Los Unitarios: faccionalismo, prácticas, construcción identitaria y vínculos de una agrupación política decimonónica, 1820-1852 Inauguraldissertation zur Erlangung des Grades eines Doktors der Philosophie am Fachbereich Geschichts- und Kulturwissenschaften der Freien Universität Berlin vorgelegt von Ignacio Zubizarreta Berlin, 2011 1 1. Gutachter: Prof. Dr. Stefan Rinke 2. Gutachter: PD Dr. Nikolaus Böttcher Tag der Disputation: 8. Juli 2011 2 Agradecimientos No seré el primero, ni tal vez el último, en afirmar que una tesis, a simple vista un trabajo en extremo individual –cuando no individualista-, no es otra cosa, si se desvelan las apariencias, que una verdadera obra colectiva. Intentaré considerar a cada uno de los principales artífices de la que aquí comienza. Si los agradecimientos tienen un orden, quisiera hacerlo, en primer lugar, a mi director Stefan Rinke, quien me abrió generosamente las puertas de la universidad berlinesa, y me ayudó en momentos un tanto difíciles, lo que valoro mucho. También quiero agradecer a mis padres, siempre acompañándome con su cariño en toda empresa en la que me he embarcado. No quería dejar de reconocer el afecto, la colaboración, pero también la paciencia de Iris Meyer. A su vez, agradezco mucho el apoyo de Marta Pini y la colaboración y financiación de la Universidad Nacional de Tres de Febrero y de sus autoridades –Aníbal Jozami, Martín Kaufmann, Carlos Mundt y Samuel Amaral-, como del Programa de becas Alban de la Comunidad Europea. De igual forma soy deudor de los consejos, algunos personales, otros más técnicos, de muchos historiadores: Julio Djenderedjian, Juan Carlos Garavaglia, Noemí Goldman, Alejandro Rabinovich, Geneviève Verdo y Jorge Gelman. Tampoco pretendo pasar por alto la colaboración de colegas, amigos queridos y parientes: Daniel Iglesias, Adrien Delmas, Gastón Durán, María Mercedes Zubizarreta, Manuel Gárate, Gabriel Entín, Mariano Di Pasquale, Felipe Del Solar, Paula Laguarda –por su gran trabajo de corrección-, y tantos otros. Esta somera lista, que olvidará injustamente a muchos, no hace más que recordarnos, como lo dije al principio, lo colectivo de la labor de una tesis. ¡Muchas gracias a todos! 3 Índice Introducción………………………………………………………………......... 6 Primera Parte: Del inicio del grupo rivadaviano a la concordancia del antirrosimo. Formación de facciones y dinámicas políticas, 1820-1852 1. La historiografía en tres momentos: Del amor al desamor, y del desamor al olvido I. Los miembros de la Joven Generación……………………………….. 26 II. Los positivistas…………………………………………………… 36 III. Los revisionistas, la Nueva Escuela Histórica y los neo- 39 revisionistas. IV. Sergio Bagú y Tulio Halperín Donghi, dos casos aparte……............ 51 V. Las nuevas tendencias historiográficas y el unitarismo…………...... 55 2. La facción en el poder: coaliciones y subgrupos, 1820-1831 I. Fundamentos principales en la idea de facción y algunas particularidades del caso unitario……………………………......... 63 II. La época rivadaviana, 1820-1824…………………………………... 73 III. Unitarios: al poder nacional, 1824-1827…………………………... 81 IV. Las fallidas gestas: Lavalle y Paz, 1828-1831…………………….. 93 3. Las infatigables variables conspirativas en el exilio y la gradual composición de un amplio movimiento antirrosista, 1831-1852 I. De la disolución de la Liga del Interior a la conformación de Logias en el Uruguay, 1831-1835………………………………………....... 101 II. Las campañas de Lavalle, Paz y Lamadrid, 1835-1839…………… 109 III. Los unitarios y la Joven Generación, desacuerdo y cooperación: el caso de El Grito Argentino, 1838-1839………………………….. 123 IV. Actividades conspirativas en Buenos Aires y fallidas campañas contra Rosas, 1839-1847…………………………………….......... 137 V. La contienda de la correspondencia, los embargos y los conflictos diplomáticos, 1839-1852……………………………………………. 156 4 Segunda Parte: Prácticas políticas, construcción identitaria y disparidades de la facción reveladas por la prosopografía 4. La facción en las prácticas políticas I. Principios de organización y centros de poder: del institucionalismo al liderazgo unipersonal…………………………………………….... 175 II. Intentos y fracasos de la conciliación política inter-faccional……….. 198 III. La intrincada relación del unitarismo con los sectores populares……. 210 5. La facción y la construcción de un complejo sentido identitario I. El concepto de faccionalismo visto desde la prensa unitaria………………………………………………………………... 235 II. El rol de la ideología en la construcción de un enemigo común: el juego de los denuestos recíprocos……………………………………. 243 III. La frágil adscripción faccional y la conciencia de pertenencia política………………………………………………………………... 255 6. Divergencias y coincidencias del unitarismo a través de la prosopografía I. El porteño y el provinciano: discrepancias y afinidades del ineludible alter ego……………………………………………………………... 272 II. Los unitarios de “La Espada y la Pluma”……………………………. 299 III. Hacendados y pueblerinos en la campaña bonaerense durante la década de 1820……………………………………………………….. 332 Conclusión……………………………………………………………………… 356 Bibliografía……………………………………………………………………… 374 Anexo………………………………………………………………….. 399 5 Introducción Hace algunos años, cuando comencé mi carrera universitaria, me encontraba iniciando el segundo año de la Licenciatura en Historia cuando me topé por primera vez con una materia llamada “Historia Argentina I”, sobre la que conocía poco, y aún menos me atraía. La profesora que me tocó en suerte, lo recuerdo bien, era una de esas personalidades que consideraban que por el pasado había que tomar ardorosamente partido. En esa instancia, comenzamos a profundizar en un tema que sólo en la superficie comprendía: luego de las guerras por la emancipación de la corona española, en el país se establecieron dos bandos que lucharon durante muchos años por el poder, empapando en sangre la historia de la primera mitad del siglo XIX; se llamaron unitarios y federales. Según se suponía, se enfrentaron porque los unos querían organizar el país a su modo, y los otros, de la manera contraria. Un año antes, en una materia llamada “Introducción a la Historia”, había leído con devoción un libro de Marc Bloch titulado Apologie pour l´histoire. De sus páginas, había aprendido que existían dos maneras de ser imparcial –cualidad exigida siempre al historiador-, la del sabio y la del juez. Cuando el sabio ha observado y explicado, su tarea acaba; al juez, le resta aún emitir su sentencia. Bloch aconsejaba, a todos aquellos que habían optado por el métier d´historien, actuar como el primero. Sin embargo, en el curso de “Historia Argentina I”, la profesora había conceptuado a Bernardino Rivadavia –yo no sabía bien, por aquel entonces, de quién se trataba, aunque había aprendido que perteneció al bando de los unitarios- como “el imbécil de Rivadavia”. ¿Qué podía ameritar, ciento cincuenta años luego de su muerte, que en un claustro universitario lo trataran aún de imbécil? ¿Qué había realizado en vida, que ameritara esa dura reprimenda? Unos años más tarde, al comienzo de mis estudios de posgrado, me tocaría enfrentarme con la elección del sujeto de tesis. En la casa de mi abuela materna se guardaban celosamente los recuerdos de una familia que había llegado al país hacía muchos años, junto al primer virrey del Río de la Plata. Entre ellos se hallaba encuadernado un corpus de cartas de un antiguo miembro del “partido” unitario. Poco y nada se sabía sobre su contenido, sólo que allí se encontraban entremezclados los intercambios epistolares de este 6 personaje con figuras de reconocida importancia histórica que conoció. En esos elocuentes testimonios fui descubriendo el entramado de una logia secreta a la que perteneció, y a través de la cual luchó desde el exilio contra el régimen de Juan Manuel de Rosas. Como suele suceder con frecuencia, las problemáticas no resueltas de una investigación funcionan como estímulo para emprender otra de mayor envergadura, y así me propuse indagar ya no sobre un momento en particular de la facción unitaria –como lo hice durante mi tesis de maestría-, sino que pretendí dar comienzo a un estudio más amplio y generalizado, que se desarrolla en estas páginas. La inestabilidad política que ha caracterizado a la Argentina en muy largos períodos de su historia ha tenido como corolario una democracia débil, una institucionalidad precaria y un marcado autoritarismo en los modos y las prácticas políticas, al punto que el eminente politólogo Guillermo O´Donnell ha catalogado ese conjunto de males como ‘democracia delegativa’ –opuesta a una verdaderamente representativa-, algo que el país comparte con otras naciones del mundo1. A principios del siglo XX, más precisamente en 1912, durante la presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-1914), se sancionó la ley electoral que hizo del voto una instancia universal, secreta y obligatoria. Se suponía que bajo esa transformación cívica los partidos políticos se alternarían en el poder y lograrían acceder a él, siempre y cuando sus propuestas fuesen las más atractivas para un electorado independiente y criterioso. Sin embargo, los partidos políticos no llegaron a consolidarse institucionalmente. Con el inicio de una verdadera democracia, el viejo y aristocrático Partido Autonomista Nacional (PAN), vejado por un marcado faccionalismo y superado por las nuevas circunstancias, se fue diluyendo y dejó el espacio político a la más flamante Unión Cívica Radical (UCR) 2. De allí en adelante, hasta el primer golpe militar (1930), quedaría sólo la UCR como el único partido capaz de lograr triunfos electorales a nivel nacional y la idea
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