Diario I (1931 - 1934)

Diario I (1931 - 1934)

Anaïs Nin DIARIO I (1931 - 1934) Título original: THE DIARY OF ANAÏS NIN Traducción: Enrique Hegewicz 1.ª edición: febrero, 1981 La presente edición es propiedad de Editorial Bruguera, S. A. Camps y Fabrés, 5. Barcelona (España) Copyright © 1966 by Anaïs Nin Introducción copyright © 1966 by Gunther Stuhlmann by arrangement with Gunther Stuhlmann, Author’s Representative, New York» Primera edición en lengua castellana: © Editorial RM - 1977 (vol. I) Traducción: Enrique Hegewicz - 1977 Diseño de la cubierta: Soulé-Spágnifolo Printed in Spain ISBN 84-02-07719-6 / ISBN 84-02-07738-2 (obra completa) Depósito legal: B. 285 - 1981 (vol. I) Impreso en los Talleres Gráficos de Editorial Bruguera, S. A. Carretera Nacional 152, km 21,650. Parets del Vallès (Barcelona) - 1981 INTRODUCCION Desde hace más de treinta años el monumental diario de Anaïs Nin es objeto de numerosos rumores, habladurías y especulaciones. Ya a comienzos de los años treinta, cuando su autora mostró por vez primera algunos fragmentos de este diario a sus íntimos en París, corrió el rumor de que se trataba de uno de los grandes documentos literarios de nuestro siglo. En un artículo frecuentemente citado, publicado en 1937 en la revista inglesa Criterion, Henry Miller llegó incluso a decir que este diario «ocupará un lugar al lado de las revelaciones de san Agustín, Petronio, Abelardo, Rousseau y Proust». Otras personas que han visto crecer el diario con el paso de los años hasta alcanzar sus actuales ciento cincuenta volúmenes -que suman en total más de quince mil páginas mecanografiadas- han contribuido a crear la leyenda que envuelve a esta empresa de toda una vida. Anaïs Nin misma ha dicho a menudo que el conjunto de su obra publicada, de su obra artística -las cinco novelas que forman la novelarío Cities of the Interior (Ciudades interiores), así como otros libros de crítica, poesía en prosa y cuentos-, no es más que el florecimiento de su diario y que en éste se encuentra verdaderamente su vida de mujer y de escritora. «En el diario mi discurso es natural -dice Anaïs Nin en un texto de hace ya más de treinta años-. Lo que produzco fuera del diario es una condensación, el mito, el poema.» Después de haberse referido en su propio diario a una de sus obras de imaginación, anota lo siguiente: «A veces, cuando me habla la gente, tengo la sensación de haber hecho aquí, en el diario, todo lo que me piden aquí he sido auténtica, apasionada, explosiva, etc.». Gran parte de las especulaciones en torno a esta obra legendaria procede sin duda del hecho que Anaïs Nin, gracias a una vida intensa en numerosos planos, ha sido capaz de desplazarse libre y a veces misteriosamente por el universo cosmopolita del arte y la sociedad internacional. «Los amigos, los encuentros y los viajes -ha dicho Anaïs Nin- son mis mayores placeres. Sea cual sea la ciudad donde vivo, mi mundo es el de los escritores, los pintores, los músicos, los bailarines y los actores.» Anaïs Nin nació en Neuilly, en la zona de París, y siguió en sus primeros años a su padre, el compositor y pianista español Joaquín Nin, en sus triunfales giras por Europa. Durante su juventud huyó de la pobreza distinguida de la casa que su madre (danesa de nacimiento) tenia en Nueva York, para refugiarse en los jardines encantados de sus sueños, y, luego, hacerse modelo y posteriormente bailarina de ballet español. En los años treinta es ya una escritora en ciernes quien descubre el clima intelectual y social de la capital francesa, cautivada e influida por Proust, Lawrence y Giraudoux. En 1929 se había instalado en un pueblecito muy cerca de París, Louveciennes, que llegó a convertir -como haría, tras el comienzo de la segunda guerra mundial, de su taller junto al Greerrwich Village de Nueva York- en un lugar de citas y encuentros para gran número de creadores «desconocidos», muchos de los cuales llegaron a ser célebres». Verdaderamente, la lista de los que aparecen en el diario de Anaïs Nin es un impresionante muestreo de la vida artística y literaria de los últimos cuarenta años. Pero quienes buscan sobre todo el «revés» habitual de la vida de los famosos, quienes van en pos de confesiones «completas» de una iniciada, quedarán con toda seguridad decepcionados por la tan esperada publicación de una parte de este diario. Es cierto que Anaïs Nin habla frecuentemente, y a menudo con sorprendente franqueza, de sus relaciones con los demás, de sus amigos y conocidos, de las personas «célebres» o de los «desconocidos» que se han cruzado en su camino. Pero no se interesa en absoluto por los chismes literarios. No nos invita nunca a mirar otra vez «por el agujero de la cerradura» la vida de los escritores. El verdadero sentido, lo que distingue realmente este diario, su gran «revelación», son de otro orden. Ciertamente, Anaïs Nin contribuye con gran número de detalles biográficos y autobiográficos a hacernos conocer esta época, y describe a las personas, las conversaciones o acontecimientos que conoce, con una perspicacia notable. Pero a fin de cuentas poco importa que el escritor de quien se hace amiga se llame Henry Miller, que el poeta atormentado que se le confía se llame Antonin Artaud, el inventor del Teatro de la Crueldad, ni que su psicoanalista sea el doctor Otto Rank. La «revelación» que el diario de Anaïs Nin contiene consiste esencialmente en que por vez primera nos encontramos con el relato apasionado, detallado, preciso, del descubrimiento que de sí misma hace una mujer moderna. «Lo que tengo que decir -escribe- es algo completamente distinto de lo que sean el arte y el artista. Es la mujer quien quiere hablar. Y no solamente la mujer que se llama Anaïs Nin. Tengo que hablar en nombre de un gran número de mujeres. A medida que me voy descubriendo, siento que soy solamente una más entre muchas otras, un símbolo. Empiezo a comprender a las mujeres de antes y a las de ahora. Las del pasado, privadas de la palabra, mujeres que buscaban refugio en mudas intuiciones, y las de ahora, entregadas a la acción, mujeres que copian a los hombres. Y yo entre unas y otras…» En realidad, el diario de Anaïs Nin es más que un ejercicio de escritor que empieza, aunque sea siempre consciente del problema artístico, «qué contar, qué decir, cómo decirlo». Es más que un cuaderno de notas lleno de ideas, sueños y experiencias, aunque, como ha dicho ella misma, haya sacado de su diario materia prima para sus obras literarias. Y es más también que el simple relato de sus días, sus conversaciones, sus encuentros, aunque todo esto tenga una sorprendente presencia en el diario. Este diario es el registro de su viaje por el laberinto de su propio ser, del esfuerzo que ha realizado por descubrir y definir a la mujer Anaïs, la mujer real y la mujer simbólica, la que oscila «entre» la acción y la contemplación, el compromiso y la reserva, el sentimiento y el intelecto, el sueño y la realidad, la mujer que a veces desespera de poder llegar algún día a conciliar todos estos dispares elementos. Hay en el diario un fragmento fechado a mitad de la década de los treinta que explica quizá no solamente la actitud de Anaïs Nin respecto al mundo «exterior» -las tormentas políticas y económicas que comenzaban en aquellos momentos y que, para disgusto de algunos críticos, no son tratadas directamente en el diario- sino la función fundamental, implícita, del mismo diario. «Lo que hace que nos desesperemos -escribe- es que queremos encontrar un sentido universal a toda la vida y que acabamos por decir que es absurda, ilógica, carente de sentido. No hay un sentido universal, cósmico, que valga para todo, solamente hay el sentido que nosotros damos a nuestra vida, un sentido individual, una historia individual, como una novela personal, un libro para cada uno de los seres humanos. Cuando se busca la unidad absoluta se comete un error. Lo que me parece justo es dar el mayor sentido posible a la propia vida. Por ejemplo, yo no me he comprometido con cada uno de los movimientos políticos, que encuentro llenos de fanatismo e injusticia, pero ante cada ser humano me comporto de forma humana y democrática. »Doy a cada ser humano lo que le corresponde. Desprecio la clase social y la riqueza. A lo que soy sensible es al espíritu, a las cualidades humanas, y a las necesidades, en la medida que soy capaz de satisfacerlas. Si hiciéramos todos a la vez lo que yo hago por mi parte, no habría guerras ni pobreza. Me he considerado personalmente responsable de cada uno de los seres humanos que se me han acercado.» Este diario es el libro de Anaïs Nin. Es la vida que ella ha creado, el filtro a través del cual ha hecho pasar la experiencia con el fin de darle una estructura coherente. Es también su armadura y su confesionario. El diario nació a bordo del barco que conducía a Anaïs Nin, a su madre y a sus hermanos, de España a tos Estados Unidos. Con sólo once años de edad, Anaïs Nin poseía ya lo que llamaría más tarde «una lucidez inmediata», algo «a la vez doloroso y terrible». Su padre, ídolo de la infancia de Anaïs, había abandonado a su familia y dirigido su atención hacia otra mujer, una mujer muy joven. Anaïs trató de volver a conquistar a su padre: «El diario empezó por ser un diario de viaje; lo anotaba todo para mi padre. En realidad era una carta para que pudiera seguirnos en nuestra ida a tierras extranjeras y saber todo lo que nos ocurría».

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