Relaciones sociecológicas y prácticas comunitarias con el Humedal de Bosa. Vivir y sentir a través de las transformaciones del agua como actante.

Adriana Marcela Laiton Cortes

Trabajo de grado presentado para optar al título de Magíster en Antropología

Asesora Mónica Lucía Espinosa Arango

Universidad de los Andes Facultad de Ciencias Sociales Departamento de Antropología 2019

Resumen

Basada en una perspectiva transdisciplinaria que combina la ecología política posconstructivista, la ecología de la vida y el concepto de Sistema SocioEcológico (SSE), esta investigación antropológica se propone estudiar la conexión de los procesos socio-ecológicos en el Humedal Tibanica (HT), ubicado en Bosa, durante el periodo 2014-2018. Se comprende el humedal como un aula viva y se aplica el concepto SSE al análisis antropológico y ambiental del HT y al rol del agua, entendidos como actantes. El proyecto se enfoca en las interacciones y relaciones socioecológicos entre líderes, habitantes y el HT y la manera cómo estos se dinamizan mediante procesos de implicación mutua, comunicabilidad y correspondencia alterando los ciclos naturales del ecosistema y las formas de habitar de las poblaciones a través de reconfiguraciones espaciales, ecológicas y sociales, en un contexto marcado por un conflicto socioambiental. Dicho conflicto se deriva de la contradicción entre la Política Pública actual de Humedales y las prácticas históricas de desarrollo y expansión urbana que riñen con la protección, conservación y sostenibilidad de los recursos naturales, en especial del agua. Así, el proyecto responde al siguiente interrogante: ¿Cómo se configuran las relaciones socioecológicas entre la comunidad y el Humedal Tibanica, tomando en especial consideración al agua como actante y recurso fundamental para la sostenibilidad?

II

Por cada pregunta motivada y el soporte en el camino de búsqueda de respuestas, agradezco profundamente a Mónica Espinosa, cuya forma particular de considerar la vida y la investigación me han permitido descubrir otros universos en mí. A mi madre, mi padre y mis hermanas por la confianza, el apoyo incondicional y las palabras de aliento cuando la presión del trabajo y la tensión de la escritura se encontraban. A Sergio por su compañía, el encuentro, la disposición y la posibilidad de avivar el interés investigativo alrededor del agua y los no humanos en Tibanica. Y por supuesto, este andar no hubiese sido posible sin la presencia crítica, las conversaciones y el hacer de cada uno de los integrantes de Todos Somos Tibanica y de Tina Fresneda. Al Humedal Tibanica, infinitas gracias por permitirnos sentir y pensar distinto a través del encuentro en cada caminata, avistamiento y siembra.

III Table de contenido

ÍNDICE DE ACTORES I

INTRODUCCIÓN III

SOBRE LA LOCALIDAD DE BOSA X METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN XII ORGANIZACIÓN DEL TEXTO XIV

CAPÍTULO I: TIBANICA EN RETROSPECTIVA 1

HISTORIA AMBIENTAL: HECHOS Y ALGUNAS VALORACIONES SOBRE TIBANICA 1 MEMORIAS DEL AGUA Y DE UN PAISAJE EN TRANSFORMACIÓN 7 MÁS ALLÁ DE LO LOCAL: LOS HUMEDALES BOGOTANOS. APROXIMACIONES A UN CONFLICTO SOCIOAMBIENTAL 14 UNA ESPECIE URBANA Y SU RELACIÓN CON LA NATURALEZA 20

CAPÍTULO II: LAS VALORACIONES DE TIBANICA DESDE SUS HABITANTES 26

VALORACIONES: UNA LECTURA DESDE LA RELACIÓN HISTORIA AMBIENTAL - SERVICIOS ECOSISTÉMICOS 33 AGUA Y AVES COMO MEDIADORAS DEL ACTO VALORATIVO 38 DISCURSOS Y PRÁCTICAS QUE CONSTRUYEN NATURALEZAS 49 LOS PROBLEMAS DE UN MODELO DE GESTIÓN URBANA 62 EFECTOS DE UN MODELO PRODUCTIVO DE CIUDAD SOBRE UN SSE ACTIVO 70

CAPÍTULO III: TIBANICA COMO AULA VIVA 75

EXPERIMENTACIÓN Y REVELACIONES QUE DESCUBREN OTRAS FORMAS DE APRENDER Y CAMINAR 75 EXPERIMENTAR CON EL AGUA 77 RESTAURAR PARA VER CRECER: RIEGO Y CORRESPONDENCIA HUMANA 83 RESTAURAR PARA VER CRECER: EL SUELO Y LAS PRÁCTICAS DE LA SIEMBRA Y EL COMPOST 92 TIBANICA: UN AMBIENTE Y AULA PARA LA VIDA EN LA QUE GESTAR “LO COMÚN” 98

REFLEXIONES FINALES 104

NOTAS 106

BIBLIOGRAFÍA 106

IV Índice de actores

Los siguientes son los perfiles de personas con quienes se establecieron distintos diálogos para llevar a cabo este proyecto investigativo, y de quienes se hace necesario especificar en medio de la diversidad de actores:

Miembros del Colectivo Todos Somos Tibanica El Colectivo nació en 2018 como parte de un proceso educativo y participativo desarrollado en el marco de la Agenda Interlocal Bosa - Kennedy. Ésta es un proyecto que ha impulsado la Fundación Social y tiene por objeto el reconocimiento y la gestión de los territorios desde distintas dimensiones. De éste han hecho parte distintas personas que han sido líderes en barrios de Bosa y Kennedy.

Catalina González: es una joven de 28 años con experiencia e intereses en la pedagogía infantil. Llegó al Humedal Tibanica a través de su participación en procesos comunitarios de gestión territorial. Luego de conocer Tibanica, decide promover proyectos de educación ambiental, especialmente para niños y niñas.

Sandra Alfonso: ha sido líder en el barrio Santa Fé, en Bosa, desde muy joven y hasta los primeros meses del 2019 hizo parte de la Junta de Acción Comunal del barrio.

Adriana Laiton C.: habitante de la localidad desde hace 29 años. Ha participado de procesos pedagógicos y de planeación en el territorio junto a organizaciones de jóvenes. Interesada en preguntarse por la identidad respecto al territorio, la convivencia ciudadana y el lugar de prácticas artísticas como la fotografía, desarrolló su primera investigación con niños y jóvenes en 2015. Más tarde, en el 2017, le surge el interés por explorar el campo de la educación ambiental para desde allí preguntarse por las relaciones con el entorno y entre humanos y no humanos.

I Natalia Lozano: es una joven, profesional en ingeniera ambiental. Si bien, no es habitante de Bosa, su interés por el Humedal Tibanica se encuentra con sus proyecciones vitales de trabajar por los ecosistemas en la ciudad y junto a la gente, principalmente en un marco educativo.

Jairo Díaz: hace parte de la Junta de Acción Comunal del barrio Los Olivos en . Su participación en el Colectivo está impulsada por su interés de promover el acercamiento de sus vecinos al Humedal y por desarrollar procesos de educación ambiental con jóvenes y niños. *Otros actores Tina Fresneda: habitante de la localidad de Bosa desde hace más de 20 años. Se ha destacado como líder ambiental de la localidad, ejerciendo una especial defensa con el Humedal Tibanica. Hoy hace parte del equipo de la Secretaría Distrital de Ambiente y es la intérprete del Humedal.

Giovanni García: es un joven habitante de la localidad, miembro de distintos colectivos que propenden por la comunicación alternativa, la educación ambiental y el recocimiento del territorio. Actualmente hace parte de "Germinamos en Tibanica", un grupo interesado en promover actividades de siembra y riego.

Catalina Fuentes: docente en el área de ciencias naturales del Colegio Alfonso Reyes Echandía, perteneciente a la localidad. Durante 2018 desarrolló una investigación sobre los imaginarios y percepciones del Humedal. Su interés en Tibanica tiene que ver con reconocerlo como Aula ambiental viva y con las posibilidades de llevar sus clases a este espacio.

Sergio H. Álvarez: es periodista de la Universidad del Rosario y vecino del Humedal de Córdoba. Empieza a visitar el Humedal de Tibanica desde el año 2013 y en el 2014 decide hacer su proyecto de investigación para la maestría en Ciencias Ambientales con el Humedal Tibanica. Finalizado su proceso académico sigue visitando este ecosistema estudiando su avifauna con círculos de ornitólogos.

II Introducción

Intentar precisar el momento en el que el interrogante que propone este proyecto llegó a mí implicaría abandonar la diversidad de personas y experiencias con las que me he encontrado para dar lugar a reflexiones y nuevas observaciones. Puedo, sin embargo, precisar que fue desde 2013, cuando empecé a recorrer y reconocer a Bosa como un territorio provisto de resistencias, problemas y dinámicas complejas; ese fue el momento en el que la curiosidad por describir, hacerme preguntas y pensar respecto a mi relación con el entorno fue haciéndose visible en mi cotidianidad. En esa misma trayectoria del habitar la localidad, trabajar y reflexionar con otros jóvenes sobre territorialidades, convivencia, procesos de comunicación alternativa y pensar propuestas por construir otras territorialidades en otros lugares del país, me encontré con la inquietud por afinar la mirada que tenía sobre Bosa. Esta vez, desde la perspectiva de las relaciones sociales y biológicas. Así, en 2015 llegué al Humedal Tibanica atraída por la posibilidad de aprender y disfrutar del avistamiento de aves. A partir de ese entonces, de los diálogos con vecinos, los estudiantes que desde allí generaban nuevos conocimientos y los recorridos mañaneros de encuentro con no humanos, empecé a atesorar un interés por investigar con y para Tibanica. Ahora ese interés adquiere forma a través de este texto, y se convierte en parte de mi trayectoria vital para seguir profundizando en las relaciones socioecológicas que me construyen con los lugares que habito.

Como parte del interés por profundizar en las relaciones con Tibanica, quiero iniciar esta narración con una experiencia muy particular, dado su significado para este proyecto. Sucede que, para el cierre de cada año, integrantes de la Asociación Bogotana de Ornitología (ABO), comunidad queriente y el equipo de trabajo de la Secretaría Distrital de Ambiente (en adelante SDA) designado para cada humedal de , se dan cita para realizar el Censo Navideño de Aves1, una práctica no solo de seguimiento y control a la biodiversidad de estos ecosistemas sino también de

1 La iniciativa de más de 20 años es una propuesta de Gary Stilles y Loreta Roselli. De ahí nace el Círculo Sur, censo decembrino cuyo punto central es Tibanica.

III encuentro entre humanos y no humanos en medio de la ciudad. Este censo fue llevado a cabo en Tibanica el 22 de diciembre de 2018; lo recuerdo de manera especial por la manera como inició para mí.

La cita era a las 7:00 a.m. y por dificultades en el traslado llegué 45 minutos después, cuando el grupo ya había comenzado la actividad. Ese día, justo a la entrada de Tibanica caí en cuenta que era la segunda vez que entraba sola; tuve entonces un miedo distinto. La primera vez lo había tenido cuando pensé en el riesgo al que podría estar expuesta si me encontraba con consumidores de droga, pero en esta ocasión serían otros los miedos que me impedirían caminar tranquila. A varios metros del ingreso al Humedal, una jauría de perros se lanzó dispuesta a atacarme si continuaba con mi paso; primero fue un perro negro, grande, al que se sumaron otros cuatro que luego de algunos minutos se calmaron y asentaron. El perro que había iniciado el hostigamiento no calmó su comportamiento amenazante hasta que yo, por intuición, luego de pensar sobre cómo defenderme, saqué de mi maleta unas frutas, me comí una mientras me miraba y la otra se la lancé; él la miro, la olió, la lamió, me volvió a ver y se dio vuelta. Ese día volví a comprender cuán necesaria era la labor de establecer códigos de comportamiento y comunicación tanto con animales como con otros que habitan Tibanica, pues había sido la situación más cercana al miedo y la inseguridad que había vivido luego de 3 años de visitarlo.

El ingreso a Tibanica es particular. Desde que se llega por el barrio Carbonell, en la localidad séptima de Bosa del Distrito Capital de Bogotá, el paisaje se altera rápidamente. En la avenida, los sonidos de las múltiples voces de vendedores que promocionan los productos y ofertas de sus locales comerciales, la prominente oferta visual de servicios, casi uno por casa, el ruido de los vehículos que circulan en una doble vía sin cebras para el cruce de los habitantes y la polución concluyen en un agotamiento para el transeúnte que, al adentrarse por la cuadra barrial camino a Tibanica, siente que se opacan de manera lenta. En esta cuadra es posible evidenciar el choque entre dos proyectos urbanísticos, uno tradicional con el cual el barrio nació a partir de las ocupaciones ilegales y la falta de planeación urbana y, otro reciente que

IV se denomina Urbanización Alamedas del Parque, el cual rodea a Tibanica por el oriente. Cuando se ingresa para tomar el camino hacia el sector que colinda con el barrio Manzanares, el ser vivo que mayor prevalencia tiene a vista humana es un árbol de la familia de las Acacias, dada su altura y robustez. Hay pues una sensación de dualidad; una que se reparte entre la tranquilidad, generada por el cambio en la sensación al respirar y el apaciguamiento de los sonidos, y el miedo a encontrarse con personas que puedan significar amenaza o peligro, según las percepciones y alertas difundidas por los mismos habitantes del territorio.

Figura 1. Mapa de ubicación de Tibanica en la UPZ 85, Bosa (Tomado de Martínez 2016)

El Humedal Tibanica está ubicado en la Unidad de Planeación Zonal (UPZ) 85 de las 6 UPZ en las que se ordena Bosa; es considerado un humedal interregional por

V compartir parte de su extensión con Soacha, aunque el sector correspondiente al municipio aún no ha sido declarado como humedal. Sus límites, de acuerdo a la Figura 1, colindan al norte con los barrios Manzanares, La Esperanza y Primavera; al oriente, con los barrios Charles de Gaulle, Urbanización Alamedas del Parque, Israelitas, Llano Oriental, El Palmar y Villa Anny; al occidente con la quebrada Tibanica y Soacha, en lo que correspondía a la hacienda Potrero Grande, y al sur con los barrios La María y Los Olivos, pertenecientes al municipio. Con una extensión de 28.8 Ha., el Humedal Tibanica es constitutivo de la cuenca del Río Bogotá, “en la parte plana sobre la llanura fluvio-lacustre del mismo río, específicamente en la subcuenca del río (sur de la ciudad) la cual tiene un sistema de quebradas y pequeños ríos afluentes que drenan los cerros y terrenos del suroriente de la sabana de Bogotá” (Secretaría Distrital de Ambiente - SDA- 2009, 4).

Sobre los orígenes de Tibanica, es importante precisar que éstos se remontan al período cuaternario y que formó parte de la antigua Laguna el Tintal, de la cual quedan hoy un conjunto de humedales aislados: Capellanía, , , , Potrero Grande (Secretaría Distrital de Ambiente - SDA- 2009, 4). Así, en tanto humedal perteneciente a La Sabana, Tibanica integra un particular potencial ecosistémico y cuenta con una singular belleza paisajística, por el contraste que ofrece como humedal en el ambiente semiárido del límite suroccidental del Distrito Capital. Esto, según la Secretaría Distrital de Ambiente – SDA- (2018), entidad que ha administrado éste y otros humedales en distintas temporalidades. Si bien, Tibanica hace parte de la Estructura Ecológica Principal de Bogotá (EEP), como elemento del Sistema Distrital de Áreas Protegidas en la categoría de Parque Ecológico Distrital, su conexión a esta red de espacios y corredores de procesos ecológicos ha sido transformada por acciones antrópicas que devienen del elevado nivel de transformación de las áreas y ecosistemas que lo rodean (SDA- 2009, 11).

Sobre el concepto de EEP, es clave mencionar que de acuerdo al Plan de Manejo Ambiental para Tibanica –en adelante PMA-, el modelo de EEP, propuesto por Van Der Hammen y Andrade (2003 citado en SDA 2009), constituye la base para la formulación

VI e implementación de políticas de conservación de servicios ambientales, como biodiversidad, agua y suelos. La EEP se define teniendo en cuenta que debe albergar elementos y procesos insustituibles de la biodiversidad, suministrar servicios ambientales a la sociedad y que la conservación es el uso que genera menos conflicto y es el de mayor costo-efectivo para la sociedad y el interés en general. La EEP determina el modelo de ocupación del territorio, para asegurar la oferta de bienes y servicios ambientales atendiendo las potencialidades y limitaciones biofísicas y socioeconómicas del territorio (Secretaría Distrital de Ambiente - SDA- 2009, 43).

En la actualidad, el ecosistema se alimenta de las aguas lluvias. Antes, además de las aguas lluvias, el sistema, contaba con los aportes que recibía de la quebrada Tibanica, la cuál es hoy un canal de aguas lluvias. En la actualidad, Tibanica se encuentra separado de la quebrada por un jarillón (SDA- 2009, 4), así como también de su área inundable denominada Potrero Grande, la cuál se encuentra en Soacha, y frente a la cual se erige el proyecto urbanístico Ciudad Verde. No obstante, pese a esta desconexión respecto a la EEP de Bogotá, el Humedal Tibanica ha sido considerado como estratégico: por su importancia biológica y nivel de amenaza, al ser uno de los remanentes de la gran laguna que se encontraba en la sabana que actualmente está inmerso en la matriz urbana del Distrito. A futuro, el humedal puede convertirse en un nodo importante en la cuenca del Río Tunjuelito, entre este río y los Cerros del Suroriente de la Sabana (SDA- 2009, 11).

La razón de la desconexión de Tibanica de la EEP tiene que ver con los procesos de urbanización que se han dado en su cuenca; referirse a esto significa comprender la red hídrica en la que está inmerso el ecosistema, gran parte de la cuál se ha perdido. De acuerdo con el PMA, el área de drenaje para Tibanica estaba conformada por quebradas procedentes de los cerros surorientales de Terreros, Sucre y Cheba – ubicados en Soacha-, afluentes que alimentaban las depresiones inundables existentes antes de 1950 (SDA 2009, 76). El afluente cuyo mayor cauce drenaba al Humedal era la Quebrada Tibanica, la cual hace parte de la subcuenca del río Tunjuelo. La desembocadura de la quebrada tiene lugar en la obra del canal de Tibanica, alrededor del cual se ha desarrollado el barrio Cazucá al igual que la explotación masiva de

VII materiales de construcción mediante canteras (de las que se extraen los materiales para las ladrilleras). Esta dinámica se encuentra asociada al desarrollo de asentamientos urbanos desordenados, a la acumulación de basuras, a la precaria disposición de aguas servidas y por consiguiente, el deterioro de la cuenca (77). Sin embargo, estas no son consecuencias naturales; son, consecuencias derivadas de los proyectos de expansión urbanística e industrial que han empleado este canal como la “vía más adecuada para evacuar las aguas servidas” (77).

Figura 2. Recorrido del canal Tibanica hasta el Río Bogotá (Tomado de Google Maps, 2019)

De esta manera, el canal de Tibanica -o Río Claro-, que era del que se se alimentaba el Humedal hasta la construcción del jarillón, ha estado drenado tanto por las aguas servidas provenientes del suroriente de la capital colombiana, al igual que las de los barrios aledaños entre Bosa y Soacha por medio de alcantarillados provisionales. De allí, que si se considerase un eventual fenómeno hidrológico como el de lluvias fuertes, el riesgo de inundación en la zona baja del canal sería significativo. Esta es una situación que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá no ha tenido en cuenta; el humedal no figura dentro de los diseños de alcantarillado pluvial de Bosa y Soacha (SDA 2009, 79) para el control y retención de las crecientes en la cuenca. Por

VIII el contrario, las aguas de su cuenca natural de drenaje han sido llevadas al río Bogotá. Esta decisión, aunque no es la única, ha llevado a que, en la actualidad, año 2019, Tibanica presente un déficit hídrico que se combina con un contexto ecológico como el de Bosa, en el que hay bajos niveles de precipitaciones. La Figura 2 ilustra que, aunque el canal de Tibanica pasa por el Humedal, no tiene conexión con éste, razón por la cual el ecosistema depende de la entrada de aguas residuales y de aguas lluvias. Empero, algunos habitantes consideran que el jarillón que separa a Tibanica del canal es una estructura porosa que podría estar filtrando agua, ya que en épocas de verano el ecosistema expone su resiliencia ecológica a través del comportamiento de aguas freáticas que han evitado el secamiento total de espejos de agua.

En este contexto de conflicto socioambiental he elegido estudiar las interacciones y relaciones socioecológicas entre líderes, habitantes y el HT y, la manera cómo estos se dinamizan mediante procesos de implicación mutua, correspondencia y comunicabilidad. Esto significa seguir la trayectoria de la alteración de los ciclos naturales del ecosistema y las formas de habitar a través de reconfiguraciones espaciales, ecológicas y sociales. El conflicto socioambiental se deriva de la contradicción entre la Política de Humedales del Distrito Capital y las prácticas históricas de desarrollo y expansión urbana, las cuáles riñen con los principios de la protección, conservación y sostenibilidad, especialmente del agua. Para su estudio he propuesto el análisis de dos situaciones: los usos y las valoraciones que los habitantes le han dado al ecosistema y su relación con las prácticas del Estado, y las decisiones y prácticas que vienen desarrollando el Instituto de Desarrollo Urbano –IDU- la Secretaría Distrital de Ambiente y el distrito, pues si bien el área espacial del Humedal ya ha sido caracterizada en el PMA, el IDU contempla una parte de ésta para desarrollar obras duras de infraestructura vial en el marco de la ampliación de la Avenida de Cali de Bogotá.

Así, el proyecto responde al siguiente interrogante: ¿Cómo se configuran las relaciones socioecológicas entre la comunidad y el Humedal Tibanica, tomando en especial consideración al agua como actante y recurso fundamental para la sostenibilidad?

IX Para ello, desarrollo el concepto de Sistema SocioEcológico (SSE), con el cual asumo una perspectiva antropológica desde donde se propone estudiar la conexión de los procesos sociales y ecológicos en el Humedad Tibanica (HT) de la localidad de Bosa durante el periodo 2014-2018. Se aplica así el concepto SSE al análisis antropológico y ambiental del Humedal y al rol del agua, entendidos como actantes en una red de agentes/actantes. Asimismo, este proyecto comprende al agua como un actante en el entramado de redes socioecológicas porque asume en ésta un comportamiento de fuerza, causalidad y obstinación que implica, a su vez, transformaciones y/o alteraciones en la vida social de humanos y otros no humanos. El desarrollo de esta categoría de actante toma como base la teoría actor-red de Latour (2008). Su narrativa nos propone pensar que si queremos ser realistas frente a los vínculos sociales es necesario aceptar que la continuidad de cualquier curso de acción rara vez consistirá de conexiones entre humanos o conexiones entre objetos, sino que probablemente irá en zigzag de unas a otras (112). Así, un actor es “cualquier cosa [que] modifica con su incidencia un estado de cosas” (106). Mediante el análisis de la historia socioambiental de Tibanica y el estudio de valoraciones de sus habitantes se reafirmará la incidencia y los movimientos del agua como actante en el entorno.

Sobre la localidad de Bosa La ubicación geográfica de la localidad de Bosa, hacia la periferia sur del Distrito Capital de Bogotá, se enmarca en un proceso de expansión urbana y desarrollo socioeconómico complejo, en el que la búsqueda por resolver las necesidades básicas de comunidades humanas se ha antepuesto a las necesidades de ecosistemas como Tibanica. Bosa ha sido, al igual que Ciudad Bolívar, , Rafael Uribe y Suba, una localidad receptora de población desplazada. De acuerdo con cifras de Acción Social, para 2007 Bosa contaba con 150.012 personas de las cuales 28.000 (4000 núcleos familiares) habían sido reconocidas como víctimas del desplazamiento por la Unidad Distrital de Atención a Población Desplazada –UAO- (ESE Hospital Pablo VI, Bosa 2009). Este desplazamiento, cuya causa no es solo el conflicto armado interno de sino también de las dinámicas intraurbanas, posicionó entre 1995 y 2006 a la localidad de Bosa como la segunda receptora de desplazados en Bogotá.

X

Referirnos a estas dinámicas para el caso del área de influencia de Tibanica implica abordar las gestaciones del proceso de poblamiento a lo largo del siglo XX, tanto a escala nacional como distrital y local. De acuerdo con el PMA, la migración en 1960 se caracterizó porque las personas que llegaron a poblar fueron expulsadas violentamente del campo (principalmente del Tolima, Huila y Cundinamarca), como causa de la confrontación entre liberales y conservadores durante el periodo historiográfico que conocemos como la Violencia. Luego, se desarrolló la migración de la década de 1970, que fue más un proceso de relocalización dentro de la ciudad en el cual se buscaban mejores condiciones de vivienda y por el cual se popularizaron las urbanizaciones piratas, así como las invasiones de terrenos. Se encuentra también el proceso de migración de la década de 1980, que surge como un movimiento de asentamiento por el ‘rebusque’, ubicando a los ‘nuevos pobladores’ principalmente sobre la periferia de la localidad y en condiciones ambientales pésimas; en este periodo se conforman los barrios Manzanares y Primavera (SDA 2009, 254).

Las personas en condición de desplazamiento que han habitado la localidad han tendido a desempeñarse en labores informales como el reciclaje, las ventas ambulantes, el trabajo doméstico, entre otros (ESE Hospital Pablo VI, 2009). Esta caracterización, con la que se identifican habitantes de los barrios aledaños al HT, también describe las condiciones más amplias presentes en la localidad en términos de acceso al trabajo y fuerza laboral. Para el 2009, Bosa contaba con una población de 554.389 habitantes, de los cuales 434.286 correspondían a Población en Edad de Trabajar (PET); 224.204 (40.4%) eran económicamente activos y 206.739 (47.2%) contaban con ocupación. Estas cifras preocupan si se tiene en cuenta el gran incremento de la población en un lapso de dos años, así como las necesidades de las comunidades, la realidad local y la tasa promedio de desempleo para Bogotá, frente a la cual Bosa es la décima localidad con el más alto nivel. Esta situación tiene correlación tanto con los altos índices de inseguridad, delincuencia común y violencia, como con la “dinámica de economía informal con sus múltiples modalidades que se hace presente en los territorios la localidad” (Secretaría Distrital de Salud 2011).

XI

Así, mientras que Bogotá se ha consolidado como un centro ejecutivo y financiero en Latinoamérica (Cámara_de_Comercio, 2007), Bosa ha mantenido su expansión. En 2007 se ubicaba como la quinta localidad en población y la cuarta en densidad, con 220 personas (p) por hectárea (ha.), por encima del promedio de la ciudad (42 p/ha.) (Cámara de Comercio de Bogotá, 2007, 9). Una consecuencia de esta expansión es la poca priorización tanto de equipamientos para la recreación y el deporte, como de áreas naturales de protección y conservación. En razón de esto, Bosa cuenta con “247 parques distritales, que corresponden al 5,3% del total de parques la ciudad y es la decimoctava localidad en número de metros cuadrados de parques y zonas verdes por habitante (1.97mxh)” (Cámara de Comercio de Bogotá, 2007, 22).

Metodología de la investigación Al definirse la etnografía como "la descripción de lo que una gente hace desde la perspectiva de la misma gente”, se quiere decir que es un estudio al que le interesa tanto las prácticas (lo que la gente hace) como los significados de las mismas para quienes las realizan (la perspectiva de la gente sobre estas prácticas)” (Restrepo 2016, 16). Es por esto que se justifica como un camino para comprender y valorar las prácticas e interpretaciones de los habitantes para con el HT. En segundo lugar, la etnografía interesa porque a través de ella es posible reflexionar sobre las prácticas sensoriales y de percepción que permiten vivencias particulares en el humedal, para con ello aportar a la construcción de teoría en clave de la ecología de la vida. De acuerdo a Vasco (2007, 18), es clave también por la posibilidad de la confrontación y la contradicción. La primera está relacionada con los escenarios de enfrentamiento entre las distintas voces de líderes y participantes frente a su accionar en el humedal, y la segunda tiene que ver con la realidad y las historias mismas, que nos permiten profundizar en aquello que realmente la gente hace.

Así, basada en una perspectiva transdisciplinaria que combina la ecología política posconstructivista, la ecología de la vida -siguiendo algunas de las ideas de Ingold- y el concepto de Sistema SocioEcológico (SSE), esta investigación antropológica se

XII propone estudiar la conexión de los procesos sociales y ecológicos en el Humedad Tibanica durante el periodo 2014-2018, mediante una estrategia cualitativa. Ésta implementa el método etnográfico de manera transversal, al que complementan: (1) el análisis de fuentes documentales aplicado a la Política de Humedales del Distrito Capital, al Plan de Manejo Ambiental y a los Decretos 565 de 2017 y 552 de 2018, mediante la técnica de Análisis Crítica del Discurso (ACD); (2) el desarrollo de entrevistas semiestructuradas aplicadas a líderes, docentes y estudiantes del sector, y a integrantes del Colectivo Todos Somos Tibanica; (3) un grupo de discusión mediante el cual se buscó identificar los valores y las percepciones que potencian a Tibanica como aula viva en el marco de conversaciones con líderes y habitantes del sector y durante una experiencia pedagógica con niños y jóvenes.

Incluyo, además, la realización de un ejercicio pensado desde la antropología experimental para reconocer la voz del agua, en tanto actante, el cual consistió en el análisis de unas muestras de agua de Tibanica solicitadas, mediante derecho de petición, a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá. También, los registros de observaciones participantes llevados a cabo en el marco de actividades educativas realizadas por el Colectivo Todos Somos Tibanica, tales como riegos, siembras, talleres con estudiantes y líderes del barrio, recorridos y un taller de fotografía con niños y jóvenes. Sobre el Colectivo, preciso que éste surgió en 2017 como parte de un proceso de participación y liderazgo comunitario que apoya la Fundación Social para la incidencia en las localidades de Bosa y Kennedy. Actualmente hago parte de este grupo y desde 2018 he acompañado actividades de educación ambiental popular alrededor de Tibanica; entre sus integrantes nos encontramos investigadores, líderes de juntas de acción comunal y profesionales de ingeniería ambiental provenientes de otros territorios en Bogotá. A partir de lo anterior, reflexionar continuamente respecto a mis sesgos y/o obstáculos epistemológicos, mediante la toma de notas diarias (diario de campo), fue fundamental, no solo por mi participación en el Colectivo Todos Somos Tibanica, sino por mis experiencias pasadas en el trabajo comunitario y por mi interés y necesidad de reconocer a Tibanica como un aula viva, a través de una actitud y ejercicio de activismo por su defensa.

XIII Organización del texto En el primer capítulo de esta investigación, “Tibanica en retrospectiva”, parto de recuperar apartes de la historia socioambiental del Humedal Tibanica para comprender las relaciones socioecológicas e históricas -entre el HT y sus habitantes-, en medio de un desarrollo urbanístico periférico complejo y desigual, que involucra al ecosistema y al agua. En este sentido, dado que ha emergido un nuevo paisaje, se retoman también algunos de los relatos de habitantes, en términos de una memoria comunicativa, para relacionarlos con las transformaciones del ecosistema. Por esta misma vía, el texto ofrece un marco general para rastrear el conflicto socioambiental que han vivido los humedales en la ciudad de Bogotá, y cierra con un análisis muy preciso respecto a la visión de desarrollo ciudad -región al igual que una discusión situada sobre la relación capitaloceno-antropoceno.

El desarrollo de este primer capítulo permite que, en el segundo, “Las valoraciones de Tibanica desde sus habitantes”, el texto investigativo se dirija a responder por qué Tibanica y el agua son actantes, proceso que nos lleva al análisis de las valoraciones de los habitantes, mediante un modelo que se ha creado como apoyo al estudio. Posterior a la presentación y análisis de estas valoraciones, se establece la relación entre sosteniblidad - agua y sostenibilidad - gestión ambiental ambiental urbana, para lo cual se desarrollan las dos situaciones que caracterizan el conflicto socioambiental reconocido en el SSE de Tibanica. De esta forma, en el tercer capítulo, “Tibanica como Aula viva”, realizo una construcción de la noción de Aula Viva a través de la narración y análisis de algunas de las prácticas que habitantes, líderes y otros hemos llevado a cabo en el SSE. Frente a éstas prácticas propongo una lectura a partir del análisis del concepto de correspondencia de Ingold, que complementa el de interdependencia mutua que se trabaja en los dos primeros capítulos. Con ello, ofrezco al lector una lectura de los humedales como aulas vivas en las que es posible reconocer el lugar de las percepciones en el conocimiento de nuestros entornos vitales, experimentar nuestras relaciones socioecológicas y transformar, con ello, valores y actitudes que sin duda, pueden llevarnos a un accionar y una ética distinta con la tierra.

XIV

Imagen 1. Después de fuertes episodios de sequía, el agua ha vuelto a Tibanica, 2019. Fotografía tomada por Adriana Laiton

Capítulo I: Tibanica en retrospectiva

Historia ambiental: hechos y algunas valoraciones sobre Tibanica En el sistema que conforma la cuenca y subcuenca de los ríos Tunjuelo y Bogotá, el flujo y la circulación de Tibanica han sido transformados dando lugar a un nuevo paisaje e historia. Es por esto que parto de comprender que “el espacio como una relación social también supone una relación natural, una relación entre la sociedad y la naturaleza mediante la cual la sociedad se reproduce a sí misma al apropiarse de la naturaleza y transformarla” (Ojeda 2016, 34). Esta comprensión deriva en la necesidad de reconocer las huellas humanas generadoras y movilizadoras de patrones en torno a las decisiones sobre y con el agua en el territorio. Esta historia es la evidencia de que

1 la expansión urbana en las periferias de Bogotá se ha dado, desde sus inicios, de manera informal, factor que justamente ha incidido en la fragmentación o eliminación de los ecosistemas originales y en la sobreexplotación del agua (Universidad Externado de Colombia 2018, 45), entendida no solo como recurso sino como materia o forma con valor intrínseco que atraviesa las relaciones culturales, económicas e históricas de los humanos de manera tangible e intangible. Lo anterior, también, supone reflexionar sobre la emergencia de algunos barrios y asentamientos humanos en condiciones de vulnerabilidad y pobreza. De acuerdo a Camargo Sierra y Hurtado Tarazona (2013), el crecimiento informal tiene mayor magnitud en las localidades del sur de la ciudad, en donde la zona del borde occidental de la ciudad (Bosa, Kennedy, Engativá, Fontibón y Suba), se presenta con un total de 3596 Ha.

De acuerdo a Álvarez (2018), investigador de la historia ambiental de Tibanica, observador de aves y queriente de éste y del Humedal Córdoba, la memoria de líderes y habitantes de los sectores colindantes al Humedal reconocía que desde 1990 el ecosistema presentaba “un recurso hídrico estable, con espejos de agua, áreas inundables aledañas, y una conectividad constante con la Quebrada Tibanica” (43). En ese período, el paisaje era de especial atractivo para los habitantes, quienes lo disfrutaban como área de goce y recreo. Sin embargo, la llegada de personas en búsqueda de vivienda propia desde diversos lugares del país dio origen a un período de transformación y tensión representado en el asentamiento de 30 familias dedicadas a la producción de carbón, que además de levantar sus viviendas se dedicaban a apilar y quemar material vegetal dentro del humedal para posteriormente comercializarlo (Álvarez 2018, 43).

Un segundo aspecto tensionante que se empezó a evidenciar de acuerdo con los vecinos fue el proceso de urbanización que se impulsó con base en la venta de terrenos a bajo costo y de manera informal. Entre 1990 y 1994, Bosa fue escenario de la llegada de familias con necesidad de acceso a vivienda de bajo costo, empleo y servicios estatales, lo cual converge con una transformación del ecosistema y se da en medio de una respuesta débil del Estado, no sólo respecto a la política social sino a la

2 protección de un humedal cuya riqueza biológica, si bien era ignorada en ese momento, sería posteriormente estudiada por algunos investigadores e instituciones.

Así, entre 1995 y 1997 Tibanica sufre las consecuencias de la expansión urbana a su alrededor, las cuales se expresan en el crecimiento de barrios informales, el inadecuado manejo de basuras y escombros, y la creciente contaminación de la Quebrada Tibanica (Álvarez 2018, 47). Aun así, niños, jóvenes y sus familias se recreaban en el ecosistema. De igual forma, el liderazgo y defensa del Humedal por parte de habitantes querientes (quienes en su mayoría ya contaban con una vivienda propia) se empieza a fortalecer a través del reconocimiento de éste mediante caminatas, ejercicios de comprensión de su funcionamiento biótico y el avance de un trabajo comunitario para construir tejido social y solventar necesidades básicas como el acceso a agua potable (Álvarez 2018: 48). Frente a estos procesos de crecimiento demográfico acelerado, la Alcaldía de Bogotá desarrolló el Acuerdo 26 de 1996, con el cual adoptó el Plan de Ordenamiento Físico del borde occidental de la ciudad de Santa

Fe de Bogotá, D.C2.

De otro lado, en 2003, los efectos de las obras que en 1999 el Departamento Administrativo del Medio Ambiente –DAMA- había llevado a cabo para aislar la Quebrada Tibanica del humedal empiezan a evidenciarse. Estas obras se realizaron tanto al amparo de una justificación que cuestionaba la calidad de agua que recibía Tibanica como la ausencia de una regulación clara respecto a la necesidad de protección del humedal. Uno de los efectos, como lo comentaba en el principio, fue reducir o bloquear el ingreso las aguas provenientes de la quebrada; con ello se generó un déficit hídrico que afectó la estabilidad del humedal. Junto a este particular proceso de desecación aparecieron habitantes de calle que se refugiaban en él, familias que ocupaban de manera ilegal terrenos; también se pobló de animales de pastoreo y de

2 Dicho Plan establece las normas urbanísticas y las medidas para la preservación, protección y adecuado uso de las áreas que conforman dicho sistema…”, en estos se incluye lo que denominan Chucua la Tibanica como red secundaria del Río Tunjuelo (Alcaldía M., Acuerdo 26 de 1996, 1996, citado en Álvarez 2018, 49).

3 perros ferales. Estos vínculos problemáticos llevaron a la administración de la época a declarar una alerta amarilla3 que se extendió hasta 2004. En este sentido, la riqueza biótica, paisajística del humedal, así como sus interacciones socioecológicas cambiaron drásticamente. Estas transformaciones fueron la base de un nuevo paisaje emergente a los ojos y sentidos de los habitantes y de unas relaciones distintas. Algunas de estas relaciones se vieron influenciadas por una percepción de miedo frente a un nuevo paisaje percibido como peligroso. Esta percepción también se alimentaba de los problemas de deterioro constante y de las precarias condiciones socio- económicas de los barrios, las cuales se manifestaban en hurtos y violencias, cuyo nivel se incrementaba (Álvarez 2018, 57).

Pese a las anteriores circunstancias y el cada vez más agresivo proceso de expansión urbana, entre 2005 y 2008 algunos líderes mantuvieron su relación de defensa de Tibanica y se articularon con investigadores de diferentes instituciones. Según Tina Fresneda, actual “intérprete ambiental” de Tibanica (cargo asignado dentro del actual modelo de gestión ambiental urbana implementado por la SDA en los humedales bogotanos) y líder desde hace 25 años, con esto se generaron propuestas que promovieron y fortalecieron hábitos sostenibles en los vecinos, tales como: disposición de los residuos de manera correcta, implementación del reciclaje y poco a poco, divulgación de los aprendizajes sobre la biodiversidad implícita en el Humedal (2016, citado en Álvarez 2018, 58). A partir de ese momento se abrió la posibilidad de considerar a Tibanica como un aula viva, pues eran varias las experiencias escolares y de investigación científica que se fueron gestando y co-creando con los habitantes. Esto deviene poco a poco en un tejido de vínculos que se amplían alrededor y dentro de Tibanica.

3 Es mediante el Decreto 203 del 2003 que se declara el estado de prevención o alerta amarilla en el humedal Tibanica. Con este se identifican problemáticas como: rellenos ilegales; vertimientos de aguas servidas, afectando la calidad de las aguas; disposición ilegal de basuras y escombros, generando contaminación ambiental; daño a la cobertura vegetal, representada en flora nativa propia de los ecosistemas de humedal alto andino; ocupación ocasionada por desplazamientos de origen urbano y rural; y la enajenación ilegal de predios (Decreto 203 del 2003) (Martínez 2016).

4 Con esta serie de vivencias y experimentaciones, los humedales se empiezan a posicionar como escenarios de encuentro intergeneracional en cuanto a la reflexión y protección del recurso hídrico4. Por ello, en 2007 el Distrito Capital define su posición con respecto a la importancia de conservar los humedales como ecosistemas estratégicos mediante el Decreto 624, por el cual adopta la visión, objetivos y principios de la Política de Humedales del Distrito Capital. Al respecto, es clave mencionar que a nivel internacional una de las primeras actuaciones sobre conservación de humedales fue la realizada en Espoo-Francia en 1970. De este encuentro se desprende la Conferencia Internacional sobre Conservación de los Humedales y las Aves Acuáticas, llevada a cabo en Irán en 1971. Sin duda, esta conferencia que da lugar a la suscripción de la Convención sobre los Humedales, Ramsar, y que entró en vigencia en 1975 marcó un punto de giro en el concepto internacional por la conservación y el uso racional de todos los humedales (Alcaldía Mayor de Bogotá 2007, 13).

Entre 2009 y 2012, con unas interacciones y vínculos marcados por la resiliencia ecológica y por experiencias de resistencia y gestión comunitaria, Tibanica y sus habitantes vuelven a experimentar un nuevo giro que seguiría dejando huellas en su paisaje. Éste es provocado por la ejecución de tres obras enmarcadas en la normatividad y planes de manejo ambiental del Distrito Capital. Según algunos líderes, estas obras empeoraron el déficit hídrico ya que fueron señaladas como una causal – sumada a la separación de canal- de la constante pérdida del espejo de agua del humedal; sus efectos se combinaron e hicieron notables con el fenómeno climatológico de El Niño de 2010.

Así, entre 2009-2012 se evidencian unos procesos complejos la implicación mutua entre aspectos sociales y ecológicos, pues mientras Tibanica demuestra sus

4 La vitalidad e importancia del recurso hídrico se posiciona como eje temático de distintos sectores en esta época, como es el caso de la Política Nacional para la Gestión Integral del Recurso Hídrico del Ministerio de Ambiente Vivienda y Desarrollo Territorial (Ambiente, 2010). A su vez, en el país se culmina de manera insatisfactoria un esfuerzo nacional conocido como El Referendo del Agua, iniciativa popular para promover un referendo que modificara la Constitución Nacional, y lograra el reconocimiento constitucional del agua como Derecho Fundamental (Gómez, 2014) (Álvarez 2018, 64).

5 capacidades y servicios ecosistémicos tanto para albergar distintas especies de fauna, amortiguar inundaciones y potenciarse como aula viva pese a las transformaciones antrópicas, la comunidad a su alrededor se articula consolidando procesos participativos y académicos. Es sin duda un escenario de conversación, de confluencia y comunicabilidad entre la gente y Tibanica. Dichos procesos ocurren de cara a un plan de infraestructura que va en contravía de estas sinergias entre el humedal y la comunidad local.

La transformación de las relaciones socioecológicas volvió a marcar un hito en la historia de Tibanica. Es así como en 2014, la situación ecológica del humedal se agravó, por lo que mediante el Decreto 494 se declaró de nuevo el Estado Crítico o Alerta Naranja. Dicha medida que reflejaba la relación entre las obras de transformación del paisaje y el déficit de agua en el humedal. La medida identificaba y priorizaba problemáticas como la contaminación del aire, de las aguas y del suelo; la degradación de suelos y tierras; las alteraciones nocivas del flujo natural de las aguas; la disminución cuantitativa o cualitativa de especies animales o vegetales y la concentración de población humana urbana o rural en condiciones habitacionales que atentaban contra el bienestar y la salud (Martínez 2016, 28).

Ante este escenario, entre 2013 y 2016 surgen cambios en las relaciones e interacciones socioecológicas, pues al tiempo que Tibanica está en peligro de desaparecer, la interacción de líderes y habitantes se tornan también en actividades de riesgo. De acuerdo a Álvarez, “la pérdida de fauna y el secamiento de los espejos de agua se conjuga con aristas propias del desarraigo” (2018, 79), relacionadas con actitudes de rechazo hacia el entorno, así como también con la participación institucional, cuyas decisiones afectan el funcionamiento del humedal y las relaciones biosociales en el territorio.

Esta historia ambiental de Tibanica expresa una tensión entre las relaciones y prácticas socioecológicas y la sostenibilidad. Aludo a este último concepto porque es uno de los principios en los que se soporta la Política de Humedales del Distrito Capital, ya que

6 se entiende como una condición necesaria para garantizar la protección del ecosistema. Así, la tensión muestra, de una parte, la importancia del reconocimiento y designación del Humedal como aula viva debido a su riqueza ecológica, apropiada por querientes y habitantes, proceso que deriva en la identificación de prácticas e interacciones ambientales. Por otra parte, la tensión se enraíza en historias de transformaciones que han dejado huellas de diferente tipo, las cuales han sido apropiadas y resignificadas por Tibanica y sus habitantes. En este sentido, podemos identificar los procesos de cambio y permanencia en lo biofísico, así como también en las memorias sociales. Indudablemente estas huellas nos abren senderos para explorar los entramados económicos, sociales, culturales y políticos que están en juego en este territorio y que permiten dar cuenta de una historia ambiental no oficial (Universidad Externado de Colombia 2018, 12, cap, 2.1).

Memorias del agua y de un paisaje en transformación Aquella premisa escrita en 1971 por Braun y Cavagnaro, y recuperada por Hawke y Pálsson (2017 2), respecto a que "el agua es el río sobre el que la evolución ha trazado su curso" me permite ver a través de la memoria natural de Tibanica y de sus transformaciones, que han trazado no solo un destino sino también unas memorias en los cuerpos y discursos de sus habitantes humanos y no humanos. Así, las memorias naturales y sociales que por su parte ha construido Tibanica de sí están representadas tanto en sus actuales espejos de agua, transformados y reconstruidos por actores externos, como en los caminos en los que se avista; a veces, un suelo arcilloso y otras también, uno árido, producto de los viejos usos de su terreno como relleno. Por su parte, las memorias de los habitantes están anidadas en una interseccionalidad que habla, por un lado, de un antes de las obras que modificaron el cauce vital del canal de Tibanica y su conexión con el ecosistema, y por otro lado, del después al desarrollo de éstas. De tal modo, lo que se presentan son unos procesos encadenados y sistémicos conectados entre sí que justamente hablan de la implicación mutua entre los actores de este SSE que más adelante caracterizaré.

7 Sobre tales transformaciones, Tina Fresneda comenta (citada en Álvarez 2018, 65) que las obras realizadas entre 2009 y 2012 suscitaron tal expectativa entre los vecinos, que hubo un alto involucramiento en la veeduría para su desarrollo. Pero, posteriormente, cuando las obras terminaron, se generó una ruptura con la comunidad, debido a que las obras no mejoraron el Humedal como se esperaba. Por esta razón, se volvió común escuchar a los habitantes hablar de la escasez de agua, de los suelos terrerizados y de la casi nula presencia de las aves acuáticas, antes diversas y de gran avistamiento.

En 2018, a partir de estos antecedentes y de considerar importante vincular a más habitantes a la protección y defensa de Tibanica, el Colectivo Todos Somos Tibanica, del que me hice parte luego de un genuino interés por aprender y aportar a procesos educacionales, impulsó un proceso de educación ambiental con jóvenes, niños niñas y adultos de los barrios vecinos de Tibanica. Previamente al inicio los primeros talleres, con Catalina, Carlos y Natalia discutimos sobre por qué ahondar o no en la memoria del Humedal, antes de hablar de sus servicios ecosistémicos y nuestras relaciones de apropiación. Fue al repasar una y otra vez el relato histórico y de escuchar a algunos líderes expresándose con desesperanza, que decidimos hablar desde ese lugar, el de la memoria, uno que suscitó nostalgias, pero también un nuevo abrir de ojos para percibir retrospectivamente la transformación desde el lugar presente.

En octubre propusimos con el Colectivo la creación de un espacio para conversar y escucharnos. Sentados bajo la Acacia - el árbol al que me refería al inicio - nosotros, Tina Fresneda, estudiantes de distintos grados de secundaria del Colegio Alfonso Reyes Echandía y su docente de ciencias naturales, Catalina Fuentes, fuimos armando un mapa de hilos de colores, en el que cada uno sostenía un hilo. Cada hilo tenía un color y era seleccionado por los participantes dependiendo de la emoción o recuerdo vinculado al Humedal; así, el amarillo estaba asociado con la alegría, el negro con el miedo y el blanco con el desconocimiento. Con la mayoría de participantes entre las edades de los 12 a 16 años y algunas madres iniciamos la conversación, tomando como primer paso la realización de una relajación corta con la que pudimos apreciar las cualidades de un aire distinto al que respiramos cotidianamente. Luego de inhalar

8 y exhalar a ritmos pausados, una madre comenta: “Sentimos la diferencia entre respirar en la casa y en el Humedal, porque en la primera hay sustancias tóxicas en el aire, hay humo de carros, polvo, aquí hay naturaleza” (Diario de campo 2018). Con esta percepción, el grupo aprovechó para reflexionar haciendo énfasis en una “igualdad de condiciones” frente a los otros seres habitantes de Tibanica, desde una planta, por más pequeña que esta fuese, a cualquier animal. Ante esta orientación, algunos jóvenes se mostraron pensativos, asintiendo con sus cabezas y mirándose entre ellos, quizá había una apertura distinta a comprender el significado de la vida y de nuestros semejantes.

Luego, pasamos a hacer un recuento, uno a uno, de los lugares en los que nacieron sus padres y de cómo llegaron a Bosa. Recuperar estas historias desde la oralidad nos pareció relevante para reconocernos entre todos como sujetos de raíces distintas que habitábamos un territorio en común, aún cuando las nociones sobre éste también eran particulares. De los 15 participantes, la gran mayoría de relatos traían a colación lugares como , Santander, Valle del Cauca, Tumaco, Ibagué y Boyacá. Susana, una joven de 14 años, contó que su madre era de Tumaco y su padre del Banco, Magdalena y que su madre había llegado a Bogotá porque “en Tumaco todo estaba terrible”. Con la historia de Susana, Yamile, madre de una niña de 3 años, se animó a contar que había escapado desde el Valle del Cauca con su novio porque a éste se lo querían llevar, sin aclarar qué actor o grupo armado.

Con un poco de la historia de todos, quisimos tejer un gran mapa que nos habló de algunas de las valoraciones en torno a Tibanica, pues preguntarnos por la memoria implicaba conocer lo que sabían o habían percibido los participantes. El referente para muchos se concentraba en los rumores que habían dejado noticias sobre el hallazgo de cadáveres en Tibanica en el 2016 y primer semestre de 2018, lo que implicaba el supuesto de que era “un lugar de muerte”, así como también el imaginario de que era un potrero encerrado. Sin embargo, otros jóvenes e incluso madres argumentaron que eso no representaba un gran problema y que, pese a ello, lo habían visitado en varias ocasiones y les gustaba como se sentían en él.

9 Con relatos que tenían que ver con desconocer a Tibanica como cuerpo de agua en la frontera entre Bosa y Soacha, nos propusimos un ejercicio de cartografía y memoria comunicativa al que se sumaron las voces de dos mujeres, habitantes del territorio desde hace más de 20 años. Ángela y Gloria, ambas líderes que habían trabajado con las Juntas de Acción Comunal de Manzanares y El Palmar. Ellas dibujaron las memorias que tenían de Tibanica años antes a las transformaciones por cuenta de las obras, tal como se aprecia en la Imagen 2. Junto a los dibujos como registros sensoriales, Gloria contó que, en sus inicios, Tibanica era una finca en donde a veces ella y su familia compraban leche; también un espacio en el que habían cambuches en medio del pasto que crecía alto, y que estudiantes y docentes del Colegio Llano Oriental hacían jornadas de limpieza; a dichas jornadas se sumaba la policía y algunos trabajadores del Hospital Pablo VI.

En sus recuerdos, Gloria veía a Tibanica como un gran potrero, así lo verbalizaba; eso la llevó a contar que junto a sus vecinos se organizó para conseguir un parque para Los Olivos (Soacha) y Albán Carbonell (Bosa), en un contexto en el que la prioridad era construir edificaciones, por lo que fue con su lucha y la de sus vecinos que lograron la construcción de un parque (Diario de campo, 2018).

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Imagen 2. En el relato de Gloria (mujer de la izq.) sobre Tibanica, muy pronto, emergieron los recuerdos de los problemas y dificultades que ella y su familia experimentaron. Entre estas se destacó la convivencia con las familias de los carboneros, dedicados a la quema de carbón a cielo abierto y la contaminación ambiental que generaba el oficio de los mismos (Diario de campo 2018).

Gloria afirmó, además, que lo que había reducido rápidamente el humedal había sido la construcción de viviendas. Por su parte, Ángela nos contó que llegó al barrio en el año 1996 y rememoró un hecho que para ella y otros vecinos significó el afianzar valores sobre Tibanica: Había un camino abierto que conectaba con Soacha y en un momento de lluvias fuertes, nosotros que estábamos frente al Humedal no nos inundamos, gracias a que los humedales son verdaderos reservorios de agua (…) Cuando llovía mucho el humedal era la gran salvación para que no nos inundáramos… El cambio lo vimos cuando del 2000 para acá empezaron con el proceso de encerramiento, había más fauna, era un lugar de paso de las aves migratorias y se ha perdido mucho… (Diario de campo, 2018).

Las intervenciones de Ángela y Gloria aluden al ejercicio de una memoria comunicativa, una que justamente parte de las experiencias y puede ser portada y transmitida por cualquier miembro de la comunidad, pero que a su vez puede ser más volátil, porque se desgasta con el paso del tiempo y se puede perder luego de cierta cantidad de generaciones. De acuerdo a Assmann y Czaplicka (1995) A través de esta forma de comunicación, cada individuo constituye un recuerdo que, como ha demostrado Halbwachs, es a) social y b) se refiere a un grupo. Cada memoria individual se constituye en comunicación con los demás. Estos "otros", sin embargo, son no cualquier grupo de personas, sino que son grupos que conciben sus unidad y peculiaridad a través de una imagen común de su pasado. Halbwachs piensa en familias, grupos de vecinos y profesionales, partidos políticos, asociaciones, etc., hasta e incluyendo naciones. Cada individuo pertenece a numerosos grupos de este tipo y por lo tanto entretiene numerosas imágenes y memorias colectivas (127) [Traducción propia].

11 En este ejercicio de memoria comunicativa, Gloria y Ángela incorporan relatos que aluden a una conciencia emocional en cuanto al reconocimiento de Tibanica como un otro con el que que tenemos una relación de implicación mutua. Estos relatos constituyen parte de una “cultura del recuerdo” que narra colectivamente, y de varias formas, una historia, y que a partir de la diferencia entre un antiguo y nuevo paisaje nos permite acceder a la conciencia histórica de los habitantes en ese entonces, en distintas formas retóricas y planos lingüísticos y sensoriales (Assmann 2011, 34). Así, si uno de esos planos es el vínculo afectivo, lo que se revela es que, a partir de un marco social de referencia propuesto por las narradoras, este vínculo ubica a Tibanica en un momento de la historia que es conflictivo pero que también habla de las resiliencias bióticas y sociales. Si bien, este ejercicio de memoria comunicativa colectiva pudo condicionar algunas percepciones de los jóvenes participantes, es justo precisar que es una memoria en constante expansión y construcción5, que se recrea, que surge gracias a la comunicación y la interacción con el grupo.

En los relatos de Gloria y Ángela no identificamos referencias históricas a relaciones de la comunidad habitante en el pasado, pero en la historia de Tibanica la cosmología Muisca se erige a partir de su particular relación con el agua. La sacralización se refleja en la consideración de los cuerpos de agua (especialmente las lagunas) como sitios ceremoniales; las lagunas para los eran los lugares de origen de sus dioses y sus fuentes de alimentación; de allí, que “todas las etapas del individuo se consagraban en el agua donde la diosa Muisca “Sie o Sia” acompañaba al individuo desde su nacimiento hasta su muerte” (SDA 2009, 254). Esta perspectiva sacralizada fue la que evidentemente favoreció la gestión del agua por parte de los muiscas, una en la que el ser humano no era necesariamente el director.

5Assmann comenta que desde “la perspectiva del individuo, la memoria constituye un aglomerado resultante de su participación en una diversidad de memorias grupales; desde la perspectiva del grupo se plantea como un problema de distribución, como un saber que se distribuye en un interior, es decir entre sus miembros” (2011, 38).

12 En torno a la sacralización del agua, Mangiameli, investigador de las relaciones humano-acuáticas en Ghana, comenta que la agencia abiótica generativa y sacralizada del agua es capaz de descentralizar al ser humano: Si los hábitos se insertan en un flujo que los conecta con lo que dan origen, por un lado, y con lo que los genera, por otro, entonces los hábitos del agua emergen de una espiral similar. Después de todo, el agua se adapta a la superficie de la tierra, pero al mismo tiempo modifica la superficie misma (citado en (Pálsson y Hawke 2017, 7).

Dicha gestión permite comprender las técnicas realizadas para el manejo de la agricultura alrededor de los humedales. Sobre esto, Valeria Rojas, habitante de Tibanica y joven estudiante de estas prácticas, comparte: La evidencia arqueológica demuestra la relación que tuvieron los Muiscas con los humedales en la zona, pues en los fondos de los valles planos e inundables construyeron camellones -superficies de tierra elevadas artificialmente, lo suficientemente altas, para crear un área que permitiera cultivar plantas cuyas raíces no permanezcan con demasiada humedad-, separados por canales, que les permitieron aprovechar la fertilidad del terreno, la humedad en tiempos de sequía y el drenaje en épocas lluviosas (Villa, 2012: 170; citado en Rojas 2018, 75)

Esta otra memoria que figura más en los documentos y fuentes bibliográficas que en la historia oral o las imágenes que puedan reproducir líderes y habitantes es, sin embargo, un referente en el conocimiento de quienes se han interesado por estudiar a Tibanica y de organizaciones comunitarias. Así pues, la actual comprensión comunitaria del pasado de Tibanica y el agua como agentes deviene de los recuerdos que personas como Ángela, Gloria y Tina comparten, una memoria comunicativa y afectiva que sugiere nuevos lugares de enunciación y significado para los jóvenes y adultos que participan de estos espacios. Tina deja entrever esto cuando dice: Yo lo conozco desde el 94 y era una época muy bonita, pero también hubo una época muy triste que fue cuando hicieron unas obras en el 2010 – 2014 y el humedal se secó totalmente, es decir que se perdió su función, pero ahora (con la obra de apertura de un vaso) se ve que se ha recuperado. Entonces yo como que he pasado por todos los colores, siempre he tenido la esperanza y estoy aquí y la seguiré teniendo, aunque la gente ya no crea, entonces soy una combinación entre la alegría, la felicidad, la perseverancia… (Fresneda 2018).

Una interpretación más de la memoria de Tibanica está dada por las representaciones de los flujos de sus espejos de agua, las ausencias de las conexiones hídricas que mantenía con su canal y las transformaciones de sus suelos. Estas imágenes son

13 producto de los tránsitos de Tibanica en una historia no oficial y una memoria social situada que a su vez se narra en la transformación de sensaciones individuales y se transmite a través de recuerdos particulares que se colectivizan. La memoria de Tibanica, entonces, se construye con la comprensión frente a cada evento que ha transformado el fluir del agua y la habitabilidad de sus aves y otros organismos. Tibanica es hoy la expresión de unos estados intencionados; la trayectoria de su memoria social está anidada tanto en múltiples temporalidades como en distintas generaciones.

Más allá de lo local: los humedales bogotanos. Aproximaciones a un conflicto socioambiental La historia ambiental de Bogotá nos habla de un territorio compuesto por lagos, lagunas y humedales o chucuas que eran sagrados en la cosmogonía Muisca. Dicha relación humana y no-humana de carácter social y ceremonial se transformó con la invasión española, los reasentamientos forzados de las poblaciones originarias y la introducción de otros modos de producción que llevaron a una consideración utilitarista y mercantil de estos ecosistemas, especialmente del agua y del oro. Esto no quiere decir que la relación biosocial que los indígenas tuvieron con el territorio no haya causado transformaciones en los paisajes. Al respecto, se considera que la transformación más fuerte que causaron los Muiscas en el paisaje de los humedales fue la “construcción de un sistema de camellones y canales articulados para controlar hidráulicamente las crecientes invernales (…)" así como también para obtener reservorios de agua permanentes y desarrollar actividades piscícolas y agrícolas (CAR 2016), 23). Aun así, esta relación –también productiva- no implicó transformaciones profundas en la estructura ecológica ni en los procesos naturales del paisaje.

Con la visión cultural europea, las relaciones humanas establecidas por la cultura muisca se revirtieron y en razón de ello, se empezaron a desecar las áreas húmedas a través de la construcción de vallados y jarillones cuyo fin “era ganar terrenos e incorporarlos a las propiedades privadas de los nuevos señores” creando pastizales para la producción agropecuaria (CAR 2016, 24). Consecuencia de esto es el cambio

14 de paradigma en las relaciones con el agua y el paisaje, que con el desarrollo industrial y urbano se acentuó. Así, ecosistemas como los humedales y en general las fuentes hídricas de la Sabana bogotana han sido utilizadas para verter aguas residuales, transportar desperdicios, como fuentes de enriquecimiento económico al desecarlos, rellenarlos y utilizarlos en actividades agrícolas, pecuarias, comerciales o para desarrollar proyectos urbanísticos (CAR 2016, 70). Las relaciones con el agua y el paisaje, transformadas drásticamente a partir de la influencia europea y por ende, de los cambios en las relaciones de producción y en las relaciones biosociales hacen parte hoy de unas ecologías de la evidencia, concepto utilizado por Lyons (2017) para referirse a sistemas de relaciones emergentes. Con este término busco referirme a los efectos en los actuales ecosistemas urbanos y su alteración de la Estructura Ecológica Principal, así como particularmente a unas relaciones emergentes en Tibanica - entre las personas y el Humedal- que buscan enmendar las condiciones materiales derivadas de dichas transformaciones en el paisaje, y de las cuales hablaré en el Capítulo III. De acuerdo a Lyons (2017), las ecologías de la evidencia no tienen otra opción que retener los trazos materiales de la violencia erigida contra la vida. Por esta razón, dichas ecologías señalan culpabilidades específicas que se enfrentan con la impunidad de los Estados y las empresas multinacionales, mientras la vida contaminada empieza a recomponerse (213).

Uno de estos efectos es la reconfiguración en las formas de habitar que transforman el paisaje. Para Tibanica estos efectos, los cuáles he narrado, se ven a través de las formas de apropiación y las perturbaciones del ecosistema natural. Ciertos procesos geomorfológicos y edafológicos afectan de manera decisiva la expresión y el desarrollo del paisaje (Cortés Ballén 2017, 8). Estos efectos son visibles en todo el territorio de la Sabana. Por ejemplo, de acuerdo a Cortés Ballén (2017), en 1940 la extensión superficial de humedales en Bogotá ocupaba 50.000 Ha. Actualmente, la ciudad cuenta con 966 Ha6 representadas en 15 cuerpos de agua reconocidos, estos son: Humedal

6 De acuerdo a la Secretaría Distrital de Ambiente, antes Bogotá contaba con 677 hectáreas declaradas como humedales, distribuidas en 13 cuerpos de agua declarados en el Distrito. Con las modificaciones del nuevo POT de la capital, estas áreas de protección ambiental se incrementaron en un 40%, pasando a un total de 966 hectáreas. El POT de 2013 incluyó más de 274 hectáreas como áreas de humedales

15 Torca – Guaymaral, , Córdoba, o Juan Amarillo, , Santa María del Lago, El Burro, Techovita o La Vaca, Techo, Capellanía, , Tibanica, , El Tunjo y . Es importante mencionar que también existen 20 cuerpos de agua no reconocidos de acuerdo al mapeo de la Fundación Humedales Bogotá (Fundación Humedales Bogotá s.f.). Sobre la disminución en la extensión de áreas de humedales, es preciso comentar que junto a este antecedente se encuentra la fragmentación de los ecosistemas, determinada por “la reducción o ruptura de la superficie de un hábitat o un tipo de cobertura y su separación en varios y pequeños fragmentos desconectados” (Cortés Ballén 2017, 125).

En este sentido, tanto la reducción como la fragmentación de los ecosistemas son las causantes de que hoy tengamos una estructura ecológica con alteraciones, fragmentaciones y con aumento de riesgos en la exposición a contaminantes y a alteraciones en la hidrología. Esto, teniendo en cuenta que los humedales se presentan como fragmentos en el paisaje urbano que se conectan a través del sistema hídrico (Cortés Ballén 2017, 126). Pese a ello, la acelerada transformación devela que en la estructura ecológica, los humedales son “fragmentos que se interrelacionan por medio de la biodiversidad que habita el espacio urbano de Bogotá” (126). En este sentido, aunque los humedales bogotanos cuentan con una regulación y mecanismos de protección, siguiendo a Cortés Ballén, su categorización no involucra conceptualmente el establecimiento de la conectividad para la regulación del ciclo hidrológico, ni articula de forma funcional las características estructurales del paisaje en la EEP (120).

Sobre lo anterior, la Política de Humedales del Distrito Capital, que se construyó entre el Distrito y organizaciones sociales de manera participativa en 2005, define los humedales como una Red de Áreas Protegidas constituida por ecosistemas de interés y valor ecológico y ambiental. Así, los humedales representan un “patrimonio natural y

e incluyó a La Isla en Bosa y El Salitre en Barrios, como los dos nuevos humedales de Bogotá, que suman 13,6 hectáreas (SDA s.f.).

16 cultural colectivo, que se manifiesta en su aporte a la conservación de la biodiversidad mundial, la calidad de la vida, la investigación, la habitabilidad, la sostenibilidad y el disfrute” (Alcaldía Mayor de Bogotá 2007, 45). Por su parte, desde una perspectiva más amplia, la Convención de Ramsar7 señala que el estado de los humedales en el mundo presenta cifras críticas, pues entre el 64% y 71% de áreas asociadas a estos ecosistemas se han perdido a nivel global (Ramsar. Convención sobre los humedales s.f.).

Reconocer entonces los humedales urbanos como ecosistemas estratégicos en la dinámica paisajística y en el mejoramiento de calidad de vida para los ciudadanos, determinará no solo la conservación de la biodiversidad, sino también la calidad de los “servicios ecosistémicos” que prestan y de las relaciones que se construyen desde las comunidades humanas. Sobre esto, Mauricio Castaño, integrante de la Mesa Distrital de Humedales, activista por el Humedal de Córdoba en Suba desde 1998 y participante de la construcción de la política pública, con quien conversé sobre la situación actual de los humedales, argumenta cómo el agua es una prioridad en este reconocimiento estratégico y, que es justamente por esta razón, que el concepto de caudal ecológico8 quedó en la política pública y significó un gran logro para los colectivos que vienen luchando por los humedales en el Distrito (2018). Sucede, entonces, que no solamente la conectividad como capacidad comunicativa y de intercambio de flujos es la única que se ha visto alterada por la fragmentación del paisaje, el agua como proceso de conexión de ese paisaje ha sufrido también de una precarización impuesta, con lo cual se han afectado las relaciones humanas y biológicas de la ciudad. Sobre la inclusión del caudal ecológico en la política pública, Mauricio afirma:

7 Su misión es" la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo" (Ramsar.org s.f.).

8 Actualmente, el único humedal de Bogotá que cuenta con un caudal ecológico de agua limpia, proveniente de la Quebrada Santa Bárbara, es el Humedal de Córdoba. La obra de este caudal permite restaurar la conectividad del ecosistema y constituye un logro de la Acción Popular interpuesta en el año 2000 por la Junta de Acción Comunal de Niza Antigua contra el Acueducto para amparar los derechos del Humedal Córdoba.

17 Eso es una ganancia en el manejo del agua, pues hay un manejo con ética del cuidado del cuerpo de agua, pero cuál es el problema: que las aguas que inundan (a los humedales) siguen siendo aguas servidas. A pesar de que la prioridad en la política pública es la descontaminación del agua, la corrección de conexiones erradas, y la recuperación de hábitat acuático, el agua que ingresa y los nutre es agua contaminada, entonces son hábitats que están generando problemas de salud pública, afectación a la vida silvestre y que no atienden ni siquiera el fallo del Río Bogotá, entonces es un desastre. La conclusión en 20 años, es que el manejo del agua en el distrito es un absoluto desastre, es irresponsable, es negligente, es irregular y es ilegal, porque la norma superior es clara, el derecho a un ambiente sano está en la Constitución, en la Ley 9993 y no se cumple (2018).

Mauricio plantea que el cerramiento, las administraciones, la construcción de aulas ambientales y la reconformación hidromorfológica son claves para restaurar los humedales, pues este fue el modelo que la Fundación La Conejera ideó y que aparece en la política pública. Más, sin embargo, el problema, en su opinión, tiene que ver con que los humedales hagan parte del sistema de alcantarillado, ya que con ello generan gas metano y más CO2, situación contraria si estos cuerpos de agua contaran con agua de mejor calidad, pues, en sus palabras “son filtros muy eficientes de efecto invernadero, mejor que cualquier bosque, y retienen CO2 en cantidades impresionantes” (2018). Esta situación tiene que ver, según explica Mauricio, con que desde el Plan de Ordenamiento Territorial –POT- del 2004 se le permite a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado manejar los humedales como parte del sistema, razón por la cual, en el POT planteado en la administración de Gustavo Petro (2012-2016), él junto a la Mesa Distrital de Humedales lograron proponer un ajuste que prohibía usar el sistema hídrico como parte del sistema de alcantarillado. Sin embargo, argumenta Mauricio, la oportunidad se perdió, y aunque para el POT que actualiza la actual administración distrital también enviaron la propuesta, no cree que quede, ya que es parte de una perspectiva mercantil, en sus palabras “de un negocio” (2018).

Comprender la fragmentación que han sufrido los humedales y los vestigios de las relaciones entre humanos y no humanos en Bogotá me lleva a seguir a Anna Tsing (2015) cuando afirma que los paisajes son procesos activos, que “observar paisajes en formación muestra a los seres humanos uniéndose a otros seres vivos en la formación de mundos” (2015, 152). Por ello, con un paisaje “alterado” -y aquí relaciono uno de

18 los conceptos propuestos por Tsing: “disturbance”- los humedales bogotanos son la expresión de trayectorias de alteración y destrucción que pueden llegar a ser ecológicamente estables para algunas formas de vida, pero no para todas (Lyons 2017, 210). Esta realidad es, sin embargo, una apertura para encontrarnos y seguir construyendo en esos paisajes en constante tensión, pues como afirma Tsing: “la perturbación realinea las posibilidades de un encuentro transformador. Los parches paisajísticos emergen de la perturbación” (2015, 152) [Traducción propia].

Empero, para el caso del Humedal Tibanica, esta apertura nos exige tomar como base el dinamismo y evolución del paisaje para reconocer un contexto adverso –cuyas bases se asientan en la historia ambiental ya narrada -, uno que evidencia una tensión entre las relaciones y prácticas socioecológicas y la sostenibilidad. Esta tensión tiene que ver con el reconocimiento y designación de Tibanica como aula viva debido a su riqueza ecológica, lo que deriva en la identificación y promoción de prácticas e interacciones comunitarias, ambientales especialmente. Éstas son las responsables de que hoy se promuevan con mayor persistencia los usos e interacciones pedagógicas, biológicas y participativas entre los pobladores y el Humedal como una forma de gestión del mismo. Es frente a estas interacciones que emerge una tensión entre el Instituto de Desarrollo Urbano –IDU- y la actual Alcaldía de Bogotá, encargados de poner en marcha un modelo de ciudad que privilegia el uso productivo y recreativo de estos ecosistemas. En medio de las políticas y de los proyectos ejecutados, se ha generado un conflicto socioambiental debido a que las políticas de desarrollo y expansión urbana riñen con los principios de protección, conservación y sostenibilidad del agua.

Dicha tensión deviene en un conflicto socioambiental que aquí se define a partir de dos situaciones: la primera tiene que ver con los usos que los habitantes le han dado al ecosistema y su relación con las prácticas del Estado, que debe garantizar y fomentar relaciones de convivencia y procesos de participación comunitaria que velen por la protección. Si bien el humedal ha sido reconocido, se puso en marcha la Política de Humedales del Distrito Capital y se diseñó y estableció el Plan de Manejo Ambiental – PMA-, Tibanica ha continuado presentando los efectos de un uso y percepción

19 inadecuadas para su sostenibilidad. Ahora bien, esta situación representada en las relaciones comunitarias viene a complicarse debido a las acciones institucionales que contradicen lo propuesto en la política pública. Así, la segunda situación que se presenta está relacionada con las decisiones y prácticas que vienen desarrollando el Instituto de Desarrollo Urbano –IDU- la Secretaría Distrital de Ambiente y el distrito, pues si bien el área espacial del HT ya ha sido caracterizada en el PMA, el IDU contempla una parte de ésta para desarrollar obras duras de infraestructura vial en el marco de la ampliación de la Avenida de Cali de Bogotá. Lo que emerge, entonces, es un conflicto que se ha profundizado y escalado creando una contradicción al interior mismo del Estado, pues sus políticas de desarrollo de la urbe van en contravía de lo establecido en las políticas de protección, afectando con ello las relaciones de todo un sistema socioecológico (SSE).

Una especie urbana y su relación con la naturaleza El actual Plan de Desarrollo (2016 - 2020) proyecta a Bogotá como Ciudad – Región Global, una ciudad competitiva, productiva, innovadora y turística, cuyo desarrollo económico se sustenta en la generación y uso del conocimiento (Alcaldía Mayor de Bogotá s.f., 62). Para lograrlo, esta perspectiva se fundamenta en la necesaria actividad económica que Bogotá deberá desarrollar en ejes como el de la sostenibilidad ambiental, basada en la eficiencia energética y en la consolidación de un modelo de ordenamiento. Sobre esta última propuesta llama la atención la concepción que tiene sobre las normas urbanísticas que antecedieron a dicho modelo: “Las normas urbanísticas, a pesar de ser subjetivas, lograron una verdadera transformación de la ciudad en lo arquitectónico y lo estético, pero sobretodo en la experiencia cotidiana de vivir en Bogotá” (63).

La alusión a la experiencia de vivir en Bogotá, y a los logros de unas normas urbanísticas, me lleva a reflexionar sobre los procesos de urbanización de la ciudad y sus consecuencias en los bordes y territorios de la periferia, tal como es el caso de la localidad de Bosa. Las reflexiones sobre la urbanización, que en el caso del sur del Distrito Capital se empezó a controlar a finales del S. XIX de acuerdo a Urbina y García

20 (Universidad Externado de Colombia 2018), me hacen recordar una de las conversaciones que sostuve con Tina. Ella afirmaba que si bien uno no podía estar en contra de que la ciudad creciera, Bogotá había crecido sin respetar los recursos naturales. Esa misma conversación sobre la urbanización de la que ha sido testigo no solo en Bosa sino en otras localidades, la llevó a plantearme: simplemente construimos una ciudad mal planificada. Y es que yo me he puesto a pensar cuando se habla de la sentencia de descontaminar el Río Bogotá y yo realmente lo veo complicado, es que igual la ciudad va a seguir creciendo y nosotros generamos aguas, residuos, tendríamos que tener como en cada edificio una mini planta para tratarla ¿Es que a dónde va a ir el agua? (…) Yo realmente lo veo muy complicado y lo que veo es que se han dedicado a levantar los jarillones y a sacar lodos, pero es que la sentencia dice es descontaminar, dejar de vertir y volver a traer un caudal limpio… difícil (…) Yo si lo he pensado… ¡Claro! Ellos levantan el jarillón y sacan el colchón, el perro muerto, la tabla, pero es que eso no es tan relevante como realmente los vertimientos que se hacen desde las industrias, yo no veo que los municipios de la Sabana estén obligados a usar plantas, a tratar el agua. El Tunjuelo sigue cada vez más contaminado, directo al Bogotá; yo no veo cómo podríamos tratar el agua ¿Por qué a dónde la mandan?… (Fresneda 2018).

La mirada de Tina sobre el agua es, por supuesto, evidencia de la situación crítica que vivimos como ciudadanos y los efectos de formas de uso de los recursos y de las fuentes y flujos de agua como vertederos de aguas servidas y de basura. Y es que la relación que Bogotá estableció con su territorio, a medida que se ha ido expandiendo y ha ido creciendo, y especialmente con el agua, ha sido a través de la desecación de la extensa Sabana, a través de la construcción de canales que han secado para ampliar la extensión de suelo urbanizable. Así, la perspectiva y el discurso desde el cual se proyecta a Bogotá no tiene en cuenta la historia ambiental de la Sabana ni la EEP en la que se soporta la ciudad. En razón de esa historia y de un tipo de urbanismo de legado español es que, incluso, connotaciones sobre el sur como territorio desvalorizado y depósito de lo que no se quiere en otros sectores de la ciudad persisten hasta el día de hoy. De esa historia y sus consecuencias deviene tanto una organización espacial como una expresión arquitectónica. Según Zambrano (citado en Universidad Externado de Colombia 2018, 15, cap. 2) desde mediados del siglo XX la ciudad, al norte, se caracteriza ya por sus antejardines, vías anchas, casas aisladas, garajes, arborización y zonas verdes; al sur, por sus construcciones de frentes estrechos, pegadas, calles angostas y una ausencia casi total de árboles y zonas

21 verdes. La relación de Bogotá, en términos urbanizables, con el territorio ha pasado entonces por una construcción social del espacio que responde a una sociedad de clases, a formas específicas de uso de suelo y a la disponibilidad de mano de obra9. El proyecto político, económico y administrativo actual de Bogotá como Ciudad – Región – Global está soportado en las consecuencias de un proceso de urbanización que se ha dado de manera informal, desigual y que es profundamente problemático. Esto dado que a pesar de los esfuerzos por tratar los problemas urbanos con instrumentos públicos modernos, durante la segunda mitad del siglo XX persisten las dificultades que la ciudad impone, por lo que no se lograron introducir cambios significativos en su desarrollo. Esto sucede porque la imagen de Bogotá en la política urbana se reduce a la de una ciudad que crece incontroladamente sin posibilidad de ser pensada (Del Castillo Daza, 2003: 12). Este vacío normativo, junto con las deficiencias de las políticas de vivienda social a nivel nacional y distrital, ha sido aprovechado por negociantes urbanos que desarrollan procesos paralelos de urbanización en áreas periféricas marginales, donde se establecen familias de bajos recursos, emigrantes de zonas deprimidas económicamente del país y víctimas de los procesos de desplazamiento violento (Martínez 2007, 3, citado en Universidad Externado de Colombia 2018, 17, cap. 2).

Además de histórico, este proceso de urbanización informal se basa sobre todo en el descontrol, un comportamiento que obedece al imperativo de acumulación por desposesión del Capital y que genera desarrollos geográficos desiguales, en tanto entrega a los sectores empobrecidos y menos favorecidos los efectos de la sobreacumulación del capital. Y es que, los flujos cotidianos de la actividad productiva y económica que poco a poco se han ido fijando en Bogotá han organizado el espacio y el paisaje a fin de responder a la sobreacumulación del capital en unas zonas y generar concentración de necesidades básicas insatisfechas, como el desempleo masivo, en otras (Harvey 2014, 153). Esto explica las razones de la reorganización espacial y la expansión de los territorios en la periferia de la ciudad como en el caso de Bosa, pues la urbanización requiere de la “articulación de una economía espacial suficientemente extensa como para facilitar la concentración geográfica del excedente

9 Es de precisar que la urbanización llegó al sur de manera tardía. Zambrano (citado en Universidad Externado de Colombia 2018) identifica como elementos detonantes de esta urbanización cinco factores: la parcelación de las haciendas ubicadas al sur y occidente de la ciudad, el establecimiento de habitaciones para obreros y hospitales, la extracción de barro para la construcción de la ciudad, la infraestructura urbana tendiente hacia el sur y la anexión de municipios (33).

22 social” (Harvey 1977, 248). Por ello, como Quimbayo (Ruiz y Vásquez, Rodríguez 2016) lo propone, la urbanización tal y como es implementada en el Distrito Capital es un proceso de transformación socioecológica, un fenómeno que ha sido subestimado en comparación a procesos como, por ejemplo, el de la deforestación (44), pero que ha supuesto la degradación y pérdida de ecosistemas y cunas de biodiversidad al interior y en los bordes de las ciudades.

Asimismo, ese proceso de transformación socioecológica supone cambios en la calidad de vida de la gente. A esta idea llegué junto con Catalina González. Esto durante una conversación luego de las actividades de riego que realizamos en el Humedal con el apoyo de estudiantes del Colegio Pedagógico Los Olivos de Soacha. Catalina, como habitante del barrio Juan Pablo I de Soacha, me decía –y notaba un tono denunciante en su afirmación- que a la gente le han vendido la vivienda horizontal con la promesa de mejorar su calidad de vida, lo que para ella significa que: usted tiene vivienda digna cuando tiene casa, pero pues ¿qué tipo de casa tiene y a costa de qué? Esta es una Bogotá que se ha expandido, que ha crecido; en cuanto a vivienda es brutal ver como se ha venido incrementando el tema de la población y como el cemento cada vez va absorbiendo más cosas importantes que tenía Bogotá, pero lo vamos a seguir haciendo porque la gente necesita donde vivir y eso es lo que la gente pide. La mayoría de personas que conozco dicen: “no yo desde que tenga donde vivir yo voy a ser feliz” y entonces de alguna manera Bogotá ha crecido y pues el mercado lo pide, el mercado pide que haya más casas, más apartamentos y que haya más gente, entonces eso es un negocio para el gobierno, para los constructores, es como una ruleta (2018).

La visión de Bogotá en su proyección como Región desestima las implicaciones de un modelo de ocupación y urbanización esencialmente capitalista, que abarca el desarrollo de unos patrones de trabajo y valores colectivos (como servicios públicos) para apropiar la plusvalía de manera continua. Ello no deja de inquietar si se tiene en cuenta que hoy “3.5 mil millones de personas, la mitad de la población mundial, vive en ciudades (y que para) 2050 se espera que la población urbana alcance los 6.5 mil millones” (PNUD). En ese contexto, sería de esperar que las dinámicas asociadas a la urbanización garantizarán “condiciones igualitarias de uso y acceso a las distintas funciones que provienen de los ecosistemas urbanos, en las que actores o usos específicos no limiten la capacidad de otros de beneficiarse de esa naturaleza urbana”

23 (Quimbayo, Ruiz y Vásquez, Rodríguez 2016, 44). Sin embargo, hace parte de los hechos que en nuestra sociedad ciertos actores pueden controlar y/o transformar nuestra relación con los ecosistemas, a partir de la alteración en su paisaje, sus usos y destinos. En esa transformación, los actantes no humanos, como el agua, se convierten en productores de la producción de desigualdades socioambientales, cuando por ejemplo las personas y no humanos a su alrededor no gozan de un acceso o calidad como garantía del derecho a un ambiente sano. Por ejemplo, para el caso de Bogotá, Quimbayo y Vásquez (2016) refieren que: El devenir de la cuenca evidencia la conexión entre el crecimiento urbano, una histórica segregación socioespacial (Osorio, 2007; Quimbayo y Vásquez 2016) e incluso los desastres asociados a las inundaciones del río en la cuenca media y baja (Sánchez, 2012), que han suscitado desigualdades socioambientales al ser la cuenca el lugar de soporte de actividades urbanas de alto impacto socioecológico (47).

Por consiguiente, en razón de que el urbanismo surge de “la emergencia de un modo de integración económica basado en el intercambio de mercado, [que] implica estratificación social y diferencias en el acceso a los medios de producción” (Harvey 1977, 250), es que propongo la inclusión de un término especial para referirnos con precisión al rol del capital en la construcción del actual modelo de ciudad y en las relaciones socioecológicas que aquí se estudian. Este término es “capitaloceno”, el cual –vale la pena aclararlo- no representa al capitalismo como un sistema económico y social, sino que más bien se refiere a éste como una forma de organizar la naturaleza (Moore 2016, 6). Jason Moore caracteriza al capitaloceno como un concepto capaz de captar el patrón básico moderno de la historia mundial en la “Era del capital” y la era del capitalismo como una ecología mundial de poder, del capital y la naturaleza (6).

Si bien, previamente se tenía acuñado el término “antropoceno” para poner de manifiesto ciertas transformaciones geológicas del mundo moderno como consecuencia de la acción de los seres humanos, una de las críticas a dicha definición sostiene que “decir que los problemas del mundo son los problemas creados por todos, cuando en realidad han sido creados por el capital” (Wedekind y Milanez 2017) es un un truco capitalista. Por ende, el capitaloceno, no solo como noción académica sino como una manera de entender el actual tejido de la vida, va más allá de la máquina de

24 vapor y permite comprender “que el primer paso en esta industrialización radical del mundo empezó con la transformación del medio ambiente global en una fuerza de producción para crear algo a lo que llamamos la economía moderna” (109).

Así pues, hablar en términos del capitaloceno es interiorizar al capitalismo como parte de la red de la vida, a su capacidad cocreadora de ambientes y quizá, también, a la posibilidad –que con su agotamiento deviene- de pensarnos la organización humana en la naturaleza y a la naturaleza en la humanidad (Moore 2016, 5). De igual forma, el término también empuja a reflexionar alrededor de nuestra condición humana en las ciudades. Sobre esto, recuerdo cuan acertada considero la propuesta del profesor Gustavo Chaux cuando reflexiona sobre la posibilidad de renombrar a nuestra especie a partir de la categoría de “especie urbana”. La considero acertada porque intuyo que además de permitirnos hablar de nosotros en este hábitat tan particular que hemos co- creado -sobre todo cuando las cifras de habitabilidad en este modelo organizativo están en aumento- igualmente nos lleva a tomar en cuenta la urgente necesidad de organizar el pensamiento para reorientar nuestros modos de vida y necesidades de consumo en la ciudad frente a las otras formas de vida.

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Imagen 3. Perspectiva de los Cerros del Sur desde el interior del Humedal Tibanica. Fotografía tomada por Adriana Laiton

Capítulo II: Las valoraciones de Tibanica desde sus habitantes

Luego de contextualizar a Tibanica a partir de un análisis situado en sus escalas sociopolítica y económica (Capítulo I), propongo desarrollar un modelo analítico para entender las valoraciones de sus habitantes y comunidad queriente. En dicho modelo serán vitales la historia socioambiental –ya recopilada- y la categoría de servicios ecosistémicos. Para esto, antes, es preciso situarnos en la definición de sistema socioecológico (SSE), en su caracterización y en el rol de Tibanica dentro de éste. La noción de SSE considera que “los sistemas sociales y ecológicos están estrechamente conectados y por tanto, el delineamiento de sus fronteras y la delimitación exclusiva de un ecosistema o de un sistema social resulta artificial y arbitraria” (Farhad 2012, 267).

26 El concepto resulta de “su uso en la referencia al subconjunto de sistemas sociales en los que las relaciones de interdependencia entre los seres humanos están mediadas a través de interacciones con unidades biológicas no humanas y biofísicas” (Anderies, Janssen y Ostrom 2004).

Así, los SSE´s se configuran mediante las interacciones entre los sistemas sociales y ecológicos, potenciándose como sistemas complejos, adaptativos e integrados, dadas las múltiples relaciones entre sus partes. En virtud de esto, es que considero denominar a Tibanica un SSE situado en un escenario urbano con el que mantiene una relación de interdependencia y afectación mutua, en términos de intercambio y flujo constante de energías que se afectan en sentidos de ida y vuelta. Esta relación se expresa en las historias, memorias y prácticas de habitantes del humedal, gracias a lo cual es posible referirse a una comunicabilidad entre ambos sistemas. De allí, es posible dilucidar cómo las distintas prácticas humanas han dado lugar a nuevas configuraciones del ecosistema luego de perturbaciones y adaptaciones y a su vez, cómo los cambios en el ecosistema inciden en las valoraciones y acciones humanas.

El SSE como concepto es fundamental para ahondar en Tibanica como actante, y para redescubrirlo no en abstracto sino como uno que está constituido por una gran maraña formada por el agua y procesos bióticos. En ese sentido, conviene precisar que Tibanica es un humedal natural, más exactamente un cuerpo de agua panda con áreas de transición anfibia. Es, además, un ecosistema andino de planicie del tipo fluviolacustre conocido como chucua, que se caracteriza por estar ubicado en la sabana por debajo de 2.700 m de altitud con un espejo múltiple y áreas inundables morfométricamente no uniformes (Alcaldía Mayor de Bogotá 2007). De su sistema biofísico constitutivo participan suelo, anfibios, aves, mamíferos, reptiles, hongos, arácnidos, insectos, plantas terrestres y acuáticas. Mientras que del sistema social se vinculan actores como: comunidad habitante, querientes de otros territorios, estudiantes y docentes de colegios y universidades, Secretaría Distrital de Ambiente – SDA-, en cabeza de las instituciones distritales, y la Empresa de Acueducto y

27 Alcantarillado de Bogotá. La Figura 3 representa los actores y actantes que componen a Tibanica como SSE y las interacciones existentes:

Figura 3. Caracterización de actores, relaciones y procesos al interior del SSE de Tibanica

Ahora bien, para profundizar en Tibanica como actante dentro del SSE es también importante considerar que en su interior habitan múltiples formas de vida las cuáles tienen correspondencia10 con los seres humanos en el presente, los cuáles a su vez ejercen gran presión en su proceso de expansión a partir de sus propias necesidades y proyectos. Abordar y repensar estas formas de vida en la vida social en términos de líneas de vida que se mueven, conectan y entretejen permite comprender también los procesos y relaciones humanas y no humanas en una malla abierta y continúa de relaciones de vida. Así pues, en adelante se comprenderá como líneas de vida – o atado de líneas- a cada ser viviente y a cada relación. Esta expresión sigue la propuesta de Ingold (2018, 23), quien nos invita a pensar el aferrarnos los unos a los otros entre cosas, organismos y personas, como esencia de la socialidad y devenir de las líneas y sus entrelazamientos. La línea, como expresión de la vida y del vínculo, entrelazada con otras, forma una malla (o interconexión) que aquí encuentro reflejada en Tibanica

10 Parte de esta correspondencia ya la he reflexionado en el primer capítulo, en el que relaté la historia ambiental de Tibanica junto a sus habitantes y los puntos de conexión y transformación que sucedieron en paralelo a las acciones antrópicas y ecológicas.

28 y en sus gentes. Así pues, el mapa de la Figura 4, como analogía de esta malla, nos muestra representaciones de la biodiversidad habitante, que lejos de figurar como puntos estáticos congelados son en verdad líneas que interactúan con el contexto humano y urbano que les rodea.

Figura 4. Registros de biodiversidad en Tibanica (Comunidad colaborativa: Naturalista s.f.) Las marcaciones de color representan a no humanos así: azul: anfibios, aves, mamíferos, reptiles; fucsia: hongos; rojo: arácnidos, insectos y verde: plantas.

En 2011, la investigadora Loretta Rosselli describía a Tibanica como un humedal semiurbano, con amenazas ocasionadas por el desarrollo urbano inminente, con los valores más bajos en cuanto a precipitaciones pluviales y también los registros más bajos en temperatura y una presencia característica e importante de avifauna, con 45 especies asociadas (2011, 104). De estas descripciones da cuenta, también, la Figura 4 en la que sobresale el cinturón humano de desarrollo urbanístico que se cierne sobre Tibanica.

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Figura 5. Especies diversas identificadas como actores en Tibanica. (Comunidad colaborativa: Naturalista s.f.) El movimiento y conexión de estas líneas como especies diversas de fauna y flora11 junto a otras como agua, suelo y aire han provocado asociaciones de las que emergen rastros continuos. Estos rastros dan cuenta del carácter social de esas líneas en su relación con humanos, un carácter que se expresa tanto en las interacciones a través de los cambios en el paisaje, la relación con el agua y los usos, así como en la correspondencia del ecosistema con la historia de sus habitantes. Así, agua, humedal y humanos son en este sistema socioecológico líneas, cuya capacidad interactiva devela una agencia capaz de producir nuevos movimientos y/o conexiones. De esta manera, preciso que con el concepto de líneas (noción que me permite explicar las trayectorias y conexiones) acudo también a la la teoría del actor-red, la cuál es fundamental para este estudio de las relaciones socioecológicas en Tibanica. Debido a esto, es que planteo comprender a Tibanica como un actante, que en el contexto del SSE del que hace parte, ha influido en el curso de la acción de actores humanos. Esta trayectoria ha sido posible por las redes de relaciones de las que hace parte y por su contribución a reorganizar a otros actores que como se ha evidenciado, no son humanos.

11 La Figura 5 es una representación de éstas especies habitantes.

30 Con la anterior caracterización de Tibanica como actante dentro del SSE, retomaré la propuesta de un modelo analítico para comprender las interacciones y valoraciones que emergen alrededor y en Tibanica. Para proponer este modelo me he basado en una de las propuestas desarrolladas por Andrade (2013), quien presenta tres niveles12 de interacciones que pueden darse alrededor del sistema socioecológico. Esta propuesta tiene que ver con un nivel que comprende el origen del sistema de valoración en “la conjunción entre el riesgo que genera un sistema social y ecológico sometido a cambios abruptos y el estado de adaptación” (2013, 7). Este nivel, considero, representa la historia socioecológica de Tibanica, pues los riesgos no asumidos al haberle transformado desde la acción humana– en medio de la tensión por organizar el territorio, se han reflejado en la percepción, relación y valoración que tienen sus habitantes a lo largo del tiempo. Así, pese a que el déficit hídrico, que constituye su principal problemática, no fue contemplado como un riesgo que alteraría todo su SSE, su proceso de adaptación ha sido resiliente y comprendido como un motor para consolidar nuevas relaciones, valoraciones y prácticas que buscan fortalecer su capacidad de tránsito hacia el cambio.

Lo anterior justifica que las interacciones entre actores que propuse en la Figura 3 están mediadas por la relación: historia socioecológica - servicios ecosistémicos. Ésta constituye el eje del modelo para comprender las valoraciones. Sobre el concepto de servicios ecosistémicos, vale la pena mencionar que éste se entiende aquí como las contribuciones directas e indirectas que hacen los ecosistemas; éstas se representan en elementos o funciones que son percibidas, capitalizadas y disfrutadas por los seres humanos como beneficios que incrementan su calidad de vida (MINAMBIENTE 2017, 4). Como categoría de análisis, los servicios ecosistémicos nacen del reconocimiento de la relación biodiversidad - sistemas sociales y de los procesos ecológicos que de allí emergen, que luego son percibidos como beneficios que generan bienestar y

12 Los niveles a los que refiere Andrade a partir del esquema biodiversidad- servicios ecosistémicos son: el sistema de valoración fundado en la relación entre la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas, y el sistema de valoración relacionado con la forma cómo son apropiados o transformados los servicios ecosistémicos en la sociedad y el tercero que se menciona dentro del texto (Andrade 2013, 170-171).

31 permiten el desarrollo de los sistemas culturales humanos en todas sus dimensiones (4).

La razón de recurrir a la categoría de servicios ecosistémicos para entender las valoraciones tiene que ver con que ésta representa la noción antropocéntrica –urbana- bajo la cual hemos le hemos otorgado un valor de la naturaleza. De acuerdo con Descola, esto conduce a modelos sociocéntricos, es decir, “cuando las categorías sociales se utilizan como una especie de diagrama mental para el ordenamiento del cosmos, o a un universo dualista, como en el caso de las cosmologías occidentales, en las que la naturaleza es definida negativamente como esa parte ordenada de la realidad que existe independientemente de la acción humana” (Descola y Pálsson 2001, 105).

De esta forma, los servicios ecosistémicos son una forma de objetivizar socialmente a la naturaleza, originada a partir de modos de ordenación de relación y clasificación. En Bogotá éstos han sido clasificados como: servicios de abastecimiento, servicios de regulación y servicios culturales. Para el Humedal Tibanica corresponden los servicios culturales y de regulación, dado su carácter de ecosistema urbano. Los primeros permiten a la sociedad desarrollar acciones de educación ambiental y conocimiento ecológico local, así como actividades recreativas y de turismo de naturaleza. Los segundos ofrecen a la ciudad regulación climática, purificación del aire, mantenimiento del hábitat para especies singulares y conservación de un espacio para la polinización de insectos, aves y otros organismos (Van der Hammen, y otros 2018, 38). De ahí que, esta categoría es tomada aquí para entender cómo los usos del ecosistema en relación a la historia ambiental de Tibanica -que da cuenta de diversas transformaciones en el SEE- han gestado distintos tipos de valoraciones. Y, aunque puede que esto nos lleve a observar al ecosistema desde una mirada instrumental, finalmente se trata de un campo desde el cual hemos sido llamados a relacionarnos con la naturaleza, por lo cual es fundamental situarnos desde allí.

32 Valoraciones: una lectura desde la relación historia ambiental - servicios ecosistémicos El camino analítico que en 2018 me llevó a reconocer el conflicto socioambiental en Tibanica, que deriva de las apuestas políticas y económicas de la ciudad, su tensión con los principios de protección, conservación y sostenibilidad del agua, y su relación con los usos e interacciones pedagógicas de los habitantes, quienes promueven el derecho a la educación ambiental, el reconocimiento del agua como derecho y bien común y la constitución de identidades territoriales urbanas, estuvo marcado por el encuentro con las constantes y plurales valoraciones de sus habitantes. Este camino inició en 2017 y fue andando a medida que realizaba recorridos de avistamiento, conversaba con vecinas, buscaba noticias referentes al Humedal y me animaba a trabajar en el colectivo Todos Somos Tibanica. Recuerdo que me llamaba especialmente la atención el énfasis que integrantes del grupo con el que avistaba aves13 le daban a la resiliencia de Tibanica, sus continuas referencias a las evidencias de la diversidad de sus aves, aun cuando, por ejemplo, especies como el cucarachero de pantano ya no hacen parte de los registros del ecosistema. De igual forma, la contemplación de los espejos de agua nos era significativa en tanto nos permitía valorar a Tibanica como un hábitat fundamental para plantas y aves acuáticas.

A partir de estas observaciones, fui comprendiendo que estas valoraciones podían ser interpretadas si me situaba en la historia ambiental y en la comprensión que se tiene de los servicios ecosistémicos que ofrece Tibanica a su comunidad. De allí, me fue posible identificar, además, que las valoraciones se gestan y moldean desde el momento inicial en el que se percibe el ambiente, que aquí guarda relación con lo que Ingold denomina lifeworld14, y que luego son significadas tanto por la experiencia de

13 En términos de avifauna, hasta 2015, aproximadamente, Tibanica era considerado aún un ecosistema clave a nivel local y regional por ser refugio del cucarachero de los pantanos (Cistothorus apolinari), una especie importante para la conservación, que en épocas previas a las temporadas de sequía tenía allí la mejor población en el Distrito Capital (Rosselli Sanmartín 2011, 15).

14 Para referirse a los entornos vitales o al mundo de la vida en donde se reincorpora al ser humano trascendiendo la arraigada división entre naturaleza y sociedad. Al respecto, Ingold comenta: no niego que el mundo está repleto de múltiples formas de vida cuyos enredos constituyen un enredo perenne y un desentrañar la red relacional. Lo que no puedo hacer, sin embargo, es describir este mundo como

33 los sujetos como por las relaciones que con el tiempo éstos entablan con la naturaleza. Posteriormente, esta comprensión me permite determinar dos tipos de valoraciones, unas de orden instrumental y otras de naturaleza subjetiva. En consonancia con Andrade (2013, 168), las de orden instrumental incluyen “todas las formas referidas al uso racional, sostenible de los recursos naturales, y el ambiente sano en función de necesidades humanas”, mientras que las subjetivas son predominantes por la percepción social de la naturaleza construida a través de la experiencia y/o cotidianidad.

Sobre estas dos formas de valoraciones, me adhiero a la sugerencia de Andrade para equilibrarlas, que según él, tendría que ver con crear una valoración para la acción de carácter sistémico. Este tipo de valoración considera los humanos como parte ontológica de la naturaleza (2013, 168), y llama a la restauración y sanación de los ecosistemas para consolidar con ello un valor público ambiental. Este valor es el valor que damos al mundo y estaría “referido al que nosotros mismos construimos en interacción con la naturaleza, dominado no solo por elementos (objetos) que percibimos, sino por procesos (propiedades emergentes) que no percibimos directamente, como su resiliencia” (Andrade 2013, 172).

La importancia que tendría construir un sentido de valor público ambiental en nuestra interacción con el SSE de Tibanica podría reflejarse en una gestión comunitaria ambiental, con la cual los procesos socioecológicos llevados a cabo con el Humedal sean valorados teniendo en cuenta tanto su memoria como su resiliencia. No obstante, aunque el presente SSE devela un sistema de valoraciones complejo y diverso con el que se percibe y/o comprende a Tibanica, de acuerdo a su adaptación y auto- organización de procesos, hay actores cuyo rol activo está movilizando y alimentando uno del espacio. No puedo sacarme de la cabeza la idea del espacio como un vacío, como un no-mundo, como ausencia en lugar de co-presencia. En mi opinión, el mundo es un mundo, no un espacio; y lo que está sucediendo en él - los procesos en los que sus múltiples formas surgen y se mantienen en su lugar - son procesos de la vida, no del tiempo. El tiempo y el espacio de Massey es, para mí, el mundo de la vida (lifeworld) (Ingold, Being Alive. Essays on movement, knowledge and description 2011, 161) [Traducción propia].

34 tanto las valoraciones subjetivas como las instrumentales. Estas acciones están dialogando y conectando con valoraciones de habitantes que pudieron haberse gestado en momentos históricos de Tibanica. Así, el cambio de estas valoraciones es dinámico y hoy por hoy han adquirido otros matices, pues es cierto, como afirmaba Heráclito, que todo cambia y nada permanece. De igual forma, estos movimientos en el sistema de valoraciones de Tibanica, son, sin duda, un paso hacia el sistema de valoración para la acción (Figura 6.) al que refiere Andrade (2013), que poco a poco se irá extendiendo e interconectando con otros habitantes.

Algunos de los actores que movilizan y alimentan las valoraciones hacen parte del colectivo Todos Somos Tibanica o han llegado al ecosistema a través de preguntas que incluyen intereses científicos o la construcción de una relación más cercana con la naturaleza urbana. Un ejemplo de valoraciones arraigadas en intereses científicos o en la construcción de una relación de cercanía con la naturaleza urbana desde postulados ecológicos es la que se vislumbra en el relato de Sergio Álvarez, investigador de la historia ambiental de Tibanica y promotor de la práctica de avistamiento de aves a través de la fotografía. Esta valoración la reconocí cuando le pregunté, a lo largo de un recorrido, por su relación con el Humedal y que se aprecia en la Figura 6.

Tanto los argumentos de Sergio como de Natalia expuestos como valoraciones subjetivas en la Figura 6, llaman mi atención ya que no son habitantes de Bosa ni de Soacha. Cada uno ha tenido experiencias e intereses distintos para acercarse y trabajar en Tibanica y ha sido durante ese proceso que sus vínculos locales desde sus lugares cotidianos de habitación se han ampliado y extendido hasta Bosa. En el caso de Sergio, la curiosidad investigativa y académica que lo llevó a Tibanica le nació recorriendo y conociendo primero el Humedal Córdoba, ubicado en Suba. Este es un humedal con una historia de procesos de defensa comunitaria y conservación reconocidos en Bogotá. Hoy cuenta con una abundancia de aves, y su biodiversidad y resiliencia son importantes. Estas cualidades eran también reconocibles en Tibanica, y por esta razón Sergio inició la tarea de estudiar su historia y avifauna. Por su parte, Natalia, quien habita entre la localidad de Engativá y Fusagasugá, llegó a Bosa a través

35 de un trabajo comunitario al que le invitaron y de allí empezó por desarrollar iniciativas de educación ambiental con los habitantes, proceso del que resulta la conformación del colectivo Todos Somos Tibanica.

Si bien, los afectos e intereses de Sergio y Natalia evidencian un relacionamiento con el valor público ambiental, la persistente necesidad de “salvar” al humedal a la que se refieren Catalina González y Sandra Alfonso (Figura 6.), está cifrada en las afectaciones directas a su vida, hábitat y la de otras personas en la cotidianidad. Estas percepciones me permiten ver una territorialidad diferenciada que se expresa mediante una pluralidad de vínculos. Y argumento en torno a la importancia de concebir estas prácticas en términos de territorialidades diferenciadas, porque éstas difieren según los intereses y vínculos de los actores. Quienes están comprometidos con su conservación imprimen unos sentidos diferentes en las relaciones socioecológicas con Tibanica. Los relatos de Catalina y de Sandra son elocuentes respecto a esto.

Sobre esta territorialidad diferenciada vale la pena especificar que ésta se asienta en la noción de “lo local”, entendida como una escala para analizar las relaciones socio- ecológicas de Tibanica y las prácticas que allí suceden. Reconocer estas relaciones y prácticas basadas en el lugar, es verlas, siguiendo a Escobar, como “fuentes importantes de visiones y estrategias posibles para la reconstrucción de mundos locales y regionales” (Escobar 2012, 140). Por ello, tanto las valoraciones de Sandra, cuya visión podría acercarse a una perspectiva conservacionista que relega la presencia humana, como las de Catalina, que anhela seguir experimentando a Tibanica, dan cuenta de unas territorialidades diferenciadas que junto a otras que presentaré a continuación -y que expresan un acto valorativo específico frente a actantes-, dialogan en la comprensión y experimentación de un mismo lugar, aunque con significados, identidades, diferencias y antagonismos que las hacen plurales.

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Figura 6. Valoraciones subjetivas de actores

37 Agua y aves como mediadoras del acto valorativo Como actante en el SSE que anuda múltiples líneas de vida, Tibanica contiene una capacidad de agencia y movimiento fuertemente demarcada por el agua, pues pronunciar la palabra chucua o humedal es aludir a ella, contar con su presencia y sus valores. El agua para Tibanica ha sido un actante en el sentido de la implicación mutua. Con ello, me refiero a la correspondencia que ha tenido con la historia del barrio y de sus gentes, a su reciprocidad y resiliencia ante las transformaciones, y sobre todo, a sus intersticios, en tanto línea que anuda y permite la sobrevivencia de aves, plantas acuáticas, entre otros. Su carácter ecosistémico no es sin las aves endémicas y migratorias de naturaleza acuática, pues al ser un ecosistema de planicie fluviolacustre que presenta tres espejos de agua, de los cuales dos se caracterizan por ser áreas de inundación permanente (Diario de campo 2018), la presencia de avifauna es determinante en la apreciación de su paisaje. Tanto agua como aves manifiestan una relación de mutua interdependencia que se refleja en las posibilidades de refugio y alimento que brinda el Humedal, y en el intercambio ecológico de ambos actores. La Imagen 4 es una representación de esto.

Imagen 4. Correspondencias vitales entre actantes. Fotografía tomada por Adriana Laiton

38 Esta relación de interdependencia me permite también aludir al vínculo que han creado habitantes -u otras personas habitantes de territorios distintos- con las aves, como uno que les ha permitido aprehender la vida no humana y acercarse a Tibanica. Una representación de este vínculo lo constituyen los recorridos de avistamiento de aves. Para Sergio Álvarez, por ejemplo, la presencia de aves acuáticas en un ecosistema urbano es importante porque nos habla del ciclo del agua, del derecho fundamental a ésta de otras especies, pero, sobre todo, de que los ciclos hídricos están cumpliendo con sus funciones ecológicas, al permitir la permanencia de estos seres en un contexto de constante presión y transformación urbana (entrevista, 2018). Por ello, para Tibanica, las aves son consideradas un importante indicador de la presencia y calidad del agua, en la medida que, como ya se ha venido evidenciando, la relación humana con ésta ha sido de una transformación compleja.

Esto me lleva a la experiencia del censo de aves en Tibanica, –evento al que me referí al inicio del primer capítulo- en el que junto a otros avistadores registramos 5 especies de aves acuáticas. Recuerdo que, durante la caminata, uno de los eventos que más emocionó al grupo fue el avistar 84 individuos de Tringas solitarias (Andarríos Solitario) y 30 patos canadienses (Ana discors), especies acuáticas que representan un indicador de la biodiversidad y de la calidad de agua y por ende, de sus posibilidades para brindar alimento y refugio a estos seres. Aun cuando el grupo no tenía certeza sobre esta calidad y sus variables de medición, el avistar a estas aves (y a las que a continuación referencio) propagó un estado de esperanza y asombro, sobre todo si se tiene en cuenta que tanto la Tringa solitaria como el Pato canadiense son especies migratorias. La primera viaja desde Alaska hasta Argentina y la segunda, desde Estados Unidos hasta Argentina. Por tanto, es posible relacionar las posibilidades de alimento que brinda Tibanica a estas aves con la capacidad actante del agua, tal como se aprecia en la Figura 7, pues sin ésta no sería posible que el Humedal fuese un hábitat, como tampoco serían probables las relaciones que establecen humanos con este refugio a través de la observación y contemplación de estos seres.

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Chrysomus Gallinago nobilis / icterocephalus / Monjita Caica Tringa melanoleuca / bogotana Tringa • (Invertebrados y larvas (Crustáceos, peces, • (Insectos y semillas en lodos y bordes de lombrices e insectos asociadas a plantas agua) acuáticos) acuáticas)

Vanellus chilensis Tringa falvipes / Tringa solitaria / Ana discors / Pato / Alcaraván Tringa Tringa canadiense (Saltamontes, (Insectos, peces (Insectos acuáticos, (Plantas acuáticas y insectos, larvas, pequeños, larvas y crustáceos. semillas, in- lombrices e crustáceos,ninfas En ocasiones vertebrados invertebrados) de libélulas) ranas) acuáticos)

Figura 7. Relación entre aves y la oferta alimenticia que encuentran en Tibanica En el último censo de 2018 se registraron un total de 20 especies entre aves acuáticas y terrestres. La presencia de aves en Tibanica, en tanto ecosistema urbano, es un hito que, además de los aspectos ya descritos, ha mediado en el significado del acto valorativo que los habitantes han construido hacia Tibanica, por lo que son también un actante en el sistema socioecológico.

Wilson Páramo, docente del Colegio Llano Oriental, se refiere al avistamiento de aves como un camino a través del cual sus estudiantes empezaron a percibir y a desarrollar afecto por Tibanica, durante las actividades que se desarrollaron entre el 2000 y el 2003. En una conversación para indagar por su experiencia pedagógica en el Humedal, me quiso compartir algunas de sus remembranzas: Imagínate que sobre las 5:30 y 6:00 de la tarde llegaban las garzas. Aproximadamente, haciendo un cálculo con los (profesores) de matemáticas, calculamos que llegaban más de 3000 garzas blancas, entonces en la tarde nos íbamos a observarlas y más temprano a los patos canadienses que estaban por esa época. Algunos niños decían: profe esto parece un documental de Discovery… Ósea, para ellos era espectacular, era conocer otro mundo, a pesar de que vivían muy cerca. Eso era lo que yo le decía a los padres de familia en ese tiempo (finales de los años 90’ e inicios de los 2000) -ya no tanto (porque) ya lo valoran un poquito más-, pero la mayoría de los padres decían que eso era un potrero, bueno lo que la gente comúnmente conocía como un potrero o pantano; para ellos el pantano es algo negativo (2018).

Tanto la imagen que recrea el profesor Wilson, como las palabras de Sergio se articulan a un sistema de valoración que se aproxima a la construcción de un valor público ambiental, pues desde diferentes aristas logran ver a Tibanica como lugar para aprehender la naturaleza urbana y promover prácticas de educación y reconocimiento del entorno. Con base en dichas prácticas, el Capítulo III desarrollará el concepto de aula viva.

40 Dado que este es un SSE, Tibanica ha sido no solo epicentro de valoraciones que enaltecen su resistencia y resiliencia, también de otras que reconocen en él antagonismos o conflictos como consecuencia de las transformaciones a lo largo de su historia ambiental y de usos que se le han dado, tanto si se piensa en la escala distrital como la local. Con estos usos me refiero a Tibanica como área de depósito de escombros, desechos y basuras; o como área en la que se desarrolla la venta y consumo de sustancias psicoactivas o como espacio habitacional de habitantes de la calle. Estos usos explican y justifican la percepción y valoración negativa de algunos vecinos y habitantes. Un caso representativo de valoración a escala local, surgió en octubre de 2018, mientras estábamos con Catalina y Natalia en una charla sobre el Humedal en el Colegio Pedagógico Los Olivos en Soacha. Los niños de entre 10 y 11 años relataban que lo que sabían del Humedal era que se trataba de un lugar sucio y peligroso porque aparecían cadáveres y porque habían escuchado sobre casos de robo (Diario de campo, 2018).

Si pensamos en la escala distrital, tenemos la intervención de un estudiante de grado once, durante una segunda charla en el mismo colegio con al menos 25 estudiantes, quien nos invitó a cuestionar por qué la alcaldía afirmaba que apoyaba al Humedal si lo que estaba haciendo era deteriorarlo. Con esta afirmación, el estudiante se refería al proyecto de canchas de fútbol ubicado cerca al Parque Tibanica -conjunto a las Alamedas del Parque- que se entregó a la comunidad barrial en 2018, y cuyas tuberías de baño (alcantarillado) estaban conectadas a la quebrada. Si bien, la quebrada no está conectada a Tibanica, el llamado del estudiante apuntaba al problema de la continua acción no planeada de proyectos que ignoran la importancia de la circulación vital de las aguas que atraviesan Bosa, y en general Bogotá.

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Figura 8. Valoraciones subjetivas –negativas- relacionadas con la experiencia

En esta misma charla, distintos estudiantes compartieron otras percepciones que ilustran la complejidad del SSE en sus relaciones. Para el caso, una joven levantó la mano y afirmó que en una visita que había hecho con un grupo de jóvenes de su barrio, había aprendido que Tibanica facilitaba que los sectores de alrededor no se inundaran, purificaba el aire y mantenía plantas y animales vivas. Sin embargo, luego de esta

42 valoración más amplia que la de sus otros compañeros, vino otro tipo de valoración enfática que se aprecia en la Figura 8. La joven se refería, sin duda, a la entrada que colinda con el barrio La María, ubicado en Soacha (Comuna 3), un sector que es visiblemente distinto respecto a sectores como las Alamedas del Parque o el barrio Manzanares –hacía Bosa-, los otros límites del Humedal. La diferencia que marca La María se profundiza debido a las calles destapadas o sin pavimento y la construcción autogestionada de casas, muchas de ellas sin una estructura fija y más bien soportadas con maderas y bloques, y que tienen cubiertas de tejas y/o plásticos.

La mención al sector La María por parte de la estudiante expuesta en la Figura 8 me lleva a recordar en ese mismo instante el miedo que yo también había sentido un día en el que acordamos encontrarnos allí con los integrantes de Todos Somos Tibanica. Recordé muy bien cómo, antes de llegar, yo había caminado durante todo el recorrido, desde la entrada por Bosa, mirando hacia atrás cada tanto y cómo justo cuando me adentré en La María había sentido la necesidad de acelerar mis pasos a fin de llegar pronto. La soledad que percibía ese día por el carreteable situado entre el barrio y el humedal, los recuerdos alusivos al peligro de este sector debido a su relación directa con la venta y el tráfico de droga, así como la delincuencia, y la tensión de pensar que era la primera vez que ingresaría a Tibanica por ahí, avivaron en mí el mismo miedo del que hablaba la estudiante. Ahora bien, para Tibanica, La María ha representado un símbolo más de ocupación ilegal, asentamiento y usos inadecuados por desechos de residuos y escombros, pues la conformación de este barrio ha ocupado parte del área que le pertenecía y le ha afectado en la protección que se intenta promover desde el lado de Bosa (Alcaldía Municipal de Soacha 2018, 201).

Por este mismo sendero explorativo en torno a las valoraciones que tienen los habitantes de Tibanica sobre el humedal, una conversación con Ángela Gutiérrez, quien es lideresa miembro de la Junta de Acción Comunal del barrio Manzanares resulta esclarecedora. Ángela es reconocida por su firmeza a la hora de cuestionar distintos proyectos. De otra parte, Aura Ariza, quien es vecina de Tibanica y habitante del mismo barrio, también me llevó a precisar no solo la percepción de inseguridad

43 como marcador valorativo, sino la existencia de otros marcadores como la noción que tiene la gente sobre las intervenciones institucionales. Este es el caso de procesos de restauración, de construcción de jarillones y otros. En esta dirección, el aporte de Ángela que he recopilado en la Figura 8 es revelador.

Por su lado, Aura, quien tiene la memoria viva de Tibanica desde que aún eran visibles las haciendas que lo conformaban, así como de sus espejos de agua, afirma que para ella Tibanica no es un humedal. Su afirmación se da cuando yo le pregunto por los cambios que ha visto en el paisaje, a lo que ella responde que han sido cambios del 100%, dejándome comprender su respuesta como se aprecia en la Figura referida.

Las posiciones tanto de Ángela como de Aura me permiten evidenciar la trayectoria transformativa de Tibanica como SSE. Cuando Ángela se refiere al robo de recursos públicos para el trabajo restaurativo y/o de recuperación que se ha hecho en el Humedal Tibanica, específicamente, recoge las expectativas de calidad y funcionamiento que ha tenido la comunidad habitante frente a las obras que por PMA deben realizarse para reestablecer el agua a Tibanica. Y es que estas obras prometen hacer del Humedal un ecosistema sostenible, luego de los efectos de fragmentación en la conectividad hídrica que causaron las obras del Acueducto en 2012. Son, entonces, diversos los momentos en los que los habitantes han sido parte de una ciudadanía activa y participativa de los proyectos en Tibanica. No obstante, persiste un grado de frustración frente a dichas intervenciones, debido a la manera en que se involucra a los habitantes, el cómo se comunica el proceso de contratación y por los resultados.

Un ejemplo de lo anterior ocurrió el 28 de septiembre de 2018, fecha en la que la firma de Ingenieros Amci S.A.S., encargada de realizar las obras de adecuación hidrogeomorfolígica en Tibanica para recuperar la capacidad hidráulica del vaso del humedal y con ello garantizar la conservación de servicios ambientales, hizo entrega de la obra. Durante la entrega hubo reparos. Uno de ellos tenía que ver con la siembra de cerca de 400 árboles que habían sido entregados como compensación ambiental –

44 una acción ordenada por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca-CAR. Esta siembra se realizó en el sector colindante con Soacha, barrio La María, con el fin de arborizar el sector más afectado por escombros y desechos. Los reclamos de Ángela, Tina y otros habitantes giraban en torno al hecho de que la siembra debía haberse realizado con la presencia y participación de los habitantes de La María para generar, en palabras de Tina, “un proceso de apropiación y cuidado”. Sin embargo, pese a estos reclamos, la empresa argumentó haberlo hecho por presión de los tiempos del proyecto.

Esta situación es una de las cuales, posteriormente, le ha dado la razón a líderes como Ángela para desconfiar de los proyectos que se realizan y de la forma en que se invierten los recursos en Tibanica. La firma de Ingenieros Amci S.A.S. no solo plantó los árboles sin la participación de los habitantes, sino que con esto eliminó la posibilidad de una adhesión comunitaria al proyecto, razón por la cual hasta el momento no ha habido responsables de su mantenimiento y riego. Durante el proceso de desarrollo de la obra, la empresa tampoco dialogó con el Comité Veedor de la comunidad, ahondando así el desconocimiento y la desconfianza por parte de los habitantes (Diario de campo, 2018). Fue solo hasta la entrega de la obra que los habitantes y otros interesados lograron conocer los alcances y logros de la misma, aún cuando se había previsto desde el inicio el desarrollo de un comité veedor a mitad del proceso para hacer seguimiento.

Desde el modelo que he propuesto para leer las valoraciones, a partir de la relación analítica entre historia socioecológica y servicios ecosistémicos, observo que la posición de Aura, de no reconocer a Tibanica como ecosistema, aparece como producto de la percepción de los efectos de las obras realizadas. Dichas obras han cambiado las dinámicas de Tibanica y han profundizado las percepciones de desconfianza e inseguridad frente a las acciones de instituciones como la SDA, la Alcaldía Local de Bosa y la Empresa de Acueducto y Alcantarillado. De allí, el lugar que ocupa la historia socioecológica como determinante en la construcción de percepciones e imaginarios. Por ende, considero que su posición se ha construido de manera similar

45 a la de Ángela, a partir de las inconformidades que genera el contemplar un paisaje que resiste frente al déficit hídrico y que es usado de unas maneras que no aportan a la sostenibilidad del SSE.

En otro de los momentos de conversación con Aura, quise conocer su perspectiva sobre los servicios que podría prestarle Tibanica en su vida cotidiana, a lo que ella me respondió que no mucho, que de pronto un ambiente sano en términos del aire, pero que en otros términos, “el humedal es un antro, porque allí se han cometido robos y demás”. A esto agregó: “yo andaba por ahí pero después de que uno pasaba y encontraba gente por ahí fumando pues ya no, no sé si ahora la habrá, yo por allá no voy sola, solo en recorridos” (Entrevista, 2018). Estas formas de valorar y relacionarse con Tibanica a través de percepciones de inseguridad tienden a ser un patrón que se repite no solo entre vecinos y/o líderes, sino en el común de la población colindante. Sobre esto, me parece importante vincular los datos de una encuesta que a inicios de 2018 me facilitó el colectivo Todos Somos Tibanica, con la que se buscaba identificar algunos de los imaginarios sobre el Humedal. De un grupo de 25 personas de los 12 a 65 años pertenecientes a los sectores de Bosa y Soacha, se estimó que los imaginarios que predominaban sobre Tibanica eran: el de un sitio inseguro, un sistema natural y un botadero de basuras; con una relevancia importante la categoría de no sabe/no responde (Colectivo Todos Somos Tibanica 2017).

Continuando con esta perspectiva sobre los servicios ecosistémicos que presta Tibanica, indagué con Ángela y Catalina Fuentes, docente del Colegio Alfonso Reyes Echandía, sus perspectivas al respecto (Ver Figura 8). Las apreciaciones de Angela y la docente Catalina me llevan a reflexionar sobre la agencia del agua y su poder que, por supuesto, excede el de ser un recurso para la supervivencia y la producción. Como actor, está en su naturaleza configurar y reconfigurar relaciones y valores sociales. En ese sentido, el agua contiene la capacidad de conectarnos y desconectarnos (Hastrup 2013, 65), no solo de lugares sino también de los significados más profundos de la vida, gracias a las experiencias sensoriales que nos ofrece.

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Figura 9. Valoraciones instrumentales negativas

De otro lado, las valoraciones antes presentadas, me invitan a observar y analizar al SSE de Tibanica a partir de la propuesta que realiza Jane Bennett sobre la posibilidad de considerar las materialidades no humanas como participantes de una ecología política. Bajo esta premisa, la autora de Vibrant Matter (2010) me permite reafirmar los diferentes tipos y grados de poder que pueden tener y desarrollar los diversos actantes no humanos dentro del SSE, así como también reconocer a un ecosistema como

47 sistema político. A este reconocimiento llego cuando Bennett compone la definición de “público” – a través de Dewey- argumentando: Un público es un conjunto de entidades perjudicadas por las acciones de otros o incluso por acciones que nacen de sus propias acciones a medida que estas se trasmiten; las entidades perjudicadas se acercan entre sí y tratan de participar en nuevos actos que restaurarán su poder, protegerán contra daños futuros o compensarán los daños sufridos, en lo que consiste su acción política, que, afortunada o desafortunadamente, también se convertirá en una acción conjunta con una cadena de consecuencias indirectas e impredecibles (101).

En esta noción de público encuentro reflejado el SSE de Tibanica y sus interacciones, las cuales dan lugar a una acción conjunta. De acuerdo a Dewey (citado en Bennett 2010,103), la acción conjunta es también productora de públicos. En ese sentido, las transformaciones urbanas y el proyecto productivo de ciudad referidos en el Capítulo I se pueden comprender como acciones conjuntas generadoras del público que hoy caracteriza al SSE de Tibanica y de las acciones públicas que se tejen en torno a él (lo público). Así, al hablar de acción conjunta podemos establecer una analogía con la noción de interdependencia mutua para reconocer que las transformaciones del ecosistema devienen también en transformaciones en las relaciones con sus gentes y en la producción de nuevas acciones conjuntas no equivalentes solamente a esfuerzos humanos, pues Tibanica y la múltiple vida que lo habita responden a los eventos que suceden dentro del sistema. Es pues la interdependencia mutua y capacidad de respuesta del SSE que hacen de Tibanica un ecosistema que tiene mucho en común con un sistema político; su incidencia y participación en la vida cotidiana, en la construcción de imaginarios, es la expresión de un SSE con múltiples voces, capacidades y formas de comunicabilidad.

Las lecturas representativas de esta multiplicidad de voces y agencias que se movilizan en el SSE, a través de los relatos valorativos de actores como Ángela, Aura, Sandra, Catalina, Sergio, Natalia y los docentes Wilson y Catalina, presentan posibilidades plurales de comprensión de Tibanica. Posibilidades que están, por supuesto, atravesadas por una historia socioambiental de la que cada uno ha sido testigo y actor, por las percepciones que caracterizan a la interacción, así como también por el reconocimiento de que el bien común ambiental no está centrado en lo que

48 controlamos, sino en la complejidad del comportamiento de los ecosistemas (Andrade 2013, 171), sobre todo cuando las acciones humanas los han transformado.

De esta manera, en un contexto en el que las condiciones de distribución socioespacial desigual en la ciudad y los procesos de producción y crecimiento económicos generan la alteración y modificación profunda de procesos ecológicos, incluir a actores no humanos como participantes de una ecología política en la construcción de lo cotidiano es fundamental. En palabras de Bennett, “necesitamos idear nuevos procedimientos, tecnologías y regímenes de percepción que nos permitan consultar más a los no humanos, de cerca, o para escuchar y responder más cuidadosamente a sus objeciones, testimonios y propuestas” (2010, 108).

Debido a lo anterior, compartir el conocimiento de la historia socioambiental y de los procesos de adaptación de Tibanica es urgente para iniciar el trabajo de transformación de las valoraciones que emergen del miedo, la inseguridad y la desconfianza frente al uso de recursos públicos originada en una perspectiva centralizada y poco participativa de la ejecución de éstos. Estas connotaciones humanas deben ponerse en diálogo con la vida que habita en el ecosistema para, de una u otra forma, trascender las valoraciones centradas en la categoría de los servicios ecosistémicos. Así, es posible tanto ratificar la acción conjunta en la que podemos encontrarnos humanos y no humanos de manera interactiva, como legitimar la capacidad agencial de Tibanica. Esto implica, por supuesto, trabajar en mejorar otros aspectos de la vida humana como la participación y la gestión comunitaria ambiental activa, que transforman igualmente las realidades vitales de los humanos.

Discursos y prácticas que construyen naturalezas Mediante la comprensión de Tibanica como un SSE en el que se movilizan e interactúan distintos actores y valoraciones, en este aparte expondré el conflicto socioambiental a través del análisis discursivo y el diálogo con la Política Pública Distrital de Humedales, las voces de comunidad habitante y del agua, y los Decretos 565 y 552. Para ello, haré énfasis en el papel analítico que tiene la ecología política

49 como ontología relacional, e introduciré la relación de implicación mutua entre agua y sostenibilidad, y sostenibilidad y gestión ambiental urbana dentro del SSE de Tibanica. En ese sentido, presentaré la definición de estos conceptos, teniendo en cuenta el interrogante que nos convoca, este es: ¿Cómo se configuran las relaciones socioecológicas entre la comunidad y el Humedal Tibanica, tomando en especial consideración al agua como actante y recurso fundamental para la sostenibilidad? … Concebir la ecología política como una ontología relacional es permitirse la posibilidad de seguir las prácticas interactivas en un territorio y contribuir a entender el mundo “como siempre ya conectado, acoplado en red” (Rocheleau y Roth 2007, 433 citados en Escobar 2010, 7) así como también el arraigo entre humanos y no humanos. Siguiendo a Escobar, la ontología política nos permite aludir a aquellas luchas por la defensa de otros modelos de vida que se enfrenta a “entramados comunitarios” y otras estructuras; estas luchas “son cruciales para las transiciones ecológicas y culturales hacia un mundo en el que quepan muchos mundos (el pluriverso)” (Escobar 2017, 60). De esta manera, reconocer la interacción con actores no humanos y llevar a cabo algún tipo de acción con o sobre los mismos son prácticas que pueden analizarse y reconocerse como formas políticas, ontológicas y epistemológicamente distintas, aspecto importante para este proyecto que se adentra en las valoraciones sobre naturaleza, las interrelaciones con las políticas públicas locales y las prácticas relacionadas con la experimentación del humedal como aula viva.

Asimismo, aquí nos encontramos de manera analítica y metodológica con las categorías de la relacionalidad y los ensamblajes. Con la primera se descubre el hecho de que el espacio, el lugar y las identidades se construyen relacionalmente, lo que quiere decir que “estamos todos implicados en conexiones, y debemos estar en conocimiento de este hecho de tal manera que nos permita actuar responsablemente hacia esas entidades con las cuales estamos conectados –tanto humanas como no- humanas” (Escobar 2010, 9). Sobre esto, a lo cual podemos referirnos como una política de la conectividad, Ingold, desde la ecología de la vida, ya nos ha recordado que lejos de entender la naturaleza como una construcción particular de un observador

50 cualquiera, lo que importa es el entorno vital (lifeworld) constituido por las actividades de todos esos organismos. En razón de esto, y del seguimiento a las valoraciones del SSE de Tibanica, es clave reiterar que las relaciones son transversales al funcionamiento de la vida y el mundo, y que el conocimiento se genera en el marco de estas relaciones, en el curso de la experiencia vivida.

Ahora bien, pensar los procesos materiales y biológicos como un entramando de relaciones para entender la vida social es también pensar en términos de ensamblajes. Tanto esta categoría, que habla de un continuo entre experiencia y materia (auto- organizado y/o organizado por otro) como la relacionalidad, nos conceden la aptitud de analizar en detalle las relaciones divergentes entre Tibanica, los otros actores del SSE, las estructuras de poder y el modelo de ciudad, lo cual no es otra cosa que los procesos en los que se forman los ensamblajes. De igual manera, hablar en clave de relacionalidades y ensambles nos permite retomar a Bennett (2010), quien ya nos ha ofrecido la visión sobre comprender al SSE de Tibanica como un sistema político y a su vez, la invitación a pensar en que esto no necesariamente da por hecho la garantía de valores democráticos e igualitarios, pues “el objetivo político de un materialismo vital no es la perfecta igualdad de los actores, sino un sistema de gobierno con más canales de comunicación entre sus miembros” (105).

A manera de síntesis, me permito recordar que en términos generales el conflicto socioambiental al que refiero tiene que ver con las apuestas políticas y económicas de la ciudad y su tensión con los principios de protección, conservación y sostenibilidad del ecosistema y del agua, tal como lo ilustré en el Capítulo 1. Así pues, preciso que la noción de sostenibilidad se aborda aquí – en un primer momento- a través de lo que expresa la Política de Humedales del Distrito Capital (2007), cuya visión plantea que Los humedales de Bogotá son una Red de Áreas Protegidas, constituida por ecosistemas de interés y valor ecológico y ambiental por sus funciones y atributos. Representan un patrimonio natural y cultural colectivo, que se manifiesta en su aporte a la conservación de la biodiversidad mundial, la calidad de la vida, la investigación, la habitabilidad, la sostenibilidad y el disfrute (57).

51 Si bien, este documento se refiere a la sostenibilidad como una condición y uso que se debe generar para favorecer la protección expresada en la Convención Ramsar y en la Política Nacional para Humedales Interiores de Colombia entre otras normativas, aquí es necesario comprender este concepto de manera más integral. Por ello, se toma lo establecido por la ONU en los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). En este plan convenido con las naciones a nivel mundial se habla de sostenibilidad del medio ambiente y se le define desde su aspecto ambiental, indisociable pero distinguible, del desarrollo sostenible, cuyo propósito es “responder a las necesidades humanas presentes sin destruir la capacidad del medio ambiente para atender estas necesidades en el largo plazo (CEPAL - Naciones Unidas). No obstante, interesa mucho más la noción sistémica propuesta por Gilberto Gallopín (2003), quien propone que la sostenibilidad es “un atributo de los sistemas abiertos a interacciones con su mundo externo. No es un estado fijo de constancia, sino la preservación dinámica de la identidad esencial del sistema en medio de cambios permanentes” (37). Así, en nuestra premisa de que el SSE es comprendido como un todo, la noción de sostenibilidad significa considerar “que hay componentes ambientales de carácter único (como los humedales) y que algunos procesos ambientales pueden ser irreversibles” (16).

Esta última visión, enmarcada en el SSE, permite contrastar la postura antropocéntrica de los ODM con una definición sistémica que incluye no solo a los seres humanos sino a la totalidad del sistema (organismos) del que estos hacen parte. Desde una perspectiva sistémica se contempla, entonces, el desarrollo sostenible, no como una propiedad, sino como un proceso de cambio, a través del cual el sistema mejora de manera sostenible a través del tiempo (Gallopín 2003, 37). Se considera además que el desarrollo sostenible “debe orientarse no solo a preservar y mantener la base ecológica del desarrollo y la habitabilidad, sino también aumentar la capacidad social y ecológica de hacer frente al cambio” (Gallopín 2003, 22), esto es hacer también sostenible el proceso de mejoramiento de los no humanos, pensando más allá de la perspectiva –antropocéntrica- valorativa de los servicios ecosistémicos.

52 Con esta perspectiva sistémica sobre la sosteniblidad, el agua es el elemento que facilita el diálogo con las prácticas y relaciones del SSE. Por ello, sigo a Strang (2005) cuando sostiene que el agua, pese a ser un elemento abiótico que por sí mismo no tiene vida pero que la otorga, es fundamental y está de manera omnipresente en la interacción humana. Por consiguiente, y a manera de síntesis, la primera situación conflictiva en el SSE de Tibanica se refiere a los usos que los habitantes le han dado al ecosistema y su relación con las decisiones del Estado, las cuáles son instrumentalizadas por el Distrito Capital. Dichos usos están vinculados a la función ecológica del agua en el humedal y a la interacción que propicia con los habitantes.

Al respecto de estos usos e interacciones con el agua resulta revelador rememorar la experiencia visual, estética y sensorial que suscitó el espejo de agua en el sector de La María, durante la entrega de la obra que realizó la firma de ingenieros Amci el pasado 28 de septiembre –evento que ya fue referenciado-. Durante la entrega de la obra, algunos de los habitantes y participantes nos sorprendimos con el aspecto del agua. Las corrientes de viento provenientes de los Cerros del Sur propagaban ciertos movimientos en el espejo de agua que no son comunes. Estos afianzaban sensaciones de calma y una postura distinta frente a la apreciación del paisaje; distinta porque, de alguna manera, nuestros ojos se han acostumbrado a percibir los espejos de agua de Tibanica en estados lenticos (estado que también es normal dado el tipo de ecosistema) y de contaminación por vertimiento de desechos sólidos.

Durante la presentación de los resultados de esta obra, el Gerente de Amci e ingeniero a cargo, Augusto Zuleta, afirmó que aunque algunas personas sugerían que se realizará la limpieza total de plantas de la superficie del espejo, ésta no era una acción recomendada para el humedal, dado que estas plantas evitaban que la radiación solar ingresará de manera directa y se acelerara el proceso de evaporación del agua. Sobre esto, el representante de la Empresa de Acueducto y Alcantarillado, Héctor Peña, aseguró que incluso, sin tener las pruebas de calidad del agua en sus manos, podía decir que la presencia y reproducción de estas plantas era un indicador de que ésta tenía un buen estado de calidad (Diario de campo 2018).

53 El hecho de haber observado el paisaje de Tibanica a través de las características particulares que en ese momento tenía el espejo del agua del sector La María, me llevó a conversar ese mismo día con Catalina y Sergio sobre otras experiencias alrededor de la percepción del agua. Una de estas, y quizá la más representativa para los tres, tiene que ver con algunos recorridos en los que dicha percepción está mediada no solo por el aspecto visual del agua sino por los olores ácidos y fétidos que de inmediato trastocan la práctica del caminar. Catalina y Sergio son testigos de estas experiencias y reconocen lo que ello implica en la valoración ecosistémica de Tibanica. Así, reconocer mi propia experiencia interactiva con el agua a partir de sus efectos en mis sentidos, me permitió comprender las valoraciones de Ángela y Aura.

Comprendo que los lazos de territorialidad difieren entre quienes hacemos algún tipo de activismo no cotidiano en el Humedal y quienes lo habitan y enfrentan día a día desde sus sentidos, sus miedos y su percepción de los problemas. En razón de esto, posteriormente elegí indagar, de manera experimental, por la voz del agua; sabía que si ya había sido posible identificar y rastrear las valoraciones de sus habitantes humanos, tendría que ser posible lograr preguntarle a ella por su estado y cualidades, factores clave en su interacción con no humanos y humanos.

Para identificar esta voz, decidí solicitar los resultados de unas muestras de agua que la Empresa de Acueducto y Alcantarillado había realizado en octubre de 2018, mediante derecho de petición. La idea llegó mientras un día conversaba con Tina sobre las posibilidades de conocer más de las características del agua y de su estado, para así mismo comprender algunas de sus interacciones bióticas, por ejemplo, con aves. Tina me sugirió entonces solicitar al acueducto unas pruebas que habían sido aplicadas. Natalia Lozano hizo una lectura de dichos datos y de las variables más importantes que nos permiten emprender un diálogo con el agua. A continuación relaciono éstas con los puntos de muestreo de datos en Tibanica:

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Parámetro de Descripción de hallazgos medición Demanda Este parámetro representa la materia orgánica biodegradable; indica la cantidad de bioquímica oxígeno disuelto que consumen los microorganismos para la oxidación bioquímica de la de materia orgánica. La DBO5 puede aumentar por la oxidación del amoniaco a nitritos y a oxígeno - nitratos, por lo que las altas concentraciones de materia orgánica en humedales tienen su origen principalmente en el vertido de aguas residuales. DBO5 *En Tibanica se registraron altas concentraciones en los barrios La María y Los Olivos, Soacha, donde se encuentra ubicado el punto de muestreo de la Estructura Entrada del Humedal, en la lectura de la tarde con 1584 mg/L O2 y en la mañana con 711 mg/L O2.

Figura 9. Puntos de muestreo del agua

Demanda Las concentraciones más altas de DQO se registraron en la Estructura Entrada del química de Humedal con 2100mg/L, para la lectura en la mañana. Estos datos evidencian la sobre oxígeno – contaminación por vertimientos de aguas domésticas en los sectores referidos, lo que DQO afecta la calidad de ese espejo agua.

55 pH Los valores de pH fluctuaron entre 3,5- 6,3 unidades, lo que indica aguas con una tendencia altamente ácida. Los pH más bajos se registraron en el punto de muestreo de la Estructura 4 La María, Soacha, con 3.5 unidades, presentando características fuertemente ácidas. Esto se debe probablemente a la presencia alta de dióxido de carbono (CO2) libre, que al reaccionar con el agua produce ácido carbónico o también puede relacionarse con ácidos húmicos y fúlvicos, que se producen por descomposición de la materia orgánica disuelta y suspendida en el agua (HENAO, 2015).

Por el contrario, los valores de pH ligeramente ácido y neutro se registraron en la Estructura Entrada del Humedal, lo que indica que en este punto el humedal se registraron mejores condiciones.

*De acuerdo a Natalia, la interpretación de estos datos a partir del Decreto 1584 de 1998, en su Artículo 4515, establece que los valores óptimos del pH para la conservación de especies en cuerpos de agua dulces y fríos está entre 6.5 - 9.0 unidades de pH, lo que indica que el espejo de agua referido presenta baja calidad del agua para las aves y otras especies habitantes, dada la fluctuación arriba mencionada (Lenntech, 2019).

Oxígeno El oxígeno disuelto está asociado a la contaminación orgánica y es uno de los disuelto - parámetros más relevantes para evaluar la calidad del agua. Su concentración aumenta OD al disminuir la temperatura y posee una relación directa con la pendiente y la aireación del cauce (ORTIZ & RODRÍGUEZ, 2015).

Para Tibanica, estos valores fluctuaron entre 0,2 – 2,8 mg/L O2; los valores más bajos se registraron en el punto de muestreo de la Estructura Entrada del Humedal con 0,2 mg/L O2, y en la Estructura 3 La María, con 1,2 mg/L O2, en la lectura de la mañana, y la lectura de la tarde con 1,6 mg/L O2. Mientras que en la Salida del humedal que colinda con el barrio Manzanares en Bosa los valores fueron más altos con 2,2 mg/LO2 en la tarde y 2,8 mg/LO2 en la mañana.

* De acuerdo a Natalia, los valores por debajo de los 2 mg/L pueden poner en riesgo la supervivencia de especies acuáticas, pues los niveles óptimos para preservar la vida en los cuerpos de agua están por encima de los 5 mg/L, como lo dictamina el Decreto 1584. Este bajo nivel de OD, argumenta, puede ser causado por las altas concentraciones de DQO y DBO5 que limitan el OD, dado que llegan a valores muy altos, lo que explica que el agua se encuentre en un estado hipóxica, es decir en ausencia de oxígeno suficiente.

Figura 10. Parámetros de medición sobre calidad de agua en Tibanica

A partir de la interpretación de los datos, Natalia, a quien también le interesaba esta lectura desde hacía tiempo, juntas afirmamos que el agua del Humedal Tibanica

15 Este decreto dictamina los “Usos del agua y residuos líquidos” y establece los criterios de calidad admisibles para la destinación del recurso en la preservación de flora y fauna en aguas dulces, frías o cálidas y en aguas marinas o estuarios.

56 presenta condiciones de calidad no óptimas para la conservación de especies de flora y fauna, especialmente en el espejo de agua que comparte jurisdicción con Soacha. Asimismo, Natalia sostiene que las muestras analizadas indican la presencia de coliformes fecales, grasas y fosfatos, lo que va en contravía del decreto mencionado que en su Artículo 28 estipula que no debe haber presencia de estos elementos (Lozano 2019). Todo lo anterior, reafirma Natalia, es posible por la presencia de conexiones erradas de aguas lluvias con aguas residuales que se dan en el costado oriental del humedal perteneciente al municipio de Soacha.

Así, este análisis evidencia como hogares aledaños al humedal tienen conectadas sus redes de alcantarillado con el ecosistema. Las aguas que usan las devuelven con agentes contaminantes: jabones, aceites, restos de comida y materia fecal. Estos últimos estimulan microorganismos que buscan descomponer estos elementos y los transforman en nitritos y nitratos, pero para lograrlo toman el oxígeno de estas aguas. El resultado es entonces un agua con grandes cantidades de nitrógeno y poco oxígeno para sostener distintivas formas de vida. De otro lado, llama mi atención que el espejo de agua abierto por Amci que colinda con La María y Los Olivos, en Soacha, podría estarse afectando dado el registro de estos datos. Esto es interesante si se tiene en cuenta que las muestras fueron tomadas por el Acueducto después de un mes de entregada la obra. Así, aunque como grupo hayamos tenido la posibilidad de haber visto este espejo de agua por primera vez luego de las obras, el agua en un movimiento ondeante en correspondencia con el aire y de allí el ofrecimiento de una experiencia emocional, movida por las sensaciones de tranquilidad, esperanza y empatía, la capacidad comunicativa del agua a través de sus cualidades nos sigue hablando de una interacción conflictiva debido a los efectos que ella genera para no humanos y humanos.

Ahora bien, estos resultados coinciden con los usos que algunos habitantes le han dado a Tibanica como ecosistema. Durante mucho tiempo éste ha sido considerado un botadero de basura. De allí devienen, entre otros, los efectos que generan en las personas los malos olores, estos son: rechazo y deterioro en su relación

57 socioecológica. Así, también se explica la relación entre los usos que le dan las personas a Tibanica y las prácticas institucionales, pues, aunque el agua como actante es una prioridad tanto en la política pública como en el PMA, el Estado no activa estos mecanismos para su protección (Castaño 2018). De esta manera, las relaciones negativas de los habitantes se agravan con el tiempo. Así, el estado del agua hoy es tanto una representación de las relaciones deterioradas de habitantes con el ecosistema, como de la relación entre el Estado y las cuencas hídricas. Para el caso de Tibanica, lo que nos comunica el agua en su baja calidad tiene que ver, además, con una protesta porque el ecosistema no posee una entrada de agua o caudal ecológico. De hecho, se avecinaría su desecamiento sino fuese por el colector de aguas lluvias que, desafortunadamente, recoge a su vez canales de aguas residuales.

En la Política de Humedales del Distrito Capital (2007), el agua es asumida como un “componente y eje transversal fundamental para la vida, teniendo en cuenta el valor de sus componentes. Por lo tanto, debe considerarse como derecho fundamental colectivo de los seres vivos y de la humanidad” (45). De igual forma, el documento contempla que se le debe adecuar y regular en calidad y cantidad para la protección y rehabilitación de procesos ecológicos y el cuidado de la salud pública, para con ello contribuir a la estabilidad de los ciclos hidrológicos de la ciudad-región (47). Sin embargo, aunque en el discurso se reconozca el derecho al agua como un derecho colectivo y un mecanismo para el cuidado de la salud pública, la experiencia de Tibanica evidencia la incongruencia entre el discurso y la práctica institucional. Sobre esta incongruencia, en una escala distrital, Mauricio me apoya en la reflexión: Lo que uno percibe es que hay una mafia de negocio que maneja todo eso para que otros negocios sigan andando igual, porque mejorar el agua, tener agua limpia, pues eso haría que miles de millones de pesos que la Empresa de Acueducto invierte en hacer lo que dice un amigo amigo mío "meterle el jabondrago"; la gente cree que están limpiando porque hay una draga ahí metida sacando lodo. ¡Mentira! No están haciendo nada, están revolviendo la mugre y sacando un poquito de mugre pero a los meses está igual y si se revisa cuánto valen esos contratos es una billonada, todos los años hay presupuesto para eso. ¿Quién se lo gana? Las zonales de la Empresa de Acueducto. Ésta está dividida en zonales de operación, son empresa público-privadas, -eso lo creo "kike" (refiere a Enrique Peñalosa) hace 20 años-, entonces la empresa como tal está dividida en 6 zonales que manejan a Bogotá en 6 zonas, manejan todo el drenaje de la ciudad tanto sanitario como pluvial, y son los encargados de hacer eso y todas las obras

58 de ingeniería, tubería nueva, nuevos alcantarillados… Pero está este capitulito (de los humedales) que genera un billete grandísimo a contratistas privados que rotan en ese negocio y si alguien hiciera la investigación podría hallar el patrón común de a quiénes les dan los contratos de obras en humedales, canales, vallados, conexiones cerradas. Entonces, lo importante que es conexiones cerradas y descontaminación va en cámara lenta y lo demás si va a mil... Y nos están cobrando a los bogotanos en la tarifa (del recibo). La mitad es alcantarillado, lo que yo pago en agua potable igual lo pago en alcantarillado y no me están cumpliendo, y el fallo del Río Bogotá se da cuenta de eso y ordena que se ordene la casa, pero ¿dónde está la plata? Si hay inversión y están haciendo cosas, pero de aquí a que mejoren van a pasar décadas y la gente enfermándose (2018).

Los hechos en el relato y la denuncia de Mauricio contradicen la relevancia de lo público y colectivo frente al “Bien Ambiental”. El “Bien Ambiental”, según el documento de la política pública, hace referencia a su importancia ecológica, socioeconómica y cultural para la gestión y aprovechamiento, por lo que prevalecerá el interés general sobre el particular (Alcaldía Mayor de Bogotá 2007, 46). De igual manera, la situación a la que Mauricio alude viola tanto la Política Nacional para Humedales Interiores como la Convención Ramsar, un tratado internacional que adhirió Colombia desde el 2002 y por el cual se designaron en 2018 11 complejos de humedales urbanos Ramsar para Bogotá (entre estos se encuentra Tibanica). Así, el Estado se presenta en su normativa como un sistema garante de derechos que reconoce los humedales bogotanos y les confiere el carácter de áreas protegidas al declararlos reservas ambientales naturales, de interés público y patrimonio ecológico (Acuerdo 19 de 1994, del Concejo de Bogotá). La realidad, más, sin embargo, dista del discurso de la política pública y los tratados, sobre todo cuando lo fundamental es el agua. Casos como el del SSE de Tibanica dan cuenta de un conflicto permanente entre los usos reales y los ideales de protección y conservación. Y es que, la Administración Distrital tiene aquí más un efecto fragmentario que articulador entre los sujetos, sus instituciones y el humedal; ello se erige como una de las causas tensionantes de las relaciones socioecológicas en el SSE.

Las reflexiones conjuntas con Mauricio me llevan también a mostrar la vulneración en el derecho colectivo al medio ambiente sano, consagrado en la Constitución de 1991. La voz recuperada del agua en Tibanica es convincente al hablarnos de esta

59 vulneración tanto de humanos como de no humanos en las escalas local y distrital. A su vez, la vulneración de este derecho impacta en el tejido de las relaciones, valores y compromisos en los territorios, pues afecta los lazos socioecológicos y la posibilidad de una cultura ambiental, como bien lo propone la política pública (2007, 45). Esto último es también una forma de interpretar el porqué de los usos que habitantes del SSE de Tibanica le han dado al ecosistema y la relación que allí se expresa con las prácticas del Estado, pues justamente esas interacciones y valoraciones conflictivas demarcan la urgente necesidad de regular la calidad de agua, una apuesta, que de acuerdo a Mauricio, también demanda el Fallo o Sentencia del Río Bogotá (MINAMBIENTE 2014). Esta sentencia y la apuesta política y socioecológica traspasan las fronteras de lo local para abarcar la Estructura Ecológica Principal de la ciudad y nos presionan, también, para pensarnos como región en la gestión del agua.

Sobre la cosmovisión del agua en el SSE de Tibanica, recupero algunas conversaciones con integrantes del Colectivo y con Tina Fresneda. Estas surgieron de mi interés por profundizar en las ideas respecto al agua no como el líquido puro y transparente que nos llega a la ciudad con una prestación relativamente adecuada y calidad potable, sino como un actante que en Tibanica tiene unas características y usos determinados para los no humanos. Sobre esto, Tina, intérprete del humedal, Natalia Lozano y Jorge Díaz me ofrecieron algunos pensamientos que a continuación sintetizo: Tina: el agua es uno de los 4 elementos fundamentales para la vida, entonces el agua en ese espacio la veo como… cuando el agua se mueve es como si danzara, la danza del agua, pero también están los otros elementos, porque está la tierra y está el aire que es el que le permite que se mueva, y luego también está la energía, el calor, creo que ahí uno puede entender que son fundamentales los 4 (…) Entonces ver el agua, ver las aves que vienen desde tan lejos es saber que hay agua, si no hubiese agua no estaban ahí porque eso ha pasado en años anteriores; entonces el agua es fundamental para la vida acuática. El agua cumple su función ahí para esas especies, pero también hay que seguir trabajando con la parte terrestre para que haya un equilibrio y también tengamos una diversidad (2018).

Natalia: es un agua que debería ser más cuidada (…), esa agua es tan importante para todos los seres que están dentro del humedal, o sea es más importante para esos seres que para quienes lo rodeamos. El día que hicieron lo del espejo del agua (se refiere a las obras de Amci), yo no sé quien hizo la pregunta de que sí está agua se puede secar y el ingeniero dijo: “no es que esa agua nunca se seca, porque el humedal siempre va a estar húmedo”; pero pues si no llueve y si no hay suficiente agua pues cómo… ¿Cómo

60 va el humedal a subsistir si se puede secar? Eso haría más fácil que cualquier constructor de apartamentos decidiera fijarse ahí. Para mí el agua del humedal es la representación del humedal, tú ves ese espejo de agua, que se veía antes en el humedal, y te sientes maravillada y bueno por lo menos tenemos vida para el humedal, o sea el agua para el humedal es vida (2018).

Jairo: es vital, porque un humedal sin agua obviamente no sería humedal y lo importante es que hay que hacerle algunas cosas, porque este es un sector seco que requiere de más agua (…) Nosotros tuvimos la experiencia de ir a La Vaca y vimos el trabajo que allí se hizo y yo creo que sí hay voluntad política también se puede lograr que tenga este humedal un poco más de agua, no sé si trayendo de pronto vía acueducto en algunos casos, no sé qué posibilidades tenga, qué viabilidad (2018).

En estas narraciones es posible apreciar cualidades distintas a las que el agua tiene en sus manifestaciones convencionales en nuestros hogares, en la lluvia, en los centros comerciales y en las calles, entre otros; hay, por demás, una distinción del agua para consumo humano. A su vez, tanto Natalia, Tina como Jairo encuentran en el agua, actante de Tibanica, un vínculo de reciprocidad que señala que el agua ayuda y otorga su energía para que otros puedan vivir y habitar. En las narraciones persisten, también, el símbolo de esperanza frente al peligro de la extinción del agua en su forma material; la representación del agua unida a otros actores y fuerzas y, la preocupación porque se movilicen acciones que garanticen su presencia.

En definitiva, he expuesto en esta sección que el SSE de Tibanica presenta un conflicto socioambiental en el que el rol que ha desempeñado la Administración Distrital de Bogotá en distintos períodos históricos ha transformado las relaciones al interior del sistema generando con ello desequilibrios y desigualdades en los modos relacionales. Esto en términos de la ecología política es también la expresión de un tipo de ensamblaje que se suporpone, de manera desigual, a otros ensambles que representan las relaciones comunitarias dentro del SSE. A su vez, reconocer las relaciones e interacciones entre humanos y no humanos como formas ontológicas que nos hablan de un entorno vital particular permite evidenciar las incongruencias entre los discursos y las prácticas institucionales, que para este caso fueron develadas a través de un diálogo con el agua. De esta forma, en la siguiente sección continuaré este diálogo entre la Política Pública Distrital de Humedales y los Decretos 565 y 552.

61 Los problemas de un modelo de gestión urbana En la misma línea de análisis, a escala local, es importante comprender la relación entre la sostenibilidad y la gestión ambiental, al igual que sus efectos. Para ello, es necesario volver a la definición de sostenibilidad de la política pública, en el marco de la estrategia “Investigación participativa y aplicada sobre los humedales del distrito capital y sus componentes socioculturales”. Lo anterior es clave para adentrarnos en la manera en la que el actual modelo de gestión ambiental urbana afecta la sostenibilidad del SSE. Así, la política pública propone acercarnos a un tipo de sostenibilidad social que es producto del reconocimiento de distintas formas de conocimiento sobre los humedales como soporte del desarrollo cultural (Alcaldía Mayor de Bogotá 2007, 53), por lo cual, la interacción entre comunidad humana y el humedal resulta fundamental para garantizar la sostenibilidad del SSE. La comprensión es, entonces, que la sostenibilidad y la conservación son principios que requieren del desarrollo cultural, el cual incluye el reconocimiento de la memoria colectiva y la historia ambiental, todos éstos principios claves para el ejercicio de la gestión ambiental urbana.

Las observaciones que vengo desarrollando en Tibanica, desde 2016, muestran que debido a los cambios de los gobiernos distritales, sus planes de gobierno y dinámicas al interior de las secretarías, recopilar y dar continuidad a la construcción de relatos de las memorias y saberes colectivos es una tarea que se interrumpe constantemente. Esta es una razón adicional que explica la actitud y forma de relacionarse de la comunidad, pues, así como afirma Ángela el "manoseo institucional ha desencadenado ruptura en los lazos de confianza y cercanía” (2018).

Una situación representativa de lo anterior corresponde con la experiencia que tuve en 2018 cuando le pedí a la SDA el informe de los avances del Plan de Manejo Ambiental de Tibanica – PMA- vencido en 2017. La respuesta me sorprendió porque aún cuando el PMA se había ejecutado desde 2007, desde la administración del Humedal se argumentaba no contar con tota esta información. Así que, se me sugirió solicitar a la Empresa de Acueducto y Alcantarillado la información que ellos tenían, bajo la premisa

62 de que ésta no enviaba a tiempo la información a la SDA. Me encontré entonces con la falta de coordinación entre instituciones encargadas de ejecutar y dar cuenta de las acciones de restauración ecológica, un sistema de información no unificado y con una memoria institucional que difícilmente logra evaluar el avance de la política pública para proponer acciones o modos de gobernar distintos.

Asimismo, la interlocución entre instituciones y las acciones conjuntas que propone la política pública es casi que imperceptible. Desde que empezamos a trabajar con Todos Somos Tibanica, la institución más presente ha sido la Secretaría Distrital de Ambiente. Como grupo comprendíamos que esto se debía a que la secretaría es la encargada de administrar los humedales; no obstante, siempre nos resultó problemático no ver la articulación entre instituciones como Secretaría de Educación y Secretaría de Salud, entre otras. Es así como las acciones y eventos relacionados a la educación ambiental se llevan a cabo por iniciativa de grupos comunitarios o por el liderazgo de Tina Fresneda, en tanto intérprete del Humedal. Así pues, la voluntad, la actuación intersectorial, la interacción entre comunidad y humedal y, el sentido de corresponsabilidad del Estado que se demandan en la política pública, en un marco democrático, rebaten la cotidianidad del SSE de Tibanica y a su vez reconfiguran continuamente las relaciones socioecológicas.

En este sentido, es evidente que el aspecto social de la sostenibilidad está afectado por los vacíos del modelo actual de gestión ambiental. Para detallar en qué consiste esta afectación es importante mencionar que la política pública define la gestión ambiental como: el conjunto de actividades adelantadas por las distintas instituciones del Estado y actores pertenecientes a la sociedad civil que evalúan los factores e interacciones entre el medio ambiente y los actores que se relacionan y/o aspiran a relacionarse con él, con el propósito de concertar, adoptar y ejecutar decisiones con efectos de corto, mediano y largo plazo, encaminadas a lograr la sostenibilidad de los procesos a través de los cuales se vinculan los ecosistemas y los actores sociales (2007, 22).

Si bien esta concepción propone un diálogo entre instituciones y sociedad civil para entablar relaciones socioecológicas, la gestión ambiental urbana actual presenta

63 tensiones, desarticulaciones y vacíos, sobre todo en aspectos referidos a lograr la sostenibilidad de los procesos de vinculación entre ecosistemas y actores sociales. Catalina González y Sandra Alfonso se refieren a los problemas de un acompañamiento que no es completo y a las distintas trabas que se interponen para llevar a cabo iniciativas de restauración ambiental o trabajo comunitario: Catalina: siento que hace falta más compromiso, no solo la secretaria sino de todas las entidades y es que te dicen: esto no me compete a mi, vaya a otro lado; entonces te ponen a saltar de lado en lado. Digamos que el acompañamiento o la relación con la secretaría de ambiente es solo con una persona, no hay nadie más y esa persona es la que da última palabra, entonces siento yo que sí hace falta más acompañamiento por parte de la secretaría de ambiente con relación a todos los procesos que se llevan dentro del humedal; nosotros fuimos uno de los grupos que ha estado ahí, como que se ha dado a conocer, pero yo me pregunto cuántos grupos o personas han llegado y se cansan de ver que no hay acompañamiento por parte de la secretaría… Porque siempre hay como un no se puede, o sea ponen muchas trabas; con el tema del compostaje: no, es que no pueden abrir el hueco porque no se puede, toca pedir permiso, entonces uno como pero acá botan basura y nosotros vamos a hacer compostaje y tenemos que pedir permiso para algo que le va a servir al humedal, entonces ahí es una cosa de trámites que al final empiezan a cansar a la comunidad (2018).

Sandra: la comunidad está consciente, pero no hay las estrategias correctas para que ellos puedan ser participativos en algo que le pueda ayudar al humedal, yo pienso que muchas personas tienen el tiempo y si se les orienta para trabajar con el humedal se podría hacer muchas cosas, se podría salvar el humedal desde que se juntarán más manos. Me parece que la secretaría está desconectada al respecto, le hace falta muchas estrategias (…) Porque si yo logro promover cambios desde una organización tan pequeña que es la mía (JAC), porque no se puede hacer desde el gobierno mayor, eso se puede hacer de muchas maneras simplemente hace falta buscar las estrategias (2018).

Ahora bien, en una escala distrital, los problemas que presenta la gestión ambiental urbana se reflejan en las apuestas de la actual Administración Distrital de Enrique Peñalosa (2016-2020). A estas me referiré a través del análisis del Decreto 565 de 2017, por medio del cual se modifica la Política de Humedales del Distrito Capital, en relación con la definición de recreación pasiva y usos en los humedales, y el Decreto 552 de 2018, por medio del cual se establece el Marco Regulatorio del Aprovechamiento Económico del Espacio Público en el Distrito Capital de Bogotá.

64 Por un lado, el Decreto 565 retoma lo propuesto en la política pública (2007) sobre la recreación pasiva para argumentar que se alteraron las definiciones y usos que ya estaban establecidos para los humedales en el POT de 2014, mediante Decreto 19016. Aquí hay que precisar que la política pública enuncia como recreación pasiva al “conjunto de acciones y medidas dirigidas al ejercicio de actividades contemplativas que tienen como fin el disfrute escénico y la salud física y mental, para las cuales solo se requiere equipamientos mínimos de muy bajo impacto ambiental”. En segunda instancia, el Decreto 190 agrega al aparte de los equipamientos, elementos tales como senderos peatonales y ciclorutas. En ese sentido, en el Decreto 565 de 2017 se argumenta que es la política pública la que posteriormente contravirtió la norma previa. Con esto el Distrito no solo asume una posición jerárquica frente a la política pública, que funciona como garante del derecho colectivo a un ambiente sano, sino que además no contempla la prelación que ésta puede tener frente al POT, en términos de propender por el patrimonio natural y colectivo, la conservación de la biodiversidad y la calidad de vida.

De esta forma, el uso de lenguaje en el Decreto 565 se vale de estrategias discursivas para legitimar el concepto de “Recreación pasiva” de acuerdo a un plan político que no reconoce el valor participativo de la ciudadanía, el conocimiento comunitario y el concepto de la autoridad ambiental expuestos en la política pública. Muestra de esto es el siguiente apartado: Que debido a las alteraciones realizadas al plan de ordenamiento territorial por cuenta de la “política de humedales del Distrito Capital” contenida en el Decreto Distrital 624 de 2007, en los apartes señalados, se limita el adecuado cumplimiento de las metas propuestas en el plan distrital de desarrollo “Bogotá mejor para todos” (ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ, D.C 2017).

Con esto, el Distrito no legitima, además, que el POT en tanto documento e instrumento de planeación territorial pueda replantearse y ajustarse de acuerdo a las necesidades socioecológicas de una ciudad y a análisis mucho más actuales que incluyen

16 Este decreto compilaba las normas de los Decretos Distritales 619 de 2000 y 469 de 2003, que conformaron el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá.

65 consideraciones importantes sobre la conservación y uso racional de los humedales, tales como la política pública. Otro ejemplo de este tipo de consideraciones, aunque se haya generado aposteriori, lo constituye la certificación que recibieron 11 de los humedales bogotanos a finales de 2018 por cuenta de Ramsar, la Convención que reconoce a los humedales su importancia internacional, especialmente como Áreas Importantes para la Conservación de las Aves a nivel mundial - AICAS-.

Así, el proyecto político vigente de "Bogotá mejor para Todos” no ha contemplado la importancia de dirigir sus esfuerzos políticos y económicos hacia la adecuación y regulación de la calidad del agua; su apuesta prioritaria es posicionarse e imponer una perspectiva productiva y de interés económico sobre estos ecosistemas. Debido a que, los humedales hacen parte del espacio público emerge la necesidad de usufructuarlos económicamente mediante el decreto en mención que concibe el desarrollo de obras duras como ciclorutas, alamedas, plazoletas, luminarias y adoquinados como “el pilar para el desarrollo y protección efectiva de estas áreas” (ALCALDÍA MAYOR DE BOGOTÁ, D.C 2017). Llama la atención que este proyecto político esté anteponiendo la apropiación y uso económico a la conservación de los ecosistemas.

El Decreto 552, por medio del cual se establece el Marco Regulatorio del Aprovechamiento Económico del Espacio Público en el Distrito Capital de Bogotá y se dictan otras disposiciones, constituye otra apuesta del gobierno actual por ejercer presión en los humedales para convertirlos en espacios productivos de capital financiero y generación de ingresos por arriendo del lugar para el Distrito. Para esto, el decreto concibe los humedales como parte del mobiliario urbano y alude, de forma similar al Decreto 565, al cumplimiento de las disposiciones de una “norma superior” para lograr su integración (en este caso el POT que ha propuesto la Alcaldía de Peñalosa). En ese sentido, reafirma el aprovechamiento económico del espacio público como “el desarrollo de actividades con motivación económica en los elementos constitutivos y complementarios del espacio público del Distrito Capital”. Fundamentalmente, el decreto busca resolver el control del espacio público y el acceso

66 legítimo del Estado al usufructo del mismo, rechazando con ello usos indebidos que no estén autorizados. Su aplicación en los humedales tendría un efecto grave sobre los no humanos. Al respecto, Mauricio, quien me habló del tema un día antes de asistir a reunión de la Mesa Distrital de Humedales en la que hicieron una reclamación junto a otros líderes a la SDA, me comentó: El decreto permite que el distrito gane dinero de todo el espacio público construido y natural. ¡Eso ya es un descaro! Tan descarado que cambia el uso del suelo sin que haya sido modificado el POT. Entonces, ahora en todos los humedales a pesar de que está prohibido se permiten hacer bazares, filmaciones, reuniones, se mantiene el uso de recreación pasiva y el de turismo ecológico, pero esos otros 3 son ilegales; es un decreto que salió hace un mes, firmado por peñalosa ¿Para qué? para sacarle plata a todo lo que va a construir. ¡Es una vulgaridad! Ese es un punto del día mañana, que nos expliquen cómo la autoridad ambiental va a manejar eso sí dice: se permite en los humedales hacer bazares y filmaciones, pero no dice en qué horarios, cómo se regula, no dice si pueden hacer ruido, si pueden meter iluminación, si la gente puede pisotear la vegetación, solo dice la autoridad ambiental se encargará de manejarla para el caso de los humedales, entonces falta un decreto reglamentrario, una resolución que reglamente eso cómo, pero mientras sale van a ser lo que quieran.

La vehemencia con la que Mauricio refuta el decreto en mención me hace pensar en que efectivamente son astutas las estrategias para anteponer los intereses económicos a la sostenibilidad de los sistemas ecológicos, pues aunque los decretos analizados parecieran no tener mucho en común, el discurso de ambos se rige por una lógica de evadir la política pública y argumentar la importancia de unas normas sobre otras, sin sustento alguno en derechos constitucionales, como el derecho a un ambiente sano. Asimismo, el Estado parece no ser un sistema garante de este derecho, pues entre las prácticas que legítima y los discursos que motiva, suelen haber fuertes contradicciones éticas que se enraízan en relaciones de poder.

Ahora bien, la necesidad de hacer del espacio público un campo de aprovechamiento económico para la ciudad y la propuesta de incluir ciclorutas y senderos para propiciar la apropiación social de los ecosistemas pueden ser que riñen con la conservación y sostenibilidad en el marco de la gestión ambiental urbana. Tal como lo indiqué antes, haré este análisis tomando como base una conversación con el profesor, y biólogo, Germán Andrade, quien considera que la conservación debe pasar por la apropiación

67 social, sobre todo en ambientes urbanos, porque si no estaríamos en un modelo de exclusión forzada (2018). Al respecto de los humedales, enfatiza que: Apropiación social es todo, yo diría una apropiación social que respete o busque mantener el carácter y mejorar la calidad del sistema ecológico y social, no una que [lo] transforme totalmente. Pavimentarlos también sería apropiación social pero lo interesante de Ramsar como concepto es que ésta no es una categoría de protección, Ramsar es una aproximación que es vieja, anterior a las demás convenciones y dice: un humedal es Ramsar si se usa sosteniblemente y sí se mantiene su carácter ecológico, no es más, es decir se aceptan usos siempre y cuando los usos no consuman al "recurso" y siempre y cuando el humedal siga siendo humedal en su carácter, porque se puede volver otra cosa y eso es lo que en los humedales urbanos puede ser más difícil por las presiones de transformación tan severas que tenemos, y es que son muy chiquitos. (…) En la ciudad ese balance es difícil porque son muy pequeños, están desconectados, ahí la apropiación es de lucha ambientalista y así ha sido porque si no, no existirían (2018).

Cuando el profesor Andrade me habla de este tipo de apropiación social y a la vez menciona las presiones existentes, pregunto por el rol de la política pública, partiendo de la premisa de que este es un instrumento que se ha debido legitimar sin importar los gobiernos de turno. Sin embargo, Andrade es preciso al ilustrar que justamente el vacío está en que Bogotá no cuenta con un sistema o estructura fuerte que proteja áreas como los humedales urbanos. Sobre esto, señala que: Yo he señalado la importancia de una estructura administrativa y jurídica estable porque en la definición de área protegida si hay algo que importa es la estructura jurídica estable que no es el POT, porque este el ejecutivo distrital puede cambiarlo, (en la categoría de) los parques nacionales, no. Allí no es que se reuna ahora el gobierno y cambia las cosas, entonces tiene que tener un nivel de amarre social más alto, por eso son parte de un sistema nacional de áreas protegidas o no son; entonces yo creo que aquí (los humedales) quedaron como al mejor postor (…).

Se debería intervenir en un orden subsidiario si son áreas protegidas, mínimo la autoridad ambiental regional, pero dentro del distrito está la anomalía de que ellos son autoridad también urbana, entonces uno diría que como en las zonas rurales interviene la CAR, en los suelos urbanos hay ese vacío. Entonces yo siempre he dicho que hay un problema de lado y lado y es que estas áreas nunca fueron integradas a un sistema de áreas protegidas que es la forma como los ciudadanos del mundo agenciamos nuestra naturaleza urbana, a través de estas estructuras estables. Entonces están al mejor postor y otra vez el conflicto socio ambiental local, y Colombia, que tiene tantas prioridades de conservación territorial tan gigantescas, nunca desde el ministerio se ha presentado un mínimo interés por las áreas protegidas urbanas de Bogotá y es un error porque no serán Chibiriquete pero son las que son cercanas a la gente, las que tienen especies endémicas (2018).

68 La comprensión de que la relación entre conservación y apropiación social en este contexto es intrínseca y tensionante debido a la ausencia de un marco institucional, me lleva hacia la comprensión de que la sostenibilidad del SSE se afecta también por el actual modelo de gestión urbana de la ciudad. Y es que este marco debería pretender la estabilidad de una gobernanza que le permita: mantener sus condiciones a largo plazo mediante el fortalecimiento de la participación ciudadana; las alianzas interinstitucionales de carácter gubernamental, comunitario y privado; el balance entre los usos, pues en entornos urbanos el no uso puede generar resistencia a la apropiación social, mientras que el uso contribuye al proceso de entendimiento-apropiación-valoración; y la integración de los valores de la biodiversidad con otros valores de alto impacto social como la protección del agua (Montoya, y otros 2018, 71).

De esta manera, tanto las desarticulaciones expresadas a escala local como las tensiones y vacíos evidenciados en una escala distrital, a causa de la ausencia de una estructura administrativa y jurídica que, entre otros, legitime la política pública como garante de derechos, son causas de las dificultades para lograr una sostenibilidad que resista a los procesos de cambio en el ecosistema y promueva procesos positivos de vinculación entre actores del SSE. Así es como parece que la forma eficiente para acercar a las personas a los ecosistemas es a través de la transformación agresiva de éstos, soportada en las ideas del desarrollo productivo y el disfrute humano; el lugar del otro no humano parece, entonces, borroso y poco legítimo.

La lectura de este modelo de gestión urbana desde la ecología política nos muestra la relevancia del Capital en las decisiones de gobierno, y la complicidad del Estado en los procesos de apropiación y deterioro de los ecosistemas. Igualmente, esta mirada nos ofrece la comprensión de que la gestión urbana ha sido una plataforma o base de la construcción social de la naturaleza con efectos que se manifiestan y replican en las valoraciones variadas y encontradas en los sujetos habitantes. Ello tiene sentido si recordamos la premisa con la que inicié este capítulo respecto a la relacionalidad y los ensamblajes. Con la primera ha sido posible reafirmar que en efecto estamos implicados en conexiones y constituidos por las decisiones y actividades de los otros actores que integran el SSE. Los ensamblajes, por su lado, se expresan en las

69 contradicciones emergentes de un sistema político imperante y en tensión con instrumentos como la política pública y las relaciones de la gente dentro del SSE de Tibanica. Empero, esas relaciones han sido también de resistencia y lucha, pues justamente, en su trayectoria histórica los humedales como actores de los SSE`s, a nivel distrital, son producto de la defensa y lucha política de los movimientos ambientales y de las comunidades locales de Bogotá.

Efectos de un modelo productivo de ciudad sobre un SSE activo He argumentado que el conflicto socioambiental que he estudiado involucra dos situaciones. La primera, relacionada con los usos que los habitantes le han dado al ecosistema y su relación con las prácticas del Estado, que debe garantizar y fomentar procesos que velen por la protección. La segunda, que a continuación busco narrar y analizar, está relacionada con las prácticas que vienen desarrollando el Instituto de Desarrollo Urbano –IDU-, la Secretaría Distrital de Ambiente y el Distrito en Tibanica, pues si bien el área espacial del ecosistema ha sido caracterizada en el PMA, el IDU contempla una parte de ésta para desarrollar un puente de infraestructura vial en el marco de la ampliación de la Avenida de Cali de Bogotá. Una vez más, estamos frente a unas políticas de desarrollo de la urbe que contradicen lo establecido en las políticas de protección; esto afecta las relaciones de todo el sistema socioecológico.

La historia de cómo llegué a entender la construcción de este puente vial como un conflicto empezó con la alerta que lanzaron Sergio, Tina y los integrantes de Todos Somos Tibanica a inicios de abril de 2018. Sucedió que mientras ellos caminaban en el Humedal se encontraron con un grupo de trabajadores que estaban realizando excavaciones con uso de maquinaria en el Refugio 1 del humedal (noticia). Cuando el grupo preguntó por lo que se estaba haciendo, los trabajadores dijeron estar haciendo estudios de suelo para la construcción de un puente que funcionaría como intersección entre la Avenida Tierra Negra (Soacha) y la Avenida Ciudad de Cali (noticia). El hecho se convirtió en un hito de gran trayectoria para, de las manos de Tina, Sergio y algunos integrantes del Colectivo, iniciar la búsqueda de respuestas al por qué de la realización

70 de estos estudios en el área de influencia del ecosistema y los impactos del puente en cuestión.

Posteriormente, y con el apoyo del colectivo, interpusimos derechos de petición ante el IDU y la SDA solicitando el informe de proyectos que se estaban ejecutando en el Humedal. La respuesta a posteriori nos dejó más dudas que certezas, pues, por un lado, la SDA trasladaba la petición al IDU y éste, por el otro, afirmaba que el único proyecto que estaba adelantando correspondía a la Troncal Avenida Ciudad de Cali17, el cual, hasta el momento, no tenía en cuenta la conexión a través de un tipo de estructura (elevada, a nivel o subterránea) entre Soacha y Bogotá (derecho de petición, abril 27). En su respuesta, el IDU le remitía copia a la Alcaldía de Soacha para que informara sí de su parte había algún proyecto en exploración o ejecución. Luego del cruce de información entre instituciones, en mayo, la SDA nos respondió, informando no tener conocimiento alguno sobre un proyecto de este tipo y trasladando copias a la Secretaría Distrital de Planeación – SDP- y al IDU, entidad que ya había respondido (mayo 21). Las respuestas del IDU y de la SDA ahondaron nuestra desconfianza y nos introdujeron en una dinámica desgastante para intentar hallar una información que parecían “desconocer” tanto la autoridad ambiental como la entidad encargada de desarrollo urbano.

En el segundo semestre de 2018, mientras aún analizábamos las respuestas de las instituciones y asistíamos a las reuniones de socialización de proyecto de la Troncal Av. Cali en búsqueda de información, apareció un mojón18 en el Refugio 1 de Tibanica, que confirmó nuestras dudas y miedos respecto al desarrollo de un proyecto vial. Nuestra búsqueda se afianzó, al igual que las acciones de la atención sobre el territorio. Fue así que en uno de los seguimientos que Sergio realizaba a los proyectos del IDU

17 Obra que va desde la Av. Circunvalar del Sur hasta la Calle 170, proyecto que comprende una ejecución integral del corredor a través de la adecuación de la infraestructura para el paso del sistema Transmilenio, mejoramiento de los carriles mixtos, intersecciones, espacio público incluyendo ciclorrutas para la circulación segura del peatón y ciclista, como mecanismo para promocionar el uso del transporte no motorizado (derecho de petición).

18 Elemento de uso topográfico para referenciar espacialmente proyectos en la cartografía del distrito.

71 se encontró con que una parte del área del humedal donde se había instalado el mojón, en los límites con el barrio Manzanares, no aparecía en el mapa como parte del humedal, como lo establece el PMA del ecosistema, delimitado desde su declaración como humedal. La situación no podía ser más contradictoria, pues aunque no teníamos claridad respecto a si el acueducto había adquirido esos predios (como parte del proceso de reconocimiento del humedal), en ese refugio se habían adelantado procesos de restauración ecológica, y Tibanica estaba siendo, además, reconocido como Humedal Ramsar en su totalidad. A partir de esta grave inconsistencia entre los mapas, la Figura 11 da cuenta de cómo en el segundo mapa se aprecia la omisión del área que en el primero aparece en fucsia frente a la flecha verde.

En ese camino de constante preocupación ante la poca claridad informativa por parte de las instituciones, nos empezamos a preguntar con Tina, Sergio, Catalina y Natalia por las acciones que podíamos emprender por la defensa del ecosistema. En esa revisión, una vez más, la política pública aparecía como un instrumento que no seguían ni la SDA ni el IDU, pues aunque ésta propone, mediante la estrategia Educación, comunicación y participación para la construcción social del territorio, al acceso equitativo de los diferentes sectores y grupos de población tanto a la información como a los procesos de toma de decisiones ambientales, en el marco de la construcción de desarrollo (2007, 53), nosotros mismos en el SSE de Tibanica identificabámos la dificultad de tramitar este derecho. Y es que, el derecho a la información y el acceso a los procesos de toma de decisiones ambientales han sido especialmente vulnerados en los últimos años. Ejemplo de ello son los Decretos 556 y 565, anteriormente analizados. A ello se suman las fracturas de una comunicación parcial en la que se comprende que la participación se traduce en informar, más no en discutir, con lo que se afectan los lazos socioecológicos dentro del sistema.

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Localización del Humedal Tibanica de acuerdo a su PMA (2007)

Figura 11. Tibanica en el registro del IDU (Alcaldía Mayor de Bogotá D.C 2018)

De esta forma, aunque la directriz jurídica de la política, afirme que "el régimen jurídico nacional considera a los humedales y sus zonas de ronda como bienes del dominio público hidráulico, [y que] por lo tanto adquieren el carácter de bienes de uso público, inalienables, inembargables e imprescriptibles" (Alcaldía Mayor de Bogotá 2007, 19), lo que ha sucedido es que la política se desvirtúa a causa de estos puntos ciegos que tiene la ejecución de la administración distrital, en tanto no son claros ni ampliamente discutidos con la ciudadanía. El puente viene a ser, entonces, el efecto de unas relaciones en las que prevalece el desarrollo productivo de la ciudad sobre la protección y sostenibilidad de una naturaleza activa y de un sistema socioecológico en

73 movimiento, así como también la muestra de que las creencias y esperanzas sobre apuestas estatales que podrían ser progresistas terminan por revocarse.

Toda la experiencia alrededor de la construcción de este puente vial y la connotación de Tibanica como bien de dominio público, me invitan a establecer relaciones con lo que Laval y Dardot (2015) proponen para entender la propiedad pública en el mundo contemporáneo. Sobre esto comentan que ésta no es una protección de lo común, “sino una especie de forma colectiva de propiedad privada, reservada de la clase dominante, que puede disponer de ella a su antojo y expoliar a la población de acuerdo con sus intereses” (19). La premisa resulta problemática en el marco de un Estado de derecho y de una política de humedales existente que reafirma el derecho a un ambiente sano. Sin embargo, considero, siguiendo a los autores, que en efecto, la propiedad –sea pública o privada– se ha interpuesto como mediación natural entre las personas y las cosas (2015, 263); ésta es una situación evidente de ello. Por este mismo camino, Laval y Dardot (2015, 22) proponen una connotación distinta sobre “lo común” que aquí nos permite llevar más lejos la mirada reflexiva la alusión al bien público; ésta tiene que ver con un principio político que se expresa en la práctica, acción colectiva y formas de relacionarse, con lo que se apunta a un porvenir no capitalista. Sobre esto profundizaré en el tercer capítulo.

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Imagen 5. Avistar polinizadores como experiencia de la capacidad resiliente de Tibanica. Fotografía tomada por Sergio Álvarez, 2018

Capítulo III: Tibanica como Aula viva

Experimentación y revelaciones que descubren otras formas de aprender y caminar Las valoraciones y percepciones recuperadas en el anterior capítulo, y la comprensión de que la vida en y alrededor de Tibanica se ha desenvuelto en un ambiente socioecológico adverso, me han develado que tanto líneas humanas como no humanas transcurren en un anudamiento mutuo de resistencia y recuperación para mantener la disponibilidad de actores como el agua y elementos como los servicios ecosistémicos. La lectura desde la ecología política, entonces, reafirma que los movimientos del Capital y las transformaciones socioambientales en la escala distrital han marcado un ritmo en las también transformaciones locales que se movilizan en la malla de

75 relaciones e interacciones en Tibanica. De igual forma, esta lectura impulsa también la necesidad de observar cómo se reacomodan o reconfiguran las relaciones entre humanos y no humanos en este panorama y, lo que de allí deviene. Por esta razón, en este último capítulo refiero algunas de las prácticas que habitantes, líderes y otros hemos llevado a cabo en el SSE, frente a las cuales propongo una lectura a partir del análisis del concepto de “correspondencia”. Éste se adhiere a la noción de implicación mutua ya desarrollada, y lo elijo aquí porque sirve al propósito de profundizar en el entendimiento sobre cómo se configuran las relaciones socioecológicas entre comunidad y el Humedal Tibanica.

La correspondencia, siguiendo una vez más a Ingold, tiene que ver con el reconocimiento al mundo por aquello que le debemos para nuestra existencia y nuestra capacidad de actuar (2018, 216). Tal reconocimiento parte de precisar cómo los grupos humanos nos relacionamos con el mundo y de la idea fundamental “de que la fuerza para actuar solamente puede venir de lo que otros nos han prestado” – es decir, de nuestra participación en una comunidad– (217). La esencia de la correspondencia se reproduce a través de aquellos gestos y movimientos que generamos para responder y atender a las trayectorias de vidas humanas y no humanas, razón por la cual la correspondencia tiene una dimensión política. El sentido de corresponder tiene que ver, entonces, con ser receptivos y responsables con los procesos o líneas de vida en general, pues justamente responder y ser respondidos es correspondencia (217). Así, cuando me refiero a la vida de las líneas aludo implícitamente a un proceso de correspondencia entre las mismas, que no significa otra cosa que la red amplia de relaciones humanas y no humanas que conforman una malla (o meshwork)19.

De este modo, Ingold nos propone hacer una lectura de la correspondencia desde los ejercicios de la receptividad y la atención, entendiendo antes que “para ser responsables, tenemos que ser capaces de responder. Responder y ser respondidos:

19 Hablar en términos de líneas y correspondencias nos permite transformar nuestro enfoque sobre el estudio de la vida social e incluso nos ayuda a superar las divisiones entre biología humana y cultura, entre historia y evolución humana (Ingold, 2018, 214).

76 esto es precisamente correspondencia” (2018, 217). La praxis de la receptividad y de la “atencionalidad” tiene relación con nuestra inmersión en el ambiente, pues como el autor refiere, el hecho de actuar socialmente en el mundo relacional implica que tengamos que saber exponernos y “someternos” atenta y apasionadamente a lo que nos traiga la vida (De Munter, Trujillo y Rocha 2019, 24) en este caso al SSE de Tibanica. Así, dado que la correspondencia es entendida como una apuesta ética y política, aquí profundizaré en la lectura de las prácticas atencionales y receptivas de habitantes del SSE para llegar a una lectura de la apuesta por “lo común” presentada por Dardot y Laval (2015), que ya he introducido en el capítulo anterior. Así, todo este trayecto nos llevará a descubrir cómo las relaciones del SSE de Tibanica y las actitudes en las que han devenido personas que lo experimentan configuran al humedal como un aula viva en la que es posible sentipensar distinto frente a los no humanos.

Experimentar con el agua El primer contacto que muchos hemos tenido con Tibanica se ha dado a través de la participación en eventos que invitan a recorrerlo, observarlo, avistar sus aves y conversar sobre acciones que propenden por el cuidado ambiental. En este escenario, la mayoría de veces, el primer contacto se supedita o limita a la apreciación estética, cuya intensidad varía de acuerdo a la experiencia de cada sujeto. Esta apreciación suele describirse a partir de categorías socialmente aprendidas y aceptadas que circundan entre lo bello a lo feo. Sobre esto, Yi-Fu Tuan (2007) comenta que “si queremos ocuparnos de una gran obra de arte durante un período más dilatado nos servirá valernos de la valoración crítica, que nos permite mantener nuestra atención fija en la obra mientras los sentidos tienen tiempo para recuperarse” (130). Esto mismo aplica a la apreciación del paisaje, así, la impresión que de éste se recibe por vía de los sentidos, aunque intensa, sigue siendo fugaz a menos que no se transite hacia un estado de contemplación. Justamente, con el ánimo de suscitar esta experiencia, en noviembre de 2018, con Todos Somos Tibanica y otros colaboradores, realizamos un taller de fotografía con padres, niños y adolescentes dentro del humedal.

77 La experiencia fotográfica aquel 3 de noviembre tuvo la participación de 10 niñas y niños entre los 5 y 13 años, a los que acompañaban algunas madres y otros familiares como abuelas y primos. La asistencia de ellos implicó, verdaderamente, un logro para el colectivo, pues como otras, esta convocatoria fue difícil. Tal dificultad tuvo que ver con el involucrar a habitantes de las Alamedas del Parque, pues, aunque el colectivo usó estrategias de comunicación comunitaria, la respuesta representativa fue la de la indiferencia y/o bajo interés. Por ello, que a la jornada llegarán niños con sus madres y abuelas, fortaleció la expectativa del colectivo para continuar con el proceso educativo. El taller, entonces, inició con actividades que Catalina propuso para introducirnos en el caminar, observar y registrar fotográficamente. En esta primera parte llamó mi atención la también participación de un agente de policía –cuyo acompañamiento se gestionó para cubrir la seguridad de los participantes, dado el uso de celulares y cámaras-, quien se adhirió desde el principio a las dinámicas de juego propuestas por Catalina; la imagen del agente en interacción con los niños y sus familiares parecía resarcir, por un momento, aquel imaginario comunitario sobre la ausencia de protección por parte del Distrito para poder explorar a Tibanica mediante este tipo de experiencias. Su participación supuso también un diálogo distinto con la representación de una institución cuya presencia ha sido solicitada por habitantes en el SSE. Esta solicitud se ha hecho para obtener seguridad y limitar el uso de Tibanica por parte de habitantes de calle y consumidores de estupefacientes.

Luego de iniciada la actividad, le propusimos a los participantes organizarse en dos grupos para el registro fotográfico: (1) flora y fauna, y (2) paisaje y agua. Ingresamos a Tibanica a eso de las 10.00 a.m. El día estaba soleado, pero sentíamos con preocupación la presencia continúa de perros ferales. Mientras caminábamos y hacíamos las distintas paradas de observación y fotografía de plantas e insectos, las madres y la abuela hacían presencia constante mediante una guianza a los niños. Preguntas sobre lo que les gustaba y respuestas por lo que suscitaba el miedo y la curiosidad iban y venían. El acompañamiento mediante la atención y el cuidado del que se hicieron cargo madres y la abuela que acompañaba no involucraba a los hombres,

78 tampoco a los que hacían parte del colectivo. Éstos preferían cuidar desde la distancia y con ello, ser los últimos del grupo y hablar entre ellos.

Las paradas para registrar insectos en movimiento, como moscas y abejas, y plantas que resultaban de interés, especialmente aquellas que tenían flor, duraban más que las que registraban el paisaje. Cuando se trataba de observarlo, a menudo la rapidez en la mirada disponía también la rapidez del disparo o clic para registrar la foto. En esos instantes, los guías del grupo nos dirigíamos a los participantes para hacer preguntas relacionadas con lo que querían capturar, los colores y las formas, preguntas que a su vez provocaban nuevas miradas. Los niños, entonces, tomaban más tiempo para pensar su fotografía y registrarla.

Me sirvo de ese punto de la experiencia para reflexionar sobre el vocabulario limitado con el que contamos para nombrar aspectos de la naturaleza. Y es que pese a los varios indicadores acústicos, olfativos y táctiles que podemos apreciar en Tibanica, yo misma soy consiente de que también he nombrado y descrito lo percibido de una manera dual, refiriéndome únicamente desde el aspecto visual (por ejemplo, a lo hermoso) o a lo que resulta problemático en el entorno (por ejemplo, lo desagradable a mis sentidos). Por supuesto, esta forma limitada para enunciarnos frente al paisaje del humedal no se da necesariamente por una ausencia de sensibilidad; más bien considero que es efecto de la forma en la que hemos aprendido a percibir las imágenes que nos llegan. Sobre esto, Yi-Fu Tuan (2007) es convincente al retratar esta situación a partir de la experiencia turística como ejemplo, al afirmar que: Gran parte del turismo moderno parece motivado por el simple deseo de reunir tantas pegatinas de los Parques Nacionales como sea posible. La cámara fotográfica es imprescindible para el turista, porque con ella puede demostrarse a sí mismo y a sus vecinos que realmente estuvo (allí) (133).

Así, cuando Yi-Fu Tuan expresa también que el “turismo es de utilidad social y produce beneficios económicos, pero no al hombre con la naturaleza” (2007, 133), reconsidero el propósito recreativo con fines productivos que se proyecta sobre Tibanica y otros humedales en Bogotá. Es con esta premisa y el escenario de

79 exploración fotográfica con los que comprendo la vitalidad y repercusión del contacto físico en nuestra relación con el entorno natural, un contexto en el que, además, la cámara fotográfica como dispositivo de comunicación, configuración y reproducción de la imagen media en dicha interacción. En ese sentido, durante el taller comprendo también la relevancia de la pregunta que suscita interés y curiosidad científica para acercarse a conocer a Tibanica de otra forma. Esto fue lo que hicimos Sandra, Laura, Catalina, Sergio, los niños y yo durante ese espacio. Preguntarnos los unos a los otros sobre el nombre de plantas que nos parecían extrañas y sobre aquellas que, por ejemplo, eran importantes para atraer abejas en el proceso de polinización. Esto hizo que la exploración y la interacción trascendiera la observación estética. De esa forma, reafirmo, siguiendo al autor en mención que “la apreciación del paisaje resulta más personal y perdurable cuando se combina con la memoria de acontecimientos humanos” y con el saber científico (Tuan 2007, 133).

Imagen 6. Percibir para conocer. Fotografía tomada por Sergio Álvarez 2018.

La observación y la contemplación se fueron extendiendo a momentos temporalmente más amplios. Luego de caminar y observar durante al menos 40 minutos, llegamos al espejo de agua, resultado de la obra de Amci (descrita en el Capítulo II), escenario en

80 el que la necesidad de contemplación nos acometió a la mayoría de nosotros. Los vientos provenientes de los Cerros del Sur permitían movimientos sobre una parte del espejo de agua que motivaron a más de uno de los presentes a observar con detenimiento, a sentarse en la tierra y a ensayar ángulos y planos para atrapar el momento en sus cámaras. Alejandro, un niño de 12 años y estudiante del Colegio Pedagógico de Los Olivos (en Soacha), me dice mientras contempla el espejo de agua, que le gusta cómo se ven las plantas acuáticas, refiriéndose al helecho de agua con sus flores violetas y cafés, porque le genera la sensación de poder caminar, una forma de percibir desde la vista y la posibilidad del tacto.

Imagen 7. El encuentro con “el otro” surge del contemplar, del acercarse, del preguntar, del imaginar. Fotografías tomadas por niños y niñas participantes del Taller de fotografía, 2018.

Otro niño, menor que Alejandro, se refiere a la tranquilidad y a la paz que le sobreviene mientras observa y está allí. Parece entonces que la necesidad de fotografiar el paisaje se ve disminuida por la atracción del espejo de agua, que es así contemplado. Durante

81 la conversación que sostuvimos en la orilla, una de las madres que acompaña rememora y conecta el sentimiento de amor a la tierra, refiriéndose específicamente a la importancia de cuidar a Tibanica como hábitat de otros seres vivos.

La experimentación contemplativa del paisaje del agua en Tibanica revela cómo los estímulos sensoriales que nos ofrece la naturaleza moldean nuestros alegrías e ideales, así como también generan efectos que pueden describirse como calmantes y meditativos, capaces de enfocar la atención y liberar la imaginación (Strang, 2004, 56). La intervención de los participantes, y mi propio sentir que descubre en esa misma contemplación una sensación de complementariedad, me llevan a seguir a Strang cuando propone que si bien, el potencial del agua para dar placer sensorial y proporcionar una sensación de unidad es importante, existen también otras cualidades que no necesariamente posibilitan experiencias placenteras (57). De manera contrastante, pienso entonces en las experiencias de vecinos para quienes Tibanica se convierte en un marcador de inseguridad o en una forma de alteración de la vida cotidiana a causa de los malos olores.

Otro escenario más que me permitió reconocer las posibilidades sensoriales y de conectividad del agua con otros aspectos de la vida fue el diálogo entre la madre de Alejandro, quien luego de observar el espejo de agua y escuchar a los niños en sus apreciaciones, me cuenta que su hijo le ha hablado de los riegos que hemos estado haciendo en el sector de La María: él (Alejandro) me ha comentado sobre esas actividades y me ha dicho también que hay niños que asumen esa acción como una forma de capar clase o hacer algo distinto a lo que normalmente ocurre en el colegio, pero, mmm… Si ellos supieran lo que están aportando al echarle agua a esos árboles, no pensarían así. Para mi vida y mi familia es muy importante estar en otro tipo de ambientes distintos a los de la ciudad, creo que aquí en Tibanica se puede sentir otro tipo de aire, más puro (…) Fue Alejandro mismo quien me motivó a acompañarlo a este recorrido y pues siempre que pueda compartir y estar en este espacio lo haré, sobre todo para evitar que él se apegue a la tecnología, como he visto tantos niños (Diario de campo 2018).

Los efectos reflexivos e hipnotizantes del agua sobre los participantes, provenientes de la influencia de la luz, el color y el movimiento, daban lugar también a remembranzas

82 alrededor de actividades pasadas. Sandra, por ejemplo, recordó en ese justo momento que en una de las jornadas de riego, un estudiante había llegado con algo más que la botella litro y medio de agua que les solicitábamos para la actividad. Él había llevado una pala, una pica y abono, un comportamiento especial y distinto de los demás. Para Sandra, eso era singular porque ella había visto cómo el uso de esas herramientas y del abono había propiciado curiosidad y otras actitudes en los otros estudiantes, que ya no se limitaron a regar los árboles sino a hacer labores de jardinería. Efectivamente, la experiencia sensorial y contemplativa con el agua generó respuestas afectivas y asociaciones al cuidado de la vida, al trabajo en grupo y a la necesidad de experimentar lugares como Tibanica en una cotidianidad que parece dicotómica en los cambios abruptos del paisaje, pero que registra espacios aún revitalizantes e interactivos con el lenguaje que ha propuesto la ciudad.

Durante nuestro andar y mediante el registro fotográfico, Tibanica nos brindó la posibilidad de una comunicación apacible y natural con el mundo físico; significó además una lectura desde la “atencionalidad” a cada acto de guianza por parte de los integrantes del colectivo y de los participantes. Atender las formas, colores, movimientos y por ende, la existencia comportamental de plantas e insectos a través de la representación de la imagen refiere, pues, una práctica de la atención sensible – siguiendo la propuesta inicial de Ingold- que nos permitió comprender la manera en que los otros no humanos nos corresponden con sus transformaciones, sus lenguajes y sus efectos sensoriales en nuestros cuerpos. Asimismo, la mirada atenta que entre todos logramos promover movilizó otras reacciones ante la observación de un paisaje profundamente dicotomizado. Si al inicio, la primera mirada comparativa era la del verde dentro de Tibanica con el gris de las calles y el marrón de las alamedas, durante el recorrido y al final, la mirada se volvió receptiva a la vida entre las flores, las hojas de los árboles y el paisaje del agua.

Restaurar para ver crecer: riego y correspondencia humana He planteado, siguiendo a Strang (2004), que las experiencias sensoriales engendran poderosas respuestas afectivas (59). En este apartado reconozco que dichas

83 respuestas son capaces de promover actitudes receptivas que, a su vez, conducen a la correspondencia de la que nos habla Ingold. Para especificar dichas actitudes receptivas me referiré la práctica de riego que apoyamos con el colectivo durante el segundo semestre de 2018. En octubre, luego de la entrega de las obras de Amci, que incluyeron la siembra de árboles como compensación, Todos Somos Tibanica se propuso llevar a cabo el primer riego de estos árboles. Esta propuesta surgió ante el malestar de la comunidad por no haber sido participe de la siembra. La gente estaba molesta porque nadie se había hecho responsable de su riego y mantenimiento, rompiendo así la importancia de la correspondencia en la acción humana de siembra. Durante la jornada de riego, el colectivo gestionó la participación de estudiantes del Colegio Los Olivos de grados noveno, décimo y once.

Cuando el día del riego llegó, nos enteramos que Tina, quien tenía también la iniciativa de hacer riego con uno de los grupos juveniles con los que trabaja en Tibanica, prevía hacer ese mismo día un riego. Ella se molestó un poco y pese a que como Colectivo buscábamos articularnos a su trabajo y ampliar las acciones de cuidado en Tibanica, ese día percibimos que quizá a ella no le interesaba vincularse a nuestra propuesta. Sus comentarios nos creaban dudas sobre sí por ese cruce en nuestra actividad con el riego que también ella había propuesto ya no nos apoyaría; ese día hizo también explícitas algunas críticas a nuestro trabajo. Desde ese momento empezamos a sentir un continúo conflicto entre el trabajo conjunto que nosotros queríamos proponer y la actitud de desconfianza y apatía que leíamos en Tina frente a nuevos actores en el territorio.

Sin embargo, más allá de esas molestias, aquel día Tina acompañó el riego. Nos introdujo a nosotros y a los estudiantes a la manera de realizar el riego para que surtiera efecto en los pequeños árboles. Algunos de ellos estaban en un estado avanzado de daño por la falta de agua y los fuertes vientos. En círculo, Tina empezó su guianza con una charla en la que aclaraba que la parte del humedal en la que nos encontrábamos no pertenecía a Bosa y que el recurso invertido en las obras de Amci había salido del Fondo Local de Desarrollo. Ésta y las más de dos veces en las que Tina enunció que

84 ella trabajaba para la SDA en el proyecto de Bogotá Mejor para Todos, me parecieron unas intervenciones especiales, pues no era común que ella hiciera tales reiteraciones.

En mi opinión, este acto de darle el crédito a la SDA y referirse al origen de los dineros que dieron lugar al nuevo espejo de agua, corresponde a su interés por dejar en claro que allí debería haber actuado la CAR y la Alcaldía de Soacha. Creo que buscaba de este modo generar en los estudiantes una mirada crítica respecto a la manera en que actúa el municipio, al igual que sentar de alguna forma su voz de protesta. Luego, Tina explicó al detalle cómo realizar el riego. En esta puesta performativa, llevar las palabras a la acción fue su bastión para consolidar una jornada de aprendizaje en el contexto, como ella misma la denomina.

Tina tomó uno de los pequeños árboles sembrados, de una altura aproximada de 50 cm., para mostrarnos que el riego debía hacerse sobre la base, en posición de cuclillas, nunca en pie porque así se evitaba que el agua se quedara en las hojas y no llegara a las raíces. Luego de esto, nos indicó cómo hacer los amarres entre plantas y tutores. Estos son unos palos de madera delgados y altos utilizados para conseguir que las plantas crezcan rectas y sin daños de fracturas en sus tallos por los fuertes vientos.

Con la explicación, 15 estudiantes empezaron a trabajar en parejas y tríos, tanto en el riego como en los amarres. El riego, como práctica no duró mucho tiempo, pues la cantidad de agua traída en los botellones no fue suficiente. Aun, cuando los jóvenes se daban cuenta de ello, sus rostros lucían animados y ante los reclamos de Tina por errores en el riego, al no agacharse, por ejemplo, simplemente obedecían y se miraban entre ellos, entre risas. En una de mis observaciones conversé con un par de amigos que estaban haciendo amarres y les pregunté si les gustaba estar allí, a lo que me respondieron que les gustaba lo que estábamos haciendo y que se sentían bien al pensar que contribuían a la vida de esos árboles. Uno de ello, un chico de 16 años aprox., me dijo que le hubiese gustado sembrar más desde niño, pues consideraba que llegar a su juventud viendo también crecer una planta o árbol era importante y especial.

85 Unos momentos antes de culminar la actividad, nos fijamos con Catalina en que había tres niños merodeando por el lugar pero que no pertenecían al colegio. Cuando los saludamos lo primero que nos dijeron era que, si podían ayudar, para lo que proponían traer agua de su casa. En ese momento caímos en cuenta de que los niños vivían en una de las casas frente al sector de Tibanica en el que nos encontrábamos, viviendas cuyo aspecto vulnerable daban cuenta de una situación de pobreza extrema. Estas casas se encuentran separadas del humedal por medio de un muro de tierra alto, distinto del tipo de cerramiento en el resto del humedal a través de malla. De manera paralela, al conversar con una estudiante que habitaba cerca al sector, nos enteramos de que estas casas estaban asociadas a dinámicas de tráfico y expendio de drogas. Así entendimos porqué cuando habíamos querido acercarnos a algunos líderes del barrio para proponerles trabajar en ese sector del humedal, nos dijeron que era peligroso y preferían mantenerse a distancia. Más, sin embargo, ese día la colaboración y unión de los niños en la actividad del riego, trayendo agua desde sus casas en baldes medianos, fue toda una oportunidad para compartirles lo que estábamos haciendo y el por qué. La respuesta de los nuevos participantes fue de alegría; propusieron incluso intentar regar de manera continua a sus nuevos vecinos.

Luego de que logramos llevar más agua a los árboles gracias a la colaboración de los tres niños, propiciamos el cierre de la actividad. Para éste, generamos un diálogo con dos trabajadoras del Jardín Botánico de Bogotá José Celestino Mutis (JBB) a quienes pedimos su acompañamiento, previendo que quizá no podríamos contar con Tina. Luego de que ellas nos ofrecieron explicaciones sobre el funcionamiento de Tibanica como ecosistema de humedal en la ciudad, los estudiantes y profesores dieron sus opiniones. Una joven docente del colegio nos llevo a imaginar un tipo de campo frondoso, húmedo, de valles y aguas limpias de escorrentía. Esta fue la imagen con la que describió su lugar de origen; mediante ella nos compartió su tristeza presente, en ese instante, a causa de ver, comparativamente, la sequía en Tibanica. De su relato emergió la propuesta de trabajar con los cursos más pequeños desde la biología. La docente se atrevió incluso a asegurar: “hoy adoptamos nuestros hijos acá y no haremos lo que hacen algunos padres que los dejan o abandonan, vamos a estar pendientes”

86 (Diario de campo 2018). En respuesta a esto, una estudiante de grado décimo reafirmo: “me parece muy bien tener una responsabilidad con la naturaleza y si es desde pequeños, mejor”; otra la siguió diciendo que se le había hecho importante sentir que había muchas cosas en nuestras manos.

Imagen 8. Ofrecer el riego puede ser una experiencia ritual que carga de emociones y expectativas al cuerpo humano. Fotografía tomada por Adriana Laiton.

Las apreciaciones de la docente y los estudiantes revelan cómo la inmersión a Tibanica a través de la práctica de riego y la experimentación sensorial devienen en la activación de respuestas emocionales y afectivas especiales. Frente a éstas tengo la premisa que pueden convertirse en actitudes propias de la receptividad de la que Ingold nos habla. En este escenario, considero, siguiendo a Yi-Fu Tuan (2007), que la actitud como “postura que se toma con respecto al mundo, es más estable que la percepción y se forma a través de una larga sucesión de percepciones, esto es, por la experiencia” (13). Así, las propuestas, de cuidado que, por ejemplo, alcanzan a realizar jóvenes y docentes luego de la práctica del riego, han trascendido aquellos conocimientos previos que se configuraban como percepciones primarias. En ellos emergen actitudes que se arriesgan a expresar como pensamientos y acciones en correspondencia a lo que el paisaje y los no humanos les han comunicado. Considero entonces, que el riego es

87 una práctica que resignifica la percepción y, a su vez, significa la forma en que vemos y nos sentimos con respecto al entorno.

A partir de las respuestas emocionales y prácticas que reconocimos ese día en el riego con los estudiantes, junto al Colectivo decidimos seguir con esta práctica en ese sector del humedal. El segundo de una serie de riegos que continuaron, se llevó a cabo con madres pertenecientes al programa Ámbito Familiar de la Secretaría Distrital de Integración Social. Catalina, por su experiencia en el trabajo comunitario con madres, había propuesto tal idea; ella creía firmemente en que trabajar con las madres y sus hijos iba a permitirnos iniciar un trabajo por Tibanica de manera sostenida en el tiempo, una estrategia también para lidiar con las dificultades participativas con las que nos habíamos encontrado. Sin embargo, este riego, que también sucedió en octubre, nos mostró otras facetas de la mediación de Tina y de nosotros mismos en los procesos de experimentación de la gente con Tibanica. … Tina, quien ha sido designada como intérprete del humedal y se reconoce como alguien capaz de establecer un diálogo con la naturaleza para de allí acompañar a otros en su interpretación, es una mujer de 58 años. Ha entregado gran parte de su vida al trabajo como guía e intérprete de Tibanica, cargo en el que arranca desde el año 2002. Para Tina interpretar significa provocar que personas de todas las edades sientan la naturaleza, la entiendan y puedan comprender sus necesidades y su valor intrínseco, más allá de nuestra presencia humana. Su rol interpretativo ha sido moldeado por años de trabajo en el SSE de Tibanica. En una de nuestras conversaciones, luego de terminar un recorrido, Tina me cuenta que la defensa por el humedal comenzó en 1994, con la atención a un problema de residuos sólidos en los barrios colindantes, donde ella vivía. De allí sobrevino la identificación de otro tipo de problemáticas que ella relaciona con el desconocimiento de los habitantes de vivir cerca a unos cuerpos de agua altamente contaminados, una precaria presencia del Estado para garantizar los derechos al trabajo y la educación, la falta de colegios, vías de acceso, transporte y prestación de servicios de comunicación (Entrevista, 2018). Estas problemáticas impulsaron a la gente de los barrios a organizarse en mesas, una de ellas la de

88 ambiente. Tina perteneció a dicha mesa y allí conoció y accedió a los procesos de reconocimiento y defensa de humedales, especialmente el de La Conejera, que en 1993 llevó a la constitución de la Fundación Humedal La Conejera.

Imagen 9. Tina en su caminar diurno en Tibanica afirma: “El humedal es mi maestro”. Fotografía tomada por Adriana Laiton

En el proceso comunitario de defensa y restauración que realizó la Fundación Humedal La Conejera y que fortaleció también otros procesos socio ambientales hoy reconocidos, como es el caso del Humedal Córdoba, Tina y otros líderes decidieron crear la Fundación ambiental La Tibanica. A través de esta fundación, Tina y el equipo de entonces administraron el humedal en 2002. Al mismo tiempo, participaron en la construcción de la política pública distrital de humedales. Tina se ha nutrido de este proceso y ha entregado a Tibanica cada uno de sus aprendizajes, pese a que con los años la fundación se desintegró por manejos no rigurosos de los recursos económicos, y luego por falta de los mismos. Tina se ha convertido en un símbolo de tenacidad y resistencia dentro del SSE de Tibanica. Es reconocida no solo por las organizaciones de base, el vecindario, la red comunitaria de humedales del distrito, sino también por instituciones que como la SDA han visto en ella una líder estratégica en el territorio.

89 Por años, el trabajo de Tina ha atravesado algunas de las dificultades que como Colectivo nosotros intentamos solventar al iniciar el trabajo con el SSE de Tibanica. No obstante, su participación en la construcción de la política pública, en el proceso de alertas por déficit hídrico, su lucha por el cerramiento del humedal, la veeduría constante a las instituciones distritales para que cumplan con las obras que pueden mejorar el funcionamiento del ecosistema, le han permitido tener un lugar de reconocimiento entre las gentes que rodean a Tibanica. Ella misma es convincente al respecto, cuando reitera, en distintos espacios, que “ella sabe y entiende las etapas por las que atraviesa Tibanica como nadie, porque ha estado allí, lo ha observado y ha trabajado incansablemente” (Diario de campo, 2018). Su trabajo ahora se ha orientado más hacia la educación ambiental con estudiantes de distintos colegios y universidades; esto más que el trabajo de activismo político frente a la institucionalidad, debido a su rol de contratista dentro de la SDA. Por todo esto la he reconocido como una productora de correspondencias vitales.

Con lo anterior, quiero referirme a las prácticas de atención sensible que Tina ha desarrollado en el humedal. El sembrar, el caminar por el humedal, el observar al detalle el estado de su suelo, los niveles de lluvias, sus árboles, plantas, agua y otros seres vivientes constituyen una metodología de estudio muy específica. Esto le permite hablar con conocimiento de causa sobre acciones que ella realiza de manera atenta y receptiva. Así ha construido respuestas sobre cómo podemos convivir con Tibanica. Esas respuestas vienen dadas también por las transformaciones resilientes que ella ha visto en el humedal y a las cuales accede a través de una comunicación con el ecosistema. En ese sentido, esa correspondencia vital que Tina ha establecido con el SSE de Tibanica es también una forma en la que se configuran relaciones de convivencia e identidad. De allí que es comprensible entender por qué las prácticas de atención sensible que ella imparte, la llevan a buscar un espectro más amplio. De ahí, su continua referencia al trabajo con niños y jóvenes a través del aprendizaje en contexto, lo que sin duda se convierte en una posibilidad para la correspondencia humana. …

90 Si bien, el trabajo y la figura de Tina como líder socioambiental del SSE es reconocido, para el Colectivo resultó desafiante trabajar con ella. El segundo riego, al que me he referido, fue el escenario en el que el Colectivo reconoció dificultades para trabajar articuladamente con Tina. En las observaciones y conversaciones de ese día, reconozco que Tina tiene un sentido fuerte de territorialidad, marcado sobre todo por la desconfianza. También identifico que al tomar forma dicha territorialidad se afecta la experiencia de personas nuevas en Tibanica. En síntesis, lo que sucedió aquel día tuvo que ver con cómo sentíamos, como colectivo, que se relacionaba con nosotros. Desde su introducción, la continúa alusión al saber correcto que ella posee plantea distancias, como cuando afirma: “yo si me he enamorado de esto”, con lo que se refiere a su trabajo cotidiano y al esfuerzo que hace por Tibanica. De igual forma, la relación que Tina estableció con las madres visitantes resultó a posteriori conflictiva, pues si bien, como colectivo estábamos liderando la actividad, desde el inicio ella mostró un tipo de distancia que para algunas madres fue leído como apatía. La corrección que le hizo una niña, menor de cinco años, para que no extrajera la tierra a un árbol y la advertencia a su madre, hizo, por ejemplo, que se generaran molestias en el grupo y que luego algunas participantes se quejaran con nosotros de lo que ellas consideraban una falta de tacto con los niños, un gesto grosero y una incoherencia, si lo que queríamos era convocar y provocar el trabajo conjunto por el ecosistema.

Así, tanto la comunicación que Tina eligió establecer ese día con las madres que llevamos al humedal como la relación que desarrolló con algunos de nosotros desde el comienzo, me permitieron identificar que aun cuando su rol es relevante y trasciende el concepto del trabajo para la SDA, es también un rol dotado de una capacidad creadora de sentido frente a la experiencia y el cómo habitar Tibanica. En ese sentido, el término intérprete adquirió para nosotros ciertas preocupaciones, pues aunque reconocíamos que el comportamiento de Tina podría estar cifrado en la desconfianza hacia personas que antaño habían llegado a trabajar con intereses monetarios o electorales, no comprendíamos por qué mostraba cierto rechazo a nuestros propósitos, sobre todo cuando una y otra vez le habíamos explicado que los recursos en los que nos apoyábamos provenían de una fundación interesada en trabajar con procesos

91 organizativos de base, sin ningún interés lucrativo. Con ese panorama en la mente, un día conversando con Tina me decido a preguntarle cómo se siente cuando llega alguien nuevo a explorar Tibanica, a lo que ella me responde: a veces choca cuando la gente dice "es que en tal parte ni conocen el humedal y entonces como que no han hecho" y sí se ha hecho, lo que pasa es que no es fácil y cuando ya la gente va y explora y se da cuenta que no es fácil entonces a veces molesta ese "es que aquí nadie ha hecho por los humedales" y pues bueno que les vaya bien, que hagan mucho porque realmente no es fácil y es el contexto social en el que el humedal se encuentra. La niña de la tesis del suelo (refiere a Valeria Rojas) me hacía entender que Conejera tiene 30 años cubriéndose de troncos, creando suelo, Tibanica es la primera vez que tiene unos arbustos y empieza a hacer todo le proceso de fortalecimiento; llevamos un año con el compost apenas, entonces seguramente el suelo está muy joven (…) Por ejemplo, hoy se observan muchas aves en Conejera y Córdoba pero no siempre fue así, yo alcanzo a recordar que tenía más aves Tibanica que Córdoba, pero hoy en día es que uno ya ve el bosque grande y todo lo que se le atribuye, pero eso no siempre estuvo ahí… (2018).

De este modo, con el avance del proyecto y andar con el colectivo fui comprendiendo que la lucha territorial de Tina ha significado un involucramiento especial con el territorio, que, por supuesto excede la mera ocupación física, por lo que ella, como mujer y líder está atravesada por unos saberes y afectos que, así como permiten la vida, el cuidado y la defensa, otras veces responden desde el recelo como parte de la experiencia subjetiva. Por estas razones considero que Tina es un actor particular e influyente en la configuración de relaciones socioecológicas en Tibanica y, por ende, en los procesos de atencionalidad y receptividad de otros. En este mismo sentido, considero que prácticas como el riego posibilitan estos procesos y significan el SSE como un aula viva en la que se co-crean dinámicas de educación. De igual forma, es importante resaltar la agencia de quienes lideran y/o acompañan dichas prácticas como un mecanismo para generar y/o transformar las percepciones y relaciones en el SSE.

Restaurar para ver crecer: el suelo y las prácticas de la siembra y el compost Atender es estar atentos, sensible y sensorialmente, al clima, al cuidado de los seres y presencias que habitan y rodean a Tibanica, a reivindicar el derecho al agua para que ésta regrese y con ello se retomen o reinventen otras prácticas de correspondencia (De

92 Munter, Trujillo y Rocha 2019, 29). Tres prácticas que permiten seguir con rigurosidad esta premisa son las del avistamiento de aves, la siembra y el compostaje.

La primera, el avistamiento de aves, ha adquirido un papel importante en Tibanica, dado que se ha convertido en un indicador de su calidad ambiental, de su agua, y en un mecanismo de articulación entre humanos y el ecosistema local urbano. Así, hay quienes han hecho del avistamiento una práctica de conversación con Tibanica (avistadores pertenecientes a la ABO, por ejemplo). Hay otros para quienes Tibanica significa una experiencia de reconocimiento y disfrute de lo que ofrece el humedal en la localidad. Para Sergio, por ejemplo, es una práctica indispensable para generar acercamientos y despertar la sensibilidad y afectos de quienes se acercan por vez primera, razón que yo misma corroboré porque fue así como me acerqué y experimenté el ecosistema. Las sorpresas de percibir los vuelos de distintas especies, de entender que muchas están de paso porque provienen de otros lugares del mundo y de observar su interacción con otras aves, plantas e insectos se convierten con el tiempo en conocimientos y engranajes que permiten valorar de manera distinta a Tibanica.

Por su lado, Tina, quien goza de una amplia capacidad auditiva y rapidez visual para identificar las aves, considera –a manera de crítica- que es fundamental trascender la práctica del avistamiento y corresponder a Tibanica de una manera directa, a través de la siembra y la polinización. Esta es la segunda práctica, la de la siembra. Tina comunica su intención así: “hay que reconocer que a veces las personas que hacen observación (…) no hacen recomendaciones para tener más aves, sino que dicen porqué no hay aves, pues porque no hemos adecuado el hábitat para que estén, es así de sencillo” (2018). La propuesta de Tina apunta a reconsiderar las necesidades del ecosistema y a no quedarse en su mera apreciación visual. Por ello, a través de su trabajo con jóvenes de la Universidad Minuto de Dios y del servicio social de colegios aledaños, Tina ha emprendido la labor de reforestar Tibanica a través de la práctica de la siembra y la recuperación de suelos con el uso de compostaje.

93 En un recorrido que realizamos con vecinos del humedal en noviembre de 2018, conocí a Giovanni García, un joven de 25 años, habitante de Bosa Laureles, en quien encontré otra representación de las correspondencias humanas que se gestan en Tibanica. Ese día llamó mi atención porque él iba acompañado de su abuela Gloria, una mujer de más de 60 años a quien él responsabiliza de inculcarle el afecto que hoy profesa por el lugar. En una conversación con Gloria ese día del recorrido, ella me cuenta que llevaba a Giovanni muy pequeño al humedal, cuando junto a Tina hacían recorridos con los abuelos que vivían cerca. En una conversación posterior, Giovanni me contó apartes de lo que significó esta vivencia con su abuela: fue influenciado por los recorridos con mi abuela, pero también mi activismo de este año es porque he leído y tomado conciencia en lo que está pasando, en lo que puede pasar (pues) el humedal está en acecho por lo de la Avenida Cali (2018).

La experiencia de Giovanni me resulta interesante, pues evidencia cómo luego de que él se encuentra con una experiencia de paz y tranquilidad (entrevista, 2018) en el humedal, busca corresponder a este ofrecimiento de la naturaleza a través de la siembra. Ese día, luego del recorrido, Giovanni plantó el que sería su primer árbol en Tibanica, un Sauce llorón (Salix babylonica). Su abuela, Tina, Sergio y yo estuvimos acompañando y ayudándolo a abrir el hueco y a remover la tierra. Sobre el suceso, Giovanni me comentó más tarde: “este fue el primero, fue de mi bolsillo, lo compré y lo hice así porque me nació, quise dejarle un sauce al humedal como regalo” (2018). Giovanni siente una conexión con Tibanica; esa conexión tomó forma con cada uno de los recorridos que hizo antes de plantar su primer árbol. Esta relación que él ha abonado, es la misma que en la actualidad lo ha llevado a desarrollar una actitud política, un activismo, encaminado a la defensa del humedal.

La tercera práctica, el compostaje, es una práctica que empezamos en diciembre con el Colectivo, luego del entusiasmo que nos provocó el éxito en la realización de riegos. Este fue un movimiento de las líneas llevándonos de acción en acción, de la práctica misma, de la receptividad tomando forma y esencia. Lo que hicimos con el Colectivo fue hacer la convocatoria a un taller al que finalmente llegamos 15 personas, entre quienes estaban una madre con sus dos hijas de 12 años; Alejandro, que ya había

94 participado y su primo; Tina y su nieta Verónica de 5 años, Sandra y su hija Emily, Jairo y yo. El taller fue propuesto para que Tina lo liderara, pues era ella quien tenía la experiencia de haber iniciado el compost dentro del humedal. Antes de comenzar el taller, acompañé a Tina a un comedor comunitario a recoger residuos orgánicos que se utilizarían en la práctica. Que las mujeres que trabajan en este comedor entreguen estos residuos es un logro que Tina ha alcanzado al acompañarlas a ellas a comprender que lo que se ha llamado basura puede ser un alimento para el humedal.

El inicio del taller fue teórico porque Tina así lo propuso; su intervención estuvo cruzada por la alusión al consumismo como un problema central. De allí se refirió de manera vehemente y crítica a los comportamientos y decisiones que nos llevan a comprar objetos de un solo uso, electrodomésticos en exceso y a la posibilidad de considerar que la basura no existe. Su premisa fue la de agregar una cuarta R a la propuesta ecológica de Reducir, Reutilizar y Reciclar. Esta es la de Resistir a las necesidades impuestas por el mercado y a considerar una vida más austera. Los niños y jóvenes participantes estuvieron atentos a sus palabras; sin embargo, la actividad que concentró toda su atención y energía fue cuando ya nos dirigimos al humedal a aprender el proceso del compostaje. Tina nos prestó herramientas como la pala y la pica, aclarando que eran suyas y que era a ella a quien las había comprado porque la SDA no hacía ese tipo de inversiones. Lo que vino después fue la disposición del grupo para trabajar en uno de los hoyos que Tina había abierto con estudiantes hacía 3 meses. Antes de iniciar, Tina consideró necesario contarnos que ese proceso de compostaje sobre el que íbamos a trabajar había sido el resultado de resistir e insistir ante instituciones como el Jardín Botánico de Bogotá y la SDA. Al principio, profesionales de estas instituciones desestimaban la posibilidad de llevar a cabo este proceso porque consideraban que podría dar lugar a un “basurero” dentro del humedal; empero, con el tiempo y los resultados identificados en zonas del humedal con el uso de esa tierra, Tina logró que se reconocieran los beneficios de esta práctica. Sobre esto, Tina afirma “ellos podrán tener el conocimiento técnico, pero a mí me ha enseñado la naturaleza y esa es mi gran maestra” (Diario de campo, 2018).

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Imagen 10. En la descomposición de residuos orgánicos el concepto de basura se disipa. Fotografía tomada por Adriana Laiton

Entre charlas, Tina le explicó al grupo como descubrir el hoyo y cómo empezar a abrir la tierra hacia los lados para depositar los residuos que habíamos recolectado del comedor y otros que algunos de nosotros llevábamos de nuestras casas. También entre risas y comentarios que nos increpaban a ser más fuertes con la pica y la pala, nos invitó a ahondar en el hueco. Luego de que el hoyo estuvo descubierto y pudimos ver las lombrices resultado de procesos de compost anteriores, Tina nos pidió que tuviésemos cuidado con ellas porque finalmente son las encargadas de descomponer los residuos y dar origen al compost. Así, las hicimos a un lado para poder verter los residuos, picarlos allí mismo y darles la vuelta una y otra vez para que la tierra quedara muy bien mezclada. Con la guía de Tina, nadie se quedó sin trabajar. Lo más interesante fue ver cómo el aprendizaje en contexto fue efectiva, motivadora y receptiva entre nosotros.

Al finalizar, Tina nos enseñó una segunda pila de compostaje donde todos pudimos ver el proceso en lo que podría comprenderse como una última fase, aunque el compostaje sea más bien un proceso cíclico que no necesariamente termina con la producción de una tierra abonada. En ese momento, cuando Tina nos animó a tomar un puñado de

96 tierra fue que comprobamos que el color, la textura y el olor de la tierra producto del compostaje eran totalmente distintos de los que encontramos en otras áreas del humedal. La acción de pasar la tierra por casi todos los sentidos nos permitió un senti- pensar con ella, un procedimiento que a mí me llevó a reconocer el olor fresco, la temperatura no caliente pese al clima de esos días y en efecto, su diferencia con el suelo en general del humedal, cuyas partículas tienen una historia socio-ecológica compleja. Esta experimentación sensitiva en el contexto nos llevó a tomar actitudes y a proponer hacer más pilas de compost, Tina aprovechó ese momento de sensibilidad y movimiento para conectarnos con un cultivo de plantas polinizadoras que había sembrado recientemente con una estudiante. Verónica, su nieta se mostraba entusiasta y fue quien nos dio la bienvenida a dicho cultivo. Allí pudimos ver cómo la caléndula (Calendula officinalis), la ruda (Ruda graveolens) y el arbusto de la mermelada (Streptosolen jamesonii), entre otras plantas, constituyen el andamiaje de un proyecto de compost que a su vez tiene repercusión en el alimento de insectos y aves.

Esos proyectos son el motor de la relación de correspondencia entre Tina y las personas que hemos aportado o co-ayudado de una u otra manera. Son, sobre todo, una muestra de la capacidad receptiva ecológica y social que se aprende en Tibanica. Y si bien, Tina nos presentó estos proyectos con un carácter de apropiación especial, como si le pertenecieran, comprendo que esto tiene que ver con su trayectoria y la dificultad participativa que le ha significado construir y mantener un proceso ecológico y social que reconozca al ecosistema en sus derechos y beneficios.

El papel protagónico de Tina en la gestación y desarrollo de estas prácticas parece, entonces, determinante en la percepción, la experimentación y el hacer. Este elemento tiene, consecuentemente, efectos en la red de las relaciones del SSE. Tendríamos pues que preguntarnos cómo esto afecta las relaciones con actantes como el agua y otros seres. Aunque esta es una pregunta que podría dar lugar a otro trabajo investigativo, me arriesgo a pensar que si hablamos de un entrelazamiento de líneas humanas y no humanas (como una personificación de la vida social), el rol de Tina

97 influye no solo en la vivencia de las personas con el ecosistema sino también en los actantes bióticos que lo conforman, puesto que de las acciones humanas depende, en gran medida, lo que suceda o deje de suceder en su interior. Con esto último me refiero, por ejemplo, a la generación de actitudes, valores y acciones humanas que puedan atender a los movimientos y necesidades vitales de Tibanica en este contexto urbano. Los riegos, la siembra y el compost son justamente representaciones de ello y de cómo las personas se involucran y caminan hacia una conciencia ambiental colectiva.

Tibanica: un ambiente y aula para la vida en la que gestar “lo común” Si bien, desde el inicio de este proyecto he considerado a Tibanica como un aula viva a través del acceso al conocimiento de las prácticas que han tenido lugar allí, en cabeza de líderes, docentes y de la comunidad en general, fue sólo hasta que me convertí en participe, observadora y cómplice del diseño de actividades educativas que vislumbré las posibilidades de la correspondencia. Estas posibilidades están cruzadas por unas dinámicas de atención y receptividad que permiten hablar de un modelo distinto de educación. El SSE de Tibanica es un ambiente potente ambiente y un aula para la vida. En primera instancia quiero definir cómo entender el concepto de ambiente a partir de Ingold y la manera en que se enlaza con el de aula viva. De acuerdo a Ingold, un ambiente es todo alrededor de la persona u organismo de quien queremos definir dicho ambiente. Es el mundo de los fenómenos que percibimos con nuestros sentidos, incluyendo la tierra debajo de nuestros pies, el cielo arqueado por encima de nuestras cabezas, el aire que respiramos, por no mencionar la abundante vegetación energizada por la luz del sol, y todos los animales que dependen de ella, tan absortos en sus propias vidas, como nosotros en las nuestras (Ingold 2012, 21).

Aunque pudiésemos llamar ambiente a todo lo que nos rodea, la diferencia con la definición que aquí propongo tiene que ver con la visión hoy por hoy aprehendida en nuestra tradición escolar de cómo experimentarlo, a través de compilaciones de datos, gráficos, mapas y una saturación de imágenes que poco nos habla de sentir y habitar el mundo. Así, lo representativo de denominar a Tibanica como un aula viva tiene que ver con el caminar hacia el reconocimiento del tipo de prácticas educativas que allí suceden, dado su especial énfasis en el cómo se conoce y se accede a la experiencia.

98 De esta manera, el ambiente propiamente experimentado a través del cuerpo es aquel que puede tener lugar en ecosistemas como Tibanica. Es a través de las experiencias sensoriales que se co-crean que se aprende la importancia de la atención sensible para observar el mundo real que se abre ante nosotros, y que trasciende las representaciones esporádicas del salón de clases. Siguiendo a Ingold, considero que educar en la atención requiere partir de la premisa de que la educación tiene que ver con ofrecer una guía por el mundo, en lugar de inculcar conocimientos en las mentes (líneas, 190). Tiene que ver, además, con exponernos. En palabras de Ingold (2018): el sentido la educación no tiene nada que ver con objetivos de rutina como “lograr una distancia critica” o “adquirir una perspectiva” frente a las cosas”. Tampoco tiene que ver con llegar a un punto de vista. En el laberinto no hay un punto de llegada ni destino final, porque cada lugar ya va camino a otro lugar. Lejos de darnos un punto de vista o perspectiva sobre tal o tal posición, el caminar nos aleja continuamente de cualquier punto de vista, de cualquier postura que pudiésemos adoptar. “El caminar”, como explica Masschelein, “tiene que ver con poner esta posición en juego; es sobre ex- posición, sobre estar fuera-de-posición” (191).

Exponerse implica entonces atender a los detalles que ofrece el caminar por la “senda de la observación” (191), de aquello que aún no nos está dado sino en camino. Como afirma Masschelein (citado en Ingold 2018), “no es, entonces, que la atención del caminante esté siendo educada; es más bien al revés: su educación es vuelta atenta, es abierta en preparación por el “aún no” que está por llegar” (192). Este tipo de educación, del llevar afuera, del exponerse, guarda profunda relación con la propuesta de Tina cuando afirma que el aprendizaje en contexto es una metodología para trabajar en Tibanica con niños y jóvenes. Sobre esto, Ingold nos comparte de manera acertada que la información, en sí misma, no es conocimiento, ni nos volvemos a través de su acumulación. Nuestro conocimiento consiste, más bien, en la capacidad de situar dicha información, y entender su significado, dentro del contexto de un compromiso perceptivo directo con nuestros entornos. Y desarrollamos esta capacidad, Yo sostengo que, al mostrarnos las cosas (Ingold 2000, 22) [Traducción propia].

El aprendizaje en contexto como manera de experimentar y aprender es la forma en la que, además, la educación sensorial se convierte en epicentro para la elaboración de una conciencia y un hacer ambiental, pues es a través de ésta que se descubre y se aprehende directamente por vía del tacto, el olfato, el oído, el gusto y la vista. Una

99 escena representativa de este proceso perceptivo del mundo es la que registré en las ecovacaciones lideradas por Tina, realizadas en diciembre de 2018 con niños entre los 8 y 12 años. Allí tuve la posibilidad de realizar un ejercicio de introspección y juego de roles alrededor del agua. Luego de una actividad orientada a regular la respiración y escuchar de manera atenta lo que sucedía en el entorno, se les pidió a niños pensar y sentir como gotas de agua bajo distintas realidades: como gotas de lluvia, gotas de agua contaminada y gotas de agua que sostienen las Tinguas (aves endémicas del altiplano Cundiboyacence).

Las respuestas de los niños me permitieron acercarme a las relaciones que estaban construyendo con Tibanica, pero sobre todo a las actitudes de cuidado a partir de la exploración y el convivir que estaban llevando a cabo con Tina y los actantes. Sobre la relación entre las gotas de agua con las tinguas y los juncos, los niños expresaron que, como gotas de agua, su relación era de amistad ya que brindaban refugio y comida, y que lo que pedían era no encontrarse con basura. Otras manifestaciones más que llamaron mi atención fueron las siguientes: A: ¿De dónde vienen ustedes como agua contaminada que llega aquí al humedal? NÑ: De las alcantarillas del agua y traemos envolturas…

A: Y las gotas de lluvia…Con ustedes, ¿qué pasa? NÑ: Al caer nos dimos cuenta que todo está muy caliente y que refrescamos a las plantas y a los árboles.

A: ¿Qué piensan y sienten hoy frente al humedal? NÑ: Naturaleza, tranquilidad, paz, que el humedal es bonito… NÑ: Respeto para las plantas. NÑ: Paz, tranquilidad, hermosura, belleza y los árboles no dan muchos beneficios. Luis (padre de familia): Yo diría que deberíamos hacer más por estos humedales, porque lastimosamente la urbanización y la contaminación están acabando con ellos y esto es bueno lo que se está haciendo con los niños, para que ellos de aquí a mañana tengan mayor aprendizaje, porque el humedal también nos da vida y salud y lastima que esté pasando esto (Diario de campo, 2018).

Los comentarios de los niños y niñas muestran un sentir con la naturaleza y los actantes de Tibanica. Asimismo, el trabajo sensorial de ese día, articulado al que Tina estaba realizando, da lugar a la comprensión de cómo este paisaje de agua presenta una cualidad integradora con el entorno más allá del humedal, pues los niños, de acuerdo

100 a Tina, durante las actividades de educación ambiental, empezaron a referir gestos y propuestas de cuidado con el agua que consumen a diario, por ejemplo. Al respecto de este escenario de posibilidades, Tina argumenta: los humedales son aulas ambientales vivas; hay que hacer diferencia entre un aula ambiental construida muy bonita, pero lo que es del cemento hacia afuera es una gran aula viva para la educación e investigación ambiental y la historia. Yo creo que es hacer entender que a los niños, niñas y comunidad general nos ha faltado aprender en el contexto, en el natural, por eso son aulas vivas (…) Entonces, seguramente cuando la parcela de polinizadoras esté bien y cuando ellos tengan la posibilidad de abrir el hueco y sembrar sus plantas, van a entender que la abeja, la mariposa, el colibrí hacen parte de los insectos y que son polinizadores, entonces, a la abeja ya no la voy a matar, ella me está prestando un servicio y si veo un colibrí, aparte de verlo tan hermoso, tan chiquitico, esos movimientos espectaculares que tiene, pues también voy a entender que poliniza porque impregna sus alas de polen y lo transporta, entonces el niño lo va a ver y va a entender en contexto (2018).

La posibilidad de aprender a sentir –ver, tocar, escuchar - y percibir en el contexto, gestar valores y con ello movilizar actitudes a través de un proceso educacional es el principal efecto relevante que presenta Tibanica como aula viva ambiental, a partir de los estímulos sensoriales que ofrece y que con el tiempo van encarnando en acciones y pensamientos. Percepciones, actitudes, pensamientos y experiencias suponen un convivir en reciprocidad que atraviesa la relación con el entramado de líneas del SSE de Tibanica, así como también un convivir atento con las decisiones políticas que buscan la transformación y/o alteración del ecosistema, dando lugar a la producción y/o configuración de valores o actitudes. Mi experiencia, la de Todos Somos Tibanica y la de Giovanni me hacen reflexionar justo desde allí, pues el involucramiento que hemos desarrollado con el conflicto socioambiental del Humedal, cada uno en distintos niveles, ha sido fruto de haber elaborado una trayectoria de la correspondencia que aquí represento así:

101 Percepciones

Actitudes Experimentación

Atencionalidad y receptividad

Figura 12. Trayectoria de la correspondencia

Finalmente, me referiré a la repercusión de la generación de actitudes en la co-creación de un valor público ambiental –concepto al que me referí en el capítulo II- que a su vez tiene que ver con dos apuestas: por una ética de la tierra y por una que reivindique “lo común”. A partir del entendimiento de que el valor público ambiental tiene que ver con la concepción atribuida a la interacción que construimos a la naturaleza, el lugar de las actitudes como elementos que propendan por una ética de la tierra es fundamental. Para comprender esta primera apuesta propongo la premisa de que “la tierra no es solamente suelo; es una fuente de energía a través de un circuito de suelos, plantas y animales” (Leopold 2004, 36). Por lo que las actitudes a generar en este marco tienen que ver con caminar hacia la cimentación de la propuesta de Leopold (2004) respecto a una conciencia ecológica que refleje una convicción de responsabilidad individual por la salud de la tierra, entendiendo ésta como “la capacidad que ésta (la tierra) tiene de renovarse por sí sola; la conservación es nuestro esfuerzo por comprender y preservar esa capacidad” (2004, 40).

Una ética de la tierra tiene, también, una profunda relación con una aula viva ambiental, pues nos exige una reeducación de nuevas y distintas actitudes, a la que ya me he referido a través de Ingold, que es posible llevar a cabo dentro de este espacio. Esta reeducación debe poder mencionar las obligaciones que tenemos sobre la tierra por encima de las que tenemos como intereses propios (Leopold 2004, 31). Un desafío en el que trabajar extendiendo la conciencia social de la gente hacia la tierra, a través,

102 propongo, de la provocación de interacciones bióticas entre la gente y los sistemas en los que viven, por lo que la experimentación de aulas ambientales para la vida como Tibanica adquieren un grado importante de protagonismo. Así, si nos involucramos en la evolución de una ética de la tierra, como proceso tanto intelectual como emocional (Leopold 2004, 44), daremos lugar también a otras actitudes que nos lleven a reivindicar la segunda apuesta, la apuesta por “lo común”.

Así pues, “lo común”, propuesto como principio y actividad política por Laval y Dardot se da al entender la participación no en el sentido de la pertenencia, sino en el sentido de la igualdad en el tomar parte de algo (2015, 266); este es el propio “poner en común”. Por ende, es la actividad de puesta en común la que permite a lo común existir y con ello producir un derecho “en el sentido de lo que Aristóteles llama lo justo, excluyendo que este derecho pueda ser un derecho de propiedad sobre lo común” (2015, 270). De manera relacional y asertiva, encuentro que las actitudes que han dado lugar a las actividades (acciones de restauración como los riegos, siembras, compostaje y recorridos de reconocimiento) llevadas a cabo en Tibanica por el Colectivo, por Tina, por Giovanni, por los niños y los jóvenes y por avistadores como Sergio, entre otros actores, tienen justamente que ver con el corazón de una apuesta por “lo común”. De esta forma, Tibanica como Aula Viva constituye la posibilidad de ser tanto el núcleo de una ética para la tierra como el de una expresión de “lo común”; experimentarlo de esta manera es encontrarse con un entorno vital que nos enseña las trayectorias vitales de no humanos y a su vez, reconocer las relaciones que construimos en el mundo contemporáneo.

103 Reflexiones finales

Dado que el interés por esta investigación emergió de mi reconocimiento a la historia socioambiental del Humedal Tibanica y de la posterior identificación de una tensión entre las relaciones socioecológicas, prácticas institucionales y la sostenibilidad, me propuse determinar a través de la ecología política cómo estas prácticas relacionadas con las apuestas políticas y económicas de la ciudad devenían en un conflicto socioambiental. La necesaria atención sobre dichas prácticas y relaciones se hizo latente, sobre todo, cuando experimenté a Tibanica como un escenario de encuentro intergeneracional para reflexionar en torno al agua y aprender de los distintos procesos ecológicos. Desde ese momento, fue una decisión ontológica interpretarlo como un aula viva ambiental, por lo que la tensión identificada cobró mayor sentido dados sus efectos y las transformaciones que promovía en términos sociales y bióticos.

Pasar, entonces, por una historia socioambiental y la construcción de una memoria comunicativa y comunitaria que devela las transformaciones en el fluir del agua, del paisaje y de las relaciones de los habitantes con el ecosistema puso en evidencia las posibilidades de interdependencia mutua que tenemos con los otros no humanos. De allí, el objetivo de comprender las interacciones entre habitantes y ecosistema devino en el modelo propuesto para analizar las valoraciones en el sistema socioecológico. El modelo mediado por la relación: historia socioecológica - servicios ecosistémicos fue la clave para comprender que los usos del ecosistema, articulados a las distintas fases de la historia socioecológica han dado origen y han transformado distintas valoraciones. Así, el análisis de la historia socioambiental de Tibanica, la identificación y estudio de valoraciones de sus habitantes reafirmó la incidencia del agua como actante en el entorno y en la cotidianidad, así como también en la experimentación del Humedal y en la construcción de territorialidades diferenciadas.

La lectura analítica y crítica a través de la ecología política con respecto a la Política de Humedales del Distrito Capital, el Plan de Manejo Ambiental –PMA- y decretos

104 reveló la contradicción al interior del Estado, en tanto sus políticas de desarrollo frente a la ciudad van en contravía de lo establecido por las políticas de protección. Esta contradicción ha afectado las relaciones de todo el sistema socioecológico, pues influye directamente tanto en la percepción, valoraciones como usos que los habitantes proyectan en el humedal. Así pues, este análisis permite comprender cómo las dos situaciones que alberga el conflicto socioambiental desarrollado en esta investigación configuran las relaciones socioecológicas entre la comunidad y el Humedal Tibanica, a través de la expresión de actos valorativos específicos frente a actantes, la transformación de relaciones no solo con el paisaje, sino con el agua en el marco de la Estructura Ecológica Principal de la ciudad.

Igualmente, la comprensión de Tibanica como Aula Viva permite también entender que las relaciones entre comunidad y Humedal, pese al conflicto, son configuradas continuamente gracias a las posibilidades de experimentación que ofrece. En efecto, el humedal como Aula Viva posibilita la gestación de relaciones con la naturaleza que implican emociones, estimulan sensaciones y generan una receptividad distinta frente a formas de vida no humanas. Así, si los humedales constituyen "aulas abiertas" donde se puede observar, conocer y aprender fenómenos y procesos singulares son también escenarios para leer e interpretar las relaciones que una comunidad establece con su entorno.

Finalmente, dado que las relaciones socioecológicas que se han ido configurando en el SSE están, indudablemente, influenciadas, además, por el modelo de gestión urbana de la naturaleza en Bogotá, hoy, como nunca, resulta fundamental la apuesta por un Proyecto que implique “lo común” para todos los seres vivos, uno con el que podamos relacionar y gestionar nuestras relaciones de manera alternativa y reflexiva frente a los proyectos productivos y econonómicos de ciudad. El agua es, pues, en este escenario creadora de espacios, encuentros, relaciones y apuestas humanas; su vitalidad es nuestra fuerza para garantizar el derecho a un ambiente sano y al reconocimiento de la vida de humanos y no humanos.

105

Notas Las siguientes son las entrevistas referenciadas en el Proyecto investigative.

1. Alfonso, Sandra, interview by Adriana Marcela Laiton C. Entrevista semiestructurada (2018). 2. Andrade, Germán, interview by Adriana Marcela Laiton C. Entrevista semiestructurada (2018). 3. Díaz, Jairo, interview by Adriana M. Laiton Cortes. Entrevista semiestructurada Bogotá , (2018). 4. Fresneda, Tina, interview by Adriana M. Laiton Cortes. Entrevista Bogotá, (Noviembre 2018). 5. García, Giovanni, interview by Adriana M. Laiton Cortes. Entrevista semiestructurada Bogotá, (2018). 6. González, Catalina, interview by Adriana M. Laiton Cortes. Entrevista Bogotá, (2018). 7. Gutiérrez, Ánglea, interview by Adriana Marcela Laiton C. Entrevista semiestructurada Bogotá, (2018). 8. Lozano, Natalia. "Lectura e interpretación de datos de muestreo de agua." Interpretación de datos, 2019.

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