corta a los lagartos 443 En febrero, un equipo holandés fue al rancho para rodar un docu- mental y grabó a Young al volante de su Jeep, conversando con Louie Avilla, merodeando por su casa con una pinta de colocado brutal y realizando una interpretación improvisada de un tema nuevo que no tardaría en grabar en Nashville: «Out on the Weekend». «I think I’ll pack it in and buy a pickup146», canta Young, riéndose de aquella letra tan cursi. «Ahora me siento libre como nunca», declaró Young en una breve entrevista realizada por Elliot Roberts. «Ya no me resulta difícil can- tar para una persona en concreto... Anoche me senté al piano y le toqué tres canciones a Carrie; nunca había sido capaz de hacer eso.» Resulta muy revelador que la única canción nueva que Young no podía tocarle a Snodgress fuera «A Man Needs a Maid». La primera semana de febrero de 1971, Young fue a Nashville para participar en El show de Johnny Cash. Ese mismo fin de semana acabó en un estudio de grabación de Nashville, y aquella sería una sesión decisiva por muchas razones: daría como fruto el único número uno de Young, «Heart of Gold»; supondría el comienzo de su colaboración con un nuevo productor, Elliot Mazer, y le permitiría conocer a una nueva banda de músicos profesionales apodados los Stray Gators. Cuatro años mayor que Young, Elliot Mazer se autodefinía como un «intelectual judío melenudo» que había colaborado con gran diversidad de músicos de folk y Janis Joplin antes de abrirse camino con gran esfuerzo en el mundillo musical sumamente conserva- dor de Nashville. Mazer era uno de los propietarios de Quadrafonic Studios, donde había grabado a artistas de fuera de Nashville como Joan Baez y Tony Joe White; sería allí también donde Young empeza- ría a grabar el álbum Harvest el 7 de febrero. Mazer tenía fama de ser un ingeniero de sonido excelente, si bien resultaba algo frío e impersonal en su relación con los artistas. Casi todos los músicos consideraban a David Briggs como un hermano, incluso cuando les entraban ganas de partirle la cara; hacia Mazer mostraban más indiferencia. Lo veían más bien como el tío que había al otro lado del cristal. 146. «Creo que voy a recoger las cosas y me voy a comprar una camioneta.» [N. de la T.] 444 shakey Al igual que ocurre con muchos de los acontecimientos cruciales en la carrera de Young, todo lo relacionado con aquella sesión suce- dió de manera accidental, incluida la participación del productor. Mazer —a quien el nombre de Young solo le sonaba porque una anti- gua novia lo había vuelto loco al poner After the Gold Rush sin parar— era amigo de Elliot Roberts y casualmente coincidió con él y Young en una cena. Young le comentó que tenía algunas canciones nuevas que quería grabar, y concertaron una sesión a toda prisa. Mazer tuvo que aplazar la cita con otro artista para hacerle sitio a Young en el estudio, y dado que la mayoría de los músicos de estudio se iban a pescar los fines de semana, ninguna de sus primeras elecciones estaba disponible. Los Stray Gators «eran la otra cara de Nashville», comentaba Mazer. «No se contaban entre las figuras consagradas.» Pero sí serían unos personajes de enorme valor para Young. Al bajo estaba Tim Drummond. La sola mención de ese nombre provoca una carcajada hasta en el más hastiado, porque todo el mundo tiene algo que decir sobre T. D. Apodado «el enano paparruchas» por el batería Kenny Buttrey, sus detractores lo llaman «El Polilla», dada su afición por ser el centro de los focos. «Tiene más pelotas que una pista de tenis», dijo David Crosby. El percusionista Joe Lala recuerda con cariño una oca- sión, estando de gira con Drummond, en la que este llevaba puesto su pijama de seda rojo y pidió dos desayunos completos. ¿Por qué dos?, le preguntó Lala. «Porque así puedo ir por toda la mesa sin per- der bocado», le respondió Drummond. Bajito y rechoncho, barbudo y medio calvo, Drummond tiene un careto que parece sacado de un póster de «se busca» de cualquier comisaría y habla en tono irónico, con una voz ronca como el croar de una rana. Drummond es el único tío que ha conseguido compar- tir derechos de autor con Bob Dylan, Neil Young y J. J. Cale, y me recuerda a uno de esos charlatanes de feria en plena acción; primero te birla la pasta, y luego la novia. A menudo Drummond se trae entre manos de extranjis algún asunto poco claro y rocambolesco y tiene cierta reputación de cizañero. Cuando se produce una sublevación en la banda, lo normal es que Drummond esté en pleno meollo. Nacido en Bloomington (Illinois) el 20 de abril de 1940, Drum- mond se las arregló para meterse en el grupo de Conway Twitty corta a los lagartos 445 antes de pasar a formar parte de los Daps (supuesta abreviatura de Dapicetic, un somnífero muy popular entre los componen- tes de la banda), famosos por ser el grupo de acompañamiento de James Brown en su alucinante doble single «I Can’t Stand Myself» / «Licking Stick». Drummond era el único blanco en la banda que Brown llevaba de gira, y fue de ahí de donde Young sacó el nombre de Stray Gators147: Drummond y Jimmy Nolan, el legendario guita- rra de Brown, se divertían viendo cómo los miembros del grupo que iban más colocados se quedaban absortos mirando el firmamento. «Tenían visiones, veían cosas en el cielo», recuerda Drummond riendo. «Decíamos: “Míralo, ahí lo tienes mirando a unos caimanes; y por ahí va uno descarriado”.» Young decidió utilizar la pedal steel guitar por primera vez en uno de sus discos, y el larguirucho y desgarbado Ben Keith respondió a su llamada. Cuesta encontrar a un músico más querido o respetado que Keith. «Puede que Buddy Emmons sea el mejor músico de pedal steel», comentaba J. J. Cale, «pero Ben es mi preferido.» En palabras de Drummond: «¿Sabes lo que pasa en San Francisco cuando se forma esa bruma en el mar que poco a poco acaba cubriendo la ciudad? Pues así toca Ben Keith». Ben Keith —alias Long-Grain o King— nació el 6 de marzo de 1937 en Fort Riley (Kansas), pero se crió en Kentucky. De adoles- cente, pasaba tanto tiempo ensayando con la guitarra que acabaron teniendo que operarle de un dedo. Cuando se pasó a la laptop steel, Keith no tardó en darse a conocer entre intérpretes de la talla de Faron Young y Patsy Cline, cuyo clásico «I Fall to Pieces» representa- ría el debut discográfico de Ben. Hay pocos discos de Neil Young en los que Keith no participe, y es difícil encontrar a un músico más ade- cuado para ese universo: alguien anclado en la tradición pero que sea lo suficientemente abierto y apasionado como para acompañar a los Horse. Como dijo Young en 1973 en el escenario al presentar a Keith: «Juro por Dios que me encanta cómo suena cada nota que toca, sea la que sea, joder». El carácter tranquilo de Keith le va a Young que ni pintado, y siem- pre se mantiene al margen de las riñas del grupo y de cualquier tipo 147. Los Caimanes Descarriados. [N. de la T.] 446 shakey de polémica. «No recuerdo que Neil se enfadara con Ben ni una sola vez», comentaba Kenny Buttrey. «Son como hermanos siameses.» La batería sobria y contundente de Kenny Buttrey sería la base sobre la que reposaría Harvest. Según Mazer: «Hacía que la canción sonara como una entidad». Buttrey era un enamorado del R&B y de baterías como la leyenda de Memphis Al Jackson; también había sido el cimiento metronómico del Blonde on Blonde de Bob Dylan. Mazer lo describe como: «un gilipollas integral; un tío que vivía en Nashville y odiaba la música country». Buttrey fumaba unos cigarrillos con su nombre grabado en oro y llevaba «los vaqueros planchados», comen- taba Jack Nitzsche, que pensaba que Buttrey era un pelín demasiado sureño para Young. «Básicamente, todas las baterías que he tocado con Neil son idea suya, y no mía», explicaba Buttrey. «Me dijo: “No quiero que uses para nada la mano derecha” —nada de platillos—, lo que me resul- taba dificilísimo porque tenía que pensar en lo que tocaba en vez de dejar que fluyera de manera natural. “Menos es más” era la frase que no se cansaba de repetir. El único fraseo de mi cosecha es el charles que suena en la estrofa de “Heart of Gold”… Neil le dice a todo el mundo lo que tiene que tocar, nota a nota; y, tío, si tocas algo que no le gusta, te lanza una mirada que no se te olvida en la vida. Neil con- trata a algunos de los mejores músicos del mundo para hacerles tocar de la manera más estúpida posible.» A pesar de que el minimalismo de Young ponía a Buttrey de los nervios, el batería estaba impresionado con su modo de mantener el tempo. «Es ultra, ultra simple; una cosa como muy relajada que solo hace Neil, y que si vas sincronizado con él suena genial, pero que de lo contrario suena horrible. Si no puedo ver la mano derecha de Neil mientras toca la guitarra, me niego a tocar. Su manera de llevar el ritmo con la guitarra es perfecta; a veces parece que está bajando el ritmo, pero no es más que el rollo Neil Young. Ningún batería debe- ría hacer que Neil se adaptara a un compás determinado, porque si le pones un metrónomo, te cargas el rollo Neil Young.» Esta banda grabaría «Heart of Gold», «Old Man» y una versión de «Bad Fog of Loneliness» inédita hasta la fecha.
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