De Santos Hernandez, "La Rubia" (1934)

De Santos Hernandez, "La Rubia" (1934)

Guitarr de Santos Hernandez, "La Rubia" (1934) Leopoldo Neri de Caso Santos Hernández (1874-1943) es, induda- melómanos como Juan Fernández Huido- blemente, uno de los más grandes construe- bro.7 Paralelamente, Regino Sainz de la tores españoles de guitarras del siglo xx.1 Maza se había presentado en Madrid en Este artesano madrileño, heredero del estilo 1920 con un recital en el Teatro Lara, lo que español de construcción2 perfeccionado por le proporcionó al año siguiente su primera Antonio de Torres,3 construyó cuatro guita- gira de conciertos sudamericana con la rras para Regino Sainz de la Maza; una de agencia Conciertos Daniel dirigida por ellas, fechada en 1934 y llamada “La Ernesto Quesada. El éxito y prestigio adqui- Rubia”,4 posee una especial significación rido rápidamente por el guitarrista le permi- histórica ya que fue con la que el músico tió encargar a Santos Hernández un instru- burgalés estrenó el Concierto de Aranjuez de mento en 19218 por valor de dos mil pese- Joaquín Rodrigo en el Palau de la Música de tas.9 Esta “espléndida” guitarra -según Barcelona el 9 de noviembre de 1940. Sainz de la Maza- poseía un sonido de gran hondura10 y con ella emprendió sus poste- Santos Hernández riores giras de conciertos. A partir de enton- y Regino Sainz de la Maza ces, la amistad entre Sainz de la Maza y Santos Hernández fue estrechándose; cuan- En 1921, el violero madrileño dejó de traba- do aquel tenía un hueco en sus numerosos jar en la guitarrería de Manuel Ramírez5 y compromisos siempre acudía al taller de la abrió su propio negocio en la calle de la calle Aduana. Sirva de ejemplo la visita reía- Aduana, 27.6 Este taller fue el punto de tada por el periodista Paulino Masip: encuentro del mundo de la guitarra madrile- Un banco de carpintero; un rimero de he - ña en las décadas de los veinte y treinta a rramientas, una vitrina, con guitarras in- través de una tertulia a la que asistieron tactas; unos retratos de concertistas; una numerosos guitarristas clásicos como Mi- estantería; un mostrador, y, apenas, nada guel Llobet, Andrés Segovia o Daniel Fortea, más. Este es el taller de un guitarrero famo- guitarristas flamencos como Ramón Mon- so, el maestro Santos Hernández. Lo encon- toya o Luis Molina, así como aficionados y tramos con una guitarra a medio hacer. —Buena pieza, maestro. ¿Para quién es? -pregunta Regino Sainz de la Maza, que me acompaña-. —No sé. Me la ha encargado un cura de 1 José Luis Romanillos: The vihuela de mano and the Canarias. Spanish guitar, Guijosa: The Sanguino Press, 2002, pp. —¿Cuánto vale esta guitarra? -pregunto yo-. 181-182. 2 Julio Gimeno: “El estilo español de construcción de guita- rras”, Antonio de Torres y la guitarra Andaluza, Córdoba: Festival de la guitarra, 2007, pp. 5-23. 3 José Luis Romanillos, trad. de Julio Gimeno: Antonio de Torres. Guitarrero, su inda y obra, Almería: Instituto de Estudios Almerienses, 2004. 4 Esta denominación se debe al tono de la madera utiliza- 7 El padre de la guitarrista Rosario Huidobro (1914-1999) da para su construcción. En la actualidad, el instrumento fue ingeniero agrícola e íntimo amigo de Sainz de la Maza; se conserva en la colección particular de la guitarrista sevi- a su vez, el célebre guitarrista fue el primer profesor de su llana María Esther Guzmán. Véase, Alfredo Valenzuela: hija. Entrevista a María Elisa Romero Huidobro, Toledo, “María Esther Guzmán Blanco”, El País, 23-1-1987. Versión 16-XII-2007. Véase, Luis F. Leal Pinar: La guitarra en Cas- online: <http://www.elpais.com/articulo/ultima/Maria/ tilla-La Mancha, Cuenca: Llanura, 2006, pp. 136-142. Esther / Guzman / Blanco / elpepiult /19870123elpepiult_5 / 8 Agustín Navarro: Grandes músicos: Regino Sainz de la Tes/> (consultada en noviembre de 2009). Maza, documental, RTVE, 1981. 5 Domingo Prat: Diccionario de guitarristas, Buenos Aires: 9 José Montero Alonso: “Regino Sainz de la Maza, el gui- Romero y Fernández, 1934; ed. facs. en Columbus: Edi - tarrista, toca diariamente cuatro o cinco horas”, Nuevo tions Orphée, 1986, pp. 372-373. Mundo, 4-IV-1930, pp. 28-29. ° Romanillos: The vihuela de mano..., op. cit., p. 181. 10 Ibid., p. 29. 124 ROSETA / Revista de la Sociedad Española de la Guitarra, n° 3, diciembre / 2009 Aquí vive Santos Hernández. Una casa vieja. —¿Ésta? -dice él, señalando la que tiene El tejado cae sobre sus muros como unos entre manos Mil pesetas. cansados hombros. La portada es lisa y —Pero el precio corriente no será ese. clara y está pintada de verde. No hay esca- —¡No; qué va! En guitarras de concierto el parate ni reclamo: no hacen falta muestras precio es de trescientas a quinientas pese- ni alharacas para que desde los más remo- tas. También hay de veinticinco y treinta tos lugares del planeta -Tokio, Nueva York, duros, y hasta de veinte; pero eso son guita- Londres, México, Filipinas- lleguen a esta rras para meter ruido. puerta unas cartas en largo viaje, llenas de —¿Qué maderas emplean? —Según. Bueno, la tapa en todas es igual, de pinabete, una madera que viene de Alemania. Lo demás, según el precio y el gusto.11 La entrevista acaba destacando la importan- eia del taller de Ramírez, la revalorización de la figura de Torres y las enseñanzas que adquiere el constructor al escuchar los efec- tos musicales logrados por los intérpretes en IH*! concierto.12 Con el tiempo, Santos Hernán- dez acabó convirtiéndose en uno de los más reputados constructores de su época o como ■ mâi señaló Andrés Segovia13 -que por aquel Bk I tiempo ya tocaba una guitarra Hauser- el Г ' ....Á único constructor importante en España: ¡Oh, sí!... Hay uno; solamente uno..., pero Santos Hernández en su taller. Fotografía publicada excelente. Precisamente, por llevar yo, espa- en la revista Estampa, 1-1-1929, p. 30 ñol, una guitarra de naturaleza alemana, quiero reconocer bien alto a nuestro gran sellos que harían las delicias de un coleccio- guitarrero: Santos Hernández, que vive nista. En estas cartas se le pide a Santos aquí, en Madrid. Yo llevo también una gui- Hernández, con insistencia siempre, “una tarra construida por él... Con ella he dado guitarra”.16 mis conciertos en Rusia.14 Sainz de la Maza hace, asimismo, una deta- Regino Sainz de la Maza describió a Santos liada descripción del taller, en la que, utili- Hernández -con motivo de su fallecimiento zando un símil naval, el constructor “arma- el 8 de marzo de 1943- como un “hombre ba guitarras” con su mástil, puente y corda- callado, de ancha sonrisa bondadosísma y je, igual que una fragata: un poco socarrona”.15 El músico burgalés Porque Santos Hernández trabaja solo. destaca la modestia y austeridad de la casa- Desde la cruz a la fecha, cada vihuela que taller en la calle Aduana: sale de sus manos la ha trabajado él. Él vigila las venas de la madera y mira cómo se va secando y se va volviendo más fina cada día. El taller es sencillo: unas herramientas sutiles y primitivas; un leve torno, muy pequeño, apenas zumba un rato cada día. 11 Paulino Masip: “Guitarras, guitarreros y guitarristas”, Un banco de carpintero, el banco legendario Estampa, 1-1-1929, pp. 29-31. y viejísimo, igual que aquel de José, “hijo de 12 Ibid., p. 31. David”, le da a la estancia encalada un aire 13 El guitarrista andaluz utilizó, al comienzo de su carre- de santa, de divina artesanía. Hay olor de ra, una guitarra del taller de Ramírez construida por resinas como en un bosque. Huele también Santos Hernández. Véase Andrés Segovia: “La guitarra y a barnices delicados. Las tapas armónicas yo”, Guitar Review, η. 8, 1949, pp. 34-36; Richard Е. Brune: “Segovia’s 1912 Manuel Ramírez”, The Big Red Book of American Lutherie, vol. 4. Tacoma: Guild of American Luthiers, 2006, pp. 96-101. 14 Emilio Fornet: “La guitarra que Andrés Segovia lleva por el mundo”, Estampa, 23-xii-1933, p. 36. 15 Regino Sainz de la Maza: “El artesano Santos Hernán - dez, armador de guitarras”, Falange, 63 (1943), [s. p.]. 16 Ibid. 2009 / Revista de la Sociedad Española de la Guitarra, n° 3, diciembre / ROSETA 125 de pino abeto de la Selva Negra se alinean falta para entendernos más que este vuelo esperando que un lírico viento las haga sutil y este gemido de las cuerdas hasta cantar... fijar su justo temple: ya está. Ahí va el acor- En el espacio de este taller pequeño brillan de. Santos da un suspiro ancho, pleno, también el nácar y el marfil, la plata de feliz. Yo sonrío. La guitarra, esta extraordi- unas clavijas, el acero bruñido de unos tor- naria guitarra que con los años valdrá como nillos. Los cajones del diminuto mostrador un tesoro, ha empezado su vida en este guardan las madejuelas de aquellas ‘seis cuartito de la calle de la Aduana bajo la princesas’ que el poeta cantó:17 ‘Seis prince- mirada de Santos Hernández y bajo mis sas [sic]: tres de carne y tres de plata’. Son dedos. (...) Por eso cuando Santos me pre- las seis cuerdas sonoras de la guitarra.18 gunta austeramente y casi seguro de la res- puesta mientras pruebo un instrumento El músico burgalés recuerda especialmente suyo: el íntimo y mágico momento en el que empe- zaba a tantear el instrumento recién finali- —¿Va bien, Regino?... zado, rasgueando sus cuerdas delante del Yo contesto, simplemente: artesano: —Va fantástico, Santos...; va formida- ble...19 Cuando Santos acaba un instrumento y le coloca las cuerdas minuciosamente, sus ojos están ávidos, con una impaciencia “La Rubia” (1934) extraña en la habitual serenidad de este hombre.

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