Constitucion Aiuentina De 1855

Constitucion Aiuentina De 1855

ESTUDIOS fcOliHE LA CONSTITUCION AIUENTINA DE 1855, EN QUE SE RESTABLECE SU MENTE ALTERADA POR COMENTARIOS*HOSTILES, Y SE DESIGNAN LOS ANTECEDENTES NACIONALES QUE HAN S1CO IIASES DE SC FORMACION Y DEBEN SERLO DE SU ll'MSPIlUBENCIA. POR J. B, ALBERDI. VALPARAISO: IMPRENTA DEL DIARIO, CALLE DE LA ADUANA, NI'HI. 40. Diciembre de 1853. SOBRE LA CONSTITUCION ABJENTINA DE 1853. llol de la jurisprudencia en la organización constitucional.—Del secreto de tener leyes. Las cartas o leyes fundamentales que forman el derecho cons­ titucional de Inglaterra, tienen seis y ocho siglos de existencia muchas de ellas. Del siglo XI (1,071), es la primera carta de Guillermo el conquistador; y la magna charta o gran carta, de­ bió su sanción al rei Juan, a principios del siglo trece (19 de junio de 1215). Entre los siglos once y catorce fueron dadas las leyes, que hasta hoi son base del derecho público británico. No se crea que esas leyes han rejido inviolablemente desde su sanción. En los primeros tiempos fueron violadas a cada paso por los Royes y sus ajentes. Violadus han sido también poste­ riormente, y no han llegado a ser una verdad práctica sino con el trascurso de la edad. Pero los ingleses no remediaban las violaciones, soslituyendo unas constituciones por otras, sino confirmando las anteriormente dudas. Sin ir tan lejos, nosotros mismos tenemos leyes do derecho público y privado, que cuentan siglos de existencia. En el siglo catorce fueron dadas las Leyes de Partidas, que lian rejido nues­ tros pueblos americanos desde su fundación; y son seculares tam­ bién nuestras Leyes de huüas y nuestras Ordenanzas de comercio y de navegación. Recordemos que, a nuestro modo, hemos tenido un derecho público antiguo.. Lejos de existir inviolables esas leves, la historia colonial se reduce casi a la de sus infracciones. Es la historia de la arbitra­ riedad. Durante la revolución hemos cambiado mil veces los go­ biernos porque las leyes no eran observadas. Pero no por eso liemos dado por insubsistentes y nulas Las siete Partidas, las Le­ yes Indias, la Ordenanza de Bilbao, etc. etc. Hemos confirmado implícitamente esas leyes pidiendo a los nuevos gobiernos, que las cumplan. No hemos obrado así con nuestras leyes políticas dadas du­ rante la revolución. Las hemos hecho espiar las faltas de sus ¡guardianes. Para remediar la violación de nn artículo, los he­ mos derogado todos. Hemos querido remediar los defectos da nuestras leyes patrias, revocándolas y dando otras en su lugar; con lo cual nos hemos quedado de ordinario sin ningunas; por­ que una lei sin antigüedad no tieno sanción, no os lei. Conservar la Constitución, es el secreto de tener Constitu­ ción. ¿Tiene defectos, es. incompleta?—No la reemplacéis por otra nueva. La novedad de la lei es una falta que no so com­ pensa por ninguna perfección; porque la novedad eseluye el res­ peto 3' la costumbre, y una \vi sin estas bases es un pedazo de pupel, un trozo literario. La interpretación, el comentario, la jurisprudencia, es el gran medio do remediar los defectos de las leyes. Es la receta con que la Inglaterra bu salvado su libertad y la libertad dcl mundo. La lei es un dios mudo: habla siempre por la boca del majis- trado. Este la hace ser sabia o inicua. Do palabras se compone Iti lei, y de las palabras so ha dicho que no hai ninguna mala sino mal tomada. Oni soit qui mal y pense, escribid al frente do nuestras constituciones si les deseáis lonjevidad inglesa. Sin fe, no hai lei ni relijion; y no hai fé donde hai perpetuo raciocinio. Cread iR jurisprudencia, que es el atípleme!:to de la lejislacion, siempre incompleta y dejad en reposo laa leyes que do otro modo jainns ocluirán raiz. Con esta persuaeion, quo tenemos d<; tiempo ittrns, nos pareció excelente y bien encaminada la idea do un comentario de la re­ ciente Constitución Arjentimi, cuando vimos el anuncio del que toaba de publicar el señor Sarmiento. El comentario concurre a dar firmeza y estabilidad a la Constitución, facilitando por el íuisilio do sus luces y espedientes, la aplicación leal y recta de sus disposiciones, y previniendo las violaciones, que no pocas ve­ ces proceden de ignorancia» Hemos kido el libro del señor Sarmiento sin pasión, con • respeto por la ciencia cuando menos y por el objeto de que se ocupa. La división de color político, que nos separa y quo me antici­ po u revelar a fin de- que el lector haya la parte a la pasión que puede animar mi critica, habría sido un motivo de implicancia para mí. Pero la ciencia no pertenece a nadie, el interés do la organi­ zación es de todos, y la Constitución de quo se trata nos cuenta entre los servidores do su estabilidad y reinado desde antes de e.:i sanción. Dobo contribuir a sostenerla por el mismo interés patriótico con que coopere a su formación. Ho contribuido a la concepción de su testo; ayudaré a la creación do su jurispru­ dencia, porque no ha sido mi anhelo verla escrita, sino verla en ejecución; y eso anhelo es todo el motivo de este trabajo. El comentario que es un medio de afianzar la lei, auxiliando su ejecución recta y leal, puedo ser modio de comprometerla y de estravinrla, si no por mala intención por error fundamental en el sistema de comento cuando menos. Importa, pues, a la vida de la Constitución que el sistema de comento descanse en buenas bases. Veamos pues cual es el bien o el m:tl que ese sistema pueda recibir del libro del señor Sarmiento. El comentario no es el ataque.—Error fundamental del sistema del señor Sarmiento.—Fuentes o bases naturales de comento. Un mal sistema de comento oscurece y arruina la leí. En el libro del señor Sarmiento hai dos cosas. Hai un comen­ tario y hai un ataque a la Constitución Arjentina de 1853. Importa señalar la existencia de esas dos cosas para depurar el comentario de lo que no es él y de lo que es opuesto a toda idea de comento. Es preciso no dejar nacer la costumbre de arruinar la lei so pretesto de explicarla. Voi'a demostrar que en el comentario hai error fundamental, y en el ataque la injusticia de la ¡rasión de partido. Comentar, es interpretar, espliear, glosar; jamas atacar. El comentario es el amigo, el ánjel guardián do la lei, quo DO ad­ mite en ella sentido alguno que rio sea bueno y sano. Como in­ térprete, participa de la imparcialidad del juez, y no debe ser nun­ ca el enemigo de su oráculo. De ahí es que la judicatura ha dado n luz los mejores comentadores. Blackston y Story, han sido jueces. Pero no hasta ser juez para ser comentador, como no basta ser honrado para ser un matemático. Esos sabios fueron comentado­ res porque conocían a fondo ¡a ciencia del derecho que comenta­ ban. José Story, muerto en 1845, fué profesor de jurisprudencia en la universidad de Harvard, en Cambridge, y autor de varias obras célebres de jurisprudencia. " . Comentar las leyes (políticas o civiles, no importa el jénero,) es materia de una ciencia, que como las derr.as, reconoce fuentes naturales de investigación. Veamos cuales son, y si el señor Sar­ miento las ha consultado u omitido en su plan de comento. Las fuentes naturales de comento son: 1.° la historia dal país: 2. ° sus antecedentes políticos: 3. ° los motivos y discu­ siones del lejislador: 4. ° los trabajos preparatorios de los publi­ cistas: 5. ° las doctrinas aplicadas de la ciencia pública: R, c la lejislacion comparadu o la autoridad de los testos cstranjeros y sus comentadores. Estas son las fuentes en que la lei toma orijen, v en que sus disposiciones encuentran la luz supletoria de su testo brevísimo. Abrid los buenos comentadores de todos los códigos; no hallareis uno quo no se provea do esas fuentes. Toda población que no se ha formado la víspera de darse la lei y que cuenta algunos siglos do existencia, poseo necesariamente una constitución normal segun la cual ha sido gobernada, bien o mal; segun la cual se ha administrado justicia, se han establecido sus rentas, se ha ejercido la acción del poder público. Esos ante ceden tes forman una de las bases de su constitución bajo cualquier rejimen, y acompañan durante toda su vida al Estado, como el jénio y la figura acompañan al hombre hasta su fin. Esta compa­ ración no es mia; es de M. Tocqueville, que la aplica justamente a los Estados Unidos al tiempo do esplicar los oríjenes de su actual Constitución por el modo de ser primitivo de los puehlos de .Norte América. Es lo que el llama el punto do arranque o punto de partida en la organización política. Desde la formación de nuestras colonias nos ha rejido un dere­ cho público español, compuesto do leyes peninsulares y de có­ digos y ordenanzas hechas para nosotros. Somos la obra de esa Jejislacion; y aunque debamos cambiar de fines, Jos medios han de ser por largo tiempo aquellos con quo nos hemos educado. Por cuarenta años, durante la revolución, hemos ensayado nuevas leyes fundamentales. No se puede decir que hayan pasado sin dejarnos algo, cuando menos usos y prácticas, creencias y propensiones. Todo esa es fuente de nuestro derecho público, y baso natural de sus disposiciones si han de ser nacionales y estables. Los motivos do las leyes, contenidos en las discusiones tenidas por el lejislador para su sanción; los trabajos preparatorios do los publicistas, que han ausiliado al lejislador, son el medio mas jenuino y puro de comento.

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