Accion Femenina
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Año III Montevideo, Nov’bfe.-Diciembre de 1919 N.° 25-2 <5 ACCION FEMENINA REVISTA MENSUAL DEL CONSEJO NACIONAL DE MUJERES DEL URUGUAY HAZ A LOS OTROS LO QUE QUISIERAS NO PARA ELLA MISMA SINO PARA LA PARA TI HUM ANIDAD Maternidad • El problema de la natalidad y la propaganda consiguiente para una superproducción, en que están empeñados muchos países,—con el fin de reponer sus pérdidas bélicas,—merece de todos cuantos se ocupan de los problemas sociales, una pre ferente y cuidadosa atención. El deseo de una mayor natalidad con el fin de aumentar el numero de brazos para el trabajo, responde a un justo cri terio de bien entendido progreso social. Se dice, en efecto, que “ a mayor población mayor rique za” dando por supuesto que mayor población supone mayor producción, esto es, mayor rendimiento. Y así en efecto lo demuestran los hechos. Aumenta la riqueza con el número de brazos, que son a su vez la primordial riqueza. Y esta fuente primera, fundamental, la población abun dante, la generadora del esfuerzo, del trabajo y del rendi miento, proviene a su vez de un esfuerzo, de un trabajo, de nn rendimiento. Palique evidentemente, para llegar a obtener brazos capa ces para el trabajo, cerebros prontos para la idea, se necesi ta una larga labor de preparación, un largo período de tiem po, desde el momento en que comienza a brotar la semilla fe- cunda, basta la hora en que se ofrece el brazo robusto y pre parado. .. Y este rendimiento corresponde en gran parte a la mujer. Lia obra de gestación, de alumbramiento, de crianza, es una labor que le corresponde en absoluto, que es la razón misma de su diferenciación en la especie, que es su razón de ser en la vida... Y sin embargo, nadie le reconoce un ivalor social determi nado, nadie la toma en cuenta para nada en la apreciación del i endkniento del trabajo en la vida colectiva En algunos países, como los Estados Unidos por ejemplo,, se estima una vida humana adulta en 5,000 dollares, si no yerro. ¿ En qué cantidad sería estimado el trabajo necesario para llevar esa vida humana a su completo desarrollo? ¿En cuanto se estimaría la labor de gestación, alumbramiento, lactancia y crianza de un niño, aún considerando sólo su primera in fancia? Porque efectivamente requiere dedicación y trabajo. Por que indiscutiblemente exige fatiga, Ptorqme indudablemente consume para producir, como la maquinaria consume carbón y el esfuerzo muscular gasta energía. En el obrero, el esfuerzo se transforma en artefacto, en el pensador se traduce en idea. Uno y otro caso, y con ellos re presentamos las múltiples variedades “ del trabajo” , son con siderados en el organismo social como un rendimiento. Pues bien, la sola labor de gestación es nn trabajo que de manda energías físicas al cuerpo, que produce gasto de acti vidad fisiológica, fatiga y sufrimiento, qiue se traduce tam bién en algo palpable y visible como un artefacto o como un libro: sin embargo, esta labor no es tenida en consideración para nada en la apreciación del rendimiento social que apor ta cada uno de los seres humanos dentro de la colectividad. La maternidad, tarea primordial de la mujer, no es consi derada absolutamente para nada como rendimiento sedal. Las mismas obligaciones incumben a la mujer trabajado ra, madre o no madre, la misma carga de la labor si es obre ra, la misma tarea si amia de casa; igualmente se avalúa su trabajo esté o no en funciones de maternidad. El criterio común y vulgar, criterio que dirige la. marcha social, exige a la madre que necesita trabajar, un rendimiento mayor, un esfuerzo más considerable, un gasto fisiológico tan .excesivo a veces, que desgasta en poco tiempo los más robus tos organismos. ¿Qué extraño, pues, que en más de una ocasión, la mujer, excedida en la carga que le toca, pretenda sacudirla y des hacerse de ella a toda costa? Este problema se plantea igualmente en los países belige- rantes y en los que no lo fueron. ¿Cómo resolverlo" En el último Congreso médico celebrado en esta capital, se consideró urgente el estudio del problema del aborto, cuyas prácticas año por año destruyen tantas vidas y arruinan tan tos organismos femeninos. En las clases ricas, que sin mayores excusas se niegan a la descendencia, el problema tiene otras causas que poco nos in teresan en este momento, máxime considerando que propor* clonalmente a Ia clase obrera, son muy poco numerosas. Pero para las clases proletarias, que en realidad constitu yen la población del país, el problema se agrava por las con diciones económicas del pueblo trabajador. Varón y mujer deben conquistarse la vida con el trabajo, que no -es más fácil ni mejor remunerado por cierto, para és ta que para aquél : igual lucha, iguales fatigas, igual esfuerzo para conseguir satisfacer las exigencias materiales de la vi d a ... para la mujer un trabajo, una fatiga, un esfuerzo más : la maternidad. Por eso, un día, agotadas por el cansancio de la fábrica y las fatigas de la gestación, las obreras de las usinas de guerra exclamaron : “ ¿El Estado pide hijos? ¡Que los haga!” y en la sencillez de -esta rebeldía, en la frase gráfica del pueblo, está sinteti zado el deber del Estado. Acosadas por la necesidad y la fatiga, las obreras plantea ron en su frase sencilla, el problema tan aterrador como do loroso : ¡O morir de hambre o el aborto \ Ahí están en toda su brutalidad los hechos denunciados al Ministerio de la Guerra en Francia, por el Consejo de Mu jeres Francesas. (1) La obrera se rebela porque es demasiada la :*arga que se acumula sobre su organismo; ¡fatiga del obraje y fatiga de la maternidad ! Y se niega a la segunda porque le es más fácil, porque la fábrica o el taller son ineludibles — porque la fábrica, o el Y se niega también porque la maternidad le representa au mento de fatiga y aumento de miseria ; aumento de consumo (1) «Revue Philantropique», 1917 y disminución de producción; imposibilidad para el trabajo, pérdida de jornales y mayores gastos! Pero libérese a la mujer de las tiránicas exigencias econó micas, dentro de un límite razonablemente equitativo; aligé rese su carga de obraje a medida que aumenta su carga de maternidad, y la mujer, sana de alma como lo es la mujer del pueblo, no se rebelará ya contra su misión de perpetuadora de la especie. Para ello, la colectividad debe considerar que la materni dad es una contribución a la común riqueza; porque así como el trabajo de un obrero acumulándose día a día, acaba por transformarse en maquinaria o abundante cosecha, la penosa labor de gestación, de alumbramiento y de crianza sie trans forma también en un hijo, es decir, en los robustos brazos de un productor. En uno y otro caso, maternidad y obraje, hay fuerzas y alergias constructivas, hay contribución a la riqueza, nacio nal, que es l'a riqueza de todos. Si, como decíamos antes, se estima que un hombre como va lor social representa en término medio rana cantidad aproxi mada de 5,000 dólares (tarifa norteamericana) ¿puede dis cutirse la enorme riqueza que aporta una robusta y abun dante natalidad a la riqueza colectiva ? Es necesario, pues, que se vaya infiltrando en las concien cias la noción del valor de la producción femenina en la ri queza común, producción de descendencia, es decir, produc ción de brazos, de energías, de trabajo. Considerada la maternidad como un rendimiento social, flui rá de por sí, como lógico corolario, la necesidad de que sea ella considerada como un capital colectivo, v dándosele la importancia productora que requiere, sea custodiada, amparada y protegida como la mayor de las riquezas del Estado. Sfurgirá entonces de ese criterio fundamental, la conclu sión que naturalmente se deriva : siendo la maternidad fun ción que interesa a la colectividad deberá ella ser considera da ccmo función de Estado; y deberá ser la primera de las ^ preocupaciones de la Nación la defensa y protección econó mica de la maternidad, además de su protección legal y mo ral. En retribución a la riqueza que la maternidad aporta al Estado, deberá ser una obligación nacional la retribución eco nómica de sus obreros, para sostenerlas y conservarlas; para cuidar de su bienestar y fomentar su desarrollo. En otros términos: El Estado debe establecer como obligación nacional, una subvención pecuniaria suficiente a toda mujer en funciones de maternidad. (1) Eista subvención deberá ser establecida sobre el amplio cri terio ele una compensación de servicios entre el individuo y el Estado ; no debe ser jamás la envilecedora limosna a la ma dre indigente, el humillante subsidio a la miseria, sino que debe establecerse sobre la base de todas las demás formas de retribución que se reconocen a todo funcionario en el seno de la colectividad. Porque solamente así será considerada la maternidad en la plena grandeza de su misión social; porque hay que cui dar de no deformar el sentimiento moral en el corazón de las masas, sino enseñarles a ver en la función maternal la más grande, la más elevada, la más noble y trascendental de las funciones sociales, elevándola en el espíritu del pueblo, dig nificándola en la forma y en la esencia de la educación y de la moral; encumbrándola en el alma popular como la más excelsa expresión de la riqueza colectiva. Entonces, señores hombres, las mujeres no irán a llenar los talleres y las fábricas, ni os harán la competencia en el tra bajo, ni os disputarán el mendrugo con que el capital retri buye vuestro esfuerzo, ni aceptarán salarios inferiores que dificulten las mejoras de los vuestros, porque entonces serán madres felices, desentendidas de la punzante preocupación del pan de cada día, y se entregarán gozosas a la dicha de crear hijos robustos y sainos, anhelo eternamente vivido en el alma femenina.