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los bragados de sinaloa y sus famosos corridos LOS BRAGADOS DE SINALOA Y SUS FAMOSOS CORRIDOS Óscar Lara Salazar universidad autónoma de sinaloa méxico, 2017 Primera edición: noviembre de 2017 D. R. © Óscar Lara Salazar D. R. © Universidad Autónoma de Sinaloa Blvd. Miguel Tamayo Espinoza de los Monteros 2358, Desarrollo Urbano 3 Ríos, 80020, Culiacán de Rosales, Sinaloa www.uas.edu.mx Dirección de Editorial http://editorial.uas.edu.mx ISBN: Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autori- zación escrita del titular de los derechos patrimoniales. Editado e impreso en México Índice Presentación ............................................9 Juan Carlos Ramírez Pimienta Los bragados de Sinaloa y sus famosos corridos El Mayor y Valente ......................................17 Rodolfo Fierro «el Carnicero» ............................35 Valerio Quintero ........................................47 Valentín Félix ..........................................65 Rodolfo Valdés «el Gitano» ...............................77 Florentino «Tino» Nevárez ..............................109 Atilano Escandón ......................................135 Presentación Cuando me piden definir lo que es el corrido y quiero evitar dar una explicación académica, simplemente digo que es «La dise- minación de una fama» o quizá «La diseminación cantada de una fama». En ese sentido, lo que Óscar Lara Salazar nos ofrece en Los bragados de Sinaloa y sus famosos corridos es la diseminación narrada de una fama cantada en Sinaloa, en México y a veces aún fuera del país. Su libro es una mezcla de historiografía folclórica y de ficción narrativa. Esto último no lo digo porque piense que Lara mienta al contarnos las historias de- trás de los corridos. Ya historiadores de la talla de Hayden White han escrito sobre la íntima relación entre literatura e historia en ensayos fundacionales como «El texto histórico como artefacto literario». La tesis que postula el teórico estadunidense es que las explicaciones históricas forzosamente hacen uso de tropos litera- rios. Y bueno, volviendo a nuestro tema, ¿qué serían los corridos desprovistos de tropos, sino historias secas? En el libro hay diálogos que el autor reproduce, pero son de episodios en los que nadie más que los protagonistas estuvieron presentes y estos murieron a resultas de su enfrentamiento. Es decir, que no hay manera de comprobarlos, así como tampoco podemos comprobar lo que pasaba por la mente de algún perso- naje en un momento dado. Esas son licencias poéticas que Lara se 9 10 Presentación toma, porque no hay que olvidar que los corridos son, en esencia, poéticas populares. Tampoco hay que olvidar que los corridos rara vez cuentan «la pura verdad», como mal decía aquel tema de Los Tigres del Norte. El corrido exagera, miente, apantalla; esa es, de hecho, parte de su función. No en balde uno de los primeros corridos que se conservan, el de «Joaquín Murrieta», nos dice: «Yo soy aquel que domino / hasta leones africanos», y continúa no menos exagerado: Las pistolas y las dagas son juguetes para mí. Balazos y puñaladas, carcajadas para mí. Ahora con medios cortados ya se asustan por aquí. En Los bragados de Sinaloa y sus famosos corri- dos Lara nos cuenta siete historias y nos las cuenta muy bien. Es evidente que conoce las tramas de los corridos, como también lo es que son historias trágicas con las que creció... escuchándolas, sopesándolas en toda su gravedad. Porque la mayoría de estos co- rridos se produjeron cuando las palabras corrido y tragedia eran prácticamente sinónimos y la gente pedía a los músicos por igual el corrido o la tragedia de algún personaje. Lara las documen- ta, además, con fotografías y datos cien por ciento verificables. Pero las partes que son literatura también están bien contadas, bien escritas, con un claro sabor a campo que sitúa al lector en el momento y lugar del suceso; como en un pasaje de la historia de Valerio Quintero, donde hay un diálogo-descripción que re- juan carlos ramírez pimienta 11 cuerda el estilo de Antonio Estrada (y por ende, el de Rulfo, su admirador): [...] pasaba por algunos caseríos y la perrada me seguía hasta salir de los ranchos y poco antes de llegar a la Terupauta, en la mesa del Zopilote que le dicen, vi a mi hijo tirado como un perro a la orilla del camino. Lo subí al caballo, lo tercié como un costal y yo me fui en las enancas, donde lo iba deteniendo. Me vieron pasar por esos mismos ranchos pa atrás, con ganas de que me mataran mí también, maldiciendo a los asesinos y maldiciendo al mundo (57). Desde la perspectiva de los estudios del corrido, el libro es una muy sólida aportación al campo, simplemente porque nos regre- sa al origen y contexto de las historias, que es la base de todo. Después podrá venir alguien más a teorizar o a hacer algún tra- bajo etnográfico acerca de la recepción de estos corridos o de su acompañamiento musical. Todo eso contribuye al campo, pero lo verdaderamente esencial son las historias: saber qué hay detrás de estas, cómo se tejieron, cómo se vivieron y aún viven en la gente que las sigue escuchando. Algunos de los corridos que historiza Lara son más famosos que otros, que más que nada tienen reper- cusión regional. Al menos un par es conocido en todo el país y allende las fronteras. Este es ciertamente el caso del corrido que abre la colección, el de «Valente Quintero», y el del que la cierra, la historia de Atilano Escandón que se popularizó en el corrido de Teodoro Bello, «El avión de la muerte.» La historia del subteniente Valente Quintero y del mayor Martín Elenes Landell es contada en un corrido que es canónico dentro del cancionero mexicano. Yo casualmente conocía bien la 12 Presentación historia porque Rosa Quintero, una exestudiante mía, es bisnieta de Rosendo Monzón Quintero, el compositor del corrido. Hace algunos años Rosa escribió la historia de su bisabuelo y del corri- do en un ensayo final para un seminario que cursaba conmigo. La historia que a ella le contaron sus familiares concuerda perfecta- mente con la que Óscar Lara Salazar narra en este libro. Las siete secciones o capítulos de Los bragados de Sinaloa y sus famosos corridos llevan por títulos, en ese orden, «El ma- yor y Valente», «Rodolfo Fierro “el Carnicero”», «Valerio Quinte- ro», «Valentín Félix», «Rodolfo Valdés “el Gitano”», «Florentino “Tino” Nevárez» y «Atilano Escandón». Todas son historias de si- naloenses puestos en situaciones extremas. Si acaso, la única que desentona es la de Rodolfo Fierro, la cual toma lugar fuera de la geografía sinaloense. De todos los protagonistas de los corridos, Fierro es sin duda el personaje con mayor peso histórico aunque, eso sí, mayormente percibido de forma negativa, lejos de la heroi- cidad e incluso de la antiheroicidad de los corridos de hoy en día. Cuando se habla del corrido sinaloense, lo que viene a la men- te es el corrido del narcotráfico. El volumen no está exento de ello, ya que dicho elemento se presenta como marco en historias como la de Rodolfo Valdés «el Gitano», pero que toma papel cen- tral en la historia que cierra el libro, la de Atilano Escandón, pro- tagonista de «El avión de la muerte». Esta historia toma lugar en plena Operación Cóndor y tiene como médula un tema que está destinado a ser cada vez más estudiado, el de las violaciones de los derechos humanos llevadas a cabo durante ese operativo. Ma- nuel Atilano no fue el único piloto serrano torturado y tremen- damente violentado en sus derechos humanos. Prácticamente, todas las pequeñas compañías aéreas que prestaban sus servicios en la sierra se quejaban del tratamiento que recibían de parte de juan carlos ramírez pimienta 13 los soldados. Después de ser torturado por varios días, Manuel Atilano Escandón decidió matarse mientras piloteaba el mismo avión donde lo llevaban preso, muriendo también tres soldados: Dijo adiós a sus amigos, camaradas de aviación, y después allá en el cerro se estrelló con el avión, en Chihuahua y Sinaloa qué recuerdos nos dejó. En fin, el libro que ha escrito Óscar Lara Salazar y que publica la Universidad Autónoma de Sinaloa no es solamente una muy sólida aportación a la historia y cultura popular regional, sino que también es un texto entretenido y valioso que seguramente no defraudará al lector aficionado a estos temas ni tampoco a quie- nes se interesen en ellos por primera vez. Juan Carlos Ramírez Pimienta San Diego State University-Imperial Valley Los bragados de Sinaloa y sus famosos corridos El Mayor y Valente Tú lo que tienes Valente, que eres puro ocasionado... El mayor Martín Elenes Landell, jefe de los revolucionarios de Santiago de los Caballeros. Cayó la noche. Cerca de la madrugada, en ladera, empezó a re- frescar en forma brusca. Para esas horas, en el firmamento ya no se veían estrellas, pero la música seguía tocando, el mezcal ya causaba estragos y los ánimos se habían encendido. De pronto, frente a frente y mirándose a los ojos, se fueron de espaldas a la orilla de la improvisada pista de baile que débilmente iluminaban unos cachimbones que colgaban de cuatro de los seis horcones de la enramada. Prestos, sacaron sus pistolas. La gente empezó 17 18 los bragados de sinaloa y sus famosos corridos a correr. La música dejó de tocar. Después de la refriega, el eco contestó al estruendo que se fue perdiendo pausadamente por la cañada de Babunica. Aquello comenzó el 3 de mayo de 1911, cuando Juan Banderas «el Agachado» llegó al frente de más de trescientos hombres a Santiago de los Caballeros. Los convocó a tomar las armas para apoyar a la revolución maderista. Dio lectura al Plan de San Luis, que levantaba como bandera el «Sufragio Efectivo y la no Ree- lección». Todos, al mismo tiempo, vitorearon al caudillo, incor- porándose a las filas aquellos que tuvieran fuerza para levantar la carabina.

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