ERMITAS DE NAmRRA Título: ERMITAS DE NAVARRA Autor: Femando Pérez Olio Edita: Caja de Ahorros de Navarra Fotografías a color: José Luis Zúñiga Fotografías antiguas: José Esteban Uranga. Coordinación editorial: Caja de Ahorros de Navarra Fotomecánica: Reproducciones LAR, Logroño Fotocomposición: COMETIP, S.L. Impresión: GRAFINASA (Gráficas Navarras, S.A.) CASTUERA, Industrias Gráficas S.A. ® Caja de Ahorros de Navarra ISBN: 84-7231-851-6 Dep. Legal: NA.: 396-1983 ERMITAS DE NAVATKA Fernando Pérez Olio CAJA DE AHORROS DE NAVARRA Presentación Año tras año, la Caja de Ahorros de Navarra celebra el Día del Libro con la edición de uno que estudia y expone algún tema de nuestra tierra. Hasta ahora, el éxito de esta iniciativa ha sido apreciable. Si se consideran la población de Navarra y la tirada de esos títulos, cabe decir que estadísticamente el libro anual de la CAN entra en todos los hogares navarros. Esto deja perplejos a los especialistas, lo tenemos comprobado con reiteración, y es para nosotros un estímulo constante, porque no queremos faltar a esa cita con nuestros clientes y amigos, destinatarios de tales ediciones. El tema de este año son las ermitas. En los últimos tiempos, la huida festiva de miles de personas al campo ha reverdecido el interés por estos viejos templos y por las romerías que en ellos se celebran. Como se ve en las páginas que siguen, las ermitas son algo más que reliquias muertas y mudas. Han sido elemento activo en la vida cotidiana de nuestros antepasados, testigo de hechos a veces importantes a veces anecdóticos, depósito de leyendas y consejas y, en cualquier caso, piezas básicas de la religiosidad popular. Se levantan blancas y admirables en los altos montes, alegran un rincón verde y silencioso, se esconden en el hayedo o buscan la animación de los sotos. En cualquier caso, son referencia imprescindible de nuestra cultura popular, de nuestro pasado más o menos remoto. Son también las ermitas un elemento de nuestra forma de ser y de nuestra realidad. Divulgar los rasgos reales de Navarra, sin tópicos, sin prejuicios y sin orejeras, ahondar en el conocimiento de nosotros mismos, de lo que hemos sido y somos, es el objetivo de estas salidas editoriales. Esperamos haber alcanzado un año más ese objetivo. Mayo de 1982 Juan Luis Uranga Santesteban Director-Gerente de la Caja de Ahorros de Navarra ¡Eíroducción Ermita es, según el diccionario de la Real Academia de la arameo, abba, significa padre. El conjunto de normas o regla Lengua, «santuario o capilla situado por lo común en despo­ detallaba las normas referentes a la oración, el trabajo manual, blado». Ermitaño, «la persona que vive en la ermita y cuida la disciplina interna, el hábito. de ella», así como quien «vive en soledad, como el monje y el La Tebaida seguía siendo en el siglo V la zona más que profesa vida solitaria». importante del monaquismo. Pero éste, que no era exclusiva­ El Diccionario de Autoridades, editado por la misma mente masculino, se había extendido con fuerza sorprendente, Academia en 1732, dice que ermita es «edificio pequeño a sobre todo por Oriente. El Bajo Egipto, Siria, Palestina modo de capilla u oratorio con su altar, en el cual suele haber estaban salpicadas de cenobios. Su nombre señero es S. Basi­ un apartado o cuarto para recogerse el que vive en ella y la lio el Grande, obispo de Cesarea de Capadocia, impulsor y cuida». Y en la voz ermitaño, cuya definición coincide con la reformador de monjes, de los que muy pocos eran sacerdotes. actual, añade: «algunos escriben esta voz con h, diciendo En Occidente también es conocido el monaquismo, pero hermitaño; pero se debe escribir sin ella, según su origen son S. Atanasio de Alejandría, desterrado en Tréveris (335- latino eremita.» 338) y la vida de S. Antón quienes impulsan el movimiento El maestro Covarrubias dice en su «Tesoro de la lengua eremítico. El mismo S. Agustín nos dejó testimonio de la castellana o española» (1610) que ermita es «un pequeño impresión que le produjo la lectura de la vida del santo receptáculo con un apartado a modo de oratorio y capillita patriarca del desierto. El movimiento contó con el favor de para orar y un estrecho rincón para recogerse el que vive en hombres destacados-S. Ambrosio, S. Agustín, S. Jerónimo, ella, al cual llamamos ermitaño». S. Paulino de Ñola, S. Martín de Tours- y también con La raíz de ermita y sus derivados -ermitaño, eremita, adversarios activos. El patriarca del cenobitismo occidental es eremitorio-, así como yermo, es la voz griega eremos, que en S. Benito (Nursia, circa 480 21 de marzo de 547), anacoreta los autores latinos cristianos da eremus y significa desierto, un trienio en la cueva de Subiaco, monje y fundador hacia el solitario, aislado. año 529, sobre el solar de un antiguo templo a Júpiter, de Montecassino, corazón de la Orden benedictina. S. Benito Eremitas, cenobitas preparó la Regla monástica por excelencia, que sería base del monaquismo occidental hasta fines del siglo XII. El cristianismo, afianzado en las ciudades, se adentró antes Aquí nos interesa el monaquismo en la medida que afecta en el desierto que en el campo. La práctica de los consejos al eremitismo. Y como recalcan los autores, una de las evangélicos impulsó a algunos a llevar vida solitaria en lugares constantes en la historia occidental del segundo es la dificultad incómodos. Ese movimiento es perfectamente conocido en el de acuerdo con el cenobitismo. A grandes trazos, puede siglo III. Tales ascetas reciben el nombre de monjes, anacore­ decirse que hasta fines del siglo X domina la concepción tas y más tarde, eremitas o ermitaños, palabras de origen patrística del eremus, la de Egipto y los eremitorios no griego que significan respectivamente solos, apartados y, monásticos. Después sobreviene una fase transitoria: el eremi­ como va dicho, solitarios. tismo se va haciendo cenobítico y clerical, en la onda de los A veces se ha buscado la explicación de ese movimiento movimientos favorables a la vida en comunidad (canónigos en las persecuciones o en la náusea de la decadencia y aun en regulares, Camáldula, Cartuja, etc.). A partir del XIII, el la tibieza de los propios fieles. También se ha intentado vocabulario del eremitismo ya no se aplica sólo a los solitarios afirmar cierta relación entre el monaquismo cristiano y escue­ (así sucede, verbigratia, en la Orden de Ermitaños de las y corrientes no cristianas, como esenios y terapeutas S. Agustín), y encontramos el eremitismo comunitario. El judíos, los neoplatónicos, pitagóricos, gnósticos, el budismo, eremus, el desierto, es el silencio en el seno de una comuni­ los penitentes de templos como los de Menfis o Serapide. No dad. parece existir tal relación, aunque sí analogías. Todo lo antedicho podría resumirse en que existió una fase Los primeros ejemplos de esa vida solitaria aparecen en de eremitas premonásticos y otra de eremitas monásticos. En Egipto y los hombres más sobresalientes son Pablo de Tebas y ésta, monjes, abades y aun obispos dimisionarios se retiraban Antonio (251-356). Este último es el patriarca de los eremitas, temporalmente a ermitas -no granjas y decanías- próximas y célebre por sus milagros y luchas contra el diablo. dependientes de las abadías. Sin olvidar el eremitismo pere­ El mismo S. Antón comenzó a rodearse de discípulos grino -en el sentido etimológico de esta palabra-, el navegan­ hacia el año 306. Así la vida eremítica giró hacia una vida en te -«in deserto Oceani»- y el «lauriota», ni individual ni comunidad, Comunidad de anacoretas, sin reglas, ni lazos cenobítico. La vida eremítica es la raíz de la monástica o estables, ni jerarquía, salvo el prestigio personal. cenobítica y ésta lo es en la medida en que conserva el rasgo La fase siguiente, el cenobitismo -de «koinós» y «bíos», esencial de aquélla: la soledad de la vida contemplativa. Y la vida común- va unida al nombre de S. Pacomio, fundador razón final de ésta, la unión con Dios, aparece idéntica en hacia el año 320 en la Tebaida, sobre el Nilo, de un monaste­ todos los autores y tratadistas de una u otra modalidad ascé­ rio, organismo regido por un abad, palabra cuya original tica. Maquis monástico Undiano acudió de nuevo a Felipe II, que esta vez remitió (septiembre de 1584) los memoriales a las autoridades de Pero de la teoría a la práctica media alguna sorpresa y ya Pamplona, para que los estudiasen y obrasen en consecuencia. Santo Tomás de Aquino (IIa, IIa0, q. 188, art. 8) se enfrentó El virrey, marqués de Almazán, ordenó una encuesta sobre el a la paradoja insoslayable de los ermitaños, que practicaban la número de ermitas, su emplazamiento y estado, las circuns­ obediencia, la caridad y el apostolado, pero no tenían supe­ tancias de los ermitaños y la existencia de ermitañas. Las rior, ni hermanos, ni acción. El eremita se une a Dios con un respuestas, como resume Goñi Gaztambide, dejaron en claro mínimo de institución eclesial. Y si bien es cierto que el que el número de ermitaños era excesivo, admitidos en su eremitismo del medievo fue rara vez individual, autor tan mayoría sin previo informe de vida y costumbres, que no ponderado como dom Jean Leclercq ha escrito que «de en­ residían en las ermitas, sino que andaban de un lado para otro, trada, cabría la tentación de decir que hay ermitaños, pero no llevados de la granjeria, con licencia y desordenados, y que eremitismo», fenómeno que «da la impresión de un maquis los pueblos veían en el cargo una simple colocación. monástico, anárquico e inorgánico». Virrey, consejo real y obispo iruñense trazaron un plan Por otra parte, sería erróneo ignorar las circunstancias (1585).
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