ARTURO QUIJANO Notas políticas del día Primera biografía del candi­ dato - La Iglesia en el próximo gobierno - Concha, el repu­ blicano - La vieja probidad - La Academia de Jurispru­ dencia y el 13 de marzo- - Tranquila transmisión - 1930 ÁGUILA NEGRA EDITORIAL BOGOTÁ ARTURO QUIJANO Notas políticas deí día Primera biografía del candi­ dato - La Iglesia en el próximo gobierno - Concha, el repu­ blicano - La vieja probidad - La Academia de Jurispru­ dencia y el 13 de marzo - - Tranquila transmisión - 1930 ÁGUILA NEGRA EDITORIAL BOGOTÁ PRIMERA BIOGRAFÍA DEL CANDIDATO DE LA CONCENTRACIÓN PATRIÓTICA A manera de un primer aporte en el debate eleccionario, tenemos el mayor gusto en trazar los siguientes datos para una biografía del candi­ dato nacional a la presidencia de la República; y se dice «para una biografía», porque apenas están destinados a dar una visión de conjunto, sin co­ mentarios, de la vida del eminente colombiano; pudiendo iuégo cualquiera de sus admiradores es­ cribir a espacio y justicieramente uno o varios ca­ pítulos, Y á fe que ningún trabajo—antes bien especial complacencia—nos tomamos en ello, pues habien­ do sido condiscípulos y amigos de Olaya desde los primeros años, luego sus colegas en el perio­ dismo, y más tarde en el servicio de la patria en ese ramo que está—según la vieja consigna—«por encima de todos los partidos», hemos tenido toda la vida oportunidad de seguir muy de cerca los afortunados pasos de esa existencia, que hoy cul­ mina en merecida consagración. Así como eí sucesor de Felipe Pérez en la Di­ rección de El Relator, el doctor Diego Mendoza, solía decirnos que éramos «periodista profeso» —frase que se recuerda por lo gráfica y cariñosa para quienes hemos entregado lo mejor de la vida a ese noble oficio—; así ahora hemos de decir que Olaya Herrera ha sido un periodista nato: a los doce o trece años fundó en Guateque un periodi- quito, El Patriota, del cual sacaba benedictamen­ te, con el entusiasmo de los grandes amores pri­ mitivos, copias manuscritas para los canjes. Y estaba tan sensata y correctamente redactado, traía ideas tan oportunas esa hojita parroquial, que con frecuencia se la citaba en el gran periodismo, diga­ mos el autorizado Heraldo (conservador), de Bo­ gotá, o el procer Espectador (liberal), de Mede- llín. A iniciativa del inolvidable don Fidel Cano, se llegó a proponer una suscripción para comprar­ le una imprenta al periodista niño, que era ya toda una revelación. Después de la guerra del 95 vino el adolescen­ te Olaya a estudiar a la Universidad Republicana, bajo el rectorado de Robles, Diego Mendoza e Iregui; mas no alcanzó a graduarse sino a raíz de la guerra de los mil días. Era la época en que en las universidades liberales se editaba la tesis de grado como una prueba de la competencia de los alumnos y de la seriedad dé los estudios. La de Olaya anda publicada y es una demostración de su talento y amor al estudio. Al estallar la guerra voló al campamento y tuvo ocasión de hacer la rápida pero heroica campaña de Figueredo, y a los pocos días fue aprisionado en la cruenta acción de Nocaima, donde murieron los Generales Cenón Figueredo y Adriano Quija- _ 4 — no. Un día exaltamos la memoria de esos mártires del liberalismo en El Porvenir y El Liberal Ilus­ trado. En ese combate, como Olaya fuese de larga y flaca figura, y como en el atolondramiento natural al novicio se pusiese un bayetón por el lado rojo, cuando al rato de atravesar la cumbre de una co­ lina cayó prisionero, le decía uno de los reclutas del gobierno: —Yo lo vide a sumercé dende el alto, y le aji­ naba y le ajinaba (1), pero ni an por esas lo bajé. Tal la corta pero meritoria hoja de servicios del universitario. Un año antes de celebrarse la paz, ya fundaba José Manuel Pérez Sarmiento el tan simpático bi- semanario El Comercio, donde luego Olaya fue un magnífico editorialista en lo político y en lo de interés general. Vendido al maestro Arciniegas El Nuevo Tiem­ po por Carlos Arturo Torres y José Camacho Ca- rrizosa, éste último fue nombrado jefe de límites en el Ministerio de Relaciones Exteriores; pero con tan mala suerte para la República, que murió casi sin desempeñar el destino. Recordamos que en el entierro le preguntábamos-—como informa­ ción para nuestro periódico—al Canciller, doctor Clímaco Calderón, cuál sería el sucesor del lamen­ tado don José, y nos contestó: —Reyes, el Presidente, y yo, hemos pensado en Olaya, porque hay que ir reemplazando a los Quijano Otero y a los Aníbal Galindo en estos es­ tudios de límites, que son de vida o muerte para la patria. (1) Le disparaba. -5- Efectivamente, algunos meses después ya daba Olaya de sí su primer libro: Cuestiones territoriales. Marchó en seguida a Caracas, como Secretario de la misión del Plenipotenciario General Benja­ mín Herrera; mas, fracasada ésta, el doctor Olaya siguió a Bélgica, donde hizo provechosos estudios en la Universidad Libre. Y llegó para Olaya el día decisivo de una vida, el 13 de marzo de 1909. No compartimos los de­ talles de su actuación; pero es evidente que fue, con Jorge Martínez Santamaría, la figura más des­ tacada, el verbo de la revuelta juventud pronun­ ciada en masa contra los tratados con los Estados Unidos. Y, las cosas de la política! Fue el propio Re­ yes quien se encargó de consagrar al joven tribu­ no como figura de relieve, confinándolo a un cas­ tillo (que se cambió por otra prisión) en Carta­ gena. Fundó en seguida el empedernido periodista uno de los diarios que más honda huella han de­ jado, Gaceta Republicana, en cuya empresa tuvo la fortuna de contar con la insuperable gerencia de Arturo Manrique. Elegido en 1910 por el Departamento de Que- sada (parte de Cundinamarca) miembro de la Asamblea Constituyente y Legislativa, revelóse como un parlamentario de primera fuerza, y céle­ bres fueron sus duelos oratorios contra conteado- res de la capacidad de Holguín y Caro y Urrutia. Puede decirse igual cosa cuando, más tarde, vino al Senado por el Tolima, como suplente de don Pedro A. López. Allí, en la Asamblea, fue el mejor y más hábil colaborador del General Herrera, en esa célebre _§_ e inesperada evolución que dio por resultado la elección del doctor Carlos E. Restrepo. Y Restrepo, naturalmente, lo hizo Ministro de Relaciones Exteriores, en cuya labor ocupóse el doctor Olaya algún tiempo, según consta en su libro de entonces, o sea la Memoria del Ramo en 1911. Sobrevinieron a la sazón los amargos días de La Pedrera, es cierto; pero obra en buena parte de desgraciadas circunstancias, cuyo examen debe hacerse fría y justicieramente; y a nadie se oculta que por altas consideraciones de patria es éste el momento menos oportuno para ello, por estarse coronando en nuestras fronteras una obra de ar­ monía y confraternidad con la hermana República del Perú. El canciller Olaya tuvo una de las más bellas iniciativas por la juventud y posteriores actuacio­ nes patrióticas de ésta: mediante concursos envió de cancilleres a Europa a los mejores alumnos de las Facultades y les abrió las puertas de una ca­ rrera que para muchos va ya en el cénit. Oh! si se hubiera perseverado en esa fecundísi­ ma iniciativa del gobierno de entonces, ya ten­ dríamos en todas las carreras, más de un centenar de verdaderas realidades de capital humano en servicio de la patria. Por esa época contrajo matrimonio el joven Mi­ nistro, con una de las damas más distinguidas de nuestro alto mundo social, por sus virtudes, su gentileza y su abolengo: la señorita Teresa Lon- doño Sáenz, que luego ha sido una matrona en el hogar y un ornato en los salones. La vida de Olaya Herrera en adelante, situada ya en un plano irrevocablemente nacional, es tan - 7 Conocida, que esta circunstancia nos permite abre­ viar aún más: Ministro Plenipotenciario en Chile. Fundador, a su regreso, de otra merítisima hoja, El Diario Nacional Los progresos del periodismo colombiano le de­ ben los dos más decisivos pasos : el primer lino­ tipo (para Gaceta Republicana) y la primera rota­ tiva (para El Diario Nacional). Ministro de Relaciones Exteriores en la Admi­ nistración Holguín, que sucedió a la del señor Suá- rez, en noviembre de 1921. Ya se sabe cuan des­ tacada fue la actuación del canciller para lograr la aprobación del tratado que regularizó las rela­ ciones con los Estados Unidos de América. A los pocos días marchó el doctor Olaya a Was­ hington, donde, durante ocho años, ha sido una de las grandes figuras del Cuerpo diplomático, así como brilló intensamente en la sexta Confe­ rencia Panamericana. (La Habana, 1928). Y en aquel puesto altísimo ha sido Olaya no sólo un internacionalista y un patriota, sino algo iriás, que no todo el mundo sabe, y que a nosotros nos consta, por haber tenido oportunidad de apreciar­ lo durante siete años en la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores: Olaya es un trabajador insigne, de un dinamismo raro en los colombia­ nos. La numeración anual de las notas de su Le­ gación suele llegar a tres mil, lo que da un pro­ medio de diez comunicaciones diarias, todas de una importancia, de una delicadeza, de una tras­ cendencia en veces únicas. Dos actas famosas, firmadas por el ministro colombiano, obra en mucho de circunstancias y antecedentes ineludibles, han de pasar especial- 8 mente a la historia: la que estableció nuestras re­ laciones diplomáticas con la nueva República de Panamá, y la que aseguró el acceso de Colombia al Amazonas (y la paz de América), con el asenti­ miento del Perú y del Brasil, desarrollando una era secular de convivencia cordial y de mutuo progreso indefinido—si vale la frase—con esas hermanas repúblicas.
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