ANTONIO-CARLOS VIDAL ISERN , ESBOZO PSICOLOGICO SOBRE , , RUBEN DARlO y SU OBRA Anales de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 1966 Esbozo psicológico sobre Rubén Darío y su obra Aportación al centenario del nacimiento del poeta por el Académico correspondiente Ilustrisimo señor don ANTONIO-CARLOS VIDAL ISERN A MANERA DE PROLOGO SONETO A RUBEN DARlO Tu sino estaba escrito en pergamino, de forma jeroglífica y arcana y así quedó trazado tu camino, con sendas de misterio y de Nirvana. Con aires de "nabab", tu peregrino periplo, con tu lira soberana, siguió una vertiente en lo divino y en otra naufragó tu vida humana. Fuiste gran amador de cosas bellas, dejando una estela de armonía al trueque de diamantes por estrellas. Un halo del Olimpo te seguía, e hiciste verso azul de tus querellas con luces que perduran todavía. 281 1 Para lograr un esbozo algo aceptable de la compleja figura -huma­ na y literaria- del poeta Rubén Daría, puede servir a maravilla la autobiografía que del mismo se publicó; aunque cabe eliminar en ella lo concerniente a cierto confusionismo creado quizá adrede por el propio autor, rasgo psicológico éste, propio, en cierto modo, de la mayoría de los que han tenido contacto con las Musas, de por sí huidizas y volubles. A través del hilo de su propia narración, y dejando para luego lo relativo a sus numerosos poemas, comencemos por señalar que Rubén, al describir su vida y su obra, siguió el consejo dado por Benavente para llevar a cabo tal empresa, o sea haber cumplido los cuarenta años; pre­ cepto que sobrepasó en cuatro, cuando una juventud gozosa no hinchaba todavía con tintes otoñales las nubes rosadas del vivir poético, aunque sí con suficiente velamen para el arribo a un puerto seguro donde la Fama tenía ubicado su palacio de diamantes. Así, pues, nos enteramos de que nuestro poeta se refiere en primer término a su fe de bautismo, efectuado en la catedral de León, de Nica­ ragua, hijo legítimo de Manuel García y Rosa Sarmiento; sin añadir los detalles de que su nacimiento tuvo lugar en Chocayos (o Metapa, hoy Ciudad Daría) el 18 de enero de 1867. Su bautizo se verificó en el lugar señalado, el 3 de marzo de dicho año. El nimio detalle de omisión primeriza del lugar donde nació, en aquella entonces humilde aldea, y mencionar en cambio la catedral de León, donde fue bautizado, puede dar robustez a la idea antes apuntada de cierto empecinamiento no muy censurable, por cuanto el poeta se suele sentir un semidiós al que deben ser involucrados los más altos tributos. Su nombre completo debiera haber sido "Félix-Rubén García Sar­ miento", pero según le refirieron al tener uso de razón, un tatarabuelo suyo se llamaba Daría y sus hijos eran conocidos por "los Darías", hasta el punto de que su bisabuela paterna firmaba ya "Rita Daría", quedando convertido en patronímico, con valor legal, al realizar su padre, que era comerciante, todos sus negocios, con el nombre de "Manuel Daría". 11 En su más tierna infancia aparecen ya las primeras nebulosas que debían imprimir a su carácter la triste melancolía que arrastró Daría de por vida, con el contrapeso del ósculo constante otorgador de aquel 282 "ritmo-armonía" que le sirviera de máximo consuelo, permitiéndole plas­ mar su maravillosa obra poética, que le sitúa en uno de los primeros puestos de tan eximio Arte. Daría, al nacer, hacía un mes que sus padres se habían separado. Resultan difíciles de encontrar los detalles inherentes al caso, así como el pase de los brazos de su madre, afincada en un villorrio de tierras de Honduras, a los de su tía abuela materna, doña Bernarda Sarmiento de Ramírez, marido éste, según Rubén "militar bravo y patriota, de los unionistas de Centroamérica", Con él aprendió a montar a caballo, conocer el hielo, los cuentos pintados para niños, las manzanas de Cali­ fornia y el champaña de Francia. Así transcribe el poeta sus primeras impresiones en la vida, sirvién­ dole de padres el coronel Ramírez y su tía Bernarda, tomando en el bautizo el nombre de aquél, Félix, antepuesto al Daría y siendo apadri­ nado por el general Máximo Jerez, tildado de "famoso caudillo". Muerto el coronel, vino a menos la tía abuela cuando Daría, a los tres años, ya leía de corrido a la sombra de un "jícaro", lo cual le sitúa dentro de la categoría de los llamados niños prodigio, como él mismo opina. A través de dicha cualidad, pueden entreverse las sucesivas y ace­ leradas etapas de una vida ansiosa y turbulenta, ausente de su persona el control metódico, podaduras que habían de desembocar fatalmente en esa angustia que paralizó prematuramente el sístole y diástole de su corazón. III Freud, Adler, Jung... y todos los psicólogos reunidos, qUlza se mos­ traran impotentes para fijar exactamente aquel embrión psicológico que en la mente de Rubén comenzó a girar desde niño, cuando en sus duer­ mevelas precursoras de un sueño inquieto veía pasar al "vendedor de arena, que iba deslizando sobre su cuerpo la mercancía, girando alrede­ dor del lecho mil círculos coloreados y concéntricos, kaleidoscópicos, enlazados y con movimientos centrífugos y centrípetos, como los que forman la linterna mágica, que creaban una visión extraña y dolorosa, donde el central punto rojo se hundía hasta que, de repente, desapare­ cían los colores, se hundía el punto rojo y se apagaba al ruido de una saludable explosión que proporcionaba sueño suave y tranquilo, a veces acompañado de hemorragia nasal". Sus primeros estudios se realizaron en una escuela pública, a base del 283 lema "la letra con sangre entra", en contraposición con otra maestra que tuvo estimulándole su aplicación con "sabrosos pestiños, biscotelas y alfájores que ella misma hacía con sus manos de monja". Confiesa, empero, que le castigó una vez al encontrarle en compañía de una precoz chicuela iniciando indoctos e imposibles Dafnis y Cloe", Vemos, pues, que a las puertas de la pubertad ya tenía Rubén la obsesión sensual, a la par que su gusto por la lectura, cayendo en sus manos aniñadas, como primeros libros, el "Quijote", las obras de Mo­ ratín, "La mil y una noches", la "Biblia", los "Oficios" de Cicerón, la "Corina", de Madame Stael, un tomo de comedias clásicas españolas y una novela terrorífica titulada "La caverna de Strozzi"; con cuyo heterogéneo material, hallado en un VIeJO armario, comenzó su mente a rodar por el campo de la más desenfrenada fantasía. Sus sensaciones se mezclaban con motivos religiosos, tales como las visitas que realizara con frecuencia con la que le sirvió de madre, al templo de San Francisco, con la leyenda de que, existiendo perdido un importante documento de la Curia, en tiempos del obispo Viteri, éste cierto día lo recibió de manos de su antecesor, el obispo Carcía, ya di­ funto, hallándose ambos, el vivo y el muerto, en la sala Capitular; lo cual fue presenciado por canónigos y familiares, turnándose en mirar por el ojo de la cerradura. Estas cosas que narra el poeta y otras muchas que se desprenden a compás de su autobiografía, corroboran en alto grado su modo de ser fantasioso, extensivo también a muchos otros devotos del Parnaso a través de los tiempos, hasta el punto de mezclar a veces la verdad y los recuerdos con la más exaltada fantasía. IV Sus primeros versos tuvieron un apoteósico y singular éxito, a raíz de celebrarse la Semana Santa en su pueblo. En tal coyuntura, las calles se adornaban "con arcos de ramas verdes, palmas de cocotero, flores de corozo, matas de plátanos o bananas, disecadas aves de colores, papel de China picado con mucha labor; y sobre el suelo se dibujaban alfom­ bras que se coloreaban expresamente, con aserrín de rojo brasil o cedro, o amarillo "mora"; con trigo reventado, con hojas, con flores, con des­ granada flor de "coyol". Del centro de uno de los arcos, en la esquina de su casa, pendía una granada dorada, y cuando pasaba la procesión, el domingo de Ramos, la granada se abría y caía de ella una lluvia de 284 versos, los primeros versos de Rubén, escritos de modo instintivo, como cosa orgánica brotada de su ser en forma de música celestial. A partir de entonces, muchacho todavía, recibía encargos de sus convecinos, de hacer versos para repartir en bodas, fallecimientos y demás manifestaciones de la vida social. Sus primeros conatos amorosos tuvieron por protagonista a una prima lejana que vivió una temporada bajo el mismo techo y de la cual habló en su cuento titulado "Palomas blancas y garzas morenas"; amo­ res que, como todos los suyos, respondieron, más que a una realidad, a su "sed de ilusiones infinita", que presidió toda su vida errante de poeta angustiado ante la fealdad de un mundo circundante, con visiones de diamantes dentro la escoria, de blancas palomas de entrañas desgarra­ das por el buitre, de sensualidad y misticismo, pompa oriental y desierto inhóspito, flujo y reflujo de un mar embravecido y en calma, en busca siempre, su bajel, de un puerto de salvación. Por aquel entonces, sin más explicaciones por su parte, resulta que nuestro poeta vivía con unos tíos. Ella, la tía Rita, era mujer adinerada y extravagante, pese a ser muy religiosa. Tenía a su servicio -al estilo de los reyes- a dos bufones enanos, feos y arrugados, hombre y mujer, que los ratos en que no pronunciaban frases y parlamentos para hacer reír, se dedicaban a confeccionar figuras de cera, con predominio de lo monstruoso, lo cual le producía desasosiego. Se refiere a ellos en su poema "Tríptico de Nicaragua": "Tenían de peleles, de espectros, de gusanos; él cojeaba, era bizco, ponía cara fiera; fabricaban muñecos y figuras de cera con sus chicas, horribles y regordetas manos." Con su nueva familia iba Rubén a hacer excursiones, contemplando el mar y el curso de los ríos, en unas carretas rechinantes y los hombres a caballo; giras campestres que iban acompañadas de comilonas rocia­ das con el típico aguardiente de caña, rasgueos de guitarra y canciones bajo el cielo tropical.
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