Los Partidos Políticos Y El Fujimorismo, 1992-1999, Y Las Elecciones El 2000

Los Partidos Políticos Y El Fujimorismo, 1992-1999, Y Las Elecciones El 2000

Perfiles Latinoamericanos ISSN: 0188-7653 [email protected] Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales México Tanaka, Martín Los partidos políticos y el fujimorismo, 1992-1999, y las elecciones el 2000. ¿Hacia un cambio de régimen? Perfiles Latinoamericanos, núm. 16, junio, 2000 Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales Distrito Federal, México Available in: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=11501605 How to cite Complete issue Scientific Information System More information about this article Network of Scientific Journals from Latin America, the Caribbean, Spain and Portugal Journal's homepage in redalyc.org Non-profit academic project, developed under the open access initiative PERFILES LATINOAMERICANOS 16 LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL FUJIMORISMOJUNIO 2000 LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL FUJIMORISMO (1992-1999), Y LAS ELECCIONES DEL 2000. ¿HACIA UN CAMBIO DE RÉGIMEN? Martín Tanaka* En este trabajo se estudia el sistema de partidos políticos que ha prevalecido en los últimos años en Perú, analizando las características del “fujimorismo” como forma de gobierno y de régimen, el debilitamiento de las condiciones de competencia y pluralismo políti- co, y las consecuencias de todo esto sobre una democracia que terminó extinguiéndose. A la luz de esta experiencia se analiza también el cuestionado proceso electoral del año 2000 y sus posibles desenlaces This paper deals with the political party system prevailing in the last years in Peru. It studies Fujimorism’s characteristics as a regime and form of government, the weakening in the conditions for political competition and pluralism, as well as the consequences of all this on a democracy that finally died. Considering this experience, an analysis is also made of the questioned elections of the year 2000 and of its possible outcomes. Perú ha tenido en los últimos años un gobierno que, si bien goza de legi- timación electoral desde 1995, asume muchas de las características de un régimen autoritario. Esto puede entenderse a la luz del colapso institucional y del sistema de partidos vigentes hasta inicios de la década pasada. Así, el sistema político ha funcionado sin un sistema de partidos, con muy pobres niveles de competencia política, aspecto clave para la construcción de las instituciones democráticas; por ello, han tenido una centralidad desmedida la cúpula del gobierno y los poderes estructurales. Inesperadamente, a partir del proceso electoral reciente, el régimen se encuentra por primera vez en- frentando una considerable oposición interna y externa, de desenlace por ahora imprevisible. *.Doctor en ciencias sociales con especialización en ciencia política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Sede México). Investigador asociado del Instituto de Estudios Peruanos y profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. 101 PERFILES LATINOAMERICANOS Los antecedentes de la situación actual: el colapso del orden político-institucional y la legitimación electoral de un gobierno autoritario Entender la situación actual requiere remitirnos al particular derrotero peruano de los años noventa, excepcional en el contexto latinoamericano. Sólo en Perú se ha dado un “autogolpe” exitoso (abril de 1992), con el que se destruyó el orden político-institucional vigente desde fines de los años se- tenta. Más precisamente, el autogolpe implicó la destrucción del sistema de partidos con todos sus actores y el fin del orden institucional construido en torno a la Constitución de 1979.1 Respecto al sistema de partidos, el caso peruano es bastante particular, en la medida en que el colapso del sistema implicó la desaparición en la prác- tica del conjunto de actores que estructuraron el juego político a lo largo de los años ochenta, quienes configuraron un multipartidismo dividido ideoló- gicamente, con tres bloques principales: a la izquierda del espectro político, la Izquierda Unida (IU); a la derecha, Acción Popular (AP) y el Partido Popu- lar Cristiano (PPC), y al centro, el Partido Aprista Peruano (PAP). En casi to- das las elecciones que se llevaron a cabo desde fines de los setenta y a lo lar- go de los ochenta, estos actores políticos concentraron más de 90 por ciento de los votos. En las elecciones de abril de 1990, las últimas antes del golpe, estos partidos obtuvieron 68 por ciento de los votos presidenciales, 72.7 por ciento de los votos por senadores y 70.4 por ciento de los votos por diputados. Sin embargo, en las elecciones de abril de 1995 los mismos partidos sólo acu- mularon 6.32 por ciento de los votos en la elección presidencial, y 14.84 por ciento en la de Congreso, esta vez unicameral, según la nueva Constitución de 1993. En la actualidad, la izquierda peruana no existe más; tampoco el PPC, al perder su registro electoral y no poder conseguir las firmas necesarias para reinscribirse. En las elecciones del 9 de abril pasado, los candidatos pre- sidenciales del APRA y AP obtuvieron apenas 1.38 y 0.42 por ciento de los votos válidos, y sus listas parlamentarias, 5.51 y 2.47 por ciento de los votos váli- dos, respectivamente. En Perú se derrumbó el sistema de partidos, lo que involucró al conjunto de sus actores. No se produjo una transición o una recomposición, porque no hay actores partidarios que “sobrevivan” del orden anterior. Esto es distinto a casos como los de Argentina, Bolivia, Colombia, México o Uruguay, don- de hay más bien una evolución. En todos estos países se pasa progresivamen- te hacia un sistema de mayor competencia, en el que aparecen nuevos actores que disputan la hegemonía a actores tradicionales que mantienen su impor- 1.Véase Tanaka, 1998. 102 LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y EL FUJIMORISMO tancia. Sólo el caso de Venezuela en los últimos tiempos se encamina por el mismo sendero que siguió Perú, y también de una manera rápida e inespera- da. En el congreso electo en Perú en 1990 los partidos “tradicionales” eran todavía bastante fuertes, pero fueron “barridos” en la elección de Congreso Constituyente Democrático de noviembre de 1992; en Venezuela las cosas ocurrieron aún más rápida y dramáticamente: los partidos tradicionales con- trolaban el congreso electo en diciembre de 1998, pero casi desaparecieron en la elección de Asamblea Constituyente de julio de 1999.2 En Ecuador en- contramos un sistema de partidos en extremo caótico y muy poco “sistémico”, pero las identidades partidarias siguen siendo bastante fuertes.3 De otro lado, me refería a la destrucción del orden institucional estable- cido por la Constitución de 1979. El autogolpe de 1992 provocó el cierre del Congreso, la intervención y reorganización del Poder Judicial, del Ministerio Público, de las universidades nacionales, de los gobiernos regionales y de mu- chas otras instituciones. Pero originó sobre todo una alianza entre Fujimori y la cúpula de las fuerzas armadas, y un papel protagónico del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). En los meses y años siguientes se erigieron nue- vas instituciones, pero, en el contexto del colapso de las instituciones y acto- res previos y de una clara hegemonía del fujimorismo, el funcionamiento independiente del nuevo orden quedó seriamente menoscabado, por decir lo menos. Así, después del autogolpe se realizó la elección del Congreso Consti- tuyente Democrático (CCD), en noviembre de 1992. Este organismo combinó funciones de Congreso y Asamblea Constituyente. La nueva Constitución fue aprobada en un disputado referéndum (octubre de 1993), en el que el sí obtuvo 52.3 por ciento de los votos válidos, y el no 47.7 por ciento.4 La muy pertinente discusión sobre la naturaleza del régimen político actual en Perú, puesta en agenda recientemente por Cynthia McClintock (McClintock, 1999) debe situarse a la luz de estos hechos; la autora propone volver a considerar la categoría “autoritarismo” para caracterizarlo. La si- tuación es sin duda ambigua y cambiante, de allí la ausencia de un diagnós- tico compartido por todos.5 En esta discusión se requiere establecer los crite- rios relevantes para dar cuenta de la situación. 2.Los partidos que constituyeron el sistema de partidos durante los ochenta obtuvieron 75.2 por ciento de los escaños en el Congreso electo en 1990 en Perú; en el Congreso electo en 1992, sólo 16.25 por ciento; en el electo en 1995, 14.16 por ciento, y en el recién electo en 2000, apenas 7.5 por ciento. En Venezuela, AD y COPEI tuvieron 53.9 por ciento de los escaños en el congreso electo en 1994 y 44.8 por ciento de los escaños en el congreso electo en 1998 (McCoy, 1999); sin embargo, en la elección de Asamblea Constituyente de julio de 1999, el Polo Patriótico obtuvo 120 de 131 escaños, lo que hizo prácticamente desaparecer a los partidos “tradicionales”. 3.Sobre Ecuador véase Freidenberg, 2000. 4.Lo ajustado de este resultado (además en medio de diversas denuncias de fraude) muestra que el fujimorismo nunca las tuvo todas consigo, ni aun en sus momentos de mayor legitimidad. Retomaré este punto más adelante. 5.Véase también Levitsky, 1999. 103 PERFILES LATINOAMERICANOS Después del golpe de 1992, hubo una etapa de transición que supuesta- mente terminaría con la reinstalación de un régimen democrático, generado por las elecciones de 1995 (de presidencia y Congreso), en el marco de la nue- va Constitución.6 Sin embargo, en esa ocasión se dio un triunfo abrumador del fujimorismo, al que una oposición débil y fragmentada no pudo hacer frente. Como consecuencia, no logró constituirse un nuevo sistema de par- tidos y el régimen autoritario establecido en 1992, si bien logró una amplia legitimación democrática por la vía electoral en 1995, no alteró sustancial- mente su dinámica, al no enfrentar ningún contrapeso significativo que lo obligara a seguir un rumbo institucional. Este equilibrio pudo haberse establecido dentro de un formato biparti- dista, en torno a dos grandes bloques, uno vinculado al fujimorismo y otro a una oposición democrática.

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