REVISTA DE CRÍTICA LITERARIA LATINOAMERICANA Año XXXI, Nº 62. Lima-Hanover, 2do. Semestre de 2005, pp. 251-263 MEMORIA, SUBJETIVIDAD Y NACIÓN EN EL ROUND DEL OLVIDO DE EDUARDO LIENDO Gisela Kozak Rovero Universidad Central de Venezuela Contrapunto, historia e intrahistoria El round del olvido1 (2002), de Eduardo Liendo (Venezuela, 1941), se propone como una novela de espléndida sencillez narra- tiva; pero esa sencillez, vista como logro literario, se hizo posible a través del uso de una compleja técnica de composición musical co- mo es el contrapunto. Así lo confiesa Noelia Santana, personaje protagónico y autora ficcionalizada de la larga historia, que en- trelaza su vida de mujer periodista y escritora con las vidas del boxeador Teo Camacho y del revolucionario, poeta y músico Olivier Alcalá. Se trata de tres existencias enlazadas por la infancia, la amistad, la admiración y el amor –en un triángulo amoroso entre trágico y perfectamente comprensible–, que se despliegan simul- táneamente a lo largo de medio siglo de la historia venezolana. Es- te medio siglo transcurre desde la dictadura de Marcos Pérez Ji- ménez, pasando por los afanes revolucionarios de los sesenta, las decepciones de los setenta, los grises y desengañados años ochen- ta, hasta llegar a la última década del siglo XX, cuyo hito en la no- vela es la caída del socialismo en Europa oriental. Teo, Noelia y Olivier se acercan y se alejan, cual líneas melódicas que divergen y convergen, tal como corresponde al contrapunto, y podemos así valorar por contraste sus procesos subjetivos individuales relacio- nados con sus perspectivas políticas, sus vocaciones, los eventos de su infancia que los marcaron de modo indeleble, las maneras de relacionarse afectivamente entre ellos y con el mundo. Este con- trapunto novelesco implica una visión fragmentada, incompleta y reconocida abiertamente como sesgada por el personaje Noelia Santana, quien “escribe” la historia en diferentes etapas de su vida y en distintas ciudades (Caracas, Florencia, Praga…), razón por la cual su mirada sobre esa historia va transformándose con los años. Tal transformación se conecta con los artificios, invenciones, con- tradicciones, lagunas, mentiras y líneas de fuga de la memoria 252 GISELA KOZAK ROVERO como mediación entre el sujeto y la experiencia vivida, entre la historia, la vida y la literatura. Desde esta perspectiva, las aventuras de un boxeador, una pe- riodista y escritora y un revolucionario-poeta-músico poseen una dimensión particularmente atractiva, porque se trata de persona- jes cuyas vidas son contadas desde la intrahistoria; es decir, desde una mirada alternativa que privilegia la vida cotidiana e íntima en su entretejerse con la historia nacional. En Venezuela, la novela ha sido la encargada de abrir este espacio. Como dice la narradora Ana Teresa Torres: (…) mi memoria no distingue entre lo personal y lo colectivo como un par de opuestos. La barrera entre uno y otro terreno es una disociación de las representaciones entre lo público/privado; doméstico/social; he- gemónico/subalterno, etc. Todo lo personal ocurre en la historia colecti- va, y en ella se configura lo personal. La Historia incluye la vida coti- diana aun cuando en Venezuela esa visión sea todavía minoritaria, y en consecuencia la mayoría de nuestros textos historiográficos revelan la pasión por el poder –desde un vértice– o lo economicista –desde otro– pero, en general, el tejido social, el diálogo de los actores no protagónicos de las gestas y revoluciones, la esfera privada, el estudios de las menta- lidades, han resultado un tanto subvalorados (Torres, 15). Noelia, Teo y Olivier representan a estos actores no protagóni- cos; sus vidas, no completamente anónimas pero sí de proyección social limitada, nos hablan de una Venezuela que vivió hace déca- das “(…) un tiempo que parecía cargado de expectativas de trans- formación, pero también preñado de incertidumbre” (55), como di- ce Noelia. Posteriormente, según se plantea en la novela sin for- mularlo explícitamente, esta misma nación sumergió en el olvido, por décadas, sus ensoñaciones de país lanzado al futuro2. En las vidas de Teo, Noelia y Olivier, en sus subjetividades en permanen- te construcción, en su búsqueda de identidad frente a los vaivenes políticos, la sexualidad, el género, el amor, el dinero, las diferen- cias sociales, la cultura, la familia, se reconoce esta Venezuela en un momento estelar de la modernización urbana del siglo XX: cre- cimiento económico, transformaciones democráticas, vida plena- mente urbana, masificación de la educación. En El round del olvi- do los personajes son la cristalización cotidiana de esta historia no explicitada, lo cual se evidencia en su carácter profundamente con- tradictorio, ambiguo y complejo. No es casualidad entonces que se- an dibujados a partir de duplicidades –Noelia-zorra, Teo-tigre, Olivier-cuervo– pues debajo de sus apariencias inofensivas se es- conden pasiones, impulsos, miedos que los colocan en el centro mismo de las contradicciones de su época: feminismo y cultura pa- triarcal, revolución y democracia, pobreza y ascenso social, volun- tad individual y determinaciones sociales y familiares. Dentro de este marco, Noelia Santana nos cuenta su historia con el boxeador Teo Camacho y el poeta-músico-revolucionario MEMORIA, SUBJETIVIDAD Y NACIÓN EN E. LIENDO 253 Olivier Alcalá, además de relatarnos la historia individual de cada uno. Permanentemente Noelia reconoce la fragilidad de su memo- ria, las triquiñuelas con las que intenta justificar su conducta y la manera en que ha ido transformando y decantando su pasado co- mún con Teo y Olivier. Y es que la memoria del pasado se trans- forma con el sujeto; la Noelia que amó a dos hombres al mismo tiempo no es la Noelia que rememora y escribe esos hechos. La Noelia que escribe y rememora es la viuda de Teo, la viuda de Oli- vier, la mujer que piensa en comenzar una nueva vida, con un ter- cer hombre llamado Rolando, en su madurez. Noelia percibe que su situación de infidelidad y su alma escindida es una expresión dolorosa de una condición femenina en pleno conflicto con el mun- do, conflicto que, ciertamente, se manifiesta desde su juventud. Noelia enfrenta las presiones de su familia para que acepte su des- tino de virgen, esposa y madre (en este orden), destino que ella no está dispuesta a aceptar como propio pues quiere hacerse periodis- ta y escritora, conocer otros países, vivir varias relaciones amoro- sas, estar en conexión permanente con los cambios e incitaciones de su época. Efectivamente lo logra, pero a costa de un largo y es- pinoso forcejeo. La condición del sujeto femenino es, pues, la de la negociación permanente en el contexto de la vida pública y priva- da: Noelia, en este sentido, vive a plenitud su condición de mujer en una época de transición entre los conservadores cincuenta, los transformadores sesenta y las décadas posteriores. Teo Camacho también enfrentó sus propias restricciones. Si la lucha de Noelia indica las contradicciones y padecimientos de la construcción de la subjetividad femenina en un momento de tran- sición histórica, la del boxeador Teo es la lucha del sujeto masculi- no, sirviéndose de la violencia, contra los límites que su origen so- cial le impuso. Durante su infancia vivió con su madre en un túnel en Caño Amarillo, lugar emblemático dentro de las barriadas po- pulares de Caracas, muy cerca del Parque El Calvario. La imagen del túnel lo perseguirá toda su vida como metáfora de la miseria, el desamparo y el anonimato. Veamos este fragmento en el que se describe una pesadilla de Teo luego de perder el título pluma y de la muerte de su madre: (…) Eso me confundió mucho porque me puso a pensar en plena pesadi- lla: ¿será verdad que estoy muerto? O sea, la pesadilla se hizo doble, lo que ocurría en el autobús y el miedo de estar muerto sin poder desper- tar. Entonces me dije: coño, éste no es el barrio de mi infancia, éste no es Caño Amarillo, esta vaina es el barrio del olvido (…) Y así fue como en- tramos al túnel de mi infancia, adonde nunca había llegado el tren a pe- sar de los rieles. Pero en el túnel todos me abandonaron y quedé íngrimo y solo, y por fin pude bajarme de aquel autobús sin ruedas. El túnel se había vuelto mucho más largo y oscuro porque no se le veía el final, y me pareció que éramos mucho más pobres que antes y no vi la mesa de la pata coja con su hule floreado, ni el fogón de las arepas, ni las mari- posas tomates que a veces entraban, sino miré puros murciélagos ciegos 254 GISELA KOZAK ROVERO y con barba, y ranas enormes como cerdos, y un enorme perro negro que me gruñía y me mostraba los colmillos, y yo entendí en medio de aquella pesadilla que ese perro rabioso era la pobreza que me estaba esperando (367). Y fue de esta pobreza de la que Teo huyó toda su vida. Teo es un personaje que encarna ciertos mitos y realidades de la moder- nidad no sólo venezolana sino latinoamericana y mundial, pues sabemos lo que ha significado el deporte como vía de ascenso social para una minoría de los hombres de los sectores más desfavoreci- dos. Su condición de niño abandonado por su padre y criado por una madre que entendía el estudio y la superación personal como la vía segura para salir de la pobreza, lo convierten en un hombre ávido de reconocimiento que no acepta su pobreza como destino. Y no la acepta no sólo por razones de crianza y por sus ambiciones individuales, sino porque pertenece a una sociedad en la que exis- ten caminos –muy limitados, sin duda– para el ascenso social y económico. Teo, Olivier y Noelia estudian la educación primaria en la misma escuela pública localizada en el centro de Caracas, aun- que los dos últimos formen parte de una modesta clase media y Teo esté al borde de la indigencia.
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