Naciones Unidas S/2002/85

Consejo de Seguridad Distr. general 18 de enero de 2002 Español Original: inglés

Carta de fecha 18 de enero de 2002 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad por el Representante Permanente de Sierra Leona ante las Naciones Unidas

Cumpliendo instrucciones de mi Gobierno, tengo el honor de transmitir ad- junto el discurso pronunciado por el Señor Alhaji Ahmad Tejan Kabbah, Presidente de la República de Sierra Leona, en la ceremonia con que se ha celebrado el fin del desarme en Sierra Leona, que ha tenido lugar hoy viernes 18 de enero de 2002 (véa- se el anexo). Le agradecería que tuviera a bien disponer que la presente carta y su anexo se distribuyera como documento del Consejo de Seguridad.

(Firmado) Ibrahim M. Kamara Embajador Representante Permanente

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Anexo de la carta de fecha 18 de enero de 2002 dirigida al Presidente del Consejo de Seguridad por el Representante Permanente de Sierra Leona ante las Naciones Unidas

Discurso pronunciado por el Presidente de Sierra Leona, Excelentísimo Señor Alhaji Ahmad Tejan Kabbah, en la ceremonia con que se celebró el fin del desarme y la destrucción de armas, que tuvo lugar en Lungi el 18 de enero de 2002

Desde que juré solemnemente el cargo de Presidente de esta nación en marzo de 1996, ninguna ceremonia pública me ha conmovido tanto como la que presen- ciamos hoy. Es ciertamente un honor y un gran privilegio para mí estar aquí y actuar de anfitrión de esta emocionante declaración de paz en Sierra Leona. No hace mucho, las llamas de la guerra consumían millares de vidas inocentes e incontables bienes en varias zonas de nuestro país. Hoy nos felicitamos por que esas llamas de la guerra se hayan apagado y estemos a punto de contemplar cómo las llamas de la paz destruyen algunos de los instrumentos de la guerra. Es una gran satisfacción. Esta ceremonia, con la cual se celebra el fin simbólico del proceso de desarme, constituye una expresión histórica de nuestro profundo sentido de triun- fo nacional. La presencia de algunos colegas, del Presidente John Kufour, y de tantos mi- nistros de relaciones exteriores y de defensa, pone de manifiesto la importancia de la ocasión. Por lo tanto, en nombre del pueblo de Sierra Leona y en el mío propio, qui- siera empezar transmitiendo una cordial bienvenida a todos. También damos la bienvenida al Secretario Ejecutivo de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), Sr. Mohamed Chambers, y a los representantes de alto nivel y otros dirigentes y jefes de organizaciones a quienes también les habría gustado acompañarnos hoy pero no han podido hacerlo debido a compromisos ine- ludibles. No me cabe duda de que se suman al espíritu de esta ceremonia. El conflicto que acaba de terminar oficialmente era en esencia un conflicto in- terno. Sin embargo, nadie debe subestimar sus dimensiones y repercusiones regio- nales e internacionales. Así pues, permítanme que me refiera brevemente a la fun- ción que han desempeñado la CEDEAO, las Naciones Unidas y el resto de la comu- nidad internacional. Hoy, al celebrar el principio de la paz y la seguridad duraderas en Sierra Leo- na, establecemos también simbólicamente un nuevo hito en el camino hacia la paz y la estabilidad en la subregión de África occidental. Los acontecimientos de los últi- mos 10 a 12 años han demostrado que la frase proverbial “somos los guardianes de nuestro vecino” es sumamente pertinente para la situación de nuestra subregión. Decir que nuestros Estados hermanos de la CEDEAO, han dado verdadero sig- nificado al concepto de seguridad regional colectiva es poco. El mandato que recibió la CEDEAO del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en la resolución 1132 (1997), con arreglo al Capítulo VIII de la Carta de las Naciones Unidas, de que hi- ciera cumplir y vigilara la aplicación del embargo de armas y petróleo dictado contra la junta militar rebelde fue una decisión histórica. Representó el reconocimiento de la capacidad de la CEDEAO como instrumento de resolución de conflictos en el

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sistema internacional y resultó uno de los peldaños hacia el proceso de paz en Sierra Leona. Quisiera rendir especial homenaje a los Estados miembros de la CEDEAO que han promovido la causa de la paz en Sierra Leona aportando contingentes al Grupo de Verificación de la Cesación del Fuego (ECOMOG), en particular Nigeria, Gui- nea, Ghana y Malí, o actuando como facilitadores y anfitriones de conversaciones de paz, en especial Côte d’Ivoire y el Togo. También queremos manifestar nuestro agradecimiento a los demás Estados de la Comunidad que han demostrado su solida- ridad con el pueblo de Sierra Leona a lo largo del conflicto. Recordamos a los soldados del ECOMOG que hicieron el máximo sacrificio entregando su vida para que nuestros hijos puedan vivir en paz. Reiteramos a sus familias y gobiernos respectivos nuestras seguridades de que su memoria seguirá siempre viva en nuestros corazones. Quisiera asegurarles que todos y cada uno de los ciudadanos de Sierra Leona saben que sin la CEDEAO y su grupo de verifica- ción, el ECOMOG, las perspectivas de desarme y paz habrían sido mínimas. Sin embargo, permítanme señalar que, pese al rotundo éxito de la CEDEAO en Sierra Leona, la organización se enfrenta a graves dificultades para desempeñar su misión principal, es decir, promover la integración regional en todas las esferas de actividad económica. Todavía hay restos de amenazas para la paz en nuestra subre- gión. Entre ellos se cuentan la transferencia ilícita de armas y municiones, y el co- mercio ilícito de diamantes y otros recursos naturales para promover o prolongar los conflictos armados, que a la vez hace estragos entre civiles inocentes e indefensos. Estas actividades crueles y desestabilizadoras constituyen una anomalía. Siguen obstaculizando el desarrollo y deben eliminarse para que podamos dedicar toda nuestra energía, de forma colectiva, a la labor de liberar a nuestros pueblos del cau- tiverio de la miseria. Mientras contemplamos cómo arde una hoguera de armas y municiones, debe- mos recordar la necesidad de respetar estrictamente la suspensión de la importación, la exportación y la fabricación de armas ligeras en África occidental de la CEDEAO. Y esa suspensión debe considerarse tanto un mecanismo de seguridad como un ca- talizador del desarrollo económico y social en África occidental. Sierra Leona hizo suya sin reservas la decisión adoptada el mes de julio pasado de prorrogar la suspen- sión otros tres años. Excelentísimos señores y señoras, permítanme que en esta ocasión haga un llamamiento a todos los miembros de la CEDEAO y a las agrupaciones interestata- les de la Comunidad para que renueven su adhesión no sólo a los principios de bue- na vecindad sino, lo que es más importante, a los ideales de hermandad. Nosotros los dirigentes de las naciones de la subregión, solemos llamarnos hermanos. Apro- vechemos el éxito que estamos celebrando hoy como fuente de inspiración para tra- bajar con mayor ardor en el fortalecimiento de la familia y otros vínculos que nos conviertan en una gran comunidad de pueblos. Excelentísimos señores y señoras, distinguidos invitados: El pueblo de Sierra Leona está igualmente agradecido a las Naciones Unidas y al resto de la comunidad internacional por el apoyo que han prestado para hacer po- sible esta celebración. Reconocemos que mucho antes de que estallara la guerra ha- bía ya en este país numerosos representantes suyos que actuaban como asociados en el desarrollo, nos ayudaban a ocuparnos de la salud y el bienestar de nuestros niños,

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y trabajaban codo a codo con nuestros ciudadanos para construir carreteras y puen- tes, equipar escuelas y hospitales, conseguir semillas de alto rendimiento para au- mentar la producción de alimentos y crear capacidad para que la población de Sierra Leona fuera autosuficiente económicamente. En el transcurso de la guerra, las organizaciones internacionales proporciona- ron un socorro humanitario esencial a millares de refugiados y desplazados internos de Sierra Leona. También han prestado apoyo en programas de rehabilitación y re- construcción. Sin embargo, hemos de confesar que durante el conflicto armado hubo momentos en que muchos de los nuestros se sentían desamparados o pensaban que tal vez nuestro grito de ayuda no era suficientemente sonoro para empujar al mundo a dar la respuesta cualitativa y cuantitativa que exigía nuestra precaria situación. Hubo otras ocasiones en que el ciudadano medio de Sierra Leona pensó que las re- petidas peticiones de asistencia internacional urgente que permitiera al ECOMOG llevar a cabo su labor jamás serían escuchadas. En una oportunidad el Secretario General, Sr. Kofi Annan, tuvo que rogar a la comunidad internacional que no aban- donara al pueblo de Sierra Leona. Sin embargo, como observo con frecuencia, Sierra Leona ha puesto a prueba la capacidad de las Naciones Unidas, y de la comunidad internacional, para hacer frente a las grandes dificultades de nuestros tiempos en los ámbitos del manteni- miento de la paz, el socorro humanitario, la protección de los derechos humanos y la administración de justicia. En general, su respuesta a esas dificultades ha sido ex- traordinaria. Ello se refleja en las operaciones de la Misión de las Naciones Unidas en Sierra Leona (UNAMSIL), las actividades de organismos como la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, y más recientemente en la decisión de establecer el Tribunal Especial. Estamos profundamente agradecidos por estas y otras formas de asistencia que hemos recibido. Sin la contribución de las diversas organizaciones y organismos, gubernamentales y no gubernamentales, la mayoría de nosotros no habríamos vivido para ver este gran día. Al tiempo que doy las gracias a todos los países que han aportado contingentes y a la UNAMSIL, permítanme también renovar nuestra expresión de sentido pésame a las familias y a los gobiernos de los integrantes de la UNAMSIL que perdieron la vida al servicio de las Naciones Unidas en nuestro territorio. He de reiterar a las Naciones Unidas y a la comunidad internacional que el proceso de desarme ha concluido oficialmente. Sin embargo, acaba de empezar la igualmente formidable tarea de reintegración y rehabilitación. A ese respecto, deseo señalar a su atención la observación formulada recientemente por el Secretario Ge- neral, Sr. Kofi Annan, de que “las limitadas oportunidades de reintegración para los excombatientes, como resultado de los fondos insuficientes, siguen siendo motivo de grave preocupación”. No podríamos estar más de acuerdo con él. La comunidad internacional no puede permitirse volver a crear un sentimiento de abandono en la mente de los ciudadanos de Sierra Leona, especialmente los jóve- nes excombatientes y los que pueden describirse como no combatientes. Por ello ha- cemos un llamamiento a la comunidad internacional para que siga participando en nuestros esfuerzos por consolidar la paz en Sierra Leona. Sabemos por experiencia que la asistencia internacional oportuna y suficiente a menudo determina el curso de los acontecimientos en las situaciones de conflicto y posteriores a ellos. Seguimos contando con el apoyo de todos ustedes.

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Excelentísimos señores, distinguidos invitados: Sierra Leona tiene muchos amigos en la comunidad internacional. Pero tam- bién tenemos algunos amigos excelentes y fieles; amigos que nos sentimos obliga- dos a nombrar especialmente en una ocasión como ésta. Me refiero al Reino Unido, la República Federal de Nigeria, los Estados Unidos de América y la República Po- pular China. Los Gobiernos y los pueblos de esos Estados amigos merecen un capí- tulo por separado en la historia de nuestra transición de la guerra a la paz. Como se dice tradicionalmente, en las situaciones difíciles es donde se conoce a los verdade- ros amigos. Ahora bien, para ustedes, mis compatriotas, éste es el día que todos hemos es- perado pacientemente. Como les dije hace dos domingos, el resto del mundo ha que- dado impresionado por nuestra capacidad de resistir. El valor de ustedes ha sido ejemplar. Lucharon con firmeza, no sólo para defender su derecho a la vida sino también para mantener en alto los principios del gobierno democrático y el estado de derecho. Unos pocos declararon la guerra y usaron a otros para librar y prolongar esa guerra sin sentido. Seguimos sosteniendo que la respuesta de ustedes fue un acto de legítima defensa propia. Hemos aprendido con dolor que el camino al desarme y la paz no es fácil. Se perdieron muchas vidas y se destruyeron numerosos bienes. Encontramos obstáculos de diversa magnitud como la intransigencia, la mala fe, la codicia, el temor, la des- confianza, y en algunos casos, restricciones financieras. Hubo demasiadas demoras y desvíos en el camino. Hoy podemos enorgullecernos de haber llegado por fin a una etapa en que por primera vez en más de diez años podemos hablar con confianza so- bre la verdadera paz y seguridad. Esta ceremonia que marca la conclusión simbólica del desarme y la celebra- ción de la paz es tan importante para cada uno de nosotros que tenemos previsto re- petirla en otras partes del país en los próximos días. Muchos de los que no están pre- sentes hoy tendrán también oportunidad de estar y participar en la celebración de este dramático cambio en la historia de Sierra Leona. Compatriotas, mientras continúa la celebración, estamos a punto de enfrentar el primer desafío importante en la esfera de la transición política pacífica, es decir, las elecciones presidenciales y parlamentarias. Las elecciones pondrán a prueba nuestra capacidad de aplicar la nueva cultura de paz que adoptamos recientemente en nuestras relaciones mutuas. El proceso electoral de próxima celebración pondrá a prueba nuestro patriotismo, nuestra determinación de dejar atrás el conflicto armado y renunciar a la como medio para producir cambios políticos o de cual- quier otra clase en este país. Si realmente apreciamos la paz, debemos vivirla y practicarla. Permítanme aprovechar esta oportunidad para reiterar que una elección no es una guerra. La guerra ha terminado. Lo que estamos a punto de iniciar es una com- petencia amistosa. Las elecciones son un proceso mediante el cual debemos elegir libremente y en paz a aquellos que creemos están preparados para asumir la pesada responsabilidad de servir a esta nación. Confío en que guiados por las enseñanzas de los diez últimos años e inspirados por esta ocasión simbólica pero solemne a la que asistimos hoy, las próximas elec- ciones serán libres y justas y las más pacíficas en la historia de nuestro amado país.

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Compatriotas, otra prueba que debemos pasar es la de la reconciliación y la justicia. Debemos reconocer que la justicia y la reconciliación son elementos im- portantes de la paz. Más aún, la administración de justicia es parte integrante del proceso de reconciliación nacional. Si realmente deseamos consolidar la paz, si realmente deseamos facilitar el proceso de reconciliación nacional, debemos estar preparados para enfrentar con eficacia el trauma y el sufrimiento resultantes de ese amargo conflicto. Una de las principales instituciones designadas para ese propósito es, naturalmente, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. Todos debemos es- perar con interés sus actuaciones y los resultados de su labor. Y hablar de la reconciliación me lleva a la cuestión del Tribunal Especial que, debo destacar, es parte del proceso de reconciliación nacional. No se puede hablar de la necesidad de reconciliación nacional y al mismo tiempo hacer caso omiso del imperativo moral y constitucional de sostener el estado de derecho. El Tribunal Es- pecial tiene que ver con la rendición de cuentas, con la justicia. No obstante, debo añadir que la justicia no es simplemente un acto de castigo, de venganza o de ajuste de cuentas. En nuestra situación es un medio para tratar la impunidad. También es un medio para velar por que en todo momento se respeten y protejan los derechos humanos de cada persona, incluidas aquellas que se ven envueltas en un conflicto armado. Excelentísimos señores, distinguidos invitados, compatriotas: En esta auspiciosa ocasión, he hablado de la paz en Sierra Leona y las funcio- nes de nuestra organización subregional, las Naciones Unidas y el resto de la comu- nidad internacional, así como de nuestro propio esfuerzo para conseguir la paz que estamos celebrando aquí. Me referí a las armas, a la guerra y a la necesidad de ins- tituir un cambio político pacífico mediante elecciones libres y justas. También men- cioné lo que considero nuestra responsabilidad colectiva de cooperar para consolidar lo que hemos ganado, mediante, entre otras cosas, componentes de la paz como la justicia, el estado de derecho, la protección de los derechos humanos, la reconcilia- ción nacional y el mantenimiento de una sociedad abierta. Aquí debo detenerme para explicar el concepto de sociedad abierta. A menudo se confunden los conceptos de sociedad abierta y sociedad civil. En verdad, una so- ciedad civil saludable es parte de una sociedad abierta, pero sólo una parte. Se nos dice que una sociedad abierta también necesita un gobierno democrático y un sector privado que sea independiente del gobierno. Para salvaguardar esos elementos nece- sita del estado de derecho. No obstante, debemos observar que la paz y la reconciliación no pueden impo- nerse, no pueden ordenarse y no pueden establecerse por ley o por encargo. La paz y el perdón deben provenir del corazón y la mente de las personas afectadas, es decir, nosotros, los ciudadanos de Sierra Leona. Excelentísimos señores, distinguidas damas y caballeros: La esencia de mis observaciones puede resumirse en las siguientes palabras de profunda sabiduría de Su Santidad el Papa Juan Pablo II, dirigidas al cuerpo diplo- mático acreditado ante la Santa Sede hace cuatro años este mes. Su Santidad dijo: “Si la llegada al poder por la violencia se transforma en norma, si la insisten- cia en las consideraciones étnicas sigue siendo más importante que todas las inquietudes, si la representación democrática se deja de lado sistemáticamente,

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si siguen proliferando la corrupción y el comercio de armas, entonces África nunca experimentará la paz y el desarrollo y las generaciones futuras juzga- rán sin piedad estas páginas de la historia de África.” Este mensaje estaba dirigido a África, por alguien de gran prestigio que se considera amigo de África. Creo que también es apropiado para este acontecimiento en particular. Gracias una vez más por su presencia y su apoyo en nuestra búsqueda ince- sante de la paz sostenible, la seguridad y el desarrollo de este país.

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