David Yallop En Nombre De Dios

David Yallop En Nombre De Dios

David Yallop En Nombre de Dios Primera edición: SeptíemBrelie 1984 Segunda edición: Abril de 1985 Tercera edición: Julio de 1985 Cuarta edición: Febrero de 1986 Quinta edición: Junio de 1986 Sexta edición: Septiembre de 1986. Titulo original: IN GOD'S ÑAME Traducción: Sebastián Bel Spino Poetic Products Ltd. (Londres), 1984 Editorial La Oveja Negra Ltda., 1985 Carrera 14 No. 79-17 Bogotá - Colombia Diseño: Hernando Vergara ISBN 84-8280-660-2 Impreso y encuadernado por: Editorial Printer Colombiana Ltda. Impreso en Colombia Printed in Colombia Sobre el autor El primer libro de David Yallop, titulado Para alentar a los otros, obligo al Gobierno británico a reabrir el caso de asesinato Craig/Bent-ley, que se había considerado resuelto y cerrado veinte años antes. El libro provocó un tumultuoso debate en la Cámara de los Lores, durante el cual lord Arran manifestó: Una de dos: o David Yallop es e! peor bribón que se ha escapado de la horca en toda la historia británica o en relación con este caso de asesinato sólo ha dicho la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. El libro, sumado a un documental escenificado para televisión con libreto del autor, terminó por convencer a mucha gente, desde el anterior lord canciller de Gran Bretaña, lord Gardiner, pasando por lord Arran y lord Goodman, hasta escritores como Arthur Koestler. Todos coincidieron en opinar que había ocurrido una gravísima injusticia. El segundo libro de Yallop, El día en que cesaron las risas, fue ampliamente aclamado a ambos lados del Atlántico y está considerado como la biografía definitiva y la rehabilitación póstuma del famoso actor de cine mudo Roscoe (Fatty) Arbuckle. El libro aclara un asesinato misterioso que había quedado sin resolver a lo largo de cincuenta años. El tercer libro de Yallop, ¿Más allá de toda duda razonable?, condujo directamente a la liberación de un hombre que había sido condenado a cadena perpetua por un doble asesinato. Este hombre, llamado Arthur Thomas, ya había sido juzgado dos veces, había apelado otras dos con- tra la condena y llevaba más de siete años en prisión cuando Yallop se dedicó a investigar lo que gracias a sus esfuerzos se convertiría en la causa criminal más célebre de la historia de Nueva Zelanda. Después de publicarse el libro de Yallop, a Thomas le fue concedido el perdón real y posteriormente una comisión real llegó a la conclusión de que había que indemnizarle con un millón de dólares. Si en su anterior libro Yallop se propuso sacar a un hombre de la cárcel, con su cuarto volumen, titulado Líbranos de todo mal, su intención era conducir a un hombre a la cárcel. Durante más de dos años Yallop se dedicó a perseguir al Descuartizador de Yorkshire en el norte de Inglaterra. Durante más de cinco años, este múltiple asesino eludió a las fuerzas policiales británicas, sin cesar de matar una y otra vez. Su captura debió de ser la más costosa de la historia, pues se invirtieron más de diez millones de libras esterlinas. En junio de 1980 Yallop entrevistó al superintendente George Old-field, que había estado al frente de las fuerzas policiales que perseguían al terrorífico asesino desde hacía muchos años. En el transcurso de la entrevista, registrada en magnetofón, David Yallop afirmó, y de ella extractamos: Creo que el hombre al que usted busca es un camionero que vive en Bradford y que trabaja por la zona de Baildon, Bingley y Shipley de esta ciudad. También estoy convencido de que es un hombre casado pero sin hijos; tiene alrededor de treinta y cinco años, es de cabello oscuro y lleva un bigote de los llamados mostachos del rey Jasón, aunque este último detalle no es constante, ya que a lo largo de su profusa carrera de asesino nuestro hombre se afeita de cuando en cuando su poblado bigote. También pienso, señor Oldñeld, que el hombre al que llaman el Descuar-tizador no es el autor de la llamada cinta Geordie que en su opinión proviene del asesino. Estoy seguro de que el hombre al que usted busca no es el autor de las cartas ni mató a Joan Harrison. Sin embargo, asesinó o trató de asesinar a muchas otras mujeres a las que usted no ha vinculado con los crímenes del Descuartizador. Siete meses después de que Yallop efectuara estas afirmaciones, el Descuartizador de Yorkshire, Peter Sutcliffe, fue atrapado. Cuando le arrestaron, Sutcliffe tenía treinta y cuatro años. Estaba casado pero no tenía hijos. Era camionero. Vivía en Bradford. Trabajaba por la zona de Baildon, Shipley y Bingley de dicha ciudad. Tenía el cabello oscuro y lucía un poblado bigote de los llamados mostachos del rey Jasón, aunque de vez en cuando, mientras perpetraba sus secretas masacres, se lo había afeitado. No había mandado la grabación conocida como cinta Geordie. Tampoco era el autor de las cartas. Se demostró que no había matado a Joan Harrison, y que todos y cada uno de los nombres adicionales que David Yallop había proporcionado a la policía siete meses antes pertenecían a mujeres que habían sido víctimas de Sutcliffe. Esta impresionante serie de éxitos ha brindado a David Yallop una merecida fama como extraordinario investigador. Yallop recibe constantes demandas desde muchas partes del mundo en las que se le pide, se le exige o se le ruega que investigue determinado asesinato o deter- minada injusticia que se presume que han sido cometidos. Entre otras, Yallop recibió una solicitud particularmente singular en la que se le pedía que investigara una muerte especial. La solicitud provenía del Vaticano. La muerte era la del papa Juan Pablo I, el papa sonriente que había reinado treinta y tres días en 1978. Poniendo en la tarea todos sus recursos y su talento de investigador, David Yallop, escritor de origen católico, se lanzó de lleno a la tarea. Si hay algo que lo cualifique especialmente es su minuciosidad para informarse y comprobar la veracidad de los informes que recibe. En los últimos dos años las investigaciones de Yallop han cubierto un amplísimo abanico, en el que se incluyen las secretarías pontificias, la mafia, numerosos cardenales, sociedades secretas, los archivos del Departamento de Estado y diversos expedientes del F.B.I. Hoy por hoy David Yallop ha terminado sus investigaciones en relación con una muerte que oficialmente no presenta ningún misterio, que oficialmente carece de toda violencia, que oficialmente no tiene intriga ninguna. La conclusión, sin embargo, es que se trata de un ase- sinato. A la memoria de mi madre, Una Norah Stanton, por los años que se han ido; y a Fletchery Lucy, amados muchachos de los viejos tiempos. Prefacio Este libro, que es el producto de casi tres años de intensas investigaciones, no hubiera sido posible de no haber contado con la activa colaboración de mucha gente y de numerosas organizaciones. La mayoría de las personas que me han ayudado lo han hecho bajo la estricta consideración de que conservarían el anonimato. Al igual que en otros libros anteriores, escritos en similares circunstancias, he respetado también en éste la voluntad de estas personas. Creo incluso que en esta ocasión su derecho a proteger su identidad es mucho más necesario que en cualquier otra investigación previa que yo haya realizado. Como muy pronto se dará cuenta el lector, el asesinato es un frecuente compañero de los hechos que aquí se registran. Un gran número de asesinatos siguen sin resolverse de manera oficial. Nadie debería dudar de que los individuos que han causado estas muertes volverían a matar si lo necesitaran, ya que gozan de casi una total impunidad para hacerlo. Revelar los nombres de los hombres y mujeres que me han ayudado en mi investigación aportando testimonios de crucial importancia constituiría por mi parte un acto de irresponsabilidad criminal: todos ellos corren todavía un grave peligro de muerte. Es a ellos a quienes debo mis mayores agradecimientos. Los motivos que los llevaron a divulgar una gran cantidad de información eran muchos y muy distintos, pero una y otra vez se me repetía lo mismo: «La verdad debe ser conocida. Si usted está capacitado para divulgarla, entonces hágalo». A todos ellos les estoy profundamente agradecido, al igual que a las personas siguientes, a quienes con el mayor de los respetos clasifico como la punta visible del iceberg. Profesor Amedeo Alexandre, profesor Leonardo Ancona, William Aronwald, Josephine Ayres, doctor Alan Bailey, doctor Shamus Banim, doctor Derek Barrowcliff, Pia Basso, padre Aldo Belli, cardenal Giovanni Benelli, Marco Borsa, Vittore Branca, David Buckley, padre Roberto Busa, doctor Renato Buzzonetti, Roberto Calvi, Emilio Cavaterra, cardenal Mario Ciappi, hermano Clemente, Joseph Coffey, Annaloa Copps, Rupert Cornwall, monseñor Ausilio Da Rif, Maurizio De Luca, Danielli Doglio, monseñor Mafeo Ducoli, padre Francois Evain, cardenal Pericle Felici, padre Mario Ferrarese, profesor Luigi Fontana, Mario di Francesco, doctor Cario Frizziero, profesor Piero Fucci, padre Giovanni Gennari, monseñor Mario Ghizzo, padre Cario González, padre Andrew Greeley, Diane Hall, doctor John Henry, padre Thomas Hunt, William Jackson, John J. Kenney, Peter Lemos, doctor David Levison, padre Diego Lorenzi, Edoardo Luciani, William Lynch, Ann McDiarmid, padre John Magee, Sandro Magister, Alexander Manson, profesor Vincenzo Masini, padre Francis Murphy, Anna Nogara, monseñor Giulio Nicolini, padre Gerry O'Collins, padre Romeo Panciroli, padre Gianni Pastro, Lena Petri, Nina Petri, profesor Pier Luigi Prati, profesor Giovanni Rama, Roberto Rosone, profesor Fausto Rovelli, profesor Vincenzo Rulli, Ann Ellen Rutherford, monseñor Tiziano Scalzotto, monseñor Mario Senigaglia, Arnaldo Signoracci, Ernesto Signoracci, padre Bartolomeo Sorges, Lorana Sullivan, padre Francesco Taffarel, hermana Vincenza, profesor Thomas Whitehead, Phillip Willan. Estoy igualmente agradecido a las organizaciones: Augustinian Residence, Roma, Banco San Marco, Bank of England, Bank of International Settlements, Basle, Bank of Italy, Catholic Central Library, Catholic Truth Society, City of London Pólice, Department of Trade, Statistics and Market Intelligence Library, English College, Roma, Federal Bureau of Investigation, Gregorian University, Roma, New Cross Hospital Poisons Unit, Opus Dei, Pharmaceutical Society of Great Britain, Tribunal of the Ward of Luxembourg, U.S.

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