SEGUNDA ÉPOCA Nº4 ENERO DE 2011

PÁGINAS DE ANIMACIÓN A LA LECTURA

FOTO: ANDREAS FEININGER

Sólo quien carga el cajón sabe lo que pesa el muerto.

Refrán mexicano DE LA A Í G DIS O L O maginaos la Tierra sin mon - C P tañas, el mar sin olas, el cielo sin estrellas, la flor O sin colores. Imaginaos a todas A las aves vistiendo el mismo plumaje, R Ia todos los insectos ostentando la misma forma y color. Imaginaos las llanadas sin un repliegue, sin un accidente; D arenas y guijarros aquí, guijarros y arenas allá, arenas y guijarros por todas partes; ni un árbol, ni un yerbajo; nada que trunque la mo - notonía del paisaje, nada que interrumpa la uniformidad del cuadro; ni un I arroyo que murmure, ni un pájaro que cante, ni una brisa que recuerde que hay A movimiento, que hay acción. Imaginaos, por último, a la humanidad, sin pa - siones, teniendo todos los mismos gustos, pensando todos del mismo mo - do, y decid si no sería preferible morir de una vez a sufrir la prolonga - da agonía, que no otra cosa sería el vivir en tales condiciones. El orden, la uniformidad, la simetría parecen más bien cosas de la muerte. La vida es desorden, es lucha, es crítica, es desacuerdo, es hervidero de pasiones. De ese caos sale la belleza; de esa con - fusión sale la ciencia; de la crítica, del choque, del desorden, del hervidero de pasiones surgen radiantes como ascuas, pero grandes como soles, la verdad y la libertad. La discordia, he ahí el grande agente creador que obra en la naturaleza. Las acciones y las reac - ciones en la materia inorgánica y en la orgánica, generadoras de mo - vimiento, de calor, de luz, de belleza, ¿qué son sino obra de la Dis - cordia? Rompiendo la monotonía de las substancias simples, la Discordia acerca unas a las otras, las mezcla, las combina, las desmenuza y las lleva de un lugar a otro: el hierro que duerme en las entrañas de la tierra es el N mismo que arde al atravesar la atmósfera terrestre en la forma de aero - Ó G - lito, el que enrojece los labios de una mujer y el que brilla en la ho - A utó l A . M na rán ja de un puñal; el carbono que se presenta negro en los tizones cio elt S Na e B E d irr apagados es el mismo que se ostenta verde y bello en las ho - da gu R 2 ) rsi A 92 ive lo jas de las plantas, límpido como una gota de rocío en el O 4-1 n za L 87 , U on F , 1 gía : G diamante, tibio y acariciador en el aliento de la mujer ico lo tos éx to ex O M An e t amada. Todo lo transforma la Discordia: disuelve y ( n, d D gó ión R a cc crea, destruye y esculpe. s M le A re se Flo y C o ión I rd cc R ica du R ro o: Int ibr . l l 93 de 19 o o, nt xic me é ag M Fr de ma no D E M U L J CE E O . R 06 R R , 20 ico A ) éx G 98 , M R -19 úa Á 20 rr A o 19 , P N o, na E xic ria C L Mé Ma ( E bre so ios on tim Tes E o, - arr e in G . M na taron le sper uga - r: E e de adr ee o m de m a l ilbat na, tra - ar un s rteci te a P de mo men ente a luz libre ad S id n id estr a u laba scur ido s dab e co a ob l son foco o, s era l be - y e los elad afu as ca se!— z de o y h na y os, l ten a lu med aña had iete leván os; l , hú la m hinc y s —¡ sueñ aire ro de ojos enta ito ntre y el cuat los , ses gr o e enso las con ueño n , com int Eran aún, el s […] oré n frío rio. das ra d rio, e y corp ía u rmito mila somb mito ent ; hac l do ador e la dor losam riste s de dio as d n el jubi da t tana y me giad iaba ban s ven cio onta limp nuda de la silen ía c os o des i- vés . En odav suel as se , fam leta es t ban ach omp s voc apea uch nía. an era c y la s, tr Las m ulmo zab ltas ama ara. na p e cru evue ían c lgaz de u nas s o zas r tend ran a le. orir algu yo n tras na g irab mí m dor; que ien zó u adm a; te n pu ago, río, m mpe alor alad ingú te, v de f ño e un v puñ sin n lotan pre- ban el ba con una ío y o y f ¿qué tirita s en lada omo al fr rar ero, has imo a he aía c mor algo ar. P chac stuv agu os c sin te ente; gunt ción mu ue e s de ua n nte, mbi pre ensa vez q dera El ag ame el a ensé la s Una rega ían. lent o en to p sino s U as ec an ar en a, o n a l e d vestí lgo r mom pech salim aba !— m se tar a un sos os y lanz üera das y a no . Por i una stim ás se te, g esnu ecé igo o, n os ve n m áña an d Emp conm ient o. N s co —¡B eab vas. das nsam álog irarla . e pas cati erva n pe n di ra m eces as, s rovo r res ra u ingú o pa as v izad s y p a se era e itía n emp uch - liar ueta gaba siqui erm ve ti do m tris coq obli e ni me p llí tu utan rpe y adas e las qu no or. A , disp a, to i mir y qu a lo Lola med baja esad ría s ber orma ás, l co voz an p sab ía sa dar f Adem a ir a n en oví s, no y pod mo ido? par laba se m stale apa ? ¿Có ohib aron char , que n co ha gu taría y pr form do y adas as e chac gun lente nos ona araz etid mu repe onde band emb as, m una lgo io, d bía a chas a otr xima rte: de a pat s ha cha Habí pró apa undo ño la s mu rio! más lamó seg el ba obre ato a fila me l a un ilo d nas p eform en l có y le. l júb ón u un r que acer blar a; e enci , en Noté me o ha e calm la at idad sas. la se hibid osibl aron atern s co e. Lo pro imp llam a m mba ent está Era e Me loros zás a fijam da y atía. y s ¡Do Qui raba pela antip ente nte. sas. e mi una erle uam s teme stimo a m . Es ten ontin ella o la ejad uela ué a an c s aqu scas desp Man lleg ltab oda grote rte y on gas y insu ia. T s ce- fue tar c o. intri ; se tenc es la irada a jun iend las paz a po , pu e m yas stá v io de s en ncia pada dos, d e va la? te e l pat ujere pote sola tían No t nue que ra e s m de era iscu — s Ma Ésa tio e ienta omo man ue d n la én e — el pa troc tras c una vez q or e Qui Aqu cua a o y de ada ard —¿ eran unas aja o. C gran ada vivi aya oz b land con ue c que n a r en v , vigi ban porq enía rrían ncia icipa ito, m - ant scu dista part infin inco m s tran n a que ta el , era puta ecía dos, has esto as dis rman ban idían el r erad s pe eños bdiv para inesp dora equ se su que, ás la an p nte, zón las m rmab ame a ra ucía se fo ápid e un prod s. ue, r ora d a y jena a y q eed ficab s y a pele pos ami tante creía se r s dis n se triga má quie a in a las . Cad aba sible lcanz pren y a ncias ecue cons

) . 3 l despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en 4 0 2 A 0 9 2 1 un monstruoso insecto. Se hallaba echado sobre el duro caparazón de su espalda, y, al alzar un poco la - , K 3 d i 8 cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas callosidades, cuya prominencia r F 8 d 1 a apenas si podía aguantar la colcha, que estaba visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innu - ( M A

, l

merables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, a i K r

o t

ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia. i d Z E

—¿Qué me ha sucedido? A a z n No soñaba, no. Su habitación, una habitación de verdad, aunque excesivamente reducida, aparecía como de or - N a i l A dinario entre sus cuatro harto conocidas paredes. Presidiendo la mesa, sobre la cual estaba esparcido un muestrario A

, s i R de paños —Samsa era viajante de comercio—, colgaba una estampa ha poco recortada de una revista ilustrada y s o f r puesta en un lindo marco dorado. Representaba esta estampa una señora tocada con un gorro de pieles, envuelta en F o m un boa también de pieles, y que, muy erguida, esgrimía contra el espectador un amplio manguito, asimismo de piel, a t e

dentro del cual desaparecía todo su antebrazo. Gregorio dirigió luego la vista hacia la ventana; el tiempo nublado m

a L

(se sentía repiquetear en el zinc del alféizar las gotas de lluvia) le infundió una gran melancolía. , a k

—Bueno —pensó—; ¿qué pasaría si yo siguiese durmiendo un rato y me olvidase de todas las fantasías? Mas era f a K esto algo de todo punto irrealizable, porque Gregorio tenía la costumbre de dormir sobre el lado derecho, y su ac - z n a

tual estado no le permitía adoptar esta postura. Aunque se empeñaba en permanecer sobre el lado derecho, forzosa - r F

: mente volvía a caer de espaldas. Mil veces intentó en vano esta operación; cerró los ojos para no tener que ver aquel r e e l rebullicio de las piernas, que no cesó hasta que un dolor leve y punzante al mismo tiempo, un dolor jamás sentido a r hasta aquel momento, comenzó a aquejarle en el costado. a P —¡Ay, Dios! —se dijo entonces—. ¡Qué cansada es la profesión que he elegido! Un día sí y otro también de via - je. La preocupación de los negocios es mucho mayor cuando se trabaja fuera que cuando se trabaja en el mismo al - macén, y no hablemos de esta plaga de los viajes: cuidarse de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian de continuo, que no duran nunca, que no llegan nunca a ser verdaderamente cordiales, y en que el corazón nunca puede tener parte. ¡Al diablo con todo! Sintió en el vientre una ligera picazón. Lentamente, se estiró sobre la espalda, alargándose en dirección a la cabecera, a fin de poder alzar mejor la cabeza. Vio que el sitio que le escocía estaba cubierto de unos puntitos blancos, que no supo explicarse. Quiso aliviarse tocando el lu - gar del escozor con una pierna; pero hubo de retirar esta inmediatamente, pues el roce le producía escalofríos. SAMSA

l protagonista de La metamorfosis es Gregor Samsa, hijo de unos padres de clase media de Praga, filisteos flaubertianos, sólo interesados en el aspecto material de la vida, en suma, unos seres de gustos vulgares. Unos cinco años antes, el viejo Samsa había perdido gran parte de su fortuna, por lo que su hijo Gregor se vio obli - gado a colocarse en la empresa de uno de los acreedores del padre, y convertirse en viajante. Su padre entonces dejó de trabajar, su hemana Grete era demasiado joven para hacerlo, y su madre estaba enferma de asma. De modo que Gregor no sólo sostiene a entera, sino que también les ha buscado el piso en el que aho - Era viven. Este piso, uno de tantos de un edificio de apartamentos, situado en Charlottestrasse para ser exactos, está divi - dido en segmentos, como se dividirá él mismo más tarde. Estamos en Praga, Europa central, en el año 1912 ; el servicio está barato, de forma que los Samsa pueden permitirse tener una doncella, Anna, de dieciseis años (un año más joven que Grete) y una cocinera. Gregor está casi todo el tiempo fuera, viajando; pero al iniciarse el relato, se encuentra pasan - do la noche en casa, entre dos viajes de negocios; y entonces sucede algo espantoso. Ahora veamos: ¿cuál es exactamente el “bicho” en que el pobre Gregor, el oscuro viajante de comercio, se ha con - vertido de repente? Por supuesto, es de la especie de los artrópodos, a la que pertenecen las arañas, los ciempiés y los crustáceos. Si las “numerosas patitas” a que alude al principio son más de seis, entonces Gregor no sería un insecto des - de el punto de vista zoológico. Pero supongo que un hombre que se despierta tumbado de espaldas y descubre seis patas agitándose en el aire puede imaginar que son suficientes como para decir “numerosas”. Por tanto, supondremos que Gregor tiene seis patas, y es un insecto. La siguiente cuestion es: ¿qué insecto? Los comentaristas dicen que una cucaracha ; pero esto, desde luego, no tiene sentido. La cucaracha es un insecto plano de grandes patas, y Gregor es todo menos plano: es convexo por las dos caras, la abdominal y la dorsal, y sus patas son pequeñas. Se parece a una cucaracha sólo en un aspecto: en su color marrón. Aparte de esto, tiene un tremendo vientre convexo, dividido en dos segmentos, con una espalda dura y abombada que sugiere unos élitros. En los escarabajos, estos élitros ocultan unas finas alitas que pueden desplegarse y transportar al escarabajo por millas y millas de torpe vuelo. Aunque parezca extraño, el escarabajo Gregor no lle - ga a descubrir que tiene alas bajo el caparazón de su espalda (ésta es una observación más que quiero que atesoréis toda vuestra vida. Algunos Gregorios, algunos Pedros y Juanes, no saben que tienen alas). Además posee fuertes mandíbulas. Utiliza estos órganos para darle vuelta a la llave en la cerradura, erguido sobre sus patas traseras, sobre el tercer par (un fuerte par de patas), lo que nos da una idea de la longitud de su cuerpo: unos tres pies. En el trans - curso del relato, se acostumbra poco a poco a utilizar sus nuevos apéndices: sus patas y sus antenas. Este escaraba - jo marrón, convexo, del tamaño de un perro, es ancho. Yo lo imaginaría así:

En el texto original alemán la vieja asistenta le llama Mistkäfer , ”escarabajo pelotero”. Es evidente que la buena mujer añade el epíteto con intenciones amistosas. Técnicamente, no es un escarabajo pelotero. Es sólo un escaraba - jo grande (debo añadir que ni Gregor ni Kafka lo ven con excesiva claridad). Examinemos más de cerca la transformación. El cambio, aunque tremendo y horroroso, no es tan singular como podría suponerse a primera vista. Un comentarista apegado al sentido común (Paul L. Landsberg, en The Kafka Prob - lem 1946 ; ed. Ángel Flores ) explica que “cuando nos acostamos en una cama rodeados de un ambiente extraño, te - nemos propensión a experimentar un momentáneo desconcierto al despertarnos, una súbita sensación de irrealidad; experiencia que debe acontecerle una y otra vez a un viajante de comercio, ya que esta forma de vida le impide adquirir un sentimiento de continuidad”. La sensación de realidad depende de la continuidad, de la duración. Al fin y al cabo, despertar como insecto no es muy distinto de despertar como Napoleón o como George Washington (yo he conocido a un hombre que se despertó creyendo que era el emperador de Brasil). Por otro lado, el aislamiento y la extrañeza ante la llamada realidad son en definitiva características constantes del artista, del genio, del descubri - dor. La familia Samsa que rodea al insecto no es otra cosa que la mediocridad que rodea al genio.

VLADIMIR NABOKOV (1899-1977 )

Tomado de: Vladimir Nabokov, Curso de literatura europea , Ediciones B, Barcelona, 1987 . KAFKA

—A veces, el destino se parece a una pequeña tormenta de arena que cambia de dirección sin cesar —dice Cuervo. A veces, el destino se parece a una pequeña tormenta de arena que cambia de dirección sin cesar. Tú cambias de rumbo pero la tormenta te persigue. Vuelves a cambiar de rumbo, pero la tormenta ajusta su trayectoria. Esto se repite una y otra vez, como si se tratara de una macabra danza con la muerte justo antes del amanecer. ¿Por qué? Porque la tormenta no es algo que venga de lejos, algo que no guarde relación contigo. La tormenta eres tú. Es algo dentro de ti. Lo único que puedes hacer es resignarte, meterte en ella de cabeza, taparte con fuerza los ojos y las orejas para que no se te llenen de arena e ir cruzándola paso a paso. Y en su interior no hay sol, ni luna, ni dirección, ni siquiera existe el tiempo. Apenas una arena blanca y fina que se eleva en espiral, como huesos pulverizados. Ese es el tipo de tormenta que tienes que imaginar. Y eso es exactamente lo que hago. Me imagino un embudo blanco estirándose en vertical hacia arriba, como un grueso cordel. Mantengo los ojos fuertemente cerrados, mis manos cubren mis orejas para que la fina arena no se me meta en el cuerpo. La tormenta se acerca deprisa. Siento la fuerza del viento presionando mi piel. Va a engullirme de un momento a otro. El chico llamado Cuervo posa con suavidad una mano sobre mi hombro. La tormenta de arena se desvanece. —De ahora en adelante, sin importar lo que suceda, tendrás que ser el chico de quince años más fuerte del mundo. Sólo así lograrás sobrevivir. Y, para ello, deberás comprender por ti mismo lo que significa ser fuerte de verdad. ¿Entiendes? Continúo aún con los ojos cerrados y me limito a permanecer callado. Me gustaría hundirme poco a poco en el sueño sintiendo su mano sobre mi hombro. Un tenue aleteo llega a mis oídos. —Serás el chico de quince años más fuerte del mundo —susurra Cuervo en mi oído mientras me dispongo a dormir. Como si tatuara con tinta azul oscuro estas palabras en mi corazón.

Y en verdad tendrás que cruzar esa violenta, metafísica y simbólica tormenta de arena. Pero no te engañes, por más metafísica y simbólica que sea, te rasgará cruelmente la carne como si de mil cuchillas se tratase. Otros sangrarán ahí, y tú también sangrarás. Sangre caliente y roja. Y esa sangre se verterá en tus manos. Tu sangre y, también, la sangre de los demás. Y cuando la tormenta haya pasado, no comprenderás cómo has logrado cruzarla con vida. ¡No! Ni siquiera estarás seguro de que la tormenta haya cesado de verdad. Pero una cosa es segura. Cuando salgas de ella no serás la misma persona que entró. Y ahí estriba el significado de la tormenta de arena.

[...]

—Debes querer ser más fuerte, imagino. —Tienes que ser fuerte para sobrevivir. Particularmente en mi caso. —Porque estás solo —Nadie va a ayudarme. Al menos hasta ahora nadie me ha ayudado. Así que tengo que hacerlo por mi cuenta. Tengo que hacerme fuerte, como un cuervo perdido. Por eso me he puesto el nombre Kafka . Eso es lo que significa kafka, en checo, cuervo. —Vaya —dice ella, apenas impresionada—. Asi que eres Cuervo. —Así es —digo. —Así es —dice el joven llamado Cuervo. —Debe haber límites para esa forma de vida, sin embargo —dice ella —No puedes utilizar esa fuerza como una muralla protectora a tu alrededor. Siempre habrá algo más fuerte que pueda derribar tu fortaleza. Al menos en principio. —La fuerza misma termina por convertirse en fortaleza moral. La señora Saeki sonríe. —Aprendes rápido. —Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a ganar o perder. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo quiero es el tipo de fuerza que me permita absorber todo cuanto proceda del exterior, para resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los errores, las incomprensiones.

HARUKI MURAKAMI (1949- )

Para Leer: Haruki Murakami, Kafka en la orilla , Tusquets, México, 2008 . ontemplemos a los coleópteros estercolarios cumplir su alta misión de expurgar sus inmundicias al suelo. No se cansa uno de admirar la variedad de los instrumentos de que están provistos, ya sea para remover la materia estercoral o para despedazarla, o para darle for - ma; o bien para excavar profundos retiros donde han de encerrarse con su botín. Tal instrumental es como un museo tecnológico en Cdonde estuvieran representadas todas las herramientas para escarbar. Allí hay piezas que parecen imitadas de las de la industria humana; otras con un tipo original que podría servir de modelo para nuevas combinaciones. El copris español lleva sobre la frente un cuerno vigoroso, picudo y en - corvado hacia atrás, semejante a la rama larga de un zapapico. El copris lunar añade a semejante cuerno dos puntas fuertes talladas como rejas de arado, que brotan del tórax y entre las dos una protuberancia de arista afi - lada que hace las veces de r aedera ancha. El bubas bubal y el bubas bisonte, ambos confinados a las riberas del Mediterráneo, van armados con dos robustos cuernos divergentes en la frente, entre los que avanza una reja horizontal que sale del corselete. El minotauro tifeo lleva en lo anterior del tórax tres puntas de arado paralelas y dirigidas hacia adelante, lar gas las laterales y corta la mediana. El ontófago toro tiene dos salientes largas y curvas que se parecen a los cuernos del toro; el ontófago ahorqui llado posee una horquilla de dos ramas a plomo sobre la cabeza aplanada. El menos aventajado es portador, ya sobre la cabeza o bien sobre el corse lete, de tubérculos duros, instrumentos obtusos que la paciencia del insecto sabe utilizar muy bien. Todos están provistos de una pala, es decir, tienen la cabeza grande y aplanada y con borde afilado; todos hacen uso del ras - trillo, o sea que recogen con sus patas anteriores dentadas. Como recompensa de su inmunda labor, más de uno de ellos exhala el fuerte aroma del almizcle, y su vientre brilla con el reflejo de los metales pulidos. La geotrupa hipócrita tiene por debajo el brillo del cobre y el del oro; y el vientre de la geotrupa estercolaria es de color violeta amatista, pero, por lo general, su coloración es negra. A las regiones tropicales pertenecen los escarabajos más espléndidamente trajeados, verdaderas joyas vivientes. Debajo de las boñigas del camello, el alto egipcio nos pre - sentaría alguno que rivalizaría con el verde brillante de la esmeralda; EL Guyana, Brasil, Senegal nos mostrarían algún copris de un rojo metálico, tan rico como el del cobre, tan vivo como el del rubí. Si no poseemos nosotros semejante alhajero de los detritus, los escarabajos de nuestro país no son menos notables por sus costumbres. ESCARABAJO ¡Qué diligencia en torno de una misma boñiga! Nunca aventureros acu - didos de las cuatro esquinas del mundo pusieron fervor igual en explotar un placer californiano. Antes de que el sol haya calentado demasiado es - tán allí por centenas, grandes y pequeños de toda especie, de toda forma, SAGRADO de todo tamaño, apresurándose para cortar su tajada en la torta común. Los hay que trabajan a cielo abierto, rayendo la superficie; otros explotan la capa inferior para hundir sin retardo su botín en el suelo subyacente; los más pequeños desmenuzan aparte algún trozo derribado de las grandes ex - cavaciones de sus más fuertes colaboradores. Los recién llegados, y sin du - da los más hambrientos, consumen allí mismo, pero los más de ellos pien - JEAN HENRI san hacerse un haber que les permita pasar largos días con abundancia en el fondo de un retiro seguro. Una boñiga fresca y a buen punto no se en - FABRE cuentra así como quiera en las resecas llanadas del tomillo. Semejante ganga es una bendición del cielo de que disfrutan sólo los favorecidos por Tomado de: Manuel Martínez Baez, La vida la suerte. El tufillo estercoral ha divulgado la buena noticia por un maravillosa de los Insectos. Contada por kilómetro a la redonda y todos acuden a recoger sus provisiones. Unos re - J. H. Fabre , El Colegio Nacional, México, 1982. trasados llegan todavía, a vuelo o pedestremente. ODA A LAS COSAS

Amo las cosas loca, los platos, los anteojos, locamente. los floreros. los clavos, Me gustan las tenazas, las escobas, las tijeras, Ay, alma mía, los relojes, las brújulas, adoro hermoso las monedas, la suave las tazas, es el planeta, suavidad de las sillas. las argollas, lleno las soperas, de pipas Ay cuántas sin hablar, por supuesto, por la mano cosas del sombrero. conducidas puras en el humo, ha construido Amo de llaves, el hombre: todas las cosas, de saleros, de lana, no sólo en fin, de madera, las supremas, todo de cristal, sino lo que se hizo de cordeles, las por la mano del hombre, toda cosa: mesas infinita- las curvas del zapato, maravillosas, mente el tejido, navíos, escaleras. chicas, el nuevo nacimiento el dedal, del oro Amo las espuelas, sin la sangre, todas . 0 1 0 2

, a ñ a p s E

, a r a u g a f l A A

, l a r D e n e g

U a í g R o l o t E n A

, a N d

u ) r 3 e 7 N 9

O o 1 l - b 4 L a 0 P

9 : r 1 B

e . e e l l

i A a r h a C P ( P

las cosas, la huella no se dirá no porque sean de unos dedos, que sólo ardientes de una remota mano amé o fragantes, perdida los peces, sino porque en lo más olvidado del olvido. o las plantas de selva y de pradera, no sé, que no sólo porque Yo voy por casas, amé este océano es el tuyo, calles, lo que salta, sube, sobrevive, suspira. es el mío: ascensores, No es verdad: los botones, tocando cosas, muchas cosas las ruedas, divisando objetos me lo dijeron todo. los pequeños que en secreto ambiciono: No sólo me tocaron tesoros uno porque repica, o las tocó mi mano, olvidados, otro porque sino que acompañaron los abanicos en es tan suave de tal modo cuyos plumajes como la suavidad de una cadera, mi existencia desvaneció el amor otro por su color de agua profunda, que conmigo existieron sus azahares, otro por su espesor de terciopelo. y fueron para mí tan existentes las copas, los cuchillos, que vivieron conmigo media vida las tijeras, Oh río y morirán conmigo media muerte. todo tiene irrevocable en el mango, en el contorno, de las cosas, NON SERVIAM

he aquí que una buena mañana, después de una noche de preciosos sueños y delicadas pesadillas, el poeta se levanta y grita a la madre Natura: Non serviam . Con toda la fuerza de sus pulmones, un eco traduc - tor y optimista repite en las lejanías:«No te serviré». La madre Natura iba ya a fulminar al joven poeta rebYelde, cuando éste, quitándose el sombrero y haciendo un gra - cioso gesto, exclamó: «Eres una viejecita encantadora». Ese non serviam quedó grabado en una mañana de la historia del mundo. No era un grito caprichoso, no era un acto de rebeldía su - perficial. Era el resultado de toda una evolución, la suma de múlti - ples experiencias. El poeta, en plena conciencia de su pasado y de su futuro, lan - zaba al mundo la declaración de su independencia frente a la Na - turaleza. Ya no quiere servirla más en calidad de esclavo. El poeta dice a sus hermanos: «Hasta ahora no hemos hecho otra cosa que imitar al mundo en sus aspectos, no hemos creado nada. ¿Qué ha salido de nosotros que no estuviera antes parado ante no - sotros, rodeando nuestros ojos, desafiando nuestros pies o nuestras manos? »Hemos cantado a la Naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo ha - ce o lo hizo en tiempos pasados, cuando era joven y llena de im - pulsos creadores. »Hemos aceptado, sin mayor reflexión, el hecho de que no pue - de haber otras realidades que las que nos rodean, y no hemos pen - sado que nosotros también podemos crear realidades en un mundo nuestro, en un mundo que espera su fauna y su flora propias. Flora y fauna que sólo el poeta puede crear, por ese don especial que le dio la misma madre Naturaleza a él y únicamente a él». Non serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo. Te servirás de mí; está bien. No quiero y no puedo evitarlo; pe - ro yo también me serviré de ti. Yo tendré mis árboles que no serán como los tuyos, tendré mis montañas, tendré mis ríos y mis mares, tendré mi cielo y mis estrellas. Y ya no podrás decirme: «Ese árbol está mal, no me gusta ese cie - lo... los míos son mejores». Yo te responderé que mis cielos y mis árboles son los míos y no los tuyos y que no tienen por qué parecerse. Ya no podrás aplastar a nadie con tus pretensiones exageradas de vieja chocha y regalo - na. Ya nos escapamos de tu trampa. Adiós, viejecita encantadora; adiós, madre y madrastra, no re - niego ni te maldigo por los años de esclavitud a tu servicio. Ellos fueron la más preciosa enseñanza. Lo único que deseo es no olvi - dar nunca tus lecciones, pero ya tengo edad para andar solo por es - tos mundos. Por los tuyos y por los míos. Una nueva era comienza. Al abrir sus puertas de jaspe, hinco una rodilla en tierra y te saludo muy respetuosamente.

VICENTE HUIDOBRO (Chile. 1893 -1948 )

Para leer: Vicente Huidobro, Altazor , Visor libros, Madrid, 1991 .

FOTO: HERB RITTS AL LECTOR E A E S ¿ D Y ¡ ¡ S ¡ L L L M P S P P L S P “ M Y “ “ “ “ C C “ “ ¡ C O P ¡ M A H L E ( L C E B A Q Y R ¿ E S ¡ S E S l l a e o a a i o u o n o o u o e o

u o o u L

e l a A n , e i e s y

m a n u e l i a e t b g

l

s s r s t s a l

r e r n u

n n m i y a a s

i p p a e e q

o n

o m q q

s

d

p s

s ú d a e e

u l d p g q v é q o p m m c p i s ú q f v á s r c l a a l p

u

o

u u a u l o

o l n o a t e l

r e o l a

u e u e a h u

e a á n d i u m t l l o e o r á e a s

p y e e d o i t e e p u

r o g a a n n

j l d é i z t é p j é e e o d e

e l l g m g r

b n o

p ,

s o a s a n o r a b b r s o r o o a

a s m

á

m C e m á s

r ó T o a t r í o

d a , d r l r o m d n f d a d d t

, r r ú l d a

g a s s e ! i v t

s e j o o

o i

s d e

s í a a n s p m a , e e i

q

a r e e o e b r o e d

l l

n y : r a o e

a

e ó o m m e r f d s

e á

o e u

p r c n

i

r d s

c ¡ u r

e r

o i m p l

r

a t

o

o a e l s

l s o o ú s

r

r c a l a o r u r n o u l e d c d d i e l e n e d e a i a e

e r a h e u e o a s

n i s e

d e

h s s c t a n s s c l a o r e n o e s

q r e a

c d i , a

s

e s m i s a

s

s o

N

n c i e

á c a t

t o

i c l h o

d o p

p m

e m s p

u

a n u s d

p p o s d r o a ¡ n b d e o u

A v s a

q d i d a o í , a u o o

a e e .

s a e d o t u e o o r q i o

e r t

s

v e e

i b e

d a o i o

u e e r o

n

r d e r

q s e

d y r l r r

d s e n b

s

e u n i r a s a u i r d a p t t r a e a d

m i h r é

s

d t s

e o u

o s o i

c e I s a u n p m d e l r

e d l o d n b u p i u

r p e s f r

V e

t a

, l e i e

e

s a . i d

e d s s á ó n t

r c e p

p

e b

e

r n r l n e s r

d c

y o d C p i e i c d m o

e l e

b a u v d a f s e e ú

e e f s

r r e

ú i r x m f a o i a e e n r i l E d a , e n

n a p

p

s e b e e i

m a o

s u t

m n f a g

b p a d d

q g n c

l d m e u d l n r d í r e c s

¡ i r a l i r l i p

i a v c r a u c a l s l s i ñ e e l u a e t c e d u s

n t a o m o s i

e r u e a t d i A e a a i p e a i i e l

o i t

h l l o s c o

i s

ó s o r s a e e d d g

e l s r l r l o l s l a c z r t d m e t r r

t a a

! i o d d e

e o o

o

n o m , d e e

m d e i í a o s o o t c s r ” r a e d l a l a m

r n d o d y a r r e e

i

e i l s ó a

r e

e r s e

a e n

,

n

e e e e ! a o d d o f a m N i

e

c . o a

r

a f

p a

e n r l l

i a b c o a

e n

N j o n

m n p l g s r o e

i

i o

(

c s í s o l c

t l e s c o p

o e s p C l ! e ! a e p t a r i a á u

C e i s g t

o g v i i

o o o ” t p r z m

c i n z o n n u l e d c o l c a ? o

g e h

e o

e e r u

e

á

n a n l c r o n a

d c e r

a s e n a O a n i h T

l r v i n l a

e s t d e e n r n a c l v s ! s l n r o o h m f n s e e n r t e i i t

i r e

” s u a e

l e o e b u o a a ó z

i b e t

p s m

o é d o

e s t , a , r

g s e j c e s p c s o p

e d r

s

. r l o ” a r l a a r s e d ? e h a a

1 u

n o o

e t , t z a e !

r o

s R ” r d e r a u

a

l P r s e 9

e a i

t q

n l a ,

c

e e

, s g n r

m e

i t o n n

h s

1 s

c a d

c ” u c d h u : n

s E v u s a r

t d s

o

b u 4 e r

o t e c i e n i i e u o s s a h i

m r t

á g

o e

-

o e s p c i r i g

a

v i c

p d

u a

d s o i t p e

p n

l

s a m a e c , a e a i P l f ñ r v l e

m e

m n t r r u o g e a v

ñ o n a r s , e P e o

b o )

a

e

u c

, e s a a y o a p t W z o g o s l

i s

a

s h d A l n a

e e , u r a i d u s , n e i ! n

r o i

o n a e a n r e i

” 1 s e á n s m i t a i

n r

a

. ñ

t d t t 9 n

n t a

p e e i

a g l a

a

o

o 8 R p g

l a s )

o a e d r f m s

r 8 c

u c u

á a r n c

e e a S . o t r y n b n b i a s s l e

i a s n R

l p a t t

l e

s ,

a a n e o i l l

s i

d e t c o e

n o i t p o s u l d n í a e s c , t u n s a . m A

i r t a

t

i a p r r n a s o m z t a a m e r o a e r o c

d : e a . e : s

i s t

o s

g u m o . T !

, o s r r

a

e s i e n

s s l s ,

i e

d c c r a t i o d t o r

e s : s

:

EL PÁJARO VERDE

onsieur le Docteur Guy de la Crotale era un hombre extremadamente sentimental y sus sentimientos estaban ubi - cados, ante todo, en los diversos pajaritos que pueblan los cielos. De entre todos estos pajaritos, Monsieur le Doc - teur sentía una marcada preferencia por los loros, de modo que ya instalados todos ellos en Tabatinga, obtuvo de sus colegas el permiso de conseguirse un ejemplar, cuidar lo, alimentarlo y aun llevarlo consigo a su país. Una noche, mientras todos los loros de la región dormían acurrucados, como es su costum bre, en las copas de frondosos sico - moros, el doctor dejó su tienda y, marchando por entre los troncos de abedules, caobillas, dipterocár peos y cina - Mmomos; pisando bajo sus botas la culantrillo, la damiana y el peyote; enredándose a menudo en los tallos del cinclidoto y de la vincapervinca; y heridas las narices por el olor del fruto del manga chapuy y los oídos por el crujir de la madera del espino cerval; una noche de vaga claridad, el doctor llegó a la base y trepó sigilosamente al más alto de todos los sicomoros, alargó presto una mano y se amparó de un loro. El pájaro así atrapado era totalmente verde salvo bajo el pico donde se ornaba con dos rayas de plumillas negro-azuladas. Su tamaño era mediano, unos 18 centímetros de la cabeza al nacimiento de la cola, y de ésta tendría unos 20 centímetros, no más. Como este loro es el centro de cuanto voy a contar, daré sobre su vida y muerte algunos datos. Aquí van: Nació el 5 de mayo de 1821 , es decir que en el momento preciso en que rompía su huevo y entraba a la vida, lejos, muy lejos, allá en la abandonada isla de Santa Elena, fallecía el más grande de todos los emperadores, Na - poleón I. De la Crotale lo llevó a Francia y desde 1857 a 1872 vivió en Montpellier cuidadosa - mente servido por su amo. Mas en este año el buen doctor murió. Pasó entonces el lo - ro a ser propiedad de una sobrina suya, Mademoiselle Marguerite de la Crotale, quien dos años más tarde, en 1874 , contrajo matrimonio con el capitán Henri Silure-Portune de Rascasse. Este matrimonio fue infecundo durante cuatro años, pero el año quinto se vio bendecido con el nacimiento de Henri-Guy-Hégésippe-Désiré-Gaston. Este mucha - cho, desde su más tierna edad, mostró inclinaciones artísticas —acaso transmisión del fino sentimentalismo del viejo doctor— y de entre todas las artes prefirió, sin disputa, la pintura. Así es cómo, una vez llegado a París a la edad de 17 años —por haber sido su padre comandado a la guarnición de la capital— Henri-Guy entró a la Ecole des Beaux - Arts. Después de recibido de pintor, se dedicó casi exclusivamente a los retratos, mas luego, sintiendo en forma aguda la influencia de Chardin, meditó grandes naturalezas muertas con algunos animales vivos. Pasó por sus pinceles el gato de casa entre diver - sos comestibles y útiles de cocina, pasó el perro, pasaron las gallinas y el canario, y el 1° de agosto de 1906 Henri-Guy se sentaba frente a una gran tela teniendo como mo - delo, sobre una mesa de caoba, dos maceteros con variadas flores, una cajuela de laca, un violín y nuestro loro. Mas las emanaciones de la pintura y la inmovilidad de la pose, empezaron pronto a debilitar la salud del pajarito, y así es como el 16 de ese mes lan - zó un suspiro y falleció en el mismo instante en que el más espantoso de los terremotos azotaba a la ciudad de Valparaíso y castigaba duramente a la ciudad de Santiago de Chi - le donde hoy, 12 de junio de 1934 , escribo yo en el silencio de mi biblioteca. El noble loro de Tabatinga, cazado por el sabio profesor Monsieur le Docteur Guy de la Crotale y muerto en el altar de las artes frente al pintor Henri-Guy Silure-Portune de Rascasse, había vivido 85 años, 3 meses y 11 días. Que en paz descanse.

JUAN EMAR (Chile, 1893-1964 )

Para leer: Juan Emar, Antología esencial. Editorial Dolmen, Santiago de Chile, 1994 . FOTO: DE LA PELÍCULA PANDO Y LIS DE ALEJANDRO JODOROWSKY L a m p e d q s [ S U p o … o ñ s ó o e u u

F n e s í t o l l é e e a r e r

o n ]

o a s t

s a

f a i

t S e l

t i s z t c g e

o o c l e a s

A a ó a a m i m

c n l p

n r a , q s i c . o

r e o e o

c

i u e

a A g s m c d é n u f n e m L m e o a h e t t e

o

i m o m

o c j o n c b n q s u

a r a E s

t i o b d u u s l a a a

? m o s t i y e e

, r e i a

b , S

s f

s l

b

p e J r i

c

i i t a n c p ? n l e n r i o o

o i a a o r A n

n

L b r n o d s

, C

, a o r m

a p

b

u d b y r a l a e o h

s t

o d a l o o g d

u s s i i a i

i

e N

f

s y

e e

l p e d d d a n r n i s m e n

u o c l c g n i r , o e í p o q a

a d

n a u o u

s t a i

l

o n

u h c e o a e

A

m n l

h i s e t t c b r e e i

D a

a a u a m l q a q v t p a n

i b d e e a d d y p e e n u i u m o

r i j e v r s

e o s n o q e a í t i e a r

f í a t a i e s

i n d

u i a r d n g

z R

n n n

l m r q o

i

t r e a u e d a n e c m o u p a i í u

é r a

a á o a r p r

g , s e o d l e o p n

s c e

o s e O a u s C t p é r e p

l d o i n (

t s e a s e i e t J d e j C r e h o

a c i o d o

a m o s r r c a o m C i q d a r h r c r s o f d n

a ñ q e

a

o e

u o d a h i o s b d m

a m c o

l u t

s s e e . e i e r i

e a e r

t l s o e e u e

o g t s e a o e E , J n r

v e n

t

. r s c s u n m d c . n w i

1

p i * * a n

o u e n a O n f ¿ r i t i

[ 9

u i e n e f a e -

E f s e r o … u o s i s r j 2 o r k n

m n c c n s a a i

e . n

c r 9

a n y u a a y c t

p , b ] n E o a e e

, - c s

r

i

e o s

p a t D a

ó p

m l n

q u i P t n e t

o h c n

y d e i n a o t u

á s n e s t s e a o o

u r e o m a

e u e n i

) r o

b d

n s c d l p . … r t

e e t

l

a o a e a e O d o n o b e a P r n n n , s r

s o

i s a v r m

a a d o

s

c

m m

T f n a n d ó R h u r r u e

p i u a a b m o a e i a

a s u e

i n a n h v g s p

c s a R

n y

s m í p d a

e g d t a f i i o , s i

e a á u a d a r

r i

ú s e e e í e s d b r s

e l , e , t o . n s n

d a , a

e

a s

c a O u

l

e G

P í d

l i o

¿

e i e d a e o a s s t s C c a q o o o

n x r p

u .

l

t o d q n m

u i o r h p s r i d

u P e j

s o

o o r u u i s i a o o a a r e t i e é W t l

s t e e

e t l e ó e

s t n p s r r n e e b

n r

s

? o o s t

s o a a n

n u a p t o u

l í u

e d r a M o í

c

o l n p a e a , s f p h s u a e ,

s u r

r s a i s

t M e a a

i

d r g

e t m á S

t e m

p e e n p r

r b s a n e

a n a g t s é a l u a i r i r r e l i s t a

. e e s t u . g í

e x m c c c

o K r

, c a

m a s s P

S o a n d i e e o

i n ¿ . c t ó l i q r e ó

r t d i a n m u p

c

o o f

s n r u n

i e e e t n e o Y o f o c s i , a e o e e m l

m

n . d r n u c

c e n 2 , r

p l

o

o a h

l q i t s a a t 0 e C l t g o r e

.

n a a u

u g e 0 n f r r

h

v

r d

i b a c é e c 4 d

p n u n i i l e d o

a i i d l . i o o o t a e o e e s s l o o n a s - r - - - - l , . , TRES INTERVENCIONES ENAMORADO

a avanzada su década de los veinte años, Charles Darwin, un hombre aparentemente tímido y nada romántico, decidió que era hora de consi - derar la posibilidad de casarse. Como relata el psicólogo clínico británico Frank Tallis, la idea no le entusiasmaba en absoluto. Acababa de regresar de cinco años de libertad total en el Beagle, en un viaje alrededor del mundo. En una hoja de papel trazó dos columnas: razones para casarse y Yrazones para no hacerlo. No le costó en absoluto rellenar la segunda columna: ten - dría menos tiempo para dedicarse a sí mismo, para ir al club de caballeros que fre - cuentaba, para leer. Darwin añadió en la columna negativa que tendría que perder el tiempo aguantando a los familiares de su futura esposa y que dispondría de me - nos dinero para sus necesidades. Terminó la columna preguntándose: «¿Cómo po - dría ocuparme de mis asuntos si cada día me viese obligado a ir a pasear con mi mu - jer? ¡Oh! No aprendería francés, no viajaría al continente, no iría a América, ni de viaje en globo, ni a caminar en solitario por Gales... pobre esclavo...». La columna de los beneficios que aportaba el matrimonio le pareció muy di - fícil de rellenar. Al final sugirió que tener esposa era mejor que «tener un perro». Lo completó con este apunte: «Encantos de la conversación frívola femenina y de la música —cosas buenas para la salud—, pero menuda pérdida de tiempo». Unos meses más tarde, Darwin se enamoró locamente de su prima Emma Wedgwood. La voz del solterón empedernido se acalló definitivamente; no dormía, estaba desesperado por casarse con su dulce Emma, según recoge la correspon - dencia que intercambiaron. Su libertad de antaño ya no le importaba; sólo quería estar junto a Emma, que le llenaba de felicidad. «Creo que me vas a humanizar, a enseñar que existe una felicidad mayor que la de tejer teorías y acumular hechos EDUARD PUNSET en silencio y soledad.» (Barcelona. 1936- ) El proceso de conversión de soltero escéptico a marido amante siguió tras el matrimonio, que llegó a tener diez hijos. Darwin se alejó de sus actividades an - Fragmento del libro de Eduard Punset, teriores y disfrutó de una vida familiar plena. En las semanas que precedieron a El viaje al amor , su matrimonio, Darwin apuntó en su diario: «Qué pasa por la mente de un hom - Ediciones Destino, Barcelona, 2007 . bre cuando dice que está enamorado... es un sentimiento ciego». «El amor es ciego» también expresa la naturaleza subconsciente del amor. El amor es, ante todo, un impulso ancestral circunscrito a una parte muy pequeña del cerebro, pero enormemente complejo. Este instinto de fusión con otro organismo influye y se ve influido por el resto del sistema emocional, incluido el interés se - xual. Como sentencia Darwin en la expresión de las emociones en humanos y ani - males, existe una clara conexión entre la teoría evolutiva y la psicología. Las emo - ciones pueden comprenderse en función de su fin o utilidad. Se entiende que el amor, la memoria, el lenguaje, la emoción y la consciencia tienen todas una fun - ción, que son a su vez el resultado de millones de años de selección natural. Una vez conocidas y asumidas las razones evolutivas de ese acontecimiento biológico podremos indagar, con cierto conocimiento de causa, en otros interro - gantes evidentes: si el amor es también el resultado de la eficacia con que tien - de a funcionar la selección natural y la selección sexual, ¿por qué un instinto tan idóneo para garantizar la supervivencia constituye, al mismo tiempo, una fuente sin fin de problemas y sufrimiento? Si están claras las razones evolutivas del amor, ¿por qué su existencia, simultáneamente, complica tanto la vida de la gente? DULCE ADICCIÓN

n la tienda de cacao nos ofrecen humeantes tasas de chocolate endulzado y sazona - UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA do con almendra y canela, al estilo de Oaxaca. Es similar a la bebida que los españo - les elaboraban en el siglo XVI cuyo complejo proceso de refinado mantuvieron en se - DR. ENRIQUE AGÜERA IBAÑEZ Rector creto durante más de cincuenta años. Pero finalmente se reveló: en 1650 DR. JOSÉ RAMÓN EGUIBAR CUENCA había chocolaterías en Ámsterdam y Londres, y poco después en toda Europa (en reali - Secretario General dad, precedieron a las casas de té y los cafés). El chocolate tuvo un éxito especial en DR. JORGE DAVID CORTÉS MORENO Ela corte francesa, donde las cualidades afrodisíacas de la bebida fueron muy apreciadas. Ma - Director de Comunicación Institucional dame de Pompadour lo mezclaba con ámbar gris, Madame du Barry se la daba a sus amantes y Goethe no viajaba a ninguna parte sin su chocolatera. Una magdalena abrió a Proust las puertas de la memoria, al evocarle un mundo de significados LEER EN BICICLETA y recuerdos personales. Pero aquí, en esta fábrica de chocolate de Oaxaca, en cierto sentido ha su - cedido lo contrario: el conocimiento acumulado sobre el chocolate (procedente en parte de mis Director: Hugo Diego. propias lecturas, en partes de Robbin y en parte del propietario del negocio) parece verterse en la Diseño: Armando Hatzacorsian. taza de cacao caliente que estoy tomando para darle una dimensión y una hondura especiales. Jefe de redacción: Elizabeth Flores.

Me que el chocolate sea objeto de un deseo tan intenso y universal. ¿Por qué se exten - Administración y distribución: Dirección de Comunicación Institucional. dió con tanta rapidez por Europa una vez revelado su secreto? ¿Por qué ahora se vende el cho - colate en cada esquina, se incluye en las raciones del ejército, se lleva a la Antártida y al espacio Concepto: El taller de la bicicleta. exterior? ¿Por qué hay adictos al chocolate y en todas las culturas? ¿Es por esa textura especial, Dirección: 4 sur 303, Centro Histórico, Puebla, C.P. 72000. única en su género, la “sensación bucal” del chocolate, que se funde a la temperatura del cuer - Tel: (01222) 295500 ext. 5270 y 5281 po? ¿Es por los suaves estimulantes, cafeína y teobromina, que contiene? La semilla de cola y el Correo electrónico: [email protected] guaraná tienen más. ¿Es por la feniletilamina, ligeramente analéptica, euforizante y supuestamen - te afrodisíaca que contiene el chocolate? El queso y el salami la contienen en mayor cantidad. ¿Es Cuidado de edición e impresión: Educación y Cultura. Asesoría y Promoción, S. C. porque el chocolate, con su anandamida, estimula los receptores cannabinoides del cerebro? ¿O Campeche 351-101, Col. Hipódromo Del. Cuauhtémoc, C. P. 06100 México, D. F. tal vez se deba a algo totalmente distinto y aún por descubrir, que podría aportar datos vitales so - bre nuevos aspectos de la química cerebral, por no hablar de la estética del gusto? Registro en trámite. Los títulos son responsabilidad de la redacción. OLIVER SACKS Circulación gratuita. (Inglaterra. 1933- )

Fragmento del libro: Diario de Oaxaca , National Geographic, EUA , 2008 . Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo EL GRAFÓGRAFO escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo re - cordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recor - dar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo ha - berme visto escribir que me veía escribir que recordaba SALVADOR ELIZONDO haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo (México, 1932-2006 ) que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito Tomado del libro de Salvador Elizondo: El grafógrafo , que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo. Editorial Vuelta, México, 1992 .

FOTO: HERB RITTS