Prohistoria E-ISSN: 1851-9504 [email protected] Prohistoria Ediciones

Spinelli, María Estela La “revolución libertadora”. Una ilusión antiperonista Prohistoria, núm. 9, 2005, pp. 185-189 Prohistoria Ediciones Rosario, Argentina

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=380135835010

Cómo citar el artículo Número completo Sistema de Información Científica Más información del artículo Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Página de la revista en redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto a “revolución libertadora” L Una ilusión antiperonista María Estela Spinelli (UNCPBA - UNMDP)

l nombre “revolución libertadora”, con su enorme carga valorativa, sólo podía quedar librado a la controversia. Ese nombre que el antiperonismo triunfante dio a Esu llegada al poder, fue sin duda representativo del maniqueísmo vigente en 1955 y junto con él se proyectó con fuerza en la cultura política argentina de la segunda mitad del siglo XX, como sinónimo del antiperonismo más radical.1 En realidad, este fue el único que a la postre, siguió reivindicando la causa y la justicia de ese hecho. En este breve ensayo partimos de la consideración de la “revolución libertadora” como un acontecimiento rupturista y violento que marcó un antes y un después en la con- vulsionada sociedad política dividida por el enfrentamiento peronismo antiperonismo. Sus significados fueron diametralmente opuestos. Mientras buena parte del antiperonismo la concibió, en su momento, como “liberación”, “república rescatada”, “hora de la libertad” y la equiparó a “Mayo y a Caseros” en su afán de gloria2 los peronistas, desde su experien- cia, la llamaron “libertadura”, “revolución fusiladora”, “revolución gorila”. Esto implica una enorme dificultad para construir una interpretación equilibrada que dé cuenta de las vivencias de los actores en pugna. Aquí nos ocuparemos centralmente de la primera línea de esos significados, la de los antiperonistas. Partimos de la hipótesis de que la “revolución libertadora” fue entre otras muchas cosas, una ilusión de regeneración cultural y política.

Un breve relato de la conspiración antiperonista La conspiración político militar antiperonista produjo su primera acción concreta el 28 de septiembre 1951, el fallido levantamiento del general Benjamín Menéndez que tuvo por finalidad derrocar al gobierno de Perón e impedir su reelección presidencial. La asonada

1 Los representantes más notorios de ese antiperonismo radical, fueron el Almirante Rojas, caso paradigmá- tico dentro de las fuerzas armadas. Entre los partidos políticos, el Partido Socialista, el Partido Demócrata Progresista, la mayor parte de las fracciones en que se dividió el Partido Demócrata Nacional. En los otros partidos, la línea unionista de la UCR y los demócratas cristianos, hasta 1958. Estos fueron los que identi- ficaron al peronismo con el nazifascismo y propusieron la restauración liberal democrática con la exclusión total del peronismo. Véase SPINELLI, María Estela Los vencedores vencidos. El antiperonismo y la “revo- lución libertadora”, Biblos, , 2005, pp. 133 a 170. 2 Todos estos calificativos aparecieron en el número 237 de la revista Sur de diciembre de 1955, ejemplo paradigmático del pensamiento antiperonista, dedicado al balance del peronismo.

SPINELLI, María Estela “La ‘revolución libertadora’. Una ilusión antiperonista”, prohistoria, año IX, número 9, Rosario, Argentina, primavera 2005, pp. 185-189. MARÍA ESTELA SPINELLI “La ‘revolución libertadora’...” fue apoyada públicamente por la mayor parte de los dirigentes políticos de la oposición, incluso de aquellos que tenían representación parlamentaria, como los radicales y Mauricio Yadarola.3 Pocos meses más tarde, en enero de 1952, según el relato de Isidoro Ruiz Moreno,4 se desbarató un complot organizado por el coronel José Francisco Suárez, destinado a atacar la residencia presidencial y matar al presidente. En las redadas posteriores fue a prisión el general Lonardi. En la cárcel intentó retomar el hilo de la conspiración –había estado implicado con la preparación del levantamiento de Menéndez– y trabó contacto con el general . Pero éste lo desalentó rotundamente, impresio- nado por la enorme adhesión popular que seguía conservando el peronismo.5 Las conver- saciones y contactos continuaron por esos y otros carriles. La rebelión antiperonista se mantuvo siempre viva y latente. En este sentido las memorias y ensayos políticos de los protagonistas son elocuentes, y la mayor parte de ellos revelan que tanto los militares como los jefes políticos discutían asiduamente la forma de derrocar al gobierno, en su lenguaje “hacer la revolución”.6 Hubo también otros opositores que soñaron en estos mismos años con la “revolu- ción”, algunos sectores católicos. César Tcach sostuvo que en 1952, frente a la peronización compulsiva impulsada desde el gobierno, comenzó “la ofensiva católica”.7 Primero crean- do asociaciones civiles de estudiantes y profesionales, dos años después apelando a la movilización de masas. Un testimonio tardío de uno de los militantes católicos encuadra- dos en estas organizaciones en la Capital Federal, Florencio Arnaudo,8 narró las alternati- vas del armado de las acciones finales entre los comandos civiles católicos desde 1954, en todo aquello que fue la campaña de los panfletos9 y la búsqueda de visibilidad de la oposi-

3 Ambos firmaron su adhesión a la proclama del golpe junto a otros conocidos dirigentes opositores Américo Ghioldi, Julio Noble, Reynaldo Pastor, Gregorio de Laferrere, Horacio Thedy, entre otros. Su texto aparece reproducido en GARCÍA, Eduardo Augusto Yo fui testigo. Antes, durante y después de la segunda tiranía, Buenos Aires, 1971. 4 RUIZ MORENO, Isidoro La Revolución del 55, Emecé, Buenos Aires, 1994, Vol. I. 5 El general Aramburu retornó a Buenos Aires en 1952 luego de una gestión en Brasil. Su llegada coincidió con los funerales de Eva Perón que dieron lugar a una de las manifestaciones más imponentes de dolor popular. 6 Al respecto pueden verse las memorias de Alejandro Gómez (1963) y Nicolás Babini (1984) que abundan en detalles sobre reuniones con militares y rumores que circulaban entre la militancia radical de preparati- vos para la “revolución”, así como del entrenamiento en el manejo de armas de “comandos civiles” de los partidos. 7 TCACH, César Sabattinismo y peronismo. Partidos políticos en Córdoba 1943-1955, Sudamericana, Buenos Aires, 1991, pp. 223-240. 8 ARNAUDO, Florencio El año que quemaron las iglesias, Pleamar, Buenos Aires, 1996. 9 Gran parte de los panfletos que circularon en la etapa preparatoria para crear el “clima de la revolución” en la sociedad y llamaron a las fuerzas armadas para que entren en acción, fueron recopilados por otro dirigen- te de las organizaciones católicas, LAFIANDRA, Félix Los panfletos. Su aporte a la Revolución Libertadora, Buenos Aires, s/d.

186 prohistoria 9 - 2005 ción católica, a través de las procesiones de la Inmaculada, en diciembre de 1954 y de Corpus Christi, en junio de 1955. A esta oposición civil católica que apostaba al derrocamiento del peronismo, se su- maron cuadros del nacionalismo. Estos, por sus vinculaciones, se convirtieron en activos enlaces con las fuerzas armadas.10 Las distintas líneas de la conspiración antiperonista estaban tendidas a comienzos de 1955, aunque no actuaran unificadamente. Los activistas nacionalistas y católicos fueron los principales elementos de apoyo del sector de la Marina que se lanzó al ataque del 16 de junio, que tenían también vínculos con dirigentes políticos, Américo Ghioldi, Miguel Án- gel Zavala Ortiz y Adolfo Vichy. Estos aparecieron como los titulares de una hipotética junta de gobierno revolucionaria. El sangriento intento fracasó,11 la represalia peronista contra las iglesias, causó estu- por en el antiperonismo, pero la suerte del gobierno peronista estaba echada. El juicio a los responsables no hizo más que cohesionar a las fuerzas armadas y sumar nuevos jefes mili- tares al golpe.12 Los dirigentes políticos otra vez se sumaron a las conversaciones prepara- torias de la “revolución” que se inició el 16 y culminó el 23 de septiembre con la asunción del flamante presidente provisorio, general Eduardo Lonardi y la imponente manifestación del “día de la libertad”.

¿Para qué la “revolución”? Los distintos grupos y sectores que habían contribuido a generar el consenso para la “revo- lución libertadora” tuvieron expectativas y aspiraciones diversas con respecto a ella. Una vez que el objetivo de derribar al enemigo, la “dictadura”, que les había dado cohesión estaba cumplido, había que “restaurar”, “construir”, “normalizar”, o “abrir el juego políti- co”. El único acuerdo que todos los que apoyaron la “libertadora” respetaron fue NO a Perón. Pero el antiperonismo de la víspera había unido circunstancialmente a viejos enemi- gos ideológicos y políticos. Por eso la lucha entre ellos comenzó al día siguiente. La línea divisoria básicamente pasó entre quienes buscaron la solución mediante la apelación a la

10 El caso de , por ejemplo fue típico, el había sido profesor de derecho internacional en la Escuela Superior de Guerra y en la Escuela Naval. Véase AMADEO, Mario Ayer, hoy y mañana, Buenos Aires, 1956. 11 Hubo alrededor de trescientos cincuenta muertos y más de setecientos heridos, la inmensa mayoría de ellos civiles. El presidente Perón días después llamó a la conciliación. 12 Las memorias del contralmirante Jorge Perren, del almirante Rojas, de Ernesto Lonardi, del mayor Guevara y el ensayo histórico de Bonifacio del Carril presentan abundante evidencia de esta situación. PERREN, Jorge Puerto Belgrano y la Revolución Libertadora, Solaris, Buenos Aires, 1997; LONARDI, Ernesto Dios es justo, Colombo, Buenos Aires, 1958; DEL CARRIL, Bonifacio Crónica interna de la Revolución Libertadora, Buenos Aires, 1959; GONZÁLEZ CRESPO, Jorge Memorias del Almirante Rojas. Conver- saciones con Jorge González Crespo, Planeta, Buenos Aires, 1993; GUEVARA, Juan Francisco La Argen- tina y su sombra, Buenos Aires, 1970.

187 MARÍA ESTELA SPINELLI “La ‘revolución libertadora’...” fórmula de “unidad nacional”13 y quienes la buscaron por la vía de la corrección del siste- ma político al que el peronismo había vulnerado, instaurando un sistema de pluralismo político. Estos últimos, de quienes a continuación nos ocupamos, concibieron la “revolu- ción libertadora” como restauradora y reparadora de la tradición liberal-democrática en la que ellos se habían formado intelectual y políticamente.

La ilusión de la regeneración cultural y política Para aquellos que se identificaron con la resistencia antifascista, los antiperonistas de la “primera hora”, socialistas, demócratas progresistas, demócratas conservadores y demó- cratas cristianos, la lucha contra el peronismo se inició con el triunfo electoral de éste, porque lo consideraron ilegítimo. La elección de 1946 fue interpretada por ellos como “la opción de las masas por el fascismo”.14 Más aun, consideraron al peronismo como una “mala copia del nazi fascismo” en todo aquello que tenía de resabio de caudillismo, polí- tica criolla, pero sobre todo de “vulgaridad” –decían– de su personal político y la apela- ción a los sectores populares en su propio lenguaje.15 Estos partidos, con excepción de los demócratas nacionales que quedaron fuera, fueron los que más duramente sufrieron la derrota de la Unión Democrática en 1946, porque perdieron prácticamente toda representación parlamentaria a nivel nacional.16 Sin embargo, esto no significa que su influencia desapareciera. Sus vínculos con los sectores más establecidos del mundo de la cultura y el medio académico fueron sólidos y perma- nentes. Es más, estos últimos, desde su lugar, también habían sido “resistentes”. Lo había sido el grupo de ASCUA, Asociación Cultural Argentina para la Recuperación de Mayo y también la SADE, Sociedad Argentina de Escritores, que sugirieron al gobierno provisio- nal que la “Revolución Libertadora” debía inscribirse en la tradición liberal-democrática de Mayo y Caseros. Ese fue uno de los sentidos de la “restauración”, frente a lo que habían visto como devaluación de los valores de la tradición patriótica liberal y de la cultura nacional, por parte del peronismo.17

13 Fue la línea política promovida durante el gobierno de la “libertadora” por las revistas Qué sucedió en 7 días y Mayoría que llevó a la búsqueda del voto peronista. Exitosamente representada por sectores del “frondizismo”. 14 Al respecto pueden verse los testimonios de REPETTO, Nicolás Mi paso por la política, Santiago Rueda, Buenos Aires, 1957, vol. II y de GARCÍA, Eduardo Augusto Yo fui testigo…, cit. Un análisis de esta percepción política, en SVAMPA, Maristela El dilema argentino. Civilización o barbarie. De Sarmiento al revisionismo peronista, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1993. 15 SPINELLI, María Estela “El debate sobre la desperonización. Imágenes del peronismo en los ensayos políticos antiperonistas (1955-1958)”, en BIANCHI, Susana y SPINELLI, María Estela (compiladoras) Actores, ideas y proyectos políticos en la Argentina Contemporánea, IEHS, Tandil, 1997. 16 GARCÍA SEBASTIANI, Marcela La oposición política al peronismo. Los partidos políticos en la Argen- tina entre 1943 y 1951, Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, Instituto Universitario Ortega y Gasset, Madrid, 1997. 17 Esa representación de lo que había sido el peronismo aparece nítidamente en MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel ¿Qué es esto? Catilinaria, Lautaro, Buenos Aires, 1956.

188 prohistoria 9 - 2005

La caída del peronismo significaba para ellos el fin de la censura, del aislamiento cultural y el comienzo de una etapa creativa. En el mundo académico y cultural, para poner un ejemplo endogámico, ese optimismo era visible en el número 237 de Sur, entre otros, en el artículo de Tulio Halperin, “La historiografia en la hora de la libertad”, también en el nombramiento de José Luis Romero como rector normalizador de la U.B.A, y en el protagonismo de la FUBA en el debate sobre la normalización de la Universidad. Para comprender el optimismo de estos sectores políticos debe tomarse en cuenta también el diagnóstico de situación del cual partieron. La idea de que el peronismo estaba políticamente agotado y había perdido apoyo popular y que el estallido revolucionario, con su enorme apoyo civil era producto de su trabajo sobre las conciencias, como expresó el socialista Américo Ghioldi en la Junta Consultiva Nacional, era una opinión generaliza- da. Esta idea apareció también reflejada en la euforia de La Nación del 23 de septiembre de 1955, cuando hizo mención a la “reserva democrática” que ese día colmaba la Plaza de Mayo. Poco más tarde, estuvo presente en el reconocimiento que tributó el almirante Ro- jas a “los diversos sectores políticos de la república, que por su historia y plataforma prepararon el clima de resistencia a la dictadura”.18 Estos sectores políticos tuvieron una influencia importante en el armado del progra- ma político del gobierno de la “revolución libertadora” de reforma constitucional previa al llamado de elecciones generales. Fueron, además, los primeros en promover la desperonización, “desmontar el aparato totalitario”, la denominaron. Cuando asumió Aramburu y fueron excluidos sus enemigos nacionalistas, ellos aportaron las ideas centra- les que tenían que ver con la restauración de la tradición política y el programa de reformas que contribuyera a perfeccionarla. Esto es, corregir el sistema de representación electoral y limitar el presidencialismo. Una vez que se abrió la competencia electoral, en julio de 1957, fueron vencidos por el radicalismo, ya entonces dividido en Unión Cívica Radical del Pueblo e Intransigente que iba detrás del voto en blanco (peronista). Con esta derrota, socialistas, conservadores, demócratas progresistas y demócratas cristianos perdieron toda esperanza en la reforma del sistema político y terminaron solos enfrentando, al gobierno de Aramburu y a los radi- calismos, por haber traicionado la “revolución libertadora”.

18 La Nación, 11 de noviembre de 1955, p. 1 “Fue inaugurada la Junta Consultiva Nacional”.

189