposición ser-parecer: «Muchas cosas paresçen sin razón, et qui las sabe, en sí buenas son» (24) . Obviamente, este pareado se relaciona con las antes recordadas páginas de la segunda parte : «Todas las cosas paresçen bien et son buenas, et paresçen mal et son malas, et paresçen malas et son buenas». De manera semejante, en el ejemplo III, Del salto quefizo el rey Richal- te de Inglaterra en la mar contra los moros, el ermitaño al que, por revela- ción divina, se le hace saber que será compañero, en el Paraíso, del rey Richalte de Inglaterra, se siente humillado por ese emparejamiento, al saber que tal monarca

(23) Ed . cit., pág. 169. (24) Ed . cit., pág. 171 .

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«era omne muy guerrero et que avía muertos et robados et deseredados muchas gentes, et sienpre le viera fazer vida muy contralla de la suya et aun, que parespía muy alongado de la carrera de salvación: et por esto estava el hermitaño de muy mal talante» (25) . Cuando todo queda aclarado en el cuento, y el ermitaño comprende el valor que, a los ojos de Dios, mereció la conducta heroica del rey, queda asi- mismo revelado cuán frecuentemente se produce el desajuste entre la defi ciente perspectiva de los hombres y la ilimitada de Dios . Por virtud de ese conflicto de perspectivas, y habida cuenta de que Dios puede escribir de- recho con líneas torcidas, las cosas que «parespen malas son buenas» . Recuérdese, a este respecto, el episodio L'Hermite del Zadig del Vol- taire, en que el comportamiento del ermitaño que acompaña al héroe, llega a parecerle monstruoso a éste, sobre todo cuando priva a una viuda de su sobrino de catorce años, «plein d'agrément et son unique esperance», arro- jándole a un torrente, en el que se ahoga . Más adelante, el ermitaño, des- cubriéndose a Zadig como el ángel Jesrad, le revelará el oculto porqué de sus actos: el saber, por ejemplo, que el muchacho ahogado habria sido, de vivir, el asesino de su propia tia (26) . El mal puede ser sólo apariencia y, tras él, subyacer el bien, según ocurre en el tan conocido ejemplo XVIII, De lo que contesCió a don Pero Meléndez de Valdés quando se le quebró la pierna. También aqui entra en conflicto la limitada perspectiva humana -para la cual el accidente sufrido por don Pe- ro Meléndez se configura como un mal- con la perspectiva de Dios, según viene a confirmarlo el tan repetido dicho de don Pero: «Que todo )o que Dios faze, que aquello es lo mejor» . Cabria, pues, observar que, a despecho de la variedad temática, hay, en el Lucanor, una serie de cuentos, caracterizados todos ellos -en lo que a su lección moral atañe- por la repetida proposición de que el mal puede en cubrir el bien; correspondiendo al hombre declinar su limitada perspectiva en favor de la de Dios . En todos esos relatos se descubre, al final, que

(25) Ed. cit ., pág. 70 . (26) Sobre esto vid. mi estudio «Perspectivismo y desengaño en Feijooa, incluido en la ya cit, ob . Temas, formas y tonos literarios, especialmente las págs . 93-99, dedicadas a la Limitada perspectiva de los hombres.

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hay que desconfiar de las apariencias, que el mal puede ser bien y que, en definitiva, lo torcido de la escritura está en el ojo lector y no en Dios, que es quien escribe; de manera semejante a cómo el palo recto, hundido en el agua, no ha perdido rectitud, aunque parezca quebrado al ojo humano . Este motivo, el del engaño visual, el del error óptico interpretado en cla- ve moral, ha sido siempre uno de los mas manejados por los escritores de ta- lante perspectivista, como Mateo Alemán, al recordar que los prados sólo son bellos en apariencia, vistos de lejos, pero no contemplados en la realidad de su cercanía (26 bis), o como Quevedo y Gracián, al anticipar casi el cam- poamori-to motivo del «cristal con que se mira». Don Juan Manuel no llega a formulaciones perspectivisticas de tal tipo, pero, con todo, en El conde Lucanor funciona muy reiteradamente el moti- vo de la falaz y engañadora apariencia . En él lo que importa no es tanto el repertorio habitual de engaños ópticos, como su dependencia de algo que se convirtió en obsesión para el escritor : la captación y descubrimiento de las intenciones, tantas veces deformadas o disfrazadas socialmente .

IV. Apariencias e intenciones .

El mozo que, en el cuento de la «falsa veguina», mata a su mujer por creer que se disponia a degollarlo, se deja engañar por la apariencia del ges- to y procede arrebatadamente . De otra manera actúa el protagonista del ejemplo XXXVII, De lo que contespió a un mercadero quando falló su muger et su fijo durmiendo en uno. Conocida es la trama de este relato, en el que un mercader, al regresar a su casa, tras estar ausente más de veinte años, creesque el mozo que acom- paña siempre a su mujer y que incluso duerme en su cama, pueda ser su amante, hasta que cae en la cuenta de que es el hijo que esperaban, cuando «dexó a su muger en çinta» . Al equivoco inicial contribuye el hecho de que,

(26 bis) En el Guzmán de Alfarache, cap . 1 del Libro 111 de la primera parte, cabe leer: «parecernos mejor lo pasado consiste sólo que de lo presente se sienten los males, y de lo ausente nos acordamos de los bienes, y si fueron trabajos penosos alegra el hallarse fuera de ellos, como si lo hubieran sido . Así los prados, que mirados de lejos, es apacible su frescura, y si llegáis a ellos no hay palmo de suelo acomodado para sentaros: todo son hoyos, piedras y basura» .

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para recordar siempre al marido ausente, la mujer acostumbra llamar «ma- rido» .al hijo. Observado todo esto por el escondido mercader, le perturba tanto como para impulsarle al crimen, pero una y otra vez reprime sus arre- batos, hasta descubrir la oculta verdad que subyacia tras la engañosa apa- riencia. Los versos finales resumen la moraleja y`marcan la oposición entre la conducta del prudente mercader y la del arrebatado mozo, a quien engañó la beguina: «Si con gran rebato cosa fazierdes, ten que es derecho si te ar[r]epintieres» (27) . Creo que todo el ejemplo LX, De las razones porque perdió el alma un Siniscal de Carcassona, tiene que ver con el motivo que ahora nos ocupa. En apariencia, todo lo que el senescal hace para salvar su alma, cuando se ve próximo a la muerte, tiene la traza de las buenas obras, visto desde la pers- pectiva de los frailes con quienes dispone lo relativo a la «fazienda de su al- ma» . Cuando, por revelación de una posesa, los frailes se enteran de que el alma del senescal está en el Infierno, se resisten a creerlo, hasta que queda claro _que «commo quier que él fizo buena obra, non la fizo bien, ca Dios nos ga- lardona solamente las buenas obras, mas galardona lasque se fazen bien . Et este bien fazer es en la entençión, et porque la entençión del senescal non fue buena, ea fue quando non devía seer fecha, por ende non ovo della buen galardón» (28) . Por su tema, este cuento podria relacionarse con algunos otros, medieva- les también, como varios de los que se encuentran en la colección de Cle- mente Sánchez de Vercial, relativos a casos de avaricia, a usureros que pre tenden, con caridades falsas e hipócritas, obtener la salvación de sus almas : así, el cuento LXI del usurero y el abad Llaudomerio ; o el LXXVII, de la iglesia que levanta otro usurero con sus mal ganados dineros y que es ocupa- da por el diablo; o el LXXVIII, que es, quizás, el más fácilmente rela- cionable con el del senescal de Carcasona :

(27) Ed. cit ., pág. 195. (28) Ed. cit., págs. 201-202.

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«Dicen quefue otro usurero que dejó muchos dineros, e los monjes prometiéronle que le darían sepultura, e rogarían a Dios por el. E lle- vándolo muerto a la iglesia, cantando vigilias por el, levantose a deshora del lleeho, e arrebató un candelero e dio en los monjes que es- taban cantando, e a unos mató e a otros dio tan grandesferidas. E fa- ciendo esto a grandes voces decía: `Estos ladrones prometíeronme mucho perdón e gloria, e agora soy condenado a tormento para siempre'» (29) . Si en este relato los frailes parecen ser los engañadores, en el de don Juan Manuel más bien actúan como engañados por la aparente conversión del se- nescal, desconocedores de las intenciones últimas de éste. En el juego entre apariencia e intención reside toda la fuerza del cuento del Lucanor. El otro, en cambio, se diría un curioso anticipo de un relato de «Clarín», el titulado Protesto. Obsérvese que don Juan Manuel, aunque pueda dar a entender que el se- nescal se sirve de su dinero para asegurarse su salvación, no lo dice explícitamente; insistiendo, por el contrario, en la muy oculta intención que movió al personaje; tan oculta que fue capaz de engañar a los frailes . Los versos finales destacan la lección : «Faz bien et a buena entençión en tu vida, si quieres acabar la gloria conplida» (30) . Esto es lo fundamental, y por eso en el ejemplo que cierra la primera parte del libro, el LI, Lo que contesçió a un rey christiano que era muy po- deroso et muy soberbioso, cabe leer un pasaje tan significativo como el si- guiente: «Et bien cred, señor conde, que quantosfazen romeryas et ayunos et limosnas et oraciones o otros bienes qualesquier porque Dios les de o los guarde o los acrespiente en la salud de los cuerpos o en la onra o en los vienes temporales, yo non digo que fazen mal, mas digo que si

(29) Estos relatos y otros relacionados con esa temática, de SÁNCHEZ DE VERCIAL, pueden leerse en el tomo 51 de la BAE, ed. Gayangos del Libro de los Enxemplos, especialmente en las págs. 462-466 . (30) Ed, cit ., pág. 203.

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todas estas cosas fizieren por aver perdón de todos sus pecados o por aver la gracia de Dios, la qual se gana por buenas obras et buenas entençiones sin ypocrisia et sin infinta, que serie muy mejor, et sin dubda avríe[n] perdón de sus pecados et abría[n] la gracia de Dios: ca la cosa que Dios más quiere del pecador es el coraçón quebra[n]tado et omillado et la entençión buena et derecha» (31) . Que el tema preocupaba hondamente a don Juan Manuel_lo revela, asi- mismo, el que en la quinta parte del libro, cuando Patronio habla al conde de los Sacramentos, del Paraiso, del Infierno, etc., reaparezcan tales moti vos, se recuerde el evento del senescal de Carcasona (32), e incluso se ofrezca otro ejemplo de sentido contrario ; es decir, una variación del reiterado mo- tivo de «Todas las cosas paresçen bien et son buenas, et paresçen mal et son malas, et paresçen bien et son malas, et paresçen malas et son buenas» . Si a los frailes les parecían bien las obras del senescal, desconocedores de su intención, al rey Fernando pudo parecerle mal el crimen cometido por Lorenzo Suárez en la persona de un clérigo. Y ahora, tras el recuerdo y glosa del cuento del senescal, Patronio puede decir al conde: «Et asst commo vos dí por enxiemplo de[l] senescal de Carcaxona que fizo buena obra, pero porque la non fizo bien non meresçió aver nin ovo por ello galardón, assí vos daré otro enxiemplo de un cavallero que fue ocasionado et mató a su señor et a su padre; commo quier que fizo mala obra, pero la non fizo mal nin por escogimiento, non fizo mal nin meresçió ayer por ello pena, nin la ovo» (33) . Se diría que don Juan Manuel, puesto a rizar el rizo de estas paradojas morales, ha perseguido aqui el «mas difícil todavía» . Por el contrario, el motivo de las intenciones y de las apariencias fun- ciona, sin complicación alguna, en el tan conocido ejemplo XLVI, De lo que contesçió a un philósopho que por ocasión entró en una calle do moravan malas mugeres. En el mismo cabe observar el repetido empleo de la voz semejança como equivalente de apariencia. Y una vez más, en El conde

(31) Ed. cit., págs. 258-259. Los subrayados son nuestros. (32) Ed. cit ., pág. 293 . (33) Ed. cit ., pág. 293-294 .

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Lucanor, está presente el perspectivismo de la opinión, el punto de vista de las gentes que, engañadas por las semejanças (las apariencias), interpretan mal la conducta del filósofo protagonista. Obligado éste, por una necesidad fisiológica, a remediarla sin espera, entra en una calleja en que moraban «las mugeres que públicamente biven en las villas faziendo daño de su alma et desonra de sus cuerpos», ignorando tal circunstancia : «Et por la manera de la enfermedat que él avía, et por el grant tiempo que se detovo en aquel lugar et por las semejanças que en el parespieron (. . .] todas las gentes cuydaron que entrara en aquel logar por otro fecho que era muy desbarrado de la vida que él solía et devía fazer» (34) . El propio filósofo, al enterarse de todo, caerá en la cuenta de que el hombre debe evitar no sólo el hacer mal, sino también el «meterse en sos- pecha nin en semejança porquel deva venir alguna desventura o mala fama» (35) . Y, por boca ya, no del filósofo, sino de Patronio, extrayendo del cuento los adecuados consejos para el conde, se insiste en el cuidado que debe pres- tarse a las semejanças: «la terçera cosa es que por fecho, nin por dicho, nin por semejança, nunca fagades cosa porque las gentes puedan tomar sospecha» (36) . Con todo, la lección final con que Patronio concluye su historia, implica el contar de nuevo con la perspectiva de Dios, como correctora de la de los hombres . Estos podrán ser engañados por las semejanpas, pero no Dios, a quien no se le ocultan -para bien o para mal- las intenciones: «Et devedes saber que en las cosas que tañed a la fama, que tanto aprovecha o empepe lo que las gentes tienen et dizen como lo que es verdat en sí; mas quanto para Dios et paral alma non aprovecha nin empepe sinon las obras que el omne faze e a quál entençión son fe- chas» (37) .

(34) Ed. cit., pág . 228. (35) Ed . cit ., pág. 230. (36) Ibíd . (37) Ed. cit ., pág. 231 .

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V. Perspectivismo temporal.

El mas famoso de los cuentos de don Juan Manuel, el que, alguna vez, ha sido considerado el «mejor cuento» de «toda la literatura española» (38), es el que hace el número XI de la colección, De lo que contesçio a un deán de Sanetiago con don Yllán, el grand maestro de Toledo. Muy conocida es su trama, así como su descendencia literaria, en la que figuran obras tan dispares como La prueba de las promesas de Ruiz de Alar- cón, y El desengaño en un sueño del duque de Rivas . De ahi, que en estas ul timas consideraciones sobre los modos perspectivistas del Conde Lucanor, quepa prescindir de tales aspectos, para fijarnos tan sólo en la curiosa suerte de perspectivismo temporal que aquí supo manejar don Juan Manuel. Pues, como es sabido, toda la magia, toda la fuerza del cuento, residen en la imbricación de dos tiempos de fluencia distinta, que corresponden a los dos personajes centrales . El narrador argentino, Enrique Anderson Imbert, recordado en la última nota, resume bien la situación : «Nos ponemos a leer y ¿que vemos? Que la carrera eclesiástica del deán se desliza normalmente por un tiempo simple, uniforme, lineal, continuo e irreversible. Sólo al terminar la lectura nos enteramos, de golpe, que ése tiempo del deán-arzobispo-obispo-cardenal-papa se había abierto dentro de otro tiempo, el de las perdices vivas, busca- das, cazadas, muertas, aderezadas y asadas» (39) . Sí, en ese truco tan hábilmente manejado por don Juan Manuel está el toque capaz de proporcionar al cuento toda su eficacia: en el enterarnos, de golpe, de la calidad mágica e ilusoria del tiempo vivido por el deán, en tanto fluía el otro tiempo, el de las perdices puestas a asar, el tiempo de don Yllán; el tiempo, digamos, real. Si don Juan Manuel, en vez de esconderlo, hubiera anticipado ese dato, informándonos de que el deán iba a ser sometido a una prueba con la que

(38) Vid. a este propósito, el relato de ENRIQUE ANDERSON IMBERT: Un ejemplo de Don juan Manuel, incluido en el libro El leve Pedro, Alianza Editorial, Madrid, 1976, págs . 110-114. Esta narración constituye un homenaje a don Juan Manuel y un ingenioso testimonio de la imposibili- dad de conseguir un cuento mejor que el XI del Lucanor. (39) ANDERSON IMBERT: ob. cit., pag. 113 .

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calibrar la sinceridad de sus promesas, parece indudable que la eficacia y el encanto del relato habrían quedado muy rebajados . Quiere decirse que no es solamente el deán el engañado, en cuanto a la condición ilusoria del tiempo en que cree estar viviendo y durante el cual se va produciendo su ascendente carrera eclesiástica . También, en cierto modo, el lector es víctima de ese en- gaño, al no habérsele revelado la mágica irrealidad de tal tiempo . Por ello, quizás convendría añadir a los dos tiempos hasta ahora tenidos en cuenta y que funcionan como dos bien distintas perspectivas temporales -tiempo mágico del deán, tiempo real de don Yllán, que se corresponde con el poner a asar las perdices-, un tercer tiempo que no es otro que el del relato mismo, el de los minutos invertidos en su lectura por un lector que lo leyera de corrido. En tanto van pasando años y años por el tiempo del deán, el otro tiempo, el del lector, supone tan sólo unos cuantos minutos que, más o menos, se corresponderían con los de la espera señalada, antes de poner las perdices a asar. La superposición de estos tres tiempos es la que comuniéa al cuento su increible vitalidad, su fascinador tono moderno. Piénsese, a este respecto, en las extraordinarias posibilidades cuentísticas que algunos narradores moder nos han sabido extraer del adecuado manejo de la contraposición de dos tiempos : el que, convencionalmente, llamaríamos real, dado por .el deslizar- se de las manecillas de un impecable reloj, funcionando sin defectos; y el otro tiempo interior, subjetivo, personal, no siempre reductible al señalado mecánicamente . Recuérdese, a este respecto, un tan impresionante relato como An oc- currence at Owl Creek Bridge del norteamericano Ambrose Bierce ; precisa- mente recordado por Anderson Imbert en otro de sus cuentos, el titulado Francamente, no (40) . La consideración de que unos minutos o, incluso, se- gundos de agonía, pueden equivaler, dentro del misterio de ese tiempo

(40) ANDERSON IMBERT resume así el cuento de BIERCE : «Ahorcan a un hombre en un puen- te. El ahorcado siente en el cuello el tirón de la soga; siente también que la soga se rompe, que cae al arroyo, que le persiguen a balazos, que nada por debajo del agua, que sale a la orilla, que se interna por un bosque, que llega a su casa, que su mujer acude a sus brazos . . . Pero a todo esto el hombre sigue colgando del cuello en el puente : fue en el instante de morir que, en un derrame de la conciencia, imaginó esa huida» (Ob. cit ., pág. 84) .

49 subjetivo, a horas y aun meses o años, es lo que llevó a Bierce a jugar, en ese relato, con el contrapunto de los dos tiempos, escondiendo también hasta el final la clave y solución del hecho; por más que, ahora, ésta pueda resultar más fácilmente adivinable que en el caso del deán de Santiago . Posiblemente, Jorge Luis Borges, tan buen conocedor de la literatura en lengua inglesa, debió inspirarse en An occurrence at Owl Creek Bridge, pa- ra uno de sus más complejos y elaborados juegos de tiempo en su espléndido relato El milagro secreto. Con todo esto, no pretendo sugerir, ni muchisimo menos, que Bierce y Borges deban algo al cuento de don Juan Manuel . Se trata de una relativa coincidencia, dada por la existencia de ese perspectivismo temporal, fruto de la superposición de dos tiempos : el del reloj, el de las perdices o como quiera llamarse, y el mágico, ilusorio o subjetivo, en que creen vivir el ambi- cioso deán de Santiago, el sudista que es ahorcado en el relato de Bierce, o el escritor jadio fusilado por los alemanes en el de Borges . En cualquier oaso, lo que importaba señalar es cómo, al lado de los mo- dos perspectivisticos del Conde Lucanor, caracterizados por una intenciona- lidad fundamentalmente ética, este otro de los dos tiempos, sin carecer de empeño moral, no deja de configurarse, literariamente y en lo que atañe-a la técnica narrativa, como un juego muy ingenioso, montado todo el sobre la encrucijada de los tres tiempos antes reseñados . El que uno de ellos corres- ponda al lector, y el que éste, de algún modo, sea victima del mismo engaño que don Yllan tejió para probar al deán de Santiago, supone algo así como el reconocimiento de una extraordinaria maestria: la de don Juan Manuel, se- vero moralista, si, pero también divertido orquestador de uno de los más in- geniosos contrapuntos temporales que se haya dado nunca en el arte del cuento .

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Bernard Darbord ACERCA DE LAS TECNICAS DE LA EXPRESION ALEGORICA EN LA OBRA DE D. JUAN MANUEL

Et dizen que dixo el Arçobispo que éstas armas deuisaua en esta guisa por estas razones que se siguiran daqui adelante. Et en el primer quarteron blanco va el ala et la mano et el espada, as¡ que la primera cosa que va en el quarteron es la espada. Et esta espada sinifica tres cosas: la primera for- taleza, porque es de fierro; la segunda iusticia, porque corta de amas las partes; la tercera la cruz. Libro de las Armas.

0 . Parábola, fábula, ejemplo, simbolos o emblemas varios (1) -asi las ar- mas de la familia de D. Juan Manuel- son componentes imprescindibles de la didáctica medieval. Es licito distinguir las obras de doctrina moral, en que el ejemplo no es más que una gala retórica, de los libros que otorgan al cuento el lugar central . D. Juan Manuel, en el prólogo del Libro de Patronio se integra en la primera categoria: «Et porque cada omne aprende mejor aquello de que más se paga . . .». El lector moderno, por su parte, repara po- cas veces en los prólogos, en la didáctica, en las sentencias morales, en ese minucioso edificio de cinco partes. Recuerda, en cambio, las historietas y cuentos, por su variedad, su gracia y asimismo porque viven, latentes, en nuestro patrimonio cultural . A este respecto, los ejemplos, todos «notables», se igualan y bien podrian confundirse las numerosas colecciones. Sin embargo, aun poniendo a parte

(1) Sobre los diversos contenidos de los emblemas, o empresas, véase Emblèmes et devises au temps de la Renaissance, publication du Centre de Recherches sur la Renaissance (Université de Paris-Sorbonne), núm . 6 (1981), J . Touzot éditeur.

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el estilo más o menos florido de cada autor, resalta que cada libro conserva un peculiar interés. El presente estudio procura evidenciar la relación del ejemplo con su significado moral : del ejemplo considera la complejidad ale- górica . . . . para 'que en tales cosas commo éstasfiziésedes lo meior siempre, pla- zerme ya que sopiesedes . . . El paralelismo del cuento A y de la lección B, de la expresión A y del con- tenido B es un rasgo genérico . Lo que si permite distinguir las obras es la res- pectiva extensión de cada elemento y el carácter de la transformación opera da de B a A. Figuración, alegoria, transformación : conviene ahora que acla- remos el contenido que atribuimos a estos conceptos . 1. Alegoria y ejemplo . Se puede describir el tropo como un acto de transformación poética . De los tropos estableció la taxonomia tradicional un extenso inventario . Todos implican, sin embargo, la substitución de un elemento B por otro. Dicha substitución no es posible sin la previa intuición de una relación entre los elementos: relación de contigüidad (transformación de tipo metonimico) o de similitud (tipo metafórico) . En la primera, dentro de un conjunto sémico A, focaliza el locutor en un elemento a. Expresar a permite significar A:

a E A => Sa a --> Se A. En la segunda relación, los dos elementos no son contiguos : no pertene- ciendo B a A, comparte con A un contenido sémico (A (1 B) . Cuanto más importante es dicho contenido (A2B2), más se empobrece el tropo. El efecto poético, por tanto, viene producido por los elementos extraños, impropios : AIB1 . Ā B 1

1 2 1

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A este esquema se aplica la alegoría, definida como una metáfora A apo- yada en un eje actancial A2 : los componentes A y B, arriba delineados, pa- san a ser dos narraciones reunidas por un isomorfismo radical (A2 = B2) : las entidades semánticas {a, a', a" e A} expresan {b, b', b" E B} . Dicho de otra manera, el ejemplo -cuyo carácter alegórico es obvio- integra entidades a veces muy distintas (véase infra) de las de la lección, del castigo. Los vínculos que reúnen las dos partes se han de hallar en los comportamientos, en las relaciones casuales, en la sintaxis narrativa (2) . Considérese, a titulo de demostración, el ejemplo XXXIX, De lo que contespío a un omne con la golondrina et con el pardal: 2 B Conde Lucanor / Vecino cercano / Vecino poderoso menos poderoso «non es tanto mío vecino» . b b' b"

B2 = A2 Eje actancial ERG > ACUS . 1 idéntico (+) ACUS . 2

A Un omne flaco / los pardales / las golondrinas .

Además del isomorfismo actancial A2 = B2, unas relaciones biunivocas . reúnen aquí metafóricamente las entidades {b, b', b"} y (a, a', a"} . Tales la- zos, sin embargo, resultan a menudo muy flojos y difíciles de intuir: la defi- nición canónica de Quintiliano (3) es insuficiente, por desconocer lo narrati- vo o, mas precisamente, el moderno concepto de actancia .

(2) A esta primera similitud A/B, habrá que añadir otra, la que opera D. Juan Manuel (tan- to como el lector discreto) con sus propias obras C. Lo recalca el magnate en su primer prólogo y al final de cada ejemplo (véase infra) . . (3) «Allegoria fit plerumque continuatis translationibus», Institutio oratoria, 8, 6, 44 .

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Establecido y descrito este primer lema de transformación alegórica, ha- ce falta distinguir los varios procedimientos de expresión, con el fin de valo- rar los méritos de cada colección de ejemplos . Para esto, nos basamos en la noción matemática de transformación punto por punto: una alegoria es la transformación de un relato B en otro relato A. Lo especifico del ejemplo es que coexisten A y B dentro de los limites del texto (el apólogo A, la lección moral B) . La perfecta coherencia entre ambos elementos se llamará biyección, fi- gura de transformación I en la que a cada elemento de B corresponde un ele- mento de A (a H b; a' H b'; a" H b"), según una ley de composición interna definida por la estructura casual ya evocada . Como lo comprobare- mos, esta primerû figura define perfectamente los cuentos de El Conde Lu- canor. Los demás casos de transformación puntual se aplican a otros tipos de ejemplos : Si en una transformación 11, los puntos de un conjunto F tienen su ima- gen a en FI, y si todos los elementos de F se hallan en F1; diremos que la transformación de F en FI es una suprayección fb, x, y E Fj --> a E FI . El citado esquema se aplica a los ejemplos que constan de lecciones plurales . El libro de los Gatos ofrece cantidad de ilustraciones : «Ansf (b) . . ., otrosi (x) . . ., otrosí (y) . ..» . Una relación idéntica articula el pasaje del Libro de las Armas que encabeza nuestro estudio:

3 Suprayección (11) FI F Espada < fortaleza, justicia, a b b' cruz b"

La orientación de la flecha viene justificada por la noción de transfor- mación de un contenida alegórico B, nocionalmente anterior al plano de la expresión A. Evidenciaremos, más adelante, que en el dominio de la creación, la cuestión se complica .

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En cambio, es la transformación inyectiva si cada punto de F1 no tiene más que un elemento correspondiente en F:

4 Inyección (III)

Fl F a, x, y < b

Los Enxemplos muy Notables (B .N . Madrid, Ms 5626) (4), adaptación al castellano de las obras del catalán Fray Francesch Eximenip, nos propor- cionan una amplia ilustración de dicha estructura inyectiva . La mayoría de estos ejemplos -que parecen como integrados en un largo y denso sermón fúnebre- tiende a enseñar la aceptación de los designios de Dios, especial- mente con ocasión de la muerte de un pariente o amigo. La estructura inyec- tiva se desarrolla en los ejemplos 5, 7, 11, 13, 15-21, Los apólogos se inspiran en el Antiguo Testamento, Esopo, Vincent de Beauvais, Fr . Eximenip, Vale- rio Máximo, etc. Todos se integran en una lección moral b, única: «Del qual exiemplo bien parecee que del que bien muere non es de llorar nin de auer tristeça, mas alegria por los grandes bienes que alcança e por que (de) muchos trabajos es libre» (fol . 7r) . Recordemos que la biyección es a la vez inyectiva y suprayectiva, ya que supone una relación biunívoca entre los puntos de F y sus imágenes en FI : cada elemento de F sólo admite una imagen en FI, cada punto de Fl sólo admite un antecedente presupuesto en F.

2. Tradigión culta y adaptación individual.

Según hemos comprobado más arriba, el viejo e ilustre concepto de alegoría se aviene bastante bien con la noción moderna de transformación puntual . Hace falta, sin embargo, reconocer que las modalidades de la creación medieval nos llevan a matizar el esquema, ya que las colecciones de

(4) Introducción y edición crítica (tesis mecanografiada) : E. R. MARSAN : Exemplos muy no- tables, B . N. Madrid, manmcrit 5626, Thèse complémentaire, París III, 1973 .

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ejemplos, con su substancia colectiva y transcendente, antecedieron a la adaptación donjuanmanuelina, muy caracteristica de una mentalidad aris- tocrática de los primeros tiempos del siglo XIV. Dicho de otra manera, el eje de la figuración alegórica, asi esquemati- zado:

5 F1 F Expresión Contenido alegórico (el cuento) (la lección moral)

. . . no se aplica más que resultativamente a la obra de D. Juan Manuel, el cual, está claro, conoció a Esopo y a las culturas orientales antes de adaptar aquellos contenidos a los vaivenes del tiempo. Operativamente, hace falta admitir otro eje, que tome en cuenta la adaptación individual, necesa- riamente apoyada en un tesoro preexistente, imprescindible autoridad (5) :

6 F1 F

1 Patrimonio colectivo, Motivaciones individuales y intemporal . sociales del tiempo .

Ilustración del esquema 6 es el interesante caso del Libro de los Gatos (6), traducción amplificada de las Fábulas del Inglés Odo de Cheriton. Es- tas Fábulas se remontan a la primera mitad del siglo XIII . La adaptación es- pañola (siglo XIV) consistió en traducir meramente del latin y en desarrollar copiosamente el contenido alegórico, encóntrándose en la observación de la sociedad del tiempo muchas aplicaciones y lecciones morales :

(5) Véase al respecto, STITH THOMPSON: The Folktale, New-York, The Dryden Press, 1946, pág. 4. (6) BERNARD DARBORD: «El Libro de los Gatos» . Sur la structure allégorique de l'exemple, Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, París, mars 1981, núm. .6, págs . 81-109 .

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Extensión de la lección moral

FF1 <- F, F". . . Odo de Cheriton amplificación (Libro de los Gatos) = la estructura pasa a ser supra- yectiva . Podemos sugerir, no sin prudencia, que el grado de extensión de la lec- ción es proporcional a su carácter suprayectivo : la perfecta adecuación de la lección al apólogo produce un relato caracteristico, marcado por la extrema precisión (y la elevada comprensión) de la situación figurada. Pertenece El Conde Lucanor a esta categoría, cuya ilustración más valiosa son las pará- bolas evangélicas : las más veces, comienza el relato con la exposición de una situación que motiva la parábola de Cristo, acabándose el relato con la acla- ración final . La parábola evangélica ilustra perfectamente el esquema 5: siendo creación propia de Cristo (F1), se adapta rigurosamente a la perspec- tiva evangélica . El polo opuesto de la comparación se encuentra en el Libro de los Gatos, mera amplificación de una colección extranjera. El clérigo no hizo más que proponer -no sin elegancia- situaciones adecuadas al contenido de la fa bula . Como lo evidencia el gráfico siguiente, la extensión moral de cada si- tuación y la extensión sintagmática están en razón inversa. 8 Extensión moral - + o sociológica de F Tipo de tranformación Biyección -~ Suprayeccion operada (tendencias) F F, F, F'. Extensión + - sintagmática de F Cuanto más nutrida o precisa es una situación, más extensión sintagma- tica requiere su exposición : de ahí la importancia de fa previa fabla del Con- de Lucanor, así como, a la inversa, la falta de preámbulo de los apólogos del Libro de los Gatos (7) .

(7) Poniendo a parte los ejemplos núms. 32 y 38, 2 .° .

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3. La estructura narrativa del ejemplo en la primera parte de «El Conde Lucanor» : las tres componentes de la ejemplaridad . Con las muchas alusiones ya hechas al carácter uniformemente biyectivo de la obra maestra de D. Juan Manuel, podriase tildar de monótono tan re- petido recurso . Intenta el presente capítulo mostrar que la dicha estructura fue un principio básico de la ejemplaridad : principio impuesto por la evi- dente identidad de las figuras principescas (Conde Lucanor/D . Juan Ma- nuel) . En un segundo momento, recalcaremos las formas de la expansión bi- yectiva, impuestas en particular por la importancia variable e inestable de la intersección A2B2. El arte es imitación. Por eso es ejemplar . La reconocida superioridad del Libro de Patronio viene tal vez de que la figura de transformación A <--- B se complica, por ser el Conde Lucanor, a su vez, la figuración alegórica del muy histórico D. Juan Manuel, de modo que hace falta leer el libro fijando- se en dos relaciones :

2 9 A %---1- B -í~ C Ejemplo Ejemplaridad Homologia D. J .M./C.L. (8) . Es de insistir en que ambas relaciones aparecen expresamente marcadas en el texto: en las palabras introductivas de Patronio -para que vós enten- dades. . . (A E-- B)-, en las lineas conclusivas -Et entendiendo don Iohan. . . (B E- C) -. Subrayando el tono de los viessos conclusivos y alguna que otra sentencia (9), se ha podido ponderar la universalidad del libro (10) . No compartimos

(8) J . Tx . WELTER: L'Exemplum dans la littérature religieuse et didactique du Moyen-âge, Paris, Toulouse, 1927, página 3: «(í'exemplum) devait renfermer trois éléments essentiels, à sa- voir: un récit ou une description, un enseignement moral ou religieux, une application de ce der- nier à l'homme» . (9) «Et sería maravilla si de qualquier cosa que acaezca a quaiquier omne, non fallare en este libro su semejança que acaesçió a otro» (prólogo 1 .°) . (10) JOAQUIN GIMENO CASALDUERD: El Conde Lucanor: composición y significado, NRFH, XXIV, págs. 101-112: . . . «La enseñanza, al despojarse de lo particular y de lo anecdótico, sirve, como el prólogo prometía, a todos los hombres. Para eso precisamente se introduce don Juan Manuel

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esa opinión o, por lo menos, creemos que no se aplica a todos los capitulos de la obra : la promesa del prólogo es mero lugar común del género, mientras que la universalidad de la figura del conde es harto difícil de admitir. Dichos vínculos (B E- C) se evidencian en el capitulo de Giménez Soler (11) consagrado a los aspectos autobiográficos presentes en El Conde Luca- nor. La homología más relevante se sitúa tal vez en el ejemplo IX (Giménez Soler, pag. 201) que se refiere indirectamente al rey Alfonso XI de Castilla -un enemigo de que me vino mucho mal-, al Sultán de Marruecos, y al propio D. Juan Manuel . Evoca el autor la materia histórica del sitio de Gibraltar, al que se negó a participar, en reacción contra el mal talante que el rey castellano le tenia (12) .

Basta con analizar las numerosas presentaciones del Conde Lucanor para entender la corta distancia que separa la figura literaria del modelo histórico :

Una vegada, vinia el conde de una hueste muy cansado et muy lazdrado et pobre. . . (exemplo XXXVII).

Excepto que no fue conde D. Juan Manuel, se aplicarían esas palabras tanto al autor (C), como al Conde Lucanor (B), como a Fernán González -la figura central del ejemplo- (A) . Mejor que otro, recalca bien este

en la obra : al final de cada momento da un valor universal al caso que se ha ejemplariza- do, condensando en unos versos la esencia de la enseñanza» . Es indispensable la lectura de este artículo para entender la composición del libro: la estruc- tura piramidal del andamiaje de cinco partes, la relación de lo social con lo religioso : honra, ha- cienda, estado y alma. Muy valiosa es la evocación de la arquitectónica oscuridad de las senten- cias finales, separadas de la materia ejemplar . (11) ANDRES 1 GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel, biografía y estudio crítico, Zaragoza, 1932, págs . 195-206 . (12) Alude el ejemplo IX -De lo que contesçió a los dos cavallos con el león- ala situación politica de D. Juan Manuel a partir del año 1331, a las probables vistas o encuentros que tuvo con el rey (Villaumbrales, Peñafiel), a los vanos intentos de avenencia de éste. El otro omne muy mas poderoso debe de ser Abumelic, asediador de Gibraltar e hijo de Abulhasan, Sultán benime- rin de Marruecos . A finales de agosto de 1333, defraudado, se resolvió Alfonso XI a pactar con el Rey de Granada una tregua de cuatro años, por lo cual renunciaba a Gibraltar. Queda bien claro que, además de la alusión histórica (B <- C), se apoya el ejemplo IX en una tradición folklórica (A E- B) ampliamente estudiada : Puybusque, Knust, etc., cfr. DANIEL DEVOTO : Introducción al estudio de D . Juan Manuel y en particular de «El Conde Lucanor», Madrid, Castalia, 1972, pág. 379) .

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ejemplo el vinculo de los tres planos . Por ser siempre los mismos contertulios -el Conde y Patronio- no hay peligro de que se altere la primera relación (B E-- C) . Como lo aseveramos, es una peculiaridad del libro. La segunda relación (A E- B) es más elástica: numerosos críticos ya ponderaron con razón la variedad de los temas de la obra (política, economía, matrimonio, religión) . Una fuente de interés viene de la variable similitud del Conde Lu- canor con su propia figuración alegórica : de la entidad aristocrática (Alvar Fañez -XXVII-, Fernán González -XVI, XXXVII-) a las figuras rústi- cas (doña Truhaña -VII-) o animales (el cuervo -V-, el gallo -XII-, el búho -XIX-, etc.) . Para volver a nuestra primera descripción de la alegoría, propongamos un eje de extensión de la homologia AM, contenido de la intersección de los dos conjuntos semánticos en presencia. El esquema siguiente reserva su parte izquierda a los ejemplos basados en la sola homología casual : la similitud de doña Truhaña con el Conde estriba en la función casual (o actancial) de víctima ( --> -) de las fuzas dubdosas et vanas. Dicha función, está claro, queda virtual en el caso del Conde que bien sabe aprovechar el castigo de Patronio . Dicho de otra ma- nera, no se puede concebir una relación de tipo metafórico (á H b) entre las entidades de sendos niveles. La zona de intersección se ensancha, al revés, en los ejemplos que ponen en escena a algunos conocidos caballeros, o figuras metafóricas y emblema- ticas como el león: cuanto más se ensancha la intersección A2B2, más se acerca la figura del ejemplo a su supuesto modelo : el Conde. Por lo contra- rio, queda igual e inalterable el isomorfismo casual : 10 AM Nivel lógico-semántico + (uniforme) + (actantes, comporta- l mientos) Nivel semántico - + (figuras, entidades) - T VII (doña Truhaña) . I (el privado) . XVI, VIII (el omne que XXXVII (Fernán Gon- avían de alimpiar el zález) . IX (los dos ca- fígado) . ballos con el león) .

60 El limite positivo del eje se puede concebir con los ejemplos que presen- tan directamente al destinatario de la lección, o a un semejante suyo . Tales apólogos, generalmente, llevan pocas sentencias morales explicativas. Una buena imagen del mecanismo se ofrece en el ejemplo VI del Libro de los Ga- tos (Enxienplo del ereje con la mosca), lección dirigida a todos los herejes . En resumen, fuera del aspecto actancial, no carece de interés recalcar la po- sible isotopía semántica de las entidades de los diversos niveles. Este estudio ha enfocado la noción tradicional de ejemplo, con el fin de oponer las distintas expresiones del género y de conocer los respectivos méri- tos de cada una . Más que otro cualquiera, El Libro de los Enxiemplos del Conde Lucanor et de Patronio nos parece reflejar, con una estructura biyectiva adecuada, los muchos escrúpulos y temores de un magnate del siglo XIV . Es acaso uno de los éxitos del libro el haber permitido que el hombre alcanzara una sere- nidad que en ninguna forma le habían proporcionado sus armas ni las tribu- laciones de su vida agitada .

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Daniel Devoto C.N.R.S., Paris LA INTRODUCCION AL ESTUDIO DE DON JUAN MANUEL DIEZ AÑOS DESPUES Puede no ser excepcional el que un autor cuidadoso de si pergeñe la re- censión (por lo general benévola) de alguno de sus trabajos; menos transita- do parecería el caso del que se atreva a firmarla con su propio nombre y apellido . Y así, tanto por no correr el riesgo de inaugurar un género literario y cobrar la que Borges estima tenebrosa gloria del precursor, cuanto por ten- tar -imitando a Cesar y quizás al propio don Juan Manuel- el gobierno de un «verbio» de tercera persona, declino ocuparme del ya viejo libraco de Daniel Devoto cediendo este dudoso honor a «D. D.» -sigla que acredita el propósito de ponerlo donde corresponde y no sobre un pedestal- para que éste trate de su confección excesivamente apresurada y de sus irregularida- des demasiado manifiestas . Quede, desde este comienzo, constancia de que no se trata de excusarlas sino de explicarlas exponiéndolas, y que frente a las criticas unánimemente generosas (aún las más matizadas) que suscitó su libro, D. D. desea manifestar publicamente dónde y por qué reside su des- contento con una obra «de circunstancias» que hubiera podido -y debido- ser muchísimo más cuidada. Cuando a comienzos de 1965 su muy admirado colega A. Rumeau infor- mó a D. D. que debería explicar, en el Institut Hispanique de Paris, «L'Apo- logue au Moyen Age: Don Juan- Manuel, El Conde Lucanor», el informado gozaba solamente del vago recuerdo de vagos contactos de adolescencia (ha- cia 1930) con los dos tomos de la C.LA.P. que estaban, desde entonces, espe- rando convertirse en el núm . 35.49 de su todavia ni pensada bibliografía .

63 Para refrescarlos refrescándose, las vacaciones de ese año 1965 se dedicaron a recorrer el tomo Ll de la B.A.E . y, subsecuentemente, las ediciones y estu- dios sobre don Juan Manuel y los textos similares de la bien provista Biblioteque Nationale de Paris ; y el enfoque total del curso se planteó, a la vez, sobre la explicación del texto y sobre su colocación dentro de la narrati- va tradicional : campo este último (si bien desfasado por otros centros de in- terés) activamente frecuentado por D. D. con anterioridad a su tesis sobre el romancero (años antes del 40), cuando el descubrimiento (en la biblioteca de la Facultad de Filosofía y Letras de su villa natal) de un ejemplar a la sa- zón intonso del libro de Saintyves sobre los cuentos de Perrault y los relatos paralelos lo empelió, de unos más o menos neblinosos estudios de literatura comparada que arrastraba -la historia de Griselda de Boccaccio a Goldon:- a la enardecida frecuentación de los repertorios de narraciones folklóricas y a la del prodigioso yacimiento (de material bruto, con sus consi- guientes escorias) que era y sigue siendo la llamada «Colección de Folklore» depositada en el Instituto de Literatura Argentina de la misma Universidad de Buenos Aires . El curso de 1965-66 en el Institut Hispanique de Paris se repitió al si- guiente año escolar, pero la periodicidad trienal de los temas, general en los estudios hispánicos franceses, se interrumpió al dictar D. D. unos cursos en Pittsburg al comienzo del año escolar 1967-68 (y quizás por alguna otra ra- zón larga de explicarse), y don Juan Manuel, Lucanor y Patronio quedaron arrinconados durante un lustro. Hacia fines de 1971, una joven colega, que había sido la más brillante auditora del primero dé sus dos cursos sobre don Juan Manuel, advirtió a D. D. que ese mismo tema había sido adoptado entre los de la «agrégation» o examen terminal de los jóvenes hispanistas franceses, y le sugirió la idea de publicar un resumen de sus clases como guía de los examinandos . Tras una conversation con su excelente amigo Amadeo Robles, propietario de las Ediciones Hispano-americanas de Paris, D. D. re- solvió actualizar sus noticias, aparecidas fragmentaria y más o menos autár- quicamente en una versión corregida de muy pocas páginas, acompañadas de una adición absolutamente disparatada, como no corregida, de unas va- gas notas de clase; pero la materia le fue creciendo entre las manos, hasta acabar por convertirse, siempre con las sucesivas y generosas aprobaciones

64 de Robles, su editor, en un tomazo de 503 páginas, con casi dos mil quinien- tas noticias bibliográficas : volumen que hubiera sido imposible concretar sin las extraordinarias facilidades ofrecidas por la Bibliotheque Nationale y por el Institut Hispanique: la primera, con la riqueza de sus colecciones y la or- ganización de su Salle des Catalogues, pero con el inconveniente de la inevi- table lentitud con que se presentan sus últimas adquisiciones ; el segundo, como más reciente más modesto, ofrece en cambio la extremada pulcritud de sus ficheros, donde se adicionan constantemente -por autores y por temas- los artículos de las más importantes publicaciones periódicas sobre hispanismo .

Redacción e impresión de tan pesada bibliografía -y aqui reside la causa de casi todas las fallas de este trabajo- se llevaron a cabo, presiona- das por la necesidad de salir a luz dentro de un plazo útil para estudiantes y profesores, en el tiempo desdichadamente record -de menos de tres meses. Cada capitulo terminado, apenas releido, se enviaba al impresor, que remi- tía y recibía las pruebas, directamente de página (la redacción habia pres- cindido de notas al pie para acelerar el proceso de impresión) con la misma celeridad con que las iba imprimiendo . Dos son las consecuencias fatales de este procedimiento : una, el «estilo» (que algún nombre ha de recibir) apenas correcto, apenas levantado aqui o allá por alguna maldad episódica; la otra, mucho más grave y nacida de que su autor jamás tuvo entre las manos la to- talidad de su trabajo, se manifiesta en repeticiones, omisiones y deficiencias de detalle, así como en la diferencia entre los varios niveles de densidad en el tratamiento de los diferentes temas (y muy particularmente en lo histórico) .

La obra estaba terminada -como lo evidencia el «copyright»- al fina- lizar el año 1971, y a la tirada de las Ediciones Hispano-americanas, realiza- da en los inicios de 1972, sucedió una segunda, con pie de imprenta de la Editorial Castalia, fechada el 15 de mayo de ese mismo año . A solicitud de esa editorial, que se habia asegurado el mercado general con exclusión de Francia, y que D. D. no sabia por entonces tan hábil en fraguar las diferen- tes fechas de sus ediciones, se agregaron algunas notas finales que llevaron la paginación del libro a la 509 y la fecha de estas últimas noticias -y sólo ellas- a los comienzos de 1972 .

65 La acogida que el libro mereció de la critica no puede decirse merecida, siendo como fue unánimemente alabanciosa. D. D. guarda especial gratitud a la generosisima reseña de Francis Cerdan, así como a la amistosa recensión de don G . M . Bertini, a la elegantisima señorilidad de Alberto Varvaro, al sonriente examen de Derek W. Lomax, al inesperado elogio de Antonio To- var . Desea, sin embargo, como prólogo a su propia reseña, detenerse aquí sobre las dos noticias más extensas, la de R. B. Tate (de casi seis páginas) y la de Charles B. Faulhaber (de algo mas de seis) . Casi idénticas en su exten- sión, difieren sin embargo lo bastante como para justificar el intento de compararlas . La reseña del Profesor Faulhaber (Hispanic Review, 43 (1975), 412-418), considerada por D. D. como un prodigio de pulcritud, opone a un elogio sin dudas desmedido una ceñidisima critica de detalle, basada tanto en una lectura cuidadosa (caso poco frecuente en el ámbito de las reseñas) como en ajustadas pesquisas personales (caso que puede darse por milagro- so) . Claro está que D . D. no puede, humanamente, estar de acuerdo con to- das sus observaciones, en particular las de la nota 2 : si el reseñador tiene ra- zón sobre la incorrecta entrada de Alden Mason que en el indice «is listed under Alden Mason instead of Mason» (y esto se debe a que D. D. lo frecuen- tó mucho antes de ser instituido bibliotecario a palos), no la tiene cuando critica la mención de «Haggerty Krappe» y no «Krappe» a secas: escribiendo corrientemente en un español corriente, donde Lorca y Garcia Lorca se equivalen, el uso igualmente corriente de los dos apellidos no es de incrimi- nar. Y tampoco la tiene del todo el recensor cuando entiende que la afirma- ción «el uso de las mayúsculas debe ser el de la lengua empleada» se refiere al uso de ciertos impresores de titulos de libros y no al de «la lengua» -en inglés, el empleo de letras capitales en el pronombre personal de primera persona y en los gentilicios, etc.- : la inmediata referencia a la grafia ger- mánica de los sustantivos comunes, repetida en pág. 284, hubiera debido convencerlo (y un yerro de este tipo aparece en la pág . 88, lineas 3-4 : «anglais» por «An-/glais») . Es verdad que el uso de las mayúsculas en títulos ingleses es en el libro de D. D. continuamente oscilante e inseguro, pero es el exceso de letras capitales lo que está mal, y no su falta: una bibliografia re- dactada en español no puede competir con las orgías capitalizadoras de las Just So Stories. Idénticamente, en el uso de las «vedettes» no debe seguirse

66 -cuando no se las transcribe in extenso- la aportación del texto registrado, sino la forma más completa posible, así sea ésta radicalmente distinta de aquélla (por sucesivos títulos nobiliarios, la adopción de sucesivos apellidos. o pseudonimos o, en el caso de mujeres, por matrimonios ulteriores) : se debe dar el título de general o la forma propia de un papa a publicaciones apare- cidas cuando sus autores eran sargento y seminarista, o teniente y teniente de cura . Pero todo esto son nonadas, frente al riguroso cuidado con el que el Profesor Faulhaber colma las lagunas del libro reseñado : cinco adiciones, noticia de siete tesis estadounidenses y de cuatro estudios más, ulteriores casi todos los últimos al libro y pesquizados en una cincuentena de revistas, más la acabada descripción de una decena de trabajos que D. D . no pudo consul- tar . La lista de los 46 yerros de impresión -y/o yerros de D. D.- que se consideran más importantes. revela también el ingente e inteligente escrúpu- lo del reseñador (aunque alguna sea tan nimia como la supresión de un acen- to -¿necesario?- en una mayúscula, o introduzca una nueva errata : «Víctor» con acento en un nombre extranjero) . Pero a pesar de estas discre- pancias homoúsicas, D. D. no piensa que ésta sea solamente la mejor reseña de su libro : considera que es una de las mejores que ha leído en estos últimos años, porque, partiendo de la obra reseñada, la critica y completa eficaz- mente, controlándola constantemente y aportando una rica contribución original, todo ello dentro del más estricto sentido disciplinario . Con idéntica profusión, con un saber aproximadamente equivalente (y, quizás, con bastante menos trabajo), R. B. Tate (en: The Modern Language Review, (1974), 671-677) se sitúa brillantemente en la orilla opuesta de Faulhaber : como que, en realidad, no se ocupa tanto del libro de D. D, co- mo .de su propia idea de lo que ese libro debiera ser (postura que aporta a ve- ces sabrosos resultados, a condición de no perder del todo de vista la obra re- señada : lo que es, un poco, el caso del erudito colega) . Para empezar, el pro- fesor Tate se niega tenazmente a leer el subtitulo del libro: «Una bibliografía», y así la mayoría de sus reparos, enderezados a otro tipo de publicación, no casan con ésta, como habrá ocasión de mostrarlo . Igual- mente, aunque reconozca con el autor que «una objetividad absoluta es prácticamente inalcanzable», se limita a veces a reemplazar la subjetividad de D. D. por la suya propia : si es que es en verdad subjetivismo devótico el

67 opinar que los ejemplos de don Juan Manuel no son históricos, o que ciertas . fuentes occidentales estaban más a su alcance que remotas colecciones asiáticas : y ambos subjetivismos (echados en cara por el reseñador) los com- parte D. D. con María Rosa Lida de Malkiel, tan admirada por Tate y por él mismo . Si Tate no cree, por ejemplo, que las interferencias en los planos narrativos del Libro de tos estados son una calculada y «rica serie de falsas perspectivas», su opinión es y seguirá siendo subjetiva mientras no la apoye en algo más que en formularla (pág . 674 de su reseña, y de nuevo en pág. 676) . Y si cree; a pesar de los reparos formulados por D . D., que éste «rates Barcia (36.1) higher than must», debiera consignar por qué lo piensa así, tratándose como se trata de un planteo superior al de otros especialistas (Ta- mayo, Millares Carlos, Alborg, núms. 3.37, 3.38 y 3.39) : y también aquí -por lo menos para el primero de los citados- el subjetivismo de D. D . coincide con el de María Rosa Lida de Malkiel, cuya alabanza como juan- manuelista insume algunas inspiradas lineas de la reseña : una vez más, Tate disiente con los juicios de la distinguidisima romanista, hasta el punto de que cabria preguntarse en qué funda su admiración por ella . Es posible tam- bién que la critica de D. D. al núm . 93.1 de su bibliografia, referida a un co- laborador del profesor Tate, sea excesivamente severa (lo aseveran las págs . 671 y 677 de la reseña) : siempre sorprende que críticos de otras confesiones avizoren inesperados mediterráneos en materias digeridas desde antes del catecismo ; pero D. D . no comprende que «escape.criticism» el núm . 23 .8 co- mo el 36.2 (Tate, pág. 671) : el primero de los escaparates comprende catorce líneas de resumen más la remisión a cinco reseñas, y el. otro comienza por «Despaciosa introducción, que se torna excelente . . .» seguida de veintiuna lineas más: ¿qué será, entonces, «no escapar a la critica»? Idénticamente, afirmar que «the famous story of the cobbler arad the king [???] disappears without trace» (pág. 674), significa haber pasado por alto, en la pág. 222 del libro criticado, el núm . 23 .27 y su comentario, que la reconocidamente falsa modestia (se ruega excusar la redundancia: toda modestia es falsa) de D. D. reduce, cierto es, a su minima expresión . El Profesor Tate puede muy bien pensar que la introducción bibliografi- ca del libro, aun siendo útil, podia haber sido publicada aparte (reproche válido también para cada una de las partes del libro) . Pero no tiene razón al afirmar que esta introducción «does not refer in particular to the medieval

68 period nor to Don Juan Manuel» (pág. 672) . Sobre la paradoja de enjuiciar una bibliografía por ser bibliográfica, y prescindiendo del «medieval pe- riod» del que la dicha introducción no prescinde en absoluto, cabe suponer que el Profesor Tate pasó muy rápidamente por las páginas 26-27, 30, 39 y 40 de la tal introducción, que citan a don Juan Manuel o a su Conde Luca- nor examinando problemas bibliográficos concomitantes : problemas que se retoman, fuera de la dicha introducción, en las págs . 51 (a propósito del Manual de Palau) y 298 (sobre la ordenación de las ediciones del Conde Lu- canor) . El Profesor Tate opina, además, que mucho del material de la pri- mera parte «could have been happily left in the darkness» (pág . 672) : cu- riosa idea de lo que es «Una Bibliografía» ; y lo mismo vale para la reclama- da supresión de los trabajos de Thompson y de Keller, apoyada en razones algo obscuras para el lector no prevenido. Como curiosa idea de lo que una bibliografía es resulta el reprochar a su autor el omitir «the possibilities of applying modern narrative analysis in the manner of Barthes and Teodo- rov» (pág. 672) : ni esas posibilidades, ni la de la posible influencia de los viajes interespaciales en las futuras ediciones del Conde Lucanor son del do- minio de una modestia bibliografía : echarle en cara loque en ella falta por no haber sido escrito, o lo que escrito y todo, «sobra», denuncian más el de- seo de criticar que una crítica juiciosa de lo enjuiciado, visible además en la fruición evidente con que se repiten (todo abulta) diversas observaciones sobre presumibles faltas . Si el propio autor reconoce, y más de una vez, la dificultad de ordenar satisfactoriamente materiales tan diversos, el repro- barle desórdenes sin recordar que el lo ha confesado previamente y como si se tratase de un descubrimiento personal del reseñador, es por lo menos poco generoso ; y es, además, desatinado, si las mejoras propuestas son, ellas mis- mas, desatinadas o erróneas . ¿Qué tendría que hacer el «marco narrativo» en la sección 18, dedicada a los últimos años de la investigación folklórica general (Tate dixit, pág. 672)? Los 40 .8 y 40 .9 -se insiste dos veces sobre ello- no se tratan en la sección 21 (el apólogo en general) sino donde deben tratarse : ocupándose de la figura del consejero, corresponden al estudio re- ferente al consejero por excelencia del Lucanor, que es Patronio; y el núm. 42 .4 no puede figurar «under section 18» por la sencillísima razón de que, al no existir el tal núm. 42 .4, sólo puede colocárselo en el cuerpo astral del vo- lumen . Igualmente, de las doce correcciones finales, la antepenúltima es

69 inverificable, por ser ella misma una errata; la penúltima es falsa (el texto está bien) y la última es falsa en parte (se trata del ejemplo VI, y no del VII) . Es posible que todos estos traspiés sean simplemente yerros en la impresión de la reseña, pero aún en este caso, son prueba de la harta ligereza del profe- sor Tate en la corrección de las suyas de imprenta . Lo más importante de esta reseña son las adiciones bibliográficas (algu- nas posteriores al libro), contando entre ellas un nutrido grupo de obras sobre la predicación en Inglaterra sin las cuales, según parece, es imposible comprender exactamente la producción de don Juan Manuel. La adición más curiosa es la de pág. 672 (una página, decididamente, antológica), rela- tiva al núm . 21 .48 del libro examinado (Libro de los ejemplos en la edición de J .E.Keller), que denuncia la ausencia de «Morel Fatio [sin trait-d'union], Romania, 7 (1878), 481-526», cuando este importante trabajo ocupa cinco líneas, bajo el núm . 21 .47, en la misma página donde florece el 21 .48; y ya por la doble numeración de los ejemplos del Libro (pág. 357), ya por esto y por la mención de la revista Romania (págs. 423 y 435), y ya por ambas cir- cunstancias y por la cita misma del nombre de Morel-Fatio (págs. 370, 401, 439, 455 y 456) se lo lee por lo menos ocho veces en la parte tercera del libro reseñado, que el Profesor Tate no parecería haber escudriñado a fondo. (No deja de ser extraña la idéntica inoportunidad con la que Ian Macpherson -también por dos veces- trata «to repair a few omissions» del librillo de D. D. y consigna, de manera incompleta, el estudio verdaderamente funda- mental de J. Th. Welter, que lleva sin embargo en la Introducción al estudio de don Juan Manuel el núm . 19.11, se cita antes en las páginas 162 y 163, y cuya descripción detallada cubre las págs. 166 a 168 del libro incriminado . El acuse va en la pág . 196 de los Juan Manuel Studies editados por Macpher- son -London, Tamesis Books Ltd . [c . 1977]- donde se lee algún que otro desliz; la expresión inglesa citada arriba aparece, también geminada, en la pág. 13 y en la pág . 139 de ese volumen) . La reseña del Profesor Tate contiene -y esto está fuera de duda- pers- picaces observaciones así como adiciones utilísimas; pero basta lo citado pa- ra advertir su carácter rapsódico y el enfoque inadecuado sobre el que se la basa . Su autor es, también indudablemente, más amigo de la verdad que de Platón, pero parecería serlo aún más de algunos otros juanmanuelistas, y

70 deja, lamentablemente, la impresión -falsa, con seguridad, aún más indu- dablemente todavía- de estar ajustando cuentas con un inesperado intruso en estos campos más que la de tratar de ser «as objective as possible», ya que ainevitably (as he himself confesses) a total objectivity cannot be reached» . Hasta aquí las reseñas ajenas: viene ahora, para D. D., la suya propia, con lo más grave, nacido de una reciente relectura de su opúsculo -todo junto- por primera vez, y de la visión, por primera vez conjunta, de los de fectos que nadie le ha señalado hasta ahora. Antes de estampar, en su prefa- cio, la jactancia «trabajo bien hecho», hesitó -más que vaciló-, y hubiera debido hesitar, vacilar y dudar aún más, y no estamparla, sabedor ya enton- ces que toda hybris arrastra su castigo, como ésta lo ha acarreado. ¿Trabajo bien hecho, una redacción en la que fórmulas idénticas se enfrentan en una misma carilla (págs. 120, 123, 147, 436, etc.), en la que abundan anfibologías (págs. 32, 75, 435, 437, 474, 477, etc.) y en la que cada lapsus calami es un verdadero relapsus: «sexto aniversario» (por «sexto centenario», pág. 208), «prefería infante a príncipe» (pa'g. 213 : es lo contrario, y el texto alemán que sigue lo delata, aunque no lo redima), «de sentido semejante» (pág. 338 : léase «sonido», y no «sentido»), «posterior» (pág. 383 : debe decir «anterior») . «Los ejemplos citados por Gillet en castellano» (pág . 410) deberían ser, para estar también en castellano, «los ejemplos castellanos ci- tados por Gillet» . Entre Faulhaber y Tate (aunque el primero consigne sólo las que considera «more noticeable») se señalan poco más de cincuenta erra- tas (de las cuales coinciden sólo unas pocas) ; las que D. D. levanta en su re- lectura, sin contar aquéllas, pasan de ciento cincuenta, es decir, tres veces más, y alguna tan flagrante como «RPh» por «ZRPh» en 20 . 33: coma «tra- bajo bien hecho» . . . Buen ejemplo para estudiantes será la general ausencia de ladillos hn repeticiones y adiciones, los estudios que gozan de doble nu- meración, la total falta de orden (ni cronológico ni;alfabético) en la presen- tación de las reseñas, los numerosos asteriscos ausentes o superfluos. ¿Puede decirse «trabajo bien hecho» el que trata de Comparetti en pág. 137 como en pág. 195, sin remisión de una a la otra, el que repite en una misma página una misma indicación con doce líneas de diferencia («pág. 224» en la 266) y da dos veces, en una misma página (la 270) una misma referencia bibliográ- fica? ¿Bien hecho, un trabajo que repite en pág. 292 un dato de pág. 206 y

7 1 en la 2951o apuntado en la 239, pero que olvida, al tratar el ejemplo XXIX, recordar la comparación de sus cinco manuscritos consignada en la pág. 316? ¿Trabajo bien hecho, y modelo para estudiantes, el que prodiga, sin concordarlas entre si, referencias venidas de distintas fuentes? Véase, como mal ejemplo : Caballero Zifar (con be labial, uve y u en el primer término, y con ce o con zeta en el segundo, en casi todas sus posibles combinaciones) ; Espejo por Especulo (el de los Legos), pags . 190, 196 -dos veces- y 457, aqui con el aditamento de una silaba en letras redondas. En págs . 165, 183, 184, 197, 198, 417 (y quizá haya otras más) baila una ensalada de Odo, o Eude, o Eudes, de Ceritona, Cherinton, Cheriton y Cherington en diferen- tes y multiplicados acoplamientos ; Egidio Colonna (págs. 162 y 215) es tam- bién denominado Egidio de la Columna (pág. 212), Gil de Colonna (pág . 222), Fray Gil (págs. 220 y 254) y Egidio a secas (pág . 220). junto a la pali- nodia cabria la excusa, dada la prisa con que se trabajó (mal); pero nada puede excusar, junto a estos yerros y a otros similares, las variantes que enri- quecen las sucesivas apariciones de una misma cita (sin contar que el repe- tirla es ya un yerro) : un texto de Campmany, diferente en pág. 303 y en pág . 356 ; uno del Libro de.los Estados, distinto en pág. 260 y en pág . 468 . Ni na- da puede excusar tampoco el trabucar repetidamente en nombres o fechas : La poesie au moyen âge de Gaston Paris, de 1885, en pág . 108, pasa a 1895, con nueva numeración, en pág. 362 ; Alberto Varvaro es Varbaro en pág. 185 ; puede elegirse entre Hurtebize y Hurtebise, entre Ribera y Rivera (págs. 203 y 214, y 204 y 206), entre Relaciones y Relación en la misma pagi- na 446, y entre Georges y George Perrot (págs. 108 y 376) ; y Georg Sachs es alguna vez «George» (pág . 319) . Quizá el más sangrante de estos descuidos sea el de llamar «González de la Vega» (pág . 225) a Gutiérrez de la Vega. Y, seguramente, hay mas, que esperan una segunda relectura, para no hablar del Indice General que refleja muchos errores y engendra los suyos . Como se dice arriba, D. D. no tuvo nunca a su disposición ni su ma- nuscrito completo ni la totalidad de las pruebas, ni el tiempo necesario para corregirlas correctamente, y todos estos errores (e inda mais) han nacido de la prisa en la redacción y en la corrección (de algún modo hay que denomi- narla) de su engendro . Razón lleva Faulhaber : si el libro es de algún valor (y° cuánto le gustaría a D. D. creerse del todo esta afirmación, viniendo de

72 quien viene), «it is distressing to find it marred by a more than occasional lack of attention to detail» . Consciente de ello, su autor, como la tortuguita de la fábula, se jura hoy que «nunca más bodas al cielo», pero quizás tan fir- me resolución tan sólo valga hasta la próxima vez, como la jura de Pelaya . Aunque sólo fuera como pretexto de futuras reseñas y contrarreseñas . . .

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Alan Deyermond Westfield College, University of London

CUENTOS ORALES Y ESTRUCTURA FORMAL EN EL LIBRO DE LAS TRES RAZONES (LIBRO DE LAS ARMAS)

La tradición oral parece cada vez más importante en la obra literaria de Juan Manuel a la luz de las investigaciones recientes . Los ejemplos del Con- de Lucanor son por la mayor parte tradicionales, y se relacionan con cuen tos folklóricos de muchos países (1) . Hay más: se ha demostrado de manera convincente que varios de ellos tienen una estructura poco frecuente en otras colecciones de exempla, pero que se encuentra a menudo en los cuentos ora- les (2). Por eso, el excelente libro de Reinaldo Ayerbe-Chaux, reconociendo la imposibilidad de precisar fuentes literarias, compara los ejemplos del Lu- canor con una tradición más general (3) . Juan Manuel se refiere varias veces a las ventajas de escuchar la lectura en voz alta de libros de instrucción o de entretenimiento: «cada que-so en algún cuydado, fago que me lean algunos libros o algunas estorias por sacar aquel cuydado del coraçón» (4) . Si los

(1) Véase, p. ej ., DANIEL DEVOTO: «Cuatro notas sobre la materia tradicional en don Juan Manuel», Bulletin Hispanique, 68 (1966), 187-215, y Textos y contextos: estudios -sobre la tradi- ción (Madrid : Credos, 1974), págs. 112-49 . (2) JOHN ENGLAND- «'¿Et non el día del lodo?' : the structure of the short story in El conde Lucanor», en Juan Manuel Studies, ed . lan Macpherson (Londres : Tamesis, 1977), págs . 69-86. (3) «El Conde Lucanor» : materia tradicional y originalidad creadora (Madrid: Porrúa Tu- ranzas, 1975) . (4) Obras de don Juan Manuel, 1, ed . José María Castro y Calvo y Martín de Riquer (Bar- celona: CSIC, Clásicos Hispánicos, 1955), p~ág . 9. Para más detalles, véase īan Macpherson, aDon Juan Manuel: the literary process», Studies in Philology, 70 (1973), 1-18, sobre todo las págs. 6-8.

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ejemplos del Lucanor se basan en la memoria de tales lecturas en voz alta, o hasta en las conversaciones con amigos, no es de extrañar que parezcan per- tenecer hasta cierto puntos a la tradición oral. No se trata tan sólo de los cuentos : la doctrina religiosa y moral contenida en las obras de Juan Manuel parece a menudo provenir de fuentes orales, y sobre todo de conversaciones con los amigos dominicos del autor (5) . La obra que con más frecuencia alude a sus fuentes orales es el Libro de las tres razones. (Los eruditos suelen llamarlo el Libro de las armas, pero tal titulo da una impresión errónea de la obra, ya que describe sólo la primera parte. Esta obra es la única que carezca de titulo en las listas redactadas por Juan Manuel (6) . Por lo tanto, hay que escoger un titulo, y me parece prefe- rible emplear el elegido por Amador de los Rios, el cual describe adecuada- mente el contenido de la obra (7)) . La primera alusión a las fuentes del Libro de las tres razones se encuentra en el Prólogo : non vos do yo testimonio que bi todas estas cosas, mas oylas a personas que eran de crer. Et non lo oy todo a una persona, mas oy unas cosas a una persona et otras a otras, et pyuntando lo que oy a los unos et a los otros con razón, ayunté estos dichos . . . quefablan de las cosas que pas- saran (8) . Tales alusiones continúan a travês de las Razones I y II (la III, como es sabido, consta en gran parte de las palabras atribuidas al moribundo rey Sancho, presentadas en oración directa) . Al empezar la Razón I, Juan Ma- nuel enumera sus fuentes :

(5) MACPHERSON, 1973, pág. 6. Véase también GERMAN ORDUNA : «El exemplo en la obra li- teraria de don Juan Manuel», en Juan Manuel Studies, págs. 119-42, sobre todo las págs . 124-25 . (6) El Libro es demasiado tardío para constar en la primera versión del Prólogo general (1335) . En la segunda versión, el autor lo describe así: «El primero [libro] tracta de la razón por qué fueron dadas al infante don Manuel, mío padre, estas armas, que son alas et leones, et por quéyo et mío fijo, legítimo heredero, et los herederos del mi linage podemos fazer cavalleros non lo seyendo nos, et de la fabla que fizo conmigo el rey don Sancho en Madrit, ante de su muerte» (Obras, I, pág. 4) . En mis citas de las obras de Juan Manuel, cambio los acentos según las ac- tuales normas eruditas (p. ej ., so «soy», nós nominativo) . (7) JOSE AMADOR DE LOS Rios: Historia crítica de la literatura española, IV (Madrid: publ . del autor, impr. José Fernández Cancela, 1863), pags . 289-90 . (8) Obras, I, pág. 75 . Todas mis citas del Libro provienen de esta edición. Hay nueva edi- ción de la tercera Razón, con notas importantes, por IAN MACYHERSON, en Juan Manuel: a selec- tion (Londres: Tamesis Texts, 1980), págs. 127-32 y 157-60.

76 dígovos que oy dezir a mi madre, seyendo yo moco pequeño, et des- pués que ella finó oy dezir a Alfonso García, un cavallero que me crió, que era mucho anciano et se criara con mío padre et era su hermano de leche, et a otros muchos cavalleros et oficiales que fueran de mío padre, et aún oy ende algo al rey don Sancho. . . (pág . 76) . Hasta encontramos dos etapas de la transmisión oral: «dizen que dixo que. . .» (pág . 77) . En la Razón II, la mención de las fuentes se vuelve más tentativa :

así commo de suso vos dixe que todas estas cosas non las vi en un día nin las oy a una persona sennalada, mas oylas a muchas, a unos unas cosas et a otros otras. . . Et oy dezir que. . . et parésceme que oy dezir o a la infanta donna Ysabel, fija del rey de Mallorcas, quefue la primera muger con. que yo casé, o duennas de su casa .. . Non me acuerdo si oy dezir si fuera patriarca o obispo, mas bien me acuerdo que oy dezir que fuera perlado. . . Et o '' dezir, al mío cuydar, a donna Saurina de Bedés, una mucho onrada duenna et muy buena, que crió a la infanta donna Constança, con que yo casé. . . segund dizen. . . que dizen que. . . (págs. 80-81) . pero después se precisa algo más:

et oy dezir a Alfonso García et a otros omnes de casa del infante don Manuel, mío padre. . . Et oy dezir a Martín Martines de Facas, que alcancé yo muy biejo, quefuera montero de mío padre. . . Et oy dezir a otros. . . Et aun me dixieron. . . (págs . 83-84) . Se nota en lo ya citado la preocupación de Juan Manuel por la autentici- dad de sus fuentes (lo que no garantiza, desde luego, la veracidad de lo que nos cuenta) . Subraya el enlace estrecho entre los acontecimientos y la fuen te, y entre la fuente y su propia juventud: «oy dezir a mi madre, seyendo yo moco pequeño, et a Alfonso Garcia, un cavallero que me crió. . . et se criara con mío padre» (pág . 76); «oy dezir . . . a donna Saurina de Bedés. . ., que crió a la infanta donna Constança» (pág. 81) . A veces ofrece una valoración explicita de la autenticidad de sus memorias («non me acuerdo si oy dezir . . . mas bien me acuerdo que . . .», (pág. 81) o de las fuentes :

77 Todo esto non lo digo yo afirmando que en toda guisa fue todo así, mas digo que me paresçe que lo oy en esta manera . Mas como quier que sea, es Cierto que. . . (pág. 81) . El problema de la autenticidad de las fuentes orales es un aspecto de un problema más extenso que siempre inquieta a Juan Manuel, el de la verdad y la mentira en el habla humana . Es tema que juega un papel importante en los ejemplos del Conde Lucanor (p . ej ., I, V, XXVI y XLII), y al cual se alu- de muchas veces en el epistolario del autor . En la Razón II, describe la perplejidad de su padre, el infante Manuel, ante el problema : en tal manera fablaron con él, que él mismo vino rogar al rey que fi- ziese aquella pletesía . Mio padre era omne bueno et leal et amava mucho al rey, et commo quier que, algunos gelo dizían, nunca le pu- dieron fazer creyente que esta maestría viniere por el rey (pág. 84) . No debe sorprendernos, por lo tanto, que se le ocurra a Juan Manuel la necesidad de autentificar su propia narración, en las palabras finales del Libro: et así vos he contado cómmo passo et cómmo yo sope estas tres cosas que me preguntastes. Et porque las palabras son muchas et oy'las a muchas personas, non podría ser que non oviese y algunas palabras más o menos o mudadas en alguna manera; mas cred por Cierto que la justipia et la sentencia et la entención et la verdat así passó commo es aquí scripto. (págs. 91-92) . ¿Hasta que punto nos proporcionan estas cuidadosas palabras una garantia fidedigna de la veracidad de lo narrado en el Libro? Esto depende en gran parte de una comparación entre los datos que el autor nos ofrece y los que se pueden extraer de archivos y crónicas, para lo cual remito al lector al articulo de Derek W. Lomax, en las paginas 163-176 de este tomo. Tiene cierta pertinencia también un aspecto de la oralidad no mencionado todavia : el carácter folklórico de varias partes de la Razón II (y tal vez de la Razón I) . Martin de Riquer, en un estudio de la leyenda de la infanta Sancha, señala dos motivos de la tradición hagiografica que se relacionan

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también con el folklore (9) . Sancha, hija del rey Jaime 11 de Aragón, muere «en el ospital de Acre ó estava desconopidamente serviendo los romeros» (pág . 80), y dos milagros (según «paresveme que oy dezir») indican la santi- dad y la sangre real de la muerta : «se movieron todas las canpanas de la villa a tanner por su cabo», y «fallaron que tenía una carta en la mano ; et quando la quisieron tomar para leer, non gela pudieron sacar de la mano fasta que vino Y un grant perlado . . ., et ella, maguera era muerta más avía de XX oras et estava yerta, luego quel' fue mandado por sancta obediengia, abrió la ma- no» . Riquer descubre el motivo de las campanas en dos poemas épicos fran- ceses, y señala que se trata de un motivo folklórico de difusión bastante ex- tensa (10) . Tiene además conexiones con la hagiografía, las cuales son aun mas acusadas en el segundo motivo, el de la carta, tomado según demuestra Riquer de la leyenda de San Alejo. Sin embargo, no se trata sólo de un moti- vo hagiografico : se enlaza con el del papel agarrado en una mano, que sólo un rey puede quitar (131654 .11), y con el episodio artUrico de la espada en la piedra . Concluye Riquer (pág. 240), que se trata de una leyenda surgida de la casa real aragonesa, «una leyenda en su momento inicial» . Añade que : Si los elementos legendarios que rodean la muerte de la infanta hu- biesen cuajado como tradición, sin duda alguna se hubieran ampliado e intensificado y habrian captado otros motivos folklóricos (pág . 241) . El carácter legendario de la muerte de doña Sancha se refuerza si nos da- mos cuenta de que la escasa documentación sobre la infanta encontrada en los archivos carece de mención alguna de su muerte . Paradójicamente, una hermana de doña Sancha, documentada más ampliamente, se nos presenta en el Libro de las tres razones de manera más netamente folklórica . Se trata de doña Constanza, primera mujer del infan te don Manuel. Nos cuenta Juan Manuel que doña Violante, hermana mayor de Constanza, odiaba a ésta porque «al su tiempo non avía'n más

(9) «La leyenda de la infanta doña Sancha, hija de donJaime el Conquistador», en Home- naje a Millás-Vallicrosa (Barcelona : CSIC, 1956), II, págs. 229-41 . (10) STITH THOMPSON: Motif-Index of Folk-Literature : a classification of narrative elements in folktales, ballads, myths, fables, mediaeval romances, exempla, fabliaux, jest-books, and lo- cal legends, 2.a ed. (6 tomos, Bloomington : Indiana University Press; Copenhague: Rosenkilde & Bagger, 1955-58), motivo 131601 .18 .1 . Todos los números de motivos que cito a continuación provienen del Motif-Indèx.

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fermosa muger en ninguna tierra, et su madre amábala mucho, et depagá- vase muy fieramente de donna Violante, et esso mismo fazía el rey, su padre» (pág. 81) . El odio, nacido de la envidia de una pariente menor y más hermosa, es el punto de partida de un cuento folklórico muy difundido, el de Blanca Nieve (11) . La reina, madre de las infantas, teme que Violante trate de matar a Constanza (motivo K2212) . Violante se casa con Alfonso X de Castilla, y la madre, al morirse, suplica a su marido que case a Constanza sólo con un rey, para que no viva en Castilla expuesta a peligro de parte de su hermana mayor. El infante Enrique, hermano menor de Alfonso X, cor- teja a Constanza, pero el padre le impone una prueba, la de ganarse un reino (H335) . Enrique está a punto de cumplir con la condición (libertando así a Constanza del peligro), pero interviene Violante, volviendo a Aragón en disfraz humilde (K1816) para hacer fracasar el matrimonio . Persuade al padre que case a Constanza con Manuel, hermano de Alfonso y Enrique, y Alfonso ofrece Murcia como reino para Manuel. Manuel y Constanza se ca- san . Se interpola aqui una sección de otro tipo folklórico: se teme que Enri- que interrumpa laboda y rapte a la novia (R18 ; K1371 .1) a causa de su mu- tuo amor manifestado en un incidente en el cual Enrique, disfrazado, acom- pañó el séquito de la infanta (K1816 .0.3) (12) . Después de la boda, Manuel pierde Murcia por una maña de Alfonso y Violante, recibiendo en cambio el señorío de Elche, el cual es casi como un reino . La narrativa ha llegado ya al punto necesario para el tema de la Razón II del Libro: el señorio de Elche, recibido en cambio por el reino de Murcia, explica por qué el infante Manuel y su hijo tienen el derecho de hacer ca balleros. No se termina aqui, sin embargo : la historia de tipo Blanca Nieve tiene que llegar a su conclusión funesta. Perdida la protección ideada por su madre, la pobre de Constanza siente acercarse su destino . Quiere refugiarse al extranjero, pero no lo logra . «Et, mal pecado, dizen que lo que la infanta temia quel' acaegio, que la razón de su muerte fue un tabaque de mezas quel' envió la reyna, su hermana» (pág . 85) . El envenenamiento por las

(11) ANTTI AARNE y STITH THOMPSON: The Types of the Folktale: a classification and bibliography, 3.' ed., Folklore Fellows Communications, 184 (Helsinki : Academia Scientiarum Fennica, 1961), tipo 709. (12) Enrique ya entró en la ficción de Juan Manuel, como personaje del ejemplo IX del Conde Lucanor.

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cerezas (cpse . K2212.0 .1 y SI 11.4) no sólo constituye el desenlace trágico de una historia de envidia familiar, sino que prepara al lector para la Razón III, en la cual el rey Sancho IV confiesa que, igual que su padre, careció de la bendición paterna, bendición de la cual gozaban plenamente Juan Ma- nuel y su padre. Alfonso X y su mujer Violante (madre de Sancho IV y bisa- buela de Alfonxo XI) eran malditos, y de ellos surgió una linea maldita de reyes, mientras que la linea del hijo menor, excluida del poder real, era ben- dita (13) . La madre de Juan Manuel no fue la desdichada Constanza, sino Beatriz de Saboya, segunda mujer del infante Manuel, pero éste adquiere de su matrimonio con Constanza, y por lo tanto de su parentesco con su santa hermana doña Sancha, un ambiente de santidad- al menos en las leyendas de la Razón II . Dicho ambiente refuerza las palabras del agonizante Sancho IV, y la misión divina del infante Manuel anunciada en el sueño profético de su madre, que examinaré a continuación . Todo esto -misión divina, am- biente de santidad, bendición paterna- pasa a ser el patrimonio de Juan Manuel. La Razón I, cuyo tema aparente es «por qué fueron dadas estas armas que yo trayo al infante don Manuel, mio padre, que son alas et leones» (pág . 76), empieza por narrar el sueño de la reina Beatriz de Suabia, mujer del rey Fernando 111, San Fernando : o '' que guando la reyna donna Beatriz, mi abuela, era encinta de mío padre, que sonnara que por aquella criatura et por su linage avía a ser vengada la muerte de Jesucristo, et ella dixolo al rey don Ferrando, su . marido; et oy dezir que dixera el rey quel' parecía este suenno muy contrario del que ella sonnara quando estava encinta del rey don Al- fonso. . . (pág. 76) . Nonos dice Juan Manuel nada más del sueño antes del nacimiento de Al- fonso, pero lo dicho basta para establecer, desde el principio del Libro, el contraste entre las dos lineas . El sueño que precede el nacimiento de Manuel

(13) Véanse MARTA ROSA LIDA DE MALKIEL: La idea de la fama en la Edad Media castellana (México : FCE, 1952), pág . 208; PETER N . DUNN : «The Structures of Didacticism : private myths and public fictions», en Juan Manuel Studies, págs . 53-67, sobre todo las págs. 61-62; GERMAN ORDUNA (cit . en la nota 5), pág. 141.

81 es de un tipo bastante común en el folklore, y corresponde exactamente al motivo M3I2 .0 .4, el sueño simbólico de una madre acerca de la grandeza futura de un niño por nacer. Se relaciona además con otros motivos: M311 .5 (un niño por nacer será el salvador de la nación), M312.7 (profecía de buena suerte para un niño desterrado), y M314 .3 (profecía de que el hijo menor su- cederá al trono) . Hay más: el acusado elemento religioso («por aquella criatura et por su linage avia a ser vengada la muerte de Jesucristo»), aun- que sus pretensiones exageradas parecen absurdas en el contexto de la ambi- ción política de Juan Manuel, coincide con otros aspectos de la Razón 1 : Et quando . . . vieron que nació fijo [varón], tovieron que avié dos sen- nales por .que por aventura sería lo que la reyna avía sonnado: la una que naciera fijo varón, la otra era porque quando encaescïó avía ya muy grant tiempo et muchos annos que non se fiziera encinta nin encaeciera, et eran ya commo desfuzados que ñon abrían másfijos, ca éste fue el postremero fijo nin fija que la reyna donna Beatrís ovo. (pág . 76) . La segunda señal es de más importancia, ya que sugiere un nacimiento casi milagroso. Manuel tiene por lo tanto algo en común con varios héroes de libros de aventuras (p. ej ., Flores y Blancaflor; y cpse . motivo T538, niño concebido en la vejez). Lo que importa más todavia es la semejanza entre su nacimiento y los de Isaac (Génesis XXI, 1-8) y de San Juan Bautista (Lucas 1, 5-25) . Se subrayan así los conceptos de la auténtica linea legitima y de la mi- sión divina . A causa del sueño y de las dos señales, el obispo de Segovia acon- seja : quel' pusiesen nonbre Manuel, en que á dos cosas, la una que es uno de los nonbes de Dios, la otra que Manuel quiere dezir «Dios conusco», pues dase a entender que si tanto bien. avía de venir en la cristiandad et en la nascencia deste infante, que era poder del nonbre de Dios, et que Dios era conusco (pág . 77) . El infante recibe, pues, uno de los nombres de Cristo. Su hijo, el autor del Libro, heredará el nombre y la misión divina . La razón verdadera para la elección del nombre de Manuel parece ser más prosaica, como demuestra Derek Lomax en su articulo, pero dentro de la creación literaria que estu-

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diamos lo que importa es la razón alegada por el autor. El sueño y el nombre colocan al infante Manuel y a su hijo dentro de la tradícion mesiánica y mi- lenaria que tanta influencia ejercia en la vida y en el pensamiento de la baja Edad Media (14) . El infante por quien «avia a ser vengada la muerte de Je- sucristo» se parece a los emperadores que, según las profecias milenarias, iban a vencer a Anticristo (15) . Tales profecias debían de resultar sumamen- te atractivas en el inseguro y atormentado siglo XIV (16) . Los motivos folklóricos se combinan asi con las tradiciones religiosas pa- ra confirmar la misión del infante Manuel y de su hijo, misión que contrasta tan netamente con el poder ilegitimo de la linea maldita de Alfonso X. Dichas tradiciones y motivos llegan a Juan Manuel por medio de los cuentos orales que circulaban en su familia y en las de sus mujeres Isabel y Constan- za . -La tradición oral no se para alli, sino que la continúa y la aumenta el mismo Juan Manuel .

El Libro de las tres razones parece haber nacido como una serie de cuen- tos orales, narrados por Juan Manuel a varias personas -a veces no muy dispuestas a escucharlos- y finalmente al dominico Fray Juan Alfonso : Frey Johan Alfonso, yo don Johan paré mientes al ruego et afinca- miento que me fiziestes, que vos diesse por scripto tres cosas que me avíades o''do . . . Et respóndovos que vos lo gradesco mucho, porque queredes saber Ciertamente este fecho, lo que non fizieron otros muchos a que yo lo conté así commo a vos (pág . 75) . La composición de un libro por ruego de un amigo es un topos que no responde siempre a la realidad : por ejemplo, Juan Manuel dice en el prólogo de su Libro infinido que «fizlo para don Ferrando, mio fijo, que me rogó quel' fiziese un libro», aunque su hijo tenía sólo dos años (17) . Otro topos es

(14) NORMAN COHN : The Pursuit of the Millennium: revolutionary messianism in medieval and Reformation Europe and its bearing on modern totalitarian movements, 2. a ed . (Londres : Mercury Books, 1962) . (15) COHN, pág. 55 ; MARJORIE REEVES: The Influence of Prophecy in the Later Middle Ages: a study in Joachimism (Oxford: Clarendon, 1969), parte 3. (16) Para las condiciones castellanas, véanse JULIO VALDEON BARUQUE: «Las tensiones so- ciales en Castilla en tiempos de don Juan Manuel», en Juan Manuel Studies, págs. 181-92, y la bibliografía citada allí. Agréguese la vívida evocación del siglo por BARRARA W. TUCHMAN: A Distant Mirror: the calamitous 14th century (Nueva York : Alfred A . Knopf, 1978) . (17) Obras, 1, pág. 97. Véase MACPHERSON, 1973, pág . 3.

83 la dificultad de la composición literaria («porque las cosas son más ligeras de dezir por palabra que de ponerlas por scripto; aver me á detener algún poco más en lo scrivir», pág. 75), aunque en este caso no hay razón para dudarse de lo que dice el autor. Pero no se puede considerar como topos la queja de Juan Manuel ante la desgana de los con quienes hablaba. El asunto del Libro de las tres razones era para él fascinador; incomprensible, pues, que sus amigos no quisieran escucharle -incomprensible y humillante- . Me parece casi imposible que Juan Manuel haya inventado la desgana de su público . Se puede imaginarlo en el caso de un autor de personalidad distinta -Geoffrey Chaucer, François Villon, o Alfonso Alvarez de Villasandino-, pero no en el caso de Juan Manuel. Parece, por lo tanto, que contaba a me- nudo el sueño de su abuela, la triste historia de la infanta Constanza, las pa- labras del agonizante Sancho IV, y las otras secciones del Libro hasta que to- maron su forma definitiva. (¿Es licito sospechar que el «ruego et afinca- miento» de Fray Juan Alfonso, de que Juan Manuel le «diesse por scripto tres cosas que me aviades oydo», quizás haya sido motivado por el deseo de esca- parse de una tercera, o quinta, o décima relación oral?) . No quiere decit, ni mucho menos, que el Libro tal como lo tenemos sea una obra oral. Se trata, desde luego, de una obra cuidadosamente elabora- da, e ideada como libro escrito ; pero se basa en los cuentos orales. Debemos pensar en una obra que se evolucionaba a través de etapas orales hasta po- nerse por escrito . En esta última etapa adquiere una estructura numérica muy consciente, y las contrarreferencias necesitadas para la unidad de la obra o para facilitar su comprensión . Unos pocos ejemplos bastarán. Al em- pezar la Razón I, Juan Manuel se refiere a la Razón III : «et aún oy ende algo al rey don Sancho, mas lo que él me dixo dezir vos lo he en el lugar do vos fablaré de las cosas que me dixo a la su muerte» (pág. 76) . Al explicar las ar- mas de su familia, divide sus palabras en cuatro secciones, correspondientes a los cuatro cantones . Cada sección se subdivide, generalmente de modo ter- nario: por ejemplo, «esta espada sinifica tres cosas: la primera fortaleza, porque es de fierro ; la segunda justiçia, porque corta de amas las partes ; la tercera, la cruz» (pág . 78) . Cada una de estas subsecciones se amplifica a su vez, y la segunda y la tercera incluyen contrarreferencias a la primera. Fi- nalmente, la sección sobre la espada se concluye con unas palabras de resu- men, y la sección sobre el segundo cantón se introduce . La estructura terna- ria de esta sección se relaciona estrechamente con la de la sección anterior .

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El mismo tipo de estructura caracteriza lo que queda de la Razón I. Falta en la Razón 11, la cual consta casi enteramente de las leyendas de las infantas Sancha y Constanza, pero vuelve a dominar la Razón III, aunque no con tanta intensidad . Lo que más impresiona es la estructura del discurso del rey don Sancho : «Ágora, don Johan, yo vos he a dezir tres razones : la primera, rogarvos . . .» (pág . 89) . Este discurso, hablado bajo las circunstancias más penosas («Et diziendo esto tomól una tos tan fuerte, non podiendo echar aquello que arrancava de los pechos, que bien otras dos vezes lo tobiemos por muerto», pág . 89), refleja la estructura ternaria del Libro, o a la inver- sa. La semejanza va más adelante, ya que la segunda razón dé don Sancho («vos ruego que vos dolades et vos pese de la mi muerte») tiene su propia di- visiói. ternaria, y lo que queda del discurso tiene una estructura compleja de amplificaciones, resúmenes, divisiones numéricas, y contrarreferencias . Se alude al contenido de la Razón II («por la sospecha que ovo della de la muer- te de la infanta donna Constanga, su hermana», pág. 90) y al de la Razón I («estas armas, que son sennales de alas et de leones», pág . 91) . La impresión del discurso del rey como reflejo estructural del Libro entero se refuerza cuando encontramos dentro de él, como una caja china, otro discurso de un rey moribundo, Fernando III : Et quando él [el infante Manuel] llegó estava ya el rey cerca de la muerte. Pero non pudiendo fablar si non a muy grant fuerça, díxol: «Fijo, vos sodes el postremer fijo que yo ove de la reyna donna Beatriz. . . » (pág. 90). Apenas se puede creer que un hombre agonizante pronunciara un dis- curso tan largo y tan esmeradamente construido como el que se atribuye aqui a Sancho IV. Seria un esfuerzo no sólo heroico sino casi imposible. La coincidencia estructural entre el discurso y el Libro indica claramente que Juan Manuel impuso en las palabras recordadas de Sancho sus propias estructuras literarias . Nos explica varias veces su procedimiento al transfor- mar sus fuentes orales en texto escrito : et ayuntando lo que oy a los unos et a los otros con razón, ayunté estos dichos. . . que fablan de las cosas que passaran; et así contesçe en los quefablan de las scripturas: (18) toman de lo quefallan en un lugar et

(18) Sigo las enmiendas de MACPHERSON, 1973, pág. 4 .

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acuerdan en lo que fallan en otros lugares et de todo fazen una razón. . . (págs. 75-76) Oylas a muchas, a. unos unas cosas et a otros otras, de que puede ayuntar esto por quál razón se faze (pág . 80) . Un procedimiento semejante se habria aplicado a las palabras de Sancho IV: las frases agonizadas y sin duda inconexas se nos representan aquí como discurso muy esmerado . Además, importa darnos cuenta de la fecha pro bable del Libro. Parece ser_ la obra penúltima de Juan Manuel, compuesta entre 1337 y 1342, casi medio siglo después de la muerte de Sancho . Aun te- niendo en cuenta que Juan Manuel habria narrado la escena muchas veces hablando con los amigos, el paso del tiempo tiene que haber borrado la me- moria de muchas palabras, y es muy posible que la invención interesada ha- ya cambiado otras (19) . No se puede aceptar la Razón III, por lo tanto, como texto auténtico del discurso de Sancho IV. Su importancia estriba-en su contribución a la impresión total que nos ofrece el Libro. Los cuentos orales, las tradiciones religiosas, las estructuras orales y literarias, y el discurso del rey se refuerzan mutuamente. El discurso tiene una función especial . Como tercera Razón del Libro, completa el simbolismo religioso del número tres, intimamente li- gada a la misión divina del infante Manuel y de su hijo . Completa igual- mente el modelo folklórico según el cual el tercer elemento tiene mas intensi- dad . Además, la inclusión en el discurso de las últimas palabras de Fernando III (auténticas o ficticias) nos lleva directamente al origen de la división

(19) Para comentarios sobre el discurso desde varios puntos de vista, véanse AMEasco CASTRO : The Structure of Spanish History (Princeton; University Press, 1954), págs . 382-86, y La realidad histórica de España (México : Porrúa, 1954), págs. 369-73; MARIA ROSA LIDA DE MAL KIEL: «Tres notas sobre don Juan Manuel», Romance Philology, 4 (1950-51), 155-94, reimpr, en sus Estudios de literatura española y comparada (Buenos Aires: Eudeba, 1966), págs . 92-133, sobre todo la pág. 126; DANIEL DEVOTO: Introducción al estudio de don Juan Manuel y en parti- cular de «El conde Lucanor» : una bibliografía (Madrid : Castalia, 1972), págs. 249-51 ; y H. TRACY STURCKEN : Don Juan Manuel, Twayne's WorldAuthors Series, 303 (Nueva York: Tway- ne, 1974), págs. 128-30. La Crónica del rey don Sancho el Bravo no menciona, en su narrativa de los últimos meses del rey (capítulos 12-13), la entrevista con el joven Juan Manuel, pero sí incluye un breve discurso dirigido a Juan Núñez; tiene algún interés una comparación entre los dos discursos. Otra comparación interesante, y más directa, se puede hacer entre el discurso del agonizante Fernando 111 engastado en el de Sancho IV, y la versión que nos ofrece Juan Manuel en su primera obra, la Crónica abreviada (ed. Raymond L. Grismer y Mildred R. Grismer (Min- neapolis : Burgess, 1958), págs. 189-90), basada en la Estaría de España de Alfonso X, capítulo 1132.

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entre la línea de Alfonso X y la del infante Manuel. Nos da la impresión de unas pruebas auténticas (el testamento oral de San Fernando, la confesión de Sancho IV) de la división entre la línea maldita y la bendita . El Libro de las tres razones nos revela -quizás más vívidamente que cualquier otra obra suya- cómo Juan Manuel veía la historia de su familia, la de Castilla, y la relación indisoluble entre las dos (20) .

(20) Agréguense a la bibliografía citada en las notas anteriores : ANDRES GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel: biografía y estudio crítico (Zaragoza : Academia Española, 1932), págs . 213- 14 y 692-95; JOSE MARIA CASTRO Y CALVO : El arte de gobernar en las obras de don Juan Manuel (Barcelona : CSIC, 1945), págs. 144-45 y 179-84 .

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Angel Díaz Arenas Instituto de España en Munich y Universidad de Salzburgo

INTENTO DE ANALISIS ESTRUCTURAL DEL `EXEMPLO XVII' DE `EL CONDE LUCANOR' Y FORMULACION DE UNA ESTRUCTURA VALIDA PARA TODOS LOS OTROS

INTRODUCCION AL ESTUDIO ESTRUCTURAL DE `EL CONDE LUCANOR'

La meta de este trabajo es la de analizar y estudiar, en la medida de lo posible, el ejemplo XVII de El Conde Lucanor (1) del Infante don Juan Ma- nuel . La elección de este ejemplo («De lo que contesçió a un-omne-que avía muy grant fambre, quel convidaron otros muy floxamente a comer») no se debe a ningún motivo o criterio particular o especial, sino más bien a todo lo contrario . Hemos elegido este ejemplo y no otro porque en el no ocurre o acaece na- da de extraordinario o relevante . Ademas posee muy escasa trama y dinami- cidad de acciones, siendo estos factores, aspectos que normalmente pudiesen dificultar el análisis estructural de una obra, al menos en lo concerniente a su `plano del contenido', 'historia' o `fábula' .

(1) Para realizar este breve análisis utilizaremos: DON JUAN MANUEL : El Conde Lucanor, Ed . José Manuel $lecua (Madridz, 1971).

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Pudieran dificultar el análisis de una obra porque es sabido que las metodologias de V. Propp (2), de C. Levi-Strauss .(3), de C. Bremond (4), de A.J . Greimas (5), de T. Todorov (6), etc., pueden aplicarse y utilizarse con más libertad de movimiento tratándose especialmente de textos de gran di- námica y acción, es decir, que poseen una historia o fábula (= en el sentido de W. Kayser (7)) muy bien trabada y con muchos acontecimientos. Nuestro deseo es, entonces, el de intentar (basándonos en un texto o ejemplo -digámoslo asi- más bien no apto) estructurar, aislar, concretar algunos de aquellos elementos, aspectos y factores que nos parezcan válidos y relevantes a la hora de definir y concretar la estructura de un relato . Debemos señalar que para realizar este análisis de tendencia estructura- lista iremos (= como aconseja L . Hjelmslev (8)) de lo general a lo particular o individual y no viceversa, es decir, de la totalidad de la obra al texto ais- lado . Sin embargo acentuaremos nuevamente que nuestro análisis se limitará principalmente al ejemplo XVII de El Conde Lucanor, cuyo texto reprodu- cimos a continuación : EXEMPLO XVII DE LO QUE CONTESÇIO A UN (OMNE) QUE AVÍA MUY GRANT FAMBRE, QUEL CONVIDARON OTROS MUY FLOXAMENTE A COMER 1 Otra vez, fablava el conde Lucanor con Patronio, su

(2) VLADIMIR PROPP: Morfología del Cuento (Madrid', 1977) . (3) CLAUDE LÉVI-STRAUSS : «La structure et la forme», en Anthropologie Structurale Deux (París, 1958), págs . 139-173 . (4) CLAUDE BREMOND: «La logique des possibles narratifs», en Communications 8, (París, 1966), págs. 60-76 . (5) ALGIRDAS JULIEN GREIMAS : Semántica Estructural (Madrid, 1973) . (6) TZVETAN TODOROV: «Les catégories du récit litteraire», en Communications 8, (París, 1966), págs. 125-151 . (7) «Si se intenta reducir el desarrollo de la acción a extrema sencillez, a esquema puro, se obtiene precisamente lo que la ciencia de la literatura suele designar como `Fábula' o argumento de una obra» . WOLFGANG KAYSER: Interpretación y Análisis de la Obra Literaria (Madrid", 1976}, pág . 98 . (8) Louis HIELMSLEV : Prolegómenos a una Teoría del Lenguaje (Madrid, 1971), pags . 25-26.

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2 consegero, et dixole assi : 3 -Patronio, un omne vino a mí et dixome que faria 4 por mí una cosa que me cumplía a mi mucho ; et 5 comino quier que me lo dixo, entendí en l' que me lo 6 dizía tan floxamente quel plazdrie 1) mucho escusasse 7 de tomar de aquella ayuda. Et yo, de una parte, en- 8 tiendo que me cumpliría mucha de fazer aquello que 9 me el ruega, et de otra parte, he muy grant enbargo 10 de tomar de aquel ayuda, pues veo que me lo dize tan 11 floxamente . Et por el buen entendimiento que vos ave- 12 des, ruegovos que me digades lo que vos paresçe que 13 devo fazer en esta razón . 14 -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, porque 15 vos fagades en esto lo que me semeja que es vuestra 16 pro, plazerme ya mucho que sopiesedes lo que contesgió 17 a un omne con otro quel conbido a comer. 18 El conde le rogó quel dixiese cómmo fuera aquello. 19 -Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, un omne 20 bueno era que avía seydo muy rico et era llegado a 21 muy grand pobreza et fazíasele muy grand vergüença 22 de demandar nin envergoñarse 2) a ninguno por lo 23 que avía de comer; et por esta razón sufría muchas 24 vezes muy grand fanbre et muy grand lazeria. Et un 25 día, yendo el muy cuytado, porque (non) podía aver 26 ninguna cosa que comiesse, passó por una casa de un 27 su conosçiente 3) que estava comiendo ; et quando le 28 vio passar por la puerta, preguntol muy floxamente si 29 quería comer ; et el, por el grand mester que avía, co- 30 mençó a lavar las manos, et dixol: 31 -En buena fe, don Fulano, pues tanto me coniuras- 32 tes et me afincastes que comiessè conbusco 4), non me 33 paresçe que faría aguisado 5) en contradezir tanto 34 vuestra voluntad nin fazervos quebrantar vuestra jura. 35 Et assentósse a comer, et perdió aquella fambre et 36 aquella quexa en que estava . En dende adelante, aco-

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37 rriol Dios, et diol manera comino salió de aquella la- 38 zeria tan grande . 39 Et vos, señor conde Lucanor, pues entendedes que 40 aquello que aquel omne vos ruega es grand vuestra 41 pro, dalde a entender que llo fazedes por complir su 42 ruego, et non paredes mientes a quanto floxamente vos 43 lo el ruega et non esperedes a que vos affinque más 44 por ello, sinon por ventura non vos fablara en ello 45 más, et seervos ya más vergüenga, si vos lo oviessedes 46 a rogar lo que el ruega a vos. 47 El conde tovo esto por bien et por buen consejo, et 48 fizolo assi, et fallósse ende bien. 49 Et entendiendo don lohan que este exiemplo era 50 muy bueno, fizolo escrivir en este libro et fizo estos 51 viessos que dizen assi : En lo que tu pro pudieres fallar, nunca te fagas mucho por rogar. 54 Et la ystoria deste exiemplo es ésta que se sigue: Don Juan Manuel, El Conde Lucanor

1) plazdrié: agradaría 2) envergonarse: avergonzarse 3) conosgiente : conocido 4) cornbusco: con vos, con vosotros 5) faría aguisado : obraría razonablemente

Secuencias y funciones

El Conde Lucanor de don Juan Manuel es un conjunto de 51 relatos, que si bien cada uno de ellos por sí solo constituye una entidad narrativa, pasan a formar en conjunto un Corpus, un todo, ya que la estructura, el mensaje e incluso los recursos estilísticos permiten incluir a cada uno de los ejemplos dentro de una macroestructura englobadora. A pesar de todo hay que considerar cada uno de los ejemplos como un signo autónomo, con una finalidad estrictamente comunicativa y por lo tan- to como un macrotexto formando parte de un macrotexto . Todos estos

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ejemplos suelen organizarse como una serie de acciones relacionadas entre si de modos diferentes, pero que tienen una lógica básica que los agrupa en se- cuencias (S), que, a su vez, están integradas por una serie de funciones (F). Dicho de otro modo, la materia narrativa de cada relato, es decir, el plano del contenido o historia, por ser, en general, de poca extensión, está estruc- , turado en una macrosecuencia, en . un solo bloque narrativo, que puede desglosarse en tres procesos diferenciados que funcionan siempre de la mis- ma manera. El eje o núcleo estructurador (Conde Lucanor - Patronio) es, por lo tan- to, único, y lo que cambian son solamente las estructuras de superficie (9) de los ejemplos aportados por Patronio ; éstos (las anécdotas, los acontecimien tos, los actantes, etc.), podrían considerarse como variaciones sobre un tema (o historia) muy símil que viene expresado de diversas maneras (discurso), como vamos a ver a continuación .

Estructura fundamental

Leyendo los 51 ejemplos de El Conde Lucanor nos damos cuenta que la estructura del encuadre, lo mismo que la de los ejemplos, así como también la de la moral de los versos (viessos) finales es siempre la misma: 1) El Conde Lucanor desea solucionar un problema (P) ; 2) para alcanzar su solución (S) se lo plantea a su consejero Patronio ; 3) Patronio le aporta la solución (S) a través de un ejemplo (E), deri- vándose de este último una moral (M) Si ordenamos estas secuencias lógicamente tendremos : (1) Problema = ~. (2) Ejemplo = --> (3) Solución/Moral

(9) Diferenciamos entre «estructura de superficie» y «estructura de profundidad», ponién- dolas como equivalentes de discurso (la primera) y de Historia (la segunda), como, por ejemplo, escribe M . a DEL C. BOBES: «Se ha tomado de la lingüística transformacional la oposición `estruc- tura profunda / estructura superficial', equivalente, en líneas generales a las de'trama 1 argu- mento', `historia / discurso', que viene utilizando la teoría del relato, etc .» . M . a DEL CARMEN BOBES NAVES : «Introducción», en WILLIAM O. HENDRICKS : Semiología del discurso literario, págs. 7-21 (Madrid, 1976), pag. 8.

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Ahora bien, si deseamos formular estas secuencias basándonos, por ejemplo, en los criterios de C. Bremond (10), veremos que nos encontramos en presencia de tres «secuencias elementales» (11), constando cada una de ellas de una triada, es decir, de tres funciones (12) : (F ;) (13) : Una función vital (problema = P) ofrece dudas al Conde Lucanor y le mueve a pedir, consejo a Patronio (su consejero)

(F2) : Patronio expone un ejemplo (E) en el que es- S' tá el problema y la solu- ción (S)

(F3) : De la pregunta del Conde Lucanor y del ejem- plo y de la respuesta (de Patronio, válida para el Conde y el ejemplo) se de- duce una moral (M) o con- ducta a seguir Como podemos apreciar representa esta secuencia elemental un es- quema válido para el encuadre de todos los ejemplos o relatos (14} de El

(10) C. BREMOND : «La logique des posibles narratifs» . (11) «La secuencia elemental» (`la séquence élémentaire, pág. 60) es aquella que agrupa una triada de tres funciones: 1) una inicial, que abre las posibilidades de un proceso o conducta a observar y de un acontecimiento a prever; 2) otra media, que realiza la virtualidad en forma de conducta o de acontecimiento en acto y 3) otra final, que cierra el proceso en forma de resultado alcanzado. Utilizamos, en algunos casos, las traducciones e interpretaciones dadas por: JOSE ROMERA CASTILLO: El Comentario Semiótieo de Textos (Madrid', 1980), págs. 57 y sig. (12) «Por función, entendemos la acción de un personaje definida desde el punto de vista de su significación en el desarrollo de la intriga». V. PROPP: Morfología del Cuento, pág. 33 . (13) Con F indicamos la función; con F', F', F3, etc., denominamos las funciones pertene- cientes a las secuencias (S', S-, S 3, etc .); con F;, F2, F;, etc., señalamos el número de la función en el seno de una secuencia determinada. (14) Para evitar problemas terminológicos utilizaremos en lo sucesivo RELATO para refe- rirnos a la totalidd de un ejemplo y solamente EJEMPLO para señalar el consejo de Patronio.

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Conde Lucanor, siendo solamente el ejemplo aportado por Patronio el que cambiará de formulación . Sin embargo el esquema de la formulación va- riará solamente de terminología (forma de expresión) permaneciendo su de- sarrollo (forma del contenido) el cual constará a su vez también de una se- cuencia elemental y por lo tanto de una triada: (F;) :Situación inicial que abre la virtualidad de la acción : ejemplo

(F3) : Situación media en la que se efectúa el hecho concretamenteS Z de la acción : desarrollo del ejemylo

(F3) : Situación final en la que aparece la solución - (positiva o negativa) de la acción : solución = -> moral Como estamos viendo consta cada relato de dos secuencias elementales : una de en- cuadre y otra de ejemplo, más una tercera (la moraleja) que encierra y contiene una regla de conducta universal (en los versos finales), la cual podrá también formularse con una secuencia elemental :

(F;) : Comportamiento falso

S3 (FZ) : Comportamié~to correcto

(F3) : Norma a seguir De lo cual se deduce que cada relato de El Conde Lucanor consta de tres secuencias elementales que puestas conjuntamente nos ofrecen una «secuen- cia compleja» (15), en la cual habrá o podrá(S) haber un «encadenamiento por continuidad» (16) -primera secuencia más la tercera (S 3)-,quedando

(15) «La secuencia compleja» ('la séquence complexe', pág. 61) es el resultado de la combi- nación de secuencias elementales, pudiéndose efectuar estos enlaces de diversas maneras: 1) En- cadenamiento por continuidad o de punta a cabo ('bout á bout'), 2) Enclave ('enclave') y 3) Enlace (`accolement') . (16) En el 'encadenamiento por continuidad' la causa engendra ellun efecto.

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intercalada entre ambas y al nivel de (FZ) una «secuencia por enclave» (17) ; el resultado dé estas operaciones nos ofrecerá el siguiente esquema final, bá- sico o modelo, válido (con algunas reservas) para cada uno de los relatos de El Conde Lucanor (18) : (F ;) : Planteamiento de un problema

(F2) : Puesta n marcha hacia la resolu- ción del proble- ma (F;) : Virtualidad S' de la acción

SZ (F2) : La acción se efectúa -

(F3) : Fin de la acción (F3) : Resolución del problema

(F;) : Comportamiento falso -

S3 (F2) : Comportamiento correcto -

(F3) : Norma seguir ¡NORMA DE CONDUCTA O REGLA UNIVERSAL (17) En la `secuencia por enclave' tenemos que un proceso debe incluir a otro, que le sirva de medio, para alcanzar su fin . (18) Debemos señalar que para la exposición de estos aspectos teóricos nos han sido de mucha utilidad los trabajos siguientes: JOSE ROMERA CASTILLO: «Teoría y Técnica del Análisis Narrativo», en Elementos para una Semiótica del Texto Artístico (Madrid, 1978), págs. 113-152 . JOSE ROMERA CASTILLO: «Cómo comentar un texto en prosa: La Estructura de un Relato», en Comentarios de Textos Literarios (Madrid, 1980), págs. 67-83.

96 Este mismo esquema o estructuración de las secuencias y de sus corres- pondientes funciones podrá simplificarse como sigue : (F;)

(Fz)

SZ (Fz)

(F3) (F;) . E-

(F,)

S3 (F3) (F3)

ÑORMA DE CONDUCTA , O REGLA UNIVERSAL En esta simplificación del esquema podemos apreciar perfectamente que hemos integrado la secuencia (S Z) entre el sintagma de las funciones (= FZ - F3), respondiendo de ésta manera a la verdadera cadena sintagmática y cro nológica del relato. Esta estructura compleja creemos que puede reproducir con bastante aproximación el esquema estructural de cada uno de los relatos que componen El Conde Lucanor, ofreciéndonos, además, otras informa- ciones. Las principales informaciones que podemos constatar son que la (S') y la (S Z) forman un cuerpo estrechamente unido y compacto y que la falta de una de ellas destruiría el orden lógico de las secuencias y asimismo el de sus correspondientes funciones . También observamos que la (53) es un cuerpo pegado que no es necesario para la coherencia del relato, como relato en sí, representando solamente la continuación tanto de (S) como de (SZ) o de am- bas a la vez. Sin embargo también podemos constatar que (S) , a pesar de

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representar un cuerpo aparentemente desligado, coopera a reforzar y defi- nir el mensaje moral y pragmático de la comunicación, ya que en el se en- cuentra resumido el valor ético del ejemplo (19) . Sin la presencia de (S) se reduciria la lección a tomar, simplemente a la solución de un problema físico (y por lo tanto materialista), sin asomo de connotaciones de orden éti- co y moral .

Estructura del ejemplo XVII

Hasta aquí hemos intentado presentar una estructura válida para cada relato dv El Conde Lucanor. Estructura que naturalmente podrá aplicarse con ciertas restricciones y teniendo en cuenta que podrán surgir, en algunos ejemplos, cambios y variantes de orden lógico de las secuencias y de distri- bución funcional .

Ahora vamos a pasar a aplicar los mismos criterios estructurales y se- mioticos al relato que nos incumbe, es decir, el XVII . Es evidente que la estructura general de este ejemplo corresponde `grosso modo' a la estructura que acabamos de precisar, variando solamente, como hemos reñalado, la denominación de las funciones y quizá su disposición .

Los núcleos narrativos o secuencias básicas ya los hemos determinado en una de las páginas precedentes de este trabajo:

(1) Problema = -> (2) Ejemplo = -> (3) Solución/Moral Este es el esquema general, ahora bien, en el ejemplo XVII hay un problema definido :

1) El Conde Lucanor desea aceptar la ayuda (`un ómne vino a mi et dixome que faría por mí una cosa' -líneas 3 y 4-) que alguien le ha ofrecido, pero no se atreve a acceder porque esta persona `me lo dize tan floxa mente' (lineas 10 y 11), por esta razón pide consejo a Patronio ('ruegovos que me digades' -líneas 12 y 13-) .

(19) «Los `viessos' que rematan los 'exemplos' tienen un significado general, o muy amplio; enuncian una norma de conducta por medio de un refrán, de un aforismo o incluso de una cons- trucción que, aunque nueva, está calcada en los moldes del llamado lenguaje sapiencial». MABIA DEL CARMEN BOBEs NAVES: «Sintaxis Narrativa en algunos ensiemplos de El Conde Lu- canor», en Comentario de Textos Literarios, págs. 43-66 (Madrid, 1978), págs . 45-46 .

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2) Patronio le aporta un consejo (`porque vós fagades en esto' -lineas 14 y 15-), el cua viene expresado en un ejemplo (`plazerme ya mucho que so- piesedes' -linea 16-) : `un omne bueno' (19-20) que tiene `grand fanbre et muy grand lazeria' (24) pasa por delante de la casa de `un su conosgiente' (26-27) `que estava comiendo' (27), el cual `preguntol muy floxamente si quería comer' (28-29) . El necesitado aprovecha la ocasión y acepta, pero lo hace bajo pretexto de no querer injuriar al que le invita (`non me paresçe que faría aguisado' -32-33-) . 3) El consejo de Patronio es que el Conde no se haga rogar más veces y que acepte sin demora (`et non paredes mientes' -42-) . La moral que se de- duce del relato es: 52 `En lo que tu pro pudieres fallar, 53 nunca te fagas mucho por rogar' Este relato presenta un caso caracteristico de lo que C . Bremond deno- mina PROCESO DE MEJORA (`Processus d'amélioration', págs. 64 y 65) y que el formula de la manera siguiente (20) : PROCESO DE MEJORA (F;) : MEJORA A OBTE- NER : (un favor) l (F2) : PROCESO PARA OB- (F;) : OBSTACULO A SUPE- TENERLA MEJORA : (Con- RAR : (hambre) sejo de Patronio) (Fs) : PROCESO DE SUPE- (F;) : MEDIOS POSIBLES: RACION : (Comportamiento falso o S' (aceptar la invitación) correcto: aceptarS Z o no la invitación)

S' (Fz) : PUESTA EN ACCION DE LOS MEDIOS> (Com- portamiento correcto : acep- tar la invitación) 1 (1713) : EXITO DE LA OPE- RACION : (Exito de los F- E- medios utilizados)

(F3') : OBSTACULO SUPE- RADO : (hambre satisfecha) (F;) : MEJORA OBTENIDA: ,..- (aceptar el favor) L~ NORMA DE CONDUCTA O REGLA UNIVERSAL

(20) Ponemos entre paréntesis la valoración o el sentido semiótico de los signos del relato . La traducción de este proceso (presentado por C . Bremond) la hemos realizado nosotros mismos.

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En esta formulación esquemática observamos que hemos integrado la se- cuencia elemental (S') entre el sintagma de las funciones (Fz - F3); de la mis- ma manera hemos integrado la secuencia elemental (S 3) entre el sintagma de las funciones (FZ - F;) ; las hemos distribuido por ENCLAVE por parecernos que (S') aclara y explica el proceso connotado en (F3), lo mismo que (S 3) coincide perfectamente con el planteamiento del problema que propone (Fá), respondiendo asi a la verdadera cadena sintagmática y cronológica del relato. Basándonos en los principios y premisas expuestos, podemos simplificar el esquema del ejemplo XVII como sigue: SIMPLIFICACION ESQUEMATICA (F ;)

(F;)

(Fi)

S1. S2 (F3)

S3 (Fi)

(F3) (F;) ! (Fi) ~--

NORMA DE CONDUCTA O REGLA GENERAL Esta distribución nos permite observar, además, que hay una sucesión funcional entre (FZ = --, F; - FZ = -~ F;) porque en ellas están latentes las funciones de abertura y encadenamiento que forman la cadena secuencial narrativa necesaria para obtener el verdadero sentido del relato. En este relato vemos el comportamiento de una persona (`un omne bueno') quien en una situación determinada puede tener o adoptar dos for- mas de conducta :

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Aceptar la invitación vs No aceptar la invitación

Beneficio conseguido vs Beneficio no conseguido

Mejora obtenida vs Mejora no obtenida Esta es la perspectiva del `omne bueno' ; la perspectiva de `su conosçiente' será muy diversa, teniendo él también dos posibilidades de conducta a su disposibion : Invitar a comer vs No invitar a comer

Hablar normal vs Hablar floxamente

Exito de la invitación vs Fracaso de la invitación En estas oposiciones constatamos que el `omne bueno' obra lógicamente y como corresponde a su situación, obteniendo una mejora. Sin embargo el comportamiento de `su conosçiente' es falso porque alcanza el resultado contrario al que deseaba obtener . La prueba de que su comportamiento es falso la tenemos en que siendo su interés los valores negativos (no invitar a comer / hablar floxamente) obtiene un resultado positivo (éxito de la invita- ción), cuando él hubiese deseado obtener el fracaso de la invitación . De la confrontación de estos dos predicados se derivan dos normas de conducta o reglas universales : 1) Quien no desee hacer algo que no lo ofrezca 2) Si te ofrecen un favor que te es necesario, no dudes en acep- tarlo

BIBLIOGRAFIA

BOBES NAVES, María del Carmen: «Sintaxis Narrativa en algunos Ensiemplos de El Conde Luca- nor», en Comentario de Textos Literarios (Madrid, 1978), págs. 43-66.

101 BOBEs NAVES, Maria del Carmen: «Introducción», en: WILLIAM O . HENDRICKS: Semiología del Discurso Literario (Madrid, 1976), págs. 7-21 .

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NOTA: Perteneciendo este breve resumen a un trabajo de «Metodología Lingüistica del Texto Literario y Teoria de la `Desfabulación'» (escrito en los años 1980-81), para la Universidad de Murcia, no tuvimos ocasión de consultar el libro de José Romera Castillo (Estudios sobre «El Conde Lucanor», Madrid, 1980), que segu- ramente acababa de aparecer .

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Francisco Javier Díez de Revenga Universidad de Murcia

EL «LIBRO DE LAS ARMAS» DE DON JUAN MANUEL : ALGO MAS QUE UN LIBRO DE HISTORIA

La obra literaria de don Juan Manuel ha quedado tradicionalmente li- mitada a su Libro de Patronio o Conde Lucanor y -a algunos aspectos de las que han sido consideradas sus otras dos obras «principales» : el Libro de los Estados y el Libro del Caballero y el Escudero. Se ha reducido asi el carácter y aun el valor literario de algunos de sus otros libros en los que podemos apreciar, con un criterio no excesivamente extremado y restrictivo, aspectos que nos pueden llamar la atención en este sentido. Es lo que ocurre con el Libro dè la caza y que tuve ocasión de exponer con Angel-Luis Molina Moli- na hace algún tiempo (1) y es lo que sucede igualmente con el Libro de las armas. No podemos, de ningún modo, agrupar estas dos obras de don Juan Manuel en el montón informe de tratados medievales que difícilmente podríamos considerar obras literarias. En éstos, como en los demás libros de don Juan Manuel, hay una voluntad literaria, una voluntad de estilo que de- muestra en el magnate castellano, ante todo, su deseo de ser sobre lo demás, escritor . Circunstancias especiales concurren en el Libro de las armas como tam- bién confluían en el Libro de la caza : su carácter autobiográfico y su eviden- te personalismo . Aspectos que en éste, en el de las Armas, a diferencia del

(1) FRANCISCO JAVIER DIEZ DE REVENGA y ANGEL-Luis MOLINA MOLINA: «Don Juan Manuel y el reino de Murcia : notas al Libro de la caza», Miscelánea Medieval Murciana, 1, 1973, pági- nas 9-48 .

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de la Caza, se ven incrementados por un evidente carácter o sentido noveles- co que nos muestra con claridad que estamos leyendo a un buen narrador, a un habituado contador de historias ficticias o reales. Las tan conocidas cues- tiones personales-familiares y el apasionamiento del escritor por defender a su familia y su linaje, su abolengo y su estirpe regia, le conceden aún otro to- no personal que nos descubre al autor, a su temperamento. No-es conveniente, sin embargo, confundir el carácter autobiográfico que siempre se ha señalado en este libro, con su más discutible condición his- tórica, a pesar de su valor documental, ya que los hechos en sus tres partes referidos corresponden a personas de la estirpe del autor, es decir, a la fami- lia real de Castilla y también a la de Aragón . Se puso en duda pronto la sin- ceridad del autor a la hora de referirse a los hechos y personas de su época o muy poco anteriores y, en efecto, Giménez Soler (2) tuvo ocasión, al editar el libro, de ocuparse de su carácter a través de unas «notas» históricas en las que ponía de relieve, entre otras cosas, «el anacronismo en que incurre el autor y quizá la falsedad en los móviles de ciertos actos de algunas personas» (3), aunque antes ha asegurado sobre los hechos históricos que «todos son ciertos y están comprobados por documentos coetáneos» (4) . En cualquier caso, hay que inclinarse más hacia la consideración de ficticio o de inventa- do de más de un asunto, sin reducir esta actitud de don Juan Manuel sólo a matices o a la falsedad de algunos «móviles» . La estructura acumulativa del Tratado de las armas nos permite en cier- to modo afrontar su estudio, a la hora de valorar el componente literario, acometiéndolo parte a parte, porque, como se sabe, el libro se compone de tres relatos o «razones», tal como anuncia su propio autor al comenzar (pá- gina 75) (5) : «et las tres cosas son: [por qué fueron dadas} estas mis armas al infante don Manuel, mío padre, et son alas et leones; la otra, por qué pode- mos fazer cavalleros yo et mios fijos legítimos non seyendo non cavalleros, lo

(2) ANDRES GIMENEZ SOLER: «Edición y estudio del Libro de las armas», Universidad, 8, Zaragoza, 1931, págs. 483-516. También en Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítico, La Académica, Zaragoza, 1932, págs. 677-695. (3) ANDRES GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, pág. 692. (4) ANDRES GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, pág. 692. (5) JUAN MANUEL: Libro de las armas, edición de José María Castro y Clavo yMartín de Ri- quer, Clásicas Hispánicos, Barcelona, 1955. Citarnos siempre por esta edición.

104 que non fazen ningunos fijos nin nietos de infantes; la otra como passó con- migo la fabla que fizo conmigo el rey don Sancho en Madrid, ante que fina- se, seyendo ya vierto que non podría guaresver de aquella enfermedad nin bevir luenga [mente]» . Pero, antes de pasar a considerar estos tres asuntos, es interesante obser- var en las palabras del preámbulo, que luego reiterará más adelante, en pri- mer lugar, dos notas : su fidelidad absoluta a la verdad y la necesidad de de tenerse o hacerlo más despacio al expresar por escrito lo que no permite la li- gereza del lenguaje hablado. Así se lo manifiesta a Fray Juan Alfonso, a quien dirige su libro : «Et respondovos que vos lo agradesco mucho, porque queredes saber Ciertamente este fecho, lo que non fizieron otros muchos a que yo conté así como a vos-. Mas por[que] las cosas son más ligeras de dezir por palabra que de ponerlas por scripto, aver me á detener algún poco más en lo scrivir . Pero con la merved de Dios fazer lo he, et creó que todo passó assi verdaderamente» (pág . 75) . La máxima preocupación de don Juan reside en el respeto a la verdad, y en transmitirla fidelísimamente se ocupa con denuedo . Pero al darse la cir- cunstancia de que parte de los hechos objeto de su relato no le ocurrieron a el sino a sus inmediatos antepasados, el autor no puede aportar su testimonio personal por lo que pone su responsabilidad a salvo utilizando un procedi- miento evidentemente literario, en el que entra a formar parte la subjetivi- dad . Conoce distintas versiones y el escoge, con su «entendimiento» la que el cree más cierta. Don Juan Manuel ya ha comenzado a hacer literatura. Y no sólo el procedimiento lo demuestra sino también los resultados. Parece estar claro, a la vista de las palabras anteriores, que don Juan Manuel estaba deseando que alguien se lo pidiera, para dar por escrito estos tres relatos aunque ello le lleve más tiempo. Por eso destaca a su destinatario sobre los demás que habían oído las historias y no habían querido saber «Ciertamente este fecho» . Frante a esos «otros muchos a que yo lo conté así commo a vos», Fray Juan Alfonso le ha dado la ocasión de poder escribir y de utilizar su condición de escritor . En este punto son válidas unas palabras de Mercedes Gaibrois que, en general, nos podrían parecer exageradas, aun- que ahora, en momentos como éste, son apropiadas porque don Juan Ma- nuel descubre su «condición de escritor» : «Aunque este gran señor piense

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con sinceridad que sólo escribe para cumplir fines morales, es evidente que esto no es en absoluto exacto . Escribe por decidida inclinación a las letras, por deleite espiritual . Está dotado de modo singular y la redacción de libros le produce verdadero gozo . Luego vendria lo de orientarlos a un fin eleva- do» (6) . Don Juan Manuel ha utilizado un procedimiento para elaborar sus obras también singular, con las fuentes que tiene a mano y que no proceden de un conocimiento directo . Por ello procura que tales informadores sean fidedig nos, actitud que el autor hereda de la tradición de clerecia como muy bien apunta Macpherson al estudiar el proceso literario de las obras juanma- nuelinas : «Here the nobleman point out that since he was not in a position to have personal knowledge of events which occurred at the time of his father's birth, he must of necessity rely on the oral testimony of others significantly, he makes the same claim for the information which he was acquired in this way -that his sources are 'erederas'- as the «cuaderna via» poets of the thirteenth and fourteenth centuries regularly make for their written, lear- ned, sources» (7) . Aunque la gran diferencia respecto al mester de clerecia e incluso respec- to a sus otras obras, es que don Juan en esta ocasión no se sirve de libros sino de fuentes orales, de cuya falibilidad es consciente . La osadia, el atrevimien to y, sobre todo, el subjetivismo del autor son los que le permiten afrontar la combinación de todas estas fuentes con la idea que el tiene de lo que ocurrió, convirtiéndose así en un autor literario que, frente ál objetivismo de la ver- dad histórica que él propugna, muestra sobre todo el interés personal por defender su familia y su estirpe, confiando en que lo fundamental fue tal co- mo don Juan lo habia escrito. A todo ello se refiere Macpherson : «In adition to making this claim, of which presumably few medieval writers would express instant approval, don Juan dares to compare his creative process with that of medieval commentator on the scriptures, who produce a work of synthesis from multiples sources . He is well aware of the major difference in this case -that the material which he use is oral (and, implicity,

(6) MERCEDES GAIBROIS DE BALLESTEROS: El príncipe don Juan Manuel y su condición de escritor, Publicaciones del Instituto de España, Madrid, 1945, pág. 12 . (7) IAN MACPHERSON : «Don Juan Manuel: The Literary Process», Studies in Philology, LXX, 1973, pág. 4 .

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less reliable)- but nonetheless he insist that the creative process is compa- rable. Don Juan also, reveals in the concluding sentences to the Libro de las armas that he is fully alive to the danger of making mistakes over the minor details as a result of this kind of procedure, but he observes that «la justicia et la sentencia et la intención et la verdat así passo commo es aquí scripto» (92.203) . Whatever the fate of the fine detail, he is confident about his abi- lity to get meaning and the didactic purpose right> (8) .

El valor literario del Libro de las armas fue bien pronto entrevisto por la critica especializada que observaba en el algo mas que un libro de, historia . El principal elemento que inclinaba a los autores hacia esta perspectiva es su ya comentado subjetivismo que Américo Castro, en su primera versión de La realidad histórica de España, veía entremezclado con un perceptible to- no episódico cuando señalaba que, con el Libro de las armas, «debemos al infante don Juan Manuel la primera página, intima y palpitante, de una confesión escrita en castellano y situada novelescamente en un tiempo y un espacio dados; una conciencia se abre para que otra descienda hasta su pro- fundidad y surja cargada de precioso hallazgo» (9) .

Al mencionar su carácter novelesco, Castro no hacia sino poner, como en tantas ocasiones el dedo en la llaga a la hora de revelar aquello que el libro de don Juan Manuel tiene de peculiar y lo hace distinto de otras obras y tra tados de su tiempo : su carácter literario, descubierto en esta ocasión a través de un tono novelesco en el que podemos intuir que Castro recogia tanto la habilidad del manejo de una prosa amena, sugeridora de intrigas y frustra- ciones en personajes y episodios, como de su condición de relato ficticio en el que tanta importancia tiene lo inventado como lo que verdaderamente ocurrió. Nada pues más alejado de la objetividad y del verismo consustan- ciales a los temas históricos que trataba y que el autor tan firmemente se proponia respetar .

(8) IAN MACPHERSON : op . cit., pág. 5 . (9) AMERICO CASTRO : La realidad histórica de España, Porrúa, México, 1954, pág . 369 . Las siguientes ediciones de esta magna obra no contienen el estudio del Libro de las armas a que hacemos referencia . Sobre el título de «infante» que Castro atribuye a don Juan, vid. FRANCISCO JAVIER DIEZ DE REVENGA y M . a CONCEPCION RUIZ ABELLAN: «Denominación y títulos de don Juan Manuel», Miscelánea Medieval Murciana, 8, 1981, págs. 9-29.

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Desde un punto de vista estructural, las «novelas» que nos cuenta don Juan Manuel han sido analizadas como relatos, siguiendo una tipología en consonancia con los ejemplos que componen la obra maestra, el Libro de Patronio. Germán Orduna ha estudiado el modo en que «aparece el relato ejemplar a lo largo de la obra de don Juan Manuel, en relación con otros ti- pos de ejemplificación» (10) y ha definido, entre los que utiliza el ilustre pro- sista, unos tipos de relato-ejemplo en torno a los cuales agrupa los distintos textos producidos por el autor medieval. Al referirse a los que son objeto de nuestra atención, claramente hace alusión a su carácter literario cuando se- ñala que «los tres relatos del Libro de las arreas no son, claro está, 'en- xiemplos' ; pero pertenecen a la categoría E en cuanto son relatos extensos de calidad literaria, que incluyen el estilo directo como recurso estilístico y sir- ven para sustentar una afirmación que el autor desea respaldar» (11) . Sobre este último punto, hay que destacar que cada una de las tres histo- rias tiene su contenido y su propia finalidad, aunque en conjunto van enca- minadas a un mismo interés que ya conocemos y que será objeto de nuestra atención más adelante . Ahora nos interesa referirnos a esa calidad literaria de que había Orduna, que hay que poner en relación con el desarrollo de la prosa durante los siglos XIII y XIV, a cuya evolución don Juan Manuel hubo de contribuir concediendo a su obra un tono personal que se aleja del cienti- ficismo de la prosa alfonsina . De ello se ha ocupado Diego Catalán, que se refiere a la creación de la prosa por Alfonso X como medio de expresión to- talmente objetivo : «el científico respeto a la letra de las fuentes y el raciona- lismo didáctico, característicos de las escuelas alfonsíes, presuponían la ab- soluta sumisión de la expresión al contenido histórico, e impedían toda ex- pansión puramente literaria» (12) . Con don Juan Manuel, la situación cam- bia y, sea cual fuere el tema de que se ocupa, existe en él una preocupación estilística, visible aun antes de que escribiera. sus obras más originales, es de- cir, cuando sólo se dedicaba a ser únicamente lector, según deduce

(10) GERMAN ORDUNA : «El exemplo en la obra literaria de don Juan Manuel», Don Juan Manuel Studíes, edited by Ian Macpherson, Tamesis Book, London, 1977, pág . 119 . (11) GERMAN ORDUNA: op . cit., pág. 141 . (12) DIEGO CATALAN: «Poesía y novela en la historiografía castellana de los siglos XIII y XIV», Mélanges offerts à Ríta Leíeune, Gembloux, 1969, pág . 423 .

108 Diego Catalán del prólogo de la Crónica abreviada. Tales conclusiones re- velan en don Juan Manuel una madurez previa a su oficio de escritor, que le permite abordar sus obras con un concepto de la prosa y del lenguaje litera- rios totalmente distinto, de tal manera que será perceptible en todas sus obras . El Libro de las armas, con su componente personal y autobiográfico, no supone sino un paso más en esta transformación de la prosa castellana del siglo XIII al XIV. Está establecido, pues, por la critica precedente que tanto la condición de escritor como los procesos de creación, que desembocan en una tendencia a la asunción y ficción de argumentos episódicos y en algún aspecto imagi narios, supone en don Juan Manuel un paso decisivo en la concepción de la prosa y del estilo artístico del autor literario medieval. La conjunción de di- versos elementos, tanto históricos como personales, autobiográficos y litera- rios, es lo que concede al Libro de las armas un valor singular, que podemos, ver evidenciado en distintos detalles del relato episódico que, en- gran parte, compone la obra . Asi, la configuración del primer ejemplo nos ofrece una imagen clara- mente literaria que queda enraizada en la retórica más earacteristica de la época. A pesar de las nuevas manifestaciones de verosimilitud protestadas por don Juan, a través de palabras similares a lasdel principio del libro («di- govos que oy dezir a mi madre, seyendo yo moço pequeño, et después que ella finó oy dezir [a] Alfonso García, un cavallero que me crió, que era mucho ançiano et se criara con mio padre et era su hermano de leche, et a otros muchos cavalleros et ofiçiales que fueron de mio padre, et aún oy ende algo al rey don Sancho . . .» -pág . 76-), se introduce el mundo de la leyen- da a través del sueño premonitorio de la reina doña Beatriz, mujer de Fer- nando III . Mundo legendario que aprovecha don Juan Manuel para marcar notables diferencias implícitas entre su linaje y el del otro hijo del santo rey, el también monarca castellano Alfonso X: «quando la reyna donna Beatriz, mi abuela era en pinta de mio padre que sonnara que por aquella criatura et por su linage avia de ser vengada la muerte de Jesucristo et ella dixolo al rey don Fe/r/nando, su marido ; et oy dezir que dixera el rey quel pareçia este suenno muy contrario del que ella sonnara queando estava en pinta del rey don Alfonso, su fijo, que después fue rey de Castilla, padre del rey don Sancho» (pág. 76) .

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Aunque del sueño que la reina experimentó al nacer Alfonso nada se dice ni de su contenido, hemos advertido con claridad la diferencia marcada, lo que al propósito político-personal de don Juan viene muy bien . Pero más nos interesa el ambiente de leyenda que se respira y que se va traduciendo en la formulación de un cierto carácter carismático que don Juan quiere para su padre y para su estirpe. El sueño ya es un elemento muy literario y tradi- cional a la hora de atribuirle un carácter premonitorio, relacionable, como señala Devoto con «la lista de presagios embarazosos de Hecuba en adelan- te» (13), tradición literaria cuya evidencia nos exime de un comentario más detallado . Preferimos observar el procedimiento de don Juan Manuel a la hora de sublimar lo que no es sino una explicación del nombre de su padre, insólito en Castilla, ese nombre de Manuel que don Juan atribuye al cumplimiento de las dos señales soñadas: «la una que naciera fijo varón, la otra era porque cuando encaespió avia ya muy gran tiempo et muchos annos que non fiziera encinta nin encaespiera, et eran ya commo desfuzados que non abrían más fijos, ca este fue el postremero fijo nin fija que la reyna donna Beatriz ovo» (pág. 76) . Y la interpretación por parte del obispo de Segovia del sueño : «Et el obispo, sabiendo el suenno que la reyna sonnara por voluntad de Dios, dixo al rey et a la reyna que si por bien toviesen que era bien de poner no[n]bre que feziere a lo que dava entender quel suenno . Et por ende le pu- sieron nombre Manuel» . El carácter legendario de tales imposición e interpretación no deja lugar a dudas, sobre todo cuando algo tan sencillo como el tan traído y llevado nombre puede tener una explicación histórica como la que hace Gayangos : «La reina doña Beatriz, mujer de San Fernando, y por consiguiente abuela de nuestro infante, fue hija de Felipe, emperador de Alemania y de una princesa griega llamada Irene . Como entre los emperadores de Constanti- nopla, sus ascendientes, hubo uno llamado Emmanuel, nos parece esta ra- zón bastante para que a uno de sus hijos pusiese el nombre, entonces desco- nocido en España, de Manuel, sin acudir a las que aquí alega el autor» (14) .

(13) DANIEL DEVOTO: Introducción al estudio de don Juan Manuel y ere particular de El Conde Lucanor, Una bibliografía, Castalia, Madrid, 1972, pág. 248. (14) PASCUAL DE GAYANCOS: Escritores en prosa anteriores al siglo XV, BAE LI, Madrid, 1952, pág. 258, n. 3.

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Si imaginaria y fantástica y encaminada a enaltecer su estirpe, además de vinculada a una manifiesta tradición oral, es la explicación del nombre, no lo es menos la explicación del escudo de armas de los Manueles (15), cu yas espadas, manos, alas y leones, asi como los colores del blasón, no son sino un desarrollo alegórico-simbólico de la leyenda del sueño antes relatada . Entran a formar parte de la narración ahora dos elementos nuevos : por un lado, la alegoria, con toda la carga de medievalismo que lleva consigo, y por otro la mención de la lucha contra los moros, servicio al que estaban destina- dos los manueles de acuerdo con la premonición de la reina doña Beatriz y de su sueño . La prolija y detallada explicación de los distintos elementos sig- nificativos, realizada por don Juan, no hace sino, a la hora de descifrar símbolos, acumular el carácter oral y legendario del texto que comentamos, algunos de cuyos extremos ya fueron discutidos desde Argote de Molina en el siglo XVI, tal como refiere Giménez Soler (16) . - «La segunda historia -destaca Orduna- es la más intensa y dramática» de las que componen el libro, lo que demuestra destacando cuatro elementos que figuran en ella y que, desde luego, son de filiación literaria (17) : la le yenda de doña Sancha, el episodio dramático de la presentación de doña Violante ante su padre en Calatayud, un fragmento poético y un párrafo terrible que consuma la intención del ejemplo . Núcleos a los que hay que añadir una especial vehemencia expresiva revelada en el constante uso de la hipérbole, acumulación y adjetivación sobre todo a la hora de manifestar el odio de doña Violante hacia su hermana. En realidad, el contenido de la historia viene a cuento a la hora de expli- car don Juan Manuel «por qué podemos fazer cavalleros yo et mios fijos legí- timos, non seyendo nos cavalleros, lo que non fazen fijos ni nietos de infan tes» (pág. 80), antes de lo cual vuelve :a insistir en la verosimilitud de sus

(I5) Vid. el escudo reproducido en su versión del siglo XVI en la edición de El Conde Luca- nor, de José Manuel Blecua, Clásicos Castalia, Madrid, 2.a odie ., 1971, pág. 45. (16) ANDREs GIMENEZ SOLER: Don Iuan Manuel, pág. 692 : «Gonzalo Argote de Molina, en su Nobleza de Andalucía (libro II, capítulo LVIII), interpreta de diversa manera que don Juan los emblemas del escudo de éste : según él, tanto el nombre Manuel como «la mano del ángel» es tán por alusión a nombres usados por varones de su linaje por linea materna; la espada está como símbolo del imperio, y el león es abolengo paterno» . (17) GERMAN ORDUNA : op. cit., pág. 141.

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fuentes, aunque el no fue testigo directo de lo que se relata. Leyenda que re- vela en las dudas y vacilaciones del narrador su carácter oral e indudable- mente desmesurado en sus términos y contenido. Sin embargo, el relato de la historia conserva aún el sabor y el encanto debidos sin duda a las cualida- des literarias de don Juan Manuel, aquí evidenciadas en el candor con que se relata el milagro, con que se expresa lo sobrenatural, mientras que el autor se esfuerza por precisar datos, como el referido al rango del prelado, pura- mente accidentales, y que denotan lo vital de la leyenda y, nuevamente, su entidad oral: «fasta que vino y un gran perlado, non me recuerdo si oy dezir si fuera patriarca o obispo, mas bien me acuerdo que oy dezir que fuera perlado» (pág. 81) . El prodigio se produce y el final de la historia revela su procedencia legendaria tantas veces insistida : «et si dieron entonpe gracias a Dios los que esto sopieron et le fezieron grant onra aquel sancto cuerpo non es de preguntar, ca razones avía asaz por que devia[n] fazer» (pág. 81) . Martin de Riquer, que se ocupó de esta leyenda de doña Sancha, señala la relación de los elementos prodigiosos del relato con la tradición románica . De un lado, las campanas que se tañen solas, frecuentes, como explica el ilustre filólogo, en la épica francesa (Les quatre fils Aymon o Renaut de Montauban y la muerte de Carlomagno en Li coronemenx Loois) ; y de otro la carta identificadora en la mano del cadáver también presente en la épica y en la leyenda de San Alejo, posible antecedente de la historia de la infanta aragonesa a cuya familia pertenecian dos esposas de don Juan Manuel, a tra- vés de una de las cuales (la infanta de Mallorca) conoció la tradición (18) . Mucho más cercano a la historia, aunque con indudables visos de leyen- da incrementada por un odio personal del autor hacia doña Violante de Cas- tilla, que según el perjudicó a su estirpe, es el episodio referente a la infanta doña Constanza, hija también de Jaime de Aragón y primera esposa de don Manuel, el padre de nuestro escritor : «donna Violante, reyna de Castilla, se- yendo donzela en casa de su madre, que quería muy grant mal a la infanta donna Costanga, su hermana, segund oy dezir, por grant envidia que avía

(18) MARTIN DE RIQUER: «La leyenda de la infanta Doña Sancha, hija de Jaime el Conquis- tador», Homenaje a Millás Vallicrosa, CSIC, Madrid, 1954-56, 11, págs . 229-241 .

112 della, ca, segund dizen, al su tiempo non avia mas fermosa muger en ningu- na tierra, et su madre amabala mucho. . .» (pág . 81). Tras lo que, inmediata- mente, se da cuenta de una serie de intrigas y engaños familiares encamina- dos a que doña Costanza no llegase a ser reina y que culminarian en la entre- vista melodramática de doña Violante con su padre cerca de Calatayud, re- latada por don Juan con todo efectismo y aparatosidad : «Et quando fue perca dela villa, enbiól dezir con un omne de pie que su fija donna Violante, non se llamando reyna, que se venia para el con sus nietos» (pág . 82) . Efec- tos que no oculta el narrador cuando refiere que el rey aragones «fue muy maravillado» en dos ocasiones, al recibir la noticia, cuando doña Violante «dexóse caer della bestia en que venia, dando muy grandes vozes», y por Ul- timo cuando comienza toda cuitada a tejer la intriga que acabaría con doña Costanza y las pretensiones reales que para ella tenia su familia. La bondad del monarca aragonés («commo era omne bueno et leal» -pág . 82) y la per- fidia de doña Violante, autora de «tan fondo enganno et tan gran maestria» mostrándose desolada («que era en muy gran coita» -pág . 82), están plena- mente captadas con tpnos firmes por la poderosa habilidad descriptiva de don Juan Manuel, que no duda en referir toda la historia de la conquista del reino de Murcia en función de unas intrigas familiares cada vez más comple- jas, finalizadas en la frase más tremenda de todo el Libro de las armas que quedó escrita para la literatura, ya que los historiadores se han encargado de desmentir su acusador contenido . Pero la potencia del relato y la calidad li- teraria de la prosa van creando el ambiente adecuado que confirmará los te- mores de la primera mujer de don Manuel : «Et, mal pecado, dizen que lo que la infanta temia que acaepió, que la razón de su muerte fue un tabaque de perezas que envió la reyna, su hermana» (pág. 85) . No es ocasión de comprobar la veracidad de unos hechos, sobre todo por no ser nuestro propósito y por háberse ocupado en su día ya Giménez Soler de su verificación histórica . Pero nos interesa detenernos en la incansable in sistencia de don Juan Manuel que, utiliza una y otra vez verbos como «oY de- zir», «según dizen», etc., etc., reveladores del carácter oral e inseguro de sus informadores . En cualquier caso, la conclusión de Giménez Soler es oportu- na : «Don Juan no cita fechas y al parecer todos los hechos vienen engrana- dos y no es asi, al menos del todo : precisamente el darles esa unidad no te- niéndola y dársela tan compacta, sin roturas, de modo que arranquen de

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un hecho al parecer tan insignificante como la envidia de una hermana ma- yor a otra menor y elevarse hasta las alturas de la política internacional y la reconquista de un reino siguiendo el hilo de ese hecho insignificante, de- muestra el talento narrativo de don Juan y sus maravillosas condiciones de novelista e historiador» (19) . Habría, por último y en lo referente a esta segunda razón, que aludir al brevísimo y casi enigmático fragmento poético que contiene esta parte, estribillo de un cantar mal recordado por don Juan Manuel : «et aun entonçe porque el rey de Aragón non tovo el pleito que puso con don Aurique, fi- zieron un cantar de que me non acuerdo sinon del refrán, que dize: Rey bella, de Deo cofonda, tres son estas con a de Malonda (pág. 83). De tal tex- to sólo hemos podido saber la atribución gallega realizada por Gayangos que lo dispone, en su edición, en dos versos Rey bello que Deos confonda tres son estas con a de Malonda y lo comenta con la siguiente anotación: «Estos versos parecen indicar que el cantar era en gallego ; verdad es que las cantigas de don Alfonso X están también en dicho dialecto» (20) . De la tercera razón, la llamada «razón del rey don Sancho» se ha desta- cado, por el contrario, su valor histórico debido al testimonio directo del autor, aunque también se ha descubierto, como señala Devoto, claramente, ahora más que nunca, la intención del autor ya que «cierra la malla de acu- saciones contra la dinastía castellana», lo que nos permite advertir que «su apretado núcleo de razones responde a una clara voluntad de acumular sobre la dinastía reinante una negra nube de culpas» (21). Pero sobre todo, y esto nos interesa más para nuestro propósito, se ha §eñalado, como hace Or- duna, que este tercer relato «tiene el tono de un fragmento de crónica, en que el discurso final del rey moribundo logra la prestancia retórica que la

(19) ANDBEs GIMENEZ SOLER: D. Juan Manuel, pág . 692 . Vid . también la reciente aporta- ción al respecto que supone la publicación de «El testamento del infante don Manuel (1283)», por JUAN TORRES FONTES, así como el estudio preliminar en Miscelánea Medieval Murciana, Vil, 1981, págs . 9-21 . (20) PASCUAL DE GAYANCOS: op. cit., pág, 260, n. 4. (21) DANIEL DEVOTO: op. cit., págs. 249 y 250.

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crónica particular luciría medio siglo después en el estilo cronístico del Can- ciller Ayala» (22) . Ahora más que nunca se mezclan valor e interés literario, carácter auto- biográfico e intención, de manera que esta tercera razón se convierte en uno de los mejores textos literarios de la época. No sólo la calidad de una prosa cuidada, sobre todo en la confesión del monarca moribundo, sino que el tono de lo vivido le concede una frescura especial que vemos reflejada tanto en la poderosa y personal ambientación cronológica: «Et esse verano, día de ginquagésima ovieron muy buena andanga los mis basallos con el mío pen- dón, ca vengieron un omne muy onrado que viniera por frontero a Vera, et - abía nonbre láhgan Abenbucar Avengayen, que era del linaje de los reys moros de allen del mar, et traya consigo cerca mil cavalleros . Et a mi avíen dexado míos vasallos en Murgia, ca non se atrevieron a me meter en ningún peligro porque era tan mogo, Et esto fue era de // mil et CCC XXX II annos» (pág . 87); como en la no reprimida admiración subjetiva hacia su primo el rey Sancho : «et plógol mucho comigo et-fízome dese camino mucho bien et mucha onra et acregentóme gran partida de la tier[r]a que del tenía; et giertarnente quien bien viesse las cosas que me el dezía et quantos bienes me fazia, bien podría entender que si tiempo, et hedat oviese para ello, que non fincaria- por él de me llegar a grand onra et a grand estado» (pág . 87) . A este propósito, y en relación al nacimiento y evolución de la prosa es- pañola, cabe destacarse, como ha hecho Richard P. Kinkade, la gran influencia que ejerció Sancho IV como escritor en su primo y discípulo : «Sancho se nos presenta como un puente a la vez literario y cronológico entre las creaciones de su padre, Alfonso, y su joven primo, Juan Manuel» (23) ; lo que nos permite entender el cambio operado entre la prosa científica y aséptica de Alfonso X y la prosa subjetiva, con poderosos valores éticos y estéticos de don Juan Manuel, como una evolución paulatina en la que la obra literaria de Sancho IV tiene gran importancia .

(22) GERMAN ORDUNA: Op. cit., pág. 141 . (23) RICHARD P. KINKADE : «Sancho IV, puente literario entre Alfonso el Sabio y Juan Ma- nuel», Publicatiom of the Modera Language Association of America. LXXXVII, 1972, pág. 1039.

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Se ha destacado también en este último capítulo la disposición y el rigor retórico del discurso de Sancho IV, lo que revela. una vez más las cualidades literarias del Libro de las armas. Fue Americo Castro el que se ocupó tanto de la presencia de la retórica medieval en este tercer capitulo («esta prosa emocionada, en gran parte autobiográfica, está aún fajada por la retórica medieval y se amolda al razonamiento gradual y ordenado») como en la combinación de recuerdos personales-intención, a la que ya nos hemos refe- rido: «En la descripción con matices novelísticos de la agonia de Sancho IV, se confunde lo que el niño había visto, y lo que al ambicioso señor convenía escribir» (24). Algo más, en definitiva, que un libro de historia, hizo don Juan Manuel en este Tratado de las armas, mitad obra literaria mitad manifiesto personal y de su estirpe. Hemos soslayado intencionadamente cualquier intento de comprobación histórica, que en parte ya realizó Gimenez Soler, en beneficio de un tratamiento literario del texto buscando al escritor, al narrador . Aun- que es cierto que la comprobación histórica es la que mejor pone al descu- bierto la fantasia del autor que, sin embargo, hemos podido destacar e in- tuir. Aparte han quedado por ello problemas tan interesantes como la posi- bilidad de que don Manuel y, por lo tanto, don Juan Manuel hubiesen podi- do ser reyes de Murcia, «una de las cuestiones más interesantes de la historia de aquel tiempo, pero también una de las más embrolladas» (25), .que sólo una documentación adecuada podría aclarar con precisión . Pero el Libro de las armas, sobrepasando detalles concretos, ha dejado un testimonio vivo de una finalidad y de una intención de prestigio personal que sólo una pluma como la de don Juan Manuel pudo haber elaborado con una prosa literaria tan elegante como expresiva y cuidada.

(24) AMERICO CASTRO : op. cit., pág. 271 . (25) ANDREs GIMENEZ SOLER: Dan Juan Manuel, pág. 693 .

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John England University of Sheffield

SER AND AVER WITH THE PAST PARTICIPLES OF INTRANSITIVE VERBS IN THE WORKS OF DON JUAN MANUEL

In a recent article, Rafael Lapesa affirmed his intention to complete a book on the historical syntax of Spanish, which he proposes to prepare in two sections; the first part will contain the basic, descriptive information, explaining the changes which have taken place and the span of time invol- ved in each of these developments, and the second part will seek to interpret the detailed information and relate the details to the broader framework of the structure of the language as it has evolved (1) . He recognises that the se- cond part offers the more exciting possibilities, but affirms that this in- terpretative history of Spanish syntax must be based on a solid foundation of factual information, and that this factual information is still in short supply (2) . In this volume of essays to mark the 700th anniversary of Don Juan Ma- nuel's birth, I would like to contribute towards filling one of these gaps in our knowledge of the history of Castilian syntax by describing the use of ser and aver to form compound past-tenses of intransitive verbs in the writings of Don Juan Manuel.

(1) See 'Sobre problernas y metodos de una sintaxis historica', in Buscad sus pares, pocos. Tres ensayos de Rafael Lapesa (Madrid, 1978), pp. 25-48. (2) Lapesa, p. 26.

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It is well-known that the development of new compound tense-forms is one of the major syntactical developments of the Romance languages, which all develop this particular analytical feature of late Latin syntax and evolve a range of compound tenses using as auxiliary verbs HABERE, TENERE, ESSE, etc. Classical Latin formed the perfect tense of passive and deponent verbs by combining the past participle with the present tense of ESSE (AMATUS EST, NATUS EST), and it is evident that in Vulgar Latin these constructions provided the model upon which the compound past-tenses of many intransitive and reflexive verbs were formed (*ITUS EST, *IUNCTA- TI SUNT) ; in all forms consisting of ESSE + past participle, the participle refers back to the subject . Intransitive verbs, far fewer in number than tran- sitive verbs in Old Spanish, began to develop further under analygical pres- sure from transitive and copulative verbs, and aver gradually replaced ser as the standard auxiliary verb with intransitive verbs (3) . Don Juan Manuel was writing at a time when this syntactical transfor- mation was taking place, and his prose-writings, all dating from the first half of the fourteenth century, provide a good guide to the literary Castilian of the period : his interest in good style is well-known, and is a recurrent pre- occupation in his works; his extant works are almost entirely in prose, so that the distorting effect of metre and rhyme does not have to be taken into account ; and his works cover a wide range of subject-matter, including short stories, didactic treatises, and chronicles, as well as the considerable number of his letters which have survived . For the purposes of the present study, all references are to the following editions of his works: Libro del cavallero et del escudero, in Obras de don Juan Manuel, vol. 1, ed . Jose Maria Castro y Calvo and Martin de Riquer (Barcelo- na, 1955), pp. 9-72 . Abbreviation : Cavallero.

(3) The most complete analysis of this process is JOSEPH BENZING, `Zur Ceschichte von ser als Hilfszeitwort bei denintransitiven Verben im Spanischen', in Zeitschrift fiir Romanische Phi- lologie, LI (1931), 385-460 . However, he omits many intransitive verbs from his analysis, many of the editions which he used are unreliable, and he gives no more than occasional, unrepresen- tative examples from writers such as Juan Manuel. A more recent study is that of ALICIA YLLERA, Sintaxis histdríca del verbo español: las perífrasis medievales (Zaragoza, 1980), especially pp. 217-46. The process was almost complete by thesixteenth century; see H. KENISTON, TheSyntax of Castilian Prose: the Sixteenth Century (Chicago, 1937), pp . 450-51 .

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Libro de los estados, ed . R.B . Tate and I.R . Macpherson (Oxford, 1974) . Abbreviation : Estados. El Conde Lucanor, ed . José Manuel Blecua (2nd edition, Madrid, 1971) . Abbreviation : Lucanor. Crónica abreviada, ed . Raymond L. Grismer and Mildred B. Grismer (Minneapolis, 1958). Abbreviation : Crónica. Libro de la caza, ed . José Maria Castro y Calvo (Barcelona, 1945) . Abbreviation : Caza . Libro infinido and Tractado de la Asunçion, ed. José Manuel Blecua (Granada, 1952) . Abbreviations : Infinido, Tractado. Libro de las armas; in Obras de don Juan Manuel, vol. I, ed. José Maria Castro y Calvo and Martin de Riquer (Barcelona, 1955), pp . 76-92. Abbreviation : Armas. Letters. Contained in Andrés Giménez Soler, Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítico (Zaragoza, 1932), pp . 221-654. I have used those letters listed by Giménez Soler, pp . 709-10 . While the number and variety of Juan Manuel's works offer ideal matrial for the study of fourteenth-century literary Castilian usage, there remains one major problem : how closely do the copies of his works which have survived represent Juan Manuel's language, and how much has been changed by copyists? All his literary works survive only in copies made after his death, and Alberto Blecua has demonstrated recently the enormous dif- ferences between the various manuscripts of El Conde Lucanor (4) . As far as the syntax of compound tense-forms is concerned, however, the degree of uniformity between the various copies is reassuring, and a comparison of the S, M, P, H, and g manuscripts and the Argote de Molina edition of 1575 (5) revealed only one instance in which aver, and ser alternate as the auxiliary

(4) ALBERTO BLECUA: La transmisión textual de `El Conde Lucanor' (Barcelona, 1980). (5) I consulted the original manuscripts S, M, and g; I consulted and quote P via the edition of Eugenio Krapf (2nd ed ., Vigo, 1902), and H in the edition of Rigo Mignani (Florence, 1979); and references to the Argote de Molina edition are via the facsimile edition prepared by Enrique Miralles (Barcelona, 1978).

11 9 verb in different versions: `et agora que avia llegado a tan gran pobreza' (Lucanor, 92 .8; g, fol . 20v; P, Krapf, p. 40; H, Mignani, p. 20; Argote, fol . 59r) reads in M, fol. 17 r, `era llegado' . It is not uncomon for the same cons- truction to appear, but with a different, synonymous, past participle : `avia contesçido' (Lucanor, 219 .16; g, fol. 89v; P, Krapf, p . 165; H, Mignani, p . 90; Argote, fol . 6r) reads `avia acaesçido' in M, fol . 81 v. The impression that the copyists have on the whole respected Juan Manuel's usage of ser and aver in stengthened by the analysis of the letters bearing his signature, which should be a good guide to his usage, for there are no inconsistencies between the letters and his other works . There remains one futher preliminary problem which is more difficult to solve in a satisfactory way, namely to determine when an occurrence of ser with the past participle of an apparently intransitive verb is indeed an example of a compound tense of an intransitive verb (perfect, pluperfect, past anterior, etc.) and when it is something else, as in the following examples: `. . .ovo tan grand miedo, que non sabia si era muerta o biva.' (Luca- nor, 191 .4-5) . '. . .el lino era ya tan cresçido. . .' (Lucanor, 82 .14) . `Et luego que fueron partidos, envio el rey de Navarra sus mandaderos a la duefia. . .' (Lucanor, 218.5-6) . In the first example the structure of the expression makes it clear that muerta is an adjective like biva, and that `era muerta' is not the pluperfect tense o¬ morir but the imperfect tense of the copulative verb ser with an ad jective (= modern Spanish estaba muerto); the same is true of the second example (`era ya tan cresçido'), the clue this time being the use of tan to mo- dify the adjective cresçido, whereas tanto would have been used to modify the pluperfect era cresçido . In the third example `fueron partidos' is almost certainly the past anterior tense of the reflexive verb partirse, since in 3uan Manuel's works partirse is used frequently, partir (intransitive) rarely; for this reason I have excluded ser + partido totally from my findings. With other verbs used both with and without the reflexive pronoun such as tornarltornarse, ï1-lirse, and venirlvenirse, the situation is even more

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complicated; although in some cases the context makes clear which form is used, and in others the construction gives a good indication (venir alvernirse para; ir a, ir sobrelirse para; tornar altornarse para), these can be no more than approximate guidelines, since the reflexive and non-reflexive forms we- re frequently interchangeable: `. . .e fuese alla con su hueste. . .' (Crónica, 127.21) `. . .e el rey fue alla . . .' (Crónica, 127.29) `. . .e fuesse alla e lidio con el . . .' (Crónica, 154 .29) `E fueron alla e desgercola' . (Crónica, 154 .45) In the light of these and many other similar examples T have attempted to exclude examples where there is a likelihood that the verb is reflexive rather than intransitive; for reasons of space I am unable to deal in detail with reflexive verbs, which in the works of Juan Manuel normally form the compound past-tenses with ser + past participle, with just a few examples of alternative constructions (6) : `. . . aquel reyno, en que los moros se avian alçado . . .' (Armas, 83 .20) `. . .por lo mas que me he detenido es por esto. . .' (Letters, 335 .2) ` . . .commo don lope de arenas que tenie la carrera de don ferrnand roys sse era alçado con don ferrnand roys e se era alçado con çorita. (Crónica, 169 .33-5) `Et luego me fuera ydo para uos sino por un poco de terçiana que he' . (Letters, 390 .7) : Given the wide variety of intransitive verbs, it is necessary to divide them into seven categories in order to show how usage differed according to the type of verb involved : (a) Verbs of motion (i) andar Only haber is used to form à compound past-tense of andar (Cavallero, ch. XXXV. 102 ; Lucanor, 163 .29; Crónica, 175 .23; Caza, 85.4), and this

(6) A detailed account of Old Spanish usage is to be found in Yllera, Sintaxis histórica. . ., pp . 238-43.

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is true of other Old Spanish texts (see Benzing, pp. 401 and 415) . The expla- nation for this may be in part that it is not uncommon for andar to be used transitively, as in the following examples : `. . .e nunca quedó de andar fasta que ovo andadas treinta jornadas . . .' (Estoria de Santa María Egiçiaca, ed . R.M. Walker (2nd ed ., Exeter, 1977), p. 18) . `E quanto ouieron andada toda la insula. . .' (Nuevo testamento . Ver- sión castellana de hacia 1260 (Anejos del Boletín de la Real Academia Española (Madrid, 1970), p. 216). Yllera (Sintaxis histórica . . ., p. 231) suggests that the perfective/im- perfective opposition was a crucial one, with imperfective verbs such as an- dar and correr tending to take aver and perfective verbs such as llegar and venir tending to take ser. The suggestion has some merit, and indeed there are other imperfective verbs which Juan Manuel uses exclusively with aver (dormir, durar, fincar, morar) ; but there are imperfective verbs found not infrequently in Old Spanish with ser (e . g. fincar), and in any case the classi- fication of verbs as perfective or imperfective in Spanish is notoriously diffi- cult: the verb ir is classified as perfective by Yllera (p. 231), and thus distin- guished from the imperfective andar, whereàs earlier (p. 16) it is bracketed with andar as one of the verbs which do not imply a completed action .

(ii) caer

With caer used both literally and metaphorically, ser predominates (Es- tados, 31 .10; Lucanor, 56 .2, 56.28, 58.32, 103 .26, 258 .13, 288 .38; Croni- ca, 56.2, 78 .28) . There are 4 examples with aver (Cavallero, ch. XXXVIII . 173-4 ; Estados, 62 .33, 203 .17; Lucanor, 210 .7) . According to Benzing, pp. 406-7 and 431-3, ser continues to dominate until the sixteenth century .

(iii) entrar There are 3 examples with ser (Estados, 26.17; Letters, 306.22, 513 .1) and 2 with aver (Crónica, 181 .18, 184 .36) . In the Cantar de mio Cid there are 9 examples of ser (109, 1066, 1550, 1699, 1743, 1792, 2061, 2120, 2697)

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and 1 example of aver (2247) ; (7) the use of ser continues into the sixteenth century (Benzing, p. 423) .

(iv) it I noted 10 examples of ser (Lucanor, 159.23, 191 .24, 246.8, 255.35; Cronica, 47 .42, 52 .32, 92 .42, 93 .42, 186.5; Caza, 52 .10), and 6 examples of aver (Lucanor, 237.12, 238.25; Cronica, 24 .29, 144.28, 185.14, 186.40) . There are no examples of aver in the Cantar de mio Cid and 8 of ser (871, 956, 1082, 1391, 1413, 1439, 2707, 2712) ; ser is still found in the early se- venteenth century (Benzing, p. 414) .

(v) llegar There are 15 examples of ser (Estados, 40 .15, 230.24; Lucanor, 98 .7, 115.11, 223.7; Caza, 73 .32; Letters, 265.9, 289.20, 306.26, 306.27, 306.30, 393.16, 397.13, 427 .25, 430.9), and 2 examples_ of aver (Lucanor, 92 .8; Cronica, 179.36) . The form `avia llegado' (Lucanor, 92 .8) appears as `era llegado' in MS . M, fol. 17r; although M tends to modernize the language, this appears to be one of the occasions when it may have preserved the origi- nal reading against the other manuscripts (8) . If the example of haber + lle- gado from Lucanor is doubtful, this would leave the example from the Cro- nica as the only one; there exists a clear possibility that this too could be a copyist's modernization. In the Cantar de mio Cid ser is the only auxiliary verb used with llegar (796, 1841, 2013, 2347, 2349, 2431, 2449, 2465, 3013), and.it is in the course of the sixteenth century that aver became firmly established (see Benzing, pps. 420-1) .

(vi) mover

The only example is with ser (Letters ; 600.23) . There are no examples in the Cantar de mio Cid, and Benzing does not deal with the verb.

(7) 1 have taken examples of ser and aver with the past participle in the Cantar de mio Cid from chapter 7 of JOSE MARIA SAUSSOL, Ser y estar. Origenes de susfunciones en el `Cantar de mio Cid' (, 1977). (8) For the examples where the reading of M is the best one, see ALBERTO BLECUA, La trans- misión textual. . ., esp . pp . 97 and 128-29.

123 (vii) passar

There are 3 examples with ser (Cronica, 187.28; Infinido, 44 .17; Let- ters, 552.29), and 1 example with aver (Lucanor, 121 .4) . In the Cantar de mio Cid both `a passado' (150) and 'es passada' (1789) appear, although Benzing does not record the former example; he also appears to have missed Lucanor, 121 .4, as he records no fourteenth-century example of aver + pa- sado . (viii) salir There are 4 examples with ser (Estados, 69 .14, 135.22; Cronica, 147.18, 182.9), and 1 example of aver (Cronica, 43 .39) . Ser is the only auxiliary used in the Cantar de mio Cid (1699, 1711, 1821, 2112b, 2319), and there are few examples of aver before the fifteenth century (see Benzing, p . 424) . (ix) tornar Tornar and tornarse, `to return', are not clearly differentiated in the works of Juan Manuel ; for the purposes of this study, however, since there are no examples of aver + tornado or of se + aver + tornado, the problem is not a serious one. I interpret the following examples of ser + tornado as compound tense-forms of tornar: Estados, 23 .9; Caza, 51 .10; Infinido, 25 .8; Letters, 306.29, 337.16, 427.16. Benzing records no examples of aver + tornado in Old Spanish . (x) venir There are 7 examples of ser (Estados, 39 .20, 80 .12; Cronica, 35 .1, 185.42; Infinido, 38 .13; Letters, 341.26, 352.12), and 4 examples of aver (Cavallero, ch . XXIII.9, ch . L.5 ; Cronica, 140.21, 160.31) . All examples from the Cantar de mio Cid are with ser (425, 566, 916, 1540, 1632, 1639, 1853, 3015), and ser continues to be widely used into the sixteenth century (Benzing, pp . 416-9) .

(xi) Conclusions , With the exception of andar, Juan Manuel shows a marked preference for ser rather than aver as the auxiliary verb to form the compound past- tenses of verbs of motion ; there is nothing in the contexts to suggest that the two forms are in any way differentiated .

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(b) Verbs of the passage of time

(i) durar Durar is found only with aver (Lucanor, 177.32; Crónica, 37 .28, 95 .37) . It is not included in Benzing's study.

(ii) passar Passar is found only with ser (Estados, 29 .28, 41 .32, 50 .24, 81 .13, 241.19, 241 .25; Lucanor, 183.7, 250.26, 250 .30, 295.21, 302.35; Crónica, 111.26; Infinido, 83-.19) . There are 2 similar examples from the Cantar de mio Cid (1540, 2G61), and,ser continues until at least the fifteenth century (Benzing, pp . 426-7) .

(iii) Conclusion These two verbs are treated quite differently in the tense-system of Juan Manuel; aver may have come to predominate with durar because it is fre- quently used with 'an adverbial phrase of time which in form closely re sembles a direct object, in expressions of the type ha durado muchos años (9) .

(c) Verbs denoting physical processes

It is with verbs such asfincar, morir, nasper, etc ., that it is most difficult to establish whether ser + past participle is a compound past-tense or a co- pulative verb with an adjective . The three verbs mentioned occur fre quently, but their past participles never appear with aver and only rarely with estar, which suggests that Juan Manuel made little attempt to distin- guish between process (modern Spanish ha muerto) and state resulting (está muerto) (10) .

(9) It is not unknown for an adverb to become a noun through repeated use in contexts where it is interpreted as a direct object, as, for example, ROMANICE > romance. (10) I do not understand the following assertion of jean Bouzet with reference to the use of estar with adjectives and past participles: `Juan Manuel, por ejemplo, autor muy cuidadoso del estilo, viene señalando el estado con el mismo rigor que un autor moderno' . See `Orígenes del empleo de estar. Ensayo de sintaxis histórica', in Estudios dedicados a Menéndez Pidal (Madrid, 1953), IV, 37-58, at p. 50 .

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(i) (de)mudar Mudar and demudar are used exclusively with ser (Estados, 26 .24, 26 .27, 26 .30; Caza, 60 .18, 67 .23) .

(ii) desecar This verb is used once, with ser, in Caza, 76 .21 .

(iii) dormir Dormir appears with aver 3 times (Estados, 105.30, 107.25; Lucanor, 191.27) . Benzing deals only with adormir, and finds no examples in Old Spanish with aver (pp. 410-11, 440-41) .

(iv) enloquecer Enloquecer occurs once, with ser (Lucanor, 257.10) .

(v) escalentar Escalentar occurs once, with ser (Caza, 6,7.1) .

(vi) finar Finar is used exclusively with ser: Lucanor, 96 .3; Crónica, 29 .47, 30 .31, 164.45, 165.6, 167.41, 168.2, 179.13; Letters, 328.30) . Benzing records no Old Spanish examples with aver (see pp . 408-9 and 439) .

(vii) guarir / guarescer The past participle guarido is used only with ser (Lucanor, 196.27, 257.13; Crónica, 184.27; Caza, 73.23; Letters, 390.7) .

(viii) morir The past participle muerto appears only with ser: Estados, 27 .13, 101 .12, 131 .2, 237.18, 247.20; Lucanor, 295.18, Crónica, 10 .48, 15 .29, 15 .37, 17.42, 18 .9, 18.26, 18 .29, 18 .37, 19 .5, 19 .24, 19 .39, 20 .21, 20 .24,

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20 .42, 21 .29, 21 .34, 22.11, 22 .16, 22 .46, 23 .15, 23 .49, 24 .1, 24 .5, 24 .11, 24,15, 24 .44, 25 .36, 33 .31, 33 .46, 50.1, 73 .16, 79 .38, 81 .7, 89 .7, 89 .23, 99 .35, 101.39, 102.26, 113.5, 114.32, 116.42, 117.13, 118.1, 118.21, 119.44, 121 .16, 122.22, 123.44, 125.22, 125.29, 127.8, 129.21, 130.4, 130.25, 132.34, 133.10, 135.30, 137.20, 137.34, 139.40, 140.8, 140.25, 141 .4, 141 .21, 144.15, 148 .5, 163.2, 180.24; 180.31, 181 .27, 181 .30, 184.1 ; Caza, 18 .2, 56 .10; Infinido, 48 .18; Armas, 86 .6 . Despite this large number of examples, in no case does the context make clear make clear beyond doubt that ser + muerto represents a compound past-tense (= modern Spa- nish haber muerto) rather than a copulative verb with adjective_ (= modern Spanish estar muerto) . With verbs which indicate physical processes the dis- tinction between process (ha muerto) and -state resulting from process (está muerto) is a fine one, and the fact that Juan Manuel does not use aver and resorts to estar only once (Lucanor, 191 .34) suggests that it is a distinction which he did not feel necessary to make.

Benzing (pp. 409 and 437-8) records no example with aver before the six- teenth century ; Yllera (p. 236) finds just 2 reliable fifteenth-century examples. The following three factors may all be relevant to the persistence of ser: . 1) the construction is firmly rooted in the language, as it derives di- rectly from the Latin MORTUUS EST . 2) it is clearly distinguished from the transitive ha muerto (_ `he has killed') . 3) es muerto is able to cover two related of meaning simultaneously (`he has died', `he is dead'), whereas ha muerto carries only a single semantic load.

(ix) nasver Like morir, nasver derives from a Latin deponent verb, NASCI, and in the works of Juan Manuel is conjugated only with ser: Estados, 172.7, 210.12, 244 .24, 260.5 ; Lucanor, 68 .8, 299.7 ; Armas, 82 .84. Yllera, p. 236, gives 11 examples of aver + nasvido from the fifteenth century; ser thus gi- ves way to aver earlier with nasver than with morir, which supports the

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suggestion mentioned above that the factors helping to retain ser + muerto were indeed operative .

(x) parir The ony example of parir is with ser (Lucanor, 213.14) .

(xi) Conclusion With the single exception of dormir, verbs indicating physical processes form their compound past-tenses with ser.

(d) Verbs of happening

(i) acaecer There are 3 examples of ser (Cavallero, ch. XXXI, 19 ; Estados, 15 .17; Lucanor, 83 .5), and 3 of aver (Lucanor, 118.5, 149.24; Letters, 400.32) .

(ii) contescer All 4 examples of compound-tenses of contesçer are formed with aver (Lucanor, 149.34, 219.16, 237.30, 238.19) . Benzing does not deal with this verb; the related verb cuntir occurs once with ser in the Cantar de mio Cid (2941) .

(iii) passar There are 3 examples, all with aver (Lucanor, 58 .30; Letters, 427.37, 599. 10) . Benzing, pp. 404 and 426-8, does not distinguish between the va- rious usages of passar.

(iv) Conclusion With verbs of happening Juan Manuel's preference is to use aver as the auxiliary verb to form compound tenses of the past, although acaecer does not conform with this pattern .

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(e) Verbs of remaining, dwelling

(i) albergar This verb occurs once, with aver (Caza, 49 .16) .

(ii) fincar All 9 compound tense-forms of the past have aver as the auxiliary verb (Estados, 130.21, 131 .15; Lucanor, 155.1 ; CrOnica, 95 .38, 137.3, 141 .6, 149.27; Infinido, 44 .20; Letters, 645.9). This verb appears to have switched more rapidly than most from ser to aver, as all Benzing's examples from the first half of the thirteenth century are with ser.

(iii) folgar There is 1 example, with aver, in Estados, 125.22 .

(iv) morar All 7 examples are with aver (Cavallero, ch. XXVI .26, ch . XXVII.11; Lucanor, 97 .8, 163.11, 164.29, 208.35; Armas, 87 .38) . Morar is not inclu- ded in Benzing's study.

(v) posar There is 1 example in Armas, 82.35, with ser.

(vi) Conclusion With verbs of remaining Juan Manuel uses aver with just one exception (posar) ; this represents a marked development in comparison with thirte- enth-century usage (Benzing, p. 410) .

(f) Verbs of eating

Verbs of eating when used intransitively have aver as the auxiliary verb : çenar (Estados, 124 .23) ; comer (Lucanor, 94 .23, 94 .27, 160.18, etc.) ;

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and yantar (Lucanor, 95 .7) . Verbs such as çenar and .yantar appear quite frequently with ser in the thirteenth century (e.g . Cid, 1039) ; comer is often used transitively (comer algo), hence its use with aver, and Cenar and yantar may have switched to aver through analogy with comer.

(g) Other verbs

All other verbs when used intransitively are conjugated with aver: errar (= `err') (Cavallero, ch . XXXVIII .164; Lucanor, 126.11, 222 .15) ; estudiar (Cava'lero, ch. XXX.8) ; fablar (Estados, 11.21, 89.3, etc.) ; falleçer (= `fail') (Lucanor, 97 .13) ; rregnar (Crónica, 20.40, 127.5) ; toller (Caza, 48.27) ; tra- bajar (Estados, 40 .24) . Before concluding, I would like to analyse three further details : the tense value of ser with the past participle, the forms of the pluperfect indicative, and the question of word order.

(a) The tense value of ser with the past participle

When ser appears in the present or imperfect tenses, the overall tense va- lue is that of the perfect or pluperfect tense respectively, and when ser appe- ars in the preterite, the overall value is that of the past anterior . In addition, however, the form fue nascido is used not only as a past anterior (in tempo- ral clauses referring to the past), but also as an alternative preterite tense : `. . .Vierto cred que en mal punto fue nascido el omne que quiso valer más por las obras de su linage que por las suyas'. (Estados, 172, 6-8) . `El xvii° capitulo fabla en cómmo julio provava qual fue la razón por que la estrella fue naçida en el naçimiento de Jhesu Christo' (Esta- dos, 244 . 23-5) . There is only one example of a verb other than nasçer used in this way by Juan Manuel : `Et fueron saludos del poder et enganno del diablo los omnns . . .' (Esta- dos, 69. 14-15) .

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Yllera (pp . 243-4) suggests that the use of fue + past participle as a pre- terite is partly a remnant of Latin deponent verbs (MORTUUS FUIT), and that there is influence from the passive form (fue amado) ; I would suggest that there may also be analogy with the pluperfect, which has both synthe- tic and analytical forms (nasçiera, era nasçido) throughout Old Spanish, and that this pattern is then repeated with nasçió andfue nasçido as alterna- tive synthetic and analytical forms of the preterite. All of Yllera's examples are from verse texts, and it was clearly regarded as more appropriate in ver- se than in in prose writing (it is used much more in the Libro de buen amor and the Poema de Alfonso XI, for example, than in the works of Juan Ma- nuel) . The same is true of transitive verbs (Yllera, pp. 277-81) .

(b) The pluperfect indicative

The form of the pluperfect indicative presents an extra complication in that intransitive verbs can have three different forms : era llegado, avía lle- gado,,llegara (11) . As the following figures show, Juan Manuel's preference is for the -ra form of the pluperfect tense:

Verb ser + p .p . aver + p .p . -ra form acaesper 1 1 13 adoleçer 0 0 1 andar 0 2 0 caer 7 2 1 contesçer 0 4 6 durar 0 1 0 enflaqueçer 0 0 1 enloqueçer 1 0 0 entrar 0 2 2 errar 2 1 3 fablar 0 1 1 falléçer 0 1 0

(11) On the history of the -ra form, see L.O . WRIGHT, The -ra Verb Form in Spain (Berke- ley, 1932).

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aVerb ser + p.p. ver + p.p . -ra form finár 5 0 4 fincar 0 5 8 ir 8 6 0 llegar 6 2 3 morar 0 1 1 morir 18 0 7 mudar 1 0 0 nasçer 1 0 7 passar 2 1 4 pecar 0 0 1 quedar 0 0 1 rregnar 0 1 1 salir 2 1 6 venir 5 2 16 vivir 0 0 2 Totals 59 34 89 The preference for the -ra form is consistent in all the works with the ex- ception of the Crónica abreviada, in which there are 32 examples of ser, 16 examples of haber, and only 10 of the -ra form . This difference may show influence from the language of the source used to compile the chronicle, or more probably that the one extant copy of this work is in this respect not a faithful copy of the original . Despite his general fondness for repetition, it does seem that Juan Ma- nuel preferred not to repeat the same form of the pluperfect tense wherever possible, so that when two or three verbs occur close together in the pluper- fect indicative they are usually given different forms: `Quando el philósopho que estava cativo oyó decir a su señor todo lo que avía pasado con el rey, et cómmo el rey entendiera que quería el tomar en poder a su fijo et al regno, entendió que era caY'do en grant yerro. . .' (Lucanor, 58 . 29-32) . ,. . .et contol aquella desaventura quel avía contesçido et lo que fallara en todos sus amigos. . .' (Lucanor, 237 . 29-31) .

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`A to que disiedes que vinierades a Pennafiel por me veer dias auia ya que era yo llegado aqui a Atienga et asi to auia yo fablado conuusco .. .' (Letters, 393 . 15-17) . (c) Word order There is a transition in the development from Latin to Romance from the order past participle-auxiliary verb (MORTUUS EST) to the order auxi- liary verb-past participle (es muerto) . The older order past participle auxiliary verb occurs in both the Cantar de mio Cid and the cuaderna via poets of the thirteenth century, but I noted no examples of this order in the prose of Juan Manuel (12) . The placing of the auxiliary verb before the past participle is, then, one aspect of the syntax of compound tenses of intransitive verbs which Juan Manuel uses in a consistent way. On the whole, however, despite the un doubted truth of his claims that he is a careful stylist, he appears to have used without qualms a complex system of past-tense forms which is in the process of a long and fundamental re-shaping; indeed, he quite clearly took full advantage of the variety of forms available and in certain cases used them for stylistic effect. In his tense-system the archaic forms (ser + past participle, the -ra form) predominate, and the movement towards aver + past participle in comparison with thirteenth-century writers is limited (13) . The system which he uses has both redundancies (as many as three forms for the pluperfect indicative of intransitive verbs) and forms which have double functions : the -ra form can be either indicative or subjunctive ; 'es ido is the perfect tense of both it and irse; fue muerto can be either the past anterior of morir (intransitive) or the preterite passive form of morir (transitive = `to kill') ; and es muerto can be analysed as consisting of either auxiliary verb + past participle (= modern ha muerto) or copulative verb + adjective (= modern está muerto) . A system which contains both redundancies and potential ambiguities will be prone to change . (12) There are occasional examples of the order past participle-auxiliary verb with transiti- ve verbs: e.g. ` . . .si éstas son vacas, perdido he yo el entendimiento. . .' (Lucanor, 165.15) . (13) Castilian syntax has not by this point evolved sufficiently for it to be a clear differen- tiator between Castilian and neighbouring dialects; only occasionally do Juan Manuel's Arago- nese correspondents use forms which he does not: 'son faulados' (GIMENEZ SOLER, 589.1); 'eran seydos' (GIMENEZ SOLER, 504 .27) .

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Jean Gautier Dalche Université de Nice

ALPHONSE XI A-T'IL VOULU LA MORT DE DON JUAN MANUEL?

La crainte d'une exécution sommaire paraît expliquer certains traits du comportement de Don Juan Manuel dans ses relations avec Alphonse XI . Je me propose, dans les lignes qui suivent, d'examiner si elle était fondée. Elle s'est manifestée dès 1325, lorsque le roi eut décidé de sortir de tutelle et d'assumer personnellement le pouvoir. Aussitôt, Don Juan Manuel et Don Juan et Tuerto quittèrent Valladolid et entrèrent en dissidence. Ils annoncè rent à leurs partisans qu'ils avaient agi ainsi parce que «el Rey los mandaba matar» (1) . C'est certainement la peur de subir le même sort que Don Juan et Tuerto qui a amené «le feils de l'Infant Don Manuel» à abandonner, l'an- née suivante, son poste d'adelantado mayor de la Frontera pour se réfugier à Chinchilla . Le roi avait ordonné à son «privado», Alvar Núñez de Osorio, de rejoindre la «frontière» pour préparer une campagnescontre Grenade . Mais Alvar, peu auparavant, sur ordre du souverain, avait entraîné Don Juan et Tuerto dans le piège où il avait reçu la mort (2) . Don Juan Manuel pouvait redouter qu'il ne fût chargé d'une mission semblable en ce qui le concernait .

(1) Crôniea de Alfonso XI, in Cronicas de los Reyes de Castilla, t. I., B.A.E., Madrid, 1953, cap. XLI, pag. 199 . (2) Ibid., cap. XLVIII, pàgs . 202-203 et XLIX, pàg. 203.

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Dès lors, chaque fois qu'Alphonse XI a tenté de le rencontrer en arguant de son désir de mettre fin à leurs différends afin de l'«asosegar en su servicio», Don Juan Manuel a cru qu'il voulait en réalité l'attirer dans un traquenard pour se débarraser de lui définitivement en lui ôtant la vie. Ain- si, en 1329, s'il ne. refusa pas le principe d'une entrevue avec son royal cousin, il mit comme préalable à a réalisation que le roi et lui, lors de la ren- contre prévue, seraient séparés par un cours d'eau . Il avait posé cette condi- tion parce qu'on l'avait prévenu que le souverain «lo coydaba matar» . Bien qu'elle ait été acceptée, la peur l'emporta et; finalement, il se déroba (3) . En 1332, il répondit aux avances de l'émir de Grenade comme, nous dit-on, quelqu'un «que con miedo del Rey de cada día rescelaba la muerte» (4) . Lorsqu'un des conseillers du roi, Juan Martinez de Leyva, l'abandonna pour rejoindre Don Juan Nuñez de Lara, allié de Don Juan Manuel, ce der- nier se réjouit de cette défection bien qu'il eût peu de sympathie pour le per sonnage «porque le avían dicho que el consejara al Rey muchas veces que le matase» (5) . Peu après, Alphonse XI, désireux d'avoir les mains libres afin de pouvoir aller secourir Gibraltar assiégé par les Marocains, chercha un rapprochement avec ses deux adversaires qui se prêtèrent â des négociations. Elles eurent lieu dans les environs de Valladolid, et on parvint à un accord (6) . Il devait être mis définitivemente au point au cours d'un déjeuner auquel le souverain avait convié Don Juan Manuel et Don Juan Nuñez. Mais ils refusèrent de se rendre à l'invitation. Entre temps, Juan Martinez de Ley- va les avait avertis que le roi «tenia acordado de los mandar matar» . Il en donna des preuves convaincantes, ou qui parurent telles, car Don Juan Ma- nuel qui «ante non le fablaba porque decía que al tiempo que andaba en la casa del Rey, que le consejara que lo matase», lui pardonna ce jour là . Tout fut rompu (7) .

(3) Ibid., cap. LXXVII, pág. 220. (4) Ibid., cap. XCVIII, pág. 233. (5) Juan Martinez de Leyva «era del Consejo del Rey, et avia luengo tiempo que avis la pri- vanza», mais le souverain depuis quelque temps lui montrait moins de faveur (cf, Cron . A. XI, cap. CIV, págs. 218-219) . (6) Ibid., cap. CVI, pags. 240-241 : «Et acordaron que otro día fuesen a comer con el Rey en Villumbrales, et que consertarian alli tonel los fechos que eran tractados en qual manera se firmasen» . (7) Ibid., pág. 240.

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A quelque temps de là, Alphonse XI offrit à Don Juan Manuel d'aller le voir à Peñafiel, c'est à dire dans une ville qui appartenait au «fils de l'In- fant» et où il était donc en sûreté: «Et esto facia el Rey por le facer perder el miedo que Don Joan tenia: ca lo avian dicho a Don Joan que el Rey lo queria matar, si lo oviera en algun logar do lo podiese facer» (8) . Cette fois encore, les pourparlers paraissaient en bonne voie d'aboutir quand Don Juan Ma- nuel y mit brusquement fin sous prétexte que «algunos que estaban con el Rey, le enviaran decir que el Rey lo queria matar» (9) . A un familier du roi, qui était aussi lié avec lui, venu de sa propre ini- tiative, l'inviter à accompagner Alphonse XI à Gibraltar, Don Juan Manuel répondit que «tantos eran los miedos que les ponian del Rey que non osaba ir con el nin con su conpanna en ninguna manera» (10) . Enfin, au cdurs d'une entrevue qu'il eut, en 1,133, avec Alphonse IV d'Aragon, il lui affirma que le roi de Castille «le quisiera matar dos veces en Peñafiel» (11) . Tout semble indiquer que Don Juan Manuel a cru réellement que sa vie était menacée . Sa fuite à Chinchilla, ses brusques dérobades après avoir ac- cepté de rencontrer le roi ne peuvent guère s'expliquer autrement . En re vanche, il est plus difficile de savoir si Alphonse XI a eu, du moins à certains moments, le projet de le faire exécuter sommairement . Hilda Grassotti, dans son article sur La ira regia en León y Castilla, l'affirme incidemment, mais elle se fonde sur les craintes mêmes de Don Juan, ce qui ne résoud pas le problème (12) .

(8) Ibid., cap. CIX, págs. 243-244. (9) Ibid. (10) Ibid., cap . CXII, pàg. 245 . (11) Ibid., cap. CXXII, págs. 254-255. (12) HILDA GRASSOTTI, La ira regia en León y Castilla, separata de «Cuadernos de Historia de España», 1965, pág. 52, note 108 : «Sabemos si que don Alfonso intento por todos los caminos suprimir a don Juan Manuel. No sólo lo expresa el gran señor castellano en una carta a su suegro el rey de Aragón (GIMENEZ SOLER, Don Juan Manuel, núm. DXXXIX, págs. 622-623) sino que nos lo descubre más de una vez el cronista del vencedor del Salado (Caps . LXXVII y CLXIII, págs. 220 et 278) . La lettre citée, comme les chapitres de la Chronique témoignent des craintes de Don Juan Manuel mais non des intentions du roi . Dans le chap. LXXVII, pàg. 220, on lit que le roi «quisiera que se viera con el Don Joan fijo del Infante Don Manuel por le dar algun co- mienzo et asosiego en la su merced», ce qui cadre mal avec les projets que lui prête Hilda Gras- sotti . Au chap . CLXIII, on voit seulement qu'Alphonse assiegant Peñafiel a cherché à faire priso- nier Don Juan Manuel.

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L'élimination physique de personnages de haut rang, accusés à tort ou à raison de menées hostiles au souverain, n'était pas dans 'la tradition de la monarchie castillane (13) . Si Alphonse X et Sanche IV ont fait mettre à mort sommairement, le premier son frère Don Fadrique et Simon Ruiz seigneur de Los Cameros, le second Don Lope Diaz de Haro, il s'agit de réactions in- dividuelles brutales, caractérielles, non pas à proprement parler de mesures politiques. Ferdinand IV, pour sa part, bien qu'il en ait eu la velléité, n'a ja- mais eu recours à ces moyens extrêmes (14) . Les exécutions, fort peu nombreuses au demeurant, auxquelles a fait procéder Alphonse XI, même si la rancune personnelle a pu y avoir sa part, n'ont pas été décidées sous le coup de la colère (15) . Le souverain les a justi fiées, fût-ce a posteriori dans le cas de Don Juan el Tuerto et d'Alvar Nuñez, en inculpant solennellement les victimes de trahison (16) . Il y avait là, sans aucun doute, un motif d'inquiétude pour les grands fauteurs de troubles, tels que Don Juan Manuel, dans la mesure où la «trahison», quoique consi- dérée comme un crime capital, n'avait pas eu, en général, de conséquences sérieuses pour les membres de la haute noblesse (17) . Bafouer l'autorité ro- yale en faissant fi de ses devoirs de «vassal» et de «naturel>, cessait d'être un jeu sans grands risques: on pouvait désormais y laisser la vie, et sans gloire. Cependant, Alphonse XI n'a utilisé la «liquidation» physique de ses ad- versaires que comme ultima ratio, quand les autres solutions avaient échoué (18) . A cet égard, on peut estimer que «aquellos ornes bonos que eran alai

(13) HiLDA GRASSOTTI, O .C. pàgs. 51-52, souligne le contraste entre la mansuétude dont hé- neficiaient les grands personnages la rigueur qui s'exerçait contre les «traitres» qui se trouvaient situés aux échelons inférieurs de la hiérarchie sociale. (14) Crónica de Fernando IV, B.A .E ., t . I, cap. XVII, pàg. 164: L'Infant Don Juan avait abandonné le roi lors du siège d'Algesiras. Le souverain demanda à Juan Nuñez de Lara de le prendre ou de le tuer. Mais le projet n'eut pas de suite . (15) Il s'agit d'exécutions de grands personnages: celles d'individus de moindre rang ont été relativement nombreuses. (16) Crónica de Alfonso XI, cap. XLVIII, pàg. 203. Après la mise à mort de Don Juan el Tuerto, Alphonse XI umandó llamar a todos los que eran alli con el, et asentóse en un estrado cu- bierto de paño prieto, et dixoles todas las cosas que avia sabido en que andaba DonJoan en su de servicio . . . por las quales el Rey dixo que Don Joan era caldo en caso de traicion et juzg6lo por traydor» . Il fit de même après celle d'Alvar Nuñez: ibid., cap. LXXVI, pàg. 219. (17) Cf. note 13 supra. (18) Il a tenté par exemple de regagner Don Juan el Tuerto avant de se résoudre à le faire tuer: cf. Crónica, cap. XLV, pàg. 201.

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con el Rey en el consejo» à Valladolid, en 1334, et qu'il consulta sur la con- duite à tenir envers Don Juan Manuel et don Juan Nuñez, lui donnèrent un avis conforme à sa pensée profonde en lui conseillant «que los nunca dexase vagar fasta que los matase, o los echase del regno, o tos asosagase bien en su servicio» (19) . Ramener les rebelles à son «service» a certainement eu sa pré- férence chaque fois que cela lui a a paru possible. Il s'est lui-même exprimé clairement sur ce point, et à propos de Don Juan Manuel . Voici, en effet, ses propres paroles . Elles ont été adressés à Alvar Diaz, frère de Juan Alfonso de Haro : «Vos fuestes a decir a Don Joan fijo del Infante Don Manuel, que vos mandará que le matasedes ; et sabedes que le dexistes muy grand mentira, que nunca tal cosa vos mandé . . . ca como quier que Don Joan me ha fecho algúnos enojos, non querria su muerte, mas querrialo a mi servicio» (20) . La suppression violente des opposants revêt donc, avec Alphonse XI, le , caractère d'un acte politique . Elle n'est ni irréfléchie ni systématique . Le roi n'en a usé qu'exceptionnellement et on peut être assuré, semble-t'il, qu'il ne s'y est résolu qu'après en avoir pesé les avantages et les inconvénients. Une fois la décision prise, il ne reculait pas devant l'emploi de procédés qui prouvent sa détermination mais étaient peu conformes aux idéaux chevale- resques qu'il s'efforçait par ailleurs de faire revivre (21) . La contradiction n'est qu'apparence: le «traître», du fait de sa «trahison», s'était de lui-même mis hors la loi et, pour en finir avec lui, tous les moyens étaient légitimes . Alvar Nuñez, sur l'ordre du souverain, a attiré à Toro où il fut abattu Don Juan el Tuerto, pourtant méfiant et réticent, en se faisant son vassal et en l'assurant, sur sa tête, qu'il veillerait à sa sécurité (22) . Alvar, à son tour, a été tué par un «agent» du roi, Ramir Flores, qui feignit d'être tombe en disgrace auprès d'Alphonse XI, et se présenta à lui en affirmant vouloir «ser- virle et ayudarle» (23) . Il est doi.c vraisemblable que si le roi de Castille avait voulu obtenir la mort de Don Juan Manuel, il y serait parvenu d'une façon ou d'une autre. Les arguments ne lui auraient pas fait défaut pour un procès posthume qui lui aurait permis de la justifier.

(19) Ibid., cap. CLIV, pàg. 273. (20) Ibid., cap. CII, pàg. 237. (21) Comme en témoigne la création de l'Ordre de la Banda. (22) Ibid., cap. XLVIII, pags. 262-263. (23) Ibid., cap. LXXV, pàg. 219 et cap. LXXVI, pàg. 219.

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Bien entendu, on ne peut avoir la certitude que, devant l'échec de ses tentatives. de conciliation, il n'ait pas envisagé cette solution, et il est très probable qu'on la lui a conseillée (24) . Mais il a été arrêté sans doute par la considération des dangers qu'elle comportait. Les liens du «fils de l'Infant Don Manuel» avec la famille royale d'Aragon d'abord, de ensuite, lui ont vraisemblablement valu une sorte d'immunité (25) . Porter atteinte à sa vie n'était pas une simple affaire de politique intérieure. Son meurtre aurait compliqué les relations d'Alphonse XI avec les royaumes voisins. Peut-être aussi avec la Cour pontificale où Don Juan Manuel paraît avoir compté des amitiés (26) . Il n'en reste pas moins que Don Juan Manuel a longtemps soupçonné le roi de tramer sa mort . Pourquoi? Sa peur apparaît, on l'a vu, dès 1325 . Un des premiers actes d'Alphonse X devenu majeur avait été d'éliminer du Conseil ses fidèles et les partisans de Don Juan et Tuerto et de les remplacer par des amis de l'Infant Don Felipe (27) . Cet oncle du roi avait été l'adversaire de Don Juan Manuel et de Don Juan et Tuerto au temps de la minorité du souverain . L'un et l'autre pouvaient redouter que son influence ne s'exerçât au détriment de leurs inté- rêts. Selon Don Juan Manuel, l'Infant aurait tenté de le faire assassiner (27 bis) . Faut-il l'en croire? Les chefs de factions nobiliaires n'avaient pas coutume de s'entre-tuer. On ne voit pas pourquoi Don Felipe, quels que fus- sent ses griefs, aurait manqué à cette règle tacite et, en outre, incité son ne- veu à inaugurer son règne personnel par l'exécution de deux de ses parents .

(24) Notamment Juan Martinez de Leyva. (25) On sait que Don Juan Manuel avait épousé Constance d'Aragon, fille de Jacques II et soeur d'Alphonse IV. Sa propre fille fut mariée à l'Infant Pedro, fils et héritier de Dionis, roi du Portugal . , (26) La Cronica de Alfonso XI, cap. LXVI, pàg. 213, fait allusion aux «Cardenales amigos de Don Joan» . pág., (27) Ibid., cap. XLI, 199: les trois conseillers les plus proches d'Alphonse XI étaient Alvar Núñez de Osorio, Garcilaso de la Vega et Don Yuzaf de Ecija et «estos tres privados del Rey vivian en tiempo de la tutoria con et Infante don Felipe» . (27 bis) Don Juan Manuel fait allusion à cette tentative d'assassinat dans le Libro de los Es- tados (éd. R .B . Tate et I.R . Macpherson, Oxford, 1974), págs. 111-1112 et note 43 page 294 . Elle se situerait vers 1303 .

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Ce n'est d'ailleurs pas Felipe que Don Juan Manuel et Don Juan et Tuer- to ont accusé d'en vouloir à leur existence, mais bien Alphonse XI lui-même (28) . Aussi, peut-on se demander si le «fils de l'Infant Don Manuel» n'avait pas su discerner chez le jeune souverain une froide résolution qui lui faisait craindre qu'il ne fût enclin à ne négliger aucune voie pour établir son autori- té. Les exemples faits par Alphonse X et Sanche IV, les projets non réalisés de Ferdinand IV à son encontre ne pouvaient qu'encourager sa méfiance et le Èersuader que son «estado» ne le mettait pas à l'abri des «justices» royales . La mort tragique de Don Juan et Tuerto n'a pas été de nature à le rassu- rer. C'est pourquoi, dans les années suivantes, sans qu'aucune tentative, semble-t'il, ait été faite contre sa personne, il a ajouté foi aux renseigne ments qui lui parvenaient touchant les intentions du roi . Malgré son éloigne- ment de la Cour, il avait des «informateurs» dans l'entourage du souverain, qui ne l'ignorait pas (29) . Mais il est permis de suspecter ou leur esprit criti- que ou leur bonne foi . «Manoeuvres», «intoxication» sont des termes du langage contemporain ; la réalité qu'ils recouvrent n'est pas d'aujoud'hui . Il y avait, autour du roi, des hommes qui, pour des raisons opposées, étaient hostiles à un rapproche ment entre son cousin et lui . Pour ancrer le premier dans sa révolte larvée ou ouverte, pas de meilleur moyen que de lui faire croire que les avances du souverain n'étaient qu'un piège ou il trouverait sa perte. Il s'agissait soit d'ennemis de Don Juan soit, au contraire, de personnages qui, méditant aus- si de se révolter contre le monarque, cherchaient à gagner sa confiance afin, le moment venu, de s'en faire un allié. A l'appui de cette hypothèse, j'invo- querai deux témoignages . En 1329, Fernan Rodriguez, prieur de l'Ordre de Saint Jean de Jérusa- lem, qu'Alphonse XI avait appelé au Conseil, avisa Don Juan Manuel, dont il était l'ami, que le roi «lo coydaba matar et esto que venia por consejo de

(28) CrOnica de Alfonso XI, cap. XLI, pág. 199: «Et un dia salieron de la villa de Vallado- lid estos Don Joan et Don Joan. . . sin lo decir al Rey et sin ge lo facer saber, diciendo a los suyos que et Rey los mandaba matar». (29) Ainsi savait-il quAlvar Diaz avait dit à Don Juan Manuel que le roi lui avait demandé de le tuer. Cf. infra .

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Joan Martinez de Leyva» (30) . Or le souverain venait de proposer une entre- vue à Don Juan . Que Joan Martinez ait fait répandre ce bruit, sachant qu'il serait rapporté à l'intéressé, afin de faire échec à ce qui aurait pu aboutir à une réconciliation, me parait tout à fait plausible. Si Alphonse XI avait ac- cueilli favorablement le «conseil» que son privado a fort bien pu lui suggé- rer, celui-ci se serait certainement arrangé pour que le secret, condition de la réussite, en fût gardé (31) . On peut, je crois, parler ici d'«intoxication» . Juan Alfonso de Haro, un peu plus tard, «traia fablas encubiertamente con Don Joan fijo del Infante Don Manuel para deservir el Rey» (32) . De son côté, et probablement en accord avec lui, son frère Alvar Diaz, avait été dire à Don Juan Manuel «quel Rey le mandarà que le matase» (33) . La violence de la réaction du roi, qui accusa Alvar d'avoir sciemment menti, montre, se- lon moi, qu'il n'en était rien (34) . On a donc bien affaire à une «manoeuvre» qui avait por objet, à la fois, d'approfondir la mésentente entre le roi et Don Juan Manuel, et de ménager aux Haro la sympathie de ce dernier . Mémoire des exécutions sommaires décidées par Alphonse XI et Sanche IV ainsi que des menaces non menées à leur terme de Ferdiand IV; exemple de la fin de Don Juan el Tuerto ; intentions prêtées à Alphonse XI et à lui rapportées : tout cela a vraisemblablement contribué a nourrir citez Don Juan Manuel l'obsession d'une mort brutale infligée sur l'ordre du roi de Castille . Mais je pense qu'il faut aller en chercher plus loin les racines : dans un sentiment plus ou moins conscient de culpabilité. Le Libro de los Estados fournit quelques arguments qui vont dans ce sens (35) .

(30) Ibid., cap. LXXVII, pàg. 220. Sur l'amitié du prieur et de Don Juan Manuel, cf. ibid. , cap . LXVI, pág. 214 : «Este Don Joan fijo del Infante Don Manuel avia grand amistad con Don Fernan Rodriguez Prior de Sanct Joan desde el tiempo que este Don Joan era tutor deste Rey Don Alfonso». (31) Comme il l'avait été pour Don Juan el Tuerta et Alvar Nuñez. (32) Crónica de Alfonso XI, cap. CII, pàg. 237 . (33) Ibid. (34) Ibid. Alphonse XI: . . .llamó a Alvar Diaz_ . et dixole:

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Plusieurs passages du premier livre de cet ouvrage donnent l'impression d'un plaidoyer . 'Don juan Manuel, parlant de la guerre en général et dénonçant les maux qu'elle entraîne, justifie celle qu'il venait de mener contre Alphonse XI «por muchos tuertos et desonra quel avia fecho» (36) . Il affirme que, plutôt que de souffrir la perte de l'«honneur», il faut faire le sacrifice d'un bien aussi précieux que la vie (37) . Il revendique pour le vassal le droit de se «dénaturer»: «o por tuerto, o por desonra o desaguisado que el sennor le faga» (38). Il écrit que le «naturel» ne doit pas s'emparer d'une ville ou d'un château de son seigneur ni mettre sa terre à feu et â sang. Mais il ajoute cette restriction : «Estas cosas deve guardar de las fazer si el sennor cuyo natural fuere nol oviere fecho- cosa porque se puede desnaturar» (39) . Ces remarques ont, en apparence, un caractère général. Mais si l'on con- sidère qu'elles ont été insérées dans un paragraphe consacré à l'«estado» des ducs, où elles ne s'imposaient pas particulièrement, on est amené à penser que le mot de «duc» a évoqué dans l'esprit de Don juan Manuel les idées de vassalité et de «naturalité» parce qu'il possédait ce titre que lui avait conféré le roi d'Aragon . Inconsciemment, c'est sa propre attitude en tant que vassal et «naturel» qu'il cherchait à légitimer (40) . Il laisse donc entendre qu'il était en droit de prendre les armes contre Alphonse XI et de ravager sa terre sans être pour autant tenu pour un traître . Mais qui voulait-il convaincre? Ses lecteurs? Dans ce cas, il semble qu'il aurait précisé davantage les «tuertos» du roi envers lui et en quoi le souverain avait porté atteinte à son «onra» . Aussi, suis-je porté à croire qu'en réalité, sans en avoir clairement conscience, il tentait de se justifier à ses propres yeux car, au fond de lui-même, il avait des doutes sur le bien- fondé de son comportement.

(36) Libro de los Estados, pág . 132. (37) Ibid. : «Et todas las otras cosas deve omne sofrir que començar guerra, salvo la de- sonra . Ca non tan solamente la guerra -en que ha tantos males- mas aun la muerte -que es la mas grave cosa que puede seer- deve omne ante sofrir que pasar et sofrir desonra» . (38) Ibid., págs. 174-175. (39) Ibid. ; pág. 177. Un des motifs de «dénaturement» invoqué par Don juan Manuel est que le seigneur «travaille» à la mort de son naturel, sans que celui-ci soit «oido et judgado por de- recho» . (40) Don juan Manuel avait été fait prince et duc de Villena par Alphonse IV d'Aragon . Cf. A. GIMENEZ SOLER, Don Juan Manuel. Biografía y escudo crítico, Zaragoza, 1932, pág. 621 .

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Il ne pouvait être sincèrement convaincu qu'Alphonse XI l'avait «désho- noré» en épousant sa fille Constance puis en rompant ce mariage. Il n'igno- rait pas que c'était une pratique admise qu'un souverain, pour des raisons politiques, mit fin à uñe union qu'il ne jugeait plus conforme à ses intérêts . Il ne pouvait avoir oublié qu'avant que le roi ne lui ait fourni ce prétexte de révolte, il avait poursuivi ses intrigues avec Don Juan el Tuerto, ce qui n'était pas le fait d'un vassal et d'un «naturel» loyal (41) . Les véritables mobiles de sa conduite envers Alphonse XI résident dans son dépit d'avoir été évincé du pouvoir en 1325 et dans sa volonté d'obtenir dans le royaume une position prééminente. Il ne pardonnait pas au roi de n'avoir pas reconnu ses mérites. Cela transparaît dans les passages du Libro de los Estados qui traitent des relations entre les souverains, leurs fils et frè- res d'une part, leurs «parents» de l'autre. Don Juan Manuel reconnaît que les «empereurs» n'ont pas autant de devoirs à l'égard de ceux-ci que de ceux- là . Pourtant: «Et como quier que los enperadores non les sean tan tenudos commo a sus fijos et a sus hermanos, pero debenles fazer estas obras quefazen a susfijos et a sus hermanos, guardando el avan- taja de la onra et del estado que an dellos. Et a los parientes deve fazer bien et orna, catando a las obras et a las vondades que an mas los unos que los otros, et los servicios que les fazen, et la onra et el estado que an los unos mas que los otros, et el llega- miento de sangre que a mas con ellos, Ca bien beedes, sennor in- fante, que todos los parientes no son de un grado nin son eguales en onra et en estado et valia. Por ende los enperadores non Io de- ven obrar egualmente con todas sus parientes, sinon catando to- das estas cosas sobredichas» (42) . L'allusion à ce qui s'est passé en 1325 me paraît claire . Alphonse XI a fait alors «bien et onra» à l'Infant Don Felipe, son oncle, et non pas à Don Juan

(41) Crónica de Alfonso XI, cap. XLV, pág. 201 : «Et en este tiempo Don Joan fijo del In- fante Don Manuel . . . por le facer salva a este Don loan (el Tuerto)_ . enviole decir que le fecerian entender que el Rey quería ser contra el; et que como quierque el fe diera su fija doña Coótanza por mujer, pero que non consentiría que el Rey feciese contra aquel Don Joan ninguna cosa que fuese su daño et su defacimiento, et que seria en su ayuda. . .», (42) Libro de los Estados, pág. 128-

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Manuel qui lui reproche, indirectement, de n'avoir pas distingué, entre ses «parents», celui qui avait le plus de titres à sa faveur (43) . On notera que Don Manuel, si soucieux, par ailleurs de classification, ne nomme pas les oncles du roi : il confond tous les «parents» dans un même groupe. Cet «oubli» est révélateur où, si l'on veut, «signifiant», compte tenu de sa rivalité avec l'Infant Don Felipe, et équivaut à un refus de reconnaître que la qualité d'oncle de celui-ci lui valait un traitement particulier, Don juan Manuel cite, certes, «el llegamiento de àangre que a mas con ellos» par- mi les critères que devrait retenir le souverain, mais quand il a écrit le Libro, on ne pouvait plus le lui opposer : la mort de Don Felipe avait fait de lui le parent le plus proche d'Alphonse XI, à l'exception d'Alfonso de la Cer- da, qui n'avait pas encore fait sa soumission (44) . Il se rendait néanmoins compte que cette parenté relativement éloignée ne suffisait pas à légitimer ses ambitions et il souffrait de n'être pas le pre- mier après le roi, par la naissance . Ce qu'il dit des «fils d'infant» en témo- igne: «. . .tienen que an de mantener el estado et la onrra de los infan- tes sus padres, et los infantes mantienense eommo los rreys sus padres. Et así torna el pleito que los fijos de los infantes tienen que an de mantener estado de rreyes -et a conparacion de lo que los rreyes an es muy poco lo que an ellos- et pueden conplir lo que les era mester. . . Otrosi, todas las gentes non deven por rrazon de les fazer aquella onrra nin aquella reverançia quefa- zian a los infantes sus padres» 45) . Il savait qu'il ne parviendrait à obtenir «onra» et «reverançia» que grâce à ses qualités personnelles, -à sa «valia»-, et à ses «oeuvres» : «. . .ca çierto cred que en mal punto fue nascido el omne que quiso valer mas por las obras de su linage que por las suyas» (46),

(43) Après 1325, ta chronique d'Alphonse XI ne mentionnne plus guère !'Infant Don Feli- pe . Mais qu'il ait conservé la faveur du roi et de l'influence ressort du fait que ce sont des hommes à lui que le roi a choisi comme conseillers. (44) L'Infant Don Felipe est mort en 1327 . Alfonso de la Cerda fit sa saumissian en 1331 . (45) Libro de los estados, pág. 172 . (46) Ibid.

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Si persuadé qu'il fut de son mérite et de la récompense qu'il aurait dû re- cevoir, Don Juan Manuel ne l'était pas moins de la force des liens du sang et des liens personnels, ciment de la société qui était la sienne, et des obliga tions qu'ils impliquaient . Il vivait probablement dans l'angoisse la contra- diction entre son comportement et des valeurs qu'il ne reniait pas mais aux- quelles ils ne se conformait pas dans ses «obras». Sentant que sa conduite pouvait être assimilée à celle d'un traître, il prêtait au roi des projets qui n'étaient que le reflet de cette angoisse. je vois une confirmation de ce qui vient d'être avancé dans les lignes suivantes du Libro de los Estados où Don Juan Manuel évoque l'attitude que l'«empereur» devrait adopter envers les fauteurs de troubles: «Sennor Infante commo quier que para esto ha mester muchas cosas, segund yo cuido, mostrando buen talante et faziendo mucho bien a los que quisieren bevir en paz et en asusiego et sin revuelta, et mostrando mal talante de dicho et de obra a los tortipieros que non quieren bevir en paz et en asesiego, sinon con bolliçio et con revuelta, castigandolos cruamente et brava, asi puede mantener su enperio en justipia et en paz. Pero esta brave- za et esta cruedad dévela mostrar de palabra et de gesto para es- pantar las gentes antes que lleguen a fazer cosas porque meres- can muerte . Ca mucho deve foir de matar las omnns. lo uno par- que despues que el omne es muerto perdido es todo el servicio et et el bien que puede fazer» (47) . Don juan Manuel n'était pas dupe de lui-même au point de meconnaitre que «bolliçio» et «revuelta» définissaient parfaitement sa conduite . Il s'effor- ce de conjurer sa peur : les menaces du roi, dont il ne met pas en doute la re- alité parce qu'il se sait coupable, pourraient n'être qu'une espèce d'avertisse- ment. En 133&, Leonor, soeur du roi de Castille, qui se trouvait alors á Cuen- ca, annonça à son frère que «Don joan fijo del Infante Don Manuel le en- viara decir que queria venir allí al Rey» . Le souverain lui répondit que «pues

(47) Ibid ., pág. 130.

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lo perdonaba, que su voluntad era de le querer para su servicio, et que fuese seguro que le non mataria nin le prenderia, nin le faria otro mal alguno» (48) . A la suite de quoi, Don Juan Manuel se rendit à Cuenca avec son épouse . Alphonse XI «acogiolos muy bien, et fizoles mucha honra, et muestro buen talante a Don Joan . . .» (49) . La «fils de l'Infant Don Manuel» s'est rendu à la merci de son cousin sans autre garantie que la parole qu'il lui a donnée, à un moment où plus que ja- mais il aurait pu craindre sa vengeance. Il avait perdu la partie qu'il avait si longtemps jouée . Il ne pouvait plus rien attendre des rois d'Aragon et de Por- tugal; son allié Don Juan Nuñez de Lara s'était réconcilié avec Alphonse XI (50) . Pourtant, sa défiance et sa peur se sont, d'un coup, évanouies . Je ne vois qu'une explication à ce revirement. Les échecs subis ont con- vaincu Don Juan Manuel que la seule voie qui lui restait ouverte était celle de l'acceptation de ses devoirs de parent, de vassal et de «naturel» . Décidé à les assumer sans plus d'arrière-pensées, ses craintes qui n'étaient que fantas- mes d'une conscience inquiète, ont disparu . Il a eu confiance en la parole du roi parce qu'il était désormais certain qu'il respecterait la sienne .

(48) Crónica de Alfonso XI, cap. CLXXXVIII, pàg. 293 . (49) Ibid., pág. 294 . (50) Ibid., cap . CLXX, pàg. 282 : Don juan Manuel s'était rendu à Valence auprès du roi d'Aragon, mais le roi «acogiolo muy bien, et fizole mucha honra; pero non le dió ninguna tierra, nin oficio eu el su regno» . Battu par les Castillans, le roi de Portugal avait conclu une trêve avec Alphonse XI (Ibid., cap . CLXXXV, pàg. 292) . Sur la réconciliation de Don juan Nuñez et du roi; ibid., cap. CLXXXII, pags. 282-283 .

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Joaquín Gimeno Casalduero University of California at Los Angeles

EL «LIBRO DE LOS ESTADOS» DE DON JUAN MANUEL : COMPOSICION Y SIGNIFICADO

A mis maestros: Mariano Baquero Goyanes, Manuel Muñoz Cortés y Juan Torres Fontes.

Especial suerte ha tenido el Libro de los estados, pues estudios inteligen- tes -y algunos magistrales- lo han analizado desde muy varias perspecti- vas: a veces centrándose en el por entero, a veces comentándolo de pasada (1) . Dos de ellos se destacan entre todos : la edición de Tate y Macpherson (Libro de los estados, Oxford, Clarendon Press, 1974) (2), con un texto res- petable y una explicación preliminar interesantísima, y el ya clásico de Da- niel Devoto (Introducción al estudio de Don Juan Manuel y en particular de «El Conde.Lucanor», Madrid, Castalia, 1972), cuyo análisis del libro que nos ocupa me parece, a pesar de su sencillez, extraordinario .

(1) No es necesario enumerar esos trabajos, porque DANIEL DEVOTO los analiza en su libro. Citamos algunos que han aparecido después: R.B. TATE: «Don Juan Manuel and his sources», en Studia Hispanica in Honorem R . Lapesa, I (Madrid: Gredos, 1972), 549-561 ; JOAQUIN GIMENO CASALDUERO: La imagen del monarca en la Castilla del siglo XIV (Madrid: Revista de Occiden- te, 1972) ; IAN MACPHERSON : «Don Juan Manuel: the Literary Process», Studies in Philology, 70 (1973), 1-18; H. TRACY STURCKEN : Don Juan Manuel (New York: Twayne, 1974) ; CARLOS SANCHEz DIAZ: «La escritura criptica de don Juan Manuel», en Homenaje a don Agustín Millares Carlo, II (Gran Canaria: Caja Insular de Ahorros de Gran Canaria, 1975), 456-465; JOSE RA- MON ARALUCE CUENCA: El libro de los estados (Madrid: Porrúa Turanzas, 1976); Juan Manuel Studies, ed . Ian Macpherson (London: Tamesis; 1977) ; Juan Manuel: A Selection, ed . Ian Macpherson (London: Tamesis, 1980) . (2) Usaremos esta edición y tras la cita indicaremos la página. Cuando sea necesario indica- remos también el libro y el capítulo.

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Mucho se ha escrito sobre la sociedad y sobre la teoria que don Juan Ma- nuel presenta de los estados, sobre la relación de éste con los dominicos (y con Santo Tomás incluso), sobre los elementos que constituyen el libro, sobre el propósito de la obra, sobre los detalles autobiográficos que determi- nan la materia, sobre la pericia con que se manejan recursos estilísticos no utilizados antes en nuestra literatura. Me propongo, por eso, estudiar algo diferente : la composición del libro y su significado . Tendré, con todo, y a pesar de mi deseo de no repetir lo dicho, que volver con frecuencia sobre los puntos anteriores . Mediante un plan y con un diseño se ha construido el Libro de los esta- dos. En efecto, la obra se compone de dos libros; pero, en realidad, éstos se distribuyen en tres partes: los cien capítulos del primer libro ; los cincuenta del segundo ; y un capitulo más que el libro segundo incluye,. e1 ,51 . La parte primera trata de las distintas leyes (religiones) y de los estados de los laicos; la segunda, también de las distintas leyes y de los estados de los clérigos secu- lares; la tercera, de los estados de los clérigos que pertenecen a las órdenes religiosas. Además presenta el libro, como muy bien ha comentado Daniel Devoto (op. cit., 268-270), una obra dentro de otra; es decir, lo que escribe el autor y lo que escribe Julio, el personaje . Don Juan Manuel en el segundo capitulo del primer libro indica la técni- ca literaria a la que sujeta el desarrollo de su trabajo : «En manera de pre- guntas et repuestas que fazían entre sí un rrey [Morobán] et un infante su fi jo [Johas], et un cavallero que crió al infante [Turín], et un philósofo [Julio]» (I6). Dialogada es, pues, la técnica de la obra . Con todo, durante los primeros capítulos sólo la voz de don Juan Manuel se escucha: explica las situaciones, presenta los personaje;. y narra la historia novelesca que, toma- da del Barlaam ylosafat, se atribuye al infante . Es en realidad en el capitulo octavo cuando el diálogo se introduce, aunque la voz narrativa continúa . En Jcapitulo 23, al quedarse solos julio y el infante, es probablemente -a pesar de que no se alude a ello- cuando comienza el libro de julio. Libro que sigue hasta el final sin interrupción, pues las pocas veces que la narra- ción se oye parece estar en boca del personaje (3) .

(3) Con la excepción de la segunda dedicatoria : Libro 11, cap . 1 .

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El Libro de don Juan Manuel

Don Juan Manuel es el autor de toda la obra, por supuesto, y ésta, que se organiza en dos libros y en tres partes, constituye un todo indivisible, pro- yectado y definido. Las tres partes, sin embargo, se diferencian lo suficiente como para mostrar sus características y su designio. La primera (el primer libro : el de los laicos) acumula gran cantidad de materiales y con ellos sos- tiene los diálogos y la historia novelesca que sirve de cañamazo a las doctri- nas. Esas doctrinas quedan desde el principio precisadas: siempre es posible salvarse dentro de un estado ; y, por lo tanto, la obligación del individuo es conocer el estado que lo encierra, mantenerlo de manera decorosa, y con él «acertar en lo mejor et más seguro» (16). La parte primera, además, apoya- da siempre en esos múltiples y varios materiales, enfrenta a don Juan Ma- nuel con «el doloroso et triste tienpo» (16) que le acucia, alude a sus proble- mas personales, y los resuelve justificando su conducta de algún modo (4) . Para eso hace el autor de si mismo un personaje; pero un personaje distinto de los otros: ausente del reino en el que trascurren los diálogos, en guerra con reyes y señores en su Castilla fabulosa (5) ; y, sin embargo, muy cercano, pues sus palabras se oyen insistentes, sus consejos se brindan incansables (6) . Lejanía y proximidad que le convierten en la figura más ilustre de la histo- fia: en un compendio de ciencias y virtudes, en un modelo, no sólo de

(4) «Todas las otras cosas deve omne ante sofrir que començar guerra, salvo la desonra. . . Me dixo don Johan. . . que aviendo él guerra muy afincada con el rrey de Casstella por . . . desonra quel avía fecho. . . dezíanle los quel avían de consejar que. . . salliese de aquella guerra. Et don Johan dizía que fasta que oviese emienda del mal que reçibiera et fincase con onra que lo non fana . . . que el se tenía por uno de los que eran para ser muertos mas non desonrados» (132) . (5) «Yo so natural», dice Julio, «de una tierra que es muy alongada desta vuestra, et. . . a nonbre Casstella . Et seyendo yo y. . . nasçió un fijo a un infante que avía no(n)bre don Manuel. . . (et le) pusieron no(n)bre don Johan . Et. . . toméle. . . en mi guarda. Et desque moré con él grant tienpo . . . fui predicando por las tierras la ley et fe católica. Et después torné a él algunas vezes, et sienpre le fallé en grandes guerras. . . con grandes omnes . . . con el rrey de Aragón. . . con el rrey de Granada. . . Et agora. . . con el rrey de Castiella, que solía ser su sennor» (38-39) . (6) «Me dixo don Johan, aquel mío amigo» (109) ; «Oí dezir (a) aquel don Johan, que vos yo dixe que yo avía (criado)» (113) ; «Otrosí oí dezir a este don Johan» (114); «Dígovos que me dixo don Johan» (122) ; «Me dixo don Johan» (126); «Me dixo don Johan, aquel mío amigo» (132); «Díxome don Johan» (136); «Ya vos dixe muchas cosas que don Johan, aquel mi amigo, me avia dicho» (157) ; «Dígovos que me dixo don Johan» (161) ; «Dezirvos he lo que me dixo don Johan» (170) ; «Dígovos que me dixo don Johan, aquel mío amigo» (177) ; «01 dezir a don Johan» (183) ; «Si lo quisieredes saber conplidamente, fallarlo edes en los (libros) que fizo don Johan, aquel mío amigo» (185) . Y así otros muchos casos.

151 principes y nobles, sino de emperadores y de reyes. A esa técnica de aproxi- mación y de alejamiento para crear un arquetipo se debe el que don Juan Manuel en cuanto autor se distancie de la obra y el que atribuya el libro a julio. La parte segunda (el segundo libro: el de la clerecía secular) disminuye mucho sus materiales -innecesarios ya gracias al armazón que el primer libro habia levantado- y se concentra por entero en la doctrina. El campo del examen se reduce para permitir profundizar en la sutileza . Se busca, por lo general, descubrir el significado de simbolos y conceptos; y, hasta tal pun- to el empeño se acentúa que el lenguaje necesita explicarse : porque se difi- culta y porque en alguna ocasión se cifra («por la manera escura que vos ya dixi», (223). Hay así, pues, comparando con el libro anterior, un aligera- miento dé materiales y una intensificación doctrinal extraordinaria . Lo que la intensificación pretende -de acuerdo con la importancia que don Juan Manuel otorga a la diferencia de inteligencias y saberes- es comunicar tan sólo con aquellos que puedan asimilar sin daño sus explicaciones . Explica- ciones a veces peligrosas : para todos, menos para el sabio; por eso se cifran, porque el suficientemente agudo para descubrir el secreto de la letra, puede acercarse sin temor al secreto de la doctrina : «guando viniere alguno que aya entendimiento para lo leer, so çierto que abra entendimiento para lo en- tender, et. . . aprovecharse a dello» (222). Por otro lado se utilizan compara- ciones cuando se busca la comprensión de todos : «Devedes saber», escribe el autor recordando la Biblia, «que por rrazán que los omnes somos enbueltos en esti carnalidat grasosa non podemos entender las cosas sotiles spirituales sinon por algunas semejanças» (225) . La parte tercera (el capitulo 51 -el último- del segundo libro, el que trata de las órdenes religiosas) disminuye aun más su extensión y sus mate- riales, e intensifica más también, de modo paralelo, su doctrina . Ya no se habla de estamentos ni de oficios; no se apunta, por lo tanto, las ventajas o las desventajas que respecto a la salvación suponen los diferentes menesteres y las diversas jerarquías. Toda la atención se dirige a la orden dominicana para descubrir lo que sus constituciones significan. En realidad, la digre- sión, al parecer incongruente, se traduce en una defensa de los objetivos que don Juan Manuel persigue; objetivos que necesita para defender su conduc- ta, para explicar su paso turbulento por la tierra . Sí, el último capitulo

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exalta y aconseja la combinación de lo activo y de lo contemplativo . Esta combinación puede aconsejarse, porque Santo Tomás la identifica con las reglas -entre otras- de los predicadores: «Cuando los religiosos se entre- gan a la vida activa por amor de Dios, su acción deriva de la divina con- templación» (II-II, q. 188, a. 2) (7) ; y más adelante se añade: «Por eso es muy conveniente fundar órdenes que se dediquen a la predicación» («Et ideo convenientissimum est ad praedicandum . . . aliquam religionem insti- tui», ¡bid., 831) . Es, por otra parte, el capitulo 51 una exaltación de la sen- satez, en cuanto capacidad de elegir como forma de existencia no precisa- mente el medio de salvación más seguro, sino el que, aun siendo más pe- ligroso, permite conciliar los bienes temporales con los bienes eternos . Esto es, no cabe duda, lo que el final del Conde Lucanor afirma. De tres mane- ras, dice, puede vivir el hombre: dedicado al mundo, dedicado al cielo, o dedicado al uno y al otro al mismo tiempo. La primera manera se rechaza ; las otras dos se aceptan, porque -aunque se considere superior la segunda- es preciso que el mundo continúe, ya que «Nuestro Señor non quiere del todo que el mundo sea de los omnes desanparado» (303) (8) . Esto es también lo que significa la insistencia de don Juan en la fórmula con la que acompañan sus votos los dominicos: «Queremos que las nuestras consti- tuciones non nos obliguen a la culpa sinon a la pena» (pp. 282-283). Los vo- tos de los clérigos regulares, como el poder'y la riqueza de los principes, de- ben salvar y no condenar a los que a ellos se someten . Puede decirse, pues, que la materia se reparte de acuerdo con su peso, con su medida y con su número, disminuyendo e intensificándose en etapas sucesivas, coincidiendo asi con la idea de proporción tradicional en la Edad Media: «Todo lo dispusiste con medida, número y peso» («Omnia in mensu- ra, et numero, et pondere disposuisti» . Libro de la Sabiduria, XI, 21) (9) . Se crea de esa forma un movimiento ascendente que lleva de manera graduada de lo pesado a lo ligero, de lo amplio a lo limitado, de lo imperfecto a lo per- fecto: (7) «Et dum religiosi operibus vitae activae insistunt intuitu Dei, consequens est quod in eis actio ex contemplatione divinorum derivetur», Suma Teológica, X (Madrid: BAC, 1955), 825. Citaremos por esta edición e indicaremos el volumen, el año y la página. (8) El Conde Lucanor, ed. José Manuel Blecua (Madrid, Castalia, 1971). (9) Este versículo, explicando la idea de proporción, atraviesa la Edad Media. Citamos por la Biblia Vulgata (Madrid: BAC, 1959), 654.

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un capitulo 1 Parte 111 un estamento

50 capitulos 14 estamentos Parte II diálogo entre dos personajes

100 capítulos 34 estamentos Parte 1 diálogo entre varios personajes núcleo novelesco : Barlaam y josafat

Por eso la forma del Libro de los estados, como la del Conde Lucanor, coincide con la que entonces se atribuía al universo: «El universo se concebia», he dicho en otra parte, «como un espacio cerrado y ascendente: comenzando en la tierra llegaba hasta el empireo . La fuerza ascensional que lo ordenaba se ponia en relación con la intensidad de la materia que lo constituia . La materia se elevaba, porque, más sutil cada vez, se iba adelga- zando. De ese modo el movimiento conducía desde la tierra -el elemento más pesado-, y a través del agua, del aire, del fuego y de las regiones en donde reinaban los planetas, hasta el empireo -el más sutil de todos los es- pacios; y además casa de Dios, del ser más simple-» (28-29) (10) . De acuer- do con lo que Santo Tomás había afirmado relacionando el cosmos con el microcosmos: «'Arriba' es el lugar en el que las cosas leves se mueven; `abajo' es aquél en el que se mueven las pesadas . Pues asi como en nosotros la parte

(10) «El Conde Lucanor: composición y significado», Nueva Revista de Filología Hispáni- ca, 24 (1975), 101-112. Recogido en La creación literaria de la Edad Media y del Renacimiento (Madrid: Porrúa Turanzas, 1977), 19-34.

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más noble es la que está arriba, así en el universo los cuerpos mas leves son más nobles» (11) . El Libro de los estados quiere ser, pues, y es, un microcosmos . A su for- ma se adapta su materia . Se explica la composición del universo (47-48, 227), se refiere la historia de los hombres : su creación (49-50, 61), su caída (61-64, 65, 232), su largo peregrinaje por la tierra (50, 218), su último desti- no . Además la obra humana se analiza : la sociedad (también mundo pe- queño y también reflejo del más grande) . La redención se narra: misterio in- comprensible o comprensible, que da sentido a la historia, también in- comprensible o comprensible, que es la vida del hombre (69, 99-101, 103- 104, 233). Cristo en la cruz -entre el cielo y la tierra- preside el mundo -y por lo tanto el libro- elevando con su gracia y con su muerte a las criaturas : «El que está en la cruz non está en cielo nin en tiera, et están los bracos extendidos . (Et) en esto nos da a entender que Jhesu Christo está et es entre Dios Padre, que es cielo, et nos los omnes, que somos tiera, et tiene los bracos abiertos, rogando por nos et estando aparejado para nos recebir» (247) . De ahí que-el movimiento ascendente que caracteriza al Libro de los estados signifique ese ascenso gradual del hombre hacia su destino, perfec- cionándose poco apoco, aligerándose y elevándose al desprenderse del peso de la imperfección y del pecado . La estructura sostiene, pues, mi tesis: el libro de don Juan Manuel y sus distintas partes no se deben a causas fortuitas; presentan una unidad y una composición planeadas de antemano. La parte tercera es esencial en la obra ; sin ella no puede entenderse ni su composición ni su, sentido . Creo que don Juan Manuel la tuvo presente desde antes de que el libro se compusiera. Más aún, creo que encontró en Santo Tomas el proyecto de su libro, incluyendo su doctrina y su forma. Era de don Juan la doctrina, no cabe duda, pero en Santo Tomás -gracias a los dominicos- halló los soportes que para soste- nerla necesitaba . Tate y Macpherson lo han demostrado en muchos casos. Lo mismo sucede, debo añadir ahora, con la forma del Libro de los estados.

(11) «Sursum est locus in quem feruntur levia, deorsum autem locus in quem feruntur gra- via. Et hoc rationabiliter, nam sicut in nobis nobilior pars est quae est sursum, ita in mundo cor- pora levia sunt nobiliora», De Caelo et Mundo, en Opera Omnia, XIX (Parma: Typis Petri Fiac- cadori, 1865), 14.

155 Santo Tomás en la Suma Teológica, en la cuestión 183 de la segunda see- ción de la segunda parte, se plantea el problema de los oficios y de los esta- dos humanos («De officüs et statibus hominum in generali») . Después de de finirlos llega a la conclusión de que es conveniente la pluralidad de unos y otros para que reine la paz espiritual y social entre los hombres: «Per offi- eiorum et statuum distinctionem tam mentis quam in civitate terrena magis pax conservatur», X (1955), 680. Cree Santo Tomás, pues, como luego don Juan Manuel, necesaria la pluralidad. de estamentos y de jerarquias; y los acepta en consecuencia como útiles y adecuados para la salvación del indivi- duo. Estudia, en la cuestión 184, los estados que llama de perfección («De statu perfectionis»), y los divide en dos grupos: el eclesiástico secular y el eclesiástico regular. Dedica al primero dos cuestiones (184 y 185) y al segun- do cuatro (186-189) . Pasa asi Santo Tomás de lo general a lo particular, de los estados de todos los hombres a los estados de los eclesiásticos. Se detiene primero en el de los obispos, por ser el único entre los seculares al que atribu- ye la perfección que le preocupa («Perfectio pertinet active ad episcopum, sicut ad «perfectorem», ibid., 725); examina después los de los religiosos, porque los concibe estados de perfección en principio («Religio perfectionis statum nominat», ibid., 759). Estudia también los votos y las consecuencias de su incumplimiento . Se detiene para señalar la prudencia de las constitu- ciones dominicas, porque en ellas -como afirmará luego don Juan Manuel apoyándose en Santo Tomás precisamente- la transgresión no constituye pecado, puesto que no supone culpa, sino que obliga sólo a la pena : «In . . . Ordinis Fratrum Praedicatorum, transgressio talis vel omissio ex suo genere non obligat ad culpam neque mortalem neque venialem, sed solum ad po- enam» (ibid., 788). En otras palabras, encuentra don Juan Manuel en Santo Tomás el es- quema de su libro (el análisis de los estados organizado en tres partes), en- cuentra en él el movimiento ascendente que lo caracteriza (de los laicos a los religiosos, pasando por los clérigos seculares), encuentra además la exalta- cion de la orden de los predicadores con la que termina su obra y con la que justifica su pensamiento social y político : cada uno puede salvarse en su esta- do, y lo prudente es hacer de su estado, de su oficio o de su jerarquía, una llave de libertad y no una cadena de servidumbre. Repite don Juan, por eso,

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la fórmula con la que profesan los dominicos : «Queremos que las nuestras constituciones non nos obliguen a la culpa sinon a la pena»; y añade la frase que no viene en las constituciones y que no se ha explicado todavía (12) : «Así que seamos commo libres, mas non commo siervos» (282-283) . Es que Santo Tomás en su tratadito define «estado» en relación con libertad y con servi- dumbre: «Status pertinet proprie ad libertatem vel servitutem, sive in spiri- tualibus síve in civilibus» (¡bid., 677) . Sobre esta idea su argumentación se monta : afirma que es siervo el que está obligado a servir y libre el exento de servidumbre («Ble proprie est servus qui obligatur ad serviendum : et ille est liber qui a servitute absolvitur», ¡bid., 704) ; recuerda que los religiosos se comprometen a vivir según la regla y no .a sujetarse a todos sus pormenores («Ille qui profitetur regulam, non vovet servare omnia quae sunt in regula : sed vovet regularem vitam», ibid., 787) . Concluye, por eso, con las lineas ci- tadas antes : «En la orden de los predicadores la transgresión o la omisión de la regla no obliga a la culpa (mortal o venial), sino sólo a la pena» . Es, pues, el uso prudente de un estado y la aceptación prudente («cautius», ibid., 787) de unas obligaciones lo que hace camino de perfección ese estado o esas obli- gaciones . Ideas de Santo Tomás, por 10 tanto, que don Juan Manuel utiliza para formular su pensamiento.

El Libro de Julio

El libro de julio comprende todo lo que en el apartado anterior hemos estudiado con la excepción de las dedicatorias (I, 1-2; II, 1) y del episodio procedente del Barlaam y Josafat (1, 3-33) . Los dos libros, sin embargo (el de don Juan y el de julio), aunque coincidiendo casi por entero en la mate- ria, se distinguen por su diseño y por su forma. El de julio no es, a diferencia del de don Juan Manuel, una obra organizada como un todo : se construye en tres etapas (las tres partes que antes señalamos), proyectada cada una de improviso e incluso, casi desde el comienzo, contra la voluntad de julio (13) .

(12) TATE y MACPHERSON dicen en la nota 166 de la pág. 304 de su edición: «The last phrase. . . probably derives from the tradition that St. Dominic chose the Rule of St. Agustine be- cause its terms were sufficiently vague to allow for the special type of life he planned for his followers» . (13) Dice julio después del bautismo del infante intentando terminar sus explicaciones: «Por que sodes en estado de salvación . . . me paresçe. . . que vos non faze mengua de saber en quál estado vos salvaredes mejor» (81) ; pero el príncipe le obliga a hablar de los emperadores:

137 También el propósito de los dos autores es distinto. Escribe don Juan Manuel en un «doloroso et triste tienpo» intentando «acertar en lo mejor et más seguro» (16) ; es decir, intentando realizar dentro de las circunstancias desgraciadas en que vive, obras que sean convenientes a su honra, a su ha- cienda y a su estado y a la salvación de su alma, como en el Conde Lucanor habia afirmado y advertido: «Para salvamiento de las almas et aprovecha- miento de sus cuerpos et mantenimiento de sus onras et de sus estados» (ed. cit., 264) . Julio, en cambio, escribe para convencer a un principe que busca el estado mejor para salvarse de que en el suyo puede conseguirlo : «Tengo que pues Dios en este estado vos puso, et éste es el mayor et más onrado, que éste devedes guardar» (165) . El propósito de don Juan Manuel explica el que su obra constituya un todo y el que su movimiento sea progresivo de lo im- perfecto a lo perfecto . El propósito de julio, por su lado, explica también la forma interrumpida de su libro y la técnica distinta de sus partes. Tras la exaltación .del oficio de los reyes parece inútil exponer la ventajas de los otros estamentos, y si se exponen éstas se debe sólo a la presión del príncipe: se ini- cia entonces una nueva parte y cuando ésta se concluye se inicia la tercera (se habla primero de los clérigos porque es mayor su autoridad; después de los religiosos porque su autoridad es menos), se simplifican además los co- mentarios y se reducen los consejos . El movimiento de cada una de las partes es escalonado y descendente -movimiento opuesto en absoluto al que adop- tó don Juan Manuel en su libro- . Se trata de un movimiento que marca una escala de prestigio : indica la descendente autoridad de los estados, porque se busca mantener al principe en su puesto . De ahí que en la primera parte ba- jemos desde el emperador hasta los que labran la tierra; en la segunda, des- de el papa hasta los humildes capellanes .

«Conviene que ante que yo este estado tome me declaredes vos todas las dubdas» (82-83) . Julio, tras hablar de los emperadores, intenta de nuevo terminar: «Tengo que pues Dios vos puso en es- te estado et avedes perdido dél todas las dubdas. . . que vos non faze mengua de buscar otro esta- do» (166). Insiste el principe: «Vos rruego que me fabledes en todos [los estados]» (167) . Otra vez, después de hablar de los nobles, intenta julioterminar: «Vos he dicho . . . todo lo queyo sé de los estados en que biven los fijos dalgo. . . Non avedes por qué me preguntar de los otros estados» (189). Repite el príncipe: «Rruégovos que me mostredes todos los otros estados» (191). Y tras ter- minar con los laicos tiene que continuar julio con la clerecía: «Yo tenía que pues vos sudes en es- tado de lego quevos cunplia asaz lo que vos avía dicho . Maspues queredes quevos fable en los es- tados de la clerema, fazerlo he» (206-207) .

158 Muestra también ese movimiento la esencia del cuerpo social en el que el hombre vive: unidad que se multiplica en una pluralidad jerarquizada, en una muchedumbre de escalones en los que la dignidad desciende : «Así com mo en el estado de los legos», dice a julio el infante, «me començaste a fablar primeramente en el estado de los enperadores -porque es mas alto- et fuestes déscendiendo a todos los estados fasta que llegastes a los menores, te- ned agora por bien de començar en el estado de los papas, que es el mayor et más alto que ay en la clerezía. Et después ¡redes descendiendo por los otros estados» (254).

En la tercera parte, aunque ésta se ocupa sólo de los dominicos, se des- cubre el mismo movimiento en el plan que se ofrece de antemano (11, 33) y que mas tarde se abandona : primero las órdenes que se dedican a la vida ac tiva y contemplativa al mismo tiempo ; después las consagradas a la vida contemplativa solamente; por último, las que se entregan a la vida activa por entero. Parece que julio pensaba mantener ese esquema cuando dice al comienzo de su discurso : «Fablare primero en »la orden de los predicadores (281); parece también que así como otras veces tuvo que supeditar su volun- tad a la del infante, tuvo que supeditarla ahora a la del autor y abandonar por eso su propósito.

Ademas, ese movimiento descendente, como el ascendente que don Juan Manuel utiliza en su libro, sirve también para copiar la maravillosa estruc- tura del universo . La diferencia está en que la copia, así como en aquél -por el aspecto del cosmos que acentúa y de acuerdo con la intención del libro- muestra el proceso a través del cual el hombre, liberándose de la «grosedad» de la materia, se sutilizaba y ascendía, en éste -también por el aspecto que resalta y por la intención del libro- muestra la forma y el orden que la sociedad humana para mantenerse necesita:

Crió [Dios] los cielos et la tierra et la mar. Et en estas tres criaturas crió todas las otras cosas. Ca en el Cielo puso el sol et la luna et las pla- netas et las otras estrellas, et. . . por ellas se fazen el día et la noche. . . Otrosí, por el movimiento de las planetas se salen los tienpos; ca el are- no non es sinon quanto anda el sol desque sale de un lugar fasta que

159 torna (a) aquel lugar mismo; et el mes non es otra cosa sinon deque sa- le la luna de un lugar et torna. . . Et todas estas cosas commo son complidamente fasta qué desvenden a grados, et a puntos, et (a) ato- mos et a menudos . . . non vos quiero más departir en ello (47-48). Ese orden y esa forma del universo son los mismos que rigen la sociedad de la que julio habla; de ahí, pues, la conveniencia de que en el plano hu- mano continúen . Una jerarquía, dice Santo Tomas (1 q. 108, a. 2), es una multitud ordenada bajo un príncipe; «por lo tanto», añade, «el carácter mis- mo de ésta exige diversidad de niveles» («Ipsa ergo ratio hierarchiae requirit ordinum diversitatem», 111 -1959-, 848). Esta estructura jerarquizada y descendente es la que hace del libro de julio un microcosmos lleno de belle- za. Como las tres «criaturas» en las que Dios «crió» todas las cosas aparecen los tres libros; distintos e independientes, pero mostrando con su distineion y con su independencia la grandeza divina . Ese pequeño mundo se ilumina también por dos claras lumbreras: «Que así commo Dios fizo en el Cielo dos lumbres grandes . . . tovo por bien que fuese(n) en la tierra estos dos estados : el estado del papa, que deve mantener laeglesia. . . et el enperador, (que) de- ve mantener en justiçia et en derecho todos los christianos» (85) . Y esas lumbreras se acompañan por otras muchas luces que, cooperando con ellas, determinan circunstancias y tiempos . Y, aunque el autor, cuando describe el mundo grande, se niega a explicar y a «departir» las gradaciones que desde el sol y la luna «desvenden a grados, et a puntos, et (a) átomos et a menudos», procura julio explicar ahora con detalle los grados, puntos, ato- mos y menudos del mundo de los hombres. Los dos libros, pues, se diferencian por su composición, por su intención y por su movimiento : el de don Juan Manuel constituyendo un todo, buscan- do resolver unas inquietudes personales, y de una manera ascensional y progresiva, muestra la perfección y la sutileza como realidades alcanzables. El libro de julio, fragmentado, buscando fortalecer a un principe, y de una manera descendente y graduada, explica la esencia de la sociedad de enton- ces y propugna su persistencia . Los dos libros, sin embargo, justifican del mismo modo su composición, su intención y su movimiento, presentándose

160 uno y otro como copia del universo, como microcosmos que al abrirse y al explicarse, revelan su forma, la del hombre y la de la sociedad a la que éste pertenece . Es decir, el orden admirable que rige todas las cosas y que a tra- vés de la proporción infunde a su forma belleza . Porque, como Santo Tomás afirma (I q. 5, a. 4), la belleza y la proporción se identifican: «Pulchrum in debita proportione consistit» (1 -1964-, 378) .

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Derek W. Lomax Universidad de Birmingham

EL PADRE DE DON JUAN MANUEL

Juan Manuel se refiere a menudo a su padre en sus obras literarias, y a veces da la sensación de vivir casi obsesionado por su herencia paterna, fren- te a la rama alfonsina de su dinastía que de hecho ocupaba el trono de Cas tilla. Sin embargo, la vida y la personalidad de don Manuel son menos cono- cidas de lo que merecen, y aunque varios historiadores le mencionan de pa- so, no tenemos aun ningún estudio a fondo. Aquí, desde luego, no se aspira a tanto, sino a indicar sencillamente algunos aspectos de su carrera, con la es- peranza de que puedan servir en algo a los estudiosos de la sociedad castella- na del siglo XIII y de su literatura del siglo XIV (1) . En su Historia Gotica el arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada presenta una lista de los hijos de San Fernando y su primera esposa, Beatriz de Hohenstaufen, en la cual Manuel ocupa el último lugar, y es de suponer que nació asi, el último . Ciertamente no se le nombra en los privilegios rodados de su padre, donde, en cambio, salen a menudo los nombres de sus herma- nos no clericales, Alfonso, Fadrique, Fernando y Enrique. Se le menciona a Manuel por primera vez en una venta de tierras de 1234, y probablemente nació en dicho año o muy poco antes. Le cuidó un ama, doña Toda, posible- mente burgalesa, a cuyas hijas todavía ayudaba en 1281 ; pero las demás

(1) Datos esparcidos en A. BALLESTEROS: Alfonso X el Sabio, Barcelona-Madrid, 1963, págs . 236-42, y passim; y en J. GONZÁLEZ: Reinado y diplomas de Fernando III. I. Estudio, Cor- doba, 1980, págs. 112-113.

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fuentes enmudécense en cuanto a su actuación entre 1234 y 1248, con excep- ción del Libro de loas Armas escrito por su hijo (2) . En este libro Juan Manuel cuenta varias historietas sobre la juventud de su padre que presenta como aprendidas de boca de su madre y de criados fa- miliares como Alfonso García . Según ellas, Manuel nació en Carrión de los Condes, después de soñar Beatriz que su hijo sería varón y que «por aquella criatura y por su linage avía a ser vengada la muerte de Jesu Cristo», así que, por tal motivo, don Remón Losana, en aquel momento obispo de Sego- via, le bautizó con el nombre de Manuel. Ahora bien, ¿qué crédito merece esta historieta? Los documentos de los grandes conventos de Carrión, San Zoilo y Santa María, no mencionan ni el nacimiento ni el bautizo, aunque si hubiesen ocurrido allí, seria extraño que no interviniese ningún convento, especialmente San Zoilo, cuyo prior ante- rior, don juan, había traído a Beatriz desde Alemania para su boda en 1219 . Aún más dudosa es la pretendida intervención de Remón Losana, quien sólo tuvo la mitra de Segovia desde 1249 hasta 1259, y la de Sevilla desde 1259 hasta 1286 . En 1234 no era obispo, y difícilmente podía tener la edad ni la influencia como para bautizar infantes ni escoger sus nombres, Además, ¿contra quién vengaría Manuel la muerte de Jesu Cristo? Si fuera contra los judíos, parece una profecía incumplida y un brote de antisemitismo inusita- do en Juan Manuel; además el nombre de Manuel parecería menos indicado para tal destino que, por ejemplo, Vespasiano o Tito . En resumen, esta his- torieta de Juan Manuel suena a algunos de los cuentos seudo-históricos del Conde Lucílnor ya desmentidos por María Rosa Lida de Maikiel; es decir, un cuento tradicional y folklórico, adornado con topónimos, nombres de personas históricas y otros detalles sirealistas» para mas verosimilitud. Quizás «Carrión» sea tan poco de fiar como «el obispo don Remón de Sego- via» (3) .

(2) RODERICUS XIMENIUS DE RADA: Opera, Madrid, 1793, pág. 201; L. FERNANDEZ : «COleC- ción diplomática del rnonasterio de San Pelayo de Cerraton, Hispania Sacra, 26 (1973}, 281-344; MIGUEL DE MANUEL, RODRIGVEZ: Memorias para la vida del santo rey don Fernando 117, Madrid, 1800, passírn; BALLESTEROS, pág. 239; El Libro de las Armas, en A . GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, Zaragoza, 1932, págs. 677-91 . (3) Diccionario de Hïstoria Eclesibstica de España. IV, Madrid, 1975, págs, 2400, 2457; M. R . LIDA DE MALICIEL: «Tres notas sobre don Juan Manuel», Romance Philology, 4 (1950-51), 155-94.

164 Pero, si no se puede fiar de Juan Manuel para explicar el nombré, enton- ces exótico, de su padre, ¿de dónde vino? El padre de Beatriz era Felipe de Hohenstaufen, rey de los romanos (1198-1208), pero su madre era Irene, hi ja de Isaac II Angelos, emperador de Bizancio (1185-95) ; y el máximo empe- rador bizantino del siglo XII había sido Manuel Comnenos (1143-80) . Algu- nos historiadores han sugerido que el nombre haya procedido de éste, sin re- parar en la usurpación del trono por parte de Isaac y en la enemistad de las dos familias. En realidad, al examinar los nombres que San Fernando y Beatriz dieron a sus hijos, se ve que proceden casi todos de sus propios padres y tios : Alfonso, Berenguela, Fernando, Leonor y Sancho recordarían, res- pectivamente, a los padres, abuelos y bisabuelo de San Fernando; Felipe y Fadrique recordarían al padre y al abuelo alemanes de Beatriz; y el nombre de Enrique procederia, sin duda, o del emperador Enrique VI, do de Beatriz, o del rey Enrique 1 de Castilla, do de San Fernando. Evidentemen- te los castellanos, como los bizantinos, repetian los mismos nombres dentro de la familia inmediata, y siempre era de suponer que algún padre, abuelo o do fuera un Manuel . De hecho, lo fue un do de Beatriz. El emperador Isaac II tuvo dos hijos, Alejo IV e Irene, por su primera esposa, Irene, hija del emperador Androni- co 1. Luego, volvió a casarse con Margarita, hija del rey Bela III de. Hungria, quien tomó el nombre más bizantino de Maria; quizás proceda de ella el nombre de la hija menor de San Fernando y Beatriz, Maria, puesto que apenas se conoce este nombre en la dinastia castellano-leonesa anterior- mente. En todo caso, Isaac II y Margarita-María tuvieron un hijo, Manuel Angelos, hermanastro de Irene y tio, por lo tanto, de Beatriz, que segura- mente nombraría a su hijo por él . (En cambio, no dio a ningún hijo suyo el nombre de Isaac, acaso por parecer judio, ni el de Alejo) . Manuel Angelos ha dejado poca huella en las fuentes . Al morir su padre y caer Bizancio en manos de los cruzados latinos (1204), su madre se casó con el nuevo rey latino de Tesalónica, Bonifacio, quien guardaba a su hi jastro bastante tiempo en su corte, quizás viendo en él un posible preten- diente al trono imperial en contra de la dinastia flamenca que lo ocupaba después de 1204 . Después, Manuel debia de pasar a Asia . En 1210 Teodoro I Lascaris, emperador de Nicea (1206-22) venció a los turcos bajo Gayasedin

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Kaijosru en una batalla en el valle del río Meander; y después de la victoria Teodoro encontró a Manuel en el campamente turco, aunque no se sabe co- mo había llegado alli . Finalmente, se ha encontrado un monumento funera- rio en Nicea, dedicado a cierto príncipe Manuel que murió allí en 1212, y que se suele identificar con el hijo de Isaac II (4) . Volvemos al Libro de las Armas, según el cual a don Manuel, después de bautizarse le crió su ayo, Pedro López de Ayala, en las tierras castellanas de Pampliega, Muño y Mahamud, hasta tener la edad de volver a la curia de su padre, siempre en movimiento entre Andalucía, Toledo y el Norte. Esta crianza tampoco consta documentalmente pero, si fuera verdad, entonces este Pedro López seria el hijo de Lope Sánchez, ricohombre y señor dé LJribarri-Gamboa y tatarabuelo del gran canciller y cronista. Y así empezaría una larga serie de relaciones entre las familias de ayo y crío, tan- to en la política nacional como en la marciana. Finalmente, el Libro de las Armas cuenta cómo Remón Losana, ya arzo- bispo de Sevilla, diseñó armas para el joven Manuel en la corte de San Fer- nando ; pero como Remón sólo alcanzó la mitra sevillana siete años después de morir San Fernando, acaso esta información también pueda clasificarse entre las historietas condelucanorescas . En cambio, es cierto que Manuel participó en el sitio de Sevilla, donde en mayo de 1248 atestiguó una deci- sión judicial de su hermano mayor, Alfonso el Sabio, en un pleito entre Pedro Núñez de Guzmán y el monasterio de San Pedro de Gumiel (5) . Cuando Alfonso X empezó su reinado,en 1252, incluyó a Manuel entre sus consejeros y sus privilegios rodados contienen casi siempre la frase «Don Manuel la confirma» . «Confirmar» un documento así no significó ser testigo presencial, pero si ser considerado por el rey como uno de sus vasallos impor- tantes y leales, o al menos no abiertamente rebeldes . En este sentido Manuel «confirmó» todos los privilegios alfonsinos desde 1252 hasta 1282, indicando una lealtad hacia el rey nada común en los momentos más agitados del reinado .

(4) A. GARDNER: The Lascarids of Nicea, Londres, 1912, págs . 74, 83 . (5) L. De SALAZAR Y CASTRO: Historia genealógica de la casa de Haro, Madrid, 1959, págs . 251-260, referencia que debo a la generosidad del Sr. Barry Henry; Archivo Histórico Nacional, Clero, carpeta 231, doc. 18.

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Alfonso bien merecia esta lealtad, por sus generosas dádivas . En el re- partimiento de Sevilla (1253), Manuel recibió la aldea de Heliches, cerca de Sanlacar de Barrameda, con diez mil pies de olivar y figueral y 145 aranza das de tierra; en el de la ciudad de Jerez de la Frontera (1264), seis casas, una mezquita y una huerta; en el de la ciudad de Murcia (1271) 213 ta£ullas de tierra ; y en el de Lorca otras propiedades . Además, se repartieron otras tierras y casas en estas regiones a los vasallos de Manuel ; y los escritos de su hijo demuestran lo importante que resultaba para cualquier noble poder conseguir premios y heredades para sus vasallos (6) . Fuera de estos repartimientos de tipo administrativo, Manuel iba ad- quiriendo tierras y señoríos de todo tipo: la villa de Agreda, Santa Olalla, Cuéllar, Umbrete, Villena, Penafiel y Escalona . En 1262 Alfonso le dio las villas de Elche, Crevillente y'Aspe, y le nombró adelantado mayor del reino de Murcia. No es evidente hasta qué punto Manuel ejercitase personalmente este oficio, o si lo tuviese únicamente como fuente de ingresos, dejando la administración verdadera a lugar-tenientes como Alfonso Garcia (que tam- bién se titulaban adelantados mayores) . Ciertamente este oficio, más los señoríós ya nombrados, establecieron en el sudeste una base importante des- de la cual Manuel y, después, su hijo podrían intervenir en la política con cierta independencia . Parapetado entre Castilla, Granada y Aragón, el dueño de Murcia llegaría a tutearse con los tres reyes, y quizás este hecho geográfico contribuyó tanto como la genealogía a formar el espíritu de Juan Manuel. Ciertamente en 1268 y en 1271 Alfonso X tuvo que intervenir para proteger a los alicantinos de los impuestos, presiones y boicotes que padecían por parte de los vasallos de Manuel, en Elche y otros lugares (7) . Manuel debía a su hermano no sólo estos ricos señorios, sino también otros favores . Alfonso le confirió la caballería, personalmente, posiblemente

(6) I. J. ORTEGA Y COTES: Bullarium ordinis militiae de Alcantara, olim sancti Juliani de Pereiro, Madrid, 1759, pág. 62; J. GONZÁLEZ: Repartimiento de Sevilla, 11, Madrid, 1953, págs . 18, 100, 284; M. GONZÁLEZ JIMENEZ y A. GONZÁLEZ GOMEZ: El libro del repartimiento de Jerez de la Frontera, Cádiz, 1980, núms . 541, 557, 1595; J . TORRES FONTES : Repartimiento de Mur- cia, Madrid, 1960, págs. 1, 2, 21, 101, 221-223, 226-228, y Repartimiento de Lorca, Murcia, 1977, pág. 50. (7) J . TORRES FONTES : Fueros y privilegios de Alfonso el Sabio al reino de Murcia, Murcia, 1973, núms. LXII, LXXXVII, CII .

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al mismo tiempo que a Eduardo de Inglaterra, es decir, en noviembre de 1254 (8) . Le dio uno de los oficios más valiosos del reino, la alferecía, que Manuel ostentaba al menos desde 1258 hasta 1274, cuando su ausencia de España quizás le obligase a abandonarla; y desde 1278 al menos, Manuel ocupó el puesto igualmente importante de mayordomo real, que conservaría casi hasta morir (9) . Además, Alfonso le buscó un casamiento importante, empezando con una princesa inglesa. En 1253 Alfonso intentaba dominar Navarra, planifi- caba la conquista de Marruecos y fomentaba rebeliones en la Gascuña ingle sa. Enrique III de Inglaterra respondió con el tratado de Toledo, en marzo de 1254 : si Alfonso renunciase a Gascuña, Enrique le ayudaría contra Na- varra y contra Marruecos, con tal de que el Papa se lo permitiese ; y se selló la alianza con el casamiento de Eduardo, primogénito de Enrique, con Leonor, hermanastra de Alfonso . Sin embargo, Enrique no cumplió sus promesas de ayuda y Alfonso se impacientó. Sugirió otra boda, la de Manuel con Beatriz, hija menor de Enrique, mas éste, temeroso de la influencia castellana en Gascuña pero sin deseos de meterse en guerras peninsulares ni africanas, se mostró muy preca- vido . Siguiendo el consejo de su hermano, el conde Ricardo de Cornualles, escribió el 30 de enero de 1256 que los embajadores ingleses deberían res- ponder a Alfonso con gran prudencia: «Podrán decir que, como no tenemos ninguna noticia de las tierras que el rey de Castilla dará o haya dado a su hermano, don Manuel, y además como se dice que en el país y poderío de aquel rey nadie puede tener derecho a sus propias tenencias sin la buena vo- luntad del rey, y como se consideraría muy indecente casar a nuestra hija con nadie que no tuviese anchas y apropiadas tierras y heredades de las cuales no podría ser destituido por el mero arbitrio de su príncipe, que expli- que aquel rey a nuestros mensajeros qué provisión, dónde y cuánto, haya hecho o quiere hacer para su hermano, y cuál garantía querrá hacer para él y para sus herederos, así que nuestros mensajeros puedan explicárnoslo todo y podamos tomar pleno consejo sobre esto. Pero, además, nuestros mensaje-

(8) JOFRE DE LOAISA: Crónica, ed . A. Ubieto Arteta, Valencia, 1971, pag. 17 . (9) G . MARTINEZ DIEZ: Alava Medieval, tomo II, Vitoria, 1974, pág. 199; A. BALLESTEROS: Sevilla en el siglo XIII, Madrid, 1913, docs . 183, 211, 229 .

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ros deben cuidar de que sus palabras no den al dicho rey la oportunidad de dar tales tierras y garantías a su hermano y por este modo obligarnos a hacer el matrimonio (10) . . Evidentemente, a Enrique no le entusiasmaba nada el propuesto casa- miento, pero son interesantes tanto su repugnancia a hablar claro (sin duda por temor a las posibles consecuencias en Gascuña) como su disculpa, una duda aparentemente muy moderna sobre la naturaleza del feudalismo cas- tellano. De hecho, no se celebró el casamiento porque Castilla y Aragón se enfrentaban a causa del problema navarro, y en marzo de 1256 Alfonso y Jaime I se encontraron en Soria para restablecer la paz . Según Pero Marin, autor tan importante como desconocido, «Casaron luego al infante don Ma- nuel, su hermano, con la infanta donna Constanza, fija del rey de Aragón» (11) . El casamiento no era indigno de un infante de Castilla, porque las her- manas mayores de Constanza se habian casado, Violante con Alfonso X e Isabel con el futuro Felipe III de Francia . Y resultó fructifero: un hijo, Al- fonso Manuel, y una hija, Violante Manuel, que se casó con un hijo menor de Afonso III de Portugal, el infante don Afonso (1263-1312) . Mientras tanto, las relaciones con Inglaterra no mejoraron porque los electores alemanes eligieron como rey de los romanos y futuro . emperador tanto a Alfonso como al conde Ricardo de Cornualles. Enrique III se en contraba apremiado entre Ricardo, Alfonso, el Papa, los rebeldes de Gascu- ña y los mismos barones ingleses, y tuvo que hilar muy fino. Escribiendo a Alfonso el 25 de junio de 1258, Enrique no sólo intenta mantenerse neutral entre el y Ricardo, alejar la posible amenaza castellana a Gascuña y excusar- se por no participar en la cruzada, cada día mas hipotética, contra Marruecos, sino que repite su explicación anterior por no haber casado a su hija con Manuel, y dice que como ya Alfonso ha casado a Manuel con otra, tendrá que aceptar la situación (12) .

(10) M. POWICKE: The Thirteenth Century, 1216-1307, Oxford, 1953, págs. 116-21; BALLESTEROS, págs. 92-104; Clase Rolls, 1254-1256, Londres, 1931, págs. 389-91 . (11) PERO MARIN: Los miraculos romanzados, como saco Santo Domingo los cativos. . ., en S. DE VERCARA: Vida y milagros de el thaumaturgo .español, Madrid, 1736, pag. 134. (12) Close Rolls, 1256-1259, Londres, 1932, págs . 314-15 .

169 La lucha por el Imperio seguía, y en junio de 1260, creyendo obtener el apoyo del Papa Alejandro IV, Ricardo pasó a Flandes con la intención de ir hasta Roma para una rápida coronación imperial. En agosto, sin embargo, no habla llegado más allá que Worms, y en septiembre volvió a Inglaterra, abandonando definitivamente sus esperanzas. ¿Por qué? Según su mejor biógrafo, en la primera mitad de septiembre Alfonso recibió la noticia de es- te viaje, y mandó a Manuel a Roma, donde consiguió convertir al Papa otra vez a la neutralidad . Sin embargo, Manuel debió de ir mucho antes, porque en Anagni el 10 de abril de 1260_Alejandro IV dio a cierto clérigo permiso de tener otro beneficio eclesiástico, además de los tres que ya poseía, «a peti- ción del amado hijo, el noble Manuel, querido hermano en Cristo de nuestro hijo el ilustre rey de Castilla y León, quien nos lo pidió en nuestra presencia» . Y lo más curioso es que el clérigo era inglés: Juan, de Heslerton, pueblo de Yorkshire, quien ya disfrutaba de la rectoria de la parroquia de San Pedro en la aldea de Cockfield, en la diócesis de Norwich . ¿Seria un ca- pellán de Manuel? ¿o un funcionario de la Curia? Menos misteriosa es otra bula, expedida dos dias antes, también a peti- ción de Manuel, según la cual la Orden militar de Santiago podria nombrar siempre en el futuro a algún caballero suyo para que asistiese a la mesa del Papa . Menos misteriosa porque Manuel cultivaba bastante la amistad de los santiaguistas, sin duda porque ellos también tenían grandes señorios mur- cianos, y los dos tendrian que ayudarse mutuamente. Asi, al volver de Anag- ni, el 8 de enero de 1261, en Sevilla, Manuel y su esposa Constanza «por su amor y devoción a la Orden y especialmente por su honor y la amistad del Maestre, Pelayo Pérez» se afiliaron a la Orden como familiares, prometien- do ayudarla, tomar el hábito de Santiago si en alguna ocasión decidiesen entrar en alguna orden religiosa, y hacerse enterrar a si mismos, sus hijos y sus descendientes en el convento mayor de la Orden, Santiago de Ucles. Dieron dos mil maravedis para construir una capilla en el convento y para dotarla con cuatro capellanes, quienes cantarían misa para ellos y para sus muertos; y prometieron aumentar esta dotación con otros 23.000 maravedis, al morir. En cambio, el Maestre y el Capitulo General los recibieron como familiares, para participar en todos los beneficios espirituales de la Orden; prometieron construir la capilla, con cuatro capellanes ; y concedieron a los infantes el usufructo vitalicio de varias heredades santiaguistas: el castillo de

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Haro con villa y aldeas, la cañada de Alarcón, la cañada y presa de Mora, y molinos y otros derechos, con tal de que los infantes siguiesen pagando el diezmo acostumbrado de dichos lugares, al prior de Uclés (13) . Manuel no tardó en beneficiarse de esta alianza . En 1264 el gran levan- tamiento de los mudéjares casi derrumbó la autoridad castellana en el Mediodia, y mientras Alfonso X se dedicó a suprimir la rebelión andaluza, Manuel y los santiaguistas ayudaron a Jaime 1 en la segunda reconquista del reino murciano, en una campaña cuyos detalles nos constan, no con absolu- ta imparcialidad, en la autobiografía del Conquistador . Después del estudio magistral de Torres Fontes, es innecesario examinar esta campaña detalla- damente, pero si vale la pena notar el papel de Manuel. Al entrar Jaime 1 en el reino de Murcia, en noviembre de 1265, los mudéjares de Villena le expli- caron que se habian levantado contra su señor, Manuel, a causa de su mala conducta hacia ellos, y que estaban dispuestos a rendirse con tal de que su futuro señor fuese Jaime, y no Manuel ni Alfonso. Amenazándoles con una expulsión total, Jaime les persuadió que capitulasen y volviesen a manos de Manuel, a condición de que éste les perdonase; pero aunque todos los hombres de Villena juraron estas capitulaciones, después se negaron a cumplirlas. En Elda, otro señorio manuelino, los rebeldes se rindieron, a condición de que Jaime les protegiera, sin duda contra su antiguo señor; y, pocos dias después, en Elche, también señorio de Manuel, Jaime prometió todo lo que le pidieron los jeques rebeldes : que todos los mudejares podrian quedarse alli, con sus heredades y sus propios tribunales, ley y jueces musulmanes, sin que nadie les trajese ante jueces cristianos ni les prohibiese hacer la llamada a la oración desde los minaretes. Mientras tanto, Manuel con Alfonso García de Villamayor, adelantado de Murcia, y el Maestre de Santiago, Pelayo Pe- rez, se unió a Jaime en Alicante ; y en diciembre le acompañaron a una entrevista con Alfonso X en Alcaraz. Desde alli, volvieron al reino mur- ciano, donde Manuel pudo tomar posesión de Elche, aunque no todavia de Villena .

(13) N. DENHOLM-YOUNG: Richard of Comwall, Oxford, 1947, pags. 86-105. 1 . RODRIGUEZ DE LAMA: La documentación pontifkia de Alejandro IV 1254-1261, Roma, 1976, núms. 464, 465; A. H. N., Archivo de Uclés, caj . 339, núm. 13 .

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Evidentemente, los señoríos manuelinos ocupan muchas páginas en el Libro dels.Feyts porque Jaime les dedicó mucho esfuerzo diplomático. Se habían levantado, en parte por motivos generales y en parte por tener quejas especiales contra Manuel, entre ellas sin duda la llamada a la oración y la cuestión de la competencia de los tribunales, puntos que indican algo de la manera manuelina de ejercer su señorio. Ciertamente Jaime no especifica las quejas, pero tampoco justifica a Manuel, a pesar de ser su suegro . En realidad, Jaime nunca menciona ni. a Constanza ni a su relación familiar con Manuel, omisión curiosa pero cuyo significado no queda claro . De toda la rebelión murciana quedan evidentes dos aspectos. que los vasallos de Ma- nuel se mostraron excepcionalmente reacios a volver a su señorío, y que Ma- nuel se menciona casi siempre como uno entre varios cristianos, sin jamás destacarse individualmente. Y en su testamento de 1272, Jaime I se limita explícitamente a legar a los hijos de Constanza, ya muerta, lo que le había dado en la ocasión de su boda, y nada más. No parece conservarse ningún testimonio de amistad cordial entre suegro y yerno (14) . La muerte de Constanza debia de ocurrir antes de 1266, cuando se pro-. puso otro casamiento de Manuel, esta vez con otra Constanza, hija de Gas- tón, vizconde de Bearne, y viuda del infante Alfonso de Aragón ; Clemente IV lo prohibió por incestuoso (15) . Manuel se consolaba en la corte castella- na, normalmente residente en Sevilla, sin duda con amoríos puesto que dejó varios hijos ilegítimos, pero también en caza, cetrería y poemas . No se con- servan poemas suyos, pero en tres de las Cantigas de Santa María Alfonso X le describe como hermano muy querido, buen consejero y aficionado a la cetrería . Parece haber vivido casi siempre coma una sombra del rey, pero siendo uno de los ricohombres más poderosos del reino, necesariamente tenía peso en la política nacional, y desde 1267 en adelante empezó a actuar en este sentido . Asi, cuando el rey don Dionís de Portugal pidió que se le li- berara del deber de pagar tributo a Castilla por el Algarbe, Manuel le apoyó y Alfonso concedió la petición, a pesar de disminuir así la influencia cas- tellana en Portugal .

(14) J. TORRES FONTES : La reconquista de Murcia en 1266 por Jaime 1 de Aragón, Murcia, 1967, págs. 120-44; J, FORSTER: The Chronicle of James 1, King of Aragon, Londres, 1883, Vol, II, págs. 532-57 ; E, MARTENE y U. DURAND: Thesaurus novus anecdotarum, París, 1717, eo]s. - 1139-48. - (15) BALLESTEROS, pág. 239.

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Mas peligrosamente, cuando el infante don Felipe acaudillaba un bando de nobles descontentos en 1272, Manuel no se solidarizó completamente con Alfonso, sino que actuó como intermediario para arreglar la disputa. Siempre en compañia de otros -la reina Violante, el arzobispo de Toledo, o los maestres de las órdenes militares-, consiguió persuadir a Alfonso a que aceptase las concesiones pedidas por los rebeldes, sin poder disuadir a éstos de que no se refugiasen en Granada. Es innecesario seguir aqui la larga narrativa de la Crónica de Alfonso X, pero según ésta, casi la única fuente, Manuel acompañaba casi siempre a Alfonso, pero en las raras ocasiones que se le menciona, actúa siempre como uno entre varios mediadores y contem- pórizadores. Nunca, jamás parece hacer nada importante como individuo, En 12731a cuestión imperial volvió a ponerse sobre el tapete, al elegirse como rey de los romanos el conde Rodolfo de Habsburgo y aprobar la elec- ción la curia romana. Alfonso X decidió buscar otra vez la corona imperial, visitando al Papa, Gregorio X, en Languedoc. Manuel le acompañó en el viaje, saliendo de Castilla a fines de 1274 y llegando en mayo a Beaucaire, donde se reunieron los dos con Gregorio en pláticas largas pero infructuosas. Parece que Alfonso renunció por fin a sus ambiciones imperiales, y Gregorio le compensó con los pingües réditos de la décima de la cruzada, de la iglesia castellana . Incluso durante su viaje a Beaucaire, Gregorio le habia mandado varias cartas disuadiéndole de sus proyectos imperiales, y había escrito a Manuel para que también disuadiese a Alfonso . Es evidente que Gregorio consideraba a Manuel persona de gran influencia con Alfonso, y es de supo- ner que en esto acertase. En este caso, Manuel tendria bastante que ver con la gran renuncia alfonsina, y es significativo que Gregorio queria que Ma- nuel asistiese a su entrevista privada con el rey (16). Finalmente, los hermanos prepararon su vuelta a Castilla . Pero ocurrió un desastre: en Montpellier murió Alfonso, único hijo legitimo de Manuel. Manuel se lanzó en seguida a otro matrimonio, esta vez no con una catalana sino con una italiana, Beatriz, hija de Amadeo IV, conde de Saboya desde 1198 hasta 1253 . Amadeo habia tenido dos hijas con su primera esposa,

(16) W.METTMANN: Cantigas de Santa María, III, Coimbra, 1964, cantigas 366, 376, 382; E. LOPEz-AYDILLO: «Los cancioneros gallego-portugueses como fuentes históricas», Revue hispa- nique 57 (1923), 315-619, esp. págs. 394-97; BALLESTEROS, págs . 420-32, 477-734 .

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Margarita de Vienne: Beatriz, esposa de Manfredo 111, marqués de 5aluzzo y, después, del rey Manfredo; y Margarita, esposa dé Bonifacio, marqués de Monferrato. Con su segunda mujer, Cecilia de Baux, Amadeo tuvo un hija, Bonifacio, y otra hija, Beatriz, llamada «Contesson», quien se casó en 1268 con Pedro Bouviers, señor de Chalon, enviudándose poco después. Precisa- mente con esta condesa, Beatriz, Manuel se casó en el mismo mes de la muerte de su hijo. No hay datos sobre la boda, ni sobre su motivo . Puede pensarse que con la muerte repentina de su hijo, Manuel sólo pensara en conseguir otro heredero, pero parece un poco improbable que arreglase un nuevo casamiento con tanta rapidez . En cambio, es posible que la boda re- sultara de negociaciones más largas, anteriores al viaje algo optimista de Al- fonso X, y subordinadas a la política alfonsina en Italia . Alfonso siempre ne- cesitaba relacionar a sus partidarios italianos y alemanes, y para ello asegu- rarse la amistad de los feudatarios que controlaban los puertos alpinos . Había casado a una hija con Bonifacio de Monferrato, y en 1275 si todavia soñaba con el imperio, seria una buena estrategia buscar la amistad de los condes de Saboya ofreciendo a su hermano de siempre como novio y an- zuelo. Es decir, que la existencia de Juan Manuel quizás sea un derivado de la geografía suiza (17) . Manuel intentó cobrar sus servicios de otra manera, explicando al Papa que queria ir en cruzada a Tierra Santa y pidiéndole, descaradamente, la décima de la cruzada de Portugal, es decir, un impuesto de diez por ciento sobre todas las rentas eclesiásticas en Portugal durante seis años . Gregorio, cabeza dura y cruzado experimentado, se la negó, con la explicación tradi- cional: los españoles debian de luchar contra sus propios sarracenos . Desde luego, tenía toda la razón: en 1275 los benimerines habían vencido a los cas- tellanos y amenazaban con derrumbar todas las conquistas de San Fernan- do . En los próximos años, sin duda Manuel participaba en la guerra contra ellos, pero las fuentes le muestran más bien como embajador de su hermano que como guerrero, pidiendo ayuda a Pedro III de Aragón (1278), y a Portu- gal (1279), y ayudando a Alfonso en el intento de aliarse con Marruecos

(17) A. BENAVIDES: Memorias de D. Fernando IV de Castilla, tomo I, Madrid, 1864, pug. 675; Enciclopedia Italiana, Vol. XXX, Roma, 1936, págs. 928-35. Nada más significativo que el silencio de las crónicas italianas sobre Manuel yBeatriz, a pesar de sus muchos datos sobreAlfon- so X y sus hermanos Enrique y Fadrique.

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contra Granada (1279) y en el tratado de Campillo (1281), cuando Alfonso concedió Valdeayora a Aragón y compensó a su antiguo dueño, Manuel, con la villa de Escalona. Precisamente en esta villa, un año más tarde, nació el heredero deseado, Juan, llamado así quizás por su primo, o quizás por devoción al santo patro- no del convento dominico de Peñafiel, santuario predilecto de la familia. Sancho el Bravo era su padrino de bautizo, a quien en seguida Manuel pidió el castillo y villa de Peñafiel . Sancho se lo concedió, porque llevaba tres años o más buscando la sucesión del trono de su padre, a pesar de vivir aún los hi- jos de su hermano mayor, Fernando de la Cerda. Cuando se sugirió por pri- mera vez que Alfonso declarase heredero a Sancho, apartando a los hijos de Fernando, Manuel se opuso francamente; pero Sancho seguia reuniendo partidarios entre la nobleza y las ciudades, Alfonso vacilaba entre hijo y nieto, y finalmente Manuel abandonó su lealtad tradicional y se alió, como casi todos los otros miembros de la dinastía, con Sancho. Sus motivos, desco- nocidos, pudieron ser la necesidad de un rey adulto y guerrero para luchar contra los benimerines, la vacilación irritante de Alfonso y, sin duda, la es- peranza de recibir dádivas generosas del pretendiente . Si esta fue su esperanza, Manuel la vio bien cumplida con la concesión por Sancho, de Beas, Chinchilla y Aspe, y se mantuvo fiel a Sancho hasta su muerte, el día de Navidad de 1283 . Dejó a una viuda, Beatriz, que educaría a sus hijos y moriria en Escalona en 1290, dos hijos legítimos, Juan y Violan- te, y cuatro ilegítimos, Fernando, Enrique, Sancho y Blanca. Menciona a todos en su testamento, como también su enterramiento en Ucles conforme al acuerdo de 1261 y, desde luego, mandas a conventos dominicos y francis- canos y a una sola iglesia seglar -la catedral de Sevilla-, ciudad donde había pasado sin duda sus días más felices . Por su parte, la orden de San- tiago cumplió con Manuel, porque el calendario de Ucles lleva todavia el memorial de su aniversario : «VIII kalendas jattuarii . Obiit bonae memoriae infans domnus Emmanuel» ; pero Sancho IV, o quizás Beatriz, no le enterró al lado de su primera esposa en Ucles sino en el panteón real de Las Huelgas, donde se han estudiado su tumba y sus restos (18) .

(18) J . GOÑI GAZTAMBIDE: Historia de la bula de la cruzada en España, Vitoria, 1958, pág. 225; BALLESTEROS, págs . 773-1042; J . TORRES FONTES : «El testamento del infante don Manuel

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Al revisar lo que de su vida se sabe, parece un hombre bastante gris . Hijo menor, mimado por su hermano Alfonso, con devociones, amistades y afi- ciones convencionales, casi nunca se destaca en actuación individual, y casi parece un peón que Alfonso mueve a su antojo en el tablero de la política ex- terna y matrimonial . Sin embargo, Gregorio X le consideró hombre de gran influencia, y si las crónicas oficiales no le presentan con tanta personalidad como, por ejemplo, su hermano Enrique o el Maestre Pelayo Pérez, quizás es por tener sus propios prejuicios contra, él, o .contra su hijo. En los escritos de Juan Manuel, o en la Crónica anónima de Silos, en cambio, adquiere el va- lor de un príncipe honrado con el que se puede contrastar la bajeza moral de Alfonso X o Violante y alentar una ideologia aristocrática y pretrastamaris- ta. Esto se resalta aún mas en las profecías de Merlin, importación politiza- da de las leyendas artúricas; y es muy posible que las relaciones de Manuel con Inglaterra no se limitasen a novias y capellanes, sino que también ayu- dasen en la transmisión a Castilla de tales leyendas (19) . Pero éstas son me- ras especulaciones. Hasta que sepamos más, lo sensato seria considerar que Manuel legó a su hijo una riqueza y un poderio acumulados a través de treinta años prudentes (Zapoliticos?), una mesnada de vasallos, unas tradi- ciones orales; históricas y literarias, y una madre italiana cuya influencia sobre el gran escritor un día tendrá que calibrarse. Queda para cada lector decidir en qué medida Juan Manuel aceptó, y en qué medida reaccionó contra esta herencia .

(1283)», Miscelánea Medieval Murciana, 7 (1981), 11-21 ; M. GOMEZ-MORENO : El panteón real de las Huelgas de Burgos, Madrid, 1948, págs. 32, 60, 84, 102; A.H.N ., Códice 1318 (Kalenda- rio de Uclés) . (19) W. J . ENTWISTLE : The Arthurian Legend in the Literatures of the Spanish Peninsula, Londres, 1925, págs. 50-57, 177-79; D . W. LOMAX: «Una crónica inédita de Silos», Homenaje a Fray Justo Pérez de Urbel, OSB, tomo I, Silos, 1976, 323-37 .

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José Luis Martín Universidad Complutense

DON JUAN MANUEL Fundador del convento de San Juan y San Pablo de Peñafiel

El 8 de agosto de 1283, el infante Sancho, heredero de Alfonso X, hacia entrega a don Manuel, padre de D. Juan, de la villa de Peña£iel «con su cas- tillo e con su alcaçar que es dentro de la villa e con vasallos e con sus térmi- nos e con sus aldeas . . . salvo ende que tenga para mi moneda forera e justicia si la vos non fizieredes, e que me acoxgades en ella grado e pagado cada que yo quisier; otrosi, que fagades della guerra e paz en todo tiempo a mi e a los que regnaren . . .» (1) . Dos años más tarde y en virtud de la cláusula que transmitia la villa al hijo primogénito, D. Juan se convertia en señor de Pe- ñafiel cuando apenas contaba tres años de edad y Sancho IV confirmaba la donación (2) . De la actuación del infante como señor de Peñafiel se han conservado o se conocen muy pocos documentos y entre ellos destacan por su importancia el de dotación del convento dominico de San Juan y San Pablo -de 1320 y el de concesión de fueros a los habitantes de la villa -de 1345- . El segun- do ha sido publicado al menos en dos ocasiones (3) y el primero, aunque

(1) Una copia del documento se halla en AHN, Clero, carpeta 3.435, doc. 1, fol. 1 r., en letra del siglo XV. En 1512, la reina Juana mandó copiar y confirmó todos los privilegios conce- didos por don Juan Manuel al convento (AHN., Clero, carpeta 3.435, doc. 15) . (2) Id., doc. 1, fols. 1 r .-v. (3) V. la edición de A. GIMENEZ: Don Juan Manuel. Biografia y estudio crítico, Zaragoza, 1932, págs. 655-671 . Giménez Soler afirma no haber podido localizar el documento y haberlo

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publicado, es prácticamente desconocido (4) por lo que lo reproduzco en apéndice asi como otro documento dirigido al monasterio en 1328 (5) .

Según el padre Vicente Velázquez de Figueroa, autor del «Libro Becerro del convento Real de San Juan y San Pablo de la Villa de Peñafiel» (6), en respuesta a una petición hecha por D. Juan, el 1 de agosto de 1318, Juan XXII autorizaba desde la sede -papal aviñonesa la fundación del convento que dos años más tarde seria ampliamente dotado por don Juan Manuel. FI documento, redactado en un latin más que aceptable, se inicia con un amplio prólogo en el que D . Juan hace profesión de fe y elige como valedor ante Dios a Domingo de Guzmán a cuya Orden hace entrega de unas casas nuevas «quas ego construxï» junto al alcázar así como la capilla de San Ilde- fonso junto con su corral, los huertos de Noria y de San Pelayo, frente al al- cázar, al otro lado del Duraton, rio sobre el que los dominicos reciben todos los derechos en el tramo comprendido entre la iglesia de San Pelayo, los huertos citados y el Alcázar. A esta donación se añade un canal en el Duero

tomado de la edición de SATURNINO RIBERA MANESCAU: Ordenanzas dadas a su cílla de Peñafiel por don Juan, híjo del Infante don Manuel, Valladolid, 1926, págs. 25-46. Me he referido al citado documento en el trabajo de divulgación El señor de Peñafiel, «Histo- ria 16», n. 75 (julio 1982), págs . 58-63, por lo que prescindo aqui de todo comentario . (4) Segán SANCHEZ CANTON : Cinco notas sobre don Juan Manuel, «Correo erudito», 1 (1940), págs. 63-64, el citado documento se halla «impreso en parte en un informe del primer di- rector de la Real Academia de la Historia, don Agustín de Montiano y Luyando (1753, en oca sión del hallazgo de la espada atribuida a donJuan Manuel), e incluido ensu biografia publicada por el Marqués de Laurencín (Madrid, 1926)» . Tomo estas referencias de la obra de DANIEL DE- VOTO : Introduccíón al estudio de Don Juan Manuel y en particular de El Conde Lucanor. Una Bíbliografia, Valencia, 1972, pág. 207. No se conserva el original y transcribo la copia guardada en AHN., Clero, carpeta 3.435, doc. 1, fols. 5 v., 7 r. Esta recopilación sirvió de modelo a la confirmación hecha por doña Juana en 1512 (Clero, carpeta 3.435, doc. 15) . Posiblemente, el original ya había desaparecido por es- tos años y podemos relacionar la desaparición con los pleitos ocurridos por la posesión de unas aceñas entre el convento y Juan Téllez Girón, conde de Urueña; al menos, sabemos que en 1577 los dominicos presentaron un documento que no se corresponde con el que hoy conocemos: se ampliaba la donación de D. Juan para incluir las aceñas en litigio (AHN ., Códice 1 .254 B., pág. 275; en este códice, págs. 271-274 puede verse otra copia, tomada de la carpeta 3.435 en 1768 por no conservarse el original) . (5) AHN., Clero, carpeta 3.435, fols. 16 r .-v. (6) Compuesto en 1768, el Becerro contiene una «Vida del Serenisimo Príncipe don Juan Manuel, Fundador de este convento» que ocupa las págs. 4-10 y finaliza con una relación de las

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para que los dominicos se abastezcan de peces, unas aceñas en el mismo rio, unos molinos en el DuratOn, un pinar y la casa del Infante en Botijas, llama- da popularmente casa de los reyes . Junto a las propiedades mencionadas, los dominicos reciben la «custo- diam populorum» es decir el derecho de protección sobre las aldeas de Peña- fiel, el portazgo de la villa, cinco mil maravedis anuales situados en la mar tiniega y destinados a celebrar el aniversario del donante, y el alcázar de la villa, construido por Alfonso X, con cuanto se incluía entre sus muros. Esta última donación está condicionada a que cuando el donante o sus sucesores estén en Peñafiel se alojen en el alcázar y cuando se hallen ausentes residan en él los frailes. El objetivo final de la donación es la creación de un conven- to en el que don Juan Manuel elige sepultura (7) . A la donación de bienes inmuebles seguirían otras de joyas y vestidos se- gún se deduce del documento anteriormente citado de 1328 por el que don Juan Manuel reconviene a los dominicos por el mal uso hecho de la joyas y ropas recibidas, que cedían a particulares «para bodas e para otras cosas» (8) . Es de suponer que la advertencia hecha por el Infante surtió efecto y la

libros «que dejó a este convento que fundó y dotó i eligió se sepulcro» . Los libros que se citan son la Chrónica de España, Libro de los Sabios, Libro del Cavallero (se cita en dos ocasiones), Libro del Escudero, Libro del Ynfante, Libro de la Caza, Libro de los Engaños, Libro de los Cantares, Libro de los Exemplos, Libro de los Consexos, relación que coincide conla que ofrece Argote de Molina (v . DANIEL DEVOTO: ob . cít., pág. 228) . La obra del padre Velázquez se halla en AHN., Códices, 1 .264 B, y la relación de obras de don Juan Manuel conservadas en el monasterio está en la pág. 9) . (7) Las noticias sobre la petición y el permiso pontificio para fundar el convento se hallan en las páginas 30-31 del Códice 1 .264 B. A los datos que sobre la influencia de los dominicos en el pensamiento de donJuan Manuel ha recogido MARIA ROSA LIDA DE MALKIEL : Tres notas sobre don Juan Manuel, «Romance Philolo- gie», 4 (1950-1951), págs. 155-194, podemos añadir otro dato de cierto interés : don Juan Manuel hizo trasladar al convento de Peñafiel el cadáver de la madre de Santo Domingo, hasta entonces conservado en el monasterio de San Pedro, de Gumiel de Hizan (Códice 1 .264 B., págs . 36-37) . La elección de sepultura en Peñafiel y el enterrainiento con el hábito de Santo Domingo se hallan confirmados por un documento del 29 de mayo de 1376 según el cual doña «viendo la santa intinçión de don Iohan mi padre que amó a todos los religiosos, especialmente a la Orden de los frailes pedricadores en la cual Orden en el monasterio de Sant Iohan de la mi villa de Peñafiel él cogió su sepultura do yaze enterrdo en el ábito de los dichos frailes «amplió la donación de los cinco mil maravedís a nueve mil (AHN., Clero, carpeta 3 .435, doc. 1, fols, 3 r .-v) . (8) El mantenimiento de estas prácticas llevaría como castigo que «vos non dé para el mo- nasterio joya ninguna» (Id ., fols . 16 r .-V.) .

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protección a los dominicos continuó según se desprende de documentos co- mo el citado por el padre Velázquez, fechado el 7 de abril de 1345, por el que don Juan Manuel da al convento una renta anual de mil maravedís sobre las escribanías de Peñafiel más otros quinientos maravedís en concepto de reparación por haber mandado sacar del convento a un hombre acusada de asesinato (9) . Tres años más tarde, Fernando, hijo de don Juan Manuel, confirmaba la donación hecha por su padre de una carga de trigo a la semana (10), y por un documento de Pedro 1, de 1362, sabemos que «don Juan Manuel e don Ferrando su fijo establespieron la dicha casa e orden en la dicha villa» y le asignaron rentas por valor de setecientos cincuenta maravedís: 300 «en la guarda de los pueblos, aldeas del dicho lugar de Peñafiel» y cuatrocientos cincuenta en las entregas de los judíos (11) . El cambio de dinastía, lejos de perjudicar al monasterio, sirvió para con- firmar y ampliar las donaciones hechas por D. Juan Manuel; de 1371 se con- serva un documento de Juana Manuel, hija del Infante y esposa de Enrique 11, disponiendo que los cinco mil maravedís dejados por «don Juan mi padre e don Fernando mi hermano» se paguen ocho días antes de San Miguel los dos mil primeros y antes de San Martin los restantes (í2) . Cinco años des- pués, la reina entregaba al convento la totalidad de la martiniega, nueve mil maravedís, tras afirmar que don Juan Manuel le había dado cuatro mil maravedís (13) . A una donación hasta ahora no citada alude el documento de 1373 por el que Juana Manuel se hace eco y recuerda al concejo de Peña- fiel que el prior de los dominicos presentó un privilegio «en que don Johan, mi padre que Dios perdone, les dexara en la prestamería de y de dicha villa quantía Vierta de maravedís» ; a pesar de las protestas del arrendador doña

(9) Códice 1.264 B., pág. 51 . (10) Id., pág. 52. (11) El documento, expedido en Sevilla el 8 de febrero de 1362 estaba dirigido al concejo da Peñafíel con el que, indudablemente, el convento tuvo algunos problemas (AHN., carpeta 3.435, fols . 18 v.-19 v.) . (12) Doc, del 4 de febrero (Carpeta 3.345, fols, l4 v,-15 r.} . Don Juan Manuel había orde- nado que se pagaran todos «in £esto Nativitate Domini» . (13) Doc. del 24 de marzo de 1376 (Carpeta 3.435, fols. 13 r .-v.) . La donación de los nueve mil maravedis es del 29 de mayo de 1376 (Id ., fols. 3 r .-v .) .

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Juana Manuel confirmó la donación y la extendió a la totalidad de la prestameria (14) . Posiblemente, la donación del alcázar «prout muris predicti alcaceris includitur» se extendía a los derechos señoriales sobre quienes habitaban entre dichos muros y asi se explica que en 1355 don Manuel recordara al concejo, hombres buenos y alcaldes de Peñafiel que «bien sabedes que los vasallos que moran en el solar del alcapar de nuestra villa que deven ser quitos de todo pecho salvo ende de moneda e de pecho de martiniega que de- ven dar por su heredamiento que han fuera; e agora vinieron a mi e di- xiéronme que les demandades otros pechos e otros agraviamientos que non devedes» (15) . A la custodia de las aldeas alude la reina Beatriz en documen- to de 1386 igualmente dirigido al concejo, alcaldes y alguacil de Peñafiel pa- ra hacer presente que «don Juan Manuel mi visavuelo e la reyna doña Juana mi madre, que Dios perdone, que dieron la dicha guarda para siempre ja- más a los freyres pedricadores desa dicha mi villa pora mantenimiento de los dichos freyres e porque rogasen a Dios por ellos . . .» (16) . Las confirmaciones de estos privilegios continuarían hasta la confirmación definitiva hecha por la reina Juana en 1512, según hemos indicado anteriormente .

APENDICE DOCUMENTAL

I

1320, noviembre, 6. Córdoba . Don Juan Manuel da a la Orden de los Predicadores para que construya en Peñafiel un monasterio en el que elige ser enterrado, unas casas junto al

Esta «nueva» donación debió chocar con los intereses del concejo a cuyos alcaldes y alguacil está dirigida la carta asi como otra del 28 de noviembre de 1377 recordando la obligación de res- petar y hacer cumplir los privilegios dados por su padre a los dominicos (fols. 15 v.-16 r.) . Dos años antes había recriminado al concejo «que no quiere guardar una carta de don Juan mio padre» en la que manda «que en la heredat de la casa de la reyna (¿la casa sita en Botijas?) que ellos han ay en los sus prados non entre ganado alguno nin bestias nin puercos que fagan daño» (15 de octubre de 1375, fols. 16 v.-17 r .) . Sobre el mismo tema escribiría el 18 de mayo de 1376 (Id ., fols . 17 v. 18 r.) . (14) El documento está fechado en Madrid el 25 de abril (Carpeta 3.345, fols. 2 v.-3 r .) . (15) Carpeta 3.345, fols. 2 r.-v . (16) Id ., fols . 11 r.-v .

181 alcázar, el propio alcázar, huertos, derechos de pesca en el Duero, molinos sobré el Duero y el Duraton, cinco mil maravedis de renta anual situados sobre la martiniega de la villa, el portazgo de Peñafiel, un pinar y los de- rechos derivados de la custodia de las aldeas de Peñafiel . AHN ., Clero, carp . 3.345, doc . 1, fois . 5 v.-7 r.

Alme redemptor et genitor, Deus vivas et verus qui es omnisciencia et plenitudo virtutum, lux lucis etfons luminis illuminatorque dierum ubi nulla simulatio est, qui ante mundi constitutionem arbitrio tao cuneta creasti visibilia et invisibilia, presentía, preterita et futura et es Pater et Filias et Spiritus Sanctus. Te trí-num in personis et unum in Deitate profiteor adque credo quia Pater Deus et Filias Deus et Spiritus Sanctus Deus et tamen non tres dis, sed naturaliter est tota Trinitas unus Deus, qui omnia regir, gubernas, moderas, mortificas et vivificas, ducis ad inferos et reducís, creas lucem et formas tenebras, ubique diffusor adque largitor qui in ipsa Trinitate exaltas humiles deprimisque superbos. Quia, íuxta dictum apostoli, omnes stabimus ante tribunal tuum recepturi prout in corpore gessimus sive bonum rive malum et quia humana natura pronita est ad peeandum et ideo orationibus ecclesíe et sanctorum noscuntur homines quam plurimum indigere, quia eciam ego lohannes, illustras infantas domina Hemanuel filias, indig- nas et negligens pecator me inter alios homines sencio valde opresum multiplica pondere peceatorum et ideo speciali et specialiter, Deo ac- cepto in ceteros coram Te, tremendo iudice, indígeo advocato et quia, o Tu Pater Eterne qui gloriosus es in sanctis tuis et in magestate mira- bilis, cuisis ineffabilís altitudo prudencie nullis inclusa límitibus, nullis finibus comprehensa, licet cunctos ministros tuos magnifices, altas de- cores honaribus íllos tamen ut dignis dignare pendas uberiori retribu- tione persequens quos dágniores anoncis et comendat ingencior esce- lencia sanctorum inter quos gloriosissimum virum et beatum Domini- cum evidens ex eo utilátas universalá ecclesie promerens specialiter co- ram te aceptum perhibet ac eciam aprobatum, ideireo ad ipsum duxí

182 cum speciali devocione et oblaciones mei minusculi recurrendum ad divini igitur nominis honores et augmentum cultus divini. Ego, Iohannes supradictus, dono et concedo beato Dominico et eius ordini fratrum Predicatorum domos novas quas ego construxi in villa mea que dicitur Pennafidelis que quidem domos suret prope alca cerem inmediate eum capeta que dicitur Sancti Mijonsi et cum currali suo. Ytem, ortum qui dicitur de Noria eum alio ortu qui dicitur Sancti Pelagii, qui orti sunt ultra fluvium de Duraton qui rete respieiunt al- cacerem. Ytem, totum flumen quod est inter predictum alcacerem et predic- tos ortos ab ecclesia sancti Pelagii usque ad fines predictorum ortorum cum ripa sua ex utraque parte. Ytem, totum alcacerem meum quem construxit patrus meus rex domnus Illefonsus bone memorie, que quidem prout muris predico al- caceris includitur predicto ordini dono cum condicionibus que se- cuntur: «Videlicet quod quamdiu ego seu sueessor seu successores mei in predicto loco manserimus quod ospitemur ibi et quando ibi non fuerimus quod ibi predicti fratres abitent et morentur». Has autem domos, ortus, flumen cum ripa, alcacerem ut dictum est predicto ordini dono ut ibi morentur et monasteriun teneant fratres ordinis predicti, apud quod monasterium ego ex meis pro me et subcessoribus meis pro illis quibus posum specialem et propriam eligo sepulturam . Ytem, predictis fratribus pro predicto monasterio dono et eoncèdo canalem quod abeo influmine de Duero ut inde picis habeant pro con- ventú. Ytem, dono et concedo fratribus et monasterio supradicto quinque millia morepetinorum monete currentis quos abeant annuatim pro anniversario pro me et pro genitoribus et subcessoribus meis annis

183 singulisfaciendis. Et volo quad quinque milia supradicta habeant sín- gulis annis ut dictus est et exolvantur eisdem, infesto Nativitate Domi- ni, de martiníega. Ytem, dono et concedo-predictis fratribus portadgo de Pennafideli. Ytem, dono et concedo predictis fratribus et monasterio acenias meas quas abeo in flumine de Duero . Dono eciam ets et conceda mollindinos meos quos abeo in flumine de Duraton . Ytem, dono et concedo predíctis fratribus et predicto monasterio domum meam de Botijas que dicidur de regum cum omnibus heredi- tatibus que ad predictam domum pertinent . Dono eciam predictis fratribus et monasterio pignarem meum que hic abeo per Pennamfidelem sine aliqua limitacione cum flumine que dicitur Duero et cum ripa predictifluminis a principio predicti pigna- ris usque ad locum Huelga Cerezo. Dono eciam et concedo predictís fratribus et monasterio custodiam populorum . Et hec omnia supradicta predictts fratribus et monasterio dono et concedo et in eorum posessionem transfero per huius privillegii dona- cionís tradïtíonem in perpetuum valliturum. Quam quidem donationem facío omni íure, modo et causa quibus firmius vallere poterit nunc ac eciman in futurum. Nulli ergo heredum vel subcessorum meorum contra istam dona- cionem venire liceat, ymo eam adintegre observet vel observant. Quod si aliquis vel aliqui, ausu temerario, quad absit, venire presumpserit eam ipsam infringendo vel el in aliquo derrogando, Tram Dei omnipo- tentís et apostolorum Petrí et Pauli et maleditionem virtuosissimi patris mee et (in)dina(cion em) meam incurrat vel incurrant. Illis autem vel illi que diligenter donacioni huíusmodi obtemperaverit sit protectrix manus Domine dum vixerit seu vixerint et cum ab hac vita migraverít seu mígraverínt paradisus fiat eius susceptio vel eorum.

184 Et ut hec omnia supradicta in dubium non vertantur hanc cartam privilleg¡i predicto ordiní et fratribus concessi siglle mee pendentis mu- nim¡ne roboratam. Datam Cordube sexta die mensis novembres era millessíma trigen- tessima quinquagessáma octava . Ego Iohannes Martín¡ scr¡psi de mandato dománi Iohannis.

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1328, junio, 16. Castillo de Garci Muñoz . Don Juan Manuel, informado de que los frailes dominicos de Peñafiel prestaban para bodas los paños y joyas por el dados al monasterio, ordena que se ponga fin a esta práctica so pena de no volver a recibir donaciones . AHN., Clero, carpeta 3.345, doc . 1, fols . 16 r.-v.

De mí don Juan, fijo del infante don Manuel, al prior e al convento de los frayres pedricadores del mío monesterio de Peñafiel. Salud. Commo aquellos en que he muy grand esperança de bien `para el cuerpo e para el alma fagovos saber que me dixeron que vos que pres- tavades los paños e las otras joyas que y di al monesterio para bodas e para otras cosas y en la villa; e sabed que me non plaze dello porque vos mando que daquí adelante que lo nonfagades. Si non, sabed que s¡ lo asífizieredes que guisaredes porque vos non de para el monasterio joya ninguna. Dada en el Castillo diez e seys días de junio era de mill e trezientos e sesenta e seys años. Yo, Clemente Sánchez la escriví por mandado de don Juan.

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M.' de los Llanos Martínez Carrillo

EL OBISPADO DE SIGÜENZA EN EL «LIBRO DE LA CAZA» . UN ITINERARIO GEOGRAFICO

Sobre la caza de las aves en Castilla que don Juan Manuel (1) describe en su «Libro de la caza», se han examinado hasta ahora las circunstancias histórico-geográficas deducibles de dicho texto en los obispados de Cuenca y Cartagena (2), faltando para completar los tres que se conservan del total de quince anunciados por su autor en la obra, el obispado de Sigüenza . Cubrir este hueco es el objeto del presente trabajo que ha sido realizado sobre la ba- se de la edición que José M. a Castro y Calvo hizo en 1945 (3) . El paso de los años desde que se realizó la edición utilizada ha permitido . disponer de una cartografía más rigurosa, con el uso de la cual este pequeño homenaje a un personaje tan ligado a Murcia, puede demostrar el minucioso conocimiento que den Juan Manuel tenía de muchas de las tierras a las que

(1) No le corresponde el título de Infantepor no ser hijo de Rey. MOXO, SALVADOR DE: De la nobleza vieja a la nobleza nueva . La transformación nobiliaria castellana en la Baja Edad Me- dia, pág. 190, Cuadernos de Historia, Anexos de Hispania, 3, Madrid, 1969. (2) CARDENAL DE IRACHETA, M. : «La Geografía conquense» del «Libro de la caza», R.A.B .M ., LIV, 1948, pág. 27-49 . DIEZ DE REVENGA, F.J . y MOLINA MOLINA, A.L. : «Don Juan Manuel y el reino de Murcia: notas al «Libro de la caza»», Miscelánea Medieval Murciana, I, Departamento dé Historia de España, Universidad de Murcia, 1973 . (3) Cuenca, Sigüenza, Osma, Palencia, Burgos, Calahorra, Calahorra, León, Salamanca, Avila, Segovia, Toledo, Jaén, Córdoba y Sevilla; cita dos veces Calahorra y sin embargo no enuncia el de Cartagena que es el primero que analiza, lo cual estabiliza el número de ellos en quince. DON JUAN MANUEL: Libro de la caza, edición de J . M, a Castro y Calvo, C.S.I .C ., Dele- gación de Barcelona, Instituto Antonio de Nebrija, Barcelona, 1945, pág. 85.

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su accidentada vida de gran señor feudal y empedernido cazador le llevó, y en este caso concreto en las que era posible la práctica de un deporte reserva- do a los altos magnates, la caza de aves acuáticas . Solamente una minoria de privilegiados, entre los que por derecho pro- pio se incluía don Juan Manuel, podia llenar el ocio de aquella tempestuosa época cazando ánades, garzas o grullas entre turbulencia y turbulencia ; en torno a estas tres especies gira toda la descripción cinegética y muy raramen- te don Juan Manuel desciende a la caza de la perdiz, el conejo u otras espe- cies más apropiadas para una caza que quedaba destinada a gentes más hu- mildes, de modo que el esquema piramidal propio de la sociedad feudal se refleja en la actividad cinegética, confirmando la tesis de Duby (4) de que las formas medievales de una cultura considerada superior tendian a proyec- tarse en el pueblo llano en un proceso descendente y a su vez degradante de la forma originaria.

Identificación geográfico-histórica del obispado de Sigüenza

El área de esfe obispado abarca tierras situadas en el sector oriental del Sistema Central que entronca con el Sistema Ibérico a través de Sierra Mi- nistra (5) ; a partir de sierra Ministra hacia el oeste, los Altos de Barahona y las sierras de Pela y Ayllón forman el primer tramo de esta cordillera que tiene una gran anchura en dirección norte-sur, desde la meseta septentrional a la meridional . En este sector montañoso, importante foco a s{t vez de dispersión hidrográfica, Sierra Ministra y los Altos de Barahona están formados por un conjunto de relieves de poco más de 1 .000 metros de altura, a través de los cuales se comunican las cuencas de los rios Duero, Ebro y Tajo . Vigías me- dievales de este nudo de comunicaciones fueron antaño Sigüenza y Atienza

(4) DUBY, GEORGES: «La vulgarización de los modelos culturales en la sociedad feudal», en Hombres y estructuras de la Edad Medía, Siglo XXI, 1978. (5) Considerada «verdadero cordón umbilical» entre ambas cordilleras por Solé Sabaris y parte integrante del Sistema Ibérico por Llopis Lladó: TERAN, M . DE; SOLE SABARis, L . y otros: Geografía General de España, t. 1, pág. 77, Ariel, 1978 . LLOPIs LLADO, N. : En Geografía de Es- paña y Portugal, dirigida por Terán, M. de, tomo I, pág. 322, Montaner y Simón, 1952 .

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en la vertiente suroeste de ambas sierras, en correspondencia funcional con Medinaceli y Barahona en la fachada nordeste de las mismas . La región fue empezada a repoblar durante el reinado de Alfonso VI, pero la nueva entrada de musulmanes en ella después de la batalla de Ucles (1108) fue la causa de que hasta los reinados de Alfonso el Batallador en su etapa castellana y Alfonso VIII, no recibiera el impulso definitivo, en fun- ción de su estratégica situación y sus posibilidades de desarrollo de la ganaderia lanar . A lo largo de este periodo de casi dos siglos, Sigüenza acabó consolidán- dose como cabeza indiscutible de la región en su vertiente castellana al con- vertirse en la sede del obispado y a pesar de lo inhóspito del territorio : «La pobreza de la región hará difícil la tarea colonizadora en esta tierra de pára- mos y serranía, donde la acción impulsora de los obispos de Sigüenza se unió a la labor arriesgada y tenaz de diversos agricultores libres pero modestos, que desde la propia ciudad episcopal y en aldeas o heredades próximas ponían en valor tierra tan dura» (6) . Don Juan Manuel tuvo contacto directo con la tierra del obispado y con su titular coetáneo el obispo don Simón; su acceso a la tutoría de Alfonso XI en 1320 fue uno mas de sus muchos actos de soberbia: «. . . et fizo un sello nuevo del Rey, et llamóse tutor del Rey. Et cuando lo sopieron los Concejos, et los Prelados, et los omes bonos de la tierra extrañáronlo mucho, teniendo que non podía facer sello, aviendo el Rey su Chancillería et sus sellos complidos . . . » (7) . Soberbia y ambición que compartió con tantos otros nobles que protagonizaron con él los reinados de Fernando IV y Alfonso XI, uno de ellos el infante don Felipe, hijo de Sancho IV y doña Maria de Moli- na, fue su más enconado enemigo entre aquella fecha y la proclamación de la mayoria de edad de Alfonso XI en 1325, hasta el punto de que sus en- frentamientos, polarizando en torno de ambos al resto de la descabezada

(6) MOXO, SALVADOR'DE : Repoblación y sociedad en la España Cristiana Medieval, pág. 216, Rialp, 1979 . (7) Crónica de Alfonso XI, pág. 186, Crónicas de los Reyes de Castilla, I, Biblioteca de Autores Españoles, Editorial Atlas, Madrid, 1953. La soberbia fue la pasión «que más le domi- nó», GIMENEZ SOLER, ANDRÉS: Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítica, La Académica, Za- ragoza, 1932.

189 nobleza, hicieron peligrar constantemente la estabilidad castellana, y las propias relaciones con Granada a través de la adhesión de los municipios fronterizos con Granada a uno u otro personaje. En este sentido la interven- ción directa de la «razón de estado» de doña María de Molina haciéndoles jurar concordia ante el obispo de Sigüenza don Simón, en presencia de un buen número de miembros de la nobleza y la iglesia, representó el último in- tento por parte de la reina para mantener la autoridad real en alto, antes de su muerte en 1321 . Por estas razones personales y por estar situado el obispado de Sigüenza al norte del marquesado de Villena, del que don Juan Manuel era titular, y compartir con él su estratégica posición de tierras encabalgadas en la fronte ra castellano-aragonesa, cuyo valor pudo comprobar más minuciosamente en las posteriores temporadas en que residió en Aragón como vasallo desna- turalizado de su rey Alfonso XI, don Juan Manuel se presenta en el «Libro de la Caza» como un innato geógrafo que utilizando su observación legó a la posteridad un buen ejemplo de geografia descriptiva .

Descripción geográfica del obispado de Sigüenza a través de «El libro de la caza»

Don Juan Manuel recorre en su obra los lugares de mayor frecuencia de caza de una manera totalmente coherente ; relieve y cuencas hidrográficas son los dos pilares geográficos en los que se basa la descripción de las posibi lidades cinegéticas del obispado de Sigüenza. La relación empieza por el Sis- tema Central y termina en el Sistema Ibérico, para a su vez, dentro de la primera cordillera hacer en primer lugar el análisis de la vertiente sep- tentrional, correspondiente a la cuenca del Duero y posteriormente la meri- dional, ya en la cuenca del Tajo y su afluente el Henares; en segundo térmi- no y con menor detenimiento se dedica a la descripción del tramo del Siste- ma Ibérico conectado por Sierra Ministra en el Sistema Central, correspon- diente respectivamente a las cuencas de Tajo, Ebro y Duero. Según la si- guiente sinopsis:

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R . Aguisejo R. Valdanzo R. Duero R. Pedro (orilla izquierda) R. Caracena R. Retortillo-Talegones Sistema Central R. Barcones-Escalote

R. Cañamares R. Henares-Tajo R. Bornova (orilla derecha) R. Cogolludo R. Sorbe

R. Henares-Tajo R. Salado (orilla derecha) R. Henares-Tajo CR. Dulce (orilla izquierda) R. Badiel

R. Tajuña Sistema Ibérico R. Tajo R . Cifuentes (orilla derecha) R. Ablanquejo R. Callo

R. Ebro R. Mesa-Jalón R. Duero R . Torete-Escalote

La mayor novedad respecto a la organización de las unidades morfologi- cas de ambas cordilleras estriba en que don Juan Manuel incluye concep- tualmente en el Sistema Ibérico los Altos de Barahona y Sierra Ministra, acusando con ello la imprecisión en que todavía están sumidos los geógrafas contemporáneos, sobre todo respecto a la última de las dos sierras; el hecho se desprende del orden seguido en esta itinerante descripción, concretamen- te de los afluentes de la derecha del Henares que inicia el Cañamares, para seguir de manera descendente en el sentido de las aguas hasta el Sorbe, y desde allí retroceder a la cabecera para analizar la cuenca del río Salado, con el que encabeza la enumeración de los distintos cursos que descienden del Sistema Ibérico.

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I. SISTEMA CENTRAL

A) Orilla izquierda del Duero.

Entre los cursos que descienden del Sistema Central en su vertiente sep- tentrional, don Juan Manuel empieza su narración por el Aguisejo, afluente del Riaza, al que él denomina «rio de Ayllón» porque en dicha sierra nace; el predominio de pizarras paleozoicas fuertemente falladas con una morfologia tabular de páramos muy agrestes, iba unido en la época del autor a una escasez de la caza en el tramo medio del valle, que sin embargo se generalizaba cuando el rio «. . .llega perca de Ayllón e de la villa ayuso . . . », donde el suelo es más llano y ánades y garzas se podían cazar con halcones porque abundan «. . .buenos pasos e buen lugar. . .», ya en el comienzo de los materiales miocenicos recubiertos de un caparazón calcáreo que la erosión fluvial ha modelado formando lomas y cerros testigos . En dirección al este de la cordillera, hasta su entronque con el Sistema Ibérico, las sierras de Pela, Altos de Barahona y Ministra, formadas por ma- teriales paleozoicos y mesozoicos superpuestos y arrasados en forma de para mos, constituyen una divisoria de aguas con diferente nivel de base al norte y al sur, de modo que la potencia erosiva es mucho menor en los rios que van a parar al Duero que en los que recibe el Tajo . Entre ellos el Valdanzo a pe- sar de sus «. . .malos pasos. . .» permitía la caza de ánades y no siempre la de garzas; a continuación el «Biesbol», con similares posibilidades cinegeticas es el actual rio Pedro, aunque tanto su nacimiento en «Santoyd», hoy Santi- báñez de Ayllón, como su desembocadura en «Soto» de San Esteban, en el Duero son hipotéticas, y el Caracena, que descendiendo de la sierra de Pela ofrecía mayores dificultades para la caza con halcón que todos los ante- riores. Tras el arroyo de «Leridiella», de difícil localización por la existencia de varios pequeños cursos en este tramo de la sierra de Pela, don Juan Manuel pasa a analizar el curso del «rio Tortiello», actual Retortillo, en el que habia ánades, y el Escalote, en el que don Juan Manuel distingue los distintos tra- mos del rio con el nombre de las localidades atravesadas por él, arroyo de Barcones que denomina «Barcones», arroyo de Bello y arroyo de Berlanga,

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respectivamente; tanto ánades como garzas aparecían en este valle al pie de los Altos de Barahona, aunque siempre las segundas mas raramente . De to- da la cuenca del Escalote es en las estribaciones septentrionales de los Altos de Barahona donde la abundancia de lagunas de origen glaciar y pequeños cursos de agua que van a parar al río antes de su llegada a Rello posibilita- ban la existencia de este tipo de especies de aves; esta comarca con centro en Barahona es de todas las del obispado aquella en la que don Juan Manuel pone más énfasis al pintar sus posibilidades cinegéticas, a las ánades y a las garzas se unían en mayor profusión, grullas y lechuzas, alcaravanes y sisones en verano y liebres y perdices todo el año ; la comarca delimitada por los núcleos de Barahona al norte de la sierra y «Paredes», de Sigüenza actual- mente, al sur de ella encandilaron al infante de manera que «. . .en tierra que el fuese nunca vio tan buen lugar de todas capas de faltones. . .» .

B} Orilla derecha del Henares-Tajo.

Desde Barahona, cruzando la sierra con escala en Paredes de Sigüenza, don Juan Manuel continúa su descripción en los valles de la vertiente meri- dional del Sistema Central, en Atienza, desde el Cañamares en dirección al oeste por la orilla derecha de la cuenca del Tajo . En el valle del Cañamares hay dos topónimos citados por el autor que tienen una difícil e hipotética localización : «Bragadera», después de pasada la cual el río entra en el Henares podría ser la sierra de la Bodera a cuyo flanco meridional el río va pegado durante un trecho bastante largo, y «Torruiua» a partir de la cual el río tiene «. . . buenos pasos. . . » y se ensancha, que bien puede ser la actual Peña Rubia, dos cerros testigos resultantes de la fuente erosión fluvial que con carácter remontante deseca esta fachada del .Sistema Central y que en tantos casos sirvieron para levantar fortalezas y atalayas de vigía en esta encrucijada de caminos entre Aragón y Castilla. Anades y garzas eran abundantes y se podían cazar fácilmente con halcón, a diferencia de la dificultad que ello entrañaba en el valle del Bornova, que a pesar de su largo recorrido desde su nacimiento en la laguna de «Siente Mo- liños», el pueblo de Somolinos existe actualmente en el alto Bornova, hasta su desembocadura en el Henares después de «Santa María de Sopeña», «. . .en pocos lugares se pueden capar con faltones. . .» .

194 Al pie de Sierra Gorda el pequeño rio que atraviesa Cogolludo, en el que a veces se encontraban ánades, es una demostración más del profundo cono- cimiento que don Juan Manuel tenía de estas tierras. Más al oeste el valle del «Sobrel» o Sorbe, tiene un nacimiento en forma de abanico constituido por los cursos que descienden en torrentera de las sierras de Pela y Ayllón hacia el Tajo, «. . .se ayunta de muchos arroyos dellos que nasçen so cantasaualos. . .», Campisabalos, «. . .e dellos cabo Galve. . .», Galve de Sorbe; este curso desemboca en el Henares, según don Juan Ma- nuel en «Peña hora», cuya localización se resiste a pesar de que las últimas estribaciones de Sierra Gorda se aproximan al Henares e inclinan a una identificación en este sentido . El Sorbe en su tramo medio pasa encajonado entre Sierra Gorda y la sierra de Lobosillo y es ahí donde podia estar el «puente de Valdayo», antes del cual era posible la caza con halcón de los ánades, que se hacía más difícil una vez rebasado éste. Desde este lugar la descripción retorna al este de la vertiente meridional del Sistema Central, con lo que el autor inicia su andadura por lo que consi- dera una nueva región, el Sistema Ibérico, como ya se ha dicho, en el río Sa lado, que don Juan Manuel llama «rio Salido», aunque se conserva esta de- nominación en un núcleo de población aguas arriba de las Salinas de la Ol- meda: Los varios cursos que descienden de los Altos de Barahona que for- man el rio Salado, el mas importante de los cuales es el Cercadillo, bajan de la cordillera con una gran potencia erosiva, dando lugar en la llanura de piedemonte a algunas áreas pantanosas, en las que los turbedales se mezclan con los bosques de montaña; don Juan Manuel conocía cada uno de estos brazos de agua, «el río de Aymón», ImOn, «el arroyo de la riba», Riba de Santiuste, el «aroyo de Val del cubo», los arroyos de «las saliniellas» y de las «salinas de Boniella», que debían de ir a parar a las actuales salinas de la 01- meda, y habla de que van entre peñas y por supuesto de sus tremedales y carrizales, empleando términos que han perdurado y se siguen empleando para denominar distintos matices de la vegetación pantanosa; es en este es- cenario donde sitúa otro de sus paraisos cinegéticos, en el que la caza con halcón de ánades, garzas y grullas debía de ser espléndida. Terminada la descripción de su orilla derecha, don Juan Manuel se re- fiere al valle propio del Henares, cuya cabecera al pie de sierra Ministra,

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muy cercana a «Orua», actual Horna, conecta a través de la cordillera con el alto valle del Jalón y a partir de Medinaceli con la meseta del Duero y las llanuras del Ebro. Al final del tramo alto del río y en las últimas estriba- ciones de sierra Ministra se encuentra Sigüenza, sobre un cerro testigo ero- sionado por varios pequeños cursos de agua que van a desembocar al Hena- res, en situación privilegiada que justifica el papel de fortaleza que jugó en la frontera con Al-Andalus y Aragón antes y después de su reconquista por Alfonso VII en 1124 . En el Henares como en todos los valles anteriores las aves «. . .saluo por do va por hozes e grandes angosturas de peñas puedense bien cagar con falcones . . .».

II. SISTEMA IBERICO

A) Orilla izquierda del Henares-Tajo.

La margen izquierda del Henares está formada por las tierras que des- cienden del Sistema Ibérico a través de la Alcarria de Guadalajara; calizas en grandes extensiones y sedimentos miocenicos forman esta comarca, mucho más árida que la recorrida por los afluentes de la orilla derecha ; en ella «el aroyo de Aragosa», es el actual río Dulce, en cuyo valle Aragosa es un núcleo de población que conserva la vieja denominación del río ; los dos brazos que forman su nacimiento en las últimas estribaciones de sierra Mi- nitra quedan perfectamente localizados en las proximidades de «Bor- jarraual», Bujarrabal, uno y de Sauca, más al sur el otro; en general el valle es mucho menos angosto y abrupto que los de la orilla contraria, de modo que no solamente se podia cazar, sino también caminar con soltura, La descripción cinegética de la cuenca del Henares queda terminada con el «aroyo de Valfermoso», actual Badiel, en el que según don Juan Manuel, el curso alto que empieza un poco antes de «Almadrones», Almadrones, y termina en Utande con centro en «Algeziella», Argecilla, y Valfermoso, tenia a veces algunas ánades. La lejanía de los grandes núcleos de dispersión de aguas del Sistema Central y la cordittèra Ibérica se acusaba en una menor frecuencia de este tipo de caza y por tanto en una menor incisión descriptiva por parte del autor.

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B) Orilla derecha del Tajo y cabecera del Jalón-Ebro.

En adelante don Juan Manuel habla muy por encima de otros cursos de las cuencas del Tajo, Ebro y Duero, que le interesaron menos por su caren- cia de caza y por estar ya en los limites del obispado; con la expresión de «. . .dize don Iohan que non se acuerda de los nonbres . . .» o «. . .dize que non se le arerto de tarar en ellas. . .», manifiesta una presunta desinformación de unas comarcas en la frontera aragonesa que por sus circunstancias vitales debia conocer muy bien . El pequeño valle de Cifuentes confluente con el Tajo en «Crillo», .Trillo, tenia algunas posibilidades de caza por la proximidad de las «lagunas de San Blas», tanto con halcón como sin el. En las «buenas riberas» de la tierra de Medina, don Juan Manuel alude brevemente a los altos valles del Jalón y su afluente el Mesa a su paso por Balbacil, el Tajuña, la pequeña cuenca del Ablanquejo afluente del alto Ta jo, con centro en la Riba de San Felices, y el Torete en su tramo comprendi- do entré «Miño» de Medina y «Altobiella», Alcubilla, antes de su désembo- cadura en «Calatahojar», Caltojar, que a través del Escalote va al alto Duero; Medinaceli es el centro de esta extensa comarca que participa del Sis- tema Central en su parte oriental a través de Sierra Ministra y de los para- mos de la Alcarria de Guadalajara, en la que don Juan Manuel sabia de la existencia de ánades, garzas y grullas. Su conocimiento de la caza en el obispado de Sigüenza termina en la «tierra de Almanra», sierra de Almantes, ya en tierras aragonesas por el no- roeste y en «la tierra de Molina», las Parameras de Molina al sureste, donde solamente menciona aquel lugar «. . . que el dixieron . . . », el valle del rio Mesa en el que habia algunas garzas; por lo demás estas serranias no le merecen mayor interés.

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Denis Menjot Université de Nice

JUAN MANUEL: AUTEUR CYNÉGÉTIQUE

Comme le Cid symbolise la prouesse des valeureux guerriers qui con- sacrèrent leur vie à lutter contre les mores, ou le Greco, la démesure illumi- née des hommes du Siècle d'Or, Juan Manuel (1282-1348) incarne parfaite ment le Grand d'Espagne des difficiles lendemains de la Reconquête (1) : «réactionnaire» orgueilleux et egocentriste, soucieux de culture, cherchant sans scrupules, à se rendre maître des principales sources de richesse et de- fendant à outrance et jalousement ses privilèges de classe (2) . Personnalité marquante, membre de la famille royale -il était le petit- fils de Saint Ferdinand- il participa activement à toutes les luttes politiques des règnes de Ferdinand IV et d'Alphonse XI, entretenant une agitation per manente. Il écrivit aussi une oeuvre didactique variée, importante et de grande qualité dans laquelle il ne néglige ni le style ni la forme. Tous ceux qui s'intéressent à la vie politique et sociale, à la littérature, à la noblesse, dans la première moitié du XIVe siècle, rencontrent Juan Manuel et sont amenés à l'étudier. Lui consacrer un volume d'etudes se justifie donc,

(1) Pfesentation d'ensemble . J. VALDEON BARUQUE: «La crisis del siglo XIV en Castilla: re- visión del problema» dans Revista de la Universidad de Madrid, XX (1972) . (2) Deux études montrent fort bien le rôle de Juan Manuel dans cette première moitié du XIVe siècle et le replacent parfaitement dans ce contexte de crise : J. RODRIcUEZ PUERTOLAS: «Juan Manuel y la crisis castellana del siglo XIV» dans Literatura, Historia, Alienactón, Barcelo- na, 1976 . J.A . MARAVALL : «La sociedad estamental castellana y la obra de Juan Manuel» dans Estudios de Historia del pensamiento español, Madrid, 1967 .

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surtout à Murcie car il passa la majeure partie de sa vie dans ce royaume dont il fut Adelantado Mayor et où il joua un rôle important ainsi que ses descendants pendant_ plusieurs générations. Parmi les ouvrages qu'il composa figure un traité de fauconnerie. Il est mal connu, à tort négligé, voire méprisé (3), àla fois par les littéraires qui le considèrent comme un ouvrage mineur et technique, les historiens qui l'esti ment secondaire par rapport a d'autres écrits où sont exposés les grandes idé- es politiques et sociales de l'auteur et les spécialistes de la chasse qui lui prê- tent moins d'attention qu'a d'autres écrits médiévaux semblables, comme le célèbre livre du Roi Dancus, antérieur au milieu du XIIe, le Roman dels Auzels Cassadors du troubadour Daude de Pradas, le De arte venandi cum avibus que l'Empereur Frédéric Il écrivit dans la première moitié du siècle suivant, ou encore le Libro de la caza de las aves que le chancelier Pero Lo- pez de Ayala composa en 1386, pour ne citer que les plus célèbres (4) . Cet article a pour but d'étudier à travers ce traité comparé aux autres produc- tions du même genre, l'auteur cynégétique qu'était Juan Manuel et ainsi, en précisant une composante de son oeuvre et de son activité, de contribuer modestement à complèter la connaissance de ce personnage hors du com- mun (5) . Comme la majorité des contemporains de son rang, le seiior de Villena avait la passion de la chasse qu'il considérait comme l'une des activités «les plus nobles, les plus belles, les plus plaisantes et les plus profitables et qui,

(3) Il n'a pas été édité avec les autres oeuvres de l'auteur par PASCUAL DE GAYANGOS, ESCri- tores en prosa anteriores al siglo XV, Biblioteca Autores Españoles, Madrid, 1952. 11 n>en existe pas d'édition récente en vente dans le commerce alors que le traité du Chancelier Ayala en a mê- me fait l'objet d'une en espagnol moderne. Aucune bibliothilue publique française ne possède une édition de ce traitél J'utilise celle de JOSE MARIA CASTRO Y CALVO, Barcelone, 1945, dont le professeur J . TORRES-FONTES a eu l'amabilité de me fournir la photocopie . Je l'en remercie vive- ment. (4) Le Livre du Roi Dancus éd. G. TILANDER, Cynegetiea IX, Lunnd, 1961 Daude de Pra- das, Roman dels Auzels Cassadors, éd. A.H. SCHUTz, Columbus (Ohio), 1945. Frederic 11, De arte venandi cum avibus, trad . française G. HOLMER, Studia Romanica Holmiensia, Lund, 1960. Pero Lépez de Ayala, Libro de la cana de las aves, éd . 1 . FRAD£IAS LERRERO, Col, Odres Nuevos, Castalia, Madrid, 1969. Il existe d'autres traités plus ou moins incomplets, cf. note 23. (5) P. DE GAYANGOS, op. cit., n'en tient pas compte «por estar falto y truncado este libro», p. VI, Or, J,M. CASTRO Y CALVO a remis sans peine de l'ordre dans les raies folies qui n étaient pas à leur place, et si ce traité est incomplet; manque la chasse à cour, celle à l'autour et le guide de 11 des 14 évêchés que Juan Manuel annonce dans le prologue, à supposer. qu'il les ait rédigés, les onze premiers chapitres, c'est-à-dire l'intégralité de la chasse aux faucons, sant conservés.

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par les efforts qu'elle demandait, permettait à l'homme d'acquérir de l'en- durance, d'avoir une meilleure santé physique et mentale, de mieux man- ger, de mieux connaître la nature, les gués et les passages» (6) . Il n'est donc pas étonnant que ce grand chasseur, après de longues années de pratique -probablement pas avant 1325 (7)- ait entrepris de composer un ouvrage, pour faire bénéficier les autres de ses connaissances -particulièrement les jeunes dans l'éducation desquels cette activité tenait une grande place- ceci d'autant moins que, comme il le dit dans le prologue, la nécessité s'en faisait sentir car depuis l'époque de son père et de son oncleAlphonse X, la façon de chasser avait changé (8), ce qui rendait caduque les anciens traités rédigés par le Roi Savant et que lui-même juge bons et dans lesquels il dit avoir be- aucoup appris. Avec un art consommé de la pédagogie, il élabore à partir de ses propres connaissances «d'aficionado», un véritable manuel du chasseur au vol dans lequel apparaît très nettement l'aristocrate «réactionnaire» mi- litant . ` Dans ce traité didactique par excellence, Juan Manuel fait montre au plus haut point de ses grandes qualités pédagogiques qu'il manifeste dans tous ses autres ouvrages et qui en font un des maîtres du genre préfigurant Pero de Ayala et Gaston Fébus (9) . Comme eux, il construit un exposé logi- quement charpenté encore qu'imparfaitement structuré, divisant sa matière en douze chapitres seulement, contre 47 pour le Chancelier Ayala qui en consacre un à décrire chaque oiseau et chaque maladie et 85 pour le Comte de Foix-Béarn . Ils portent successivement sur la présentation des différents

(6) Il en fit plusieurs fois l'éloge, Libro de la Caza, prologue, où il rappelle l'opinion de son oncle qu'il partage, Libro del caballero e del Escudero, chap . XLI, Libro de los Estados, chap . LXXXII : «lo primero, que face al home usar a sofrir mas mayores trabajos que le face ser mas sa- no et comer mejor et sabe mejor la tierra e los pesos et ser mas costoso et mas franco. (7) On ne peut déterminer avec certitude la date exacte de la composition de l'ouvrage. Les biographes de J . Manuel sont partagés: J.M. CASTRO Y CALvo dans la chronologie des écrits de Juan Manuel qu'il établit à la fin de son édition du livre de la chasse, p. 151-182, la situe entre 1325 et 1326. J.M. BLECUA, El Conde Lucanor, Madrid, 1979, p. 19, la considère antérieure à 1335. A. GIMENEZ SOLER, Don Juan Manuel, Biografía y estudio crítico, Zaragoza, 1932, pense qu'elle est postérieure à 1337 . (8) Il développe ses transformations p. 58 à 60. Elles se résument à des modifications dans les méthodes de chasse aux grues et principalement au remplacement de l'autour par le faucon. (9) P. Tucoo-CHALA : «L'art de la pédagogie.dans le livre de chasse de Gaston Fébus» dans la chasse au Moyen-Age, Actes du colloque de Nice, juin, 1979, Nice, 1980.

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faucons et du gibier à la chasse duquel ils sont plus particulièrement con- sacrés, les raisons de leur supériorité sur les autours, leur description -dans l'ordre où il les a présentés dans -le chapitre 1= leur apprivoisement, leur dressage (affaitage), l'entraînement qu'il faut leur faire subir pour en faire des, chasseurs de hérons ou de canards, des chasseurs de grues seul ou avec un hausse pied, les techniques de chasse aux différents oiseaux une fois le rapace affaite (10), la mue -qui mérite un chapitre car c'est la période de l'année la plus délicate pour l'oiseau qui nécessite alors une attention toute particu- lière -la nourriture, les soins et enfin un guide des territoires de chasse de tous tes pays castillans évêché par évêché. Exposé équilibré dans lequel sont développées toutes les notions -et rien qu'elles- nécessaires à la formation d'un chasseur au vol: comment reconnaître, éduquer, entretenir les diffé- rents rapaces, comment chasser, où, et dans quelles conditions . Notions dont il proportionne le développement à l'importance: la description des faucons, et des techniques de chasse occupant moins de place que le dressage (23 pages de l'édition Castro y Calvo)-complique et différant selon le gibier à chasser, les soins multiples (21 pages en comptant le mue et la nourriture), -adaptés aux nombreuses maladies que ces oiseaux coûteux et qui représen- tent un lourd investissement, peuvent contracter-, et bien entendu le guide dont on n'a conservé que trois chapitres . Il fait précéder son exposé d'un prologue qui se présente comme une véri- table introduction et non comme une somme de poncifs sur les vertus de la chasse. Il commence par un panégyrique de son oncle auquel il rend un vibrant hommage, non pour la forme mais pour s'abriter derrière son auto- rité et les justifications qu'il donne de cette activité et qu'il prend soin de rappeler. Il précise ensuite les raisons de son entreprise et les objectifs qu'il poursuit, puis indique enfin le sommaire de l'ouvrage. Dans le détail, la construction des chapitres -qu'il développe dans l'ordre annoncé- s'avère aussi rigoureuse et planifiée que l'ensemble . Juan Manuel n'entremêle pas les sujets et prend soin d'éviter les répétitions, ren voyant au besoin le lecteur à un autre .chapitre (11) . Ainsi ne répété-t-il pas,

(1d) Alors qu'Ayala en parle avec le dressage, édition citée, p. 79-84. (11) Ex. P. 31, p, 39,1 . 8 à 10.

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quand il décrit-les faucons au troisième chapitre, ce qu'il a dit lorsqu'il les a présentés au premier . Au début du huitième, il évoque l'entretien dont ils doivent faire l'objet quotidiennement pour être en pleine forme, réservant au onzième, les traitements en cas de maladie ou de blessure. C'est dans ce dernier chapitre qu'il détaille les purges dont il avait simplement mentionné la nécessité au moment de la mue (chap. IX) .

Comme tout bon pédagogue, pour faciliter la compréhension de son tex- te, au début de chaque chapitre, il an nonce le sujet, après avoir rappelé ce- lui du précédent et énonce les points qu'il va développer successivement, par exemple les cinq maladies du corps du faucon (chap . XI) . Il n'hésite pas à énumérer, par exemple les six conditions pour faire d'un rapace un bon chasseur de héron (p . 39), ou les huit pour réussir parfaitement une partie de chasse (p. 84) . Il commence assez souvent son developpment par un «pre- mièrement» et multiplie ensuite les «en outre» . Cette préoccupation cons- tance de l'ordre, présente dans toutes ses oeuvres, on la retrouve jusque dans les moindres détails . Par exemple il passe en revue les maladies de la tête aux serres décrivant pour chacune les signes cliniques à travers le comportement extérieur de l'animal avant de proposer des remèdes. Il compose son guide évêché par évêché adoptant à l'intérieur de chacun un ordre géographique d'un point à un autre. S'il parle de l'équipage de volerie à la fin de sa partie sur les soins, c'est parce que, comme il vient de le montrer, les faucons étant assez souvent victimes d'ennuis:de santé ou de blessures, il lui parait oppor- tun d'indiquer alors le nombre- de rapaces différents qu'un grand seigneur doit emmener avec lui pour être sûr de ne pas manquer de «chasseurs» (12) . Il sait qu'un manuel ne peut tout dire et doit être centré sur un sujet par- faitement défini. Aussi ne sort-il pas du sien : la chasse aux faucons qu'il restreint même aux faucons à la chasse négligeant totalement la capture et la provenance des oiseaux, à l'exception des sacres (p. 26-27), le déroulement de la chasse et, dans «l'équipage de volerie», les auxiliaires épervier et autour (p . 84), le personnel, les chevaux et les chiens dont on peut pourtant difficilement se passer et dont il signale l'importance dans le chapitre XI .

(12) développement qui serait mieux à sa place à la fin du chap. VIII .

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Il n'ignore pas non plus que dans ce type d'écrit, on doit s'en tenir à l'es- , sentiel, faire une synthèse des connaissances actuelles, un état de la question en somme. En conséquence, il limite son propos aux principales caractéristi- ques des cinq espèces de faucons avec lesquels les hommes chassent, aux ma- ladies les plus fréquentes (13) à ce qui se fait «généralement» (14), indiquant que si à l'avenir des modifications intervenaient, il les ferait mettre par écrit (15) . Conscient du danger des généralisations même si elles ne sont pas abusi- ves, il précise à maintes reprises, presque à la fin de chaque paragraphe, qu'il faut s'entourer de fauconniers compétents aptes à résoudre les cas par ticuliers (16) et que les maîtres doivent honorer pour les stimuler dans leur travail difficile (17) . Pour ne pas lasser le lecteur, il ne se permet aucune digression sur les amours ou les moeurs des oiseaux, limite les descriptions, bannit tout artifice littéraire, tout récit allégorique, toute histoire grivoise ou moralisante, toute érudition, toute référence mythologique. A traité technique, langage précis et concis de praticien expérimenté. Sa description des meilleurs faucons ho- bereaux a la rigueur de celle d'un ornithologue contemporain, ses prescrip- cion médicales celle d'une ordonnance vétérinaire, ses traitements celle des modes d'emploi qui accompagnent de nos jours les produits pharmaceuti- ques . Il va, exceptionnellement, jusqu'à noter les doses à employer, par exemple sept ou neuf grains d'épurge (tártago) pour purger le faucon (P. 80). Malheureusement, il est parfois un peu trop allusif et sa concision qui touche au 'laconisme nuit à la compréhension du béotien qui souhaiterait

(13) p. 75 : «. . .les faltones an muchas dolencias en los cuerpos. Pero las que agora mas an . . .» . (14) p. 67: (e, ..se escrive en este libra commo se deve fazer las mas vezes» . (I5) p. 61 : « . . :si alguna cosa viere daqui adelante que se mude o se Paga mejor e mas estra- namente que asi lo fare escrivir» . (16) Entre autres p. 67: «. .,ende conviene queel falconero ayatal entendimiento quequan- do alguna destas cosas non se pudieren fazer comino deven quela sepa el enderesvar . . . » veir aussi p. 47, p. 83, etc. . . (17) p. 89 : « . . .e que faga el senor tanto bien a los falconervs por que ellos ayan talante de lazdrar con los faltones por les fazer tan buenos que el senor tome muy grant planer con ellos. . .»

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une description de l'émerillon, du faucon sarde ou encore de l'épervier simplement cités; davantage de précisions sur les symptômes des maladies, la durée des traitements, la nature des remèdes, la fréquence de leur utilisa- tion, la constitution d'une pharmacie, comme le fait Ayala; ou encore com- me le font ce dernier et Gaston Febus, l'explication de quelques mots techni- ques . Il soigne la forme et le style, conscient de leur importance pour assurer une bonne compréhension du fond et soutenir l'intérêt du lecteur. Il ne recherche pas l'élégance qu'il sacrifie à la spontanéité et au naturel. Artiste en même temps que technicien, son récit n'ennuye jamais . Il manie la lan- gue avec une habileté surprenante (18) . Les phrases sont concises, coulées, naturelles . Dans le chapitre VIII, pour accrocher l'attention et illustrer son propos, il donne plusieurs exemples concrets de faucons exceptionnels qui ont réalisé des exploits qu'il certifie comme exacts précisant qu'il ne se laisse pas aller à la galéjade comme beaucoup de chasseurs (19) . Dans le chapitre IX, il raconte quelques anecdotes pour égayer le récit (p. 65) . Ce cours apparait à l'évidence comme une oeuvre personnelle pratique, élaborée à partir des observations et de l'expérience propres de l'auteur et d'informateurs directs (20) . Dès le prologue, Juan Manuel proclame que . seule la pratique l'intéresse car elle lui parait essentielle alors que la théorie c'est-à-dire «la raiz e la intention de la arte complidamente» il la tonnait mal, comme tous ses contemporains . Au début du chapitre XI, il rappelle que faute de connaître la théorie, c'est-à-dire les causes des affections, il n'en parlera pas et s'en tiendra aux symptômes et aux remèdes empiriques .

(18) Son biographe A. GIMENEZ SOLER, op. tit. . ., p. 213 écrit: «En cuanto al estilo es este libro más espontáneo que ninguno de los suyos, en el que menos cuidado puso para mostrarse el escritor atildado, pulcro y elegante; el asunto le dominó por completo y las frases salieron de su pluma concisas, grabadas, pero fluida y naturalmente» . (19) p. 53, 57, 58 et 59; p. 58 . . . «Non lo quiere el aqui nombrar por que non lo tengan por muy chufador, ea esta es una cosa que aponen mucho a los catadores. Pero dize Don Johau que en todo quanto a dicho fasta aqui que en buena verdat non a dicho chufa ninguna» . (20) Ch. H. HASKINS: The «De Arte Venandi cum Avibus of the Emperor Frederich II dans English Historical Review, 1921, arrive à la même conclusion p. 350 pour le traité de Frédéric II, tout comme J. FBADEJAS et Tucoo-CHALA pour ceux de Pero de Ayala et de Gaston Fébus, op. cit.

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Il déclare ne mettre dans ce livre que ce «qu'il a vu et entendu au sujet de la chasse» (21), et le scribe écrit souvent «Juan Manuel a vu», «a entendu di- re», mais jamais «Juan Manuel a lu». Effectivement son livre n'est pas direc tement fondé sur des sources écrites, et ne se présente pas comme une compi- lation, encore moins comme une copie. A la différence du chancelier Ayala ou de Gaston Fébus il ne semble pas avoir une parfaite connaissance des tra- vaux antérieurs; il ne compare pas les opinions de auteurs précédents ; ne les rectifie pas, n'élimine pas celles qui lui paraissent erronées. Les seules sour- ces livresques qu'il signale sont les traités de son oncle . Comme on ne les a pas conservés, on ne peut juger de la manière dont il les utilise. Ils ont cer- tainement contribué à sa formation mais il les dit dépassés et indique effecti- vement la technique aujourd'hui périmée qu'utilisainet les chasseurs au temps d'Alphonse; toutefois il ne mentionné aucune modification dans l'éducation ou les soins. Aurait-il d'autres sources que comme d'habitude il tairait (22)? De vieux traités latins (23), le livre du Roi Dancus, le Roman del Auzels Cassadors, les traités des musulmans Moamin et Gatrib, celui de Fréderic II? Rien ne le laisse supposer et si l'on trouve bien entendu des propos comparables dans ces ouvrages, il s'agit moins d'emprunts que de références à un fonds com- mun constituant l'art de la chasse dont les règles étaient parfaitement fixés. Des premiers, marqués par l'influence savante des clercs, il diffère par la forme, le fait qu'il se soucie de pédagogie, s'attache a décrire les oiseaux et ne se contente pas de donner des remèdes. Des ouvrages de l'imaginaire Roi d'Arménie et du troubadour Daude de Pradas, il se différencie par la classi- fication des faucons . Il en distingue cinq espèces : le gerfaut, le sacre, le pélegrin (nebli) le hobereau (bahari) et le lanier (nommé borni en Europe et Alfanaque en Afrique du Nord), Dancus trois, d'après leur couleur et Daude, sept. 'Des auteurs musulmans, .il se rapproche par le laconisme, le

(21) Prologue et. p. 61 «fizo escrivir lo que et vio e oya en esta arte de la caça». De même Frédéric II, dans le prologue de son traité déclare son indépendance et sa confiance dans l'expé- rience et les résultats de ses longues enquêtes auprès des spécialistes. (22) C'est en effet une constante dans son oeuvre, Cela a été relevé dans d'autres de ses ouvrages par M.R . LDA: «Tres notas sobre don Juan Manuel» dans Estudios de literatura espa- iiola y comparada, Buenos Aires, 1966. (23) Ch . H. HASKINS, Some early treatises of falconry dans Romanic Review, 1922.

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caractère énumératif, la différenciation des rapaces, bien des techniques de dressage et d'entretien, mais s'éloigne par son mépris de l'autourserie si prisé dans les pays arabes, le caractère indigène de la plupart des remèdes qu'il propose, la relative brièveté des devéloppements consacrés à la médecine ve- terinaire qui constitue l'essentiel chez eux (24) . Avec Frédéric II, il partage la passion pour le gerfaut mais la distinction que celui-ci fait entre oiseaux de «poing» : autour, épervier, gerfaut, émerillon et oiseaux «volant à tour», englobant ainsi oiseaux de haut vol (gerfaut, émerillon) et de bas vol, -distinction qui reposait sur des bases pratiques, la manière dont les oise- aux revenaient après avoir chassé -lui est tout à fait étrangère . Par contre comme lui, mais secondairement, il dénomme les faucons d'après leur proie habituelle, dénomination qui recoupe souvent leur désignation initiale puis- que des espèces sont plus spécialement aptes à capturer un gibier déterminé. Ainsi les hobereaux sont des gruyers, et les neblis des canardiers, principal- ment. On peut cependant raisonnablement supposer qu'il a connu au moins ces derniers ouvrages . Le règne d'Alphonse X, fut, on le sait, une époque d'échanges culturels intenses . L'Espagne representait un trait d'union entre l'Europe et l'Orient, et il serait bien étonnant que le Kitab al Mutawwakil de Moamin traduit en latin à Palerme, puis en français, ne l'ait pas été en castillan à Tolède où l'on copia et traduisit tant de manuscrits, dont les ouvrages de médecine de cet auteur . L'influence germanique penètra égale- ment dans la péninsule à partir du mariage de Ferdinand III le Saint avec Beatriz de Souabe en 1219 . Juan Manuel date de cette époque l'abandon progressif de l'autour et son remplacement par le gerfaut (de l'allemand Geierfâlke, seul rapace au nom germanique décrit dans son oeuvre) . Influence germanique qui s'amplifia sous Alphonse X qui revendiqua l'héri- tage de son arrière grand-père Frédéric Barberousse et devient Empereur en 1257 . Peut-être d'ailleurs est-ce par l'Empire que revint la tradition arabe, sous forme de traductions, ou altérée sous l'influence des cours normano- siciliennes de l'Italie du Sud. Alphonse X n'avait-il pas déjà fait la synthèse de certains des éléments de ces courants dans ses propres traités? (24) F. VIRE: «La fauconnerie dans L'Islam médiéval (d'après les manuscrits arabes du VIIIe au XIV siècle)» dans La chasse au Moyen Àge, Actes du colloque de Nice, 1979, Nice, 1980 . L. MERCIER: La chasse et les sports chez les arabes, Paris, 1927, p. 81-108 . H. TJERNELD: Moamin et Ghatrif: traités de fauconnerie et des chiens de chasse, Stockholm, 1945.

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Quoi qu'il en soit, Juan Manuel a recueilli bien davantage d'informa- tions auprès des meilleurs chasseurs avec lesquels il a discuté plusieurs fois longuement comme ce Ramón Duche qui lui a «tout appris sur la chasse aux grues» (p . 26) et des fauconniers, ces hommes de terrain auxquels il rend hommage, pour lesquels il a beaucoup d'admiration et de respect, dont il donne parfois les opinions divergentes avant de donner la sienne et dont les connaissances le conduisent à la modestie (25) . Mais Don Juan se fonde essentiellement sur son expérience personnelle de toute une vie. En conséquence, il ne parle guère que de sa chasse au faucon du gros gibier d'eau: héron, grue, canard . Il n'a jamais dressé les ra paces pour le gibier a poil aussi se contente-t-il d'indiquer, sans autre détail, qu'avec les hobereaux on peut attraper les lièvres et les perdrix et les autres animaux à poil des Campos (p. 16), que les sacres qui viennent par mer tuent lièvres et perdrix (p. 29) . Dans son guide, il restreint pratiquement son inventaire au gibier d'eau. Il n'y a guère qu'à Villena, son fief, dont il est si fier, qu'il condescend à citer les autres espèces . D'ailleurs dans cet évêché, il néglige délibérement la partie ouest, probablement à la fois parce qu'elle ne renferme que peu de hérons, grues ou canards étant donné qu'il y a moins d'étendues aquatiques et aussi parce qu'il n'y possède aucun domaine et la cannait moins bien pour ne pas y avoir selournée et l'avoir parcourue moins fréquemment . Le traitement accordé aux différents faucons n'est pas égal mais proportionnel à l'intérêt que l'Infant a pour eux et à l'expérience qu'il en a. Ainsi, il décrit le gerfaut, son préféré, en plus de deux pages, alors qu'il se contente de mentionner le borni parce «qu'il n' a pas beaucoup chassé avec lui et qu'il tonnait mal ses coutumes» (p . 25 et 31) . Quant à la capture, s'il n'en en dit mot, c'est peut-être parce qu'il ignore les techniques qu'utili- saient les spécialistes (26) . L'auteur apparaît bien comme le Nemrod qu'il se vante d'être dans le Conte XLI du Conde Lucanor. «Patronio vous savez que je suis un très

(25) p. 53, p. 58, p. 73: «despues algunos usan de echar et vidrio molido e cernido e otros usan echar ilumaduras de fierro», p. 19,. il donne les noms de ceux qui l'ont informé sur la chasse à l'autour . (26) En conséquence on peut se demander si faute. d'expérience personnelle et malgré ses in- formateurs, il a rédigé comme il l'annonce dans le proogue, un traité de chasse à l'autour et le guide de tous les évêehésl

208 grand chasseur et que j'ai fait de nouvelles chasses que jamais un autre hom- me n'avait faite» . Tout au long du livre, la précision des descriptions té- moigne de la finesse de ses observations . Relevons en une, à propos des ger- fauts où il note : «Ca otros ay que son muy blancos mas an por las espaldas una prietas como manera de letras moriscas muy prietas et por los pechos al- gunas pintas pocas muy prietas» (p. 29) . Cette excellente connaissance des oiseaux lui permet en décelant les moindres modifications de leur comporte- ment, de dépister précocement les maladies et par conséquent de les soigner efficacement par une intervention rapide: «guando el falcon a lonbrizes la senal es que se le descoloran las manos e la cera del pico e el falcon mesase en aquel lugar de lo siente e de noche quando duerme quescase entre suenos» (p. 78) . «La senal que el falcon ha la piedra es que non puede toller desen- bargadamente e parte la tolledura en dos o tres vezes e cada vez tuelle poco e pone el pico mucho a menudo en aquel lugar por do a de toller» (p. 79) . Cet- te parfaite connaissance l'amène à distinguer les gerfauts des baharis pour la mue -ces derniers devant selon lui muer isolés dans une pièce très lumi- neuse où entre le soleil (p. 65)-, à organiser un progressif retour à la nourri- ture normale après ce passage difficile, etc. .. Il a observé le gibier avec tout autant d'attention, ce qui lui a permis de perfectionner les techniques de chasse . Par exemple, ayant remarqué que les hérons ne peuvent voler vent debout à cause de leur trop grand nombre de plumes, il a un «truc» pour chasser ceux que vivent dans les lagunes côtières «Il faut le faire quand un fort vent souffle de la mer. Des hommes en bar- ques font lever les oiseaux en tambourinant. On lance alors quelques faucons qui font monter les hérons. Ceux-.ci après plusieurs essais infruc- tueux pour voler contre le vent, doivent voler dans le vent vers la terre où le faucon peut les attraper» (p. 110) . Pour l'avoir expérimentée il conseille la chasse au canard «quand il fait froid et qu'il ne fait pas beaucoup de yent», celle à la grue, de la troisième heure à midi plutôt que de bon matin. La composition de l'équipage de volerie offre toutes les garanties pour per- mettre, quoi qu'il arrive, la réussite de la partie de chasse. Qu'on en juge . Il recommande d'emmener deuxgerfauts ou un gerfaut et un sacre chasseurs de hérons, quatre neblis chasseurs de canards, mais chassant aussi la grue, six baharis chasseurs de grues, un autour chasseur de héron, un autre chasseur

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de canard et un, chasseur de perdrix, un borni pour chasser les lièvres, un épervier chasseur de sarcelle et un émerillon qui attrape bien les clochevis (p. 84) . Il a non seulement perfectionné les techniques de chasse mais amélioré certains procédés et méthodes en usage. Il a notament apporté des modifica- tions aux chaperons et aux attaches dont il est attristé dans le Conde Luca= nor que ses contemporains se moquent alors qu'avec son orgueil habituel, il les juge personnellement «si utiles» (27) . Il a fabriqué un onguent blanc qu'il présente un peu comme un remède miracle pour cicatriser les plaies (p. 82) . Il a ses propres recettes médicales comme le beurre cru fait de préférence avec du lait de vache, ou à défaut de brebis ou de chèvres, puis le sucre can- di pour soigner la maladie de la pierre ou encore, la poudre de sang (résine) du dragonnier et l'encens pour les blessures de grue. Sa science vétérinaire apparait beaucoup plus limitée que celle de ses devanciers ou de Pero de Ayala, ou plutôt moins fantaisiste et propitiatoire . Elle se résume essentielle- ment à prescrire un régime alimentaire strict, la diète et des purges . Il croit ces remèdes prophylactiques plus efficaces, comme en médecine humaine, que les superstitions médicales dont il a probablement éprouvé l'inefficacité. Cela ne l'empêche pourtant pas de croire aux vertus curatives du sang de ca- nard pour traiter les vers. Ce recueil de conseils pratiques fruit de l'expérience personnelle d'un professionel qui possède de remarquables connaissances est aussi une oeuvre de propagande d'un. «réactionnaire» militant . Juan Manuel consacre en effet son deuxième chapitre (p. 17-19) a «dé- montrer» la supériorité de la fauconnerie sur l'autourserie qui était bien da- vantage prisée dans les pays musulmans. A l'entendre, la première est plus noble, plus plaisante, plus belle, plus elégante . Sa pratique requiert plus d'habilité tout comme l'affaitage du rapace . Elle est donc plus glorieuse . Mais surtout elle procure davantage de plaisir et, Don juan de comparer en jouisseur, la façon de chasser de l'autour et du faucon opposant a la rapidité de l'attaque par surprise du premier, la longue poursuite et les assauts

(27) «Et aún he fecho e aiiadido en las piuelas et en los çapiellos algunas casas muy apro- vechosas que nunca fueron fechas». Conde Lucanor, Conte XLI. Il est cependant surprenant qu'il ne se vante pas de cette invention dans son libro de la Caza, ce qui pourrait faire douter qu'il l'ait faite.

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renouvelés auxquels se livre le second, qui s'élève très haut dans le ciel, frap- pant l'air d'avant en arrière de ses ailes serrées et peu larges avant de fondre sur sa proie par un vol horizontal en la percutant comme un obus grace .à sa grande vitesse. Chasse plus longue donc jouissance prolongée car «dans toutes les choses où il y a du plaisir, quand elles durent, elles font durer le plaisir (p . 17)» . Elle nécessite de plus la participation d'une meute qui agré- mente encore le spectacle. C'est donc essentiellement parce qu'elle procure davantage de plaisir et qui plus est sans péché -placer, placentera, sabrosa ne reviennent pas moins de neuf fois en moins de deux pages- que l'Infant préfère la chasse au faucon . Il conçoit donc cette activité uniquement comme un divertisse- ment raffiné qui n'a pas pour but de procurer du gibier mais de la joie. Pour cela, il faut lancer des rapaces dont la chasse est gracieuse et le dressage dif- ficile, contre de gros oiseaux dont la capture s'avère particulièrement délica- te étant donné leur taille et leur puissance . Ainsi que Frédéric II, il reproche à l'autour d'être un chasseur trop facile à dresser et plus efficace que plaisant et considère la volerie comme une trop noble occupation pour qu'on la fasse répondre à des buts utilitaires (28) . La chasse qu'il vante est donc une distraction de classe même de caste car elle ne rapporte pratiquement rien et entraîne de gros frais d'une part pour subvenir à l'acquisition, au dressage et à l'entretien d'au moins dix huit rapaces (p. 84) de sept espèces différentes (minimum pour être sûr de réussir une partie de chasse) et d'une meute et d'autre part pour gager un personnel nombreux et très qualifié (29). Contrairement à l'opinion de Fébus, cette activité n'abolit pas les barrières sociales, elle en élève une des plus rigides car «si l'on ne chasse pas comme cela on chasse comme un homme quelconque mais pas comme il appartient à un grand seigneur» (p. 84) . C'est une des composantes de la réaction de la classe dominante qui cherche à se distinguer des caballeros villanos dont la Reconquête avait permis la promotion sociale, et qui n'ayant par renon- cé aux habitudes prises au temps des profits de guerre continuait à prôner

(28) Frédéric 11: Arte Venandi. . ., op. cit., Tradution française, p. 50-56. (29) 1 . BECEIRO PITA: «La caza y la alta nobleza en et reino castellano» dans Razo, núm. 3, Cahiers du Centre d'Etudes Médiévales de Nice, Nice, 1982, a pu chiffrer les importantes dépen- ses cynégétiques du comte de Benavente au XV° siècle. Le gerfaut est l'espèce la plus coûteuse à acquérir.

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largesse et gaspillage au mépris des activités productives. Pour soutenir un tel train de vie, la noblesse, partagée en factions dirigées par les proches pa- rents du roi, se trouva contrainte de chercher de nouveaux revenus au flétri- ment du patrimoine royal ou ecclésiastique. Certafns des lignages qui la composaient s'y ruinèrent et disparurent (30) . Cette chasse dont il.fait l'éloge n'est-elle pas aussi une école de politique? En plus de l'endurance physique indispensable au seigneur qui demeure avant tout un militaire, elle permet d'acquérir de l'adresse, de la patience, de l'audace, du jugement, de la réflexion, la connaissance de la réalité, toutes qualités nécessaires au politique pour nouer des intrigues, s'attacher des fidélités, faire sa cour au Roi, accaparer domaines et droits de juri- diction . Comme toutes les autres oeuvres de l'auteur (31), ce traité a donc des ob- jectifs sociaux avoués .

Juan Manuel apparaît finalement comme un auteur cynégétique de pre- mier ordre et son Libro de la Caza mérite de figurer en bonne place parmi les traités de fauconnerie. Certes on peut lui reprocher son laconisme notament en pathologie où cas extrême, il vante les résultats de son onguent blanc sans indiquer sa corn- position comme s'il en faisait la réclame pour le commercialiser . On peut regretter aussi son dogmatisme, A la différence de Frédéric II ou plus tard de Gaston Fébus, il ne cherche pas à convaincre en donnant les raisons pour lesquelles il rejette ou recommande un procédé, mais «dit» . . . «fait» ou enco- re «élève souvent les faucons de cette façon et ceux qu'il a élevés ainsi jusqu'à présent, furent plus sains, plus robustes, plus faciles à affaiter et plus beaux

(30) Voir s. DE MOXO: «La nobleza castellana en et siglo XV» dans Anuario de Estudios Me- dieoales, VII, 1970-71 . Du même avec des collaborateurs: La sociedad cmtellana de la baja Edad Media, Madrid, 1969 . (31) C. BLANco AGUINAGA, J . RODRIGUEZ PUERTOLAS, I .M. ZAVALA : Historia social de la li- teratura española, I, Madrid, 1979, p. 108.

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à voir chasser n'importe quel gibier auquel on les a affectés» (p. 30) . Sûr et fier de sa «science» il n'indique que rarement des méthodes ou des procédés employés par d'autres et s'il renvoie toujours à la compétence des faucon- niers celle ci, sauf pour les cas particuliers, pourrait bien se réduire à connaître par courr le cours qu'il a rédigé car «si quand il pleut ou que le hé- ron est dans la rivière il doit ouvrir le livre pour lire ce qu'il faut faire, celui- ci sera mouillé et par conséquent perdu et par la suite le fauconnier ne saura plus comment chasser» (p. 40) . Mais par ailleurs sa description des faucons est digne d'une histoire natu- relle . Il atteint parfaitement son but qui consistait à apprendre à un débu- tant à chasser et seul parmi ceux qui écrivirent de tels traités il entrepr it dans son douzième chapitre cette oeuvre gigantesque -qu'il n'a peut-être jamais terminé car elle dépassait ses moyens- de guider les chasseurs sur tout le territoire castillan . Toutefois et bien que dans les inventaires de bibliothques nobiliaires ne figurent jamais le nom des auteurs, juan Manuel ne semble pas avoir connu beaucoup de succès comme auteur cynégétique (32), injustement éclipsé en Castille par Pero de Ayala dont on connaît près de vingt manuscrits du traité entre le XIVe et le XVIIIe siècle (33) . Pourtant, par ses qualités pédagogi- ques et littéraires et la richesse du contenu, son livre méritait un meilleur accueil (34) .

(32) Libro y lectura en Espaiia yen Francia bajo et Antiguo Régimen, Colloque de la Casa de Velazquez, 17-19/XI/1980, communication de M.A . LADERO QUESADA et C. 'QUINTANILLA, «Bibliotecas de la alta nobleza castellana en et siglo XV». Remarquons toutefois que contraire- ment à ce que l'on pouvait penser, on rencontre peu de livres de chasse dans les bibliothèques no- biliaires. Toutefois I. BECEIRO PITA: «Los libros que pertenecieran a los tondes de Benavente entre 1434 y 1530», sous presse, pense que les deux «livres de chasse» qui figurent dans la bibliothèque des comtes pourraient bien être deux exemplaires de celui de juan Manuel. je re- mercie l'auteur d'avoir bien voulu me communiquer son manuscrit. (33) J. FRADEIAs LEBRERO: Introduction ail Libro de la taxa de P. LOPÉz DE AYALA . ., p. 42 . (34) - Aucune place ne lui -ait faite dans les Juan Manuel Studies, éd . I . MACPHERSON, Londres; 1977.

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Angel Luis Molina Molina Universidad de Murcia

LOS DOMINIOS DE DON JUAN MANUEL

Intentar un estudio sobre los dominios de don Juan Manuel es una tarea que nos lleva a introducirnos en la compleja politica no sólo de Castilla sino peninsular del siglo XIV. En efecto, este magnate enredador, turbulento y amigo de emplear toda clase de medios a su alcance para imponerse, aun cuando fuera faltando a su palabra empeñada, trabajó toda su vida para acrecentar los extensos señorios patrimoniales con otros nuevos, enlazándo- los mediante verdaderas lineas fortificadas constituidas por castillos escalo- nados desde sus tierras levantinas hasta Peñafiel (1) . Sus intenciones, en cierto modo, se cumplieran y así podía escribir a su hijo Fernando «et otros¡ de la vuestra heredat podedes mantener cerca de mill caballos sin bien fecho del rey, et podedes ir del reino de Navarra fasta el reino de Granada, que cada noche posedes en villa cercada o en castiellos de los que yo he» (2) . La elección de Navarra como punto de partida para su hipotético viaje a Granada hace pensar, como afirma Cooper, que el señoría de Vizcaya nun- ca le perteneció, ya que de lo contrario, estando más lejana esta tierra,

(1) Véase FRANCIsco LAYNA SERRANO : Historia de Cifuentes, 2. a edic ., Guadalajara, 1979, pág. 58 . (2) JUAN MANUEL: El libro de los Castigos, B.A.E ., LI, Madrid, 1952, cap. VI, pág. 269.

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impresionaría más en sentido literario como punto de partida y con muy po- ca diferencia en lo práctico (3) . Don Juan Manuel en su testamento lega a sus herederos un inmenso patrimonio, distribuido espacialmente en cinco diócesis -arzobispado de Toledo y obispados de Cartagena, Cuenca, Sigüenza y Palencia- y a sus ti tulares les ¡encarga que velen por su cumplïmiento : «otrosi ruego al argobispo de Toledo et a los obispos de Cartagena et de Cuenca et de Sigüenza et de Palencia que lo fagan conplir» (4) . Para analizar la configuración de este inmenso patrimonio debemos re- montarnos a los tiempos del infante don Manuel que, si de su padre -Fernando 111- no recibió más herencia que la «espada lobera», la protec ción y el afecto de su hermano Alfonso X -«tan raygado era el su amor a nuestro coracon como del fijo que mas amamos»- no sólo iba a propor- cionarle una matrimonio ventajoso y conveniente, sino numerosas conce- siones, expresadas en privilegios, donaciones y cuanto el más ambicioso in- fante castellano podia apetecer . Nada le faltó : boda con doña Constanza de Aragón, hija de Jaime I y hermana de doña Violante, reina de Castilla; do- naciones como el señorio de Villena, el valle del Ayora (5) ; el señorío de Elche con su puerto de Santa Pola; los señorios de Elda, Novelda y otros en el sureste; también los tuvo en Extremadura; rentas en diversas partes de Castilla; monopolio de la pesca en el Mar Menor; casas y tierras en Sevilla y en Murcia; cargos como el de alférez mayor (1281), adelantado mayor del reino de Murcia (1280), etc. (6) . Desde el comienzo del reinado de su hermano Alfonso, figura como uno de los consejeros más allegados del monarca, y aparece confirmando los pri-

(3) Un punto de partida es Ameyugo que situado en la actualidad a 65 Kms, del límite de la provincia de Navarra, permitia, además, hacer el viaje por el río, pues Aza ya está situada a 197 Kms., véase EDWARD COOPER: Castillos señoriales de Castilla s. XV y XVI, Madrid, 1980, vol . II, pág. 741 . (4) ANDE¡ ES CIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel. Biografia y estudio crítico, Zaragoza, 1932, pág. 702. (5) Al ceder en 1281, en las vistas que tuvieron lugar entre Agreda y Tarazana, Alfonso X el valle del Ayora a Pedro 111, recibió a cambio la villa y castillo de Escalona. (6) JUAN TORRES FONTES: El testamento del infante don Manuel (1283), en «Miscelánea Me- dieval Murciana», VII, Univ, de Murcia, 1981, págs, 11-12,

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vilegios alfonsies desde 1252 hasta 1282, indicando una lealtad hacia el rey nada común en los momentos más agitados del reinado . Como político no destacó, pues fue poco afortunado en sus intervenciones, como cuando in- tentó mediar en las discusiones entre sus hermanos Alfonso y Felipe y los ri- cos hombres castellanos (7) . Y como señor tuvo problemas para ser aceptado por sus vasallos moros de Villena, Elda y Elche tras su rendición a Jaime 1, y si en 1266 lo reciben, fue después de los buenos oficios del rey aragonés y previas promesas y cartas llenas de concesiones. Derek W. Lomax afirma que al «revisar lo que de su vida se sabe, parece un hombre bastante gris . Hijo menor, mimado por su hermano Alfonso, con devociones, amistades y aficiones convencionales, casi nunca destaca en su actuación individual, y casi parece un peón que Alfonso mueve a su antojo en el tablero de la política externa y matrimonial» (8) . En 1282 el infante don Manuel abandonó su tradicional lealtad a su her- mano y se alió con su sobrino Sancho . Los motivos de esta actitud pudieron ser, como apunta Lomax : la necesidad de un rey adulto que hiciera frente a los benimerines --pues de producirse la muerte de Alfonso X la corona recaería en Alfonso de la Cerda, nieto del rey Sabio, y el reino quedaria su- mido en una prolongada minoría-; la vacilación irritante de Alfonso; y, sin duda, la esperanza de recibir generosas dádivas del pretendiente. En este sentido no fue defraudado pues Sancho no tardó en concederle los señorios y heredamientos de Chinchilla, Jorquera, Almansa, Aspe y Beas (1283) . Y ese mismo año, al nombrarle padrino de su hijo Juan, le pide y le es otorgada la villa y castillo de Peñafiel. En su testamento este inmenso patrimonio, reunido a lo largo de tres dé- cadas de prudente y habilidosa conducta, lo deja a su hijo Juan, habido en su segundo matrimonio con la condesa Beatriz de Saboya, exceptuando Elda y Novelda que quedan para su hija Violante, nacida de su primer matrimo- nio con la infanta aragonesa Constanza, pero se expresan ciertas condiciones que denotan una dependencia señorial de don Juan Manuel: «que ella et to- dos aquellos que della venieren que estos logares ouieren de heredar que

(7) JUAN TORRES FONTES: El testamento. . ., pág. 15. (8) Véase en este mismo volumen DEREK W. Lomnx: El padre de dan Juan Manuel, página 176.

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nunca sean ni ueyan con el poder destos legatos contra mio fijo don Johan, mio heredero mayor, nin contra aquellos que del uenieren que heredaren el segnorio de Elche et de Uillena et de los otros logares que yo he en el regno de Murcia . Et questos logares de Elda et de Nouella con sus castiellos non los puedan dar nin uender nin enagenar a orden nin a ome de religion nin-a otro ninguno que sea de fuera del sennorio de los regnos de Castiella et de tierra de Murcia nin a omne que sea mas poderoso que don Johan, mio fijo, o de los que del uenieren que fueren sus herederos en aquello que heredaren de mi tierra de Murcia . Et si por auentura mio fija donna Yolante et los que della uiniessen que heredassen estos logares lo quisiessen uender que los non puedan uender si non a mio fijo don Johan o a sus herederos. . . et que las al- zadas de los pleytos destos logares que las aya a Elche assi commo agora las an et que la justiçia destos logares que la aya mio fijo don Johan» (9) . A la muerte del infante don Manuel en la navidad de 1283 su hijo y here- dero contaba diecinueve meses de edad, esta es la razón por la que lo enco- mienda en su testamento al infante don Sancho : «sobre todo esto pongo a mio segnor et nnio sobrino don Sancho por guardador et defendidor de la mio fazienda del cuerpo et del alma et de la condesa mi muger et de don Johan mi fijo, su creado, que el tomo para criar et leuarle a bien, et ruegol et pido por merced, por los seruicios et las aiudas que yo fiz en leuar la su fa- zienda a bien quanto yo put et senalalment despues de la muerte de don Ferrando, su hermano primero» (10) . Y en -verdad, gran amor mostró Sancho IV hacia su ahijado hasta el instante mismo de su muerte, en la que estuvo presente . La solemnidad de la escena, los remordimientos de con- ciencia del moribundo rey, las recomendaciones que le hiciera y las casas que sobre su familia contó quedaron grabadas tan profundamente en la mente de aquel niño de trece años, que cuarenta años después la recordaba y al describirla escribía las páginas más bellas de la prosa castellana medieval (11) y sin duda coadyuvó a exacerbar el carácter puntilloso de don Juan Ma- nuel, a que se considerara superior moralmente al rey y a sus hijos . Por otra parte, no sólo heredó de su padre un inmenso patrimonio, sino también el cargo de adelantado mayor del reino de Murcia .

(9) J . TORRES FONTES: El testamento. . ., págs. i7-18 . (10) J. TORRES FONTES : El testamento. . ., págs . 20-21 . (11) _Véase A. GIMENEZ SOLER : ob. cit., págs. 4-5 .

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El papel político de don Juan Manuel en la historia política castellana de la primera mitad del siglo XIV fue sumamente importante, ya que sin ser rey, fue nieto, sobrino y primo de los de Castilla, yerno y cuñado de los de Aragón, y por los enlaces matrimoniales de sus hijas, descendientes suyos ocuparán los tronos de Castilla y Portugal . Su participación en la intrincada política de su época fue muy activa: mantuvo guerras por tierra y por mar contra los reyes de Castilla, Aragón y Granada y contra otros señorios, lo que nos puede dar una idea de su potencial y preparación militar . Su astuta y diplomática estrategia, sustentada en hábiles alianzas le valió numerosas mercedes y honores . Los reyes de Aragón le hicieron príncipe y duque de Villena, aunque él prefirió utilizar el titulo de «fijo del infante don Manuel» y el de adelantado mayor del reino de Murcia (12) . El análisis de los dominios territoriales de don Juan es complejo y difícil, en particular por su enorme dispersión espacial, por lo cual creemos que el método más adecuado para su estudio con claridad y precisión, es el geogra fico, que nos lleva a agruparlos en cuatro sectores: Castilla la Vieja, Castilla la Nueva, Señorío de Villena y Adelantamiento de Murcia . En Castilla la Vieja poseyó don Juan Manuel Ameyugo, Villafranca, Lerma, Lara y Aza en la actual provincia de Burgos; Torrelobatón y Peña- fiel en la de Valladolid, y Cuellar en la de Segovia . De entre todos hemos de destacar el señorío de Peñafiel, cuya donación -realizada por Sancho el Bravo al infane don Manuel y confirmada luego a su hijo- incluía la villa y su castillo, con sus vasallos y aldeas y cuantos de rechos correspondían al monarca, excepto la moneda forera y la administra- ción de justicia . Territorialmente comprendia el dominio del valle del Duero desde Valbuena hasta San Martín de Rubiales y Peñalva. Como señor de Peñafiel, el hijo del infante don Manuel, redactó nume- rosos documentos dirigidos a sus vasallos y, también, a los dominicos del convento de San Pablo, fundado por él, a los que doto generosamente, y en donde dispuso que su cuerpo fuera enterrado.

(12) Véase FCO . JAVIER DIEZ DE REVENGA Y MARIA CONCEPCION RUIZ ABELLAN: Denomina- ción y títulos de don Juan Manuel, en «Miscelánea Medieval Murcianan, VIII, Univ, de Murcia, 1981, págs . 9-34.

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Las relaciones con el concejo no siempre debieron ser cordiales si consi- deramos que don Juan Manuel sustituyó el sistema institucional de concejo abierto por el de concejo cerrado o restringido, yugulando así, la tradicional costumbre de los habitantes de la villa de elegir las autoridades locales. Pero en esto don Juan Manuel no hace sino seguir la pauta general de Alfonso XI con respecto a la administración local. De cualquier forma, las ordenanzas de 1345 demuestran que entonces existía un excelente entendimiento entre señor y vasallos. En las citadas ordenanzas se manifiesta la preocupación del magnate por todos los aspectos de la organización de la vida del concejo de la villa. Junto a las disposiciones de carácter defensivo, aparecen otras que denotan el inte rés de don Juan Manuel por la forma de designación de los regidores, el ur- banismo y saneamiento de la villa, la actividad económica, etc. (13) . En Castilla la Nueva las posesiones de don Juan se distribuían espacial- mente en las actuales provincias de Guadalajara, Toledo y Cuenca. En la primera se localizan Galbe de Sorbe, Palazuelos, Ledanca, Cifuentes (14), Val de San García, Trillo, Brihuega, Salmeron y Alcocer; en la-segunda: Es- calona, Maqueda y Santaolalla; y, en la última: CastejOn, Torralba, Buendía, Puerto Camdaljub, Villar del Saz, Huete, Montalvo, -Zafra del Záncara, La Hinojosa, Puebla de Almenara, Castillo de Garcimuñoz, Alar- cón (15), Belmonte, El Canavate, Iniesta y El Provencio . En este sector no existe ningún señorío de considerable extensión, sino que podemos observar que el objetivo fundamental de don Juan Manuel es, aqui, la posesión de villas y castillos, próximos unos de otros, .con la misión de poner en comunicación sus tierras levantinas y manchegas con Pèñafiel . Para conseguirlo utilizó todos los medios a su alcance : presiones, compras, permutas, etc. Algunos de los lugares relacionados ubicados en la Mancha conquense -como Alarcón, Garcimuñoz, Belmonte, Iniesta. . .- pasarían a formar parte de señorio de Villena.

(13) Véase A. GIMENEZ SOLER: ob. cit., págs. 655-671 . (14) Comprado ala infanta doña Blanca en 1317 con dinero que le presta su suegro (A . Gr- MENEZ SOLER: ob . cit., doc. CCXLI, pág. 408) . (15) Al caer Elche en manos de Jaime II, exigió en la cortecastellana a cambio la entrega de la villa de Alarcón.

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Desde la navidad de 1283 se encontraba al frente del extenso señorío de Villena el ambicioso e inquieto don Juan Manuel. La adjudicacíón de la ju- risdicción de Villena a Aragón por la sentencia arbitral de Torrellas y la re lación familiar del magnate con Jaime II, no dejaría de inquietar a los reyes castellanos. La habilidad de don Juan y sus pocos escrúpulos le permitieron desde muy pronto gozar de un señorío a caballo entre Aragón y Castilla, explotar en su propio beneficio las diferencias de ambos reinos y construir un estado prácticamente autónomo . Por su situación geográfica el señorío de Villena es lugar de paso entre la Meseta y las tierras levantinas y, además, la importancia de sus poblaciones : Chinchilla, Villena, Almansa, Hellín, Tabarra, Yecla, Jorquera, La Boda, Isso y otros lugares de menor entidad, a los que hay que añadir algunas villas o castillos conquenses de los Manuel que también se incluyen en el señorío : Alarcón, Carcimuñoz, Belmonte, Iniesta, cte., dan una gran rele- vancia al mismo, que se convierte en lo que se ha dado en llamar un estado tapón entre los dos principales reinos peninsulares, vasallo en teoría de los dos soberanos, pero absolutamente libre en la práctica. Frente al lado negativo que para la política castellana en general, y para el reino de Murcia en particular, iba a representar la actividad política de don Juan Manuel -de ambiciones tan desmesuradas como insaciables-, está el aspecto positivo de su preocupación por mejorar las condiciones so- cioeconómicas de las tierras de su señorio de Villena, tanto en la zona depen- diente del obispado de Cuenca como en la del de Cartagena, acción que tiene lugar ya alejado del gobierno de Castilla e impuesta de forma indiscu- tible la autoridad de Alfonso XI . És entonces cuando adopta disposiciones que atienden a facilitar la repoblación y aumento de cultivos de su territorio con la concesión de fueros y privilegios (16), exenciones y franquicias, e incluso, para facilitar los contactos comerciales con tierras aragonesas los li- beró del pago de portazgo y almojarifazgo, con lo que conseguía además ob- tener mayores rentas de sus vasallos (17) .

(16) Como ejemplo puede servirnos el paso de Almansa estudiado por AURELIO PRETEL MA- RIN : Almama Medieval. Una villa del señorío de Villena en los siglos XIII, XIV y XV, Ayunta- miento de Almansa, 1981, pág. 50-53. (17) JUAN TORRES FONTES y ANGEL LUIS MOLINA MOLINA: El Adelantamiento murciano marca medievalde Castilla, en «Historia de la Región Murciana», vol . IV, Murcia, 1982, pág. 17.

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En otro orden de cosas, bajo don Juan pudo la tierra de Montearagón de- sarrollar las naturales tendencias asociativas de sus pueblos, y en pocos años una tupida red de acuerdos intermunicipales -de Chinchilla con Tabarra, de Almansa con Montealegre, de Almansa con Chinchilla, etc.- vino a estrechar los lazos entre ellos y hacer que se olvidaran antiguas renci- llas (18) . El adelantamiento de Murcia proporcionaba a don Juan Manuel sus más pingües beneficios, pues a lo que representaba el ejercicio del cargo hay que sumar los que le producían el amplio patrimonio que poseía por herencia paterna : Aspe, Novelda, Elche, Elda, Crevillente, Villena, Yecla, el mono- polio de la pesca en el Mar Menor, etc., y que ampliará a otras villas -Cartagena, Librilla, Molina Seca, etc, sobre todo en los momentos de mayor auge de su poder, especialmente durante su etapa de regencia de Al- fonso XI . El territorio murciano pasó por innumerables vicisitudes a lo larga del tiempo que duró el adelantamiento de don Juan Manuel (1284-1339), y las relaciones del concejo de la capital del reino can el magnate pasaron por momentos de gran tirantez como analiza Torres Fontes (19) . Cronológicamente podríamos señalar tres etapas : la primera abarcarla hasta la sentencia arbitral de Torrellas-Elche que puso fin a la ocupación aragonesa (1305); la segunda, llegaría hasta la mayoria de edad de Alfonso XI (1325), y la tercera a partir de esta fecha. En la primera fase hay que destacar sobre todo el papel que jugó don Juan Manuel durante la ocupación del reino de Murcia por Jaime 11, en la que atendió fundamentalmente a la defensa 'de sus intereses . En los años an teriores a la invasión aragonesa no se puede hablar de actuación personal del adelantado, pues aunque ostentaba dicho cargo -que había heredado de su padre-, debido a su corta edad no pudo ejercerlo personalmente . La pri- mera vez que el pendón de dan Juan ondeó en combate fue en tierras mur-

- (18) AURELIO PRETEL MARIN: Breve bosque)o histórico del señorío de Villena y sus institu- ciones, , 1980, pág . 4 . (19) Véase en este mismo volumen JUAN TOAREs FONTES: Murcia y don Juan Manuel. Ten- siones y conflictos, págs . 353-383 .

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LOS DOMINIOS DE DON JUAN MANUEL

cianas para rechazar una incursión granadina. Tal hecho acaeció el 6 de ju- nio de 1294, cuando contaba doce años, aunque él permanecería en la ciudad de Murcia «ca non se atrevieronme meter en tan gran peligro porque era tan moço», según el mismo cuenta en el Libro de las Armas (20) . Cuando dos años más tarde se inicia la ocupación aragonesa del reino de Murcia, don Juan Manuel haciendo gala de un egoísmo político, atento na- da más que a conservar lo suyo, pactó con el invasor. Chabás nos dice que el rey de Aragón concedió una tregua pactada, en la que se fijaba que hasta que el adelantado «sia en edat de vint annos e dací delant por un anno pri- mero venidero e continuament conplido» garantizaba la continuidad de las propiedades del hijo del infante don Manuel y de su hermana Violante. Si al cumplir veinte años el magnate castellano reconocía al soberano aragonés como rey y señor del reino de Murcia, éste le entregaría todos los lugares que tenia en el territorio . No sólo pactó, sino que por la perdida de Elche, exigió y consiguió de la reina regente, doña María de Molina, la villa de Alar- cón (21) . Las relaciones entre Jaime 11 y don Juan Manuel se estrecharon cuando al enviudar éste pidió en Játiva al rey aragonés la mano de la infanta Cons- tanza (1303). En las capitulaciones demostraría don Juan su habilidad política al negociar su propio matrimonio y su constante preocupación en no perder su fortuna, pues logra que Elche y todos los lugares que él había poseido en el reino de Murcia entraran en la dote de la infanta. También la fuerza e influencia del adelantado se hizo sentir a la hora de llevar a la práctica la sentencia arbitral de Torrellas, haciendo que se rectifi- cara la línea fronteriza acordada en los casos de Yecla y Cartagena (22) . Dos hechos fundamentales van a influir decisivamente en el desarrollo político del reino de Murcia. Por una parte, la escasa población, disminuida considerablemente en los años de la ocupación aragonesa y, por otra, la

(20) JOSE MANUEL BLECUA: Edición, introducción y notas a «El Conde Lueanor» de don Juan Manuel, 2 .a edición, Castalia, Madrid-Valencia, 1971, pág. 10. (21) Véase A . GIMENEZ SOLER : ob. cit., pág. 11 . (22) Véase JUAN TORRES FONTES : La delimitación del Sudeste Peninsular (Torrellas-Elche, 1304-1305), en «Anales», Univ, de Murcia, 1950-51, págs . 439-455.

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inseguridad para vidas y haciendas. Ambos hechos obligan a la concentra- ción urbana y en el reino de Murcia, sólo la capital puede considerarse como una ciudad importante, cuyo número de habitantes es superior a la suma to- tal del resto del territorio. Decadencia urbana, baja de población, crisis eco- nómica y falta de medios y posibilidades para los nobles con aspiraciones políticas para llevar a cabo sus ambiciosos sueños. Sólo uno, don Juan Ma- nuel, en quien se unen la posesión de extensos señoríos -más de un tercio del territorio murciano- y el desempeño del adelantamiento mayor, puede y logra en algunos momentos imponer su autoridad y poder personal en todo el reino (23) . La minoría de Alfonso XI facilitará la escalada del poderoso don Juan, quien logra incluso su designación como tutor del rey, lo que le proporciona un poder casi omnímodo en el reino de Murcia. Pero no todo iba a ser posible, pues el concejo de la capital se opuso una y otra vez a sus desafueros y tropelías, y entre 1312 y 1319 contó con la tácita aprobación del infante don Pedro, tutor del rey-niño, pero tras la muerte del infante las cosas cambian, y alcanzada por don Juan Manuel la tutoría de Alfonso XI entre 1320 y 1325 se imponen en la ciudad del Segura los hombres del adelantado . Aunque su política respecto al reino-de Murcia cambia, le interesa la paz en el adelantamiento y para asegurarla consigue -por mediación de su suegro, Jaime II- una tregua con Ismail de Grana- da; al tiempo que en el interior la consigue mediante un mayor control en la capital y atrayéndose la gratitud eclesiástica (24) . Fueron estos los años de mayor poder del adelantado sobre las tierras murcianas, como refleja años más tarde Alfonso XI cuando escribe: «en tien- po pasado . . . ante se cunplia en Murcia e en el regno las cartas e mandado de don Johan, que las mis cartas e mío mandado» . A partir de 1325 se inicia el gobierno personal de Alfonso XI y comienza a eclipsarse la estrella del magnate (25) . Las relaciones adelantado-concejo

(23) JUAN TORRES FONTES y ANGEL LUIS MOLINA MOLINA: ob. cü., págs, 33-34. (24) Véase J . TORRES FONTES : Murcia y don Juan Manuel. . ., pág. 369. (25) Cuando al ser proclamado mayor de edad el monarca ordena a las ciudades que no obedeciesen a los tutores, la ciudad de Murcia va más allá y excluye a donJuan Manuel del oficio

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de Murcia atraviesan por diversas alternativas que están influenciadas en gran medida por cuanto acontece en las más altas esferas políticas de Cas- tílla. En este cuadro de influencias políticas y de la importancia que en ellas adquirían las alianzas matrimoniales se comprende lo que significó para don Juan Manuel la propuesta de matrimonio del rey con su hija Constanza (26), compromiso que se apresuró a comunicar al concejo murciano : «acordo que casase con doña Constanza, mi fija, e es este pleito ya firmado por cartas e por arrehenes» (27) . 1327 termina para el hijo del infante don Manuel con el repudio hu- millante de su hija y las muertes de su esposa y su suegro . Dispuesto a vengar la afrenta, se desnaturó y ofreció su alianza a los enemigos políticos de Al fonso XI . La ruptura fue ineludible cuando entró en negociaciones con el rey de Granada, a quien en 1328 le comunicaba que excepto Murcia y Mula, todo el reino estaba a su obediencia. La guerra entre el monarca castellano y don Juan Manuel fue larga y du- ra con cortos periodos de avenencia. Sólo a partir de 1337 se inician unas re- laciones correctas con el rey, y el señor de Villena participará en las empre sas más sobresalientes del reinado : batalla del Salado y toma de . A partir de 1344 termina prácticamente su vida pública, se retira a sus tierras hasta su muerte en 1348 ; quizá sean estos los años en que realizó en sus señoríos una labor más fecunda en el plano repoblador y organizador. En su testamento deja como heredero principal a su hijo Fernando; a su hija Constanza: Cartagena, Yecla, Librilla y Molina Seca -en la actual provincia de Murcia- ; Villena, Salvatierra y Sax -en la de Alicante- ; Al- mansa, Tobarra, Hellín e Isso -en la de Albacete- ; Iniesta -Cuenca- ; Cifuentes, Palazuelos, Val de San García, Galve -Guadalajara-, y Aza

de adelantado teniendo que escribir Alfonso XI a los concejos del reino de Murcia, el 11 de oc- tubre de 1325, para ordenarles que siguieran aceptando a don Juan Manuel como adelantado (A.M. M., Arm. 1, lib. ° 47, fols. 32 v. °-33 v.°) . (26) REINALDo AYERBE-CHAUX : Don Juan Manuel y la Corona de Aragón, la realidad política y el ideal de los tratadas, (en este mismo volumen), pag. 24 . (27) 1325-X-14 .-Peñafiet . Carta de don juan Manuel al concejo de Murcia anunciando el matrimonio de su hija con el rey (A.M .M ., Arm. 1, lib .' 43, fol . 34 r. ° -v. °),

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-Burgas- . A su hija Juana, le deja hasta su matrimonio la villa de Escalo- na, que tras su casamiento debia pasar a su hermano Fernando previa entre- ga, por parte de éste, de 500 .000 maravedis. Dispone que la plaza de Aceca sea para la Orden de Calatrava, y los cabezaleros vendan los lugares de San- taolalla, Salmeron, Palazuelos, La Roda y el Provencio para hacer frente a los gastos testamentarios . , El inmenso patrimonio acumulado a lo largo de una centuria por el fun- dador del linaje de los Manuel y por su hijo don Juan, va a dispersarse en po- cos años tras la muerte de éste. Don Fernando Manuel, el único hijo varón legitimo de don Juan Ma- nuel, habido de su matrimonio con doña Blanca de Lara y la Cerda, murió en 1350 dejando una hija de corta edad, Blanca, y una hermana, Juana Ma- nuel. Fallecida aún niña doña Blanca, quedaba como única heredera legitima doña Juana, cuyos derechos señoriales en territorios manchegos y fronterizos eran controvertidos por la corona en sus afanes incorporacionistas . La opu lenta herencia de doña Juana Manuel impulsó a Leonor de Guzmán a pro- yectar el matrimonio -y precipitar su consumación- de la rica-hembra heredera con su hijo Enrique de Trastámara, aportando asi a la futura casa real el prestigio y herencia de sangre y fortuna de los Manuel . En la persona de Juan I quedaría absorbida la rama principal de los Ma- nuel . Una rama lateral de la familia, la representada por Sancho Manuel, hermano de don Juan Manuel, y sus descendientes tiene su principal repre sentante en don Juan Sánchez Manuel, hijo de aquél, y que por su adhesión a la causa trastamarista fue creado conde de Carrión y nombrado adelanta- do mayor del reino de Murcia e integrado en la más alta nobleza del nuevo régimen. La linea ilegitima, representada por don Enrique Manuel -hijo bastardo de don Juan Manuel-, señor de Montealegre, hizo fortuna en el vecino reino de Portugal (28) .

(28) Sobre el linaje de los Manuel véase SALVADOR DE Moxó : De la nobleza vieja ala noble- za nueva, en «Cuadernos de Historia», 3, C.S.I .C ., Madrid, 1969, págs. 190-195 .

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José Muñoz Garrigos Universidad de Murcia

LA ADVERSACION EXCLUSIVA CON `SINO' Y `MAS' EN EL CONDE LUCANOR

0. Resulta bastante difícil que el investigador interesado en la amplia gama de problemas planteados por las oraciones adversativas, y más concre- tamente en el ámbito del mundo medieval, encuentre una mejor oportuni dad de acercarse al objeto de su preocupación que la brindada por una publicación que tiene como centro exclusivo la figura del príncipe don Juan Manuel . El carácter discursivo-didáctico de la mayor parte de la producción literaria salida de su pluma, se acentúa más, si cabe, en El Conde Lucanor (1), de tal forma que la continua contraposición de ideas y actitudes hace de esta obra un hito imprescindible para el estudio del discurso adversativo . Por esta razón, dedicaremos las líneas siguientes al análisis de El Conde Lu- canor desde el punto de vista de algunos aspectos concretos relacionados con las oraciones adversativas . Cuando, en ocasión precedente, abordé este mismo problema de la ad'- versaciOn, hube de prescindir de un no pequeño número de detalles, en aras

(1) No pareciéndome que sea este el momento más adecuado para polemizar sobre esta cuestión, remito al lector interesado a las págs. 203-224 y 335-352 del libro de DANIEL DEVOTO : Introducción al Estudio de don Juan Manuel y en particular de El Conde Lucanor, Madrid, 1972, donde podrá encontrar una valóracion de los datos en torno al problema. Para los trabajos posteriores, Vid. PETER N. DUNN: «The Structures of Didacticism : Private Myths and Public Fic- tions», en Juan Manuel Studies, ed. por lan Macpherson, Londres, 1977, págs . 53-67, como asi mismo la bibliografía final del citado libro .

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de un planteamiento que, por necesidades inherentes a su carácter de ini- cial, debia tender a ofrecer una visión de conjunto claramente globalizadora (2) . Es preciso, pues, ahora ganar la profundidad en los detalles, siempre necesarios, pero cuyo afloramiento impidió entonces la preferencia por la perspectiva extensa. De los muchos problemas que allí quedaron plantea- dos, e incluso solamente esbozados, sigue siendo el de mayor interés el de los limites de la adversación, no sólo con la subordinación concesiva, inagotable fuente de estudios y planteamientos desde las más diversas perspectivas (3), sino también con los restantes tipos de oraciones. El establecimiento de unas diferencias que permitan la delimitation de unas fronteras adecuadas pasa, siempre que abandone uno las posiciones teóricas en favor de lo que al res- pecto pueda enseñarnos un texto. determinado, por el estudio y fijación del funcionamiento de los nexos adversativos en ese texto, y esa es, precisamen- te, la labor que vamos a intentar llevar a cabo desde estas páginas. Aceptado que sea el camino así elegido el más idóneo para la consecu- ción de los fines que se persiguen, es necesario situarse en un punto de parti- da que sea igualmente válido. En este sentido, entendemos que lo primero y perentorio ha de ser el estudio de aquellos tipos de adversación cuyas limites no sean especialmente problemáticos, ora porque, ya desde sus origenes, es- tén suficientemente diferenciados, ora porque las aportaciones de gramáti- cos y filólogos. hayan permitido establecerlos de manera satisfactoria (4) ., Aún así, es preciso tener en cuenta que algunos conectores, habitualmente considerados como adversativos o como concesivos, pueden llegar a presen- tar rasgos que exigen una amplia discusión de sus matices, antes de proceder a darles una adscripción definitiva y tajante, dentro de una u otra categoría (5) ;. por esta razón hemos desestimado la posibilidad de iniciar nuestro plan- (2) Me refiero a mi artículo «Sobre el Origen de los Nexos Adversativos en Español», publi- cado en Cahiers de Linguistique Hispanique Médiévale, núm. 6, marzo 1981, págs. 41-56. (3) A la bibliografía citada en el artículo de la nota anterior hay que añadir el reciente de AGUSTIN VERA LUIAN : «En torno a las oraciones concesivas: concesión, coordinación y subordina- ción», en Verba, Vol, 8, 1981, págs. 187-203. (4) Nos remitimos a las págs. 43-46 de nuestro art. cit . y a AGUSTIN VERA: art. cit. (5) Por referirme solamente al caso que considero más llamativo, citaré el de como quier que, valorado siempre como concesivo; pese a J . VALLEJO : «Sobre un Aspecto Estilístico de don Juan Manuel . .dotas para la Historia de la Sintaxis Española», Homenaje a Menéndez Pidal, Vol . 11, Madrid, 1925, págs . 63-85, en especial 81-83, y a JOSE L. RIVARÓLA : Las Conjunciones conce- sivas en Español Medieval y Clásico, Tübingen, 1976, págs. 34-42 y 75-79, esta locución conjun- tiva presenta, en la propia obra de don Juan Manuel, matices sintáctico-funcionales muy dignos de ser tomados en consideración . Otros limites ha estudiado S. WaTINEZ RIGOR 3A- «Pues, donuy

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teamiento por esta zona y, consecuentemente, de incluir su estudio en el pre- sente trabajo. Nos queda así circunscrito nuestro punto de partida al campo de la adversacion exclusiva, cuyos limites presentan una mayor nitidez, lo que nos permite no sólo prescindir de discusiones teóricas que sobrepasarían los limites de nuestras intenciones actuales, sino también obtener una mayor seguridad de que nos estamos moviendo dentro de los limites de la adversa- cion. Estudiaremos, pues, el funcionamiento de la conjunción SINO, y aquellos usos de MAS en los que tiene valor de adversativa exclusiva . 1 . Justificada la elección de la obra, el camino a seguir y el punto de partida, veamos en una sintesis esquemática el funcionamiento de estos ne- xos: en ella, tras la localización de cada texto (6), indicamos si va o no prece dido de negación; si funciona como una adversativa real, en el sentido de contraponer dos posibilidades, inclinándose en favor de una de ellas y elimi- nando totalmente la otra, o si, por el contrario, al establecer una oposición genérica, que ha reducido el funcionamiento del sintagma adversativo al de un elemento exceptivo, equivalente a un MAS QUE (7) ; en este ultimo caso, señalamos también la posibilidad de que el carácter genérico de la oposición aparezca en virtud de un contraste con un indefinido globalizador de cual- quier otra posibilidad que no sea la realzada.

CONI . PAC. NEC. EXCEPT. INDEF. MAS 48 + - - MAS 53 + - - SINO 55 + + - SINO 59 + - - SINO 60 + + . - SINO 68 + + - SINO 69 + + - SINO 71 + - - SINO 73 + + -

adversativos», en Lagos Semantikos, Vol . IV, Madrid, 1981, págs . 289-297 . (6) Utilizo el texto establecido por JosE MANUEL BLECUA : El Conde Lucanor, Clásicos Cas- talia, 2.a ed., Madrid, 1971, y a él irán referidos los datos sobre las citas. (7) Cfr. Real Academia Española: Esbozo de una Nueva Gramática de la Lengua Españo- la, Madrid, 1976, págs. 512.

229 CONJ . PAC. NEG . EXCEPT . INDEF.

MAS 73 + - - SINO 77 + - - SINO 79 + + - MAS 83 + - - SINO 95 + + - SINO 98 + + + SINO 99 + - - SINO 100 + + + MAS 101 + - SINO 102a + + - SINO 102b + + - SINO 103 + + - MAS 103 + + - SINO 105 + - - MAS 106 + SINO llla + + - SINO lllb + + - MAS 111 + - - SINO 120 + + - SINO 121 + + - SINO 122 + + - SINO 125 + + + MAS 129 + - - SINO 131 + - - MAS 131 + - - SINO 135 + + + SINO 136 + + + MAS 141 + - - SINO 141 a - + - SINO 141b + + + MAS 145 + - - SINO 149 + + - SINO 151 + + +

230 CONJ . PAG. NEG . EXCEPT . INDEF . SINO 155 + + + SINO 157 + + + SINO 161 + - - MAS 162 + - - SINO 163a + + - SINO 163b + + + SINO 163c + + - SINO 165 + + + SINO 167a + + - SINO 167b + + SINO 168 + + SINO 169 + - - MAS 177 + - - SINO 187 - + - SINO 191 + + + MAS 191 + - - SINO 193 + + + MAS 198 + - - MAS 202 + - - MAS 204 + - - SINO 204 + - - MAS 205 + - SINO 213 + - - SINO 215 + + MAS 216 + - - SINO 218 + + MAS 219 + - - SINO 221 + + - MAS 226 + - - SINO 231 + + - SINO 233 + + - MAS 238 + - - SINO 241 + + SINO 242 + + -

23 1 CONJ . PAG . NEG . EXCEPT . INDEF . MAS 242 + - - SINO 245 + + - MAS 257 + - - MAS 258 + - - SINO 258 + + + MAS 259 + MAS 262 + - - MAS 264 + - - MAS 264b + - - MAS 266b + - - MAS 266e + - - SINO 266 + + + MAS 269 + - - MAS 276 + - - SINO 276 + + - MAS 284 + - - MAS 285 + - - SINO 285 + + + SINO 288 + + - SINO 289 + + - SINO 290a + + - SINO 290b + - - MAS 292 + - - SINO 292a ± + + SINO 292b + - - SINO 293 + + + SINO 297a + + + SINO 297b + + - SINO 297e + + - SINO 301 + + - SINO 302a + + + SINO 302b + + + SINO 303a + + + SINO 303b + + +

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2 .1 . Como quiera que SINO es la conjunción que con mayor frecuen- cia es empleada en El Conde Lucanor para la introducción de adversativas exclusivas, 69 casos frente a los solamente 36 de MAS, comenzaremos nuestro análisis por ella . Los casos de utilización de SINO como nexo intro- ductorio de adversativas exclusivas en las que, realmente, se da la preferen- cia a una opción de entre dos, se reducen, en la obra que nos ocupa, a 13, concretamente los localizados en las páginas 59-71-77-99-105-131-161-169- 204-213-290b-292b (S), de entre los cuales aducimos los siguientes como ejemplos- - «Et quando don 1ohan falló este exiemplo, tovolo por bueno et non quiso fazer viessos de nuebo, SINON que puso y una palabra que dizen las viejas en Castiella» (9) . -«Et de que esto le ovo dicho, respodiol la fija del conde que este casamiento non estava en ella, SINON en su padre et en su madre» (10) . -«. . . et esto es que sefaga a buena entençión, non por vana gloria, nin por ypoeresia, nin por otra entençión, SINON solamente por serviçio de Dios» (11) . Como se puede apreciar, en todas las ocasiones aparece la negación en el primer enunciado, que queda negado y totalmente excluido, mientras que queda el segundo como única alternativa posible; todo ello en perfecto acuerdo con el origen de esta conjunción que, como ya indicábamos en nuestro anterior trabajo, está en la «condensación de la oración condi- cional» (12) . Desde el punto de vista sintáctico-funcional, es necesario tomar conciencia del paralelismo existente entre ambas alternativas: tanto la de- sechada como la aceptada forman parte de un mismo elemento oracional, tal y como ya ocurría con el SED latino, de quien, desde esta perspectiva, sí

(S) Las letras a, b o c tras una numeración referida a página indica que se trata de la pri- mera, segunda o tercera vez, respectivamente, que ese nexo aparece en la página expresada; empleamos este sistema de localización porque el texto manejado carece de indicación para las lineas. (9) Ed. cit .1 pág. 77 . (10) Ed. cit ., pág. 161. (11) Ed. cit ., pág. 292 b. (12) Art. cit,, pág. 53.

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se le puede considerar heredero (13) ; nos hallariamos así ante el caso de un nexo que exige la misma construcción que su antecesor latino, pero cuyo sig- nificante procede de otras categorias funcionales . Situándonos en el plano lógico-semántico del propio texto de don Juan Manuel, podemos observar cómo la alternativa rechazada es la que se viene desarrollando contextual- mente, hasta que, al llegar al SINO, se produce una inflexión que lleva el desarrollo del discurso por otros derroteros; en otras ocasiones, no ocurre asi porque lo que se pretende es negar una circunstancia o hecho muy concre- tos . Veamos algunos ejemplos concretos : los tres textos presentados arriba pueden situarse en la primera de las posibilidades, en el primer caso se llega, incluso, a oponer la forma de finalizar este ejemplo a la que utiliza en la in- mensa mayoria de los demás . Como ejemplo de la segunda posibilidad pode- mos ofrecer el comienzo del ejemplo XLIII : -«Señor conde, el Bien et el Mal acordaron de faxer su compañía en uno. Et el Mal, que es más acupioso et sienpre anda con rebuelta e non puedefolgar, SINONrevolver algún engaño et algún mal. . .» (14) . Aqui podemos apreciar que don Juan Manuel ha introducido una noción discordante de las que viene exponiendo, y al excluirla frente a otra, aline- able con las primeras, obtiene un reforzamiento importante de esta última ; no se puede decir, pues, que se haya producido un sesgo en el desarrolló de las ideas del texto, aunque si ha habido una elección real entre dos alternati- vas; lo que se ha establecido es un reforzamiento de la idea que viene expo- niendo . En cualquiera de los dos casos, es evidente la utilidad que esta construc- ción ofrece a la prosa didáctica, pues, mientras con la primera alternativa es posible presentar adecuadamente todas l4s operaciones de una captación in telectual, incluidas las circunstancias favorables y las desfavorables, me- diante la segunda se puede llegar a fijar la noción que más tarde se converti- rá en el fundamento del sentido del consejo, o bien este mismo, sin que ello haya de significar, necesariamente, que ambas opciones no puedan simulta- nearse en alguna ocasión. 2.2. El funcionamiento del nexo SINO como fórmula exceptiva de una

(13) Cfr. LISAfiDo RUBIO: Introducción ala Sintaxis Estructural del Latín, Barcelona, 1582, pág. 384, donde ofrece ejemplos muy significativos. (14) Ed. cit ., pág. 213.

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determinada realidad, parte de su carácter de exclusiva, si bien el elemento adversativo se encuentra fuertemente disminuido, no en su intensidad, pero si en su uso primario de enfrentar dos enunciados, toda vez que uno de esos enunciados tiene una formulación genérica, o no está presente. Comenzare- mos por el análisis de la primera de las posibilidades . 2.2 .1 . Cuando la alternativa elegida loes por contraposición, no a otra más o menos paralela a ella, sino a cualquier otra, sea cual fuere su número o su cualidad, la enumeración de todas ellas en un texto es claramente in viable; por esta razón, todas las posibilidades desestimadas se presentan englobadas en un pronombre indefinido y generalizador, lo que da como re- sultado la intensificación o realce de la opción que se presenta en el texto . En El Conde Lucanor, presentara este valor los ejemplos de SINO localizados en:98-100-125-135-136-141-151-155-157-163b-165-167b-191- 193 - 258 - 266 - 285 - 292a - 293 - 297a - 302a - 302b - 303a - 303b. Los inde- finidos empleados por don Juan Manuel en estas construcciones son : otro, cosa del mundo, al, otra cosa, cosa, ninguno. Veamos algunos ejemplos : -«Et desque vio que tardava más de cuanto devía, envió el rey a su casa por saber si sabían del algunas nuebas. Et non fallaron en su casa cosa del mundo, SINON un arca perrada» (15) . -«. . ., non pudo creer por ninguna guisa que don Alvar Háñez pu- diesse errar, nin que pudiesse seer verdat al, SINON lo que él di- zia» (16) . -«ca todo esto prepiava él nada, et non cobdipiava otra cosa SI- NON aver perdon de sus pecados et poder salvar el alma» (17) . En el momento de intentar una explicación histórica para esta construc- ción, hay que pensar, por principio, y una vez más, en las oraciones condi- cionales, si bien no aparece tan claro como en el grupo anterior el proceso de condensación . En efecto, el elemento oracional introducido por el nexo SI- NO funciona como condición real para que se cumpla lo enunciado en la oración anterior de tal forma que, si ésta se cumple, ha de ser, necesa- riamente, porque la condición ha funcionado positivamente; el esquema

(15) Ed. cit., pág . 125. (16) Ed . cit., pág . 165. (17) Ed . cit., pág. 258.

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condicional está, pues, completo, salvo en la reiteración, en el segundo ele- mento, del verbo del primero; asi, seria posible, incluso, el cambio del ele- mento condicional con sólo cambiar la frase de negativa a afirmativa: tomando como ejemplo la primera de las frases transcritas, podemos obser- var cómo serian igualmente válidas cualquiera de las dos formulaciones si- guientes :

- No hallaron en su casa cosa del mundo,,si no (hallaran) un arca cerra- da . - Si hallaron en su casa algo, fue un arca cerrada. Por lo que se refiere al aspecto que estamos tratando aqui, indiquemos que el razonamiento podria seguir en los siguientes términos : - Es asi que hallaron algo, luego fue un arca cerrada (18) . No siempre el indefinido globalizador aparece empleado en la plenitud de su extensión : en algunas de las referencias ofrecidas en este mismo epigrafe podemos observar que no va en función sustantiva, sino que apare ce acompañando a un archilexema, reforzando la idea de que todos los lexe- mas de él dependientes se ven afectados por la exclusion menos el que va introducido por el nexo SINO, que introduce asi una oposición entre el todo y una parte, tal es el caso de los usos de SINO registrados en las páginas 98- 100-135-141-163b-167b-193: -«ea si el consejo que da recule a bien, non ha otras gracias SI- NON que dizen que fizo su debdo en dar buen consejo» (19) . -«Patronio. . ., yo so assaz _rico, et algunos conséianme que, pues lo puedo fazer, que non tome otro euydado, SINON tomar plazer, et comer et bever et folgar» (20) . -«et non quiere para sí otra pro, nin otra fama de todo lo fecho, SINON que sepan que, es mi pro» (21) .

(18) Cfr. E. L. LLORENs La Negación en Español Antiguo, Madrid, 1929, págs. 152-166, especialmente 153-155 . Sobre la operatividad de las fuerzas negativas, Vid. BERNARD DARBOBD : «Relations Casuelles et Etude Textuelle (El Conde Lucanor)», en Cahiers de Linguistique Hispa- nique Médievale, núm. 2, marzo 1977, págs . 49-100, especialmente 63-65 . (19) Ed. cit ., pág. 100. (20) Ed . cit ., pág. 135. (21) Ed. cit ., pág. 167b.

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Estamos, pues, ante otra construcción modificadora de la amplitud de la adversación exclusiva, que bien pudiéramos considerar intermedia entre el tipo de 1, que sólo excluye una opción, y el tipo anteriormente descrito, que las rechaza todas menos una, dado que la exclusión afecta a todo un conjun- to semánticamente homogéneo. Como corolario lógico de lo anterior, cabe decir que el efecto de realce tiene lugar, también, dentro de los límites de la propia clase semántica, estableciéndose así una caracterización de la parte frente a un todo limitado . 2.2 .2 . La verdadera elipsis del primer elemento de la adversación, tal y como la entiende el Esbozo académico, aparece en El Conde Lucanor co- mo un paso más en el proceso de generalización de lo postergado, o de realce de una sola posibilidad entre todas: la pérdida absoluta del indefinido glo- balizador . Esta construcción la encontramos en las páginas : 55-60-68-69- 73-79-95-102a-102b-103-llla-lllb-120-121-122-149-163a-163 c-167a-168- 215-218-221-231-233-241-242-245-276-288-289-290a-297b-297c-301, de entre las cuales sacamos los siguientes ejemplos : -« . . .dan a entender que les pesa mucho porque lo ovieron afazer, et que lo non fizieron'SINON con muy granel mester» (22) . -«Et el soldán, que non parava mientes SINON por cevar sus fal- eones, quando vio la gente de la galea en derredor de sí, fue muy es- pantado» (23) . -«. . .et guando le euydaron tirar aquellos paños muy prepiados que tenía vestidos, non pudieron SINON rompiendo los paños o cre- bando las cervizes del muerta» (24) . Si bien lo dicho anteriormente acerca de la actividad de la condición ne- gada podría tener aquí también plena validez, no lo es menos que la utiliza- ción, por parte de don Juan Manuel, de este procedimiento de realce, pre senta una perspectiva netamente diferente de las anteriores; en efecto, debi- do presumiblemente a la ausencia, en el contexto inmediatamente anterior, de un elemento explícito de contraste con el sintagma introducido por SI- NO, este último suele proyectarse hacia el contexto subsiguiente, de tal

(22) Ed . cit., pág. 103. (23) Ed . cit., pág . 149. (24) Ed . cit ., pág . 233.

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manera gire, la circunstancia realzada en virtud del nexo SINO se implica como razón de ser del mensaje posterior, no necesaria pero si frecuentemen- te, en la relación causa/efecto . Veamos algunos ejemplos de distintos tipos de textos Al comienzo del EXEMPLO XIX, podemos leer : -«Señor conde Lucanor -dixo Patronio-, lo primero que vos di- go que este omne non vino a vos SINONpor vos engañar; et para que sepades la manera del su engaño, plazerme,ya que sopiéssedes lo que contespió a los buhos et a los cuervos» (25), donde se puede apreciar con bastante claridad que el hecho del engaño, y la necesidad de su explicación, es el motivo por el cual Patronio va a narrar el cuento, y esa es, justamente, la circunstancia resaltada por medio del SINO, sin referencia anterior alguna a la que oponerse . Con una trascendencia a todas luces menor, dentro ya de la narración, encontramos el siguiente caso- - «De que su pleito fue bien assossegado entre ellos, dixo don Yllán al deán que aquella sçieneia non se podía aprender SINON en lugar mucho apartado et que luego essa noche le quería amostrar do avían de estarfasta que oviesse aprendido aquello que él quería saber. Et to- mol por la mano et levol a una cámara» (26) ; en este fragmento, es la circunstancia resaltada por SINO lo que explica el posterior modo de proceder. En la quinta y última parte de El Conde Luca- nor, alejados ya del discurso narrativo e introducidos plenamente en el di- dactismo, volvemos a encontrar el mismo esquema : -«et aun tienen los sanctos et los doctores de sancta Eglesia, et es verdat, que tan grande es el bien et la gloria del Parayso, que nunca lo podría omne aver, nin alcanpar, SINON por la passión de Ihesu Chris to, por los merespimientos de sancta María et de los otros sanctos. Et por aquella sancta et aprovechosa passión fueron salvos et redemidos todos los que fasta entonçe eran en l' Limbo» (27) .

(25) Ed. cit., pág. 120 . (26) Ed . ciu, pág, 95. (27) Ed. cit., pág. 289 .

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Podriamos seguir citando ejemplos, pero creemos que ya puede quedar suficientemente claro el valor de introductor de una circunstancia nueva, e importante para el desarrollo posterior de los hechos, con que don Juan Ma- nuel maneja este procedimiento de realce. Tan sólo en dos ocasiones esta construcción adversativa con SINO no aparece precedida de negación en el elemento anterior. -«Et el infante díxole que bien le paresçía, SINON quel fazian grand roydo aquellos estrumentes» (28) . -«. . .es el casamiento muy bueno para el, SINON por un enbargo que y ha» (29) . Independientemente de lo dudoso de su adscripción a los valores sustitu- tivos de SINO (30), en el primero de los casos no es totalmente descartable una interpretación concesiva, o al menos adversativa restrictiva, del texto, toda vez que no queda suficientemente aclarado si la oración introducida por SINO impide o no la realización de la precedente; en cualquier caso, es- te tipo de construcción era ya posible en latin con la conjunción NISI (31), de quien este valor de SINO es heredero y continuador . Tampoco resultaria absolutamente imposible interpretar esta construcción de El Conde Luca- nor como frontera entre,condicional y adversativa, dado que se podría ha- ber llegado a ella a través de la elipsis de una forma hipotética del tipo de «fuera» «hubiese sido», etc. . . Sea cual fuere la opción que se prefiera, parece claro que estamos . ante una construcción adversativa exceptiva que forma frontera con algún otro tipo oracional, no sólo en virtud de las posibles in- terpretaciones de indole semántica, sino también porque sintácticamente presenta elementos de adversación, SINO, junto a otros concesivos o condi- cionales, falta de negación en el primer elemento (32) .

(28) Ed . cit., pág. 141 . (29) Ed. cit ., pág. 187. (30) ALCINA y BLECUA : Gramática Española, Barcelona, 1975, pág. 1180, pero no avala plenamente esta opinión E. LLOBENS: op. cit., págs. 161-163. (31) E. LLORENS : op. y págs . cits. (32) Llorens ya alude a la frecuente confusión latina entre NISI y SI NON; por otra parte no hay que olvidar que la relación entre condicional y concesiva puede ser exclusivamente de grado de efectividad .

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2.2 .3. A la hora de hacer una recapitulación de lo que hemos expuesto acerca del funcionamiento del nexo SINO en El Conde Lucanor, es necesa- rio destacar, en primer lugar, el hecho de qué hayan resultado mucho más frecuentes los valores derivados del NISI latino, la adversación exceptiva, que los de SI NON, adversación exclusiva, con independencia de que, según veíamos a través de Llorens, la confusión entre ambas partículas fuese ya corriente en la propia lengua latina. Podría hallarse una justificación a este hecho en los condicionamientos impuestos por el. propio tipo de texto : nece- sidad de un procedimiento de realce, aplicable al proceso de evaluación in- telectual que sirve de base al didactismo ; habria que hablar, pues, de una intensificación resuelta por el procedimiento sintáctico de la excepción, al margen de que, si estableciésemos la nómina de las posibles conmutaciones de SINO, nos encontraríamos con intensificadores adverbiales del tipo de MAS, adverbios como SOLAMENTE, o voces de otras categorías gramatica- les en función adverbial como SALVO, EXCEPTO, etc . . . (33) . Desde el punto de vista del desarrollo histórica de la construcción excep- tiva, encontramos en las páginas de El Conde Lucanor prácticamente todas las etapas de su desarrollo, cada una de las cuales ha sido utilizada por don Juan Manuel en el momento en que mayor rendimiento estilístico-textual podia obtener de ellas, en función de sus características de indole sintáctica, aunque de todas ellas se pueda extraer el denominador común del realce, no siendo tampoco esta función ajena del todo a la adversación exclusiva pro- piamente dicha. 3.1 . El otro nexo que en El Conde Lucanor funciona como adversativo exclusivo es MAS; este uso, prácticamente desconocido en la lengua actual, no es infrecuente en el español medieval, momento en el que estaconjunción conoció su época de mayor apogeo, tanto en lo referente al uso como en lo que respecta al grado de intensidad de su significación (34) . Los usos exclusi- vos de esta conjunción los encontramos en: 48-53-73-83-101-103-106-111- 129-131-141-145-162- .177-191-198-202-204-205-216-219-226-238-242-257- 258-259-262-266b-266c-269-276-284-285-292:

(33) E . LLOREN$: op. cit,, pág. 163 . ALCINA y BLECUA : op. cit., pág. 1047-1048. (34) Cfr. mi art . cit. págs . 46-49, y notas bibliográficas .

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-«ca non es cuerdo el que vee la cosa desque es acesçida, MAS es cuerdo el que por una señaleia o por movimiento qualquier entiende el daño quel puede venir» (35) . -«Et desque todo fue fecho, dixo el rey que non quería cavalgar, MAS que cavalgasse él et quel contasse lo que viesse» (36) . -«Et los poderosos sobervios nunca fallen en vos humildat con mengua, nin con vençimiento, MAS todos los que vos omillarenfallen en vos siempre omildat de vida et de buenas obras eomplida» (37) . Como podemos observar en todos estos casos, el nexo MAS introduce una adversativa exclusiva, siempre precedida de una negación en el elemento que le antecede, mediante la cual se opta por una entre dos alternativas, siendo inexorablemente rechazada la otra. En ningún momento encontra- mos el valor de adversativa exceptiva en frases introducidas por el nexo MAS ; consecuentemente con ello, tampoco encontramos la globalización mediante un indefinido de las posibilidades desestimadas, ni la elisión de es- tas, tal y como vimos anteriormente el caso de SINO . La única posible caracteristica de interés seria la del siguiente caso: -«Et vos, seños conde Lueanor, pues dezides que queredes servir a Dios et fazerle emienda de los enojos quel feziestes, non querades se- guir esta carrera que es de ufana et llena de vanidat. MAS, pues Dios vos pobló en tierra que podades servir contra. los moros, tan bien por mar commo por tierra, fazet vuestro poder porque seades seguro de lo que dexades en vuestra tierra» (38) ; la posible posición inicial de MAS, al ir situada tras pausa mayor, parece contradecir las exigencias de la estructura sintáctica de la oración, e incluso del planteamiento lógico-semántico de la misma. Atendiendo a estas dos ra- zones, y teniendo presente lo problemático de la interpretación que hoy de- bamos dar a los signos de puntuación utilizados en los manuscritos medieva-

(35) Ed . cit ., pág. 83 . (36) Ed. cit ., pág. 141 . (37) Ed. cit ., pág. 262 . (38) Ed. cit ., pág. 73 .

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les, hemos optado por la hipótesis de incluir estas oraciones entre las adver- sativas exclusivas, con independencia de la pausa larga que indica el signo de puntuación utilizado por el editor en esta ocasión (39) . Debe quedar, pues, como conclusión acerca de este nexo, la ausencia de caracteristieas especiales, o de construcciones que hagan pensar en una di- versificación de sus usos, como en el caso de SINO, sin salirnos de la adversa ción exclusiva, ya que no es posible constatar como tales ni los posibles casos, como el visto arriba, en que va en posición inicial, ni los otros en que su equivalente es SINO QUE, en lugar de SINO, habida cuenta de que esta al- ternativa va a estar condicionada por la categoría sintáctica de los elementos que se están oponiendo en el texto, y no en razón del tipo de oposición que establezca entre ellos. 4.-Resumen y conclusiones,-El estudio de la adversacián exclusiva en El Conde Lucanor nos permite obtener una primera conclusión en torno al valor adversativo de la conjunción MAS, cuya situación dista todavía mucho de llegar a la debilidad significativa con que se nos presenta en los usos ac- tuales (40), hasta tal punto es así que, una somera cuantificación-nos permi- te comprobar que, para la adversación exclusiva, los casos con MAS superan a los de SINO . Al margen de ello, MAS aparece siempre como exclusiva, nunca como exceptiva, lo que puede ser sintoma de una concreción muy cla- ra de su funcionamiento . Por lo que se refiere a SINO, podemos comprobar las muy escasas oca- siones en que aparece con el valor exclusivo, siendo mucho más numerosos los casos en que aparece como exceptivo, sea cual fuere el modo en que está construido . Si los pasos para la evolución de uno a otro valor, que hemos apuntado páginas arriba, son ciertos, podemos pensar que esta conjunción tenia ya bastante avanzado un proceso de especialización como adversativa exceptiva, teniendo como fundamento lógico-semántico el realce que apor- taba a la alternativa elegida . A la hora de considerar las razones por las cuales este proceso no culminó en una separación más drástica entre los

(39) También aparece así puntuado en Ía edición de GERMAN ORDUNA : Libro del Conde Lucanor y Patronio, Buenos Aires, 1972, págs. 77-78. (40) Vid. las referencias en la nota 34 .

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nexos que servian a una y otra posibilidad, hay que pensar en el ya estudiado proceso de debilitamiento de MAS, una de cuyas primeras consecuencias hu- bo de ser la pérdida de su valor exclusivo, tal y como nos aparece hoy, lo que debió impedir, a su vez, el proceso de especialización como adversativa ex- ceptiva de SINO, haciéndole conservar los dos valores registrados en El Conde Lucanor, sustancialmente coincidentes con los que conserva en el es- pañol actual; todo ello sin perjuicio de que, con posterioridad, fuesen ad- quiriendo esta posible función otros elementos del léxico, tal y como se puede comprobar a través de Llorens (41) . La perspectiva etimológica no sólo no desmiente, sino que apoya estas posibilidades, por cuanto el uso de los derivados romances del latin MACIS presentan una ya conocida utilización como signos de exclusión en distintos idiomas (42), siendo precisamente el español el que la tiene hoy más perdi- da. A la vista del reparto de funciones que se observa en El Conde Lucanor, se podría pensar que, ante la confusión latina de SI NON y NISI, el español intentó utilizar dos signos totalmente distintos para cada uno de estos valo- res, aunque la debilidad estructural y el desgaste significativo de uno de ellos, MAS, determinaron la no fructificación del intento . Una obra en pro- sa, como la que comentamos, en la que la contraposición de opiniones y ac- titudes adquiere una relevancia tan especial, nos puede servir como ejemplo de que, al menos en ese momento, se tendia a una separación de funciones .

(41) Op. y págs. cits . (42) Vid. los trabajos citados en las notas 25 y 26 de mi art. cit .

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Germán Orduna Universidad de Buenos Aires

LA AUTOBIOGRAFIA LITERARIA DE DON JUAN MANUEL

Los investigadores de la historia y la critica literaria han recogido de la obra de don Juan Manuel (DJM) abundante material para estudiar el medio siglo que corre desde la muerte de Sancho IV hasta la batalla del Salado y para conocer la vida y el carácter de este magnate castellano, defensor celo- so del rango que su estirpe regia le otorgaba . Los datos que pueden relevarse son, en parte, los que toda creación lite- raria. ofrece al constituirse en documento de una época; pero lo que sorpren- de en este autor es la cantidad de referencias personales que incluye en su obra y que no tienen la intención ejemplar o didáctica que caracteriza el «yo literario» en la literatura de la E.M. hasta el s. XIV. El yo personal preside la obra toda de DJM, desde la que puede datarse como primera cronológicamente (1) hasta la madurez creadora que mani- fiestan el Libro de los enxemplos del Conde Lucanor et de Patronio (CLuc) y el Libro de los estados (Lest) . En principio -como nos lo muestra el prólogo de la Crónica Abreviada (CrAbrev) en sus estratos primitivos (2)-, el yo

(1) Vid. C. OADUNA : «Los prólogos a la Crónica Abreviada y al Libro de la Caza», en Cuad. de Historia de España, LI-L11 (1970), 123-144. (2) l.c., 133-135 .

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aflora a imitación del mayestático Nos de los prólogos alfonsies (3) o se declara para avalar la experiencia personal que se aduce como ejemplo . La obra patrocinada o escrita por tan altos personajes no podia quedar en el anonimato, ni la experiencia personal aducida -dada la alcurnia del expositor- podía diluirse en lo que se ha llamado «yo ejemplar» (4) . Pero la etapa literaria primitiva, en que se compendian e imitan las obras alfonsies (CrAbrev, LCaza, LCavalleria), rápidamente es superada para dar paso a la obra de creación, donde el yo personal ha crecido hasta ser motor de la originalidad de DJM y el que determina la creación de la autobiografía literaria que el principe castellano va configurando como ner- vio esencial de su creación literaria . Aunque en la última década la teoría literaria se ha ocupado especial- mente de la autobiografía como género literario (5), entendemos que los re- sultados de estos estudios deben trasladarse con gran precaución a obras de un periodo tan particular y de características y condiciones intransferibles como es la llamada Edad Media europea. Precisamente hemos elegido este asunto para recordación del ilustre sobrino de Alfonso el Sabio, como un aporte documental al conocimiento de la autobiografía en las letras castella- nas del s. XIV. Debemos adelantar, por convicción lograda a través de los estudios que hemos dedicado a DJM, que lo consideramos como un creador atípico en las letras de su tiempo . No porque no hubiera en Castilla personalidades tan fuertes y tan ricas como la suya -pensamos en el autor del Libro de buen amor y en el mismo rey don Alfonso XI-, sino porqúe ninguna llegó a ma- nifestarse literariamente -por lo que hoy sabemos- con el rotundo gesto de individualidad con que DJM lo ha hecho . Es de esa manifestación indivi- dual de lo que vamos a ocuparnos .

(3) Ibid., 141-144 . (4) Vid. LEO SPITZER: «En torno al arte del Arcipreste de Hita» (1934), en Lingüística e His- toria literaria, Madrid, Gredos, 1955, págs. 133-138; M.R . LIDA : «Notas para la interpretación, influencia, fuentes y texto del Lba», en RFH, 11, 1940, 107-112 . (5) Vid. JEAN STAROBINSKY: «Le style de l'autobiographie», Poétique, 3 (1970), 257-265; ELIZABETH VV . BRUSS: Autobiographical Acts: The Changing Situation of a Literary Genre, Bal- timore, 1976; PHILrPPE LEJEUNE: Le pacte autobiographique, Paris, Seuil, 1975 (con abundante bibliografia) y Autobiography. Emays Theoretical and Crítical, Ed. James Olney, Princeton, Univ. Press, 1980 . Agradecemos estas referencias bibliográficas a la Prof.' Ana María Barre- nechea.

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Aunque compartimos lo expresado por Mercedes Gaibrois de Ballesteros («Puede decirse que sus libros son como unas memorias en que, abierta o en- cubiertamente, se encuentra incorporada la biografía del autor» (6)), quere mos evitar los riesgos de la crítica psicológica, cuyo paso a la reconstrucción biográfica es fácil y peligroso (7) . Parece también simplista una lectura en clave autobiográfica para los casos en que pueda presumirse una identifica- ción psicológica del autor con uno de sus personajes (el caballero anciano, julio, el Conde Lucanor) (8) ; no obstante, debemos admitir que negar que la experiencia personal o directa puede aflorar en la inspiración o en la cre- ación del autor y, en consecuencia, desentenderse de ella, es errar la vía pa- ra una correcta valoración crítica . Nos ceñiremos, pues, a los datos biográfi- cos que el autor expresa por sí mismo o que sus personajes atribuyen a «don Iohan», hijo del Infante Don Manuel (Lest, CLuc) . Dejamos de lado la veracidad de esta autobiografía (9) y su valor de identidad, para limitarnos a su valor de realización (10), es decir, a la carac- terización de la autobiografía y cómo se ha logrado .

(6) El Príncipe don Juan Manuel y su condición de escritor, Madrid, 1945, pág. 23. Cit. apud. D . DEVOTO: Introducción al estudio de Don Juan Manuel, Madrid, 1972, pág. 213 . (7) Cf. S . BATTAGLIA: «Elementi autobiografici nell'arte del Boccaccio», en La coscienza literaaria del Medioevo, Nápoles, 1965, págs . 609-624. (8) Un estudio mesurado en este orden es el de K. SCHOLBERG: «Juan Manuel: personaje y autocrítico», en Hispania, XLIV (1961), 457-460 . Cf. lo que sobre esto dice A. VARVARO: «La cornice del CLuc», en Studi di Letteratura Spagnola, 1964, 190., (9) Aparte de lo que se ha conservado en sus obras, la documentación histórica sobre su per- sona ha sido publicada y trabajada por A. GIMENEZ SOLER (Don Juan Manuel. Biografía y estu- dio crítico, Zaragoza, 1932), quien la ha tomado en su mayor parte del Archivo de la Corona de Aragón, donde se conserva el único autógrafo de DJM: la carta probablemente dirigida a Alfon- so IV desde el castillo de Garci Muñoz, el 3 de enero de 1332 (Cf. A. GIMENEZ SOLER: «Un autógrafo de DJM», en Revue Hispanique, XIV, 1906, 606-607) . La fisonomía humana e históri- ca documentada se contrapone muchas veces a la que se sugiere o puede inducirse de su creación literaria; porque si bien toda su obra nace de su cultura y de su experiencia personal, que él se preocupa de destacar y precisar en el tiempo y en el espacio, no obstante, la personalidad moral que de ella podría inducirse es extrañamente opuesta a la que los documentos y crónicas nos per- miten esbozar . (10) Nos remitimos para estas distinciones a lo que expone ELIZABETH W. BRuss en su obra cit. (págs. 299-300) : «Truth value: An autobiography purports to be consistent with other evi- dence; we are conventionally invited to compare it with other documents that describe the same events (to determine its veracity) and with anything the author may have said or written on other occasions (to determine its sincerity) . Act-value: Autobiography is a personal performance, an action that exemplifies the character of the agent responsible for that action and how it is per- fomed. Identity-value: In' autobiography, the logically distinct roles of author, narrator and

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La autobiografía expresa

El Libro de los estados, compuesto entre 1328 y 1330 (11), es el primero cronológicamente en que el autor presenta organizadamente su biografía en boca de julio, el filósofo cristiano: «Yo so natural de una tierra que es muy alongada desta vuestra, et aquella tierra á nonbre Castiella . Et seyendo yo y más mancebo que agora, acaespio que nasçió un fijo a un infante que avía nonbre don Manuel, et fue su madre donna Beatriz, condesa de Saboya, muger del dicho infante, et le pusieron nonbre don Johan. Et luego que el ninno nasçió toméle por criado et en mi guarda . Et desquefue entendudo al- guna cosa punne yo en le mostrar et le acostumbrar lo más et lo mejor que yo pude. Et desque moré con él grant tiempo et entendí que me podía escusar, fui pedricando por las tierras la ley et la fe católica. Et después torné a él algunas vezes; et siempre lefallé en grandes guerras, a vezes con grandes omnes de la tierra et a vezes con el rrey de Aragón, et a vezes con el rrey de Granada, et a vezes con amos. Et agora, quan- do de allá partí, estava en muy grant guerra con el rrey de Castiella, que solía ser su sennor. Et por las grandes guerras quel acaespieron et por muchas cosas que vio et que pasó departiendo entre el et mí, sope yo por el muchas cosas que pertenespen a la cavallería» (Lest, páginas 38, 22 y ss .) . Al tratar de las amas de leche, que deben criar a los hijos de emperador, recuerda cómo don Juan fue amamantado por su madre la condesa muy lar- go tiempo, y luego por un ama hija de un infanzón muy honrado (Lest, págs . 122-123) . A continuación describe prolijamente el programa de edu- cación de un joven príncipe, en el que alternan la formación física con la del espíritu, y subraya finalmente :

protagonist are conjoined, with the same individual occupying a position both in thecontext, the associated 'scene of writing' and within in the text itself» (apud. A .M . BARRENECHEA : «Sobre la modalidad autobiográfica en Sarmiento», n. 1 [inéd.] . (11) Cf. Libro de los estados, Ed. R.B. Tate - I . Macpherson, Oxford, 1974 . Introd ., XXXIX-XLII . Citamos por esta edición.

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«Et dígovos que me dixo don Johan, aquel mío amigo, que en esta guisa le criara su madre en quanto fue viva, et después que ella finó, que así lo fizieron los que lo criaron» (Lest, pág. 126, 12-14) . Al comenzar el capitulo final del Lest, dedicado a los frailes predicado- res, y recordando un viaje de Sto. Domingo, dice, al mencionar al rey San Fernando : «et fue abuelo de don Johan, aquel mío amigo» (Lest, pág. 281, 29) . Sobre su buena crianza y alto linaje insiste especialmente cuando Julio trata del estado de los infantes que no son herederos y recuerda lo que le dijo a DJM el arzobispo de Santiago, en Villa Moriel : «Et dezímosvos que si en alguna cosa non fiziéredes commo los otros, que tenemos por vierto que será por la vondat que nos sabemos que ovo en vuestra madre et por la buena criança que fizo en vos en quanto visco» (Lest, pág. 171, 18-21) . Con lo que se confirma su propio alto linaje, pues habia dicho poco antes: «Et aun para que sean ellos onrrados cunple mucho que sean sus madres de linage de rreys o de muy alta sangre» (Lest, pág. 170, 9-11) . Con su propia voz, DJM será más rotundo en los consejos a su heredero don Fernando, en el Libro Infinido (escrito entre 1334 y 1337) (12), cuando se refiere a la crianza de los mancebos de alta sangre: «. . .en lo que yo entendiere que cunple para la crianza de los grandes omnes, tales commo vos e losfijos de los reys o de los grandes sennores . Ciertamente en la criança de los ninnos e de los mocos e de los mancebos que son de grant estado e dé grant sangre, ay muy grant diferencia e gran departimiento . . .» (Infinido, págs . 25-26) . Y agrega mas adelante : «E Ciertamente, quanto al tienpo de agora, loado sea Dios, non ha omne en Espanna de mayor grado que vos, sinon es rey» (Ibid.,

(I2) Libro Infinido y Tratado de la Asunción, Ed. J.M . Blecua, Granada, 1952 . Introd., XVII-XX. Nos referiremos siempre a esta edición.

249 pág. 35, 11-12) . . . «ca yo en Espanna non uosfallo amigo en egual gra- do; ca si fuere el rey de Castiella o su fijo eredero, estos son vuestros sennores ; mas otro infante, ntin otro omne en el sennorio de Castiella, non es amigo en igual grado de uos; ca loado a Dios, de linage non deuedes nada a ninguno» (Ibid., pág. 36, 13-19), En esta linea de pensamiento y en este orgullo de sangre se enmarca la página más dolorosa -herida abierta aún al escribirla- de su vida politica y personal (1328 - agosto de 1329) . No en vano dice en la Dedicatoria del Lest al Infante don Juan de Aragón, su cuñado: «segund el doloroso et triste tienpo en que yo lo fez. . . fez este libro» (Lest, pág . 16, 3-5) . La muerte misma debe el hombre arrostrar antes que sufrir deshonra: «Et dígovos que me dexo don Johan, aquel meo amigo, que aviendo él guerra muy afincada con el rrey de Castiella por muchos tuertos e desonra quel avía fecho, non se guardando dél et aviendo el rrey de su ayuda a los rreys de Aragón et de Portogal -ca era él casado con su fi- ja del rrey de Portogal et el rrey de Aragón con su hermana- et non aviendo don Johan otra ayuda sinon a sí et a sus vasallos, et aun destos serviendol et andándol muchos muy floxamente -porquul fazían muchos afincamientos muy sin rrazón- et guando don Johan se quexava desto, dezíanle los quel avían de consejar que pues él tente a grant peoría et le fazían tantos afincamientos los suyos, quefiziese al- guna pleitesía por que salláese de aquella guerra . Et don Johan dizía quefasta que oviese emtenda del mal que reçibiera et fincase con onra que lo nonfaría; ca lo quel pasava con los suyos o que perdía, o quanto mal le tienta, que todo era danno o pérdida mas non desonra, et que él se tenía por uno de los que eran para ser muertos mas non desonrados . Et lo uno por quanta fizo por guardar su onra, et lo al porque se toco Dios con el -en quien el avía toda su esperança quel defendría, por el derecho que tenla- guisólo así que ovo paz con el rrey, la reas onrra- da que nunca se falla por ninguna fazanna que la oviese omne en Es- panna» (Lest, pág. 132, 10-32) .

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Las otras intervenciones autobiográficas de DJM en el Lest son ocasiona- les, pero no menos pensadas y significativas . Tratando de la necesidad de defender y mantener la primacia de la sede arzobispal de Toledo, apunta su alto parentesco legal con la casa de Aragón : «Et aun me dixo que quando el infante don Johan, fijo del rrey de Aragón, que era arpobispo de Toledo, seyendo casado con la infanta donna Constança, su hermana, que muchas vegadas le afincara que trabajage por cobrar esta primacía» (Lest, pág. 275, 29-33) . Y también con la casa de Lara, por su tercer matrimonio : «Et dígovos, sennor infante, que me dixo don Johan, aquel mío amigo de qui vos yo fable, que éste fue el primer consejo et castigo que él dio a don Johan NTínnez, su cunnado, fijo de don Ferrando, salien do un día de Pennafiel et yendo a Alva de Bretaniello» (Lest, pág. 109, 3-7). La pincelada es ocasional, pero ayuda a completar el cuadro de su linaje y vinculaciones políticas con los más poderosos de España . En cuanto a su estado, es maestro en todo lo que toca a la caballeria . Ju- lio habla por lo que de él aprendió, y agrega : «Et, sennor infante, si quísieredes saber cómmo en el espada se muestran las quatro virtudes que los cavalleros deven aver en sí, fallarlo hedes en el libro que conpuso don Johan, aquel mío amigo, que ha nonbre El libro de la cavallería» (Lest, pág . 125, 12-16) . DJM es, además, inteligente aprovechador de los ingenios de guerra; pa- ra ello, recuerda el modo de llevar la tropa en la noche por medio de faraho- nes de hierro con luces protegidas (Lest, pág. 136) . Pero esto es también pre texto para mostrarnos a DJM en una entrada a tierra de moros con el ma- estre de la Orden de Montesa (agosto de 1330) . El cruce del plano literario y del plano biográfico en el Lest constituye un fenómeno literario original en su tiempo (13), que se entiende parcial- mente si lo explicamos partiendo de la intencionalidad que evidentemente motivó su creación .

(13) M .B . LIRA DE MALKIEL: «Tres notas sobre DJM», en Estudios de Lit . española y com- parada, Buenos Aires, EUDEBA, 1966, págs . 118-119 (antes en RoPh, IV, 1950-1951) .

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El Libro de las Armas (h . 1340) confirma la intencionalidad que se ma- nifiesta en el Lest, pero alli es el autor mismo quien habla de la historia fa- miliar . Contiene tres partes . La primera historia es la del nacimiento y nombre del Infante Don Manuel, su padre, y la explicación de por qué se dieron armas de alas y leones a los Manueles para exaltación de su alto lina- je . La segunda historia se ocupa de la primera mujer de su padre y del odio que por ella tenía su hermana, la reina doña Violante de .Castilla; pero, en verdad, va dirigida a destacar que, cuando se concertó el casamiento de D. a Constanza con el Infante Don Manuel, fue con la condición de que seria reina de Murcia, pues por promesa del rey Don Jaime no se casaría «si non con rey» (14) . No olvidemos que por el Adelantazgo de Murcia pleiteó y luchó toda su vida DIM . La segunda historia le permite también dejar mal parado al rey Alfonso X, pues por sus intrigas, el Infante Don Manuel recibe finalmente sólo Elche y la comarca de Alhofra, «que fue siempre commo reyno e sennorio apartado, que nunca obedespio a ningund rey» (Armas, pág. 85, 186-187) . El relato termina con la explicación de cómo DJM logró el mayorazgo por haber muerto su hermanastro D. Alfonso, y cómo final- mente heredó a su padre cuando sólo contaba un año y ocho meses. Con los bienes recibió la facultad de armar caballeros no siéndolo él : «cuydo que por guardar esto, que me seria a mi muy grave de tomar cavalleria de ninguno sinon en la manera que la toman los reys» (Armas, pág. 86, 234-236) . La tercera historia toma francamente la forma autobiográfica vinculan- do al joven DJM a los últimos dias del rey don Sancho IV, su primo herma- no . A los doce años, frontero en Murcia, regresa a Valladolid para recibir al rey ya muy enfermo: el relato adquiere el tono de un fragmento de crónica. El rey mismo concierta el primer -casamiento de DJM con la infanta de Mallorca y acude a visitarlo poco después a Peñafiel, donde le da dinero pa- ra la edificación del castillo . DJM no pierde ocasión de destacar su adhesión y lealtad a Sancho IV, a su hijo Fernando IV y a su nieto Alfonso XI, «en quanto este rey me dio lugar para quel sirviese et me non ove a catar del su mal» (Armas, pág. 88, 54-55, Cf . pag. 88, 70-72) . El extenso discurso final del rey moribundo en Madrid, ante calificados

(14) Libro de las Armas, en Obras Completas, t. 1, Ed . J .M . Castro y Calvo - M. de E¡- quer, Barcelona, 1955, pág. 81, 61 .

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testigos, adopta el patetismo y la prestancia retórica necesarias para esta pá- gína de exaltación del linaje de los Manueles y menosprecio de la descenden- cia casi maldita del rey don Sancho . Es como si DJM exhibiera un viejo per- gamino con el sello real de don Sancho, en él consta la limpieza de su linaje y se justifican todas sus aspiraciones al puesto más alto en España, como par de reyes . Cada una de la, tres historias lleva su mensaje finamente urdido y, en su conjunto, sirven para transmitir la enseñanza que el autor quiere difundir : «el linaje de los Manueles nació bajo la protección divina para salvación de la cristiandad, los descendientes de Alfonso X no tienen la bendición de su padre; en el descendiente de don Manuel se reúne la alteza de la sangre con la bendición del rey San Fernando y la del mismo Sancho IV en su lecho de muerte . Don Juan Manuel, par de reyes, inculca a su descendiente la aspira- ción a los más altos destinos políticos . Contra los sueños de gloria de don Juan, ya sabemos por qué tortuosos caminos la sangre de los Manueles llegó a la casa real de Castilla» (15) .

La autobiografía ocasional

El Libro de la caza (anterior a 1326, aunque retocado posteriormente) (16) nos presenta el modo primero con que aparecía DJM en su obra : la anécdota personal, antigua modalidad de la ejemplificación didáctica que DJM adopta como procedimiento predilecto desde sus primeras obras . Nos dice de su contacto frecuente con los mejores cazadores del reino,. especial- mente con los magnates castellanos, cómo regaló un halcón al rey Fernando IV (LCaza, pág . 54), cómo heredó otro a la muerte del Infante D . Enrique en 1303 (Ibid., pág . 59), cómo armaba tretas para burlarse de los cazadores y acrecentar la diversión de todos (Ibid., pág. 102) . En cierto momento, como en la miniatura de un códice, nos pinta sus correrías de cazador a la vista del castillo de Villena (Ibid ., pág. 86) (17) .

(15) G. ORDUNA: «El exemplo en la obra literaria de DJM», en Don Juan Manuel Studies, Londres, 1977, pág. 141 . (16) Cf. G. ORDUNA : «Los prólogos. . .», ya cit ., 129-140 . (17) Nos remitimos ala ed. de J . M. CASTRO Y CALvo, Barcelona, CSIC, 1947. El resto de su obra y la documentación conocida nos confirman su pasión por la caza: es tema frecuente en la

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Por las dedicatorias de sus libros sabemos que entretiene sus insomnios leyendo (18) y sus preocupaciones, escribiendo un libro (Lcab-esc., pág . 9, 19-23) y que suele traducir algún tratadito latino que le envia su cuñado (Ibid., pág. 10, 35-38) . En el prólogo al Lcab-esc declara su personal modo de elaborar una obra (pág. 11, 13-20) . Del importante lugar que daba a la información oral (LCaza, págs . 13-14, passim, Armas, Dedicatoria, pág. 75, 21-22) y a la experiencia personal, hay abundante referencia en el LCa- za, en el Lest y en el Infinido (págs. 7-8, 12, 19, 25, 29, 43) . Estimaba parti- cularmente el consejo y la amistad del linaje de Don Cag., médico judío de su familia (Infinido, págs . 23-24) . Tolerante con las ideas religiosas de mu- sulmanes y judios en la convivencia (Lest, pág. 53, 6-12), se declaraba dis- puesto a morir como defensor de la fe católica (Lest, pág. 53, 12-18, pág. 167, 18-24, pág . 214, 26-29, pág. 289, 2-4 y 24-26; Asunción, pág. 94, 10- 18). Justifica la guerra sólo como necesidad, y proclama los beneficios de una paz honrosa (19) . . DJM se complace en presentarse como lector asiduo de las Crónicas (Prol . CrAbrev, Lest, pág. 275, 17-20), sintetizador del saber de su tiempo en lo que correspondía a su estado (LCaza, pág . 13, 19-25, Introd . al Lcab esc) ; se cita a si mismo como nuevo expositor de la sabiduria acumulada en los libros (Lest, pág. 185, 16-21, pág. 174, 30-31, pág. 158, 1-7, pág. 218, 23 ss.) y como informante (Armas, Dedicatoria, págs . 75-76) . Finalmente, es oportuno recordar el consejo que da a su hijo don Fer- nando :

«Et en las obras siempre mostrad la avantaja e el poder e la mayoría que vos Dios dio» (Infinido, pág. 40, 7-8) .

correspondencia con su suegro, el rey de Aragón, y en la única carta autógrafa se lee : «Sennor, si esto me otorgades, luego seré convusco et set seguro que vós et todos vuestros cavadores de aves et de canes vos veredes en rroido con el rrecabdo que yo vos levaré para todas las cavas. Et parque yo quería qué entodo tomásedes vós plazer he enbiado rrogar a vuestros hermanos los infantes que sean Y convusco por que los pueda yo ver et sea todo el plazer conplido. . .» (apud Lest, ed. cit., Plate b) . (18) Libro del cavallero et del escudero, en 0. C., t. I, pág. 9, 5-12 . (19) Véase el fragm . cit . más arriba en Lest, pág. 132, 10-32 y también, pág. 136, 35 .

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Si volvemos sobre los datos reunidos en este muestreo autobiográfico, ad- vertimos que la autobiografía expresa se inicia en el Lest, y se completa en el Infinido y en Armas, y que aparece guiada por una intencionalidad nitida. Prescindimos del hecho evidente de que DJM es un autor que no puede hacerse a un lado en su obra de creación (20), así como del atractivo -estudio de los procedimientos que usa para manifestar esta conciencia personal siempre despierta (21) : en el presente estudio de la biografia que el poderoso Adelantado mayor del reino de Murcia quiso dejar para la posteridad, dese- amos destacar los indicios que revelan las motivaciones e intencionalidad que rigieron esta manifestación prematura de la autobiografía en español . Al escribir el prólogo general para el volumen que reunió sus obras hacia 1340, DJM hizo un catálogo de ellas según el orden con que se copiaban pa- ra esa ocasión : «fizi fazer este volumen en que están scriptos todos los libros que yo fasta aquí he fechos, et son doze: el primero tracta de la razón por qué fueron dadas al infante don Manuel, mio padre, estas armas, que son alas et leones, et por qué yo et mio fijo, legítimo heredero, et los here- deros del mi linage podemos fazer cavalleros non lo seyendo nos, et de la fabla que fizo conmigo el rey don Sancho en Madrit, ante de su muerte. Et el otro de castigos et de consejos, que do a mi fijo don Ferrando, et son todas cosas que yo prove. El otro libro es de los esta- dos, et el otro es el libro del cavallero et del escudero, et el otro de la cavalleria, et el otro de la crónica abreviada, et el otro la crónica conplida . . .» (22) . Aunque la lista continúa, basta con lo transcrito para advertir que la lis- ta sigue un orden inverso -por lo que sabemos- al de creación, empezando por el que la critica juzga como uno de los últimos (Armas) ; pero-además, el ordenamiento del volumen parece seguir un interés definido : los primeros libros del volumen son los más apreciados para la educación de su hijo, los

(20) Cf. M .R. LDA DE MALKIEL: «Tres notas. . .», cit ., págs. 118-119 . (21) V . el inteligente estudio que en este aspecto dedica al CLuc A. VARVARo en «La corni- ce del CLuc», ya cit . (22) Prólogo general, en O. C., t. 1, pág . 4, 56-57.

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que exponen las ideas que DJM quiere perpetuar de su linaje y esos son los que señalamos más arriba como portadores de la autobiografía expresa. Son los libros escritos entre 1328 y 1340, a partir del «doloroso y triste tiempo» del afrentoso engaño con que lo humilló el joven rey Alfonso Onceno. Aun- que hubo luego paz honrosa con su soberano, la afrenta nunca fue olvidada, y el 30 de julio de 1336, ante nuevas actitudes del rey que considera intole- rables, firma en el castillo de Garci Muñoz la Carta de desnaturalización que envia a Pedro IV de Aragón, en la que destacamos el, párrafo final: «Et sabet que otras cartas enbio a otras partes do yo entiendo que me eunple porque sepa el Rey et pueda saber esto que yo he fecha et la razón porque lo fiz. Et pido vos tuerce senyor que tengades por bien de mandar guardar esta carta et de lo fazer registrar en la vuestra chan- celleria con el dia et con el anyo et lugar que vosfuere dada de mi par- te porque la verdat deste fecho pueda seer girouada et paresca cada que menester sea et tener vos lo he en meree. Dada en el Castiello treynta dias de jullio era de mill e CCCLXX e quatro annos. Yo Johan Gonpaluez la fiz esereuir por mandado de don Johan» . (A. Giménez Soler, o. cit ., pág. 623) . La critica ha señalado la relación que existe entre los cuatro libros poste- riores a 1328 : Lest, Infinido (23), CLuc, Armas (24) . A las razones literarias que pueden aducirse, agregamos nosotros, como fruto de esta cala en lo autobiográfico, una razón de intencionalidad que los motiva y vincula estrechamente : la autodefensa y autojustificación ante los contemporáneos y la posteridad . Una obra que parece alejada de la trilogía en la que frecuentemente he- mos espigado, como es el CLuc, a la que puede juzgarse como creación

(23) Infinido. Introd., XXIII . (24) «Si avverte pure, nell'abbandono dell'enciclopedismo -che fa la suacomparsa nel solo Caballero et escudero, per esser poi subito tralasciato nell'opera successiva- enélla conseguente limitazione degli interessi, l'affermarsi di una coscienza insieme unitaria e, percosi dire, spe- cialistica della propria opera; in effetti, el Libro de los estados, il Conde Lucanor, il Libro Infini- do e il Tratado de los Armas si dispongono su di una linea di assoluta coerenza a certi costanti punti di referimento (Non solo per la genesi comune che si ríflette ovviamente nelle singole opé- re, ma essenzialmente per la fedeltà al problemi politici e sociali che vengono puntualmente ri- baditi in ciascuna di esse .) . ERMANNO CALDERA, «Retorica, narrativa e didattica nel CLuc», en Miscellanea di Studi Ispanici, Pisa, 1967 (estratto, pág. 21) .

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puramente artística, ofrece rico material si la abordamos desde esta óptica de intencionalidad que aquí proponemos . Para iniciar la colección de exemplos, DJM acude a la recreación del relato inicial del Barlaam, en que el rey tiende una celada a su privado inducido por sus enemigos . El enx. II trata del qué dirán los otros enjuiciando nuestras actitudes . DJM lo recuerda. en el Infinido : «Et commoquier que yo se que algunos profaçan de mi porque fa- go libros, digovos que por eso non lo dexare, ca quiero crer al exienplo que yo pus en el libro que yo fiz de Patronio, en que dize que Por dicho de las gentes, sol que non sea mal, al pro tened las .mientes, e non fagades al. Et pues en los libros que yo fago ay en ellos pro e verdad e non dan- no, por ende non lo quiero dexar por dicho de ninguno. Et los que dello profaçan, quando ellos fizieren su pro e vieren que fago yo mi danno, estonçe deuen seer creydos quefago lo que me non cae defazer libro. Ca deuedes saber que todas las cosas que los grandes sennores fa- zen, todas deuen ser guardando primeramente su estado e su onra (. . .J Et pues yo tengo que maguer en mi aya muchas menguas, que avnfas- ta aquí non hefecho cosa porque se mengüe mi estado, et pienso que es mejor pasar el tíenpo en fazer libros que en jugar los dados o fazer otras uiles cosas (. . .J» (Infinido, págs. 73-75) (25) . Esta susceptibilidad de DJM ante el juicio de la gente y el deseo de justi- ficarse aparecen ya en el LCaza (cf. pág. 58, 4-7, pág. 99, 8-28 y pág. 101, 28 ss.). También se preocupa de justificar el estilo llano y declarado que usa en el Lest (pág . 112, 5-10, pág . 117, 21-29, pág. 119, 18 ss.), así como de ha- ber hecho guerra a su rey (Lest, fragm. cit . de pág. 132, 10-32) .

(25) V . IAN MACPHERSON: «DJM . The Literary Process», Studies in Philology, LXX, 1973 (separata, pág. 13-15) . Si DJM recuerda -como ha señalado M . R. Lida de Malkiel- el trozo de Cicerón en el Pro Archia (VI, 13), lo recuerda a propósito de una situación real, de una experien- cia que le ha hecho mella, porque con esta declaración retoma el Infinido después de algunos años, y la introduce como inciso personal, sin que haya razones especiales para un ex cursos se- mejante en el contexto en el que se introduce el tratadito de las maneras de amor. Sobre «el qué dirán» véase Lest, pág. 108, 17 y ss .

257 El enx . XLI del CLuc va dirigido a los que se burlan del Conde Lucanor porque perfeccionó las pihuelas y los capillos de las aves de caza; para ellos cuenta enseguida Patronio el exemplo de A1=Hakam II, mostrando cómo las grandes hazañas acallarán las voces burlonas, y la fama de. la obra cumplida perpetuará el nombre del caballero . El CLuc es la obra artística surgida del mismo estado anímico en el que se escriben Lest, Infinido y Armas; sobre el CLuc asentó DJM el monumento que rescató su memoria para los siglos venideros hasta nuestros días, y sobre la trilogía de intención biográfica, perpetuó la justificacionde sus actitudes y de su personalidad histórica. Con la intención con que pidió al rey de Ara- gón que su carta fuera registrada en la Cancillería «para que la verdat deste fecho pueda seer prouada et paresca cada que menester sea», creó su biografia expresa y transmitió la crónica de su linaje : salvaba asi ante la pos- teridad la imagen que él tenía de sí y de su estirpe . Sin este incentivo personal, sin la indignación que despertó la afrenta que lo llevó a alzarse contra su rey, su obra habría registrado la presión de su poderosa personalidad e individualismo, pero no hubiéramos tenido este primer ejemplo de autobiografía inusitado para su tiempo. La doctrina, el pensamiento y los moldes que imita DJM son medievales; su singular personalidad forja el estilo de la narración secular que cuaja por primera vez en el CLuc, pero fue su orgullo herido el que hizo que superara la. limitación de los moldes y cánones literarios e irrumpiera en la literatura, con ímpetu original, el primer perfil moderno de las letras medievales .

258 Lope Pascual Martínez

LOS OFICIOS Y LA CANCILLERIA EN EL SEÑORIO DE DON JUAN MANUEL

LA FAMILIA DE LOS MANUEL

De estirpe regia, surgida en el siglo XIII y de gran importancia en la pri- mera mitad del XIV, el linaje fue fundado por el menor de los hijos varones de San Fernando y Beatriz de Suavia, el infante don Manuel. Casado en pri meras nupcias con Constanza de Aragón, casa en segundas con Beatriz de Saboya, de la que nace el hijo y sucesor de la Casa, el famoso don Juan Ma- nuel, verdadero artifice de la grandeza del Señorio que, provisto de un extensisimo patrimonio familiar, fue enaltecido con el prestigio personal y literario de su titular, cuya personalidad se impone durante una larga etapa del siglo XIV, y cuya figura desborda la de sus contemporáneos de la no- bleza. Don Juan Manuel casa primeramente con Isabél de Mallorca, y en se- gundas nupcias con Constanza de Aragón, de donde el que la mayor parte de la documentación emanada de su cancillerfa esté dirigida a los reyes y magnates del reino aragonés. Por tercera vez casará con Blanca de Lara y la Cerda, de cuyo matrimonio nace don Fernando Manuel, único hijo varón legitimo y heredero del linaje y del señorio, asi como doña Juana Manuel, la intrigante reina de Castilla, esposa de Enrique II de irastámara, con la que se incorpora a la Corona castellana buena parte del señorío.

259 EL SEÑORIO DE LOS MANUEL

Alcanza con don Juan Manuel la plenitud de su poder y extensión terri- torial . De Peñafiel a Murcia una línea ininterrumpida de castillos le perte- necen, si bien fuesen Cuenca, con Belmonte, Carci Muñoz, Alarcón, Brihuega, Cifuentes, etc., y Murcia, con Villena, Almansa, Chinchilla, Xecla, Elda, Novelda, etc., los dos centros de mayor extensión y riqueza. Lo que le permite tener una pequeña corte, similar a la de los reyes de Aragón y de Castilla, con los que se trata como de igual a igual . Una corte con ofi- ciales de hacienda y justicia, con Cancillería propia, y toda una gama de servicios privativos de la realeza. Una corte prerrenacentista, al estilo de las italianas - de la época, donde trovadores, juglares, literatos y artistas en- cuentran la mejor acogida . De estos oficiales, y singularmente de la cancillería, nos vamos a ocupar en el presente trabajo ; de los documentos que expedía, de los oficios que la constituían, de los signos de validación que utilizaba, pues los diplomas, la diplomática, son materia viva, ya que los documentos se nos presentan como fragmentos de la historia de la vida humana ; ellos no narran un hecho histo- rico, son el mismo hecho escrito . Por eso, el verdadero método diplomático consiste en ponerse ante el documento con la mentalidad del hombre que le dio vida y examinarlo en su globalidad de forma y de contenido, sumergién- dolo en el clima social, religioso, político y moral en que nació, teniendo en cuenta tanto las implicaciones culturales como las jurídicas, sociales y políticas. Para dominar la gran masa documental, que aumenta sin cesar a partir del siglo XIII, se requiere un aparejo diplomático idóneo y un modo orgáni- co de tratar ese material adecuado, como es la utilización de clasificaciones convenientes . Ciertamente, una de las formas de acercarse a este material documental viene dada por el estudio de la función social del documento mismo y de las personas que con el tienen alguna clase de relación, teniendo en cuenta que es preciso conocer la clase social a que tales personas pertene- cen, ya que esta pertenencia social influye directamente en la elaboración del documento diplomático .

260 El diplomatista, preocupado por descubrir la función social del material que estudia, debe examinar todas las condiciones en que un miembro de una determinada clase social da, recibe, conserva, utiliza un acta diplomática . Es conveniente conocer al escribano que redacta y escribe el documento, la concreta sociedad en que se desenvuelve y las condiciones reales en que tra- baja, pues el escriba que redacta y escribe el documento vive en un medio determinado y concreto, que lo provee de los materiales necesarios para su trabajo, a la vez que un cierto entorno intelectual . Hay que plantearse, pues, los problemas que afectan al escribano mismo y a su situación social, a los instrumentos de trabajo de que dispone y a la naturaleza de los documen- tos que debe escribir . No es indiferente saber si el escribano es un clérigo o un laico, si tiene cierta formación intelectual o si no es más que un simple ar- tesano, si trabaja solo o forma parte de un grupo, si pertenece oficialmente a la cancillería o es contratado esporádicamente, si escribe sobre papel o sobre pergamino, si es escriba de documentos o de manuscritos o de ambos a la vez. Junto a este ambiente social en que el documento se produce, tampoco cabe olvidar la mentalidad estética que lo empuja, teniendo siempre en cuenta el factor voluntad para expresar el origen y evolución del diploma. Enri Pirenne, en su obra «L'instruction des marchandes au Moyen Age», ha profundizado en el estudio de los aspectos sociales de la diplomática y de la escritura, haciendo importantes aportaciones al estudio de la sociedad en que el documento se produce y, dado el precio de los documentos y ma- nuscritos, qué clases sociales acaparaban el patrimonio de la diplomática y de la cultura. Todo esto se puede aplicar integramente al estudio del diplomatario de don Juan Manuel, quien concibe la sociedad como un todo orgánico, en el que el desarrollo de la cultura origina un nuevo tipo de estructuración so cial . Por sus documentos desfila toda una gama de personajes, a quienes di- rige sus peticiones, para los que pide ayuda o protección, o con los que simplemente habla en sentido coloquial y de amigo. Son siempre personajes de la alta nobleza o de su servicio, pero nunca aparece en ellos el pueblo lla- no, que queda marginado de su mundo diplomático .

26 1 Entre los oficiales de su señorio debemos destacar los encargados de la hacienda y de la cancilleria. Mayordomo y canciller, en ausencia del señor, pueden tratar avenencias con los vasallos. El canciller es el consejero del se ñor; en la corte de don Juan Manuel sabemos se trata de un clérigo, a quien confía misiones de singular importancia . El .canciller es cargo de suma confianza «el más honrado ofiçio et de ma- yor pro, et que forzadamente ha de saber las más de las cosas del señor et sus poridades ; que al ofiçio de changeller es tal que el debe tener los sellos del se ñor et mandar £azer las cartas todas, tanbien las mandaderas como las de ponimiento como las de gragia et respuesta et las que son para coger las ren- das e los dineros de los señores ; et las de los emplazamientos que fueren de fuerza, deben tenerlas registradas; et en cabo, para vos lo engerrar todo, conviene que todas las cartas que al señor vinieren o el señor enviare, en qualquier manera, que todas vengan a mano e a poder del chançeller, ca pues non puede ser carta sin ser seellada no puede el señor mandar cosa que el chançeller non sepa» (Est. I, XCIV, p. 339 XCV, p. 340). En cuanto al mayordomo, su oficio era entender en las rentas y gastos del señorío «los mayordomos el su ofiçio es que deben ver todas las rendas del señor et todo lo que el señor da et despiende, et debe tomar las cuentas de lo que algo recabda por el señor, tambien de lo que despiende cada día como de lo que se coge et recabda por su mandado» (Est. I, XCIV, p. 339, Infini- do. XI, p. 271) . En directo contacto con el señor, y como su guarda constante, está el ca- marero, conocedor «de todas las privanzas encobiertas que non deben saber las otras gentes» . Cargos igualmente de responsabilidad son los de los físicos, los despenseros, que han de «conprar et de recabdar todas las viandas que son mester» y distribuir las raciones y gastos de los oficiales, también los «co- peros et zanqueros et reposteros et caballerizos et ceuadores et porteros et mensajeros et cogineros . . .» . En todo momento, don Juan Manuel encuentra la ocasión de enaltecer la lealtad de los servidores como prenda esencial de su oficio .

262 DOCUMENTACION

Como es lógico, la nomenclatura de los documentos, sus formularios, es- tán copiados de la cancillería real, pues, excepto alguno, como el privilegio rodado, todos los documentos reales son adaptables a los de señorío, cuyo canciller mayor asimila la tipología regia, que, a veces, queda reflejada en el mismo documento: «et desto uos mandé dar esta mi carta abierta». Cier- to, que las cancillerías señoriales, a lo menos en España, van un tanto a re- molque de las reales, y cuando ya en éstas algunos tipos están en franca de- cadencia, como la carta abierta o la carta plomada, en las señoriales siguen en pleno auge. Ocurre igual, ya lo veremos más adelante, que en la sigilografía; cuando en, la cancillería real el sello anular ha caído totalmente en desuso, en la señorial sigue siendo el más utilizado, quizá porque en ésta la organización es más simple y el señor suele revisar e intervenir directa- mente en todos los diplomas que se expiden . El tipo documental más utilizado en la cancillería del señor es la carta misiva, tal vez porque su formulario, menos rígido, se presta más a la corres- pondencia familiar y a un contenido de cartas de amigo, aunque esto nunca excluya la intervención de algún miembro u oficial de la oficina señorial . Sin embargo, esto no elimina la utilización de otros formularios más solem- nes, como son las cartas de privilegio, de donación, de privilegio y confirma- ción y las provisiones reales, que por esta época comienzan a tomar carta de naturaleza en la cancillería del rey, así como el albalá, que nosotros lla- maremos cédula, aunque ésta nazca bastante más tarde, en el reinado de Juan II, y aquél inicie su desarrollo en tiempos de Pedro I, pero por su bre- vedad, en forma de billete, y contenido, una breve comunicación, nos pare- ce la denominación mas adecuada . Salvadas las diferencias, mas notorias de manera singular en los protocolos iniciales, los formularios de los documen- tos señoriales no varían mucho de aquellos de los documentos reales. En cuanto a los oficiales de cancillería y los sellos, como signo de valida- ción, son los mismos en ambas oficinas cancillerescas, si bien el número de oficiales sea bastante más reducido y haya un entrecruzarse de los principa- les oficios del Señorío, como en los casos del canciller y del mayordomo .

263

Por lo que respecta a la génesis y tradición documentales, no existe una gran variación con el documento real: el señor expone al canciller el motivo del documento o carta, éste lo redacta y lo pasa al notario, quien, o bien di rectamente, o bien sirviéndose de un escribano de categoría inferior, lo escribe, para volver otra vez al canciller, que le pone el sello o signo de vali- dación . Con frecuencia, la vida andariega y turbulenta de estos señores hace que el canciller no le acompañe, aunque sí siempre algún escribano, y es en- tonces cuando el señor se sirve para validar la carta de su anillo o sello anular .

CARTA DE DONACION

Es el documento más solemne salido de la cancillería del señor, en este caso de la de don Juan Manuel . El señor, como el rey, tiene sus vasallos, a los que hace donaciones nuevas, confirma las ya existentes y concede privilegios de exención . Éstos diplomas comienzan siempre con la notificación que, con la intitulacion, forma el protocolo inicial. El Texto queda constituido por una exposición y una disposición; aquella se inicia con una motivación, a ve- ces seguida de una dirección, y se continúa con la narración del por qué el señor se decide a hacer la donación; la segunda se integra por las palabras constitutivas de la donación «dono et concedo», en ocasiones adornadas con aparato jurídico, la delimitación, si se trata de bienes raíces, de lo donado, y las cláusulas: conminatoria, de cumplimiento y de validación. Terminando con la data, que comienza con las palabras «dada» o «fecha», y sigue con la expresión del lugar, el día y el mes, bien por el sistema actual bien por el sis- tema romano, y el año, siempre por la Era . Suscripción, o autógrafo del canciller o del notario o del escribano . El formulario, pues, viene a quedar de las siguiente estructura:

Protocolo Notificación : «Sepan quantos esta carta vieren» inicial Intitulación : «Como yo don Johan, fijo del Infante, o del muy noble Infante, don Manuel»

264

Motivación : «Por seruigio de mi anima e por la de mi padre e por los muchos seruigios . . . que me fiziestes e me faze- des. . .» o «Por fazer bien e merged» o «Por ayuda e plageres que yo de uos regeui . . .» etc. Exposición Dirección: «A uos Gargia Lopez» o «Al prior e al comento que yo fiz de los freyres heremitas de la Orden de Sant Agustin» etc. Narración: descripción de lo donado «que ha por aledaños de la una parte. . . et de la otra. . . et de la otra. . .», etc. Texto Fórmula de donación: «dono uos» o «fago uos donación firme e valedera» o «dono Disposición uos por juro de heredat» o «otorgo et ofrezco. . . et esta donación uos Pago buena e verdadera» etc. Conminatoria : «et non faga- des ende al» Validación: «do uos esta mi carta, seellada con mío seello colgado, en que escreuí mi Cláusulas nombre con mi mano» o «desto les made dar esta mi carta seellada con mio seello de fiera colgado» etc. Devolución: «La carta leyda, dátgela» . Data Protocolo Suscripciones : Autógrafa «Yo don Johan Manuel» o de can- final ciller «Yo Miguel Muñoz la fiz escreuir» o «Yo Martin Sanchez la fiz escreuir por mandato de don Johan»

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Este formulario, por supuesto, no es fijo y admite cantidad de variantes, siempre en relación con el contenido del texto. Una importante variación se da cuando no se trata propiamente de una donación, sino de la concesión de un privilegio, que produce una exención en los destinatarios, en este caso el formulario presenta alguna modalidad nueva y queda así: Intitulacion: «De mi don Johan, fijo del infante don Manuel» o «De mi don Johan, fijo del infante don Manuel, adelantado Protocolo mayor de la frontera e del regno de Murgia» . inicial Dirección: «A uos Johan Fernandez de Pennafiel, mío presta- mero, o a otro qualquier  .» o «a qualquier o a qualesquier que recabdan por mí. . .» etc. Saludo: «Salud» Fórmula de afecto: «Como aquellos que quiero bien y en quien fio» o «Como a aquellos que amo e en quien mucho fío» Exposición Notificación: «Sepades» o «Bien sabedes» Narración : que constituye el contenido de la ex- posicion . Mandato : «Porque uos mando» o «Mando uos» Texto Disposición Dirección: que ahora se dirige a los que deben hacer cumplir el privilegio o la exención . Conminatoria: «et non fagades en- de al» De recompensa: «e yo receuir uos lo he en cuenta» Cláusulas De validacíón : «E porque esto non venga en duda mandele dar esta mía carta seellada con el mio seello de cera colgado» Data: que se inicia siempre con la palabra «dada», sigue el Protocolo lugar, el dia y el mes en la forma actual, y el año por la Era . final { Suscripción.

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Dentro del tipo de las donaciones hay una de formulario muy solemne, como es la que se inserta en testamentos y codicilos, y de la que puede servir- nos como ejemplo la que se inserta en el testamento otorgado por don Juan Manuel el 6 de noviembre de 1320, por la que hace donación al convento de los dominicos de Peñafiel, y cuyo formulario se desarrolla de la manera si- guiente: Preámbulo: «Alme redemptor et genitor Deus vivens. . .» Protocolo Intitulación: «Ego Johannes, lllustris Infantis Domini Enma- inicial nuelis filius indignus . . .» Arenga: «Tu Pater aeterne, qui gloriosus est in sanctis suis . . .» Fórmula de donación: «Dono et concedo» Dirección : «Beato Dominico et eius ordinis Fratrum Predicato- Dispositivo rum» Fórmula jurídica: «Facio omni iure, modo et causa, quibus fir- mius valere potuit» Conminatoria Condenatoria. «Iram Dei omnipo- tentis et Apostolorum Petri et pauli, et maledictionem Beatissimi Cláusulas Patris me¡ Dominici et meam, in- currat et incurrant. . . » De validación: «Sigilli me¡ penden- tis munimine roboratur» Data: «Datum», lugar, día y mes en la forma romana, y año por la Era . Protocolo Suscripciones: «Ego Johannes Martini scripsi de mandato Do- final mini Infantis» Testigos, «Testes fuerunt . . .» El idioma utilizado en estos documentos más solemnes es siempre el latin, que no diremos clásico, pero bastante correcto .

267

CARTA DE CONFIRMACION

Es en realidad una variante de la anterior y su formulario es como sigue:

{ Notificación : que a veces se inicia con «Conosçuda cosa sea» Protocolo Dirección . inicial Intitulacion.

' Fórmula de «vista» : «Vi una carta» o «Vi un preuillegio» Exposición: Inserción de la carta: a veces entera y a veces en resumen.

Motivación: «E yo por fazer bien et merçed» . Texto Dirección: a los que tienen que hacerla cumplir «E mando al alcalde e al juez de Pennafiel que Disposición guarden e fagan guardar al consiento de los freires menores de este logar. . .» Fórmula de confirmación : «Et yo, veyendo que me pedian derecho, confirmogelo et otorgelo et prometogelo guardar et fazer guardar. . .»

Conminatoria. De mandato: «Mando et defiendo firmiemente» Cláusulas De pena: «Pechar me ye en pena mille maravedis de la buena mo- neda» . De validación : como las ya vistas .

Protocolo Data. final Suscripción. { 268

CARTA DE MERCED

Es también una variante dula carta de donación, como también lo es su contenido. Por ella se concede una exención o un privilegio; se recibe a algu- no o a algunos en su guarda e encomienda; o se otorga un beneficio . Su for- mulario es : Notificación: Siempre es «Sepan» . Protocolo Intitulacion: «Como yo don Johan, fijo del Infante don Ma- inicial nuel, tutor con la reina donna Maria, del rey don Alfonso mío sobrino, sennor e guarda de sus regnos e su adelantado mayor en el regno de Murcia» Motivación : «Por fazer bien e merced» o «Tengo por bien e es mi voluntad» etc. Exposición Narración: «De uos resçeuir en mi guarda e en mi encomienda» . Mandato : «Ende mando e. defiendo» o «Ende ruego e mando» o «Quiero e es mi voluntad» o Texto Disposición simplemente «Mando» . Dirección: a los que han de hacer cumplir la merced «e mando a todos los mi cogedores que han de coger los míos pechos» . Conminatoria . Condenatoria de penas pecu- niarias. Cláusulas , De validación : «Mandeles dar esta mi carta seellada con mío seello de cera colgado» . Data. Protocolo Suscripción : «Yo Sancho Ruiz, escriuano del dicho sennor don final Johan, la fiz escreuir por su mandado» o «Yo Diego Perez la fiz escreuir» o «Yo Martin Sanchez la escreui».

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CARTA ABIERTA

Aunque con grandes concomitancias con los anteriores tipos: donación, confirmación y merced, en realidad se trata de un formulario concreto, que el mismo documento define, en el protocolo final, como tal carta abierta, se gún la nomenclatura de la cancillería regia, y cuyo contenido siempre está referido al otorgamiento de alguna determinada cosa . El formulario es :

Notificación: «Sepan» Protocolo Intitulación : «Como yo don inicial Johan, fijo del infante don Ma- nuel» Fórmula de reconocimiento : «Conozco que resveuí de uos» Exposición Narración de la cosa recibida y en virtud de la cual se hace el otorgamiento . Motivación: «Por razón que me haueis hecho Texto honrra e gravia . . .» Fórmula de otorgamiento: «Otorgo» Disposición Dirección: «A uos Johan Gonvalez. . .» Otorgamiento : «Otorgo uos que después de los mis dias. . . »

Cláusulas Conminatoria. De validación. Data : «Dada» o «Fecha» Protocolo Suscripción: «Yo Gonvalo Martinez la fiz escreuir» o «Yo final Peribañez la escreui» o «Yo Alfonso Perez la escreuí por man- dado de don Joham»

Con matices diversificadores, pero dentro de la misma estructura de for- mulario y tipología, tenemos las cartas abiertas de procuración y de postura . en las. primeras, tras el otorgamiento se inserta la concesión de la procura :

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«Por ende yo el dicho don Johan, por esta carta de procuración fago mío cierto e especial mandadero procurador a Pero Ximenez. . .» . En la segunda, después de la fórmula de conocimiento, se incluye la decisión de hacer pos- tura: «Acordamos de mandarnos el uno al otro de ser leales e uerdaderos amigos. . . et desto deuiasen firmar entre nos et él pactos e posturas . . .», y en el dispositivo, a continuación de la motivación, se inserta una fórmula de compromiso sobre el cumplimiento de la dicha postura: «Juramos sobre la Cruz e los Sanctos Eufangenlios . . . de guardar e fazer guardar las dichas pos- turas . . .» .

PROVISION SEÑORIAL

Con la provisión señorial llegamos a un tipo de documento, que comien- za ahora su andadura, y que se afianzará fuertemente en la cancillería real castellana, hasta el punto de que su formulario será utilizado, hasta bien entrado el siglo XVI, para toda clase de asuntos documentables . Natural- mente, de las cancillerías reales pasa a las señoriales, que las adoptan para, generalmente, cuestiones de mayor importancia, dejando para la carta misi- va los temas de correspondencia señorial ordinaria, El formulario de las pro- visiones señoriales, como ocurre en las reales, varia muy poco y, aunque todavía en periodo de formación en la época de don Juan Manuel, permite captar ya la constancia y permanencia de todos sus elementos constitutivos . Formulario: Intitulación : «De mi don Johan, fijo del infante don Manuel, Protocolo adelantado mayor de la frontera e del regno de Murgia» . inicial Dirección: «Al congejo de la gibdat de Murgia» . Salutación: «salud» Fórmula de afecto: «Como a caualleros e ommes buenos para quien querria mucha honra e buena ventura» Texto Exposición Notificación: «sepades que vi vuestras cartas que nos enbiastes . . .» Narración del contenido de lo que le comuni- can .

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Disposición Mandato: «Porque vos mando e es mi voluntad» Conminatoria. Texto Penal Cláusulas De devolución. De validación . Esta es poco fre- cuente. Data : Se inicia siempre con la palabra «dada» . Protocolo Suscripción : Varia entre la del canciller, que la manda escri- final bír, y la del escribano que directamente la escribe .

No raramente el texto une exposición y disposición en un articulado, en el que a cada pregunta o petición sigue la oportuna respuesta : «A lo que me decís» o «enbiastes dezir que en algunos logares . . .» «Sabet que esto non ten go yo por bien e mande vos dar mi carta . . .» «Otrosí a lo que dezides 3el pleito. . .» «Sabet que de esto me pesa muy de coraçon . . .» etc., como ocurrirá más adelante en las provisiones-cuaderno, y que ya hemos estudiado en di- versas cancillerías reales. En otras ocasiones se suprime el expositivo y, directamente a conti- nuación de la fórmula de afecto, se comienza con el mandato, contenido del mismo y las cláusulas : «Como a aquellos qué quiero bien e en quien mucho fío» «mando vos que . . .». Puede ocurrir que, si el asunto de que se trata es de justicia, el oficial que manda escribir la carta no sea el canciller ni el nota- rio, sino el alguacil o el alcalde: «Yo Ferran Garçia, alcalle, la mandé escreuir» .

CARTA MISIVA

Es el tipo documental más utilizado en la cancillería de don Juan Ma- nuel, y suponemos que en las demás cancillerías señoriales castellanas, para despachar toda clase de asuntos, del señor y del señorio. Podemos formar dos grandes grupos, que tipificaremos como cartas misivas de petición y car- tas misivas simplemente, o de correspondencia familiar. En las primeras

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nunca faltan en el texto la exposición y disposición, mientras que las segun- das carecen del dispositivo, que seguimos llamando asi por no variar una no- menclatura ya conocida en las provisiones señoriales, aunque no se trate de mandato sino de petición o ruego: «Porque uos ruego, sennor» o «Porque uos pido por merçed» .

Cartas misivas de petición. -A pesar de pequeñas variaciones, son agru- pables en tres formularios tipo: uno, el más numeroso, es el que se inicia con un encabezamiento destacado del resto del documento : «Al rey de Aragón por don Juan» o «A Bernardo Sarria por don Juan», etc. ; el segundo, que so- lamente lleva destacada del texto la dirección: «Al rey de Aragón»; y el ter- cero, que lleva este tratamiento o dirección a renglón seguido: «Sennor» o «Rey cormano» o «Al muy noble e muy alto don Jayme», etc.

FORMULARIO NUM. 1 .°

Encabezamiento, destacado del documento : «A . . . por don Johan» Protocolo Dirección : «Al muy noble e muy alto don Alfonso. . . » inicial Intitulaci®n: «Yo don Johan, fijo del Infante don Manuel . . .» Salutación : «Salud»

Otras veces, este protocolo queda así:

Encabezamiento. Tratamiento: «Sennor» Intitulación : «Yo don Johan. . .»

O también:

Encabezamiento. «A . . . de don Johan» Intitulación . «Yo don Johan. . .»

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O también:

Encabezamiento. Tratamiento. «Sennor», iniciándose a continuación el texto con la notificación .

O sólo al :

Protocolo Encabezamiento. Comenzando el cuerpo documental con la inicial notificación .

Fórmula de afecto: «Como aquel que tengo en lugar de hermano que amo de coraçon e para quien querría tanta vida e tanta salud commo para mi mismo» . Frecuentemente esta fórmula de afecto es susti- Exposición tuida por una: Fórmula de encomienda: «Me encomiendo en[ a Texto vuestra graçia commo a padre e sennor» . Notificación: «Sepades» o «Sabed» o «Bien sabe- des» o «Fago uos saber» etc. Narración: del contenido:

Petición: «Porque uos ruego e pido» «Porque uos pido por merçed» Disposición Contenido de la petición . Fórmula de agradecimiento: «Et tener uos lo he en merçed»

Protocolo final Data . Siempre por la Era . Suscripción:

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FORMULARIO 2, 0

Encabezamiento: «Al rey de Aragón» Protocolo Tratamiento: «Sennor» inicial Intitulación : «Yo don Johan. . . »

Fórmula de encomienda (que nunca falta) : «Me encomiendo a vuestra gragia comino a padre e a sennor para quien cobdigio mucha vida y mucha salud» Exposición Tratamiento : «Sennor» Notificación : «Sepádes» Texto Narración del contenido de la exposición .

Petición : (Siempre es la misma) «Porque uos pi- do por merged» Tratamiento : «Sennor» Disposición Contenido de la petición .

Fórmula de agradecimiento : «Et tener uos lo he en merged»

Data. Por la Era Protocolo final Suscripción : «Yo. . . la fis escreuir»

FORMULARIO 3 . °

Dirección completa: «Al muy noble et muy onrrado sennor fon Protocolo Jayme, por la Gragia de Dios rey de Aragón . . .» inicial Intitulación completa : «Yo don Johan, fijo del infante don Ma- nuel, adelantado mayor del regno de Murcia por mio Sennor el rey don Alfonso»

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Fórmula de encomienda: «Beso vuestras manos e me encomiendo en la vuestra graçia commo a padre. . . ». Exposición Tratamiento: «Sennor» Notificación : «Bien sabedes» Texto Narración del contenido de la exposición. Petición : «Porque uos pido por merçed» Disposición Contenido de la petición . Fórmula de agradecimiento : «Et tener uos lo he en merçed» Data . Protocolo final Suscripción : «Yo Alfonso Perez la fiz escreuir por mandato de don johan» . Carta Misiva de información.-De gran similitud con la corresponden- cia familiar o de amigos, pero siempre emanada de la cancillería, como ates- tiguan las suscripciones y los sellos .

FORMULARIO

Protocolo inicial: Encabezamiento: «A. . . de don johan» Tratamiento: «Sennor» Texto Exposición Notificación: «Fago uos saber» Narración del contenido de la exposición . Data. Protocolo final: Suscripción .

CEDULA SEÑORIAL

Es una breve nota, en la que se comunica algo a alguien, estructurada en un breve formulario:

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Protocolo inicial : Tratamiento: (A renglón seguido) «Sennor» Texto: Exposición Notificación : «Sepades» Narración del contenido: (Suele ser muy breve) Data. Protocolo final Suscripción : «Yo Gil Ferrandes la escreui» {

OFICIALES DEL SEÑORIO Y DE LA CANCILLERIA

Oficiales del señorio .-Adelantados por don Juan Manuel en el Reino de Murcia, Sancho Jiménez de Lanclares: «De mi don Johan, fixo del infante don Manuel, tutor con la reyna donna María del rey don Alfonso, mio sobri- no e mio sennor . . . a vos Sancho Ximenez de Lanclares, mio vasallo e adelan- tado por mi en la mi tierra que yo he en el regno de Murgia» (A.M. M. Cart . Real 1352-1382, eras, fols. 6 v.-7 r.) . Alcalde: Ferrón García.-Oficial de justicia en el señorio de don Juan, aparece en la suscripción de una carta dirigida por don Juan Manuel al con- cejo de Murcia el 1 de octubre de 1310: «Yo Ferran Gargia, alcalle, la man- dé escriuir» (A.M .M. Arm . 1, lib . 1, fols. 1000 v. - 101 r.) . Alcayde: Pero Gonzalez.-Aparece en una carta de don Juan Manuel fechada en el castillo de Garci Muñoz el 12 de octubre de 1344: «Por fazer bien e merged a uos donna Eluira, muger de Pero Gonzalez, defunto, que Dios perdone, mi uasallo e mio alcayde, en emienda de los muchos e buenos seruigios que el dicho Pero Gonzalez.. . e Gonzalo Gonzalez, hermano del dicho Pero Gonzalez, me han fecho» (R.A.H. Col . Salazar, M-1, fols . 1-2) . Alferez: Siempre aparece como tal Pero Lopez de Ayala, en documentos que van de 1303 : «Et sobresto et sobre otras cosas enu¡amos a uos a Pero Lo- pez de Ayala, mio alferez» «Sepades que despues que yo enuie a uos a Pero Lopez de Ayala, mio Alferez», fechados ambos en 1303, el primero en Mon- talbanejo el 6 de abril, y el segundo en Badajoz el 11 de mayo. «E mando otros¡ a Pero Lopez de Ayala, mio alferez e mio adelantado en esse regno», fechado en Villiesta el 1 de octubre de 1310, etc. Ambos citados por Gime- nez Soler, núm . L y núm . LX .

277 Alguazil: Como oficiales subalternos de justicia en el señorío, los en- contramos en dos documentos, uno de don Jaime, fechado en Barcelona el 22 de julio de 1327 (A.C .A. Reg. 339, f. 235 r.). «Reçiuimos uestra carta la qual nos enbiastés con Garsia de Uiscarra, alguazail uestro», y el otro en una carta de don Juan Manuel fechada en Córdoba el 17 de septiembre de 1336 (R.A.H . Col . Salazar, 1-39, fols . 96-97) «e nos fuimos a las dichas açeñas e fallamos by a Johan Gonzalez, alguazil maior del dicho don Johan, e uimos commo el dicho Johan Gonzalez, en nombre del dicho don Johan dixo a ¡rey Sancho Ximenez. . .» . Se trata, pues, de García de Vizcarra y de Juan Gonza- lez, ambos alguaziles . Almotacén: Miguel Sanchez, citado en una carta dirigida por don Juan Manuel al rey de Aragón, fechada en Villanueva el 24 de enero 1342 (Gimé- nez Soler, núm . DLXIX) : «Sennor, vi las cartas que me enbiastes con Miguel Sanchez, mio almotacen, en razon de los moros que se venían a la mi tierra» . Ayo de doña Beatriz, hija de don Juan Manuel: Juan García.-«Sennor, yo don Johan, fijo del infante don Manuel, adelantado mayor de la frontera e del regno de Murçía . . . fago uos saber que este Johan Garsia que esta carta uos dará, que es ayo e nodris de donna Beatriz, vuestra nieta e mia fija» . Carta de don Joan a Jaime II de Aragón, fechada en el castillo de Garci Mu- ñoz el 15 de septiembre de 1327 (G . S. núm . CCCCXLIX) . Caballerizo: No sabemos el nombre, sólo se menciona en los libros de tesoreria de la Casa Real de Aragón «Item done 20 sol . al cavalleris del noble En Johan Manuel, qui li mana dar lo senyor rey per cabestratge» (G . S. núm . XLII) . Camarero mayor: Juan Gonzalez .-Lo encontramos entre los testigos de una carta de postura entre don Juan Manuel y el rey de Aragón «Gil Marti- nez, despensero mayor de don Johan e Johan Gonzalez, su camarero mayor», y en una carta de homenaje de don Juan al rey de Aragón «Gil Mar- tinez, despensero mayor de don Johan, e Johan Gonzalez, su camarero ma- yor» (R.A.H, Col . Salazar, A-3, f. 63 v.) . Capellán: Hemos encontrado cuatro personas que ocuparon este oficio de capellán de don Juan Manuel: don Per de Coyales «los omnes buenos de la dicha orden et yo enbiamos a nuestro sennor el Papa a don Per de

278 Coyales, canónigo de Cuenca, nuestro capellan . . .» (G . Soler, número CCXLVII), en carta fechada en Cuenca el 8 de octubre de 1312 . Juan Perez de Avila «Sennor, fago uos saber que Johan Perez de Avila, mio clérigo e mío capellan va a la corte del Papa sobre algunos pleitos. . .» «Sennor, sepades que Johan Perez de Avila, este clérigo que uos esta mi carta dara es capellan de don Johan e mio» (G . Soler, núm . CCCCXI y núm . CCCCXII), en cartas de don Juan Manuel y de su esposa doña Constanza, fechadas ambas en Es- calona el 14 de abril de 1326 . Gonzalo Martinez (que debía ser también su canciller, como veremos) «Et sobresto acordamos enbiar alla a vos Gonzalo Martinez, mio capellan, porque vos quente todo el pleito en cormno ésta» (G . Soler, núm . CCCCXXXIII), en carta de don Juan fechada en el castillo de Gárci Muñoz el 4 de mayo de 1327. Finalmente, Pero García «e las dos a Pero Garçia, capellan del dicho don Johan», en carta de Alfonso XI de 21 de junio de 1331 (A.M .M. Cart . real 1352-1382, eras, £. 79 r.) . Confesor: Fray Ferrant Jaymes. «Sepades que. . . et don Ferrant Jaymes, mio confesor, vinieron a mi e fablaron conmigo», carta fechada en Huete el 10 de agosto de 1311 (G . Soler, núm . CCXXX), «et non lo podiendo excusar enuio uos a. . . et a Frey Ferrant Jaymes, mio confesor», carta fechada en Alarcón el 21 de abril de 1312 (G . Soler, núm . CCXLI) . Despensero mayor: Gil Martinez, figura entre los testigos de una carta de procuración «Gil Martinez, despensero mayor» y de una prestación de homenaje de don Juan al rey de Aragón . (R.A.H . Col . Salazar, A-3, f. 63 v.) . Escudero: Ruy Ferrandez de Atienza y Yenego Martínez.-El segundo en una de don Juan Manuel a Jaime II de Aragón «Sepades que Yenego Mar- tinez, mio escudero, que uiue conmigo», y el segundo también en una carta de don Juan al rey de Aragón «Enuio uos a Ruy Ferrandez de Atienza, mio escudero», fechadas la primera el 6 de abril de 1303, y la segunda en Peña- fiel el 14 de mayo de 1334 (G . Soler, docs . núm . LI y núm . DXXIII) . Falconero : Yenego Perez.-«Vi la carta de respuesta que me enviaste con Yenego Perez, mio falconero», y en una carta dada en Alarcón el 14 de noviembre de 1303 habla sólo de los «mios falconeros» sin citar nombres .

279 Juglares: El más importante de ellos es Arias Paez, en favor del cual don Juan Manuel escribe una carta a la reina de Aragón recomendándole «Uos fago saber que Arias Paez, mío Juglar, ua alla a uos. .. Porque uos ruego mucho que por el mío amor fagades algo a este Arias Paes» (G . Soler, núm . CXXVI) . De otros, nombrados de paso, sólo se dice el nombre: Lorens, Joham y Nicolás (A .C .A. Reg. núm . 237, f. 16) . Arquitecto o Maestro de obras: Pero Sanchez . «Sensor, sepades que yo oue dado a Pero Sanchez, mío maestro de las mis lauores, vn heredamiento . . .» . Huete, 5 de septiembre de 1305 . (G. Soler, doc . núm . CXXXIII) . Mandaderos: «Et otrosy, el dicho don Johan enbio a mi a Johan Lopez del Castillo, Furtado Ruyz de Gamarra e a Gil Sanchez de Venda, por sus mandaderos» (A .M.M. Cart. real 1352-1382, eras, fols. 100 r.-v .) . Mayordomo : Hubo dos mayordomos en el señorío de don Juan Manuel : el mayordomo mayor, Juan Sanchez de Ayala, y el mayordomo de los gana- dos de su cabaña, Ruy Vazquez . «Sensor, sepades que Johan Sanchez de Ayala, mío mayordomo mayor, me dixo. . .» «Bien sabedes en comino uos en- bie dezir por otra mi carta que Johan Sanchez de Ayala, mío mayordomo», cartas de 1 y 31 de septiembre de 1303 respectivamente (G . Soler, docs . núms. CLV y CLVII) . «De mi don Johan, fijo del infante don Manuel, a uos Roy Vazquez, mayordomo de los míos ganados, salud» «A uos Roy Vazquez . . . mayordomo de la cabanna de las mis vacas. . . Salud», dadas en 24 de noviembre de 1302 (M. Pidal: «Documentas Lingüísticos de España», docs . núms. 289 y 290) . Merino : Sancho Ximenez de Lanclares, ya lo hemos visto haciendo de adelantado de Murcia por don Juan, «Sepades que hay contienda entre los de Ayora e los míos vasallos de Almansa, sobre razón de los términos, et, sen nor, por les partir esta contienda pus a Sancho Ximenez de Lanclares, mío merino mayor en la mi tierra del regno de Murçia», carta al rey de Aragón de 2 de mayo de 1306, «sinon sabed que yo he mandado a Sancho Ximenez de Lanclares, mío merino mayor en la mi tierra del regno de Murcia», carta dirigida al concejo de Ayora en 19 de marzo de 1308 . (G . Soler, docs . núms . CXLVI y CLXXVIII) .

280 Prestamero : Juan Fernandez de Peñafiel. «A uos Johan Ferrandez de Pennafiel, mío prestamero», en carta de donación dirigida a los dominicos de Peñafiel, 7 de abril de 1345 (G . Soler, núm . DLXXV) . Privados de don Juan Manuel: Los encontramos firmando como testigos en un acuerdo del concejo de Villena, a petición de don Juan, de tener a su hijo, Sancho Manuel, como a señor natural . «. . . e Garçia Aluarez e Ferran Ximenez de Lorca e Johan Sanchezde Ayala e Gil Martinez e Diego Ferran- dez e Johan Gonçalez, priuados de don Johan)> . Villena, 1 de marzo de 1331 . Procurador: Pero Ximenez . «. . . e por esta razon compareció ante nos Pe- ro Ximenez, procurador del dicho don Johan» . Carta de postura entre don Juan Manuel y el rey de Aragón, fechada en Zaragoza el 13 de mayo de 1336 . Repostero: Sólo hemos encontrado citado el cargo, pero sin nombre. «ltem repositario nobilis Johannis Enmanuelis per quinquaginta libras de Vera. . .» (A .C .A. Reg., núm . 237, f. 16) . Finalmente, hemos encontrado una serie de nombres con el único distin- tivo que dice «de la mía casa», por consiguiente se trata de personas al servi- cio de don Juan Manuel que, según las circunstancias deberían ocupar di versos cargos u oficios palaciegos . Entre otros, citamos a: Diego Alvarez de Espejo, Pedro Avarca, Berenguer Dalmau, Diego Lopez de Montoya, Do- mingo Pelaez y Sancho Perez de Cadahalso.

OFICIALES DE LA CANCILLERIA SEÑORIAL

Canciller: Dos personas encontramos ejerciendo el más importante ofi- cio de la cancilleria señorial, el de canciller; se trata de Gonzalo Martinez y de Alfonso Perez. A Gonzalo Martínez ya lo hemos citado también como ca pellán de don Juan Manuel, es normal que fuese a lavez capellán y jefe de su cancillería, al igual que eran eclesiasticos los que dirigían la cancilleria re- gia, arzobispos de Toledo y de Santiago; debió dirigir la cancilleria hasta 1330, en que por muerte, u otra causa, es sustituido por Alfonso Pérez . En cartas dirigidas al rey de Aragón leemos «Et sobresto et sobre otras cosas

28 1 enuiamos a uos a. . . e a Gonçalo Martinez, mío chançeller» (6 de abril de 1303), «Sepades que. . . e Gonçalo Martinez, mío chançeller, vinieron a mi. . .» (19 de febrero de 1304), «Atreuiendome en la uestra merçed di el dicho heredamiento a Gonçalo Martinez, mío chançeller. . . Porque uos pido merçet, sennor, que tengades por bien que el dicho Gonçalo Martinez, mío chançeller, aya el dicho heredamiento . . .» (1 de septiembre de 1305), y de la misma fecha «Nos don Johan sobredicho. . . otorgamos e fiziemos escreuir aquí en nombre de nos por mano de Gonçalo Martinez, nuestro chançeller» . Finalmente, en el acta de fijación de limites del Reino de Murcia, figura entre los testigos «Gonsaluo Martinez, chançeller del noble don Johan» (A.C.A. Reg. 1521, f. 3 r.), y en carta del rey de Aragón a su hija Constanza «Uiemos uestra carta que nos agora enuiastes sobre fecho de Gonsaluo Mar- tinez, chançeller del dicho muy noble don Johan, en razon de los uasos e ta- zas de plata. . .» (A.C .A. Reg. 245, f. 62) . Su manera de suscribir en los docu- mentos es «La fiz escreuir por mandado de don Johan» o simplemente «la fiz escreuir» . «Yo Gonçalo Martinez la fiz escreuir por mandato de don Johan», «Yo Gonçalo Martinez la fiz escreuir» . El otro canciller que figura al frente de la cancillería señorial de don Juan es Alfonso Pérez; en carta de Alfon- so XI, 21 de febrero de 1333 (A.M .M. Cart, real 1352-1382, fols . 100 r.-v .) leemos «Se me enbiaron querellar e dizen que Alfonso Perez, chançeller de don Johan, fijo del infante don Manuel, que ganara una carta de la nuestra chançelleria» ; y en. carta del mismo Alfonso XI al concejo de Murcia, 2 de mayo de 1334 (A.M.M. Cart. real 1352=1382, eras, f. 115 v.) leemos tam- bién «Nos enbiastes dezir que . . . puso «demanda ante el nuestro adelantado contra Alfonso Pérez, chançeller de don Johan, en que demanda . . .» ; y en carta del mismo Alfonso Perez, chançeller de don Johan, en que «deman- da . . .»; y en carta del mismo Alfonso Pérez el concejo de Librilla, de la mis- ma fecha «De mi Alfonso Peres, chançeller mayor de don Johan» . Su forma de suscribir los documentos es idéntica a la anterior «Yo Alfonso Peres la fis escreuir por mandado de don Johan» o «Yo Alfonso Peres la fis escreuir» . Escribanos: Ruy Perez. «Enbio uos dotze cartas blancas con Ruy Peres, mío escriuano» (Carta de don Juan a sus vasallos, 16 de diciembre de 1327 . A.M.M. Priv, núm . 98) . Sancho Ruiz : Yo Sancho Ruyz, escriuano del dicho sennor don Johan, la fiz escreuir por su mandado» (Carta de don Juan al convento de Peñafiel, 14 de junio de 1279 (R.A.H . Col . Salazar, M-1,

282 f. 2 v.). Martin Sanchez . «Signo de mi, Martin Sanchez, escriuano del dicho sennor don Johan, que de mandamiento suyo a las sobredichas cosas presen- te fui e esto escreui e perre día e anno sobredichos» . Miguel Sanchez. «E por esto havemos retenido a Miguel Sanchez, vuestro .escriuano» (Carta de Pedro IV de Aragón a don Juan Manuel, 18 de octubre de 1336 . R.A.H . Col . Salazar A-3, f. 85 v.) . Otros escribanos son: Juan Alfonso, Gil Ferrandes, - Martin Ferrandes, Juan Ferrandes, Pero Ferrandes, Juan Gonzalez, García Martinez, Juan Martinez, Ruy Martínez, Miguel Muñoz, Alfonso Perez, Juan Perez, Miguel Perez, Ruy Perez, Peribañez, Clemente Sanchez, Garci Sanchez, Martin Sanchez, Miguel Sanchez y Juan Ximenez. Todos ellos suscriben, indistintamente, «la eseriui» o «La fis escreuir» . Unas veces lo hacía directamente por mandato del señor, don Juan Manuel, y otras por or- den del canciller, al cual siempre había que volver para la imposición del sello, que daba validez a la carta o documento .

VALIDACION DE LOS DOCUMENTOS: LOS SELLOS

Como en toda cancillería, el gran signo de validación de los documentos era el sello . En la cancillería señorial de don Juan Manuel se utilizaron tres tipos de sellos: el anular, o de sortija, el de cera colgante y el de placa. Natu ralmente, cada uno de ellos guarda relación con el contenido del documen- to: el anular se utilizaba en cartas más íntimas o familiares, cuando el señor, en sus múltiples viajes, no lleva consigo su cancillería, sino sólo algún escri- bano que redactaba la carta o documento, y el la sellaba con su sortija : «E porque el mío seello non era conmigo enbio uos esta mi carta seellada con la mía sortija», o bien «Enbio nos esta mi carta seellada con la mía sortija que uos bien conosçedes», ambas, aunque dirigidas al rey de Aragón, son de con- tenido familiar y no van suscritas por escribano, sino por el mismo don Juan . Para los documentos de mayor entidad se utilizaba el sello de cera colga- do, como siempre se expresa en la cláusula de validación : «Mande dar esta mía carta abierta seellada con mío seello colgado» o simplemente «seellada con mío seello de pera colgado» o, si es en latín, «Sigilii me¡ pendentis». Este sello de cera colgado pendia tanto de pergamino como de papel «Quatro cartas blancas seelladas con el sello de don Juan, fijo del infante don

283 Manuel, de pera colgado, las dos de pergamino e las dos de papel» (A.M .M, Cart . real 1352-1382, eras, f. 79 r.) . Era el llamado sello mayor de la cancillería señorial «. . . las quales fueron mostradas y en conceio dotze cartas blancas las quatro seelladas con el seello mayor de don Johan, de pera colga- do . . . e estas quatro del seello mayor son las dos cartas de pergamino e las otras dos de papel e la cuerdas de las tres son tajadas de pintura de seda e de otra cosa que fuera puesta en lauor de seda verde e vermeja cardena e ama- ríella e la cuerda del otra es de filo o machapa cardena vermeja e blanca e el un ramo es desfilado de parte de yuso del seello e las letras de los seellos de ambos cabos dizen así : «Sigillum Domini Johannis filii inclitis infantis En- manuelis domini» . Et del un cabo de los sellos la figura de un cauallero ar- mado e de un cauallo que caualga e tiene una espada en la mano e una cruz ante si e las armas son a sennales de figuras de leones e de alas con manos e con espadas, e de otro cabo son las armas de don Johan a quarterones e ha en los dos quartos sendas figuras de leones e en los otros dos sendas figuras de ala e mano e espada, e de las dos cartas de pergamino ha el una de ancho un palmo de vara menos un dedo al travieso, poco mas o menos, e de luengo un palmo de quatro dedos al travieso, poco mas o menos, e ay doblado del per- gamino, do se tiene la cuerda, una pulgada al travieso, e el otra ha de ancho un palmo de vara menos un dedo al travieso, poco mas o menos, e de luengo un palmo de vara de ochava, poco mas o menos, e ay doblado del pergamino en do esta la cuerda fasta dos dedos al travieso, poco mas o menos, et las otras dos de papel, es doblado el papel do son las cuerdas dos dobles menos e de luengo media vara, poco mas o menos, et el otra ha de ancho un palmo e tres dedos al travieso, poco menos, e de luengo un palmo e ochava de vara, poco mas o menos» . Finalmente, el tercer sello es el de placa, generalmente enunciado así en la cláusula de validación «seellada con mio seello en las espaldas», Era el lla- mado sello menor «. . . e las ocho del su seello menor de suso dicho en las es paldas . . . las quatro an de ancho cada una quarta de vara menos dos dedos, poco mas o menos, e de luengo un palmo de vara menos una pulgada, poco mas o menos, e es una tajada un poco en medio e las otras quatro an de ancho cada una quarta de vara menos un dedo al travieso, poco mas o me- nos» «Otrosy repeui ocho cartas de papel, seelladas con el seello del dicho

284 don Johan en las espaldas» «pinco cartas perradas e seelladas con su seello menor de don Johan, semejante e de aquella forma que siempre seello e acostumbro seellar sus cartas, el qual seello es redondo e ay en cada uno quarterones con sus armas, es a saber, figuras de dos leones e dos alas, cada ala con mano e con espada» (A.M .Mi Privil. núm . 98) . Este sello de placa es el que llevan casi todas las provisiones señoriales.

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Aurelio Pretel Marín APROXIMACION AL ESTUDIO DE LA SOCIEDAD EN LA MANCHA ALBACETENSE BAJO EL SEÑORIO DE DON JUAN MANUEL

Tal vez por su doble condición de literato y hombre de acción, la figura de don Juan Manuel ha atraído, en mayor medida que la de otros personajes contemporáneos suyos, la atención de historiadores y estudiosos . Se le cono ce como intelectual, como político, y como miembro de aquella clase nobi- liaria que, en constante enfrentamiento con la autoridad real, protagonizó la Baja Edad Media castellana . Se sabe de su temperamento, de su filosofia vital, su acendrada espiritualidad, su orgullo desmedido y su carácter violento, que le llevó a no detenerse ante los mayores horrores cuando así lo impusieron sus intereses o su particular sentido del honor. Tenemos noticias de sus estancias en la corte, de sus intrigas y rebeliones, sus campañas en tierra de moros, sus conquistas y sus derrotas . Los más insignificantes de- talles de su vida se han contemplado en si mismos y en relación con su entor- no familiar, político y guerrero, comparándolos a menudo con sus escritos, buscando calar en lo más profundo de sus pensamientos . Y, sin embargo, hay parcelas importantisimas de su realidad histórica apenas desveladas por la investigación . Nada, o muy poco, se ha publicado sobre su incesante actividad repobla- dora, que le hace padre de docenas de pueblos actuales . Casi nada sobre sus relaciones con sus vasallos, ni sobre los derechos que ejercía en su tierra, ni sobre la vida de los pueblos que le pertenecieron . Por lo general, a pesar de

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los esfuerzos de su biógrafo Gimenez Soler (1), la historiografía, influida por la adversa crónica de Alfonso XI y por los ricos archivos de Murcia, donde tan escasas simpatias despertó su actuación como adelantado, pinta a un don Juan Manuel de perfiles sombrios, autoritario, duro, aristocrático, con- servador, cruel y rencoroso, enemigo de la tranquilidad del Reino, oportu- nista y retorcido . La imagen no es falsa, sin duda. Todos estos rasgos enca- jan en su personalidad . Sin embargo, adolece de falta de contraste con infor- maciones más positivas, que en vano se buscarán en aquellas fuentes . Es ne- cesario rastrear los saqueados archivos de las poblaciones que formaron par- te de su señorio para encontrar la otra cara de la moneda: la sorprendente y atractiva visión de un noble repoblador, generoso, y aparentemente amado de sus vasallos, en un momento en que, las tensiones entre señores y villanos se recrudecían en Castilla. Probablemente, esta imagen será tan falsa como la primera, y estará so- metida a deformaciones por diversos motivos, y sobre todo por efecto de la publicistica que el propio don Juan Manuel supo desplegar en torno a sus ac tos . Sin embargo, debe tenerse en cuenta a la hora de analizar la compleja figura, llena de luces y sombras, de aquel caballero que, como tantos otros de su época, trató a sus enemigos con extremada crueldad, quemó pueblos, y extorsionó a los villanos de realengo, hasta el punto de exigirles yantares cuatro veces superiores a los que habitualmente pagaban al rey (2) ; pero, al mismo tiempo, tuvo para sus propias gentes una consideración poco fre- cuente en su tiempo . Sabiendo, seguramente, que, por sus precarias condi- ciones de vida, necesitaban más de ayudas y mercedes que de exigencias,. y que poco podria obtener con presionarlos, sino precipitar su ruina, les liberó de impuestos y obligaciones, y consiguió que, al fin de sus dias, sobre aquel vasto páramo que heredó del infante don Manuel, existiera, no sólo un con- junto de villorrios unidos por su común dependencia del mismo señor, sino una entidad territorial progresiva, coherente y vigorosa : un señorío fronteri- zo dotado de fueros y costumbres propias, nacidas de la convivencia y de su amplia autonomía respecto a la Corona, que habria de pesar mucho en la Castilla de los siglos siguientes .

(1) GIMENEZ SOLER, ANDRÉS: Don Juan Manuel, Zaragoza, 1932 . (2) Crónica de Alfonso XI, B .A.E ., pág. 256 .

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Huérfano desde 1283, y sometido a la tutela de su madre y de su primo, Sancho IV, don Juan Manuel no vino a administrar por si mismo la herencia paterna hasta fines del siglo XIII (3), en los azarosos tiempos que prece dieron a la invasión aragonesa del reino de Murcia en 1296 . Tras la tregua de Elche, verdadera traición a los intereses de Castilla, que, demostrando ya el precoz oportunismo del joven señor, le puso a salvo de sufrir mayores per- didas ante la avalancha enemiga, el viejo territorio legado por don Manuel quedó profundamente modificado . Tanto, por lo menos, como las rela- ciones de fuerza entre Castilla y Aragón . Con los acuerdos de Torellas, que en 1304 pusieron fin a la guerra y dejaron en manos de Jaime II sus conquis- tas alicantinas (4), Elche, Santa Pola, Elda, Novelda, los pueblos que for- maron el primitivo núcleo de «la tierra de don Manuel», se alejaron para siempre de la autoridad de su hijo . Sólo Villena y Sax, y aún éstas bajo soberanía de Jaime II, seguirian contándose entre sus propiedades . Un compromiso matrimonial afortunado y una constante presión sobre la regente Maria de Molina, que acabó por ceder, dieron a don Juan Ma- nuel, protegido por la corte aragonesa, la posesión de Alarcón, largo tiempo ambicionada, en compensación por lo perdido (5) . Una buena villa y un ex- tenso término que venian a redondear las posesiones manchegas de don Ma- nuel (6) ; Chinchilla, Almansa, Jorquera, Ves, Yecla, Garci Muñoz, etc. Con la posterior reanexión de Hellin, Isso (7), y otras plazas temporalmente esca- padas a su control, no tardaría en completar don Juan un señorio distinto, pero mayor, que el que habia heredado . No aludiremos aqui a los pueblos periféricos y alejados del señorio, como Escalona, Santa Olalla o, mucho más aún, Peñafiel, que apenas mantuvie-

(3) Antes de 1292, Sancho IV administró el señorío como si fuese tierra realenga, según atestiguan multitud de órdenes reales a sus pueblos, que para nada mencionan a don Juan. A partir de estas fechas, pese a su juventud, el señor ejerce ya sus derechos. (4) ESTAL, JUAN MANUEL DEL: Problema sucesorio de Castilla y anexión de Alicante ala Co- rona de Aragón, Inst . de E. Manchegos, jornadas de estudio del VII centenario de'don Fernando de La Cerda, Ciudad Real, 1976, págs. 245-46 . (5) Crónica de Fernando IV, B .A .E ., pág. 108. (6) La mayor parte de ellas conseguidas en 1282 por donación del infante don Sancho, en premio a su sentencia de Valladolid, o en años inmediatamente anteriores. Ver la Crónica deAl- fonso X, B .A.E ., págs. 61-62. (7) LOZANO, JUAN: Bastitania y contestania del Reino de Murcia, Ed. 1794, págs . 35-36.

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ron contactos con el resto, ni tampoco a las adquisiciones posteriores, en te- nencia o en propiedad, de Alcaraz, Huete, Cifuentes, Palazuelos, Salmerón, Lorca, Cartagena, Molina, y otros enclaves aislados que logró anexionarse o tuvo por el Rey . Nos referiremos solamente al núcleo fundamental del esta- do de Villena que, en tiempo de don Juan, se situaba entre el sur de la pro- vincia de Cuenca y la comarca de Villena, extendiéndose por la mayor parte de la de Albacete y teniendo su centro en el extenso alfoz del concejo de Chinchilla. Era éste un territorio más coherente que el anterior a 1296; más manchego y menos levantino, mas:eastellano y menos mudejar. Se caracteri- zaba por una acusada penuria demográfica (8), agravada poi las guerras y calamidades de fines del siglo XIII y comienzos del siguiente, que habian hecho casi estériles los esfuerzos repobladores de Alfonso el Sabio y del in- fante don Manuel. Sólo unos cuantos pueblos, como Chinchilla, Villena o Alarcón, y aún éstos con grandes dificultades, habian afianzado su pobla- miento y contaban con ciertas garantias de pervivencia. En torno a ellos, docenas de leguas de montes y almarjales servian sólo de pasto a los rebaños y surtian a la escasa población de las villas de productos forestales, miel y grana. Algunas aldeas, a la sombra de viejas fortalezas musulmanas, y pe- queñas cortejadas aisladas junto a caminos y fuentes, completaban el raquítico panorama de la ocupación humana en estos parajes, donde los mu- dejares, no muy abundantes, formarian la mayor parte de la población rural . Sobre estas tierras habria de desarrollar don Juan Manuel a lo largo de su vida una fructífera acción repobladora, continuación de la emprendida por Alfonso X y por su propio padre, con repartimientos y donaciones de fueros y privilegios, en la segunda mitad del siglo XIII (9) . Confirmando éstas y concediendo otras mercedes, fomentando la venida de colonos, creando

(8) TORRES FONTES, JUAN: «Murcia en el siglo XIV», Anuario de E. Medievales, Barcelona, 1970-71, núm . 7, págs . 261 y sigs. Presenta el desolador panorama demográfico del Reino de Murcia, en el que hay que inscribir, con ligeras variantes a estas poblaciones . (9) Conservamos múltiples documentos que atestiguan la obra repobladora de don Manuel y de Alío.,o X en Almansa y Chinchilla, lugares muy representativos. Los primeros los hemos re- cogido recientemente en nuestro libro: Alrnama medieval. (Una villa del señorío de Villena en los siglos XIII, XIV y XV), Albacete, 1981 . Los referentes a Chinchilla, aún inéditos en su mayoría, se conservan casi todos ellos en el Libro de copia de privilegios de Chinchilla, custo- diado en el Archivo Histórico Provincial de Albacete. (MUN. Leg. 11) . Otros pueblos, como Jor- quera y Tobarra, se beneficiaron también de sus mercedes.

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pueblas, impulsando los acuerdos de colaboración entre concejos, y renun- ciando no pocas veces a algunos de sus derechos, don Juan Manuel conseguiría, pese a la inquietud de sus tiempos, un apreciable renacimiento del nuevo señorio . Los municipios mayores quedaron reforzados y los más pequeños tuvieron la oportunidad de comenzar sobre firmes bases economi- cas y demográficas su andadura histórica. Aunque no es este el momento de extendernos sobre la excepcional actividad que en este terreno desarrolló don Juan, obra que esperamos poder analizar con mayor extensión en un próximo trabajo (10), es necesario indicar que de su época data el nacimien- to o la resurrección de casi una docena de los mayores pueblos de la actual provincia de Albacete, como Villarrobledo, La Roda, Minaya, La Gineta, Albacete, Almansa, Jorquera, Alcalá del Júcar, Tobarra, Hellin o Monte- alegre. Todo ello sin contar con el avance experimentado por el mayor de to- dos: Chinchilla, que ya estaba dotada de un poblamiento estable a la muer- te de don Manuel . Más importante es, desde el punto de vista que aqui nos interesa, otra consecuencia de la acción de don Juan en las tierras de su señorío : la apari- ción en ellas y en sus pueblos de un creciente sentimiento de cohesión re gional, mucho más fuerte que el lógicamente producido por la simple proxi- midad geográfica, que vino a superar el antiguo concepto de «la tierra de don Manuel» como conjunto de lugares de heterogénea procedencia unidos sólo por su común vinculación al señor . Desde ahora, y sin que ninguna de las localidades perdiera su propia personalidad, la coherencia y uniformi- dad poblacional, jurisdiccional y foral de la comarca experimentará un gran avance. Los municipios se unirán mediante convenios amistosos, que fre- cuentemente permitirán el mutuo aprovechamiento de los términos, impul- sados o autorizados por el señor o por sus adelantados y oficiales (11) . La concesión de los derechos y libertades que gozaban unos pueblos a aquellos

(10) Preparamos un libro sobre la obra repobladora de don Juan Manuel en la Mancha al- bacetense, que esperamos pueda ver la luz en este mismo año de su centenario, como un pequeño homenaje a figura de tan gran trascendencia para la provincia, y tan desconocida, por desgracia, en ella. (11) Reseñamos algunos de estos documentos en nuestro pequeño trabajo: Documentos de don Juan Manuel a sus vasallos de la villa de Chinchilla, «Al-basit, Revista de E. Albacetenses», núm. 5, Albacete, 1978, págs. 96-98 .

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otros que convenía repoblar (12), la extensión a la generalidad de algunos privilegios particulares, y la promulgación de ordenanzas válidas para todo el señorio, contribuirán también a la homogeneización jurídica, al igual que el gobierno del territorio a través de adelantados o merinos, que acostumbró a los concejos a obedecer las mismas directrices . La acumulación de extensas facultades jurisdiccionales, propias o delegadas de la Corona, convirtió, por último, a don Juan Manuel en dueño absoluto de su tierra, que, dotada de amplia autonomía e importantes privilegios, y situada en una afortunada posición fronteriza, pudo vivir al margen de la autoridad real, lo que contri- buyó a la existencia de una cierta conciencia de diferenciación, no sólo res- pecto al vecino reino aragonés, sino también respecto a los moradores cas- tellanos de «la tierra del rey» y de los latifundios de las órdenes militares en la Mancha . En un momento en que la monarquía de Alfonso XI, imitando a la nobleza rival, y obligada por sus crecientes gastos, transgredía con frecuen- cia los privilegios económicos y las libertades de los pueblos de realengo, im poniendo corregidores y exigiendo pesadas contribuciones (13), un señor co- mo don Juan Manuel, que tenia la habilidad de presentarse como defensor de los derechos y la autonomia de sus vasallos, significaba, para ellos, un respaldo eficaz frente a los abusos de la Corona y de otros nobles, en cuyas manos pudieran haber caído. Por esta y por otras causas, como la escasa for- taleza del régimen municipal, `debida a la pobreza demográfica y a la ausen- cia de una burguesía preparada, no se aprecian en las localidades del estado de Villena las muestras de rebeldía antiseñorial ni los deseos de incorpora- cion a los dominios reales, que tan frecuentes fueron en aquel difícil siglo XIV. Muy al contrario, y en contraste con el resentimiento que el mismo don Juan despertó en Murcia y en otros territorios ajenos que gobernó, su figura parece haber gozado aqui de una amplia aceptación. Aún atribuyendo a su conocida habilidad publicistica y a una prudente dosis de temeroso respeto algunas de las alabanzas y frases de agradecimiento que sus vasallos le diri- gen, no cabe duda de que nadie discùtió sus prerrogativas, ni de que, en

(12) Así, Jorquera y Tobarra, como Albacete, años más tarde, se repoblarían contando con las franquezas que protegían a los chinchillanos. (13) GAUTIEB DALCHE : L'Hístoríe castillane dans la première moitié du XIVe siecle, A. E. Medievales, núm . 7, Barcelona, 1970-71, págs . 251-252 .

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mayor o menor medida, era apreciado por sus gentes, que veían en él al poblador de la tierra y al mantenedor de las libertades de cada uno de los grupos sociales del señorio . Antes de pasar a analizar cuáles eran estos grupos sociales, sus medios económicos, su influencia y sus relaciones con el señor, temas que considera- mos sumariamente en este pequeño trabajo, a la débil luz de algunos docu mentos extraídos de los archivos albacetenses, es preciso hacer una referen- cia previa a la conocida mentalidad aristocrática de don Juan Manuel y a su conservadora idea del perfecto orden social . Por fortuna, su Libro de los Es- tados, uno de los más hermosos y antiguos tratados sobre el tema; la formula claramente . Concebida a semejanza del orden celeste, como ha visto Val- deon (14), la sociedad ideal se entiende como un conjunto orgánico basado en la desigualdad de derechos y deberes de los distintos grupos o estamentos, que se definen y justifican por su función : la clásica división estamental en «oratores», «bellatores» y «laboratores», en la que don Juan creía firmemen- te, hasta el punto de reproducirla con toda fidelidad en su señorío. Comenzando por lo más alto de la pirámide, el propio señor, que siempre ambicionó el titulo de duque y el derecho a acuñar moneda (15), aunque sólo por parte aragonesa consiguió el primero y únicamente de for ma fraudulenta ejerció el segundo (16), se consideraba a si mismo cabeza y piedra angular de la estructura de sus estados, ocupando el lugar jerárquico que, en una sociedad más amplia, hubiera correspondido al monarca, Su autoridad era casi absoluta, y sólo nominalmente reconocía la superioridad del rey castellano, al que en ocasiones llegó a desafiar abiertamente. No ca- be duda, desde luego, de que poseía todas las condiciones que, según él, distinguían a los duques : «muy grant tierra e muy grandes gentes et muy grandes rentas», ni de que cumplía a la perfección su función de defensa y

(14) VALDEON BnnuQuE, JULIO, Las tensiones sociales en Castilla en tiempo de don Juan Manuel, en Juan Manuel Studies, Tamesis Books Limited, Madrid, 1977, pág. 183. (15) . . . «Et otros¡ enviole pedir (al rey) que el rey feciese la su tierra ducado, et que fuese esenta de todo tributo real, et que pod¡ese labrar moneda en ella cada que quís¡ese qual señal él quisiese, et que él se llamase duque, et su hijo don Fernando después de sus días». . . Estas y otras escandalosas exigencias quedan recogidas por la Crónica de Alfonso XI (pág. 241) . (16) Ibid., pág. 233. _«en este tienpo don Joan fijo del infante don Manuel mandó labrar aquellos coronados en un su logar que dezían el Cañevate»_

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arbitraje de la sociedad. Pagado de su propia valía y su alto linaje, se consi- deraba, con toda propiedad, un-«rícohombre», en el sentido más nobiliario y no exclusivamente económico del término . Suya era, en su tierra, la justi- cia y la riqueza, suyos los derechos y las rentas, pues, aunque nunca consi- guió que Alfonso XI accediera a sus reiteradas peticiones de renuncia a las prerrogativas reales sobre sus dominios, no parece que el Soberano llegara a ejercerlas, al merjas en los tiempos de.plenitud del estado de Villena. Siguiendo la costumbre ya establecida por don Manuel (17), y abundan- do aún más en ella, don Juan Manuel tuvo siempre en torno a él una pe- queña corte de caballeros de la segunda nobleza, hidalgos y escuderos de su casa, a veces acompañados de administradores y expertos de origen menos claro . En ellos confiaba y descansaba labores de gobierno, mando militar o, simplemente, domésticas. Son en su mayor parte «bellatores», hombres de armas a los que suele llamar sus «criados», vinculados a él por lazos de va- sallaje, y beneficiarios de innumerables mercedes suyas (18) . El testamento de 1340 (19) nos da una idea de la relativa complejidad de la casa del señor, no muy diferente, aunque a distinta escala, de la del rey de Castilla. Hay un mayordomo mayor, Diego Alfonso de Tamayo ; un alférez, Juan Fernández de Orozco ; un alguacil mayor, Lope Garcia de Villodre; un despensero ma- yor, Gil Martinez; un camarero mayor, Gil Fernández de Cuenca ; un guar- dián del sello, Juan González; un capellán, y varios oficiales menores, como el cebadero. También los familiares más directos, y en particular sus hijos y su esposa, tuvieron a su servicio algunos caballeros, en calidad de despense- ros, mayordomos, ayos, etc. Para el gobierno de sus propias tierras y de las que tenia confiadas por el rey de Castilla, don Juan Manuel se apoyaba también en caballeros de con- fianza, algunos de los cuales acompañaron ya a su padre. Cabe destacar a su

(17) TOHREs FONTES, JUAN: El testamento del ínfante don Manuel, «Miscelánea Medieval Murciana», Murcia, 1981, pág . 16 . (18) GAuTiER DALCHE: Ob . eít., pág . 247, y VALDEON (Las tensiones. . ., pág. 182), resaltan la frecuente vinculación de estas capas inferiores de la nobleza a los grandes linajes . Los Manuel, señores de señores, son un ejemplo de estos últimos. Algunos de sus caballeros, como Sancho Xi ménez, Diego Fernández, Diego Alfonso de Tarnayo, López de Orozco, etc., merecerian por sí solos un estudio . (19) GmENEZ SOLER: Don Juan Manuel, págs, 695-704.

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propio hermano Sancho, el tenente del alcázar de Murcia (20), y a Pedro López de Ayala, que gobernó el adelantamiento murciano hasta su traición de 1327 (21) . También, y muy especialmente, a Sancho Ximénez de Lancla- res, verdadero coautor de la repoblación del señorio de Villena, del que fue merino y adelantado, al menos en la parte del mismo perteneciente al obis- pado de Cartagena . Muerto éste, Sancho Manuel, hijo del señor, le sucedió en el cargo hasta el fin de la vida del viejo caballero, llegando incluso a com- patibilizarlo con la tenencia del adelantamiento por su hermano don Fer- nando, que lo tuvo en los últimos años . Tampoco podemos olvidar a Pedro Ximénez, Sancho Pérez de Cadahalso, Diego Flores de Cuéllar, y un largo etcétera de hidalgos de brillante expediente militar, que tan cumplidos ser- vicios le hicieron en la frontera o en las alcaidías de Lorca, Almansa, y otras poblaciones fortificadas. Merinos, adelantados y alcaides desarrollaron, además, delicadas misiones en las cortes de Aragón y Castilla, representan- do los intereses de su señor; condujeron sus tropas en la campaña andaluza y en las rebeliones contra la Corona; asistieron a las juntas, y refrendaron fre- cuentemente sus compromisos. Naturalmente, todas estas personas, y también alguna mujer, como Urraca de Hermosilla, aya de sus hijos, fueron bien recompensados por sus servicios con rentas en dinero o en tierras, que a veces llegaban a implicar la concesión en señorio territorial de uno o varios pueblos . Doña Urraca tuvo las rentas de El Provencio y El Congosto, recién repoblados (22) . Diego Fer- nández de Cuenca, despensero de doña Blanca, recibió el señorio de Mina- ya, con un término cedido por los concejos de Alarcón y San Clemente, y con licencia para establecer allí hasta cincuenta colonos, que le darían todos los derechos debidos al señorio, con la única salvedad de la justicia, que don Juan se reservó (23) . Sancho Manuel tuvo Carcelen y Montealegre, donde

(20) CASCALES, FRANCISCO : Discursos históricos de la muy noble y leal ciudad de Murcia y su Reino, 3.a ed ., Murcia, 1874, págs. 92-93 . Don Sancho fue expulsado del alcázar por los mur- cianos rebeldes contra el Adelantado. (21) Ibid., págs. 47 y 95 . (22) GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, págs. 698-699. (23) TORRENTE FEREZ, DIEGO : Documentos para la Historia de San Clemente, Madrid, 1975, Docs. 7 y 8.

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creó un mayorazgo de larga pervivencia (24), y el merino Sancho Ximénez fue dueño de Tobarra, aldea que repobló tras su destrucción por los moros, y que se integcaria en los dominios de los Manuel por compra que don Juan hi- zo a sus herederos después de su muerte (25) . Desconocemos si las atribuciones señoriales de Sancho Manuel sobre Montealegre, incluían la jurisdicción, o si, corno en Minaya, la justicia se mantenía en poder de don Juan . Parece, en cambio, que se extendian al nombramiento de oficiales y al cobro de todo tipo de servicios y tributos, control de la riqueza del término y poder para hacer donación de tierras, tal y como don Juan lo hacia en los pueblos de su directa dependencia. Sabe- mos, incluso, que Sancho Manuel tuvo tendencia a reproducir en su pe- queño señorio la misma organización mantenida en el suyo por su padre; dio cartas pueblas, repartió heredades, trajo colonos, y se rodeó de un pequeño grupo de caballeros vasallos suyos . Un documento de 1338, que recoge un amojonamiento entre su villa de Montealegre y la de Almansa, pertenecien- te a aquél, informa de la presencia, entre los testigos,de «Iohan Ferrández de Cadahalso e GarpíPérez de Paredes e Iohan Alfonso de Llantada, escude- ros de Sancho Manuel, e Garpí Martínez, escriuano de Sancho Manuel», además de diversos vecinos, y de los escribanos de ambos municipios, de los cuales, el de Montealegre ejerce el oficio por merced de don Sancho, y el de Almansa por la de don Juan (26) . Es necesario señalar que, además de recompensar a sus caballeros y criados con estas donaciones de pueblos y rentas, don Juan Manuel pretendia con ello atender a la necesaria repoblación de sus tierras, descar gando en aquéllos la preocupación de hacerlo, e incentivándoles con el cobro de los pechos que pudieran obtener . No debemos olvidar que concejos como Alarcón o Chinchilla, a costa de cuyos alfoces se dotó a muchas de

(24) ZURZO r PALACIOS, JULIAN : La villa de Montealegre y su Cerro de los Santos, Madrid, 1915, págs . 110 y sigs. (25) GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, pág. 698 . Entre otras mandas testamentarias, don Juan ordena pagar 24.000 maravedís a los herederos de Sancho Ximenez por la compra de este lugar, que se transcribe erróneamente como «Tnrraua», en lugar de «Touarra» . (26) Arch. Hist. Prov. Albacete. Carp. 3. Pergamino 16. 1338-IV-16. Carta partida por ABC, que recoge el amojonamiento entre Almansa y Montealegre.

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estas pueblas, habían fracasado en anteriores intentos de revitalizar aquellos parajes (27), lo que aconsejaría entregarlos a personas de confianza e intere- sadas en estimular su reactivación . Ello no impedida que, en otras oca- siones, el propio don Juan Manuel tomase a su cargo la protección del pobla- miento de un lugar, como ocurrió en el caso de La Roda, a la que concedió un pedazo del término de Alarcón en 1310 (28), o La Gineta, que recibió de el diversas franquezas para sus vecinos (29) . Por una y otra vía, la política del señor tuvo sus frutos y, en pocos años, todos estos pueblos, anteriormente inexistentes o abandonados, adquirieron un grado no importante, pero sí apreciable, de ocupación humana. Además de las rentas y soldadas recibidas de el, los «criados» hidalgos de don Juan Manuel solían tener intereses económicos en ganado y tierras en las villas donde poseían su morada principal, por lo que se diferenciaban poco de los más acomodados de sus convecinos del tercer estado . Aunque en algu- nas localidades, como Chinchilla, queden escasas referencias a la presencia de hidalgos, sabemos que en Villena formaban un grupo importante (30) . Es digno de resaltarse el hecho de que algunos de ellos fueran aragoneses y tu- vieran señoríos bajo aquella soberanía . Tal es el caso de los LisOn, señores de Caudete, que vivian en Villena. Sus nombres aparecen entre los testigos pre- sentes en alguna de las juntas de procuradores que convocaba don Juan, y sabemos que actuaron frecuentemente como embajadores entre el y el mo- narca de Aragón (31) . Muchas menos noticias tenemos sobre los «oratores» en el señorío de Villena . Sabemos que los clérigos gozaron de la protección y ayuda de don

(27) Por orden de don Juan, Alarcón hubo de ceder parte de su término a San Clemente, a efectos de repoblación. Luego, ambos concejos dieron algunas tierras para la puebla de Minaya (TORRENTE: Ob. cit., Doc. 7) . (28) Arch. Híst. Prov. Albacete. MUN. Leg. de papeles sin clasificar. Carta de 1310-1-12, Villarejo de Fuentes, por la que don Juan Manuel repuebla La Roda dándole un término. Incluida en un traslado posterior, hecho en La Roda en 1410-VII-24 . (29) Mencionadas en diversos documentos, y en especial en carta de los Reyes Católicos, de 1488-V-2, Murcia . (Arch. Gen. Simancas. R.G.S. n. ° 2883, Fol. 25) . (30) SOLER GARCIA, JOSE MARIA: La Relación de Villena de 1575, I .E :A., Alicante, 1974, págs. 45-47. (31) GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, págs. 396, 619, 621, 224-225.

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Juan Manuel, fundador de templos y capellanías desde Peñafiel a Cartagena y donador de rentas a las iglesias . Es difícil, sin embargo, que este estamento llegase a alcanzar siquiera una mínima importancia numérica, dada la ine- xistencia de unidad jurisdiccional religiosa, la dependencia de varias sedes episcopales distantes, y la carencia de grandes dignidades, excepto en Carta- gena. El poco desarrollado poblamiento de la mayor parte del territorio reduciría, por otra parte, su presencia a los pueblos medianos y grandes, pues los pequeños se encuadrarían, seguramente, en la categoría de «llecos», como se denominaba a los lugares sin parroquia propia. Almansa poseía una iglesia, la de San Juan, y un sacerdote, al menos (32) . Chinchilla, Alarcón, Villena, estarían mejor dotadas, pero, a la hora de rodearse de clérigos de alto rango para sus ceremonias o para las juntas solemnes, el señor tenía que solicitar la asistencia de los de Cartagena, encabezados por el Obispo, o a su propio capellán (33) . Hay que añadir, también, los monasterios, como los de Garcí Muñoz o San Ginés, atendidos por la magnificencia de don Juan, que no los olvidó en su testamento (34) . No parece, sin embargo, que los monjes tuvieran tampoco gran relevancia en el conjunto social del señorío . Mucho más importante, numeroso y variado, es el tercer estamento : los «laboratores», muy mayoritario, lógicamente, y diferenciado según la capa- cidad económica, la dedicación laboral o, sobre todo, el lugar de residencia, que condicionaba en gran medida las demás circunstancias. Los pueblos viejos y grandes, como Chinchilla o Villena, contaban con una economía y una estructura social más diversifícadas, y en ellos podía encontrarse, junto a las clases más humildes, mercaderes y ganaderos acomodados, menestrales de la pequeñísima industria urbana, y dueños de propiedades relativamente grandes, procedentes de la acumulación de las caballerías y peomas reparti- das en sucesivas ocasiones desde tiempos de la conquista . Los más pequeños

(32) En su cementerio se celebraba el concejo abierto en 1341 . La iglesia debía ser pequeña, pues en ple,, ¡o siglo XV estaba reformándose o construyéndose de nuevo . (PFETEL : Almansa me- dieval. . ., págs. 196, y 162) . Un clérigo de Almansa aparece mencionado en el convenio conMan- tealegre al que nos referimos.en la nota 26. (33) PRETEL : Almansa Medieval. . ., pág. 189. Areh. Hist. Prov . Albacete. Mun. Carp. 1 . N. ° 17. Pergamino muy mal conservado y de difícil lectura por debilidad de la tinta. Recoge el homenaje de los procuradores de Almansa en las juntas de Cïfuentes. 1339-V-13 . (34) GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, págs . 695-704 . El testamento da noticia, además de diversas fundaciones en Garcí Muñoz, Alarcón, y otros lugares .

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o de reciente repoblación se hallaban, como es normal, mucho menos abas- tecidos y ocupados, predominando en ellos la pequeña y media propiedad de aquel mismo origen, bastante modificada por las nuevas concesiones lle- vadas a cabo en cada intento repoblador. Todavía en pleno siglo XV queda- ban caballerías yermas en Almansa (35) . No podemos olvidar que, salvo ex- cepciones muy puntuales, en toda la comarca predominaba el secano, y las zonas de cultivo no se alejaban mucho de las poblaciones. Sólo algunas pe- queñas aldeas alejadas y expuestas a la despoblación, por carecer de defen- sas generalmente, roturaban limitadas extehsiones lejos de los municipios . Muchas, como Cenizate, Madrigueras, o Higueruela, no pasarían de ser pe- queños cortijos pertenecientes a personas adineradas residentes en los pueblos grandes . Conocemos a cierto Pedro García de Madrona, vecino de Chinchilla y propietario de Higueruela, que llegó a tomar título de señor de ésta (36), y que tal vez pudiera relacionarse con García de Pedro Madrona, uno de los hombres buenos chinchillanos que en 1316 representa a su conce- jo en una avenencia con Almansa (37) . Cenizate, Hoya Gonzalo, y otras lo- calidades actuales tuvieron también orígenes de simples fincas de labor en este mismo siglo, y fueron objeto de transacciones distintas en los tiempos si- guientes. Muchos de los «hombres buenos» tenían la base de su fortuna en la ganadería, que alcanzó un incremento considerable durante la décimocuar- ta centuria . Encontramos ganaderos en Chinchilla, pero también en pueblos más modestos, como Almansa y Jorquera (38), lugares de paso para el reino de Aragón, cuyos privilegios permitían un importante tráfico pe- cuario con aquellas tierras . Las roturaciones no pudieron perjudicar en gran medida al pastoreo, pues la persistencia de grandes espacios incultos hasta fechas muy tardías, y los acuerdos intermunicipales sobre libre aprovecha- miento de pastos y aguas, no hicieron sino beneficiarlo . Es significativo que,

(35) Arch. Mun. Almama. Pergamino S.N., de fecha 1434-IX-27 . Concordia y amojona- miento entre Almansa y Ayora. Uno de los mojones citados se encuentra en una caballería yerma. (36) ROA EROSTARSE, JOAQUIN: Crónica de la Provincia de Albacete, Vol. II, Albacete, 1894, pag. 285. Transcribe la relación a Felipe II, que, además de esta noticia, da otras referen- tes a la existencia en el siglo XVI de las ruinas de una antiquísima fortificación . (37) PRETEL: Almansa medieval.- ., págs. 184-186. (38) GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, págs . 391-392.

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al comenzar a construirse, en 1338, el trasvase de Alpera a Almansa, una obra de preferente interés agrícola, no se olviden las necesidades de los ga- nados, y se fijen inmediatamente los lugares donde habrían de establecerse abrevaderos (39) . No puede extrañar que la exportación de lana merina fuera uno de los principales recursos de Almansa (40), ni que, algún tiempo después, sólo los pastores de Chinchilla pudieran llevar a herbajar a los extremos murcianos la imponente cantidad de 70.000 cabezas de ganado (41). Atravesado por la cañada manchega de Montaragon, el señorío de don Juan Manuel era ya por estas fechas, y seguiría siéndolo más tarde, uno de los puntales fundamentales de la cabaña castellana. La abundancia de lana sirvió para impulsar la unica actividad artesano- industrial de alguna importancia : la textil, que sólo pudo alcanzar un cierto desarrollo en Chinchilla, y tal vez en algún otro pueblo de los mayores . De Chinchilla conocemos que exportaba paños a otras localidades del Reino en 1354, señalados con la «bolla», o marca de procedencia con que Blanca Ma- nuel, nieta y heredera de don Juan, fallecido seis años atrás, mandaba sellarlos (42) . Dicha señal ostentaba, por cierto, junto al castillo, los leones y las manos aladas de la familia señorial . Es de pensar que lo mismo ocurriría en vida del abuelo, de quien sabemos dio unas ordenanzas sobre las varas de los paños que seguirían en vigor en todo el señorío mucho después de su muerte (43) . Imagïnamos, no obstante, que el escaso mercado interior y la competencia harían poco importante el volumen de producción. Como en otras villas, los menestrales alternarían su trabajo con las labores agricalas

(39) PHETEL: Almansa medieval. . ., págs . 190-196 . (40) Ibíd., págs. 74 y 146. (41) Arch. Hist. Prov. Albacete. Libro de copia de privilegios de Chinchilla. MUN. leg. 11, Fols. 34-42, Documento de 1381, en que los pastores de Chinchilla se quejan de haber tenido que pagar por tal concepto 70 florines de oro, a un florín por caca millar de cabezas que llevaban a herbajar a los extremos de Murcia . (42) Ibid., Fol . 99 . Carta de Pedro l a los recaudadores y fieles de las puertos de sus reinas, en relación con la exportación franca de los paños de Clúnchilla. Fecha 1354-V-12, Castrojeríz. Ya en el sigo XV, la bolla de Chinchilla había perdido los emblemas de los Manuel y conser- vaba sólo el castillo. (43) En unas ordenanzas del Marqués don Alfonso, cuyo mandato ocupa el último cuarto del siglo XIV (Arch. Gen. Simancas. Div. Castilla. 11-21), se expresa: «. . .Otrosy en fecho de las varas de las pannos de la tierra del sennor marqués cogese segund que esta escrito e hordenada por carta de don Juan, la qual dicha carta esta en Villena» .

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en las huertas y viñas cercanas, y no seria esta industria, a pesar de su presti- giosa tradición, una actividad fundamental en la economía chinchillana . No hay que decir siquiera que en las localidades pequeñas, e incluso en las me- dianas, como Almansa o Jorquera, la elaboración de tejidos no rebasarla el marco del consumo familiar ni las más bajas calidades . Otros productos exportados, como el queso y las pieles, reveían aún un nivel más bajo y primario de la actividad artesanal (44) . Menestrales como herreros y carpinteros sólo existirían seguramente en los pueblos más anti guos. Los pequeños sólo llegarían a tenerlos, y en muy poco número, en el siglo XV, momento en el que sus poblaciones habían sufrido ya un gran incremento . Parece improbable que, ni siquiera en los mayores, pudieran darse asociaciones o cofradías de artesanos . Por el contrario, el comercio, muy protegido por el señor y por los viejos privilegios, tuvo cierto desarrollo, sobre todo en Chinchilla y Villena, favorecida la primera por su situación en la red caminera y por su considerable poblamiento, y la segunda por su per- tenencia al reino de Aragón. Una Villena aragonesa y dotada de grandes in- munidades comerciales a ambos lados de la frontera por sucesivas mercedes de ambos monarcas y del propio don Juan Manuel (45), seria sin duda base esencial de la actividad mercantil del señorío. Pero, además, la mayor parte de las villas del mismo tenían franqueza en las aduanas contra Aragón y no pagaban portazgo al sur del Tajo en Castilla. Todo ello contribuyó a hacer de los estados de don Juan Manuel un floreciente centro de intercambio y contrabando entre las tierras de Castilla y Valencia . Hay algunos docurnen- tos muy significativos del volumen que el comercio chinchillano llegó a al- canzar en Valencia, y conocemos los nombres de Velasco Perez y del judío Salomón de LDxits, mercaderes de su vecindad (46), que gozaron de la direc- ta protección del señor, quien pidió paia ellos franquezas y salvoconductos especiales a su suegro, Jaime Il . También defendió el mismo don Juan a los mercaderes chinchillanos, haciéndose conceder por Fernando IV el derecho

(44) Arch. Hist. Prov. Albacete. MUN. Carp. 4. N.'10. 1295-XI-11, Elehe. Don Juan Ma- nuel protege la franqueza concedida por Alfonso X al comercio chinchillano de caza, cueros y quesos con Aragón . (45) SOLER GARCIA: La Relación de Vfllena. . ., págs . 208-230. (46) GIMENE2 SOLER: DonJuan Manuel. . ., págs. 594-595, Hay también algunas otras inter- venciones del señor en beneficio de sus vasallos junto al rey de Aragón.

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de reprimir a los concejos de las órdenes y de realengo que no respetasen sus privilegios, y encargando de hacerlo sin contemplaciones al fiel merino Sancho Ximenez de Lanclares (47) Casi todas las localidades de la frontera, incluso las más pequeñas, vivian volcadas al tráfico con Aragón . En 1306, los vecinos de Jorquera, acostumbrados a vender en Valencia sus productos y, sobre todo, sus gana dos, no disponian de otra moneda, sino la aragonesa, para adquirir en Cas- tilla el pan necesario para su subsistencia (48) . Dada la gran necesidad del mismo, a causa de la mala cosecha padecida, y en vista de que los pueblos castellanos no les aceptaban esté dinero, pidieron a Jaime 11 que les autori- zare a comprar trigo en tierras valencianas, a pesar del vedamiento, y en- viaron a recibir el permiso de saca a dos de sus hombres buenos, García Or- tiz y Pedro Raynes, el último de los cuales figura, unos años después, como escribano del concejo por merced de don Juan Manuel (49) . La extensión a Jorquera de los privilegios de Chinchilla, llevada a cabo en 1309 por el señor (50), revitalizaría la economía y el poblamiento de esta plaza. Lo mismo puede decirse de otras, que, como Yecla, Ves, Tobarra o Hellín, se situaban en puntos esenciales de la red mercantil y tenian aduanas o, almojarifazgos. No obstante, resulta dudoso que este trafico pudiera generar grandes fortu- nas en los pequeños pueblos . Mercaderes, ganaderos y propietarios formaron el escalón superior de los «laboratores» en el señorio de Villena . Su número no seria grande y se concentraría especialmente en los municipios mayores, quedando muy po cos en los de tamaño medio, más horizontales desde el punto de vista social, y menos cómodos y seguros. La simple lógica induce a creerlo así. Sin em- bargo, la escasez de datos aconseja prudencia . Un examen de la documenta-

(47) Arch. Hist. Prov, Albacete. Libro de copia de privilegios de Chinchilla. MUN. Leg. 11, Fols. 104, 31, y 92-94. (48) GEHENEZ SOLER: Don Juan Manuel, pág. 342 . (49) Arch. Hist. Prov. Albacete. MUN. Leg. 11 . Libro de copia de privilegios de Chinchilla, Fol. 74-75. El documento, que recoge el amojonamiento entre Chinchilla y Jor- quera, tiene fecha equivocada de 1366-XI-7 . En realidad debe ser del mismo día y mes, pero del año 1316. (50) 1309-V-23, Villar de Cantos . Contenido en confirmación de los Reyes Católicos, de 1479-XII-11 . (Areh. Gen. Simaneas. R .G .S. 11, N.° 2167, Fol, 17) .

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cion almanseña de la época, la mas abundante, sin duda, de la conservada en los archivos albacetenses, demuestra la presencia de algunos «hombres buenos» que destacaron claramente en la vida de su comunidad y asistieron en representación del concejo a juntas y convenios, o se encargaron por or- den del señor de la distribución de tierras y solares entre los nuevos poblado- res . Aunque no hemos podido llegar a conocer sus medios de vida, es signifi- cativo que algunos de ellos, como Clemente López, Mateo Pérez o Remon Blasco, sean mencionados en tres o cuatro documentos distintos (51) . Junto a ellos encontramos apellidos que corresponden a la futura clase acomodada almanseña : Gasque, Besora, CarriOn, Ortín, etc. Se citan también dos per- sonas, don Vicente de Tortosa y don Mateo de Cuenca (52), cuyo tratamien- to pudiera sugerir pertenencia a un estamento mas distinguido . En el caso de Chinchilla mucho menos documentado, vemos también familias que go- zarán de un brillante porvenir : los Madrona, los Almarcha, los Belmonte, Alfonso, Villar de Cantos, Marsen, Rey, etc. (53) . No continuaremos ocupándonos de las familias que aparecen en la docu- mentación de estos y otros pueblos, como Tobarra, Jorquera o Montealegre, pues no pretendemos hacer un estudio completo de las elites locales; pero si queremos dejar sentado que existió en cada lugar un pequeño número. de ve- cinos sobresalientes por su participación politica, reflejo claro de influencia social y económica, aunque, como es natural, las diferencias fueran mayores en los pueblos más antiguos y densamente ocupados : Villena, Chinchilla y Alarcón, sobre todo . Los «hombres buenos» integrarian la caballería de alarde, que pronto comenzaría a reclamar la dirección en exclusiva de los concejos, compitiendo unas veces con los hidalgos, y otras con sus conveci- nos menos adinerados . Además de los viejos fueros y privilegios de tiempo de la conquista, los caballeros villanos de Chinchilla y Villena recibieron de las

(51) PRETEL Almansa Medieval. . ., pág. 184-203. Arch . Hist. Prop. Albacete. MUN. Carp. 3 . Perg. 16. (52) PRETEL Almansa Medieval. . ., pág. 194 . (53) Casi todos ellos aparecen repetidamente en diversos documentos asentados en el ya mencionado Libro de copia de privilegios de Chinchilla, del Arch. Histórico Provincial de Alba- cete (MUN. Leg. 11).

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Manuel grandes franquezas, repartimientos de tierras de secano y riego, y exención de pechos señoriales y concejiles y de obligaciones como las velas, escuchas, rondas y atalayas (54) . Necesitado, como todos los nobles, de aumentar su poder económico y militar, don Juan Manuel trocó muchos de sus derechos y prerrogativas se- ñoriales, e incluso propiedades de su reserva, por servicios de este tipo. En 1336, a cambio del compromiso municipal de mantener cincuenta jinetes y veinticinco ballesteros «de nómina», dipuestos a acudir a sus llamamientos, extendió a todos los moradores de Chinchilla las ventajas de la caballería y renunció a cobrar yantares, concediendo al concejo otros favores de impor- tancia (55) . En 1346, a cambio de 3.000 maravedis para la obra del castillo, dio al de Almansa todos los regadios que poseía en el término (56) . Algunas otras mercedes, como la donación gratuita de fincas o del derecho a hacer y vender molinos por parte de un municipio (57), estimularon también, al de- samortizar y poner en circulación los bienes, el movimiento económico . Be- neficiarios del mismo fueron los «hombres buenos», dotados de medios, que, arrendando las rentas, consiguiendo los derechos de explotación de determi- nadas riquezas, y comprando terrenos, consiguieron acumular pequeños ca- pitales para invertir, sobre todo, en la ganadería y el comercio . La distin- ción y las ventajas fiscales que proporcionaba la posesión de caballo y armas ayudaron pronto a hacerles destacar por encima de las clases populares, compuestas de jornaleros, pequeños propietarios y, en algunos casos muy contados, menestrales. No parece, sin embargo, que la caballería de alarde llegara a ser numéri- camente fuerte en los medianos y pequeños municipios . En Almansa, y tal (54} Ron: Crónica. . ., Vol. 1, pág. 332, habla de algunas de estas franquezas concedidas a los caballeros de Chinchilla, según documentos que nosotros no hemos llegado a conocer, hacia 1334. Aunque poco fiable en cuanto a la fecha, la información parece digna de crédito en cuanto a su contenido. SOLER GARCIA: La Relación. . ., págs. 92-93, se refiere a las que amparaban a la caballería de Villena y a los repartimientos de tierras. (55) Arch. Hfst. Prov. Albacete. Libro de copia de privilegios de Chinchilla. MUN, leg. 11, Fols. 97-98. Fecha 1336-11-25, Belmonte. Unapequeña sinopsis del contenido de este interesante documento, en el ya mencionado trabajo : Documentos de don Juan Manuel en sus vasallos de la villa de Chinchilla. págs. 100-101 . (56) PRETEL: Almansa Medieval. . ., pág. 203. (57) Arch. Hist. Prov. Albacete. Libro de copia de Priv. de Chinchilla. MUY Leg. 11 . Fol. 106. Fecha, 1330-X-11, Chinchilla. Don Juan Manuel cede al concejo la facultad de hacer y ven- der molinos dentro de la villa.

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vez también en Villena, don Juan Manuel hubo de situar guarniciones de caballería e infantería pagadas de sus propias rentas para defender estos pueblos de las amenazas islámicas y de los desafueros de los concejos valen- cianos (58) . Estas fuerzas, como las «de nómina» mantenidas por el concejo de Chinchilla, estarían más profesionalizadas y se compondrían de miembros de las clases populares, incapaces por sí mismos de comprar y mantener caballo y armas. Un síntoma claro del mayor igualitarismo en los pueblos menos desarrollados es la pervivencia del concejo abierto, que en asamblea vecinal, donde los mismos derechos asistían al rico y al pobre, to- maba las decisiones pertinentes en los asuntos públicos (59) . Sólo Alarcón y Chinchilla, y aún ésta en fecha muy tardia, llegaron a estar dotadas, que se- pamos, de un consejo municipal restringido y compuesto por hombres buenos . El caso de Montealegre, donde Sancho Manuel tuvo alcaldes y jura- dos (60), es excepcional, y responde a la diferencia de titularidad señorial . En el resto, legun se desprende de los escasos documentos que conservamos, la reunión de vecinos se imponía como sistema habitual, sin que quepa hablar por .ello de igualdad total, ni mucho menos de democracia . A pesar de su evidente riqueza, los judios, concentrados en los grandes núcleos y re- queridos a veces para su consejo por el mismo señor (61), se veían margina- dos y privados de derechos, y lo mismo, o más, cabe decir de los moriscos, pocos, pobres, agricultores, y abundantes sólo en las pequeñas localidades del levante y sureste del señorío: Sax, Hellin, Tobarra, etc. Los cristianos humildes, aún teniendo derechos, no podían compararse con la elite, que pronto comenzaría a reclamar el gobierno de los mayores pueblos, pero

(58) PRETEL: Almansa Medieval. . ., pag. 222. SOLER: La Relación . . ., pág. 304. (59) Así lo vemos en casi todos los pueblos del momento. Incluso en Chinchilla, a pesar de las reformas de 1345, el concejo abierto siguió reurliendose con frecuencia para debatir los gran- des problemas. Durante el siglo XV, aún cuando la mayor parte de las villas poseían ya un ayun- tamiento compuesto de regidores y jurados, siguieron convocando la asamblea vecinal con relati- va frecuencia, cosa posible gracias a que el poblamiento no era todavía muy grande. (60) Ambos cargos aparecen en el acto de amojonamiento de 1338 entre Almansa y Monte- alegre. (Arch. Hist. Prov. Albacete. Carp. 3. Perg. I6), como testigos por este último concejo. (61) Bien conocido es el aprecio del señor hacia su consejero don Salomón, a quien muchos autores identifican con el Patronio de sus exemplos. Otro don Salomon de Loxits, vecino de Chinchilla, gozó de la protección de don Juan Manuel en sus relaciones económicas con el Reino de Valencia, según hemos visto ya. Sin embargo, la aljama hebrea se veía marginada en Chinchilla en sus asuntos judiciales con los cristianos y en todo lo referente a la participación ciudadana, según es normal.

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puede que jugaran un cierto papel en los menos poblados. Teniendo en cuenta estas circunstancias, y la secular pobreza demográfi- ca de la región, no extrañará que sólo cuando la obra repobladora de don Juan Manuel comenzó a dar sus frutos, ya en los últimos años, y sólo en los mayores núcleos (62), conozcamos algunas muestras de tensión social, supe- radas siempre mediante la intervención inapelable de la autoridad señorial . En Villena ; el incremento de la población hidalga, o pretendidamente hi- dalga, con la llegada de gentes que huían de la presión tributaria,de Alfon- so XI sobre las tierras de realengo, enfrentó a los miembros de este estamen- to con el concejo, . dominado por los pecheros, que exigían una distribución equitativa de las cargas tributarias y se obstinaban en no reconocer las exen- ciones a que la hidalguía daba derecho . En Chinchilla, el problema es dis- tinto : la pugna entre pobres y ricos por la participación en los asuntas ptíbli- cos, perfectamente lógica en una población donde la pequeña nobleza tenía menor peso y donde las diferencias sociales nacían en mayor medida de la desigualdad económica de las diversas capas del estado llano . Aqui, los «hombres buenos» pretendían abolir el concejo abierto y reservarse el control de la política local, mientras las clases populares defendían el man- tenimiento del viejo sistema igualitario. Ambas querellas serian solucionadas en 1345 por sentencias conjuntas de don Juan y de su hijo don Fernando, asociado al gobierno desde algún tiem- po antes. En Villena, el señor reconoció la hidalguía y, por tanto, la exen ción, de un buen número de caballeros, entre los que encontramos a algunos de sus más fieles servidores: Lisón, Pérez de Cadahalso, Martínez de Espejo, etc. (63) . Al resto de los pretendidos hidalgos les concedió un breve plazo pa- ra probar que, en efecto, lo eran, pues, de no hacerlo as], serían considera- dos como pecheros . El problema de Chinchilla se resolvió con la abolición del concejo abierto y la entrega del gobierno local a un consejo municipal re- ducido de «cuatro o cinco o fasta seis hombres buenos, que sean de los más ricos e de los mejores del lugar», elegidos anualmente y vinculados a su

(62) La mayor concentración humana y la movilidad social de las villas grandes favorecen las revueltas sociales, sin que falten también por ello alteraciones campesinas, como ha visto VALDEON: Las tensiones. . ., pág. 178 . (63) SOLER: La Relación. . ., pags . 45-47. Fecha, 1345-IX-6. Garcí Muñoz.

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servicio mediante juramento (64) . Semejante reforma, muy similar a la lle- vada a cabo aquel mismo año en Peñafiel (65), y paralela a la introducción del regimiento en los pueblos de realengo por parte de Alfonso XI, se en- cuadró en el marco más general de unas ordenanzas municipales, las prime- ras de Chinchilla, según nuestras noticias, que no han llegado hasta no- sotros, al no haber transcrito Cebrián Martínez de Salas sino la primera par- te del documento (66) . Innovaciones como la mencionada demuestran la evolución y diversifi- cación del poblamiento, y también la intención institucionalizadora del se- ñor de Villena, tan poderoso en sus estados como un monarca y autor de re formas similares a las de algunos reyes contemporáneos . En su linea de re- forzamiento y consolidación de la unidad y la autonomia de sus tierras, hay que apuntar también la enorme importancia de las juntas del señorio, naci- das entonces, tal vez gracias a la incorporación paulatina de representantes del tercer estado al consejo de hidalgos y clérigos del séquito y casa de don Juan . Dichas juntas, expresión institucional del pensamiento dei señor, serian todavia, en esta primera mitad del siglo XIV, poco representativas, se reunirían ocasionalmente y sin plazo fijo, y carecerían de toda función que no fuera estrictamente consultiva, pero estarian llamadas a jugar en los

(64) CEBRIAN MARTINEZ DE SALAS, PEDRO: Memoria sobre la antigüedad de Chinchilla, su carácter militar, e hijos célebres de la misma bajo tal concepto, Albacete, 1884, págs. 48-49 . (65) GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel, pág. 656. (66) CEBRIAN: Ob . cit. Transcribe, con algunos errores: «Primeramente, por que yo supe que cuando vos ayuntades a vuestro concejo a ordenar algunas casas, que tan bienfablaban dello el menor como el mayor, y aún que muchas cosas se dejan de hacer por que lo estorban hombres que no han entendimiento para saber conocer e guardar lo que es mío servicio e vuestro pro, ten- go por bien que escajades entre vos cuatro o cinco o fasta seis hombres buenos e que sean de los más ricos e de los mejores del lugar, e estos que acuerden todas las cosas que entendieren que es mío servicio e pro delconcejo, e si ellos entendieren que cumple para aquelfecho de llamar algu- nos otros hombres buenos con quien tomen su consejo, faganlo, es¡ vieren que no es menester, que lo fagan por sí. E toda cosa que estos hombres buenos ficieren mando e tengo por bien que sea firme así como si yo mismo lo ordenase. E mando que ninguno non sea osado de ser contra ellos ni contradecir ninguna cosa de lo que ellosficieren, si no, cualquier que lo ficiere sepa que perderá el cuerpo e quanto ha, así como si fuese contra mi persona e de don Fernando raí fijo. E estos dichos hombres, cuando los descogeredes, que juren en poder del mío merino e de los alcal- des que guardarán mío servicio e pro delconcejo, e vosotros enbiadme luego a decir cuales son es- tos hombres buenos que ponedes porque yo sepa cuales son» . Según el mismo autor (pág. 55) in- dica, este párrafo iría seguido de unas ordenanzas municipales, que no se ocupa en transcribir.

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siglos siguientes un papel mucho más interesante y efectivo (67) en la vida del estado de Villena. Ya, con ocasión de sus compromisos matrimoniales y de actos de gran trascendencia, habia pedido don Juan a algunas de sus villas que respalda- ran sus homenajes y posturas (68), pero fue después del nacimiento de don Fernando, su heredero, y para una mayor seguridad en el cumplimiento de sus disposiciones testamentarias, cuando convocó juntas generales a par- ciales de los .procuradores de las villas con toda solemnidad . Unas veces, co- mo en las de Villena de 1331, la convocatoria afectaría solamente a los del obispado de Cartagena (69), una de las dos grandes circunscripciones en que el señorio se dividía . Otras, como las de Cifuentes, en .1339, reunieron a los procuradores de algunos lugares, sin distinción por su emplazamiento ge- ográfico de sus lugares (70) . En ambos casos, los representantes llamados se comprometieron a aceptar y defender como si se tratase de sus propios fueros la voluntad testamentaria de don Juan, y prestaron homenaje de obe- decer tras su muerte, en las estrictas condiciones fijadas por el padre, a don Fernando Manuel . Se sentaba así el precedente de implicar a los pueblos en la política del estado de Villena, dándoles una minima participación, que en el futuro habria de alcanzar mayores cotas . Las juntas fueron para don Juan Manuel, siempre tan pagado de su grandeza, el instrumento equivalente a las cortes del reino que el destino no quiso concederle: una pequeña curia, más consultiva que efectiva (71), don de reunir a las fuerzas vivas de sus estados : caballeros, clérigos y villanos,

(67) Ver las actas de sucesivas juntas del señorío, en MATEOS Y SOTOS, RAFAEL: Monograffas de Historia de Albacete, Albacete, 1974-1977, págs . 15-124 . (68) Véase, por ejemplo, el homenaje de Villena, Sax, Almansa, Yecla, Jorquera, Chinchilla, y otras poblaciones, de garantizar el pago de la fianza matrimonial de don Juan Ma- nuel con doña Constanza de Aragón en 1306. GintENEZ SOLER: Dan Juan Manuel, pág. 331. (68) Transcribimos el acta de la comparecencia de Almansa en estas juntas, en nuestro ya mencionado trabajo sobreAlmansaMedieval. . ., pág. 186-189. También transcribe la de Villena SOLER GARC[A (La Relación. . ., págs. 227-230), con texto idéntico, pero con fecha erróneamente situada diez años después . (70) Arch. Hist. Prov. Albacete. MUN. Carp. 1. Perg. 17. Pergamino en muy mal estado, conteniendo el acta de homenaje dé los procuradores de Almansa en las juntas celebradas en la iglesia de Cifuentes, de 13 de mayo de 1339 . (71) Al fin y al cabo, las cortes castellanas no tenían atribuciones mucho mayores en rela- ción con el poder real . Ver cómo Alfonso XI rehuía conceder a los procuradores la confirmación

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para dar a sus decisiones más trascendentes la pompa necesaria a su alto ran- go. De esta manera conseguiría, además, comprometer a sus vasallos en una tarea común de futuro, haciéndoles sentirse parte de una realidad regional diferenciada, privilegiada, identificada con la casa de los Manuel, y carac- terizada por su acusada personalidad (72) . En las juntas encontramos, junto a los procuradores, algunos altos miembros del estamento clerical, como el obispo, el tesorero, o el vicario general de la diócesis de Cartagena; y tam- bién a cualificados representantes de la pequeña nobleza adicta al señor, co- mo Garcí Jofre, Juan Sánchez de Ayala, Ferrand Ximénez de Lorca, Iñigo López de Orozco, o Fernan Pérez Calvillo . En 1339, las de Cifuentes llegan a contar con la presencia del señor de los Cameros. «Laboratores», «orato- rēs» y «bellatores» unidos, dando una perfecta y conservadora imagen, muy en consonancia con la ideología de don Juan, de la estabilidad social alcan- zada en el señorío ; una imagen a la que tal vez quepa achacar en buena me- dida la ausencia de tensiones antiseñoriales en su seno. Unas clases acomodadas reducidas a los mayores núcleos de población, numéricamente poco importantes, y agradecidas a don Juan Manuel, que les permitía aumentar su poder económico y su influencia en el gobierno municipal, no iban a plantear graves problemas . Los hidalgos, que disfruta- ban rentas y oficios en la casa y la tierra de los Manuel, tampoco . Los jorna- leros y menestrales, no muy abundantes, al menos, los segundos, y poco ago- biados, carecían, además, de preparación y organización para protagonizar actos de indisciplina . La escasa madurez del régimen municipal, y la habili- dad del señor, que supo vestir su férrea mano con el guante de seda de la comprensión y el paternalismo, haciendo grandes alardes de amor por sus vasallos en cada una de sus concesiones, y disimulando sus exigencias en un lenguaje mesurado, explican la adhesión casi unánime de que parece haber

de usos y costumbres, mientras don Juan Manuel si que lo hacía frecuentemente a sus pueblos. GAUTIER DALCHE : L'Histoire Castilla". . ., pág. 251 . No obstante, en el mismo volumen, VAL- DEON (Las cortes castellanas en el síglo XIV, págs. 635-637), insiste en el trascendental papel de las Cortes en algunos momentos de esta centuria, y sigue la línea de Piskorski y Sánchez Albor- noz, que llegan a reconocerles cierta capacidad legislativa compartida con el Monarca. (72) TORRES FONTES: Murcia en el siglo XIV, págs . 263 y sigs. MITRE FERNANDEZ, EMILIO: «Señorío y Frontera (El Marquesado de Villena entre 1386 y 1402)», Murgetana, XXX, 1969. PRETEL MARIN, AURELIO : «Convenios, hermandades y juntas medievales en la Mancha de Monta- ragon», Anales Centro U.N.E.D ., Albacete, 1979.

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gozado . En un siglo en que la sabiduría del proverbio popular comparaba las relaciones entre nobles y vasallos con las del león y la oveja (73), los de don Juan alababan «la buena voluntad que a a todos los de su tierra e de su casa, por que nos crió e nos pobló a todos, amándonos mucho efaziéndonos mucha merced» (74) . La frase podria ser inspirada por la publicistica seño- rial, pero no cabe duda de que no exagera un punto en lo referente a su ge- nerosidad en la concesión de privilegios ni a su importantisima actividad re- pobladora, jamás igualada por ningún otro señor de Villena. No podemos dudar que los Manuel, y en particular don Juan, fueron po- pulares en sus dominios, que nunca añoraron la calidad realenga mientras el vivió, cosa comprensible si tenemos en cuenta los apuros por los que pasaban los súbditos de Alfonso XI (75) . En parte por ello, en parte por la inmadurez del régimen municipal, y en parte también por la moderada actuación del señor, los mismos pueblos que en los siglos siguientes habrian de tomar las armas contra casi todos los sucesivos duques y marqueses de Villena forjaron en torno a la casa de los Manuel una auténtica leyenda dorada, sin duda ine- xacta en muchos aspectos, y justificada fundamentalmente en la falsa creen- cia de que «cualquier tiempo pasado fue mejor», pero que sobrevivió en muchos años a la dinastia. En adelante, cuando las juntas de procuradores se reunan para jurar a un nuevo señor, o cuando las villas pidan la renova- ción de sus privilegios, se referirán frecuentemente de pasada a los otros, e insistirán en destacar las mercedes conseguidas «especialmente en tienpo de don Juan Manuel» (76) y de sus parientes, y a las que falsamente llegaron a atribuirseles para conseguir su disfrute por el torcido camino-de confirmar derechos que nunca existieron (77) . De esta manera vino a hacerse realidad

(73) VALDEON: Las tensiones sociales. . ., pág. 192. Citando el Libro de Miseria de omne, (74) PRETEL : Almansa Medieval. . ., pág. 187 . (75;: GAUTIER DALCHE: L'Histoire castillane. . ., pág. 251. (76) SOLER: La Relación. . ., págs. 286-288. (77) Así, por ejemplo, los pueblos del Estado de Villena pidieron a Enrique III, en 1395, confirmación del imaginario privilegio de no tener en su tierra adelantados ni merinos, ni corre- gidores, que decían haber gozado en tiempo de los Manuel (SOLER: La Relación . . ., pág. 275) . Sin embargo, es bien conocido que don Juan Manuel tuvo en ella durante toda su vida adelantados y merinos, y que sólo en su testamento prohibió quelos hubiera en tanto su sucesor fuera menor de edad, dejándole, empero, la libertad de nombrarlos tan pronto hubiera cumplido los dieciséis años. (GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, pág. 700) .

310 el epitafio que el propio don Juan Manuel había elegido para su tumba: «murió el hombre, mas no murió su nombre» . Un nombre que, en contraste con otros más recientes, no había sido olvidado todavía por muchos redacto- res de los que hicieron las Relaciones Topográficas a Felipe II al comenzar el último cuarto del siglo XVI. Aún hoy, los leones y las manos aladas y arma- das de espada de su escudo permanecen, más o menos modificados, en los blasones municipales de Villena, Sax, Almansa, Tobarra, pueblos que le de- ben sus más humildes y primitivos origenes.

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José Romera Castillo Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid

DON JUAN MANUEL («EL CONDE LUCANOR») AUTORIDAD EN EL «TESORO» DE COVARRUBIAS

«Y queriendo publicar este Tesoro y sacarle a luz, temo que las len- guas de los maldizientes y mal contentadizos me le han de bolver en carbones, pero estos mesmos, en manos de los sabios y bien intenciona- dos, con el soplo de sus ingenios y rectos juyzios, han de encender en ellos un amoroso fuego y convertirlos en radiantes carbuncos y hermo- sos rubíes, según lo que a otro propósito dixo el poeta Angeriano: Quid tunc? carbones sunt quoque nigri, Sed flamma tacti, ceu rosa verna, rubent» (1) . El Tesoro de la Lengua Castellana o Española, «compuesto por el Licen- ciado Don Sebastián de Cobarruvias Orozco, Capellán de su Magestad, Mastrescuela y Canónigo de la Santa Yglesia de Cuenca, y Consultor del Santo Oficio de la Inquisición, dirigido a la Magestad Católica del Rey Don Felipe III, nuestro señor» -según reza la portada de la primera edición- se sirve para la explicación de los vocablos castellanos de testimonios propor- cionados por sabios y por quienes no lo son. «Por satisfazer a todos -señala Covarrubias casi al final del prólogo Al letor-, siendo deudores a los sabios y a los que no lo son, en el discurso de algunas etymologias, no sólo se traen las legitimas y verdaderas, pero a vezes las vulgares introduzidas por los idiotas».

(1) SEBASTIÁN DE COVARRUBIAS: Tesoro de la Lengua Castellana o Española, Madrid, Luis Sánchez, 1611 . Seguimos la edición de Turner, Madrid, 1977, pag. 20 .

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Las Autoridades (sabios) utilizadas por Covarrubias para fundamentar las explicaciones de su diccionario son de diversa indole y ponen de manifies- to la cultura humanista del recopilador lingüístico : la Biblia, los clásicos (Romero, Horacio, Virgilio, Ovidio, Marcial, Cicerón, Luciano, Plinio, Ju- venal, etc.), San Isidoro, Erasmo, los toscanos (Dante, Petrarca, Boccaccio, Ariosto, Dolce), los gramáticos (Nebrija, Diego de Urrea, P. Guadix, F. Lo- pez Tamarid, Juan López de Velasco, el Brocense, Scaligero, etc.), histo- riadores (P . Mariana, etc.) y un numerosisimo repertorio que seria intere- sante examinar . Pero entre todas interesa destacar la utilización de los escritores de la li- teratura española como Autoridades. Así, por ejemplo, se citan a Fray Luis de Granada, Arias Montano, Garcilaso (2), Castillejo, Mal Lara, Renxifo, Ercilla, Lope de Rueda, Rodrigo Caro, Alciato, Torres Naharro, libros de caballerias, coplas a lo divino, emblemas, enigmas, endechas, epitafios, cantarcillos y numerosos romances, entre otros. Ahorá bien ¿qué papel tienen las obras de la literatura medieval en el Tesoro? De inmediato habria que responder que su utilización es, en gene- ral, escasa. Si obviamos los romances y cantarcillos de tanto arraigo popular-oral, son escasos los escritores del medievo que Covarrubias tiene presentes . Es cierto que hay bastantes referencias a Alfonso X como rey y co- mo legislador -las Partidas se traen a colación bastantes veces-, aunque se mencionen también su Historia de España y el libro de las Tablas ; a las Co- ronicas en general y en particular a las de Alfonso VII, Enrique 1, etc. ; al Cid e Iñigo López de Mendoza como personajes históricos; así como a nume- rosos reyes de Castilla, Aragón, etc. Entre los escritores medievales citados como autoridades por Covarru- bias destacan : Juan de -Mena, en nueve ocasiones ; las Coplas de Mingo Re- vulgo, en nueve entradas; La Celestina, cinco veces; Pedro López de Ayala, una vez como cronista; y Juan de la Encina -por citar un ejemplo más-, en otra ocasión refiriéndose a sus «coplas ingeniosissimas y de gran artificio» y a los disparatados proverbios que sobre el quedaron .

(2) Cfr. M.D . TRIWEDI : «Garcilasó as an Authority in Covarrubias's Tesoro de la lengua castellana o española», Romance Notes, XV, 1973, .págs. 155-158.

31 4 Entre las Autoridades no podía faltar don Juan Manuel en el Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Como es bien sabido don Juan Manuel na- ció en Escalona el 5 de mayo dé 1282 y Covarrubias menciona a su padre, el infante don Manuel, en la entrada Escalona: «Pueblo marítimo de la Pales- tina de la Siria, llamado AscalOn, puerto de mar, de donde fue Herodes dicho ascalonita . Los judíos que vinieron a España, poblaron ciertos lugares en el Reyno de Toledo, y pusieronles los nombres de los que dexaron allá en su tierra, como lepes, Maqueda- ; la villa de Escalona está ocho leguas de Toledo puesta en la ribera del Alberche, que corre por baxo, y ella está en un alto ; de lo qual tuvo origen el proverbio, que refiere el Comendador Griego : «El socorro de Escalona, quando le llega el agua es quemada la villa toda» . . . Algunos dizen, que Escalona; en caldeo, vale balança . En el año de mil y dozientos y ochenta y uno se juntaron en el Campillo, pueblo que está entre Agreda y Taraçona, el rey don Alonso el Sabio y el rey don Pedro, rey de Aragón, y se assentó confederación entre los dos reyes; y dieron al rey de Aragón en esta junta a Palaçuelos, Teresa, Xera y Ayora, y a don Manuel, hermano del rey don Alonso, cuyas eran estas villas, dieron en recompensa la villa de Escalona . Verás al padre Juan de Mariana, lib . 14, c. 4, fol . 895» (págs. 532b, 40-65 y 533a, 1-5) . De todas sus obras la que mayor eco tuvo fue El Conde Lucanor. Sus cin- co manuscritos así lo confirman . Como también, por ejemplo, el dato aduci- do por Daniel Devoto : «Un episodio de una querella religiosa recientemente exhumado por Albert A. Sieroff («Clandestine judaism in the Hieronymite monastery of N. S. de Guadalupe») revela otra muestra más del favor que gozó desde muy temprano este libro : los cristianos viejos se quejan de que otros monjes leen a Boccaccio y El Conde Lucanor, por 1485, casi un siglo antes de la primera edición de esta obra (Studíes in honor of Pr. J. Benarde- te, New York; Los Angeles Publishing Co., 1965, pág. 104, expedientes de Fr . Tuan de Segovia y de Fr . Pedro de Segovia, con tres testimonios adver- sos».. Sabemos -y recojo datos de Daniel Devoto- que las copias manuscri- tas del libro fueron numerosas : «ya la reina D. a María pide a Fernán López de Stúñiga una copia del Conde Lucanor (Gimenez Soler, pág . 676). Según Gayangos, «Un ejemplar [del Conde Lucanor] había entre los libros de la reina Isabel, como puede verse por el catálogo publicado por Clemencín .

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También le [sic] hallamos citado, juntamento con la Crónica, el Líbro de la caza y otros, en un catálogo impreso en la libreria de un caballero andaluz, que logró reunir más de 400 volúmenes manuscritos anteriores al año 1600» . . . Puybusque, en el prefacio de su traducción (pág. 111), dice que ni el Marqués de Santillana, ni Fernando del Pulgar, ni Pérez de Guzmán mencionan a Don Juan Manuel, y que Gonzalo Fernández de Oviedo (ya en visperas de la edición de Argote) «est peut-étre le seul qui l'ait cité avec hon- neur» : no llega a individuar su fuente, y tampoco he logrado localizar el pa- saje aludido en los libros de Oviedo a mi alcance» (3) . Un caballero andaluz, Gonçalo Argote de Molina, lo dio por vez primera a la estampa en la imprenta sevillana de Hernando Díaz en 1575 (4) . La un¡- ea edición antigua de una obra medieval -como señala Devoto- servirá para acrecentar y difundir el éxito de lectura que desde antiguo gozaba . Por ello no es nada extraño que, por ejemplo, poco tiempo después de su edición fuese alabada por Ambrosio de Morales (5) . Una de las razones que motivaron a Gonçalo Argote y de Molina a llevar a cabo tan importante empresa queda señalada en el prólogo Al curioso Lec- tor: « . . .vino a mis manos este libro del conde Lucanor, que por ser de autor tan Ilustre me afficione a leer le, y comente luego a hallar en el vn gusto de la propriedad y antiguedád de la lengua Castellana, que me obligo a comu- nícar lo a los ingenios curiosos y afficionados a las cosas de su nation, porque juzgaua ser cosa indigna que vn principe tan discreto y Cortesano, y de la mejor lengua de aquel tiempo anduuiesse en tan pocas manos» . Uno de los «ingenios curiosos» que treinta y seis años después de la edi- ción princeps iba a utilizar El Conde Lucanor seria Sebastián de Covarru-

(3) DANIEL DEVOTO: Introducción al estudio de Don Juan Manuel y en particular de El Conde Lucanor. Una Bibliografía, Madrid, Castalia, 1972, pág. 292. (4) G. AHGOTE DE MOLINA: Libro llamado El Conde Lucanor. . . Con Un Discurso Genealo- gico de la R[eall Casa de los Manueles y otro alfin, sobre la Poesia Castellana, Sevilla, en casa de Hernando Diaz, 1575. Seguimos la edición facsímil del Círculo del Bibliófilo, Barcelona, 1979. Sobre la vida y obra de Argote cfr, el prólogo de Enrique Miralles a la edición facsimil de la Biblioteca Hispánica Puvill, Barcelona, 1978 . Argote de Molina se ocupó también de D. Juan Manuel en Nobleza del Andaluzia, en Sevilla, por Fernando Díaz, año 1588, edición facsimil del Istituto di Lingua e Letteratura Spagnola e Ispano-Americana dell'Universítà di Pisa bajo la di- rección de Cuido Mancini, Hildesheim-New York, Georg Olms Verlag, 1975, fols. 189r-191r . (5), Las antigüedades de las ciudades de España, Alcalá, Iñiguez Lequerica, 1575.

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bias en su Tesoro. La razón es muy simple. Aparte del éxito de la obra en si misma, Argote de Molina añadió al final de la edición un Indice de algunos vocablos antiguos / que se hallan en este libro, para noticia de la / lengua Castellana, «por orden del A.B.C.», que venia como anillo-al dedo para la tarea lingüistica de Covarrubias . De la importancia del romancista sevilla- no, en general, se ha ocupado la critica; y yo mismo, en particular, estudié el citado Indice (6), La admiración del autor del Tesoro por el noble y-erudito sevillano se constata, por ejemplo, al citarlo en la entrada Aguila . Al tratar de las empresas («cierto símbolo o figura enigmática hecha con particular fin, endereçada a conseguir lo que se va a pretender y conquistar o mostrar su valor o ánimo», pág . 509b, 44-47) y emblemas de ciertos personajes señala: «El Dolce trae, entre las demás empresas, una de Gonçalo Argote de Moli- na, Veyntiquatro de Sevilla, del águila [que] dexa el despojo de un ciervo, que ha muerto y en que se ha cevado, para las demás aves, con el mote Iloc habeo, quodcumque dedi; pía, por cierto, y religiosa» (pág . 56a, 11-17) (7) . El Conde Lucanor, gracias a la edición de Argote, iba a ser utilizado co- mo autoridad por Covarrubias . Ninguna de las restantes obras de don Juan Manuel, manuscritas y de menor difusión, serán citadas . Pero el autor del Tesoro no se limitó a usar el Indice de vocablos antiguos de Argote de Moli- na, sino que leyó la obra como se encarga de dejarlo bien claro al menos en tres ocasiones :

(6) JOSE ROMERA CASTILLO: «El Conde Lucanor y la lengua del siglo XVI», cap . III de Estu-. dios sobre «El Conde Lucanor», Madrid, Departamento de Filología Hispánica-UNED, 1980, págs. 63-79 . Cfr. además: Las apologías de la Lengua Castellana en el Siglo de Oro, selección y estudio de J .F . Pastor, Madrid, CIAP, 1929; DAMASO ALONSO: «Crítica de noticias literarias transmitidas por Argote», BRAE, XXXVII, 1957, págs. 63-81 ; C . C. SMITH: «Fernando de Herre- ra y Argote de Molina», BHS, XXXIII, 1956, págs. 63-77; LEONABDD ROMERO TOBAR: «Tres no- tas sobre aplicación del método de recepción en Historia de la Literatura Española», 1616, 11, 1979, págs. 25-32 (espec . págs. 26-28) ; así como los estudios de ELEUTERIO F. TISCORNIA, con su edición de El discurso sobre la poesía castellana, de G . Argote de Molina, Madrid, Victoriano Suárez, 1926; A .R . NYKL: Gonzalo Argote y de Molina's «Discurso sobre la poesía castellana. . .» and Bartolomeus Giorgievie, Baltimore, 1948, y el más reciente -y excelente- de ALBERTO BLECUA: La transmisión textual de «El Conde Lucanor», Universidad Autónoma, Barcelona, 1980, entre otros . (7) Cfr., sobre su biografía, ANTONIO PALMA CHAGUACEDA: El hístoriador Gonzalo Argote de Molina, Madrid, CSIC, 1949.

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1 .°) En la entrada VISQUIR se lee: «Es vocablo antiguo español, vale lo mesmo que vivir, y en essa sinifi- cacion le toma el Conde Lucànor, cap. 12» (pág. 1012x, 17-19) . En efecto, en el «CAPITV . XII . De lo que contescio / a Saladin con vna dueña muger de un ca I uallero su vassallo» se dice: «Y quando el Cauallero anciano oyo esta razon, entendiola muy bien, dr otro si. conoscio enla palabra que aquel era Saladin, y el visquiera conel muy gran tiempo en su casa» (Fol . 31v.) . Pero la arcaica forma verbal se emplea en otros exemplos. Asi en el «CA- PITVLO IIII . Del Consejo que dio Patronio 1 al conde Lucanor, quando queria catar manera como / saluase su anima : guardando su honra e su esta do, & el / exemplo fuedel salto que dio el rey Richarte de Ingla-1 terra», Lu- canor le dice a Patronio : «Que desque fuy nascido hasta agora siempre me crie e vesqui en muy grandes guerras, a vezes con Christianos a vezes con moros» (Fol. 8r) (8) . 2.a) En la entrada ESLEIR se constata : «Vale asst mesmo elegir. Deste término usa don Juan Manuel en el libro que intitula el Conde Lucanor, cap. 13; y también esleydo valdrá eligido o electo» (pág. 548x, 23-26) . En el «CAPITV . XIII . De.lo que contescio a vn Dean de / sanctiago con don Illan el magico que moraua en To l ledo», se afirma : «& dende a quatro días llegaron otros hombres a pie que trayan otras cartas al Dean, en que le fazia saber que el argobispo erafinado & que estauan todos los de .la yglesía en su election, dr quefiauan por la mer- ced de dios que esleyrian en el, & que por esta razon non se quexasse de yr ala yglesía & que mejor era para el en que lo esleyesen . . . & den- de a cabo de ocho o siete días vinieron das escuderos. . . & mostraron le las cartas & como le auian esleydo por Arpobispo» (Fol . 34v) .

(8) Para la correspondencia de los capítulos de la edición de Argote con otras ediciones y manuscritos, Cfr. DANIEL DEVOTO: op . cit., págs. 296-297 .

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3. a) En SOBEJANO se lee: «Vocablo antiguo, del qual usan las leyes de partida, ley 2, tít. : «Obras sobejanas y sin pro» . El Conde Lucanor declara este vocablo, cap . 39 . Sobejano vale sobrado y demasiado» (pág . 941b, 43-47) . En el «CAPIT . XXXIX. Del consejo que dio / Patronio al conde Lucanor qua(n)do dixo que I queria cobrar buena fama, y el exemplo fue / delo que contescio a vn philosopho co(n) vna / enfermedad que auia», se dice : «& aquel philosopho auia vna enfermedad, que quando le era menes- ter de se desembargar de las cosas sobejanas. . . Y por esta enfermedad que auia ma(n)dauanle losfísicos que cada quel tomasse gana de se de- sembargar de aquellas. cosas sobejanas que lo prouasse luego» (Fol. 70 v). Que Covarrubias conoció y leyó El Conde Lucanor no hay la menor du- da . Ahora bien, en otras tres ocasiones afirma explícitamente que utiliza el Indice de vocablos antiguos que Argote de Molina adjuntó a su edición de la obra de don Juan Manuel : l. a) En la entrada HOLGAR explícita: « . . .En otra forma se dixo holgar, quasi jogar, que vale en lengua cas- tellana antigua jazer, estar, parar, según lo refiere Molina de Argote [sic] en el indice de los vocablos castellanos antiguos en el libro llama- do Conde Lucanor» (pág . 694a, 11-16) . Y en efecto en el Vocabulario de la lengua antigua castellana aparece la significación de Yogar como Estar, o jazer. Frente a la acepción del «len- guage antiguo folgar» (descansar, «estar ocioso, no tener en qué trabajar»), Covarrubias, siguiendo a Argote, propone otra más; dando muestras de la pérdida de la f- y de la aspiración de ésta en su pronunciación . He podido documentar holgar en el «CAPIT . XLVIII . De lo que contes- cio al / diablo con vna muger pelegrina» : «. . .& que non queria holgar nin descansar» (Fol . 85 v.) ; y como folgar en los capítulos I («. . .E este rey non se trabajaua de esto, si no(n) de comer & de folgar», fol. 2 v.), XXII (« . . .& ante que ouiesse a folgar nin descansar. . . & las mas de sus gentes consejaronle

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que folgasse algun tiempo», fol . 46 v.) y XXXVI («, . .& comer & beuere fol- gar. . . q(ue) el folgar & tomar plazer es bueno», fol . 64 v. y «. . .si queredes comer & folgar», fol . 65 v.), por señalar unos botones de muestra. En cam- bio no he podido documentarlo con la acepción señalada por Argote en su edición de la obra . Al2.') referirse a HUESTE señala el Tesoro: «En lengua antigua castellana vale exército puesto en campo contra el enemigo; dicho de la palabra hostis . Usa deste término la ley de Parti- da 16, tít. 23, partita secunda. En el libro llamado Conde Lucanor, entre los vocablos antiguos que dél recogió Gonpalo de Argote y Moli- na, es uno dellos hueste, y le interpreta exército» (págs. 704a, 62-65 y 704b, 1-4) . Y hueste con la significación de exercito aparece en el Indice. Vocablo que se puede documentar, repetido varias veces, por ejemplo, en el «CAP . II -no XI, como por errata se imprime- De don Lorengo Suarez Gallinato, y Don I Garci Perez de Vargas y otro cauallero» : «[Los tres caballeros] . . . tornaro(n)se p[ar]a lahueste» (Fol. 4 r.) . [El rey Fernando los mandó prender] «Lo vno por meter la hueste en tan gra(n) rebato sin mandado del rey. E lo al en fazer perder tan buenos caualleros . & desque los grandes delahueste pidiero(n) merced at rey por ellos, mandolos soltar» (Fol . 4 v.) (9). 3. a) En la entrada BARRAGAN Covarrubias afirma : «Es nombre arábigo, y vale tanto como moco soltero, valiente y arris- cado . . . Gonpalo de Argote y Molina, en el libro llamado Conde Luca- nor, nota que barragán vale tanto como varón de ánimo y esfuerpo» (pág . 196a, 33-35 y 48-51) . La única correspondencia de significación que Argote da a barragán es la de Varón; lo «de ánimo y esfuerzo» lo añade Covarrubias de su cosecha (10) .

(9) En el Capít . XXII se lee al inicio : «Vna vegada venia el conde Lucanor de vna hueste muy cansado» (Fol. 46 v.) . (10) La palabra no la he podido documentar en la edición de Argote de Molina . F . HUERTA TEJADA, en Gramática y vocabulario de las obras de D . Juan Manuel (1282-1348) (separata del BRAE, Madrid, 1956), tampoco lo señala.

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Los seis testimonios aducidos hasta ahora nos muestran explicitamente que Covarrubias ha utilizado el Indice de Argote y que ha constatado en tres ocasiones los capítulos exactos donde el término aludido aparece en El Con de Lucanor. Pero, además, el Tesoro ofrece otros tres ejemplos en los que implicitamente se indica que la obra ylo el Indice han sido tenidos en cuenta : l .a) En ASACAR, afirma el canónigo de Cuenca : «En el castellano antiguo es levantar, porque lo que se saca se levanta en alto del lugar a donde está; en otra forma achacar y sonsacar. Esto dize el conde Lucanor» (pág . 155b, 4-8) . Asacar tiene el significado, para Argote, de Leuantar, o inuentar, según deja constancia en su Indice. Y sí se documenta en su edición . He aqui algu- nos ejemplos: a) «El ca(n)de do(n) Rodrigo el fra(n)co fue casado co(n) vna dueña hija de do(n) Garcia de açagra, &fue muy buena dueña, y el co(n)de su marido asacole falso testimonio, è q(ue)xandose desto fizo su oracio(n) a Dios, q(ue) si ella era culpada, q(ue) mostrasse su milagro en ella : & si el co(n)de le assacara falso testimonio, q(ue) lo mostrasse enel» (Cap . 111, fols . 5 v.-ô r.) . . b) «Y este don Rodrigo Melendez de Valdes era consejero è muy priuado del rey de Leon, & otros sus contrarios por grande embidia que le vuieron assaceronle muy gran falsedad» (Cap. XVII, fol . 39 v.) . Y mas adelante. «Yen quanto el assi estaua maltrecho, supo el Rey que aquello que auian assacado a do(n) Rodrigo Melendez que era muy gran falsedad [prendió a los que la habian levantado y le pidió perdon a d. Rodrigo], & mando luego fazer muy gra(n) justicia ante el de aquellos que aquella falsedad le assacaron» (Fol. 40 r.). c) «& Otros dezian q(ue) la cosa porque el home malo podria fazer mas mal a todas las ge(n)tes que era por ser de mala lengua, è asaca- dor» (Cap . XLVIII, fol . 84 r.). En2 .') la entrada LAZERIA dice Covarrubias : «En rigor vale tanto como despedaçamiento- Bien es verdad que en

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lenguage antiguo de Castilla laceria vale trabajo, qual es el que se pa- dece en la guerra en diversas maneras, 1.2 ., tít. 21, par. 2 et 1.10, tít. 9, part. 2. Por contracción se llaman lazdrados, y deste término usa el Conde Lucanor en su historia» (pág. 755a, 13-14 y 18-24) . Hay que hacerle una matización al autor del Tesoro: Argote no sólo da en su Indice la significación de Lazdrados como lazerados, o trabajados, si- no que también recoge Lazeria como trabajo. He documentado lazdrados -con diferentes variantes-, por señalar algunos ejemplos, en la edición princeps: a) «Murio el hombre mas no su nombre, & pues viciosos & lazdrados todos, todos auemos a morir» (Cap . XVI, fol . 39 r.) . b) «Estando la me(n)tira tan bien andante, e lasdrada & despreciada la verdad» (Cap . XLII, fol . 77 r.) . e) «& q(ue) pues le conuenia fazer vida menguada & lazdrada o yrse de aquella tierra» (Cap. XLV, fol. 80 r.) . d) «w passe muy lazdradamente con las partes que vos me dauades» (Cap. XLI, fol. 75 r.) . Al igual que también lazería: a) «Y Vos señor conde Lucanor si queredes a fazer lo que deuierdes, quando vieredes que cumple para defendimierito de lo vuestro y de los vuestros y de vuestra honra nunca vos sintades por lazeria, nin por tra- bajo, nin por peligro, efazed en guisa q(ue) el peligro nueuo no(n) vos faga acordar lo passado» (Cap . XXII, fol. 47 r.). b) «& que assi como dela honra & del bien que el Rey ouiera, tomara muy gran parte, que assi era muy gran razon que dela lazeria }v del desterramiento que el queria tomar, que el otro si que tomasse ende su parte» (Cap . XXIII, fol. 49 v.) (11) .

(11) JOSE MANUEL BLECUA en su excelente edición de El Conde LucaPor (Madrid, Castaiia, 1969), da como significación de lazdrados = desgraciados (pág. 113, nota 3.63) ; lazdradamente = miserablemente (pág. 214, n . 725), y lazeria= pena, sufrimiento (pág. 60, nota 88 y pág. 64, nota 122) .

322 Como se puede constatar lazdrados (cap . XVI) aparece después del epigrae Historia que hizo imprimir Argote de Molina en cada uno de los capítulos de su edición en la sección que contenía el caso o ejemplo contado por Patronio ; y a ella se refiere explícitamente . Lo que viene a confirmar una vez más la lectura de la obra por Covarrubias. Ahora bien el autor del Tesoro no fue tan meticuloso a la hora de constatar lazería, obviándola y no teniendo en cuenta tanto la acepción del Indice como la presencia del vo- cablo en la edición de Argote . Quizás con un botón de muestra se conformó . La3.') última referencia que proporciona Covarrubias de .l a obra de don Juan Manuel la tenemos en CID: «Es nombre arábigo, vale señor, caudillo y sustento. Este último epícteto le da Tarífa, en el libro dicho Conde Lucanor. A Rodrigo Díaz de Vivar, saludáronle delante del rey don Fernando, a par de emperador, los moros embaxadores que le trayan las parias de los cin- co reyes moros que avía vencido en una batalla, y le eran tributarios. Y de allí adelante le llamaron el Cid Rui Díaz. . . Al que es muy valien- te dezimos ser un Cid» (pág. 414b, 35-47) . En el «CAPITULO PRIMERO DE LO / que contecio a vn moro rey / de Cordoua» se lee: «& qua(n)do loan al Cid ruy diaz, o al co(n)de Ferrand gonçalez, de qua(n)tas lides q(ue) fizieron, o al sancto & bienauenturado Rey don Ferra(n)do, quantas buenas conquistas fizo, loan a mi diziendo q(ue) fiz muy buen fecho, porq(ue) añadí a aq(ue)lla en los capillas y en las piguelas» (Fol . 2 r.) . Como se puede comprobar, una vez más, Covarrubias se refiere directa- mente al texto editado por Argote, porque el vocablo CID no lo da_ el erudito sevillano en su Indice de algunos vocablos antiguos. . . Pero, de nuevo, Co varrubias comete un desliz al señalar que «este último epícteto le da Tarifa, en el libro dicho Conde Lucanor» . Y en el cap. 1 no aparece el tal Tarifa (¿el capitán moro que puso su nombre a la villa de Andalucía?, como afirma el autor del Tesoro, pág. 954b, 12-14), sino simplemente «Cid ruy diaz», como repite textualmente -Cid Rui Díaz- Covarrubias . En conjunto podemos afirmar que en las nueve ocasiones se explícita el titulo exacto de la obra El Conde Lucanor; una vez se refiere a don 3uan Manuel como autor de la obra (entrada Esleir) ; y en tres ocasiones da cuenta

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del nombre del editor de la obra y autor del Indice. Veamos, en síntesis, cuáles son las acepciones que en éste proporciona Argote de Molina : Asacar Leuantar, o inuentar Barragan Varon Esleir elegir Hueste exercito Lazdrados lazerados, o trabajados Lazeria trabajo Sobejanas Sobradas, o demasiadas Vizquieron Viuieron Yogar Estar, o jazer Con las nueve citas que el Tesoro ofrece de El Conde Lucanor, se con- vierte don Juan Manuel, con igual número de referencias que Juan de Mena y Las Coplas de Mingo Revulgo, en una de las autoridades medievales más significativas para Sebastián de Covarrubias Orozco . El cual no hizo otra cosa que recoger el reto lanzado por Gonzalo Argote cae Molina en su breve Discurso de la Lengua antigua Castellana, que precede al Indice de algunos vocablos antiguos que se hallan en este libro, para noticia de la lengua Cas- tellana: «Los que vuieren leydo libros Castellanos de dozientos, o trezíentos años de antiguedad, veran que en muy pocos dellos se halla tan pura y tan limpia lengua, segun aquellos tiempos, como la deste libro que sin duda fue la mejor que ento(n)ces se vso, y aunque en el aya muchos vocablos que paresceran aora estraños y nuéuos, pero muy pocos dellos se pueden tener por çafiós ni obscuros, como son los que de ordi- nario se encontra(n) en los dichos libros, antesJuzgara el que este leye- re ser esta la verdadera y propria lengua Castellana que se hablaua y escriuia aun en tie(m)po de nuestros abuelos. . .» . Además, no conviene olvidar que en la primera edíción de El Conde Lu- canor la «Licencia de su Magestad» -dada en Madrid a 31 de julio de 1574 y escrita por Pedro de Mármol-, viene firmada por «D . éps. Segobien» (Diego de Covarrubias y Leiva, Presidente del Supremo Consejo de Castilla) y «El lice(n)ciado Couarruiuas» (Antonio de Covarrubias, del Consejo Real), ambos hermanos y tíos del autor de los Emblemas Morales y del Tesoro .

324 Luis Rubio Garcia LA FECHA DE LA MUERTE DE DON JUAN MANUEL

En la vida larga y agitada de don Juan Manuel, queda todavía una ín- cógnita, en mi opinión, todavia no resuelta : la de la fecha exacta de su muerte . Descendía don Juan Manuel del infante D. Manuel, hijo menor de Fer- nando 111 el Santo, y de su segunda esposa doña Beatriz de Saboya, quien dio a luz a un niño, el 6 de mayo de 1282 en Escalona, y por coincidir con la festividad de S. Juan ante Portam Latinam, se le puso el nombre de Juan . Pero si este dato es manifiesto, más discutible es la fecha de su muerte. Gimenez Soler, su mejor biógrafo, da por terminadas sus actividades a partir de la toma de Algeciras, el 26 de marzo de 1344 : «Alfonso XI se había propuesto extinguir el reino musulman de Granada y era condición precisa de este logro apoderarse de Algeciras, puerto de desembarco de los moros de allende, principales mantene dores de la independencia de los de aquende, y hubiera conseguido su loable propuesto si Dios, como dice Ben Aljatib, no hubiera mirado con ajos misericordiosos a los muslimes. El viernes 26 de marzo de 1344 entraban juntos y a la vez en la villa de Algeciras los pendones de Castilla y Aragón, llevados el primero por el viejo DonJuan Manuel, y el segundo, por el Almirante Don Pedro de Moncada. Don Juan escri- bió a Pedro IV comunicándole el triunfo.

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Aquí termina la vida política de Don Juan . Retirado a su castillo de Garci Muñoz procuró el casamiento de su hilo con una hija de Don Ramón Berenguer, infante de Aragón, hijo menor de Jaime II, por medio de Fray Ramón de Masquefa; en cuanto a las condiciones en que se contrató este enlace sólo se sabe que Pedro IV puso algunos re- paros a las exigencias que Don Juan tenía sobre los lugares de Onte- niente, Bocairente y Biar; la manera como fue resuelta la dificultad no consta y tampoco la fecha de celebración del matrimonio» (1) . Es cierto que el propio Giménez Soler indica que en este lapso de tiempo aconsejó e influyó en algunos proyectos de matrimonio y asimismo denunció a Pedro IV, la paz separada convenida entre Alfonso XI y los reyes de Marruecos y Granada, finalizará el ilustre historiador con estas considera- ciones, en las que precisa también la fecha de su óbito-' «Desde principios de 1348 Don Juan ya no aparece en la vida acti- va: en un privilegio fechado en Alcalá (10 marzo 1348),5e le nombra como Adelantado de la frontera; en una carta del 24 de julio de este mismo año, al nombrarle su hilo, usa ya la expresión piadosa que Dios perdone; Don Juan murió, pues, en uno de los meses de abril, mayo o junio de 1348 ; su epitafio dice que en Córdoba; tal vez lo llevaran a es- ta ciudad los deberes de su cargo de Adelantado de la frontera y la ne- cesidad de preparar la nueva campaña. Su cadáverfue llevado a enterrar al monasterio de Predicadores de Peñafiel, por él fundado, y donde según un privilegio de su hija la Reina Doña Juana, dado el 29 de mayo de la era 1414, año 1376 y exis tente en el dicho monasterio, había elegido su sepultura. Allí estaba sepultado en 1351, pues en una donación que hizo a este convento Juan Sánchez, hijo de Sancho Manuel, este último hermano bastardo de Don Juan, se lee la siguiente cláusula: Et porque cantedes una capellania perpetua una misa cada dia para siempre jamás èn la ca- pilla de Santa Catalina, do yace el dicho Sancho Manuel mi padre et por su alma. Et en tal manera et con tal condición que cada que

(1) A . GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel. Biografía y Estudio crítico, Zaragoza, 1932, pág. 114 .

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salieres sobre la fuesa de Don Juan que salgades sobreda fuesa del dicho Sancho Manuel mi padre. Et fagades et digades todas las ora- ciones et todas las otras cosas que fasedes et desides por el alma del dicho Don Johan mío do que Dios perdone. (5 septiembre, era 1389) (1351)» (2) . Los datos que poseemos no confirman las presunciones antes expues- tas (3) . Personaje de tap.ta vitalidad y de tanto influjo en la política hispana no iba a retirarse prematuramente, antes al contrario seguiría en-la brecha has- ta los postreros días de su inquieta existencia. En su última época logra la concordia con Alfonso XI, de la que seria reflejo el tratado de 10 de julio de 1340, por el que doña Constanza, su hija, causa de la enemistad con el rey, se unía en matrimonio al infante don Pedro de Portugal, y de esa manera se satisfacían las ambiciones de don Juan Ma- nuel . Este mismo año acompañó al rey de Castilla y tomó parte activa en la batalla del Salado (junio de 1340) . Posteriormente decidiría Alfonso XI el si- do de la plaza clave de Algeciras, en agosto de 1342 . Poco más tarde a fines de octubre llegaría don Juan Manuel con refuerzos al campamento real, e inmediatamente fue atacado por los moros a los que desbarató, según nos cuenta la Crónica de Alfonso XI.

(2) A. GtMENEZ SOLER: Don Juan Manuel, op. eiu, pág. 117 . (3) Mucho antes ya Amador de los Ríos se hacía eco de las desavenencias acerca del día de la muerte de don Juan Manuel: «Biógrafos é historiadores andan desacordados respecto del año en que murió don Juan Manuel. Aseguran unos que fué en 1347 y llévanle otros hasta 1362, dándole por tanto ochenta años de vida. En esta creencia sefundó alguno para apellidarle sin razon y con injuria propia loco y caduco (Ortiz, Compendio cronológico, lib . X, cap. 12) . Sin embargo, ningun fundamento tienen para cargarle de tanta edad, fuera del error cometi- do en la inscription de su sepulcro, la cual señalaba el referido año de MCCCLXII. La simple lectura del epitafio trascrito por don Nicolás Antonio (Biblioteca Vet., lib. IX, cap. VI), persuade de que esta ínscription se puso despues del año 1383, en que en las cor- tes de Segovia se introdujo la cuenta de la era cristiana, pues que sobre hacerse mention de dan Juan I, nieto del señor de Villena, se pone solamente el año de la encarnación, lo cual no se verifica antes de la citadafecha. La opinion de los primeros parece pues la mas probable, siendo evidente que en 1350, en que pasa de esta vida don Alfonso XI, había ya fallecido don Juan Manuel», J . AMADOR DE Los Rios: Historia Crítica de la Literatura Española, tom. IV, pág. 223 (Reimpreso Madrid, Credos, 1969) .

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Después intervendria brillantemente en la decisiva batalla de Palmaro- nes en noviembre de 1343, tras la cual los sitiados se rendirian al cabo de po- cos meses y en marzo de 1344, entregarian los moros la villa nueva, precisa- mente, por mandato del rey, a manos de don Juan Manuel: «Et traxieron otra carta para los de Algecira, en que les enviaba mandar el Rey Albohacen que entregasen aquella ciubdat al muy noble Rey Don Alfonso. Et esto fue viernes veinte et seis días del mes de Marzo del año de la era de mill et trecientos et ochenta et dos años: et andaba el año de la nascencia de nuestro Señor Jesu-Christo en mill et trecientos et quarenta et quatro años . Et luego en este día todos los Moros de la villa nueva pasaron a la villa vieja, et entregaron la villa nueva por mandado del Rey de Castiella á Don Joan fijo del Infante Don Manuel, que la toviese por el dicho señor Rey, entretanto que los Moros de la ciubdat de Algecíra se iban para Gibraltar. (4) . Posteriormente, en la vispera del Domingo de Ramos cederían Cambien la villa vieja a Alfonso XI, quien al día siguiente entraba victorioso en Alge- ciras y celebraba misa solemne en la mezquita mayor. Aunque tras la toma de Algeciras, pudiera parecer que remitia un tanto su actividad, no dejó por ello de interesarse por los asuntos del reino, y de aconsejar y negociar con lo monarcas de Aragón, Castilla y Portugal, con quienes se hallaba estrechamente vinculado. Gran infortunio y desgracia sufriría con el fallecimiento en 1345 de su querida hija Constanza, por la que tanto había luchado para lograr unos desposorios de alcurnia, casada, como es sabido, con el infante don Pedro de Portugal, luego famoso por sus amores con doña Inés de Castro . Todavia sobresaldria en 1348 su vigorosa personalidad en las celebradas Cortes Generales de Alcalá de Henares, donde Alfonso XI acreditó sus dotes de gobernante y su talante jurídico (5) .

(4) Crónicas de los Reyes de Castilla, Colee . ordenada por Cayetano Rosell, BAE, t . 66 . Crónica de Don Alfonso el Onceno, cap. CCCXXXVI, pág. 389 . (5) Así lo manifiesta también su editor Colmeiro: Son las Cortes de Alcaló de Henares de 1348 las más famosas y memorables del reina- do de Alfonso XI, porque en ellas se hizo el Ordenamiento que basta para perpetuar su

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En estas Cortes se suscitó por vez primera la cuestión de la preeminencia entre Burgos y Toledo, que originó una ardua disputa en la que cada ciudad recurría y alegaba sus antiguos fueros y privilegios, mientras la nobleza se dividia según su parentesco y conveniencias particulares, finalmente el rey resolvería la enconada pugna en una especie de solución salomónica . Pero nuestro mayor interés se centra en que el portavoz para la defensa de las prerrogativas de Toledo, fue precisamente don Juan Manuel, mientras el apoyo de la parte contraria, es decir Burgos, corría a cargo de don Juan Nú- ñez de Lara. Bien claro se expresa al respecto el P. Mariana: «Los grandes en esta competencia andaban divididos, segun que tenían parentesco y amistades en alguna de las dos ciudades. Nombra- damente favorecía á Toledo don Juan Manuel, y á Búrgos don Juan Nuñez de Lara; los unos no querían conceder ventaja á los otros. Des- pues que .se hoba bien debatido esta causa, se acordó y tomó por media que Búrgos tuviese el primer asiento y el primer voto, y que á los pro- curadores de Toledo se les diese un lugar apartado de los demás en frente del Rey, y que Toledo fuese nombrado primero por el Rey desta manera. «Yo hablo por Toledo y hará lo que le mandare; hable Búr- gos. » Con esta industria y esta moderacion se apaciguó por entonces esta contienda, traza que hasta nuestros tiempos continuadamente se ha usado y guardado; así acaece muchas veces que los debates popula- res se remedian con tan fáciles medíos como lo son sus causas» (6) .

memoria como Rey legislador. Ménos sabio que el autor de las Siete Partidas, le aventaja en prudencia aplicada al gobierno, y con habilidad consumada logró que el código alfon- sino fuese aceptado sin repugnancia, abriendo así el camino á la reforma de la legislacion que debía sustituir con un derecho comun la multitud y diversidad de los fueros munici- pales. Cf. Cortes de los Antiguos Reinos de León y Castilla. . ., Introducción por Manuel Colmeiro, Madrid, 1883, t . I, pág. 272. (6) 1. MARTANA; Historia General de España, BAE, t. XXX, lib. XVI, cap . XV, pág£ . 481-2 . Aunque Mariana parece insinuar que estas Cortes se efectuaron en 1349, la realidad es que su ce- lebración ocurrió en los primeros meses de 1348 : «No se puede poner en duda que la observaneía general de las Partidas empezó en las Cortes de Alcalá de Henáres de 1348, recordando las palabras de Alfonso XI, «como quier que fasta aquí non se falla que sean publicadas por mandado del Rey, nin fueran habidas por leys.» Por otra parte conviene advertir que el Ordenamiento de Alcalá fué dado á 28 días del mes de Febrero, y el cuaderno de las Cortes librado á 8 de Marzo si- guiente. Así pues, todo persuade que los hijosdalgo se alarmaron al tener noticié del lugar

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Al año siguiente convocarla Alfonso XI sus últimas Cortes, las de León y particulares de este reino. De nuevo se promovió la polémica de la preceden- cia entre las ciudades, ahora entre León y Toledo, y que el rey zanjaría de forma análoga a lo antes expuesto (7) . Finalidad de estas Cortes era por par- te del Rey allegar socorros y recursos para proseguir la lucha contra los mu- sulmanes, terminada ya la tregua . Efectivamente Alfonso XI acariciaba des- de largo tiempo, la conquista de Gibraltar e impedir así de una vez y para siempre el paso del estrecho . En julio de 1349 iniciaba el cerco de Gibraltar, pero tiempo después la peste que se adueñaba de Europa, alcanzó también a los sitiadores de Gibraltar . Cuenta la Crónica de Alfonso XI que a la vista de la extensión y propaga- ción de la peste y sus estragos en la hueste cristiana, un numeroso grupo de nobles y prelados aconsejaba al monarca que levantase el asedio de la plaza y se retirase, pero éste no estaba dispuesto a renunciar a tan alta empresa, más contagiado el mismo por la peste moriria meses después, el 26 de marzo de 1350 . Refiere la Crónica, que entre los nobles que intentaban disuadir al mo- narca, figuraba «D. Fernando, señor de Villena, fijo de Don Manuel», pero el P. _Mariana será todavía más explícito, era señor de Villena, por muerte de su padre:

que Alfonso XI señalaba al Fuero Real y al Código de las Partidas entre las «leys ciertas por do se libren los pleitos e las contiendas. » Cortes de los Antiguas Reinos, op . cit., pág. 277. (7) El celo de las ciudades por su preponderancia persistió durante varias convocatorias de Cortes: «Esta cuestion de preeminencia tuvo su origen en las Cortes de Alcalá de Henáres de 1348. Movióse entónces la contienda entre Burgos y Toledo acerca del asiento y la voz que pertenecían á sus procuradores. Pretendían el prímer lugar y hablar primero los de Bur- gos, fundándose en que aquella ilustre ciudad era cabeza del reino de Castilla y estaba en posesion de tan honroso privilegio. Contradecíanlo los de Toledo alegando su mayor ` nobleza y dignidad como ciudad más antigua, cabeza de las Eapañas y silla de los Reyes godos . Alfonso XI, por cortar los grandes debates y diferencias entre los procuradores, y no descontentar á unos ni á otros, pronunció sentencia, diciendo: «Las de Toledo harán lo que yo les mandare, y así lo digo yo por ellos: hable Burgos.» Sus procuradores conserva- ron el asiento que tenían á la derecha del Rey, y á los de Toledo se les dio un banco,en el centro de la sala, frontero al trono, con lo cual se aquietó la discordia.

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«Volvamos al cerco de Gibraltar. Los nuestros estaban con espe- ranza de entrar el pueblo, sino que las grandes fortificaciones y repa- ros que habían hecho los de dentro, la fortaleza de los muros les impe día que no le tomasen. Los moros de Granada daban muchos rebatos en los reales, y paraban celadas á los nuestros, y cautivaban á los que se desmandaban del ejército . Salian muchas veces los soldados de la ciudad á pelear, y hacianse muchas escaramuzas y zalagardas. El cer- co-le tenían en este estado, cuando tina grande peste y mortandad que dio en el real de losfieles desbarató todos sus deseños; morián cada día muchos, y faltaban; con esto la alegría, que antes solian tener en los reales, toda se convirtió en tristeza y lloro y descontento; tan grande es la inconstancia de las cosas. Don Juan de Lara y don Hernando Ma- nuel, que por muerte de su padre era señor de Villena, eran de parecer y instaban que se levantase el cerco y se fuesen, ca decían no ser la vo- luntad de Dios que se tomase aquella villa, y que por ser en mal tiem- po del año el perseverar en el cerco seria yerro perniciosísimo y mor- tal, especialmente que al cabo la necesidad los forzar a que se fuesen, que era locura estarse allí con la muerte al ojo sin -ninguna esperanza de hacer cosa de provecho . » (8) . Si a estos antecedentes de las Crónicas añadimos que el último documen- to, publicado por Gimenez Soler sobre don Juan Manuel, es una carta que le dirige Pedro IV el 11 de marzo de 1348, fácilmente puede inferirse que la muerte de don Juan Manuel deberia encuadrarse entre el año, ya avanzado de 1348 y la primera mitad de 1349 (9) .

Esta escena se repitió cada vez que se juntaron Cortes, pasando á ser ceremonial lo que al principio fue viva controversia. El Rey D. Pedro mandó librar á los de Toledo car- ta sellada declarando que por cuanto el Rey D. Alfonso su padre «en las Cortes que fizo en Alcalá de Henares tuvo por bien fablar por Toledo, por esto yo tuve por bien defablar en las Cortes que yo agorafíce aquí en Valladolid, primeramente por Toledo» . El privile- gk, y las Cortes a que se refiere corresponden al año 1351 .» Cf. Cortes de los Antiguos Reinos, op . cit., pág. 281 . (8) J . MARIANA : Historia, op . ciu, cap, XV, pág. 482 . (9) En el Libro Becerro del convento de dominicos de Peñafiel, redactado entre 1768 y 1772, donde se relaciona la fundación de dicho convento por don Juan Manuel y Vas donaciaaes con que lo enriquecieron sus sucesores en una breve biografía de su fundador se alude a la incerti- dumbre del año de su óbito :

331 Esta presunción vendría asimismo refrendada por una nota de Derek W . Lomax, que cerraría definitivamente la cuestión, pues en un calendario de Ucies se registra el día 13 de junio la defunción, entre otros, de «domnus 1ohannes de Uillena filius infantis Manuelis» : «A . Gimenez Soler states in his life of Don Juan Manuel (Zaragoza 1932, p. 117) that the prince is mentioned in a privilege of 10 March 1348 as adelantado de la frontera, but that in a letter of 24 July of the same year his son refers to him with the expression `qué Dios perdone', which is normally used of the dead, and there is no evidence of his being alive at a later date. Soler draws the conclusion that Don Juan Manuel died in April, May or June of 1348, but he is unable to fix the date with greater precision, as also are those who have written about Don Juan Manuel since 1932, such as Julia, Castro y Calvo, Blecua, Riquer and the Grismers. I The exact date is, however, given in the Ka- lendar of Ucles, which is preserved in the Archivo Histórica Nacional, Códice 1318, and which carries the entry `Idibus iunii. Obiit domnus Fernandus Rodriguez de Çagra et domnus Petrus Gonçalez et domnus lohannes de Uillena filius infantis Manuelis'. The Kalendar is a list of deceased friars and benefactors of the order of Santiago for whose souls its members were bound to pray, and is obituary notices seem to be contemporary with the events which they record and to be accurate

«Los años de su vida, parece quefueron quasi sesenta. Porque segun se entiende en las Historias devio morir en el año de 1347; aunque la inscripción de su sepulcro dice de 62; a la qual no da¡ fee; como no se puede dar a muchas otras que ay en España, que no fueron escritas en el tiempo, que los que en ellas yazen murieron» . Párrafo este que constituye una copia ad pedem litterae del que redactó Argote dc Molina en el prólogo a la 1 . a edic . de El Conde Lucanor, Sevilla, 1575 (reedic. Puvill, editor, Barcelona, 1978) . Y el mismo Libro Becerro vacila de nuevo sobre el año al referirse a la ascendencia de don Juan Manuel: «No consta ciertamente el año que murió Don Juan; pues la inscripción, que esta gra- vada, y esculpida en el Pedestal del Altar Mayor, dice que fallezio en Cordova año del 1362; lo qual es dudable; lo uno porque Don Juan era ya grande, y alcanza mucho del Reynado de Don Fernando IV nominado el emplazado, que muno el afro de 1312; y haze dificultad, que Don Juan sobreviviese 50 años, lo otro, porque las Memorias de aquellos tiempos, ya no la hazen de el por el año de 1350, que es (2 mas, o menos) quando pudo morir» . Cf . A.H.N., mss 1264-B . Peñafíel. Dominicos (Valladolid). 5. Juan y S . Pablo . Libro Be- cerro con noticias sobre lafundación del mismo por el infante 1. Manuel. Años 1768-1772, fols . 9 y 12.

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wherever they can be checked. One can, therefore, conclude that Don Juan Manuel died on Friday, 13 June 1348.» (10) .

Sin embargo el testimonio que aportamos obliga a diferir en unos meses, la fecha de la supuesta muerte de don Juan Manuel . En efecto, en el Archivo de la Academia de la Historia, entre los fondos de la Colección Salazar, se encuentra la copia de un documento expedido en Castiello (Castillo de Gar- ei Muñoz), el 12 de octubre de 1348, y en el que don Juan Manuel realiza di- versas concesiones en los términos de Cuéllar y Villoria a favor de doña Elvi- ra, sus hijos y otros parientes, en razón de sus buenos servicios (11) .

En la misma Colección Salazar, anexo al documento antes citado, se transcribe otro documento, datado el 8 de agosto de 1350 en el mismo lugar de Castiello (Castillo de Garci Muñoz), donde dichas donaciones son confir madas por el hijo de don Juan Manuel, Fernando Manuel, quien al referirse a su padre utiliza ya la fórmula piadosa «vi una carta de Don Juan, mio padre, que Dios perdone», este instrumento posee asimismo elevado interés para fijar, como término a quo, la fecha de la muerte de don Fernando Ma- nuel, quien murió precisamente este año de 1350.

(10) DEREK W. LOMAX: The Date of Don Juan Manuel's Death, Bulletin of Hispanie Stu- dies, XL (1963), pág. 174. Insertamos a continuación la bibliografía que va al pie de página de la nota, y referida a los investigadores que no han podido precisar la fecha de su muerte. «E . JULIA: ed.'El Conde Lucanor (Madrid, 1933) ; J . M. CASTRO Y CALvo: El arte de gobernar en las obras de Don Juan Manuel (Barcelona, 1945) ; J . M. BLECUA : ed. El libro infinido y tracta- do de la Asunción (Granada, 1952) ; J. M. CASTRO Y CALVO & M. DE RiQuER: ed. Obras de Don Juan Manuel, tomo I (Barcelona, 1955) ; R. L. GRismFR & M. B. CRSSMER: ed . Crónica abre- viada (Minneapolis, 1958) .» Consideramos que esta bibliografía ha sido escogida con evidente precipitación, pues J. BLE- CUA en la ed, de El libro fnfinido. . ., no examina el problema de la muerte de don Juan Manuel, si lo hace en cambio en su ed . de El Conde Lucanor (Castalia, 1969), donde acepta la fecha pro- puesta por Lomax del 13 de junio de 1348 (pág. 13) . CASTRO Y CALVO Y M. DE R[QuER: Obras . . . . se limitan ala escueta noticia «Con este volumen iniciamos la edición de todos los escritos literarios conservados de don Juan Manuel (1282-1348) a base de la totalidad de las fuentes. . .» (pág. V) . En cuanto a J . M. CASTRO Y CALVO : El arte. . ., su apostilla constituye un notorio error-. «se re- tiró al castillo de Garci-Muñoz, y el 10 de marzo de 1348, su hijo al hablar de su padre, dice que «Dios perdona», lo que indica la fecha de su fallecimiento» (pág. 38) . (11) Trascribimos del diploma en cuestión el encabezamiento y la nota final: «D . Juan Manuel (hijo del infante D. ) hace donacion del varrio de S. Esteuan de su uilla de Cuéllar.

333 De conformidad con todo lo que venimos exponiendo la conclusión re- sulta obvia, aún sin poderla precisar con exactitud, la muerte de don Juan Manuel debe situarse entre finales del año 1348, primeros meses de 1349 .

I

12 de octubre de 1348 . Castiello.

Don Juan Manuel hace diversas donaciones a doña Elvira, sus hijos y otros parientes de éstos, por los servicios prestados .

A. Historia. Col. Salazar, M-1, fol. 1-2. (Documento mal conservado con algunos rotos) .

Sepan quantos esta carta bieren, como yo don Juan, fijo del ynfan- te don Manuel, adelantado mayor de la frontera . Porfacer bien e mer- ced a vos doña Eluira, muger de Pero Gonpalez defunto que Dios per done, mío uasallo e mío alcayde quefue en Cuellar, en alguna emien- da de los muchos e buenos servicios que el dicho Gonpalez e al tanto Fernan Blazquez uuestro padre e el obispo don Sancho uuestro tía, e Gonealo Gonpalez, hermano del dicho Pero Gonpalez me hanfecho, e el fiço do a uos de buen talante e de buena uoluntad ( ) el Barrio de señor Sant Esteuan de la nuestra uilla de Cuellar, junto con las ca- sas que hi tenemos, e la otra heredad de Villoria con los pinares, con sus terminos y pastos, e tierras para facer huertas e qualquíer labor, tambien en los dichos terminos, como en la dicha heredad e danlo a vos la dicha D. a Elvira a vuestros fijos Blasco Perez e Ferran Blazquez, e Gomez Blazquez en donadio para que lo hayades e tengades en uno con lo que yo la Ynfanta doña Constanea, mí mugen a

Traela Pellicer en el memorial de D . Andrés Velazques de Velasco f.1, sacada del Monas- terio de S . Agustin del Castillo de Garci Muñoz. » «Tiene un sello pendiente ojal un lado un cauallero a cauallo con la espada en la mano y un escudo echado y en los paramentos del cauallo las armas de los Manueles y al otra la- do las mismas armas. »

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quien Dios de santo parayso, vos donamos en Gallata, para siempre jamas, en heredamiento fasta la fin del mundo. Pero queremos esto que vos dimos e agora uos ya do, non lo podades dar ni vender, nin cambiar nin enagenar, en ninguna manera uos nin los dichos uuestros fijos con ningun ame del mundo, saluo si nonfuere del buestro linage e que siempre quede en el uestro linage tambien fijo como fija, e roga- mos e mandamos a los nuestras herederos, o a qualqu¡era dellos que uos mantengan e guarden, efcigan guardar a uos la dicha doña Eluira e a los dichos uuestros fijos e a todos los que de uos uinieren, todas estas cosas segund que en esta nuestra carta se contiene e qualquiera que es- ta ( ) ciere Dios le de la su yra e la su mald¡cion e nos le damos la nuestra ( ) que la- su alma sea perdida en el fondo de los ynfier- nos e ( ) que si algun otro fuere o nin¡ere contra lo que dicho es, nin contra parte delos que peche en pena por cada vegada que lo as¡ fi- c¡ere dos mil marauedis de la moneda nueua e esta pena que la que la peche es a saber, los mil marauedis a nos e a los que de nos uinieren e los otros mil marauedis a don Prior e Frayle del nuestro monasterio de la orden del bienauenturado confesor señor san Agustin que nos feci- mos en nuestra uilla de Castiello e otros¡ a vos la dicha doña Eluira e a los dichos nuestros fijos e a todos los que de uos uinieren que les pechen todo el daño que por ende reciuiredes doblado e porque esto seafirme e non venga en dubda mandamos dar esta nuestra carta seellada con nuestro siello de cera colgado. Dada era el Cast¡ello doce días de octubre, era de mil trecientos e ochenta y seis (es año de mil trecientos y quarenta y ocho años). Yo Sancho Ruiz, escriuano del dicho señor dan Juan la fiz por su man- dado .

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8 de agosto de 1350 . Castiello. Don Fernando Manuel confirma la donación hecha por su padre a doña Elvira y sus hijos. A. Historia . Col. Salazar, M-I, fol. 1-2.

335 De mi don Fernando, para todos quantos esta carta vïeren salud e buena ventura. Fago bos saber que vi urca carta de Don Juan, mío padre, que Dios perdone, su tenor de la qual es en esta guisa: (Va in sertada aqui la donación original y luego prosigue) et agora la dicha doña Eluira tan en nombre suyo que de sus fijos Blasco Perez e Fernan Blazquez e Gomez Blazquez pidionos que la confirmasemos la dicha merced e nos queriendo remunerar los buenos e continos seruicios que la dicha doña Eluira face de cada día a mi e a doña Juana dEspina mía muger, en la criança de doña Blanca nuestra fílla touelo por bien e yo el dicho don Fernando confirmo en todo la dicha carta e todo lo en ella contenido et mando que ninguna vaya contra ella en todo ni en parte so la pena de la dicha (contra de maravedis) que pechen a nos trecien- tos maravedis de la moneda nueua; e mas otros trecientos maravedis de la dicha moneda a don Prior e frayles del dicho monasterio de nuestra villa de Castiello por cada vegada que lo ansi non ficieren, e mando a los alcaldes e jurados de todos los mis lugares quefueren re- queridos con esta carta que les ayuden en todo lo que menester ouieren así por -el derecho del donadio como por la dicha pena e nonfagades ende al, so la dicha pena . La carta leyda datgela. Dada en el Castiello ocho días de agosto, era de mil trecientos y ochenta y ocho años. Yo Sancho Ruiz la fiz escriuir por mandado de don Fernando.

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Luciana de Stefano Instituto de Filología Andrés Bello Universidad Central de Venezuela. Caracas

DON JUAN MANUEL Y EL PENSAMIENTO MEDIEVAL

La Baja Edad Media tiene en Alfonso el Sabio y en su sobrino Juan Ma- nuel las más representativas figuras de ese saber enciclopédico caracteristico de la «intelectualidad» del Medioevo . Ese mundo medieval que aún no se había fraccionado en estados nacionales y cuyo saber se alimentaba de una fuente común . Por ello, un acercamiento a la personalidad literaria de don Juan Manuel, en este caso, no puede partir de la parcela literaria nacional sino de un ámbito mayor, el de la tradición occidental heredera o, más bien, continuadora de la Antigüedad clásica. Nada más a propósito que recordar el prólogo de E. R. Curtius a su Lite- ratura europea y Edad Media latina (1945) escrito en un momento critico para la preservación de la civilización y cultura europea. Encontrar las huellas de esa herencia latina, patrimonio común de las literaturas occiden- tales, fue su aspiración, para una mejor y mayor comprensión de nuestra cultura. Pero también era un deseo de ir más allá de las fronteras de las lite- raturas nacionales . Un intento de este tipo fue mi trabajo sobre la sociedad estamental (1) ; fue una búsqueda por situar a don Juan Manuel y a otros escritores de la

(1) La Sociedad estamental de la Baja Edad Aledia española a la luz de la literatura de la época, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1966.

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época en el ámbito del pensamiento organicista del Medioevo europeo. Sig- nificaba insertar la España medieval en un contexto más amplio y ofrecer una muestra de testimonios literarios hispánicos referentes a dicha concep- ción político-social . Don Juan Manuel se presenta como figura controversia) si queremos abarcar conjuntamente dos imágenes tan opuestas como son su vida públi- ca, marcada por el signo del orgullo y sagacidad política dirigida al acrecen tamiento de su poderio, y la de hombre de letras . Pero también dentro de su misma actividad literaria presenciamos las tendencias antagónicas propias del medioevo; en sus obras doctrinario-didácticas vierte su visión del mun- do, común al pensamiento medieval, con sus característicos tópicos hereda- dos de la Antigüedad: búsqueda de claridad y acercamiento al lector co- mún, y al mismo tiempo un deseo de oscuridad retórica propia para ini- ciados; apego al saber tradicional libresco y simultáneamente al orgullo y se- guridad que le otorga su experiencia personal vivida en carne propia; humil- dad del artista en cuanto simple instrumento divino y al mismo tiempo con- ciencia de su personalidad artística . Asi como las jarchas en lengua vulgar y de inspiración popular, sólo podían haber surgido de un pueblo en contacto con el mundo árabe, el cual no conocía el «peso» de una lengua culta enfrentada a una lengua popular sin dignidad para la escritura, así España dio, por primera, cabida al cuento oriental: el Libro del Conde Lucanor, la otra faceta de su,actividad litera- ria, la mejor lograda colección de cuentos en la que don Juan Manuel de- sarrolla con mayor libertad la función fabuladora convirtiendo en materia viva el conocimiento doctrinario de toda su obra . En el Libro del caballero et del escudero (2) nos ofrece don Juan Manuel el conjunto de conocimientos humanos y divinas de su época, necesarios pa- ra conocer al mundo y al hombre en sus relaciones con lo divino . - Este pe queño tratado puede considerarse una enciclopedia en miniatura, género

(2) Obras de don Juan Manuel citadas: Libro del caballero et del escudero; Libro de los es- tados; Libro infinido, en Biblioteca de Autores Españoles, tomo LI, ed. de Gayangos; Libro det Conde Lucanor et de Patronio, edición, prólogo y notas de Germán Orduna, Buenos Aires, 1972; Libro de la caza, prólogo, edición y notas de José María Castro y Calvo, Barcelona, CSI .C ., 1947 .

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científico, que hereda la Edad Media de la antigüedad clásica; a lo largo de los siglos se compilaron sumas que intentaban abarcar todos los conocimien- tos.humanos . En San Isidoro de Sevilla y en Alfonso el Sabio pudo encontrar Juan Manuel los modelos más cercanos de un género con amplia tradición medieval, aunque su fuente más directa fue Raimundo Lulio. El caballero novel necesita de un determinado aprendizaje para conver- tirse en caballero . Para conocer su lugar en el mundo, al igual que el principe Johas del Libro de los estados, debe antes conocer qué es el mundo, y el caballero anciano será el transmisor de ese saber . Mediante el recurso retórico más sencillo, procedente de la tradición escolar clásica, preguntas y respuestas en forma de diálogo, Juan Manuel despliega ese saber enciclopé- dico: el mundo fisico de animales, plantas, metales, piedras, mares, la tierra, los planetas y por último el hombre. El mundo, nos dice don Juan Manuel, fue creado por Dios por un acto de voluntad y un imperativo de su bondad para su propia gloria. Para la filosofia cristiana, subyacente en el pensamiento de don Juan Manuel, la idea de que un Dios bueno crea por un imperativo de su propia bondad es de herencia platónica transmitida a tra- vés de San Agustin . Todas las cosas fueron hechas para «mostrar en ellas. . . su grand bondat» (L. cab., 249) ; todo lo ha creado Dios «por seer servido et loado et conoscido lo que puede del conoscer por las sus sanctas et maravillo- sas obras . . . et esto fizo él por su voluntad» (L. est., 348) . Si bien hay una .. corriente cristiana caracterizada por el pesimismo y la condena de la natu- raleza -pensamos en los movimientos monásticos de rechazo a los bienes de este mundo- don Juan Manuel se une a las otras voces, también presentes en la filosofia cristiana, que llevan el sello del optimismo (3) . En sus largas enumeraciones y concisas descripciones de lo creado por Dios -recordemos su asombro ante lo que él denomina la «maravillosa» obra del Señor que «de cuantos hommes en el mundo son, non ha uno que semeje a otro en la cara» (Luc., prol .)- se siente ese optimismo derivado de la multiplicidad maravillosa de todo lo creado «en cuanto las fizo de la na- da» (L. cab., 249), para que la criatura más perfecta sobre la tierra pueda

(3) Vid. ETIENNE GILSON: El espíritu de la filosofía medieval, Buenos Aires, Ernece, 1952, págs . 115 y ss .

339 servirse y aprovecharse de ellas. Pero no solamente percibimos ese optimis- mo cristiano hacia el mundo físico sino también en la aceptación de los valo- res sociales inherentes a la vida terrenal. El libro de los estados bien puede considerarse una glorificación del hombre «en el mundo» ; no todos han sido llamados a la vida ascética, de ser así ¿cómo podría éste mantenerse? dirá el consejero Turin a su discípulo el príncipe Johas . Más bien se trasluce en la obra de Juan Manuel un velado rechazo o desconfianza por cualquier mani- festación mística o ascética como en el ejemplo XLII de la falsa beguina del Lucanor. Aunque el fin último del hombre es la salvación del alma, tal sal- vación se logra cumpliendo unos determinados deberes de orden social correspondientes al propio estado (estamento) . Tal es la tesis central del libro . La misma vida de don Juan Manuel es un ejemplo de vida activa y no de rechazo y renuncia: es un estar en el mundo, vivir y luchar en él . Y tos mismos cuentos del Conde Lucanor no son sino ejemplos de cómo manejarse los hombres en el mundo para que sus obras «les fuesen aprovechosas de las honras, et de las faziendas, et de sus estados . . .» (Prol.), tres aspectos de la vi- da del todo terrenales . Está dentro de la más pura tradición medieval considerar a la naturaleza del hombre con optimismo así como a la creación en su totalidad. Se preten- de a menudo, ver en las alabanzas a la criatura humana algo propio del espíritu renacentista; lo que hace el Renacimiento es desvincular a esa mara- villosa criatura de su creador, romper el cordón umbilical que lo une al padre y que lo supedita en todos sus actos a su fin primordial , salvar el alma. Del mismo modo que Machiavelli libera a la «razón de Estado» de implica- ciones éticas que son ajenas al logos político, así el hombre renacentista centra su atención sobre si mismo para desarrollar todas las fuerzas poten- ciales que hay en él . Juan Manuel siente admiración por el mundo físico y por el hombre; en el Libro Infinido dirá: «la razón porque el omne es más noble criatura, es porque el omne es compuesto del alma et del cuerpo, e ha entendimiento e razón, e ha libre albedrío para poder fazer bien o mal . Et esto non ha ningu- na criatura que sea en el cielo, nin en la tierra, sinon el ornne» y más adelan- te agrega «et aun algunos tienen que es más noble que las criaturas celes- tiales» (p. 265) . Las tres facultades que hacen del hombre ese ser tan digno

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de elogios para Juan Manuel son la razón, el entendimiento y el libre albedrio ; hasta más noble que los ángeles mismos llega a decir Juan Manuel aunque evita la responsabilidad de tal afirmación con la frase «et aun algu- nos tienen . . .» ; la superioridad del hombre sobre los seres celestiales posible- mente reside para Juan Manuel en el hecho de que estos «no pueden caer en culpa» (L. cab ., 241) precisamente porque no poseen el mayor don dado por Dios al hombre: el libre albedrio . Esta idea lleva implícita una concepción trágica del hombre por su posibilidad de elección entre el bien y el,mal, y de ahí su grandeza . Si bien Juan Manuel no define en ningún momento qué son razón y entendimiento, términos de mucha confusión para los pensadores medievales (4), por el contexto en que aparecen en muchos pasajes de sus obras, podriamos afirmar que la razón es la parte del espiritu humano que permite aprehender las más altas verdades y que diferencia al hombre del animal, y el entendimiento, que varia de hombre a hombre, es una cierta madurez intelectual que permite interpretar el mundo de los fenómenos. Este ser dotado de libre albedrio está inmerso en el mundo físico ; los principios que rigen todo lo creado son para el pensamiento medieval la armonía, jerarquia y concordancia, por lo tanto es su corolario que nada existe mi tiene sentido aisladamente: el orden natural se apoya en un orden sobrenatural ya que de él depende su origen y su fin . Si entre los hombres hay jerarquias (los tres órdenes o estados) es porque dicha ordenación imita la jerarquia celeste; del mismo modo en el hombre se repite la estructura del universo . La descripción del hombre como un universo en pequeño análogo. al macrocosmos se fundamenta en lo que Gilson (5) ha llamado «el razona- miento por analogia» . Tal tipo de razonamiento que intenta explicar la armonía y la concordancia entre todo lo creado tiene su causa en la partici- pación de la divinidad en el todo creado ; a lo largo de toda la obra manueli- na subyace tal tipo de razonamiento ; «bien as¡ como el aire, et el fuego, et el agua, et la tierra, cuatro elemenos asi el home ha en si cuatro humores que son la sangre, et la cólera, et la flema, et la melancolía» (L. cab ., 247) .

(4) Vid, OTis H. CREEN España y la tradición occidental, Madrid, Credos, 1969, t, 11, págs . 183 y ss. (5) Vid . E. GILSON: Lafilosofía en la Edad Media, Madrid, Credos, 1958, t . 1, págs . 406 y SS. FRANCISCO RICO : El pequeño mundo del hombre, Madrid, Castalia, 1970 .

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Nos encontramos la típica correspondencia -común a todo el medioevo- entre los cuatro elementos y los cuatro humores . Don Juan Manuel con mucho tino llama al hombre «mundo menor» en contraposición al «mundo mayor», es decir, el mundo natural (L. cab ., 247); claramente se evidencia en estas designaciones la concepción del hombre como microcosmos frente al macrocosmos . En las obras didáctico-doctrinales de don Juan Manuel hay una continua explicitud de la concepción del hombre como microcosmos: «otrosí el hombre se semeja al mundo, ca todas las cosas que son en el mundo, son en el home et por ende dicen que el home es todas las cosas. . . ca así coma la piedra es cuerpo, asi el home es cuerpo. . . asi como el árbol et las otras plan- tas nacen, et crecen, et han estado, et envejecen et se desfacen, bien así ol home face estas cosas porque ha parte et semejanza en todas las cosas» (L. cab., 246). El modo de aprehensión de los hechos tanto físicos como espiri- tuales, y su inteligibilidad, se apoya en el razonamiento por analogía o se- mejanza porque «los homes non pueden también [ = tan bien] entender las cosas como por algunas semejanzas» (L. est ., 11, 282). La necesidad de explicar una cosa por otra, de encontrar correlaciones aun donde la razón las niega, es tan fuerte para el espiritu medieval que lle- vará a Juan Manuel a repetir la definición de Alejandro Neckham (1157 1217), del hombre como un árbol al revés, que se encuentra en su tratado De la naturaleza de las cosas y las alabanzas de la sabiduría divina. La compa- ración es tan coincidente con la de Neckham que debemos pensar que Juan Manuel conoció dicho tratado, lo que no es de extrañar ya que fue una obra muy manejada en su época. Juan Manuel dice «otrosí semeja el home a) ár- bol trastornado» (L. cab., 246) y.explica que la raíz corresponde a la cabeza del hombre, de ahí que sea un árbol trastornado o al revés; Neckham expli- caba la misma definición del hombre como árbol al revés porque los cabellos de un hombre corresponden a las raíces, es decir, que anda can las raíces al aire (6) . Pero ¿de dónde proviene esta necesidad tan perentoria de un cono- cimiento adquirido a partir de la analogía? Juan Manuel ta explica «par

(6) Cit . por E . CtLSON en La filosofía en la Edad Medía, t. 1, pág. 406 . Trastornado, 'vuel- to del revés, invertido'.

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razón que los homes somos envueltos en esta carnalidad gravosa, non pode- mos entender las cosas sotiles spirituales sinon por alguna semejanza» (L. est., 11, 347) .

Cuando el hombre sentirá esa carnalidad ya no como «gravosa» sino tal como es en toda su magnificencia, la búsqueda de lazos trascendentes que expliquen «el aquí y el ahora» pasarán a segundo término y las cosas ad quirirán su plena realidad . «Melibeo so, y a Melibea adoro y en Melibea creo y a Melibea amo» encarna el nuevo credo renacentista en el que lo tras- cendente desciende a las esferas inferiores.

Del hombre hemos de pasar al universo, al macrocosmos en el que está inmerso ; don Juan Manuel sigue la teoría tolomeica imperante en su época. Aunque no parece que se haya sentido atraído por la astrología -ninguna de sus obras toca tal tema- debió tener conocimiento de las tablas planeta- rias basadas en los métodos de Ptolomeo que fueron confeccionadas por astrónomos judíos y cristianos en Toledo . Su do Alfonso el Sabio, dirigió tan magna tarea y es indudable que también colaboró en ella (7) . Sus libros del saber de Astronomía, recopilación de las doctrinas de Ptolomeo, tuvieron larga difusión en Europa y constituyen la fuente más directa que maneja don Juan Manuel .

El cosmos comprendía ocho cielos: siete esferas concéntricas y en cada una un planeta o estrella moviéndose de Oriente a Occidente: la luna, Mer- curio, el sol, Venus, Marte, Júpiter y Saturno; luego, más alto que todos, venía el octavo cielo en el que estaban las estrellas fijas. Esta esfera o cielo correspondería al Primum Mobile que es quien da movimiento a los otros siete cielos . Juan Manuel hace coincidir en el octavo cielo las estrellas fijas y el Primer Motor, que para Tolomeo ocupaba el noveno cielo. En su estilo re- petitivo y en un castellano aún poco flexible, Juan Manuel escribe : «Esto me da a entender que son ocho cielos, et que anda en cada uno de los siete cielos cada una destas estrellas, et que uno es más alto que otro . . . Et así para estas siete estrellas conviene que haya siete cielos, et para que estén las otras [estrellas] que non se mueven et que lieven los otros cielos en que están las

(7) STEPHEN TOUL\IIN y JUME GOODFIELD: La trama de los cielos, Buenos Aires, Eudeba, 1961, pág. 184 .

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otras siete estrellas, conviene que haya otro cielo que faga esto. . . Otrosí ten- go que pues el cielo en que andan es más alto que todo. . .» (L. cab., 243) . Las estrellas fijas formón constelaciones y han sido puestas de tal manera para que, análogamente, recuerden cosas del mundo físico : «et son puestas a semejanza et en nombre de algunas cosas a que semejan por la cantidad que ha en ellas, et son casas et posadas de las otras planetas . . .» (L. cab., 245) -de ahí precisamente los nombres que seles han asignado a dichas constela- ciones cuya forma ha sido pre-establecida por su creador . ¿Qué concepción tenía Juan Manuel de ese universo visto desde el punto de vista temporal? Para los cristianos toda noción de la historia debía partir de la creencia en un mundo creado por voluntad divina y con un fin que está más allá de los limítes de la vida presente . La idea de un orden lineal de la historia se remonta a San Agustin, quien relaciona el curso de la historia de la humanidad con los seis dias de la creación y con las seis edades de la vida (S) . La Grande e General Estoría de Alfonso el Sabio también repite la orde- nación en seis edades . «et vos debedes saber que después que Adam fue criado, et se comenzó el mundo, allí comenzó la primera edat, et duró fasta Noé; et comenzó la se- gunda edad entonce, et duró fasta Abram; et comenzó la tercera, et duró fasta David ; ende vino la cuarta, et duró fasta Nabucodonosor ; entonce vino la quinta, et duró fasta Jesucristo . Así que la nascencia de jesucristo fue en la sexta edad et comenzose entonce, et razón era de comenzar, ca por él se comenzaba la salud del mundo» (L. est., 351) . La frase final revela esa con- cepción cristiana que pone el acento en el comienzo de una nueva era: el na- cimiento de Cristo. Juan Manuel lo afirma repetidamente por boca del ca- ballero anciano : antes de tan magno suceso los pueblos vivian en ley de na- turaleza pero ella no bastaba «ellos nunca fueron en ley que les fuese prome- tida salvación de las almas» (id) . Con la Buena Nueva, Cristo promete a los justos la bienaventuranza individual y la resurrección del cuerpo y del al- ma . La concepción medieval de la historia buscó una explicación inteligible que diera cuenta tanto del origen de la humanidad como de la asignación de un fin .

(8) E. GILSON: El espíritu de la filosofía medieval, pág. 356 . E. R. CUATIUS : Literatura europea y Edad Media latina, Buenos Aires, F .C .E ., t. 1, pág. 51 .

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Hasta aqui hemos esbozado algunos aspectos del pensamiento medieval que sustenta el conjunto de la obra de Juan Manuel y que -es común a toda una época en el occidente europeo. Pasemos a los medios empleados por el autor para dar forma a ese pensamiento, en otras palabras, el arte de la for- ma, y comencemos por los tópicos . El tópico más frecuente en Juan Manuel es el de la «falsa modestia» o «confesión de incapacidad» (9), heredado de la antigua retórica más que de la humildad cristiana de los autores cristianos de la antigüedad: es producto del afectado manierismo de la tardía latini- dad cuyo fin era la captatio benevolentiae del lector. Este aparentar por parte del que escribe incapacidad y poco entendimiento va usualmente en el prólogo de la obra y dirigido indirectamente al lector o a quien se dedica la obra . Don Juan Manuel, en el prólogo al Libro del caballero et del escudero, que dedica a su cuñado el Arzobispo de Toledo, confiesa su incapacidad : «et non lo fiz porque yo cuidé que soppiese componer ninguna obra muy sutil nin de gran provecho . . .», donde sutil no alude aqui a `finura, elegancia' sino más bien al `estilo retórico, oscuro' propio del ideal literario heredado del manierismo anquilosado de siglos anteriores . Toda la frase, creo, hay que verla como la petrificación de un tópico muy antiguo . Siguiendo en el ámbi- to del topos de la modestia, don Juan Manuel, con una humildad puramente retórica, afirma: «yo que so lego que nunca aprendi nin leí ninguna scien- cia»; es decir, el no letrado _frente a la calidad de clérigo `erudito, conocedor de latir' de su cuñado . Pero, no nos engañemos, estamos siempre ante el to- pos; unos momentos antes Juan Manuel habla hecho referencia a una trasla- ción que el mismo hiciera del latin al romance de una obra que le enviara el Arzobispo . Nuevamente, en los primeros capítulos del Libro de los estados confiesa su incapacidad: «mengua de entendimiento o del mío saber» y en el prólogo al Conde Lucanor el «grant atrevimiento de fablar en tan altas cosas» . Conjuntamente a la confesión de incapacidad dirigida a captar la bene- volencia del lector y a liberar al autor de una critica severa, debe verse la concepción del artista y de la obra de arte. Si el error es producto de la

(9) E . R . CURTIus en ob. cit., t. II, págs. 582 y ss .

345 incapacidad, «de la mengua de entendimiento», la perfección y utilidad lograda de una obra es obra de Dios . La fuerza creadora es atribuida repeti- damente por Juan Manuel a Dios; el artista no es más que el intérprete de la creación divina: «si alguna cosa fallaren bien dicha o aprovechosa, agrades- canlo a Dios, ca El es aquel por quien todos los buenos dichos et fechos se di- zen et se fazen» (Lue., prol.) . Pero frente a esta humildad del que escribe sintiéndose instrumento divi- no se revela el artista dando preponderancia y valor a la propia experiencia más que a la tradición libresca. Son muchos los pasajes en que Juan Manuel afirma su «yo» y su «experiencia personal» ; «tracta de cosas que yo mismo probé en mí mismo et en mi fazienda» ; «las cosas que yo probé et vi» ; «son cosas probadas et sin ninguna dubda», son algunas de las muchas frases del prólogo al Libro Infinido escrito para su hijo . En este libro de «castigos» o consejos, don Juan Manuel toma el papel del caballero anciano, es decir, del maestro, para transmitir a su hijo un conocimiento adquirido a través de la vida misma. Su experiencia se plasma en «modelo» de educación politica, social y moral del joven noble. Pocos escritores de su época han sentido con tanta fuerza como don Juan Manuel la importancia de la experiencia concreta para la praxis de la vida. Raramente trae a colación en sus obras a Autoridades o a hechos de un pasado remoto para sustentar sus consejos . Re- mite a si mismo, a lo que él vio y probó . Igualmente, en el libro de la caza es su gran conocimiento de ese arte lo primordial, y es la única de sus obras en que no aparece el tópico de la «falsa modestia». Este pequeño tratado de ca- za nace a partir de su conocimiento práctico, pues lo que más cumple, como el mismo dice, es la práctica y no la teoria. Las paginas de este libro llevan al lector a recorrer los parajes, montes y rios que el mismo Juan Manuel cono- ció . Es un detallado itinerario de los mejores lugares para practicar el arte de la caza. Don Juan Manuel tiene conciencia de los cambios y mudanzas que hay de un tiempo a otro; por eso se siente llevado a mostrar «como se mudó la manera de la caça» desde los tiempos de su do Alfonso el Sabio . Es por ello que los pasajes más amenos de Juan Manuel son aquellos en que habla entre líneas su experiencia . Cuando el caballero anciano responde a las preguntas del joven escudero acerca de qué son los ángeles, las plantas, los metales, etc., es muy escueto en sus contestaciones y la impresión que se

346 tiene es que don Juan Manuel no siente tanto interés por extenderse en dichos temas; cada capitulo comienza con una larga introducción en la que reside la sustancia de su arte, pues en ella habla de los temas que fueron el centro de su interés y de su rica experiencia de hombre noble en las múltiples situaciones que le deparó la vida : adecuación al propio estado, la crianza de los señores, sus virtudes, su comportamiento con los otros; los temas de la honra y dé la vergüenza que tendrán una rica producción literaria en Espa- ña -y sólo al final, muy brevemente, contesta a cada pregunta, de tal mo- do, que lo que deberia ser el centro del capitulo pasa a ser tema secundario . Julio, el consejero del Libro de los estados, le dice a su disciptilo el Infan- te que todo lo que desea saber «escripto lo fallaredes en otros libros, pero si vos quisierades que vos fable en todo segund yo lo entiendo, facerlo he» (p . 315) . En este pasaje y en lo que sigue hay un doble juego, por un lado Juan Manuel se desdobla en el personaje de julio y por otro en el del infante para dirigirse al lector ; «bien sé yo que tanto tiempo ha que comenzó el mundo, et tantos fueron los sabios que fablaron en las sabidorias, que non hay en el mundo cosa que ya dicha non sea» (id.), le contesta el Infante a julio . Juan Manuel es consciente del respeto existente hacia los Auctores dentro de la en- señanza tradicional pero se evidencia un cierto rechazo ya que opone al «libro» su propio saber y debemos interpretarlo como saber adquirido a tra- vés de su turbulenta vida y en contacto con la realidad politica de su tiempo . Veamos qué argumentos utiliza Juan Manuel a través del Infante: «será más loado el vuestro saber por lo que vos d:ijierades, que si hobieramos de buscar los libros que los otros sabios ficieron» (id.) . Pero hay otro argumento que maneja el infante Johas para preferir las explicaciones de julio a la lectura de los libros en los que podría hallar respuestas similares . Y es que entenderá mejor su manera «complida et declarada» -como él la denomina- que la de tales libros . Quiero aclarar que no debe interpretarse que la oposición planteada es la del «libro» frente a la transmisión oral ; en la situación de fic- ción en que se sitúan los personajes puede entenderse así, pero a un nivel más profundo la oposición que se plantea es entre dos estilos literarios . ¿Si no para qué haber escrito todos esos libros y haber cuidado tanto de su copia exacta?

A este punto entramos en el problema de las dos tendencias antagónicas

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presentes en el estilo literario de la Edad Media: el ideal de claridad que tiene su origen en el sermo humilis y el ideal de oscuridad que parte del estilo retórico elevado. Ambas coexistieron desde la tardia latinidad y respond5an a móviles diferentes . Es aqui donde echamos muy de menos las dos obras perdidas de don Juan Manuel relativas a su producción poética y retórica ,. Las reglas de trobar, citada en el elenco de sus obras de su Prólogo General y el Libro de los cantares o Cantigas que cita tanto en el Prólogo como en el Conde Lucanor. Habriamos podido manejar un rico material útil para dilucidar muy di- versos problemas sobre preceptiva literaria. Pero debemos limitarnos a los pocos pasajes en que se alude a este.problema; en los capitulos LX111, LXIV y LXV del Libro de los estados, julio y el infante Johas discuten acerca de cómo es mejor escribir : la discusión se centra en la oposición entre una escri- tura luenga et declarada o abreviada et escura, tema que el autor vuelve a tratar en la segunda parte del Conde Lucanor. «Más provechoso es para el que ha de aprender en ser la scriptura más luenga et declarada que non abreviada et esçura» (L. est., 314). Con plena conciencia e intención bien meditada, Juan Manuel tiende a una expresión sencilla y clara, cercana al lenguaje corriente. El carácter didáctico de sus obras exigía tal estilo. Esta tendencia estilistica tiene una larga tradición que se entronca con el sermo humilis de los Padres de la Iglesia -tan magnificamente estudiado por Auerbach (10)- cuyo objetivo primordial era adoctrinar . Este ideal de cla- ridad, además, va emparejado con el uso del romance por parte de don Juan Manuel . Ello supone la existencia de un público laico no avezado al uso del latin pero no por eso inculto . Es el nuevo público lector que se ha venido constituyendo en forma lenta pero progresiva; el numero de personas capa- ces de leer, comparado con los siglos anteriores, ha aumentado y especial- mente el público femenino al que curiosamente hace referencia don Iuan Manuel: «Et porque este libro es fecho en romance -que lo podrian leer muchas personas tan bien [= tanto] hombres como mujeres . . .» (5 . a parte del Conde Lucanor) . Estos nuevos lectores exigen y necesitan de obras en su lengua cotidiana pues ya el latin les es desconocido . En el prólogo de los

(10) Vid. E. AUERBACH : Lenguaje literario y público en la baja latinidad y en la Edad Me- dia, Barcelona, Seix Barra], 1969, págs. 30 y ss . ; pág. 82.

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Proverbios del Conde Lucanor vuelve a afirmar que ha utilizado «razones et enxiemplos . . . assaz llanas et declaradas» ya que su libro va-dirigido a los «que non fuessen muy letrados» (p. 285), es decir, no eruditos, esa nueva lengua exigía también una nueva forma de expresión que no podía ser una imitación del latín retórico ; Juan Manuel tiene clara conciencia de la autonomía lingüística del castellano frente al latin y así evita los préstamos y construcciones latinas (11) y no debió sentir como falta de sabiduria el repe- tir las palabras «que dizen las viejas en Castiella» (Luc ., ejemplo IV) . Don Juan Manuel rechaza el estilo retórico manierista no por desconoci- miento del latín -que si conocía- sino porque no lo encontraba apropiado al castellano ni a la intención didáctica de sus obras. Este estilo caracteriza do por la frase breve, el orden trastocado en las palabras, la ornamentación erudita y el juego de sonidos y ritmos, que tuvo grandes y mediocres expo- nentes a través del medioevo, también va a experimentarlo don Juan Ma- nuel con el castellano y se hace ineludible la búsqueda de un por qué. La se- gunda parte del Conde Lucanor, la de los Proverbios, escrita en un estilo os- curo y abreviado como él mismo lo llama, hay que aceptarla y entenderla como una concesión a su amigo don Jaime, señor de Xérica, quien le rogó que sus libros «fablassen mas oscuro. . . que non fuesse tan declarado» ya que consideraba «mengua de sabiduria fablar en las cosas muy llana et declara- damente» (p. 286) . Evidentemente el señor de Xerica era un.entusiasta par- tidario del retoricismo literario. Pero también podemos adivinar entre líneas una sutil ironía por parte de don Juan Manuel hacia ese formalismo que equipara oscuridad con sabiduria . Juan Manuel sabia que sus lectores al comparar la primera parte, donde sus ejemplos discurren en forma tan ame- na y clara, con la segunda parte, enrevesada y casi un juego de acertijos, se enfrentarían a una elección entre dos modos de escritura,, donde saldria vic- toriosa la primera forma de expresión y la segunda seria tenida por lo que era: un juego malabaristico en el que el autor demostraba habilidad, y que podía satisfacer a los admiradores de la brevitas retórica. Juan Manuel en muchos pasajes de sus obras hace énfasis en la claridad y transparencia del estilo, y el tema del Conde Lucano-r; más que cualquier

(11) Vid. el trabajo de M. ROSA LIRA : «Tres notas sobre Don Juan Manuel», en RPh, 4 (1950-1951), págs. 155-194 .

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otra obra exigía un estilo claro y sencillo por su finalidad «ejemplar». Y es precisamente en el prólogo a este libro donde desarrolla el muy conocido to- pico medieval de la necesidad de mezclar lo amargo con lo dulce para que la enseñanza se haga más leve. La adecuación entre forma y contenido es la característica por excelencia del arte de escribir de Juan Manuel. Es por ello que en la segunda parte del Libro de los estados donde toca problemas teolo- gicos, la exigencia de claridad no puede ser cumplida . El autor plantea que no siempre es fácil hablar de tales cosas : las Escrituras contienen misterios que la razón no puede explicar y a menudo las palabras encierran contradic- ciones y muchas cosas, que por ser profundas, resultan oscuras . ¿Cuál podia ser la forma más idónea para tal tipo de exposición? -parece preguntarse don Juan Manuel- ya que el peligro consiste en crear la duda en el lector. En este caso «estas tales cosas quierolas yo poner por letras tan escuras que los que non fueren muy sotiles non las pueden entender» mientras que las verdades mas-sencillas «las declararé por este romance llanamente» (p. 346) . En este pasaje se observa claramente cómo Juan Manuel propicia una ade- cuación de la palabra al contenido ; la escritura «encubierta» respondia a un principio didáctico, el de la dificultad a la que debe enfrentarse el que desea el saber : «porque segunt dizen los sabios, quanto ome más trabaja por haber la cosa, más la . terna después que la ha. Otrosí, porque dizen que el saber debe ser cercado de tales muros que non puedan entrar allá los necios, e por ende ha en este prólogo algunas razones ya quanto sotiles segunt parescera adelante. Pero son tales,, que todo ome que haya buen en- tendimiento, aunque non sea letrado, las entenderá. E el que lo ho- biere tal que las non pueda entender es bien que las non entienda, pues non puede pasar tan flaco muro como el de aquellos son cerrados» (Crónica Abreviada) (12) . Por último tenemos el Libro del Conde Lucanor et de Patronio donde se continúa el esquema fundamental de las parejas consejero-aconsejado, maestro-discípulo, de sus obras didácticas (13) : el caballero anciano y el

(12) En BAE, LI, págs. XXI-XXII . (13) Vid. el trabajo de MARTA ANA RIZ : «Relato, fabulación, semiosis : la producción de sig- nificado en el Conde Lucanor», en MLN 96 (1981), págs. 403-413 .

350 joven escudero, Turín y el príncipe Johas, y el mismo don Juan Manuel aconsejando a su hijo en el Libro infinido. Don Juan Manuel repite en las fi- guras de Patronio y el Conde Lucanor el mismo esquema pero dentro de una nueva estructura : la ficción. Creo que bien puede considerarse esta obra el vértice de su producción, fruto de la madurez, en la que logra dar vida a conceptos abstractos traduciéndolos en «ejemplos» hechos realidad .

Si todas sus obras doctrinarias se fundan en la enseñanza teórica median- te signos claros y transparentes, en el Conde Lucanor se plantea al lector esa misma enseñanza encarnada en la realidad caótica de la vida donde los sig nos deben ser intepretados, descifrados, pues, de su buena «lectura» depen- derá el éxito y provecho del hombre . Las situaciones que le plantea el Conde a su consejero corresponden a los casos concretos que ofrece el vivir, pero en los que se hace necesario ir más allá de las palabras para hallar el verdadero significado, y es Patronio el encargado de descubrir la verdad . Lo encubier- to y oscuro ya no reside en el estilo sino en las situaciones que dan inicío a los consejos, por ello los signos necesitan de una doble interpretación : una lite- ral, por lo general falsa, simple disfraz de lo que en verdad se esconde tras las apariencias; la interpretación correcta es la que emana de Patronio . Con el Conde Lucanor alcanza don Juan Manuel la perfección de su arte: pone en movimiento a través de la narración el caudal de su pensamiento doctri- nario.

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Juan Torres Fontes MURCIA Y DON JUAN MANUEL . TENSIONES Y CONFLICTOS

El desarrollo histórico del reino de Murcia en el siglo XIV presenta fases muy distintas y dependientes en gran parte de los factores generales que afectan a toda la Peninsula en este tiempo y de los condicionamientos geográficos que particular y directamente le atañen, tanto por su situación periférica del centro político castellano y su triple frontera con Aragón, Gra- nada y el Mediterráneo, como por las fluctuaciones climatológicas que en el sureste peninsular adquieren peculiares manifestaciones por lo general fre- cuentes y de intensa gravedad . Estudiar la relación directa Reino de Murcia-don Juan Manuel supone abarcar la totalidad de los reinados de Fernando IV y Alfonso XI, pues si su designación como adelantado tiene lugar en los años en que reina Sancho IV y su cese es, por el contrario, anterior a la muerte de Alfonso XI, su activi- dad politica en el contexto murciano cabe centrarla en el conjunto de ambos reinados, pues en ellos es cuando se producen distintos enfrentamientos entre el concejo de la capital y el adelantado al mismo tiempo que la tensión entre ambas partes se mantiene y es permanente la mutua vigilancia llena de recelos hasta la muerte de don Juan Manuel. Más de medio siglo, 1284-1339, es la larga etapa en que oficialmente de- sempeña don Juan Manuel el adelantamiento mayor del reino murciano, aunque con cuatro fases intermedias en que se rompe la continuidad por for zoso alejamiento o por ser sustituido, mas que suspendido, por diversas

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causas y por desiguales periodos de tiempo . Y aun pudo extenderlo algunos años más, hasta su muerte si atento a facilitar el ascenso de su hijo Fernando no hubiera renunciado y lograra oportunamente la aceptación real para que le sucediera en el adelantamiento, Para nuestra información contamos con fuentes de muy distinta proce- dencia, desiguales en cantidad y calidad y nos falta, en cambio, la versión directa de una de las partes actoras, la del concejo de Murcia, porque enton ces todavía no se redactaban sus actas de acuerdos semanales, fiel reflejo de su hacer y manera de pensar . Es, por una parte, la correspondencia que gira en torno a Jaime II, especialmente del propio don Juan Manuel, así como la del monarca aragonés, de sus emisarios en Castilla y de los gobernadores próximos a la frontera murciana, siempre obligados a enviarle información precisa de cuanto sucedía en territorio castellano y sobre todo del reino de Murcia . Otra fuente valiosa son las disposiciones y cartas de Alfonso XI y sus tutores, en las que con cierta frecuencia se recogen casi textualmente peti- ciones y denuncias efectuadas por los representantes o enviados murcianos a la Corte . Ninguna de ellas ofrece el testimonio directo que hubiéramos ape- tecido, pues la falta de sinceridad y la preponderante subjetividad en la acti- tud o en los escritos de don Juan Manuel es cosa que queda fuera de toda du- da ; los procedentes de las cancillerías regias de Castilla y Aragón están faltas de la espontaneidad que pudiéramos desear, pues ocultan o presentan la re- lación de los hechos un tanto deformados, desenfocados o tergiversados a te- nor de las conveniencias políticas de cada momento o basadas en informa- ciones no veraces, como sucede a veces con la que facilitan los emisarios murcianos . Tan sólo y no todas, algunas de las misivas que los confidentes aragoneses en Castilla escriben a Jaime 11 o las de su fiel Bernardo de Sarria parecen responder a situaciones de hecho, testimoniando un estado de opi- nión no influido por situaciones o afectos personales, de amistad o políticas circunstanciales (1) .

(1) Prescindimos de las numerosas citas que cabría ir haciendo de los documentos utilizados y nos remitimos a las dos fuentes fundamentales que nos los suministran: GIMENEZ SOLER, ANDRES : Don Juan Manuel, Zaragoza, 1932, y el Cartulario real 1352-1372 del Archivo Munici pal de Murcia, Junto a ellas el imprescindible CASCALES: Discursos históricos de Murcia y su reino, 2. a ed ., Murcia, 1775, así como los documentos murcianos publicados por PEREz BUSTA- MANTE, ROGELio, en El gobierno y la administración territorial de Castilla (1230-1474), Madrid, 1975, 2 vols, También parece conveniente aclarar que aquí no tratamos nada mas que la relación Murcia-don Juan Manuel, no un estudio del reino de Murcia bajo su adelantamiento, tema que igualmente está por hacer y que quizá algún día podamos volver sobre ello,

354 Tras la sentencia de Torrellas, la definitiva delimitación fronteriza entre Castilla y Aragón será obra lenta y creará consecuencias productoras de hechos muy dispares . En principio frontera inestable y fluctuante dada la imprecisión de los acuerdos, a lo que se une la intervención personal de don Juan Manuel o de sus delegados . Su deseo de protagonismo, su poder, ambi- ción y carácter arbitrario, tan tenaz como orgulloso, hacen que su interven- ción origine una mayor confusión, pues de modo activo participa dirigiendo o contradiciendo todo cuanto le afectaba o tiene lugar entonces en el reino de Murcia, en cuyo haber también cuentan la ambivalencia de sus señorios, aragoneses y castellanos, de igual forma que su proceder, relaciones fami- liares y politicas, ubicación de sus propiedades y otros factores personales que son elementos que influyen en la confusión y equivocas decisiones que por entonces se adoptan. No deja de facilitar esta imprecisión la imagen que ofrece entonces el reino de Murcia, en situación deplorable al salir de la in- tervención aragonesa, en que son factores fundamentales la escasez de población y su diversidad de origen ; la movilidad de la ya minoria mudejar, entonces alejada del territorio murciano y tan necesaria para la puesta en cultivo de las tierras abandonadas o por sus hechuras artesanales del sector primario y a lo que se agrega una larga, abandonada y amenazadora fronte- ra granadina que ocasiona la permanente inseguridad de todo el adelanta- miento . Los hechos que se suceden en estos años quizá tuvieron una repercusión mayor de la que pudiera corresponderle en el reino de Murcia a causa de la categoria y posición social de don Juan Manuel y la extremada repercusión que llevaba consigo su persona, actos y manifestaciones, siempre por encima de la medida, con violencia de formas, con exigencias destempladas, de sus estridentes protestas y expresiones, tanto como su soberbia que le impedia comprender o aceptar lo que no le convenía, perjudicaba sus intereses o no colmaba su voraz ambición . Se unia a ello el interés que por todos los asun- tos castellanos y en especial murcianos tuvo en todo momento Jaime II, tan- to por razones personales de parentesco, sus dos yernos y su hijo, o de amis- tad, como por su constante preocupación por cuanto sucedia en el reino de Murcia, vecino a su gobernación de Orihuela e interpuesto con el reino de Granada, con el que también cuidaba de tener permanente relación e infor- mación . De aqui la atención que presta a la problemática murciana y el que

355 mantenga correspondencia epistolar frecuente o por medio de emisarios con las partes enfrentadas: concejo y adelantado o las .indirectas del infante don Pedro y con Bernarda de Sarria, que permanece largo tiempo en Callosa, atento el oído a cuantas noticias allí le llegaban . De distintas formas puede estudíarse la actitud y actividad de don Juan Manuel como adelantado mayor del reino de Murcia, pues en una escala de valores habría que ir señalando una graduación descendente de conformi dad con su mentalidad y formas dé óbrar. Empieza anteponiendo su or- gullo, su persona, su linaje a su propio interés; ambos a las tierras y vasallos de sus señoríos; a continuación ciudades y villas de realengo cuya tenencia o posesión mantenía con diversos titulos; después, el resto del adelantamiento y en último lugar la capital, una de sus mayores aspiraciones, que siempre ambicionó poseer, no sólo por cuanto representaba para su total dominio del reino, sino vencer y destruir la hostilidad y disconformidad que en todo mo- mento le mostraron el concejo y vecinos de Murcia que, con decisión, se le enfrentaban en cuantas oportunidades se les presentaron. Porque pretensión permanente de don Juan Manuel en cuanto se refiere al reino de Murcia fue la de su total sumisión, la de ejercer una jefatura que no era precisamente la que podía proporcionarle su oficio de adelantado mayor, sino dentro de un concepto enteramente señorial, en donde su volun- tad e interés personal se sobreponía a los fueros y privilegios reates. Modo de lograrlo seria el de obtener el dominio directo con jurisdicción plena en la mayor parte del reino y, en donde no pudo realizarla, imponer gobiernos adictos, concejos en donde predominaran sus vasallos o personas sujetas a su mandato. Por ello no puede extrañar que en 1328 comunicara a su aliado el rey de Granada que excepto Murcia y Mula, todo el reino estaba a su obe- diencía . Testimonio de esta actitud, de su modo de obrar, que repite en dis- tintas ocasiones, es la denuncia que años más tarde hacia el concejo de Mur- cia y. de que se hace eco Alfonso XI: «en tiempo pasado todos los mas caualle- ros e escuderos e muchos otros omnes se fezieron vasallos e acostados de don Johan, fijo del infante don Manuel, e con el poder del dicho don Johan todos los fechos de la çibdat auien de pasar por su mano e con esto catauan mas por serviçio del dicho don Johan por conplir su talante que non por mío serviçio nin por pro de vosotros, e que ante se cunplia en Murcia e en el

356 regno las las cartas e mandado de don Johan, que las mis cartas e mío mari- dado» . La capital, centro político del reino, con una población que no parece alcanzar cifra superior a seis o siete mil personas en estos cincuenta primeros años del siglo XIV, lo que quizá supusiera más del cincuenta por ciento de cuantos habitaban entonces en el adelantamiento, es tambiên centro econo- mico del territorio y en donde se coordina y de quien dependen en circuns- tancias normales las restantes poblaciones del reino, pues si las encomiendas que la Orden de Santiago posee en el adelantamiento marchan por separa- do, no cuentan política ni económicamente ya que la falta de potencial hu- mano, cristiano o mudéjar, les limita a un mero subsistir en tan difíciles cir- cunstancias . Sólo en ocasiones de amenaza granadina se produce cierto acer- camiento y estrecha conjunción, porque el peligro afecta a todos dada la in- seguridad general del reino. Con un propósito decidido, nada oculto, don Juan Manuel procuró por cuantas formas pudo obtener el señorío, la tenencia o posesión temporal, co- mo fianza de préstamos, de todas las villas y fortalezas de realengo que estu vieron a su alcance. Ice aquí su tenaz propósito de imponer a sus vasallas en el gobierno de la capital, conseguido en ocasiones, pero siempre consciente de lo precario de su situación ante la evidente oposición de la mayor parte de los vecinos de la ciudad en admitir sus condiciones . Animosidad que produjo una continuada tensión y cuando fue posible la expulsión de sus parciales o el que los ciudadanos reclamaran su libertad de gobierno, que alcanzan por la decisiva ayuda del infante don Pedro en el tiempo que duró su tutoria o por decisión personal de Alfonso XI a poco de alcanzar su mayoría ele edad . La actitud mureiana ante don Juan Manuel y sus hombres no iba a ser una revuelta o levantamiento producido súbitamente como estallido espon- táneo y a consecuencia de un hecho concreto . Todo responde a un malestar sostenido y en donde se alternan fases de prolongada independencia y respi- ro, con otras de forzoso sometimiento, en las que se precisa continuada aspi- racíón de sus vecinos por liberarse de tutela tan gravosa o poder volver a la ciudad de donde habían sido expulsados injustamente, Porque es causa de todos, de aqui que no resulte extraño el que diversas cartas procedentes de la caneillerîa regia estén dirigidas al «concejo e hermandat» de Murcia .

357 Hermandad porque todos intervienen . Parece que estuvo promovida y mantenida por ciudadanos de condición media, hidalgos y caballeros, entre los que es posible que también contara el que en caso de triunfo se les ofre ciera la oportunidad de ser algunos de ellos quienes pudieran ocupar los puestos del gobierno de la ciudad ; pero también hay participación de los pecheros, de los menestrales, pues sufren ensus personas y bienes por el mal trato e imposiciones extraordinarias que se les exige y por ello sienten igual- mente el deseo de expulsar a quienes por su dependencia de don Juan Ma- nuel cometían toda clase de excesos, sobre la base de que la fuerza y el res- paldo del adelantado les permitia todo . Además, la presencia y exigencias de quienes no eran vecinos de la ciudad resultaban vejatorias y sus extorsiones rompían el normal desenvolvimiento de la vida urbana, en donde en am- biente casi familiar todos se conocían en la cotidiana convivencia y por ello, cuando expulsados los partidarios de don Juan Manuel, se reponga la asamblea vecinal, todos participan por igual y para los oficios se designan a personas que prudentemente se limitan a cumplir sus obligaciones y evitar excesos o arbitrariedades y en donde la comprensión es el factor fundamen- tal de sus determinaciones . Es un permanente conflicto que coincide con un largo periodo de rece- sión que afecta a todos dadas las dificultades existentes por la sucesión de crisis, y que cada comienzo de recuperacion llevaba casi siempre consigo su contrapartida: prolongadas sequias o inoportunas avenidas del Segura que destruían cosechas, ocasionaban la rotura del azud, con lo que impedia la conveniente distribución de sus aguas para el riego y ocasionaba años de pe- nuria en tanto no se procuraba su siempre frágil y apresurada reconstruc- ción; la repetición de plagas de langosta; la persistencia de los daños y cauti- verios que producían los almogávares granadinos en sus profundas penetra- ciones por todo el adelantamiento . Si a estos hechos climatológicos y huma- nos se une la novedad de exigencias tributarias, el maltrato de la justicia, la falta de un reparto equitativo en las imposiciones, más las extorsiones y ar- bitrariedades de quienes de forma oficial les representaban en el gobierno de la ciudad o ante la Corte, no es de extrañar la acción colectiva conjuntada con el mismo propósito y que en los documentos suenen con igual sentido las palabras hermandad y comunidad . Porque no hay rivalidades partidistas en el interior de la población, sino la continuidad de una tensión social y poli-

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tica con sus consecuencias económicas entre dos bandos bien diferenciados: los que aceptando el señorio de don Juan Manuel o como sus vasallos ocupan temporalmente los puestos rectores del concejo, y el resto de la población, los vecinos, sojuzgados e impotentes para liberarse de la opresión político- económica de señor de Villena en dos largas etapas de su adelantamiento : últimos años del reinado de Fernando IV y los cinco años que preceden a la mayor edad de Alfonso XI.

EL ADELANTAMIENTO 1284-1296

A la muerte de don Fernando de la Cerda, en cuyo nombre gobierna el adelantamiento murciano don Enrique Pérez de Arana, debió ser nombrado el infante don Manuel, si bien, como tal, por vez primera lo encontramos ci tado en mayo de 1280 (2), ejerciendo el oficio en su representación Diego Sánchez de Bustamante. En junio de 1282 desaparece esta nominación en los privilegios rodados, ya que desde febrero de este año don Manuel militaba en las filas de su sobrino Sancho, alzado frente a su padre, por lo que la cancilleria regia dejó de incluirlo entre los confirmantes de los privilegios ro- dados. Dada la sítuación que se crea en todo el reino de Murcia, en gran parte con don Sancho frente a la lealtad de la capital, no parece que se efectuara por entonces nuevo nombramiento de adelantado, puesto que no es hasta el 23 de mayo de 1284, ya proclamado Sancho IV rey de Castilla a la muerte de su padre, cuando sus cartas a Murcia se dirigen «a los adelantados del reyno de Murvia por don Juan, fijo del ynfante don Manuel», lo que parece indicativo del propósito del monarca de mantener la titularidad del adelan- tamiento en el hijo de su do Manuel, que tan decidida ayuda te había presta- do en su rebelión, aunque don Juan Manuel sólo contara entonces con dos años de edad . Debió ser tan sólo un acto de cancilleria, porque el 3 de julio del mismo año es don Ramón de Rocafull quien se titula adelantado por el rey en el

(2) TORRES FONTES: Los adelantados mayores del reino de Murcia en el siglo XIII, Murcia, 1980, pág. XX .

359 reino de Murcia, aunque quizá una titularidad interina y a-tenor de la con- fusa situación existente, pues en agosto del mismo año el desempeño del ade- lantamiento se normaliza con la designación de Garcia Jufre de Loaisa . A éste sucedería ya de forma regular Fernán Pérez de Guzmán, quien se man- tiene en su titularidad hasta abril de 1288 . A partir de 1 de agosto de este año gobierna Juan Sánchez de Ayala,. indicando su tenencia del adelanta- miento por don Juan Manuel, entonces de seis años . Ejercicio del cargo por Sánchez de Ayala que se mantiene hasta 1296, cuando Jaime II invade el reino de Murcia y se apodera de la mayor parte del territorio, si bien no por ello desaparece la continuidad nominal de don Juan Manuel, pues como tal se le incluye en privilegio rodado de 30 de mayo de 1300, aunque en el traslado que nos queda erróneamente se transcribe Joaquin en lugar de Johan .

EL ADELANTAMIENTO 1306-1320

La participación tan eficaz y prolongada del maestre de Santiago en el reino de Murcia durante la ocupación aragonesa en defensa de sus enco- miendas, incluso por la fuerza de las armas, motivó que cuando en 1304 se firma la sentencia de Torrellas fuera don Juan Osorez la persona apropiada para efectuar el reintegro del mermado reino de Murcia a la Corona de Cas- tilla, y es el quien con el titulo de adelantado mayor se hizo cargo de todas las fortalezas que fueron devueltas por el rey de Aragón y lleva a cabo la adecuada estructuración y puesta en marcha de la seguridad militar del territorio . De igual forma cuando a la necesidad militar sigue la de fijación de fron- teras y la conveniente reorganización administrativa, tiene lugar la sustitu- ción de don Juan Osorez por un politico, Diego Garcia, autor, junto al representante aragonés, de la rectificación de la sentencia de Torrellas en el nuevo acuerdo de Elche, de 1305 . Cumplida su labor, es don Juan Manuel quien retorna de manera efecti- va al adelantamiento . Fecha inicial documentada es la de 16 de abril de 1306, en que Pedro López de Ayala, hermano de Juan Sánchez de Ayala, lo

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desempeña en su nombre (3) . En febrero de 1307 hace acto de presencia en la ciudad de Murcia don Juan Manuel. Son los momentos en que se reorga- niza lentamente el reino y por su parte, como adelantado y en buenas rela- ciones con Jaime II, pudo establecer un principio de acuerdo con Aragón en cuanto afectaba a la común utilización de leña, grana, pastos y caza en tierras cuya propiedad se discutía por Murcia y Orihuela, a la espera de que los respectivos monarcas dieran solución definitiva a la disputa . Interesado en los asuntos murcianos, recomendaba no mucho después a los enviados murcianos a la Corte aragonesa a reclamar débitos de los años anteriores en los que el territorio murciano había estado bajo su mandato. De igual for- ma, invocando el acuerdo de Torrellas, solicitaba se mantuviera lo tratado en cuanto a que recíprocamente los propietarios de heredamientos en reino extraño pudieran trasladar sus rentas y esquilmos a los lugares en donde eran vecinos, a lo que el Procurador y Bayle de Orihuela se oponían. En el transcurso de los años siguientes el ascenso político de don Juan Manuel se hace cada vez más preciso y de forma oficial lo obtiene en mayo de 1308 cuando firma capitulaciones con Fernando IV, María de Molina e infante don Juan, en la que se mantiene el principio de que dados los muchos y buenos «debdos que en uno avemos de linage et de parentesco, por ende devemos querer et ligar et ayuntar todas las cosas que vieremos et en- tendieremos que son et seran servicio de Dios et deregamiento de los regnos de Castiella et de Leon et pro et guarda de nos et de los nuestros faziemos et guardarnos de todos aquellos que algun mal et bollicio quisieren poner entre nos» (4) . Esta exposición es quizá una de las manifestaciones más concretas que refleja el sentir de don Juan Manuel, orgulloso de su linaje de reyes y con él su razón de participar en el gobierno de Castilla. Pero actos solemnes, acuerdos en los que incautamente creía, por lo que fue engañado repetidas veces y que se contrapone a su temperamento de excesos y negativas a cual- quier diálogo o concesión a sus gobernados, a los que agraviaba con sus

(3) El 16-IV-1306 a Pedro López de Ayala, adelantado por don Juan, fijo del infante don Manuel . En 1309-IX-12 se menciona a Sancho Sanchez de Larriega, adelantado del reino de Murcia por Pedro Lopez de Ayala, adelantado por don Juan . (4) GIMENEZ SOLER: ob . cit . TORRES FONTES: Relación murciana de los Lopez de Ayala en los siglos XIII y XIV, Murcia, 1978, pag. 9.

361 exigencias y desconocimiento de sus derechos y privilegios. Si durante los años que reina Fernando IV en Murcia todo iba a ser un lento renacer y obrar dada la escasez general de vecinos y medios, cuando en el transcurso de los años la efectividad de la vida ciudadana adquiera un ritmo preciso y se superen las dificultades de los primeros años que siguen a la ocupación aragonesa, la oposición a don Juan Manuel y a sus gentes comienza a crecer con semejante ritmo a causa de las injusticias y apropiaciones indebidas que sus vasallos cometian en la ciudad aprovechando su desempeño de los pues- tos rectores del concejo. A la muerte de Fernando IV se datan documentos suyos en la ciudad de Murcia en septiembre de 1312, dos meses antes de que firmara convenio con el infante don Pedro, reconociéndole su tutoria de Alfonso XI y esperanzado en las promesas de que gozaria de jurisdicción muy amplia en distintos sec- tores del reino castellano y entre ellas totalidad de atribuciones en territorio murciano. Todo iba a flesarrollarse de forma muy distinta a como pensaba haber conseguido, pues de común acuerdo, con el silencioso apoyo del in- fante don Pedro, desde aquel momento, Murcia la negó la obediencia y ex- pulsó a sus hombres de la ciudad. Serán ocho años de continuas amenazas y presiones de todas clases sobre el concejo de Murcia, que irian rechazando una y otra vez, sin ceder en ningún momento . Todo cambia cuando la ines- perada muerte de los infantes don Pedro y don Juan facilita el nombramien- to de don Juan Manuel como tutor de Alfonso XI. Es entonces cuando los convenios, promesas y anteriores compromisos, siempre en suspenso, entran en vigor, pues por ambas partes hubo comprensión de las circunstancias de unos y otros, por lo que a tenor de la nueva situación se restablece la norma- lidad institucional, y con ello la gradual imposición de los hombres de don Juan Manuel en la ciudad de Murcia. En estos ocho años se producen una serie de variados hechos y de diversas intervenciones dirigidas todas ellas a procurar el restablecimiento de la autoridad de don Juan Manuel, al pago de las rentas que le pertenecian por la tenencia de las fortalezas. que tenía a su cargo y, en cierto modo, aunque con reservas, de vuelta a la situación de hecho existente a la muerte de Fer- nando IV . Son tres factores, tres lados de un triángulo : infante don Pedro, don Juan Manuel y concejo murciano . El infante compenetrado casi en todo

362 tiempo con los dirigentes murcianos y jugando la misma baza aunque ofi- cialmente las manifestaciones, decisiones y exposiciones no sean las mismas. Con habilidad, prometiendo y no cumpliendo, rogando cuando fue preciso o arxenazando en ocasiones, pero siempre dominando la situación y mostrando unas dotes políticas muy superiores a las que en principio parecía tener, el infante don Pedro con tenacidad, paciencia y energía, según el caso --persona y tiempo- pudo enderezar el gobierno castellano e imponer una línea política con el infante don Juan que, si no óptima, en cierta manera ofrecía perspectivas más risueñas que las que se reflejaban en los últimos años del reinado de Fernando IV, y entre ellas mantener alejado del poder a don Juan Manuel. El juego era claro, fomentar la rebelión urbana frente a las asechanzas, pretensiones y posición de la gente de don Juan Manuel en Murcia, modo de debilitar sus bases que era al mismo tiempo frenar sus ape- tencias a intervenir en el gobierno de Castilla. Al otro lado el concejo murciano, Ante las desmedidas pretensiones de don Juan Manuel y su mal trato, basado en que su autoridad no podía ser discutida y todo cuanto se realizara seria conforme a su dictado e intereses, los vecinos de Murcia a voz de hermandad se confabularon para cortar de forma tajante sus exigencias y mal gobierno . En día convenido la rebélion se extendió por toda la ciudad, el alcázar fue asaltado y destruido con expul- sión de su alcaide Sancho Manuel, hermano natural de don Juan Manuel, y la de todos sus vasallos y parciales, que al abandonar la ciudad se refugiaron en la vecina villa de Molina Seca . Y en el extremo opuesto don Juan Manuel . En los comienzos de la minoría de Alfonso XI el señor de Villena contaba treinta y cuatro años y larga experiencia en la política castellana por sus intervenciones en los últi mos años de Fernando IV, dominando la vida murciana y con pretensiones de ser incluido en uno de los puestos rectores del gobierno castellano en la mayor edad de Alfonso XI . Crédulo, excesivamente crédulo en muchas oca- siones, desconfiado con exceso también en otras, siempre engreído, pensó que por su posición social, relaciones familiares, especialmente con Jaime 11, medios económico-militares y, sobre todo, por considerarse con persona- lidad política más que suficiente para integrarse en el grupo familiar que se disputaba la regencia de Alfonso XI, a la que creía tener derecho propio, su

363 innato deseo de protagonismo irá unido a su resentimiento y ambición . Y para su política castellana necesitaba no sólo mantener los extensos señoríos y tenencias de fortalezas junto a sus cargos de mayordomo real y adelantado de Murcia, sino el dominio de la totalidad del reino murciano, arropado por sus vecinos aragoneses y granadinos con los que en todo momento supo man- tener buena amistad, lo que seria base segura para sus pretensiones en la Corte castellana . El alzamiento del común vecinal de Murcia tuvo feliz resultado al lograr la expulsión de la guarnición y de los vasallos y «acostados» de don Juan Ma- nuel con destrucción de parte del alcázar . De hecho contando con el be neplácito del infante don Pedro, al que no sin razón se le acusaría años más tarde de ser el inspirador de todo ello : «supe por cierto que esto que los de Murcia hicieron, lo hicieron por mandado del infante don Pedro» . Acusa- ción que hace don Juan Manuel como tutor de Alfonso XI en 1320, modo de disculpar la rebelión del concejo murciano y facilitar la reconciliación, pues ni la comunidad murciana podía seguir manteniéndose en permanente rebeldía contra don Juan Manuel, ya tutor del rey, ni éste intentar ganar por la fuerza a Murcia . Pero esta exención de culpa iba acompañada de otras disposiciones en nombre del rey que tendían a imponer otra vez su de- pendencia de don Juan Manuel y la intromisión de sus oficiales en el gobier- no de la ciudad . Esta rebelión murciana no es una acción revolucionaria, pues no intenta cambiar nada, sólo hacer cesar la presión y presencia manuelina, volver a- un tiempo anterior, y si la pugna alcanza en algún momento cierto carácter dramático, no llega a ser cruenta, y que al mismo tiempo es coyuntural, pues no resulta caso único ni singular, aunque en su desarrollo adquiera ca- racteres peculiares a tenor de las personas que intervienen, territorio donde se produce y los años en que tiene lugar . En estos ocho años los documentos ponen de manifiesto el antagonismo que se mantiene ante una situación que se prolonga sin satisfactoria solución para las tres partes en discordia . Hubo una reacción violenta de don Juan Manuel, cuyo alcance ignoramos, pero que motivó la amonestación de_ Jaime 11 por su conducta, aconsejándole sosegar la tierra, aunque lamenta- ba lo que Murcia había hecho contra él y sus gentes, e incitándole a la con-

364 veniencía de no alterar la paz y procurar restablecer la amistad con el infan- te don Pedro, modo de lograr la quietud murciana . Situación conflictiva que adquiere dimensiones internacionales a causa de las amplias relaciones de don Juan Manuel. En enero de 1313 era el rey de Granada quien escribía a Jaime 11 ofreciedose como mediador ante don Pedro por su amistad y afecto a don j uan Manuel. Al mes siguiente Jaime 11, en arbitraje aceptado por todos, intentó obtener resultados más positivos ofreciendo al concejo de Murcia su ayuda y garantía de que si se firmaba acuerdo entre don Pedro y don Juan Manuel habría plena seguridad y honra para el concejo y «hermandad» de Murcia . No lo hubo y don Juan Manuel en 1314 amenazaba con dejar fuera de la tregua que habla firmado con el rey de Granada al territorio murciano fuera de su obediencia y de incitar a los granadinos a efectuar incursiones si no le reconocían como adelantado y le abonaban las rentas de los castillos que tenía en tenencia. Y Jaime II te hu- bo de advertir ante su conducta que «no es aquesta buena manera por traer los de Murcia a vuestro entendimiento, porque es en gran carga e gran infa- mia vuestra, a Dios e a el mundo» . Se mantuvo firme el concejo de Murcia con el apoyo de don Pedro . En mayo de 1314 se menciona en carta real a Gonzalo Pérez Mexia «adelantado por mi en el regno de Murcia», que bien podia serlo por don Juan Manuel o puesto por el infante don Pedro, firmante de dicha carta. El mismo don Pedro atiende seguidamente la petición murciana de destinar un tercio de la renta de la tafurería, confirmando privilegio de Alfonso X, para el reparo del alcázar que «agora esta derribado». Y aún más, que el alcázar lo mantu- viera en adelante la ciudad, sin dar su tenencia a nadie ajeno a ella, y que «lo non dedes al adelantado nin alcayde ninguno quel alcaçar tenga daqui adelante por cartas mías que vos muestren» . Ante las dificultades en que se encontraban y la amenaza granadina faci- litada por don Juan Manuel, Jaime 11 debió autorizar, o por lo menos saber y dejar pasar, que Berenguer de Puigmoltó, vasallo suyo, acudiera a defen der la ciudad, según acusaba don Juan Manuel «con gente vuestra se era en Murcia et que los de Murcia entendien de fazer su capdiello del encuentra vos» . Situación limite y la conveniencia de reforzar la actitud de la capital y de proporcionarle la seguridad militar apetecida en la incertidumbre de

365 cuanto don Juan Manuel pudiera hacer personalmente o los granadinos con su beneplácito, el infante don Pedro designó a Diego López de Haro como adelantado mayor del reino. El cese de don Juan Manuel iba acompañado con otra carta de don Pedro haciendo merced a Murcia de Molina Seca, en poder de don Juan Manuel, como aldea de la ciudad. El 7 de diciembre lle- gaba López de Haro a Murcia y el dia siguiente presentaba su carta de nombramiento, fechada en 14 de noviembre. La decidida actitud del infante don Pedro obligó a don Juan Manuel a dar marcha atrás y en Uclés hubo principio de acuerdo en 1315: don juan- Manuel recobraría el adelantamiento y daba plena seguridad a los mur cianos de no proceder contra ellos . Por su parte don Pedro escribió a López de Haro el 4 de enero notificándole lo acordado y a su suegro, Jaime 11, con el ruego de que si, a pesar de estas cartas y seguridades, en Murcia no querian recibir a don Juan Manuel, diera orden a sus vasallos de que no tu- vieran contacto, comercio ni relaciones con los de Murcia . Don Pedro cumplió oficialmente su compromiso, pues en carta de 15 de mayo se hace mención de cómo «tirara el adelantamiento al dicho Diego López» . Pero una vez más las cosas no eran lo que aparentemente parecían pues el concejo murciano se mantuvo firme en su decisión y en su ayuda vinieron las consecuencias de un hecho que se produjo entonces y que conmovió a to da Castilla e incluso a Aragón, como fue el famoso «riepto» de don Guillén de Rocafull contra don Juan Manuel, que distanció otra vez al señor de Villena de la Corte. Cuando las cosas volvieron a su cauce, el infante don Pedro autorizó a don Juan Manuel a ir contra Murcia y ordenó «a todos los congeios de las sus comarcas que los maten e les tomen cuanto les fallaren de lo suyo» . No pasó nada y después, la guerra de Granada en los primeros me- ses de 1317, aleja otra vez la solución del problema. En el mes de junio Jaime 11 enviaba a Murcia a su mejor diplomático, Gonzalo García, a tratar de convencerlos de que acataran a don Juan Manuel, sin resultado alguno . En la guerra de Granada, abierta en todos los frentes, fue derrotado Pedro López de Ayala, adelantado por don Juan Manuel y su capitán en Lorca, por lo que tuvo que acudir el propio señor de Villena, que se en contraba en su villa de Molina Seca, en las cercanías de la capital, en un asedio no formal, pero esperanzado de lograr la apertura de sus puertas,

3S6 llamado por Gonzalo Garcfa ante la gravedad de la situación . Porque según le escribía era necesaria su presencia y «la estada en Lorca con aquella gente que tenia que salvar el lugar, do las gentes estauan muy esmayadas e que los moros reçelarian de entrar». La presencia de don Juan Manuel en Lorca fue suficiente, tras un «desbarato» de los moros para alejar la amenaza. Dos hechos iban a proporcionar una solución temporal al problema . El infante don Pedro pidió personeros al concejo y hermandad de Murcia para tratar de llegar a un acuerdo general. En San Esteban del Puerto, en mayo de 1319, con intervención de los infantes don Pedro y don Juan, represen- tantes de don Juan Manuel y los de Murcia se llega a la firma de una concor- dia, en que se concretaba . validez para todo cuanto se hubiera realizado en sus respectivos oficios por los alcaldes, alguaciles, jurados, almotacén, etc. ; supresión de toda clase de pesquisas y de investigación del empleo que el concejo hubiera hecho de las rentas reales y concejiles anteriores, salvo caso de homicidios; quedaban sin valor los juramentos, pleitos y posturas hechas de no recibir a don Juan Manuel ni a sus vasallos; aceptación de don Juan Manuel como adelantado y Alfonso Fernández de Biedma en su nombre . Siete dias más tarde don Juan Manuel se quejaba de que el concejo de Murcia no cumplía lo pactado ni recibian a sus gentes en la ciudad, pues si los emisarios murcianos hubieron de aceptar lo que les fue mandado por los infantes don Pedro y don Juan, otra cosa era, una vez en Murcia, llevarlo a cumplimiento . El día de San Juan de junio los infantes don Juan y don Pedro morían en el frente de Granada. Desaparecía asi el continuado y firme apo- yo con que hasta entonces había contado el concejo murciano . En octubre de 1320 se expide una carta real de perdón general por todo cuanto los veci- nos de Murcia pudieran haber incurrido en los años anteriores y en que se culpa de todo lo sucedido al infante don Pedro. Esto supone el comienzo de una nueva etapa, ya que don Juan Manuel conseguiría encaramarse al poder y en estas circunstancias al concejo de Murcia no le queda sino esperar tiempos mejores y sufrir con paciencia las extorsiones y desafueros, agravios y perjuicios, la vuelta atrás, que iban a ocasionar otra vez los hombres de don Juan Manuel . Alfonso Fernández de Biedma, adelantado por don Juan Manuel, parece ejercer su oficio con toda normalidad ya en octubre de 1320 .

367 EL ADELANTAMIENTO 1320-1325

Son escasos los documentos reales y particulares correspondientes a los años 1320-1325 concernientes a Murcia y sus relaciones con don Juan Ma- nuel . Se impuso silencio a la población murciana y debió ser abrumador al faltarles medios para manifestarse y ámbito donde expresar sus opiniones, protestas, quejas y exposición de agravios, porque hubieron de someterse a las exigencias de don Juan Manuel y su gente tan pronto como éste, a la muerte de los infantes don Pedro y don Juan, alcanza la apetecida tutoría de Alfonso XI. Y si entonces, en principio, su actitud fue hasta cordial y apa- rentemente afectuosa, se debe a la personalidad de doña María de Molina, imponiendo cordura y serenidad a los nuevos candidatos a ejercer con ella la tutoría de su nieto . De ella dimana la carta de perdón por la rebeldía mur- ciana en los años anteriores y a ella se debe sin duda la carta que en igual sentido escribe pocos días más tarde el propio don Juan Manuel a la ciudad de Murcia. La elevación del señor de Villena al gobierno de Castilla llevó consigo el obligado cambio en el desempeño de los oficios concejiles, a los cuales acce- dieron vasallos suyos y gente adherida a su política y que colaboraban en su servicio, ya qué el resto de la población no contaba nada, falta de ayuda de autoridad superior al adelantado que les protegiese. Los vecinos de Murcia pierden entonces sus posibilidades de representa- ción directa, tanto en la ciudad, donde los cargos concejiles fueron ocupados por quienes dispuso el adelantado Pedro López de Ayala, como en la Corte, pues los procuradores o emisarios ante los tutores fueron siempre los mismos, como Calvillo, Porcel o López de Diacastillo, quienes no ocultaban su servi- cio a don Juan Manuel y se proclamaban «hechura» suya; ellos fueron los que en las Cortes de Valladolid de 1320 lo aceptaron por tutor en represen- tación de la ciudad, solicitaron su benevolencia y olvido de los hechos pasa- dos y obtuvieron un cuaderno de gracias. Alejados del poder, sometidos a un trato discriminatorio, la penosa si- tuación de los «antimanuelistas» tuvo pocas salidas y soluciones, siempre malas o deficientes . Años después lo reconocía Alfonso XI al expresar que «al tienpo que era mio tutor echo muchos ornes buenos de la çibdat sin ningun

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merepimiento porque amavan mío servicio, e otros que fincaron en la çibdat que les tomo mucho : de lo suyo» . No fue esto sólo, unos desterrados y otros robados, porque además, los que sufrian con paciencia la opresión y agra- vios de la gente de don Juan Manuel, fueron incitados a denunciar los daños y perjuicios que sufrian y promover pleito, lo que les obligaba a vender cuanto tenían y después, al reservarse don Juan Manuel juzgar estos casos, daba sentencia «como el queria a pro de sus vasallos e acostados» según testi- monio del propio Alfonso XI pocos años más tarde. No parece que estas afir- maciones sean falsas o se exageren en demasia, pues conociendo las formas de proceder del señor de Villena y de su gente, no sólo entra en lo posible, si- no que resulta casi normal . Ya tutor del rey de Castilla, la politica de don Juan Manuel respecto al reino de Murcia cambia en un doble aspecto. Ahora le interesa la paz en el adelantamiento, tanto exterior como interior. Para ello busca una vez más la intervención de Jaime II para solucionar el problema granadino . El mo- narca aragonés escribía al de Granada el 4 de abril de 1321 rogándole conce- diese tregua a las tierras de don Juan Manuel y al adelantamiento murciano, lo que fue posible y el día 2 de septiembre Ismail comunicaba a Jaime II que había otorgado paz a Murcia y Lorca . Y la paz interior, tanto por tener ma- yor control y vigilancia en la capital, como atrayéndose la gratitud eclesiás- tica, ya que muerta doña María de Molina, una carta a nombre de Alfonso XI, fechada de Bonilla el 3 de diciembre, disponía que un portero real pu- siera a la Iglesia de Cartagena en posesión de los lugares de Alguazas, Alcan- tarilla y Monteagudo, los cuales les hablan sido concedidos por Fernando IV en 1311 a cambio del castillo de Lubrin, si bien aplazado el intercambio mientras viviera doña Maria de Molina, a quien pertenecían. En Barco de Avila, el 8 de diciembre, don Juan Manuel encargaba a Pedro López de Ayala, su teniente de adelantado, de que hiciera cumplir la disposición real (5) . La paciencia de los murcianos fue larga, pero tan grande debió ser la opresión y exasperación a que llegaron, que meses antes de que Alfonso XI

(5) TORRES FONTES: El señoreo de Alguazas en la Edad Media, Murcia, 1977, pág. 14. Al- guazas y Alcantarilla pasaron de inmediato a ser posesiones de la Iglesia de Cartagena, no así Monteagudo, cuya fortaleza quedó en poder de gente adicta a don Juan Manuel, al parecer por su título de adelantado mayor del reino .

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cumpliera su mayoría de edad y cesara en el gobierno a sus tutores, se rebe- laron o por lo menos expresaron de forma contundente su airada protesta por cuanto tenían que soportar . El 18 de febrero de 1325 escribía Jaime II a Pedro López de Ayala sobre los hechos ocurridos en Murcia poco antes y en que resultó herido Sancho Sánchez de Larriega, caballero de don Juan, oca- sionado por el «ayuntamiento, alboroto e bulligios e asonamientos fechos en la dicha ciudad contra vos por aquellos que ficieron las dichas feridas» . No dice más la carta, pero de por si estas líneasson bien explícitas en cuanto a lo que pudo suceder y que sin duda responde a una situación conflictiva que se tradujo en explosión ciudadana ocasionada por cualquier causa, puede que incluso mínima, pero suficiente para desencadenar el odio mal encubierto que la población mantenía contra sus opresores. Por lo que sucede después se deduce que no llegó á más este estallido, que no rebelión, entre otras cosas porque la experiencia de lo ocurrido trece años antes sería suficiente para evitar iguales consecuencias y que la guarnición del alcázar, prevenida, no se dejaría sorprender. Debió ser un tumulto de amplia trascendencia, pues las expresiones que utiliza Jaime II para mencionarlo así lo muestran: ayuntamiento, alboroto, bullicio y asonada, que suponen densa concentración vecinal . ¿Qué sucedió después? No parece que hubiera reacción fuerte contra ellos, aunque aumentaron los destierros, quizá porque López de Ayala fue comprensivo (6) . A estos hechos sigue la consecuencia casi inmediata y sería el que Pedro López de Ayala pierde el favor de don Juan Manuel, pues sería sustituido en el adelantamiento por Juan García de Loaysa en octubre del mismo año, así como el cambio de postura de López de Ayala, que muy pronto se iba a con- vertir en el enemigo más tenaz y duro'que tuvo don Juan Manuel en los años siguientes . Entre uno y otro acontecimiento y ante la situación anárquica que se extiende por toda Castilla y bien aconsejado en lo que debía hacer,

(6) «fueron echados ende por mandado de los mios tutores e otros quesalieron por miedo de los dichos tutores o por miedo de muertes o de ordenamientos e de juras e de omenajes que los concejos e omes apartados de las gibdades e villas e de los logares donde eran, e que fezieron pre- gonar que ellos e sus mugeres e sus ornes e todos los que con ellos vevian que salieran de las villas e de los terminos onde eran, e despues que salieran de la dicha gibdades e villas e lagares fueron pregonados que pareçiesen ante los dichos tutores e ellos regelando de los dichos tutores no osaron venir a los dichos pregones e por esta razon dieron sentengia contra ellos e contra sus bienes e to- maronles lo que avían» .

370 Alfonso XI decidió tomar el gobierno de sus reinos y cesar en sus atribuciones y poderes a sus tutores .

EL ADELANTAMIENTO 1325-1330

Entre estos años cabe enmarcar un nuevo periodo en las relaciones y ten- sión Murcia-don Juan Manuel bien definido, puesto que en él se suceden di- versas alternativas, si bien dependientes en gran parte de cuanto acontece en las más altas esferas políticas de Castilla, que son precisamente las fases de entendimiento o enemistad Alfonso XI-don Juan Manuel . Pero esta relación de dependencia no es entonces como la existente años antes con el infante don Pedro, porque el concejo de Murcia se encuentra con órdenes reales muy concretas, que hay que obedecer, y con un caudillo o guia, Pedro Lo- pez de Ayala, que aporta factores personales a las antagónicas posiciones y que proporcionan otro contenido y mayor actividad bélica y apasionamien- to a la pugna . Es una, su larga experiencia como adelantado del reino; otra, su capacidad de lucha y caudillaje y, en tercer lugar, su odio o resentimiento contra don Juan Manuel, a quien habia servido con entera lealtad y afán du- rante veinticinco años, de igual forma que anteriormente su padre y herma- no lo hicieron con don Manuel . Su cese en el adelantamiento, por causas que desconocemos, motivaria su enemiga a don Juan,Manuel y el que sus inter- venciones se caractericen porque imprime dureza y decisiones enérgicas que ocasionan una lucha, a veces cruenta, como no habia sucedido en el periodo anterior. Junto a la dualidad Murcia-Don Juan Manuel, de carácter personal o di- recto, hay otro aspecto en esta contienda menos perceptible, pero que tam- bién entra en juego y su trascendencia es mucho mayor de la que aparente mente ofrece. En las Cortes de Valladolid de 1325, en que se declara la ma- yor edad del rey, se adopta un acuerdo que es el comienzo de la conversión del concejo abierto en concejo reducido o representativo, el de albalaes co- mo entonces se denomina, lo que va a constituir el municipio en su sentido estricto . Y la realidad es que si el monarca así lo intenta y lo impone con al- cance territorial en el transcurso de su reinado, este cambio o reforma en el caso murciano se realiza por interesada iniciativa de don Juan Manuel, su

371 adelantado mayor, y es, además, donde se va a llevar a efecto en primer lu- gar, puesto que se realiza en el mismo año . Los adelantados, como representantes directos del monarca en el reino, cuando les era posible imponian su autoridad en una serie de aspectos y atri- buciones que no parece que les correspondiera . Una de ellas fue el paso de la simple fórmula de tomar juramento a los oficiales del concejo cuando eran renovados el día. de San Juan conforme fuero, a presidir las asambleas con- cejiles e intentar dominar y dirigir la vida ciudadana . Cosa no fácil dado el número de quienes podian participar en la elección y los heterogéneos parti- cipantes en estas asambleas . Modo de lograrlo seria ir reduciendo posibilida- des de intervención a quienes integraban el común ciudadano . Si para el de- sempeño de los oficios concejiles se había llegado ya a la exclusiva participa- ción de caballeros e hidalgos, e incluso en Murcia se adelantaron también a la disposición alfonsi de las obligatoriedad de mantener caballo y armas a quienes disfrutaban de bienes suficientes para ello conforme a determinada cuantía, ahora, con el ejercicio pleno de gobierno por parte de don Juan Ma- nuel se implanta un concejo reducido a cuarenta miembros, designados por el nuevo adelantado Juan García de Loaysa, entre quienes le eran afectos y sujetos a sus órdenes, tanto entre vecinos como vasallos propios que no lo eran . Era la forma de impedir ese concejo y hermandad de que se habla en los años en que el infante don Pedro era tutor de Alfonso XI. Es el concejo representativo, aunque sólo representaba a una minima parte de la pobla- cion. En Valladolid, el 14 de agosto de 1325, se fecha la carta que Alfonso XI dirige a Murcia para dar a conocer su decisión de tomar el gobierno de sus reinos ante la grave situación en que se encontraba Castilla y disponia el cese de sus tutores . Al día siguiente los procuradores de Murcia, los mismos que en años anteriores, lograban la confirmación de sus privilegios y prestaban pleito y Homenaje al monarca . Hubo dudas en Murcia si con el cese de don Juan Manuel como tutor lo era también como adelantado y hasta el 11 de octubre no aclaraba Alfonso XI su confirmación en el oficio y orden de que siguieran teniéndolo como tal, pues parece que en este tiempo hubo algunos . movimientos en la ciudad, esperanzados en que hubieran terminado los des- manes y extorsiones de los hombres de don Juan Manuel. Dos dias más

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tarde escribia el propio don Juan Manuel comunicando esta disposición real y la designación de Juan Garcia de Loaysa como su teniente de adelantado. Había tenido lugar entonces el acuerdo del futuro matrimonio del monarca con doña Constanza, hija de don Juan Manuel, que éste comunicaba alboro- zado el 14 de octubre a la ciudad de Murcia . Recobra así don Juan Manuel el papel preponderante que había tenido hasta meses antes en el reino de Murcia, pero con obligado cambio de tácti- ca, pues ya no era posible el omnimodo gobierno del adelantado sobre la ca pital, y medio para conseguirlo seria la constitución del concejo representa- tivo, designado en su totalidad por el adelantado . De esta forma a los conse- jeros de Alfonso XI se le ofrecia una perspectiva grata para la política real, como era la de comenzar a controlar a los poderosos concejos, cuya fuerza politica y económica pesaba mucho en la marcha del reino. Era evitar, en palabras de Alfonso XI, el «ayuntamiento de muchas gentes cuando se faze a menudo en las mis çibdades e villas que non es mío servigio» (7), por 1-o que el 17 de diciembre de 1325 daba su aprobación a esta reforma. Es el comienzo de algo definitivo, pues si el número de quienes integra- ban el concejo sufriria modificaciones en el transcurso de los cuarenta años siguientes con Alfonso XI y Pedro I, el concejo representativo sustituto de la asamblea general de vecinos es un hecho irreductible, aunque siguiera con- vocándose el concejo -abierto durante algún tiempo, especialmente en periodos de profundas crisis, pero ya sin la fuerza y el carácter decisorio qué habían tenido, hasta que llegue su total desaparición en el siglo siguiente . Ante esta situación de hecho y nuevas fórmulas juridicas que afianzaban a los hombres y formas de actuación que habían tenido hasta entonces los afectos a don Juan Manuel, los vecinos de Murcia expulsados de la ciudad, desposeídos de sus bienes y maltratados en el orden juridico, politico y eco- nómico, recurrieron directamente al monarca exponiendo sus quejas y reivindicaciones . En 1 de febrero de 1326 lograban carta de Alfonso XI en la

(7) En la misma carta, de 17-XII-1325, el monarca aceptaba la propuesta murciana de «que fue puesto entre vos que oviere y quarenta cavalleros e omes buenos de vuestros vezinos que ordenasen e viesen todas las cosas que mío servicio e pro e guarda de vosotros fuese, e lo que ellos ordenasen, que estodieredes por ello» . TORRES FONTES : El concejo murciano en el reinado de Al- fonso XI, AHDE, XXIII, 1953, 141 .

373 que, atendiendo su denuncia, ordenaba que se les permitiera su regreso a la ciudad y la devolución de sus bienes . Carta real que fue reiterada el 15 de abril, lo que evidencia el incumplimiento de la anterior, y para su efectivi- dad la enviaba con su portero, Juan Díaz, con el imperativo de su inmediata efectividad . Decisión que fue aprovechada por los desterrados para intentar cambiar las tornas. El portero real pregonó por toda la ciudad que quienes fueran leales al rey acudieran a la reunión de un concejo general, y en éste se acordó revocar el ordenamiento del adelantado creando el concejo de cuarenta miembros . La contraofensiva se produce en la corte real. El adelantado y concejo denunciaban que los desterrados «alborotaron el pueblo e fezieron concejo e revocaron todas las cosas que el dicho don Johan avia fecho, et revocaron los cuarenta cavalleros e omes buenos que yo mande» . Y el rey no pudo por me- nos de adoptar una decisión prudente y oportuna . Si por una parte manteniá su orden de que pudieran volver a la ciudad todos los que habían sido expulsados de ella y se les devolviera sus bienes, por otra exigía que se mantuviera el concejo de cuarenta hombres buenos . Pero a esta doble aten- ción a las partes «si quier sean de los que fincaron y en la villa, si quier de los que andavan fuera», añadia el que se pusiera tregua entre las facciones y se evitaran escandalos y «bolliçios», reuniones y alborotos bajo pena de muer- te, dando plazo de treinta dias para que acudieran a su corte representantes de unos y otros, de igual forma que anunciaba el envio de otro portero real para recabar información precisa con objeto de adoptar las decisiones con- venientes . Veintiséis dias más tarde el rey se congratulaba de las noticias que le lle- gaban: paz y sosiego, los desterrados permanecían en la ciudad y el concejo había sido restablecido, por lo que dejaba sin efecto su orden de que se pre sentaran delegados de ambas partes en su corte. Pero una cosa es lo que se decía al monarca y otra la realidad de cuanto sucedía. Si los desterrandos habían vuelto, su situación seguía estando en precario, tanto por inseguri- dad personal, por lo que no se atrevian a hacer regresar a sus, mujeres, que permanecían en Orihuela y otros lugares donde se habían refugiado temero- sas de cualquier ofensa o daño, como porque no les había sido reintegrado cuanto les había sido embargado y, por otra parte, seguian siendo los

374 mismos vasallos y afectos a don Juan Manuel quienes componian el concejo . Estas nuevas denuncias y por las informaciones recabadas motivó que Alfon- so XI escribiera el 27 de agosto al adelantado ordenando su protección a to- dos los vecinos sin distinción y castigo a cuantos amenazaran o agredieran a los del bando opuesto . Cuestión que no podia resolverse en tanto se mantuviera Juan Garcia de Loaysa al frente del adelantamiento, pues era sombra protectora de la minoria que gobernaba la ciudad . Tampoco cabía esperar la sustitución de don Juan Manuel como adelantado mayor del reino, pues seria la ruptura total de unas relaciones ya difíciles . Informado de la situación en que se en- contraba la ciudad y de cuanto se debatia entre ambas partes, Alfonso XI busca solución al problema por una tercera via -como después se realizaria más de una vez en el mismo adelantamiento- y fue la de crear un oficio pa- ralelo, al que se concede gran parte de las atribuciones que habían ido acu- mulando los adelantados por la fuerza de las circunstancias, pero que se configura con una denominación propia del momento, ya que era pública la decisión real de comenzar una ofensiva general contra el reino de Granada . No es coincidencia que el elegido fuera Pedro López de Ayala, a quien se le otorgaba el titulo de capitán y guarda mayor del reino. Designación que se hace con un propósito bien definido, pues si por una parte dejaba sin fun- ción militar el adelantado, por otro se busca en López de Ayala el doble fac- tor de su capacidad bélica bien conocida y la de su antagonismo con don Juan Manuel . Desde 1327 a 1330, años en que don Juan Manuel se mantiene hostil a Alfonso XI, lo que repercute de forma directa en el acontecer murciano, tienen lugar dos actividades, con frecuencia paralelas y otras divergentes, pero estrechamente relacionadas por quienes intervienen en ellas. Son los años en que Alfonso XI emprende su ofensiva militar en el reino de Granada para la que le era necesario y hubo de exigir la ayuda de sus reinos y, funda- mentalmente, de los que mantenían frontera con territorio moro. Don Juan Manuel, al renunciar a su naturaleza castellana, rotas sus obligaciones como vasallo, no sólo crea problemas interiores, sino que de forma inaudita llega a ofrecer facilidades inconcebibles al monarca granadino para que efectuara penetraciones en tierras castellanas, cual si de territorio ajeno se tratara .

375 Lorca, en poder .de don Juan Manuel, era puerta de entrada al adelanta- miento murciano, de aqui la preocupación de los dirigentes de la capital an- te la doble amenaza que de forma permanente se cierne sobre ella y secun- dariamente sobre Mula, únicas poblaciones que por entonces habían escapa- do a la voracidad del señor de Villena y sobre las que no ejercia dominio di- recto, aparte del territorio de las Ordenes militares, ajenos a cuanto se dilu- cidaba y apartados de las zonas de fricción o enfrentamiento . Por ello no es de extrañar que en marzo de 1327 se denunciara que el alcaide de Lorea por don Juan Manuel pregonara en ella paz con Granada, contradiciendo las disposiciones de Alfonso XI de hacer guerra por toda la frontera.

Es también, por otra parte, la hora de los fuera-echados, tanto en la re- cuperación de sus bienes -casas, muebles, propiedades- todavía no de- vueltos en su totalidad y que Alfonso XI ordenaba el 28 de marzo su entrega, indicativo al mismo tiempo de cómo todavía no se había efectuado el cam- bio total y de que quienes poseían entonces dichos bienes, adquiridos de for- mas muy diversas, no estaban dispuestos a perderlos como si su tenencia fuera una concesión temporal y oportuna, y por otra la expulsión de los -afec- tos a don Juan Manuel . Significaba una marcha atrás en la política real, pe- ro necesaria a tenor de los acontecimientos, una decisión trascendente pero que el monarca atiende como medio más eficaz para seguir adelante : desa- parece el concejo de albalaes, integrado por «manuelistas» y se vuelve al concejo abierto, que lleva consigo la paz, el predominio del común vecinal y la cooperación ciudadana a la guer-_+a de Granada y a las campañas que se iban a emprender contra posiciones de don Juan Manuel, esto es, medios efi- caces contra objetivos concretos .

Pedro López de Ayala llegaba a Murcia el día de Pascua de Resurrección y tuvo una grata y calurosa acogida, esperanzados los murcianos en hallar el caudiilc que les permitiera enfrentarse directamente con la gente de don Juan Manuel . Le fue entregado el alcázar y presentó cartas reales de creen- cia y de órdenes concretas de hacer guerra a Granada, todo lo «cruel e afin- cada» que pudiera . Igualmente era portador de otras cartas para las villas que se hallaban en poder de don Juan Manuel con semejantes disposiciones, lo mismo que otras más para Alcaraz, poblaciones cercanas al reino de Mur- cia y lugares de las Ordenes Militares y, para mantener más estrecha

376 relación con ellas, se le concedía la encomienda de Caravaea . No encontró en Lorca ayuda, la cual, según expresión de Alfonso XI, es- torbaba la guerra contra los moros. López de Ayala pasa a un primer puesto y sin duda con muchas aspiraciones, pues con la protección real pudo crear se una pequeña base señorial en Albudeite, suficiente para un futuro prome- tedor . El panorama urbano debió sufrir un cambio profundo y, en cierta forma, espectacular, porque la vida volvió a manifestarse de forma más alegre y popular . En frase de Cascales Ayala aquietó la ciudad e impuso la paz, hermanando, a todos los vecinos. A fines de 1327 se produjo un hecho escandaloso y estridente . Veinte hombres de Pedro López de Ayala captura- ron en el camino de Molina Seca a Lorca al escribano Ruy Pérez y dos hombres más, ya que otros pudieron huir, portadores de cinco cartas firma- das por don Juan Manuel, otras de Alfonso Pérez, su alcaide en Lorca y doce en blanco . La lectura de estas cartas pone de manifiesto los inauditos medios a que era capaz de recurrir don Juan Manuel, su amoralidad y falta de escrúpulos al recurrir a compromisos o hacer ofertas al monarca granadino incomprensibles fuera de la época en que tienen lugar, entonces no insólitas, aunque sin los extremos a que se llega en estas cartas. En cabildo general ce- lebrado en la iglesia de Santa María la Mayor se levantó acta del contenido de ellas antes de enviarlas al monarca y, además, se copiaron en el Cartula- rio municipal como algo de lo que debia quedar perenne memoria. Alfonso XI agradeció el servicio y ordenó que a los portadores de las cartas «les corte- des los pies e las manos e saquedes los ojos e los desguellen» . Con este panorama de la enemistad de don Juan Manuel, unas veces ma- nifestada de forma directa y otras más alejada, con intervenciones militares e intromisiones políticas, aunque las más de las veces lo que está en juego son las negociaciones pues, dado el poder y valedores de don Juan Manuel más el acuciante deseo de Alfonso XI de proseguir la guerra contra el granadino, para todos era perceptible de que la situación tendria que acabar con la re- anudación de la amistad y relación Alfonso XI-don Juan Manuel, por lo que por una y otra parte se aceleran o retardan soluciones antes de que se llegue a nuevos acuerdos y se intente volver a un plano semejante al existente en 1325 .

377 La contienda no iba a tener trascendencia en el orden territorial, si bien supone una intervención temporal en el gobierno de la ciudad y el que las decisiones reales se atemperen a las circunstancias y à la realidad circundan te de cada momento : guerra de Granada, con don Juan Manuel, constitu- ción concejil, etc., por lo que la linea política adoptada por los consejeros de Alfonso XI sigue adelante con las alternativas que se Ofrecen en el transcurso de los años . El caudillaje de López de Ayala, aceptado con gratitud por los mur- cianos y su actividad y fiel cumplimiento de las disposiciones reales le iban a proporcionar colmar su ambición cuando el 28 de marzo de 1328 era nombrado adelantado mayor del reino de Murcia . Era el medio de que se mantuviera la hostilidad sobre los lugares dependientes de don Juan Manuel y de coordinar la ayuda total del reino a la guerra de Granada. Por igual motivo Alfonso XI escribía a don Guillén de Rocafull, señor de Abanilla, re- cordándole los agravios que le había inferido don Juan Manuel antes y des- pués de su famoso «riepto» . Más tarde el monarca recriminaba a Lopez de Ayala por haber concedido tregua a lugares de don Juan Manuel', lo que permitía a esté trasladar sus huestes a otros lugares de Castilla. Por su parte, Murcia, desconfiando de que en algún momento se produjera nuevo acuer- do o convenio entre el rey y su poderoso vasallo, instó a su soberano seguri- dades de- que no volveria a ejercer el adelantamiento ni tuviera en su poder fortaleza o castillo importante que pudiera representar peligro o amenaza para su seguridad e independencia, así como de que en la ciudad sólo resi- dieran vasallos reales y no de otro señor . En este enfrentamiento y consiguiente ruptura de hostilidades no cabía esperar batallas o. encuentros sonados, ni conquista de fortalezas o castillos. Lo más, crear inquietud e inseguridad en sus respectivos territorios y vias de comunicación, asalto y cautiverio de caminantes, pastores o labradores, ro- bo de rebaños, destrucción de algún poblado indefenso, como la moreria de Lorqui y ocupación, más por convenio que por la fuerza de las armas, de poblaciones como Librilla y Alhama, cuyos concejos así lo solicitaron ; cap- tura de emisarios, como los de don Juan Manuel con sus escandalosas .cartas o la de Bartolomé Zanon, vecino de Murcia y uno de los más destacados acti- vistas frente a las gentes de don Juan Manuel, que llevado preso a Chinchilla

378 y obligado a rescatarse como moro cautivo por quince mil maravedis, por lo que hubo de prestar juramento y fianza, le fue cortada la lengua por orden de don Juan Manuel «porque dixo que ante que el moriese que viese al rey en Murcia porque le sacase del cativerio en que estava» . No pudo por menos Al- fonso XI de liberarle de tal juramento, ya que privado de su libertad y en las condiciones en que se encontraba, no podía tener validez alguna. En octubre de 1329 los murcianos obtuvieron una de sus mayores aspira- ciones, como fue la confirmación d el privilegio de Alfonso X, hasta entonces no respetado, de que los oficios concejiles sólo pudieran ser desempeñados por vasallos reales vecinos de la ciudad, modo de alejar e impedir que pu- dieran ser nombrados como hasta entonces lo habían sido gente de don Juan Manuel . Pero en junio de 1329 fue llamado Pedro López de Ayala a la corte, lo que trataron de impedir los murcianos, pues sospechaban un po- sible entendimiento entre el monarca y el señor de Villena, que los dejara in- defensos . Lo que tuvo efecto en octubre del mismo año . Reconciliación que en principio suponía una vuelta atrás, con devolución de bienes y oficios . La resistencia murciana a aceptar tal situación se vio compensada cuan- do en enero de 1330 el rey ordenó que acudieran a su corte cuatro hombres buenos de Murcia para tratar del adelantamiento y el orden concejil. Y el 29 del mismo mes de enero se decretaba el cese oficial como adelantado de Pedro López de Ayala, aunque de forma efectiva parece haber tenido lugar poco antes. Las conversaciones, por causas muy diversas, se prolongaron hasta el mes de junio, en que se llega a un acuerdo favorable a las preten- siones murcianos y a la política real : sólo vivieran en Murcia vasallos reales, aunque los de don Juan Manuel podrían entrar o exigir que se les devolviera lo que era suyo; y que don Juan Manuel eligiera como teniente de adelanta- do -aunque adelantado efectivo- a uno de los diez nombres que le propondría el monarca . Dos meses más tarde los murcianos obtuvieron autorización real para que Pedro López de Ayala permaneciera en la ciudad .

EL ADELANTAMIENTO 1330-1339

Con vicisitudes muy diversas, ya que el antagonismo entre ambas partes se mantiene en permanente tensión en los años siguientes, la cuestión, no

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obstante, se encamina a una situación más estable, aunque no se regularizan las relaciones, pues por parte murciana siempre queda el recelo de cualquier innovación de las condiciones logradas o nuevos intentos de don Juan Ma- nuel que le permitieran volver a sus odiadas intromisiones . Este temor daria lugar a que cuando el obispo don Pedro Barroso salió a verse con don Juan Manuel para tratar de la orden real de hacer guerra a Granada, a su regreso se le negara la entrada en la ciudad por sospecha de que estuviera confabu- lado con el señor de Villena y que obligó a una carta real dando seguridades y garantizando la lealtad del obispo. Por igual motivo seguirían sin devol- verse los bienes que reclamaban los vasallos de don Juan Manuel, a los que se negaba la estancia en la capital y se daban excusas en cuanto a la devolución de todo lo que reclamaban. Un nuevo adelantado : Alfonso Fernández de Saavedra, a quien no cabe confundir con el comendador de Aledo, destacado «manuelista» de igual nombre, iba a desempeñar su oficio con energia y eficacia, prudencia y fide lidad a las disposiciones reales, y con amplia comprensión siempre del problema murciano (8) . Mostró especial atención a la guerra de Granada y a su frontera, pues a poco de hacerse cargo del adelantamiento un contingente de zenetes penetró hasta la huerta de Murcia instigados por don Juan Ma- nuel y con facilidades para su incursión del alcaide lorquino . Lo mismo su- cede después al quedar el adelantamiento murciano fuera de la paz de 1334 y continuar las penetraciones granadinas . En 1335, ante la marcha de los acontecimientos, don Juan Manuel ensa- ya otra vez la rebeldía al desnaturalizarse de Castilla, pero la réplica inme- diata del monarca seria la guerra por todos los frentes y con órdenes de apo derarse del mayor número posible de sus señoríos. El adelantado murciano recibe orden de marchar sobre Cartagena y Alhama, cuyos concejos habían manifestado su deseo de recobrar su condición de realengo . Y Alfonso Fer- nández de Saavedra no fue remiso y con la hueste concejil murciana pudo

(8) Designado el 26-IX-1331, toma posesión el 1-XII-1331 . En los documentos consultados se cita por última vez como adelantado el 1 de enero de 1337; en abril y junio las cartas reales se dirigen «al quefuere adelantado» . La primera mención de don Pedro de Jerica es de 5 de julio de 1338 y la última de 21 de julio de 1339, nombrándose ya en diciembre de este, año a Fernando Manuel como adelantado.

380 ocupar Alhama, Alcalá y Librilla. En junio de 1337, antes de que se cumpliera el año, don Juan Manuel había ya vuelto a la obediencia de Al- fonso XI y obtenido su perdón . No tenia otra opción sino la de someterse y procurar mantener y en lo posible ampliar sus dominios por vias pacificas, renunciando a sus apetencias sobre la ciudad de Murcia . El transcurso del tiempo y el afianzamiento de Alfonso XI facilita el paso de una situación permanentemente conflictiva a otra donde la fuerza o exigencias de don Juan Manuel no podian ya atemorizar a la población murciana . El cese de Alfonso Fernández de Saavedra tiene lugar en los primeros meses de 1337, quizá motivado por la vuelta de don Juan Manuel a la obe- diencia de Alfonso XI, quejoso del trato dado a sus vasallos . Aunque en ver dad ignoramos la causa, pero si que en abril y junio las cartas reales se diri- gen «al que fuere adelantado» . Le iba a suceder otro de los diez selecciona- dos por el monarca y que en algún momento fue muy afecto a don Juan Ma- nuel, como era don Pedro de Jérica, a que vemos mencionado, lo mismo que el anterior, como adelantado «por mi e por don Johan», lo que por si mani- fiesta como Alfonso XI se preocupa de señalar su soberania por delante de su vasallo . A don Pedro de Jérica documentalmente lo localizamos entre julio dé 1338 y agosto de 1339, con lugartenencia de Gonzalo Yáñez Calvillo, probablemente antiguo «manuelista» o por lo menos familiar de un destaca- do alcaide de Lorca por don Juan Manuel, pero que no por eso, ni el adelan- tado ni su teniente dejaron de mantener una actitud imparcial y sin iutrorni- siones en el ámbito concejil, puesto que la disposición real entraba en vigor cuando cesara Alfonso Fernández de Saavedra. Acaba por completo la fase aguda de la tensión creada por el conflictivo enfrentamiento de don Juan Manuel con su soberano y con el concejo mur- ciano. Son otros tiempos y don Juan Manuel, derrotado en sus pretensiones y convencido de que no podian volver los años pletóricos de posibilidades de las minorías reales, se retira a los cuarteles de invierno de sus señoríos . Cuando tras el adelantamiento de don Pedro de Jérica llega el de don Fer- nando Manuel, a cuyo lado se encuentra su tío Sancho Manuel, son años en los que la autoridad real es indiscutida y no admite interpretaciones ni obe- diencias no cumplidas . La tensión desaparece y el conflicto acaba. Otros son los acontecimientos, las perspectivas y los hombres que gobiernan en Cas- tilla.

38 1 Como cambios mas fundamentales y que se producen en el transcurso de esta prolongada contienda y en gran parte estrechamente unida a ella, cabe señalar aquellos que afectan esencialmente a la ciudad de Murcia y a su con cejo. Porque si los ciudadanos murcianos triunfan en su tenaz aspiración de mantener su libertad, fueros y privilegios como ciudad de realengo y romper toda dependencia o intromisión del adelantado, no sucede lo mismo en lo que se refiere a su gobierno, a las modificaciones que se introducen en la constitución de su concejo . Fases de distinta duración, alguna de retroceso, pero es una constante real que, tras muchos ensayos, acaba por imponese definitivamente en cuanto a la continuidad de un concejo representativo, variable en número, pero que no habrá de sufrir modificación substancial en mucho tiempo : a) Don Juan Manuel fue desposeido y después sustituido en el adelantamien- to, dos veces por adelantados adversos y, otros que, si bien se titulaban ade- lantados por el rey y por don Juan Manuel, cumplieron antes las disposi- ciones de su soberano que las pudieran llegarle del adelantado titular; b) Se logra el que sólo pudieran ser vecinos de Murcia los que fueran vasallos rea- les, con lo que se confirmaba el privilegio de Alfonso X y se imposibilitaba la continuidad de quienes lo eran de don Juan Manuel, por lo que muchos de éstos acabaron renunciando a su condición y obtuvieron volver a serlo direc- tamente del rey; c) Vuelta temporal al concejo general, lo que permitiría la expulsión de los afectos al señor de Villena que habían ocupado todos los puestos representativos del concejo de albalaes por designación directa del adelantado; d) En 1333 se restablece el concejo reducido y el adelantado Fernández de Saavedra elige a sus miembros sin distinción de matices ni de simpatías a uno u otro bando, pero siempre vasallos reales; e) En 1334 una innovación social bajo el mismo adelantado, pues el monarca acepta una propuesta concejil de renovación de sus miembros, aunque no aumento del número, por lo que fueron designados doce hidalgos, doce caballeros y seis menestrales, aparte de los oficios y jurados; lo que significa un avance social trascendente y que responde, sin duda, a la estrecha unidad ciudadana que hubo en los años anteriores frente a don Juan Manuel; y f) El que los adelan- tados no pudieran presidir ni asistir a las reuniones concejiles, aunque la dis- posición real no entraria en vigor hasta el cese como adelantado de Alfonso

382 Fernández de Saavedra, atención real considerando su personalidad y aten- ción, lo que tendría lugar en 1337 . En los años siguientes la actividad e inquietud concejil se centra con pre- ferencia en sus intentos de ampliar la representatividad en el concejo de al- balaes, lo que daría lugar a diversos cambios en los reinados de Alfonso XI y Pedro 1, pero ya sin vuelta atrás, aunque no desparezca definitivamente el concejo general .

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Julio Valdeon Baruque Universidad de Valladolid

DON JUAN MANUEL Y PEÑAFIEL

Don Juan Manuel fue una figura de primera magnitud en la historia del reino de Castilla en', a primera mitad del siglo XIV. En el se dieron cita una vigorosa personalidad militar y política y un riguroso talante de intelectual . La historia del reino de Castilla durante los reinados de Fernando IV y Al- fonso XI no puede entenderse si prescindimos de don Juan Manuel, pero lo mismo puede decirse de la literatura castellana medieval . De ahí el atractivo que dicho personaje ha ejercido, tanto entre los historiadores en sentido estricto como entre los estudiosos de la literatura (1) . Hijo del infante don Manuel, y por lo tanto nieto del monarca castellano Fernando III el Santo, nuestro protagonista, habitualmente conocido por el Infante, aunque de hecho nunca tuviera tal condición, se situaba en el circulo más elevado de los cortesanos y en el estrato más alto de la sociedad . Don Juan Manuel poseia, con una fuerza pocas veces igualada, los tres ele- mentos fundamentales que, en opinión de MORÓ, caracterizaban a los «ricos hombres» de Castilla : el abolengo, la privanza y el patrimonio (2) . Pero don Juan Manuel era más que un «rico hombre», pues pertenecía al prepotente núcleo de los parientes directos del rey.

(1) Sigue siendo útil la clásica biografía que escribiera hace años A. GIMENEZ SOLEA (Don Juan Manuel. Biografía y estudio crítico, Zaragoza, 1932) . Entre las publicaciones recientes po- demos recordar Juan Manuel Studies, ed. por 1 . Macpherson, Tamesis Book, Londres, 1977 . (2) S. DE Moxo: De la nobleza vieja a la nobleza nueva. La transformación nobiliaria de Castilla en la Baja Edad Media, «Cuadernos de Historia», 3, 1969, pág. 12.

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Ahora bien, no pretendemos en este breve trabajo repetir las ideas gene- rales acerca de la personalidad de don Juan Manuel, o de su actividad política y literaria . Nuestro propósito sé orienta en otro sentido : analizar las vinculaciones que el nieto de Fernando III el Santo tuvo con Peñafiel . Como es bien sabido el nombre de don Juan Manuel se halla estrechamente asó- ciado a la histórica villa castellana del Duero. Nuestro personaje, no lo olvi- demos, fue señor de Peñafiel . Buena parte de su agitada vida militar y política transcurrió a la sombra del impresionante castillo de la villa, que se alza en un cerro próximo. El castillo de Peñafiel ha quedado indisoluble- mente unido al recuerdo del autor del «Conde Lucanor» . Pero no sólo en vi- da hubo una simbiosis entre Peñafiel y nuestro hombre. También la muerte sirvió para unir el nombre de la villa castellana con el hijo del infante y nieto de rey. «Acomiendo mi cuerpo que sea enterrado en el monesterio de los frayres Predicadores que yo fiz en Pennafiel, en el mi alcapar en la eglesia nueva ante el altar mayor», se lee en la segunda disposición del último testa- mento conocido de don Juan Manuel (3) .

No obstante la empresa es ardua, fundamentalmente por la desesperante penuria de fuentes documentales con que se encuentra el investigador . Des- de una perspectiva general disponemos de las crónicas de los monarcas coetáneos de don Juan Manuel . La espléndida colección diplomática que publicara Gimenez Soler es imprescindible para conocer la vida de nuestro personaje . Pero la actividad desplegada por don Juan Manuel en Peñafíel es difícil de reconstruir, más allá de ciertos tópicos que se repiten machacona- mente . El archivo municipal de la villa castellana ha perdido todas sus fuen- tes anteriores al siglo XVI (4) . La documentación conservada de las institu- ciones eclesiásticas de la villa castellana poco aportan al tema que nos ocu- pa. De ahí las dificultades que señalábamos al principio .

(3) A . GIMENEZ SOLER: Don Juan Manuel. . ., pág. 695 . (4) Al parecer una inundación, de mediados del siglo XIX, fue la culpable de la pérdida de esa documentación . En la actualidad no se conserva en el archivo municipal de Peñafiel ni si- quiera el ejemplar de las «Ordenanzas» de 1345, que publicara en su día Rivera Manescau y reprodujera Giménez Soler en su libro ya citado .

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¿Qué características tuvo el señorío ejercido sobre Peñafiel por don Juan Manuel? Antes de intentar dar respuesta a este interrogante seria preciso co- nocer, al menos en sus líneas fundamentales, el significado de la villa cas tellana . En su historia primeriza destaca la actividad militar . Peñafiel fue uno de los más importantes bastiones fronterizos en la línea del Duero du- rante los avatares de los siglos X y XI . Pero a medida que la línea de la fron- tera se desplazaba hacia el sur, Peñafiel, situado en la retaguardia, perdía peso en el terreno militar, lo que presumiblemente sucedió a lo largo de los siglos XII y XIII . En cambio cobraron mayor auge otras funciones . Peñafiel, localizada en una zona neurálgica (la confluencia del Duratón con el Due- ro), era una villa, pero también una comunidad de dimensiones modestas en la que se dispersaban diversas aldeas . Desde el punto de vista económico las actividades prioritarias eran, sin duda, la agricultura y la ganadería. La agricultura se veía impulsada por la abundancia de aguas y la feracidad de sus huertas . De la expansión de la ganadería, básicamente la ovina, dan buena cuenta los numerosos pleitos que Peñafiel sostuvo con sus vecinos, particularmente con el monasterio cisterciense de Santa María de Valbuena (5) . La villa madre de la comunidad añadía unas mínimas funciones de tipo artesanal y mercantil, aunque muy mal conocidas. Sólo tenemos noticia cierta de la concesión de una feria a Peñafiel por el monarca Alfonso X. Al igual que en el resto de las tierras dula Extremadura castellana, Peña- fiel contó tempranamente con un concejo que, al adquirir autonomia con respecto a los primitivos «domini villae» que la habían gobernado, era la expresión de la comunidad urbana en su conjunto . Las disputas entre los di- versos sectores de la villa por el control de los oficios municipales las ignora- mos, aunque suponemos que no diferirían grandemente del patrón general . En cualquier caso Peñafiel era, a mediados del siglo XIII; un núcleo vigoro- so dentro del realengo castellano (6) . En 1256 Alfonso X concedía a lavilla el Fuero Real .

(5) Sobre el monasterio de Valbuena hay un trabajo, en prensa, de María Jesús Ortega. (6) Sobre este tema es interesante el trabajo de l . GONZALEz: La Extremadura castellana al mediar el siglo X111, «Hispania», 127, 1974 . La historiografía local sobre Peñafiel es muy pobre, como puede comprobarse por la última publicación aparecida (F. ESCRIBANO: Peñafiel. Notas históricas, Valladolid, 1977) .

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La vinculación del linaje de los Manuel a la villa de Peñafiel data de la segunda mitad del siglo XIII,(7) . El-punto de partida fue el infante don Ma- nuel, hijo del rey santo y hermano de Alfonso el Sabio. El citado don Manuel recibió, entre otros dominios, el señorio de Peñafiel . De el pasó a su hijo, don Juan Manuel, si bien la temprana muerte del infante (don Manuel falle- ció en 1283, cuando nuestro personaje contaba sólo un año de edad) dio lu- gar a que el rey de Castilla ejerciera durante algún tiempo, y en representa- ción del heredero, las funciones de tutor en el señorio de Peñafiel . La villa castellana era, no obstante, un simple elemento en el amplio mosaico del patrimonio de don Juan Manuel. Incluso puede decirse que Pe- ñafiel ocupaba una posición marginal, dado que el grueso de los dominios de don Juan Manuel se localizaba en la zona oriental de Castilla la Nueva (pre- ferentemente el señorio de Villena) . El ejercicio de las funciones de adelan- tado mayor en el reino de Murcia contribuía también, por su parte, a pro- yectar la actividad de don Juan Manuel hacia el sureste de la Península :

La actividad política de don Juan Manuel se desarrolló en el transcurso de los reinados de Fernando IV y Alfonso XI . Fue aquella una época turbu- lenta, en la que se pusieron los cimientos del conflicto entre la monarquia y la nobleza . La causa monárquica tuvo en los primeros años del siglo XIV dos importantes soportes, Maria de Molina, la enérgica reina madre y los conce- jos del reino. En el bando de los poderosos los primeros papeles los ocupaban personajes de la familia real (entre ellos el veterano D. Enrique el Senador; más tarde don Juan Manuel fue uno de los paladines de este grupo) y miembros del círculo de los ricos hombres (los Haro y los Lara) . Don Juan Manuel comenzó a tener una parte muy activa en'la vida política de Castilla en los últimos años del reinado de Fernando IV. Entre los meses de marzo y noviembre de 1311 escribió diversas cartas, fechadas precisamente en Peñafiel, y dirigidas al rey de Aragón Jaime 11, con quien

(7) Del linaje de los Manuel habla S. DE Moxo en su trabajo De la nobleza vieja ala nobleza nueva, «Cuadernos de Historia», 3, 1969, págs. 190-195.

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tenia lazos familiares (don Juan Manuel casó en segundas nupcias con una hija del monarca aragonés, llamada Constanza) . En todas esas_ misivas in- formaba a Jaime II de la situación en Castilla y en concreto de sus relaciones con Fernando IV (8) . Pero fueron los años del reinado de Alfonso XI, especialmente la época de su minoridad, los de más intensa actividad del autor del «Libro de los Es- tados» . En tiempos de dicha minoridad don Juan Manuel estuvo al frente de uno de los bandos que se constituyeron en Castilla, lo que le llevó a enfren- tarse abiertamente con la reina abuela, la singular María de Molina . Pero el constante ir y venir de nuestro personaje explica quizá que en ese periodo su presencia en Peñafiel fuera minima. No obstante su aprecio por la villa cas- tellana se pone claramente de manifiesto en el hecho de que alli se hubiera establecido su familia . En julio de 1320 doña Constanza, la esposa de don Juan Manuel, escribía desde Peñafiel a su padre, el monarca aragonés Jaime II (9) . En 1322 vemos a don Juan Manuel, aliado en aquellos momentos al infante don Felipe, preparando las bodas de su hija Constanza, a la sazón en Peñafiel junto a su madre (10) . La presencia de don Juan Manuel en Peñafiel en el año 1325, fecha del acceso a la mayoria de edad de Alfonso XI, y por tanto del inicio de su go- bierno personal, está documentada en otoño (11) . Comenzaba entonces un declive en la carrera política de nuestro personaje quien, como sabemos, y debido a su choque frontal con el monarca castellano, llegó a desnaturarse en 1327 . Algún tiempo después regresó a Castilla, pero su estrella no llegó a brillar a la altura de antaño . En 1331 don Juan Manuel estaba de nuevo en Peñafiel, como pone de manifiesto la crónica regia (12) . En 1334 otra vez encontramos a nuestro hombre en Peñafiel . Según la crónica regia don Juan Manuel acudió desde el castillo de Garci Muñoz hacia la villa castellana con

(8) Esas ea:tas están publicadas por A. GIMENEZ SOLER: Don Juan Alanuel (núm . CCXIX, pág. 387, núm. CCXXVII, pág. 394; núm. CCXXVIII, pág. 395; núm. CCXXXIV, pág. 400) . (9) A. GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel, doc. núm. CCCLVI, pág. 489. (10) Crónica del rey don Alfonso el Onceno, t. LXVI de la «Biblioteca de Autores Españo- les», Ed . Atlas, Madrid, 1953, pág. 200. (11) A. GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel, doc. núm. CCCC, pág. 517 y doc. núm. CCCCI, pág. 518. (12) Crónica del rey don Alfonso el Onceno . . ., pág;. 244.

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el propósito de hacer frente al monarca castellano (13) . Precisamente en las proximidades de Peñafiel hubo diversas escaramuzas entre algunas compañias reales y las gentes de don Juan Manuel, el cual estuvo a punto de ser hecho prisionero por los realistas en el monasterio de San Francisco, si- tuado en las afueras de la villa. Desde otra perspectiva las fuentes diplomáti- cas confirman la estancia de don Juan Manuel en Peñafiel en la primavera del año 1334 (14) . Don Juan Manuel, con posterioridad a esa fecha, se fue apartando de la politica activa, al tiempo que intensificaba su actividad literaria . Pero no podia faltar a la cita de la «guerra divinal» contra los infieles . En los años 1343 y 1344 nuestro personaje intervino, de manera destacada, en las opera- ciones militares llevadas a cabo en torno a Algeciras, finalmente conquista- da por los castellanos . Después don Juan Manuel entró en una fase de retiro. En 1345 se constata su presencia, una vez más, en Peñafiel (15) . Tres años más tarde el celebrado autor del «Conde Lucanor» murió, presumiblemente en Córdoba, siendo enterrado su cuerpo, como antes dijimos, en el monaste- rio de los dominicos de Peñafiel .

Hora es ya de que enfoquemos la cuestión principal que nos habíamos planteado, la actuación de don Juan Manuel al frente del señorio de Peña- fiel . De entrada llama la atención la fama con que ha pasado a la posteridad nuestro personaje, considerado un artifice de la grandeza del Peñafiel me- dieval. En principio esa aureola mitificadora que acompaña al autor del «Libro de los Estados» obedece a las empresas por el ausipiciadas en orden al engrandecimiento del núcleo urbano . El nombre de don Juan Manuel, ya lo

(13) Ibid., pág. 278. Es muy expresivo el párrafo de la Ciionica referente al suceso del mo- nasterio de San Francisco: «Et en ese dia avía aquel Don Joan ido á oir Misa al monesterio de Sanct Francisco, quees fuera de la villa de Peñafiel : et saliendo del monesterio vio venir contra la villa los que enviaba el Rey, et venian muy cerca del . Et Don Joan aguijó quanto pudo, et fuese meter en la villa: et si muy poca hora se detoviera, tomáranlo en el monesterio aquellas compa- ñas que el Rey enviaba» . (14) A. GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel. . ., doc. DXXIII, pág. 611. (15) Ibid ., doc. núm. DLXXV, pág. 643. En esa misma fecha don Juan Manuel dio unas ordenanzas municipales a la villa de Peñafiel .

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apuntamos con anterioridad, está ligado ante todo al castillo de la villa cas- tellana . Obra anterior, rehecha con posterioridad, se ha señalado, no obs- tante, que en tiempos de don Juan Manuel el castillo de Peñafiel sufrió im- portantes transformaciones . Asi se expresaba nuestro personaje en un escri- to suyo: «con aquellos dineros (entregados por el camarero real Pedro Sánchez) labré yo este castillo mayor de Peñafiel» (16) . Ahora bien, quizá el aspecto más llamativo de la actuación de don Juan Manuel con relación al castillo de Peñafiel consistió en hacer de él no tanto un lugar defensivo desde el punto de vista militar, aunque también esta función estuviera en su men- te, sino fundamentalmente la sede de un señor, que ejercía sus atribuciones desde aquel bastión . Mas que el castillo fortaleza, Peñafiel simbolizaba, des- de la primera mitad del siglo XIV, el castillo residencia, testimonio del po- der de la aristocracia castellana . Pero la actuación de don Juan Manuel afectó igualmente al propio núcleo de la villa castellana . En las ordenanzas de 1345 afirmaba con toda claridad que era su propósito «onrrar et . . . aprovechar quanto pudiere la villa de Pennafiel et a todos los que en ella biven et en su termino» (17), re- cordando, entre otros argumentos, la actuación de los vecinos de la locali- dad castellana tanto con su padre como con él mismo . En las ordenanzas ci- tadas don Juan Manuel establecia que las rentas del concejo «sean para los muros de la villa et para las mandaderias que fueren meester» (18) . De este párrafo deriva la idea, comúnmente admitida, de que el autor del «Conde Lucanor» ordenó rehacer las maltrechas murallas de la villa castellana . Hay que suponer, no obstante, que el crecimiento del núcleo urbano en los siglos XII y XIII, particularmente en esta última centuria a raíz de la concesión de la feria por Alfonso X, hacia necesaria, como en tantas otras ciudades mese- teñas, la edificación de una nueva cerca, Quizá también estaba presente en el ánimo de don Juan Manuel fortalecer las defensas de una de las villas fa- voritas de sus dominios . Asimismo las ordenanzas de 1345 estipulaban que debian empedrarse todas las calles de la villa, con el propósito de que ésta

(16) Citado en el artículo de J . R. MELIDA : El castillo de Peñafiel, «Boletín de la Real Aca- demia de la Historia», t . LXXI, 1917, pág. 62. (17) A. GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel. . ., pág. 655. (18) Ibíd ., pág . 656.

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fuera «mas sana et mas apuesta» (19) . Estas medidas, expresamente ordena- das por don Juan Manuel, explican la imagen de nuestro personaje a la que antes aludíamos, al presentarle como el gran benefactor- de Peñafiel .

En otro orden de cosas don Juan Manuel contribuyó al engrandecimien- to de la villa castellana gracias a su decidido apoyo a las órdenes mendican- tes . El puso en marcha la edificación del convento de los- dominicos, como expresamente se decía en su testamento cuando aludía al «monesterio de los frayres Predicadores que yo fiz en Pennafiel» (20) . Las atenciones que reci- bieron los dominicos de don Juan Manuel fueron muy frecuentes, destacan- do en este sentido las mandas testamentarias a favor de los frailes predicado- res de Peñafiel (21) . También los franciscanos fueron gratificados en diver- sas ocasiones por nuestro personaje . 'Simplemente en 1345, apenas don Juan Manuel había vuelto a su retiro de Peñafiel, procedente de la campaña de Algeciras, donó al monasterio de San Francisco 1.500 maravedies de renta anual (22) .

El último aspecto que vamos a considerar en este breve trabajo es, no obstante, acaso el más importante . ¿Qué características concretas tenia el señorío de Peñafiel? ¿Cuáles eran los capítulos de las rentas que percibiría el señor, ya fuera por vía territorial o jurisdiccional? ¿Qué relaciones exis- tieron entre el señor de la villa y el concejo de la misma? ¿Cuál fue la actitud de los vecinos de la localidad castellana y de su término ante el dominio ejer- cido por don Juan Manuel? Se trata de interrogantes que, en el estado actual de nuestros conocimientos, prácticamente, han de quedar sin respuesta . En principio el señorío que detentaba don Juan Manuel sobre Peñafiel y su término ofrecía algunas peculiaridades dignas de atención . La propia condición del señor, nieto de rey e hijo de infante, acercaba el ejercicio de sus funciones a la tradición realenga. Pero sus actitudes políticas, frecuente-

(19) Ibíd., pág. 657 . (20) Ibíd., pág. 695 . (21) Ibíd ., pág. 696 . (22) Ibíd ., págs . 643-644 .

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mente hostiles a los reyes de Castilla, fueron confiriendo a sus señoríos un marcado carácter de reductos feudales, contrarios al fortalecimiento de la autoridad regia . De hecho el señorío de Peñafiel prefiguraba los «apanages» típicos de la Francia bajomedieval y al mismo tiempo anticipaba a los señoríos de los denominados «epígonos Trastámaras» de finales del siglo XIV.

La escasa documentación apenas permite otra cosa que hacer unas bre- ves observaciones acerca de las rentàs que percibía don Juan Manuel como señor de Peñafiel . Nos consta que el señor de la villa tenía la martiniega del lugar, así como las rentas del portazgo y de la escribanía . Sabemos asimismo que por la martiniega ingresaba como mínimo 5.000 maravedíes anuales, pues esa cantidad destinó en su testamento para aniversarios (23) . El valor de la martiniega de Medina de Rioseco era, a mediados del siglo XIV, es de- cir cuando se redactó el Becerro de las Behetrías, de 4.000 maravedíes (24) . Esto da idea de la importancia de la villa de Peñafiel . En cuanto a las rentas del portazgo y de la escribanía suponían, como mínimo, 1.500 maravedíes anuales (25) .

En el testamento de don Juan Manuel se alude asimismo a otras rentas de naturaleza muy diferente que engrosaban igualmente las arcas de la hacien- da señorial . Nos referimos en concreto a «la rrenta de la mi casa que dizen la casa de la rreyna que es en el arroyo de Botigas» y a «la renta de los otros mis molinos de Pennafiel» (26) . De ellas obtenía el señor de Peñafiel, según se deduce de las mandas testamentarias, en torno a 60 fanegas de trigo anuales. Eran ingresos de origen agrario

El señorío de Peñafiel llevaba implícito también el desempeño por parte del titular del dominio de atribuciones de mando. ¿Hasta qué punto la ac- tuación de don Juan Manuel en este tèrreño supuso un conflicto con los gru pos dominantes de la sociedad local? Las ordenanzas que don Juan Manuel otorgó en 1345 a la villa de Peñafiel ponen de manifiesto claramente hasta

(23) Ibid., pág. 696. (24) Libro Becerro de las Behetrías. Estudio y texto crítico, ed. de G. Martínez, Institución San Isidoro, León, 1981, t. 1, pág. 205. (25) A . GIMENEZ SOLER : Don Juan Manuel. . ., pág. 643-644. (26) Ibíd ., pág. 696.

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dónde llegaba la voluntad del señor de ejercer como primera autoridad lo- cal . Incluso en las concesiones que hace al concejo pone de relieve que se tra- ta de una merced graciosa, así cuando dice que «los oficios de las Alcaldias e del Alguaziladgo que yo tenia en mi et tengo por bien que lo ayan los ca- balleros» (27) . Más adelante don Juan Manuel especificaba que en esos ofi- cios debían de poner a personas que supieran guardar «mio servicio et mio señorío» . Todos los esfuerzos para que Peñafiel y su término prosperen van orientados al hecho de que «me pueda yo meior servir dellos», dice don Juan Manuel . En vista del desorden que el señor encuentra en el funcionamiento del concejo de Peñafiel, decide que todos los años actúen cuatro caballeros y dos hombres buenos de la villa, «que ordenen todas las cossas que vieren que sean mio servicio et pro del conceio de la villa e del termino» (28) . ¿Cabía un mayor intervencionismo en el funcinamiento del concejo de Peñafiel que el que se desprende de estos párrafos de las ordenanzas municipales de 1345? En todo momento se colocan en el mismo piano el interés personal del señor de la villa y el del concejo y su término . ¿Cómo no suponer que esos caballe- ros y hombres buenos fueron designados de acuerdo con la tolerancia del se- ñor de la villa? Sacar una conclusión de estas escuetas notas seria ciertamente aventura- do . La figura de don Juan Manuel ha sido mitificada al ponerla en relación con la villa de Peñafiel, pues sin duda contribuyó a potenciarla . Pero no es menos cierto que una villa de larga tradición realenga había caído en la or- bita señorial, con todo lo que objetivamente esto .significaba . La magnani- midad de don Juan Manuel para con sus vasallos no era necesariamente contradictoria con el hecho de que el señor de Peñafiel procuró poner sus do- minios al servicio de sus proyectos politicos y no a la inversa . Es evidente que la villa castellana se benefició de las iniciativas tomadas por don Juan Ma- nuel en orden a su potenciación . Pero al mismo tiempo su tejido social se vio influido por la presencia de un poder señorial que intervenia en la vida mu- nicipal, daba disposiciones, otorgaba favores y percibia rentas cuantiosas

(27) Ibíd., pág. 655. (28) Ibíd., pág. 656.

394 que salían en última instancia del trabajo del común, de los campesinos y de los artesanos. Pero sólo las fuentes de índole local podrían ayudarnos a comprender mejor el desarrollo de ese proceso señorializador, que Peñafiel comenzó a vivir en la primera mitad del siglo XIV .

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Presentación ...... :...... 7 Francisco Abad (UNED) : «Lugar de don Juan Manuel en la historia de la lengua» ...... 9 Reinaldo Ayerbe-Chaux (Syracuse University) : «Don Juan Manuel y la corona de Ara- gón, la realidad politics y el ideal de los tratados» ...... 17 Mariano Baquero Goyanes (Universidad de Murcia) : «Perspectivismo en el Conde Lu- canor» ...... 27 Bernard Darbord (Universite de Caen) : «Acerca de las técnicas de expresión alegórica en la obra de don Juan Manuel» ...... 51 Daniel Devoto (CNRS) : «La introducción al estudio de la obra de don Juan Manuel doce años después» ...... 63 Alan Deyermond (University of London) : «Cuentos orales y estructura formal en el Libro de las tres razones» ...... : ...... 75 Angel Diaz Arenas (Universiti t Salzburg-Spanische Kulturinstitut Munchen) : «Intento de análisis estructural del exemploXVII del Conde Lucanor» ...... 89 Francisco Javier Diez de Revenga (Universidad de Murcia) : El Libro de las armas de don Juan Manuel: algo más que un libro de historia» ...... 143 John England (University of Sheffield) : «Ser and aver the past participles of intransitive verbs in the works ofJuan Manuel» ...... 117 Jean Gautier-Dalché (Université de Nice) : «Alphonse XI a-t-il voulu la mort de don Juan Manuel?» ...... 135 Joaquin Gimeno Casalduero (University of California at Los Angeles) : «El Libra de tos Estados de don Juan Manuel: composición ysignificado» ...... 149 Derek W. Lomax (University of Birmingham) : «Elpadre de donJuan Manuel» ...... 163 José Luis Martin (Universidad Complutense de Madrid) : «Don Juan Manuel fundador del convento de San Juan y San Pablo de Peñafiel» ...... 177 Maria de los Llanos Martínez Carrillo (Instituto Saavedra Fajardo de Murcia) : «El obispado de Sigüenza en el Libro de caza: un itinerario geográfico» ...... 187 Denis Menjot (Université de Nice): Juan Manuel auteur cynégétique» ...... 199

Pág. Angel Luis Molina Molina (Universidad de Murcia) : «Los dominios de donJuan Manuel» 215 José Muñoz Garrigós (Universidad de Murcia) : «La adversacion exclusiva con sino y más en El Conde Lucanor» ...... 227 Germán Orduna (Universidad de Buenos Aires) : «La autobiografía literaria de don Juan Manuel» ...... 245 Lope Pascual Martinez (Universidad de Murcia) : «Los oficios y la cancilleria en el se- ñorío de donJuan Manuel» ...... 259 Aurelio Pretel Marín (Instituto de Estudios Albacetenes) : «Aproximación al estudio de la sociedad en La Mancha albacetense en el señorío de donJuan Manuel» ...... 287 José Romera Castillo (UNED) : «Don Juan Manuel autoridad en el Tesoro de Cova- rrubias» ...... Luis Rubio García (Universidad de Murcia) : «Lamuerte de don Juan Manuel» ...... 325 Luciana de Stéfano (Universidad de Caracas) : «Don Juan Manuel y el pensamiento medieval» ...... Juan Torres Fontes (Universidad de Murcia) : «Murcia y don Juan Manuel : tensiones y conflictos» ...... julio Valdeón Baruque (Universidad de, Valladolid) : «Don Juan Manuel y Peñafiel» ...... 385

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