
rturo Cantero Sarmiento nació en ALas Palmas de Gran Canaria en 1931. Vivió desde niño en un ambiente fa- miliar de elevado nivel cultural y decidido compromiso antifranquista. Ha desempeñado una intensa labor periodística y es el autor de un libro de gran significación: "Las Palmas 1950: vida, hechos y milagros de la famosa Igbsia Cubana ". Esta obra, que relata sus vivencias juveniles junto a un grupo de amigos, es al mismo tiempo un retrato de Las Palmas de hace 40 años, y una lúcida crítica a la Dictadura y a la represión se- xual, vistos siempre tras el prisma del hu- mor. Este grupo burlesco juvenil fue ori- gen, en parte, del movimiento Canarias Libre, por lo que fue detenido junto a Fernando Sagaseta y otros conocidos opositores al régimen. Encarcelado en marzo de 1962, fue juzgado por un Tribunal Militar en juicio sumarísimo. En homenaje a las mujeres de los pre- sos políticos ha escrito el libro: "Mujeres canarias en lucha", que próximamente verá la luz. LA SOMB EL AGUAIRO CENTRO DE LA CULTURA POPULAR CANARIA Pedro de Vera, 7 35003 Las Palmas de Gran Canaria Molinos de Agua, 47 38207 La Laguna (Tenerife) EDITORIAL PRENSA CAKARIA, S.A. Avda. Alcalde Ramírez Bethencourto 8 35003 Las Palmas de Gran Canaria Fotocomposic~ón: JEAX-YVES BUARD Impresión: L~TOGRAF~A. ROMERO, S.A. Porrada: IDAFE ESTUDIO O CENTRO DE LA CULTURA POPULAR CANARIA Y EDITORIAL PRENSA CANARIA. S.A. A mi querida esposa Gabriela A todos aquéllos que aún aman a Gran Canaria Al Pueblo de Agüimes A la Ciudad de Las Palmas de G. C., a quien tanto debe el Archipiélago Canario a casa de los Bordón está cerca del camino. Fue el viejo L abuelo Nicolás quien empezó a construirla sobre el erial de su propiedad, empleando adobe, piedras y palos. Los únicos supervivientes familiares de la terrible epidemia de cólera de 1851, fueron el propio Nicolás, cincuentón por aquel tiempo y SU hijo menor Antonio. Padre e hijo participaron en la tarea de abrir una enorme fosa común en las afueras de la Villa de Agiiimes, donde fueron enterradas las doscientas doce vícti- mas del pueblo. Antonio, superando harnbrunas y calamidades, pudo al fin mejorar la casa, quedando tal y como está hoy. El viejo Nicolás sólo le había abierto un ventanuco, pero su hijo a la muerte de aquél, amplió la luz por dos grandes huecos. Además, separó el corral de la vivienda, añadiendo un modesto espacio para ape- ros y almacén. Una pequeña parra pretende poner una nota de alivio a la vivienda. La tierra, bien arrifada, se adivina debida- mente trabajada. La propiedad está no muy lejos de la airosa iglesia de Agüi- mes que, aún en construcción, se asoma por encima del caserío blanco. Un camino de bestias sube del pueblo hacia la cumbre, hacia el pago de Temisas. Es tierra áspera de arrifes y secano, y 10 ARTURO CANTERO SARMIENTO todos los arbustos inclinan su cabeza hacia el sur, obligados por el fuerte viento casi constante. El terreno colindante a la casa, está otra vez plantado de hortalizas, papas y batatas, así como de trigo y cebada. La gente trata de superar los sustos de los vaivenes de la cochinilla, las tuneras van siendo arrancadas poco a poco, respetándose solamente aquéllas que se aprove- chan para cierre de linderos. Al otro lado de la vereda, un pequeño montículo protege del viento reinante sobre el hogar y la finca de la familia Bordón. El terreno tiene un centenar de pasos, lo justo para sobrevi- vir. Durante el auge de la cochinilla, fue cuando Antonio Bor- dón pudo mejorar la vivienda, dotándola de los muebles preci- sos, en especial un enorme arcón de tea donde se guardan ropas y recuerdos. Por único adorno, un cuadro de la Virgen del Rosario la patrona de la Villa, preside la entrada a la habitación principal. En el corral perduran unas cuantas cabras y gallinas que alivian la economía familiar. El burro y el cerdo hubieron de venderse para salvar las oscilaciones de la cochinilla. Pero, aun así, los Bordón pueden considerarse afortunados, la modesta propiedald destaca orgullosa entre los chamizos de braceros y vareadores de almendras y aceitunas, sólo son mejo- res las casas del centro que se apiñan alrededor de los dos templos parroquiales: uno, la modesta ermita donde aún se ce- lebran los oficios, y otro, el templo de noble porte que pronto se terminará. Y luego están la mujer y el muchacho, su hijo Anselmo. Al principio, nadie se atrevía en la Villa a hablar de María Soledad, la esposa de Antonio. Son muchas las extrañas histo- rias que se cuentan y el temor refrena las lenguas. Antonio tiene un carácter difícil y violento, pendenciero y bebedor. Hace ya unos veinte años, marchó a trabajar a las salinas del Conde en las llanadas del sur. Una noche, en la casa Condal de Juan Grande, una vez concluidas las tareas, se reunieron braceros y obreros, a beber y tocar la bandurria. Se formó un baile de taifas. LA SOMBRA DEL AGUAIRO 11 Nadie sabía cómo, pero apareció por allí una extraña mujer que recientemente se había establecido en los contornos. No era alta, pero sí esbelta, bien proporcionada y vestida, llamando poderosa- mente la atención aquellos bellos ojos azules color zafiro y sobre todo, sus manos blancas no acostumbradas al trabajo. Entre aquellos hombres ennegrecidos de sudor y solajeros, su piel resaltaba brillante entre los candiles de aceite en la noche. El caso fue que Antonio bailó una y otra vez con la descono- cida, hasta que el empleado del Conde Ramón Corujo, el único que estaba vestido de limpio, quiso cortejarla. Bordón, que le sobrepasaba la cabeza de alto, de un empellón lo lanzó contra la pared. Los hechos sucedieron luego rápidamente: el agredi- do salió de la habitación regresando enseguida con una hoz en la mano, casi todos estaban bebidos y nadie tuvo tiempo de intervenir. Ea hoz por un momento brilló amenazante sobre la cabeza de Antonio, quien paró el golpe, devolviendo una cu- chillada que penetró en el hombro de Corujo, que se desplomó en el acto. Se apagó el candil y, en la confusión, desaparecieron el hombre de Agüimes y la bella desconocida, nadie se hubiera atrevido a parar a aquel hombre, enloquecido repentinamente por los celos y el deseo de aquel amor fulminante. Se supo que llegaron, luego de andar toda la noche, a la casa de la vereda en las afueras de la Villa y que depositó a la mujer en su hogar al tiempo que, amenazadoramente, exigió su custo- dia a su propio padre. Acto seguido, Antonio Bordón tomando el asno, siguió el camino de Temisas huyendo de la justicia. Ramón Corujo, el galante empleado del Conde, pronto se restableció, la herida no le había afectado ningún órgano vital. Aquella gran cicatriz pondría aviso a refrenar su desenfado con las mujeres. Tal circunstancia hizo olvidar pronto la bús- queda y Antonio Bordón regresó para unirse para siempre a María Soledad. En la Villa, al atardecer, las comadres se reunían en pequeños grupos comentando el escándalo, pues Antonio y María Sole- 12 ARTURO CANTERO SARMIENTO dad vivían juntos sin estar casados. Ella al principio se dejó ver algunas veces en la Plaza, entre la vieja ermita que aún oficiaba y el nuevo templo que se construía, pero como la gente huía en cuanto aparecía, terminó por encerrarse con la familia Bordón -padre e hijo- a cal y canto en la casa al borde de la vereda. Las mujeres pudieron contemplar asombradas aquella vestimenta propia de las señoras de Las Palmas: brillante justillo emballe- nado que ensalzaba su cintura de avispa, espléndida blusa de seda y chaquetilla, medias asimismo de seda, zapato escarpín con tacón alto de madera plateada y ricos aderezos en la gar- ganta. Poco a poco se supo de su vida anterior. Se decía había casado muy joven en Las Palmas y que pronto se cansó del marido, pulido alfeñique sin más bríos. Inesperadamente viu- da, se sabe que marchó a Madrid, viviendo un tiempo con un hidalgo. Mujer culta, estuvo dedicada a la enseñanza particular de hijos de gente adinerada, lo que terminó de asustar a su timorato amante, en desacuerdo con tal plebeya actividad. Para colmo se metió en política, terreno vedado a las muje- res que se considerasen damas, discutiendo ásperamente en reuniones de salón, defendiendo a los isabelinos y atacando rudamente a conservadores y carlistas. El hidalgo se alarmó y la dejó. Hay misterios insondables en la conducta humana. Sea como fuere, es evidente que la personalidad de María Soledad, sufrió un cambio traumático por la fractura del fracaso de su segunda unión sentimental. Cuando regresó a Las Palmas, le fue impo- sible ninguna convivencia social al sentirse cruelmente recha- zada. Entonces fue cuando proyectó utilizar el escaso dinero aho- rrado y aislarse en alguna casa almenada, en algún descampado del deshabitado sur. Fue Ramón Corujo, hombre apuesto, en- greído y sin conciencia, quien la descubrió e invitó aquella noche al baile de taifas de Juan Grande, su coto privado de LA SOMBRA DEL AGUAIRO 13 andanzas. No podía sospechar en su cálculo, que había puesto en buen camino el definitivo rumbo que iba a tomar la vida de la desilusionada María Soledad. Fue aquella noche cuando el gigantesco Antonio Bordón y María Soledad se enamoraron como locos, con una pasión que parecía absurda y que duraría hasta la tumba. Él analfabeto, brutal; ella culta, delicada de cuerpo y salud. Seguramente ella se entregó, hastiada de tanto intelectual de pacotilla, sintiéndo- se de improviso atraída por la protección de aquella fuerza primitiva.
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