ENFERMEDAD, DAÑO E IDEOLOGIA Antropología médica de los Renacientes de Pindilig Carmen Muñoz Bernand ENFERMEDAD, DAÑO E IDEOLOGIA Antropología médica de los Renacientes de Pindilig Segunda Edición Ediciones Abya-Yala 1999 ENFERMEDAD, DAÑO E IDEOLOGIA Antropología médica de los Renacientes de Pindilig Carmen Muñoz Bernand 1ra. Edición: Ediciones Abya-Yala Quito-Ecuador, 1986 2da. Edición: Ediciones Abya-Yala Av. 12 de octubre 14-30 y Wilson Casilla 17-12-719 Telfs.: 562-633 /506-247 E-mail: [email protected] [email protected] [email protected] www.abyayala.org Quito-Ecuador Autoedición: Abya-Yala Edititng Quito-Ecuador ISBN: 9978-04-481-7 Impresión: Producciones digitales UPS Quito-Ecuador Foto Portada: La pintura popular del Carmen (CIDAP), 1983 Impreso en Quito-Ecuador, Abril de 1999 INDICE Agradecimientos……………………………………………………………… 7 Introducción…………………………………………………………………… 9 Notas de la Introducción…………………………………………………… 24 Capítulo 1 Cuestiones y Vitalizas………………………………………………………… 27 Notas capítulo 1……………………………………………………………… 52 Capítulo II Desmando y castigos de Dios……………………………………………… 55 Notas capítulo II……………………………………………………………… 75 Capítulo III Bocados………………………………………………………………………… 79 Notas capítulo III………………………………………………………… 124 Capítulo IV Daño, Reciprocidad y parentesco………………………………………… 128 Notas capítulo IV…………………………………………………………… 143 Capítulo V Fulgores del campo………………………………………………………… 147 Notas del capítulo V………………………………………………………… 187 Capítulo VI Sistemas de interpretación………………………………………………… 191 Notas capítulo VI…………………………………………………………… 215 Bibliografía…………………………………………………………………… 219 AGRADECIMIENTOS Este libro forma parte de un trabajo más amplio sobre la acultu- ración de una población indígena de la Sierra ecuatoriana, que presen- té en junio de 1981 como tesis doctoral principal (doctorat ès Lettres et Sciences Humaines) en la Universidad de París VII, Francia, bajo el título: Les Renaissants de Pindilig, province de Cañar. Anthropologie de la déculturation d’une population indigène des Andes équatoriennes. El estudio mencionado se basa en un trabajo de campo llevado a cabo en la región de Pindilig, provincia de Cañar, en 1973 y en 1977, así como en una investigación etnohistórica en los archivos de Quito, Cuenca, Sevilla y Roma. Por razones de tamaño, he preferido presentar en esta colección sólo uno de los tres aspectos analizados en mi tesis, el que trata de las representaciones culturales de la enfermedad, o si se prefie- re, de la antropología médica de una población serrana. Toda investigación se debe mucho al apoyo intelectual, afectivo y material de colegas y amigos. En Francia, debo agradecer principal- mente a los profesores Olivier Dollfus y Simone Dreyfus-Gamelon que, en varias oportunidades, me procuraron subsidios del Centro Na- cional de Investigaciones Científicas (CNRS) de Francia, para viajar al Ecuador, a España y a Italia; a Jean Paul Deler, actual director del Ins- tituto Francés de Estudios Andinos de Lima, por la ayuda que me brin- dó en Quito, durante mi primera estancia en el Ecuador; a mi marido, André Bernand, sin cuya colaboración nunca hubiera podido consul- tar la totalidad de los registros parroquiales. En Alemania pude contar con el apoyo y los consejos del profesor Udo Oberem y de la doctora Roswith Hartmann. Ellos me alentaron en la fase más árida de mi in- vestigación y me estimularon para llevarla adelante. En el Ecuador ha- llé siempre una acogida generosa y cordial y probablemente este traba- jo no habría sido posible sin la ayuda del Dr. Segundo Moreno Yánez 8 Carmen-Muñoz-Bernand y de la Dra. Christina Borchart-Moreno. Con infinita paciencia escu- charon mis relatos sobre Pindilig, compartieron conmigo las dudas y mi entusiasmo de antropóloga, y me iniciaron a la investigación en los archivos de Quito. Quiero expresarles aquí toda mi gratitud. No quisiera olvidar en estas líneas a los campesinos de Pindilig, que me aceptaron desde el comienzo con simpatía y confianza. A lo lar- go de estas páginas, el lector los descubrirá personalmente: he respeta- do su lenguaje y la personalidad de cada uno. Sólo he ocultado la ver- dadera identidad de los informantes, cambiando los apellidos reales por otros que he recogido en los registros del siglo XIX. Merecen una mención especial mis compadres Inés y Severo, así como sus hijos, y el párroco de Pindilig, padre Cabrera. Carmen Muñoz-Bernand Université de Paris X París - Francia INTRODUCCION El pueblo de Pindilig pertenece a la región oriental de Cañar y está situado al borde de la carretera que fuera proyectada para unir el callejón andino con la ciudad de Méndez, pero que quedó interrumpi- da a pocos kilómetros de Zhoray (o Rivera), en el punto en que, según la leyenda, los españoles, detenidos en su entrada por los páramos de Jubal, se instalaron definitivamente “para dejar su simiente”.La cuchi- lla de Yanguán y lo que queda todavía de lo que fuera montaña espesa, separan Zhoray de Pindilig. Otros obstáculos se interponen entre estos dos pueblos: Zhoray es tierra de “blancos”, mientras que Pindilig lo es de “indios”. Como tantos pueblos de la Sierra, Pindilig tiene su plaza central, su iglesia y su convento, y una red de calles o más bien de caminos, que se pierden en las sementeras. Las casas de los moradores, sobre todo las que se hallan próximas a la plaza y a la carretera, son amplias y bellas, pues han sido construidas al estilo de las del Azuay. Sin embargo, a pe- sar de un aspecto general agradable y de un clima relativamente benig- no (Pindilig se halla a unos 2.600 m de altura), de la simpatía de los campesinos y de la belleza del paisaje, se desprende del lugar una im- presión de agobiante tristeza. “Es un pueblo viejo, viejísimo”,comenta Carlos Maura, uno de sus habitantes, “pero un pueblo olvidado, por- que ninguna autoridad ha tomado parte en nuestro pueblo, claro, y la razón esa de que nunca hemos tenido ninguna clase de adelanto, ni al- go que nos halague. Un pueblo, digo, botado, botado como si fuera un pedazo de periódico, se agarra y se bota por ahí”. Pindilig está al mar- gen del progreso1, pero también, y ese es probablemente su drama, apartado de las tradiciones antiguas, sumido por partida doble en el olvido. De ahí que los campesinos hablen reiteradamente de lo que los abruma cotidianamente: la esterilidad de la Tierra, la disolución de los 10 Carmen-Muñoz-Bernand vínculos de parentesco y de la solidaridad social, la proliferación de las enfermedades. Estos tres aspectos están unidos, aunque estas páginas solo se refieran al tercero. El territorio de Pindilig en el cual se ha desarrollado este traba- jo de campo corresponde al de la actual parroquia. Comprende varios anejos indígenas como Dudas, San Pedro, Zhal, Manzanapata y Santa Teresa, y el pueblo de Taday, situado a tres kilómetros al sur de Pindi- lig. El límite oriental de esta zona está trazado por el río Paute (que to- ma el nombre de Jordán); más allá, detrás de Santa Rita, se yergue la cordillera del Allcuquiru, que separa la Sierra del Oriente. Los datos etnográficos que sirven de base a este trabajo, han si- do recogidos mediante una encuesta que he llevado a cabo entre 140 familias, radicadas la mayor parte en Pindilig, pero también en otros puntos del territorio. Gracias a la actitud de los campesinos, que desde el principio se mostraron deseosos de hablar delante de la grabadora, pude estudiar el discurso textual de los informantes sin recurrir a una síntesis que hubiera dejado de lado muchas expresiones aparentemen- te intrascendentes, pero fundamentales para comprender no sólo los rasgos inconscientes de la cultura, sino también el estilo peculiar -y la riqueza expresiva- del lenguaje empleado. Por esta razón he preferido brindar al lector transcripciones literales, cuyo interés psicológico, an- tropológico y estético es evidente. Para igualar el comentario de Cirilo Juca, indígena y analfabeto: “hoy día no tenemos ni siquiera para ver. Hoy día si se ve un árbol es para no volver a ver una vaina, sino sólo planta y apenas flor”, se necesita el talento de un García Márquez. Pindilig no es un pueblo exótico, pero su interés reside justa- mente en su banalidad aparente; los indígenas hablan en castellano, y no por ello lo que dicen carece de importancia para la antropología. Como bien dice George Devereux: “la mayoría de nosotros inicia un trabajo con tal deseo de descubrir lo exótico, incitando con insistencia a los informantes a hablar sobre todo lo insólito o inusual, que a veces un verdadero diálogo de locos se establece entre el informante y el et- nólogo”.Roheim describe esta conclusión en forma ocurrente afirman- do que “el único salvaje de la tribu es el etnólogo”.2 Es un poco lo que me quiso demostrar Maclovia Guarquilla, cuando le pedí que me ex- plicara el origen de los eclipses: “¿cómo es que la niña no conoce el de- finido que dan los libros?”. Enfermedad, daño e ideología 11 Nadie en el pueblo elucubraba sobre los astros ni sobre los ritos antiguos. Interrogar a la gente sobre tales temas creaba una situación artificial y aportaba una información desprovista de savia. Como escri- bía Malinowski en su introducción a los Argonautas del Pacífico Occi- dental, “de qué sirven las estructuras si se desconocen los impondera- bles” Y en Pindilig esos imponderables se reducían a la pobreza: de la tierra, de la sociedad, de la condición humana. De ahí la importancia de las enfermedades en la vida diaria de los campesinos y en sus con- versaciones. A partir de este tema vital, muchos aspectos de la cultura local emergían. Una vez obtenidos los datos antropológicos, ¿cómo hacer para presentarlos de la manera más fiel? ¿En base a qué criterio puede uno declarar que “los indígenas piensan o creen que…?”.Tal afirmación ¿es el resultado de un cómputo estadístico, o bien es un producto sintéti- co fabricado por el antropólogo a partir del testimonio de ciertos in- formantes “claves”,cuya facilidad de palabra, simpatía personal o sim- plemente pretensión de hablar en nombre de todos, los convierten en la quinta esencia de lo autóctono?.
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