TEBEOSFERA \ TEBEOTECA \ DOCUMENTOS \ ENTREVISTA ENTREVISTA A CARLOS PINO GALLARDO Entrevista realizada por Manuel Barrero y Jesús Jiménez Varea los días 31 de julio de 2000 y 11 de enero de 2001, en Sevilla. [ Carlos Pino en un momento de la entrevista con J. Jiménez Varea -a izq.- Fotografía © 2001 M. Barrero ] Jesús Jiménez Varea: Pese a que vives en Sevilla, naciste en Madrid, en 1940 ¿Qué recuerdas de tu infancia; leías tebeos desde muy crío? Carlos Pino: Nací en Madrid, en 1940, en septiembre, el día siete. Lo que recuerdo de mi infancia es que fue más feliz que la puñeta. La pasé entre Madrid y Villanueva de la Serena. Mi familia no era gente con posibles, pero en los años cincuenta se podía vivir mejor en algunos pueblos que en la ciudad, porque estaba la matanza, las gallinas, los huevos, las peras que cogías del árbol... había más posibilidades, al menos para un niño. Eso en Madrid faltaba. Y en el pueblo faltaban los tebeos. Yo, con 8, 10 ó 12 años no me preocupaba de los tebeos. En Madrid sí que los fui leyendo, mamé de la colección de un vecino, Julián, que coleccionaba El Guerrero del Antifaz. En realidad a mí El Guerrero del Antifaz no me gustaba; Roberto Alcázar tampoco. Lo que me gustaba mucho era dibujar. Manuel Barrero: Y Chicos, Leyendas infantiles, El Gran Chicos, ¡Zas!, Bazar... que también son de esa época ¿los leías? CP: Me gustaban unos tebeos que llegaban de Barcelona, pero no recuerdo el título. De Chicos sí que me acuerdo de leerlo, me acuerdo de Cuto y de otras cosas que dibujaban los hermanos Blasco, los hermanos Freixas y, también, la obra de un portugués: E.T. Coelho. Lo que también leía, desde los 10 ó 12 años, era material que venía de Buenos Aires, como El Tony, y sobre todo recuerdo el personaje “El hombre ardilla”, un oriundo de la Patagonia que era un gran jugador de fútbol, aunque no me acuerdo en qué revista salía. De los que llegaban de fuera, o que tenían cómics que venían del extranjero, recuerdo El Aventurero, Leyendas infantiles, y también al Capitán Marvel. Y recuerdo muchos de chicas. Y, Pumby, claro. Ya con 14 años leía todo lo que publicaba Valenciana. Y mucho, muchísimo, Hazañas Bélicas. Yo tenía un vecino que coleccionaba revistas de guerra, Signal creo que era, y algunas me las prestaba. Esto te lo digo porque Boixcar tiraba mucho de documentación, y a mí me parecía muy bueno pero también muy frío, y ese tramado... Pero, Longarón, ese sí que me encantaba, me llamaba la atención la soltura con que dibujaba... En general me atraía el tebeo, no dejaba de dibujar y comencé a plantearme el enviar dibujos a las editoriales. En Pumby publiqué mis primeros dibujos remunerados, ya que entonces premiaba con diez o cinco duros los mejores dibujos que enviaban los lectores. Aquello me animó, que diez duros para mí, con 13 años, era una pasta gansa. Dibujé una estatua ecuestre, de aluminio, un simple dibujo del natural. Lo envié al formato que lo pedían en Pumby (más o menos al tamaño de publicación, 10 × 10 cm.), les gustó y lo publicaron en el centro. Era así porque iba una página con varios dibujos, en el medio ponían al ganador, que se llevaba 50 pesetas, y alrededor iban el resto, a algunos de los cuales les daban 25 ó 10 pesetas. Yo gané los 10 duros y, con todos los amiguetes, nos fuimos al cine Europa y nos pusimos morados de pipas, polos y golosinas. Luego hice 2 ó 3 más y alguno más me publicaron. MB: ¿Qué formación tuviste, tenías familiares dibujantes? CP: No, que va. A los 12 años me fui a los Antiguos Alumnos Salesianos y allí hice el bachiller. Yo a los 14 años ya estaba haciendo dibujos por mi cuenta, leía Dos hombres buenos, y copiaba a Bayo, a Buylla y a Casarrubios, quien dibujó los 2 hombres buenos de Mallorquí para editorial Cid... y comencé a conocer a gente que trabajaba en esto. Un vecino mío me enseñó la publicación Trampolín y me llevó a ver a un tal Guerra y a un tal Enrique, ellos vieron mis dibujos y me animaron a publicar. Realicé unas historietas sobre unos aviones americanos que acababan de aparecer, sobre un sabotaje, de 10 ó 12 páginas. No recuerdo que se publicara, pero lo que sí supe luego fue que esta historieta del sabotaje la habían publicado en El Tony y nunca me enteré de quién podría habérsela enviado. Al mismo tiempo que hacía lo de Trampolín, comencé a hacer cositas, de 3 ó 4 páginas, historias bélicas mayormente, para 3 amigos, de editorial Católica, a donde llegué por conexiones con otros colaboradores de Trampolín. Debía su nombre a que había historias de tres amigos, un agricultor, un mecánico, ya sabes, muy infantil. Pablo Núñez los estuvo haciendo un tiempo, luego se dedicó a hacer storys y créditos para películas. Recuerdo que en 3 amigos salía Michel Vaillant, y en una historia salía una chica en una piscina, con bikini; a mí me encargaron que le hiciese “unas falditas” a las chicas aquellas. Era el Franquismo. Eran tiempos difíciles, no podrías levantar muy alto la voz; se veía como si tuvieras un corsé que te estuviera oprimiendo, veías o sentías que había censura, que había cosas que no se podían decir o contar, y cada uno intentaba vivir lo mejor que podía. JJV: También estuviste en Clarín… CP: Sí, fui a Clarín, que lo editaba el Frente de Juventudes, un tebeo que yo no sabía que existía, es más, creo que no se vendía mucho, o muy poco por entonces ya. MB: Según tengo entendido estaba sostenido por el Movimiento, pero sus contenidos ya no interesaban a los niños de los años cincuenta, que reclamaban más aventuras y menos moralinas de las que gustaba tanto Fray Justo Pérez de Urbel. CP: Eso debe ser. Además, lo que me pidió esta gente no fue de guerra, lo que yo hice para Clarín fue una cosa de humor, de unos chavales. Y en otra ocasión, algo inspirado por la lectura de las andanzas de Cabeza de Vaca, cuando iba en busca de la Fuente de la Juventud. A Fray Justo le vi un par de veces, muy amistoso él, en plan de compañero, hacía un tuteo muy... Era como muchos de los curas de los modernos de entonces, pero éste era un tío que tenía mucho poder. JJV: ¿Tú no tenías ideas políticas formadas por entonces? CP: ¡Ja! Ideas. Entonces había UNA idea, y si te habían criado en el Frente de Juventudes no sabías si esa idea defendía lo bueno o lo malo. En principio, era bueno. Muchos nos apuntábamos al Frente de Juventudes sencillamente porque en verano podías ir a Tarragona, a los campamentos (a la Sierra de Guadarrama); como no había nada entonces, que te pasabas el verano con el botijo de agua a la puerta, aquello era un aliciente. Eso animaba mucho a la gente joven, y a sus familias. La gente, entre adoctrinar al niño y tenerlo en la sierra o tenerlo en casa todo el verano muerto de asco y sin adoctrinar, pues.... eso era lo que había. MB: Tu habías comenzado a dibujar en plan autodidacta, ¿te fijaste, para aprender, en los autores de Clarín, el espectacular Laffond, o en Vigil? Me parece ver algo del estilo de Vigil en tus comienzos... CP: Laffond, desde luego. Me gustaba mucho Laffond, y Vigil, los tenía como ídolos ¡y publicaba en la misma revista que ellos! Claro que yo hacía cuatro rayas por entonces y, bueno, hice 4 ó 5 historietas para Clarín, no más, y a estos autores no les llegué a conocer en persona. Y aunque dices lo de autodidacta, terminé por apuntarme a una especie de academia de dibujo. Mi padre trabajaba en la Fábrica de Moneda y Timbre, haciendo embalajes para enviar la moneda: era ebanista. Yo, con 16 años me metí en una escuela que tenían allí, de modelado y de grabados, una escuela de aprendices que generalmente acogía a los hijos de los trabajadores gratis. Allí había profesores que te enseñaban dibujo al carboncillo, grabado (que era muy difícil)... No era más que un ejercicio y no daban titulación de ningún tipo. Allí acudía yo con mi amigo Julio Arroyo, y luego nos íbamos al Círculo de Bellas Artes de Madrid a dibujar modelo en vivo, para no perder pulso y, a veces, a ver las modelos, claro. También íbamos al Casón del Buen Retiro, que te permitían matricularte y meterte a dibujar. Allí conocí a profesores de dibujo que trabajaban en la Escuela de Artesanía de Madrid, como Víctor de la Vega, que entonces hacía dibujos de tipo románico para vidrieras pero que también llegó a dibujar algo para Balalín; fue amigo de Víctor de la Fuente y, con el tiempo, director del Museo de Arte Moderno de Soria. La Escuela de Artesanía de Madrid era una escuela que llevaba un taller promovido por el Movimiento donde habían talleres de varios tipos, que podrían entenderse como los de hoy de artes y oficios, aunque Artes y Oficios ya existía, pero a lo que yo fui era una cosa diferente, era una cosa de artesanía aunque te movías en ambientes más o menos “artísticos”, que a mí me gustaban mucho. Pero a mí lo que me tiraba eran los cómics, que era lo que me gustaba leer cuando llegaba a casa. MB: ¿Aparte de los cómics de humor, leías tebeos de aventuras, como Aventuras del FBI, Rock Vanguard, Jeque Blanco o Mendoza Colt, de Rollán? ¿Y Diego Valor, de Cid, que la habían narrado por la cadena SER? Es que veo tu estilo ligeramente parecido al de Diego Valor.
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