EL VIAJE DE SAN VICENTE MÁRTIR. UNA APROXIMACIÓN DESDE EL ESTUDIO DE LA RED VIARIA ROMANA Antonio C. LEDO CABALLERO Universitat de València La imposibilidad científica de poder determinar el itinerario exacto que siguió el mártir Vicente desde Caesaraugusta a Valentia hace que no podamos más que enunciar las hipótesis más probables desde el punto de vista geográfico (rutas más cortas y cómodas) e histórico (conocimiento de la red viaria romana en las regiones implicadas). Básicamente los vectores probables, con diversas varian- tes, para el viaje son dos: paralelo al Ebro hasta el Bajo Aragón y enlazar con la Vía Augusta tras atravesar el norte de la provincia de Castellón, o bien por el Campo de Cariñena y valle del Jiloca para alcanzar Sagunto por el valle del Palancia y, de aquí, de nuevo desembocar en la Vía Augusta. Numerosas tradi- ciones del paso del mártir y del obispo Valero jalonan las diversas alternativas propuestas. Palabras Clave: Hagiografía, Geografía, Historia. The Journey of Saint Vincent the Martyr. An Approach Based on the Study of the Roman Roadway Network Since it is impossible to determine the exact route taken by St. Vincent the Martyr from Caesaraugusta to Valentia, we can only suggest the most probable hypotheses based on geographical and historical evidence (the shortest and most comfortable routes along the Roman roadways in the regions involved). There are two probable courses, with several variations, for St. Vincent’s jour- ney: either to travel parallel to the course of the Ebro to lower Aragon and then, after crossing the northern part of the province of Castellón, to enter the Via Augusta; or to travel through the Campo de Cariñena and Jiloca valley in order to reach Sagunto through the Palancia valley and, from there, to join the Via Augusta. Various traditions have suggested both of these routes for the jour- neys of St. Vincent and Bishop Valero. Key Words: Hagiography, Geography, History. Lıbvrna 2 [2009] 99ԟ120 Antonio C. LEDO CABALLERO ecientemente, la asociación “Valencia Cultural–Vía Augusta y Camino de San Vicente” ha publicado en su página web (caminosanvicente- Rmartir.com) una propuesta del itinerario recorrido por la comitiva que trasladó al diácono zaragozano y a su obispo Valero hasta Valencia, ciudad en la que, según las distintas versiones de la tradición, el primero de ellos sufrió martirio. La junta directiva de la asociación tuvo la gentileza de invi- tarme a impartir una conferencia sobre el tema del viaje del mártir el pasa- do mes de noviembre. En aquella ocasión, una vez expresado mi desacuer- do con el itinerario propuesto, comenté las principales alternativas que pue- den plantearse como más verosímiles partiendo de nuestro conocimiento de la red viaria romana en los territorios implicados y, como no podría ser de otro modo, teniendo en cuenta la lógica geográfica de un viaje en el que, presumiblemente, se buscaría llegar cuanto antes con el menor esfuerzo posible. Debe quedar claro desde el primer momento que nuestros planteamientos parten de la antigua Cæsaraugusta, la Zaragoza actual. La investigación moderna rechaza como interpolaciones posteriores las noticias que hacían a nuestro diácono oriundo de Huesca (la antigua Osca), ciudad en la que principia el itinerario propuesto por la asociación arriba citada. En los textos más antiguos que poseemos sobre Vicente y su martirio, esto es, la anóni- ma Passio Vicentii, escrita a finales del siglo IV d. C., los himnos IV y, espe- cialmente, V del Peristephanon de Prudencio, compuestos hacia 405, el carmen XIX (v. 153) de Paulino de Nola y los sermones 274 al 277 de San Agustín, no existe mención alguna a este pretendido origen oscense. Por contra, la frase de Prudencio “Inde (Caesaraugusta), Vincenti, tua palma nata est” (IV, 77) puede interpretarse como prueba de su nacimiento en la capital aragonesa del Ebro (Fábrega, 1953, 92 y 103; Castillo, 1999, 415 s). Las posibilidades realmente lógicas para acceder desde Zaragoza a Valencia son, y eran a principios del siglo IV d. C., básicamente dos: la primera con- sistiría en seguir el trayecto descendente del Ebro para acceder posterior- mente, con las distintas alternativas que iremos analizando, a tierras levan- tinas; la segunda posibilidad tendría como objetivo inmediato el valle del Jiloca, uno de las rutas tradicionales hacia Valencia desde el Ebro medio. Pero antes de comenzar la descripción de la primera de las posibilidades planteadas, es necesario recordar que el dominio territorial de Roma en el valle del Ebro se consolidó, como en la mayor parte de las regiones que acabaron por formar parte de su imperio, a partir de la creación planificada de ciudades. En el caso que nos ocupa, qué duda cabe que fue la colonia Cæsaraugusta, fundada hacia 25 a. C. por el primer emperador (de quien tomó su nombre), el núcleo urbano llamado a tener una mayor relevancia. Desde el momento mismo de su aparición, Cæsaraugusta asume el papel 100 Lıbvrna 2 [2009] El Viaje de San Vicente Mártir de nudo viario de primera magnitud, papel en el que ha de entenderse la construcción del famoso puente de piedra sobre el Ebro y del que, desgra- ciadamente, no quedan más que indicios documentales (Beltrán y Fatás, 1998, 28). Uno de los caminos que surgía de la nueva colonia lo hacía des- de su puerta oriental, llamada en época islámica Puerta de alquibla o de Valencia (Viguera, 1988, 31; Beltrán y Fatás, 1998, 23–25), siguiendo en paralelo al curso del Ebro aguas abajo y dirigiéndose en primera instancia a otra colonia romana creada tan sólo unas dos décadas antes, Celsa, cuyas ruinas se erigen en el actual municipio de Velilla de Ebro. A pesar de ser rápidamente eclipsada por la capital cesaraugustana, durante aproximada- mente un siglo ambas ciudades convivieron en el Ebro medio, por lo que no nos debe extrañar el que se haya detectado un enlace viario entre ambas en la orilla derecha del gran río y a lo largo de los algo más de 50 km que separaban las dos colonias (Magallón, 1987, 244). En el tramo entre Caesaraugusta y Celsa no han sido hallados miliarios, lo que contrasta vivamente con lo que sucede, por ejemplo, con la vía Ilerda (Lérida)–Celsa (Lostal, 1992, mapa final), pero la abundancia de yacimien- tos importantes en los términos de Burgo de Ebro y Fuentes de Ebro (Los- tal, 1980, 105 y 109 s; Magallón, 1987, 244), junto con la existencia de un topónimo numeral tan claro como Quinto (Chevallier, 1972, 145) en el lugar donde debían cumplirse las cinco millas (unos 7,5 km) desde Celsa, permi- ten asumir perfectamente la existencia de esta vía. A partir de Celsa, las posibilidades se multiplican. La primera consistiría en seguir esta supuesta vía paralela al Ebro (Magallón, 1987, 215, Beltrán Llo- ris, 1996, 76) hasta un punto ubicado aproximadamente entre las modernas localidades de Caspe y Fabara. De carecer de otros indicios, la existencia de este tramo viario podría deducirse por el alto grado de romanización que implica la existencia de monumentos tan significativos como son los mauso- leos de Chiprana, Caspe y, especialmente, el de Fabara (Lostal, 1980, 165– 184), pero la aparición hace no muchos años de los restos de un miliario de época de Augusto en Jatiel (Beltrán Lloris, 1996), constituye un argumento casi definitivo. La existencia de esta vía que discurría próxima a la orilla derecha del Ebro no puede hacernos olvidar las posibilidades de transporte de un río que, a decir de Plinio (nat. III 21), era navegable hasta las proximidades del actual Logroño. De hecho, nada impide pensar, antes al contrario, que el viaje hasta Valencia pudo comenzar navegando Ebro abajo hasta Dertosa (Torto- sa), desde donde se podría seguir la Via Augusta hacia el sur, o bien conti- nuar por vía marítima hasta Valentia. Pero si descartamos el recurso a la navegación, desde la zona de Caspe–Fabara podría plantearse la posibilidad de continuar viaje por tierra también hacia Dertosa, siguiendo un camino Lıbvrna 2 [2009] 101 Antonio C. LEDO CABALLERO perfectamente documentado en época islámica (Falcón, 1999, 91). Esta solución, no obstante, supone alargar innecesariamente el trayecto, amén de atravesar una zona tan abrupta como es el occidente de la actual pro- vincia de Tarragona. En aras precisamente de no prolongar más de lo debido nuestro hipotético viaje, desde la zona de Caspe o Fabara se debería tomar ya decididamente dirección sur para buscar tierras valencianas. El recorrido concreto bien lo pudo marcar el cauce del río Guadalope (Magallón, 1987, 212) y llegar así donde hoy se levanta la moderna Alcañiz, en cuyas proximidades se han documentado los yacimientos de Alcañiz el Viejo (Atrián et al., 1980, 90) y, sobre todo, el del Cabezo Palao, un importante asentamiento ibérico roma- nizado (Lostal, 1980, 162; Atrián et al., 1980, 91 s). Aguas arriba, el Guada- lope nos conduce a las actuales poblaciones de Calanda, en cuyo término se descubrió una importante villa de época imperial en la que se exhumaron varios mosaicos polícromos (Lostal, 1980, 165), y Mas de las Matas, donde se documenta el topónimo compuesto Valdestrada (Martín Costea, 1983– 84, 194), un valioso indicio si tenemos en cuenta que el término estrada deriva del étimo strata (Chevallier, 1972, 145), una de las formas con la que en lengua latina se designaban, sobre todo a partir de época bajo imperial, las calzadas. Desde las proximidades de Más de las Matas la continuidad del camino se torna problemática, pero podemos suponer su continuación por el valle del Guadalope y alguno de sus barrancos tributarios para buscar la relativamen- te cercana Roca Tallada, un rebaje practicado en la piedra natural destinado a permitir el paso de una vía (Chabret, 1977, 45).
Details
-
File Typepdf
-
Upload Time-
-
Content LanguagesEnglish
-
Upload UserAnonymous/Not logged-in
-
File Pages22 Page
-
File Size-