Por Navarra Vol.14 “De Isaba a Viana”

Por Navarra Vol.14 “De Isaba a Viana”

POR Víctor Manuel Arbeloa NAVARRA XIV DE ISABA A VIANA 2 POR NAVARRA Muchos de esos artículos fueron publi- cados en Diario de Navarra. Algunos han sido corregidos y aumentados. Edita: Víctor Manuel Arbeloa Impreso en I.G. Castuera, S.A. I.S.B.N.: ISBN 978-84-614-4038-2 D.L.: NA 2780/2010 POR Víctor Manuel Arbeloa NAVARRA DE ISABA A VIANA XIV NUESTRA SEÑORA DE IDOYA Subimos por el valle de Arriasgoiti, Por el frondoso borde oriental del río Erro se extienden las casetas en torno a las cuales gentes en trajes de baño conversadoramente sobremesean o indo- lentemente sestean. Algunos niños juegan con balones y bicis. Cho- pos, fresnos, sauces, arces, robles, pinos..., dan sombra, hermosura, y a veces, al parecer, hasta licencias. Pasamos por Aézcoa, reino del fresno y del roble, y también, ahora, de salicarias o frailes. Aribe nos recibe con una explosión de hiedras-geranio. Tras Abaurrea Alta, pueblo alto de casas altas y te- jados altos, hete ahí los Pirineos, con unas motas de nieve. Todavía hay, escritos en el asfalto, vivas a Indurain, desde su paso en el últi- mo Tour. En Ezcároz dos pescadores se agarran a su caña interro- gante sobre el Salazar. Llegados al Puerto de Lazar, si el día está bueno, o regular, co- mo hoy, no hay más bello quehacer que contemplar uno de los pai- sajes más esplendentes en Navarra. Bajamos luego tras la pista del río Uztárroz, que pasa bajo el pueblo de su nombre, apretándose a ratos la cintura. Mucha gente pasea por la carretera: la mejor señal de que los coches no son muchos. 7 NUESTRA SEÑORA DE IDOYA Tras pasar sobre el Puente de la Perdiz, nos damos pronto con el murallón de peñas y hayas del Burdokoch que, además de prote- ger a Isaba por el norte, asegura y respalda el paso del río Belagua. Hace unos meses el canta-autor aragonés, J. A. Labordeta, pa- seándose por las tierras y pueblos de España, se llegó a Isaba, reco- rrió el lugar, visitó su iglesia con la ayuda del párroco, e hizo así a fa- vor de la villa más que miles de anuncios y reclamos. En las afueras del pueblo, junto a la orilla occidental del río Be- lagua –que desde su unión con el Uztárroz, bajo El Castillo, se llama Esca–, y a pocos metros de una leñera, en el término de Landondoa, se abre el sendero pedregoso que asciende hasta la ermita. Dicen los libros que el nombre de la Virgen le viene del lugar de la aparición, una balsa o charca. Que se levantó el santuario origi- nal en el medievo, se recreció en el siglo XVI y se reformó y restau- ró dos siglos más tarde. Que la fiesta grande es el Lunes de Pente- costés, al final de la novena. Que es imagen de mucha devoción y te- nida por abogada contra los dolores de cabeza. Pero la letrilla de los Gozos va mucho más allá: Muy unida y en concordia, con emulación reverente, acude a Vos toda gente pidiendo misericordia: líbranos de la discordia y de la culpa mortal. En un primer descansillo sobre el río, gozamos mirando, oyen- do y oliendo el sotillo delicioso que forman en torno a las aguas fres- nos, avellanos, mimbres, arces, chopos, hiedras... Una alta grúa pla- nea futuros trabajos cerca del hotel. 8 NUESTRA SEÑORA DE IDOYA El camino estuvo empedrado un día, y ahora a trozos está des- pedrado. Las estaciones del vía-crucis están marcadas con trocitos de madera. Subimos entre hayas, avellanos, bojes, helechos, búgulas, murajes, oréganos, mentas, limacos... y advocaciones marianas escri- tas a los lados. Pasamos por un puente de cemento que salva un arro- yo. Se acoge el penúltimo sol a los tres picos (el más alto, 847’3 m.), que guardan por el noroeste a Isaba y son como tres faros naturales en el boscoso atardecer. Arriba, a nuestra izquierda, una pradera y sobre ella algo como una cabaña grande de pastor. Vamos altos siempre subiendo, bor dean- do ahora un pequeño macizo, el de Usunukaltea, sobre el Esca, que deja ver sólo los montes al norte y oeste, con hayas y pinos silves- tres. En la pared derecha del camino, muchos líquenes, musgos y cu- lantrillos. Un matrimonio joven sube, como puede, con la criatura en el cochecillo. – Ya queda menos. Un malvavisco rojo grande y unos margaritones en un rincon- cico del sendero. El encuentro, desde 1974, de las Idoyas de toda Navarra, algunas ataviadas de roncalesas, para presentar la ofrenda floral a la Virgen, el primer domingo de julio, tiene su constatación en una lápida al borde del camino. No sé si viene a cuento, pero al viajero le parece que Idoya o Ydoia (en vascuence: charca, balsa, agua remansada), sin más, tiene poco sentido, aunque sólo sea estético, si se pierde toda referencia a la Virgen María de Idoya (la charca de Isa- ba) que, si no, no fuera Idoia sino idoia, o nada tal vez. Lo mismo que quienes han terminado llamándose Espinos, Olmos, Coros, Pu- yos (Podios), etc., etc., una vez perdida, por desgana o por ganas, la referencia original, de la que muchos y muchas ya se avergüenzan, to- do hay que decirlo, qué le vamos a hacer. Hasta hace muchos años, basta ver las fotos, la ermita estaba rodeada de pradillos herbosos, con algunos árboles frutales. Hoy son un conjunto variopinto con arces, durillos, acacias, rosales, margari- 9 NUESTRA SEÑORA DE IDOYA tas, claveles chinos, petunias, malvas reales, tiestos con plantas, ár- boles frutales diversos, entre bancos de piedra y madera. También hortalizas varias, donde sobresalen los palos desnudos de las alubias verdes. Un viejo arado hace de símbolo agrario. Todo ello, incluidos los accesos al templo, forman un precioso contorno entre huerto, jar- dín y parque público, por donde pasean esta tarde varios paisanos, al- gunos en plática con el ermitaño Felipe, residente en el pueblo, a quien se debe casi toda esta maravilla y el pequeño museo etnográ- fico que hoy no podemos ver. Muros de sillar y tres contrafuertes conforman el rectángulo ex- terior de la ermita. El arco gótico de entrada va resguardado con dos arquivoltas. Sobre el muro testero se abre una espadaña con campa- na. A los pies del edificio se adosa la casa de la cofradía, que lleva fe- cha de 1800, a la que se le añade, unida por un pasadizo, una caseta alargada. El interior es todo piedra limpia, que parece aún más limpia y esencial con la música gregoriana de ambiente que nos acompaña. Una bella reja, del mismo siglo XVI, terminada en lises y puntas de lanza, separa el presbiterio de la nave, con bóvedas de terceletes so- bre ménsulas molduradas. Tres ventanas pequeñas le dan un poco de luz natural. Y luz natural dan también las rosas, dalias, gladiolos, mar- garitas y claveles blancos del altar. Admirable talla de un Crucificado, del XVII, tras la reja. Un hermoso y brillante altar barroco en torno al 1700, que algunos qui- sieran que fuera del escultor local Juan Baines, autor por aquel tiem- po del retablo de Garde, sirve de trono alto a la Nuestra Señora de Idoya. Parece datar del primer tercio del siglo XIII, y, a pesar de adi- tamentos y restauraciones, conservan Madre y Niño una sonrisa aco- gedora y familiar. Por eso los Gozos la llaman, además de Roncalesa ce- lestial, flor olorosa, fértil palma, astro, y hermosa como la luna, y la colo- can en el centro de un medio natural y humano, sin desechar ninguno de los lenguajes de la Creación: Todos rindan mil tributos a la que es Reina de todos, 10 NUESTRA SEÑORA DE IDOYA y por diferentes modos le alaben aves y brutos, las plantas, flores y frutos en su idioma natural. A la vuelta, vemos, que no habíamos visto antes, unas casetas, dos burritos, unos niños y una señora mayor. Cuando llegamos al pri- mer mirador sobre el cauce del río, bajamos unas escaleras, y con la ayuda del agua de la fuente damos cuenta de los pocos repuestos que aún nos quedan: ya merienda-cena. Al final del camino, nos cruza una moceta morena y airosa, que viene del pueblo. Nos dice que vive en aquella casa de arriba, que tiene varios hermanos, y que tiene que volver pronto a casa por las tardes. El río Esca sigue recitando sus gozos, aunque nadie los oiga ni los entienda. 11 EN LA RESERVA NATURAL DE ARBAYÚN Entre el poblado de Usún, experiencia piloto, y el proto-mo- nasterio de San Pedro, caminamos siguiendo la canaleta que lleva el agua a Lumbier, una obra de arriesgada ingeniería hidráulica de los años veinte. Pasamos junto a Domeño –el Dominium latino, capital del Valle del Romanzado (del latín al castellano pasando por el dia- lecto navarro)– y avanzamos hacia el oscuro y espeso busto del Aran- goiti. Roquedo fendido de la foz de Arbayún. Casas altas de Usún. Tierras de labor a un lado y matorrales, bojerales y enebrales, al otro. Chopos en el hondo corredor. Las margas asoman en cualquier des- cuido de la vegetación. La carretera es estrecha y solitaria pero segura y nos lleva puntualmente a nuestro destino. Usún (también Ausun, Osun u Oson), que tuvo nueve casas y ocho vecinos a mediados del XIX y alcanzó los 80 habitantes a co- mienzos del XX, se despobló del todo a finales de los setenta, hasta que un grupo de jóvenes intrépidos, conscientes, tras muchas peri- pecias, de que la “revolución” comienza por uno mismo, empren- dieron una admirable experiencia social-humana y a la vez agrope- cuaria, queriendo dar vida a un pueblo muerto y a una comarca en progresivo deterioro y desvitalización.

View Full Text

Details

  • File Type
    pdf
  • Upload Time
    -
  • Content Languages
    English
  • Upload User
    Anonymous/Not logged-in
  • File Pages
    224 Page
  • File Size
    -

Download

Channel Download Status
Express Download Enable

Copyright

We respect the copyrights and intellectual property rights of all users. All uploaded documents are either original works of the uploader or authorized works of the rightful owners.

  • Not to be reproduced or distributed without explicit permission.
  • Not used for commercial purposes outside of approved use cases.
  • Not used to infringe on the rights of the original creators.
  • If you believe any content infringes your copyright, please contact us immediately.

Support

For help with questions, suggestions, or problems, please contact us