Actas del I Congreso Internacional de Lengua, Literatura y Cultura Española: La Didáctica de la Enseñanza para Extranjeros

EL ESTILO DE LARRA. POSIBILIDADES PARA LAS CLASES DE LITERATURA ESPAÑOLA

* RICARDO RODRIGO MANCHO

Universitat de València

—una palabra sola es a veces palanca suficiente a levantar la muchedumbre, inflamar los ánimos y causar en las cosas una revolución“

En esta convicción se resume la extrema fascinación lingüística de Mariano José de Larra. Él es un hombre de amplia formación y un auténtico innovador del lenguaje, en la línea de Quevedo y Cervantes, que convierte la palabra en el centro del quehacer literario y que explora las posibilidades expresivas para extraer todo el juego de significaciones. Larra atrae por sus ideas políticas, por su concepción de España, por su defensa de la libertad. Pero asombra y deleita sobre todo por la capacidad de manipulación verbal que recorre toda su prosa periodística. Aquí es donde aflora su talante poético, teñido frecuentemente del humor suave o del sarcasmo, estrategias esenciales para expresar el gozo y el dolor de vivir.

El amor a la palabra y su especial sensibilidad se manifiestan en las caricaturas con que arremete contra el mediocre criterio lingüístico de la prensa de su tiempo. El joven literato llamado Marcelo (de —El café“) se hace cruces ante la negligencia de los diaristas a la hora de insertar los anuncios. Su pequeño repertorio de pifias contiene frases como —se venden zapatos para muchachos rusos“ o —un matrimonio sin hijos, que saben servir perfectamente bien, desean colocarse“; más gracia tiene la que dice —se venden medias negras inglesas de estambres lisas de hombre y mujer de superior calidad“.

* RODRIGO MANCHO , Ricardo. —El estilo de Larra. Posibilidades para las clases de literatura española“. En: Actas del I Congreso Internacional de Lengua, Literatura y Cultura Española: La Didáctica de la enseñanza para extranjeros. Onda: JMC, 2007. p. 83-105. ISBN: 978-84-611-8316-6.

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La cabecera del periódico es ya un guiño acertado y rotundo, como es posible comprobar en el titulado El Pobrecito Hablador (1832-1833), que, compuesto de catorce entregas, está redactado exclusivamente por Larra. Bajo el pseudónimo del —Bachiller D. Juan Pérez de Munguía“ y con el pretexto de comunicarse con los —Batuecos“, el articulista señala el secular aislamiento de sus compatriotas, su primitivismo y atraso con respecto a la civilización europea; haciendo uso de este inteligente recurso para satirizar el régimen de cerrazón y censura de la sociedad española.

Frecuentemente el título de sus artículos es todo un acierto cargado de intención, y en ocasiones un magnífico resumen del contenido: —Cuasi“ es la imagen de una España a medio hacer; —El casarse pronto y mal“ sintetiza amargamente su propia experiencia; —El día de difuntos de 1836“ preludia la desesperanza del autor; —Vuelva usted mañana“ se ha convertido en una expresión que se utiliza para resumir la ancestral pereza nacional; —El castellano viejo“ analiza la rudeza, el casticismo acrítico y las costumbres anacrónicas que hacen inviable el progreso y retardan el cosmopolitismo…

Tras el título, la primera tarea del articulista es la de elegir el encuadre. El hilo conductor de —El café“ lo traza un personaje independiente y solitario que se introduce en un café, observa a sus clientes y registra sus conversaciones. El artículo —Literatura“ nace con la voluntad de formular una personal concepción del Romanticismo… A veces le anima la simple crónica (—La cuestión transparente“); otras, la narración de un cuento gracioso (—El hombre menguado“); en ocasiones quiere dar un matiz de irrealidad y fantasía para lo que emplea el sueño, la mascarada, la pesadilla de raíz quevedesca (—El fin de fiesta“, —Los tres no son más que dos“, —Cuasi“). Ocasionalmente utiliza la reseña teatral para convertir a los seres humanos en personajes de comedia (—Un procurador o la honrada“). Y también domina el recurso epistolar (—Dios nos asista“, —Buenas noches“).

A pesar de la ostentación de citas en griego, latín y francés, Larra, consciente de que escribe para un público heterogéneo, bucea con acierto en la paremiología de la lengua. La inclusión de este repertorio de locuciones idiomáticas (—se me cayó el alma a los pies“, —dejar en el tintero“, —plantarle una fresca al lucero del alba“ —desnudar a un santo para vestir a otro“, —tomar cartas en el asunto“, —sabía dónde le apretaba el zapato“,

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—quien mucho abarca poco aprieta“, —por un quítame allá esas pajas“) confirma la voluntad de Larra de convertir el lenguaje conversacional en objeto de la creación literaria. Esta fusión entre el registro coloquial y el literario es uno de los logros más importantes de las novelas contemporáneas, mérito que apreció Clarín (1912, 108) al afirmar certeramente que —Galdós es maestro en este difícil arte de hacer hablar a cada cual como debe; pero en La desheredada ha llevado su habilidad tan lejos, que casi puede decirse que es éste el principal mérito de la obra“. Tan arraigado es este afecto que, en ocasiones, Larra utiliza frases hechas como pretexto para analizar la realidad española. La locución familiar —Nadie pase sin hablar al portero. Dios nos asista“ será motivo para iniciar una brillante meditación sobre la política de Mendizábal. Y el mismo propósito le lleva a analizar la fórmula tópica de —En este país…“ ( Revista Española , 30-4-1833). Con frecuencia se oyen frases del tipo —cosas de España“, —no tenemos arreglo“, —España es diferente“, para justificar la inacción, la pereza intelectual o el continuismo apologético. En cambio Larra propone un patriotismo crítico y constructivo:

Hay en el lenguaje vulgar frases afortunadas que nacen en buena hora y que se derraman por toda una nación, así como se propagan hasta los términos de un estanque las ondas producidas por la caída de una piedra en medio del agua. Muchas de este género pudiéramos citar, en el vocabulario político sobre todo: En este país … Esta es la frase que todos repetimos a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. –¿Qué quiere usted? –decimos–. ¡En este país!… Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarlo perfectamente con la frasecilla: ¡Cosas de este país! , que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos. Borremos, pues, de nuestro lenguaje la humillante expresión que no nombra a este país sino para denigrarle; volvamos los ojos atrás, comparemos y nos creeremos felices. Si alguna vez miramos adelante y nos comparamos con el extranjero, sea para prepararnos un porvenir mejor que el presente, y para rivalizar en nuestros adelantos con los de nuestros vecinos: sólo en este sentido opondremos nosotros en alguno de nuestros artículos el bien de fuera al mal de dentro. Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos. Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades. Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento ¡Cosas de España! , contribuya cada cual a las mejoras posibles.

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Larra maneja el idioma con tanta habilidad que incluso es capaz de dar nuevo sentido a clichés bíblicos: en —La Nochebuena de 1836“ ( El Redactor General , 26-12-1836), consigue que en un contexto sorprendente, la expresión evangélica cobre un significado grandioso:

El número 24 me es fatal: si tuviera que probarlo diría que en día 24 nací. Doce veces al año amanece sin embargo un día 24; soy supersticioso, porque el corazón del hombre necesita creer algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer; sin duda por esa razón creen los amantes, los casados y los pueblos a sus ídolos, a sus consortes y a sus Gobiernos, y una de mis supersticiones consiste en creer que no puede haber para mí un día 24 bueno. El día 23 es siempre en mi calendario víspera de desgracia, y a imitación de aquel jefe de policía ruso que mandaba tener prontas las bombas las vísperas de incendios, así yo desde el 23 me prevengo para el siguiente día de sufrimiento y resignación, y, en dando las doce, ni tomo vaso en mi mano por no romperle, ni apunto carta por no perderla, ni enamoro a mujer porque no me diga que sí, pues en punto a amores tengo otra superstición: imagino que la mayor desgracia que a un hombre le puede suceder es que una mujer le diga que le quiere. Si no la cree es un tormento, y si la cree... ¡Bienaventurado aquel a quien la mujer dice «no quiero», porque ése a lo menos oye la verdad!

Este procedimiento será también utilizado por Borges en el —Poema de los dones“. Borges prefiere las palabras habituales a las palabras asombrosas, intercala pequeñas incertidumbres y hace convivir la prosa con el verso. Con todo, la principal argucia consiste en completar, desde una nueva ética, como ya hizo Larra, el famoso Sermón de la Montaña.

FRAGMENTOS DE UN EVANGELIO APÌCRIFO (Elogio de la sombra , 1969) 3. Desdichado el pobre en espíritu, porque bajo la tierra será lo que ahora es en la tierra. 4. Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto. 5. Dichosos los que saben que el sufrimiento no es una corona de gloria. 6. No basta ser el último para ser alguna vez el primero. 7. Feliz el que no insiste en tener razón, porque nadie la tiene o todos la tienen. 8. Feliz el que perdona a los otros y el que se perdona a sí mismo. 9. Bienaventurados los mansos, porque no condescienden a la discordia. 10. Bienaventurados los que no tiene hambre de justicia, porque saben que nuestra suerte, adversa o piadosa, es obra del azar, que es inescrutable. 11. Bienaventurados los misericordiosos, porque su dicha está en el ejercicio de la misericordia y no en la esperanza de un premio. 12. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ven a Dios.

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13. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque les importa más la justicia que su destino humano. 14. Nadie es la sal de la tierra; nadie en algún momento de la vida no lo es. 15. Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá. 16. No hay mandamiento que no pueda ser infringido, y también los que digo y los que los profetas dijeron. 17. El que matare por la causa de la justicia, o por la causa que él cree justa, no tiene culpa. 18. Los actos de los hombres no merecen ni el fuego ni los cielos. 19. No odies a tu enemigo, porque si lo haces, eres de algún modo su esclavo. Tu odio nunca será mejor que tu paz. 20.Si te ofendiere tu mano derecha, perdónala; eres tu cuerpo y eres tu alma y es arduo , o imposible, fijar la frontera que los divide... 24 No exageres el culto de la verdad; no hay hombre que al cabo de un día, no haya mentido con razón muchas veces. 25. No jures, porque todo juramento es un énfasis. 26. Resiste al mal, pero sin asombro y sin ira. A quien te hiriere en la mejilla derecha, puedes volverle la otra, siempre que no te mueva el temor. 27. Yo no hablo de venganza ni de perdones; el olvido es la única venganza y el único perdón. 28. Hacer el bien a tu enemigo puede ser obra de justicia y no es arduo; amarlo, tarea de ángeles y no de hombres. 29. Hacer el bien a tu enemigo es el mejor modo de complacer tu vanidad. 30. No acumules oro en la tierra, porque el oro es padre del ocio, y éste, de la tristeza y del tedio. 31. Piensa que los otros son justos o lo serán, y si no es así, no es tuyo el error. 32. Dios es más generoso que los hombres y los medirá con otra medida. 33. Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar. 34. Busca por el agrado de buscar, no por el de encontrar... 39. La puerta es la que elige, no el hombre. 40. No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores. 41. Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena... 47. Feliz el pobre sin amargura o el rico sin soberbia. 48. Felices los valientes, los que aceptan con ánimo parejo la derrota o las palmas. 49. Felices los que guardan en la memoria palabras de Virgilio o de Cristo, porque éstas darán luz a sus días. 50. Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. 51. Felices los felices.

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El dinamismo de Larra se manifiesta en la yuxtaposición de voces y más voces, muy en la línea de las enumeraciones caóticas descritas por Leo Spitzer al estudiar la poesía de Pedro Salinas. En el artículo —Ya soy redactor“ ( La Revista Española , 19-3-1833), el periodista acumula los términos que constituyen el argot y la confusión de la época. El gozo de sentirse redactor y el miedo ante el papel en blanco se condensan en una especie de vomitera lingüística:

Política y más política. ¿Qué otro recurso me queda? Verdad es que de política no entiendo una palabra. Pero ¿en qué niñerías me paro? ¡Si seré yo el primero que escriba política sin saberla! Manos a la obra; junto palabras y digo: «conferencias, protocolos, derechos, representación, monarquía, legitimidad, notas, usurpación, cámaras, cortes, centralizar, naciones, felicidad, paz, ilusos, incautos, seducción, tranquilidad, guerra, beligerantes, armisticio, contraproyecto, adhesión, borrascas políticas, fuerzas, unidad, gobernantes, máximas, sistemas, desquiciadores, revolución, orden, centros, izquierda, modificación, bill, reforma», etc., etc., etc. Ya hice mi artículo, pero ¡oh cielos! El editor me llama.

Y en —El día de difuntos de 1836“, la enumeración caótica intensifica el efecto desolador de nuestro autor. Con sólo unas pocas palabras se expresa la fractura de la sociedad española y el desamparo y la pesadilla del protagonista:

¡Fuera exclamé, la horrible pesadilla, fuera! ¡Libertad! ¡Constitución! ¡Tres veces! ¡Opinión nacional! ¡Emigración! ¡Vergüenza! ¡Discordias! Todas estas palabras parecían repetirme a un tiempo los últimos ecos del clamor general de las campanas del día de Difuntos de 1836.

La poesía del siglo XX explorará las posibilidades dinámicas y expresivas de este recurso poético. La última estrofa del poema —Se querían“ de Vicente Aleixandre ( La destrucción o el amor , 1935) refuerza el gozo y la felicidad del amor:

SE QUERÈAN Se querían. Sufrían por la luz, labios azules en la madrugada, labios saliendo de la noche dura, labios partidos, sangre, ¿sangre dónde? Se querían en un lecho navío, mitad noche, mitad luz.

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Se querían como las flores a las espinas hondas, a esa amorosa gema del amarillo nuevo, cuando los rostros giran melancólicamente, giralunas que brillan recibiendo aquel beso.

Se querían de noche, cuando los perros hondos laten bajo la tierra y los valles se estiran como lomos arcaicos que se sienten repasados: caricia, seda, mano, luna que llega y toca.

Se querían de amor entre la madrugada, entre las duras piedras cerradas de la noche, duras como los cuerpos helados por las horas, duras como los besos de diente a diente sólo.

Se querían de día, playa que va creciendo, ondas que por los pies acarician los muslos, cuerpos que se levantan de la tierra y flotando... Se querían de día, sobre el mar, bajo el cielo.

Mediodía perfecto, se querían tan íntimos, mar altísimo y joven, intimidad extensa, soledad de lo vivo, horizontes remotos ligados como cuerpos en soledad cantando.

Amando. Se querían como la luna lúcida, como ese mar redondo que se aplica a ese rostro, dulce eclipse de agua, mejilla oscurecida, donde los peces rojos van y vienen sin música.

Día, noche, ponientes, madrugadas, espacios, ondas nuevas, antiguas, fugitivas, perpetuas, mar o tierra, navío, lecho, pluma, cristal, metal, música, labio, silencio, vegetal, mundo, quietud, su forma. Se querían, sabedlo.

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No obstante, las personales acuñaciones verbales de Larra se sustentan en la fuerza semiótica del humor y la eutrapelia (o broma amable). Una de sus formas humorísticas consiste en el cierre de la sentencia mediante una segunda cláusula oracional sorprendente, impredecible y, en su caso, poética: —Uno de mis amigos... que algún nombre he de dar“, —ahora se puede hablar claro y sin rodeos todo lo que se piensa, cuando se piensa“. La inteligencia y la ironía se combinan para presagiar la imagen machadiana de las dos Españas, imagen que Larra anticipa cien años atrás: —Nuestra España, que Dios guarde (de sí misma sobre todo)“, —Aquí yace media España: murió de la otra media“.

La poesía contemporánea explora en este territorio de la quiebra de las expectativas, digamos, —naturales“. Carlos Bousoño denomina a esta figura retórica —ruptura de sistema“, y remite al lector actual a la poesía de Blas de Otero.: en el poema —Juicio final“ ( Pido la paz y la palabra , 1955), si el lector se deja llevar por la inercia del comienzo (—Yo pecador...), no tarda en sorprenderse al descubrir que el poeta justifica sus sombras y sus pecados y que no se arrepiente de haber vivido en su dimensión humana (—Pequé. No me arrepiento“):

JUICIO FINAL Yo, pecador, artista del pecado, comido por el ansia hasta los tuétanos, yo, tropel de esperanza y de fracasos, estatua del dolor, firma del viento. Yo, pecador, en fin, desesperado, de sombras y de sueños: me confieso que soy un hombre en situación de hablaros de la vida. Pequé. No me arrepiento. Nací para narrar con estos labios que barrerá la muerte un día de éstos, espléndidas caídas en picado del bello avión aquel de carne y hueso. Alas arriba disparó los brazos, alardeando de tan alto invento;

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plumas de níquel: escribid despacio. Helas aquí, hinchadas en el suelo. Éste es mi sitio. Mi terreno. Campo de aterrizaje de mis ansias. Cielo al revés. Es mi sitio y no lo cambio por ninguno. Caí. No me arrepiento. Èmpetus nuevos nacerán, más altos. Llegaré por mis pies -¿para qué os quiero?- a la patria del hombre: al cielo raso de sombras ésas y de sueños esos.

En otro de sus famosos poemas, —Nadando y escribiendo en diagonal“ ( Que trata de España , París, 1964), el autor sigue este mismo recurso al manipular el famoso eslogan larriano de —Escribir en Madrid es llorar“. El artículo en cuestión, titulado —Horas de invierno“ ( El Español , nº 420, 25 de diciembre de 1836), es uno de los más desesperados que jamás escribiera Larra porque en él expresa la pérdida progresiva de la fe en el terreno de la creación literaria:

El genio ha menester del laurel para coronarse; y ¿dónde ha quedado entre nosotros un vástago de laurel para coronar una frente? El genio ha menester del eco, y no se produce eco entre las tumbas. Escribir y crear en el centro de la civilización y de la publicidad, como Hugo y Lherminier, es escribir. Porque la palabra escrita necesita retumbar; y como la piedra lanzada en medio del estanque, quiere llegar repetida de onda en onda hasta el confín de la superficie; necesita irradiarse, como la luz, del centro a la circunferencia. Escribir como Chateaubriand y Lamartine en la capital del mundo moderno es escribir para la humanidad; digno y noble fin de la palabra del hombre, que es dicha para ser oída. Escribir como escribimos en Madrid es tomar una apuntación, es escribir en un libro de memorias, es realizar un monólogo desesperante y triste para uno solo. Escribir en Madrid es llorar, es buscar voz sin encontrarla, como en una pesadilla abrumadora y violenta. Porque no escribe uno siquiera para los suyos. ¿Quiénes son los suyos? ¿Quién oye aquí? ¿Son las academias, son los círculos literarios, son los corrillos noticieros de la Puerta del Sol, son las mesas de los cafés, son las divisiones expedicionarias, son las pandillas de Gómez, son los que despojan, o son los despojados?

El poeta altera las piezas de Larra para hablarnos de la falta de libertad de expresión, del deterioro social y de la hipocresía de la conducta individual en unas circunstancias políticas que en España obligan a falsear la realidad. Esta faceta de la autocensura se manifiesta en el ya elocuente título del poema: —Nadando y escribiendo en diagonal“:

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NADANDO Y ESCRIBIENDO EN DIAGONAL Escribir en España es hablar por no callar lo que ocurre en la calle, es decir, a medias palabras catedrales enteras de sencillas verdades olvidadas o calladas y sufridas a fondo, escribir es sonreír con un puñal hincado en el cuello, palabras que se abren como verjas enmohecidas de cementerio, álbumes de familia española: el niño, la madre, y el porvenir que te espera si no cambias las canicas de colores, las estampitas y los sellos falsos, y aprendes a escribir torcido y a caminar derecho hasta el umbral iluminado, dulces álbumes que algún día te amargarán la vida si no los guardas en el fondo del mar donde están las llaves de las desiertas playas amarillas yo recuerdo la niñez como un cadáver de niño junto a la orilla, ahora ya es tarde y temo que las palabras no sirvan para salvar el pasado por más que braceen incansablemente hacia otra orilla donde la brisa no derribe los toldos de colores.

La modernidad de Larra es patente al comprobar que él también había jugado con palabras y frases ajenas. Fernando VII había dicho en 1820, al triunfar la revolución liberal: —Marchemos francamente y yo el primero por la senda constitucional“. Como buen analista político Larra comprende la falsedad y la hipocresía del monarca, y transforma sus palabras en una nueva y rotunda declaración: —Marchemos francamente y yo el último por la senda del destierro“. Es evidente que el efecto humorístico de estas travesuras se pierde cuando el lector desconoce el referente fundamental.

El humor y la amargura se encuentran estrechamente enlazados en los artículos de Larra. Utiliza con asiduidad la lítote o expresión atenuadora porque una locución de apariencia sencilla y humilde encierra una carga de sorprendente fuerza irónica. En —Dios nos asista“, tras haber disertado largamente y con irritación sobre la censura,

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comenta irónicamente: —Dejemos a un lado esas boberías de la libertad de imprenta, que se parece al dinero en lo indispensable y en lo filosóficamente que sin la una y sin el otro vamos trampeando“. En —Vuelva usted mañana“, expresa el sarcasmo con un guiño cómplice hacia el lector: —Dejemos esta cuestión para mañana, porque ya estarás cansado de leer hoy“. La lítote final de —Yo quiero ser cómico“ ( Revista Española , nº 34, 1 de marzo de 1833) quiere ser una reflexión sobre la pobre aspiración de los actores. El joven aspirante a la actividad histriónica, en lugar de pensar en completar su escasa formación, confía en el apuntador y en sus cuatro nociones sobre el arte dramático, así, cuando declara que especialmente sabrá quejarse de los críticos adversos, el periodista ya no tiene ninguna duda:

-¿Sabrá usted quejarse amargamente, y entablar una querella criminal contra el primero que se atreva a decir en letras de molde que usted no lo hace todas las noches sobresalientemente? ¿Sabrá usted decir de los periodistas que quién son ellos para...? -Vaya si sabré; precisamente ése es el tema nuestro de todos los días. Mande usted otra cosa. Al llegar aquí no pude ya contener mi gozo por más tiempo, y arrojándome en los brazos de mi recomendado: -¡Venga usted acá, mancebo generoso! -exclamé todo alborozado-; ¡venga usted acá, flor y nata de la andante comiquería!: usted ha nacido en este siglo de hierro de nuestra gloria dramática para renovar aquel siglo de oro, en que sólo comían los hombres bellotas y pacían a su libertad por los bosques, sin la distinción del tuyo y del mío. Usted será cómico, en fin, o se han de olvidar las reglas que hoy rigen en el ejercicio. Diciendo estas y otras razones, despedí a mi candidato prometiéndole las más eficaces recomendaciones.

La ironía y los juegos eutrapélicos con una misma palabra muestran la destreza verbal de Larra, evidente a veces en un breve apunte irónico (por ejemplo, cuando habla de las corridas de toros como de —esas fiestas donde se ejercita la ternura“) que sintetiza su originalidad artística. Otras, la utilización insistente de una palabra produce efectos humorísticos por acumulación; en el artículo —¿Qué hace en Portugal Su Majestad?“ se pregunta por la gran actividad que despliega el pretendiente don Carlos en su exilio portugués; la reiteración verbal desmonta esta idea y además toma a guasa a su héroe:

¿Hace algo en Portugal Su Majestad? ¿No ha de hacer? Hace castillos en el aire, hace tiempo, hace que hace, hace ganas de reinar, hace la digestión, hace antesala en Portugal, hace oídos de mercader, hace cólera, hace fiasco, hace plantones, hace mal

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papel, hace ascos a las balas, hace gestos, hace oración, se hace cruces... ¿Hace o no hace? Es el hombre más activo: siempre está haciendo algo.

Larra es un fino observador de la realidad y un explorador de nuevas formas literarias. Esta dualidad se manifiesta en las imágenes vulgarizantes, donde el segundo término está desprestigiado o degradado, y es en donde concentra una enérgica visión satírica y una nueva perspectiva insolente: compara la realidad española con los juegos de manos, el crédito del Estado con el termómetro y la lucidez de su criado con la del bebedor empedernido:

Verdad es que nuestro país no es de aquellos que se conocen a primera ni a segunda vista, y si no temiéramos que nos llamasen atrevidos, lo compararíamos de buena gana a esos juegos de manos sorprendentes e inescrutables para el que ignora su artificio, que estribando en una grandísima bagatela , suelen después de sabidos dejar asombrado de su perspicacia al mismo que se devanó los sesos por buscarles causas extrañas. (—Vuelva usted mañana, El Pobrecito Hablador , 14-1-1833). Miré el termómetro y marcaba muchos grados bajo cero; como el crédito del Estado (—La Nochebuena de 1836“, El Redactor General , 26-12-1836) Las doce van a dar: las campanas que ha dejado la junta de enajenación en el aire, y que en estar en el aire se parecen a todas nuestras cosas, citan a los cristianos al oficio divino. ¿Qué es esto? ¿Va a expirar el 24 y no me ha ocurrido en él más contratiempo que mi mal humor de todos los días? Pero mi criado me espera en mi casa como espera la cuba al catador, llena de vino; mis artículos hechos moneda, mi moneda hecha mosto se ha apoderado del imbécil como imaginé, y el asturiano ya no es hombre; es todo verdad. (—La Nochebuena de 1836“, El Redactor General , 26-12-1836)

El bisturí del autor se pone en acción para estudiar el comportamiento humano mediante una nueva perspectiva naturalista pseudocientífica. Remeda la biología, las ciencias naturales, el mundo zoológico y la botánica, adscribiendo las actitudes humanas al mundo de los animales o las plantas. La actitud irreverente penetra hasta los escondidos rincones de —La planta nueva o el faccioso“ ( Revista Española , nº 116, 10 de noviembre de 1833), donde muestra una insólita variedad del reino vegetal hispano:

Verdad es que hay en España muchos terrenos que producen ricos facciosos con maravillosa fecundidad; país hay que da en un solo año dos o tres cosechas; puntos conocemos donde basta dar una patada en el suelo, y a un volver de cabeza nace un faccioso. Nada debe admirar por otra parte esta rara fertilidad, si se tiene presente que el faccioso es fruto que se cría sin cultivo, que nace solo y silvestre entre matorrales, y que así se aclimata en los llanos como en los altos; que se trasplanta con facilidad y que es tanto más robusto y rozagante cuanto más lejos está de población. Esto no es decir que

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no sea también en ocasiones planta doméstica; en muchas casas los hemos visto y los vemos diariamente, como los tiestos en los balcones, y aun sirven de dar olor fuerte y cabezudo en cafés y paseos. El hecho es que en todas partes se crían; sólo el orden y el esmero perjudican mucho a la cría del faccioso, y la limpieza, y el olor de la pólvora sobre todo, le matan. El faccioso participa de las propiedades de muchas plantas; huye, por ejemplo, como la sensitiva al irle a echar mano; se cierra y esconde como la capuchina a la luz del sol, y se desparrama de noche; carcome y destruye como la ingrata hiedra el árbol a que se arrima; tiende sus brazos como toda planta parásita para buscar puntos de apoyo; gústanle sobre todo las tapias de los conventos, y se mantiene, como esos frutos, de lo que coge a los demás; produce lluvia de sangre como el polvo germinante de muchas plantas, cuando lo mezclan las auras a una leve lluvia de otoño; tiene el olor de la asafétida, y es vano como la caña; nace como el cedro en la tempestad, y suele criarse escondido en la tierra como la patata; pelecha en las ruinas como el jaramago; pica como la cebolla, y tiene más dientes que el ajo, pero sin tener cabeza; cría, en fin, mucho pelo como el coco, cuyas veces hace en ocasiones.

En el artículo titulado —El hombre-globo“ encontramos una extraña clasificación política y social, derivada de la física, que abarca al hombre-sólido de las capas populares, al hombre-líquido de la clase media y al hombre-gaseoso que sólo vive pendiente de la ascensión política. En —Modos de vivir que no dan de vivir“ ( Revista Mensajero , nº 121, 29 de junio de 1835) Fígaro rastrea la zoología (mariposa, abeja, ave nocturna, elefante) para mostrar la guerra permanente del mundo animal; las sociedades modernas llevan asociadas nuevas especies, como —la trapera“, que es un animal nocturno en continua lucha por la subsistencia:

Pero entre todos los modos de vivir, ¿qué me dice el lector de la trapera que con un cesto en el brazo y un instrumento en la mano recorre a la madrugada, y aun más comúnmente de noche, las calles de la capital? Es preciso observarla atentamente. La trapera marcha sola y silenciosa; su paso es incierto como el vuelo de la mariposa; semejante también a la abeja, vuela de flor en flor (permítaseme llamar así a los portales de Madrid, siquiera por figura retórica y en atención a que otros hacen peores figuras que las debieran hacer mejores). Vuela de flor en flor, como decía, sacando de cada parte sólo el jugo que necesita; repáresela de noche: indudablemente ve como las aves nocturnas; registra los más recónditos rincones, y donde pone el ojo pone el gancho, parecida en esto a muchas personas de más decente categoría que ella; su gancho es parte integrante de su persona; es, en realidad, su sexto dedo, y le sirve como la trompa al elefante; dotado de una sensibilidad y de un tacto exquisitos, palpa, desenvuelve, encuentra, y entonces, por un sentimiento simultáneo, por una relación simpática que existe entre la voluntad de la trapera y su gancho, el objeto útil, no bien es encontrado, ya está en el cesto. La trapera, por tanto, con otra educación sería un excelente periodista y un buen traductor de Scribe; su clase de talento es la misma: buscar, husmear, hacer propio lo hallado; solamente mal aplicado: he ahí la diferencia.

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Esta lente prodigiosa, de apariencia fría y calculadora, esconde una fuerte emoción que se aleja de clichés y lugares comunes. La poesía contemporánea se abastece de este mismo recurso: en el poema titulado —Erótica del marabú“ de Guillermo Carnero se refiere la naturaleza biológica de este pájaro sagrado que se alimenta de cadáveres y que lleva en su propio cuerpo las plumas más preciadas de la alta costura; pero bajo esta aparente distancia late la íntima convicción de que el poeta es un ser capaz de convertir la cochambre y las miserias de su propia experiencia en un preciado y artístico objeto denominado poema.

ERÌTICA DEL MARAB ( El sueño de Escipión , 1971) Mirad el marabú, el pájaro sagrado. Escruta el devenir, busca marsupio en la tragedia degusta la carroña, picotea cucuyos, cuando regresa al nido con el buche bien lleno pliega las alas, VED el valioso plumón, escruta el devenir, es el sagrado, avizora los ojos de las muertas, los deglute, no es un animal tierno y sin embargo véla a la luz de su buche, zancas de marabú, pico amarillo, torpes inclinaciones olfatorias, su digerir es una ontología, plumas negruzcas, su plumonpoemas, y valioso plumón para el aposteriori y exhibicionesœdeœlasœdamas.

Una consideración final merecen las imágenes de Larra, acertadas y rotundas. En los últimos artículos se evidencia su sombría desilusión, a menudo salpicada de aceradas insinuaciones políticas. En —El día de Difuntos de 1836“ se inflama la escritura de Larra para plasmar otra de sus grandes alegorías: España es un cementerio donde todos los principios, todos los ideales y todas las mejoras yacen enterrados. Nada queda de las inscripciones o principios. El carlismo campea triunfante, la legalidad está rota, pisoteada la libertad, humillada la religión y las Cortes reducidas al silencio.

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œ¡Día de Difuntos! œexclamé. Y el bronce herido que anunciaba con lamentable clamor la ausencia eterna de los que han sido, parecía vibrar más lúgubre que ningún año, como si presagiase su propia muerte. Ellas también, las campanas, han alcanzado su última hora, y sus tristes acentos son el estertor del moribundo; ellas también van a morir a manos de la libertad, que todo lo vivifica, y ellas serán las únicas en España ¡santo Dios!, que morirán colgadas. ¡Y hay justicia divina! ... Vamos claros, dije yo para mí, ¿dónde está el cementerio? ¿Fuera o dentro? Un vértigo espantoso se apoderó de mí, y comencé a ver claro. El cementerio está dentro de Madrid. Madrid es el cementerio. Pero vasto cementerio donde cada casa es el nicho de una familia, cada calle el sepulcro de un acontecimiento, cada corazón la urna cineraria de una esperanza o de un deseo.

La inspiración del poema —Insomnio“ de Dámaso Alonso, escrito en 1940, viene de un hecho real: la noticia publicada en los periódicos de que la población de Madrid había alcanzado la cifra de un millón. Sin embargo, la noticia estadística se transforma inmediatamente en la visión larriana de una ciudad similar a un cementerio, con la imagen obsesiva del nicho. A pesar de esta coincidencia, Dámaso en lugar de expresar una crítica histórico-social desarrolla el tema de la angustia existencial del hombre:

INSOMNIO ( Hijos de la ira , 1944) Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres (según las últimas estadísticas). A veces en la noche yo me revuelvo y me incorporo en este nicho en el que hace 45 años que me pudro, y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna. Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla. Y paso largas horas preguntándole a Dios, preguntándole por qué se pudre lentamente mi alma, por qué se pudren más de un millón de cadáveres en esta ciudad de Madrid, por qué mil millones de cadáveres se pudren lentamente en el mundo. Dime, ¿qué huerto quieres abonar con nuestra podredumbre? ¿Temes que se te sequen los grandes rosales del día, las tristes azucenas letales de tus noches?

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Un último ejemplo es el de —La Nochebuena de 1836“ ( El Redactor General , nº 42, 26 de diciembre de 1836), fundamental artículo en donde el pesimismo se acompaña de un cinismo incisivo que recalca la falsedad política y la vacuidad de la vida rutinaria. Al igual que en el mundo antiguo, circunstancialmente el amo y el criado intercambian sus papeles. El articulista vuelve a casa y encuentra a su criado en profundo estado de embriaguez. La inteligencia del tosco asturiano se despierta con la desinhibición producida por el alcohol y adopta un tono acusador, irónico, doloroso, lúcido y pesimista. La voz del criado es el eco del alter ego de Larra, de un autor mirándose al espejo en actitud autodestructiva, de un hombre que presagia la terrible imagen reflejada del suicida:

Tú buscas la felicidad en el corazón humano, y para eso le destrozas, hozando en él, como quien remueve la tierra en busca de un tesoro. Yo nada busco, y el desengaño no me espera a la vuelta de la esperanza. Tú eres literato y escritor, y ¡qué tormentos no te hace pasar tu amor propio, ajado diariamente por la indiferencia de unos, por la envidia de otros, por el rencor de muchos! Preciado de gracioso, harías reír a costa de un amigo, si amigos hubiera, y no quieres tener remordimiento. Hombre de partido, haces la guerra a otro partido; a cada vencimiento es una humillación, o compras la victoria demasiado cara para gozar de ella. Ofendes y no quieres tener enemigos. ¿A mí quién me calumnia? ¿Quién me conoce? Tú me pagas un salario bastante a cubrir mis necesidades; a ti te paga el mundo como paga a los demás que le sirven. Te llamas liberal y despreocupado, y el día que te apoderes del látigo azotarás como te han azotado. Los hombres de mundo os llamáis hombres de honor y de carácter, y a cada suceso nuevo cambiáis de opinión, apostatáis de vuestros principios. Despedazado siempre por la sed de gloria, inconsecuencia rara, despreciarás acaso a aquellos para quienes escribes y reclamas con el incensario en la mano su adulación; adulas a tus lectores para ser de ellos adulado; y eres también despedazado por el temor, y no sabes si mañana irás a coger tus laureles a las Baleares o a un calabozo. œ ¡Basta, basta! œ Concluyo; yo en fin no tengo necesidades; tú, a pesar de tus riquezas, acaso tendrás que someterte mañana a un usurero para un capricho innecesario, porque vosotros tragáis oro, o para un banquete de vanidad en que cada bocado es un tósigo. Tú lees día y noche buscando la verdad en los libros hoja por hoja, y sufres de no encontrarla ni escrita. Ente ridículo, bailas sin alegría; tu movimiento turbulento es el movimiento de la llama, que, sin gozar ella, quema. Cuando yo necesito de mujeres echo mano de mi salario y las encuentro, fieles por más de un cuarto de hora; tú echas mano de tu corazón, y vas y lo arrojas a los pies de la primera que pasa, y no quieres que lo pise y lo lastime, y le entregas ese depósito sin conocerla. Confías tu tesoro a cualquiera por su linda cara, y crees porque quieres; y si mañana tu tesoro desaparece, llamas ladrón al depositario, debiendo llamarte imprudente y necio a ti mismo. œ Por piedad, déjame, voz del infierno. œ Concluyo: inventas palabras y haces de ellas sentimientos, ciencias, artes, objetos de existencia. ¡Política, gloria, saber, poder, riqueza, amistad, amor! Y cuando descubres

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que son palabras, blasfemas y maldices. En tanto el pobre asturiano come, bebe y duerme, y nadie le engaña, y, si no es feliz, no es desgraciado, no es al menos hombre de mundo, ni ambicioso ni elegante, ni literato ni enamorado. Ten lástima ahora del pobre asturiano. Tú me mandas, pero no te mandas a ti mismo. Tenme lástima, literato. Yo estoy ebrio de vino, es verdad; pero tú lo estás de deseos y de impotencia...!

También en el poema —Contra Jaime Gil de Biedma“ el propio autor se desdobla en el mismo juego autoacusatorio e incluso autodestructivo, en donde el —huésped embarazoso y pelmazo“ acepta ser llamado —memo“ e —inútil“. Una posible reelaboración de Narciso mirándose en las turbias aguas de la conciencia:

CONTRA JAIME GIL DE BIEDMA ( Poemas póstumos , 1968) De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación œy ya es decirœ, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco.

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Podría recordarte que ya no tienes gracia. Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento œseguro de gustarœ es un resto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo.

Si no fueses tan puta! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad.

A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos. Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo!

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Con este itinerario por la obra periodista de Larra, y por la de algunos de sus lectores, hemos descubierto a un pensador moderno que goza de mostrar su alma sensible, su cosmopolitismo y su agilidad verbal. La prosa de Larra reúne talento burlón, desnudez analítica, aguijón insatisfecho, lucidez escéptica, luminosa ironía, observación sincera del alma humana y análisis comprometido de la realidad española. La riqueza expresiva de su palabra muestra los mil matices del hombre de su tiempo. La escritura periodística alimenta la vena lírica de un verdadero creador poético, que se expresa a través de una prosa repleta de sutilidad y plasticidad. Sus artículos son una auténtica llamada a la renovación literaria, a la fecundidad creadora.

Podemos rastrear su modernidad en la preocupación por el lenguaje y la novedad de las imágenes. Podemos rastrear su magisterio poético, directo o indirecto, en un buen número de poetas del siglo XX. Y, siempre, encontramos al escritor que cohesiona la tradición literaria española y concita encuentros imposibles, de Cervantes a Goytisolo, pasando por Moratín, Azorín y Galdós. La figura de Larra crea un haz de relaciones que abraza a Espronceda, Zorrilla, Mesonero Romanos y Luis Cernuda.

En mayo de 1836 Larra escribe el artículo titulado —Publicaciones nuevas. El Ministerio de Mendizábal . Folleto, por Don José Espronceda“. Con esta reseña pretende suscribir la decepción que sienten los liberales más críticos (y entre ellos, el autor de El estudiante de Salamanca ) ante la tibieza de la desamortización decimonónica. Larra y Espronceda unidos en la escritura para denunciar la falsedad de ciertas políticas reformistas.

En la víspera de su muerte, Larra visita a Mesonero Romanos para hablarle de sus proyectos literarios. Años más tarde, este último encuentro quedaría recogido en las Memorias de un setentón, natural y vecino de Madrid (Madrid, 1881):

Otra aparición de un nuevo astro luminoso en el cielo de nuestra poesía –en cuyo campo parecía como que brotaban por encanto nuevas y olorosas flores– tuvo efecto pocos días después del triunfo de Hartzenbusch, si bien aquélla fuera motivada en una ocasión lamentable.–El día 13 de Febrero de 1837 me hacía una de sus frecuentes visitas D. Mariano José de Larra, el ingenioso Fígaro , que siempre me manifestó decidida inclinación, y en ésta, como en todas nuestras entrevistas, giró la conversación sobre materias literarias, sobre nuestros propios escritos, sin celos ni emulación de ninguna especie; si bien asomando siempre en las palabras de Larra aquel escepticismo que le dominaba, y en sus labios aquella sarcástica sonrisa que nunca pudo echar de sí, y que yo procuraba en vano combatir con mis bromas festivas y mi halagüeña

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persuasión: aquel día, empero, le hallé más templado que de costumbre, y animado, además, hablándome del proyecto de un drama que tenía ya bosquejado, en que quería presentar en la escena al inmortal Quevedo, y hasta me invitó a su colaboración, que yo rehusé por mi poca inclinación a los trabajos colectivos; pero en ninguna de sus palabras pude vislumbrar la más leve preocupación extraña, y hubiérale instado, como en otros días, a quedarse a almorzar conmigo, si ya no lo hubiera hecho por ser pasada la hora.

Zorrilla se da conocer en 1837 con el poema titulado —A la memoria desgraciada del joven literato D. Mariano José de Larra“. Cuando eel entierro estaba a punto de acabar, un joven no bien vestido, pequeño y de abundante melena se adelantó y leyó con muy buena voz una composición poética que empezaba: —Ese vago clamor que rasga el viento / es la voz funeral de una campana; vano remedo del postrer lamento / de un cadáver sombrío y macilento / que en sucio polvo dormirá mañana“. Poema mediocre oportunamente leído: esa misma noche, el entusiasmo hacia el novel poeta, es unánime.

En 1937, al cumplirse un siglo de la muerte de Larra, el poeta Luis Cernuda visita su tumba para ofrecerle unas violetas frescas. En plena desolación de la Guerra Civil, el poeta evoca el ejemplo individual, la dignidad cívica e intelectual, la rebeldía íntima y las dificultades del escritor , para que la palabra no se pierda en el naufragio moral:

A LARRA, CON UNAS VIOLETAS (Las nubes , 1937-1940) Aún se queja su alma vagamente, el oscuro vacío de su vida. Mas no pueden pesar sobre esa sombra algunas violetas, y es grato así dejarlas, frescas entre la niebla con la alegría de una menuda cosa pura que rescatara aquel dolor antiguo.

Quien habla ya a los muertos mudo le hallan los que viven. Y en este otro silencio, donde el miedo impera, recoger esas flores una a una breve consuelo ha sido entre los días cuya huella sangrienta llevan las espaldas

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por el odio cargadas con una piedra inútil.

Si la muerte apacigua tu boca amarga de Dios insatisfecha, acepta un don tan leve, sombra sentimental, en esa paz que bajo tierra te esperaba, brotando en hierba, viento y luz silvestres, el fiel y último encanto de estar solo.

Curado de la vida, por una vez sonríe, pálido rostro de pasión y de hastío. Mira las calles viejas por donde fuiste errante, el farol azulado que te guiara, carne yerta, al regresar del baile o del sucio periódico, y las fuentes de mármol entre palmas: aguas y hojas, bálsamo del triste.

La tierra ha sido medida por los hombres, con sus casas estrechas y matrimonios sórdidos, su venenosa opinión pública y sus revoluciones más crueles e injustas que las leyes, como inmenso bostezo demoníaco; no hay sitio en ella para el hombre solo, hijo desnudo y deslumbrante del divino pensamiento.

Y nuestra gran madrastra, mírala hoy deshecha, miserable y aún bella entre las tumbas grises de los que como tú, nacidos en su estepa, vieron mientras vivían morirse la esperanza, y gritaron entonces, sumidos por tinieblas, a hermanos irrisorios que jamás escucharon.

Escribir en España no es llorar, es morir, porque muere la inspiración envuelta en humo, cuando no va su llama libre en pos del aire. Así, cuando el amor, el tierno monstruo rubio,

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volvió contra ti mismo tantas ternuras vanas tu mano abrió de un tiro, roja y vasta, la muerte.

Libre y tranquilo quedaste en fin un día, aunque tu voz sin ti abrió un dejo indeleble. Es breve la palabra como el canto de un pájaro, mas un claro jirón puede prenderse en ella de embriaguez, pasión, belleza fugitivas, y subir, ángel vigía que atestigua del hombre, allá hasta la región celeste e impasible.

La vida de Larra quedó pronto truncada y sólo dejó una obra reducida (la poesía apenas tiene interés). La prosa, unas veces apunta a la Ilustración y al Siglo de las Luces, y en otros momentos œcomo hemos podido comprobar- se orienta hacia el futuro. La búsqueda de la sugerencia infunde a su prosa un alto grado de intensidad poética. Y la claridad y la firmeza de su palabra aúnan el compromiso político e histórico con la voluntad de estilo. Por tanto, los escritos de Larra tienen actualidad y son un excelente territorio para el estudio de nuestra tradición.

Bibliografía

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