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Candameña La barranca de las cascadas maravillas, exploraciones y descubrimientos

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Candameña 3 La barranca de las cascadas exploraciones y descubrimientos

Carlos Lazcano Sahagún

Parque Nacional Cascada de Basaseachi Tarahumara Sustentable Fondo Mundial para la Naturaleza

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Contenido

Presentación Prólogo Maravillas de Fin de Milenio La Barranca de Candameña 5 El Descenso a la Cascada de Basaseachi En Busca de la Cascada de Piedra Volada El Mirador de Huajumar y otras Lindezas La Conquista de la Cascada de Piedra Volada En la Cumbre del Gigante Primera Exploración de la Barranca de Piedra Volada La Conquista del Gigante La Primera Escalada del Gigante Misterios Paquimé

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Cascada de Piedra Volada

Prólogo

La presente edición, al igual que la primera, ampliada y enriquecida con nuevos textos y fotografías, es un libro extraordinario. No se trata únicamente de una crónica de exploraciones, sino que además conlleva un compendio de datos geológicos, geográficos, históricos, de flora y fauna, así como de relaciones humanas y hasta de leyendas y poesía sobre una de las regiones más privilegiadas del Estado de . Pero sobre todo es un 7 libro de venturas y aventuras, tanto para el cuerpo como para la mente. No resumiré aquí el contenido del libro, más bien comentaré algo de lo colateral del mismo así como sobre su autor, Carlos Lazcano, un gran enamorado de Chihuahua. En numerosas ocasiones Carlos hace mención del GEEC, o sea, del Grupo de Espeleología y Exploración de Cuauhtémoc. Este grupo, fundado en 1978 gracias a la iniciativa de varios jóvenes y profesionistas de Ciudad Cuauhtémoc, Chihuahua, se inició originalmente con el objeto de explorar las cavernas y siendo éstas muy escasas en el Estado de Chihuahua, se decidió incursionar en cavernas de mayor envergadura en los Estados de San Luis potosí, Guanajuato y Querétaro. Fue en ese tiempo en que por la información en libros y revistas de espeleología, supimos que había un mexicano, espeleólogo profesional, de gran renombre en nuestro país y fuera de él llamado Carlos Lazcano … ahí lo dejamos. Por cuestiones de lejanía, tiempo y costo, volvimos de nuevo la vista a nuestro Estado de Chihuahua, asumiendo retos que llevaran la exploración geográfica. En esto mucho nos motivó enterarnos por algunas publicaciones que existían aún siete “últimas fronteras” para la exploración, y eran: el espacio profundo, las grandes simas oceánicas, el Matto Grosso en Brasil, los bosques y estepas siberianas, el Bosque Negro en Alemania, gran parte de los grandes bosques de Canadá e, increíble: las barrancas de Chihuahua”. Así que a explorar barrancas. En 1994 Carlos Lazcano fue contratado por el Gobierno del Estado de Chihuahua y de inmediato fui a hablar con él e invitarlo a que formara parte del GEEC. Fue una agradable sorpresa conocerlo personalmente y así iniciamos, al igual que con los demás miembros del GEEC, una gran amistad e intercambio de experiencias, técnicas y equipo de exploración, lo que mucho nos enriqueció a todos.

Fue en esos intercambios que le contamos sobre las exploraciones sistemáticas que estábamos llevando en algunas de las barrancas más hondas del Estado, como la de Candameña, , Cobre, Sinforosa, Huápoca y otras. Precisamente, cuando tuvimos las primeras pláticas con él, teníamos programada una excursión a la Barranca de Candameña, a la cual lo invitamos. Esa fue la génesis del contenido de este libro. Como a Carlos, a los miembros del GEEC nos gustan las exploraciones que implican un gran reto, tanto físico como técnico, pero sobre todo que impliquen cosas 8 nuevas, que antes nadie nunca haya hecho. Los “primera vez”. Recuerdo el caso del Cañón del Cobre donde corre el río Urique. Me documenté y supe de dos intentos de estadounidenses y uno canadiense, en la primera mitad del siglo 20, ambos fracasados. Nosotros lo intentamos con mochilas estanco y chaleco salvavidas. Caminando y a trechos nadando recorrimos los cien kilómetros desde el puente de Humirá hasta el de Urique. Un recorrido fascinante que nos llevó ocho días. Cuando Carlos platica de sus excursiones e investigaciones, ya sea la ruta de las misiones en Baja California, o las profundas cavernas y ríos subterráneos, o barrancas y quebradas; lo hace de forma muy descriptiva, percibiendo el oyente el riesgo y esfuerzo realizados, sin adornos ni jactancias, no compite en los descensos y ascensos y como en las caminatas, se toma su tiempo para admirar el paisaje y sacar fotografías, es de carácter amable y de risa fácil, le gusta contar anécdotas e historias. En resumen, es explorador, investigador, amante de la naturaleza, ecólogo, fotógrafo y escritor, todo en uno. Éste libro lo van a disfrutar hombres y mujeres de todas las edades y tanto Carlos, como un servidor, esperamos que impacte a la juventud moderna, que en vez de planear los fines de semana con bailes, alcohol, cigarros o algo más fuerte, se aventuren con una mochila en la espalda a salir a la sierra o al desierto, o que se olviden del celular y la tablet y practiquen un deporte de conjunto para cultivar el cuerpo, la mente y el alma. Chihuahua y México necesitan de personas, jóvenes, grandes, que amen esta tierra a través de recorrerla, explorarla, de conocerla a profundidad. Personas que hagan del amor a México su forma de vida. Dr. Víctor Rodríguez Guajardo Cuauhtémoc, Chihuahua

Introducción

Hace ya más de 20 años que junto con mis amigos del Grupo de Espeleología y Exploración de Cuauhtémoc (GEEC), efectué algunos de los hallazgos más memorables en el Estado de Chihuahua, dentro de la Barranca de Candameña, una de las más profundas de la entidad. Por ello, la nostalgia me obligó a regresar, a volver sobre mis pasos y visitar de nuevo esos sitios que tanto me maravillaron y que siguen estando entre los sitios más 9 hermosos de nuestro país. Conviene recordar que la Barranca de Candameña nace justamente donde cae la cascada de Basaseachi, la que tiene 245 metros de caída, siendo una de las más altas de México. La profundidad máxima de esta barranca es de 1750 metros, mayor a la Barranca del Cobre (la más famosa de Chihuahua y México) y mucho mayor aún que el Cañón del Colorado (1450 m). Además, una de las particularidades de Candameña, es que es una barranca muy espectacular debido a que es muy quebrada y vertical, siendo su ancho muy angosto. Es decir, es muy profunda, vertical y angosta. En su fondo corre el Río de Candameña, el que entrando al Estado de Sonora se convierte en el Río Mayo y sale a desembocar al Golfo de California. Fue con mis amigos del GEEC que estuve explorando esta barranca entre 1994 y 1998, y los resultados fueron francamente espectaculares, ya que dimos a conocer algunos de sus parajes más destacados, los que hoy le han dado fama mundial, especialmente el hallazgo de la Cascada de Piedra Volada y de la Peña del Gigante, ambas de categoría mundial. Ciertamente fue una gran suerte que todo lo que exploramos en esos años se encuentra dentro de los límites del Parque Nacional Basaseachi, por lo que los parajes gozan de un importante estatus de protección, lo que los ha puesto fuera del alcance de mineros, explotadores de los bosques y masas de turistas. Hoy en día a la Cascada de Piedra Volada se le considera la más alta de México y entre las más grandes del mundo, ya que cuenta con una caída libre de 453 metros. Se le puede apreciar en toda su magnitud entre los meses de agosto, septiembre y octubre, cuando lleva su máximo caudal. Posteriormente casi no se aprecia la cascada debido al poco volumen de agua, ya que el arroyo de Piedra Volada, que la alimenta, tiene un caudal mucho menor al

del arroyo de Basaseachi. Sin embargo, siempre vale la pena visitar este sitio, ya que cuenta con algunos de los miradores más impresionantes de la Sierra Tarahumara. El parque también cuenta con la Peña del Gigante, una altísima pared de piedra de casi un kilómetro vertical (885 metros), la cual representa el máximo reto de escalada en nuestro país. Además de la nostalgia, aproveché para tomar una serie de fotografías de estas maravillas que incluiré en la nueva edición de mi libro “Candameña: la barranca de las cascadas”, el 10 cual fue publicado por el Gobierno del Estado de Chihuahua hace casi 20 años. Este libro es una crónica de las exploraciones sistemáticas que realicé en Candameña, con el apoyo del GEEC. Muchas de las maravillas naturales que muestro en el libro fueron producto de dichos registros, ya que anteriormente no se conocían. Fue asomándome a dicha barranca que poco a poco fui conociendo su realidad geográfica. Fue en 1994 que recorrí por vez primera la parte más abrupta de la Barranca de Candameña. Fue un recorrido memorable con mis amigos del GEEC, y durante ella tuve la primera visión de la Peña del Gigante. Se me iba el aliento. El tiempo quedó como suspendido; me sentía como volando en medio de aquella inmensidad: se alzaba casi un kilómetro encima de nosotros, desde la misma orilla del río. Fue impresionante verla. En ese recorrido también disfrutamos mucho de la belleza de los cientos de pozas y remansos que se forman a lo largo del cauce del río, muchos de ellos profundos y con su agua de un color azul turquesa. Nos refrescamos. Reímos. Tratábamos de apaciguar con aquel espectáculo natural, la fatiga del camino, del sol intenso. Como si de un homenaje se tratara, recree lo que entonces nos hizo concretar el sueño. Esas muchas entradas a las partes altas de la barranca con el fin de localizar la Cascada de Piedra Volada, hasta que finalmente di con ella gracias a uno de los pocos lugareños que la conocían. Desde ella se tiene una de las vistas más imponentes de todo México. En primer término los casi 500 metros que el salto cae, y frente a ella precisamente la magnitud vertical de la Peña del Gigante. Con mis amigos del GEEC elaboramos todo un proyecto para descender a rapel la cascada y medirla. Nos llevó varios meses de entrenamiento y preparativos. Como parte de los preparativos y entrenamientos rapeleamos la cascada de Basaseachi y aprovechamos para medirla. Esto fue debido a que en la literatura que consulté me encontré

con más de 30 medidas distintas que iban desde los 330 metros de caída hasta los 245. Al medirla nos coincidió precisamente con la medida más baja, es decir, 245 metros. Fue justamente hace 20 años, en septiembre de 1996, que efectuamos el primer descenso de la gran cascada. Antes de bajarla calculábamos que tendría unos 350 metros de altura. Esta mala apreciación hizo que el primer intento de bajarla fallara, ya que la cuerda no alcanzó. Hicimos un segundo intento, uniendo una cuerda de 150 metros, y ahora si nos dio, pero el descenso fue difícil por la gran cantidad de agua de la cascada, la que no pudimos evitar 11 debido a lo cerrado del cañón. En esa ocasión fui el único en bajar. Posteriormente en noviembre realizamos un segundo descenso, y ya fueron más miembros del GEEC los que bajaron ya que la cascada llevaba muy poca agua, lo que facilitó las maniobras. Durante el segundo descenso, el Dr. Víctor Rodríguez Guajardo y yo descendimos totalmente la cañada de Piedra Volada hasta alcanzar la barranca de Candameña. Es una distancia corta, un kilómetro, pero tiene varios saltos que nos obligaron a efectuar cinco rapeles más. Hasta la fecha el rapel de Piedra Volada, 453 metros, es el más grande que se ha efectuado en nuestro país. Anteriormente el rapel más grande que había realizado fue el del Sótano del Barro, en la Sierra Gorda de Querétaro, con 410 metros de caída libre. Frente a la Cascada de Piedra Volada se encuentra la Peña del Gigante. La visión que se tiene de la gran pared es impresionante, ya que se encuentra muy cercana, por lo que los abismos, alturas y vacíos pueden marear. Desde la meseta principal, pronto localizamos una ruta para llegar a la cumbre del Gigante, justo de donde se desprende la pared vertical de la Peña, hasta llegar a la orilla misma del río. Desde ahí hay otra gran visión de Candameña, con sus innumerables perfiles de cerros y montañas. Esta visión nos invitó a realizar otro gran evento y pronto y planeamos descender en rapel la gran pared de El Gigante. Tres días nos llevó este descenso, y muchos fines de semana de preparación. Lo rapeleamos desde su cumbre en tres tramos, cada uno de 300 metros. Ahí acampamos, colgados en su pared, en una fascinante expedición que nos mostró escenarios fuera de serie. Lo logramos con éxito, aunque a punto estuvo que no nos alcanzaran las cuerdas. El siguiente paso fue invitar a dos de los mejores escaladores del mundo, Carlos García y Cecilia Buil, mexicano él y española ella, para que escalaran la gran pared del Gigante. Fue en 1998 cuando se realizó el intento de esta gran escalada. Carlos y Cecilia lo lograron,

pero les llevó más de un mes el lograrlo. Ahí estuvieron, cuatro semanas colgados de la pared, durmiendo en sus hamacas y repisas mínimas. Terminaron exhaustos, de hecho los apoyamos en los últimos tramos, ya que habían agotado todos sus víveres. Esta fue la primera escalada tipo “Gran Pared” llevada a cabo en México, es decir una escalada que superaba los mil metros de travesía. Desde entonces han visitado a la Peña del Gigante numerosos escaladores mexicanos y extranjeros, y hoy es una escalada clásica entre la élite de la escalada mundial. 12 A lo largo de las numerosas entradas que efectuamos a esta región, también localicé muchas otras cosas. Entre ellas varios sitios de la cultura (también llamada Paquimé). Se trataba de cavidades y abrigos rocosos dentro de los cuales había casas de adobe y piedra de hace cuando menos 600 o 700 años de antiguedad. Estos sitios se encontraban en lugares muy difíciles de llegar, muy cerca de la Cascada de Piedra Volada, protegidos por los abismos. Estos hallazgos arqueológicos fueron relevantes, ya que los localicé mucho más al sur de lo que se suponía se extendió la cultura Casas Grandes, por lo que el mapa de distribución de esta cultura se agrandó. Frente a Piedra Volada y El Gigante, en la otra cara de la barranca, se encuentra el Cerro de la Corona, y desde él localizamos lo más impresionantes miradores para apreciar a esas dos maravillas. Los nombramos “los Miradores de Huajumar”, ya que se llega a ellos desde la comunidad de Huajumar. Fue desde estos miradores que estudiamos la pared del Gigante cuando planeamos su descenso en rapel, al igual que la escalada llevada a cabo por Carlos y Cecilia. Sin lugar a dudas estos miradores, al igual que los que se tienen desde la mismísima cascada de Piedra Volada, nos presentan algunos de los escenarios más imponentes de nuestro país. En este viaje que hice 20 años después, en que he vuelto a caminar las veredas que entonces abrimos, pude constatar que los sitios que dimos a conocer siguen igualmente hermosos e intactos. El agua del arroyo de Piedra Volada aún sigue limpia, y pude brindar con ella, dándole gracias a Dios por tantos privilegios que me ha concedido. La gran roca donde tantas veces acampamos, ahí sigue, rodeada por el bosque, a la orilla del río. Desde luego, de nuevo me ofreció su refugio y ahí acampé, en medio de ese bosque en el que tantos sueños forjé. Volví a ver los venados, los cholugos, los conejos, las ardillas, lagartijas,

camaleones y serpientes. Me sentí feliz, en medio de mis recuerdos y embriagado con la realidad palpitante a mi alrededor. Aunque se abrieron veredas relativamente cómodas para visitar tanto Piedra Volada, El Gigante y sus miradores, ciertamente son muy pocos los que los visitan. Considero a estos sitios verdaderos santuarios naturales, y entre menos perturbaciones tengan es mejor. En esta reciente visita me volví a reunir con mis viejos amigos del GEEC. Fue un grato y cálido reencuentro y desde luego, nuevamente rapeleamos la Cascada de Basaseachi, y en 13 esta ocasión participaron también sus hijos, los que eran niños cuando exploramos todas estas maravillas, pero ahora se suman al grupo de amantes de la naturaleza. También platiqué con muchos otros viejos amigos de la región, como mis antiguos guías, quienes generosamente me mostraron tantos tesoros que encierra esta barranca. Me dio gusto volver a verlos y reencontrarme con ellos compartiendo la fogata y los recuerdos. Todos esos días que estuve en Candameña caminé por todos esos sitios mencionados, me empapé con la lluvia y me llené de paisajes. Me sorprendí con la naturaleza y sus portentos como si fuera la primera vez que los veía. Y es que las maravillas siempre serán maravillas.

Basaseachi, una historia La noticia más antigua que encontré sobre la cascada de Basaseachi aparece en el libro del antropólogo y explorador noruego Carl Lumholtz (1851-1922), quien hacía fines del siglo XIX efectuó una serie de extensos recorridos por la , principalmente en la parte de Chihuahua. Durante su visita al antiguo mineral de Pinos Altos, hoy municipio de Ocampo, Lumholtz estuvo en la cascada y la describe de la siguiente manera: … emprendí una corta excursión para visitar la hermosa cascada formada cerca de Jesús María, por el río Basaseachic que, excepto en las aguas, es pequeño e insignificante. Antes de la caída … en el borde mismo de la roca, se ha rebajado un arco sobre el cual salta el agua casi perpendicularmente al profundo cañón cortado a pico. Un experto minero de Pinos Altos que ha medido la altura de la cascada, halló que tenía 980 pies [299 metros]. La cascada es en verdad digna de visitarse por lo pintoresco y hermoso de los alrededores. Llegué a su despeñadero cuando los últimos rayos del sol poniente doraban a nuestro rededor las cumbres de las montañas. El cuadro era de una belleza indescriptible.

Arriba y en torno había viejos pinos solemnes y silenciosos; el fondo de la profunda grieta mirábase bañado de un tinte purpurino. Como a la mitad de la caída se pulverizaba el agua y llegaba calladamente al fondo como vespertino rocío; pero una vez reunidas sus menudas partículas, se arremolina y forma raudal al precipitarse por la angosta garganta con incesante estrépito. No sabemos quiénes fueron los primeros seres humanos que disfrutaron de esta gran cascada, pero seguramente llegaron aquí hace miles de años, en un tiempo inmemorial. Las 14 evidencias más antiguas que hemos encontrado son de la Cultura Casas Grandes, ya que grupos de esta tradición ocuparon algunos sitios en los alrededores de Basaseachi, Piedra Volada y , hace cuando menos 800 años. A la llegada de los primeros europeos, habitaban la zona grupos tarahumaras, teniendo en sus cercanías, hacia el lado de Sonora, vecindad con grupos pimas. Aunque se especula si no habrá sido Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, el primer europeo en entrar a la Sierra Tarahumara hacia los años 30’s del siglo XVI, lo cierto es que las noticias más antiguas que tenemos de hombres blancos en dicha región, se da con la llegada de los misioneros durante el siglo XVII. Testimonio de ello son las misiones de los alrededores de Basaseachi, como la Purísima Concepción de Tomochi (1688), Nuestra Señora de Aranzazú de Cajurichi (1688), Espíritu Santo de Moris (1690) y Santiago de Yepachi (1677). Con toda seguridad fue un misionero jesuita el primer no indígena en ver y penetrar a la barranca de Candameña, por desgracia no sabemos quién fue ni la fecha, en ese tiempo la región de Basaseachi dependía de las misiones de Tomochi y Moris. Sin embargo conocemos las primeras descripciones de otras grandes barrancas de la Tarahumara que nos dejaron algunos misioneros, las que nos dan una idea de lo que habrán sentido los primeros que observaron estas maravillas. El padre Juan María Salvatierra (1648-1717), misionero de Chínipas, quien posteriormente fundaría las misiones de la Antigua California, nos presenta la visión que tuvo de las profundidades de la Barranca de Urique, hacia 1690: … fue tal el espanto al descubrir los despeñaderos, que luego pregunté al gobernador [de Cerocahui] si era tiempo de apearme. Y sin aguardar respuesta, no me apeé sino me dejé caer de la parte opuesta del precipicio, sudando y temblando de horror todo el cuerpo, pues se abría, a mano izquierda, una profundidad que no se le veía fondo, y

a la derecha unos paredones de piedra viva que subían en línea recta. A la frente estaba la bajada de cuatro leguas por lo menos, no cuesta a cuesta, sino violenta y empinada; y la vereda tan estrecha que a veces es menester caminar a saltos, por no haber lugar intermedio en que fijar los pies. Más o menos por los mismos años que Salvatierra, el padre Tomás de Guadalajara (1648-1720), uno de los más connotados misioneros de la Tarahumara, nos describe sus sensaciones al visitar la Barranca de Tararecua, una de las laterales de la Barranca del 15 Cobre: … en este camino, siendo ya tarde, fuimos a dar a una profundidad de unas peñas que, estando como una pared de un muro, puestos desde arriba, aun antes de llegar, desde algo lejos se desvanecía la cabeza. Y se veían montes abajo que parecían a la vista más azules por la distancia, que verdes por la cercanía. Allá abajo dijeron que había gente y sembraba; pero era tanta la profundidad, que ni casas, ni milpas, ni rastro de gente vimos; que no parecía sino una imagen viva del infierno. Los mineros también hicieron acto de presencia en la región desde aquellos tiempos, estableciendo minerales como el de Poleachi (1729), Uruachi (1736), Candameña (1772), Ocampo (1821), y otros de menor importancia. El registro más antiguo que sabemos de la Barranca de Candameña es el de don Miguel Cándamo, quien en 1772 descubre el mineral de Candameña y trabaja sus primeras minas. El nombre de la barranca viene precisamente de este personaje. Primero fue bautizado el mineral, y de ahí brincó a la barranca. No es mucho lo que sabemos de don Miguel. En el siglo XIX el sistema misional desapareció y fue la minería la que le dio vida a esta región, principalmente con los minerales de Ocampo y Pinos Altos. La actividad minera más o menos subsistió hasta entrado el siglo XX, y en los años recientes se ha reactivado con fuerza. Cuando decayó la minería, en la segunda mitad del siglo XX, fue la industria forestal la que sostuvo la economía de la región. En 1981 el presidente de la república, José López Portillo decreta la creación del Parque Nacional “Cascada de Basaseachi”, y entonces da inicio el desarrollo de la actividad turística, la que ha sido a una escala lenta y moderada.

En cuanto a exploraciones modernas, fue desde mediados de los años ochentas que los miembros del GEEC empezaron a recorrer la barranca de Candameña. Fueron sus registros pioneros la base de mis exploraciones, las que relato en este libro, las que igualmente son parte de la historia del GEEC.

Confieso que he explorado Antes de entrar propiamente a este libro, quiero comentar que soy un explorador, es 16 mi forma de vida. Exploro geografías poco conocidas o de plano desconocidas. Los misterios de este tipo me atraen. Los mexicanos, en promedio, no somos muy curiosos. Candameña es un buen ejemplo de ello. Cuando inicié mis recorridos en esta barranca, muy pocos son los que se atrevían a ir más allá de la cascada de Basaseachi, contados con las manos. Pocos se preguntaban que había más allá de los abismos que se veían desde la cascada. Por eso me dejé llevar por mi gusto por la exploración geográfica. La tierra invitaba a ello. Pero, explorar, explorar, ¿qué es explorar? si la vida en sí es una exploración. Exploramos cuando en una noche estrellada, contemplamos el Universo. Exploramos cuando vemos crecer a nuestros hijos. Exploramos cuando amamos y soñamos. Exploramos cuando somos nosotros mismos. Exploramos cuando nos dejamos llevar por lo que amamos. Exploramos, cuando vivimos. ¿Cuándo dejaremos de explorar? Cuando se nos agoten las estrellas, y el Universo entero deje de asombrarnos. El ser humano es explorador de nacimiento. Desde el mismo momento que surgió la especie humana, ésta empezó a explorar, y continúa hasta fecha. No hay Universo, por infinitamente grande o pequeño que sea, que los humanos no hayan intentado explorar. Cuando la Biblia dice “”… llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra …”, en realidad el verdadero sentido es amen la tierra y explórenla , y amen los peces del mar, las aves de los cielos, y todas las bestias que se mueven sobre la tierra. Amo la exploración, amo la geografía, amo a la gente. Amo ese vínculo de humanidad entre la historia y la geografía, entre la Tierra y mis antepasados. Entre el mar, el cielo, el viento, y

todas las formas de vida. Me amo a mi mismo y desde que tuve conciencia de mí no he dejado de explorarme, de descubrirme, de sorprenderme con lo que encuentro de mí mismo. Y amo a los seres humanos ya que gracias a ellos cada día me voy descubriendo. Amo a mi esposa, a mis hijos, a mis padres, a mis hermanos, a mis amigos, a quienes me rodean, a mi prójimo, a mi próximo, porque todos ellos le dan el sentido a mi existencia. Y estoy aquí para compartir, para mostrar, para pregonar a los cuatro vientos, para dar a conocer, para decir todo lo que encuentro, para compartir mi ser, porque en lo que 17 descubro hay mucho de mí. Cuarenta años de explorar geografías me permiten darme cuenta de que explorar es amar, explorar en todos los sentidos. Me encuentro en las cuevas que descubro y exploro, en el arte rupestre que registro, en las pisadas de mis antepasados y en los sueños de los encuentros futuros. Me encuentro en la historia y en el futuro, en la esperanza y las ilusiones, en el amor de quien lo da todo, de quien lucha por amor, amor a su tierra, a sus semejantes, a construir lo mejor. Mi exploración no es estéril ya que da lo mejor de sí mismo y lo comparto. El recuento de sueños olvidados. Los pasos de Dios cuando construyó al mundo. Dar las primeras luces. Asombrarme ante lo inesperado y maravilloso. Cuantas cosas hermosas hay en la Tierra, nuestra Tierra, la única que tenemos. Por eso la exploro, por eso la amo, porque somos nosotros y su polvo es mi polvo.

Para tomar en cuenta Al leer este libro es posible que a algunas personas les motive el visitar y aún explorar las regiones aquí descritas. Para poder hacerlo con la máxima seguridad es necesario dominar lo mejor posible las diversas técnicas de los deportes de naturaleza, como la escalada, el rapel, el manejo de cuerdas, la caminata, la orientación, la supervivencia, primeros auxilios, entre lo más importante. Para estas exploraciones no existen guías especializados ni grupos ecoturísticos o de turismo de aventura. Siempre es recomendable efectuar estas experiencias entre grupos de personas que han tomado la exploración y el amor a la naturaleza como forma de vida. Si se decide a entrar en estas regiones y efectuar recorridos, exploraciones o escaladas, es importante pedir permiso a la Dirección del Parque Nacional Cascada de

Basaseachi, ya que se trata de un área natural protegida en la que se busca preservar la naturaleza lo más intacta posible. Es necesario estar informado sobre las maneras de actuar dentro del parque, con el fin de preservarlo y que siga siendo la maravilla natural que a todos nos enamora. Informar a las autoridades sobre lo que se pretende hacer, también es una medida de seguridad, ya que en caso de algún percance o accidente ellas actuaran de la mejor manera posible para ayudar a un posible rescate o auxilio médico. 18

Agradecimientos Este libro fue escrito gracias al apoyo de muchas personas, y aun con el riesgo de omitir en forma involuntaria a alguna, voy a intentar mencionar a todas. En primer lugar mi agradecimiento infinito a mis amigos del GEEC, por el apoyo y confianza que siempre me brindaron en todos los proyectos y exploraciones que emprendimos juntos. Ellos me mostraron Candameña y juntos descubrimos las maravillas que aquí muestro. Especialmente quiero mencionar al doctor Víctor Rodríguez Guajardo, Salvador Rodríguez, Oscar Cuán Fong, Alfonso Paz Quintana, Héctor Ortíz Garcia, Héctor Sánchez Villalobos, Rubén Chávez Villagrán, don Ramiro Chávez Cordero, Ramiro Chávez Madera, Rogelio Chávez Madera, José Alberto Chávez, Felipe Lozano Schmitt, Raúl Zárate Prieto, Alfonso Gardea Bejar y Jorge Ramírez. Gracias muy especiales al ing. Enrique Terrazas Torres, al arq. Mario Contreras Figueroa, al lic. Guillermo Pérez Velázquez, a don Fernando Domínguez, quienes con su apoyo hicieron suyas todas las exploraciones de Candameña. A nuestros guías, sobre todo a don Rafael Sáens, Reyes Méndez, Santiago Pérez, Francisco Sáens y Francisco Camúñez, quienes llevaron su trabajo más allá de lo que les correspondía y nos enriquecieron con su amistad generosa. Gracias a Nany Chávez, Rafael Ávila, Jorge Cruz, Ulises Zambrano y Anne Lazcano, por revisar y corregir los textos. También quiero expresar mi agradecimiento a María Concepción Pérez Recorder, directora del Parque Nacional Cascada de Basaseachi, ya que gracias a su apoyo se logró publicar esta segunda edición de mi libro. Gracias también a XXXX XXXXX XXXXXX trabajadores del parque nacional, cuyo apoyo fue fundamental para este trabajo. Gracias a las fundaciones XXXX.

Gracias a mi esposa Silvia Bouchez Caballero, quien generosamente me ayudó y apoyó en la edición de este libro y me acompañó a algunos de los sitios mencionados para tomar fotografías.

Carlos Lazcano Sahagún Chihuahua, Chihuahua Ensenada, Baja California 19 a 13 de junio del 2017

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Cascada de Basaseachi, 245 metros

Maravillas de fin de milenio

"San Isidro Huajumar H12D89", con este nombre y esta clave me fue presentada una carta topográfica del Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI), en la que supuestamente se mostraba todo lo habido y por haber de la realidad geográfica de la Barranca de Candameña, una de las más profundas de la Sierra Tarahumara. Víctor 21 me indicó: --Aquí da principio la barranca, justo donde cae la Cascada de Basaseachi y su parte abrupta finaliza acá --señalándome un punto que decía Candameña, refiriéndose al viejo mineral de este nombre. --Son 18 kilómetros de recorrido, ahí te dejo la carta para que la estudies -- y salió de mi oficina para atender asuntos de su trabajo.

Una invitación Esa carta representaba la primera información cierta que tenía sobre la Barranca de Candameña. A simple vista se apreciaba una densa secuencia de curvas de nivel, indicando que se trataba de una región sumamente quebrada. El doctor Víctor Rodríguez Guajardo, un excelente amigo y compañero de infinidad de exploraciones me había invitado a que visitara con ellos, con los miembros del Grupo de Espeleología y Exploración de Ciudad Cuauhtémoc (GEEC), la Barranca de Candameña, la fecha se había fijado para mediados de marzo de 1994, y aunque ellos ya habían recorrido esta barranca en tres ocasiones, previamente a la salida estuve recabando información para ir con mejor conocimiento de causa. Es norma para la exploración comenzar ésta en libros y mapas, así se llega al terreno mejor preparado, y con una visión más clara de lo que se puede descubrir. Por supuesto, lo mejor lo encuentra uno recorriendo el sitio.

Una barranca profunda En las mesetas del noroeste de la Sierra Tarahumara se encuentra la profunda grieta geológica que dio origen a la Barranca de Candameña, su rumbo general hasta la comunidad de Candameña es suroeste, más cercano al sur que al oeste. En el

extremo norte de la barranca, el importante arroyo del Durazno forma la bellísima Cascada de Basaseachi, una caída de agua de 246 metros, aquí da inicio formal la barranca. Unos 700 metros antes de llegar a esta cascada, al arroyo del Durazno se le une el arroyo de Basaseachi y éste último es el que da nombre a la caída de agua debido a su cercanía con la comunidad del mismo nombre. Basaseachi es un término de origen tarahumar y hay quienes dicen que significa lugar de coyotes otros afirman que quiere decir cascada. A partir de la cascada al cauce de agua que sigue se le llama Río de Candameña y corre ya 22 dentro de la barranca. Con un lápiz fui siguiendo en el mapa el curso del río y su abrupto entorno. El Cerro Basaseachi se elevaba hasta los 2160 metros sobre el nivel del mar (msnm), mientras abajo, casi en la base de la cascada el río desciende rápidamente a 1600 msnm, sin embargo, a medida que el río baja dentro de la barranca, la altura de la meseta aumenta, de tal manera, que justo al final del recorrido que pensábamos hacer, hacia los 18 a 20 kilómetros al suroeste de Basaseachi la barranca adquiere su mayor profundidad, al correr el río a 850 msnm y alcanzar la meseta 2600 msnm, justo en la cumbre del Cerro de los Jarros, son 1750 metros de desnivel, lo cual coloca a Candameña entre las más profundas de la Sierra Tarahumara. Sin embargo, esta no es la parte más profunda de esta barranca ya que aguas abajo, ésta adquiere su máxima profundidad que es de 1850 metros. En casi toda la zona abrupta el ancho de esta barranca se mantiene entre los 500 metros y el kilómetro, muy lentamente se va abriendo a medida que el río desciende, de tal forma que en su parte más profunda hay una distancia lineal de 5 kilómetros entre el punto más bajo y el más alto. Esto hace que Candameña sea una de las barrancas más imponentes por su relación profundidad-ancho, es decir mucha profundidad y poca anchura. Prácticamente toda la zona abrupta de la barranca pertenece al Parque Nacional Cascada Basaseachi, por lo cual se encuentra protegida por la ley como área natural. La barranca más honda de la Tarahumara es la del Mohinora, la que se encuentra en la frontera entre Chihuahua y Sinaloa. Alcanza los 2500 metros de desnivel. Le sigue la barranca de Sinforosa, también conocida como “la reina de las barrancas”, la que cubre un desnivel máximo de 2100 metros. Luego está la barranca de Urique, que en su parte más profunda cuenta con 2000 metros de desnivel. Del mismo calibre es la barranca de Batopilas, igualmente con dos kilómetros de hondura; enseguida la de Candameña con

sus ya mencionados 1850 metros; la de Tonoriba, igualmente con 1850 metros; inmediatamente está la del río Mayo con 1680 metros; la de Huápoca con 1620 metros; la de Chínipas con 1600 metros; la del Septentrión, también con 1600 metros y la de Oteros con 1520 metros. La barranca del Cobre, que es la más famosa de la sierra, apenas alcanza los 1300 metros de profundidad. Cabe recordar que el mundialmente famoso Cañón del Colorado tiene 1425 metros de profundidad en su punto más hondo.

23 Las grandes barrancas del mundo y de México --¡ Újule ! el cañón del Colorado está chico comparado con nuestras barrancas --me decía un funcionario de SECTUR (Secretaria de Turismo de la República) --es, como decía doña Silvia --refiriéndose a Silvia Hernández, la titular de SECTUR --que las barrancas del Cobre, nombrando así a todo el conjunto de barrancas de la Tarahumara, son lo que el cañón del Colorado quisiera ser cuando sea grande. Sin lugar a dudas --remató --nuestras barrancas son de las más grandes y profundas del mundo. --No estés tan seguro --le dije --¿sabes tú cual es la barranca más profunda del mundo ?. --Creo que es una que está en Perú o en Bolivia, si mal no recuerdo, aunque ignoro su profundidad. --Pues para que lo sepas, nuestras barrancas nada tienen que hacer con los cañones más hondos del mundo. Según los geógrafos la barranca con mayor desnivel del planeta es la de Yarlung Tsangpo en la región de los Himalayas en el Tibet con más de 5 kilómetros de profundidad, 5076 metros para ser exactos, para que te des una mejor idea de su dimensión la barranca del Mohinora, la más honda de nues