El Defensor De Granada, Diario Politico Independiente

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Año II. Viernes 24 de Junio de 1881. Número 461. EL DEFENSOR DE GRANADA, DIARIO POLITICO INDEPENDIENTE. SXJSGRICIOIV. Director y A dministrador , A3VXJ3V G IO S, En Granada, por un mes........................ .... 7 reales. LUIS SECO DE LUCENA Los de arrendamientos, se publican gratuitamente —La inscrciol En el resto de la Península, por trimestre . 24 » de los demás se abona con arreglo á tarifa.—A los suseritores se En el Extranjero y las Antillas, por un semestre, . 70 » les insertará gratuitamente, duranre tres dias cada mes, en Oficina s é I m pren ta : Ág u ila , 5. anuncio que no exceda de cinco líneas. _______ LA VELADA DE SAN JUAN. caballero! No debes decirme que nó, porque pronto retiróse á su cuarto á donde la siguió un bueno y un aprobado.—En Anatomai la noche de San Juan es la mas bella del ve­ el triste barón. La castellana gemia al dormi­ descriptiva, primer curso, cinco buenos y un (Balada de W alter S cott.) rano, cuando presta su sombra á dos aman­ tar y el barón de Smaylho'me, inquieto y aprobado.—En Osteología y disección, primer El barón de Srnaylho'me se levantó con el tes. Yo encadenaré al vigilante perro: el cen­ agitado, murmuraba: curso, tres aprobados y un suspenso. dia y guió su corcel, sin detenerse, por el tinela no te dirigirá ninguna pregunta; colo­ —Los gusanos se apoderan de su cadáver: R a y o . Anteayer se desprendió uno so­ pedregoso sendero que conduce á Brothers- caré esteras de junco en la escalera. la tumba ensangrentada se ha cerrado sobre bre el horno de la calle de San Jacinto, sin tone. No iba con el valiente Bucclech á des­ ¡En nombre de la cruz negra de Melrose y él y la tumba no puede abandonar su presa. producir, afortunadamente, desgracias per­ plegar al aire su ancha bandera, ni iba á reu­ del bienaventurado San Juan te conjuro, Era ya muy cerca de la mañana; la noche sonales. nirse con las lanzas escocesas para desafiar amor mió, para que atiendas mis súplicas. iba á abrir el paso á la aurora, cuando un T oro«. Según dicen, la corrida de be­ las flechas de los ingleses. —En vano los perros guardarán silencio y sueño penoso gravitó sobre los ojos del ba­ neficencia en que matará gratuitamente Fras­ Sin embargo, llevaba la cota de malla, el el centinela dejará de sonar su cuerno. Un rón. La castellana . recorrió con su mirada cuelo, se verificará el 18 del próximo Setiem­ casco adornaba su frente y una coraza de sacerdote duerme en el pabellón que mira á toda la habitación y, á la luz de una lámpara bre, y no el 10 de Julio como se habia di­ acero templado cubría su pecho. Al pomo de oriente y oirá el ruido de mis pasos, á pesar moribunda, vió casi á su lado, á sir ¿Ricardo cho antes. su silla llevaba colgando un hacha que pesa­ de las esteras de junco. Coldinghame. M is K aeo. Se asegura que la célebre ba más de veinte libras. —¡Ah! No temas que ese sacerdote pueda —¡ Ah!-esclama.-Alejaos por el amor de la funámbula permanecerá en Granada hasta el El barón de Smaylho‘me volvió al cabo de descubrirte. En la actualidad se halla en el Santa Virgen! próximo domingo. Guando termine sus re­ tres dias: su frente estaba triste y sombría: monasterio de Dryburgh donde debe cele­ —No ignoro—le contesta—quién duerme presentaciones se dirigirá á Málaga, y el se­ el corcel parecía rendido y caminaba muy brar, durante tres dias, el sacrificio de la mi­ átu lado, pero no temas que se despierte. ñor Cereceda, con su troupe, al teatro Eslava lentamente. No venia de Ancram Moore (1) sa por un caballero muerto. ¡Hace tres largas noches que estoy tendido de Sevilla. donde la sangre inglesa se había derramado Al oir estas palabras, el guerrero volvió va­ en la sangrienta tumba, bajo el árbol del Eil­ Viftjeros. Acompañado de su bella hi­ á torrentes: Ancram-Moorc, testigo de las ha­ rias veces la cabeza frunciendo las cejas, y, don! Ya han cantado por el reposo de mi al­ ja la señorita D.a Aurora Adan y Toro, se zañas del fiel Duglás y del valiente Bucclech sonriéndose con cierto desden, dijo: ma las misas y el himno de los muertos: pe­ halla entre nosotros, hace unos dias, el Ex­ contra Lord Evers. Sin embargo, su casco —El que celebra la misa por el alma de ro en vano! El pérfido brazo del barón de celentísimo Sr. Marqués de la Fuente de estaba abollado y roto, su cota de malla agu­ ese caballero también podrá celebrarla por la Smaylho£me me atravesó el corazón en la Moral. jereada y rasgada. La sangre teñía el hacha y mia. A la hora solitaria de la media noche, arenosa ribera de Tweed y mi sombra se ha­ Rítnquetc democrático en Diezma. la espada, pero no era sangre inglesa. cuando los espíritus del mal revolotean por lla condenada á errar durante mucho tiempo Dias anteriores se verificó en Diezma un Bajó por junto á la capilla y, deslizándose los aires, iré á tu lado—dijo, y desapareció. sobre la cima de Watchford. En ese lugar, banquete democrático, del que nos dan cuen­ por el lado de la muralla, silbó tres veces Mi señora se quedó sola y yo no vi nada que era el de nuestras citas, me verán apa­ ta en una carta que tenemos á la vista. Se­ para llamar á su jóven paje, que llevaba el más.» recer todas las noches: pero no hubiese po­ gún nos dicen, presidió el Comité del parti­ nombre de William. La sombría frente del barón se inflama y dido llegar hasta aquí sin el poderoso valor do, del que forma parte como presidente —Ven. pajecillo,—dijo,—ven á sentarte enrojece de cólera. de tus súplicas. don Evaristo Balboa Pardo; como vice, don sobre mis rodillas. Aún eres de tierna edad, ¡Muéstrame—exclama—al temerario, y, —El amor se sobrepuso al temor de la Francisco Fernandez Espinóla; como vocales, pero creo que no engañarás á tu señor. Di- por Santa María, juro que morirá! castellana, y después de signarse en la fren­ D. Vicente García Salvadora, D. Antonio Co­ me lo que has visto durante mi ausencia y Sus armas brillaban á la luz de la llama, te: bo, D. Antonio Fernandez, D. Torcuato Car- procura decirme la verdad... ¿Qué ha hecho —Contesta William—su penacho era escar­ —Querido Ricardo,—dijo,—dime si tu al­ mona, don Francisco Hueto del Pino; y co­ tu señora desde que yo abandoné el castillo lata y azul; en ele scudo llevaba pintado un ma se ha salvado ó se haya condenada. mo secretarios don José Jiménez Martínez y de Smaylho‘me? lebrel en campo de plata y en su cimera una El fantasma sacudió la cabeza. don Francisco Jiménez, ¡este último en cali­ William contestó:—«Todas las noches la rama de tejo. —Díle á tu esposo—contestó—que el que dad de suplente. castellana iba á la luz solitaria que brilla so­ —¡Mientes, pajecillo, mientes! El caballero derrama la sangre pierde la vida herido por El Sr. Balboa brindó «por el inolvidable bre el Watchfold (2), pues yá sabéis que de que me indicas ha dejado de vivir y se en­ el hierro. Pero el amor adúltero es un cri­ patriarca de la libertad, Espartero; por el una altura á otra las señales nos dan cuenta cuentra encerrado en una tumba, bajo el ár­ men en la otra vida; recibe esta prueba irre­ caudillo de la revolución de Setiembre, de la invasión de los ingleses. bol de Eildon. cusable. Prim; y por el jefe del partido democrático El alcaraban gemía, el viento silbaba en ¡Pongo al cielo por testigo de mis pala­ Apoyó la mano izquierda sobre la mesa don Manuel Ruiz Zorrilla.» Defendió el prin­ los huecos de las rocas, y á pesar de ello, ni bras, mi noble señor! He oido pronunciar su de roble y la derecha sobre la castellana, cipio del sufragio universal, manifestando una sola noche ha dejado de recorrer el sen­ nombre: vuestra dama le llamaba sir Ricar­ que tembló y desmayóse al sentir la im­ que, según su criterio, no era conveniente la dero que con duce á la cima aérea de la mon­ do de Coldinghame. presión encendida de aquella mano. La hue­ venida del Sr. Ruiz Zorrilla á España, y ha­ taña. La frente del barón cubrióse entonces de lla ennegrecida de los cuatro dedos quedó bían de ser infructuosas las conferencias de Yo espiaba sus pasos y me aproximaba en palidez. impresa sobre la mesa, y la castellana llevó Biarritz. Concluyó su discurso brindando silencio á la piedra donde se hallaba senta­ —La tumba es oscura y profunda—dijo; siempre su mano cubierta por un guante. «por la restauración del decreto sobre reu­ da. Ningún centinela había junto al fuego de —el cadáver está inmóvil y helado... No Hay en la abadía de Dryburgh una reli­ niones políticas, abolido por el gobierno que las señales. La segunda noche, mis ojos la puedo creer la relación. En el sitio donde el giosa, cuyos ojos no ven nunca la luz del hubo preceder al del Sr. Sagasta (Aplausos). siguieron de nuevo y vi... ¡lo juro por la Tweed desata sus ondas alrededor del santo sol. Hay un monge en el monasterio de Mel­ Así terminó el banquete democrático de santa Virgen!... vi á un caballero armado, convento de Melvore y donde el Eildon baja rose que no pronuncia nunca una palabra.

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