Uricoechea El Niño Que Quería Saberlo Todo

Uricoechea El Niño Que Quería Saberlo Todo

Celso Román EZEQUIEL URICOECHEA EL NIÑO QUE QUERÍA SABERLO TODO Ilustraciones Claudia García COlCIENCIAS ( .P'A..............NAM. fOCANA ) ( .. ANAM . II ICA NA ) COU:IIHCIAS •o , -.o:.n, ... .. Ol,l'<lo, Fernando Q,.porro O.Olio Subdircclor de Prosra.mas ~m l~\cos : t-li!rn..\n Jc)f'MlllloS.)!na1 r /\5csor de la Subd1ro«i0n de P!Ogrnm0$EslratéglCOS: Jesús Moria Alwrez Coordln11ci6ncdtlorial- Julill l>ottldl'I Agulno O!rc«.ión C'dltonfil y de disci\o, Carlos Nkolás l lemAndcz TresCohutllis Editores l...tdo 11..,.,_ v (oiomon••to<O.udm Gamo l'<<'Pron,.,Oigliol • l'o1ol,10 Colomb<.lL!ru . l'tnn"tCrtiedlc:i im: Colelcn,cl.uJo lk>d(: 1998 l~ 11l(!mec. UdOn en Peiname,ienna F.dlton.llUdn julk>d~ t 9()8 O 1998 CfflO Rom.in C l 998 Ocr-cc.005f"OWfV,Mbi · Cokkrnclas T rnnsv. 91\ No 133-28 Fruc6251788 E·maU. lní[email protected]'l.govco S.n1ofOdo BogooA.1) e Colombia • & 1ttul~r lco O 1998 Panamc.rkana Editorial l.. t .da. O,m,ro $ No. M -67, Tel, 27746 13 - 2379927 Fax!(57 1) 277499 1 2379880 E,maJh panbl'dJt(l'tandinrtJ,1t.nc1 ",-.w .p.lnanwric..\1\tlol'(Uior\..,l.rom.co S.,,n1alOde Bogo,... O C • Coio,,,bia ISBN 958 30 0528 2 Todos los derechos rcscrvddcx Prohlbklu.su reproducción totl'll o p.,.rcial, por cu<\lqulermecho. ~n permiso del Edllor. lm1>resopcn- l'a(l.i)fllCtlc:,Ml:onM!II e Impresos S.A. Collc 65 No. 94•72 Tel. 4302 110 • 4300355, Fox. (57 I} 2743008 Jm1)fCS()en Cosom1.>1r1 Prin1cd in Cdombla 2 CONTENIDO Pág. 5 CAPÍTULO UNO Un niño a la orilla del Salto del Tequenddma Pág. 17 Pág. 9 CAPÍTULO TRES CAPÍTULO DOS El guerrero El encuentro de los dioses de Las Mil y un a Nocli es Pág. 27 Pág. 33 CAPÍTULO CUATRO CAPÍTULO CINCO Un espíritu libre Flushing lnstilute. autodisciplin<> para vislumbrar camino, y libertad religio:x, 3 Pág. 39 CAPÍTULO SEIS Vale University o los templos del conocimiento Pág. q.5 CA PÍTULO SIETC Pág . 57 Golínga: ..Os esforzaréis CAPÍTULO OCHO por alcanza r la verdad " Veintiséis a,'ios después Pág. 65 Pág. 69 CAPÍTULO NUEVE CAPÍTULO DIEZ El mundo había camb iado Academia de la Lengua 4 Capítulo uno (1834- 1840) Un niñ o a la orill a del Salto del Tequendama. HaciendaCanoas , marzo de L838 "... y lo mágica 110<:llc., lo nocl ,e mil y dos ..... (PltHHF. 0 '&l'J\ONl\1 ') na alfombra mágica. con dos niños dispuestos a cump lir una misión. vola­ ba por encima del dorado atardecer de la cordillera Orienta l colombiana. Ha­ cia un buen tiempo viajaban desde la le­ jana Persia de Las mi/ y una nocl, es y ya se deslizaban por entre las escasas nubes del cielo que anunciaba el fin del invierno sobrn la sabana de Bogotá. La inmensa planicie verde poblada de bosques. cultivos y ganados era el corazón ele una joven República llamada Nueva Granada. que hacia apenas veintidós años habla logrado la independencia de España. y su presidente era el general Francisco de Pattld Santander . Los dos viajeros seguían atentos el curso del Funza o Bogotá. el río ~grddo de los muiscas. los indigena~ que habitaban el altiplano a la llega· da de los conquistadores europeos . Esa era la selial convenida cuando en el mundo de la fantasía les llamaron y les dieron la orden: liay un niño en peligro al borde del Salto del Teque,,dama. deben salvarlo para que se cumpla el suelio de Miniminiminidau". El río serpenteaba plácído por entre pastizales y pantanos donde ani daban los patos pico-de-oro y adonde cada año llegaban Inmensas ban­ dadas de aves migratorias . En su vuelo dejaron de lado. en el co, tado oriental de la sabana. la pequeña ciudad de Santa Fe de Bogotá , que dormilaba al pie de los cerros de Monserrate y Guadalupe. con sus calle· juelas empedradas. su catedra l y sus techos ele rojas tejas ele bano cocido. Al llegar a las montañas de Soocha. en len·itorio de la Hacienda Ca· noas. buscaron el desaguadero abierto por Bochica con su varita de oro cuando el dios Chibchacum castigó a los indígenas con un diluvio que convhtió eJ ¡x,.is en un inmenso k1go. Siguieron atentos. con 1~ mirad" lija. el curso del río. cuando lo descubrieron: -¡A II~ va! -dijo Simbad niño. ¡Se acerci.1 al borde del abismo! - gritó angustiada la pequeña Scheheraza da. Ezequiel Urlcoechca. de apenas cu.itro ai\os de cd..d, se aproximaba peligrosamente al 1rona,· lleno de neb lina de l imponente Salto de l Tequendama. El río Bogotá vertía sus aguas al abismo. y la corriente J)i.lreciadesmenu,.arw en coros blanql1ísimos c1uedaban la impresión de quedarse suspend idos en el aire húmedo. La espuma. que se levantaba con un rugido atronador, se deshacía en millares de gotas diminutas que reflejaban pequei\os arcos iris en el contra luz del atardecer. - ¿Dónde está Ezequielito~ - Preguntaba afanada doña Mariana. la mamá del nilio. revisando las caballerizas de la hacienda Canoas. alboro· tando por los pasillos bordeados de columnatas. atravesando los palios empedrados de la casona. indagando en las numerosas habitaciones y deteniéndose a rc1.aren la capillita colonial donde la miraban impasibles 6 los santos , los ángeles y los apóstoles pintados por los ,naestros Gregorio Vázquez de /\rce y Ceballos, y Gaspor y Ballastir de Figueroa . -¡Ezequiel Francisco de Asls! -gritaba la desesperada mujer. co· rrie11clocomo locd po1· lo~ dhc.:.d~clo,esele los co1'tdles y en Joscan,inos ya húmedos por el rocio del atardecer que anunciaba la noche- . ,.Pero dónde se meterla ese chino? - El llanto le inundaba los ojos c11andnsu esposo logró calmarla diciéndole que todos buscaban al nil'\o. incluso con los perros de cacería y los 1nejores rastreadores. entre ellos el hidio Graciano. el más famoso de la región para esas lides. Retornaron a la casa, donde doña Mariana Rodriguez y Moreno se desgonzó desmayada en un stllón. La noche creciente llenó poco a poco de pe,,umbra el portal ele Ca­ noas. y la, sombras cubrieron la talla en piedra con el escudo de armas otorgado por su majestad don Carlos IV,soberano de Espal'\a. al conquis · t<><lorGaspar Roch'íguez. totarabuelo del niño perdido . La hacienda, 1111 macla asi por las canoas que siempre estuvieron listas para atravesar el rio Funza y acceder a ella. había sido heredada por don Fernando Roclri­ guez de la Suma. quien la legó a dol'\a Concepción de Sornoza y Pe,,alver. madre de don José María Uricoechea y Sornoza. padre del peque ,10 Ezequiel. La familia estaba conmocionada. El hermano mayor. Sabas María. un joven espigado de dieciséis alios. pero ya con w, inusitado aspecto de seriedad y madurez, permanecia inmóvil en medio de los otros dos niños. cada uno a su lado en el sofá. Su brazo derecho reposaba sobre los hombros ele Máximo, un adolescen te de trece alios; el izquierdo acunaba comp letamente a Filomena María ele los Dolores. una niña ele:,ocho que sollozaba apretando una mui\eca de pelo ensoJ"tijaclo. Doña Mariana empezaba a recuperarse y su perfil recordaba los ras· gos de los antepasados que miraban irn1:>asibles desde las pinturas en la penumbra de la ,;;,la de Canoas. a nen.as iluminada por do.s candelabros de plata. El nilio que vagaba por esos caminos llevaba en su sangre una heren· cia de sabios, de conquistadores y de navegantes. guerreros y aventure­ ros. Tal lue su abue lo paterno. el bilbaíno don Juan Antonio Uricoechea. llegado al Nuevo Reino hacia cuarenta y ocho años. en 1790. Cuando estalló la guerra de lndependei,cia el hijo de Juan Antonio, el joven José Maria Uricoechea. tenia apenas quince alios y. después de graduarse en L 7 el Colegio Mayor de Nueslra Señora del Rosario. se puso del lado de los revolucionarios granadinos. A los diecinueve anos, en 1814, ya era capi­ lán de infanlería de las lropas revolucionarias. Dos años más larde com­ batió en la balalla de la Cuchilla del Tambo. donde fue hecho prisionero y condenado a muerte. Sin embargo. la pena caplla l se le cornnutó. y como prisionero fue traído a Bogotá y de allí lo des terraron a Maracaibo. Ganada la independencia, el Libertador Simón Bolívar le nombró ad­ junto al Eslado Mayor de su guardilla y posteriormente fue ascendido al grado de Corone l Efectivo. Seis a,,os después. se casó con la bella clama clono Mariana Rodríguez y Moreno. Establecieron su residencia en la hacienda Canoas. en las proximidades de la impone nte catarata. por donde su hijo más pequefio andaba extraviado. La vida había tejido intrincados y sutiles hilos para que naciera u 11 niño tan especial. que los dioses ele los indígenas, de la natura leza. de la magia. de lil fontasiil y de la ciencia estaban listos para enconlrarse con él, y consagrar lo como tin sabio. La cila para todos era al borde del abismo llamado Salio del Tequendama. abierlo por los dioses. por donde se precipitaba imponente el sagrado rio Funza de los indígenas. La pa labra secreta que los convoc<1ba era un lérm ino achagua: "Míniminiminidau·. ¿_Quésignificaba eso? 8 Capítu lo dos El encuentro de los dioses. Ojalá: "y quíera Díos" 1índío Gracíano. tacitur­ no, seguíaun rastro con la paciencia y la sabi­ duría de sus antepasa ­ dos cazadores. Algo en su mirada y en su sonrisa taimada hacía pensar que guardaba un secre­ to que tenia que ver con los díoses de sus ancestros .

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