Alma errante : poesías. Bernal Rosa, Emilia. Habana : Imp. Rambla, Bouza y comp., 1916. https://hdl.handle.net/2027/umn.31951002090033s Public Domain in the United States, Google-digitized http://www.hathitrust.org/access_use#pd-us-google We have determined this work to be in the public domain in the United States of America. It may not be in the public domain in other countries. Copies are provided as a preservation service. Particularly outside of the United States, persons receiving copies should make appropriate efforts to determine the copyright status of the work in their country and use the work accordingly. It is possible that current copyright holders, heirs or the estate of the authors of individual portions of the work, such as illustrations or photographs, assert copyrights over these portions. Depending on the nature of subsequent use that is made, additional rights may need to be obtained independently of anything we can address. 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La poesía femenina -—permítaseme llamarla de tal modo—ha sido, en nuestra literatura, desde largo tiempo, bri llante galardón y singular exponente de la psi cología nativa, de las tendencias íntimas y ori ginales de nuestra sociedad y, sobre todo, del vigor y consistencia moral de la familia cubana. Del patriarcado que lánguidamente se desenvuel ve en Camagüey nace la más ilustre de las poe G n 275002 *'A".'..' ¿[y ,2“ PoEsiAs EMILIA tisas castellanas, y es, acaso, por eso mismo, la que menos huella de sus triunfos ha dejado en el suelo donde meciera su cuna; salió de aquel rin - cón apartado y melancólico para llenar, con su. nombre, una época luminosa, y si no fué, en su vida, ni en su magnífica obra, representación de ideales cubanos, es un hecho que los destellos de su victoria universal—hoy riquísimo tesoro enorgullecen y honran a Cuba. Sin quererlo he rozado un punto ha poco debatido y, a mi ver, no bien resuelto, ya que, según entiendo, confor.‘ máronse a un solo dictamen las distintas opinio nes y encontrados pareceres respecto al patriotis mo de aquella inmortal mujer que inscribió su nombre, la Avellaneda, en sitio del cual jamás ha de borrarse, ni por las tormentas y los desastres de la historia, ni por las veleidades propias del gusto literario y las escuelas poéticas. El senti miento patriótico, en la autora de Mum‘o Alfonso, rápidamente quedó diluido en el ambiente inmen so de sus éxitos, y no se escapa a la pluma de los biógrafos el mencionar, en mérito de 1a poetisa, lahostilidad y censura de sus comprovincianos contra la flor del genio que en los años juveniles de la Avellaneda pugnaba por abrirse al sol de su carrera literaria. En España encontró lo que no le ofrecía la colonia; pero de la colonia llevó a España 1o que, entonces, no había en España. Y, por explícable proceso, quedó muy poco del es BERNAL Poasias píritu cubano, y del amor a Cuba, en su apasio nado y ambicioso corazón de artista. Por otra parte, el patriotismo de antaño no era, ni con mu cho, el de ogaño, ni existía, comenzado el siglo XIX, una línea divisoria, clara y recta, entre es pañoles y cubanos, ni fué el medio en que se educó la Avellaneda el de la colonia oprimida, sino el de la autoridad opresora. La interesante autobiogra fía que conservó don Ignacio de Cepeda y Alcalde, y que don Lorenzo Cruz de Fuentes, prestando un servicio eminente a las letras, publicó en 1907, es clarece el particular en una ingenua página en que consigna la Avellaneda este recuerdo: “Algunos años hacía que mi padre proyectaba volverse a España y establecerse en Sevilla ; y en los últimos meses de su vida esta idea fué en él más fija y dominante. Quejóse de no dejar sus huesos en la tierra nativa, y pronosticando a Cuba una suerte igual a la de otra isla vecina, presa de los negros, rogó a mamá se viniese a España con sus hijos. Ningún sacrificio de intereses, decía, es demasia do: nunca se comprará cara la ventaja de esta blecerse en España”. A tales ideas modeló su espíritu la Avellaneda; y reproduciéndolas, en amorosa correspondencia, no les opuso reparo alguno. Apenas conservaba un solo recuerdo grato del Camagüey, de su infancia, de su juven tud, cuando estuvo a pique de realizar, a disgusto, un desventajoso matrimonio; su familia mater POESIAS EMILIA na, es decir, su rama camagüeyana, la trató in justamente, y fuera del cariño de su abuelo, que murió siendo ella casi niña, los demás parientes la hicieron víctima de la codicia doméstica, mer mando sus bienes de fortuna, heredados legítima mente; y en los episodios que a su mente se graba ron figuran el novio de mediana inteligencia, vano y pueril, y la compañera pérfida que le robara, con hipócrita sonrisa y artificial ternura, sus cariños. La Avellaneda comienza a experimentar verda deras satisfacciones en España; allá, sus alegrías y también sus dolores; allá su esplendor literario; allá su gloria. Viuda, y atormentada por el amor que Cepeda le inspira, alude a Cuba en una carta confidencial, esto es, hablando sin testigos: “Te diré que a pesar de mis treinta y un años y de mi aspecto de sepulcro de ilusiones, un joven de vein ticinco, que diz que es muy rico, se empeña en ha cerme contraer segundas nupcias. Es habanero, lo cual es para mí un gran defecto; es mas joven que yo, lo cual aun es un defecto mayor; es de un ta lento mediano, de esos que se encuentran sin difi cultad; de una figura que no es mala, pero que me causa mala impresión, porque tiene un aspecto marchito;” y más adelante añade: “La echa de joven pensador, inglesado, melancólico, excéntri co; pero a mí sólo me parece un pedante de cierto género propio del país en que nació.” El patriotismo ha sido, por lo contrario, para BIRNAL POESIAS las demás poetisas cubanas, fuente de melodías exquisitas. Distínguese, entre otras, doña Au— relia Castillo de González, por la fuerza y la ento nación de sus ritmos guerreros, por el generoso impulso del pensamiento y, además, por el esmero de la forma. Camagüeyana, a semejanza de la Avellaneda, la señora Castillo se le parece tam bién en la amplitud de sus facultades y en la in tensidad de su cultura. Limitada al escenario de Cuba, la señora Castillo escribe en verso y en prosa por la necesidad y por el entusiasmo de su alma refinada, y diríase que perfuma la atmós fera del benéfico y abundante aroma que dan peculiar encanto a sus obras, no exentas de va ronil entereza, como las de su exímia conterránea. La generación inmediata a la Avellaneda es ya más cubana, más peculiarmente cubana, y tiene más motivos y más pesares para serlo. Nuestro patriarcado camagüeyano principia a sentir el aguijón revolucionario; los señores de la caña de azúcar caminan ya rumbo al heroísmo, y amos de millares de esclavos ansían trocar la opulen cia por la libertad, los goces del oro por los padecimientos del ciudadano que crea la demo cracia con la ofrenda conmovedora de su sangre. Joaquín de Agüero y sus leales arrojan el guan te a los dominadores, y la pelea inicia la catás trofe; se levanta el patibulo en medio de la consternación general, y vístese de luto la socie POESIAS EMILIA dad camagüeyana. Cuatro vistosas palmas fueron sembradas por los patriotas en misteriosa conme moración de aquel acontecimiento; y las damas camagüeyanas, en señal de duelo, cortaron sus lindas cabelleras. Ya está perfectamente determi nado y caracterizado el sentimiento cubano y su ‘ pugna al gobierno de España. El patriotismo local participa de la más alta virtud; y la devoción de los mártires consolida las prédicas del Lugareño, don Gaspar de Betancourt y Cisneros, prócer de influencia poderosa en la dirección política y filo sófica de los bravos camagüeyanos. Este nuevo estado de conciencia no alcanzó a la Avellaneda; y la tranquila villa de aristócra tas agricultores, que ella abandonó en 1836, es el centro de una tragedia que decidirá, sobre el mármol de abnegados precursores, los destinos de una patria engendrada entre lágrimas al gri to de los caudillos. Sin probabilidades de éxito, Joaquín de Agüero había obrado como un artista sublime de la acción patriótica; y en el ensueño de arriesgada empresa, erigiendo sus castillos de fantasía que el aire, en soplo huracanado, des truyera, fué más bien un poeta que no un polí tico, sellada la frente con la visión de lo futuro sobre su cadáver mutilado. Porque era el ba luarte de una familia de poetas, y mejor que el fusil de los conjurados, manejaban ellos, los Agüe ro, la lira de reformadores que clavan, en dul BERNAL PoEsIAs ces arpegios, sus ideales, un día locos, una eterni dad apóstoles, jamás expuestos al olvido.
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