Nain Nómez Las otras vanguardias: poéticas de Gabriela Mistral y Winett de Rokha 1 Introducción. La poesía de mujeres a comienzos del siglo XX en Chile Los discursos poéticos que surgen y se entronizan con las rupturas vanguardis- tas de comienzos del siglo XX en Europa y América, se relacionan, interpenetran y consolidan en consonancia con los procesos de transformación del proceso moderno y sus propuestas modernizadoras. La palabra vanguardia, de prosapia militar en el sentido de iniciativa, arrojo, acción y más radicalmente revolución, indica tanto la dimensión política como la estética y en muchos manifiestos se asumen las dos dimensiones.1 Los vanguardismos se inician en Europa en torno a la crisis mundial, que desemboca en la primera gran guerra y la revolución bol- chevique y que en arte se inaugura con el futurismo de Marinetti (1909) y los mani- fiestos dadaístas. El proceso parece culminar hacia fines de los años treinta, con la cruenta guerra civil española y el inicio de otra guerra europea. Al incorporarse América Latina al capitalismo occidental, surgen nuevos actores sociales (capas medias, proletarios, burguesía urbana, organizaciones sociales, femeninas y uni- versitarias), que profundizan las contradicciones de todo tipo en las sociedades del continente. Aunque los vanguardismos se desarrollan fundamentalmente en Europa, adquieren ciertas características específicas en América, como proce- sos estéticos de carácter desigual, enraizado y periférico. Siendo un fenómeno esencialmente urbano en ambos continentes (en las grandes ciudades que crecen desmesuradamente a comienzos del siglo XX), reverbera de un modo tangencial o residual en América Latina y el Caribe en espacios diversos como la ruralidad, la intimidad, las culturas originarias o migrantes, entre otras posibilidades. La tradición vanguardista amplificó la realidad de la obra de arte, abordó la empresa de desublimación del poeta y de su trascendencia, amplió el tiempo y el espacio, 1 Por ejemplo en Nicolás Casullo et al: Itinerarios de la modernidad. Buenos Aires: Eudeba 2001; Matei Calinescu: Cinco caras de la modernidad. Madrid: Editorial Tecnos 1991; Alain Touraine: Crítica de la modernidad. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica 1994; Peter Bürger: Teoría de la vanguardia. Minnesota: Universidad de Minnesota 1994, o Mario Di Micheli: Las vanguar- dias artísticas del siglo XX, 5ª ed. Madrid: Alianza Forma 1992, entre muchos otros. Nain Nómez, Universidad de Santiago, Chile Open Access. © 2021 Nain Nómez, published by De Gruyter. This work is licensed under the Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0 International License. https://doi.org/10.1515/9783110736274-003 50 Nain Nómez se hizo cargo de la técnica y de los nuevos conocimientos; se alimentó del incons- ciente y de los sueños; liberó el arte del realismo decimonónico, incluyendo el metaforismo extremo, el juego y la realidad lúdica, la arbitrariedad del lenguaje y la hibridez de los materiales de creación, mientras que la mayoría de los poetas se comprometieron con la realidad social. Existe además, sobre todo en América Latina y el Caribe, una necesidad de asimilar el cosmopolitismo, pero sin renegar de lo nacional y lo regional. Hay que agregar los innovadores cambios en la escri- tura, que permearán todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI. Muchas de estas características son parte de la creación poética de César Vallejo, Nicolás Guillén, Jorge Luis Borges, José Carlos Mariátegui, Pablo de Rokha, Oliverio Girondo y otros poetas, todos hombres. Antologadores como Mihai Grunfeld, han agregado casi de manera marginal, los nombres de Magda Portal, Norah Lange y Winétt de Rokha (3 mujeres entre 55 poetas; no incluye a Mistral), aunque tampoco es claro cómo se ubican en este mosaico, fundamentalmente masculino. La mayor parte de los antologadores no incluye ninguna. Al parecer fueron invisibles para los autores y críticos de las vanguardias, esencialmente misóginos y sexistas.2 La poesía de mujeres en Chile y en América Latina no se produce en un «vacuum» cultural ni educativo. En Chile, desde la creación en 1854 de la primera Escuela de Preceptoras, pasando por el grupo de mujeres que en 1875 quiso inscri- birse en los registros electorales en San Felipe y siguiendo con el decreto «Amu- nátegui» de 1877 que les permitirá cursar estudios superiores, hasta las primeras sociedades femeninas de fines de siglo, la lucha por los derechos de la mujer fluctúa entre los avances y los retrocesos en un espacio de luchas y contradiccio- nes permanentes. Es en este último año que aparecen en Valparaíso las primeras sociedades femeninas, que más tarde conformarán las sociedades de resistencia obrera. En las postrimerías del siglo XIX se nombran las primeras directoras de liceos y estos se democratizan pudiendo también recibir mujeres. Entre 1900 y 1906 se fundarán 22 liceos de niñas, muchos de ellos situados en la provincia. Entre 1905 y 1907 se publica La Alborada, el primer periódico obrero redactado 2 Citamos de pasada algunas antologías y estudios latinoamericanos y chilenos sobre la van- guardia que demuestran lo señalado: Hugo Verani: Las vanguardias literarias en Hispanoamé- rica. México: Fondo de Cultura Económica 1990; Nelson Osorio: Manifiestos, proclamas y polé- micas de la vanguardia literaria latinoamericana. Caracas: Ayacucho 1988; Jorge Schwartz (ed.): Las vanguardias latinoamericanas: Textos programáticos y críticos. Madrid, Cátedra 1991; Celina Manzoni: Vanguardistas en su tinta: Documentos de la vanguardia en América Latina, Buenos Aires: Ediciones Corregidor 2007; la ya citada Antología de la poesía latinoamericana de van- guardia (1916–1935) de Mihai Grünfeld, Madrid: Hiperión 1995, etc. Sobre Chile hay también una profusa bibliografía de estudios y antologías que tienen el mismo inconveniente: ver al respecto Patricio Lizama y María Inés Zaldivar (eds.): Vanguardias literarias en Chile: Bibliografía y anto- logía crítica, una de las escasas recopilaciones que escapan a esta exclusión. Las otras vanguardias: poéticas de Gabriela Mistral y Winett de Rokha 51 por una mujer. Otro periódico del mismo tipo fue La Palanca, de la Asociación de Costureras de Santiago. Al comienzo solo eran incluidas como esposas, madres y hermanas de los trabajadores. Pero con la visita a Chile de Belén de Sárraga entre 1913 y 1915,3 se produjo una verdadera explosión feminista que escanda- lizó al sistema político paternalista vigente. Su discurso anticlerical conminaba a formar los Centros de Estudios Sociales, que fueron el punto de partida de las ideas feministas en Chile. Luis Emilio Recabarren y Teresa Flores4 ayudaron a formar varias asociaciones femeninas y apoyaron la incorporación de mujeres en organizaciones anarquistas y socialistas de la época. Las primeras protestas por la situación de la mujer se iniciaron en 1905 y terminaron en masacres. En 1919 se creó un Consejo Nacional de Mujeres que elaboró un proyecto de derechos civiles y políticos y sirvió para enfatizar la «cuestión femenina» en la discusión nacional. Recién en 1925 se concedieron a la mujer derechos familiares y patri- moniales; sólo en 1934 el derecho a sufragio municipal y en 1949, el derecho a sufragio universal. En este contexto, se produce una especie de campo «natural» para la limi- tada literatura de mujeres, especialmente la poesía, considerado un género más «esencialmente» femenino. Por cierto, siempre dentro de ciertos márgenes que no amenazaran la hegemonía y los espacios ya copados por los hombres. Hay un cuantioso caudal de textos escritos por mujeres, pero que rara vez se convierte en una literatura con rasgos propios. Hay mujeres que escriben, mujeres que narran y mujeres que hacen versos. Emergen en periódicos y arengas como protesta doble: contra la represión sexual y económica, pero también como discurso reprimido por siglos. Una larga lista de mujeres que escriben aparece en periódicos, revis- tas y libros. Representan, la instalación de un nuevo campo cultural- educativo, cuya materialidad es también una forma del capital que se amplía hacia las capas medias y obreras con la instrucción masiva, la multiplicación de escuelas, uni- versidades y periódicos (en 1914 hay 531 periódicos en el país) y la extensión del campo cultural hacia los escritores, críticos, académicos, editores, pedagogos, 3 Belén de Sárraga (1874) fue una libre pensadora anarquista española nacida en Valladolid. Invitada por el diario radical La Razón dictó en Chile en 1913 una serie de conferencias que crea- ron escándalo en los sectores clericales. Luego fue a Iquique invitada por el líder sindical Luis Emilio Recabarren, donde dictó conferencias y creó centros femeninos. Escribió un libro titulado El clericalismo en América. 4 Luis Emilio Recabarren (1876) fue un obrero tipógrafo autodidacta y el primer pensador mar- xista de Chile. Fundó en el norte del país, mancomunales y organizaciones sindicales y uno de los iniciadores del Partido Obrero Socialista. Fue un defensor de la emancipación de la mujer y en este tenor invitó a Belén de Sárraga a Iquique. Teresa Flores (1890) fue dirigente sindical y feminista chilena y participó en la creación del Partido Obrero Socialista junto a Recabarren, su marido. 52 Nain Nómez antologadores y jurados, mayoritariamente hombres. Dentro de este proceso de cambio, aparecen también por primera vez en la genealogía literaria más visible, un movimiento heterogéneo de poetas mujeres con voz propia, entre las que se destaca, obviamente, Lucila Godoy Alcayaga (Gabriela Mistral), pero que
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