ANIBAL MARTINEZ MUÑOZ Y BRUNO BUSTO BROL

Agricultura

La política agraria de los gobiernos liberales consistió en afirmar la insertación del país en el marco del capitalismo mundial a través de las exportaciones agrícolas, representadas casi exclusivamente por el café. En consecuencia, se pusieron en práctica disposiciones gubernamentales acordes con las exigencias de tierra, mano de obra e infraestructura vial que el desarrollo de la caficultura demandaba en la época. La expropiación y subsiguiente reparto de tierras comunales y comunitarias, así como de algunas propiedades de la Iglesia, permitieron la expansión de la propiedad y el surgimiento de latifundios privados. La puesta en vigencia de sistemas de `habilitación' o reclutamiento de trabajadores proveyó a las fincas de suficiente mano de obra; y el impulso de la construcción de carreteras, ferrocarriles y puertos, junto con la introducción del telégrafo y teléfono, además de modernizar la sociedad, proporcionaron las condiciones de infraestructura indispensables para las actividades productivas de exportación.

En el gobierno de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) la continuación de aquella política presentó un panorama menos simple. Nuevas circunstancias moderaron el irrestricto apoyo a este ramo y llegaron incluso a crear, en determinados momentos, algunos conflictos entre caficultores y el gobierno. El período que aquí se estudia se inició en medio de los efectos negativos de la crisis del café de 1897, provocada por la sobreproducción brasileña. En realidad, la caída de los precios registrada en esa oportunidad no fue sino una muestra más de los continuos altibajos en la producción cafetera, el rubro económico más importante, y que habría de sufrir hasta 1944, o sea el período que incluye las dos guerras mundiales y la depresión de 1929. Ello convenció a los gobiernos guatemaltecos de la necesidad de alejarse del monocultivo y diversificar la exportación: de ahí la importancia que adquirió el banano durante esta época, como producto alternativo. Por otra parte, la escasez de alimentos por el abandono de las siembras tradicionales puso de manifiesto la urgencia de preservar un mínimo de agricultura interna de subsistencia, lo que obligó en ocasiones a mitigar el uso de mano de obra forzada para trabajar en el café, y a procurar de nuevo tierras a las comunidades.

Las crisis económicas y las fluctuaciones del mercado externo provocaron además la inestabilidad monetaria interna, con desiguales efectos para la población, el sector agroexportador y los propios gobiernos necesitados de fondos para enfrentar sus compromisos. Asimismo, causaron una progresiva dependencia financiera, tanto de capitales alemanes como estadounidenses. Por breve que sea, un marco introductorio no puede dejar de mencionar dos hechos que condicionaron el panorama de la época. Uno, es el papel preponderante desempeñado por las compañías extranjeras, a las que se dieron importantes concesiones, como en el caso de la (UFCO). El otro, que la mayor parte de estos años la cubren dos regímenes de carácter autocrático, el de Estrada Cabrera y, tras un intervalo de una década, el de (1931-1944). Las decisiones de ambos gobiernos, en materia económica, se vieron contaminadas de influencias, intereses y privilegios, derivados del afán por mantenerse en el poder.

1

Factores de Producción

A pesar de las referencias formales al derecho absoluto de los trabajadores de brindar sus servicios como ellos desearan, el liberalismo realizó su política de suministro de mano de obra, fundamental para el fomento de la agricultura de exportación, a través de sistemas de forzamiento claro o encubierto de trabajo. Dando prioridad a lo que constituyó su motivo político primario, o sea la participación del país en las corrientes del mercado capitalista internacional, el movimiento liberal asumió la incongruencia de resucitar viejas formas de `habilitación', más cercanas a una relación de deuda por peonía que al concepto típicamente liberal de contrato por salario.

Ciertamente, existía el salario, que oscilaba entre 0.25 y 1.50 pesos diarios, y que generalmente no incluía alimentación. Sin embargo, quedaba desvirtuado su sentido por el hecho de que el `habilitador' previamente había reclutado al trabajador mediante anticipos de dinero a cambio de servicios futuros en la finca, lo que le ligaba a ésta y establecía de hecho una relación de carácter patrimonial entre el peón y el hacendado. Se establecieron dos clases de trabajadores: los colonos, que trabajaban más de un año, vivían en la finca y se obligaban a trabajar por día o por tarea; y las cuadrillas, constituidas por grupos indígenas que laboraban por contrato temporal con alojamiento y alimentación proporcionados por la finca.

La compulsión de mano de obra se ejerció indirectamente como un efecto necesario de la política de tierras. Al abrirse las posibilidades jurídicas para la expropiación de tierras comunales y comunitarias, se crearon las condiciones para aplicar el sistema de habilitación, especialmente en Costa Cuca y otras zonas del sur de Quezaltenango y San Marcos, que eran regiones cafetaleras. A través del sistema de habilitaciones, el gobierno liberal aseguraba 71,000 jornaleros anuales a los productores de café, para lo cual, durante el gobierno de Estrada Cabrera, se otorgaron 246,915 hectáreas a 1,689 personas. A la vez, se mantuvo la práctica de forzar a los campesinos desprovistos de tierras a buscar en las fincas la forma de ocupar una parte de su tiempo. Más abiertamente, una serie de disposiciones legales aseguraban la captación y retención de la fuerza laboral.

En agosto de 1899 se creó la Dirección General de Agricultura, con el fin de impulsar con gente sin ocupación la colonización de regiones vírgenes. El programa exigía, de quienes aceptaban tierras, la promesa de plantar aquellos cultivos previamente aprobados por la Dirección. Para realizar los planes de colonización y asegurar la mano de obra necesaria, los jefes políticos tenían instrucciones de perseguir la vagancia en sus jurisdicciones, para lo cual hacían valer las leyes vigentes sobre la materia. El 28 de febrero de 1909 se emitió un reglamento por el que se establecieron jueces agrícolas en cada Departamento de la república. Estos funcionarios debían tener una lista de los trabajadores de cada finca, en la que se especificaba quiénes estaban realmente laborando y quiénes, habiendo sido `habilitados', eludían por una u otra razón los compromisos contraídos. Los funcionarios tenían que ayudar a la captura de estos últimos y ponerlos de nuevo a disposición de los patronos para que pagaran sus deudas de trabajo. Si los peones no cumplían con sus tareas eran multados, o bien se les asignaba a cuadrillas que hacían obra pública. Los jueces

2 llevaban, asimismo, listas adicionales de gente desocupada, y esta información estaba siempre al alcance de los contratistas para realizar nuevas habilitaciones cuando era necesario. De esa manera, el respaldo gubernamental de los regímenes liberales representó la contribución más importante a la sobrevivencia del cultivo del café, que difícilmente hubiera progresado, sin la intervención estatal, hasta romper los esquemas tradicionales de tenencia de tierra y escasez de mano de obra.

La Ley contra la Vagancia

Durante el gobierno de Jorge Ubico se emitió la Ley contra la Vagancia, del 7 de mayo de 1934, la que se puso en vigor por medio del Despacho de Agricultura y la Oficina de Trabajo, y se aplicó principalmente por medio de los jefes políticos. Del celo con que estos funcionarios actuaban para controlar el cumplimiento de la ley dan cuenta las Memorias de las Secretarías de Agricultura, de Fomento y de Gobernación, donde constan las órdenes que recibían de sus supervisores y los informes que los jefes políticos enviaban a las autoridades centrales. Los partes de la Policía Nacional de la época son otra fuente valiosa de información al respecto.

En sus informes anuales los jefes políticos describían con detalle el trabajo que hacían: proporcionaban a los finqueros toda la colaboración y protección que necesitaban, particularmente en lo relativo a la asignación de mano de obra que les era solicitada e informaban de su participación directa en solucionar la carencia de trabajadores, castigando a quienes se negaban a cumplir con sus obligaciones laborales. Añadían, además, que con ello protegían los derechos del propio trabajador, conforme al `espíritu de las leyes, la razón y la justicia'. Los términos de la Ley contra la Vagancia incluían una variedad de personas, desde limosneros hasta estudiantes que no asistían regularmente a clase, pero sus cláusulas principales estaban dirigidas a la mano de obra agrícola. Sus regulaciones más importantes definían a quiénes debían considerarse vagos en el área rural, tales como aquellos que, contratados para trabajar, no cumplían sus obligaciones sin causa justificada; aquellos que no tuvieran domicilio conocido; los jornaleros que, careciendo de contrato en las fincas, tampoco cultivaran en lo personal por lo menos tres manzanas de café, caña de azúcar o tabaco, tres manzanas de maíz de dos cosechas anuales en tierra cálida, cuatro manzanas de maíz al año en tierra fría o cuatro manzanas de trigo, papas, verduras y otros productos en cualquier zona.

Fueron necesarios algunos ajustes y mecanismos para la aplicación de las nuevas disposiciones legales. Se emitieron libretas de trabajo que controlaban las tareas realizadas por cada persona. Por orden del Secretario de Agricultura, del 25 de mayo de 1936, estas libretas se entregaban a los colonos que tenían contratos a largo plazo en las fincas. Los demás trabajadores debían comprarlas en las municipalidades a dos centavos cada una. Su reparto se hizo inicialmente de manera informal, pero el 12 de junio de 1937 el propio Presidente dispuso que fuera la Tipografía Nacional, a través de la Secretaría de Agricultura, la única encargada de su distribución. Las libretas disponían de espacio para la identificación completa del laborante, dirección, salario fijo, fecha de contratación y tipo de trabajo y diversas hojas donde los patronos anotaban las tareas efectuadas en sus

3 propiedades; llevaban las firmas del patrón y del funcionario que las autorizaba y los trabajadores tenían que portarlas obligatoriamente.

Limitaciones y problemas

La más importante limitación a la disposición gubernamental de asegurar abundante mano de obra a las fincas cafetaleras provino de la escasez de alimentos que, desde los primeros años del régimen de Estrada Cabrera, se convirtió en amenaza constante. A partir de 1904, año de mala cosecha de granos básicos, el gobierno comenzó a bloquear temporalmente las prerrogativas virtualmente ilimitadas de los caficultores y mostró, cada vez con más frecuencia, una mayor receptividad a las quejas de los campesinos sobre la dificultad de atender convenientemente sus cultivos tradicionales por la obligación de trabajar en las fincas. Por ejemplo, cuando los indígenas de Tecpán protestaron por haber sido forzados a dejar sus milpas para prestar servicios en las haciendas, se ordenó a las autoridades locales evitar prácticas similares en el futuro.

El sistema de habilitación fue cuestionado a veces por los propios finqueros, temerosos de que se agravaran las manifestaciones de rebeldía campesina, e inconformes con las altas comisiones que debían pagar a los jefes políticos. Surgieron también dificultades a propósito de la Ley contra la Vagancia y la cuestión de las libretas de trabajo. La obligación de pagar el salario diario de 30 centavos que mandaba la ley, causó problemas. Algunos finqueros se quejaban de no poder pagar esa cantidad. El 6 de octubre de 1936 los patronos de Quezaltenango se unificaron para mantener un salario de 15 centavos al día, con el apoyo del Jefe Político; al mismo tiempo, acordaron pagar por tarea y aplicar los castigos y sanciones a quienes no cumplieran con las obligaciones de trabajo, y llegaron incluso a enviar una petición al Presidente para que la Ley contra la Vagancia se acatara estrictamente y se asegurara para Quezaltenango mano de obra a un costo justo. Con respecto a quién debía portar las libretas, algunos indígenas descubrieron que era obligación de los trabajadores agrícolas, de manera que evadieron dicha obligación arguyendo ser comerciantes. Cientos de personas utilizaron este subterfugio, que se convirtió en fuente de constante polémica.

Una segunda ambigüedad, surgida al tratar de hacer cumplir la Ley contra la Vagancia entre la población indígena, consistió en que no estaba claro si los que cultivaban sus propias tierras, aun sin llegar a producir lo mínimo estipulado, estaban exentos de ser contratados para trabajar en las fincas. El Secretario de Agricultura definió la situación al ordenar, el 16 de junio de 1937, que los campesinos tenían que trabajar en las fincas por lo menos 100 días al año si cultivaban un mínimo de una manzana y cinco cuerdas, y 150 días o más, aquellos que cultivaban un terreno menor, o no poseían propiedades, o no eran sujetos de crédito.

La tierra: distribución y tenencia

En 1898 se encontraba muy avanzado el proceso de reparto de tierras del Estado y de ejidos municipales; sus principales beneficiarios fueron los caficultores y las compañías

4 extranjeras encargadas de la construcción de los ferrocarriles. En el Oriente del país, donde había mucha población ladina, se habían entregado también parcelas de áreas vírgenes a través de la política de tierras baldías, iniciándose el proceso de deforestación de la región, agravada posteriormente por las concesiones que Estrada Cabrera hizo a la International Railroads of (IRCA), las cuales incluían aprovechamiento de recursos madereros sin ningún control estatal.

Asimismo, desde 1894 se habían realizado esfuerzos para la obtención de datos acerca de las tierras sin uso, a partir del Registro de la Propiedad Inmueble, que Estrada Cabrera había perfeccionado. En 1909 había 62 voluminosos libros de registro de la propiedad.

Los datos obtenidos demostraron que en ocasiones se trataba de áreas muy deterioradas, con posibilidades de cultivo sólo parcial; en otros casos, los terrenos ociosos que se otorgaron eran pequeños, pues los más grandes se entregaron a las municipalidades por medio de certificaciones o títulos supletorios; algunas veces se asignaron propiedades que ya tenían dueños, y otras, los nuevos adjudicatarios no usaron los terrenos sino que los vendieron a hacendados que ya poseían grandes extensiones.

La crisis del café de 1897 provocó escasez de alimentos y consiguientemente cierta agitación social, lo que obligó al gobierno a proporcionar tierras baldías a comunidades indígenas y atemperar la política de privatización. Por otra parte, Estrada Cabrera entregó tierras, gratuitamente, en el Departamento de Alta Verapaz y en otras regiones, para recompensar a aquellos oficiales que le habían apoyado en sus objetivos políticos. Los registros de la época abundan en referencias a estas adquisiciones de tierra por militares. De conformidad con los límites legales de 15 caballerías por persona, en concesiones o compras de tierras públicas, un general apuntó a toda su familia hasta totalizar casi 81 caballerías en el Departamento de Quezaltenango. Sin embargo, la habilidad de los nuevos terratenientes para el cultivo productivo fue más que dudosa, pudiéndose afirmar que estas generosas gratificaciones del Presidente a sus partidarios afectaron adversamente al sector de subsistencia, no sólo porque desplazaron a los agricultores sino porque las tierras repartidas fueron utilizadas en forma poco intensiva.

Entre 1902 y 1908 Estrada Cabrera otorgó 139,500 hectáreas a la United Fruit Company y a la International Railroads of Central America. A esta última, además, se le concedieron terrenos urbanos de 100 pies de ancho a lo largo de la vía del ferrocarril, uso gratuito de las fuentes de agua y libre autorización para explotar bosques y canteras, pagándosele por añadidura el 12% de interés sobre el capital invertido. Como la producción bananera de la UFCO y el sistema ferroviario necesitaban abundante mano de obra para operar, a partir de 1905 el gobierno ordenó a las jefaturas políticas suministrarles trabajadores en condiciones específicas.

Los caficultores no obtuvieron de Estrada Cabrera las amplias facilidades para adquirir tierras públicas, comunales y comunitarias, en las proporciones que habían disfrutado años atrás. Cuando el momento cíclico del mercado mostró signos positivos, se interesaron en anular las restricciones oficiales; pero el gobierno, aparte de interesarse justificadamente en el impulso de la agricultura de subsistencia, necesitaba mantener una posición fuerte en el manejo de las expropiaciones, y disponer de ellas a su antojo en favor de sus partidarios y

5 en contra de sus oponentes políticos. No obstante su ritmo moderado, la venta de tierras estatales a caficultores proporcionó durante esta época significativos ingresos a las arcas centrales.

En 1913 se hicieron más rigurosos los controles oficiales, y se estipuló que ninguna tierra concedida por el gobierno a un particular podría ser cambiada o registrada hasta 10 años después de su adquisición y solamente si estaba cultivada en más de una tercera parte. La medida restringió aún más la fuente de tierras disponibles para el café que, sin embargo, continuó su expansión mediante la compra a particulares de parcelas resultantes de terrenos comunales y comunitarios recientemente divididos o que permanecían ociosos en manos de especuladores.

Durante el gobierno de Lázaro Chacón (1926-1930) se impulsaron programas de colonización en las áreas rurales, a fin de desarrollar zonas atrasadas, fomentar la diversificación de cultivos y eliminar la dependencia de productos alimenticios importados. La política de colonización quedó definida por el Decreto 967, emitido el 19 de enero de 1928, organizándose una oficina agraria de colonización para desarrollar los programas. La ley afectó a algunas propiedades pequeñas que se dieron en usufructo a quienes no poseían tierra, generalmente en parcelas de tres, cinco y diez manzanas.

Cuando Ubico llegó al poder, a través del Decreto 1160 otorgó nuevamente en usufructo tierras baldías a diversas comunidades, con el objeto de aliviar la tensión social en el campo. Asimismo, exoneró a los campesinos del pago de sus deudas por trabajo y eliminó el sistema de habilitación, aunque en la práctica, y bajo el nombre de enganchamiento, éste siguió siendo utilizado por la necesidad que el propio campesino, falto de tierras, tenía de buscar trabajo en los latifundios. En 1936 se emitió el Decreto 2159 que, en contradicción con el anterior, prohibía el uso de tierras baldías por campesinos pobres y promovía la compra de terrenos nacionales por los finqueros. Ese mismo año se emitió la Ley de Impuestos a Eriales y Latifundios. Es importante resaltar que en ésta se consideraban las áreas de reserva forestal como cultivadas y se establecía un mínimo de 30 cabezas de ganado por caballería para las haciendas ganaderas.

En relación con el cultivo del banano, Rafael Piedra Santa afirma que fue en 1880 cuando se inició la venta de tierras estatales, a razón de dos pesos por manzana, en las regiones que cruzan los ríos Polochic y Motagua, para la producción de bananos de Guinea. Esta decisión se tomó considerando que el cultivo podría aumentar la riqueza de dichas regiones, tanto en razón del alto precio del fruto, que en una exposición de Filadelfia acababa de ser vendido a US $0.10 la unidad, como por la facilidad del transporte. La primera exportación, según datos oficiales, consistió en un embarque de 10,044 racimos, con un valor de 4,000 dólares estadounidenses.

Propietarios nacionales y extranjeros

Una de las características de la tenencia de tierras durante las primeras décadas del presente siglo, fue la importancia de las propiedades de extranjeros en comparación con las de nacionales. Desde 1894, al autorizarse la venta de tierras sin uso a particulares, e incluso su

6 reparto gratuito cuando no pasaran de dos caballerías, a este tipo de concesiones podían tener acceso tanto guatemaltecos como extranjeros, con excepción de las zonas fronterizas cuya propiedad era vedada a estos últimos. A finales del siglo XIX los alemanes habían invertido más de 200 millones de marcos en la adquisición de 300,000 hectáreas de las mejores tierras para el cultivo del café, reduciendo con ello el número e importancia económica de los caficultores nacionales. Según Sandford Mosk, en 1890 Alemania compraba el 60% de las exportaciones de café, volumen que en 1913 todavía se mantenía en un 55%. Dicho país era ya un importante centro consumidor de café `suave', en cuya producción destacaba en términos de la calidad del grano. Este autor afirmó también que en 1913 los alemanes eran propietarios de 170 fincas de café y los guatemaltecos de 1,657, pero los primeros producían 350,000 quintales (sacos de 46 kilogramos) frente a los 525,000 producidos por los nacionales, es decir que, con solamente el 10% de las propiedades, aquéllos llegaban a un 40% de la producción total, lo cual indica que en términos generales tenían fincas mayores y mejor desarrolladas técnicamente.

Posteriormente, durante el gobierno de Chacón, los agricultores extranjeros, que eran una minoría, poseían, sin embargo, el 41.65% de las tierras particulares, según información de la Memoria de la Secretaría de Fomento, correspondiente a 1928. En 1931 los guatemaltecos poseían 2,511,780 manzanas de suelo agrícola y los extranjeros 1,092,995; esta última cifra representaba más del 30% de las tierras cultivadas. En 1935, un total de 804 propietarios extranjeros eran dueños de grandes extensiones que, en el caso de algunos Departamentos como Jutiapa, Quiché y Huehuetenango, oscilaban entre las 6,000 y 25,000 manzanas por propiedad. A esta concentración de tierras en poder de extranjeros hay que añadir la concesión en arrendamiento de las márgenes del Río Motagua a la UFCO, en 1924, la cual se vio beneficiada entre 1930 y 1936 con la autorización para extender sus operaciones a la zona de Tiquisate (Escuintla), en áreas hasta entonces trabajadas por la empresa de capital europeo Guatemala Plantation Limited, que operaba de acuerdo con las leyes del país.

El crédito e importancia del capital alemán

El establecimiento del crédito hipotecario en la década de 1870 llevó a muchos agricultores nacionales, alentados por la bonanza de la época, a contraer deudas principalmente con casas alemanas. Frecuentemente, los préstamos no fueron utilizados en su totalidad para incrementar la capacidad productiva sino que se desviaron en parte, a la adquisición de artículos suntuarios. Cuando los precios del café bajaron en el mercado mundial, estos agricultores tuvieron dificultad en cancelar sus compromisos financieros. Como los contratos estipulaban que los pagos debían hacerse en oro, los efectos beneficiosos de las políticas internas de devaluación no pudieron ser aprovechados y muchas fincas guatemaltecas hipotecadas pasaron a engrosar las propiedades alemanas, cuya producción a gran escala resistió sin problemas el impacto de la depresión. Por ejemplo, según James Wesley, el cafetalero alemán Erwin Dieseldorff compró durante la administración de Estrada Cabrera ocho propiedades que sumaban un total de 24,278 hectáreas, procedentes con toda probabilidad de dueños nacionales endeudados.

7 Por otro lado, las fuentes exteriores de crédito, muchas de las cuales eran alemanas, dieron ventajas significativas a estos empresarios. Los caficultores alemanes por lo general prestaban directamente en su país a tasas de interés más bajas que las que regían en Guatemala. El propio Dieseldorff tenía créditos de bancos alemanes al 6% de interés anual y financiaba operaciones de guatemaltecos al 12% ó 16%. Lo ordinario era que los caficultores nacionales se vieran obligados a trabajar hasta con un 20% de interés al año.

Las compañías exportadoras, que estaban en manos de extranjeros, solían incluir en sus contratos de financiamiento la condición de que el prestatario se obligara a venderles la totalidad de su cosecha. No hacerlo resultaba en una `falsa comisión', de aproximadamente 50 centavos oro, por cada quintal de café prometido pero no entregado. Deducían, además, comisiones locales y generales de ventas, costos de transporte, seguro marítimo y una serie de tarifas que significaban una carga añadida a los de por sí altos costos financieros. En consecuencia, puede concluirse que el incremento sustancial de la presencia extranjera en el negocio cafetero tuvo efectos negativos en el contexto de la crisis de 1897. La mayor parte de los dividendos de la venta de café permanecieron en el extranjero, y no retornaron al país para aumentar las reservas. Como no se disponía de otras, más que las generadas por la agricultura de exportación, la crisis no sólo provocó un déficit en la balanza de pagos, sino también una reducción sustancial en la cantidad de oro disponible para financiar las importaciones.

Al asumir el poder, Estrada Cabrera trató de obtener crédito de financieros alemanes y, cuando en 1900 el gobierno no tuvo fondos para hacer frente a la deuda pública, más haciendas pasaron a propiedad alemana, ya que los préstamos estaban garantizados con las correspondientes hipotecas. Además, las autoridades recurrieron a la emisión de moneda sin respaldo legal, en una práctica que duró aproximadamente 22 años, como mecanismo para obtener fondos y tratar de pagar la deuda pública. Esta operación, de efectos inflacionarios, constituyó un negocio redondo para los financieros alemanes y la élite agroexportadora, que pagaban salarios con moneda nacional devaluada pero vendían sus exportaciones en monedas extranjeras fuertes. La crisis del grano se soportó, y los márgenes de rentabilidad de las fincas de café que no sucumbieron al endeudamiento se mantuvieron en niveles aceptables, a costa de un desfase en los salarios que, durante este período, bajaron de 0.30 a 0.20 centavos de dólar estadounidense por día.

Las previsiones oficiales, orientadas a diversificar la agricultura y a no depender exclusivamente del café, probaron no estar mal encaminadas, pues las circunstancias adversas de la Primera Guerra Mundial se tradujeron en una crisis económica severa. La falta de crédito constituyó la primera y gran contrariedad que sufrieron los caficultores después del estallido de la guerra, ya que quedaron bloqueadas las fuentes financieras de Alemania; es más, algunos que tenían cuentas privadas en bancos de este país, llegaron a perderlas.

Inicio del crédito estadounidense

En la búsqueda de alternativas de financiamiento, apareció enseguida la oportunidad estadounidense. Al respecto, James Wesley indicó lo siguiente:

8 Aunque los guatemaltecos sugirieron otras fuentes, las modificaciones en las restricciones de operación de bancos estadounidenses en el extranjero permitieron la rápida expansión norteamericana en el crédito nacional, situación que fue general en América Latina. En noviembre de 1914, el First National City Bank of New York anunció que iniciaría operaciones oficialmente en Latinoamérica.

En enero de 1916, un grupo oficial de comerciantes y banqueros de Estados Unidos respondió a la abierta invitación que hizo el Congreso Financiero Panamericano de venir a Latinoamérica a `anunciar productos y extender relaciones bancarias'. Roger Babson, presidente de una empresa de negocios y John Clausen, banquero, visitaron Guatemala como parte de una comisión oficial. Clausen subrayó la severa escasez de crédito en sus recomendaciones, en las que urgió la extensión de créditos y el mejoramiento de los servicios bancarios para la exportación. Aunque el monto del crédito requerido impedía una solución inmediata, la comisión financiera reconoció las posibilidades para la asistencia estadounidense, lo que facilitó el camino para la penetración económica de ese país.

A pesar del crédito estadounidense, los caficultores guatemaltecos tuvieron problemas financieros desde el inicio de la Primera Guerra Mundial. La escasez de alimentos y los altos precios de otros productos durante la guerra complicaron las cosas. Aumentaron los costos y disminuyeron los ingresos, forzando a los caficultores a mayores requerimientos de crédito. Las comisiones y altas tasas de interés pusieron a los caficultores en dificultades para obtener transporte y mercados favorables. Un cafetalero informó que había tenido que pagar entre intereses y comisiones, durante un año, la cantidad de 10,000 dólares estadounidenses por un préstamo de $40,000, lo que significaba realmente el 25% de interés anual. La pérdida del crédito coincidió con la desaparición de los mercados de las naciones envueltas en el conflicto, que habían absorbido durante los años de la preguerra la mayoría de las exportaciones de café. El bloqueo británico aisló efectivamente a los caficultores guatemaltecos de sus tradicionales compradores alemanes y, por su parte, los submarinos alemanes dificultaron la exportación a Inglaterra. Para aliviar la escasez de financiamiento, se estableció entonces la garantía prendaria de la cosecha en el otorgamiento de créditos a los finqueros, y se consideró la modalidad de la moratoria de pago.

La Agricultura de Exportación

En 1880 el cultivo del café estaba firmemente establecido en Guatemala. Las plantaciones se extendían formando un rico cinturón, desde los Departamentos fronterizos con la República de , hacia el oeste, en dirección a la frontera mexicana. De norte a sur, el café florecía a través de Alta Verapaz, Santa Rosa y Escuintla. La región de Alta Verapaz descolló como área productora de café, gracias sobre todo al impulso desarrollado por caficultores alemanes. Erwin Dieseldorff, uno de los más importantes contribuyentes a la prosperidad cafetalera de Alta Verapaz, es un ejemplo típico del empresario alemán de aquellos días: curioso, listo a tomar ventaja de la menor de las oportunidades, e interesado en la experimentación científica del cultivo. Desde la década de 1870 hasta los primeros años del siglo XX, Dieseldorff estuvo activo en todas las fases de la industria del café.

9 La penetración económica extranjera en la agricultura de Guatemala se acentuó a finales del siglo XIX, con el florecimiento del café. Algunos extranjeros se dedicaron también a la producción de alimentos y siguieron desarrollando actividades comerciales, principalmente de artículos importados. Diversas fuentes indican que en 1885 los comerciantes extranjeros constituían el 83.5% de los comerciantes activos en el país. Según Wesley, el neocolonialismo europeo fomentó el aumento de la presencia foránea, especialmente porque Guatemala ofrecía gran cantidad de mano de obra barata y reservas de tierra sin cultivar. Los alemanes fueron la punta de lanza de este movimiento y constituyeron el grupo principal.

El café influyó en el progreso del país. En 1880 se introdujo el sistema telefónico a fin de satisfacer la creciente necesidad de los finqueros de comunicarse rápidamente con los jefes políticos de las cabeceras departamentales para solicitarles mano de obra. Este sistema modernizó los contactos entre la ciudad y el campo, economizó tiempo y gastos de viajes y provocó, como consecuencia, el cambio de vivienda de los finqueros, que se trasladaron de las haciendas a los centros urbanos, fenómeno fácilmente observable en ciudades grandes como Guatemala y Quezaltenango. En 1896 existía una red telefónica `oficial' que abarcaba desde la capital guatemalteca hasta la Antigua, Quezaltenango, San Marcos y otros centros productores de café. El sistema fue instalado tanto en las propias fincas como en las residencias de sus propietarios. Se estima que en 1897 las líneas telegráficas y telefónicas permitían la comunicación en un área de 300 km de ancho. El uso del teléfono fue general entre los finqueros alemanes, principalmente en la región de las Verapaces. Asimismo, el correo nacional e internacional tuvo un desarrollo importante durante esta época. La necesidad de transportar el producto hacia los puertos de embarque impulsó la construcción de ferrocarriles y vías de comunicación terrestre. En 1901 los productores de café de las Verapaces, alemanes en su mayoría, tenían su línea de ferrocarril, propiedad de la Compañía del Ferrocarril de Verapaz, que conectaba Tucurú con el puerto de Panzós, en el Río Polochic. En 1881 se construyó, además, una carretera que permitía llevar el producto hasta ese puerto, de donde se transportaba en lanchones a través del río y el Lago de Izabal, para ser embarcado en Lívingston con destino a Europa.

Evolución de la producción cafetera

A finales del siglo terminó el primer ciclo de esplendor del café, a causa de sucesivas crisis del mercado que culminaron, en 1897, con una estrepitosa caída de los precios internacionales. Estrada Cabrera enfrentó la drástica reducción de divisas mediante el aumento, en 1900, de los impuestos a la exportación, a seis pesos por quintal. Tres años después, lo incrementó de nuevo, a un dólar por quintal, pagadero en divisas.

Ello explica en parte por qué este gobierno continuó garantizando la supervivencia del café, a pesar de las restricciones que le impuso. Si la depresión mostraba claramente los riesgos del monocultivo y una buena política aconsejaba el decidido impulso a la diversificación agrícola, la realidad inmediata exigía atender un cultivo que, aun durante los peores años, contribuyó al bienestar fiscal de la nación más que ningún otro rubro. Haber atacado el café hubiese significado provocar el colapso monetario. En esta política de `tira y afloja' se conjugaron, de un lado, factores que desalentaban la producción, y de otro, claros

10 incentivos que, a la postre, explican la resistencia de la caficultura durante la crisis. La negativa oficial a conceder más tierras del Estado no restringió la expansión del café. A falta de áreas nacionales, los caficultores entraron en negociación con propietarios privados, a quienes compraron grandes cantidades de terreno y, de hecho, el área sembrada de café se incrementó notablemente durante los años iniciales de Estrada Cabrera. Sin embargo, la economía que emergió de la crisis se diferenció fundamentalmente de la anterior a 1897. Un conjunto de fuerzas económicas, al que ya se ha hecho referencia antes, provocó, por una parte, un proceso de concentración de tierras en unidades más grandes y poderosas y, por otra, modificó las estructuras básicas de la caficultura. Los finqueros que sobrevivieron pudieron aprovecharse de beneficios inesperados de orden interno, los cuales aliviaron los efectos desfavorables de la caída de los precios internacionales. Además, el nuevo entorno desfavorable sirvió de acicate para que estas unidades productivas, fortalecidas por la concentración de la propiedad y capaces de realizar grandes operaciones integradas, maximizaran los recursos disponibles, mediante la aplicación de mejores técnicas de producción y mercadeo.

De esa cuenta, la producción nacional, con excepción de algunos períodos de estancamiento, continuó creciendo a buen ritmo, y consiguió triplicarse de 1884 a 1928. Durante el decenio de 1880, Guatemala ocupó el cuarto lugar en la producción mundial de café. De 1885 a 1909 su participación porcentual en el mercado internacional osciló entre el 3% y el 3.60%. La aceptación de su café `suave' fue notable, pues en 1885 aquélla representaba ya un 7% del total mundial, y en 1909 subió al elevado porcentaje de 14%. En el comienzo de la década de 1910, Guatemala producía el 3.90% de la producción mundial, y los países centroamericanos juntos alcanzaban el 8.10%. Guatemala ocupó siempre una posición importante, entre la mitad y la tercera parte del volumen de Centro América, y sólo era superada por El Salvador. La curva ascendente se mantuvo hasta 1944, pero se detuvo en tres etapas bien definidas: durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918); entre 1928 y 1933 o sea la época de la Gran Depresión; y 1941, cuando Europa se encontraba inmersa en la Segunda Guerra.

Fluctuaciones de los precios internacionales

A partir de 1893 comenzaron a declinar los precios en el mercado mundial. El valor medio por saco exportado, que en ese año fue de US $19.33 por quintal cayó en 1896 a US $17.78 por quintal y, tras la depresión de 1897, siguió bajando hasta llegar a US $7.88 por quintal, en el año 1899. El fenómeno tenía una causa evidente: la superproducción brasileña. Este país había pasado a producir, en el período comprendido de 1895 a 1899, unos 11.39 millones de sacos, en comparación con los 7.78 millones producidos entre 1890 y 1894; es decir, saturó los mercados con un aumento del 46% de su ya de por sí voluminosa producción. La situación mundial del café de 1897 a 1909 se caracterizó por el bajo nivel de los precios en el mercado internacional y las fluctuaciones perjudiciales de la producción brasileña. El Convenio de Taubaté, celebrado en febrero de 1906, al que asistió Antonio Batres Jáuregui, en calidad de representante por Guatemala, trató de buscarle soluciones al problema y definió las bases de lo que se llamaría `política de valorización del producto'.

11 La reputación del café suave guatemalteco mitigó para el país el efecto de la declinación del precio en el mundo. Por ejemplo, en 1906, cuando el precio del café brasileño en New York era de alrededor de US $0.08 por libra, el café suave de Guatemala era mejor cotizado que los de Sudamérica y Centro América. Como dijo Piedra-Santa Arandi:

...entre 1909 y 1913 los precios internacionales del café se elevan y las exportaciones guatemaltecas alcanzan 773,769 quintales. En 1912, el precio del café por libra era de US $0.14. Las exportaciones guatemaltecas cayeron entre 1914 y 1915 y subieron entre 1916 y 1917 como efecto de que el café guatemalteco ganó el único gran premio en la exposición de San Francisco en 1915.

Los cafés suaves, entre los cuales el guatemalteco ya era bastante apreciado en Europa, se consolidaron en el gusto de los consumidores, especialmente en el mercado de Estados Unidos.

La Primera Guerra Mundial creó un elemento de incertidumbre en la economía guatemalteca, puesto que bloqueó el mercado de su principal cliente, Alemania. Al reducirse las importaciones europeas, se acumularon existencias de producto, lo que ocasionó una baja del precio a nivel mundial a partir de 1917 y durante el año siguiente. De la misma manera que en Brasil, la política monetaria inflacionaria contribuyó por sí misma al bienestar de la industria del café. Mientras muchos de los costos domésticos subieron muy poco, el peso se devaluó rápidamente en relación con monedas más estables. Los caficultores vendían su café en el mercado mundial, y recibían divisas por su producto; al cambiarlas por el peso devaluado, ganaban una utilidad extra, proveniente del bajo valor de la moneda nacional, lo que compensaba con creces la rebaja en el precio del mercado mundial. Aunque es poco probable que el gobierno de Estrada Cabrera iniciara su política monetaria inflacionaria con el propósito exclusivo de solucionar la crisis de los caficultores, la devaluación favoreció a éstos frente a los efectos de la depresión de los mercados externos.

Al finalizar la Primera Guerra Mundial, las condiciones económicas generales empezaron a normalizarse. Se reabrieron los vacíos mercados europeos y se facilitó el transporte. Aunque el crédito permaneció cerrado por la demanda de fondos que exigía la reconstrucción de Europa, poco a poco se restauró la confianza en el mercado cafetero. Una severa helada en Sao Paulo redujo la cosecha de 1918 en Brasil a su nivel más bajo en 20 años. Además, la prohibición de bebidas alcohólicas en Estados Unidos favoreció el consumo de café. En 1920 Estados Unidos importó un 42% más del producto, en relación con 1918. La repentina subida de los precios del café reavivó el problema de la expansión del cultivo, por largo tiempo obstruido por Estrada Cabrera; los altos precios fortalecieron el peso y ocasionaron grandes reducciones en la tasa de cambio disminuyendo así las ventajas que los caficultores obtenían por ese concepto. Las quejas de los exportadores por la reducida tasa de cambio muestra la divergencia de intereses con el gobierno, manifestada en la oposición política del Partido Unionista, en el cual militaban muchos caficultores.

La caída de Estrada Cabrera resolvió favorablemente los impedimentos legales que limitaban el negocio del café. La nueva administración de (1920-1921) anuló en poco tiempo las restricciones para la venta de tierras comunales y comunitarias,

12 públicas y privadas, con lo cual proporcionó oportunidades mayores para la expansión cafetalera. Además, mantuvo la política monetaria inflacionaria, tan beneficiosa para los agroexportadores, lo mismo que su sucesor, José María Orellana (1921-1926). En 1926 asumió el poder Lázaro Chacón, en medio de un panorama económico propicio: se elevaron las exportaciones tradicionales y la reforma monetaria realizada por su predecesor Orellana surtió efectos positivos para el país: bajó la deuda pública, mejoraron los salarios y se emitieron leyes que regulaban el trabajo en el agro.

En el Brasil, entre 1925 y 1929 el crecimiento de la producción fue casi del 100%; de manera que las exportaciones apenas consiguieron absorber las dos terceras partes de la producción. Ello dio lugar a la intervención del gobierno brasileño mediante compras y ventas oficiales para eliminar las cotizaciones extremas. En tal sentido, las medidas de estabilización fueron convenientes tanto para compradores como para vendedores, pues ayudaron a que los excedentes de café se vendieran en años en que la cosecha fue menor. En agosto de 1937 se convocó a una Segunda Conferencia Panamericana, que se celebró en La Habana, con el objeto de restringir en todo el mundo nuevas siembras y poner un límite por país a las exportaciones. La Conferencia, en la que estuvieron representados 15 países, fracasó en sus intentos de llegar a acuerdos concretos. Los países latinoamericanos productores de café suave se venían beneficiando del sacrificio que Brasil unilateralmente se imponía al destruir parte de sus cosechas y prohibir nuevas siembras con el objetivo de evitar caídas aún mayores en el precio internacional. Sin embargo, los otros países se negaron a secundar la política de sacrificio brasileña, gracias a que también ellos habían mejorado su participación en el mercado mundial. En respuesta, el gobierno de Brasil abandonó dicha política y permitió que fueran las fuerzas del mercado las que determinaran el precio del producto. Redujo, además, sus impuestos de exportación entre 1933 y 1937 en más de un 60%, y facilitó a los caficultores la baja del precio en sus ofertas sin afectar sus ganancias. Los efectos de tal medida fueron inmediatos, pues no sólo bajó el valor del café brasileño sino que sus exportaciones se incrementaron de 12.10 millones de sacos en 1937 a 17.10 millones en 1938. Evidentemente, esto perjudicó la posición de los demás países, que se vieron obligados también a disminuir sus impuestos (Colombia y El Salvador) e incluso, como sucedió con Venezuela, a pagar un subsidio a las exportaciones. Brasil mantuvo, sin embargo, la prohibición de ampliar el área de siembras hasta 1941 y continuó la destrucción de excedentes. Esta política y las malas cosechas brasileñas de 1937 a 1939 redujeron la oferta a un mercado que ya había consumido las reservas de café, pero en momentos en que el mundo estaba envuelto en la Segunda Guerra Mundial.

En noviembre de 1940 se firmó el Convenio Interamericano del Café, que distribuyó el mercado mundial entre los diversos países productores de América, a través de cuotas. La cantidad de café asignada a los diferentes países para que la colocaran en el mercado estadounidense fue mayor que la que éste había importado, compensando así la segura disminución en las ventas a Europa. Uno de los resultados del Convenio fue poner fin a la guerra de precios, especialmente entre Brasil y Colombia. Estados Unidos se aseguró el control sobre la administración de las cuotas al asignarse 12 votos de un total de 36, suficientes para disponer un aumento en las cuotas cuando se estimara conveniente, a fin de evitar un excesivo encarecimiento del producto.

13 Una ola especulativa después de la firma del Convenio elevó los precios que llegaron casi a duplicarse en julio de 1941. Ante el peligro de una posible escasez de medios de transporte, los importadores habían acaparado existencias, motivados también por el hecho de que Colombia, y después Brasil, establecieron niveles mínimos al precio de sus productos. Cuando Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial, dispusieron congelar el precio de muchos productos, entre ellos el del café, que quedó en los niveles que tenía en diciembre de 1941. El efecto negativo que esta medida pudo haber ocasionado a los exportadores se compensó gracias a que el gobierno estadounidense asumió, a través de subsidios, el incremento de costos derivados de la situación bélica. Por ejemplo, cubrió el 75% del incremento del transporte cuando el café era desembarcado en puertos distintos a los usuales.

Bloqueo y apertura de mercados

Durante la Primera Guerra Mundial, la falta de transporte marítimo llegó a ser un impedimento severo para la exportación del café. Las naciones en guerra, presionadas por las crecientes demandas de transporte militar, destinaron a este fin barcos comerciales. La Hamburg-American Line, subsidiada por el gobierno alemán, que en los años de la preguerra visitaba los puertos de Guatemala cuatro veces al año durante la cosecha de café, fue utilizada para la guerra. Igualmente, el gobierno británico, al sufrir los efectos de los submarinos, hizo otro tanto con sus mercantes. Se establecieron normas que restringían los envíos a Inglaterra, bajo el criterio de que solamente podían exportarse a ese país artículos de primera necesidad. La importación de café quedó allí limitada, además, porque se disponía de abundantes reservas almacenadas. Las compañías estadounidenses, entre ellas la Pacific Mail Steam Ship Co. y la UFCO, mantenían servicio en el Pacífico y en el Atlántico, pero ello no fue suficiente, tanto por lo limitado del tonelaje como por la pobre condición de la primera de estas compañías. En cuanto a la UFCO, concentrada en el transporte de banano, concedió al café una importancia sólo secundaria. Cuando, posteriormente, Inglaterra liquidó sus reservas y necesitó nuevamente el producto, subió los precios, pero la entrega a este país continuó siendo irregular por las difíciles condiciones del tráfico por mar. Los productores guatemaltecos, entre ellos muchos de nacionalidad alemana, trataron de evitar el bloqueo británico y embarcaron su café a países como Dinamarca, Noruega, Suecia y Holanda. Sin embargo, miles de toneladas con destino a los mercados alemanes, a través de estos puertos neutrales, fueron descubiertas y confiscadas. La intensa competencia por el escaso transporte disponible subió las tarifas de éste. Poco antes de suspender sus servicios, la Royal Mail Co. acababa de aumentar sus precios en un 60%. En 1916 las tarifas en el Pacífico se habían duplicado y en el Atlántico eran aún mayores. Los riesgos de los submarinos incrementaron el valor del seguro marítimo, y encarecieron aún más los costos del transporte.

Para compensar la pérdida de los mercados tradicionales, Guatemala estableció vínculos comerciales con otros del sur de Europa, particularmente España, Italia y Francia. En 1915 se firmó un tratado comercial con Italia, que abrió el camino a las exportaciones de café a ese país. La inclusión de café en las raciones del ejército italiano elevó los precios; sin embargo, la especulación forzó a este país a poner control de precios y restricción a las importaciones. El comercio con el mercado de Francia no produjo buenos resultados, por

14 los altos impuestos que gravaron las importaciones de café en la política francesa propia de los años de guerra, la cual consistía en controlar la pérdida de divisas en oro. Las restricciones crediticias con España limitaron un comercio efectivo con este país. La guerra mundial aisló temporalmente a los productores guatemaltecos de sus mercados alternativos. Ello obligó a Guatemala a impulsar una nueva clientela: Estados Unidos.

Otros factores se combinaron con el bloqueo y la guerra submarina para favorecer el mercado estadounidense. Guatemala, como sus vecinos sudamericanos, se encontraba en una controversia acerca de la interpretación de los derechos de neutralidad. Lo cierto es que tanto ingleses como alemanes afectaban seriamente los intereses económicos latinoamericanos, al interrumpir el flujo de café hacia los puertos de uno y otro bando. Además, la proximidad de los mercados de Estados Unidos, la ausencia relativa de restricciones a la importación, los riesgos reducidos del transporte marítimo y la disponibilidad de embarcaciones destinadas a sus puertos dirigieron hacia ese país la mayor parte de la producción guatemalteca.

Con el propósito de defender a los productores nacionales de los efectos de los bajos precios que ofrecía el mercado estadounidense, el gobierno tomó algunas medidas para evitar prácticas inescrupulosas, y al mismo tiempo se resolvió hacer propaganda al excelente café `suave' guatemalteco. Con relación a los abusos de algunos comerciantes nacionales, que ponían en peligro la reputación de los cafés de Guatemala al mezclarlos con granos de menor calidad, Estrada Cabrera creó un sello que debía ponerse en los sacos de café de exportación, el cual garantizaba que el contenido era 100% de café guatemalteco puro. El gobierno también estimuló la demanda a través de campañas de publicidad en el exterior.

En 1939, como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, nuevamente se cortaron las exportaciones hacia Alemania. Sin embargo, en ese momento, Estados Unidos ofreció mayor volumen de compras y precios más favorables, lo que quedó confirmado en el Primer Convenio Interamericano de Café, celebrado en 1940. Como contrapartida, el gobierno de Estados Unidos presionó para que en 1941 se decretara en Guatemala la intervención de todas las propiedades alemanas. Esta intervención abarcó más de 200 fincas de café, industrias y comercios, con un valor total de US $50 millones, cifra notablemente superior a los 12 millones del presupuesto estatal guatemalteco de 1940. Esta acción, y los impuestos procedentes de un café vendido internacionalmente a precio elevado, incrementaron los ingresos de las arcas públicas, saneadas y florecientes durante los siguientes años. Sin embargo, la agricultura se estancó, aumentó la concentración de la tierra en pocas manos, el dominio estadounidense sustituyó al alemán y la mayoría de la población siguió sumida en la pobreza.

Como los precios que Estados Unidos pagaba por el café habían decaído ostensiblemente por la amplia oferta brasileña (en 1940 eran aproximadamente un 40% más bajos que en 1937), los países latinoamericanos afectados eludían tomar una posición definida a favor de los aliados en la guerra contra Alemania. Al buscar un sentimiento de solidaridad continental, el Presidente Franklin D. Roosevelt impulsó la política del buen vecino en Latinoamérica, pero debió incluir en su agenda el tema crucial del café. Para entonces, 14 países de Centro y Sudamérica producían nada menos que el 85% de la oferta mundial, de

15 la que el 55% era absorbida por Estados Unidos. La política de buena vecindad afianzó aún más la dependencia del mercado cafetero con ese país. Por lo que respecta a Guatemala, la hegemonía de Estados Unidos como cliente fue indiscutible si se considera que entre 1940 y 1944 este país compraba el 90.9% de toda la producción de exportación.

Desarrollo técnico

Chester Jones informa que al iniciarse el siglo XX se había observado y comprobado que las plantaciones de café prosperaban mejor en las tierras altas, ya que éstas estaban protegidas contra los vientos y cambios bruscos de temperatura. Las altitudes medias (de 150 a 610 metros sobre el nivel del mar) resultaron ser las más adecuadas. El método de producción consistía por lo general en establecer almácigos de sombra, hasta que las plantas alcanzaran de 60 a 90 centímetros de altura; después se trasladaban al sitio permanente para su siembra, a razón de 1,200 cafetos por hectárea. En un tiempo se aprovechó la sombra de las matas de banano, pero finalmente lo más usual fue plantar los cafetos bajo árboles. Los instrumentos de labranza fueron el machete y el azadón. En las áreas quebradas se cortaba la maleza sin sacar las raíces para evitar el deslave del suelo. A los dos o cuatro años de la siembra definitiva se podaba la planta para obtener un mayor tamaño en las ramas fruteras y mantener la planta a una altura adecuada. La cosecha se recogía a mano, para lo cual se utilizaban canastos o cajas, y se pagaba al trabajador por volumen o peso del grano cosechado. El beneficio empezaba cuando se colocaba el fruto cerezo en tanques de agua durante períodos de 24 a 36 horas, y después se secaba al aire por espacio de 8 a 20 días y, finalmente, se descascaraba el grano.

Primero, la creciente demanda mundial y, posteriormente, las crisis en los precios internacionales estimularon a los productores para adoptar nuevas técnicas. Desde un principio los esfuerzos por modernizar la producción se concentraron en el diseño y feliz conclusión de la máquina de beneficio de café para quitar industrialmente la cáscara al fruto, inventada por José Guardiola y otros finqueros locales. Esta fue la contribución guatemalteca más importante a la tecnología industrial del siglo XIX. Los caficultores adoptaron progresivamente las prácticas de fertilización, poda y uso de variedades mejoradas. Además, con el desarrollo del equipo de beneficiado, empezaron a completar el procesamiento entero del café en las propias fincas, y a comercializar un producto acabado en lugar del grano parcialmente procesado.

En la década de 1920, el gobierno inició la publicación del Boletín de Agricultura, Industria y Comercio de Guatemala, en el que se incluían artículos relacionados con el cultivo del café. Años más tarde salió a luz la Revista Agrícola, con patrocinio gubernamental, un folletín mensual en cuyas páginas escribieron los técnicos agrícolas más conocidos de Guatemala, como Juan Antonio Alvarado, J.

C. Díaz Durán y Julio Goubaud, quienes relataban sus experiencias y observaciones sobre el cultivo del café. Es significativo que el manual más completo sobre cultivo y beneficio del café, que se conoció en Guatemala hasta 1960, el Tratado de Caficultura Práctica de Juan Antonio Alvarado, data precisamente de 1936. A partir de 1930 se tradujeron al español y se divulgaron en el país. los reportes de los experimentos llevados a cabo por

16 algunos caficultores alemanes en el país. El Diario de Centro América publicó, entre otros, los resultados de las valiosas y minuciosas observaciones de Gustav Helmrich sobre la fertilización de los cafetos y las mejoras en las cosechas.

El Cultivo del Banano

Desde las primeras crisis económicas causadas por los bajos precios internacionales del café, el régimen liberal de Estrada Cabrera mostró una creciente preocupación por diversificar la producción agrícola de exportación. El banano apareció como ese producto alternativo, al que los sucesivos gobiernos estimularon preferencialmente. En 1898 Estados Unidos consumía anualmente 16 millones de racimos, distribuidos por más de 100 importadores. Este crecido número de competidores impedía controlar el precio, por lo que, el 30 de marzo de ese año, surgió la United Fruit Company (UFCO), regida por las leyes del Estado de New Jersey, Estados Unidos, resultado de la fusión de la Boston Fruit Co. y The Fruit Dispath Co., y con el claro propósito de controlar el mercado. De inmediato, el número de distribuidores quedó reducido a 22, y durante los años siguientes la UFCO monopolizó el negocio bananero estadounidense. Dicha empresa consolidó su penetración en Guatemala al firmar el Presidente Manuel Estrada Cabrera, en 1901 y 1902, los contratos mediante los cuales se le concedía la construcción de una vía férrea desde la ciudad de Guatemala hasta . El contratista estadounidense fue , el Papa Verde de la novela del premio nóbel Miguel Angel Asturias, uno de los dueños del imperio bananero en Centro América y otras naciones del Caribe. En 1904 Keith suscribió, además, un nuevo contrato con el gobierno de Estrada Cabrera, lo que le permitió adueñarse del sistema de ferrocarriles del país, eje efectivo para el desarrollo de las plantaciones bananeras. El Convenio otorgó a Keith derechos para disponer de cualquier manantial, corriente o río; pasar cañerías o conductos por terrenos estatales o municipales, y hasta cambiar el cauce de las aguas, inundar terrenos, hacer diques y operaciones similares, con el fin de garantizar el riego de los bananales de la UFCO. Varios años más tarde, en 1927, las municipalidades de Morales y , Izabal, se quejaron públicamente de que la UFCO poseía, desde 1901, las tres cuartas partes de las márgenes del Motagua, desde El Rico hasta Tenedores.

No menos lucrativo resultó para la empresa bananera de Estados Unidos el hecho de que se le exonerara de todo impuesto a la exportación de banano durante 35 años, así como del pago del derecho de puerto para los barcos propios o por ella fletados. De esta manera, a partir de 1904, quedó legalmente integrado un complejo financiero que, bajo una sola dirección, manejó los negocios ferroviarios, el muelle de Puerto Barrios, la exportación de banano y el transporte naviero a través del Atlántico. El control sobre los ferrocarriles lo ejerció la UFCO por medio de una subsidiaria, la International Railways of Central America (IRCA), que tenía también bajo su dominio las redes ferroviarias de los demás países del istmo centroamericano, hasta conformar un sistema integrado a nivel centroamericano. Como apenas existían transportes alternativos por tierra, y otra de sus empresas, la Tropical Radio and Telegraph Co. manejaba el correo, el teléfono y el telégrafo, la UFCO resultó dueña de prácticamente todas las comunicaciones del país. Por

17 añadidura, a través de la Gran Flota Blanca, controlaba el tráfico marítimo en el Atlántico desde Puerto Barrios.

En 1904 la UFCO cultivaba banano en las riberas del Río Motagua, lo cual violaba la Ley Agraria de 1894, que establecía que tales márgenes, en un ancho de 100 metros, constituían una reserva forestal del Estado. Al cabo de 20 años la empresa regularizó esta situación, cuando la Asamblea Nacional emitió el Decreto Nº 1499, por el cual se autorizaba el Contrato de 7 de noviembre de 1924, que legalizó el arrendamiento a su favor, por un plazo de 25 años, de las márgenes del Motagua, desde su desembocadura hasta el puente El Rico, Los Amates. El Contrato otorgaba también a la UFCO el derecho a construir ferrocarriles para sus operaciones agrícolas y le cedía servidumbre de paso. El valor total del arrendamiento se estipuló en US $14,000 anuales, a lo que había que añadir un impuesto de un centavo de dólar por cada racimo exportado. En el artículo 9º el Contrato se expresaba, en un lenguaje que hoy se calificaría de irónico, que la compañía convenía en desarrollar y extender las plantaciones de banano, en el deseo de que las utilidades gubernamentales se acrecentaran lo más posible. En 1936, se aumentó el impuesto de exportación a 15 centavos de dólar por racimo, al mismo tiempo que se prorrogaron los términos del Convenio de 1924.

A fines de 1926 la compañía sueca Guatemala Plantation Ltd. había colocado ya un kilómetro y medio de rieles, debidamente amparada en un Contrato de 1923, por el cual se comprometía con el gobierno de Guatemala a abrir un embarcadero en el Pacífico, entre los ríos Nahualate y Madre Vieja. Por una serie de traspasos y oscuras maniobras los derechos de esta concesión terminaron en manos de la Compañía Agrícola Guatemalteca, otra empresa subsidiaria de la UFCO, autorizada a operar en el país el 20 de febrero de 1928. En 1930 esta empresa se obligó a construir un puerto en el Pacífico, con capacidad para recibir dos embarcaciones a la vez; el cual se conectaría con la línea férrea de la IRCA, tendría faro, se le sanearía, se edificaría una escuela y otras cosas más. Lo cierto es que, si bien hizo grandes siembras de banano en Tiquisate, en la Costa Sur, y construyó el ferrocarril que necesitaba, después de los cinco años de plazo estipulado no se había hecho realidad el puerto en las costas del Pacífico al que se había obligado. Como tantas veces ha ocurrido con empresas extranjeras poderosas, nuevamente el gobierno entró en negociaciones y se plegó a los deseos del imperio bananero. En marzo de 1936 el Presidente Ubico reconoció, en otro Contrato con la subsidiaria de la UFCO, que `...en virtud de que las condiciones económicas mundiales no permiten por ahora la construcción del puerto y los trabajos auxiliares, conviene en dejar (los) en suspenso, hasta la fecha en que la Compañía notifique su propósito de iniciar las obras...'En este nuevo Contrato de 1936, la Compañía Agrícola Guatemalteca se comprometía a construir no menos de 25 millas de línea férrea y conectarlas con la IRCA, así como a obtener de la dirección de la UFCO una transferencia a favor del gobierno de 14,162 hectáreas de terreno no cultivado en Los Andes, Zacapa, para una colonia agrícola. El Estado, por su parte, la exoneró del pago de impuestos y le concedió derecho a expropiar terrenos privados para la vía del ferrocarril. Piedra-Santa señaló que ciertos pasajes eran intencionalmente ambiguos y contradictorios. Por ejemplo, el artículo 14 disponía que, en el caso de que la compañía decidiera la venta del ferrocarril, estaciones radiotelegráficas, hospitales, etcétera, `el Gobierno tendrá el derecho de tanteo y preferencia' para adquirirlos; mientras que después, en el artículo 22, se establecía que el 6 de junio de 1981 estos activos tendrían que pasar al Estado `sin costo ni remuneración

18 alguna'. Obviamente, el segundo de los dos artículos se anulaba por las implicaciones del primero, al quedar la compañía en libertad de vender cuando le conviniera (se supone su intención de hacerlo antes del plazo fijado para la transferencia gratuita de sus activos al Estado), sin dejar de aprovechar las ventajas que le concedían esos largos años hasta la fatal fecha de 1981.

El poder económico y político que llegó a tener la UFCO y sus subsidiarias se evidencia en la transformación de enmarañadas selvas en centros de actividad humana, por lo menos temporalmente; construyó edificios, redes de ferrocarril y otras obras que modernizaron las regiones donde operó. Levantó hospitales excelentemente equipados y redujo, sin llegar a eliminarla, la amenaza de las fiebres tropicales. En el aspecto productivo, en 1930 tenía bajo riego y cultivadas con las más modernas técnicas, 16,000 hectáreas de banano en la vertiente del Pacífico y 5,000 en la del Atlántico. Sin embargo, mientras realizó éstas y otras obras igualmente constructivas, la poderosa compañía hundió a competidores, dominó gobiernos, sometió empresas ferroviarias, arruinó a plantadores, ahogó cooperativas, explotó a los trabajadores, combatió la organización laboral y abusó de los consumidores.

Competencia entre las bananeras

El control de la producción y mercado del banano generó conflictos entre Guatemala y Honduras. El primero de ellos fue provocado por Samuel Zemurray, traficante de bananos de desecho que adquiría con descuento. En 1905 Zemurray adquirió tierras a lo largo del Río Cuyamel, en Honduras, y en 1907 amplió sus propiedades con concesiones que le otorgó el Presidente hondureño Manuel Bonilla. En 1915 la Cuyamel Fruit Co., de la que Zemurray era propietario, comenzó a ensancharse hacia la región del valle del Motagua, a lo largo de la frontera entre Guatemala y Honduras, en terrenos sobre los que el gobierno hondureño le había dado concesiones, pero cuya jurisdicción política era objeto de litigio entre ambos países, desde más de 65 años atrás. En 1915 la UFCO tenía intereses bien establecidos en el área, de acuerdo con los derechos territoriales de Guatemala. A pesar de que Estrada Cabrera no concedió autorización a la Cuyamel para cultivar banano en la región, la invasión a suelo guatemalteco se hizo de todas maneras, y la empresa adquirió o financió fincas en el área. Además, esta compañía, que había construido un ferrocarril entre sus plantaciones de banano y el Puerto de Omoa, en Honduras, en 1917 extendió la línea férrea hasta Chachagualilla, en el lado oriental del Motagua y dentro de territorio guatemalteco. Por tales motivos se originó un conflicto entre Guatemala y Honduras, que se resolvió temporalmente con la firma de un Acuerdo en Washington. Estos incidentes son un ejemplo de la estrecha participación que las grandes bananeras tuvieron en la política de América Latina.

También bajo la inspiración de la Cuyamel, surgió un segundo conflicto en 1928, cuando tropas hondureñas ocuparon el pueblo de Chachagualilla. Este episodio es relatado por Virgilio Rodríguez Beteta, a la sazón Ministro de Guatemala en Honduras, en su libro No es Guerra de Hermanos sino de Bananos. La Compañía de Zemurray había iniciado unilateralmente la prolongación de su ferrocarril hacia dicho pueblo, al mismo tiempo que, desde Nueva Orleans, se declaraba `deseosa de cooperar y ayudar al Gobierno de Honduras' para que `no se pierda ni una pulgada de tierra'. En respuesta, Guatemala movilizó sus

19 tropas hacia aquel punto y finalmente no resultó de todo ello una guerra fratricida gracias a la firma de un Tratado que estableció como línea fronteriza el curso del Río Motagua, en vez de las montañas de El Merendón, localizadas más al oriente. La guerra se evitó también por la venta que hizo Zemurray de la Cuyamel Fruit Co. a la UFCO, en noviembre de 1929, ampliándose con ello el imperio bananero de esta última. A cambio, Zemurray recibió 300,000 acciones de la UFCO, las cuales tenían un valor de 31 millones de dólares, convirtiéndose a partir de ese momento en el accionista principal.

Volumen de las exportaciones

Según las estadísticas presentadas en el Cuadro 57, la producción bananera de Guatemala, medida en términos de exportación, exhibe un incremento moderado de 1903 a 1908, en un volumen que osciló entre los 12 y los 25 millones de kilos al año. En los cuatro años siguientes la producción llegó a los 80 millones de kilos, pero fue a partir de 1914 cuando se observó un salto considerable, ya que se situó en un promedio de 137 millones durante los años que van desde esa fecha hasta 1938-1940, período que presenta la cuota más alta con exportaciones por encima de los 200 millones de kilos. La curva decreció a partir de la década de 1940.

La Diversificación Agrícola

Además del banano, cuya producción monopolizada por enclaves extranjeros dejaron al país resultados de dudoso beneficio, otros cultivos de exportación fueron también objeto de interés, sobre todo durante el gobierno de Estrada Cabrera. Gradualmente, desde 1898, el Presidente reconoció la magnitud y naturaleza de la depresión económica causada por la dependencia exclusiva del café, y trató de redefinir una política económica de diversificación agrícola. El Ministerio de Fomento justificó dicha política al señalar que la nación podía mantener una posición competitiva en el mercado externo si se concentraban esfuerzos en la producción de cultivos alternativos, y se recordaba, además, que el algodón, tabaco, caucho y algunos alimentos habían tenido éxito anteriormente en Guatemala. El ejemplo de Yucatán, que acababa de establecer lucrativas plantaciones de henequén, atrajo la atención oficial. Para impulsar la diversificación agrícola, ese mismo año se crearon las Juntas de Agricultura, que se proponían solucionar el problema de la falta de producción alimenticia, junto con la promoción de nuevos cultivos de exportación. A través de la Dirección General de Agricultura, nacida en 1899, se elaboró un plan de desarrollo, orientado a colonizar las tierras que se habían expropiado pero que estaban subutilizadas. Sin embargo, el gobierno se mostró siempre cauteloso de un enfrentamiento con los caficultores, a los que siguió garantizando mano de obra y condiciones para la expansión del suelo cultivable. Como estímulo al cultivo de nuevos productos agrícolas en el Oriente del país, Estrada Cabrera instituyó un premio de 100 pesos por cada 100,000 plantas de tabaco sembradas. En 1899 se ofrecieron tierras a los colectores de caucho que se decidieran a establecer sus propias plantaciones. De la misma manera, en 1905, se dispuso bonificar a los productores de henequén, cuyas plantaciones alcanzaran cosechas de más de 8,000 pesos de valor, con bonos especiales de 7.50 pesos por cada quintal de henequén de

20 exportación. En 1901 el Ministerio de Fomento invirtió 120,000 pesos en la publicación de un Boletín Agrícola, que fue suspendido algún tiempo después; mientras tanto, la Dirección General de Agricultura distribuyó ese año nuevas variedades de tabaco, algodón, sorgo y maíz.

En materia legislativa, el gobierno de Estrada Cabrera redujo los requisitos para la inversión de capital, modificó la política de precios y derogó todo impuesto, como parte de las facilidades otorgadas a los plantadores de nuevos productos de exportación. Asimismo, autorizó la importación de maquinaria y herramientas, y en general brindó un generoso tratamiento que garantizaba las operaciones de diversificación agrícola. Para evitar que los nuevos productos alternativos no sucumbieran en su competencia con el sólidamente establecido negocio cafetero, se otorgaron, como había sido tradicional con el café, similares recursos de tierras y mano de obra barata, dando facilidades a los inversionistas extranjeros para adquirir fincas nacionales, a cambio del compromiso de construir medios de comunicación y mejorar los puertos. A pesar de los estímulos del gobierno, muchos agricultores se mostraron temerosos de arriesgar sus capitales en nuevos cultivos que, como toda innovación, suponían la incertidumbre de sus resultados. Para aliviar la inquietud, de la que el Diario de Centro América se hizo eco en diversas oportunidades, el Presidente coordinó la campaña de diversificación con programas experimentales que intentaban reducir los riesgos de las inversiones, demostrando en la práctica el buen rendimiento de las siembras.

En 1908, cuando se completó el tramo del ferrocarril desde la ciudad de Guatemala a Puerto Barrios, se crearon muchas expectativas en relación con el surgimiento del sector agrícola: en opinión gubernamental, podrían explotarse frutas, flores y otros productos perecederos en los Departamentos del Oriente y movilizarse rápidamente a través del ferrocarril, con destino a los mercados de Estados Unidos. El Diario de Centro América insistía en la alternativa de la unidad familiar agrícola, centrada en la diversificación y apoyada por colaboraciones externas, como modelo de desarrollo válido no solamente para el país sino para toda América Latina. En ese mismo año de 1908, se creó un organismo especial para que investigara métodos de atracción de nuevas inversiones. Esta entidad, directamente ligada al Presidente y con rango de Ministerio, evitó los anuncios pomposos y las afirmaciones infundadas, enfatizó los aspectos demostrativos y ofreció a los capitalistas información positiva sobre las oportunidades reales de rentabilidad de los nuevos cultivos. Sin embargo, la campaña de diversificación fue obstaculizada por la propia política de Estrada Cabrera. En concordancia con el carácter autocrático del régimen, utilizó el poder frecuentemente para destruir la base económica de sus posibles oponentes políticos, muchos de los cuales eran personas de alta posición financiera y con gran habilidad empresarial para operar en un mercado competitivo. Por ejemplo, según lo relata Wesley, los hermanos Samayoa, que eran importantes agricultores, concibieron la idea de explotar el aceite de té de limón; habían adquirido el equipo necesario para el negocio y plantadas las áreas de cultivo correspondientes, cuando Estrada Cabrera condicionó la autorización para cultivar y procesar el producto al hecho de que lo aceptaran como socio del proyecto. Ante eso, los hermanos Samayoa prefirieron desmantelar la maquinaria y destruir las plantaciones.

21 Una segunda obstrucción, al aliento oficial por la diversificación agrícola, provino del protagonismo que el café tuvo siempre en la vida nacional. Bastó que los precios de este producto principal volvieran a subir para que el gobierno, tranquilizado, descuidara la campaña de diversificación; de manera que los propios altibajos del mercado cafetero distorsionaron cualquier intento sostenido de promoción de otros cultivos. Como lo había hecho al principio de su administración, en 1911 Estrada Cabrera distribuyó semilla de tabaco a todos los agricultores que deseaban incursionar en este rubro. Al reportar el estado de la agricultura diversificada en su Departamento, el Jefe Político de El Progreso anunciaba orgullosamente la existencia de plantaciones de algodón, henequén y hule, incluyendo 10,000 árboles de este producto sembrados en San Agustín Acasaguastlán.

En 1914 la Dirección General de Agricultura envió 150 plantas de uva al Departamento de Zacapa, con el propósito de iniciar la producción de vino. Paralelamente a las acciones oficiales, algunos inversionistas privados realizaron esfuerzos en el sector agrícola no tradicional. Un solicitante requirió una gran concesión de tierra en el Departamento de Huehuetenango, con el propósito de empezar a gran escala el cultivo de la soya; además, se realizaron inversiones privadas significativas en la ganadería. Las repercusiones de la Guerra Mundial arruinaron la campaña de diversificación, ya que se restringió el crédito, se hizo difícil el transporte centroamericano y quedaron bloqueados los mercados internacionales. Cuando recrudeció el conflicto bélico y los países involucrados demandaron grandes cantidades de alimentos, los agricultores guatemaltecos, que no pudieron sobreponerse al primer impacto de la guerra, no estaban en condiciones de responder a esos mercados potencialmente favorables. En 1912 se realizó un censo agropecuario y ocho años más tarde, el 21 de mayo de 1920, se creó el Ministerio de Agricultura, una de cuyas prioridades consistió en realizar el trabajo estadístico necesario para el fomento agrícola. El censo de 1912 había sido realizado de modo tan deficiente que los archivos existentes resultaron inútiles, por lo que este Ministerio tuvo que comenzar un nuevo levantamiento de datos.

Educación y propaganda

Dentro de los programas experimentales impulsados por el gobierno en su campaña de diversificación agrícola, en 1907 se creó un jardín en la ciudad de Guatemala, el cual estaría destinado a ensayar diversos tipos de cereales, forrajes, papas, café y árboles frutales. Un año después se pudo comprobar que la variedad de zonas climáticas existentes en el país, hacía la parcela prácticamente inútil como experimento a escala nacional, de manera que se crearon tantas estaciones como lo requerían las diferentes zonas ecológicas. En 1909, cuando se fundó el Departamento de El Progreso, el gobierno estableció dos parcelas demostrativas con el propósito expreso de desarrollar el cultivo del tabaco en dicha región. Para utilizar las parcelas como centros de formación se decretó que cada estación debería pagar un experto extranjero, con el fin de que instruyera a los agricultores locales designados por los jefes políticos. A pesar de que en 1878 la Sociedad Económica de Guatemala había fundado la Escuela de Agricultura, que dos años más tarde fue incorporada al Ministerio de Instrucción Pública, el funcionamiento de la educación formal agrícola fue deficiente y no tuvo influencia ni participación significativas en el desarrollo

22 agrícola nacional. Este vacío trató de llenarse con las mencionadas estaciones experimentales.

La Escuela de Agricultura inició sus actividades en la finca Tívoli, en la ciudad de Guatemala, que era propiedad de una familia de origen italiano. Más tarde se trasladó a la finca El Zapote y posteriormente a la finca Modelo, bajo la dirección del señor Bianchi, de nacionalidad suiza. La escuela, además de divulgar información técnica actualizada, tenía su propio campo de experimentación con diversos cultivos. A sus egresados se les reconocía el título de Técnico en Agricultura. En 1888 se transformó en Escuela Nacional Agronómica, creándose también tres escuelas regionales de agricultura. Se ordenó, asimismo, que se impartieran nociones de agricultura, con sus prácticas correspondientes, en todas las escuelas primarias. Es importante hacer notar que la participación de los técnicos extranjeros, cuya contratación no se tomó en cuenta hasta 1900, se limitó a la mera ejecución o asesoría de las políticas que las empresas, fincas nacionales o instituciones estatales tenían previamente establecidas.

En 1921 se creó la Escuela Nacional de Agricultura, dependiente del Ministerio específico, con sede inicialmente en la finca La Aurora de la ciudad de Guatemala y trasladada primero a La Alameda, Chimaltenango, y finalmente a Bárcenas. El título que otorgaba era el de Perito Agrónomo. El gobierno trató de que se divulgaran conceptos científicos, tales como clasificación de suelos, biología de plantas, información climática, composición de suelos y mecanización, tanto a través de los centros de instrucción como por medio de diversas publicaciones y estudios.

Con el objeto principal de atraer la atención de potenciales inmigrantes e inversionistas de capital, dispuestos a incorporarse al desarrollo agrícola del país, Estrada Cabrera impulsó programas de propaganda en el extranjero y se interesó en la participación guatemalteca en exposiciones internacionales. Estas exposiciones, al mismo tiempo que eran un excelente foro para mostrar la riqueza agrícola del país, servían también de publicidad que motivaba a los extranjeros a aprovechar las oportunidades que el desarrollo de la agricultura ofrecía en Guatemala. Una exhibición típica incluía diversidad de frutas frescas, maderas, plantas medicinales y ornamentales. La labor publicitaria iba dirigida a familiarizar los mercados extranjeros con los productos agrícolas guatemaltecos, así como las inmejorables condiciones de inversión que representaban la disponibilidad de mano de obra barata, pagadera con dinero devaluado, la facilidad para la adquisición de tierras y el ofrecimiento de los favores oficiales, sobre todo en los rubros del banano y el azúcar. En cuanto a propaganda interna, el gobierno motivó a los sastres sobre las ventajas del algodón, distribuyó libros editados en el extranjero y, por medio del efímero Boletín Agrícola, bombardeó por breve tiempo a la nación con publicaciones que alababan las virtudes de seleccionar cultivos diferentes al café. Algunas veces una evaluación subjetiva del valor de las plantas nativas contribuyó a tomar algunas medidas equivocadas, como fue el caso del fomento de los árboles de caucho, cuya producción era de menor calidad que las variedades comerciales foráneas, o la insistencia en el agave, planta que el gobierno promocionó como fuente de cordelería, pero cuya fibra no tenía el largo necesario que requerían las especificaciones del mercado.

23

La caña de azúcar

Desde 1880 el cultivo de la caña de azúcar tuvo relativa importancia, pero su expansión estuvo limitada por los gravámenes fiscales, por medio de los cuales se trataba de orientar la producción preferentemente hacia el mercado local. Se comercializaba la panela de color oscuro, obtenida por ebullición simple del jugo de caña, que se dejaba reposar a continuación. Este producto, de gran demanda sobre todo entre la población indígena, se vendía en bloques de cuatro libras. También el azúcar refinada formaba parte de los hábitos de consumo, como se deduce del hecho de que, a partir de 1900, varios ingenios de la Costa del Pacífico instalaron centrífugas para producirla. Aunque la caña de azúcar se cultivaba en casi todas las regiones del país, las plantaciones importantes se concentraban en pocos lugares, entre ellos el Departamento de Escuintla, donde se producían tres cuartas partes del azúcar refinada y buena cantidad de panela que por aquel entonces constituía un artículo de mayor demanda que el azúcar refinado.

Durante el gobierno de Estrada Cabrera las exportaciones de azúcar presentaron un mejor panorama, gracias principalmente a la escasez mundial provocada por la Primera Guerra Mundial, circunstancia que significó un repunte en el volumen de ventas que el país hacía al exterior desde algunos años atrás. La promoción del cultivo se intensificó precisamente en la coyuntura de un mercado internacional cada vez más receptivo, que pagaba altos precios por el producto. En 1915, por ejemplo, el Diario de Centro América informaba que Francia ofrecía buenos precios para el azúcar guatemalteco. Lamentablemente, la severa escasez local de alimentos obligó al gobierno a poner control de precios y a limitar las exportaciones de este producto. Estas, sin embargo, continuaron efectuándose, pues los productores compraron a oficiales del gobierno excepciones a las restricciones de exportación y, puesto que los precios mundiales eran superiores a los que pagaba el mercado local, las existencias locales se desviaron hacia el exterior.

Otro factor que influyó notablemente en el crecimiento de la producción azucarera local fue la Revolución Mexicana (1910-1917). La Guerra Mundial había roto los estrechos lazos económicos que tradicionalmente unían a Guatemala con los mercados alemanes, dejando a la nación no sólo sin su mejor cliente sino desprovista también de capital y fuentes de crédito. El desorden y falta de garantías prevalecientes en México a raíz de los acontecimientos que rodearon su revolución, desestimularon las inversiones en ese país, algunas de las cuales se orientaron hacia la seguridad que ofrecía Guatemala. De conformidad con las nuevas perspectivas de desarrollo, productores y exportadores de azúcar introdujeron en el país, durante las décadas de 1920 y 1930, variedades de caña provenientes de las Islas Barbados, Islas Vírgenes, Hawai y Java. Una de éstas era la línea POJ-36, proveniente de Java, cuyas características respondían a las cualidades de las cañas nobles (tallo morado y rayado, alto porcentaje de sacarosa y poca fibra), la cual mostraba resistencia a la enfermedad del mosaico y daba buenos rendimientos. A partir de 1940 se introdujeron nuevas variedades, pero no se adaptaron a las condiciones ecológicas del país, por lo que la línea POJ-36 continuó siendo, por su excelente adaptación y resultados, la más utilizada.

24 En 1932 se estableció un consorcio azucarero integrado por los ingenios Pantaleón, Concepción, El Baúl, El Salto, Mirandilla, San Diego, Santa Teresa, Los Cerritos, Santa Cecilia, Mauricio, Palo Gordo y Tululá. La industria del azúcar recibió un gran impulso, que se tradujo en una producción, por parte del consorcio, de 500,000 quintales ese año, con exportaciones adicionales de panela y azúcar amarilla a Europa y Estados Unidos. El precio que el mercado internacional pagó por libra de azúcar fue de 22 centavos de dólar estadounidense. Las cifras de producción de azúcar hasta 1920 son muy difíciles de establecer, ya que los reportes varían de uno a otro. En 1920 se registró una producción total de un millón y medio de cargas de panela y de 300,000 quintales de azúcar blanca. En los siguientes años, la producción osciló entre 500,000 y un millón de quintales, y se situó durante la década de 1930 en niveles mínimos de 600,000 y máximos de 750,000 quintales.

El algodón, la ganadería y otros productos

La importación de algodón representó uno de los gastos que afectaron las pocas reservas de oro disponibles durante las diversas crisis del café. El ejemplo de las moderadas exportaciones que Guatemala hizo durante la guerra civil estadounidense (1861-1864), había demostrado claramente las posibilidades y las ventajas de producir y comercializar este producto. Además, la fábrica textil establecida desde 1876 en Cantel, Quezaltenango, ofrecía un importante mercado local al cultivo de ese producto. Por su parte, Erwin Dieseldorff, conocido caficultor alemán, reconoció las posibilidades de la industria textil a base de algodón producido en el país, e importó equipo para hilar en espera de producir en sus propias tierras la materia prima. Aunque el plan fracasó por la poca adaptabilidad del cultivo en Alta Verapaz, la producción proveniente de otras zonas permitió continuar con la operación de la fábrica.

Como parte de los esfuerzos del gobierno para familiarizar a los agricultores con siembras alternativas, en 1908 se ordenó sembrar algodón en todas las tierras municipales que poseían clima apropiado para ello, debiéndose plantar un mínimo de seis cuerdas por municipalidad. Desafortunadamente, lo limitado de las áreas de cultivo sólo corroboró el escepticismo de los agricultores sobre las perspectivas de este negocio. En otros lugares los experimentos fracasaron por falta de adaptación de las siembras a las condiciones climáticas, y en algunos casos las plagas de insectos arruinaron las cosechas. En opinión de un Jefe Político, los cultivos de algodón habían fallado por desastres naturales y porque las semillas que había distribuido la Dirección General de Agricultura eran de mala calidad. En Baja Verapaz, otro funcionario achacó el problema al hecho de que las tierras de esa región eran inapropiadas para el cultivo. Sin embargo, en algunas partes la experimentación fue exitosa y se reportaron buenas cosechas. Lo más provechoso consistió en que, a través de estas pruebas, se logró aislar algunas variedades de buena adaptabilidad climática y resistencia a plagas, lo que permitió abrigar expectativas sobre el desarrollo del algodón en el país, como efectivamente sucedió años más tarde.

En cuanto a la ganadería, desde el tiempo de se realizaron esfuerzos por mejorar las razas. Los lugares tradicionales de desarrollo de ganado vacuno estuvieron situados en la Costa del Pacífico, en jurisdicción de Escuintla y Santa Rosa. La calidad de las vacas, predominantemente de tipo criollo y peso liviano, era insatisfactoria en términos

25 generales, así como la de caballos y cerdos, cuyas crianzas no incluían selección ni mejoramiento de raza. En el Altiplano se mantuvo el ganado de ovejas, como ya era costumbre. Guatemala importaba ganado de Chiapas y Honduras, y lo pagaba con plata, pero al escasear ésta el suministro se detuvo, pues los productores extranjeros no aceptaron el peso devaluado como intercambio por sus animales. La falta de carne atrajo algunas inversiones privadas hacia este rubro y así, en 1915, el país importó más de 4,000 toros de raza, en un esfuerzo por mejorar la calidad genética de los animales nativos, y asegurar el crecimiento de la producción ganadera. Cuando algunas fincas estuvieron en capacidad de hacerlo, comenzaron a exportar hacia Estados Unidos, ignorando la escasez local de carne. Sin embargo, las restricciones de cuarentena a las que era sometido en ese país el ganado guatemalteco, y los altos impuestos con que el gobierno gravó las exportaciones por la necesidad de preservar adecuado suministro para el consumo interno, desestimularon el desarrollo del sector. Estrada Cabrera, por otra parte, mostró siempre escaso interés en otorgar a la ganadería las excepciones de las que otros productores se beneficiaron en ese tiempo.

Durante los decenios de 1920 y 1930 la exportación de madera fue una fuente considerable de ingreso de divisas, así como la explotación del chicle del Departamento de Petén, artículo de buena demanda en Estados Unidos. Finalmente, es importante indicar que, en 1917, Oscar Majus Kloeffer, agricultor alemán, trajo semilla de cardamomo para plantarla en Alta Verapaz, y que, durante todo este período, se exportaron algunas cantidades de pimienta negra, canela y citronela. El henequén y algunas variedades de agave fueron producidos fundamentalmente para proveer de envases y cuerdas a la industria cafetera. El tabaco tuvo que ser importado durante todo el gobierno de Estrada Cabrera, a pesar de que se promovió su cultivo.

Conclusiones

La agricultura en Guatemala, de 1898 a 1944, estuvo caracterizada por la continuidad de las políticas introducidas al país a partir de 1871. En cuanto a la caficultura, primer rubro de dicha actividad, su desarrollo y supervivencia en las épocas de crisis se basaron en la explotación de la población indígena y ladina pobre, obligada a trabajar, a través de leyes de forzamiento, claro o encubierto, de trabajo; los salarios fueron siempre bajos y pagados con monedas continuamente devaluadas, sobre todo durante los 22 años del régimen de Estrada Cabrera. En este período se mantuvo la política de entrega de tierras a particulares, especialmente a parientes y amigos de las autoridades de gobierno y a los militares que apoyaban al gobernante de turno. En forma esporádica también se entregaron tierras a las comunidades indígenas, con el propósito de calmar las agitaciones sociales y fomentar la producción de alimentos. Cuando hubo necesidad de apoyar la diversificación de la producción para el mercado externo, se adjudicaron grandes extensiones de tierra, junto con sus recursos naturales, a compañías extranjeras, que produjeron y exportaron banano principalmente. Según las Memorias de la Secretaría de Fomento, en 1928 la tierra en manos de extranjeros representaba el 41.6% del total de las propiedades agrícolas. La práctica de regalar tierras desde el poder trajo como consecuencia una pobre rentabilidad de los cultivos de exportación en propiedad de nacionales, por la ineficiencia de éstos. Por el

26 contrario, en el caso específico del cultivo del café, en 1913, los hacendados alemanes, que tenían sólo el 9% de las fincas, producían el 40% de todo el grano nacional. Un factor de la baja productividad de las tierras en manos de guatemaltecos consistía en que sólo un promedio del 12% de éstas se encontraba cultivado, cosa que sucedió principalmente en los Departamentos de San Marcos, Quezaltenango, Sololá y Totonicapán.

Como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial, y bajo la presión de Estados Unidos, el gobierno de Ubico intervino los bienes de los alemanes, los que incluían 200 fincas de café. Con esta medida terminó el dominio alemán, característico de todos aquellos años. Las constantes crisis del grano, ocasionadas por las fluctuaciones de los mercados internacionales y de una manera especial por las dos guerras mundiales, indujeron a los gobiernos a impulsar la producción agropecuaria diversificada. De esta manera se incentivó el cultivo de banano, algodón, caña de azúcar, ganadería y unos cuantos más, pero las políticas personalistas de los gobernantes impidieron que se alcanzara el éxito esperado. Los mismos problemas del monocultivo del café y de la falta de divisas para importar alimentos, obligaron a apoyar la agricultura de subsistencia como estrategia para romper el ciclo de escasez alimenticia, fenómeno repetido en el país frecuentemente por diversas razones.

Tanto los programas de diversificación como los de agricultura de subsistencia dieron un moderado impulso a ciertos programas experimentales, por medio de pruebas de diversos cultivos promisorios, que se establecieron en diferentes regiones; al mismo tiempo, se apoyó la capacitación agrícola informal y se sostuvo el funcionamiento de la Escuela Nacional Central de Agricultura, establecida en 1888. A las dificultades del mercado externo se añadió en ocasiones el flagelo de la plaga de langosta, lo que ocasionó, entre los años de 1916 y 1917, el primer intento de aplicación de un control de plagas, en el cual se trató de combinar el control químico, biológico y mecánico, pero sin orientación técnica y con pocos resultados. Entre los cultivos alternativos, tuvo especial importancia el impulso de la caña de azúcar y se introdujeron variedades mejoradas provenientes de Hawai, Barbados, Islas Vírgenes y Java. En 1932 se estableció un consorcio azucarero integrado por 12 ingenios.

También el arroz fue objeto de mejoramiento, gracias a la distribución de semillas extranjeras, entre las que destacaban las variedades Blue-Bonnet-50, Blue Belle, JR-22 y CICA-4, que se usaron ordinariamente en la producción arrocera hasta la década de 1970. En el período bajo estudio se inició, desde 1908, el cultivo de algodón con finalidades comerciales, con lo que se adquirió una valiosa experiencia sobre suelos adecuados y variedades más apropiadas, lo cual apuntaló posteriormente el auge alcanzado por este producto a partir de 1945.

Finalmente, cabe señalar el estancamiento del sector agrícola durante el gobierno de Ubico, en el cual aumentó la concentración de la tierra. La mayoría de la población siguió sumida en la pobreza, a pesar de los grandes beneficios que representó para las arcas nacionales la intervención de los bienes alemanes, los cuales tenían un valor de más de 50 millones de dólares, cifra cuatro veces superior a los presupuestos nacionales de esa época.

27