Lenguas y pueblos altiplánicos en torno al siglo XVI Alfredo Torero Una de las mayores dificultades para la comprensión del movimiento de lenguas y pueblos en el Altiplano peruano-boliviano ha sido el mantenimien­ to, bastante persistente, de dos errores de identificación: el uno, de los pue­ blos puquinas, uruquillas y uros como pertenecientes a una misma entidad sociocultural, y, el otro, de las lenguas puquina y uruquilla (o "Uru-Chipa­ ya") como idiomas emparentados. La persistencia de esta doble confusión se ha debido, a su vez, a dos fac­ tores: primero, la falta de un enfoque histórico que analizase estos problemas en correlación con los profundos trastornos y transformaciones ocurridos en el escenario social altiplánico desde unos siglos antes de la conquista española hasta al menos los siglos XVI y XVII; y segundo, la utilización en los docu­ mentos hispánicos de un mismo término para designar indistintamente a fe­ nómenos sociales tan diversos como una lengua, una cultura, una "nación" o, inclusive, una categoría socioeconómica para fines de imposición tributaria; y tal fue el caso de los vocablos aymará, uro, puquina, uruquüla. El presente trabajo se propone dar un aporte al esclarecimiento de la historia social altiplánica en base principalmente a la presentación de mate­ rial lingüístico que muestra la no existencia de parentesco evidente entre el idioma puquina y las otras tres lenguas nativas usadas en el Collao en el siglo No. 2, Diciembre 1987 329 Estudios y Debates _________________________ XVI: la uruquil/a, la aymará y la quechua, y exhibe, en cambio, una cone­ xión particular entre la hoy desaparecida lengua puquina y el "idioma secre­ to" que aún hablan en Bolivia los herbolarios callahuayas. Nuestro propósito sólo puede cobrar sentido, no obstante, si se enmar­ ca dentro de la historia externa de esas lenguas, de la expansión o la reduc­ ción de sus territorios o su importancia social ; lo cual implica, a su turno, el examen -aun cuando breve en estas páginas- de las relaciones de poder que se habían ido configurando entre las "naciones" que poblaban el Altiplano antes de su conquista por los Incas: uros, aymaraes, puquinas y uruquillas; de la modificación de esas relaciones durante las sucesivas ocupaciones incai­ ca y española, y de los rasgos culturales que se asignaron a tales pueblos en las diferentes fases de su existencia. Estos temas fueron ya abordados por nosotros en tesis doctoral (Torero 1965) sustentada en París. En ella presentamos, además, el estudio lingüísti• co y la traducción de los textos puquinas recogidos en la obra de Gerónimo de Oré Rituale ·seu Manuale Peruanum, publicada en Nápoles en 1607(1 ). Parte de los resultados que obtuvimos por entonces fueron consignados en 1970 en nuestro artículo Lingüística e Historia de la Sociedad Andina, el cual plantea las áreas de origen y las expansiones o reducciones desde co­ mienzos de nuestra era de las que habrían de ser en el siglo XVI las "lenguas generales" del Perú: el quechua, el aymará y el puquina (Torero 1970). Ulteriormerlte, nuevas informaciones, así como estudios realizados por otros autores, han venido a reforzar nuestras conclusiones, pero también a plantear algunos otros aspectos de la situación social y lingüística en el Alti­ plano, particularmente a fines del siglo XVI. De estas fuentes y trabajos debemos mencionar en especial la Tasa de la Visita Gener(II de Francisco de '(oled o (15 71-15 7 3 ), publicada en l 97 5, con introducción y versión paleográfica de Noble David Cook y estudios de Ale­ jandro Málaga Medina y Thérése Bouysse-Cassagne (197 5: 312-3 28 ); y un manuscrito redactado hacia 1600 que refiere cuáles lenguas debían emplear en la época para sus predicaciones los curas del Obispado de La Plata(2). La correlación de las informaciones ofrecidas por este último documen­ to, que llamaremos Copia de curatos, con las de otras fuentes, en particular la Tasa de 1(1 Visita General de Toledo (TVGT), muestra bien que en torno a 1600 el panorama social y lingüístico altiplánico era mucho más complejo de lo que se estima generalmente. El antropólogo francés Nathan Wachtel, quien ha venido investigando el problema uro, ha contribuido valiosamente a nuestra labor de comparación lingüística del puquina y uruquilla al recoger para nosotros material de habla chipaya, en particular los vocablos chipayas correspondientes en significado a los despejados por nuestra parte de los textos puquinas de Gerónimo de Oré. Hemos tenido igualmente acceso a un rico material inédito de callahua­ ya, la lengua de los herbolarios del área boliviana de Charazani, recogido en varios años de investigación por el desaparecido antropólogo francés Girault, 330 Revista Andina, año 5 ______________________ Torero: Lenguas altiplánicas material al que recurrimos aquí para la comparación con el puquina, a fin de verificar y ampliar nuestros propios datos obtenidos en trabajo de campo en Bolivia en 1966(3 ). Asimismo, hemos consultado la obra del letrado boliviano Enrique Obli­ tas Poblete. El idioma secretQ de los Incas, publicada en La Paz en 1968, que contiene una breve gramática de la lengua callahuaya y un vocabulario caste­ llano-callahuaya, acopiado a través de muchos años y que hoy se vuelve inva­ lorable vista la acelerada reducción del número ya exiguo de hablantes de esta lengua. LA COPIA DE CURA TOS El manuscrito sobre idiomas del obispado de La Plata (o Charcas) revela informaciones valiosas acerca de la situación lingüística existente en el gozne entre lós· siglos XVI y XVII dentro del dilatado territorio altiplánico y los flancos orientales de éste, exceptuado el sector noroccidental de la cuenca del lago Titicaca, sector que estaba a la sazón fuera de la diócesis del obispa­ do de La Plata y. dentro de la jurisdicción del obispado del Cusca. El manuscrito consiste en realidad_de tres secciones elaboradas sucesiva­ mente, cada una de ellas por mano de un escribiente distinto. La primera sec­ ción, que es la más importante para el fin que nos ocupa aquí, lleva como tí• tulo: · Copia de los curatos y doctrinas que se proueenpor el padronasgo real en este obispado de La Plata y en. que lenguas an de ser instruidos los doctri­ nan tes para mejor predicar el evangelio de Jesuchristo y su doctrina christia­ na. No tiene indicación de fecha. Al conjunto de las tres secciones nos referi­ mos abreviadamente como Copia de curatos (ver Anexo 2). El escribiente de la primera sección, o documento básico, hace inventa­ rio y deslinde de las cuatro lenguas usadas por entonces en el territorio del obispado: uruquilla, puquina, aymará y quechua; precisa los lugares en que éstas se hablaban y permite apreciar el grado de vigor e implantación de cada una de ellas. En un párrafo extenso -que transcribimos modernizando orto­ grafía y puntuación- resume bien el panorama idiomático: "La lengua general de casi todo este obispado es la aymará, y, así, en todas las doctrinas de Potosí -aunque hay muchas de tres lenguas- el sacerdote que supiere la aymará podrá ser proveído en ellas y sin saberla no, aunque sepa bien la quichua, si no fuere el cura de las piezas [escla­ vos]. En toda la provincia de Chucuito, en todo lo de Chuquiavo, en Pacasas, Carangas, Charcas, Quillacas, sólo puede ser proveído sabiendo la lengua aymará". "Las doctrinas que con sola quichua pueden ser proveídas son la de las piezas de Potosí, las dos de esta ciudad [La Plata], las de Guata y Sicha de los mercenarios y las de las chácaras de yanaconas. Las de Omasuyo, que son aymaraes y puquinas, si saben la una o la otra bien sabida {?O- No. 2, Diciembre 1987 331 Estudios y Debates _________________________ drán ser proveídos. Sola Capachica y Coata piden padre puquina, por­ que la quichua solos los ladinos la saben". El segundo escribiente establece un listado alfabético de los curatos se­ ñalados por el primero e introduce una numeración correlativa en el docu­ mento básico, numeración que antepone al listado alfabético. El escribiente de la sección tercera y final tiene por preocupación con­ signar los nuevos c_uratos instituidos ocho años después de la elaboración de la lista básica e introduce su relación con la frase: "Doctrinas que se han acrecentado en este obispado de los Charcas de ocho años a esta parte"; pero tampoco suministra ninguna fecha absoluta. Este mismo escribiente hace varios añadidos e intercalaciones en el documento básico para agregar infor­ maciones que en parte recoge en su relación final. Thérese Bouysse-:Cassagne, la descubridora de la Copia de curatos, da como fecha para el documento básico el año 1580, pero sin justificar tal da­ tación. Por su parte, Waldemar Espinoza Soriano, quien ha publicado en dos oportunidades versiones paleográficas bastante incorrectas de las tres seccio­ nes, lo fecha en 1604, de manera igualmente infundada(4 ). El error funda­ mental de Espinoza reside en que no alcanza a discriminar en sus versiones paleográficas la infervención de los tres escribientes distintos y, por ello, pre­ tende fechar el documento bá~tco a partir de un añadido existente en la pri­ mera sección, que se refiere a la villa de Salinas del Río Pisuerga, villa funda­ da en el valle de Mizque en 1604. Ahora bien, tal añadido es de mano no del autor del documento inicial, sino del tercer escribiente; a más de esto, la re­ ferencia a Salinas del Río Pisuerga no está incorporada en la relación final de los nuevos curatos " acrecentados de ocho años a esta parte", por lo que su adición al documento básico parece, a todas luces, ulterior a dicha relación. De donde, a nuestro juicio, sería más acertado restar a 1604 esos ocho años cuando menos, operación que daría el año de 1596 como fecha más tardía de elaboración del primer documento.
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