De Cuando Ellos Se Narraron

De Cuando Ellos Se Narraron

De cuando ellos se narraron Juegos Trigales del Valle del Yaqui 2014 Narrativa De cuando ellos se narraron Selene Carolina Ramírez García Juegos Trigales del Valle del Yaqui 2014 Narrativa ISBN: 978-607-9499-03-7 Primera Edición GOBIERNO DEL ESTADO DE SONORA Lic. Claudia Pavlovich Arellano. Gobernadora Constitucional Mtro. Ernesto de Lucas Hopkins. Secretario de Educación y Cultura Mario Welfo Álvarez Beltrán. Director del Instituto Sonorense de Cultura Mtro. Josué Barrera Sarabia. Coordinador Editorial y de Literatura del ISC SECRETARÍA DE CULTURA Rafael Tovar y de Teresa. Secretario de Cultura Antonio Crestani. Director General de Vinculación Cultural Edición: Gabriela Soto Soto Diseño editorial y de portada: Aarón Alejandro Lima Imagen de portada: Erika Maldonado ©D.R. Instituto Sonorense de Cultura Ave. Obregón No. 58, Colonia Centro Hermosillo, Sonora, México, C.P. 83000 [email protected] Impreso en México De cuando ellos se narraron Selene Carolina Ramírez García Marco: porque meter la bola negra no es parte del destino Man, I think he’s make a fuckin’ suit of human skin, using the best parts from each of us. Holy crap, He’ll be gorgeous. John Dies at the End David Wong, 2012. Fragmento Si no hubieras perdido aquella apuesta un año antes de co- nocerme, no habría existido el móvil que me permitió leer las múltiples reacciones encontradas que configuran todo el desastroso ser que eres. Metiste la bola negra, dijiste, exacta- mente doce meses antes de nuestro encuentro, en el mismo lugar, en la misma fecha. No creo en la casualidad —te lo comenté esa noche entre gimoteos— el azar me asusta porque lo relaciono con esa extraña concepción secular de convertir lo fortuito en continuidad, de creer en prescripciones; no sé, ese histrionismo que se aferra a la búsqueda de sentido me parece bastante desacreditable. Yo no sabía quién eras, lo supe al otro día, después de la noche de penetraciones que tuvimos porque la imprevisión de haber perdido una apuesta un año antes nos encontró, y quiso conocerme por dentro a mí, que soy curiosa y no dejo que la gente falte a sus promesas. Por la mañana aún sabía a ti, a tu sabor de alma vieja, a cigarros apagados décadas atrás. Sabía a muchos tiempos, a desperdicios, a dolores, a sinestesia, a retruécanos, a semen añejado, a sudor vinagretoso, a muerte que se acerca y se va y juega, a pasado, a historias poetizadas, a juegos del 7 lenguaje, a pláticas del mar, a vida, a mortaja. Sabía que eras importante porque la gente te buscaba con la mirada y te sonreía acercándose a estrechar tus manos de adulto. Tus manos de adulto que saben tocar y son corteza que enraíza los dentros. Tus manos que no duelen. Tú ya has hecho hijos, esas manos deben de haber ayudado bastante. Eran tres. Los vi en la foto de fondo de tu Galaxy note III cuando miraste la hora y el clima después de la segunda vez que nos entramos. Todos eran bellos, delicados, como el tú de la infancia que mi imaginería recreaba cuando hablabas del que fuiste. Con ese mismo celular me tomaste fotos. Unas realmente eran artísticas, otras sin embargo me parecieron bastante estereotipadas, el clítoris, desmañado, se encuentra demasiado divinizado. Disculpa pero parece molusco (y éstos jamás encabezarían la lista de los más tiernos), es antiestético, insustancial, gelatina. Aun así me gustaba la mirada absorta que tenías cuando las observamos críticamente para realizar la selección de las mejores y el desecho inminente de las menos agraciadas. Me sorprendió darme cuenta de que casi todas eras buenas, mi cuerpo blanco brillaba joven, me gusté, por ello volví a subirme en ti. Sin embargo mientras más te daba más sentía arrugarme. No sé, tal vez no es tan incierta esa verdad popular que afirma que en parejas de edades tan disímiles el más ajado termina absorbiendo al menos instruido. Otra vez yo: la supeditada. No vayas a creer que me autolatigo con ese tipo de afirmaciones. Jamás utilizaría el vasallaje como arma loca lastimera, simplemente entiendo que hay niveles o estatutos ontológicos que no se aprenden con la instrucción sino de forma empírica, envejeciendo pues… Me gustas, eres desusado, me incitas canciones, tangos. Debimos haber bailado ese día. Me gustó ser aquella tipa que escuchaba y te lamía tus testículos inmemoriales: 8 sí; sólo que pienso que debimos haber bailado algo, algo de Donato, me agradan los destiempos, y la nostalgia, y la alegría encapsulada, y sentir el jadeo, y las erecciones, y levantar la pierna, y dar pasos elegantes, pero eso no lo sabías tú Marco. Marco el tetravalente que es nombre, y verbo, y recuadro y la metáfora de una metodología de estudio. Aun así tus Marcos no bastaban para definirte. Eres cien mil voces graves, historias desentonadas porque los nudos en la garganta aprisionan. Siempre —dentro del universo textual de la única vez que fue un todo y se homologa como totalidad— me quebraste. Yo sé que tu vida en esa otra parte, alejada de ese cuarto-mundo que hicimos una noche de apuesta era, por mucho, menos real a ese espacio del no tango que fue sólo nuestro, absolutamente infinito. No sabía cuántos años tenías, no quise preguntarlo era suave el indeterminismo, pudieron haber sido muchos o no tantos, pero tu temple era impretérito, lo arcaico se evidenciaba en lo absoluto de tu ser, en tus conjugaciones respetuosas, en tu manera de adjetivar tan puntual, poco pueril, madura; en la mirada tuya que ve y atraviesa y se entrona dentro del cerebro del que se deja observar por ti, que eres hombre de muchos tiempos y te instauras cimentándote por todos los escondrijos de un cuerpo que es también alma. Me marcaste, como nombre que identifica, como verbo que ama y desama, como sostén de arte, como justificación teórica. Me marcaste como marca que retumba y plasma filigranas. Me delineaste fútil desde la corteza cerebral hasta las fascias que deslastraste con tu cuerpo de hombre que sabe de incisiones y de cortes perfectos. El que fueras viejo no es casualidad, ya lo dije, no creo en el azar. El que pierdas apuestas tampoco lo es, ya lo dije no creo en el azar. creo en el tango, y en las suspensiones, en la creación de espacios paralelos, en la disección. 9 A veces me siento un poco culpable porque no te di el tiempo suficiente para decidir amarme, pero tu aparente vejez era demasiado peligrosa, tú ya no tenías tiempo Marco, por eso te guardo acá silente; de todas formas no llegaste por azar, debías quedarte en este universo nuestro, descansando de tanto habernos sido, de todas formas eras un poco inmóvil desde antes, de todas formas el tango nunca se bailó. 10 Dorotea Araiza: La Diabla que se encolera She’s got the devil in her heart, but her eyes they tantalize. she’s gonna tear your heart apart, oh her lips are really thrilling. Devil in her heart The Beatles, 1963. Fragmento. Me llamo Dorotea Araiza pero todos me dicen “La Diabla” porque dizque soy bien brava. Cualquier cosa que haiga oído usted sobre mi persona es verdad a medias. A medias porque lo que se cuenta de boca en boca se vuelve mitote porque cada viejo argüendero le va metiendo su cuchara a los frijoles ajenos. La raza metiche habla y habla con sus hocicotes y no se preocupan por ser fieles a las cosas que en realidad ocurrieron. Así se la pasa la gente del barrio donde yo vivía, alimentándose del alboroto, haciendo novelas donde no hay personajes chilos. Yo por eso estoy haciendo mis memorias en estas grabaciones pa’ que lo que digan de mí sea siempre cierto, sin cambios, sin mamadas, sin cuentitos de niñas. La Mara mi maestra del taller de autobiografía acá en el bote pa’ viejas me dijo que tenía mucha rabia encatsulada, que la mejor sanación estaba en el contar. Me dijo que escribiera las cosas por las que he vivido pero la Teta me prestó su máquina esa pa’ grabar voces y pos mejor le cuento con mi propia voz lo que vaya saliendo. Luego si me pongo a escribir se me van a pasar algunas cosas. El pedo “es sacar las malas vibras y tratar de llegar a la catarsis”, dice la Mara. Quien sabes qué chingados sea la catarsis pero vamos a ver qué sale de este salivero. En la autobiografía uno como que se conoce más a través de las cosas que va contando sobre su vida. 11 Dice la Mara que antes de todo debemos decir quiénes somos, cómo somos y esas mariconerías que no hacen únicos dice. La mera verdad yo sé que lo que me hace más única entre la raza que conozco es este humor de la chingada, este coraje que siempre cargo. Yo a veces veo a la Teta, a la Pinta, y a las fresas de la Coyo y la Mela que andan con sus pelos güeros, todas felices por la vida con unas carcajadotas bien mamo- nas, y me dan mucho coraje, me desesperan por alucines. Estamos encerradas y éstas ahí muy pintaditas y cantando y riéndose por cualquier babosada como chamacos. La Mara piensa que la rabia es mala pero la neta, lo único que siem- pre me ha acompañado y lo que me ha salvado la vida más de una vez, es esta puta furia. En un país de padrinos que te destrozan el útero por sus juegos puercos no hay lugar pa’ la debilidad, o es tu vida o la suya compa, por eso a veces no queda más que arremangarse del cólera y matar, matar hasta estar seguro de que el muerto no reviva, matar hasta que te duelan los brazos, y los dientes, y los gritos.

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