Climatología de La Mancha durante el siglo XVIII
JUAN DÍAZ-PINTADO Doctor en Historia. Jefe del Departamento de Historia del 1. de B. de Manzanares (Ciudad Real)
A José U. Martínez Carreras
EL CLIMA
Hoy, años después que Domínguez Ortiz lanientara la falta de datos con los cuales esbozar el clima del siglo XVIII sobre fundamentos seguros’, los estudios de climatología histórica avanzan todavía con lentitud. La cuestión no estriba en una falta de atención investigadora sino en la dificultad que en- traña hallar información suficiente y sistemática en sentido cronológico. Le- jos de cualquier exageración, son muchos libros de acuerdo y expedientes esencialmente agrarios, sindescartar de otro carácter, los que es preciso ras- trear exhaustiva y pacientemente en busca de referencias atmosféricas, casi siempre escuetas, estados del tiempo que coinciden y se interrelacionan la mayoría de las veces, excepto en el caso de pequeños dominios climáticos. De lo que se trata es de desvelar las características de este poderoso agente natural y las fluctuaciones cíclicas, que obraban de modo condicio- nante sobre una agricultura de secano atrasada y tecnológicamente estan- cada. Cuantificar las cosechas de la centuria sin conocer los comportamIen- tos climáticos equivaldría a dejar sin respuesta demasiadas nebulosas e interrogantes. Este análisis paleoclimático no tiene pretensiones ultimistas y categóricas sino abiertas a nuevas indagaciones. Preferimos hablar de ci- mentar e iniciar un camino que de rematar un friso, actitud más que justifi-
Antonio DOMÍNGUEZ ORTIZ: Sociedad;,Estado en el siglo XVIII español. Ariel, Barcelona, 1976, 532 Pp.; concretamente p. 406. De nuevo se ratifica en ello en El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y los Austrias. Alianza Editorial, Madrid, 1988, 448; ver p. 193. 0 12, 123-166. Edit. Univer. Complutense, Madrid, 1991 Cuadernos de Historia Moderna, n. 124 Juan Díaz-Pintado cada al tratarse de un campo de investigación en el que tanto queda por ha- cer y deben extremarse las precauciones para no incurrir en precipitacion. También nosotros rechazamos de plano los testimonios de Olagúe inten- tando probar el cambio climático registrado en el quinientos: retroceso de las cifras de ganado lanar y propagación del mular. Contrariamente a esto, parece que las motivaciones fueron de índole mercantil, en un caso , y de rentabilidad laboral en otro2. Volviendo a esa intensa degradación, Le Roy Ladurie considera el clima del XVIII reflejo de una fase fría y húmeda, a su vez efecto del avance glaciar alpino. Los cultivos dependian más imprescindiblemente de la pluviosidad y moderación térmica que los pastizales, a pesar de que también para éstos existían años buenos y malos. Los cabildantes municipales, en buena parte labradores, no diremos que se apresuraban a celebrar sesión en cuanto ob- servaban atisbos de tiempo desfavorable pero sí habiendo motivos ra- zonables de preocupación y avecinándose, consiguientemente, subidas del precio de los granos y del pan. Providencialistas convencidos, en esas reu- niones disponían cultos de diverso tipo y duración, demandando intervencio- nes milagrosas de advocaciones patronales (Virgen de Peñarroya en La So- lana, del Espino en Membrilla, de las Nieves en Almagro, de Cortes en Alcaraz, de la Caridad en Villarrobledo, Cristo del Consuelo en Torre- nueva, en fin, cada pueblo la suya) y otras especialmente veneradas, radica- das en ermitas y conventos (Cristos de Santo Domingo y de la Soledad en Alcaraz y Daimiel, Vírgenes de la Cabeza en Torrenueva y del Carmen en Campo de Criptana y San Antonio Abad en La Solana, tan venerado en las casas de labradores. Que dicha iniciativa fuese adoptada por las autoridades civiles en modo alguno significa indiferencia eclesiástica, pues no en balde los párrocos vi- vían muy dc cerca las angustias y los pesares de sus feligreses y, además, es
2 Bartolomé BENNASSAR: Valladolid en el Siglo de Oro. Ayuntamiento de Valladolid, 1983, 486 pp.; exactamente pp. 44-45. Como bibliografia de máximo interés sobre climatolo- gia histórica y preferentemente de los tiempos modernos, E. LE ROY LADURIE: Histo¡redv clima depuis tan mil. Paris, 1967; de este autor, igualmente, «Aspects bistoriques de la nouve- líe climatologie». Revue Historique. 1961. En DOMíNGUEZ [1], p. 406. Pierre PEDELA- BORDE: Le climnt de Bassin Parisien. París, 1957. En BENNASSAR 123, p. 42. Francia ha seguido contando con trabajos de interés, como el de GOUBERT, DESAIRE, LE ROY y otros: Medicins, clima! et epidemies a la fin dv XVIII siecle. París, 1972. A través de Jeró- nimo LOPEZ-SALAZAR: «Evolución demográficade la Mancha en el siglo XVIII». Hispa- nia, nY 133, 1976, pp. 233-299; vid. p. 267. Concisas alusiones en PEREZ MOREDA: Las crisis de mortalidad en la España, interior. Siglos XVl-XlX. Siglo XXI, Madrid, 1980, 526 Pp.; en concreto pp. 360-370 y 377-378. No podían faltar menciones en Gonzalo ANES: Las crisis agrarias en la España Moderna. Taurus, Madrid, 1970, 517 Pp. Estudios más re- cientes y de bastante amplitud son Pierre ALEXANDRE: Le clima! en Europe au Moyan Age. Contribution a l’hisroire des ,‘ariatíons climatiques de 1.000 a 1.425 d’apres lessources narrad ves de l’Europe Occidentale. París, 1987, 827 Pp. y A. BRYSON REíD y Thomas T. MURRAY: El climay la historia. México, 1985, 183 Pp. Climatología de La Mancha durante el siglo XVII! 125 que les afectaban directamente. Sin otra capacidad de previsión que la sabi- duría popular, los campesinos estaban inermes frente a los factores atmosfé- ricos negativos. Si la mejoría o el beneficio suplicado no llegaba les quedaba la conformidad de haber cumplido un recurso religloso y podían decir resig- nados: «no lo habrá querido Dios». De los años o estaciones en que no hay o bien escasean las referencias, entre pensar en un desaliento a la vista de la inutilidad de las rogativas o en una situación de normalidad climática, estamos por esto último, de una parte, porque aquella sociedad se mostraba inasequible al desaliento reli- gioso y de otra, porque en coincidencia con las primeras manifestaciones de- votas se producían favorabilísimos cambios de tiempo3. No era sólo esto, también se creía en prácticas conjuradoras de tempestades, heladas, pedris-
cos, etc. ‘~, algunos de cuyos vestigios aún perviven.
OSCILACIONES PERIODICAS
Con los datos de que disponemos relativos a temperaturas y precipita- ciones en su diversidad de formas hemos analizado hasta la profundidad que ha sido posible el clima manchego del siglo XVIII. De 1700 a 1807 se perfi- lan elementos de juicio suficientemente evidentes como para jalonar con ni- tidez tres períodos, de los cuales el más benigno y favorable fue el primero, condiciones que no retornarían durante los otros dos sino de forma racheada y en cortas intermitencias.
a) Período templado-húmedo (1700-1727)
Los años 1700-1709, no obstante ciertos matices iniciales de falta de agua, obsequiaron con primaveras suaves, a propósito para el campo aunque alargándose en ocasiones el tiempo lluvioso más de lo necesario ¿Llovía en abril y mayo más que hoy? Es dificil demostrarlo. Esta bonanza dio paso a unos inviernos de incesantes temporales, principalmente los de 1708 que convirtieron una vez más a Miguelturra en una especie de pequeña Venecia, con las calles transformadas en improvisados canales recorridos por barcas, las plazas en vados y muchos edificios anegados. En Daimiel la Virgen de la Paz fue llevada al convento carmelita, visto que las precipitaciones no
Ramón GONZALVEZ: «El clima toledano en los ss. XVI-XVII». BRAH, 1977, Pp. 305-332; ver pp. 306-309 y 316. Antonio DOMINGUEZ ORTIZ: Hechos y figuras del siglo XVIII Español. Siglo XXI, Madrid, 1980, 366 Pp.; ver Pp. 179-184, 193 y 195. 126 Juan Díaz-Pintado
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E ~,.E ~ .EE E E E~ a>~0> O’ ‘.0 sc O’ CM CM — — rl — Climatología de La Mancha durante el siglo XVIII 135 o- -5 -5 OC ce <2 enen 1-- 4> rl rl ‘o —‘O,-- CI -~1~ O’ — CO — 4..- Ca “o o, o, Co~ ca Ca ~eNIt-eNr- o cetg CM O ~ CI CI O ~ CI -e -e -e It- -e -e -~uu o u u ob u ~ ~ en CM ~ 0>O>0>0 4> 22 ‘u o 0>o obobobob Sceo ea ea ce <-4 ~ <~ 2 < < ce 0> ce -e ce 4> >0 u cd E 4> ‘e .0 O ce 0> ce 0> -e 4> o, ‘u C o -o o ce ce lE ce ce ce a .0 E ‘u O 4> ce 0> 4> 4> O -e Co O Ca o) ce A- o .0 4> O -o ce 0> ‘e a ‘u O >0 o >0 0> 0>0> ‘u ea a 0> -e o 04>0, 4> ‘e O ‘e u O E 0’ -e ‘u o 00 4> .9 >00 u, ea O >0 o,—. ce 0> Ca 0> A- 0Ece ce0>0 cd o Ca’ece —>ca Ca Ca ce -~ ~ ~ ‘u u u ea 0> ce o Coce o o st ce E -~ ~ -u o E E st ce a ce .t >0 ~ >‘ce = o, ‘e — o 4> ‘ucd -‘u -~ ceo, o, .9 O o ~ ce ~ NO Co 0> ce -S O- a ‘e ~ -~ o--- ce ~ a 4->’u 0> o .~ O-ce cece oceE -E t.9 U) Z>Sr QE 4> 0> 0>4> ‘u ‘uo’% Sr ~ ce O u ce -O o O -~ -~g o, “o ~ -o ce cece~ 4> >0 ce~ u 0> 0>4> O) 0>0>~ u -S ‘u ~ ~ce ce 000 ‘u ‘u ‘u u u u ~ 4>o, 4>o, 4>Co “o -oc 0> ea ea ea cd-.-. -e -e-eg ce .5.5 0>0> -~ ce ceL ‘e cd’uN NO SrSr 00 ~n -u -ucd -o “o”oC C 00 ce ~cece ce ‘u ~ cce cs~ce ce ‘ny, CO OC O’ O’ O’ O’ O’ O—’ CMrl rl eNeNeN en ONO’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ O’ 00 00 0 000 0 1--it- It- it-it-it-’.- it- ‘—it- O-.- ‘—O-.- it- 1-- 00CO COCO CO 0000OC OC u0>4>u 00 o 4.9 .0.0 E E ‘e 0>~o oS EE cece ce o ¿ E, E E ~ 07’-—’ O -~ NO O O o o) .22 4> “u -a u u’em’e>0 -— u u ¿ u .E, o > •5 o ‘->0 en ~.- CM 0404 1-- rl ~ O O’ a CI sc rl rl sc ca O’ o —o it- o 1- 0) en 04 en CM rl E ea ea ea ea ea Ca a ej 4>000) o o ce — -0) .0 0) coco O FA 0>0>0>4> 0> 4> 0 U) Ca Ca o, -a 0) ‘uCCC e a 0000 O e Lo, UUUU U o o E E— E ~ 0) -0) s -o o < < A-, 0) o, -4 ¿ o 0) o uO 0) 0 A- e A-- ‘e .b “u 9 a E 0 ‘u ce cii ej ce o — be >0 u 0) 0> -o o -4 0>0 -e -~ [‘4 O o e o — a NO Ca -a ‘e [‘4 ‘ucd u E- 0)0 0> u ej “o -a o CO) cao z -~ca >0 0 C 0)‘A >0 o,-—-ce u — ceo. ~ ~ a o Oce ‘eCo -u o, D ej o.u NO ‘e 2 a FA ‘u’e a -~ É 4> o,— >01: 0)‘A 4-.E c -o ~ $ O-.0) > > O’0> g ~ ~ FA Ca >0ca ‘u~ >0 VI -—“Oce0~ O o,~z -e n OC ‘es o u ea A- 4>0) ce ce U ~-4 ~ ~ ~ -4 [‘a ‘A 0) o ej 0> 0) U -t ca -~ o cd OCoCa 0> o, ca -4 0> ce ~ u0> u0) [‘4 ‘u ce ce ~ ~ -e VIC ‘u -a ‘e ‘e ce Oce ce e -e ¡ONO NO -a ‘u ‘u ce ce ceo e .9 ~ ce cd ce UUO~ en en en en en en rfl o o roen rfl 00000 CO CO 00 0 00 CO CO CO OC COCO OC cd a u -o .d.B 00 — 0> o ej O 0) 4> NO N -e >0 0) u, u, u u ..O ‘e ce ‘u E 4>cece E st 4> 4> o -e ‘u e o o o en o- — 4>0>—en <2 ‘O o- —‘O CM 04 CM 04 Climatología de La Mancha durante el siglo XVII! 137 ‘O It”C ~ O’ CO00 OC 04.204.2.2.. sc— o ~o -; -~~o en o,Cfl FA uf rlCfl 0) 0> obeobC~g obob .u uur¡4 - ~o~oo< 4 a’~ O~ 0)o or— OOOOO~* 00 E E E EN 3 QQ ~ tZZZZZ~:9 ZZ >0 SL fl Co ce o ~ -~ Ca Oca 0> O Ca’u ~-‘ ce cdu~-~ O- >0 -—o o ca ~>00 C -~ ceOce> o0) >0 — >0 ‘u O> ca o, 3-- “O 00> ‘e E o 0)0 =u’u~~ -— Ca ~ 0E5 A- o -— — 0. 3- O” 4- ce ~ ~ ce ‘u ‘u ‘uca ace~ — o -O ‘u ceo ~0> ~ 0>~ E Ez~> e~ce~ce Cacd ~~~-~ a cii” O-O- ~ ce -- .9ce000o) ce ea E-cA) ~.-4rn~ciiciic/i m < o ‘u a. 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Acerca de estas lluvias en Ciudad Real ver LOPEZ-SALAZAR 121, pp. 267-269. A. M. de Torrenueva. Libro de Acuerdos. BENNASSAR [21,p. 47. DOMINCUEZ [ti, p 406. Climatología de La Mancha durante el siglo XVIII 139 lleasen. El ambiente crudo y frío de la invernada de 1734 dio lugar a que se «formara cortezón» en la tierra con lo cual no pudo brotar la semilla, régi- men térmico que dominó, asimismo, en 1744 al tiempo que debían secarse las mieses. De otra parte, las borrascas descargaron en 1732 y 1737 cuando causa- ban daños a los cereales granados ~. Además del caldeamiento estival que porvocó algunas nubes de piedra en la zona montuosa de Puertollano, no hubo otro factor atmosférico que la sequía. Las inundaciones anticiclónicas con cielos limpios de nubes dieron la impronta a las primaveras de 1740- 1750 y, si bien en el tiempo de la «grana», en que «se hacen los cereales» sobraron bochornos prematuros y se agudizó la sequía, las cosechas resulta- ron de regular magnitud. Bastaban unos días de altas temperaturas a finales de mayo para que las cebadas «se chapasen», quedando el grano hecho «lengua de pájaro», es decir, sin apenas peso. (1747, Alcaraz y 1748, To- rrenueva). Faltos de reserva de humedad, las vides y los olivos, ya es decir, de La Solana se resintieron fuertemente. Si todavía estos diez años no están hasta cierto punto mal conceptuados’0 será porque el enfriamiento no se ha- bía implantado en la dinámica del tiempo con régimen periodico. En defini- tiva, estos veintiséis años dejaban por fin de sucederse con poca solución de continuidad, anunciándose un cambio inmediato en 1755. Los meses de mí- nimos extremos y el fenómeno de las nevadas se impondrían en adelante. c) Período frío (1755-1807) En la segunda mitad del siglo apreciamos una fuerte variación climato- lógica. Hubo siete inviernos de régimen pluvionival, sobre los cuales tene- mos 13 datos de heladas, 14 de nieves y 3 de frío riguroso, en tanto de los primeros cuarenta y cinco años de la centuria sólo dos de hielo y uno de frío intenso. Aparte quedan las granizadas de primavera y estío y las tormentas con trombas de agua provocadas por el recalentamiento en superficie, grani- zada, por cierto, doble o triplemente más numerosas que en la primera mi- tad. Así pues, nos abonamos a la hipótesis de un enfriamiento progresivo al cabo de una etapa pluvio-cálida. La alteración no se produjo de repente, ahí está la fase 1755-1767 para demostrarlo: valores térmicos y pluviométricos oscilantes, precipitaciones acuosas y sucesivamente un año de nieves y otro de hielos. El descenso hasta un ambiente bastante frío es pefectamente ob- servable. Estaba justificada la preocupación de los labradores de La Solana por los asoladores efectos que podrían tener sobre las cepas, que suponemos «echadas», las bajas temperaturas del 17 de abril de 1767, un fenómeno que de varios años a esa parte había hecho frecuentemente apariciones tardías. Algunas referencias al lustro 1735-1740 en LOPEZ-SALAZAR 121, pp. 273-274. Parece que fue una fase favorable. Ver DOMíNGUEZ ¡Ii, p. 407. 140 Juan Díaz-Pintado Que Miguelturra se transformase de nuevo en una laguna navegable durante los inviernos de 1767 y 1768 pone de manifiesto cuáles serían los máximos pluviométricos. La primera de las dos fases tipificadas como de inviernos gélido-nivosos abarca de 1767 a 1777. Plata 1769 los manchegos tuvieron primero que abrigarse y luego resistir copiosas nevadas. La ola de frío no hizo diferencias en base al factor topográfico, de ahí que se generalizaran los temporales de nieve. Esta es sin duda una fase de contrastes pues en cuanto abría el tiempo volvía la sequedad’’. Dentro de lo malo el siguiente sexenio (1778-1784) fue de los menos extremados que restan de siglo. Subieron algo las tempera- turas y llovió poco de primavera, por lo demás, dominó un tiempo crudo y seco. El factor zonal sí explica aquí que cl 14 de junio de 1779 lloviese en Almagro y Santa Cruz de Mudela no recibiese una gota. Asimismo, con- viene fijarse en otro elemento atmosférico: los fuertes vientos de compo- nente norte. De otra parte, que el inicio de la vendimia en 1781 se retrasara en La Solana al último de septiembre revela la corta duración del rigor esti- val 12 Por lo concerniente a la aceituna, cómo iba a estar sazonada el 8 de diciembre del año siguiente en la misma villa si los olivos no se calaban de otoño, escarchó y lo poco que llovió fue con bajos niveles térmicos’3. Los años 1783-1786, con bajas presiones y abundantes masas nubosas hasta marzo-abril, provocaron el desbordamiento de numerosos ríos y arro- yos, erosionando tierras de cultivo y anegando poblaciones “. Supusieron un corto intermedio ante otro ciclo de dinámica anormal y oscilaciones impre- visibles, que llegará marcado por un denominador común, los frecuentes umbrales — 00. Copos, cierzos secos y heladores en abril, furiosos pedriscos veraniegos, chaparrones, aires muy cálidos del S.E. y algún régimen inter- mensual de precipitaciones normales pusieron fin al siglo. Bastaban dos días de abril para que a un tiempo soleado y de fuerte evaporación debido a cau- sas cósmicas (aumento de las horas de luz) siguiese otro inestable con chu- bascos y «ojos de sol», favorable al desarrollo del trigo. Así, ocurrió en Ciu- Las novedades de Socuéllamos en Porfirio SAN ANDRES CALLANA: Historia de Socuéllamos. 1975, 274 pp.; concretamente p. 116. ‘~ Sobre la importancia de las fechas de vendimia en el estudio climatológico ver Gonzalo ANES: «La época de las vendimias: la tradición de los estudios de climatología retrospectiva en España»: Estudios Geográficos. n. 107, 1967, Pp. 243-263; especialmente PP. 243-248; 254-258 y260-26’- Además, BENNASSAR[2], PP. 46-47 yrefcrenciasde 1743-1745 enJe- sús MARINA BARBA: El ayuntamiento de Ciudad Real a mediados del siglo XVIII Ayun- tamiento de Ciudad Real, 1987, 379 Pp.; ver pp. 24-25, 101,189,212,238 y 249. Volviendo a las incidencias atmosféricas de esos años, consultar las heladas de 1771 en Valdepeñas en Fer- nando JIMENEZ DE GREGORIO: Notas geográfico-históricas de Valdepeñas afines del siglo XVIII Instituto de Estudios Manchegos, Ciudad Real, 1949, 16, 16 Pp.; ver pp. 3 y ss. También el temporal de 1777 en Socuéilamos en SAN ANDRES [121, p. 122. LS A. M. DE LA SOLANA: Libro de Acuerdos. ‘~ Juan DIAZ-PINTADO: «Problemas agrarios de Almagro en el siglo XVIII». Historia de Almagro. Ponencias/Premios 1988, PP. 39-84; ver PP. 48-Sl y 82-83. Climatología de La Mancha durante el siglo XVIII 141 1— o a. o