América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 ISSN: 1577-3442 / eISSN: 1989-9831

Mar Langa Pizarro Doctora en Filología Hispánica. Entre sus publicaciones, destacan Manual de literatura española ac- tual (Castalia, 2007, con Ángel L. Prieto de Paula), La literatura pa- raguaya actual (UA, 2005, edito- ra), Del franquismo a la posmoder- nidad (UA, 2000 y 2002) y Guido Rodríguez Alcalá en el contexto de MUJERES EN LA EXPEDICIÓN DE la narrativa histórica paraguaya (UA, 2002, CD-libro). Es autora de capítulos sobre literatura paraguaya PEDRO DE MENDOZA: CARTAS, en Nueva Historia del (Taurus, 2010) e Historia de la Literatura Hispanoamericana III CRÓNICAS Y NOVELAS; VERDADES, (Cátedra, 2008). Dirige la Página de Autor ÇFernando IwasakiÈ en la Biblioteca Virtual Miguel de Cer- MENTIRAS, FICCIONES Y SILENCIOS vantes. Ha publicado más de un centenar de críticas literarias; ha MAR LANGA PIZARRO dictado conferencias en Europa y América; y ultima las correcciones [email protected] de Españolas de armas tomar. Un acercamiento histórico-literario al primer siglo de Conquista y Colo- nización rioplatense. RESUMEN

Aunque las crónicas apenas se ocupan de las mujeres, diversos documentos certifican la pre- sencia femenina en la expedición de Pedro de Mendoza al Río de la Plata (1535). Probablemente el más hermoso sea la carta de una de las viajeras, Isabel de Guevara, cuya autoría resulta dudosa para historiadores como Groussac. En este artículo, analizamos la misiva, la comparamos con otros textos, y nos acercamos a las obras literarias que han tratado esa aventura, en la que no faltaron un viaje azaroso por el océano, un asesinato, incursiones en territorios remotos, cani- balismo, y figuras casi míticas. Palabras clave: Pedro de Mendoza, crónicas, expediciones, Río de la Plata, Isabel de Gue- vara, mujeres.

ABSTRACT

Although little is said in the chronicles of the expedition of Pedro de Mendoza to Río de la Plata (1535) regarding women, many documents certify their presence. Perhaps one of the most beautiful texts is the letter written by Isabel de Guevara which has come under scrutiny by historians like Groussac who doubt its authorship. In this article, the letter is analysed and compared with other texts which bring us closer to the literary works on this adventure which includes an ocean crossing, trips into remote areas, cannibalism, and quasi-mystic figures. Keywords: Pedro de Mendoza, chronicles, expeditions, Río de la Plata, Isabel de Guevara, women.

Los cronistas premian o castigan, ensalzan o detractan, rreros, nuevos señores feudales poseedores de de muchas maneras, a cual más perversa: cuando no tierras y siervos, a los que simultáneamente mienten olvidan y solo los hombres inicuos […] son protegen y explotan. En el imaginario colec- recordados en las crónicas. tivo, los protagonistas siguen siendo varones: Luis Hernáez, 2003, p. 252. a menudo se tiende a ignorar a las mujeres que tomaron las armas; se pasa de puntillas sobre La concepción de la conquista de América las que ocuparon puestos públicos; se silen- Mujeres en la expedición de Pedro como continuidad de la Reconquista supone cian las que influyeron en importantes deci- de Mendoza: cartas, crónicas exaltar valores caballerescos: quienes partici- siones; caen en el olvido las que financiaron la y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios paron en ellas, aparecen como reputados gue- Conquista, las que montaron empresas, y los MAR LANGA PIZARRO

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miles de mujeres anónimas que abandonaron que quisiéremos en lugar del viejo (Garcilaso, 1829 su tierra para poblar las Indias. [1609], VII, pp. 484-485). A pesar de ello, la participación femenina en las expediciones fue tan temprana como La anécdota supone un gesto de resigna- creciente: parece que había mujeres ya en ción y picardía ante las imposiciones. Aun- el primer viaje colombino (Gil, 1985), está que, probablemente, no les dio resultado. Se- certificada su presencia en el segundo (León, gún el mismo Inca, se presionaba a las viudas 2000, p. 169), y la Real Cédula de 23 de abril encomenderas para que volvieran a casarse de 1497 autorizaba al Almirante a llevar con quienes los gobernadores querían pre- treinta féminas en su tercera travesía (10% miar: «muchas viudas pasaron por ello; á otras del total de viajeros). Desconocemos cuántas muchas se les hizo mal porque les cupieron mujeres pasaron a América porque, como no maridos mas viejos que los que perdieron» Claudio Elías. Pedro de Men- eran contratadas a sueldo, no figuran en los (ibíd., VI, p. 11). doza. Parque Lezama. . registros de cuentas. Además, en las listas Las españolas que abandonaron su tierra del pasaje, se incluía a varias personas en en busca de un mejor futuro se encontraron el mismo asiento de embarque; por ello, si en América con una sociedad diferente, pero una mujer no viajaba sola, su nombre solía con las mismas exigencias que en Europa: omitirse, y el asiento aparecía siempre a ejercer de esposas, procrear. Como en todas nombre del varón que la acompañaba. Aun partes, solo algunas lograron sortear ese des- así, entre 1509 y 1607, Condés (2002, p. 129) tino de sometimiento y silencio. ha localizado 13.218 pasajeras, lo que supo- ne el 36,25% del total de inscritos. A ellas Españolas en las primeras expediciones al habrían de sumarse las viajeras clandestinas, Río de la Plata cuyo porcentaje debió de ser mayor que el de varones, ya que requerían licencia de la Varias obras han rescatado últimamente la Corona todas las solteras; las religiosas; las azarosa expedición de doña Mencia Calderón, extranjeras; las esposas, hijas y criadas de gi- que partió de España en 1550, y llegó a Asun- tanos; las hijas y nueras de virreyes; las hijas ción en 1556, con medio centenar de mujeres y nietas de procesados por la Inquisición; y a bordo. Sin embargo, no fueron ellas las pri- los cristianos nuevos de ambos sexos (ibíd., meras españolas en esa zona, que se conocía pp. 113-118). oficialmente desde hacía cuatro décadas. Desde 1515, la Corona insistió reitera- Según la versión más difundida, el primer damente en que los conquistadores llevaran viaje al Río de la Plata salió de Sanlúcar el a sus cónyuges al Nuevo Mundo. El interés 8 de octubre de 1515, casi en secreto, para poblador era tan evidente que, en algunos evitar que Portugal saboteara la búsqueda textos, aparecen como una mercadería más. española de un nuevo paso hacia las Indias Por ejemplo, en la carta dirigida al Cabildo Orientales. La arribada de Solís a lo que de Guatemala el 4 de abril de 1539, Pedro de llamó el Mar Dulce se habría producido en Alvarado informaba de su boda con Beatriz alguna fecha indeterminada de 1516. No de la Cueva, quien «trae veinte doncellas obstante, se sabe que hubo incursiones por- muy gentiles, hijas de caballeros y de buenos tuguesas anteriores, y resulta altamente pro- linajes. Bien creo es mercancía que no se me bable que el mismo Solís hubiera estado allí quedará en la tienda nada, pagándomela muy previamente. Las noticias sobre la expedición bien» (Fuentes, 1882, p. 108). Han de ser las son tan incompletas y contradictorias que no mismas a las que se refiere el Inca: puede descartarse taxativamente la presen- cia femenina solo porque no se conserven llevó [Alvarado] muchas mugeres nobles para casar- informes sobre ella. De vuelta a España, las con los conquistadores […]. Dijo otra: […] dolos algunos acompañantes de Solís naufragaron al diablo, parece que escaparon del infierno segun en Santa Catalina (actual Brasil), donde los están estropeados; unos cojos y otros mancos, otros encontraron años después con sus mujeres e sin orejas, otros con un ojo, otros con media cara hijos: o viajaban españolas con Solís o había

Mujeres en la expedición de Pedro […]. Dijo la primera: no hemos de casar con ellos comenzado el mestizaje. de Mendoza: cartas, crónicas por su gentileza, sino por heredar los indios que En 1526, las expediciones de Sebastián y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios tienen, que segun están viejos y cansados se han de Caboto y Diego García llegaron al «Mar MAR LANGA PIZARRO morir presto, y entonces podremos escoger el mozo Dulce» o «Río de Solís». Un año más tarde,

16 América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 se fundó el fuerte de Sancti Spiritu, devastado Las diferentes tesis han dejado a Lucía por los indígenas en 1529. Según los cronistas, en un limbo aprovechado por la fabulación la causa de la destrucción fue la pasión desen- literaria. Su historia ha inspirado a creadores frenada de un cacique por una de las españolas de todas las latitudes, que han escrito trage- que viajaban con Caboto: Lucía Miranda, la dias (Thomas Moore, Mangora, King of the primera cautiva conocida del Río de la Plata. Timbusians, 1717; Manuel José de Lavardén, Desde que Eduardo Madero cuestionara estos Siripo, 1789), dramas (Pedro Pablo Bermúdez, hechos en 1892, mucho se ha discutido la pre- El charrúa, 1853; Miguel Ortega, Lucía Mi- sencia femenina en la expedición de Caboto. randa, 1864), novelas (las homónimas Lucía Para negarla, José Toribio Medina acudió a Miranda, de Eduarda Mansilla, 1856; Rosa las instrucciones de Carlos I, quien ordenó Guerra, 1860; y Hugo Wast, 1928), poemas «que bajo ningún pretexto permitiese que se (Celestina Funes, Lucía Miranda, episodio embarcase mujer alguna ‘por evitar los daños nacional, 1883) e incluso una ópera (Felipe é inconvenientes que se siguen é cada día Boero y Luis Bayón Herrera, Siripo, 1924). acaecen de ir mujeres en semejantes armadas» (Medina, 1908, p. 90). Ignoramos si Caboto Mujeres en la expedición de Pedro de Men- obedeció el mandato, que aparecía junto a doza estos otros: Colonizar la zona interesó particular- le encargaba especialmente que por ningún concepto mente a la monarquía española desde 1530, tocase en isla ni tierra de la Corona de Portugal; cuando el embajador Lope de Hurtado de- […] le prohibía que […] virase durante el viaje, sin nunció las pretensiones del rey portugués llamar á consejo á todos […]; que todos los que iban sobre esas tierras. La gestiones que conduje- en la armada habían de tener completa libertad para ron al nombramiento de Pedro de Mendoza escribir acá todo lo que quisiesen, «sin que por vos como primer adelantado del Río de la Plata ni por otra persona alguna les sea tomada carta ni se iniciaron en 1533, gracias a la intervención defendido que no escriba»; […] «Otrosí, vos encarga- de su pariente, la mecenas María de Mendoza, mos y mandamos que con toda industria é diligencia una mujer que influyó en múltiples decisiones procuréis […] como más importante y provechoso, de la Corte: quería casar a su hermana con sea de llegar á las nuestras Islas de los Malucos, é Hernán Cortés, por lo que favoreció que lo si hallardes […] el Comendador Loaísaes […] les nombraran marqués del Valle de Oaxaca, pero socorráis […]» (ibíd.). como él optó por Juana de Zúñiga, impidió que llegara a ser virrey, y postuló para el car- Pues bien: según Medina (ibíd., p. 103), go a su pariente Antonio de Mendoza (1535). Caboto recogió las cartas de la tripulación Además, propició que el gobernador Pedro antes de salir de Canarias; desembarcó en de Alvarado rompiera la promesa de casarse Pernambuco, que era territorio portugués; con la prima de Cortés, para hacerlo con al saber allí de la existencia de oro y plata, Beatriz de la Cueva, quien suplió hábilmente convocó a su gente para acordar el cambio de a su marido durante sus ausencias, hasta que ruta; cuando Rojas se opuso, le inició un pro- la muerte de este propició que el Cabildo de ceso y planeó matarle; y, como ya sabemos, Guatemala la nombrara gobernadora (1541), se adentró en el continente, abandonando la contradiciendo al virrey. búsqueda de las Malucas y la ayuda a Loaysa. Las Capitulaciones con Pedro de Men- Visto todo esto, nos preguntamos si la exis- doza se firmaron el 21 de mayo de 1534. tencia de una instrucción real es suficiente En julio del año siguiente, Isabel de Castilla para asumir que Caboto obedeciera, y no instó al adelantado: «que os deys tanta priesa llevara mujeres. Enrique de Gandía (1943) que os sea posible» (Schultz, 2006, p. 9). La parece aceptarlo pero, como la historia de mayor armada enviada hacia América hasta Lucía Miranda forma parte de los recuerdos aquel momento salió de Sanlúcar el 24 de de otros expedicionarios, supone que Díaz de agosto de 1535. Estaba integrada por gentes Guzmán (1612) debió de confundir las fechas: de todas las categorías sociales, incluidos más

Lucía habría viajado en la armada de Mendo- de treinta mayorazgos; el hermano de leche Mujeres en la expedición de Pedro za, y su cautiverio entre los indígenas habría de Carlos I, Carlos Dubrín; y el hermano de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, comenzado con la destrucción del fuerte de favorito de Santa Teresa de la Cruz, Rodrigo ficciones y silencios Corpus Chisti. de Cepeda, el mismo con el que durante la MAR LANGA PIZARRO

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infancia, hinchada la imaginación por leer De María Dávila, criada del adelantado y vidas de santos, la santa había concertado contagiada de sífilis, sabemos gracias a uno ir «a tierra de moros […] para que allá nos de los tres codicilos dictados por Pedro de descabezasen» (1861 [1560], p. 24). También Mendoza entre el 11 y el 13 de julio de 1537, viajaban el bávaro Ulrico Schmidl, autor de poco antes de morir: «Ytem encargo a mis al- Viaje al Río de la Plata (1567); y el clérigo- baçeas e testamentarios que a maria davila que soldado Luis de Miranda, que escribió en va doliente en esta nao, le den en llegando a Asunción una crónica en versos de pie que- sevilla lo que les paresçiere para que se pueda brado, compuesta en torno a 1545 aunque curar» (Anales de la Biblioteca, 1912, p. 166). inédita hasta el siglo XVIII1. La participación de María Díaz se deduce George de La Tour, La lectora de La presencia femenina en la expedición porque dictó testamento en Asunción en 1537 la buena fortuna. The Metropoli- no está avalada por las Capitulaciones, que (Monte, 2006, p. 541). Isabel de Arias consta tan Museum. Detalle. sí fijaban el número de equinos («cien ca- gracias al poder que le otorga su marido en ballos y yeguas»), y la obligación de llevar Asunción, en 1545 (Lafuente, 1943, p. 64). «mil hombres, los quinientos en el primer Juana Martín de Peralta únicamente aparece viaje […] y dentro de dos años siguientes los en el testamento de su esposo, fechado el 1 otros quinientos» (Medina, 1889, pp. 278- 24 de noviembre de 1547, donde detalla la Para agilizar la lectura, en el ca- 283). Schmidl reduce el número de animales hija y los cuatro hijos que la pareja tuvo en so de los cronistas que más va- mos a citar (Schmidl, Luis Miran- («72 caballos y yeguas», p. 147) y aumenta el Asunción (ibíd., p. 105). María Duarte figura da y Díaz de Guzmán), solo se de los varones: «2500 españoles y 150 alto- en varios documentos como esposa de alguno ofrecerá el número de verso o de página. Tampoco daremos refe- alemanes, neerlandeses y sajones» (p. 156), de los Francisco Ramírez embarcados con rencias de la carta de Francisco pero no menciona a las mujeres. Tampoco las Mendoza (ibíd., p. 555). De Martina Espinoza de Villalta (22 de junio de 1556; conservada en la Biblioteca de nombra Díaz de Guzmán: «traía 2200 hom- queda su testamento, de 1547: dejó bienes a su la Real Academia de la Historia, bres entre oficiales y soldados» (p. 30). La esposo, Hernand Sánchez, que Monte (2006, Colección de Muñoz, tomo 80, misma omisión comete en su carta de 1556 el p. 542) identifica con un carpintero granadino folios 331-341, 1536-56) ni de la de Isabel de Guevara (2 de expedicionario Francisco de Villalta: solo cita que viajó con Mendoza. Sobre Ana Fernán- julio de 1556; «Carta de doña «1800 hombres que traia en armada». La dis- dez, beneficiaria en un documento firmado Isabel de Guevara», en Cartas de Indias, Madrid, Ministerio de paridad numérica no resulta fácil de explicar, por Cabeza de Vaca (1544), Monte (ibíd., p. Fomento, 1877, pp. 619-621). ni siquiera considerando que todo el pasaje de 543) plantea que podría ser familia de algu- Remitimos a la bibliografía final para más información. una de las naves pereció al hundirse frente a la no de los diez expedicionarios mendocinos costa brasileña; y que Alonso de Cabrera, con apellidados Fernández. Por su implicación en doscientas personas a bordo de la Santiago, varios litigios conocemos a Isabel de Quiroz, cambió de rumbo y regresó a España, antes quien declaró el 8 de enero de 1543 en un de volver a dirigirse al Río de la Plata, donde pleito emprendido por Sebastián Valdivieso encallaría en 1538. Tampoco resulta lógico el contra la ya difunta Luisa de Torres. También silencio sobre las mujeres, ya que diversos un juicio permite saber de otras dos expedi- documentos certifican la presencia femenina cionarias: en 1543, Isabel Martínez testificó en la armada de Mendoza. en Asunción para ratificar la declaración de Hay seis mujeres en el muy incompleto su amiga Ana de Rivera contra Luis Ramírez registro de pasajeros. Elvira Hernández figura (ibíd., p. 548). sola en el asiento 1969; y en el asiento de su Ni siquiera la preciosa carta de Isabel marido (el 1627) aparece Catalina de Vadillo. de Guevara (1556) despeja dudas sobre el Están inscritas también dos Mari Sánchez. número total de féminas: «avemos venido Una integra la familia Arrieta (asiento 1341), çiertas mugeres […] con mill é quinientos junto a su marido y la hija de este, Ana de hombres». Arrieta, pero «falta averiguar […] si […] La travesía resultó muy dura, ya que embarcaron en las naos de don Pedro de pronto escaseó el agua. El expedicionario Mendoza, como dice el título del documento, Alonso de Ochoa relata: «cayeron víctimas o en la de Hernando Blas, rumbo a Santo de la sed nueve hombres, una mujer y nue- Domingo, como se especifica en los asientos» ve caballos» (Fitte, 1980, p. 104). Según los (López, 1975, p. 100). La otra Mari Sánchez testimonios recogidos por José Torre Reve-

Mujeres en la expedición de Pedro viajó acompañada de su cónyuge, Juan Salme- llo, el pasaje hubo de aprovechar el agua de de Mendoza: cartas, crónicas rón, aunque él comparta el asiento 1407 con lluvia: «cogian con paños con lo que corria y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios su hermano, y ella se registre sola tres días por la jarçia» (1941, p. 220), «vevian agua MAR LANGA PIZARRO después (asiento 1459). llovediza que cojian en savanas y en man-

18 América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 teles y en escudillas» (ibíd, p. 221). Ante la Algunas personas que presenciaron el ase- insuficiencia de esos medios, paliaron la sed sinato testificaron en el largo juicio que inició, con vino sin diluir, lo que provocó varias en agosto de 1537, el padre de Juan de Oso- muertes: «enfermedad hay por beber vino rio, Juan Vázquez de Orejón, contra Juan de puro estando malos y que después que falto Ayolas, Juan de Salazar y los herederos del el agua fallecieron syete u ocho personas» adelantado. El 5 de marzo de 1544, el Con- (ibíd, p. 220). Pero incluso el vino se acabó: sejo de Indias revocó la sentencia de muerte «se vevio todo el vino que yva enla nao de Osorio, le restituyó su honra, ordenó la queno quedaron syno dos pipas y media devolución de sus bienes, y condenó a los o tres» (ibíd, p. 220). Así, al llegar a Santo descendientes de Mendoza a pagar mil duca- Domingo, hacía tiempo que escaseaban los dos y las costas del proceso. Entre los testigos líquidos: «anduvieron mas de dos meses syn de 1541 figuran dos mujeres: Catalina Pérez agua e por que ya quando llegaron a Santo (criada del adelantado) y Elvira Pineda (criada domingo no les quedava ya casy vino que de Osorio). Ambas viajaron al Río de Plata beber» (ibíd, p. 221). La terrible situación con la armada de Mendoza y se supone que solo mejoró en Brasil: «syno fuera por que volvieron con él, en 1537. tomaron tres pipas de agua enla Costa del No acabaron los problemas una vez al- vrasyl de las quales yçieron seys o syete de canzaron el Río de la Plata. Acosados por los vino aguado que mucha gente falleçiera» ataques de los nativos y, sobre todo, por una (ibíd, p. 220). terrible hambruna, Schmidl explica: «ya no Para colmo, hubo graves conflictos entre quedaban ni ratas, ni ratones, ni culebras, ni la tripulación. La sífilis del adelantado lo sabandija alguna que nos remediase en nues- obligó a delegar en Juan de Osorio, a quien tra gran necesidad e inaudita miseria; llegamos acabó mandando matar el 3 de diciembre de hasta comernos los zapatos y cueros todos» 1535. Antes de iniciar su inconcluso regreso (p. 152). Villalta corrobora la penuria: «hera a España, el 10 de abril de 1537, Pedro de tanta la necesidad i hambre que pasaban que Mendoza hizo sacar un traslado del proceso hera espanto, pues unos tenian á su Compa- contra Osorio, donde consta la feroz senten- ñero muerto 3 i 4 días i tomaban la racion por cia: «sea muerto a puñaladas o estocadas, o en poderse pasar la vida con ella». Los expedicio- otra cualquier manera que lo pudiera ser, las narios coinciden en que el hambre los obligó a quales le sean dadas hasta que el alma le salga practicar la coprofagia y la antropofagia. Dice de las carnes; al qual declaro por traydor y Miranda: «el estiércol y las heces, / que algu- amotinador, y le condeno en todos sus bie- nos no digerían, / muchos tristes los comían / nes» (Groussac, 1916, p. 16). Díaz de Guzmán que era espanto; / allegó la cosa a tanto, / que, narra así los hechos: como en Jerusalén, / la carne de hombre tam- bién / la comieron» (vv. 77-84); añade Villalta: Juan de Osorio, […] al cual todos querían y estima- «de berse tan Ambrientos les aconteció comer ban por su grande afabilidad y valor […] estando carne humana, i así se bido que asta 2 ombres en dicho puerto [Río de Janeiro], sucedió un día que hicieron justicia se comieron de la cintura que andando el maestre de campo Juan de Osorio para abaxo»; y explica Schmidl: paseándose […], llegó a él Juan de Oyolas, alguacil mayor, y le dijo, (yendo en su compañía el capitán tres españoles se robaron un rocín y se lo comieron Salazar, y Diego de Salazar y Medrano): «Usted sea sin ser sentidos; mas cuando se llegó a saber los preso, señor Juan de Osorio»; […] todos se fueron mandaron prender e hicieron declarar con tormento; hacia la tienda del gobernador […]: «hagan lo que y luego que confesaron el delito los condenaron a han de hacer»; y volviendo a donde venía el maestre muerte en horca […]. Esa misma noche otros espa- de campo, de improviso le dieron de puñaladas, que ñoles se arrimaron a los tres colgados en las horcas y cayó muerto, sin poder confesar: luego pusieron el les cortaron los muslos y otros pedazos de carne […] cuerpo sobre un repostero a vista de todo el campo para satisfacer el hambre (p. 152). con un rótulo: –por traidor y alevoso– […]. Súpose que algunos envidiosos le malsinaron con don Pedro, Estas circunstancias son recogidas tam-

diciendo, que el maestre de campo le amenazaba, […] bién por Díaz de Guzmán: «los excrementos Mujeres en la expedición de Pedro de cuya muerte sobrevinieron, por castigo de Dios, de los unos, comían los otros; […] los vivos se de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, grandes guerras, muchas desgracias y muertes (1835 sustentaban de la carne de los que morían, y ficciones y silencios [1612], pp. 30-32). aun de los ahorcados por justicia» (p. 36). MAR LANGA PIZARRO

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Carlos I, enterado de los hechos, dictó una fuegos, armar las vallestas, […] cometer á poner Real Cédula fechada en Valladolid el 20 de fuego en los versos, y á levantar los soldados, […] noviembre de l539, por la que los perdonaba y dar arma por el campo á bozes, sargenteando y les enviaba, además de armas, a seis francisca- poniendo en orden los soldados; porque, en este nos. Así lo narra el Cronista Mayor de Indias, tiempo, como las mugeres nos sustentamos con Antonio de Herrera: poca comida, no aviamos caydo en tanta flaqueza como los hombres. Embio a si mismo el Rey vn galeon con Antó Lopez de Aguiar cargado de armas, y municiones […], y seys Según Isabel, se encargaron de sus fun- religiosos de la orden de san Francisco para celebrar, ciones habituales, y de las que normalmente y porq se entendió q la extrema hambre que aquellos hacían los varones: «sino fuera por ellas, todos Castellanos auian padecido, los auia forçado à comer fueran acabados», concluye. Para lograrlo, carne humana, […] el Rey los perdonô, i mandô, q debía de haber más mujeres de las que nos los recibiessen sin castigarlos (1615, p. 101). constan: Piossek (2003) da once nombres; Da Luz (2001) afirma que fueron una veintena; Canibalismo certificado por tanto, aunque Monte (2006) estudia a veintidós; y en la lista algunos hechos concretos los narre Díaz de de diez que ofrece Rossi (1997, p. 24), hay una Guzmán con cautela: «y tal vez hubo que un que las demás no contemplan. Si Guevara no hermano sacó las asaduras y entrañas a otro miente, probablemente fueron muchas más, que estaba muerto para sustentarse con ellas» pero quizá nunca lleguemos a saberlo. (p. 36). Sin embargo, también los cronistas Aunque se puede argumentar que una presenciales lo dan por cierto: «un español carta destinada a pedir el favor real, como la se comió al hermano que había muerto en la escrita por Isabel de Guevara, suele exagerar ciudad de Bonas Ayers» (Schmidl, p. 152); los datos, ya hemos visto que, cuando da «las cosas que allí se vieron / no se han visto cifras, Guevara es, con diferencia, la más co- en escritura: / ¡comer la propia asadura / de medida de quienes presenciaron los hechos. su hermano!» (Miranda, vv. 85-90). Con más Además, la autora avala su verdad planteando detalle lo relata Centenera: «estaban dos her- que pueden corroborarla los propios expe- manos; / de hambre el uno muere, y el rabioso dicionarios: «los diera á hellos por testigos». / que vivo está, le saca los livianos / y bofes Habían pasado veinte años desde la llegada a y asadura, y muy gozoso / los cuece en una Buenos Aires hasta la escritura de la misiva: olla por sus manos / y cómelos; y cuerpo se cualquiera podía aún verificar los testimonios. comiera» (1854 [1602], vv. 1274-1279). Recuperemos un fragmento algo más largo Semejante hambruna diezmó la expedición de esa frase: «si no fuera por la honrra de los mendocina: Schmidl apunta «de 2500 hom- hombres, muchas mas cosas escriviera con bres que habían sido, no quedaban con vida verdad y los diera á hellos por testigos. Esta más de 560» (p. 156), cifra final que concuerda relaçion bien creo que la escrivirán á V. A. mas con la de Isabel de Guevara: «era tamaña el largamente, y por eso sesaré». Probablemente, hambre, que, a cabo de tres meses, murieran lo que calla es el canibalismo. Puesto que, para los mill» (de mil quinientos). Va todavía más entonces, hacía años que habían recibido el lejos Miranda: «de dos mil aun no quedamos perdón real, interpretamos como un gesto de / en doscientos» (vv. 59-60). ¿Murieron dos elegancia la omisión de unos hechos desagra- tercios, como dice Guevara; casi tres quintos, dables y cuestionables, de los que ya suponía como escribe Schmidl; nueve de cada diez, sabedora a su destinataria. como sostiene Miranda? Imposible determi- Al igual que sus compañeros de viaje, las narlo. En cualquier caso, el panorama resulta crónicas posteriores omitieron la presencia devastador. Por eso, la labor de las mujeres, de Isabel de Guevara, y apenas se ocuparon narrada por Isabel de Guevara y silenciada de las otras féminas. Díaz de Guzmán úni- por sus compañeros, adquiere todavía más camente narra la historia de «La Maldonada» importancia: (p. 39), quien, desesperada por el hambre, sale del recinto fortificado, y se refugia en

Mujeres en la expedición de Pedro Vinieron los hombres en tanta flaqueza, que todos una cueva, donde ayuda a parir a una leona. de Mendoza: cartas, crónicas los travajos cargavan de las pobres mugeres; ansi Posteriormente se convierte en cautiva de los y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios en lavarles las ropas, como en curarles, hazerles de indígenas. Cuando los españoles la encuen- MAR LANGA PIZARRO comer […], alimpiarlos, hazer sentinela, rondar los tran, Francisco Ruiz o el capitán Alvarado,

20 América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 según las versiones, ordena que la aten a un árbol desnuda, para que sea devorada por las fieras y eso sirva de escarmiento. Sin embargo, cuando acuden a buscar sus restos la hallan viva, porque la leona la ha protegido. En la historia confluyen elementos de resonancias legendarias (la ayuda mutua de la protagonista y la leona), otros verosímiles (la huida de la hambruna), y un castigo que solo se explica por los usos de la época: en su edi- ción de la obra, Gandía sostiene que «el relato de La Maldona puede ser verídico, pues Fran- cisco Ruiz Galán tenía la costumbre de casti- gar a los conquistadores atándolos a un árbol para que los comieran las fieras. Antonio de la Trinidad, por ejemplo, lo acusó de este delito» (1986, p. 128). Además, entenderemos mejor la sanción si consideramos que estamos ante Levino Hulsio. Grabado para el libro de Schmidl, Viaje al Río de la Plata, 1567. una cautiva: Tanto Centenera como Díaz de Guzmán Si el cuerpo una mujer preparado para ser un do- aluden indirectamente a otra mujer de la minio del hombre civilizado es erosionado por el armada mendocina. Aunque ni María de An- cuerpo bárbaro de su captor, entonces la impureza, gulo ni su padre, Juan Manrique, figuran en el envilecimiento, la convertirán en abyección […]. registro de pasajeros, sabemos por los cronis- El acto sexual deja de ser ley natural […] para con- tas que él murió a manos de los indígenas, en vertirse en lo siniestro […]. El rescate no ofrece ni 1536. María de Angulo debió de establecerse siquiera reparación simbólica para la mujer […] no pronto en Asunción, pues su primer hijo na- redime ni salva a la cautiva […] del pecado finalmente ció allí a finales de 1538 (Lafuente, 1937, pp. original de tener un cuerpo de mujer. La redención 414-415). Después, tuvo dos hijas y otro hijo sólo adviene con el martirio y la muerte (Iglesia, con el capitán Francisco de Mendoza, que fue 2006, 585-586). decapitado por orden de Diego de Abreu. Poco antes de la ejecución, la pareja contra- Tampoco Centenera dedica mucha aten- jo matrimonio. Díaz de Guzmán cambia el ción a las mujeres de la armada mendocina. nombre de la dama al relatarlo: «una noble se- Solo se detiene en una tal Ana: ñora llamada Doña Francisca de Angulo, con quien casó en el artículo de la muerte» (p. 77). Una mujer había, llamada Ana, / entre otras damas Centenera alude al asesinato de esta mujer bellas y hermosas; / tomó paga del cuerpo una durante la emboscada que los chiriguanos le mañana, / forzada de la hambre, y echa iguala […]. tienden a Salazar (1573), y no evita emitir un / Era el galán pretenso un marinero, / el precio juicio sobre ella, probablemente influido por una cabeza de pescado; / acude a la posada muy unas preferencias políticas que no coincidían ligero, / y viendo que la dama le ha burlado, / al con las del esposo de la fallecida: «doña María capitán Ruiz, buen justiciero, / de la dama se había de Angulo, causadora / de motines, revueltas querellado, / el cual juzga que cumpla el prometido, y pasiones, / amiga de mandar, y tan señora / o vuelva lo que tiene recibido (1854 [1602], vv. / que con todos tramaba disensiones» (vv. 1308-1320). 9111-9114). Sigamos con la expedición mendocina. El ¿Quién era Ana? De las varias hipótesis, hambre volvió a golpearla cuando emprendió la más generalizada apunta a Ana de Arrie- un duro viaje río arriba: según Villalta, «mu- ta, que habría viajado con su padre Diego. rieron casi 100 hombres de pura hambre». De Centenera no lo aclara, pero sí establece que nuevo Guevara evita las cifras, y se centra en la labor de las mujeres: sexo a cambio de una cabeza de pescado es un Mujeres en la expedición de Pedro precio que le parece justo al capitán Ruiz, el de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, mismo que mencionaba de Gandía para avalar las fatigadas mugeres los curavan […] les guisauan la ficciones y silencios la historia de La Maldonada. comida, trayendo la leña á cuestas de fuera del navio, MAR LANGA PIZARRO

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y animandolos […] metiendolos á cuestas en los ver- Salmerón de Heredia, que regresó en 1557, gantines […] todos los serviçios del navio los toma- llevando las probanzas de méritos de los van hellas […] serviendo de marear la vela y gouernar conquistadores que no habían logrado en- el navio y sondar de proa y tomar el remo al soldado comiendas. El documento fue erróneamente que no podia bogar y esgotar el navio, y poniendo clasificado como «carta de doña Isabel de por delante a los soldados que no desanimasen. Guevara […] pidiendo repartimiento para su marido». Quizá quien lo leyó no diera crédito Cuando se habla de la fundación de Asun- a que una mujer pidiera tierras para ella. ción, Villalta da todo el mérito a la labor Tampoco lo creyó el historiador Paul militar de los españoles («con estos trabajos Groussac, quien no dudó en calificar la mi- Georges de La Tour, Magdalena andubimos quitando la comida i quitándola siva como un «revoltillo de lugares comunes de la lamparilla. Detalle. por fuerza é peleando con los naturales de y exageraciones, redactada, al parecer, por la Tierra»); según Schmidl, son los indígenas algún tinterillo de la Asunción» (1916, p. 73). los que construyen el fuerte («se vieron obli- Groussac duda de su autoría porque, según gados los carios a levantarnos una gran casa él, la escritura era un «hecho desusado» en de piedra, tierra y madera, para que si con el las mujeres de ese tiempo. Debía de ignorar andar del tiempo llegase a acontecer que se el libro de caballerías de Beatriz Bernal, Don levantasen contra los cristianos, […] pudiesen Cristalián de España (1545); y las obras de defenderse», p. 156); en el relato de Isabel de religiosas de la misma época, como Teresa Guevara, las artífices son de nuevo las muje- de Jesús, Ana de Jesús y María de San José. res, que han de suplir la falta de salud y ánimo Seguramente desconocía la sabiduría de la de los varones: «fué nesesario que las mugeres escritora humanista preceptora de la reina Isa- boluiesen de nuevo á sus trabajos, hazien- bel, Beatriz Galindo (La Latina); y de sus con- do rosas con sus propias manos, rosando y temporáneas: la matemática Elvira de Alba; la carpiendo y senbrando y recogendo el basti- poeta y filósofa Luisa de Medrano, docente mento sin ayuda de nadie, hasta tanto que los en la Universidad de Salamanca; Francisca soldados guareçieron de sus flaquezas». de Nebrija, que colaboró con su padre en la Quienes escriben cartas se quejan del redacción de la primera Gramática castellana reparto de bienes: Villalta sostiene que no se (1492), y lo sustituyó en la Cátedra de Gra- premió a los conquistadores, sino a quienes mática de Alcalá; Isabel de Vergara, traducto- llegaron más tarde («la Repartió entre muchas ra de Erasmo; Luisa Sigea, que escribió obras personas que no se hallaron á la ganar, quitán- en varias lenguas y, en 1546, dirigió una carta dola aquellos que la conquistaron i derrama- al papa Pablo III, en latín, griego, árabe, cal- ron su sangre por ganalla»). Según Guevara, deo y hebreo. Tampoco parecía saber el his- se beneficiaron solo los hombres, «ansi de toriador que el fenómeno no era exclusivo de los antiguos como de los modernos, sin que España: María de Portugal, bisnieta de Isabel de mi y de mis trabajos se tuviese nenguna la Católica, se rodeó de una corte de sabias y memoria, y me dexaron de fuera, sin me dar eruditas; la poeta Vittoria Colonna tuvo gran yndio ni nengun genero de serviçio». Tras las influencia en el Renacimiento italiano; Gaspa- quejas, llegan las peticiones: Villalta solicita ra Stampa fue llamada la nueva Safo; Lucrezia una alcaldía de minas para un Marenelli publicó Della Nobiltà et eccellenza («V. S. me hiciese merced de la Alcaldía de mi- delle donne (1591); Veronica Gambaro, «cara nas para Antonio Martin es caso ques uno de ad Apollo e alle muse», combinó la política los Conquistadores biejos i á pasado en esta con la literatura… No seguimos con la lista, Tierra muchos trabajos»), Guevara pide tie- que podría resultar interminable. rras para sí misma y un cargo para su marido: Además, aunque impregnado de belleza «estoy casada con […] Pedro d’Esquiuel, […] literaria, el texto de Isabel de Guevara solo suplico mande me sea dado mi repartimiento pretendía ser una carta. Amy Schiess eviden- perpétuo, y en gratificaçion de mis serviçios ció que «la forma epistolar ha sido particu- mande que sea proveydo mi marido de algun larmente accesible a las mujeres, en contraste cargo, […] pues él, de su parte, por sus ser- con las otras formas del discurso escrito»

Mujeres en la expedición de Pedro viçios lo merese». (2006, p. 12); y María Graciela Berg constató: de Mendoza: cartas, crónicas Monte (2006, p. 550) da por seguro que «durante los primeros siglos de Colonia, las y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios la misiva de Isabel de Guevara llegó a Espa- mujeres de Buenos Aires le escribieron al rey MAR LANGA PIZARRO ña gracias al esposo de Mari Sánchez, Juan por diversos motivos. Era no solamente lícito

22 América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 sino muy aceptable el acto epistolar para dar debió de percibir: por eso se burló de que noticias, quejas y comentarios al Rey y al quien escribió la carta anduviera «tan atrasado Consejo de Indias» (2006, p. 98). Es decir, en noticias, que dirigía la epístola a la ‘muy exactamente lo mismo que hace Isabel de alta y muy poderosa princesa doña Juana’ en Guevara. Pero no es eso todo: imaginemos julio de 1556: es decir, más de un año después por un instante que nuestra autora fuera anal- de celebrarse sus exequias» (1916, p. 73). La fabeta, como lo quiere Groussac. Analfabeta respuesta cae por su peso: Isabel escribe «A era también Catalina de Siena (siglo XIV), y la muy alta y muy poderosa señora la Prin- ello no impidió que dictara cartas dirigidas a cesa doña Joana, Gouernadora de los reynos sabios, a obispos, a las principales autoridades d’España, etc. en su Consejo de Yndias», de las repúblicas italianas y al papa Gregorio como consta en el sobre de la misiva. Si esa XI. Tanta fama adquirió con sus misivas, que «doña Juana» fuera Juana La Loca, llevaría, en la enviaron a Aviñón como embajadora de la efecto, un año muerta. Sin embargo, nadie que república florentina. solicita un favor rebaja a una reina llamándola Aunque le pese a Groussac, la epístola de «princesa». Esto debería de haber hecho sos- Isabel es obra de una mujer inteligente. Lo pechar al historiador que no se refería a Juana demuestra en cómo propicia la complicidad I de Castilla, sino a Juana de Habsburgo, de su destinataria, mediante un discurso en el archiduquesa de Austria e infanta de España, cual aparece un «nosotras» (las fatigadas, las que sí recibió el tratamiento de Princesa, y luchadoras) frente a un «ellos» (los desmaya- que actuó como Regente en ausencia de su dos, los que muestran flaqueza). De hecho, hermano, entre 1554 y 1559. Es decir, que salvo en el último párrafo, evita el «yo», y Isabel de Guevara, al contrario que el insigne siempre habla de «las mugeres», o incluso historiador, sí sabía muy bien a quién se diri- de «ellas». Estamos ante una remitente cul- gía: a una princesa regente con fama de sagaz, ta, capaz de combinar un tono distendido y enérgica y justa. cómplice con los formalismos de las Cartas Continúa Groussac con sus argumen- de Indias. tos descalificadores: «no se embarcaron con Cuando Alicia E. Poderti estudió la co- Mendoza tantas mujeres que pudiesen des- rrespondencia escrita por mujeres desde el empeñar el absurdo papel varonil que allí se Tucumán colonial, observó tres formas de le- describe» (1916, p. 74). Nos sorprende que gitimar su discurso: «la evocación de nombres el historiador tenga tal dato, ya que ni sobre masculinos […] la invocación de religiosos la tripulación masculina hay acuerdo, pero […] y estrategias argumentativas» (2000, p. Groussac sigue: «ni quizá viniera entonces la 176). Veamos cómo usa estos mecanismos ‘noble dama’, sino en alguna de las expedicio- Isabel de Guevara: ya hemos destacado que nes inmediatamente posteriores» (ibíd.). Las pone a los hombres de la expedición por tes- comillas de «noble dama» nos remiten a su tigos; además, en el párrafo final, alude a su insistencia para darnos la imagen de que todas marido, Pedro de Esquivel, también servidor esas mujeres se dedicaban a la prostitución. de la Corona. No hay invocación de religio- Fantástico país España si sus rameras escri- sos, pero sí una comparación de resonancias bían como Isabel de Guevara… bíblicas (Ezequiel 26, 4:1-5:17): Isabel afirma Aun así, hay que reconocer que tam- «esta hambre fué tamaña, que ni de la Xerusa- bién pudieron viajar prostitutas en la armada len se le puede ygualar». Por otra parte, toda mendocina. En la Instrucción iniciada en la estructura del texto sigue el modelo de las 1544 para dilucidar si Luis de Miranda había ars epistolandi con sus partes organizadas en intentado asesinar a Irala y liberar a Cabeza «saludo, exordio, narración, petición y con- de Vaca, piden a varios testigos: «declare que clusión», como destaca Marrero-Fente (1999, es lo que sabe cerca de las cosas y blasfemias p. 100). Se trata, señala este autor, de una que Luís de Miranda clérigo ha hecho». Juan apelación «a una autoridad ausente (también García de Badajoz contestó lo siguiente: femenina), a través de un acto de legitimación que se deriva de su conocimiento de los he- estando en el puerto de Buenos Aires oyó […] decir chos» (ibíd., p. 103). públicamente que Luís de Miranda había entrado en Mujeres en la expedición de Pedro Interés documental, belleza literaria, fi- casa de una mujer enamorada […] con una espada de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, nura argumentativa y manejo del arte de la desenvainada y una capa revuelta al brazo echando ficciones y silencios persuasión son elementos que Groussac no cuchilladas diciendo pese a tal salga acá tu rufián MAR LANGA PIZARRO

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a matarse conmigo […]. Que asimismo oyó decir de las cuales se repartieron veinte mil indios» […] que Luís de Miranda y otros clérigos estando (Marrero-Fente, 1999, p. 107). Seguramente bailando de noche en una casa de ciertas mujeres eso animó a Villalta y a Guevara a solicitar lo enamoradas abrió la puerta con un manteo (Archivo que no les habían otorgado, y les parecía lícito General de Indias, Justicia, legajo 1131, folio 250). obtener. El momento propicio era aquel, no veinte años atrás, cuando Groussac hubiera Inmediatamente, también bajo juramento, deseado que Isabel escribiera. corrobora los hechos Ruy Gómez Maldo- Consideramos que queda claro que, a nado: «oyó decir públicamente que Luís de pesar de la objeciones de Groussac, Isabel Miranda clérigo estando en Buenos Aires de Guevara escribió su hermosa carta. Pero

Manuel Mújica Láinez, Misterio- sobre una mujer enamorada hubo cierta cues- ¿quién era esa mujer? No figura en la incom- sa Buenos Aires. Portada. tión con un mancebo que se llama Diego pleta lista de expedicionarios, donde sí apare- de Leyes» (ibíd.). Por el contexto (rufianes, ce el siguiente apunte: «domingo de guevara bailes, peleas, cuchilladas), parece claro que e don vitor de guevara, hijos de don carlos de estas «mujeres enamoradas» eran hetairas. guevara e doña ysabel de laserna, natural de ¿Significa esto que Groussac tenía razón al toledo, pasaron en la dicha armada» (Peña, contradecir a Pedro de Lozano, negando la 1936, p. 27). ¿Quiénes pasaron: solo los hijos, posibilidad de que las expedicionarias fueran o también Isabel y Carlos? El último sí lo esposas de los conquistadores? El historiador hizo, según consta en varios documentos ofi- argentino consideró absurdo que los caballe- ciales: Carlos I lo nombró factor y oficial real; ros «trajeran a sus nobles consortes […] para fue capitán de la nave Santa Catalina; el 15 hacerles compartir los peligros y sufrimientos de junio 1536, venció a los indios querandíes de la primera conquista» (Groussac, 1916, p. en Corpus Christi, batalla en la que también 73), y solo admitió «una que otra moza segui- participó Schmidl; y murió, junto a Ayolas, dora disfrazada de cobijera o ama de llaves; en un combate contra los guaicurús. Gladys estas mismas no serían muchas; menos aun las Lopreto (1987, p. 46) apunta la posibilidad esposas de buena ley» (ibíd.). Se equivocaba de que Isabel de Laserna, la esposa de Carlos Groussac una vez más: de las seis mujeres que de Guevara, sea Isabel de Guevara. Sin em- figuran adscritas a la expedición en la lista de bargo, nos parece extraño que Isabel adopte pasajeros, únicamente Elvira Hernández no en 1556 el apellido de su primer marido, ya viajaba con su marido o su padre; de las vein- muerto, puesto que no lo hace con el del tidós que estudia Monte (2006), nueve iban segundo, que está vivo. Además, si realmente con su familia; una, sola; y tres como criadas. Isabel de Guevara hubiera estado casada con Nada permite conocer con quién y con qué un conquistador que había perecido víctima fines se embarcaron las demás. de los indígenas, imaginamos que lo hubiera Conviene volver a la especulación de mencionado, como un mérito por el que ser Groussac, según la cual Isabel de Guevara po- recompensada. dría no haber llegado a Asunción en 1536 sino Otro hilo para averiguar la identidad de posteriormente y, por tanto, estaría inventan- Isabel es Pedro de Esquivel. Un sevillano con do su participación en los hechos que narra. tal nombre figura en la lista de tripulantes que De ser así, habría que reconocerle un excelente viajaron con Cabeza de Vaca. El 27 de agosto talento para lograr tal viveza con recuerdos de 1564, Pedro de Esquivel testificó en el in- fingidos. Groussac basa su idea en lo extraño forme de Pedro Fernández (BGI, Doc. VIII, que le resulta que Isabel deje pasar veinte años 61-97). Díaz de Guzmán lo sitúa batallando antes de escribir la carta. Villalta escribió su contra los indígenas en 1560 (p. 114); y, en misiva aquí largamente citada el 22 de junio de 1571, maliciando una conjura, «mandó él [Fe- 1556; justo siete días antes que Isabel. La carta lipe de Cáceres] prender algunas personas de de Villalta era ya conocida en 1615 por Anto- sospecha, y entre ellas un caballero llamado nio de Herrera, y Groussac la cita en múltiples Pedro de Esquivel, natural de Sevilla a quien ocasiones (1906, pp. 25, 64 y 65). Debiera de mandó dar garrote, y cortar la cabeza, y po- haberle bastado la «coincidencia» de fechas y nerla en la picota» (p. 134). Lo mismo relata

Mujeres en la expedición de Pedro pretensiones entre las dos cartas para alcanzar Centenera: «en su prisión afirma, y en la plaza de Mendoza: cartas, crónicas la solución al enigma: nombrado gobernador / le corta la cabeza, y en picota / la fija, y de y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios en 1555, «el 14 de mayo de 1556 Martínez de traidor le reta y nota» (vv. 2262-2265). Tam- MAR LANGA PIZARRO Irala promulga las Ordenanzas, por medio bién un Esquivel, sin nombre propio, recibe

24 América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 el solar 89 en el reparto de tierras de Buenos trama coincide con la ya conocida hasta que Aires, en 1580. Maldonada ayuda a parir a una hembra de El tema se complica cuando Lafuente Ma- jaguar. Los indígenas consideran este hecho chaín (1943, p. 210) afirma que existieron dos como mágico, y la acogen en sus tolderías. A Pedro Esquivel, ambos sevillanos, y ambos partir de ese momento, la novela se centra en llegados a Asunción con Cabeza de Vaca. Uno la descripción de las costumbres guaraníes: habría estado casado con Isabel, y sería padre Maldonada adopta la ropa, los tatuajes, los de Gabriel de Esquivel y Cabrera. Del otro, usos nativos; y se une a Bagual bajo el ceibal se conserva un testamento (1547), en el que se sagrado donde los españoles habían violado y declaraba casado con Ana de Guevara. Según quemado viva a la princesa Anahí. Dirigida a recoge Monte, Esquivel confesó en este docu- un público adolescente, Aguas de Puma tiene Hugo Rodríguez Alcalá, Roman- mento: «durante el tiempo de su matrimonio una obvia finalidad didáctica, pero no deja de ces de la Conquista. Portada. siempre ha gastado de la hacienda de su es- ser una obra sobre buenos y malos: los espa- posa, a quien rogaba le perdonase». Además, ñoles son crueles; los indígenas dialogantes Monte apunta la existencia, en los arhivos (casi democráticos), hábiles argumentadores, de Asunción, del borrador de testamento y respetuosos con la naturaleza. de doña Ana de Guevara (1559), vecina de A Isabel de Guevara le dedicó uno de Asunción, y «casada legítimamente con Pedro sus Romances de la conquista Hugo Rodrí- de Esquivel, su heredero y albacea» (p. 544). guez Alcalá (2000, pp. 27-30). Y volvemos a Con esos datos, Monte señala la posibilidad encontrarla en el monólogo teatral sobre su de que Isabel de Guevara y Ana de Guevara figura (escrito por Alicia Muñiz y dirigido sean la misma mujer, cuyo nombre real podría por María Esther Fernández) que se repre- ser Ana Isabel. sentaba en Buenos Aires, en 2004. Por su Fuera quien fuese Isabel de Guevara, su parte, el ciclo «Noches de Luna y Misterio» carta constituye un precioso documento para organizado por el Gobierno de Buenos Aires acercarnos a la expedición de Mendoza desde en 2008, convirtió a Ana de Arrieta en uno de una novedosa perspectiva: gracias a ella, las los personajes gestados por Eduardo Gudiño mujeres dejan de ser silenciadas para conver- Kieffer y narrados por Rosalinda Varveri: un tirse en heroínas, en auténticas salvadoras. fantasma que contaba la historia de la cabeza de pescado, y vagaba desde Riachuelo hasta la Las mujeres de la expedición mendocina en Plaza San Martín. la literatura Aunque no estén específicamente dedica- das a las mujeres de la expedición, otras obras La expedición mendocina tiene todos los les dan cabida en sus páginas. ingredientes necesarios para convertirse en Mujica Lainez, en el cuento «El primer materia literaria: un viaje azaroso por el océa- poeta 1538», presenta a Ana de Arrieta «en el no; un asesinato; el asentamiento en tierras portal de su casa, muy perseguida por tres de extrañas, con ataques indígenas y hambruna los extranjeros melosos, quienes le ofrecían que lleva al canibalismo; la figura casi mítica en venta mil tentaciones […] como si en lugar de La Maldonada; la fundación de Asunción; de una aldeana sencilla hubiera sido una rica las incursiones en territorios remotos y peli- señora de Venecia» (1985 [1951], p. 13). Para grosos; la presencia de mujeres de todas las construir el personaje de Isabel de Guevara, clases sociales; la rencillas entre españoles utiliza la carta, cuya valía reconoce. Ni eso y sus luchas por poder… Sin embargo, no evita que la acabe condenando a la prostitu- conocemos demasiadas obras que hayan uti- ción: lizado este tema. El grupo «Los títeres de Horacio» basó Es la mejor. En tiempos del hambre y del asedio, dos en Díaz de Guzmán su texto de creación años atrás, se portó como ninguna: lavaba la ropa, colectiva La Maldonada, representado en curaba a los hombres, rondaba los fuegos, armaba Madrid (1981) y posteriormente en varias las ballestas. Una maravilla. Ahora es una enamorada ciudades españolas. En 2006, fruto de la cola- más, y en ese arte, también la más cumplida (ibíd., boración de tres autoras bonaerenses (Estela p. 12). Mujeres en la expedición de Pedro Martínez Luna, Ana María Zetina y Luisa de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, de la María), apareció la novela Aguas de Al recrear el enfrentamiento entre Luis de ficciones y silencios Puma, protagonizada por La Maldonada. Su Miranda y Diego de Leys, el narrador pone MAR LANGA PIZARRO

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rostro a esa «enamorada» cuyo nombre nos hasta el propio adelantado se ablandó con sus escamoteron los testigos judiciales de 1544. ruegos!» (ibíd.). Lo que no hicieron sus contemporáneos, lo Las piedras del Guairá (1996 [1993]), del hacen los literatos, e Isabel de Guevara devie- madrileño Rubén Caba, es una novela históri- ne el motivo de la disputa. Cuando el poeta ca tradicional, cuya acción transcurre durante va a casa de Isabel para leerle sus versos, la los cinco primeros años de asentamiento encuentra en medio de una bulliciosa orgía: español en el Río de la Plata. Como hiciera Mujica Lainez, cuando Caba reconstruye el logra Luis de Miranda llegarse hasta el lecho. […] encontronazo entre Diego de Leyes y Luis de Diego de Leys, el bravucón, borracho como una Miranda (p. 32), lo explica porque el primero cuba, […] le arroja a la faz un chorro de perfume. ofendió a «Isabelita la fogosa (a la que las […] Ciego, el poeta saca el espadón […]. Su vino adversidades convertirían en la heroína Isabel Esteban Cabañas, De lo dulce y tampoco le permite conservar el equilibrio […]. Die- de Guevara)» (p. 78). Debido a los problemas lo turbio. Portada. go de Leys salta sobre él, aprovechando su ceguera, que generaban, «Ruiz Galán había decidido y le corta el pómulo con el cuchillo. Lanza Isabel un podar los excesos putañeros a que se entre- grito agudo. […] Desnuda, hermosísima, se desliza gaban los soldados» (p. 177). Aparece Elvira entre los genoveses que se han abalanzado sobre su Pineda, que vaga como «alma en pena. Vestida pobre amigo. […] Pero es inútil. Entre cuatro alzan de luto» (p. 78), mientras María Dávila y Ana en vilo al intruso, abren la puerta y le despiden como de Arrieta llevan «camisas bordadas, pañue- un bulto flaco. El resto, enardecido por el roce de la litos de encaje y cofias con chatones de oro» enamorada, la ha derribado en los revueltos cojines (p. 78), y Mari Sánchez, «la mujer de Juan y se ha echado sobre ella, en una jadeante confusión Salmerón» (p. 28), se convierte en cantinera. de dagas, de botas y de juramentos. Luis de Miranda Junto a ellas, hay mujeres inventadas, como recoge el manuscrito […]. Llora en silencio (ibíd., Lorenza la Casta y Petra Burgillo. pp. 15-16). El escritor argentino Ángel Balzarino re- crea, en el relato «La Sentencia» (1995), el mo- En la primera de las novelas que com- mento de la ejecución de Osorio: mediante un ponen la trilogía dedicada a su ciudad natal, juego en que se hacen simultáneos los pensa- Primer cielo de Buenos Aires (1960), Leónidas mientos de los tres protagonistas, observamos Barletta cede un lugar de relieve a María Dá- cómo convencen a Pedro de Mendoza para vila: ella es quien elige a Catalina Pérez para que dicte sentencia. Podríamos esperar que que entre al servicio del adelantado (p. 121), Osorio acudiera al encuentro de Elvira, pero quien le advierte que puede acabar cometien- se reúne secretamente con Catalina Pérez, do una injusticia con Osorio (p. 165), quien con la esperanza de llegar a puerto para vivir consuela a Elvira Pineda (p. 168). Además, con ella. Y Catalina, que comparte ese sueño, aparecen otras mujeres: «convidó a almorzar es testigo de cómo apresan a su amante para don Pedro a la mujer de Osoro, Elvira Pineda ejecutar la sentencia. […]; a Isabel de Guevara, […] a la Maldona- El paraguayo Carlos Colombino, que fir- da y junto a él sonreía María Dávila con sus ma De lo dulce y lo turbio (1997) como Este- grandes ojos rasgados» (p. 95). ban Cabañas, juega con las voces narrativas, Los caballos de don Pedro de Mendoza la intertextualidad y la ironía para componer (1968), de Josefina Cruz, ofrece una imagen una novela centrada en Irala, desde el momen- bastante tópica de las expedicionarias: aun- to del asesinato de Osorio hasta la muerte de que asisten a los soldados malheridos («Doña Ayolas. Al contrario de lo que realmente su- Isabel y Catalina Pérez corren a socorrerlos», cedió, Elvira Pinedo abandona la expedición: p. 77), y califica a María Dávila de «fiel com- «al lado del cuerpo ondea un ropaje de tela pañera del adelantado» (p. 35), considera que aplastada sobre el pecho. Es Elvira a quien estas mujeres eran prostitutas: salvo «doña nadie ha podido apartar de Osorio» (p. 14). María de Angulo e Isabel de Guevara […] el También aparece María Dávila, personaje se- resto son hembras que quemaron sus naves cundario que «sufre de igual dolencia que don entre la chulapería de Sevilla y los puertos de Pedro» (p. 28) y «vive curándole las llagas»

Mujeres en la expedición de Pedro Cádiz y de San Lúcar» (p. 34); «la más ad- (p. 52), hasta que el cadáver del adelantado de Mendoza: cartas, crónicas mirada y desada por todos es la joven Elvira es arrojado al océano, y ella queda «alejada y novelas; verdades, mentiras, ficciones y silencios Pineda. La Elvira es una fresca, una barraga- cual una sombra, en el fondo» (p. 83). Uno MAR LANGA PIZARRO na… pero es tan hermosa y engañadora ¡Si de los rasgos posmodernos del relato son las

26 América sin nombre, no 15 (2010) 15-29 anacronías: Rodrigo de Cepeda recita algunos petables aunque necesitadas damas vinieran versos que escribiría Teresa de Jesús años más con […] don Pedro» (p. 67). Posteriormente, tarde; y la historia de La Maldonada sufre una Carmen se resigna a su destino de vivir con un irreverente transformación: hombre al que no ama, de compartirlo con las indígenas, de ser apartada de su lado cuando había decidido volverse hombre. […] «Desde hoy, él se subordina a la decisión de Irala de casarlo me llamo Fernán» […] ya era fea de mujer; de hom- con una de sus hijas mestizas. bre resultó un horror. Por eso, cuando pretendió Recientemente, se ha publicado el cómic seducir a la Maldonada, ésta […] pensó con furia: «Ya Jusepe en Amérique (2009), con dibujos de es bastante con sufrir el encierro, la escasez, la falta Pablo Túnica y texto de Carlos Trillo. El pri- de comestibles o, en su defecto, comerse a los ajusti- mero de ellos declaró en 2008 que consideraba ciados, a sapos y lagartijas, para tener que soportar el la expedición mendocina «una historia muy asedio de Fernán». Y decidió fugarse. […] Una puma divertida para dibujar, llena de necrofagia y Carlos Trillo y Pablo Túnica, Ju- sepe en Amérique. Portada. trataba de parir […]. La ayudó en ese menester […]. cosas tétricas». El protagonista de la historieta Allí estuvo la Maldonada un mes entero. La puma es Jusepe, un enano conspirador, encargado le traía algo de comer cuando venía a amamantar a de vaciar el orinal de Don Pedro. Desde su sus hijos, pero los indios del lugar, descubriendo su perspectiva, asistimos a los ataques aboríge- escondite, la tomaron prisionera y la devolvieron al nes, la hambruna, el canibalismo, las disputas fuerte (pp. 67-68). entre los conquistadores, y las apariciones del fantasma de Osorio. Aparecen solo dos mu- El anacronismo también llega inserto en jeres: Elvira, que se ha embarcado disfrazada una falsa cita de Nicolás del Techo: «a fin de de hombre; y María Dávila, que conspira con que los hombres no pareciesen más crueles Ayolas para desbancar a Mendoza. Hermosa y que los tigres, fue absuelta. […] ¡Vaya la varia joven la una, de nariz aguileña la otra, los tra- suerte! Sobre todo si tuvo que sufrir el asedio zos del dibujante sustituyen a menudo las pala- del Fernán por el resto de su vida» (p. 69). bras, porque puebla los rostros de gestualidad. Tampoco duda Colombino en inventar una Con tan poca información como tenemos descripción para Isabel de Guevara «tenía sobre las mujeres que acompañaron a Men- veintitrés años. Parecía menor: era de piel doza, no resulta difícil crearles semblantes, blanquísima, pelo negro y ojos oscuros» (p. inventarles pasados, futuros y hasta presen- 51), ni en hacerla protagonizar una escena de tes. De ese modo, la literatura las rescata del canibalismo, de esas que la auténtica Isabel silencio al que las sometieron sus compañeros silenció en su carta. de expedición. Sin embargo, en ocasiones, El también paraguayo Luis Hernáez, a también las catapulta para siempre desde pre- través de un estilo ágil y de continuos saltos juicios milenarios. temporales, presentó en Este interior reino de nada (2003) la atrayente personalidad de Bibliografía Irala, sus exploraciones por el Chaco, las re- laciones con los (sobre todo, las) indígenas, la Anales de la Biblioteca (1912), Vol. 8, Buenos distribución de las primeras encomiendas, la Aires, Coni Hermanos. revolución de los Comuneros, los continuos Balzarino, Ángel (1995), «La Sentencia», enfrentamientos entre los españoles. «Te re- Hombres y hazañas. Digitalizado en godeas creando una realidad a la medida de http://www.bibliotecasvirtuales.com/bi- tus intereses, creando un reino interior que no blioteca/narrativa/AngelBalzarino/Hom- es tal», lo acusa Pedro de la Torre (p. 190). Al- bresyhazanas/index.asp gunas de las expedicionarias se evocan desde Barletta, Leónidas (1960), Primer cielo de el recuerdo: Isabel de Guevara surge asociada Buenos Aires, Buenos Aires, Goyanarte. a la hambruna (p. 27); Elvira aparece, como en Berg, María Graciela (2006), «Sitiada, oprimi- su declaración judicial, gritando desesperada, da, angustiada... Quejas al rey de España hasta que la amenazan de muerte también a de doña Claudia García de Arcos, Buenos ella (pp. 48-53). Las demás, las que ocupan Aires 1714-1716», en Márgara Russotto, el presente temporal de la narración, son au- La ansiedad autorial: formación de la Mujeres en la expedición de Pedro ténticas señoras. El narrador se pregunta qué autoría femenina en América Latina: los de Mendoza: cartas, crónicas y novelas; verdades, mentiras, le pudo pasar al padre de Carmen para que textos autobiográficos, Caracas, Equinoc- ficciones y silencios «viera con buenos ojos que ella y otras res- cio, pp. 98-110. MAR LANGA PIZARRO

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