Iconos De Estilo Una Mirada a La Indumentaria Tradicional

Iconos De Estilo Una Mirada a La Indumentaria Tradicional

ICONOS DE ESTILO ICONOS DE ESTILO UNA MIRADA A LA INDUMENTARIA TRADICIONAL Entre 1799 y 1800, Francisco de Goya realiza dos retratos de la reina Mª Luisa de Parma, conservados en el Palacio Real de Madrid, que llaman la atención por la enorme diferen- cia que hay entre los vestidos que luce la soberana. En Mª Luisa de Parma en traje de corte, la reina es retratada a la moda francesa, con un vestido de corte imperio; mientras que en Maria Luisa de Parma con mantilla, la soberana se representa a la española, con una basquiña y una madroñera, además de una gran mantilla de encaje, todo ello en el color que ya se asociaba con el modo de vestir español: el negro. Las dos formas de vestir de Mª Luisa nos muestran la complejidad de la historia de la in- dumentaria en España que, como en el resto de las manifestaciones culturales de nues- tro país, se debate entre la influencia extranjera y la necesidad de encontrar la esencia de lo español, para usarla como base de una modernidad propia. La influencia extranjera será innegable durante todo el sigloXIX , si bien pequeños ele- mentos decorativos (madroños, caireles…), la omnipresente mantilla o el mantón de ma- nila darán un toque español a las modas europeas. La tradición española persiste en las zonas rurales, las alejadas de las modas urbanas, en el traje popular y, a finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, con el esplendor de los estudios folcloristas, será redescu- bierta la riqueza, la variedad y la profunda sabiduría que hay detrás de estos trajes, que comienzan a percibirse como el emblema de las distintas comarcas y regiones españolas. Y cuando una nueva generación de modistas salten a la escena nacional e internacio- nal en esos años, la influencia de la tradición popular española brillará en sus diseños. En primer lugar el gran Balenciaga, pero también Ana Pombo, Antonio del Castillo y otros, incorporarán esa esencia de “lo español” ese gusto por el detalle barroco, por el color intenso, por la forma geométrica que aprenden de la tradición popular española y lo trasladarán a diseños que triunfan en la esfera internacional. La contraposición que se aprecia en los cuadros de Goya se transforma en una inteligente síntesis en las manos de Balenciaga. El traje popular español es conocimiento profundo de los materiales y sus posibilidades, de las técnicas artesanales convertidas en un factor de lujo y distinción, de la concep- ción geométrica e intelectual del cuerpo frente a visiones biologicistas, del simbolismo y la trascendencia de la indumentaria frente a la visión económica y comercial. Unas ideas tan alejadas de las percepciones que hoy en día tenemos de la moda, que las produccio- nes populares no pueden sino intrigarnos, despertar nuestra curiosidad y convertirse, como ya ocurrió hace unas décadas, en una incansable fuente de inspiración para los diseñadores del presente y del futuro. Fernando Benzo Sáinz Secretario de Estado de Cultura Presidente de Acción Cultural Española [AC/E] ISBN 978-84-8181-706-5 [Museo del Traje] 978-84-15272-94-6 [AC/E] NIPO 030-18-103-3 DL M-13308-2018 © De la presente edición: Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Secretaría General Técnica Sociedad Mercantil Estatal de Acción Cultural, S. A. © De los textos: sus autores © De las imágenes: Manuel Outumuro ENTRE LA SOMBRA P. 7 Y LA LUZ MÁS ALLÁ DEL TÓPICO P. 13 UNA MIRADA A LA P. 17 INDUMENTARIA TRADICIONAL LA HERENCIA DEL PASADO P. 81 LA JOYERÍA TRADICIONAL P. 91 ESPAÑOLA: HISTORIA DE UNA SEDUCCIÓN JOSÉ ORTIZ ECHAGÜE P. 97 INTENCIÓN DOCUMENTAL Y VISIÓN POÉTICA GEOGRAFÍA DE ESTILOS P. 103 ENTRE LA SOMBRA Y LA LUZ Olivier Saillard Comisario. Palais Galliera P. 7 Amplios y sobrecogedores corredores protegen los fondos del Museo del Traje, situado en la periferia de Madrid; estos pasillos fueron hace años el gigantesco telón de fondo de las obras que hoy posee el Museo Reina Sofía. Los peines metálicos que sujetaban la ingente cantidad de cuadros han dado paso hoy a armarios deslizantes, elementos de almacenaje para las prendas de indumentaria. El impresionante silencio de este territo- rio despoblado es el hogar de vestidos, abrigos, pantalones y camisas a la espera de que alguien los reclame para una exposición. Es aquí, sobre dos alturas, donde se concentra la increíble colección de tejidos antiguos de Mariano Fortuny junto con un conjunto significativo de piezas de su colección, mientras que otros espacios recogen obras de los siglos XIX y XX en una de las colecciones de moda más hermosas que existen, en la que el maestro Balenciaga está hábilmente representado. Quien tiene la suerte de perderse en este laberinto, digno de un decorado de película de ciencia ficción, descubre un horizonte secreto de fronteras oscuras dibujadas por una estructura de armarios de madera. El mobiliario a medida ocupa estas paredes sin per- donar ni un centímetro. En este laberinto de pasillos desiertos, oscuros números impresos en papel blanco pre- siden las puertas cerradas; una centena de armarios mudos conservan aquí la colección más importante que existe de indumentaria tradicional española. Una cantidad abru- madora de faldas, blusas, chaquetas y accesorios que hace años constituyeron los fon- dos del Museo del Traje Regional e Histórico. La cantidad de piezas es tan impresionan- te como su calidad y su frescura. Con motivo de las exposiciones que se organizan en las salas permanentes del Museo del Traje, algunas de estas piezas tienen la suerte, durante unos meses, de brillar en las vitrinas de vidrio en las que dialogan creaciones de alta costura con otras del día a día. Cada uno de estos armarios de madera modesta y clara está asignado a una zona de España. Andalucía, Aragón, Ávila, Cantabria, Extremadura, Islas Baleares e Islas Cana- rias, León, Madrid, Navarra, Salamanca, Toledo, Valencia y Zamora forman un nuevo mapa geográfico donde los relieves y los paisajes se encarnan en la lana y el algodón. Colgados de dóciles perchas o tumbados en indulgentes cajones, las piezas de cada re- gión proponen una topografía poco habitual para el descubrimiento de un país. Todas estas piezas de uso cotidiano o, al contrario, de ceremonia o de uso excepcional, son el reflejo exacto de un arte del adorno y el vestir tal y como era antes de que la moda industrializara en exceso todas y cada una de las novedades. Inmutables son las capas de hombre de Zamora, auténticas esculturas tejidas en lana cuyos adornos recortados en negro inventan geometrías siempre diferentes. P. 9 Increíbles son los vestidos de novia de la región de Toledo, donde los encajes rivalizan Las Islas Canarias y las Islas Baleares proponen prendas ligeras de algodón y lino borda- con los lazos de colores mientras que los zapatos con bordados de lana serían la envida do. Los pantalones bombachos y las alpargatas atadas con lazada llenarían de elegancia de cualquier creador contemporáneo. nuestras calles hoy en día. Inquietante y sin embargo cotidiana es la cobijada de Cádiz, un gran manto negro que Todas estas prendas, confeccionadas con tejidos rústicos y robustos, se distinguen unas cubre parte del rostro dejando ver apenas un ojo curioso. de otras por los delicados adornos que las caracterizan. Si bien hay un respeto por cier- tos temas y rituales, y unas convenciones sobre la colocación, siempre idéntica, cada Generosos son los sombreros de mimbre de Extremadura, adornados con lana y boto- motivo, obra de la mujer que lo bordó, es único. nes. No hay dos iguales, como sucede con las sayas de vibrantes colores que las mujeres recogen para sentarse, colocando sus pliegues como si de un pavo real se tratase. En este conjunto de trajes que parecen uniformes, no hay un detalle, un color, o una superficie, que siga un modelo estándar. Allí donde el mundo del lujo contemporáneo Increíblemente contemporánea es esta falda de Alicante, cuyos pliegues se cosen para ha unificado y capitalizado el concepto de singularidad, la indumentaria tradicional es- que mantengan su forma durante parte del año, y cuyos colores, del rojo carmín al verde pañola proclama alto y claro su diferencia. Aquí, lo precioso constituye lo ordinario, for- oscuro, cubren una infinita gama de matices. jado con arte y virtuosismo por bordadoras y costureras. Más austera y dramática es la larga basquiña típica de Aragón que Sorolla, un apasiona- Hace veinte años, nuestra visión de los trajes tradicionales de cualquier país estaba car- do de la indumentaria tradicional, pintaría una y otra vez. gada de indiferencia. Hoy, cuando nuestro traje típico contemporáneo se reduce a com- binar jerséis, camisetas y pantalones, el traje tradicional nos despierta más curiosidad En la indumentaria madrileña, en los trajes de majo y maja, encontramos al predecesor que nunca. Su superposición de vestidos o faldas, que antes nos parecía un gesto estra- del traje de luces en el atuendo masculino, y un conjunto que parece sacado de un cua- falario e innecesario para la vida cotidiana, hoy nos fascina. La audacia de sus colores, la dro de Goya en el femenino. desmesura de sus volúmenes y la abundancia de sus adornos intimidan al más completo de los armarios modernos. La pieza más misteriosa de todas, perfectamente conservada, es un traje de novia de La Alberca. Procedente de Salamanca, el vestido es en sí una obra de artesanía donde se Muchas camisas de algodón seco, con hilos amarillos y negros meticulosamente cosi- mezclan los tonos marrones y rosados con la plata y el oro; por él se derraman sin pudor dos en sus puños, podrían sin duda proceder del taller de un diseñador de moda actual, relicarios, medallas y amuletos.

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