PRESENTA UNA PELICULA DE ZACHARIAS KUNUK SINOPSIS En el vasto ártico canadiense, el pueblo inuit ha vivido durante generaciones con una leyenda que ahora vuelve a la vida. En un tiempo en el que el mundo de los espíritus y del hombre comparten una paz común, un chamán conjurará un hechizo de oscuridad para dividir a una tribu. Atanarjuat es el objeto de su ira: se apoderará de su mujer, matará a su hermano y lo condenará al exilio. Pero para un auténtico inuit no existen las distancias. • Cámara de Oro a la Mejor Opera Prima. Festival de Cannes 2001. • Mejor Película Canadiense. Festival de Toronto 2001. • Selección Oficial Canadiense para los Oscar 2001 a la Mejor Película en Lengua Extranjera. NOTAS DE PRODUCCIÓN Igloolik es una comunidad de 1200 habitantes situada en una pequeña isla de la región de Baffin, al norte del Ártico Canadiense, cuya evidencia arqueológica indica que ha estado habitada durante 4000 años. A lo largo de estos cuatro milenios, innumerables nómadas inuits han transmitido su cultura y saber tradicional, de generación en generación, a través de los cuentos orales, ya que carecen de lengua escrita. Atanarjuat, la Leyenda del Hombre Veloz, es parte de este flujo continuo de narración oral llevado hasta el nuevo milenio mediante la fusión entre el arte inuit para contar historias y las nuevas tecnologías. La película ofrece una visión auténtica de esta cultura y de esta tradición oral, desde el punto de vista inuit. Durante incontables generaciones, los mayores de Igloolik han mantenido viva la leyenda de Atanarjuat para enseñar a los jóvenes inuits los peligros de situar los anhelos personales por encima de las necesidades del grupo. El rodaje del film es, en si mismo, como un cuento con varias historias. Atanarjuat se rodó en Inuktitut, el lenguaje de los esquimales, con un reparto únicamente inuit y bajo condiciones extremas. Conseguir esto, con un modesto aunque profesional presupuesto de 1.9 millones de dólares, requirió fuertes conocimientos del Ártico. Igloolik Isuma Producciones tiene un amplio historial de premios conseguidos a lo largo de sus diez años de experiencia con dramas inuits realistas, auténticos y de bajo presupuesto, en este entorno único y desafiante que es el Ártico. Conseguir el máximo rendimiento de este reparto y equipo requiere crear una “cultura de producción” inuit: sentido del humor, valentía, mucha paciencia, espíritu de cooperación y trabajo en equipo, en lugar de control al estilo militar. A lo largo de milenios, los inuits han aprendido que las personas no pueden dominar la realidad. Nuestro objetivo no era imponer las convenciones cinematográficas del sur en nuestra peculiar historia, sino permitir a la historia moldear el proceso cinematográfico a la manera inuit. Por esta razón escribimos el guión siguiendo un proceso único de autenticidad cultural. Primero grabamos las versiones de ocho ancianos narrando la leyenda tal y como sus ancestros se la habían transmitido oralmente. El equipo de escritores de Isuma, cinco en total, las combinó en un solo tratamiento detallado en lengua inuktitut e inglés, consultando con los ancianos para asegurar la veracidad cultural y con nuestra asesora narrativa en Toronto, Anne Frank. Se siguió este mismo proceso bicultural y bilingüe desde el primer borrador hasta el guión final. El equipo inuit de Atanarjuat, la Leyenda del Hombre Veloz combinó profesionales experimentados con principiantes que adquirieron las habilidades profesionales necesarias para el establecimiento de una industria del cine en Nunavut. Un pequeño equipo de profesionales de la industria del sur instruyó a miembros del equipo local en maquillaje, grabación de sonido, continuidad, escenas arriesgadas y efectos especiales. En total, en la producción participaron como actores, personal técnico y ayudantes, aproximadamente 60 indígenas inuits de Igloolik. El empleo y el gasto local aportaron más de 1.5 millones de dólares a la economía local de la comunidad. Este film fue la piedra angular para una industria cinematográfica en Nunavut. Con una tasa de desempleo del 60% y diez veces el índice nacional de suicidios, en Igloolik se merecen y necesitan desesperadamente estos beneficios económicos y culturales. Atanarjuat, la Leyenda del Hombre Veloz se rodó en betacam digital y se pasó a 35mm en proceso 'smooth motion' con resolución fotográfica real en Vancouver. La estrategia visual de la película fue diseñada para intensificar la sensación del espectador de estar ahí, por exótico que el escenario fuera. Además, con las cámaras digitales de última tecnología puedes acceder a lugares a los que una cámara cinematográfica nunca podría ir. La meta de Atanarjuat, la Leyenda del Hombre Veloz es hacer que el espectador se sienta dentro de la acción, mirando hacia afuera, más que fuera mirando hacia adentro. Esto permite a la gente olvidar lo lejos que realmente está e identificarse con la historia y los personajes como si fueran exactamente como nosotros. Atanarjuat fue coproducida junto con el Programa Cinematográfico Aborigen de la Junta Nacional Fílmica del Canadá (NFB). Creado en 1996, el programa ofrece fondos específicos a cineastas indígenas y continúa con el viejo compromiso de la NFB de ayudar a comunidades tradicionalmente poco representadas en la producción cinematográfica canadiense. EL DIRECTOR NOS CUENTA Soy inuit, del ártico del este. He vivido desde los nueve años en Igloolik, un pequeño pueblo de unas 1200 personas. Esta comunidad se formó a finales de los años 50 cuando el gobierno creó unos programas de vivienda de los que Igloolik se benefició. Mi familia vivía de la tierra, igual que lo habían hecho nuestros ancestros, hasta que llegó el gobierno y construyó un centro médico, unas tiendas y un colegio al que tuvimos que empezar a ir todos los chavales. Mejor dicho, yo tenía nueve años cuando me obligaron a ir al colegio. Hasta el momento mi educación se basaba en lo que aprendía de los cazadores, saliendo en trineos con perros y viendo como vivían en casas de pasto durmiendo todos juntos. Los padres de familia enganchaban a los perros por la mañana y salían de caza. En aquella época, yo empezaba a salir con los adultos y a aprender sobre los perros y su manejo: como girar a derecha o izquierda, como parar o arrancar de nuevo, etc. Cada vez que los cazadores paraban a tomar té, mi tarea era desenredar los lazos de los perros. Al verano siguiente les llegó a mis padres un mensaje del gobierno que decía: “tienen que mandar a sus hijos al colegio. Al fin y al cabo les estamos pagando bienestar familiar.” Al parecer, todos los niños tenían que ir al colegio al cumplir los cinco años. Así que llegué a Igloolik en 1966. Para mí, crecer significó ir a la escuela y aprender inglés. Nos prohibieron hablar nuestra lengua en clase y nos invitaban a ir a ver película los fines de semana, pero ir al cine costaba 25 centavos, así que empecé a tallar y a vender lo que hacía para poder ir al cine. Dos años más tarde, mis padres vinieron también a Igloolik porque querían vivir cerca de nosotros. Fue como un plan del gobierno para que todo el mundo viviera en el mismo lugar: “manden a los niños al colegio y sus padres vendrán detrás de ellos”. Cuando crecí me di cuenta que nuestra comunidad estaba dividida en Católicos y Anglicanos. Yo estaba en la mitad anglicana y mis primos en la Católica. Los curas católicos y los curas anglicanos vinieron y nos dividieron. Mis primos católicos y nosotros, los anglicanos, estábamos todo el día discutiendo, incluso nuestros padres se peleaban. Imagínate, ese era el ambiente en aquella época, nuestras familias enfrentadas, cortadas por la mitad. En esa época yo estaba creciendo, era escultor, estaba aprendiendo de verdad y al mismo tiempo estaba empezando a experimentar con cámaras de 35 mm de distintas marcas, documentando escenas de caza. Entonces, un día, en 1980, oí decir que uno podía comprar una cámara de cine. Junto con un amigo empecé a hacer esculturas un poco más grandes de lo normal y nos fuimos a Montreal. Yo tenía un acuerdo con una galería de aquella ciudad y les dije que quería una cámara de video. Así que en el año 81 compré mi primera cámara de video, unas pilas, un televisor de 26 pulgadas y un pasapelículas. Camino de casa fui aprendiendo a usarla. Aunque la cámara era a color, al principio la imagen salía en blanco y negro, y tardé más de dos meses en poder solucionar el problema. En nuestra comunidad no había televisores así que cada vez que encendía yo el mío, los niños que estaban jugando fuera se pegaban a la ventana para poder verlo. Incluso a veces, cuando me quería dar cuenta, tenía la casa llena de niños. Nosotros habíamos votado dos veces para que no entrara la televisión en nuestra comunidad porque no había programas en inuktitut, nuestro idioma. En el año 82, comenzó la Inuit Broadcasting Corporation (Corporación Difusora Inuit) y un año más tarde, teníamos un canal de televisión. Diez años más tarde teníamos televisión por cable y doce canales en total. Podíamos ver noticias sobre nuestra comunidad y sobre lo que pasa en todo el mundo. Me acuerdo perfectamente de haber visto la Guerra del Golfo Pérsico desde el salón de mi casa. En aquella época, trabajaba en la Inuit Broadcasting Corporation. Trabajé allí ocho años, entrevistando a ancianos que contaban cómo eran las cosas en los viejos tiempos. Yo quería poder ver sus historias pero no existían grabaciones de la época que ellos hablaban. Llegó un momento en que decidí que quería hacer mis propios proyectos pero la compañía no me lo permitía, así que me fui y fundé mi propia compañía, la primera compañía inuit independiente.
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