ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA

DE

Fundada el 17 de abril de 1822

Presidente Honorario Perpetuo BERNARDINO RIVADAVIA

AUTORIDADES

Presidente Dr. Marcelo Elizari

Vicepresidente Dr. Antonio Raúl de los Santos

Secretario General Dr. Juan Antonio M. Mazzei

Secretario de Actas Dr. Miguel L. Podestá

Tesorera Dr. Mercedes Weissenbacher

Protesorera Dra. María Marta de Elizalde de Bracco BOLETÍN

ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA

DE BUENOS AIRES

Fundado en el año 1823 Director: Dr. Juan Antonio M. Mazzei

COMISIÓN DE PUBLICACIONES

Presidente: Dr. Román L. Rostagno Secretario: Dr. Miguel L. Podestá Vocales: Dr. Vicente Diamante Dr. Marcelo V. Elizari Dr. Jorge D. Lemus Dr. Manuel L. Martí Dr. Juan A. M. Mazzei Dr. Oscar Morelli Dr. Jorge A. Neira Dr. Alberto Riva Posse

Volumen 96 2018 República

La Honorable Academia no se responsabiliza por los conceptos vertidos por los autores en los trabajos presentados. Av. Las Heras 3092- (C1425ASU)- Buenos Aires.

ISSN2683-9806 [email protected] ÍNDICE

ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINA

Autoridades ...... 1

Comisión de Publicaciones ...... 2

NECROLÓGICA

Académico Dr. Roberto N. Pradier, Palabras del Sr. Secretario General, Acad. Antonio R. de los Santos ...... 5

RENOVACIÓN DE AUTORIDADES

Palabras del señor presidente saliente Académico Manuel Luis Martí ...... 9 Palabras del señor presidente entrante Académico Marcelo Elizari ...... 14

INCORPORACIONES

INCORPORACIÓN DEL ACADÉMICO TITULAR DOCTOR HORACIO LÓPEZ Palabras de apertura por el señor Presidente de la Academia, Acad. Manuel L. Martí .... 24 Discurso de recepción por el académico, Dr. Juan Antonio Mazzei ...... 25 Discurso del académico recipiendario doctor Horacio López ...... 30

INCORPORACIÓN DE LA ACADÉMICA CORRESPONDIENTE DOCTORA YOLANDA ANA ROSA BOLZÓN DE LOMBARDO Palabras de apertura por el señor Presidente de la Academia, Acad. Marcelo Elizari...... 38 Discurso de presentación por el académico, Dr. Manuel Luis Martí ...... 39 Macronutrientes resistencia insulínica y síndrome metabólico, por la académica recipiendaria Dra. Yolanda Ana Rosa Bolzón ...... 40

INCORPORACIÓN DEL ACADÉMICO TITULAR DOCTOR FRANCISCO JOSÉ BARRANTES

Palabras de apertura por el señor Vicepresidente de la Academia, Acad. Antonio Raúl De Los Santos ...... 51

Discurso de presentación por el académico, Dr. Eduardo H Charreau ...... 52

Discurso del académico recipiendario, Dr. Francisco José Barrantes...... 56 TRABAJOS CIENTÍFICOS

Linfoma de células del manto. Factores pronósticos: aportes de la anatomía patológica, Narbaitz M, García-Montenegro M, Metrebian MF, Rodríguez A, Wannesson B, Sakamoto F, Negri P, Rivas MM, ,Venturini C, Pavlovsky M, Fernández I ...... 64

Eliminación de la transmisión materno-infantil de HIV, Sífilis, enfermedad de Chagas y Hepatitis B. Análisis de factibilidad, Dr. Roberto Chuit ...... 70

CICLOS CIENTÍFICOS CULTURALES

Acto II. 130° Aniversario Del Hospital Juan A. Fernández 1ra. Parte 1888/1938 – El Antiguo Hospital, por el Acad. Jorge Daniel Lemus ...... 80 El tango “Amoníaco” y el Hospital Fernández, Por la Prof. Dra. María Carmen Lucioni ...... 88 Acto III. Ciclo de música e historia en los palacios de Buenos Aires, Texto de Noemí Pilar Molinero. Interpretado por Cuarteto de Amigos: Haydée Seibert Francia, Gustavo Mulé, Elizabeth Ridolfi, Myriam Santucci, Siro Bellisomi (en reemplazo de Myriam Santucci) ...... 106

HOMENAJES

A LOS ACADÉMICOS TITULARES: DR. JOSÉ EMILIO BURUCÚA EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO Y A LOS DRES. SALUSTIANO CUENCA Y TEODORO ÁLVAREZ EN EL BICENTENARIO DE SUS NATALICIOS

Palabras de apertura del acto por el Señor Presidente de la Academia, Acad. Marcelo Elizari ...... 114 El académico José Emilio Burucúa, en el centenario de su nacimiento, Por el Acad. Juan A. Mazzei ...... 115 El académico Salustiano Cuenca en el bicentenario de su nacimiento, Por el Acad. Leonardo Mc Lean ...... 120 El académico Teodoro Álvarez en el bicentenario de su nacimiento, Por el Acad. Eduardo H. Charreau ...... 122

NECROLÓGICA

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ACADÉMICO DR. ROBERTO N. PRADIER

08/12/1930 – 25/02/2018

Vengo en nombre de la Academia Nacional de Medicina para despedir y honrar junto a familiares y amigos al Dr. Roberto Pradier. Mis palabras están impregnadas de tristeza y agradecimiento; tristeza por la dura evidencia de la finitud de la existencia y agradecimiento por la vida de Roberto. No es éste momento de biografías detalladas. A grandes rasgos, basta decir que el Dr. Pradier nació en 1930, se graduó de bachiller en su querido Colegio Nacional de Buenos Aires; egresó con diploma de honor en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y se doctoró en 1962. En un principio su vida profesional estuvo vinculada con el Hospital de Clínicas donde fue practicante, médico interno y miembro del staff del Instituto de Clínica Quirúrgica, ya con una clara orientación a la oncología, en particular, en cabeza y cuello. En 1962 obtuvo por concurso una beca del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas y del Institute of International Education para concurrir al Servicio de Cirugía de Cabeza y Cuello del Roswell Park Memorial Institute de Buffalo, en el estado de New York donde concluyó su formación inicial en oncología. Fueron tiempos de gran aprendizaje, pero en soledad porque su esposa había quedado en Buenos Aires, esperando la llegada de Roberto, su tercer hijo, de cuyo nacimiento se enteró Pradier mientras estaba operando.

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A poco de regresar a la Argentina ya fue reconocido como uno de los líderes en cirugía oncológica en actividades asistenciales, de investigación y de gestión universitaria, centrando su trabajo en el Instituto de Oncología Ángel Roffo donde dirigió la residencia en Cirugía Oncológica y la Unidad Docente de la Carrera de Especialista Universitario de Cirugía Oncológica de la UBA. De esa época data la creación de la Asociación Civil para la Acreditación de Programas de Educación Médica de Postgrado de la República Argentina, la ACAP que llevó el sello del Dr. Pradier como presidente. Esa institución civil, no oficial se encargó de la verificación de la calidad de los espacios de formación en residencias médicas. Muchos años después esta tarea esencial desde las miradas técnica y ética fue asumida por el Ministerio de Salud de la Nación, la CONEAU y las sociedades científicas. Su carrera hospitalaria culminó con el cargo de Director por concurso del Roffo desde 1999 hasta el año 2007. Fue Profesor de Cirugía General y Profesor de Cirugía de Cabeza y Cuello de la UBA desde 1990. En el año 2003, ingresó como Miembro de Número de la Academia Nacional de Medicina y en ese mismo año fue galardonado con el Diploma al Mérito de Konex. En el año 2010, el Ministerio de Salud Pública de la Nación creó el Instituto Nacional del Cáncer con el Dr. Pradier como Director, cargo que ejerció hasta el año 2014, fecha en la que renunció para asumir la Presidencia de la Academia Nacional de Medicina. Durante su gestión al frente de la Academia debió conducir con mano firme las inestabilidades políticas y las restricciones presupuestarias de la época; sin duda, gran parte del progresivo desarrollo actual de la Academia se basa en sus días en la presidencia caracterizada por su firmeza, honestidad, dedicación, idoneidad y experiencia en la conducción. Al finalizar su mandato en la presidencia de la Academia en el año 2016, se le ofreció y aceptó nuevamente la dirección el Instituto Nacional del Cáncer del Ministerio. Su producción científica es vasta; incluyó la publicación de más de 90 trabajos científicos en revistas nacionales y extranjeras de difusión internacional y la autoría de 7 capítulos en libros de la especialidad. Su extensa trayectoria en el terreno de la oncología le hizo acreedor del reconocimiento nacional e internacional como especialista y autoridad médica. Sus principales aportes en la especialidad se dirigieron a la difusión de distintas técnicas quirúrgicas con relación a los colgajos témporo-frontales, delto-pectorales y músculo-cutáneos del pectoral mayor. Promovió la realización de reconstrucciones microquirúrgicas y la integración de tratamientos oncológicos en cabeza y cuello mediante cirugía, radioterapia y quimioterapia. La personalidad de Roberto infundía respeto y era respetuoso de los derechos de los demás. Sincero y cultor de la verdad en su vida personal y en la ciencia. Por su compromiso ético, trabajador incansable y apasionado constituyó un modelo a imitar en todas sus actividades.

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Su existencia transcurrió plena de logros y satisfacciones perdurables junto a sus seres queridos, su amada esposa Marta, sus hijos y nietos y sus amigos genuinos. El propósito de su vida fue servir: servir a la ciencia, servir a la sociedad y servir al semejante individual. Cumplidos sus 86 años continuaba trabajando como en los primeros días de su carrera médica, pero no cabe duda de que esperaba lo irreparable que por esas edades se acerca lenta, firme e inexorablemente. Sin embargo, la enfermedad contra la que luchó toda su vida le dio la ocasión de una última lección suprema: persistir en el trabajo en la medida que las fuerzas lo permitían junto a su gente, en el Ministerio y en la Academia, con la pluma en la mano, haciendo aportes, brindando sus conocimientos con la rigurosidad que lo caracterizó. Para concluir, deseo evocar un pasaje de nuestra vida, que estoy seguro pondría contento a Roberto. Transcurría nuestro practicantado en el Hospital de Clínicas y Roberto era uno de nuestros médicos internos. En esos días en la guardia del Hospital nuestros conocimientos prácticos de la medicina eran escasos y la figura del médico interno alcanzaba una dimensión paternal. De esa época, a pesar del paso de muchos años recuerdo con emoción el acompañamiento del Dr. Pradier, que a cualquier hora del día o de la noche estaba dispuesto para ofrecer su ayuda en bien de los pacientes y en la promoción de nuestro aprendizaje. Yo no sé si él y cada uno de los practicantes comprendíamos en plenitud el significado de su presencia: más allá de un diagnóstico, de una sugerencia terapéutica, de una derivación oportuna, el Dr. Pradier nos estaba enseñando sin palabras a ser médicos. Sin duda este es un momento triste; pero atenúa nuestro dolor la convicción de que el buen Dios acogerá en sus brazos a Roberto.

Acad. Antonio R. de los Santos Secretario General Academia Nacional de Medicina

RENOVACIÓN DE AUTORIDADES

PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE SALIENTE ACADÉMICO MANUEL LUIS MARTÍ

PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE ENTRANTE ACADÉMICO MARCELO ELIZARI

18 de abril 2018

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PALABRAS DEL SEÑOR PRESIDENTE SALIENTE ACADÉMICO MANUEL L. MARTÍ

En primer lugar, vamos a recordar a tres académicos que desaparecieron en este período, nos referimos a Olindo Martino, Rómulo Cabrini y Roberto Pradier. Los tres fueron grandes médicos y dieron lustre a esta Academia, con el brillo de sus personalidades y conocimientos y han dejado un gran vacío entre nosotros. Cuando este Consejo de Administración comenzó su tarea hace dos años, los tiempos no eran fáciles; cuando lo finaliza, nuestro país nos regala con alguna de las dificultades a las que estamos habituados. En toda mi vida no recuerdo etapas sin problemas a las que, gracias a Dios, los sufridos habitantes de nuestro país somos capaces de enfrentar y sobrevivir. Eso precisamente es lo que ocurrió con este Consejo compuesto por personalidades de la medicina argentina que han puesto su profesionalidad, sus sentimientos y su voluntad para llevar adelante el mandato recibido de sus pares. El hecho institucional de mayor trascendencia fue el traspaso del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva al Ministerio de Salud con lo que se evitó el maltrato sufrido con la administración anterior. La Academia mantiene su autonomía pero es el Ministerio de Salud el encargado de suministrarle el subsidio que le corresponde por ley. Al mismo tiempo, se pudo modificar la pertenencia del personal a UTEDyC. La modificación consiste en que el personal continúa adherido a UTEDyC pero se maneja con las paritarias de UPCN, lo que produce un alivio financiero muy significativo para la Academia. Estas dos mejoras: el traspaso y la modificación sindical, se debieron a la tarea desarrollada por el Acad. Jorge Lemus a favor de la Academia mientras estuvo a cargo del Ministerio de Salud. (subsidio terraza). Además, concretó una importante donación para el Instituto de Investigaciones Hematológicas y para el Consejo de Certificación de Profesionales Médicos. Desde el punto de vista de la representación institucional, la Academia ha tenido un período de gran actividad. Por indicación del Acad. Eduardo Charreau, la Academia se asoció al IAP, el International Academy Partnership, una institución con vigencia en todo el mundo que reúne a las academias de medicina y tiene una influencia reconocida en los gobiernos y las instituciones internacionales. El Acad. Jorge Neira representó a la Academia Nacional de Medicina en el IAP y, merced a su trabajo, nuestra Academia pertenece al Comité Ejecutivo de la Asociación. La ALANAM es la Asociación Latinoamericana de Academias de Medicina, España y Portugal.

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En este período le correspondió la presidencia a nuestro país. La Asociación cumplió cincuenta años, la Academia es miembro fundador, representada hace medio siglo por el Acad. Estéves Balado. El aniversario fue festejado en Bogotá y los Acad. Antonio Raúl de los Santos y Juan Antonio Mazzei fueron conferencistas en esa reunión. ALANAM y la Real Academia Nacional de Medicina de España pusieron en marcha un plan de sumo interés y trascendencia: la realización de un Diccionario Panhispánico de Términos Médicos. La idea comenzó en la Real Academia Nacional de Medicina de España y cuenta con el apoyo de la Real Academia Española. Todas las Academias de habla hispana están involucradas en el proyecto. Hubo reuniones en Madrid, Boston y Bogotá y en este año habrá una en Buenos Aires. La tarea es laboriosa pero está adelantada: ya se alcanzó la letra “P”. La obra contará con las diferentes acepciones y usos que tienen los términos médicos en los distintos países hispanoparlantes. El objetivo es mantener el español médico para quinientos millones de personas que hablan el idioma. Al ocupar la presidencia de la Asociación, le corresponde a la Academia Nacional de Medicina organizar el congreso que reúne a las Academias que la integran. Los temas del mismo son: “Atención primaria de la salud” y “Cáncer: sus aspectos epidemiológicos y socio-económicos”. El Congreso se desarrollará en nuestra Academia los días 11, 12 y 13 de octubre de 2018. La Academia tuvo, además, la responsabilidad de organizar los encuentros que tuvieron lugar en Buenos Aires con las Academias de Medicina de Río de Janeiro y la Academia Nacional de Medicina del . En ambos encuentros, hubo un alto nivel en las comunicaciones y se desarrolló un fraternal encuentro entre colegas de estos dos países limítrofes. Una de las actividades de gran interés, son los encuentros Interacadémicos que comenzaron el año 2013 a instancias del Acad. Fortunato Benaim. Los mismos tienen por objeto reunir a las Academias Nacionales para que den su opinión sobre temas de interés para el país; en el año 2017 la reunión de quince Academias Nacionales fue sobre el tema: “Academias y el futuro de la investigación universitaria”, que se realizó en el Aula Magna y que tuvo una nutrida concurrencia. La disertación del representante de nuestra Academia, el Acad. Eduardo Charreau fue una de las de mayor relieve. Este año el tema versa sobre “Academias, conocimiento y sociedad” y se llevará a cabo el 6 de noviembre en el Aula Magna. Es la VII Reunión Interacadémica. En esta oportunidad, han sido invitadas todas las Academias Nacionales. Estas reuniones permiten por primera vez un intercambio real entre las distintas Academias que pueden manifestar sus puntos de vista sobre temas de trascendencia para el país.

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El Instituto de Investigaciones Epidemiológicas ha trabajado en forma intensiva con la dirección del Acad. Jorge Lemus y la colaboración muy eficiente del Dr. Roberto Chuit y la Dra. Zulma Ortíz. Los Dres. Gonzalo Rubio y Agustín Falco, por su parte, han coordinado las reuniones organizadas por la Academia para la redacción de los consensos para el tratamiento de diversas enfermedades neoplásicas. El Boletín de la Academia, cuyo primer número es del año 1822, se comenzó a distribuir “online”, con la impresión de veinte ejemplares para archivo e intercambio. Al mismo tiempo, a instancia del Acad. Mazzei que lo dirige, se comenzó con la distribución “online” de una Newsletter que se envía a los académicos y a numerosas instituciones y cumple con la tarea de informar acerca de las diversas actividades de la Academia. La Academia ha estado presente en el ámbito público a través de sus declaraciones que se distribuyen a los medios de comunicación y a diversas instituciones: - Declaración sobre el cambio climático y educación – con el IAP. - Acerca del nuevo proyecto de trombofilia: en trámite parlamentario. - Violencia en ámbitos médicos. - Cátedra universitaria sobre el aborto. - Una convocatoria a la acción para mejorar la reproducibilidad de la investigación biomédica por las Academias miembro de IAP para la salud. - Sobre el aborto. Una de las mayores preocupaciones y ocupaciones de este Consejo de Administración es el Instituto de Investigaciones Hematológicas – IIHEMA, el más importante centro de investigación y de atención hematológica de nuestra ciudad con sesenta y dos años de existencia, uno de los orgullos de esta Academia y por el que han pasado mucho de los especialistas en hematología que ejercen su profesión a lo largo del país y del extranjero. Gracias a la transferencia al Ministerio de Salud, la residencia se pudo actualizar. Al mismo tiempo, se ha conseguido la internación en diversas instituciones de los enfermos que la requieren. Con el Director del Instituto, el Dr. Salvador Bruno y el Administrador de la Academia, el Lic. César Augusto Menéndez se planificaron acciones que mejoraron el futuro. Un hecho de gran importancia ha sido la incorporación de la Lic. Cecilia Giordano, con experiencia en el ámbito de la medicina prepaga y de la administración, que comenzó a ocuparse de la reorganización del Instituto en el sentido de la atención y la relación con las instituciones sociales y médicas que emplean los servicios de la Academia. En este sentido, la donación efectuada por el Ministerio de Salud para la actualización del Instituto, a través de la gestión de nuestro Acad. Jorge Lemus, a quien la Academia reconoce como uno de sus grandes benefactores, fue destinada a la

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renovación de los consultorios externos que funcionaban en ámbitos envejecidos y de muy poco atractivo para médicos y pacientes. Por consejo del Acad. Edgardo Young, la obra fue otorgada al Arquitecto Carlos Barros, profesional de acreditada nombradía en el campo de la arquitectura hospitalaria, quien está llevando adelante el proyecto en tiempo y forma. Ya se encuentra en funcionamiento el ala de Oncohematología y en muy poco tiempo se concluirá con la obra de los consultorios de Clínica Hematológica. De esta forma se podrán ofrecer servicios de atención con una infraestructura acorde con los tiempos y con los avances de la medicina. Una importante donación de la sucesión Dentone permitió la adquisición de instrumentos de mucho valor para la tarea del instituto. El objetivo que puso por delante esta administración es la autofinanciación del Instituto de Investigaciones Hematológicas, de acuerdo con los servicios que puede otorgar y el alto nivel de sus profesionales. La Academia codirige con el CONICET el Instituto de Medicina Experimental que tiene una significativa producción científica. La Biblioteca siempre ha sido un pilar en el trabajo de la Academia; en estos últimos tiempos, con el avance de la informática se ha modificado su tarea; hay menos concurrentes pero la página web recibió 65.798 visitas. El Director de Administración, Lic. César Menéndez, siempre dispuesto ha sido un ejemplo por la tarea realizada. En el local que perteneciera a la Fundación Maissa, hoy desaparecida, la Academia tiene en alquiler un local a CETRO, un instituto dedicado a la terapia radiante. En este año se ha comenzado un nuevo contrato que beneficia a la Academia que, además, recupera tres ámbitos en el primer piso, que tendrán su destino en poco tiempo. En el subsuelo, como se sabe, se encuentra un servicio de PET, alquilado por la Fundación Centro Diagnóstico Nuclear, que realiza tareas de gran responsabilidad en el diagnóstico de enfermedades oncológicas. No se puede concluir esta reseña sin señalar que nada podía haber sido llevado al buen éxito sin la tarea continuada y brillante de las secretarias: Sras. Silvia Tenconi, Silvia Sempé y Virginia Viegas, dispuestas siempre a la colaboración eficiente y a la entrega generosa. Lo mismo cabe para la Secretaría Académica con Ana Inés Aureggi, Nancy Cruells y Matías Alcuri. La Sra. Mariluz Giorgetti se ocupó eficazmente de las publicaciones y del archivo de los académicos. Una mención aparte merece todo el personal que colaboró siempre aún en situaciones de complejidad que fueron aceptadas con paciencia y a quien agradecemos.

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Por mi parte, lo que puedo agregar, es que estos diez años que he pasado en el Consejo desde el cargo de Secretario de Actas, ofrecido por el Acad. Roberto Arana, hace justamente una década, han permitido que colabore con toda mi voluntad para el engrandecimiento de esta gran institución que es la Academia Nacional de Medicina y que ocupa una gran parte de mi vida. Una tarea como esta no es obra de una persona y tuve la fortuna de contar con un Consejo de Administración sobresaliente: el Vicepresidente Marcelo Elizari; el Secretario General, Antonio Raúl de los Santos; nuestro malogrado Tesorero, Rómulo Cabrini y su reemplazante Mercedes Weissenbacher y Juan Antonio Mazzei como Secretario de Actas. Todos ellos de brillante trayectoria y de entrega completa a su trabajo, el que continuarán en la próxima administración. Este cambio tiene varias facetas: - El abandonar el Consejo de Administración luego de haberlo ocupado por muchos años genera una cierta tristeza. - El saber que tendré más tiempo para mí y para mi familia. - El tener el convencimiento de haber dado todo lo que pude y de haber recibido un estímulo enorme para mi existencia, un regalo que no tiene precio. - Muchísimas gracias a los que han colaborado con esta humilde tarea para mantener en alto el nombre de la Academia Nacional de Medicina.

Acad. Manuel L. Martí, Presidente saliente, y Acad. Marcelo Elizari, Presidente entrante de la Academia Nacional de Medicina.

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PALABRAS DEL PRESIDENTE ENTRANTE ACAD. MARCELO V. ELIZARI

Este año la Academia Nacional de Medicina cumple 196 años desde su creación en abril de 1822, fecha en la que el General Martín Rodríguez, Gobernador de Buenos Aires y su Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, Bernardino Rivadavia redactaron el decreto que la creaba. Poco después, el Plenario Académico designó Presidente Honorario Perpetuo a Bernardino Rivadavia y, desde entonces, su busto preside todas las reuniones en el Aula Magna. La presidencia de la Academia Nacional de Medicina es una de las más altas distinciones en nuestra profesión. Mi anhelo es mantener los mismos niveles de excelencia que tuvo su conducción bajo la presidencia de los académicos que me precedieron. Mi agradecimiento a las Señoras y Señores Académicos de esta Corporación por haberme elegido para este cargo que he aceptado con pleno conocimiento de su significado, asumiendo el compromiso de cumplir con responsabilidad y dedicación las obligaciones que ello implica. Para lograrlo contaré con el soporte de un calificado Consejo de Administración: Académicos Antonio Raúl de los Santos como Vicepresidente, Juan Antonio Mazzei, Secretario General, Mercedes C. Weissenbacher y María Marta Elizalde de Bracco en Tesorería, y Miguel Podestá como Secretario de Actas. Por otra parte, el asesoramiento, consejo y respaldo permanente del Plenario Académico me permitirán regir la Academia cumpliendo los objetivos que la sustentan. En el año 2008, durante la presidencia del Acad. Roberto Arana, recibí la distinción de ser incorporado como miembro de número de la Academia para ocupar el sitial de un distinguido endocrinólogo, Enrique B. del Castillo, que había quedado vacante por el fallecimiento de Carlos Alberto Bertolasi en la especialidad Cardiología. Mi incorporación como miembro de número y el motivo que hoy nos convoca son distinciones trascendentes en mi vida. Hechos tan importantes inevitablemente me obligan a analizar y reflexionar sobre las circunstancias que me han permitido estar hoy frente a Uds. Una rápida mirada a mi pasado y el camino recorrido como ser humano y como médico me indican que he sido una persona muy afortunada en donde la conjunción de génesis y ambiente aunaron la vocación, el azar y las oportunidades. Mi infancia y adolescencia transcurrieron en ambientes rurales en la Provincia del Neuquén. En el año 1937, mis padres, maestros de escuela, se radicaron en un desolado y salvaje paraje llamado las Horquetas, en zona indígena, cuando yo sólo tenía 3 meses de edad con un hermano de 2 años. El paraje Las Horquetas estaba ubicado entre Piedra del Águila y Junín de los Andes. Mis padres, Celestino y María Luisa, acometieron esa misión ejerciendo la docencia y la asistencia social con pasión y abnegación. Obtuvieron el apoyo del Ministerio de Educación para alimentar y vestir a los alumnos que concurrían a la escuela. Seis años después, el Ministerio le concedió a mis padres el trasladado a Colonia Centenario para vivir en otra escuela rural a orillas del río Neuquén.

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Los habitantes de esa naciente colonia eran todos inmigrantes europeos que habían dejado una Europa en guerra y que llegaron a la Argentina en busca de un mundo de paz y oportunidades de desarrollo personal para contribuir al crecimiento y progreso de un gran país que hoy vemos con nostalgia. Crecí entre las bellezas del valle del río Neuquén y aprendí las tareas de aquellos esforzados chacareros. El espíritu de sacrificio, la cultura del trabajo, la honestidad y moral intachable que allí abundaba, me marcaron y dejaron en mí una impronta imborrable. La profunda fe religiosa de mis padres, su espíritu solidario, coraje, energía, firmeza en la conducta, voluntad probada en la acción y sus inquebrantables principios de la dignidad y el deber, fueron los valores que les permitieron educar con el ejemplo, modulando la personalidad de sus alumnos (entre los que me incluyo) y ganar el respeto y el aprecio de toda la colonia. Por su obra, el Ministerio de Educación honró a mi padre asignándole el nombre “Celestino Elizari” a la Escuela que originalmente se la identificaba como Escuela No. 125 de Neuquén. Mi educación primaria dependió exclusivamente de mis padres y los estudios secundarios los realicé en la ciudad de Neuquén en un colegio mixto nacional y comercial. Mi vocación médica se despertó en la adolescencia cuando visitaba a mi tío Ireneo Elizari Zabalza, médico rural radicado en Río Colorado, Río Negro. Su cultura, su claro intelecto, su destreza quirúrgica, su abnegación, generosidad y el reconocimiento de sus pares y pacientes despertaron mi admiración y la firme convicción de seguir sus pasos. En el año 1955 me trasladé a Buenos Aires e ingresé en la Facultad de Medicina de la UBA, precisamente cuando la Universidad recuperaba su fisonomía tradicional después de varios años de vejación e ignominia. Costeaba los gastos de mis estudios y de la pensión en que vivía con los ingresos producto de un servicio de inyecciones a domicilio y posteriormente, con las guardias médicas. En el año 1959 fui nombrado Practicante Menor en la Guardia Externa del Hospital T. Álvarez un año antes de recibir mi título de médico. En la carrera tuve el privilegio de estar frente a maestros de la talla de Houssay, Stopani, Braun Menéndez, Munist, de Robertis, entre otros grandes de la medicina argentina. Me gradué en el año 1960 y por la influencia de mi mentor, me incliné inicialmente a la obstetricia. El azar quiso que en la Guardia Externa del Hospital Álvarez conociera al Dr. José Andrés Pascual, joven cardiólogo del Pabellón de Cardiología Luis H. Inchauspe del Hospital Ramos Mejía quien, con insistencia y su convicción que mi futuro era la cardiología, me presentó al Dr. Mauricio B. Rosenbaum. La personalidad e inteligencia de Rosenbaum me deslumbraron y no dudé un instante en trocar la obstetricia por la cardiología, con la consiguiente desilusión de mi tío. En Rosenbaum se aunaban todos los atributos que enaltecen nuestra profesión en el marco de un ser humano excepcional y digno de imitar. Así, desde ese encuentro, en el año 1960, y durante 43 años disfruté su genuina amistad y comenzó un trabajo en

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equipo que luego conformó la Escuela Argentina de Electrocardiología admirada y respetada en todo el mundo. Yo ocupo el sitial que dejara vacante un extraordinario cardiólogo clínico, Carlos A. Bertolasi. Su fuerte personalidad infundía respeto y despertaba el afecto de quienes lo trataban por su calidez, su inteligencia y su vehemencia en la forma de ser. Lo conocí en el año 1960 cuando ingresé al Pabellón de Cardiología Luis H. Inchauspe. En el año 1964, pasó al Servicio de Cardiología del Hospital Argerich en donde sucedió en la jefatura a Fernando Battle, otro notable cardiólogo. En la docencia, Bertolasi brindó de manera incondicional todas las formas de educación médica. En el terreno de la investigación, sus estudios develaron importantes conocimientos en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad coronaria. Alcanzó logros trascendentes, con impacto y proyección asistencial y en la salud pública. Fue el creador de la primera unidad coronaria en Latinoamérica en un hospital público. Su obra científica y educacional culminó con la edición de varios libros. “Cardiología 2000”, lectura obligada de los cardiólogos de habla hispana, fue su obra cumbre que lo hizo merecedor del Premio Nacional de las Artes en el año 2000. Entre los múltiples reconocimientos y premios de instituciones médicas y sociedades científicas destaco el hecho que el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires le otorgó el galardón de Ciudadano Ilustre. Dado que mi sitial en la Academia corresponde a la especialidad Cardiología, creo pertinente e inevitable referirme al nacimiento y crecimiento de esta disciplina en la Argentina. Los primeros indicios de la cardiología en nuestro país se remontan al año 1901 cuando Abel Ayerza describe el cuadro de insuficiencia cardíaca asociada con enfermedad pulmonar, patología que fue denominada “cardíacos negros” y hoy es conocida como enfermedad de Ayerza. A partir de este aporte, reconocido por la comunidad científica internacional, la cardiología argentina mostró un crecimiento sostenido, con personalidad propia, separándose de la clínica general. En 1912, Bernardo Houssay, trae al país el primer electrocardiógrafo, de origen alemán e inició las investigaciones sobre la circulación y el corazón en nuestro país. A fines de la década del 20, la cardiología se llevaba a cabo en los servicios de clínica médica. En el ámbito de la Municipalidad de Buenos Aires se destacó la Sala 12 de clínica médica, del Hospital Ramos Mejía. Su jefe, Rafael Bullrich, designado en el año 1930 tenía como principales colaboradores a los Dres. Eduardo Braun Menéndez y Blas Moia. Entre los años 1930 y 1936 se crearon los Dispensarios de Cardiología en distintos hospitales capitalinos a cargo de delegados y en el año 1939 los dispensarios fueron agrupados en un nuevo organismo municipal denominado Dirección de Asistencia Social al Cardíaco con sede en el Hospital Ramos Mejía. Su primer director fue R. Bullrich y con su jubilación la dirección quedó a cargo de Eduardo Braun Menéndez quien poco después se trasladó a la Facultad de Medicina para dirigir el Instituto de Fisiología. El Dr. Pedro Cossio, graduado en el año 1924, consolidó su formación cardiológica en Francia. En el año 1930 publicó el libro “Sudden and Slow Coronary Oclussion”, considerado el mejor libro médico en el tema, en aquel momento. En 1932,

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Pedro Cossio e Isaac Berkonsky realizan el primer cateterismo cardíaco en América y el tercero en el mundo. En 1934 Blas Moia y Eduardo Braun Menéndez crearon la Revista Argentina de Cardiología, de publicación mensual y una de las primeras en el mundo, en cardiología, con traducción de los resúmenes al inglés, alemán y francés. Era citada en la bibliografía de los trabajos científicos de todo el mundo. Rafael Bullrich, Francisco Arrillaga, Oscar Orías, Bernardo Houssay, Blas Moia, Tiburcio Padilla, Alberto Taquini, Pedro Cossio, entre otros, contribuyeron al prestigio de la revista con las publicaciones de sus investigaciones. En 1937 se crea la Sociedad Argentina de Cardiología con Pedro Cossio y Antonio Battro como secretarios, Blas Moia y Alberto Taquini como vocales, Eduardo Braun Menéndez tesorero y Oscar Orías como delegado. Así nació una de las sociedades científicas más importantes del país. En el año 1946, se inauguró oficialmente el Pabellón de Cardiología Luis H. Inchauspe en el H. Ramos Mejía bajo la dirección del Profesor Blas Moia, primer servicio con internación propia y el primero con residencia médica en la Municipalidad de Buenos Aires. Un jefe y 10 residentes vivían en el Pabellón brindando contención y la mejor asistencia médica posible de aquellos años. El Dr. Adolfo Poliche, Miembro Correspondiente Nacional de esta Academia, me precedió en el cargo de jefe de residentes que ocupé hasta la creación de las residencias médicas en la Municipalidad de Buenos Aires. A la actividad asistencial y de docencia se le sumó la investigación científica bajo la dirección de René Mallinow. El prestigio del Pabellón Inchauspe en la especialidad lo transformó en un semillero de cardiólogos para la Argentina y Latinoamérica. En el año 1939, Eduardo Braun Menéndez con Leloir, Muñoz y Taquini descubrieron la hipertensina, factor humoral de origen renal en la hipertensión arterial. Pocos días después, Irvin Page en Estados Unidos, descubrió la misma sustancia que denominó angiotonina. Braun Menéndez y Page acordaron llamarla angiotensina. A partir de los años 60, cardiólogos argentinos pasaron a un primer plano en la cardiología mundial por el desarrollo de terapéuticas que beneficiaron a millones de pacientes para aliviar sus dolencias y prolongar la vida. El primer lugar lo ocupa René Favaloro, quien perfeccionó y logró que su técnica quirúrgica del bypass coronario se difundiera por todo el mundo al lograr un cambio radical en la historia natural de la enfermedad de las arterias coronarias. Millones de pacientes sobrevivieron una patología que hasta ese momento era irrecuperable en el corto o mediano plazo. En el año 1967 publicó sus primeras experiencias y el propio Donald Effler, Director del Departamento de Cirugía Torácica y Cardiovascular de la Cleveland Clinic se enorgullecía de “contar en su institución con el gran cirujano argentino que había perfeccionado el método como si lo hubiera creado”. La Academia Nacional de Medicina lo incorporó como Miembro Titular en el año 1986 hasta su trágica desaparición. En el año 1987 se implantó por primera vez un stent periférico (ilíaco) ideado por el argentino Julio Palmaz. Poco después fue implantado en arterias coronarias en Brasil

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y en Europa. Estas experiencias permitieron demostrar su viabilidad que fue aprobado por la FDA (Food and Drug Administration de los Estados Unidos) en 1994. El stent revolucionó la hemodinamia intervencionista y fue declarado “una de las diez patentes que cambiaron el mundo”. Por ello, Palmaz, egresado de la Universidad Nacional de La Plata, ocupa un lugar en el Salón de la Fama de los Inventores en Norteamérica. La utilización de esta endoprótesis es reconocida internacionalmente como uno de los mayores adelantos de la medicina de las últimas décadas. En todo el mundo se implantan más de 2 millones de stents cada año y ha reemplazado, en gran medida, la cirugía del bypass. También trascendente y relacionado con la disponibilidad de stents expandibles, es la técnica creada por Juan Carlos Parodi para el tratamiento de los aneurismas y patología de la arteria aorta y sus principales arterias. La diferencia entre la cirugía a cielo abierto y la colocación de stents mediante un catéter no merece comentarios. La historia de las contribuciones al progreso de la medicina tuvo también su expresión en el tratamiento de las cardiopatías congénitas. Antes de la década de los 70 los niños que nacían con un ventrículo único o una atresia tricuspídea no tenían posibilidades de sobrevivir. El Dr. Guillermo Kreutzer del Hospital de Niños de Buenos Aries y el Dr. Francis Fontan en París, describieron en forma separada y simultánea una técnica quirúrgica para paliar las consecuencias de esta patología consistente en conectar la aurícula derecha a la arteria pulmonar o a sus ramas para que la sangre fluya al pulmón. Hoy esta cirugía se conoce con el nombre de Fontan- Kreutzer. En una publicación reciente se comenta que primero está el nombre de Fontan porque la F está antes que la K y porque tiene más edad. El implante de las válvulas aórtica y pulmonar mediante cateterismo es hoy una práctica frecuente como alternativa al reemplazo valvular convencional mediante cirugía a cielo abierto. Sin embargo, el implante transcatéter de la válvula tricúspide no tenía antecedentes. El Dr. José Luis Navia, sobrino de nuestro académico José A. Navia, ya ha realizado 15 implantes exitosos en la Cleveland Clinic para el tratamiento de la insuficiencia de esa válvula como causa de insuficiencia cardíaca irreductible. Genética, inteligencia y oportunidad han fructificado en este progreso médico que también lleva la firma de un argentino y seguramente pronto se difundirá como un valioso recurso terapéutico. El médico argentino, Adolfo J. de Bold, graduado en la Universidad de Córdoba y doctorado en la Universidad de Otawa, Ontario, Canadá, sorprendió a la comunidad científica del mundo en 1980 al descubrir que las aurículas cardíacas tienen una función endócrina por su capacidad de liberar dos polipéptidos: el factor natriurético auricular y el péptido natriurético cerebral, es decir, dos hormonas que se producen en el corazón. La aplicación de este conocimiento es de uso cotidiano en el manejo de la insuficiencia cardíaca. Juan Carlos Kaski, ex residente de nuestro servicio en el Hospital Ramos Mejía y que actualmente se desempeña en el Molecular & Clinical Sciences Research Institute, St. George's, University of London, realizó estudios originales sobre la fisiopatología de la insuficiencia coronaria. Sus aportes se difundieron en todo el mundo al definir una nueva entidad en la patología coronaria, el síndrome X.

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Hasta aquí hemos visto que la cardiología argentina de la mano de protagonistas emblemáticos ha generado adelantos y progresos de alto impacto en la salud pública con proyección mundial. He dejado para el final las contribuciones de la Escuela Argentina de Electrocardiología a la que he tenido el honor de pertenecer. Para nuestra escuela, el electrocardiograma fue siempre el punto de partida para la investigación de alteraciones que no tenían una explicación satisfactoria. En la búsqueda de resolver esas incógnitas se elaboraba una hipótesis para encontrar la explicación del fenómeno a través de la profundización de los estudios clínicos y comprobaciones experimentales para llegar a conclusiones esclarecedoras que fructificaron en 12 aportes al conocimiento reconocidos por la comunidad científica internacional. Todo comenzó en la década del 60. Sólo mencionaré algunos de los temas abordados. La producción científica se inició con temas relacionados con la anatomía y fisiología del sistema de conducción del corazón. Una descripción diferente de lo conocido hasta ese momento sobre ese sistema permitió reconocer imágenes electrocardiográficas que eran interpretadas en forma errónea. Así surgió el concepto de la trifascicularidad del sistema de conducción y los hemibloqueos, la interpretación de las distintas formas de bloqueos intraventriculares y aurículoventriculares y sus implicaciones en la indicación de los marcapasos cardíacos. Estos estudios merecieron los Premios “Rafael Bullrich”, de la Academia Nacional de Medicina y “Luis Sívori”, de la Facultad de Medicina de la UBA. Con este material se publicó el libro “Los Hemibloqueos” que fue traducido al inglés y al italiano. A continuación se lograron avances y se difundieron nuevos conceptos sobre la fisiopatología y diagnóstico de las arritmias que fueron publicados en revistas de alto impacto de difusión internacional y en el libro “Frontiers of Cardiac Electrophysiology”. A fines de la década del 70 describimos un fenómeno electrocardiográfico que se conoce en todo el mundo como “memoria cardíaca”. El reconocimiento de esta entidad es de suma relevancia a nivel clínico, ya que su desconocimiento puede causar groseros errores diagnósticos, e internaciones innecesarias. Como fenómeno fisiopatológico, generó múltiples líneas de investigación en todo el mundo para dilucidar sus mecanismos moleculares y celulares. Otros aportes surgidos de nuestras investigaciones fueron las alteraciones de la inmunorregulación de los receptores autonómicos en la patogenia de las arritmias y las miocardiopatías y la etiopatogenia de las arritmias llamadas idiopáticas y del síndrome de Brugada. Según Brugada, entre las hipótesis planteadas, la de Buenos Aires es la más fascinante porque no sólo explica el síndrome, sino también otras arritmias que hasta el presente son de causa desconocida. El tratamiento farmacológico de las arritmias fue siempre un tema prioritario en nuestra escuela. Ese interés nos llevó al descubrimiento de la amiodarona como antiarrítmico en el año 1970. La droga posee singular eficacia y sorprendente versatilidad en el control de las arritmias más severas y amenazantes para la vida. Su uso es recomendado en las guías internacionales con la particularidad que es el único fármaco que puede ser utilizado en pacientes con patología cardíaca estructural.

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La interrelación permanente entre las observaciones clínicas y los estudios experimentales in vivo e in vitro fue la esencia del estilo de nuestras investigaciones y la clave de su impacto en la cardiología contemporánea. La minuciosidad y rigor científico de los estudios permitieron explorar y aclarar lo desconocido y cambiar o romper paradigmas. La forma en que se abordaban los diferentes temas de investigación en nuestro grupo tenía el carácter de una actividad no conformista que demandaba pasión, rebeldía intelectual y cierto componente de espíritu de aventura. Una de las facetas más remarcables de la filosofía que Rosenbaum inculcó en su escuela fue el espíritu crítico y la rebeldía intelectual como principios esenciales en la investigación científica. Este concepto fue magníficamente expresado por José Ingenieros en su libro “Las Fuerzas Morales” bajo el título “La Rebeldía Intelectual es Eterna y Creadora” cuando dice: “Las artes y las letras, la ciencia y la filosofía, la moral y la política deben todos sus progresos al espíritu de rebeldía. Los domesticados gastan su vida en recorrer las sendas trilladas del pensamiento y de la acción, venerando ídolos, apuntalando ruinas: los rebeldes hacen obra fecunda y creadora, encendiendo sin cesar luces nuevas en los senderos que más tarde recorre la humanidad”. Nuestra motivación en la investigación fue el interés de saber más y satisfacer la curiosidad mediante la solución de incógnitas anteponiendo ideas a los datos como la mayor fascinación del conocimiento y su recompensa intrínseca, al encontrar la solución de los problemas que plantea a diario nuestra profesión. El reconocimiento internacional de los descubrimientos de la Escuela de Rosenbaum fue unánime. En un artículo publicado en el American Journal of Cardiology bajo el título “Hitos de la Cardiología”, Herman Huley destacó el impacto de los estudios y aportes argentinos y decía: “los descubrimientos y nuevos conceptos fueron incorporados a todos los libros de texto de la especialidad y citados de manera permanente en la literatura médica”. Su trascendencia fue también expresada por Acierno en su libro “The History of Cardiology” cuando dice: “Rosenbaum y colaboradores fueron los promotores en reunir datos clínicos y experimentales que actuaron como catalíticos para las investigaciones futuras de los anatomistas, patólogos y electrofisiólogos”. Leonard Dreifus, Presidente del American College of Cardiology dijo “este grupo fue capaz de lograr uno de los progresos más excitantes de la Electrocardiología”. En lo personal, gracias al prestigio alcanzado por nuestra escuela, fui invitado frecuentemente como conferencista o disertante. Invitado por Charles Fisch a la Universidad de Indiana como investigador asociado en el año 1970 y en 1972 por Anthony Damato al US Public Health Hospital de Staten Island como profesor y científico visitante. En el año 1979, invitado por el profesor Gargouil concurrí al laboratorio de Fisiología Animal de la Universidad de Poitier, Francia, para realizar estudios sobre la farmacodinamia de la amiodarona. Mi paso por la Sociedad Argentina de Cardiología, de la cual fui Presidente en el año 1994, me permitió comprender el papel fundamental que le cabe a las sociedades científicas en la formación profesional mediante la educación médica continua. Así, las sociedades científicas cumplen un papel de particular importancia en el desempeño profesional inculcando la calidad en los cuidados médicos sobre la base de

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sus principios fundamentales centrados en la persona. Este concepto de calidad en la atención médica conlleva el desafío de estructurar la enseñanza y el entrenamiento de estudiantes y residentes para formar el médico ideal. Por desgracia, serias distorsiones en nuestro sistema médico impiden que, a pesar de contar con médicos que podemos calificar ideales, no pueden ejercer la profesión de manera equitativa, respetando el principio de autonomía del paciente. Como en ninguna otra profesión la convergencia de ciencia y humanismo es lo que más la enaltecen. La Universidad tiene un papel decisivo en la formación científica y humanística del médico para moldear profesionales bien preparados y aptos para cumplir con decoro la función social que les espera. Desafortunadamente el proceso educativo en Argentina presenta falencias desde sus primeros peldaños. De esta situación no saldremos mientras los gobiernos no comprendan que invertir riqueza en educación significa crear riqueza material y espiritual. Según palabras de Jaim Etcheverry, sólo cuando se revalorice la educación se jerarquizará a profesores y maestros, factores primordiales para poner en marcha el sistema: a la sociedad del conocimiento se ingresa por la puerta del conocimiento y, por eso, el destino de las personas y de la sociedad dependerá de la actitud que se asuma en relación con la educación. Un problema que enfrentan los países del tercer mundo es la globalización de los consumos culturales, de los hábitos y de los modelos de conducta que se han instalado de manera brutal e indiscriminada en la sociedad, provocando una aparente homogeneización de esas conductas por encima de las particularidades regionales. Del mismo modo, la tecnología médica y la producción científica generada en los países desarrollados forma parte del imaginario cultural y científico que se disemina sin fronteras. En esta ilusoria pertenencia simbólica al primer mundo una gran parte del planeta convive en una despiadada desigualdad material y cultural y nosotros no somos la excepción. La Academia Nacional de Medicina dedica preferente atención a los problemas relacionados con la Salud Pública, propulsando todas las actividades que tiendan a su perfeccionamiento; expresa opinión sobre asuntos de interés trascendente relacionados con las ciencias médicas o conexas afines y fomenta por todos los medios a su alcance el culto a la dignidad en el ejercicio profesional y en las actividades científicas de la medicina. En tal sentido, desarrolla actividades a través de sus Institutos, Secciones y Comisiones presididas y coordinadas por los académicos. La descripción de las tareas que se llevan a cabo en la Academia efectuada por el Acad. Martí ilustra de manera elocuente su intensa actividad. Mis principales objetivos en la tarea que hoy inicio se basarán en lo aprendido en los años que tuve el honor de trabajar en el Consejo de Administración bajo las presidencias de los académicos José A. Navia, Roberto Pradier y Manuel L. Martí. Mantener la sustentabilidad de la Institución es la función más importante ya que de ello depende su normal funcionamiento y supervivencia. Para ello será fundamental y de vital importancia lograr que el Ministerio de Salud Pública de la Nación mantenga su aporte actual de manera permanente con los incrementos correspondientes generados por la inflación. Por otra parte, y continuando la política motorizada por las presidencias anteriores, intentaremos encontrar la mejor forma de generar más ingresos genuinos.

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Presencia y diálogo permanente con todos los niveles que hacen al funcionamiento de la Academia y el asesoramiento permanente del Consejo de Administración permitirán afrontar los múltiples problemas que se suscitan a diario. Ante situaciones especiales muy delicadas o conflictivas no se tomará ninguna decisión sin haber solicitado antes la opinión del Plenario Académico. Nada de todo lo anterior sería posible sin la colaboración idónea e irrestricta de las Secretarias de la Presidencia, la Dirección de Asuntos Académicos, la Dirección Administrativa y el asesoramiento legal a cargo de los abogados que se desempeñan en la Academia. No puedo despedirme de Uds. sin antes efectuar algunos agradecimientos. En relación a los 53 años de actividad como médico y Jefe de la División Cardiología en el Hospital Ramos Mejía, quiero agradecer sinceramente el esfuerzo, dedicación, responsabilidad y humanidad de los médicos de planta, residentes, técnicos, secretarias y personal auxiliar que me acompañaron. En ellos reside la explicación de todo lo que dio trascendencia al lugar. Mi agradecimiento, muy especial, a Cecilia Mc Keon que me acompaña brindando su excelente asistencia como secretaria desde hace más de 30 años. A los pacientes y familiares más queridos, que hoy me acompañan, mi genuino agradecimiento por la confianza y comprensión que me han dispensado siempre al permitirme ofrecerles mi atención, consejos y cuidados. El reconocimiento de los pacientes es una de las mayores recompensas que un médico pueda anhelar. Más allá de los reconocimientos académicos que he recibido, en lo personal y afectivo, obtuve los mejores premios que me otorgó la vida: mis 4 hijos: María Amalia, Ignacio Víctor, Julián Marcelo y Pablo Ezequiel. María Amalia, que ha seguido mis pasos como cardióloga, especializada en cardiopatías congénitas en el adulto, es motivo de orgullo para mí por su sensibilidad, inteligencia, criterio médico y responsabilidad ética. De su matrimonio con Pablo Guimaraenz, mis amorosas nietas Martina y Victoria. De Ignacio y Pablo con sus cónyuges Chiara e Irena, que viven en Europa, otros 3 hermosos nietos: Teo, Irene y Marko. Mi último agradecimiento es para Elisabet, quien desde hace más de 30 años me acompaña brindándome cuidados, amor y comprensión haciendo que a mis años disfrute una etapa gloriosa. Muchísimas gracias a todos por su presencia.

INCORPORACIÓN

INCORPORACIÓN DEL ACADÉMICO TITULAR DOCTOR HORACIO LÓPEZ Sitial Nº 10 “Gregorio Araóz Alfaro”

PALABRAS DE APERTURA DEL ACTO POR EL SR. PRESIDENTE DE LA ACADEMIA, ACADÉMICO MANUEL L. MARTÍ

DISCURSO DE RECEPCIÓN POR EL SR. SECRETARIO GENERAL, ACADÉMICO JUAN A. MAZZEI

8 de marzo de 2018

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PALABRAS DE APERTURA POR EL SEÑOR PRESIDENTE DE LA ACADEMIA ACAD. MANUEL L. MARTÍ

La incorporación de un nuevo miembro siempre es un hecho auspicioso y trascendente para la Academia Nacional de Medicina. El primer significado es que esta institución, que cumplirá dos siglos dentro de muy poco tiempo, está plenamente vigente en la Medicina de nuestro país y es un conjunto vital de voluntades y sentimientos que funcionan al unísono. En la elección de un académico priman sus antecedentes científicos y los cargos ocupados pero, al mismo tiempo, la trayectoria de su vida, su conducta y las características de su personalidad. En el caso que nos ocupa, hemos encontrado una personalidad de la medicina con los conocimientos y las cualidades necesarios para ocupar un sitio merecido dentro de esta comunidad de personas que han dedicado y dedican su vida a la excelencia de la ciencia y el arte médicos. El Dr. Horacio López es una de las personalidades descollantes de la medicina argentina: comenzó su formación en el campo de la Medicina Interna para orientar luego su vocación a la Clínica Infectológica en donde alcanzó la titularidad de la Cátedra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Es hombre de inteligencia y de trabajo, cualidades que han servido para desarrollar una brillante carrera en una de las especialidades que ha tenido un crecimiento notable en los últimos tiempos. Al Dr. López le corresponde el sitial que ocupara el Dr. Rafael Herrera Vegas, uno de los grandes benefactores de esta Academia: estamos en estos momentos en el edificio que se construyó sobre el terreno que donara con ese fin. El Dr. Gregorio Aráoz Alfaro, Maestro de la Medicina Argentina, también lo ocupó. Pero, quizás, el compromiso mayor que deba afrontar el Dr. Horacio López sea el de reemplazar en ese sitial a quien lo ocupara hasta su fallecimiento, nos referimos al académico Olindo Martino, una figura prócer de la Infectología Argentina y uno de los grandes maestros que han pasado por el ámbito de esta Academia y le han dado lustre y buen nombre. Conozco al Dr. Horacio López desde hace muchos años, desde el comienzo de su carrera, hemos compartido muchas horas de nuestras vidas y puedo dar fe de su honradez, de su conducta ética en toda circunstancia, de sus sentimientos de médico y de hombre de bien. Estoy seguro de que su presencia en esta institución será de gran beneficio para la misma y para la medicina argentina. La Academia Nacional de Medicina se siente honrada por esta incorporación y hace votos para el futuro y la ventura del nuevo académico. Que Dios guíe al Dr. Horacio López.

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Acad. Manuel L. Martí, presidente de la Academia Nacional de Medicina y Acad. Horacio López

DISCURSO DE RECEPCIÓN POR EL ACADÉMICO Dr. JUAN ANTONIO MAZZEI

Hoy la Academia Nacional de Medicina abre sus puertas para recibir al Académico Horacio López, quien, desde hoy, ocupará el sitial número 10. Este sitial, que lleva el nombre “Gregorio Aráoz Alfaro” fue ocupado desde 1822, año de la fundación de la Academia por nueve académicos, los Doctores Sebastián Saborido, José María Bosch, Pablo Marengo, Rafael Herrera Vegas, Gregorio Aráoz Alfaro, Raúl Vaccarezza, Héctor Gotta, Domingo Passanante y finalmente por Olindo Martino, quien falleciera el 1ro. de febrero de 2017. El Dr. Horacio López es el décimo ocupante del Sitial Nº 10. La decisión de optar por la disciplina Infectología, como rama de la clínica médica, sobre la base de los importantes avances en el campo de esa especialidad se realizó en el año 1991. La Infectología enfrenta hoy grandes desafíos debido al recrudecimiento de enfermedades que parecían extinguidas, la aparición de nuevas enfermedades y epidemias hasta hace poco desconocidas, las complicaciones infecciosas derivadas de procedimientos diagnósticos y terapéuticos y los nuevos métodos diagnósticos cada vez más precisos y sofisticados. Pero un problema de salud de primer orden en el campo de la Infectología es el hecho de que muchos antibióticos estén dejando de ser efectivos porque las bacterias a las que se dirigen se han vuelto resistentes. Se trata de las denominadas superbacterias, cepas de microorganismos que han mutado su ADN a lo largo de generaciones para poder sobrevivir. Cuando son atacadas por los fármacos las bacterias tienen la capacidad de captar el ADN de otras bacterias a las que no les afecta el

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antibiótico determinado. Esta estrategia adaptativa se ha acelerado con el uso masivo y a menudo incorrecto de los antibióticos, en especial la automedicación y los tratamientos incompletos, que han empujado a las bacterias a dotarse de un superescudo multirresistente que puede rechazar la acción de numerosos antibióticos a la vez. Estos, entre otros hechos, han abierto un amplio campo para esta especialidad. La elección del nuevo académico ha seguido un procedimiento minucioso, a partir de la propuesta de candidatos por la sección de Medicina y Especialidades Médicas y, finalmente, por el Plenario Académico. Este Plenario, formado por los Académicos Titulares, estudió los antecedentes, intercambió opiniones, valoró no sólo los méritos profesionales sino también la envergadura moral y la trayectoria social con una conducta ejemplar, de acuerdo con los principios de la ética. Esto explica por qué la Academia, ha cumplido 196 años al servicio de la medicina y de nuestro país. La recepción de un nuevo académico de número, tal como ha sido tradición a través de su existencia, es el acto más significativo de la actividad de nuestra corporación. Este grandioso salón de actos que hoy nos acoge tiene cuatro conjuntos escultóricos de Antonio Peretti, alegóricos al ejercicio de nuestra noble profesión, y esta imponente cúpula, diseñada y construida a imagen y semejanza de la Academie Nationale de Medicine de Francia, la que a su vez se inspiró en la cúpula del Panteón de Roma, construida 27 años antes de Cristo por Marco Vipsanio Agripa en homenaje a su suegro, el emperador Augusto, y reconstruido luego de su destrucción, entre los años 118 y 125 de nuestra era por el emperador Adriano. Desde el tiempo de los romanos la enorme concavidad de la cúpula ha llamado la atención no solo por la magnificencia sino también por la innovación para la arquitectura de la época, fue uno de los primeros edificios construidos con hormigón. La Academia Nacional de Medicina, como es tradición, brindará al nuevo académico el clima de respeto por sus creencias y opiniones, libertad intelectual y el afecto de sus pares. El académico Julio V. Uriburu, quien fuera ilustre Presidente de Honor en ocasión del discurso de recepción de varios académicos, expresó que “el sitial académico no es un cargo o función como muchos de los que habéis tenido hasta ahora, es un galardón máximo que se alcanza en la carrera y al que se debe acceder con la fe de un cruzado… no es una mullida poltrona dada como recompensa, luego de una meritoria labor de toda una vida… desde ahora en más deberéis ocuparos –como lo hacen vuestros pares- de trabajar para la Academia que hoy os recibe con beneplácito”. Este acto tiene para mí características singulares, ya que en esta oportunidad además del honor de presentar al nuevo académico se suman recuerdos imborrables compartidos a lo largo de nuestra vida en la carrera de Medicina, en el internado y la residencia en la Primera Cátedra de Medicina de la Facultad de Medicina y, luego, en el ejercicio profesional en el Hospital de Clínicas.

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En una tarde del mes de abril de 1960, conocí, realizando el curso de ingreso a la Facultad de Medicina, al joven Horacio López. En ese momento me llamó la atención su carácter afable y optimista y su clara demostración de sus principios éticos y religiosos, llevando el distintivo de Acción Católica Argentina. Fue un brillante estudiante de la carrera de medicina, que culminó con la obtención del Diploma de Honor. Durante sus estudios de medicina fue ayudante rentado de trabajos prácticos por concurso en la Segunda Cátedra de Fisiología Humana del profesor Dr. Alberto Taquini, en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde compartimos gratos momentos como docentes de la misma. Además de su actividad en CEMIC, el Dr. López fue practicante por concurso de clasificaciones del Hospital de Clínicas José de San Martín, y posteriormente, Médico Interno del mismo hospital. Realizó residencia completa en la Primera Cátedra de Medicina del Hospital de Clínicas de la Facultad de Medicina, U.B.A., a cargo del profesor Dr. Egidio Mazzei, entre los años 1968 y 1971. Realizó su tesis sobre Infección Hospitalaria con la que obtuvo el doctorado de la Universidad de Buenos Aires y fue clasificada como sobresaliente. En el Hospital de Clínicas organizó el primer Comité de Infecciones Hospitalarias. Organizó y fue el primer Jefe de la División Infectología del Hospital de Clínicas, donde fue además Director de la Residencia y Director de la Carrera de Médicos Especialistas en Enfermedades Infecciosas. Realizó la carrera docente en la Facultad de Medicina obteniendo los grados de Docente Autorizado, Profesor Auxiliar, Profesor Regular Adjunto y, por último, Profesor Titular de Enfermedades Infecciosas en el año 2004. Actualmente es Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires desde el año 2011. Ha obtenido 14 premios nacionales por trabajos de su especialidad y ha publicado casi 100 trabajos en revistas nacionales e internacionales, 62 artículos en Congresos Nacionales y participó en 24 libros de texto en carácter de director o coautor. La Facultad de Medicina lo designó Coordinador de las Carreras de Médicos Especialistas en Enfermedades Infecciosas, así como representante de la misma como jurado en múltiples concursos, premios y evaluaciones universitarias. Ha sido además Profesor Titular de Infectología de la Universidad Favaloro, Profesor Auxiliar de la Facultad de Psicología de la Universidad del Salvador, Profesor Invitado de la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la Universidad Nacional de Rosario, Integrante de la Comisión Asesora del Ministro de Salud de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. También fue Consultor de la Organización para Servicios Especiales de las Naciones Unidas en el Programa de Re funcionalización del Hospital de Clínicas.

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Fue Director y Organizador del Centro de Enfermedades Infecciosas, Endémicas, Emergentes y Re-emergentes de la Universidad de Buenos Aires, con sede en el Hospital de Clínicas de Buenos Aires. Fue Integrante de la Comisión Asesora del Ministro de Salud. Fue Miembro Suplente en representación del Claustro de Profesores en el Consejo Directivo de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Fue Miembro de la Comisión Asesora Especial de Evaluación de Propuestas de Designación de Profesores Consultos y Eméritos. Fue Miembro del Council de la International Society for Infectious Diseases. Fue Integrante de la International Society for Infectious Diseases. Fue miembro del Professional Development Working Group de la International Society for Infectious Diseases. Es miembro titular de la Infectious Diseases Society of América. En el año 2000 fue Presidente del Primer Congreso Internacional de Enfermedades Infecciosas con la International Society of Infectious Diseases, realizado en la Argentina. Fue Vicepresidente y Presidente de la Sociedad Argentina de Infectología. Como coordinador de la Unidad Ejecutora del Programa de Vigilancia de la Salud y de Control de Enfermedades fue responsable de la formulación y diseño del Proyecto del Vigi-A del Banco Mundial en la Argentina. Ha sido Director Ejecutivo de la Revista Infectología y Microbiología Clínica. Es integrante del Consejo Asesor de la Revista Infectología y Microbiología Clínica. Es integrante del Consejo Editorial de la Revista Argentina de Infectología. Es integrante del Comité Editorial de la Revista Reseñas de Infectología & Vacunas. Es subdirector de la Revista de la Asociación Médica Argentina. Fue miembro fundador e integrante del Comité Ejecutivo del Foro de Estudio, Investigación y Evaluación de las Quemaduras de la Academia Nacional de Medicina. Es integrante del Tribunal de Honor del Hospital de Clínicas “José de San Martín”. Fue integrante del Programa Nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles y del Grupo Consultor de gripe A H1N1. Miembro Titular del Consejo Académico de Ética en Medicina, Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, 2009. Fue Jefe del Servicio de Infectología del Instituto Argentino de Diagnóstico y Tratamiento y del Sanatorio de la Trinidad Palermo.

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Se desempeñó como integrante de la Comisión Asesora de Enfermedades Emergentes, Ministerio de Salud de la Nación. Fue integrante de la Comisión Asesora sobre Normas de Bioseguridad, del Comité de estudio para la evaluación de las vacunas orales contra el cólera y del Grupo Asesor Permanente sobre Meningitis del Ministerio de Salud de la Nación. Es Médico Consultor Honorario del Hospital de Clínicas "José de San Martín”, UBA, 1991-2015. Fue integrante del Comité de Selección y Evaluación de la Carrera de Médico Especialista Universitario en Enfermedades Infecciosas de la Facultad de Medicina de la U.B.A y representante del país ante la Reunión Técnica Regional Internacional sobre Control del SIDA, Puerto Iguazú, entre otras múltiples e importantes actividades. El Dr. López es: Secretario Adjunto de la Asociación Panamericana de Infectología, 1989 - 1993. Fue Presidente de la Sociedad Argentina de Infectología, miembro de la American Association for the Advancement of Science, Presidente del Capítulo Argentino de Estudio de Herpes del International Herpes Management Forum y socio fundador de la Sociedad Iberoamericana de Infectología. Pero los antecedentes, títulos y trabajos no son los únicos parámetros para merecer un sitial académico. Además de su vida intensa dedicada a los enfermos, Horacio es un consumado pianista, recibido en el Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo”. Practica tareas de beneficencia y labor humanitaria como Caballero y Vice-Hospitalario de la Soberana Orden de Malta. Horacio López ha demostrado sólidos principios democráticos y republicanos. Es un hombre de bien, respetado por sus pares. Su vida austera y de notable modestia ha sido acompañada a lo largo de su carrera médica por su esposa Elena Manzitti, con quien ha tenido una fecunda vida familiar, y por sus cuatro hijos y tres nietos. Su hija Agustina, con capacidades diferentes que en la vida enriqueció y fortaleció afectiva y espiritualmente a la familia; Horacio, ingeniero industrial, quien actualmente desarrolla proyectos sobre energía renovable en el país; Marcos, economista dedicado a la actividad financiera en nuestro medio y Juan Pablo, economista, director regional de Facebook. Hasta aquí he intentado resumir los antecedentes del flamante académico a través de su biografía, donde se expresan realizaciones, ideales, creencias, inquietudes y propósitos. Llega a la Academia con el beneplácito de sus pares y es para mí un gran honor que me hayan elegido para recibirlo. No dudamos que el Dr. López estará a la altura y será un digno sucesor del Dr. Olindo Martino. En la mitología griega Academo fue un héroe legendario. Su nombre ha quedado vinculado al nombre arcaico de la ubicación de la Academia de Platón, fuera de los muros de Atenas.

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En la época clásica, el nombre del lugar había evolucionado en Akademeia, vinculándolo con el héroe ateniense del mismo nombre, el legendario Academo. La tradición decía que junto a la tumba de este personaje había un bosque sagrado, que era el lugar en el que Platón había fundado su Academia. En el sello oficial de la Academia, que rodea la figura de Esculapio, se halla transcripta la leyenda que proviene de las Epístolas de Horacio y define los propósitos de nuestra honorable corporación: “Buscar en el bosque de Academo la verdad”. Estoy seguro de que el nuevo académico dará lo mejor de sí para cumplir este mandato. Académico Horacio López, pido a Dios que lo acompañe en esta nueva etapa de su vida.

DISCURSO DEL ACADÉMICO RECIPIENDARIO DOCTOR HORACIO LÓPEZ

Agradezco las generosas y cálidas palabras del Sr. presidente, Académico Manuel Luis Martí y la recepción brindada por el Académico Juan Antonio Mazzei teñida por cierto por el afecto de la larga amistad que nos une, desde que nos conocimos en el ingreso a la Facultad de Medicina allá en los principios de 1960. También deseo expresar mi agradecimiento a los señores académicos de esta Honorable Corporación, por haberme invitado a formar parte como miembro de número. Esta distinción la acepto conmovido, y me comprometo a cumplir con dedicación la elevada responsabilidad que me fue conferida. Este particular momento de mi vida, es propicio para recordar y agradecer a todos aquellos con los que tuve y compartí momentos que tengo aún muy presentes. Son mis padres, mi mujer Elenita, mis cuatro hijos y mis tres nietos. Mis padres, además de enseñarme a leer antes de ingresar a la escuela, me inculcaron una fuerte formación cristiana y los pilares que me ayudaron a fortalecer los valores esenciales en esta vida, además de la seguridad necesaria para forjar la voluntad ante los imponderables que se cruzan en este largo camino. Con ellos aprendí a identificar las cosas que están bien y a separarlas de las que creo están mal, a honrar la palabra y tratar que los logros se consigan con trabajo y esfuerzo. Realicé todos mis estudios en la escuela pública. No tuve nunca dudas sobre mi vocación y ya en la facultad guardo recuerdos muy gratos de los compañeros que allí conocí, entre otros los Académicos Juan A. Mazzei y Alberto Riva Posse y el Dr. Carlos Mamondez así como también de algunos maestros, personas que me enseñaron no sólo aspectos técnicos sino que fueron ejemplo de conducta y de vida, que después traté de imitar y emular. En 1962, ya en 2do. año de la carrera, uno de ellos fue el profesor Alberto Taquini.

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Después de una selección a través de una rigurosa entrevista, me incorporé en 1964 como ayudante de la 2ª Cátedra de Fisiología. A Alberto Taquini lo recuerdo como quien nos inspiró un perdurable entusiasmo por la Medicina, a los que fuimos sus Ayudantes de la Cátedra. En las reuniones para la preparación de los prácticos, la docencia o aquellas de camaradería, profundizamos una duradera amistad entre todos. La atenta compañía de los jefes de Trabajos Prácticos, médicos e investigadores de excelencia, era una permanente motivación para profundizar nuestra formación en la comprensión de la fisiología de los procesos normales y patológicos. El profesor Alberto Taquini fue un médico íntegro, investigador severo y meticuloso, que nos enseñó fundamentalmente a pensar. Fue también un ejemplo de conducta médica y docente. El Académico Taquini, Profesor Emérito de la U.B.A, investigador del CONICET y merecedor de diez premios, falleció en 1998. Tuve el privilegio de ser un activo integrante de la 2ª Cátedra de Fisiología, durante diez años. Ya en 4to año de la carrera, opté por cursar la Unidad Hospitalaria en el CEMIC. Allí era permanente el contacto con nuestros instructores de trabajos prácticos, médicos residentes y enfermeras. Además, podíamos acceder a la recientemente inaugurada biblioteca cuando fuese necesario. Perdura en nuestra memoria la infatigable tarea de asesoramiento, escucha de vicisitudes y acompañamiento del entonces Jefe de Trabajos Prácticos, Prof. Félix Echegoyen, modelo y ejemplo de Médico. El CEMIC era el fiel reflejo de Norberto Quirno. Como dice el Académico Roberto Arana en su discurso de Incorporación a esta Academia “Fue un clínico de nota y un hombre extraordinario, que transmitía que la primera misión del médico era servir, ayudar y proteger a los enfermos”. Ingresé en esa época como practicante de la guardia del Hospital de Clínicas y ya graduado, hice mi residencia en la 1ª Cátedra de Medicina del Prof. Egidio Mazzei. La destacada obra de este hombre de bien es demasiado amplia como para que pueda ser abordada aun en apretada síntesis, en el tiempo al que se ajusta este acto. El Dr. Mazzei fue discípulo dilecto del maestro Mariano Castex, a quien sucede en 1956 en la titularidad de la 1ª Cátedra de Medicina. Fue también Profesor Titular de la 2ª Cátedra de Medicina de la Universidad de La Plata y Jefe del Servicio de Clínica Médica del Hospital Italiano, así como presidente de la Asociación Médica Argentina. Era proverbial ver la señera figura del Dr. Mazzei todos los días, recorriendo las camas de los pacientes internados y enseñándonos a nosotros y a nuestros instructores. Con él comprendimos que la función del médico es desarrollar su espíritu crítico y la conciencia moral.

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Fueron muchos, muy valiosos e intensos aquellos años en la Primera Cátedra de Medicina, de la que con el correr de los años pasé al Comité de Docencia e Investigación. Allí comencé a interesarme particularmente por los pacientes que padecían alguna infección, junto a un grupo de médicos, muchos de ellos actualmente prestigiosos infectólogos. Surgió entonces la idea de crear el Comité de Infecciones. Allí comienza mi formación infectológica, pues hago el Curso Superior de Médico Especialista en Enfermedades Infecciosas del Hospital Muñiz. Desde el Comité de Docencia e Investigación del Hospital de Clínicas se creó el Servicio de Infectología; hasta donde yo conozco el primero en un hospital general polivalente de agudos, ya que la infectología se aprendía y se cursaba en el hospital Muñiz. Este modelo se replicó después en todos los hospitales públicos y privados del país. Corrían los años 1982 - 83 y aparecían en el país los primeros pacientes con VIH – SIDA y con ellos, además de psicólogos, sociólogos y enfermeras, creamos una Fundación con la que por el intenso trabajo de nuestros médicos y de los pacientes con VIH- SIDA, día a día se sumaban cada vez más enfermos. Con el tiempo se comenzó la asistencia de pacientes ambulatorios e internados con diferentes enfermedades infecciosas. El trabajo a partir de ahí fue intenso, gratificante y doloroso por los pacientes con HIV que fallecían, ya que en aquella época no había tratamiento para la epidemia. Hoy, como profesor Emérito de la UBA, no creo que haya ningún hospital general polivalente de agudos que no cuente con un Servicio de Infectología e infectólogos. En el año 1992 ya en la S.A.D.I, que presidí en dos oportunidades, se firmó un Convenio con la Facultad de Medicina de la UBA para crear una nueva carrera de especialistas con la modalidad de Residencia. Los colegas debían tener la residencia completa en Clínica Médica o Pediatría y luego cursar otros tres años en Infectología. En noviembre de 1994, el Plenario de esta Honorable Corporación resolvió asignar a cada uno de los 35 sitiales el nombre de un académico que en el pasado lo hubiese ocupado. Me ha tocado el Nº10, que lleva el nombre de Gregorio Aráoz Alfaro. Me antecede en el mismo, el recordado y querido Académico Olindo Adrián Martino quien se graduó en 1954, comenzando su carrera de especialista en Infectología en el Hospital Muñiz. Olindo Martino fue profesor de Salud Pública en la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad Nacional de La Plata y en la Universidad Favaloro, así como Titular de Infectología en la Facultad de Medicina de la U.B.A.

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Además de ser acreedor de 7 premios científicos, fue autor de 6 textos vinculados con la infectología y de 92 publicaciones relacionadas con la especialidad. En 1991 fue designado jefe de la Delegación Médica ante el gobierno del Perú, para analizar y colaborar en la epidemia de cólera. En 1996 el académico Martino fue convocado por el alto comisionado de las Naciones Unidas para refugiados, para colaborar con la formación del recurso humano en Medicina Tropical en Ruanda, África. Asimismo, fue honrado como miembro titular de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. Fue también miembro de número de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria y miembro correspondiente de la Academia de Ciencias de Córdoba. Su experiencia en Medicina tropical, la realizó en San Pablo, Brasil con el maestro Aluizio Prata, donde fue distinguido con la medalla de oro al mejor becario latinoamericano. Se caracterizó también por llevar a cabo distintos viajes de reconocimiento sanitario por el norte del país, Bolivia y Paraguay, para efectuar el rastreo epidemiológico en poblaciones autóctonas de comunidades indígenas, hasta entonces sin contacto con el sistema de salud. Organizó y dirigió una Residencia en Enfermedades Tropicales en el Noroeste de nuestro país durante 15 años. Tuvo además una marcada experiencia en el estudio de causas y efectos en pacientes con mordeduras de perros con rabia, picaduras de arañas venenosas y de serpientes peligrosas. Durante más de 3 décadas Martino tuvo predilección por la pintura, obteniendo varias distinciones, una de ellas fue el premio “Florencio Escardó, a las artes y a las ciencias”. En el capítulo sobre el Hospital Muñiz, de su libro “La infectología que aprendí, viví… y sentí” Martino escribe. “Ha llegado el momento de preguntarnos si fui un digno médico y supe honrar a éste mi segundo hogar, porque a decir verdad, ya he iniciado el camino del retorno.” Se conjugan estas meditadas palabras con las últimas en las que dice “las estrofas de mi vida, fueron aprender, enseñar y sentir hasta donde pude, el profundo significado del dolor humano”. El académico Olindo Martino falleció el 1 de febrero de 2017. Fue precedido en el sitial por el Dr. Domingo Passanante, clínico de fecunda trayectoria particularmente en el ámbito de la geriatría. Hombre modesto y culto, con profundos conocimientos científicos y entereza moral, accede en 1963 al cargo de jefe de servicio de Clínica Médica del Hospital Fernández. Aquí observa que la población de ancianos con necesidad de cuidados médicos iba en aumento y funda entonces la Sociedad Argentina de Geriatría y Gerontología y la Federación Latinoamericana de la misma especialidad.

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El Dr. Passanante considera al hombre dotado de “la conciencia moral, que es como una voz que desde el fondo del alma nos incita a distinguir entre el bien y el mal, a buscar el primero y a repudiar el segundo. En esto radica la moral o ética.” Deseo ahora referirme al Dr. Gregorio Aráoz Alfaro, de quien como dije, lleva su nombre el sitial Nº 10. La enseñanza constituyó su pasión, a la que entregó lo mejor de su inteligencia y energía. Sugirió la discreta desconfianza del juicio formado y preconizó la duda, como la posición anímica que conviene al médico. No la duda que paraliza la acción, sino la que es fuente de constante investigación y progreso. La duda científica no es el escepticismo ni la incredulidad, es la prudencia. Más que la verdad hecha, trató de dar a los alumnos los medios para investigarla. Aráoz Alfaro, maestro y educador médico, hizo escuela y forjó numerosos discípulos que fueron sus continuadores. La muerte le llegó no en la ancianidad, sino en el apogeo otoñal de su vida; en la etapa que según Gracian “yacen dormidas las pasiones, cuanto más despierto el desengaño”. Precede a Aráoz Alfaro el Dr. Rafael Herrera Vegas, nacido en Caracas en 1834 y emparentado con Simón Bolívar. En 1871, cuando estalla en Buenos Aires la epidemia de fiebre amarilla, se ofrece generosamente a colaborar, renunciando a todo sueldo. Poco tiempo después el cólera, sembró la desolación en Buenos Aires y él, una vez más, fue uno de los médicos que más la combatió sobreviviendo a la enfermedad, que en un severo trance puso en peligro su vida. A su eficiente acción debió el país la creación del Hospital de Niños, que atendió como único médico hasta la llegada de Europa del inolvidable Ricardo Gutiérrez. Fue elegido Académico en diciembre de 1876. Creo importante ahora, hacer algunas reflexiones sobre la Infectología. Para ser médico se necesita una enorme vocación y una enorme pasión. Hay que saber que la vida estará dedicada al trabajo y al esfuerzo y habrá que postergar muchas cosas en lo profesional, lo social y lo familiar ya que la prioridad es el paciente. Una vez recibido, es muy importante hacer la Residencia. Considero que es el sistema de formación médica por excelencia. Cuando se enseña, no sólo es a los estudiantes y a los discípulos, sino también a los pacientes y a sus familias. Hay que hacerlo con humildad, con generosidad, respetando siempre a los colegas y evitando descalificarlos, comprendiendo que los éxitos que se obtienen tanto en el hospital como en una institución privada, se deben compartir con el equipo y la institución. Educar de la mejor forma, no sólo con lo que se diga sino con lo que se haga.

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En la vida hay siempre desafíos y oportunidades, que hay que poder ver y no dejar pasar, porque tal vez no vuelvan a presentarse. En Argentina, aproximadamente el 10% de las personas muere por una enfermedad infecciosa y una proporción mucho mayor se enferma de afecciones que se pueden prevenir o evitar; tales como las infecciones respiratorias bajas, las diarreas, la tuberculosis, las hepatitis, las E.T.S, el chagas, etc. La mayor parte de estas enfermedades, está relacionada con la pobreza. Mientras ésta exista, el panorama no va a cambiar. La pobreza en mi opinión, es la falta de libertad para poder actuar, elegir y tener oportunidades y donde hay además, una clarísima ausencia de equidad. Todos tenemos que tener condiciones de vida que nos den la mejor salud posible. Para esto no son suficientes solo los médicos y los hospitales, sino también el tener trabajo, una vivienda digna y poder acceder a la participación cultural y social. La gente no se enferma por casualidad o por azar, sino por carencia de estos factores. Estas causas están distribuidas universalmente entre los pobres. La relación entre pobreza y salud es clarísima y es directa. En los países pobres, la muerte por enfermedades infecciosas es 7 veces más frecuente que la observada en países ricos. Las enfermedades infecciosas siguen representando una real amenaza para la humanidad. El crecimiento demográfico, que supera los 7.500 millones de habitantes en el mundo , la rápida urbanización con ciudades cada vez mas pobladas, el maltrato del ambiente, la resistencia a los antimicrobianos en el hospital y en la comunidad, el uso a veces desmedido de los antibióticos en los alimentos entre otros factores, incrementan el riesgo de exposición a nuevos agentes infecciosos. Hoy por año y por avión viajan más de 2.000 millones de personas, hecho que favorece la rápida transmisión de una enfermedad infecciosa. En las epidemias, la comunicación de las autoridades debe tener tres destinatarios; los profesionales de la salud, la comunidad y la prensa, a las que las autoridades deben transmitir la información y los hechos en forma creíble, ya que esto va a llevar a una mayor calma de la población. Como ocurrió recientemente con distintos agentes infecciosos, es probable que en el futuro haya amenazas y epidemias que exijan a cada país una correcta actitud preventiva. Por lo tanto es imprescindible fortalecer nuestro sistema de vigilancia en salud, tener un número suficiente de epidemiólogos y bacteriólogos entrenados, laboratorios equipados y una red informática que nos permita tener datos en el momento, para posibilitar respuestas rápidas. En los años 1998 y 99, tuvimos una experiencia gratificante por un convenio firmado entre el Ministerio de Salud y el Banco Mundial que fue el proyecto VIGIA. Con él, básicamente se intentó fortalecer nuestra red de vigilancia epidemiológica .Hoy ya fue incorporado a nuestro sistema de Salud Pública.

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Ni Argentina ni ningún otro país podrán dar respuesta por si solo a todas las posibles amenazas, de modo que serán necesarias alianzas a nivel mundial. En éstas ya mis últimas palabras , deseo recordar con gran emoción a una persona que asistí por un cuadro infeccioso , hecho que construyó una relación de profundo afecto durante 7 años. Un ser íntegro, del que aprendí enseñanzas que he tratado de llevar adelante en mi vida. Se trata del Académico Julio Vicente Uriburu, último Presidente de Honor de esta corporación. Finalmente, considero que nosotros somos peregrinos en esta vida. A mis padres, entre tantas cosas les agradezco que me hayan enseñado tanto a bien vivir como a bien morir. Parafraseando a un grande que fue Luis Pasteur, en el futuro “espero poder hacer lo más que haya podido” y además, de la mejor forma que he podido.

INCORPORACIÓN INCORPORACIÓN DE LA ACADÉMICA CORRESPONDIENTE DOCTORA YOLANDA ANA ROSA BOLZÓN DE LOMBARDO

PALABRAS DE APERTURA DEL ACTO POR EL SR. PRESIDENTE DE LA ACADEMIA, ACADÉMICO MARCELO ELIZARI

DISCURSO DE RECEPCIÓN POR EL ACADÉMICO DR. MANUEL L. MARTÍ

14 de junio de 2018

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PALABRAS DE APERTURA POR EL SEÑOR PRESIDENTE DE LA ACADEMIA, ACAD. MARCELO ELIZARI

En primer lugar, le doy a todos ustedes una cordial bienvenida, en nombre de la Academia Nacional de Medicina a esta Sesión Pública Extraordinaria, en la cual, la Academia celebra con singular satisfacción la incorporación de la Dra. Yolanda Ana Rosa Bolzón de Lombardo como miembro correspondiente nacional, por decisión unánime del Plenario Académico. Esta celebración marca un momento trascendente y constituye uno de los actos académicos más importantes y significativos de la vida institucional de nuestra Academia. El Estatuto de la Academia Nacional de Medicina establece como condiciones para que alguien sea elegido como miembro correspondiente, tener un concepto público de honorabilidad, ética y moral intachables. Haber descollado en la disciplina científica relacionada con la medicina y las ciencias afines o en el ejercicio de la docencia profesional por un lapso no inferior a diez años; la publicación de obras con trabajos científicos originales que permiten tener galardonado capacidad superior y además haber contribuido al congreso de la medicina por la dirección de institutos técnicos o de establecimientos educativos, sirviendo a la ciencia con dedicación y eficacia. En efecto, la Dra. Bolzón de Lombardo, ha demostrado a lo largo de más de cincuenta años de dedicación exclusiva a su tarea académica con desempeño sobresaliente, logrando el respeto de sus pares y discípulos y ha actuado y colaborado de manera permanente en los organismos educativos de planeamiento y promoción científica y técnica donde ha desarrollado sus actividades. Los antecedentes curriculares de la Dra. Bolzón de Lombardo son realmente sorprendentes en cantidad y calidad. Sólo una loable y fuerte vocación científica, inteligencia y esfuerzo sostenido puede lograr lo alcanzado por nuestra miembro correspondiente. Ochenta y siete publicaciones en revistas de difusión internacional de alto impacto referirían más de diez en revistas de su especialidad, jurado y directora de tesis doctorales, investigadora principal del CONICET. Disertaciones, conferencias en eventos científicos nacionales e internacionales, cursos, trabajos de divulgación, etcétera. Todos somos conscientes de una triste realidad, el deterioro progresivo que ha sufrido la estructura principal de la trama de nuestra sociedad debido al desamparo sistemático de quienes deben protegerla. Esto ha llevado a un debilitamiento sostenido de sus pilares fundamentales. Entre lo que destaco y a nosotros nos interesa más, la educación y la salud. Por eso resulta reconfortante la labor desarrollada por la Dra. Bolzón de Lombardo. Como decía Eduardo Galeano, “Y al fin y al cabo, actuar sobre una realidad y cambiarla un poquito es la única manera de probar que la realidad es transformable”.

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Te agradezco Manuel Martí, tal como dispone el Reglamento, hará la presentación de la Dra. Lombardo refiriéndose con mayor detenimiento a sus atributos personales y científicos.

DISCURSO DE PRESENTACIÓN POR EL ACADÉMICO DR. MANUEL LUIS MARTÍ

La Dra. Yolanda Ana Rosa Bolzón de Lombardo es una autoridad de referencia en el metabolismo de los lípidos, en insulinorresistencia, diabetes, secreción de insulina, alimentación lipídica y proteica, entre otros temas de los cuales ha publicado 99 trabajos, todos en revistas con referato, la mayoría, internacionales (87). Ha sido expositora con 75 congresos internacionales en, prácticamente, todas las grandes ciudades del mundo. Ha dictado conferencias y cursos en 20 sitios internacionales y 38 nacionales. La doctora Bolzón, nació en la provincia de Santa Fe y se recibió de Licenciada en Química y de Doctora en Química, en la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral. Su lugar trabajo actual es el Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas en la misma Universidad. Es Investigador Principal en la Carrera de Investigador Científico del CONICET. En la Facultad, es Directora del Departamento de Ciencias Biológicas, Profesor Titular Ordinario, Dedicación Exclusiva, de la Cátedra de Química Biológica y Vice- Decana hasta la fecha. Ha dirigido proyectos de investigación nacionales e internacionales, 13 tesis de doctorado y 3 de grado. Ha sido Profesora Visitante en la Universidad de San Pablo, Madrid, España, Profesor Investigador Visitante en la Unidad 341 del INSERM, en el Hôtel-Dieu, de París; en la Universidad de New South Wales, Sydney, Australia; Hospital Ramón y Cajal, Madrid, España; School of Medicine, University of Phisburgh, Medical College of Wisconsin, USA; tuvo una estadía de alto nivel del gobierno francés, fue Investigador Extranjero invitado al INSERM, en Nancy, Francia. Ha participado como jurado de innumerables tesis de doctorado y premios científicos. La Dra. Yolanda Bolzón es reconocida como una gran trabajadora, no sólo limitada a sus tareas específicas de investigación, sino como formadora de Recursos Humanos y orientadora eficiente de alumnos y diplomados. Está casada con el ingeniero Eduardo Lombardo notable investigador y, también, Investigador Superior del CONICET. Tienen 1 hijo y 2 nietos, que viven en Chile.

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Los conocimientos y la personalidad de la Dra. Bolzón permitirán a la Academia Nacional de Medicina contar con una extraordinaria investigadora de renombre internacional en el tema “alteraciones metabólicas” y un ser humano de excepción.

Dra. Yolanda Bolzón y Acad. Marcelo Elizari, presidente de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires.

MACRONUTRIENTES RESISTENCIA INSULÍNICA Y SÍNDROME METABÓLICO Por la Académica Recipiendaria Dra. Yolanda Ana Rosa Bolzón

En este momento muy especial para mí, agradezco al Sr. Presidente Dr. Marcelo Elizari y a los distinguidos Académicos, el honor que representa pertenecer a esta Sociedad con la cual me comprometo a colaborar en todo lo que esté a mi alcance. Debo decirles que me siento muy orgullosa del esfuerzo realizado por mis padres emigrantes y de ser un producto de la Educación Pública de nuestro País que me permitió realizar mis sueños. Siento un profundo agradecimiento a las autoridades que dirigieron y dirigen la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas de la Universidad Nacional del Litoral que hoy me acompañan, que me brindaron su apoyo constante e incondicional para poder desarrollarme junto a mi grupo de trabajo durante tantos años de permanencia en esta casa que considero como propia. No puedo dejar de destacar el apoyo permanente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) a través de becas y subsidios para funcionamiento y equipamiento que permitieron la formación de numerosos doctorandos, algunos que permanecen en nuestra universidad y otros desarrollando su actividad en otras universidades e institutos del país. Agradezco también a los profesores e investigadores con quienes hemos compartido fructíferas experiencias en congresos y simposios por su amistad y acompañamiento.

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A mis familiares y amigos aquí presentes, algunos que han venido desde Estados Unidos para compartir juntos esta jornada y en especial a mi esposo e hijo por su constante apoyo y comprensión. A todos, muchísimas gracias por vuestra presencia. Cambios en dietas y estilo de vida: Ingesta Excesiva y/o incremento en el consumo de dietas ricas en grasa saturada, fructosa o sacarosa – característica de las sociedades modernas- se relaciona estrechamente con el desarrollo de: - Intolerancia a la glucosa - Insulino Resistencia - Dislipidemia - HDLc - Hipertensión - NAFLD (hígado graso no alcohólico) - Obesidad - Adiposidad visceral - ↑ Estrés oxidativo sistémico

Los mayores componentes del Síndrome Metabólico. Todos ellos constituyen factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes Tipo 2. La interacción de los factores genéticos y medioambientales (ej. Nutrición, estilo de vida) contribuyen al desarrollo del Síndrome Metabólico que alcanza proporciones epidémicas en países desarrollados y en vía de desarrollo. Existen diferentes modelos experimentales no-genéticos que por manipulación dietaria mimetizan el fenotipo del Síndrome Metabólico en humanos: IR, dislipidemia, obesidad, alterada homeostasis de la glucosa, hipertensión y diabetes tipo 2. Entre ellos: Animales roedores alimentados con dieta rica en grasas saturadas. Roedores alimentados con dieta rica en sacarosa / fructosa (azúcares simples) Roedores alimentados con dietas altas en grasa / fructosa. Estos modelos son utilizados para analizar mecanismos fisiológicos y moleculares de los efectos de cambios en la composición de macronutrientes, testear formulaciones farmacéuticas y nutracéuticas en la prevención o mejoramiento de los desórdenes metabólicos antes descriptos. Cuando se administra una dieta rica en azúcares simples (sacarosa) se induce hipertrigliceridemia (dislipidemia). En presencia de dislipidemia los niveles plasmáticos de glucosa e insulina evolucionan desde normoglicemia e hiperinsulinemia (luego de una corta ingesta de sacarosa: 3-5 semanas) denominada Etapa de Inducción. En esta etapa ya se observa un incremento de Tg en el hígado y en el corazón. Resistencia insulínica periférica global y en páncreas aislado un aumento de la 1ra fase de secreción de insulina con una 2da fase normal. Si se continúa con la dieta durante la 7ma -8va semana de ingesta se observa una Etapa de Adaptación, donde al menos los parámetros analizados retornan a valores controles. A partir de este momento, prolongando la ingesta observamos una 3ra Etapa denominada de Recurrencia donde a partir de la semana 13 en adelante (al menos hasta las 40) se llega a un estado estacionario caracterizado por moderada hiperglucemia y normoinsulinemia, resistencia insulínica periférica global muy acentuada, pérdida del 1er pico de secreción de insulina,

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e incremento de la 2da fase de secreción (estudio en islotes aislados), lipotoxicidad, estrés oxidativo, e hipertensión más acentuada. Este modelo permite analizar cambios nutricionales y/o farmacológicos que favorezcan la prevención del desarrollo de estas anormalidades (Etapa de Inducción) o el mejoramiento y/o reversión de algunos signos (Etapa de Recurrencia) cuando estos están ya establecidos. Además de cambios en el estilo de vida (menor sedentarismo y estrés), las dietas pueden jugar un rol central en la prevención o mejoramiento del Síndrome Metabólico y sus patologías asociadas. Así, por ejemplo, un incremento de ácidos n-3 de fuentes Marina (EPA y DHA) o Vegetal (ácido α linolénico: ALA) denominados en general ácidos grasos poliinsaturados (PUFAs). Afectan la expresión génica de enzimas del metabolismo de los carbohidratos y lípidos (regulando receptores nucleares: (PPAR α, LXRα, β, HNF-4 α) y factores de transcripción: SREBP, regulando la transcripción de genes que codifican proteínas (enzimas) del metabolismo de lípidos y glúcidos. N-3 PUFAs se incorporan como ácidos grasos poliinsaturados a los fosfolípidos de membrana -haciéndolas más fluidas (Mayor fluidez)- favoreciendo el transporte de metabolitos y la acción insulínica. Juntos con los cambios en el estilo de vida (menor sedentarismo y estrés) previenen los efectos adversos del SM. Las evidencias disponibles al presente señalan que el abordaje del síndrome metabólico se debe realizar incluyendo cambios en el estilo de vida tanto dietoterapia como ejercicio físico. Una de las estrategias del abordaje nutricional del síndrome metabólico es el tipo de ácidos grasos dietarios. Numerosos trabajos a nivel experimental y humano señalan que la sustitución de ácidos grasos N-6 por N-3 de origen marino (EPA, DHA) o vegetal (ALA) dietarios juegan un rol importante sobre los efectos adversos de este síndrome, actuando en distintos tejidos blancos a la acción insulínica. Estudios en humanos y experimentales (roedores) por distintos grupos de investigadores incluyendo nuestro grupo señalan en general que los ácidos grasos poliinsaturados N-3 de origen marino (EPA y DHA). Regulan los niveles de lípidos. Función cardiovascular. Función inmune. Acción insulínica. Importantes mediadores de eventos nucleares gobiernan la expresión de genes específicos relacionados con: metabolismo de lípidos, glucosa y adipogénesis Cambios en la composición de fosfolípidos de membrana Cambios en la cascada de señalización de la insulina Activación de proteínas quinasas Actividad de lipasas y biosíntesis de eicosanoides

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Propiedades anti-inflamatorias Un precursor de los ácidos grasos n-3 de origen marino es el ácido α linolénico (ALA) (origen vegetal). Este ácido se encuentra en aceites de canola, lino, semilla de Salvia hispánica L, conocida como chia, también en nueces, etc. El ALA compite con los ácidos grasos de la serie n-6 ácido α Linoleico (LA) que está presente en el aceite de girasol, maíz, algodón. La absoluta cantidad de ALA y la relación ALA/LA influencia la conversión a EPA (dependiendo del género y de la edad: mujeres pre-menopausia, presentan mejor conversión que los hombres) como resultado de la conocida competición entre n-6 y n-3 de los ácidos grasos por su desaturación ya que reduce los niveles de la Delta 6 Desaturasa. Estudios epidemiológicos y clínicos (Am J Clin.Nutr.100 Suppl. 1:443S (2014)) sugieren que una ingesta rica en ALA: - Reduce la dislipidemia. Mejora la tolerancia a la glucosa y la sensibilidad insulínica. - Reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular - Reduce la hipertensión - Reduce los niveles de citoquinas pro-inflamatorias - Mejora niveles de enzimas antioxidantes Una de las fuentes botánicas rica en ALA es la semilla de Salvia hispánica L comúnmente denominada (chia) la que contiene también proteínas, fibra, minerales y actividad antioxidante (compuestos fenólicos: quercetina y miricetina). La chia es una planta nativa de México y Norte de Guatemala. Fue el alimento básico de las civilizaciones pre-colombinas de América Central. Con la conquista española fue introducida en España, pero como no pudo cultivarse en Europa desapareció por casi 500 años. En la actualidad se cultiva en Colombia, Bolivia, Perú y el Norte Argentino. Es considerado un alimento funcional. Esta presentación analiza: Recientes avances en los efectos del cambio del tipo de grasa dietaria: Semilla/ de chia rico en ácidos grasos n-3 (ALA) en lugar de aceite de maíz ricos en n-6 (LA), sobre: El mejoramiento / reversión de los mecanismos subyacentes -metabólicos y moleculares- de la dislipidemia, resistencia insulínica, alterada homeostasis de la glucosa y adiposidad visceral, inducida en ratas normales por ingesta de una dieta rica en sacarosa (DRS) y la extensión de estos hallazgos en algunos aspectos a estudios clínicos recientes. El diseño experimental Se administró dieta control (DC) y dieta rica en sacarosa (DRS) isocalóricas durante 3 meses. Al cabo de este período se alcanza la Etapa de Recurrencia caracterizada por: Dislipidemia, hiperglucemia y resistencia insulínica periférica global muy manifiesta. A partir de este momento en la mitad de los animales alimentados con DRS se cambia el tipo de grasa dietaria (aceite de maíz por semilla de chia) y se continúa la dieta durante 3 meses adicionales. Al final de este período se analizaron los

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cambios producidos por la administración de la semilla de chia en los niveles plasmáticos de insulina y metabolitos y el metabolismo de lípidos y glucosa en diferentes tejidos blancos a la acción insulínica. Plasma En general, la semilla de chia fue capaz de revertir la dislipidemia y la moderada hiperglucemia, así como los elevados niveles de citoquinas pro-inflamatorias y la peroxidación lipídica También redujo los elevados niveles de ácido úrico e incrementó los niveles de adiponectina. Efectos en el hígado En función de los resultados obtenidos en el plasma, se analizaron los mecanismos involucrados en la reversión de la dislipidemia, y de la esteatosis hepática constatándose: La semilla de chia coordinadamente decrece las actividades de enzimas claves en la lipogénesis “de novo” incrementando las actividades de enzimas claves en la oxidación de ácidos grasos. Esto se acompaña de una regulación en baja (down regulation) de los niveles de la masa proteica de la forma madura del factor de transcripción SREBP-1 y de una regulación en alta (up regulation) del receptor nuclear PPARa respectivamente. Estos hallazgos sugieren que la chia dietaria induce un cambio en el destino metabólico de los lípidos (oxidación vs. síntesis) por cambios en los factores de transcripción hepáticos y en la actividad de sus enzimas lipogénicas y oxidativas blanco. Este podría ser un mecanismo/s que conduciría a la reducción de la síntesis de triglicéridos hepáticos, reduciendo la esteatosis y dislipidemia (decrece secreción de lipoproteínas de muy baja densidad (VLDL-Triglicéridos incrementa la remoción de triglicéridos del plasma) que a su turno podría mejorar la insulino-resistencia. Efectos en el tejido adiposo La ingesta prolongada de la dieta rica en sacarosa desarrolla adiposidad visceral, hipertrofia del adipocito y disfunción del tejido adiposo. La adiposidad visceral en presencia de elevados niveles de ácidos grasos plasmáticos e hiperglucemia como se observa en este modelo experimental puede generar un incremento de ROS, (especies reactivas del oxígeno) que a su turno conducen a estrés oxidativo. Por lo que examinamos si el cambio del tipo de ácido graso dietario podría mejorar o atenuar estas anormalidades metabólicas. El cambio del tipo de grasa dietaria (aceite de maíz por semilla de chia) redujo la hipertrofia y el volumen celular de los adipocitos. Mejoró el histograma de distribución de los adipocitos y el índice de adiposidad visceral. Normalizó las actividades de las enzimas lipogénicas y la lipólisis basal disminuyendo significativamente la disponibilidad de ácidos grasos plasmáticos hacia los distintos tejidos. Además mejoró la acción anti-lipolítica de la insulina.

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Chia mejoró y / o revirtió la disminución de las defensas antioxidantes, los cambios en los niveles de las citoquinas pro-inflamatorias y el estrés oxidativo inducido por la dieta rica en sacarosa. Incrementó la relación n-3/n-6 FA de los fosfolípidos de membrana, incrementando significativamente los niveles de los n-3 PUFAs (ALA, DPA, DHA) el total de n-3 y la relación n-3/n-6. Efectos en el músculo esquelético El músculo esquelético es el sitio más importante de utilización de la glucosa y se ha vinculado la acumulación de lípidos y sus derivados dentro de las fibras del músculo a la resistencia insulínica, ya que directa o indirectamente alteran las señales de la insulina. En el músculo esquelético de los animales dislipémicos insulino resistentes se observa un significativo incremento intracelular de lípidos (triglicéridos, derivados acilados de ácidos grasos y diacilglicerol, entre otros. Esto se asocia a una alterada translocación de la masa proteica del transportador de glucosa (Glut 4) frente al estímulo de la insulina y disminución-reducción de las vías no-oxidativas y oxidativas de la glucosa y resistencia insulínica periférica global. Los cambios metabólicos inducidos por la semilla de chia dietaria se reflejan en el músculo esquelético de los animales dislipémicos -insulino resistentes por: La reducción de la acumulación de triglicéridos y derivados. La semilla de chia fue capaz de normalizar la alterada fosforilación y oxidación de la glucosa observada en el músculo esquelético presente en este modelo experimental. La chia normalizó la masa proteica del transportador y la vía no oxidativa de la glucosa bajo el estímulo de la insulina. La resistencia insulínica periférica global y la dislipidemia alcanzaron valores semejantes al control. Efectos en el músculo cardíaco En vista a estos resultados decidimos analizar los mecanismos que subyacen en el alterado metabolismo lípidos-glucosa en el corazón de los animales dislipémicos- insulino resistentes y explorar si la administración de semilla de chia podría mejorar la lipotoxicidad de este tejido. Además la hipertensión crónica observada en este modelo experimental podría conducir a un incremento en el contenido de colágeno fibrilar en el ventrículo izquierdo como ha sido observado en el ventrículo izquierdo en humanos y en animales de experimentación con hipertensión. Los principales hallazgos de los efectos de la semilla de chia se resumen a continuación: Normaliza las actividades de las enzimas claves relacionadas con el metabolismo de la glucosa (fosforilación y oxidación).

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Mejora el transporte de la glucosa (Glut4) y los niveles de la masa proteica del sustrato receptor de insulina 1 (IRS1). Decrece la captación de ácidos grasos decreciendo la masa proteica del transportador de ácidos grasos FAT/CD36 y mejora la oxidación de los ácidos grasos; reduce el contenido de los lípidos intracelulares y normaliza la lipotoxicidad.

Normaliza los niveles de la masa proteica de la proteína quinasa activada por AMP' (pAMPK), regulador metabólico Maestro que controla la homeostasis energética celular. Normaliza el contenido de colágeno en el ventrículo izquierdo y los niveles de hidroxiprolina. Incrementa los n-3PUFAs en los fosfolípidos cardíacos. Normaliza la hipertensión. Conclusión Estos resultados sugieren que los posibles mecanismos subyacentes colectivamente involucrados en los efectos de la semilla de chia dietaria sobre el mejoramiento de: la Resistencia insulínica, el alterado metabolismo de la glucosa, la dislipidemia, la adiposidad visceral y la lipotoxicidad en los diferentes tejidos blancos a la acción de la insulina, analizados en este modelo experimental que mimetiza el Síndrome metabólico del humano, podría estar relacionado al menos en parte con la reducción de los lípidos plasmáticos, su disponibilidad que a su turno decrece la lipotoxicidad y normaliza la acción de la insulina. Además, los subsecuentes cambios en el contenido de ácidos grasos en los fosfolípidos de las membranas (un incremento en la relación n-3/n-6) debido a ambos: la cantidad absoluta y relativa de AL y ALA en la dieta y la interacción competitiva en el metabolismo de AL y ALA a ácidos grasos de cadena larga podría también contribuir a estos hallazgos. Sin embargo debemos también considerar que: La semilla de chia es una mezcla compleja de proteínas, fibras, minerales y antioxidantes. Por lo tanto, no podemos atribuir todos los efectos observados solamente a un incremento en el contenido de ácido α -linolénico (ALA). Estudios clínicos Estos estudios comenzaron desde hace aproximadamente 10 años, pero se han incrementado analizando el efecto de la administración de la semilla de chia en individuos sanos, diabéticos tipo 2, obesos, con Síndrome metabólico, mujeres menopáusicas, hipertensos con estudio a simple o doble ciego. Estos estudios se han realizado en institutos de investigaciones de universidades de Canadá, USA, Bélgica entre otras.

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Conclusión Los modelos experimentales en roedores han sido utilizados para caracterizar respuestas de numerosas intervenciones nutricionales-farmacológicas. El éxito de estas intervenciones es variable, sin embargo muchas veces se ha constatado que algunos tratamientos han atenuado la resistencia insulínica y la mayoría de los signos del Síndrome Metabólico. Si bien no podemos extrapolar los resultados obtenidos en los animales de experimentación al humano, todas las investigaciones colectivamente sugieren que cambios en el tipo de ácidos grasos (n-3): EPA, DHA de origen animal o ALA, de origen vegetal, podrían ser estrategias de tratamiento que claramente indican que es posible retardar la progresión del deterioro del Síndrome Metabólico y sus complicaciones asociadas y quizás, en algunos casos, revertirlos.

INCORPORACIÓN INCORPORACIÓN DEL ACADÉMICO TITULAR DOCTOR FRANCISCO JOSÉ BARRANTES Sitial Nº 30 “Juan Aníbal Domínguez”

PALABRAS DE APERTURA DEL ACTO POR EL SR. VICEPRESIDENTE DE LA ACADEMIA ACADÉMICO ANTONIO R. DE LOS SANTOS

DISCURSO DE RECEPCIÓN POR EL ACADÉMICO DR. EDUARDO H. CHARREAU

1 de noviembre de 2018

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PALABRAS DE APERTURA POR EL SEÑOR VICEPRESIDENTE DE LA ACADEMIA, ACAD. ANTONIO RAÚL DE LOS SANTOS

La incorporación de un nuevo miembro constituye una verdadera celebración para la Academia Nacional de Medicina. Hoy la historia llama a nuestra puerta y nos recuerda la consigna que hace ciento noventa y seis años, en medio de graves conflictos internos y externos de la Patria naciente. Sólo seis años después de la Declaración de la Independencia, Bernardino Rivadavia imaginó para la Academia, las siguientes funciones: promover la investigación científica, la educación y la atención médica. Eso es lo que está haciendo o intentando hacer, la Academia hoy. No analizaré los méritos sobresalientes del doctor Barrantes, tarea que estará a cargo del Acad. Eduardo Charreau, sino que comentaré brevemente el proceso de elección de cada nuevo miembro de la Academia. Ante la vacante de un sitial, se solicita a los académicos que propongan nombres de candidatos con méritos para ocuparlo. El Plenario de la Academia constituido por todos los académicos titulares, después de por lo menos tres reuniones con un mes de intervalo entre cada una de ellas, discute los méritos de cada uno de los candidatos con posibilidades de ser incorporados. Estas sesiones son privadas. Sin la presencia de otras personas con el propósito de evitar que las críticas trasciendan ese ámbito y puedan menoscabar el prestigio de los postulantes propuestos. Como corolario de esas sesiones meditadas en forma absolutamente democrática, los académicos emiten sus votos, que terminan constituyendo la opinión mayoritaria del Plenario. Éste es el procedimiento habitual con el que fue elegido el Dr. Barrantes para ocupar el Sitial Nº 30 dedicado a la Patología y a la Biología Celular; que durante muchos años ocupara el académico Rómulo Cabrini y que inmediatamente antes que él, fuera del académico Eduardo De Robertis. De esta manera, el Dr. Barrantes vuelve a encontrarse con el Dr. De Robertis, que dio sus primeros pasos en investigación y fue su padrino de Tesis Doctoral calificada sobresaliente. Doctor Barrantes, bienvenido a esta Casa que desde hoy es suya. Como Vicepresidente de la Academia Nacional de Medicina tengo el placer de entregarle el diploma y la medalla que lo acreditan como miembro titular de esta Corporación.

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Acad. Francisco Barrantes y Acad. Raúl A. de los Santos, vicepresidente de la Academia Nacional de Medicina.

DISCURSO DE PRESENTACIÓN POR EL ACADÉMICO DR. EDUARDO H CHARREAU

La Academia Nacional de Medicina ha convocado a Sesión Pública Extraordinaria para incorporar como Académico de número al Dr. Francisco Barrantes, en el sitial número 30, “Juan Aníbal Domínguez”, que perteneciera a quien fuera distinguido Académico y Presidente de esta corporación, el Prof. Dr Rómulo Cabrini. Especialmente triste el recuerdo que nos dejó y emotivo, solemne y grato el acto por el que ingresa el nuevo académico. Se incorpora el Dr. Barrantes a una institución que es protagonista y testigo del ocurrir biomédico, intelectual y cultural del país. Su innata condición de investigador, desarrollada sin estridencia, es el rol que le cabe más a medida y que se expresa en destellos de reconocido prestigio. La distinción que hoy recibe es el digno reconocimiento por la calidad de una obra fruto de una diáfana inteligencia y un trabajo permanente que no reconoce claudicaciones. El Dr. Francisco Barrantes nació en Buenos Aires el 13 de marzo de 1944. Se distingue entre los más calificados científicos de nuestro país, siendo desde 1994 Investigador Superior del CONICET. Entre 1982 y 2011 fue director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Bahía Blanca, Universidad Nacional del Sur-CONICET y profesor titular en esa casa de estudios, y tuvo a su cargo la Cátedra UNESCO de Neurobiología Molecular y Biofísica. Entre 2007 y 2011 tuvo la responsabilidad de dirigir el Centro Científico Tecnológico (CCT) - CONICET-Bahía Blanca, que reúne todas la Unidades Ejecutoras del CONICET en esa ciudad y área de influencia, con cerca de 800 investigadores, profesionales y becarios, logrando la integración inédita en ese momento de sus siete institutos originales con la comunidad.

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El Dr. Barrantes es considerado uno de los expertos más destacados en el mundo en el campo de los receptores sinápticos, contando su producción científica con más de 260 artículos en revistas internacionales con referato y alto impacto, y más de 400 comunicaciones, 70 artículos de revisión y capítulos en libros de su especialidad. Tiene alrededor de 6500 citaciones. Se graduó como Médico en la Universidad de Buenos Aires; en la misma casa de estudios, desarrolló y defendió su Tesis Doctoral bajo la dirección del Prof. Eduardo De Robertis, obteniendo la calificación máxima. En 1965 hizo sus primeros pasos en la actividad docente y de investigación como ayudante graduado y becario del CONICET con el Prof. De Robertis y fue en esa época cuando el profesor Gregorio Weber de la Universidad de Illinois visitara Buenos Aires para colaborar con De Robertis y entrenara en forma exclusiva al entonces joven tesista en técnicas de espectroscopía de fluorescencia. De esos experimentos conjuntos salió el primer compuesto colinérgico fluorescente. Estas técnicas se convirtieron en herramientas fundamentales para los futuros hallazgos de Barrantes. En el Instituto Max-Planck de Biofisicoquímica de Göttingen, en Alemania, donde trabajó durante una década (1973-1982), Barrantes utilizó dicha metodología para estudiar el receptor de acetilcolina. Junto a Bert Sakmann, quien en 1991 recibiera el premio Nobel de Medicina y Fisiología y Tom Jovin, sintetizaron derivados fluorescentes del pireno para estudiar el AChR en la unión neuromuscular, uno de los primeros estudios que combinan fluorescencia y electrofisiología y con el científico británico Mike Dowdall aplicaron los compuestos fluorescentes como potentes inhibidores de los recaptadores de colina en la presinapsis colinérgica. Un enfoque novedoso introducido por Barrantes y colaboradores fue utilizar la fluorescencia intrínseca de la proteína receptora como fuente de señal física para el estudio de la interacción AchR- ligando. Una de las contribuciones de Barrantes y su grupo más reconocidas ha sido el descubrimiento y caracterización de los lípidos en contacto íntimo con la proteína receptora de acetil colina y que denominaron “ánulo lipídico” o microambiente lipídico, pudiendo establecer la asociación preferencial o selectividad del receptor con esteroles, y ácidos grasos y algunos esteroides actuando como moduladores de las propiedades cinéticas del canal del receptor nicotínico. Su extensa labor desde su doctorado con el Prof. Eduardo De Robertis en la UBA cubre ya más de cinco décadas. En este período, además de los estudios mencionados, un foco importante de sus investigaciones ha girado en torno a las patologías de moléculas que afectan a la función sináptica (actualmente denominadas “sinaptopatías”) en el sistema nervioso central y periférico. En el primero de los casos, ha estudiado aspectos moleculares de las sinaptopatías asociadas con epilepsias hereditarias generadas por mutaciones puntuales en el receptor nicotínico neuronal, y más recientemente, en enfermedades neurodegenerativas como la de Parkinson y de Alzheimer. En la primera de éstas, ha centrado sus estudios en la farmacología molecular y el futuro de las estrategias terapéuticas basadas en drogas que actúan sobre el sistema colinérgico central, así como en ciertos aspectos genéticos de la patología. En el caso de la enfermedad de Alzheimer, ha investigado el papel del

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colesterol en el desarrollo inicial de la patología molecular de esta enfermedad y, actualmente, investiga biomarcadores pre-sintomáticos para el Alzheimer. También ha incursionado en la patología molecular de la miastenia gravis. Varias de las publicaciones científicas de Barrantes han pasado a constituir capítulos de libros de textos universitarios de reconocido prestigio internacional. El Dr. Barrantes continúa una activa tarea sobre la organización, estabilidad y dinámica del receptor de acetilcolina neuronal en salud y enfermedad. El objetivo general de su grupo de investigación es precisamente aclarar algunos aspectos de la función sináptica mediante un enfoque multidisciplinario que incluye la utilización de técnicas innovadoras de microscopía de super-resolución (“nanoscopía”) para lo cual ha construido en colaboración con el premio Nobel Stefan Hell, el primer microscopio de este tipo en la Argentina y Latinoamérica, y dirige el Laboratorio de Neurobiología Molecular del BIOMED UCA-CONICET, en la Universidad Católica Argentina, en Buenos Aires. Francisco Barrantes, además de haber compartido con E. Neher y B. Sakmann (ambos galardonados con el premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1991) la jefatura del grupo de Biomembranas en el Instituto Max-Planck de Biofísica y Química, Gotinga, Alemania (1978-1982), ha colaborado y publicado junto a otros dos premios Nobel: con Stefan Hell, Nobel de Química 2014 y con Joachim Frank, premio Nobel de Química 2017. El Académico Barrantes ha sido y es Profesor Visitante en varios centros de estudio internacionales: Department of Neurobiology and Behavior, State University of New York at Stony Brook, N.Y., EE.UU. (1986); Department of Neurobiology, Weizmann Institute of Science, Rehovot, Israel (agosto-septiembre, 1987); Biochemistry Dept., University of Bath, Inglaterra (1991 hasta la fecha); Centro de Estudios Científicos de Santiago (Chile) (1984, 1986, 1993, 1996); y Departamento de Bioquímica y Biología Molecular, Universidad de Extremadura, España (1993 hasta la fecha). Ha sido designado Associate Member del Tata Institute of Fundamental Research, National Centre for Biological Sciences, en Bangalore, India (1997-hasta la fecha), y Senior Associate del Hughes College, Oxford (1993- 1994). Formación y dirección de grupos de investigación. Su contribución a la formación de grupos de investigación se evidenció tempranamente, en el impacto que tuvo el grupo de Biomembranas del que formó parte en el Dpto. de Biología Molecular del Instituto Max-Planck de Biofísica y Química, Gotinga, Alemania (1974-1977) y en el IIB de Bahía Blanca (Conicet-Bahía Blanca) al retornar a la Argentina. Ha contribuido ya a la formación de numerosos discípulos, entre ellos, más de 50 becarios en el país y en el extranjero, cerca de 20 investigadores y más de 100 profesionales. Dirigió 22 tesis doctorales. Varios de sus discípulos han alcanzado prestigio internacional. Distinciones y premios. La labor del Dr. Barrantes ha sido reconocida a través de premios y distinciones entre las que se destacan: Premio Daniel Goytía de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (1971), en su etapa de tesista; Wellcome Trust, Inglaterra

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(1970); Premio Bernardo Houssay del CONICET (1987); Premio 1988 en Biología de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS); Fellow del Neuroscience Inst., New York, EE.UU. (1986); Fellow de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation (1990). Recibió el Premio de la Alexander von Humbold Stiftung, Alemania (1999); el Premio de la “Sarojini Damodaran International Trust" instituido en la India (2002); Premios Konex "Ciencia y Tecnología” por la década 1993-2002 en la disciplina Biología Molecular y Citología (2003); una Fulbright Scholarship para realizar estudios en Harvard Medical School, Boston (2004). Fue designado Miembro Asociado del European Membrane Protein (E-MeP) Consortium, Reino Unido (2004-); designado miembro del Consejo Consultivo de la Oficina Regional de la Academia de Ciencias para el Mundo en Desarrollo (TWAS, 2004-);en 2004 recibió la medalla De Robertis de la Sociedad Argentina de Neurociencias; en 2006 recibió el Prémio União Latina, Lisboa, Portugal, en 2008 la medalla Miguel Lillo de la Sociedad de Biología de Tucumán y en 2009 el Premio “Consagración”, de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. En 2013 recibió la medalla TWAS y en 2015 fue designado científico visitante del Programa Ciencias Sin Fronteras de Brasil en el Instituto Carlos Chagas Filho, cargo que ocupó en ese Instituto junto con el Premio Nobel Kurt Wutrich de Suiza. En 2017 recibió el Premio de la Asociación Bioquímica Argentina junto a las Dras. Mariela Paz, Juliana Leoni y colaboradoras por el desarrollo de un test diagnóstico para la miastenia gravis. Membresía en Academias científicas. El Dr. Barrantes fue elegido Corresponding Fellow de la Academia de Ciencias del Tercer Mundo (TWAS) en 1991 y Fellow (plenario) de la misma desde 1993, habiendo ocupado importantes cargos en ella como ha sido el de vicepresidente en dos períodos. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL, 1993), y de su Consejo Directivo; Miembro Correspondiente de la Academia de Ciencias de Brasil (1998); elegido Miembro Correspondiente de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires, Argentina (2000); designado Miembro Titular, de la European Academy of Science and Arts (2004) y Miembro Correspondiente de la Indian Nacional Science Academy (2005), y más recientemente, ha sido designado miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina (2011). Francisco Barrantes está casado desde hace 45 años con Phyllis Johnson, graduada en Economía Política y Relaciones Internacionales en el London School of Economics de la Universidad de Londres, con quien se conociera en Buenos Aires cuando ella se desempeñaba en el UNDP (Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas). Tienen tres hijos, todos nacidos en Göttingen, Alemania, durante la década en la que vivieron en ese país. La mayor, Alexandra, estudió Relaciones Internacionales en Buenos Aires y luego de ocupar durante 17 años un cargo destacado en la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Washington, vive actualmente en Londres. Caroline, la segunda, estudió Estudios Orientales también en Buenos Aires y trabajó durante casi una década en Shanghai, China, en parte en el Consulado Argentino en esa ciudad, residiendo actualmente en Kampala, Uganda. Diego Christian, el menor, estudió Ciencias de la Computación en la Universidad Nacional del Sur y tras un período laboral en EE.UU., retornó a la Argentina y es el único que reside y trabaja en su especialidad en Buenos Aires.

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Phyllis y Francisco, tienen 5 nietos, políglotas. Francisco y Phyllis se mudaron a Buenos Aires desde Bahía Blanca en 2011, pudiendo así concretar el anhelo de volver a cultivar con mayor frecuencia amistades del pasado, su pasión por la música (eligieron vivir a 3 cuadras del teatro Colón y del Coliseo), y la vida cultural de la Capital. Académico Barrantes: Pertenecer a una Academia es un honor cargado de inmensos compromisos. La Academia reclama y espera de sus miembros, que tengan al estudio como pasión, al trabajo como arma, a la ciencia como escudo y a la visión de progreso como esperanza. El lauro que recibe, causa sorpresa inesperada en la mente, regocijo por lo realizado y compromiso por lo a realizar. Dr. Barrantes, estimado amigo, ninguno de los dos olvidaremos este día de emociones encontradas. Usted, porque vive un día de gloria reservado a muy pocos, y yo, como el resto de los académicos de esta casa, por el enriquecimiento que significa su incorporación a esta Academia. Bienvenido a la Academia Nacional de Medicina.

DISCURSO DEL ACADÉMICO RECIPIENDARIO DR. FRANCISCO JOSÉ BARRANTES

Agradezco en primer lugar a los señores académicos por haberme elegido Académico Titular, y al Académico de los Santos, quien me ha hecho entrega del diploma y medalla que me acreditan como tal. En segundo término, agradezco al Académico Eduardo Charreau por sus elogiosas palabras. Como casi siempre sucede en estas ocasiones, la descripción de las cualidades es benévola, suavizando defectos y exaltando virtudes; muchas gracias, estimado amigo. La historia del sitial Nº 30 que hoy me toca ocupar se remonta a la primera mitad del siglo XX. Más precisamente, el sitial se crea en 1925 por decreto del entonces presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, por cuya decisión se opera el cambio del numerus clausus de la Academia, que pasa a tener de 25 a 35 sitiales. Esto sucede en lo que ha sido denominado el “quinto período” de nuestra Academia, iniciado en 1925 con la presidencia de Eliseo Cantón y que se extiende hasta 1952. Es un período histórico importante, que nace con el decreto de Alvear que le otorga nada menos que la autonomía a la Academia, y que coincide con la incorporación del joven Académico Mariano R. Castex, gran maestro de la medicina interna, quien se desempeñaría en esta casa por más de cuatro décadas.

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El año 1925 marca también la fecha de incorporación de quien daría su nombre al sitial Nº 30, el Académico Juan A. Domínguez. Se graduó de farmacéutico en 1896, y fue designado doctor Honoris Causa en Química y Farmacia de la Universidad de Buenos Aires en 1919. Fue el primer profesor de Farmacología y Fitoquímica de la UBA, contando entre sus alumnos a don Bernardo A. Houssay. Las investigaciones de Domínguez versaron sobre plantas medicinales autóctonas. Sus estudios y colección de muestras culminaron con la creación del museo de Botánica en el año 1900, cuando él tenía sólo 25 años, y que dirigiera por más de medio siglo. Cuando José Arce puso la piedra fundamental del nuevo edificio de la Facultad de Medicina, en julio de 1937, la colección del museo ya contaba con 800.000 ejemplares en su herbario, su colección de maderas, y la de drogas de origen vegetal. En 1944 el museo se trasladó desde la “vieja” Facultad de Medicina (hoy Facultad de Ciencias Económicas) para instalarse sobre la calle Junín, en lo que es hoy la Facultad de Farmacia y Bioquímica de la UBA. La obra más importante de Domínguez fue el libro “Contribuciones a la Materia Médica Argentina” (1903), con un prólogo de Ricardo Rojas seguido por palabras de Houssay. Esta obra, inconclusa, le valió a Domínguez el primer Premio Nacional de Ciencias, el más alto que se concedía en ese entonces en el país, en 1928. Domínguez es considerado el “albacea testamentario” de la obra del explorador y botánico Aimé Bompland, quien acompañara a Alexander von Humboldt en su famoso viaje por Sudamérica entre 1799 y 1804 (Botting, 1973). En 1905 el nieto de Bompland donó a Domínguez el archivo personal de su abuelo, muerto en Corrientes en 1858, consistente de material etnográfico, zoológico y mineralógico, compilado por este naturalista francés especialmente en la Mesopotamia argentina. Rescato a modo de anécdota que quien contrata a Bompland en 1816 para trabajar como profesor en Buenos Aires fue nada menos que Bernardino Rivadavia, por aquel entonces ministro secretario de Gobierno y Relaciones Exteriores, y fundador de nuestra Academia en 1822. En 1947 ocupa el sitial Nº 30 el Académico Venancio Delofeu, graduado y doctorado en Química en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, conocido por su destacada labor en química orgánica y química biológica. Su vínculo con la Medicina se establece en 1931, al comenzar a dictar el curso de esta última especialidad en la Facultad de Medicina de la UBA. En 1939 es nombrado titular de Química Orgánica en la Facultad de Ciencias Exactas, donde desarrolló la mayor parte de su actividad científica. Sus estudios más importantes versaron sobre la degradación de los hidratos de carbono y la química de las plantas argentinas, y en particular, algunos alcaloides, de los cuales Delofeu determinó sus estructuras. Aisló y estudió la hipaforina y alcaloides altamente curarizantes como la eritralina y la erisodina de las semillas de la Erythrina crista-galli, colorido nombre del árbol de nuestra colorida flor nacional, el ceibo. Me produjo gran placer leer este aspecto de la vida científica del Prof. Delofeu, ya que este efecto curarizante de los alcaloides del ceibo se ejerce sobre el receptor de acetilcolina nicotínico, que como habrán escuchado en el discurso del Académico Charreau, es el tema al que me he dedicado desde mi iniciación en la investigación. El curare es autóctono del subcontinente centro y sudamericano; es utilizado por los indios de las

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cuencas del Orinoco y del Amazonas para envenenar la punta de sus flechas para la caza, paralizando las presas mediante el mecanismo farmacológico del antagonismo competitivo del receptor de acetilcolina. La palabra curare deriva del término wurari, de la lengua caribeña hablada por los indios Macusi de las Guayanas, y Sir Walther Raleigh ya menciona el curare en 1596 en sus relatos sobre sus viajes. Fue Alexander von Humboldt, en 1805, quien estableciera algunas de las fuentes botánicas del curare en varias especies de árboles de Strychnos, y describiera cómo se preparaba el extracto venenoso de ellas (Botting, 1973). Pero recién en la década del ’40 del siglo XX se emplean por primera vez compuestos derivados en anestesiología, explotando sus efectos miorrelajantes (Griffith y Johnson, 1942). Aun sin haber conocido personalmente al Dr. Delofeu, he descubierto que establecí un vínculo con él desde hace casi 60 años. Hacia final de la década del ´50, mi padre hizo encuadernar dos libros con mis iniciales en el lomo: uno, “Laboratorio” de Alfredo Fisher, de la colección de Semiología de Padilla y Cossio, y el otro, “Curso de Química Biológica” de Delofeu y Marenzi, 2ª edición, de 1940. Estampé mi firma y fecha en ambos. Al preparar este discurso, constaté que mi edad al hacerlo era 15 años. Mi padre quería que yo ejerciese como él la medicina asistencial, pero quizás a través del regalo de estos libros selló tempranamente mi nexo con las ciencias básicas... Delofeu fue un pionero en su campo, introduciendo el estudio de la química de los hidratos de carbono en Argentina y Latinoamérica. El excelente desarrollo de la química orgánica en nuestro país y su aplicación a las ciencias médicas debe mucho a su empuje. Fue miembro del primer directorio del CONICET y recibió el premio Bernardo Houssay de la Organización de Estados Americanos (OEA). El Académico Delofeu ocupó el sitial Nº 30 hasta 1984. Tras su muerte el sitial fue sucesivamente ocupado por los Académicos Eduardo De Robertis y Rómulo Cabrini. Me referiré en primer término a mi predecesor, el Dr. Cabrini. El Académico Rómulo Luis Cabrini fue un destacado investigador en el área de la Anatomía Patológica, cumpliendo una extensa y reconocida labor tanto en la Universidad de Buenos Aires como en la Comisión Nacional de Energía Atómica. Ocupó por largo tiempo la Cátedra de su especialidad en la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires, que también ocupara su tío Andrés. Su padre fue titular de Histología de la Facultad de Medicina de la UBA, todo lo cual rodea a nuestro Académico de una sólida tradición familiar médica y académica. Se gradúa de médico en 1952, pero ya en 1947, como estudiante, publica junto a su padre su primer trabajo de investigación en la Revista de la Asociación Odontológica Argentina, en el que utiliza las técnicas de impregnación argéntica con el fin de visualizar la pulpa dentaria. Su carrera profesional se inicia en el Hospital Ramos Mejía, donde se vincula con el profesor José María Lascano González. Hasta 1966 Cabrini trabaja en ese servicio con el patólogo vienés Fritz Schajowicz sobre la histoquímica y ultraestructura del hueso, y en particular caracterizando la actividad enzimática del osteoclasto, la principal célula responsable de la remodelación ósea. En 1956, el Dr. Cabrini se incorpora al Instituto de Anatomía General y Embriología, ocupando el cargo de Jefe General de Trabajos Prácticos, realizando estudios experimentales sobre el metabolismo del hierro en anemias crónicas. En 1958 Roberto Mancini es designado titular de la 2ª Cátedra de Histología de la Facultad de Medicina de la UBA, renunciando a la dirección del

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Laboratorio de Histología de la Comisión Nacional de Energía Atómica, cargo que pasa a ocupar el Dr. Cabrini. El Dr. Cabrini desarrolla en la CONEA una proficua labor, dirigiendo hasta 1976 el Departamento de Radiobiología, siendo luego director de toda el Área de Investigación de esa Comisión y por último el cargo máximo en la misma, el de Gerente General. Paralelamente, Cabrini desarrolla una intensa labor docente, siendo desde 1960 profesor titular de Anatomía Patológica de la Facultad de Odontología de la UBA, donde también realizara tareas de investigación e importante formación de recursos humanos. Las investigaciones del Prof. Cabrini se centraron en mediciones histométricas aplicadas a la histoquímica enzimática en tejido óseo, así como en estudios radiométricos sobre la acción biológica de las radiaciones en radioterapia, incluyendo el daño iatrogénico por mal uso de material radioactivo en la práctica médica, particularmente en epitelio y mucosas. La producción científica del Prof. Cabrini en estos campos ha sido cuantiosa -más de 400 trabajos- y de alto nivel, siendo un fecundo expositor de ésta en ámbitos nacionales e internacionales. Además, actuó como editor en varias revistas internacionales de su especialidad. En virtud de su larga y distinguida carrera recibió el premio William Gies de la Fundación homónima, en Washington; el premio Brachetto Brian, de esta Academia; el de la Sociedad Argentina de Reumatología, y el premio de la International College of Dentists. Fue miembro honorario de la International Academy of , y miembro de número de la Academia de Medicina de Córdoba. Me referiré ahora a mi maestro, Eduardo Diego Patricio De Robertis, quien ocupara el sitial Nº 30 en 1985. En 1936, aun siendo estudiante de 4º año en la Facultad de Medicina de la UBA, De Robertis publica sus primeros trabajos sobre estudios cromosómicos con el uruguayo Francisco Alberto Sáez, quien es considerado el primer citogenetista de América Latina. En 1939 De Robertis se recibe de médico, con medalla de oro. A poco de graduarse, se perfeccionó con R. Bensley en la Universidad de Chicago, y con I. Gersh en John Hopkins. A su regreso a la Argentina en 1942, determinó que las gonadotrofinas actúan sobre las células de Sertoli, provocando la maduración y expulsión de espermatozoides en los sapos machos. Carlos Galli Mainini explotó este descubrimiento en la reacción que lleva su nombre, utilizada por varios años para la detección precoz del embarazo, hasta la introducción de los métodos inmunológicos contemporáneos. Un verdadero salto cuántico se produce en la formación de De Robertis cuando, a partir de 1947, se introduce en las nuevas metodologías para explorar la ultraestructura celular: la microscopía electrónica. Lo hace en un laboratorio de avanzada, en el departamento de Biología del Instituto de Tecnología de Massachusetts (el renombrado “MIT”), donde, dada su inclinación y la de su jefe en ese momento, Francis O. Schmitt, investiga la estructura subcelular del tejido nervioso. Es así como describe en los axones neuronales lo que conocemos hoy como neurotúbulos (De Robertis & Schmitt, 1948) y estudia los nervios infectados con el virus de la polio (De Robertis & Schmitt, 1949). Pero el hallazgo trascendental de De Robertis fue el descubrimiento de las vesículas sinápticas (De Robertis & Bennet, 1955), hipotetizando, sobre la base de la información ultraestructural obtenida, acerca de la naturaleza cuántica de la liberación

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del neurotransmisor, extrapolable al concepto de la vectorialidad de la sinapsis -implícita pero no demostrada experimentalmente- en la teoría neuronal de Santiago Ramón y Cajal. En 1957 De Robertis obtiene por concurso el cargo de Profesor de Histología y Embriología y Director del Instituto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y ese mismo año reúne los fondos para la compra del primer microscopio electrónico. Una de las obras más perdurables de De Robertis ha sido su libro de texto, inicialmente titulado "Citología General", con el citogenetista Francisco Alberto Sáez y el bioquímico y embriólogo Wiktor Nowinski. Esta monografía fue muy novedosa en su época, contrastando con los textos puramente morfológicos de la segunda mitad del siglo XX, al combinar la citoquímica ultraestructural con lo que hoy llamamos Biología Molecular. Absolutamente pionero. Este libro me ligó profundamente con mi maestro. Recién comenzada mi beca doctoral del CONICET, De Robertis me propuso traducir la octava edición de su opus magnum, que en ese entonces ya se llamaba “Biología Celular”, y se publicaba en versión española, húngara, italiana, polaca, rusa… e inglesa. Acepté con gusto e inocultable orgullo, sin imaginar la envergadura de la tarea que tendría por delante durante mi primer año de beca del CONICET. La experiencia habría de ser enormemente enriquecedora: De Robertis me permitía cuestionarle lo que él había escrito, discutiendo con entusiasmo las novedades que introducía en el libro sobre la base de los trabajos de investigación que leía de cada tema, lo cual implicaba volver a traducir una y otra vez lo escrito en su versión “final”. ¡Qué privilegio! La enorme confianza que depositó en mí se vio reforzada al delegar también en su becario gran parte del dictado de sus clases magistrales de Citología. Años más tarde, al leer la biografía de De Robertis por Roberto Mancini (Mancini 1963) me enteré que el Profesor Pedro Rojas hizo lo mismo con su discípulo, De Robertis. En 1958, De Robertis fue designado para integrar el primer directorio del recientemente refundado CONICET. Entre sus numerosos premios, De Robertis contaba con orgullo su premio Juan Manuel Estrada de la Institución Mitre para estudiantes, por el trabajo "Estudios de Histología Hepática en los Anfibios", de 1937. Ese mismo año se hizo acreedor al Tercer Premio Nacional de Ciencias Naturales y Biológicas por la investigación sobre las células sexuales de los anfibios anuros, en colaboración con Francisco A. Sáez y el entonces profesor titular, Pedro Rojas; en 1983 obtuvo el Premio Konex de Platino en Ciencias Biomédicas Básicas; en 1985 recibió el Premio Bernardo A. Houssay de la Organización de los Estados Americanos, y también se hizo acreedor al Premio Bunge y Born. De Robertis, como todos los grandes maestros de la ciencia argentina, pasó por todos los estamentos académico-universitarios y del sistema científico. En la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires fue ayudante, jefe de trabajos prácticos, Profesor Titular, director del Instituto de Anatomía General y Embriología, y Profesor Emérito. El CONICET lo eligió para integrar su primer Directorio. En varias oportunidades fue candidato al premio Nobel por su descubrimiento de las vesículas sinápticas.

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Acabo de resumir, a grandes pinceladas, los antecedentes de mis predecesores en el sitial Nº 30. Permítanme ahora hacer algunas reflexiones acerca del estado actual de mi parcela del conocimiento: En la actualidad, alrededor del 10% de la población mundial supera los 65 años. La proyección indica que para el año 2050 esta cifra se duplicará. Dentro de esta franja etaria, los sajones hablan de los “oldest old”, refiriéndose a los mayores de 80. Esta subpoblación no sólo se duplicará en este período, sino que se triplicará, pasando de alrededor de 150 millones a 450 millones. Y cada 3 segundos, hay hoy un nuevo caso de demencia en el mundo. Las consecuencias sobre la economía, los sistemas de salud, y el andamiaje social en general son inevitables, y ya han adquirido escala global. ¿Cuáles deben ser las respuestas de la Medicina a tales desafíos? Múltiples, pero todas convergen en una: longevidad, pero con mejor calidad de vida. Uno de los aspectos de la respuesta es la investigación en aspectos básicos, para entender en qué departe el envejecimiento normal del patológico. Otro aspecto clave es cómo trasladar los conocimientos que surjan de la investigación básica a la clínica y a la práctica médica en general. Entiendo que esta Academia reúne, en su misma esencia, las herramientas y el marco ideal para tal emprendimiento. Lo atestiguan las figuras humanas en la pechina de la columna posterior izquierda de este recinto, con un microscopista, junto a las ninfas que representan la física médica, la química y la botánica, testigos de las sabidurías y mesteres de mis predecesores en el sitial Nº 30, por un lado, y en las columnas frontales, por otro lado, las correspondientes pechinas de las especialidades médico-asistenciales, sosteniendo equilibradamente el peso de este Aula Magna, y metafóricamente, del saber médico. Dada mi parcela del saber, la hoja de ruta que me he trazado para desarrollar esta estrategia parte de dos hipótesis: La primera es que varias enfermedades neurológicas y neuropsiquiátricas cursan inicialmente con alteraciones de la transmisión nerviosa mediada por neurotransmisores químicos en la sinapsis (“sinaptopatías”); la segunda hipótesis es que dichas alteraciones preceden la degeneración y muerte neuronal, en las etapas presintomáticas de la enfermedad. Para intentar unir estos dos aspectos hemos estudiado la función de la sinapsis química mediada por el neurotransmisor acetilcolina, tema hoy muy vigente por su posible involucramiento en enfermedades neurodegenerativas como la de Alzheimer. Como reza el aforismo de uno de los padres de las Neurociencias, don Santiago Ramón y Cajal, “No hay cuestiones agotadas, sino hombres agotados en las cuestiones”. Afortunadamente, la problemática dista de estar agotada, y si bien me apasionan muchos otros temas, me sigue divirtiendo hacer lo que hago con el mismo entusiasmo que hace 50 años, lo cual constituye, al menos para mí, motivo suficiente para continuar… El Académico Charreau ha abundado en mi trayectoria profesional y mencionado algunos aspectos personales de mi vida. No puedo dejar de mencionar a nuestra promoción del Colegio Nacional. Nuestro grupo ha sido un ejemplo de camaradería sostenida en el tiempo; nos seguimos reuniendo regularmente todos los años para celebrar un inagotable culto a la amistad. También encontré amistad en mis maestros, colegas y discípulos. Y en mis compañeros de toda la carrera médica, Andrés Schlichter

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y Carlos Pochat. No puedo dejar de recordar aquí a mi segundo maestro, mentor y amigo, el profesor Gregorio Weber, discípulo de don Bernardo Houssay, catalizador de mi carrera científica. Quisiera terminar recordando y agradeciendo a mis padres, quienes inculcaron con su ejemplo valores de vida a mis hermanos y a mí. A mis hijos, Alexandra, Caroline y Diego, por soportar sin quejas nuestro carácter nómade, mis distracciones y ausencias, y sobre todo por su enorme cariño, y finalmente, a Phyllis, mi esposa y compañera de toda la vida, por su apoyo, estímulo e inagotable amor.

Bibliografía Botting, D. (1973). Humboldt and the Cosmos. Harper & Row Publishers, Inc., New York, pp. 295. De Robertis, E.D.P., and H.S. Bennett (1955). J. Biophys. Biochem. Cytol. 1:47–58. De Robertis, E, & Schmitt, F.O. (1948). Journal of Cellular Physiology. 31: 1-23. De Robertis, E, & Schmitt, F.O. (1949). The Journal of Experimental Medicine. 90: 283-90. Griffith, H.R. y Johnson, G.E. Anesthesiology 3 (1942) 418-420. Mancini R.E. (1963). Eduardo de Robertis. Ediciones Culturales Argentina. Ministerio de Educación; pp 1-113.

TRABAJOS CIENTÍFICOS Presentado en Sesión Pública Ordinaria 13 de agosto de 2018

LINFOMA DE CÉLULAS DEL MANTO. FACTORES PRONÓSTICOS: APORTES DE LA ANATOMÍA PATOLÓGICA Narbaitz M, García-Montenegro M, Metrebian MF, Rodríguez A, Wannesson B, Sakamoto F, Negri P, Rivas MM, Venturini C, Pavlovsky M, Fernández I.

Presentado en Sesión Pública Ordinaria 5 de noviembre de 2018

ELIMINACIÓN DE LA TRANSMISIÓN MATERNO-INFANTIL DE HIV, SÍFILIS, ENFERMEDAD DE CHAGAS Y HEPATITIS B. ANÁLISIS DE FACTIBILIDAD

Dr. Roberto Chuit

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LINFOMA DE CÉLULAS DEL MANTO. FACTORES PRONÓSTICOS: APORTES DE LA ANATOMÍA PATOLÓGICA

Narbaitz M1,2 García-Montenegro M2 Metrebian MF1, Rodríguez A1, Wannesson B2 , Sakamoto F3, Negri P4, Rivas MM5, ,Venturini C6, Pavlovsky M2, Fernández I2.

1Academia Nacional de Medicina, 2Fundaleu, 3Grupo Monte Caseros - Paraná, 4Instituto Privado de Hematología y Hemoterapia - Paraná, 5Hospital Universitario Austral, 6Hospital San Martín - Paraná. Introducción El linfoma de células del manto (LCM) comprende aproximadamente entre el 5 y 10% de los linfomas no Hodgkin (LNH) (Morton ML et al, 2014; Swerdlow S et al, 2008), con predominio en el sexo masculino y edad media de 60 años. Al diagnóstico suele presentarse en estadío avanzado, buen performance status y sin síntomas B. Es considerado una de las neoplasias linfoides de peor pronóstico (Jares P et al, 2008), cuyo curso clínico se caracteriza por frecuentes recaídas y evolución clínicamente agresiva; sin embargo, se reconoce un amplio espectro de características clínicas, patológicas y biológicas. En los últimos años se han descripto subgrupos con curso clínico más indolente, por lo cual los pacientes podrían beneficiarse de diferentes enfoques terapéuticos (Jares P et al, 2012). De acuerdo con el libro azul de neoplasias hematológicas de la Organización Mundial de la Salud, el LCM se caracteriza por su citomorfología típica y la presencia de la translocación cromosómica t(11;14)(q13;q32), que yuxtapone el protooncogén ciclina D1 (CCND1, también conocido como BCL1) al gen de la cadena pesada de la inmunoglobulina (IGH), dando como resultado la sobreexpresión constitutiva de ciclina D1. (Swerdlow S et al, 2008; Swerdlow S et al, 2016) La mayoría presentan una citomorfología clásica caracterizada por la presencia de células de tamaño pequeño a mediano con contornos nucleares irregulares y nucléolo discreto, mostrando un patrón de crecimiento variable, tipo de la zona del manto, nodular, vagamente nodular o difuso. La citomorfología también puede presentar un espectro variable, que va desde células pequeñas y redondas, monocitoides tipo zona marginal, pleomórficas hasta blastoides, con lo que se puede plantear dificultades en el diagnóstico diferencial como con la leucemia linfocítica crónica, linfoma de la zona marginal, linfoma difuso de células grandes B o proliferaciones blastoides. La variante blastoide y pleomórfica suelen asociarse con una enfermedad más agresiva y un peor pronóstico, pudiendo estar presente al momento del diagnóstico o como progresión histológica durante el curso de la enfermedad (Swerdlow S et al, 2008). En cuanto al inmunofenotipo, generalmente muestran expresión para IgM, IgD, Bcl2, CD43 y CD5, mientras que CD23, CD10 y Bcl6 son generalmente negativos. Sin embargo, aunque la citomorfología y el fenotipo pueden ser sugestivos de LCM, es mandatario la confirmación diagnóstica mediante la demostración de la sobreexpresión de ciclina D1 o la presencia de la translocación t(11;14) [Nivel de evidencia III, Grado de recomendación A ] (Dreyling M et al, 2013), ya que algunos casos pueden tener morfología y / o fenotipo atípico, como negatividad para CD5 o expresión de CD10, Bcl6, CD23 o Mum1. (Zanetto U et al, 2008; Jares P et al, 2008; Camacho F et al 2004).

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En la actualidad, la selección del tratamiento óptimo se basa principalmente en la caracterización mediante factores de riesgo clínicos y biológicos y la carga tumoral (Dreiling et al, 2013). Aunque se han descripto varios marcadores pronósticos de estratificación para LCM, la guía ESMO 2014 de LCM (Dreiling et al, 2014), considera aplicable en la práctica clínica la utilización del Índice pronóstico internacional para linfoma de células del manto (MIPI) (Hoster E et al, 2008; Dreiling M et al, 2013; Dreiling M et al, 2014) y el índice de proliferación tumoral (Dreiling et al, 2013; Hoster E, et al 2016). Estudios histopatológicos iniciales en LCM reconocieron el índice de proliferación tumoral como el mejor predictor de supervivencia, determinado mediante el índice mitótico o el nivel de expresión del antígeno Ki67. (Argatoff et al, 1997; Tiemann et al, 2005; Katzenberger et al, 2006; Hoster E et al, 2016). Posteriormente mediante estudios de perfil de expresión génica, se identificó una firma de proliferación basada en la sobreexpresión de 20 genes relacionados al ciclo celular, confirmando que el aumento de la proliferación es el mejor predictor biológico de supervivencia caracterizado en paciente con LCM (Rosenwald et al, 2003; Scott D, et al, 2017). En la actualidad se reconoce que la evaluación del antígeno Ki-67 por inmunohistoquímica es el método mejor aplicable y discriminativo para evaluar el índice de proliferación y es considerado el factor de riesgo biológico mejor establecido en LCM [nivel de evidencia I, Grado de recomendación A], por lo tanto, es recomendable aplicarlo en la rutina clínica para estimar el comportamiento clínico (Dreiling et al, 2014). La principal limitación de este marcador biológico en la práctica diaria, es la falta de reproducibilidad intra e interobservador (De Jong D et al, 2007), para lo cual el Grupo Europeo de LCM ha publicado una guía para evaluación del índice de proliferación en LCM con el objetivo de estandarizar el método (Klapper E et al, 2009). Otros parámetros de comportamiento biológicos determina en LCM, generalmente relacionados con los mecanismos de proliferación celular, pierden su valor pronóstico independiente en el análisis multivariado en comparación con la firma génica de proliferación (Rosenwald A et al, 2003; Royo C et al, 2011), sugiriendo que la actividad proliferativa representa un integrador común final de diferentes eventos oncogénicos, reforzando su importancia en la aplicación clínica. Sin embargo, algunas alteraciones moleculares y genéticas mantienen su predicción pronóstica en forma independiente, entre ellos, destacando la inactivación de la vía reguladora ARF/p53 (Hernández et al, 2005). La mutación del gen TP53 localizado en el cromosoma 17p13 se ha descripto en el 14 a 20% de los LCM, asociado con un curso clínico desfavorable (Greiner TC et al, 2006). La determinación de la sobreexpresión proteica de p53 en cortes histológicos mediante técnicas de inmunohistoquímica puede utilizarse como subrogante de la presencia de mutaciones del gen TP53, ya que dichas mutaciones generan frecuentemente, aunque no siempre, la acumulación aberrante de la proteína p53 disfuncional (Slotta-Huspenina J et al, 2012). Se ha demostrado que la sobreexpresión de p53 con un punto de corte del 20%, se correlaciona con una supervivencia más corta y agrega información pronóstica al MIPI en pacientes tratados con regímenes modernos. Durante la sesión de MCL en el taller de la Asociación Europea de Hematopatología /

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Sociedad de Hematopatología en 2014, se concluyó que la inmunohistoquímica para p53 debe considerarse en el estudio de rutina de LCM (Sander B et al, 2016). Teniendo en cuenta lo expuesto, el objetivo general del presente trabajo se encuentra orientado a la evaluación retrospectiva de las características clinicopatológicas de LCM en pacientes con enfermedad nodal, siendo su objetivo específico: - Evaluar el rol pronóstico de marcadores de comportamiento biológico como Ki67 y p53, mediante el análisis de su expresión proteica en cortes histológicos por inmunohistoquímica. Pacientes, materiales y métodos Se llevó a cabo un estudio retrospectivo de 70 casos de LCM entre el año 2009 y 2017 con seguimiento clínico mayor a 6 meses. Se seleccionaron muestras fijados en formol e incluidos en parafina de ganglios linfáticos al diagnóstico de la enfermedad. El análisis histopatológico e inmunofenotípico fue reevaluado para su confirmación diagnóstica. Se calculó el índice de proliferación mediante la determinación inmunohistoquímica de ki67. El cálculo se hizo acorde a las recomendaciones del consenso de evaluación de Ki67 del Grupo Europeo de LCM, utilizando como punto de corte la positividad nuclear del 30%. Se realizó la determinación de la expresión proteica para p53. De 70 casos seleccionados, 44 fueron evaluables para el análisis de sobrevida por presentar datos clínicos suficientes. El análisis de supervivencia se realizó con el método de Kaplan-Meier y las curvas fueron comparadas con el test de log-rank. Resultados En cuanto al análisis demográfico de los casos analizados, el 83% (58/70) fue de sexo masculino con una mediana (Md) de edad de 63 años (37-84). La distribución topográfica de las muestras diagnósticas resultaron más frecuente en ganglio linfático 77%(54), amígdala 10% (7) y tubo digestivo 7% (5), siendo las restantes cavum y glándula parótida. En cuanto al análisis histológico, el 84% (59/70) presentó la variante citológica clásica y 16% (11/70) correspondió a la variante blastoide. No se encontró variante de células pequeñas ni pleomórfica. El patrón arquitectural encontrado con mayor frecuencia fue nodular 39% (27), difuso 34% (24) y nodular/difuso 20% (14), encontrándose dos casos con patrón manto (los 3 casos restantes no se pudo evaluar por fragmentación del material). Según el índice de proliferación, el 41% (29/70) presentó un valor inferior al 30% para la expresión de Ki67 y el 59% (41/70) restante, un valor igual o superior. En cuanto a la evaluación de la expresión proteica para p53, 2 de los 70 casos presentaron sobrexpresión en casi la totalidad de la proliferación celular (~100%), uno correspondiente a la variante blastoide acompañado por un índice de proliferación con

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Ki67 del ~95% y el restante correspondiente a la variante clásica, acompañado por un índice de proliferación con Ki67 menor al 30% y patrón de crecimiento nodular. Se contaron con datos clínicos suficientes para su análisis en 44 casos, con una Md de seguimiento de 43,5 meses (6-92 meses), de los cuales al diagnóstico 91% (40/44) presentaron estadio IV y 84% (37/44) sin síntomas B. La Md de glóbulos blancos fue de 7.000/mm3 (3.500-26.200) y de LDH fue de 330 UI/L (125-640). El 100% (44/44) recibió tratamiento quimioterápico con esquemas intensivos. En cuanto al análisis de sobrevida, la mediana (Md) de sobrevida libre de progresión (SLP) de la población general fue de 70 meses. Los casos que mostraron Ki67 mayor o igual al 30% tuvieron una Md de SLP de 41 meses, mientras que aquellos con un Ki67 menor al 30% no alcanzaron la Md de SLP, siendo una diferencia estadísticamente significativa (p=0.03). Si bien no se hizo análisis de sobrevida en relación a la expresión de p53, los dos casos con sobreexpresión para dicho marcador tuvieron una sobrevida libre de progresión de 32 meses en el caso con citomorfología blastoide y 38 meses con citomorfología clásica. Conclusión El análisis demográfico de la población mostró un marcado predominio masculino, con una Md de edad y frecuencia de características histopatológicas y clínicas al diagnóstico, coincidente con lo reportado en la bibliografía. Desde el punto de vista biológico, la sobreexpresión de Ciclina D1 juega un papel importante en la regulación del ciclo celular en la transición de G1 a S, lo que lleva a la inactivación de la proteína del retinoblastoma (pRB) y su efecto supresor sobre la progresión del ciclo celular (Jares P et al, 2008). Por otro lado, estudios genéticos han revelado que el LCM es una de las neoplasias linfoides con mayor nivel de inestabilidad genómica (Salaverria I et al, 2006), identificándose diferentes aberraciones genéticas recurrentes, como pérdidas genómicas en los cromosomas 1p, 8p, 9p (CDKN2A, CDKN2B), 9q, 11q (ATM) y 17p (TP53) y ganancias en 3q, 8q (MYC), 10p (BMI1), 12q (CDK4), 15q y 18q, con implicancias directas en el funcionamiento genes supresores tumorales y oncogenes, dando como resultado una respuesta anómala en los mecanismos de reparación del ADN y una activación descontrolada del ciclo celular. (Fernández et al, 2005; Royo C et al, 2011). Las diferentes formas para evaluar el índice de proliferación tumoral, sea a través del conteo mitótico, porcentaje de expresión de MKI67 (Ki-67), firma de expresión génica proliferativa u otros marcadores relacionados con la proliferación, han revelado su valor pronóstico en pacientes con LCM (Jares P et al, 2008). En nuestro estudio la determinación del índice de proliferación mediante la expresión de Ki67, dicotomizado en un punto de corte del 30%, mostró que el 41% (29/70) de los casos presentó un valor inferior y el 59% (41/70) restante un valor igual o superior, cuyo análisis de SLP arrojó resultados estadísticamente significativos, resultando menor en el grupo con Ki67 mayor o igual a 30%, reforzando la importancia del valor pronóstico del índice de proliferación al diagnóstico en pacientes con LCM.

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Por otro lado, es importante destacar que las mutaciones TP53 pueden estar presentes en casos con citomorfología clásica y en casos con bajo índice de proliferación (Halldorsdottir AM et al, 2011), aunque se describe más frecuentemente su asociación con la citomorfología blastoide y alto índice de proliferación (Greiner TC et al, 1996; Hernández L et al, 1996). En cuanto al análisis de SLP en relación a las características citomorfológicas y de expresión para p53, no se obtuvieron resultados significativos, teniendo en cuenta que de los 44 pacientes con datos clínicos evaluables, solo 4 (9%) correspondieron a la variante blastoide y 2 (5%) mostraron sobreexpresión para p53, no siendo número de casos suficientes para un análisis representativo de la población. Es de destacar que todos los casos con citomorfología blastoide presentaron un índice de proliferación cercano al 90% y que los dos casos con sobreexpresión para p53 tuvieron una SLP baja (32 y 38 meses), cercana a la Md de SLP del grupo con Ki67 alto, resaltando que uno de los casos presentó citomorfología clásica con índice de proliferación bajo, confirmando la independencia pronóstica de la expresión proteica aberrante de p53. En conclusión, del análisis de este estudio resaltamos el valor pronóstico del índice de proliferación Ki67 al diagnóstico, como método relativamente sencillo, rápido, costo-efectivo y de utilidad en la práctica clínica para predecir el comportamiento de la enfermedad y la importancia de evaluar las alteraciones del gen P53 mediante métodos alternativos y complementarios de su función biológica como es la expresión proteica en cortes histológicos mediante técnicas de inmunohistoquímica.

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ELIMINACIÓN DE LA TRANSMISIÓN MATERNO-INFANTIL DE HIV, SÍFILIS, ENFERMEDAD DE CHAGAS Y HEPATITIS B. ANÁLISIS DE FACTIBILIDAD

Dr. Roberto Chuit ABSTRACT In 2016 through the approval of the Action Plan for the Prevention and Control of HIV infection and mother-to-child transmission infections 2016-2021. The action plan extends the ETMI initiative (hence the name "ETMI Plus"). The ETMI Plus initiative aims to achieve and maintain the elimination of mother-to-child transmission of HIV infection, syphilis, Chagas disease and perinatal infection with hepatitis B virus (HBV) as problems that constitute a danger to public health. The objective of the present work is to carry out a study of the condition of these diseases in the Argentine Republic and to carry out an epidemiological analysis of the possible difficulties in the implementation of the presented Strategy.

Resumen Introducción En 2016 mediante la aprobación del Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Infección por el VIH y las infecciones de transmisión madre niño 2016- 2021. El plan de acción amplía la iniciativa de ETMI (de ahí el nombre de "ETMI Plus"). La iniciativa ETMI Plus tiene por objetivo lograr y mantener la eliminación de la transmisión materno-infantil de la infección por el VIH, la sífilis, la enfermedad de Chagas y la infección perinatal por el virus de la Hepatitis B (VHB) como problemas que constituyen un peligro para la salud pública. El objetivo del presente trabajo es efectuar un estudio de la condición de éstas enfermedades en la República Argentina y realizar un análisis epidemiológico de las posibles dificultades en la implementación de la Estrategia presentada. Material y Métodos Fueron analizadas fuentes secundarias de información de circulación general como el Boletín Integrado de Vigilancia, Ministerio de Salud Nación, Boletines Provinciales. Como fuente primaria de información se realizó encuesta anónima WEB – Based a profesionales de maternidades de Argentina. La encuesta no recabó información del profesional, identificación de la institución, provincia participante. Se solicitó el dato consolidado de prestaciones brindadas de los meses de abril – mayo 2018. La información fue ordenada y compilada según su relación temporal y específica para cada una de las enfermedades analizadas. Resultados Al analizarse la información del Boletín Epidemiológico Nacional 2017 es posible efectuar cálculos sobre los datos brindados en los que se informa el número de embarazadas estudiadas para las enfermedades involucradas (40,18%), es decir que no

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se tiene testimonio de lo que ocurre con el otro 60% de las mujeres. Tomando el valor informado en las estudiadas y calculando en la población total de nacimientos se observa que el nuevo valor estimado triplica al informado, en HIV que el sistema informa 585 casos positivos pasa a 1.456, en sífilis de 9.190 a 23.645 y en Chagas de 4261 a 13.699. Cuando se analiza el número de niños estudiados sobre el estimado de madres positivas se observa que de las mujeres embarazadas estimadas positivas alrededor de 10% de los niños son estudiados. Conclusión Las enfermedades de transmisión materno-infantil (HIV, la sífilis congénita, Chagas y Hepatitis B) sigue siendo un problema importante que recibe poca atención. Entre los factores que pueden ser considerados como favorecedores de la persistencia de estas enfermedades como un problema de salud pública pueden mencionarse la falta de percepción de las posibles consecuencias graves de éstas por parte de la población y la poca atención de los profesionales que no lo incorporan en sus actividades cotidianas. A lo mencionado se puede agregar la escasez de técnicas adecuadas y oportunas para el diagnóstico, como así las consideraciones macro de la organización sanitaria y la no adecuada atención entre los formuladores de políticas, gestores de programas y proveedores de atención médica. Palabras claves: HIV, sífilis, Chagas Hepatitis B, trasmisión materno-infantil Introducción En septiembre de 2010, los Estados Miembros de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) aprobaron la Estrategia y plan de acción para la eliminación de la transmisión materno-infantil del VIH y de la sífilis congénita, mediante la resolución CD50.R12. En dicha resolución se exhorta a los Estados Miembros a que den prioridad a la eliminación de la transmisión materno-infantil del VIH y de la sífilis congénita, y elaboren y ejecuten planes nacionales para alcanzar esta meta, poniendo particular atención en las necesidades de los grupos de población más vulnerables. Estos compromisos se renovaron y ampliaron en 2016 mediante la aprobación del Plan de acción para la prevención y el control de la infección por el VIH y las infecciones de transmisión sexual 2016-2021, medida orientada a lograr que el sida y las infecciones de transmisión sexual (ITS) dejen de constituir problemas de salud pública en la Región de las Américas (resolución CD55.R5). El plan de acción amplía la iniciativa de ETMI (de ahí el nombre de "ETMI Plus") en tanto que aprovecha la plataforma de salud materno- infantil para incluir la eliminación de otras enfermedades transmisibles prevenibles en la Región, como la Hepatitis B y la enfermedad de Chagas. Además, se solicita a la Directora de la OPS que promueva y apoye la ejecución de la Estrategia y plan de acción, fomente las asociaciones y la cooperación técnica entre los países e informe periódicamente a los Cuerpos Directivos sobre los avances para alcanzar las metas de la iniciativa. La iniciativa ETMI Plus tiene por objetivo lograr y mantener la eliminación de la transmisión materno-infantil de la infección por el VIH, la sífilis, la enfermedad de Chagas y la infección perinatal por el virus de la Hepatitis B (VHB) como problemas que constituyen un peligro para la salud pública. Suscribe los principios y las líneas de acción de la Estrategia para el acceso universal a la salud y la cobertura universal y aprovecha

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las enseñanzas extraídas de la Estrategia y plan de acción para la eliminación materno- infantil de la infección por el VIH y la sífilis, de 2010. El fin último de la iniciativa regional es eliminar de la Región de las Américas la transmisión materno-infantil del VIH, la sífilis, la enfermedad de Chagas y la Hepatitis B perinatal para el año 2020. Las metas de eliminación son las siguientes: Salud sexual y reproductiva / Salud materno infantil - Reducir las necesidades insatisfechas de planificación familiar a un 10% o menos, en las mujeres de 15 a 49 de años de edad. - Aumentar a un 95% o más la cobertura de la atención prenatal y de la atención del parto en hospitales. Infección por el VIH y sífilis - Aumentar a un 95% o más la cobertura del tamizaje de la infección por el VIH y la sífilis en las embarazadas. - Aumentar a un 95% o más la cobertura del tratamiento adecuado de la infección por el VIH y la sífilis en las embarazadas. Hepatitis B - Aumentar a un 95% o más la cobertura con la dosis al nacer, aplicada oportunamente (en las primeras 24 horas de vida), de la vacuna contra la Hepatitis B. - Aumentar a un 95% o más la cobertura con la tercera dosis de la vacuna contra la Hepatitis B en la niñez. - Aumentar a un 85% o más la cobertura con la dosis al nacer, aplicada oportunamente, de la vacuna contra la Hepatitis B y con la tercera dosis de la vacuna en todas las provincias o áreas territoriales (meta secundaria). - Aumentar a un 80% o más la cobertura con pruebas para la detección del AgHBs en las embarazadas (meta secundaria). - Aumentar a un 80% o más la administración de inmunoglobulina contra la Hepatitis B a los recién nacidos de madres infectadas por el VHB (meta secundaria). Chagas - Aumentar a un 90% o más el tamizaje de las embarazadas. - Aumentar a un 90% o más el tamizaje de los recién nacidos de madres seropositivas. - Aumentar a un 90% o más el tratamiento de las madres seropositivas. - Aumentar a un 90% o más el seguimiento del hijo de madre positiva a los 9 – 12 meses de edad. - Lograr que por lo menos un 90% de los niños con la enfermedad de Chagas se curen y tengan un resultado serológico negativo. Se ha visto que contribuyeron de manera importante a la eliminación de la transmisión materno-infantil del VIH y de la sífilis:

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- un fuerte compromiso político en las instancias más altas, junto con la sólida planificación y ejecución inter-programáticas del plan nacional para la doble eliminación de estas enfermedades; - la integración de las prácticas para la prevención de la transmisión materno- infantil en los servicios de salud de la madre y el niño; - el seguimiento y control rigurosos del binomio madre e hijo mediante sistemas sólidos de información de salud que puedan captar las metas programáticas oportunamente, y - servicios para el diagnóstico de la infección por el VIH y la sífilis accesibles y con garantía de calidad y, cuando proceda, el uso de tecnologías aplicables en el lugar de la atención. Además, diversas estrategias de salud pública promovidas por la OMS que se fundamentan en los principios de simplificación, normalización, descentralización, equidad, participación de los pacientes y de la comunidad, y utilización óptima de los recursos humanos existentes, han orientado la planificación y ejecución, con resultados satisfactorios, de la estrategia para la eliminación de la transmisión materno- infantil en la Región. El objetivo del presente trabajo es efectuar un estudio de la condición de éstas enfermedades en la República Argentina y realizar un análisis epidemiológico de las posibles dificultades en la implementación de la Estrategia presentada. Material y Métodos El presente es un estudio descriptivo, retrospectivo, observacional de datos existentes publicados en el Boletín Epidemiológico Nacional (SNVS – SIVILA, Argentina) y encuesta anónima WEB – Based a profesionales de maternidades de Argentina. La encuesta no recabó información del profesional, identificación de la institución, provincia participante. Se solicitó el dato consolidado de prestaciones brindadas de los meses de abril – mayo 2018 de mujeres embarazadas estudiadas por laboratorio para el diagnóstico de HIV, sífilis, Chagas y Hepatitis B, número total de mujeres embarazadas atendidas, número de recién nacidos estudiados para el diagnóstico de HIV, sífilis, Chagas y Hepatitis B. Además, se consultó a los profesionales que enumeren las posibles barreras para el acceso de controles prenatales a nivel consultorio y de laboratorio, motivos del fracaso en el seguimiento y tratamiento de la mujer y su niño. Consideraciones generales no directas a su prestación. Objetivo general Efectuar el estudio exploratorio de información existente en cuanto a población cubierta (mujeres embarazadas), resultado de los estudios y número de recién nacidos detectados, en la República Argentina. Resultados Al analizarse la información del Boletín Epidemiológico Nacional 2017 es posible efectuar cálculos sobre los datos brindados en los que se informa el número de embarazadas estudiadas para las enfermedades involucradas (40,18%), es decir que no se tiene testimonio de lo que ocurre con el otro 60% de las mujeres.

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Si se hace un simple cálculo de estimar aquellas no estudiadas y manteniendo la prevalencia informada es posible estimar el número total esperado de mujeres embarazadas que serían positivas para HIV, sífilis y Chagas. La información de Hepatitis B no es posible obtener ya que no está implementado el estudio universal en ésta población. Con el cálculo efectuado se observa que el número esperado de mujeres embarazadas positivas para estas enfermedades casi se triplica, en HIV de 585 positivas a 1.456, sífilis de 9.190 a 23.645 y Chagas de 4261 a 13.699. Tabla 1. Si se hace el mismo ejercicio en los recién nacidos hijos de mujeres positivas y los resultados obtenidos en el número de niños estudiados, lo datos son todavía más alarmantes, ya que de las mujeres embarazadas estimadas positivas para sífilis 23.645 sólo son estudiados 2.541 (10,7%) niños, y en el caso de Chagas de las 13.699 se estudian sólo 2.045 (15%) niños. Si tomamos los valores informados en el Boletín y calculamos el número de niños que debieran ser detectados positivos manteniendo el valor de confirmación de la serología, obtendríamos que en sífilis, de los 1.010 detectados, se pasaría a 9.437 niños con esta enfermedad y en Chagas de 89 el valor sería 596 niños infectados. Tabla 2. Se desarrolló una encuesta Web – Based, en la que se obtuvieron 80 respuestas de profesionales de diferentes maternidades del país,se informan 13.585 mujeres embarazadas que concurrieron a los diferentes servicios que prestan servicios los profesionales que respondieron a la encuesta. De la información recolectada llama la atención el elevado número de mujeres que aparecen sin datos consolidados de su estudio de HIV (29,64%), Sífilis (27,74%), Hepatitis B (22,8%) y el bajo valor de Chagas (3,96%). Tabla 3. Cuando se consolida la información de niños estudiados y positivos en el período de la encuesta detecta para HIV 6 niños y para sífilis 179. No son informados niños positivos para Chagas y Hepatitis B. Tabla 4. Un total de 80 profesionales respondieron en las consideraciones en cuanto a las dificultades al acceso de controles prenatales en el consultorio, donde el mayor número manifestó la ocurrencia de demasiados sobre turnos programados (76%), escasez de turnos programados asociados a sobre turnos (75%); la no disponibilidad de adecuadas historias clínicas (73%); los horarios hospitalarios (45%); la debilidad o ausencia de circuitos formales de referencia entre los hospitales y los centros de salud (44%). En lo referente al laboratorio manifestó la no información en los consultorios sobre la disponibilidad de estudios de laboratorio (85%) y la oportunidad de efectuarse los mismos en la mujer embarazada (65%). Como variables cualitativas descriptivas se ponen de relevancia: - La no concurrencia de las parejas de aquellas mujeres detectadas positivas para sífilis y HIV es informada como un inconveniente elevado tanto para el tratamiento de la mujer embarazada como a su seguridad de adecuado tratamiento.

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- La baja calidad o ausencia en algunos casos de consejería pre- y post-test para sífilis y VIH y cierta resistencia por parte de los efectores de salud para abordar temas de sexualidad en la consulta, constituyen una limitación para la prevención efectiva de estas enfermedades. Conclusión Argentina se ha adherido a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular el objetivo 3 (ODS 3) que establece garantizar la salud y el bienestar de todas las personas, particularmente en lo que corresponde a la salud reproductiva y materno- infantil, las enfermedades transmisibles y no transmisibles, la cobertura universal de salud, y el acceso de todos a medicinas y vacunas de calidad, eficaces e inocuas a un precio asequible. El objetivo 3 comprende tres metas pertinentes que deberán cumplirse para el 2030, a saber: a) acabar con las epidemias de sida, tuberculosis, malaria y enfermedades tropicales desatendidas e impulsar el control de la hepatitis, las enfermedades transmitidas por el agua y otras enfermedades transmisibles; b) garantizar el acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva, incluidos los de planificación familiar, información y educación, así como lograr la integración de la salud reproductiva en las estrategias y programas nacionales, y c) reducir la razón de mortalidad materna en el mundo a menos de 70 defunciones por 100.000 nacidos vivos. Este compromiso si bien promisorio por lo que muestran nuestros resultados en la actualidad pareciera de difícil cumplimiento. Las enfermedades de transmisión materno infantil (HIV, la sífilis congénita, Chagas y Hepatitis B) sigue siendo un problema importante que recibe poca atención. - Nuestros resultados muestran bajas coberturas según la información disponible para poder pensar en que se lograra el objetivo que plantea el ETMI-Plus. - Cuba logró la certificación de la OMS en 2015, y se convirtió de esta forma en el primer país del mundo en obtener tal validación por haber logrado el objetivo de eliminar simultáneamente la transmisión vertical de la infección por el VIH y la de la sífilis; le siguieron, en 2016 Armenia y la República de Moldova que también alcanzaron las metas mundiales relativas a la eliminación de la transmisión materno-infantil del VIH y de la sífilis, respectivamente. En 2017 fueron certificados Anguila, Antigua y Barbuda, Bermuda, Islas Caimán, Montserrat, y San Cristóbal y Nieves Además, otros países han solicitado la validación de la eliminación materno-infantil del VIH y de la sífilis y su proceso de evaluación está en marcha. Se puede encontrar más información sobre el proceso de validación de la ETMI en la Guía de Criterios para la Certificación Eliminación de la Transmisión madre – niño del HIV y sífilis. - En la Región de las Américas, los cálculos estimativos indican que en 2015 alrededor de 2,8 millones de personas (2,2-8,0 millones) padecen la infección crónica por el VHB; de ellas, 2,1 millones se encuentran en América Latina y el Caribe. Esto se traduce en una prevalencia de 0,28% (0,22%-0,81%) en la Región en su conjunto y de y 0,33% (0,26%-0,95%) en América Latina, datos que son concordantes con lo registrado en nuestro estudio. En 2016 se produjeron cerca de 10.000 nuevas infecciones crónicas por el VHB, 56% de ellas por transmisión perinatal y las demás por transmisión horizontal, por lo

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cual se hace importante que se mejore el diagnóstico prenatal y se logren las más elevadas coberturas de vacunación de los recién nacidos con las tres dosis recomendadas, . - Aproximadamente 65 millones de personas en la Región de las Américas viven en zonas de exposición y corren el riesgo de contraer la enfermedad de Chagas. Se calcula que, de 6 a 7 millones de personas en el mundo, una buena proporción de ellas en América Latina, padecen la infección por Trypanosoma cruzi de los cuales 1.500.000 viven en Argentina. La prevalencia de la enfermedad de Chagas en las embarazadas varía del 0,30% al 40% en América Latina, según la zona geográfica, y se estima que alrededor de 1,12 millones de mujeres en edad fecunda están infectadas por el parásito. Según los cálculos, la infección congénita por T. cruzi tiene una incidencia mínima de 8.600 a 15.000 casos anuales en América Latina. Si bien la importancia de otras vías de transmisión ha declinado, la de la transmisión congénita se ha incrementado proporcionalmente. La frecuencia de la enfermedad en estos grupos está subestimada. Se calcula que la tasa de transmisión perinatal varía del 4% al 10%,, , información concordante por los datos presentados. - Las enfermedades de transmisión materno-infantil (HIV, la sífilis congénita, Chagas y Hepatitis B) sigue siendo un problema importante que recibe poca atención. Entre los factores que pueden ser considerados que permiten en nuestro medio su persistencia como un problema de salud pública pueden ser mencionados por parte de la población la falta de percepción de las posibles consecuencias graves de estas enfermedades, la no incorporación por parte de los profesionales de intensificar los cuidados, la escasez de técnicas adecuada y oportunas para el diagnóstico, la organización sanitaria y la no adecuada atención entre los formuladores de políticas, gestores de programas y proveedores de atención médica.

TABLA 1 Embarazadas estudiadas y no estudiadas, reactividad serológica informada y estimada para HIV, Sífilis y Chagas. Argentina 2017

Total estudiadas y Estudiadas No estudiadas Enfermeda no d estudiadas* Embaraz % Embaraz % (+) (+) (+) % POS adas POS adas POS HIV 292.563 585 0,19 435.472 871 0,2 1.456 0,2 23.64 SIFILIS 282.963 9.190 3,24 445.072 14455 3,25 3,25 5 13.69 CHAGAS 226.456 4.261 1,88 501.579 9438 1,88 1,88 9

Fuente: Boletín Integrado de Vigilancia | N° 392– SE 52 2017|. * Cálculo estimado del número total de partos informados de 728.035. Estadísticas Vitales. Información Básica. Argentina - Año 2016 Ministerio de Salud de la Nación Secretaría de Políticas, Regulación e Institutos Dirección de Estadísticas e Información en Salud. ISSN: 1668-9054 Serie 5 Número 60 Buenos Aires, diciembre de 2017

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TABLA 2. Recién nacidos hijos de madres positivas estudiados, confirmados y estimados a ser estudiados y posibles positivos para Sífilis y Chagas. Argentina 2017

DEBERÍAN HABER ESTUDIADOS SIDO ESTUDIADOS Enfermedad Madres Tal vez Notificados Confirmados % CONF + positivos SIFILIS 2.531 1.010 39,91% 23.645 9.437 CHAGAS 2.045 89 4,35% 13.699 596

Fuente: Elaboración propia.

TABLA 3. Información de 13.585 embarazadas con partos institucionales resultantes de encuesta en diferentes maternidades de Argentina. 2018

ESTUDIADOS Sin Datos Serología Positivos Negativos Total # % # % # % VIH 13 0,14 9.559 70,36 4026 29,64 13.585 Sífilis 107 1,09 9.816 72,26 3769 27,74 13.585 Chagas 263 2,02 13.047 96,04 538 3,96 13.585 Hep. B 14 0,13 10.487 77,2 3098 22,8 13.585

Fuente: Elaboración propia.

TABLA 4. Niños detectados como positivos en control connatal en partos institucionales resultantes de encuesta en diferentes maternidades de Argentina. 2018

Enfermedad Niños +

VIH 6

Sífilis 179

Chagas 0

Hep. B 0

Fuente: Elaboración propia.

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CICLOS CIENTÍFICOS CULTURALES

Organizados por la ACADEMIA NACIONAL DE MEDICINACOMISIÓN DE DIFUSIÓN DE ACTIVIDADES ACADÉMICAS

Presidente: Acad. Román Rostagno

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II Acto 5 de julio de 2018

130° ANIVERSARIO DEL HOSPITAL JUAN A. FERNÁNDEZ 1era. Parte 1888/1938 – El Antiguo Hospital Acad. Jorge Daniel Lemus1

Etapas de Frenopático/Sifilocomio/Hospital 14 de septiembre de 1888, se creó el Dispensario y Sifilicomio Hacia los últimos años del Siglo XIX la Ciudad de Buenos Aires enfrentaba los problemas sanitarios derivados de la propagación de las enfermedades de transmisión sexual, especialmente de la sífilis, obligando a contar con servicios “perfectamente definidos y que funcionaran con regularidad” para limitarlas y prevenirlas. La administración sanitaria de la época, utilizó para este objetivo dos instrumentos; la Reglamentación de la Prostitución, el Dispensario de Salubridad y el Sifilocomio Municipal. El Dispensario de Salubridad de la Ciudad de Buenos Aires, fue creado por ordenanza municipal promulgada por el intendente interino señor Guillermo Cramwell, el 14 de septiembre de 1888. La Ley que daba vida a esta creación la ponía bajo la dependencia de la Asistencia Pública, y le designaba un personal compuesto de un médico-jefe y ocho médicos encargados del servicio interno y externo, un ordenanza y un portero. El cometido que le encomendaba se puede formular diciendo: vigilancia del estado sanitario de las mujeres que ejercen el comercio de la prostitución y aislamiento de las que presenten enfermedades o lesiones transmisibles por ese ejercicio. Al Doctor Eugenio Ramírez, se le confió el primer puesto para lo que, el 1º de octubre de 1888, se le designó Jefe del Dispensario de Salubridad.

1 Profesor Regular Titular – Departamento de Salud Pública y Humanidades Médicas – Cátedra de Historia de la Medicina – Facultad de Medicina – UBA

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El frente se hallaba sobre Larrea, pero su mayor lateral se ofrecía sobre Peña, el tercer lateral daba sobre la calle Barrientos (antes llamada 2da. Larrea) y el cuarto lo limitaba un corralón municipal. El 5 de noviembre de 1888, el Doctor Ramírez inauguró el cometido del Dispensario en la calle Esmeralda 76, abriendo el “Registro de Inspección”, en el que vinieron a asentar sus nombres las mujeres alojadas en los prostíbulos, provistos de permiso municipal, trabajo que se cumplió sin resistencia de parte de las interesadas. A la gerenta del prostíbulo se le dirigía una circular recordándole la obligación en que estaba de presentarse ella y sus pupilas a los efectos de la inscripción y señalándose día y hora. En su principio, el personal médico labró las actas, ocupándose de ello poco más de dos meses y medio. Con un total de 869 mujeres inscriptas, el 28 de enero de 1889, se dio comienzo a la inspección médica: primero en los gabinetes de la oficina (servicio interno), y más tarde, en marzo, también en sus domicilios (servicio externo). Las enfermas que comprobaban estas inspecciones no pudieron hospitalizarse durante los tres primeros meses; quedaron a cargo de las regentas de los prostíbulos, con la pertinente anotación en la libreta. El Sifilicomio (luego Hospital Juan A. Fernández) comenzó a recibirlas el día 22 de abril, y desde ese momento todas fueron enviadas allí, lo que se hacía directamente del Dispensario en un coche que aquel establecimiento tenía destinado a ese servicio. Hay referencias de la inmigración de mujeres polacas o ucranianas que terminaron siendo prostitutas (quizás uno de los primeros ejemplos entre nosotros de la trata). Puede ser que el lunfardo las conociera por papirusas (mujer de vida licenciosa o irregular), en tanto solicitaban cigarrillos en su idioma. Dice Eduardo Rubén Bernal que lo curioso es el origen de la palabra. Se cuenta que aparece por cruce de “papusa” con la voz polaca “papjerosy: cigarrillo”, palabra muy común en boca de las prostitutas

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polacas, las primeras mujeres capaces de fumar en público en esos años iniciales del siglo XX, que con lo poco que por razones idiomáticas, podían comunicarse con sus clientes, solían pedirles tabaco con algo que sonaba parecido a “dame papirusa”, con lo que la voz quedó instalada, primero en el prostíbulo para prosperar después fuera de él. Como luego se comentará, esto explica que cuando se creó el Dispensario, formara parte de la planta un intérprete. Por esa época, había en la Capital un crecido número de locales en que se ejercía abiertamente la prostitución y no estaban dotados al efecto del permiso municipal. Refiere Irízar que en su mayoría se publicitaban con un rótulo de expendio de bebidas, comestibles, cigarros u otros; predominaban los que se decían “Café”, de donde el nombre tan vulgarizado de Cafetín, que sirvió para caracterizar un gran grupo de prostíbulos clandestinos. Se agrega al dispensario el Sifilocomio-Hospital El Hospital Fernández fue fundado en 1888, durante la Intendencia del Dr. Antonio F. Crespo, catedrático de la Facultad Medicina. Refiere el Dr. Arturo Uriarte, su primer Director, que alarmado Crespo en su calidad de Higienista, por la enorme difusión de las enfermedades venéreas, debida principalmente a la deficiencia de las ordenanzas sanitarias que reglamentaban el ejercicio de la prostitución en el Municipio, envió en dicho año al Concejo Municipal un proyecto creando, como hemos expresado, el Dispensario de Salubridad, a cuya oficina encomendaba la tarea de vigilar el cumplimiento de las disposiciones contenidas en aquel. La Comisión de Higiene del Concejo, creyendo que esa reglamentación no daría los resultados apetecidos mientras no existiera un hospital, en el que pudieran recibir tratamiento médico las mujeres declaradas enfermas por el Dispensario y todas aquellas afectadas del mismo mal que voluntariamente lo solicitaran, completó la idea del Dr. Crespo proponiendo la creación de un establecimiento adecuado y la hospitalización obligatoria para las primeras. El Concejo aprobó el dictamen de su Comisión de Higiene, y por Ordenanza de 14 de septiembre de 1888 creó el dispensario de Salubridad y el Sifilicomio Municipal. La ordenanza destinaba la suma de 100.000 pesos m/n para la construcción de un edificio para sifilicomio de ambos sexos, autorizando al Intendente para alquilar una o más casas, donde pudiera instalarse en seguida el mencionado Hospital. Fue tarea ardua la de encontrar un edificio aparente para ese objeto, y recién a principios del mes de abril de 1889 el sifilicomio empezó a funcionar en un edificio inconcluso, construido para un frenocomio particular, que la Municipalidad adquirió, aunque en mayor suma que la autorizada.

ANTIGUO SIFILICOMIO MUNICIPAL Plano General del antiguo Frenocomio

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ANTIGUO SIFILICOMIO MUNICIPAL (luego Hospital del Norte y más tarde Hospital Fernández) Fachada Principal desde las calles Cerviño y Vidt (hoy Ruggeri)

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Su primer Director fue el Dr. Arturo Uriarte, quién durante varios años conservaría la conducción. Durante siete años el Establecimiento recibió exclusivamente enfermas enviadas por el Dispensario de Salubridad, pero después su población siguió las mismas alternativas por las que pasó la Ordenanza que lo creó, experimentando modificaciones fundamentales en 1895, en 1903 y en 1907. Fue durante varios años un hospital común, sin otra diferencia con el primitivo sifilicomio que la de tener una sala destinada a enfermedades venéreas. Posteriormente la escasez de camas para hombres en los demás establecimientos municipales lo convirtió, no obstante los grandísimos inconvenientes de la distribución de sus locales, en Hospital Mixto, desde 1904 hasta diciembre de 1907, en que por la ordenanza del 30 de julio de ese año fue necesario desalojar a los hombres y recibir en esas salas a las mujeres enfermas que nuevamente empezó a enviar el Dispensario. Quedó para varones únicamente la Sala 7ma. Afectada al Servicio de Primeros Auxilios. Refiere Uriarte que en la Intendencia del Dr. Miguel Cané perdió su primitivo nombre llamándose “Hospital del Norte”, que le fue modificado de nuevo durante la Administración de Don Alberto Casares, por el de “Hospital Juan Antonio Fernández”, nombre de un médico afamado, catedrático de Clínica Médica en el Instituto Médico de Buenos Aires, nacido en Salta el 1º de diciembre de 1786 y muerto en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1855. El edificio estaba ubicado en una pequeña manzana de 84 metros por 87 aproximadamente, rodeado por las calles Cabello, Bulnes, Vidt y Cerviño, lo que imposibilitó de allí en más su ensanche.

Las primeras décadas del Hospital La precaria construcción del Hospital se hallaba en un barrio de potreros y baldíos, que en nada anunciaban uno de los actuales núcleos más poblados de la

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ciudad. Una vez urbanizada la zona, la manzana en la que se hallaba el edificio, quedó enmarcada por las calles Cerviño, Vidt, Bulnes y Cabello. Tiempo después; el 28 de octubre de 1904 una Resolución Municipal imponía el nombre de Dr. Juan Antonio Fernández al Hospital del Norte; Francisco Javier Muñiz a la Casa de Aislamiento y Dr. Cosme Argerich al Hospital de la Boca, estableciéndose asimismo los nombres para las diferentes salas. El Profesor Llames Massini, con su poética prosa, describe así su primer contacto con la Institución: "corría el mes de mayo de 1898. Pocos meses habían transcurrido desde la festividad imborrable de nuestra colación de grados en la Facultad de Ciencias Médicas, y como un premio de estímulo al galeno flamante, acababa de recibir el nombramiento de médico interno del Hospital Norte de Mujeres. En busca de mi puesto, y no sin algún trabajo, llegué por fin a encontrarme frente a un edificio misterioso, chato y obscuro, apartado del centro de la ciudad y escondido en un barrio solitario de calles cortadas, sin pavimento alguno, con grandes baldíos, viviendas miserables e isletas de sauces llorones que saciaban su sed en la brisa húmeda del gran estuario, cuyas aguas burlaban, de tiempo en tiempo, la cercana ribera y avanzaban impetuosas hasta ellos, al empuje de los grandes temporales."

Destinado exclusivamente a Ia cura y reclusión de mujeres sin hogar, sin nombre y sin honor, víctimas de contagios abominables, había marcado con estigma indeleble a toda infeliz que traspuso su puerta, arrastrando consigo su mal y su infamia. Rancios conceptos de higiene física, moral y social impusieron tales medidas de fuerza y de

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secuestros, muy justificadas en aquellas épocas ya lejanas en que el país sufría la mayor invasión aventurera, maligna y ponzoñosa que haya conocido". "Era un vetusto hospital solitario en el barrio desierto de esa extensa zona en cuyo centro se erguía la Penitenciaría Nacional, la de los fosos y murallas circundantes que irradiaban recelos y desconfianza, cuando en la hora del crepúsculo, dibujaba sobre el lejano cielo su silueta enigmática de castillo legendario”.

Caballerizas del Hospital Fernández, Palermo c. 1930

Posteriormente, entre los años 1907 y 1910 se invierten alrededor de 50.000 pesos en diversas mejoras. En este último año se da término a la construcción de la sala de Cirugía, que comienza a funcionar al año siguiente, habilitándose asimismo los consultorios externos. Dos años más tarde se construyeron dos salas altas; una para maternidad y otra para niños, dándose término también, al Pabellón para médicos y practicantes. Las salas destinadas para hombres fueron ocupadas inmediatamente con numerosos enfermos, las salas de mujeres del nuevo hospital mixto permanecieron casi desiertas. “Era preciso, pues, romper la tradición de afrenta del viejo Caserón; era preciso purificar aquel ambiente maligno, quemándolo con un fuego sagrado que simbolizara a todas las virtudes, que inspirara todas las simpatías. Y ese fuego casi divino solo podía encontrarse en el amor, en el más noble y excelso de los amores, en el amor de madre, en la maternidad.”

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“Así lo comprendió el Director General de la Asistencia Pública, doctor Horacio Piñero y el 23 de Agosto de 1912 fundó un pequeño servicio de partos. El cuerpo médico comenzó a consolidarse, siendo la estudiantina de los practicantes una característica que se mantuvo durante décadas. El interés de todos por el Hospital, culminó en la sesión celebrada por el Honorable Concejo Deliberante el 30 de junio de 1926, desde donde se hizo llegar al Departamento Ejecutivo Municipal una expresión de deseos en el sentido de que se estudiara "la conveniencia y oportunidad de reconstruir totalmente" dicho nosocomio. Esa minuta fue reiterada por el Cuerpo en la sesión del 30 de Diciembre del año siguiente. No obstante ese patriótico empeño debían transcurrir diez años aún antes que se diera comienzo a los estudios necesarios. Finalmente el 23 de diciembre de 1937, siendo Intendente Municipal el Doctor Mariano de Vedia y Mitre y Director General de la Administración Sanitaria y Asistencia Pública el Dr. Juan M. Obarrio, la Ordenanza 9240 autorizaba la inversión de 3.500.000 pesos para la reconstrucción total del viejo Hospital.

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EL TANGO “AMONÍACO” Y EL HOSPITAL FERNÁNDEZ Prof. Dra. María Carmen Lucioni2

Estaban destinados a amenizar, una vez al año, la velada en el Día de la Primavera, coincidente con el Día del Estudiante. Se inspiraban en los que realizaron los estudiantes de medicina franceses en la sala Bullier en París durante más de un siglo y que sólo fueron interrumpidos en 1870 y 1914 debido al inicio de la Guerra Franco-prusiana y de la Primera Guerra Mundial, respectivamente.

2 Doctora en Salud Pública - Directora del Doctorado en Salud Pública – UCES y de la Licenciatura en Administración de Servicios de Salud

Docente Autorizada – Departamento de Salud Pública y Humanidades Médicas – Facultad de Medicina - UBA

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Estos fueron festejados en el Bullier durante todo un siglo y era tradicional que cada hospital organizara su desfile, incluyendo zafadas representaciones.

Los bailes del Internado

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Diversos trabajos describen los bailes realizados en Buenos Aires y relacionándolos con sus inspiradores en París, tomando como ejemplo el que tuvo lugar en dicha ciudad en la sala Bullier en 1913, un año antes del primer baile homónimo en nuestro país. Weisinger describe las actividades “artísticas” en las que participaban los internados, de la que los bailes eran un complemento infaltable. El tango ocupaba un lugar trascendental en estas veladas: los autores, los títulos y las dedicatorias. Un año después se reiteró este festejo, y se organizó otro baile para el cual Canaro estrenó el tango El internado, dedicado a todos los practicantes agrupados en la Asociación del Internado y a su presidente, el doctor Adolfo Rébora. Fue editado por Breyer Hnos. y la carátula, ilustrada por el dibujante Arturo Lanteri, pasó a ser el símbolo de estos eventos El Pabellón de las Rosas fue un destacado cabaret y salón de baile de la Buenos Aires de comienzos del siglo XX donde se interpretó y bailó el tango. Estaba ubicado en el barrio de la Recoleta, en la intersección de la Avenida Alvear —hoy Del Libertador— y la calle Tagle. Funcionó entre fines del siglo XIX y 1929, cuando sus instalaciones fueron demolidas. Según Felipe Amadeo Lastra, se trató del primer local de Buenos Aires donde estuvo permitido el baile en público. A escasos metros se encontraba otro de los salones emblema de la época, el Armenonville. En el Pabellón se ofrecieron los más recordados “bailes del internado” que dieron los estudiantes de medicina una vez al año.

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Tango en el Pabellón de las Rosas

Los internados o practicantes de Buenos Aires cumplían tareas en los hospitales metropolitanos y eran los organizadores de estos festejos locales. Era costumbre que solicitaran para ello nuevos tangos a los poetas y compositores del momento para ser estrenados en aquellas oportunidades. El tango era un participante infaltable en los Bailes del Internado y las mejores orquestas se disputaban el privilegio de animar dichas reuniones, pues era una gran ocasión para dar a conocer e imponer nuevas obras que alcanzaban rápida popularidad. También se dedicaban tangos al personal de Hospitales, sea por amistad o por algún servicio prestado.

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El Círculo Médico Argentino y el Centro de Estudiantes de Medicina, realizaron una función de gala en el Splendid Theatre a beneficio de la biblioteca de la institución. Además los internos de los hospitales de la Capital organizaron un baile de fantasía en el Palais de Glace, que había generado gran entusiasmo en sus días previos. Tuvo lugar el 24 de septiembre de 1914 y desde entonces se repitió cada año: se los conoció con el nombre de Bailes del Internado. Canaro estrenó el tango Matasano, con letra del uruguayo Pascual Contursi, dedicado a los internos del Hospital Durand. Roberto Firpo, músico que también intervino en aquella celebración, aportó El apronte, para los internos de ese año del Hospital San Roque.

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Los tangos dedicados a la medicina Varios músicos se sumaron al festejo en 1917, escribiendo sobre asuntos relativos a la temática médica. Entre ellos, el pianista José Martínez, quien compuso El termómetro, dedicado a los médicos Luis Galdeano, Amadeo Cavelli y Antonio M. González. El músico, bandoneonista, director y compositor Osvaldo Fresedo, quien en 1916 había sido incorporado al antológico quinteto de Vicente Loduca en el que infundió sus ideas musicales, escribió una de sus más tempranas obras: Amoníaco, en honor a los internos del Hospital Fernández grabándola en 1917 para el sello Víctor. Por esa época, Buenos Aires y sus hospitales sufrieron epidemias de Dengue. También esta historia quedó reflejada en la música popular. Tres tangos, escritos en las primeras décadas del siglo pasado: 1º) «El dengue», tango de Gerardo Metallo. Ed.: Roque Gaudiosi. (c. 1911 – Gran epidemia) 2º) «¡El dengue!», tango milonga de Miguel F. Alfieri. Ed.: Raúl Ortelli. Dedicado al personal técnico del Sanatorio Central (año 1917). 3º) «El dengue», tango de Vicente Demarco y del doctor Arnoldo Yódice (año 1921), reflejan la preocupación por la enfermedad y la presencia de la misma en la cultura popular.

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Osvaldo Fresedo y el tango “Amoníaco” Dedicado a los médicos internos del Hospital Juan A. Fernández. El autor, Osvaldo Fresedo Osvaldo Fresedo nacido en Buenos Aires el 5 de mayo de 1897, fallece en la misma ciudad, el 18 de noviembre de 1984). Su nombre completo era Osvaldo Nicolás Fresedo, compositor y director de orquesta de tango, también conocido como "El pibe de La Paternal“. Fue de origen acomodado y su madre le dio las primeras lecciones de música, pero siendo aún pequeño su familia se trasladó a un barrio más popular y fue allí donde empezó su interés por el tango. Aprendió a pulsar el bandoneón y siendo todavía adolescente integró varias de las más conocidas orquestas de la época de la Guardia Vieja. Amoníaco, dedicado Se dice que el estilo musical de Osvaldo Fresedo fue caracterizado por “la delicadeza del gusto, los ligados, los suaves matices y los solos de fantasía del piano apuntaban al oído de las clases altas, aunque llevando hasta ellas el mensaje musical del arrabal profundo, que siempre emergía en el arte fresediano.” Consecuentemente Fresedo elegía cantores que además de tener el nivel de calidad requerido encuadraran en ese estilo, tales como Roberto Ray, Oscar Serpa o Ricardo Ruiz, y Héctor Pacheco no solamente perteneció por derecho propio a esa escuela sino que incluso para más de un crítico fue su mejor exponente, el más afinado, el más seductor y, también, el más personal.

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"El once", cuyo subtítulo es "A divertirse", de Osvaldo Fresedo y letra de su hermano Emilio, en homenaje al 11° y último Baile del Internado, en 1924.

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“El Espiante”, su primer tango, bautizado originalmente “La Ronda”.

“Amoníaco”, tango-milonga dedicado a “los internos del Hospital Fernández” Hacia 1917, publicado en el 18, Fresedo compone un tango milonga dedicado a los internos del Hospital Fernández, probablemente para uno de los Bailes del Internado. Extrañamente la firma dice “O.M. Fresedo” y no la N de Nicolás. Es decir, se cumplen 100 años de esta obra y de su dedicatoria. En la carátula de la partitura se observa a un médico -llegado en una ambulancia Ford T de la época- tres transeúntes y un policía con el particular casco “alemán”, que hace aspirar a un paciente apoyado en la pared, sales de amoníaco (que se usaba para recuperar a los alcoholizados). Un niño observa la escena, con una sonrisa picaresca y un solo tirador en el pantalón (propia de las clases bajas de la época). Gracias a una larga investigación, logramos hacernos de la partitura original y, de otra investigación, aún más larga, de la que probablemente sea la única grabación de esta pieza; Vicente Loduca, con la Orquesta de Ferrer-Filopoto (1917-1918). Fresedo contaba tan sólo 21 años.

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Datos biográficos

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Osvaldo Nicolás, nació el 5 de mayo de 1897 en Lavalle 1606 (esquina Rodríguez Peña). Del corazón de Buenos Aires, se trasladaron los Fresedo un tiempo hasta la barriada de Ramos Mejía, en la Provincia de Buenos Aires, pero al tiempo volvieron a la capital, para vivir en la calle Billinghurst 434. Las mudanzas de los años, los llevaron al barrio de Floresta en Gualeguaychú y Segurola. Finalmente, se establecieron en el barrio de la Paternal, en Del Campo y El Cano. Cursaba Osvaldo sus estudios primarios (a los diez años) en una escuela de la calle Yerbal. Su madre, Clotilde García, era profesora de música. Había un piano en la casa de los Fresedo y todos los hijos recibieron elementos rudimentarios en el teclado. Aunque fueron Osvaldo y Emilio, quienes despertaron mayor interés por las notas musicales. Osvaldo tocaba de niño, una concertina que tenía su papá y desde 1910 en adelante, solían escucharse por los cafés del barrio, los tangos que poco a poco, lo fueron atrapando.

Como gran parte de los apellidos florecidos en el tango, Fresedo miente el nombre de una familia inmigrante de cierta ascendencia social, de origen y procedencia itálica, aunque la madre de nuestro biografiado, sea el ibérico de Clotilde García. Su marido, Nicolás Fresedo, era socio del bazar Buzzetti, Azza y Cía, sito en la vieja calle Cuyo (hoy Sarmiento). Cuatro hermanas y cuatro hermanos, sumaban ocho hijos para el matrimonio ítalo-ibérico. Una noche (cerca de 1912), escuchó un trío con Berto al bandoneón, Canaro en violín y Domingo Salerno en guitarra. Al quedar impactado con el tango, dejó el segundo año de la escuela comercial, para estudiar bandoneón con un músico callejero llamado Carlos Besio o Veccio, quien tocaba de oído. Luego, tomó clases de teoría con un destacado músico de conservatorio, el violinista Pedro Desrets. Pero fue el bandoneonista Manuel Firpo (integrante de un famoso cuareteto que grababa discos Sonora y Tocasolo de la casa Tagini, en 1912/14), quien lo guió en el mundo del bandoneón. Su padre, enterado de su abandono escolar, lo expulsó –circunstancialmente- de la casa de la Paternal y fue entonces que Osvaldo Nicolás se fue a la vecina barriada de Villa Ortúzar, con su amigo Nelo Cosimi (futuro gran actor del cine mudo argentino), con quien convivió un tiempo y trabajó como pintor de brocha gorda. Con el dinero juntado por su trabajo de pintor, se compró un primer bandoneón de 50 voces. Luego, su

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progenitor lo perdonó y le regaló un fueye de 71 voces, con el cual, Osvaldo empezó a ejercitar en el almacén que su papá, había inaugurado en el barrio de Flores. Además de tocar en el almacén del padre (Maffia haría algo parecido en el boliche que tenía su papá), Fresedo en el bandoneón, su hermano Emilio en violín y Martín Barreto en guitarra, formaron un trío callejero, que deambulara por Paternal, Villa Ortúzar, Chacarita, Floresta y otros barrios, actuando en serenatas y casamientos. Cerca de 1914, el trío callejero logró llegar a una meta importante al debutar en el Café “Paulín” de Avenida San Martín entre Donato Álvarez y San Blas. Actuaban viernes, sábados y domingos por dos pesos por noche cada músico, lo que le granjeaba, una paga de seis pesos semanales. Pero su fama de buen bandoneonista, fue corriendo rápidamente por los palcos de los cafetines del tango. Un pianista del Café “Maldonado”, Antonio Basso, lo convocó para formar trío junto a él y el violinista Enrique Modesto, en el legendario bar de la calle Santa Fe. Estuvieron un mes allí. Con éstos realizó también su primera gira artística bajo modalidad profesional, al ser contratados por el Teatro Municipal de la ciudad de Pergamino, en el Norte de la Provincia de Buenos Aires. Allí, animaron los bailes de carnaval. De regreso a Buenos Aires, fue llamado para actuar en el famoso Café “Tontolín”, formando trío con José Sassone al piano (compositor conocido en los años veinte y colaborador de Magaldi) y Emiliano Costa al violín. Por intermedio de su maestro en el fueye, Manuel Firpo (que había tocado con Aróstegui), Fresedo pasó a trabajar como bandoneonista del conjunto de Manuel Aróstegui, primero en un café de Rivera y Canning y luego, en el café “Venturita” de Corrientes y Serrano, donde poco antes actuaban Berto con Canaro y Salerno. De esta manera, Fresedo se hizo un nombre en el tango y empezó a ser reconocido por sus pares en el ambiente, con el mote de “El Pibe de la Paternal”, aunque los éxitos masivos, todavía no habían asomado. En 1915, actuó como bandoneonista en una academia de baile de la calle Thames, haciendo dúo con la guitarra de José Ricardo, quien poco después, ingresó al conjunto de Gardel-Razzano. Para 1916, el ya consagrado bandoneonista Vicente Loduca, lo convocó para trabajar en su orquesta y llegaron al escenario del cabaret “Royal Pigall”. Le pagaban a Fresedo cinco pesos por noche y podía percibir propinas de los clientes. También Arolas, le pidió que lo reemplazara en el cabaret “Montmartre” de Corrientes entre Uruguay y Talcahuano, donde Fresedo se puso bajo las órdenes de José Martínez en piano y dirección, Francisco Canaro y Rafael Rinaldi (luego el francés Doutry) en violines y Leopoldo Thompson en contrabajo. En 1917, integró la gran fusión de las orquestas de Canaro y Firpo, para hacer los seis bailes de carnaval en el Teatro Colón de Rosario. Integraban el plantel casi todos los mejores músicos del momento: Eduardo Arolas como primer bandoneón; le seguían Fresedo, Pedro Polito y Juan Deambroggio “Bachicha” en fueyes; José Martínez al piano (con Firpo a dúo), Ricardo Ruperto Thompson al contrabajo; Agesilao Ferrazzano, Julio Doutry y Tito Roccatagliata en violines; Michetti y Juan Carlos Bazán en vientos.

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Retomó su tarea con Loduca y en 1918, grabó con ese conjunto en dupla bandoneonística con su amigo y director. Llegaron así al disco Víctor: “La revoltosa” de Lomuto, “El consultorio” de Thompson, “La gallinita” de Loduca y entre otros más, tres de sus tangos: “Amoníaco”, “Menenguina” y “El comisionado”. Berto ya le había registrado por esos días, “El Espiante”, su primer tango, bautizado originalmente “La Ronda”. A partir de entonces, Fresedo se convirtió no sólo en un respetado músico del ambiente, sino en un popular compositor de tangos. Como colofón a esta primera etapa de su carrera, agregaremos que para regocijo de los coleccionistas, Osvaldo Fresedo en bandoneón, Tito Roccatagliata en violín y Juan Carlos Cobián, en guitarras, grabaron en 1918, algunos temas como trío típico en el sello “Telephone”. Uno de esos tangos era “Buenos Aires tenebroso” de Tito y el otro, “Amoníaco” de Fresedo, que ya se popularizaba entre el público porteño. Fue entonces, que decidió armar su primera agrupación bajo su batuta. Estamos recién en 1918. Orquesta típica Loduca “La gallinita”, tango de Vicente Loduca “Penas de amor”, vals de Augusto Pedro Berto “Amoníaco”, tango de Osvaldo Fresedo Menenguina”, tango de Osvaldo Fresedo

Hay que recordar que Fresedo trabajó con Loduca en estos tiempos de 1918 e inclusive hicieron dupla bandoneonística ejemplar. La de Loduca, será la última agrupación para la cual Fresedo trabajará como músico integrante, para pasar ya a la dirección de agrupaciones desde 1919. Fresedo y su Anécdota de las primeras grabaciones, entre las que se incluye “Amoníaco” «El técnico sólo conocía a Ferrer y a Loduca, como Ferrer se quedó en Francia salió a buscar a Loduca, cuando éste se enteró, apareció por el Royal Pigall, donde estaba tocando. A mí no me conocía, pero sí a Canaro, lo vio y le dijo «—Mirá, yo tengo un asunto, me vienen a ver de la Víctor para grabar unos discos, ¿no los podría hacer con ustedes?»; ocurre que en ese momento no tenía orquesta ni nada. Aceptamos.» «Éramos Canaro y Julio Doutry (violines), José Martínez (piano), Ruperto Leopoldo Thompson (contrabajo) y yo, ahora con Loduca (bandoneones).» Grabaron seis temas como Orquesta típica Vicente Loduca y con el agregado en la etiqueta de «dos bandoneones Loduca-Fresedo», llegan al disco el resto de ese año y parte de 1918, con 28 títulos más.

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III Acto 2 de agosto de 2018

CICLO DE MÚSICA E HISTORIA EN LOS PALACIOS DE BUENOS AIRES Texto de Noemí Pilar Molinero

Interpretado por Cuarteto de Amigos Haydée Seibert Francia Gustavo Mulé Elizabeth Ridolfi Myriam Santucci Siro Bellisomi (en reemplazo de Myriam Santucci)

En palabras de Borges: “¿Y fue por este río de sueñera y de barro que las proas vinieron a fundarme la patria? (...) A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: La juzgo tan eterna como el agua y el aire.”

La Música no es palabra. Implica a otro, pero no le está dirigida. Si así no fuese, ese otro necesariamente debería comprender que se le dice algo, y ubicarlo además dentro de una significación ya establecida. Nada se espera de aquel que oye música. La música nos libera de la carga de tener que responder de acuerdo con el canon, y acaso también opere como una suerte de bálsamo sobre el aparato auditivo. Permite bajar las defensas contra la intrusión significante. Permite descansar en la nada cuya corriente nos arrastra hacia la posibilidad de ser otro diferente al que diariamente somos. Quizás el arte sirva exclusivamente para desalojar el espacio, volver la mente al blanco, y el oído abierto al silencio y la quietud. En estos días en los que el tiempo es apuro y velocidad, no es poca cosa este efecto de la música. “En el principio era la palabra.” Así postula la Biblia el comienzo del tiempo.

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La evidencia más temprana que tenemos de música hecha por el hombre primitivo se remonta a 45 mil años atrás. Los neandertales. Estos y otros cavernícolas tocaban flautas que parecen haber estado basadas en lo que hoy llamamos escala diatónica, la más común en la música occidental: siete notas con la nota número ocho a una octava de la primera. De acuerdo con algunos mitólogos, la primera música se escuchó en las cavernas. Según lo suponen, más tarde el templo y la catedral fueron atractivos justamente porque recrearon acústicamente ese primer espacio (el de las cavernas). Me parece oportuno mencionar a Claude Levy-Strauss, quien demostró que los mitos cumplen el curioso papel de tornar explicable todo aquello de cuyo origen poco y nada puede saberse. Ya llegando al siglo XVIII, Mozart interpretaba sus composiciones en eventos que tenían lugar en los palacios de sus mecenas, en salas no gigantescas, salas íntimas, llenas de gente que con sus cuerpos y sus elaborados ropajes amortiguaban el sonido. Y así la música podía ser escuchada en todo su intrincado detalle. Por un generoso azar, este ciclo se ha iniciado con el deseo de recrear la atmósfera original de lo que fuera la audición y la interpretación de las obras del clasicismo y del romanticismo. Se trata de “música de cámara”, creada para ser ejecutada en los grandes palacios de las cortes europeas. Hay dos detalles que permiten caracterizar cabalmente una obra de cámara: - Primero: cada músico toca una parte diferente. - Segundo: no hay director; los músicos deben estar situados de manera que puedan mirarse entre sí, para lograr una mejor coordinación. Estamos sobre una de las varias barrancas de Buenos Aires, en una zona que fue conocida como La Tierra del Fuego, porque cerca de aquí estuvo la Penitenciaría Nacional que recordaba al Penal de Ushuaia. Todas las barrancas desembocan en el Río de la Plata. Algunas son públicas y visibles, como las del Parque Lezama, las de Belgrano o las de San Isidro, en tanto que otras, bajan como avenidas, pasando inadvertidas para el común de todos nosotros. Por aquí se explayaba, en un bajo hasta el Río de la Plata, uno de los pequeños ramales del delta que formaba el arroyo Manso. Estamos en el barrio Norte. Comenzó a llamarse así cuando la fiebre amarilla de 1871 provocó que la población de la zona sur de la ciudad (hasta ese momento la zona de mayor conglomeración urbana) migrara hacia la zona norte. Al principio, estos sitios no pertenecieron a la ciudad. Había quintas y baldíos, y de pronto un convento de monjes recoletos. Alguna vez se construyó un matadero con sus corrales, y a su alrededor se levantó un poblado, con su gente hacinada en ranchos. Solían reunirse en pulperías y reñideros.

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En sus caminos acechaban peligros: la luz mala, algún tigre que un camalote depositó en la costa, bandidos que mataban de una puñalada o un trabucazo a quien se resistiera a entregarles la escarcela o el cinturón. En una de las distintas etapas del barrio nació, en el hueco de Cabecitas, la calle Chavango. A fines del siglo XIX se convirtió en Avenida Las Heras, sobre la que en 1877 se inauguró la Penitenciaría. Esta avenida había sido originalmente una huella y rastrillada casi costera (el Río de la Plata estaba a poca distancia). A fines del siglo XVIII, en época del virrey Vértiz, por ese camino se traían desde el noroeste algunas crías de llamas. La cría de llama era conocida popularmente como chavango. La penitenciaría fue demolida en 1962, y de a poco fueron migrando los ex convictos y marginales que poblaban el barrio. Comenzó la edificación de departamentos, para una población de clase media alta. Recién en los 80, se hizo, gradualmente, la parquización, con el consiguiente plantado de árboles y senderos, coincidiendo con la construcción de la Escuela de Lenguas Vivas, y la declaración oficial del parque Las Heras, como parque urbano. Las altas y añejas palmeras que hoy están allí son las que había dentro de la cárcel. Nos encontramos en la Academia Nacional de Medicina y esto nos lleva al recuerdo del primer médico que residió en la ciudad, cuando en el año 1605 el “surujano” Manuel Álvarez se presentó al Cabildo para ofrecer sus servicios a los porteños. Sin embargo, según consta en actas del Cabildo, por un largo tiempo no tuvimos un servicio adecuado de atención a la salud. La formación de médicos y cirujanos en Buenos Aires comenzó con la creación del Protomedicato del Río de la Plata, acorde a las ideas progresistas de la época; fue el virrey Vértiz quien lo hizo posible. Con sede en Buenos Aires, se ocupó de reglar el ejercicio de la medicina, y existió desde 1780 hasta 1822, año en que nació la Academia Nacional de Medicina, creada por Bernardino Rivadavia. Funcionó en la calle Parera y ésta, su sede actual, fue inaugurada en abril de 1942. En aquellos tiempos, en época del protomedicato, las condiciones de higiene no eran buenas en la ciudad. No había sistema de aprovisionamiento de agua potable, ni evacuación de material orgánico, ni recolección de residuos, ni tampoco manejo de los cuerpos de las personas fallecidas. No existía el hábito de bañarse, e incluso se suponía que hacerlo asiduamente podía perjudicar la salud. En las sociedades preindustriales europeas los nobles no se bañaban, los burgueses tampoco y los pobres menos. En Buenos Aires, el baño tampoco fue una

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preocupación para la comunidad médica, hasta que, a fines del siglo XIX, se inició la práctica de bañarse a diario. El problema del agua potable se solucionó en forma tardía en Buenos Aires, en la década de 1870, cuando la ciudad ya tenía 200 mil habitantes. En 1871, como ya dijimos, llegó la peste y las personas de los sectores acomodados se fueron de la ciudad. Los servicios de salud colapsaron; los que quedaron se organizaron en comités para enfrentar la situación. En ese momento se destacó Roque Pérez, quien organizó la atención a los infectados; terminó muriendo de esa misma enfermedad. La cantidad de muertos llegó a 14 mil personas, lo que constituía el 8 % de la población de entonces. Fue así que se abrió el cementerio de Chacarita. ¿Cómo fue, entonces, que a fines del siglo XIX, Buenos Aires llegó a ser reconocida por todos los visitantes como una ciudad hermosa y saludable? El Río de la Plata, en la época de la colonización española, eclipsó y dominó al resto de las regiones que conformaron el actual territorio argentino. No había metales preciosos, ni tampoco indios que se prestaran a trabajar para los amos españoles, ni nada que justificara el empleo de grandes masas de mano de obra esclava. La región tenía algo único: la existencia de ese enorme océano de hierbas que es la pampa. Don Pedro de Mendoza había traído 72 caballos y años después, otro español, proveniente de Brasil, trajo el ganado vacuno: un toro y siete vacas. Los caballos se convirtieron en 80 mil, y las vacas en millones. Sólo al principio, los colonizadores tuvieron que esforzarse para subsistir, porque luego la pampa y las vacas hicieron lo suyo. Zona diferente del resto de las colonias. Hubo una época en que la cercanía de la pampa abierta era un hecho. Ya no se siente esa presencia en la ciudad, ni es recorrida por hacienda rumorosa, ni hay palacios habitados. Hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX, a espaldas de esa llanura interminable, se levantaron palacios cerrados, cámaras y antecámaras, como si se hubiera intentado conjurar tanta inmensidad abierta. Los viajeros que pasaban por aquí decían que la ciudad era hermosa. La abundancia, siempre presente: en las mil reses que mataban por día en el abasto, y en las descripciones que hacían los visitantes sobre la cantidad de coches rodando por las calles, la vestimenta de la gente, la plaza repleta de verduras, carnes, pescados. Una característica de privilegio estuvo dada por el gran número de espacios verdes trazados, y cientos de miles de árboles en las calles. Argentina, en esa época, era el séptimo país en riqueza del mundo, como consecuencia del nivel de exportaciones agropecuarias, y Francia era el modelo de nación deseado por la clase dirigente.

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Hubo un despliegue de imitación cultural y una enorme inversión edilicia. Entre 1897 y 1909 se construyeron un total de 92.682 edificios, lo que cambió el antiguo aspecto de la ciudad en poco más de veinte años. El creador de la sombra en Buenos Aires fue el arquitecto paisajista francés Carlos Thays, a quien el intendente Bollini designó, en 1891, Director General de Paseos de la Municipalidad. Había en Buenos Aires poco más de 142 mil árboles plantados en las calles y 2 millones en parques y jardines públicos. Más que en Berlín, en donde habían 650 mil, o que en París, con 125 mil árboles y otros tantos arbustos, sin contar los bosques de Boulogne. La ciudad había cambiado en poco más de veinte años y por eso era motivo de admiración en los visitantes extranjeros. En nuestro país, en el período en que entró en vigencia la Constitución Nacional, hacia 1853, la actividad musical comenzó en torno a dos focos principales, la ópera y la música vocal e instrumental de cámara. Los espectáculos operísticos en Buenos Aires fueron cada vez más frecuentes a partir de mediados del siglo XIX; la ciudad se constituyó en una plaza de vital importancia. Pocas ciudades en el mundo registraron la simultaneidad de temporadas líricas con Europa tal como ocurrió aquí. En esos años, la música de cámara formó parte de la vida cotidiana, a semejanza de Europa. El nombre de música de cámara proviene de las pequeñas habitaciones en las que se ensayaba durante la Edad Media y el Renacimiento, a las que se llamaba cámaras. Música inicialmente escrita para aficionados y ejecutada como diversión y en la intimidad, después comenzó, poco a poco, a difundirse en pequeñas salas de concierto, y en las casas de la gente que contara con tiempo y recursos para el ocio. Dentro de los muros de los burgos, en una suerte de encierro, se fueron desarrollando así estas prácticas instrumentales a las que accedía la naciente burguesía. Uno de los rasgos de los hombres del siglo XIX fue, que además de participar con un cierto interés de la vida política del país, vivieron en consonancia con el espíritu de la época, el positivismo, lo que implicaba mantener frente al mundo una actitud de curiosidad alegre, es decir, un interés por muchos temas. Entre ellos, Amancio Alcorta y Juan Bautista Alberdi. Ambos fueron abogados y se interesaron por la literatura y por la música. Alcorta fue un importante funcionario en la presidencia de Avellaneda y Alberdi, además de componer obras clásicas para piano, guitarra y flauta, luego de la derrota de Rosas en Caseros escribió su conocido tratado: Las Bases y puntos de partida para la Organización política de la República Argentina, texto que fue soporte de nuestra constitución nacional. También rica y curiosa, aunque otra, es la historia de Juan Pedro Esnaola. Estudió música junto a su tío, que fue Director Musical de la catedral de Buenos Aires y

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que en los años de la revolución de Mayo, por ser monárquico, debió emigrar a Europa entre 1818 y 1822, año en que gracias a la ley de amnistía pudo volver. Esnaola en el año 1860 realizó modificaciones a la música del Himno Nacional Argentino, dándole una versión más orquestal y con mejor armonía. Hay músicos que integrando unos pocos elementos nuevos modifican la sustancia misma de la estética de su campo. No son rupturas, -ruidosas casi siempre- sino articuladores, bisagras inaudibles que ahuecan la continuidad de lo existente. Es así como lo nuevo abre un espacio, antes absolutamente inexplorado, importando además materiales y lenguas extrañas. La creación implica una traición al pasado. Eso hizo Piazzola con el tango. Extrajo nuevos sonidos de instrumentos preexistentes. Tocó el bandoneón de parado -como se dice en la jerga-, lo golpeó como si se tratase de un instrumento de percusión. Al violín, lo raspó a la altura del puente, lo hizo sonar al modo del güirro. Introdujo armonías jazzeras, otros modos de orquestar, modulaciones, todo ello inexistente en el tango tradicional ya instalado. Piazzola hizo de su nombre un punto de no retorno. Un poco cansado ya de explicarse frente a los tribunales de la historia sagrada, de su música dijo que no era tango, sino música de Buenos Aires. Sin modificar ni un solo ladrillo fundó otra ciudad, al modo en que Borges interpretó al Heráclito: si no se bebe dos veces agua del mismo río, no es porque el río corre y cambia, sino porque el hombre que baja a beber nunca es el mismo. Es tan cierto decir que su música no es tango como cierto es decir que es tango en su más pura extrañeza recobrada.

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Programa de música: - VIVALDI, de las Cuatro Estaciones, La Primavera, allegro - MOZART, La pequeña Serenata Nocturna - MENDELSOHN, Capricho para cuarteto de cuerdas, opus 81 - DVORAK, Allegro ma non troppo, Cuarteto Americano - Tres Minués de Amancio Alcorta, Juan Pedro Esnaola y Juan Bautista Alberdi. - ASTOR PIAZZOLLA, “Fuga y Misterio”

HOMENAJES

A LOS ACADÉMICOS TITULARES

DR. JOSÉ EMILIO BURUCÚA EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO Y A LOS DRES. SALUSTIANO CUENCA Y TEODORO ÁLVAREZ EN EL BICENTENARIO DE SUS NATALICIOS

PALABRAS DE APERTURA DEL ACTO POR EL SEÑOR PRESIDENTE DE LA ACADEMIA ACAD. MARCELO ELIZARI

EL ACADÉMICO JOSÉ EMILIO BURUCÚA PALABRAS DEL ACAD. JUAN A. MAZZEI

EL ACADÉMICO SALUSTIANO CUENCA PALABRAS DEL ACAD. LEONARDO H. MC LEAN

EL ACADÉMICO TEODORO ÁLVAREZ PALABRAS DEL ACAD. EDUARDO H. CHARREAU

4 de octubre de 2018

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PALABRAS DE APERTURA DEL ACTO POR EL SEÑOR PRESIDENTE DE LA ACADEMIA ACAD. MARCELO ELIZARI

Hoy se homenajea a tres Miembros de Número de la Academia: en su centenario al académico José Emilio Burucúa; y en sus bicentenarios a los académicos Salustiano Cuenca y Teodoro Álvarez. Sus semblanzas estarán a cargo del académico Juan Antonio Mazzei para el Acad. Burucúa y para los acads. Cuenca y Álvarez, las palabras recordatorias serán pronunciadas por los académicos Leonardo Mc Lean y Eduardo Charreau. Las trayectorias de los académicos que hoy honramos son un estímulo para las generaciones médicas actuales y futuras. Y este homenaje es una prueba de nuestra admiración y respeto. En esta Sesión, los académicos que hablarán sobre nuestros homenajeados, comentarán y resaltarán las virtudes que ellos tuvieron en común, aunque pertenecieron a distintos momentos de la historia de la medicina y de la ciencia de nuestro país. En todos ellos es común la actitud docente, la dedicación, la profunda vocación y respeto por sus pacientes y el deseo permanente de adquirir conocimientos. De sus enseñanzas y su ejemplo surgieron médicos eminentes, verdaderos arquetipos de nuestra profesión. Familiares, discípulos y amigos, sean bienvenidos a nuestra Casa y mi más genuino agradecimiento por acompañarnos en este acto.

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EL ACADÉMICO JOSÉ EMILIO BURUCÚA EN EL CENTENARIO DE SU NACIMIENTO (1918-1995) Por Acad. Juan A. Mazzei

Conocí al Dr. Burucúa cuando cursaba el cuarto año de la carrera de medicina en la Unidad Hospitalaria, en la Cátedra de Medicina en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Por esa época, Burucúa era profesor adjunto de la cátedra a cargo del profesor Osvaldo Fustinoni. Corría el año 1964 y desde entonces, hasta su muerte en 1995, tuve hacia él una profunda admiración por su capacidad docente, el cúmulo de conocimientos médicos y extra-médicos, su personalidad carismática, su brillante y ágil intelecto, la rapidez de su raciocinio, su memoria incomparable y particularmente sus condiciones éticas, su integridad y su conducta. A lo largo de esos años, lo tuve como docente, como consultor en múltiples oportunidades, como mentor cuando me presentó y avaló mis condiciones médicas y morales para ingresar a la carrera del profesorado, como jurado cuando fui designado profesor adjunto de medicina y luego en circunstancias dolorosas para nuestra familia, cuando atendió a mi padre el Académico Egidio Mazzei, hasta el momento de su muerte. Es obvio que al hacer esta evocación se mezclan sentimientos que tienen que ver con el afecto y la emoción que despertó su figura a lo largo de mi vida como estudiante, como médico y como docente.

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Burucúa nació el 15 de abril de 1918. Sus padres, Cándido Burucúa y Emilia Badía, eran descendientes de vascos y catalanes. Burucúa dominaba el idioma catalán y conocía varios vocablos vascos. A los 3 años de edad su padre le enseñó a leer, sumar y restar y su madre le enseñó a tocar el piano, así fue que a los 4 años de edad, cuando nació su hermana Juana, sabía leer, escribir y tocar en el piano “Para Elisa”. Fue educado en la escuela y la Universidad pública. En el Colegio Nacional Nº 1 “Bernardino Rivadavia”, donde cursó entre los años 1931 y 1935, obtuvo el premio Bismarck Lagos al mejor alumno de matemáticas, con medalla de oro y al mejor alumno de su curso. Ingresó en la Facultad de Medicina en el año 1936 y como estudiante fue ayudante de la Cátedra de Anatomía Topográfica, a cargo del profesor Pedro Belou. Durante sus estudios universitarios, su familia pasó una situación económica comprometida y como Burucúa había completado su formación pianística y dominaba un vasto repertorio ofreció sus servicios como ejecutante en fiestas y saraos, llegando a tocar en la famosa sede del Jockey Club de Florida 571. Egresó el 23 de marzo de 1944, con diploma de honor y un promedio de 9.67. No obtuvo la medalla de oro a pesar de ser el mejor promedio de su promoción por haber tenido que postergar el último examen de su carrera por enfermedad. En el año 1939 realizó el Servicio Militar Obligatorio como aspirante a Oficial de Reserva en el Regimiento Número 1 de Infantería de Palermo. Mientras se realizaban las maniobras militares, el 18 de febrero de ese año, una mula del regimiento descargó una patada en el desprevenido estudiante de medicina. Esa lesión se transformó en una fístula, sobre infectada por el bacilo de la tuberculosis que le transmitió un paciente en 1941. Años más tarde, cuando a fines de 1947 el cuadro se complicó, llegó la noticia de que Selman Waksman había descubierto la estreptomicina y Burucúa se benefició con ese tratamiento que le curó su dolencia Como era de esperar le escribió a su benefactor, quien le respondió con cariño y sencillez. En 1952 Waksman recibió el Premio Nobel de Medicina y Fisiología Durante sus años de estudiantado el Dr. Burucúa fue practicante interno del Hospital de Clínicas, honor que se reservaba a los 13 mejores promedios del curso. En esa camada de practicantes, entre otros se destacó el doctor Horacio Rodríguez Castells, quien años más tarde fuera presidente de esta Academia. A principios de diciembre de 1939 se libró la Batalla del Río de la Plata entre los navíos de guerra de Gran Bretaña y Alemania, donde fue hundido el acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee por los buques británicos Achiles, Ajax y Exeter. Los marinos británicos y alemanes heridos fueron evacuados a Buenos Aires y atendidos en el Hospital de Clínicas. Ambas embajadas agradecieron a quienes participaron en esa atención y Burucúa recibió las cartas de agradecimiento correspondientes.

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Una vez recibido de médico se incorporó al Instituto de Semiología a cargo del académico Tiburcio Padilla, donde tuvo como mentor a Enrique Dassen, que fue padrino de su tesis sobre hidatidosis raquídea en el año 1940 y a quien atendió en el momento de su muerte. Inclinado a la cardiología y a la neurología Burucúa formó un equipo de hemodinamia y cateterismo cardíaco, donde dio muestras de gran habilidad quirúrgica para sortear las dificultades que podían presentarse en la disección de los vasos y el manejo del catéter, y al mismo tiempo, demostró sus conocimientos matemáticos para el cálculo de los parámetros hemodinámicos y de las áreas valvulares. Fue jefe de clínica del instituto de semiología Araoz Alfaro en el año 1957 y en el año 1958 obtuvo el cargo por concurso de profesor adjunto brindando una conferencia magistral sobre síndrome hipertiroideo. A los 45 años de edad ganó la beca de cooperación técnica otorgada por el Gobierno de la República Francesa para estudiar electrofisiología cardíaca con el profesor Jean Lenegre en París. Durante el tiempo en que trabajó en Francia, Burucúa realizó un trabajo sobre la correlación anátomo-eléctrica en los bloqueos de rama bilaterales. Lenegre pudo apreciar las dotes de su becario, evaluándolo de la siguiente manera: “asiduidad ejemplar que ha producido un trabajo original de alta calidad: es un becario de clase excepcional. Se trata de un maestro y no de un alumno”. Durante su permanencia en Francia, el profesor Lenegre enfermó y los médicos no arribaban al diagnóstico. Burucúa afirmó que se trataba de una endocarditis bacteriana, a pesar de la negatividad de los hemocultivos al observar los cambios en las uñas del maestro francés. El diagnóstico fue confirmado por la evolución del cuadro clínico con el tratamiento antibiótico instituido. Pero la permanencia en Francia de Burucúa tuvo además un cariz cultural, ya que admirador de René Théophile Hyacinthe Laënnec, tal como lo citaba frecuentemente en sus clases, Burucúa decidió visitar en Quimper, Bretaña, la casa natal de Laënnec, quien, en el año 1816, un año después de la batalla de Waterloo inventó el estetoscopio, uno de los grandes hitos de la medicina moderna, complementado en el año 1819 por su libro "De la auscultación mediata o tratado sobre diagnóstico de enfermedades de los pulmones y el corazón basado principalmente a partir de este nuevo medio de exploración". Allí en Bretaña, además de visitar la casa natal, visitó la tumba y obtuvo referencias sobre la vida, enfermedad y muerte del egregio francés. Las vivencias de esta visita fueron volcadas años después cuando en 1986 publicó un artículo titulado “Una deuda de gratitud”, donde se refirió emotivamente a la figura de Laënnec. Su estadía en Francia le permitió años más tarde dar algunas conferencias como “Paseando por París del brazo con Buenos Aires” y “Arte gótico”.

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En el año 1969 fue designado profesor titular de medicina a través del concurso correspondiente y ocupó la quinta cátedra que tenía su sede en la sala 9 del antiguo hospital de clínicas y donde habían ejercido la docencia, entre otros, Roberto Wernicke, Gregorio Araoz Alfaro, Tiburcio Padilla, Ernesto Merlo y Héctor Gotta. Cuando se produjo la mudanza desde el antiguo edificio del Hospital de Clínicas a su nueva ubicación, en el año 1969, Burucúa trasladó al vestíbulo de la Cátedra, en el nuevo edificio, la escultura de mármol en homenaje a Roberto Wernicke, que lo representa en el acto de salvar a una muchacha de morir ahogada en Mar del Plata en el año 1900. También restauró un cuadro monumental firmado por Fantuzzi en 1923 que muestra a uno de sus antecesores, Gregorio Araoz Alfaro, en momentos de discutir un paciente, acompañado de los médicos del servicio. Burucúa puso en la cátedra el sello personal de su erudición ilimitada y la energía y elocuencia con que ejercía el profesorado. Dictaba regularmente 3 clases semanales y pasaba revista de sala junto a los médicos residentes y colegas a los que atraía con su personalidad magnética, su capacidad y sus conocimientos médicos y extra-médicos. En el año 1970 obtuvo una beca viajera de la Oficina Sanitaria Panamericana para estudiar las tareas docentes en la enseñanza de la medicina interna, produciendo un informe sobre ese tema, donde volcó las modalidades pedagógicas de Colombia, Venezuela, Brasil y Estados Unidos. Su prestigio como clínico lo hizo un referente obligado para ser consultado por los médicos de las figuras políticas de su tiempo, como Isabel Martínez de Perón, detenida en Tandil, Héctor J. Cámpora, quien permanecía asilado en la Embajada de México, el General Roberto Viola entonces presidente en ejercicio de la Junta Militar y el expresidente Arturo Illia a quien le diagnosticó el cáncer de esófago que ocasionaría su muerte. Burucúa fue además un testigo privilegiado de una época inolvidable del Hospital de Clínicas, cuando todavía se conservaba el practicantado y el pabellón de practicantes. Estas vivencias las volcó en un libro que tuvo como co-autor, entre otros, a su hijo y en el que realizó numerosas entrevistas y reuniones donde su memoria fotográfica evocó recuerdos que transmitía vívidamente. La trascendencia internacional de su figura significó la designación como miembro correspondiente de las academias de medicina de Chile y Paraguay y profesor delegado de la Universidad de Miami. Al cumplir los 65 años de edad fue designado profesor emérito de la Universidad de Buenos Aires, y poco después fue elegido miembro de número de la Academia Nacional de Medicina, ocupando el sitial 31 en que sucedió al académico Alfredo Lanari. A lo largo de su actividad docente, Burucúa obtuvo gran número de premios y reconocimientos, entre otros, el de Profesor Honorario de la Universidad de Tucumán, Maestro de la Medicina y premio Konex de Platino en el año 1993 dedicado a Medicina Interna y especialidades médicas.

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Además de estas distinciones obtuvo el premio Luis Güemes de la Facultad de Medicina, el premio Rodolfo Eyherabide de la Asociación Médica Argentina, el premio Prof. Víctor Miatello, el premio Fausto de oro y el premio Arco de Triunfo del Hospital Francés. Fue miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología, de la Sociedad de Medicina Interna de Buenos Aires, de la Sociedad de Cirugía Torácica, de la Sociedad de Gerontología y Geriatría, de la Sociedad de Nefrología, de la Asociación Médica Argentina, de la Sociedad de Medicina de Montevideo, de la Asociación Colombiana de Medicina Interna, miembro correspondiente extranjero de la Sociedad de Cardiología de Francia. Publicó numerosos trabajos en cardiología, neurología, nefrología, neumonología, gastroenterología e inmunología. Fue director del Instituto de Cardiología de la Fundación Hermenegilda Pombo de Rodríguez. Tal como dijo el profesor Osvaldo Fustinoni en el acto de toma de posesión, el Dr. Burucúa tuvo siempre gran preocupación por el desarrollo de la enseñanza y la organización de la facultad de medicina integrando el consejo directivo de la misma en varias oportunidades. Su vida fue una verdadera cátedra de moral, de integridad y de conducta. Practicó la máxima de Terencio “soy hombre y todo lo que es del hombre me interesa”, así fue como se interesó por la historia, el arte, las matemáticas, la balística y la historia de las armas, desde los tiempos primitivos. Era capaz de identificar la edad de un arcabuz y el alcance de tiro de un rifle o de un revólver. Una faceta poco conocida de Burucúa fue su capacidad como pianista, donde en algunas oportunidades tuve el privilegio de escuchar sus ejecuciones de tangos y de piezas clásicas. En momentos difíciles de su vida fue capaz de demostrar un temple de acero sobreponiéndose a sinsabores muy difíciles de sobrellevar. Pero una característica adicional a sus dotes de clínico excepcional fue su generosidad para enseñar su destreza semiológica y su desinterés material, tal como tuve la oportunidad de compartir cuando lo llamé en consultas para ver pacientes en domicilio, era necesario insistir para que cobrara sus honorarios y en oportunidades era capaz de renunciar a ellos. Burucúa será recordado por muchas generaciones médicas que tuvieron el privilegio de conocerlo por su inteligencia que utilizó para curar y aliviar a los enfermos, por su capacidad y su generosidad docente sin límites que iluminó numerosas vocaciones, instruyó generaciones de alumnos y formó una legión de discípulos. En el décimo piso del Hospital de Clínicas, el aula principal del Departamento de Medicina lleva el nombre de José E. Burucúa y bajo su advocación se realizan los ateneos clínicos y anatómicos y los alumnos reciben las enseñanzas de sus docentes continuando de esta manera la tradición y recordando a quien inspiró a los médicos que tuvimos el honor de recibir sus enseñanzas.

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EL ACADÉMICO SALUSTIANO CUENCA EN EL BICENTENARIO DE SU NACIMIENTO (1818-1858) Por Acad. Leonardo Mc Lean

Se me ha conferido la honrosa misión de evocar la memoria del Dr. Lorenzo Salustiano Cuenca quien fuera Miembro de Número de nuestra Academia Nacional de Medicina, hace 162 años. Nuestro homenajeado, nació en Buenos Aires en el año 1818, hijo de don Justo Casimiro Cuenca y de doña Lucía Calvo. Cursó sus estudios en el colegio de San Carlos y se graduó de médico, en la Universidad de Medicina de Buenos Aires, en el año 1842 a los 24 años de edad. Su hermano, Claudio Mamerto Cuenca, nació en Buenos Aires en el año 1812 y vale la pena que recordemos su trayectoria y personalidad. Se graduó de médico en el año 1838 y en el año 1843 fue designado profesor titular de Anatomía y Fisiología, formando destacados discípulos, entre los que se encontraba su hermano menor, Lorenzo Salustiano. Movilizado por el ejército rosista, fue enviado a Caseros y allí fue muerto mientras atendía heridos detrás del Palomar. En esos tiempos, la Escuela de Medicina de Buenos Aires, decayó mucho, porque las más destacadas autoridades que en ella actuaban, ejerciendo la docencia con mucho sacrificio y desinterés, se vieron perseguidos por el gobierno de Rosas cuando quería someterlos a su causa y, al resistirse, fueron encarcelados o exiliados para salvar sus vidas, y esto nos recuerda nefastas épocas que vivimos en nuestro país en décadas pasadas. Nuestro homenajeado Lorenzo Salustiano Cuenca, como ya dijimos discípulo de su hermano Claudio, se formó en anatomía como disector al lado suyo, junto con José María Bosch y Teodoro Álvarez. Después de haber pasado los primeros años de su carrera como

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médico en la enervante atmósfera científica de los campamentos militares, el Doctor Cuenca fue designado en 1852 Catedrático de Anatomía y Fisiología de la Facultad de Medicina, sucediendo a su hermano Claudio Mamerto, quien como ya dijimos, falleció después de Caseros en el año 1852. Su inteligencia de primer orden, ayudado de un estudio perseverante, realizó plenamente las esperanzas de los que lo elevaron a ese puesto. Tocole ser el primero que abriera las puertas de la ciencia al brillante curso de 1958 y numerosos miembros de él, que honraron su cuerpo médico, fueron una prueba incontable de quien supo inspirar la dedicación al estudio y nutrirse de excelentes conocimientos científicos. Se doctoró en el año 1842 con una tesis sobre "Fiebre pútrida y gastroenteritis foliculosa", que la desarrolla en cinco capítulos sobre, historia de las fiebres, en general y específicamente la fiebre pútrida de los antiguos, que no es más que una gastroenteritis foliculosa, su sintomatología, evolución y pronóstico. Mantuvo la cátedra hasta el año 1856 y supo mantener la jerarquía y eficiencia que su hermano había dado a la enseñanza. Y el 4 de agosto de 1856 fue designado electo para ocupar un sitial como miembro de número de la Academia Nacional de Medicina, ocupando el Sitial Número 8. En su desempeño legislativo integró la comisión masónica de ayuda a las víctimas de la epidemia de cólera que azotó principalmente al barrio de San Telmo. Pero su misión era aún más alta, el Dr. Cuenca a la aparición de la Fiebre Amarilla, en 1858, tuvo el fatal presentimiento de que iba a ser una de las víctimas de la funesta epidemia; más tarde ante el cumplimiento de su deber como médico, nada le arredró y continuó asistiendo a los desgraciados apestados que acudían a él. Su presentimiento se cumplió y nos ofreció con su sacrificio un ejemplo de sublime abnegación en la ardua misión del sacerdote de la humanidad.

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EL ACADÉMICO TEODORO ÁLVAREZ EN EL BICENTENARIO DE SU NACIMIENTO (1818-1889) Por Acad. Eduardo H. Charreau

La Academia Nacional de Medicina, rinde homenaje al Académico Dr. Teodoro Álvarez al conmemorarse el bicentenario de su nacimiento. Teodoro Álvarez ocupó el sitial número 5 desde el 4 de junio de 1856 hasta su fallecimiento en 1889, sitial que tengo el honor de ocupar. Deseo agradecer especialmente la información recibida de la Sra. Mariluz Giorgetti de la Dirección de Publicaciones de esta Academia. Teodoro Álvarez nació en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1818, hijo de Don Gabriel Álvarez, marino español sobreviviente del combate de Trafalgar, y de Doña María de la Paz Aulí y Ocampos, natural de Buenos Aires e hija del Condestable Don Miguel Aulí. Hizo sus primeros estudios en la escuela de Matorras y Egaña, de allí pasó al Colegio de San Francisco para cursar la enseñanza secundaria, entonces dirigida por Fray Nicolás Andanor. Atraído por los estudios teológicos y filosóficos en 1830 ingresó a la Facultad de Teología y Derecho Canónico de la Universidad de Buenos Aires donde realizó los

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cursos de Filosofía de Fray Ciriaco Baldivieso y de Teología que dictaba el padre Buenaventura Hidalgo. En 1835 se doctoró en Teología con una Tesis “Sobre la competencia de la autoridad pontificia y de los concilios”. En enero de 1840 se inscribió en la Carrera de Medicina. Fue ayudante disector en la Cátedra de Anatomía cuyo titular era el Dr. Claudio Cuenca, que junto al Dr. María Gómez de Fonseca y al Dr. Francisco de Paula y Almeira fueron sus maestros. En 1844 obtuvo el título de Médico con las más altas calificaciones. Casi simultáneamente fue llamado a desempeñar la alta función de profesor en la Cátedra de Nosografía y Clínica Quirúrgica por el prematuro fallecimiento de su titular José María de Fonseca. Su modestia natural le hizo poner reparos para aceptar la cátedra vacante y fue a instancia de sus propios maestros y a pedido de los alumnos que aceptó la designación. El novel catedrático contaba con 25 años de edad, cargo que desempeñó honorariamente hasta 1852. En 1838 careciendo la Universidad de presupuesto, Rosas dispuso que “si no puede automantenerse cese la Universidad”, citando como pretexto el bloqueo de nuestros puertos por la flota francesa y suprimiendo de esta forma la dotación de la Universidad. Solo la vocación por la cátedra y su dignidad científica lo impulsaron a ejercer gratuitamente la enseñanza por una década. El Académico Osvaldo Loudet lo describe como un hombre tímido, reservado y silencioso, que no daba mayor importancia a las fórmulas externas de la convivencia. Para apreciar la obra cumplida por el Dr. Teodoro Álvarez hay que situarse en la época en que actuó en los albores de nuestra medicina, cuando los medios y los procedimientos eran aún primarios. Su inteligencia y especialmente su amor por la profesión lo convirtieron bien pronto en uno de los facultativos más prestigiosos de la ciudad, llegando a ser quizá, el mejor cirujano de la época, habiendo ejercido la profesión con mucho éxito prescindiendo enteramente de la vida política del país, pero aportando al bien común las virtudes de su excelencia profesional y su generosidad. A pesar de no querer utilizar anestésicos generales (recién descubiertos) por sus efectos secundarios, sus éxitos fueron numerosos especialmente en cirugía urológica, por lo que mereció que se lo llamara el Nélaton Argentino. Se citan también operaciones atrevidas realizadas con absoluta seguridad por el joven maestro como la ligadura de la arteria femoral por aneurisma, amputación del cuello de útero en pacientes con cáncer, ligadura de la arteria humeral. Sin especializarse en ninguna rama de la cirugía, pues las dominaba a todas, fue renombrado por sus operaciones de Litotomia. Poseía una inusual destreza manual que le permitía realizar las operaciones de la época con celeridad y eficacia, como la de cataratas, de la que fue el primero en practicarla en el país. Se recuerda también las intervenciones que practicara a hombres representativos de ese período de nuestra historia. Al general Emilio Mitre le practicó ligadura de la arteria ilíaca externa por aneurisma y a Juan Manuel de Rosas un cálculo de vesícula de 4.5 cm de diámetro y 2.5 cm de espesor compuesto de ácido úrico puro.

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Sus virtudes humanas excedían su ámbito profesional y fue uno de los socios fundadores del capítulo Argentino de la Sociedad de San Vicente de Paul instituida el 24 de abril de 1859 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Durante 44 años actuó en los hospitales públicos de la ciudad tanto de hombres como de mujeres y siempre con un celo y una eficacia realmente admirable. Fue médico y jefe de sala del hospital de Hombres desde 1835 hasta su clausura y jefe de sala del Hospital de Mujeres durante 37 años atendiendo las especialidades de dermatología, partos y cirugía. Después de la caída de Rosas, se reorganizó la Escuela de Medicina, confiándose su dirección a una comisión formada por los catedráticos Juan Antonio Fernández y Juan José Montes de Oca que regresaban del exilio y a Teodoro Álvarez. La cátedra de Nosografía y Clínica Quirúrgica que estaba a cargo de este último fue dividida en dos nuevas: Clínica Quirúrgica y Operaciones para lo cual se designó al Dr. Montes de Oca y otra de Nosografía Quirúrgica en la que se nombró al Dr. Teodoro Álvarez. Según el Académico Alberto E. Laurence, con amplio conocimiento del carácter humano, en su obra “Grandes Figuras de la Cirugía Argentina”, menciona que Juan José Montes de Oca, probablemente el primer gran cirujano argentino en el sentido moderno de este arte-ciencia, estaba dispuesto a recuperar su posición de prestigio perdida 16 años antes, y pronto desplazó a Álvarez aún en su predicamento social. El 4 de junio de 1856, Teodoro Álvarez fue electo miembro de número de la Academia Nacional de Medicina. El 30 de noviembre de 1865 contrajo enlace con María soledad Páez, la ceremonia tuvo lugar en la iglesia de la Merced. Continuó dedicado a sus tareas en el Hospital de Mujeres, al ejercicio particular de su profesión y a la docencia, hasta que con su salud quebrantada y sosteniendo serias divergencias con el Presidente de la Facultad de Medicina, Juan José Montes de Oca, renunció a su cátedra en 1875. Al retirarse de la docencia lo hizo también a sus funciones de médico y cirujano del Hospital de Mujeres. Doña Dolores Lavalle de Lavalle, presidenta de la Sociedad de Beneficencia, al certificar sus servicios escribió las siguientes líneas que bien valen como un retrato moral de este gran hombre de la Medicina Argentina. “El señor Dr. Don Teodoro Álvarez, médico de sala del Hospital de Mujeres se desempeñó en ese puesto desde junio de 1852 sin haber faltado en ese largo período un solo día, ni aun por desgracias acaecidas en la familia. No solo ha prestado importantes servicios al Hospital, sino que se lo ha visto en diversas ocasiones distribuir su sueldo al momento de recibirlo entre los enfermos, aliviando así la miseria de muchos de ellos que si bien salían curados del establecimiento, carecían de medios para subsistir en adelante”. En 1880 fue nombrado miembro de la Academia de Medicina de España. En 1889 en reconocimiento a su carrera se lo nombró Académico Honorario de la Universidad de Buenos Aires. El 25 de agosto de 1885 falleció en su domicilio de la calle Rivadavia 1390 poco antes de cumplir 71 años de edad.

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Doce años más tarde en 1901, la Municipalidad de Buenos Aires reconoció su meritoria obra y le impuso su nombre al Hospital de Flores.