P OLITICA DE UNIDAD Num

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p OLITICA DE UNIDAD Num. 345 - Barcelona, 26 febrero de 1944 - 1 pta. S E G U NDA EPOCA — AÑO VIII HEUAC. Y AUMIN.: PELA YO. 28. PRAL. I.- TELF. lUga UKE A VICTOR BRITISH SOLD LA NEUTRALIDAD, experiencia española NOW ? A neutralidad es para la España actual un L imperativo nacional indeclinable. Lo im• pone nuestra actual situación en el mundo; lo reclama la Historia con su experiencia inexcu• sable. Imperio exi^e Kuerra. Guerra para adquirir• lo y guerra para conservarlo. España combatió mientras lo tuvo; Desde Carlos V basta el tra• tado de Utrech, España, gran potencia predo• minante ep Europa, ha de combatir contra Fran• cia que trata de arrebatarle el puesto y eo pane lo logra a fines del siglo XVII. Busca, enton• ces. España, alianzas contra Francia. Austria e Inglaterra unen sus particulares intereses cop los españoles, en ocasiones, para hacer frente a la ambición francesa de romper el «statu quo» en Europa. La posesión de los Estados de Han des y de Italia, hace que nuestro país se vea mezclado en todas las guerras europeas, y por eso haya de combatir incesantemente. La situación cambia en el siglo XVIII. Flan- des se pierde y lo mismo Italia. A la vez. los vastos territorios ultramarinos han ganado enor• memente en importancia; por otro lado, In• glaterra ha surgido robustecida y llena de am• biciones de la -Guerra de Sucesión española, y pretende hollar nuestros derechos en América. La situación cambia. España no pugna ya por problemas europeos. Flandes ha sido definiti• vamente abandonado y con Italia si se mantienen relaciones estrechas de alianza, no persisten las de dominio efectivo. Francia, por su parte, como Potencia predominante en el Continente, ha de habérselas con la enemiga de Inglaterra. La alianza francoespañola. por tanto, no es un ca• pricho dinástico familiar arbitrario. Es la unión natural de dos Potencias amenazadas por el mismo enemigo, Inglaterra: la una, Francia, principalmente en Europa ; la otra, España, en América sobre todo. Pero, también América se desgaja de nuestro dominio, salvo las Antillas. Nos queda, asi• mismo. Filipinas. Desaparece otro motivo de guerra. Por eso. si los siglos XVI y XVIl nos vieron luchando por Europa (imperativo de Flandes e Italia), y el XVIII nos vió luchar por América (mandato de nuestro Imperio ul• tramarino), nada nos obliga a salir de la paz exterior en el XIX. Desde las guerras napo• leónicas, pues, ninguna contienda internacional. Política práctica de neutralidad que no excluye la dignidad como pueden atestiguarlo Narváez frente a Inglaterra y Cánovas ^ante Alemania. A fines del siglo, perdemos Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Terrible desgarradura y usurpación de suma injusticia. Pero nada podía evitarlo: éramos más débiles y nadie hubiese combatido a nuestro lado por ayudarnos a mantener el pabellón en aquellas magnificas islas. Ya que• da España sola en su península. Ya nada puede lustificar una intervención en guerras interna• cionales, salvo el derecho sagrado a la legitima defensa. Por eso nuestros gobernantes, tan in- l "«amen te calumniados en muchos puntos, acentúan la neutralidad como norte de la po• A pocos kilómetros del frente HoJiono un soldado británico monta guardia. La inscripción que se le» encima lítica exterior. Acercamientos fugaces a la Trí• del espejo le recuerda que el aire marcial- y la compostura en todo momento de la vida militar es con• plice: relaciones más duraderas con las Poten• dición indispensable para conservar la disciplina, como ésta es indispensable para la victoria cias occidentales por imposición geográfica. Pero ningún compromiso hondo que pueda lle• varnos a una guerra ajena a nuestros intereses nacionales. Otra vez la guerra asuela al mundo. La po• Véase, en la página de Arte y Letras, el artículo sición española en tal caso viene dictada por la Historia y el propio instinto de conservación de CÉSAR GONZÁLEZ RUANO, "Q OltraíSKIO Véase, también, del país. Salir de la neutralidad significaba una actitud partidista, no nacional, algo semejante I"; el reportaje, "LOS FíailCOS, hoy, en la página 14, a lo que las izquierdas querían en la guerra del catorce. Además, por si la problemática o hace mi! años", por juan ramón la sección, Perspectiva de algún supuesto beneficio pudiera tebernos deslumhrado, bastaba la consideración MASOLlVER,- además, "HogíO de H118SC3, de que su remota probabilidad no compensaba 'os enormes horrores de la guerra y. sobre todo, sosegada y enigmática", por MIGUEL DOLQ AIRE LIBRE el peligro espantoso — en esta guerra de ob- )etiVQ5 implorablcs — de caer con el vencido el cuento de RUDYARD K3PLÍNG, "TieS^ y JQ si el bando en que lucháramos hubiera de serlo con artículos y no• ta definitiva- CliatrO", traducido por L. NONELL e ilustrado li cias deportivas La posición auténtica del pueblo español es CLAPERA, y en la sección «De Mediodía a Medianocttei^ y513 • neutralidad y digno apartamiento de la 'ucia- SANTIAGO NADAL originales de CARLOS SENTÍS y M. BOSCH BARRETT LA GRACIA DE LOS ESCRITORES MAS ANECDOTAS DE DON RAMON A^CADAiDIA Uno oseara noche de inrierna iba Don Ramó, por el Paseo de la Castellana con un grupo i, amigos y literatos, entre los cuales se bollab,,, La florista del antiguo los hermanos Machado y el actor Ricardo Ca|,0 La amplia avenida estaba solitaria y medroso «Co/ón» Valle se obstinaba en discutir con Calvo el modo SU AFAN cómo debían ser recitados los versos. Situándose Cs la inás conocida, discutida y elegante de r frente al grupo, blandiendo el bastón con su único *• loa floristas de la ciudad: Clisa, >ia florista del C o ion 8 brazo, empezó a gritar la Imprecación de Marsillg Popularidad y prestigio alcanzados a través en HLOS amantes de Teruel»: dcí deambular de ueintc anos y cuatro regíme• nes en la embocadura del Paseo de Gracia. «fnfamez bandolero! Quien más quien menos, todos los ciudadanos AL CAER EL ANTIFAZ que me habéiz o traición acometic-o.» del Ensanche barcelonés han recibido Jlorcs de sus manos. Si hombre solo, era agradable dejar• Repentinamente surgió de entre los árboles uno se poner en el ojal de OS días que hemos vivido habían sido sos demasiado vibrantes, y el disfraz pareja de guardias, que creyeron que se tratabg la solapa la camelia o el clavel por una floris• L siempre días con un viento de nove• casi siempre es como una «pose» pinta• de un atraco. El novelista les llenó de imprope• ta agraciada como las rios, de forma que se lo llevaron detenido. No la. El «Carnaval» traía una alegre licen• que se describen en las rrajeada. hay que decir que no fué abandonado por sus novelas de Paul de cia o todos los espíritus. Las gentes de amigos. Cuando llegó Valle a la puerta de la Kocíc. Si acompañado, El disfraz, por otra paite, lo embellecía Comisaríj del distrito, cuyas oficinas estoban en era ía esposa quien se gusto fino sabían gustar finamente del todo: una dama con antifaz, siempre es apresuraba a aceptar el si piso principal, paróse arrogante y dijo: ramito ofrecido para antifaz. Los de grueso bullicio animaban bella, siempre tiene los ojos hermosos. alejar rápidamente de —Yo no zubo zi no me alfombran la ezcofera la vera del marido una espantapájaros y un jolgorio de cence• Al caer el antifaz siempre hay, en todos rendedora demasiado rros. Los salones barajaban en sus espe• atractiva. los casos, un poco de desilusión. Pero jos los tipos más diversos: todas las ima• también un sosiego. Una vuelta a la hu• En su tertulia. Valle gustaba de contar enormes —¡Ah, el Colón en los mentiras. Asi un dia narraba: días de la Exposición ginaciones agotaban en el instante de manidad, una ternura, un reconocer de• de Barcelona! —suspira —Una vez, en tierraz de América, a como zi la florista, rememoran• vestirse un momento de otra vida de un bilidades. Los Martes de Carnaval son dijéramoz en Indiaz, zalí de la ciudad pazeando do tiempos prósperos. tipo siempre completamente opuesto al por el campo. Como yo me trago laz leguaz, me En un dia llegué a ven• desgarrados; el sabor de la ceniza es zarprendió la noche lejoz del poblado, o la orillo der en su terraza por suyo. Había quien alargaba su imagina• áspero. Pero luego fluye la Cuaresma len• setenta duros de clave• de un lago, ya en territorio de zalvoiiz. Allí me les, en ramitos. Y un ción y anudaba más allá del espejo una tamente y volvemos a nosotros mismos. zenté a dézcanzar en un tronco verdozo, como caballero extranjero me lleno de muzgo. Al poco rato noté que el tronco testimonió su simpatía comprándome incluso la aventura. El 'Carnaval» es una lección, Siempre nos encontramos solos con nos• cesta, como recuerdo inmarcesible. ze movía. Otro cuo^uiera ze hubiera azuztado. por poco que reflexionemos. Pero sucede otros mismos en el islote de una hora en Yo, no. Me fijé y vi que me había zentado zobre —¿Qebió usted ganar mucho dinero? —En mi puesto primitivo del Paseo de Gra• que una lección dada frivolamente nos Cuaresma. Como en Carnaval siempre un caimán. Y como yo conozco laz cozlumbrez del cia esquina Ronda, gané en un año cincuenta zaurio, le puze un dedo zobre un ojo, que ez lo hace dudar de su eficacia. El disfraz, ge• tenemos unas horas en que sólo somos mil pesetas limpias • manera de guiarlez, y azi montado en él, me con• Aquel puesto de flores fué un filón aurífero. neralmente, desnudaba con rara sinceri• un traje vivo. El «Carnaval» es una vida dujo hazta laz puertaz de la ciudad. El alcalde barán de Viver se lo concedió. dad. Si era un disfraz serio, con un cierto lejana que nos podemos permitir, de Y Clisa tuyo que abandonarlo después de diez y Al terminar su relación paseó la mirada por el seis años de embellecer la esquina, por consi• rocío de evocación traicionaba gustos, derar el actual Ayuntamiento que la exigüidad cuando en cuando.

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