EL . ALBUM YUCÁT}jeO, P ÉRIODICO ,LITERARIO. INTRODUCCION. EL título que hemos dado ci nuestro periódico ácaso ha-~ brá hecho. recordar á algun maligno lector estas palabras de Fígaro:, "En su verdadero. objeto (el album) es Un reperto­ rio. de la vanidad.;;.. de aquÍ el que la mayor parte de los versos contenidos en él, suelen ser variaciones de distintos autores sobre el mismo tema de la amabilidad y de la her­ mosura de su dueño." Petó entre ei álbum de una hermosa y eÍ álbum de un pueblo debe haber alguna diferencia. Si ei primero. sir­ ve solamente pata lisonjear Ía vanidad pueril de su dueño., el segund.o aspira á llenar ia misi@n qüe la lÍteratura tiene en la socIedad, ya que ha 'tomado. ambiciosamente ei nom­ bre de periódico lIterario. La mision de la Iitei~atllrá es noble y grandiosa. No es un enttetenirtlÍento destinado para divertir simplefnente al pueblo. y para hacerle olvidar las cargas que -pesan sobre él, CülUü se ha dicho. del circo.,• de los t01"ne08 vw de 108 toros: no. es como. ' la música, la pintura y la escultura que hala- gan sülamente á los sentidos: es el entretel1imientü' mas no." 1; , OZ233 -2- blc con que puede brindarnos la inteligencia humana, pues lleva consigo la gran ventaja de la utilidad. Ademas de entrete­ ner agradablemente las largas horas de fastidio y de dolor á que está condenada la pobre humanidad y de halagar á los sentidos con la belleza de la forma, habla al corazon y , al entendimiento., con la verdad de la luateria,. eleva el es- píritu á !l,a ~~nsidel'acio~ de las verdades eternas, encuentra palabras llenas dé dulzura y de consuelo para secar las Ulgrimas del desgraciado, enc..:iende en el corazon el amor sagrado de la paÚÍa, ' corr'ige al 'maló, 'alienta al bueno, en­ seña al ignorante, hace temblar al opresor y respirar al oprimido, y cuando nos refiere las hazatias, las virtudes ó la sabiduría de esos hombres privilegiados que de tarde en tar­ de aparecen en el mundo, hace brotar en el alma la no­ ble ambicion de imitar algun día sus meinorables acciones. Un pueblo sin literatura, no será como un cuerpo sin alma, pero sí como un mudo infeliz que no podrá dar á conocer á los demas el ' motivo ' de sus acciones, la nobleza de sus pensamientos y la gloria' de sus, hazañas. Por eso la literatura, que nos atreverémos ;l llamar la lengua de los pueblos; ha 'sido " dé,bil Y bal buciente en ,la jnfrtncia ,de ésto~, se ha rnostrado ' tier:na y ardiente en su adolescencia, ha lle­ gado ,á su mayot perfeycion durante su virilidad, y ha ido . ". per9iendo su lozanía y vigor á medida que el cuerpo á que esta adherida ha ido caminando insensiblemente á su destruc- / " cion. A un pueblo como el n'uestro, del que p,uede decirse que aun se mece en su CUDa, d~pcariamos que no deshonra­ sen nuestras d~bile~ p~·oduceiones. A ' ~í es que la literatura tiene la , gloria de haber acom­ pañado á los pueblos durante su mayor eivilizacion y engran­ decimiento. CUfllldo Grecia se coloca á un grado casi increí• ble de cultura, Homero, Píndaro, Eurípides y Herodoto dan modelos en la epopeya, en la poesía lírica, en la tragedia y en ]a historia, y son reputados ~asta hoy como ' los prín• cipes de la literatura en los diversos ramos en que sobre­ salieron. Apénas Roma sacude su antígua rudeza, Plauto entretiene al pueblo con su génio cómico, Virgilio enriq lle­ co Ú su patria cun el !:)egundo poema de la antigüedad, l-Io· -3- racio dá sus celebrados preceptos y sus sáti ras Juvenal. Sobreviene luego Ja destruccion del imperio romano; hordas bárbaras é incultas invaden sus antíguos dominios, la igno­ rancia se enseñorea del mundo y forzosamente enmudece la literatura. Pero apénas . empiezan los pueblos á despertar de su letargo, luce la aureola de un renacimiento consola­ dor y la Italia produce al Dante y al Petral'ca, España á Ercilla, Cervantes y Calderon, Inglaterra á Shakespeare y á Milton y Francia á Corneille, á Racine y á Moliere. Tales son los motivos que nos han impuisado á publi­ car el periódico literario que ofrecemos al público. Aden1as, una sociedad, como la nuestra, en que la literatura apénas ha daJo señales de vida, ofrece á esta un campo vastísimo culti vado escasamente por los il ustres yucatecos que nos han 'precedido en tan trabajosa em presa. Las grandes proezaS' con que nuestros abuelos llevaron á ca bo la Gonquista de ef.ita península tan valerosamente defendida por sus natura­ les, las magníficas ruinas diseminadas por nuestro suelo, re­ putadas hoy casi por las mas nota-bles de América, las 1er­ ribles' consejas con que el pueblo las ' ha revestido, las ,mis­ teriosas tradiciones que corren acerca de algunos hechos del tiempo del gobierno colonial, el alzamiento de los aborígenes que aun sigue humedeciendo el suelo de la patria, las costumbres, en fin, de un pueblo que se halla precisflmente en una época en que, como el hombre, necesita mas que nunca de guias. y consejos; reclaman ]a pI uma det poeta, del historiador, del . novelista y del escritor de costumbres que podran dar be­ lleza y originalidad á sus escritos con solo copiar sencilla­ mente los Guudros que se presentan á su ',' ü,ta. ¿Serémos nosotros capaces de comprender la elevada mision de la literatura y ]0 que es mas todavia de desempe .. ñarla medianamente siquiera? No queremos responder á esta pregunta para no incurrir en una vulga ridad. Adernas, si el hombre habla bien de sí propio se atribuye á vanidad, si mal ·á hi pocJ'esia: ¿q ué medio enseña la razon •.•. ? el silencio. Solo sí aseguramos que nn~stros deseo s son los mejores en favor del público, ;T esperamos que estos nos acarrearán su indulgencia.-ELIGIO A NCONA. --5---- BALADA. 1, Perdida en un frondo~o bosque hay una humilde caba­ ña, habitada en el tiempo á que nuestra narracion se refie­ re, por dos ancianos labradores, Lorenzo y Marta, 11. Magdalena era el único fruto de SLl larga. y venturosa union y pareciáles ver renacer su juventud al cOlutemplarla tan tierna y tan hermosa. 111. 'feni~ quince años, Su finisimo cabello era rubio; sus ~Qlces y rasgados ojos reflejeban el puro azul de los cielos; ~ran rosadas sus tersas mejiIlas y su pequeña boca · ase- 1D~j~base á Pila granada. entreabierta, tanto mas bella cuanto que. siempre ~ Je vei~ apimada por la mas encantadora son- .rIsa. IV, Los domingos yestid~ d.e gala, acompañaba á sus padres á l~ misa de l~ cercana aldea, Un corpiño blanco oprimia . suavemente su - ~eno y un sayo de vistosos colores cubria su gallardo. cuerpo, dejando ver un pequeño pié y una torneada plerna. v. Los jóvenes labradores, reunidos á la puerta del templo, conversaban ya sobre · SQ. hermosura, ya sobre su virtud, y al divisarla á lo léjos, enn1udecian súbitaolente y sentian la­ tir con violencia sus corazones vírgenes aun. -6- VI. Concluida l,~ lnisa, tomaba parte en las alegres danzas que tenian lugar" en la plaza, y érale siempre forzoso escu­ char las amorosas frases con que los zagales se empeñaban en inspirarle el amor que sus gra~ias habian encendido en sus pechos, Al oirles, casi sin sa,be.r porqué, son ro jábase ligera­ mente, y permanecia silenciosa, hasta que, terminada la ino­ cente fiesta, retirábase contenta en compañia dé sus padresJ dejando entregados á Iá pena ' á sus numerosos amadores. VII. Entre los que así adoraban á Magdalena, distinguíase por su hermosura melancólica y por su vida solitaria y triste un húerfano á quien llamaban Manuel. Al morir la buena "'Maria, á quien él amaba cariñosamente, declarqle q,ue no era su ~nadre: que una mañana le habia encontrado á la puer­ ta de su choza, sin haber podido nunca descubrir quien le ha­ bia depositado allí. VIII. Por su parte, Manuel jamas habia intentado buscar á Su familia. pues vivia feliz en medio de las 'ocupaciones del cam· po, que le producian lo bastante para satisfacer las cortas ne· cesidades de ::;u vida sencilla. IX. Un dia vió á Magdalena y herido por su angelíca 1 be­ lleza, sintió encenderse en su pecho una intensa pasiou, 'que crecía todos los dias en la soledad y el silencio, pues:, temeroso de no ser comprendido, como los otros labradores" gllardábala, en ]0 profundo de su alma. ' x. Equivócabase sinembargo. Magdalena hahia distinguido entre sus numerosos amadores al gallardo Manuel y desde que le viera~ no le bastaba yá clamor ' de sus cariñosos padres, no cuidaba de sus pájaros ni de sus flores y muchas veces en medio del silencio de ' la noche, despertábase sobresaltada. -7- y pareciale ver á su lado á un hermoso mancebo que la con­ telnplaba extasiado. Sus faccione~ se asemejaban á las de Manuel, y lo que Magdalena sentia, sin comprenderlo, era el pnmer amor. XI. Era á fines del crudo inviernó; la naturalez.a empezaba á despertar del letargo en que éste la sumiera y á vestir las brillantes galas que le trae la . risueña primavera. ~agdale­ na salió de la ,cabaña con una cesta' de ropa en la cabeza, que como de costumbre, iba á lavar á un 'cristalino arroyue­ lo que con"ia á peq ueña distancia. XII. Cuando concluyó su faena, el sol brillaba ardiente so­ bre su cabeza. Sintió deseos de refrescarse en la onda pura; la soledad ' protejia su pudor .••• breves instantes des pues el , cristalino espejo retrataba las formas mas bellas.
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