Tour Vértigo

Tour Vértigo

TOUR VÉRTIGO Carolina Velasco ISBN: 8461573609 Dedicado a mis padres y a mi hermana ÍNDICE - ¿POR QUÉ ‘TOUR VÉRTIGO? - LA COMPOSICIÓN: las musas no existen - LA GRABACIÓN (I): luces y sombras - LA GRABACIÓN (II): cuando el dinero es un obstáculo - ENTREVISTAS (I): La bestia negra - ENTREVISTAS (II): Modos y modas - LAS CRÍTICAS: a examen - EN LA CARRETERA (I): Mito y realidad - EN LA CARRETERA (II): Híperrealidad - EN LA CARRETERA (III): Cuando la soledad es un lujo - LA VUELTA A CASA: entre el descanso y la desubicación - ¿QUIÉN ES QUIÉN? Agradecimientos Este libro no habría sido posible sin la participación de todos y cada uno de los artistas que buscaron tiempo para responder a mis preguntas, así que mi primer agradecimiento va a todos ellos por igual. También quiero dar las gracias a Tomás Ortiz, Beba Naviera, Adolfo Temprano Hernández, Guillermo Arenas, Tomás Heredero y Edu García por ayudarme a la hora de conseguir muchas de las entrevistas. La ayuda de Miguel B. Núñez fue decisiva para que el libro tuviera portada. Por último quiero dar un agradecimiento especial a Angus Andrew, que fue el primero en apoyar lo que entonces sólo era un proyecto y que además me ‘regaló’ un título sin saberlo. ¿POR QUÉ ‘TOUR VÉRTIGO’? Tour vértigo: así es como Angus Andrew (cantante de Liars) define lo que siente al volver a casa tras una larga gira. Una sensación en la que se mezclan alivio, cansancio e inquietud. Vértigo es el que muchos músicos sienten también al encerrarse en el estudio o al enfrentarse al público. Miedo, agorafobia, preocupación, desconexión…son palabras que los músicos a los que he entrevistado para este libro mencionan en más de una ocasión y que poco o nada tienen que ver con el manido “sexo, drogas y rocK & roll” del imaginario colectivo. Cuando me propuse escribir el libro quería explorar esa otra cara de la moneda: las largas pruebas de sonido previas al concierto, el miedo a no poder sacar el disco deseado, atender a un periodista tras otro aunque no se quiera hacer promoción, las tediosas jornadas de carretera, el público que no responde como uno quisiera… Dudas, miedos y problemas que rara vez se documentan. Cada vez que alguien decide coger una guitarra, un sintetizador o cualquier otro instrumento y se pone a componer lo hace por diversión, por matar el aburrimiento o por una necesidad creativa que trasciende cualquier barrera. Normalmente esa actividad pasa de ser un hobby a una profesión por puro azar: son muchos quienes lo intentan, pero pocos quienes pueden vivir única y exclusivamente de su música. Cuando llega el momento de dar los primeros conciertos y de firmar el primer contrato discográfico es inevitable pensar en todo lo bueno: los conciertos, los fans, las giras... son imágenes demasiado poderosas y muy arraigadas en la cultura popular como para pasarlas por alto. La idea de ser entrevistado y que la prensa muestre interés por tu trabajo tiene que ser tentadora, pero cuando las entrevistas se convierten en una rutina y las críticas hacen daño, es fácil que se desvanezca esa fascinación inicial. Tampoco se fija uno en la letra pequeña cuando hay sed de grabar y tiene por delante documentos por firmar. Luego están las giras: con las ventas de discos por los suelos, tocar en directo es la única fuente de ingresos que tiene un grupo. Aunque hay quienes se las pueden arreglar con conciertos aislados o giras breves, la inmensa mayoría se ven envueltos en una auténtica vorágine en la que apenas hay un día de respiro. Casi todos van en furgoneta y tienen que enfrentarse a largas horas de carretera, tedio e incluso roces con los demás miembros del grupo. ¿El ‘backstage’? Otra leyenda urbana. Sí, está lleno de gente, pero de gente que va allí a figurar y dejarse ver mientras el grupo, a menudo agotado tras un concierto, sólo quiere descansar. Son las cosas que no vemos porque no tienen glamour y no trascienden, por eso precisamente quería entrevistar a grupos y que contaran ellos en primera persona cómo viven ese gran desfase entre la vida prácticamente anónima y solitaria (que no tranquila) de la composición y la grabación frente a lo que supone estar permanentemente rodeado de gente o expuesto en los medios de comunicación una vez que el disco se ha editado. ¿Echan de menos la soledad cuando están de gira? ¿Prefieren los escenarios o los estudios? ¿Cómo se enfrentan a la prensa? ¿Y a las críticas? ¿Qué les preocupa? ¿Qué es lo que más y lo que menos les gusta? He escrito el libro dejando que mi voz fuera mínima: no son mis opiniones las que importan, sino las vivencias de todos y cada uno de los entrevistados. Ellos cuentan cómo viven esa vida tan soñada por muchos y a la vez tan peculiar, tan alejada de todo aquello que se considera normal y a menudo tan extrema. He respetado sus palabras, su forma de hablar y escribir: la edición de las respuestas se ha limitado en muchísimos casos a la mera traducción al castellano. Ha habido grupos que han preferido responder de forma colectiva y otros de forma individual. En el segundo caso, se especifica en todo momento qué miembro del grupo es el que está hablando. Sorprenderá que artistas que en teoría están en las antípodas unos de otros compartan opiniones o experiencias similares: es otra de las razones por la que quise entrevistar a grupos de distinto origen y calado. Cuanto más diferentes son, más fácil es hacerse una idea global y más enriquecedora es la lectura. No se puede comparar una gira de Animal Collective con una de Astrud, pero sus problemas en el estudio de grabación son los mismos. Pongamos otro ejemplo: Arnau Sala e Ian MacKaye. Ambos optaron por la autoedición y por crear su propio sello, con todas las ventajas e inconvenientes que eso implica. Todas y cada una de las personas que han accedido a participar en este libro tienen algo que decir. Gracias a ellos he podido construir una pequeña historia oral de lo que supone optar por vivir de la música. Luces y sombras, buenos y malos momentos, soledad y exposición mediática, el estudio y la furgoneta… y sobre todo, lo que pasa por sus cabezas incluso en los momentos más íntimos, como cuando llegan a casa después de meses en la carretera. Ésta no es la historia de grandes estrellas de rocK viajando en jets y con todo un contingente de personal a su alrededor, sino la de músicos que llevan años luchando por labrarse un hueco en el mundo de la música (algunos ya lo han conseguido, huelga decirlo) sin venderse ni perder su integridad. Músicos que en muchos casos han elegido el camino más complicado, el menos manido y el menos transitado, pero sin los cuales la música hace años que se habría estancado. Lo reitero una vez más: lo mejor es que no hable yo, sino que lo hagan ellos. Ésta es su historia. LA COMPOSICIÓN: las musas no existen El síndrome del folio en blanco trasladado a la música: ese momento en que hay que hacer realidad lo que uno tiene en su cabeza. Dar con el sonido exacto, el ritmo justo, la estructura adecuada... Aislarse del mundo y dejarse llevar para crear una canción. No es cuestión de musas, sino de trabajo y sí, algo de inspiración. Casi todos los músicos siguen una disciplina a la hora de componer. No hace falta alquilar una oficina y ponerse un horario de funcionario, como hace NicK Cave, pero sí que requiere grandes dosis de concentración y aislamiento puesto que al final, cualquier creación, es una proyección del yo del artista. En ‘El alma del hombre bajo el socialismo’ Oscar Wilde escribía que “el arte es la forma más intensa de individualismo que el mundo ha conocido”. Y ese individualismo, salvo excepciones contadas, pide a gritos un espacio propio en el que poder expresarse sin trabas ni tapujos. “No lo puedo hacer de otra manera, al menos lo principal, ya que cuando vas al local surgen nuevas decisiones que tomar y cambios sobre la idea inicial que requieren algo más, pero no me veo haciendo una canción partiendo de cero con cuatro personas revoloteando a mi alrededor. No me gusta enseñar nada hasta que no lo tengo terminado, considero hacer una canción un momento de intimidad y me cohíbo si alguien me está escuchando mientras lo hago”, explica Banin Fraile (Los Planetas, Los Pilotos). Se trata de un momento tan íntimo que son pocos quienes lo comparten con gente ajena al grupo. De ahí la escasez de documentación gráfica del proceso de composición: mientras que existen centenares de fotografías y documentales que registran grabaciones y conciertos, apenas se pueden ver imágenes de un grupo en pleno proceso creativo. La soledad es el mejor aliado de muchos músicos. Jamie Stewart (Xiu Xiu): “No creo que sea una gran sorpresa, pero como la mayoría de la gente, necesito estar tranquilo. Crecí en una casa en la que la gente gritaba todo el tiempo y me resulta difícil concentrarme cuando hay ruido. Mi mente se convierte en gelatina”. Ana Fernández-Villaverde (La Bien Querida): “Con alguien delante soy incapaz de escribir una frase. Necesito estar sola con mi guitarra. Voy sacando melodías y a la vez hilo un par de frases que desarrollo hasta conseguir sacar la canción. Cuando me pongo, la llevo hasta el final y la acabo”. Arnold de Boer (The Ex): “Cuando compongo para Zea (mi proyecto en solitario) siempre lo hago aislado. Al menos en mi habitación o en la tienda de revistas de mis padres, en la que monté un pequeño estudio.

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